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En primer lugar, estaba rodeado de jóvenes vestidos de forma idéntica, bebiendo tragos

familiares y actuando de manera informal, como sus compañeros de Praga. Me senté y pensé
en todo esto, por undécima vez, y me di cuenta de algo casi banal: que ahora vivimos en una
sola civilización global. La identidad de estos grupos humanos no estaba sólo en los mismos
uniformes, en el uso de las mismas bebidas, o en el zumbido constante de la misma música
comercial en todo el mundo, o incluso en la propaganda internacional. Nuestro planeta, por
primera vez en la larga historia de la humanidad, está cubierto con el espacio exterior por la
única civilización tecnológicamente necesaria. El mundo está enredado en una red de
estaciones de telecomunicaciones, que consta de millones de hilos diminutos. o vasos
capilares, que no solo transmiten todo tipo de información a la velocidad de la luz, sino que
tampoco portan modelos integrados de comportamiento social, político y económico. Son los
conductos del estado de derecho y los billones y billones de dólares entrelazados en el mundo,
mientras permanecen invisibles incluso para aquellos que tratan con ellos directamente. La
vida de la raza humana está completamente interconectada no solo en el sentido informativo,
sino también en el cotidiano.

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