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Intelectualidad Como Defensora de La Justicia
Intelectualidad Como Defensora de La Justicia
Hoy en día se ha vuelto muy común la cancelación o rechazo de ciertas figuras del mundo
de la literatura por expresar actitudes políticamente incorrectas. Ahora bien, ¿por qué
sucede este fenómeno? La respuesta es que nosotros -como espectadores de la arena
pública- le exigimos a dichas figuras un nivel moral cercano a la perfección. No obstante, la
realidad es que los intelectuales no son más que ciudadanos corrientes con actitudes y
opiniones diversas, como cualquier grupo humano.
A raíz de esta idea se tomará como base la novela Nocturno de Chile (Bolaño 2017), en la
cual se cuentan las confesiones del viejo cura Ibacache en su lecho de muerte, quien relata
sus pecados sólo porque ha sido presionado. Se busca responder a la razón de este impulso,
ejemplificado tanto en el repudio que busca generar el personaje de Urrutia como en las
exigencias de parte de la opinión pública en la realidad, encarnadas por el joven envejecido
en la novela. Por lo tanto este ensayo busca responder sobre por qué Urrutia es recriminado
con culpas por el joven envejecido, a la luz de su participación como intelectual en hechos
infames. Nuestra tesis sostiene que esa recriminación es una ilusión que no se corresponde
con la persona de los interpelados, que por muy deplorables o admirables que sean sus
actitudes y opiniones, estas no se debieran de acentuar por su posición en la sociedad, tal
como sucede con el cura Urrutia.
Se trabajará la relación entre literatura y barbarie, lo políticamente incorrecto y la
idealización del intelectual. Así como también el nexo entre estética y moral en la narrativa
de Bolaño.
La novela no sólo busca denunciar la traición intelectual de algunos, sino que, además, a
través de personajes como Urrutia y Farewell, deja claro que es imposible separar la cultura
de la violencia o el fascismo. Después de todo sería injusto sostener que por ser de derecha
son de “menor calibre” que los intelectuales de izquierda. Por eso se trata también de un
testimonio del malestar de la civilización. La cultura no puede crecer a sus anchas en
espacios civilizados, no puede escapar de la violencia (López-Vicuña 2009). Así, Ibacache
aparece como la antítesis de la corrección, el erudito que no tiene culpa respecto de sus
pecados. La falta de remordimiento ante sus colaboraciones intelectuales con la dictadura
representa justamente la inherencia entre ambos elementos, barbarie y literatura, ambos
convivientes en un mismo personaje. ¿Significa eso que el anciano cura tiene un permiso
especial para desafiar a la moral y las buenas costumbres? No, por el contrario, él también
es esclavo de las expectativas que pesan sobre sus hombros en un mundo conservador
(Luengo 2017).
¿Por qué como lectores deberíamos de esperar a ese héroe intachable entonces? No es
casualidad la aparición de Jünger en la novela. Según palabras de López Vicuña,
“Corresponde a la idea del escritor aristocrático por encima de las pequeñas circunstancias,
pero al mismo tiempo encarna el ideal del escritor heroico, que ensalza el valor y las
virtudes militares.” (210-211). Justamente todo lo que Urrutia no es como aristócrata ni
erudito.
“Así se hace la literatura en Chile. Así se hace la literatura en occidente” dice Urrutia en su
famosa frase. En especial en Sudamérica no podemos concebir la cultura como un lugar
protegido de la barbarie. Menos aún es posible abordar a los autores y sus personajes como
si fueran ajenos a esa destrucción.
Gastón Molina por su parte opina sobre la novela; “El lector no se enfrenta simplemente
con un libro que guarda un relato. Como el sujeto del sueño, es a la vez un elemento de él”
(172). Sobre esta posición Freire aventura que quizás las palabras con las que cierra la
novela, “tormenta de mierda”, ya no pertenecerían a Urrutia, si no al propio Bolaño (2013).
La tormenta de mierda que se aproxima sobre un país azotado por la desgracia. “Quizá sólo
nos reste la certeza de la ambigüedad”, concluye Freire (66). Suponiendo que fuese el autor
quien revelase la profecía sobre la tormenta que aún está por venir, es posible concluir que
Urrutia, el intelectual de derecha que no está arrepentido pero algo avergonzado ante los
juicios del joven envejecido -quien es la representación del propio autor para algunos-
nunca se “saca la peluca” de la hipocresía. La expresión es adecuada ya que el epígrafe del
libro es precisamente “sáquese la peluca”, frase que es tomada del cuento ”La peluca
morada” de G.K Chesterton (2016). En él se narra cómo un codicioso abogado trata de
hacerse con una herencia de forma ilegítima. El narrador lo interpela a que se “saque la
peluca”, porque ya está enterado de su verdadera identidad infame. Urrutia nunca se saca
ese disfraz, narra los puntos que pretende aclarar anclado exclusivamente en su visión
(Luengo 2017).
Desacralizar la literatura, y con ello a personajes y autores -Urrutia viene a ser un poco de
los dos- implica entonces entender a la novela como el objeto de la interpretación de un
número indeterminado de lectores, ya sean diez o cien mil. No es posible mantener a la
obra en el pedestal de la “interpretación correcta”. De la misma forma, en Nocturno de
Chile, donde la voz del narrador y el autor se confunden, así como la ficción en sus
personajes, esa tensión se vuelve más acuciante. Entender el “mal camuflaje” de Bolaño
entre Urrutia y Valente como un mensaje político inequívoco sería un error, aún incluso si
el propio autor así lo pensó, porque se estaría privando a la literatura de uno de sus roles
fundamentales en el mundo material: ser interpretada.
Por último, en Bolaño se puede apreciar la estética de la aniquilación -”las múltiples formas
de destruir a los seres humanos” según Candia (50)-. El autor sostenía que era necesario
“saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura
básicamente es un oficio peligroso" (36). No es casualidad que en sus novelas narre las
deformaciones de la barbarie colectiva, además de la destrucción interna de las ataduras
éticas de sus personajes. Para Arendt, la banalidad del mal que se presenta en episodios
como la destrucción sin sentido – “la parte de los crímenes” en 2666 ilustra de forma
idónea este concepto- se relaciona justamente con no tener conciencia de ese mal infringido
y no sentir responsabilidad por las crueldades cometidas (2000).
El teórico francés Bernard Sicheré sostiene que hay una “presencia invariable del mal” en
las novelas del autor chileno, el “enigma mismo”, que se presenta en los distintos
momentos de la historia para ser exorcizado de distintas formas (1996). A partir de ello es
posible entender la “tormenta de mierda” en la novela también como la tempestad que se
aproxima, la oscuridad que viene a caer sobre los seres humanos. Sicheré afirma que
cuando eso sucede también desaparecen los puntos de referencia humanos. En sus palabras,
Candia lo expresa como “Y esa tormenta no es sino la explosión del azar que nos recuerda
que el ser humano está obligado a enfrentar la oscuridad” (68).
Bolaño simplemente viene a dejar constancia de esa aniquilación, sobre la que se sostiene
la historia, la supervivencia. ¿Por qué entonces recriminarle a Urrutia su posición de letrado
frente a sus crímenes? Al fin y al cabo se trata de un personaje inmerso en la maldad
colectiva de la dictadura, tan sólo un elemento más del paisaje como un villano secundario,
cobarde e hipócrita, sin iniciativa. Juzgarlo como algo más que un elemento significa
separarlo de la estética que conforma alrededor de la barbarie, significar aislar un elemento
del grupo y privarlo de su sentido contextual.
No obstante, hoy en día hay muchos que sostienen que la recriminación sobre el rol social
del autor sí es pertinente. Tal es el caso del crítico literario Edward Said, quien en su libro
El mundo, el texto y el crítico (2008) cuestiona la “no interferencia” intelectual en la
cotidianeidad. Sostiene que se debe a una visión de la realidad desde el arte y la academia
como lo “mundano” en contraposición a un repliegue sobre la “textualidad”. Defiende que
es imposible obviar las posiciones sobre el presente, porque de todas formas el arte y la
investigación nacen en el mundo de las cosas tangibles, deben convivir con la historia y
rara vez pueden evitar interpretarla. En sus palabras, Said lo resume;
“En mi opinión los textos son mundanos, son hasta cierto punto acontecimientos, e incluso
cuando parecen negarlo, son parte del mundo social, de la vida humana y, por supuesto, de
momentos históricos en los que se sitúan y se interpretan” (9).
Sin embargo, no es posible olvidar que la discusión en primer lugar es sobre la literatura, no
sobre el bien común. Mario Campaña lo describe con las palabras adecuadas; “Nada es más
importante para un escritor que la libertad” (9). De ello es deducible que cada estructura
académica debe apuntar a sustentar esa libertad. Cuando la política entra en la discusión,
también lo hace la opinión pública. Aunque no se trata de separar ambas esferas y pretender
que los caminos del arte y lo políticamente correcto nunca se encuentren, cuando la verdad
es que están en constante tensión. Y así debiera de ser. Parte de la estructura social y
política de una comunidad debiera de dirigirse justamente a proteger esa tensión constante
en el tiempo, como un fuego que siempre se debe estar avivando y protegiendo de la lluvia.
A partir de ello la tesis se sostiene en primer lugar sobre la relación insondable entre la
literatura y el horror, ¿por qué exigirle a personajes y autores una moralidad superior? El
horror siempre está presente en el ejercicio creativo. En el mismo sentido, es necesario
desacralizar la literatura, bajarla del pedestal de la pureza y con ello a los
escritores/personajes como Urrutia, quien nunca se “saca la peluca” de la hipocresía, no
tiene por qué. Por último, se aborda la estética de la aniquilación en Bolaño, en la cual
Urrutia es un simple elemento del paisaje y desde esa óptica debe ser juzgado.
Si bien este ensayo busca indagar en figuras como la de Urrutia, también es posible
expandir la idea a otras dimensiones, especialmente porque se trata de un debate en pleno
auge. Una posible proyección del ensayo podría orientarse hacia cómo el personaje del
joven envejecido viene a representar precisamente el reproche del joven y del exiliado, por
lo que el repudio por Urrutia es también en parte uno generacional y de destierro. A la luz
de esta idea, en un futuro ensayo sería interesante examinar los factores sociales y políticos
que confluyen en la novela para sostener esa tesis.
Bibliografía
Campaña, Mario. “La Libertad Del Escritor.” Guaraguao, vol. 10, no. 23, 2006, pp. 9–20.
JSTOR, http://www.jstor.org/stable/25596520.
Chesterton, Gilbert Keith. “La peluca morada”. La sabiduría del Padre Brown. Buenos
Aires: Gárgola, 2016. 160-169. Impreso
Pauta de evaluación
Indicadores L ML PL NL
- Importancia de la problemática
discursivos).
Ortografía puntual:
Estructura de párrafos:
completar la idea.
-Entrega puntual
Nota