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Se Olvida de La Bondadad de Dios Lecc 3
Se Olvida de La Bondadad de Dios Lecc 3
Se erigían santuarios por todo Israel a esta deidad, llamados "lugares altos" Jer. 19:5
En la época de Jeremías, actualmente hay dioses que rivalizan con nuestra fe en Jesucristo.
La sociedad posmoderna
la sociedad de consumo y un espíritu de consumista
Los nuevos baales
El hedonismo se refiere a una familia de teorías, todas las cuales tienen en común que el placer
desempeña un papel central en ellas. El hedonismo psicológico o motivacional afirma que nuestro
comportamiento está determinado por deseos de aumentar el placer y disminuir el dolor.
Ejemplo
Bendición. me siento bien, me gusta o me agrada. Esto significa que si el canto es especial o el
sermón o no resulto de mi agrado etc. entonces el tiempo del culto o devoción personal no fue de
bendición.
Se puede decir que baal no murió, sigue en el herman@
El mundo los define. “Si amas al Señor y caminas con Él, prosperarás y serás bendecido”.
Jer. 2:5 la imagen contradictoria del versículo 2 que Israel andaba
Eran discípulos de los dioses "anduvieron tras" o ("ir en pos") Jer. 2:8,19 fueron sorprendidos en el
hecho.
La fidelidad de Israel se decidió en su fidelidad en la adoración a Dios. La adoración tiene como
principal enfoque a Dios. No se trata de nosotros, sino de Dios. Lo adoramos por lo que Él es y ha
hecho, especialmente en Jesucristo, por su sacrificio en la cruz.
Baal. el dios cananita, es vanidad, sin provecho ni ganancia.
Lo autentico: prosperidad, éxito y ganancia tienen una sola fuente: el camino del Señor.
Ganancia: en términos del evangelio de Jesucristo, no se reduce solamente a la prosperidad
económica, sino a una vida de paz que no es posible tener sin Jesús, una paz que el mundo no
puede darnos.
Jehová le recordó a Israel todo su pasado; todo lo bueno que le había hecho. Los sacó y liberó de
la esclavitud de Egipto; los hechos poderosos de Jehová realizados para traer salvación y provecho
Israel. No fue de gratitud sino de ingratitud. 2:7a - 2:7b.
Todos pecaron: Los líderes religiosos de Israel, los sacerdotes, lo que tenían la ley, los pastores y
los profetas. 2:8. El escriba era el responsable de la enseñanza:
Los reyes de Israel fracasaron también. Jer. 22:15-16
LA DESOBEDIENCIA. No es un problema de individuos solamente, desde génesis, tiene una
dimensión social. Adán y Eva fueron igualmente responsable.
Es su pueblo quien se había ido en pos de dioses ajenos, quebrantando así el pacto que hizo Dios.
En el nuevo pacto: 2 co. 2:16 La frase "olor de muerte para muerte" la desobediencia y rechazo a
Cristo tienen un efecto en cadena que empeora la condición de la persona de desobedeció.
¡Israel no quería arrepentirse!…
Dios preguntó si hay algún antecedente como el de Israel; de una nación que haya cambiado a su
dioses vs 11a.
Jeremías presenta un enigma o una adivinanzas vs13 dos cisternas de agua, una que es fresca y
vital que simboliza al Señor y el otro cisterna de agua estancada que desaparece gradualmente por
esta rota que simboliza a los otros dioses.
Otro autor dice: en el siglo XX, la gracia de Dios es gratuita, pero no barata, en el XXI. La gracia
barata es la "gracia" que "perdona" el pecado; pero no justifica ni transforma al pecador, en otras
palabras Jesús murió por todos los pecadores, pero no todos van a lograr la vida eterna.
La gracia de Dios siempre exige una respuesta del ser humano. Dios espera un cambio favorables
en nuestra relación con Él y nuestro prójimo.
En 2:5 se encuentra una pregunta retórica, casi irónica, por parte de Dios: ¿qué
injusticia vieron en mí sus antepasados, que se alejaron tanto de mí? Los
compatriotas de Jeremías no tenían qué responder. Se fueron tras dioses que para
nada sirven (2:8), “tras la vanidad, y se tornaron vanos” (RVR60). En otros pasajes,
Jeremías utiliza la misma palabra “vanidad” (heb. hebel) para referirse a los ídolos
(10:14–15; 14:22; 16:19; ver también 1Co 8:4).
Fue Dios quien condujo al pueblo por el desierto y quien les proporcionó protección al
salir de Egipto. Él los alimentó con maná y los introdujo en una tierra donde fluían
leche y miel (Dt 8:7–9). Sin embargo, Israel contaminó la herencia que recibió del
Señor (2:7). Jeremías se encontraba ante una generación corrupta y su misión se
dirigía a ella. Los líderes religiosos se habían rebelado contra Dios y los profetas
habían decidido profetizar en nombre de Baal (2:8); esas eran las autoridades
religiosas que conducían al pueblo al pecado y a la destrucción (14:13–14; 18:18).
Dios formó al pueblo para que fuera libre en su presencia. Esto era una condición
indispensable para que el mundo pudiera ver que en el servicio a Dios hay plena
libertad y armonía en la creación. Sin embargo, este pueblo se había esclavizado a
las divinidades de otros pueblos, comprometiendo así el nombre del Señor ante
las naciones. Cuando el pueblo de Dios se deja acorralar por los sistemas injustos
del mundo que lo rodea, compromete su misión de ser testigo de Dios y su justicia.
La figura del león (2:15) ilustra la acción devastadora del enemigo (ver también Is
5:29), representa al opresor que destruyó la tierra y quemó la ciudad de Jerusalén.
Una de las figuras que simbolizaba la fuerza de Egipto era la esfinge: un león con
cabeza de ser humano. Los palacios de Nínive y Babilonia también poseían
decoraciones con estatuas y grabados de leones. ¿A cuál de estos imperios se refiere
el profeta? ¿Será que aquellos que fueron llevados a Egipto, a las ciudades de Menfis
y Tafnes (2:16), habrían acompañado a Necao II cuando capturó a Joacaz? Es
probable, ya que Johanán, hijo de Carea, encontró comunidades judías en esas
ciudades (44:1). Menfis era la capital del Bajo Egipto y se encontraba a unos 20 km
al sur de El Cairo. Tafnes era una ciudad fortificada que se hallaba al este del
delta del Nilo (43:7; 44:1). La gente que vivía en ese lugar rapó las cabezas de los
hijos de Judá (2:16), una señal de humillación, vergüenza y luto (ver también 48:37; Is
15:2; 22:12).
El pueblo había abandonado a Dios y, por lo tanto, era culpable del castigo (2:17). La
confianza del pueblo se depositaba más en los pactos internacionales y en los
tratados con Asiria y Egipto que en el Señor. Jeremías simbolizaba esta actitud
mediante la acción de beber agua del Sior, un canal de los ríos Nilo y Éufrates (2:18).
¿Cómo era posible que confiaran en las naciones enemigas del pueblo de Dios? El
profeta recordaba el destino del reino del norte cuando Salmanasar V, rey de Asiria,
conquistó Samaria en el año 722 a.C., victoria consumada tiempo después por
Sargón II (2R 17:3; Is 20:1). La invasión egipcia estaba relacionada con la batalla de
Meguido, en el momento en que el rey Josías murió a manos del faraón Necao II.
Jeremías compuso un lamento por la muerte de Josías (2Cr 35:23–25). Las
alianzas del pueblo de Israel con Asiria y Egipto también fueron resistidas por Oseas
(Os 5:13; 7:11; 12:1) e Isaías, quien las consideraba un pecado contra Dios mismo (Is
30:1–5). Por todos estos motivos, el crimen de Judá debía ser castigado (2:19).
La caída moral y espiritual de Judá se hace evidente en las metáforas que señalan la
amplitud de su decadencia (2:20–26). En este punto, reaparece la figura de la mujer,
como símbolo de la nación, para ilustrar el trato que recibió por parte del Señor desde
el momento de la liberación de Egipto y su ingratitud al elegir otros dioses. El Señor
había roto sus ataduras, había quebrado su yugo y los había liberado de las cadenas
que los ataban, pero el pueblo declaró ¡No quiero servirte! (2:20).
El Señor hizo una revisión de los castigos que el pueblo había recibido. Sin embargo,
no habían aprendido nada. Al contrario, habían usado la espada para matar a sus
profetas, los habían devorado como un león feroz (2:30). El discurso parece hacer
referencia al becerro de oro en el desierto (Éx 32:7–8) y al sacrificio a los dioses
moabitas (Nm 25:1–5). El historial de los israelitas no era muy buena, ya que en
diversas oportunidades habían buscado silenciar a los mensajeros del Señor (1R
18:4, 13; 2Cr 24:21; Am 2:11–12). Como un león que busca a su presa, así buscaban
a los profetas para matarlos: Joacim mandó una delegación a Egipto para extraditar
al profeta Urías (26:20–23); el mismo Jeremías fue amenazado de muerte en varias
ocasiones (11:21; 12:6; 26:8).
El Señor había redimido a los israelitas de Egipto y posteriormente los había
sustentado, protegido y alimentado en el desierto durante cuarenta años (2:6–7). ¿Por
qué entonces era visto como un desierto o una tierra tenebrosa (2:31)? Esta pregunta
retórica ponía en evidencia que la comunidad consideraba a Dios y a sus leyes como
una piedra de tropiezo en el camino. La decisión de no dirigir sus pasos a Dios ni
dejarle asumir el control de sus vidas era un intento de librarse de él (2:20; 6:16–
17; 44:16). ¿Acaso una joven se olvida de sus joyas, o una novia de su atavío? (2:32).
¡No! La actitud de Judá era una señal de locura espiritual: habían perdido el primer
amor y se habían olvidado de aquel que era su único benefactor. Existe una gran
diferencia entre una novia feliz, junto a su marido durante la luna de miel (2:2–3), y la
generación posterior, descrita con frialdad: ¡Hasta las malas mujeres han aprendido
de ti! (2:33). Amantes es un eufemismo que hace referencia al culto a Baal, o sea, a la
prostitución sagrada.
Otra cara del pecado de Judá era la violencia y la injusticia social (2:34–37). En sus
ropas había sangre de gente pobre e inocente, a los que nunca sorprendiste
robando (2:34). Personas justas, que no eran culpables, habían sido condenadas a la
muerte. La denuncia está dirigida al colapso de la justicia nacional (Hab 1:1–4). Los
derechos humanos se violaban desde la época del reino del norte (Am 2:2–
8; 4:1; 5:10–12) y del reinado de Manasés (2R 21:16). También Joacim fue acusado
de ello (22:3, 17; 2R 24:5). El pueblo de Dios había sido llamado para cuidar a los
débiles de la sociedad, para fortalecer y dar amparo a todos los necesitados. No
cumplir esa misión era un pecado muy grave.
El pueblo no era capaz de reconocer su idolatría (2:23); por el contrario, cuestionaba
la acusación del profeta y afirmaba: Dios ya no está enojado conmigo (2:35b). Esta
respuesta hacía crecer la ira divina, ya que Judá no tomaba en serio su palabra
(2:36a). Jeremías advirtió a las autoridades de Jerusalén que no confiaran en Egipto y
alertó que Judá se decepcionaría tal como se decepcionaron las diez tribus del norte
con los asirios (2:36b). El coqueteo político que el pueblo tenía con Egipto solo
aumentaría la decepción. Sus representantes diplomáticos saldrían con las manos en
la nuca (2:37), una expresión que manifiesta humillación y vergüenza (2S 13:19).