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el cariño de tu juventud. Cariño (heb., hesed), a menudo se refiere a la fidelidad al pacto en la


relación del SEÑOR y su pueblo escogido, Israel. Aquí cariño es paralelo con amor en la línea
siguiente. Las palabras juventud y desposorios (o matrimonio) simbolizan la historia de Israel en el
Sinaí en términos de matrimonio entre Israel y Dios (cp. 31:32; Is 54:5; Os 2:16).
2:4 Oíd. Esta orden incluye tanto el obedecer como el oír (cp. 7:2; 17:20s; 21:11s; 22:2s; Dt 6:4).
Aquí sirve de orden para que oigan las acusaciones de Dios contra Israel (cp. vers. 9, 35).
2:5 Así dice el SEÑOR. El uso frecuente de esta fórmula introductoria ilustra el hecho de que los
profetas del A.T. decían las palabras de Dios (cp. 5:14; Is 7:7; Ez 2:4; 37:5; Am 1:3; Abd 1:1; Mi
3:5; Nah 1:12; Hag 1:2; Zac 1:3; Mal 1:4). anduvieran tras lo vano. Es decir, adoraron dioses e
ídolos vanos e inútiles. Nótese el juego de palabras entre vano (hahebel) y se hicieran vanos
(yehebalu) y el nombre de Baal (cp. vers. 8), el dios cananeo de la fertilidad. El pueblo se volvió
como lo que adoraban (Sal 115:8).
2:10 las islas de Quitim. Es decir, Chipre y las islas y costas más al oeste. Cedar. Es decir, la
tierra de los ismaelitas en el este de Transjordania.
2:13 aguas vivas…cisternas. El pecado de Judá es que ha cambiado fuentes de aguas vivas
(representando al SEÑOR) por cisternas agrietadas (dioses falsos de los vecinos de Israel) que no
pueden contener agua; cp. Is 55:1; Jn 7:37; Ap 21:6.
2:14 un esclavo…un siervo nacido en casa. Los hijos de esclavos también eran esclavos
(siervos nacidos en casa; cp. Ex 21:4). La referencia a la servidumbre alude a la subyugación del
Reino del Norte por los asirios en el 722 a.C. (cp. 2 R 17), que también hizo a Judá vasallo de
Asiria.
2:15 leoncillos. Es decir, las naciones que en esta época subyugaron a Israel y a Judá: Asiria y
Egipto (vers. 18) y más tarde Babilonia (cp. Am 3:4).
2:16 Menfis…Tafnes. Menfis, capital antigua de Egipto a unos 20 km al sur de El Cairo. Tafnes,
antigua Dafne, es la actual Tel Defneh en el nordeste de Egipto. Eran ciudades prominentes; aquí
representan a todo Egipto (cp. 43:7–9; 46:14, 19), que conquistó a Judá en el 609 a.C. te han
afeitado la coronilla. La metáfora significa subyugación e ignominia (cp. 47:5; 48:37).
2:17 El te guiaba por el camino. Una referencia al éxodo de Egipto (cp. Ex 23:20; Dt 1:33).
2:20 rompí tu yugo. Dios liberó a Israel de su esclavitud en Egipto, pero la respuesta de ellos
fue: No serviré. colina alta…árbol frondoso…ramera. Se asociaban los árboles en las colinas
con la idolatría, especialmente con la adoración de Baal (cp. 1 R 14:23; 2 R 17:10; Ez 6:13). La
nación de Israel se había prostituido porque estaba casada con el SEÑOR (vers. 2) y al mismo
tiempo adoraba deidades paganas.
2:21 vid escogida. vid escogida que Dios plantó (es decir, el Israel del pacto de Sinaí) se había
convertido en sarmiento degenerado de una vid extraña (i.e., el Israel que practicaba los ritos
abominables de las deidades cananeas).
2:23 baales. El plural baales subraya la multiplicidad del dios Baal, que se asociaba con varios
centros de adoración. proceder en el valle. La referencia tal vez sea al valle de Hinom (Gue-
hinom) al lado sur de Jerusalén donde tenía lugar la adoración a Baal y a Molec (cp. 7:31, 32; 2 R
23:10). camella joven y liviana que enreda sus pasos. La ilustración es la de una camella joven
en celo que va y viene en busca de compañero.
2:26 reyes… príncipes… sacerdotes… profetas. La culpa por la apostasía de Israel se da a
estas cuatros clases de líderes.
2:28 según el número de tus ciudades. Esto también indica que cada ciudad tenía su deidad
local, evidenciada por los distintos baales (v. coment. en el vers. 23).
2:32 virgen. Heb., betulah. También se usa esta palabra en combinación con otras para referirse a
los habitantes de un lugar particular: ej., virgen hija de mi pueblo (14:17); virgen de Israel
(18:13; 31:4); virgen hija de Egipto (46:11); virgen hija de Judá (Lm 1:15); y virgen hija de Sion (Lm
2:13).
2:36 serás avergonzada. La nación de Israel, por no buscar al SEÑOR, será avergonzada por
Egipto, como lo había sido Asiria (vers. 15–18).
El pueblo escogido no quiso reconocer su infidelidad, Jeremias les dijo, hablando por Jehová lo
siuiente: ¿cómo puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales?
I Se olvida de la bondadad de Dios. Jer. 2:4-8
¿Qué razon tuvieron para dejarme? todo pecado comienza con el ovlido. El olvido de la bondad de
Dios no es un problema de memoria; sino del corazón. ¿por qué israel se había olvidado de su
Señor?

Se erigían santuarios por todo Israel a esta deidad, llamados "lugares altos" Jer. 19:5
En la época de Jeremías, actualmente hay dioses que rivalizan con nuestra fe en Jesucristo.

La sociedad posmoderna
la sociedad de consumo y un espíritu de consumista
Los nuevos baales
El hedonismo se refiere a una familia de teorías, todas las cuales tienen en común que el placer
desempeña un papel central en ellas. El hedonismo psicológico o motivacional afirma que nuestro
comportamiento está determinado por deseos de aumentar el placer y disminuir el dolor.
Ejemplo
Bendición. me siento bien, me gusta o me agrada. Esto significa que si el canto es especial o el
sermón o no resulto de mi agrado etc. entonces el tiempo del culto o devoción personal no fue de
bendición.
Se puede decir que baal no murió, sigue en el herman@
El mundo los define. “Si amas al Señor y caminas con Él, prosperarás y serás bendecido”.
Jer. 2:5 la imagen contradictoria del versículo 2 que Israel andaba

Eran discípulos de los dioses "anduvieron tras" o ("ir en pos") Jer. 2:8,19 fueron sorprendidos en el
hecho.
La fidelidad de Israel se decidió en su fidelidad en la adoración a Dios. La adoración tiene como
principal enfoque a Dios. No se trata de nosotros, sino de Dios. Lo adoramos por lo que Él es y ha
hecho, especialmente en Jesucristo, por su sacrificio en la cruz.
Baal. el dios cananita, es vanidad, sin provecho ni ganancia.
Lo autentico: prosperidad, éxito y ganancia tienen una sola fuente: el camino del Señor.
Ganancia: en términos del evangelio de Jesucristo, no se reduce solamente a la prosperidad
económica, sino a una vida de paz que no es posible tener sin Jesús, una paz que el mundo no
puede darnos.
Jehová le recordó a Israel todo su pasado; todo lo bueno que le había hecho. Los sacó y liberó de
la esclavitud de Egipto; los hechos poderosos de Jehová realizados para traer salvación y provecho
Israel. No fue de gratitud sino de ingratitud. 2:7a - 2:7b.
Todos pecaron: Los líderes religiosos de Israel, los sacerdotes, lo que tenían la ley, los pastores y
los profetas. 2:8. El escriba era el responsable de la enseñanza:
Los reyes de Israel fracasaron también. Jer. 22:15-16
LA DESOBEDIENCIA. No es un problema de individuos solamente, desde génesis, tiene una
dimensión social. Adán y Eva fueron igualmente responsable.

II. No reconoce su desobediencia Jer. 2:11-13


Jehová pelea con su pueblo. vs 9
El amor de Dios no es una indulgencia o permiso para pecar. El señor no permanece pasivo ante la
rebelión de su pueblo.
Israel tenía problema serio, aparte de la idolatría y opresión. "soy inocente-no he pecado" vs 35
Es hizo grave el pecado de Israel "por dureza para reconocer que había pecado"
¿Cómo puede decir: No soy inunda, nunca anduve tras los baales? vs 23
Los testigos: los cielos vs 12

Es su pueblo quien se había ido en pos de dioses ajenos, quebrantando así el pacto que hizo Dios.
En el nuevo pacto: 2 co. 2:16 La frase "olor de muerte para muerte" la desobediencia y rechazo a
Cristo tienen un efecto en cadena que empeora la condición de la persona de desobedeció.
¡Israel no quería arrepentirse!…
Dios preguntó si hay algún antecedente como el de Israel; de una nación que haya cambiado a su
dioses vs 11a.
Jeremías presenta un enigma o una adivinanzas vs13 dos cisternas de agua, una que es fresca y
vital que simboliza al Señor y el otro cisterna de agua estancada que desaparece gradualmente por
esta rota que simboliza a los otros dioses.
Otro autor dice: en el siglo XX, la gracia de Dios es gratuita, pero no barata, en el XXI. La gracia
barata es la "gracia" que "perdona" el pecado; pero no justifica ni transforma al pecador, en otras
palabras Jesús murió por todos los pecadores, pero no todos van a lograr la vida eterna.
La gracia de Dios siempre exige una respuesta del ser humano. Dios espera un cambio favorables
en nuestra relación con Él y nuestro prójimo.

III. Desobediencia incomprensible Jer. 2:27-28


Jehová les llamó e intentó que recapacitaran vs 28
La inefectividad de sus ídolos en tiempo de aflicción.
El costo de discipulado de Jeremías?

Diez figuras para presentar al pueblo pecador, cap. 2


1. Una esposa infiel (2:2)
2. Un constructor insensato que cava cisternas rotas (2:13)
3. Un esclavo (2:14–19)
4. Una animal rebelde (2:20)
5. Una viña extraña/silvestre (2:21)
6. Una persona sucia/manchada (2:22)
7. Un animal acostumbrado al desierto (2:23–25)
8. Un ladrón descubierto (2:26)
9. Una novia ingrata (2:32–34)
10. Un pueblo prisionero (2:36, 37)

La infidelidad de Israel al pacto con el Señor, 2:20–28


En estos versículos Israel rechaza ser fiel miembro de un pacto con el Señor. Cree que es mejor
ser una persona independiente. Jehovah repite una serie de cinco afirmaciones dichas por el
pueblo acerca de su independencia, y cada una de ellas es mentira: 
Dijiste: “¡No serviré!” (v. 20). 
¿Cómo puedes decir: “No estoy contaminada; nunca anduve tras los Baales”? (v. 23). 
Dijiste: “¡No, es inútil!” (v. 25). 
Los que dicen a un árbol: “Tú eres mi padre” (v. 27a).… 
Y a una piedra: “Tú me has dado a luz” (v. 27b).
Judá es como el ladrón sorprendido en su crimen y cubierta de vergüenza. El pueblo
se ha hecho sus propios dioses, dando su espalda a Dios, pero en el momento de
necesidad, esperan que Dios les libre. Pero en el v. 28 Dios anuncia que está
dispuesto a dejar a Judá en medio de su culto falso a los ídolos. Ya tienen tantos
como el número de sus pueblos. A la vez en toda esta sección se ve el dolor
expresado por Dios por el rechazo repetido de su pueblo, expresado en sus
palabras: Ciertamente me han dado las espaldas y no la cara, pero en el tiempo de su
angustia dicen: “¡Levántate y líbranos!” (v. 27b).

El oráculo comienza de la misma manera que antes (1:4, 11, 13). Dios llamaba a su


pueblo a recordar la fidelidad de sus antepasados, en los buenos tiempos de Israel.
La profecía describe al pueblo de Dios caminando por el desierto, como una novia
feliz que sigue a su esposo (2:2). Aunque la historia de Israel haya sido complicada
(ya desde la peregrinación en el desierto, en la época de Moisés), igualmente existían
motivos para conmemorar y estar alegres (Os 9:10). La relación del Señor y su pueblo
era, en esos tiempos, como una luna de miel. La figura de la mujer era símbolo de
Israel, el casamiento ilustraba la relación entre Dios y su pueblo, y la apostasía se
presentaba como prostitución (2:20). Ezequiel 23 y el libro de Oseas son ejemplos
clásicos de estas comparaciones, que también aparecen en el NT (Mt 25:1–13; 2Co
11:2; Ap 19:7).
La figura de la novia apasionada por el marido muestra que Israel dependía
totalmente de la protección divina: Israel estaba consagrada al SEÑOR, era las
primicias de su cosecha (2:3a). El pueblo había sido elegido para ser propiedad
exclusiva de Dios; serían una nación santa (Éx 19:5–6), como un hijo primogénito (Éx
4:20), como la primicia de una cosecha. Desgracia le esperaba a cualquiera que osara
posicionarse contra el pueblo de Dios y su misión histórica (2:3b). Esta parece ser una
referencia a los amalecitas (Éx 17:13); a Sijón, rey de Hesbón; a Og, rey de Basán
(Nm 21:21–35; Dt 2:30–3:6); e inclusive a los propios egipcios después del éxodo.

Al decir ¡Escuchen la palabra del SEÑOR! (2:4), Jeremías llamaba la atención de sus


oyentes. Este llamado aparece frecuentemente en el libro
(7:2; 10:1; 17:20; 21:11; 26:13; 29:3); es una convocatoria a que cada individuo
escuche y obedezca la voz de Dios (2:5). Sus palabras llevan el sello de la autoridad
espiritual y de la procedencia divina del mensaje. Podemos encontrar esta actitud en
Jeremías (4:3, 27; 5:14; 6:6) y en las predicaciones y escritos de otros profetas:
Moisés (Éx 4:22; 5:1; 7:17), Josué (7:13; 24:2), Samuel (15:2), Natán (2S 12:7), Isaías
(38:1; 43:1, 14) y Ezequiel (2:4; 3:11). Por el contrario, esta frase no se encuentra en
Lamentaciones, Daniel, Oseas, Joel, Jonás, Habacuc y Sofonías.

En 2:5 se encuentra una pregunta retórica, casi irónica, por parte de Dios: ¿qué
injusticia vieron en mí sus antepasados, que se alejaron tanto de mí? Los
compatriotas de Jeremías no tenían qué responder. Se fueron tras dioses que para
nada sirven (2:8), “tras la vanidad, y se tornaron vanos” (RVR60). En otros pasajes,
Jeremías utiliza la misma palabra “vanidad” (heb. hebel) para referirse a los ídolos
(10:14–15; 14:22; 16:19; ver también 1Co 8:4).
Fue Dios quien condujo al pueblo por el desierto y quien les proporcionó protección al
salir de Egipto. Él los alimentó con maná y los introdujo en una tierra donde fluían
leche y miel (Dt 8:7–9). Sin embargo, Israel contaminó la herencia que recibió del
Señor (2:7). Jeremías se encontraba ante una generación corrupta y su misión se
dirigía a ella. Los líderes religiosos se habían rebelado contra Dios y los profetas
habían decidido profetizar en nombre de Baal (2:8); esas eran las autoridades
religiosas que conducían al pueblo al pecado y a la destrucción (14:13–14; 18:18).

El significado del nombre Baal es “marido”, “dueño”, “señor”, “amo”. Era la divinidad


de los fenicios, también conocida como Baal Megón (Nm 32:38; Ez 25:9) y Baal Zefón
(Nm 33:7). Los baales ejercieron una gran influencia en Israel, mucho más que
cualquier otro dios de las naciones vecinas. El culto a la fertilidad, que incluía la
prostitución sagrada, se basaba en la idea de que el sexo era el responsable de la
reproducción de todos los seres vivos (Jue 8:33). La prostitución que se practicaba
era tanto física como espiritual (Os 4:13–14).

La expresión entablar un litigio contra ustedes (2:9) significa establecer una disputa en


términos legales (ver Pr 25:9). Sería el Señor quien denunciaría a los padres y a los
hijos que permanecieron en pecado. Judá recibió el mandato de pasar por Chipre (isla
del Mediterráneo) y por Cedar (ver 49:28) para observar la vida que llevaban los
paganos (2:10) y para ver si alguna nación había cambiado sus dioses (ver
también 1Co 8:5; Gá 4:8).
Judá, por el contrario, ya había cambiado de dioses, a pesar de que no son
dioses (2:11). La apostasía fue tan absurda e irracional que el Señor
afirmó espántense (2:12), pues habían abandonado la fuente de agua viva para
buscar cisternas que no podían retener las aguas (2:13).
En Palestina, por causa de la escasez de agua, las cisternas eran necesarias, pero a
diferencia del agua corriente (el agua viva), se contaminaban con facilidad.
Dios había liberado a Israel de la esclavitud en Egipto para que se convirtieran en un
pueblo libre, pero el pecado había cambiado esa condición: ¿Acaso es Israel un
esclavo? (2:14a). Las preguntas de este versículo llevan la marca de la retórica de
Jeremías. ¿Nació en la esclavitud? ¿Por qué entonces lo saquean? Siete veces
más aparecen preguntas similares en el libro (2:31; 8:4–5, 19, 22; 14:19; 22:28; 49:1).
Si entendemos estas preguntas como una referencia velada a Egipto, Jeremías
estaría señalando al faraón Necao II, quien depuso a Joacaz del trono de Judá en el
año 609 a.C. (Salún en 22:10–12; ver 2R 23:33–34).

Dios formó al pueblo para que fuera libre en su presencia. Esto era una condición
indispensable para que el mundo pudiera ver que en el servicio a Dios hay plena
libertad y armonía en la creación. Sin embargo, este pueblo se había esclavizado a
las divinidades de otros pueblos, comprometiendo así el nombre del Señor ante
las naciones. Cuando el pueblo de Dios se deja acorralar por los sistemas injustos
del mundo que lo rodea, compromete su misión de ser testigo de Dios y su justicia.
La figura del león (2:15) ilustra la acción devastadora del enemigo (ver también Is
5:29), representa al opresor que destruyó la tierra y quemó la ciudad de Jerusalén.
Una de las figuras que simbolizaba la fuerza de Egipto era la esfinge: un león con
cabeza de ser humano. Los palacios de Nínive y Babilonia también poseían
decoraciones con estatuas y grabados de leones. ¿A cuál de estos imperios se refiere
el profeta? ¿Será que aquellos que fueron llevados a Egipto, a las ciudades de Menfis
y Tafnes (2:16), habrían acompañado a Necao II cuando capturó a Joacaz? Es
probable, ya que Johanán, hijo de Carea, encontró comunidades judías en esas
ciudades (44:1). Menfis era la capital del Bajo Egipto y se encontraba a unos 20 km
al sur de El Cairo. Tafnes era una ciudad fortificada que se hallaba al este del
delta del Nilo (43:7; 44:1). La gente que vivía en ese lugar rapó las cabezas de los
hijos de Judá (2:16), una señal de humillación, vergüenza y luto (ver también 48:37; Is
15:2; 22:12).
El pueblo había abandonado a Dios y, por lo tanto, era culpable del castigo (2:17). La
confianza del pueblo se depositaba más en los pactos internacionales y en los
tratados con Asiria y Egipto que en el Señor. Jeremías simbolizaba esta actitud
mediante la acción de beber agua del Sior, un canal de los ríos Nilo y Éufrates (2:18).
¿Cómo era posible que confiaran en las naciones enemigas del pueblo de Dios? El
profeta recordaba el destino del reino del norte cuando Salmanasar V, rey de Asiria,
conquistó Samaria en el año 722 a.C., victoria consumada tiempo después por
Sargón II (2R 17:3; Is 20:1). La invasión egipcia estaba relacionada con la batalla de
Meguido, en el momento en que el rey Josías murió a manos del faraón Necao II.
Jeremías compuso un lamento por la muerte de Josías (2Cr 35:23–25). Las
alianzas del pueblo de Israel con Asiria y Egipto también fueron resistidas por Oseas
(Os 5:13; 7:11; 12:1) e Isaías, quien las consideraba un pecado contra Dios mismo (Is
30:1–5). Por todos estos motivos, el crimen de Judá debía ser castigado (2:19).

La caída moral y espiritual de Judá se hace evidente en las metáforas que señalan la
amplitud de su decadencia (2:20–26). En este punto, reaparece la figura de la mujer,
como símbolo de la nación, para ilustrar el trato que recibió por parte del Señor desde
el momento de la liberación de Egipto y su ingratitud al elegir otros dioses. El Señor
había roto sus ataduras, había quebrado su yugo y los había liberado de las cadenas
que los ataban, pero el pueblo declaró ¡No quiero servirte! (2:20).

Posteriormente, se repite el rechazo hacia Dios (2:31; 6:16–17), inclusive después de


que la nación recibiera una lección (44:16). La imagen de la mujer que se prostituye
debajo del árbol (2:20b) hace referencia a la prostitución sagrada, que era el ritual de
la fertilidad que practicaban los cananeos (Os 4:12–14). Otra metáfora utilizada por
Jeremías es la plantación de una vid selecta, nacida de una semilla pura, pero que se
transformó en una vid salvaje y degenerada (2:21; Is 5:2).
Jeremías puso de manifiesto la imposibilidad de purificar aquella sociedad. No había
lejía o jabón que pudieran remover la mancha (2:22). El pueblo, que buscaba ocultar
su predilección por otros dioses, es comparado con una camella, un animal
considerado promiscuo durante el celo (2:23). También se cita a la asna salvaje, de
difícil doma durante el tiempo de celo, ya que puede sentir el olor del macho en el
viento (2:24). El pueblo buscaba sus ídolos con el mismo ímpetu de los animales
salvajes. Las palabras de 2:20 se repiten en 2:25; Judá reafirmaba su amor por los
dioses: ¡No tengo remedio! Amo a dioses extraños y tras ellos me iré. Al igual que
alguien que siente vergüenza cuando lo descubren robando, Judá y sus autoridades
civiles, militares y religiosas serían humilladas (2:26). No entendían que cometer
errores era mucho menos grave que no admitir el pecado o actuar como si Dios no lo
supiera.
Cuando llamaban “padre” a la madera y “madre” a la piedra, adoraban divinidades
construidas con sus propias manos (2:27–29). Judá le había dado la espalda al Señor,
pero en los momentos de angustia buscaba el auxilio de Dios (2:27). La diosa Asera,
madre de los dioses de la religión cananea, se encontraba representada en la
madera, símbolo de la fertilidad femenina. La piedra, por su parte, era símbolo de la
fertilidad masculina (3:9; Dt 4:28). Entre los israelitas, el culto a los ídolos cananeos
había sido prohibido hacía tiempo (Éx 34:13; Dt 12:3; 16:21–22); solo el Creador de
todas las cosas debía ser reconocido como padre (Dt 32:6, 18; Is 64:8; Mal 2:10).
Con una pregunta retórica el profeta se burló de los idólatras. Considerando que se
encontraban ante una proliferación de dioses, les preguntó: ¿Dónde están, Judá, los
dioses que te fabricaste? (2:28a). Por eso convocó a los dioses para que salvaran a
sus adoradores, ya que tenían ¡tantos dioses como ciudades! (2:28b). La ironía
manifestada podría derivarse de la ley (Dt 32:37–38). La visión que revelan estas
palabras era la de una Jerusalén parecida a las ciudades de su alrededor. El término
jurídico litigar (2:9) vuelve a surgir cuando el texto menciona que el Señor investigaba
la razón de la disputa (2:29). Dios había preguntado cuál era la injusticia que los
antepasados de los idólatras habían visto en él (2:5); la nación se había rebelado
contra el Señor (2:9b) y era necesario que el pueblo fuera juzgado (2:35–37).

El Señor hizo una revisión de los castigos que el pueblo había recibido. Sin embargo,
no habían aprendido nada. Al contrario, habían usado la espada para matar a sus
profetas, los habían devorado como un león feroz (2:30). El discurso parece hacer
referencia al becerro de oro en el desierto (Éx 32:7–8) y al sacrificio a los dioses
moabitas (Nm 25:1–5). El historial de los israelitas no era muy buena, ya que en
diversas oportunidades habían buscado silenciar a los mensajeros del Señor (1R
18:4, 13; 2Cr 24:21; Am 2:11–12). Como un león que busca a su presa, así buscaban
a los profetas para matarlos: Joacim mandó una delegación a Egipto para extraditar
al profeta Urías (26:20–23); el mismo Jeremías fue amenazado de muerte en varias
ocasiones (11:21; 12:6; 26:8).
El Señor había redimido a los israelitas de Egipto y posteriormente los había
sustentado, protegido y alimentado en el desierto durante cuarenta años (2:6–7). ¿Por
qué entonces era visto como un desierto o una tierra tenebrosa (2:31)? Esta pregunta
retórica ponía en evidencia que la comunidad consideraba a Dios y a sus leyes como
una piedra de tropiezo en el camino. La decisión de no dirigir sus pasos a Dios ni
dejarle asumir el control de sus vidas era un intento de librarse de él (2:20; 6:16–
17; 44:16). ¿Acaso una joven se olvida de sus joyas, o una novia de su atavío? (2:32).
¡No! La actitud de Judá era una señal de locura espiritual: habían perdido el primer
amor y se habían olvidado de aquel que era su único benefactor. Existe una gran
diferencia entre una novia feliz, junto a su marido durante la luna de miel (2:2–3), y la
generación posterior, descrita con frialdad: ¡Hasta las malas mujeres han aprendido
de ti! (2:33). Amantes es un eufemismo que hace referencia al culto a Baal, o sea, a la
prostitución sagrada.
Otra cara del pecado de Judá era la violencia y la injusticia social (2:34–37). En sus
ropas había sangre de gente pobre e inocente, a los que nunca sorprendiste
robando (2:34). Personas justas, que no eran culpables, habían sido condenadas a la
muerte. La denuncia está dirigida al colapso de la justicia nacional (Hab 1:1–4). Los
derechos humanos se violaban desde la época del reino del norte (Am 2:2–
8; 4:1; 5:10–12) y del reinado de Manasés (2R 21:16). También Joacim fue acusado
de ello (22:3, 17; 2R 24:5). El pueblo de Dios había sido llamado para cuidar a los
débiles de la sociedad, para fortalecer y dar amparo a todos los necesitados. No
cumplir esa misión era un pecado muy grave.
El pueblo no era capaz de reconocer su idolatría (2:23); por el contrario, cuestionaba
la acusación del profeta y afirmaba: Dios ya no está enojado conmigo (2:35b). Esta
respuesta hacía crecer la ira divina, ya que Judá no tomaba en serio su palabra
(2:36a). Jeremías advirtió a las autoridades de Jerusalén que no confiaran en Egipto y
alertó que Judá se decepcionaría tal como se decepcionaron las diez tribus del norte
con los asirios (2:36b). El coqueteo político que el pueblo tenía con Egipto solo
aumentaría la decepción. Sus representantes diplomáticos saldrían con las manos en
la nuca (2:37), una expresión que manifiesta humillación y vergüenza (2S 13:19).

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