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Mateo Machín

Psicología Social

Psicología Social 2021


Índice
Aclaraciones ............................................................................................................. 3
Módulo 1: ¿Una Psicología Social? Desde la tensión individuo sociedad a la
construcción social histórica de la producción de subjetividad .................................. 4
Ibáñez, T. (2004). El cómo y el porqué de la psicología social................................................... 4
Crespo Suárez, E. (1995). Introducción a la psicología social ................................................. 12
Guattari, F. & Rolnik, S. (2006). Subjetividad e historia .......................................................... 15
Fernández, A. (1999). Notas para la constitución de un campo de problemas de la
subjetividad ............................................................................................................................. 19
Módulo 2: Psicología Social como Psicología de lo colectivo .................................... 24
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo ..................................................... 24
Pichon Rivière, E. (1982). Freud: Punto de partida de la Psicología Social ............................. 30
Raggio, A. (1996). Prólogo. En De Brasi, JC. La explosión del sujeto ....................................... 31
Hardt, M. y Negri, A. (2005). Multitud .................................................................................... 34
Módulo 3: Interaccionismo Simbólico y Teoría de las Representaciones Sociales ..... 36
Mora, M. (2002). La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici .................. 36
Miranda, M. (2003). Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y Trabajo Social.................... 46
Moscovici, S. (1979). La representación social: un concepto perdido ..................................... 54
Módulo 4: Perspectivas socioconstruccionistas en Psicología Social ........................ 59
Gergen, K. (2007). El Construccionismo Social y la práctica pedagógica ................................ 59
Ibáñez, T. (2001). La psicología social como dispositivo deconstruccionista .......................... 65
Ibáñez, T. (2003) La construcción social del socioconstruccionismo; retrospectiva y
perspectivas............................................................................................................................. 68
Íñiguez, L. (2005). Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas en la Psicología Social de
la era ‘post-construccionista’ .................................................................................................. 71
Módulo 5: Psicología Comunitaria Latinoamericana ................................................ 75
Montero, M. (2004). Introducción a la Psicología Comunitaria.............................................. 75
Giorgi, V. Rodríguez, A. y Rudolf, S. (2011). La Psicología Comunitaria en el Uruguay:
herencias y rupturas en relación a su historia......................................................................... 87
Montenegro, M., Rodríguez, A. & Pujol, J. (2014). La Psicología Social Comunitaria ante los
cambios en la sociedad contemporánea ................................................................................. 91
Módulo 6: Psicología Social del Río de la Plata ........................................................ 98
Percia, M. (1989). Introducción al pensamiento grupalista en la Argentina y algunos de sus
problemas actuales ................................................................................................................. 98
Fernández, A. M. (1986). El campo grupal: notas para una genealogía............................... 104

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Módulo 7: Institucionalismo ................................................................................. 119


Gonzáles, F. (2002). Análisis Institucional y Socioanálisis ..................................................... 119
Lourau, R. (1986 [1970]). Hacia la intervención socioanalítica ............................................. 121
Fernández, A. (2007). Los imaginarios sociales y la producción de sentido.......................... 124
Manero, R. (1995). El análisis de las implicaciones ............................................................... 127
Módulo 8: Posestructuralismo .............................................................................. 131
Gibson-Graham, J. K. (2002). Intervenciones posestructurales............................................. 131
Módulo 9: Psicología Social como campo de conocimientos .................................. 139
Maceiras, J. y Bachino, N. (2008). Territorio, ámbito y campo ............................................. 139

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Psicología Social

Aclaraciones
Antes de dar comienzo a los contenidos que aquí se encuentran, resulta
de total importancia realizar algunas aclaraciones preliminares.
El presente escrito trata de ser un recopilado de contenidos bibliográficos
de manera breve y concisa, que, en otras palabras, es conocido como un
resumen. La única intención de este escrito es introducir y abordar un
determinado conjunto de temáticas, sin pretender bajo ningún momento
ser un reemplazo de la bibliografía que le da sustento.
Debido a que solo es un recopilado de contenidos, el documento no cuenta
con un estilo de escritura académico ni referencias bibliográficas formales.
Tampoco es una copia exacta de lo que han escrito los autores presentes,
sino que se han realizado modificaciones, tales como cambiar palabras,
acortar párrafos, agregar anotaciones, entre otras cosas.
En consecuencia, se advierte que cada persona se hace totalmente
responsable de cualquier uso que se le realice a este texto. Como autor
del mismo, aclaro desde un principio que no me haré cargo de ninguna
situación que comprometa este archivo y que pueda darse en cualquier
lugar, tiempo y circunstancias. Entiéndase que esto aplica a todas las
situaciones habidas y por haber, sin excepción ninguna, puesto que cada
quien es plenamente consciente y responsable de sus actos.
Habiendo aclarado estas cuestiones, y asumiendo que el lector ha
entendido y asumido las aclaraciones, se puede dar comienzo a los
contenidos aquí presentes.

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Psicología Social

Módulo 1: ¿Una Psicología Social?


Desde la tensión individuo sociedad a la
construcción social histórica de la producción
de subjetividad
Ibáñez, T. (2004). El cómo y el porqué de la psicología social
Introducción
Según Ibáñez, la psicología social es una disciplina que estudia cómo los
fenómenos psicológicos están determinados y conformados por procesos
sociales y culturales. En sus inicios los temas fundacionales tenían que ver
básicamente con los instintos sociales, la imitación, la sugestión y los
fenómenos colectivos; en su posterior institucionalización destacan
temáticas como el análisis de la formación de la identidad social, los
procesos de normalización y socialización, la formación y cambio de las
actitudes, la violencia y la agresión social, y los procesos de influencia,
conformidad y obediencia. De la misma manera, encontramos en la
disciplina una permanente reflexión sobre su aplicabilidad y la posibilidad
de intervenir en los problemas sociales.
Encontramos tres temáticas que determinan en buena medida la historia
de la disciplina: la primera es la definición que se hace tanto de lo social
como de lo psicológico; la segunda es la conceptualización que se
proporciona de su relación; y la tercera es la propuesta metodológica que
se realiza para el estudio de esta relación.
Desde el nacimiento de la psicología social se perfilan dos grandes
perspectivas:
➢ La psicología social psicológica (PSP): Admite que es posible
proporcionar definiciones diferenciadas tanto de los fenómenos
psicológicos como de los sociales, admite que entre estos
fenómenos hay relación, pero de mera exterioridad, y mantiene que
es posible utilizar los métodos de las ciencias positivas para analizar
esta relación y encontrar leyes generales que la regulen.
➢ La psicología social sociológica (PSS): Sostiene que lo
psicológico y lo social son una suerte de tejido sin costuras, por lo
que resulta difícil poner un límite que marque dónde empieza un
fenómeno y dónde el otro. En consecuencia, la relación que se
postula entre procesos psicológicos y sociales es de mera
interioridad y se apuesta por el uso de métodos interpretativos para
entenderla. Lo psicológico se constituye a partir de lo social.

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Psicología Social

Existen diversas versiones del origen de la disciplina. Algunos autores lo


encuentran en la filosofía de la Grecia clásica, otros en la filosofía moral
de la Ilustración. Sin embargo, estas son solo referencias a ideas o
reflexiones sobre psicología social. En tanto disciplina científica y campo
de estudio con identidad propia, el origen de la psicología social se
localizaría en la segunda mitad del siglo XIX en Europa.
Pero la localización del origen histórico de la disciplina no es el único
problema. Otro muy importante reside en cómo se presenta la disciplina,
cuya presentación siempre está ligada a posicionamientos teóricos,
metodológicos, epistemológicos e ideológicos previos. No obstante, el
problema todavía se complica más si pensamos que incluso las
presentaciones que se pueden hacer de la psicología social dentro de una
misma perspectiva varían ostensiblemente.
Entonces, los efectos que se derivan del cómo se presenta la disciplina
son importantes y notorios. En este capítulo se presenta una psicología
social sociológica de corte más teórico que aspira a comprender e
interpretar los procesos psicosociales en sus dimensiones históricas y
simbólicas. Las temáticas relacionadas con la aplicabilidad de la materia y
con los compromisos políticos aparecen en un segundo plano.
La separación entre lo social y lo psicológico
A pesar de las dificultades que conlleva el intento de separar lo psicológico
de lo social, muchos consideran que existen dos realidades bien
diferentes: la realidad psicológica y la realidad social. Se trata de la idea
de que la realidad psicológica es primera y constituye la materia básica,
mientras que la realidad social viene después y alimenta la psicológica con
contenidos concretos y dándole formas particulares.
Una de las metáforas subyacentes en esta concepción es la metáfora de
la plastilina: la parte psicológica sería la plastilina, es decir, la materia
básica, mientras que la social modelaría esta plastilina para dar formas
diferentes según los diferentes entornos socioculturales.
El impacto de los estímulos sociales sobre los procesos psicológicos
La idea según la cual los factores sociales impactan en los procesos
psicológicos está en la base de una concepción de la psicología social que
la sitúa como disciplina complementara de la propia psicología. Según esta
concepción, la psicología estudia los procesos psicológicos básicos que
se dan en el individuo, mientras que la psicología social estudia la manera
como estos procesos psicológicos se ven afectados por los fenómenos
sociales.

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Psicología Social

La fusión entre lo social y lo psicológico


Por muy influyente y convincente que haya sido esta manera de entender
la psicología social, hay que preguntarnos si es correcto ver la dimensión
social como una dimensión sobreañadida a la dimensión psicológica y que
se limita simplemente a impactar en ella. Cada vez más hay quienes se
alejan de esta concepción y cuestionan la supuesta separabilidad de lo
social y lo psicológico. Por otro lado, la importancia creciente que se ha
concedido al lenguaje en el desarrollo de la persona ha contribuido
decisivamente a difuminar la separación entre lo psicológico y lo social.
El lenguaje es un objeto eminentemente social, que se presenta al mismo
tiempo como un producto y como un elemento constitutivo de la cultura en
la cual se desarrolla la persona.
La construcción social de lo psicológico
Así pues, podemos afirmar que con el lenguaje lo social está directamente
presente en el desarrollo mismo de los procesos psicológicos. Psique y
sociedad no son dos realidades independientes vinculadas entre sí por
meras relaciones de influencia recíproca, sino que constituyen un todo
inextricablemente entrelazado. La dimensión social no corre
paralelamente a la dimensión psicológica, sino que es constitutiva de esta.
Esta idea no es fácil de asimilar, porque, cuando pensamos en la sociedad,
pensamos habitualmente en una cosa que es exterior al individuo, una
cosa que le rodea, una cosa en cuyo seno se encuentra el individuo y que,
por lo tanto, le influye.
Para vencer la dificultad que nos impide entender plenamente que lo social
es constitutivo de lo psicológico, tenemos que abandonar esta separación
entre individuo y sociedad.
Desde esta perspectiva, el objeto que define la psicología social como
disciplina deja de ser el estudio del impacto que tienen los factores sociales
en los procesos psicológicos y pasa a definirse como el estudio de la
construcción social de los procesos psicológicos.
La genealogía de la psicología social
Hay diferentes versiones del origen de la psicología social. Pero dejando
a un lado las obligadas referencias a la antigüedad, muchos psicólogos
sociales coinciden en situar el inicio de la psicología social hacia mediados
del siglo XIX en Europa.
Algunos ven en la obra del filósofo francés Auguste Comte las primeras
definiciones de la disciplina, pero también se puede tomar como punto de
partida al filósofo italiano del siglo XVIII Giambattista Vico.

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Psicología Social

Giambattista Vico desarrolló una serie de conceptos que serían clave para
la psicología social. En primer lugar, Vico desarrolló la idea según la cual
las sociedades presentan una dimensión histórica ineludible: se
constituyen, evolucionan y cambian en el transcurso de la historia.
Vico insistió también en el carácter construido de la sociedad. Para él, la
sociedad es un producto puramente humano que resulta de la actividad
desarrollada por los individuos.
Pero Vico investigó sobre todo la manera en que se iban constituyendo las
significaciones compartidas que constituyen el fundamento de una
sociedad y sin las cuales no sería posible la interacción entre los que la
integran. Vico nos explica cómo se constituyeron los primeros significados
compartidos a partir de las reacciones comunes que tenían los seres
humanos ante los acontecimientos naturales. Por ejemplo, ante los
truenos y rayos de una tormenta, corrían a refugiarse en cuevas y otros
refugios, de manera que desarrollaban conjuntamente una misma
actividad en un mismo momento y ante estímulos idénticos. Fueron estas
reacciones comunes, con los gestos y las conductas que implicaban, las
que fueron estableciendo, poco a poco, las bases para construir códigos
de comunicación y significados compartidos.
Más de un siglo después desde la publicación de la obra pionera de Vico,
es donde la psicología social apenas comienza a construirse como un
campo de estudio claramente diferenciado. De hecho, es recién en la
segunda mitad del siglo XIX en diferentes países europeos que comienza
a serlo. Desde el primer momento se entrevén dos grandes orientaciones:
➢ La primera centrada en el individuo y en los determinantes innatos
de las conductas sociales.
➢ La segunda centrada en las grandes colectividades humanas y en
los determinantes culturales de las conductas.
La primera orientación se enfatizan los instintos sociales que empujan al
individuo a desarrollarse como ser social, buscando el contacto con sus
congéneres y aprendiendo las pautas del comportamiento social. La
segunda orientación pone el acento en los factores culturales que regulan
la socialización de las personas y que marcan la vida social, prestando una
atención particular a la sedimentación de la historia de los pueblos en sus
lenguas, sus creencias y en sus tradiciones culturales.
El desarrollo de la psicología social en los Estados Unidos
En Estados Unidos se desarrollan la psicología social psicológica (PSP)
y la psicología social sociológica (PSS), aunque esta última no
alcanzará un grado de difusión parecido a la primera y quedará circunscrita
al ámbito de la sociología.
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Psicología Social

Psicología social Psicología social


psicológica (PSP) sociológica (PSS)

Se toman los fenómenos Se toman la interacción


sociales y los individuos social y la dimensión social
Diferencias como unidad de análisis y como unidad de análisis y
teóricas se estudian sobre todo la se estudian sobre todo las
conducta social y el características de la vida
impacto de los estímulos colectiva y su repercusión
sociales en los procesos en la configuración social
psicológicos. de las personas.
Recurre con frecuencia a Recurre a los estudios de
Diferencias la experimentación en campo, la observación
metodológicas laboratorio o a diseños sistematizada y la recogida
experimentales en de datos en situaciones de
situaciones naturales. la vida cotidiana.

La separación de estas dos perspectivas se atenuó después de la


importante crisis por la que pasó la PSP a finales de los años sesenta.
Como consecuencia, parte de la PSP se ha acercado a los planteamientos
de la PSS y ha desarrollado una tercera vía que intenta superar la división
disciplinar entre psicología y sociología restituyendo a la dimensión social
toda la importancia que tiene en el análisis psicosocial y rescatando el
papel fundamental del lenguaje en la construcción de los fenómenos
psicológicos. Esta tercera vía ha recibido el nombre de psicología social
constructivista (PSC).

Los temas fundacionales de la psicología social


a) Los instintos
Debido a la influencia de Darwin, la psicología social prestó una gran
atención a la cuestión de los instintos e intentó explicar la conducta de los
seres humanos en términos de diferentes instintos sociales que mueven a
las personas. Detrás de cada fenómeno psicosocial se buscaba el instinto
que lo producía. Por ejemplo, el instinto gregario para explicar que las
personas tienden a buscar compañía de sus semejantes; el instinto
agresivo para dar cuenta de la hostilidad interpersonal o intergrupal; del
instinto altruista para explicar la solidaridad entre las personas, etc.
Esta tendencia se encuentra, pues, muy presente en los primeros
momentos de la psicología social. No obstante, la referencia a los instintos
desapareció progresivamente de los planteamientos psicosociológicos.

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Psicología Social

b) La imitación
Se veía en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera en
que los seres humanos aprender a desarrollar las conductas consideradas
como “normales” y deseables en su sociedad. Se trató de un primer intento
de explicar el fenómeno de la socialización, es decir, el mecanismo
mediante el cual los individuos que nacen en una sociedad interiorizan los
valores, las creencias, los esquemas relacionales y las pautas de
comportamiento propios de esta sociedad, de manera que se permite que,
generación tras generación, se mantengan y se reproduzcan las
características básicas de la sociedad.
El interés por la imitación fue dejando paso, poco a poco, a planteamientos
más sofisticados en términos de aprendizaje social.
c) La sugestión
Mediante la sugestión se pretende explicar la manera como las personas
se amoldan al contexto social y acaban reproduciendo sus características
sometiéndose a las indicaciones y a las exigencias de los otros; es decir,
a las exigencias de la sociedad. Con el fenómeno de la sugestión se
estudiaba la manera como la sociedad consigue imponer las pautas de
actuación socialmente establecidas sin que las personas sean realmente
conscientes de esta imposición y así conservar, por lo tanto, el sentimiento
que las asumen para ellas mismas.
La psicología social fue profundizando en este fenómeno, aunque
abandonó poco a poco el término sugestión y lo sustituyó por el concepto
más amplio de influencia social.
d) Los fenómenos colectivos
El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la preocupación por
conocer las producciones colectivas de los pueblos, como las tradiciones
culturales, las peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias
colectivas, lo hábitos de todo tipo, etc. Como parte del interés por los
fenómenos colectivos, también se manifestó una notable preocupación por
estudiar las conductas de las masas.
La psicología social se alejaría progresivamente del interés por las masas
ya que la disciplina se fue centrando cada vez más en unidades de análisis
más reducidas. De esta manera, bajó del ámbito de los fenómenos
colectivos al de los pequeños grupos y de las relaciones interpersonales
hasta situarse, finalmente, en el campo de los fenómenos individuales.

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Psicología Social

Las grandes orientaciones teóricas de la psicología social


La psicología social nunca ha sido una disciplina unitaria y homogénea.
Dentro de cada psicología social (PSP, PSS y PSC) se manifiestan
orientaciones diferentes que contribuyen a hacer más complejo el
panorama de la psicología social, pero que también lo enriquecen y lo
aproximan a la complejidad de la realidad social.
Las principales orientaciones dentro de las diferentes psicologías sociales
son:
Psicología social psicológica:
• Orientación conductista
• Orientación psicoanalítica
• Orientación cognitiva.
Psicología social sociológica:
• Interaccionismo simbólico.
Psicología social constructivista:
• Socioconstruccionismo.
¿Para qué sirve la psicología social?
No hay duda de que la psicología social se preocupó desde los primeros
momentos no solo de producir conocimientos sobre fenómenos
psicosociales, sino también en diseñar los instrumentos para poder
intervenir en la realidad social y contribuir a resolver algunos de sus
problemas.
Los conocimientos que ha establecido la psicología social tienen un campo
de aplicación tan extenso que aquí difícilmente podemos ir más allá de una
simple enumeración de algunos temas. Por ejemplo, los conocimientos
sobre la dinámica de los grupos humanos permiten incidir sobre el
fortalecimiento de la cohesión de los grupos, o decidir cuáles son los
modelos de liderazgo más adecuados a los objetivos que se marquen los
grupos, o indiciar qué mecanismos de toma de decisión pueden ayudar a
conseguir mejores resultados.
Por su parte, los estudios sobre la influencia social han permitido diseñar
las actuaciones más adecuadas para persuadir a las personas a adoptar
puntos de vista más de acuerdo con las normas de una convivencia social
que no discriminen a aquellos que son diferentes de la mayoría (racismo,
estereotipos, prejuicios, etc.), aunque también se puede utilizar para
convencer a la gente de que tal marca es mejor que la otra o de que tal
candidato merece más confianza que tal otro.
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Mateo Machín
Psicología Social

En otros ámbitos, las investigaciones sobre los fenómenos colectivos


han proporcionado indicaciones para intervenir sobre los efectos del
pánico que adquiere consecuencias de gravedad extrema cuando se
produce en situaciones de gran amontonamiento o para actuar en el seno
de las poblaciones que se encuentran en situaciones dramáticas.
Finalmente, los conocimientos acumulados sobre las relaciones
interpersonales permiten ayudar a mejorarlas y desactivar las
agresiones, lo que favorece la atracción entre los individuos o suscitando
los comportamientos de ayuda mutua.

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Psicología Social

Crespo Suárez, E. (1995). Introducción a la psicología social


La psicología social como psicología colectiva
La psicología social se constituye a finales del siglo XIX y principios del XX
como una ciencia interesada en el comportamiento colectivo. Este interés
se deriva de los acontecimientos sociales de la época (nacionalismo,
colonialismo, revolución industrial, revoluciones burguesas), las cuales
plantean problemas sobre el comportamiento colectivo. Los científicos
sociales del momento creen posible la compresión del orden social
mediante el estudio del comportamiento colectivo.
La psicología colectiva tiene dos vertientes o focos de interés: la
psicología de los pueblos y la psicología de las masas. La primera se
orienta más a la elucidación de las posibles características psicológicas de
los colectivos, entendidos habitualmente como unidades estables, bien
sean de pueblos o naciones, mientras que la segunda se interesa por los
procesos de transformación de los sujetos individuales cunado participan
en actividades grupales.
La psicología de los pueblos
La psicología de los pueblos es, en la práctica, una psicología
comparativa, histórico-social y cultural. La psicología de los pueblos está
íntimamente vinculada con una tradición de pensamiento para la cual la
forma primaria de asociación humana es la comunidad cultural, en el cual
transcurre la formación y educación de la personalidad individual. La
comunidad popular, el pueblo, lo consideraban el grupo social
fundamental. Este pueblo se entiende no de forma abstracta sino como
comunidad cultural y nacional. Es la idea de colectivo, comunidad o
pueblo, más que la de sociedad, la que articula esta psicología que,
comprensiblemente, se vincula al estudio del lenguaje o de la lengua.
La lengua se considera como un elemento clave en la conformación del
mundo y expresión del espíritu del pueblo. El lenguaje se constituye como
elemento conformador de la psicología colectiva. Es la lengua nacional, el
idioma, la que posee una forma verbal interna, un modo característico de
construcción de los contenidos del conocimiento. Esta concepción de una
interrelación entre el pensamiento y el lenguaje, entre la lengua y el espíritu
de los pueblos, es la que desarrolla ampliamente Wilhelm Wundt.
Los trabajos de Wundt sobre psicología de los pueblos son los que más
directamente entroncan con los intereses de la psicología social. Según
algunos autores, la psicología de los pueblos es para Wundt otra
psicología, diferente de la psicología experimental, ya que era consciente
de los límites de la psicología experimental y de su incapacidad para
abordar los fenómenos mentales colectivos.
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Mateo Machín
Psicología Social

Aunque no existe un desarrollo de la psicología de los pueblos que permita


trazar un lineamiento directo con la actual psicología social, no hay que
considerar a esta psicología colectiva como un empeño fallido. Como se
señala, los estudios de la psicología de los pueblos plantean algunos
problemas que son comunes a los que la moderna psicología social se
plantea, tales como la relación entre individuo y comunidad o sociedad, el
carácter social del individuo, y de forma más específica, el carácter
histórico y lingüístico de los procesos psicosociológicos.
La psicología de las masas
Si la psicología de los pueblos se caracteriza por intentar captar los
aspectos subjetivos de la vida colectiva estable, la psicología de las
masas pretende comprender la función que los procesos psicológicos y
emocionales tienen en el desarrollo de las agrupaciones humanas
transitorias, como son las masas o muchedumbres.
Esta complementariedad es destacada por Gustave Le Bon, justo al inicio
de su obra Psicología de las multitudes: «Cuando un determinado número
de individuos se encuentran reunidos en multitud para obrar, la
observación demuestra que, por el solo hecho de su aproximación,
resultan ciertos caracteres psicológicos nuevos que, sobreponiéndose a
los caracteres de raza, los hace diferentes, a veces, de una manera
profunda».
La idea general de Le Bon es que, en ciertas circunstancias, una
aglomeración posee caracteres nuevos muy diferentes de los individuos
que componen esta aglomeración, y que poco aptas para el razonamiento,
las multitudes son, por el contrario, muy aptas para la acción.
La multitud se caracteriza por una unidad psicológica, lo que implica el
desvanecimiento de la personalidad de los individuos que la componen, el
rebajamiento intelectual de estos y el establecimiento de un predominio de
los sentimientos que pueden ser tanto heroicos como criminales. En
cualquier caso, las muchedumbres son primarias, impulsivas,
conservadoras y sugestionables.
El rebajamiento intelectual lleva a que las masas, según Le Bon, no sean
influibles por el razonamiento, el cual es en ellas siempre de orden muy
inferior. Las masas admiten o rechazan las ideas en bloque, no soportan
discusión o contradicción y son impresionables por la imaginación, lo que
hace que crezcan en sentido de la verosimilitud y que les atraiga lo
maravilloso y legendario. Las convicciones de las multitudes tienen el
carácter de lo religioso por su sumisión a una voluntad exterior.

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Mateo Machín
Psicología Social

La psicología de las masas ha tenido una influencia considerable en la vida


política del siglo XX. Esta influencia es debida a que los problemas que la
psicología de las masas ha puesto de manifiesto son reales y de notable
importancia, como la manipulación de la opinión pública, la movilización
demagógica, el encumbramiento de caudillos de muy distinta relea y la
posibilidad del fanatismo fundamentalista.
Pero la influencia de la psicología de las masas se encuentra, además, en
la propia psicología social y en algunas de sus teorías y modelos. En
cualquier caso, sin embargo, se considera que las personas somos
irracionales, o lo que es lo mismo, pasivos receptores de influencias
provenientes de una fuente prestigiosa.
Psicología colectiva y psicología social
Caracterizar a la psicología de los pueblos de Wundt o a la psicología de
las masas de Le Bon como incipientes psicológicas sociales es bastante
arbitrario. No obstante, lo que interesa resaltar es que ambos tipos de
psicología son intentos de respuesta a una problemática social que sí está
en el trasfondo de preocupaciones de la psicología social.
La psicología social actual no tiene por qué hacerse heredera de tales
opiniones, pero no es ajena a los problemas que la suscitaron. Tal como
se ha indicado antes, estos problemas están relacionados con la crisis de
algunas de las ideas que caracterizan el pensamiento moderno, en
concreto, de la confianza en la razón como fundamento de la libertad y
felicidad, tanto de los individuos como de los pueblos.

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Mateo Machín
Psicología Social

Guattari, F. & Rolnik, S. (2006). Subjetividad e historia


Subjetividad: superestructura —ideología— representación versus
producción
En lugar de ideología, es preferible hablar de subjetivación, de producción
de subjetividad.
Guattari y Rolnik proponen la idea de una subjetividad de naturaleza
industrial, maquínica, fabricada, moldeada, recibida, consumida. Las
máquinas de producción de subjetividad varían. En los sistemas
tradicionales, por ejemplo, la subjetividad es fabricada por máquinas más
territorializadas, a escala de una etnia, en una corporación profesional. En
el sistema capitalista, la producción es industrial y se da a escala
internacional.
Debemos dejar de considerar la producción de subjetividad como un
caso particular de superestructura, dependiente de las pesadas
estructuras de producción de las relaciones sociales, a considerarla como
materia prima de la evolución de las fuerzas productivas en sus formas
más desarrolladas.
Las fuerzas sociales que hoy administran el capitalismo han entendido que
la producción de subjetividad es más importante que cualquier otro tipo de
producción, más esencial que el petróleo y que las energías.
Tales mutaciones de la subjetividad no funcionan solo en el registro de las
ideologías, sino en el propio corazón de los individuos, en su manera de
percibir el mundo, de articularse con el tejido urbano, con los procesos
maquínicos del trabajo y con el orden social que soporta esas fuerzas
productivas. Por lo tanto, considerar que una revolución, una
transformación a nivel macropolítico y macrosocial, concierne también a la
producción de subjetividad es posible.
Todo lo que es producido por la subjetivación capitalística —todo lo que
nos llega por el lenguaje, por la familia y por los equipamientos que nos
rodean— no es solo una cuestión de ideas o de significaciones por medio
de enunciados significantes, sino que se trata de sistemas de conexión
directa entre las grandes máquinas productivas, las grandes máquinas de
control social y las instancias psíquicas que definen la manera de percibir
el mundo.
Los autores no contraponen las relaciones de producción económica con
las relaciones de producción de subjetividad. Pero esa producción de
competencia en el dominio semiótico depende de su confección por el
campo social con un todo: es evidente que para fabricar un obrero
especializado no existe solo la intervención de las escuelas profesionales.

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Mateo Machín
Psicología Social

Existo todo lo que pasó antes, en la escuela primeria, en la vida doméstica,


en definitiva, estar inmerso en todo un ambiente maquínico.
En realidad, la producción de un bien manufacturado no se restringe a una
esfera, a la esfera de la fábrica. La división social del trabajo implica una
cantidad enorme de trabajo asalariado fuera de la entidad productiva y de
trabajo no asalariado. La producción de subjetividad no consiste
únicamente en una producción de poder para controlar las relaciones y las
relaciones de producción. La producción de subjetividad constituye la
materia prima de toda y cualquier producción.
La noción de ideología no nos permite comprender esta función de la
subjetividad. La ideología permanece en la esfera de la representación,
cuando la producción esencial del Capitalismo Mundial Integrado (CMI) no
es solo la de la representación, sino la de una modelización de los
comportamientos, la sensibilidad, la percepción, la memoria, las relaciones
sociales, las relaciones sexuales, los fantasmas imaginarios, etc.
Subjetividad: sujeto (individual o social) versus agenciamientos
colectivos de enunciación
En lugar de sujeto, es preferente hablar de agenciamiento colectivo de
enunciación. El agenciamiento colectivo no corresponde ni a una entidad
individuada, ni a una entidad social predeterminada.
La subjetividad es producida por agenciamientos de enunciación. Los
procesos de subjetivación no están centrados en agentes individuales ni
en agentes grupales. Estos procesos son doblemente descentrados.
Implican el funcionamiento de máquinas de expresión que pueden ser
tanto de naturaleza extrapersonal, extra-individual (sistemas maquínicos,
económicos, sociales, tecnológicos, icónicos, ecológicos, etológicos, de
medios de comunicación de masas), como de naturaleza infrahumana,
infra-psíquica, infrapersonal (sistemas de percepción, de sensibilidad, de
afecto, de deseo, de representación de imagen y de valor, modos de
memorización y de producción de ideas, sistemas de inhibición y de
automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos,
etc.).
Toda la cuestión está en aclarar cómo los agenciamientos de enunciación
reales pueden poner en conexión esas diferentes instancias. Esa posición
puede aun no estar verdaderamente teorizada, pero, con certeza, está
plenamente en acción en todo el desarrollo de la sociedad.

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Mateo Machín
Psicología Social

Producción de subjetividad e individualidad


Sería conveniente disociar radicalmente los conceptos de individuo y de
subjetividad. Para Guattari y Rolnik, los individuos son el resultado de
una producción en masa. El individuo es serializado, registrado, moldeado.
La subjetividad no es susceptible de totalización o de centralización del
individuo. La subjetividad está esencialmente fabricada y moldeada en el
registro de lo social.
Está claro que siempre se reencuentra el cuerpo del individuo en diferentes
componentes de subjetivación; siempre se reencuentra el nombre propio
del individuo; siempre existe la pretensión del ego de afirmarse en una
continuidad y en un poder. Pero la producción del habla, de las imágenes,
de la sensibilidad, la producción del deseo, no se ajustan en absoluto a
esa representación del individuo. Esa producción es adyacente a una
multiplicidad de agenciamientos sociales, a una multiplicidad de procesos
de producción maquínica, de mutaciones de los universos de valor y de
los universos de la historia.
Parece oportuno partir de una definición amplia de subjetividad para, en
seguida, considerar como casos particulares los modos de individuación
de la subjetividad: momentos en los que la subjetividad dice yo, o superyo
(ego o superego), momentos en los que la subjetividad se reconoce en un
cuerpo o en una parte de un cuerpo, o en un sistema de pertenencia
corporal colectiva.
El lucro capitalista es, fundamentalmente, producción de poder subjetivo.
El campo de la subjetividad es el de todos los procesos de producción
social y material. Lo que se podría decir es que, evidentemente, un
individuo siempre existe, pero solo en tanto terminal; esa terminal
individual se encuentra en la posición de consumidor de subjetividad.
Consume sistemas de representación, de sensibilidad, etc., pero no tienen
nada que ver con categorías naturales universales.
Un ejemplo de esto son los niños. Ellos perciben el mundo a través de los
personajes del territorio doméstico, sin embargo, esto es solo en parte
verdadero. Gran parte de su tiempo discurre delante de la televisión,
absorbiendo relaciones de imagen, de palabras, de significaciones. Tales
niños tendrán toda su subjetividad modelizada por ese tipo de aparato.
Guattari y Rolnik parten de la idea de una economía colectiva, de
agenciamientos colectivos de subjetivación que, en algunas
circunstancias, en algunos contextos sociales, pueden individualizarse. La
subjetividad está en circulación en grupos sociales de diferentes tamaños:
es esencialmente social, asumida por individuos en sus existencias
particulares. El modo por el cual los individuos viven esa subjetividad oscila

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Mateo Machín
Psicología Social

entre dos extremos: una relación de alineación y opresión, en la cual el


individuo se somete a la subjetividad tal como al recibe, o una relación de
expresión y creación, en la cual el individuo se reapropia de los
componentes de la subjetividad, produciendo un proceso llamado
singularización.

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Psicología Social

Fernández, A. (1999). Notas para la constitución de un campo de


problemas de la subjetividad
Introducción
Según Fernández, el individuo no solo ha sido uno de los modos de
subjetivación de la Modernidad, sino que también ha sido un dominio de
objeto alrededor del cual se han constituido, en complemento con su par
antinómico la sociedad, el conjunto de las disciplinas que constituyeron
las llamadas ciencias humanas y/o sociales. Una vez separados como
territorios disciplinarios, se ha intentado hasta el infinito establecer
puentes, relaciones, articulaciones.
En el campo de las psicologías, puede verse que una vez se ha imaginado
que lo psíquico es interior y lo social es exterior, los obstáculos
conceptuales suelen llevar a impasses teóricos de difícil resolución.
En el campo de los psicoanálisis, varios de sus autores principales han
aportado importantes herramientas para pensar esta cuestión por fuera de
la antinomia individuo-sociedad. Sin embargo, las aperturas conceptuales
inauguradas por estos pensadores suelen cerrarse frecuentemente a
través de diversos modos de sustancializar lo inconsciente.
Otra cuestión ligada a lo anterior ha sido la idea de relacionar las
disciplinas psi y las sociales a modo de la interdisciplina donde los corpus
producidos son tomados en bloque en su totalidad conceptual, donde el
intento inter se vuelve un tanto estéril porque dichas totalidades
conceptuales y metodológicas hechas certezas no dejan las fisuras
necesarias para la tan anhelada interrelación.
Entonces, según la autora, hemos tenido la ilusión de universalizar aquello
que puede conservar un enorme valor si se puede resituarse en su
localidad. Por su parte, nos propone algunos elementos constitutivos de
una “caja de herramientas” para desarticular las perspectivas dualistas que
a su vez pretenden abordar fenómenos complejos desde una perspectiva
unidisciplinaria totalizante.
Para que aquello que se universalizó pueda entonces particularizarse, es
necesario realizar por lo menos dos operaciones en estrecha relación:
a) Una elucidación crítica de las nociones universalizadas, es decir,
des-esencializar.
b) Trabajar una dimensión socio-histórica en la noción de subjetividad.
Para la primera operación, han sido importantes los instrumentos
conceptuales de las nociones de elucidación crítica (Castoriadis),
deconstrucción (Derrida) y análisis genealógico (Foucault).

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Mateo Machín
Psicología Social

Para la segunda operación, la importancia de abrir visibilidad y crear


condiciones de enunciabilidad de las dimensiones sociohistóricas de la
subjetividad y sus nociones derivadas permite ejemplificar sobre el
abordaje de criterios multirreferenciales y, por otro lado, permite pensar de
otro modo la relación entre lo individual y lo social, de tal forma que no
queden de entrada en territorios separados que luego se vuelvan tan
difíciles de articular.
Caja de herramientas
1. De-construcciones, Genealogías y Relatos Unidos.
Jacques Derrida ha puesto en marcha a lo largo de sus escritos la
“estrategia general de la de-construcción”. Derrida afirma que la de-
construcción no es una crítica destructiva de la tradición filosófica, sino que
de-construir es desmontar, problematizar la relación inmediata y natural
del pensamiento unido a la verdad y el sentido.
De-construir implica analizar en los textos las operaciones de la diferencia
y las formas en que se hace trabajar los significados. El modo de-
construcitvo articula la inversión y el desplazamiento de las operaciones
binarias, de manera tal que hace visible la interdependencia de términos
aparentemente dicotómicos y cómo su significado se relaciona con una
historia genealógica y particular y construidos para propósitos particulares
en contextos particulares. Hace visible que las oposiciones no son
naturales sino construidas.
En tal sentido, la de-construcción puede considerarse como una
herramienta fructífera para quebrar el hábito de pensar las categorías
conceptuales como a-históricas y universales.
El análisis genealógico de Foucault es otra herramienta que permite
encontrar los puentes entre las narrativas teóricas y los dispositivos
histórico-sociales-políticos-subjetivos que sostienen.
El criterio de elucidación crítica de Castoriadis es otra de las
herramientas útiles en la caja necesaria para la construcción de un campo
teórico de la subjetividad.
Es importante aclarar que a estos tres autores los animan intereses
teóricos y referentes filosóficos diferentes. Pero entonces, ¿Qué pueden
tener en común la de-construcción de Derrida, el análisis genealógico de
Foucault y la elucidación crítica de Castoriadis?

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Mateo Machín
Psicología Social

Estas tres herramientas permiten:


• Operar críticamente respecto de la institución de regímenes de
verdad en las teorías.
• Desmontar las teorías que se han cristalizado en cuerpos de
doctrina.
• Abrir visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas
teorizaciones.
• Pensar problemas y no dejar de instituir sistemas.
• Pensar con criterios multirreferenciales y no unidisciplinarios.
• No anular los campos unidisciplinarios, sino relativizar los efectos de
verdad que estos instituyen.
Si bien no está muy claro aún los caminos para la constitución de un
campo teórico de la subjetividad, pareciera observarse la tendencia a
construir espacios transdisciplinarios, donde las teorías intervinientes
aporten problemas, más que sus sistemas.
Al mismo tiempo se ha vuelto necesario repensar la noción de
subjetividad de modo tal de superar su inscripción en las oposiciones
clásicas binarias de sujeto-objeto, individuo-sociedad, interioridad-
exterioridad, inconsciente-consciente, para poder destacar la
heterogeneidad de los componentes que concurren para su producción.
2. Un modo de crítica: la elucidación
Cornelius Castoriadis dice: “elucidar es el trabajo por el cual los hombres
y las mujeres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”. En tal
sentido, este modo de estrategia en la producción de pensamiento
intentará interrogar los problemas que tales teorizaciones han hecho
posibles.
Problematizar, es decir, abrir a la crítica para que desde sus respuestas
reconstruir sus preguntas, para poder así indagar sus impensables.
Elucidar es una labor propositiva, una exploración acerca de… inacabada,
sujeta a revisiones y ajustes provisorios, aunque no por eso menos
rigurosos; se tratará de pensar sobre lo hecho mientras buscará conocer
con mayor precisión eso que como hecho deberá ser deshecho, para
entender su irradiada composición, otorgando a la actividad de-
constructiva un lugar central en la tarea de elucidación.
Es importante resaltar que una teoría demarca sus áreas de visibilidad e
invisibilidad, sus enunciados y sus silencios. En tal sentido, una indagación
que se propone crítica, lejos estará de buscar acuerdos o desacuerdos con
los autores abordados.

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Mateo Machín
Psicología Social

Lo invisible dentro de una teoría, es el resultado necesario y no contingente


de la forma en que se ha estructurado dentro de ella el campo de lo visible.
Por lo tanto, crítica, no significa evidenciar los errores, mostrar
desacuerdos o adhesiones, sino más bien presuponer que aquello que una
teoría “no ve” es interior al ver; en tal sentido sus invisibles son sus objetos
prohibidos o denegados, puede pensarse entonces que el nivel de lo
enunciable que una teoría despliega será la transacción, el compromiso
discursivo, pero también institucional-histórico de sus visibilidades y sus
invisibilidades, de aquello que le es posible pensar y de sus impensables,
de sus objetos afirmados y sus objetos denegados.
Nuevos discursos, por ende, circularán desde otras transacciones entre lo
visible y lo invisible, se organizarán desde otras demarcaciones y
gestionarán prácticas guidas por sus propias preocupaciones teóricas.
En síntesis, el criterio propuesto no se sostiene en la premura de legitimar
lo que ya se sabe, sino de abrir interrogaciones sobre los enunciados y
sus prácticas que permita, a su vez, pensar los problemas de otro modo.
3. Los criterios transdisciplinarios
Las lógicas de objeto discreto fueron necesarias para poder realizar las
demarcaciones básicas de las disciplinas más formalizadas de las ciencias
humanas. Hoy muchas de ellas se encuentran preocupadas en encontrar
otros instrumentos metodológicos que permitan dar cuenta de aquellas
áreas que resisten abordajes unidisciplinarios. Esta tarea produce fuertes
tensiones epistémicas e institucionales.
En análisis crítico de tales narrativas, de sus evidencias, implica un cambio
de paradigmas teóricos y una profunda revisión de sus prácticas
instituidas. Para tal propósito se enfatiza la necesidad de evitar soluciones
reductivas y mantener la posibilidad de sostener algunas tensiones
operando en su productividad problemática.
Para ello, un par antinómico, individuo vs. sociedad exige su elucidación
crítica. La de-construcción de este a priori conceptual abre la posibilidad
de realizar un pasaje de un criterio antinómico de individuos vs. sociedades
hacia una operación conceptual que pueda evitar una “resolución”
reduccionista y se permita sostener la tensión singular-colectivo.
Singularidad descamada de soportes corporales indivisos; colectividad
que en las resonancias singulares produce anudamientos-
desanudamientos propios. Singularidad y colectividad que solo
sosteniendo su tensión hacen posible pensar la dimensión subjetiva en el
atravesamiento del deseo y la historia.

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Mateo Machín
Psicología Social

La aparición de propuestas transdisciplinarias da cuenta del surgimiento


de otras formas de abordaje de la cuestión, así como la necesidad de
utilizar criterios epistemológicos pluralistas. Habla asimismo de la
resistencia de ciertos procesos de su simplificación unidisciplinaria y
sugiere la oportunidad de los desdibujamientos de “individuos” y
“sociedades”, en intentos de comprensión que aborden estos problemas
desde el centro mismo de su complejidad.
Un criterio transdisciplinario supone replantear varias cuestiones. En
primer lugar, un trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos
involucrados, que desdibuje una intención legitimante de lo que ya se sabe
para poder desplegar la interrogación de hasta dónde sería posible pensar
de otro modo. Implica asimismo el abandono de cuerpos nocionales
hegemónicos de disciplinas reinas a cuyos postulados, códigos y orden de
determinaciones se subordinan disciplinas satelizadas; sobre estos
presupuestos se crean las condiciones para la articulación de contactos
locales y no globales entre diferentes territorios disciplinarios.
De esta forma, los cuerpos teóricos funcionan como “caja de
herramientas”, es decir, aportan instrumentos y no sistemas conceptuales;
instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión una dimensión histórica
de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras se produce
para ser probada en el criterio de su universo, en conexiones múltiples,
locales y plurales con otros quehaceres teóricos.
Por lo antedicho, un enfoque transdisciplinario presupone un desdisciplinar
disciplinas de objeto discreto y seguramente en el plano de lo actuar, cierto
desdibujamiento de los perfiles de profesionalización, por lo menos en
aquellos más rigidizados.
Los criterios transdisciplinarios se sustentan, justamente, a partir de una
elucidación crítica de ese tipo de totalizaciones, buscando nuevas formas
de articular lo uno y lo múltiple.
Este movimiento que propone el atravesamiento de diferentes áreas de
saberes sostiene varias y complejas implicancias. En primer lugar, cuando
cierta región de una disciplina se transversaliza con otros saberes, pone
en crisis muchas de sus zonas de máxima evidencia. En segundo lugar,
exige la constitución de redes de epistemología crítica abocadas a la
elaboración de criterios epistemológicos que eviten cualquier tipo de
patch-works teóricos. Y, en tercer lugar, vuelve necesaria otra forma de
constitución de los equipos de trabajo.
Este pluralismo no es sencillo de lograr.

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Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 2: Psicología Social como Psicología


de lo colectivo
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo
Introducción
La oposición entre psicología individual y psicología social o de las masas
pierde buena parte de su nitidez si se la considera más a fondo. En la vida
anímica del individuo, el otro cuenta con regularidad como modelo, como
objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo
de la psicología individual es simultáneamente psicología social en este
sentido más amplio, pero enteramente legítimo.
La relación del individuo con sus padres, hermanos, con su objeto de amor,
con su maestro y con su médico tienen derecho a reclamar que se los
considere fenómenos sociales. En todas estas relaciones mencionadas, el
individuo experimenta el influjo de una persona única o un número muy
pequeño de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme
importancia para él. Ahora bien, cuando se habla de psicología social o de
las masas, se suele renunciar estos vínculos y distinguir como objeto de la
indagación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran
número de personas quienes está ligado por algo, al par que en muchos
aspectos pueden serle ajenas. Por lo tanto, la psicología de las masas
trata del individuo como miembro de un linaje, de un pueblo, de una casta,
de un estamento, de una institución, o como integrante de una multitud
organizada en forma de masa durante cierto lapso y para determinado fin.
Una vez desgarrado lo que naturalmente constituía un nexo único,
parecería indicado considerar los fenómenos que se muestran bajo estas
particulares condiciones como exteriorizaciones de una pulsión especial,
la pulsión social. Pero sin duda se objeta que resulta difícil que deba
adjudicarse al factor numérico una importancia tan grande, hasta el punto
de que fuera capaz de suscitar por sí solo en la vida anímica una pulsión
nueva, inactiva en toda otra circunstancia. Por eso nos inclinamos más
bien a que la pulsión social no es originaria e irreductible y que los
comienzos de su formación pueden hallarse en un círculo estrecho, como
el de la familia.
La psicología de las masas incluye un cúmulo todavía inabarcable de
problemas particulares y plantea al investigador innumerables tareas. El
mero agrupamiento de las diversas formas de constitución de masas, así
como la descripción de los fenómenos psíquicos exteriorizados por ellas,
reclaman un considerable despliegue de observación y un empeño
expositivo, y han dado origen a una rica bibliografía.

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Mateo Machín
Psicología Social

Le Bon y su descripción del alma de las masas


Para comenzar, parece más oportuno que dar una definición, hacer
referencia al campo de fenómenos y extraer de él algunos hechos
característicos que puedan servir de asideros a la indagación. Ambas
cosas se obtienen citando el libro de Le Bon, Psicología de las masas.
¿Qué es entonces una «masa», qué le presta la capacidad de influir tan
decisivamente sobre la vida anímica del individuo, y en qué consiste la
alteración anímica que impone a este último?
Lo que brinda material a la psicología de las masas es la observación de
la reacción alterada del individuo; y todo intento de explicación presupone
describir lo que ha de explicarse.
Entonces, Le Bon dice:
«He aquí el rasgo más notable de una masa psicológica: cualquiera
que sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que
puedan ser su modo de vida, sus ocupaciones o su inteligencia, el mero
hecho de hallarse transformados en una masa los dota de una especie de
alma colectiva en virtud de la cual sienten, piensan y actúan de manera
enteramente distinta de como lo harían cada uno de ellos en forma aislada.
Hay ideas y sentimientos que solo emergen o se convierten en actos en
los individuos ligados en masas. La masa psicológica es un ente
provisional que consta de elementos heterogéneos y que estos se han
unido entre sí durante un cierto lapso» (p. 13).
Tomando la exposición de Le Bon, si los individuos dentro de la masa
están ligados en una unidad, tiene que haber algo que los una, y este
medio de unión podría ser justamente lo característico de la masa. Pero
Le Bon no da respuesta a esta cuestión; entra a considerar directamente
la alteración del individuo dentro de la masa.
Le Bon opina que en la masa desaparecen las adquisiciones de los
individuos y, por tanto, su peculiaridad. Aflora el inconsciente racial, lo
heterogéneo se hunde en lo homogéneo. Diríamos que la estructura
psíquica en los distintos individuos es desmontada, despotenciada, y se
pone al desnudo (se vuelve operante) el fundamento inconsciente,
uniforme en todos ellos.
Así se engendraría un carácter promedio en los individuos de la masa.
Pero Le Bon halla que también muestran nuevas propiedades que no
habían poseído hasta entonces, y busca la razón de ello en diferentes
factores.

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Mateo Machín
Psicología Social

«La primera de estas causas consiste en que dentro de la masa el


individuo adquiere, por el solo hecho del número, un sentimiento de poder
invencible que le permite entregarse a instintos que, de estar solo, habría
sujetado forzosamente. Y tendrá tanto menos motivo para controlarse
cuanto que, por ser la masa anónima, y por ende irresponsable,
desaparece totalmente el sentimiento de responsabilidad que frena de
continuo a los individuos» (p. 15).
No hace falta atribuir mucho valor a la emergencia de nuevas propiedades.
Bastaría con decir que el individuo, al entrar en la masa, queda sometido
a condiciones que le permiten echar por tierra las represiones de sus
mociones pulsionales inconscientes. Las propiedades en apariencia
nuevas que entonces se muestran son las exteriorizaciones de eso
inconsciente que sin duda contiene toda la maldad del alma humana; en
estas circunstancias, la desaparición de la conciencia moral o del
sentimiento de responsabilidad no ofrece dificultad alguna para nuestra
concepción.
«Una segunda causa, el contagio, contribuye igualmente a hacer
que en las masas se exterioricen rasgos especiales y a marcar la
orientación de estos. El contagio es un fenómeno fácil de comprobar, pero
inexplicable. En la multitud, todo sentimiento y acto son contagiosos, y en
grado tan alto que el individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal
al interés colectivo. Esta aptitud es enteramente contraria a su naturaleza,
y el ser humano solo es capaz de ella cuando integra una masa» (p. 16).
«Una tercera causa, determina en los individuos de una masa
particulares propiedades, muy opuestas a veces a las del individuo
aislado. Me refiero a la sugestionabilidad, de la cual el mencionado
contagio es solo un efecto.
» Para la comprensión de este fenómeno vienen a cuento ciertos
descubrimientos recientes de la fisiología. Hoy sabemos que, por diversos
procedimientos, un ser humano puede ser puesto en un estado tal que,
tras perder por entero su personalidad consciente, obedezca a todas las
sugestiones de quien le ha quitado aquella y comenta los actos más
contrarios a su carácter y costumbres. Ahora bien, observaciones más
cuidadosas parecen demostrar que el individuo inmerso durante cierto
lapso en una masa activa muy pronto se encuentra en un estado singular,
muy próximo a la fascinación en que cae el hipnotizado bajo la influencia
del hipnotizador. (…) La personalidad consciente ha desaparecido por
completo, la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y
pensamientos se orientan en la dirección que les imprime el hipnotizador.

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Mateo Machín
Psicología Social

» Tal es aproximadamente el estado del individuo perteneciente a


una masa psicológica. No tiene ya consciencia de sus actos. En él, al par
que ciertas aptitudes se encuentran neutralizadas, otras pueden elevarse
hasta un grado extremo de exaltación. Bajo la influencia de una sugestión,
un impulso irresistible lo llevará a ejecutar ciertos actos. Y este impulso es
todavía más irrefrenable en las masas, porque siendo la sugestión idéntica
para todos los individuos que la componen, se acrecienta por la
reciprocidad» (p. 16).
«Los principales rasgos del individuo integrante de la masa son,
entonces: la desaparición de la personalidad consciente, de los
sentimientos e ideas en el mismo sentido por sugestión y contagio, y la
tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. El
individuo deja de ser él mismo; se ha convertido en un autómata carente
de voluntad» (p. 17).
Se ha citado tan por extenso a Le Bon para demostrar que afirma
realmente el carácter hipnótico del estado del individuo dentro de la masa.
No se propone contradecirlo, solo se pone de relieve que las dos causas
de alteración del individuo en masa, el contagio y la sugestionabilidad
acrecentada, no se encuentran en pie de igualdad, ya que el contagio ha
de ser también una exteriorización de la sugestionabilidad. Tampoco
parecen nítidamente separados los efectos de ambos factores. La mejor
interpretación de su tesis consiste en referir el contagio al efecto que los
miembros singulares de la masa ejercen unos sobre otros, mientras que
los fenómenos de sugestión discernibles en la masa remitirán a otra
fuente.
Resta todavía un punto de vista importante para formular un juicio sobre el
individuo de la masa: «Además, por el mero hecho de pertenecer a una
masa organizada, el ser humano desciende varios escalones en la escala
de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto; en la masa es un
bárbaro, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la
violencia, el salvajismo y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres
primitivos» (p. 17). Le Bon se detiene particularmente en la merma de
rendimiento intelectual experimentada por el individuo a raíz de su fusión
en la masa.
Dejamos ahora a los individuos y pasamos a la descripción del alma de las
masas tal como Le Bon la bosqueja.

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Mateo Machín
Psicología Social

La masa es impulsiva, voluble y excitable. Es guiada casi con exclusividad


por el inconsciente. Los impulsos a que obedece pueden ser nobles o
crueles, heroicos o cobardes; pero, en cualquier caso, son tan imperiosos
que nunca se impone lo personal. Nada en ella es premeditado. Abriga un
sentimiento de omnipotencia; el concepto de lo imposible desaparece para
el individuo inmerso en la masa.
La masa es extraordinariamente influible y crédula; es acrítica, lo
improbable no existe para ella. Los sentimientos de la masa son siempre
muy simples y exaltados. Por eso no conoce la duda ni la incerteza.
La masa solo es excitada por estímulos desmedidos. Quien quiera influirla
no necesita presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las
imágenes más vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo.
Para juzgar correctamente la moralidad de las masas, es preciso tener en
cuenta que al reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las
inhibiciones y son llamados a una libre satisfacción pulsional todos los
instintos crueles, brutales, destructivos que dormitan en el individuo. Pero
bajo el influjo de la sugestión, las masas son capaces también de elevadas
muestras de abnegación, desinterés, consagración a un ideal. Puede
hablarse de una moralización del individuo por la masa.
Le Bon identifica el alma de las masas con el alma de los primitivos. En las
masas, las ideas opuestas pueden coexistir y tolerarse sin que su
contradicción de lógica dé por resultado un conflicto. Lo mismo ocurre en
la vida anímica inconsciente de los individuos, de los niños y de los
neuróticos.
Además, la masa está sujeta al poder de las palabras; estas provocan las
más temibles tormentas en el alma de las masas, y pueden también
apaciguarla.
Y, por último, las masas nunca conocieron la sed de la verdad. Piden
ilusiones, a las que no pueden renunciar. Lo irreal siempre prevalece sobre
lo real, lo irreal las influye casi con la misma fuerza que lo real. Su visible
tendencia es no hacer distingo alguno entre ambos.
Lo que Le Bon dice acerca del conductor de las masas es menos
exhaustivo. En su opinión, tan pronto como unos seres vivos se
encuentran reunidos en un cierto número, se ponen instintivamente bajo
la autoridad de un jefe. La masa es un rebaño obediente que nunca podría
vivir sin señor. Tiene tal sed de obedecer que se subordina instintivamente
a cualquiera que se designe su señor.

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Mateo Machín
Psicología Social

Si la necesidad de la masa solicita un conductor, este tiene que


corresponderle con ciertas propiedades personales. El conductor debe
estar fascinado por una intensa creencia; debe poseer una voluntad
poderosa, imponente, que la masa sin voluntad le acepta.
Por otra parte, Le Bon atribuye tanto a esas ideas como a los conductores
un poder misterioso, irresistible, que denomina prestigio. El prestigio es
una suerte de imperio que ejerce sobre nosotros un individuo, una obra o
una idea. Paraliza por completo nuestra capacidad de crítica y nos llena
de asombro y respeto.
Se tiene la impresión de que las consideraciones de Le Bon sobre el papel
del conductor y el prestigio no están a la altura de su brillante descripción
del alma de las masas.

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Mateo Machín
Psicología Social

Pichon Rivière, E. (1982). Freud: Punto de partida de la Psicología


Social
Según Pichón Rivière, Sigmund Freud señala claramente su postura frente
al problema de la relación entre psicología individual y psicología social o
colectiva en su trabajo Psicología de las masas y análisis del yo.
En la introducción del libro Freud afirma que la psicología individual es al
mismo tiempo y desde el principio psicología social, en un sentido amplio,
pero plenamente justificado. Refiere a las relaciones del individuo con sus
padres, sus hermanos, con la persona objeto de amor y con su médico,
relaciones que pueden ser consideradas como fenómenos sociales.
Siguiendo a Pichón Rivière, podemos observar que se trata de relaciones
sociales externas que han sido internalizadas, relaciones que
denominamos vínculos internos, y que reproducen en el ámbito del yo
relaciones grupales o ecológicas. Estas estructuras vinculares que
incluyen al sujeto, el objeto y sus mutuas interrelaciones, se configuran
sobre la base de experiencias precocísimas; por eso excluimos de
nuestros sistemas el concepto de instinto, sustituyéndolo por el de
experiencia. Asimismo, toda la vida mental inconsciente debe ser
considerada como la interacción entre objetos internos, en permanente
interrelación dialéctica con los objetos del mundo exterior.
Freud alcanzó por momentos una visión integral del problema de la
interacción hombre-sociedad, sin poder desprenderse, sin embargo, de
una concepción antropocéntrica que le impide desarrollar un enfoque
dialéctico.
Pese a percibir la falacia de la oposición dilemática entre psicología
individual y psicología colectiva, su apego a la “mitología” del psicoanálisis,
la teoría instintivita y el desconocimiento de la dimensión ecológica le
impidieron formularse lo vislumbrado, esto es, que toda psicología, en un
sentido estricto, es social.

30
Mateo Machín
Psicología Social

Raggio, A. (1996). Prólogo. En De Brasi, JC. La explosión del sujeto


Las condiciones de un pensamiento
“Sabemos muy bien que con estos ejemplos tomados de la patología no
hemos agotado la esencia de la identificación, y por tanto hemos dejado una
parte intacta en el enigma de la formación de masa” (Sigmund Freud).
Según Raggio, una condición básica de estos escritos es la de tomar la
referencia freudiana fuera de todo disciplinamiento, o sea, como un
pensamiento inaugural, que, como tal, requiere ser desplegado, no
repetido y reverenciado.
La propuesta de Juan Carlos de Brasi busca retomar el movimiento de la
aventura intelectual. Ya no se buscará defender la vigencia del
pensamiento freudiano, sino de ejercerla tomando su referencia como
herramienta de trabajo en un campo de problemas específico, que es el
que en última instancia determinará tal vigencia.
En el punto exacto donde una tradición había casi confundido “la
identificación” con “la identidad”, donde se había detenido su acto creativo,
reaparece su inquietud, su imposibilidad de clausura. El movimiento es así,
condición de existencia de los procesos identificatorios, no hay
identificación sin acto. El régimen que más le conviene a la identificación
es el del verbo. Desde aquí la identidad no es otra cosa que la
cristalización del proceso identificatorio, su detención y clausura en el
punto donde se instala la ficción moderna del “individuo” y su sacrosanta
“mismidad”.
Señalamos, además, que Freud no estaba interesado en la “identidad” y
sus derivaciones metafísicas, sino que sus preocupaciones estaban
dirigidas a los procesos identificatorios inmanentes a las formaciones
colectivas. Solamente la función del olvido es capaz de encerrar la
problemática de las identificaciones en el universo del sujeto. No existe
captura categorial ni filosofía del sujeto capaz de reducir la perspectiva
freudiana de la identificación y los procesos colectivos a la simpleza de la
dramática burguesa y privada del sujeto.
La perspectiva freudiana de las masas y su naturaleza metapsicológica
han sido sutilmente reducidas a una simple preocupación del psicoanálisis
por lo social y las masas reconducidas al sitio preciso del cual Freud
propuso sacarlas: el ámbito empírico de las multitudes. Simultáneamente,
la problemática de las identificaciones fue encorsetada en el universo
imaginario del sujeto y separada de la dimensión social en la que había
ubicado la reflexión freudiana.

31
Mateo Machín
Psicología Social

Los procesos identificatorios son fenómenos que están indisolublemente


ligados y abiertos a una diversidad de formaciones colectivas y sus
modos específicos de producción subjetiva. A esto se refiere también a la
complejidad. Trabajar con ella supondrá arremeter contra los dualismos
naturalmente instalados y las categorías simplificadoras. Ya no habrá un
“afuera” social que, en el mejor de los casos, se limitará a “influenciar” o
“producir efectos” en un inmaculado “adentro” psíquico. Lo social es,
desde este punto de vista, el material mismo con el cual está constituida
nuestra “interioridad”.
Otra condición elemental de esta propuesta es la elección del problema.
Allí donde el dogmatismo de la respuesta había obturado cualquier
producción de conocimientos, colocamos la perspectiva del problema. El
problema hace referencia directa a un área de desconocimiento, a un área
donde el requerimiento es justamente la producción del conocimiento. Es
la elección del investigador, que es también una elección ética: la
ubicación de la producción de conocimientos por encima de cualquier
adhesión doctrinaria y su correlativa voluntad de adoctrinamiento.
La actualidad de una propuesta
Precisar el campo de problemas en que se inscribe la propuesta aquí
presentada requiere una inflexión crítica que cuestione la insistente
reclusión de la problemática de la subjetividad y las identificaciones en el
venerable “ámbito psíquico”, y la correlativa sustancialización de los
fenómenos subjetivos (el sujeto, el individuo, la persona).
Casi toda la psicología de nuestro siglo hereda como algo natural y obvio
toda la ficción burguesa del individuo y su individualidad. Se consagran así
el estudio del “discreto encanto” del nuevo objeto, denominado ahora
“psiquismo”, recluyendo en su imaginario ámbito interno toda la
fenomenología de los procesos subjetivos. Queda así una vez más
legitimado nuestro sujeto e independizado de sus condiciones sociales de
existencia (institucionales, organizacionales, comunitarias, etc.), que a
partir de ese momento se limitarán, en todo caso, a ejercer una mera
“influencia” sobre el mismo. Vale redundar que lo social no es algo
“externo” al supuesto “sujeto psíquico”, sino que es la materia misma con
la cual está conformado.
Todo esto será acompañado de un fuerte movimiento profesionalista que
encontrará en la clínica el espacio de privacidad necesario donde
desplegar las diversas técnicas del tratamiento del sufrimiento psíquico.
Es esta la operación que también habilita a separar un Freud “clínico” de
un Freud “social”, estableciendo además una jerarquía del primero sobre

32
Mateo Machín
Psicología Social

el segundo, que relega a la categoría de simples aplicaciones los


desarrollos del supuesto Freud “social”.
Además, en la propuesta freudiana, la idea de fuerte no es precisamente
la de psiquismo, sino la de inconsciente. De un inconsciente que lejos está
de constituir sustancia alguna, porque es proceso de trabajo, trabajo que
genera sus formaciones específicas. Aún más: la idea de inconsciente que
Freud despliega en Psicología de las masas es la de un inconsciente que
es proceso de trabajo colectivo, un entramado de procesos
identificatorios inconscientes encamados en comunidades afectivas e
inmanentes a formaciones siempre colectivas.
Estos textos y las direcciones en ellos elaboradas están anclados en los
aconteceres y devenires históricas de nuestras realidades latino-
americanas. Refieren a una ética en la que el pensamiento deviene crítico
y transformación de la realidad en la cual se produce, es también y por lo
tanto una propuesta de trabajo. Dejemos jugadas entonces estas líneas a
su favor, sabiendo que su provenir dependerá siempre de lo que sus
lectores puedan seguir abriendo.

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Mateo Machín
Psicología Social

Hardt, M. y Negri, A. (2005). Multitud


Multitud
Según Hardt y Negri, hoy en día solo es posible conducir la acción política
encaminada a la transformación y a la liberación sobre la base de la
multitud. Para comprender este concepto en su forma más general y
abstracta, hay que contrastarlo con el concepto de pueblo.
El pueblo es uno. La población se compone de numerosos individuos y
clases diferentes, pero el pueblo sintetiza o reduce estas diferencias
sociales en una identidad. La multitud, por el contrario, no está unificada,
sigue siendo plural y múltiple. La multitud se compone de un conjunto de
singularidades, y aquí entendemos por singularidad un sujeto social cuya
diferencia no puede reducirse a uniformidad; una diferencia que sigue
siendo diferente. De este modo, las singularidades plurales de la multitud
contrastan con la unidad indiferenciada del pueblo.
Pero la multitud, aunque no deje de ser múltiple, no es algo fragmentado,
anárquico ni incoherente. Por eso conviene contrastar el concepto de
multitud con otros que designan colectivos plurales como las masas, las
gentes y la turba. Estos conceptos no son singularidades, como lo
evidencia el hecho de que sus diferencias desaparecen fácilmente en la
indiferenciación del conjunto. Además, estos sujetos sociales son pasivos,
en el sentido de que no son capaces de actuar por sí mismos, de que
necesitan ser conducidos. Con el término de multitud, en cambio,
designamos a un sujeto social activo, que actúa partiendo de lo común, de
lo compartido por esas singularidades. La multitud es un sujeto social
internamente diferente y múltiple, cuya constitución y acción no se fundan
en la identidad ni en la unidad, sino en lo que hay en común.
Esta definición conceptual inicial de la multitud plantea un desafío a toda
la tradición de la soberanía. Una de las verdades recurrentes de la filosofía
política es que solo uno puede mandar: el monarca, el partido, el pueblo o
el individuo. Los sujetos que no están unificados, es decir que permanecen
múltiples, solo pueden ser mandados, pero no mandar. El concepto de
multitud desafía esa verdad aceptada de la soberanía. La multitud, aunque
siga siendo múltiple e internamente diferente, es capaz de actuar en
común y, por lo tanto, de regirse a sí misma. En vez de un cuerpo político,
en donde uno manda y otros obedecen, la multitud es carne viva que se
gobierna a sí misma.
Esa definición de multitud plantea numerosos problemas conceptuales y
prácticos, pero debe quedar claro desde el principio que el desafío de la
multitud es el desafío de la democracia. La multitud es el único sujeto
social capaz de realizar la democracia.

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Mateo Machín
Psicología Social

Desde la perspectiva socioeconómica, la multitud es el sujeto común del


trabajo, es decir, la carne verdadera de la producción posmoderna, y al
mismo tiempo el objeto al que el capital colectivo trata de convertir en
cuerpo de su desarrollo global. El capital quiere que la multitud se convierta
en unidad orgánica, exactamente como el Estado desea convertirla en
pueblo. En este punto es donde empieza a emerger, a través de las luchas
del trabajo, la figura biopolíticamente productiva y real de la multitud.
Cuando la carne de la multitud queda aprisionada y convertida en el cuerpo
del capital global se encuentra al mismo tiempo dentro y en contra del
proceso de globalización capitalista. Pero la producción biopolítica de la
multitud tiende a movilizar lo que comparte en común y lo que produce en
común, contra el poder imperial del capital global. A su debido tiempo y
contando con el desarrollo de su figura productiva basada en lo común, la
multitud pasará a través del Imperio y emergerá para expresarse
autónomamente y gobernarse a sí misma.
Conviene tener en cuenta la extensión que alcanza la dominación del
capital. El capital ya no se limita a regir determinadas áreas de la sociedad.
Conforme su dominio impersonal se extiende a través de toda la sociedad,
el imperio capitalista tiende a convertirse en un «no lugar»; en realidad,
todos los lugares. Fuera del capital ya no hay nada, como tampoco hay
nada fuera de la lógica del biopoder, y ese paralelismo no es casual,
porque capital y biopoder funcionan en íntima unión. Los lugares de
explotación, por el contrario, siempre son determinados y concretos, y por
consiguiente se plantea la necesidad de entender la explotación sobre la
base de los lugares concretos donde se localiza y las formas específicas
en que está organizada. Esto ha de permitirnos articular tanto una
topología de las distintas figuras del trabajo explotado como una topografía
de su distribución especial en el mundo. Este análisis tiene su utilidad,
porque el lugar de explotación es la principal localización donde surgen
actos de rechazo y de éxodo, de resistencia y de lucha. El análisis nos
llevará a la crítica de la economía política de la globalización, basada en
las resistencias a la formación del cuerpo del capital global y en el potencial
liberador de los poderes comunes y compartidos por la multitud
trabajadora global.

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Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 3: Interaccionismo Simbólico y Teoría


de las Representaciones Sociales
Mora, M. (2002). La teoría de las representaciones sociales de Serge
Moscovici
Antecedentes teóricos
1. Wilhelm Wundt y la Psicología como ciencia experimental y como
ciencia social
Según Mora, siempre que se hace referencia a la Psicología, se
consideran sus inicios a partir de la instauración de esta disciplina como
ciencia experimental. El dato más conocido habla de que fue en 1879 con
la fundación del Instituto de Psicología en Leipzig, Alemania, cuando inicia
la Psicología como ciencia experimental de laboratorio, correspondiendo
a Wilhelm Wundt dicho mérito.
Wundt establecía una distinción entre Psicología experimental y Psicología
social. Al asignarle un lugar a cada una de ellas, diferencia por un lado la
psicología fisiológica y experimental y por otro a la social o etnopsicología.
La ciencia de laboratorio de Wundt tenía como idea metodológica central
la experiencia de la persona que brindaba el reporte introspectivo, siendo
necesario acudir a otras formas que dieran cuenta de fenómenos más
complejos en donde el individuo no podía ser fiel testigo por su implicación
en el proceso. Desprende, por tanto, una metodología apropiada para los
procesos cognoscitivos superiores del hombre: la interpretación de los
productos de la experiencia colectiva.
Buscó trazar la evolución de la mente en el hombre, consciente de la
importancia del lenguaje en este proceso y en su relación con el
pensamiento y sus producciones. Wundt siguió a Darwin en su análisis de
la evolución del gesto animal para desembocar en la dirección del habla y
del lenguaje humano.
Wundt parte del análisis de la acción humana. Debajo de ese nivel de
acción deliberada y voluntaria existe un primitivo movimiento de impulso
que implica expresiones afectivas espontáneas y que generan respuestas
de otros individuos. Según Wundt, este mecanismo de “comunicación de
gestos” proveía las bases indispensables de la vida social, sin la cual, los
individuos humanos nunca podrían empezar a entenderse.
Esta comunicación de los gestos origina productos culturales con
existencia concreta: el lenguaje, proporciona un medio para la operación
de la actividad cognoscitiva superior; los mitos, surgidos de esa base dan

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Mateo Machín
Psicología Social

forma a la capacidad humana para imaginar; y las costumbres, enmarcan


la referencia dentro de la cual operan las opciones individuales y la
voluntad.
Estas aportaciones de Wundt influyeron en buena parte de los pensadores
del siglo XX y en una amplia diversidad de ciencias sociales. Dentro de la
Psicología, alienta a dos vertientes fundamentales: la primera es la
tradición de Mead con el interaccionismo simbólico en la sociología
estadunidense; y, en la segunda, a través de Durkheim, la investigación
sobre representaciones sociales por parte de Moscovici.
2. George Herber Mead y el interaccionismo simbólico
Siguiendo con la incipiente teorización que Wundt inaugura, surge un
movimiento filosófico en Norteamérica con fuertes implicaciones en la
pedagogía, la comunicación y la propia psicología: el pragmatismo. Con
William James, John Dewey y George Herbert Mead, el pragmatismo se
define como una filosofía de acción.
Esta influencia del pragmatismo en la sociología se hace más decisiva al
establecerse la Escuela de Chicago, como una vía de realización de
filosofía social, encabezada por Dewey y Mead. En este ambiente, Mead
entabla un diálogo entre la colectividad, el signo y la intersubjetividad.
George Mead basa su Psicología social en una esmerada lectura de
Darwin y de Wundt, escudriñando desde el gesto animal el proceso
evolutivo de la comunicación humana. Si Wundt realza el papel del
lenguaje como catalizador de la relación del hombre con su colectividad y
con la cultura como su producto, Mead aborda la comunicación en esa
forma de interacción.
Inicialmente, rechaza analizar el espacio interior de los individuos
planteando la pertinencia de un espacio de realidad en las mediaciones;
un espacio interactivo social que es percibido en términos de
significaciones, puesto que su materia es el símbolo. Mead toma como
unidad de análisis lo que denomina el acto social. Aquí el símbolo y su
significado son propiedad de la situación interactiva, no están fuera. Cabe
decir que la existencia de tal significado no implica necesariamente la
consecuencia del mismo, puesto que ello solo se consigue a través de la
simbolización.
El argumento básico de Mead es que en este espacio interactivo radican
los símbolos y sus significados, por lo que solo puede formarse el espíritu
(mind), conformado en el proceso de la comunicación. Los individuos no
existen como tales sino como la persona (self), cuyo tamaño abarca su
espacio social teniendo a la sociedad (society) como fondo.

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Mateo Machín
Psicología Social

En consecuencia, Mead enfatiza dos características de esta interacción:


a) quien se comunica puede comunicarse consigo mismo, y b) esta
comunicación crea la realidad.
Ampliando acerca del habla significante, Mead puntualiza:
Cuando hablamos del habla significante, queremos siempre decir
que el individuo que escucha una palabra emplea, en cierto sentido,
esa misma palabra con referencia a sí propio. El proceso de dirigirse
a otra persona es un proceso de dirigirse también a uno
mismo, y de provocar en sí la reacción que provoca en el otro (citado
de Fernández Christlieb).
En consecuencia, Mead coloca a la intersubjetividad dentro de lo que llama
conversación interior, el pensamiento, constituido por tres interlocutores:
el Yo, el Mí y el Otro:
El Yo que actúa, que se aparece, que emerge de repente y sin aviso;
el Mí, que constituye el percatamiento de lo que hizo el yo; y el Otro,
que es el bagaje de criterios con que cuenta el mí para evaluar los
actos espontáneos de ese yo. Por eso el otro de Mead es otro
generalizado, que corresponde a la colectividad, a la realidad social,
a la comunicación en la cual el yo y el mí existen (Fernández
Christlieb).
En síntesis, el mí supone asumir el punto de vista colectivo con respecto
a uno mismo, y el otro generalizado es la gran colectividad con la que uno
se relaciona y que tiende a ser interiorizada: la sociedad crea a los
individuos.
A manera de recapitulación, pueden acotarse las aportaciones más
significativas de Mead a las ciencias sociales, incluyendo a la Psicología:
a) Enfatiza la noción de una realidad simbólica distinta de una probable
realidad natural; susceptible de creación, transformación y
destrucción.
b) Anticipa la visión epistemológica que cuestiona lo que es o no
científico por medio del consenso significativo y el criterio de
objetividad científica como una construcción simbólica.
c) Su análisis de la sociedad contempla la posibilidad de la
incorporación total del individuo a un universo de razón, actividad
consciente y voluntaria hace una esfera pública no restrictiva.
d) La naturaleza social del lenguaje y la naturaleza simbólica de la
sociedad dejan de ser objeto de especulación filosófica haciéndose
accesibles al análisis empírico.

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Mateo Machín
Psicología Social

Las lagunas que George Mead dejó dentro de sus supuestos teóricos han
dado pie a muy diversas disciplinas, entre ellas, la Teoría de las
Representaciones Sociales de Moscovici.
3. Émile Durkheim y el concepto de representación colectiva
Al igual que Wundt, Durkheim estableció diferencias entre las
representaciones individuales y las representaciones colectivas,
explicando que lo colectivo no podía ser reducido a lo individual. Es decir,
que la conciencia colectiva trasciende a los individuos como una fuerza
coactiva y que puede ser visualizada en los mitos, la religión, las creencias
y demás productos culturales colectivos.
Fundamentado en su visión teórica, Durkheim se atreve a hacer la
diferencia entre sociología y psicología: a la primera le correspondía
analizar todo acerca de las representaciones colectivas y a la segunda lo
propio de las representaciones individuales. En consecuencia, Durkheim
definía el campo de la psicología social argumentando que debía estudiar
cómo las representaciones sociales se llaman y se excluyen, se fusionan
o se hacen distintas unas a otras. Sin embargo, estrecha el ámbito de
estudio de la psicología poniendo en la mira de la sociología una buena
cantidad de fenómenos que atañían más a una especie de psicología
social o colectiva.
Tuvieron que pasar varias décadas para que Serge Moscovici retomara
estos planteamientos y desarrollara una teoría en psicología social con
marcada tendencia sociológica cunado el común denominador de las
investigaciones en psicología era lo individual. Con su Teoría de las
Representaciones Sociales, Moscovici integra en una psicología social las
aportaciones de diversas disciplinas.
El modelo de Serge Moscovici

1. Definición del concepto de representación social


Según Moscovici, la representación social es una modalidad particular
del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos
y la comunicación entre los individuos. La representación es un corpus
organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a
las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se
integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan
los poderes de su imaginación.
En términos más llanos, siguiendo a Mora, es el conocimiento de sentido
común que tiene como objetivos comunicar, estar al día y sentirse dentro
del ambiente social, y que se origina en el intercambio de comunicaciones
del grupo social. Al tener la representación social dos caras (la figurativa y

39
Mateo Machín
Psicología Social

la simbólica), es posible atribuir a toda figura un sentido y a todo sentido


una figura.
Robert Farr, seguidor de la teoría, afirma que las representaciones
sociales aparecen cuando los individuos debaten temas de interés mutuo
o cuando existe el eco de los acontecimientos seleccionados como
significativos o dignos de interés por quienes tienen el control de los
medios de comunicación. Agrega además que las representaciones
sociales tienen una dobla función: hacer que lo extraño resulte familiar y lo
invisible perceptible.
María Banchs, investigadora sobre la teoría, remarca el doble carácter de
las representaciones sociales como contenido y como proceso, en tanto
que una particular forma de conocimiento y también una estrategia de
adquisición y comunicación del mismo conocimiento. Por lo tanto, son una
forma de reconstrucción mental de la realidad generada en el intercambio
de informaciones entre sujetos.
Darío Páez ofrece una caracterización de las representaciones sociales en
un esquema sintético que habla de las funciones que cumplen como forma
de pensamiento natural.
1. Privilegiar, seleccionar y retener algunos hechos relevantes del
discurso ideológico concernientes a la relación sujeto en interacción,
o sea, descontextualizar algunos rasgos de ese discurso.
2. Descomponer ese conjunto de rasgos en categorías simples y
objetivando los conceptos del discurso ideológico referente al sujeto
en grupo.
3. Construir un ‘mini-modelo’ o teoría implícita, explicativa y evolutiva
del entorno a partir del discurso ideológico que impregna al sujeto.
4. El proceso reconstruye y reproduce la realidad otorgándole un
sentido y procura una guía operacional para la vida social, para la
resolución de los problemas y conflictos.

2. Condiciones de emergencia de una representación social


Según Moscovici, las representaciones sociales emergen determinadas
por las condiciones en que son pensadas y constituidas, teniendo como
denominador el hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos. De
manera convergente, Tajfel propone que las representaciones sociales
requieren responder a tres necesidades: la primera, clasificar y
comprender acontecimientos complejos y dolorosos; la segunda, justificar
acciones planeadas o cometidas contra otros grupos; y la tercera
diferenciar un grupo respecto de los demás existentes, en momentos que
pareciera desvanecerse esa distinción.

40
Mateo Machín
Psicología Social

Moscovici infiere tres condiciones de emergencia:


a) Dispersión de la información
Según Moscovici, la información que se tiene nunca es suficiente y por lo
regular está desorganizada. Los datos de que disponen la mayor parte de
las personas para responder a una pregunta son, generalmente,
insuficientes y superabundantes.
Por su parte, diversidad de autores interpretan la noción considerando que
hay desniveles en cantidad y calidad de la información al interior de un
grupo, y parcialidad y desfase en relación con lo requerido para constituir
el fundamento sólido del conocimiento. Es decir, nunca se posee toda la
información necesaria o existente acerca de un objeto social que resulte
relevante.
Moscovici concluye afirmando que la multiplicidad y desigualdad
cualitativa entre las fuentes de información con relación a la cantidad de
campos de interés, vuelven precarios los vínculos entre los juicios y, por
ende, compleja la tarea de buscar todas las informaciones y relacionarlas.
b) Focalización del sujeto individual y colectivo
Según Moscovici, una persona o una colectividad se focalizan porque
están implicadas en la interacción social como hechos que conmueven los
juicios o las opiniones. Aparecen como fenómenos a los que se debe mirar
detenidamente.
En palabras de otros investigadores, la focalización es señalada en
términos de implicación o atractivo social de acuerdo a los intereses
particulares que se mueven dentro del individuo inscrito en los grupos de
pertenencia. La focalización será diversa y casi siempre excluyente.
c) Presión a la inferencia del objeto socialmente definido
Socialmente, se da una presión que reclama opiniones, posturas y
acciones acerca de los hechos que están focalizados por el interés público.
Moscovici dice que, en la vida corriente, las circunstancias y las relaciones
sociales exigen del individuo o del grupo social que sean capaces, en todo
momento, de estar en situación de responder.
Para Banchs (1984) las exigencias grupales para el conocimiento de
determinado evento u objeto se incrementan a medida que su relevancia
crezca. El propósito es no quedar excluido del ámbito de las
conversaciones sino poder realizar inferencias rápidas, opiniones al
respecto y un discurso más o menos desarrollado.
Claudine Herzlich (1979) anota que las exigencias sobre el individuo o
grupo social que las circunstancias y las relaciones sociales imponen,
41
Mateo Machín
Psicología Social

provocan una actuación, una estimación o una comunicación. Las


informaciones deben llegar a ser, sin dilación, fundamento de conducta,
instrumento de orientación.
Según María Banchs (1990), la presión a la inferencia quiere describir un
hecho significativo en la dinámica colectiva que alude al hecho de que
frecuentemente existe la obligación de emitir opiniones, sacar
conclusiones o fijar posiciones respecto a temas controversiales,
considerados de actualidad en los círculos sociales de pertinencia.
Estas tres condiciones de emergencia permiten la aparición del proceso
de formación de una representación social y, en mayor o menor grado, al
conjuntarse hacen posible la génesis del esquema de la representación.
El común denominador de esta relación sería la traducción de la
disparidad de posiciones frente a un objeto significativo en términos
sociales y recuperado de un contexto dinámico, cambiante y conflictivo.
Con el movimiento de tales condiciones de emergencia quedaría
determinada tanto la naturaleza de la organización cognoscitiva de la
representación como su misma existencia y grado de estructuración.

3. Dimensiones de la representación social


Las representaciones sociales pueden ser analizadas en tres dimensiones:
la información, el campo de representación y la actitud.
• La información
Es la organización o suma de conocimientos con que cuenta un grupo
acerca de un acontecimiento, hecho o fenómeno de naturaleza social.
Dichos conocimientos muestran particularidades en cuanto a cantidad y
calidad de los mismos; carácter estereotipado sin soporte explícito.
Por lo tanto, esta dimensión conduce necesariamente a la riqueza de datos
o explicaciones que sobre la realidad se forman los individuos en sus
relaciones cotidianas.
• El campo de representación
Expresa la organización del contenido de la representación en forma
jerarquizada, variando de grupo a grupo e inclusive al interior del mismo.
Permite visualizar el carácter del contenido, las propiedades cualitativa o
imaginativas, en un campo que integra informaciones en un nuevo nivel de
organización en relación a sus fuentes inmediatas.
En palabras de Moscovici, nos remite a la idea de imagen, de modelo
social, al contenido concreto y limitado de las proposiciones que se refieren
a un aspecto preciso del objeto de representación.

42
Mateo Machín
Psicología Social

• La actitud
Significa la orientación favorable o desfavorable en relación con el objeto
de la representación social. Se puede considerar como el componente
más aparente, fáctico y conductual de la representación, y como la
dimensión que suele resultar más generosamente estudiada por su
implicación comportamental y de motivación.
Moscovici señala que se deduce que la actitud es la más frecuente de las
tres dimensiones y, quizá, la primera desde el punto de vista genético. En
consecuencia, es razonable concluir que nos informamos y nos
representamos una cosa únicamente después de haber tomado posición
y en función de la posición tomada.

4. Dinámica de una representación social


La investigación de Moscovici buscaba estudiar el proceso de penetración
de una ciencia —el psicoanálisis— en la sociedad francesa de los años
cincuenta. Pudo distinguir dos procesos básicos que explican cómo lo
social transforma un conocimiento en representación colectiva y cómo esta
misma modifica lo social: la objetivación y el anclaje.
La objetivación lleva a hacer real un esquema conceptual, a duplicar una
imagen con una contrapartida material. El modelo figurativo o esquema
que resulta cumple muchas funciones, entre ellas: a) constituye punto
común o mediador entre la teoría científica inicial y su representación
social; b) aquí se realiza el cambio de lo que en la teoría es exposición
general, abstracta e indirecta de una serie de fenómenos, en una
traducción inmediata y funcional de la realidad que sirve al hombre común
y corriente; c) el modelo asocia diversos elementos en un foco explicativo
con una dinámica propia y suficiente; y d) permite a la representación
social convertirse en un marco cognoscitivo estable y orientar tanto las
percepciones o los juicios sobre el comportamiento, como las relaciones
interindividuales.
Moscovici concluye con su análisis de la objetivación apuntando hacia la
realización del objeto de representación en sus nexos como los valores, la
ideología, los parámetros de la realidad social. La actividad discriminativa
y estructurante que se va dando por medio de la objetivación se explica
precisamente por sus tintes normativos: la representación social adquiere
una armazón de valores.
Tanto Jodelet, como Herzlich y Banchs, señalan que la importancia de un
proceso como el de la objetivación reside en que pone a disposición del
público una imagen o esquema concreto, a partir de un ente abstracto o
poco tangible como lo es una teoría o concepción científica.

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Mateo Machín
Psicología Social

Para concluir con la objetivación de una representación social, conviene


recordar que todas las definiciones intentan explicar el paso de un
conocimiento científico al dominio público, y que el segundo proceso de
formación de una representación social —el anclaje— se liga al primero
en forma natural y dinámica.
El anclaje hace que la representación social se ligue con el marco de
referencia de la colectividad, siendo un instrumento útil para interpretar la
realidad y actuar sobre ella.
El anclaje entonces designa la inserción de una ciencia en la jerarquía de
los valores y entre las operaciones realizadas por la sociedad. En otros
términos, a través del proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto
social por un instrumento del cual puede disponer, y este objeto se coloca
en una escala de preferencia en las relaciones sociales existentes.
Además, el anclaje implica la integración cognitiva del objeto de
representación dentro del sistema preexistente del pensamiento y sus
respectivas transformaciones. Se trata, en suma, de su inserción orgánica
dentro de un pensamiento constituido.
De manera sintética, Moscovici aclara ambos procesos argumentando que
la objetivación traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la
delimita en el del hacer; así como la objetivación presenta cómo los
elementos de la ciencia se articulan en una realidad social, el anclaje hace
visible la manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y
también cómo se expresan.

5. Determinación de una representación social


Además de las dimensiones, de la dinámica y de las condiciones de
emergencia de una representación social, existen formas de
determinación social: la central y la lateral. Estas han sido nombradas por
Moscovici en trabajos posteriores a sus estudios sobre el psicoanálisis e
incluidos en reflexiones sobre la teoría.
En el caso de Herzlich, encontramos diferenciadas dichas
determinaciones que buscan responder a la pregunta que se hace
respecto a la forma en que la estructura social determina los aspectos de
una representación. Propone distinguir a la determinación social central
que regularía el surgimiento de la representación y su contenido, de la
determinación social lateral, menos directa y dirigida hacia aspectos
propiamente cognoscitivos y expresivos. Agrega que debe entenderse por
un lado la determinación que produce la totalidad de las circunstancias y
por el otro una orientación más psicológica, combinación de experiencias

44
Mateo Machín
Psicología Social

y factores motivacionales. Se expresa así la manera como el individuo


toma conciencia y responde socialmente.
Banchs conceptualiza ambas determinaciones puntualizando que la
influencia de las condiciones socioeconómicas e históricas de una
sociedad aluden a la determinación social central; mientras que la huella
del individuo, su aporte como sujeto de una colectividad se traduce en la
determinación social lateral. La importancia de la distinción estriba en que
permite clarificar los papeles que tanto la sociedad como el individuo
juegan en la construcción de las representaciones sociales.

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Mateo Machín
Psicología Social

Miranda, M. (2003). Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y


Trabajo Social
Mead y Watson. Conductismo y Conductismo social
Según Miranda, además de Wundt, James y Dewey, Watson constituye
otro punto de referencia para acercarnos al significado de la obra de Mead.
Más que Watson nos interesa el Conductismo como corriente psicológica.
Esta referencia al conductismo resulta obligada teniendo en cuenta que el
libro más conocido de Mead lleva el subtítulo siguiente: “Desde el punto
de vista del Conductismo social”.
Desde las primeras líneas, Mead establece algunas diferencias:
Por lo general, la psicología social ha encarado varias fases de la
experiencia social desde el punto de vista psicológico de la experiencia
individual. La forma de enfoque que yo sugiero es la de tratar la
experiencia desde el punto de vista de la sociedad (...). La psicología
social se interesa especialmente en el efecto que el grupo social produce
en la determinación de la experiencia y la conducta del miembro individual.
El campo de la Psicología Social, que sería una rama de la Psicología
general, no sería otro que el estudio de la experiencia y la conducta de un
organismo individual o personal, como dependiente del grupo social a que
pertenece. La mente y las personas son, esencialmente productos
sociales, productos o fenómenos del aspecto social de la experiencia
humana. La Psicología Social pone el énfasis en ciertos factores de la
situación de la que la psicología individual hace abstracción.
Mead continúa diciendo:
El conductismo que utilizaremos nosotros es más adecuado que el que
emplea Watson. Conductismo, en este sentido más amplio, es
sencillamente, una aproximación al estudio de la experiencia del individuo
desde el punto de vista de su conducta, y especial, pero no
exclusivamente, de su conducta tal como es observable por otros.
Mead considera que la postura defendida por Watson constituye un ataque
a la conciencia, a la experiencia interna del individuo. La opción de Watson
fue que solamente puede ser objeto de estudio la conducta observable. Lo
demás solamente no existe. Lo subjetivo, la imaginación, la conciencia, no
puede ser sometida a observación ni a un método de análisis experimental
y en consecuencia la conclusión es sencillamente negar su existencia.
Lo que Watson ha pasado por alto a juicio de Mead, se deduce de lo que
este define como un acto, es decir, ciertas características que tienen las
cosas y ciertas experiencias que poseen los individuos pueden ser
consideradas como acontecimientos dentro de un acto. Pero parte del acto

46
Mateo Machín
Psicología Social

reside dentro del organismo y solo más tarde cobra expresión. Por tanto,
la conducta es algo más amplio y más complejo que la mera conducta
observable. Dentro del acto, afirma Mead, existe un campo que no es
externo, sino que pertenece al acto, y hay características de esa conducta
orgánica interna que se revelan en nuestras actitudes, especialmente las
relacionadas con el habla.
Nosotros, dice Mead, queremos acercarnos al lenguaje, no desde el punto
de vista de las significaciones internas que se expresen, sino desde el
contexto más amplio de la cooperación que se lleva a cabo en el grupo
mediante los signos y los gestos. La significación aparece dentro de ese
proceso. Nuestro conductismo es un conductismo social. Intentamos
explicar la conducta del individuo en términos de la conducta organizada
del grupo social en lugar de explicar la conducta organizada del grupo
social en términos de la conducta de los distintos individuos que
pertenecen a él.
Para Mead, la sociedad es anterior al individuo, el todo es anterior a la
parte, no al revés. Y además la parte es expresada en término del todo, no
el todo en términos de la parte o las partes.
El acto social es algo más complejo que el estímulo y la respuesta, debe
ser tomado como un todo dinámico, ninguna parte del cual puede ser
considerada o entendida por sí misma, como un complejo proceso
orgánico que se halla implícito en cada estímulo particular y en cada
reacción individuales involucrados en él. Hay una parte interior y otra
exterior en el acto social que es el dato fundamental de la psicología social
y la individual desde el punto de vista conductista.
Mead mantiene que no existen pruebas de la existencia previa de la
conciencia como algo que provoque una conducta, por parte de un
organismo, que sea de tal calidad como para hacer surgir una reacción
adaptativa por parte de otro organismo, sin depender ella misma de tal
conducta. Mead concluye entonces que la conciencia es un emergente de
tal conducta; que, lejos de ser una precondición del acto social, el acto
social es una precondición de ella. El mecanismo del acto social puede ser
rastreado sin necesidad de introducir en él la concepción de la conciencia
como un elemento separable dentro de dicho acto; de ahí que el acto
social, en sus etapas o formas más elementales, sea posible fuera o aparte
de alguna forma de conciencia.
Tras un recorrido por diferentes terrenos de los que se preocupa la
psicología, Mead concluye:
Una psicología objetiva no trata de librarse de la conciencia, sino que trata
de explicar la inteligencia del individuo en términos que nos permitan ver
cómo se ejerce dicha inteligencia, y cómo puede mejorársela. Es natural,

47
Mateo Machín
Psicología Social

pues, que esta psicología busque una explicación que aproxime entre sí,
tanto como sea posible, esas dos fases de la experiencia, o que las
traduzca a un lenguaje que sea común para ambos campos. No queremos
dos idiomas, uno de ciertos hechos físicos y otro de ciertos hechos
conscientes. La psicología no es algo que trate de la conciencia; trata de
la conciencia del individuo en su relación con las condiciones en las cuales
la experiencia se da. Es psicología social cuando las condiciones son
sociales. Es conductista cuando el enfoque de la experiencia se hace a
través de la conducta.
Así pues, Mead defiende un conductismo social que efectivamente se
diferencia del conductismo de Watson en cuatro aspectos importantes.
En primer lugar, Mead consideraba los puntos de vista de Watson
excesivamente simplificados, ya que habían abstraído el segmento del
acto del individuo separándolo del acto social.
La segunda diferencia reside en el tratamiento de lo privado. Watson
consideraba que lo privado escapa a la ciencia, habiendo siempre que
escribir con el animal humano delante. Mead, en cambio, considera que el
conductismo no significa la negación de lo privado ni el olvido de la
conciencia, sino el acercamiento a toda experiencia en términos de
conducta.
La tercera diferencia surge del hecho de que Mead subraya la
correlatividad de estímulo y reacción. Los aspectos del mundo se
convierten en partes del ambiente psicológico, se hacen estímulos, solo
en el grado en que efectúan la posterior liberación de un impulso en
marcha. El punto de vista resultante hace más justicia a los aspectos
dinámicos y agresivos de la conducta que el watsonismo, que da la
impresión de considerar el organismo como una marioneta cuyos hilos son
manejados por el medio físico.
Por último, una diferencia básica se refleja en la circunstancia de que el
watsonismo ha aparecido a muchos, no solo que negaba la experiencia
privada, sino que vaciaba a la “experiencia” misma de todo significado no
poseído en la "reacción” y en la “respuesta”. Esta posición no puede ser
aceptada por un pragmatista como Mead por lo que implica para el
empirismo, propio de la perspectiva científica.
Acto social
Mead considera el acto social como la unidad más primitiva de su teoría,
es el concepto base de donde emergen todos los demás aspectos de su
análisis. Según resume Meltzer, la unidad de estudio era el acto porque
comprende tanto aspectos encubiertos como aspectos descubiertos de la
acción humana. La atención, la percepción, la imaginación, el razona-
miento, la emoción, etcétera, son consideradas como parte del acto.
A.
48
Mateo Machín
Psicología Social

El acto, pues, engloba todos los procesos implicados en la actividad


humana.
El acto social no es explicado construyéndolo a partir de estímulo más
reacción, afirma Mead. Un acto social puede ser definido como un acto en
que la ocasión o estímulo que libera a un impulso se encuentra en el
carácter o conducta de un individuo vivo que pertenece al ambiente
específico del individuo que experimenta un impulso. El acto social tiene
componentes externos e internos. Una parte del acto es observable y en
esto coincide con el conductismo de Watson. Pero en opinión de Mead, no
todo es observable: No se puede pasar por alto la experiencia interna del
individuo, la fase interior de ese proceso o actividad. A diferencia del
conductismo watsoniano, reconoce las partes del acto que no aparecen a
la observación externa, y pone el acento sobre el acto del individuo
humano en su situación social natural. El acto pues, es el dato fundamental
en la psicología social y la psicología individual, cuando se las concibe en
forma conductista, y tiene a la vez una fase interna y otra externa, un
aspecto interior y otra exterior. El acto externo que observamos constituye
una parte del proceso que se ha iniciado en el interior. La conducta
objetivamente observable encuentra expresión dentro del individuo, no en
el sentido de encontrarse en otro mundo, un mundo subjetivo, sino en el
sentido de hallarse dentro de un organismo. Parte de esta conducta
aparece en lo que podemos denominar “actitudes”, los comienzos de los
actos. Ciertas características que tienen las cosas y ciertas experiencias
que poseen los individuos pueden ser consideras como acontecimientos
de un acto.
Mead identificó cuatro fases fundamentales e interrelacionadas en el acto
social. Las cuatro representan un todo orgánico; en otras palabras, están
interrelacionadas dialécticamente. Las cuatro fases son:
1. Impulso.
2. Percepción.
3. Manipulación.
4. Consumación.
A pesar de esta presentación del concepto de acto social en fases
sucesivas, Mead mantenía que existía una relación dialéctica entre ellas.
No se trataría de un proceso lineal, sino que los aspectos de cada fase
están presentes en todo momento desde el principio del acto hasta el final,
de manera que cada fase afecta a las demás.
Dicho todo lo anterior, tendríamos que distinguir entre acto y acto social.
Mientras que el acto implica una sola persona, el acto social implica dos
o más personas. El gesto es el mecanismo básico del acto social en
particular y del proceso social en general.
49
Mateo Machín
Psicología Social

Los procesos mentales y la mente


Diversos autores subrayan que cuando Mead se plantea el tema de la
mente lo hace en términos de procesos más que de estructuras o
contenidos. Para Mead, mind, la mente, no es algo biológico, o un órgano
determinado del cuerpo, sino un proceso a través del cual, mediante
significados de percepción y comunicación, los seres humanos
seleccionan e interiorizan el significado.
Pero entonces, ¿qué es lo que se entiende por mente?, ¿la reflexión?, ¿la
conciencia? La respuesta más apropiada es que el término mente puede
corresponder a ambas.
En la perspectiva de Mead, existen diversos niveles de conciencia, desde
las sensaciones de algunos animales hasta la conciencia simbólica
humana. El nivel más bajo de conciencia iría unido a las percepciones.
Hay otro tipo de conciencia que es específicamente humana: la que va
unida al significado. Esta implica la capacidad del lenguaje y la capacidad
de mantener una conversación interna. Describir verbalmente ayudaría a
la toma de conciencia respecto al objeto descrito. Pero en Mead podemos
encontrar otra acepción de mind. Se trata de la inteligencia reflexiva o
conciencia reflexiva. Es la forma más alta de conciencia que aparece a
través del uso de símbolos significantes. Este tipo de conciencia es
además la que nos permite unir pasado, presente y futuro dado que,
aprovechamos las experiencias del pasado, adoptamos una decisión entre
varias, tendiendo en cuenta sus implicaciones para el futuro. Además. esta
capacidad de prever las consecuencias de nuestras decisiones en el
futuro, puede modificar nuestras decisiones en el presente. La inteligencia
reflexiva es pues uno de los aspectos fundamentales de la mente que
explica la diferencia de la conducta animal y la del hombre: la reflexividad
del hombre le permite anticipar el futuro, imaginar una situación de futuro
y tomar decisiones tendentes a construir ese futuro.
Así pues, para Mead y para los interaccionistas simbólicos, la mente deriva
de la interacción en el siguiente sentido: a través del proceso interactivo
de socialización, el individuo desarrolla el lenguaje y la habilidad de tomar
el rol de los otros, y de tratar al sí-mismo como objeto. El lenguaje y la
existencia de un self que participa en el diálogo interno capacita al animal
humano a emplazarse a sí mismo en el futuro, y a imaginar las
consecuencias de su conducta, convirtiéndose por ello en una criatura que
planifica, esto es, en una criatura con mente.
Así pues, la mente debe ser entendida como proceso y no como una
estructura. Para Mead es algo funcional, que se encuentra en la relación
del individuo y su entorno, es una fase del proceso social y no es algo que

50
Mateo Machín
Psicología Social

se puede situar simplemente en el cerebro. Mead no tiene una concepción


espacial de la mente, no se trata de algo físico localizable en el cerebro,
sino que Mead tiene una concepción funcional de relación entre el
individuo y los objetos. En este sentido escribe Mead:
La mente es entonces un campo que no se limita al individuo, ni mucho
menos está localizado en un cerebro. La significación pertenece a las
cosas en sus relaciones con los individuos. No se encuentra en los
procesos mentales que están encerrados dentro de los individuos.
Queda claro pues el rechazo de Mead a cualquier concepción de la mente
como algo espiritual o como algo físicamente localizable. Ritzer (1995)
concluye que, como la conciencia, la mente, que para Mead es un proceso
y no una cosa, se define como una conversación interna con nosotros
mismos, no se encuentra dentro del individuo; no está ubicada en el
cerebro, sino que es un fenómeno social. Surge y se desarrolla dentro del
proceso social y es una parte fundamental del mismo. Así el proceso social
precede a la mente y no es, como muchos creen, un producto suyo.
El self
Es otro de los conceptos clave en el pensamiento de Mead. Uno de los
sucesores e intérpretes más conocidos de Mead es Herbert Blumer (1982).
Mead, a juicio de Blumer, entendió que la persona es un organismo dotado
de un “sí mismo”, cuya posesión le convierte en un tipo especial de gente,
transformando su relación con el mundo y confiriendo a su acción un
carácter único. Al afirmar que posee un “sí mismo”, Mead quiso decir
simplemente que la persona es un objeto para sí misma. Puede percibirse,
tener conceptos, actuar y comunicar consigo misma. En suma, la posesión
de “sí mismo” dota al ser humano de un mecanismo de interacción consigo
mismo que le permite afrontar el mundo, y que utiliza para conformar y
orientar su propia conducta.
Blumer continúa subrayando que, para Mead, “sí mismo” es un proceso y
no una estructura y critica la decisiva inconsistencia o inadecuación de
muchos de los esquemas que erróneamente asocian al “sí mismo” con
algún tipo de estructura psicológica o de la personalidad.
Los interaccionistas simbólicos entienden que el self se puede asociar a la
autoimagen, a la identidad. Para el Interaccionismo Simbólico el sí mismo
es un producto social, sería la interiorización de la imagen que los otros
tienen de uno mismo, sería una especie de espejo de cómo nos ven los
otros.
Para Mead, el sí mismo no es algo que está ya ahí, y que se puede analizar
fácilmente. Por el contrario, es algo que se construye socialmente: la
persona en cuanto que puede ser un objeto para sí, es esencialmente una

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Psicología Social

estructura social y surge en la experiencia social. Es imposible concebir


una persona (el sí-mismo) fuera de la experiencia social.
El sí mismo, en la concepción de Mead, no se construye simplemente en
base a la acción, sino que necesita al grupo, dado que el sujeto es capaz
de auto-observarse a sí mismo si es también capaz de asumir el papel del
otro. Sí mismo, dice Mead, significa ser capaz de ir cambiando en ese
continuo proceso social que es el ir tomando el rol de los otros individuos.
Considera que el sí mismo no puede ser definido como un reflejo de la
realidad material, sino que emerge solo entre los miembros de un todo
social complejo.
“Mí” y “yo”
Ahora podemos plantearnos explícitamente la duda en cuanto a la
naturaleza del “yo” consciente, del “mí” social. Mead escribe:
El “yo” es la reacción del organismo a las actitudes de los otros; el “mí” es
la serie de actitudes organizadas de los otros que adopta uno mismo. Las
actitudes de los otros constituyen el “mí” organizado, y luego uno
reacciona hacia ellas como un “yo”. El “yo” es la acción del individuo frente
a la situación social que existe dentro de su propia conducta, y se
incorpora a su experiencia solo después de que ha llevado a cabo el acto.
Entonces tiene conciencia de este. El yo, pues, en esta relación entre el
“yo” y el “mí”, es algo que, por decirlo así, reacciona a una situación social
que se encuentra dentro de la experiencia del individuo. Es la respuesta
que el individuo hace a la actitud que otros adoptan hacia él, cuando él
adopta una actitud hacia ellos. Siempre hay esa distinción entre el “yo” y
el “mí”, el “yo” provoca al “mí” y al mismo tiempo reacciona a él. El “mí”
representa una organización definida dada la comunidad, presente en
nuestras propias actitudes y provocando una reacción, pero la reacción
es algo que simplemente sucede. Tomados juntos, constituyen una
personalidad, tal como ella aparece en la experiencia social. La persona
es esencialmente un proceso social que se lleva a cabo, con esas dos
fases distinguibles. Si no tuviera dichas dos fases, no podría existir la
responsabilidad consciente, y no habría nada nuevo en la experiencia.
(Mead, 1993).
En un artículo titulado The social self, Mead se pregunta cómo aparece el
sí mismo en la conciencia y la respuesta que da es la siguiente:
Lo que aparece en la conciencia es siempre un objeto, es decir, un “mí”.
El “mí”, sin embargo, es inconcebible sin un “yo”, sin un sujeto para el cual
aquél pueda ser un objeto. Pero ya que este “yo” no puede ser una
presentación de la conciencia, tiene que ser una presuposición” (Mead,
1913).

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Mateo Machín
Psicología Social

En la interpretación de Úriz (1993) el yo es el aspecto activo del self,


mientras que el mí es el aspecto pasivo, conservador, que interioriza las
actitudes de los otros. Este aspecto conservador sería el responsable de
la estabilización de la sociedad, de su mantenimiento y conservación
dentro de un orden establecido. Lo característico de la respuesta del yo,
dice Sánchez de la Yncera, es su carácter novedoso, incierto, que
constituye la especificidad del yo. De esta característica del yo proviene la
capacidad de iniciativa, de novedad que se puede observar en la conducta
humana. Mead acostumbraba a vincular ese aspecto de la personalidad
humana con el avance de la sociedad e incluso con el avance de la ciencia.

53
Mateo Machín
Psicología Social

Moscovici, S. (1979). La representación social: un concepto perdido


Según Moscovici, las representaciones sociales son entidades casi
tangibles. Circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en nuestro universo
cotidiano a través de una palabra, un gesto, un encuentro. Sabemos que
corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que entra en su
elaboración y, por otra, a la práctica que produce dicha sustancia.
Si bien la realidad de las representaciones sociales es fácil de captar, el
concepto no lo es. Esto sucede por muchas razones, la más importante,
por su posición “mixta”, en la encrucijada de una serie de conceptos
sociológicos y una serie de conceptos psicológicos. Nos vamos a ubicar
en esta encrucijada.
¿Se trata de una forma del mito y podríamos hoy confundir mito y
representaciones sociales? Es cierto que el ejemplo de los mitos en las
sociedades primitivas, la forma como conceptualizan una experiencia
concreta, tiene analogías con fenómenos propios de nuestra sociedad.
Aquí se mezclan los prejuicios. A menudo se trata de una forma de
despreciar opiniones y actitudes atribuidas a un grupo particular, a la masa
que no ha llegado al grado de racionalidad y de la conciencia de los
escogidos.
Semejante transposición casi no tiene vigencia y la diferencia parece más
fecunda. Mientras el mito, para el hombre primitivo, constituye una ciencia
total, una filosofía única donde se refleja su práctica, para el hombre
moderno, la representación social solo es una de las vías para captar el
mundo concreto, circunscripta en sus fundamentos y en sus
consecuencias. Si los grupos o los individuos recurren a ellos con
seguridad es para aprovechar alguna de las múltiples posibilidades que se
ofrecen a cada uno.
Desde luego se comprende que las huellas de representaciones formadas
en sociedades donde la ciencia, la técnica y la filosofía están presentes,
sufren la influencia de estas y se constituyen en su prolongación o se
oponen a ellas. A continuación, veremos cuáles son esas huellas. Entre
tanto, identificar mito y representación social, transferir las propiedades
psíquicas y sociológicas del primero a la segunda, sin más, significa
contentarse con metáforas y aproximaciones falaces, justamente allí
donde se necesita delimitar una zona especial de la realidad. Por lo tanto,
tenemos que encarar la representación social como una textura
psicológica autónoma y a la vez como propia de nuestra sociedad, de
nuestra cultura.

54
Mateo Machín
Psicología Social

¿Se trata de una dimensión o de un coproducto de la ciencia?


Durkheim parece haberlo creído, porque vio en las ciencias solo casos
particulares. Pero las representaciones sociales, por su parte, proceden
de observaciones, por análisis de estas observaciones, se apropian a
diestra y siniestra de nociones y lenguajes de las ciencias o de las
filosofías, y extraen las conclusiones. Muchas fórmulas que se aplican en
biología o en ciencias sociales prolongan estas conclusiones y les dan una
expresión memorable. Sin embargo, permanecen al margen del núcleo
firma de cada ciencia. Observaciones similares se pueden aplicar a otros
conceptos que tienden a calificar globalmente un conjunto de actividades
intelectuales y prácticas. Desde el punto de vista que aquí nos interesa,
semejante ejercicio es inútil. El resultado sería idéntico al que se obtiene
por medio de la comparación de las representaciones sociales del mito y
de la ciencia, a saber, que constituyen una organización psicológica, una
forma de conocimiento particular de nuestra sociedad, e irreductible a
cualquier otra.
¿Pero por qué retomamos esta noción ya vieja? Una vez que rechazamos
la posición dominante, la del rasgo distintivo de la vida social, como
categoría que engloba todas las formas de pensamiento, para ubicarla en
el rango más modesto de forma específica entre otras, se recubre con
muchas nociones psicosociológicas equivalentes. Así, las nociones de
opinión y de imagen parecen muy cercanas. Quizás sea verdad en un
sentido estricto, pero es falso en un sentido fundamental. Veamos por qué.
Sabemos que la opinión, por una parte, es una fórmula socialmente
valorizada a la que un individuo adhiere y, por otra parte, una toma de
posición acerca de un problema convertido de la sociedad. En forma más
general, la noción de opinión implica una reacción de los individuos ante
un objeto dado desde afuera, acabado, independientemente del actor
social, de su intención o sus características; y un lazo directo con el
comportamiento, el juicio se refiere al objeto o el estímulo y de alguna
manera constituye un anuncio, un doble interiorizado de la futura acción.
En ese sentido se considera tanto una opinión, como una actitud,
únicamente del lado de la respuesta y como “preparación de la acción”,
comportamiento en miniatura. Por esta razón se le atribuye una virtud
predictiva, puesto que, después de lo que dice un sujeto, se deduce lo que
va a hacer.
El concepto de imagen no está muy separado del de opinión, por lo menos
en lo que concierne a los supuestos básicos. Se lo ha utilizado para
designar una organización más compleja o más coherente de juicios o de
evaluación. A la imagen se la concibe como reflejo interno de una realidad
externa, copia fiel en el espíritu de lo que se encuentra fuera de él.

55
Mateo Machín
Psicología Social

Por lo tanto, es la reproducción pasiva de un dato inmediato. El individuo


lleva en su memoria una colección de imágenes del mundo en sus
diferentes aspectos. Estas imágenes son construcciones combinatorias,
análogas a las experiencias visuales. Son imágenes independientes en
diversos grados, tanto en el sentido de que se puede inferir o prever la
estructura de las imágenes fuentes según la estructura de las otras, como
en el sentido que la modificación de ciertas imágenes crea un desequilibrio
que concluye en una tendencia a modificar otras imágenes.
Podemos suponer que estas imágenes son una especie de “sensaciones
mentales”, impresiones que los objetos y las personas dejan en nuestro
cerebro. Al mismo tiempo, mantienen vivas las huellas del pasado, ocupan
espacios de nuestra memoria para protegerlos contra la sacudida del
cambio y refuerzan el sentimiento de continuidad del entorno y de las
experiencias individuales y colectivas. Con este fin se las puede recordar,
revivificar en el espíritu, así como conmemoramos un acontecimiento,
evocamos un paisaje o contamos un encuentro que se produjo hace
tiempo. Siempre operan como un filtro y provienen de filtrar informaciones
que el sujeto posee o ha recibido en vista del placer que busca o de la
coherencia que necesita. Así es posible observar que una imagen está
determinada por fines y que su función principal es seleccionar lo que
viene del interior, pero sobre todo del exterior.
Cuando hablamos de representaciones sociales, partimos generalmente
de otras premisas. En primer lugar, consideramos que no hay un corte
dado entre el universo exterior y el universo del individuo (o del grupo),
que, en el fondo, el sujeto y el objeto no son heterogéneos en su
comportamiento y sólo existe en función de los medios y los métodos que
permiten conocerlo. Por ejemplo, la definición del psicoanálisis o del papel
del psicoanalista depende de la actitud frente al psicoanálisis y de la
experiencia inherente al autor de la definición. No reconocer el poder
creador de objetos, de acontecimientos, de nuestra actitud representativa
equivale a creer que no hay relación entre nuestro “repositorio” de
imágenes y nuestra capacidad de combinarlas, de obtener de ellas
combinaciones nuevas y sorprendentes.
Así, cuando expresa su opinión sobre un objeto, estamos dispuestos a
suponer que ya se ha representado algo de este, que el estímulo y la
respuesta se forman conjuntamente. En una palabra, esta no es una
reacción a aquel sino, hasta cierto punto, su origen. El estímulo está
determinado por la respuesta. En la práctica, ¿qué quiere decir? Por lo
común, si un individuo expresa una actitud negativa con respecto al
psicoanálisis —y dice que es una ideología— interpretamos su actitud
como una toma de posición frente a una ciencia, una institución, etcétera.

56
Mateo Machín
Psicología Social

Sin embargo, mirándola más de cerca, se observa que confina al


psicoanálisis al campo de la ideología justamente para que sea posible
este juicio negativo. Si partimos de que una representación social es una
“preparación para la acción”, no lo es solo en la medida en que guía el
comportamiento, sino sobre todo en la medida en que remodela y
reconstituye los elementos del medio en el que el comportamiento debe
tener lugar. Llegar a dar un sentido al comportamiento, a integrarlo en una
red de relaciones donde está ligado a su objeto. Al mismo tiempo
proporciona las nociones, las teorías y el fondo de observaciones que
hacen estables y eficaces a estas relaciones.
Después, los puntos de vista de los individuos y de los grupos son
encarados tanto por su carácter de comunicación como por su carácter de
expresión. En efecto, las imágenes, las opiniones, generalmente son
precisadas, estudiadas, pensadas, únicamente en cuanto traducen la
posición, la escala de valores de un individuo o de una colectividad. En la
realidad se trata de un corte realizado previamente en la sustancia
simbólica, elaborado por individuos o colectividades que, al intercambiar
sus modos de ver, tienden a influirse o modelarse recíprocamente.
Heiner decía que el problema de la representación recibe un significado
particular si consideramos las relaciones y la interacción entre personas.
Los conceptos de imagen, de opinión, de actitud no tienen en cuenta
estas vinculaciones, ni la apertura que las acompaña. Se considera a los
grupos en forma estática, no por lo que crean ni comunican, sino porque
utilizan y seleccionan una información que circula en la sociedad. Por el
contrario, las representaciones sociales son conjuntos dinámicos, su
característica es la producción de comportamientos y de relaciones con el
medio, es una acción que modifica a ambos y no una reproducción de
estos comportamientos o de estas relaciones, ni una reacción a un
estímulo exterior dado.
En resumen, aquí vemos sistemas que tienen una lógica y un lenguaje
particulares, una estructura de implicaciones que se refieren tanto a
valores como a conceptos, un estilo de discurso que le es propio. No los
consideramos “opiniones sobre” o “imágenes de”, sino “teorías” de las
“ciencias colectivas” destinadas a interpretar y a construir lo real.
Constantemente van más allá de lo que está inmediatamente dado en la
ciencia o la filosofía, de la clasificación dada de los hechos y de los
acontecimientos. En ellos podemos distinguir un corpus de temas, de
principios, que tienen unidad y se aplican a zonas de existencia y de
actividad particulares: la medicina, la psicología, la física, la política,
etcétera. Inclusive en estas zonas, lo que se recibe está sometido a un
trabajo de transformación, de evolución, para convertirse en un

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Mateo Machín
Psicología Social

conocimiento que la mayoría de nosotros emplea en su vida cotidiana. En


el transcurso de este empleo, el universo se puebla de seres, el
comportamiento se carga de significados, algunos conceptos se colorean
o se concretan, se objetivan, como suele decirse. Al mismo tiempo, se
proponen formas en las que se encuentran expresión las transacciones
corrientes de la sociedad y, reconozcámoslo, estas transacciones se rigen
por esas formas y las fuerzas allí cristalizadas aparecen disponibles. Se
comprende por qué. Las formas determinan y regulan, por consiguiente,
las conductas deseables o admitidas.
Por estos rasgos —su especificidad y su creatividad en la vida colectiva—
las representaciones sociales difieren de las nociones sociológicas y
psicológicas, con las cuales las comparamos, y de los fenómenos que les
corresponden.

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Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 4: Perspectivas socioconstruccionistas


en Psicología Social
Gergen, K. (2007). El Construccionismo Social y la práctica
pedagógica
Según Gergen, las prácticas educativas normalmente están ligadas a una
red de supuestos, es decir, un discurso compartido acerca de la naturaleza
de los seres humanos, sus capacidades y su relación con el mundo y los
otros. En el caso de la educación, tal vez el concepto fundamental es el
del conocimiento mismo. Entonces, ¿cómo definimos o conceptualizamos
al conocimiento de forma que las prácticas educativas sean necesarias y
ciertas prácticas se favorezcan sobre otras? Conceptos claramente
divergentes del conocimiento se prestan a visiones muy diferentes del
proceso educativo. Las creencias acerca del conocimiento, entonces,
informan, justifican y sostienen nuestras prácticas educativas.
El conocimiento: tradiciones exogénica y endogénica
A pesar de que hay muchas formas de analizar nuestras tradiciones
históricas, es muy útil señalar dos antiguas y significativas orientaciones
hacia el conocimiento: la exogénica (centrada en el mundo) y la
endogénica (centrada en la mente). En la educación, la tradición
exogénica puede rastrearse hasta las filosofías empiristas del
conocimiento, mientras que la tradición endogénica debe en gran medida
su inteligibilidad a la tradición racionalista. Ambas orientaciones acogen un
dualismo mente/mundo, en el cual la existencia de un mundo externo
(realidad material) se contrapone a la existencia de un mundo psicológico
(cognitivo, subjetivo, simbólico).
Desde el punto de vista exogénico, el conocimiento se obtiene cuando los
estados internos del individuo reflejan o representan de manera precisa
los estados existentes del mundo exterior. Los pensadores exogénicos
frecuentemente ponen un gran énfasis sobre la observación cuidadosa de
la adquisición del conocimiento, y tienden a ver la emoción y los valores
personales como riesgos potenciales para la atención neutral que se
requiere para registrar de manera precisa el mundo tal como es. Para el
exogenista, entonces, el mundo es primariamente dado, y la mente opera
mejor cuando lo refleja de manera precisa.
Mientras que la tradición exogénica trata la cuidadosa observación del
mundo como si fuera la clave para adquirir conocimiento, el endogenista
pone el énfasis principal en los poderes de la razón individual. El educador
endogénico pone el énfasis principal en las capacidades intrínsecas del
ser humano para el desarrollo intuitivo, lógico o conceptual. En este

59
Mateo Machín
Psicología Social

sentido, el pensador endogénico tiende a ver el mundo mental como algo


evidente por sí mismo, y plantea preguntas sobre el modo en que opera la
mente, para funcionar adecuadamente en la naturaleza.
En los debates acerca de la influencia de la crianza versus la de la
naturaleza (ambientalistas versus innatistas), el exogénico favorecerá los
efectos que la naturaleza tiene sobre el individuo; mientras que el
endogenista centrará la atención sobre las capacidades inherentes o
naturales y el desarrollo de la mente individual.
Cada una de estas orientaciones respecto al conocimiento también
funciona para justificar o racionalizar ciertas formas de práctica educativa.
Por lo general, la orientación exógena está centrada en el currículo o la
materia de estudio, viendo al estudiante como una tabula rasa sobre la
cual el proceso educativo debe inscribir los rasgos esenciales del mundo.
Por contraste, la perspectiva endogénica pone énfasis primario en las
capacidades racionales del individuo, no dándole tanta importancia a la
cantidad de información en la mente de uno sino la forma en que uno
delibera acerca de ella.
Cabe mencionar que han existido intentos por unir ambas tradiciones. Sin
embargo, hablaremos de ellos en la discusión posterior sobre el socio-
constructivismo.
El deceso del conocimiento como posesión individual
Richard Rorty (1979) argumentó que el problema del conocimiento como
una relación entre la mente y el mundo no puede resolverse debido a que
está mal concebido desde el principio. Si comenzamos con una distinción
entre lo que está afuera y adentro de la mente del individuo, creamos un
problema inherentemente insoluble para determinar la manera en que la
mente registra de forma precisa al mundo.
Tales conclusiones han vuelto vulnerables las concepciones exogénica y
endogénica del conocimiento respecto a una reciente descarga de críticas.
Debido a dichas críticas, estas concepciones han perdido casi por
completo su vigencia.
Sin embargo, tanto la tradición exogénica como la endogénica localizan al
conocimiento dentro de las mentes de los individuos singulares. Es solo
en virtud de la posesión individual del conocimiento, se sostiene, que
alguien puede sobrevivir o prosperar en un mundo complejo. Estas
creencias no son sino una razón para dudar.
Dicha concepción del conocimiento es una aliada de la ideología del
individualismo autocontenido o posesivo. Ver el conocimiento como
posesión de las mentes individuales resulta consistente con otras

60
Mateo Machín
Psicología Social

proposiciones que sostienen que los individuos son los dueños de sus
propios motivos, emociones o esencias fundamentales. Dado el sentido
fundamental de aislamiento generado por esta orientación, las relaciones
humanas son vistas como artificiales, prácticamente puestas contra el
estado natural de la independencia. Bajo estas condiciones, ya no resulta
útil pensar en yo vs. tú, nosotros vs. ellos. No estamos, pues, hablando de
filosofía abstracta y arcana, sino de un sistema de creencias que en ciertos
respectos puede ser desfavorable para el bienestar de la humanidad.
La construcción social del conocimiento
A medida que estos problemas con las visiones tradicionales del
conocimiento se han hecho evidentes, es en este punto que los diálogos
socioconstruccionistas adquieren su significado contemporáneo. Muchas
críticas se han centrado en devolver a la cultura aquello que se ha
declarado natural, es decir, reemplazar el supuesto de la verdad verificada
mediante la naturaleza por la verdad creada en comunidad. En términos
de los argumentos anteriores, esto es ver al conocimiento no como
producto de las mentes individuales sino de las relaciones comunitarias.
O, más en general, todas las proposiciones con sentido acerca de lo
real y de lo bueno tienen sus orígenes en las relaciones. Con esto se
busca poner de relieve el sitio de la generación del conocimiento: el
proceso continuo de coordinar la acción entre las personas. Lo cual es
poner en primer plano el intercambio momento-a-momento, entre y en
medio de interlocutores, y localizar el significado dentro de los patrones de
interdependencia. Siguiendo a Wittgenstein (1953), no existe un lenguaje
privado (un momento anterior a la relación en el cual el individuo formule
un significado); en cambio, el lenguaje gana su inteligibilidad en su uso
social, cuando se coordina con las acciones de los otros. Los individuos
aislados no dejan de ser inteligibles, sin embargo, esto es rastrear la
inteligibilidad de sus acciones privadas a una inmersión que antecede las
relaciones. Los individuos pueden llevar a cabo acciones que
tradicionalmente se categorizan como “pensamiento” o “sentimiento”; sin
embargo, estas acciones pueden verse propiamente como formas
relacionales llevadas a cabo en el sitio del individuo.
Con respecto a la práctica educativa, se debe decir más acerca de la
importancia de la relación. Una manera útil de plantear las cosas es decir
que un actor nunca llega hasta el significado, excepto a través de las
acciones complementarias del otro. Las acciones de un individuo operan
como indicadores de posibles secuencias relacionales; provocan ciertas
líneas de acción, por oposición a otras. Al responder con una u otra línea
de acción, el receptor confiere a la acción inicial una forma potencial de
significado, por oposición a muchas otras posibilidades.

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Mateo Machín
Psicología Social

Por tanto, el comentario: “Chuck, pienso que encontrarás esto interesante”


hace posible la reacción: “Bueno, le echaré una mirada”, que otorga al
comentario el sentido de una invitación a compartir una información.
Por esta razón, las conferencias y los libros no tienen significado hasta que
los estudiantes les dan ese privilegio. Más aún, ni las conferencias ni los
libros pueden determinar el significado que les será asignado. Abren sólo
una variedad de alternativas entre las que los estudiantes posiblemente
seleccionarán diferencialmente.
Habiendo mencionado estos supuestos orientadores, estamos en posición
para explorar varios corolarios significativos.
Indeterminación
La inteligibilidad nunca está completa. Cualquier significado establecido
está abierto a infinitas resignificaciones. No existe una fijación de las
palabras, de tal manera que pudiéramos garantizar lo que una conferencia
o texto llegará a significar. A medida que el tiempo y las conversaciones
continúan, lo que hoy es fascinante puede tornarse como desprecio, y
viceversa. Frecuentemente tratamos la inteligibilidad como un hecho
consumado: “Esa es la respuesta correcta”, “Te comprendo perfecta-
mente” y “Su escritura es muy clara” son formas de señalar el completo
logro del significado. Sin embargo, estos solo son momentos congelados
de una conversación continua, cuyas comprensiones pueden ser
rescindidas en cualquier momento, abiertas a futuras significaciones por
parte del hablante y por parte de otros.
Polivocalidad
A medida que los interlocutores entran en nuevas relaciones e intentan
crear una inteligibilidad juntos, se apoyarán en las prácticas anteriores que
dan sentido. Y, puesto que normalmente han sido parte de muchas
relaciones, dispersas a través del tiempo y las circunstancias, traerán al
presente un vocabulario sustancial de palabras y acciones. En efecto,
entramos en cada relación como polivocales: cargamos con nosotros
numerosas voces que hemos apropiado del pasado. Cualquier frase
puede representar una mezcla de palabras pasadas, arregladas con
coherencia y puestas a flote en un inexplorado mar sin destino fijo. Al
mismo tiempo, por la fuerza de la tradición o de la historia circunscrita de
intercambio, la creación de significado en una relación dada tenderá a
reducir el rango de recursos utilizables.

62
Mateo Machín
Psicología Social

Contextualización
La generación relacional de significado emplea mucho más que las
palabras y acciones de los interlocutores. Su coordinación frecuentemente
usará varios tipos de objetos y tendrá lugar dentro de condiciones
materiales específicas. En este sentido, cada forma de vida puede hacer
una contribución a los recursos traídos por el individuo a cualquier relación
nueva. Uno no entra solo como polivocal, sino como polipotenciado, en
términos de las capacidades de introducir objetos o dar lugar a contextos
con los cuales construir significado en cualquier relación específica.
Cuanto más rico es el rango de las capacidades para la coordinación, más
flexible y efectiva será la persona cuando entra al reto incesante de lo
nuevo y novedoso.
Pragmática
El lenguaje funciona principalmente como rasgo constitutivo de las
relaciones. En la misma forma que los amantes pueden requerir de un
vocabulario de las emociones para crear un escenario de amor romántico,
un equipo de laboratorio de neuroendocrinología también requiere
términos para coordinarse alrededor de procedimientos experimentales.
En ningún caso el lenguaje ni describe ni calca un mundo por fuera de sí
mismo; más bien, el lenguaje funciona como elemento esencial para el
amor o la investigación de laboratorio.
Variedades de construcción
Las ideas construccionistas han tomado muchas formas a lo largo del
tiempo y han sido usadas de varias maneras. Puesto que las visiones de
la construcción han tenido un rol importante en las deliberaciones
recientes de la pedagogía, será útil explorar las diferencias entre el
construccionismo social como se lo delineó anteriormente y dos
orientaciones alternativas: constructivismo radical y constructivismo social.
El constructivismo radical de Von Glasersfeld está fuertemente
influenciado por la teoría piagetiana y tiene mucho en común con las
orientaciones cognitivas de la educación en general. Sin embargo, a
diferencia de los cognitivos, los constructivistas comparten con el
socioconstruccionismo fuertes dudas respecto a la epistemología
exogénica y su fuerte énfasis en el conocimiento como reflejo exacto del
mundo. El constructivismo radical suscribe un dualismo mente/mundo y
pone su interés en el proceso cognitivo (endogénico). En términos de Von
Glasersfeld: “el conocimiento no se recibe pasivamente ni a través de los
sentidos ni por medio de la comunicación, sino que es construido
activamente por el sujeto cognoscente”.

63
Mateo Machín
Psicología Social

En ciertos aspectos, el construccionismo social encuentra un aliado mucho


más cercano en los trabajos que se pueden llamar constructivismo
social. Mediante el constructivismo social intentamos delinear un cuerpo
de trabajo en el que son centrales los procesos cognitivos y el entorno
social. Las formulaciones vygotskianas son ejemplares.
El construccionismo social es bastante compatible con las indagaciones
sobre la importancia dada a la esfera social. En cierto sentido, ambos
miran al conocimiento o a la racionalidad humanos como un producto de
lo social. En ambos casos, las relaciones anteceden al individuo.
Sin embargo, a pesar de estas convergencias, para los construccionistas
la orientación del constructivismo social aún permanece atada a la
epistemología dualista y a todos los problemas filosóficos que de ella
hereda. Los enigmas epistemológicos acerca de cómo la realidad externa
y la interna se conectan siguen estando allí.

Constructivismo radical Constructivismo social

La realidad se construye desde la La realidad se construye desde un


perspectiva individual ligada a sus intercambio entre individuos que
experiencias y estructura mental. componen un contexto cultural.

Se refiere al pensamiento individual, Se refiere al pensamiento cooperativo de


personal y libre del individuo. los grupos sociales.

Ambas perspectivas tienen la concepción de que el conocimiento


consiste en un proceso psicológico y social constructor de la
realidad y por lo tanto el comportamiento humano es determinado
por dicho proceso. La realidad es construida: el constructivismo
radical se ocupa del modo en el que se desarrollan cognitivamente
las representaciones del mundo y el constructivismo social se
refiere a las redes de significados que circulan socialmente en el
lenguaje. Ambos concuerdan que no hay una realidad objetiva.

Finalmente, para el construccionista social, las implicaciones pragmáticas


tanto de la interpretación teórica como de la implementación metodológica
son consideraciones críticas. No obstante, en su interés por el carácter
relacional del proceso de aprendizaje, los construccionistas y
constructivistas sociales son completos aliados.

64
Mateo Machín
Psicología Social

Ibáñez, T. (2001). La psicología social como dispositivo


deconstruccionista
Según Ibáñez, si fuera preciso elegir un personaje emblemático para
simbolizar la psicología social, rescataría desde los textos griegos la figura
de Penélope.
Esta elección tiene tres tipos de argumentos. El primero es de un orden
ontológico, y se basa en la propia naturaleza de los fenómenos sociales.
El segundo es de orden epistemológico, y contempla las características
del conocimiento que producimos sobre los fenómenos sociales. El tercero
se sitúa en la intersección de los dos primeros y se apoya en la peculiar
relación que tienen entre sí los fenómenos sociales, por una parte, y su
conocimiento por otra.
Según el argumento ontológico, se ha ido consolidando progresivamente
la idea de que la realidad social no es independiente de las prácticas
humanas, ya que constituye precisamente un resultado de esas prácticas.
El reconocimiento de que la realidad social no tiene otro origen ni fuente
de producción que la propia actividad de los seres humanos tiene
consecuencias sobre el tipo de conocimiento que podemos construir
acerca de ella. Pero, sobre todo, este reconocimiento no deja otra opción
más que la de resaltar la inevitable dimensión histórica de los fenómenos
sociales. Todos los fenómenos sociales son producciones históricamente
situadas, y por lo tanto son, por naturaleza, cambiantes con las épocas.
Por lo tanto, el conocimiento que elabora la psicología social sobre sus
objetos de estudio no es un conocimiento que cambia porque se hace más
preciso, sino que es un conocimiento que es cambiante porque cambian
las características de los objetos sobre los que se versa.
Los fenómenos sociales no solo son históricos porque cambian con el
tiempo y porque son relativos al periodo histórico en el que se manifiestan,
sino que son intrínsicamente históricos en el sentido de que tienen
memoria. Las características presentes del fenómeno no son indepen-
dientes de su genealogía. Es más, se puede considerar que todo
fenómeno social lleva incorporada la memoria de las relaciones sociales
que lo instituyeron como tal y que han quedado sedimentadas en su seno.
No se puede dar cuenta satisfactoriamente de un fenómeno si no se
dilucida también su proceso de constitución.
A esto se agrega otra cuestión: en efecto, ciertos fenómenos sociales
constituyen «no-acontecimientos» en la medida en que son literalmente
invisibles en un periodo histórico dado, y estos «no-acontecimientos» solo
se transforman en auténticos acontecimientos a la luz de los desarrollos
que ocurren con posterioridad. No es ya que el futuro dependa en parte
del pasado, son que el propio pasado adquiere alguna de sus
65
Mateo Machín
Psicología Social

características en función del futuro que efectivamente se realiza. De esta


forma, la genealogía de un fenómeno social cambia a medida que se
producen acontecimientos posteriores y, por otra parte, nunca puede
acceder a un conocimiento total de esa genealogía. Como consecuencia,
el conocimiento psicosocial es necesariamente incompleto.
El segundo tipo de argumento es de orden epistemológico. Entre todos
los científicos quizá sean los psicólogos sociales quienes tengan, o
deberían tener, una conciencia más aguda del carácter
sociohistóricamente situado de las categorías de pensamiento a las que
recurren para dar cuenta de la realidad. El conocimiento que podemos
producir en un periodo histórico dado es dependiente del entramado
sociocultural que caracteriza ese periodo. Aunque parezca trivial la
afirmación de que ningún investigador social puede pensar la sociedad en
la que vive desde fuera de ella misma, tiene consecuencias que no son en
absoluto triviales. En efecto, a partir del momento en que se difumina la
distinción entre el sujeto productor de conocimientos y el objeto de
conocimiento, es decir, a partir del momento en que se reconoce que el
saber sobre la sociedad está en la sociedad, es preciso abandonar la
creencia en una supuesta «objetividad» de los saberes psicosociales.
El hecho de que los conocimientos psicosociales sean interiores a la
sociedad en la que se formulan, produce dos consecuencias ineludibles.
La primera es que esos conocimientos son intrínsicamente provisionales
puesto que ninguna forma sociocultural es invariante. La segunda es que
esos conocimientos deben ser permanentemente deconstruidos para
poder hacer aflorar las determinaciones socioculturales implícitas que
vehiculan de forma acrítica.
De momento hemos visto que, en el plano de la ontología, los objetos de
conocimiento de la psicología social son objetos eminentemente
históricos, y que, en el plano de la epistemología, los conocimientos
psicosociológicos también son, a su vez, intrínsicamente históricos.
Si nos situamos ahora en el punto de intersección de los dos planos
mencionados, es fácil encontrar otros argumentos que apuntan en la
misma dirección. Cuando se entra en el ámbito de los fenómenos sociales,
el nivel epistemológico se convierte en una fuente de producción
ontológica.
En efecto, la combinación entre una dimensión simbólica de la realidad
social, y, por otra, la dimensión agencial del ser social, se traduce en el
llamado efecto de ilustración, es decir, por el hecho de que los
conocimientos producidos acerca de un determinado fenómeno social
revierten sobre ese fenómeno, modificándolo. Basta con admitir que lo que

66
Mateo Machín
Psicología Social

sabemos influye sobre nuestra percepción de la realidad y que, a su vez,


nuestra percepción de la realidad incide sobre nuestras actuaciones. Hay
que considerar que no es únicamente nuestra percepción de la realidad
social la que se ve afectada por los conocimientos producidos, sino la
propia naturaleza de esa realidad social. En otras palabras, no es el nivel
fenomenológico sino el ontológico el que queda parcialmente constituido
por los saberes a los que recurrimos para conceptualizarlo.
Estas cuestiones desembocan varios aspectos paradójicos. En primer
lugar, parece que cuanto más preciso y acertado consiga ser un
conocimiento, más rápidamente deberá ser abandonado. En segundo
lugar, parece que cuanto mayor sea el reconocimiento científico que se
preste a un determinado conocimiento, más rápidamente dejará de ser
válido.
En definitiva, parece que existen suficientes argumentos analíticos para
dar cuenta de la provisionalidad intrínseca de los conocimientos
psicosociales y de la correspondiente necesidad de proceder a
deshacerlos con cierta frecuencia. Pero no es que el psicólogo social se
encuentre simplemente ante la necesidad contingente de deshacer lo que
hace, sino que debe deshacerlo si pretende contribuir a la elaboración de
una psicología social acorde con los únicos intereses que permiten
justificarla.
En este sentido se hace imprescindible establecer como tarea prioritaria el
análisis crítico de todas las evidencias que estructuran el tipo de
entendimiento de lo social que caracteriza a nuestra época, y en torno a
las cuales se organiza nuestro funcionamiento cotidiano como seres
sociales.
La agenda de la «nueva psicología social»
Aunque la «nueva psicología social» se enfrenta con muchos problemas
de difícil solución, se han alcanzado ya una serie de logros sólidamente
establecidos que constituyen otros tantos puntos irreversibles a partir de
los cuales pueden y deben desarrollarse las nuevas líneas de
investigación.
La nueva psicología social debe situarse de lleno en el periodo
posrepresentacionista y que esto constituye una condición necesaria para
la construcción de las nuevas orientaciones que están emergiendo en la
actualidad.
[Profundizar en el texto: Ibáñez, T. (2001). La psicología social como
dispositivo deconstruccionista].

67
Mateo Machín
Psicología Social

Ibáñez, T. (2003) La construcción social del socioconstruccionismo;


retrospectiva y perspectivas
Según Ibáñez, a lo largo de los últimos años la orientación
socioconstruccionista se ha afianzado de manera muy notable en el
seno de la Psicología Social, y esto se evidencia de múltiples formas.
Valga el volumen ya considerable alcanzado por las publicaciones
generadas desde esta orientación, o el importante número de
investigadores que se reclaman en ella en distintos países. Valga también
el hecho de que nadie puede pasar por alto su existencia y que no haya
otra alternativa que estudiarla y conocerla, aunque sea para proclamar que
conviene ignorarla. Pero lo más llamativo es que algunos de sus
presupuestos están influyendo, y se van incorporando en el seno de las
demás orientaciones.
Se habló, en su momento, de la emergencia de una «nueva orientación»
que pugnaba por abrirse un espacio en la Psicología Social, hoy esa
orientación pertenece a la historia reciente de la disciplina.
Hace tan solo unos pocos años, lo único que se podía hacer era especular
sobre las posibles aportaciones de esa «nueva» orientación y conjeturar
acerca de cuál podría ser su futuro en la disciplina. Hoy el margen para las
especulaciones se ha reducido y parece que hayamos entrado en el
tiempo de las valoraciones y de los balances.
Pero no hay balances posibles sin mirada histórica. Sus antecedentes se
hayan en el fuerte cuestionamiento interno al que fue sometida la propia
disciplina a finales de los años sesenta y principios de los setenta, con el
periodo de la «crisis de la Psicología Social». Se desarrolló entonces un
doble cuestionamiento de los principales supuestos metodológicos,
teóricos y prácticos de la disciplina. La primera vertiente de ese doble
cuestionamiento, que podríamos calificar como «epistemológica», se
focalizó sobre la denuncia de la asunción acrítica de los postulados
positivistas y neopositivistas por parte de la disciplina. La segunda
vertiente, de naturaleza «política», se dirigía a la nula implicación social y
a la escasa utilidad práctica de las aportaciones realizadas por la
investigación psicosociológica.
Sin embargo, habrá que esperar hasta los primeros años de la década de
los ochenta para que la intensa actividad crítica desarrollada en los años
anteriores desemboque finalmente sobre unas propuestas mucho más
elaboradas que prefiguran ya el «construccionismo social».
El papel desempeñado por Kenneth Gergen en la formulación de estas
propuestas es crucial. Sus publicaciones en 1982 y 1985 testimonia la
seriedad y solidez de la nueva agenda que se estaba elaborando.

68
Mateo Machín
Psicología Social

A partir de esta fecha, el auge y la expansión del construccionismo social


va a ser realmente espectacular. Pero resulta también imprescindible
operar un descentramiento para entender la vitalidad de la que ha hecho
prueba el construccionismo social y para dar cuenta de su amplia
aceptación.
El socioconstructivismo no habría conseguido consolidarse, ni presentaría
las características que lo definen actualmente, si el clima intelectual de
finales de los años setenta y principios de los ochentas no hubiese estado
marcado por un conjunto de aportaciones que, pese a su diversidad,
presentaban un inequívoco «aire de familia». Es decir, en definitiva, a la
construcción de un contexto intelectual que permitió enriquecer
considerablemente la agenda teórica inicialmente propuesta por el
construccionismo social, al mismo tiempo que facilitaba su aceptación por
parte de quienes, dentro de la disciplina, se mostraban sensibles a una o
varias aportaciones contemporáneas.
Sin duda alguna, fue un acierto que Kenneth Gergen definiera al
construccionismo social como un «movimiento», es decir, como un
conjunto de elementos teóricos en progresión, laxo, abierto y con
contornos cambiantes e imprecisos, más que como una doctrina teórica
fuertemente coherente y bien estabilizada.
Transcurridos estas últimas décadas, muy someramente y sin entrar en
formulaciones concretas, se puede atribuir al socioconstruccionismo los
siguientes resultados y efectos:
⎯ El haber conseguido alternar una permanente e incisiva sensibilidad
crítica en relación a los diversos procedimientos de auto legitimación
articulados por las corrientes tradicionales y dominantes de la
Psicología Social.
⎯ El haber forzado los espacios de legitimación de la propia disciplina,
para así dar cabida a metodologías de investigación, a
planteamientos teóricos y a interesantes investigadores que no hace
tanto tiempo habrían sido descalificados.
⎯ El haber contribuido a tornar más permeables las fronteras
disciplinarias, impulsando flujos de intercambio con la Sociología,
Antropología, Filosofía o la Lingüística.
⎯ El haber realizado aportaciones substantivas en la investigación de
un amplio conjunto de fenómenos psicosociales, entre los cuales
podemos mencionar la identidad, la subjetividad, la discriminación o
las relaciones interpersonales.
⎯ El haber elevado el grado de sensibilidad hacia la dimensión política
de las diversas prácticas, de investigación u otras, que se
desarrollan en y desde la propia Psicología Social.

69
Mateo Machín
Psicología Social

Sin duda alguna se podría ampliar la relación de las contribuciones que


debemos a la consolidación del socioconstruccionismo, pero quizás ahora
debemos centrarnos sobre las sombras que acompañan a esta
orientación.
Una de las debilidades del construccionismo social proviene de aquello
mismo que le ha dado parte de su fuerza, es decir, su flexibilidad, su
carácter abierto y su configuración como un «movimiento» más que como
una doctrina teórica. En efecto, la capacidad para acoger formulaciones y
planteamientos tan diversos ha generado varios efectos problemáticos. La
fragmentación y el eclecticismo no son malos en sí mismos, pero suelen
inducir un laxismo que impide tomar en serio las diferencias y extraer de
ellas el máximo provecho.
Otra de las debilidades actuales proviene, también, de aquello mismo que
le hizo su fuerza, refiriéndonos en este caso a su rápida y fuerte
consolidación en el seno de la disciplina y a su reconocimiento como una
de las corrientes legítimas de la Psicología Social. Esta misma
consolidación erosiona notablemente la potencialidad crítica del
socioconstruccionismo.
No faltan argumentos para considerar de forma crítica las actuales
limitaciones del socioconstruccionismo, destacándose a este respecto
algunas líneas argumentativas.
A mi modesto entender, dice Ibáñez, dichas líneas argumentativas son las
que conviene afrontar en lo inmediato para desembarrancar al
socioconstruccionismo de los escollos en los que se encuentra prendido,
o para elaborar la agenda de una nueva orientación que ya encontrará, en
su momento, otra denominación.

70
Mateo Machín
Psicología Social

Íñiguez, L. (2005). Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas


en la Psicología Social de la era ‘post-construccionista’
Según Íñiguez, puede afirmarse que la Psicología Social contemporánea
dominante ha perdido cualquier interés por el debate intelectual. Sin
embargo, ha sido el Construccionismo Social quizás la única corriente que
ha erigido como uno de los interlocutores en los debates contemporáneos
de las ciencias sociales.
La cuestión ahora es, después de varios años, ¿aún mantiene el
construccionismo la misma carga de rebeldía? O, por el contrario,
¿estamos delante de una nueva forma de ortodoxia?
Desde el construccionismo se pueden aventurar algunas de las claves que
se encuentran en el paisaje post-construccionista una vez sentidos
algunos desasosiegos, algunos malestares, algunos problemas incluso,
que pueden derivarse de la época dorada construccionista.
En todo caso, se trata de mantener en permanencia una perspectiva crítica
en Psicología Social. Perspectiva crítica en lo teórico, pero también en el
estudio específico de procesos sociales y, por qué no, en la intervención.
El punto de vista socioconstruccionista
Nunca ha estado demasiado claro, sobre todo entre sus críticos, qué es el
construccionismo. La crítica fácil lo ridiculiza desde la estrambótica idea
de que su esencia misma no es solo que afirme que todo es una
construcción social, sino, sobre todo, que es una construcción lingüística.
Tal ridiculización utiliza como tropo retórico la celebrada idea de que los
construccionistas desatienden las limitaciones y construcciones que
impone la realidad material.
Pero el construccionismo, o mejor, la perspectiva construccionista no
es exactamente eso. Esta perspectiva es algo más complejo, con
bastantes más matices que convendría señalar y tener en cuenta. A pesar
de ello, es bien cierto que no se puede ofrecer una definición única de
“construccionismo social”. Más bien, se pueden detallar ciertos elementos
y supuestos que, vistos en conjunto, podrían representar esa perspectiva
o movimiento.
Los elementos y supuestos de esta perspectiva constituyen una amplia y
abierta lista. Pero si hay algo que se pueda identificar como característica
principal, sería sin duda su posición crítica, su posición de continuo
cuestionamiento de aquello que venimos considerando como obvio,
correcto, natural o evidente.

71
Mateo Machín
Psicología Social

Podríamos decir que los elementos que definen una posición


construccionista son:
• Antiesencialismo: Las personas y el mundo social somos el
resultado, el producto, de procesos sociales específicos.
• Relativismo: La realidad no existe con independencia del
conocimiento que producimos sobre ella o con independencia de
cualquier descripción que hagamos de ella.
• Cuestionamiento de verdades generalmente aceptadas: El
continuo cuestionamiento de la “verdad”, poniendo en duda
sistemáticamente el modo cómo hemos aprendido a mirar el mundo
y a mirarnos a nosotros mismos.
• Determinación cultural e histórica del conocimiento y el papel
conferido al lenguaje en la construcción social: La realidad se
construye socialmente y los instrumentos con los que se construye
son discursivos.
Ahora bien, antes de pasar a dibujar algunos elementos del nuevo pasaje
“post-construccionista”, señalamos algunas características que han sido
útiles en la empresa construccionista y pueden ser todavía útiles en el
futuro. Son características relacionadas con la forma de entender al ser
humano que merecen ser tenidas en cuenta. Estas son la historicidad de
nuestro conocimiento y el carácter interpretativo del ser humano.
En primer lugar, hay que extraer consecuencias del carácter histórico
del conocimiento. Asumir plenamente el sentido de la historicidad y que
el papel de las ciencias y de sus objetos no se reduce a una propuesta de
explicación lineal de la constitución del presente, abre la posibilidad de
pensar el presente, pero también la de construir futuros distintos.
Por ello, enfocar genealógicamente el estudio de un objeto de
conocimiento nos permite comprender nuestro presente, resaltando al
mismo tiempo que su repetición no es obligatoria en el futuro.
En segundo lugar, hay que subrayar el carácter interpretativo del ser
humano. Ningún proceso social puede darse sin interpretación, pues
nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos está vinculado a la
interpretación que realizamos desde el marco lingüístico y cultural en el
que nos desenvolvemos. No es posible entonces delimitar la objetividad
del sujeto sin la interpretación y sin que medie el juego hermenéutico.

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Mateo Machín
Psicología Social

¿En qué se ha equivocado el construccionismo?


La pregunta es: ¿se ha equivocado el construccionismo? Quizá sí.
Probablemente la acrítica acomodación a la paulatina institucionalización
del construccionismo social. En efecto, de lo que no cabe la menor duda
es que en tan solo un par de décadas este movimiento ha pasado de ser
un marginal en las ciencias sociales y en la Psicología social, para pasar
a ser una perspectiva reconocible y reconocida, con sus propios medios
de comunicación y difusión, recursos públicos para investigación, etc. Y a
este proceso no se ha posicionado siempre de forma crítica y contundente
sino, frecuentemente con un talante conformista y acomodaticio.
Desde mi punto de vista, algunos supuestos constitutivos del
construccionismo pueden mantenerse. Otros deben atender a las críticas
que se le han hecho en los últimos años. Pueden asumirse perspectivas
nuevas. Y, finalmente, puede re-hacerse la agenda política para adaptarla
a los nuevos desafíos que plantea las nuevas formas de estructuración y
organización social y contribuir a la construcción de un mundo más justo e
igualitario. Se trataría, en definitiva, de revitalizar el debate, de romper
definitivamente fronteras disciplinares, de colocar de una vez por todas a
la Psicología Social en la mesa donde se debaten los temas de nuestro
tiempo.
Aperturas y efervescencias. Elementos de tránsito hacia un pasaje
post-construccionista
No debemos asumir una posición complaciente solo con la
contextualización histórico-cultural de la producción del conocimiento, la
asunción el carácter interpretativo de los seres humanos, o los principios
que sustentan una perspectiva construccionista. Asumirlos, pero también
eventualmente criticarlos, es lo que nos permitirá sustentar en
permanencia una perspectiva crítica en la Psicología Social.
En los últimos años, cuestionamientos, ideas nuevas, propuestas distintas,
así como nuevas prácticas están ejerciendo una influencia enorme en las
nuevas formas de pensar. La sociología del conocimiento científico, la
teoría de la actriz-red, la epistemología feminista y la noción de
performatividad, son posiciones en estos debates que pueden ser
aprovechadas en la empresa de mantener una Psicología Social crítica.
[Profundizar en el texto: Íñiguez, L. (2005). Nuevos debates, nuevas ideas
y nuevas prácticas en la Psicología Social de la era ‘post-construccionista’].

73
Mateo Machín
Psicología Social

El mantenimiento de una psicología social crítica


Hasta aquí se ha descrito brevemente algunos elementos característicos
del construccionismo social, algunos de los problemas que se le plantean,
así como el esbozo de nuevas tendencias y orientaciones que se han ido
gestando en los últimos años, a veces en paralelo y otras al lado del
construccionismo. Todo ello permite rediseñar la caja de herramientas
para una “refundación” de una perspectiva crítica. En este sentido,
pretende ser una contribución más a una perspectiva que ha sido
etiquetada unas veces como “Psicología Social Crítica”.
Una “Psicología Social Crítica” sería la consecuencia de un continuo
cuestionamiento y problematización de las prácticas de producción de
conocimiento y por tanto tiende a recoger la mayor parte de las
características que se han enunciado, es decir, la historicidad del
conocimiento, el carácter interpretativo del ser humano, un punto de vista
construccionista, la reflexividad del conocimiento, las aportaciones de la
epistemología feminista y del conocimiento situado, la eclosión de los
estudios sociales de la ciencia y la tecnología, la performatividad, etc.
Sin embargo, si hasta hace poco tanto en lo que se refiere a las asunciones
ontológicas, como epistemológicas, metodológicas, políticas, etc., esta
perspectiva se integraba en ese movimiento de tipo general que podemos
denominar “construccionista”, hoy se puede decir que se expande en la
eclosión de perspectivas del nuevo paisaje post-construccionista y que se
enrola en el proyecto/intento de permeabilización de las disciplinas
científico-sociales, convirtiéndose en un magma informe que impregna
lugares y recovecos en el ámbito genérico de las humanidades y las
ciencias sociales.
Hoy día, además de todo eso, se puede decir que los ejes ya no son tales,
sino más bien una malla donde los nudos son acontecimientos y
posicionamientos inestables y sus hilos, conceptos híbridos de difícil si no
imposible etiquetación. En consecuencia, la acción de producir
conocimiento, ya se enmarque en el espacio de las ciencias sociales en
general o bajo el título específico de psicología social crítica, no podrá
ignorar las nuevas condiciones que la posibilitan, así como las
consecuencias que desencadenan.
En fin, lo que vamos a ver complementariamente son algunos puntos de
vista gestados en el interior de la Psicología Social que podrían participar
también en esta efervescencia del pensamiento y la ciencia social
contemporánea: los planteamientos de Tomás Ibáñez, Pablo Fernández
Christlieb y Peter Spink.

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Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 5: Psicología Comunitaria


Latinoamericana
Montero, M. (2004). Introducción a la Psicología Comunitaria
Capítulo 1: Origen y desarrollo de la psicología comunitaria
Orígenes de la psicología comunitaria: los inicios
Según Montero, durante los años sesenta y setenta del siglo XX se
produce una serie de movimientos sociales que difunden ideas políticas y
económicas que van a influir sobre los modos de hacer y de pensar en las
ciencias sociales. En la psicología tales ideas producen un vuelco hacia
una concepción de la disciplina centrada en los grupos sociales, en la
sociedad y en los individuos que la integran, así como en sus necesidades
y expectativas; hacia una concepción distinta de la salud y de la
enfermedad y, sobre todo, del modo de aproximarse a su consideración y
tratamiento por los psicólogos.
El comienzo de América latina
En América latina la psicología comunitaria nace a partir de la
disconformidad con una psicología social que se situaba bajo el signo del
individualismo y que practicaba con riguroso cuidado la fragmentación,
pero que no daba respuesta a los problemas sociales. Es una psicología
que surge a partir del vacío provocado por el carácter subjetivista de la
psicología social psicológica y por la perspectiva macrosocial de otras
disciplinas sociales volcadas hacia la comunidad.
Ambos eran profundamente insatisfactorios. Por un lado, debido a la
fragmentación y al forzamiento de la definición de los sujetos dentro de
marcos predefinidos, las personas afectadas por un determinado problema
quedaban mera y el problema desaparecía, para reaparecer una y otra vez
con formas muy parecidas a las ya conocidas, o con nuevas formas. Así,
el proceso de búsqueda de conocimiento volvía a empezar mientras que
nada o muy poco parecía cambiar en esa realidad. Por otro lado, al mirar
hacia el mundo, hacia el entorno, se agudizaba igualmente su carácter
insatisfactorio, porque fueron justamente las condiciones de vida de
grandes grupos de la población, su sufrimiento, sus problemas y la
necesidad urgente de intervenir en ellos para producir soluciones y
cambios los que generaron un tipo de presión que pasó a ser internalizada
y reconstruida por los psicólogos que hallaban la acción derivada de las
formas tradicionales de aplicación de la psicología no solo insuficiente,
sino también tardía y muchas veces inocua, al limitarse al mero diagnóstico
y al producir intervenciones fuera de foco.

75
Mateo Machín
Psicología Social

Así, en los años setenta, por fuerza de las condiciones sociales presentes
en muchos de los países latinoamericanos y de la poca capacidad que
mostraba la psicología para responder a los urgentes problemas que los
aquejaban, comienza a desarrollarse una nueva práctica, que va a exigir
una redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como de su
objeto de estudio e intervención.
La nueva propuesta partía de los aspectos positivos y de los recursos de
las comunidades, buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando
en ellos el origen de la acción. Los miembros de dichas comunidades
dejaban de ser considerados como sujetos pasivos de la actividad de los
psicólogos, para ser vistos como actores sociales, constructores de su
realidad. Esto ocurrirá simultáneamente en diversos países de América
latina, aunque el primero en generar un ámbito académico y una
instrucción sistémica al respecto es Puerto Rico, que ya a mediados de la
década de los sesenta contaba con un curso de maestría y un doctorado
en Psicología Comunitaria.
La psicología comunitaria en la América anglosajona
No suele haber fechas exactas del surgimiento de formas de producción
de conocimientos. Sin embargo, el nacimiento de la psicología comunitaria
en los Estados Unidos es una excepción. En efecto, en mayo de 1965 la
Conferencia sobre la Formación de Psicólogos para la Salud Mental
Comunitaria dio inicio a esta rama de la psicología.
En este congreso se decidió generar un nuevo tipo de formación para los
psicólogos que les permitiese ejercer su práctica, así como desempeñar
un nuevo rol en la comunidad.
A partir de esta reunión no solo se generaron programas específicos para
trabajar en la nueva comunidad, sino que también se abrió un campo para
el estudio y la reflexión sobre la nueva práctica que ha sido sumamente
fructífero.
Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en
América latina
El inicio de la psicología comunitaria se caracteriza en la mayoría de los
países latinoamericanos por definirse más como una práctica que como
una nueva rama de la psicología. No obstante, la ausencia de un nombre
propio, la carencia de un nicho académico y el no preocuparse de
inmediato por obtener un reconocimiento social no fueron obstáculos para
que desarrollase ciertas características que la marcan. Algunos de esos
rasgos se transformarán; otros se acentuarán y se desarrollarán aún más,
y otros tantos desaparecerán para dar lugar a nuevas expresiones.

76
Mateo Machín
Psicología Social

Los aspectos que marcaron a la psicología comunitaria en sus inicios son:


1. Búsqueda de teorías, métodos y prácticas que permitiesen hacer
una psicología que contribuyese a estudiar y aportar soluciones a
los problemas urgentes que afectaban a las sociedades latino-
americanas.
2. Redefinición de la psicología social, a la vez que va más allá del
objeto de esa rama de la psicología.
3. Carencia de una definición. Las primeras definiciones aparecen a
inicios de los ochenta.
4. Ausencia de lugar académico y profesional propio hasta entrada la
década del ochenta.
5. Orientación hacia la transformación social, puesto que el norte de
esta rama es el cambio social.
6. Certeza del carácter histórico de la psicología como ciencia, de la
comunidad como grupo social y del sujeto humano.
7. Búsqueda de modelos teóricos y metodológicos que ayudasen a
entender y explicar los fenómenos con los cuales se trabajaba.
8. Concepción clara de que el llamado “sujeto de investigación” es una
persona dinámica, activa y que construye su realidad.
9. Necesidad de redefinir el rol de los profesionales de la psicología
social.
Resumiendo, la psicología comunitaria nace de una práctica transfor-
madora, enfrentada en situación, que apela a una pluralidad de fuentes
teóricas para intentar luego elaborar modelos teóricos propios que
respondan a las realidades con las que se trabaja, responsables a su vez
del surgimiento de esta psicología. Asimismo, busca generar una
metodología basada en la acción y la participación, que sea una respuesta
alternativa a los modos convencionales de estudiar esos grupos sociales
específicos que son las comunidades.
Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria
Como vemos, a partir de la década del setenta se comenzó a construir una
forma de hacer psicología. Primero con cierta cautela, en la medida en que
era necesario aceptar que se hacía algo diferente y que además había que
bautizarlo y delimitarlo; al mismo tiempo empezaron a romperse ciertas
fronteras, a crearse nuevos métodos y técnicas partiendo de las formas
menos tradicionales de actuar e investigar. Pero luego, ya a comienzos de
los años ochenta, el método aparece dibujado con bastante claridad. Y a
mediados de esa década hace su entrada la teoría a través de la
generación de conceptos, de explicaciones e interpretaciones, y diez años
después nos encontramos inmersos en la problemática epistemológica,
con la presencia de un modelo que ha venido trabajando en seis frentes:

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Mateo Machín
Psicología Social

• Práctico-teórico: Se ocupa de construir un cuerpo de


conocimientos íntimamente relacionados, cuyo contenido confirma
el producto de una praxis que genera acción, modos de hacer y
explicaciones e interpretaciones sobre los mismos.
• Ontológico: Define la naturaleza del sujeto cognoscente.
• Epistemológico: Busca definir el carácter del conocimiento
producido y el tipo de relación de producción de ese conocimiento.
• Metodológico: Hace aportes referentes al método a aplicar para
producir conocimiento.
• Ético: Se dirige a definir la naturaleza de la relación entre
investigadores-interventores y las personas que forman las
comunidades, aquellas que en la investigación son llamadas
“sujetos”, en tanto son objeto de conocimiento y acción.
• Político: Da lugar a la expresión de diferentes voces dentro del
hacer y el conocer e incluye aspectos tales como la autoría y la
propiedad del conocimiento producido.
Se ha señalado que la psicología comunitaria se desarrolla casi
simultáneamente y de manera paralela en el continente americano. Pero
considerar que ese desarrollo puede ser explicado desde un modelo único
de los hechos sería una gran simplificación y reducción del fenómeno. Por
eso se hará una periodización por fases mostrando su presencia en ambas
regiones.
Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria

América Latina Estados Unidos


1. Generación de una nueva práctica 1. Creación de una nueva práctica
psicosocial orientada hacia la solución de psicológica que responde a exigencias de
problemas sociales y la transformación legitimidad social y de transformación de
social, con participación de las personas las instituciones.
involucradas. 2. Estructuración del nuevo campo
2. Definición de una nueva subdisciplina, disciplinario a partir de su definición,
la psicología social comunitaria o delimitación del área, fijación de valores,
psicología comunitaria (definición del generación de una nueva práctica.
campo, del objeto y de los valores que la Divulgación inmediata.
orientan). Generación de nuevas 3. Generación de conceptos teóricos y
prácticas. metodológicos. Desarrollo de dos
3. Inicio de generación de teoría y de grandes corrientes paralelas: una de
reflexión sobre ella. carácter ecológico-cultural, con énfasis
4. Reflexión sobre la estructura paradig- psicosocial. Otra de carácter clínico
mática de la subdisciplina (aspectos preventivo con énfasis en los aspectos de
ontológicos, epistemológicos, método- salud comunitaria.
lógicos, éticos y políticos). 4. Ampliación del campo con
5. Ampliación del campo, incorporando y incorporación de reflexión sobre la
desarrollando los aspectos ligados a la estructura paradigmática y de las
salud, a las organizaciones, a la perspectivas freiriana y de la psicología
educación, al ambiente y a la clínica. de liberación.

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Mateo Machín
Psicología Social

Estas fases no corresponden a períodos ubicados temporalmente de


manera fija. Tampoco se han producido simultáneamente en todos los
países de una misma región. Lo que sí se podría decir es que, en su
conjunto, en cada una de las dos regiones, esas etapas han marcado el
desarrollo de esta rama de la psicología.
Capítulo 2: Qué es la psicología comunitaria
Definición de psicología comunitaria
La mayoría de los autores define a la psicología comunitaria como
aquella que trata de la comunidad y que es realizada con la comunidad.
Esta definición permite delimitar lo comunitario y lo asistencial con
bastante claridad, pues, si se excluye el rol activo de la comunidad, podrá
tratarse de aplicaciones psicológicas concernientes a la salud, la
educación, el asesoramiento, aspectos específicamente clínicos que,
aunque tengan lugar en el territorio propio de la comunidad, no implicarán
un trabajo comunitario al no contar con la participación de quienes integran
la comunidad.
Esto supone una característica esencial de la psicología comunitaria: lo
comunitario incluye el rol activo de la comunidad, su participación. Y no
solo como espectadora, sino como agente activo con voz, voto y veto. Otra
característica es un cierto énfasis en los factores ecológicos y naturales
que inciden en esos problemas. Pero, más precisamente, en la relatividad
cultural, diversidad y ecología. Otra característica sería el énfasis en el
desarrollo de las fortalezas y capacidades, más que en las debilidades y
carencias. El cambio social es una condición presente en la mayor parte
de las definiciones, lo cual le otorga un carácter político en el sentido de
que quienes trabajan en psicología comunitaria producen, junto con las
comunidades, intervenciones para lograr el fortalecimiento y el cambio
antes señalados. A esto se agrega su carácter científico y aplicado
señalado desde los inicios.
Si entendemos que una ciencia se define por su objeto, sus conceptos y
por su método, entonces es más explicable la discreción inicial que marca
el fin de los años setenta y ochenta cuando se estaba estructurando el
nuevo campo. Esto significa que lo primero en estar claro fue el objeto y
su fundamentación valorativa y a partir de su definición y enriquecimiento
en la práctica se fueron produciendo conceptos y haciendo aportes al
método, tomados en gran parte de la psicología social y de otras ciencias
sociales. Por tal razón, no se encuentran definiciones propiamente dichas
antes de los años ochenta.

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Mateo Machín
Psicología Social

En efecto, Maritza Montero definió por primera vez en el año 1982 a la


psicología comunitaria como la rama de la psicología cuyo objeto es el
estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar y
mantener el control y poder que los individuos ejercen sobre su ambiente
individual y social para solucionar problemas que los aquejan y lograr
cambios en esos ambientes y en la estructura social.
Esta definición implica:
• Un rol diferente para los profesionales de la psicología.
• La ubicación de la subdisciplina como campo interdisciplinario.
• La detección de potencialidades psicosociales y sus estímulos.
• Un cambio en el modo de enfrentar e interpretar la realidad.
• Hacer psicología para la transformación positiva, social e individual.
• Cambios en el hábitat, en el individuo, en las relaciones individuo-
grupo-sociedad.
Características de la psicología comunitaria
Siguiendo con Motero, él resume los aspectos o características que
tipifican la psicología social comunitaria:
➢ Se ocupa de fenómenos psicosociales producidos en relación con
procesos de carácter comunitario, tomando en cuenta el contexto
cultural y social en el cual surgen.
➢ Concibe a la comunidad como ente dinámico compuesto por
agentes activos, actores sociales relacionados constructores de la
realidad en que viven.
➢ Hace énfasis en las fortalezas y capacidades, no en las carencias y
debilidades.
➢ Toma en cuenta la relatividad cultural, la diversidad y el medio
ambiente.
➢ Tiene una orientación hacia el cambio social dirigido al desarrollo
comunitario.
➢ Incluye una orientación hacia el cambio personal en la interrelación
entre individuos y comunidad.
➢ Busca que la comunidad tenga el poder y el control sobre los
procesos que la afectan.
➢ Tiene una condición política en tanto supone formación de
ciudadanía y fortalecimiento de la sociedad civil.
➢ La acción comunitaria fomenta la participación y se da mediante ella.
➢ Es ciencia aplicada. Produce intervenciones sociales.
➢ Tiene un carácter predominantemente preventivo.
➢ A la vez, y por su carácter científico, produce reflexión, crítica y
teoría.

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Psicología Social

El objeto de la psicología comunitaria


La definición antes citada (Montero, 1982) señala el poder y el control
sobre las circunstancias de vida por parte de las personas que integran las
comunidades, así como el cambio social como objeto de esta rama de la
psicología.
En efecto, el primer señalamiento coloca a la comunidad como ámbito y
sujeto del quehacer psicosocial comunitario. Pero no como espacio
delimitado desde la teoría, sino autodelimitado por la comunidad misma. Y
no como sujeto sujetado, definido externamente, sino autodefinido desde
la propia comunidad; como sujeto activo de las acciones que en ella se
llevan a cabo; como actor social, constructor de su propia realidad.
El segundo planteamiento, el cambio social, debe ser también precisado.
No se trata de cambios señalados desde afuera a la comunidad. La
positividad de esa transformación está definida desde la situación de la
comunidad, y la incorporación de aspectos externos provenientes de
consideraciones de salud mental, salud comunitaria, avances de la
ciencia, aspectos culturales, religiosos, políticos o económicos. El trazado
de las líneas de transformación se hace desde la propia comunidad y,
sobre todo, desde las aspiraciones, los deseos y las necesidades de la
misma.
El método en la psicología comunitaria
Una ciencia tradicionalmente se reconoce por definir un objeto de estudio,
por generar un lenguaje acerca del mismo y por crear un método para
realizar ese estudio. Respecto del método de la psicología comunitaria,
tal como sucedió al comienzo con su objeto, la naciente subdisciplina debió
apoyarse en algunos de los métodos y las técnicas existentes. Esos
métodos y técnicas provenían principalmente de la psicología social,
aunque también la antropología, la etnometodología y la sociología crítica.
La unión entre teoría y práctica es uno de los principios fundamentales de
la psicología comunitaria y, junto con la consideración del carácter activo
de los participantes provenientes de las comunidades y la redefinición del
rol de los psicólogos comunitarios, contribuyó al desarrollo de la
perspectiva metodológica participativa que caracteriza al método en la
psicología comunitaria.
El carácter participativo de muchas de las técnicas empleadas en la
psicología comunitaria, así como el lugar central que en ella ocupa la
investigación-acción participativa, se han afirmado y extendido, pero, al
mismo tiempo, existe lo que puede considerarse una forma de pluralismo
metodológico, en el sentido de que al lado de ese método no se descarta
el uso de formas tradicionales de investigación e intervención social. Por
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Mateo Machín
Psicología Social

ejemplo, el uso de encuestas, los métodos epidemiológicos, la


observación, las técnicas de dinámica de grupos, inventarios, pruebas
psicológicas, entre otras. Lo interesante es que tanto tradicionales como
participativos, los métodos siempre están orientados por los principios y
valores de la subdisciplina, y en tal sentido es frecuente encontrar
transformaciones de carácter participativo aplicadas a ellos, tales como la
intervención de miembros de la comunidad en la discusión y producción
de los ítems de un cuestionario o en las técnicas de discusión y reflexión
de grupos.
Finalmente, es necesario señalar que, en general, el método de la
psicología comunitaria se rige por los siguientes principios básicos:
• El principio científico de que el método sigue al objeto.
• El carácter participativo del método.
• El carácter activo del método.
• El carácter continuo de su aplicación.
• El carácter heurístico del método.
• El carácter contextualizado del método.

Capítulo 3: El paradigma de la psicología comunitaria y su


fundamentación ética y relacional
Sobre modelos y paradigmas
La psicología comunitaria surge casi al mismo tiempo que el llamado
“nuevo paradigma”, conocido poco tiempo después por las ciencias como
«paradigma relativista cuántico». Puede decirse que ella es una
manifestación de ese paradigma. Ello se evidencia en que la psicología
comunitaria nace marcada por los signos de la complejidad, el holismo y
la ambigüedad. Dentro de esa consideración general del modo de conocer
al mundo y a los seres humanos, este nuevo campo de la psicología
construye, a su vez, su propia versión, a partir de una praxis, en la que se
actúa desde la crítica no sólo del statu quo teórico y metodológico, sino
además de la concepción del ser humano y de su rol en la producción del
conocimiento. El paradigma se expresa en la psicología comunitaria a
partir de los modos de hacer, al mismo tiempo que se definen sus actores,
agentes externos e internos, redefiniendo sus roles y señalando el campo
compartido de su acción.
¿Cuál es el modelo que resume este modo de construir conocimiento?
Por modelo se entiende aquí un modo de hacer y de comprender a partir
del cual se genera nuevo conocimiento. Modelo que cumple durante cierto
tiempo una función estructuradora y sistematizadora del saber generado.

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Mateo Machín
Psicología Social

A dicho modelo la autora lo denomina «paradigma de la construcción y


transformación crítica». Este nombre indica los aspectos fundamentales
que guían el quehacer comunitario en nuestra América: esa construcción,
esa praxis que con tanta fuerza ha surgido y se ha asumido en nuestro
continente.
La noción de paradigma
Para definir la estructura paradigmática de la psicología social comunitaria,
debemos antes aclarar de qué hablamos cuando se menciona paradigma.
Por paradigma se entiende un modelo o modo de conocer, que incluye
tanto una concepción del individuo o sujeto cognoscente como una
concepción del mundo en que éste vive y de las relaciones entre ambos.
Esto supone un conjunto sistemático de ideas y de prácticas que rigen las
interpretaciones acerca de la actividad humana, de sus productores, de su
génesis y de sus efectos sobre las personas y sobre la sociedad, y que
señalan modos preferentes de hacer para conocerlos.
Según Munné (1989), para que haya un paradigma es necesario generar
una comunidad científica, informal, pero bien diferenciada, caracterizada
por disponer de unos canales de comunicación propios, por compartir un
mismo enfoque epistemológico, por emplear una terminología conceptual
común, por utilizar un método o métodos particulares, e incluso por asumir
una similar escala de valores.
Estas exigencias se cumplen en el caso de la psicología comunitaria, pues,
podemos encontrar diferencias en teorías específicas; sin embargo,
también es posible ver cómo, en los aspectos fundamentales de carácter
paradigmático, hay coincidencia: diálogo, liberación, apoyo social,
inclusión social, ética, entre otros. Puede decirse, entonces, que existe una
comunidad diferenciada, que posee canales de comunicación y que
comparte numerosas técnicas y métodos tanto cualitativos como
cuantitativos. Y esa comunidad sostiene con su praxis el paradigma que
aquí se presenta, construido por los psicólogos que trabajan con
comunidades y que desde hace décadas han venido labrando arduamente
un modelo de producción de conocimientos cuyos productos se presentan
en cinco dimensiones:
• Ontológica: Concierne a la naturaleza y definición del sujeto
cognoscente; y como la psicología comunitaria reconoce el carácter
productor de conocimiento de los miembros de las comunidades,
entonces la naturaleza de la relación entre investigadores externos
y las personas que forman las comunidades es un aspecto
fundamental en este paradigma.

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Mateo Machín
Psicología Social

• Epistemológica: Refiere a la relación entre sujetos cognoscentes y


objetos de conocimiento, y en este paradigma está marcada por la
complejidad y por el carácter relacional.
• Metodológica: Trata sobre los modos empleados para producir el
conocimiento, que en la psicología comunitaria tienden a ser
predominantemente participativos, si bien no se excluyen otras vías.
• Ética: Remite a la definición del Otro y a su inclusión en la relación
de producción de conocimiento, al respeto a ese Otro y a su
participación en la autoría y la propiedad del conocimiento
producido.
• Política: Refiere al carácter y la finalidad del conocimiento
producido, así como a su ámbito de aplicación y a sus efectos
sociales y a la posibilidad que todo ente tiene de expresarse y hacer
oír su voz en el espacio público.
El paradigma de la construcción y la transformación crítica
Veamos a continuación cómo se configura en este paradigma de la
psicología comunitaria en cada una de esas cinco dimensiones.
Dimensión ontológica
La psicología comunitaria no trabaja con sujetos, sino que trabaja con
actores sociales. Pero eso no es todavía suficiente, puesto que en el
complejo escenario de lo social hay primeros actores y actores
secundarios, protagonistas y extras. Así, en la psicología comunitaria no
sólo se trata con un ser activo y no meramente reactivo, sino con alguien
que construye realidad y que protagoniza la vida cotidiana. El escenario
de lo social no tiene un único proscenio, es múltiple. Más aún, al hablar de
actor social se trata de alguien que posee conocimientos y que
continuamente los produce; por lo tanto, es alguien que piensa, actúa y
crea, cuyo conocimiento, llamado conocimiento popular, debe ser tomado
en cuenta. Por eso, al hacer partícipe a ese sujeto del trabajo y la
investigación comunitaria, se suma su saber junto con su acción en la
construcción de nuevo conocimiento, tanto científico como popular. Y el
sujeto de conocimiento, cualquiera que sea su procedencia, es también un
sujeto que critica, actúa y reflexiona desde la propia realidad que
construye, a partir del discurso y de las acciones.
Dimensión epistemológica
Esta dimensión se refiere a la naturaleza de la producción del
conocimiento. Tal relación se plantea con carácter monista, lo cual
significa que entre sujeto y objeto no hay distancia. Se trata de que ambos,
sujeto y objeto, son considerados parte de una misma dimensión en una
relación de mutua influencia. El sujeto construye una realidad, que a su

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Mateo Machín
Psicología Social

vez lo transforma, lo limita y lo impulsa. Ambos están siendo construidos


continuamente, en un proceso dinámico, en un constante movimiento que
no sólo es dialéctico, sino que también puede ser analéctico. En resumen,
tratamos con un monismo dinámico que supone internamente un
movimiento continuo de mutua transformación entre sujeto cognoscente y
objeto conocido, que contiene dentro de una sola sustancia a los términos
de esa relación.
Pero, además, esa construcción es social y por lo tanto relativa, pues
responde a un momento y a un espacio determinados, ya que es producida
históricamente. Así, la realidad, para esta concepción del saber, es
inherente a los sujetos que la construyen cada día activa y simbólicamente,
dándole existencia, y que son parte de ella. La realidad está en el sujeto y
alrededor de él; a su vez, el sujeto está en la realidad, es parte de ella, y
no es posible separarlos.
Dimensión metodológica
Si la construcción del conocimiento y el sujeto cognoscente son definidos
como hemos visto, obviamente los métodos tradicionales, por la
separación que impone entre el sujeto y el objeto, tienen una cabida
limitada en este campo. Por eso se asume la investigación-acción en su
expresión participativa (IAP), tomada del campo de la sociología y de la
educación popular, enriqueciéndola con aspectos provenientes de
aquellos métodos ligados a la psicología tradicional, de carácter dinámico
y colectivo.
Pero el aspecto más interesante en la dimensión metodológica comunitaria
es la necesidad de generar métodos que se transformen al mismo ritmo
que cambian las comunidades. Métodos capaces de producir preguntas y
respuestas ante sus transformaciones y ante los planteamientos que éstas
provocan. Métodos cuya característica fundamental sea la capacidad de
cambiar según los cambios del problema que estudia, de tal manera que
se generen construcciones en una acción crítica y reflexiva de carácter
colectivo. Se busca entonces construir una metodología dialógica,
dinámica y transformadora que incorpore a la comunidad a su autoestudio.
Dimensión ética
La definición del Otro y su inclusión en la relación de producción de
conocimiento constituyen el eje de esta dimensión. Tiene como objetivo
principal la relación con el Otro en términos de igualdad y respeto,
incluyendo la responsabilidad que cada uno tiene respecto del Otro,
entendiendo por responsabilidad no el responder a, sino el responder por
el Otro.

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Mateo Machín
Psicología Social

La concepción ética pasa por el carácter incluyente del trabajo


comunitario, en el cual se busca integrar, respetando las diferencias
individuales, en lugar de excluir o de apartar. La comunidad como grupo o
conjunto de grupos organizados tiene voz propia, y sus miembros activos
cuentan con capacidad para tomar y ejecutar sus propias decisiones,
tienen la capacidad y el derecho de participar. Como comunidad es un
sustantivo colectivo, aun cuando se trabaje con grupos organizados de la
comunidad relativamente pequeños, es necesario orientar ese trabajo
hacia la participación de aquellas personas que, aunque no formen parte
de esos grupos, tienen participación en los procesos que afectan y hacen
a la comunidad.
Dimensión política
El carácter y la finalidad del conocimiento producido, así como su ámbito
de aplicación y sus efectos sociales, configuran el carácter político de la
acción comunitaria.
La psicología comunitaria propone una participación cuyo carácter político
se muestra en la función desalienante, movilizadora de la conciencia y
socializadora, que puede tener la praxis llevada a cabo. Desalienar y
concientizar se plantean como procesos que forman parte de la reflexión
que busca contrarrestar los efectos ideológicos de estructuras de poder y
de dependencia. Y esa participación no busca sólo remediar algún mal,
cumplir algún deseo, sino además generar conductas que respondan a
una proyección activa del individuo en su medio ambiente social, así como
una concepción equilibrada de ese medio y de su lugar en él.
Una perspectiva holista de los paradigmas
Las cinco dimensiones de un paradigma (ontología, epistemología,
metodología, ética y política) deben verse como una suma integradora.
Esas cinco dimensiones son consideradas en la psicología comunitaria
como aspectos inherentes al proceso de construcción del conocimiento,
que, de modo consciente o inconsciente, están siempre presentes y
marcan el modo de conocer.

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Mateo Machín
Psicología Social

Giorgi, V. Rodríguez, A. y Rudolf, S. (2011). La Psicología Comunitaria


en el Uruguay: herencias y rupturas en relación a su historia
Según estos autores, en Uruguay, el reconocimiento de la Psicología
Comunitaria como subdisciplina con cierta identidad teórica y técnica es
relativamente reciente. Sin embargo, esta aparente juventud no debe
llevarnos a desconocer la existencia de algunas experiencias y
producciones que hoy ubicamos en su prehistoria y que condicionan los
desarrollos actuales otorgándole una impronta singular en comparación
con lo observado en otros países.
La Psicología Comunitaria uruguaya no se desarrolló de forma armónica y
acompasada, lo que acarrea varias consecuencias. En primer lugar, la
dificultad del reconocimiento de un punto de partida en su historia. En
segundo lugar, surgen distintas denominaciones que dan cuenta de
antecedentes o prácticas asociadas a lo que hoy llamamos Psicología
comunitaria, pero que ninguna refiere a un marco teórico propio.
La revisión de los trabajos existentes acerca de la historia de la Psicología
Comunitaria en Uruguay aporta una descripción e interpretación de lo
ocurrido desde los orígenes en la década del sesenta hasta los años
ochenta.
Estas investigaciones ponen en evidencia la existencia de un
entrecruzamiento entre la historia de la Psicología como disciplina y como
profesión en nuestro país, los avatares históricos que atravesó la sociedad
uruguaya con una sucesión de momentos sociopolíticos y culturales
marcadamente diferentes, y las expresiones de lo que hoy llamamos
Psicología Comunitaria en cada uno de ellos.
Los autores retoman estas caracterizaciones siguiendo un similar criterio
para definir las posteriores a los años ochenta. Finalmente, se rastreará a
través de ellas los camios operados en la Psicología Comunitaria
sistematizándolos a partir de un conjunto de dimensiones.
Caracterización y delimitación temporal de las fases históricas
Fase 1: Los orígenes de una identidad (hasta 1973)
Esta primera etapa se extiende desde los orígenes ‒cuya fecha es difícil
de precisar‒ hasta el inicio de la dictadura. Si bien las raíces más remotas
pueden encontrarse en el marcado interés social de la psicología uruguaya
desde sus inicios, los primeros acercamientos a lo que hoy llamamos
Psicología Comunitaria se asocian a la Extensión Universitaria (décadas
’50-’60). La Extensión constituye una de las tres funciones básicas de la
Universidad de la República, junto a la Enseñanza y la Investigación. La
misma consiste en el desarrollo de intervenciones sistemáticas de que

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Mateo Machín
Psicología Social

buscan contribuir a la solución de problemas de interés social, y se


caracteriza por el diálogo con los actores sociales involucrados, generando
un intercambio de saberes enriquecedor para ambas partes. Si bien
ubicamos este período en la prehistoria, es un hecho relevante en el
mismo la utilización por primera vez en nuestro medio de la expresión
“Psicología Comunitaria”, en un artículo publicado por Juan Carlos
Carrasco en 1969 (Carrasco, 1991), quien marcaba los esbozos de una
línea de pensamiento abortada por el inicio de la dictadura.
Fase 2: Represión y silencio (1973 – 1980)
Esta es la etapa de la dictadura militar y el terrorismo de estado. Las
actividades en el campo de lo comunitario se caracterizaron por su baja
visibilidad quedando circunscriptas al espacio de las Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs) donde comienzan las influencias de la
Educación Popular latinoamericana que tomarán relevancia en las etapas
posteriores. Esta fase termina en 1980 con la derrota en las urnas del
proyecto constitucional propuesto por el gobierno dictatorial.
Fase 3: La primavera instituyente (1980 – 1989)
Esta fase incluye el período de debilitamiento de la dictadura, la
restauración democrática en 1985 y el primer gobierno postdictadura.
Puede caracterizarse como una especie de “primavera instituyente” donde
muchos desarrollos que permanecieron invisibles en el período anterior
salieron a la luz pública. El retorno de muchos universitarios del exilio
moviliza el ambiente cultural y académico. Es el momento de la
reorganización de las organizaciones populares. La recuperación de la
institucionalidad democrática se caracterizó por la tensión entre la
restauración de las lógicas organizativas predictadura y las propuestas
instituyentes que se habían insinuado en las últimas etapas de lucha
antidictatorial. Este periodo comienza a declinar con la aprobación de la
ley que consagra la impunidad de los represores y la derrota de las fuerzas
progresistas en el plebiscito de 1989.
Fase 4: Neoliberalismo y crisis (1990 – 2004)
Es el periodo de auge neoliberal en la región. La atmósfera cultural y social
se caracteriza por la resignación, el descrédito de las iniciativas colectivas,
el auge del consumismo como meta de los individuos, la fragmentación y
la competencia. El Estado reduce su intervención en el campo de las
políticas públicas. Los espacios académicos son atravesados por la
controversia acerca del conocimiento como bien de mercado o como
derecho humano universal. Es el momento de surgimiento de distintas
universidades privadas. El período se cierra con la crisis del 2002 donde
el modelo se resquebraja definitivamente. El país sufre una importante

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Mateo Machín
Psicología Social

crisis del sistema financiero, enmarcada en la crisis global del sistema


capitalista. La misma golpea fuertemente a todos los sectores de la
sociedad y con especial crueldad a los más vulnerables, aumentando
exponencialmente los índices de indigencia y pobreza. Resurgen las
iniciativas colectivas y autogestivas como forma de afrontar las situaciones
de adversidad a las que se ve enfrentada la población.
Fase 5: Esperanza: entre los cambios y las continuidades (2005 hasta
la actualidad)
Por primera vez en la historia del país, en el año 2005, asume un gobierno
de izquierda que se propone recuperar el papel del Estado en la sociedad
y recomponer la malla de protección social para lo cual realiza fuertes
inversiones. Es un momento de desarrollo de las políticas sociales y de
elaboración de planes en los cuales se incorporan concepciones propias
de la Psicología Comunitaria. Se abre así un escenario nuevo donde la
actividad profesional y académica toma nuevo impulso y debe enfrentar
nuevos desafíos.
Dimensiones para el análisis
Para orientarnos en la reconstrucción histórica de las diferentes fases
tomaremos las siguientes dimensiones:
1. Las prácticas psicológicas en la comunidad: Incluye los marcos
institucionales en las diversas experiencias y sus grados de
profesionalización.
2. Aspectos ideológicos, éticos y de cosmovisión: Incluye la
evolución histórica de los aspectos valorativos, la posición ante los
acontecimientos y procesos sociales, la concepción de los sujetos
involucrados en sus prácticas y un conjunto de ideas fuerza desde
las cuales se construye un punto de vista sobre los seres humanos,
la sociedad y la vida.
3. Desarrollo académico y su reconocimiento: Se refiere al lugar
que ha ganado en los planes de estudio de la formación de
psicólogos, su reconocimiento como saber especifico, las
actividades de producción de conocimientos, el relacionamiento con
la comunidad académica internacional y las instancias de
socialización y comunicación de sus producciones.
4. Marcos y referentes teóricos: Se reconstruyen los diferentes
aportes teóricos que inciden en la constitución y desarrollo de la
subdisciplina.
5. Relacionamiento con el Estado y sus instituciones: Da cuenta
de la ubicación que la Psicología Comunitaria ha tenido en relación
a lo oficial, a lo gubernamental.

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Mateo Machín
Psicología Social

A continuación, se presenta un cuadro esquemático donde aparecen las


fases históricas según sus respectivas dimensiones de análisis antes
mencionadas.

Fase 1 Fase 2 Fase 3 Fase 4 Fase 5

Extensión Parroquias, ONGs MIDES


Prácticas Aplicación Cooperativas APS, ONGs Formación SNIS
de técnicas de vivienda, académica Políticas
tradicionales APS sociales
Participación Crítica al Justicia
Ideología Ética autocrítica, Alineación, neoliberalis- social
Cosmovisión implicación y ¿? democracia mo Solidaridad
análisis del Ética de la Postura
poder autonomía crítica

Desarrollo Extensión, Escaso, CPU UdelaR – Políticas


académico y Psicoanálisis Ligado a las APS TAC públicas
reconocimiento y Psicología APS UdelaR - Extensión Posgrados
Social TAC Exterior
P. Desarrollo Políticas
Referentes y educación, E. Popular humano sociales
marcos pensamiento Educación Teoría Sanitarismo Inclusión –
teóricos crítico lat. Y popular sistémica Intervención exclusión
Ps. Soc. Sociología social social
Rioplat. clínica Filosofía

Relación con Participación


Posicionamiento crítico – oposición Desafío
el Estado

[Profundizar las fases y sus respectivas dimensiones en el texto indicado]

90
Mateo Machín
Psicología Social

Montenegro, M., Rodríguez, A. & Pujol, J. (2014). La Psicología Social


Comunitaria ante los cambios en la sociedad contemporánea
Las dificultades de una Psicología Social Comunitaria
inherentemente transformadora
Según estos autores, nos encontramos ante un pensamiento único que
produce un continuo proceso de crisis que legitima el capitalismo y agrava
las desigualdades sociales. La captura de las posibilidades de acción
colectiva acarrea consecuencias negativas para el desarrollo de una
Psicología Social Comunitaria (PSC) transformadora de nuestra
realidad social y política.
Las dificultades, desesperanzas e incertidumbres respecto de la
posibilidad de generar cambios que redunden en mayores niveles de
igualdad y justicia social en los escenarios comunitarios pueden tener
distintas lecturas.
En primer lugar, la práctica de la PSC se dirige a subsanar los problemas
concretos derivados de un modelo de sociedad que reproduce y consolida
relaciones de dominación, ancladas en las formas hegemónicas de pensar
y actuar enquistadas en las ciencias sociales. Es decir, se trata de
potenciar la capacidad de acción de la comunidad para la transformación
social. Sin embargo, la profundización de los procesos de fragmentación y
desvinculación social dificultan la construcción de valores e intereses
comunes sobre los que se construye y promueve la PSC.
Asistimos, en segundo lugar, a la apropiación capitalista y pérdida de
potencial crítico de los principales conceptos de la PSC (comunidad,
problematización, participación, autogestión, fortalecimiento), que deriva
en prácticas con efectos contrarios a los perseguidos. Este es resultado
de la captura de conceptos y prácticas por agentes no interesados en la
producción de cambios sociales profundos que deriven en intervenciones
acríticas, voluntaristas e ingenuas; insensibles a las relaciones de poder
que atraviesan el espacio social.
Los cambios socioeconómicos y las formas en que se desarrolla la práctica
comunitaria están interrelacionadas. Se hace necesario, en este contexto,
revisar algunas de sus categorías conceptuales y estrategias
metodológicas, a la vez que reflexionar críticamente sobre los efectos de
nuestra práctica interventora.

91
Mateo Machín
Psicología Social

La fragmentación y disolución post-fordista de la comunidad


La progresiva implantación de lo que se ha venido a llamar post-fordismo
supone una mutación del capitalismo que interactúa intensamente con los
procesos de creación de identidad, a la vez que se dirige a la conquista de
la esfera cultural, la cual había permanecido relativamente autónoma.
El abordaje capitalista de la esfera cultural se produce en un contexto en
el que se intensifican, a nivel global, los efectos relacionales del
capitalismo, llevando a la fragilización y fragmentación de las relaciones
comunitarias. En otras palabras, las formas de acumulación capitalista han
entrado en fuerte resonancia con las formas de regulación social que
inciden significativamente en la constitución de nuevas prácticas sociales
y formas de subjetividad que dificultan la implantación de intervenciones
comunitarias. La interrelación entre la esfera económica y la cultural
debilita los pilares básicos sobre los que se asienta la PSC: sujetos con
sentimiento de comunidad anclados en un espacio e identidad común y
susceptibles de ofrecer su tiempo y esfuerzo para mejorar la comunidad.
La mutación del sujeto de la intervención comunitaria
El individuo post-fordista se ve sometido a fuertes exigencias de
autonomía, siendo responsable de su biografía, identidad y futuro, a través
de un proyecto reflexivo y autónomo. Este proceso transcurre en el marco
de una crisis del lazo social y un debilitamiento de soportes sociales como
consecuencia de la pérdida de los marcos colectivos de socialización de
la sociedad fordista. Las situaciones de marginalidad social se construyen
social y subjetivamente, a partir de la culpabilización y responsabilización
individual. La inclusión social es comprendida como un proceso de
carácter individual, adaptativo y en soledad, en donde se ponen en juego
las propias capacidades para el aprovechamiento de las oportunidades
que ofrece el contexto social. Es considerada como acceso a los bienes
de manutención y consumo y como ascenso en la escala social.
La instrumentalización y desterritorialización de la ‘comunidad’
Las acciones comunitarias toman como delimitador el criterio geográfico,
en base al alcance de las relaciones cotidianas de las personas
participantes, por lo que se intensifica la acción en aquellos espacios
donde confluyen la mayor parte de relaciones. Esta aproximación tiende a
vincular la noción de comunidad con el espacio físico y el territorio. Sin
embargo, los procesos de segregación residencial y fragmentación social
característicos de las sociedades contemporáneas, efecto de la
globalización y de las transformaciones en el mundo del trabajo obligan
también a reconsiderar el criterio subjetivo.

92
Mateo Machín
Psicología Social

Las nuevas mutaciones del capitalismo transforman la comunidad en


formas de asociación. Mientras que las reglas comunitarias se basan en
formas de reconocimiento y tradición, la asociación conlleva la
racionalización y operacionalización de las reglas relacionales. La
racionalización de la comunidad la transforma en capital social y
económico, un recurso más objetivado en términos de costes y beneficios
e instrumentalizado para la consecución de objetivos individualizados.
En este sentido, las formas de agregación geográfica están dejando paso
a comunidades culturales basadas en características identitarias y
grupales, comunidades que no necesariamente comparten un espacio
común. Si bien la comprensión tradicional que conecta espacio geográfico
con comunidad permite enfatizar las relaciones históricas y culturales que
dan carácter de autenticidad a la comunidad, la asociación entre tradición
y lugar tiende, en aquellos lugares afectados por las lógicas neoliberales,
a generar una separación entre aquellas subjetividades situadas “dentro”
de la comunidad y aquellas “fuera” de ella.
Nos encontramos, entonces, frente a una profunda transformación de los
elementos básicos que configuran la comunidad: tiempo, espacio e
individuo. Los eventos significativos, situados culturalmente, que
constituyen el sustrato histórico que conforma la comunidad, son
sustituidos por una abundante y constante producción de presente. El
espacio es progresivamente transformado en un “no-lugar”, espacios de
tránsito que han perdido todo contacto con la historia social y económica
de la geografía que ocupan, donde el sujeto que lo transita se disocia del
entramado geográfico que habita.
La función integradora que tenían los barrios –asimilados a comunidades–
hasta hace unas décadas atrás, ha desaparecido. Ese espacio público
mediador entre el universo privado de la casa y el mundo público de la
ciudad, se ha transformado, con frecuencia, en un territorio estigmatizado,
donde la circulación social se realiza en función de experiencias similares
y limitadas, disminuyendo la referencia de los espacios comunes y
debilitando la construcción de identidades locales.
Por su parte, los sectores de más alto poder adquisitivo han construido en
nuestras ciudades barrios privados, espacios privatizados con seguridad
particular y acceso restringido. Este fenómeno altera el valor de cambio de
la tierra, de modo que se producen beneficios desproporcionados para
algunos grupos y una disminución de oportunidades para otros, como
consecuencia de la especulación. Emergen así los ganadores y
perdedores del modelo.

93
Mateo Machín
Psicología Social

Los fenómenos de fragmentación social y segregación residencial


entonces han impactado en las relaciones interpersonales, debilitando las
capacidades de construcción de lo colectivo en los espacios locales, en
las comunidades y en la ciudad en su conjunto. A ello se suman
fenómenos de discriminación y estigmatización.
Si el construir un mismo espacio deja de generar las relaciones históricas
que constituyen la comunidad, nos encontramos con comunidades que
trascienden los límites geográficos y, al mismo tiempo, la praxis
comunitaria que se desarrolla en los espacios cotidianos de convivencia,
enfrenta nuevos desafíos.
La despolitización y formalización de la participación
La participación es otro de los pilares sobre los que se asienta la PSC,
esta ha de permitir expresar las problemáticas que atraviesa la comunidad
y elaborar, conjuntamente, formas de abordar y solucionar las mismas en
tanto que las personas que participan deben estar directamente implicadas
en el diseño e implementación de las políticas.
Si bien la participación constituye un elemento clave en el desarrollo de
una sociedad democrática, el post-fordismo la ha transformado en un
elemento central en la producción y consumo de mercancías, a la vez que
el liberalismo la ha incorporado como elemento fundamental en la gestión
poblacional. Se debilita, de este modo, el profundo sentido político de la
participación en tanto incidencia en la toma de decisiones.
La participación se convierte en un requisito tecnocrático y burocrático
(cuando no político-partidario) que sirve a los intereses de la intervención
más que a los de la comunidad.
La liquidez de la amalgama deshace las comunidades del
capitalismo tardío
La subjetividad post-fordista, en el seno de una comunidad fragmentada,
hace difícil el desarrollo de una participación implicada con la comunidad.
La ruptura de los lazos sociales nos aboca a una sociedad líquida donde
la libertad derivada de la disolución de los amarres sociales nos desvincula
del resto de nuestros vecinos al tener que, obligatoriamente, construirnos
en función de un determinado proyecto individual. Las redes sociales se
desmiembran y la vida se transforma en un proyecto personal en la que se
es responsable individualmente de los éxitos y fracasos. Desaparecen los
aspectos constitutivos de la comunidad (compartir una historia, cultura,
intereses, espacio, temporalidades, relaciones habituales, etcétera) y son
sustituidos por la identidad, el sentido de pertenencia o la vinculación
emocional, aspectos que exceden los límites de espacio geográfico.

94
Mateo Machín
Psicología Social

Los procesos de fragmentación del vínculo comunitario dificultan la


construcción de un interés común que fundamente una acción
transformadora. Precisamente, el ejercicio de la soberanía contemporánea
se basa en la delimitación de espacios y la creación de micro-fronteras que
establecen sutiles mecanismos de inclusión y exclusión tanto biopolíticos
como necropolíticos. El desarrollo del post-fordismo se ancla en la
generación de múltiples procesos de diferenciación y segmentación entre
las distintas zonas en que se potencia la vida y la muerte. El conflicto social
queda invisibilizado en el marco de relaciones de dependencia que inhiben
la posibilidad de que el mismo se ponga de manifiesto. Se trata de un modo
de captura de la acción colectiva en donde los procesos de
desnaturalización y concientización propios de la PSC encuentran
importantes obstáculos.
De lo común a lo diverso: Apuntes para la comunidad rizomática
Las nuevas formas de gobernanza usan la liquidez de la amalgama
comunitaria para desarrollar intervenciones que realizan un uso
estratégico de la diferencia para llevar a cabo proyectos supuestamente
participativos y comunitarios. Intervenciones que definen un nosotros
institucional conformado por las personas que comparten un espacio
urbano aglutinadas bajo el paraguas de la mejora de la calidad de vida,
dibujando una nueva historia compartida que se aleja de la propia para
llegar a un futuro mejor de destellos neoliberales. Una adecuada
composición de los intereses de los distintos fragmentos comunitarios
permite elaborar una asociación estratégica en la que, por ejemplo,
comerciantes, propietarios de pisos, nuevos vecinos y familias recién
llegadas puedan alzarse en contraposición a “los otros”: inmigrantes,
personas mayores, e inquilinos.
Cada fragmento comunitario es, en sí mismo, una comunidad basada en
pertenencia étnica, religiosa, social o identitaria que habitan
fragmentariamente un mismo espacio, imposibilitando la constitución de
una comunidad geográfica frente a las comunidades identitarias, laborales,
étnicas, etc. Fomentar la fractura social entre vecinos deseables e
indeseables permite la implantación de políticas neoliberales que, al fin y
al cabo, son ciertamente presentadas como deseadas por la “comunidad”,
pero que en realidad se alinean con algunas de las comunidades que
habitan ese espacio. El desafío para la PSC consiste en desarrollar
intervenciones sociales en un contexto de alta movilidad geográfica y
diversidad identitaria sin potenciar procesos de exclusión social sobre la
base de distintos ejes de segmentación social identitarios y/o
socioeconómicos.

95
Mateo Machín
Psicología Social

La intervención en PSC ha estado orientada frecuentemente a conocer,


fortalecer y acompañar la construcción de lo común, a través del rescate
del sentido de comunidad como elemento esencial de la noción de la
misma. Sin embargo, los cambios socioeconómicos apuntados ponen en
cuestión la idea de “una” comunidad delimitada geográficamente.
Necesitamos, entonces, una forma de comprender la comunidad que
pueda recoger los procesos de complejidad y diversidad que imprimen las
actuales formas de producción y gestión poblacional. Quizás la metáfora
del rizoma (Deleuze & Guattari, 2004) nos pueda permitir pensar la
comunidad, en términos de sistema complejo, en un grupo heterogéneo
de elementos semiótico-materiales interrelacionados en asociaciones que
no son ni jerárquicas ni horizontales y que no tienen un elemento
organizador común. La comunidad, desde este esquema, formaría parte
de un rizoma más amplio, de una red compleja de interrelaciones entre
elementos híbridos. Se trata de identificar y promover eventos que
articulan tanto nodos como formas de relación. Los eventos comunitarios
articularían nodos y relaciones de características dispares, pudiendo
conectar distintas geografías, historias, identidades y emociones. En tanto
que el espacio comunitario es heterogéneo y está atravesado por múltiples
eventos, cada evento articula cierto grupo de nodos y relaciones, por lo
que caracteriza a los eventos, pero que ni lo legitima ni le da valor.
Pensar la comunidad en términos de conexión de diferencias en lugar de
agrupaciones de comunalidades nos permite conceptualizar los espacios
en que intervenimos como intrínsecamente diaspóricos, con una tensión
constante entre los espacios identitarios que nos constituyen,
potencialmente diversos geográficamente y los lugares físicos que
habitamos, inherentemente interseccionales. En lugar del principio de
identidad que rige en la forma homogeneizante, los eventos comunitarios
permiten articular epistemologías de la diferencia donde elementos en
principio contrapuestos se articulan en la conformación de una acción
común sin que ello suponga renunciar a los elementos diferenciadores que
los constituyen. Así, la acción comunitaria nos permite pensar una
comunidad sin lo común.
En resumen, se trata de potenciar eventos que atraviesen el espacio
comunitario, a través de la articulación de diferencias donde el conjunto de
ellos incorpore a diferentes habitantes del lugar independientemente de la
representatividad de cada uno de los eventos. A diferencia de las
intervenciones sectorizadas, se trata de pensar la intervención como
articulación de diferencias, potenciando aquellas actividades transversales
que permitan articular grupos sin subsumirlos a una entidad supragrupal.

96
Mateo Machín
Psicología Social

Conclusiones
Es imprescindible un análisis de las transformaciones sociales derivadas
de la hegemonía del modelo de sociedad neoliberal dentro de los
proyectos de equidad y justicia social propuestos desde la PSC en un
contexto de debilitamiento de los vínculos sociales y la fragmentación de
la comunidad.
La dificultad de generación de iniciativas de acción colectiva se hace
patente, pues es precisamente la falta de intereses comunes y sentido de
comunidad lo que dificulta la tarea de crear el sustento sobre el cual los
proyectos comunitarios se han sostenido tradicionalmente.
En este sentido, es preciso ensayar propuestas teóricas y metodológicas
que nos permitan interpretar el espacio de trabajo, aportar a la
construcción de la política pública e implementar proyectos en los que se
pueda desarrollar el horizonte ético-político de transformación propio de la
subdisciplina.
Es necesario, en primer lugar, generar herramientas de observación y
análisis que permitan identificar cómo los procesos de estigmatización
más amplios se concretan en los lugares de trabajo de la PSC.
En segundo lugar, contribuir a visibilizar los efectos perversos de algunos
procesos de intervención y aunar esfuerzos hacia la transformación de las
relaciones de poder que estos puedan estar manteniendo.
Finalmente, ensayar propuestas teóricas y metodológicas que puedan
recoger la complejidad y diversidad de las formas actuales de gestión
poblacional. Todo esto sobre la base de los principios inspiradores de la
Psicología Social Comunitaria referidos a la necesidad de generar cambios
para lograr mayores niveles de igualdad y justicia social en los contextos
comunitarios en los que desarrollamos nuestra labor.

97
Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 6: Psicología Social del Río de la Plata


Percia, M. (1989). Introducción al pensamiento grupalista en la
Argentina y algunos de sus problemas actuales
I. Condiciones subjetivas de los años sesenta y setenta: Compromiso y
responsabilidad social
Introducción
Según Percia, el pensamiento grupal en la Argentina no tiene una sola
puerta de entrada, sino que hay distintas introducciones posibles, pero no
muchas para cada uno. Cada cual se conduce según una precisa relación
de intimidad. No se pretende instruir sobre un determinado recorrido, ni
hacer de este trayecto una única manera de pensar. Por eso, esta
presentación debe leerse como una biografía de ideas.
Se van a diferenciar dos corrientes del grupalismo en la Argentina para la
construcción hipotética de algunos sentidos que rigieron su desarrollo. Una
es la tendencia de aplicación y la otra tendencia de ruptura o desvío.
Se designará brevemente a la primera y se dará más sitio a la segunda.
Tendencia de aplicación
Era la década del cincuenta en Buenos Aires. Allí se encuentra un posible
punto de comienzo. Los primeros grupalistas tenían una marca de origen:
ser psicoanalistas y pertenecer, por tanto, al régimen de disciplinamiento
institucional de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Esta corriente puede describirse como una mudanza o aplicación del
psicoanálisis al grupo y de legitimización de las acciones en grupos ante
la autoridad de esa misma institución. Creyeron que se trataba solo de
cambiar de territorio: pasaron a lo grupal con modelos del psicoanálisis y
regresaron a su institución explicando que nunca habían dejado de ser
psicoanalistas. Hacían así un viaje a ninguna parte.
La intención de ampliar los marcos de sus acciones clínicas los llevó a
pensar el trabajo en grupos como un psicoanálisis aplicado. Esta noción
admite, por un lado, la idea de poner el saber psicoanalítico sobre otra
cosa y, por otro lado, mostrar que se trataba de un buen análisis.
Este intento contribuyó a uno de los equívocos más importantes que
afrontan los grupalistas: la propuesta de un psicoanálisis de grupo. Se
advierte en esta tendencia una perspectiva que organiza su manera de
pensar lo grupal: el rendir cuentas. Son ensayos regidos por la justifica-
ción, se piensa según un faro establecido como guía, y si el psicoanálisis
se presenta como un dogma se interesa solo por salvar su orden.

98
Mateo Machín
Psicología Social

Tendencia de ruptura o desvío


En primer lugar, cabe señalar que esta es una tendencia cultivada en la
Argentina y que dio origen a una riquísima tradición grupalista. Pero
marcar un origen no es lo mismo que abusar de la idea mítica de
originalidad. No obstante, es válido en este campo subrayar una inventiva
y estilo propio de lo grupal en este país que lo diferencia de otras
producciones europeas o americanas.
Convengamos, entonces, en aclarar: tendencia de ruptura o desvío ¿de
qué unidad, de cuál camino? Ruptura del encierro unificante dentro de la
institución psicoanalítica oficial y de la esclerosis del pensamiento de la
época. Intento de inaugurar lo grupal no subordinado a una legalidad o
serie de principios explicativos únicos. Desvío del modelo de aplicación,
salida de la dirección autorizada y entrada en otra encrucijada de sentidos.
Pero si lo grupal es para esta tendencia la enunciación de una ruptura,
urge decir quién la formula, desde qué lugar o cuáles son las condiciones
de esta enunciación. Para actualizar este pensamiento y que aparezcan
sus posibilidades de emergencia, hay que pensar que un enunciado es el
resultado de una peculiar producción donde se trabajan múltiples factores;
desde aquí tomamos tres: las figuras subjetivas de la intelectualidad crítica
argentina en los años sesenta y setenta; la vocación pública e institucional
de esta corriente; y su crítica al disciplinamiento psicoanalítico de la época.
a) Subjetividad e intelectualidad crítica en los sesenta-setenta
Por la vía de la riqueza y complejidad del mundo cultural y político de los
sesenta se necesita pensar muchos de los enunciados de esta tendencia
grupalista. Se reconoce en aquel período una notable vocación por la
política y por el trabajo en los espacios públicos. Prevalecía la idea de que
el cambio social no solo era posible, sino que además era necesario e
impostergable.
La interrogación del lugar social del especialista y la responsabilidad del
intelectual como crítico es la fórmula que resume el clima subjetivo
dominante.
El pensamiento de esa intelectualidad es irradiado tanto por las
producciones culturales como por los acontecimientos sociales e históricos
que se daban a conocer en el mundo.
Se pensaba que seguramente la Argentina se iba a incorporar a las
transformaciones que ya se habían iniciado en otros lugares. Los deseos
no eran moderaos y se requería un trabajo formativo en esa dirección.
¿Qué se leía por aquel entonces? Marx, Freud, Reich, Gramsci, Sartre,
Bachelart, Marcuse, Lacan, Saussure, Foucault, Deleuze, Guattari, etc.

99
Mateo Machín
Psicología Social

Lo que articulaba esas lecturas era el presupuesto de que el campo de las


ideas debía servir para transformar las condiciones de la vida social.
Leer no se parecía a un gesto de contemplación de lo escrito, era buscar
fundamentos para la acción. El trabajo intelectual era una práctica para la
construcción de otro lugar. Anticipando, lo grupal se inició como otra
práctica posible en salud mental y de entrada se planteó el problema de la
acción.
El espacio cultural y universitario de los sesenta puede caracterizarse por
la pasión, la convicción, la insistencia, y también por la fuerza de su
intención normativa.
Los psicoanalistas no estuvieron al margen de esa tendencia. A principios
de los años setenta se fractura la Asociación Psicoanalítica Argentina; y si
bien aquella escisión comenzó por cuestiones estrictamente institucio-
nales y de criterios respecto a la práctica del psicoanálisis o la ética
formativa, muy pronto tomó formas no solo locales sino históricas, políticas
y sociales.
No hace falta insistir en el impacto que esa ruptura tuvo con la subjetividad
e intelectualidad crítica de la época. Solo resta agregar que el
cuestionamiento abrió el camino para autorizar a los psicoanalistas e
inventar otras prácticas posibles en el campo de la salud.
b) La Vocación Pública: El trabajo institucional
Una de las características de esta tendencia que importa subrayar es la
idea de que el discurso de los intelectuales del campo “psi” debía ser
significativo para la sociedad y especialmente para los “sectores
populares”. No se trata de un mero gesto de ayuda entendida como
postura personal, sino una posición respecto del derecho social.
De entrada, estas nuevas prácticas “psi” (entre las que se sitúa esta
tendencia grupalista) se configuran en una relación de contigüidad con los
ideales políticos y sociales de la época. Lo grupal era uno de los modos
de intervención que en el territorio de la salud y la educación podían
producir formas de subjetividad alternativas.
El criterio de validación de una práctica “psi” se medía por su capacidad
de inserción en el medio político y social. Se prefería la visión global de la
cultura a las perspectivas parcializadas de los técnicos y, si se admitía la
especialidad de cada saber, se rechazaba cualquier conocimiento que se
apartara de su función social.
El trabajo en el espacio público gestó otro estilo. El moverse en situaciones
no tradicionales arrojó como resultado la detección de cuestiones como el
trabajo institucional, el equipo de salud o la diversidad de las prácticas
terapéuticas. 100
Mateo Machín
Psicología Social

c) Crítica a la institucionalización del psicoanálisis


Debe reconocerse que muchos de los autores de la tendencia de ruptura
participaron de una estrategia distinta en relación con la tradición
psicoanalítica argentina de los años sesenta. Todos sus trabajos plantean
la puesta en cuestión de los límites que imponía el pensamiento
dogmatizado; se advierte un desafío y un intento inaugurador.
En el caso de los grupalistas, la crítica del psicoanálisis oficial se realizó
primero por la ampliación del campo de perspectivas de la intervención y,
segundo, por el desvío o ruptura con las relaciones de poder.
La inauguración de una práctica es, para esta tendencia, una de las formas
de rebeldía y resentimiento ante la religiosidad de la cultura de la
Asociación Psicoanalítica Argentina. Aquellos grupalistas escriben a partir
de un vacío que deben llenar con sus experiencias novedosas: grupos de
psicoterapia, grupos operativos, psicodrama psicoanalítico en grupos,
tratamientos familiares, intervenciones institucionales, acciones comunita-
rias, entre otras.
Lo grupal se inaugura, entonces, sobre un vacío y en contra del
dogmatismo que siempre llena con certezas inútiles.
Nos quejamos del dominio de un pensamiento no crítico, de los ademanes
teóricos que imiten gestos de otros, de las reverberaciones de una moda.
Y no nos damos cuenta de que son formas actuales de nuestra
subjetividad. En este sentido la crítica me parece una de las tareas más
difíciles, pero más importantes de nuestro tiempo. Pero ¿qué es la crítica?
En primer lugar, es interrogación. La tradición grupalista argentina, lejos
de haber sido interrogada, apenas ha sido desechada, transformada en
prácticas de segunda.
El pensamiento de los sesenta y setenta, que se denominó ‘tendencia de
ruptura’, protagonizó parte de un desvío respecto a la dirección del
psicoanálisis oficial en la Argentina. Más allá y más acá de lo grupal se
trataba de psicoanalistas, psicólogos, psicodramatistas y psiquiatras
dinámicos que participaron de la crítica de esa institución y pensaron los
vínculos entre las prácticas “psi” y la ideología, la política, las instituciones
del estado y la sociedad.
Tenemos ante nosotros un problema: ¿Hay alguna forma de revivir en
nuestra labor actual las intenciones de los sesenta-setenta, o tenemos que
reconocer que el mundo ha cambiado mucho y que cualquier deseo de
promover justicia o felicidad entre los hombres es una causa perdida?
Pero que nadie se apresure a optar, esa sería una mala manera de
plantearse la cuestión.

101
Mateo Machín
Psicología Social

II. Transformaciones de la subjetividad en los años ochenta y


encrucijadas de lo grupal
Desvío
Siguiendo con Percia, lo grupal tiene que pensar su encrucijada, el punto
en el que su saber es asediado por la densidad de los diferentes discursos
que habitan el mundo cultural. Urge preguntarse con qué red nuestro
pensamiento se protege de caer en el vacío.
En los últimos años, la sensibilidad de la intelectualidad crítica vivió
conmociones. El alcance de esta crisis aun no se localiza del todo en las
prácticas “psi”. Sin embargo, es necesario interrogarse sobre cómo
algunas posiciones que dominan el horizonte de nuestra época inciden en
la manera de pensar y actuar que tenemos.
Recaudo
Tengo la impresión de que, en esta última década (ochentas), predomina
entre los protagonistas del campo “psi” un particular proyecto intelectual
marcado por una actitud estrictamente profesionalista.
Puede que esto responda, por lo menos, a dos razones: por un lado, es
posible que se trate de una reacción contraria a la figura del pensamiento
de los sesenta-setenta que insiste en la función social del intelectual; pero,
por otro lado, expresa cierta indiferencia hacia problemas que no son
vistos como propios de la actividad. Circunstancia que pone de manifiesto
la pérdida de una intención transformadora y el desencanto con una
perspectiva del intelectual como crítico de la sociedad.
Conjetura
Ensayar la crítica es interrogar nuestra manera de pensar. Ni
murmuración, ni desaprobación o censura. Crítica. Inflexión que
desacomoda. Un cuestionamiento puesto sobre uno mismo. El
pensamiento, hoy, valora la paradoja y la vacilación antes que la
afirmación de una idea. Invade a la conciencia una sensación de que se
han quebrado las nociones vinculantes entre el hombre y las condiciones
de la historia social; entre el sujeto y el acontecimiento.
Utopía
Pero estas ideas interesan más por lo que posibilitan que por lo que
anuncian. No se avanza mucho si en lugar de un pensamiento en la
incertidumbre se adopta un el esquema de la incerteza. Declararse en
contra no es lo que cuenta. Importa, en cambio, la duda sobre nosotros
mismos, sobre la propia inercia que busca seguridad en la verdad o detrás
de algún héroe intelectual.
102
Mateo Machín
Psicología Social

Es una propuesta de acción que imagina que siempre es posible pensar y


obrar de otro modo. Es un pensamiento de la resistencia que aspira a
fundar otra relación con la ilusión.
Umbrales
Si el pensamiento grupal quiere contribuir a la propuesta de un espacio
alternativo para el posicionamiento subjetivo, el análisis de las
instituciones y las relaciones de poder, tiene que darse tiempo en el
presente para examinar numerosas cuestiones. Entre ellas, la legitimidad
de su saber, su crítica y la distinción entre lo grupal y los grupos.
Impaciencia
La fuerza crítica que impregna la subjetividad de los ochenta tiene
consecuencias que no sabemos medir todavía. Todo el tiempo nos
enfrentamos con lo impensado. Mientras tanto, intentamos hallar en lo
grupal otro modo de trabajar en situación de grupo. Y, aunque no es fácil
precisar nuevos argumentos para esta labor, ni imaginar desarrollos para
los problemas planteados, no podemos dejar de interrogarnos.

103
Mateo Machín
Psicología Social

Fernández, A. M. (1986). El campo grupal: notas para una genealogía


La demanda por los grupos
La ilusión de los orígenes
Según Fernández, la psicosociología nació en el cruce de numerosas
disciplinas ya formadas o en curso de formación, tales como: la psicología
social, el psicoanálisis, la psicopedagogía, la sociología de las organi-
zaciones, etcétera. Puede afanarse que el conjunto de conocimientos cuya
preocupación son los grupos humanos tiene uno de sus puntos de origen
en la imperiosa demanda proveniente de la práctica social empresarial,
con particular localización en los Estados Unidos en los años veinte.
Las primeras intervenciones que luego darán lugar a la microsociología o
estudio de los pequeños grupos, fueron las de Elton Mayo (1924) donde
se "descubre" que los trabajadores constituyen espontáneamente entre sí
grupos informales, con vida y organización propias y cuyo código implícito
determina la actitud de los mismos hacia el trabajo. Es decir que los
individuos que componen un taller no son simplemente individuos, sino
que conforman un grupo, dentro del cual han desarrollado "redes
informales", es decir, vínculos entre ellos, como así también con los
superiores y con los reglamentos de la empresa. Su mejor rendimiento
depende más de la interrelación afectiva entre ellos que de las mejoras en
sus condiciones de trabajo.
Aquí entonces se encuentra una embrionaria idea de grupo asociada a un
conjunto de personas en intercambio informar afectivo; comienza a
vislumbrarse la noción de un plus que tendrá el grupo con respecto a la
simple sumatoria de sus integrantes; dicho plus se evidenciará por sus
efectos: mayor rendimiento.
Las experiencias aquí señaladas pusieron a los grupos por primera vez en
el campo de mira de investigaciones sociales, empresarios y hombres de
estado de los principales países centrales.
La dinámica de grupos
Kurt Lewin aportó principios de la Teoría de la Gestalt al estudio de la
personalidad y posteriormente al estudio de los grupos. Lewin explicará la
acción individual a partir de la estructura que se establece entre el sujeto
y su ambiente en un momento determinado. Tal estructura es un campo
dinámico, es decir, un sistema de tuerzas en equilibrio. Cuando el equilibrio
se quiebra, se crea tensión en el individuo, y su comportamiento tiene por
tonalidad su restablecimiento.

104
Mateo Machín
Psicología Social

En 1938 Lewin utiliza el método experimental (por primera vez en las


investigaciones grupales) para trabajar la noción de campo dinámico,
originándose la muy conocida experiencia con grupos de niños a través de
la construcción experimental de tres climas sociales: autoritario, democrá-
tico y “laissez faire” (dejar hacer).
A partir de allí Lewin comienza a desarrollar sus hipótesis centrales sobre
los grupos: el grupo es un todo cuyas propiedades son diferentes a la suma
de las partes. El grupo y su ambiente constituyen un campo social
dinámico, cuyos principales elementos son los subgrupos, los miembros,
los canales de comunicación, las barreras. Modificando un elemento se
puede modificar la estructura.
El grupo es un campo de fuerza en "equilibrio casi estacionario". Este
equilibrio no es estático, sino dinámico, resultante de un juego de fuerzas
antagónicas: por un lado, las fuerzas que constituyen las partes en un todo;
por otro las fuerzas que tienden a desintegrar al conjunto.
Como puede observarse es una concepción netamente "gestaltista": el
juego de fuerzas expuesto se piensa tan sólo en relación al todo; lejos de
que las partes puedan explicar ese todo, da cuenta de cada una de ellas
en sus relaciones con todas las demás. En consecuencia, uno de los
problemas más importantes para Kurt Lewin y sus colaboradores es la
investigación de la unidad del grupo y su permanencia como totalidad
dinámica, como así también, las relaciones dinámicas entre los elementos
y las configuraciones de conjunto. Ha nacido la Dinámica de Grupos.
De modo tal que, para Kurt Lewin, el grupo es una realidad irreductible a
los individuos que la componen, más allá de las similitudes o diferencias
de objetivos o temperamentos que pudieran presentar sus miembros. Es
un especifico sistema de interdependencia, tanto entre los miembros del
grupo como entre los elementos del campo (finalidad, normas, percepción
del mundo externo, división de roles, status, etcétera).
El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia
propio de dicho grupo en determinado momento, sea este funcionamiento
interno o referido a la acción sobre la realidad exterior. En esto reside la
fuerza del grupo o, dicho más exactamente, en esto reside el sistema de
fuerzas que lo impulsa, es decir, su dinámica.
Las relaciones descubiertas en laboratorio sobre grupos "artificiales"
pasan a ser estudiadas luego en agrupamientos de la vida cotidiana, en la
convicción de que el pequeño grupo permite vencer las resistencias al
cambio y provoca la evolución de las estructuras del campo social. A partir
de ese momento trabajará la temática del cambio social y la resistencia al
cambio.

105
Mateo Machín
Psicología Social

Se descubre que tomar una decisión en grupo compromete más a la


acción que una decisión individual; que es más fácil cambiar las ideas y
las normas de un grupo pequeño que las de los individuos aislados y que
la conformidad con el grupo es un elemento fundamental frente a la
resistencia interna para el cambio. Se plantea la necesidad de reorientar
la fuerza resistencias al servicio del cambio. En tal sentido los dispositivos
grupales que diseña se le presentan eficaces para tal objetivo.
La Teoría del Campo elaborada por Kurt Lewin ofreció una gran
posibilidad de estudio de los grupos y dio lugar a vastísimas aplicaciones
en sus discípulos. Los aportes de esta teoría han tenido, en este sentido,
gran influencia en ámbitos muy disímiles.
Criterios epistémicos de Kurt Lewin
Interesa resaltar de este autor algunas posiciones epistemológicas desde
donde pensaba lo grupal.
La ley, para Lewin, es ley estructural ya que establece una relación
funcional entre los aspectos de una situación; asimismo el acontecimiento
depende de la totalidad de la situación. En el campo formado por la unidad
funcional de persona y ambiente, la situación es única, cambiante y
caracterizada por la totalidad de las interrelaciones que se dan en un
momento determinado.
Muchas veces, en Psicología Social, la Teoría del Campo de Lewin fue
interpretada en un sentido globalista o totalista, esto es, como si su aporte
a las ciencias humanas hubiera consistido en sostener la imposibilidad de
dividir por análisis el campo y luego reconstruirlo desde las partes así
obtenidas.
A pesar de sus insuficiencias, la concepción estructural de Lewin siguió
firmemente la tendencia metodológica apenas esbozada por los
psicólogos de la Gestalt, que llevaba desde la simple descripción de las
totalidades irreductibles al análisis explicativo. Sus aportes constituyen un
intento de explicarlas interacciones observables por un sistema de leyes,
que se intenta reconstruir por modelos matemáticos.
De tal manera, el dinamismo del campo estructural fue pensado por Lewin
en términos estrictamente espaciales, dejando de lado la dimensión
temporal y con ella la perspectiva histórica.
Resumiendo, la línea que va de Elton Mayo a Kurt Lewin reviste
importancia para el presente análisis por cuanto permite demarcar
momentos clave para un intento de reconstrucción genealógica de las
teorizaciones sobre los grupos humanos. Es a partir de ellos y sus
continuadores que se desarrolla una nueva disciplina, la Microsociología.

106
Mateo Machín
Psicología Social

Hasta aquí, entonces, para Kurt Lewin un grupo es un conjunto de


personas reunidas por razones experimentales o de su vida diaria, para
realizar algo en común y que establecen relaciones entre sí; conformarán
de esa manera una totalidad que produce mayores efectos que los mismos
individuos aislados. Es decir que el grupo es irreductible a los individuos
que lo componen, en tanto estos establezcan un sistema de interde-
pendencia; en esto radicará la fuerza o dinámica de un grupo.
El nacimiento de lo grupal
Se hace necesario aclarar el sentido en que se utilizan los términos
Dispositivo de los Grupos y dispositivos grupales.
El Dispositivo de los Grupos refiere a la aparición histórica, a partir de
los años treinta y cuarenta aproximadamente, de ciertos criterios en virtud
de los cuales comenzó a pensarse en artificios grupales para resolver
algunos conflictos que se generaban en las relaciones sociales. Adquieren
visibilidad conflictos humanos en la producción económica, en la salud, en
la educación, en la familia y las instancias organizativas de la sociedad
pasan a considerar estas cuestiones como parte de los problemas que
deben resolver.
Desde diferentes puntos de iniciación se inventa una nueva tecnología:
el Dispositivo de los Grupos; aparece un nuevo técnico: el coordinador de
grupos; se gestiona una nueva convicción: los abordajes grupales pueden
operar como espacios tácticos con los que se intentará dar respuesta a
múltiples problemas que el avance de la modernidad despliega.
El Dispositivo de los Grupos cuenta con varias localizaciones
fundacionales, que crean las condiciones para la institucionalización de
tecnologías grupales en los más variados campos de aplicación. Su rápido
desarrollo evidencia que ha sido respuesta a una urgencia histórica que la
hizo posible.
En cambio, los dispositivos grupales refieren a las diversas modalidades
de trabajo con grupos que cobraron cierta presencia propia en función de
las características teórico-técnicas elegidas, como también de los campos
de aplicación donde se han difundido. Así, por ejemplo, puede hablarse de
dispositivos grupales psicoanalíticos, psicodramáticos, de grupo operativo,
gestálticos, etcétera. Cada uno de ellos crea condiciones para la
producción de determinados efectos de grupo; son en tal sentido
virtualidades específicas, artificios locales de los que se espera
determinados efectos.

107
Mateo Machín
Psicología Social

Los dispositivos grupales forman parte del Dispositivo de los Grupos, en la


medida en que históricamente, a partir de las primeras experiencias de
Lewin y Mayo por un lado, y las experiencias de Moreno y el diseño de la
clínica psicoanalítica de instancias por otro, se inaugura una modalidad
que abre espacios de un número numerable de personas para la
producción de efectos específicos en diversas formas de intervenciones
institucionales.
Los grupos no son lo grupal. Ya Bion había intuido algo de esto cuando
señalaba que los requisitos tales como que un conjunto de personas se
reúna en un mismo lugar y al mismo tiempo son solo necesarios para hacer
posible el estudio de los grupos, así como para que sea posible demostrar
una relación de transferencia, es necesario que el analista y el analizante
se reúnan.
Bion subraya que, si bien los seres humanos son impensables por fuera
de grupos, los grupos se vuelven visibles a partir del montaje de
dispositivos técnicos tales que permitan demostrar y observar las
conductas de grupo.
Se presentó hasta aquí dos niveles de existencia de los grupos: el primero
fáctico, en tanto hechos sociales; el segundo del campo disciplinario, por
cuanto al montarse los sucesivos dispositivos grupales del Dispositivo de
los Grupos, los grupos paulatinamente se vuelven visibles, observables,
comprobables, explicables, experimentables, teorizables, enunciables.
En este sentido, la microsociología al instituir dispositivos grupales localizó
uno de los nacimientos a lo grupal. Antes de ella, los grupos estaban ahí,
en una inmediatez tal que no se veían.

Hacia una clínica grupal


Primeros dispositivos grupales terapéuticos
Se considera que los primeros intentos de abordajes colectivos con fines
terapéuticos fueron las actividades iniciadas por Pratt en 1905, al introducir
el sistema de "clases colectivas" en una sala de pacientes tuberculosos.
El mérito de Pratt fue utilizar en forma sistemática y deliberada las
emociones colectivas con una finalidad terapéutica. Su técnica se apoyaba
en dos pilares: el primero, activar en forma controlada la aparición de
sentimientos de emulación y solidaridad en el grupo y, el segundo, asumir
él mismo el papel de una figura paternal idealizada.
A los métodos que han seguido la orientación de Pratt se los ha
denominado genéricamente, terapias exhortativas parentales que
actúan "por" el grupo.

108
Mateo Machín
Psicología Social

Se dice que actúan "por" el grupo, porque incitan y se valen de las


emociones colectivas, aunque no intenten comprenderlas. Se busca la
solidaridad del grupo con fines terapéuticos.
A partir de esta primera corriente se produjo una interesante
diferenciación; las terapias que actúan "por" el grupo, con una
estructura fraternal. En este caso, el dinamismo es análogo: incitar y
canalizar emociones colectivas en grupos solidarios; el tipo de relación
entre el grupo y el terapeuta es, sin embargo, diametralmente opuesto al
de la corriente ejemplificada por Pratt. En lugar de idealizar el médico esta
corriente estimula una fraternidad que busca el mayor sostén entre sus
miembros, disminuyendo al máximo el liderazgo centrado en el técnico.
El ejemplo más acabado de esta tendencia terapéutica se encuentra entre
los "alcohólicos anónimos" (A.A.). Los A.A., más que un grupo terapéutico
en sentido estricto, forman generalmente una sociedad con contribución
económica y participación voluntaria de sus miembros.
Este tipo de terapia busca, a través de su carácter "fraternista", crear
condiciones para que las personas que concurren a estas instituciones
encuentren en ellas, a través de sus grupos, un espacio de soporte
solidario de restitución de la dignidad personal y/o de la identidad
trastocado.
Resumiendo, las primeras formas de psicoterapia colectiva que aquí se
describen tienen un tronco común, caracterizado por su “dinámica", que
consiste en la actuación "por" las emociones del grupo. Todavía no se
plantea tratar de comprender su naturaleza ni modificar la estructura que
subyace a las mismas; en líneas generales, tienden a estimular lo que
popularmente se designa como "buenos sentimientos del grupo".
Secundariamente, ambas corrientes se bifurcan en lo que respecta al
papel del líder; la primera busca la identificación de los pacientes por la
transferencia masiva hacia un líder de tipo paternal-deístico; la segunda,
por el contrario, tiende a formar "fraternidades", aboliendo en lo posible
todo liderazgo externo o técnico profesional.
Si bien los primeros dispositivos grupales terapéuticos que instrumentaron
las "emociones del grupo" como resorte curativo no teorizaron sobre esta
situación, desde un nivel empírico comprobaron que el grupo ofrecía cierto
resorte de eficacia terapéutica mayor que los tratamientos individuales.
Puede observarse que se encuentra aquí en estado silvestre cierta noción
de efecto de grupo; factores emocionales movilizados posiblemente a
través de transferencias reforzadas hacia el terapeuta, entre los
integrantes, hacia la institución; y un embrionario dispositivo de grupo
amplio.

109
Mateo Machín
Psicología Social

Aplicaciones iniciales del psicoanálisis a los grupos


Se abordarán ahora los aportes psicoanalíticos de orientación anglosajona
en el trabajo y teorización sobre lo grupal. Esta corriente tuvo alta
incidencia en el medio y fue pionera en la organización de dispositivos
grupales con fines psicoterapéuticos, donde por primera vez se utilizaron
conceptos y formas técnicas del psicoanálisis para la comprensión de los
grupos humanos. Originariamente pensados con fines psicoterapéuticos,
estos dispositivos se aplicaron luego en la formación de coordinadores de
grupo y en las intervenciones institucionales.
Esta corriente introdujo la interpretación en la situación colectiva,
aplicando al grupo el "setting" psicoanalítico; a través de estos recursos
crea las condiciones para descentrar coordinación de liderazgo y para
superar el procedimiento sugestivo propio de las terapias "por" el grupo.
Al pasar del análisis "individual" al "colectivo", inmediatamente se presenta
un problema: ¿A quién interpretar? Cuando el terapeuta se vio enfrentado
a varios individuos en tomo a él, la dirección de la interpretación adquirió
un status problemático.
Tanto Slavson como Klapman buscaron la solución de esta dificultad,
incluyendo como parte de su dispositivo un artificio consistente en tratar
de unificar al grupo de varias maneras de modo que la interpretación dada
en su seno valiera para todos o para la mayoría de los participantes.
¿Por qué era para ellos imprescindible la unificación del grupo? Frente a
la disyuntiva de a quién interpretar, la solución encontrada en ese primer
momento fue agrupar a personas con un mismo tipo de problemas; se
presuponía que la interpretación realizada a uno de sus integrantes
debería ser válida para la mayoría de los mismos. Por esta razón se ha
denominado a estas primeras formas de aplicación del Psicoanálisis a los
grupos “terapia interpretativa individual en grupo”. Actualmente, este
artificio resulta sumamente rudimentario, pero lo que se quiere resaltar es
que, al introducir la interpretación psicoanalítica en los dispositivos
grupales, comenzó a problematizarse la dirección de la interpretación y fue
necesario buscar técnicas específicas.
Otro tipo de respuesta técnica al problema de la interpretación fue la
“técnica interpretativa de grupo”. Este tipo de terapia toma al grupo
como fenómeno central y punto de partida de toda interpretación. Es decir,
concibe al grupo como una totalidad, considerando que la conducta de
cada uno de sus miembros siempre se ve influida por su participación en
ese colectivo. Este tipo de enfoque considera que lo individual debe ser
siempre contemplado dentro del marco colectivo donde se manifiesta.

110
Mateo Machín
Psicología Social

El todo no lo es todo
Las psicoterapias de grupo psicoanalíticas hasta aquí presentadas suelen
agruparse en dos tendencias: Psicoanálisis en grupo y Psicoanálisis
del grupo. Tomando a los psicoanalistas del grupo, esto es, que analizan
al grupo, podría pensarse que esta sería la corriente que, superando el
eventual individualismo de la anterior, en tanto toma al grupo como un
todo, ha rescatado la especificidad de lo grupal.
Pero si se realiza un análisis más detenido se podrá observar que, si bien
se interpreta al todo-grupo, es decir, se toma al grupo como destinatario
de toda interpretación, esto no es la garantía de que esa totalidad haya
logrado algún grado de especificidad o particularización.
El grupo más que confirmar una eventual totalidad específica, es algo así
como un conjunto de personas portadoras de un sujeto inconsciente en el
que se hallan inscriptos, y en tanto tal acreedor de igual tipo de
interpretaciones que las personas que se encuentran en tratamiento
psicoanalítico de contrato dual. Este tipo de orientación fue creando las
condiciones de existencia de nociones como fantasía grupal que operaron
en analogía con la fantasía inconsciente singular. Si bien es necesario
considerar que los grupos construyen sus propias figuraciones
imaginarias, es importante diferenciarlas de supuestas fantasías grupales
de igual categoría inconsciente que las fantasías investigadas por el
psicoanálisis.
Este todo-grupo que en un primer momento se constituyó en principio de
demarcación, comienzo a transformarse en un obstáculo epistemológico
para pensar lo grupal.
Más allá de las críticas que desde la actualidad podrían realizarse a esta
forma de trabajo, interesa resaltar que esta corriente abrió dispositivos
grupales de número restringido con fines terapéuticos, es decir, instituyó
grupos en un nuevo campo de aplicación: la clínica psicoanalítica.
Esta corriente, al incorporar al nuevo dispositivo las cuestiones básicas de
la técnica psicoanalítica clásica, abrió virtualidades que permitieron
descentrar la coordinación con respecto a los liderazgos y creó las
condiciones para la lectura de los procesos inconscientes circulantes en
los grupos.

111
Mateo Machín
Psicología Social

El nudo grupal
Lo grupal como campo de problemáticas
Puede observarse que en cualquier grupo humano se producen movi-
mientos muy diversos: resonancias fantasmáticas, procesos identi-
ficatorios y transferenciales, intensos sentimientos de amor-odio en todos
sus matices, juegos de roles; se construyen producciones lingüísticas que
disparan múltiples inscripciones de sentido; se generan apropiaciones de
sentido en diferentes grados de violencia simbólica; se instituyen mitos,
ilusiones y utopías; sus reglas de funcionamiento organizan redes de
significaciones imaginarias que inscriben al grupo en su posición
institucional y dan forma a sus contratos; se ponen en acción juegos de
poder, jerarquías y apropiaciones materiales. ¿Puede pensarse que todo
esto es producto de una sola línea organizacional? ¿Cualquier organizador
que tomáramos como fundante no pondría la indagación en el camino de
la extensión indebida, es decir de la extraterritorialidad?
Si los organizadores fantasmáticos son aquellos que hacen posible que el
sujeto haga “nudo”, ¿qué otros organizadores hacen posible que los
integrantes hagan “nudo”? ¿Cómo operan las variables institucionales
para transformarse en organizadores grupales?
En el intento de salvar el riesgo del reduccionismo es que las producciones
grupales se realizan a través de la imbricación múltiple y cambiante de sus
organizadores; a partir de allí es que se orienta la indagación hacia la
necesidad de abordajes transdisciplinarios para la teorización de lo grupal.
Un criterio transdisciplinario supone replantear varias cuestiones. En
primer lugar, un trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos
involucrados, que desdibuje una intención legitimante de lo que ya se sabe
para poder desplegar la interrogación de hasta dónde sería posible pensar
de otro modo. Implica asimismo el abandono de cuerpos nacionales
hegemónicos de disciplinas “reinas" a cuyos postulados, códigos y orden
de determinaciones se subordinan disciplinas satelizadas; sobre estos
presupuestos se crean las condiciones para la articulación de contactos
locales y no globales entre diferentes territorios disciplinarios, como así
también que aquellos saberes que las disciplinas hegemónicas habían
satelizado, recobren su potencialidad de articulaciones multivalentes con
otros saberes afines.
De esta forma los cuerpos teóricos funcionan como cajas de
herramientas, es decir, aportan instrumentos y no sistemas conceptuales;
instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión una dimensión histórica
de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras herra-
mientas se produce para ser probada en el criterio de su universo, en

112
Mateo Machín
Psicología Social

conexiones múltiples, locales y plurales con otros quehaceres teóricos.


Se hace clara entonces la diferencia con producciones teóricas que se
transforman en concepciones del mundo, que se autolegitiman en el
interior de su universo teórico institucional y que por lo mismo exigen que
toda conexión con ellas implique instancias de subordinación a la
globalidad de su cuerpo teórico.
Por lo antedicho, junto a esta forma de utilización de las producciones
teóricas como cajas de herramientas, un enfoque transdisciplinario
presupone un desdisciplinar las disciplinas de objeto discreto y
seguramente en el plano del actuar, cierto desdibujamiento de los perfiles
de profesionalización, por lo menos en aquellos más rigidizados.
Este movimiento que propone el atravesamiento de diferentes áreas de
saberes, a partir de "themas" a elucidar, sostiene varias y complejas
implicancias. En primer lugar, cuando cierta región de una disciplina se
transversaliza con otros saberes, pone en crisis muchas de sus zonas de
máxima evidencia. En segundo lugar, exige la constitución de redes de
epistemología crítica abocadas a la elaboración de aquellos criterios
epistémicos que en su rigurosidad hagan posible evitar cualquier tipo de
patch-works teóricos. En tercer lugar, y ya en el plano de las prácticas,
vuelve necesaria otra forma de constitución de los equipos de trabajo; si
no hay disciplinas “reinas" tampoco habrá profesiones hegemónicas. Este
pluralismo no es sencillo de lograr.
En función de lo aquí esbozado es que se ha propuesto pensar los grupos,
más como campos de problemáticas que como campos intermediarios
entre lo individual y lo social o como eventuales objetos teóricos; en ese
sentido es que se los enuncia como "nudos teóricos", aludiendo al des-
disciplinamiento disciplinario que se vuelve necesario instrumentar para su
conceptualización. De tal manera, una eventual teoría de los grupos tendrá
que bascular permanentemente, en un doble movimiento, investigando en
la especificidad de lo que en un grupo acontece y trabajando al mismo
tiempo el entramado de tal especificidad en inscripciones más abarcativas.
Un número numerable de personas
Los agrupamientos aquí abordados tienen la particularidad de producirse
entre un número numerable de personas. Esto, sin duda, establece una
de las especificidades de lo grupal; los enlaces identificatorios presentes
en todo fenómeno colectivo, adquieren características propias, cuando, a
diferencia de una reunión de individuos innumerables, tales agrupamientos
se constituyen en un número numerable de personas.

113
Mateo Machín
Psicología Social

El carácter numerable del grupo introduce peculiaridades de los procesos


identificatorios, en tanto los cuerpos de los otros se hacen discernibles.
Esta característica de los procesos identificatorios establece las con-
diciones para la organización de redes identificatorias y transferenciales.
Tal peculiaridad identificatoria en red hace del pequeño grupo un nudo.
Nudo que se constituye en las alternancias de enlaces y desenlaces de
subjetividades. Se propician, de tal modo, singulares anudamientos y
desanudamientos que orientan al pequeño colectivo por los avatares de
sus producciones, institucionalizaciones y disoluciones.
La relación texto-contexto grupal
¿Cómo puede ser pensada la articulación entre todo aquello que sucede
en un grupo y el acontecer social en que tales actividades se desarrollan?
Tradicionalmente, esta relación suele expresarse también en términos
antinómicos, tales como el "adentro" y el "afuera" grupal; se propone,
entonces, la interrogación de las supuestas barreras adentro-afuera
grupal.
Un autor significativo al respecto es Pavlovsky, que dice:
El grupo es hablado por el argumento del drama inconsciente social
en su trama argumental. Cada integrante actúa a un personaje
principal de esa trama. Lo habla su inconsciente individual, pero al
servicio de una trama argumental que alude o sugiere una fantasmática
social.
En tal sentido, ¿puede hablarse de cómo o cuándo lo social “influye” sobre
lo que acontece en un grupo? ¿Puede considerarse la relación grupo-
sociedad meramente en términos de influencia? ¿La sociedad se
constituye solo como el contexto exterior que influye sobre el grupo,
orientando algunos de sus movimientos?
Se piensa, en este sentido, que el llamado contexto es, en rigor, texto del
grupo; es decir que no hay una realidad externa que produce mayores o
menores efectos de influencia sobre los acontecimientos grupales, sino
que tal realidad es parte del propio texto grupal, en sus diversas
modalizaciones; es por ende fundante de cada grupo; más que
escenografía, drama grupal.
Al desdibujar el adentro-afuera, el arriba-abajo, los nudos grupales pueden
ser pensados como complejos entramados de múltiples inscripciones.
Nudo. Múltiples hilos de diferentes colores e intensidades lo constituyen:
deseantes, históricos, institucionales, económicos, sociales, ideológicos,
etcétera. Pero en realidad, lo efectivamente registrable no son los hilos
que lo constituyen sino el nudo. Complejo entramado de múltiples

114
Mateo Machín
Psicología Social

inscripciones: todo está ahí latiendo; todas las inscripciones están


presentes en cada uno de los acontecimientos grupales; variarán sí sus
combinatorias en cada momento grupal como también su nivel de
relevancia en tal momento; pensar la cuestión de esta manera implica,
obviamente, aceptar que en un grupo se están generando muchísimas
más producciones que aquellas que pueden leerse o anunciarse.
La latencia grupal
Todo está ahí, latiendo. Con esta frase se propone provocar una primera
interrogación que permita repuntar teóricamente el sentido de un término
tan controvertido como latencia grupal. Es frecuente, en nuestro medio,
pensar lo latente como lo que está debajo, en las profundidades, por lo
tanto, oculto, y de tan oculto verdadero. Desde tal perspectiva la función
de la intervención interpretante es llevar a la superficie las verdades que
emergen de las profundidades. Como puede observarse se construye una
particular correspondencia entre lo oculto y lo verdadero.
Se intenta reflexionar esta cuestión desde otro lugar. Pensar lo latente
como lo que late ahí todo el tiempo, insistiendo en la escena grupal; una
latencia en los pliegues de la superficie más que en las profundidades.
A partir de la figura del grupo como nudo, se pretende problematizar el
adentro y el afuera, el arriba y el abajo grupal; sus múltiples hilos se
entrecruzan y lo que resalta no son ya los hilos fundantes sino el nudo que
han formado: ¿Cómo delimitar ahora arriba-abajo y adentro-afuera? Todo
ahí, latiendo-insistiendo en los pliegues de la superficie del nudo grupal.
Interesa problematizar un esquema que re-instala la duplicidad del modelo
arquitectónico superficie-cimientos; todo está en la superficie y no existe
un "hinterland" del discurso donde hay que buscar la verdad de lo
expresado. La insistencia de lo discontinuo, es lo que permite detectar los
puntos de condensación, los pliegues, los intersticios de la misma
superficie, más que búsqueda de las profundidades hacer visible lo que
sólo es invisible por estar demasiado en la superficie de las cosas.
Los discursos en grupo, más que otorgar alguna certeza por la cual en las
profundidades debe encontrarse un sentido oculto, uno solo, y sabiamente
escondido entre simulacros de superficie, ponen en juego la imposibilidad
de decidir si hay un secreto de verdad entre simulacros manifiestos.
Ya no un análisis que marche de los hechos manifiestos hacia su núcleo
interior y oculto, sino más bien la elección de un recorrido que puntúa
insistencias-latencias, todo ahí, en esa superficie de discursos; múltiples
flujos constituyen el acontecimiento, múltiples inscripciones forman el nudo
grupal; múltiples sentidos, pero también los juegos del sinsentido, la rareza
y la paradoja.

115
Mateo Machín
Psicología Social

Entonces, todo está ahí, latiendo. Sin embargo, no todo acontecer cobra
igual grado de visibilidad, ni toma forma de enunciado; tampoco sus
insistencias son registradas por todos los integrantes de la misma manera.
¿De qué depende que, en el flujo de sucesos, advenga un acontecimiento?
Si acontecimiento es producción de sentido, dependerá de las figuras que
el caleidoscopio identificatorio-transferencial invente; de las implicaciones
en que se afecte la coordinación, del momento en que se encuentre la
producción de ilusiones, mitos y utopías grupales; del contrato en tanto
organizador institucional explícito e implícito; de sus atravesamientos
socio-históricos. Estas implicancias organizan aquel universo de signi-
ficaciones que será disruptivamente atravesado por la producción de la
singularidad de sentido.
En síntesis, no se trata de orientar la reflexión hacia un indeterminismo, o
hacia el mero azar contingente del acontecer grupal, sino de poder pensar
los juegos de múltiples marcas; no referir a lo incausado, sino a la
coexistencia de cuasi-causas.
El lugar del coordinador
Lo hasta aquí planteado lleva a revisar ciertos aspectos de una teoría de
la lectura que opera muchas veces en el trabajo interpretativo de los
coordinadores de grupo. Aquello que circula en el plano discursivo,
gestual, los silencios, la organización de los espacios y tiempos grupales,
etcétera, suele ser interpretado desde una particular teoría de la lectura
por la cual los acontecimientos grupales serían expresión de un sentido
oculto, profundo, que la interpretación debe develar y en ese acto llevarlo
a la superficie.
El acontecimiento no representa ni expresa; está todo ahí, en tal
inmediatez que suele volverse invisible. Si se acepta que el nudo grupal
está atravesado por múltiples sentidos y más de un sinsentido, siempre
excederán aquellos que desde la implicación interpretante se pueden
puntuar; el coordinador sólo podrá puntuar algún sentido, interrogar una
rareza, resaltar una paradoja, indicar alguna insistencia y ya no será quien
descubra la verdad de lo que en el grupo acontece.
El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino alguien
interrogador de lo obvio, provocador, disparador y no propietario de las
producciones colectivas; alguien que más que ordenar el caos del eterno
retorno busca aquella posición que facilite la capacidad imaginante
singular-colectiva.

116
Mateo Machín
Psicología Social

La dimensión institucional de los grupos


Lo social siniestro no solo comenzó a refutar con insistencia el artificio de
los grupos-islas, sino que también mostró la necesidad de reflexionar
sobre las formas permanentes de relación entre lo grupal y lo social. Una
de ellas es, sin duda, la dimensión institucional.
Es innegable que las instituciones cubren diversas necesidades de una
sociedad; sin entrar aquí en la complejidad de lo arbitrario de las
necesidades sociales, puede decirse que la dimensión institucional no se
agota en sus aspectos funcionales. Tiende a normativizar el tipo de
enunciados que es pertinente en cada una de ellas autorizando algunos y
excluyendo otros; por fuerte que sea su inercia burocrática, no es una
cosa, sus límites son siempre provisionales y siempre es posible
desplazarlos en los juegos instituyentes. En ese sentido, una institución
es una red simbólica socialmente sancionada en la que se articula junto a
su componente funcional un componente imaginario.
Desde esta noción de institución puede pensarse a los grupos
desplegándose en lo imaginario institucional donde inscriben sus
prácticas; lo imaginario institucional tanto puede promover como dificultar
las actividades de grupo. En ese sentido es que se considera restrictivo
leer todos los procesos que en un grupo acontecen solo desde los
llamados dinamismos propios de un grupo o desde el producto de las
resonancias fantasmáticas de las singularidades que componen tal
colectivo.
Lo imaginario institucional puede promover o incentivar la producción
grupal; así, por ejemplo, un grupo de transferencia positiva con la
institución en la que inscribe sus prácticas puede operar movimientos
grupales que favorezcan o incentiven la productividad del mismo. En
sentido contrario, puede observarse que hay grupos que alcanzan sus
momentos de mayor despliegue productivo desde utopías grupales
fuertemente contrainstitucionales.
La dimensión institucional trasciende los edificios. En tanto red simbólica
que articula componentes funcionales e imaginarios, su presencia en los
grupos puede tener diferentes grados de visibilidad o invisibilidad.
Las instituciones forman parte de las redes del poder social. En circuitos
macro o micro, la institución constituye un factor de integración donde las
relaciones de fuerza se articulan en formas: formas de visibilidad, como
aparatos institucionales, y formas de enunciabilidad, como sus reglas. En
tanto figura intersticial, la institución será un lugar donde el ejercicio del
poder es condición de posibilidad de un saber y donde el ejercicio del saber
se convierte en instrumento de poder.

117
Mateo Machín
Psicología Social

Quiere resaltarse que las producciones de un grupo nunca dependerán


exclusivamente de la particular combinatoria de identificaciones,
transferencias, resonancias fantasmáticas, etcétera, entre sus integrantes.
Tampoco será mero reflejo o escenario donde lo imaginario institucional
podrá desplegarse. En cada grupo, la combinatoria de sus diferentes
inscripciones producirá un nudo propio singular irreductible.
De esta forma, se pretende inscribir lo grupal en lo institucional, sin perder
lo específico de la grupalidad. Se piensa en un movimiento tal, donde
grupo e institución se significan y resignifican mutua y permanentemente.
Porque si bien no hay grupos sin institución, ¿qué institución podrá ser
aquella que no sea habitada por grupos por momentos aliados o
antagónicos, en conflicto, o naciendo a su vez a redes solidarias; vacilando
entre los caminos de la burocratización, repetición, disolución, invención y
nacimiento de lo nuevo? En síntesis, un grupo se inscribe en un sistema
institucional dado, de la misma manera que la institución sólo vive en los
grupos humanos que la constituyen.

118
Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 7: Institucionalismo
Gonzáles, F. (2002). Análisis Institucional y Socioanálisis
La noción de institución
Según Gonzáles, la noción de institución en análisis institucional remite
a una serie de traídas que no implican lo mismo. Así, tenemos la que nos
habla de lo instituido, lo instituyente y la institucionalización; o la que la
establece como universalidad, particularidad y singularidad; o definida no
como una instancia de las formaciones sociales, sino como el producto del
cruce de los niveles o de las instancias, y este producto sobredeterminado
por el conjunto del sistema a través de la mediación del Estado.
Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto, las
instituciones no son supraestructuras en el sentido marxista, sino el
producto del cruce de las instancias. Cruce que presumiblemente no sería
el mismo en cada caso. Tampoco se les puede reducir al puro instituido,
sino que son el producto de la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente,
que es lo que da lugar al proceso de institucionalización.
La institucionalización en el análisis institucional tiende a fluctuar entre
algo que ya se fijó y un proceso que nunca puede suprimir lo instituyente
que lo habita y constituye como negatividad radical.
La institucionalización es vista como fase activa de estabilización que
niega a la vez la actividad de lo instituyente como negación de lo
instituido y el inmovilismo de lo instituido [...] Políticamente, la
institucionalización es el contenido del reformismo (Lourau, 1978).
Todo establecimiento empírico puede ser considerado a la luz de estas
trilogías que acabo de describir. Trilogías que no necesariamente se
recubren en otra, que tampoco alude a lo mismo que las anteriores, la de
universalidad, particularidad y singularidad.
En su momento de universalidad, el concepto de institución tiene como
contenido la ideología, los sistemas de normas, etcétera. En su momento
de particularidad el contenido del concepto de institución no es otro que
el conjunto de las determinaciones materiales y sociales que vienen a
negar la universalidad imaginaria del primer momento. En su momento de
singularidad, en fin, el concepto de institución tiene por contenido las
formas organizacionales necesarias para alcanzar tales objetivos
(Lapassade y Lourau, 1974).

119
Mateo Machín
Psicología Social

El socioanálisis
Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo de
intervención institucional llamado socioanálisis. Estamos ante una
concepción fundamentalmente sociológica que si bien haría énfasis en la
dimensión grupal —dado el tipo de dispositivo que pone en juego—, la
tendencia será pasar rápidamente a la escena institucional que
supuestamente saltaría al primer plano con la sola puesta en juego del
dispositivo.
La siguiente cuestión tiene que ver con la noción de “analizador”, ya que
los hay “históricos”, “naturales” y, por último, los analizadores “artificiales”.
Se ha confundido muy seguido analizador potencial y analizador real.
La confusión está en creer que un analizador social tiene en toda
situación de intervención un efecto, que su presencia es suficiente para
que las contradicciones se expliciten. Desde el punto de vista de la práctica
de intervención, un analizador social no es jamás sino un analizador
potencial.
En palabras de Lourau, lo esencial de las intervenciones es que se esfuer-
za por incidir en el análisis de las implicaciones sintagmáticas [grupales] y
el análisis de las implicaciones paradigmáticas [sociales] ahí en donde
ellas se articulan en el lenguaje a nivel simbólico.
El socioanálisis no se trata de analizar a los individuos y su inconsciente,
sino a lo que denomina como sus implicaciones sintagmáticas grupales
para relacionarlas con las paradigmáticas sociohistóricas.
Los límites de la interpretación en socioanálisis, entre otras cosas, implican
no tocar lo individual como tal, sino intentar incluirlo en una escena
institucional de múltiples bandas. No se trata tampoco de reducir el nivel
"psi" a puros mecanismos "abstractos", sin más carne que las que le
ofrecen los contenidos de la escena institucional.
Lo grupal en sus determinaciones "psi" y en la dinámica que se reconfigura
con la puesta en juego del dispositivo socioanalítico conforma un nivel
fundamental de este tipo de intervenciones, en las cuales no todo debe ser
visto como la simple expresión de la escena institucional.

120
Mateo Machín
Psicología Social

Lourau, R. (1986 [1970]). Hacia la intervención socioanalítica


La situación analítica
Según Lourau, la intervención socioanalítica refiere a la aplicación del
análisis institucional en la práctica de los grupos, colectividades u
organizaciones. Al hablar de la intervención socioanalítica, una fuerza
invencible parece llevar a establecer un paralelo con la intervención
psicosociológica, o aun con la encuesta en el terreno de la sociología de
las organizaciones. Ahora bien, así como no se justificaría reducir el
análisis institucional a un método de terapia y/o de pedagogía, tampoco
debe identificarse el modo de intervención socioanalítica con modos de
intervención anteriores.
Entonces, en primer lugar, hay que tratar de definir las condiciones teóricas
de la intervención socioanalítica. Con ello se evitarán, parcialmente al
menos, las confusiones y reducciones que amenazan a todo nuevo
método.
En segundo lugar, hay que tratar de delimitar las condiciones prácticas de
la intervención socioanalítica. Por condiciones prácticas entendemos, por
un lado, todo aquello que determina el lugar del analista en la situación de
intervención; y, por otro lado, la técnica de investigación, es decir, la
aplicación concreta de los datos teóricos contenidos en el método.
El análisis institucional engloba por ahora un método de conocimiento
inductivo, que se sitúa junto al análisis funcional, estructural y estructural-
funcional; también engloba, más específicamente, un modo de análisis en
situación más cercano a la terapia psicoanalítica. De cualquier manera,
solo la intervención en una situación permite un verdadero socioanálisis.
¿Qué es lo que permite construir una situación analítica?
a) Una hipótesis.
b) Los instrumentos de análisis.
a. Una hipótesis
Mediante el análisis en situación, es posible descifrar las relaciones que
los grupos y los individuos mantienen con las instituciones. Más allá de las
racionalizaciones ideológicas, jurídicas, sociológicas, económicas o
políticas, la dilucidación de estas relaciones pone de relieve que el vínculo
social es, ante todo, un acondicionamiento del no saber de los actores
respecto de la organización social.
b. Los instrumentos de análisis
Residen en un conjunto de conceptos articulados como sistema de
referencia de análisis institucional.
121
Mateo Machín
Psicología Social

1. Segmentaridad. 6.
1. B
Implicación práctica.
2. Transversalidad. 7.
2. C
Implicación sintagmática.
3. Distancia institucional. 8.
3. D
Implicación paradigmática.
4. Distancia práctica. 6.
9.
4. E
Implicación simbólica.
5. Implicación institucional. 10.
1. Transferencia institucional.
La contratransferencia institucional del analista
En el caso de la crisis real o potencial desencadenada por la institución del
análisis institucional, habla de provocación institucional, en una primera
acepción, para designar el desplazamiento de lo instituido por parte de la
acción instituyente del analista. En una segunda acepción, refiere también
al analizador.
Intervenir es tomar parte de un debate ya entablado entre otras personas.
El gran problema para el interviniente —se llame sociólogo, psicólogo,
socioanalista, etcétera— reside en comprender que interviene en una
situación de conflicto latente y que, cualquiera que sea el sistema de
valores y de modelos culturales de los clientes, será percibido a la vez
como médico y como intruso.
Esto expresa la dificultad que se experimenta para captar el lugar del
analista en la división de trabajo. Para que haya situación analítica hace
falta, por un lado, una demanda de la organización o de la colectividad-
clientes; por otro, es necesario que en el mercado haya existencia de
analistas y organizaciones de analistas. La demanda se referirá a
determinado tipo de intervención, y después a determinado método de
análisis. Por último, en función de a imagen proporcionada en el mercado,
la elección señalará determinado analista o determinado equipo
dependiente de una organización de analistas.
De estas comprobaciones se desprenden conclusiones que atribuyen a
establecer la regla fundamental del analista:
1. El analista ve su puesto de trabajo definido en cuanto a su contenido
y delimitado en cuanto a sus prerrogativas mediante la demanda de
intervención, en el momento en que esta se convierte en
requerimiento y contrato de intervención.
2. En el desplazamiento de la división técnica y social del trabajo que
el análisis introduce, la mediación más expresiva y, al mismo tiempo,
la más oculta, es la relación financiera que establece el analista con
la organización-cliente.
3. La cuestión de las bases materiales de la intervención no puede sino
remitir a la cuestión más general de las bases materiales de la
institución analítica. El análisis es una institución: esto significa que
el recurso a los analistas como intervinientes externos, efímeros o

122
Mateo Machín
Psicología Social

periódicos, y pagos, es legitimado por el reconocimiento de cierto


consenso y de cierta reglamentación respecto de este intruso, de
este provocador institucional que es el analista.
4. Lo que interviene en la situación analítica, lo que analiza el campo
delimitado por la demanda del cliente y por los conceptos del
analista, no es una palabra aislada, científicamente legitimada por
el saber o los títulos; es, en primer término, la dilucidación de las
relaciones establecidas entre los clientes y sus respectivas
instituciones, entre los clientes y el analista y, por último, entre el
analista y las instituciones. Se advierte entonces que la
contratransferencia institucional resulta de dilucidar: a) la respuesta
que da el analista a los clientes en función de las diferenciaciones
del «trabajador colectivo» según status, edades, sexos, razas, etc.;
b) la respuesta que da el analista a la organización cliente como
institución, inscripta en un sistema singular de instituciones; y c) la
respuesta que da el analista a las transferencias de su propia
organización analítica, o de la organización que «cubre» su equipo
desde un punto de vista deontológico y/o desde un punto de vista
metodológico e ideológico.
La dilucidación de estas diferentes relaciones transferenciales y
contratransferenciales es lo que más falta en intervenciones inspiradas por
la sociología de las organizaciones y aun, algunas veces, por interven-
ciones psicosociológicas. La ausencia o la insuficiencia de dilucidación
produce, ya sea una intervención «salvaje», ya sea una intervención en
función de reaseguro. El medio para evitar ambos tipos de errores consiste
en adoptar como regla fundamental de la intervención el análisis
permanente de la demanda, término en el cual se incluye tanto el
requerimiento explícito del staff-cliente como la demanda difusa y
contradictoria del grupo-cliente y la demanda implícita del analista. De este
modo, el campo de análisis abarca el conjunto de los conceptos
propuestos hasta aquí. En efecto, el análisis de la demanda no debe ser
concebido como una especie de introspección colectiva, de juego de
verdad, de ajuste de cuentas entre categorías de status. Si bien algo de
todo esto aparece durante una sesión analítica, es evidente que analizar
la demanda consiste también, y, ante todo, en ver en relieve lo que la
demanda delineaba en huevo: la situación real de la organización-cliente,
sus relaciones con el conjunto del sistema social, sus contradicciones, y la
potente acción de lo negativo que, de cualquier manera, la hace funcionar
y producir.

123
Mateo Machín
Psicología Social

Fernández, A. (2007). Los imaginarios sociales y la producción de


sentido
Los imaginarios sociales
Según Fernández, la noción de imaginario social es utilizada en los últimos
años en diferentes contextos de las ciencias sociales, la psicología social,
la teoría política, etcétera. La teorización de este campo de problemas fue
inaugurada por Cornelius Castoriadis, que acuñó este término en 1964.
La noción de imaginario social alude al conjunto de significaciones por
las cuales un colectivo —grupo, institución, sociedad— se instituyen como
tal; para que como tal advenga, al mismo tiempo que construye los modos
de sus relaciones sociales-materiales y delimita sus formas contractuales,
instituye también sus universos de sentido. Las significaciones sociales,
en tanto producciones de sentido, en su propio movimiento de producción
imaginan el mundo en que se despliegan.
En la expresión imaginario social, lo imaginario remite ya no como imagen
de, sino como capacidad imaginante, como invención o creación incesante
social-histórica-psíquica, de figuras, de formas, imágenes, es decir,
producción de significaciones colectivas.
En el psicoanálisis francés de inspiración lacaniana la noción de imaginario
forma parte de un tríptico indisoluble Imaginario-Simbólico-Real, y refiere
a “imagen de”. En Castoriadis, por el contrario, lo imaginario es siempre
simbólico y refiere a la capacidad de inventar-imaginar significaciones,
constituyéndose en el modo de ser de lo histórico-social.
Lo imaginario al referir a la capacidad imaginante, a la capacidad de
inventar algo nuevo, tendrá para Castoriadis dos vertientes: histórico-
social (los imaginarios sociales instituyentes o imaginario radical) y
psíquica (la imaginación radical, la psique). Aquí se desarrollarán
básicamente sus aportes referidos a la dimensión histórico-social.
Con respecto a los imaginarios sociales en tanto dimensión histórico-
social, Castoriadis distingue entre imaginario social efectivo (instituido)
e imaginario social radical (instituyente).
Al primero pertenecerán aquellos conjuntos de significaciones que
consolidan lo establecido; en esta dimensión los universos de
significaciones operan como organizadores de sentido de los actos
humanos estableciendo líneas de demarcación de lo lícito y lo ilícito, de lo
permitido y lo prohibido, lo bello y lo feo. El imaginario efectivo es lo que
mantiene unida a una sociedad, haciendo posible su continuidad y grados
de cohesión.

124
Mateo Machín
Psicología Social

Si para una sociedad, una institución o un grupo se conforme como


colectivo no solo es necesario que construya sus relaciones tanto
materiales sociales y defina sus formas contractuales, sino que, al mismo
tiempo, debe instituir sus significaciones imaginarias, es importante,
entonces, poner en consideración que lo histórico-social no crea o inventa
de una sola vez y para siempre significaciones imaginarias; el desorden
social se despliega cuando aparecen nuevos organizadores de sentido. Es
decir que, los nuevos organizadores de sentido y de las prácticas sociales
que les son inherentes, refieren a lo imaginario social no instituido, radical,
instituyente, que permite la irrupción de nuevos organizadores de sentido.
Su capacidad de conservar lo instituido, pero también su potencialidad
instituyente de transformación sitúa la dimensión de la producción de
significaciones colectivas —y por ende la construcción de subjetivación—
como una temática inseparable del problema del poder. Dicho de otra
manera, establece la relación entre imaginarios sociales, subjetividad y
producción de transformaciones sociales e instala la dimensión del poder
en el centro mismo de la producción de subjetividad.
Cuando en la noción de imaginario no se tiene en cuenta el aspecto
instituyente, suele confundirse con algunos modos de pensar las
producciones ideológicas.
Es importante establecer aquello que relaciona, pero también distingue
ambas nociones. Según Castoriadis, la ideología es la elaboración
racionalizada y sistematizada de la parte manifiesta, explícita de las
significaciones imaginarias sociales que corresponden a una institución
dada de la sociedad o al lugar o las miras de una determinada capa social
dentro de esa institución. Ideología, entonces, no sería sinónimo de
imaginario social, sino un modo de organización —propio de un período
histórico— de parte de sus significaciones. Ideologías definidas como el
conjunto de ideas que se relacionan con una realidad no para esclarecerla
y transformarla sino para velarla y justificarla en lo imaginario y que
permiten a la gente decir una cosa y hacer otra, y parecer distintos a lo
que son.
La urdimbre inmensamente compleja de significaciones orienta y dirige
toda la vida de los individuos concretos que corporalmente constituyen una
sociedad. Dios, dioses, ciudades, ciudadanos, esclavos, nación, Estado,
dinero, tabú, virtud, hombre, mujer, padre, hijo, hoy son lo que son en virtud
de las significaciones imaginarias sociales que los hacen ser eso. Estas
significaciones son imaginarias por están dadas por creación o invención,
es decir, porque solo existen siendo objeto de participación de un ente
colectivo o anónimo.

125
Mateo Machín
Psicología Social

Estas significaciones operan en lo implícito y establecen el modo de ser


de las cosas, los valores, los individuos. Las significaciones no son aquello
que los individuos se representan consciente o inconscientemente, ni lo
que piensan; son aquello por medio del cual y a partir de lo cual los
individuos son producidos como individuos sociales con capacidad para
participar en el hacer y en el representar-decir social, y en tal sentido
pueden representar, accionar y pensar de manera compatible y coherente
aun en el conflicto.
Una sociedad es también un sistema de interpretación del mundo, de
construcción, de creación, invención de su propio mundo. ¿Qué inventa
una sociedad cuando se constituye como tal? Inventa significaciones.
Estas producciones de sentido no están ahí para presentar otra cosa, sino
que estos esquemas organizadores son condición de representabilidad de
aquello que esta sociedad puede darse. Aquello que mantiene unida a una
sociedad es su institución. De conformidad con sus formas, la institución
produce individuos, quienes, a su vez, están en condiciones de reproducir
la institución de la sociedad. En tal sentido, la institución de la sociedad
está hecho de múltiples instituciones particulares que, funcionando en
coherencia, hacen que, aun en crisis, una sociedad sea esa misma
sociedad.

126
Mateo Machín
Psicología Social

Manero, R. (1995). El análisis de las implicaciones


Según Manero, la idea de la curiosidad del hombre por el mundo que lo
rodea ha acompañado permanentemente cualquier proyecto de
conocimiento.
Así, la filosofía constituyó, desde un principio, en una reflexión permanente
sobre la realidad y el conocimiento de dicha realidad. Diferentes
aproximaciones al conocimiento del mundo han permitido el desarrollo de
diferencias en torno a criterios de verdad, formas de conocerlo y, sobre
todo, el sentido que se produce en nuestro estar en el planeta.
Sin embargo, es interesante observar que el desarrollo de las ideas sobre
las formas de producción del conocimiento, han hipostasiado la dinámica
interna, han privilegiado la idea de la autonomía del desarrollo del
conocimiento, sobre las condiciones o determinaciones que lo subtienden.
Hegel había planteado, en el siglo pasado, la última síntesis general del
conocimiento. En torno a este, planteaba que el concepto debía contener
al objeto, al sujeto y la relación que los une. Es importante esta definición,
ya que pone el énfasis en un sistema de relaciones. El conocimiento no es
únicamente descripción más o menos controlada de un objeto de la
realidad, no es únicamente la descripción de las relaciones de dicho objeto
con otros similares, homogéneos o heterogéneos. El conocimiento
aparece como producción o resultado de acciones recíprocas entre el
sujeto y el objeto. El conocimiento contiene en sí mismo las formas
singulares por las que se establece: supone, evidentemente, la elucidación
del acto mismo de conocer. Al conocer el objeto, el conocimiento debe
elucidar al mismo tiempo la acción misma de conocimiento.
La separación de la Iglesia y el Estado y la consecuente secularización de
muchas instituciones, entre ellas la institución científica, puso en escena
una reactualización del debate alrededor del conocimiento. A partir de este
momento, se redefine la relación entre el científico y el político, así como
las posibilidades políticas de la ciencia. Multiplicidad de criterios se ponen
en juego, y desde entonces es polémica obligada en lo que la
conceptualización del conocimiento se refiere.
En la actualidad, el debate de diferentes posiciones sobre filosofía e
historia de la ciencia resulta apasionante. Sin embargo, a pesar de sus
diferencias, hay algo que los une: el privilegio de la historia interna sobre
la historia externa de la ciencia. Es decir, que situamos nuestro campo de
observación, nuevamente, hipostasiando la relativa autonomía de la
institución científica.
Frente a esta tendencia, se alza la sociología del conocimiento, que
enfatizará la historia externa, las condiciones sociales y políticas que
127
Mateo Machín
Psicología Social

permiten y determinan la emergencia de diferentes formas de


conocimiento.
De nuevo nos encontramos el gran debate sobre la producción de
conocimiento y de la ciencia. Todo hace parecer que el conocimiento, en
la medida en la que nos revela la constitución y la forma en la que el mundo
está organizado y se produce, también oculta el modo en que él mismo se
produce y se organiza. El saber especializado, y quizás también todo saber
social, se asienta sobre la ignorancia y el ocultamiento de sus propias
condiciones de producción.
¿Sirve de algo preguntarse sobre las implicaciones?
El análisis de las implicaciones ha sido malentendido de diversas
maneras: en ocasiones, confundiéndolo con la sobreimplicación, con la
medida del compromiso establecido conscientemente con alguna causa;
en otras, convirtiéndolo en un anecdotario, un extra-texto que
morbosamente leemos para enterarnos de algunas intimidades de autor.
En relación con los productos de las investigaciones que realizamos, el
análisis de las implicaciones parece no formar parte medular del proceso
mismo de investigación.
Todo parecería indicar que el edificio científico se sostiene en
independencia y completa autonomía respecto de los autores o grupos
sociales que lo generan. La autonomización de la ciencia en relación a la
sociedad que la instituye define claramente su característica enajenada,
alienada.
El fenómeno de alineación nos permite, de cierta manera, describir
mínimamente la lógica de dicho saber, y las formas de racionalidad que lo
subtienden. Se trataría de ver, de observar, de elucidar las formas de
nuestra propia racionalidad.
"Lo que se da como racionalidad de la sociedad moderna, es simplemente
la forma, las conexiones exteriormente necesarias, la dominación
perpetua del silogismo. Pero en estos silogismos de la vida moderna, las
premisas adoptan su contenido del imaginario; y la prevalencia del
silogismo como tal, la obsesión de la 'racionalidad' desvinculada del resto,
constituye un imaginario en segundo grado. La pseudo-racionalidad
moderna es una de las formas históricas del imaginario; es arbitraria en
sus fines últimos en la medida en la que estos no relevan de ninguna
razón, y es arbitraria en cuanto se plantea ella misma como fin, no
proponiendo otra cosa que una 'racionalización' formal y vacía. En este
aspecto de su existencia, el mundo moderno es presa de un delirio
sistemático, del cual la autonomización de la técnica desatada y que no
está 'al servicio' de ningún fin asignable, es la forma más inmediatamente
perceptible y la más directamente amenazante." (Castoriadis, 1975).
128
Mateo Machín
Psicología Social

La carencia evidentemente metafísica en las infinitas bondades de la


Razón y la racionalidad no es razonable. He allí la paradoja. No solamente
la lógica científica, sino la lógica racional que estructura permanentemente
nuestra sociedad está estructurada sobre la mistificación de la razón. Y
Castoriadis nos plantea que la misma idea de razón que manejamos es
producto de un imaginario social, históricamente producido, que lleva la
racionalización a su límite.
La pseudo-racionalidad de nuestro mundo autonomiza la racionalidad en
uno de sus momentos parciales, el entendimiento, que únicamente cuida
la corrección de las conexiones parciales, ignorando las cuestiones de los
fundamentos, de la totalidad, de los fines, de la relación entre la razón con
el hombre y con el mundo, y vive básicamente en un universo de símbolos
que la mayor parte del tiempo no representan lo real, no son necesarios
para pensarlo y manipularlo, y se estructuran en un mundo burocrático que
realiza hasta el extremo la autonomización del puro simbolismo. El
conocimiento y la ciencia actuales no pueden, consecuentemente,
ahorrarse la interrogación filosófica.
Por otro lado, el saber y la ciencia se han constituido históricamente como
una institución.
“La ciencia es institución en el sentido fuerte y pesado del término, y cada
vez más una institución central del mundo contemporáneo. Como tal, está
tomada por los medios materiales, las formas de organización, las ideas que
toma de él y que le proporciona. Como toda institución, es una inercia sostenida
por un mito: dejada a ella misma, continúa en su misma dirección y con la misma
velocidad; cuestionar su valor, sus métodos, su orientación, sus resultados,
equivale al iconoclasma.” (Castoriadis, 1975).
¿Cómo, entonces, realizar un análisis institucional de la institución
científica? Más allá de los aportes de las teorías mencionadas, debemos
entender estos métodos como producciones que no hacen únicamente al
problema del conocimiento de los objetos en sí, sino que al mismo tiempo
producen sistemas de relaciones, prácticas repetitivas que constituyen una
institución. Al mismo tiempo que elucidan parcialmente la realidad, estos
verdaderos corpus teóricos aportan nuevos significados y contenidos al
proceso de alineación de la institución científica.
Como corolario, tendríamos que toda investigación científica consiste en
un acto de parcialización, de recorte y resignificación de la realidad, recorte
y resignificación que son la condición misma de su existencia. Al mismo
tiempo que nos permite conocer las "conexiones parciales" entre
elementos de la realidad, olvidando sus fundamentos, su propia
racionalidad, la investigación científica es un acto de ocultamiento y de

129
Mateo Machín
Psicología Social

mistificación de la institución científica, es decir, mitificación de la Razón


como fundamento último y fin en sí mismo.
El proyecto del análisis institucional de la institución científica solo puede
correr de la mano de transformaciones sociales más amplias, de un
cuestionamiento generalizado de la alineación entendida como
autonomización de las instituciones respecto de la sociedad que las
instituye.
Si el gran proyecto de la transformación de la sociedad pasa por el
autorrebasamiento de la razón, y este no es posible sin el cambio de
nuestra relación con la institución del saber, de la institución científica, el
análisis de las implicaciones tiene una dirección y un sentido, y se
constituye como un proyecto de análisis institucional de dicha institución.
Finalmente, como diría Morin,
“No podemos escapar de los mitos. El problema, para nosotros, es
reconocer en los mitos su realidad, no la realidad. Se trata de reconocer su
verdad, y no de reconocer la verdad. Se trata de ver la potencia de ilusión que
secretan sin cesar y que puede recubrir su verdad. Hay que desmitificar los
mitos, por no hacer de la desmitificación un mito. No podemos escapar de ellos,
pero podemos reconocer su naturaleza y comerciar con ellos, a la vez del interior
y del exterior”.

130
Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 8: Posestructuralismo
Gibson-Graham, J. K. (2002). Intervenciones posestructurales
Introducción
Según Gibson-Graham, el posestructuralismo es una aproximación
teórica al conocimiento y la sociedad que acoge la incertidumbre de los
significados, el poder constitutivo del discurso y la efectividad política de la
teoría y la investigación. Comenzó en la década de 1960 como un
movimiento dentro de la filosofía francesa, y después migró hacia el mundo
angloparlante donde tuvo también un impacto transformativo en la filosofía.
En épocas más recientes, ha ganado espacio dentro de la geografía
humana y otras ciencias sociales.
Algunas veces, el posestructuralismo es equiparado al posmodernismo.
Lo que resulta posmoderno del posestructuralismo es su rechazo de
ciertas concepciones modernistas, claramente identificables, sobre el
conocimiento, el conocedor y lo conocido. Mientras que se entiende que el
conocimiento dentro de un marco modernista es singular, acumulativo y
neutral, desde una perspectiva posestructural es múltiple, contradictorio y
poderoso.
Antecedentes y orígenes posestructuralistas
El posestructuralismo emerge dentro y en contra de la tradición modernista
del estructuralismo. Quizá su antecedente más cercano sea el
estructuralismo lingüístico de Saussure, que rechazó la visión de la
lingüística tradicional en la que las palabras se consideran símbolos que
representan objetos en el mundo. Saussure (1966), en cambio, sostuvo
que las palabras podían ser vistas como signos constituidos por la relación
entre dos partes, el significante –la imagen visual o acústica– y el
significado –el concepto evocado por esta imagen–. En cualquier lenguaje
el significado no emerge de la relación entre las palabras y sus referentes
extralingüísticos, lo cual es enteramente arbitrario, sino de las relaciones
de diferencia construidas socialmente entre los signos.
Consideremos la palabra fábrica. Desde un punto de vista pre-
saussuriano, esta palabra es un símbolo que representa un edificio donde
se lleva a cabo la producción –su referente en el mundo real–. En
oposición, desde el punto de vista estructuralista de Saussure, la palabra
fábrica es un signo que incluye la palabra escrita o hablada fábrica (el
significante) y la idea (el significado) de un edificio que se diferencia de
otras cosas debido a las prácticas culturalmente codificadas que ocurren
en y alrededor de él. La palabra fábrica adquiere significado por medio de
lo distintivo de su signo en relación con todos los otros signos del lenguaje,

131
Mateo Machín
Psicología Social

por ejemplo, al diferenciarse de signos como oficina o casa o campo o


parque de juegos. Lo revolucionario de esta declaración es afirmar que el
significado se crea dentro de una estructura social compleja de relación y
diferencia y no por medio de palabras que operan como sustitutos para los
objetos, representándolos en su ausencia.
Aunque el estructuralismo se considera como algo que desestabiliza la
presuposición modernista en la que el lenguaje es un espejo de la realidad,
también es un proyecto esencialmente modernista. Para los pensadores
estructuralistas, subyacentes a los flujos y contingencias del mundo social
se encontraban las formaciones unificadas que configuraban la vida social.
Las teorías lingüísticas de Saussure, culturales de Claude Lévi-Strauss,
económicas de Karl Marx y psicoanalíticas de Sigmund Freud, cada una a
su manera, aducían el origen y la organización de fenómenos sociales
complejos a estructuras más profundas. Desvelar o descubrir esas
estructuras era la tarea de la ciencia estructural.
Aquellos filósofos que llegarían a ser conocidos como posestructuralistas
confrontaron el proyecto estructuralista, tomando una actitud escéptica
hacia la determinación por estructuras subyacentes y los intentos de
encontrar la verdad última del lenguaje, la cultura, la sociedad y la psiquis.
Pero quizá su movimiento más notorio fue cuestionar la relación inmóvil
entre significante y significado, que caracterizaba a la lingüística
saussuriana. Desde una perspectiva posestructuralista, el lenguaje no
existe como un sistema de diferencias dentro de un conjunto único de
signos. En cambio, las relaciones significante-significado se crean y
revisan continuamente, ya que las palabras se recontextualizan en una
producción eterna de textos. La creación de significado es un proceso
inacabado, un sitio de constante forcejeo donde se generan significados
alternos y cuya firmeza es apenas temporal.
Así, el significado de la palabra mujer en el contexto de marido, hogar y
familia, es muy distinto a su significado en el contexto lesbiana, trabajo y
política. Las luchas políticas feministas pueden considerarse un
multiplicador de los contextos y significaciones de mujer, que en el proceso
desestabilizan aquellos significados inmóviles asociados a un orden
patriarcal.
Hasta este momento, en la discusión nos hemos encontrado con el
antifundamentalismo y el antiesencialismo que caracterizan a la teoría
posestructuralista. Una epistemología antifundamentalista se rehúsa a
considerar el conocimiento como algo “basado en la realidad” o que está
encargado de ser reflejo de o reflejar el mundo. En vez de ser un reflejo
que depende de una realidad independiente, el conocimiento pos-
estructural es un proceso social que interactúa plenamente con otros

132
Mateo Machín
Psicología Social

procesos sociales y naturales que constituyen la vida social. La


epistemología antifundamentalista está relacionada directamente con una
ontología antiesencialista. Si la palabra mujer no corresponde directa-
mente a un ser humano femenino genérico, su significado no puede
entenderse como fijado por una equivalencia esencial que unifica a todas
las mujeres. Al contrario, la palabra mujer se resignifica cada vez que se
recontextualiza. No hay un concepto esencial, fundamental o invariable de
mujer que ancle la palabra, sino una infinidad de contextualizaciones que
proveen lecturas múltiples y contradictorias de lo que es o puede ser mujer.
Estrategias posestructuralistas
El poestructuralismo ofrece una variedad de estrategias que cuestionan
las ideas recibidas y las prácticas dominantes, haciendo visible su poder y
creando espacios para que emerjan formas alternas de la práctica y el
poder. Las que exploramos aquí son la deconstrucción, la genealogía y
el análisis discursivo.

Deconstrucción
La deconstrucción es un tipo de lectura que se origina en la obra del
filósofo francés Jaques Derrida (1967). Trabajando en contra de lo que él
denomina “logocentrismo”, Derrida cuestiona ciertos axiomas fundamen-
tales del pensamiento occidental. Algunos de los presupuestos cuestio-
nados son:
• La ley de la identidad y la presencia del ser (si un edificio es fábrica
es una fábrica).
• La ley de la no-contradicción que establece la identidad en relación
con su “otro” (si una cosa es una fábrica, no puede ser también una
no-fábrica).
• La ley de exclusión del medio (fábrica y no-fábrica contienen todas
las posibilidades de una situación dada).
En conjunto, estas leyes nos dan objetos/identidades estables,
circunscritos y que se constituyen mediante una negación –de todo lo que
no es fábrica–.
Lo que Derrida identifica como logocentrismo es el patrón occidental de
producir significado mediante una estructura binaria positiva y negativa
(fábrica/no fábrica). Dentro del marco del logocentrismo, el primer término
de una estructura binaria está dotado de positividad a expensas del otro.
La estructura binaria establece una relación de oposición y exclusión y no
una relación de similitud y mezcla entre los dos términos –así, si la fábrica
es un sitio de producción, entonces la no-fábrica, algo como un hogar, no
lo es; o si la producción existe dentro del hogar, esta es inferior a la que

133
Mateo Machín
Psicología Social

se lleva a cabo en la fábrica–. Esta estructura de oposición está asociada


con una metafísica de la valoración que puede ser muy sutil pero imposible
de evadir. Mediante este ejemplo es fácil ver cómo el logocentrismo puede
dar pie a que surja un concepto tal como economía; circunscrito, estable e
inherentemente más importante que lo no-económico.
El estructuralismo feminista, entre otros, ha observado cómo los intentos
para (re)valorar el término ausente o subordinado dentro de una estructura
binaria son minados fácilmente. El feminismo posestructuralista ha
cambiado el término logocentrismo por falogocentrismo, recalcando la
forma en que la figura masculina –el falo– fija el significado, dando
presencia y positividad a un lado de la estructura binaria y produciendo
una cadena alineada de términos dominantes dentro del pensamiento
europeo de la ilustración, como en los ejemplos siguientes:

Podemos detectar el rol del falo como un significante maestro por medio
de la regularidad con la que se asocia el primer término con masculinidad,
predominancia e importancia. Volviendo a nuestro ejemplo de la fábrica, la
identidad y positividad de la fábrica se obtiene dentro de una estructura
sociolingüística que asocia lo que ocurre en la fábrica con razón,
objetividad, mente, hombre y economía. Estos términos dominantes se
refuerzan el uno al otro, diferenciando la producción en la fábrica de los
tipos de producción en los hogares, los patios traseros, las calles y los
campos, dándole un mayor grado de realidad, independencia y
consecuencia.
La estrategia deconstructiva de Derrida se interesa en pensar las diferen-
cias por fuera de las estructuras binarias y jerárquicas. Una deconstrucción
derrideana del signo fábrica puede comenzar por revalorar el término
subordinado en la estructura binaria fábrica/no-fábrica. Por ejemplo, las
teóricas feministas de la economía han tratado de revertir el flujo de la
valoración cultural, anotando cuántas horas ocupan las labores
domésticas no remuneradas y cómo esta contribución al producto interno
bruto, si se midiera, sobrepasaría todo el trabajo efectuado dentro de la

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Mateo Machín
Psicología Social

producción fabril. Llevando el análisis un poco más lejos, en la geografía


económica es tradicional ver al hogar como el sitio de la reproducción
social –una serie de prácticas dependientes, tales como las labores
domésticas y el cuidado de los hijos, poco determinantes y que por lo
general son subvaloradas–. Al revertir la estructura binaria
producción/reproducción, la reproducción podría representarse como la
actividad que compromete a todas las personas durante todo el tiempo;
como el proceso íntegro de crear las condiciones para que la sociedad
continúe existiendo. Así, reproducción es un concepto que abarca más que
producción. Es el caso general, el todo del cual la producción es una parte,
mientras que la producción es el caso especial.
Uno de los problemas del proceso de revertir es que mantiene intacta la
estructura binaria, cambiando simplemente la jerarquía de valoración. Otra
estrategia deconstructiva aún más potente es la de desdibujar los límites
entre los términos, socavando la solidez y fijeza de la identidad/presencia,
mostrando cómo el otro excluido se encuentra incrustado de tal forma
dentro de la identidad primaria que su diferencia resulta insostenible. Así,
el hogar podemos representarlo también como un sitio de producción –de
varios bienes y servicios domésticos– y la fábrica como un lugar de
reproducción. Aquellas actividades consideradas como no económicas
que se dice ocurren en el espacio doméstico –el despliegue de emociones,
la representación de identidades sexuales y de género, la socialización, el
entrenamiento, el cariño– no se efectúan solo en el espacio público de la
fábrica, sino que, incluso, puede considerarse que desmejoran la
integridad de esta como un espacio eficiente de la producción, el cálculo
racional y la maximización de las utilidades. La presencia interna del otro
excluido vuelve la identidad algo poco familiar, vaciándola de significado.
Súbitamente, lo que entendíamos por fábrica comienza a desmoronarse.
La deconstrucción ilumina los momentos de contradicción e indecisión de
lo que parece ser una estructura o texto nítidamente concebidos. Enseña
la postergación indefinida del significado dentro de un sistema de
diferenciación y coloca en primer plano la incapacidad que tiene el signo
de personificar totalmente un significado esencial. El significado es creado
y re-creado dentro de textos y contextos específicos. Ya que no existe un
término maestro para fijar los conceptos a significantes específicos, el
significado siempre está en proceso e incompleto.

Genealogía y análisis discursivo


Mientras que Derrida enfatiza lo móvil y disputable del significado, el
proyecto de Michel Foucault se dirige a examinar la manera como ciertos
conocimientos y significados son normalizados y aceptados como Verdad.
El trabajo de Foucault enfatiza sobre las formas en las que la construcción

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Mateo Machín
Psicología Social

de significado es una representación del poder que no solo se encuentra


trazada en el lenguaje sino también grabada sobre el cuerpo y re-
constituida continuamente en la vida social. Al usar el término discurso,
Foucault se refiere a una práctica gobernada por reglas, que incluye
significados enmarcados dentro de un sistema de conocimiento y en
instituciones y prácticas sociales que producen y mantienen estos
significados. Volviendo a nuestro ejemplo de la fábrica, un cobertizo con
techo en forma de serrucho donde la gente toma unos materiales y,
usando varias clases de máquinas, los transforma en otros materiales es
conocido como fábrica, tanto por la diferenciación de FÁBRICA dentro de
un sistema de signos lingüísticos como por su posición en un sistema de
signos aún más amplio, conformado por las convenciones sociales, los
movimientos corporales rutinarios, las reglas de comportamiento y los
actores institucionales, entre otros. Este conjunto de metal, vidrio, cuerpos,
energía y materiales producidos cobra significado y se le da un valor
positivo solo dentro del discurso –en este caso, quizás, un discurso de
industrialización–.
Foucault desafía la universalidad y verdad del significado al desarrollar un
método distintivo para el análisis del discurso que involucra: 1) un análisis
crítico de las violencias generadas por cualquier teoría o sistema de
significados (lo que excluye, prohíbe o niega); y 2) un análisis genea-
lógico de los procesos, continuidades y discontinuidades mediante las
que llega a formarse un discurso. Su trabajo dirige nuestra atención hacia
las formas en que los conocimientos ejercen y producen poder –por medio
de aparatos de regulación; por ejemplo, instituciones como escuelas,
prisiones, casa de trabajo y fábricas en donde prevalecen las técnicas de
disciplina y vigilancia corporal–, y mediante el desarrollo y aplicación de
tecnologías para administrar el ser –por ejemplo, presupuestos, dietas,
mapas, columnas de ayuda sexual, propagandas de productos de higiene
personal– que ayudan a organizar la vida diaria. Un análisis crítico del
discurso de la industrialización podría ilustrar la manera como los cuerpos
y la producción material que se lleva a cabo en los hogares son devaluados
dentro de los sistemas de saber disciplinarios de la economía y la
geografía económica. Tal genealogía podría comenzar, por ejemplo, con
una noción fisiocrática de la economía, en la que un excedente agrícola
hace posibles las actividades no agrícolas –estableciendo de esta forma
la dependencia y estatus secundario de la industria–. Podría virar,
entonces, hacia la centralidad y estatus originario de la industria en el
discurso de la industrialización, con su visión de la economía y el
crecimiento económico –incluyendo la demanda de productos y servicios
agrícolas– siendo impulsados por los incrementos en la producción
manufacturera; y, finalmente, a la literatura sobre la economía

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Mateo Machín
Psicología Social

posindustrial, en la que instituciones y transacciones financieras de alto


nivel establecen una vez más la subordinación de la industria, esta vez a
la especulación financiera y los azares del sector financiero internacional.
Lo que emerge de este proyecto que traza los saberes cambiantes de
industria es una concepción relativamente estable de la economía como
una totalidad integrada, centrada sobre un espacio determinante que
constriñe, impulsa o dicta hacia otros sitios/actividades. Por medio del
proceso de genealogía, esta noción se ve desnaturalizada, haciéndola
visible como una construcción discursiva.
La influencia de Foucault sobre el posestructuralismo ha concentrado la
atención sobre cómo las diferentes formas de poder están entrecruzadas
con la producción de conocimiento para crear ciertas concepciones
valorizadas del asunto en cualquier periodo histórico. Aunque gran parte
del trabajo de Foucault parece enfatizar sobre la construcción y
consolidación de discursos dominantes que someten al individuo a fuerzas
poderosas fuera de su control, su intervención abre también un espacio
para examinar la proliferación y multiplicidad de discursos que pueden
crear sujetos capaces de resistir y reconstituir el poder de diversas formas.
Aquí, el trabajo de Judith Butler y otros teóricos sobre la performatividad
del discurso transmite algo de lo incompleto y abierto de los procesos de
subjetivación.
Performatividad
Para Butler, la performatividad es la práctica reiterativa y situacional por
medio de la que el discurso produce los efectos a los que da nombre.
Butler explora la performatividad de forma específica con respecto al
género. El género no es una característica estable del sujeto que emana
de una estructura binaria determinada por la biología o que está inscrita
en lo cultural. En cambio, la identidad de género se practica por medio de
la representación –performance– repetitiva de ciertos actos. El género
debe ser re-presentado continuamente con el fin de asegurar su fijeza
aparente. Esta noción de la representación iterativa como algo constitutivo
de lo que se toma por una realidad estable ofrece ideas interesantes
acerca de las políticas del conocimiento. Butler enfatiza sobre las
diferencias inevitables entre los performances, los deslices entre las
iteraciones, lo que sugiere que las identidades de género –o cualesquiera
otras–, siempre son inacabadas y están abiertas a la subversión.
El concepto de performatividad abre un camino a través de la, a veces,
desconcertante falta de piso del proyecto posestructuralista y apunta hacia
las intervenciones comprometidas que retan los sistemas de saber/poder
hegemónicos trazados claramente por Foucault. Lo que llama la atención
de Butler son las aperturas por fuera del orden heteronormativo

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Mateo Machín
Psicología Social

establecido. Butler está comprometida con el proceso de desestabilizar las


categorías binarias de género que sirven de soporte a la heterosexualidad
obligatoria. Al enfatizar sobre las incertidumbres y discontinuidades
inherentes a los performances de género, saca a la luz las posibilidades
que existen para alterar e inventar dentro del proceso cultural de la
creación del género. De esta forma, abre un espacio para la capacidad de
actuar y lo impredecible en un modo de subjetivación que comúnmente se
asume como un dato biológico o cultural.
Para Butler y otros teóricos, las intervenciones estructurales no son una
retirada hacia la teoría y una desconexión del mundo, la política, la ética o
el cambio social. Al contrario, el posestructuralismo asigna un nuevo papel
a la teoría, considerándola como una intervención política. El conocimiento
posestructural da forma a la realidad en vez de reflejarla pasivamente. La
producción de nuevos saberes es una actividad que cambia el mundo,
reubicando otros saberes y validando nuevos sujetos, prácticas, políticas
e instituciones.

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Mateo Machín
Psicología Social

Módulo 9: Psicología Social


como campo de conocimientos
Maceiras, J. y Bachino, N. (2008). Territorio, ámbito y campo
Introducción
Según Maceiras y Bachino, las categorías que trabajaremos a lo largo de
esta comunicación son territorio, ámbito y campo, que como se verá,
están vinculadas a posturas epistémicas. Tienen que ver con las
posibilidades de conocer y comprender lo que ahí, en la delimitación de un
recorte de realidad puesto a consideración, el sujeto que asume tal
encargo despliega. En otras palabras, tiene que ver con la naturaleza de
la relación entre quien pretende conocer y comprender y aquello que tiene
por destino ser comprendido o conocido.
Nos referiremos a las condiciones de surgimiento de las nociones antes
mencionadas pero no para solidificarlas, hasta aquí territorio, hasta aquí
ámbito, hasta aquí campo, sino para ver que en realidad no existen como
categorías puras, todo lo contrario, se hallan en constante interpenetración
y movimiento, a veces territorio, a veces ámbito, a veces campo.
Transitaremos por el análisis y crítica de algunos dualismos, en particular
los que interpelan las díadas sujeto-objeto y teoría-práctica. Ejercicio de
la crítica que implicará mostrar que en la creación de estos dualismos no
hay nada de natural, todo lo contrario, todo naturalizado.
Finalmente daremos cuenta de que las categorías referidas mantienen una
relación de interconexión, continuidades y discontinuidades; no obstante
lo cual, las estamos presentando claramente discriminadas solo con fines
didácticos, sabiendo que a la hora de intervenir estas se muestran con
límites difusos.
Territorio
La palabra territorio sugiere soberanía y delimitación precisa de una cierta
porción de realidad que está sujeta a formaciones instituidas de gobierno
que la rigen y administran, y que por tanto reivindican autonomía e
independencia de acción sobre ella. Metáfora que nos sitúa en la
perspectiva de pensar las disciplinas invariablemente ligadas al territorio,
ejerciendo poder, soberanía, dominación y exclusión de todo aquello que
le es ajeno.
La noción de territorio es tributaria a una concepción epistemológica
positivista propia de la modernidad, la que erige a las disciplinas como
organizadoras del conocimiento, y en términos globales de una

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Mateo Machín
Psicología Social

cosmovisión del mundo regida por la primacía de la razón y el progreso


permanente y lineal. Es en este sentido donde advertimos que todo acto
de conocimiento que contempla un objeto a conocer y un sujeto
cognoscente se concibe en compartimentos estancos, fragmentados,
hendidos, partidos, separados, desdoblados, descompuestos.
Reparamos que la modernidad pone el énfasis en la razón como valor
último, desplazando en este sistema de conocimiento a la emoción del
sujeto cognoscente. La emoción en este universo se percibe como
interferencia u obstáculo ya que le estaría quitando el estatuto científico a
ese conocimiento, por lo tanto, en este momento la implicación queda
colocada en el lugar de lo impensado. Queda entonces excluida la
posibilidad de que el sujeto se interpele por las circunstancias involucradas
en la acción particular de conocer, lo que estaría obturando la capacidad
del pensar en relación a lo que se hace, así como en relación al saber
cómo se piensa en ese hacer.
El sujeto que ejerce la acción de intervenir con la disposición de conocer
es en este caso el técnico, y se ubica separado del recorte de realidad que
define como su objeto de estudio. Objeto formal y abstracto que es
medible, reproducible, cuantificable, autónomo, no contradictorio y unívoco
y que se halla desligado de un sujeto cognoscente, que a su vez tiene las
características de ser a-histórico, aséptico, trascendente y que en su
interpretación de la realidad buscará verdades últimas regidas por la
obtención de una pretendida objetividad. Clara primacía de la lógica de lo
uno e imposibilidad de considerar lo múltiple que conllevaría la inclusión
en el acto cognitivo de aproximaciones a otros campos disciplinarios.
Se busca entonces generar visibilidad y comprensión a la vez que construir
estrategias de intervención desde un territorio disciplinario y disciplinante.
La teoría y la técnica despliegan en este sentido su mayor violencia
simbólica. ya que diagraman cual “lente” que se antepone a la mirada del
técnico para indicarle y construirle el objeto de estudio que tiene ante sí.
Violencia simbólica que consiste en poner formas reconocidas como
convenientes y legítimas, produciendo efectos territorializantes que no se
presentan como tales al percibirse como universales.
El técnico interpreta y aplica, buscando de esta forma reencontrarse con
un conjunto de certezas que empalmen con el universo teórico disciplinario
desde el cual partió. En última instancia, lo que se estaría buscando es el
reconocimiento de ese universo teórico antes que cualquier eventualidad
de un conocimiento nuevo, impredecible, que sorprenda.
Aquí la lógica que impera es la de la trascendencia, a saber, a partir del
código propio del territorio teórico disciplinario y mediatizado por la técnica,

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Mateo Machín
Psicología Social

se va a otorgar un sentido a lo que se entiende acontece en aquel lugar


definido como recorte de realidad u objeto que se halla reservado a la
indagación. Estamos ante el gobierno de las técnicas, y estas pasan a ser
instrumentos cristalizados, arrancados de las realidades que les dieron
vida y considerados con un valor “en sí” de carácter universal.
Tomando como ejemplo, y para ilustrar cómo opera un territorio
disciplinario, podemos remitirnos a las primeras experiencias de aplicación
del psicoanálisis a los grupos. Ahí vemos cómo se extrae del psicoanálisis
su teoría y su técnica creada para ser desplegada en un espacio de trabajo
dual, y se la extrapola hacia un espacio de trabajo grupal.
Actualmente vemos que este artificio resulta sumamente rudimentario, ya
que la violencia que se ejerce desde la teoría y la técnica es aquí evidente.
Coerción que recae sobre lo que se pretende conocer o comprender a
punto de partida de no reconocerlo como un universo con legalidades
propias o a descubrir.
Ámbito
La noción de ámbito tal cual la plantea José Bleger en los años sesenta
es una categoría que, aunque por momentos remite al disciplinamiento
propio del territorio, por otros, tiene la capacidad de abrir el abanico a
nuevas prácticas psicológicas que muestran atisbos rupturistas. Estos
involucran una ampliación de los lugares de intervención del psicólogo, al
tiempo que promueven el desarrollo de nuevos modelos conceptuales. Es
por ello que desde una perspectiva actual lo entendemos como una
categoría bisagra, entre la noción ya referida de territorio y la que
trabajaremos más adelante de campo.
Al considerar relevantes las nociones pichonianas de hombre-en-situación
y salud y enfermedad como un continuo, vemos cómo Bleger está
apuntando a comprender al sujeto en el transcurrir de su vida cotidiana,
afirmando que es aquí donde es necesario intervenir para prevenir la
aparición de la enfermedad o promover conductas más saludables.
Manifiesta asimismo que es preciso desarrollar nuevos instrumentos
conceptuales, dispositivos de intervención y una concepción de trabajo en
equipo interdisciplinario. También relaciona estrechamente la práctica con
la investigación, donde la primera ya no es una mera aplicación de la
técnica. Esto le permite plantear que la práctica no está subordinada a la
investigación, sino que es su centro, y siendo consecuente con ello, critica
al modelo médico asistencial disociado de la investigación, al tiempo que
busca interrogar las prácticas psicológicas de la época, ampliando los
ámbitos de intervención a la vez que los modelos conceptuales.

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Mateo Machín
Psicología Social

La noción de ámbito a veces aparece referida a un lugar físico y otras como


modelo conceptual. A lo largo de “Psicohigiene y Psicología Institucional”
por momentos Bleger refiere al ámbito como lugar de trabajo entendido
empíricamente (individuos, grupos, instituciones y comunidades) y es ahí
cuando lo encontramos más cerca de la noción de territorio antes trabajada
y de un paradigma positivista, ya que estaría posicionado desde una lógica
del objeto discreto. De todas formas, creemos que intenta hacer un
movimiento para salirse de esta restricción al establecer en su esquema la
siguiente distinción:
Conviene aclarar que no son sinónimos y que, por lo tanto, no coinciden
psicología individual y ámbito psicosocial, tanto como tampoco coinciden
psicología social con ámbito sociodinámico; la diferencia entre psicología
individual y social no reside en el ámbito particular que abarcan una y otra,
sino en el modelo conceptual que utiliza cada una de ellas; así, se puede
estudiar la psicología de grupos (ámbito sociodinámico) con un modelo de
psicología individual, tanto como se puede estudiar al individuo (ámbito
psicosocial) con un modelo de la psicología social. (Bleger, 1991).
Es en este sentido que nos permite pensar que la psicología social no se
encuentra definida ni por el número de personas con las que se trabaja, ni
por el lugar donde se trabaja, sino por el enfoque con el que se trabaja.
Por ello entendemos que la mayor potencia del término ámbito se
encuentra cuando la referencia al mismo es en términos de modelo
conceptual, donde el ámbito comprende la extensión o amplitud particular
en que los fenómenos son abarcados para su estudio o para la actividad
profesional.

(Bleger, 1991)

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Mateo Machín
Psicología Social

El sentido A estaría mostrando que los ámbitos en términos de modelos


conceptuales, yendo del individuo al grupo, a la institución y a la
comunidad, generan un efecto de territorialización con la consecuente
violencia simbólica. Aquí se hace visible el sesgo rupturista del planteo
blegeriano, al que ligamos con la salida de esa lógica disciplinaria
unidireccional que se halla representada por el movimiento en la dirección
y sentido A. Por ello entendemos que este aporte lo ubica en el terreno de
la innovación, la que estaría planteada a partir de indicar la apertura a la
movilidad y al uso de modelos conceptuales que provienen de diversos
ámbitos, los que en su accionar son los que configuran el movimiento en
el sentido B. El autor entonces dirá que “…a medida que vamos abarcando
en la práctica nuevos ámbitos y se estructuran nuevos modelos
conceptuales adecuados, se impone el sentido B.”
Esta concepción nos permite por ejemplo al trabajar en clínica con un
sujeto (individuo), poder pensar los distintos planos que lo componen, así
como las diversas dimensiones que se hallan jugadas en esa singularidad;
donde el mismo está incluido en distintos grupos, su familia, una
determinada comunidad, al tiempo que es subjetivado por múltiples
instituciones. También nos habilita en la utilización de una herramienta,
como por ejemplo el mapa de red, surgido para intervenir en determinado
ámbito como lugar empírico (comunidad), para trabajar en otro como
puede ser la clínica individual, donde se lo estaría utilizando para abordar
y comprender las redes sociales de un paciente determinado.
Vemos claramente cómo Bleger propone una inflexión respecto al modelo
conceptual predominante, que estaba centrado en las disciplinas, con alto
nivel de especificidad y bien delimitadas unas de otras. En dicho modelo
al individuo debía abordárselo con teoría y técnica de alguna rama de la
psicología individual, sea esta psicoanalítica o cognitivo comportamental,
por nombrar dos; igualmente con un grupo, al que debía tratárselo con
teoría y técnica de grupos, y lo mismo con los otros espacios demarcados
(instituciones y comunidades), pero siempre, siempre manteniendo la
relación entre el recorte espacial y la teoría y la técnica que para dicho
ámbito se había gestado.
Campo
Lo que nos sugiere la noción de campo, antes que nada, es que no
estamos ante un objeto discreto con las cualidades que les son propias y
que se constituyeron como tales en el encuentro con una forma de
posicionamiento epistémico del sujeto cognoscente. Al decir de Ana María
Fernández y Juan Carlos De Brasi “campo que rescata lo diverso como
aquello que agrupa lo discontinuo, sin cultivar lo homogéneo” y que nos
ubica en una concepción epistemológica de la complejidad “que implica

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Mateo Machín
Psicología Social

una nueva manera de pensarnos a nosotros mismos, la ciencia que


producimos y el mundo que construimos gracias a nuestras teorías y
nuestra capacidad creativa” (Dabas & Najmanovich, 1995).
Por lo tanto, si nos pronunciamos en términos de campo es porque nos
distanciamos definitivamente de pensar en términos de objeto discreto,
situación que amplía las posibilidades respecto a lo que se investiga,
pudiendo pensar ahora sí desde la lógica de la paradoja y de lo
discontinuo, dejando atrás un pensamiento lineal causa–efecto. Este
movimiento de descentramiento estaría implicando posicionarse desde
una epistemología que contemple lo transdisciplinario, lo que posibilitaría
generar mayor visibilidad ya que se minimizarían ciertos puntos ciegos. En
tal sentido lo que una teoría no permite percibir no son sus ocasionales
errores o fallas sino sus impensados, o sea, aquellas invisibilidades
producidas a partir de sus condiciones de posibilidad de enunciación.
Poniendo a consideración el dualismo sujeto-objeto, al ejercer sobre este
par dicotómico una mirada crítica desde esta perspectiva concluimos que
ya no es sujeto cognoscente y objeto a ser conocido. Todo lo contrario, o
al menos todo diferente, el signo que los separe o los una no debe ser ya
(-) sino (:), para así poder plantear la díada en términos de sujeto: objeto,
buscando indicar de esta manera que la relación que establecen es de
indeterminación. Indicamos así que las fronteras que unen separando o
separan uniendo son difusas, porosas, de límites inexistentes o
imprecisos, lo que nos habilita a pensar en términos de conexiones y
acoples.
La figura que se ubicaría en el lugar del sujeto cognoscente queda claro
que aquí no es la del técnico, asentado en formaciones de dominación y
ejercicio de una violencia simbólica y disciplinaria, sino la del investigador,
ya que como vimos, no hay nada que aplicar.
Trabajaremos entonces con dos categorías que formuladas en términos
de campo nos permiten especular cómo se interviene y piensa en relación
a un recorte de realidad donde ya no existe un sujeto cognoscente
escindido de un objeto de conocimiento. Donde al primero lo concebimos
desterritorializándose para advenir constructor de un campo de
conocimientos, al tiempo que, al segundo, campo de problemáticas a
formular. Enfoque que está indicando que ninguno posee existencia propia
en tanto se conforman como tales en el encuentro, y es por ello que les
corresponde ser pensados en términos de inmanencia. Y más aún al
considerar que lo realmente importante es el proceso de conocimiento en
un espacio abierto, interconectado y susceptible de adaptación y
modificación en conexión con una realidad que es antes que nada
contextual. Es decir, solo funcionan en conexión, acoplando, siendo

144
Mateo Machín
Psicología Social

asimilados al modelo de la máquina y no al de la mecánica. La forma en


que opera la mecánica es cerrada sobre sí misma, la máquina por el
contrario no funciona nunca de manera aislada, siempre conectando,
siempre borrando las fronteras o haciéndolas difusas, operando por flujos.
En términos de campo no hay un lugar para lo teórico por un lado y lo
práctico por otro como categorías disociadas, ya no teoría-práctica, solo
relaciones de indeterminación (teoría: práctica). “La práctica es un
conjunto de conexiones de un punto teórico con otro, y la teoría un
empalme de una práctica con otra. [...] Es en esto en lo que una teoría no
expresa, no traduce, no aplica una práctica; es una práctica” (Foucault,
1992).
Indicamos y reiteramos, desde este posicionamiento no se piensa ni opera
desde un marco teórico que estaría signado por la lógica de lo uno y
sumido en criterios de verdad adhiriendo a relatos totalizadores y
totalizantes. Se trata de construir instrumentos para pensar campos de
problemáticas, donde la constitución del campo de conocimientos desde
donde intervenir se va construyendo atendiendo a lo específico, lo local y
puntual, y donde no tienen cabida cristalizaciones teórico-técnicas con
criterio de universalidad. “Una teoría es exactamente como una caja de
herramientas […] Es preciso que sirva, que funcione. Y no para uno
mismo. Si no hay personas para utilizarla, comenzando por el teórico
mismo, que deja entonces de ser teórico, es que no vale nada, o que el
momento no llegó aún” (Foucault, 1992).
Ya no marco teórico ni disciplina, la tarea propositiva entonces apunta al
desdisciplinamiento de los cuerpos disciplinarios, cuestión que implica
incurrir en procedimientos complejos por cierto y que están encaminados
hacia una elucidación crítica, la que podríamos descomponer siguiendo a
Fernández en tres grandes líneas:
• Desnaturalizar los dominios de objeto instituidos sin por ello invalidar
los conocimientos que ellos han producido y producen.
• Deconstruir las lógicas desde donde han operado sus principios de
ordenamiento.
• Genealogizar o al menos realizar algunos rastreos genealógicos que
permitan interrogar los a priori desde los que un campo de saberes
y prácticas ha construido sus conceptualizaciones.
Tomando las palabras de Fernández y De Brasi (1993), los procesos de
conocimiento están insertados de este modo a partir de sus historicidades,
implicaciones, estrategias discursivas y extradiscursivas, afecciones
singularizadas y requerimientos que los frenan o potencian.

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Mateo Machín
Psicología Social

Desenlaces
Nuestra intención fue darle trámite a las tres categorías puestas a
consideración en la perspectiva de conocer y comprender algo más acerca
de ellas.
Nuestra disposición es promover la expansión de lo hasta aquí expresado
con el trabajo sobre lo metafórico, valga para ello la idea de que una “lente”
que se antepone al observador lo puede hacer advenir técnico o
investigador.
Si bien la referencia metafórica establecida por nosotros al considerar los
diferentes posicionamientos epistémicos como “lentes” que diagraman una
forma de encuentro entre objeto/campo de problemáticas y sujeto/campo
de conocimientos parece lícita. No podemos dejar de advertir que esta
categorización establece demarcaciones que segmentan duramente, por
lo que corresponde mencionar que donde se construye un campo de
problemáticas siempre existe también algún indicio de territorialización y a
la inversa. Respecto a la primera derivación, siempre en el campo aparece
un efecto de teoría, es decir, surgen micro-instancias donde lo procesual
queda capturado bajo la égida del territorio. En cuanto a la segunda,
siempre en un efecto de territorialización se materializan líneas que
desatienden la captura, son desvíos que trascienden los dominios de ese
territorio y que podrían, si el técnico cede, ingresar en un proceso de
desterritorialización. Situación que sólo es posible si se contempla al
desvío y se da cabida a lo novedoso que insiste y no puede ser
comprendido (en una doble acepción: como sinónimo de entender y de
estar incluido en) desde un referente teórico disciplinario dado.
Finalizando ya, queremos decir que nominamos este apartado desenlace
con la intención de dejar de lado toda pretensión de conclusión o cierre;
por el contrario, nuestra idea es dejarlo abierto al planteo de nuevas líneas
que permitan desatar otras y así, y así sucesivamente. Pretendiendo
significar de esta manera que desplegar los sentidos posibles que emerjan
de esta comunicación en parte nos compete y en parte atañe al lector.

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