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Psicología Social
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Aclaraciones
Antes de dar comienzo a los contenidos que aquí se encuentran, resulta
de total importancia realizar algunas aclaraciones preliminares.
El presente escrito trata de ser un recopilado de contenidos bibliográficos
de manera breve y concisa, que, en otras palabras, es conocido como un
resumen. La única intención de este escrito es introducir y abordar un
determinado conjunto de temáticas, sin pretender bajo ningún momento
ser un reemplazo de la bibliografía que le da sustento.
Debido a que solo es un recopilado de contenidos, el documento no cuenta
con un estilo de escritura académico ni referencias bibliográficas formales.
Tampoco es una copia exacta de lo que han escrito los autores presentes,
sino que se han realizado modificaciones, tales como cambiar palabras,
acortar párrafos, agregar anotaciones, entre otras cosas.
En consecuencia, se advierte que cada persona se hace totalmente
responsable de cualquier uso que se le realice a este texto. Como autor
del mismo, aclaro desde un principio que no me haré cargo de ninguna
situación que comprometa este archivo y que pueda darse en cualquier
lugar, tiempo y circunstancias. Entiéndase que esto aplica a todas las
situaciones habidas y por haber, sin excepción ninguna, puesto que cada
quien es plenamente consciente y responsable de sus actos.
Habiendo aclarado estas cuestiones, y asumiendo que el lector ha
entendido y asumido las aclaraciones, se puede dar comienzo a los
contenidos aquí presentes.
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Giambattista Vico desarrolló una serie de conceptos que serían clave para
la psicología social. En primer lugar, Vico desarrolló la idea según la cual
las sociedades presentan una dimensión histórica ineludible: se
constituyen, evolucionan y cambian en el transcurso de la historia.
Vico insistió también en el carácter construido de la sociedad. Para él, la
sociedad es un producto puramente humano que resulta de la actividad
desarrollada por los individuos.
Pero Vico investigó sobre todo la manera en que se iban constituyendo las
significaciones compartidas que constituyen el fundamento de una
sociedad y sin las cuales no sería posible la interacción entre los que la
integran. Vico nos explica cómo se constituyeron los primeros significados
compartidos a partir de las reacciones comunes que tenían los seres
humanos ante los acontecimientos naturales. Por ejemplo, ante los
truenos y rayos de una tormenta, corrían a refugiarse en cuevas y otros
refugios, de manera que desarrollaban conjuntamente una misma
actividad en un mismo momento y ante estímulos idénticos. Fueron estas
reacciones comunes, con los gestos y las conductas que implicaban, las
que fueron estableciendo, poco a poco, las bases para construir códigos
de comunicación y significados compartidos.
Más de un siglo después desde la publicación de la obra pionera de Vico,
es donde la psicología social apenas comienza a construirse como un
campo de estudio claramente diferenciado. De hecho, es recién en la
segunda mitad del siglo XIX en diferentes países europeos que comienza
a serlo. Desde el primer momento se entrevén dos grandes orientaciones:
➢ La primera centrada en el individuo y en los determinantes innatos
de las conductas sociales.
➢ La segunda centrada en las grandes colectividades humanas y en
los determinantes culturales de las conductas.
La primera orientación se enfatizan los instintos sociales que empujan al
individuo a desarrollarse como ser social, buscando el contacto con sus
congéneres y aprendiendo las pautas del comportamiento social. La
segunda orientación pone el acento en los factores culturales que regulan
la socialización de las personas y que marcan la vida social, prestando una
atención particular a la sedimentación de la historia de los pueblos en sus
lenguas, sus creencias y en sus tradiciones culturales.
El desarrollo de la psicología social en los Estados Unidos
En Estados Unidos se desarrollan la psicología social psicológica (PSP)
y la psicología social sociológica (PSS), aunque esta última no
alcanzará un grado de difusión parecido a la primera y quedará circunscrita
al ámbito de la sociología.
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b) La imitación
Se veía en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera en
que los seres humanos aprender a desarrollar las conductas consideradas
como “normales” y deseables en su sociedad. Se trató de un primer intento
de explicar el fenómeno de la socialización, es decir, el mecanismo
mediante el cual los individuos que nacen en una sociedad interiorizan los
valores, las creencias, los esquemas relacionales y las pautas de
comportamiento propios de esta sociedad, de manera que se permite que,
generación tras generación, se mantengan y se reproduzcan las
características básicas de la sociedad.
El interés por la imitación fue dejando paso, poco a poco, a planteamientos
más sofisticados en términos de aprendizaje social.
c) La sugestión
Mediante la sugestión se pretende explicar la manera como las personas
se amoldan al contexto social y acaban reproduciendo sus características
sometiéndose a las indicaciones y a las exigencias de los otros; es decir,
a las exigencias de la sociedad. Con el fenómeno de la sugestión se
estudiaba la manera como la sociedad consigue imponer las pautas de
actuación socialmente establecidas sin que las personas sean realmente
conscientes de esta imposición y así conservar, por lo tanto, el sentimiento
que las asumen para ellas mismas.
La psicología social fue profundizando en este fenómeno, aunque
abandonó poco a poco el término sugestión y lo sustituyó por el concepto
más amplio de influencia social.
d) Los fenómenos colectivos
El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la preocupación por
conocer las producciones colectivas de los pueblos, como las tradiciones
culturales, las peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias
colectivas, lo hábitos de todo tipo, etc. Como parte del interés por los
fenómenos colectivos, también se manifestó una notable preocupación por
estudiar las conductas de las masas.
La psicología social se alejaría progresivamente del interés por las masas
ya que la disciplina se fue centrando cada vez más en unidades de análisis
más reducidas. De esta manera, bajó del ámbito de los fenómenos
colectivos al de los pequeños grupos y de las relaciones interpersonales
hasta situarse, finalmente, en el campo de los fenómenos individuales.
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Las lagunas que George Mead dejó dentro de sus supuestos teóricos han
dado pie a muy diversas disciplinas, entre ellas, la Teoría de las
Representaciones Sociales de Moscovici.
3. Émile Durkheim y el concepto de representación colectiva
Al igual que Wundt, Durkheim estableció diferencias entre las
representaciones individuales y las representaciones colectivas,
explicando que lo colectivo no podía ser reducido a lo individual. Es decir,
que la conciencia colectiva trasciende a los individuos como una fuerza
coactiva y que puede ser visualizada en los mitos, la religión, las creencias
y demás productos culturales colectivos.
Fundamentado en su visión teórica, Durkheim se atreve a hacer la
diferencia entre sociología y psicología: a la primera le correspondía
analizar todo acerca de las representaciones colectivas y a la segunda lo
propio de las representaciones individuales. En consecuencia, Durkheim
definía el campo de la psicología social argumentando que debía estudiar
cómo las representaciones sociales se llaman y se excluyen, se fusionan
o se hacen distintas unas a otras. Sin embargo, estrecha el ámbito de
estudio de la psicología poniendo en la mira de la sociología una buena
cantidad de fenómenos que atañían más a una especie de psicología
social o colectiva.
Tuvieron que pasar varias décadas para que Serge Moscovici retomara
estos planteamientos y desarrollara una teoría en psicología social con
marcada tendencia sociológica cunado el común denominador de las
investigaciones en psicología era lo individual. Con su Teoría de las
Representaciones Sociales, Moscovici integra en una psicología social las
aportaciones de diversas disciplinas.
El modelo de Serge Moscovici
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• La actitud
Significa la orientación favorable o desfavorable en relación con el objeto
de la representación social. Se puede considerar como el componente
más aparente, fáctico y conductual de la representación, y como la
dimensión que suele resultar más generosamente estudiada por su
implicación comportamental y de motivación.
Moscovici señala que se deduce que la actitud es la más frecuente de las
tres dimensiones y, quizá, la primera desde el punto de vista genético. En
consecuencia, es razonable concluir que nos informamos y nos
representamos una cosa únicamente después de haber tomado posición
y en función de la posición tomada.
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reside dentro del organismo y solo más tarde cobra expresión. Por tanto,
la conducta es algo más amplio y más complejo que la mera conducta
observable. Dentro del acto, afirma Mead, existe un campo que no es
externo, sino que pertenece al acto, y hay características de esa conducta
orgánica interna que se revelan en nuestras actitudes, especialmente las
relacionadas con el habla.
Nosotros, dice Mead, queremos acercarnos al lenguaje, no desde el punto
de vista de las significaciones internas que se expresen, sino desde el
contexto más amplio de la cooperación que se lleva a cabo en el grupo
mediante los signos y los gestos. La significación aparece dentro de ese
proceso. Nuestro conductismo es un conductismo social. Intentamos
explicar la conducta del individuo en términos de la conducta organizada
del grupo social en lugar de explicar la conducta organizada del grupo
social en términos de la conducta de los distintos individuos que
pertenecen a él.
Para Mead, la sociedad es anterior al individuo, el todo es anterior a la
parte, no al revés. Y además la parte es expresada en término del todo, no
el todo en términos de la parte o las partes.
El acto social es algo más complejo que el estímulo y la respuesta, debe
ser tomado como un todo dinámico, ninguna parte del cual puede ser
considerada o entendida por sí misma, como un complejo proceso
orgánico que se halla implícito en cada estímulo particular y en cada
reacción individuales involucrados en él. Hay una parte interior y otra
exterior en el acto social que es el dato fundamental de la psicología social
y la individual desde el punto de vista conductista.
Mead mantiene que no existen pruebas de la existencia previa de la
conciencia como algo que provoque una conducta, por parte de un
organismo, que sea de tal calidad como para hacer surgir una reacción
adaptativa por parte de otro organismo, sin depender ella misma de tal
conducta. Mead concluye entonces que la conciencia es un emergente de
tal conducta; que, lejos de ser una precondición del acto social, el acto
social es una precondición de ella. El mecanismo del acto social puede ser
rastreado sin necesidad de introducir en él la concepción de la conciencia
como un elemento separable dentro de dicho acto; de ahí que el acto
social, en sus etapas o formas más elementales, sea posible fuera o aparte
de alguna forma de conciencia.
Tras un recorrido por diferentes terrenos de los que se preocupa la
psicología, Mead concluye:
Una psicología objetiva no trata de librarse de la conciencia, sino que trata
de explicar la inteligencia del individuo en términos que nos permitan ver
cómo se ejerce dicha inteligencia, y cómo puede mejorársela. Es natural,
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pues, que esta psicología busque una explicación que aproxime entre sí,
tanto como sea posible, esas dos fases de la experiencia, o que las
traduzca a un lenguaje que sea común para ambos campos. No queremos
dos idiomas, uno de ciertos hechos físicos y otro de ciertos hechos
conscientes. La psicología no es algo que trate de la conciencia; trata de
la conciencia del individuo en su relación con las condiciones en las cuales
la experiencia se da. Es psicología social cuando las condiciones son
sociales. Es conductista cuando el enfoque de la experiencia se hace a
través de la conducta.
Así pues, Mead defiende un conductismo social que efectivamente se
diferencia del conductismo de Watson en cuatro aspectos importantes.
En primer lugar, Mead consideraba los puntos de vista de Watson
excesivamente simplificados, ya que habían abstraído el segmento del
acto del individuo separándolo del acto social.
La segunda diferencia reside en el tratamiento de lo privado. Watson
consideraba que lo privado escapa a la ciencia, habiendo siempre que
escribir con el animal humano delante. Mead, en cambio, considera que el
conductismo no significa la negación de lo privado ni el olvido de la
conciencia, sino el acercamiento a toda experiencia en términos de
conducta.
La tercera diferencia surge del hecho de que Mead subraya la
correlatividad de estímulo y reacción. Los aspectos del mundo se
convierten en partes del ambiente psicológico, se hacen estímulos, solo
en el grado en que efectúan la posterior liberación de un impulso en
marcha. El punto de vista resultante hace más justicia a los aspectos
dinámicos y agresivos de la conducta que el watsonismo, que da la
impresión de considerar el organismo como una marioneta cuyos hilos son
manejados por el medio físico.
Por último, una diferencia básica se refleja en la circunstancia de que el
watsonismo ha aparecido a muchos, no solo que negaba la experiencia
privada, sino que vaciaba a la “experiencia” misma de todo significado no
poseído en la "reacción” y en la “respuesta”. Esta posición no puede ser
aceptada por un pragmatista como Mead por lo que implica para el
empirismo, propio de la perspectiva científica.
Acto social
Mead considera el acto social como la unidad más primitiva de su teoría,
es el concepto base de donde emergen todos los demás aspectos de su
análisis. Según resume Meltzer, la unidad de estudio era el acto porque
comprende tanto aspectos encubiertos como aspectos descubiertos de la
acción humana. La atención, la percepción, la imaginación, el razona-
miento, la emoción, etcétera, son consideradas como parte del acto.
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proposiciones que sostienen que los individuos son los dueños de sus
propios motivos, emociones o esencias fundamentales. Dado el sentido
fundamental de aislamiento generado por esta orientación, las relaciones
humanas son vistas como artificiales, prácticamente puestas contra el
estado natural de la independencia. Bajo estas condiciones, ya no resulta
útil pensar en yo vs. tú, nosotros vs. ellos. No estamos, pues, hablando de
filosofía abstracta y arcana, sino de un sistema de creencias que en ciertos
respectos puede ser desfavorable para el bienestar de la humanidad.
La construcción social del conocimiento
A medida que estos problemas con las visiones tradicionales del
conocimiento se han hecho evidentes, es en este punto que los diálogos
socioconstruccionistas adquieren su significado contemporáneo. Muchas
críticas se han centrado en devolver a la cultura aquello que se ha
declarado natural, es decir, reemplazar el supuesto de la verdad verificada
mediante la naturaleza por la verdad creada en comunidad. En términos
de los argumentos anteriores, esto es ver al conocimiento no como
producto de las mentes individuales sino de las relaciones comunitarias.
O, más en general, todas las proposiciones con sentido acerca de lo
real y de lo bueno tienen sus orígenes en las relaciones. Con esto se
busca poner de relieve el sitio de la generación del conocimiento: el
proceso continuo de coordinar la acción entre las personas. Lo cual es
poner en primer plano el intercambio momento-a-momento, entre y en
medio de interlocutores, y localizar el significado dentro de los patrones de
interdependencia. Siguiendo a Wittgenstein (1953), no existe un lenguaje
privado (un momento anterior a la relación en el cual el individuo formule
un significado); en cambio, el lenguaje gana su inteligibilidad en su uso
social, cuando se coordina con las acciones de los otros. Los individuos
aislados no dejan de ser inteligibles, sin embargo, esto es rastrear la
inteligibilidad de sus acciones privadas a una inmersión que antecede las
relaciones. Los individuos pueden llevar a cabo acciones que
tradicionalmente se categorizan como “pensamiento” o “sentimiento”; sin
embargo, estas acciones pueden verse propiamente como formas
relacionales llevadas a cabo en el sitio del individuo.
Con respecto a la práctica educativa, se debe decir más acerca de la
importancia de la relación. Una manera útil de plantear las cosas es decir
que un actor nunca llega hasta el significado, excepto a través de las
acciones complementarias del otro. Las acciones de un individuo operan
como indicadores de posibles secuencias relacionales; provocan ciertas
líneas de acción, por oposición a otras. Al responder con una u otra línea
de acción, el receptor confiere a la acción inicial una forma potencial de
significado, por oposición a muchas otras posibilidades.
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Contextualización
La generación relacional de significado emplea mucho más que las
palabras y acciones de los interlocutores. Su coordinación frecuentemente
usará varios tipos de objetos y tendrá lugar dentro de condiciones
materiales específicas. En este sentido, cada forma de vida puede hacer
una contribución a los recursos traídos por el individuo a cualquier relación
nueva. Uno no entra solo como polivocal, sino como polipotenciado, en
términos de las capacidades de introducir objetos o dar lugar a contextos
con los cuales construir significado en cualquier relación específica.
Cuanto más rico es el rango de las capacidades para la coordinación, más
flexible y efectiva será la persona cuando entra al reto incesante de lo
nuevo y novedoso.
Pragmática
El lenguaje funciona principalmente como rasgo constitutivo de las
relaciones. En la misma forma que los amantes pueden requerir de un
vocabulario de las emociones para crear un escenario de amor romántico,
un equipo de laboratorio de neuroendocrinología también requiere
términos para coordinarse alrededor de procedimientos experimentales.
En ningún caso el lenguaje ni describe ni calca un mundo por fuera de sí
mismo; más bien, el lenguaje funciona como elemento esencial para el
amor o la investigación de laboratorio.
Variedades de construcción
Las ideas construccionistas han tomado muchas formas a lo largo del
tiempo y han sido usadas de varias maneras. Puesto que las visiones de
la construcción han tenido un rol importante en las deliberaciones
recientes de la pedagogía, será útil explorar las diferencias entre el
construccionismo social como se lo delineó anteriormente y dos
orientaciones alternativas: constructivismo radical y constructivismo social.
El constructivismo radical de Von Glasersfeld está fuertemente
influenciado por la teoría piagetiana y tiene mucho en común con las
orientaciones cognitivas de la educación en general. Sin embargo, a
diferencia de los cognitivos, los constructivistas comparten con el
socioconstruccionismo fuertes dudas respecto a la epistemología
exogénica y su fuerte énfasis en el conocimiento como reflejo exacto del
mundo. El constructivismo radical suscribe un dualismo mente/mundo y
pone su interés en el proceso cognitivo (endogénico). En términos de Von
Glasersfeld: “el conocimiento no se recibe pasivamente ni a través de los
sentidos ni por medio de la comunicación, sino que es construido
activamente por el sujeto cognoscente”.
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Así, en los años setenta, por fuerza de las condiciones sociales presentes
en muchos de los países latinoamericanos y de la poca capacidad que
mostraba la psicología para responder a los urgentes problemas que los
aquejaban, comienza a desarrollarse una nueva práctica, que va a exigir
una redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como de su
objeto de estudio e intervención.
La nueva propuesta partía de los aspectos positivos y de los recursos de
las comunidades, buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando
en ellos el origen de la acción. Los miembros de dichas comunidades
dejaban de ser considerados como sujetos pasivos de la actividad de los
psicólogos, para ser vistos como actores sociales, constructores de su
realidad. Esto ocurrirá simultáneamente en diversos países de América
latina, aunque el primero en generar un ámbito académico y una
instrucción sistémica al respecto es Puerto Rico, que ya a mediados de la
década de los sesenta contaba con un curso de maestría y un doctorado
en Psicología Comunitaria.
La psicología comunitaria en la América anglosajona
No suele haber fechas exactas del surgimiento de formas de producción
de conocimientos. Sin embargo, el nacimiento de la psicología comunitaria
en los Estados Unidos es una excepción. En efecto, en mayo de 1965 la
Conferencia sobre la Formación de Psicólogos para la Salud Mental
Comunitaria dio inicio a esta rama de la psicología.
En este congreso se decidió generar un nuevo tipo de formación para los
psicólogos que les permitiese ejercer su práctica, así como desempeñar
un nuevo rol en la comunidad.
A partir de esta reunión no solo se generaron programas específicos para
trabajar en la nueva comunidad, sino que también se abrió un campo para
el estudio y la reflexión sobre la nueva práctica que ha sido sumamente
fructífero.
Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en
América latina
El inicio de la psicología comunitaria se caracteriza en la mayoría de los
países latinoamericanos por definirse más como una práctica que como
una nueva rama de la psicología. No obstante, la ausencia de un nombre
propio, la carencia de un nicho académico y el no preocuparse de
inmediato por obtener un reconocimiento social no fueron obstáculos para
que desarrollase ciertas características que la marcan. Algunos de esos
rasgos se transformarán; otros se acentuarán y se desarrollarán aún más,
y otros tantos desaparecerán para dar lugar a nuevas expresiones.
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Conclusiones
Es imprescindible un análisis de las transformaciones sociales derivadas
de la hegemonía del modelo de sociedad neoliberal dentro de los
proyectos de equidad y justicia social propuestos desde la PSC en un
contexto de debilitamiento de los vínculos sociales y la fragmentación de
la comunidad.
La dificultad de generación de iniciativas de acción colectiva se hace
patente, pues es precisamente la falta de intereses comunes y sentido de
comunidad lo que dificulta la tarea de crear el sustento sobre el cual los
proyectos comunitarios se han sostenido tradicionalmente.
En este sentido, es preciso ensayar propuestas teóricas y metodológicas
que nos permitan interpretar el espacio de trabajo, aportar a la
construcción de la política pública e implementar proyectos en los que se
pueda desarrollar el horizonte ético-político de transformación propio de la
subdisciplina.
Es necesario, en primer lugar, generar herramientas de observación y
análisis que permitan identificar cómo los procesos de estigmatización
más amplios se concretan en los lugares de trabajo de la PSC.
En segundo lugar, contribuir a visibilizar los efectos perversos de algunos
procesos de intervención y aunar esfuerzos hacia la transformación de las
relaciones de poder que estos puedan estar manteniendo.
Finalmente, ensayar propuestas teóricas y metodológicas que puedan
recoger la complejidad y diversidad de las formas actuales de gestión
poblacional. Todo esto sobre la base de los principios inspiradores de la
Psicología Social Comunitaria referidos a la necesidad de generar cambios
para lograr mayores niveles de igualdad y justicia social en los contextos
comunitarios en los que desarrollamos nuestra labor.
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El todo no lo es todo
Las psicoterapias de grupo psicoanalíticas hasta aquí presentadas suelen
agruparse en dos tendencias: Psicoanálisis en grupo y Psicoanálisis
del grupo. Tomando a los psicoanalistas del grupo, esto es, que analizan
al grupo, podría pensarse que esta sería la corriente que, superando el
eventual individualismo de la anterior, en tanto toma al grupo como un
todo, ha rescatado la especificidad de lo grupal.
Pero si se realiza un análisis más detenido se podrá observar que, si bien
se interpreta al todo-grupo, es decir, se toma al grupo como destinatario
de toda interpretación, esto no es la garantía de que esa totalidad haya
logrado algún grado de especificidad o particularización.
El grupo más que confirmar una eventual totalidad específica, es algo así
como un conjunto de personas portadoras de un sujeto inconsciente en el
que se hallan inscriptos, y en tanto tal acreedor de igual tipo de
interpretaciones que las personas que se encuentran en tratamiento
psicoanalítico de contrato dual. Este tipo de orientación fue creando las
condiciones de existencia de nociones como fantasía grupal que operaron
en analogía con la fantasía inconsciente singular. Si bien es necesario
considerar que los grupos construyen sus propias figuraciones
imaginarias, es importante diferenciarlas de supuestas fantasías grupales
de igual categoría inconsciente que las fantasías investigadas por el
psicoanálisis.
Este todo-grupo que en un primer momento se constituyó en principio de
demarcación, comienzo a transformarse en un obstáculo epistemológico
para pensar lo grupal.
Más allá de las críticas que desde la actualidad podrían realizarse a esta
forma de trabajo, interesa resaltar que esta corriente abrió dispositivos
grupales de número restringido con fines terapéuticos, es decir, instituyó
grupos en un nuevo campo de aplicación: la clínica psicoanalítica.
Esta corriente, al incorporar al nuevo dispositivo las cuestiones básicas de
la técnica psicoanalítica clásica, abrió virtualidades que permitieron
descentrar la coordinación con respecto a los liderazgos y creó las
condiciones para la lectura de los procesos inconscientes circulantes en
los grupos.
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El nudo grupal
Lo grupal como campo de problemáticas
Puede observarse que en cualquier grupo humano se producen movi-
mientos muy diversos: resonancias fantasmáticas, procesos identi-
ficatorios y transferenciales, intensos sentimientos de amor-odio en todos
sus matices, juegos de roles; se construyen producciones lingüísticas que
disparan múltiples inscripciones de sentido; se generan apropiaciones de
sentido en diferentes grados de violencia simbólica; se instituyen mitos,
ilusiones y utopías; sus reglas de funcionamiento organizan redes de
significaciones imaginarias que inscriben al grupo en su posición
institucional y dan forma a sus contratos; se ponen en acción juegos de
poder, jerarquías y apropiaciones materiales. ¿Puede pensarse que todo
esto es producto de una sola línea organizacional? ¿Cualquier organizador
que tomáramos como fundante no pondría la indagación en el camino de
la extensión indebida, es decir de la extraterritorialidad?
Si los organizadores fantasmáticos son aquellos que hacen posible que el
sujeto haga “nudo”, ¿qué otros organizadores hacen posible que los
integrantes hagan “nudo”? ¿Cómo operan las variables institucionales
para transformarse en organizadores grupales?
En el intento de salvar el riesgo del reduccionismo es que las producciones
grupales se realizan a través de la imbricación múltiple y cambiante de sus
organizadores; a partir de allí es que se orienta la indagación hacia la
necesidad de abordajes transdisciplinarios para la teorización de lo grupal.
Un criterio transdisciplinario supone replantear varias cuestiones. En
primer lugar, un trabajo de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos
involucrados, que desdibuje una intención legitimante de lo que ya se sabe
para poder desplegar la interrogación de hasta dónde sería posible pensar
de otro modo. Implica asimismo el abandono de cuerpos nacionales
hegemónicos de disciplinas “reinas" a cuyos postulados, códigos y orden
de determinaciones se subordinan disciplinas satelizadas; sobre estos
presupuestos se crean las condiciones para la articulación de contactos
locales y no globales entre diferentes territorios disciplinarios, como así
también que aquellos saberes que las disciplinas hegemónicas habían
satelizado, recobren su potencialidad de articulaciones multivalentes con
otros saberes afines.
De esta forma los cuerpos teóricos funcionan como cajas de
herramientas, es decir, aportan instrumentos y no sistemas conceptuales;
instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión una dimensión histórica
de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras herra-
mientas se produce para ser probada en el criterio de su universo, en
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Entonces, todo está ahí, latiendo. Sin embargo, no todo acontecer cobra
igual grado de visibilidad, ni toma forma de enunciado; tampoco sus
insistencias son registradas por todos los integrantes de la misma manera.
¿De qué depende que, en el flujo de sucesos, advenga un acontecimiento?
Si acontecimiento es producción de sentido, dependerá de las figuras que
el caleidoscopio identificatorio-transferencial invente; de las implicaciones
en que se afecte la coordinación, del momento en que se encuentre la
producción de ilusiones, mitos y utopías grupales; del contrato en tanto
organizador institucional explícito e implícito; de sus atravesamientos
socio-históricos. Estas implicancias organizan aquel universo de signi-
ficaciones que será disruptivamente atravesado por la producción de la
singularidad de sentido.
En síntesis, no se trata de orientar la reflexión hacia un indeterminismo, o
hacia el mero azar contingente del acontecer grupal, sino de poder pensar
los juegos de múltiples marcas; no referir a lo incausado, sino a la
coexistencia de cuasi-causas.
El lugar del coordinador
Lo hasta aquí planteado lleva a revisar ciertos aspectos de una teoría de
la lectura que opera muchas veces en el trabajo interpretativo de los
coordinadores de grupo. Aquello que circula en el plano discursivo,
gestual, los silencios, la organización de los espacios y tiempos grupales,
etcétera, suele ser interpretado desde una particular teoría de la lectura
por la cual los acontecimientos grupales serían expresión de un sentido
oculto, profundo, que la interpretación debe develar y en ese acto llevarlo
a la superficie.
El acontecimiento no representa ni expresa; está todo ahí, en tal
inmediatez que suele volverse invisible. Si se acepta que el nudo grupal
está atravesado por múltiples sentidos y más de un sinsentido, siempre
excederán aquellos que desde la implicación interpretante se pueden
puntuar; el coordinador sólo podrá puntuar algún sentido, interrogar una
rareza, resaltar una paradoja, indicar alguna insistencia y ya no será quien
descubra la verdad de lo que en el grupo acontece.
El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino alguien
interrogador de lo obvio, provocador, disparador y no propietario de las
producciones colectivas; alguien que más que ordenar el caos del eterno
retorno busca aquella posición que facilite la capacidad imaginante
singular-colectiva.
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Módulo 7: Institucionalismo
Gonzáles, F. (2002). Análisis Institucional y Socioanálisis
La noción de institución
Según Gonzáles, la noción de institución en análisis institucional remite
a una serie de traídas que no implican lo mismo. Así, tenemos la que nos
habla de lo instituido, lo instituyente y la institucionalización; o la que la
establece como universalidad, particularidad y singularidad; o definida no
como una instancia de las formaciones sociales, sino como el producto del
cruce de los niveles o de las instancias, y este producto sobredeterminado
por el conjunto del sistema a través de la mediación del Estado.
Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto, las
instituciones no son supraestructuras en el sentido marxista, sino el
producto del cruce de las instancias. Cruce que presumiblemente no sería
el mismo en cada caso. Tampoco se les puede reducir al puro instituido,
sino que son el producto de la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente,
que es lo que da lugar al proceso de institucionalización.
La institucionalización en el análisis institucional tiende a fluctuar entre
algo que ya se fijó y un proceso que nunca puede suprimir lo instituyente
que lo habita y constituye como negatividad radical.
La institucionalización es vista como fase activa de estabilización que
niega a la vez la actividad de lo instituyente como negación de lo
instituido y el inmovilismo de lo instituido [...] Políticamente, la
institucionalización es el contenido del reformismo (Lourau, 1978).
Todo establecimiento empírico puede ser considerado a la luz de estas
trilogías que acabo de describir. Trilogías que no necesariamente se
recubren en otra, que tampoco alude a lo mismo que las anteriores, la de
universalidad, particularidad y singularidad.
En su momento de universalidad, el concepto de institución tiene como
contenido la ideología, los sistemas de normas, etcétera. En su momento
de particularidad el contenido del concepto de institución no es otro que
el conjunto de las determinaciones materiales y sociales que vienen a
negar la universalidad imaginaria del primer momento. En su momento de
singularidad, en fin, el concepto de institución tiene por contenido las
formas organizacionales necesarias para alcanzar tales objetivos
(Lapassade y Lourau, 1974).
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El socioanálisis
Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo de
intervención institucional llamado socioanálisis. Estamos ante una
concepción fundamentalmente sociológica que si bien haría énfasis en la
dimensión grupal —dado el tipo de dispositivo que pone en juego—, la
tendencia será pasar rápidamente a la escena institucional que
supuestamente saltaría al primer plano con la sola puesta en juego del
dispositivo.
La siguiente cuestión tiene que ver con la noción de “analizador”, ya que
los hay “históricos”, “naturales” y, por último, los analizadores “artificiales”.
Se ha confundido muy seguido analizador potencial y analizador real.
La confusión está en creer que un analizador social tiene en toda
situación de intervención un efecto, que su presencia es suficiente para
que las contradicciones se expliciten. Desde el punto de vista de la práctica
de intervención, un analizador social no es jamás sino un analizador
potencial.
En palabras de Lourau, lo esencial de las intervenciones es que se esfuer-
za por incidir en el análisis de las implicaciones sintagmáticas [grupales] y
el análisis de las implicaciones paradigmáticas [sociales] ahí en donde
ellas se articulan en el lenguaje a nivel simbólico.
El socioanálisis no se trata de analizar a los individuos y su inconsciente,
sino a lo que denomina como sus implicaciones sintagmáticas grupales
para relacionarlas con las paradigmáticas sociohistóricas.
Los límites de la interpretación en socioanálisis, entre otras cosas, implican
no tocar lo individual como tal, sino intentar incluirlo en una escena
institucional de múltiples bandas. No se trata tampoco de reducir el nivel
"psi" a puros mecanismos "abstractos", sin más carne que las que le
ofrecen los contenidos de la escena institucional.
Lo grupal en sus determinaciones "psi" y en la dinámica que se reconfigura
con la puesta en juego del dispositivo socioanalítico conforma un nivel
fundamental de este tipo de intervenciones, en las cuales no todo debe ser
visto como la simple expresión de la escena institucional.
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1. Segmentaridad. 6.
1. B
Implicación práctica.
2. Transversalidad. 7.
2. C
Implicación sintagmática.
3. Distancia institucional. 8.
3. D
Implicación paradigmática.
4. Distancia práctica. 6.
9.
4. E
Implicación simbólica.
5. Implicación institucional. 10.
1. Transferencia institucional.
La contratransferencia institucional del analista
En el caso de la crisis real o potencial desencadenada por la institución del
análisis institucional, habla de provocación institucional, en una primera
acepción, para designar el desplazamiento de lo instituido por parte de la
acción instituyente del analista. En una segunda acepción, refiere también
al analizador.
Intervenir es tomar parte de un debate ya entablado entre otras personas.
El gran problema para el interviniente —se llame sociólogo, psicólogo,
socioanalista, etcétera— reside en comprender que interviene en una
situación de conflicto latente y que, cualquiera que sea el sistema de
valores y de modelos culturales de los clientes, será percibido a la vez
como médico y como intruso.
Esto expresa la dificultad que se experimenta para captar el lugar del
analista en la división de trabajo. Para que haya situación analítica hace
falta, por un lado, una demanda de la organización o de la colectividad-
clientes; por otro, es necesario que en el mercado haya existencia de
analistas y organizaciones de analistas. La demanda se referirá a
determinado tipo de intervención, y después a determinado método de
análisis. Por último, en función de a imagen proporcionada en el mercado,
la elección señalará determinado analista o determinado equipo
dependiente de una organización de analistas.
De estas comprobaciones se desprenden conclusiones que atribuyen a
establecer la regla fundamental del analista:
1. El analista ve su puesto de trabajo definido en cuanto a su contenido
y delimitado en cuanto a sus prerrogativas mediante la demanda de
intervención, en el momento en que esta se convierte en
requerimiento y contrato de intervención.
2. En el desplazamiento de la división técnica y social del trabajo que
el análisis introduce, la mediación más expresiva y, al mismo tiempo,
la más oculta, es la relación financiera que establece el analista con
la organización-cliente.
3. La cuestión de las bases materiales de la intervención no puede sino
remitir a la cuestión más general de las bases materiales de la
institución analítica. El análisis es una institución: esto significa que
el recurso a los analistas como intervinientes externos, efímeros o
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Módulo 8: Posestructuralismo
Gibson-Graham, J. K. (2002). Intervenciones posestructurales
Introducción
Según Gibson-Graham, el posestructuralismo es una aproximación
teórica al conocimiento y la sociedad que acoge la incertidumbre de los
significados, el poder constitutivo del discurso y la efectividad política de la
teoría y la investigación. Comenzó en la década de 1960 como un
movimiento dentro de la filosofía francesa, y después migró hacia el mundo
angloparlante donde tuvo también un impacto transformativo en la filosofía.
En épocas más recientes, ha ganado espacio dentro de la geografía
humana y otras ciencias sociales.
Algunas veces, el posestructuralismo es equiparado al posmodernismo.
Lo que resulta posmoderno del posestructuralismo es su rechazo de
ciertas concepciones modernistas, claramente identificables, sobre el
conocimiento, el conocedor y lo conocido. Mientras que se entiende que el
conocimiento dentro de un marco modernista es singular, acumulativo y
neutral, desde una perspectiva posestructural es múltiple, contradictorio y
poderoso.
Antecedentes y orígenes posestructuralistas
El posestructuralismo emerge dentro y en contra de la tradición modernista
del estructuralismo. Quizá su antecedente más cercano sea el
estructuralismo lingüístico de Saussure, que rechazó la visión de la
lingüística tradicional en la que las palabras se consideran símbolos que
representan objetos en el mundo. Saussure (1966), en cambio, sostuvo
que las palabras podían ser vistas como signos constituidos por la relación
entre dos partes, el significante –la imagen visual o acústica– y el
significado –el concepto evocado por esta imagen–. En cualquier lenguaje
el significado no emerge de la relación entre las palabras y sus referentes
extralingüísticos, lo cual es enteramente arbitrario, sino de las relaciones
de diferencia construidas socialmente entre los signos.
Consideremos la palabra fábrica. Desde un punto de vista pre-
saussuriano, esta palabra es un símbolo que representa un edificio donde
se lleva a cabo la producción –su referente en el mundo real–. En
oposición, desde el punto de vista estructuralista de Saussure, la palabra
fábrica es un signo que incluye la palabra escrita o hablada fábrica (el
significante) y la idea (el significado) de un edificio que se diferencia de
otras cosas debido a las prácticas culturalmente codificadas que ocurren
en y alrededor de él. La palabra fábrica adquiere significado por medio de
lo distintivo de su signo en relación con todos los otros signos del lenguaje,
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Deconstrucción
La deconstrucción es un tipo de lectura que se origina en la obra del
filósofo francés Jaques Derrida (1967). Trabajando en contra de lo que él
denomina “logocentrismo”, Derrida cuestiona ciertos axiomas fundamen-
tales del pensamiento occidental. Algunos de los presupuestos cuestio-
nados son:
• La ley de la identidad y la presencia del ser (si un edificio es fábrica
es una fábrica).
• La ley de la no-contradicción que establece la identidad en relación
con su “otro” (si una cosa es una fábrica, no puede ser también una
no-fábrica).
• La ley de exclusión del medio (fábrica y no-fábrica contienen todas
las posibilidades de una situación dada).
En conjunto, estas leyes nos dan objetos/identidades estables,
circunscritos y que se constituyen mediante una negación –de todo lo que
no es fábrica–.
Lo que Derrida identifica como logocentrismo es el patrón occidental de
producir significado mediante una estructura binaria positiva y negativa
(fábrica/no fábrica). Dentro del marco del logocentrismo, el primer término
de una estructura binaria está dotado de positividad a expensas del otro.
La estructura binaria establece una relación de oposición y exclusión y no
una relación de similitud y mezcla entre los dos términos –así, si la fábrica
es un sitio de producción, entonces la no-fábrica, algo como un hogar, no
lo es; o si la producción existe dentro del hogar, esta es inferior a la que
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Podemos detectar el rol del falo como un significante maestro por medio
de la regularidad con la que se asocia el primer término con masculinidad,
predominancia e importancia. Volviendo a nuestro ejemplo de la fábrica, la
identidad y positividad de la fábrica se obtiene dentro de una estructura
sociolingüística que asocia lo que ocurre en la fábrica con razón,
objetividad, mente, hombre y economía. Estos términos dominantes se
refuerzan el uno al otro, diferenciando la producción en la fábrica de los
tipos de producción en los hogares, los patios traseros, las calles y los
campos, dándole un mayor grado de realidad, independencia y
consecuencia.
La estrategia deconstructiva de Derrida se interesa en pensar las diferen-
cias por fuera de las estructuras binarias y jerárquicas. Una deconstrucción
derrideana del signo fábrica puede comenzar por revalorar el término
subordinado en la estructura binaria fábrica/no-fábrica. Por ejemplo, las
teóricas feministas de la economía han tratado de revertir el flujo de la
valoración cultural, anotando cuántas horas ocupan las labores
domésticas no remuneradas y cómo esta contribución al producto interno
bruto, si se midiera, sobrepasaría todo el trabajo efectuado dentro de la
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(Bleger, 1991)
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Desenlaces
Nuestra intención fue darle trámite a las tres categorías puestas a
consideración en la perspectiva de conocer y comprender algo más acerca
de ellas.
Nuestra disposición es promover la expansión de lo hasta aquí expresado
con el trabajo sobre lo metafórico, valga para ello la idea de que una “lente”
que se antepone al observador lo puede hacer advenir técnico o
investigador.
Si bien la referencia metafórica establecida por nosotros al considerar los
diferentes posicionamientos epistémicos como “lentes” que diagraman una
forma de encuentro entre objeto/campo de problemáticas y sujeto/campo
de conocimientos parece lícita. No podemos dejar de advertir que esta
categorización establece demarcaciones que segmentan duramente, por
lo que corresponde mencionar que donde se construye un campo de
problemáticas siempre existe también algún indicio de territorialización y a
la inversa. Respecto a la primera derivación, siempre en el campo aparece
un efecto de teoría, es decir, surgen micro-instancias donde lo procesual
queda capturado bajo la égida del territorio. En cuanto a la segunda,
siempre en un efecto de territorialización se materializan líneas que
desatienden la captura, son desvíos que trascienden los dominios de ese
territorio y que podrían, si el técnico cede, ingresar en un proceso de
desterritorialización. Situación que sólo es posible si se contempla al
desvío y se da cabida a lo novedoso que insiste y no puede ser
comprendido (en una doble acepción: como sinónimo de entender y de
estar incluido en) desde un referente teórico disciplinario dado.
Finalizando ya, queremos decir que nominamos este apartado desenlace
con la intención de dejar de lado toda pretensión de conclusión o cierre;
por el contrario, nuestra idea es dejarlo abierto al planteo de nuevas líneas
que permitan desatar otras y así, y así sucesivamente. Pretendiendo
significar de esta manera que desplegar los sentidos posibles que emerjan
de esta comunicación en parte nos compete y en parte atañe al lector.
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