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RESUMEN FINAL PSICOTERAPIA I

PROGRAMA 2018
1. FUNDAMENTACIÓN
Si nos propusiéramos realizar un reconocimiento de las intervenciones “psi” que se
presentan como psicocurativas nos encontraríamos con dos enfoques predominantes: por
una parte, se encuentran lo que podríamos llamar los modernos remedios psicológicos,
estos son una sumatoria de intervenciones o de procedimientos que se dirigen a remediar
lo psicológico, dando a entender por lo mismo a un multifacético estado
psico/afectivo/mental que acompaña a todo hecho vivible. Cualquiera de estos remedios
viene con una historia de vida prototípica por detrás, y ese parece que es su mayor
fundamento, siempre se trata de algún ser humano que ha pasado por dos estados
opuestos, uno de caída y otro de resurrección. Esta versión del conocido dicho levántate y
anda busca representar a alguien que ha intentado arreglárselas con alguno de los
enrevesados síntomas de la época.
Los expertos en los remedios psicológicos han encontrado su legitimación en un sector
del público consumidor aquejado de excesos o carencias, que aceptan que para ser
subsanados se deben someter a algunos procedimientos que les permitan recuperar el
equilibrio y la armonía perdida y, de esa manera, regresar a la normalidad social.
Por otro lado, si consideramos el tema desde el punto de vista más restringido, o si se
quiere más específico, que sería el de aquellas intervenciones que se autodefinen como
Psicoterapias, el panorama muestra algunas aristas llamativamente complicadas.
Decimos esto porque la diversidad de orientaciones y escuelas presentan una
multiplicidad de técnicas y métodos que dificulta bastante tener un registro de cada una,
pero el punto más importante es que termina resultando sumamente problemático
discernir los fundamentos que hacen a la pertinencia de cada práctica. Agreguemos que,
por otra parte, no resulta claro como se articulan técnicas, conceptos o campos que
provienen de paradigmas diferentes por su historia, por su epistemología.
Un hecho para destacar es que desde algunos espacios académicos y profesionales se
propone que la diversidad y la falta de fundamentos claros son una posible virtud, por lo
cual las psicoterapias suelen ser presentadas como La psicoterapia. Este pasaje de lo
plural a lo singular se hace posible apelando a un término que sirve de soporte a una de
las ideas más aplastantes de la posmodernidad: “integración”. Este término usado en
sobreabundancia en el discurso liberal-posmoderno busca borrar toda diferencia, toda
especificidad histórica o epistemológica. Asi se logra estar a tono con la modalidad de
época: se “juntan” técnicas que en el mejor de los casos tienen alguna validez empírica en
aplicaciones específicas. Podríamos decir, si cabe la expresión, que el sueño de las
psicoterapias de convertirse en un dispositivo único y global se hace realidad cuando de
todas se puede hacer una, una psicoterapia que pueda ser fácilmente aplicable, sujeta a
unos pocos protocolos con indicadores que permitan objetivar el sufrimiento, y mensurar
los resultados.
Esta concepción no es independiente del ideario utilitarista de nuestro tiempo, en la
medida que supone que cualquier técnica psicoterapéutica tiene algo útil para rescatar,

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por ende, se suele encontrar con este tipo de planteos: hay un inconsciente psicológico,
aunque lo más revelador es la observación del comportamiento, es perfectamente posible
la sugestión directa, el cuestionario, la orden y por qué no, un poco de farmacología.
Hacer uso de distintos instrumentos técnicos que han demostrado cierta eficiencia (por
otra parte, en campos de aplicación muy específicos), lleva a suponer que la psicoterapia
no depende de ninguna especificidad conceptual para legitimarse; por lo tanto, tendría
una total autonomía con cualquier marco teórico, y de esta manera su existencia solo
depende de los resultados que obtenga. Su referencia no es del orden del concepto, de la
espíteme, sino de las demandas del mercado.
A los dos grandes enfoques mencionados se le debe sumar el procedimiento más radical
por su hipermodernidad: las psicoterapias on-line, que entre otras cosas se distinguen por
haber sustituido lo subjetivo por lo electromagnético. El requisito de lo presencial, hasta
no hace demasiado tiempo algo común en todas ellas, el estar ahí como condición
necesaria del acto psicoterapéutico, ha dado paso al juego de teclados y pantallas.
¿Qué es lo que termina validando a esta gama de intervenciones “psi”? Las respuestas se
encuentran de manera manifiesta en algunas de las representaciones más
estandarizadas que se presentan en la opinión pública: se trata de obtener algún tipo de
mejoría o de alivio a una serie de padecimientos, (catalogados y clasificados), con el fin
de que los afectados puedan estar a la altura del imperativo insignia de la época: estar
bien, cada día estar mejor, gozar cada vez más. Este requerimiento plantea el problema
de saber cuál es la medida justa del goce, por lo tanto, poder indicarle, si fuera posible, a
cada sujeto cuanto le es conveniente gozar y ofrecerle la ilusión de que es posible una
muy buena adaptación a los mandatos de la época, esto es vivir sin angustia, sin fallas,
en fin, sin síntomas, sería uno de los afanes que persiguen los administradores de las
intervenciones psi.
Es por esta razón, que las psicoterapias más publicitadas han encontrado el sustento que
las legitima en los indicadores de eficacia que proporciona el mercado de la salud mental.
Basta tomar como dato ilustrativo de la subordinación de las psicoterapias a los
requerimientos del mencionado mercado, lo siguiente: la/s psicoterapia/s al ofrecerse
como reparadoras a los portadores de los así llamados “trastornos”, lleva que a medida
que la diversidad de “trastornos” aumenta en número, (en los manuales llamados DSM
edición tras edición los trastornos terminan siendo casi incontables) correlativamente
aumenta el número de las psicoterapias. De esta manera las mismas terminan avalando
afirmar un sujeto humano fragmentado en trastornos como objeto de la diversidad de
psicoterapias, sólo preocupadas en responder, por supuesto siempre rápidamente, a las
demandas instituidas.
Es muy probable que por estas razones el principio freudiano del síntoma/malestar, en
tanto acontecimiento irreductible que caracteriza al sujeto, y que entre otras cosas dio
lugar a una perspectiva inaudita en lo atinente a la problemática del sufrimiento humano,
(las identificaciones y los ideales de normalidad es de aquello que el sujeto se va
curando) sea tajantemente rechazado por todas y cada una de la/s psicoterapia/s.

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Frente a este estado de situación nos parece necesario avanzar en nuestro planteo para
intentar una clarificación del tema, para lo cual vamos a orientarnos en relación a lo que
podemos llamar un retorno a las fuentes, así podríamos entender la posición de volver a
indagar en los criterios epistemológicos, en las conceptualizaciones teóricas, en las
operaciones técnicas, de algunos de los “marcos teóricos-metodológicos” que más se
implican en la problemática psicoterapéutica, ya sea porque dieron lugar, históricamente,
a la apertura de nuevos espacios teórico-prácticos, o porque constituyeron espacios
institucionales que se destacan por la investigación sistemática y la formación regular en
base a la trasmisión de saberes justificables. Por lo tanto, nuestro interés apuntará a
explorar algunos conceptos y saberes que han ido conformando verdaderos paradigmas,
tales como el discurso médico, el discurso psicológico y el discurso psicoanalítico. La
historia de la medicina está ligada a la enfermedad y en cómo tratar a la misma, la
psicología ha indagado en torno a la génesis y mantenimiento de las operaciones
mentales, como así también a la adquisición y alteración de la conducta y finalmente el
psicoanálisis no solo porque es el nombre de la disciplina que revela la constitución
psíquica del sujeto sino porque también estableció las coordenadas de un dispositivo
curativo original, que entre otras cosas fue la primera psicoterapia no médica.

UNIDAD 1: El sufrimiento humano, saberes y prácticas -

Peresson: Las psicoterapias hoy.

En las intervenciones psi que se pretenden como psicocurativas, hay dos enfoques
predominantes:

a) Remedios psicológicas: Se dirigen a remediar lo psicológico. Suponen que hay un


pasaje por dos estados opuestos, uno de caída y otro de resurrección. Apuntan a un
sector de la población aquejado de “carencias”; que entienden que deben someterse a un
procedimiento que les permita recuperar el equilibrio y la armonía perdida, para regresar
así a la normalidad social.

b) Psicoterapias: Se incluyen multiplicidad de técnicas y de métodos.

¿Por qué hay tanta oferta de intervenciones psi? Sobrevalorización de lo psicológico en la


posmodernidad. Dicha sobrevalorización se debe a que se ubica a lo psi como instancia
reparadora de los malestares propios del modo de vida que el capitalismo impone.

No es casual el status que adquiere lo psi, en relación a la fase de expansión del


capitalismo, que muestra su cara menos humana. De este modo, la psicología se
convierte en una herramienta que busca el reforzamiento de la individualidad, dotando de
“armas psicológicas” frente a otros, que se representan como amenazantes y peligrosos.
También es de señalar las políticas anti estrés, que buscan readaptar al individuo para su
rápido retorno al mismo circuito que lo enferma.

¿Qué razón habría para que cada vez haya más interés en ocuparse en una psicología,
cuándo recrudecen a nivel global los problemas sociales?

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Frente a las dificultades que se desprenden del debilitamiento de los referentes que
ordenaban el curso de la vida, se intenta reforzar una versión de un homo psicológico.
Así, se buscaría respuesta en este referente ante las problemáticas sociales. O sea, se da
un pasaje desde lo social/político a lo individual/psicológico.

¿Es una relación de complemento entre un sistema que desarregla y un saber técnico que
arregla, o nos encontramos ante una nueva formación sintomática sostenida por un goce
en común?

Los remedios psicológicos

Se propone a ciertas actividades como el ejercicio físico, el autoconocimiento, la


meditación, “terapias alternativas”, como mejoría o alivio a los padecimientos producidos
por el imperativo insignia de la época: “goce ya”. Los padecimientos suelen englobarse
bajo el término “estrés”, que paradójicamente es, en parte, resultado del mandato de
gozar al máximo.

Antes, las respuestas frente al malvivir se buscaban en la medicina o en psicoterapias


legitimadas desde lo académico. Hoy, desde el discurso público, se legitiman los
remedios psicológicos, que son una serie de propuestas muy diversas, que abarcan
desde las advertencias, guías o programas a aplicar para diversos trastornos, a los
modelos de conducta a incorporar para sortear diversos obstáculos.

Estas intervenciones persiguen el objetivo de proveer al individuo sufriente de modelos


identificatorios que le aseguren una muy buena adaptación a los requerimientos
estandarizados de la época.

¿El énfasis puesto en la adaptación social no es la causante de la angustia que


experimenta cada sujeto cuando se encuentra con su particularidad?

El encuentro de un sujeto con su particularidad, angustia…

La psicoterapia académica

Por otra parte, están las propuestas psicoterapéuticas individuales o grupales, que se
fundamentan desde la formación académica o en instituciones específicas. Son muy
variadas, abarcan al psicoanálisis, la gran gama de terapias cognitivo-conductuales,
gestálticas, etc. Incluso surgen las llamadas “psicoterapias online”, eludiendo el principio
freudiana que propone que la queja y el dolor deben ser tratados en un dispositivo
específico; el establecimiento de un diálogo asimétrico no confesional fue decisivo para el
comienzo de las terapias no médicas.

Este posible campo psicoterapéutico es más cercano a una serie de procedimientos, más
que a un campo de prácticas específicas. Esta sumatoria de intervenciones, diversa y
divergente, se oponen y contradicen entre sí en cuanto a los fines que persiguen. Por otro
lado, para hablar de prácticas específicas, es necesario contar con principios tales como:
un saber fundante teórico y metodológico, definiciones precisas y claras sobre el objeto a
tratar, procedimientos técnicos ajustados a su metodología.

A la hora de buscar denominadores comunes según:

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- Orígenes: muy variados, abarcan algunos que se sitúan dentro de la racionalidad
científica, otras exactamente por fuera de esos parámetros, otras surgen en el
horizonte de la espiritualidad.
- Procedimientos que legitiman sus prácticas: en este aspecto no hay tampoco un
denominador común, pueden incluir ritos de iniciación, acatamiento de normas
institucionales o la acreditación de exámenes o pruebas ad-hoc.

Como puede observarse, hay una gran diversidad, sin un eje claro en común. En algunos
casos, se propone que ello no sería una “falla” o “defecto”, sino una “virtud”. Siguiendo
ese hilo, se propone una “integración” “utilitarista”, ya que se sostiene que toda propuesta
psicoterapéutica tiene algo de eficaz y/o bueno para rescatar. Este juntar lo diverso no
resulta de una operación epistémica, sino a una modalidad de época: obtener una
psicoterapia con principios universales, fácilmente aplicables, estandarizados
rigurosamente, y cuyos resultados sean factibles de ser expresados cuantitativamente y
en estadísticas.

La psicoterapia se auto-sustentaría en dos razones: encuentra su unidad en tanto integra


lo diverso, y se trata de una unidad autónoma. La diversidad implica diversidad de
recursos técnicos, instrumentos técnicos que han demostrado cierta eficiencia, lo cual
implica que la psicoterapia no depende de ningún marco teórico para legitimarse. Así,
esta autonomía se sustenta en los resultados que se obtengan, que son mensurados,
evaluados y cuantificados por el sistema que los demanda.

Este es el denominado criterio de utilidad, que responde a una demanda de eficiencia del
mercado. La contrapartida de ello, es postular una ABSOLUTA INCONGRUENCIA como
relación que caracteriza a las distintas prácticas. Entonces, no hay “la psicoterapia”,
porque una práctica unificadora debería ser el resultado de una articulación rigurosa de
nociones y métodos que hubieran derivado en un marco teórico conceptualmente lógico y
coherente.

Saberes, paradigmas

La idea es retornar a las fuentes para indagar acerca de los criterios epistemológicos,
conceptualizaciones teóricas, y la evaluación de los resultados de algunos de los “marcos
teóricos-metodológicos” que por distintos motivos, más se han implicado en la
problemática psicoterapéutica. Se indagarán en los conceptos y saberes que han ido
conformando verdaderos paradigmas:

a) El discurso médico: Historia ligada a la enfermedad y en cómo tratar a la misma

b) El discurso psicoanalítico: Disciplina que revela la constitución psíquica del sujeto, y


que además estableció las coordenadas de un dispositivo curativo original, que entre
otras cosas fue la primera psicoterapia no médica.

c) El discurso psicológico: Génesis y mantenimiento de las operaciones mentales, así


como la adquisición y alteración de la conducta.

a) La “teckhné iatriké” fue el nombre que recibió la llamada medicina hipocrática, primer
conjunto de saberes que se separa de la filosofía. La enfermedad pasa de ser
considerada una posesión demoníaca o castigo divino, a ser identificada como un
desarreglo de la naturaleza propia del cuerpo.

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Esta técnica se funda en el principio de “muta ars”, arte muda, un nuevo oficio que reduce
el lugar de la palabra. Es decir, esta tekhné se constituye a sí misma como arte sin
palabras, como práctica en silencio, sobre todo se propone silenciar la palabra del
enfermo. Se abandona el poder de la palabra por el poder de la mirada, el nuevo objeto
es la physis, el nuevo método es la mirada.

La palabra, será entendida como Doxa, como un saber popular, y por ende, conducente al
engaño o al error, en contraposición a la Episteme, que será resultado del saber racional
de los phisiólogos, obtenido de la observación metódica del cuerpo.

-Saber del órgano: En un determinado momento, la medicina hace de lo


anatomopatológico su objeto de estudio. Es el momento histórico en el cual el saber
médico se basa, no en un sujeto enfermo que habla acerca de lo que padece, sino en
aquello que los médicos suponen que es un lenguaje intrínseco de los órganos, natural de
los órganos.

Así, se borra paulatinamente al enfermo, la medicina pasa a ser una disciplina que trata
órganos enfermos, y no a sujetos enfermos, más aún, todo lo que el enfermo pueda decir
sobre su enfermedad, todo lo que pueda relatar y contar sobre su sufrimiento se
transforma en obstáculo para el saber médico, dado que el relato del enfermo interfiere la
relación que el médico necesita tener con el órgano.

-La psiquiatría, enfermos mentales y curas morales: En determinado momento, la locura


se transforma en enfermedad mental, de la cual se ocupa el psiquiatra. La figura de este
paradigma es Pinel, quién reafirma el enunciado primero de la medicina: la psiquiatría
priva de la palabra al loco, y es importante también porque la palabra del psiquiatra se
transforma en orden, en mandato.

Entonces, las enfermedades tienen su causa, primera y última, en el cuerpo y es su


propia naturaleza (la del cuerpo) la que genera un desarreglo. Cuando la técnica y los
prejuicios lo permitieron se hizo visible la lesión en el órgano, que es la causa corporizada
de la enfermedad. Al mismo tiempo se opera una transformación epistemológica (con sus
consecuencias prácticas directas) de lo humano, que pasa de ser sustancia divina a ser
sustancia orgánica, con un reflejo llamado conciencia.

b) El psicoanálisis ha dado lugar al ejercicio de la psicoterapia, sea esta psicoanalítica o


no. Con Anna O, Freud pone en marcha lo que luego denominará “moderno tratamiento
anímico”, donde hace uso de la hipno-catarsis como método. Hay algo novedoso acá: la
histérica revela, mediante su propio relato, la historia “no sabida” (o laguna mnémica,
según Freud) que la manifestación sintomática guarda. Si de invenciones se trata el caso
documenta otra más, el nombre que le pone la paciente a su tratamiento: “cura por la
palabra”.

Este tratamiento obtiene sus mejores resultados cuando el relato de la histérica sustituye
a la hipnosis como a la sugestión, así hablar y rememorar terminan generando efectos
terapéuticos más duraderos que la orden sugestiva. Esta inicial psicoterapia impone que
el paciente no muestre sino que hable, que recuerde, que relacione, que recupere en el
presente lo vivido olvidado.

-La psicoterapia moderna, en tanto tratamiento diferenciado, como una intervención que
tiene eficacia sobre el padecer psíquico, tiene su punto de inicio en la hipnosis de
Charcot, PERO SE INICIA CON FREUD. Freud es fundador ya que retomó la técnica de
Charcot para ir más allá de lo que este último sabía.

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Charcot va a destacar la importancia del “acontecimiento” en la provocación del ataque
histérico, y el “acontecimiento”, según la interpretación de Freud tiene que ver con la
relación del sujeto con sus circunstancias de vida, es por esta razón que la eficacia
traumática del acontecimiento no es ubicable en la lesión del órgano.

Para Freud, Charcot lleva adelante una práctica clínica que está mostrando un límite de la
Medicina. Ello porque propone la importancia del “acontecimiento” como causa del
síntoma histérico, y por otro lado, porque se comprueba la eficacia de la “hipnosis” en la
reproducción/eliminación del ataque histérico. Ambos hechos, uno referido a la causa de
la histeria y el otro referido a un posible tratamiento, cuestionan lo “anatomopatológico” y
a toda una serie de nociones y conceptos que conforman el saber médico de la época.

La psicoterapia moderna se funda sólo a partir de lo que Freud revisa de la práctica de


Charcot, y propone no solamente otra terapéutica, sino que construye la única teoría del
psiquismo humano que postula un sujeto del inconsciente, de la cual se desprende una
forma de intervención terapéutica.

-El moderno tratamiento anímico: En el texto de 1890 “tratamiento psíquico (tratamiento


del alma), Freud hace la primera presentación primera de lo que entiende por tratamiento
psíquico. Allí señala que las palabras son el instrumento esencial del tratamiento anímico.
Dicho texto propone algunos principios nuevos y necesarios para definir a un
procedimiento como psicoterapéutico (o sea, no médico):

a) La relación terapéutica es parte de la cura: La influencia y la expectativa enlazan en la


cura a sus protagonistas.

b) De a) se desprende que lo anímico influye y afecta lo orgánico.

c) La cura es por y mediante la palabra.

d) El tratamiento del síntoma es psicoterapia

NO HAY PSICOTERAPIA QUE NO SE RECONOZCA EN ALGUNOS DE ESTOS


ENUNCIADOS

c) Lo que se encuentra de forma destacada son las prácticas experimentales sobre las
variaciones de las funciones del aparato psíquico (ejemplo: percepción, memoria), en
relación a ciertas variables (ejemplo: tiempo).

- Método clínico en psicología: Recuperado de Lagache, se trataría de un método que


busca indagar y comprender en profundidad al sujeto, pero que no lo trata ni interviene, ya
que reserva la dimensión terapéutica para la psiquiatría

¿Es posible obtener un conocimiento en profundidad de un sujeto sin afectarlo?

-La conducta y su cura: Se organiza una psicología de laboratorio que empieza a buscar
las técnicas más eficaces para modificar conductas. El personaje principal de esta
corriente es Watson, que define a la conducta como el objeto de la psicología. Dicha
conducta es aquello que es observable en el sujeto, y tiene dos premisas necesarias: el
estímulo y la respuesta.

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En cuanto a los estímulos, hay dos tipos: a) Condicionados, b) Incondicionados. A la
personalidad la va a definir como una síntesis estable de hábitos y/o conductas, y es a
partir de estos planteos que define un tratamiento basado en el des-condicionamiento.
Así, la constitución del ser humano estaría dada en base al aprendizaje, habiendo
conductas adecuadas y otras que no lo son, el tratamiento consiste en modificar esas
conductas inadecuadas. Señala que no hay enfermedad mental (ya que consideran a la
mente como una abstracción, buscan el dato positivo), pero sí hay trastornos de la
personalidad o de la conducta, que se modifica en tanto se desaprende y aprende
(condicionamiento y des-condicionamiento).

-La Gestalt: Se presentan como una propuesta superadora de las teorías asociacionistas
y elementaristas. Uno de sus representantes es Lewin, con su enfoque macrosociológico.
Va a plantear que el individuo, en tanto representa una situación psicológica, no se puede
comprender sino es en función de las situaciones sociales que lo rodean y viceversa.
Habla de la necesidad de considerar la situación con todas sus implicaciones, desde la
base de que el todo es más que la suma de las partes.

Hay dos nociones centrales: la totalidad dinámica y la de campo social. La totalidad


dinámica refiere a un conjunto de elementos interdependientes como lo son la
personalidad, las instituciones, etc. El campo social, refiere a totalidades dinámicas
coexistentes o “Instaladas” en lo social.

Tres paradigmas

En el sentido Kuhniano, en tanto son modelos de problemas y soluciones a una


comunidad científica. Una comunidad de trabajo, instituciones de investigación y
enseñanza, una manera propia de plantearse los problemas y las soluciones.

Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis, tres maneras de plantear la enfermedad y la cura,


y lo que va de uno a lo otro: la terapéutica. Tres maneras que se distinguen por
conceptualizaciones diferentes, prácticas e instituciones distintas, y tres oficiantes que se
legitiman en ámbitos diversos.

Entonces, hay una terapéutica psicológica que se distingue por el cambio, entendido
como proceso de aprendizaje, ya sea que el cambio consista en la experiencia del insight
o el descondicionamiento de conductas. Tenemos una terapéutica psiquiátrica que se
basa en el órgano y sus procesos químicos, en el ajuste farmacológico, como así también
en las adecuaciones morales que requiere cada época. Y tenemos una terapéutica
psicoanalítica, que atiende al síntoma y su interpretación, al uso de las variaciones
transferenciales, sosteniéndose en el siguiente principio: hay un más allá de la terapéutica
del síntoma, este más allá fue planteado por Freud como una revisión de los fantasmas
originarios para encontrar como se ha fijado el neurótico frente a la castración.

Freud: El malestar en la cultura (sección II)

La vida como no es impuesta resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños,
tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. Los hay, quizá,
de tres clases:

-Poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria

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-Satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan

-Y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas.

¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir como fin y propósito de su
vida? Quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspiración tiene
dos costados:

-una meta positiva: vivenciar intensos sentimientos de placer. Este es, en sentido estricto,
lo que se llamaría dicha.

-meta negativa: ausencia de dolor y displacer.

La actividad de los seres humanos se despliega siguiendo estas dos direcciones.

Pero EL PROGRAMA DEL PRINCIPIO DE PLACER ES ABSOLUTAMENTE


IRREALIZABLE. Lo que en sentido estricto se llama “felicidad” corresponde a la
satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas, con alto grado de estasis, y por
su propia naturaleza SÓLO ES POSIBLE COMO UN FENÓMENO EPISÓDICO. Si una
situación anhelada por el ppio de placer perdura, en ningún caso se obtiene más que un
sentimiento de ligero bienestar, estamos organizados de tal modo que SÓLO PODEMOS
GOZAR CON INTENSIDAD EL CONTRASTE, y muy poco el estado. YA NUESTRA
CONSTITUCIÓN, PUES, LIMITA NUESTRAS POSIBILIDADES DE DICHA. MUCHO
MENOS DIFÍCIL ES QUE LLEGUEMOS A EXPERIMENTAR DESDICHA.

Desde tres lados amenaza el sufrimiento:

-Desde el cuerpo propio: que es destinado a la ruina y la disolución, y no puede prescindir


del dolor y la angustia como señales de alarma

-Desde el mundo exterior: que se puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas
híper-potentes, despiadadas, destructoras

-Vínculos con otros seres humanos: lo sentimos como más doloroso.

Bajo la presión de estas posibilidades de sufrimiento, los seres humanos suelen


atemperar sus exigencias de dicha. La tarea de evitar el sufrimiento relega a un segundo
plano la ganancia de placer.

Los métodos más interesantes de precaver el sufrimiento son los que procuran influir
sobre el propio organismo. Es que al fin todo sufrimiento es sólo sensación, no subsiste
sino mientras lo sentimos, y sólo lo sentimos a consecuencia de ciertos dispositivos de
nuestro organismo.

El método más tosco, pero también el más eficaz, para obtener ese influjo es el químico:
la intoxicación. No sólo se les debe la ganancia inmediata de placer, sino una cuota de
independencia respecto del mundo exterior. Bien se sabe que con ayuda de los
quitapenas es posible sustraerse en cualquier momento de la presión de la realidad y
refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de sensación. Es notorio
que esa propiedad de los medios embriagadores determina circunstancias, son culpables
de la inútil dilapidación de grandes montos de energía que podrían haberse aplicado a
mejorar la suerte de los seres humanos.

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En este apartado, Freud menciona también otros recursos tales como aislarse de los
otros, hacer yoga, el trabajo artístico o científico (sublimación), la religión, el delirio, el
amor, el goce de la belleza...Todos estos son métodos para obtener la felicidad y
mantener alejado el sufrimiento.

A pesar del carácter no exhaustivo de la lista, Freud concluye que EL PROGRAMA QUE
NOS IMPONE EL PRINCIPIO DE PLACER, EL DE SER FELICES, ES IRREALIZABLE;
empero, no es lícito –más bien: no es posible- resignar los empeños por acercarse de
algún modo a su cumplimiento.

Lagache- La unidad de la psicología

La unidad de la psicología como situación caótica. Dos métodos: Realizar un inventario y


aislar las actitudes dominantes de las distintas psicologías.

Preocupaciones epistemológicas y doctrinales entre los años 1930 y 1940: Dilema -


CIENCIAS DE LA NATURALEZA VS CIENCIAS DEL HOMBRE. Punteo de oposición
entre ambas dimensiones.

1) Hechos psicológicos. El naturalismo tiende a eliminar la conciencia y a tratar los


hechos psicológicos como "cosas" (conductismo watsoniano). El humanismo mas
tradicional admite que los hechos psicológicos son conciencias, vivencias, expresiones,
etc. en las que se leen las vivencias del otro. La psicología humanista se concentra no
sobre la conducta observada, sino sobre la existencia vivida.

2) Relación entre el todo y las partes. El naturalismo afirma la anterioridad de los


elementos y de las leyes elementales. Según el humanismo, el todo es anterior a las
partes. La personalidad es una totalidad que manifiesta una actividad compleja que es
necesaria estudiar para comprender la vida psíquica.

3) Inteligibilidad. Las psicologías naturalistas construyen leyes análogas a la de la


naturaleza y se expresan mediante relaciones cuantitativas con el fin de "explicar"
fenómenos. La psicología humanista no se apoya en leyes sino en tipos ideales o
relaciones ideales que sirven para "comprender" mas que para explicar (método
cualitativo).

4) Concepción del sustrato de la vida psíquica. El naturalismo no admite ningún


sustrato que no sea orgánico. El humanismo por el contrario, concede gran importancia a
la exploración de las "capas profundas del psiquismo".

5) Finalidad y valores. La psicología naturalista rechaza la finalidad y los valores en


razón de sus implicaciones subjetivas. La psicología humanista señala su importancia: la
psicología ha de ser funcional. El mundo del ser viviente es siempre un mundo de valores.

Naturalismo y humanismo corresponden a un momento de la historia de las ideas, a un


movimiento dialéctico que no es otra cosa que el esfuerzo colectivo de los estudiosos en
busca de la verdad.

En el plano de la historia de las ideas, existen razones para pensar que el psicólogo se
encuentra en una situación abierta, en un conflicto en vías de superación.

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Dos grandes maneras (métodos) de abordar los problemas psicológicos: la del
experimentalista y la del clínico. En su modo de trabajar es donde se enfrentan
concretamente el naturalismo y el humanismo.

La psicología experimental y comparada se halla en mejor posición para asegurar

la unidad de la psicología y su integración con las demás ciencias. La psicología


comparada permite una comprensión mas acabada del hombre. Incluir a los animales le
permite tener un mayor rigor comparable con el de las ciencias de la naturaleza. La
psicología experimental encuentra un límite al estudiar la conducta humana, ya que esta
solo puede controlarse artificialmente. Aunque hay trabajos de gran valor de la psicología
experimental, la psicología científica de la conducta humana concreta sigue perteneciendo
ante todo al dominio de la psicología clínica.

La psicología clínica no quiere decir patológica. La humanidad del objeto le es menos


específica que la actitud metodológica: encarar la conducta en su propia perspectiva,
detectar tan fielmente como pueda las maneras de ser y de reaccionar de un hombre
concreto y completo frente a una situación; intentar establecer su sentido, la estructura y
la génesis; descubrir los conflictos que la movían y los pasos que tienden a resolver los
conflictos.

Experimentalismo: crea una situación y controla artificialmente todos sus factores


modificando sólo un factor por vez, de manera que puede estudiar las variaciones
relativas de las respuestas abstrayendo el conjunto.

Clínico: Al no poder crea y menos controlar la situación para abstraer una parte de sus
condiciones, se esfuerza en prevenirla, ubicando los factores que le interesan en el
conjunto de sus condiciones.

El experimentador y el clínico operan de dos modos diferentes para lograr un mismo


objetivo: controlar las condiciones de la conducta.

La psicopatología fue y sigue siendo para la psicología clínica, la mejor escuela. El


estudio de los casos es un gran recurso para tener un contacto directo con los problemas
de los humanos. Lo que interesa no es la psicopatología, el trastorno, la deficiencia, sino
el ser humano portador de un conflicto, y de un conflicto mal resuelto.

El enfoque "dinámico"de la conducta y de sus perturbaciones es la fuente de la cual


proviene el psicoanálisis.

Así como la psicología clínica está en estrecha relación con el psicoanálisis, también lo
está con psicometría.

Oposición entre método clínico y método de los test:

1) El clínico ayuda al sujeto a ajustarse a la situación y se esfuerza por acomodarlo a su


modo de actuar. La investigación clínica se ubica en una situación de "encuentro"
personal. El psicotécnico, ante diferentes sujetos emplea las mismas técnicas,
presentadas del mismo modo.

2) El clínico observa el conjunto y los detalles de las reacciones del sujeto en una

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situación en tiene una significación vital acentuada, la situación de examen. El
psicotécnico anota todo de modo uniforme, en condiciones tales que todos los técnicos
puedan llegar a resultados idénticos e interpretar del mismo modo cualquier resultado.

3) El clínico se refiere a tipos cualitativos de naturaleza ideal, de manera que reduce el


caso a un haz de relaciones generales, lo asimila a un tipo, sin embargo siempre rescata
sus particularidades individuales. El psicotécnico evalúa resultados numéricos con
referencia a una escala de medida que se establece previamente sobre sujetos del mismo
grupo que el examinado.

En psicología la experimentación y la clínica se prestan apoyo mutuo. La clínica tiene una


función prospectiva y aplicadora. La experimentación representa un estadio terminal de la
investigación científica. El conflicto entre estas dos, es un momento superado de la
historia de la psicología.

Watson- El conductismo

La vieja y la nueva psicología en oposición

Dos criterios distintos imperan en el pensamiento psicológico norteamericano: la


psicología introspectista o subjetivista y el conductismo o psicología objetiva. Hasta el
advenimiento del conductismo, en 1912, la psicología introspectista dominaba la vida
psicológica de la universidad norteamericana. Los más destacados representantes de la
psicología introspectista en la primera década del siglo XX, fueron Titchener, de Cornell y
William James, de Harvard. Ambos proclamaban que la conciencia es la materia de
estudio de la psicología. Por el contrario, el conductismo sostiene que es la conducta del
ser humano el objeto de la psicología, la conciencia no es un concepto preciso, ni
utilizable. Muy destacados biólogos, físicos y químicos, saliendo de sus laboratorios, son
fácil presa de la tradición cristalizada en conceptos religiosos. Estos conceptos han
entorpecido el nacimiento y desarrollo de la psicología científica. Ejemplo de 4 tales
conceptos es el de que todo individuo posee un alma, separada y distinta del cuerpo. Esta
doctrina conduce al principio filosófico del “dualismo”, que se encuentra en la psicología
desde la antigüedad. La psicología y la filosofía, ocupándose de objetos inmateriales,
encontraron muy difícil eludir el lenguaje de la Iglesia; de ahí que el concepto de mente o
alma, como algo diverso del cuerpo, llegase casi intacto hasta el siglo diecinueve. Wundt,
el verdadero padre de la psicología experimental buscaba en 1879 una psicología
científica. Se desenvolvió en medio de una filosofía dualista. No pudo discriminar con
claridad el camino de la solución del problema mente–cuerpo. Su psicología, que ha
regido hasta nuestros días, es de transacción. Sustituyó el término alma por el de
conciencia. La conciencia no es completamente inobservable como el alma; la
observamos al sorprendería desprevenida (introspección). Para demostrar lo anticientífico
del concepto básico de esta gran escuela de psicología germano–americana, basta fijarse
en la definición de psicología que formuló William James: La psicología es la descripción y
explicación de los estados de conciencia en cuanto tales. Parte de una definición que
supone lo que pretende demostrar. No nos dicen qué es la conciencia; sino que
comienzan por introducir cosas en ella en calidad de supuestos, naturalmente, al
analizarla después encontraran lo que pusieron: sensaciones, fantasmas, imágenes,
elementos afectivos, la voluntad.

 Programa del Conductismo

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El conductista quiere hacer de lo observable el verdadero campo de la psicología,
formulando leyes sólo relativas a estas cosas. Podemos observar la conducta, lo que el
organismo hace o dice. Hablar es hacer, es comportarse. El hablar explícitamente o con
nosotros mismos (pensar) son tipos de conducta tan objetivas como el béisbol. La regla
que el conductista no puede perder de vista es: describir la conducta que veo en términos
de “estímulo y respuesta”. Estímulo es cualquier objeto externo o cualquier cambio en los
tejidos mismos debidos a la condición fisiológica del animal. Respuesta es todo lo que el
animal hace, como volverse hacia o en dirección opuesta a la luz, saltar al oír un sonido, o
las actividades más altamente organizadas, dibujar planos, escribir libros, etc.

Algunos problemas específicos del Conductismo

El conductista trabaja como cualquier otro hombre de ciencia. Su único objeto es reunir
hechos tocantes a la conducta, verificar sus datos, someterlos al examen lógico-
matemático. Si se muestra una serpiente, un ratón o un perro a una criatura que nunca
haya visto estos objetos ni se la haya atemorizado de otra manera, empezará a tocarlo
apretujarlo. Se puede repetir esta prueba durante diez días hasta obtener una seguridad
de que la criatura se acercará siempre que nunca huirá de él (reacción positiva) y que no
provocará una respuesta de miedo. En estas condiciones se toma una barra de acero a
espaldas del niño y se golpea fuertemente. De inmediato aparecerán manifestaciones de
miedo. Si en el momento en que se le enseña el animal, cuando empieza a aproximarse,
se golpea de nuevo la barra, repitiendo el experimento 5 tres o cuatro veces. Se
manifestará un cambio importante: el animal provoca la misma respuesta que la barra de
acero, miedo. Se trata de una respuesta emocional condicionada, una forma de reflejo
condicionado. Nuestros estudios de los reflejos condicionados nos permiten explicaciones
sobre la base de una ciencia natural, sin apelar a la conciencia ni a ningún proceso
mental. Hay muchos tipos de respuestas emocionales condicionadas, como las que se
relacionan con el amor, cuando la madre al acariciar a su niño, al estimular sus órganos
sexuales durante el baño, y mediante otras operaciones, provoca el abrazo y el gorjeo
como respuesta original no aprendida. Pronto esta reacción se torna condicionada. La
mera visión de la madre produce la misma clase de respuesta que el contacto físico real.
Con respecto a los hábitos manuales (técnica y habilidad) y los laríngeos (hábitos de
hablar y pensar) en el adulto, estos habrán de establecerse y relacionarse antes que se
complete el aprendizaje. Una vez formados estos hábitos de trabajo, si los rodeamos con
algún sistema de estímulos variables podemos mantener el nivel de eficiencia o su
aumento constante. En la vida emocional, ante cuestiones que estorben su adaptación
actual, podemos desacondicionarlo, o condicionarlo cuando el condicionamiento sea
necesario. El punto de partida fundamental del conductismo es comenzar por la
observación de la gente. La auto–observación, además de no ser fácil ni natural, resulta
simplemente imposible. Dentro de nosotros mismos sólo podemos comprobar formas
elementales de respuesta. Por el contrario, cuando empezamos a estudiar lo que hacen
nuestros vecinos rápidamente adquirimos experiencia para clasificar su conducta y crear
situaciones (estímulos) que lo harán comportarse de una manera previsible para nosotros.

Definición del Conductismo

El conductismo es una ciencia natural que se arroga el campo de las adaptaciones


humanas. Su compañera íntima es la fisiología. En efecto, el conductismo sólo difiere de
la fisiología en el ordenamiento de sus problemas; no en sus principios fundamentales ni
en su punto de vista central. La fisiología se interesa especialmente en el funcionamiento
de las partes del animal; el sistema digestivo, circulatorio, nervioso, los sistemas
secretorios, la mecánica de las reacciones nerviosas y musculares. En cambio al

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conductismo le importa intrínsecamente lo que el animal como un todo hace desde la
mañana hasta la noche y desde la noche hasta la mañana. Este interés del conductista en
las acciones humanas es algo más que el del mero espectador; desea controlar as
reacciones del hombre, del mismo modo como en la física los científicos desean examinar
y manejar otros fenómenos naturales.

¿Qué es un estímulo?

 Los músculos de nuestros brazos, piernas y busto no sólo están sujetos a los estímulos
procedentes de la sangre; asimismo son estimulados por sus propias reacciones, o sea, el
músculo se encuentra en estado de constante tensión; cualquier aumento de ésta,
verbigracia, al realizarse un movimiento, despierta un estímulo y motiva otra reacción en
ese 6 músculo o en otro ubicado en alguna parte distante del cuerpo; cualquier
disminución de dicha tensión, como cuando el músculo se relaja, constituye
análogamente un estímulo. Así comprobamos que el organismo se halla de continuo
sometido a la acción de los estímulos objetos de nuestro medio, que llegan por la vista, el
oído, la nariz y la boca; al mismo tiempo, también el interior de nuestro cuerpo se halla
sometido a la acción de estímulos nacidos de los cambios en los tejidos mismos. Si se
vigila el crecimiento y el desarrollo del ser humano, se observará que gran cantidad de
estímulos provoca reacciones en el recién nacido, mientras que muchos otros no
despiertan ninguna. No determinan una reacción igual a la que promueven más tarde, no
se consigue mucho enseñando a un infante una sinfonía de Beethoven. Antes que ciertos
estímulos puedan ejercer su influencia es indispensable que se forme un hábito. Es el
condicionamiento, desde la infancia, lo que dificulta tanto al conductista poder anticipar
cuál será una determinada reacción. Pero si el conductista advierte esta reacción, es muy
fácil para él señalar aproximadamente qué situación de la primera infancia del sujeto pudo
provocar ese tipo de reacción poco frecuente en el adulto. A pesar de lo arduo que resulta
predecir en sus detalles cuáles serán las reacciones, insistimos, en que nos es dado
anunciar con antelación qué hará nuestro vecino. Es la única base sobre la cual nos es
posible alternar con el prójimo.

¿Qué entiende el Conductismo por respuesta?

La respuesta puede ser tan leve que únicamente sea susceptible de observarla mediante
instrumentos. Podrá limitarse a un mero cambio en la respiración, o a un aumento o
disminución de la presión arterial. Por lo regular, aunque no siempre, la respuesta del
organismo al estímulo trae aparejada una adaptación. Por adaptación entendemos que el
organismo altera su estado fisiológico de tal manera que el estímulo no provoca ya
reacciones. El conductista afirma que todo estímulo efectivo tiene su respuesta, y que ella
es inmediata. Por estímulo efectivo entendemos el estímulo suficientemente fuerte para
vencer la normal resistencia al pase del impulso sensorial desde los órganos de los
sentidos a los músculos. En este punto es preciso no confundirse por lo que suelen decir
el psicólogo y el psicoanalista: que el estímulo puede aplicarse hoy y provocar su efecto
tal vez mañana, o en los próximos meses o años. El conductista no cree en estas
concepciones mitológicas. Las dos clasificaciones sensatas de la respuesta son: “externa”
o “explícita” e “interna” o “implícita”. Son respuestas externas o explícitas los actos
ordinarios del ser humano. Las respuestas internas o implícitas son arduas de observar,
no porque sean distintas, sino sólo por estar ocultas a la mirada. Otra clasificación es la
de respuestas aprendidas y no aprendidas. He mencionado el hecho de que la serie de
estímulos ante los cuales reaccionamos aumenta incesantemente. El conductista 7 ha
descubierto que la mayoría de los actos que vemos cumplir al adulto son realmente
aprendidos. Solíamos pensar que muchos de ellos eran “instintivos” o sea “no

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aprendidos”, pero ahora estamos a punto de desechar la palabra “instinto”. Sin embargo,
llevamos a cabo muchas cosas sin necesidad de aprenderlas: transpirar, respirar, hacer
que nuestro corazón palpite, que nuestra digestión se efectúe, que nuestros ojos se dirijan
a una fuente de luz, que las pupilas se contraigan, manifestar miedo ante un sonido
fuerte.

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Apuntes:

El mito expresado por Freud en Tótem y Tabú señala que el padre primordial fue
asesinado, y nadie puede llegar a ser ese padre. Este mito se re-actualiza cada vez que
alguien se posiciona desde este lugar; así, un sujeto puede intentar posicionarse desde el
lugar del ideal, pero en realidad todos estamos sometidos a la castración o falta de
satisfacción, ya que el goce absoluto de las pulsiones es incompatible con la vida en
sociedad.

En relación a ello está el planteo de que no hay objeto último de satisfacción, el ser
humano se mueve por el deseo, donde siempre hay falta. Y esto que falta está instaurado
como ley desde el origen. La identificación primaria es la identificación con la ley de ese
padre primordial, la cual es condición para el funcionamiento humano, es la inscripción de
la falta y por ende, del deseo.

En el malestar en la cultura Freud expresa una falla estructural de la cultura y en la


constitución misma de lo psíquico: la armonía y la felicidad en todos los individuos es
imposible, o en términos psíquicos, no se puede lograr el reinado absoluto del principio de
placer. Ante ello, la posición es afirmar que no se puede vivir sin ideales (discursos
políticos, científicos, etc.), pero es necesario denunciarlos como tales, es decir, como
ideales.

Este posicionamiento tiene un correlato clínico: el analizante asocia libremente, mientras


que el analista debe realizar una escucha parejamente flotante. Esta es la ética del
psicoanálisis. Se parte de un no saber, para poder hallar algo inédito, de lo contrario se
corre el riesgo de nunca saber más de lo que ya se sabe. Se trabaja desde la abstinencia:
abstinencia de la pretensión de escuchar algo en particular, y abstinencia con respecto a
los fenómenos transferenciales. Este camino es el que permite recuperar la singularidad
del sujeto.

La abstinencia está relacionada a la cuestión del ideal, pretender escuchar algo del
analizante o establecer algún criterio, supone la instauración de un ideal. El analizante
trata todo el tiempo de pescar cuál es el ideal del analista, para así poder cumplirlo, eso
hace que sea muy importante la abstinencia. Dicha abstinencia implica no responder
desde lo que se supone que es correcto, que sería ubicarse en la posición del superyó.
Ese posicionamiento es adoctrinamiento, no psicoanálisis.

La ética del psicoanálisis apunta a que el sujeto despliegue y diga algo más allá de todo
ideal. La apuesta del psicoanálisis no es negar que haya ideales, sino que pone entre
paréntesis cualquier forma de consejo o de ubicar algo en el lugar del bien. El único “bien”
que propone el psicoanálisis es el del habla, de la asociación libre, el del deseo.

La ética del psicoanálisis no es sostener alguna cosa como ideal o ubicar un bien al cual
perseguir, sino que es sostener el deseo, apostar a que no quede coagulado en algún
ideal o en el síntoma, apuesta a que el deseo pueda desplegarse. El psicoanalista está
alejado de cualquier forma de pedagogía, de cualquier forma de educación (que se
sostiene en ideales). Si el psicoanálisis introduce alguna pedagogía deja de ser
psicoanálisis, incluso los ideales del analista deben quedar entre paréntesis al momento
de la escucha.

El analista no juzga si está bien o mal lo que hace el sujeto o si le conviene o no. El
psicoanálisis busca distanciarse de la ilusión y sostener la dimensión de la palabra, la
dimensión del deseo, aun con el malestar que ello supone, aun con la promesa de

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ausencia de felicidad. Es denunciar la ilusión, apostar al deseo y coexistir con el malestar.
No se va a lograr la felicidad, el psicoanálisis no es una cosmovisión que busque
explicarlo todo, y por eso no es una ciencia.

Después del giro del 20, Freud va a continuar la reflexión de Tótem y tabú cuestionando el
lugar del padre como garante de un orden. Que todo se explique en la función paterna es
una ilusión, hay algo que escapa a ello, hay algo que escapa al principio de placer. La
cultura se plantea como paradójica: a la vez que ordena, que busca aplacar el
padecimiento, hay también en esa función algo que produce malestar. El padre, en su
intento de dar armonía, falla, que es lo mismo que ocurre con el superyó (que es un
representante del padre). El mismo superyó se convierte en un enemigo que no garantiza
el bienestar, porque en ese mismo acto, ataca.

La cultura humana se sostiene en una ilusión de que hay un orden, un sentido, una
armonía, garantizada por el padre. Así, el sujeto no estaría librado al azar, a la furia, y
arbitrariedad de la naturaleza, porque habría alguien que garantiza que todo funciona.
Esta ilusión es la que Freud denuncia como intento de soportar el padecimiento propio de
la vida. Las ilusiones son indemostrables e irrefutables por vía de la razón, sólo se
sostienen en el deseo y dificultan comprender la IRREDUCTIBILIDAD DEL
SUFRIMIENTO.

Cuando Freud enumera las tres fuentes de padecimiento en “El malestar en la cultura”,
incluye entre ellas al vínculo con los otros. Entonces, la cultura, que supuestamente sería
un modo de aplacar el sufrimiento -que parte de la inclemencia de la naturaleza y la
fragilidad del propio cuerpo- no logra cumplir ese objetivo, y es calificada explícitamente
como otra fuente de padecer. El malestar es in-eliminable, hay distintas formas que
buscan disfrazarlo: el consumo, la meditación, el arte, la religión, la sublimación, el
amor… Ninguna es totalmente eficaz, en el sentido de que el malestar prevalece. El
programa del principio de placer es irrealizable, en el sujeto humano siempre hay un resto
de algo que no es posible satisfacer.

Es paradójico que la cultura, creada para evitar el displacer, provoque displacer. Esta
paradoja es similar a la que Freud plantea para el superyó, ya que esta es la instancia que
viene a proteger al yo e indicarle lo que está bien y lo que no, y termina convirtiéndose en
enemigo del yo. Hay algo que queda por fuera, que no termina de incorporarse a la lógica,
que es la pulsión de muerte, y eso es algo no coyuntural. La pulsión de muerte es lo que
no termina de ligarse, está en juego en el sujeto humano, y por lo tanto en la cultura. El
psicoanálisis intenta pensar este malestar no coyuntural, in-eliminable, por fuera de las
ilusiones.

Apuntes:

La concepción de las enfermedades mentales empieza a ser influida por la concepción


freudiana a partir del siglo XX, que propone una etiología distinta, una etiología sexual, o
sea no orgánica. Freud deja de lado la investigación anatomopatológica, y esto subvierte
el modo de concebir el padecimiento mental que había hasta ese momento. Para la
psiquiatría la enfermedad mental supone un déficit en lo orgánico, acá hay una referencia
a la norma: el padecimiento es un déficit a nivel del funcionamiento o en lo orgánico que
en lo normal no está. Freud plantea una psicopatología de la vida cotidiana, habla de los
sueños, del chiste, del fallido, etc; entonces no es que a alguien le falta algo, propone un
aparato dividido para todos, no se trata de una lesión. El aparato psíquico está divido para

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todos, el asunto es cómo se juegan ahí las relaciones de fuerzas, como se resuelven los
conflictos, cuáles son las soluciones.

El punto de partida es que no hay una división entre normales y anormales, el aparato es
el mismo para todos, plantea además el malestar en la cultura, el sufrimiento como
inherente a la condición humana. La felicidad como fin de la vida es algo que pensamos,
anhelamos, pero la experiencia de la felicidad es algo efímero, “nadie puede soportar una
sucesión de días felices”. Cuando todo va bien, no se piensa que todo va a ir mejor, sino
que algo malo va a pasar. ¿Cuánto se tolera la felicidad? La experiencia de la humanidad
es más bien cómo tolerar, hay fuentes de sufrimiento, que son los poderes de la
naturaleza, y sobre todo los otros. Los otros son fuente de sufrimiento y a la vez son
necesarios.

ÉTICA: No es lo mismo que la moral, esto es lo que distingue Lacan en el seminario siete.
La ética no tiene que ver con lo que está bien o mal, sino con la finalidad de una acción,
hacia donde se dirige, cuál es el fin que persigue. Es importante pensar en la ética que
subyace a las distintas concepciones (los tres modelos). Ejemplo: el modelo de la
psiquiatría que define al padecimiento mental como déficit orgánico, ¿hacia dónde se
dirige la acción? A compensar el déficit, a recuperar el equilibrio, a que se suprima el
déficit. Para el psicoanálisis la acción no estaría dirigida así, porque el fin no es la
felicidad, lo que plantea en el malestar de la cultura no concuerda con esa ética, esa
finalidad. La ética del psicoanálisis tampoco puede siempre consistir en recuperar el
deseo del sujeto, dependerá de la situación que se presente.

FREUD: Una visión diferente, no deben realizarse encadenamientos de sentido sobre lo


que dice el paciente, como propone Jaspers. Co-vivenciar, empatizar, es entenderlo como
uno, el psa viene a proponer otra cosa. Uno de los fundamentos del método es la
neutralidad del analista, uno va a dejar a un lado los sentimientos que experimenta en
relación al paciente, todo eso no tiene que entrar. Si considero “le pasa como a mí”, me
estoy identificando y pierdo lo que dice, me escucho a mí y no a lo que dice la persona.
Las creencias, los prejuicios, los sentimientos no deben intervenir en la escucha, para ello
es necesario un análisis personal para conocer los puntos ciegos que podrían obturar la
escucha. Por supuesto esto no es nunca al 100%, no hay objetividad total, pero hay que
estar advertido de los puntos ciegos, por lo menos. También va acompañado de la
supervisión para advertir si estamos dejando pasar algo. La escucha no es
fonográficamente fiel. No es el médico que objetivamente va a ver si el otro está loco o no,
hay reconocimiento de la puesta en juego de la subjetividad de ambos, se plantea la
asociación libre, la transferencia, síntoma como solución de compromiso -> implica cierto
trabajo de elaboración, esto es muy distinto de tener causa orgánica o ser un déficit, no se
apunta a suprimirlo, si a que la satisfacción encuentre otras maneras y que no quede
restringida a la satisfacción del síntoma (capacidad creadora, sublimación, etc).

LACAN: El bebé desde muy chiquito se asume como siendo ese otro de la imagen que
Lacan describe como imagen total, unificada, que contrasta completamente con la
realidad de ese bebé, con su incoordinación motriz, con la falta de dominio sobre su
cuerpo. El bebé asume jubilosamente una imagen, que como todas las imágenes,
desconoce esa incoordinación, esa falla. Actúa como una totalidad ortopédica, prestada,
se aliena en esa imagen sostenida gracias a la mirada de otro que dice “sos vos”, Lacan
ubica a esto en la matriz de la constitución del yo.

Esto va a decantar en la propuesta del yo como función de desconocimiento,


desconocimiento de la falta. Hay alienación en una imagen total sostenida desde la

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mirada de otro; es una imagen ortopédica, que desconoce la insuficiencia, que desconoce
la incoordinación que lo real tiene. Se aliena y constituye una identidad, porque el yo es
una unidad. Dice Freud que algo tiene que pasar entre el autoerotismo y la elección de
objeto, una nueva acción psíquica se produce, porque el yo es una unidad, es uno. Ahí se
ubica la identificación -aunque Freud no lo dice así- para que el yo se constituya como
uno, uno idéntico además en el transcurso del tiempo. La función del yo nos da identidad,
permanencia mental, no nos levantamos todos los días pensando “¿seré otro?”, el yo
tiene permanencia mental a través de los cambios, seguimos siendo yo, no se pone en
duda la identidad.

Lacan cuestiona a los tratamientos dirigidos de yo a yo, donde lo que termina pasando es
que el analista se muestra como un yo mejor adaptado a la realidad, y el paciente lo
tomaba como un ideal a seguir. Esto es la psicología del yo, que apunta a que este último
domine cada vez mejor lo pulsional, que sea cada vez más fuerte. Hacer esto para Lacan
implica aumentar el desconocimiento, ya que sostiene que no es posible un dominio
completo de lo pulsional. Se busca fortalecer al yo, que nunca podrá de todos modos,
desde su organización, domar por completo a lo pulsional.

Esto no implica restarle importancia al yo, ya que como instancia permite reconocernos a
diario y a lo largo del tiempo, con un cuerpo que nos pertenece y que dominamos, impide
que experimentemos una fragmentación. El desconocimiento de la falta no es una ilusión
mentirosa, es una ilusión necesaria, lo imaginario da una consistencia que lo simbólico no
tiene. La consistencia la puede dar la imagen, sin embargo, Lacan dice que la experiencia
humana no puede reducirse al plano imaginario, como sí pasa en los animales, que
regulan muchas de sus conductas mediante la imagen. En este plano hay
desencadenamiento de lo erótico o de la agresividad, es “yo o el otro”, pero en el caso de
los seres humanos, hay una terceridad que regula esto, que permite que las cosas no se
planteen así. Para abordar la experiencia humana se hace necesario incluir la dimensión
del lenguaje, de Otro con mayúscula, que regula la relación dual.

El Otro es un orden de determinación que no puede reducirse a lo imaginario. Lacan


plantea al Lenguaje en términos de significantes, corre el eje, el asunto no es la relación
del yo con la realidad. ¿Cuál es la realidad? ¿La realidad del analista, que es el que tiene
la clave, el que sabe cómo tiene que ser? ¿A esto hay que llegar? Freud ya decía algo de
esto, el analista debería actuar como espejo opaco, Lacan plantea en esta línea que por
esta vía se llega a la erotización o a la agresividad, por lo que la cura no debería ir por
este camino.

El ser humano necesita a este tercero, el lenguaje, está atravesado por el significante,
vive en un mundo simbólico. Se corre el eje del yo con la realidad, a la relación del sujeto
con el significante. Cuando Lacan formula al significante, intenta recuperar la dimensión
del inconsciente y lo plantea estructurado como un lenguaje, dimensión que se había
descuidado en ese momento en el psicoanálisis. La práctica analítica apuntaba a
fortalecer al yo, y ya no se trabajaba con las formaciones del inconsciente. Se
consideraba que la primera tópica había sido superada por la segunda, en una línea de
progreso, sin embargo, Freud plantea por ejemplo “aspectos inconscientes del yo”, es
decir, integra ambos planteos.

En cuanto al registro de lo real, Lacan va a avanzar en una concepción en donde


distingue real de realidad. Para el neurótico la realidad está limitada en lo simbólico
porque NP organiza el conjunto de los significantes, y en lo imaginario porque funciona la
significación fálica. La realidad es una construcción que involucra lo simbólico y lo

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imaginario, pero lacan no pierde de vista este tercer registro, que es el de lo real, como
algo extranjero a lo simbólico y a lo imaginario. Lo real no puede ser captado en
significantes ni tampoco imaginarizable, es imposible de simbolizar y es imposible de
imaginarizar, pero es necesario suponer lógicamente a lo real como ese imposible, como
algo que hace de basta a la simbolización y a la imaginarización.

Lo real no puede pasar por ninguno de estos registros, pero no es que cualquiera
construye la realidad que se le ocurre, hay algo que se opone a eso. El psicoanálisis no
es una narrativa, sin el registro de lo real se trataría de contarse una historia mejor, pero
las cosas no se resuelven ofreciendo mejores construcciones simbólicas o imaginarias,
mejores historias. Cuanto más se avanza, más resiste aquello que no puede ser
elaborado, Freud lo ubica en relación al superyó y la pulsión de muerte; Lacan, la adjudica
al registro de lo real. No tengo acceso posible ni por lo simbólico ni por lo imaginario,
aunque el psicoanálisis como practica apunte a lo real y no a una elaboración de sentido
que intente asimilarlo todo; apunta por medio de lo simbólico a cambiar algo de la posición
del sujeto en lo real, pero esto suponiéndolo como un imposible lógico. No hay
elaboración completa, no hay levantamiento completo del síntoma, hay algo que resiste,
hay algo que hace imposible la articulación.

UNIDAD 2: Lo terapéutico en la historia

ALEMAN, PERESSON – “El malestar en la cultura en el siglo XXI”

Del malestar al impasse (Alemán)

¿Cómo pensar el malestar en la cultura en el siglo XXI? ¿Es posible actualizar los
argumentos freudianos (1930) expuestos sobre el malestar en la civilización? Miller y
Laurent hacen una reinterpretación de la civilización actual que ya no se definiría como
“freudiana” sino como “lacaniana”.

Civilización freudiana (1930), donde la renuncia a la satisfacción pulsional como


imposición de la cultura lleva la marca del “nombre del padre”, es decir, la ley del incesto
de “Tótem y tabú” como símbolo del pasaje naturaleza/cultura, una ley de carácter
universal (“para todos”), que tiene como corolario la prohibición (represión) bajo el peso
del Ideal.

La época lacaniana, en cambio, donde la “pluralización de los nombres del padre” permite
definir a la época ya no regida por un ideal único y universal sino, más bien, por una serie
de nombres indistintos que dan cuenta de la “inexistencia del Otro”. Este postulado quiere
decir que el Otro de la Ley ya no es garantía última de lo simbólico, sino un semblante
más entre otros.

Para Miller la crisis de la civilización actual, su malestar, es “una crisis de lo real” en la


medida que el hombre queda desorientado frente a la proliferación de los semblantes que
no logran cubrir lo real y lo enfrentan irremediablemente a la angustia, bajo la cara de los
síntomas paradigmáticos de la época: la depresión y la adicción generalizada.

Es así como la civilización del siglo XXI, tecno-científica y capitalista, muestra una
influencia totalitaria a partir de la “globalización”, movimiento que promueve la hegemonía
de “lo homogéneo” (todos iguales) pero al precio silencioso de una segregación masiva
(excepciones).

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Lacan sitúa este giro del malestar en el texto “La Familia” (1938), donde ubica la
“declinación de la imago paterna”. Declinación condicionada por el retorno al individuo de
efectos extremos del progreso social, declinación que se observa principalmente en la
actualidad en las colectividades más alteradas por estos efectos: concentración
económica, catástrofes políticas.

El complejo de Edipo no se funda fuera de la “relatividad sociológica” (es relativo a una


estructura social) y la función del padre está ligada a la prevalencia de una determinación
social, la de la familia paternalista. Para Lacan, en vísperas de la segunda guerra mundial,
las neurosis dominantes al final del siglo XIX han evolucionado en una nueva neurosis
caracterial, “la neurosis contemporánea”, cuyo resorte es la carencia de padre, cuya
personalidad está ausente, humillada, dividida postiza. Lacan extrae las consecuencias de
la declinación del padre a mediados del siglo XX y demuestra su pluralización y su
condición de semblante.

También Lacan anuncia las consecuencias de lo que en los años 70 da en llamar el


“discurso capitalista” como variante del discurso del amo actual: “Nuestro porvenir de
mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos
de segregación”.

Es posible decir que la gran neurosis contemporánea, la que corresponde al siglo XXI,
está determinada íntimamente por “la inexistencia del Otro” y ello tiene como
consecuencia para el sujeto la condena de la búsqueda frenética del objeto plus de gozar.

Para definir a la civilización actual, Miller apunta a que el “impasse lacaniano” ha


reemplazo al “malestar de la cultura freudiana”: “Digamos que es un sistema de
distribución de goce a partir de semblantes. En la perspectiva analítica, en la perspectiva
del superyó, una civilización es un modo de goce, incluso un modo común de goce, una
repartición sistematizada de los medios y las maneras de gozar”.

Cuando Freud aborda las vicisitudes del superyó en el neurótico, enlaza la cultura al
surgimiento de la “conciencia moral” pero de un modo sumamente contradictorio. Dice
Freud: “la renuncia de lo pulsional (impuesta a nosotros desde afuera) crea la conciencia
moral, que después reclama más y más renuncia”. Es decir, lo que el sujeto integra como
mandamientos de la conciencia moral no es sin un arreglo paradójico que se plasma en el
sentimiento inconciente de culpa y en la necesidad de castigo. Pero Freud encuentra que
dicho malestar en tanto renuncia a la satisfacción pulsional tiene salidas, tiene recursos,
aquellos que enumera como “defensas frente al sufrimiento”: los tóxicos, la sublimación, la
religión, el amor, la belleza y la neurosis misma.

Sin embargo, en la época lacaniana, la del cambio de siglo, las salidas se presentan en
términos de impasse, es decir, de punto muerto o situación sin salida. Según Miller, la
época lacaniana define al superyó de un modo diferente: “el superyó freudiano produjo
cosas como lo prohibido, el deber, hasta la culpabilidad, que son términos que hacen
existir al Otro, son los semblantes del Otro, suponen Otro. El superyó lacaniano produce
un imperativo distinto: ¡Goza! Este es el superyó de nuestra civilización”.

Es así como el nuevo régimen de la civilización contemporánea ya no lleva la marca de la


represión, en tanto prohibición a la satisfacción pulsional, sino la “exigencia a gozar”
aunque sea al precio mortífero de un “más allá del principio de placer”. Ya no hay
entonces un significante amo que ordene, que prohíba, que reglamente la satisfacción y
las buenas costumbres; más bien, en el lugar dominante o “brújula de la civilización de

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hoy” tenemos el objeto a, en tanto “plus de goce”, objeto que tapona la pérdida y nos
invita al consumo sin límites (el auto, el celular de última generación, la vestimenta de
moda, el medicamento ad-hoc creado por la ciencia, etc.).

En conclusión, la sociedad que se enmarca en el siglo XXI ya no es la sociedad de la


prohibición, de la interdicción. Más bien, ha mutado en una “sociedad permisiva”, la cual
ha levantado la barrera de la represión para dejar entrever la verdad sin velos de la
estructura agujereada del goce, del goce superyoico que instala el slogan de “puedes
gozar como quieras”, al precio de convertir el permiso en una exigencia.

Neo/malestar y subjetividad (Peresson)

Los tiempos actuales nos recuerdan todos los días los ítems que tenemos que tener
presentes, y a los cuales debemos responder, para tener una vida acorde a los mismos:
“el mercado”, “los objetos”, “el consumo”, “el fármaco generalizado”, “la estabilidad
emocional”, “la fugacidad del ahora”.

Hay una parte del mundo que nos es visible, accesible, que se sostiene en base a este
mandato: viva su vida consumiendo, pero manténgase estable. Pero también hay otra
parte, menos visible, que acecha e inquieta, que se puede caracterizar como la del (no)
consumo. Los ilegales, los pobres, son la representación de aquello que “no encaja”, las
fallas necesarias para que la utopía neocapitalista pueda realizarse. Estos humanos
deshechos son la configuración más desgarradora de la anulación subjetiva, en la medida
que han sido reducidos solamente a sobrevivir.

La misma vida humana, la nuestra y la del otro, se la considera y se la valora cada vez
más por poseer o no poseer; esta polarización infecta toda la relación social, lo cual
genera una tensión que rebalsa el orden simbólico, la palabra y el derecho, y se resuelve
cada vez más en el terreno de la confrontación.

El capitalismo en ésta, su fase “neo”, viene arrasando con cualquier esbozo de


“humanismo” (cristiano, existencial o marxista), más aun la categoría de lo humano va
siendo sustituida en la esfera pública y privada por la de “consumidor”.

El “neoliberalismo” no es sólo un programa económico, no es sólo una concepción


política, sino que fundamentalmente es un fenomenal intento (feroz, siniestro, pero
también seductor) de reconfiguración de lo vivible. La economía reducida a los balances
financieros, la política es propiedad de los expertos de marketing, la subjetividad reducida
a la individualidad estandarizada.

Este término “individualidad estandarizada” intenta ceñir el prototipo de la subjetividad


neoliberal, ideal al cual se debe responder, para lo cual es necesario acatar un número
creciente de programas que se dirigen a orientar la vida de cada uno, entrenamientos
específicos que abarcan tanto al propio cuerpo como a la subjetividad, al trabajo como al
ocio, etc. Los programas y los expertos buscan que finalmente cada uno esté en
condiciones de auto/programarse.

Cada humano puede/debe adquirir destrezas competitivas que le posibiliten sostenerse


en una competencia y rivalidad sin fin, y avanzar en una carrera de supuesta realización
en la cual los objetivos siempre exigen un poco más, por supuesto que en esa carrera hay
otros semejantes, que son percibidos como potenciales enemigos. Entonces por el otro
con el cual se compite hay paranoia, como el entrenamiento nunca es suficiente tenemos
angustia, y cuando no se consigue llegar a la meta acecha la depresión, por lo cual

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tenemos el combo de lo que llamamos anti salud mental. Así lo “vivible” no debe depender
del destino, el azar debe ser apartado del juego, por el contrario, vivir es seguir reglas,
recomendaciones, consejos. En este contexto de uniformidad toda diferencia subjetiva se
vuelve disonante, sospechosa, peligrosa, subversiva.

Los objetos son demandados desde todos los sectores sociales, las marcas ejercen una
atracción mayor que cualquier valor moral. Los objetos perforan fronteras, equipan a
propios y extraños, segregados y segregadores. La subjetividad termina quedando
saturada por el objeto que el mercado de manera permanente impone. En otras palabras,
individuos reglados y siempre anhelantes de absorber algún objeto, seducidos o
extorsionados a complacerse en el mercado.

Dos hechos nos parecen decisivos en el intento de consolidar esta subjetividad


programada: a) los medios de comunicación son fundamentales a la hora de modelar las
percepciones y conductas; b) el fármaco generalizado se ha vuelto un operador
imprescindible para regular la vida cotidiana.

El “neoliberalismo” es una fenomenal maquinaria que busca cancelar la subjetividad,


hacerla nula, muda, reducirla a la mera existencia, obediente a las imposiciones del
mercado. Impone también una aceleración de los ritmos vitales, de las relaciones
humanas y de la perdurabilidad de los objetos mismos. Hay una lógica del “úselo, y luego
cámbielo o tírelo” que incluye a los objetos, a las relaciones amorosas, familiares, o al
próximo social. El apuro, la prisa, el tiempo que corre, que nos envuelve a todos tiene sus
propios incidentes: tropiezos, desorientación y vértigo.

La Salud Mental diagnostica: la depresión se generaliza, la ansiedad se apodera de todos,


la adicción como un fenómeno sistémico, la angustia late en cada estallido, por lo cual se
requiere cada vez más del uso cotidiano del fármaco y de (psico) terapias que calmen y
estabilicen.

El DSM, la grilla con la cual todos podemos llegar a ser evaluados y /o clasificados,
compendia más o menos, 68 especies de incidentes, que denomina “trastornos”, cada
uno con sus respectivas “subespecies”, más los tres grados de gravedad de cada uno de
ellos; se correlaciona con una variedad de (psico) terapias que se justifican por ser “la
más atinente para cada caso”.

Los expertos en estas (psico) terapias entienden que a cada trastorno le cabe su
correspondiente procedimiento terapéutico, el remedio debe ser breve y rápido, fácilmente
aplicable, pero sobre todo debe convencer al “cliente” que se hace lo que se hace por su
bien.

Las terapias de la eficiencia, hacen gala de una serie de técnicas con una clara mecánica
conductual, con secuencias que combinan cuestionarios, indicaciones, patrones de
comportamientos, tareas, todo “perfectamente” estandarizado, regido por “protocolos”
validados, sostenida siempre en una relación terapéutica plana y transparente, objetiva y
neutra (se dice que así procede el científico).

¿Hay algo más en el DSM que trastornos? ¿Alguna teoría sobre el “individuo” o el “sujeto
humano”, alguna referencia a lo masculino/femenino, algún tipo de explicación sobre lo
mórbido, alguna noción que revele si hay diferencias entre un organismo, un cuerpo o lo
humano, alguna referencia a lo subjetivo donde se pueda encontrar una etiología
consistente? Ese algo más que buscamos en el DSM ha sido erradicado de la
clasificación y del procedimiento, el sujeto (subjetividad dividida, densa, ambigua,

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deseante, metafórica, mordida por el lenguaje, gozante) en proceso de reducción a
conductas, respuestas adecuadas, pura visibilidad comportamental, unidad psicofísica,
reacciones objetivables.

ALEMÁN – “Adicciones Newsweek: ¿la era de la voluntad en comprimidos?”

La revista Newsweek Argentina publicó la nota “La ciencia ataca las adicciones”. La
misma anunciaba el nuevo logro de las neurociencias: ya existen en el mercado
medicamentos y vacunas que prometen tratar eficazmente las adicciones, bloqueando el
deseo compulsivo. ¿El deseo es efecto de los neurotransmisores? Se viene anunciando la
panacea bioquímica para el tratamiento de las adicciones (cocaína, alcohol, tabaco).

Estamos parados frente al gran puzzle cerebral que promete revelar los misterios de una
de las enfermedades más difíciles de remover. Que hoy en día las adicciones puedan ser
erradicadas por completo, gracias a los desarrollos actuales de la biotecnología, parece
casi un milagro. Se trata, según sus promotores, de un cambio del panorama terapéutico
al incidir directamente sobre “la parte del cerebro relacionada con el autocontrol y la
habilidad para calcular las consecuencias de los comportamientos”.

Mi interés al comentar esta nota no es informar sobre la avanzada biotecnológica en el


tratamiento de las adicciones, sino advertir sobre la lógica que la comanda y la ficción
discursiva que se intenta imponer como verdad. Que la hipótesis que sirve como montaje
de la maquinaria fármaco-terapéutica sea afirmar que el tipo de autocontrol que falla en
personas que abusan de las drogas es la “acción intencional” (habilidad de detener un
comportamiento que se hizo automático), y que dicha inercia sea consecuencia de una
actividad reducida de la corteza frontomedial, es suponer que la intención o el deseo son
engranajes aptos al modelo estímulo-respuesta.

Nadie niega los efectos bioquímicos de los fármacos sobre el cuerpo. Nadie niega los
beneficios que suponen para calmar la angustia o aliviar momentáneamente la
abstinencia. Pero introducir la idea salvadora del “autocontrol en comprimidos” es parte de
la falacia que comanda la promoción de un objeto sustituto (el medicamento) acompañado
de la insignia científica cuya neutralidad parece no cuestionarse. ¿Por qué no pensar que
las emociones y los pensamientos son comandados por una zona del cerebro que no
existe si no es impulsada por el aparato del lenguaje que en su funcionamiento comporta
también una satisfacción paradójica que se expresa en el cuerpo? Claro que admitir que
la adaptación a las buenas costumbres puede no ser la norma para todos y que el
autocontrol no es más que el subsidiario de una biopolítica consensuada, sería pensar
una terapéutica de las adicciones donde la singularidad de un modo de gozar inconciente
pueda ser la palanca para una modificación posible.

De esta forma, la biotecnología y su terapéutica hacen a un nuevo gusto social que no


desconoce en absoluto el uso hipno-sugestivo de los nuevos medicamentos.

LAURENT – “El delirio de normalidad”

La lengua en castellano permite oscilar entre ser y estar, loco o delirante. En cierta
manera, los taxistas y los burócratas sanitarios tienen mucho en común: uno piensa que

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todo el mundo está loco y el otro promete la salud mental para todos, una vez que todo el
mundo haya recibido su tratamiento que va a permitir después la salud mental.

Durante el crecimiento de las burocracias sanitarias Lacan anunció su tesis sobre “todo el
mundo es o está loco”, es decir, delirante. Lo enunció cuando se veía surgir la promesa
de nuestras burocracias, la promesa de la salud mental, de alguna manera esto fue un
modo de sustituir la disciplina psiquiátrica por la promesa burocrática. Los psiquiatras no
prometían la salud, son como los médicos, más bien se dirigen a las enfermedades, pero
con esta propensión, la salud queda fuera del alcance. Es aquello que se ha tocado en las
tareas de OMS, cuando en los ’90 se cambió el objetivo de la burocracia OMS. La
descripción del nuevo objetivo ya no estaba más limitada a la falta de enfermedad, sino a
garantizar un bienestar físico y mental en el máximo nivel que se pueda alcanzar. Es
decir, es un objetivo sin fin.

Cuando se consideran estos objetivos, desde la perspectiva de una crisis global que pone
en peligro incluso los pocos aportes que estaban consolidados del lado del welfare
(estado de bienestar, asistencia social), uno percibe que estos sueños burocráticos se
quiebran. Efectivamente, frente a la grandiosidad de los objetivos, lo más real de todo
esto es más bien la crisis y los interrogantes sobre los objetos producidos y los saberes
que resultan impotentes en poder ordenar el espacio que tratan de reglamentar estas
burocracias. Esto nos interesa porque en el diálogo con las burocracias de la época se
instala el PSA aplicado.

El PSA aplicado es un diálogo con el discurso del amo; otra manera de designar estas
burocracias. Burocracia no significa sólo ser reaccionaria o conservadora, puede ser
progresista en muchos aspectos. Son versiones del discurso del amo en el sentido que
producen categorías e identificaciones, clases de población, las cuales nos incluyen a
cada uno de nosotros, y no cesan de producir efectos, por esta obra clasificatoria misma.
Dentro de este contexto se produjo el avance de las burocracias, y a partir del 2001 se
puso el acento sobre el PSA aplicado. Para nosotros esta época fue la ocasión de
enfatizar la importancia del PSA como un discurso. Un discurso que tenía su manera de
enfocar los temas, mientras el discurso del amo y el de esta burocracia tendían a dirigirse
a algunos síntomas en la civilización. El PSA también disponía de una manera de dirigirse
a esto y consiguió un lugar. De esta manera, el discurso del amo tenía que tomar en
cuenta, tomar acta, sobre la manera con la cual el PSA y su discurso podrían dirigirse a
estos síntomas. Entonces, era necesaria la demostración.

En Europa, la difusión del PSA, en las formas de acceso al común de la población, había
pasado por lo esencial a través de estructuras estatales de distribución de los cuidados.
Después de los ’90, con la influencia cada vez más marcada del modelo norteamericano,
se alejaron las relaciones entre el PSA, la psiquiatría y la distribución de los cuidados de
atención a la población. Fue necesario inventar nuevos dispositivos para hacernos
presentes frente a este discurso invasor. Los CPCT (Centros de PSA de Consulta y
Tratamiento) en Europa fueron capaces de manifestar una presencia del discurso
analítico frente a estos síntomas considerados nuevos. Nuevos, en el sentido de la
redistribución que hacían las burocracias sanitarias. Entonces, frente al método de este
discurso del amo tuvimos que aceptar estos nuevos efectos segregativos que producían
estas nuevas clasificaciones.

En lugar de considerar un síntoma, efectúan la reducción de la patología a trastornos


individualizados, especificados (“monosíntomas”: clasificaciones que están por debajo de
un significante especializado, de una patología mucho más amplia). Estas clasificaciones

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producían un tipo de efecto dramático de la condición humana: la reducen a trozos
insignificantes, al límite de impedir toda acción posible. Esto es lo que hacen con la lógica
del síntoma: al reducirlo a estos trastornos especializados, se diluye, se pierde cualquier
aprehensión posible del síntoma. Los nuevos efectos segregativos que comportan estas
clasificaciones también tienen efectos secundarios, los de diluir toda percepción de lo que
es profundamente el síntoma.

Pero es necesario mantener el diálogo, porque existe una industria de tratamientos


especializados; dialogar con ellos para no dejarlos solos, enloquecidos con su sueño de
normalizar los trastornos sin tener en cuenta lo que precisamente se desplaza del síntoma
en la época.

Probablemente hemos aceptado demasiado las clasificaciones del discurso del amo y
hemos perdido un poco el rumbo frente a la invasión de las nuevas clasificaciones de los
síntomas pulverizados. La presentación de los supuestos nuevos síntomas y la tentación
de pensar nuestra acción realizable en algún saber hacer con el síntoma, nos llevó a un
cierto delirio de potencia. Poder hacer con todo, tener una solución para todo, dirigirse a
todos los impasses del discurso del amo; ofreciendo nuestra conversación como solución
casi universal. Esto nos alejó de prioridades, de definir más precisamente aquellas
específicas de nuestra acción.

Necesitamos reordenar el saber hacer del psicoanalista con el síntoma acerca del núcleo
central de su experiencia. El asunto es pensar lo que es, y cuáles son los mejores medios
para volver a centrar el núcleo de la presencia del discurso analítico en la civilización.
Nuestra presencia y el diálogo con el discurso del amo tienen que mantenerse a partir de
una cierta separación, a partir de algún corte, que es el eje central de la experiencia
analítica. La consideración del síntoma en su fase más profunda nos separa de las
clasificaciones producidas del lado del discurso del amo, ya sean clasificaciones
identificatorias, ya sean clasificaciones gestionarías de las poblaciones.

La frase de Lacan “todo el mundo delira” no significa que todo el mundo es psicótico.
Quiero decir que, en la experiencia, en el punto más fundamental de un análisis, se aíslan
elementos de singularidad máxima, que ponen en peligro todas las clasificaciones de los
síntomas al nivel del discurso de la civilización o al nivel del discurso del amo. Si se
considera el síntoma desde el punto de vista de su singularidad, entonces el síntoma no
se diluye dentro de una psicopatología posible. El síntoma es una pregunta sobre toda
psicopatología en tanto que clasifica el síntoma.

Toda psicopatología, intenta desconocer este punto, que los delirios de normalidad van
con los delirios de clasificación. Ambos son síntomas del desconocimiento profundo que
es la singularidad del síntoma de uno, a pesar del hecho de que hay tipos de síntomas.
Pero los tipos de síntomas, como decía Lacan, no tienen ningún uso para los que están
incluidos en el tipo mismo (un obsesivo no tiene ningún uso y no entiende a otro obsesivo,
es decir, no sirve de nada).

Ser “depresivo” nos permite tener acceso a un goce nuevo, el del antidepresivo con el
cual se puede jugar y esto nos permite gozar de ser miembro de una clasificación que nos
da derechos. Estos nuevos goces, goces clasificatorios, son modelos que se proponen
como la felicidad del discurso del amo, si uno acepta estas clasificaciones tiene “derecho
a”. Pero el límite es aceptar que estas clasificaciones van a producir entre los usuarios de
estas medicaciones algo de conflictos e imposibilidad de reconocerse en el otro,
competencias y luchas. Es la psicopatología, toda clasificación sea nueva, sea del

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pasado, tiene que remitirnos a esta singularidad contingente del síntoma. Y se hace
necesario para los analistas centrarse en su práctica y demostrar esto de manera
convincente frente al discurso del amo.

Otra consideración, es que si uno parte de esta singularidad, la salud mental no existe.
Qué es un delirio de normalidad; es un delirio de producir nuevas formas a las cuales los
sujetos pueden ser atraídos, seducidos por nuevas normas.

Algo que tampoco existe, no es sólo la salud mental sino también el lazo social. En cuanto
al tema del lazo social, entre agentes del lazo social en plena salud mental, no existe este
lazo social. Lo que existe son sólo formas de hablar, discursos, que son los únicos que
producen un modo de lazo social. El lazo social como discurso significa qué es aquello
que queda como lazo social una vez que uno ha admitido que el lazo social no existe. El
lenguaje es una obra colectiva, no se puede definir la actividad de palabra a un nivel
individual, ya que lo individual es lo que escapa a la lengua. Es el punto de real, y el
desciframiento de este punto de real no se inscribe fundamentalmente en el Otro, lo que
hace que estemos todos “desinsertados” de la lengua. Estamos “no incluidos” en el Otro
pero precisamos del Otro para descifrar lo que es este punto irreductible. Y es sólo esto,
el discurso que cada uno mantiene, o el diálogo que cada uno mantiene con lo irreductible
de su inconciente que produce tipos de discursos, así como hay tipos de síntomas y es el
único lazo social que tiene consistencia y esto es necesario demostrarlo. Se trata de
mostrar cómo a pesar de las voluntades de identificaciones “conformizantes” que se
proponen en la época actual, el sujeto queda indefectiblemente separado.

El PSA cura en la medida que permite testimoniar que un sujeto no puede “reidentificar”
del todo a una clasificación, debido a que siempre queda algo. Las identificaciones
propuestas tienen efectos segregativos. El asunto es cómo el deseo de segregación
masivo se puede interpretar a partir de la demostración paradojal, que hay efectos
positivos cuando uno toca lo irreductible del síntoma, su singularidad.

Optamos por mantener lo irreductible del síntoma como lazo social verdadero aunque no
sea unificador. Estos síntomas aparecen siempre en tip

os variados y nunca se pueden decir en el singular del monosíntoma. Luchamos contra


las identificaciones conformizantes y los delirios de normalidad.

UNIDAD 3: La psicoterapia moderna -

FREUD – “Informe sobre mis estudios en París y Berlín” (TEÓRICO)

La importancia que Freud atribuía a los estudios que había hecho con Charcot es bien
conocida. Este informe indica con toda claridad que su experiencia en la Salpétriére fue
un punto de viraje en su carrera. Al arribar a París, su «tema escogido» era la anatomía

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del sistema nervioso; al abandonar esa ciudad, su espíritu estaba imbuido de los
problemas de la histeria y el hipnotismo. Dando la espalda a la neurología, se encaminaba
hacia la psicopatología.

Charcot comprendió la necesidad de tomar las enfermedades nerviosas crónicas como


objeto de un estudio continuo y exclusivo y a sus fundamentos anátomo-patológicos.
Atraído por esta personalidad, pronto me limite a visitar un solo hospital y a seguir las
enseñanzas de un solo hombre. Tuve así oportunidad de ver una gran serie de enfermos,
de examinarlos yo mismo y de oír el juicio de Charcot sobre ellos. Solía decir Charcot que
la anatomía, en líneas generales, ha consumado su obra, y la doctrina de las afecciones
orgánicas del sistema nervioso está, por así decir, acabada; y ahora le tocaba el turno a
las neurosis. Su trabajo apunta casi exclusivamente a las neurosis y, de preferencia, a la
histeria.

Me permitiré exponer los logros de Charcot para la clínica de la histeria. Por ahora,
«histeria» es apenas un rótulo de significado relativamente circunscrito; el estado clínico a
que se lo aplica se singulariza en términos científicos sólo por unos rasgos negativos,
poco estudiados, y a disgusto, sobre los que por añadidura pesan unos muy difundidos
prejuicios. Son estos la supuesta dependencia que la afección histérica tendría respecto
de irritaciones genitales, la opinión según la cual es imposible indicar una sintomatología
precisa para la histeria porque cualquier combinación arbitraria de síntomas podría
presentarse en ella, y, por último, el desmedido valor que se ha atribuido a la simulación
dentro de su cuadro clínico. Una histérica podía estar casi segura de que la considerarían
una simuladora.

En el estudio de la histeria, Charcot partió de los casos más acusados, que concibió como
tipos completos de esta afección. Ante todo, redujo a su correcta medida el nexo de la
neurosis con el sistema genital cuando comprobó la existencia de la histeria masculina y,
en particular, la traumática. En estos casos típicos halló luego una serie de signos
distintivos somáticos (carácter del ataque, anestesia, perturbaciones del sentido de la
vista, puntos histerógenos, etc.), que permitían establecer con certeza el diagnóstico de
histeria sobre la base de rasgos positivos. Mediante el estudio científico del hipnotismo, él
mismo llegó a una suerte de teoría sobre la sintomatología histérica. Así, merced a sus
empeños, la histeria se destacó del caos de las neurosis, se deslindó de otros estados de
parecida manifestación y cobró una sintomatología que, aunque asaz variada, ya no
permite ignorar por más tiempo el reinado de una ley y un orden.

Peresson: Un itinerario, el pasaje de la neurología a la histeria

Con Anna O, la palabra que había sido desalojada de todo acto terapéutico por los
principios hipocráticos (muta ars), retorna al mismo por el incipiente discurso histérico. La
cura no parece dirigida por el saber clínico; el saber médico queda invalidado, y su
destitución es la condición necesaria para el inicio de la DIGNIFICACIÓN DEL SUJETO
HISTÉRICO. La palabra liberada de Anna restablece conexiones entre síntomas y
representaciones olvidadas, la clarificación trae alivio. El afamado médico deja de hablar y
escucha atentamente.

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En el encuentro con Charcot, Freud observa que el síntoma histérico es el resultado de
acontecimientos vivenciados pero no recordados. Asimismo, Freud deja de lado la
neurología porque la misma no le ofrece las respuestas que le plantea el síntoma
histérico.

En Informe sobre mis estudios en París y Berlín, anuncia el cambio de rumbo de sus
investigaciones, un pasaje que podría plantearse como una RUPTURA EPISTÉMICA. De
la neurología a la histeria no solo está referido un cambio de temática, sino que resulta
algo más sustancial, ya que se trata de ir MÁS ALLÁ DE LA DIMENSIÓN CORPORAL.
Este más allá no será ubicable ni en la psicología ni la filosofía, ya que al momento no
había teoría sobre la histeria en tanto padecer subjetivo, es decir no había teoría sobre el
espacio subjetivo como sede de dichos padecimientos.

Efecto Charcot

Tal y como lo expresa Freud, se encuentra con un Charcot que había VUELTO LA
ESPALDA AL ESTUDIO DE LAS ENFERMEDADES NERVIOSAS que tienen por base
alteraciones orgánicas, a fin de consagrarse exclusivamente a la exploración de las
neurosis. Dice haberse visto precisado a RENUNCIAR AL TRABAJO ANATÓMICO.

Freud presenta un caso de histeria masculina que disgusta a los médicos de su época, ya
que demuestra que la histeria no sólo no responde a lo anatómico, sino que lo anatómico
está a su servicio. Afirma que en el caso de la histeria, no hay alteraciones del sistema
nervioso.

Al hablar del tratamiento directo, Freud hace la PRIMERA FORMULACIÓN de una


modalidad de TRATAMIENTO NO MÉDICO, ya que consiste en dos modalidades bajo
estado hipnótico: a) sugestión, b) catarsis.

Es notable que diferencie a la sugestión de otros modos de influjo psíquico (orden,


enseñanza y comunicación), en la medida en que esta se dirige hacia un lugar no
accesible a la conciencia, suponiendo que los síntomas histéricos estaban comandados
por un cerebro no consciente. Luego, Freud acabará por abandonar la hipno-sugestión,
en la medida en que irá afinando cada vez más en la dilucidación de la compleja
estructura del síntoma, que sólo es posible si se hace hablar al síntoma.

Del moderno tratamiento anímico

Define así al tratamiento de perturbaciones anímicas o corporales mediante la palabra, en


tanto ésta es un instrumento que posibilita la influencia sobre lo anímico. En uno de sus
escritos señala los ejes de este moderno tratamiento anímico:

a) La expectativa: favorece la “curación”

b) La influencia: acá menciona el “halo de prestigio” que rodeaba al médico, o incluso


antes al sacerdote.

c) La palabra: el principal mediador del influjo que un hombre puede ejercer sobre otro.

d) Hipnosis y sugestión: que permitiría reunir todo el interés del hipnotizado en la persona
del médico.

En este ensayo se resalta que comienza a ganar peso la RELACIÓN entre el terapeuta y
el paciente, se trata de un NUEVO ARTIFICIO terapéutico. Dicho artificio está compuesto

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por algunos rasgos (poder, autoridad, saber) que REGULAN ciertas POSICIONES
SUBJETIVAS (sufrimiento, amor) por lo que necesitarán ser dilucidados para saber qué
papel juegan en la cura. Cuando Freud dice que el hipnotizado está dormido para el
mundo y despierto para el hipnotizador, está diciendo algo impensable para la época: la
cura NO es un EXPERIMENTO de LABORATORIO, donde el investigador se pretende
externo al objeto que estudia. Esta “relación” va a convertirse en la ESTRUCTURA
MISMA de la cura, cuando pasa de la noción de falso enlace a la de transferencia.

El nombre moderno tratamiento anímico, es altamente significativo, Freud comienza a


situarse por fuera de la medicina. No está planteando una etiología en el órgano, sino en
el trauma, o sea, en el acontecer subjetivo. Pasa algo histórico en la historia de la cura,
que es la declinación del lugar del amo del saber, necesario para el “despertar de la
histérica”.

Ya en el año 1892, crea dos técnicas para prescindir de la hipnosis:

a) Estado de concentración (forma de sustitución del dormir hipnótico)

b) Técnicas de presión sobre la frente

Una conversación guiada: el caso Katharina

En este caso, Freud se encontraba totalmente ajeno al espacio del consultorio y de


cualquier espacio que garantizara la figura social del médico, ya que se encontraba en la
montaña. Por ende, este caso es una forma de encarar una demanda, ya no desde una
posición médica, si no que se responde a la demanda de alivio desde un deseo de saber,
de investigar.

En este caso, lee a la falta de aire expresada por Katharina como una manifestación de
angustia, y por ende, se vuelve posible la exploración del síntoma. El saber adviene
desde el lado de la joven, que no necesita ofrecerse al ojo clínico, sino que se le pide que
hable de su sufrimiento para interiorizar al terapeuta. No hace uso de la hipnosis -“no me
atrevería a trasplantar a tal altura la hipnosis”- sino que la sustituye por una
“conversación”. Así, el análisis no queda reducido a las posibilidades del artificio técnico, y
además, se hace posible debido a que el síntoma se articula con angustia.

Freud apuesta al relato de la joven, pero no se trata sólo de dejarla hablar, sino que
realiza cierto dominio. Hay un objetivo que es el de traer al recuerdo una escena
traumática que ayude a explicar el síntoma, una vivencia/saber oculto para el paciente,
pero TAMBIÉN para el analista. El método empleado es dejarla hablar y guiarla en base a
lo que dice, convirtiéndose en una investigación PARA LA PROPIA PACIENTE, que es
quién debe hacer el trabajo básico de la cura.

Así, según la teoría freudiana de la época se necesitan al menos dos escenas traumáticas
sexuales para producir un síntoma, el método (conversación dirigida), se muestra capaz
de revelar lo desconocido inconsciente (desconocido para ambas partes). Sí habláramos
de método psicoterapéutico este solamente se convalida en relación a los supuestos
teóricos.

Entonces, en esta etapa el tratamiento es la conversación guiada, donde la paciente es


“guiada” a la escena primera, pero esta debe recordar y aportar los nexos y relaciones
que permiten que aflore dicha escena. Debe haber participación por parte del paciente.

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El método de indagación

En 1893, Freud y Breuer publican la comunicación preliminar, donde presentan una nueva
concepción de la histeria, o más bien una nueva manera de interpretar el síntoma y su
causa. Allí explican que se hace uso de la hipnosis de tal modo de despertar los
recuerdos de aquel tiempo en que el síntoma apareció por primera vez. El método es,
entonces, una combinación de una técnica: la hipnosis; y de un principio: la causa del
síntoma es un acontecimiento desalojado del saber consciente.

Así, el método debe posibilitar ubicar el recuerdo, movilizar el afecto, y dar lugar a que la
palabra del enfermo describa el suceso aunando el afecto con su correspondiente
representación. La eficacia se debe a que permite el decurso del afecto estrangulado a
través del decir, y lleva a su rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal
(ya sea por estado de hipnosis ligera o por sugestión). Señalan la mayor eficacia de este
proceder, versus la sugestión directa.

Nuevo método de psicoanálisis

En 1896, usa por primera vez el término psicoanálisis para referirse a su método, y es
este mismo año donde se estima que abandona la hipnosis-sugestión definitivamente.
Ahora, va a hablar de la necesidad de esclarecer las “oscuras vías de la ideación
inconsciente”, para llegar al origen del síntoma histérico, que va a estar dado por
“acontecimientos de la vida sexual” del sujeto. La dirección del método estará guiada por
“el encadenamiento de los síntomas, los recuerdos y de los pensamientos despertados”.

En su texto las neuropsicosis de defensa, estará presente la teoría de la seducción, pero


en cuanto al tratamiento, dirá que el psicoanálisis, en la medida en que pone en relación
al neurótico con su saber inconsciente, posibilita la cura de sus síntomas.

Freud: Tratamiento psíquico

Se refiere a un tratamiento de perturbaciones anímicas o corporales “desde el alma”. Este


tratamiento se vale de la palabra, en tanto es un recurso que permite influir en lo anímico.
Freud insiste en “devolver a la palabra” algo de su poder ensalmador, afirmando que los
médicos restringieron su interés a lo corporal en detrimento de lo anímico. En ese sentido,
han postulado a lo anímico como comandado por lo corporal y dependiente de él.

La relación entre lo corporal y lo anímico es de acción recíproca, pero la acción de lo


anímico sobre el cuerpo era desdeñada por los médicos de aquel entonces. Desde esta
perspectiva, la histeria se planteaba como un gran enigma para los médicos, ya que no se
observaban alteraciones visibles desde el estudio del cerebro y los nervios, de tal modo
que era catalogada como “enfermedad meramente funcional del sistema nervioso”, en
conjunto con la neurastenia.

De este dilema, comienza a pensarse que los signos patológicos deben provenir, al
menos en parte, de una alteración anímica que acaba por afectar al cuerpo. Como
ejemplo para fundamentar esta sentencia tan revolucionaria para la época, Freud
ejemplifica como la expresión de las emociones impactan en el cuerpo, ya sea en el flujo
sanguíneo, la expresión de la voz, la postura del cuerpo, etc.

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Menciona también los procesos de la atención y la voluntad como ejemplos. Afirma que
los dolores no dejan de ser menos reales ni menos fuertes por más que provengan de la
“imaginación” y no de una herida física. Asimismo hace mención a que probablemente el
guerrero no sienta dolor por sus heridas durante la “fiebre del combate”.

Otra cosa que sostiene es que la EXPECTATIVA es un estado anímico por medio del cual
pueden promoverse la curación o contracción de afecciones corporales. La expectativa
esperanzada y confiada es una fuerza eficaz de la que no se puede prescindir en los
ensayos de tratamiento y curación. Allí da el ejemplo de las “curas milagrosas”.

Freud afirma que dentro del campo médico mismo hay un apoyo en el poder de la
expectativa confiada. Dentro de la intervención que se realice hay dos componentes:

La actitud anímica del paciente: que a su vez depende de su afán de sanar y de su


respeto al arte médico.

Poder que se atribuya a la persona del médico. Acá da el ejemplo de personas que se
sienten inmediatamente aliviadas al ver al médico entrar en la sala.

Según Freud, anteriormente la personalidad del médico se rodeaba de un halo de


prestigio que provenía directamente del poder divino, ya que los encargados de la cura
eran los sacerdotes. Agrega luego que en la actualidad, EL MÉDICO ERA UNA DE LAS
CIRCUNSTANCIAS PRINCIPALES que permitirían alcanzar en el paciente el estado
anímico más favorable para la curación.

De ello se desprende el ensalmo de la palabra, en tanto es el principal mediador del influjo


que un hombre puede ejercer sobre los otros. Las palabras son buenos medios para
provocar alteraciones anímicas en aquel a quién van dirigidas, por ello no es en realidad
enigmático que el ensalmo de la palabra pueda eliminar fenómenos patológicos, sobre
todo aquellos que tienen su raíz en lo anímico.

Dado el reconocimiento de la importancia que tiene el estado anímico para la curación, se


procura instalar una “solicitación” en el paciente, empeño del cual nace el “Moderno
tratamiento anímico”.

Sitúa a la hipnosis como una posibilidad que tiene el médico, desde su quehacer, para
influenciar el estado anímico de los pacientes con fines terapéuticos. Dentro de los
fenómenos de la hipnosis, resalta la conducta del hipnotizado, que permanece extrañado
del mundo externo, excepto por su hipnotizador, su mundo se restringe sólo a él. El
hipnotizado se comporta obedientemente, y es uno de los ejemplos en donde puede
visibilizarse la influencia anímica sobre lo corporal, que se encuentra acentuada en estos
casos. Hay un acrecentamiento de la influencia de las ideas sobre el cuerpo, la palabra
vuelve a ser un ensalmo.

La hipnosis presta al médico una autoridad mayor quizá de la que ningún sacerdote o
taumaturgo poseyó jamás, pues reúne todo el interés anímico del hipnotizado en la
persona del médico.

Finalizando el escrito, Freud pasa a comentar que las hipnosis profundas, con obediencia
plena, son bastante raras e infrecuentes. Asimismo, señala que sólo se dejan influir hasta
cierto grado, pasado el cual se detienen. Destaca que aún en la mejor hipnosis, la
sugestión tiene un poder que es limitado. Otra limitación destacada por Freud es la

32
reaparición de los síntomas luego de un tiempo, con lo cual hay que repetir el
procedimiento.

Freud y Breuer: Historiales clínicos (Emmy y Katharina)

Emmy Von N.

Primer intento de Freud de manejar la hipnosis como método de exploración. Una de las
primeras cosas que intenta con esta paciente es eliminar unas alucinaciones que ella
tenía aplicando la hipno-sugestión. Asimismo, hace uso de la hipnosis para invitar a que la
paciente hable, para hallar los eventos traumáticos que estarían a la base de su carácter
asustadizo (según la concepción que mantenía en ese momento). Relata que se le
presentan vívidas imágenes al recordar, por lo que Freud buscará “borrarlas” mediante
sugestión.

Es notable que en una de sus visitas, la paciente logre asociar las razones de su malestar
sin necesidad de recurrir a la hipnosis. Apalabra recuerdos sin que se lo pidan, en una
conversación aparentemente sin propósito. Freud dice que se trata de una conversación
en apariencia laxa y guiada por el azar que sirve de provecho a la consecución de
distintos materiales, en complemento a la técnica hipnótica.

Algo interesante ocurre cuando Emmy retoma sus asociaciones sobre los manicomios.
Freud había interrumpido esos relatos mediante la hipno-sugestión, pero al retornar esa
ilación de pensamiento en la paciente, dice haberse dado cuenta de que debe dejar que el
relato discurra. En esta oportunidad la paciente pide ser despertada de la hipno

sis.

Al día siguiente, Freud la encuentra muy angustiada, por lo que nota que su prohibición
general ha sido infructuosa. Le pregunta por sus dolores de estómago y de dónde
provienen, a lo que la paciente acaba por responderle que no debe preguntarle siempre
de dónde viene esto o aquello, sino DEJARLA CONTAR LO QUE TIENE PARA
DECIRLE. En otro momento, Freud la reprende por su “afán de angustiarse”, y ella
responde que dejará de hacerlo, pero sólo porque él se lo pide.

Cuando Freud accede a no ir tras los síntomas patológicos y sus fundamentos por SU
PROPIA INICIATIVA, hay una mejoría en el estado de la paciente, luego de su última
perturbación importante en forma de un delirio histérico. Freud opta por aguardar a que
las cosas surgieran o que ella misma confesara algún pensamiento angustiante, por lo
cual dice que la hipnosis pronto resultó infecunda.

Tiempo después, al retomar el tratamiento, Freud observa que se había vuelto más sana
y productiva, pero que había aspectos que permanecían inconmovibles a pesar de las
sugestiones pedagógicas.

Epicrisis

Freud parte de considerar a los síntomas histéricos como unos afectos y restos de
excitaciones que tienen influencia traumática sobre el sistema nervioso. Se trata de restos
no tramitados por abreacción o por el trabajo del pensar, de modo que se acumula un
monto de energía que afecta al sistema nervioso. En el caso particular de la histeria esta

33
“suma de excitación” se trasmuda en un síntoma corporal por el mecanismo de la
CONVERSIÓN. El hecho de que los síntomas sean corporales es lo que ha impedido
concebir a la histeria como una AFECCIÓN PSÍQUICA.

A su vez, hay cuadros de histeria con escasa conversión, que se pueden agrupar como
alteración del talante (angustia, depresión, melancolía), fobias y abulias (inhibiciones de la
voluntad). Si bien eran consideradas como producto de degeneración nerviosa, Freud no
duda en calificarlas como síntomas DETERMINADOS POR VIVENCIAS TRAUMÁTICAS.

Freud comienza a enlazar cada una de las fobias verbalizadas por Emmy con su
correspondiente vivencia traumática. Así, por ejemplo, señala que el miedo a un evento
horrible, inesperado y repentino, se debe a la muerte repentina e inesperada de su
marido. Luego, dice que esos factores psíquicos (las vivencias) sólo pueden explicar la
elección, pero no la permanencia de las fobias, por lo que postula un factor neurótico, que
en el caso de Emmy atribuye a una abstinencia sexual previa. (O sea, desde sus inicios
Freud va a decir que no basta SÓLO con una vivencia de tipo traumática).

Caracteriza al estado psíquico de Emmy destacando dos aspectos:

a) Los afectos penosos de vivencias traumáticas permanecían sin tramitar; y

b) Se producía una viva actividad mnémica, espontánea o activada por un estímulo actual;
evocando a la conciencia actual los traumas, pieza por pieza, junto con el estímulo
correspondiente.

La terapia se ajustó a la marcha de esa actividad mnémica y procuró resolverla


cotidianamente y tramitar lo que el día había llevado a la superficie, hasta que parecía
agotado el acopio asequible de recuerdos patógenos.

Freud asevera que una parte de los síntomas corporales se atribuyen a una base
orgánica, mientras que otra parte de ellos eran RECUERDOS de dolor, SÍMBOLOS
MNÉMICOS de épocas anteriores. Asimismo, gran parte de las manifestaciones motrices
de la paciente eran producto de la EXPRESIÓN DE EMOCIONES DE SIGNIFICADO.
Todos los síntomas motores tenían una conexión con vivencias traumáticas, de hecho
eran su expresión misma, en calidad de símbolos.

Freud cierra su escrito destacando la dificultad para obtener ciertos detalles en su relato,
incluso cuando se encontraba en estado de sonambulismo profundo. Toda vez que no
consiguió aportar razones para el convencimiento de la paciente, o que no se penetró en
la historia genética psíquica del síntoma, sino que pretendió operar mediante sugestión,
no tuvo éxito. En estos casos, a lo sumo señalaba que aceptaba hacer determinadas
cosas sólo “porque usted me lo demanda”.

Para finalizar, dice que combatió las representaciones patológicas mediante


aseguramiento, prohibición, introducción de representaciones contrarias de todo tipo, pero
dice no haberse quedado sólo en ese plano. Expresa haber ido tras LA HISTORIA
GENÉTICA DE CADA SÍNTOMA a fin de poder combatir las premisas sobre las cuales se
edificaban las ideas patógenas. Señala que en el curso de estos análisis lograba drenar
un monto de excitación que antes sólo lograba descargarse bajo la expresión de
emociones. Por último, si bien afirma haber hecho uso de la sugestión y la abreacción,
sólo mediante el último recurso, “el análisis psíquico”, consiguió eliminar los síntomas de
manera realmente perdurable.

34
Katharina

Katharina se presenta ante Freud y señala una sensación de falta de aire que él lee como
designación sustitutiva para un ataque de angustia. Esta vez, a diferencia con el caso de
Emmy, decide prescindir de la hipnosis y comienza preguntándole cuándo fue que tuvo
ese ataque por primera vez. Cuando K contesta que fue hace dos años, Freud aventura
decirle que por aquel entonces debe haber visto o escuchado algo que ella hubiese
preferido no percibir. Ante ello, K responde que había descubierto a su tío con su prima, y
que por eso sus tíos estaban separados.

Freud plantea que invitó a la paciente a seguir hablando DE LO QUE SE LE


OCURRIERA, con la expectativa cierta de que fuese justamente lo que hacía falta para
esclarecer el caso. K sigue su relato para luego interrumpir el tema que estaba abordando
y comenzar a hablar sobre otra cosa, cuando su tío la acosaba sexualmente a ella, dos o
tres años antes del suceso relatado.

Prosigue contando una serie de vivencias de un tiempo posterior, para luego referir una
segunda serie de recuerdos de cuando observaba algo sospechoso entre su tío y su
prima Francisca. Una vez terminado el relato, Freud describe un notorio alivio en K. Esta
recordaba dos series de vivencias, pero no las entendía ni valorizaba en conclusión
ninguna; a la vista de la pareja copulando (primera vivencia relatada), se estableció la
conexión con las otras vivencias; empezó a comprender y se defendió de ellas. Luego,
siguió un período de incubación, y acto seguido, aparece el vómito como sustituto del
asco moral y psíquico. La visión de su tío con su prima le evocó el abuso del tío hacia ella
misma.

A todo esto, faltaba esclarecer de dónde provenía la visión de la cabeza horripilante.


Luego de todo lo charlado, Freud se lo pregunta, y ella ahora es capaz de responder que
se trata de la cabeza de su tío, pero no del momento en donde estalla su ataque, sino de
un momento posterior, cuando su tía se entera de lo ocurrido y se separan. Luego de ello,
el tío la amenaza, y es la percepción de su rostro de ese momento el que se le reaparece.

Epicrisis

Freud va a decir que las dos series de vivencias eróticas pueden considerarse como
escenas traumáticas, mientras que la escena del descubrimiento de la pareja, es un
momento auxiliar. En las primeras se creó un contenido de conciencia que, excluido de la
actividad pensante del yo, permaneció guardado, mientras que en la última escena una
nueva impresión fuerza la reunión asociativa de esos grupos, que se encontraban
apartados en el yo.

Freud finaliza diciendo que: En el análisis de cualquier histeria que tenga por fundamento
traumas sexuales, uno halla impresiones de la época pre-sexual que, no habiendo
producido efectos sobre la niña, más tarde cobran, como recuerdos, una violencia
traumática al abrirse el entendimiento de la vida sexual.

Freud: Sobre la psicoterapia de la histeria

Inicia relatando el descubrimiento hecho, en conjunto con Bleuler, de que los síntomas
histéricos singulares desaparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía
despertar con plena luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al

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mismo tiempo el efecto acompañante, y cuando luego el paciente describía ese proceso
de la manera más detallada posible y expresaba en palabras el afecto.

A la hora de explicar el efecto terapéutico del método, explican que se debe a que permite
la rectificación asociativa de la representación problemática al introducirse ésta en la
conciencia normal (ya sea por hipnosis o sugestión), así como también posibilita la
descarga del afecto correspondiente por el hecho de ponerlo en palabras.

Lo que sigue Freud se lo atribuye sólo a él mismo. Delimita dos dificultades a la hora de
seguir el método de Breuer:

1) No todas las personas eran hipnotizables.

2) Se veía en la necesidad de definir qué era lo que distinguía a la histeria de otras


neurosis.

Va a postular que la etiología de las neurosis es sexual. Va a realizar una distinción entre
histeria, neurastenia y neurosis de angustia; aduciendo que dicha distinción es importante
para comprender el valor terapéutico del método catártico, que sólo es eficaz para el
primer caso.

Freud hace mención a una dificultad del método catártico: el hecho de que no influya
sobre las condiciones causales de la histeria, y por tanto no puede impedir que en lugar
de los síntomas eliminados se generen otros nuevos. Lo define como un método
sintomático y no causal.

Al finalizar este escrito, retoma los motivos por los cuales el procedimiento falla. Uno de
ellos consiste en una perturbación del vínculo del enfermo con el médico que obstaculiza
el trabajo de análisis. Según expresa, corresponde al médico la creación de motivos
destinados a derrotar la fuerza psíquica de la resistencia. En muchos casos, la
colaboración del paciente es vivida por su parte como un sacrificio personal que debiera
ser recompensada por algún subrogado del amor. Cuando el vínculo se perturba, también
se perturba el surgimiento de nuevas asociaciones, lo cual se observa en tres situaciones:

1. Enajenación personal por sentirse el paciente relegado, menospreciado o ha oído


hablar mal del terapeuta.

2. Hay temor por la dependencia que podría generarse con el analista o con el
tratamiento.

3. Cuando la paciente se espanta por transferir a la persona del médico las


representaciones penosas que afloran desde el contenido del análisis. Dicha transferencia
acontece por ENLACE FALSO: Primero aflora en la conciencia el contenido de deseo,
pero sin los recuerdos de las circunstancias colaterales que podrían haberlo resituado en
el pasado; y en virtud de la compulsión a asociar, dominante en la conciencia, el deseo
ahora presente se enlaza en la figura del analista. A raíz de este enlace falso, se
despierta el mismo afecto que en su momento esforzó al paciente a proscribir ese deseo
prohibido.

Freud lo califica de síntoma neo-producido, y que por ende debe tratarse como tal. Se
trata de un evento siempre presente en el tratamiento. Finaliza diciendo que su método no
busca tanto la REMOCIÓN de lo patológico cuanto el establecimiento de mejores
condiciones para que el decurso del proceso le lleve a recobrar su salud. La ganancia es

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mudar la miseria neurótica en infortunio cotidiano, ya que con una vida anímica re-
establecida es posible hacer frente al mismo.

FREUD – “Sobre la iniciación del tratamiento”

Compila algunas reglas para uso práctico del analista sobre la iniciación de la cura:

Acepta a los enfermos primero sólo provisionalmente, por unas semanas. Si uno
interrumpe dentro de ese lapso, le ahorra al enfermo la impresión penosa de un intento de
curación infortunado; uno sólo ha emprendido un sondeo a fin de tomar conocimiento del
caso y decidir si es apto para el PSA. Ahora bien, ése ensayo previo ya es el comienzo
del PSA y debe obedecer a sus reglas. La iniciación del tratamiento con un período de
prueba así, fijado en algunas semanas, tiene además una motivación diagnóstica
(diagnóstico diferencial: Neurosis - Psicosis). Si el enfermo no padece de histeria ni de
neurosis obsesiva, sino de parafrenia, el médico no podrá mantener su promesa de
curación, y por eso tiene unos motivos particularmente serios para evitar el error
diagnóstico.

Prolongadas entrevistas previas antes de comenzar el tratamiento analítico, así como un


conocimiento anterior entre el médico y la persona por analizar, traen consecuencias
desfavorables para las que es preciso estar preparado. En efecto, hacen que el paciente
enfrente al médico con una actitud transferencial ya hecha, y este deberá descubrirla poco
a poco, en vez de tener la oportunidad de observar desde su inicio el crecer y el devenir
de la transferencia. De ese modo el paciente mantendrá durante un lapso una ventaja que
uno preferiría no concederle.

Puntos importantes para el comienzo de la cura analítica son las estipulaciones sobre
tiempo y dinero. Con relación al tiempo, obedezco al principio de contratar una
determinada hora de sesión. Aun interrupciones breves redundarán en algún perjuicio
para el trabajo. En ocasiones, uno se encuentra con enfermos a quienes es preciso
consagrarles más tiempo que el promedio de una hora de sesión; es porque ellos pasan
la mayor parte de esa hora tratando de romper el hielo, de volverse comunicativos.

El paciente pregunta: “¿Cuánto durará el tratamiento?”. La pregunta por la duración del


tratamiento es de respuesta casi imposible. Hay que tener en cuenta la necesaria
proporcionalidad entre tiempo, trabajo y resultado.

El PSA requiere siempre lapsos más prolongados de lo que esperaba el enfermo. El


médico debe llamarle la atención sobre las dificultades y sacrificios de la terapia analítica.
La abreviación de la cura analítica sigue siendo un deseo justificado. Por desgracia, un
factor de mucho peso se les contrapone: unas alteraciones anímicas profundas sólo se
consuman con lentitud; ello sin duda se debe, en última instancia, a la «atemporalidad» de
nuestros procesos inconcientes. El médico introduce un proceso, a saber, la resolución de
las represiones existentes; puede supervisarlo, promoverlo, quitarle obstáculos del
camino. Pero ese proceso, una vez iniciado, sigue su propio camino y no admite que se le
prescriban ni su dirección ni la secuencia de los puntos que acometerá. El psicoanalista
no puede menos que preferir a los pacientes que le piden la salud plena en la medida en
que sea asequible, y le conceden todo el tiempo que el proceso de restablecimiento
necesita. Desde luego, en pocos casos se pueden esperar condiciones tan favorables.

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El punto siguiente sobre el que se debe decidir al comienzo de una cura es el dinero, los
honorarios del médico. El analista no pone en entredicho que el dinero haya de
considerarse en primer término como un medio de sustento y de obtención de poder, pero
asevera que en la estima del dinero coparticipan poderosos factores sexuales. Entonces,
debe tratar las relaciones monetarias ante el paciente con la misma sinceridad en que
pretende educarlo para los asuntos de la vida sexual. Al comunicarle espontáneamente
en cuánto estima su tiempo le demuestra que él mismo ha depuesto toda falsa vergüenza.

Para concluir estas puntualizaciones sobre la iniciación del tratamiento analítico,


menciona cierto ceremonial de la situación en que se ejecuta la cura. Mantengo el consejo
de hacer que el enfermo se acueste sobre un diván mientras uno se sienta detrás, de
modo que él no lo vea. Es habitual que el paciente tome como una privación esta
situación que se le impone y se revuelva contra ella, en particular si la pulsión de ver
desempeña un papel significativo en su neurosis. A pesar de ello, persisto en ese criterio,
que tiene el propósito y el resultado de prevenir la inadvertida contaminación de la
trasferencia con las ocurrencias del paciente, aislar la trasferencia y permitir que en su
momento se la destaque nítidamente circunscrita como resistencia. Esta escenografía
tiene un sentido práctico (no dejar ver) y un sentido histórico (es el resto del tratamiento
hipnótico a partir del cual se desarrolló el PSA).

Una vez reguladas de esta manera las condiciones de la cura, se plantea esta pregunta:
¿En qué punto y con qué material se debe comenzar el tratamiento? No interesa con qué
material se empiece -la biografía, el historial clínico o los recuerdos de infancia del
paciente-, con tal que se deje al paciente mismo hacer su relato y escoger el punto de
partida. Con la condición de que, desde el principio, observe la regla fundamental de la
técnica psicoanalítica: decir todo lo que se le ocurra sin dar razón a la crítica ni a la
selección, a pesar de que le resultara desagradable o insignificante comunicarlo.

Pacientes que computan su condición de enfermos desde cierto momento suelen


orientarse hacia el ocasionamiento de la enfermedad; otros, que no desconocen el nexo
de su neurosis con su infancia, empiezan a menudo con la exposición de su biografía
íntegra. En ningún caso debe esperarse un relato sistemático, ni se debe hacer nada para
propiciarlo. Después, cada pequeño fragmento de la historia deberá ser narrado de
nuevo, y sólo en estas repeticiones aparecerán los complementos que permitirán obtener
los nexos importantes, desconocidos para el enfermo.

Hay pacientes que desde las primeras sesiones preparan con cuidado su relato,
supuestamente para asegurarse un mejor aprovechamiento del tiempo de terapia. Lo que
así se viste de celo es resistencia. Corresponde desaconsejar esa preparación, practicada
sólo para protegerse del afloramiento de ocurrencias indeseadas. Será oportuno
amonestar al paciente para que trate su cura analítica como un asunto entre su médico y
él mismo, y no haga consabedoras a las demás personas.

Otros pacientes empiezan su cura con la desautorizadora afirmación de que no se les


ocurre nada que pudieran narrar, y ello teniendo por delante toda la historia de su vida y
de su enfermedad. No se debe ceder a su ruego de que se les indique aquello sobre lo
cual deben hablar. Esa es una fuerte resistencia que ha pasado al frente para amparar a
la neurosis; corresponde recoger enseguida el reto, y arremeter contra ella. El
aseguramiento, repetido con energía, de que no existe semejante falta de toda ocurrencia
para empezar, y de que se trata de una resistencia contra el análisis, pronto constriñe al
paciente a las conjeturadas confesiones o pone en descubierto una primera pieza de sus
complejos. Todo lo que se anuda a la situación presente corresponde a una trasferencia

38
sobre el médico, la que prueba ser apta para una resistencia. Así, uno se ve forzado a
empezar poniendo en descubierto esa trasferencia; desde ella se encuentra con rapidez
el acceso al material patógeno.

Ahora bien, mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención,
no hay que tocar el tema de la trasferencia. Es preciso aguardar para este, el más
espinoso de todos los procedimientos, hasta que la trasferencia haya devenido
resistencia.

La siguiente pregunta que se nos plantea es: ¿Cuándo debemos empezar a hacer
comunicaciones al analizado? ¿Cuándo es oportuno revelarle el significado secreto de
sus ocurrencias, iniciarlo en las premisas y procedimientos técnicos del análisis?

No antes de que se haya establecido en el paciente una trasferencia operativa, un rapport


en regla. La primera meta del tratamiento sigue siendo allegarlo a este y a la persona del
médico. Para ello no hace falta más que darle tiempo. Si se le testimonia un serio interés,
se pone cuidado en eliminar las resistencias que afloran al comienzo y se evitan ciertos
yerros, el paciente por sí solo produce ese allegamiento y enhebra al médico en una de
las imagos de aquellas personas de quienes estuvo acostumbrado a recibir amor.

Esta respuesta supone, desde luego, condenar el procedimiento que querría comunicar al
paciente las traducciones de sus síntomas tan pronto como uno mismo las coligió. El
efecto terapéutico será en principio nulo, y definitiva la intimidación ante el análisis. Aun
en períodos posteriores del tratamiento habrá que proceder con cautela para no
comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo antes que el paciente esté
próximo a ello, de suerte que sólo tenga que dar un corto paso para apoderarse él mismo
de esa solución.

Es verdad que en los tiempos iniciales de la técnica analítica atribuíamos elevado valor,
en una actitud de pensamiento intelectualista, al saber del enfermo sobre lo olvidado por
él, y apenas distinguíamos entre nuestro saber y el suyo. Considerábamos una particular
suerte obtener de otras personas información sobre el trauma infantil olvidado, y nos
apresurábamos a poner en conocimiento del enfermo la noticia y las pruebas de su
exactitud, con la segura expectativa de llevar así neurosis y tratamiento a un rápido final.
Serio desengaño: el éxito esperado no se producía. ¿Cómo podía ser que el enfermo,
conociendo ahora su vivencia traumática, se comportara empero como si no supiera más
que antes? Ni siquiera el recuerdo del trauma reprimido quería aflorar tras su
comunicación y descripción.

Los enfermos saben sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero a este último le falta la
conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Sólo puede
sobrevenir una alteración si el proceso conciente del pensar avanza hasta ese lugar y
vence ahí las resistencias de la represión. Pero agreguemos que la comunicación
conciente de lo reprimido no deja de producir efectos en el enfermo. Claro que no
exteriorizará los efectos deseados -poner término a los síntomas-, sino que tendrá otras
consecuencias. Primero incitará resistencias, pero luego, una vez vencidas estas, un
proceso de pensamiento en cuyo decurso terminará por producirse el esperado influjo
sobre el recuerdo inconciente.

Ya es tiempo de obtener un panorama sobre el juego de fuerzas que ponemos en marcha


mediante el tratamiento. El motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el
deseo, que ahí se engendra, de sanar. Según se lo descubre sólo en el curso del análisis,

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es mucho lo que se debita de la magnitud de esta fuerza pulsional, sobre todo la ganancia
secundaria de la enfermedad. Pero esta fuerza pulsional misma, de la cual cada mejoría
trae aparejada su disminución, tiene que conservarse hasta el final. Ahora bien, por sí
sola es incapaz de eliminar la enfermedad; para ello le faltan dos cosas: no conoce los
caminos que se deben recorrer hasta ese término, y no suministra los montos de energía
necesarios contra las resistencias. El tratamiento analítico remedia ambos déficit. En
cuanto a las magnitudes de afecto requeridas para vencer las resistencias, las suple
movilizando las energías aprontadas para la trasferencia; y mediante las comunicaciones
oportunas muestra al enfermo los caminos por los cuales debe guiar esas energías. La
trasferencia a menudo basta por sí sola para eliminar los síntomas del padecer, pero ello
de manera sólo provisional, mientras ella misma subsista. Así sería sólo un tratamiento
sugestivo, no un PSA. Merecerá este último nombre únicamente si la trasferencia ha
empleado su intensidad para vencer las resistencias. Es que sólo en ese caso se vuelve
imposible la condición de enfermo, por más que la trasferencia, como lo exige su
destinación, haya vuelto a disolverse.

Además, en el curso del tratamiento es despertado otro factor propiciador: el interés


intelectual y la inteligencia del enfermo. Sólo que apenas cuenta frente a las otras fuerzas
que se combaten entre sí; lo amenaza de continuo una desvalorización debida al
enturbiamiento del juicio por obra de las resistencias. Restan, pues, trasferencia e
instrucción (en virtud de la comunicación) como las nuevas fuentes de fuerza que el
enfermo debe al analista. Empero, de la instrucción se vale sólo en la medida en que es
movido a ello por la trasferencia, y por eso la primera comunicación debe aguardar hasta
que se haya establecido una fuerte trasferencia; y agreguemos: las posteriores deben
hacerlo hasta que se elimine, en cada caso, la perturbación producida por la aparición,
siguiendo una serie, de las resistencias trasferenciales.

UNIDAD 4: El dispositivo freudiano -

Freud: Caso Dora (Epílogo)

Freud comienza este epílogo señalando su posición tajante con respecto al inconsciente,
que deriva de sus observaciones clínicas. Dice que la teoría apunta a las bases orgánicas
de la neurosis, pero NO las busca en una ALTERACIÓN ANÁTOMO-PATOLÓGICA. Va a
sostener que hay ciertas representaciones, que conciernen a ciertas excitaciones, que no
derivan en una exteriorización “normal”, por ende, la terapia consistiría en la modificación
de esas representaciones.

Va a plantear que la sexualidad presta la fuerza impulsora para cada síntoma singular, y
para cada exteriorización singular de un síntoma. Los fenómenos patológicos son la
práctica sexual de los enfermos.

Asimismo, sostiene que en el curso de una terapia analítica, la neo-formación de síntoma


se suspende, no así la actividad de la neurosis, que se afirma en la creación de un tipo
particular de FORMACIONES DE PENSAMIENTO denominadas “transferencias”.

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Estas transferencias son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que son
despertadas en el curso del análisis. Lo común a estas formaciones de pensamiento es
que implican la SUSTITUCIÓN de una persona ANTERIOR por la del ANALISTA. Son
vivencias psíquicas anteriores que no son revividas como hechos del pasado, sino que se
experimental como vínculo actual con la persona del analista. Algunas de estas
transferencias son idénticas en contenido, y sólo se diferencian por la sustitución de
persona que tiene lugar; otras son más complejas y pueden partir de la base de un rasgo
real del analista o de las circunstancias que lo rodean.

Define a la transferencia como algo NECESARIO, que no hay medio alguno para evitarla,
y que es preciso combatir. Asimismo, resalta que el psicoanálisis no crea la transferencia,
sólo la revela. En análisis son despertadas todas las mociones, incluso las hostiles, si se
las hace conscientes, pueden ser aprovechadas para el trabajo analítico. Así, la
transferencia pasa de ser un estorbo a ser un poderoso auxiliar, siempre y cuando se
logre cernirla y comunicarla al paciente en cada caso.

A continuación, Freud explicará el tratamiento fallido con Dora debido a que él no supo
manejar la transferencia. Mediante la resolución de la transferencia el análisis habría
obtenido el acceso a nuevo material, pero al no advertirlo a tiempo, Freud es sorprendido
por la transferencia, y a causa de esa “x” por la cual él le recordaba al señor K, Dora se
vengó de él y lo abandonó, tal y como ella se había creído engañada y abandonada por
él. En aquellos casos en los que mociones de crueldad y venganza -que ya en la vida del
paciente se aplicaron a la sustentación de sus síntomas- se transfieren al analista en el
curso de la cura, antes de que haya habido tiempo para reconducirlo a sus fuentes
originales, el empeño terapéutico se ve entorpecido.

Freud: Puntualizaciones sobre el amor de transferencia

Freud señala que en el ejemplo de un enamoramiento del paciente, es necesario discernir


que se trata de una situación impuesta por la situación analítica. En el caso del paciente
plantea dos alternativas, o bien se renuncia al psicoanálisis como alternativa terapéutica,
o bien se acepta que el enamoramiento es un “destino inevitable”. En otras opciones
terapéuticas el enamoramiento está destinado a permanecer inexpreso y no analizado,
mientras que en el psicoanálisis es una CONTRIBUCIÓN al restablecimiento.

Se hace la aclaración de que se trata de cuestiones que deben ser espontáneas, no debe
el analista tomar una posición “activa” para hacer que el paciente se “enamore”, ni en el
sentido de prepararlo para los fenómenos transferenciales que se desplegarán en el curso
del análisis. A primera vista, no pareciera que los fenómenos transferenciales pudieran
representar tal contribución, ya que constituyen un cambio de escena, algo que irrumpe y
desbarata lo que se ha ido construyendo. El enamoramiento existe desde mucho antes,
pero la resistencia comienza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, hace
que se pierda el interés por la cura.

La situación establecida se debe en parte a un cierto “enamoramiento”, pero también a


aspectos de la resistencia. La resistencia operará poniendo a prueba al analista, o a
acrecentando el temor a un “desenfreno” en el proceso de análisis, que preste eficacia a
la represión, haciéndola justificable.

Para poder abrir camino a pesar de y a través de la transferencia, el analista debe


proceder no desde una imposición moral, sino desde los preceptos del psicoanálisis. No

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se debe responder a la demanda de amor, ni tampoco a sofocarla, debe trabajar desde la
abstinencia. Como lo expresa Freud, hay que DEJAR SUBSISTIR necesidad y añoranza
como unas FUERZAS PULSIONANTES del trabajo y la alteración, y guardarse de
apaciguarlas mediante sustitutos.

De ceder ante la demanda del paciente, este alcanzaría su meta, no así el analista, en lo
que a tratamiento se refiere. Se trataría de una TOTAL DERROTA PARA LA CURA, dice
Freud. El paciente logra actuar, REPETIR algo que sólo debería ser recordado o
reproducido y conservado como material psíquico. Ceder a esa demanda, pone término a
la posibilidad de continuar movilizando al sujeto mediante análisis.

Consentir la apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla, el camino analítico es


diverso. Implica retener la transferencia amorosa, pero no tratarla como algo real, sino
que debe visualizarse como una situación por la que se atraviesa en el tratamiento, y que
debe ser REORIENTADA hacia sus orígenes inconscientes, lo cual contribuirá a hacer
conscientes algunos aspectos del sujeto, y por ende, a hacerlos más manejables.

Entonces: a la transferencia no se la acepta ni se la rechaza, se la REORIENTA. Eso


motivará en el paciente poder traer al análisis todos los caracteres de su singular
condición. El analista bien puede optar por mostrar la participación de la resistencia en
ese “enamoramiento” (como transferencia positiva en general), mostrando que de tratarse
sólo de una cuestión de “amor”, esto debería facilitar el trabajo en análisis, aunque más
no fuera porque la persona amada lo demanda. En vez de ello, el paciente se muestra
refractario, pierde el interés por el análisis, y es visible entonces que detrás de ese “amor”
se escuda la resistencia.

Otro argumento en contra del carácter genuino de ese “amor”, tiene que ver con que no
conlleva ningún rasgo nuevo que brote de la situación presente, sino que se compone por
entero de REPETICIONES y CALCOS de reacciones anteriores, incluso infantiles, y ello
puede hacerse visible al paciente en el curso del análisis.

La participación de la resistencia en el “amor” es indiscutible y muy considerable, sin


embargo, no crea ese amor, sino que se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones.
Finalmente, Freud recalca que la transferencia es un RESULTADO INEVITABLE del
proceso de análisis.

Freud: Sobre la dinámica de la transferencia (1912)

Lo primero que señala es que se trata de un fenómeno que se produce


NECESARIAMENTE en el análisis, y que TIENE UN PAPEL en el mismo. Todo ser
humano, por efecto conjugado de disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su
infancia, ADQUIERE UNA ESPECIFICIDAD para el ejercicio de su vida amorosa. Esto da
por resultado un CLISÉ, es decir, algo que se REPITE de manera regular en la trayectoria
de la vida, pudiendo tener algunas modificaciones en el curso de esta.

Freud plantea que dentro de las mociones determinantes de la vida amorosa, hay un
sector que desarrolla el pleno recorrido psíquico, sector que está vuelto a la “realidad
objetiva” y disponible para la personalidad consciente. Por otro lado, hay otro sector de
esas mociones libidinosas que sólo han podido permanecer en el terreno de la fantasía o
bien han permanecido en lo inconsciente, por ende, se trata de aspectos no reconocidos

42
por el sujeto. Denomina a ambas como “representaciones-expectativa libidinosas”, que
siempre están como “al acecho” y prontas a desplegarse en relación a los objetos.

Se trata entonces de una investidura libidinal aprontada en la expectativa, que se


despliega también al entablarse un vínculo con el analista. Dicha investidura se atiene a
MODELOS, es decir, se anuda a CLISÉS preexistentes del sujeto, o dicho de otra manera
insertará al analista en una de las series psíquicas que él formó hasta el momento. Las
particularidades en cuanto al vínculo con el médico que no pudieran comprenderse
“desde la ratio”, se vuelven inteligibles si se las piensa como producto de
representaciones-expectativa de tipo consciente e inconsciente.

La transferencia es una palanca del éxito en la terapia analítica, aunque por momentos
puede servir a la resistencia para frenar la asociación libre. En esos casos, basta con
brindar un esclarecimiento con respecto al fenómeno transferencial (sería su
reconducción), para poder proseguir. Por otro lado, no es cierto que la transferencia se
presente más intensa y desenfrenada en el análisis que en otros tratamientos.

En la cura analítica la transferencia se nos aparece siempre, en un primer momento,


como el arma más poderosa de la resistencia, y puede concluirse que la intensidad y
tenacidad de aquella son un efecto y una expresión de esta. El mecanismo de la
transferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte de la libido que ha
permanecido en posesión de imagos infantiles; pero el esclarecimiento de su papel en la
cura, sólo si uno penetra en sus vínculos con la resistencia.

Hacer coincidir al analista como objeto de la fantasía, haría que dichos pensamientos
sean más difíciles de relatar a ese analista, en tanto está involucrado también. No
obstante, podría pensarse también que un apego tierno o devoto hacia el psicólogo puede
en muchas ocasiones motorizar el habla.

Entonces, no puede comprenderse el empleo de la transferencia como resistencia si se la


piensa como “transferencia a secas”. Hay una transferencia positiva, de sentimientos
tiernos, y una negativa, de sentimientos hostiles. A su vez, dentro de la transferencia
positiva, hay sentimientos amistosos/tiernos, susceptibles de conciencia, y sentimientos
de tipo inconsciente, generalmente de tipo erótico.

La transferencia resulta en resistencia cuando se trata de una transferencia negativa, o


bien cuando se trata de sentimientos inconscientes/eróticos. Cuando ello ocurre, hay que
hacerla consciente para desligarla de la figura del analista y poder re-ubicar su fuente
original. Ahora bien, cuando se trata de componentes susceptibles de conciencia y no
chocantes, ellos subsisten y son la clave de éxito en el tratamiento. Esto equivaldría a
decir que el psicoanálisis hace uso de la sugestión, si es que se define a esta como “el
influjo sobre un ser humano por medio de los fenómenos transferenciales posibles con él.
Velamos por la autonomía última del enfermo aprovechando la sugestión para hacerle
cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria una mejoría duradera
de su situación psíquica.

Puede surgir la duda de porque los fenómenos de resistencia transferencial salen a la luz
sólo en el psicoanálisis, y no en otro tratamiento. En realidad sí surgen, sólo que no se los
aprecia como tales. En la pesquisa de la libido extraviada de lo consciente, uno ha
penetrado en el ámbito de lo inconsciente. Las mociones inconscientes no quieren ser
recordadas, como la terapia lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia
con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconsciente. Al igual que en el

43
sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del
despertar de sus mociones inconscientes; quiere actuar sus pasiones sin atender a la
situación objetiva. El analista busca que esas mociones de sentimiento sean insertadas
en la trama del tratamiento y de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y
discernirlas por su valor psíquico. Esta lucha entre analista y paciente, entre intelecto y
vida pulsional, entre discernir y querer “actuar”, se desenvuelve casi exclusivamente en
torno de los fenómenos transferenciales. Es en este campo donde debe obtenerse la
victoria, cuya expresión será sanar duraderamente de la neurosis. Es innegable que
domeñar los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista las mayores
dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable
servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de
los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie.

Freud: Consejos al médico sobre el tratamiento analítico (1912)

a) Una de las tareas que afronta el analista es recordar innumerables datos que aporta el
paciente durante las sesiones. Frente a ello, Freud recomienda únicamente realizar una
escucha que no se fija en nada en particular, se da una ATENCIÓN PAREJAMENTE
FLOTANTE a todo lo que se escucha. Sólo de este modo es posible sostener la atención
durante horas de trabajo, y además, se evita así los peligros de fijar la atención
deliberadamente hacia ciertos puntos, en desmedro de otros. Así, se evita realizar una
selección de lo oído según las propias expectativas, que derivaría en el riesgo de no
saber nunca más de lo que ya se sabe. Si uno se entrega a sus propias inclinaciones, con
toda seguridad obturará la escucha. Sumado a ello, hay que resaltar que muchas veces
hay que escuchar cosas que sólo con posterioridad adquieren significado.

Este precepto es correlativo de lo que se demanda al analizado, a saber: que diga todo lo
que se le ocurra, sin críticas ni selección previa. Si se procede de otro modo, se aniquila
en buena parte la ganancia que brinda la obediencia del paciente a la “regla fundamental
del análisis”. El analista debe abandonarse a sus memorias inconscientes, debe escuchar
y no hacer caso de si se fija en algo.

f) Todas las reglas que Freud menciona en este texto convergen en una meta común:
crear la regla analítica fundamental correspondiente al analista. Así como el analizante
debe comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí, atajando las objeciones
lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el analista debe
ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo
inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por censura propia la
selección que el paciente resignó; dicho en otra fórmula: debe volver hacia el inconsciente
emisor del analizante su propio inconsciente como órgano receptor.

Ahora, para que el analista esté en condiciones de servirse de su inconsciente como


instrumento de análisis, debe someterse a una PURIFICACIÓN PSICOANALÍTICA, ello
impide que las resistencias aparten de su conciencia lo que su inconsciente ha discernido.
De lo contrario, introduciría en el análisis un nuevo tipo de desfiguración mucho más
dañina que la provocada por una atención consciente en la escucha. Al realizar su propio
análisis, el analista puede tomar noticia de sus propios complejos que pudieran
perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece. Cualquier aspecto no resuelto
por el analista, constituye un PUNTO CIEGO en su percepción analítica.

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g) Uno podría creer adecuado para superar las resistencias del paciente, que el analista le
deje ver sus propios defectos y conflictos anímicos, le posibilite ponerse en un pie de
igualdad mediante unas comunicaciones sobre su vida hechas en confianza. Una
confianza vale la otra, y quien pida intimida de otro tiene que testimoniarle la suya.

No obstante, en el trato psicoanalítico muchas cosas discurren diversamente de lo que


harían de esperar las premisas de la psicología de la conciencia. La experiencia no
confirma la bondad de esta técnica afectiva. Tampoco es difícil inteligir que con ella uno
ABANDONA EL TERRENO PSICOANALÍTICO Y SE APROXIMA A LOS
TRATAMIENTOS POR SUGESTIÓN. Así, se consigue que el paciente comunique antes y
con más facilidad lo que a él mismo le es notorio pero habría retenido aun un tiempo por
sus resistencias convencionales. Sin embargo, esta técnica no ayuda en nada a descubrir
lo inconsciente para el analizante; lo inhabilita aún más para superar resistencias más
profundas, y en casos graves por regla general fracasa ante la avidez despertada del
paciente, a quién le gustaría invertir la relación, pues encuentra el análisis del psi más
interesante que el suyo propio. También la solución de la transferencia, una de las
principales tareas de la cura, es dificultada por la actitud íntima del analista, que debería
ser como la luna de un espejo y mostrar sólo lo que le es mostrado, en vez de ser
transparente para el analizante.

Si se contamina un tramo de análisis con una porción de influjo sugestivo, a fin de


alcanzar resultados visibles en tiempo más breve, su método no es el psicoanálisis
correcto.

Al finalizar el escrito, Freud advierte sobre los peligros de la ambición pedagógica y la


ambición terapéutica, señalando que el analista debe darse por contento si el analizante
recupera su capacidad de producir y gozar.

Asimismo, es incorrecto dictar tareas al analizante (anotar sus sueños, reflexionar sobre
algo en particular, etc). La tarea difícil es comprender que ni en virtud de una actividad
mental como la reflexión, ni de un esfuerzo de atención y de voluntad, se resolverán los
enigmas de la neurosis, sino sólo por medio de la obediencia a la regla psicoanalítica que
ordena desconectar la crítica a lo inconsciente y sus retoños.

Freud: Recordar, repetir, reelaborar

Al principio, en la fase de la catarsis breueriana, se enfocó directamente el momento de


formación de síntoma y hubo un empeño, mantenido de manera consecuente, por hacer
reproducir los procesos psíquicos de aquella situación a fin de guiarlos para que tuvieran
su decurso a través de una actividad consciente. Recordar y abreaccionar eran en aquel
tiempo las metas que se procuraba alcanzar con auxilio del estado hipnótico. Luego,
después que se renunció a la hipnosis, pasó a primer plano la tarea de colegir desde las
ocurrencias libres del analizado aquello que él denegaba recordar. Se pretendía sortear la
resistencia mediante el trabajo interpretativo y la comunicación de sus resultados al
paciente; así se mantenía el enfoque sobre las situaciones de la formación del síntoma y
sobre aquellas otras que se averiguaban presentes detrás del momento en que se
contrajo la enfermedad; en cambio, la abreacción era relegada y parecía sustituida por el
gasto de trabajo que el analizante tenía que prestar al vencer la crítica a sus ocurrencias.
Por último, se plasmó la consecuente técnica que hoy empleamos: el médico renuncia a
enfocar un momento o un problema determinados, se conforma con estudiar la superficie

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psíquica que el analizante presenta cada vez, y se vale del arte interpretativo, en lo
esencial, para discernir las resistencias que se recortan en el paciente y hacérselas
conscientes. Así se establece una nueva modalidad de trabajo: el médico pone en
descubierto las resistencias desconocidas para el paciente; dominadas ellas, el paciente
narra con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados.

Desde luego que la meta de estas técnicas ha permanecido idéntica. En términos


descriptivos: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las
resistencias de represión.

Previamente, en los tratamientos hipnóticos, cobraba una forma muy simple. El paciente
se trasladaba a una situación anterior, que no parecía confundir nunca con la situación
presente, comunicaba los procesos psíquicos de ella hasta donde habían permanecido
normales, y agregaba lo que pudiera resultar por la trasposición de los procesos entonces
inconscientes en conscientes.

Cuando aplicamos la nueva técnica resta muy poco, nada muchas veces, de aquel
decurso de alentadora tersura. Si nos atenemos al signo distintivo de esta técnica
respecto de la anterior, podemos decir que el analizante no recuerda, en general, nada lo
olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como
acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.

La transferencia misma es sólo una pieza de repetición y la repetición es la transferencia


del pasado olvidado; pero no sólo sobre el analista: también sobre todos los otros ámbitos
de la situación presente. Por eso tenemos que estar preparados para que el analizante se
entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo
en la relación que se construye con el analista, sino también en las demás actividades y
vínculos de su vida. Cuanto mayor sea la participación de la resistencia, más será
sustituido el recordar por el actuar.

Lo patológico en una neurosis debe tratarse, no como un episodio histórico, sino como un
poder actual. Esta condición patológica va entrando pieza por pieza al interior de lo
desarrollado en análisis, y mientras el sujeto va experimentando algunas cosas como
reales-objetivas y actuales, el analista debe procurar reconducirlas a su origen.

Recordar a la manera antigua, el reproducir en un ámbito psíquico, sigue siendo la meta,


aunque con la nueva técnica no se lo puede lograr. Se da una lucha constante contra
todos los impulsos que el analizante querría plasmar en lo motor, y si consigue tramitar
mediante el trabajo del recuerdo algo que hubiera preferido descargar por medio de una
acción, se celebra como un triunfo del proceso. Cuando la ligazón transferencial se ha
vuelto de algún modo viable, el tratamiento logra impedir al paciente todas las acciones de
repetición más significativas y utilizar el designio de ellas como un material para el trabajo.
Es por ello que se sugiere al paciente que no tome ninguna decisión de importancia vital
durante el desarrollo del análisis.

El principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y


transformarla en un motivo para recordar, es el manejo de la transferencia. Esa
compulsión se vuelve inocua y aprovechable si se le permite circunscribir su despliegue
dentro del campo transferencial. Allí se puede dejar desplegar a lo pulsional patógeno con
total libertad. Se consigue dar a los síntomas un nuevo significado transferencial, es decir,
se sustituye la neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia. La transferencia crea
así un intermedio entre la enfermedad y la vida, se constituye una enfermedad artificial

46
que puede conmoverse mediante intervenciones en análisis. De las reacciones de
repetición que se muestran en la transferencia, es posible recuperar recuerdos, que
vencidas las resistencias, surgen con facilidad.

La única manera de vencer la resistencia, es comunicándosela al analizante. Ahora bien,


esto no sucede de modo inmediato ni automático. Es preciso dar tiempo al paciente para
que se enfrasque en la resistencia, no reconocida por él, para reelaborarla, vencerla
prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental.
Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo en común con el
analizante, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y
poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. En esas circunstancias, el analista
no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco
apurado.

En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua


tarea para el analizante, y una prueba de paciencia para el analista. No obstante, es la
pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue
al psicoanálisis de todo influjo sugestivo.

Freud: Construcciones en el análisis

I.

En el trabajo analítico se busca que el paciente recuerde ciertas vivencias (y su afecto


correspondiente) que se encuentran olvidadas. Uno de los materiales para recuperar una
imagen confiable e íntegra de los años olvidados de la vida del paciente, es a través de
las repeticiones de afecto, que se dan en las acciones del sujeto tanto dentro como fuera
de la terapia. La relación transferencial es particularmente apta para favorecer el retorno
de esos vínculos afectivos.

La tarea del analista es de pesquisar lo olvidado desde los indicios que este ha dejado,
mejor dicho: tiene que construirlo. Trabaja como un arqueólogo: extrae sus conclusiones a
partir de unos jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas exteriorizaciones activas del
analizante.

Para realizar esa tarea, el analista cuenta con la repetición de reacciones de la infancia
del sujeto, y todo lo que se da a conocer a través de la transferencia. Con estos
materiales puede realizarse la reconstrucción, de la cual no cabe esperar más que una
cierta verosimilitud, ya que no será nunca la réplica exacta de lo ocurrido alguna vez. Es
esta construcción una labor preliminar del trabajo analítico.

II.

Preliminar, no en el sentido de que ocurra primero. En análisis, al arribar a la construcción


de una pieza y comunicarla al sujeto, la idea es que esta produzca un efecto sobre él,
aportando nuevo material para la realización de la siguiente construcción. Y así
sucesivamente.

A continuación, Freud va a distinguir la interpretación de lo que es la construcción. La


interpretación hace referencia a lo que uno emprende con un elemento singular del

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material: una ocurrencia, una operación fallida, etc. En la construcción, en cambio, el
analista le presenta al analizado una pieza de su historia olvidada.

El acierto en la construcción no puede medirse por la respuesta afirmativa o negativa del


analizante, ello deberá evaluarse por la capacidad que posea para conmover al sujeto. Si
se trata de una construcción incorrecta, el analizante quedará simplemente intocado.

Así, cuando se trata de una construcción acertada, esta es corroborada indirectamente,


mediante la producción que hace el sujeto de nuevos recuerdos que complementan y
amplían la construcción.

A modo de síntesis, podemos establecer que no se desdeña la posición que el analizado


adopte ante las construcciones del analista. Ella es tomada en cuenta, y a menudo
pueden extraerse de ella valiosos puntos de apoyo. Sin embargo, estas reacciones del
paciente son, la mayoría de las veces, multívocas, y por ende, no representan
conclusiones definitivas. SÓLO LA CONTINUACIÓN DEL ANÁLISIS PUEDE DECIDIR SI
UNA CONSTRUCCIÓN ES CORRECTA O INVIABLE. Y a cada construcción la
consideramos apenas una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o
desestimada. No reclamamos para ella ninguna autoridad, no demandamos del paciente
un asentimiento inmediato, no discutimos con el cuándo al comienzo la contradice.

III.

Se supone que el camino que parte de la construcción del analista debiera culminar en un
nuevo recuerdo por parte del analizante, ahora bien, no siempre ocurre así. Lo que suele
ocurrir, en cambio, es que el sujeto se convence de la veracidad de la construcción, que
en términos terapéuticos es lo mismo que recuperar un recuerdo. La construcción produce
su efecto por restituir un fragmento de la biografía del sujeto.

Freud: Análisis terminable e interminable

I.

Lo primero que dice Freud es que hubo variados intentos por acortar la duración del
tratamiento analítico, que para él son producto de un menosprecio por las neurosis.
Cuestiona a Rank el hecho de intentar acompasar el tiempo de la terapia analítica a la
prisa de la vida Norteamericana. Compara su proceder con el intento de apagar un
incendio únicamente retirando del lugar la fuente inicial del mismo.

Como ejemplo menciona haber establecido un plazo de término en el caso del hombre de
los lobos, sin embargo, se ocupa de marcar la excepcionalidad de la situación, y sostiene
que obrando de este modo, puede ocurrir que aflore cierto material en desmedro de otros
aspectos, que permanecen ocultos.

II.

¿Existe un término natural para cada análisis? ¿Es posible llevarlo a un término tal?

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Primero hay que acordar a que se hace referencia cuando se habla de final o término de
análisis. Ello acontece cuando se cumplen dos condiciones:

a) El sujeto ya no padece a causa de sus síntomas, y ha superado sus angustias así


como sus inhibiciones.

b) Que el analista juzgue haber hecho consciente tanto de lo reprimido, esclarecido tanto
de lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer que
se repitan los procesos patológicos en cuestión.

De no alcanzarse esta meta, se habla de análisis imperfecto, pero no de análisis no


terminado.

El otro significado de término de análisis es más ambicioso: remitiría al hecho de lograr


llegar a tal punto, que la continuación del análisis no prometería ninguna ulterior
modificación. La pregunta entonces es, si es que es posible alcanzar un nivel de
normalidad psíquica absoluta, al cual pudiera atribuirse además la capacidad para
mantenerse estable.

Escépticos y ambiciosos, dirán que ni en el mejor de los casos puede asegurarse que el
sujeto no volverá a “enfermar”, optimistas dirán que es posible obtener un
restablecimiento duradero. Las expectativas de los optimistas parten de unas cuantas
suposiciones:

- Es posible tramitar de manera definitiva y para todo tiempo un conflicto pulsional


- Mientras se trata a un sujeto por un conflicto pulsional, es hacedero vacunarlo, por
así decir, contra todas las posibilidades de conflicto semejante.
- Uno como analista tiene el poder de despertar, con el fin de realizar un tratamiento
profiláctico, un conflicto patógeno así, el cual por el momento no se denuncia en
indicio alguno, y que es sabio obrar de ese modo.

III.

La primera de las cuestiones rezaba: ¿es posible tramitar de manera duradera y definitiva,
mediante la terapia analítica, un conflicto de la pulsión con el yo?

En primer lugar, hay que delimitar que sería eso de “tramitación duradera de una
exigencia pulsional”. Ello no implicaría hacerla desaparecer para siempre, eso no es
posible ni deseable. Se habla más bien de un domeñar de la pulsión.

El psicoanálisis puede atribuirse el hecho de constituir una neo-creación en el sujeto


analizante. Permite la construcción de sólidos diques que contengan el acrecentamiento
pulsional. La rectificación, con posterioridad, del proceso represivo originario, la cual pone
término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la
terapia analítica.

Si se tienen en cuenta las distintas fases del desarrollo libidinal, es destacable que si bien
acontecen en un orden (oral, sádico-anal, fálico-genital), las sustituciones no ocurren de
manera repentina NI TOTAL. Por ende, en la constitución definitiva, prevalecen fijaciones
libidinales anteriores.

Entonces, la inconstancia de la terapia analítica se debe a que la trasmudación de lo


pulsional es sólo parcial. Plantear que el psicoanálisis cura las neurosis, asegurando el

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gobierno sobre lo pulsional, es válido teóricamente, pero no siempre lo es en la práctica.
El análisis no trabaja con recursos ilimitados, sino restringidos, y el resultado final
depende siempre de la proporción relativa entre las fuerzas de las instancias en recíproca
lucha.

IV.

El apartado precedente refería a la posibilidad de retorno del mismo conflicto luego del
análisis. Ahora la cuestión que se plantea es sobre su posible sustitución por otro, es
decir, la sustitución de un conflicto factible en el futuro, por uno efectivo en la actualidad,
con fines profilácticos.

Señala que ello podría realizarse por dos vías: producir situaciones dónde el conflicto
devenga actual (en la realidad objetiva o dentro de la transferencia), o bien hablando
sobre ello, señalando su posibilidad. Ninguna es válida, Freud va a decir que si un
conflicto pulsional no es actual, no se exterioriza, y es imposible entonces influir sobre él
mediante el análisis.

(Por eso es distinto de las terapias breves).

V.

Los influjos de la etiología traumática, la intensidad relativa de las pulsiones y la alteración


del yo, son los elementos que Freud destaca como decisivos a la hora de evaluar las
posibilidades de éxito de un proceso psicoanalítico.

En cuanto a la alteración del yo, va a plantear que la situación analítica implica, de algún
modo, una alianza con el yo del sujeto. Para realizar dicha alianza, sería necesario contar
con un yo normal, pero aclara que ese yo normal, al igual que la normalidad en general,
es una ficción ideal. Se trataría de una cuestión de grados, dependiendo de la
aproximación a un extremo u otro de la serie, podrá hablarse de “alteración del yo”.

El efecto terapéutico consiste en hacer consciente lo reprimido, para ello se recurre a


interpretaciones y construcciones, pero interpretamos sólo para nosotros y no para el
analizante, si es que este último no resigna sus resistencias. Estas resistencias
pertenecen al yo, pero están segregadas de él, son inconscientes, y actúan de modo que
el tratamiento mismo es percibido por el yo como un peligro.

Hay una resistencia a la puesta en descubierto de las resistencias, y los mecanismos de


defensa son, no sólo resistencias al hacer conscientes ciertos contenidos, sino también
contra el análisis general, y por ende, contra la cura. El efecto defensivo en el yo es lo que
se denomina alteración del yo. Así, dicha alteración sería una divergencia con respecto a
un yo normal ficticio, que aseguraría al trabajo analítico una alianza de fidelidad
inconmovible.

El desenlace de una terapia analítica dependerá de la intensidad y profundidad de arraigo


de estas resistencias a la alteración del yo. De nuevo hay que resaltar la importancia del
factor cuantitativo, ya que el análisis sólo puede costear sólo unos volúmenes
determinados y limitados de energías, que han de medirse con las fuerzas hostiles.

VI.

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En este apartado, Freud va a hablar de la resistencia al análisis que no puede ser
localizada en alguna de las provincias anímicas. Comienza hablando de la “viscosidad de
la libido”, la cual hace que los procesos que la cura inicia demoren más tiempo, hay
dificultad para des-investir objetos viejos e investir nuevos. También puede ocurrir lo
contrario, una libido muy lábil, que resigna rápidamente antiguas investiduras por otras
nuevas. En este último caso, los resultados analíticos son también muy lábiles, “lo que
pronto se gana, pronto se pierde”.

Las fuentes de la resistencia a la cura analítica pueden pensarse en base a la conducta


de las dos pulsiones primordiales, su distribución, mezcla y desmezcla, aspectos que no
están restringidos a una única provincia anímica (yo, ello, superyó). Durante el trabajo
analítico se hace visible una resistencia que se defiende por todos los medios contra la
curación, y a toda costa quiere aferrarse al padecimiento. Una parte de esa fuerza es la
conciencia de culpa y necesidad de castigo, y se ubica en relación al yo y superyó, pero
se trata de un sector que ha sido psíquicamente ligado por el superyó, y por ello se tiene
noticia de ella. Ahora bien, otros montos de esa fuerza pueden estar operando, no se
sabe dónde, en forma ligada o libre. Si uno toma en cuenta la existencia del masoquismo
inmanente en tantas personas, la reacción terapéutica negativa y la conciencia de culpa
de los neuróticos, ya no se puede sustentar la creencia de que el acontecer anímico es
gobernado exclusivamente por el principio de placer. Estos fenómenos apuntan de
manera inequívoca a la presencia de un poder, que por sus metas, se denomina pulsión
de agresión o destrucción, o sea, la pulsión de muerte.

Los fenómenos que prueban el quehacer de la pulsión de destrucción no se limitan al


terreno de lo patológico. Hay una inclinación al conflicto que excede al hecho de que
exista un monto limitado de libido, y que es injerencia de un fragmento de agresión libre.

VII.

El análisis no es un proceso sin término, sino que puede ser llevado a un cierre natural si
el analista tiene la pericia y la paciencia necesarias. No obstante, la meta del análisis
debería ser su profundización y no su abreviación. De todos modos, es indiscutible que
los psicoanalistas no han alcanzado por entero en su propia personalidad la medida de
normalidad psíquica en que pretenden educar a sus pacientes.

Analizar es la tercera de aquellas profesiones “imposibles” en que se puede dar


anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado. Las otras dos son el educar y el
gobernar. De ello se desprende que el análisis propio también es una tarea interminable.

Sin embargo, Freud va a aclarar que no quiere decir que el análisis como tal sea un
trabajo sin conclusión. La terminación del análisis es un ASUNTO PRÁCTICO. Ante todo
se trata de evitar metas exageradas, y NO se trata de limitar todas las peculiaridades
humanas en favor de una normalidad esquemática, ni se demandará que los “analizados
a fondo” no registren pasiones ni puedan desarrollar conflictos internos de ninguna índole.

VIII.

Hay dos temas que dan mucho trabajo en el análisis, y ambos remiten a la conducta
frente al complejo de castración. Ferenczi plantea que el éxito de un análisis está dado
por la posibilidad de dominar dicho complejo. Freud va a disentir, dirá que la castración es
la “roca de base”, un sustrato biológico, y que es muy difícil estimar cuánto se ha logrado
dominar ese factor. La idea sería conformarse con ofrecer al analizante toda la incitación
posible para reexaminar y variar su actitud frente a la castración.

51
UNIDAD 5: Lacan y los posfreudianos -

LACAN – “La dirección de la cura y los principios de su poder. Cap. 1: ¿Quién


analiza hoy?”

Que un análisis lleve los rasgos de la persona del analizado, es cosa de la que se habla
como si cayese por su propio peso. Pero quien se interese en los efectos que tendría
sobre él la persona del analista pensaría estar dando pruebas de audacia. Tal es por lo
menos el estremecimiento que nos recorre ante las expresiones de moda referentes a la
contratransferencia, contribuyendo a enmascarar su impropiedad conceptual.

Hoy ni siquiera se guardan las formas para confesar que bajo el nombre de psicoanálisis
muchos se dedican a una "reeducación emocional del paciente".

Situar en este nivel la acción del analista acarrea una posición de principio, con respecto a
la cual todo lo que puede decirse de la contratransferencia, es en vano. Porque es más
allá donde se encuentra desde ese momento la impostura que queremos desalojar aquí.

No por eso denunciamos lo que el psicoanálisis de hoy tiene de antifreudiano. Pues en


esto hay que agradecerle el que se haya quitado la máscara, puesto que se jacta de
superar lo que por otra parte ignora, no habiendo retenido de la doctrina de Freud sino
justo lo suficiente para sentirse hasta qué punto lo que acaba de enunciar de su
experiencia es disonante con ella.

Pretendemos mostrar en qué la impotencia para sostener auténticamente una praxis, se


reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder.

El psicoanalista sin duda dirige la cura. El primer principio de esta es que no debe dirigir al
paciente, la dirección de conciencia en el sentido de guía moral que un fiel del catolicismo
puede encontrar, queda aquí radicalmente excluida.

La dirección de la cura es otra cosa. Consiste en hacer aplicar por el sujeto la regla
analítica o sea las directivas cuya presencia no podría desconocerse en el principio de lo
que se llama "la situación analítica".

Estas directivas están en una comunicación inicial planteadas bajo forma de consignas de
las cuales, por poco que el analista las comente, puede sostenerse que hasta en las
inflexiones de su enunciado servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho
el analista en el punto de consecuencia a que han llegado para él. Lo cual no lo hace
menos solidario de la enormidad de los prejuicios que en el paciente esperan en ese
mismo lugar: según la idea que la difusión cultural le ha permitido formarse del
procedimiento y de la finalidad de la empresa.

Ya esto basta para mostrarnos que el problema de la dirección se muestra, desde las
directivas del punto de partida, como no pudiendo formularse sobre una línea de
comunicación unívoca.

Establezcamos únicamente que, de reducirlo a su verdad, ese tiempo consiste en hacer


olvidar al paciente que se trata únicamente de palabras, pero que esto no justifica que el
analista lo olvide a su vez.

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Además, ya hemos enunciado que es por el lado del analista por donde pretendíamos
abordar nuestro tema.

Digamos que en el depósito de fondos de la empresa común, el paciente no es el único


con sus dificultades que pone toda la cuota. El analista también debe pagar:

a- pagar con palabras sin duda, si la transmutación que sufren por la operación analítica
las eleva a su efecto de interpretación;

b- pero también pagar con su persona, en cuanto que, diga lo que diga, la presta como
soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia;

c- ¿Pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una
acción que va al corazón del ser: sería él el único allí que queda fuera del juego?

Porque es en el seno de su pretensión de contentarse con la eficacia donde se levanta


una afirmación como ésta: que el analista cura menos por lo que dice y hace que por lo
que es. Y a esto nadie le pide razón de semejante afirmación a su autor, como tampoco
se le llama al pudor, cuando, con una sonrisa fatigada dirigida hacia el ridículo al que se
expone, es a la bondad, a la suya, a la que se remite para poner un término a un debate
sin salida sobre la neurosis de la transferencia. Sin embargo el ser es el ser, y tenemos
derecho a preguntar que viene a hacer aquí.

Volveré pues a poner al analista en el banquillo, para observar que está tanto menos
seguro de su acción cuanto que en ella está más interesado en su ser.

Intérprete de lo que me es presentado en afirmaciones o en actos, yo decido sobre mi


oráculo y lo articulo a mi capricho, libre siempre del momento y del número, tanto como de
la elección de mis intervenciones.

En cuanto al manejo de la transferencia, mi libertad en ella se encuentra por el contrario


enajenada por el desdoblamiento que sufre allí mi persona, y nadie ignora que es allí
donde hay que buscar el secreto del análisis. Lo cual no impide creer a algunos que han
progresado gracias a esta docta afirmación: que el psicoanálisis debe ser estudiado como
una situación entre dos (yoes). Sin duda se ponen condiciones que restringen sus
movimientos, pero permanece el hecho de que la situación así concebida sirve para
articular (y sin más artificio que la reeducación emocional antes citada) los principios de
una domesticación del Yo llamado débil, y, por medio de un Yo que gustosamente se
considera como de fuerza para cumplir ese proyecto, porque es fuerte.

Estas desviaciones no las mostramos por nuestro gusto, sino más bien para hacer de sus
escollos boyas de nuestra ruta.

De hecho, todo analista experimenta siempre la transferencia en el asombro del efecto


menos esperado de una relación entre dos que fuese como las otras. Se dice que tiene
que componérselas allí ante un fenómeno del que no es responsable.

Pero es más bien la exaltación fácil de su gesto de arrojar los sentimientos, colocados
bajo el capítulo de su contratransferencia, en el platillo de una balanza en que la situación
se equilibraría gracias a su pesada, la que da testimonio para nosotros de una desgracia
de la conciencia correlativa de una dimisión a concebir la verdadera naturaleza de la
transferencia.

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No se podría razonar a partir de lo que el analizado hace soportar de sus fantasías a la
persona del analista, como a partir de lo que un jugador ideal calcula de las intenciones
de su adversario. Sin duda hay también estrategia, pero que nadie se engañe con la
metáfora del espejo en virtud de que conviene a la superficie lisa que presenta al paciente
el analista. Rostro cerrado y labios cosidos, no tienen aquí la misma finalidad que en el
bridge. Más bien con esto el analista se adjudica la ayuda de lo que en ese juego se llama
el muerto, pero es para hacer surgir al cuarto que va a ser aquí la pareja del analizado, y
cuyo juego el analista va a esforzarse, por medio de sus tantos, en hacerle adivinar la
mano: tal es el vínculo, digamos de abnegación, que impone al analista la prenda de la
partida en el análisis.

Lo seguro es que los sentimientos del analista sólo tienen un lugar posible en este juego,
el del muerto; y que si se le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quién lo
conduce.

Por eso el analista es menos libre en su estrategia que en su táctica.

El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su
política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser. Su
acción sobre el paciente se le escapa junto con la idea que se hace de ella, si no vuelve a
tomar su punto de partida en aquello por lo cual ésta es posible, si no retiene la paradoja
en lo que tiene de desmembrado, para revisar en el principio la estructura por donde toda
acción interviene en la realidad.

Para los psicoanalistas de hoy, esta relación con la realidad cae por su propio peso.
Miden sus defecciones en el paciente sobre el principio autoritario de los educadores de
siempre.

Y no puede decirse que se sienta uno tranquilizado, cuando trazan el procedimiento del
análisis en la reducción en el sujeto de las desviaciones, imputadas a su transferencia y a
sus resistencias, pero ubicadas en relación con la realidad, cuando se les oye exclamar
sobre la "situación completamente simple" que ofrecería el análisis para tomar su medida.
¡Vamos!, el educador está bien lejos de estar educado si puede juzgar tan ligeramente
una experiencia que sin embargo ha debido atravesar él mismo.

Se concibe que para explayar una concepción tan evidentemente precaria, algunos
analistas de ultramar hayan sentido la necesidad de introducir en ella un valor estable, un
patrón de la medida de lo real: es el ego autónomo. Es el conjunto que se supone
organizado de las funciones más dispares para prestar su apoyo al sentimiento de
innatividad del sujeto. Se le considera como autónomo por el hecho de que se supone
que está al abrigo de los conflictos de la persona (esfera no conflictiva).

Sea como sea, resuelve la cuestión del ser del analista. Un equipo de egos menos iguales
sin duda que autónomos, se ofrece a los norteamericanos para guiarlos hacia la
happiness, sin perturbar las autonomías, egoístas o no, que empiedran con sus esferas
sin conflicto el American way hacia ella.

Resumamos. Si el analista sólo tuviese que vérselas con resistencias lo pensaría dos
veces antes de hacer una interpretación, como en efecto es su caso, pero estaría a mano
después de esa prudencia.

Sólo que esa interpretación, va a ser recibida como proveniente de la persona que la
transferencia supone que es. ¿Aceptará aprovecharse de ese error sobre la persona? La

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moral del análisis no lo contradice, a condición de que interprete ese efecto, a falta de lo
cual el análisis se quedaría en una sugestión grosera.

Posición innegable, sólo que es como proveniente del Otro de la transferencia como la
palabra del analista será escuchada aún, y sólo que la salida del sujeto fuera de la
transferencia es pospuesta así ad infinitum.

Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en otra parte) al
analista, como es posible que una interpretación regrese al lugar desde donde puede
tener alcance sobre la distribución de las respuestas.

Hay que reinventar el análisis: tratando la transferencia como una forma particular de la
resistencia.

¿Quién es el analista? ¿El que interpreta aprovechando la transferencia? ¿El que la


analiza como resistencia? ¿0 el que impone su idea de la realidad?

Pregunta que puede pellizcar a aquellos a quienes va dirigida, por ser menos fácil de
esquivar que la pregunta: ¿quién habla? con la que alguno de mis discípulos les
aporreaba las orejas por cuenta del paciente. Pues su respuesta de impacientes: un
animal de nuestra especie, a la pregunta cambiada, sería más deplorablemente
tautológica por tener que decir: yo.

# # # Explicación profesora # # #

Lo central del parágrafo es “la libertad del analista” en sus intervenciones (táctica),
aunque libertad subordinada a la estrategia (manejo de la transferencia) y política (del
deseo o falta en ser). Entonces, no es tanto que se tenga que medir, sino tener en juego
esas variables. Fuera de eso, es libre de intervenir, pero el efecto de dichas
intervenciones dependerá “de lo que escuche el paciente”, es decir lo que llama “poder
discrecional del oyente” (por eso hay cálculo, pero nunca un cálculo completo). Es lo que
trabajamos en los T.P. sobre el método freudiano, tanto interpretación como construcción
se definen por sus efectos en el Inconciente. En ese punto se podría tomar lo de la
“limitación de la impotencia que decían.

Respecto al otro tema, el del tercer pago, es una cuestión compleja. Lacan está criticando
orientaciones del análisis que plantean “curar por el ser” (por ejemplo, plantear la cura
como la identificación al analista como “yo fuerte”, referente de la realidad, etc.). Por eso
introduce la cuestión de la falta en ser (es decir del deseo) como horizonte de la cura, y
eso tiene que ponerse en juego del lado del analista (a eso se refiere el pago, en
principio).

La referencia al “juicio más íntimo” es más compleja, pero en principio tómenla en el


sentido de que el analista no debe ser ni tomarse como parámetro de nada que tenga que
ver con “lo que sería bueno para el paciente”, su bien, su salud, etc.

MILLER – “Freud, Lacan y el Psicoanálisis” (TEÓRICO)

Más profundo que una terapia

Todos conocen la anécdota de Diógenes en la ciudad con su linterna diciendo esa frase
un poco misteriosa: “Estoy buscando un hombre”. ¿Qué significa esto? Lo cierto es que

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Diógenes no estaba buscando un analista porque precisamente la sabiduría cínica es lo
opuesto a la “sabiduría” analítica. El cínico se quedó fuera de los otros, de los otros
civilizados; para los cínicos ya se trataba, porque éste no es un fenómeno moderno, del
malestar en la cultura. La respuesta de los cínicos consideraba necesario retroceder a la
verdadera naturaleza del hombre pues los hombres de la cultura estaban debilitados por
esa cultura, éste es el sentido más probable de la frase de Diógenes. Está esa imagen de
Diógenes en su tonel no recibiendo a nadie porque un tonel no tiene lugar suficiente para
eso. Quizá el analista también vive en un tonel pero un poco más amplio, que le permite
recibir una persona por vez para discutir con ella el malestar en la cultura.

Con el PSA freudiano comienza no sólo una práctica terapéutica sino algo mucho más
profundo que una terapéutica. Pero, ¿Qué se trata de curar? Ésta es la pregunta. En el
PSA hay una dimensión terapéutica, pero existe también la pregunta: ¿Qué se trata de
curar?, y con ella se abre una dimensión filosófica. Al mismo tiempo el PSA no es una
sabiduría y no es una sabiduría de tipo cínico porque el cinismo empieza con el rechazo
de la relación con el Otro. Hay alrededor de Diógenes, como saben, anécdotas sobre su
modo de goce, solitario, que es como un emblema del rechazo de la relación con el Otro.
Al contrario, el análisis empieza con una llamada del sujeto a Otro, supuesto saber. En
cierto modo el análisis tiene ahora un lugar en el malestar de nuestra contemporaneidad,
próximo al lugar anteriormente ocupado por las sabidurías. A veces, algunos en nuestra
cultura tratan de recuperar las viejas sabidurías o, generalmente, van a buscar las
sabidurías orientales, por ejemplo. La juventud, por ejemplo, en los EEUU, presenta un
fenómeno muy interesante por el que esas sabidurías orientales antiguas se
transformaron en una moda. Este esfuerzo para recuperar sabidurías de otros tiempos no
tiene éxito. Creo que en la época de la ciencia no hay posibilidad de recuperar esas
sabidurías perdidas porque en el mundo ahora transformado por la ciencia uno no puede
hacerse ilusiones sobre una adaptación armónica del sujeto y ese mundo. En la sabiduría
se trata de eso, de obtener una armonía, una correspondencia entre el sujeto y el mundo.
Una versión del cinismo moderno sería la ecología, por ejemplo; que trata, a su modo, de
inventar una nueva relación con la naturaleza.

El PSA, desde Freud, se ubica sobre el telón de fondo de esa investigación humana del
malestar en la cultura, que considera estructural, cuyo fundamento radica en lo que Freud
llama castración, lo cual no supone ningún planteo idealista del pleno acceso a la
genitalidad, como se decía antes y se dice aún en algunos círculos analíticos. Ninguna
idea del pleno acceso a la genitalidad tiene medio alguno para remediar, para curar, la
castración. Ésta era la idea de Freud, que la castración era lo incurable de la humanidad,
el límite freudiano de los esfuerzos terapéuticos. Le debemos a Lacan la renovación de la
verdadera dimensión del análisis, porque fue olvidada. En la historia del pensamiento se
reconocerá como un hecho la incidencia tremenda de lo que pasó, no diré después de la
muerte de Freud, sino ya antes de su muerte, desde los años ’20. Al mismo tiempo que
acentuaba esa dimensión de su obra más allá de la terapéutica, se puede observar en la
historia del análisis que sus discípulos iban en dirección contraria. Cuando Freud
introdujo, debido a los problemas de la práctica analítica de esa época, la noción de
pulsión de muerte, casi todos sus discípulos rechazaron ese concepto. Freud no tenía, si
queremos utilizar un vocabulario un poco político, institucional, la mayoría ideológica en el
movimiento analítico sobre ese punto capital que da la dirección de todos sus esfuerzos
desde los años ’20. Desde esa época las intervenciones personales de Freud en el
movimiento analítico son muy pocas, hay un alejamiento de su parte. Al mismo tiempo
empiezan a surgir los institutos de PSA sobre el primer modelo del Instituto de Berlín. Así,
desde el Instituto de Berlín se produjo por el mundo esa estandarización de la formación

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analítica. En la misma época, Freud estaba en un lugar muy diferente, se preocupaba por
la pulsión de muerte, por el masoquismo primordial, por el malestar en la cultura; mientras
que sus discípulos estaban en el trabajo de organizar, de estandarizar. Sucede siempre
cuando hay cuestiones fundamentales, demasiado angustiantes, cuando se plantea “no
sé más”, en esos momentos precisamente se empieza a organizar. Es decir, si uno “no
sabe adónde va”, hay que trata de ir todos juntos desde no sé dónde hacia no sé dónde.
En el momento en que uno no sabe hacia dónde va es que trata de convencer a los otros
de que vayan también, y esto fue lo que ocurrió en el movimiento analítico. A medida que
creció la opacidad de su práctica para los analistas mismos, creció también la
estandarización de su práctica, de la técnica como se decía, y ella empieza a
institucionalizarse por el mundo. Su consagración fue un hecho de la historia, la Segunda
Guerra Mundial, el desplazamiento del centro del movimiento psicoanalítico desde Europa
hacia Norteamérica, simultáneamente a la muerte de Freud. Empieza después de la
Segunda Guerra Mundial un nuevo mundo del PSA marcado con mucha determinación
por esa versión del PSA que se llamó Ego-Psychology. Este desplazamiento fue sensible
para todos los analistas de esa época.

La enseñanza de Lacan surgió en ese punto precisamente, es decir en los años 1952-53,
siete años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya tenía más de
cincuenta años. Su impulso personal fue decir que no a esa nueva orientación del PSA, lo
dijo bastante solo pero, al mismo tiempo, se entendió en Europa de qué se trataba,
porque fueron muchos los analistas europeos que no reconocieron el análisis en la
orientación norteamericana. Fue un movimiento de resistencia a lo que en Francia en esa
época se llamaba imperialismo, el de la más poderosa nación del mundo. Por esta razón
mucha gente de izquierda tenía respeto e interés en Lacan, a pesar del hecho de que él
no era de izquierda.

En el PSA, su postura tiene algo que ver con una postura heroica, porque decir no en esa
época era peligroso y no solamente decir no una vez, sino continuar durante treinta años
diciendo no. A partir de ese no, elaboró una nueva lectura de Freud que cambió nuestra
concepción del descubrimiento del inconciente.

Las consecuencias del no de Lacan fueron claras, un corte con la Internacional, la IPA,
por decisiones tomadas al alto nivel: Anna Freud, Hartmann. Y después cierta soledad de
Lacan, soledad numerosa, porque al mismo tiempo que estaba solo, su seminario creció
600 asistentes cada semana. Es consecuencia de ese no y del desarrollo de su
enseñanza hasta el punto en que podemos decir que en el mundo ahora no sólo existe la
orientación norteamericana e inglesa del PSA, sino que hay una alternativa que se puede
llamar lacaniana.

Un inconciente vacío

Vamos ahora a centrar el tema. Empezaré con el concepto mismo de inconciente, que es
a la vez lo más simple y lo más difícil. Primero podemos observar que precisamente en la
orientación de la Ego-Psychology, el término mismo “inconciente” desapareció de su
vocabulario. Porque para la Ego-Psychology la segunda tópica de Freud, es decir, la
distinción yo, superyó y ello, superaba completamente a la primera, que es la distinción
conciente, preconciente e inconciente. De manera tal que el concepto mismo de
inconciente les pareció un concepto rústico de Freud, un concepto que ya no era útil para
el analista en su práctica.

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Con Lacan, por el contrario, el concepto mismo de inconciente está en el centro de la
práctica analítica. Al mismo tiempo, fue una nueva lectura de las obras ya olvidadas de
Freud de esa época, las primeras obras de Freud, las obras del descubrimiento mismo del
inconciente: “La interpretación de los sueños”; “Psicopatología de la vida cotidiana”; “El
chiste y su relación con lo inconciente”. Todo esto implica mucho en la práctica misma del
análisis. Es decir, la práctica del análisis no es la misma si uno piensa que el inconciente
o las estructuras del psiquismo son como un continente o no. Si el inconciente o el
psiquismo es como un continente donde hay instintos, cosas que están en un lugar,
analizar consiste en obtener la emergencia, la salida de esas cosas que ya están en el
psiquismo. Se puede hablar de instintos escondidos en el sujeto, en un recodo se puede
encontrar con sorpresa una pulsión homosexual desconocida del sujeto y, al mismo
tiempo, se entiende, es necesario en la sesión misma un tiempo largo para que salgan
esas cosas que ya están; así cierta estandarización que no es ningún escándalo. Ésta es
una caricatura, pero se puede decir que hay inconciente de diferentes tamaños, aunque
más o menos cuatro o cinco sesiones a la semana, de una duración de tres cuartos de
hora, y durante tres o cuatro años -no conozco muy bien los estándares de la IPA- se
puede más o menos obtener esto; es como cuando uno compra un traje de confección,
pero de un tamaño, al que se le pueden hacer algunas modificaciones. Se puede decir
que del lado de Lacan se trata no de trajes de confección, sino de trajes a medida, de
análisis a medida, y que precisamente el inconciente -esto es difícil de entender- no es un
continente.

Usualmente se introduce a Lacan a partir de su estructuralismo. Las estructuras, “la


concepción estructuralista”, entre comillas, del inconciente necesita primero que éste no
sea entendido como continente sino que el inconciente sea vaciado, vaciar el inconciente.
Pueden sentirse más pobres por eso porque pueden pensar que tienen en una pequeña
caja las cosas inconcientes, que todo está adentro y que se trata de constatar qué hay,
que se abre de una vez con un analista y se ve lo que hay. Pero cuando se hace un
análisis se ve que esto no es así, que, al contrario, no se trata en un análisis de realidad
sino de verdad. No se trata de lo que hay, sino de la manera en que se habla de lo que
hay y de la manera en que se transforma lo que hay mediante lo que se dice. No es
verdad que se pueda encontrar como un hecho objetivo una pulsión homosexual, no, lo
que surge, surge y es estimado, si podemos decir, mediante la palabra. Para lo que surge,
para que no se pueda confundir con objetos ya hechos, Lacan introduce en su enseñanza
la palabra “sujeto”, un término fundamental que no se encuentra así en Freud. El concepto
de sujeto en Lacan es su medio de renovar la lectura misma de Freud antes de la
estructura. La concepción estructuralista depende primero del vacío que introduce en el
supuesto continente inconciente ese término “sujeto”; para que se sepa que no se trata de
un sujeto sustancial Lacan lo escribe con una barra: $, lo que ya es concebir y permitir
una nueva lectura de Freud. Percibir, por ejemplo, que Trieb en Freud, la pulsión, no es
Instinkt, no es los instintos, porque en la pulsión se trata también del sujeto en una
posición difícil de entender, porque precisamente la pulsión no habla. Freud expresó esto
hablando del silencio de las pulsiones, lo cual permite ver que es mediante el campo del
lenguaje como ubica las pulsiones mismas. Así, se ve también ese desplazamiento de la
práctica del mismo Freud, que en una época trata de buscar los hechos objetivos que
pueden explicar la neurosis de un sujeto y en un momento ve que no se trata de la
exactitud de los hechos, sino del sentido elaborado por el sujeto, es decir, de la verdad
que él puede elaborar.

Hay que distinguir entre exactitud y verdad, la verdad es ya un hecho, pero es un hecho
de palabra; no se puede concebir la dimensión de la verdad sino mediante el significante.

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Así, la verdad cambia para un sujeto, y esos cambios que se pueden tratar de obtener
cambian también algunas elecciones del sujeto, digo elecciones en el sentido en que
Freud habla de una elección que tiene que ver con el sujeto.

La elaboración misma del concepto de fantasía por Freud es un testimonio de que se trata
de verdad y de que la fantasía pertenece a la dimensión de la verdad, como lo dice Lacan,
como estructura de ficción, es decir, estructura significante. Para la emergencia de la
verdad es siempre necesaria una ficción significante, lo cual se ve de manera muy clara,
un poco seca, en la lógica matemática, donde la verdad es una letra nada más y lo falso
otra letra; se ve allí de manera nítida que la verdad depende del significante.

Así, con un inconciente vacío, un inconciente que es sujeto del significante, no es


necesario el reloj para practicar el análisis. Se trata de ubicar el punto del sujeto, que no
depende de la duración, que no es un hecho de cantidad, para alcanzar al sujeto. Para
Lacan es necesario no estandarizar al sujeto, es necesario ponerse en el campo mismo
de la verdad que implica cada vez la particularidad; no hay análisis universal, no hay un
estándar del analista. De la misma manera que Lacan dice: “La mujer no existe,
solamente hay mujeres”, “el” analista no existe, existen analistas. Esto se podría referir
como la posición femenina del analista. La posición femenina implica acá una ventaja, la
ventaja de no padecer el peso de un significante de identificación, de tener que inventarlo;
implica también cierta posibilidad de someterse al fantasma del Otro. No de someterse al
Otro, lo que es muy distinto; someterse al fantasma del Otro es exactamente lo contrario,
es la mejor manera de dirigirlo, de conducirlo. Existe en el analista esa sumisión al
fantasma del paciente que ubica al analista mismo, no como sujeto, sino como objeto del
fantasma. En la experiencia analítica el psicoanalista no funciona como un sujeto sino que
funciona como, entre comillas, “el objeto del fantasma”, en el lugar del objeto del
fantasma. En la experiencia analítica hay un solo sujeto que debe surgir del paciente que
habla y que no se trata de la contratransferencia del analista, que es una manera de
ubicar al analista como sujeto del inconciente. Se trata de que el analista sabe o no sabe
ocupar el lugar del analista, en el cual lo esencial, según Lacan, es no pensar, es decir, no
dividirse como sujeto. Esta posición no implica el diálogo con el paciente, es
completamente diferente, implica más una posición semejante a la de la pulsión: silencio,
silencio. Pero esto se debe obtener mediante la formación del analista, que consiste en
obtener el medio de saber ocupar el lugar de fantasmas diversos.

Cuando uno escucha a analizantes de Lacan, éste aparece muy diferente en cada caso;
para uno se presenta como un superyó feroz y exigente; para otros aparece como regular,
medido, sin accidentes, sin cambios de hora, con sesiones no tan largas, cierto, pero
bastante estandarizadas por ejemplo; y otro dice que habla mucho; con otros se queda
silencioso uno o dos años. Esta diferencia, estas facetas, son precisamente lo que un
analista debería saber hacer, no se puede recibir de la misma manera la pregunta
histérica y la pregunta obsesiva, y una pregunta histérica y otra. Responder todas las
veces de la misma manera permite un diagnóstico del analista, que es un obsesivo. El
ideal de la estandarización es un ideal obsesivo; puede ser obsesivo un analista, el
problema es que no debe buscar la obsesionalización de su paciente. Por el contrario,
para Lacan lo esencial, incluido en el dispositivo analítico mismo, es la histerización del
paciente, que hay que entender como lo que permite la emergencia del sujeto como tal,
del sujeto como vacío en el paciente que habla. Histerización significa vaciar el
inconciente para buscar lo esencial, que puede esconderse en un lugar donde uno no lo
espera; esto exige cambios en la duración de las sesiones, exige que el paciente no sepa
antes, mecánicamente, cuándo la sesión va a terminar sino que depende de qué dice y

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qué no. El corte, la finalización de la sesión misma tiene valor de interpretación, y puede
tener un gran valor. Es una puntualización, la más fuerte que se puede obtener. Entones
estandarizar la finalización es, para un analista, perder un modo de interpretación que
puede ser muy precioso porque, al mismo tiempo, es muy ambiguo y deja abierta la
interpretación del paciente. Por esta razón Lacan dice que la interpretación analítica es
oracular, no una explicación, sino que la interpretación misma del analista debe ser
interpretada por el paciente. Subraya que una interpretación analítica verdadera no es tan
común pero a veces se puede encontrar, por suerte. Las verdaderas interpretaciones
analíticas están estructuradas como las formaciones mismas del inconciente.

Se puede observar que en los países donde la Ego-Psychology es dominante, como los
EEUU, el interés por el análisis va decreciendo y que, en los países donde hay un interés
por la enseñanza de Lacan, va creciendo.

Entender de qué se trata con un inconciente vacío es necesario también para algo muy
conocido en la enseñanza de Lacan, el estadio del espejo, que fue su primera
intervención en el campo analítico a partir de un punto exterior al análisis mismo, porque
se trata de un hecho de observación conocido en la tradición psicológica. No fue el
inventor del hecho mismo de la observación, pero por eso y antes de la constitución como
tal de la Ego-Psychology, Lacan en los años ’30, al empezar su trabajo en el análisis,
tenía una definición del ego precisamente a partir del narcisismo, de un narcisismo
correspondiente a ese hecho de mirarse en el espejo. Ésa era la condición para no
confundir la función del sujeto, que inventó como tal solamente al final de los años ’40,
con la función del yo. El yo sí es un continente, esa es la tesis de Freud, hay muchas
cosas en un ego, en un yo, hay muchas identificaciones en un yo que generalmente no
andan muy bien juntas, un yo en el sentido de Freud es siempre disarmónico, hay rasgos
diferentes que se inscriben en un yo. Cuando uno trata precisamente de verificar qué hay
dentro mediante la palabra, se produce algo que es una disolución de ese yo, que
precisamente da lugar a la emergencia del sujeto. A partir del sujeto vacío, que es una
invención de Lacan a comienzos de los años ’50, se puede ubicar el yo del espejo de los
años ’30 y después su estructuralismo; pero vaciar el inconciente es el pivote de toda su
enseñanza.

No hay solamente vacío, es verdad, existe solamente el pequeño vacío que puedo
introducir mediante la palabra; hay algo que va con el sujeto y que no es vacío, que es
más parecido a una sustancia, si es que hay una; lo que no es vacío es lo que podemos
llamar goce. Su concepción del goce es del final de los años ’60 y de los primeros años
del ’70, pero implica antes precisamente el sujeto vaciado, ese sujeto de la verdad. El
problema precisamente es que hay una verdad del goce que no se puede verificar, es
decir, para la cual faltan los significantes. Por esa razón Lacan sí habla de los
significantes como S1, S2, etc., o del sujeto tachado, introduce otro tipo de símbolo con el
objeto a como designación, entre otros sentidos, designación de lo que en el goce no
puede ser significantizado. Los analistas antes de Lacan se acercaron a esto hablando del
objeto pregenital, pero de lo que se trata, más que de genitalidad, es de esa parte del
goce que no tiene su representante significante, que es diferente de esa parte del goce
que tiene su representante en el falo.

Lo que Lacan llama objeto a, entre otros sentidos, es otro goce que el goce fálico, que
tiene su representación significante, es decir, que en este sentido las mujeres también
tienen un goce fálico. Se sabía, desde siempre, que hay una apertura hacia otro goce en
las mujeres y como siempre la dificultad reside en ubicarlo de manera orgánica. En los
hombres parece posible ubicar el lugar del goce, parece que hay un lugar destinado a

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eso, que es también una apariencia porque en realidad para todos los seres humanos hay
otro tipo de goce que el goce fálico, es decir, un goce que no se representa, no está
representado en el significante. Ese goce se encarcela en el fantasma, se encarcela en la
frase fantasmática que siempre existe. Esto es lo contrario del sujeto vacío, es una
sustancia de la experiencia analítica y, en cierto modo, sin cambiar la relación del sujeto
con ese goce no hay final de análisis; si no hay cierto permiso hacia el otro goce no hay
fin de análisis. Esto es lo que Lacan mismo una vez llamó el saldo cínico del análisis. Con
esa palabra retorno al primer momento de mi exposición con la figura de Diógenes, y voy
a quedarme en este punto.

Respuestas a preguntas

1. (Pregunta sobre el atravesamiento del fantasma). ¿A qué se debe la expresión de


Lacan “travesía del fantasma”? Mi esfuerzo es responder cada vez de manera diferente.
Hoy responderé que uno tiene que ver eso por sí mismo, que precisamente no se puede
estandarizar y que por esa razón Lacan habló poco de la cuestión. Puntualice tanto esa
expresión que ahora todas quieren saber cómo abrir la puerta para atravesar el fantasma.
Pero hay cosas en el análisis de las cuales no se debe hablar demasiado, sino solamente
para permitirle a cada uno inventar su camino; y dar una lista demasiado precisa,
demasiado detallada de los signos del fin del análisis, sería permitir la imitación.

2. (Pregunta sobre la contratransferencia). Es verdad que puede ser objeto de estudio


como fenómeno, pero el error reside en la simetría que implica esa expresión de
contratransferencia como si de los dos lados hubiese una reciprocidad. Lo que es
legítimamente transferencia del lado del sujeto, del lado del analista es inadecuación a su
posición. La diferencia entre hablar del analista como objeto y hablar de la
contratransferencia es que, cuando uno habla de la contratransferencia, es para introducir
la idea de que se podría conocer algo del paciente mediante la supuesta
contratransferencia; es decir, utilizar sus propias reacciones como inadecuadas a su
función para conocer al paciente, como si él fuera como un espejo mismo del paciente. De
este modo, “este paciente me aburre” significa esto o “esa paciente me gusta” puede
significar esto otro. Esto es lo que se introduce a partir de la contratransferencia, de esa
manera empiezan esos relatos de casos que se hacen con complacencia a partir de las
reacciones del analista. A veces, por ejemplo, decir que en un sueño he visto a ese
paciente y contar eso como parte del caso. Esto puede ser objeto de estudio para el
analista pero como analizante; es decir que si esas reacciones le crean demasiadas
dificultades, existe un medio que sabemos: el analista debe analizarse, sin vergüenza.

3. (Pregunta sobre la flexibilidad del encuadre). Se habla de flexibilidad si se habla de


encuadre pero, si no se habla de encuadre, no se trata de flexibilidad. Lo esencial es el
acto analítico mismo, es decir, el acto del analista que consiste en introducir al sujeto en
su propia división de sujeto o, en el vocabulario que he utilizado antes, de introducirlo en
su propio vacío y en su propio vaciamiento en la palabra, que se ve en el acto fallido, en el
lapsus, en el sueño. El acto del analista consiste en introducir al sujeto en esa dimensión
de vacío y de vaciamiento, esto es lo esencial. La técnica depende de esto, el encuadre
depende de ese acto, y hablar de flexibilidad sería ya aceptar la rigidez, la idea de que, en
términos freudianos, el analista funciona como Nombre-del-Padre. Ésta fue la idea de
Freud, que no se podía analizar sino a partir de la posición del padre y, como saben, el
padre es fundamentalmente el padre muerto. Ocupar ese lugar da cierta rigidez al analista
y al encuadre, funcionar como padre muerto no permite mucha flexibilidad. Los analistas
que piensan funcionar en el lugar de la madre, como los kleinianos, están más
sensibilizados al hecho de que en el análisis existe la pulsión oral, porque se trata de la

61
función de la palabra. Y hablar de la pulsión oral en Klein fue como acercarse a esa
verdad, que en el análisis se trata de la función de la palabra pero su consecuencia fue
pensar que el analista simbólicamente da el pecho al analizante. Así, cuando un analista
piensa ocupar el lugar de la madre, nunca se trata de la madre muerta, contrariamente al
padre, se trata de una madre viviente y con todos los signos de la abundancia. La
posición del analista, posición paterna, materna, masculina, femenina… hay dificultades
para ubicar esa posición, pero creo que no se trata de más o menos flexibilidad sino de
salirse de esa concepción misma del encuadre y ver la dependencia del encuadre
respecto del acto analítico. Otra cosa es, por ejemplo, que Lacan estaba presente para
sus pacientes a horas y a momentos increíbles para los analistas estandarizados; implica
también una responsabilidad mayor que el ortodoxo.

UNIDAD 6: Psicoterapias (breves) psicoanalíticas -

Peresson: De la psicoterapia psicoanalítica a la psicoterapia breve

I. Freud

La sesión freudiana sigue los principios de la transferencia, la interpretación/construcción,


la ética y la terminación del análisis. Dichos principios atañen al analista, por ende es el
responsable de llevarlos adelante. El resultado debiera ser el alivio y resolución de lo
sintomático, además de una revisión de las identificaciones y las fijaciones libidinales.

Estos cuatro principios que sostienen la práctica a partir de su articulación con los
conceptos mayores de la teoría: inconsciente, sexualidad, represión, pulsión. Asimismo
hay que cumplir la regla analítica fundamental: la asociación libre por parte del paciente, y
la atención parejamente flotante por parte del analista.

El psicoanálisis exige una condición ética: el analista debe despojarse de aquello que lo
hace persona, por ende desestima que este sea un maestro de vida o un hacedor de
planes/programas de vida. Debe siempre dejarse sorprender por el relato del analizante,
para poder captar así lo que hay de singular en ese decir.

Otra cuestión fue su advertencia sobre el “furor curandis”, es decir, un empeño en


apresurar la cura a toda costa. Freud fue muy crítico de los intentos por acortar el análisis
o fijarle metas temporales, de hecho, cuando aplicó la fijación de un plazo, como caso
excepcional, calificó este recurso de “violento”. Solía decir que los intentos por acortar los
tratamientos se debían más al prejuicio de considerar a las neurosis como
“pseudoenfermedades”, y a la presión de la vida norteamericana, con el peligro de
convertir al psicoanálisis en un instrumento destinado a la adaptación del sujeto al modo
alienante de la época.

Con respecto a cómo concluye o debiera concluir un análisis, Freud se ha ocupado de ello
en diversos escritos:

● Se espera que el sujeto “se libere y consume su propio ser”

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Tal y como lo expresa en “nuevos caminos de la terapia analítica”: “no se debe educar al
enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio
ser”. El analista debe limitarse a intentar que el analizante encuentro en el análisis aquello
tan propio, que lo hace desemejante a cualquiera. Plantearía entonces un movimiento de
tres tiempos:

1) Retorno (síntoma, recuerdo o repetición)

2) Trabajo analítico (transferencia/interpretación)

3) Liberación (disponibilidad libidinal)

Esto se contrapone a las llamadas “Psicoterapias psicoanalíticas”, ya que no liberan, sino


que agregan y añaden ideales de la época al sujeto, lo cargan de identificaciones ajenas.

Lo dice muy claro: “nos negamos a hacer del paciente un patrimonio personal, a plasmar
por el su destino, a imponerle nuestros ideales a complacernos por haberlo formado a
nuestra imagen y semejanza”.

● La roca viva de la castración: aceptar y reducir

Otra propuesta sobre el fin del análisis se encuentra en “análisis terminable e


interminable”. Allí señala que el análisis busca ofrecer al analizante la incitación para
reexaminar y variar su actitud frente a la “roca viva de la castración”. No dice cuál es la
salida, porque para él no existe posición subjetiva que esté más allá de la castración, pero
si va a proponer que en análisis se puede hacer algo para que el sujeto no quede
totalmente agobiado por los efectos de la castración: la angustia y la envidia. Eso es
justamente en lo que falla el neurótico, o sea, en renunciar al goce extra (incestuoso), y en
aceptar la diferencia de los sexos.

Reexaminar y variar, apunta a:

- No hay resignación analítica frente a la roca viva


- Aceptar la castración: no hay un objeto que colme al otro sexo
- No hay elección de objeto que no lleve en si los rasgos de las “fijaciones edípicas”
- Puede lograrse algo si el neurótico revisa su posición de entrada en el análisis
(que para Freud está marcada por satisfacciones sustitutas que ofrecen los
síntomas, que es lo opuesto de la castración: aceptar una pérdida, renunciara un
exceso de satisfacción).

● La operación genuina: “la rectificación”

Dicha operación es la que da lugar a una neo-creación, un plus de subjetividad que no


existía antes, y que distingue al analizado del no analizado. Mediante el trabajo analítico,
se lograría poner fin al hiperpoder del factor cuantitativo. Mediante la
interpretación/transferencia, se modifica al sujeto no sólo a nivel de lo sintomático, sino
que se modifican las fijaciones libidinales (goce) originarias. Hay una reducción del poder
pulsional, que da lugar a un nuevo espacio para investir otros objetos.

● “Reestablecer la capacidad de gozar y de producir”

En uno de sus textos, Freud dice que para el tratamiento no puede plantearse otra meta
que la del restablecimiento de la capacidad de rendimiento y goce. No especifica quién, ni

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cómo, no habla de modelos ni de metas, porque eso sería plantear un ideal, y el
psicoanálisis denuncia a los ideales. Lo único que aclara es que hay que restablecer, o
sea que hay un obstáculo que ha interferido o bloqueado el movimiento libidinal, hay
estancamiento libidinal.

La meta de un análisis es abordar el clisé, desanudarlo, rectificarlo, para poder así


efectuar esa recuperación libidinal. El amor narcisista, el goce autoerótico y las fijaciones
pre/edípicas del niño y la niña, constituyen esa trama identificatoria libidinal que constituye
ese clisé. La finalidad es que el neurótico pueda dar lugar a un amor que no se agote en
la repetición, y su libido pueda “dirigirse a un objeto real”.

Freud realiza un pasaje desde lo que consideraba un fin terapéutico (curación de los
síntomas) a otra instancia en la cual habría un fin propiamente analítico, para lo cual es
necesario que el análisis aborde una estructura inconsciente, dando como resultado
menos repetición, menos sujeción a la fantasmática inconsciente.

Se propone que el psicoanálisis no se agote en lo terapéutico, esto no significa


desconsiderar el sufrimiento sintomático, pero su trabajo clínico le fue enseñando que la
razón del sufrimiento sintomático es el resultado de las andanzas de todo sujeto por el
complejo de Edipo. Ya no se trata únicamente de lo sintomático, si no que se hace
necesario poner otras escenas, para revisar caso por caso las fantasías originarias. Esa
dimensión más allá de lo terapéutico es una invención del psicoanálisis, no hay ninguna
figura típica de ese final, no hay un modelo prototípico, ni extraordinario ni estándar del
sujeto psicoanalítico.

● Los tiempos corren, “Nuevos caminos…”

En este texto de 1918, Freud reflexiona sobre la aparición de los “nuevos síntomas”, en el
contexto de finalización de la primera guerra mundial. En este escrito hay tres cuestiones
principales:

a) Actividad del analista

b) Acortamiento del tiempo

c) Posibilidad de practicar el psicoanálisis fuera del ámbito privado

a) Es en respuesta a un cuestionamiento de Ferenczi. Ante todo, Freud propone aclarar a


que se hace referencia cuando se habla de “actividad”, destacando, en primer lugar, que
la actividad analítica debe acotarse a hacer conciente lo reprimido y poner en descubierto
las resistencias. Freud no elude la responsabilidad que tiene el analista en lo referido a la
“dirección de la cura” según Lacan, y lo que se desprende de ese postulado, que es NO
DIRIGIR AL PACIENTE. Hay responsabilidad del analista, y esa es la de dirigir la cura,
pero no al paciente.

b) Por un lado, dirá que son opiniones que provienen del prejuicio, que considera que las
neurosis serían enfermedades menores, livianas, artificiales y no verdaderas; sobre todo
teniendo en cuenta el contexto en el que escribía Freud. Por otro lado, ya se anticipaba a
una situación social que hace de la ideología de la eficiencia el valor supremo, y advertía
el peligro de subsumir el psicoanálisis al estilo de vida norteamericano, resaltando
siempre que se trata de un tratamiento del deseo inconsciente.

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c) Su respuesta al respecto fue afirmativa, siempre y cuando se respetaran los principios
de la transferencia, la interpretación y la abstinencia del analista.

II. S. Ferenczi

Cuestionará la posición del analista en la dirección de la cura. Uno de sus planteos


conceptuales es la neocatarsis. Consiste en una propuesta de “flexibilidad” de la técnica
analítica, en donde se invitaba al paciente a levantarse del diván y realizar una
representación de aquello que no podía expresar en palabras.

Otra de sus propuestas es la mutualidad. Implica que durante algunos momentos del
trabajo analítico, el analista puede ubicarse en un plano de similitud con el analizante,
como un modo de que este último experimente que el analista padece como él y por él.

Es importante resaltar que estos aportes técnicos de Ferenczi siempre fueron pensados
en relación a la posibilidad de hacer una clínica del fin del análisis, no a inventar una
terapéutica que valga por sí misma. Propone la “elasticidad de la técnica analítica” y la
explica en estos términos: “ceder a las tendencias del paciente, como si se tratara de un
hilo extensible”. Reconoce la regla básica de la asociación libre, pero propone más
actividad, sin embargo, la iniciativa es del paciente, y es él quién decide.

III. Posfreudianos/ Escuela Americana/ P.B

El significante “posfreudiano” hace referencia no sólo a una generación que es posterior a


Freud, sino también:

a) Supone una reelaboración del psicoanálisis, que pone el eje en:

1. El yo adquiere una relevancia teórica tal, que acaba por dejar en segundo plano otros
conceptos freudianos tales como Inconsciente, sexualidad, repetición, transferencia,
pulsión, etc.

2. Se organiza una práctica que se orienta a partir de los límites y posibilidades del yo

3. Ello da lugar a un desplazamiento desde el foco en la dialéctica


transferencia/interpretación a ocuparse de las “resistencias del yo”.

4. La contratransferencia es una herramienta del psicoanalista, que se sustenta en el yo


“sano/maduro/integrado” del analista, que le permite proponer al paciente cuál es la
salida.

5. Teoría de las relaciones objetales: plantean que el objeto es hallable, y que una vez
hallado completa y satisface las necesidades del individuo.

b) Los posfreudianos agrupados en la teoría de las relaciones objetales, tienen una


impronta fuerte en el psicoanálisis inglés, mientras que la ego psicology tiene primacía en
el psicoanálisis norteamericano. Estas dos posturas se vuelven dominantes en la IPA.

a) Escuela de la relación de objeto

Consistía en leer al psicoanálisis freudiano desde la dupla sujeto/objeto, a tal punto, que
dejaban por fuera al Complejo de Edipo. Según esta teoría, la neurosis estaría causada

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por la fijación libidinal a objetos parciales, que traen como consecuencia un síntoma, es
decir, una detención en el desarrollo de la “personalidad”, lo cual da lugar a una relación
neurótica, fragmentada, y distorsionada con la realidad. A estos planteos subyace la
suposición de que existe un desarrollo normal, que posibilita pasar del objeto parte al
objeto todo, en una relación de libertad y autonomía.

El objeto freudiano es un concepto de primer orden, pero no deben descuidarse dos de


sus características: es un objeto perdido de la pulsión parcial, o sea,

a) Es un objeto PERDIDO: Irremediablemente perdido, siempre anhelado.

b) Es un objeto PARCIAL: variable, propio de cada uno.

El objeto freudiano es novedoso, porque no es el objeto de conocimiento que está ahí


afuera, ya constituido, sino que se trata de un objeto parcial, azaroso, variable,
contingente. Es la meta de la travesía de la pulsión parcial y determina una particularísima
satisfacción para el sujeto que este tanto rechaza como anhela. El objeto freudiano porta
la dimensión de lo problemático, que:

a) Da cuenta de una satisfacción primera e inaugural, pero SIEMPRE PERDIDA

b) La llamada “primer experiencia de satisfacción” deja un agujero imposible de cerrar

c) Ese agujero, o falta freudiana, es resultado de la pérdida de ese objeto primordial, y ello
posibilita que aparezcan objetos separables del cuerpo como objetos parciales de la
pulsión parcial

d) Lo que encuentra el deseo humano, no es lo que busca, y esa insatisfacción es su


motor

e) En la vida amorosa/sexual el amado, el otro del amor, es un compuesto tanto de


ideales como de un objeto de satisfacción.

Por otro lado, la escuela inglesa tiene una teoría del objeto “de la solución”. Hay un pasaje
desde una elección de objeto parcial a una elección de objeto total, gracias a la
maduración biológica y psicológica. Se trata de un objeto único e integrado, del amor
genital/maduro/adulto.

Se trata de una lectura desde un

1. Evolucionismo biológico: porque parten de considerar que las necesidades primarias


corresponden a lo biológico y existen objetos en la realidad que corresponden a esas
necesidades.

2. Dualismo psicológico: se trata siempre de dos sujetos, el niño y su madre, donde esta
última completa y colma todas las necesidades del niño.

Es importante contrastar con la postura que tiene Freud al respecto: no existe una etapa
genital adulta en la cual la relación con el otro sexo estuviera desprovista de repeticiones
y síntomas, todo lo contrario, se ocupa de demostrar que la relación entre un hombre y
una mujer es siempre sintomática.

b) Psicología del yo

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Consideran un yo desligado de las presiones del superyó y del ello. Han explotado unas
frases muy puntuales de Freud al respecto, en donde planteaba al yo como instancia de
síntesis. Pese a ello, destaca claramente que el yo autónomo es una ficción, el yo normal,
como la normalidad en general, es una ficción ideal.

Es cierto que hay ciertas frases que podrían ser contradictorias, pero lo que predomina en
su pensamiento es una idea de yo como obstáculo, como resistencia. Es una instancia
embargada por el narcisismo, y está dañada, fragmentada, escindida.

Anna Freud va a proponer que el análisis debe ser análisis de las resistencias, y que el yo
puede recuperar allí su autonomía, en la medida en que necesite menos energía que
dedicar a defenderse de su inconsciente o de sus pulsiones. La psicología del yo, así
planteada, es una referencia de capital importancia para las psicoterapias psicoanalíticas
y las psicoterapias breves.

La figura principal es Hartmann, y propone tres nociones claves:

1. Adaptación Propone que “el psicoanálisis encara la cuestión de la adaptación en tres


formas: como problema de su psicología del yo, como meta terapéutica y como
consideración educacional”. Supone a la adaptación como una función esencial, ya que
hace a la relación recíproca entre el organismo y su medio, y por ende, propone a la
adaptación como la meta del psicoanálisis, desde la psicología del yo.

2. Autonomía del yo sostiene que hay factores autónomos en la formación del yo,
compuesto por aparatos de autonomía primaria (percepción, motilidad y memoria), se
trata de aspectos innatos, primitivos y autónomos del conflicto pulsional. Asimismo
plantean una autonomía secundaria, es decir, áreas del yo que si bien surgen del conflicto
con el Ello, han podido sustraerse de la conflictividad y han pasado a cumplir una función
adaptativa para el yo.

De ello se desprende que la autonomía es lo que posibilita la adaptación del individuo,


considerando al Ello como lo desadaptativo.

3. Esfera libre de conflictos del yo la noción de autonomía se relaciona directamente


con este concepto. Son áreas o esferas que no resultaron dañadas por los conflictos, que
no están involucradas en el conflicto, y que por eso pueden funcionar en forma estable y
relativamente independiente de las otras instancias psíquicas y del mundo exterior. Podría
decirse que Hartmann plantea dejar de lado la propuesta freudiana “hacer conciente lo
inconsciente”, para proponer en cambio: “restablecer o aumentar la autonomía yoica”.

En ese sentido, Zetzel plantea la “alianza terapéutica” como parte de la transferencia. Se


trata de una relación racional y relativamente no neurótica que entabla el paciente con el
analista, influye en la efectividad de las intervenciones técnicas de cualquier tipo, o sea,
no sólo analíticas.

Se la define también como compuesta por una “relación real” y por la “alianza de trabajo”.
La primera hace referencia al vínculo entre paciente y terapeuta, y la segunda a la
capacidad de ambos para trabajar conjuntamente según los objetivos acordados. Este es
el modelo considerado en casi cualquier modelo psicoterapéutico, alude al contrato que
establecen paciente y terapeuta respecto de la utilidad del tratamiento y el sentido del
mismo.

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Zetzel plantea que es un factor fundamental del tratamiento, que permite distinguir al
paciente su relación real con el analista, de su neurosis de transferencia. Hay implícita la
suposición de porciones del yo relativamente conservadas, relativamente por fuera del
conflicto neurótico. Así, la noción de autonomía yoica cimienta la posibilidad de aliarse en
tratamiento con lo sano del paciente, y así trabajar sobre lo enfermo.

Alexander

Propone un yo autónomo. Aquel con capacidad de discernimiento para poder adaptarse


al medio, y establecer relaciones de objeto maduras, adultas, despojadas de toda la
fantasmagoría infantil y de las libidizaciones de objeto parcial.

Entonces: no hay psicoterapia psicoanalítica breve sin que la teoría del yo ocupe un lugar
central. Se trata de la postulación de una teoría del yo como autónomo, y habilitado para
realizar una alianza terapéutica con los aspectos sanos del mismo, separados de aquellos
dañados y comprometidos en la defensa. Esta alianza permitiría llevar a cabo un
contrato, un acuerdo entre el terapeuta y el yo sano, a partir del cual se organiza un
programa terapéutico con determinados fines u objetivos, los puntos sobre los cuales se
iba a trabajar.

Habla de la experiencia emocional correctiva, como instancia adecuada para reparar la


influencia traumática de experiencias anteriores. Configura, a partir de allí, la figura del
terapeuta como agente corrector, cuya respuesta a los síntomas del paciente ha de ser
diferente a la de sus padres infantiles, que son aquellas que dieron lugar al síntoma,
debiendo contrastarlas y neutralizarlas, con el fin de lograr un reacondicionamiento
emocional de aquellas pautas desfavorables infantiles. Se busca generar un cambio en la
estructura de la personalidad, una restauración del yo que propicie conductas adaptativas.

Lo eficaz no será recordar, sino revivir, vivenciar en el aquí y ahora con el analista otro
tipo de relación emocional. Para ello, se ha de mantener una posición ACTIVA en la
transferencia, o sea, la reeducación emocional se tramita mediante la contratransferencia
del analista alexandriano.

Una incompleta aproximación a la época

En los años 50, en Norteamérica, consumir se transformó en un ítem en la vida de las


personas, con el mismo valor que respetar al prójimo o amar a la patria. Correlativo a esa
relación individuo/objetos, es la idea de que hay que adelantarse al otro, que es mi
competidor, el que me desafía.

Es en esos años en donde surge la ideología de la Salud Mental, es decir, los ideales del
“buen vivir”. Se constituyó en el termómetro ideológico que regula lo normal, allí donde
antes era la política la que debía dar respuestas. Surgen allí las psicoterapias, es decir,
una suma de instrumentos, técnicas, dispositivos, que deben responder con la mayor
rapidez posible a darle solución al malestar de los desadaptados.

Se plantea que la adaptación supone un ser “libre” de conflicto, y en lo desadaptado se


condensa la suma de todos los problemas. Recordemos que del malestar freudiano nadie
quedaba exceptuado, y que el mismo era el costo que se pagaba por vivir
“civilizadamente” con los otros. La doctrina de la SM terminó en una dicotomía moralina
entre lo normal y lo anormal.

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Lacan. Siempre Lacan…

Como lo plantea él, surgió una noción del yo absolutamente distinta de la que implica el
equilibrio del conjunto de la teoría de Freud, y que tiende a la re-absorción del saber
analítico en la psicología general. Correlativo a ello, puesto que teoría y praxis van de la
mano, la relación analítica, la dirección de la práctica, modificaron su orientación.

Freud: Nuevos caminos de la terapia analítica (1918/9)

Lo primero que Freud plantea es muy interesante, y se trata de una constante a lo largo
de su obra, sosteniendo que el psicoanálisis nunca se posicionó como un saber acabado.
La tarea del análisis ha sido llevar al neurótico a tomar noticia de sus mociones
inconscientes, a través de la puesta en descubierto de las resistencias que se oponen a la
ampliación de su saber sobre sí. Para poder realizar esa meta, se aprovecha la
transferencia para que el sujeto haga suya la convicción de que los procesos represivos
acontecidos en la infancia son inadecuados al fin y de que una vida gobernada por el
principio de placer es irrealizable.

Se llama psicoanálisis al trabajo por medio del cual se lleva a la conciencia del sujeto lo
anímico reprimido en él. Los síntomas, como toda producción psíquica, es compleja, y su
fundamento último son las pulsiones. Ahora, sobre sus pulsiones el neurótico no sabe
nada, por ende, la tarea es dar a conocer la composición de esos síntomas, reconducirlos
a su fuente pulsional.

Freud va a decir que la psicosíntesis se consuma en el analizante sin la intervención del


analista, de manera inevitable y automática. En ese sentido, Freud considera importante
aclarar a que se hace referencia cuando Ferenczi habla de “actividad del analista”.

¿Cuál es esta actividad? La tarea del analista está acotada a hacer conciente lo
reprimido, y a poner en descubierto las resistencias. El “principio soberano” para llevar
adelante un análisis es efectuarlo en estado de privación o abstinencia.

La posibilidad de llevar adelante dicho principio se ve dificultada por dos cuestiones. En


primer lugar, porque el paciente busca sustitutos para sus síntomas ahora conmovidos,
busca nuevas satisfacciones sustitutivas. A su vez, esas sustituciones pueden ser
buscadas en la terapia misma, y sobre todo, en la relación establecida con el analista. El
paciente puede intentar resarcirse por este camino de las renuncias que se le imponen en
todos los demás campos.

Como lo señala Freud, se niega terminantemente a hacer del paciente un patrimonio


personal, a plasmar por él su destino, a imponerle sus ideales y, con la arrogancia del
creador, a complacerse de haberlo formado a su imagen y semejanza. No se debe educar
al paciente para que se asemeje a nosotros, sino que para que se libere y consume su
propio ser.

FERENCZI – “El problema del fin de análisis” (TEÓRICO)

Nuestra principal labor en el tratamiento de un caso de histeria es esencialmente la


exploración de la estructura fantasiosa, que se produce de forma automática e

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inconciente. Gran parte de los síntomas desaparecen mediante este procedimiento. Ello
nos lleva a pensar que el desvelar la fantasía (Freud lo llama realidad psíquica) bastaría
para producir la curación; pero saber hasta qué punto este contenido fantasioso
representa una realidad efectiva, es decir física, o un recuerdo de una realidad así, parece
no tener una importancia grande para el tratamiento y su éxito. He llegado a la convicción
de que ningún caso de histeria puede ser considerado definitivamente resuelto mientras
no se haya realizado su reconstrucción, en el sentido de una rigurosa separación de lo
real y de lo puramente fantasioso. Quien admite la verosimilitud de las interpretaciones
analíticas sin estar convencido de su realidad efectiva, se reserva el derecho de evitarse
ciertas experiencias desagradables mediante la huida a la enfermedad, es decir al mundo
fantasioso; su análisis no puede darse por terminado, si por ello se entiende la curación
en sentido profiláctico. Podría generalizarse diciendo que el neurótico no puede
considerarse curado hasta que no renuncia al placer del fantaseo inconciente, es decir a
la mentira inconciente. Las observaciones de este tipo me han convencido de que la
exigencia de asociación libre que planteamos de entrada al paciente es muy importante y
que sólo se consigue de forma perfecta una vez terminado el análisis.

Desde este punto de vista, si el análisis debe convertirse en una verdadera reeducación
de lo humano, hay que remontarse en él a la formación completa del carácter. Es preciso
que todo vuelva a ser fluido para que luego, a partir de ese pasajero caos, pueda
constituirse una nueva personalidad mejor adaptada y en mejores condiciones. En otros
términos, esto querría decir que, teóricamente, ningún análisis sintomático puede
considerarse terminado si no ha sido, simultáneamente o después, un análisis del
carácter. Ya es sabido que en la práctica pueden curarse mediante el análisis gran
número de síntomas sin que se produzcan cambios demasiado notables. Algunos se
preguntarán que pasará con un hombre que pierde su carácter en el análisis. ¿Podemos
prometerle un nuevo carácter a su medida para reemplazar al perdido? Freud nos ha
mostrado lo injustificado de estas dudas, afirmando que al PSA sucedía automáticamente
la síntesis. En realidad, la disolución de la estructura cristalina de un carácter no es más
que una transición hacia una nueva estructura seguramente más adecuada, lo que en
otros términos podemos llamar una recristalización. Es imposible describir detalladamente
el aspecto de esta nueva vestidura, salvo en lo que se refiere a su ajuste que será mejor,
o sea más adaptado a su objetivo.

Pueden indicarse algunos rasgos comunes a las personas que han realizado un análisis
hasta el final. La separación más neta del mundo fantástico y del real, obtenida mediante
análisis, permite adquirir una libertad interior casi ilimitada, es decir simultáneamente un
mayor dominio de los actos y de las decepciones; dicho de otro modo, un control más
económico y más eficaz.

Hemos de presentar a los pacientes una especie de espejo para que tomen conciencia,
por primera vez, de las particularidades de su comportamiento, y hasta de su aspecto
físico. Sólo quien ha experimentado, como yo, que incluso personas curadas por el
análisis continúan presentado mímicas, actitudes corporales, movimientos y torpezas de
las que todo el mundo se ríe, sin que los interesados los adviertan, pueden saber que un
análisis radical debe hacer que quienes lo sufren tomen conciencia de sus secretos, que
son por así decirlo públicos, aunque tal toma de conciencia resulte inevitablemente cruel.

El analista debe dar siempre pruebas de tacto, pero es precisamente al ejercer esta parte
del conocimiento de sí cuando debe darlas al máximo. Tengo por principio no advertir
directamente a los enfermos estas cosas; en la continuación del análisis, sucede que
pronto o tarde el paciente toma conciencia de ello por sí mismo, con nuestra ayuda. Este

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“pronto o tarde” contiene una alusión a la importancia del factor tiempo para que un
análisis pueda ser completamente finalizado. Ello no es posible más que si el análisis
dispone de un tiempo, por así decirlo, infinito. Se trata menos del tiempo físico, del que
dispone el paciente, que de su determinación interior a mantenerlo todo el tiempo que sea
necesario, sin calcular su duración real del tiempo.

Durante este tiempo puesto a su disposición, no sólo debe ser revivido todo el material
psíquico inconciente en forma de recuerdos y repeticiones, sino que debe ponerse en
función el tercer medio técnico del análisis. Quiero hablar del factor de la translaboración
analítica, a la que Freud concede una importancia idéntica pero que hasta hoy no ha sido
apreciada en su justo valor. Debemos relacionar esta translaboración, es decir la pena
que uno siente, con la relación de fuerza entre lo rechazado y la resistencia, es decir con
un factor puramente cuantitativo. El descubrimiento de la causa patógena y de las
condiciones de la formación de los síntomas es, por así decirlo, un análisis cualitativo. Es
posible realizar tal análisis sin que se consiga la esperada modificación terapéutica. A
veces ocurre que tras innumerables repeticiones de idénticos mecanismos de
transferencia y de resistencia, vividos en el análisis, se produce de forma imprevista un
progreso importante que sólo puede explicarse mediante el efecto del factor de
translaboración. Pero a menudo ocurre a la inversa: tras un largo periodo de
translaboración, el camino se halla abierto bruscamente hacia un nuevo material mnésico
que puede anunciar el fin del análisis.

Hay una tarea difícil, pero muy interesante, que debe ser realizada en cada caso
particular, y que afecta al ablandamiento progresivo de esas resistencias que consisten en
dudar, más o menos concientemente, de la fiabilidad del analista. Los pacientes someten
de este modo a una observación extremadamente perspicaz el modo de reacción del
médico a través de las manifestaciones de su palabra, sus gestos o su silencio. A veces
analizan con mucha habilidad. Descubren los menores signos de las mociones
inconcientes del analista, quien debe soportar tales tentativas de análisis con enorme
paciencia; es un esfuerzo casi sobrehumano, pero que siempre vale la pena. Si no puede
descubrir ninguna tendencia a la soberbia en el médico, a pesar de todos sus esfuerzos
por provocarlo, si debe admitir que el médico reconoce sus propios errores y despistes,
entonces no es difícil que se dé, como si fuera una recompensa por el importante mal
cometido, un cambio más o menos rápido en el comportamiento del paciente.

La firmeza ante este asalto general del paciente impone como condición previa que el
analista haya finalizado su propio análisis. Insisto en esto porque a veces se juzga
suficiente que el candidato a psicoanalista haya conocido, durante un año por ejemplo, los
principales mecanismos: un análisis llamado didáctico. Quisiera completar esta
proposición en el sentido de que no es siempre necesario, en la práctica clínica,
profundizar el tratamiento hasta el punto que consideramos el fin completo del análisis; sin
embargo el analista, de quien dependen tantos seres, debe conocer y dominar las
debilidades más sutiles de su propia personalidad, lo que resulta imposible sin un análisis
perfectamente terminado.

Ningún análisis puede acabar antes de que el paciente admita, de acuerdo con nuestras
indicaciones (exentas del carácter de órdenes) cambios al nivel de su modo de vida y de
su comportamiento que ayudan a descubrir y dominar determinados nidos de rechazo
que, sin ello, permanecerían ocultos e inaccesibles.

El análisis termina de verdad cuando no hay suspensión ni por parte del médico ni por
parte del paciente; el análisis debe morir por agotamiento, siendo el médico quien debe

71
mostrarse siempre el más desconfiado y sospechar que el paciente quiere reservarse algo
de su neurosis al expresar su voluntad de irse. Un paciente verdaderamente curado se
desprende del analista con lentitud pero con firmeza; de tal modo que si el paciente quiere
volver, siempre puede hacerlo. Podría caracterizarse el proceso de distanciamiento de
esta manera: el paciente se ha convencido por fin de que el analista es para él un medio
de satisfacción nuevo, pero siempre fantástico, que no le importa nada en el plano de la
realidad. Cuando poco a poco supera el duelo por este descubrimiento, se orienta
inevitablemente hacia otras posibilidades de satisfacción más reales. Freud sabía desde
hace tiempo que a la luz del análisis todo el periodo neurótico de una vida aparece como
un duelo patológico que el paciente intentaría desplazar sobre la situación de
transferencia, pero cuya verdadera naturaleza queda desenmascarada, lo que pone fin a
la tendencia a repeticiones en el futuro. La renuncia analítica corresponde pues a la
resolución actual de las situaciones de frustración infantiles que se hallaban en la base de
las formaciones sintomáticas. La aparición casi constante de una transformación de los
síntomas antes del fin del análisis es una experiencia importante en el plano teórico, en el
caso de los análisis que han llegado verdaderamente a su término.

Les he comunicado estas observaciones en apoyo de mi convicción de que el análisis no


es un proceso sin final, sino que puede llegar a un término natural si el analista posee los
conocimientos y la paciencia suficientes. Estoy convencido de que cuando hayamos
advertido nuestros errores y sepamos contar con los puntos débiles de nuestra
personalidad, el número de casos analizados hasta el final irá en aumento.

Ferenczi: Elasticidad en la técnica analítica

Resalta la importancia que tiene la “ecuación personal” del analista en el tratamiento. Va a


decir que una de las condiciones de esa ecuación es el tacto psicológico, consistente en
saber evaluar cuándo es conveniente hacer una intervención, en qué condiciones y cómo
llevarla adelante. Define a este tacto como “la facultad de sentir con”.

Otra cuestión que señala, es la necesidad del analista de actuar como un “balancín”,
sobre el cual el paciente pueda proyectar sus afectos. Aclara que un analista no debe
tomar la actitud de un maestro de escuela o de médico autoritario.

Asimismo, va a hablar de la “elasticidad de la técnica analítica”. Ella implica ceder a las


tendencias del paciente como si se tratara de un hilo extensible, pero sin abandonar la
atracción en la dirección de las propias opiniones, al menos mientras la ausencia de
consistencia de una u otra de estas posiciones no quede plenamente demostrada.

FIORINI – “Teoría y técnica de Psicoterapia. Capítulos I II, V, VI y X”

Capítulo I: Introducción: El campo de las psicoterapias y algunas de sus direcciones de


desarrollo

72
El campo de las psicoterapias emerge en los últimos años portador de problemáticas de
una complejidad creciente. El desarrollo de una elaboración científica del campo es lento,
lo cual debe preocuparnos: en la más simple de las intervenciones terapéuticas se juegan
vidas, proyectos, rumbos de individuos y grupos. Toda carencia científica en este campo
es problema de urgencia, de responsabilidad social humana.

Tres aspectos se nos han presentado como más urgidos de una tarea elaborativa que
apuntara a ahondarlos: uno, la necesidad de afinar la descripción y explicación de sus
técnicas; otro, el del trabajo sobre ciertos pilares teóricos en los que pueda asentarse y a
los que pueda a su vez enriquecer la práctica técnica; tercero, el del cuestionamiento
ideológico de las teorías y de las técnicas, que pueda colocarlas en relación con
determinaciones del contexto social más amplio.

Se trata de estudiar las técnicas en cuanto campo de una práctica que, cuidadosamente
investigada, revisada, conceptualizada, remite inevitablemente a una teoría. En esta
orientación, un salto teórico importante se opera en el nivel de las técnicas cuando se
pasa de las comunicaciones categorizadas según la teoría de cada escuela, al intento de
describir las intervenciones concretas del terapeuta mediante un lenguaje no
comprometido con aquellas superestructuras teóricas.

Al terminar un ciclo de tareas, los miembros fueron arribando a algunas conclusiones:


“Pude entender mejor al paciente-persona como ser social, con un interjuego dialéctico de
interno y de lo externo, y esa comprensión me dio instrumentos para trabajar con él de
otra manera”; “Se me abrió un camino más amplio: relacionarme con el paciente o con el
grupo en forma global, vinculando sus problemas con todos los aspectos de su mundo
circundante, distinguir en él fantasía de realidad y estudiar esa relación”; “Frente a un ser
humano complejo vi que no hay una cosa para hacer sino muchas”; “Me sentí más libre
como terapeuta, vi que es útil preguntar, que no está prohibido reír a veces, y que no
siempre hay que interpretar”; “La comprensión de un enfoque situacional me aclaró cómo
entra la ideología”; “Me quite el fantasma de la distancia terapéutica y perdí el miedo a
errar la interpretación”.

Estas conclusiones de la tarea psicoterapéutica pueden ser un estímulo motivador para


preguntarnos cuáles son los soportes de una orientación teórico-técnica capaces de
concurrir en la dirección de aquellos resultados. Movernos a caracterizar los aspectos
fundamentales de contenidos teóricos e ideológicos que trazan las líneas directrices de
aquella orientación de trabajo. Mencionaré entonces los que podido reconocer como
direcciones claves de una actitud científico-técnica comprometida con el desarrollo de
este campo.

1) Entenderlo como un campo en estado experimental pleno, ocasión de una diversidad


de aperturas, seno de una dispersión creadora antes que lugar de anclaje de sistemas
acabados. En este aspecto el campo se enriquece constantemente con el surgimiento de
nuevos enfoques técnicos. Si nuevos recursos aportan efectos originales (y tal es el caso
de ciertos enfoques grupales, de parejas, comunitarios, intervenciones breves, terapias
por la música y el movimiento) ellos llevan a revisar las limitaciones de los anteriores y a
construir una teoría que dé cuenta de estas limitaciones y de aquellos efectos. De donde
la emergencia de una extendida exploración empírica crea condiciones para un vasto
movimiento de transformaciones teóricas. Debemos asumir que la creatividad potencial
del campo desborda hasta el momento a las elaboraciones capaces de efectuar su
rescate conceptual.

73
2) Identificar entonces como uno de los puntos de urgencia la necesidad de construir
teoría, arriesgarnos a inventar conceptos y modelos de procesos; aventurar hipótesis que
podamos cambiar al primer paso dado por su luz provisoria.

3) Partir de la necesidad de inscribir toda teoría psicológica y psicopatológica y toda


conceptualización referente a métodos terapéuticos en el marco de una teoría del hombre,
de una concepción antropológica totalizadora. ¿Qué me dicen acaso de una persona su
complejo de Edipo, sus defensas histérico-fóbicas, sus identificaciones proyectivas, sus
núcleos melancólicos? Poco, y tal vez me engañen, recortando elementos efectivamente
reales de esa persona puestos en estado de cosas, no articulados, ignorando la
estructura de la experiencia, su organización en base a las tendencias que en esa
persona presionan hacia alguna totalización de sí misma, en cuyo seno los dinamismos
grupales (familiar, laboral, cultural), sus campos prospectivos reales e imaginarios, sus
prácticas ideológicas, y sus condiciones materiales socioeconómicas y políticas
concurren, chocan y se acoplan para dar emergencia al hombre en situación. Una teoría
antropológica que enmarque el incesante esfuerzo de construcción y reconstrucción de
totalidades singulares concretas es condición para que toda manipulación correctiva
pueda aspirar a una inserción en el nivel humano.

4) Profundizar todo esfuerzo de descripción de los hechos que emergen en la experiencia


psicoterapéutica, exigir el máximo a las palabras para obligarlas a dar cuenta de toda la
riqueza del acontecer en la situación terapéutica, detectar su enjambre de significaciones,
sus secuencias, sus leyes todavía oscuras. Este trabajo de descripción rigurosa tiene
relevancia científica e ideológica: es necesario terminar con las élites profesionales que
puedan monopolizar sus fórmulas, como si se tratara de secretas alquimias. Lo que se ha
pretendido, e interesadamente preservado como arte intuitivo individual, debe
transformarse en saber trasmisible, si es posible mediante recursos docentes más
amplios que los de la contratación bipersonal privada.

5) Conceder importancia especial en la formación del terapeuta a la experiencia de vivir y


estudiar más de una técnica de psicoterapia. Es en el juego de contrastes y semejanzas
en este campo diversificado donde se adquiere plena noción del sentido y los alcances de
cada una de las técnicas. Es por el juego de contradicciones y superposiciones entre
distintas técnicas que puede ir desprendiéndose el aporte específico de cada una de ellas.
Lo peligroso está en que todo experto en una técnica es proclive a intentar con ella
abarcar el mundo.

6) Las psicoterapias individuales son seguramente los métodos de más asentada


conceptualización y aplicación clínica, a partir de heredar la larga experiencia
psicoanalítica y muchas de sus elaboraciones teóricas. En las últimas décadas, la
masividad de la demanda, entre otros factores, induce el desarrollo de técnicas grupales
de acelerado ritmo de expansión en virtud de sus mayores posibilidades de alcance
social. Personalmente he podido cotejar la experiencia de las técnicas individuales (PSA,
psicoterapias de insight, de apoyo, entrevistas de orientación) con otras grupales (parejas,
familias, laboratorios). He constatado que muchos de los conceptos teórico-técnicos
surgidos de los métodos individuales encuentran entera aplicación en contextos grupales
(nociones de foco, relación de trabajo, motivación para la tarea, proceso de contrato, tipos
de intervención del terapeuta, timing, estrategias y articulación de recursos, entre otros).
Esta aplicabilidad grupal de la experiencia bipersonal no niega, por el contrario puede
respetar plenamente, los dinamismos propios del nivel grupal multipersonal. Lo que se
desprende de esta experiencia es que los métodos individuales, aunque limitados (y no
excesivamente) en sus alcances asistenciales, siguen constituyendo instancias de

74
investigación teórico-técnica capaz de nutrir en ciertas dimensiones incluso la tarea con
grandes grupos. A la vez, no hay duda de que las aperturas grupales pueden cuestionar
profundamente y llevarnos a replantear los enfoques individuales.

7) Las psicoterapias de más antiguo arraigo, las más difundidas y estudiadas son, sin
duda, las verbales, esto es, las que concentran sus espectativas de cambio en el poder
modificador, revelador de la palabra.

Se ha señalado como problema el desgaste de las palabras con el uso (o el mal uso) del
lenguaje psicoterapéutico. Se ha hablado de que hay palabras (como “persecución”,
“dependencia”, “castración”, “negar” “una parte de uno, o del otro”) que cada vez dicen
menos, que a menudo se usan, para no pensar.

El enfrentamiento de esta problemática del lenguaje es otra de las direcciones


importantes para el desarrollo de nuestro campo. En ella surge todo el problema del
lenguaje en sus relaciones con el cuerpo y con la acción. Y se abre entonces a la
investigación la cuestión de las posibilidades de un lenguaje activo, vivo, en el marco de
una interacción corporal restringida, y en el contexto más amplio de un estilo de vida de
paciente y terapeuta, signado por las restricciones represivas de la acción. La tradición
terapéutica ha asentado en la premisa de no actuar para poder pensar, quedarnos quietos
para poder concentrarnos. La ideología de estas premisas o sus derivados ha sido
destacada. Lo cierto es que una nueva línea de experiencias grupales, psicodramáticas,
de trabajo corporal, su convergencia en los laboratorios de interacción social, han venido
también a cuestionar aquellas premisas sobre las cuales surgen los problemas del
deterioro de la palabra. En estas experiencias lo que se constata es la posibilidad de
invertir en parte la premisa, subrayando la necesidad de actuar, de comprometer también
el cuerpo para poder sentir-pensar-verbalizar con una intensidad y veracidad nuevas.
Estas experiencias facilitan un acceso pleno a ese nivel de sensibilización y contacto
consigo mismo y con los otros donde el lenguaje vivo, personal, afectivo, a menudo
poético, es emergente natural de lo vivido. Estos nuevos contextos de experimentación
grupal abren además al aprendizaje de nuevos lenguajes, plásticos, corporales,
dramáticos, que una cultura represiva mantiene relegados a la época de los añorados
juegos infantiles.

Desde luego, no se puede suponer que baste con sentir el propio cuerpo o la piel del otro,
con intimar y expresarse más libremente como metas. Además, hay que poder abrirse a
palabras verdaderas, a palabras vivas que habitan el mundo personal y lo hacen habitar
por la cultura, y abrirse además a un proceso de enfrentamiento consigo mismo y con la
cultura a través de ese encuentro con las palabras. Papel singular, decisivo, del lenguaje
verbal, en la experiencia terapéutica.

Esta dirección de desarrollo en psicoterapia apunta a recuperar todas aquellas


condiciones con las cuales se haga posible a la palabra el encuentro de su máxima
plenitud. Encontrar palabras que logren ser acción más que contemplación, que más vale
abran enigmas en lugar de resolverlos, que vuelvan “cuerpo vivo lo que está prisionero en
las palabras”.

8) Parte integrante del quehacer sanitario, las psicoterapias comparten la necesidad de


una revisión epistemológica y filosófica constante. Portadoras de premisas sobre salud y
enfermedad de las personas, las psicoterapias deben ser colocadas, todas, bajo la lente
de una rigurosa crítica epistemológica. Si el terapeuta se pretende develador de enigmas
de su paciente, es éticamente forzoso que empiece por indagar cuidadosamente el

75
inconsciente de su clase y de su capa social, por cuestionar radicalmente sus propias
determinaciones, las que tiñen su acción y su discurso. Este es otro nivel de la
investigación en psicoterapias. No es casual que llegue con retraso en relación con los
anteriores; las razones de este atraso se explican desde una sociología del conocimiento;
tienen íntima ligazón con las presiones de la cultura oficial, que impuso por años como
obvias sus propias definiciones de salud y enfermedad, y también con las restricciones
intelectuales impuestas a las capas profesionales por una particular praxis de clase y por
las distorsiones de la colonización cultural. En este sentido, hablamos al comienzo de
intentar una teoría de las técnicas de psicoterapia replanteada en sus bases ideológicas.
En cuanto profesionales surgidos de esta práctica social tal vez podamos replantear
algunas de esas bases ideológicas; otras posiblemente tenderán a quedársenos ocultas
en las raíces de las técnicas que nos hicieron a nosotros. Otro nudo de cuestiones reside
en cuestionar estilos terapéuticos, modalidades de vínculos propuestos entre paciente y
terapeuta que pueden estar asentados en el modelo de las diferencias de clases y de las
relaciones de poder establecidas por esas diferencias.

Las técnicas de psicoterapia que conocemos deben ser parcial o totalmente cambiadas.
Las revisiones por realizar nos llevan a un trabajo interdisciplinario. El pensamiento propio
de epistemologías de Complejidad (Morin, Prigogine) se ha ido constituyendo en el cruce
de aportes sociológicos, físicos, químicos, cibernéticos, climatológicos, de biología celular,
antropológicos, ecológicos. Ese pensamiento nos conduce a muy amplias revisiones
sobre las conductas, las fuerzas incidentes en micro y macrosistemas, sus condiciones de
cierres y aperturas.

En el campo de las psicoterapias, en aspectos más delimitados de especialización, se han


desarrollado aportes de enfoques vinculares, sistémicos, cognitivistas, bioenergético,
lingüístico, así como renovados aportes de la investigación psicoanalítica. Todos estos
enfoques han mostrado perspectivas de una creciente complejidad para nuestros
abordajes clínicos. Hacerse cargo de esta complejidad se convierte en otra de las
direcciones principales del trabajo teórico y de las prácticas que configuran este campo.

Los problemas sociales desplegados con la era del capitalismo global introducen nuevos
impactos para la salud mental de individuos, grupos y comunidades. La desocupación y la
inestabilidad en las condiciones de trabajo nos introducen en el estudio de nuevas
situaciones críticas y traumáticas. Se trata de comprender el entramado de factores
sociales, económicos, jurídicos, políticos y culturales que hacen a la constitución de la
subjetividad en las sociedades actuales. El campo de las psicoterapias debe abrirse
actualmente a estos desafíos.

Capítulo II: Psicoterapia dinámica breve. Aportes para una teoría de la técnica

1. Introducción

Avanzamos en la perspectiva de una psiquiatría social, hacia una comprensión más


totalizadora del paciente, con las limitaciones de una experiencia tradicionalmente basada
en la práctica privada y su correlativa concepción “individualista” de la enfermedad. La
práctica hospitalaria nos impone un salto de nivel que pone en evidencia hiatos teóricos,
traducidos en desajustes en el plano técnico: los instrumentos desarrollados en la etapa
previa presentan inevitables limitaciones. Los métodos tradicionales resultan insuficientes
para satisfacer las necesidades concretas. Esta práctica asistencial resulta movilizadora:
lleva a cuestionarse sobre los principios de la propia “ideología” terapéutica, a revisar sus
fundamentos. Básicamente son los urgentes problemas prácticos creados a las

76
instituciones los que fuerzan un replanteo sobre los métodos actuales de tratamiento y la
búsqueda de nuevos métodos.

De hecho, frente a demandas ya creadas, las instituciones se ven obligadas a


instrumentar terapéuticas breves. Estas modalidades de asistencia, que asumen con
frecuencia el carácter de ensayos, se extienden bajo el signo de la desconfianza o el
descrédito (aun para quienes las ejercen) por tratarse de instrumentos considerablemente
ambiguos en sus fundamentos y en su técnica, y cuya brevedad de aplicación sugeriría ya
soluciones precarias, más aparentes que efectivas. Lo cierto es que para estas
psicoterapias, en gran medida “empíricas”, vale el cargo de que constituyen
procedimientos poco definidos, altamente impredictibles y de efectos difícilmente
evaluables.

No obstante, estas psicoterapias van haciendo la prueba de la experiencia, y arrojan


resultados que permiten construir algunas hipótesis provisionales. Parece, pues, oportuno
considerar al menos la posibilidad de que estas prácticas rebasen el marco de un
empirismo oscuro, encuentren una racionalidad que las legitime, las haga coherentes y
las constituya en técnicas individualizables, dotadas de sentido, indicadas científicamente
y no meros recursos accidentales para una emergencia socioeconómica y sanitaria. Para
ello estas terapias breves necesitan asentar su base en la experiencia clínica, concepción
teórica y sistematización técnica del PSA, e incluir aportes de otras disciplinas sociales y
de diferentes modalidades terapéuticas, pero orientándose hacia la elaboración de un
esquema referencial propio, ya que se ejercen en un contexto original que no admite la
extrapolación directa de conceptos e instrumentos surgidos en otros campos
asistenciales.

2. Algunos elementos para un esquema referencial propio de las psicoterapias breves

Una terapéutica breve puede organizarse por referencia a determinados modelos sobre
etiología y funcionamiento normal y enfermo de la personalidad. Queremos reseñar
algunos conceptos básicos que pueden incluirse entre los fundamentos que dan apoyo
teórico a la ideología asistencial propia de estas modalidades terapéuticas:

a) Modelo etiológico. Una terapéutica breve se orienta fundamentalmente hacia la


comprensión psicodinámica de los determinantes actuales de la situación de enfermedad,
crisis o descompensación. Esto no significa omitir la consideración de los factores
disposicionales históricos intervinientes en la ecuación etiológica, pero sí un dirigirse
esencialmente a aprehender la estructura de la situación transversal en que se actualizan
los determinantes patogénicos; esto obliga a menudo a jerarquizar el papel desempeñado
por las condiciones de vida del paciente, dirigirse a la experiencia actual de “la realidad”
del paciente.

En consecuencia, en la psicoterapia breve se intenta una comprensión psicodinámica de


la vida cotidiana del paciente que se instrumenta en las interpretaciones, en la
planificación de su vida diaria, en orientación familiar o laboral. Esto significa ocuparse del
“afuera” del tratamiento, esquema operacional propio de esta técnica que contrasta con
las reglas técnicas del PSA estricto. Por “condiciones de vida” se alude aquí no sólo a la
constelación de vínculos interpersonales que constituyen el grupo primario del paciente,
sino además a sus condiciones de vivienda, trabajo, perspectivas de futuro, las tensiones
de su grupo social, su cultura particular, prejuicios, mitos y otras formas de conciencia
alienada. Se tiende así a asignar eficacia causal etiológica a un conjunto de factores que
operan, más allá de la etapa de neurosis infantil, en un campo dinámico que rebasa el

77
nivel de fenómenos ligados a la situación edípica (con toda la importancia que no obstante
se reconoce a estos factores básicos).

En este campo interaccional complejo, la estructura de la personalidad, relativamente


autónoma, debe ser comprendida como subestructura, no suficiente en cuanto no encierra
en sí la totalidad de sus determinaciones. Una constelación de factores múltiples
correspondientes a diferentes niveles, potenciados mutuamente por “encaje recíproco”,
configura la estructura “enfermedad”. Las crisis resultan del choque del individuo con
factores ambientales capaces de desarticular los mecanismos homeostáticos frágiles de
una personalidad predispuesta.

La preponderancia relativa de cada una de las series complementarias es variable, pero


detectar la configuración especial con que se articulan en cada situación concreta abre
posibilidades de operación específicas. Si se comprende el momento de crisis como una
estructura original sumida por las contradicciones esenciales del sujeto en circunstancias
específicas, pueden ponerse de relieve los puntos nodales, “estratégicos”, de esa
estructura, los eslabones permeables de la misma, vías de acceso por las cuales operar
para producir reestructuraciones efectivas. En esta perspectiva adquieren legitimidad los
intentos de abordaje múltiples, a diferentes niveles simultáneos, de la estructura compleja,
heterogénea, de la existencia enferma (enfoque multidimensional de las terapias breves),
y en particular las medidas orientadas hacia el ambiente, hacia una organización más
favorable de la vida cotidiana del paciente.

b) Relaciones entre psicopatología y comportamientos potencialmente adaptativos. La


psicopatología dinámica ha iluminado fundamentalmente el campo de los fenómenos de
“enfermedad" del paciente. Pero todo un cuerpo de datos de la experiencia clínica, así
como de la psicología general y social, ha llevado a cuestionar la posibilidad de que
modelos de conducta patológica puedan dar cuenta de toda la conducta del paciente, de
su existencia total. No es posible entender la enfermedad sin considerar su interacción
con el funcionamiento normal. Sin considerar tanto el funcionamiento no conflictivo como
los conflictos centrales del paciente, no puede comprenderse la conducta. Si el paciente
es capaz de conservar en grado variable cierto comportamiento realista adaptativo, si
interjuegan en su conducta fenómenos patológicos y adaptativos, pueden localizarse
áreas de enfermedad, y distinguirse grados o niveles de la misma.

Una terapéutica breve organiza sus recursos de modo elástico: “principio de flexibilidad”,
que contrasta con la estructuración única constante de una técnica reglada con un
encuadre estricto, como es el caso del PSA, y los organiza en función de una evaluación
total de la situación del paciente, de su grado de enfermedad y del potencial adaptativo de
su personalidad: elabora su estrategia según qué capacidades están invadidas por
conflictos o libres de ellos. Se orienta hacia el fortalecimiento de las “áreas del yo libres de
conflicto”. (Esto lleva a caracterizar a la psicoterapia breve como psicoterapia “del yo”,
aspecto particularmente relevante para la comprensión del proceso terapéutico).

c) Modelos motivacionales y cognitivos de la personalidad. En coincidencia con aquella


concepción del yo que establece una dualidad funcional de la personalidad, una polaridad
entre aspectos sanos y enfermos, esta dualidad se encuentra a nivel motivacional en la
coexistencia en el sujeto de motivaciones de tipo infantil y adulto. La posibilidad de que
comportamientos primitivamente ligados a motivaciones infantiles se autonomicen,
adquiriendo en el desarrollo funciones fines en sí mismas, sugiere la necesidad de
entender al individuo como un sistema de múltiples motivaciones organizadas en una
relación de estratificación funcional compleja. En este modelo la jerarquía motivacional se

78
caracteriza por una combinación de autonomía, dependencia e interpenetración. Se
asigna importancia motivacional a la orientación del sujeto hacia el futuro, su organización
en proyectos de alcance diverso que incluyen una relación con cierta imagen de sí y con
un mundo de valores o metas ideales.

En concordancia con esta orientación, una terapia breve necesita instrumentar una gama
amplia de recursos, susceptibles de abarcar los diversos niveles motivacionales en lo que
cada uno tiene de específico. Se considera que tal multipotencia motivacional es una de
las condiciones de eficacia de la psicoterapia breve.

Desde el plano de los procesos de pensamiento aquella dualidad funcional de la


personalidad se expresa por la coexistencia contradictoria de un pensamiento derivado de
impulsos (vinculado al proceso primario) y en grado variable de un pensamiento realista
con capacidad instrumental de adaptación, capaz de intervenir en la organización de la
conducta, favoreciendo su ajuste a las condiciones de la realidad objetiva. Una
psicoterapia breve puede lograr, mediante el esclarecimiento de aspectos básicos de la
situación del paciente, un fortalecimiento en su capacidad de adaptación realista, de
discriminación y rectificación en grado variable de significaciones vividas.

En conclusión: el individuo enfermo surge como un objeto complejo, multideterminado por


factores susceptibles de integrar estructuras diversas, diferenciadas por la dominancia
variable ejercida por unos y otros de sus componentes. Porque existen tales alternancias
funcionales se hace necesaria la flexibilidad en la elección de técnica, en función de cada
situación concreta. Esta flexibilidad es rasgo distintivo de la psicoterapia breve. Asimismo
aquella pluralidad causal hace indicado el empleo de técnicas de diferente nivel y puntos
de aplicación. Sólo puede aspirarse a totalizar al sujeto por su inclusión simultánea en
múltiples redes referenciales entrecruzadas, lo cual deriva en la necesaria adopción de un
arsenal terapéutico multidimensional, una de las características básicas de las
terapéuticas breves. (Estamos empleando el término “breve” por la difusión que ha
alcanzado y a falta de otro más adecuado. Pero es un término equívoco, ya que hay
razones para entender que lo esencial de esta psicoterapia no está en su brevedad sino
tal vez en éste, su carácter multidimensional: puede pensarse que es sólo por esta
capacidad de acción múltiple que puede lograr ciertos objetivos en plazos limitados).

3. La terapéutica breve en instituciones

Partiendo de una evaluación exhaustiva del paciente, que abarque tanto su historia
dinámica como sus condiciones de vida actuales, pueden ser recursos de la acción
terapéutica:

- Ofrecer al paciente un clima permisivo, vínculos interpersonales nuevos, regulados, que


favorezcan la catarsis de sus fantasías, temores, deseos, censurados en su medio
habitual.

- En ese marco, adecuado para una experiencia “emocional correctiva”, favorecer el


aprendizaje de la autoevaluación, objetivación y crítica de sus conductas habituales.

- Alentar al paciente en la asunción de roles que fortalezcan su capacidad de


discriminación y ajuste realista.

- Ayudarle en la elaboración de un proyecto personal, con metas que impliquen


adquisición de cierto bienestar y autoestima.

79
- Ejercer alguna influencia sobre las pautas de interacción familiar, favoreciendo su
comprensión del sentido de la enfermedad, orientándolo hacia un manejo más controlado
de sus ansiedades y hacia la elaboración grupal de nuevos modos de ajuste
interpersonal.

En función de estos parámetros sobre los que se intenta ejercer influencias terapéuticas,
pueden ser en la institución instrumentos técnicos útiles: 1) La psicoterapia, individual y/o
grupal. 2) La terapia ocupacional. 3) La acción terapéutica sobre el grupo familiar, con
modalidades variables que van desde la información al esclarecimiento, orientación,
asistencia social, hasta la psicoterapia familiar. 4) Actividades grupales de tipo
comunitario (asambleas, grupos de discusión, grupos de actividad cultural).

La máxima eficacia de una terapéutica breve depende de la elaboración por un equipo


asistencial, de un programa unitario de tratamiento que coordine estas diversas técnicas
en una acción total, hilvanada según una línea psicodinámica coherente.

4. Diseño e instrumentos técnicos específicos de una psicoterapia dinámica breve

Dentro de la asistencia institucional en equipo, el terapeuta es no sólo el agente de la


psicoterapia sino, además, el supervisor y coordinador del conjunto de actividades
terapéuticas. Su relación con el paciente se complejiza por mantener a la vez contactos
con el paciente y con sus familiares, así como otra serie de vínculos indirectos, a través
de otros pacientes, del personal, y en otros contextos fuera de las sesiones. Estas
conexiones permiten al terapeuta conocer una gama más amplia de conductas que las
reveladas en la psicoterapia, así como poner más de relieve para el paciente rasgos de la
personalidad del terapeuta (en contraste con la impersonalidad necesaria en el encuadre
analítico). Esta diferencia de contextos entre una y otra técnica es significativa desde un
punto de vista dinámico: establece condiciones diferenciales para el desarrollo de
reacciones transferenciales y contratransferenciales, lo que deriva en importantes
diferencias sobre el tipo y nivel de interpretaciones prevalentes indicadas en una y otra
técnica.

El terapeuta debe desempeñar en la terapia breve un papel esencialmente activo. Se


exige de él una gama amplia de intervenciones: no se limita al material que aporta el
paciente; además explora, interroga; etc. Su participación es más directamente
orientadora de la entrevista que la del analista en la técnica standard, cuyo rol es más
pasivo en el sentido de limitarse a interpretar según el material que espontáneamente va
aportando el paciente. Un terapeuta que introduce en la sesión sus iniciativas para la
confrontación, que promueve el diálogo, es uno de los componentes originales de esta
técnica, tal vez el más específico para su caracterización. Sin esta intervención
participante del terapeuta, el curso de una terapia breve, librado a la espontaneidad del
paciente, sufre serias dificultades, puede conducir al fracaso terapéutico.

La participación activa del terapeuta asume en esta técnica aspectos específicos: a partir
de evaluar la situación total del paciente, comprendiendo la estructura dinámica esencial
de su problemática, elabora un plan de abordaje individualizado.

Este proyecto terapéutico establece ciertas metas fundamentales, desde luego limitadas,
a alcanzar en plazos aproximadamente previsibles. Para el logro de estos objetivos
parciales esboza una estrategia general, que comprende a su vez objetivos tácticos
escalonados.

80
Esta planificación se basa en la evaluación de ciertos aspectos dinámicos básicos del
cuadro; por ejemplo: ¿a qué áreas de conflictos parecen ligarse más directamente los
síntomas? Orientación estratégica de las sesiones significa focalización del esfuerzo
terapéutico. El terapeuta opera manteniendo in mente un “foco”, término que puede
traducirse como aquella interpretación central sobre la que se basa todo el tratamiento. Se
lleva al paciente hacia ese foco mediante interpretaciones parciales y atención selectiva,
lo que significa omisiones deliberadas: el terapeuta necesita entrenarse en el esfuerzo de
“dejar pasar” material atractivo, incluso “tentador”, siempre que el mismo resulte
irrelevante o alejado del foco. Un primer objetivo de esta focalización consiste en dirigir la
atención del paciente hacia la función y significado interpersonal de sus síntomas. La
focalización de la terapia breve es su condición esencial de eficacia. Este criterio puede
incluirse dentro de la noción general de que la eficacia dinámica de una interpretación
depende de su “valor posicional”: el punto nodal al que se dirige dentro de la conflictiva
nuclear o más inmediata del paciente. La habilidad y el “tacto” terapéuticos se miden por
la capacidad del terapeuta para seleccionar en cada momento aquellas interpretaciones
(de muchas intervenciones posibles, referibles a múltiples niveles de análisis) que posean
mayor valor posicional.

El llamado “principio de flexibilidad” se aplica en una terapia breve no sólo en la


individualización de la misma, basada en el criterio de que “pacientes diferentes requieren
tratamientos diferentes”, sino además en la remodelación periódica de la estrategia y las
tácticas en función de la evolución del tratamiento: una evaluación dinámica
continuamente actualizada lleva a efectuar reajustes, por ensayo y error, hasta lograr el
máximo rendimiento del “arsenal” terapéutico disponible.

Recapitulando: iniciativa personal del terapeuta, individualización, planificación,


focalización, flexibilidad, definen parámetros específicos de la psicoterapia breve y
confieren a esta técnica una estructura propia, diferente de la técnica psicoanalítica. Estos
rasgos peculiares hacen a esta técnica susceptible de objetivación; permiten intentar para
la misma algún grado aproximativo de formalización.

Las intervenciones del terapeuta comprenden una amplia diversidad en tipos y alcances:

a) Pedidos de información y emisión de información con características que pueden


acercarse al diálogo.

b) Operaciones de encuadre, proponiendo tiempo de tratamiento, condiciones del mismo,


derechos y obligaciones del paciente, relación ulterior con la institución.

c) Intervenciones de esclarecimiento, señalamientos y confrontaciones, en las que se


explicitan aspectos significativos de la conducta del paciente, se dirige su atención hacia
puntos nodales de su comunicación, se reformulan sus mensajes clarificándolos, se
ponen de relieve las contradicciones entre lo verbalizado y la conducta actuada.

d) Interpretaciones de tipo, alcances y profundidad diferentes, desde las que revelan el


significado de conductas microscópicas hasta las formulaciones totalizadoras que
iluminan las relaciones estructurales entre experiencias significativas, condiciones
actuales de descompensación, síntomas y conflictos subyacentes.

Estas formulaciones psicodinámicas globales (interpretaciones “panorámicas”, sintéticas o


reconstructivas) tienen en esta técnica un lugar jerárquico primordial. Exigen del terapeuta
el esfuerzo de transformar su comprensión de lo que ocurre en un nivel regresivo, de

81
proceso primario, en formulaciones referidas a la problemática actual, al nivel más
manifiesto “en superficie”.

Las interpretaciones transferenciales no intervienen en psicoterapia breve con el sentido y


el carácter sistemático que asumen en la técnica psicoanalítica. Este criterio diferencial
apoya en varias consideraciones dinámicas:

1. Las condiciones de encuadre de la terapia breve limitan las posibilidades de regresión


transferencial, por su menor frecuencia de sesiones, por la intervención más personal y
activa del terapeuta (manejo diferente de los silencios por ejemplo), y por hacerse “frente
a frente”. El control visual coloca mucho más al paciente en “situación de realidad”, le
permite discriminar más al terapeuta en su persona y rol objetivos, mientras las
condiciones del encuadre analítico inducen mucho más la conexión con un objeto virtual,
la proyección transferencial.

2. En una institución se reduce la posibilidad de concentrar la transferencia en la relación


con el médico. Las proyecciones del paciente se diversifican en el contexto multipersonal,
se distribuyen en múltiples vínculos.

3. El tiempo limitado de tratamiento hace indeseable el desarrollo de una intensa neurosis


transferencial cuya elaboración exige otro encuadre. Surge, como condición técnica
primordial en psicoterapia breve, la necesidad de autocontrol por parte del terapeuta,
debiendo regular las interpretaciones transferenciales en función del mantenimiento de la
relación médico-paciente en un nivel óptimo; que consiste en un grado moderado de
transferencia positiva estable. En general se entiende que en esta técnica la interpretación
transferencial es eficaz cuando se hace evidente inmediatamente su conexión con la
problemática nuclear actual del paciente. Se la destina entonces a favorecer la
comprensión de una situación global a partir de lo vivido presente, más que a profundizar
en ese aquí y ahora.

Es en concordancia con estas consideraciones como la psicoterapia breve se orienta


hacia la conducta del paciente en el “afuera” de la sesión (en sus vínculos familiares, en
su trabajo, etc.) con el claro objetivo de centrar la atención del paciente en sí mismo y en
su mundo, más que en su transitoria relación terapéutica. Se trata de fortalecer en el
paciente su capacidad de discriminación, para lo cual en esta técnica, que no busca la
regresión, será necesario distinguir entre conductas transferenciales y conductas
adecuadas a la realidad (a las condiciones objetivas del paciente, de la institución y del
médico en su rol social).

En psicoterapia breve la orientación preponderante hacia la realidad actual


extratransferencial se basa en la necesidad de ayudarle a efectuar ciertas tareas
integrativas inmediatas, a recuperar lo antes posible su capacidad para remover los
obstáculos que le impiden lograr una homeostasis más satisfactoria. En consecuencia
actúa confrontando sistemáticamente al paciente con su realidad social, ambiental y con
sus perspectivas frente a la misma. Esto implica además otro tipo de intervenciones del
terapeuta:

e) La clarificación y elaboración con el paciente de perspectivas personales, de ciertas


“salidas” o proyectos en los que se aplican de alguna manera concreta aspectos de la
comprensión dinámica que va logrando de su situación. Se postula aquí el criterio de que
toda mejoría del paciente deberá acompañarse de cambios en sus condiciones de vida;
de allí que el terapeuta pueda intentar, frente a posibilidades inmediatas de modificación

82
de esas condiciones que el paciente no llega a vislumbrar, algún tipo de “sugerencia
interpretativa” confrontando al paciente con situaciones de cambio hipotéticas e
interpretando sus respuestas a estas formulaciones. Una cuidadosa evaluación individual
dinámica de la situación total del paciente puede permitir atenuar el efecto de dirección
(inevitable en toda terapia), favoreciendo el descubrimiento, la captación en un momento
preciso, “fértil” del tratamiento, de alternativas diferentes para su existencia futura.

5. Evaluación y discusión de resultados de psicoterapias breves

Puntualizados algunos aspectos técnicos cabe preguntarse cuál es el criterio de eficacia


para la psicoterapia breve y qué indicadores existen de tal eficacia.

Mientras en psicoanálisis mejoría significa mayor insight, en terapia breve puede aludir
sólo a supresión sintomática. Si se parte del criterio de mejoría empleado en la técnica
analítica, la psicoterapia breve, al no centrarse en la elaboración de la neurosis de
transferencia, no puede producir más que modificaciones superficiales, a través del
apoyo, la sugestión, la supresión de síntomas y el reforzamiento defensivo. Desde esta
perspectiva, brevedad equivale a ineficacia. Pero en la discusión sobre resultados importa
reconocer las serias limitaciones epistemológicas de la crítica a una técnica específica
desde los marcos conceptuales de una teoría constituida en base a otra técnica.

Hay autores que disienten con aquel escepticismo, basados en resultados concretos y en
consideraciones teóricas más amplias sobre la naturaleza del proceso terapéutico de esta
técnica. Parten del criterio de que los conceptos de transferencia y contratransferencia no
abarcan todos los momentos de la interpretación terapéutica; más aún, en que “no se
puede sostener con tanto énfasis que el insight a través de la transferencia sea el único
tipo de insight que sirve a la reorganización y a la reintegración del yo.

En primer lugar se cuestiona la hipótesis de una directa equivalencia entre duración de


una psicoterapia y profundidad de sus efectos. Esta técnica puede lograr modificaciones
dinámicas de mayor alcance que la mera supresión sintomática. Esto se basa en la
observación clínica y en la evaluación mediante otros instrumentos de las modificaciones
que produce esta terapia, que comprenden: a) Alivio o desaparición de síntomas. b)
Modificaciones correlativas en el manejo de las defensas con el reemplazo de técnicas
más regresivas por otras más adaptativas. c) Mayor ajuste en las relaciones con el medio
(comunicación, trabajo, etc.). d) Incremento en la autoestima y el confort personal. e)
Incremento en su autoconciencia, con mayor comprensión de sus dificultades
fundamentales y el significado de las mismas (lo que puede considerarse al menos un
primer grado de aproximación al insight). f) Ampliación de perspectivas personales,
bosquejo inicial de algún tipo de “proyecto” individual.

6. Limitaciones de una terapia breve

Se ha objetado cierta tendencia en la literatura sobre el tema a crear un clima de


exagerado optimismo terapéutico, dando una imagen de facilidad en el manejo de las
áreas enfermas de la personalidad. Con este abordaje podrán o no obtenerse mejorías
más que transitorias, dependiendo el resultado del cuadro clínico, la estructura básica de
la personalidad, el nivel evolutivo al que se efectúe regresión en la crisis y diversas
condiciones grupales y situacionales. Puede fracasar absolutamente (por ejemplo en
psicopatías) o producir únicamente variaciones en superficie (fenomenológicas) actuando
sólo por efecto de cura transferencial con desaparición de síntomas e instalación de una
pseudoadaptación a un nivel regresivo. Un énfasis excesivo puesto en la comprensión

83
racional, así como interpretaciones prematuras, pueden reforzar resistencias
incrementando la intelectualización.

No puede, en plazos limitados, producir cambios en la estructura nuclear de la


personalidad, aunque sí modificaciones dinámicas no despreciables. Si bien importa tener
clara conciencia de estas limitaciones y riesgos, las consideraciones formuladas en la
discusión de resultados cuestionan el derecho a una generalización tal de estas
insuficiencias que justifique el rechazo o la negación de otros alcances efectivos para esta
técnica.

7. Indicaciones

Existe una situación de hecho: para una gran masa de población y con la actual
organización asistencial, la opción es tratamientos limitados o nada, independientemente
de los trastornos que presente. Ante esta falta de opción asistencial puede una terapia
breve, en grado variable, beneficiar prácticamente a todos los pacientes. Con miras a
discriminar, para una mejor organización de recursos terapéuticos, qué pacientes se
benefician más con este tipo de tratamiento, puede distinguirse:

a) Pacientes que obtienen menor beneficio: en general, trastornos psiquiátricos crónicos,


fuera de fases agudas. Por ejemplo, cuadros paranoides, obsesivo compulsivos,
psicosomáticos crónicos, perversiones sexuales, adicciones, caracteropatías graves y
sociopatías. Sólo el intento de una terapia intensiva a largo plazo puede producir algunos
cambios estables para tales cuadros.

b) Con expectativas de mejorías importantes, se indican para terapéutica breve: cuadros


agudos, particularmente situaciones de crisis o descompensaciones. Situaciones de
cambio, por ejemplo en transición de etapas evolutivas (adolescencia, matrimonio,
graduación, climaterio, jubilación). Trastornos reactivos en pacientes que conservaban
previamente un nivel de adaptación aceptable. Trastornos de intensidad leve o moderada
que no justificarían tratamientos de años (problemática neurótica incipiente o
psicosomáticos de reciente comienzo). Puede beneficiar como tratamiento preparatorio
pre-analítico a borderlines y psicóticos.

Capítulo V: Los ejes del proceso terapéutico

Numerosas observaciones clínicas revelan la presencia de un complejo entrecruzamiento


de influencias de cambio (catarsis, insights, programaciones, cambios ambientales). Pero
da la impresión de que saber que actúan en las psicoterapias mecanismos de acción
múltiples es apenas una primera aproximación. Podemos preguntarnos entonces si no
será posible avanzar un poco más allá de este reconocimiento inicial (de que existe un
conjunto de influencias de cambio) e intentar localizar ciertos ejes en el movimiento que
impulsan aquellas influencias. Es decir, identificar ciertos fenómenos pilares que
constituyan un marco en cuyo seno se organicen y desarrollen aquellas influencias
múltiples y sus efectos.

Me parece posible definir los ejes del proceso en psicoterapia en estos términos: producir
en el paciente una activación de sus funciones yoicas, mediante las cuales se haga
posible elaborar de modo focalizado la problemática inserta en una específica situación
vital, en base a la guía, el estímulo, y las realizaciones simbólicas del vínculo vivido en

84
una relación de trabajo personificada con el terapeuta, con la correlativa activación de las
funciones yoicas de este último.

La definición subraya tres pilares sobre los que se monta un sistema de influencias de
cambio: activación yoica, elaboración de un foco, relación de trabajo. Estos constituyen
una especie de trípode de sustentación del proceso; actúan instalando una estructura de
tensiones activadoras recíprocas: es necesario un yo activado para focalizar la tarea, de
lo contrario ésta se difunde sin límites; a su vez el trabajo en un foco refuerza al yo al
proporcionarle un área en la que concentrar sus funciones; paralelamente la relación de
trabajo solicita la cooperación de las capacidades yoicas y les ofrece como guía el modelo
de la activación yoica del terapeuta, y como sustento las satisfacciones simbólicas que va
operando el vínculo personificado.

Para evaluar la marcha del proceso terapéutico es necesario evaluar inicialmente la


eficacia con que se logre asentar cada uno de estos ejes, y luego el desarrollo de cada
uno y de su relación con los otros. Tal evaluación debe permitir en primer lugar corroborar
o rectificar la indicación terapéutica: si no se cuenta con un potencial de funciones yoicas
activables, si no existe posibilidad de delimitar un foco, si la relación de trabajo es
excesivamente interferida por obstáculos transferenciales-contratransferenciales, será
escasa la eficacia que logre una psicoterapia de esclarecimiento, haciendo por ello
aconsejable el empleo de otro tipo de recursos técnicos.

La caracterización de aquellos ejes como organizadores del proceso abre la posibilidad de


una tarea de evaluación clínica más rigurosa. Al identificar estos ejes estamos recortando
parámetros referibles a indicadores empíricos no ambiguos. Lo significativo está en que
las condiciones creadas por la organización convergente de aquellos ejes poseen una
especificidad suficiente como para delimitar un campo dinámico propio. Este campo a su
vez puede verse como el ámbito común a un vasto conjunto de recursos técnicos. Es tal
vez el compartir esa estructura organizadora de sus diversas influencias lo que permite
englobar a una vasta familia de recursos técnicos en el campo más amplio de las
psicoterapias.

Capítulo VI: El concepto de foco

El concepto de foco, mantiene hasta ahora un status teórico impreciso, ya que en las
referencias al mismo coexisten criterios sintomáticos (“los síntomas salientes que motivan
la consulta” o “los puntos de urgencia”), interaccionales (“el conflicto interpersonal que
desencadena la crisis”), caracterológicos (“una zona de la problemática del paciente que
admita su delimitación de otras zonas de la personalidad”), propios de la diada paciente-
terapeuta (“los puntos de interés aceptables para ambos”) o técnicos (“la interpretación
central en la que asienta todo el tratamiento”). En el campo de las psicoterapias, estos
criterios se yuxtaponen sin establecer ligazones entre sí. Discutiremos aquí la posibilidad
de trabajar sobre cierto modelo teórico de foco que encuentre para aquellos referentes un
orden unificador, proponer una estructura que organice un campo común diagnóstico y
terapéutico.

En primer lugar cabe subrayar el origen eminentemente empírico del concepto de foco. El
trabajo psicoterapéutico se orienta siempre (y a menudo de modo intuitivo) hacia la
delimitación de un eje o punto nodal de la problemática del paciente. Los primeros
registros sistemáticos de una experiencia clínica con psicoterapias breves, por ejemplo,
muestran que la modalidad asumida por la tarea en sesión es la de una “focalización”, un
diafragmado en la óptica del terapeuta que induce la concentración selectiva del paciente

85
en ciertos puntos de su problemática. Más aún, los pacientes tienden naturalmente, de
entrada, a mantener una focalización. La posibilidad de organizar el relato, seguir una
línea directriz, seleccionar recuerdos e imágenes, depende de cierta fortaleza en las
funciones yoicas adaptativas. Solo en pacientes con marcada debilidad yoica puede
encontrarse un relato disperso, ramificado. Empíricamente la focalización parece expresar
necesidades de delimitar la búsqueda de modo de concentrar en ella atención,
percepción, memoria, todo un conjunto de funciones yoicas; tal concentración puede ser
condición de eficacia para el ejercicio de estas funciones.

Dinámicamente, la focalización está guiada por la dominancia de una motivación que


jerarquiza tareas en función de resolver ciertos problemas vividos como prioritarios. En
situaciones de crisis, por ejemplo, el motivo de consulta condensa síntomas, cierta
conflictiva central ligada a los síntomas, obstáculos creados para la resolución de la
situación. Por esta capacidad de condensación, el motivo de consulta se transforma a
menudo en el eje motivacional organizador de la tarea, y en consecuencia facilitador de la
misma.

Operativamente, la focalización conduce a trabajar sobre asociaciones intencionalmente


guiadas, más que sobre asociaciones libres. Si en la técnica psicoanalítica la dificultad del
paciente para asociar libremente puede ser tomada como índice de resistencias, en
psicoterapias, a la inversa, la evitación de una actitud exploratoria intencionalmente
guiada puede ser considerada resistencial.

1. La estructura del foco

En la práctica psicoterapéutica el foco tiene un eje central. Con la mayor frecuencia este
eje está dado por el motivo de consulta (síntomas más perturbadores, situación de crisis,
amenazas de descompensación que alarman al paciente o al grupo familiar, fracasos
adaptativos). Íntimamente ligado al motivo de consulta, subyacente al mismo, se localiza
cierto conflicto nuclear exacerbado. En cada uno de estos focos, el eje dado por el motivo
de consulta y el conflicto nuclear subyacente se inserta en una específica situación grupal.

Motivo de consulta, conflicto nuclear subyacente, situación grupal son aspectos


fundamentales de una situación que condensa un conjunto de determinaciones. Un
trabajo analítico nuestro sobre la situación intentará identificar zonas de ese conjunto de
determinantes. Lo esencial a respetar es el carácter de estructura de la situación tal como
existe, totalizada, en la experiencia humana, de modo que todo trabajo analítico se haga a
partir de delimitar esa totalidad de la situación, en toda su amplitud. El estudio de diversos
componentes de la situación deberá hacerse en el sentido de despliegue de “niveles de
análisis”, entendidos como estratos funcionales enraizados en la situación, actualizados y
totalizados por ésta.

Con este enfoque es posible deslindar una zona de componentes de la situación que
podemos caracterizar como aspectos caracterológicos del paciente (dinamismos
intrapersonales activados en esta situación específica, modalidades defensivas
personales selectivamente movilizadas por la situación, etapas no resueltas del desarrollo
infantil, actualizadas por la estructura de la situación). También en esta zona de
determinantes caracterológicos es posible incluir otras funciones yoicas adaptativas. Es
posible asimismo reconocer en la situación aspectos histórico-genéticos individuales y
grupales reactivados.

86
Otra zona integrante de la situación comprende el momento evolutivo individual y grupal,
las tareas que se desprenden de necesidades propias de ese momento evolutivo y la
prospectiva global que comporta esa etapa. Gran parte de la conflictiva agudizada en la
situación deriva no solamente de la reactivación de conflictos infantiles, sino del choque
entre las limitaciones dadas por la persistencia de esos conflictos y las necesidades
propias de la etapa evolutiva abierta que urgen una satisfacción. Urgencias a la vez
subjetivas (autoestima) y objetivas (presiones sociales para la maduración y la eficiencia).

Esta serie de componentes de la situación tiene que ser puesta en relación, además, con
un conjunto de determinaciones concurrentes, que originalmente podemos localizar en
una zona de determinantes del contexto social más amplio. Un conjunto de condiciones
económicas, laborales, culturales, ideológicas que intervienen de muchas maneras en la
situación.

A mi juicio el concepto de situación puede aportar un modelo adecuado capaz de


aproximarnos a una totalización concreta, singular y en movimiento, del individuo o grupo
en estudio. Es en esta noción totalizadora de situación donde pueden encontrar su marco
aportes parciales propios de una conceptualización psicodinámica (ansiedades, conflictos,
fijaciones), comunicacional (modalidades en el manejo de los mensajes, alianzas,
descalificaciones) o psicosocial (roles, mitos, tareas grupales).

Comprendido el foco como delimitación de una totalidad concreta sintética entonces los
esfuerzos analíticos conservan sentido por su inclusión en ese marco conservado a lo
largo del movimiento de profundización sobre determinadas zonas de sus componentes.
El problema ha surgido de una situación y ésta es a su vez resultante del diálogo de la
persona con su realidad. Importa detectar “las formas cómo el diálogo se realiza y la
índole de la estructura dialéctica sujeto-realidad”.

El modelo de foco contiene esta serie de componentes condensados en la situación


estructurada. La profundidad con que se indague el papel de cada uno de ellos en la
estructura y las articulaciones del conjunto depende a su vez de otro conjunto de factores
propios de la situación terapéutica que creo posible identificar como reguladores del foco.

2. Diafragmado operacional del foco sobre la base de ciertos reguladores y retorno a la


totalización

En muchos momentos del proceso la tarea no abarca la totalidad de los componentes de


la situación sino que se concentra, por una especie de diafragmado, en algunos de ellos,
recortando alguna zona de la estructura. La profundidad con que se explore cada zona y
la amplitud con que pueda comprenderse la estructura de totalidad depende de una serie
de factores reguladores que comprenden:

a) Desde el paciente y su grupo familiar, un conjunto de factores: condiciones de vida,


culturales, ocupacionales, geográficos; motivación y aptitudes para el tratamiento.

b) Desde el terapeuta y la institución otros condicionantes: esquemas teóricos, recursos


técnicos que integran su arsenal terapéutico, disponibilidad de personal y espacios, estilos
de supervisión; este conjunto de factores influye en decisiones sobre tiempo, objetivos y
técnica que son a su vez reguladores del foco. Este conjunto de factores establece la
amplitud general que habrá de darse al trabajo sobre el foco.

c) En cada momento del proceso no obstante, la focalización adquirirá una amplitud


particular.

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Este conjunto de reguladores delimita sobre la situación total un cono do amplitud
variable; cada sesión puede ahondar selectivamente ciertas zonas del cono. Lo esencial,
sin embargo, reside en que cualquiera sea el sector de elementos explorados, éstos sean
comprendidos como integrantes estructurados-estructurantes de la situación.

El trabajo con el foco seguirá en psicoterapia esta secuencia:

1) El paciente inicia la sesión aportando un material disperso, hecho de episodios


recientes, recuerdos, observaciones sobre los otros y vivencias personales en esos
episodios.

2) Transcurrido un tiempo de ese despliegue inicial, el terapeuta interviene para preguntar


en una dirección específica, o bien reformula el relato, subrayando de modo selectivo
ciertos elementos del relato significativos desde la situación-foco.

3) El paciente recibe esta reformulación y comienza a operar con ella: produce


asociaciones guiadas por la nueva dirección impresa a la tarea, amplía elementos
recortados por el terapeuta.

4) Nuevas intervenciones del terapeuta tomarán ya elementos parciales componentes de


la situación, a los fines de ahondar en ellos, ya articulaciones del conjunto, en un doble
movimiento analítico-sintético, caracterizado como momentos regresivo y progresivo del
análisis de la situación. Este último apunta al encuentro de una totalización singular, a
realizar “la unidad transversal de todas las estructuras heterogéneas”. El movimiento de
diafragmado entonces se acompaña de un retorno a la totalización, en una alternancia
constante desde las perspectivas entre figura y fondo. Un movimiento donde se trabaja a
la vez sobre los detalles y sobre el conjunto.

3. Evolución del foco

A lo largo del proceso terapéutico el foco puede ir modificándose. En una psicoterapia


breve es probable que todo el proceso gire sobre una situación focal, y el avance del
proceso consista solamente en el enriquecimiento del modelo estructural que se vaya
armando de esa situación. En psicoterapias más prolongadas puede ir desplegándose
una sucesión de focos, cada uno de ellos caracterizando una etapa del proceso. En cada
una de estas etapas el trabajo con un foco privilegiado no difiere en esencia del que se
realiza en una psicoterapia breve. (Esta es una de las razones por las que coincido con
Kesselman en que “la antinomia breve-largo es un punto de partida poco conveniente
para dilucidar el problema de la psicoterapia”).

Capítulo X: Tipos de intervención verbal del terapeuta

Una teoría de las técnicas de psicoterapia requiere una conceptualización de sus


instrumentos, la que va íntimamente unida a una concepción del proceso terapéutico. Las
intervenciones del terapeuta son instrumentos esenciales de ese proceso. Es importante
entonces detenerse en la discusión teórica de los fundamentos y alcances de cada uno de
estos recursos técnicos. Básicamente, clarificar el sentido del empleo de cada una de
estas intervenciones y su valor como agente de cambio.

Un inventario de intervenciones verbales del terapeuta que son herramientas en las


psicoterapias incluye necesariamente las siguientes: 1) Interrogar al paciente, pedirle

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datos precisos, ampliaciones y aclaraciones del relato. Explorar en detalle sus respuestas.
2) Proporcionar información. 3) Confirmar o rectificar los criterios del paciente sobre su
situación. 4) Clarificar, reformular el relato del paciente de modo que ciertos contenidos y
relaciones del mismo adquieran mayor relieve. 5) Recapitular, resumir puntos esenciales
surgidos en el proceso exploratorio de cada sesión y del conjunto del tratamiento. 6)
Señalar relaciones entre datos, secuencias, constelaciones significativas, capacidades
manifiestas y latentes del paciente. 7) Interpretar el significado de las conductas,
motivaciones y finalidades latentes, en particular las conflictivas. 8) Sugerir actitudes
determinadas, cambios a título de ensayo. 9) Indicar específicamente la realización de
ciertas conductas con carácter de prescripción (intervenciones directivas). 10) Encuadrar
la tarea. 11) Meta-intervenciones: comentar o aclarar el significado de haber puesto en
juego cualquiera de las intervenciones anteriores. 12) Otras intervenciones (saludar,
anunciar interrupciones, variaciones ocasionales de los horarios, etc.).

Interrogar. Estas influencias del preguntar en psicoterapias merecen ser subrayadas para
una cultura profesional como la nuestra, influida marcadamente por la práctica técnica del
psicoanálisis, ya que en esta última no siempre pedir detalles de las situaciones reales a
las que se alude en sesión resulta tan decisivo, dado que a menudo se intenta construir
un modelo de fantasía inconsciente vincular latente a partir de los contenidos manifiestos
del relato. En este caso, para abstraer el vínculo objetal contenido en el relato, muchos
detalles pueden ser tomados como agregados no relevantes de lo manifiesto. En
psicoterapias, por el contrario, es necesario trabajar mucho más sobre las situaciones de
realidad del paciente, indagar la complejidad psicológica de las mismas, engarzada en
muchos detalles y matices reales de la situación.

Informar. El terapeuta es no sólo un investigador de la conducta, sino también el vehículo


de una cultura humanista y psicológica. En este aspecto el terapeuta cumple un rol
cultural: es docente desde una perspectiva más profunda y abarcativa de ciertos hechos
humanos. Esta perspectiva se nutre también con información, ya que el déficit de
información es un componente tan importante a veces para la oscuridad y la falsa
conciencia de una situación como los escotomas creados por mecanismos represivos
individuales. Proporcionar o facilitar esta información general que enmarca la
problemática del paciente cumple un rol terapéutico específico: crea una perspectiva
desde la cual los problemas del paciente, con toda su singularidad, dejan de ser vistos
como algo estrictamente individual que “sólo a él” le pasan. No informar entonces
(omisión técnica) constituye de hecho un falseamiento de la óptica psicosocial necesaria
para comprender los dinamismos psicológicos individuales y grupales (distorsión
ideológica).

Confirmar o rectificar enunciados del paciente. Este tipo de intervenciones es inherente al


ejercicio de un rol activo del terapeuta. La rectificación permite poner de relieve los
escotomas del discurso, las limitaciones del campo de la conciencia y el papel de las
defensas de ese estrechamiento. Contribuyen a enriquecer ese campo. La confirmación
por parte del terapeuta de una determinada manera de comprenderse el paciente
contribuye a consolidar en él una confianza en sus propios recursos yoicos; esto significa
que toda ocasión en la que el terapeuta pueda estar de acuerdo con la interpretación del
paciente es oportuna para estimular su potencial de crecimiento. La capacidad del
terapeuta de actuar flexiblemente con rectificaciones y confirmaciones de los enunciados
del paciente es fundamental para crear un clima de ecuanimidad, propio de una relación
“madura”.

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Clarificaciones. Estas intervenciones apuntan a lograr un despeje en la maraña del relato
del paciente a fin de recortar los elementos significativos del mismo. A menudo se clarifica
mediante una reformulación sintética del relato. Esas intervenciones en lo inmediato
preparan el campo para penetrar en sus aspectos psicológicamente más ricos y
comprensibles, lo cual se hará mediante señalamientos e interpretaciones. A la vez
“enseñan” un modo de percibir la propia experiencia: el paciente aprende con ellas a mirar
selectivamente, a recorrer la masa de los acontecimientos y de sus vivencias y captar
jalones: incorpora así un método dirigido a discriminar para comprenderse.

Recapitulaciones. Como las clarificaciones, estas intervenciones estimulan el desarrollo


de una capacidad de síntesis. En nuestro medio una simple hipertrofia del trabajo
“analítico” conduce a muchos terapeutas a descuidar el momento sintético, tan esencial
como aquel y complementario del mismo. Esta actividad de síntesis es fundamental en el
proceso terapéutico para producir recortes y “cierres” provisorios (peldaños de una
escalera móvil). Sin asentar en continuas síntesis provisorias, el proceso de pensamiento
no avanza. La dialéctica del conocimiento opera por un movimiento continuo de
totalización-destotalización-retotalizaciones. Las recapitulaciones, como las
interpretaciones panorámicas (diferenciadas de las microscópicas) son instrumentos
esenciales de ese proceso.

Señalamientos. Estas intervenciones actúan estimulando en el paciente el desarrollo de


una nueva manera de percibir la propia experiencia. Recortan los eslabones de una
secuencia, llaman la atención sobre componentes significativos de esa experiencia
habitualmente pasados por alto, muestran relaciones peculiares. Estos señalamientos
invitan a un acuerdo básico sobre los datos a interpretar, dan la oportunidad de modificar
esos datos, son el trabajo preliminar que sienta las bases para interpretar el sentido de
esas conductas. En psicoterapias tal vez constituya una regla técnica general la
conveniencia de señalar siempre antes de interpretar. El fundamento de esta regla está
en que el señalamiento estimula al paciente a interpretarse a partir de los elementos
recortados, es un llamado a su capacidad de autocomprensión. Es sumamente útil que
esta capacidad se ensaye en toda ocasión (entrenamiento reforzador del yo) y
particularmente con el terapeuta, que puede entonces ir guiando el desarrollo de estas
capacidades sobre la marcha. Dado el carácter docente de esta relación de aprendizaje
que es la psicoterapia, es mejor que la tarea pueda desarrollarla “el alumno” solo, con
pocas indicaciones.

En las respuestas del paciente a cada uno de estos señalamientos se revelan con gran
nitidez su capacidad de insight (su cercanía o distancia para con sus dinamismos
psicológicos), sus recursos intelectuales (aptitud para abstraer y establecer relaciones
versus adhesión a un pensamiento concreto), el papel de los mecanismos defensivos
(inhibiciones, negaciones, racionalizaciones) y la situación transferencial (cooperación,
persecución, etc.). Cada señalamiento se transforma en un verdadero test global del
momento que atraviesa el paciente en el proceso terapéutico.

Interpretaciones. La interpretación es un instrumento primordial como agente de cambio:


introduce una racionalidad posible allí donde hasta entonces había datos sueltos,
inconexos, ilógicos o contradictorios para la lógica habitual. Propone un modelo para
comprender secuencias de hechos en la intervención humana. Con frecuencia induce
también el pasaje del nivel de los hechos al de las significaciones y al manejo singular que
hace el sujeto de esas significaciones. Intenta descubrir con el paciente el mundo de sus
motivaciones y sus sistemas internos de transformación de las mismas (“mecanismos
internos” del individuo) así como sus modalidades de expresión y los sistemas de

90
interacción que se establecen dadas ciertas peculiaridades de sus mensajes
(“mecanismos grupales”). Es importante recordar que toda interpretación es, desde el
punto de vista metodológico, una hipótesis. Su verificación en consecuencia se cumple,
como un proceso siempre abierto y jamás terminable.

Sugerencias. Con estas intervenciones, el terapeuta propone al paciente conductas


alternativas, lo orienta hacia ensayos originales. Pero el sentido de las mismas no es
meramente promover la acción en direcciones diferentes, sino proporcionar insights desde
nuevos ángulos. Fundamentalmente contienen un pensamiento anticipatorio (aspecto
relevante dentro del conjunto de funciones yoicas a ejercitar en todo tratamiento) que
facilita una comprensión previa a la acción. La acción ulterior, de poder ser ensayada,
podrá ser ocasión de confirmaciones, reajustes o ampliaciones del insight previo. Son
oportunas cuando las condiciones del paciente para asumirlas (reducción de ansiedad a
niveles tolerables, fortalecimiento yoico) y las del vínculo interpersonal en juego, han
llegado a un momento de su evolución que las hace “fértiles”, receptivas para este tipo de
estímulo. Hace también a su oportunidad que el terapeuta detecte un momento de esas
condiciones y del desarrollo del vínculo donde “hace falta” una experiencia diferente,
nueva, para que mucho de lo esclarecido cristalice en acto.

Intervenciones directivas. Las directivas que surgen en psicoterapia aluden tanto a


necesidades propias del proceso terapéutico como a actitudes clave a evitar o ensayar
fuera de la relación terapeuta-paciente. ¿Qué situaciones hacen necesaria una
intervención directiva del terapeuta? En especial todas aquellas en las que el paciente
(y/o el grupo) se encuentren sin los necesarios recursos yoicos (es decir, sin los
mecanismos adaptativos de fuerza y diversidad suficientes) para manejar una situación
traumática, siendo por lo común víctimas de una ansiedad excesiva que tiende a ser en sí
misma invalidante o agravante de las dificultades propias de la situación (situaciones de
crisis súbitas en personas o grupos de moderado ajuste previo; cambios evolutivos
“normales” en personalidades o grupos de equilibrio lábil, con carencia o tendencia a la
pérdida de autonomía; psicosis agudas; deterioros de origen diverso). En todos estos
casos, determinadas intervenciones directivas están estrictamente indicadas. ¿Hasta
cuándo? Hasta el preciso instante en que el paciente recupera o adquiere los recursos
yoicos necesarios para lograr autonomía y capacidad de elaboración (momento de
progresión) en cuyo caso las intervenciones directivas pasan a ser contraproducentes (en
cuanto estimulantes del vínculo regresivo con el terapeuta) y requieren ser sustituidas por
otras.

Operaciones de encuadre. Estas intervenciones comprenden todas las especificaciones


relativas a la modalidad espacial y temporal que habrá de asumir la relación terapéutica:
lugar, ubicación en él de los participantes, duración y frecuencia de las sesiones,
ausencias, retribuciones. Se impone la necesidad de efectuar sugerencias de encuadre,
explicitar los fundamentos de la propuesta para esa terapia en particular, y someterlos a
reajustes.

Meta-intervenciones. Designamos con este término todas aquellas intervenciones del


terapeuta cuyo objeto son sus propias intervenciones. Pueden dirigirse a aclarar el
significado de haber realizado en ese momento de la sesión o de esa etapa del
tratamiento determinada intervención. Esta aclaración sobre la propia intervención es
fundamental, ya que el aprendizaje esencial está en los métodos y no meramente en los
productos. Estas especificaciones se hacen imprescindibles en cuanto abren la búsqueda
también a otro plano de determinaciones inconscientes colocando en cuestión la ideología
de ambos, también la del terapeuta. El terapeuta se pone en evidencia en su realidad

91
cuestionable, susceptible de examen crítico en sus premisas, con un oficio también
sometido a revisión. Es otro modo de colocar el vínculo terapéutico en relaciones de
reciprocidad, evitando el efecto de adoctrinamiento subrepticio propio de las relaciones
autoritarias en las que el terapeuta presenta sus opiniones como “saber”, soslayando la
presencia de la ideología en la base de sus elaboraciones.

Alexander y Ross: Capitulo 1: Desarrollo de los conceptos fundamentales del


psicoanálisis

Principios Psicodinámicos de la Terapia

La teoría psicoanalítica ha seguido el desarrollo de la teoría. La terapia consistió en llevar


a la conciencia el contenido psicológico reprimido. La hipnosis catártica era un
procedimiento, un recurso mediante el cual en estado hipnótico artificial el yo no
rechazara el material reprimido. Luego Freud advirtió que la movilización de lo reprimido
no era suficiente para curar los síntomas y que el yo debía experimentar cambios a fin de
volverse capaz de integrar en su sistema el material reprimido. El objeto de la terapia, por
consiguiente debe consistir en producir cambios en el yo. Con esa nueva orientación, se
trasladó a comprender el icc, el conocimiento simbolismo, traducir el lenguaje pictográfico
arcaico del icc en pensamiento verbal, hacia el estudio de los mecanismos de defensa del
yo. El descubrimiento decisivo respecto al modo en que cabe influir sobre las defensas del
yo, fue el fenómeno de la transferencia.

En la hipnosis catártica el factor terapéutico consistía en una intensiva experiencia


emocional. Pero Freud reconoció que la experiencia traumática no era el factor
patogénico. Lo que el paciente sentía como trauma, era un incidente trivial.

Luego las asociaciones liberes eran un recurso ideal para el estudio sistemático del
pasado del paciente. Siguió un periodo en que la reconstrucción genética del desarrollo
de la personalidad convirtiéndose en el objetivo de la terapia. Sin embargo, gradualmente
fue apreciándose cada vez más la importancia de las experiencias emocionales del
paciente en relación transferencial con el psicoanalista. El factor eficaz terapéutico no es
el recordar, sino el revivir las experiencias traumáticas en la transferencia.

El instituto de psicoanálisis de Chicago se emprendió una revaloración sistemática de los


efectos terapéutico. Este proyecto requería una experimentación con la técnica del
tratamiento. Se abandonaron la rutina de las sesiones diarias y la actitud pasiva y cada
detalle del tratamiento, la frecuencia de las entrevistas, sus interrupciones, y en lo posible
los detalles de la situación vital del paciente, fueron planeados de acuerdo con la
naturaleza del problema terapéutico.

La actitud del terapeuta hacia el paciente fue explorada también. Freud concebía neutral
al papel del analista. Para esta psicoterapia breve la personalidad del analista y sus
reacciones, a pesar de sus esfuerzos por permanecer impersonal, influyen en el curso del
tratamiento. El paciente siente esas reacciones, pero a menudo las interpreta mal, de
acuerdo con sus propias necesidades emocionales. Las investigaciones de Chicago
presentan particular atención a la mutua relacion emocional entre paciente y medico; el
concepto de experiencia emocional correctiva del paciente como factor central en el
tratamiento psicoanalítico ha evolucionado.

La esencia de esta teoría puede resumirse así: la condición neurótica es el resultado del
fracaso del yo en el cumplimiento de su función, consistente en encontrar gratificación
para las necesidades subjetivas, de un modo que mantenga la armonía entre los diversos

92
aspectos de la personalidad y el ambiente. Esa función de mediación entre necesidades y
deseos parcial o conflictuales y su adaptación a las condiciones ambientales son
problemas de integración.

La función integradora fue sometida por French a un estudio que trato de evaluar sus
variaciones cuantitativas. Así la facultad integradora varia de una persona a otra, y en la
misma persona sufre la influencia de diferentes factores. La excesiva intensidad de una
necesidad emocional, por ejemplo, interfiere con la integración efectiva.

Las emociones intensas y apremiantes tienden a buscar una gratificación inmediata y por
lo tanto interfieren con la función integradora efectiva. Las motivaciones de escasa
intensidad también pueden disminuir la facultad integradora. La ansiedad según su
intensidad, puede favorecer o paralizar la función integradora.

Otro factor que interfiere con la conducta adaptativa se relaciona con el mecanismo
básico de la represión.

La represión es la medida defensiva característica del débil yo. El impulso reprimido


buscara satisfacerse una salida en los síntomas.

La terapia psicoanalítica se revela como un proceso de reacondicionamiento. El yo es


inducido a enfrentar un impulso reprimido eliminando la angustia que suscito la represión.
Ello se logra reproduciendo la situación original, pero cambiando las condiciones de modo
que pierdan su efecto productor de angustia. Tan pronto como el paciente advierte que la
respuesta del analista a la expresión de sus impulsos es diferente de la de sus padres, se
aparta el efecto atemorizador. La finalidad de la terapia consiste primero en revivir la
situación interpersonal que condujo a las represiones originales, y segundo, en
proporcionar un nuevo tipo de experiencia adecuada para contrarrestar los efectos de las
respuestas paternas. Eso solo puede alcanzarse si el analista es capaz de reconstruir las
influencias patogénicas paternas y responder a las modificaciones emocionales del
paciente de una manera que contrarrestare y neutralice el influjo perturbador de los
padres. Se trata de un reacondicionamiento emocional.

Así las experiencias emocionales durante la terapia tendrán una influencia correctiva, cuto
resultado será la eliminación de las represiones. El paciente será capaz de encarar lo que
antes se encontraba reprimido a causa de la censura paterna.

Mediante su labor interpretativa, el analista ayuda al yo del paciente en la integración del


nuevo material liberado de la represión. Para hacer consciente lo que hasta ahora estaba
reprimido, es preciso reducir la angustia. Ello se logra mediante la experiencia emocional
correctiva y la comprensión, que tiene de por si un efecto reductor de la angustia. La
función del yo consiste en dominar mediante la comprensión. La función integradora se
basa en la estimación de la situación total. Por eso la labor interpretativa, al tratar con el
material puesto al descubierto acrecienta la autoconfianza del yo.

Del instituto de psicoanálisis de Chicago ha resultado una serie de recomendaciones


técnicas. La esencia de estas consiste en que, desde un principio el terapeuta debe estar
precavido contra el peligro inherente a las tendencias regresivas del paciente. Para
contrarrestar ese peligro el analista debe dar consecuentemente al paciente mayor
independencia posible.

Es indispensable la conveniente reducción de la frecuencia de sus sesiones, con


interrupciones más o menos largas. Animar al paciente a realizar fuera del tratamiento

93
nuevas experiencias vitales adecuadas para aumentar para aumentar la confianza en sí y
estimular esperanza, son también poderosos recursos para liberar al paciente de la
dependencia respecto del terapeuta.

Kasselman: Psicoterapia breve

I - ¿Por qué psicoterapia breve?

Hay muchas razones, pero creo que una de las respuestas esenciales es que las
necesidades actuales de masificar la asistencia psicológica son incompatibles con los
tratamientos psicológicos individuales prolongados.

Breve, sería entonces, la psicoterapia que se contrapone a la psicoterapia prolongada o


ilimitada.

De estas psicoterapias prolongadas propongo tomar, como ejemplo, el psicoanálisis para


comprender el papel que puede desempeñar en las limitaciones y posibilidades de
desarrollo de la psicoterapia breve y de los otros procesos correctores de duración y
objetivos limitados. Frente a la necesidad de masificar la asistencia psicológica, se le
plantearan, al psicoterapeuta, dos caminos: o tratará de hacer “psicoanálisis a todo el
mundo”, o intentara construir una solida teoría y técnica de los procesos correctores de
duración y objetivos limitados.

A) Psicoanálisis para todo el mundo

En cuanto a las limitaciones, quiero señalar, las dificultades que se le presentan a los
psicoterapeutas que se rebelan contra el “elitismo”, se proponen masificar la asistencia
psicológica tratando de realizar un camino imposible: “hacer psicoanálisis a todo el
mundo”. Esta salida suele ser la forma en que el psicoterapeuta trata de resolver la
contradicción entre su confianza en la idoneidad de los tratamientos largos y costosos
(como el psicoanálisis) y sus deseos de realizar una psicoterapia optima y
económicamente accesible a todos.

Es común que el psiquiatra novel admite la necesidad de analizarse y conocerse a sí


mismo a través de dicho tratamiento, para poder discriminar adecuadamente entre sus
propios conflictos y los de su paciente. Pero también es común que cuando debe realizar
asistencia psicológica a pacientes hospitalarios, por ejemplo, lo que suele hacer con ellos,
es una especie de psicoanálisis apurado. ¿Por qué le sucede esto? Tres razones:

a) No puede evaluar como optimas otras técnicas terapéuticas para los demás, si les
hace algo distinto de lo que considera lo mejor para sí mismo;

b) Al no tener información suficiente, no ve otro recurso que aplicar con los pacientes
el modelo que ha comenzado a aprender a través de su propio psicoanálisis;

c) Circulan habitualmente, en su medio ambiente profesional y de clase media,


afirmaciones acerca de que la terapia psicoanalítica es la única eficaz y que los otros
procesos psicoterapéuticos son ineficaces, que el psicoanálisis es costoso pero profundo,
y que las otras psicoterapias podrán ser gratuitas pero superficiales.

Estas afirmaciones lo empujaran a abandonar el medio hospitalario una vez que comienza
a tener un número significativo de pacientes que le aseguren una práctica privada.

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Vemos así, que el psicoanálisis ha provocado un retroceso en la construcción de
instrumentos adecuados para prestar asistencia psicológica a la gran masa de población.

Cinco exigencias del psicoanálisis

a) La extensión temporal: La curación es concebida como un trabajo entre psicoanalista y


paciente. Este trabajo se cumple poco a poco, en un desarrollo a lo largo de los años y se
lo conoce como elaboración.

b) La tolerancia al sufrimiento: El paciente debe ser capaz no solamente de permitir


acceso a su conciente de los aspectos más reprimidos y rechazados en su personalidad,
sino también de mantenerlos en su conciencia por más dolorosos que sean, recurriendo a
una disociaciones instrumental entre una parte de si mismo capaz de sufrir y otra parte
capaz de interesarse y pensar alrededor de su propio sufrimiento. Es lo que se conoce
como insight.

c) Vínculo cerrado analista-paciente: La relación debe desarrollarse en un ámbito cerrado


para favorecer la creación y el mantenimiento de un vínculo artificial caracterizado por
sentimientos de tipo infantil hacia el terapeuta, a través de esta regresión, el terapeuta es
trata como si fuese una figura parental. Esto afianzara la creación de un vínculo
fuertemente dependiente del análisis: la neurosis transferencial.

d) El costo del tratamiento: El pago de los honorarios es un índice del respeto que el
paciente guarda hacia su propio tratamiento.

e) Investigación “libre” o no directiva: Uno de los aportes más revolucionarios del


psicoanálisis: eliminar la función consejera. Surgió una línea “abierta” a las asociaciones
libres, actos fallidos y sueños, son una vía para llegar al icc. Se constituyo así una línea
de investigación psicoterapéutica no planificada previamente y, por lo tanto, sin límites
temporales fijos.

¿Qué hará el psicoterapeuta con estos axiomas ante la tares de prestar asistencia a todos
los sectores necesitados de la sociedad? Tendrá dos alternativas: emplear directamente
estas categorías o les da otra concepción recreándolas o creando nuevas categorías.

Está visto que el empleo de estas cinco exigencias en la confección de los encuadres de
la psicoterapia breve, ha tenido resultados poco provechosos, sobre todo en los medio
hospitalarios y en algunas instituciones privadas. Por otra parte, le ha ido demostrando al
psicoterapeuta la realidad del tremendo alejamiento que ha sufrido el psicoanálisis con
respecto a la cultura de masas.

El psicoterapeuta se ha visto tironeado por dos fuerzas: una que emerge de los
postulados científicos psicoanalíticos y otra que nace de los postulados de la cultura
popular.

El psicoterapeuta que se acerque a la realidad de todos los días se encontrara con el


hecho de que, si bien estas categorías de idoneidad y eficiencia del psicoanálisis son
reconocidas por la minoría de su clase social, en cambio, no son reconocidas en la gran
masa de la población.

Para la gente, en general, los tratamientos médicos poco eficaces, son los prolongados.
Frente al desarrollo de un tratamiento prolongado, el paciente tiene la convicción de que

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su estado es grave o el terapeuta no es bueno. Y esto suele terminar en una consulta a
otro profesional o en busca de otra solución.

B) La labor creativa: teoría y técnica de los procesos correctores de duración y


objetivos limitados

Esta la posibilidad de que el psicoterapeuta sea capaz de una labor creativa al conferir
otra concepción a las categorías psicoanalíticas recurriendo a otras técnicas o a otras
disciplinas. Es posible la instrumentación de ciertas categorías psicoanalíticas y en lo que
se refiere a las cinco exigencias:

a) Extensión temporal: La psicoterapia breve debe tener una curación limitada, en lo


posible, a semanas o meses de duración.

b) La tolerancia al sufrimiento: No pretendemos la supresión de la angustia. Tampoco


creo que deba hacerse una apología del dolor exagerado. El dolor, la angustia, deben
adecuarse a la capacidad que cada sujeto tenga para sentir ese dolor y esa angustia
como valiosos, soportable y no como perjudiciales e insoportables. Creo que la angustia
insuficiente y la desmesurada se convierten en un freno del proceso de curación.

c) Vínculo cerrado analista-paciente: Este es un lujo que no siempre la psicoterapia breve


puede darse. Primero porque hay ciertos pacientes (niños, adolescentes) con quienes
este vínculo no es posible desde el momento en que no los consideramos totalmente
responsables como para hacerse cargo de sus peripecias y exigencias que deben
afrontarse en el tratamiento. Segundo, porque la psicoterapia breve, que requiere el
hallazgo de soluciones inmediatas, deberá incluir entrevistas a familiares y allegados del
paciente para solucionar los puntos de urgencia y las condiciones de seguridad del
tratamiento.

d) El costo del tratamiento: Aquí deberíamos discriminar según los tipos de pacientes, de
acuerdo a los recursos económicos. Creo que aquellos pacientes con buenos recursos
económicos deben pagar los tratamientos en una relación entre sus posibilidades y las
necesidades del psicoterapeuta. Si bien es cierto que el terapeuta tiene el derecho a
recibir su remuneración económica, también creo que al no tenerla se beneficia y gratifica
no solo con el aprendizaje allí obtenido sino con los beneficios de prestar asistencia
social.

e) Investigación “libre” o no directa: Creo que la libertad de la investigación puede y debe


mantenerse dentro de ciertos cauces y límites en una dirección que resulte del equilibrio
que reclaman las necesidades y posibilidades del terapeuta o institución, de los pacientes
y de la situación en que dicha relación se da. Pienso, así, que la psicoterapia breve, será
considerada como una de las formas de lo que podría llamarse planeamiento de la
psicoterapia o psicoterapia planificada de corta, mediana o larga duración, de acuerdo al
caso.

Dos características fundamentales

Parece entonces que toda posibilidad de masificar la asistencia psicológica, depende de


la capacidad para planificar dicha asistencia por una parte, y por la otra, de la eficacia de
utilizar todos los recursos de movilización y encuadres posibles de trabajo.

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Los procesos correctos de duración y objetivos limitados, entre ellos las psicoterapias
breves, son el principal instrumento de la asistencia social, ya que son aptos para cubrir
todo el campo asistencial, sin sectores de privilegio. Dos características:

a) El planeamiento, la programación o la planificación general previa, que incluye la


noción de principio, desarrollo y final del proceso con metas claramente establecidas;

b) La utilización de diversos encuadres y de diversos instrumentos de aceleración o


movilización adaptados a cada persona o grupo de personas asistidas o a distintos
momentos evolutivos de la misma persona o grupo de personas asistidas.

Creo que la diferencia fundamental radica en el hecho de que existan psicoterapias


planeadas o programadas y psicoterapias no planificadas o no programadas. Cada una
de ellas puede ser de corta, mediana o larga duración, según el caso.

II – Las bases de la planificación

La planificación es el trazado de un camino a recorrer entre agente corrector y sujeto de la


corrección, a través de una tarea que llamamos proceso corrector.

1. Noción de proceso corrector: es una tarea por la que un agente de la corrección asiste
psicológicamente al sujeto de la corrección, con un esquema instrumental, en una
situación determinada.

El agente corrector puede ser un individuo o grupo al igual que el sujeto.

Corrección implica cambio. Nuevas formas de enfrentar los conflictos psíquicos que
limitan sus capacidades.

La tarea se desarrolla alrededor de un marco de referencia y de un marco de trabajo. El


primero es el esquema de conceptos de que el agente corrector se sirve para operar la
transformación de un campo dado: Esquema Conceptual Referencial Operativo (ECRO).
El segundo es el que encuadra el campo de la relación entre sujeto y agente corrector y
este campo es el de las conductas desviadas.

El concepto de desviación de la conducta se refiere a las distintas variantes de la norma


patrón, que no puede ser una norma fija y universal. A partir de su ECRO, el agente toma
en cuenta la ubicación temporo-espacial, el rol y el estatus social, la edad, el sexo, etc. de
el o los sujetos de la corrección.

El proceso corrector toma así la característica de no poseer modelos fijos sino situaciones
y el sentido de la corrección lo da la operatividad funcional y social de la misma.

Todo proceso corrector presenta seis constantes. Se agrupan tres de cada lado del “cono
invertido” y los fenómenos registrados en cada una de ellas permiten rastrear el agente
corrector, la naturaleza de la desviación y a su vez permiten planificar el proceso de la
corrección.

a) Pertenencia: es la identidad de el o los sujetos actores de la corrección. Se mide por el


grado de responsabilidad a asumir el desempeño de la tarea.

b) Cooperación: es el grado de eficacia real con que cada sujeto de la corrección participa
para contribuir al logro o fracaso de la tarea.

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c) Pertinencia: es la capacidad de centrarse en la tarea prescripta. Es lo que permite a la
tarea mantener en su eje el sentido verdadero de proceso.

d) Comunicación: parece ser el elemento más demostrativo para detectar y visualizar


trastornos en las relaciones humanas. Lo enfocamos desde 2 niveles de aproximación: el
de la teoría de la información y el de la dinámica de los niveles libidinosos. Siguiendo la
teoría de la información, delimitamos un circuito de trabajo con: emisor, receptor y
mensaje, para detectar en que parte está el malentendido. En cuanto a la dinámica de los
niveles libidinosos registramos el oral, el anal y el genital. Cada uno de ellos se
caracteriza por el tipo de relación que tiene el sujeto con los objetos de su interés.

e) Aprendizaje: es la adquisición de la capacidad de conductas alternativas para enfrentar


obstáculos. Aprender a pensar los sentimientos, las acciones y los pensamientos. A
relacionar nuestra conducta con la de los otros.

f) Telé: es ser humano sufre miedos básicos: el persecutorio (temor al ataque) y el


depresivo (temor a la perdida). Estos miedos producen una visión subjetiva de mundo
exterior, el cual es, a su vez, objeto de las proyecciones inconscientes de dichos miedos,
haciéndole sentir que, sin saber bien porqué, puede agruparse con ciertas personas y
rechaza otras. Estos no son encuentros afortunados o desafortunados sino “reencuentros”
en la relación con el mundo exterior. A esta atracción o rechazo la denominamos telé
positiva o negativa.

Los instrumentos técnicos utilizados por el agente corrector (interpretación,


esclarecimiento, dramatizaciones, etc.) están destinados a favorecer el manejo adecuado
que el paciente haga de sus miedos básicos y a disminuir su resistencia al cambio.

Para la corroboración o rectificación de hipótesis dinámicas (con las que intentamos


comprender y corregir a lo largo del proceso) nos valemos de ciertos universales
psicológicos suministrados por las teorías de las relaciones objetales y que aparecen
como variables generales de todo proceso corrector. Trataremos aquí de que nuestra
actividad correctora se centre en:

a) Disminución de los miedos básicos

b) Plasticidad en el juego de introyección y proyección

c) Volver explicito lo implícito

d) Favorecer la movilidad de roles

e) Favorecer la recreación de ideologías

Finalmente, las modificaciones obtenidas desde los iniciales trastornos que han aparecido
en la primera consulta o durante el proceso terapéutico permitirán que el agente tenga a
mano puntos iniciales de referencia de los cuales partir, de común acuerdo con su
paciente, para confeccionar el planeamiento de una tarea que periódicamente les habrá
de permitir la evaluación del proceso evolutivo y la confección del futuro proyecto.

Los procesos correctores pueden dividirse de acuerdo a su duración y objetivos en


limitados y no limitados. Los primeros pueden dividirse, a su vez, en aquellos que se
desarrollan con personas que solicitan asistencia psicológica para mejor su eficacia, para
efectuar un aprendizaje, pero no se consideran enfermos, y en los que se desarrollan con

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personas que solicitan asistencia psicológica para curar su enfermedad. En este campo,
el agente corrector efectúa psicoterapia.

Los cuatro principios básicos para el planeamiento y ejecución de la tarea correctora

La logística, la estrategia, la táctica y la técnica.

Se concibe el ataque y la lucha contra la enfermedad en términos muy similares a los que
se utilizaban un campo de batalla. El agente corrector es visto como un soldado que tiene
que combatir contra un enemigo (la enfermedad) frente a la cual tiene que plantearse qué
posibilidades de logro tiene. El agente debe colocar a su objeto de estudio (el paciente) y
el campo en el que se va a trabajar (la relación terapéutica) en las mejores condiciones,
para que su trabajo (la lucha contra la enfermedad) sea lo más fructífero posible. Esto es
la logística y la definimos como la aproximación exploratoria al campo de trabajo que
intenta las operaciones necesarias para colocar al objeto de estudio y corrección en
condiciones tales que la experiencia sea fructífera.

Luego se puede diseñar una forma de atacar ese campo, de abordar y de relacionarnos
con ese objeto de estudio, una forma que nos indique que hacer, durante cuánto tiempo,
para llegar a donde, es decir a que meta y a través de cuales etapas. Esto es la
estrategia. Es el diseño de un plan de acción sobre el camino a recorrer para llegar a
nuestra meta u objetivo final, utilizando los datos que hemos obtenido en la etapa
logística.

La manera en que vamos a emplear este plan de acción, el tiempo en que lo vamos a
poner en movimiento, en el momento en que vamos a desarrollarlo. Esto es la táctica. El
plan de acción de se pone en movimiento en el momento y lugar adecuado.

Podemos utilizar muchos recursos para recorrer y operar sobre ese campo. Las diferentes
formas en que se utilizan los instrumentos para operar en el campo de trabajo, o sea la
sistematización de los distintos caminos para llegar a un fin recibe el nombre de técnica.

FIORINI – “Intervenciones en crisis en psicoterapias psicoanalíticas: crisis vitales,


crisis accidentales. Caso clínico”

Llama una mujer solicitando un turno para su marido, lo hace ella ya que “él no lo haría,
no tiene fuerzas dice”. Algunos dicen que si no llama el paciente no hay que atenderlo
porque no hay demanda. Tiene importancia saber quién demanda, pero esto no es
condición para dar una consulta.

Viene a verlo un hombre de 46 años de aspecto atlético, inseguro, con dificultades para
hablar, se encuentra achicado, con una vos de angustia. “Yo vengo… mi mujer le pidió,
porque yo desde el 2 de enero no volví a trabajar” (era marzo).

Tiene un negocio de música con dos socios, el cual ha evolucionado pero que desde hace
unos años se produjeron cambios económicos y de comercialización desfavorables.
Señalo esta cuestión como factor de la situación (factor socioeconómico). Tuvieron que
ampliar el número de sucursales debido a las condiciones impuestas para que le sea
vendida la mercadería, debían multiplicarse o cerrar.

El hombre en cuestión era el encargado de realizar los pagos de sueldo, en un año los
asaltaron 10 veces. Y el último fue el más terrible, ya que recibe un tiro por parte de los
maleantes “me podrían haber matado”. Se pone a llorar. Llora por la muerte de él, que

99
bien pudo haber ocurrido. Y llora también porque estuvo loco. El asalto fue el 20 de
diciembre y el 2 de enero dijo "me dio un miedo terrible y no volví más”. Pienso que me
está contando la historia de una fobia, que en realidad ha tenido una situación de peligro y
que la respuesta del impacto traumático es el desarrollo de una fobia. Cosa que
efectivamente ocurre, pero no es solo eso “mi padre nos abandonó cuando tenía 10 años”
(llora). ¿Por qué ve una relación causal entre las dos historias, la del abandono y la del
balazo?

Tenía más problemas en su trabajo, no solamente lo de los asaltos. Cuenta haber


cometido errores financieros a causa de olvidos, que le costaron a la empresa mucho
dinero.

El autor le pregunta, ¿Qué piensan usted y sus socios sobre esta situación que dejo de ir
a trabajar?, a lo que responde que no los vio más, pero que su mujer le insiste en que
vuelva, porque si no, no tendrían de que vivir. El hombre está muerto de miedo, no tiene
dinero, no puede recuperar el capital puesto allí. Está muy angustiado, le propone
medicarlo y el acepta. Luego la medicación se pudo ir suprimiendo.

La crisis se define en esta situación como el abandono súbito del trabajo. Tenemos una
falla en el manejo financiero de la empresa, los socios están enojados y los asaltos. Pero
lo que realmente demarca un antes y un después, fue el día en que dijo “no vuelvo más”.
Ahí tenemos un corte temporal más fuerte, los otros son problemas acumulados.

En toda situación clínica debemos considerar los diferentes elementos ligados. Cambio en
la economía, multiplicación de los locales, la pelea con los socios, dejar de trabajar. El no
habla con ellos ni ellos con él. Acá es donde proponemos escuchar lo grupal. Si me centro
en lo individual digo, este es un individuo que dejo de trabajar por A, B o C. Si escucho lo
grupal digo: pero no solo él, además nadie llama y estaban en vías de echarlo (por los
errores financieros). A esto llamo la dimensión grupal de la crisis.

Posteriormente cuenta que su padre era un hombre muy exitoso, de mucho dinero que
tenía una sociedad con su hermano. Hasta que un día comenzaron a dedicarse a los
caballos de carrera, a salir con mujeres y se marcharon con ellas y su fortuna. Su madre
furiosa les dijo que de ese hombre no se habla más. “Ella era muy sargenta y teníamos
que cumplirle en todo. Y así salimos mi hermana y yo, sometidos, sin carácter. Nosotros
no tenemos carácter, nos tienen que decir qué hacer, sin iniciativa”. Un día el padre
reapareció, había perdido el dinero y la mujer.

Este es un aspecto importante de la historia porque, en realidad, él tiene un vacío de


representaciones y de sentidos. Después, con el tiempo, voy reconstruyendo la historia y
la impresión que tuve es que el padre enloqueció. Presupongo que es la historia de un
hombre psicótico, que se psicotizó a cierta edad y luego se restituyo mal. Ni siquiera
podía hacer un relato que lo defendiera a él como padre frente a sus hijos.

La edad que tenía su padre cuando sucedió esto era de 45 años, la misma edad que tiene
él ahora. Es posible que este hombre que perdió al padre y que lo tuvo perdido no sólo
cuando no hablaban, sino mientras hablaron también, ya que jamás pudo recuperar un
dialogo con ese padre; que ese hombre, ante esa pérdida, haya desarrollado alguna
identificación inconciente con el loco, por la que cometió, a la misma edad, algún
equivalente simbólico de aquella locura. Tal vez deseaba volverse loco por el elemento de
unión al padre.

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En la tradición psicoanalítica más fuerte, se puede dedicar mucha atención a la historia de
la identificación con el padre. Pero la situación actual es muy crítica. No la vamos a
descuidar como historia, pero a la vez, consideraremos esta situación actual.

Él tiene muchas dificultades para pensar a esta altura, cuando le hago una interpretación,
por ejemplo, sobre la relación con el padre, él queda afuera. No tiene ningún gesto de
insight, la interpretación en ese momento no le trae asociaciones y queda en silencio. El
sujeto está bloqueado ante la angustia, y además porque tiene una historia de pasivo. Él
era el que no hablaba cuando la madre dijo “de esto no se habla”. Lo que estoy haciendo
son interpretaciones de prueba para ver si trabaja o no con ellas. Espontáneamente él no
cuenta nada.

El problema es cuan fuerte ha sido en su vida unirse al padre a través de esta esta
identificación. El paciente sostiene que su mujer está muy enojada y que si no vuelve a
trabajar se va a separar. Este hombre está bloqueado, paralizado y, tal vez, está decidido
a mantenerse en el camino del padre. Interpreto todo lo que él está construyendo de
situación de riesgo, lo que está llevando delante de situación destructiva y él está en una
posición negativa. Y cuando señalo e interpreto esa actitud negativa, él asiente, pero no la
modifica.

En esa situación, apelando a nuestra teoría de lo grupal en la crisis, decido citar a la


mujer. Ella no estaba tan enojada como él decía, con lo cual pude comprobar qué
diferencia puede haber entre la proyección y lo que es el otro. Era una persona muy
comprensiva y razonable. Propone ir a hablar ella con los socios, a lo cual el marido se
niega rotundamente. Decido entonces ser activo: “usted se opone, pero sin proyecto
alternativo, no ofrece nada a cambio, vamos a toma esto como una asamblea. Usted se
opone pero está en minoría”. Creo que en esta situación de crisis el terapeuta debe ser
activo. La “asamblea” concluyó en la decisión de que la mujer fuera a hablar con los
socios. La cuestión es evaluar estratégicamente la situación, cuáles son los recursos, los
obstáculos, las alternativas y los riesgos.

La mujer fue a hablar con los socios, quienes tampoco estaban enojados, ellos
comprendieron la situación, le dijeron que se trate y que cuando pueda, que concurra a
hacer alguna tarea. Anteriormente, después del error financiero, le habían propuesto un
trabajo fuera de la empresa, promoviendo la venta de los discos en gasolineras. El
hombre sostiene que no puede ir a lugares abiertos, ya que padece de agorafobia,
entonces su mujer propone acompañarlo y el acepta. Mientras tanto seguimos trabajando
sobre su historia y sus identificaciones negativas que lo hacían dudar mucho de cada
paso que fuera a dar en el trabajo. Al tiempo, le propuso a la mujer que ella se quede en
casa con los niños porque se animaba a ir solo. Lo que plantea la intervención en crisis es
darle tanto peso a la historia como al presente.

Participante: Su historia pasada parece estar repitiendo, en ningún lado parece que tú
interpretas lo transferencial. ¿Cómo en estas situaciones de crisis manejas lo
transferencial? Este hombre te está avisando desde principio de que tienes que decirle lo
que tiene que hacer.

Voy a tomar esto, pero quiero plantear otra cuestión, la relación entre transferencia y
diferencia. Este hombre lo que presenta muy visible es que tiene un carácter pasivo, pide
siempre a otro que lo dirija. Se lo ha pedido a su mujer, a los socios y me lo pide a mí.

101
En las consultas conmigo es un hombre pasivo, hace silencios, no trabaja con las
interpretaciones, más bien yo siento el peso de tener que cargar con la situación de él.
Desde el punto de vista de la transferencia, él está repitiendo su relación pasiva con el
poder de otro. Y yo hago algunas interpretaciones sobre esto, pero nada lo mueve. Se
comporta conmigo como ya hizo con su madre.

Fíjense en el equívoco que puede plantear el problema de la transferencia. En las


neurosis que investigaba Freud, la transferencia era inconciente, y el sujeto, cuando
observaba la transferencia, él como observador se hacía crítico al respecto de esa
conducta. Es decir, se hacía egodistónico respecto de la transferencia. En las patologías
de carácter, la transferencia es egosintónica y el sujeto la sabe, no le es inconciente,
puede haber elementos inconcientes en ese acto, pero él sabe que su pasividad es tal
que lo lleva a pedir directivas siempre. El problema en los trastornos del carácter es que la
interpretación de la transferencia puede no sacudir el panorama transferencial. Ese es un
punto.

El otro problema que vamos a mirar es que en su historia hay un padre ausente. También
nos está mostrando que ante un padre ausente él se ha identificado con aspectos
enfermos del padre. Otra lectura puede ser que él viene a encontrarse conmigo para ver
si encuentra una función paterna no enferma y no ausente. Si viniera a encontrar una
función paterna no enferma, él vendría portador de alguna diferencia potencial.

Se quedó pasivo con respecto a las figuras maternas y ausente de la función hijo en la
relación hijo-padre. La cuestión es que él puede venir con todas esas transferencias, pero
también a ver si es posible construir alguna diferencia. Si se pudiera construir alguna
diferencia esto tendría ecos en la historia. Pienso en construir alguna diferencia en
términos de función de padre. Lo cierto es que durante algún tiempo interpreté la
transferencia y cuando vi que él no respondía a esas interpretaciones, me quedé
expectante. Ya veríamos por otro camino.

Una escena interesante para crear diferencia es la escena de la asamblea, donde yo me


uno a una mujer y decidimos. Esa alianza de la mujer conmigo, en ese momento, se
puede leer de muchas maneras, pero también se puede leer como instauración de la
función paterna, con una pareja paternal que en la historia de él estaba perdida.

Cuando nosotros estamos construyendo alguna diferencia, no la interpretamos, la


hacemos. Porque si la interpretamos, la interferimos. Si yo estoy instaurando una función
paterna, más vale que no lo diga, porque si lo digo interfiero su funcionamiento, que
conviene que sea silencioso.

En la historia del PSA este tema se llamó experiencia emocional correctiva, en la teoría de
Alexander, pero esta noción alude a infinidad de cosas que pueden pasar en un análisis
en cuanto a instaurar alguna diferencia. Pero instaurar alguna diferencia, no quita que va
a haber que lidiar con las transferencias, la cuestión es cómo y cuándo. Parte de la
pregunta sigue en pie, y es cuándo podremos abordar las repeticiones de la transferencia,
pero sabiendo que no hay sólo eso, que puede haber otros caminos en torno a lo que se
repite como transferencia.

Participante: Respecto a eso que decís de no decirlo sino hacerlo, ¿cómo le pediste
permiso para introducir ahí a la mujer en la entrevista?

102
Cuando le digo de invitar a su mujer y el acepta, está aceptando cierta función paterna a
mi cargo. Le explico para qué, qué es lo que estamos buscando. No es una función
autoritaria, pero sí de guía, cómo guiar en medio de la crisis, por dónde buscar el camino.

Participante: El otro día se planteaba la pregunta de qué es lo que cura en una


experiencia psicoterapeuta. Si lo que cura es la nueva experiencia vincular o los insight.
En este caso pienso lo vincular como continente, como experiencia afectiva, ese sostén
grupal del psiquismo, para poder elaborar situaciones complejas específicas de crisis que
si no se intentan solucionar iban a llevar a la destrucción.

Lo que necesitamos habitualmente es el “y”, el vínculo y el insight, la conjunción en


proporciones variables y según los momentos. Pero, en general, en el estudio de los
factores terapéuticos, el primer diseño que uno se tiene que plantear es: el vínculo, el
insight, la experiencia de trabajo actual, todo en términos de conjunción. Conjuntos que
suman diferentes tipos de acciones en cada momento, se acentuará más una u otra
dimensión, pero contando con un instrumento de recursos diversos podremos llegar a
producir efectos en diferentes dimensiones para el proceso.

D`ANGELO – “Terapias breves versus efectos terapéuticos rápidos”

1. Las terapias breves

Partamos para nuestro examen de algunas consideraciones generales sobre las que se
apoya la práctica psicoterapéutica de las terapias breves. El esquema de referencias -la
teoría de la técnica- que define este tipo de práctica terapéutica parece sustentarse en lo
central sin demasiados cambios a lo largo de más de 30 años. Si se han producido
algunas modificaciones, los cambios se deben más a las técnicas de abordaje terapéutico
que a la teoría.

En dichas prácticas el concepto de foco es un central. Con frecuencia este eje está
determinado por el motivo de consulta: síntomas, situación de crisis, descompensaciones
que alarman al paciente. Íntimamente ligado al motivo de consulta y subyacente al mismo,
se localiza cierto conflicto nuclear exacerbado. Así, en cada uno de esos focos, el eje está
determinado por el motivo de consulta y el conflicto nuclear subyacente que se inserta en
una situación específica. El concepto de situación, en el que convergen las perspectivas
existenciales del paciente, puede aportar, según los autores que siguen esta corriente, un
modelo adecuado capaz de producir una aproximación del abordaje terapéutico.

En la sesión, el terapeuta debe deducir el foco ante el despliegue inicial del paciente. A lo
largo del proceso este foco puede ir modificándose. Pero en la psicoterapia breve es
probable que todo el proceso gire sobre una situación focal. El terapeuta debe ejercer un
papel activo, es decir que tiene que hacer uso de todo recurso facilitador del proceso de
investigación y comprensión de la problemática del paciente. Sus recursos técnicos son
múltiples: comprensión, calidez en sus gestos, debe ser espontáneo para crear un clima
de libertad, creatividad; debe tomar la iniciativa para estimular la tarea terapéutica, debe
asumir un rol docente que enmarca la tarea definida pedagógicamente, debe motivar y
clarificar los objetivos terapéuticos, etc. En definitiva, para los autores, la estrategia
terapéutica implícita de la demanda es la de repetir-diferenciando para dejar de repetir. El
terapeuta debe responder a la necesidad de adecuarse a la dialéctica de esta estrategia
que requiere del vínculo terapéutico y que consiste en la flexibilidad técnica del terapeuta.
Más aún, se requiere de la inclusión selectiva de rasgos personales del terapeuta porque
es parte de la técnica.

103
En este contexto, cabe preguntarse cuáles son las diferencias con el PSA, definido en
este amplio espectro como una psicoterapia más y no como una terapia que no es como
las otras, según Lacan. La diferencia radica en los conceptos de transferencia e
interpretación. Obviamente, el acto analítico ni se menciona.

La situación terapéutica analítica específica tiene como componente esencial, para los
autores, la ambigüedad temporal y espacial a diferencia de la psicoterapia breve. Es decir,
el largo plazo de la duración del tratamiento -y no la brevedad del mismo-; el empleo del
diván -no el frente a frente-; el manejo de los silencios -y no la implicación dialogante del
terapeuta-. Por otra parte, el analista tiende a moverse con cierto margen de indefinición
personal -y no con la implicación personal del terapeuta-. Todos estos son aspectos
contemplados en el marco preliminar de la cura, es decir, en el encuadre. Porque el
instrumento terapéutico específico y esencial en el marco del PSA, y no compartido con la
psicoterapia breve, es la particularidad estratégica de la interpretación de la transferencia.
Interpretación de la transferencia que es atribuida a la técnica que tiende a crear una
relación terapéutica complementaria compleja, capaz de movilizar una intensa
ambivalencia en el paciente. Para los autores, la comprensión de la transferencia, en el
aquí y ahora, cumple una función diagnóstica y pronóstica insustituible para entender la
historia personal del paciente. Así, en el PSA el análisis de la transferencia constituye el
eje de la estrategia terapéutica, mientras que en las Psicoterapias Breves es solamente
un recurso táctico dentro de otra estrategia que justamente no consiste en producir
cambios mediante la regresión y la elaboración del vínculo trasferencial. De esta forma, el
recurso de la transferencia en las terapias breves debe conservar su carácter de
instrumento técnico-táctico destinado a ser progresivamente restringido en la medida en
que la evolución del paciente, es decir, de la atenuación de los síntomas, permita la
puesta en juego de las otras intervenciones terapéuticas. Entonces, ¿cuál es la diferencia
entre las psicoterapias breves y las múltiples intervenciones terapéuticas y los efectos
terapéuticos rápidos que en nuestra orientación de la práctica intentamos formalizar?

2. Los efectos terapéuticos rápidos

Los autores antes mencionados, según Lacan, han contribuido al estrago producido por
estas desviaciones de la práctica freudiana en el movimiento analítico. Quiero aportar un
ejemplo clínico que se basa en el marco estricto del PSA lacaniano para subrayar en qué
reside la diferencia entre una terapia breve, que promueve la modificación o la
desaparición del síntoma, de lo que es un efecto terapéutico rápido, que reduce el goce
implicado en el síntoma del sujeto y que relanza un nuevo ciclo en la dirección de la cura.

Partamos de una declaración de principios del PSA, es decir, que no existe para Lacan
una teoría de la técnica. La transferencia no es un recurso técnico sino lo que funda
propiamente no sólo la dirección de la cura sino el PSA mismo. Procederemos a aislar
dos momentos clínicos y en los que se producen dos efectos terapéuticos rápidos, es
decir, en un breve periodo.

Ejemplo: Se trata de un joven de 30 años, angustiado. Debe resolver de inmediato un


problema muy difícil para él, dado que no es alguien que acostumbra practicar un deseo
decidido por ninguno de sus asuntos, salvo en su trabajo, que tiene relación con una
actividad artística elegida desde la infancia y en la que se ha formado para ser en la
actualidad alguien muy exitoso. La problemática que presenta es más o menos clásica en
el marco de una neurosis obsesiva. Es decir, tiene que elegir entre dos mujeres: la que
supone que ama pero no desea y la que desea pero no sabe si ama. La que ama es la
que pondría orden a su vida pero amenaza el confort solitario que logra con el plus de

104
goce que le otorga su actividad artística y lo mortifica. La que desea, en cambio, lo inspira
y lo vivifica, pero lo desordena demasiado porque lo confronta a los avatares del deseo y
lo desestabiliza igualmente en el goce de su síntoma.

En cuatro meses de entrevistas se despliegan las coordenadas de su fantasma. Las


intervenciones del analista apuntan a legitimar y recomponer la rasgada dimensión
fantasmática de sus síntomas por el lado de la angustia. Tanto el síntoma de su actividad
artística como el de las mujeres -deseo decidido vs indecisión del deseo- se nutren de la
misma estructura del fantasma y le confirman la duplicidad de su posición. El deseo
decidido y un síntoma que quiere preservar y la indecisión del deseo ante la elección de
una de las mujeres. Es así que, con una precisión casi quirúrgica, el sujeto separa los dos
síntomas y consiente en tomar partido por el síntoma de las mujeres. La mujer que ama y
no desea, se erige en la figura que encarna el deseo mortífero del padre, verdadera figura
del superyó que admite nombrarla como un verdadero Nombre del Padre. La
recomposición de la puesta en escena del fantasma que había mostrado un destello de lo
real hace ceder la angustia. Elige, así, a la mujer que vivifica el deseo e interrumpe el
tratamiento por sus viajes de trabajo. El alivio de su angustia y el embarcarse en la vida
siguiendo el camino del deseo fue el primer efecto terapéutico que se logró en ese primer
encuentro.

Es decir, la interdependencia de los síntomas con el fantasma nos revela que es


suficiente tocar el hueso del fantasma para que el síntoma de la indecisión con las
mujeres pierda el beneficio que le procura. Al mismo tiempo, el síntoma que intentaba
preservar quedó intacto. O mejor dicho, el tratamiento había tocado como convenía, es
decir con gran tacto, la modalidad particular de su goce, su síntoma fundamental,
profesional.

Un año más tarde regresa aún más angustiado. Su queja era por un síntoma
diagnosticado por la medicina que comprometía su cuerpo, en una parte fundamental
para desarrollar su actividad artística: distonía focal. El tratamiento indicado era
abandonar por al menos un año sus actividades. El analista, advirtiendo de que la clínica
psicoanalítica que se poya en el principio freudiano distingue la terapéutica medica de a
analítica, toma nota del significante “distonía focal” e interviene. ¿Y porque en este
momento de su vida, usted hace este síntoma?

El analizante se desconcierta por la pregunta que parecía no atender a la gravedad de su


situación, pero se esfuerza para contestar, y relata la multiplicidad de elementos que
convergían en la contingencia y la oportunidad de ese brutal desarreglo del goce de su
síntoma. Síntoma que en la primera consulta quería preservar, del cual no deseaba
“curarse” en el inicio. Verifica entonces que se había separado de la mujer del deseo, en
el momento en el que le plantea la peor de las elecciones: su actividad artística o ella.
Además, y de manera muy inoportuna, lo había confrontado con la posibilidad de la
paternidad para la que no estaba aún preparado. A la vista está cual había sido su
elección y podemos deducir como se dedicó exclusivamente a cultivar sus cosas y a no
hacerse cargo de los reclamos de la mujer hasta llegar al momento actual, en el que por
fin estaba a punto de alcanzar la meta que había esperado toda su vida, la consecución
de su obra artística. Precisamente en ese momento, aparece la distonía focal. La
pregunta al analista no se hizo esperar ¿usted cree que debo abandonar mi actividad? De
ninguna manera, le respondo, usted tiene que ocuparse activamente de esto en el
análisis. En pocas sesiones el síntoma había cedido y podemos hablar, con razón, de que
se trató de un efecto terapéutico rápido y que le permitió acceder al lugar que tanto
deseaba.

105
Sin embargo, este efecto terapéutico, más rápido si se quiere que el anterior, no participa
de la misma estructura. En efecto, la apariencia del síntoma, su trabajo, que parecía
aislado del otro síntoma, y que el analizante había intentado separar quirúrgicamente, en
realidad nos muestra que está implicada, sin mediación de una mujer, una identificación
fundamental del sujeto con su padre. Este padre, él mismo mortificado, y temeroso, era un
padre imaginariamente para el sujeto. El sujeto llevaba su marca desde su propio
nacimiento. Este padre temió, en efecto, que su hijo no estuviera vivo cuando llegara al
mundo. En este sentido, este nuevo efecto sobre el sujeto tiene otra estructura porque el
efecto terapéutico es correlativo de la interpretación, pero toca la verdad del deseo. Lo
que confirma, si lo comparamos con el efecto terapéutico del inicio, que no basta con la
relación de transferencia y la interpretación que tocó el fantasma. Porque, velada la
pantalla imaginaria que implicaba el fantasma y para constituir el síntoma analítico sobre
el propio deseo, el sujeto se asesina a sí mismo sobre el fondo de destrucción del Otro
que toma el lugar en el deseo del sujeto. De esta forma, admitiendo la creencia del
neurótico, de que es el Otro quien quiere su castración, ahora sí, se produce la entrada
efectiva en análisis que se orienta más allá de los efectos terapéuticos laterales
alcanzados en los inicios de la cura.

Terapia breve versus efectos terapéuticos rápidos, porque la transferencia y la


interpretación no son recursos técnicos en ningún caso, sino la condición de posibilidad
de la puesta en forma del síntoma, de la focalización del síntoma en la dirección lacaniana
de la cura analítica.

Kesselman. Capítulo I: ¿Por qué psicoterapia breve?

Señala que ante la necesidad de masificar la asistencia psicológica pueden seguir dos
caminos:

a) Psicoanálisis para todo el mundo Allí hace mención a las cinco exigencias del
psicoanálisis: Extensión temporal, tolerancia al sufrimiento, vínculo cerrado, costo del
tratamiento, investigación “libre” o no directiva. Luego analiza una serie de motivos, que
harían imposible el seguimiento de esas pautas, y por ende concluye la imposibilidad del
“empleo directo de las categorías psicoanalíticas en las técnicas de asistencia psicológica
popular”.

b) Labor creativa, confiriendo otra concepción a las categorías psicoanalíticas Va a


proponer distintas características:

- Duración de semanas o meses

- Ni angustia insuficiente ni angustia desmesurada

-Posibilidad de valerse de posibilidades externas al vínculo binario terapeuta-paciente,


con el objeto de acelerar y mejorar las condiciones de la curación.

106
-Libertad de la investigación pero acotada

Dos características fundamentales:

Concluye que la posibilidad de masificar la asistencia psicológica depende de la


capacidad para:

-Planificar la asistencia: incluye la noción de principio, desarrollo y final del proceso con
metas claramente establecidas

-Utilizar todos los recursos de movilización y encuadres posibles de trabajo: adaptados a


cada persona

La oposición terapia larga-breve no es un punto de partida conveniente, él prefiere hablar


de terapias planeadas o programadas vs. Psicoterapias no planificadas o no
programadas.

Kesselman. Capítulo II: Las bases de la planificación

La planificación es el trazado de un camino a recorrer entre agente corrector y sujeto de la


corrección que, desandando la trayectoria de la desviación.

Noción de proceso corrector

Es una tarea por la que un agente de la corrección asiste psicológicamente al sujeto de la


corrección, con un esquema instrumental, en una situación determinada. Corrección
implica cambio, dicho cambio implica que el individuo/grupo aprenda nuevas formas de
enfrentar los conflictos psíquicos que limitan sus capacidades.

La tarea se desarrolla alrededor de un marco de referencia y un marco de trabajo. El


marco de referencia es el esquema de conceptos de que el agente corrector se sirve para
operar la transformación de un campo dado: ECRO. El ECRO está compuesto por:
conceptos, motivaciones vocacionales e ideología.

El marco de trabajo es el que encuadra el campo de la relación entre sujeto y agente


corrector y este campo es el de las conductas desviadas. El proceso corrector debería
llevar al sujeto a la asunción de roles correspondiente a su anatomía.

Todo proceso corrector presenta seis constantes: la pertenencia, la cooperación, la


pertinencia, la comunicación, el aprendizaje y el telé.

a) Pertenencia: Identidad del sujeto de corrección. Se mide por el grado de


responsabilidad con el trabajo.

b) Cooperación: Grado de eficacia real con que cada sujeto de corrección participa para
contribuir al logro o fracaso de la tarea.

c) Pertinencia: Es la capacidad de centrarse en la tarea prescripta. Es lo que permite a la


tarea mantener en su eje el sentido verdadero del proceso.

d) Comunicación: Es el elemento más demostrativo para detectar y visualizar trastornos


en las relaciones humanas.

107
e) Aprendizaje: Es la adquisición de la capacidad de conductas alternativas para enfrentar
los obstáculos.

f) Telé: Atracción positiva o negativa hacia algunas personas.

Estas constantes permiten registrar fenómenos que le sirven al agente corrector para
averiguar la naturaleza subyacente de la desviación manifiesta, permitiéndole planificar el
proceso de corrección.

Nuestra actividad correctora se centra en: Disminución de los miedos básicos, plasticidad
en el juego de introyección y proyección, volver explícito lo implícito, favorecer la
movilidad de roles, favorecer la recreación de ideologías.

Los procesos correctores pueden dividirse de acuerdo a su duración y sus objetivos en:

-Limitados: Que a su vez se dividen según se desarrollen en

a) Campo de la salud

b) Campo de la enfermedad

-No limitados

Los cuatro principios básicos para el planeamiento y ejecución de la tarea correctora:

Logística: Aproximación exploratoria al campo de trabajo que intenta cernir las


operaciones necesarias para colocar al objeto de estudio y corrección en condiciones
tales que la experiencia sea fructífera.

Estrategia: Es el diseño de un plan de acción sobre el camino a recorrer para llegar a


nuestra meta u objetivo final, utilizando los datos que hemos obtenido en la etapa
logística.

Táctica: Comprensión basada fundamentalmente en el sentido común, por la cual un plan


de acción se pone en movimiento en el momento y lugar adecuado.

Técnica: Las diferentes formas en que se utilizan los instrumentos para operar en el
campo de trabajo, o sea, la sistematización de los distintos caminos para llegar a un
mismo fin u objetivo.

UNIDAD 7: Psicoterapia sistémica -

Feixas y Miró: Modelos sistémicos

Se trata de un modelo que apunta específicamente a la modificación de patrones de


interacción interpersonal. Históricamente, su desarrollo ha ido ligado al de la terapia
familiar, sin embargo, su ámbito de aplicación se fue extendiendo. Su énfasis en el trabajo
sobre patrones de interacción ha llevado a introducir a los otros significativos en el ámbito
terapéutico.

Desde un punto de vista teórico, el concepto básico que sirve para unificar los aportes de
los distintos enfoques es el concepto de sistema. El aspecto distintivo más característico
del concepto de sistema es su oposición al reduccionismo, o sea, el énfasis en las

108
propiedades supersumativas, que resultan de la interacción de los elementos de un
sistema (el todo es más que la suma de las partes).

Desarrollo histórico

Como se ha mencionado, el desarrollo del modelo sistémico va unido al desarrollo de la


terapia familiar. Si tomamos al psicoanálisis, este va a plantear que las relaciones
familiares tienen suma importancia para la génesis de los conflictos neuróticos, sin
embargo, su planteo es exclusivamente intrapsíquico, y por lo tanto, individual. Además,
Freud desaconsejaba el contacto con la familia del analizante, ya que consideraba que
podía vulnerar la regla de la abstinencia.

Durante la década de los cuarenta, se publicaron numerosos trabajos que sustentaban


propuestas diversas a la freudiana. Los inicios más serios de la terapia familiar vinieron de
la mano de Bateson, un antropólogo. Su teoría del doble vínculo, fruto del análisis
comunicacional de las familias de esquizofrénicos, supuso un hito fundamental en el
nacimiento del modelo sistémico de la terapia familiar.

Allí plantea que la comunicación esquizofrénica es un intento desesperado por adaptarse


a un sistema con estilos comunicativos incongruentes. Al concebir a la esquizofrenia
como una comunicación perturbada, la única posible en un contexto de comunicación
absurdo, se realiza el paso del síntoma individual al sistema, eludiendo toda formulación
intrapsíquica o biológica. Más allá de su propuesta en sí, lo que es destacable es su valor
histórico, al facilitar la adopción del enfoque de la Teoría General de Sistemas (TGS)
como marco conceptual adecuado para pensar sobre los problemas de índole clínico, y
que sirvió de fundamento para el desarrollo de la teoría de la comunicación humana.

La década de los sesenta, fue la década de expansión de los modelos sistémicos en


psicoterapia, en los EEUU. Ya para la década de los 70, el enfoque sistémico se ha
consolidado plenamente.

Conceptos básicos

El concepto básico es el de sistema. La teoría General de Sistemas (TGS), surge en los


años 40, y tiene gran repercusión. Un sistema es un conjunto de elementos
dinámicamente estructurados, cuya totalidad genera unas propiedades que, en parte, son
independientes de aquellas que poseen sus elementos por separado. En consecuencia,
para entender el comportamiento de un sistema es necesario tener en cuenta no sólo sus
elementos y propiedades sino también las interacciones entre ellos y las propiedades que
resultan de la totalidad.

En la TGS resulta común distinguir entre:

-Suprasistema: medio en el que el sistema se desenvuelve

-Subsistema: los componentes del sistema

Asimismo hay sistemas:

-Cerrados: no intercambian materia, energía ni información con el medio externo

-Abiertos: Hay intercambio con el medio externo, ya sea energía, información, materia,
etc.

109
Una propiedad que tienen los sistemas es de autorregularse, con la finalidad de mantener
su homeostasis. Para ello recurren a mecanismos de feedback y feedforward.

De acuerdo con esta conceptualización, el miembro de la familia que presenta el síntoma


se considera como una expresión de la disfunción familiar sistémica.

Conceptos comunicacionales

Hay cuatro principios básicos para entender los modelos sistémicos en psicoterapia:

1. Es imposible no comunicar: En un contexto dado de interacción social, toda conducta


es comunicación, es decir, tiene un valor de mensaje.

2. En toda comunicación cabe distinguir entre aspectos de contenido (nivel digital) y


aspectos de relacionales (nivel analógico).

Los aspectos relacionales rotulan la información expresada en el contenido del mensaje.


Los aspectos de contenido se expresan mediante un código específico, abstracto; en
cambio, los aspectos relacionales se expresan mediante un código más impreciso.

Se considera que la capacidad para metacomunicarse de forma adecuada, es decir, la


capacidad de hablar acerca de la relación, constituye una condición sine qua non de la
comunicación eficaz y está íntimamente relacionada con el problema de la percepción de
sí mismo y del otro. Por implicación, toda definición de una relación lleva consigo una
definición de sí mismo, porque es como si la persona estuviera diciendo “así es como yo
me veo en relación a vos”. Este es uno de los principios clave para entender la interacción
humana como la ven los sistémicos.

3. La incongruencia entre los dos niveles de comunicación da lugar a mensajes


paradójicos.

El nivel de relación (clase) es de orden lógico superior al nivel de contenido (miembro).


Entonces, las paradojas lógicas se dan cuando hay una incongruencia entre el nivel lógico
de la clase (sentencia) y el de los miembros de una clase (una sentencia concreta), por
aseverar algo acerca de la clase. Las paradojas se diferencian de las simples
contradicciones, ya que éstas últimas son evidentes, fácilmente detectables, y no generan
confusión ni conflictos de autorreferencia.

Ejemplo: “Todos los varones son mentirosos”, cuando es expresada por un varón, es una
frase paradójica. Se asevera algo acerca del propio mensaje de forma que el receptor se
halla en un dilema: si se cree que esta afirmación es correcta, entonces no es verdadera,
porque la dice un varón, y si no es correcta, resulta verdadera.

Además de las paradojas lógicas, hay paradojas pragmáticas, que se dan cuando se
considera al nivel de contenido relacional como de orden lógico superior al contenido de
orden. Así, cualquier contenido digital incongruente con la definición de la relación que
transmite el nivel analógico constituye una paradoja pragmática.

Ejemplo: Decir “te quiero”, pero acompañarlo con un tono de frialdad y rudeza.

Son las paradojas pragmáticas las que están a la base de la teoría del doble vínculo, ya
que consideran que la confusión que producen es la que genera un “trastorno
esquizofrénico”. Sostienen que la comunicación incongruente de estos sujetos es

110
producto de su adaptación a un sistema comunicacional incongruente, imperante en su
familia de origen. Esto hoy en día ya no se puede proponer con valor de hipótesis causal.

4. La definición de una interacción está condicionada por las puntuaciones que introduce
el participante.

Para los participantes en interacción, la secuencia tiene un principio y un final.


Técnicamente se denomina como “puntuación” a la forma de organizar los hechos para
que formen una secuencia ordenada. La falta de acuerdo respecto a la manera de puntuar
los hechos es causa de numerosos conflictos. Los casos más frecuentes de puntuación
discrepante suelen estar centrados en intentar decidir cuál es la causa y cuál es el efecto,
cuando en realidad ninguno de estos conceptos resulta aplicable debido a la
CIRCULARIDAD DE LA INTERPRETACIÓN.

O sea, dado que no existe la situación de no-comunicación, para un observador externo,


un intercambio de mensajes entre dos comunicantes puede entenderse como una
secuencia ininterrumpida de intercambios. Por ende, la secuencia no tiene un principio y
un final, sino que constituye un proceso recurrente, entonces, no es adecuado decidir cuál
es la causa y cual el efecto, sino más bien hablar de causalidad recurrente.

Además de estos cuatro principios básicos, hay otra distinción importante desde el punto
de vista clínico, en cuanto a las relaciones diádicas. Estas pueden ser:

-Simétricas: Se caracterizan por la igualdad (y la existencia de diferencias mínimas) en la


conducta recíproca, por ende, es típico que cualquiera de los participantes pueda tomar la
iniciativa. Este tipo de relaciones tienden, además, a ser competitivas. La relación en este
caso tiende a incrementar la igualdad o la simetría.

-O complementarias: Es aquella en la que se da un máximo de diferencia en la conducta


recíproca. Suponen una posición desigual entre sus miembros, uno siempre está en una
posición superior respecto del otro.

Desde el punto de vista clínico, muchos conflictos relacionales tienen su origen en el


hecho de que un participante no acepta la propuesta de definición de relación que hace el
otro. O incluso cuando la relación se ha definido siempre de la misma manera, ya que en
la vida real, las relaciones no son rígidas sino cambiantes, en función de los contextos y
de la evolución personal, por lo que están sometidas a posibles redefiniciones.

Modelo terapéutico

Dentro del modelo sistémico, los síntomas se consideran expresiones disfuncionales del
sistema familiar, de forma que se denomina “paciente identificado” a aquel miembro que
presenta el síntoma. La solución del mismo se encontrará supeditada al cambio en los
patrones disfuncionales de interacción familiar, y los procedimientos utilizados para
modificarlos varían según la escuela de la que se trate.

Se destacan tres escuelas predominantes:

a) Escuela internacional del MRI: Parten de la concepción de que el cambio terapéutico


no es esencialmente distinto de las continuas transformaciones que sufren los sistemas
en su evolución. La máxima de esta escuela es que la solución es el problema.

111
Se supone que ante el surgimiento de una dificultad, se ha ensayado una solución que en
vez de resolver el problema, ha obstaculizado el proceso normal de transformaciones,
cristalizándolo en un problema. Por ende, la intervención apunta a investigar la
funcionalidad de esa conducta problema, planteada como solución, para cortocircuitar el
proceso cibernético de feedback del que forma parte. Es decir, se intenta neutralizar la
solución aplicada al problema, por parte de uno o varios miembros de la familia, ya que en
realidad sólo contribuye a perpetuarlo.

Teniendo en cuenta estos planteos, lo que se busca no es un cambio superficial, sino una
modificación de la estructura del sistema y de su funcionamiento cibernético. A los
primeros, se los denomina cambios-1, y son los aplicados por la familia, que siguen la
misma lógica que genera el problema; a los últimos, se los denomina cambios-2, y son los
que representan una solución real a la conflictiva.

Con respecto a los cambios-1, estos suelen adoptar la forma de hacer lo contrario de
aquello en lo que consiste el síntoma. Un ejemplo de ello es el caso de un sujeto bulímico
que después de un atracón, se promete a sí mismo que seguirá una dieta estricta y no
comerá más en lo que resta del día. En esos casos, el intento de cambio está regulado
por el mismo parámetro de pensamiento dicotómico y extremo que rige el problema.

Se ve entonces que las soluciones comúnmente aplicadas por el sentido común, o sea los
cambios-1, implican contraponer a una desviación su opuesto para compensarla. Para
lograr cambios-2 los terapeutas emplean intervenciones paradójicas, que contradicen el
sentido común. Este tipo de intervenciones son realizadas de acuerdo con el marco
referencial de la familia en cuestión.

Esta Escuela se conoce también dentro del campo de las terapias breves, debido a que
plantean que las intervenciones paradójicas producen cambios-2 en tiempos
relativamente breves, haciendo que planteen su trabajo en unas diez sesiones.

b) La escuela estructural/estratégica: Dos de sus representantes son Hayley y Salvador


Minuchín. En el núcleo de sus planteos está la consideración de la dinámica interaccional
en sistemas triádicos.

Principalmente postulan que los sistemas, de al menos tres miembros, se organizan en


forma de:

-alianzas: Supone la proximidad de dos (o más) miembros, en contraste con un tercer


miembro, que se sitúa más distante. Son abiertas, y fruto de las similitudes y
proximidades.

-coaliciones: La proximidad entre dos o más miembros se constituye en contra de un


tercero. Son negadas, y por ende, más difíciles de descubrir.

Según Minuchín, los subsistemas familiares tienen límites interiores, y a su vez la familia
tiene sus fronteras con el exterior. Estos límites o fronteras pueden ser difusos, rígidos, o
claros.

En el caso de familias aglutinadas, esas poseen límites muy difusos entre los
subsistemas, y fronteras más bien rígidas. Por ende, es difícil mantener la individualidad
dentro de la familia, a la vez que comprometerse mucho con el exterior.

112
En el caso de familias desligadas, los límites y fronteras son muy rígidos, de forma que es
difícil compartir lo suficiente, existe una excesiva individualidad, y a veces algunas
necesidades afectivas insatisfechas.

En base a estas ideas, Minuchín diseña los llamados mapas estructurales de la familia,
que delinean los límites de los distintos miembros de la familia, sus alianzas y coaliciones.
Siguiendo a este autor, propone que en un primer paso es necesario conseguir “entrar” en
el sistema, ganarse la confianza de la familia. Para ello, procede rastreando o recogiendo
información interaccional y mediante mimetismo (potenciación de algunos elementos de
similitud entre el terapeuta y la familia por medio verbal o no verbal). Una vez realizado
esto, el terapeuta conoce los canales de comunicación de la familia y sus estructuras, por
lo que puede proceder a utilizar las técnicas de reestructuración. Una de las principales es
el desafío de las definiciones dadas en la familia, entre las que se incluye el rol del
paciente identificado, cuestionando así su visión de la realidad.

Asimismo, puede recurrirse a la prescripción de tareas conjuntas para varios miembros de


la familia, para promover alianzas alternativas a las existentes, en lo que se denomina
reelaboración de límites. Otra de las intervenciones posibles es la desequilibración, que
requiere que el terapeuta forme una alianza intensa con un subsistema de la familia para
obligar a una reestructuración de límites.

c) La escuela de Milán: Consideran a la familia como un sistema cibernético


autorregulado, en el que todos sus elementos están interconectados y donde el problema
que se presenta a consulta cumple una determinada función dentro de la lógica interna
del sistema. La principal característica de esta escuela es su adecuación para el
tratamiento de familias con organización muy rígida.

Ya desde el mismo contacto para la petición de la consulta, se comienza a recoger


información mediante una ficha telefónica para elaborar una hipótesis circular. Esta
hipótesis contiene información relativa a la función específica que para cada miembro de
la familia cumple el síntoma del paciente identificado. También se pueden delinear las
expectativas de la familia con respecto al tratamiento Así, la terapia comienza por parte
del equipo con una hipótesis previa acerca de los motivos por los que la familia busca
ayuda, lo que espera del equipo en función de su estructura actual. Esta hipótesis inicial
se revisa en el transcurso de la sesión. Las preguntas formuladas apuntan a investigar las
diferencias o las definiciones de relación entre los miembros de la familia.

Hacen uso del espejo unidireccional, con la idea de generar una condición de neutralidad
del terapeuta con respecto a la familia. Ello supone el mantenimiento de una “meta-
posición” con respecto a la familia que permite ubicarlo en la posición del experto, desde
la cual sus comentarios e intervenciones adquieren especial relevancia.

Una de las intervenciones más comunes es la connotación positiva del síntoma -a


menudo bajo la forma de un sacrificio generoso- y del contexto relacional donde adquiere
su funcionalidad para cada uno de sus miembros. Esta intervención sienta las bases para
una intervención paradójica. En efecto, si lo que está pasando en la actualidad tiene un
valor positivo, mejor no cambiar y persistir con los síntomas. Esta intervención tiene a
menudo un fuerte componente provocativo que cortocircuita los patrones interaccionales
del sistema e impide la funcionalidad previa del síntoma. Un dato no menor, es que esta
modalidad de terapia trabaja con un contrato de unas diez sesiones, pero con intervalo
mensual para dar tiempo a la familia a digerir el input provocativo del equipo.

113
Es importante aclarar que los trasvases de un modelo a otro han sido muy frecuentes, por
lo que no se trata de distinciones muy tajantes entre sí. Asimismo, a partir de lo descrito
se puede deducir que las intervenciones sistémicas no pretenden modificar directamente
las conductas problemáticas, sino que apuntan a evaluar los parámetros que regulan
dicha conducta. O sea, se pretende modificar esos parámetros y no la conducta en sí.

La evaluación parte del supuesto de que la conducta disfuncional es una expresión de


patrones de interacción interpersonal disfuncionales. Para la detección de esos patrones
se procede por el planteo de hipótesis y su posterior contrastación en sesión, más que en
instrumentos psicológicos clásicos.

Recursos técnicos

-La reformulación: Busca cambiar el marco conceptual o emocional en el cual se


produce una situación. Se intenta introducir un nuevo contexto en el que los hechos
puedan explicarse de un modo alternativo. Para que sea eficaz debe plantearse en los
términos del paciente.

-El uso de la resistencia: Parte de suponer que algunas personas acuden a un


psicoterapeuta no para solucionar su problema, sino para mostrarse a sí mismos que
pueden “derrotar” al experto. Se considera que el síntoma es vital para el funcionamiento
del sistema del paciente, y por ende se recurre a la intervención paradójica, que consiste
en prescribir de un modo controlado y específico aquello mismo que constituye el
problema. Puede tomar las siguientes formas:

1. Petición de cambio lento. El terapeuta sugiere que son más convenientes los cambios
pequeños que los grandes, y advierte los peligros de cambiar muy deprisa.

2. Prescripción de no-cambio. Se afirma que no es deseable un cambio, y, por tanto, que


la situación es aceptable tal como está, y no precisa aplicar ninguna solución especial.

3. Prescripción del síntoma. Instrucción de que se desarrolle el síntoma en unas


coordenadas situacionales determinadas. Con ello, se logra que el síntoma se juzgue
desde parámetros distintos (los de la prescripción terapéutica) de los habituales. Es una
forma de cortocircuitar su funcionalidad, mediante la acción de evitar las
(pseudo)soluciones que el síntoma normalmente aplica.

Este proceder se justifica en base a los supuestos comunicacionales: la paradoja


terapéutica, se da un mensaje de “no cambie” dicho por un agente de cambio, como
respuesta a la comunicación paradójica de la demanda terapéutica “ayúdeme a cambiar,
pero no cambie nada”.

-Prescripción de tareas: Con distintas finalidades terapéuticas: intentar que los


miembros de la familia se comporten de un modo diferente; intensificar la relación entre el
terapeuta y la familia; obtener información.

Las directrices que utilizan los terapeutas sistémicos pueden dividirse en dos tipos:

a) Indicar algo para que sea cumplido por la familia

b) Indicar algo para que no lo cumplan, o sea, de que se produzca un cambio por la vía de
la rebelión.

114
Otra distinción es teniendo en cuenta si el terapeuta pide al paciente que deje de hacer
algo, o bien, si le pide que haga algo diferente.

-Ilusión de alternativas: Ejemplo, puede contármelo ahora o después.

- Uso de analogías: El terapeuta elige hablar de un problema que tiene una similitud
metafórica con el problema presentado por los pacientes, pero que en su secuenciación
es idéntico al problema que atraviesan.

- Cuestionamiento circular: Si se parte de que el proceso de diferenciación sólo puede


generarse por medio de un proceso de diferenciación. Para contribuir a dicho proceso, el
terapeuta adopta una forma de preguntar en la que selecciona ciertos fenómenos, los
pone en relación unos con otros, los compara y los distingue. Un ejemplo puede ser la
contextualización, para mostrar que una conducta depende del contexto, preguntando:
¿En qué situaciones sucede? ¿Quién está presente?

Desarrollos actuales

El movimiento sistémico se halla en la encrucijada entre aquellos que entienden la


organización familiar en términos de alianzas de poder y conductas encadenadas
funcionalmente, y los que consideran la familia como un sistema de creencias
compartidas en el cual tiene sentido el síntoma. Ya sea en su vertiente pragmática o
constructivista, el modelo sistémico ha tenido un creciente desarrollo en los últimos años.

SLUZKI – “Cibernética y terapia familiar: un mapa mínimo”

El primer objeto de estudio de la Cibernética fue los procesos de comunicación y control


en sistemas naturales y artificiales (Weiner, 1954) y el de La Teoría General de los
Sistemas, las correspondencias o isomorfismos entre sistemas de todo tipo (Bertalanfly,
1968).

Si bien ambas teorías compartieron su cuna científica, lo cierto es que sus padres las
separaron desde su nacimiento. Wiener y Bertanlanfly, creadores de las respectivas
disciplinas, parecen haber llevado a cabo esta separación más por razones de territorio,
se diría, que de progenie. A pesar de haber crecido como si no se conocieran
mutuamente, ambas disciplinas se desarrollan durante muchos años con convergencias
que sorprenden aún más que sus diferencias. Con todo, si tomamos como parámetro su
valor como referente conceptual del campo de la terapia familiar, en los últimos diez años
el fiel de la balanza se está inclinando a favor de la Cibernética gracias a sus nuevos
desarrollos epistemológicos. Se legitima la “Nueva Cibernética” como modelo crucial que
está proveyendo a la terapia sistémica un lenguaje que le permite pensarse.

“Cibernética” ha sido definida de diversas maneras, Weiner la concibió como “la ciencia
de la comunicación y el control en el ser humano y la máquina”. El campo de la
Cibernética evolucionó como evoluciona toda disciplina: a los saltos. Cada nuevo salto
involucró el desarrollo de nuevas ideas, nuevos términos y nuevos temas dominantes.
Cada desarrollo afectó, a su vez, (y se vio afectado por) el lenguaje, la lógica y los temas
de aquellos campos que fueron incluidos por la perspectiva cibernética, tales como la
terapia familiar. Resulta útil, por lo tanto, para los terapeutas familiares revisar los
desarrollos principales de la Cibernética desde su bautismo, en 1948, hasta 1986.

Cibernética de primer orden

115
La cibernética apareció en los albores de la ingeniería de comunicación y de las ciencias
de la computación como un esfuerzo tendiente tendiente a establecer los principios
generales de regulación de sistemas de todo tipo. Parte de ciertas ideas de la nueva
física: El universo decae, parte de la energía que se aporta a una maquinaria no se
transforma en trabajo sino que se “gasta” en el proceso de esa transformación. Ese
gasto, esa dispersión irreversible de energía, esa tendencia inevitable al desorden, fue
llamada entropía, y los procesos tendientes a revertirla entropía negativa (o negentropía).
Las dos nociones claves que signaron ese periodo el concepto de organización y el de
información. Los primeros trabajos en cibernética se centraron así en los procesos de
corrección de la desviación, es decir, en la retroalimentación negativa, postulando cómo
los sistemas operan para mantener su organización. Los procesos centrales develados
eran los de neutralización de la desviación, es decir, los procedimientos que optimizan el
logro de un objetivo dado: la homeostasis, en el sentido de procesos auto-correctivos. La
noción de familia como sistema, y por ende la terapia familiar, debe su origen al impacto
transdiciplinario de estas ideas. Los trabajos en el campo de la terapia familiar de ese
primer periodo reflejan, por cierto, el énfasis negentrópico: reglas familiares, mitos
familiares, patrones interactivos, etc.

La segunda etapa en el desarrollo de la cibernética fue bautizada por Maturana como


“segunda cibernética”. El énfasis se desplaza a los procesos de amplificación de la
desviación, la retroalimentación positiva, y los procesos sistémicos del cambio. Lejos de
constituir un elogio de la entropía, este énfasis conduce a una visión homeodinámica (en
contraste con homeostática) de los procesos sistémicos, subrayando la dialéctica
estabilidad-cambio. Las contribuciones de Prigogine acerca del “orden a través de las
fluctuaciones” corresponden a esta orientación. En el campo de la terapia familiar esta
nueva voluta epistemológica permitió la descripción de nuevas actividades terapéuticas.
Aparecen así intervenciones generadoras de crisis, movimientos desequilibrantes y
actividades provocativas destinadas a empujar a la familia más allá del umbral y
desencadenar cambios cualitativos.

Cibernética de segundo orden

El curso de las ideas de la cibernética experimento un cambio radical cuando la


fascinación por el estudio de los procesos recursivos condujo a incluir a la misma
cibernética entre los objetos de estudio. “Cibernética de los sistemas observantes”, en
contraste a la “cibernética de los sistemas observados”, en la que el observador es, por
así decir, una cámara que registra lo que ocurre afuera, sin rendir cuenta de su propia
participación en el proceso de observación.

La esencia de este punto de vista es que el observador es parte de (necesariamente


afecta) lo que observa, y toda descripción acerca de observaciones y modelos es
necesariamente una descripción acerca de quien genera esa descripción. El discurso
científico implica necesariamente un discurso acerca de la naturaleza (los alcances y
límites) del lenguaje y los procesos mentales de quien lo produce tanto como acerca del
referente del discurso. El terapeuta familiar no es un agente que opera sobre una familia
cambiándola sino que es un participante educado en un proceso de transformación
colectiva de significados.

La actividad terapéutica puede ser descrita como una actividad dialógica, es decir como
un diálogo (más que como una actividad interventiva de un agente sobre un sujeto
individual o colectivo), en la que de manera activa el terapeuta busca insertarse en una
visión del mundo aportada por la familia, para generar propuestas de puntos de vista

116
alternativos y/o de nuevas connotaciones con las que el colectivo -familia y terapeuta-
desarrolla nuevas perspectivas que no traen consigo comportamientos sintomáticos o
problemáticos. En la sesión el terapeuta introduce así observaciones que pueden ser
descriptas como diferencias significativas (en relación con la descripción propuesta
originalmente por la familia), a partir de las cuales surgen nuevas perspectivas
compartidas que aumentan los grados de libertad del sistema. El estilo terapéutico que
deriva de este punto de vista es respetuoso. La sesión de terapia es una conversación
con un especialista en ‘ver más lados de las cosas’, que sabe acompañar al grupo para
que el conjunto familia-terapeuta vislumbre las múltiples perspectivas de las cosas, o
incorpore, al menos, puntos de vista alternativos que permitan resoluciones originales de
problemas crónicos. Los descubrimientos y los cambios que resultan de la conversación
terapéutica son necesariamente propiedad de la familia consultante, son el resultado de
su propia participación única en la co-evolución de las ideas que se fueron dando entre el
terapeuta y la familia en el curso de la entrevista.

La relación entre terapeutas constructivistas y paradigmas puede describirse a su vez


como un vaivén entre modelos de primer y segundo orden: con frecuencia el terapeuta
alterna entre pensar acerca de la familia “afuera” (define patrones reiterativos, por
ejemplo, o describe fronteras intergeneracionales como atributos intrínsecos del sistema
familiar que está observando, o se propone un curso de preguntas circulares para desafiar
cierta área de silencio) y sumergirse en el dialogo terapéutico para ir a la deriva junto con
la familia en la construcción colaborativa de descripciones, historias y sus significados.
Cuando se trabaja en equipo, los miembros “detrás del espejo” de los equipos
terapéuticos suelen activar modelos complementarios a los del terapeuta, manteniendo
una distancia de observación correspondiente a la cibernética de primer orden cuando el
terapeuta está más sumergido en el proceso co-constructivo, y viceversa.

Esta recorrida a vuelo de pájaro del mapa de la cibernética muestra claramente que ese
territorio meta-disciplinario está en constante cambio. Participando de ese proceso, la
terapia constructivista (es decir, el lenguaje que permite una descripción constructivista de
la terapia familiar sistémica) al mismo tiempo que se consolida, se desarrolla y evoluciona,
y los estilos terapéuticos a su vez resuenan con esas evoluciones y las afectan.

HALEY – “El arte de la terapia estratégica (Capítulos I y II)” (TEÓRICO)

Capítulo 1. Terapia estratégica

Para presentar la terapia estratégica se pueden resumir algunos contrastes entre las
ideas tradicionales y las estratégicas.

El pasado

En el enfoque estratégico, las entrevistas no se centran en abusos, traumas y culpas del


pasado. A menos que se dé alguna circunstancia especial, en una entrevista estratégica
no se dedica tiempo a recordar. En lugar de empezar con el genograma o con la historia,
el terapeuta se centra en la tarea que realizar. El terapeuta tradicional suele considerar

117
erróneo centrarse en el presente, sobre todo si se guía por la idea de que lo que ocurre
ahora debe de tener su causa en el pasado.

Causa del cambio

Un supuesto común en el enfoque tradicional es que la persona puede cambiar si se


comprende a sí misma. Por lo tanto la interpretación es el instrumento de la compresión.
El enfoque estratégico no presupone que la comprensión de uno mismo provoque el
cambio. En el fondo, esta intervención puede ser contraproducente en muchas
situaciones porque los clientes cambian sin comprender y a muchos de ellos no les
gustan las interpretaciones.

Directivas

Para que el cambio se produzca debe haber acción. La terapia no directiva carece de
acción. Por lo tanto, la terapia no directiva es la terapia tradicional. En el fondo, el
terapeuta se enorgullece de no decirle al cliente lo que debe hacer. En el enfoque
estratégico se presupone que la conversación no provoca el cambio. Para que se
produzca el cambio es necesario actuar. En el enfoque estratégico el terapeuta debe
prescribir una directiva, sea directa o metafórica.

 Un plan para cada caso

Dada la complejidad de nuestra vida social en estos tiempos, no es posible aplicar el


mismo método a todos los casos. Se dan demasiadas diferencias entre las situaciones.
Utilizar la misma intervención en muchos casos diferentes es tradicional, no estratégico.
El terapeuta competente aprende a diseñar una terapia para cada caso. El terapeuta
presenta el caso en las reuniones de formación y el superviso, el terapeuta y el grupo
elaboran un plan basándose en las características del caso y en su desarrollo. La
supervisión basada en el espejo unidireccional facilita la adaptación de la terapia a cada
caso.

Aprender a tratar con colegas

Una de las necesidades de la terapia estratégica es tratar con los colegas que puedan
haber en la periferia de un caso y con los grupos estos implicados.

La situación normal

Cuando aceptamos la idea de que el cliente está respondiendo a una situación social es
mejor organizar una situación lo más normal posible y tan pronto como sea posible.

Jerarquía

Cuando dos personas se reúnen se forma una estructura de comunicación, y en


consecuencia, se plantea un problema de poder. El enfoque estratégico requiere el
examen de las estructuras jerárquicas porque la comunicación se de en esta forma. Un
síntoma indica un problema en una jerarquía. Resolver el síntoma puede exigir un cambio
en la estructura. El terapeuta en formación debe aprender a suponer que estructuras
familiares son típicas.

¿Qué es un diagnostico?

118
Tradicionalmente, los diagnósticos eran conjuntos de ideas que se usaban para clasificar
a los clientes con fines administrativos. Lo que se necesitaba, y aun hoy se necesita, son
diagnósticos diseñados para la terapia. Es evidente que serían conjuntos de categorías de
carácter práctico y fáciles de entender que guiarían la actuación del terapeuta para que la
terapia tuviera éxito. Aun esperamos que un terapeuta ofrezca esta sencilla idea.

Cómo dar directivas

La habilidad en el uso de las directivas es esencial en la terapia estratégica cuando se


comprende que la acción provoca el cambio y que la conversación no lo hace a menos
que contenga directivas.

La hipnosis ofrece un buen entrenamiento para dar directivas. Aunque no la utilicemos,


nos enseña a escuchar con atención, porque vamos a hacer algo con cuidado y nos
enseña a ser precisos.

Tipos de directivas

Una manera de clasifica las directivas es agruparlas en directivas directas e indirectas.


Cuando el terapeuta tiene poder, basta con n directiva directa. Cuando el cliente necesita
trabajar indirectamente, se pueden usar directivas indirectas. Las directivas directas
incluyen consejos, coaching, pruebas exigentes y penitencias. Las directivas no empiezan
con la directiva misma, sino con el establecimiento de una relación de confianza. Las
directivas empiezan con un saludo, mostrando empatía e interés y compartiendo todo lo
cual hace que el cliente quiera hacer lo que le decimos. Las directivas indirectas se usan
cuando los terapeutas carecen de poder en la situación.

Paradojas

En general hay dos tipos. Uno consiste en impedir que el cliente mejore. El segundo
procedimiento consiste en animar al cliente a que tenga un síntoma cuando se encuentr
aa allí para liberarse de él.

Etapas de una terapia paradójica

1- Establecer una relación definida en función de provocar el cambio.

2- Definir el problema con claridad.

3- Establecer los objetivos con claridad.

4- Ofrecer un plan.

5- Establecer con tacto la autoridad actual sobre el problema.

6- Volver a destacar que el marco está diseñado para provocar el cambio.

7- Dar una directiva paradójica.

8- Observar la respuesta y seguir fomentando la conducta habitual.

9- A medida que se produzca el cambio, el terapeuta debe evitar atribuirse el mérito.

10- Empezar la desconexión, quizá mediante un cese temporal, y finalizar la terapia


cuando el cambio se estabilice.

119
Etapas de la vida familiar

Un objetivo de las terapias es que las personas pasen por las etapas difíciles de la vida
familiar. Los terapeutas intentan hacer pasar al cliente a la siguiente etapa. Haley
desarrolló este marco en Terapia no convencional (1973). Se dan transiciones del
nacimiento a la infancia y luego a la niñez, a la escuela, a la adolescencia, a irse de casa,
a ser padre, a ser abuelo y a afrontar la vejez. Con frecuencia un cliente se bloquea en
una de esas etapas y se le debe ayudar a superarla. En general, un síntoma indica un
problema relacionado con una etapa de la vida y guía al terapeuta hacia un enfoque. Los
problemas psicológicos no surgen al azar en la vida de una familia. Se agrupan en torno a
ciertos puntos. Una manera de concebir este ciclo es verlo como etapas de compromiso.

Problemas éticos

Las cuestiones éticas tienen una importancia especial para la terapia estratégica porque
la terapia es breve y directiva. El terapeuta que adopta este enfoque es eficaz y en
ocasiones severo. Si un terapeuta se limita a sentarse pasivamente y decir “háblame más
de esto” no se arriesga a un a acción que deba controlar. Quizá sea útil esbozar algunos
aspectos éticos básicos de esta terapia.

1) El terapeuta no causara daño. Solo se utilizaran procedimientos de terapia que el


terapeuta esté dispuesto a experimenta él mismo o a que los experimenten su esposa y
sus hijos.

2) No habrá etiquetas de diagnóstico que dañen la reputación social de una persona.

3) El terapeuta no pedirá a un cliente que emprenda alguna acción perjudicial, inmoral o


ilegal, ni siquiera como intervención directiva o paradójica.

4) No se usara ninguna intervención de terapia que tenga sus orígenes en el deseo de


venganza del terapeuta.

5) El terapeuta no hará terapia con nadie a quien defina como incurable.

6) El terapeuta es responsable de los resultados de la terapia y no puede culpar de ello a


otras personas.

7) La terapia no se deberá confundir con la medicación usada para el control social.

8) El terapeuta no intentará hacer terapia en un contexto de control social, como un


hospital psiquiátrico o una prisión, cuando el alta o la puesta en libertad se sitúe en un
futuro indefinido y no haya un plan de terapia.

Capítulo 2. El origen étnico en la terapia estratégica

El origen étnico se puede definir como “la afiliación étnica se basa principalmente en la
enculturación en una estructura de significado cognitivo y conductual que proporciona la
cultura y que se transmite de una forma perdurable de una generación a otra. Se puede
determinar teniendo en cuenta términos lingüísticos, pautas de matrimonio, redes de
amistades étnicas, socialización en claves étnicos establecidos y autodefinición en ciertos
casos. La etnia se refiere a una cultura y unos estilos de vida compartidos que con
frecuencia superan los límites raciales.

120
Esta terapia minimiza la importancia del origen étnico como factor esencial para provocar
el cambio. Haley (1996) se centra en los cambios culturales de la familia. Estos cambios
pueden ser similares entre grupos étnicos. Los terapeutas que adoptan este enfoque se
centran más en cuestiones relacionadas con la inmigración que en las diferencias
culturales. Animan a las familias a integrarse en la sociedad dominante por medio de la
acción, no mediante la reflexión sobre sus raíces. La terapia no es una terapia de
comprensión. Es más una terapia de resolución de problemas que una terapia centrada
en cambiar la ideología.

En la situación de inmigración, la terapia con grupos diferentes permite considerar que


tienen en común las culturas en su reacción al cambio social. Pueden darse pautas
repetitivas que están más relacionadas con las reacciones a la emigración que con las
creencias étnicas.

El enfoque estructural orgánico a la terapia familiar permite resolver problemas cuando


existe una comunicación mínima entre terapeuta y cliente.

Sistemas de creencias alternativos

Los sistemas de creencias alternativos se refieren a métodos de tratamiento que no


forman parte de la corriente dominante.

Cuatro alternativas para tratar este caso

Los terapeutas pueden elegir entre cuatro métodos para tratar con un caso que suponga
un sistema de creencias alternativo. Estos métodos no tienen por qué ser mutuamente
excluyentes: 1) el terapeuta puede minimizar el sistema de creencias alternativo y tratar el
caso desde un punto de vista estructural, 2) el terapeuta puede usar aspectos del sistema
alternativo para lograr los objetivos terapéuticos, 3) el terapeuta puede derivar al cliente a
un curandero del sistema de curación local, 4) el terapeuta puede colaborar con el
curandero.

Experimentar distintos roles en las entrevistas

La terapia que adopta un enfoque directivo ofrece a las familias la oportunidad de


practicar distintos roles más compatibles con la realidad cotidiana en un contexto que les
ofrece apoyo e interés.

Hacer uso de la cultura

El conocimiento de la cultura aumenta las opciones de planificar estrategias para resolver


problemas. El terapeuta debe conocer las complejidades culturales si quiere hacer uso de
las conductas que son inadaptadas. En lugar de prescindir de la conducta de utiliza de
una manera paradójica.

Aunque el enfoque directivo no presta atención a las cuestiones étnicas, desde el punto
de vista cultural es un enfoque más adecuado que otros enfoques que si se centran en
estas cuestiones. La terapia estratégica satisface las expectativas de muchos grupos
culturales: 1) la familia y/o la red social se incluyen en la terapia, 2) la terapia no destaca
ni el análisis ni la comprensión, 3) se orienta a la acción y no a la discusión, 4) el
terapeuta mantiene una posición de competencia y autoridad, 5) el cliente recibe un
asesoramiento concreto, y 6) el terapeuta mantiene una postura de educado interés. El

121
objetivo de la terapia es conseguir la aculturación de la familia en unas reglas nuevas y
que abandone sus costumbres inadaptadas

Minuchín: Una familia anoréxica

Con respecto a las “familias anoréxicas”, señala una característica predominante: los
límites entre las personas son demasiado débiles como para definir y proteger. Las
familias anoréxicas están atrapadas en la especie de dependencia donde la entrega, la
lealtad y el bienestar del grupo son fundamentales. Este es un terreno fértil para la
respuesta somática a la tensión psicológica.

Va a plantear que para que desaparezcan los síntomas es necesario que la paciente
adquiera la autonomía propia de una muchacha de 16 años, y que la dependencia de
Loretta y la preocupación de su madre son elementos interactuantes de la misma pauta.
Minuchín hace un análisis de las características familiares, de modo de ajustar el sistema
terapéutico en torno de ello. Asimismo, intenta enviar el mensaje de que Loretta debe ser
la dueña de su propia experiencia.

Señala, como uno de los problemas, un exceso de apego entre la paciente y su madre,
que relaciona con el poder de la figura materna en la cultura italiana. Se propone “eliminar
el exceso de apego, aceptando al mismo tiempo las normas de los Genotti”. Acto seguido
intenta desafiar la definición de la maternidad en esa familia.

Minuchín se propone componer un tema terapéutico que será la arena en la que desafiará
la realidad de esa familia: En lugar de “somos una familia con una niña anoréxica y padres
eficaces”, la terapia irá por la vía de “son una familia que quedó estancada en su
desarrollo y debe cambiar para adaptarse al cambio de sus hijas adolescentes”. Propone
que será un tema que irá construyendo en conjunto con la familia, en sus términos y
transacciones. Atribuye a Loretta el papel de estabilizador del grupo.

En un momento del trabajo, dice que intenta obtener apoyo para fortalecer la posición de
Loretta como líder del subsistema fraternal. Llega a decirles abiertamente “No veo que
haya nada malo”. También señala en el escrito que “como padre reconozco y respeto el
miedo de los padres”. Puede decirse, que como terapeuta, se posiciona a nivel
imaginario, o desde su yo.

Menciona una búsqueda por descentralizar a Loretta como padeciente, sus intervenciones
apuntan a re-enunciar el problema: la negociación de reglas para desarrollarse. Otra de
las cosas a las que apunta en sus intervenciones es a “hacer vinculaciones” entre los
padres, de modo de producir mayor distancia entre la madre y las hijas, y aumentar la
cercanía entre el padre y Loretta.

Apoya la conducta de Loretta como resistencia adecuada al sobre-control ejercido por sus
padres. Dice que su misión es bloquear el hábito familiar de transformar los problemas de
control de la conducta en chantaje emocional. Nuevamente se posiciona desde un eje
imaginario.

Llegado un momento, señala que una de las frases dichas por la madre puede utilizarse
para vincular el síntoma de Loretta con el funcionamiento de la familia, transformando su
inapetencia en una transacción personal. Este re-encarnamiento haría posible retirar el
síntoma del cuerpo de Loretta para dejarlo en manos de todos los miembros de la familia.

122
Le señala a Loretta que está atada a su madre, incapaz de tomar decisiones, de tener
iniciativas. Que está librando una batalla para crecer en la peor de las maneras:
matándose a ella misma para probar que su madre está equivocada. La inapetencia es un
símbolo de su dependencia, y se ha unido a la paciente en su lucha por la conquista de
autonomía. Dentro este marco, negocia un acuerdo con ella, comerá pero sola, sin su
familia, y se pesará cada vez que vaya a sesión, siendo su peso un secreto entre ellos
dos. Una vez pactado esto, avanza hacia el final de la sesión centrando el foco en la
apetencia reenmarcada como una cuestión de autonomía.

Muy significativo que diga: “Creo Loretta que no debes aumentar mucho de peso, porque
tu cara luce mejor alargada…pero quizás deberías aumentar 4 kilos”. También le indica
como tarea que debe hablar con su padre dos veces durante media hora.

Al finalizar, Minuchín concluye que hasta que se iniciaron los síntomas, la familia vivía en
un medio más o menos previsible y era más o menos funcional. Al entrar las hermanas
mayores en la adolescencia, sus exigencias pusieron en peligro la organización de la
estructura implícita de la familia. En ese contexto Loretta desarrolló un síntoma de
rebelión que también implicaba una acrecentada dependencia. Fue un cambio sin cambio,
pues su enfermedad implicaba una preocupación y un sobre-control que eran comunes en
la familia, al tiempo que su rebelión se limitaba a la alimentación. Es esto lo que se
denomina un cambio de primer orden, el individuo cambia de modo que las pautas del
sistema se mantienen.

En ese contexto de crisis, el mundo ya no era previsible, y todos necesitamos coherencia


y significación, de modo que Minuchín ofrece nuevas metáforas para significar esos
cambios. Como puede verse, se trata de una posición de yo a yo, que es opuesta a un
psicoanálisis lacaniano.

M. Buzzoni & Tocho: Algunas consideraciones sobre el modelo de psicoterapia


familiar de S. Minuchín (texto prácticos)

Es una línea de investigación basada en la aplicación de la teoría de la comunicación y la


teoría de los sistemas en el ámbito psicoterapéutico. Desde una perspectiva interaccional,
el énfasis está puesto en determinar el modo en que se formarían los problemas dentro
de un sistema familiar, y en buscar el método para solucionarlos mediante técnicas
efectivas, en un tiempo acotado.

Desde un modelo de salud, va a hablar de cambio, y no de curación. Este es uno de los


signos distintivos de la terapia orientada hacia la resolución de problemas, por eso esta
terapéutica es denominada estratégica-estructural.

Este enfoque se ha centrado y ha enfatizado la importancia de los factores interaccionales


en la determinación de modalidades de relación disfuncionales. El acento está puesto en
la forma en que el individuo se relaciona con los demás, más que en sus procesos
internos individuales.

Tomando en cuenta el marco conceptual desde el cual se estructura el modelo, y


simultáneamente, la dimensión de cambio a la cual apuntan sus recursos técnicos, puede
decirse que en este modelo terapéutico basado en el paradigma interaccional, donde el
marco conceptual se deriva de la teoría de la comunicación, y algunas teorías de la
interacción humana, el objetivo terapéutico principal es introducir cambios en las pautas

123
de comunicación e interacción. Así, Minuchín comenzará a atender a familias para
cuestionar los aspectos disfuncionales de la llamada “homeostasis familiar”.

Posición teórica 🡪 Objetivos y métodos.

Minuchín entiende a la familia como un sistema complejo, que funciona dentro de una
homeostasis que por momentos resultaría disfuncional. La terapéutica que él propone
intentará socavar la homeostasis existente, provocando una crisis dentro del sistema,
para que este mismo elabore una organización mejor, menos disfuncional. Busca
provocar cambios en el sistema como un todo, al mismo tiempo, cuestiona la realidad que
la familia acepta, y lo hace con una orientación hacia el crecimiento. Se considera
constructivista, ya que apunta a la creación y/o reestructuración de los vínculos.

Las técnicas que utiliza llevan a reorganizar a la familia mediante el cuestionamiento de


su organización. Como estrategias de intervención el terapeuta estructural cuestionará el
síntoma, la estructura de la familia, y la realidad que hasta el momento se construyó. El
terapeuta cuestionará los argumentos dados por la familia, y dirá que el problema no es el
paciente identificado sino ciertas pautas de interacción de la familia que han quedado
cristalizadas, es decir, rígidamente establecidas y perpetuadas bajo un determinado modo
de funcionamiento.

De esta manera, se plantea a todos los miembros de la familia como igualmente


sintomáticos, la tarea del terapeuta será cuestionar la definición que la familia da del
problema, así como la índole de su respuesta. El objetivo es modificar o re-encuadrar la
concepción que la familia tiene, moviendo a sus miembros a que busquen respuestas
afectivas, cognitivas y de conducta diferentes.

Respecto del cuestionamiento de la estructura familiar, se hace referencia a que la


concepción del mundo que tienen los miembros de la familia, depende de la posición que
ellos ocupan dentro de los distintos niveles que conforman la organización familiar. El
terapeuta coparticipará de la familia, asociándose con algunos de sus miembros, y pasará
a formar parte del sistema que intenta transformar. Hará un mapa familiar, que señala la
posición recíproca de sus miembros, donde se ponen de manifiesto las alianzas,
coaliciones, y conflictos explícitos e implícitos, y cómo se agrupan para la resolución de
los problemas. De este modo se realiza un análisis de la proximidad y la distancia entre
cada uno de sus miembros, las coaliciones, alianzas excesivas o escasas.

El terapeuta podrá trabajar conformando nuevos subsistemas y utilizar técnicas como la


fijación de fronteras, el desequilibramiento, o la enseñanza de complementariedad entre
otras. Es necesario elaborar nuevas pautas de interacción entre los miembros de la
familia, las técnicas utilizadas aquí podrán ser ofrecer nuevos constructos cognitivos,
intervenciones paradojales, encuadramiento nuevo dado por el terapeuta, a partir de los
datos que la familia aporta de su realidad conflictiva y estereotipada.

El enfoque estructural de Minuchín se basa en que una familia no se reduce a los


aspectos psicodinámicos de los sujetos que la conforman, sino que sus miembros se
relacionan de acuerdo con ciertas disposiciones que gobiernan sus transacciones. La
estructura familiar no es una entidad inmediatamente observable, el diagnóstico de ella se
obtiene en un proceso experimental de asociarse con la familia. Las bases de la terapia
consisten en crear un sistema terapéutico y situarse como líder a través de las técnicas de
asociación.

124
El diagnóstico que se produce recae sobre las pautas de interacción familiares, y se
modifica constantemente, a medida que la familia intenta acomodarse o resistirse a la
participación del terapeuta. Se trata de un diagnóstico evolutivo, y es inseparable de la
terapia planteada.

Luego del diagnóstico, hay un segundo momento de re-estructuración, donde el terapeuta


debe mantener el poder para imponer intervenciones reestructurantes. La unión y la
reestructuración son interdependientes, operando el terapeuta como actor y director, ya
que también se usa a sí mismo, incorporándose a la dinámica familiar: participa de
coaliciones y alianzas, debilita o fortalece límites, plantea desafíos.

El terapeuta no concibe al portador del síntoma como el paciente individualizado, sino que
sostiene que la causa está en ciertas interacciones disfuncionales que son producidas por
la misma organización del grupo familiar. La meta terapéutica apunta a dar mayor
amplitud para las fluctuaciones, para que la familia avance hacia una forma más compleja
de organización que permita enfrentar las situaciones actuales. Para ello será necesario
tomar en cuenta los estilos de comunicación que prevalecen en la familia.

Minuchín analiza a las familias y ve que en ellas se da una tendencia a mantener su


organización inalterada, pero al ser sistemas abiertos, responden también a diferentes
entradas con una nueva reestructuración, y el resto es cómo volverse un elemento
irritante para provocar que se dé un cambio positivo, es decir, que provoque una
reestructuración del sistema más eficaz, más tolerable para todos sus miembros.

Ejemplo de una de sus intervenciones es considerar al alcoholismo como resultado de


una cadena de transacciones y no como el mero resultado de una producción individual.
Se trataba de una familia en donde el padre era alcohólico y violentaba a su mujer y su
hija.

Umbarger. Capítulo I: Carácter, contexto y cambio

Según el autor, las técnicas de la terapia familiar estructural se basan en una teoría de la
conducta humana, y no tiene muchos puntos en común con el paradigma psicodinámico,
que es más mecanicista en sus análisis de la vida interior, y que es enteramente lineal en
su concepción de la causalidad. Esto es discutible, por ejemplo, Freud plantea que lo que
genera efectos no es la vivencia en sí misma, sino su recuerdo a posteriori.

En la década de 1950 se desarrolla un nuevo paradigma de la causalidad, el paradigma


del todo organísmico, encarnado en los principios de la teoría general de sistemas. En
este paradigma la causalidad es circular y la conducta no se entrama menos con el
contexto de interacción, que con los procesos mentales interiores.

Observaciones curiosas

Umbarger afirma que el abordaje puramente intrapsíquico de la conducta, por beneficioso


que haya sido, no conseguía modificar algunos problemas ni explicarlos. Según explica,
se encontraban casos en donde todo marchaba bien dentro del consultorio, pero
empeoraba fuera de ese ámbito, por ejemplo en el hogar. En sintonía con estas
observaciones, el equipo de Bateson observó que los pacientes esquizofrénicos tenían
graves alteraciones en su lenguaje y conducta cuando estos eran entrevistados con su
grupo familiar. Sostienen que en estos casos, el rastreo de la historia del paciente parecía

125
menos convincente que las perturbaciones contemporáneas escenificadas en el
encuentro del paciente y su familia.

Estas observaciones no armonizaban bien con el modelo prevaleciente del cambio,


indicaban una nueva fuente de influjo, a saber, el que ejerce el contexto de interacción
sobre sus miembros individuales.

Del carácter al contexto

La elaboración del paradigma de la teoría general de sistemas facilitó muchísimo pasar


del interés exclusivo por el carácter individual a un enfoque del contexto de interacción. La
iniciativa para introducir una revolución en los paradigmas provino de la biología, la
cibernética y la teoría de la información, pero en las ciencias de la conducta pronto se
advirtió que algunas de aquellas “observaciones curiosas” se comprendían mejor
recurriendo a un modelo que considerara una causalidad circular y no lineal. La
insistencia en el holismo, en la integridad orgánica y la complejidad de toda entidad viva
suponía por otra parte una organización sistemática de esa complejidad. Las partes
interdependientes de toda entidad viva estaban en consecuencia organizadas según
pautas relacionales cuyo alcance era mayor y cuyo sentido era diferente de la mera
adición de partes. Cada sistema así organizado se caracterizaba por determinadas reglas
y rutinas operacionales, que definían la modalidad de relación recíproca entre las partes
subordinadas, y también la manera en que a su vez influían sobre el designio del sistema
global. De este paradigma sistémico de la actividad humana se extrajeron los términos
teóricos de la terapia familiar estructural.

Rasgos principales del paradigma sistémico

Sistema

Un sistema es un conjunto organizado e interdependiente de unidades que se mantienen


en interacción. Es un conjunto de elementos interrelacionados con capacidad de
ejecución, en particular en su adaptación al ambiente.

Un sistema (célula, un órgano o una familia) es siempre un sistema vivo, como tal, existe
en un estado de continuo intercambio con el ambiente. En el caso de las familias, este
contexto de intercambio incluye su clase social, su etnicidad, la cultura, y el contexto
espacio-temporal en general. Asimismo, la frecuente referencia a las “partes” de un
sistema y su entrelazamiento significa que todo sistema se compone de subsistemas o
subunidades, que por su parte son tanto tributarios como arquitectos de las reglas y
rutinas que constituyen al todo organizado. Estas subunidades mantienen entre sí una
relación dinámica, y están organizadas en torno de la ejecución de funciones que son
cruciales para la supervivencia del sistema total.

Frontera

Una frontera se puede experimentar como unas interacciones gobernadas por reglas, que
de manera regular se producen entre personas durante períodos largos. La frontera
puede ser algo palpable, o bien, como en el caso de las familias, un fenómeno interactivo
que acontece en el tiempo: estas fronteras concurren a consumar y a definir la separación
entre las subunidades del sistema total. La manera más fácil de definirlas es examinando
la conducta verbal y no verbal, que permite y que prohíbe la transferencia de información
sobre asuntos vitales.

126
Estas fronteras son necesarias, si no existieran fronteras, muchos desarrollos críticos del
proceso familiar no se producirían, no habría diferenciación progresiva de funciones en los
individuos ni en las distintas subunidades, y por lo tanto tampoco la complejidad
sistémica. En ausencia de complejidad sistémica se reduce muchísimo la capacidad de
crear y de mantener una postura adaptativa frente al ambiente.

Estas fronteras regulan el flujo de información y energía que un sistema vivo requiere en
su quehacer constante, dirigido a mantener un equilibrio armonioso con su contexto
ambiental. Estos conceptos provienen de la teoría general de los sistemas, y son
aplicados al proceso familiar.

-La información son las señales verbales y no verbales, que indican para cada parte del
sistema, o para este en su totalidad, la medida en que cumple ciertas metas o propósitos
ideales.

-Energía es un fenómeno menos asible, y denota la fuerza emocional, la repetición y la


duración de cada señal. Denota la fuerza y la tasa de intercambio evidenciadas en la
transmisión de esas señales informativas.

Realimentación y diseño sistémico

Entradas y salidas de información y de energía se vehiculizan por medio de un suceso


cibernético llamado lazo de realimentación. En el caso de las familias, estos lazos son
senderos de comunicación que cruzan las fronteras entre las unidades en un sentido y en
el inverso, dando señal a los miembros de esa unidad sobre su grado de conformidad o
de divergencia respecto del propósito general del sistema.

El diseño de un sistema denota la meta de estos intercambios y el estilo en que se llevan


a cabo. Las familias llegan de diversas maneras a establecer estos diseños
supraordinarios de vida. Pero prescindiendo del modo característico en que una familia
procede a crear el diseño de un adaptativo vivir-en-contexto, es preciso que esté
diseminado por todo el grupo familiar, que se transmita con precisión a cada subunidad,
que a su vez, deberá procesar esa información y responder a ella. Existe entonces un
flujo y un intercambio continuos de información y energía a través de las fronteras de las
partes interdependientes. Este flujo se organiza sobre todo por medio de dos tipos de lazo
de realimentación:

-los lazos promueven estabilidad u homeostasis en el sistema,

-y los que promueven crecimiento y cambio.

Realimentación y homeostasis

El logro adaptativo es alcanzado mejor por un sistema que permanece estable y que
procesa información y energía de suerte de mantener un estado relativamente constante
de actividad. Esta estabilidad se llama homeostasis o equilibrio sistémico, y es
indispensable para que el sistema funcione con eficacia y sin una tensión inconveniente
en las partes que lo componen. Los lazos de realimentación que promueven el equilibrio
se pueden llamar lazos de constancia, para indicar que la función de la actividad
realimentadora es mantener un estado de constancia o de relativa mismidad en la
modalidad de quehacer propio de la familia. En términos más formales, estos lazos de
realimentación se llaman lazos reductores de desviación. Llanamente: uno descubre que
existe una línea de base o norma para la conducta y observa que las desviaciones

127
respecto de esa norma son “reducidas”, esto es, que suscitan una reacción familiar que
hace retrotraer la conducta a la previa línea de base.

Los estados homeostáticos no son nocivos en sí mismos, siempre que eventualmente,


puedan dejar sitio a períodos de crecimiento y cambio.

Realimentación y crecimiento

La noción de estado homeostático explica sólo una parte de lo que sucede en la vida
familiar. Un sistema vivo tiene que estar siempre en tensión dinámica, alternando entre
presiones hacia el crecimiento y la ulterior diferenciación, y situaciones de reposo y de
estasis, mesetas provisionales que dan respiro y alivio a los dolores del crecimiento.

Los sistemas tienen capacidad para crecer y transformar su esencia misma a fin de
acomodarse a las necesidades de miembros individuales, así como a las presiones de un
ambiente que se modifica. Los lazos de realimentación que promueven el crecimiento se
pueden llamar lazos de variedad, para indicar que el resultado de la actividad de
realimentación es dar sanción a la diversidad y a la diferencia, lo que lleva a crea nuevas
líneas de base para la conducta. En términos más formales estos lazos de realimentación
se llaman lazos amplificadores de desviación. En contraposición a los lazos reductores de
desviación, que promueven la constancia y la unidad de propósitos, el lazo amplificador
de desviación promueve el crecimiento y la diversidad. Esto es así, se produce un nuevo
suceso o una nueva secuencia de conducta, y suscita respuestas de refuerzo de los
demás miembros de la familia, que aseguran la supervivencia de la conducta nueva.

La unidad viva tiene que crecer, pero en cierto sentido tiene que seguir siendo la misma.
Es preciso que se produzcan cambio y crecimiento pero con una modalidad y a un ritmo
que preserven un sentido de mismidad.

Estructura

El término estructura denota pautas de interacción relativamente duraderas que concurren


a ordenar u organizar subunidades componentes de una familia, en relaciones más o
menos constantes. Según Minuchín, es el invisible conjunto de demandas funcionales que
organiza la manera de interactuar entre los miembros de una familia.

Estas definiciones ponen el acento en un atributo dinámico de las estructuras, a saber, la


organización activa de la conducta en rutinas predecibles.

Estructura y proceso

Proceso designa una secuencia discreta y limitada en el tiempo, de conductas que


constituyen una transacción. Es la expresión de un proceso en el tiempo lo que confiere el
estatuto de estructura.

Estructura y contenido

Un contenido denota los temas particulares y los concretos atributos de la vida, que
enhebrados, proporcionan sustancia temática a los conceptos de información y de
energía.

En términos muy simples: se puede seleccionar para su estudio un tema cualquiera de


contenido, pero una vez escogido el tema de contenido, es preciso admitir que por sí
mismo sólo tiene importancia secundaria, al menos desde una perspectiva sistémica.

128
Lo que acontece en el interior de una unidad deslindada son los sucesos que se suelen
llamar contenido, pero estos sucesos se vuelven observables, y por lo tanto asequibles a
un análisis sistémico, sólo cuando constituyen en una secuencia de intercambio
conductual que se desenvuelve a través de fronteras entre unidades. El contenido
estudiado tiene interés secundario: el análisis sistémico enfoca el modo en que se
transforma por medio de una serie de secuencias de intercambio conductual, de manera
de mantenerse congruente con el diseño de la vida de la familia.

Para ver la estructura

Demanda pasar por alto las “espinosas cuestiones psicológicas” que tradicionalmente
reclaman la atención terapéutica. Se puede aprender a iluminar a los aspectos más
elementales de los intercambios conductuales, y no a las complejidades de sentido, de
que casi todas las comunicaciones están cargadas.

Síntesis del paradigma sistémico

1. Parte y todo: No la parte individual ni el contenido aislado merecen atención inicial,


sino el sistema más vasto, y el proceso transaccional que ocurre en su interior. Este
sistema es el contexto ambiental en que las partes funcionan y los contenidos particulares
ocurren.

2. Información, error y retroalimentación: Los sistemas vivos tienen lazos de


retroalimentación comunicacionales que producen información sobre las actividades del
sistema. Esta información consiste en señales de “error” que dicen a una subunidad si su
conducta es o no es conciliable con el diseño global de vida del sistema total.

3. Realimentación y homeostasis: En caso de que la información señale una diferencia


respecto de una línea de base del diseño global, pueden ocurrir conductas reductoras de
desviación. Estas inducen constancia homeostática en el sistema, un estado constante de
existencia que es indispensable para la vida.

4. Realimentación y crecimiento: Si la información señala una diferencia respeto de una


línea de base del diseño global pueden ocurrir conductas amplificadoras de desviación.
Estas inducen cambio y diversidad en el sistema, un estado fluctuante de existencia que
es indispensable para la vida.

5. Vida y tensión: La alternancia continúa entre períodos de crecimiento y períodos de


estabilidad (de morfogénesis con morfoestasis) constituye la tensión dinámica de la vida.

6. Circularidad: Causa y efecto se consideran ahora circulares, no lineales.

7. Cambio: Para producir cambio en el sistema total así como en una parte individual se
tiene que intervenir en el todo así como en la parte. Tanto la parte como el todo tienen
que cambiar guardando entre sí la conjunción, aunque no siempre es preciso que lo
hagan simultáneamente.

Cambio de contexto

Un contexto existe cuando:

1) Cuando una colectividad de partes circundan a un componente focal particular, y


mantienen con él una relación aneja y dinámica.

129
2) Cuando las transacciones que ocurren entre las partes responden a los principios de la
teoría general de los sistemas.

Se realiza un cambio desde poner el foco en constructos de la vida interior, hacia


conductas “más observables” del aquí y ahora. Cuando la estructura del grupo familiar se
transforma, las posiciones de los miembros en ese grupo se alteran en consonancia. El
supuesto básico de la terapia basada en la teoría de los sistemas reza: si el contexto
estructural se altera, el carácter individual se modifica. Esta posición invierte los
supuestos del paradigma psicoanalítico, según el cual el carácter individual es el lugar del
cambio terapéutico. Ahora se entiende que es el contexto el que se tiene que modificar
para que se sigan diferencias en la conducta individual.

Umbarger. Capítulo II: Los términos de la terapia familiar estructural

En terapia familiar se ha venido insistiendo demasiado en la capacidad de la familia para


mantenerse como es. Una teoría del desarrollo familiar debe tomar en cuenta por igual la
capacidad del sistema de transformarse para alcanzar en sus estructuras estados nuevos
de complejidad y de diferenciación adaptativa.

El término holón es empleado en terapia familiar para describir esas entidades que son en
sí mismas un todo, pero que simultáneamente son una parte de un todo supraordinado.
Para el terapeuta, la unidad de intervención es siempre un holón. Cada uno de estos
holones es un todo y una parte al mismo tiempo, parte y todo se contienen
recíprocamente en un proceso continuado, actual, corriente, de comunicación e
interrelación.

Minuchín ha presentado considerable atención al individuo como subsistema distinto, u


holón que se desarrolla en contexto. Un ser humano se tiene que considerar existiendo
primeramente en un contexto interpersonal. Se entiende que la identidad individual se
desarrolla en principio por su interacción con el contexto interpersonal. La vida psíquica
del individuo es en totalidad un proceso interior. El individuo influye sobre su contexto y
recibe el influjo de este en secuencias de interacción de constante recurrencia. Sus
acciones están gobernadas por las características del sistema.

Hay tres puntos importantes a destacar:

1) La actividad individual tiene el poder de alterar el contexto en que se sitúa. Esto


armoniza con un modelo cibernético. El estructuralismo, al menos en el plano teórico,
atribuye al individuo un lugar en el lazo cibernético.

2) Hay total compatibilidad con una concepción sistémica de la conducta, a saber, que el
individuo participa de continuo en una reciprocidad con el ambiente, y que ambos se
influyen entre sí, según el modelo de la circularidad de la causa y el efecto. El aporte
específico de este posicionamiento teórico es el de la consistente referencia a esas
estructuras de interacción, que pone de manifiesto la manera en que ellas constriñen y
configuran a los individuos en el interior del sistema.

3) La experiencia interior del individuo cambia cuando lo hace el contexto en que vive. La
idea de que un contexto modificado lleva a modificar el carácter individual es un axioma
de la terapia familiar estructural que se sitúa en marcada contraposición a los modelos de
cambio sustentados por otras escuelas de psicoterapia.

130
“La familia es un sistema abierto en transformación, queremos decir que se mantiene en
continuo intercambio de entrada con lo extrafamiliar y que se adapta a las demandas, en
cada caso diferentes, del estadio evolutivo en que se encuentra”. Por otra parte, este
proceso de socialización individual y de desarrollo familiar es, por naturaleza, conflictivo,
de ahí que siempre sea preciso encontrar un equilibrio, una norma que preserve tanto al
individuo como al sistema. En el interior del sistema familiar se desarrollan pautas de
transacción destinadas a asegurar que la conducta de los miembros individuales se regule
en armonía con el guión general, el que comanda la supervivencia de la familia en el
mundo circundante. Estas pautas se mantienen merced a dos fuentes de constreñimiento:

1) Genérica: proviene de las reglas universales que gobiernan la organización familiar,


como lo son las jerarquías de poder y la complementariedad de roles.

2) Específica: la configuración personalizada que cada familia elabora.

Para alcanzar una descripción más completa de los caminos por los cuales una familia
llega a ser un sistema viable, que se abastece a sí mismo y asiste a las necesidades más
individuales de sus subunidades, los estructuralistas han señalado tres grandes aspectos
en el grupo familiar:

1) El primero es que se divide en subsistemas, ordenados en posiciones jerárquicas.

2) Los subsistemas se crean y perduran porque se establecen fronteras claras que a


modo de rutinas separan y protegen a sus especializadas funciones de las que son
propias de otros subsistemas.

3) La frontera, al igual que una estructura, es una metáfora de la accesibilidad de un


holón. Dependen exclusivamente de las transacciones conductuales rutinarias que
regulan de manera consistente en el curso del tiempo, el flujo del tráfico de informaciones
y de energía de un holón a otro.

Para resumir: no existe sistema familiar abierto, adaptativo, que no se diferencia en


holones o subsistemas. La repetición de estas transacciones asegura la durabilidad y la
viabilidad del subsistema. Las metáforas de frontera y de estructura se emplean para
describir el ordenamiento recíproco de estos subsistemas y el grado de contacto que
entre ellos mantienen. Ahora bien, la perduración de los subsistemas es relativa, y
obligadamente alterna con la necesidad en que está el sistema total de responder a una
pauta de estructuras disipadoras, que son reemplazadas por otras nuevas, más
complejas.

Concepción sistémica de la patología familiar

En respuesta a las demandas de dentro y de fuera, los miembros de la familia tienen que
operar constantes transformaciones de su posición recíproca, de suerte que puedan
crecer al tiempo que el sistema familiar mantiene su continuidad. La operación de una
familia es normal si se adapta a las inevitables presiones de la vida de manera de
preservar su continuidad y facilitar re-estructuraciones. En cambio, si reacciona
produciendo rigidez, sobrevienen conductas disfuncionales. Esa es una patología de la
familia, su sede es el grupo como un todo, no un miembro individual.

En armonía con la perspectiva de la teoría sistémica según la cual el desarrollo normal de


familia requiere de la alternancia entre períodos de homeostasis y períodos de crisis y

131
fluctuación, Minuchín señala que los problemas de la familia se deben a que se ha
atascado en la fase homeostática.

En los diversos casos que los estructuralistas describen se disciernen cuatro categorías
principales de patología familiar:

a) De frontera: La calidad de las fronteras es lo que más particulariza a una familia. Las
perturbaciones se generan cuando las conductas de frontera de quienes participan en los
subsistemas se vuelven inadecuadamente rígidas o débiles, y de ese modo estorban un
intercambio adaptativo de informaciones con los subsistemas circundantes. La dimensión
de frontera va desde lo desacoplado a lo enmarañado.

El sistema familiar enmarañado se caracteriza por la extrema susceptibilidad de respuesta


de sus miembros individuales, unos a otros y a su subsistema directo. La distancia
interpersonal suele ser escasa, considerable la confusión de las fronteras entre los
subsistemas, e inadecuadamente profusas y obligadas las respuestas a la actividad de
miembros de la familia. En la familia desacoplada, hay excesiva distancia interpersonal,
las fronteras que separan a los subsistemas son rígidas y es escaso el potencial de
reverberación.

Ambos tipos de familia pueden caracterizarse además haciendo referencia a la frontera de


la unidad familiar. Así, en la familia enmarañada, la frontera que circunda suele ser rígida
y cerrada, con tendencia a dejar afuera el mundo externo, en oposición a sus fronteras
internas, que suelen ser difusas. Por otro lado, en las familias desacopladas, las fronteras
externas suelen ser difusas, mientras que las internas son muy rígidas.

b) De alianza: La estructura de la familia consiste en las alianzas y los antagonismos


entre los miembros, y también en las fronteras productoras de subsistemas duraderos. En
el caso de las patologías de alianzas, hay dos tipos:

b1. Desviación de conflictos o designación de chivo emisario; Ejemplo: padres que


aparentemente no tienen conflictos entre sí, y cargan toda la conflictiva en su hijo.

b2. Coaliciones intergeneracionales inadecuadas. Ejemplo: Madre e hijo que hacen


continuos reproches al padre.

c) De triángulos: Las coaliciones desviadoras e intergeneracionales son formas


específicas de triangulación. Cada ordenamiento tiende a enfrentar dos miembros de la
familia con un tercero, si bien otros miembros se pueden sumar a cualquiera de sus
bandos. Por su naturaleza, los triángulos tienden a ser bastante inestables, a resolverse
periódicamente en ordenamientos de dos contra uno.

Si esos dos son los padres 🡪 Desviación

Si es un progenitor y un hijo 🡪 Alianza intergeneracional

Los hijos pueden ser utilizados para ocultar o refractar un conflicto parental, sobre ese
supuesto, se describen cuatro ordenamientos triádicos en dónde es más probable que
aparezca una conducta sintomática en el hijo.

C1. Triangulación: define una situación en que dos progenitores, en conflicto manifiesto o
encubierto, intentan ganar, contra el otro, la simpatía o apoyo del hijo.

132
C2. Progenitor-hijo: es una expresión más manifiesta de conflicto parental, aunque la
familia demande terapia para “el niño problema”. Uno de los progenitores se alía con el
hijo contra el otro progenitor.

C3. Tríada desviadora-atacadora: lo común es que, en la percepción del clínico, los


padres tomen al hijo como chivo emisario. Este presenta una conducta perturbada o
“mala”, y los progenitores se asocian para gobernarlo, si bien es frecuente que uno de
ellos esté en desacuerdo con el otro acerca del modo de manejarlo; y es posible que los
dos se muestren inconsistentes en ese manejo.

C4. Tríada desviadora-asistidora: Los progenitores enmascaran sus diferencias tomando


como foco a un hijo definido como “enfermo”, al cual sobreprotegen.

d) De jerarquía: Es una forma especial de patología de alianza. Supone una inversión de


las jerarquías establecidas, puede ser que la mujer adquiera mayor poder, lo cual puede
entrar en conflicto con las representaciones tradicionales de género, o también pueden
implicar la delegación de las responsabilidades en los hijos.

Concepción sistémica de la terapia familiar

Desde una perspectiva como la de Minuchín, una familia tiene un problema porque se ha
atascado en una fase homeostática. En consecuencia, el terapeuta tiene que hacer que la
familia ingrese en un período de torbellino creador en que lo existente encuentre
reemplazo mediante la búsqueda de nuevas modalidades. Es preciso introducir
flexibilidad aumentando las fluctuaciones del sistema y, en definitiva, llevándolo a un nivel
de complejidad más elevado. Para transformar el sistema, hay que desequilibrarlo
primero. Si no hay crisis, no se experimenta la necesidad de alternativas, si estas faltan,
no hay complejidad, y si la complejidad está ausente no hay crecimiento, sólo un
estancamiento desdichado.

El terapeuta de orientación estructural entiende que la experiencia de cada subsistema,


según lo han señalado Minuchín y Fishman, está “canalizada” por la estructura del
contexto. Por lo tanto, la quiebra o la ampliación de contextos pueden permitir el
surgimiento de nuevas posibilidades.

Un plan con miras al cambio estructural

La meta de las intervenciones estructurales se entiende como reubicación de los


miembros individuales de la familia dentro de sus subsistemas primarios y secundarios,
en la perspectiva que puedan formar alianzas y estructuras nuevas y más sanas. Y esta
reubicación de los individuos y la consiguiente emergencia de estructuras nuevas no
pueden menos que beneficiar al paciente designado, y a la familia entera.

El abordaje estructural considera a la familia como un organismo: un sistema complejo


que funciona mal. El terapeuta socava la homeostasis existente, produce crisis que
empujan al sistema a elaborar una organización mejor para su funcionamiento.

Según las tácticas de cambio que estos autores proponen, el terapeuta debe cuestionar el
síntoma que es presentado, la estructura de la familia, la concepción supraordinada del
mundo que organiza sus percepciones y sus valores. En definitiva, para Minuchín, la meta
del cambio estructural es siempre “convertir a la familia a una concepción diferente del
mundo, que no haga necesario el síntoma, y con una visión de la realidad más flexible y
pluralista, que admita una diversidad dentro de un universo simbólico más complejo”.

133
En estas definiciones teóricas e ideales del cambio van implícitos determinados procesos
en virtud de los cuales se puede producir el cambio estructural. Este supone tres objetivos
que se superponen:

1) Cuestionar las normas homeostáticas prevalecientes a fin de

2) Introducir flujo y crisis en el sistema, una inestabilidad que habilitará a las personas
para tener conductas y sentimientos diferentes en relación con ellos mismos y con los
demás,

3) y desarrollar de esa manera nuevas rutinas de conducta, o nuevas secuencias


constitutivas de las nuevas estructuras sistémicas.

Simplificando, el plan de cambio posee los siguientes componentes:

1- El terapeuta interviene en el ordenamiento homeostático prevaleciente, de manera de


producir crisis o flujo.

2- Esta crisis demanda de las personas modalidades nuevas de conducta, que el


terapeuta alienta.

3- Una conducta nueva habilita en los miembros de la familia sentimientos e imágenes


diferentes acerca de ellos mismos. Esto obedece al lazo cibernético que conecta a cada
individuo con el grupo más vasto.

4- Conductas e imágenes nuevas hacen posible el surgimiento de nuevas secuencias de


transacción entre miembros de la familia. Como estas secuencias nuevas se producen en
el interior de los constreñimientos que dan forma a un sistema vivo, es muy probable que
sean repetidas y pasen a integrar las rutinas familiares.

5- Las consecuencias de esa repetición son la formación de un conjunto nuevo de


estructuras y de una nueva meseta de equilibrio.

Símbolos del diagnóstico estructural

Los mapas sistémicos o mapas estructurales son diagramas de líneas y ordenamientos


espaciales que comunican información acerca de la estructura de la familia. Son
convenientes para dar forma concreta a supuestos diagnósticos iniciales y para planificar
el procedimiento terapéutico.

Umbarger. Capítulo III: Coparticipación y diagnóstico

Entrar en coparticipación con un grupo familiar quiere decir establecer contacto con él y
experimentar después las peripecias de ese contacto, los infinitos caminos por los cuales
este es aceptado, es resistido y respondido por la familia como un todo, y por sus
miembros individuales. En terapia familiar el diagnóstico se alcanza por el proceso
interaccional de la coparticipación.

Las batallas que se producen a raíz del contacto con el terapeuta no se libran al azar, sino
con arreglo a pautas. Por eso el acto de coparticipación lleva a descubrir los secretos del
sistema, a experimentar y percibir las pautadas modalidades con que admite la novedad

134
(el terapeuta) en su vida. De esta manera, el acto de coparticipación es un acto de
diagnóstico.

Singulariza a la perspectiva sistémica el hecho de obtener el diagnóstico por observación


de la respuesta de la familia a intervenciones de tratamiento; de una manera circular se
revisan después las formulaciones iniciales y los consiguientes pasos terapéuticos y estas
alteraciones entre terapeuta y familia, que avanzan en espiral y con una relativa
continuidad.

Diagnóstico y actividad el terapeuta

Esta definición del diagnóstico supone una buena cuota de actividad por parte del
terapeuta. No se trata de un científico que es un mero espectador neutro, sino que entra
en juego su estilo personal. Este enfoque, entonces, no considera una dicotomía
newtoniana de sujeto y objeto, sino que la sustituye por una causalidad circular que,
combinada con la teoría general de sistemas impone al terapeuta participar él mismo en la
activación de los lazos de retroalimentación de la familia y en la suscitación de estructuras
latentes que gobiernan la vida familiar.

La actividad que demandan las técnicas de coparticipación obedece a dos supuestos: que
ningún extraño se cruza en la vida de una familia sin tropezar con las reglas de admisión
de esta, pero que de todas maneras no debe vacilar en llamar a las puertas de la familia.

El modo de llamar del terapeuta, y quién de la familia acude a la puerta, y de qué manera
además, he ahí los puntos principales en la coparticipación como clave diagnóstica.

No hay diagnóstico sistémico completo sin empeño activo del terapeuta por modificar el
funcionamiento de la familia y, lo que es sumamente importante, por observar el modo en
que la familia trata esa interferencia.

UNIDAD 8: Terapias cognitivo-comportamentales -

Semerari: Origen y desarrollo del cognitivismo clínico

Nociones preliminares

El cognitivismo clínico no es un ámbito heterogéneo, ya que cuenta con numerosos


enfoques. Lo que los une es el énfasis común que conceden a las estructuras de
significado y los procesos de elaboración de la información; mientras que sus diferencias
se traducen sobre todo a nivel de la técnica terapéutica, terreno en donde pueden llegar a
diferir mucho entre sí.

Más allá de las diferencias, el término terapia cognitiva remite a las contribuciones de
Beck y Ellis, y a sus respectivas escuelas, y se los considera fundadores del actual
cognitivismo. La escuela de Beck prefiere auto-denominarse terapia cognitiva estándar,
por ser la aproximación más difundida.

El origen de la terapia cognitiva estándar

135
El origen más difundido cuenta que se desarrolló a partir de las terapias
comportamentales, al trasladar al ámbito clínico el cambio vivido entre los años 60 y 70 en
los enfoques cognitivos de las teorías comportamentales. Un dato que suele omitirse en
esta historización es que Beck y Ellis se formaron como psicoanalistas, por ende, es el
psicoanálisis el seno en donde forman su horizonte problemático, y supuso para ambos
una referencia crítica en función de la cual diferenciar el desarrollo de sus propias ideas.

No puede soslayarse que en ese contexto histórico el psicoanálisis norteamericano se


encontraba en crisis. Una de las demandas que están a la base del surgimiento del
cognitivismo es la de renovar la teoría y la praxis clínica a partir de lo que piensa y
siente concretamente el paciente.

La solución de Black y Ellis

La afirmación anterior es problemática. Primero porque la realidad clínica es siempre, y en


cierta medida, una construcción recíproca entre terapeuta y paciente, donde se
establecen fácilmente lazos de mutua convalidación. Además, para alcanzar la
experiencia concreta de un paciente, un terapeuta necesita, en cualquier caso, una teoría
y un método con los que ordenar y establecer grados de importancia en el conjunto
desorganizado de datos que el paciente transmite.

La forma peculiar en que Ellis y Beck consideraron resolver el problema, era mediante la
indagación sistemática en las representaciones conscientes o preconscientes que
acompañan o siguen inmediatamente a un estado emocional problemático. Beck señala
que comenzó a pensar que los pacientes no citaban algunas clases de ideaciones, y que
esta omisión no se debía a una resistencia o una defensa, sino que era debido a que el
paciente no había sido entrenado para concentrar su atención en esos pensamientos.

Dice haber notado que estos pensamientos escondidos eran previos a un estado
emocional, por lo que comenzó a instruir a los pacientes para que cada vez que
experimentaran una emoción desagradable, hicieran un esfuerzo por recordar qué
pensamientos tenían en mente, previo a esa sensación. Esta instrucción hacía que ellos
mismos adquieran ese hábito luego.

Denomina a estos pensamientos ocultos como pensamientos automáticos, y que no eran


únicamente de índole transferencial, sino que los pacientes también se comunicaban
consigo mismos de ese modo fuera de las sesiones.

Ahora bien, ¿por qué si los pacientes eran conscientes de esos pensamientos, requerían
de un esfuerzo voluntario de atención para captarlos? Algunas características intrínsecas
de estos pensamientos parecen justificar esta condición de ser preconscientes, pero de
requerir, de todos modos, de un esfuerzo para ser plenamente conscientes.

En primer lugar, se presentan en la mente de modo, justamente, automático, sin la


experiencia subjetiva de un esfuerzo de reflexión y en la forma breve y telegráfica de un
lenguaje en esencia. En segundo lugar poseen, para quién los produce, la característica
obvia de admisibilidad sin distancia crítica. El sujeto tiene, por así decirlo, la impresión de
captar, gracias a ellos, el mundo tal y como es, con inmediatez casi perceptiva, sin la
impresión de que se trata de valoraciones e inferencias subjetivas susceptibles de
discusión y opinión.

Otra característica importante de los pensamientos automáticos es el hecho de expresar


un modo constante y característico de atribuir significado a los acontecimientos por parte

136
de la persona que los produce. Las recurrencias temáticas indican, según Beck, la
existencia de reglas de inferencia y de estructuras de significado estables que engloban a
los procesos de pensamiento y la actividad imaginativa.

Los términos más usados para designar dichas estructuras, base de la producción
ideativa, son los de modelo cognitivo o esquema cognitivo. Por medio de los modelos y
esquemas cognitivos podemos considerar, diferenciar y codificar la información. El
concepto de esquema es la base de las diferencias psicológicas entre las personas, así
como de las semejanzas de la persona consigo misma.

Los autores que mencionan la aproximación estándar, cuando hablan de los esquemas de
sus pacientes suelen definirlos con el apelativo de disfuncionales. Según la aproximación
estándar un esquema se considera disfuncional por diferentes motivos: porque distorsiona
la realidad, porque provoca sufrimiento, porque es hipervalente, en cuanto a que conduce
a interpretaciones que tienden a prevalecer y que se diferencian mínimamente de los
hechos. Además en el ámbito de la terapia cognitiva estándar, los esquemas pueden
describirse como reglas de inferencia implícita que dan lugar a los falsos silogismos, los
cuales gobiernan a su vez la producción de los pensamientos automáticos. Esta
concepción, típica de Beck y de su escuela, subraya la función valorativa-interpretativa de
las estructuras de significado.

Una concepción ligeramente diversa, que habitualmente se asocia a la aproximación


estándar, es la de Ellis y su escuela, o bien la que hoy se denomina terapia racional
emocional comportamental, que subraya con fuerza los aspectos motivacionales y
formales del comportamiento. Según esta concepción, en la base de los procesos de
pensamiento del tipo que hemos descrito, existirían convicciones irracionales
correspondientes a un objetivo concebido en términos absolutos y dogmáticos.

Estas reglas tan absolutas deberían, precisamente por su carácter predominante, ser
fácilmente echadas por tierra en contacto con los acontecimientos de la vida real. Sin
embargo, esto no es lo que sucede en los trastornos psiquiátricos, y según algunos
autores, lo que impide corregir las convicciones generadas por los esquemas
disfuncionales son los errores sistemáticos de procedimiento en los procesos de
valoración y de juicio que generalmente realizan estos pacientes.

Características de la terapia cognitiva estándar

Beck elaboró un modelo de intervención clínica activo, breve, focal, y de fácil


reproducción. Las tesis fundamentales que sustentan este modelo son esencialmente
tres:

1) Una característica central de los desórdenes psicológicos la constituye la presencia de


un conjunto de esquemas o modos cognitivos inadaptados que regulan de forma
patógena la elaboración de la información. Estos modelos son específicos dependiendo
de los diferentes desórdenes.

La intervención estándar se dirige esencialmente a la corrección de los modelos


inadaptados propios del desorden presentado y de los errores de procedimiento que los
mantienen.

2) Estos modelos se expresan por medio de los pensamientos automáticos y la


imaginación conciente. Se realiza un trabajo para elucidar los procesos de pensamiento
que guían la vida actual del paciente e influyen sobre sus vivencias emocionales. La TCS

137
obliga a la introspección y al insight con respecto a los significados personales con que el
individuo organiza las experiencias correspondientes al sí mismo y al mundo.

3) Los esquemas se expresan en forma de convicciones y creencias y, como tales, se


someten al análisis lógico y la verificación empírica. Este proceso parte de una
distanciación crítica y apunta hacia una modificación de las tesis inadaptadas que, a su
vez, conlleva una corrección en el proceso de elaboración de la información que aligera la
sintomatología clínica. De ahí que el proceso general de la terapia se asemeje al que se
lleva a cabo habitualmente en una investigación científica convencional.

Las creencias del paciente se asumen como hipótesis que han de someterse a una serie
verificaciones, con el fin de corregir y reducir la tendencia al predominio y al absolutismo
de las creencias negativas, en lugar de sustituirlas por creencias optimistas. En esta
situación, la metáfora con la que los terapeutas cognitivos intentan describir la terapia
estándar es la de una búsqueda con el terapeuta en el rol de supervisor.

En la TCS, el terapeuta considera que posee a priori datos muy precisos sobre lo que hay
de disfuncional y distorsionado en los procesos cognitivos del paciente. El estilo socrático
y la actitud de búsqueda tienen más, en este ámbito, la función de técnicas persuasivas y
de consolidación de la alianza terapéutica que de una actitud realmente abierta.

La actitud propia de la aproximación estándar obedece a dos exigencias: optimizar los


plazos de duración de los tratamientos, y la de permitir la verificación de su eficacia
mediante métodos estándar.

Principios técnicas de la terapia estándar

Esta aproximación ha creado diferentes técnicas tanto del tipo cognitivo como del tipo
comportamental para favorecer el proceso de concienciación, distanciamiento crítico y
cambio de los esquemas disfuncionales del paciente. Estas técnicas se pueden atribuir en
su totalidad a tres principios fundamentales:

-Empirismo colaborativo y la alianza terapéutica: Para una terapia fuertemente


estructurada como la TCS es absolutamente indispensable que el paciente se
comprometa verdaderamente en la aplicación de las técnicas previstas.

La percepción de un acuerdo sobre los objetivos que se han de alcanzar y de una


colaboración recíproca para su consecución constituye uno de los componentes
fundamentales de esa dimensión de la relación terapéutica que hoy se designa
comúnmente como “alianza terapéutica”. Esta alianza es un componente común a
cualquier enfoque terapéutico que comprenda tres elementos fundamentales:

1) Acuerdo respecto a los objetivos; 2) acuerdo respecto a las tareas específicas; y 3) el


desarrollo de una unión interpersonal compuesta por sentimientos positivos recíprocos.

-Diálogo socrático: La mayor parte de las intervenciones que el terapeuta cognitivo hace
durante las sesiones tienen forma de pregunta. Principalmente mediante una serie de
preguntas, el terapeuta intenta, durante el encuentro, perseguir los objetivos esenciales
de la terapia: la identificación de los pensamientos automáticos y de los esquemas
subyacentes, la toma de distancia crítica y la valoración de posibles alternativas.

Se le plantean al paciente preguntas claras y de fácil comprensión, ello permite que el


paciente evalúe diferentes hipótesis desde su juicio. La idea no es probar las convicciones

138
inadaptadas del paciente, sino desarrollar una capacidad crítica respecto al carácter
avasallador de los propios esquemas disfuncionales.

-Descubrimiento guiado: Después de que el paciente y el terapeuta hayan acordado


una definición satisfactoria del problema presentado, el terapeuta explica en el modo más
claro posible los principios y métodos de la terapia y aconseja al paciente registros
sistemáticos de autoobservación:

1° apuntar las emociones relacionadas con la experiencia problemática, y una escala


numérica de la intensidad de las mismas, 2° se pide al paciente que señale la situación y
las circunstancias en que se inscribe la problemática, y 3° se le invita a escribir de qué
modo ha valorado estas circunstancias y, en concreto, cuáles son las representaciones en
términos de pensamientos o imágenes que han precedido, acompañado y seguido a la
emoción implicada.

Por medio del análisis de esos informes, en especial el análisis de las valoraciones y los
pensamientos que contienen, el terapeuta y el paciente ponen de manifiesto los
esquemas y los modelos implicados en el sufrimiento emocional. Llegados a este punto,
gracias al diálogo socrático se corrigen los errores de procedimiento y se establecen
hipótesis alternativas a las implícitas en los esquemas. Incluso las hipótesis alternativas
han de ponerse a prueba usando procedimiento comportamental acordados en la sesión.

Terapeuta y paciente deben examinar también las posibles estrategias de gestión


comportamental alternativas a las puestas en práctica espontáneamente por el paciente.
Estas estrategias también se comprueban en la vida cotidiana del paciente, que deberá
registrarlas y valorar su eficacia con el terapeuta.

El uso de intervenciones y consejos comportamentales en este contexto permite aclarar


una diferencia básica entre la terapia cognitiva y las técnicas cognitivas enmarcadas en
las terapias de corte comportamentalista. Para éstas, el objetivo primordial es siempre
cualquier modificación del comportamiento manifestado, de modo que la intervención en
los procesos de valoración del paciente representa un medio para alcanzar ese fin.

El foco terapéutico de la terapia cognitiva son los patrones de pensamiento. Los


comportamientos que el paciente acuerda con el terapeuta adquieren, en ese contexto, el
valor de experimentos para probar y, en ocasiones, para desestimar las convicciones
generadas por el carácter subjetivo y opinable de sus modelos cognitivos. El fin es
siempre la modificación cognitiva, y las técnicas comportamentales pueden constituir un
instrumento flexible para alcanzarla. En cuanto a las terapias comportamentales-
cognitivas, la relación medios-fines es OPUESTA.

Beck y otros: Trastorno de la personalidad por dependencia

La dependencia y el apego son conductas universales y adaptativas, sin embargo, un


grado extremo de dependencia es definido por el DSM III como un “trastorno de la
personalidad por dependencia”. Según describen esos autores, este tipo de pacientes
suelen ser muy dóciles al inicio, pero luego se aferran al tratamiento, resistiéndose a los
esfuerzos del terapeuta tendientes a que asuma una mayor autonomía.

139
Características

Según el DSM III el rasgo esencial del TPD es “una pauta generalizada de conducta
dependiente y sumisa, que se hace patente desde el inicio de la vida adulta y que se da
en diversos contextos”. Esas personas son incapaces de tomar las decisiones cotidianas,
o no están dispuestas a hacerlo a menos de que cuenten con el consejo y el apoyo de
otras personas y que puedan estar de acuerdo con lo que otras personas sugieren.

Les cuesta iniciar proyectos o hacer cosas por sí mismos; cuando están solos sienten
tanto malestar que hacen grandes concesiones para estar con otros.

Cuando termina una relación estrecha se sienten destrozados y desamparados, y tienden


a sentir temor a ser abandonados. Se sienten fácilmente heridos por la crítica o la
desaprobación; tienden a someterse a otros y se esfuerzan mucho por gustar. Tienen
tanto miedo al rechazo que se manifiestan de acuerdo con otro incluso cuando creen que
está equivocado. Estos individuos carecen de autoconfianza; tienden a descartar sus
propias capacidades y fuerzas.

Se mencionan numerosos estudios que buscan establecer correlaciones, entre los que se
mencionan: correlación con depresión, trastorno adaptativo, trastorno de ansiedad, quejas
somáticas, evitación fóbica, abuso de sustancias, etc.

Diagnóstico

Lo primero que se menciona es que si un individuo se presenta al tratamiento con poca


confianza en sí mismo y una clara y elevada necesidad de apoyo, hay que considerar la
posibilidad de que se trate de un TPD. Aunque menciona la necesidad de ir más allá de la
presentación inicial, se especifica que el terapeuta debe realizar una indagación
específica de información, que es en relación a los aspectos que señala el DSM. Así, por
ejemplo, se remarca la necesidad de conocer cómo toma las decisiones, o cómo
reacciona ante las rupturas. Se trata, entonces, de una interacción que difiere de la
planteada según el psicoanálisis, dónde se trabaja desde la regla fundamental.

Asimismo, califica a los sujetos englobados en esta categoría (“infantil”; “pasivo, sumiso,
dócil”). Se realizan comparaciones “los agorafóbicos insisten más en afirmar su
dependencia que los individuos con TDP”. Estas distintas comparaciones hacen una
referencia implícita a norma, a una medida ideal, aspecto que también se contrapone a
los planteos freudianos. Se plasma la idea de que hay una medida de dependencia
adecuada, respecto de la cual se puede decir que se es “más o menos dependiente
que…”.

Conceptualización

Desde un planteamiento cognitivo-conductual, el TPD puede concebirse como derivado


de dos supuestos clave. Primero, estos individuos se ven a sí mismos como
intrínsecamente inadecuados y desvalidos, y por lo tanto incapaces de enfrentarse con
éxito al mundo por sí solos. El mundo les parece un lugar frío, solitario e incluso peligroso,
en el que es probable que no puedan manejarse solos. Acá me parece importante pensar
que hay condiciones sociales que hacen que los sujetos puedan experimentar esto.

Segundo, llegan a la conclusión de que la solución al problema de ser inadecuado en un


mundo espantoso consiste en tratar de hallar a alguien que les proteja y les cuide.
Deciden que vale la pena renunciar a la responsabilidad y subordinar sus propias

140
necesidades y deseos, a cambio de que alguien se haga cargo por ellos. Desde luego,
ello tiene consecuencias adversas para el individuo: tienen pocas oportunidades para
aprender las habilidades necesarias para la autonomía, por lo que nunca las adquieren o
no pueden reconocer sus aptitudes; además, cuidan mucho de agradar a otros y evitar el
conflicto, por lo que evitan expresar lo que piensan o sienten; y asimismo, hace que sea
difícil que otros puedan soportar su demanda.

La principal distorsión cognitiva del TPD es el pensamiento dicotómico con respecto a la


independencia. Estos individuos creen que uno es completamente desvalido y
dependiente, o es completamente “independiente y está solo”, sin ninguna gradación
intermedia. También presentan un pensamiento dicotómico respecto de sus aptitudes:
hacen las cosas bien, o están totalmente mal. Desde luego, como no se consideran
capaces de funcionar de modo adecuado, por lo general llegan a la conclusión de que son
incapaces, un fracaso total. También tienden a presentar la distorsión cognitiva del
“catastrofismo”, sobre todo cuando se trata de la pérdida de una relación. Las creencias
básicas y las distorsiones cognitivas del TPD conducen a pensamientos automáticos del
tipo “no puedo”, “nunca seré capaz de hacer eso”, y “soy demasiado estúpido y débil”.

Es de notar que, desde esta perspectiva, se habla de distorsiones cognitivas. Es decir,


hacen referencia a aquello que está desviado o torcido de la norma, nuevamente puede
hacerse un contrapunto con lo que el psicoanálisis plantea.

Por otro lado, se señala la posibilidad de recurrir al descubrimiento guiado y la


interrogación socrática en el trabajo con estos pacientes.

La relación terapeuta-paciente

La conducta dependiente de estos pacientes está lo suficientemente generalizada como


para que se manifieste con intensidad en la relación terapéutica. Puede hacerse empleo
de los pensamientos y sentimientos inmediatos sobre el terapeuta como base para
explorar los pensamientos automáticos.

Otra parte importante de la atención dirigida a la relación paciente-terapeuta consiste en


que el terapeuta observe sus propios pensamientos y sentimientos respecto del paciente.
Siempre que el terapeuta se siente tentado a ser más directivo y menos cooperativo, o a
hacer excepciones, conviene que se confeccione un registro de pensamientos
disfuncionales para examinar si la excepción responde a los mejores intereses a largo
plazo del paciente o sólo sirve para alentar la dependencia.

Intervenciones cognitivas y conductuales

El enfoque cooperativo estructurado que se utiliza en la terapia cognitiva también sirve


para alentar al paciente a asumir un papel más activo en el abordaje de sus problemas.
Incluso la confección de una agenda es un ejercicio de iniciativa. En la terapia cognitiva
estándar, el terapeuta le permite al paciente que sugiera temas para la agenda de la
sesión, pero los propone él si el paciente no tiene en mente nada en particular. No
obstante, con estos pacientes es importante dar un paso más, y explicarles que, como se
trata de su terapia, se espera que en cada sesión indiquen a qué quieren dedicar el
tiempo.

Entre los encargos escritos para la semana se puede incluir tomar nota de algunas ideas
de temas para la sesión siguiente. Establecer metas claras y específicas es una parte
temprana crucial del tratamiento, de modo que el proceso en esa dirección se puede

141
aducir como prueba poderosa para refutar el supuesto subyacente del dependiente que
está desvalido.

La exposición gradual a las situaciones provocadoras de ansiedad proporciona una


excelente refutación de la creencia de su desvalimiento. Cada decisión tomada refuerza la
creencia del paciente en que puede hacer por lo menos algunas cosas sin depender de
nadie.

En particular, es probable que interfieran pensamientos automáticos acerca de la


inadecuación cuando el paciente intenta cumplir con los encargos entre sesión y sesión;
por lo cual es necesario suscitar y evaluar esos pensamientos desde el principio del
tratamiento. Para refutar algunas de esas ideas son muy útiles los experimentos
conductuales realizados en las sesiones.

Se recomienda entrenar a los pacientes dependientes en diversas habilidades generales


para comportarse adecuadamente y para resolver problemas, y en habilidades de
autocontrol. El entrenamiento de una autoevaluación más adecuada ayuda a estos
pacientes a desarrollar esas normas propias más realistas, y a advertir cuándo tienen que
pedir ayuda, y cuándo el pedido de ayuda no es más que un signo de su propia
incertidumbre.

Al principio del tratamiento los pacientes con TPD son por lo general colaboradores y
están ansiosos por agradar, sin embargo, es posible que se asusten de avanzar con
demasiada rapidez en la terapia y de alcanzar pronto sus metas. En tal caso es útil hacer
una lista de las ventajas y desventajas de cambiar, explorando, seriamente las
desventajas que supone alcanzar las metas.

A veces existen razones muy fuertes para que la persona dependiente sea ambivalente
respecto del cambio. Aunque luche contra su desvalimiento, quizá sienta que no tiene
poder; asumir el papel de desvalido puede en realidad procurar mucho poder y refuerzo, y
quizá resulte difícil renunciar a ese rol. Si se puede ayudar al paciente a identificar lo que
perdería siendo menos desvalido, es posible hallar un sustituto más constructivo. Por
ejemplo, si a Karen le preocupaba mucho que el esposo no pasara tiempo con ella porque
dejaba de ser necesario que la acompañara en las compras, podrían programar una “cita”
semanal. De ese modo seguiría pasando tiempo con él, sin necesidad de mostrarse
desvalida para lograrlo. La idea dicotómica que el paciente tiene de la independencia es
una esfera crucial a explorar. Cuando el paciente cree que uno es totalmente dependiente
y desvalido o totalmente independiente, aislado y solo, cualquier movimiento hacia la
autonomía puede parecer un paso hacia el aislamiento completo y permanente.

Teniendo presente ese pensamiento dicotómico al asignarle tareas, el terapeuta le indicó


que confeccionara deliberadamente un registro imperfecto de pensamientos
disfuncionales. Se le explicó a Karen que se pretendía “cortocircuitear” su tendencia a
iniciar una tarea, abandonarla en cuanto veía que el resultado no era perfecto y llegar a la
conclusión de que era una estúpida.

En algún momento del tratamiento, el paciente dependiente necesitará explorar la


creencia de que si se vuelve más competente será abandonado. Un modo útil de
cuestionarla consiste en diseñar experimentos conductuales específicos en los que se
comporte con algo más de capacidad y observe la reacción de los demás.

Fin de la terapia

142
El fin de la terapia puede resultarles muy amenazador a las personas con TPD,
convencidas de que sin el apoyo del terapeuta no podrán conservar sus progresos. En
lugar de cuestionar esta creencia por medios estrictamente verbales, espaciar las
sesiones sirve como experimento conductual para ponerla a prueba. Si las sesiones eran
semanales, al hacerlas quincenales el paciente comprueba que no pierde los cambios
adquiridos en un intervalo de dos semanas. Luego, el tiempo puede aumentarse a una
sesión por mes, por ejemplo.

BECK – “Terapia cognitiva de los trastornos de la personalidad” (TEORICO)

Capítulo 1. Visión general de la terapia cognitiva de los trastornos de la personalidad

La terapia de pacientes con distintos trastornos de la personalidad ha sido sometida a


examen en la literatura clínica desde el inicio de la historia conocida de la psicoterapia.
Los casos clásicos de Anna O. y del Hombre de las Ratas, de Freud, pueden
rediagnosticarse como trastornos de la personalidad según los criterios actuales. Con el
desarrollo del primer Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-I) de la
American Psychiatric Association hasta la versión actual del manual (DSM-III-R), se han
ido ampliando y refinando gradualmente las definiciones y los parámetros que permiten
comprender estos estados graves y crónicos. La principal orientación teórica en la
literatura actual sobre los trastornos de la personalidad, o en la literatura psicoterapéutica
en general, ha sido psicoanalítica.

El enfoque cognitivo-conductual de los trastornos de personalidad

A partir de ese trabajo inicial, Beck y Ellis se contaron entre los primeros en emplear una
amplia gama de técnicas conductuales de tratamiento que incluían el trabajo para el hogar
estructurado in vivo. Todos ellos subrayaron sistemáticamente el efecto terapéutico de las
técnicas cognitivas y conductuales, no sólo sobre las estructuras sintomáticas, sino
también sobre los "esquemas" cognitivos o creencias controladoras. Los terapeutas
cognitivos trabajan en el nivel de la estructura sintomática (problemas manifiestos) y en el
de los esquemas subyacentes (estructuras inferidas). La terapia cognitiva postula que hay
importantes estructuras cognitivas organizadas jerárquicamente en categorías. Una
amplia gama de las dificultades de un paciente pueden subsumirse bajo una clase, y ser
influidas por los cambios de un único esquema o de varios. Esta formulación es
congruente con las principales teorías contemporáneas sobre la estructura cognitiva y el
desarrollo cognitivo, que hacen hincapié en la función de los esquemas como
determinantes de la conducta guiada por reglas. Los esquemas proporcionan las
instrucciones que guían el centro, la dirección y las cualidades de la vida diaria, así como
las contingencias especiales.

Los teóricos de la terapia cognitiva comparten con los psicoanalistas la idea de que en el
tratamiento de los trastornos de la personalidad es por lo general más productivo
identificar y modificar los problemas "nucleares". Las dos escuelas difieren en su visión de
la naturaleza de dicha estructura nuclear; para la escuela psicoanalítica, esas estructuras
son inconscientes y no fácilmente accesibles para el paciente. Desde el punto de vista de
la terapia cognitiva, los productos en proceso son en gran medida conscientes y, con un
entrenamiento especial, aún más procesos pueden resultar accesibles a la conciencia.
Una terapia cognitiva eficaz puede seguir una línea similar en niños y adultos.

143
Por el carácter prolongado de los problemas caracterológicos de los pacientes con un
trastorno de la personalidad, por el hecho de que generalmente evitan la psicoterapia
dado que con frecuencia llegan al consultorio debido a la presión familiar o a exigencias
legales, y por su resistencia manifiesta al cambio o su incapacidad para cambiar, estos
sujetos suelen ser los más difíciles entre los casos del clínico. Por lo general suponen
más trabajo en cada sesión, mayor tiempo de terapia, una mayor exigencia a las aptitudes
(y la paciencia) del terapeuta, y más energía por su parte que para la mayoría de los otros
pacientes. Debido a este dispendio, hay menos ganancia terapéutica, mayor dificultad en
lograr conformidad con el tratamiento, y tasas de cambio y satisfacción —tanto en el
terapeuta como en el paciente— más reducidas que las que son características con otro
tipo de pacientes. En la terapia cognitiva de los trastornos de la personalidad hay que
modificar la duración del tratamiento, la frecuencia de las sesiones, las metas y
expectativas de terapeuta y paciente, y las técnicas y estrategias necesarias.

Algunos pacientes buscan sólo un tratamiento sintomático de problemas agudos. A veces


el paciente y el terapeuta no concuerdan automáticamente acerca de una serie de
problemas o la agenda de metas del tratamiento. A veces también el paciente no está
dispuesto a trabajar sobre el trastorno de la personalidad, sino que prefiere apuntar a los
síntomas por los que fue derivado. Es importante recordar que son las metas del paciente,
y no las de otros (entre los que se cuenta el terapeuta), las que están en el objetivo inicial
del tratamiento. En la medida en que los esquemas del paciente son tanto el agente como
el objetivo del cambio terapéutico, el terapeuta puede trabajar para desarrollar confianza
en su guía y actuar tanto sobre los síntomas como sobre el esquema.

Son importantes la confianza mutua y el reconocimiento por el terapeuta de los


requerimientos del paciente, pues forman parte del encuadre médico. La lucha de poder
por metas conflictivas suele impedir el progreso. La naturaleza cooperativa del proceso de
establecer las metas es uno de los rasgos más importantes de la terapia cognitiva.

El trastorno de la personalidad constituye probablemente una de las representaciones


más impresionantes del concepto de "esquema" de Beck. Los esquemas (reglas
específicas que gobiernan el procesamiento de la información y la conducta) pueden
clasificarse en una variedad de categorías útiles —por ejemplo, como esquemas
personales, familiares, culturales, religiosos, de sexo u ocupacionales—. Se pueden inferir
a partir de la conducta o identificarlos en la entrevista y la anamnesis.

Una de las consideraciones más importantes en el tratamiento de pacientes con


trastornos de la personalidad es que se debe tener conciencia de que la terapia provocará
ansiedad, porque se le pide al individuo que vaya más allá del cambio de una cierta
conducta, o de dar un marco nuevo a una percepción. Se le pide que renuncie a lo que es
y a como se ha definido a sí mismo durante muchos años. Si bien la estructura
esquemática puede ser incómoda, limitante y solitaria, el cambio significa entrar en un
territorio nuevo y extraño. El reconocimiento de la ansiedad generada por el cambio es
crucial para el tratamiento exitoso del paciente con un trastorno de la personalidad. Debe
imponérsele sobre el potencial de ansiedad, de modo que ese estado no aparezca al
margen de toda previsión, como un gran choque o sorpresa.

El cambio de esquema es sumamente importante, pero los esquemas son difíciles de


modificar. Están firmemente fijados por elementos conductuales, cognitivos y afectivos. La
terapia debe adoptar un enfoque tripartito. No dará resultado una perspectiva
estrictamente cognitiva que intente discutir con los pacientes sus propias distorsiones.
Hacer que los pacientes abreaccionen en la sesión sus fantasías o recuerdos tampoco

144
será eficaz por sí mismo. Es esencial un programa terapéutico que apunte a las tres
áreas. Las distorsiones cognitivas del paciente sirven de postes indicadores que señalan
el esquema. El estilo de la distorsión, así como el contenido, la frecuencia y las
consecuencias de las distorsiones son elementos igualmente importantes. La aparición
clínica de un trastorno de la personalidad no es en sí misma indicativa de que el paciente
tenga o no esquemas desviados.

En vista de la difusión de los trastornos de la personalidad y del consenso en cuanto a


que la intervención conductual y cognitivo-conductual es muy complicada en estos casos,
tiene indudable importancia que estos trastornos estén continuamente en el objetivo de la
investigación empírica, la innovación teórica y la experimentación clínica. Por el momento,
las recomendaciones para el tratamiento basadas en la observación clínica y en un
limitado fundamento empírico son lo mejor que podemos ofrecer a los clínicos que tienen
que trabajar hoy en día con clientes que presentan trastornos de la personalidad. Esto es
preferible a esperar el desarrollo de técnicas de tratamiento empíricamente validadas. Por
fortuna, algunos clínicos informan que cuando las intervenciones cognitivo-conductuales
se basan en conceptualizaciones [conceptualizations] individualizadas de los problemas
de los clientes, y cuando los aspectos interpersonales de la terapia reciben suficiente
atención, muchos clientes con trastornos de la personalidad pueden tratarse con total
eficacia.

Capítulo 4. Principios generales de la terapia cognitiva

El terapeuta utiliza técnicas estándar de terapia cognitiva cuando se trata de aliviar


episodios agudos o el trastorno por ansiedad generalizada. Este enfoque es eficaz para
tratar pensamientos disfuncionales automáticos y ayuda a producir el cambio cognitivo
que partiendo del modo de procesamiento depresivo (o del trastorno por ansiedad
generalizada) conduce de nuevo al modo "normal".

Las creencias disfuncionales siguen actuando porque constituyen el sustrato de la


orientación del paciente respecto de la realidad. Como una persona se basa en sus
creencias para interpretar los hechos y guiarse en la selección del método que le permita
enfrentarse a ellos, no puede renunciar a dichas creencias mientras no haya incorporado
otras nuevas y estrategias adaptativas que las sustituyan. Cuando los pacientes vuelven a
su nivel de funcionamiento anterior a la enfermedad, de nuevo confían en sus estrategias
usuales. En esta fase las creencias subyacentes son por lo general menos disfuncionales
que durante la depresión o el trastorno por ansiedad generalizada, pero menos
susceptibles de modificación que durante el período agudo.

Es necesario que tanto el paciente como el terapeuta reconozcan que esas creencias
(esquemas) residuales básicas están profundamente arraigadas y no ceden con facilidad
con las técnicas utilizadas en el tratamiento estándar de la depresión o la ansiedad.
Incluso cuando los pacientes están convencidos de que sus creencias básicas son
disfuncionales o irracionales, no pueden suprimirlas por el solo hecho de cuestionarlas o
"desear" que desaparezcan. Se necesita un proceso largo y a veces tedioso para lograr el
cambio en la estructura caracterológica de esos pacientes. La "fase caracterológica" del
tratamiento tiende a ser prolongada y mucho menos escandida por mejorías
espasmódicas y espectaculares.

Conceptualización del caso

145
La conceptualización específica de cada caso es crucial como marco para la comprensión
de la conducta inadaptada del paciente y la modificación de las actitudes disfuncionales.
En consecuencia, el terapeuta tiene que formular el caso en forma temprana, si es posible
durante el proceso de evaluación. Desde luego, a medida que se recogen nuevos datos,
la formulación se modifica adecuadamente. Algunas hipótesis quedan confirmadas, otras
se rectifican o abandonan, y otras nuevas se incorporan a la formulación. Compartir esta
formulación con el paciente puede favorecer el proceso de recolección de datos; le
proporciona a éste una guía con respecto a las experiencias en las que debe centrar su
atención, y las interpretaciones y creencias subyacentes que tiene que identificar. El
paciente y el terapeuta pueden poner a prueba el material nuevo para introducirlo de
forma coherente en la formulación preliminar. Sobre la base de los nuevos datos, el
terapeuta va reformulando el caso a medida que los recoge.

Diagramas dibujados para cada paciente pueden mostrarles el modo de incorporar las
experiencias siguientes a la formulación general. Suele ser útil que el paciente se lleve
estos diagramas a su casa. Algunos terapeutas usan una pizarra para demostrar de qué
manera la mala construcción de la realidad deriva de las creencias.

Identificación de los esquemas

El terapeuta debe utilizar los datos que recoge para inferir el autoconcepto del paciente y
las reglas y fórmulas que sigue en su vida. A menudo tiene que determinar ese
autoconcepto basándose en las descripciones que da el propio paciente de una variedad
de situaciones. El terapeuta infiere los supuestos condicionales a partir de los enunciados
que especifican las condiciones en las que se expresa el autoconcepto negativo. De modo
análogo, el terapeuta trata de inferir las concepciones que tiene el paciente de otras
personas.

Especificación de las metas subyacentes

Por lo general la gente persigue objetivos amplios muy importantes para ellos, pero de los
que es posible que no tengan una conciencia completa. El terapeuta trata de traducir a los
términos de estas metas subyacentes las aspiraciones y ambiciones expresas. Cuando el
terapeuta ya cuenta con todos los datos y ha inferido el supuesto nuclear, las creencias
condicionales y las metas, está en condiciones de formular el caso en los términos del
modelo cognitivo.

Cooperación

Uno de los principios de la terapia cognitiva es inculcar en el paciente un espíritu de


cooperación y confianza. Construir una elación es probablemente más importante en el
trastorno crónico le la personalidad que en la fase sintomática aguda. En el período de
malestar agudo (por lo general depresión y/o ansiedad) suele ser posible motivar al
paciente para que ensaye las sugerencias del terapeuta, y obtenga una pronta reducción
del sufrimiento. En el trastorno crónico de la personalidad los cambios se producen mucho
más lentamente y la recompensa es mucho menos perceptible. Por lo tanto, terapeuta y
paciente tienen que hacer un trabajo considerable con el proyecto de cambio de la
personalidad a largo plazo. Es frecuente que los pacientes tengan que ser motivados a fin
de que cumplan con las tareas para realizar por su cuenta. La motivación del paciente
suele declinar cuando pasa el episodio agudo, puesto que desaparecen los sentimientos
desagradables de ansiedad, tristeza, ira) que estimulan la acción. Además, el trastorno de
la personalidad en sí suele obstaculizar la realización de los encargos.

146
Descubrimiento guiado

Parte del arte de la terapia cognitiva consiste en transmitir una sensación de aventura —
indagar y descifrar los orígenes de las creencias del paciente, explorar el significado de
los acontecimientos traumáticos, sondear la riqueza de las imágenes—. Si esto falta, la
terapia puede reducirse a un proceso repetitivo cada vez más tedioso. De hecho, cambiar
el modo de presentación de las hipótesis, emplear diferentes frases y palabras e ilustrar
las ideas con metáforas y anécdotas ayuda a convertir la relación en una experiencia
educativa humana.

Empleo de las reacciones de "transferencia"

El terapeuta debe permitir que aparezcan reacciones negativas contra él, pero no
provocarlas deliberadamente. Tiene que estar alerta con respecto a las señales de ira,
decepción y frustración que el paciente experimente en la relación terapéutica. Esas
reacciones hacia el terapeuta abren ventanas que permiten vislumbrar el mundo privado
del paciente. Además, si no se las explora, las interpretaciones distorsionadas persistirán
y obstaculizarán la cooperación. Si se sacan a luz, a menudo proporcionan un rico
material para comprender los significados y creencias que están detrás de las reacciones
idiosincrásicas o repetitivas. El terapeuta debe buscar los signos reveladores de la
cognición "transferencial". Se trata de los mismos signos que sugieren la presencia de
pensamientos automáticos durante la sesión. Al tratar de ponerse en el lugar del paciente
(quizás imaginándose que tiene el mismo conjunto de sensibilidades, la misma sensación
de desvalimiento y vulnerabilidad), el terapeuta puede comprenderlo mejor. Al mismo
tiempo, debe tener cuidado y no quedar tan involucrado en los problemas del paciente
que pierda la objetividad.

Construcción de la relación terapéutica

En la mayoría de los trastornos de la personalidad se necesita una relación terapéutica


más estrecha y cálida que en los trastornos agudos tales como la ansiedad o la
depresión. En el trastorno agudo, el terapeuta suele asumir el papel de una autoridad que
conoce los procedimientos necesarios para ayudar al paciente a librarse de los síntomas
penosos. A cambio, el paciente suele sentir calidez y gratitud hacia el experto que le
ayuda, primero anticipándose al alivio del malestar agudo y después como reconocimiento
por la rápida mejoría del estado clínico. Durante la fase más crónica, el papel del
terapeuta cambia

sutilmente. Una gran parte del tiempo de la terapia se dedica a familiarizarse con la vida
total del paciente —hijos, esposa, trabajo—. Ese compromiso del terapeuta, siempre y
cuando se mantenga dentro de límites razonables, lo pone en el lugar de un amigo o
consejero. En realidad, en gran medida lo que hace el terapeuta es alimentarse en sus
propias experiencias vitales y en su propia sabiduría para proponer posibles soluciones a
los problemas, y también para educar al paciente sobre la naturaleza de las relaciones
íntimas. Este proceso de reeducación es particularmente importante con pacientes que
padecen un trastorno límite de la personalidad; los déficit de la personalidad de estos
sujetos pueden haberles impedido adquirir y consolidar muchas de las habilidades
básicas de autocontrol y las relaciones estables con los demás.

Con el transcurso del tiempo, el terapeuta se convierte en un modelo de rol para el


paciente —en alguien que éste puede emular cuando se trata de demostrar
consideración, tacto, sensibilidad y comprensión en su propio círculo de íntimos y amigos

147
—. Muchos pacientes han observado que incorporaban características de su terapeuta
(por ejemplo, mantenerse calmado y relajado en situaciones de estrés, no reaccionar en
exceso a la decepción, pensar antes de hablar o actuar). En muy raras ocasiones, el
paciente puede ir demasiado lejos e incorporar la persona total del terapeuta, experiencia
que se puede abordar cognitivamente.

Problemas en la cooperación

Las dificultades en la cooperación terapéutica no son exclusivas del paciente con


trastornos de la personalidad. "Resistencia", "disconformidad", "falta de acuerdo" o
"transferencia negativa" son designaciones que se han empleado para referirse a
problemas en la relación terapéutica, ausencia de progreso o progreso terapéutico lento y
a conclusión prematura del tratamiento. La no cooperación con el régimen terapéutico ha
sido llamada "resistencia" por los autores analíticos, lo que implica que el paciente, por
razones conscientes o inconscientes, opta por mantener el statu quo.

Consideramos esencial que el terapeuta domine el modelo conceptual de la terapia


cognitiva y siga las orientaciones generales y específicas para el tratamiento. El trabajo
que aliente la cooperación limitará la disconformidad con el tratamiento, lo que resultará
en una alianza de trabajo más sólida.

LAURENT – “Las TCC no forman parte del Programa Cognitivo” (TEORICO)

El término cognición permite muchos abusos de lenguaje, y particularmente,


desafortunadas sinonimias. La primera de ellas confunde la cognición a la cual hace
referencia el término terapia cognitivo-comportamental con la cognición que compete a las
llamadas “ciencias cognitivas”. Su relación es extremadamente vaga. No permite
establecer ningún lazo entre las prácticas de las TCC y los modelos teóricos propuestos
por las ciencias cognitivas.

La cognición de las ciencias cognitivas

Sea cual fuere el modo de pensar el estado actual de estas ciencias o de explicar su
historia, nunca aparece la más mínima conexión entre sus construcciones teóricas y la
práctica de las terapias cognitivo-comportamentales.

El nuevo paradigma de la cognición define de este modo una pluralización de los módulos
que son otros tantos nuevos órganos alojados en un cuerpo en el que proliferan (Fodor).
Estos órganos funcionan de un modo casi autístico. Esto es lo que lleva a presentar el
nuevo paradigma de una cognición que liberaría el cuerpo de toda intencionalidad. Este
efecto de borradura es un producto de la modelización computacional. Aun en esta
perspectiva entusiasta, respecto del autismo generalizado de los cuerpos máquinas, su
interacción produce un residuo inevitable para dar cuenta de las “interacciones sociales”.
La intencionalidad cede manifiestamente terreno a los mecanismos puramente
computacionales y no intencionales; pero la especie humana es una especie social.
Cuando un adulto humano se cruza con otro, no puede abstenerse de atribuirle la
intencionalidad.

En el establecimiento de un nuevo paradigma de la cognición nunca hay referencia alguna


a algo aprendido de la clínica o de una técnica cognitivo-comportamental. En cambio,
seria en vano buscar referencias precisas al programa cognitivo en estas técnicas

148
menores que se consideran cognitivas. Una representante eminente de la corriente
cognitiva constataba que las mismas muestran lo que puede hacer la persuasión. Es una
manera de recalificar la sugestión. No se necesita en absoluto el programa cognitivo para
hacerlo. Más precisamente, la sugestión sigue siendo el obstáculo que considera la unión
pasible de los módulos órganos y del residuo de la intencionalidad. El sujeto no puede
limitarse en su definición a un “querer-decir”, más allá del funcionamiento de sus órganos.
El Otro ejerce sobre él una influencia de la que nada da cuenta en el programa cognitivo.

La cognición de las TCC

La cognición de las terapias cognitivas viene de otro lugar. Estas terapias fueron
optimizadas entre 1955 y 1960 luego del fracaso de las aplicación es del programa
behavorista de Skinner. Bandura, psicólogo americano canadiense es considerado uno de
los padres del cognitivismo en el sentido de las TCC. Complica el modelo behavorista
poniendo de manifiesto el impacto comportamental de la imitación, por fuera de todo
refuerzo positivo o negativo. Bandura ha completado su teoría imitativa con la de la
autoeficacia. El sujeto es entonces su propio modelo.

Observamos cuán incapaces son estos modelos de dar cuenta de lo que queda más allá
de todo modelo que de aprendizaje: la inmersión del sujeto en el lenguaje.

Finalmente, lo cognitivo, según Bandura, se reduce a muy poca cosa: la identificación


imaginaria con al otro y la instancia de autocontrol fundada en la imagen de sí.

La cognición de Beck

El verdadero promotor de las terapias cognitivo-comportamentales en el terreno de la


salud mental es, luego de Ellis, Beck. Al igual que Bandura, Beck partió de la teoría
psicoanalítica de la depresión como auto-agresión introyectada. La rectifica y la torna
“más económica”. El afecto depresivo es un error de juicio. Es la consecuencia de un
juicio auto-despreciativo erróneo. Se debe luchar, pues, contra este juicio aislando su
repetición gracias a las pequeñas escalas de evaluación, luego de oponerle una
percepción positiva de sí y de los demás. El cambio al que se quiere plegar el sujeto se
llama “to reframe”. Acoplada a una escala de evaluación, la terapia se impone como
paradigma de los años ’70. Este reencuadre de los presupuestos es tan rústico como el
punteo de la escala de evaluación. Sin embargo, el principio es temible, pues el método
que une escalas de evaluación de un síndrome y “reframing” puede extenderse en
derecho a todo “trastorno”, en la medida en que la clínica del DSM transforma los
síntomas en síndromes manifiestos. La terapia será la misma: el trastorno es un error de
perspectiva que debe tratarse por medio de “reframing”. El método se ha aplicado, pues, a
toda la gama de los trastornos reconocidos por la clínica americana.

La combinación de Cottraux: Bandura-Beck

El deseo de producir un sujeto que pueda reducir su vida a la construcción y la


deconstrucción de “perspectivas” toma formas desarrolladas en los partidarios
contemporáneos de las TCC. En Francia los escritos de Jean Cottraux que invoca a
Bandura, Beck y Marxs, habla con naturalidad de “escenarios”. Nos presentan un ejemplo
particularmente convincente en la terapia de las fobias. Las fobias de las que se ocupa
están definidas como un trastorno complejo “asociadas a un desarreglo de la alarma
ansiosa, que es modulada a nivel de la amígdala”. El modo de tratamiento es simple:
optimizar una suplencia en el mecanismo que falla. Hay que aprender a regular… “Las
TCC tratan de regular esta alarma poniendo progresivamente al paciente frente a la

149
situación que provoca su trastorno. Las mismas son bastante eficaces, pero en la
actualidad existe la esperanza de mejorarlas con la realidad virtual. Afrontar lo virtual
podría bastar para desdramatizar lo real”.

El fin programado de las TCC es suplantado por un nuevo abordaje terapéutico: la


inmersión en los videojuegos. Evidentemente estos juegos son altamente pedagógicos y
sólo son formas de aprendizaje cognitivo. La única diferencia es la ausencia de terapeuta.
La máquina alcanza por si sola para sugestionar a su usuario.

Peresson: Terapia cognitiva de los trastornos de la personalidad

La terapia se propone lo siguientes objetivos: lo concerniente a la toma de decisiones, la


realización de las tareas propias y el desempeño en las relaciones sociales.

Se propone una conceptualización: se encuentran dos factores predominantes:

a) Estos individuos se ven incapaces y desvalidos para enfrentar el mundo.

b) Por esta razón creen que deben tener a alguien que los cuide y los proteja.

Las consecuencias son que no aprenden a desarrollar sus aptitudes y, por otro lado,
creen que si se autovalen se quedan solos.

El autor plantea en principio que las creencias básicas traen distorsiones cognitivas,
algunas son: a) no puedo sobrevivir si alguien no se hace cargo de mí, b) no me puedo
manejar en la vida por mí misma, c) si me dejan (padre, esposo) me desmorono, d) si
fuera independiente estaría sola

El terapeuta plantea que se encuentran “pensamientos dicotómicos”: dependiente o


independiente, hacer las cosas bien o hacerlas mal.

Las creencias y las distorsiones producen estos pensamientos automáticos, que son
aprendizajes que se trasladan a otras situaciones: no puedo, no sirvo, no soy capaz, etc.

En cuanto al enfoque del tratamiento, el terapeuta se propone que la meta sería la


autonomía.

Proponen como técnicas lo que denominan “el descubrimiento guiado” y la “interrogación


socrática” (ni tomar todas las iniciativas, ni dejar de tener una posición directiva).

Es interesante remarcar una auto-refutación terapéutica: mis metas no son las de ella.

El enfoque “cooperativo estructurado” busca evitar que el paciente delegue la


responsabilidad total en el terapeuta. Dado que cada sesión requiere de un temario, el
terapeuta debe ir tratando que el paciente arme la “agenda”. Traer metas para la sesión
puede ser una de las tareas para la casa (proponerle al paciente que traiga objetivos para
la sesión da lugar a confrontar con la creencia básica que no puede hacer nada).

150
El entrenamiento de autocontrol incluye tres fases: a) autoobservación (registrar), b)
autovaluación (comparaciones en forma realista), y c) autorrefuerzo.

RUIZ SANCHEZ Y CANO SANCHEZ – “Caso: tratamiento de una fobia”

Pautas diagnosticas de la fobia específica por el DSM-IV

*Miedo notable y persistente que es excesivo o poco razonable, provocado por la


presencia o anticipación de un objeto o situación específicos.

*La exposición al estímulo fóbico suele provocar una respuesta de ansiedad que puede
adoptar la forma de un ataque de pánico situacionalmente predispuesto o asociado.

*La persona reconoce que el miedo es excesivo o poco razonable con relación al peligro o
situación temida.

*La situación fobia se evita o soporta con una ansiedad o malestar intenso.

*La evitación o ansiedad fóbica interfiere significativamente en el funcionamiento


psicosocial.

*En los individuos menores de dieciocho años la duración es de al menos seis meses.

*La evitación o ansiedad fóbica y los ataques de pánico asociados no se explican mejor
por otro trastorno mental.

El modelo cognitivo de la fobia específica: el modelo de Beck

Postula que la ansiedad fóbica está asociada con una predisposición en el procesamiento
de información referente al peligro-amenaza que implica determinado objeto o situación.
No es el objeto, evento o situación lo que el sujeto teme, sino la anticipación de las
consecuencias que puede tener la situación.

Es importante tener en cuenta las cogniciones específicas asociadas con la anticipación


de las consecuencias. La misma situación fóbica puede no provocar los mismos
pensamientos e imágenes en diferentes individuos. Este esquema cognitivo de peligro se
relacionaría con una serie de distorsiones cognitivas:

- Inferencia arbitraria-visión catastrófica: el sujeto anticipa la ocurrencia de hechos


amenazantes en una situación determinada si tener evidencia de ello.

- Sobregeneralización: a partir de una situación donde anticipa una amenaza,


relaciona otras situaciones similares donde podría ocurrir amenazas similares, todo ello
sin evidencia suficiente.

- Maximización-minimización: exagera los peligros de la situación y minusvalora los


elementos de seguridad de la situación o su habilidad para afrontarla

- Personalización: el sujeto se compara con cuando no tenía ese miedo y su


evitación actual o dependencia de otros para superarlo, autocriticándose por ello.

Objetivos terapéuticos

151
- Lograr que el sujeto deje de experimentar ansiedad ante la situación fóbica.

- Lograr que el sujeto se exponga a la situación y no la evite.

- Lograr que el sujeto modifique sus cogniciones anticipatorias respecto de la situación


fóbica.

El proceso de intervención

1) Evaluación: Se trata de detectar el tipo de situaciones fóbicas, el tipo de conducta de


evitación y el componente cognitivo mediador (anticipaciones negativas), así como el
grado de ansiedad asociado (componentes situacionales-cognitivos-afectivos-
conductuales). 2) Socialización del sujeto en el modelo de trabajo. 3) Preparar al sujeto
para enfrentar las situaciones evitadas y así poder modificar sus predicciones de
anticipación de consecuencias negativas y no control.

Técnicas te intervención

Técnicas cognitivas:

a) Distracción: parada y cambio de pensamientos negativos, uso de tarjetas con listado de


recuerdos positivos o características positivas del sujeto.

b) Descatastrofización: cambio de pensamientos negativos, comprobación de evidencias y


búsqueda de soluciones.

c) Inoculación al estrés: el terapeuta identifica los diálogos internos del sujeto antes-
durante-después de enfrentarse con la situación fóbica y su conexión con el afecto y
conducta en cada frase. El terapeuta sugiere pasos alternativos para modificar las
cogniciones-afectos-conductas y entrena al sujeto en esas alternativas. Consiste en la
elección de autoinstrucciones pertinentes, respuesta de relajación y prevención de la
respuesta de evitación. Se suele comenzar enfrentando las fases de modo imaginativo y
después directamente, la mayoría de las veces de modo gradual.

d) Identificación de los supuestos personales: el terapeuta intenta detectar los significados


asociados a las anticipaciones negativas. A veces es útil rastrear el origen histórico de
esos significados para ganar autocomprensión y motivación para el cambio.

Técnicas conductuales:

a) Entrenamiento en relajación: se enseña al sujeto a manejar y distraerse de su ansiedad


mediante el aprendizaje de respuestas incompatibles con la ansiedad (distención
muscular, respiración adecuada, etc.).

b) Técnicas de exposición: consiste en jerarquizar las situaciones fóbicas y en exponer al


sujeto a ellas (gradualmente o no, imaginativamente y/o en vivo) de modo que se
prevengan las respuestas de evitación y hasta que disminuya la ansiedad de ellas. Desde
un punto de vista cognitivo se presentan como experimentos personales para comprobar
las anticipaciones catastróficas y de incontrolabilidad.

Caso clínico

Mujer de 19 años. Motivo de consulta: Miedo a la presencia de los pájaros, que la lleva a
tener dificultades para salir de la casa. No puede aproximarse a un pájaro a menos de

152
cinco metros, lo que resulta muy invalidante. Proceso de intervención: La situación fóbica
fue clasificada en una escala subjetiva de malestar ansioso que iba de 0 a 100 (desde oír
la palabra pájaro hasta atravesar una plaza con pájaros). Se explicó la relación situación-
cognición-afecto-conducta y la técnica de exposición. Se procedió a efectuar una
exposición en imaginación y después en vivo. Post-cura: Ocho meses después tiene dos
faisanes en su jardín y va al gallinero.

Feixas y Miró: Modelos conductuales

La terapia de modificación de la conducta hizo su aparición en la escena de los


tratamientos psicológicos a finales de los años cincuenta como una alternativa radical a
los modelos existentes en la época, especialmente al modelo psicodinámico. La terapia
de la conducta parte de la idea de que la mayor parte de la conducta (incluida la
inadaptada) es aprendida y de que los principios descritos por las teorías del aprendizaje
pueden utilizarse en la práctica clínica. Así pues, en lugar de investigar sobre posibles
conflictos subyacentes, los terapeutas de conducta centran el tratamiento en el cambio de
la conducta observable en sí misma. Para ello, desarrollan una metodología de
diagnóstico y evaluación conductual que permita identificar e intervenir en las
contingencias y parámetros que mantienen la conducta inadaptada en el presente.
Además, los terapeutas de conducta conciben a la terapia como una empresa empírica a
la que hay que aplicar el rigor y los procedimientos experimentales de la investigación
científica.

Se apuntó siempre a la constitución de una psicoterapia científica. Algunos autores


consideran que más que un modelo terapéutico, se trata de un conjunto de técnicas
eficaces. El énfasis en la metodología científica y la validación empírica son los rasgos
distintivos de los terapeutas de la conducta.

Desarrollo histórico:

La eficacia del castigo y del refuerzo para modificar la conducta se conocía hacía mucho
tiempo. Schenov, a principios de siglo XIX ya hacía intentos por aplicar los principios del
aprendizaje a los problemas clínicos. Luego su discípulo Pavlov realizó dos contribuciones
a la psicoterapia: El estudio experimental de los procesos de condicionamiento; y el
estudio de las neurosis experimentales.

Luego, Bechterev va a decir que el condicionamiento podría explicar gran variedad de


conductas humanas, planteo que influyó profundamente a Watson. Este último fue quien
fomentó la cristalización de un movimiento que promovía la introducción de métodos
objetivos de investigación psicológica. Con las tesis de Watson triunfó la idea de que la
conducta podía investigarse estudiando los reflejos simples y sus combinaciones.

A partir de los años treinta, la terapia de la conducta entró en una fase de búsqueda de
mayor fundamentación teórica; y durante los años sesenta y setenta, se consolidó como
enfoque terapéutico.

Conceptos básicos

153
No existe una única teoría del aprendizaje que sirva de marco conceptual a la terapia de
la conducta, sino que coexisten distintas teorías que sirven de fundamento a distintas
técnicas. A continuación se exponen las principales características de los modelos
conductuales:

- Se considera que la conducta anormal y la normal son producto del aprendizaje.


- Se concede menor importancia a los factores innatos, aunque se acepta su posible
influencia.
- Se sitúa al objeto de estudio (o cambio) en la conducta, entendida como
cuantificable o evaluable, tanto en el plano motor como en el cognitivo o
fisiológico.
- Se concede especial relevancia al método experimental, como instrumento
imprescindible en la descripción, predicción y control de la conducta.
- Se considera necesaria la comprobación de la eficacia de cualquier procedimiento,
ya sea de la evaluación o de tratamiento.
- No se admite la existencia de enfermedades mentales como entidades
cualitativamente distintas en cuanto a génesis y dinámica funcional; la conducta
normal y la anormal se adquieren y modifican por medio de los mismos principios
del aprendizaje.
- La evaluación y el tratamiento se consideran funciones estrechamente
relacionadas y dirigidas a modificar las conductas inadecuadas.
- Se considera que el rigor científico no es incompatible con la responsabilidad
profesional.

Al centrarse en la evaluación y la intervención de la conducta inadaptada en sí misma, en


tanto regulada por contingencias ambientales, la apelación a factores intrapsíquicos
resulta innecesaria. Se destacan tres paradigmas de aprendizaje para el abordaje de esta
conducta: condicionamiento clásico, condicionamiento operante, y modelado.

Condicionamiento clásico: Este paradigma ha sido utilizado para explicar cómo


estímulos neutros (o nuevos) llegan a provocar respuestas innatas como consecuencia
del emparejamiento con otros estímulos. Concretamente, este paradigma establece que
cuando un estímulo incondicionado que da origen a una respuesta incondicionada se
presenta después de un estímulo condicionado, este último adquiere la propiedad de
provocar por sí mismo una respuesta condicionada que es similar a la respuesta
incondicionada. De este modo, se puede adquirir una gran cantidad de conductas.

Por lo general, cuando una respuesta condicionada se presenta repetidamente sin la


aparición de un estímulo incondicionado, el vínculo asociativo se debilita y tiende a
desaparecer, proceso que se denomina extinción. Sin embargo, se ha observado que esto
no siempre se produce, como sucede en las “paradojas neuróticas”.

Condicionamiento operante: Este paradigma se ocupa de conductas que el organismo


emite libremente y que operan sobre el medio y están controladas por sus consecuencias
ambientales. En concreto, este paradigma establece que si un tipo de respuesta (ej
apretar una palanca) se refuerza (ej comida) en presencia de un estímulo discriminativo
(ej luz roja), en el futuro este tipo de respuesta tendrá más probabilidad de ocurrir en
presencia de ese estímulo. Entre la respuesta se operante y el refuerzo se establece una
relación de contingencia y si la respuesta se refuerza repetidamente tenderá a
consolidarse, mientras que si no se refuerza tenderá a extinguirse.

154
Modelado o aprendizaje observacional: Se establece que un observador puede
aprender una conducta compleja observando la ejecución que realiza un modelo. Supone
una discontinuidad con respecto a los paradigmas anteriores, ya que su explicación
supone recurrir a complejos mecanismos de procesamiento de información, de hecho,
abrió la puerta a la modificación cognitiva de la conducta.

En el aprendizaje observacional se suelen distinguir dos fases: la primera es una fase de


adquisición de la respuesta, en la que el sujeto observa cómo el modelo realiza la
conducta, y la segunda es una fase de ejecución, en la que el observador realiza la
conducta a partir de su representación simbólica. Ambas fases requieren la movilización
de complejos procesos cognitivos.

En resumen, los conceptos básicos de la terapia de la conducta son los que se


desprenden de la aplicación de hallazgos de la psicología experimental, en particular de
los paradigmas del condicionamiento clásico y operante, a la práctica clínica.

Método terapéutico

El objetivo de los tratamientos conductuales es la modificación de la conducta inadaptada.


Para ello, antes de iniciar el tratamiento, es necesario realizar una evaluación minuciosa
de los parámetros y contingencias que controlan la conducta. En esta evaluación se
definen las conductas en términos observables y se establecen sistemas de registro.
Estos requisitos son imprescindibles para juzgar la eficacia del tratamiento. Por lo general,
los tratamientos son breves y tienen un número limitado de sesiones. Se considera que la
eficacia del tratamiento depende enteramente de las técnicas utilizadas, y no de la
relación terapéutica.

La relación terapéutica: Se la concibe como un vehículo para la implantación de las


técnicas. El papel del terapeuta es el de un reforzador social y un modelo, así, lejos de
otorgar a la relación terapéutica un valor intrínseco, como había hecho el psicoanálisis, los
terapeutas de conducta conciben los procesos que ocurren en el contexto de la relación
como procesos de aprendizaje, en los que el terapeuta refuerza ciertas conductas o
modela las conductas objeto de tratamiento.

La idea es que los clientes adopten un papel activo en la terapia, tanto en realización de
registros como en el manejo de las técnicas. Se llegó a proponer que la figura del
ordenador podría sustituir la del terapeuta.

Recursos técnicos I: Técnicas de recondicionamiento

-Técnicas de relajación: Es un estado psicofisiológico caracterizado por un patrón mínimo


de actividad somática y autónoma, un estado subjetivo de tranquilidad y sosiego y quietud
motriz. En él se entrena al cliente para que aprenda a reducir el tono muscular, por medio
de la tensión y relajación de distintos grupos musculares.

-Desensibilización sistemática: Se procede a exponer al sujeto cuando se encuentra en un


estado de relajación profunda, gradualmente y en la imaginación, a las situaciones
temidas.

-Entrenamiento asertivo: La conducta asertiva es la expresión adecuada de cualquier


emoción, distinta a la ansiedad, hacia otra persona. Consiste en la realización de ensayos
de conducta sobre situaciones en los que interviene el modelado (el terapeuta actúa de

155
modelo) y la retroalimentación del terapeuta, y se acaba con la prescripción de tareas en
el contexto real del cliente.

-Técnicas de implosión e inundación: consiste en la exposición al paciente de un modo


continuo y repetido a los estímulos temidos y anteriormente evitados, con el fin de
producir una respuesta emocional intensa y facilitar el proceso de extinción. Se da por
supuesto que la respuesta de ansiedad desaparecerá con la exposición repetida del
estímulo condicionado sin que vaya seguido del estímulo incondicionado.

-Práctica masiva: consiste en la repetición continuada de un hábito involuntario y


persistente hasta lograr un nivel de agotamiento.

-Terapia asertiva: consiste en la utilización de estímulos aversivos para modificar la


conducta.

Recursos técnicos II: Técnicas operantes

Apuntan al desarrollo y establecimiento de una conducta, o bien al fortalecimiento o


eliminación de la conducta.

-Técnicas para establecer conductas: Se apoya en conductas existentes para crear


nuevas. Dos técnicas son el moldeado y el encadenamiento.

-Técnicas para incrementar conductas: El refuerzo positivo contingente de una respuesta


incrementa su probabilidad de aparición futura, por ejemplo, mediante contrato de
contingencias.

-Técnicas para disminuir una conducta: Consiste en dejar de reforzar la conducta que se
desea disminuir. Puede acontecer mediante castigo, coste de respuesta, tiempo fuera de
reforzamiento, reforzamiento de conductas incompatibles y/o condicionamiento
encubierto.

Recursos técnicos III: Técnicas de modelado

Para su diseño es importante diferenciar dos fases. La primera es una fase de adquisición
de las conductas relevantes, la segunda es la ejecución de las mismas. Se han realizado
estudios que delimitan cuáles son los factores que mejoran la adquisición de las
conductas, y es muy interesante que señalen características del modelo, o sea, del
terapeuta, teniendo en cuenta que consideran que el psicólogo es simplemente, y
justamente, un modelo. No se pondera la importancia de lo vincular en la terapia. También
se realizaron estudios sobre los factores que mejoran la ejecución de la conducta
observada.

Indicación del tratamiento y criterios de éxito terapéutico

Desde el modelo conductual se presentan los trastornos mentales como categorías de


conducta anormal en continuidad con la normal. No cabe, pues, hablar de enfermedad,
síntomas, procesos o traumas causales subyacentes, de constructos internos o rasgos.
Las conductas concretas y específicas que se evalúan como anormales se adquieren
igual que las normales: mediante procesos que obedecen a las leyes del
condicionamiento. Los trastornos mentales, motores o emocionales, se entienden como
hábitos inadaptados más o menos persistentes que tal como se adquieren se pueden
modificar, extinguir o sustituir a partir del manejo de las mismas leyes.

156
En relación con los criterios de éxito, los terapeutas de conducta no son partidarios de
ningún criterio que no posea un referente conductual específico (ej incremento o
descenso en una conducta determinada) y que no esté evaluado por procedimientos
objetivos.

Feixas y Miró: Modelos cognitivos

El rasgo común más destacable que unifica a todos los modelos cognitivos reside en la
importancia que otorgan a las cogniciones tanto en la génesis de los trastornos
psicopatológicos como en el proceso de cambio terapéutico. El término “cognición” se
utiliza aquí en un sentido amplio que incluye ideas, constructos personales, imágenes,
creencias expectativas, atribuciones, etc. En este sentido amplio, este término no hace
referencia únicamente a un proceso intelectual sino a patrones complejos de significado
en los que participan emociones, pensamientos y conductas.

Otro rasgo importante es el énfasis en el método científico, y su alto nivel de


sistematización, ya que siempre han estado interesados en contribuir a una psicología
científica.

Desarrollo histórico

Se sitúan tres orígenes del enfoque sobre el papel de los procesos mentales, dentro de
los cuales se destacan a Ellis y Beck, ambos de formación psicoanalítica. Ellis reemplazó
la escucha pasiva por una actitud activa y directiva con la que dialogó con sus clientes
acerca de las filosofías en las que se inspiraban. Su enfoque se basa en la creencia de
que la persona puede sustituir concientemente los pensamientos irracionales por otros
más razonables. Por otro lado, Beck planteará que los pensamientos, por ejemplo en un
cuadro depresivo, pueden identificarse y modificarse con la obtención de datos que
cuestionan su validez.

Conceptos básicos

Carecen de un marco unificador. Las psicoterapias cognitivas no surgieron de la


psicología cognitiva, por eso los autores intentarán realizar una vinculación entre la
ciencia y la técnica cognitivas, calificado como ad-hoc.

Esquemas: estructura y proposiciones cognitivas

Un esquema es una estructura cognitiva, una abstracción fruto de la experiencia previa de


un sujeto. El esquema es responsable de los mecanismos que guían la atención selectiva
y la percepción. Establecen las prioridades del procesamiento de información, dados los
límites del procesamiento estimular de nuestro sistema perceptivo. Los esquemas
permiten al perceptor identificar los estímulos rápidamente, categorizar los
acontecimientos, seleccionar estrategias para obtener nueva información, resolver
problemas y alcanzar metas. Los individuos poseen esquemas específicos para distintas
tareas.

Según la naturaleza de las proposiciones cognitivas podemos hablar de esquemas


sociales, sobre el self y otros. Los más relevantes para la psicoterapia son los esquemas

157
del self, ya que “organizan y guían el procesamiento de la información acerca del self
contenida en las experiencias sociales del individuo”.

El modelo de Beck identifica de forma explícita el papel de los esquemas en la formación


y mantenimiento de algunos trastornos. Estos esquemas están en el núcleo del trastorno
cognitivo y pueden llamarse también creencias nucleares. Sin embargo, estos autores no
consideran que el predominio en la activación de determinados esquemas sea “la causa”
del trastorno psicopatológico sino un estado de predisposición que interactúa con la
situación estimular.

El modelo de Ellis también contiene elementos referidos a los esquemas, aunque de


forma no tan explícita. La terapia racional-emotiva de Ellis considera que en el núcleo de
la mayoría de los trastornos psicológicos se halla la tendencia humana al pensamiento
irracional, de forma que los acontecimientos se interpretan de acuerdo con un conjunto de
creencias irracionales, basadas en imperativos absolutistas o dogmáticos. Las
consecuencias de este pensamiento dependen del grado de racionalidad de las creencias
que median en los acontecimientos.

Operaciones cognitivas

Las operaciones cognitivas son los procesos en los que los diferentes componentes del
sistema cognitivo operan de forma interactiva para procesar la información. Son las
responsables de la manipulación de los datos sensoriales.

Según Beck, los pacientes depresivos se caracterizan por un procesamiento automático,


es decir, que no se da de forma deliberada, el sujeto no elige necesariamente atender a
cierta información y pasar por alto otra. Denomina a estos procesos “errores cognitivos”.
En síntesis, para este enfoque cognitivo el procesamiento automático interviene en la
formación y mantenimiento de una gran variedad de problemas psicológicos.

A partir de la terapia racional-emotiva también se reconoce la existencia de un


procesamiento automático, aunque la razón de tal procesamiento se atribuye a las propias
creencias irracionales.

Productos cognitivos

Son pensamientos, autoafirmaciones, imágenes, atribuciones, etc, que resultan de las


operaciones cognitivas. Ya hemos dicho que tales operaciones son reguladas por las
estructuras cognitivas, de forma que los productos cognitivos son el resultado final, y a la
vez el inicio de un proceso complejo. Estructuras, procesos y productos se dan en forma
simultánea.

Modelos basados en el razonamiento y solución de problemas

Modelos basados en las teorías evolucionistas y motrices de la mente

Método terapéutico

En términos generales, las psicoterapias cognitivas son procedimiento activos, directivos,


estructurados y de breve duración. Proponen una colaboración abierta con el cliente para
afrontar su problema, planteando un modelo explicativo simple y sugiriendo estrategias
para su resolución.

158
La orientación empírica de esta terapia convierte el sistema cerrado de creencias del
cliente en abierto. El cuestionamiento es el principal instrumento técnico, y la
experimentación conductual es la mejor forma de investigar la validez de sus supuestos
específicos.

El objetivo de los tratamientos cognitivos es el cambio de las estructuras cognitivas.

Relación terapéutica

Los modelos cognitivos entienden a la psicoterapia como un esfuerzo de colaboración


mutua que realizan cliente y terapeuta. De esta forma, se busca un consenso explícito en
relación con la naturaleza de los problemas del cliente, los fines de la terapia, e incluso los
medios para alcanzarlos. Con ello se pretende además ajustar las expectativas de la
terapia que tienen tanto el cliente como el terapeuta, factor que la investigación empírica
ha señalado como influyente para la permanencia en terapia y adhesión al tratamiento.

Una vez se ha creado cierto clima de colaboración, terapeuta y cliente pueden cooperar
como si de un equipo de investigación se tratara. Los pensamientos del cliente se
consideran como hipótesis a verificar. Cliente y terapeuta examinan la evidencia
disponible, a la vez que pueden diseñar experimentos para poner a prueba las hipótesis
del cliente. La evidencia recogida se analiza lógicamente para refutar o apoyar las
cogniciones del cliente. El terapeuta no tiene que “persuadir” al paciente de que sus
puntos de vista son ilógicos o incoherentes con la realidad; los pacientes “descubren”
tales incoherencias por sí mismos. Esto es el empirismo colaborativo.

A pesar de la visión común sobre la naturaleza colaborativa de la psicoterapia, los


modelos cognitivos difieren en el papel que asume el terapeuta en tal colaboración. Para
los enfoques racionalistas, el terapeuta asume un liderazgo característico del enseñante o
entrenador, y ejerce la instrucción teórica y técnica característica de su rol de orientador y
guía. En cambio, para los enfoques constructivistas la relación se concibe como un
contexto seguro, que facilita la exploración del cliente de nuevas posibilidades. La relación
misma se ve como un “campo de pruebas” para los experimentos relacionales del cliente,
en los que su visión de sí mismo y del mundo se pone a prueba.

En la última perspectiva, se trataría de una relación de experto a experto, donde tanto


terapeuta y cliente poseen un saber, que es diferente en cada caso, pero ambos
igualmente valiosos para llevar adelante el trabajo terapéutico. La relación terapéutica es
calificada como inevitable que, como tal, es generadora de potencial de cambio.

La relación terapéutica constituye un instrumento fundamental, que pretende ser un


vínculo restitutivo que permita un estilo relacional más sano en el paciente. Asimismo,
todos los modelos cognitivos reconocer la utilidad de la calidez, empatía, autenticidad y
aceptación.

Recursos técnicos

Hay una conceptualización teórica específica de cada modelo, pero hay un patrimonio
técnico común.

● Asignación gradual de tareas: ventaja cognitiva de contrarrestar la idea que el


paciente tiene de que no podría llevarlas a cabo. A menudo se le presenta como
una investigación para ver el valor predictivo de sus ideas.

159
● Técnicas de distracción: dirigir los procesos de atención hacia otro tipo de
estímulos, incrementando la probabilidad de generar procesos cognitivos más
adaptativos.
● Relajación: la ventaja cognitiva de este procedimiento clásico es su valor en
cuanto a incrementar la percepción que tiene el cliente de sus posibilidades de
autocontrol. También mejora la autoimagen del sujeto.
● Programación de actividades: evita la inercia, la dificultad para tomar decisiones y
la rumiación excesiva.
● Valoración del dominio y agrado: valor éxitos parciales y niveles bajos de agrado,
contrarrestando así el pensamiento absolutista dicotómico de “todo o nada”.
● Autoobservación: cuestionar el procesamiento de la información que lleva a cabo
el cliente.
● Uso de autoaserciones: ocupa la mente con material pre-programado que compite
con un procesamiento negativo de información.
● Entrenamiento en habilidades específicas: sentimiento de confianza y puede
modificar el esquema del self sugiriendo una imagen más positiva y competente de
sí mismo.
● Ensayo conductual y role playing: activar los esquemas anticipatorios (a menudo
negativos) o bien proporcionar pruebas favorables en cuanto a las posibilidades de
ejecución del cliente.
● Ensayo cognitivo: fija su atención en los detalles potencialmente problemáticos
(que pueden estudiarse con el terapeuta), y evitar la divagación.
● Explicación del fundamento teórico al cliente: combatir la desesperanza con que a
menudo acuden los clientes a la consulta
● Identificación de los pensamientos disfuncionales: involucrar al paciente en la
tarea de combatirlos.
● Registro diario de pensamientos disfuncionales
● Identificación de errores cognitivos: es un paso previo fundamental para el
cuestionamiento de sus pensamientos automáticos.
● Comprobación de hipótesis: se puede llevar a cabo de diversas formas
● Disputa racional: principal instrumento de la terapia racional-emotiva, y consiste en
el cuestionamiento abierto y directo de las creencias del cliente.
● Análisis de costes y beneficios: quedando así visible si es racional o no mantener
una creencia o conducta.
● Técnicas de reatribución: se pretende una atribución más realista de
responsabilidad.
● Trabajo con imágenes
● Búsqueda de soluciones alternativas
● Identificación de esquemas: después de la detección y discusión de un cierto
número de pensamientos automáticos se puede observar un predominio de ciertos
temas que reflejan el control que determinados esquemas supraordenados tienen
sobre el patrón idiosincrático de procesamiento de información del cliente. Tales
esquemas se ponen, entonces, en tela de juicio.
● Técnica del rol fijo: terapeuta y paciente diseñan en conjunto un escrito con una
representación del sujeto que este último debe llevar adelante en su vida
cotidiana.
● Biblioterapia: para reforzar el conocimiento cognitivo del problema del cliente.

Proceso terapéutico

160
Cada modelo se caracteriza por una propuesta de proceso terapéutico, e incluso dentro
de un mismo modelo existen distintos procesos o programas para problemas específicos.
Uno de los ejemplos mencionados es la terapia cognitiva para la depresión, de Beck.

1. Inicial. Evaluación. Presentación del modelo cognitivo sobre la depresión, y explicación


del fundamento teórico de sus problemas y de la terapia.

2. Media. Uso de técnicas de identificación y modificación de pensamientos automáticos y


de supuestos depresógenos subyacentes.

3. Final. Prevención de recaídas, facilitación de la comprensión del proceso terapéutico


que se ha seguido, acuerdo sobre sesiones de seguimiento y apoyo.

Indicación de tratamiento y criterios de éxito terapéutico

Siguiendo la misma lógica, que establece que en el mantenimiento de un determinado


trastorno psicopatológico existe una forma particularmente sesgada de procesar la
información, lo cual conduce a errores sistemáticos, Beck y su escuela han ampliado su
modelo, inicialmente concebido para el ámbito de la depresión, a otro tipo de trastornos.

En el fondo, se postula que lo que varía de un tipo de trastorno a otro es el contenido


cognitivo que se distorsiona o que resulta irracional. Pero lo que resulta relevante del
contenido cognitivo, desde el punto de vista terapéutico, es el hecho de que es un
contenido distorsionado o irracional. En consecuencia, ni su génesis ni su posible utilidad
funcional en el contexto vital del cliente resultan especialmente importantes para enfocar
el tratamiento.

En contraposición a estos enfoques de Beck y Ellis, se plantea un modelo de terapia


cognitiva que aborda explícitamente el problema de la génesis y posible valor funcional de
las distorsiones cognitivas que subyacen a los distintos síndromes clínicos. Este es un
modelo evolutivo y estructural de la psicopatología del cual se deriva una psicoterapia
diferencial.

En relación con los criterios de éxito terapéutico, los modelos cognitivos prestan
considerable atención a la eliminación de síntomas.

Perspectivas actuales

Una de las distinciones planteadas es entre terapias cognitivas que adoptan supuestos
epistemológicos racionalistas/objetivistas y las constructivistas. Entre las primeras se
hallan las terapias cognitivas que parten de la supremacía causal de lo cognitivo sobre lo
emocional y conductual, es decir, la supremacía de la razón sobre la sensación. Tales
enfoques dan por supuesto que existe una realidad independiente representada en el
cerebro, siendo este un “órgano cuya función primordial es registrar y retener copias
precisas de la realidad externa”. Es congruente con este enfoque hablar de pensamientos
realistas o racionales, en contraste con aquellos erróneos, distorsionados o irracionales.
En cambio, las terapias cognitivas basadas epistemológicamente en el constructivismo no
reconocen la primacía de la cognición sobre la acción y la emoción, a la vez que desafían
la posibilidad de adquirir un conocimiento verdadero de la realidad. Para la epistemología
constructivista la realidad no se nos representa directamente sino a través de un proceso
de construcción en el que el sujeto tiene gran responsabilidad.

161
Mientras que las teorías racionalistas conciben una cognición desde fuera hacia dentro,
como estructuradora de la información sensorial, la visión de las teorías de la mente,
adoptadas por el constructivismo, sugiere un enfoque distinto del conocimiento. Suponen
que el sujeto proyecta sus estructuras tácitas y abstractas sobre el orden sensorial.

Las diferencias a nivel epistemológico y teórico entre los enfoques constructivistas y


racionalistas se reflejan notablemente en la práctica clínica. Mientras que la perspectiva
racionalista tiene un componente psicoeducativo importante, bien sea en el sentido de
instruir al cliente en las habilidades para enfrentarse a su problema, o bien en el de
corregir sus cogniciones distorsionadas. En cambio, la perspectiva constructivista concibe
el problema como un exponente de una transición en el proceso de reconstrucción del
sistema cognitivo del cliente.

Hemos englobado bajo el rótulo de reestructuración cognitiva tanto la terapia cognitiva de


Beck como la racional emotiva de Ellis. Aunque la primera se centra más en los
pensamientos automáticos negativos y formas de razonamiento/inferencia erróneas, y la
segunda en las creencias irracionales, ambos enfoques presentan suficiente comunalidad
como para convivir en esta categoría caracterizada por la detección y sustitución de
cogniciones inadecuadas.

MILLER – “Todo el mundo es loco. (Fragmentos capítulos VI, VII, VIII, IX)”

Entonces, la cifra

El ser siempre necesitó una garantía y hoy en día, la cifra juega ese papel. El ciframiento
está llamado a recubrir todos los aspectos de la existencia. Se puede entender que
colegas hayan sido llevados a buscar las condiciones de la introducción de la cifra en el
PSA. Lo hicieron bajo las formas propias de lo que llamamos el cognitivismo, es decir,
bajo el régimen del prefijo “neuro”, siendo este la forma que toma la cifra cuando se
apodera de lo psíquico.

El primer postulado, el primer axioma, es que lo psíquico es cerebral. A partir de aquí, el


cognitivismo se desarrolla como una filosofía de la neurobiología, abriendo perspectivas,
haciendo promesas de exhaustividad, moderadas por la consideración de la complejidad
de la arquitectura cerebral, pero que prolongan los resultados en anticipaciones
maravillosas. Por un lado, el cognitivismo es una filosofía, para no decir una ideología. Por
otra parte, le formula a la neurobiología y a la observación de imágenes preguntas
psicológicas. A saber: ¿Qué ocurre en el cerebro? ¿Qué podemos observar en la
imaginería cuando hay transmisión de informaciones, cuando hay conocimiento, cuando
hay emoción? ¿Qué vemos cuando hay tristeza, cuando hay alegría, cuando hay
decisión, cuando hay palabra y escucha, lectura y escritura? Y se cosecha en efecto
cantidad de hechos de observación. A partir de lo cual, la operación cognitiva esencial es,
en el fondo, la inferencia: a partir de esos hechos de observación se infieren procesos
mentales que estarían involucrados y que darían cuenta de las observaciones.

Dicho de otro modo, la psicología pasó de la observación de comportamientos a la


observación de neuronas. No reniega de su origen behaviorista, o pragmatista, al
contrario, piensa continuar el mismo programa con un instrumento nuevo, proporcionado
por la IRM -imaginería por resonancia magnética-, la herramienta esencial de sus
investigaciones. Una voluntad anima el cognitivismo: la de demostrar que es legítima la

162
reducción de la realidad humana al cerebro, que el hombre es esencialmente un cerebro y
que el cerebro es una máquina de tratamiento de información.

El cognitivismo tiene como única bandera la estadística y, por lo tanto, su punto de vista
es radicalmente opuesto al de la clínica, que considera los sujetos uno por uno. Me toca
hacer una anticipación: aparecerá próximamente una neuropsicología clínica. En vez de
simplemente recurrir a las cantidades grandes, se hará la descripción de la actividad
cerebral de un sujeto. No queda muy claro que conclusiones se sacará de ello pero
podemos confiar en la creatividad de la inferencia. La neuro-clínica individual está por
llegar. Todas las prácticas tendrán pronto una alternativa cognitivista que rebajará sus
maneras de hacer, sus perspectivas, a la mera observación cerebral.

Esta adoración del número está prescrita por su pre-comprensión del mundo como una
realidad homogénea, una realidad en la que todo es cantidad, incluso la cualidad. Cuando
se enfrenta con lo que llama “realidades cualitativas”, que sólo llama tales desde el punto
de vista de la cantidad, es decir que no se prestan inmediatamente a la cantidad, las
clasifica como emociones: tristeza, alegría, amor. La operación cognitivista consiste en
relacionarlas con realidades cuantitativas. Por ejemplo, para el amor, se le anuda a
cantidades de neurotransmisores o la actividad eléctrica del cerebro. Poco importa la
realidad cuantitativa con la que se las relaciona, lo que importa es que se las relacione, es
esta homologación cuantitativa que verifica el axioma según el cual todo es cantidad.

La noción según la cual todo es cantidad es del orden de la voluntad, es del orden del
deseo, en todo caso no está determinado por el propio campo que abre. Es una
preconcepción que abre cierto campo de investigación. Hay en un principio una
enunciación, hay un deseo de que así sea. Y ese deseo mismo puede también a su vez
ser interrogado, es un deseo de dominio porque se tiene la idea de que se puede actuar
sobre las cantidades: se puede aumentar el porcentaje de dopamina, bajar el de
serotonina. Se puede, por medio de electrodos, actuar sobre la actividad eléctrica del
cerebro. Por lo tanto, es un deseo de dominio y también un deseo de igualdad. Eso abre
la puerta a un mundo donde las diferencias son sólo cuantitativas. En ese sentido
posibilita algo llamado gestión de las poblaciones. Eso parece especialmente adecuado a
la edad democrática, en oposición con aquella edad de los valores absolutos.

Psicología cognitiva experimental

Dehaene comienza por recordar la definición de William James de la psicología como la


ciencia de la vida mental. Al pasar de James a Dehaene, pasamos así de la ciencia de la
vida mental a una ciencia de la vida mental. Paralelamente a esa curiosa baja de
tonalidad está la afirmación de la pretensión de las ciencias cognitivas de pertenecer a las
ciencias de la vida, ¿pero apoyándose sobre qué en definitiva? “Explotando toda la
panoplia de los métodos de la biología”. Creo que el verbo es muy acertado: el
cognitivismo es un explotador. Explota la biología, y no pretende siquiera explotar sus
resultados sino sus métodos.

Al mismo tiempo, las ambiciones no se detienen en el cerebro ya que piensa también


trabajar en la intersección de la biología del cerebro y del entorno, e incluso de la cultura.
Y se nota que el salto problemático es aquel que pasa de la observación cerebral a las
realizaciones de la cultura. Hay muy pocos elementos que realmente los articulan, es
decir que se vuelve siempre a los datos de imaginería (IRM).

163
Dehaene promete “la posibilidad que las leyes que la psicología es susceptible de
descubrir sean tan sólidas y universales como las leyes de la física”. La ambición que
antes se realizaba con el análisis de los comportamientos, a saber, inferir el pensamiento
que está detrás, simplemente se transfirió. Él cree que porque va a ver la neurona y la
actividad de la neurona, estará más cerca, más directamente conectado a los
mecanismos del pensamiento, precisamente porque, cuando se alienta a tomar
decisiones al sujeto, va a mirar las zonas cerebrales que se activan en el momento de la
toma de decisión.

Y porque constata que existe semejante correlación, dice: la decisión solo es tal actividad
neuronal o tal otra con lo que podemos concluir a favor de la ilusión del libre arbitrio de las
decisiones humanas. Y sobre todo que lo que antes se consideraba como datos
subjetivos es susceptible a partir de ahora de un tratamiento objetivo. Esa es la gran
ambición del cognitivismo a través de esos diferentes métodos. En la psicología de hoy
los datos subjetivos de la conciencia son objetos vividos ilegítimos, que la modelización y
la imaginería relacionan directamente con los datos objetivos de la arquitectura cerebral.
Así concluye su lección inaugural, con la ambición de dar un estatuto objetivo a la
subjetividad gracias a la modelización matemática y a la imaginería cerebral. Esta
ambición, hay que decirlo, anima el cognitivismo, que atañe, a través de sus diferentes
modalidades y de la multiplicidad de las investigaciones en curso, a una pobreza esencial,
la pobreza de un método de inferencia que intenta dar el salto entre datos de observación
y procesos, lo que bautizan procesos, cuya futura realidad parece absolutamente
espectral.

Crítica de la neuropsiquiatría

Existe material en Lacan que hay que volver a poner en circulación acerca de su posición
y de la nuestra respecto de la perspectiva cognitivista. Se encuentra en su “Acerca de la
causalidad psíquica”. Tenemos con este texto el manifiesto de Lacan contra la
neuropsiquiatría al salir de la Segunda Guerra Mundial y en los inicios de su enseñanza,
elaborada a partir de una polémica con su camarada Henry Ey, con su teoría del órgano-
dinamismo. En esa época, se hablaba a menudo de trastorno mental, el lenguaje del
disfuncionamiento ya estaba vigente. La crítica fundamental que Lacan le hace a la
neuropsiquiatría es que esta busca la génesis del trastorno mental en el espacio, más
precisamente en la extensión, en tanto que la explora la física matemática, que él llama
física clásica. Lo que funda la neuropsiquiatría es el recurso que encuentra en la
evidencia de la realidad física, fundamentalmente estructurada como la extensión
cartesiana, llamada partes extra partes, partes afuera de las partes, sin superposición, sin
encabalgamiento, una extensión, como decía Merleau-Ponty, sin escondites, y en cuyo
interior ocurren todas las interacciones que quieran. Lacan habla de las interacciones
moleculares, pero si pasamos a lo neuronal, seguimos en el régimen de la extensión
partes extra partes. Por lo tanto, al empezar su enseñanza, Lacan se separa y separa el
PSA de la perspectiva en la aún está el cognitivismo.

Se describe la catástrofe cognitiva y motora de un paciente afectado de un déficit


neurológico y Lacan pregunta: ¿Qué distingue un enfermo que sufre de esta afección
neurológica de una psicosis? Es con este escalpelo que trata los datos que aporta la
teoría organicista: ustedes nos demuestran lesiones y déficits, pero estas lesiones y estos
déficits no implican la locura. La diferencia es -en los términos que empleaba en ese
entonces- la reacción de la personalidad, cuya caracterización no va mucho más allá pero
que tiene, diría yo, un valor de totalidad significativa. Lleva a Lacan a burlarse del
concepto, que sigue siendo de uso común y operativo en el cognitivismo, de actividad

164
psíquica. La actividad psíquica, dice, es un sueño -en el sentido de que no existe- de
científico o de fabricante de autómatas.

Llamamos actividad psíquica a lo que respondería a interacciones moleculares en la


extensión partes extra partes, eso es solo la sombra proyectada de las interacciones que
ocurren en la realidad física. Plantea Lacan, a modo de carta forzada, la oposición entre la
actividad psíquica ideal, calcada de las interacciones en la extensión física y por otra parte
aquello de lo que se trata realmente en lo concreto de la existencia, a lo que se accede
por la cadena de palabras y, en particular, por la que se despliega en el análisis, que
ofrece un paisaje muy distinto al de la actividad psíquica, otra cosa que los paquetes de
neuronas iluminándose en diferentes lugares como se los puede observar hoy con la
imaginería.

Si buscamos hoy los fundamentos de un anticognitivismo, me parece que lo podemos


encontrar en esta crítica de Lacan a la neuropsiquiatría, por cierto muy marcada aun por
la fenomenología, ya que de estructuralismo todavía no se hablaba en la época. A la
realidad física, digamos, a lo real aparejado a la física matemática, opone la consistencia
de otro registro, algo como la anticipación de lo real propio del inconciente, es decir del
registro del sentido.

Lacan dice que no se trata de los fenómenos brutos, de los datos brutos, como el de la
alucinación, sino que esos fenómenos sólo entran en la psicosis como dotados de
sentido. La locura es vivida integra en el registro del sentido. Lacan opone a la
neuropsiquiatría la vivencia de la psicosis, que es cuestión de significación y lenguaje.
Amplifica su consideración hasta decir que cuando hay lenguaje siempre se plantea el
problema de la verdad con lo que su crítica de la neuropsiquiatría se basa en la diferencia
entre el déficit y la falla. El déficit se puede localizar en la realidad física, y esto sigue
siendo así: para ocuparse de cierto número de disfuncionamientos se intenta localizar en
la imaginería una actividad insuficiente de tal o cual zona por lo que son déficits
esencialmente físicos. La falla, en cambio, es significante, Lacan la trata aquí como la falla
entre el yo y el ser del sujeto, aunque construirá después oposiciones mucho más
refinadas hasta escribir un sujeto que en sí mismo es falla. El sujeto tachado es el sujeto
falla. Cuando el sujeto es falla, todo se juega a nivel de las identificaciones que llenan esa
falla y Lacan ubica ahí el dinamismo de la locura, el cual consiste en la atracción de cierta
cantidad de identificaciones en las que el sujeto involucra su verdad y su ser.

El real de la no relación

Eso lo lleva, en la dirección opuesta a la que tomará más tarde la psicología cognitivista, a
considerar que el objeto propio de la psicología es la imago, es decir, la forma
identificadora que permite la resolución de una fase psíquica que escande una
transformación de las relaciones de lo que llama en ese momento el individuo con su
semejante. Lo cual constituye como el esbozo de un programa de la psicología al hacer
de la misma, una psicología semántica en oposición a la psicología cognitivista.

La imago no es el ser del sujeto, pero no podemos intentar cuantificar aquí la distancia
para decir que está más cerca o más lejos de éste: estamos en el orden de lo
incuantificable. La identificación seguirá siendo para Lacan un vector totalmente decisivo
en toda su enseñanza, en la medida en que el sujeto tal como lo define, desprovisto de la
realidad física, apela a las identificaciones.

165
GOROSTIZA – “The baby in the box. En Mutaciones del sujeto contemporáneo”

Skinner ante el nacimiento de su segunda hija inventó un dispositivo para aliviar las tareas
domésticas de su mujer. El cajón es un habitáculo aislado, con un cristal frontal
transparente que permite al bebé ver y ser visto desde el exterior. Un termostato garantiza
la regulación de la temperatura interior, y unos conductos aéreos, la respiración. Este
aparato hizo que la pequeña jugara en un lugar seguro, libre del aire contaminado o de
cambios bruscos de temperatura, creando un entorno prácticamente insonorizado.

Oponiéndose a las prácticas de castigo para desalentar las conductas perjudiciales,


Skinner diseña una comunidad idílica que tiene algo de la Baby Box: sin excesos ni
desmesuras, absolutamente homeostática. Los fines que persigue la comunidad muestran
las nobles preocupaciones de Skinner por los problemas que comienzan a afectar al
mundo: superpoblación, desempleo, consumismo desenfrenado, desigualdad entre los
sexos, drogadicción, agotamiento de los recursos naturales, el riesgo de un holocausto
nuclear y la destrucción del medio ambiente. Para que esto sea posible, es necesario
impugnar la acción política.

Resulta claro que en este proyecto que Skinner sostuvo hasta el final, se trataba de
ejercitar un poder de control (“control del control”) sobre los comportamientos humanos en
nombre del saber y animado por las mejores intenciones.

Pero si no hay “políticos” y la “acción política” está excluida ¿Quién tiene a su cargo la
coordinación y dirección de esta experiencia comunitaria? El consejo de los
planificadores. Seis hombres y seis mujeres, que a su vez imparten las indicaciones y
controlan a los administradores y vigilan a la comunidad en general: “El administrador
debe vigilar al administrado, debe comprender sus necesidades y sus problemas.
¿Quiénes son los administradores? Los expertos, los especialistas en los distintos
servicios de la comunidad. Se trata de la entronización del discurso universitario.

En el control de la conducta humana, todo puede ser previsible y controlable. Esta


máxima es la que parece haber orientado toda su investigación haciéndola extensiva al
hombre y a sus construcciones culturales.

Su tesis fundamental es que el concepto de libertad debe ser superado y desechado ante
las evidencias del comportamiento regulado y controlado que nos aporta la ciencia. Solo
mediante la aplicación de este conocimiento se podría diseñar una cultura que supere las
aberraciones de la actual. Pero además Skinner critica también el concepto de
responsabilidad.

Su razonamiento es sencillo: si los individuos están condicionados para comportarse de


modo favorable o desfavorable, no se puede decir que están “eligiendo”. Por lo tanto, no
se puede decir que sean “responsables” de sus conductas. En su libro afirma “no
resolvemos los problemas del alcoholismo y la delincuencia juvenil incrementando el
sentimiento de responsabilidad. El entorno es el responsable de esa conducta objetable y
es el entorno, y no algún atributo del individuo, lo que debe ser cambiado”.

Esta posición lo lleva a sostener que se designa como un “conductismo radical” que no
acepta explicaciones que presupongan otro orden causal. Rechaza toda idea de “mente”
o “psiquismo”, ya sea “conciente” o “inconciente”, y de toda referencia a “impulsos” o
“tendencias” para explicar las conductas humanadas. Se trata de una total evacuación de
la noción de causalidad psíquica que arrastra consigo la dimensión del sujeto responsable
y con él, sus posibilidades de invención y creación.

166
Van Rialler, un autor de divulgación informa sobre lo esencial de las terapias
comportamentales. Luego de atacar con virulencia al psicoanálisis, explica que las
verdaderas “psicologías científicas” no son otras que la psicología comportamental y la
cognitiva, y que “…todos los comportamentalistas se distinguen de los otros
psicoterapeutas por un objetivo, la modificación tangible de conductas, por la elección de
un medio, los pasos científicos, y por un estilo de interacción con el cliente que podemos
calificar como “pedagogía democrática””.

Así, lo que se presenta como “ciencia” es una pedagogía: una “reeducación


comportamental del cliente”. “La persona que consulta es considerada como un cliente
que retribuye a un experto en psicología para ayudarlo a cambiar”.

Acorde al discurso capitalista, tenemos ya diseñada y admitida la figura del consumidor.


En este caso, la del consumidor del saber experto. Pero además, como “el cliente siempre
tiene la razón”, esta nueva versión del discurso universitario debe vestirse de
democrática. Una “pedagogía democrática” es así otra versión del discurso universitario
que desconoce aquello en lo que se funda: “el principio autoritario de los educadores de
siempre”.

Pero como se trata ahora de un discurso universitario surgido en las nupcias con el
discurso capitalista, es decir, con un pseudo-discurso por cuanto rechaza la imposibilidad
en la que se funda todo discurso, resulta necesario para sus fines la evacuación del amor,
es decir, de la transferencia; ya que esta, en tanto verdadero amor es índice de la
imposibilidad estructural sobre la que se asienta todo discurso.

El comportamentalista evita el establecimiento de una relación caracterizada por el afecto


o el amor. En efecto, una relación de ese tipo se vuelve generalmente un fin en sí mismo
y se eterniza. Ella constituye un obstáculo al progreso psicológico.

Pero además, esta estrategia disfrazada de democrática y aunque exalte la supuesta


“autonomía del individuo”, se basa también en una evacuación completa de la
responsabilidad. Y todo esto en nombre de un contrato terapéutico basado en “la
colaboración y en la transparencia”, pero donde también se asegura al cliente, en un
ambiente de trabajo sereno y simpático, el alivio que experimentará mediante un
desconocimiento sistemático de lo que sido su “insondable decisión del ser”.

Esta fórmula, acuñada por Jackes Lacan en su debate con Henry Ey cuando este
consideraba a la locura como un “insulto a la libertad”, en tanto el sujeto no podría ser
responsable de lo que padece ya que dicho padecer era reconducido por el gran
psiquiatra a determinaciones orgánicas, guarda toda su vigencia en el debate
contemporáneo. De este modo, en las antípodas de la posición conductitas, Lacan ya
entonces señalaba que la locura (en su sentido más amplio) “lejos de ser un insulto para
la libertad, es su más fiel compañera (y que el ser del hombre no sería) el ser del hombre
si no llevara en sí la locura como límite de su libertad”. Una “dictadura protectora” es
entonces lo que se esconde detrás de una aparente “pedagogía democrática”. Ante esto
se trata de hacer escuchar, en cada lugar, nuestras voces, guiados siempre por la
defensa de la diversidad de prácticas.

UNIDAD 9 - Psicoterapias existenciales/psicoterapias gestalticas

167
FAGES – “Psicoanálisis existencial. En la historia del psicoanálisis después de
Freud”

Habiendo nacido en los países de cultura germánica, el movimiento psicoanalítico no


podía dejar de encontrar, más pronto o más tarde, esa basta corriente fenomenológica en
filosofía que constituirá uno de los mayores aportes de la cultura contemporánea, el cual
desembocará en los diversos tipos de existencialismo. Reencontramos aquí la tendencia
fenomenológica con sus dos grandes centros: la obra de Binswanger y el grupo
personalista de Viena (Caruso, Frankl y Daim). Tanto para unos y otros, la influencia
determinante de la fenomenología o de las corrientes existenciales no proviene de los
temas casi-analíticos de las obras filosóficas, sino más profundamente de una visión
global del hombre y del mundo.

I. Ludwig Binswanger (1881-1966)

Originario de la Suiza alemana, Binswanger forma parte de una familia de médicos y de


psiquiatras célebres. Es uno de los analistas que más hizo, en el comienzo del siglo XX,
por introducir el psicoanálisis en los medios psiquiátricos y la organización hospitalaria.

Contemporáneo de los primeros grandes discípulos de Freud, Binswanger demuestra


originalidad en sus primeros informes, en los años 1901-1911, en los que su teoría
analítica investiga desde el punto de vista de la materia corporal vivida del enfermo.
Luego de la guerra de 1914-1918 descubre la corriente fenomenológica y existencial.
Recurre a Husserl, Dilthey y otros; paralelamente, realiza un estudio sobre los análisis del
sueño en el curso de la historia, y tiende a situar en su contexto, es decir, a relativizar, la
investigación de Freud.

Binswanger subraya la aportación científica e innovadora de la obra de Freud, que según


él “sirve a la verdad”, opera un “efecto de conmoción” y “altera la paz del mundo”. “Por
primera vez, Freud ha fundado sistemáticamente el estudio intrínseco de la humanidad
sobre la experiencia”. A una psicología clásica que apunta al “saber”, la obra de Freud
opone un análisis afín con la “percepción directa” (y en consecuencia con la comprensión
fenomenológica). Pero Binswanger piensa que esta obra se sitúa en un contexto de
naturalismo científico, presa del mito de la “objetividad”. El hombre de Freud es un homo-
natura. Cuatro principios guían esta visión freudiana:

a- El principio de ordenamiento metodológico y unitario, según una “necesidad naturalista


dura e inflexible”.

b- El principio del supermecanismo: “Cuanto más mecánicamente expliquemos al hombre,


más le veremos levantar libremente la cabeza por encima de la mecánica”.

c- El principio de ruptura: descubrir los puntos de ruptura en la conexión vital cotidiana. “El
mecanismo dice siempre que no. La carga de la prueba del sí reside del lado de la
libertad, del lado de la existencia”.

d- El principio de la forma pulsional original a través de sus metamorfosis sucesivas. En


suma, Freud, al plantear el homo-natura, daría al mismo tiempo las posibilidades de una
superación del naturalismo. Pero se ha quedado corto, atrapado en una “devoción” por el
objeto, acorde con el modelo científico de sus primeras investigaciones de laboratorio. Se
ha quedado corto en una investigación que postulaba su superación. De ahí una enorme
sabiduría acerca del hombre, pero una puesta entre paréntesis de la existencia, del

168
“principio rector de la existencia”. Por tanto es menos importante volver a cuestionar la
aportación científica de Freud, que aplicarla, superándola, en una antropología.

Para designar su propia investigación, Binswanger vacila mucho acerca de la utilización


de la fórmula “análisis del estar allí”. Acepta la traducción de “análisis existencial”; pero
sería más conveniente: análisis de la presencia. El objeto del PSA no es una cosa, sino
un existente, un sujeto presente enfrentado al problema de la presencia/ausencia y del
lenguaje significativo/o no significativo de la presencia. A las ciencias de la naturaleza que
tratan al hombre como “un sistema de funciones orgánicas”, Binswanger opone la
fenomenología que se esfuerza en comprender al hombre como un ser personal, un ser
presente en el mundo. Las estructuras de la presencia son las estructuras del ser en el
mundo. “La presencia percibe como mundo exterior lo que ella originalmente es”. Por
tanto, el análisis existencial debe comenzar detectando cuál es el mundo originario del
enfermo, y cuál es su manera de estar presente en el mundo. “Nos es posible mostrar por
qué y cómo podemos comprender mejor el delirio, si inscribimos la búsqueda en el caso
de presencia en el ser como ser en el mundo. Debemos tener presente siempre la unidad
indisociable de lo vivido y del mundo”. Entonces, el analista no opone lo “vivido interior” y
el “acontecimiento exterior” (o contexto social), sino que enfrenta la posición respectiva, la
interpretación de lo vivido y del exterior. Toda transformación del mundo exterior es
paralela a una transformación de sí. A partir de esta aportación central y original -la
presencia en el mundo-, el análisis puede desenvolverse según una articulación
cuádruple: el espacio, el tiempo, el lenguaje y el encuentro.

1) El espacio. “Lo que garantiza al hombre sano contra el delirio o la alucinación es la


estructura de su espacio”. Para comprender cada caso particular, el análisis existencial
hace intervenir las categorías del espacio y reconstituye el juego de las diversas
polaridades: lo próximo/o lo lejano, el antes/o el después, la derecha/o la izquierda, lo
alto/o lo bajo, lo ancho/o lo estrecho, etc. Para cada sujeto se opera una distribución
particular de las dimensiones parecidas, un “campo de significación orientada”. Esta
distribución es una verdadera proporción antropológica. Los criterios de salud/o
enfermedad son criterios de proporción. Así, el esquizofrénico se caracteriza por una
desproporción entre la altura y la extensión: la experiencia movible del mundo propone
una gran extensión, pero el esquizofrénico se encierra, en la altura, en un punto de vista
único y rígido; es “prisionero de su propia ascensión”. Normalmente, el espacio debe ser
un espacio de juego (y de libertad): toda neurosis, y con mayor motivo toda psicosis,
tiende a acaparar este espacio, y en consecuencia, a hacerlo más rígido.

2) El tiempo. El “tiempo natural” -tiempo normalmente vivido- se ordena según la


secuencia pasado-presente-futuro. Aquí todavía el principio de proporción antropológica
requiere un equilibrio. La neurosis o la psicosis constituyen una ruptura de equilibrio en la
proporción del tiempo vivido. El tiempo y el espacio están en estrecha correlación. Si el
porvenir se obtura, el espacio adquiere una dimensión excesiva, hostil y aterradora.

3) Lenguaje y comunicación. Binswanger encuentra en las estructuras del lenguaje una


correspondencia entre las estructuras de espacio y tiempo. En verdad, se ha limitado a
una concepción del lenguaje como “forma inmanente”, cruzamiento vivido de espacio y
tiempo, más que como sistema articulado de signos. Su lingüística es menos elaborada
que la poética de Freud en lo concerniente al sueño. Se puede, sin embargo, determinar
una relación triple: el lenguaje hablado en sus relaciones con el lenguaje del cuerpo, las
referencias a la poesía, al mito y al sueño, que permiten a la presencia ocultarse “bajo mil
formas”; las relaciones entre lenguaje y comunicación.

169
4) El encuentro. Siguiendo el pensamiento de Heidegger, nuestro analista había
descubierto la dimensión del ser-con; del ser para el otro. Pero intenta estudiar la
superación de este punto de vista: el pasaje del ser-con a la reciprocidad, una
reciprocidad que hace aparecer al otro en tanto que otro. Llega entonces, en términos del
análisis fenomenológico, a una dimensión nueva: el amor, la koinonia (unión a sí mismo y
unión con el otro). Mientras el lenguaje está en la confluencia del espacio y del tiempo, el
amor se coloca encima, o más bien como fundación y trascendencia: el amor trasciende y
funda las estructuras espacio-temporales de la presencia. La koinonia reúne las
posibilidades del sujeto -de la angustia a la confianza- en una sola potencia de despertar y
vigilia, abre un horizonte libre al ser-con, el del encuentro con el Nosotros. Es así como,
carente de koinonia, Suzanne (su caso) se encuentra reducida a una sola posibilidad,
afectada de incapacidad: es “abandonada a los perseguidores”.

II. La escuela personalista de Viena

El término escuela debe tomarse en el sentido de familia espiritual más que de institución.
Pero entre ellos se instaura un parentesco profundo en la búsqueda del sentido y los
valores en el seno de la experiencia analítica o psicoterapéutica.

1. Victor E. Frankl

Su obra capital, La psicoterapia y su imagen del hombre, da una idea satisfactoria de la


logoterapia de Frankl, a saber: la terapéutica como resultado de un análisis existencial,
tratamiento y análisis que buscan en lo más profundo del sujeto una “voluntad de sentido”.

La ambición de Frankl es inmensa, ya que se trata de sintetizar la aportación de Freud,


Adler y Jung, esos “tres pilares” de la psicoterapia moderna. La síntesis sería una
“superación”, de manera integradora por elevación. En esta tarea discute sobre todo con
Freud, “el genio de quien todos somos deudores”, y considera adquiridas las nociones de
represión y de inconciente. Por otro lado, “Freud ha tenido el mérito de plantear la
cuestión del sentido, aunque no lo ha hecho como nosotros lo entendemos”. Las críticas
referidas al PSA freudiano son cinco: el carácter mecánico del modelo, pese a las
afirmaciones que lo califican de “dinámico”; consecuencia de esto mismo, el carácter
causal del análisis y del tratamiento: búsqueda de causas inconcientes de las neurosis y
técnicas “específicas” correspondientes para curar; la reducción de las explicaciones al
sólo nivel psicogenético, sin tener en cuenta el trabajo del cuerpo (somatogénesis) o el
trabajo de la voluntad de sentido (noogénesis); una expresión de la sexualidad en
términos de “placer” que contradice los presupuestos de la de la época “victoriana”; el
postulado de homeostasia (tendencia a equilibrar las tensiones del placer y del displacer),
relacionada con la física de la época, pero superado por las investigaciones posteriores.

A través de estas críticas, Frankl se expresa en términos de “unidad de la vida psíquica


humana”, de “posibilidad de existencia espiritual personal para el hombre”. “Las neurosis
no se originan necesariamente en un complejo de Edipo o un sentimiento de inferioridad:
pueden tener origen en un problema espiritual, un conflicto moral y una crisis existencial.
Existe también, precisamente, frustración existencial, es decir, el sentimiento de ausencia
de sentido de la propia existencia”. Esta frustración -ese vacío existencial- caracteriza
muy especialmente a nuestra época. El ciclo: automatización, aumento de los ocios y del
aburrimiento; la neurosis del desempleo; la crisis del jubilado; la embriaguez de la
velocidad; el ambiente erótico; etc. “No hay nada como el vacío existencial para hacer
proliferar la libido sexual”. En cuanto a valores morales, espirituales, religiosos, se trata en
principio en términos de “frustración”, de “desfiguración”, etc., o sea, en términos de

170
patología clínica: una facultad fundamental del sujeto -distinta de la libido- se encuentra
reprimida o inhibida.

En el corazón de las facultades constitutivas del psiquismo, en la base de la “totalidad del


espectro de valores”, Frankl coloca la necesidad de sentido. No se trata del deseo de
realizarse, de completarse -el autor denuncia los peligros de un PSA a la americana-, sino
de “orientación en un mundo de objetos”. La necesidad de sentido sería “el principio de
realidad” de Freud, pero dotado de dinamismo vital y no ligado a la dura necesidad,
incluso al instinto de muerte. Frankl se dedica especialmente a la búsqueda del sentido en
la enfermedad; más allá de la significación se perfila un sentido último del lado de la
trascendencia. Pero es de gran importancia que el terapeuta se niegue a utilizar la
“transferencia” para “inculcar” sus propios valores al paciente: la liberación de las
frustraciones y el acceso al sentido deben provenir del interior de éste último con el
despertar de la “responsabilidad”. A este nivel clínico, Frankl pretende desarrollar un
análisis y una terapéutica existenciales, que prefiere llamar “logoterapia”.

Expresándose en términos clínicos, Frankl declara sus propias opciones antropológicas:


su psicoterapia implica un personalismo. Esta declaración de orden filosófico y espiritual
es paralela a una “imagen del hombre”. En otros términos, Frankl explicita su antropología
personalista y la opone a las antropologías implícitas de los practicantes del análisis. En
una primera discusión, confronta ese personalismo con la teoría de las pulsiones y la
tópica del ello, del yo y el superego. De este modo, “la sexualidad es personalizada por el
amor” y no puede reducirse a las solas pulsiones originales. No es suficiente con
desarticular la persona en objetos de análisis para reconstruirla en seguida, ya que “la
persona espiritual tiene algo de original” que funciona desde los niveles biológico y
anatómico. Y la persona implica conciencia, libertad, responsabilidad, como otras tantas
“potencialidades” originarias. La neurosis es sobre todo un “desistimiento” de libertad. En
segundo lugar, Frankl opone “la aspiración de la persona hacia los valores” a “la
aspiración al placer”. El PSA, al acordarle la prioridad (si no la exclusividad) a esta
aspiración al placer, relativiza los valores de amor y de verdad y se transforma en una
“monadología” -a saber, la explicación de lo humano a un solo nivel- y se arriesga a
pactar con el nihilismo. “La psicoterapia necesita una imagen correcta del hombre”. El
hombre está dispuesto a vivir para “realizar una significación y por el amor a los valores”.

A su entender, el psicoterapeuta no se enfrenta a un solo objeto, a una dimensión única.


“Se entiende que la multidimensionalidad de la enfermedad humana debe tomarse en
consideración no solamente desde el punto de vista del diagnóstico, sino también en la
elección de los medios terapéuticos.

2. Igor Caruso

El parentesco entre las críticas de Caruso y las de Frankl es profundo. Caruso hace a su
vez una enumeración parecida de los cargos: determinismo, entronización del psiquismo,
inflexibilidad del superego, etc. Pone en duda la neutralidad del analista. Objeta a la
pretensión de neutralidad las divergencias de escuela. La no intervención estricta es un
absurdo. “El PSA se presenta como una influencia recíproca. No debe transformarse en
una influencia en el sentido único del analista sobre el paciente”.

¿Qué es lo que caracteriza a una neurosis? En un sentido negativo, la neurosis es una


“absolutización de lo relativo”, y por lo mismo se trata de una “mentira existencial”. La
neurosis se encuentra por tanto referida a un mundo de valor, al absoluto. En resumen, la
neurosis es una herejía existencial. No obstante, la neurosis comporta un aspecto

171
positivo: a través de su sufrimiento, su tormento, su huida de las faltas reprimidas, la
neurosis es un oscuro presentimiento del absoluto. Caruso postula entonces una doble
represión: la de los “elementos instintivos” según el PSA clásico, y la de los problemas
espirituales. Si hay herejía existencial, toda “herejía” es el signo de una tendencia hacia lo
absoluto.

Al criticar los presupuestos filosóficos del PSA clásico, Caruso se esfuerza por separar lo
que en ellos hay de personalismo; de este modo, los mecanismos de defensa postulan el
intercambio y el amor. “Desde el punto de vista del narcisismo primario, sirven a la
“defensa”, pero son al mismo tiempo, y bajo otro aspecto, mecanismos de intercambio.
Intercambios entre el individuo y el mundo, intercambios sin los cuales el sujeto sería un
muerto en vida al no poder nacer al mundo, es decir, conocer y amar”. Los trastornos de
la sexualidad (fetichismo, libertinaje, sadismo, etc.) evidencian fijaciones en un estadio
infantil, pero también de absolutización de Eros con referencia al amor trascendente.

La psicología existencial de las profundidades comporta, según Caruso, un programa, e


implica una verdadera “misión”: Debe ser personalizada, asegurar la personalización
progresiva del sujeto humano. Y ese personalismo comporta una porción de misión social.

FRANKL – “Segunda parte: Conceptos básicos de logoterapia. En El hombre en


búsqueda de sentido”

Comparada con el PSA, la logoterapia es un método menos retrospectivo y menos


introspectivo. La logoterapia mira más bien al futuro, es decir, a los cometidos y sentidos
que el paciente tiene que realizar en el futuro. Al aplicar la logoterapia el paciente ha de
enfrentarse con el sentido de su propia vida para, a continuación, rectificar la orientación
de su conducta en tal sentido. El neurótico trata de eludir el cabal conocimiento de su
cometido en la vida, y el hacerle sabedor de esta tarea y despertarle a una concienciación
plena puede ayudar mucho a su capacidad para sobreponerse a su neurosis.

Explicaré por qué empleo el término "logoterapia" para definir mi teoría. Logos es una
palabra griega que equivale a "sentido", "significado" o "propósito". La logoterapia o, como
muchos autores la han llamado, "la tercera escuela vienesa de psicoterapia", se centra en
el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por
parte del hombre. De acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre
es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida. Por eso hablo yo de voluntad de
sentido, en contraste con el principio de placer (o la voluntad de placer) en que se centra
el PSA freudiano, y en contraste con la voluntad de poder que enfatiza la psicología de
Adler.

Voluntad de sentido

La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y
no una "racionalización secundaria" de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y
específico en cuanto es uno mismo y uno solo quien tiene que encontrarlo; únicamente
así logra alcanzar el hombre un significado que satisfaga su propia voluntad de sentido.
Algunos autores sostienen que los sentidos y los principios no son otra cosa que
“mecanismos de defensa", "formaciones y sublimaciones de las reacciones". Por lo que a
mí toca, yo no quisiera vivir simplemente por amor de mis "mecanismos de defensa", ni
estaría dispuesto a morir por mis "formaciones de las reacciones". El hombre, no

172
obstante, ¡es capaz de vivir e incluso de morir por sus ideales y principios! La voluntad de
sentido para muchas personas es cuestión de hecho, no de fe.

Son muchos los casos en que la insistencia de algunas personas en los principios
morales no es más que una pantalla para ocultar sus conflictos internos; pero aun siendo
esto cierto, representa la excepción a la regla y no la mayoría. En dichos casos se justifica
la interpretación psicodinámica como un intento de analizar la dinámica inconsciente que
le sirve de base. Nos encontramos en realidad ante pseudoprincipios (buen ejemplo de
ello es el caso del fanático) que, por lo mismo, es preciso desenmascarar. El
desenmascaramiento o la desmitificación cesará, sin embargo, en cuanto uno se tope con
lo que el hombre tiene de auténtico y de genuino; por ejemplo, el deseo de una vida lo
más significativa posible.

Tenemos que precavernos de la tendencia a considerar los principios morales como


simple expresión del hombre. Pues logos o "sentido" no es sólo algo que nace de la
propia existencia, sino algo que hace frente a la existencia. Si ese sentido que espera ser
realizado por el hombre no fuera nada más que la expresión de sí mismo o nada más que
la proyección de un espejismo, perdería inmediatamente su carácter de exigencia y
desafío; no podría motivar al hombre ni requerirle por más tiempo. Según Sartre, el
hombre se inventa a sí mismo, concibe su propia "esencia", es decir, lo que él es
esencialmente, incluso lo que debería o tendría que ser. Pero yo no considero que
nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos.

La investigación psicodinámica en el campo de los principios es legítima; la cuestión


estriba en saber si siempre es apropiada. Por encima de todas las cosas debemos
recordar que una investigación exclusivamente psicodinámica puede, en principio, revelar
únicamente lo que es una fuerza impulsora en el hombre. Ahora bien, los principios
morales no mueven al hombre, no le empujan, más bien tiran de él. Si yo digo que el
hombre se ve arrastrado por los principios morales, lo que implícitamente se infiere es el
hecho de que la voluntad interviene siempre: la libertad del hombre para elegir entre
aceptar o rechazar una oferta; es decir, para cumplir un sentido potencial o bien para
perderlo.

Sin embargo, debe quedar claro que en el hombre no cabe hablar de eso que suele
llamarse impulso moral o impulso religioso, interpretándolo de manera idéntica a cuando
decimos que los seres humanos están determinados por los instintos básicos. Nunca el
hombre se ve impulsado a una conducta moral; en cada caso concreto decide actuar
moralmente. Y el hombre no actúa así para satisfacer un impulso moral y tener una buena
conciencia; lo hace por el bien de una causa con la que se identifica, o por la persona que
ama, o por la gloria de Dios. Si obra para tranquilizar su conciencia será un fariseo y
dejará de ser una persona verdaderamente moral.

Frustración existencial

La voluntad de sentido del hombre puede también frustrarse, en cuyo caso la logoterapia
habla de la frustración existencial. El término existencial se puede utilizar de tres maneras:
para referirse a la propia existencia; es decir, el modo de ser específicamente humano; el
sentido de la existencia; y el afán de encontrar un sentido concreto a la existencia
personal, o lo que es lo mismo, la voluntad de sentido.

La frustración existencial se puede también resolver en neurosis. Para este tipo de


neurosis, la logoterapia ha acuñado el término "neurosis noógena", en contraste con la

173
neurosis en sentido estricto; es decir, la neurosis psicógena. Las neurosis noógenas
tienen su origen no en lo psicológico, sino más bien en la dimensión noológica (del griego
noos, que significa mente), de la existencia humana. Este término logoterapéutico denota
algo que pertenece al núcleo "espiritual" de la personalidad humana. No obstante, debe
recordarse que dentro del marco de referencia de la logoterapia, el término "espiritual" no
tiene connotación religiosa, sino que hace referencia a la dimensión específicamente
humana.

Neurosis noógena

Las neurosis noógenas no nacen de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más
bien de los conflictos entre principios morales distintos; en otras palabras, de los conflictos
morales o, expresándonos en términos más generales, de los problemas espirituales,
entre los que la frustración existencial suele desempeñar una función importante.

Resulta obvio que en los casos noógenos, la terapia apropiada e idónea no es la


psicoterapia en general, sino la logoterapia, es decir, una terapia que se atreva a penetrar
en la dimensión espiritual de la existencia humana. La logoterapia considera en términos
espirituales temas asimismo espirituales, como pueden ser la aspiración humana por una
existencia significativa y la frustración de este anhelo.

Si un médico no acierta a distinguir entre la dimensión espiritual como opuesta a la


dimensión instintiva el resultado es una tremenda confusión. No todos los conflictos son
necesariamente neuróticos y, a veces, es normal y saludable cierta dosis de conflictividad.
Análogamente, el sufrimiento no es siempre un fenómeno patológico; más que un síntoma
neurótico, el sufrimiento puede muy bien ser un logro humano, sobre todo cuando nace de
la frustración existencial. Yo niego categóricamente que la búsqueda de un sentido para la
propia existencia, o incluso la duda de que exista, proceda siempre de una enfermedad o
sea resultado de ella. La frustración existencial no es en sí misma ni patológica ni
patógena. El interés del hombre, incluso su desesperación por lo que la vida tenga de
valiosa es una angustia espiritual, pero no es en modo alguno una enfermedad mental.
Muy bien pudiera acaecer que al interpretar la primera como si fuera la segunda, el
especialista se vea inducido a enterrar la desesperación existencial de su paciente bajo
un cúmulo de drogas tranquilizantes. Su deber consiste, en cambio, en conducir a ese
paciente a través de su crisis existencial de crecimiento y desarrollo.

La logoterapia considera que es su cometido ayudar al paciente a encontrar el sentido de


su vida. En cuanto la logoterapia le hace consciente del logos oculto de su existencia, es
un proceso analítico. Hasta aquí, la logoterapia se parece al PSA. Ahora bien, la
pretensión de la logoterapia de conseguir que algo vuelva otra vez a la conciencia no
limita su actividad a los hechos instintivos que están en el inconsciente del individuo, sino
que también le hace ocuparse de realidades espirituales tales como el sentido potencial
de la existencia que ha de cumplirse, así como de su voluntad de sentido. Sin embargo,
todo análisis, aun en el caso de que no comprenda la dimensión noológica o espiritual en
su proceso terapéutico, trata de hacer al paciente consciente de lo que anhela en lo más
profundo de su ser. La logoterapia difiere del PSA en cuanto considera al hombre como
un ser cuyo principal interés consiste en cumplir un sentido y realizar sus principios
morales, y no en la mera gratificación y satisfacción de sus impulsos e instintos ni en poco
más que la conciliación de las conflictivas exigencias del ello, del yo y del superyó, o en la
simple adaptación y ajuste a la sociedad y al entorno.

Noodinámica

174
Cierto que la búsqueda humana de ese sentido y de esos principios puede nacer de una
tensión interna y no de un equilibrio interno. Ahora bien, precisamente esta tensión es un
requisito indispensable de la salud mental. Y yo me atrevería a decir que no hay nada en
el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho
de saber que la vida tiene un sentido. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice:
“Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo". Yo veo en estas
palabras un motor que es válido para cualquier psicoterapia.

Puede verse, pues, que la salud se basa en un cierto grado de tensión, la tensión
existente entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío
entre lo que se es y lo que se debería ser. Esta tensión es inherente al ser humano y por
consiguiente es indispensable al bienestar mental. No debemos, pues, dudar en desafiar
al hombre a que cumpla su sentido potencial. Sólo de este modo despertamos del estado
de latencia su voluntad de significación. Considero un concepto falso y peligroso para la
higiene mental dar por supuesto que lo que el hombre necesita ante todo es equilibrio o,
como se denomina en biología "homeostasis”; es decir, un estado sin tensiones. Lo que el
hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una
meta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino
sentir la llamada de un sentido potencial que está esperando a que él lo cumpla. Lo que el
hombre necesita no es la "homeostasis", sino lo que yo llamo la "noodinámica", es decir,
la dinámica espiritual dentro de un campo de tensión bipolar en el cual un polo viene
representado por el significado que debe cumplirse y el otro polo por el hombre que debe
cumplirlo. Y no debe pensarse que esto es cierto sólo para las condiciones normales; su
validez es aún más patente en el caso de individuos neuróticos. Si los terapeutas quieren
fortalecer la salud mental de sus pacientes, no deben tener miedo a aumentar la carga y
orientarles hacia el sentido de sus vidas.

Una vez puesta de manifiesto la incidencia beneficiosa que ejerce la orientación


significativa, me ocuparé de la influencia nociva que encierra ese sentimiento del que se
quejan hoy muchos pacientes; a saber, el sentimiento de que sus vidas carecen total y
definitivamente de un sentido. Se ven acosados por la experiencia de su vaciedad íntima,
del desierto que albergan dentro de sí; están atrapados en esa situación que ellos
denominan "vacío existencial".

El vacío existencial

El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y


puede deberse a la doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se
convirtió en un verdadero ser humano. Al principio de la historia de la humanidad, el
hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que conforman la conducta del
animal y le confieren seguridad; seguridad que, como el paraíso, le está hoy vedada al
hombre para siempre: el hombre tiene que elegir; pero, además, en los últimos tiempos de
su transcurrir, el hombre ha sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de
contrafuerte a su conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un
instinto que le diga lo que ha de hacer, y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo que
debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría hacer. En su lugar, desea
hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren
que haga (totalitarismo).

Experimentan la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa. Este vacío


existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. No pocos casos de suicidio

175
pueden rastrearse hasta ese vacío existencial; así como el alcoholismo o la delincuencia
juvenil.

Sin contar con que el vacío existencial se manifiesta enmascarado con diversas caretas y
disfraces. A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una
voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero.
En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su lugar la
voluntad de placer. Esta es la razón de que la frustración existencial suele manifestarse
en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío existencial, podemos
observar que la libido sexual se vuelve agresiva.

Algo parecido sucede en las neurosis. Una y otra vez se observa que esta sintomatología
invade las existencias vacías, en cuyo seno se desarrolla y florece. En estos pacientes el
síntoma que tenemos que tratar no es una neurosis noógena. Ahora bien, nunca
conseguiremos que el paciente se sobreponga a su condición si no complementamos el
tratamiento psicoterapéutico con la logoterapia, ya que al llenar su vacío existencial se
previene al paciente de ulteriores recaídas. Así pues, la logoterapia está indicada no sólo
en los casos noógenos, sino también en los casos psicógenos.

Considera a continuación lo que podemos hacer cuando el paciente pregunta cuál es el


sentido de su vida.

EI sentido de la vida

Dudo que haya ningún médico que pueda contestar a esta pregunta en términos
generales, ya que el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de
una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en términos
generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado.
No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su
propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Por tanto ni
puede ser reemplazado en la función, ni su vida puede repetirse; su tarea es única como
única es su oportunidad para instrumentarla.

Como quiera que toda situación vital representa un reto para el hombre y le plantea un
problema que sólo él debe resolver, la cuestión del significado de la vida puede en
realidad invertirse. En última instancia, el hombre no debería inquirir cuál es el sentido de
la vida, sino comprender que es a él a quien se inquiere. A cada hombre se le pregunta
por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo
siendo responsable puede contestar a la vida. De modo que la logoterapia considera que
la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable.

La esencia de la existencia

Este énfasis en la capacidad de ser responsable se refleja en el imperativo categórico de


la logoterapia, a saber: “Vive como sí ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la
primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estas a punto de
obrar”. Me parece que no hay nada que pueda estimular más el sentido humano de la
responsabilidad que esta máxima que invita a imaginar, en primer lugar, que el presente
ya es pasado y, en segundo lugar, que se puede modificar o corregir ese pasado: este
precepto enfrenta al hombre con la finitud de la vida, así como la finalidad de lo que cree
de sí mismo y de su vida.

176
La logoterapia intenta hacer al paciente plenamente consciente de sus propias
responsabilidades; razón por la cual ha de dejarle la opción de decidir por qué, ante qué o
ante quién se considera responsable. Y por ello el logoterapeuta es el menos tentado de
todos los psicoterapeutas a imponer al paciente juicios de valor, pues nunca permitirá que
éste traspase al médico la responsabilidad de juzgar.

Corresponde, pues, al paciente decidir si debe interpretar su tarea vital siendo


responsable ante la sociedad o ante su propia conciencia. Una gran mayoría, no obstante,
considera que es a Dios a quien tiene que rendir cuentas.

La logoterapia no es ni labor docente ni predicación. Está tan lejos del razonamiento


lógico como de la exhortación moral. Dicho figurativamente, el papel que el logoterapeuta
representa es más el de un especialista en oftalmología que el de un pintor. Éste intenta
poner ante nosotros una representación del mundo tal como él lo ve; el oftalmólogo
intenta conseguir que veamos el mundo como realmente es. La función del logoterapeuta
consiste en ampliar y ensanchar el campo visual del paciente de forma que sea
consciente y visible para él todo el espectro de las significaciones y los principios. La
logoterapia no precisa imponer al paciente ningún juicio, pues en realidad la verdad se
impone por sí misma sin intervención de ningún tipo.

Al declarar que el hombre es una criatura responsable y que debe aprehender el sentido
potencial de su vida, quiero subrayar que el verdadero sentido de la vida debe
encontrarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique, como si se
tratara de un sistema cerrado. Por idéntica razón, la verdadera meta de la existencia
humana no puede hallarse en lo que se denomina autorrealización. Ésta no puede ser en
sí misma una meta por la simple razón de que cuanto más se esfuerce el hombre por
conseguirla más se le escapa, pues sólo en la misma medida en que el hombre se
compromete al cumplimiento del sentido de su vida, en esa misma medida se
autorrealiza. En otras palabras, la autorrealización no puede alcanzarse cuando se
considera un fin en sí misma, sino cuando se la toma como efecto secundario de la propia
trascendencia.

No debe considerarse el mundo como simple expresión de uno mismo, ni tampoco como
mero instrumento, o como medio para conseguir la autorrealización. En ambos casos, la
visión del mundo se convierte en menosprecio del mundo.

El sentido de la vida siempre está cambiando, pero nunca cesa. De acuerdo con la
logoterapia, podemos descubrir este sentido de la vida de tres modos distintos: 1)
realizando una acción; 2) teniendo algún principio; y 3) por el sufrimiento.

En el primer caso el medio para el logro o cumplimiento es obvio. El segundo y tercer


medio precisan ser explicados. El segundo medio para encontrar un sentido en la vida es
sentir por algo como, por ejemplo, la obra de la naturaleza o la cultura; y también sentir
por alguien, por ejemplo el amor.

El sentido del amor

El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo
de su personalidad. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos
esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que
todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su amor, la
persona que ama posibilita al amado que manifieste sus potencias. Al hacerlo conciente
de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad. En

177
logoterapia, el amor no se interpreta como un epifenómeno de los impulsos e instintos
sexuales en el sentido de lo que se denomina sublimación. El amor es un fenómeno tan
primario como puede ser el sexo. Normalmente el sexo es una forma de expresar el amor.
El sexo se justifica en cuanto que es un vehículo del amor, pero sólo mientras éste existe.
De este modo, el amor no se entiende como un mero efecto secundario del sexo, sino que
el sexo se ve como medio para expresar la experiencia de ese espíritu de fusión total y
definitivo que se llama amor.

Un tercer cauce para encontrar el sentido de la vida es por vía del sufrimiento.

El sentido del sufrimiento

Cuando uno se encuentra con una situación inevitable, siempre que uno tiene que
enfrentarse a un destino que es imposible cambiar, por ejemplo, una enfermedad
incurable, precisamente entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor
supremo, de cumplir el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que
más importa de todo es la actitud que tomemos frente al sufrimiento, nuestra actitud al
cargar con ese sufrimiento.

El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un


sentido, como puede serlo el sacrificio. Siguiendo con el ejemplo, si acierta a modificar su
actitud hacia ese destino inalterable, a partir de ese momento podría encontrar un sentido
a su sufrimiento.

Uno de los postulados básicos de la logoterapia estriba en que el interés principal del
hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida,
razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese
sufrimiento tenga un sentido.

La psicoterapia tradicional ha tendido a restaurar la capacidad del individuo para el trabajo


y para gozar de la vida; la logoterapia también persigue dichos objetivos y aún va más allá
al hacer que el paciente recupere su capacidad de sufrir, si fuera necesario, y por tanto de
encontrar un sentido incluso al sufrimiento.

La logoterapia como técnica

No es posible tranquilizar un temor realista, como es el temor a la muerte, por vía de su


interpretación psicodinámica; por otra parte, no se puede curar un temor neurótico, como
la agorafobia, por ejemplo, mediante el conocimiento filosófico. Ahora bien, la logoterapia
también ha ideado una técnica que trata estos casos. Para entender lo que sucede
cuando se utiliza esta técnica, tomemos como punto de partida una condición que suele
darse en los individuos neuróticos, a saber: la ansiedad anticipatoria. Es característico de
ese temor producir precisamente aquello que el paciente teme (por ejemplo, temor a
ponerse colorado en público).

Por irónico que parezca, de la misma forma que el miedo hace que suceda lo que uno
teme, una intención obligada hace imposible lo que uno desea a la fuerza. Puede
observarse esta intención excesiva, o “hiperintención” como la denomino, especialmente
en los casos de neurosis sexuales (por ejemplo, cuanto más intenta un hombre demostrar
su potencia sexual, menos posibilidades tiene de conseguirlo). Además de la intención
excesiva, la atención excesiva o “hiperreflexión”, como se la denomina en logoterapia,
puede ser asimismo patógeno (es decir, producir enfermedad).

178
Pues bien, la logoterapia basa su técnica, denominada “intención paradójica” en la
dualidad de que, por una parte el miedo hace que se produzca lo que se teme y, por otra,
la hiperintención estorba lo que se desea. Por la intención paradójica, se invita al paciente
fóbico a que intente hacer precisamente aquello que teme, aunque sea sólo por un
momento.

Este procedimiento consiste en darle la vuelta a la actitud del paciente en la medida en


que su temor se ve remplazado por un deseo paradójico. Mediante este tratamiento, el
viento se aleja de las velas de la ansiedad.

Ahora bien, este procedimiento debe hacer uso de la capacidad específicamente humana
para el desprendimiento de uno mismo, inherente al sentido del humor. Esta capacidad
básica para desprenderse de uno mismo se pone de manifiesto siempre que se aplica la
técnica logoterapéutico denominada “intención paradójica”. Al mismo tiempo se capacita
al paciente para apartarse de su propia neurosis. Allport escribe: “El neurótico que
aprende a reírse de sí mismo puede estar en el camino de gobernarse a sí mismo, tal vez
de curarse”. La intención paradójica es la constatación empírica y la aplicación clínica de
la afirmación de Allport.

La intención paradójica no es una panacea, pero sí un instrumento útil en el tratamiento


de las situaciones obsesivas, compulsivas y fóbicas, especialmente en los casos en que
subyace la ansiedad anticipatoria. Además, es un artilugio terapéutico de efectos a corto
plazo, de lo cual no debiera, sin embargo, concluirse que la terapia a corto plazo tenga
sólo efectos terapéuticos temporales. Otro hecho, digno de tenerse en cuenta, es que la
intención paradójica es efectiva cualquiera que sea la etiología del caso en cuestión.

Como vemos, la ansiedad anticipatoria debe contraatacarse con la intención paradójica; la


hiperintención, al igual que la hiperreflexión deben combatirse con la “de-reflexión”; ahora
bien, ésta no es posible, finalmente, si no es mediante un cambio en la orientación del
paciente hacia su vocación específica y su misión en la vida. La clave para curarse está
en la trascendencia de uno mismo.

La neurosis colectiva

Cada edad tiene su propia neurosis colectiva. Y cada edad precisa su propia psicoterapia
para vencerla. El vacío existencial que es la neurosis masiva de nuestro tiempo puede
descubrirse como una forma privada y personal de nihilismo, ya que el nihilismo puede
definirse como la aseveración de que el ser carece de significación. Por lo que a la
psicoterapia se refiere, no obstante, nunca podrá vencer este estado de cosas a escala
masiva si no se mantiene libre del impacto y de la influencia de las tendencias
contemporáneas de una filosofía nihilista; de otra manera representa un síntoma de la
neurosis masiva, en vez de servir para su posible curación. La psicoterapia no sólo será
reflejo de una filosofía nihilista, sino que asimismo, aun cuando sea involuntariamente y
sin quererlo, transmitirá al paciente una caricatura del hombre y no su verdadera
representación.

En primer lugar, existe un riesgo inherente al enseñar la teoría de la "nada" del hombre,
es decir, la teoría de que el hombre es el resultado de sus condiciones biológicas,
sociológicas y psicológicas o el producto de la herencia y el medio ambiente. Esta
concepción del hombre hace de él un robot, no un ser humano. El fatalismo neurótico se
ve alentado y reforzado por una psicoterapia que niega al hombre su libertad.

179
Cierto, un ser humano es un ser finito, y su libertad está restringida. No se trata de
liberarse de las condiciones, hablamos de la libertad de tomar una postura ante esas
condiciones. Tengo el pelo gris; soy responsable de no ir al peluquero a que me lo tiña.
De manera que, tratándose del color del pelo, todo el mundo tiene un cierto grado de
libertad. El hombre no está totalmente condicionado y determinado; él es quien determina
si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas (critica el “pandeterminismo”).
En otras palabras, el hombre en última instancia se determina a sí mismo. El hombre no
se limita a existir, sino que siempre decide cuál será su existencia y lo que será al minuto
siguiente. Uno de los rasgos principales de la existencia humana es la capacidad para
elevarse por encima de estas condiciones (biológicas, psicológicas o sociológicas) y
trascenderlas. El hombre se trasciende a sí mismo; el ser humano es un ser
autotrascendente. Se puede intentar predecir los mecanismos o “dinámicas” de la psique
humana; pero el hombre es algo más que psique.

La libertad, no obstante, no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la


historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de
cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad
corre el peligro de degenerar en arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad.

La psiquiatría rehumanizada

Durante mucho tiempo la psiquiatría ha tratado de interpretar la mente humana como un


simple mecanismo y, en consecuencia, la terapia de la enfermedad mental como una
simple técnica. Me parece que ese sueño ha tocado a su fin. Lo que ahora empezamos a
vislumbrar en el horizonte no son los cuadros de una medicina psicologizada, sino de una
psiquiatría humanizada.

Sin embargo, el médico que todavía quiere desempeñar su papel principal como técnico
se verá obligado a confesar que él no ve en su paciente otra cosa que una máquina y no
al ser humano que hay detrás de la enfermedad. El ser humano no es una cosa más entre
otras cosas; las cosas se determinan unas a las otras; pero el hombre, en última
instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser -dentro de los límites de sus
facultades y de su entorno- lo tiene que hacer por sí mismo. El hombre tiene dentro de sí
todas las potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se
manifieste.

PERLS Y BAUMGARDNER – “Fundamentos de la Terapia Gestalt”

La terapia Gestalt consiste en atender a otro ser humano en tal forma que le permita ser
lo que realmente es, “con fundamento en el poder que lo constituye” (Kierkegaard).
Continuando con la tradición de Kierkegaard, la terapia Gestalt es una terapia
existencialista, que se ocupa de los problemas provocados por nuestra aversión a aceptar
la responsabilidad de lo que somos y de lo que hacemos.

Fritz ha creado un proceso de terapia que, en su forma ideal, evita conceptos. Separa
“hablar acerca de…” y la moral, del proceso de la terapia. Lo que nos deja es el estudio
de los datos, y de la conducta observable que constituye el fenómeno, en lugar de

180
nuestras propias conjeturas o las de otras personas. La terapia Gestalt primero diferencia
y a continuación se ocupa de lo que experimentamos, más bien que de lo que pensamos.
Esto significa que el terapista Gestalt debe suministrar una situación especial: se
convierte en un catalizador que facilita la percepción del paciente de lo que existe en el
momento, y que frustra los diversos intentos de evasión del mismo.

Fritz introduce como la base de sus propias teorías la idea de “Gestalt”, que sugiere dos
cosas específicas: completo o íntegro, y formación. Se refiere a Gestalt como “la unidad
definitiva de experiencias”. La “experiencia” de nosotros mismos es en gran parte física y,
en consecuencia, depende de la percepción de nuestro cuerpo. Por esto son
fundamentales los conceptos de necesidades corporales y de situaciones inconclusas. Al
quedar satisfecha la necesidad del organismo, al dar y tomar del medio ambiente, la
Gestalt se completa y la situación termina. La conciencia de una necesidad disminuye y
después desaparece, y pueden surgir nuevas necesidades. El organismo queda dispuesto
entonces a la aparición de otra situación inconclusa y a recibir la energía procedente de
esa nueva demanda.

El propósito de la psicoterapia es restaurar las partes perdidas de la personalidad y por


medio de ella pueden recuperarse nuestra experiencia y nuestro funcionamiento
rechazados. Estos procesos de recuperar, reintegrar y experimentar de nuevo,
pertenecen pues a la psicoterapia. El terapista se dedica con el cliente al proceso de
recuperar sensaciones y conductas que el cliente ha desechado y que ahora considera
que no le pertenecen, hasta que empieza y continúa por su propia cuenta a afirmarse y a
obrar como lo haría la persona que realmente es.

Nos ocupamos de los límites del ego, del “yo” y del “no yo”. Igualmente, nos ocupamos de
cómo otra persona ha transformado desde hace mucho tiempo algunas partes del “yo” y
del “no yo”. De esta manera, al rechazar y arrojar más allá de los límites de nuestro ego
nuestros sentimientos y nuestra manera natural de ser, nos comprimimos, nos volvemos
estructurados y artificiales y mostramos formas de comportamiento que tienen muy poca
relación con nuestro verdadero ser. Y habiendo prescindido de algunas partes selectas de
nosotros mismos, nos separamos de nuestra energía y de nuestro poder. Aquí Fritz nos
lleva al centro mismo de la cuestión: no puede haber ninguna renuncia de alguna parte de
nosotros mismos, de maneras de ser y de obrar que son nuestra esencia misma, sin
pérdida de vitalidad. Al rechazar un sentimiento o un impulso de obrar en determinada
forma, interrumpimos el flujo de energía que nutre a nuestro ser orgánico. Fritz ofrece una
forma de reapropiarnos de esa energía, que es nuestro poder perdido: encontrar alguna
manera de entrar en contacto nuevamente con nuestro ser rechazado. Debemos estar
dispuestos a permitir otra vez la conciencia prohibida y a aceptar e integrar aquellos
sentimientos y aquella conducta que se han transformado en “no yo”.

La terapia Gestalt nos ofrece una metodología. Esta forma de trabajar depende de que
diferenciemos entre “hablar acerca de…” y experimentar. En el primer caso, sabe todo,
pero comprende muy poco. No basta “saber”, en el sentido de poder explicar. Si el cliente
ha de conocer su propio poder por medio de la terapia, para que llegue a confiar en sí
mismo, para que se conduzca de acuerdo con lo que realmente es, para que se enfrente
eficazmente al mundo, sin renunciar a lo que le es valioso, debemos ofrecerle
experiencias.

Por experiencia quiero decir estar en contacto. En contacto o en relación con uno mismo y
con el mundo de uno, en contraposición a “hablar acerca de…”. La metodología de la
terapia Gestalt consiste en volver una y otra vez a una manera de ser relacional.

181
Nos ocupamos de descubrir y de utilizar los papeles sociales fingidos del paciente, y de
llenar los huecos que existen en su personalidad. Nos interesan aquellos papeles sociales
que dejan al paciente sintiéndose exhausto y perdido, porque están en conflicto con sus
necesidades biológicas. El vacío que el paciente experimenta, sus evasiones, las
situaciones en que no sale adelante y en que busca las presuntas excelencias de otros,
son indicios de los huecos en su personalidad.

Su propósito es ocuparse de estos dos problemas: los papeles fingidos y los huecos en la
personalidad. Fritz prosigue entonces a señalar el método, que es fijarse continuamente
en la conciencia y en los principales instrumentos que trae el paciente, como su voz y sus
demandas de la terapia. De esta manera Fritz suministra y desarrolla todo lo que
necesitamos: propósito, métodos, instrumentos.

Examinemos dos de las principales declaraciones teóricas de la terapia Gestalt, en


relación con los conceptos psicoanalíticos. Fritz considera la neurosis como el proceso de
perder la percepción y de separarse progresivamente del potencial propio, al ser negada
la experiencia. Este concepto corresponde a los de Freud acerca de la represión y la
inhibición y suministra la base de la declaración de Fritz respecto al propósito de la
terapia, que es cambiar radicalmente la conducta de represión, o la pérdida paulatina de
la percepción. Fritz introduce una teoría crítica contraria a la freudiana, al cambiar y abrir
significativamente la índole y el potencial de la psicoterapia. Sostiene que Freud conjetura
exactamente hacia atrás, en lo concerniente al papel de la primera experiencia destructiva
y al comportamiento contraproducente que surge y persiste. Entonces la cuestión se
convierte en saber si el trauma de la niñez es, como lo expone la teoría psicoanalítica,
“fijador” y dominante indefinidamente, o si puede convertirse con el tiempo en una excusa
creíble. Fritz opina que nos gusta apegarnos al pasado infeliz para evadir la
responsabilidad de lo que hacemos y para no crecer hasta llegar a una conducta
autosuficiente, en oposición al concepto de Freud, de que seguimos siendo infantiles,
pues nos hallamos inevitablemente dominados por sucesos de mucho tiempo atrás. Para
el terapista, esta cuestión es de importancia trascendental, ya que afecta la naturaleza de
su fe, en el nivel más profundo respecto al potencial de la psicoterapia.

La terapia Gestalt asume que el organismo humano y su medio ambiente, que incluye a
otras personas, forma una sola unidad indivisible. Lo uno no ocurre sin lo otro. La terapia
Gestalt se ocupa de lo que ocurre entre el organismo y el medio ambiente, en los niveles
biológico y social. La percepción del cuerpo es una fuente continua, probablemente la
primaria, en la que el paciente se descubre a sí mismo, en relación a lo que le rodea. El
ente sano se intercambia con el mundo en forma relativamente fácil. Tratamos de
descubrir la obstrucción del flujo natural. Cuando el paciente se ha reducido, o se ha
borrado, al negarse a experimentar algunas partes considerables de su mundo, lo
encontramos abstraído, perdido en sí mismo. Recurrimos entonces al proceso existente.
Podemos empezar a trabajar inmediatamente para descubrir la índole de la vigilancia que
ejerce sobre sí mismo, a la percepción a la cual dedica gran parte de su energía, y poder
también robustecer el contacto que el paciente permita todavía con su medio ambiente.

La terapia Gestalt no tendrá éxito si tomamos prestados sin distinción modelos médicos,
comerciales o educacionales, y seguimos observando los papeles y las distinciones entre
estudiante y maestro, entre enfermo y curador. Si la otra persona trae esos lugares
comunes, el terapista sabe que no es así, y continúa la labor de ambas personas, cada
una de ellas ofreciendo lo que puede. En el proceso de la terapia buscamos una nueva
forma de ser. Cuando trabajo con alguien en terapia, la palabra “amigo” es la que mejor

182
expresa mi sentimiento hacia la persona que busca algo (aunque escribe paciente o
cliente). Nos damos mutuamente.

Fritz nos deja:

Gestalt: Una terapia existencial, que se ocupa de lo que es, o del fenómeno existente. No
depende de “hablar acerca de…” o de lo que “debe ser”.

Propósito: Recuperar partes perdidas de la personalidad.

Fenómenos con los que se trabaja: Papeles sociales (conducta opuesta al proceso
natural); Huecos en la personalidad (partes del ser que ya no se experimentan, o a las
que se niega expresión).

Método: Vigilar continuamente la conciencia.

Instrumentos: Para los papeles, la voz; para los huecos, la evasión, las demandas hechas
por el paciente en la situación terapéutica.

Aparición de Gestalt: Un fenómeno existe únicamente cada vez. Las situaciones


inconclusas se revelan por medio del flujo de material recóndito hacia el primer plano.

Experiencia: Es contacto. Estamos en contacto con nosotros mismos por medio de


nuestros cuerpos y nuestras emociones. Experimentamos el mundo con nuestros cinco
sentidos.

Percepción corporal: Es la clave para descubrir las dificultades del paciente. Las
situaciones inconclusas y los sentimientos inexpresados se revelan a través de las
tensiones corporales.

Conciencia

El punto fundamental de partida es que sólo un fenómeno puede ocupar el primer plano,
cada vez. Podemos dirigir nuestra energía hacia estar con el paciente, diciéndonos:
“¿Qué ocurre?”. Nos salvamos de la posibilidad de buscar a tientas, de ir detrás de
alusiones indirectas, de imponer lo que nos parezca de mayor importancia. Sólo tenemos
que descubrir el proceso que ocurre en el momento, que el paciente ha colocado en
primer plano. Este proceso de descubrimiento procede por medio de la percepción, la
propia y la de él.

La conciencia es subjetiva. Nos percatamos de nosotros mismos por medio de nuestro


cuerpo y de nuestras emociones. Nos percatamos del mundo al percibir lo que se
encuentra fuera de nuestra piel, empleando nuestros sentidos. No puedo percibir tu
conciencia. Conozco únicamente tu conducta observable. Esta limitación es de inmensa
importancia en la psicoterapia. “Nunca se sabe más que la persona en la silla incómoda”.
Dependo de ti para que me des a conocer la experiencia interna de tu cuerpo y de tus
emociones, el flujo y el cambio que surgen de los sucesos dentro de ti y que se colocan
en el primer plano para después volver al fondo.

¿Cómo siente la persona su propio continuo cambio interno? Si el paciente está dispuesto
a exponer en voz alta su percepción corporal y emocional, con el tiempo descubre que
ocurre una serie de tensiones que corresponden a sus situaciones inconclusas. El
paciente expresa “incomodidad”. Y cualquier incomodidad no causada por enfermedad o
por un trauma es indicativa y resultado de un sentimiento inexpresado. Nuestro cuerpo

183
señala nuestra renuencia a ser lo que realmente somos. Al revelar que sus brazos están
rígidos o que el corazón le late fuertemente, el paciente nos pone en contacto con el
“cómo” de la deformación de sí mismo y de su oposición a su propia manera de ser; y esa
percepción del “cómo” es el primer paso por el sendero hacia convertirse en sí mismo. Al
ocuparnos de la conciencia del paciente respecto a cómo se experimenta a sí mismo,
satisfacemos el requisito de la Gestalt de trabajar en el presente. Estar presente consiste
en unir nuestra atención y nuestra conciencia. El terapista busca constantemente las
formas de estar en contacto con el “cómo” de los sucesos que ocurren en el presente.
Atiende al flujo de la conciencia del paciente.

En esta labor es fundamental la diferencia de las dos partes de la totalidad, o unidad, que
es en realidad indivisible: el ser humano y su mundo. Aclaramos la naturaleza y
funcionamiento de cada uno de los componentes del todo, separándolos en nuestro
trabajo, uno tras otro, pues tenemos una meta que alcanzar al principio del proceso de la
terapia: asegurarnos de que el paciente llegue a conocer cuando se experimenta a sí
mismo, cuando percibe su mundo y cuando hace uso de su intelecto. Es fundamental
para todo lo demás abrirle el camino al paciente para que haga esa distinción. No podrá
avanzar y desarrollar más hasta que sepa algo acerca de cómo determinar qué es él
mismo y que no es él, y hasta que pueda descubrir la diferencia entre lo que existe y lo
que él crea en su cabeza, en su fantasía.

Así pues, trabajo con la conciencia básica: del ser, experimentado física y
emocionalmente, y del mundo, experimentado a través de los sentidos. Fritz se refiere al
tercer estado del ser como la zona intermedia, o ZIM. Opina que pensar no es
experimentar, y sostiene que el intelecto, esa ZIM, es “la prostituta de la inteligencia”,
puesto que la personalidad total se concibe como una fuente de inteligencia. Fritz señala
lo que considera más importante en lo que atañe a nuestras fuentes de información.
Descubrimos lo que ocurre y lo que ocurre, ya sea afuera en el mundo o dentro de
nosotros mismos, no en nuestra cabeza, donde no ocurre sino que nos enteramos gracias
a los datos y no gracias a nuestra propia invención o nuestras hipótesis. El
descubrimiento de Freud de la zona intermedia, entre el ser y el mundo, y de su
significado especial como escenario para ensayar, lo considera Fritz como quizá la más
notable aportación de Freud. Aplaude a Freud por comprender que pensar es en gran
parte ensayar. Fritz se interesa en las funciones específicas del intelecto: pensar,
computar, proyectar, recordar, prever, fantasear y, especialmente, ensayar. Ensayamos el
futuro con el fin de evitar vivir el futuro. Fritz procede mostrándonos cómo funciona
nuestro proceso intelectual en la neurosis, para producir estereotipos, prejuicios y
previsiones catastróficas. Mientras más nos mezclamos en estas producciones, menos
podremos ver y oír a otras personas, ni darnos cuenta de los acontecimientos como
realmente son. En la terapia, estamos involucrados críticamente con el proceso intelectual
como la forma de existencia que imposibilita que nos experimentemos nosotros mismos y
evita que veamos y oigamos al mundo. En los comienzos de la terapia, si tiene suerte, el
paciente descubre cómo emplea la cabeza para bloquear la experiencia y la percepción.

Queremos comenzar facilitando la forma de que el paciente sepa cuándo está en contacto
y cuándo está retraído, cuándo experimenta y cuándo está dentro de sí mismo. El método
básico es por medio de la conciencia continua. Es básico no solamente para iniciar al
paciente en el trabajo, sino para que continúe desarrollándose durante todo el curso de la
terapia y después que haya terminado la terapia.

Al trabajar con el medio de la conciencia continua, se pide al paciente que exprese en voz
alta la conciencia que tenga de sí mismo y se continúa durante algunos momentos

184
consecutivos compartiendo la experiencia de sí mismo. A continuación, se pide al
paciente que cambie, expresando su percepción de lo que se encuentra fuera de él.
Hágase que alterne, yendo y viniendo entre él y el mundo. Interrúmpasele cuando incluya
sus pensamientos, dándole la oportunidad de escucharse a sí mismo y de descubrir que
ha dejado sus sentimientos y percepciones y que vuelve a su zona intermedia. En el taller
o en el grupo, se le pide que esté consigo mismo y después con otras personas, una tras
otra, volviendo después de cada una de ellas, para que vea cómo se experimenta a sí
mismo, después de percibir a la otra persona.

Cuando el paciente haya aprendido a compartir su percepción de su propio cuerpo y de


sus emociones, tal como fluyen, hágase que deliberadamente añada su fantasía, de
suerte que pase desde percibir al mundo a través de su fantasía, y especialmente de la
otra persona, hasta su propia experiencia interna. Ahora el paciente pasa por las tres
formas de ser, al escucharse a sí mismo declarar en voz alta el proceso que le causa
dificultades cuando emplea su intelecto para producir fantasía, lo que a su vez establece
las condiciones para la tortura propia y la ansiedad. Puede descubrir, al comparar su
percepción y su fantasía, que son diferentes, y que tiene muchísima importancia a cuál de
las dos va a responder.

Al principio, antes que el paciente haya distinguido su propio ser del mundo, dice que “ve”
tristeza, que “siente” fracaso, que “sabe” que alguien lo va a culpar. Presenta como un
hecho establecido las diversas variedades de lo que imagina, sin que le perturbe la idea
de que está en contacto únicamente con su propio pensamiento y que sigue en gran parte
ignorante de lo que ocurre fuera de él mismo.

El fundamento es el medio de la conciencia continua. Conviene emplearlo


frecuentemente. Indúzcase al paciente a compartir su experiencia al pasar de contacto a
retraimiento, al pasar entre él mismo y otras personas que están presentes y aquellas que
se imaginan que están en una silla vacía. Al trabajar con el espectro completo de su
percepción, logra un conjunto de premios: está en contacto con el único conocimiento
indudable de sí mismo; aprende la técnica básica que es necesaria para la comunicación.
La gente necesita tiempo para aprender a involucrarse y a distinguir entre la experiencia y
la intelectualización, entre lo que es uno mismo y lo que es otra persona. Cuando domina
el medio de la conciencia continua, sabe ya cómo trabajar. Ha llegado a una base para
ser responsable de sí mismo y para permitir el descubrimiento continuo y la comunicación.

Fritz dice: “Confía siempre en el Gestalt que surge”. Esperamos, creyendo que el flujo
interno de los acontecimientos es el estado humano natural, que cada uno de nosotros,
en cualquier momento, estamos “interminados” o no resueltos emocionalmente, y que la
naturaleza de nuestro flujo emocional es permitir que se transforme en conciencia lo no
terminado.

Cuando el paciente no indica percepción de lo que a nosotros nos parece un fenómeno


evidente y claro, podemos hacer algo mejor que esperar: podemos compartir nuestra
percepción. “¿Percibes lo que tu mano está haciendo?”. Entonces el paciente percibe,
permite que su atención quede donde está su energía, de suerte que su mano pueda
transmitir su mensaje, lo que abre el camino para la labor de resolver lo no terminado.
Posteriormente nos enfrentaremos a los problemas de los atolladeros y expondremos lo
que el terapista puede hacer en esos casos. Por ahora, lo que interesa es percibir al
paciente con suficiente claridad para saber si nos hallamos en presencia de alguien que
permite el proceso de su propio flujo, o en presencia de alguien que se detiene a sí
mismo.

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Contacto significa estar unido, por medio de la percepción, a alguien o a algo, fuera de
uno mismo. Retraimiento significa estar aislado del mundo, pero en contacto con los
sentimientos internos, o bien ocupado con el funcionamiento de la ZIM. Al observar a la
otra persona, queremos saber, momento tras momento, si está autística o relacionalmente
involucrada. Cualquiera que sea la índole del problema que se presenta, el paciente se
encuentra atrapado, hasta cierto grado, en el enfoque hacia sí mismo. La terapia se ocupa
de ese aspecto del proceso neurótico. Comenzamos por facilitar al paciente que
reconozca su tendencia a enfocar hacia sí mismo. Puede aprender al darse cuenta de su
sucesión característica de contacto y retraimiento.

Vigílese el retraimiento del paciente, para descubrir qué es lo que evita. Si se siente
incapaz de enfrentarse a lo que ocurre en torno suyo, quizá se aleje por medio de la
fantasía a un lugar en que se sienta más cómodo. Póngase atención a lo que ocurre en el
mundo del paciente en el momento en el momento en que éste se aparta
emocionalmente. Tal vez se mantenga ignorante de qué es aquello a lo que no quiere
enfrentarse. El terapista debe saberlo, si ha de trabajar con los sentimientos de
desamparo del paciente. Una posibilidad consiste en pedirle, cuando se le ve luchando y
detenido, o comenzando a evadirse, que cierre los ojos y se aleje a fantasear. Cuando
regresa, se compara el lugar al que ha ido en su fantasía, con la situación de aquí y
ahora. Al comparar lo que siente aquí y lo que siente allá, lo que trata de evitar se vuelve
evidente. Evita una situación presente determinada que significa para él la reacción de un
sentimiento particular.

Es preciso reconocer cuál de los dos fenómenos ocurre, el contacto o la confluencia. La


persona experimenta verdadero contacto, coopera; sin contacto, se somete. En el primer
caso, el paciente continúa experimentándose a sí mismo como separado del terapista,
aunque permanece en contacto e involucrado. Responde al menos hasta cierto grado
reconocible, sabiendo lo que siente y obrando en consecuencia. Él mismo surge. En el
caso de la confluencia, el paciente sencillamente se somete. Superficialmente, parece oír
y responder, estar “interesado” y dispuesto a proseguir. Encontramos la pasividad de la
sumisión. El paciente no ofrece nada vital de su propia singularidad, ha prescindido de su
diferencia. Mientras el paciente se limita a fluir con su terapista, nada le ocurre. Debemos
primero reconocer que nos hallamos en presencia de la confluencia y trabajar con este
fenómeno como un suceso que se encuentra en primer plano.

Así pues, el contacto es una condición del proceso terapéutico. El contacto, o la


experiencia, es el ingrediente esencial en el crecimiento y en la vida misma. Encontramos
que ese hecho no es tan sencillo y que el contacto verdadero es elusivo.

¿Cómo, entonces, ocurre el contacto? No podemos establecer contacto. El contacto es.


Nos tocamos el uno al otro, siendo lo que somos. El contacto puede únicamente
permitirse, nunca producirse a solicitud. Al trabajar con el medio continuo de la
percepción, el cliente comienza a experimentar lo que significa dejar que las cosas
ocurran. Sólo entonces puede dar el siguiente paso, el paso que consiste en descubrir
que cuando abandona sus esfuerzos por controlarse y permite que el contacto ocurra, si
ha de ocurrir, su propio poder y su propia vitalidad surgen de nuevo.

La calidad de vitalidad es una expresión del funcionamiento consecutivo de ambas clases


de contacto, con uno mismo y con el mundo. Fritz subraya cómo una experiencia queda
vitalizada por la otra. El otro proceso podrá entonces ser robustecido también.

186
Las emociones, a su vez, son uno mismo, nuestra energía básica y las motivadoras de la
conducta. Los sentimientos estimulan el movimiento corporal. Las emociones tienen
componentes musculares. Tenemos motivos para que nos preocupe el paciente que
continuamente parece estar quieto y calmado. Cuando se permite el proceso natural, la
experiencia interna, o la emoción, ocurre y moviliza los músculos, lo que lleva a una
conducta observable. Ese movimiento se vuelve parte de la experiencia de otros y
conduce a tomar elementos del mundo. Vemos entonces el proceso recíproco que Fritz
ha llamado “intercambiar con el mundo”. Cuando el paciente permanece
consistentemente quieto, prohibiendo el movimiento, se perturba su proceso energizante y
disminuye su involucración. Entonces debemos encontrar la forma de facilitarle que
permita a su cuerpo que se mueva otra vez.

La terapia Gestalt nos enseña y pone de relieve la importancia del cuerpo. Con esta
nueva dimensión, básica e importantísima, viene una metodología para descubrir
sentimientos que se guardan más allá de la percepción. Nos interesa “cómo” el paciente
ata su cuerpo. Tratamos de observar cualquier percepción que tenga en su cuerpo.
Cuando el paciente descubre sus tensiones musculares y aprende al mismo tiempo a
permitir que su cuerpo entre en acción y envíe sus mensajes -cuando lo deja en libertad-
se abre el camino para que ocurra un cambio. Al percibirse la tensión, el cuerpo que se ha
mantenido rígido puede empezar a moverse, el cuerpo relajado se abre y los
sentimientos del paciente empiezan a fluir de nuevo. “La percepción per se -en sí y por sí-
puede ser curativa. Una transformación crítica, irrealizable por ningún otro medio que yo
conozca, surge con naturalidad, nacida de la simple percepción.

Un lugar para la terapia

“No puedo ayudarte a hacerlo, pero puedo proporcionarte un lugar en que tú puedas
hacerlo”. La labor del terapista consiste en proporcionar un lugar especial en que alguien
más pueda descubrir como relacionarse consigo mismo y desear ser él mismo. Podemos
proporcionar ese lugar especial atendiendo al paciente en una forma particular. El
“camino” va apareciendo, mientras nosotros permanecemos en la situación presente,
ocupándonos del “cómo” de la conducta. Hasta el grado en que podamos crear un lugar
para descubrir y experimentar cómo es que los sucesos ocurren en este momento de
estar juntos, el paciente dispone de lo mejor con que podemos contribuir para la labor que
ha venido a realizar. El compromiso de trabajar con el flujo de los fenómenos existentes
se basa en dos suposiciones básicas de la terapia Gestalt: sólo existe el momento
presente y lo que el paciente hace ahora lo hace también en su existencia ajena a la
situación terapéutica. Estar con alguien ahora significa atender a cualquier percepción que
ese alguien traiga, y asimismo atender a la percepción del proceso de nosotros mismos.
Ese es el concepto de Fritz, de combinar la atención y la percepción. La terapia Gestalt,
que surge continuamente, o el flujo de los sucesos dentro del paciente, desde el fondo
hasta el primer plano, nos revela el “cómo”.

El terapista está disponible, sencillamente. Emplea sus oídos y sus ojos para percibir lo
que es obvio. Oye y ve cualquier cosa que se pueda percibir, el fenómeno que otro ser
humano crea. En respuesta, el terapista es lo que es. Desempeñar el papel de terapista
significa observar una economía selectiva de expresión de mi respuesta. Idealmente,
quiero permanecer en contacto relativamente estrecho con mis sentimientos, mi cuerpo,
mi voz, saber mucho acerca de cómo me siento y de cómo cambio dentro de mí. Quiero
expresar únicamente esa parte de mi experiencia interna, que creo que tiene una ocasión
razonable de facilitar la labor de la terapia. Si pretendo o me vuelvo irreal, si trato de
ocultar o de desorientar, actúo en forma que obstruye también la autenticidad del cliente.

187
Éste queda sin alguien que pueda estar con él, y a su disposición. Una manera especial
de atender al paciente consiste en ser uno lo que es.

Hablo ahora del concepto “dejar que ocurra”. Fritz advierte: “No empujes al río, fluye por sí
mismo”. Que el paciente se sienta libre; que nosotros nos sintamos libres. Sólo así
permitimos que lo que existe se vuelva evidente. Simplemente permitir nuestro flujo
natural y estar con lo que llegue ofrece al paciente el proceso opuesto al de inventar
posibilidades en la ZIM y a continuar el forcejeo, que es el procedimiento que figura en la
conducta neurótica.

“Dejar que suceda” y “estar con” son también incompatibles con el papel del que ayuda. Si
soy yo el que ayuda, tú eres quien recibe ayuda. Por lo tanto, tengo algún poder que tú no
tienes. Si permitimos que nos absorba en su juego, creyendo que por nuestro mayor
poder podemos “ayudar”, sólo lograremos dar vueltas con el paciente, asegurando así
que permanezca donde pretende estar, relativamente desamparado y pidiéndonos que le
mostremos el camino. La posición Gestalt acerca de la “ayuda” es clara: “Asumo completa
responsabilidad de mí mismo; no asumo ninguna responsabilidad de ti”.

Reconocimiento de la conducta: consecuencias afines de Gestalt

Volverse neurótico es perder la conciencia. Comienza un proceso de prescindir


progresivamente de la experiencia. Cuando un ser humano se permite recibir menos y
menos de la percepción y de la reacción de que es capaz, cuando pone fuera de alcance
su “conocimiento” inmediato de su mundo y de él mismo, ocurren dos fenómenos bien
definidos: aletargamiento de su espíritu y de su vitalidad, y huecos en su personalidad. El
aletargamiento lo oímos y lo vemos; las partes faltantes, o huecos del paciente, debemos
inferirlos.

Examinando lo que nos ocurre cuando nos volvemos neuróticos, llegamos a la primera
etapa de nuestra negación de lo que realmente somos, cuando nuestra excitación, o
sentimientos, se ven impedidos de fluir y manifestarse en conducta motriz.
Experimentamos entonces la incomodidad de las emociones fuertes, a las que no se da
expresión. Puede resolverse este conflicto y dolor si damos un siguiente paso: podemos
reducir al mínimo la excitación incómoda disminuyendo las emociones. Impedidos
entonces no sólo de ser sino hasta de conocernos a nosotros mismos, nos volvemos
ansiosos e inevitablemente comenzamos a fingir, o inventar papeles. En atención a que
hemos perdido gran parte de nuestro propio poder, al prescindir de tanto de nuestro ser,
intentamos manipular a otros para que nos proporcionen lo que nosotros parecemos no
tener.

El trabajo del terapista se encuentra en gran parte, en identificar y trabajar con papeles,
llenar los huecos en la personalidad y aclarar el dilema existencial del cliente. Cuando el
cliente ya no representa sus papeles de “como si”, se mete en un callejón sin salida, o
atolladero, en el que experimenta que no tiene ya a donde ir, y detrás de todo ello
encontramos la ansiedad, que se relaciona simplemente con ser lo que se es. El cliente
resuelve sus sentimientos de ansiedad haciéndose sentir y obrando como si estuviera
muerto. En este nivel implosivo no puede disponer de su energía. Por medio de la
explosión que se traduce en sentimiento, se libera energía y se llega entonces a la vida
auténtica.

FUNDAMENTACION FENOMENOLIOGICO-EXISTENCIAL DE LA TERAPIA GESTALT


188
• La terapia Gestalt, es un principio existencial: ello significa que nosotros no solo nos
ocupamos de tratar síntomas y estructuras de carácter, si no que nos ocupamos de toda
la existencia del ser humano. El ser humano es un sistema de unicidad configurada.
Ningún organismo es autosuficiente, sino que en todo momento forma parte de un campo
que lo incluye tanto a él como a su ambiente. Este equilibrio homeostático (o proceso de
autorregulación) es sinónimo de salud, puesto que si el organismo permanece en estado
de desequilibrio con su entorno durante mucho tiempo enferma, al no poder satisfacer sus
necesidades.

• Rechaza a la neurosis de transferencia (S. Freud) que le parece una complicación inútil
y una pérdida de tiempo. También el inconsciente, la primacía de la sexualidad infantil y la
libido, utilización de la transferencia como el elemento fundamental del tratamiento.

• Recomienda un trato directo y autentico del paciente con su analista y no un


pseudocontacto con sus proyecciones.

• Trata también de un enfoque holístico del organismo y de su medio de las resistencias,


de la introyección y de la proyección de las emociones incompletas.

• Proposición de una terapia de la concentración, que comprende tácticas de


visualización, la utilización de la primera persona del singular (yo), la toma de
responsabilidad de los sentimientos, la concentración en el cuerpo y en las sensaciones y
en el señalamiento de las evasiones o evitamientos.

• Esta concepción de hombre parte de la idea de un ser humano en continuo desarrollo,


capaz de alcanzar metas, auto trascendente, influido por el entorno, mas no determinado
por este, con capacidad de elegir y decidir, libre pero responsable dentro de una
coexistencia.

• Aquí y ahora: No desecha el pasado de la persona, tampoco el futuro, se ocupa de la


existencia del hombre en el aquí y ahora. El pasado le sirve como punto de referencia
para comprender su realidad en el presente y asimilarla en la totalidad de su organismo;
el futuro le permite proyectarse en la realización de sus metas.

• El hecho fundamental de la existencia no es el ser humano si no el hombre con los


hombres (Buber: la reciprocidad de estar en relación, el estar en relación como totalidad,
la inmediatez y el presente en el aquí y ahora).

• Praxis de la terapia de la Gestalt: Perls parte de que la decisión de acudir a un terapeuta


es una actuación consciente y por ello un acto de la adaptación creadora. Ya que el ser
humano que se halla en una crisis existencial o bien que siente la necesidad de seguir
desarrollando su personalidad, con este paso, toma públicamente la responsabilidad de
una parte de su persona, con la que no está contento. Perls no hace aquí distinción entre
neurótico y sano. La diferencia esencial respecto de las formas de terapia psicoanalítica
es la de que los terapeutas de la Gestalt no analizan sino que integran y consideran la
terapia como un proceso del llegar a ser. La finalidad de la terapia de la Gestalt no es
resolver los problemas sino hacerlos presentes para que estos se digieran, a partir de
materiales nuevos del entorno y para que puedan ser empujados a una crisis.

189
1) SEMINARIO. El malestar en la cultura siglo XXI: ¿síntomas o trastornos? -

Freud: La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna

Al iniciar el texto, Freud recupera una distinción realizada por C. Eherenfels entre:

1-Moral sexual natural: sería aquella bajo cuyo régimen el grupo humano que se haya
bajo su dominio puede mantenerse duraderamente en buena salud y capacidad vital.

2-Moral sexual cultural, que produce la civilización: aquella cuyos dictados y observancia
permiten una civilización sostenible y compatible con un trabajo cultural intenso y
productivo o creativo. Cuando ella impera, es fácil suponer que la limitación de la
capacidad sexual de los individuos sujetos a la misma –más allá de los motivos racionales
o irracionales que llevan a ella-, llegue a producir daños y perjuicios tanto en la salud
como en la capacidad vital, y que a la postre el daño inferido a estos últimos, por el
sacrificio que se les impone, alcance un grado tan alto, que a través de él llegue a
constituir un peligro o amenaza también para aquello a cuyo servicio se pretende su
implementación: la propia civilización y su finalidad socio-cultural última, que aquella
moral trataba entonces precisamente de preservar. Freud destaca que entre los perjuicios
que C.E imputa a la moral sexual cultural, no se menciona a la nerviosidad moderna.

De una serie de hechos generales se destaca con nitidez lo siguiente: los extraordinarios
logros de los tiempos modernos, los descubrimientos e invenciones en todos los campos,
el mantenimiento del progreso frente a la creciente competencia, sólo se han logrado al
precio de un gran trabajo intelectual, y sólo pueden mantenerse e incrementarse a ese
precio. Lo que la lucha por la vida exige de trabajo productivo por parte del individuo se ha
incrementado considerablemente, y sólo puede satisfacer esa necesidad si despliega
todas sus fuerzas intelectuales; al mismo tiempo, en todos los medios han crecido y se
han hecho más complejas las necesidades del individuo y sus pretensiones a gozar en la
vida, y así un lujo sin precedentes se ha difundido en amplias capas de la población que
antes lo desconocían por completo; la irreligiosidad, el descontento y la avidez han
aumentado en vastos círculos de la población; el crecimiento enorme y hasta
desproporcionado e inabarcable de las comunicaciones; las condiciones actuales del
comercio y del tráfico de mercancías se han transformado radicalmente; la vida tranquila
de otras épocas se terminó, todo se hace de prisa y en estado de agitación; la inquietud
vinculada a, y producida por las grandes crisis políticas, industriales y financieras; la
participación en la vida pública y el interés por la vida política que se han incrementado…

Todo esto contribuye al nerviosismo de la gente y no permite relajarse, imponiendo un


esfuerzo incesante y cada vez mayor que hace difícil estar tranquilo, robando tiempo al
esparcimiento y al descanso necesario.

Otro de los autores recuperados por Freud señala que hay una estrecha conexión entre la
neurastenia y las características de la vida moderna: la prisa desenfrenada, la búsqueda
sin escrúpulos de dinero y bienes materiales, los enormes progresos de la técnica que se
vuelven ilusorios, y que han hecho cosa del pasado todos los obstáculos temporales y
espaciales a que estaba sometida la circulación y el intercambio en la vida.

190
Freud va a coincidir con esos autores, pero dirá que se descuida el factor etiológico más
importante y eficaz: si se consideran las formas genuinas que caracterizan la enfermedad
nerviosa, la influencia nociva de la civilización se reduce esencialmente a la dañina
sofocación de la vida sexual de los pueblos civilizados por obra de la moral sexual
civilizada (2). Declara que el factor sexual es el factor esencial en la causación de las
neurosis; todos los factores que sofocan la actividad sexual y desplazan sus fines y
objetivos, son factores patógenos.

En términos universales, nuestra civilización se ha construido sobre la sofocación de las


pulsiones. Cada individuo ha cedido un fragmento de su patrimonio, de su poder
soberano, de las tendencias agresivas y reivindicativas de su personalidad. De estas
aportaciones, procede la posibilidad de construir una civilización y el patrimonio cultural
común de bienes materiales e ideales que la conforman.

Las pulsiones sexuales ponen a disposición del trabajo cultural una cantidad
extraordinaria de fuerzas, ya que una de sus características es su capacidad de desplazar
su meta sin sufrir una merma de su intensidad. En el caso de que el desplazamiento
ocurra en virtud de una meta valorada culturalmente, se habla de sublimación, sin
embargo, este tipo de desplazamiento no puede perpetuarse indefinidamente, y se hace
necesaria cierta dosis de satisfacción sexual directa. Cuando esta dosis de satisfacción se
ve frustrada, aparecen manifestaciones del orden de lo patológico, ya que poseen
carácter subjetivo displacentero.

Así, las fuerzas utilizables para el trabajo cultural se consiguen en buena medida por la
sofocación de los elementos llamados perversos de la excitación sexual. Bajo influencia
de la educación y de las exigencias sociales, puede ocurrir que se alcanza una sofocación
fracasada de las pulsiones perversas. Es decir, es exitosa en tanto las pulsiones
efectivamente se inhiben y no se exteriorizan como tales, pero se habla de fracaso en
virtud de que se exteriorizan de otras maneras igualmente nocivas para el individuo, y lo
vuelven tan inepto para la sociedad como en el caso de la misma satisfacción inalterada
de aquellas pulsiones que se sofocaron. En eso consiste el fracaso del proceso, que a la
larga supera con creces su éxito.

El valor psíquico de la satisfacción sexual se eleva con su frustración; la libido estancada


se encuentra así en condiciones de detectar alguno de los infaltables puntos débiles en la
estructura de la vida sexual para encontrar a través de él una salida hacia una
satisfacción o compensación sustitutiva neurótica en la forma de síntomas patológicos.
Quién sepa penetrar las condiciones que determinan el hecho de la contracción de
neurosis podrá convencerse fácilmente de que el incremento de estas en nuestra
sociedad procede del aumento de las restricciones sexuales (en sentido amplio).

Vuelvo ahora sobre mi anterior tesis de que generalmente en la apreciación de las


neurosis no suele considerarse su importancia y la plenitud de su significado. Una
neurosis crónica, aunque no suprima por completo la capacidad para la existencia,
representa un pesado lastre vital y hándicap para el individuo, comparable a una
tuberculosis o cualquier otra enfermedad. Así, con toda esa gestión de la vida sexual,
finalmente eso no constituye ningún beneficio en el sentido civilizador, puesto que paga la
obediencia a sus abundantes exigencias con el aumento de la nerviosidad, y con ella de
sus consecuencias nefastas.

Todo ello nos lleva a preguntarnos si nuestra moral sexual “civilizada” vale los sacrificios
que nos impone, sobre todo si somos tan dependientes del hedonismo, que no nos es

191
posible siquiera admitir ciertas dosis de satisfacción y dicha para el individuo entre las
metas importantes de nuestro desarrollo cultural civilizador.

E. Laurent: La crisis post-DSM y el psicoanálisis

Para una de las contribuyentes del DSM III, Nancy Andreasen, el mal esencial viene de
que el DSM ha sido aceptado como una referencia de manera dominante de forma tal que
eliminó todos los otros abordajes en psicopatología. Un monopolio se instauró con los
efectos perversos de los monopolios. Ella constata que ya no hay otras investigaciones en
el campo de la psicopatología en EEUU. Sólo subsiste la movilización de los mejores
especialistas de los diversos campos para establecer los criterios y los ítems que van a
definir la lengua empírica y positiva perfecta, soñada por aquellos que concibieron el
manual.

La solución que propone N.A es la de revitalizar el proyecto fenomenológico en la


psiquiatría. Propone un retorno al sentido, donde una fidelidad a la descripción del
síntoma, haciéndole lugar al sentido, debería remediar los estragos causados por el
desierto de la lengua del DSM.

Para Allen Frances, director del DSM IV, el proyecto DSM fue crucial y permitió salvar a la
psiquiatría de una contaminación psicoanalítica. Según él, el psicoanálisis tiene una
vocación de agitación a las normas que había perjudicado a la psiquiatría.

Frances hace énfasis en las personas y N.A habla de escuelas de pensamiento, sin
embargo, ambos coindicen en su preocupación por el diagnóstico. Para ellos, lo
fundamental es adoptar un método fundado sobre la utilización de una serie de criterios
explícitos para gestionar la disposición desde los síntomas hasta los síndromes.

Asimismo, Frances considera que el sobre-diagnóstico y la sobre-medicalización, no se


deben al texto, sino al contexto. Afirma que los lobbies de los laboratorios farmacéuticos
ganaron una gran victoria sobre el sentido común, ya que EEUU se convirtió en el único
país del mundo que autoriza la publicidad directa de sus productos a sus consumidores.

No acepta la explicación de conclusiones y conflictos de intereses entre los psiquiatras


expertos del DSM y el Big Pharma en favor de la competencia universitaria de intereses
intelectuales entre expertos, cada uno queriendo hacer avanzar su campo de interés en
detrimento de los otros. Para él, es el cambio de contexto el que ha producido la
hiperinflación diagnóstica. El laxismo de los responsables actuales del DSM V ha hecho el
resto, y ha mostrado la impotencia de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) para
administrar el proyecto DSM.

Por último, Frances percibe un fenómeno de civilización: “ a medida que nuestro mundo
está cada vez más globalizado y homogeneizado, también disminuye nuestra tolerancia
respecto a la excentricidad o la diferencia, que de repente tendemos a medicalizar. Esta
tendencia hacia la normalización de la conducta no significa que estemos más enfermos
que antaño”. Queda por determinar el porqué de este gusto, esta elección forzada hacia la
medicalización.

Por otro lado, desde un punto de vista epistemológico, S. Demazeux afirma que el
proyecto DSM es un proyecto filosóficamente anclado en una corriente lógico-positivista.
Desde este punto de vista, se trata de un proyecto coherente: se trataba de inventar una

192
lengua transparente y perfecta, se trataba de definir una lengua artificial, imponiéndose a
los clínicos, eliminando toda imprecisión, desliz o malentendido.

El objetivo de la univocidad de la lengua clínica estaría realizado por definiciones clínicas


dichas “operacionales”. La clasificación “a-teórica” del DSM se revelaría como cada vez
más anclada sobre una teoría de la estadística.

La forma lógica escogida por el DSM es la de un árbol formal clasificando enfermedades


en un modelo “botánico” de géneros, de especies y de subespecies. Para DS, el proyecto
lógico-positivista encontró su límite y no puede continuar recurriendo a los remedios
habituales: un llamado a una mayor descripción y a un mayor empirismo. Él propone
como solución una revisión de los presupuestos lógico-positivistas. Esto supondría retirar
la hipótesis según la cual sería suficiente que una clasificación esté bien hecha para que
ella reenvíe a alguna cosa.

Ian Hacking hace una crítica más radical, ya que considera que el DSM está basado en
un error epistemológico más profundo. Como expresa Foucault, se trata del mito de
realizar una transferencia de los desórdenes de la enfermedad al orden de la vegetación.
El proyecto DSM sigue siendo en el mismo sentido botánico, renovado por el proyecto
lógico-positivista. Es una clasificación por género, especie y subespecie, una clasificación
basada en el modelo del árbol vegetal de la botánica. El sueño de clasificar las
enfermedades mentales siguiendo el modelo de la botánica está tan perdido como el de
querer clasificar a los elementos constitutivos de la química basados en el modelo de la
botánica.

Desde el punto de vista del epistemólogo, la objeción al DSM no es contingente ni ligada


a los errores, torpezas, y pesadeces burocráticas incontestables que se deslizaron en el
proceso de la fabricación del DSM V. Se trata de una falla desde el inicio, de concepción.

El supuesto a-teorismo del proyecto aseguró inmediatamente el poder de los técnicos de


estadística en biología sobre los especialistas clínicos. Luego, este poder se afirmó cada
vez más a expensas de los clínicos, cada vez más enmarcados por protocolos con
aspiraciones universalizantes y limitantes en la práctica de la Evidence Based Medicine.

Freud: 27 conferencia. La transferencia

El efecto terapéutico del psicoanálisis no puede explicarse refiriéndose al permiso que


este daría para gozar sexualmente de la vida. Aquello de lo que el psicoanálisis se vale no
es sino la sustitución de lo inconsciente por lo conciente. Hacemos que lo inconsciente
prosiga hasta lo conciente, cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones para
la formación de síntoma y mudamos el conflicto patógeno en conflicto normal que tiene
que hallar de alguna manera su solución. No otra cosa que esta transformación psíquica
provocamos en el sujeto: hasta donde ella alcanza, hasta ahí llega nuestro auxilio. Donde
no hay ninguna represión ni otro proceso psíquico análogo que pueda ser abordado,
tampoco nuestra terapia tiene nada que buscar.

De este modo, se supone que el paciente ha devenido lo que en el mejor de los casos y
bajo las condiciones más favorables, podía devenir.

¿Qué hay que hacer entonces para sustituir lo inconsciente por lo conciente? Antes, se
creía que bastaba con enunciárselo al sujeto, pero ya no puede sostenerse eso, ya que el

193
saber del analista y el del analizante no es equivalente. Se hace necesario buscar en el
recuerdo el lugar en que un elemento devino inconsciente por obra de la represión. Si esa
represión se elimina, lo inconsciente deviene conciente fácilmente, ahora, ¿cómo se
cancela esa represión? La tarea consistiría primero en la búsqueda de esa represión, y
luego la eliminación de la resistencia que la sostiene.

La resistencia se elimina detectándola y presentándosela al paciente. Esta resistencia es


del yo, por lo que se espera que habrá de resignarse tan pronto se la da a conocer por
medio de la interpretación. En un caso así, se trabaja con las fuerzas pulsionales que
provienen de la aspiración del paciente a sanar, en primer lugar, y en segundo, por su
inteligencia, que se refuerza por la interpretación que le formula el analista.

Mediante esa rebusca de la represión, el descubrimiento de las resistencias, la indicación


de lo reprimido, realmente se logra resolver la tarea, vale decir, superar las resistencias,
cancelar la represión y mudar lo inconsciente en conciente. Entonces, se trata de una
lucha librada en la psiquis del paciente, una lucha entre los motivos que quieren mantener
la contra-investidura, y los que están prestos a resignarla.

En este proceso, pasado un tiempo, ocurre algo inesperado. Los pacientes comienzan a
comportarse hacia el analista de un modo muy particular. Al analizante, al que no le
interesaría sino encontrar una salida para sus conflictos, desarrolla un interés particular
hacia la persona del analista. Todo lo que tiene que ver con esta persona le parece
mucho más importante que sus propios asuntos, y lo distrae de sí mismo. Por eso el trato
con el paciente resulta durante un tiempo muy agradable.

En estas condiciones el análisis hace brillantes progresos, comprende lo que se le apunta,


profundiza en las tareas que el análisis plantea, hay abundancia de recuerdos y
asociaciones, en síntesis, hay un buen entendimiento durante el trabajo analítico que se
traduce en una mejoría objetiva del estado patológico. Pero un tiempo tan bueno no
puede durar por siempre. Un buen día aparecen dificultades en el tratamiento, el paciente
asevera que nada más se le ocurre. Se tiene la definida impresión de que ya no se
interesa en el trabajo y de que pasa por alto, a la ligera, la prescripción que se le dio: la de
decir todo cuanto se le pase por la cabeza y abstenerse de toda crítica. Se comporta
como lo hace fuera de la cura, como si nunca hubiera establecido aquel pacto con el
médico; es evidente que le preocupa algo, pero quiere reservárselo. He aquí una
peligrosa situación para el tratamiento. Se está frente a una violenta resistencia.

La causa de la perturbación es el hecho de que el paciente ha transferido sobre el analista


intensos sentimientos que ni la conducta de este ni la relación nacida de la cura justifican.

Llamamos transferencia a este nuevo hecho. Se trata de una transferencia de


sentimientos sobre la persona del médico, pues no nos parece que la situación de la cura
avale el nacimiento de estos últimos. Más bien conjeturamos que toda esa proclividad del
afecto viene de otra parte, estaba ya preparada en el sujeto, y con oportunidad del
tratamiento analítico se transfirió sobre el analista.

Dicha transferencia surge en el paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un


tiempo constituye el más poderoso resorte impulsor del trabajo. Pero si después se muda
en resistencia, es preciso prestarle atención y reconocer que modifica su relación con la
cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas: cuando se trata de una inclinación
tierna muy intensa, que no oculta su procedencia del deseo sexual, o bien, cuando
consiste en mociones hostiles.

194
Ante esta situación, queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su
transferencia, y sería absurdo rechazarlas inamistosamente o con indignación; superamos
la transferencia cuando demostramos al paciente que sus sentimientos no provienen de la
situación presente y no valen para la persona del médico, sino que repiten lo que le
ocurrió una vez, con anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en
recuerdo. Y entonces la transferencia, que tierna u hostil, en cualquier caso parecía
significar la más poderosa amenaza para la cura, se convierte en el mejor instrumento de
ella, con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica.

La aparición de este fenómeno se debe a que la iniciación del tratamiento no cesa el


desarrollo de la neurosis, pero a partir de él, la nueva producción de neurosis se
concentra en un único lugar, que es la relación con el analista. No es entonces incorrecto
decir, en ese punto, que ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente,
sino con una neurosis recién creada y recreada, que sustituye a la primera. A esta versión
nueva de la afección antigua se la ha seguido desde el comienzo, se la ha visto nacer y
crecer, y uno se encuentra en su interior en posición particularmente ventajosa, porque es
uno mismo el que, en calidad de objeto, está situado en su centro. Todos los síntomas del
paciente han incorporado un sentido nuevo, que consiste en un vínculo con la
transferencia.

Ahora bien, el domeñamiento de esta neurosis artificial coincide con la finiquitación de la


enfermedad que se trajo a la cura, con la solución de nuestra tarea terapéutica. El
paciente que en la relación con el analista ha pasado a ser normal y libre del efecto de
unas mociones pulsionales reprimidas, sigue siéndolo también en su vida propia, cuando
el analista se ha hecho a un lado.

SI el paciente tiene que librar batalla por batalla el conflicto normal con las resistencias
reveladas en el análisis, necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión
en el sentido deseado por nosotros, el que lleva al restablecimiento. Lo que decide el
resultado de esta lucha no es su penetración intelectual, sino únicamente su relación con
el analista. En la medida en que su transferencia es de signo positivo, reviste al analista
de autoridad y presta creencia a sus comunicaciones y concepciones.

Se hace posible decir ahora que, entonces, la sugestión de Bernheim provenía de la


actividad de la libido, o sea de la sexualidad. Y al abandonar la hipnosis en nuestra
técnica, redescubrimos la sugestión bajo la forma de la transferencia.

2) SEMINARIO: Psicoterapias breves -

Fiorini: Psicoanálisis y psicoterapias. Encuentros, desencuentros e intersecciones

Destaca una perspectiva de desarrollos plurales en el psicoanálisis en “Nuevos caminos


de la terapia psicoanalítica” de Freud:

a) “Las variadas formas de enfermedad que tratamos no pueden tramitarse mediante una
misma técnica…ello implica una actividad nueva… nuevos desarrollos aguardan a nuestra
terapia”

195
b) “El logro del paciente depende también de cierto número de circunstancias que forman
una constelación externa”. Según Fiorini, Freud considera que está justificado intervenir
en esa “constelación” de manera apropiada.

c) Señala la demanda creciente hacia el psicoanálisis en sanatorios y hospitales, y la


necesidad de adecuar la técnica a las nuevas condiciones.

BIFURCACIONES

Con Estas líneas se trazaron dos líneas de bifurcación para el psicoanálisis:

a) Seguir trabajando con la técnica “clásica”

b) Los nuevos caminos

NUEVOS CAMINOS, OTRAS PRÁCTICAS

Señala diversas experiencias:

En los 30: Alexander en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago

En los 50: Clínica Tavistock, Balint y Malan

En los 60: Policlínico Lanús

También resalta que desde el centro de estudios en psicoterapias, se sigue la


fundamentación teórica y clínica de aquellos caminos que Freud supuestamente anunció
en ese texto de 1918. Se trata de una perspectiva “psicoanalítica, social y existencial”.
Habla de un esfuerzo que debe realizar el pensamiento psicoanalítico para el trabajo en
redes comunitarias, que define como redes dinámicas de orden inconsciente, individual,
grupal, y colectivo.

VARIANTES TÉCNICAS

Habla del planteo de Freud de que diversas patologías requieren de técnicas diversas.
Menciona distintas técnicas para casos de: Fobias, trastornos narcisistas, pacientes
border, psicoterapias de crisis, y terapias grupales

3) SEMINARIO: Modelo sistémico y cognitivo en psicoterapia -

Watzalawick. Capítulo III: La comunicación patológica

La imposibilidad de no comunicarse

Se parte de suponer una situación en donde se encuentran dos desconocidos, uno de los
cuales quiere entablar una conversación, y el otro no. Ante ello, puede ocurrir lo siguiente,
por parte de quién no desea conversar:

a) Rechazo de la comunicación

b) Aceptación de la comunicación

196
c) Descalificación de la comunicación

Se trata de una situación en donde un sujeto se ve atrapado en una situación en donde se


siente obligado a comunicarse, pero al mismo tiempo, desea evitar el compromiso
inherente a toda comunicación. Desde el punto de vista comunicacional, no hay una
diferencia esencial entra la conducta de un individuo llamado normal y la de un individuo
llamado mentalmente perturbado, ambos enfrentan el mismo dilema: ninguno de los dos
puede abandonar el campo, ninguno puede no comunicarse, pero probablemente por
razones propias tienen miedo o no desean hacerlo. En el contexto clínico del espectro de
la conducta, la comunicación (conducta) no “alienada” no es necesariamente la
manifestación de una mente enferma, sino quizá la única reacción posible frente a un
contexto de comunicación absurdo o insostenible.

El síntoma como comunicación

Esta sería la cuarta posibilidad ante la situación hipotética planteada al principio. Así, la
persona que no desea entablar una comunicación puede fingir una deficiencia o
incapacidad que justifique la imposibilidad de comunicarse. El mensaje sería “a mí no me
molestaría hablarle, pero algo más fuerte que yo, de lo cual no puede se puede culparme,
me lo impide”. La técnica de recurrir a la fuerza de motivos que están más allá del propio
control, sigue ofreciendo una falla, porque ese sujeto sabe que está engañando al otro.
Pero la “treta” comunicacional se vuelve perfecta cuando una persona logra convencerse
a sí misma de que se encuentra a merced de fuerzas que están más allá de su control y
se libera así de la censura por parte de los “otros significativos” y de los remordimientos
de su propia conciencia. Esto significa decir que se trata de un síntoma.

La teoría de la comunicación concibe un síntoma como un mensaje no verbal: no soy yo


quien quiere o no quiere hacer esto, sino algo fuera de mi control: mis nervios, mi
enfermedad, el alcohol, etc.

La estructura de niveles de la comunicación (contenido y relación)

Un error muy común en la comunicación es el desacuerdo en el nivel meta-


comunicacional (relacional), pero tratar de resolverlo en el nivel del contenido, donde el
desacuerdo no existe, cosa que conduce a pseudo-desacuerdos. Hay una diferencia entre
el nivel de contenido y el relacional.

Los desacuerdos son un buen marco de referencia para estudiar los trastornos de
comunicación debidos a la confusión entre el contenido y la relación. Frente a estos
desacuerdos, los individuos deben definir su relación como complementaria o simétrica.

A nivel relacional, las personas no comunican nada acerca de hechos externos a su


relación, sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación, y por implicación,
de sí mismos. Tomando un punto de vista arbitrario, la persona P puede ofrecer a la otra
O, una definición de sí misma. Es inherente a la naturaleza de la comunicación humana el
hecho de que existan tres respuestas posibles por parte de O a la autodefinición de P, y
las tres son de gran importancia para la pragmática de la comunicación humana:

a) Confirmación: O acepta la definición que P da de sí mismo.

b) Rechazo: No niega necesariamente la realidad de la imagen que P tiene de sí mismo.

197
c) Desconfirmación: A diferencia de b), que sería el equivalente de decir que el otro está
equivocado, en este caso, se afirma el hecho de que el otro no existe.

Todas esas respuestas tienen un denominador común, ya que por medio de cualquiera de
ellas, O comunica: “así es como te veo”.

Se señala que las teorías psicológicas siguen estando basadas en gran parte en
conceptos egocéntricos y monádicos, pero, según algunos autores, en la realidad
interpersonal de la vida diaria, el yo está confrontado a un alter. Entonces, la visión que el
otro tiene de mí es tan importante como la visión que yo mismo tengo de mí mismo. En el
mejor de los casos, ambas visiones son más o menos similares.

Cuando se da la impenetrabilidad, ego y alter se enfrentan uno al otro en creciente


alienación, una alienación cuya naturaleza interpersonal está más allá de la percepción
individual y cuyas consecuencias, por lo tanto, se atribuyen al otro.

La puntuación de la secuencia de los hechos

Las discrepancias en cuanto a la puntuación de las secuencias de hecho tienen lugar en


todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con la
misma cantidad de información que el otro, pero no sabe. Ejemplo de la carta enviada en
respuesta, que nunca llega a su destino, entonces se trunca la comunicación.

En términos generales, resulta gratuito suponer no sólo que el otro cuenta con la misma
información que uno mismo, sino también que el otro debe sacar de dicha información
idénticas conclusiones. A raíz de los conflictos de puntuación puede conjeturarse que
existe la convicción firmemente establecida y por lo común no cuestionada, de que sólo
hay una realidad, el mundo es tal como yo lo veo, y que cualquier visión que difiera de la
mía tiene que deberse a una irracionalidad o mala voluntad. Lo que podemos observar en
casi todos estos casos de comunicación patológica es que constituyen círculos viciosos
que no se pueden romper a menos que la comunicación misma se convierta en el tema
de la comunicación, en otras palabras, hasta que los comunicantes estén en condiciones
de metacomunicarse.

Ante estos casos de puntuación discrepante, suele haber un conflicto en cuanto a la


atribución de una causa y un efecto, cuando en realidad ninguno de estos conceptos
resulta aplicable debido a la circularidad de la interacción.

Esta circularidad nos lleva al concepto de profecía auto-cumplida. Se trata de una


conducta que provoca en los demás la reacción apropiada. Por ejemplo, una persona que
parte de la premisa “nadie me quiere”, se comporta con desconfianza, a la defensiva, o
con agresividad, ante lo cual es probable que los otros reaccionen con desagrado,
corroborando así su premisa original. A los fines de la pragmática de la comunicación
humana, resulta irrelevante preguntar el por qué una persona parte de tal premisa, de
dónde surgió esta y hasta qué punto es inconsciente. En términos pragmáticos, lo que se
puede observar es que la conducta interpersonal de ese individuo muestra esa clase de
redundancia, y que ejerce un efecto complementario sobre los demás, forzándolos a
asumir ciertas actitudes específicas. Lo que caracteriza la secuencia y la convierte en un
problema de puntuación es que el individuo considera que él sólo está reaccionando ante
esas actitudes, y no que las provoca.

Errores de traducción entre material analógico y digital

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La psicoterapia se ocupa sin duda de la digitalización correcta y correctiva de lo
analógico: de hecho, el éxito o fracaso de una interpretación depende de la capacidad del
terapeuta para traducir un modo al otro y de la disposición del paciente para cambiar su
propia digitalización por otra más adecuada y menos angustiante.

Según Bateson, uno de los errores básicos que se cometen al traducir de un modo de
comunicación al otro es el supuesto de que un mensaje analógico es por naturaleza
afirmativo o denotativo, tal como lo son los mensajes digitales. Según sugiere este,
mediante mi conducta puedo mencionar o proponer amor, odio, pelea, etc; pero es el otro
el que atribuye futuros valores de verdad positivos o negativos a mi propuesta. En el nivel
analógico hay ausencia de todas las funciones lógicas de verdad.

Patologías potenciales en la interacción simétrica y complementaria

a) Escalada simétrica: en una relación simétrica existe siempre el peligro de la


competencia. En una relación simétrica sana, cada participante puede aceptar la
mismidad del otro, lo cual lleva al respeto mutuo y a la confianza en ese respecto, e
implica una confirmación realista y recíproca del self. Cuando una relación simétrica se
derrumba, por lo común observamos más bien el rechazo que la desconfirmación del self
del otro.

b) Complementariedad rígida: En las relaciones complementarias, puede darse la misma


confirmación recíproca, sana y positiva. Las patologías de las relaciones
complementarias, por otro lado, son muy distintas y en general equivalen a
desconfirmaciones del otro, antes que a rechazos.

Los patrones de relación simétrica y complementaria pueden estabilizarse mutuamente, y


los pasajes de uno al otro constituyen importantes mecanismos homeostáticos. Esto
posee una consecuencia terapéutica: al menos en teoría es posible provocar un cambio
terapéutico de manera directa introduciendo la simetría en la complementariedad o
viceversa. “En teoría” porque en la práctica es difícil provocar este cambio. 🡪 No explican
porque.

Por último, no es importante lo que sucedió, sino más bien quién tiene el derecho a decir
qué al otro y acerca del otro. En otras palabras, lo esencial de su comunicación no es el
aspecto del contenido, sino el relacional.

Entrevista a Damasio (Fragmentos)

Afirmas que las emociones pertenecen al cuerpo y los sentimientos a la mente, cuando
explicas los sentimientos, dices que cuando tu equilibrio metabólico, tu fisiología, tu
química interna, funcionan bien, entonces surge un sentimiento de tranquilidad.

El equilibrio metabólico produce un sentimiento de tranquilidad

Y esto significa un cambio radical en la manera de pensar y de educar a los jóvenes. No


les diremos que se olviden de las emociones, que contengan las emociones, sino que en
realidad les diréis que hay emociones buenas, que hay que conocerlas, hay que utilizarlas
para combatir, luchar contra las emociones incorrectas.

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Los estados emocionales se corresponden con la presencia de distintas
moléculas en el cerebro, explica Damasio.

¡Dios mío, Antonio! Tenéis en vuestras manos la posibilidad de provocar en la gente la


más absoluta tristeza o alegría…

Dices que para tener sentimientos es necesario un sistema nervioso con la capacidad de
proyectar en imágenes las emociones. Y por último, aunque no por ello menos importante:
hay que ser consciente de algún modo, de uno mismo, de nuestro yo.

Sí. Es una teoría muy interesante, aunque es un poco como lo del huevo y la gallina. Todo
lo que tiene que ver con la conciencia tiene muchísima importancia. Sospecho que
nuestros sentimientos de emoción, especialmente los sentimientos más simples fruto de
emociones del entorno, por ejemplo, suponen casi el principio de la conciencia. En cierto
modo, no se puede tener un sentimiento propiamente dicho sin conciencia, pero no creo
que se pueda tener conciencia sin un sentimie

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