La Politica Del Deseo - Lia Cigarini

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La politica del deseo La diferencia femenina se hace historia Icaria $ Antrazyt SIRT ae Oer ete eevee Mngt Te Re RSME Ly Citra le: crete Rant Nem yom to en nuestra sociedad de un signo. femenino. A pesar de todo la mira- da politica no es capaz de ver la Peete en cma vuelve a traducir siguiendo los convencionalismos de un lenguaje propio separado de lo que existe. PSECU Roe Um oe TR ie eee tL iT yo oe eam ei tt ar Cee ee ae Barer Soar ect MOTE OT: oes sa rw ae UR ee eRe MRT TT CE Reem rete em eared TCM ee tacoma Peo Mes are hee Cae co PR ecu eae wed crc OR MEM EM oer Me ener ts SOM aire ce aCe: Cd RTE eM Me ieee las relaciones entre los sexosy en la Pcs EO coe oe eR apreciada, de mujeres en todos los Te ROR MT enn er a POtUC ee cee Ce cet ro Lia Cigarini iniciadora, Gon ee es PE creer aim (el OMe tT TER a Bela Re eT or Milan, coautora de No creas tener Ce MC Mee eet ce obra recorrer los afios de una aven- tura y de una apuesta personal y Coast Ros Com ta oe) reece cae RoC) licida y decidida por una préctica politica apegada a la realidad, que Dre eec On eg EM ew ne coo rfa abstracta ni en ideolégica, y Cees Ro ceg Oy ites eee secon torte: Cece ou ro Icaria © Antrazyt Wl LIA CIGARINI LA POLITICA DEL DESEO LA DIFERENCIA FEMENINA SE HACE HISTORIA Introduccién de Iba DominuANNI Edicién a cargo de Luisa Muraro Y LitiaNA RAMPELLO Traducci6n de Maria-MiLacros RIverA GARRETAS Icaria & Antrazyt La presente obra ha sido ediada mediante a yuda del Instituto dela Mujer Disefio de coleccién: Josep Bagh Fotograffa de la cubierta: Amada Santos: Jornades 20 anys de Feminisme a Cata- lunya Traduccién del italiano: M* Milagros Rivera Garretas @ Lia Cigarini. Nuova Pratiche Editrice, 1995 © de esta edicién: ICARIA editorial, S. A. Ausias Marc, 16, 3r. 2a. /08010 Barcelona ISBN: 84-7426-298-4 DL. B. 40.672-1996 Fotocomposicié: Grafolet, S. L. Aragé, 127, 4rt. 1a. - 08015 Barcelona Impreso por Romany2/Valls, S. A. Verdaguer, ! - Capellades (Barcelona) Impreso en Espafia. Prohibida la reproducci6n total o parcial. {NDICE IL. OL IV. El deseo de politica, ida Dominijanni 9 Agradecimientos 53 Madre mortifera 55 La objecién de la mujer muda 61 Una sefiora del juego 65 Catélogo nim. 1 - Textos de teorfa y prdctica politica 71 Catélogo num. 2 - Novelas. Las madres de todas noso- tras 72 Inviolables 75 Sobre el aborto, nosotras hacemos un trabajo politico distinto 76 Sobre la propuesta de iniciativa popular para una nueva ley contra la violencia sexual 79 La violaci6n simbélica 83 Inviolabilidad del cuerpo femenino 86 Rossana, no es eso lo que pasd 90 Inviolabilidad del cuerpo femenino - Prdcticas politicas, procesos, leyes 91 VIL VIL. VIII. Ix. Representar qué 97 Sobre la representaci6n polftica femenina 98 Sobre el derecho 105 Fuentes y principios de un nuevo derecho 106 La practica del proceso 114 . La autoridad femenina 123 Tomar ciencia y fuerza de una fuente femenina 124 Notas sobre la autoridad femenina 132 La practica de relacién entre mujeres 137 La autoridad femenina 157 La politica es la politica de las mujeres 179 Kairés: la ocasi6n es dispar 180 La lucha para cambiar el art. 15 del nuevo estatuto de la CGIL introduciendo la libertad de accién politica en el sindicato 183 Por encima de la ley 187 Después del acuerdo sobre el coste del trabajo, ,qué prac- tica? 189 . El comunismo al alcance de la mano 194 Fantasmas para el estado, hijos para ella 198 Apasionadas por la politica, indecisas para actuar en la vida piiblica 200 Mujeres y hombres 205 Politica y practica politica 206 Libertad’ femenina y norma 215 Pensamiento de la diferencia y critica de la politica 219 ° Diferencia, el cuello de botella que se despeja 221 iEstrellas fugaces? 227 Siglas utilizadas 231 EL DESEO DE POLITICA Ida Dominijanni Material e imaginario En contraposici6n con el alma de Peer Gynt, cebolla sin nticleo que inaugura el nihilismo del siglo XX, hay en el coraz6n del pensamiento politico de Lia Cigarini un niicleo sin el cual todas las demas capas pierden significado y se deshacen en equivo- cos. Este nicleo, también é1 muy del siglo XX, tiene que ver con el psicoandlisis y, m4s concretamente, con la deuda, desco- nocida, que ha contrafdo el concepto de materialismo con la herencia de Freud y que la politica se niega a asumir en su bagaje teérico y practico. O al menos asf me lo parece, y con esta clave os propondré que miréis esta coleccién de textos, en la cual, como en la pr4ctica analitica y en da tradicién del siglo XX por ella marcada, “vuelven las mismas cosas” por repeti- cién y diferencia, pero sin que el nihilismo se las apropie. De que asi me lo parezca creo saber el porqué, desde el lado de ac4 de las palabras que ese nucleo muestran. Pues se sabe que, desde el lado de acd de las palabras, hay entre el texto_y sus destinatarios una relacién que guia su lectura (y su escritu- ra), en la cual el mévil de quien escribe se encuentra con lo imaginario de quien lee: es una relacién precisamente imagina- ria, donde el mensaje no se limita a pasar sino que se multiplica por dos y por infinitas veces. En nuestro caso se.trata, ademés de una relaci6n real: de Lia declaro que es amiga mfa; y que nuestro vinculo tiene en la memoria un inicio concreto, la tarde de un seminario de hace unos aiios en el Centro Cultural “Vir- ginia Woolf” de Roma, cuando ella, hablando de las semejanzas entre el espacio “recortado” del escenario psicoanalitico y los espacios separados para encontrarnos entre mujeres en el primer feminismo, me abrié los ojos sobre la relacién entre prdctica politica y. practica psicoanalftica. Todo esto, lo sé, cuenta en mi lectura de sus escritos y la condiciona; pero no hace falta todo ello para ponerse delante del nticleo del que hablaba. Este aparece repetidamente en esta coleccién —tanto si se habla de derecho como de sexualidad, de prdctica politica o de instituciones, de affidamento o de autoridad— y es un nticleo originario: esté en el] origen del feminismo de la diferencia, define su distancia del feminismo de la emancipacién y de los derechos. Son emblemAticos en este sentido algunos textos co- lectivos que no aparecen aqui, pero que son imprescindibles para entender el desarrollo del itinerario de Lia Cigarini; como la hoja de 1974 dedicada a la prdctica del inconsciente,'! donde se trata de la relacién entre psicoandlisis y feminismo en térmi- nos decididamente originales con respecto a la vasta bibliogra- fia, sobre todo francesa y anglonorteamericana, que la ha con- jugado de varias maneras. ; Escenarios dispares . Porque no se trata, 0 no solo —se lee en ese documento— de 1. Algunas feministas milanesas, Pratica dell'inconscio ¢ movimento delle donne, hoja suelta, Milén 1974, reimpresa en L'erba vogtio 18-19 (octubre 1974- enero 1975). Los textos que lo forman se titulan: Rapporto analitico e istituztone, Circolazione det sapere analitico, Il gioco delle attribuzioni, Pratica comune analista/analizzata, Alcuni dubbi, I rapporto con la madre, Madre, Sruppo, aggressivita, entre las autoras estaban Lia Cigarini, Lea Melandri y Luisa Muraro, 10 proponer una innovaci6n teérica, un afiadido o una correccién del discurso freudiano (aunque también este, como todo el edi- ficio del pensamiento occidental, se deba cuestionar y se cues- tionar4 a partir de la diferencia sexual), Se trata mds bien de medirse con la prdctica analitica. En el escenario psicoanalftico acttia una modalidad de la transformacién que lleva a repensar las modalidades polfticas cldsicas porque hace que interactéen estrechamente la modificacién de sf y del mundo, la subjetivi- dad de la experiencia y la (presunta) objetividad de lo real: mientras reinterpreta sus vivencias, el sujeto del psicoandlisis reinterpreta a la vez la realidad, desvela su construccién, des- monta el orden del discurso que la estructura y lo reconjuga “a partir de sf”. Andlogamente, en la prdctica de la autoconciencia y del inconsciente, el trabajo politico consistira, en primer lu- gar, en deconstruir las representaciones corrientes de la miseria femenina que prescriben “la realidad” de las mujeres, y en modificarlas de acuerdo con el deseo, de modo que en el lugar de los destinos prescritos se abran las vias de construccién libre de sf? Algo mas. Segtin se van mostrando en los grupos de autoconciencia los grumos de las vivencias femeninas que fre- nan el camino del deseo —secuestro masculino de la sexuali- dad,-dificultad de expresién, desorden en las relaciones con la otra— la prdctica psicoanalitica sugiere instrumentos muy va- liosos para “descongelar” el cuerpo y la palabra, construir la 2. Sobre la relaci6n entre modelo psicoanalftico y modelos politicos de la trans- formaci6n, véase mi Ordine simbolico e storia, en VV. AA., Cultura e politica delle donne e sinistra in Malia, a cargo de Anna Maria Crispino y Francesca Izzo, IG Informazioni (trimestral de la Fundacién “Istituto Gramsci" de Roma) 3 (1992). Sobre el encuentro entre el primer feminismo y el psicoanilisis, véase Francesca Molfino, / possibili spazi della conoscenza psicoanalitica (y el comentario de Mariella Gramaglia) en VV. AA., La ricerea delle donne. Studi femministi in Malia, a cargo de Maria Cristina Marcuzzo y Anna Rossi- Doria, Turin, Rosenberg & Sellier, 1987. 11 relaci6n entre mujeres, mirarle a la cara al fantasma de la ma- dre. De la forma dispar por excelencia de la relacién analitica llega luz para aceptar y para poner en prdctica esa disparidad que “es fatal encontrar” en cualquier grupo o relacién humana, que la politica masculina ordena desde siempre en roles y jerar. quias, y que en los grupos del primer feminismo, habitados por la utopia idealista del igualitarismo, no se supo cémo elaborar y canalizar.? En cuanto al fantasma materno, la autoconciencia puso muy pronto en evidencia que el grupo de mujeres reactiva inmediatamente, y andélogamente a la transferencia analftica, la relacién de la nifia con la madre, y que “esta intrincada vivencia de amor-odio, deseo-agresividad” actéa en el modo de estar en el feminismo 0 en el rechazo de muchas a formar parte de él]. Pulp politics Volveremos pronto sobre esta precoz anticipacién (estamos en 1974) de dos cuestiones, la disparidad y la relacién hija-madre, que ser4n cruciales en el feminismo de la diferencia de los afios 3. “Igual que no hay reciprocidad, tampoco es perfectamente transitiva la relacion psicoanalftica [...]. La falta de reciprocidad es su condicién estructural [...]. La autoridad de que esté investida la figura de! analista est hecha de silen- cios y Tituales mas quiz que de interpretaciones [...] lo que él sabe y puede sobre nosotras le viene, mds que de Ja investidura institucional, de una atri- bucién nuestra (transferencia) [...]. En la relacién psicosnalitica, el poder atribuido al analista se convierte, paradéjicamente, en condicién esencial para ser liberados de la dependencia.” Y sigue: “En cualquier grupo, sin excluir el formado por solo mujeres [...], hay que enfrentarse siempre con la disparidad. Pero, mientras que en los grupos politicos la disparidad esté normalmente canalizada por la estructura jerdrquica mds 0 menos institucionalizada de sus telaciones internas, el movimiento de mujeres ha tenido desde el principio la presuncién 0 el atrevimiento de ponerla como contenido irrenunciable en el andlisis y en la prdctica de relaciones nuevas. La trasferencia de la relacién analftica al interior de las relaciones existentes entre mujeres deberia ayudar a aclarar la dificil reconstruccién de las exigencias y las inversiones que una mujer hace en otra mujer”, Pratica dell’ inconscio, cit. 4, Ibid. ochenta. De la relaci6n entre practica politica y practica psico- analftica me urge de momento dejar claro un punto, a propésito de la nocién de materialismo que atraviesa estos escritos de Lia. Cuerpo, deseo, sexualidad, fantasias, miedos, procesos incons- cientes: he aqui lo reprimido del vinculo social que hay que volver a poner en circulacién en una politica que quiera ser verdaderamente “material”, 0 sea vinculada con la materialidad de la experiencia humana, sin la cual la voluntad de transforma- ci6én se revela a la larga ineficaz y, paradéjicamente, vuelve a caer en un imaginario tan poco elaborado como activo o poten- te. Ineficaz e imaginaria es, en efecto, esa politica que, creyen- do que puede prescindir de esta materia prima, se la vuelve a encontrar siempre entre los pies, como todo lo reprimido, en forma de repeticiones, equivocos, obstdculos granificos al cam- bio, todos naturalmente tomados por “incidentes desagradables”* —también cuando, como sucede escandalosamente en este fin de siglo, est4 de por medio el regiieldo de represiones colectivas gigantescas, como en la ex-Yugoeslavia en guerra o en la me- moria deslavazada de las otras sociedades ex-comunistas, o de la propia Italia en transici6n. De esta acepcién de materialismo y de una prdctica politica a ella adecuada trata el niimero de “Sottosopra” de 1976 titula- do Il tempo, i mezzi e i luoghi, donde e] materialismo marxista 5. “{Es necesario} evitar la fuga en lo “politico” y volver a tomar en conside- racién hechos que, si no, corren el riesgo de pasar por incidentes desagrada- bles. En otras palabras: revaluar las fantasfas y procesos inconscientes (...] porque constituyen un aspecto no secundario de Ia realidad a través del cual pasa tanto la repeticién de lo idéntico como la posibilidad de modificacién”, Ibid. Muchos afios después, escribira Luisa Muraro: “[es) induil criticar lo existente con el propésito de cambiarlo: lo existente se reproduce, no porque se considere bueno, sino porque lo reproduce un mecanismo que puede resul- tar mas potente que nuestras intenciones y nuestras criticas, aunque sean acertadas, EL problema est4, por tanto, en romper el mecanismo de la repe- ticidn” (Luisa Muraro, El orden simbélico de la madre, trad. Madrid, Horas y horas, 1994, 91). 13 es cuestionado directamente 0, mejor dicho, es cuestionada esa politica de la izquierda que ha reducido el concepto de “condi- cién material” a su lado econémico, olvidando la leccién de Marx sobre el nexo estrechfsimo que vincula la condicién ma- terial a las condiciones de su ser pensable y representable, que son del orden simbdlico. Una polftica que, por otra parte, no ha aprendido nunca la leccién de Freud, después de la cual el materialismo no puede —no hubiera podido— prescindir mas de la sexuacién del sujeto, del inconsciente, de la elaboracién simbélica sin la cual la materia se queda en letra muerta, en algo sin sentido: pulp, dirfamos después de la pelicula de Quentin Tarantino, manifiesto de la insensatez en que se precipita el vinculo social en e] Occidente capitalista de final de Siglo.§ Estamos, como siempre en el mejor pensamiento de la dife- Tencia sexual, en el niicleo de las cuestiones de la modernidad tardia y, en particular, de “una” cuesti6n, la del estatuto de la politica después de la irrupci6n en la escena del siglo XX del sujeto encarnado, que con un solo gesto duplica al individuo en hombre y mujer, complica su Tacionalidad con el deseo y con el 6. “Formar grupos que intenten analizar las relaciones entre las mujeres, la histeria, las neurosis, los sfntomas del cuerpo y su expresividad, desde una 6ptica analftica, o sea atenta al inconsciente y a la sexualidad [...] esto no es sumergirse en el intimismo ni en la irracionalidad, como creen algunos, sino por el contrario anclarse en Ja materia. Estamos hartas de darnos con una izquierda marxista lena de idealistas que le tienen horror al cuerpo y a la materia” (I! tempo, i mezzi,,i luaghi, Sottosopra diciembre 1976). Véase cémo 1a materia del inconsciente y de la sexualidad orienta desde muy pronto el andlisis politico de las cuestiones del aborto y de ta violacién (v. pp. 75 y ss) ¥ emo es recuperado el niicleo de este materialismo de Ja préctica politica por Lia Cigarini y Luisa Muraro en Politica y prdctica politica, (v. pp.-206 y 8s). Sobre el concepto de materialismo feminista, véase Rosi Braidotti, Patterns of Dissonance, Cambridge, Polity Press, 1991, y Il sogeto nomade, Roma, Donzelli, 1995; Alessandra Bocchetti, Che cosa vuole una donna, Milén, La Tartaruga, 1995 (trad. Madrid, Cétedra, en prensa). Chiara Zamboni he hablado de “materialismo dei alma” en La universidad ptiblica y el mate- rialismo del alma, Duoda 9 (1995) 121-133. 14 inconsciente, desplaza su corporeidad de los limites de lo bio- légico a Ja interfaz de lo simbélico. No se ve todavia en el horizonte una reflexién masculina sobre lo que la crisis de la politica de fin del siglo s¢ resiente de esta su frustrada interio- rizaci6n de la revolucién de principios de siglo sobre el estatuto del sujeto; pero no es casualidad que parta de aqui el feminismo de la diferencia, y que aqui encaje su critica de la politica. De esta rienda del discurso de la diferencia sexual, las voces y las modulaciones italianas, europeas y americanas son ya muchfsimas y mas o menos consonantes: no es este el lugar para trazar el mapa.’ Hay, sin embargo, en la postura que en este mapa ocupa Lia Cigarini un rasgo especifico que es el tenaz adherirse del pensamiento a Ja prdctica; de modo que, en sus escritos, la innovaci6n teérica no se enrarece nunca en los cie- los de una historia de las ideas sino que se presenta siempre ligada a los contextos en que madura. Es en la prdctica politica donde se disefian los movimientos de la teorfa. Pero en el aba- nico de las practicas, a la préctica del inconsciente le correspon- de un lugar inaugural: aqui salen a la luz las figuras originales del pensamiento de la diferencia, y aqui se perfila esa forma particular de interaccién del yo femenino con el orden del dis- curso y de la representacién que forma el niicleo de la apuesta por la politica de lo simbélico. Figuras La mujer muda, la histérica, la madre simb6lica: son-estas las figuras clavé que reaparecen en los escritos de Lia Cigarini, listas para intervenir cuando se bloquee el itinerario y pida re- tornar al origen. Figuras, pues, originarias, que encarnan los obst4culos —también aqui, “el retorno de lo reprimido”— en el camino de un cambio politico linear y progresivo, los sintomas 7. Véase Rosi Braidotti, Patterns of Dissonance, cit., y la Introduzione de Paola Bono a VV. AA., Questioni di teoria femminista, Milan, La Tastaruga, 1993. 15 de una condicién femenina irreductible a la racionalidad politi. ca cldsica de los paradigmas de la emancipaci6n y de la libera- cin. He aqui a Lia que habla de Lia —ejemplo literal del “par- tir de sf"—, siempre en el “Sottosopra” de 1976: “El retorno de lo reprimido amenaza todos mis proyectos de trabajo, de investigacién, de politica, Amenaza, 0 es lo realmente politico de mf, a lo que dar alivio, espacio? [...] El mutismo hacfa fracasar, negaba esa parte de mf que deseaba hacer politica, pero afirmaba algo nuevo. Hubo un cambio, tomé la palabra, pero estos dfas he entendido que la parte afirmativa de mf estaba ocupando otra vez todo el espacio. He Ilegado al convencimiento de que la mujer muda es la objecién mas fecunda en nuestra politica. Lo “no politico” excava tineles que no debemos rellenar de tierra.”* La politica de las mujeres no teme los vacios y los cruza: es en el vacfo donde nace lo imprevisto y la carencia puede yol- verse recurso. Efectivamente, cuando “la abjecién de la mujer muda” logra hacerse ofr en el debate en torno al aborto, cuenta una pagina famosa de No creas tener derechos, significard “la carencia que no es culpa de nadie sino deseo de algo”, dando voz a “esa parte de cada mujer que no acepta ser descrita, ilus- trada, defendida por nadie” y que en particular no se deja repre- sentar en la condici6n, carente por definicién, de la oprimida. La figura de la mujer muda abre asf la puerta a una subjetividad descargada de la dialéctica siervo-amo y a una politica ya no movida por el victimismo reactivo sino por el deseo activo, descuajeringando el paradigma de la opresién con sus corolarios de representacién femenina en régimen de miseria y de repre- sentaciOn politica en régimen de tutela.? 8. Hl tempo, i mezzi, i luoghi, cit. 9. Libreria de mujeres de Milin, No creas tener derechos, trad. Madrid, Horas y horas, 1991, 117 ss. La profecia de la histérica La afasia de la mujer muda es sintoma histérico cldsico. De la critica “de la economia histérica” (y de su interpretacién psicoanalftica tradicional) elaborada por el movimiento de mu- jeres habla ampliamente un escrito viejo pero muy actual de Luisa Muraro y Zulma Paggi,' indicando por qué vias la figura de la hist€rica asume una importancia inaugural en el feminis- mo. Por un lado, anuncia Ja tendencia de las mujeres a entregar- se con generosidad desmesurada al apoyo de grandes causas legitimadas y legitimadoras (maternidad y maternaje social), en detrimento de sus propios deseos: es la actitud en que se traduce la “curaci6n” (fallida) de Anna O, y su transformacién en Bertha Papenheim, y en la que el rasgo histérico femenino se manifies- ta “normalmente” en el hacer social. Por otro lado, relacionado con este, la histérica anuncia la necesidad de la mediacién fe- menina."' Histérica es, efectivamente, como dice la etimologia, la posicién —frecuentisima— de la mujer que se queda tan apegada al Utero materno que busca, en la vida adulta, solamen- te sus simulacros y réplicas decepcionantes 0, al contrario, oca- siones continuas de rebelién contra este apego. Mads propiamen- te, precisa Muraro, la histérica se rebela contra la madre real en tanto que percibe su funci6n sustitutoria del continuum materno (la “secuencia de las madres”) al cual esta apegada, y del cual no encuentra significacién posible en el orden simb6lico pa- 10, Luisa Muraro y Zulma Paggi, “Come, quando e pesché Anna O. si 2 trasformata in Bertha Pappenheim”, epilogo a Lucy Freeman, La storia di Anna O., Milén, Feltrinelli, 1979. . La figura de la histérica acompaiia paso a paso ia argumentacién de Luisa Muraro en El orden simbélico de ta madre, cit.; de Luisa Muraro, véase también La posizione isterica e la necessita della mediazione, a cargo de Mimma Ferrante, Palermo, edizioni Donne Acqua Liquida y Biblioteca delle Donne-Udi de Palermo, 1993, Sobre la importancia de la histérica en la préc- tica politica feminista, véase /bid., 84 ss. 17 triarcal: en este sentido “la histérica interpreta la relaci6n feme- nina con la matriz de la vida. Interpreta la diferencia sexual,”!2 Por ser tal la importancia emblemftica de esta figura, se entiende que le corresponda una tarea crucial para la estrategia de la libertad femenina. En el origen, indica la histérica, ‘hay una'dependencia de la madre no reconocida y no elaborada; una deuda abierta, una contratacién fallida, una mediacién que no se dio, que hacen fracasar la relacién primaria y se repiten en las relaciones sociales subsiguientes. Y aqui se abre la segunda puerta, en la secuencia decisiva de Ja practica de la diferencia: gratitud para'con la madre real, construccién de la madre sim- bélica como figura de la relaci6n de intercambio, via de acceso a la autoridad femenina. La contribucién de Lia Cigarini muestra ser especialmente licida para este pasaje. Sabemos con cudntos equfvocos ha car- gado en el movimiento de mujeres el camino de la madre sim- bélica y de la autoridad femenina. Equfvocos comprensibles, porque se trata de dos figuras no sencillas, inevitablemente encoladas una con la madre real, Ja otra con el campo semAntico tradicional de la autoridad:!? aunque el pensamiento de la dife- rencia sexual las ha presentado como categorias del intercam- bio, siguen a Ja deriva en un imaginario materno regresivo y en una retaguardia cultural autoritaria y jerdérquica y, en ciertos aspectos, equ{voco tras equivoco, los alimentan. Es por ello util seguir paso a paso la argumentaci6n de Lia sobre este tema. 12. Luisa Muraro, El orden simbélico, 61. 13. El ltimo libro de la comunidad filos6fica Didtima est4 dedicado a la “apuesta Por un sentido libre de la autoridad”, es decir, al reto, de declinar el concepto de autoridad sustrayéndolo a sus abusos en la cultura conservadora y reac- cionaria y concordindolo no solo con Ja libertad femenina sino también con el descubrimiento del siglo XX de la importancia crucial de lo simbélico (Oltre l'uguaglianza, Napoles, Liguori, 1995; véase especialmente: Prefazione de Luisa Muraro y los articulos de Chiara Zamboni, Ordine simbolico e ordine sociale y Diana Sartori, Tu devi). 18 Dos fantasmas Al puerto de la madre simbélica y de la autoridad femenina se llega a partir de una necesidad y atravesando una contradiccién. La necesidad es de cardcter definitivo, ya que tiene como puesta en juego el contacto con Ja realidad o el delirio, y avanza en esas mujeres —nosotras, las “feministas histéricas” en perso- na— que han rechazado las Gnicas perspectivas que se ofrece a las mujeres en las sociedades tardopatriarcales: 0 el destino bio- l6gico tradicional o la homologacién progresiva con los mode- los masculinos (0 las dos cosas juntas, hablando de desmesura- da entrega femenina). Fuera de esta alternativa, se ha escrito en No creas tener derechos, “una mujer no se vuelve libre sino superflua” y, afiade Lia en su artfculo en Madrigale, se arriesga a una normalidad delirante: “sin mediaciones dadas, corrimos el riesgo de perder todo contacto con la realidad.”'* Una vez re- chazadas las “mediaciones dadas” —destino de esposa y madre, mimesis masculina— se vuelve, pues, indispensable inventar otras, fuera de la economia patriarcal: “entre mf y el mundo otra mujer, entre mf y otra mujer el mundo”. Pero aqui se introduce la contradiccién. Porque detrds de las otras mujeres, para cada mujer est4 la madre, y la experiencia de la relaci6n con la madre puede ser experiencia de una media- cién fallida, generadora no de libertad sino de frustraci6n y de subalternidad en la ley del padre: la madre es el origen del entre-mujeres, pero es también el fantasma recurrente de su fracaso en potencia. Escribe Lia: “De hecho nos encontramos en la contradiccién de saber que es necesaria la potencia materna para actuar y pensar libremente en el mundo, pero que, por otra parte, muchas mujeres la sienten como opresiva y aplastante. Otras quieren configurar simbélica- mente la mediacién sexuada pero piden un nombre que no sea 14. V. pp. 134. 19 madre, porque la madre real oprime a la hija y, por tanto, ese nombre no va bien.”'s El nombre nuevo ser4 entonces madre simbélica y, como todos los nombres nuevos, marcaré un desplazamiento en e] lenguaje y en las cosas. Pero antes de conquistarlo queda otro fantasma, esta vez masculino, que mirar, como Sugiere el escri- to més antiguo de Lia, titulado Madre mortifera. Soporte nega- tivo de la ley del padre, la madre se yergue en lo imaginario masculino como una especie de figura omnipotente contra-félica y mortifera, que en vez de significar la cadena simbélica feme- nina, la rompe engullendo a las mujeres-no-madres: la experien- cia de divisién del cuerpo femenino en madres y no-madres, propia de la relacién primaria madre-hija, queda cancelada en el inconsciente y en la cultura masculina.'¢ E] fantasma femenino de la madre se junta, pues, y de hecho va a coincidir con este fantasma masculino. No por casualidad, en tanto que es la economfa falica la que los sustenta a los dos con su cancelacién de la primera relacién genealégica femeni- na: desenmascarar uno quiere decir desenmascarar el otro. La critica de la figura de la histérica, el andlisis de la relacién madre-hija en la experiencia femenina, el rescatar a la mujer y a la madre de lo imaginario masculino, son los pasos previos al desplazamiento de la madre real, figura todavia enredada en la economia patriarcal y/o en la economfa histérica, en la madre simbélica, figura de libertad situada en la genealogfa femeni- na.!? 15. V. pp. 132. 16. V. pp. 55 y ss. 17. Sobre este desplazamiento, sigue habiendo en el pensamiento de la diferen- cia sexual, en mi opinién, una oscilacién entre una figura de la madre sim- bélica que trasciende a la madre real, y la hip6tesis de un simbélico basado en la gratitud hacia la madre real: leyendo y releyendo los escritos de Lia Y compardndolos con la propuesta de Muraro en El orden simbdlico de la madre, no he conseguido resolver unfvocamente este problema; me parece 20 Solo que este desplazamiento no es inmune a la regresién, que est4 siempre al acecho en la tentaci6n de volver a darle cuerpo a la madre simb6lica busc4ndose una mujer en la cual personificarla. Error fatal en la prdctica polftica, porque reconduce la practica social de la disparidad y del affidamento a los bajfos de lo imaginario. Aclara Lia: “Yo creo que ha habido confusién sobre este punto. He ofdo decir muchas veces: esa es mi madre simbGlica. Y me costaba trabajo hacer entender que no hay entre nosotras madres simbéli- cas de carne y hueso, porque la figura de la madre es propia del orden simbélico, no de una realidad de hecho.”!# La madre simbélica funda, pues, la genealogia femenina, instituye el movimiento de la disparidad y de la mediaci6n entre mujeres, pero no se encarna en ninguna mujer. Es un punto crucial porque abre una concepcién de la autoridad femenina como figura-dindmica del intercambio, no como figura estatica de la obediencia o de la admiraci6n, y atin menos de la depen- dencia. Precisamente como figura simbélica y no encarnada, la autoridad femenina es “un bien comin” al cual “todas pueden acceder para realizar libremente en el mundo sus deseos”:'? no sirve, pues, para poner en marcha relaciones jerarquicas de poder ni relaciones afectivas de captaci6n, sino relaciones sociales de contrataci6n entre mujeres, entrelazadas reconociendo la una el més de Ja otra: y ahora de una, ahora de otra, segtin la estruc- tura mévil de los deseos plurales, no la fija de la autoridad personificada e idealizada.* Relaciones de intercambio, de con- que Cigarini opta mas por la primera solucién y Muraro més por la segunda. El rasgo comin que supera la oscilacién est, en mi opinién, en la nocién de un simbélico no metaférico, como veremos pronto. 18. V. pp. 136. 19. V. pp. 135. 20. V. pp. 136; 160-161. 21 tratacién: Cigarini sabe bien que es esto y nada mds lo que escasea entre mujeres. No faltan ni afectos ni rencores, amores y envidias, promesas indestructibles y chantajes cruzados, nj el trabajo perenne de la autoconciencia sobre los buenos y los malos sentimientos, Falta el intercambio material, mensurable donde se verifica qué es lo que la relacién pone en juego, ei qué fines y con qué resultados, y si consigue liberar el deseo femenino y darle curso, o si, por el contrario, se va a pique, retrocediendo de prdctica social a promesa privada,”! Cuerpo y palabra ‘ : La insistencia de Cigarini en el intercambio corta, en mi opi- nién, eficazmente —aunque por elisién, y dejando en el aire algunos problemas— un nudo de debate sobre la madre y sobre lo materno que atormenta a Ja teorfa feminista occidental yen el que aquf no es ni siquiera posible entrar; me limito a tocar sus recafdas en la prdetica polftica en el contexto italiano, to- mando como referencia un texto sobre el tema de Teresa De Lauretis, que abarca las objeciones més significativas hechas desde sitios diversos al pensamiento de la diferencia sexual de la Librerfa de Milan.” 21. V. pp. 137 y ss.. Para comprender la insistencia de Lia en el intercambio en Ja economfa de las relaciones entre mujeres estoy en deuda con mi relacién Con Stefania Giorgi; para todo lo que hay detrés, obviamente, con la relacién con mi madre. 22. Teresa De Lauretis, Immaginario maternale e sessualita, texto mecanografia- do (inédito) para el congreso “Teorie del femminismo made in the USA”, ‘organizado por el “Centro di documentazione delle donne” de Bolonia el 26, 27 y 28 de noviembre 1992; las citas que siguen proceden de las primeras Paginas 1-5, El uso que de ellas hago no transmite el planteamiento general del texto, centrado sobre todo en la cuestién de la sexualidad femenina yen Particular de la identidad lesbiana en referencia a lo imaginario maternal y alo simbélico materno. De Teresa De Lauretis, autora de la [publicada en Italia por DWF 15 credere di avere dei diritti “Introduzione™ (1991)] a la traduccién inglesa de Non (Sexual Difference, Indiana University Press), 22 Estamos lejos, en estos escritos de Cigarini, de ese “imagi- nario maternal” que, denuncia acertadamente De Lauretis, en mucho pensamiento feminista norteamericano “sustituye el nom- bre del padre con el cuerpo de la madre”, revaluando a esta GJtima como “figura plena, imagen idealizada de sororidad ut6- pica o fusién preedipica” cargada de efectos politicos y psico- l6gicos regresivos. Como hemos visto, la madre simbélica no instituye maternaje fusional sino autorizacién para ir libres al mundo; y, m&s que cuerpo, significa lenguaje. Pues ella es fi- gura de la primera relacién dispar de intercambio, la relacién en la que se aprende a hablar; en cuanto tal, se convierte en figura de una libertad femenina no individualista sino relacional (en la cual, por tanto, el proceso de individuacién no se da por sepa- racién sino por mediaci6n con la otra, dentro de la relaci6n con la otra),# y del adherirse la lengua a la experiencia (0 sea de una practica de la significacién y de la contratacién que no pierde sus referentes materiales). Sostiene De Lauretis, sin embargo, que la insistencia en el lado de lo’ simbdlico en detrimento de lo imaginario, aun tenien- - do el mérito de “redefinir lo materno como relacién simbélica y no natural, social y no individual ni privada), yendo asi en direceién contraria a la de lo imaginario ‘maternal, cae en el exceso especular de “producir un sujeto femenino solamente simbélico, compacto, indiviso, que, por tanto, se presenta como la contrapartida del sujeto cartesiano o del neutro-masculino de la tradicién filoséfica anterior al siglo XX.” Con el resultado parad6jico de compartir con la corriente de lo imaginario mater- no la cancelaci6n de las pulsiones y de la sexualidad. De esta argumentacién comparto el temor a que la insisten- cia en Ja valencia simbélica de la madre deje fuera de juego los Feltrinelli va a publicar una coleccién de articulos (Sui generis. Scritti di teoria femminista) entre los que hay una nueva versién del texto a que me estoy refiriendo. 23. V. pp. 103. 23 efectos en lo imaginario que produce lo simbélico femenino,4 y no preste “suficiente atenci6n a los contenidos imaginarios de la relaci6n hija-madre: identificacién, captaci6n 0 valorizacién narcisista, pero también resistencias, agresividad o desidenti- ficacién”; las oscilaciones sobre la relacién entre madre simb6- lica y madre real’ me parecen un indicio de este problema irresuelto, asf como de los efectos no deseados e imprevistos de n “mal uso” de la madre simb6lica en la practica politica que la propia Lia denuncia en el fragmento que he citado antes. Pero, frente a De Lauretis, no creo que se le pueda atribuir a la nocién de “simbélico” que opera en el pensamiento “milanés” de la diferencia sexual la acusacién de construir un sujeto feme- nino compacto y anterior al siglo XX. Como hemos visto, la figura de la madre simbélica nace del andlisis de la histérica, a su vez figura primera del yo escindido del siglo XX. No sola- mente. Por mas que una parte del feminismo se empefie en ver en la centralidad de lo simb6lico un peligroso alejamiento de la 24, Tengo aquf que dar por sabida la distincién, de origen lacaniano, entre imaginario y simbélico, que resulta en lo esencial de lo que escribe la propia De Lauretis: “Pero, si es cierto que ‘lo simbélico femenino se basa en un imaginario femenino’ como sugiere Margaret Whitford a propésito de Luce Irigaray; y si es cierto también Jo contrario, o sea ‘que es !o simbélico lo que estructura Jo imaginario’, entonces todo simbdlico —en nuestro caso ell fe- menino— produce como efecto suyo un imaginario, En el caso de Milén, por tanto, no es ilfcito preguntarse cual es lo imaginario producido o promovido por el simbélico femenino. A qué fantasmas da luz la madre simbolica? éCudles son los giros etdticos de la deuda que hemos contraido con ella?”: Immaginario maternale, cit., 4-5. Margaret Whitford es autora de una valiosa monografia sobre Luce Irigaray: Luce Irigaray. Philosophy in the feminine, Londres y Nueva York, Routledge, 1991, En cuanto a Luce Irigaray, es Superfluo recordar aqu{ que sus aportaciones sobre la diferencia sexual, sobre la relacién madre-hija y sobre la genealogfa femenina fueron pioneras y siguen siendo fundamentales para todo el pensamiento feminista occidental, y ha inspirado ampliamente la elaboraci6n italiana del pensamiento de la diferencia de que estamos hablando. 25. Véase nota 17. 24 (presunta) “concrecién” del cuerpo, de la experiencia y de las relaciones econémico-sociales,”* la figura de la madre simb6lica tiende a expresar precisamente una nocién no metaf6rica sino realista, materialista, de lo simb6lico, en la cual cuerpo y len- guaje, experiencia y representacién, pueden concordar (tanto como para prestarse mas bien a la critica opuesta, de un simbé- lico demasiado ligado a los cuerpos y a los contextos de los que nace).”’ Es, pues, la clave de una propuesta que tiene por centro “Ja interaccién continua entre vivencia y significaci6n. La insistencia de Cigarini en la economia del intercambio entre mujeres conduce aqui: la modalidad primera del intercam- bio es la palabra, poner en palabras la experiencia, de modo que pueda tener curso social. Posibilidad de palabra, régimen del intercambio: a la politica tradicional puede parecerle poco, pero 26. El iiltimo, el reciente congreso “Quale politica? Un incontro di parola tra donne” organizado ¢l 24-25 de junio en Bolonia por la “Associazione Orlando”, que ha vuelto a plantear, en varias intervenciones, este equivoco. Sobre las rafces culturales y politicas de la desconfianza hacia la politica de Jo simbélico propuesta por el pensamiento de la diferencia sexual, remito a mi Ordine simbolico e storia, cit. 27. “No hablo metaféricamente de la madre. Hablo de ella simb6licamente”, - escribe Muraro en las pigs. 20-21 de El orden simbdlico de la madre, y luego (p. 115): “Es dificil no ver una oposicida entre realista y simbélico, pero es necesario lograrly para comprender el significado del principio materno tal como yo intento exponerlo [...] La politica de las mujeres puede considerarse como una forma de simbélico realista porque hace actuar la diferencia sexual con efectos de libertad femenina (contra sus tradicionales efectos de no libertad) sin ofrecer definiciones y representaciones del ser mujer/hombre.” Esta nocién de “simbélico realista" no est4 definida, pero actiia en los escritos de Lia Cigarini y explica precisamente, en mi opini6n, el papel de la préctica politica, La préctica es, en efecto, el lugar en que lo simbélico femenino se efectéia; por decirlo al modo de Foucault, “acaece”, © sea a la vez surge de los hechos y produce efectos; realista, no metaféri- camente. Del riesgo de un exceso de realismo en esta nocién de simbélico he hablado en mi resefia a Non credere di avere dei diritti, Memoria 19-20 (1987). 25 basta detenerse un segundo y ofr cémo se ha vaciado la palabra en politica, para entender cudnta verdad contiene, en cambio, Ja relacién entre experiencia, palabra y transformaci6n. Politica y prdctica politica No por casualidad, por lo demas, parte precisamente de la pa- labra el texto (firmado con Luisa Muraro) que se encarga de resumir, en Critica marxista, para dialogar con hombres de iz- quierda, e] “conjunto de prdcticas” que constituyen la politica de las mujeres. Pues si la prdctica del partir de sf ocupa el primer puesto, la palabra hace ahi de protagonista, y de nuevo para los fines del intercambio: esa no sirve solo para decir la experiencia y la subjetividad, sino para mediar entre subjetivi- dad y contexto, entre sf y Jo otro de sf, “o también entre sf y sf, en la medida en que la alteridad atraviesa también el ser huma- no en su singularidad.”** La palabra es, por eso, el pilar de ese movimiento entre dentro y fuera, entre lo interior y lo mundano, que es el movimiento cardinal de la polftica de las mujeres. Se parte de sf, de las contradicciones vividas en primera persona, no para quedarse en sf ni para absolutizar la propia experiencia sino para llevarse a lo vivo del intercambio social: la préctica del partir de sf no ensefia, en realidad, la inmediatez sino, por el contrario, la mediacién (entre sf y sf, entre sf y la realidad). Malentendidos Con la practica del partir de sf se anotan, en el artfculo de Critica marxista, la practica de la disparidad y de la autoridad. Subrayo la secuencia porque es de sentido comtin, en la parte del feminismo italiano que se opone vigorosamente a la elabo- racién de la Librerfa de mujeres de Mildn, la idea de que entre el feminismo de los afios setenta y el de los ochenta habria una fractura desastrosa: autoconciencia y prdéctica del inconsciente ——. 28. V. pp. 207. 26 por una parte, disparidad, affidamento y autoridad, por otra; allf fidelidad al partir de sf, aquf su traicién en nombre de la cons- truccién de un orden simbélico abstracto y jerérquico, respon- sable de un vuelco autoritario y politicista del pensamiento de la diferencia.” Se ve, se quiere ver asf fractura donde hay, en cambio, huellas muy profundas de continuidad, como testimo- nian estos escritos.*? E] malentendido es comprensible entre las que vivieron en el “entre mujeres” de los afios setenta una versién “de género” de la dialéctica de la liberaci6n propia de los movimientos revolu- cionarios de izquierda y de sus formas politicas y organizativas; pero lo es mucho menos entre las que, en los origenes del movimiento, compartieron (con la Librerfa de Milan y con otros grupos del feminismo radical) e] descubrimiento de que la rela- cién entre mujeres pone en entredicho los ejes de la antropolo- gia politica, los rasgos conscientes e inconscientes del sujeto individual y colectivo, las modalidades primeras del vinculo social. Quien sabe esto, que es una aportacién no de la teorfa sino de las vidas marcadas por la revolucién femenina, no pue- de ver mimesis de lo masculino y adecuacién a las formas de lo 29. Es imposible dar aquf todas las referencias de un debate y divisi6n que atraviesan el feminismo italiano desde que salié ¢l “Sottosopra verde” Pit donne che uomini en 1983. Recogen los principales cargos contra la Librerfa, Lea Melandri, L'agire politico e la ricerca, y Rosella Prezzo, Esercizi spirituali e volonté di potenza, ambos en Lapis 23 (1995). Véanse también as intervenciones de Lidia Campagnano, Alessandra Mecozzi y de la misma Lea Melandri en el debate desarrollado en el suplemento del manifesto “Il Cerchio quadrato” (15-22/5, 12/6 1994 después de mi entrevista a Lia Cigarini y Luisa Muraro “Diferencia, el cucllo de botella que se despeja”, V. p. 221. 30. Sobre la disparidad por ejemplo: si, como escriben Cigarini y Muraro, “de practica de la disparidad se empieza a hablar en los afios ochenta, no antes” (v. p. 210), de cémo enfrentarse con la disparidad en las relaciones entre mujeres se empieza a hablar, como hemos visto al principio, desde los tiem- pos de la préctica del inconsciente, y en términos andlogos a aquellos con los que, diez afios més tarde, se recuperan sus motivaciones originarias. 27 existente donde hay, en cambio, una critica a sus tafces; pj puede ser llevada a engafio por el vuelco de signo que el femj. nismo de la diferencia opera en el significado tradicional de palabras tomadas del léxico politico comin. “Disparidad”, “ay. toridad”, tienen en la teorfa-practica de Ja diferencia un signi- ficado tan alejado como la declamaci6n de un fragmento de| teatro de Bertold Brecht: es, en realidad, la paradoja de Ja ajenidad femenina con la historia de estas palabras lo que legi- tima un uso contra-paradéjico en el horizonte de la libertad femenina. Las mujeres han sido reducidas por el orden simbé- lico patriarcal al desorden de relaciones rivales medidas por e] deseo masculino; han estado hist6ricamente excluidas de las jerarquias sociales, construidas a imagen y representacién de la sexualidad masculina, han sido luego asignadas, en los para- digmas de la emancipacién y de la liberaci6n, a una revolucién “de género” basada en una visién miserable del sexo oprimido y en la adecuacién a los modelos masculinos. Para romper esta doble prisién de fa exclusién y de la homologacién, es necesa- tio reinventar la estructura simb6lica del deseo y del intercam- bio. La disparidad y la autoridad sirven para esto. Pronunciadas a partir de la experiencia femenina, estas dos palabras no po- drén no cambiar sentido y signo con respecto a su seméntica habitual. No serdn dos palabras ancillares del poder, sino dos palancas del deseo contra el poder o, al menos, de descentra- miento del poder. “El m4ximo de autoridad con el minimo de poder” es la f6rmula que expresa este descentramiento.?! Paso al centro : En contraste con las otras, de la practica de “ponerse en el centro” se ha debatido demasiado poco dentro (y fuera) del feminismo de la diferencia. Y sin embargo, se ha tratado (y se trata) de un paso crucial, sefial de la hendidura que entre finales 31. V. p. 212, 28 : de los afios ochenta y principios de los noventa se ha abierto para la polftica de las mujeres en la crisis general de la politica, una hendidura ante la cual nos situamos todavia con muchas oscilaciones. Como siempre, la invencién o la intuicién de una practica nueva sé da en el cruce entre las exigencias propias del itinera- tio de la diferencia y los cambios en el] contexto. Sobre lo pri- mero, la relaci6n entre mujeres en los espacios mixtos muestra algunas trabas: vuelve la tendencia femenina a recortarse un espacio, a ponerse al abrigo de la accién, a refugiarse instin- tivamente en el segundo puesto; por todas partes, en los parti- dos, en los sindicatos, en las profesiones, se corre el riesgo de teducir la diferencia a un contenido de género y a un pacto divisorio con el otro sexo, y se tiende a moderar la pretensién femenina de “traer al mundo el mundo”, contenténdose con participar, en parte y de parte de, en el mundo tal y como es. Se trata, en realidad, de la dificultad femenina para alcanzar el puesto del sujeto, para situarse psicol6gicamente y de hecho “en el centro de lo que de hecho una desea, quiere y hace”: Vuelve a representarse el viejo problema de la debilidad del deseo fe- menino. Por el lado del contexto, por otra parte, la crisis de la polf- tica se manifiesta, en plena transici6n italiana, en los mismos puntos que la critica feminista ha enfocado a lo largo del tiem- po: separacién entre enunciados y pr&cticas; agotamiento de la forma-partido; crisis del estado social frente a las relaciones familiares y sociales remodeladas por el protagonismo femeni- no; neurosis de un poder sin autoridad; importancia cada vez mayor de la dimensién simbélica de la politica, ignorada por las fuerzas tradicionales y suplida por la movilizacién de lo imagi- nario por los medios de comunicacién de masa. No se trata de 32, Luisa Muraro, La scorciatoia, texto mecanografiado. Traer al mundo el mun- do es el titulo del segundo libro de la-comunidad filoséfica Diétima (trad. Barcelona, Icaria, 1996). 29 coincidencia entre nuestra critica y la crisis de la polftica: los dos procesos tienden, més bien, a separarse en los resultados y en los modos. Pero insistiendo en los mismos puntos de tensi6n de lo politico tradicional.? Todo esto lama al centro del escenario, al menos potencial- mente, a la acci6n y la funci6n mediadora de la diferencia sexual; mds todavfa, si estas faltan 0 se retraen, se ponen en evidencia la vacilacién femenina y el derivar hacia el paralelismo de dos politicas, la de Ja diferencia, por una parte, y la “general”, por otra.** En el congreso de clausura del Centro “Virginia Woolf” de Roma de junio de 1993, Lia Cigarini hablaria de “ocasi6n fallida” para la polftica de Ja diferencia. Pero antes de entrar en el tema de la valoracién de un proceso todavia en curso, queda algo esencial por decir de las pr&cticas y de la nocién misma de “préctica politica.” El corte de la diferencia La secuencia de las practicas, me interesa subrayar, le hace justicia a ese lugar comun que le atribuye al feminismo de la diferencia sexual una actitud claustrofflica, una vocaci6n aisla- cionista, un destino de separacién: esa se puede y se debe leer, en cambio, como una secuencia de protesta activa del separatis- mo y paralelismo femenino-feminista. Todas las practicas —des- de la autoconciencia al “hacer centro”, desde las que excavan en el coraz6n de cada una hasta las que se dirigen al corazén de lo social— contribuyen a liberar deseo y energias femeninas y a ponerlas en circulacién en el mundo; y se reactivan y se a 33, Para esta lectura de la transicion italiana, véase VV.AA., Voce e silenzio. Le donne nella crisi politica degli anai Novanta, Materiales y actas del “Centro studi: iniziative per Ja riforma dello Stato” 22, suplemento de “Democrazia e diritto” 2 (1993), Roma, Edizioni Scientifiche Italiane, 1993, especialmen- te Mara Luisa Boccia, Appunti preparasori y mi La forbice tra critica € 34. V. pp. 140 y ss., 172 y ss., 183 y ss. y 193.y ss, 30 reinventan cada vez que, como lo “reprimido que retorna” flota de nuevo la tendencia femenina a acurrucarse en el puesto se- cundario, grupal, pasivo, separado. En este sentido, y esto es importante, la relacién entre mujeres no es ni un camino al separatismo ni un camino hacia la politica de género. Escribe Lia sobre esto: “La separacién —no el separatismo, que es ideolégico— es también una categoria del pensamiento que tiene encarnacién so- cial y que crea procesos auténomos y asimétricos por los que, por ejemplo, sabes que las mujeres no tienen que ir a donde cualquiera las Hame, ni responder cada vez que son interpeladas.”* Es decir, la separaci6n, gesto mental antes que polftico, alu- de a un corte con respecto al orden simbdlico dado y a la po- sicién en 6] asignada a las mujeres (y de la que tienen que dar cuenta): es el corte que hace la diferencia, que no es una defi- nicién de lo femenino sino una operaci6n de desplazamiento, en el lenguaje y en los comportamientos, de esa posicién. El sepa- ratismo, en cambio, no comporta necesariamente este corte transgresor: por el contrario, puede incluso confirmar el orden simb6lico dado y 1a posicién femenina dentro de él. Sucede, por ejemplo, en el “separatismo estatico” que analiza el Sottosopra verde,** que reproduce la ajenidad y la (auto)exclusién femeni- na del intercambio social. Y sucede asimismo en las politicas fundadas en la identidad de género que, si bien sirven para deconstruir el cémo y el porqué de la posicién del “segundo sexo” en la sociedad y en la cultura, se encallan en una repre- sentacién precisamente “genérica” de las mujeres que no contri- buye a la articulacién de la singularidad y del intercambio. 35. V. p. 103. 36. Libreria delle donne di Milano, grupo nim. 4, Sortosopra verde Pit donne clie womini, Mildn 1983 [trad. Mds que hombres, mujeres, “Debate feminis- ta" 1-2 (1990) 145-158). 31 Dicho en otros términos. Ninguna polftica de las mujeres puede prescindir del enraizamiento en el género, porque es como género objetivado; y no como sujetos singulares pensantes y activos, como est4n previstas las mujeres en el orden simbélico; la revolucién femenina no puede no partir de aquf. Pero |g politica de la diferencia sexual no puede sino desprenderse de} género: porque se contrapone a la. l6gica de la identidad y a) mecanismo de identificaci6n reciproca del que, en cambio, esta constituido el género; y porque consiste en hacer que la Mujer, cada mujer, obtenga el puesto de sujeto en el orden simbélico, Pero, como hemos visto, la subjetividad femenina, el devenir cada mujer sujeto, presupone la forma de la relaci6n y del in- tercambio, se produce deritro de la relacién de intercambio, a partir de la relaci6n primera con la madre. Es, pues, la forma de la relaci6n Ja que “corta” el orden simb6lico patriarcal. Llegamos asf a la médula de Ia nocién de “prdctica politica”. Médula dura, en verdad, porque no se sustrae, en la recepcién comin, a la equiparaci6n con un “instrumento”: la practica serfa el instrumento para Ilegar.a un fin o a un objetivo; la relacién entre mujeres seria, pues, también ella instrumento, modalidad, para alcanzar un objetivo. Pero la prdctica no es ni instrumento ni método, 0 no es solo esto. Es, mas bien, acto significante, generador de sentido y de efectos reales en su acaecer y en el contexto en que acaece, no instrumento para un fin dislocado en otro lugar (piénsese en los efectos subjetivos, sociales y polfti- cos desencadenados en los contextos mds variados por el gesto inaugural del feminismo de verse entre solo mujeres). La prac- tica te la relacién “hace” simb6lico; mds atin, “es” lo simbélico femenino. Es el corte metonimico que interrumpe la tendencia metaf6rica de lo simbélico masculino 27 Se entiende asf por qué, ——___ 37. Sobre el carécter contextual de la préetica politica, y metonjmia, véase Luisa Muraro, Mag. 1981, v. p. 171. Sobre metéfora lia 0 uncinetto, Milan, Feltrinelli, 32 si la revoluci6n femenina es desplazamiento simbélico, la poli- tica es préctica polftica. Critica de la politica Y se entiende también, a partir de esta nocién de prdctica po- Iitica, cual es la rafz de la critica de la polftica. tradicionalmente entendida, donde impera la escisién entre medios y fines: tam- bién en esa politica, la mejor, basada en la primacfa del proyec- to.** De hecho, la tensién del proyecto, precisamente porque desplaza al futuro Ja realizacién de un ideal, actéa poco o nada sobre el presente y sobre los sujetos que lo habitan, imagindn- doselos a menudo muy distintos de como son o de como les © harfa mostrarse la practica del partir de si. Es, por tanto, en primer lugar a un defecto de prdctica a lo que se debe la crisis de la izquierda en Italia, su oscilar entre ansia de adecuaci6n a lo existente, catastrofismo y prometeismo, sintomas todos de la pérdida de esa relaci6n con la realidad y sus modificaciones que la prdctica, con su apego a los sujetos del cambio, es capaz de salvaguardar y orientar.” Es obvio que la primacia de la practica critica en su base la forma de la organizacién y la del partido.“° Mas que en este punto, hay que detenerse en la critica a la representaci6n que, en los escritos de Lia Cigarini, reaparece en diversos sitios y en varios niveles. En un primer nivel, la idea de la representacién femenina es desmontada en tanto que se funda en la represen- 38. Véase mi La scissione che veniva da dentro, Via Dogana 8 (1993). 39. V.p. 221 y ss. 40. Sefialo el modo ligero en que Cigarini contrapone, en Una sefiora del juego (V. pp. 65 y ss.) la aparicién de los partidos con la decadencia de los salones a finales del siglo XVII, un ejemplo afortunado de cémo la historia est marcada por desplazamientos simbélicos que se quedan mudos sin una inter- pretacién que los haga hablar, y en particular de desplazamientos en los que interviene la diferencia sexual, con tal de que se sepa reconocerla. Un ejem- plo, pues, de uso de la diferencia sexual como significante universal, del que hablaré dentro de poco. tacién de las mujeres como grupo social compacto y com- pactamente oprimido.*! En un segundo-nivel, en la critica de |a representacién interviene la nocién de diferencia sexual, con todos sus matices y contra todos los usos reductivos hechos entre tanto. Ha sido precisamente un mal uso lo que ha susten- tado, en la segunda mitad de los afios ochenta, la estrategia del “reequilibrio de la representaci6n” lanzada por la Carta de las mujeres comunistas: un uso que, mediante progresivos deslices semanticos, ha reemplazado con este nombre a los que antes (“cuestién femenina”, “femenino especffico”) sustentaban la politica de la emancipacién, pero sin cambiar la sustancia. Pero “diferencia sexual” no significa diversidad de género, no signi- fica desventaja a colmar para que las mujeres se vuelvan como los hombres, no es, en breve, “un contenido de la politica de igualdad.”* “Diferencia sexual” significa la asimetrfa femenina en el orden simbélico falocéntrico. Y, por tanto, la asimetria femenina con respecto a las formas de la politica que de ese orden dependen. . Asimetrias El punto es crucial: en la cuestién de la representacién se pre- cipita, efectivamente, la critica concatenada de las categorfas de lo Politico® que se sigue del movimiento inicial del pensamien- to de la diferencia: una vez que la diferencia sexual ha cuestio- 41. V. pp. 9 y ss., 219 y ss. En las largas peripecias parlamentarias de Ia ley sobre la violencia sexual, qued6 claro que representacién del sexo femenino y paradigma de la opresién van del bracete: V. pp. 86 y ss. Véase también mi Violenza sessuale, un progetto di legge si aggira da tredici anni, Via Dogana 5 y 6 (1992). 42. V. pp. 150. A los deslices seménticos (V. pp. 161-162) entre palabras de la diferencia y palabras de la politica tradicional de la emancipacién, le ha dedicado la revista Reti, entre 1987 y 1992, muchos textos, al compas de los hechos y de los malentendidos. Sobre el mismo tema, véase Franca Chiaromonte y Letizia Paolozzi, I! taglio, Roma, Datanews, 1992. $3. No coincidiendo con lo que haria Lia, asumo aqui —aunque provisionalmen- 34 nado la nocién de individuo y de sujeto que sustenta la conste- lacién teérica de lo Polftico en Occidente, todas las demas ca- tegorias de esta constelacién —igualdad, representacién, mayo- rfa, decisi6n, poder— van cayendo una tras otra.“ Pero la repre- sentaciOn €s un nudo, para nuestros fines, definitivo: a través de su fntima contigilidad con los mecanismos de la representaci6n, llama inmediatamente a juicio la produccién simbélica, o sea el vinculo que se establece entre las palabras y las cosas,"en po- Iftica.*5 No solo: Ja critica de la representacién llama inmedia- te, en el sentido, como veremos, de un dualismo a superar— la distincién entre paradigma de lo Politico y paradigma de la diferencia sexual en térmi- Nos cercanos a los usados en el seminario “La repubblica delle donne” or- ganizado en enero de 1994 por la revista Critica marxista cuyas actas ha Publicado en ¢l nim, 2 y 3 del mismo ajio. El dossier en su conjunto (inter- venciones de Alessandra Bocchetti, Maria Luisa Boccia, Gloria Buffo, Fran- ca Chiaromonte, Gianni Mattioli, Luisa Muraro, Carla Rocchi, Stefano Rodota, Aldo Tortorella, Mario Tronti, Grazia Villa, Grazia Zuffa, y de quien escri- be, ademds de la de Lia que aparece en este libro, en p. 219) es en mi opinion un documento muy valioso de la capacidad que ha tenido y tiene el pensamiento de la diferencia sexual de hablar en el centro de la crisis de la politica tal como se ha presentado en la transicién italiana y no solo. 44. “La representacién politica en Ia doctrina contractual del derecho natural surge de un complejo teorema que elimina por prejuicio y en el inicio cual- quier diferencia y, por tanto, también la diferencia sexual, entre: los indivi- duos [...]. [La doctrina] concatena los conceptos de igualdad, representacién, soberanfa, consenso, mayorfa, etc., en una Iégica coherente a la que es esen- cial la hip6tesis inicial de individuos neutros y seriados”: Adriana Cavarero, “L’ordine dell'uno non 2 I"ordine del due”, en VV. AA., Il genere deila rappresentanza, a cargo de Maria Luisa Boccia ¢ Isabella Peretti, Materiali~ e atti det Centro di studi ¢ iniziative per la riforma dello Siato 10, Roma, Editori Riuniti, 1987. 45. “Vincular de manera significativa palabras y cosas (es decir, hacer orden simb6lico) es la parte mas viva de la politica de las mujeres desde sys comienzos [...]. Va también en este sentido la critica de la representacién, siendo la representaci6n tal que desliga la palabra de sus condiciones mate- riales, con el resultado de que da lugar a discursos y a lenguajes de un materialismo abstracto, si no fingido, y esquematico, que no convence” (Luisa Muraro, “Il simbolico ¢ il materiale”, 1 manifesto 30 noviembre 1994). 35 tamente a juicio también la asimetria entre feminismo de Ja diferencia ¢ izquierda, Como observa Mario Tronti, “decisién y representacién son dos grandes categorfas de la politica moder. na y, a la larga, el pensamiento de la izquierda, el pensamiento llamado democratico, se ha puesto del lado de la representa. cién, contra la decisi6n”; donde, en cambio, “representacién y decisién son un campo orgdnico de los sistemas politicos actua- les, Los dos juntos hay que ponerlos a tiro de la critica. [...] De una critica del poder que es a un tiempo representacion y decj- sion.’“6 No es casualidad que el pensamiento de la diferencia sexual los cuestione juntos, desmarcandose asi del planteamien- to clasico de la izquierda. Y no es, pues, casualidad que el debate tedrico-polftico in- trinseco al pensamiento-practica de la diferencia sexual haya insistido mucho en el nudo de Ia representacién, a cuestas de ese Cuerpo a cuerpo con la escena polftico-institucional que no ha dejado nunca de caracterizar, en mi opinién productivamen- te, el feminismo radical italiano. La Carta de las comunistas y ‘los conflictos que ella abre entre las propias mujeres del PCI sobre la presencia femenina en las instituciones y sobre la rela- cién entre practica de la diferencia y forma-partido le hacen de fondo a este debate desde la segunda mitad de los afios ochenta en adelante.” No es posible reconstruir aqui esta compleja his- 46. Mario Tronti, “Il ‘tramonto del Politico, il ritorno della politica”, Critica marxista 2-3 (1994) cit., p. 49. 47. Debate sin embargo abierto, algdn mes antes de la publicacién de la Carta, por Rossana Rossanda, con una transmisién de Rai2 con ocasién del cuaren- ta aniversario de la repiblica, y en un lope (asi se Hamaba el suplemento monogrifico de los jueves, luego suprimido, como también el citado Cerchio quadrato del Manifesto (1946-1986. Donne, il voto ingrato, 26 junio 1986). La Carta itinerante de las mujeres comunistas Dalle donne la forza delle donne, querida por Livia Turco, esté publicada a cargo de la Seceién femé- nina de la direccién del PCI, Roma-Trento 1986. Sobre el debate que siguié, véase la revista Resi passim, y Franca Chiaromonte y Letizia Paolozzi, /f taglio, cit, 2 36 toria; pero es importante identificar, aunque sea esquemiatica- mente, los puntos donde se ha decidido y se decide, a menudo en un hilo delgado, la diversidad de las posiciones en liza. La postura de Lia se sitéa coherentemente en el lado extre- mo de Ja critica: la orienta —con un rigor conceptual indispen- sable, pero que en mi opinién cede demasiado poco a las ambivalencias de un proceso experimental e inevitablemente esptireo— no la (posible) contaminacién, sino el corte entre el orden de lo Politico y el orden de la diferencia. “La significa- cién de la diferencia sexual no puede ir sin transgresi6n, sin subversi6n de lo existente, no se puede calcar sin mds sobre el orden simb6lico recibido”:** si se est4 dentro de ese orden, ine- vitablemente “se come” la diferencia sexual y la asimila: es indtil hacerse ilusiones sobre el “obstd4culo” que las mujeres podrian crear en el escenario institucional que precisamente con mas potencia “representa” lo simbélico masculino. Es, en cam- bio, necesario despotenciar este escenario, haciendo palanca en la ajenidad femenina, en la fuente social de produccién de la autoridad, en lo que la subjetividad desborda la forma de la representacién. Un dualismo malo + Entre los dos 6rdenes no hay pues, hasta aqui, trasvase posible: uno es la alternativa del otro. Seguidamente, sin embargo, en un articulo de 1992 sobre el sindicato, Lia habla (tercer nivel de la critica) de una practica de la contrataci6n que desde siempre flanquea y corta, en politica, el orden de la representaci6n, y que le favorece a la prdctica de la diferencia, como sabemos, en tanto que pone en el centro el intercambio material y simbélico en el “aqui y ahora” de los contextos en que actia.° Me parece una apertura importante porque ayuda a superar 48. V. p. 100. 49. V. pp. 87 y ss. 50. V. pp. 189 y ss. 37 “el dualismo entre orden de lo Politico y orden de la diferencia, recordando, por una parte, que el escenario de la politica es mgs grande que el institucional y, por otra, sugiriendo que el con. flicto sobre la calidad de la politica se dirime sobre el tipo de mediaci6n simbdélica (en este caso, representacién © contrata- ci6n) que se elija practicar en el espacio'en que se encuentre (social, partidos, instituciones). La centralidad de la mediacién simbélica emerge, por lo demas, también en las posturas que con mas rigor trabajaron, en la época de relaci6n entre mujeres del PCI y feminismo de la diferencia, en la hip6tesis de Ig contaminacién entre diferencia sexual y orden de lo Politico, apuntando no hacia el ingreso en las instituciones de mujeres en representacién de otras mujeres, sino en la puesta en escena, también en las instituciones, de la relacién entre mujeres.*! La apuesta, dicho en otras palabras, es también aqui la de “cortar” lo simbGlico de lo Politico, la abstraccién de la reptesentaci6n, con otro tipo de mediacién simb6lica, enraizada en lo concreto de la relaci6n. Volveré enseguida sobre los resultados de esa apuesta. Hay que decir, entre tanto, que desde entonces, finales de los afios ochenta, hasta hoy, mitad de los afios noventa, el cuadro ha cambiado profundamente. Pues en el intervalo, ha sido lo Polf- tico mismo lo que-ha dejado patente con dramatismo su propia 51. Se habla en este caso de “tepresentacion sexuada”, no de “representaci6n de sexo” para significar que no se trata de aplicarle al sexo femenino el meca- nismo de Ja representacién (en su doble versién de representaci6n politica y de sepresentaci6n de intereses), sino de impregnar las sedes de la represen- tacién con la prdctica de Ja diferencia sexual. Véase VV. AA., Il genere della rappresentanza, cit., en especial el articulo de Adriana Cavarero y la intro- duccién de Maria Luisa Boccia, La ricerea della differenza. Sobre la centralidad de la mediacién simbélica escribe Boccia: “El acento en el as- pecto oe la representacién introduce en el argumento Ia centralidad del ordenamiento simbélico, por lo cual, antes que con la funcién de la institu- cidn de la representacién, la confrontacién esté con el cédigo cultural de la TepresentaciOn, con la mediacién simbélica que este realiza.” 38 crisis: de Ja constelacién conceptual que lo sustenta, ni un solo término ha quedado libre de las convulsiones que han desgarra- do el paisaje italiano, ejemplo extremo pero no aislado de las contradicciones que atraviesan a todas las democracias occiden- tales. Contextualmente, en el campo del pensamiento de la di- ferencia, se han ido precisando las dos nociones que mejor hablan con la crisis de lo Polftico: la de la autoridad y la del “por encima de la ley”. Si la primera habla directamente con las deformaciones del poder, la segunda —una de las intuiciones mds agudas que le debemos a Lia Cigarini—® ataca la relacién entre politica y legalidad, entre cuerpo (femenino) y ordena- miento juridico, entre practicas de transformaci6n y reglas ins- titucionales; y, mas en general, en la relacién entre libertad, responsabilidad y estatuto, uno de los nudos decisivos para el despliegue de la libertad femenina y para la reformulacién del pacto social en las democracias de fin de siglo.* 52. V. pp 105 y ss., 216 y ss. Pero la génesis del “por encima de la ley” se enraiza en un itinerario mds antiguo, que es el andlisis de la relacién entre diferencia sexual (femenina y masculina) y ordenamiento juridico. Véanse los textos sobre el aborto y la violencia sexual (V. pp. 75 y ss.) y sobre derécho (V. pp. 105 y ss.). 53. Sobre la relaci6n entre politica y legalidad, préctica y reglas, véanse las intervenciones en el dossier de “Critica marxista” La repubbiica delle donne, cit, Sobre la relacién entre cuerpo (femenino, pero no solo) y ley, el debate recurrente sobre el aborto y sobre las tecnolog{as reproductivas, que recien- temente ha sacado provecho del “por encima de la ley”, véase el suplemento especial Corpo politico del manifesto de 3-6-1995; las actas del congreso sobre la reproduccién asistida “Il potere di generare. Il limite della legge” promovido por Franca Chiaromonte, Anna Finocchiaro, Maria Luisa Boccia, Grazia Zuffa, Stefano Rodota, Maria Grazia Giammarinaro (a cargo de Isabella Peretti, Roma, Agenzia dei servizi interparlamentari, 1995) y las ponencias de Maria Luisa Boccia y Luigi Ferrajoli en el seminario del “Centro di Studi per la riforma dello Stato” sobre I! limite della legge. Aborto e Costituzione, publicadas en Critica marxista 3 (1995). Véase también, VV. AA., “Diritto sessuato”, Democrazia e diritto 2 (1993). 39 La obsesién de lo Politico Se va, pues, delineando, en Ja erftica que el pensamiento de la diferencia sexual aporta a la politica tradicional, una secuencia coherente que serfa fdcil conjugar en contraposicién con @| paradigma de lo Politico: diferencia sexual (contra individuo neutro abstracto), practica del partir de sf (contra abstraccién y alienacién), relacién y contratacién (contra representaci6n), “Dor encima de la ley” (contra normatizaci6n), autoridad (contra poder). Pero esta contraposicién especular no les harfa justicia y traicionarfa sus intenciones, en el plano teGrico y en el prac- tico-politico: entre orden de la diferencia sexual y orden de lo Politico no hay, en realidad, contraposici6n sino asimetria; y, por tanto, en cierto sentido hay que decir que no hay confron- tacién. ¥ por dos motivos. En primer lugar, porque el primer orden nace, como hemos visto, precisamente para ampliar la nocién y el dmbito de la politica a esferas que el segundo no contempla. En segundo lugar, porque el primero no se presenta, NO se quiere presentar, como un paradigma cerrado y alternativo al segundo, sino como un conjunto de prdcticas que descompo- nen la sintesis politica actual pero no tienden a volverla a en- cerrar de otra manera: precisamente por el tipo de mediacién que escoge, en cuanto a las practicas, por su naturaleza y de modo diverso de las reglas que tigen lo Politico, abren cada vez Salidas distintas, segtin el contexto, se reconsideran y se ponen €n Juego otra vez, en una andadura de la transformacién que no lene resultados predeterminados.*4 Por estas razones, la eficacia de la politica de la diferencia no se mide ni en relacién con la Conquista de objetivos y con- tenidos para las mujeres, ni en relacién con las modificaciones inmediatas de Jo Politico, sino —volviendo al origen— en rela- —_____. 54, Por esto se habla, a prop6sito del 16 la diferencia, de “mediacién viva", (Chiara Zamboni, ‘gimen de Ja mediacién de la politica de incite y “la mediacién viva no hace sintesis” Ordine simbotico ¢ ordine storico, cit., 51). 40 cién con los desplazamientos que opera o no opera en toda la articulacién de lo real y de las vidas reales, desde el inconscien- te hasta las estructuras organizadas de la convivencia humana. Es pues, necesario pensar y moverse superando tanto el dualismo entre orden de la diferencia sexual y orden de lo Politico, como la obsesi6n de lo Politico como medida de transformacién. En la politica, que es una como es uno el mundo que quiere trans- formar, la calidad y la eficacia de nuestra accién depender4 de la capacidad de activar y significar en las prdcticas y en el lenguaje el movimiento de la diferencia. Este movimiento, mental y practico a la vez, es, por lo de- mas, favorecido por el hecho de que la crisis de la politica tradicional se presenta envuelta en las cosas por la asimetria de la diferencia sexual, con tal de que se la sepa reconocer y poner en juego en primer lugar en la interpretaci6n de la crisis misma. Intentemos tirar de algiin hilo. La sexuacién del sujeto politico est4 lejos de haber sido .obtenida; la costumbre de pensar la politica a partir de una “realidad” con frecuencia del todo ima- ginaria, no le ha cedido el paso al materialismo del partir de sf; la forma de la representacién sigue dominando a la de la con- tratacién; el poder (masculino) tiende a preservarse agresiva- mente de la autoridad (femenina); la delegacién en la ley se apropia de toda inquietud social; la separaci6n de la politica de las vidas y de los cuerpos se acentda aliada con Jas tecnologias -de fin de siglo. Pero, por otra parte, es también cierto que, sin el juego de la diferencia sexual, el sujeto politico tiende ineluctablemente al ocaso, que la representacién pierde eficacia en todas partes mientras avanza, aunque sea en formas distorsionadas, la exigencia de una politica mas directa, que las relaciones reales son mds fuertes también entre los hombres que los roles codificados (véanse los varios pools que nos rodean), que zonas cada vez més extensas del cuerpo individual y social rehuyen la normalizacién y se autorregulan. La crisis de las democracias contempor4neas —democracias amenazadas por el “peligro de un poder sin autoridad, de un mandato sin autoriza- 41 cién, y por otra parte de una servidumbre voluntaria, de un obediencia libre”"—,%° configura un precipicio de la politica moderna que no puede no tener que arreglar cuentas con e] surgir del orden de la diferencia sexual. Hay un plano histérico, quiero decir, de la coetaneidad de los dos procesos que no se puede resolver en dualismo, sino que abre el espacio de una contaminacién y de un desplazamiento de sentido, con tal que se sepa practicar a la altura de las exigencias del presente, La medida de la relacién En cuanto a la eficacia de las practicas femeninas que més di- rectamente se quieren cimentar en la modificacién de los espa- cios politicos tradicionales, la yaloraci6n est4 abierta tanto para el pasado como para el futuro. En el intento de “intersectar” lo Politico con Ja diferencia, la divisoria entre corte y asimilacién pasa, yo sostengo, por la calidad de la prdctica de la relacién. Hay, ha habido, corte donde Ja relacién se ha vuelto significante, _ es decir, donde los vinculos entre algunas mujeres han sabido realizar, traducir en accién, desplazamientos relevantes en el orden del discurso politico, en lo vivo de situaciones en mo- vimiento.© Hay ha habido asimilacién cuando ese intento ha 55. Mario Tronti, /f tramonto, 49. 56. Asi, en mi opinién, en el debate parlamentario de 1992 sobre la ley de la violencia sexual, gracias a algunas diputadas y senadoras, entre las cuales Grazia Zuffa, Mariella Gramaglia y Annalisa Diaz, y durante el giro del PCI, gracias a la prdctica del grupo “La nostra liberta & nelle nostre mani". De la eficacia de la practica de relacién, en ambos casos, da cuenta la crénica Politica del manifesto; los textos del grupo citado, La nostra libertad 2 nelle nostre mani y Primo, la liberta, en Resi | y 4 (1990). Un tercer ejemplo de Practica eficaz sobre un tema institucional, aunque sea limitada a una inter- vencién eserita, el texto 18 aprile, dimenticare la politica? sobre el “giro” mayoritario, publicado en 1 manifesto del 30/3/1993 firmado por Maria Luisa Boccia, Rinalda Carati, Franca Chiaromonte, Letizia Paolozzi, Roberta Tatafiore y yo. 42 reorganizado, con un nombre falso, la politica del género y de la representaci6n. , La cuestién se ha planteado de nuevo hace pocos meses, durante la movilizacién de mujeres que llevé a la “larga jorna- da” del 3 de junio de 1995.7 No es este el lugar para recons- truir las peripecias de esta historia reciente, durante la cual Lia Cigarini, junto con Luisa Muraro, disefié los contornos de una distincién entre “polftica instrumental” y “politica directa”, mientras otras sostuvieron la necesidad de no cerrar los puentes entre una y otra.® Pero seria err6neo ver en esta distincién un juicio de valor maniqueo, como si todo lo bueno estuviera en el lado de la polftica directa (que tiene sus formas perversas de 57, El 3 de junio de 1995, unas diez mil mujeres participaron en Ia “larga jornada" —una manifestacién y un congreso al aire libre— organizados en Roma por /I paese delle donne, “Noidonne” y él “Centro Culturale Virginia Woolf”-B sobre la base de dos textos —“Manifestiamo alla grande”, difun- dido por H! paese delle donne, y “La prima parola ¢ I"ultima”, difundido por el Virginia Woolf-B y firmado por centenares de miles de mujeres— escritos en respuesta a Jos ataques contra la libertad femenina en materia de procrea- cién que se sucedfan en el escenario politico y de los medios de comunica- ci6én de masa. El itinerario de todo este asunto —los criterios de la recogida de firmas sobre el texto, la organizacién de la “larga jornada”, las mediacio- nes practicadas dentro del “Virginia Woolf"-B y en diversas dreas del femi- nismo— ha reabierto, en el “Virginia Woolf"-B y entre las mujeres en rela- ci6n politica hist6rica con él, debates y divisiones sobre la préctica politica, en torno a los puntos siguientes: eficacia y Iimites de la practica de ia relacién, riesgos de un regres a la politica de la visibilidad y de las mani- festaciones, o sea, inevitablemente, del “género” y de la representaci6n, modalidades de Ja relaci6n con el escenario internacional y de los medios de comunicaci6n, modalidades del conflicto entre mujeres y hombres. El texto de “La prima parola ¢ I'ultima” lo publicé Noidonne (mayo y junio 1995), que ha publicado también (junio y julio) In “disociacién” de Rosetta Stella, que como otras (entre ellas quien escribe) firms el texto pero est4 en contra de las etapas que le siguieron. 58. Véase Lia Cigarini y Luisa Muraro, “Politica steumentale, politica diretta”; Gloria Buffo, “‘La storia non si ripete”; Letizia Paolozzi, “Tagliare i ponti fra due politiche?”, respectivamente en I! manifesto del 25/5, 2/6, 27/6 1995. 43 manifestarse, como el deseo desenfrenado de inmediatez que ha recorrido la transicién italiana) y todo lo malo en el lado de Ig politica instrumental (que es, a su modo, un arte, diffcil y com. plejo); y seria’ sobre todo erréneo identificar la politica instru. mental con lo Polftico y la politica directa con la constelacién de las practicas de la diferencia. También hay, en realidad, en la politica tradicional, un modo directo de gestionar el poder;59 y, como hemos visto, a pesar de su impenetrabilidad, lo Politico se deja a veces “cortar” por la practica directa de la relacion entre mujeres. Por otra parte, sabemos por nuestra propia expe-* riencia que la instrumentalidad puede entrar en la politica de las mujeres (sucede, literalmente, cuando la relaci6n es entendida precisamente como “instrumento” 0 cuando nos contagia la 16- gica de los medios y de los fines), y que el régimen de la repre- sentacién, y representaci6n correlativa de] género femenino, puede facilmente recuperar su ventaja sobre la prdctica de la relacién y de la contratacién directa. Por su parte, la prdctica de la relaci6n muestra un doble limite. El primero es el lado oscuro de su principal cualidad: precisamente en tanto que opera un desplazamiento contextual, es més dificil en los contextos que, como los institucionales, estén dominados por los grandes ntimeros, por las sintesis gené- ricas, por la abstraccién- de la representacién. E] segundo, mds insidioso, es el de reproducir un entre-mujeres separado y apla- cado, donde el intercambio social, en vez de abrirse, se bloquea, y el deseo, en vez de multiplicarse, se adormila. Est4 aqui, como hemos visto, lo “reprimido.que retorna” de la dificultad femenina de hacerse sujeto con la que la tevolucién de la dife- Tencia femenina tiene que arreglar cuentas una y otra vez. Diferencia sexual, un significante universal Por eso, en mayo de 1994, Lia Cigarini indica que hay una _—___ 59. Véase Thatcher, me sugiere Luisa Muraro. 44 “pieza que falta” para la eficacia de la prdctica de la relacién; y, poco después, en agosto, escribe en Via Dogana que lo ha identificado en la capacidad mediadora universal de la diferen- cia femenina.® Hay un impasse, denuncia Lia: el sentido comin de la diferencia sexual corre el riesgo de asentarse en una visién que divide el mundo, este para los hombres, este para las mu- jeres; el orden simbdlico dado tiende a reabsorber y restituir en términos emantipacionistas el alcance difuso de la revolucién femenina; la practica de la relaci6én, que, por su estaiuto, tiene un potencial m4ximo para multiplicarse y hacerse mediadora de los contextos mds variados, se limita al entre-mujeres y se que- da en los espacios separados en vez de arriesgarse en las rela- ciones sociales; sobre todo, el deseo femenino se aplaca y no se relanza, y la politica corre el riesgo de separarse de la vida y del placer también para las mujeres. {De dénde viene este impasse? De un sentido mal entendido de la diferencia sexual, evidentemente, como si esta afectara solo a la diferencia femenina y la confinara en sf misma, en vez de funcionar como categoria interpretativa del ser humano, mujer y hombre, y de las contradicciones viejas y nuevas del orden sociosimbdélico. De un sentido mal entendido de la practica de la relacién, como si esta sirviera para recortarse espacios de seguridad en vez de excarcelar deseo y energfas femeninas y ponerlas en circulacién en el mundo. De un sentido, en fin, no adquirido de la mediacién y del intercambio: el saber de la diferencia sexual y la autoridad femenina han de ser jugados en la prueba de los hechos, no custodiados en una caja fuerte como si fueran alhajas que ni se llevan ni se gastan. Porque la diferencia sexual —es este el paso a dar— est4 siempre en juego: pues estd siempre en juego la colocacién de las mujeres y de los hombres con respecto al orden simbélico, y est4 siempre en juego la posibilidad de interpretarla, de mo- 60. V. pp. 227 y ss.

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