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Código de Conducta Bloque I - Unidad II: La Deontología

Bloque 1

Unidad II: La Deontología

A. La Deontología: la Deontología Profesional, conceptos generales

Concepto

La deontología como concepto es nuevo ya que emerge durante el siglo XIX, como
formulación de Jeremías Bentham en su obra Deontología o la Ciencia de la Moral, en el
marco de la filosofía utilitarista o pragmática. Expresa Bentham que la palabra deriva de dos
vocablos griegos que hacen referencia a lo conveniente y al conocimiento. Es entonces una
ciencia de conocimiento de lo justo o lo conveniente, según un denominado principio de
utilidad, con el fin de la dicha en favor de cualquiera, ya sea individuo o sociedad (Bentham,
1836).

La visión original de Bentham acerca de la deontología ha sido cuestionada y discutida


desde otras posturas filosóficas y ha adquirido diferentes sentidos. En un sentido disímil se
dice que:

Es la ciencia de los deberes o teoría de las normas morales aplicadas, estudia el


“deber ser”.

Es una disciplina que estudia los deberes y los valores regidos por la moral, se refiere
al aspecto constitutivamente moral de la naturaleza humana, fundamento de su obrar y base
de los contenidos de las normas morales. Estudia también el modo de actuar, de conducirse
respecto a determinados principios o valores.

Deontología Profesional

Es la que determina el comportamiento o modo de actuar de los profesionales. Ello


conlleva al surgimiento de un “saber hacer” específico y de un conocimiento práctico, que
necesita reglas que regulen el trabajo o profesiones.

Hoy, el mundo contemporáneo exige la creación de nuevas funciones y nuevas


profesiones, lo que ha cambiado el sistema clásico de trabajo. Este nuevo conocimiento
demanda la necesidad de considerar la formación de una nueva identidad profesional,
con normas que, justamente, regulen las actividades que deben desarrollarse.

Así aparece una identidad profesional, que requiere normas que regulen su ejercicio,
su forma de actuar técnica y socialmente, generando responsabilidades para quienes
deben actuar. Este conjunto de normas es lo que denominamos deontología profesional.

Uno de los primeros principios normativizados o principios deontológicos que tuvieron


por finalidad guiar a los funcionarios en su actuación policial surgieron durante la
organización de la Policía Metropolitana de Londres, con autoría de Robert Peel en el año
1829. Esos principios reguladores, que poseen aún plena vigencia, se orientaron a un
modelo policial acorde con un estado de derecho, con un estado encargado de velar y
garantizar los derechos fundamentales de los individuos. Los nueve principios
deontológicos de la profesión policial de mención coinciden en líneas generales con el

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espíritu tenido en cuenta por el Código de Ética para Funcionarios encargados de hacer
cumplir la Ley, incorporado a la legislación argentina en cuanto a la importancia de
reafirmar la valoración ética de la actuación de un funcionario.

Las orientaciones de Sir Robert Peel acerca de la necesidad de prevención del delito,
antes que el uso represivo de la fuerza, preconizan la importancia de la aprobación
ciudadana en la evaluación del obrar policial teniendo en cuenta el beneficio comunitario
a obtener con la cooperación de las personas para respetar las leyes. La acción del
funcionario en el marco de estos principios derivaría asimismo en el menor uso de fuerza,
con lo que se sostiene positivamente el uso restringido de la fuerza.

En el caso que nos ocupa, debemos referirnos al “Código de Ética para Funcionarios
encargados de hacer cumplir la Ley”, dado que estas reglas nos imponen un deber ser y
hacer determinados.

La deontología orienta los deberes del individuo en el cumplimiento de su profesión,


aquello que debe hacerse o no hacerse, conforme su conciencia pero alineado con su
profesión.

Los códigos deontológicos van a contener ciertos valores que deben conocerse,
aceptarse y compartirse desde la ética. Como ejemplo de ello podemos citar al “Decálogo
del Gendarme Argentino” que todos conocen. La finalidad de estos principios normativos,
estén o no escritos, es resguardar y estimular el perfeccionamiento exigible por la
profesión sobre la base de valores esenciales que humanicen la profesión y garanticen
servicios profesionales de acuerdo con la ética profesional.

Profesión de régimen

Se denominan profesiones de régimen a aquellas profesiones que se caracterizan por


la naturaleza de la actividad que desarrolla y por el fin que le compete ante la sociedad.

Por ello la actividad del gendarme se halla dentro de las consideradas profesiones de
régimen.

O sea, lo profesional es todo aquello que relaciona al hombre con la profesión, como
parte agente en ella. Es el vínculo moral, originado en postulados provenientes de
ordenaciones positivas y concretas que, dentro de la convivencia social, enmarca a
determinadas personas en un orden especial o específico.

La actividad que debe realizar el gendarme se destaca por elementos muy concretos
que permiten ubicar su profesión e identificarla con valores específicos como ser los
establecidos en el “Reglamento Educación en Gendarmería” que valora cuestiones tales
como: Honor, Lealtad, Honestidad, Espíritu de Cuerpo, Abnegación, Disciplina, Humildad,
Corrección.

También se podrían agregar otros valores:

Respeto y defensa de la vida, la libertad, la integridad física, derechos humanos y


el derecho de propiedad de los ciudadanos.
Ser responsable por sus actos u omisiones.
Servicio a la comunidad.

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Cuidar el secreto profesional.


Asistir a las personas en situaciones de emergencia.
Informar o denunciar cualquier conducta ilegal.
Uso de la fuerza de manera proporcional y en la medida necesaria.
Mantener y restablecer el orden público
Defensa de la víctima o grupos vulnerables (mujeres, niños, ancianos o con
capacidades diferentes).
Defender y observar el derecho, ley, normas.
Defensa de la democracia.

En conclusión, la deontología profesional busca que cada hombre actúe, es decir,


lleve a la práctica los valores que la profesión le reclama a cada profesional para generar
así la responsabilidad profesional.

Es decir, ello nos lleva a construir una identidad con la profesión que elegimos.

El ideal sería lograr que cada persona pueda cumplir con lo siguiente: “Lo que pienso,
lo que digo y lo que hago". Ya que somos lo que hacemos y hacemos aquello que
aprendimos o en lo cual hemos sido formados.

B. El Bien Común: elementos

El bien común constituye la esencia en el pensamiento social y político. Por ello, se


puede decir que es el fin mismo de la sociedad política y que los fines de cada individuo
se deben ordenar para lograr ese fin común.

Podemos definir al bien común como aquello que es compartido por todos los
miembros de una comunidad y es de beneficio para ellos.

Esta percepción del bien común ya estaba concebida con Platón y Aristóteles y
también en la tradición escolástica, especialmente con su máximo exponente, Tomás de
Aquino.

La Iglesia Católica, en la Doctrina Social de la Iglesia, a partir de la Encíclica Rerum


Novarum, también se refiere al principio del Bien Común:

La Doctrina Social de la Iglesia en su numeral 164 dice: “De la dignidad, unidad e


igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común,
al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de
sentido. Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende «el
conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a
cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección»”.

Los principios de reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia, en cuanto leyes que regulan
la vida social, no son independientes del reconocimiento de los bienes fundamentales

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inherentes a la dignidad de la persona humana. Estos bienes o valores son


principalmente: la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la paz y la caridad.

Se debe señalar que la palabra bien tiene un sentido objetivo y universal, en tanto que el
término valor posee un carácter más subjetivo.

Según Aristóteles, en su obra Política (I, I): “Todo Estado es evidentemente una
asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que
los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que
les parece bueno. Es claro, por lo tanto, que todas las asociaciones tienden a un
bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el
objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las
demás y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política”.

El bien común es el fin que el Estado debe perseguir a fin de que el hombre pueda
alcanzar su perfección en cuanto hombre.

El bien común de la sociedad consiste en algo que puede beneficiar a todas las
personas que la forman y a lo que todas ellas pueden tender de modo espontáneo y
natural.

Los integrantes de los distintos grupos sociales se reúnen con una finalidad
manifiesta. Esa causa final, ese objetivo social, es lo que se denomina bien común.

Éste no surge de la mera reunión física de los individuos, sino del conjunto de
acciones comunes que apuntan a alcanzar la misma meta.

Sin embargo, debemos saber que lo que algunas veces desnaturaliza los hechos es
que haya personas que sean tratadas como simple instrumento o medio para otras, que es
lo que ocurre cuando en la sociedad no tienden todos al bien común, sino que cada uno
busca su bien privado, aun en desmedro del bien de los demás.

Queda claro, entonces, que el bien común de la sociedad no puede serlo en beneficio
de una o de varias personas solamente, sino en beneficio de todas las personas que
conviven en esa sociedad.

En el análisis del bien común se presentan diversidades: el bien común familiar, el


bien común de los distintos grupos intermedios (sindicato, empresa, profesión, municipio,
región), el bien común internacional, etc. Tales expresiones son perfectamente legítimas,
aun cuando todas ellas presuponen y refieren al bien común de la sociedad organizada.

¿En qué consiste este bien de la sociedad organizada?

El papa Pío XI lo ha definido de la siguiente manera: “La paz y seguridad de que


gozan los sujetos en el ejercicio de sus derechos, y al mismo tiempo, el mayor bienestar
espiritual y material posibles en esta vida, mediante la unión y la coordinación de los
esfuerzos de todos”.

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Así como la familia es la institución que tiene por finalidad propia el asegurar la
conservación de la vida humana, así también la sociedad organizada tiene una finalidad
propia, que es el bien total del hombre.

De esto se sigue que los bienes que integran el bien común no pueden ser otros que
aquellos que integran la plenitud humana individual.

Elementos:

El bien común supone tres elementos esenciales:

1) Respeto a la persona en cuanto tal.

Las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la


persona humana, teniendo en cuenta el bien común. La sociedad debe permitir a cada uno
de sus miembros realizar su vocación. En particular, el bien común reside en las
condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el
desarrollo de la vocación humana, es decir, el derecho a actuar de acuerdo con su
conciencia, el respeto a su vida privada y con libertad.

2) Bienestar social y desarrollo del grupo mismo.

El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente corresponde a la


autoridad decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero
debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana:
alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a
fundar una familia, etc.

3) Implica “paz”,

es decir, estabilidad y seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad
garantiza, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros.

Entre los elementos que configuran el bien común y que fueran referidos precedentemente,
debemos también mencionar otros como por ejemplo: la ciencia, la justicia, el orden, la
seguridad. Y surge otra vez que de su realización resulta la paz, que es como la conclusión
y síntesis de los anteriores.

“La tranquila convivencia en el orden” –según la expresión de San Agustín– es el signo por
excelencia que manifiesta la efectiva realización del bien común en una sociedad
determinada. De ahí el carácter esencialmente dinámico del bien común, el cual no es tanto
algo que se posee y reparte, sino un bien moral que todos contribuyen a realizar
cotidianamente y del cual todos participan y disfrutan en común. Su concreción
requiere la coordinación de todos los esfuerzos y actividades del cuerpo social, con la
conducción del Estado en su misión esencial de gestor o propulsor del bien común.

Estas reflexiones permiten descartar un error frecuente por el cual el bien común se reduce
a un mero bien colectivo o a la mera adición de bienes individuales, sin ver la diferencia
cualitativa que los separa. La diferencia esencial que media entre el bien común y el
colectivo radica en que este último es de naturaleza privada, cuya propiedad se
reserva el Estado para garantizar el uso común. Por ejemplo, un puente es un bien
colectivo en cuanto se lo destina al uso común como vía de comunicación.

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