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Eduardo Moyano Estrada* Ideologias y sindicalismo agrario en la transicién democrdtica 1. EL ESPECIAL CARACTER REFORMISTA DE LA TRANSICION DEMOCRATICA EN LA AGRICULTURA ESPANOLA Como es sabido, el advenimiento de la monarquia par- lamentaria en 1975 abrié en Espafta lo que ha venido en Hamarse la transicién democratica. Una transicién que, ini- ciada con la dialéctica reforma-ruptura, ha dado lugar, en unos casos, a auténticas rupturas con el marco institucio- nal del régimen anterior y, en otros, a meras reformas de dichas instituciones para adaptarlas al nuevo marco de plu- ralismo representativo, sin faltar aquellos casos en los que las resistencias a las timidas reformas emprendidas hacen que, atin hoy, pueda hablarse, no sin falta de razon, de demoeratizacin pendiente en’algunas de ellas. 1.1. La ambigiiedad intencionada sobre la disolucién Respecto a la agricultura, puede afirmarse que el pro- ceso de transicién democratica ha seguido unos pasos cla- ramente de reforma de las antiguas instituciones del sindi- (@) Profesor titular. Departamento de Economla y Sociologla Agratias. Univer- sidad de Cérdoba. Agricultura y Sociedad n? 31 (abril-junio 1984). calismo vertical —especialmente, las Hermandades de La- bradores y Ganaderos, en sus diferentes ambitos territo- riales, y los Sindicatos de Rama o sectoriales—. Esta via reformista ha conducido, en muchos casos, a la permanen- cia de herencias institucionales, no tanto en sus aspectos formales como en el tipo de relaciones sociales desarrolla- das en su seno, que han interferido, en gran medida, el nue- vo proceso de libre articulacion de intereses y.han dificul- tado sobremanera la consolidacién del panorama sindical resultante. Si se comparan las pautas seguidas por el proceso de transicién democratica en la agricultura, y sus resultados, con las ocurridas en otros sectores, como por ejemplo el industrial, las diferencias observadas son de una claridad. meridiana. Mientras que en estos otros sectores la transi- cién democratica condujo a la practica disolucién de las instituciones del sindicalismo vertical y a la implementa: cidn de una dindmica de relaciones sociales claramente di- sefiada en torno a las nuevas organizaciones surgidas de la libre articulacién de intereses —centrales sindicales obre- ras y asociaciones empresariales—, en la agricultura ha si- do distinto. La imida reforma emprendida en algunas de las instituciones fundamentales del sindicalismo vertical en el campo o el simple mantenimiento de otras sin apenas introducir en ellas las minimas reformas exigidas por el nue- vo marco pluralista de representacion, han propiciado que las relaciones sociales entre los diversos grupos de intere- ses agrarios no se hayan desarrollado sobre la base de las nuevas organizaciones (O.P.A.S.) surgidas sino que hayan estado permanentemente mediatizadas por instituciones f4- cilmente instrumentalizadas por los poderes puiblicos e in- terferidas por dinamicas sociales fuertemente enraizadas en los modos de representacién y reivindicacién tipicos del régimen anterior. Asi, la transformacién de las Hermandades de Labra- dores y Ganaderos en las actuales Camaras Agrarias sig- nifico, en la practica, una mera adaptacién de las antiguas instituciones al nuevo marco pluralista consagrado en los principios constitucionales, pero manteniendo en ellas tanto a las importantes funciones que le habian dado indiscuti- ble protagonismo en el medio rural durante su dilatada his- toria como al personal funcionario responsable de su apli- cacién. En efecto, las disposiciones legales iniciadas con el decreto de 2-VI-1977 crearon las nuevas Cémaras Agra- rias sobre la base de las antiguas Hermandades, convirtie- ron a los secretarios de éstas en los nuevos responsables de los organismos reformados y modificaron los sistemas de representacién de los agricultores en los nuevos érga- nos colegiados de gobierno, sustituyendo los antiguos de designacién mediatizada a través de la autoridades politi- cas por otros de tipo democratic basados en la celebra- cién de elecciones libres (1). Sin embargo, dichas disposi ciones mantuvieron en las nuevas Camaras Agrarias la tri- ple funcién que habia caracterizado a las anteriores Her- mandes, a saber: la de representacion, la de accion reivin- dicativa y la de servicios burocratico-administrativos. Explicar las peculiaridades del proceso de transicién de- moeratica en la agricultura no es tarea facil, ya que en di- cha explicacién intervienen factores de diversa naturale- za: unos, de indole politica y, otros, relacionados con las caracteristicas especificas de ia agricultura como sector eco- némico y de la sociedad rural como estructura social. En principio, hay que tener en cuenta las peculiarida- des de la intervencién estatal en la agricultura. Una inter- vencidn caracterizada, en general, por necesitar para su puesta en practica de instituciones asentadas en el medio rural que canalicen hacia los agricultores los diversos ti- pos de medidas protectoras y de supervisién dictadas por las autoridades publicas en el marco de la politica agraria. Es un rasgo comin, por tanto, en las agriculturas de los paises capitalistas avanzados la existencia de instituciones (1) La eleccidn de los vocales de los Plenos de las Cimaras Agrarias Locales tuvo lugar en el mes de mayo de 1978 mediante sufragio universal directo y secreto ‘en el que participaron todos los titulares de explotaciones agrarias, mientras que los de las Provinciales fueron elegidos por y de entre aquéllos mediante un sistema electoral de segundo grado que asignaba a cada comarca una cuota de vocales se~ ‘gin el tamafo de su censo. Por su parte, el Pleno de la Confederacion Nacional de Cimaras Agrarias (CONCA), quedé constituido por todos los presidentes y vi- ‘cepresidentes de las CAmaras Agrarias Provinciales, endo dicho Pleno quien eligid de entre sus miembros al Presidente del maximo Srgano colegiado. —Cdmaras Agrarias o similares— con importantes funcio- nes burocratico-administrativas, que juegan un papel im- prescindible para los agricultores (2). En el caso espafiol, esas funciones burocratico-admi- nistrativas habian sido desempeftadas por las antiguas Her- mandades de Labradores y Ganaderos, actuando en las Cuestiones agrarias como exclusivos intermediarios entre las autoridades puiblicas y los agricultores. Ese caracter de set cuerpos intermediarios y organismos de servicios sig- nificd, en la practica, una estrecha interrelacién agricultor- Hermandad, que durante varias décadas funciono con re- lativa armonia, Amplios sectores de la poblacién agraria se identificaron con las instituciones del sindicalismo ver- tical por considerarlas el ultimo eslab6n del proteccionis- mo estatal hacia la agricultura y por concebirlas como ins- tituciones especificamente agrarias, es decir de los propios agricultores, viendo en ellas un pequefio pero valioso ba- luarte para defender la peculiaridad de lo agricola y gana- dero —de «los hombres del campo»— frente al creciente avance del proceso de urbanizacién y de 1a hegemonia in- dustrial. Bien es cierto, que esa peculiaridad de «lo agra- rio» no podia tener un contenido homogéneo dado que la sociedad rural estaba constituida por diferentes grupos so- ciales interrelacionados a través de un conjunto de rela- ciones de dominacién/subordinacién. La defensa de esa peculiaridad» implicaba, pues, el mantenimiento de las distintas posiciones —dominantes/subordinadas— de sus diversos grupos. Por ello, la pretendida armonia integra- dora del corporativismo agrario (3) representado por las (2) Unandlsis deserptivo sobre las Caras Agrarias cn los dsinton paises euro pea edema pode verse en Chambres d'Agnculture, mai 1979, Desde un pun Pe ea ye analiza el pape dela Cmaras Agraras en J. Descargues 1 Se we Demoyen, ele role consllalt des Chambres d’ Agriculture, Revue See ee eer, 1971. Asimismo, es interesante el article de C: Mora, ae ret bre Agere et Unite Paysaines en M, Gervais (os. L°Unt aoe oar dex payuans dens la France contemporaine (Paris: A. Colin, 1972) Rede eo ccoeporatvismon es usado en exe articulo ens aepein trai ciokal Fass Gonceptuaioar ta iden de i integracion y fa armonia entre los dstintos cn ae ee Bata idea rechara la division de la sociedad en clases y a concibe eae rpan const por sus instclones naturales. No debe confundi. corn coe Po sPeafogue modermo sncocorporativistan, llamado asi por cen- Mey ReEan enomeno de a concertaciony los pactos Sociales entre gobieros, Da aero adicuton, somo una especie de nueva armonizacion de Tos inerses de {rupos antagonicos que ayuda al logro del orden social a Hermandades tenia que it acompariada de una importan- ie funcién de control social para neutralizar las inevitables disidencias por parte de los grupos subordinados —jorna- leros y pequefto campesinado— y reproducir asi el siste- ma social dominante (4). Con el acelerado proceso de industrializacién capita- lista de los afios 60, el marco institucional del sindicalis- mo vertical comenzo a mostrar sus disfuncionalidades con el modelo de organizacién econdmica y social que estaba configurandose en Espafia, Una Organizacién Sindical, corporativista y burocratizada, se mostraba cada vez mas ineficaz para canalizar las relaciones empresarios/traba- jadores y se fue convirtiendo en una traba para la fluidez de las mismas. Esta disfuncionalidad era bien palpable en el sector industrial, en el que tanto trabajadores como em- presarios se relacionaban ya a través de sus propias estruc- turas organizativas fuera de la Organizacién Sindical. Sin embargo, en la agricultura la disfuncionalidad del sindi- calismo vertical no era tan clara. Si bien sus tradicionales funciones de representacién general del sector agrario y de accion reivindicativa cada vez eran mas cuestionadas por aquellos grupos sociales especialmente afectados por la netracién del desarrollo capitalista en la agricultura —agri cultores familiares con explotaciones integradas en el mer- cado y dependientes del S.A.A.—, la necesidad de sus fun- ciones burocratico-administrativas apenas era discutida en el marco de una politica agraria compuesta de numerosas formas de intervencién estatal y de amplios paquetes de medidas protectoras. Asi, cuando se inicié la transicién democratica en la agricultura, el gobierno tenia ante si un marco institucio- nal que era necesario «reformar». A diferencia del sin calismo vertical en la industria, vacio de contenido desde hacia ya algin tiempo y mantenido como una estructura hueca, las instituciones del sindicalismo vertical en la agri- cultura estaban Ilenas de contenido en algunas de sus tra- (4) Sobre las funciones de control social ejercidas por las Hermandades puede verse el articulo de A. Petia, «Las Hermandades y su mundo» en Horizonte Espa ‘hol (Paris: Ruedo Ibérico, 1966. Tomo II, pp. 221-240). dicionales funciones, por lo que su reforma se hacia mas complicada. Entre las alternativas que se presentaban al gobierno, la disolucién pura y simple de las Hermanda- des, como reivindicaban algunos grupos organizados de agricultores, fue descartada. Algunas claves explicativas serian, por un lado, las de no hacer desaparecer unas ins- tituciones cuya instrumentalizacién desde el poder pol co podia ser una buena via para neutralizar el creciente pro- tagonismo adquirido por opciones sindicales no alineadas ideolégicamente con el «centrismo» (5), ¥, por otro, la di- ficultad de elaborar un proyecto alternativo viable por parte de los grupos que proponian su disolucién, tras el cual po- der cohesionar el apoyo de amplios sectores de la pobla- cién agraria y su canalizacién a través de los partidos po- liticos (6). La dificultad de proponer una alternativa via- ble a las Hermandades radicaba en que, en el hipotético caso de que fueran disueltas, haria falta crear o bien unas nuevas instituciones que continuaran cumpliendo las mis- mas e imprescindibles funciones burocratico-administra- tivas que aquéllas habjan ejercido, o bien disgregar esas funciones entre distintas instituciones ya existentes —unas funciones a los Ayuntamientos y otras a los nuevos sindi- catos agrarios. Ambas soluciones no parecian ser muy via- bles al comienzo de la transicién democratica ni tampo- co gozar de un gran apoyo por parte de los propios agri- cultores. La primera solucion tropezaba, desde el punto de vista de la racionalidad administrativa, con la dificul- tad de no resultar muy factible la creacién de unas insti- tuciones nuevas que tendrian que desempeiiar funciones burocratico-administrativas similares a las que estaban ejer- ciendo los que iban a sustituir; se le afiadia, ademas, cl problema adicional de la reconversion del numeroso per- sonal funcionario existente y la necesidad de que ese po- G) Tales eran los casos de las Uniones, integradas en la COAG, y de las asocia- ciones empresariales pertenecientes a la CNAG. Un analisis de la génesis y desarro- lio de estas dos opciones puede verse en los articulos de J.J. Gonzalez y J.M? Arri- bas incluidos en este nmero monogritico. (6) Prueba de ello fue que el ema dela disolucién de las Hermandades no entré eel paquete de acuerdos del Pacto de la Moncloa firmado entre todos los partidos politicos del arco parlamentario. sible nuevo marco institucional fuera coherente y funcio- nal con una futura reforma de la administracién publica que desde el principio aparecia unida al proceso democra- tico (7). Las dificultades practicas de llevar a cabo esta solu- cion explican la imprecision de los proyectos aliernativos presentados por algunos sindicatos y el escaso apoyo que recibieron de los partidos politicos de la oposicién. La se- gunda solucidn se encontraba, a su vez, con una situacion poco favorable para su puesta en practica. Por un lado, los nuevos sindicatos no contaban con estructuras organi- zativas lo suficientemente sélidas ni con altas tasas de afi- liacién para asumir con eficacia algunas de las funciones burocratico-administrativas que pretendian desempefiar en sustitucién de las Hermandades. Y, por otro, la idea de que los ayuntamientos asumieran el resto de las funciones despertaba recelo, por no decir temor, entre muchos gru- pos de agricultores, pues veian en esa via el riesgo a per- der la autonomia en el tratamiento de las cuestiones agra- rias y a que sus problemas se vieran diluidos entre la com- plejidad de los problemas municipales. Estos factores constituyen, en alguna medida, algunas de las claves explicativas de la inviabilidad de optar por Ja disolucién de las Hermandades en el proceso de refor- ma democratica de Ja agricultura. La segunda alternativa que se presentaba al gobierno radicaba no en Ia disolucién sino en la reforma de las ins- tituciones del sindicalismo vertical, adaptandolas al nue- vo marco democratico. Pero esta reforma podia ser mas © menos profunda, segtin la naturaleza de las modifica- ciones a abordar en la estructura formal e informal, asi como en las funciones, de dichas instituciones. Podian re- sultar de esa reforma unos verdaderos organismos de ser- vicio a los agricultores, auténomos de los poderes politi- cos, desprendidos de sus métodos no democraticos de fun- cionamiento y configurados como lugares de encuentro de los distintos grupos de intereses agrarios en complementa- G No parecia muy oportuno crear nuevas insticuciones sin tener antes claro et plan para la reforma de la Administracién central ai el disento de las futuras Admi- nistraciones autonomas, em ane riedad con el papel reivindicativo de los nuevos sindica- tos. Pero también podian resultar unos organismos que fue- sen verdaderas herencias institucionales del sindicalismo vertical, que apenas hubiesen modificado sus métodos de funcionamiento y de participacién, y que continuasen man- teniendo la mayor parte de las poderosas atribuciones en materia reivindicativa y de representacién que ostentaban las antiguas Hermandades, configurandose asi en perma- nentes interferencias del nuevo sindicalismo agrario. La ambigiiedad intencionada del decreto de 2 de junio de 1977 y disposiciones posteriores dejaba en manos del go- bierno el camino a seguir para la reforma del sindicalismo vertical en el campo. Dependéria de su voluntad politica y de sus intenciones el que el resultado final de proceso fuera uno u otro. Intenciones en las que parece ser que in- fluyeron algunos de los factores ya sefialados. Por un la- do, la estrategia del partido de U.C.D. en el gobierno de crear bases de apoyo en el medio rural instrumentalizan- do a las antiguas Hermandades como agentes de coopta- cién de amplios sectores de la poblacién agraria. Por otro, la estrategia de dirigentes regionales centristas de contra- rrestar la hegemonia adquirida por otras opciones sindi cales, intentando para ello interferir la consolidacién de éstas a través del mantenimiento del protagonismo activo de las antiguas instituciones en el terreno reivindicativo y de representacién, y/o promocionando nuevas opciones, utilizando la infraestructura organizativa de aquéllas y su poder persuasivo entre los agricultores. Como se ha sefialado, en la practica lo sucedido fue la transformacién de las Hermandades en Camaras Agra- rias manteniéndose en éstas el personal funcionario de aquéllas y la triple funcién de representacién, de accién reivindicativa y de servicios burocratico-administrativos. Con ello, se han erigido en yerdaderos obstaculos al desa- rrollo del nuevo sindicalismo agrario, ya que el manteni- miento de esa triple funcién les ha hecho conservar un im- portante protagonismo entre los agricultores, persistien- do la relacién agricultor/Camara —antes agricultor/Her- mandad— sin mediar el papel de los nuevos sindicatos. Da- das las importantes funciones conservadas por las Cama- a eur RREMARMNA s+ ras y su protagonismo en el medio rural como cuerpo in- termediario entre la Administracién y los agricultores, és- tos apenas se han sentido motivados a afiliarse a unos sin- dicatos que al tener poco espacio en la dindmica institu- cional agraria pocos incentivos podian ofrecerles para es- timular su afiliacion. Enesta situacién no debe sorprender que la interferen- cia de las Cdmaras en el campo de actuacion propio de los sindicatos —especialmente en la representacién y en la ac- cidn reivindicativa—, haya dado lugar a un conflicto en el seno de éstos entre sus dirigentes sindicales y sus repre- sentantes en los Plenos de aquellas instituciones —los de- nominados «camaristas»—, quienes han pretendido erigirse en lideres representativos de los agricultores intentando ca- nalizar la accién reivindicativa a través de las Cémaras Agrarias en detrimento del papel natural que corresponde al sindicato. 1.2. Las «sectoriales» como herencia institucional y como poder organizado La reforma de las Hermandades de Labradores y Ga- naderos aparecia como un proceso mds nitido y més via- ble de ponerlo en practica por parte del gobierno; dichas instituciones habian estado siempre sometidas a la media- tizacién y el control de las autoridades publicas y, por su propia naturaleza, no habjan generado en su seno grupos auténomos que pudieran oponerse a su reforma. El aleance de esta reforma dependia, como se ha sefialado, de la vo- Tuntad politica del gobierno, y los agricultores poco poder tenfan para oponerse a ella desde dentro de esas institu- ciones. El caso de los Sindicatos de Rama o sectoriales era di- ferente, y su reforma era un proceso mas complejo de rea- lizar. De los siete sindicatos sectoriales existentes, algunos de ellos habfan adquirido un importante protagonismo, tanto por el cuantioso patrimonio econémico acumulado como por las funciones que sus distintos organismos auté- nomos desempefiaban en las relaciones entre el sector pro- ductor agrario y las industrias transformadoras (8). Dado cl cardcter privado o semiprivado de esos entes auténomos, en su seno se habia articulado una poderosa élite agraria que orientaba los destinos de dichas entidades de acuerdo con sus particulares concepciones sobre la problematica del sector correspondiente, y que gestionaba el patrimonio eco- némico de las mismas. Habia otros sectores, por el con- trario, cuya disfuncionalidad con el sistema econdmico los habia convertido en entidades vacias de contenido que es- peraban, sin muchas angustias, e! momento de su desapa- ricién. La reforma de estos tiltimos no planteaba ningtin problema: se disolvian sencillamente y casi sin notarse. EI problema se planteaba, por tanto, con los primeros sindicatos. La desaparicion formal de la Organizacion Sin- dical, como condicién «sine qua non» para iniciar el sin- dicalismo democratico, implicé la desaparicién del apara- to burocratico de los distintos sindicatos sectoriales. Sin embargo, en el caso de aquellos Sindicatos de Rama que habian adquirido un importante protagonismo entre los agricultores, la desaparicién del aparato burocratico de la Organizacién Sindical signified que las entidades sindica- les existentes en su seno adquirieran una trayectoria pro- pia y autonoma desgajados de cualquier otra institucion de rango superior. Las élites agrarias de cada entidad sin- dical se erigieron, asi, en grupos resistentes a toda refor- ma que les amenazara su situacién de poder, planteando diversas cstrategias para contrarrestar e] ambiguo plan de- mocratizador del gobierno. Una de esas estrategias fue la de crear asociaciones profesionales privadas de tipo secto- rial, desde las cuales seguir ejerciendo su hegemonia en el seno de dichas entidades en competencia con las nuevas OPAS de cardcter general (9). W Tales cran tos casos de los Grupos Remolacheros o del Patrimonio Comunal Olivarero como organismos de los sindicatos del azicar y del olivo, respestivamen: te. Un analisis de sus Tuneiones y de las caracteristicas seguidas por el proceso de reforma puede verse en E. Moyano, Corporatismo y Agricultura (Madrid: IEAPA, 1984), pp. 129-160. (9) Es muy significativo el caso del sector remolachero en el que sus grupos he- jgeménicos se apresuraron en crear la Asociacion Nacional de Remolacheros para heutralizar el ascenso de los nuevos sindicatos de cardcter general y continuar con- {rolando los Grupos Remolacheros. La reforma democratica de los Sindicatos de Rama, atin hoy inconclusa, ha sido, por tanto, un proceso lleno de complejidad, no sélo por las importantes resistencias ins- titucionales generadas en el seno de muchas de sus antiguas entidades sindicales sino por la interferencia que esas aso- ciaciones de tipo sectorial han ejercido sobre el proceso de consolidacién de la O.P.A.S. de cardcter general. En efec- to, al no surgir esas asociaciones sectoriales como resuita- do de un proceso de especializacién organizativa dentro de las O.P.A.S., sino al margen de éstas y, en algunos ca- sos, con mayores recursos y con un importante poder per- suasivo sobre los agricultores de su respectivo sector, en la practica se ha producido una competencia entre ambas que ha sido fuente de conflictos internos para estas ulti- mas. Asi, en algunas O.P.A.S. de cardcter general se ha producido un conflicto sobre las estrategias a adoptar en el tema sectorial entre quienes han propugnado canalizar las reivindicaciones especificas de cada sector a través de las asociaciones profesionales de tipo sectorial creadas des- de las antiguas entidades herederas del vertical, y quienes han defendido la postura de potenciar los grupos especia- lizados por productos en el seno de las de cardcter general, canalizando a su través la problematica especifica de los mismos (10). 2. IDEOLOGIAS Y ORGANIZACIONES PROFESIONALES AGRARIAS (0.P.A.S.) Con el derecho de Libertad Sindical de 1 de abril de 1977 se inicié un vertiginoso proceso de libre creacién de sindicatos agrarios. Como puede verse en alguno de los tra- bajos incluidos en este nimero monogrdfico, més de tres- cientas organizaciones sindicales fueron legalizadas al am- paro de ese decreto. Unas, de ambito regional o provin- {10} Un fuerte poder persuasivo sobre los agricultores debido a las importantes funciones econémicas y de servicio que han desempeiado en sus relaciones con el sector industrial transformador. De nuevo, el sector remolachero es muy ilustrativo sobre el problema suscitado en el seno de algunas OPAS, concretamente en la Unién ‘de Campesinos Leoneses al discrepar respecto dela estrategia adoptada por la COAG. sobre el tema sectorial cial, que aspiraban a articular los intereses generales de los agricultores familiares; otras, con vocacién unitaria ofre- ciendo su mensaje sindical a todos los agricultores sin dis- tincién de categorias por el tamafio de sus explotaciones ni por sus diferentes orientaciones productivas; sin faltar aquellas otras asociaciones que pretendian erigirse en los representantes de un determinado subsector, reivindican- do para si la autonomia en el tratamiento de sus peculia- res problemas. Tras ocho afios de pluralismo sindical en la agricultu- ra espafiola el panorama asociativo se ha reducido a las cinco O.P.A.S. de Ambito estatal y cardcter general que son reconocidas por el gobierno y la Administracién co- mo interlocutores del sector: COAG (Coordinadora de Or- ganizaciones de Agricultores y Ganaderos del Estado Es- pafiol), UPA-FTT (Unién de Pequefios Agricultores de la Federacion de Trabajadores de la Tierra), CNJA (Centro Nacional de Jévenes Agricultores), UFADE (Unién de Fe- deraciones Agrarias de Espafia) y CNAG (Confederacién Nacional de Agricultores y Ganaderos). Cada una de es- tas asociaciones federa a numerosas organizaciones de m- bito provincial o regional, que al conservar sus siglas ori- ginales afiade un cierto confusionismo para un lector po- co entendido en estos temas sindicales (11). No es objetivo de este articulo exponer el proceso de génesis y desarrollo de las distintas OPAS, ya que en otros articulos de este nimero monografico y en otras publica- ciones se trata con detallle ese tema (12). Lo que se preten- de aqui es ofrecer algunos rasgos caracteristicos de los dis- (ID, Ademés, existen en algunas regiones, como Galicia, OPAS que no se han integrado en ninguna estatal, por lo que, si bien participan en la {que se desarrolla en su dmbito regional, ro son reconocidas como interlocutores por el gobierno central (12) Entre esos trabajos pueden citarse los de J.J. Gonzalez, «Las Organizacio- nes Profesionales Agrarias» en Papeles de Economia Espaftola, n? 16, 1983, pp. 286-301, y E, Moyano, Corporatismo y Agricultura... op. cit. pp. 195-264, como andlsis de cardcter general. Un analisis de casos regionales puede verse en T. Gar- cia, «Le Mouvement Paysans Asturians de 1965 a 1980», Tesis Doctoral, Université de Toulouse (Francia), 1981, y J.M? Arribas, «Un contflicto campesino en Castilla Le6n», Tesina de Licenciatura, Universidad Complutense de Madrid, 1983. «6 eR cursos ideoldgicos que han podido ser observados entre las OPAS a lo largo de dicho proceso y la fuerza explicativa que tienen sobre las actitudes mostradas por ellas respecto a la transicién democratica en la agricultura. Este andlisis en base a dichos discursos ideoldgicos se hace a sabiendas de que no siempre su contenido, elaborado generalmente por los dirigentes sindicales, ha coincidido con las posi- ciones adoptadas por las bases sociales. Auin asi, la expo- sicion de estos discursos puede iluminar una parcela no muy estudiada del sindicalismo agrario o, en el peor de los ca- Sos, suscitar un debate siempre util. 2.1. La «clase campesina» o la ruptura democratica con el sindicalismo vertical La pretendida armonia de los intereses agrarios que las Hermandades representaban se quebré cuando la pobla- cién agraria espafiola empezé a verse afectada por los efec- tos del desarrollo econémico. Como es ya bien conocido, la penetracién de la légica capitalista en el sector agrario desencadensé un proceso de diferenciacién social que con- dujo a la configuracién de distintos grupos de agriculto- res con posiciones diferentes en el sistema de produccién y distribucién, con explotaciones diferentes en lo que res- Pecta a la rentabilidad econémica de las mismas y con po- siciones también diferentes en el sistema de relaciones sociales. Esta diferenciacién de la poblacién agraria condujo a problematicas especificas para cada grupo de agricultores y aun tipo de reivindicaciones también diferentes ante las autoridades piblicas. Por ello, la idea integradora repre- sentada por las Hermandades dificilmente podia sostener- se en la prdctica; no sorprende que surgieran grupos disi- dentes que cuestionaran el papel desarrollado por esas ins- tituciones en materia reivindicativa y propusieran formas de organizacién alternativas al corporativismo oficial. E: tas disidencias se componian, fundamentalmente, de agri cultores con explotaciones de tipo familiar, de cardcter in- tensivo, plenamente integradas en el mercado y sometidas 4“ a.una relacién dependiente con las industrias alimentarias; agticultores que, ademés, se encontraban marginados de los centros de poder (Hermandad Nacional, Unién Nacio- nal de Empresarios,...), en los que la élite agraria consti tuida por los grandes empresarios de explotaciones exten- sivas era hegeménica. Para ellos, las instituciones del sin- dicalismo vertical no sélo eran medios ineficaces para ca- nalizar la defensa de sus intereses sino también reductos en donde se parapetaban, para su propio beneficio, las €li- tes tradicionales. El estallido de esa dindmica conflictiva, que se habia mantenido en estado latente durante los ultimos afios del franquismo, se produjo al comienzo de la transicién de- mocratica en forma de movimientos de protesta localiza- dos en determinadas zonas y utilizando nuevas formas de organizacién, hasta entonces desconocidas entre el cam- pesinado (ver en este sentido el resto de los articulos de este mimero) (13). Lo que interesa resaltar aqui es que al compas de esos conflictos y movilizaciones se fue confi- gurando un discurso sindical caracterizado por su conte- nido «de clase», es decir, por concebir a la sociedad rural como una sociedad dividida en grupos de agricultores con posiciones diferentes en el sistema capitalista de produc- cién y distribucién y, por tanto, con intereses distintos: los agricultores familiares 0 «clase campesina» y los empre- sarios agricolas. Los primeros, valorizando su trabajo y asumiendo una posicion de «agricultores-trabajadores», y los segundos, buscando la rentabilidad del capital inverti- do en sus explotaciones y asumiendo una posicién de «em- presarios-capitalistas». Este discurso sindical integraba, por tanto, la dindmica social agraria en un esquema de lucha de clases, en el que se veia a la agricultura atravesada por las contradicciones del modo de produccién capitalista, y en el que se dejaba ya de considerarla como un sector «aparte», con su autonomia propia y sus particularismos respecto de la sociedad global. Se rompia, asi, la idea cor- (ia) Uninteresante y pedagégico trabajo sobre esa nueva conflictividad campe- sina puede verse en J.L. Alonso y otros, Crisis agrarias » luchas campesinas (Ma- drid: Ayuso, 1976) 2 Porativista de la agricultura como un sector homogéneo que debia buscar la defensa auténoma de sus intereses es- pecificos en una especie de «frente agrarion, en el que de- bian integrarse todos los agricultores sin distincion de cla- ses ni categorias. Esta idea es sustituida en el discurso del sindicalismo «de clase» por la idea de la heterogeneidad interna del sector agrario y su penetracién diferenciada por el modo de produccién capitalista, y, como consecuencia, por la idea de un panorama sindical agrario dividido en diferentes opciones, cada una de ellas buscando alianzas naturales con grupos sociales no agrarios con posiciones similares en el sistema econdmico y social. El sindicalismo «de clase», configurado en torno a es- te discurso y al compas de la nueva conflictividad agraria desencadenada en los iltimos afios del franquismo y pri- meros de la transicién democratica (14), planted una abierta Tuptura con el corporativismo representado por las Her- mandades y los Sindicatos de Rama. Esta ruptura se ex- plica no sélo por el contenido de su discurso ideoldgico, que, como se ha sefialado, rechazaba la idea corporativis. tae integradora de la agricultura, sino también por la exi- gencia que planteaba de una democratizacién en los siste- mas de representacién de los intereses agrarios como uni- ca forma de que los grupos mas débiles econdmicamente pudieran tener posibilidad de acceder a los centros de de- cision. Para esta opcidn sindical, la disolucién de las Her- mandades y de los Sindicatos de Rama era una condicién indispensable para el avance del proceso democratico en la agricultura, ya que el mantenimiento de esas herencias corporativistas significarfa la reproduccion de las relacio- nes de dominacién en el medio rural y una permanente in- terferencia para la consolidacién de ios nuevos sindicatos (19) Las «Uniones» integradas en la COAG han sido los sindicatos mas caracte- isticos de este discurso ideol6gico, si bien hay que reconocer la heteroneneidad de 12 opei6n sindical en lo que respecta a los rasgos socicconémicos y politicos de sus bases sociales. Ello obligaria a matizar algunos de los elementos expuestos si se quiere hacer referencia a alguna Union en conereto. La UPA-FTT, organizacisi integrada organicamente en el sindicato socialista UGT, constiuye la otra ope Fepresentativa del sindicalismo ade clase»; agrupa, fundamentalmente, a peat agricultores, muchos de ellos a tiempo parcial. agrarios, sin contar con la instrumentalizacién a que po- drian ser sometidas desde los poderes publicos. Como ya se ha sefialado, la posicién rupturista con res- pecto al sindicalismo vertical tropez6 con importantes di- ficultades para convertir en un proyecto alternativo viable su propuesta inicial de trasladar las funciones de las anti- guas instituciones corporativistas a los Ayuntamientos y a los nuevos sindicatos agrarios. Esta inviabilidad, junto a la imprecision del proyecto alternativo en si mismo, im- pidié que la posicién rupturista preconizada por las orga- nizaciones alineadas en el sindicalismo «de clase» encon- trara un apoyo masivo entre los propios agricultores fa- miliares y fuese adecuadamente canalizada hacia la arena politica por parte de los partidos de la oposicién ideolégi- camente afines con ellas. Asi, esta posicién rupturista, tanto con respecto a las Hermandades como a los Sindicatos de Rama, lejos de cohesionar en torno suyo a un sélido mo- vimiento de apoyo ha sido causa de conflictos internos en el seno de las propias organizaciones a la hora de definir las estrategias a adoptar ante el proceso de reforma, y no de ruptura, emprendido entonces por el gobierno (15). 2.2. El «agricultor-empresarioy 0 la ansiosa biisqueda de una hegemonia perdida La penetracién de la agricultura por el modo de pro- duccién capitalista ha significado, de forma general, una pérdida de hegemonia del sector agrario en el sistema eco- némico y, como consecuencia, un debilitamiento del po- der de las élites agrarias en el sistema social. Estas élites agrarias y sus bases de apoyo, compuestas principalmente por agricultores con explotaciones de tipo extensivo, han representado un modo corporativista de concebir ia agricuitura, defendiendo el «particularismo» (13) Buena prucba de este problema fueron las divisiones creadas en el seno de la. COAG ante las elecciones a Cimaras Agrarias de 1978, que le impidieron la adop- cign de una postura homogénea y sin ambiguedades, 6 del sector como un sistema social homogéneo cuyos valo- res e instituciones naturales habia que proteger. En torno a estas ideas corporativistas e integradoras, dichas élites agrarias han ido configurando un peculiar discurso ideo- légico sobre el eje del «agricultor-empresario», caracteri- zado por concebir la explotacién agricola como una em- presa cuyo objetivo fundamental ha de ser la obtencién del maximo beneficio econémico. Sobre esta especie de principio axial, las diferencias entre los agricultores por ra- zones de tamafio de la propiedad, formas de tenencia u orientacion productiva son entendidas como diferencias de rango menor conciliadas todas ellas por el rasgo comin de ser «empresarios». Segtin este discurso integrador, to- dos los agricultores deben articular la defensa de sus inte- reses a través de una poderosa organizacion que represen- te globalmente, de forma unitaria, al sector agrario ante la Administracién y ante otros grupos sociales. Es facil comprender que fuesen esas élites agrarias y sus bases de apoyo las que mds se identificaran con el sin- dicalismo vertical representado por las Hermandades, ya que estas instituciones canalizaban a su través las distintas medidas protectoras hacia el sector agrario y les garanti- zaba, mediante sus modos no democraticos de representa- cién y sus distintas formas de control social, la reproduc- cién del sistema de dominacién existente en el medio ru- ral. Eran esos grupos, por tanto, los que mds tenian que perder al comienzo del proceso de transicién democratica en la agricultura y los que utilizaron, en consecuencia, sus cuantiosos y variados recursos para evitar la disolucién de un marco institucional al que consideraban funcional pa- ra el sector agrario, y-en donde dichas élites habian ejerci- do tradicionalmente su hegemonia. Es importante sefialar, sin embargo, que si bien las éli- tes agrarias hegeménicas en el seno de las Hermandades estaban formadas principalmente por los grandes agricul- tores del Sur y de la meseta castellana, el discurso ideol6- gico corporativista y la resistencia a la desaparicién del sin- dicalismo vertical tenfan unas bases sociales de apoyo de mayor amplitud y diversidad. Tras ese discurso se cohe- sionaba un sector de agricultores caracterizado por poser explotaciones de todos los tamaiios y, generalmente, de tipo extensivo, con orientaciones productivas especialmente be- neficiadas por los distintos sistemas proteccionistas de la politica de precios y regulacién de mercados, y, como con- secuencia, escasamente dinamizado por los efectos de la competencia y por sus débiles relaciones con las industrias alimentarias. La idea del «agricultor-empresario» con sus ribetes de propietario y empleador, elaborada por las éli tes agrarias y, en alguna medida, reflejo de las caracteris- ticas socioeconémicas de muchos de sus miembros, era in- terpretada por sus bases de apoyo no en el sentido del em- presario capitalista competitivo que busca valorizar las in- versiones realizadas en su explotacién sino en un sentido diferente, A saber, en un sentido «particularista», respec- to del empresario industrial, haciendo hincapié mas en la idea de propiedad que de empresa, y entendiendo el benefi- cio econémico mas como resultado de las medidas protec- toras, reivindicadas como un derecho, que de la competi- tividad y eficiencia de sus explotaciones. Un sector, por tanto, especialmente temeroso a la posible aplicacion de una politica modernizadora que concebiria a la agricultu- ra como una actividad mds en el sistema econémico gene- ral y que, en consecuencia, reflejaria en sus contenidos la pérdida de la hegemonia del sector agrario y su posicién subordinada al resto de los sectores. Asimismo, temeroso de entrar en el juego de una nueva dindmica social en el que la libre articulacién de intereses a través de asociacio- nes de todo tipo acabaria por impregnar a la sociedad ru- ral de las contradicciones propias del sistema capitalista, rompiendo asi el mito de la

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