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Yo una vez fui granadero Patricia Gutiérrez Méndez Un momento histérico complejo, una joven dispuesta a todo para hacer valer su destino, y un primer amor que se conjuga con el amor a la libertad de todo un continente. Esta atrapante novela nos lleva a recorrer, con sus protagonistas, un camino de héroes. CCoordinadora de Literatura Karina Echevartia ‘Autora de secciones especiales: Valeria sudth Stefani Corrector: Mariano Sanz Coordinedore de Arte Netaa Otranto llustrecign de tepa: Erniaro Vilalbe Diegramectn: Korine Dominguez yet ars Pica ati Minder strate por OW ps teem. (Azuleyos rojas 68) Ise 9re50.01200-7 ebontnane " EX coleccisn Azulejos -Serie Roja EY ‘Ave Blanco calgon, Sino province de Outros Aes, Arg latraneformacioa de ese br. en cuslavier forma 0 por cuniqiee Medic, Lea etectrarco 0 Prac Gur” Men rac el 6 de utio 46o 1973, on la cudad de Buenos Aes. la ma yor de cuntro hermanas Es Licencioda en Rela ‘ines Internacionales, del Universidad del Sa vador,Trabajé on a Caeileriay on el Gobiero dele Province de Buenos Aires, Est casaday tiene tes jos. Ene 2009 co mena a esenbir para ellos y publi algunas de sus historias en la see “Entre todos hacemos laPatrio" de Crtaro que expla hechos dela Historia Argentine para los més pequios: Myo de 1810, Don José. Don Manvel y 9 de uf de 1816. En 2015, publ ena colecibnAzuejes ser Rej) de Estrada la novela jwenl Eestoque de mange deplate,y en 2017, enle miss clecin, ET hor bre que custo el Nort. ‘Ademas leva adelante desde el ao 2009, un blog scbre historia (onwwyoumolhistoi blogspot.com, desde el 2013 aro con resefas yr comendaciones de bos para nits (ww eyendaconloschicosblogspot coma). Yo una ver ful grandere | o La obra LUNA AVENTURA DE NOVELA [A princpios de 1817 un grupo de alrededor de cinco mil hombres, al ‘endo del general San Mati, iniciaba una de las preezas més grandes de la histviaargentina:e cruoe de a Cordillera de los Andes. Las difultades eran muchas: el temitorio escarpado y el transperte de caiiones, animales y toneledas de provsiones el cima extremo que obligaba incluso abrigar alos animales; une alnentacién reducida a charquicebol, ‘yoy galletas de maz; y ia said del general que ya porentonces sufi ileeras aque le provocaban grandes dolores. Prec imposible Muchos autres de literatura se han inspitedoen esta nnmensa aventura «que costs la vida a varios, pre signe la libertad de todo un eontnente. A travis de la narativa historia o de ambientacién histvica so an recreado les principales episodios de esta gestaheroice. En ests oportunidad, Ia autora 10s ofrece una ficin que se enmarcaen los dias previos inmediatamente pottrioes ol crucey nos event a historia de una mujer, casi una nia, que intent ser parte de uno aventura inspivdora. Los dates histéicos (eh lugares, principales nombres) son reales y estén documentados. La ficin Ia encarnan los tres protagoristas de esta aventura, de esta novels, de esta aventura de novel 6 Patricia Guterez Never Yo una vez fui granadero Patricia Gutiérrez Méndez James me heron voc ni tee. Manuele Stone (795-930) A las mujeres de mi vida. Verénica, Mariela, Natalia. Marce, Juli, Romi, Laura, Emele, Flor, Pao, Mariana, Ceci, Noe, Annie. A Cintia Castelli. 1 | Nochebuena de 1816 Todo empez6 una calurosa mafana de diciembre. Falta: ban solo unas horas para Navidad. La ciudad de Mendoza estaba alborotada por la presen: cia del ejército, a pesar de que hacia un par de anos que se preparaben para la gran aventura, Ese alboroto alcanzaba a todas las edades, no era una cuestion solamente de adultos. Hasta la formacién del Ejército de los Andes y la llegada de tantos hombres importantes, a los chicos de nuestro pue. blo solo nos importaban las cosas de chicos: aprender la ins: trucci6n basica, los quehaceres femeninos para las chicas, las tareas de campo para los chicos y jugar. Nos encantaba jugar. Trepabamos a los érboles, con ramas en las manos si mulando espadas. y jugabamos a combatir espafioles. Pero mi juego preferido en verano era meterme al rio. Sofaba con viajar por el mar y conocer el mundo, y el rio era lo mas cercano que tenia, Estanislao, Braulio y yo iba mos a escondidas a la orilla del rio y con ramas y canas ar- mabamos une canoa. Nunca logramos que funcionara como, canoa porque en cuanto nos subiamos se hundia o se des- armaba. Mi mamé me tenia prohibido ir al rio porque le parecia peligroso, pero a mi nada me detenia en cuanto a busqueda de aventura. Yo wna vex fui gransdero | 9 También me encantaba andar a caballo y lo hacia siem pre que podia. O pasear por la montafia. Adoraba la monta- ‘na. Podia pasarme horas mirandola levantarse majestuosa hasta tocar el cielo, Sus picos nevados eternamente, sus la- deras empinadas, amenazantes al ser humano que inten- tara desafiarlas. Esa pared inmensa, inabarcable, que nos separaba de Chile pero que, a la vez, impedia el paso de los espafioles a nuestras tierras. Las cosas en casa también estaban alborotadas. La tran quilidad de antafio que se respiraba en los grandes selones y en los patios de la vieja casa se habia perdido. Ahora Al: bertina, mi mama, ademas de ocuparse de mi educacion y la de otras chicas, estaba abocada a ayudar al Ejército de los Andes eno que se necesitara para cruzar la cordillera, De la educacibn de las mujeres se ocupaban las madres € institutrices. Nos reuniamos en nuestra casa, a veces en otras casas como la de los Balcarce, los Gurruchaga o los Ferrari. La instruccién era basica y formal: leer y escribir. Ademas aprendiamos todo lo que une futura esposa debia saber: coser, bordar, tejer y hasta ocuparse de la adminis tracién de una casa. Para mi era lo mas aburrido del pla- neta. Por supuesto que siempre con una sonrisa aceptaba ‘el mandato que me tocaba. Pero yo queria estudiar. Queria ser come los hombres, que si iban a la escuela; poder ele- gir una actividad mas alla de ser “esposa’. gPor qué no po- ia ser médico? 20 abogado? ¢Qué no podiamos entender las mujeres? 10 Pata Guide Minds Envidiaba a Estanisiao, mi amigo desde que éramos muy chicos. Estanislao iba a un colegio y aprendia lo que yo que- ria aprender: matemética, historia, Filosofia y hasta teolo: gia —que no era mi favorita pero la hubiera preferido antes que border. En una oportunidad, e! abuelo de Estanisiao le regalo os libros. Lo vino corriendo a mostrarmelos. Estaba muy content. =2Qué te parece. Victoria, si te qued4s con uno, yo con otro, y cuando terminemos los intercambiamos? —propuso Estanislao. iMe encanta Ia idea, Lao! —le dije feliz, Me gustaba que alguien reconociera que aunque fuera mujer podia leer lo mismo que los hombres, =éCusl querés? gLos viajes de Gulliver 0 Robinson Cru- soe? ~me pregunt6. iLos viajes de Gulliver! le dije encantada por el titulo dellibro. jHechol Cuando terminemos, los cambiamos. Aunque son largos, asi que vamos a tener para entretenernos. Cinco dias después apareci en la casa de los Bermidez con el libro en la mano. Hola, Victoria. Qué pasé? Fue demasiado para vos, gverdad? Tal vez debi haberte dado un libro un poco mas sencillo —dijo Estanislao con tono pensative. —No, Lao. Vengo a devolverlo y 2 que me prestes el otro. Ya lo termine. Estanislao se quedé parado en |a puerta sin moverse. —Cerré Is boca, Lao. Te va a entrar una mariposa —le dije riéndome, Ese dia Estanislao comprendié cuanto queria estu- diar yo. Cuanto queria tener la misma posibilidad que tenian los hombres. Desde aquella vez, sin que se lo pidiera, Lao me pres~ taba libros que yo devoraba a escondidas en mi habitacion. La manana previa a la Nochebuena, Estanislao y yo fuinos al rio. A Braulio no lo encontramos y decidimos ir solos. Pa- amos varias horas en el agua nadando. Después nos tiramos bajo un sauce y Estanislao me contaba lo que habia aprendido en el colegio. En realidad, yo lo torturaba para que me con- tara. También hablamos sobre los preparativos del Ejercito para cruzar los Andes. El tera del cruce era casi obligatorio en nuestras conversaciones. Nos parecia la aventura Final, lo mas extremo que se nos podria ocurrir. Era fascinante. Los padres de Estanislao también estaban comprometi- dos con la causa de la libertad y Ia empresa del cruce de los Andes. Alfonso Bermudez, su papa, era un militar de carre- ra, con el grado de capitan. Su mama colaboraba bordan- do. Estaba sumida en la tristeza desde que su hijo mayor, Ladislao, habia muerto en la batalla de Salta, hacia ya tres afios. Simona Bermidez odiaba la guerra y ya no le importa- ba si éramos libres 0 dependiamos de Esparia para siempre. Con la muerte de su hijo se habian ido sus ganas de vivir. Por este motivo, la nama de Estanislao habia hecho todo lo posible para que el unico hijo que le quedaba no fuera parte del Ejército. 12 | Porc Gtiérex Minder —iDale, Victoria! ;Tenemos que volver! Sabés que si tu mama nos descubre, nos mata. A vos por desobedecerla, a mi por habértelo permitido. =iYa voy! (Ya voy! Ah...jmira! Ahi viene Braulio. Tal vez. —No, Tal vez nada. Tenemos que irnos. Braulio era un esclavo perteneciente a nuestra familia, tenia quince anos, la misma edad que Estanislao y un ano mas que yo. Cuando podia, también se escapaba con noso- tros al rio, Pero esta vez no era una visita de recreacion, Braulio llego con noticias. —iHola, Braulio! —Ie dije y corri a abrazarlo, —iHola, Victoria! |Hola, Lao! —nos salud, iQue haces por aca, Braulio? —le pregunte esperan- do que la respuesta fuera una invitacién a seguir nadando y disfrutando del dia. Vengo a buscarte, Victoria. Hoy es la cena de Nochebue- na en casa de la familia Ferrari y tu mama esta buscandote por todos lados. Aparentemente va gente muy importante y vos tenes que prepararte. Y vos, Lao, también, tus padres te buscan —nos dijo Braulio un poco serio y apurado. —iPero claro! |Me habia olvidado! —grits Estanislao—, por lo que dijo mi padre. —Por lo que escuchaste detras de una puerta, querras decir —lo interrumpi mirando a Braulio y riendo los tres. Si. es verdad. Por lo que escuche detras de una puer- ta —repitié con ironia Estanislao—, a la cena de Nochebue- imo San Martin y su espose, la sefiora ha asistiria el mismi Yo una vez Fal grenade | 13 Remedios —dijo—. Asi que mejor volvamos cuanto antes. Gracias, Braulio, por avisarnos. Y asi volvimos los tres a nuestras casas, Mi madre me esperaba en la puerta de la vieja casona A lo lejos yo podia divisar su vena. Cuando se enojaba, a mi mama se le hinchaba una vena en la frente. Aunque me es- tuviera mirando con una sonrisa, si la vena de su frente es- taba hinchada, yo sabia que estaba en problemas, Gracias, Braulio —dijo mi madre con media sonrisa y haciendo una pequefa reverencia con la cabeza—. Victoria, por favor entre. La espero enla sala. Por supuesto que se venia un sermon —Victoria...Entiendo que tiene catorce afios y quiere di- vertirse con sus amigos. Pero tiene que entender que todos estamos trabajando por la libertad. Su padre pertenece al Gobierno y no queda bien que una seftorita de su edad y su condicion este desaparecida por ahi jugando con un mucha- chito de quince afos.. —iPero, mamal ¢Qué quiere decir? Estanislao y yo nos conocemos desde chicos, ustedes son muy amigos de los Bermudez. Qué insinia? —Nada, No insinuo nada, Solo que tiene que comportarse como una seforita. Como una dama. Que sea la ultima vez que tengo que mandar a buscarla, Ahora retirese a su habi- tacion y preparese para esta noche. Si, mamé —le contesté con la cabeza gacha y corria mi habitacion, 14 [Ftrci Gutiérrez Néndez Llegamos a la casa de los Ferrari y en la puerta nos es- perabe Laureana, la hija de don Joaquin y dofia Maria del Rosario, los anfitriones. Laureana tenia mi edad. No éramos amigas, pero nos llevibamos bien. En realidad ella se lleva ba bien con todos. A mi. a decir verdad, me molestaba un poquito que siempre estuviera de buen humor, impecable en su aspecto, bien peinada, ni un cabello fuera de lugar. educada y sonriente todo el tiempo. Como si quisiera con- Graciarse con todos. Pero la verdad es que mi relacion con ella era cordial Primero pasamos a la sala donde los criados servian copas previas a la comida. De repente vi como Estanislao perseguia a la criada de los Ferrari para cazar otra copa Cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando se rio. Se acercé y me dijo: —Parémonos detras del cortinado mayor y probas un trago. Sali casi corriendo a probar de esa copa. Nunca supe qué ‘tomé. Pero me quemé la garganta. Ahogué el grito de desa- grado para que los adultos no se dieran cuenta mientras Es- tanislao se reia a carcajadas con mis caras de asco. Desde ese dia juré no volver a tomar alcohol en toda mi vida, Cuando estabamos por pasar a la mesa llego el general San Martin con su esposa, Remedios de Escalada, y la pe- quena Mercedes que ese dia cumplia cuatro meses de vida. Todos se quedaron quietos. En a sala se hizo un silencio res- petuoso. Cuando San Martin entraba a una habitacién la gente Yo uns ver fui granaders | 15, ‘quedaba paralizada, Su personalidad se imponia y era como si abarcara toda la habitacion. Pero él era un hombre humilde yy nunca lo vi hacer alarde de su condicién ni de su liderazgo. Fue la primera vez que vi al general San Martin. Siempre me habia imaginado que una personalidad tan importante me dejaria sin palabras. Y sin embargo su persona me ge- neré paz, tranquilidad. Sus ojos irradiaban autoridad, pero 2 la vez tenia algo de paternal, de seguridad; esa sensacion que generan los padres cuando con una mirada nos hacen saber que ellos estén ahi para cuidarnos. La cena fue tranquila, mas bien alegre, se notaba en to- dos un brillo especial en las miradas, como de esperanza, ‘como si se le pidiera a la Nochebuena un Gnico deseo: que el cruce de los Andes fuera exitoso. En un momento, San Martin expres6 su deseo de con- tar con algiin estandarte, alguna bandera que identificara al Ejército de los Andes. Inmediatamente las mujeres de la mesa se ofrecieron a confeccionarla. Se podrén imaginar que la seforita Laureana fue la primera en saltar de su si lla y ofrecerse, También fue la primera en decir que la ban- dera estaria lista para la vispera del dia de los Santos Reyes. Yo no podia creerio. ¢En tan poco tiempo? Es cierto que si bien nadie sabia exactamente cuando iba a ser el cruce ni por donde, todos sabiamos que era inminente. Después de la cena, San Martin pidié un brindis por las damas mendocinas que iban a coser la bandera. Mi madre se acercé a miy me dijo, 16 [Paco Gutirrer Méndex —No la vi muy entusiasmads con la idea de la bandera y, como comprendera, se necesitan muchas manos. Por favor, vaya a hablar con Laureana y ofrézcase para ayudar. Pero, mama —le dije—, sabe usted que no me gusta co- ser, ni bordar. Lo hago porque es mi obligaci6n, pero no me gusta Lo 5€. Y esto también es una obligacién. Usted partici- pa, mocita —dijo terminante mi mama Inmediatamente y con una sonrisa me acerqué a Laurea- na y le of eci mi ayuda. iAy, Victoria! —me dijo exageradamente Laureanita mientras me abrazaba—. (Gracias! (Gracias por ser parte de esta aventura de crear la bandera que lleven nuestros hé. roes a través de los Andes! —siguid casi los gritos. La exa- geracion era uno de sus rasgos mas notorios. —Bueno, Laureana...De nada...Es un placer —e dije mien tras trataba de soltarme de sus brazos—. Tampoco esta- mos creando une bandera, Solo la estamos cosiendo —le respondi. ~iBueno, querida Victoria! jSomos parte de la aventura! —insistié Laureana, Parte dela aventura seria cruzar los Andes junto al ejérci to “le dije con un sarcasmo que no le gusté nada a mi mamé. iAy Victoria! jLas cosas que decis! —intervino mi ma: dre, y todas las damas rieron. Menos yo Me di vuelta y vi, alo lejos, al general San Martin que le- vantaba su copa y hacia un ademsn de brindis hacia donde estabamos nosotras. Eso me devolvi6 el humor. No me gus- taba coser pero la mirada del general me hizo der cuenta de que yo estaria en lo correcto colaborando con la bandera, 18 Patrica Gutiéree Méndez 2| La bandera de los Andes El mismisimo 26 de diciembre las mujeres que nos ha- biamos reunido en la casa de los Ferrari comenzamos a re- correr la ciudad en busca de telas para la confeccién de la bandera. Poco y nada conseguiamos, Yo acompatiaba ¢ Lau- reana ya Remedios de Escalada Esa tarde calurosa, mientras caminaba con las mujeres Por las calles mendocinas, vi pasar corriendo a Estanislao y 8 Braulio rumbo al taller de fray Luis Beltran. Braulio, cedido por mi familia al Ejército, habia sido de- signado como uno de los trescientos ayudantes del frai- le que era el encargado de la Maestranza y Laboratorio de Mixtos. En el laboratorio se ocupaban de las armas. Fundian metal para hacer balas y cafiones. También fabricaban gra- nnadas jy hasta polvora! Era normal verlo a Braulio correr de un lado a otro bus- cando material para la Fundicién como lo eran las campanas de los monasterios e iglesias. Pero me llamo la atencion que con Braulio estuviera Estanislao. Aproveché un momento en que Remedios y Laureana entraron a una tienda en la calle del Carino Botao y disimu- ladamente sali corriendo para interceptar el paso de mis amigos. Yo una vez Fai granadero | 19 —i€y! Lao, Braulio. Qué hacen por acé? —les pregunté en voz baja —iVictoriat ¢Qué haces aca? —me pregunt6 asombrado Estanisiao. —Estoy con la sefiora Remedios y con Laureana buscan- do telas para la bandera del Ejército. .Ustedes qué hacen? —Estoy trabajando con Braulio y el fraile —contest6 Esta- nislao—, ya sabés que no puedo ir al Ejército a pesar de las ganas que tengo.. El padre de Estanislao pertenecia al grupo de oficiales del Ejercito. Su tarea era la instrucci6n. Pero la madre habia intervenido insistentemente para que Estanislao no fuera convocado. Esa pobre mujer no podria soportar la muerte de otro hijo. Entonces mi querido amigo fue asignado a tra bajar en el taller con el fraile y Braulio. Estanislao y yo teniamos, ademas de nuestra amistad, algo mas en comin: ninguno de los dos estaba contento con la tarea que se nos habia asignado para ayudar en la Cau sa. Estanislao queria cruzar las montafas y luchar junto al Ejercito de los Andes. No le tenia miedo a la guerra y creia que la mejor manera de honrar a su difunto hermano era lu- chando por la libertad por la que aquel habia dado su vida y no quedandose en la comodidad de sus tierras. De repente aparecié Laureana mirando a todos lados, como buscéndome, asi que me despedi de mis amigos y corri a verla, —iVictoria! jAhi estas! {Veni por favor que por fin encon- tramos la tela que necesitamos! —me dijo Laureana con un 201 Patricia Guierer Merde entusiasmo, para mi, desmedido. Ahora entiendo que a ve- ces yo me tornaba un poco intolerante... Remedios y Laureana habian conseguido /a tela celeste que tanto habian buscado. Aunque la sarga no era la seda que esperaban, por lo menos si habian conseguido el color celeste que queria el General. Ya teniamos todo para hacer la bandera que nos habia encargado San Martin y para cuya confeccién nos habia dado precisas instrucciones. ‘Ademas de [a tela, Laureana habia donado las lentejuelas de oro de sus abanicos y algunos diamantes para la bande- ra, Remedios habia donado las perlas de un collar. Las que no tenian qué donar, aportaban su trabajo, como por ejem- plo las tres monjitas del Monasterio de la Buena Ensefianza que nos acompattaron cosiendo la bandera, Nos reuniames todos los dias. Laureana, Remedios, Dolo- res Prats, Narcisa Santander, Mercedes Alvarez, Manuela Cor- valén y yo. Nos ibamos turnando para poder coser todo el die. A veces haciamos turnos ala noche. Habia que terminar la bandera para el § de enero. No podiamos perder tiempo. Las instrucciones eran precisas: la bandera debia conte- nner los colores patrios, mitad celeste y mitad blanca. Ade- mas, un sol como simbolo de la unidad nacional, un gorro frigio como simbolo de la libertad, manos entrelazadas sim- bolizando la unidad fraternal, la pirca de piedras simboli- zando la cordillera desafiante que debian cruzar nuestros soldados, los laureles como emblema de la victoria. Nada se le habia escapado a nuestro General. Yo una vex fui granadero | 21 Un dia antes de la entrega, y con la bandera casi lista, Laureana y yo nos tomamos un descanso y salimos al pa tio con una taza de té cada una. Nos sentamos bajo un arbol enorme que era uno de los pocos refugios del sol ardien- te del verano. Yo refunfuriaba, como siempre. La combina- cién entre trabajo extenuante y calor no era buena para el caracter. Laureana me miré y me dijo: —éPor qué estas aca, Victoria? No se te nota muy con- tenta, Te obligé tu mam’, seguro.. No, no, Laureana. Bueno... digamos que me inst6 a ayu dar... nos miramos y nos relmos—. Quiero colaborar con la Causa libertadora, pero me gustaria algo més... més... Como decirlo? De mas aventura no seria adecuado. —Te entiondo. Te gustaria ser como la negra Tenorio, everdad? —sugirio Laureana —ZQuién? —pregunté desconcertada. —Josefe Tenorio —me contesté Laureana sin mirarme y mientras sorbia un poco de té— es esclava de dofia Grego: ria Aguilar. =2Y qué tiene que ver Josefa Tenorio conmigo? —Tenorio, como todos los esclavos de la ciudad, fue ce- dida al Ejército para colaborer, Pero ella solicité incorporar- se como granadero. Y aparentemente, don Juan Gregorio de Las Heras la acepto. Va a cruzar las montanas. jVestida de hombre! Qué locura, ;no? Es una mujer, su labor debe- ria ser otra. 22 Paice Gutiree Méndez No sé qué siguid diciendo Laureana porque yo quedé fascinada con esa informacion. Una mujer vestida de hom- bre, dentro del ejército, participando de la gesta gloriosa, ¢Cémo no se me habia ocurrido? Laureana interrumpio mi pensamiento llamandome para volver ala labor de la bandera. All fuimos las dos. Pero mi men- ‘te qued6 bajo ese érbol, pensando en Josefa Tenorio, La bandera fue terminada a tiempo y entregada ai general ‘San Martin. En el momento en que la bandera salié de la casa de los Ferrari me quedé parada en la puerta junto a otras chi- cas mirando cémo se iba el estandarte recién nacido. {Estas llorando, Victoria? —me dijo Laureana con una sonrisa sarcastica, —No, no. Nada que ver, Laureana —le dije mientras me limpiaba la cara—. Es este polvo que se mete en mis ojos. Nada mas. 2Por qué lloraria, queria? —Porque te emocionaste. No querias coser pero ver la bandera que vos ayudaste a coser camino a cruzar los An- des te emociond —me respondio contundente Laureana, Me quedé sin palabras, no pude contestarle. Solo pude seguir con la mirada le calesa que se alejaba con las muje- res que llevaban la bandera, E15 de enero la ciudad fue una fiesta. Yo habia esta- do despierta toda la noche. La presentacién de la bandera me provocaba dolor de estémago. ¢Tanto renequé de co- ser la bandera y ahora estaba emocionada? gQué era esto? Perolo que realmente me tuvo en vela fue la idea de Josefa Ye una ver fui granséere | 23 Tenorio cruzando los Andes como granadero. No podia dejar de pensar en eso. Las Heras habia aceptado que una mujer participara del Ejército de los Andes. ¢Aceptaria dos? ¢Po. dria ir yo también? Aun si me eceptaben, mi madre pondria un grito en el cielo y me encerraria antes que dejarme ir. Desde que me habia enterado, solo pensaba en eso. Te- nia que hablarlo con alguien, y ese alguien era Estanislao. Para él también podria ser une solucién. El también queria cruzar los Andes y luchar junto con el ejército patriota. Si éramos dos los que nos colébamos entre los soldados, tal vez la empresa podia resultar mas sencilla Nos preparamos con mis padres para asistir al evento, Mi madre me sugirié usar un vestido negro que le pare. cla mas formal. Le dije que era un dia de fiesta, no de luto. Busqué mi vestido mas alegre. No usé peinetén, ni mantilla Dejé mi cabello suelto, sujetando dos mechones en la parte de atrés de la cabeza para que no taparan la vision. Desde las 9:30 de la manana estuvimos con mis padres parados en la calle de La Cafada. Mi padre no queria per- derse absolutamente nada. La calle estaba completamen- te adornada con arcos florales y colgantes. Las casas y sus, balcones también estaban adornados. Toda la calle reluci de colores vivos. La emocién de la gente flotaba en el aire, casi podia palparse. Alrato de llegar aparecié Estanislao y se qued6 con no- sotros. Su padre estaba en las filas del Ejército y su madre se habia quedado en su casa 24 [Patica Guides Méndez Alas 10 en punto los campanarios de ocho iglesias repi- caron simultaneamente para anunciar la entrada del Ejér- cito de los Andes. Luego la tropa siguid caminando por la calle de La Caftada hacia el sur. La mayoria de la gente a los costados le tiraba flores y coronas de laureles. Yo le pedi permiso a mi mama y fuimos con Estanisio siguiendo la procesién. Tomamos la calle La Alameda y doblamos al este por la calle San Francisco rumbo al Convento de San Francis- co. Cuando llegamos, salié Ia imagen de Nuestra Sehora de! Carmen, que era la patrona del Ejército. La procesién —in- tegrada por soldados. oficiales. el Estado Mayor. el gober- nador Toribio Luzuriaga, hombres, mujeres y nifios del pueblo— siguié su camino hacia la Iglesia Matriz de la ciudad de Mendoza, en donde el cura Guiraldes bendijo la bandera y puso al Ejército bajo la proteccién de la Virgen. La ceremonia parecia cubierta por elgun encantamiento que Ia hacia magica. Yo estaba tan emocionada, tan ensimismada con lo que es- taba presenciando que la salva de veintiin caftonazos que s2- ludo y rindié homenaje al acto me hizo saltar y fui a parar a los brazos de Estanislao. No sé muy bien qué pasé en ese momen- to, No sé si fue lo emotive de la ceremonia o la necesidad de compartir el sentimiento con alguien, pero Lao y yo nos que- damos abrazados unos largos segundos, mirandonos a los js, sin decir ni una palabra. Cuando fuimos conscientes de la situacion sonreimos y nos apartamos el uno del otro. Yo una vex fui granadero | 25 Despues de la bendicién de la bandera, el mismisimo ge- eral San Martin la tomé entre sus manos y dirigiéndose a la gente que estaba sumida en el mas respetuoso silencio dijo: —iSoldados! jEsta es la primera bandera independiente que se bendice en la Americal Le gente, emocionada, rompié el silencio sepulcral con aplausos, vitores y gritos de *jViva la Patrial”. ¥ el general continus: —iSoldados! jJurad sostenerla muriendo en su defensa como yo lo juro! —iLo juramos! —respondieron todos los soldados pre- sentes en un grito que hizo eco en la montafia. Lao y yo, sin darnos cuenta, estabamos tomados de la mano y las légrimas humedecian nuestra ropa. Es indes- criptible la emocién que se vivié ese domingo. No era solo la aventura libertadora que estaba naciendo, era Ia culmina- cién de un esfuerzo sobrehumano que habia liderado San Martin para poder llevar 2 cabo la emancipacién americana. La ceremonia continué en el campamento de El Plumeri- Ilo, pero solo para el ejército. Las personas volvieron cada una a su casa. Lao y yo hicimos lo mismo. Me acompano hasta le puerta de nuestra vieja casona, —Estanislao, tengo algo importante que hablar con vos —le dije antes de entrar ala casa El miré pare abajo. Suponge que habra creido que le iba a hablar del momento del abrazo durante la ceremonia 26 | Patrica Guides Mev —Puedo volver ala hora del té —me dijo Lao. —Prefiero que nos veamos en /a plaza principal. Ni en tu casa, ni ena mia. —Mmmmm... Victoria... —contest6 frunciendo el ceno- No sé por qué presiento algo raro. Espero que no sea alguna locura que nos meta en problemas. — No, no, Nada que ver —le contesté evadiendo una ex- plicaci6n, Le di un beso en la mejilla y entré en mi case. Sin darme cuenta, me habia ruborizado. Yo una vex fui granadero | 27, 31 El plan La misma tarde del dia de le bendicién nos encontramos enla plaza principal Buscamos el Arbol mas frondoso y nos sentamos bajo su sombra porque el calor era agobiante. —iQué increible todo! ¢Verdad, Victoria? —empez6 a ha- blar Estanislao—. La emocion de los vecinos, de los soldados yhasta de los nenes que estaban en la ceremonia. Si, es cierto, Lao —asenti-, todo fue muy emotivo. =2Y sabés qué? Las palabras del general San Martin me dieron unas ganas enormes de cruzar los Andes. Quise salir corriendo y presentarme como voluntario Estanislao hablé realmente emocionado. Quise interrum- pirlo pero me parecio que su entusiasmo iba a serme de utilidad para que escuchara mi plan sin tomarlo como una locura. En un momento dejé de hablar y se qued6 mirando el cielo casi plateado por la accién de los rayos de sol, mien- tras masticaba una ramita. —Estanislao —le dije—, zsabés que cuando estabamos cosiendo la bandera me enteré de lo que hizo la esclava de dona Gregoria Aguilar? =¢Quién? —me pregunté Lao sin sacarse la ramita de la boca. Yo une ver fui granader lo —Josefa Tenorio se llama. Es una esclava de la casa Aguilar y se ofrecio para ser granadero. —Pobre mujer. Debe haber sido fuerte el rechazo —me contesto Estanislao con un tono un tanto irdnico. —No, Nola rechazaron. Las Heras la acepté en sus filas y le permitio vestir el uniforme de granadero. Estenislao escupis la ramita y se incorporé; se quedé mi- randome estupefacto. Al rato volvié a mirar para el costado, buscando otra ramita para masticar. —Se me ocurrié —le dije— que yo podria hacer lo mis mo. Podria ser un granadero como la Tenorio y ayudar en la causa desde un lugar real. Estenislao me miré serio, mudo por unos segundos, has- ta que el silencio fue interrumpido por una carcajada. —iPero por favor, Victoria! ¢Como se te ocurre? Sos mu- Jer, tenés catorce afios, no sabés absolutamente nada de ser un granadero, menos aun de ir a una batalla, Ni siquie- ra sabés cémo empufar un arma. ;Y ni empecemos a hablar de las armas de fuego! No, no, no. Es una completa locura lo que estés diciendo, —Pero, Lao, escuchame bien. Ni siquiers me dejas termi- nar la idea, Vos también querés participar y no sabés como. Hagamoslo juntos. Braulio va a cruzar los Andes. El pue de ensefiarnos todo —tomé aire y continué—Todos estén aportando algo a la causa La realidad era que la provincia de Cuyo entera colabo- raba. Quisiera 0 no. ¥ era el mismisimo general San Martin 30 Pavicia Gusérer Méndez el que daba su ejemplo donando la mitad de su sueldo. San Martin habia puesto en marcha un plan para financiar el Ejercito de los Andes. Su dinica prioridad era la libertad de la ‘América del Sur y estaba dando su vida para lograrlo. El plan de San Martin era conseguir, no solo financia miento, sino también voluntarios. Habie creado un impuesto basado en lo que tenia cada vecino. Ademas habia mandado a incautar las propiedades de préfugos, y los diezmos de las iglesias iban a parar a la causa, Todos los varones que tuvie ran mas de catorce anos debian presentarse en el Ejército. Todos los esclavos también debian presentarse al Ejército con la promesa de ser liberados luego de prestar sus ser- vicios a la Patria. Yo no iba a quedarme cruzada de brazos mirando desde afuera. Traté de explicarie esto a mi amigo. Estanislao me mird serio, quizé fue la vez que mas serio lo vi en mi vida. Cada tanto bajaba la mirada y al rato volvia a mirarme fijo, como cerciorandose de que yo estuviera ahi y que no hubiera sofiado ninguna de mis palabras. No sé, Victoria... &5 un buen plan, muy arriesgado, si fuera solo para mi. Pero para vos es imposible. Olvidate. ‘Aesa altura de la conversacion Lao ya se habia puesto de pie y caminaba nervioso de un lado a otro. Casi deja un sur co en la tierra por donde pisaba. —ZSabés qué? Yo voy air como sea —le dije desafiante. —iDe ninguna manera, Victorial —me grité Estanisiao por primera vez en mi vida~. Si intentas algo asi, me voy @ ver obligado a hablar con tus padres. Yo uns ver Ful grenadero | 31 Mis ojos se llenaron de lagrimas de impotencia, tristeza y enojo. Mi amigo del alme, de tode la vide, me estaba trai- cionando. Yo habia estado segura de que mi idea le iba a pa. recer un buen plan y que ibamos a ir juntos a la aventura Pero me equivocaba. Me tapé Ia cara con las manos tratando de contener el llanto, pero no pude. Estanislao seguia parado ahi, frente a mi, serio, enojado. Me sequé la cara y le dije cuén traiciona- da me sentia. No es traicién, Victoria, te estoy cuidando, Qué creés que es esto? ¢Una aventura? Pues no lo es. Cruzar las mon- tanas no es facil, Van a ser muchos dias, de clima inclemen- te, de noches heladas, de vientos paralizantes. La comida, la bebida, el abrigo... {Ni hablemos del peligro de que los go- dos caigan de sorpresal {Vas a arriesgar tu vida? Sos muy chica, Victoria; sos una mujer. Tu futuro est en prepararte para ser una buena esposa y educar a tus hijos en un pais li- bre, independiente, pero no podes ser parte de la lucha por sa libertad, No son asi las cosas. Yo seguia sin hablar. No podia. Era cierto que muchas de las cosas que él me planteaba, yo no las habia pensa- do. Pero, sinceramente, pretendia que las resolviéramos juntos, Sacudi mi vestido que estaba lleno de tierra y algunas hojitas y empecé a caminar en direccién a mi casa. Estanis: lao me agarré del brazo y me abraz6. Yo no lo abracé. Me dio un beso en la cabeza y me dijo “solo te estoy cuidando”. Me desprendi de sus brazos y caminé en direccién a mi casa. Esa noche no pude comer. Les dije a mis padres que no me sentia bien, me excusé y me fui a la cama. Estaba deci- dida a cruzar los Andes cono sin la ayuda de Estanisiao. Es- tuve pensando de qué manera podia hacerlo. Si Estanisiao habia tenido esa reaccién no podia pensar en Braulio por- que seguramente correria a decirselo a mis padres. Lau- reana y las damas que ayudaron con la bandera estaban completamente descartadas. Iba a tener que hacerlo sola. De tanto pensar me quedé dormida con el vestido puesto. Las cortinas habian quedado abiertas y me desperta- ron los primeros rayos de sol que entraron por la ventana. Me levanté y cuando estaba por buscar Ia tina par lavar- me la cara salté hasta el dosel de la cama del susto que me dio verlo a Estanislao parado en el patio, al otro lado de la ventana, Tratando de no levantar la voz para no despertar a mis padres, me acerqué a la ventana, la abri y dejé pasar a mi amigo. —ZQueé haces aca, Estanisiao? gEnloqueciste? Te imagi- nds el desastre que puede ocurrir si en este momento entra mi madre o mi padre a la habitacién? =Si, Si, lo 5€. Solo vine a decirte que no dormi en toda la noche. Sé que esto que te voy a decir es una locura. Si lo pienso dos segundos no lo hago ~dijo répido Estanisiao Yo una vex ful gransdero | 33, mientras trataba de recuperar el aliento—. Tu idea noes tan descabellada. Si lo planificamos bien, los dos podemos in- tentar cruzer los Andes... Mi cara se transformé de alegria, y cuando estuve a pun- to de gritar, Estanislao tapé mi boca con su mano. —Dejame terminar —me dijo—. Hay tres condiciones para que hagamos esto juntos. Una: si nos descubren an- tes de partir yo voy a hacerme responsable, no quiero que digas que fue tu idea, Dos: vas a dejar que te cuide y vas a hacer lo que te diga. No vas a ponerte en riesgo. Tu riesgo puede ser el de toda la tropa. Y por ultimo: si hay una batalla vas a esconderte y no vas a luchar —Pero...—lo interrumpi —Pero nada. Estas son las condiciones Le juré que asi lo haria y lo abrace fuerte, Nos quedamos abrazados por un rato largo y mientras él me acariciaba la cabeza me dijo al ofdo: —Sé que esto es una locura, Pero tenés razon. Hay que luchar. Sin importer como, Sin importar quién. Del pasillo llegé el ruido de un portazo y empujé @ Esta- niislao hacia afuera. Anda antes de que nos descubran. A la tarde paso por el taller de Beltran y empezamos a preparar la estrategia le dije—. No hay mucho tiempo, Es una locura esto... Que Dios nos perdone... —dijo él y se fue trepando por una reja hasta el techo para poder sal- tar al otro lado de la casa. 341 Paco Guiener Méndez Después de asearme, cambié mi vestido, me peine y de- sayuné con mis padres. iAy. mis padres! No los habia teni- do en cuenta en el plan... ¢Qué iba a decirles? cba a irme asi nomas? ¢Debia dejarles una nota? Sin dudas esa era la opcién, no podia desaparecer. Sabia que iba a causarles angustia, pero por lo menos con una nota sabrian dénde es- taba, En cualquier caso, esto debia esperar. Primero tenia que resolver muchas cosas: cémo conseguir uniformes, ar mas —las armas iban a ser lo mas dificil— y de qué modo in- miscuirnos enla tropa. Estanislao me habia dicho algo que era muy cierto, y era que yorno sabia manejar armas. Mi esperanza era no necesitar- las, pero al menos debia saber cémo usar un sable. Eran mu: chas cosas para preparar en pocos dias. Antes de fin de mes partian las tropes y, por el trabajo de inteligencia que Estenis- lao hacia en su casa, sabiamos que se cruzaria la cordillera en varios pasos, aunque desconoclamos cuales eran esos pasos La informacién era muy hermética, nadie decia nada Es que el enemigo podia estar en cualquier lado. Cualquier fuga en el plan del general San Martin podria hacer perder no solo la empresa de cruzar los Andes y liberar Chile, sino la libertad de la América toda. Las sucesivas tardes nos encontramos con Estanis- lao con diferentes excusas. La mas comun era tomar el té. Braulio sospechaba. Sospeché desde el principio. No nos decia nada, pero con las miradas que nos echaba, las pala: bras estaban de mas Yo una vez ful granadero | 35 ‘También empezaron a sospechar nuestras familias. Una noche, mientras comiamos con mama, papa, Estanislao y don Alfonso —su padre—, mi papa se aclaro la garganta y dijo en medio de la cena, —Bueno, muchachitos, creo que es momento de aclarar algo. Estanislao y yo nos miramos y miramos a los demas ‘comensales. —iA que se refiere, papa? —dije intentando hacer creer ‘que no sabia de qué hablaba aunque me tembiaban las pier- nas. Desde el otro lado de la mesa, Lao me pisé el pie para que dejara de moverme —Me refiero, hija, a que dltimamente se los ve muy jun- tos a usted y al joven Estanislao, y con tu madre y con el querido Alfonso nos preguntabamos qué sucede. Yo quise disimular tomando una copa para beber agua, pero me atraganté. Por suerte, mientras yo tosia nervio- sa, Estanisiao salvé nuestros pellejos con una pequefia mentirta. =Yo le voy 2 explicar, don Manuel. Usted, ustedes saben —dijo mirando a todos los integrantes de la reunion— que Victoria y yo somos amigos desde la infancia. Ultimamente desarrollé un sentimiento especial por ella y.. Un ataque de tos interrumpié la charla. Yo habia vuelto a atragantarme con el agua. —ZEstas bien, Victoria? —pregunto mi mama Si. si. Gracias. 36 [Patrica Gurren Ménder —Continde, Estanislzo, por favor —dijo mi mama. Como les decia, ultimamente desarrollé un afecto por Victoria que va mas alla de la mera amistad. Sé que somos, jévenes, Victoria es muy chica, pero mas adelante y cuan- do los tiempos no sean tan agitados, tal vez pueda pedir la mano de mi querida amiga. Todos nos miramos atonitos. Hubo silencio, pero era un silencio alegre. Ni mis padres ni los Bermudez podrian ha- berse imaginado mejores esposos para sus hijos. ¢Y yo? Yo estaba agradecida por haber salido del paso y que nadie se diera cuenta de nuestro verdadero plan, pero en mi cabe- za quedaron rondando las palabras de Estanislao. Lo habria dicho en serio? Su mirada me decia que si, mi instinto me decia que si. Pero mi cabeza me decia que tenia que dedi- carme al plan. Si todo salia bien, si sacdbamos de una vez y por todas @ esos maturrangos de nuestras tierras, ya habria tiernpo para pensar en casarse. La cena continué en calma después de un brindis infor- mal, aunque por dentro yo sentia un volcén. Miraba a mis padres felices hablar con don Alfonso y pensaba en que Es- tanisiao y yo les estabamos mintiendo... Pero no podia apar- tarme de lo que sentia que era mi destino. Yo una ver fui gransdero | 37 4|Los preparativos Los preparativos para el cruce fueron tan vertiginosos que ni Lao ni yo tuvimos tiempo de pensar en qué nos es- tabamos metiendo. Sabiamos que la pertida era inminen- te por una cuestion climatica, Llegado el otofio, el clima se convierte en un guardian de las montafias y no deja pasar a nadie. Habla que hacer el cruce en verano. Nuestra propia aventura era llegar al cruce, En esca- 505 dias teniamos que conseguir uniformes, armas, apren- der lo basico del ejército y colarnos en las filas de algun escuadron. El tema del uniforme no fue tan dificil. Una de las mon- jas del convento de la Buena Ensefianza, que ayudaba con la costura de los uniformes, habia sido nodriza de Estanis- lao y lo queria mucho. Estanisiao siempre contaba como la hermana Mercedes habia sido su complice en todas sus travesuras de chiquito y, aunque nuestro plan excedia a una travesura, fuimos a verla porque era nuestra Gnica esperanza. Entramos al convento con Estanisiao y ella nos esperaba con un rico té. Nos sentamos los tres y rezamos un Ave Ma- ria antes de comenzar con|a infusién. Alterminar el rezo y sin tocar la taza de té Estanislao dijo: —Hermena Mercedes, voy a ser claro y directo conusted. Vinimos a verla porque necesitamos un favor muy grande. La hermana Mercedes dejé con impetu la taza sobre la mesa, Nos miré seriamente, casi enojada, y con vor firme nos dijo: —ZAcaso han pecado, jovencitos? Es eso, verdad? ¢Ha Pecado usted con la jovencita Rios Lausse? —repetia casi frenéticamente la monjita mientras se levantabe de su si- llén—.;Dios nos libre y nos quarde! —dacia en tono cada vez mas alto y elevando los brazos en direccién al cielo. A Lao le dio tanta verguenza que casi se cae dela silla. —jNo! jNo! jNo! ;Hermana, por Dios! ;No! Solo queremos que nos ayude a robarnos unos uniformes.. —contest6 Es- tanislao con total soltura, como si robar no fuera un pecado, La monja se nos quedé mirando sin entender de qué hablébamos, —{Uniformes? ¢Los uniformes del Ejército que estamos cosiendo? —pregunté incrédula la monja. —Si, hermana, e505 mismos. Victoria y yo vamos a cru- zar los Andes, pero como no pertenecemos @ ningtin escua- dron, necesitamos uniformes para poder infiltrarnos en las files del Ejército de los Andes. Los ojos de la hermana Mercedes se movian de un lado al otro miréndonos a mi y a Lao. Entrecerraba sus parpa- dos procurando agudizar la mirada, como queriendo pene- trar nuestras mentes para corroborar si eso era una broma 0 si efectivamente habiamos perdido la razon Estanisiao se adelanto a las palabras de la monja y le dijo: 40 | Patrica Gutiéner Méndez —No estamos locos, hermana Mercedes. Solo queremos colaborar. Queremos ser utiles a la causa de la libertad La hermana Mercedes no emitié sonido, Solo nos mir6. Al terminar su té nos dijo: =Voy a tomarme lo que resta del dia y la noche para re- zar y meditar sobre esto. No quiero que hablen con nadie mas. Vuelvan manana a esta hora. Los esperaré con otro 16 Se levanto y se fue. Con Lao nos miramos sin entender mucho. Y nos fuirnos tambien. Mientras caminabamos hacia nuestras casas pasamos Por el parque, vimos a Braulio y decidimos detenernos saludarlo. Tal vez de alli podriamos obtener alguna infor- maci6n sobre como conseguir armas. Aunque Estanislao trabajaba ahi también, Braulio era un experto conocedor, casi mano derecha del fraile, me animaria a afirmar Al vernos, Braulio hizo una pausa y nos invité unos ma- tes. Estaba armando unas zorras, que eran una especie de Carros para que los cafiones pudieran atravesar los dificiles yangostos caminos de la montafia. Desde que habiamos de- cidido con Leo cruzer los Andes, cade pequefio detalle que veia me parecia enorme. Nos sentamos alejados del sector de herreria porque el fuego que se encendia para fundir los metales era agobian- te. Braulio inicié la conversacion felicitandonos porque se habia enterado de que estébamos “noviando”. Por supuesto que nosotros le seguimos la corriente. Yo una ver Ful granadere | 42 —Debo decirles, amigos —dijo Braulio mientras sorbia un mate— que me sorprendié no haberme enterado por uste- des mismos... Pero era algo que me venia venir. Son el uno pare elotro. Estanislao y yo tratamos de disimular nuestras miradas ante las palabras de Braulio. Se veia venir? ¢E1 uno para el otro? Mejor dejébamos pasar esos comentarios. Teniamos que ocuparnos de las armas en ese momento. Aunque cla- 0, yo no pude dejar pasar el comenterio.. —éCémo ves la cosa, Braulio? —dijo Estanislao cambian- do de tema. Se aproxima Is fecha de la expedicion. —Si, asi es. Y mi partida. Fui designado en el Batallon 1 de Infanteria. Todavie no nos dieron directivas de la partida, pero el entrenamiento es cada vez mas duro bajo las 6rde- nes de Lorenzo Barcals. El general San Martin supervisa él mismo absolutamente todo. No se le escapa nada —comen- 16 entusiasmado Braulio. i, si —dijo Estanislao—, me imagino. —No, Lao, no te imaginas —le contesté Braulio con una sonrisa—. Cuando digo que San Martin lo supervisa todo, es realmente todo. Conoce la cantidad exacte de uniformes, de morriones, de mulas, de caballos, de herraduras para las bestias, de raciones de comida, de ponchos. Ni los botiqui- nes del doctor Paroissien se salvan de su inspeccién. Todo lo sabe, todo lo tiene previsto. —iQué impresionante! —acoté yo tratando de no sonar muy desesperada. A medida que Braulio hablaba, yo me 42 [ Paticia Gutidres Minder daba cuenta de lo dificil que iba a ser esta empresa. Esta niislao me miré con ese tipo de mirada con la que me pedia que me callara para no meter la pata. Pero mi bocota pudo mas. —Decime, Braulio —comenté sin siquiera disimular—, me imagino que si el general tiene todo tan controlado,

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