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DANLALALAN? (El deudor) Dela mandiocs quiero la mas ye boll, de a caza quiero Is paca y elt ide la mujer quiero el eapato, quiero l pie! quiero b pact quiero el tt, quiero la cae Yo, del padre, quiero ala madre, quiero a hija tambien quiero casarme en fanila Quiet gallo, quieo la gallina del pti, quiero elnino del moral de dinero, Quiczo el buy, quiero las ats, {quiero cuerno del carne, el descornado, del cesto quiero la raps Quiero ls pimienta,quietoe!caldo, queso la sabe yo dela guampa quicro el cuctro, quiero el buey Qe ede el loca, qué fie de dl, el also? Yo quiero la tpa de eso, del cusino, Deseo de Paco Barbi lsmado Pave Vilin, lana cdo Paco Prcevids, Peo del Nore, Bava Maro, Paco Rita — on Sirga,Racheria dela Sige, Vereda de 1 Sirga, Bj de la Sigs, See de a Sige Sonorita, 4 DECIR vERDAD, no espoleaba el caballo: le tanteaba leve y eve el fondo del flanco, sin apretar la espucla, a veces con el borde del pie y midiendo la avinima distancia que el "Ell en porns de ct novels Did (0 deve Eel hace lr I emomatpe doar de amp evel primer eee mip cane intana conocds ened el mr de bobo prtugo ce Ua Macs que ie 8 un sence adssn nah "Dena sor “pt spds ee! ca, campasen mans” des | 6 DDANLALALAN animal, al parecer, sabia y estimaba, Desde amtes su mujer habia notado eso, con su hermoso esilo bahiano — la rsa un poco roaca, no fuerte pero con una abierta franqueza casi de hombre. sin perder el calor colorido, eso que es propio de ls risa de la mujer muy mujer: que no se separa de la persona, parece mas bien que toda lo llama hacia dentto desi. Soro pita habia tomado el repaco como una alabanasy se sencia feliz, No era dado a sentc el fro del metal de fa espucla por ruendia que el rogue de la bora del jinete le secretca ba un sususro, el caballo ampliaba el paso, sin que le scurtie sen cosquillas, sin encoger misculos, ocupando el camino Con su paso bien balaniceada, muy suave. Era el mediogfa Salian de Andrequicé Soropita haba legado la wspera all dutmiss y abe sab a casa un vano en tn agujero, en wn bolsdn de la Sievra dle los Campos Generales, en sa vertience solitaria. Conocia de memoria el carina, cada punto y cada vuelta, y coménmen teno ponia mayor atenciéa en fas cosas de siempre: el cam po, la concha del cielo, el ganado en los pastizales — los ea faverales, el male maduro — el graznido del gavilin en lo alto — los largosreclamas de la cotcazascsiona — los arbus tos negros del viejo mator suave y aletcado Vuelo silencioso — ur cctro azul después de los cerros verdes — el carton pando de las avispas que cuelga 11 — Jos papagayos que pasin en devuna rama, en el mezquital — las mariposas que son inde tios pedacitos blancos pestaneando — el cardeno del po- niente w oriente — cl deslizar de un riachuco. Solo, ensimis mado, entraba en sf mismo, eumiando una media ensofacisn, Sin la necesidad de desentenderse,cuidabs al caballo con fr recta de riendas en las bsjadas, gobernandolo en los erechos de Foo suelo arenoso y pandedndose para ceder a la voluntad, del animal, ladera artiba, o en los pancanos y andamios, en fquellos pasos sobre clara piedra resbalosa, que las herradu- DASLALALAS oe ras pastan en mil aos. Su alma, su calm, Seropita Mula rgido cen un devanco, uniforme, Por el canter sin erabargo, cuando picaban sabites bres- cos inckdentes lis monerfs de un sagut, el ronrear de wna per diay el chieeido en aumento de una rava de campo, la eartera de un eat6n levantando el pasto en linea recta, el vendaval de las alas de un buitre af ras © el pasar desu anchs sombra, el descenso de un cardenal de un debol ato aun doo bajo, el har chu inicial den pajaro catpintero, of brillo de pas, el estallido ras! de un picalor relimpago Tranamitia al animal, por el freno, un aviso nervioso, mientras gas avis rota mane se acostumbraba a buscar la cincura, donde se womodaban juntos la pistol aurordtica de mucve Cros y el evar ondado, de cafdn corto, que nv pocas veces paso al bolsllo dela chaqueca, En su cartucheraHevaba también uno riguelado, de cao larg, con sts bals ch cl aznbos. Soropisa Confiaba en ellos aunque sin explicar la rapidez con que, en Caso de necesidad, sabfan disparar, simultdneas, esas armas qu jas alejaba des. De ver en evando se detenia y observaba el faeullas del fo Aaje,esperando, vigilante, hasta que se aclarara el rebulie con clue lo habia movido sigin animal. Sus ojos eran mis que pusnos. Mejor su olfaro: a medio kilometro, segun el viento, Caplaba el comienz0 de la Hloracibn de a reama en su ale tear de perfume tranguile, separindolo del olor mareante de tguacate en flor: y Soropita podia con este éltimo, encap- lado en bord, Tambiga hubiera podido vendarse los ojos sa ciegin, acertaral decir en que higar se encontsaba, por el cu tod ls pisudas del caballo, pore! tido, co que pledras, det sgolpetco dela betradura, En esis direccones cruvaba, hab thal habia semanas gue iba y volvia dos veces. Fn so mocedad ecto a estar siempre viajanda distancia com bueyes y ropa, “Thora que se habia establecido en los Campos Generals el ex M6 DDAMLALALAN animal, al parecer, sabia y estimaba, Desde antes su mujer habia norade eso, son su hermoso estilo babiano — la esa un poco ronca, no fuerte pero con una abiertafranqueza casi de imbre, sin perder el calor colorido, eso que es propio de la 1a dela persona, parece més bien que todo lo llama hacia denteo de si Soro: pita habla tomado el repara coma una alabanza; y xe sena 1 de la mujer muy mujer: que no se feliz. No era dado a sentc el fro del metal de la espucla por: aque entendia que el toque de la bora del jnete le secrevea ha un susuero, el caballo amplabs el paso, sin que le escurtie encoger misculos, ocupando el camino con su paso bien balanccado, muy suave, Era el mediodia, Salian de Andrequicé Soropita haba legado la vispera,allé durmis saba a casa: an vano en un agujero, en an bob sen cosquills, si n de la Sieera Ue los Camps Generales, en au vertiencesoltaia. Conocia di memoria el carina, cada pnro y cada vuelta, y cominme tene ponia mayor atencién en las cosas de siempre: el cam 1 del cielo, el ganado en los pastizales — los ca fiaverales, el maiz maduro — el graznido del gavilén en lo alko —~ los lagos reclamos de la torcazatristona — los arbus tos negros del viejo marorral — los papagayos que pasan ea po, fs con Y alereada velo silencioso — un cero au despuss de Tos certs verdes — el carton pardo de ls avispas que cuelga cisos ped tient w oriente al deslizar de un riachuela. Solo ens ado, encaba en si mismo, rumiando una media ensofiacin, Sin la necesidad de desentenderse, cuidabs al caballo con fr- meza de riendas en las bajadas, gobernindolo en ls trechos de fofo suclo arenoso y pandeindose para coder la voluntad del animal, ladera arriba, o en los pantanos y andamios, en aquellos pasos sobre clara pica resbalosa, que las herradu- en el mexquital — las matiposas que son i tos blancos pestaaeando — et cirdeno del po- DDANLALALAN 1 sas gstan er mil aos Sv alma st cala, Soropita fui id cen un devanco, uniforme. Tor el contri, sin embargo, cuando picaban sibitos bras- ‘cos incidents las monerias de un sag, el tontear ce una per diz, el chirride en aumento de una de un raeéa levantando el pasto en linen reera, el vendaval de sombea, el a de campo, la carrera fas alas de un buitre al ras o el pasar de su arch bel bajo, el ha deacenso de un cardenal de un dcbol alto au ‘havo inicial de un psjaro carpintero, e billo de bs vaga pps clesalido as! de un picaflor reimpago — Transmit al animal, por el [teno, un aviso nervioso, No pura mano se acostumbraba a buscar la cincurs, donde se gromodatan juntos la pistol aucornitica de nueve tits y el tevolver oxida, de ca tote de la chaqueta. En su caruchera levaba cambién uno nigucldo, de cao largo, com sts balas ene arabor Soropita onflaba en ellos aang sin explicar la sapider con que, en oo de necesidadsbtan dispar, silliness, ess armas que jndsalejaba dest [De ver en cuando se detenia y observaba el afullar del fo the, esperind, vgn, hata que se aclarara cl eebullr con tl que lo habia movidoalgin animal. Sus ojos eran mis que tusnos Mejor st olfao: a medio kldmesto, spin el vient, aptaba el eomienzo de la floraci6n de la rama en su ale- tarde perfume rranquilo, separindolo del olor mareante del “uacate en flor, y Soropitapodia con exe dino, eneapu ido en bordn. Tambign hubiera podido vendarse los 008 a ciogan acerae al decir en qué lugar se enconttaba, por el rai {Tore las pisadas del cabllo, por e ado, en qué piedras, del polpeico de las herraduras. En es ditcciones eruzaba,habi weal habia semanas que iba yvovia dos veces, En su mocedae ecto a nar siempre visjando distancas, com bucyes¥eopa, ‘hors ques habia etablecido en los Campos Generales el e- yr corto, que no pocas veces pasaba al 2 DasLAtALAn Pirita y el cueepo agradectan el bien de esos pequeios viajes a Andrequicé, para comprar, para conversar y enterarse. Del poblado del An, a de los lugares cercanos, alguien debia ircon lurgencia —hunes, miércoles y viernes— a escuchar la novela dela radio, La escuchaba, lz memorizaba, la guardaba entre tas ideas y,regresando al An, al dia siguiente, la repetia los dems. Lo mejor era decile la conrinuacisn a Franquilin Me. sliomedio cuenta cuentos, que Horeaba y cngordaba los capi tulos cuanco se quisiera: después casi todos iban y los recon taban, la fama de esas historias de la radio se desparramaba, bjeba por la orra ala dela serrania, Mega a las orlls del ri ¥ de boca en boca, mis alld del lugar donde el San Francisco, Se hundia, hasta los sertones, Soropita se hospedaba en Andrequicé en casa de Joc Agui- lar, que se habia mudado al An pero que conservaba aque ta vivienda alli, desocupada constantemente. Soropia guat- ddaba alld su hamaca. Con seguridad, ya que era casi antigua Peto de buenas pucras, ceradas con trac, cerojoy Have. Te- ‘la unos agujeros disimulados —aberturas, roneras y puer. ‘itas— en las paredes y debajo de las ventanas, por donde se Ppodia colgar hacia fuera Ia punta del revdlver. Si por la no che la asaltasen muchos, habia la posbilidad de escapar por los cuatro costados: la puerta de la cocina daba alo espera de lus bambuzal que corria hasta la carretera, Tenia ganchos en to. sds las habiracionesy cada dia e podiaarmar ls hamaca en un lugar diferente. Aunqus, por su gusto, a Soropia le sabia mejor dormic en cama o en cate que no en hamaca. Lo mismo fe pa- ‘sha con los suefios: pues en cama ajena, la no acostummbrada, a menudo sofiaba pesado, cuando no una pesadilla de que ha bia puesto su cabeza escondida en un rinedn — rdpidamen- te necesitaba buscarla y amanecta al revs, los pies en la cx. becera; desde hacia un tiempo ast era Doralds, su mujer, nunca le habla pedido acompariatlo, DANLALALAN 2 Alegaba coqueta: —"Pequefis ausencias, mi Bien, es regla de primor: sientes nostalgia y de mi no te cansas...” Era un sin. sentido descontiar de ella. Silo quisiera acompafar le daria ‘mucho gusto, En Andrequicé todos la obsequiaban, le demos. trahan mucho aprecio, le anceponian un “doiia Doralda”. Do- vralda era hermoso, buen nombre, Fra una niferia que se en- caprichara: —"Mi Bien, :por qué no me llamas omo me Lamaba mi madre, Doda? Lo decta alegre, con esa woe suya, fir ime, clara, libre, como por abi s6lo Ia tienen ls muchacha de Curvelo, El otro nombie —Dadé— nunca lo recordaba; y el sobrenombre que también le daban cuando dl la habla co- nnocido, Sucena, ean pocsias deshechas en el pasado, un pase ddo que, si uno lo ayuda, hasta Dios fo olvida Soropita, en la bajada, preferia desperdiciar el tempo ja fando una amplia vuelea en arco para evtare! pantano de ba. ‘ro negro, porque le daba ndusea el olor de las hojas deshila chéndose, del agua pod:ida, con barro, con bichos de babs vias de sapos, tras cosas vivas pero sin sangre, pegadas unas en otras, que seguro estén en las grutas, en el lode, ocultas bn Dcasiones, en esos vsjes, en la planicie, o cuando fox riachue los cortan, hay que matar la sed com aguas as, casi ran arr nadas como un veneno — y todo porque no somos senores de ‘nuesiras acciones. Fl peor mal que nes podria legar a suce der, lo ilkieo de uno, seria moriese embarrado en esa asque residad, Doralda decia que no, que no iba al Andeequicé: que si sa- lia de ali, del An, sera a una ciudad grande, Pirapora, Belori- zonte, Corinto, con cine, buenas tiendas y la comodidad del Ferrocartl, Todo lo dems era campo: —"Pero aqui estoy bien, imi Bien, estoy contenta, eres mi compara.” Era sinceta, sin lugar a dudas. Uno podla confiar en ela, el ademén seguro la sonrisa cerca, el modo espenténeo. Doralda no tena los aves pudorosos de las mujeres de acd, que siempre estén ocultando ve DANLALALAN la cara, de costado, 0 vienda el suelo, Sertanera del norte, en: cataba a la gence, hablaba rasgado, con un retintineo cercane fs Baia; nunca decia que “no” con un moliin, Lo tegafaba. pa ra que se cudara por esos sitios, por es0s matorrales. —"No, no me caido, Bien. Un dia de és me come una boa..." bro- meaba dl al responder. Doralda enconces jugabs a quedarse Te mirando sin pestatear, jugaba en serio: Ios ojos marrones, rojaban lu los ojo. En esos grandes esters de las veredas v fen los artoyos y laganas limpias vive la boa. A veces se cola. pa bland: gorda, al embate del agua, como un negro cho Theo atado por las puntas, a sabres, serena, en el Fondo, co- mo una somnbra; hay quienes escuchan su Hamada en cicttas gpoczs—un zumbido resonante, como ronquid de cerdo pero se esconde, precsimente bajo las hojas anchas,y tara vet sep farse de vel 'No todo eta peligeo: un ruidito y el caballo se ladeabs ‘encogia, las orejas marchitas ecostadas en el pesctczo — co- ‘pocia au jinete. No eta nada rao. Una urraca que se dej6 caer cen el ramaje, desperezando sus al plegando la cola, Apenas aleanzd a decir algo, pi6 un poco. “Casi ningin pajaro canra en lt sequia...” El caballo era fant un aviso le bastaba antes de hablar —~ y uno po- dia descerrajar un fir, la bala pasaba entre sus orejas porque Se esperaba, quicto, la cabeca ala, sereno, ni siquiera miraba El brazo de Soropita habia cozado una de las alforjas; estaba bien aboronada, bien abrochada, All dentro le trafa a su mu: jer cl regalo que a ella mas le gustaba: un jaboncivo perfu- mado, jaboncito fino, color de rsa Del alos del propio olor de Doral, gustaba en demasia, tun olor que en breve tiempo eecordaba el sass cane, la rosa gardenia y la hoja del mairrierno; y que se pegaba, asi homis, en las ssbanas, en el camisén, en el vestido, en las ver cuando sale de la poza en el buen tiempo, para ba- se poss ent el cedro roj0, DANLALALAN m lmohadas. Su cuello ofa a recién nacido. Le ponia sindalo y Shahaca a [a ropa Livada, pasa que exhalaran, y usaba per fume, Soropita pensaba que no debia ponerse sanco perfume, ‘que le quitaba el suyo propio, su fescura Pero le gustaba re sveiar leneamenite, que le estaba levando un jaboneito. Do- Tala, adn mojada por el bafo, echada en medio de Ia cama. Tre halbfan contado dela corters del bilsamo, un almizcle can ros, ja fucrte, embriagador, hechicero, que los animales, dics jaguares, venfan a resereparse contra ct Arbol en el ton co, Doralda nur lo contrariaba, queria que 2 é le gustase Ntolors "Sey tu mujer, i Bien, cu mujercitatniea..” Aca a palabra de ela, se le slla Cuando dl regresaba a ca, ella siempre se mansenta cerca. Non la puerta de la call, ni en la ventana; pero tampoco se cicondla en a cocina o en el patio, niandaba desmadsjada co tho eiras al poco tiempo de escarcasidas. Que era sefiora de arenas Lo decta dl lo juraba, La comida sabrosa, con pimien va, com aderezos fuertes. Para la salud cal ver no fuese lo me- jon porque da uciara: pero la mje sea y cerca de lla no xe pia pensar en cosas moestas. Enconreaba un pelo de su Cabelleray no le importaba, no le repugnaba —"Mi Bien, si yo escapiera dent de la soa, gna tenias asco de tomarks? “ie gusto tanto?” Nada de asco. La saliva deel al besa tenia «chor bueno, medio salabre, olor de hocico de becerro, de huerta, ol del crecer redondo de la ierba limon, Ni antes tn después Soropita nunca habia besado en la boca a ning roma mujes, Ni comida comida baboseada, Volver a su ca ae el tiempo cortiendo a gusto, era lo mejor de rodo. Fastidioso el estén por caminos de arena, por el espigén, en el merguital: los cascos se hundian, se enterraban,sesge- los, con eafuerz0 el caballo tirabs, jorobado. Lo peor, sip em= thango, er el fifo, el vient fi hasta en cl ombligo, deserve toy malo, que no paraba de soplar — all os deboles tiemblan corazén, m DANALALAN siempre. Se podia uno enfermar, el maldieo quebranto del fu jo.y despues lo debit det cuerpo. Soropita frend, buscaba en |abolsa de las medicinas, porque habia comprado varia: liu ano, bilsamo en ungiiento, desinfectance lisol. Doralda no ‘omaba medicinas, ls tenfatrtia. Una que orra ver, con tino, Soropiea le daba a entender que convenia usat depuratives, eto ella se obstinaba que no — nunca habia renido ninguna enfermedad, no fo necesitaba. Qué mal habia? La costumbre por ahi era que hasta las personas sanas comieran came de zo rio, buena para la sangre; otos se remediaban con agua de bierbas, comillo y genciana, A Doralda le gustaban las bebidas Fina, Se entregaba por un vaso de vino, Querfa una borella de Bitebra, ue en Andrequicé no podia encontrar. Pero Soropita tala wes de cofiac de buena marca que habia encargado, Po- «as vees bebia Soropita le encontraba un gusto muy grande ala bebid, por lo que no debia bebet, El olor del aguardiente, de lejos, como a cinico palmas, ya lo ofendis, Se acordaba del probado aguardiente: en una posada, por la mafiana, com mi sho fo, ya lo habia echado en la copa, cuando el viejo gar 3), recostado propiamente en él — hasta su mano quedé salpicada —un gargajo feo—, ch, seestremecia, se encogia, Oenconces, cuando a llvia fo habia mojado, ragaba el aguae cliente eapindose la nari para no sorber el olor ~~ a la mane- 12 de don Vivin, un medidor de viertas, que ya estaba blanco visible y laco de tanto beber, que ya no comia, ni tenta ham- bre, yque se pasaba todo el diempo bebiendo, pero apreténdo. se la nara, pues si sentia el olor, vomiraba el aguardiente. To. smaba tes dedos de cofiac, con jengibre y leche, pero como ‘medicina, para cortar el resriado, Azotes del viento. Desen. roll el bastoncito y comenze a untar la manteca de cacao en los labios. La untaba despacio, complacido, Fl viento en. Todavia era un jovencic, la primera ocasién que habta DANLALALAN na diablaba, Aquellos aires, el flo mucede, miserables, venfan de Ja Sitra de los Generales, de mds all ls airs, La palma de la mano rocé la cicatrie del mentén: répido, la 4quic6. Detestaba palpar aquello, con su diseno, la deforma {i6n: no podia seguir con los dedos c! relieve duro, el bulio de piel, parecta parte de un bicho, encrespado, cufta de madera, corteza de irbol cel matorral. La bala lo habia maltratado mix cho, le habfa partido el hueso, Soropita estuva en el hospital ‘en Januaria. Hasta el dia de hoy el callo éspero le doa cuan- cdo cambiaba c!vempo. Titoneaba. Pero mis le doian las del ‘musto: una bala que habla pasado por entee la carne y el «tueto, la otra que se habia detenido en el surca de las nalgas Cuando el iio epretaba, 0 amenazaba lluva, se lo anuncia ban un dolor sordo, pero bien penoso, y unas puntadas. Las otras, de mis afos, no arorrentaban — una de revélver, en el borde dela barciga ven la cadera iequierda: dos en el bro: ddcbajo del hombsro, y aravesada de punca, en medio. Soropi ‘a, sin querer, se lievaba la mano a la oreja derecha: tenia un ‘agujero en el pabellon, lo habia abierto ana bala; dejaba que el pelo le crecera por arriba para taparlo. Que ne le preguntatan cde dnde y emo tenia esas profundas marcas era un martcio lo que a la gente le daba por especulas. No respondia. El pen- sar en esas cosas del pasado, ya lo atormentaba. “Pienso que yo siento el dolor mis que los otros, mas hondo...” La con- Ciencia de las sensaciones: cuando tuvo que aguantar la opera- cidn del mentén, ls curaciones, en cad ocasiGn el dolor era tance que ya suftia la vispera, coma sya le estuvisen tocando cl enfermero despegando las gasas, el pedazo de algodén con yodo. En aque! momento Sorapira penss que nunca ms tendria dnimo para seguir viviendo, hasta pensé en pegarse tun ico en la aera, rerminar de una ver, para no queda ties do por ahi, prisionero de tantaslastimaducas ruines, de tanto esas posible, de todo tipo de dolor que podia uno llegar a tenet la necesidad de curtis, en el pobre cuerpo, en la propia carne. La vida era algo desesperado. ii lina si habia visto cuando la mata- Doralda era valiente, Podia ver sangre sin perder el color. Soropita no comia una bon, Carne de cerdo sicom'a; pero, si pola, se tapaba los fdas cuando el cerdo gritabachillando, cuando lo sangraban. Y¥ lasangze hedia, toda sangre, un hedor triste. Buenos olores eran Tos dela lia, del café rosa, el del cuero, el del cero buena madeta trabajada: palo limon — que da cl accite per famado para el cabello de las mujeres rubias. A decir bien, el color de a ceiba hedia seco, como muchos hombres dusmien {do juntos en un rancho en noches de cierto caloe. Ni siquiera su mujer avetiguaba dénde habla conseguido esas senales de tema ajena; adivinaba que él no queria, Pero cuando estaban teostados en la earma, Doralda pasiba sus manos por los gre Jos costurones, uno por uno, ah esano fii, soxpresas suaves, Te pasaba la mano por odo cl cuerpo, se estremecia, no de conguilas: por lo bueno, de asia, Mel en lis manos, ei pare ia posible una caricia de dedos con tanta suavidad, A as mu jeres les gusta exprimie espinillas y puntos negcos, aduehar isturamence del cuerpo det hombre, de la cara del homb: Dials lo respetaba: —"Si ur diate dejara de querer, ni Bien, tonceria, cosas enverenadas...", Gas se enojaba. —"Enronces, mi Bien, no le pongas mala cara a ‘us mujercits, ees mi dueto, macho... $i hubie podiias pega.” En es0 no habia qué pensar. Dosalda pareela luna nisa grande; nifajuiciosa. Nunca estaba molest ni iste ‘Nunca un pensamiento suyo me latimé... Nunca me agredié ni con unt ligrima falsa...” Una mujer enfadada, que suspi- necesidad, me ta era una desgracia: habia visto las de los demas, casi todas: destino sin suerte, casarse con una mujer asi, Ella, Doratda hor ella Hegaba con sus oj bes, el coraz6n content, El mo” reno en que sensfa su coraén latiendo hasta en la palmas de ‘ass manos, cuando él romaba, apretaba, lis manos suaves, fi thas ura sedas y el pie se apoyaba en la pierna de él, por de bajo de Las mantas: un pie as, liso, blanquito —caliente © fig, ella nuaca habia andado descalza. Lo que eriticaba, cen broma, era que él no quisiera beber, de ver en cuando, ti Un tro, "Es bueno, mi Bien: da un calorcito que obliga & (queree ms enc, nis encido.” Cogueteaba, "Pies ua eno en mi y se me enchina lz piel. Me wuelvo agua." Ella {quemaba romero, ejorana, angelica ene cuaro, de noche, seven de itse a acostar, Desmenuzaba albahaca para salpicat in ropa de cama o para furigar. En una ocasida le hala eo cargado un poco de incienso 0 de resinas de brea blanca que pania 2 arder, en fico, en todas las habitaciones: para sacar til aire e mal de ojo, o cualquier hechizo de mala suerte a Sroliaa incienso como tna iglesia, y durante toda la semar dpa quedaba un remanence de sanificacin por ls rincones Tn dia habl de un polvito blanco que algunas personas de la Gudad chupaban por la nariz, por placer Ceaina, mi Bien, La probé una sola ver, unas dos veces sequidas en la wha, arucarada, un poguitio. Hay gente que pone en el cigaill, La boca queda como iris l paladar Gormido, como aleanfor delicioso, Dan unas ganas enmenda- fdas que no acaban..” Seretaba con sincerdad: —.. Vamos t probar, mi Bien, y yo te esaré la le helo...” Peto lo decia solo por diversion, en broma, Sabia que tyes ah el vicio, hacia dafio, ra peigroso. En un corto plazo, ano servia mds el efecto, algunas mujeres terminaban locas fasta la muerte, Daban listima... —"Peto dicen que hay un ine..." Soropita no la mitaba de frente. Enonces ella misma Tc explicd: ue habia conocido la coca en sus terras, em Siete Sierras, cerca de Cafabrava, mds adelante del Brezal de las ‘Almas, Ab, pareca imposible que en aquel lugar, sin eiviliza- ign pata esas cosas... —y escapaba de Soropita et valor pa- ua, extrafa, como de fa preguntarle quien le habia enseRado—. Subentendia hava ¢l desmayo, perturbado,corvo de que ella siguise heblands tontas, que dijese una cosa peor, Mas Doralda, que munca Ia {uttaba los ojos de encima, agrews: que una vecina, sefors et ria, mujer que aba vigjado, casada... Pero Doralda no mag (la: nunca: si por alguna razén él preguncaba, no transforma bala verdad de sus acontecimientos, para no ofenderlo, aha, cémo debla de se. 3 No ee nada, Cabin. Vamos." La golondeina que ps6 volando arrancé un zumbide ~ soploy silbo, Bandas de elas Soropira aconsejaba al caballo. Le cozaba el vacio con tao fo secede: nas coca ind, Lam lec la verse planta sere del basque de at semua, extechiay, verde encuro casings, mostabs de Dios valor apo uno gue dob, alas ahi cal como le ier, quella enerezaa siempre ola ser; mandona, No tuvo necesidad, Ya ala otra noche se ufina ba del todo, sano de acero, qué felicidad, Meses despues, el aquebranto de la debildad le quiso volver, peto no fue grave. Porque él euvo, para salvarse, al instante, la idea de inventay {imaginary recordar las cosas imposibles, el ruundo de ells: y Doralda, su lengua, temblores en el cuello de él, en las oreas, ‘como ella sabia — tan dichosamente que todo pass. A parti de entonces nunca euvo ningin problema. No necesitaba to mar nada: era incluso demasiado hombre, lo que a Dios agra- no, zpara qué vivia uno? Todo en lo diario, deforme deci. S ahortecibe y despartamado,suio, erste, trabajos y cuidados, clegracias, el miedo de tantessorpresas malas, rado secon xertiaen cansanci. Hasta el momento en que el hombre se secomponia junto a una mujer a fuera de Fuego volsiendo a rcunit ls peda, el estar en Dios. Dexpues a ranquildad ya no habia necesidad de pensar en demonios enmascarados, i enol ave negra, no cena la culpa — nla embestida no sem sala bravuca de ares, se mira la punta del agujén, —"Mas r- pido, Cabodin, vamos.” ‘Aor eli, con dngeles de oro en e casamiento, con Do- ralda, por tado y en todo a miejor compater, ni er capa ni habia neessdad de egresar a una casa burdl, eo aba pas dlocn un lejslejs. Pero en el manso del dedoblar de la me- moria —l goce de ila ino finalmente lo queen un tiempo € habia sido— eso si podla, que en sus adentis cada una ei- na; placer de sombra, Que habia sido buen, va pasé. Vis, Soropita’” —"Claro que s.” Soropitavisiaba como durrnien- cdo, la mano expertaen la rien, pero como sifuese la mano de otro. Los naranjales del campo geeminaban st ola ast oso; después les arayanes lol asa alegre, que se sen mis en la boca, en lo excelente; despus la flor del pasto melo- so, animal ysuavety, ua, ess perfumes sucesivosindicaban {que habia eruzado el mezquital, seguido por un bosquecito ralo y unos pastiales: mas Soropita no escuchaba con aten- ign las pisadas de Caboclin, manos en el camino: ahora el munda de afuera se filtsaba, disimulado, furtive, en los di- bujos de lo que existe, los cuidas y olores ageestes entraban cen el alma de su recordar. Hubo, en especial, una muchacha bonita, lara, con ojos gue telan solos —la boca no eeia, una boquita grande, dadi- vosa de cas roj2— lo allado de la nari, un puntivo negro en- cima de uno de las bordes de la boca éa se contoneabs, 12 le de janco, cinturica de munecss parecia que se habla echado tun frasco entero de perfume, empapado e! vescdo, sus eabe- los: pelo muy negro, muy lacio — pareci Cicea y ciento sox ls cosas que uno tiene que aprender, lo que el mundo descubte y esas mujeres saben: a veces, al co: ‘mienzo, perturban, un hombre simple se espanca. Aquella rmuchachiea bonita, tan joven como era, no se daba a respetat, se enojaba por nada, liosa, ahogos de becerro que busca aa madee, su boquita colorada, su lengua purtiaguda. Soropita la esquivaha — con recelo, —"zEres bobo, mi Bien?”, ella se habia redo, Fue entonces que un dia —Sorepita pensabs bai ro, sus hombros etrocedian, a curva de a espalda se estzeme- cia .. Sas recuerdos eran aguas artastradas. Con Doralda, tuna mache, hablo de eso, dela mocita linda con el lunarcito xin mis blanca negro encima del borde de la boca; no sabia por que lo habia hecho, sn intencién razonable, sin querer hablar, pues munca conversaba sobre los agravios de sus pasados. Doralda lo es ctuché; seguro ella pens que él queria sin valor de queter,y ro respandis con las palabeas:gateaba, sacudia los cabellos, teultaba el rostro, dick y hecho conse la muchachiva bon concordaba cuerpos, se endureci en in suspenso, sus fuer- zas explotaban, Todo aquello que cambia la vida llegesilen- DAMLAALAS cioso en la oscuridad, sin prepasar los avisos. Se acostaro Jus se apago. No hablaban, Dorada lo queria, sincera. En An, cen Andrequicé, en las orillas de Espiricu Santo, todos lo res- petaban, —“Te tienen miedo, Bien naba Doralda. Pe fo Soropita sabia que en eso ia el carifo de animarlo cuando

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