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La sociedad anónima

LA JUNTA GENERAL DE
ACCIONISTAS

Oswaldo HUNDSKOPF EXEBIO


Javier GARCÍA LOCATELLI

I. GENERALIDADES
Según refiere Verón(1), la organización de la sociedad anónima se relacio-
na con el modo en que ésta se manifiesta en la vida jurídica. Es por ello que la
junta general de accionistas, como órgano de la sociedad anónima, resulta
indispensable para la realización de su objeto social, y la disposición de dere-
chos y adquisición de obligaciones que tengan que ver con los fines estableci-
dos en el pacto social y estatuto.

Así pues, la junta general de accionistas debe establecer las directrices


de la política económica y de la actividad jurídica de la empresa, pero no del
gobierno de la sociedad, en vista de que no ejerce funciones ejecutivas de forma
permanente. No obstante lo expuesto anteriormente, no se puede desconocer el
carácter fundamental de la junta general de accionistas en el desempeño y de-
sarrollo del objeto social, y sus plenas facultades y atribuciones en ese sentido,
constituyendo así el órgano supremo de toda sociedad anónima.

Sobre el particular resulta oportuno citar lo expuesto por Joaquín Garri-


gues(2) en su tratado de Derecho Mercantil, respecto del funcionamiento de las

(1) VERÓN, Alberto Víctor. “Sociedades comerciales”. Editorial Astrea. Tomo III. Buenos Aires, 1986. Pág. 233.
(2) GARRIGUES, Joaquín. “Curso de Derecho Mercantil”. Editorial Porrúa S.A. México, 1981. Pág. 473.

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Tratado de Derecho Mercantil

sociedades. En efecto, el referido tratadista plantea una distinción entre los


órganos de representación, a los cuales confía la ejecución de los negocios en
curso; los órganos de vigilancia, encargados de examinar la gestión de los
primeros; y los órganos deliberantes, en los que se manifiesta la voluntad co-
lectiva o social, a la que están sometidos los demás órganos, los cuales de-
penden, en su nombramiento, actuación y revocación de este órgano sobera-
no en la vida interna de la sociedad.

Obviamente, entre estos últimos se encuentra la junta general de accio-


nistas, en vista de que su participación en la marcha de la sociedad es obliga-
toria y se encuentra prevista específicamente en la Ley General de Socieda-
des, a efectos de que cuando menos una vez al año se reúna para discutir
sobre la gestión social del último ejercicio.

Sin embargo, la participación de las juntas generales en la adopción de


decisiones trascendentales de sociedades anónimas se ve reducida en com-
pañías de accionariado difundido como las sociedades anónimas abiertas, en
las que ostenta gran poder el Directorio, como encargado de su administra-
ción. Un fenómeno totalmente opuesto se observa en la marcha de las socie-
dades anónimas cerradas de carácter familiar, o en aquellas que resaltan el
carácter personalista y el vínculo que mantienen los accionistas, en cuyos ca-
sos éstos comúnmente participan en la gestión.

II. LA JUNTA GENERAL DE ACCIONISTAS

1. Concepto y características esenciales


Según manifestáramos anteriormente, la junta general de accionistas es
el órgano supremo de la sociedad, y se encuentra conformada por los titulares
de acciones representativas del capital social, ya sean personas naturales o
jurídicas, en cuyo seno se tratan, deliberan y resuelven aquellos asuntos que
señala la ley o que se establecen en el estatuto.

Como bien refiere Carlos Gago, Luis Mario Gonzales y José Alberto de
Lía(3), no toda reunión de accionistas constituye una asamblea, debiendo en-
tenderse que para que ella exista, debe haber sido convocada conforme a ley,
y a los estatutos, para resolver las cuestiones previstas por éstos o los asuntos
indicados en la agenda.

En su calidad de autoridad jerárquica suprema, aprueba o desaprueba


la gestión social, elige a los integrantes del directorio, acuerda el destino a

(3) GAGO, Carlos Bernardo; GONZALES, Luis Mario y DE LÍA, José Alberto. “Sociedades por Acciones.
Estudio Teórico-Práctico”. Tomo I. Rubinzal y Culzoni S.C.C. Santa Fe, 1980. Pág. 176.

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darse a las utilidades y resuelve aquellos otros asuntos de trascendencia


para la sociedad.

Atendiendo a lo expuesto por Ángel Rojo(4), y a la naturaleza jurídica de la


sociedad anónima, y específicamente a la de sus órganos, al constituir la junta
general de accionistas un órgano supremo e indispensable para la marcha de
la sociedad, pero no permanente ni ejecutivo, requiere de otros órganos para
aplicar e implementar sus decisiones, por lo que se debe distinguir su rol, del
desempeñado por los demás representantes de la sociedad, quienes por efec-
to de la ley o la voluntad de la representada, suplen la limitación de la capaci-
dad para obrar de éstas.

Cabe señalar que el derecho comparado contempla sin excepción al ór-


gano bajo comentario, como base de toda sociedad anónima; diferenciándose
únicamente el vocablo utilizado por sus legislaciones. En países de lengua
francesa, italiana y portuguesa y algunos hispanoamericanos se le denomina
“asamblea general”, pero en España y otros países de lengua castellana se
denomina “junta general”, nombrándose por su parte, “meeting”, en países
como Inglaterra y Estados Unidos, regulados por el Common Law.

Conforme lo dispone el artículo 111 de la LGS, por ser un órgano colegia-


do, los accionistas constituidos en junta general, debidamente convocada y
con el quórum correspondiente, deciden por la mayoría que establece la ley,
los asuntos propios de su competencia. Por ser una sociedad de estructura
capitalista, cada acción da derecho a un voto, tomándose los acuerdos por
mayoría de votos, y una vez adoptados éstos, son obligatorios por cuanto con-
figuran la voluntad social, sometiendo inclusive a los disidentes y a los que no
hubieren participado en la reunión.

En cuanto a las principales características esenciales de la junta general


de accionistas, se entiende que la misma constituye un órgano necesario para
la existencia de la sociedad, que se reunirá cuando la ley o el estatuto así lo
requieran, cuando la convoque el directorio o cuando de manera convencional,
accedan a hacerlo mediante la instalación de una junta general universal.

Al haber aceptado como premisa que la junta general de accionistas cons-


tituye un órgano de la sociedad anónima, debemos tomar en cuenta las conse-
cuencias derivadas de tal condición, desarrolladas por Víctor Verón(5), según lo
detallado a continuación(6):

(4) ROJO, Ángel. “La representación en el Derecho Mercantil”. Véase en Curso de Derecho Mercantil I.
URÍA, Rodrigo y MENÉNDEZ, Aurelio. Civitas Ediciones S.L. Madrid, 1999. Págs. 207 a la 240.
(5) VERÓN, Alberto Víctor. Op. cit. Págs. 678 a la 670.
(6) Al desarrollar dichas condiciones se deberá tener en cuenta que para fines didácticos se ha variado la
denominación “asamblea”, establecida por la legislación argentina, por “junta general”.

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Tratado de Derecho Mercantil

a) El sujeto titular de los derechos y obligaciones es la sociedad y no la junta,


por lo tanto, la capacidad de obrar compete a la sociedad misma.
b) Mientras los contratantes responden con todo su patrimonio por las obli-
gaciones asumidas en cualquier contrato(7), el voto emitido en la junta no
obliga a los accionistas personalmente, ya que obran como órgano social.
c) La voluntad social la define el órgano y no los accionistas individualmente
considerados, lo que implica que incluso si los accionistas que no concu-
rren a la junta o los disidentes, son más en número y en representación de
acciones que los órganos que concurren, queda como voluntad social la
que resulte de lo votado y decidido por estos últimos.
d) Sea cual fuere el número de accionistas que votaron en la decisión apro-
bada por la junta, otra reunión puede dejarla sin efecto, sin que para ello
sea preciso que concurran aquellos mismos accionistas ni que se repitan
el mismo quórum y mayoría.
e) Constituida la junta con el quórum legal o estatutario requerido, los accio-
nistas ausentes no cuentan, ya que es el órgano el que actúa.
f) En cuanto órgano, opera exclusivamente con efectos internos, en el sen-
tido de carecer de facultades de representación hacia el exterior, y sus
decisiones se ejecutan normalmente a través de los administradores.
g) Las decisiones de la junta en cuanto órgano son supremas en sí mismas,
ya que no necesitan de la aprobación o confirmación por otro órgano so-
cial para que surjan en plenitud sus efectos.
h) La junta como órgano es independiente de la administración, ya que pue-
de funcionar válidamente incluso si aquélla transitoriamente no existe, en
tanto que no es concebible una sociedad anónima sin accionistas, y por lo
tanto, sin posibilidad de celebrar juntas.
i) Limitación del poder de las juntas. La junta encuentra en el ejercicio de sus
funciones, limitaciones tales como la obligación de observar las normas
imperativas y respetar aquellas establecidas en protección de terceros y
de accionistas, no cuenta con poderes omnímodos, ya que su poder se
restringe también por leyes imperativas de orden público, por las buenas
costumbres y, en su caso, por el estatuto social, es decir, que a menos que
se trate de modificaciones del acto constitutivo, no debe excederse de la
natural competencia fijada por la ley, el acto constitutivo y el estatuto social.
j) Se requiere para la validez de las juntas, de capacidad genérica y especí-
fica, consentimiento no viciado de los participantes, por error, violencia,

(7) En el presente caso, la sociedad actúa como contratante, por ejemplo, al celebrar con algún tercero un
acuerdo contractual, previamente aprobado por la junta, y responderá con su patrimonio social.

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La junta general de accionistas

dolo, decisión inspirada por el interés social, causa lícita, convocatoria


regular, reunión, deliberación, votación y acta.

2. Clases de juntas
La actual Ley General de Sociedades ha eliminado la distinción tradicional
entre junta general ordinaria y extraordinaria que había prevalecido en nuestra
legislación desde la Ley de Sociedades Mercantiles Nº 16123 del año 1966.

Al efecto, la Comisión Redactora que tuvo a su cargo la elaboración del


proyecto de ley, consideró necesaria la eliminación de esa distinción, dado que
ella estaba fundamentalmente referida a la época en que se realizaba la junta
general ordinaria, es decir, al final del ejercicio, o en aquellas otras oportunida-
des que estuviesen previstas en el estatuto; en cambio, la junta extraordinaria
era aquella que se realizaba en cualquier época del año, sea por iniciativa del
directorio, o por solicitud de un grupo de accionistas que representase, cuando
menos, el 20% del capital pagado.

Considerando que ambas son en el fondo una misma institución, que re-
quiere de la participación de los mismos miembros, la nueva legislación se
refiere únicamente a la junta general de accionistas, contemplando una única
excepción en el artículo 114, que alude a la realización de la llamada junta
obligatoria anual. Como se sabe, ésta es la que se realiza una vez al año con
motivo del cierre del ejercicio económico, a efectos de que se delibere sobre la
gestión social, el balance, y los resultados económicos expresados en los es-
tados financieros del ejercicio anterior, la distribución de utilidades, si las hu-
biere, la elección del directorio y la retribución a otorgarse a sus miembros, la
designación de los auditores externos y cualquier otro asunto que le sea propio
o que se haya consignado en la convocatoria, pero que en nada difiere de la
naturaleza jurídica de las demás juntas generales.

Asimismo, debemos precisar que el estatuto puede prever la realización


obligatoria de otras juntas generales de accionistas, que tendrán esa misma
exigibilidad, al haber otorgado esta licencia el artículo 113 de la ley.

Es por ello que, según lo expuesto, el solo hecho que la referida reunión
deba realizarse dentro de los tres meses siguientes a la terminación del ejercicio
económico, no resulta relevante ni justifica la creación de categorías jurídicas
distintas en la institución estudiada.

Ahora bien, de otro lado, los otros asuntos que la anterior ley sometía a la
decisión de la junta general extraordinaria, están ahora considerados como de
competencia de cualquier junta general de accionistas válidamente instalada,
al haberse eliminado la distinción entre las juntas ordinarias y extraordinarias,
correspondiendo al órgano supremo societario pronunciarse, en la oportuni-
dad en que se le hubiere convocado, sobre la remoción de los directores, la

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Tratado de Derecho Mercantil

modificación del estatuto, el aumento o reducción del capital, la emisión de


obligaciones, la realización de investigaciones y auditorías especiales, la trans-
formación, la fusión, escisión, reorganización, y disolución y liquidación de la
sociedad, etc.

3. Convocatoria
Por no ser la junta general un órgano permanente, los accionistas deben
ser convocados a una sesión de junta general a través de un aviso en el cual
se especifiquen el lugar, día y hora de celebración de la junta general, así
como los asuntos a tratar, pudiendo constar asimismo en el aviso, el lugar, día
y hora en los que si así procediera, se reunirá la junta en segunda convocato-
ria. De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 113 de la ley, entre la primera y
segunda reunión deben mediar no menos de tres ni más de diez días.

Lo normal es que la convocatoria se haga por iniciativa del directorio en


razón a que este último órgano social tiene a su cargo la administración y
gestión de la sociedad y por tanto conoce de cerca la problemática de la mis-
ma, lo que le permite identificar los problemas que se susciten y, en los casos
en que se necesite, por el nivel de competencia, requerir de una decisión de la
junta general para lo cual hace la convocatoria respectiva.

No obstante lo expuesto, el artículo 117 de la LGS establece que también


es posible que uno o más accionistas que representen no menos del 20% de
las acciones suscritas con derecho a voto, soliciten notarialmente la celebra-
ción de la junta general, en cuyo caso el directorio debe publicar el aviso de la
convocatoria dentro de los 15 días siguientes a la recepción de la solicitud, el
que deberá indicar los asuntos que los solicitantes propongan tratar, debiendo
celebrarse la junta dentro del plazo de 15 días de la fecha de publicación de la
convocatoria.

Si fuere el caso que la mencionada solicitud fuese denegada, o transcu-


rriesen más de 15 días de presentada sin efectuarse la convocatoria, el o los
accionistas acreditando que reúnen el porcentaje exigido de acciones, podrán
solicitar al juez de la sede de la sociedad que ordene la convocatoria por el
proceso no contencioso. En el caso de que el juez amparase la solicitud, orde-
na la convocatoria, señala lugar, día y hora de la reunión, su objeto, quien la
presidirá, y el notario que dará fe de los acuerdos.

También prevé la ley una convocatoria judicial a pedido del titular de una sola
acción suscrita con derecho a voto, en los casos en que la junta obligatoria anual
o cualquier otra ordenada por el estatuto, no se convoquen dentro del plazo y para
sus fines, o en ellas no se traten los asuntos que correspondan, en cuyo caso será
convocada por el juez del domicilio social, por el proceso no contencioso.

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La junta general de accionistas

4. Forma y plazos
Tratándose de junta obligatoria anual, el aviso de convocatoria debe ser
publicado con una anticipación no menor de 10 (diez) días al de la fecha fijada
para su celebración; y en los demás casos, la anticipación de la publicación
será no menor de tres días. Adviértase al respecto que para ciertos casos
específicos como el acuerdo de fusión o escisión, la anticipación de la publica-
ción es de diez días.

5. Junta universal y especial


Se entiende por junta universal aquella en la cual están presentes accio-
nistas o personas que representan la totalidad de las acciones suscritas con
derecho a voto, y acepten por unanimidad la celebración de la junta y los asun-
tos que en ella se propongan tratar, en cuyo caso, la junta general se entiende
convocada y válidamente constituida sin necesidad de convocatoria previa.

De otro lado, se entiende por junta especial aquella que se celebra con la
participación de accionistas titulares de una clase determinada de acciones,
cuando puedan preverse futuros acuerdos de la junta general que puedan afec-
tar los derechos particulares de dicha clase de acciones. Para estos casos, la
junta especial será como una junta previa, en la que participarán únicamente
los titulares de acciones de la clase afectada, para adoptar la posición que lleva-
rán a la junta general, aplicándose las reglas generales que rigen para el órgano
supremo de la sociedad sobre convocatoria, quórum y acuerdos.

6. Sesiones

a. Derecho de concurrencia y representación


Tienen derecho a concurrir a la junta, los titulares de acciones con dere-
cho a voto que figuren inscritas a su nombre, en la matrícula de acciones con
una anticipación no menor de dos días al de la celebración de la junta general.
En el caso de una sociedad anónima abierta, conforme al artículo 256 de la ley,
la anticipación con que deben estar inscritas las acciones es de 10 días.

Ahora bien, no es obligatoria la asistencia a junta general, razón por la


cual, conforme al artículo 122, cualquier accionista con derecho a participar en
ella, puede hacerse representar por otra persona, pudiendo el estatuto limitar
esta facultad, reservando la representación a favor de otro accionista, o de un
director o gerente.

Este artículo precisamente le permite a las sociedades familiares impedir


que terceros no accionistas conozcan el manejo interno de la sociedad.

En cuanto a la formalidad de la representación, ésta debe constar por

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Tratado de Derecho Mercantil

escrito y con carácter especial para cada junta general, siendo suficiente una
carta poder simple. Es posible también que los poderes se otorguen de mane-
ra permanente por escritura pública.

En cualquier caso, los poderes deben ser presentados ante la sociedad


con una anticipación no menor de 24 horas a la hora fijada a la celebración de
la junta general.

Asimismo la representación ante la junta general es revocable en el sen-


tido de que la asistencia personal a la junta, del accionista representado, pro-
ducirá la revocación del poder conferido tratándose de poder simple, y dejará
en suspenso el otorgado por escritura pública, salvo tratándose de poderes
irrevocables.

b. Lista de asistentes
Con la nueva ley, toda sesión de junta general debe ser debidamente pla-
nificada de forma tal que se sepa con antelación quiénes son las personas que
asistirán físicamente a la misma. Al efecto, el artículo 123 señala que antes de
la instalación de una junta general, se debe elaborar una lista de asistentes,
expresando el carácter o representación de cada uno y el número de acciones
propias o ajenas con que concurren, agrupándolas por clases si las hubiere.

De esta manera, una vez elaborada la lista, se debe conocer perfecta-


mente cuántas acciones representa cada persona concurrente a la junta y el
porcentaje que agrupa respecto del total de las mismas, o respecto del capi-
tal social, indicando cuando fuere el caso el porcentaje respecto de cada una
de las clases de acciones que las hubiere. Como veremos posteriormente, la
elaboración de la lista de asistentes cobra singular importancia en los casos
en los que se requiera utilizar el sistema de voto acumulativo para la elección
del directorio.

7. Normas sobre el quórum y la


configuración de la voluntad social
En cuanto al quórum de las juntas, éste es el porcentaje mínimo de accio-
nes que tienen que estar presentes o representadas para que se pueda insta-
lar la sesión. Con la ley anterior el quórum siempre se computó sobre la base
del “capital pagado”, lo cual complicaba la adopción de acuerdos cuando de un
lado existían acciones íntegramente suscritas y pagadas, y de otro lado accio-
nes pagadas en diferentes proporciones, en cuyo caso el cómputo se tenía
que hacer no considerando las acciones de la junta, sino estableciendo el im-
porte pagado de cada acción, con lo cual ello se reflejaba en el voto, discrimi-
nándose indebidamente a los accionistas que se habían acogido a una facili-
dad de la ley y que sin haber incurrido en mora, aún debían los saldos de las

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La junta general de accionistas

acciones parcialmente desembolsadas. Es pertinente señalar que a dichos


saldos deudores se les denomina en la ley como “dividendos pasivos”.

En la nueva ley se ha rectificado este criterio y se ha establecido que lo


que se computan son las acciones suscritas con derecho a voto, con prescin-
dencia de los montos pagados por ellas, en razón a que, si la propia sociedad
ha otorgado a sus accionistas facilidades para el pago del valor que corres-
ponde a las acciones y el titular se encuentra al día en los pagos acordados, no
existe ninguna razón por la cual se tenga que efectuar el cómputo sobre la
base del capital pagado. Se trata, pues, de una rectificación saludable respec-
to del anterior criterio que, además, simplificará la celebración de las juntas, ya
que todas las acciones suscritas con derecho a voto generan los mismos dere-
chos para sus titulares.

Diferente es el caso del accionista moroso, vale decir, de aquél que al


vencimiento del plazo máximo establecido en el pacto social o por la junta
general, no ha cumplido con cancelar los dividendos pasivos, en cuyo caso las
sanciones establecidas en el artículo 79 de la LGS son muy severas según se
detalla a continuación:

• Perderá el derecho de voto y del derecho de suscripción preferente.


• Sus acciones no se computarán para el quórum, ni para las votaciones.
• Los dividendos que le correspondan se aplicarán a amortizar o cance-
lar los dividendos pasivos.

Específicamente en el caso de sociedades anónimas, la nueva ley distin-


gue con absoluta claridad asuntos que son trascendentales en la vida de una
sociedad en los cuales se requiere de quórum y de mayoría calificada, de
aquellos otros asuntos no trascendentales, que requieren de quórum simple y
de mayoría no calificada.

Desarrollando el concepto anterior, el artículo 126, remitiéndose expresa-


mente a los casos de los incisos 2, 3, 4, 5 y 7 del artículo 115, exige que para
que la junta se reúna en primera convocatoria deben estar presentes o repre-
sentados accionistas que constituyan 2/3 de las acciones suscritas con dere-
cho a voto, es decir el 66.66% del total de las acciones con voto, y en segunda
convocatoria, exige la concurrencia de al menos 3/5 partes de tales acciones,
es decir el 60%, pero esta norma sobre el quórum está acompañada además
de una norma adicional concurrente y complementaria contenida en el artículo
127, la cual establece que para la adopción de acuerdos trascendentales, se
requiere que éste cuente con el voto favorable de un número de acciones que
represente cuando menos la mayoría absoluta del total de las acciones suscri-
tas con derecho a voto.

En el caso de acuerdos no trascendentales se exige un quórum simple, lo

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Tratado de Derecho Mercantil

que representa que la junta general queda válidamente constituida en primera


convocatoria cuando se encuentren representadas cuando menos el 50% del
total de las acciones suscritas con derecho a voto, y en segunda convocatoria
será suficiente la concurrencia de cualquier número de acciones suscritas con
derecho a voto.

Es importante señalar al respecto que, tratándose del quórum y de la


mayoría necesaria para la adopción de acuerdos, a través del estatuto se pue-
den establecer porcentajes mayores a los señalados anteriormente, pero nun-
ca inferiores.

Otra innovación interesante de la nueva Ley General de Sociedades es la


que se refiere al cómputo del quórum, el cual ahora, de conformidad al artículo
124, se establece al inicio de cada junta, de forma tal que una vez comprobado
éste, el presidente declara instalada la junta. Esta norma evita tener que com-
putar el quórum cada vez que se tengan que votar algunos de los temas de la
agenda, lo cual en la práctica ha facilitado la adopción de acuerdos, ya que el
quórum se computa una sola vez, al inicio, y si con posterioridad a ello los
accionistas se retiran de la junta, es bajo su responsabilidad.

Asimismo, el mencionado artículo establece que en las juntas generales


convocadas para tratar asuntos que conforme a la ley o al estatuto requieren
concurrencias distintas, cuando un accionista así lo señale expresamente y
deje constancia al momento de formularse la lista de asistentes, a su solicitud,
sus acciones no serán computadas para establecer el quórum requerido para
tratar alguno o algunos de los asuntos trascendentales que requieren de quórum
y mayoría calificada.

Adicionalmente, sobre el quórum, también se ha incluido como innova-


ción en la ley que en los casos de accionistas que ingresen a la junta después de
haberse instalado y después de haberse formulado la lista de asistentes, sus
acciones no se computarán para establecer el quórum, pero sí se podrá res-
pecto de ellas, ejercer el derecho de voto.

Respecto de los asuntos propios de la competencia de la junta, Frances-


co Galgano(8) manifiesta que la sociedad anónima, al momento de adoptar
acuerdos a través de la junta general, no debe actuar para realizar el interés
egoísta de los socios, o la aspiración al beneficio de los capitalistas que po-
drían manejar dicho órgano, sino que debe actuar para realizar un interés que
trasciende al de los socios, y que consiste en el interés de la eficiencia produc-
tiva de la empresa, siguiendo los principios siguientes:

(8) GALGANO, Francesco. “Desplazamiento del Poder en las Sociedades Anónimas Europeas”. Véase en
Estudios Jurídicos sobre la Sociedad Anónima. Editorial Civitas S.A. Madrid, 1995. Págs. 65 y ss.

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La junta general de accionistas

- La dirección de la empresa debe ser sustraída, en la medida de lo


posible, de los socios, dado que éstos, por su disposición natural, es-
tán dominados por intenciones egoístas de ganancia.
- La dirección de la empresa debe ser confiada a un órgano de adminis-
tración que sea lo más independiente posible de los socios, y por con-
siguiente, capaz de evaluar autónomamente las exigencias de la em-
presa (consejo de administración, mesa directiva o directorio).

En este orden de ideas, consideramos que no debe confundirse el carác-


ter soberano de dicho órgano con la potestad omnímoda para decidir válida-
mente en toda clase de asuntos y cuestiones. La soberanía de la junta está
delimitada por la órbita de su propia competencia, y así lo manifiesta la mayor
parte de las posiciones doctrinarias existentes. En efecto, la discusión radica
en la estructura organizativa de toda sociedad anónima, que en principio, y a
nuestro entender, permite un equilibrado reparto del poder entre la junta gene-
ral de accionistas y el directorio. No obstante lo expuesto, ello no debe enten-
derse de modo alguno como un acto por el cual la junta renuncia a atribuciones
que le han sido conferidas por la ley o el estatuto social, sino a la justificada
especialización de sus funciones, en virtud a su carácter no permanente y a las
facultades propias del órgano de la administración, que en nuestra legislación
se denomina directorio.

8. Derecho de información
El artículo 130 de la nueva Ley General de Sociedades consagra el dere-
cho de información del accionista en las sociedades anónimas, señalando a la
letra lo siguiente:

“Artículo 130 desde el día de la publicación de la convocatoria, los docu-


mentos, mociones y proyectos relacionados con el objeto de la junta
general deben estar a disposición de los accionistas en las oficinas de la
sociedad o en el lugar de celebración de la junta general, durante el hora-
rio de oficina de la sociedad.
Los accionistas pueden solicitar con anterioridad a la junta general o du-
rante el curso de la misma los informes o aclaraciones que estimen nece-
sarios acerca de los asuntos comprendidos en la convocatoria y el direc-
torio estará obligado a proporcionárselos, salvo en los casos en que juz-
gue que la difusión de los datos solicitados perjudique el interés social.
Esta excepción no procede cuando la solicitud sea formulada por accio-
nistas presentes en la junta que representen al menos el veinticinco por
ciento de las acciones suscritas con derecho a voto”.

Similar regla, con algunas modificaciones y mejoras en la redacción, esta-


ba contenida en el artículo 132 de la anterior Ley General de Sociedades.

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Tratado de Derecho Mercantil

El derecho de información se encuentra vinculado con el de voto, y se refiere


a la posibilidad de que, antes de asistir a las deliberaciones y emitir su voto en la
junta general, el accionista cuente con los elementos de juicio suficientes.

Es por ello que se establece con carácter imperativo la obligación para la


sociedad de poner a disposición de los accionistas los documentos, mociones
y proyectos relacionados con el objeto de la junta a celebrarse desde el día de
la publicación de la convocatoria; es decir, en las sociedades anónimas ordina-
rias, diez días antes de la reunión para el caso de la junta obligatoria anual o de
las demás previstas en el estatuto, y tres días tratándose de otras juntas. En el
caso de la sociedad anónima abierta, la información debe ser puesta a dispo-
sición de los accionistas, veinticinco días antes de la celebración de la junta.

La norma bajo comentario tiene por objeto proteger a los accionistas mi-
noritarios, quienes podrían verse afectados por maniobras poco transparentes
de quienes detentan el control de la sociedad.

Nótese que en el segundo párrafo del artículo analizado se establece una


excepción a la obligación del directorio de entregar información a los accionis-
tas que la soliciten; y es cuando a criterio del propio directorio, la publicidad de
la información solicitada puede perjudicar los intereses de la sociedad. Sin
embargo, en caso de que la solicitud sea efectuada por accionistas presentes
en la junta que representen al menos el veinticinco por ciento de las acciones
suscritas con derecho a voto, la excepción antes mencionada no procede.

Asimismo debe precisarse que el derecho de información de los accionis-


tas no es irrestricto, sino que debe ejercerse de buena fe y con la intención de
contar con mayores elementos de juicio para participar en las juntas. Hacemos
esta salvedad porque la posesión de cierta información por parte de accionistas
inescrupulosos obtenida en virtud del derecho aquí comentado, podría poner en
peligro a la sociedad, e incluso servir para revelar secretos industriales o co-
merciales a sociedades competidoras. Corresponde al directorio de las socie-
dades anónimas analizar, en cada caso concreto, la procedencia de entregar
la información solicitada por los accionistas.

9. Derecho de aplazamiento
El derecho a solicitar el aplazamiento de la junta general, estrechamente
relacionado con el derecho de información del accionista, se consagra en el
artículo 131 de la Ley General de Sociedades, que a continuación transcribimos:

“A solicitud de accionistas que representen al menos el veinticinco por


ciento de las acciones suscritas con derecho a voto, la junta general se
aplazará por una sola vez, por no menos de tres ni más de cinco días y sin
necesidad de nueva convocatoria, para deliberar y votar los asuntos sobre
los que no se consideren suficientemente informados. Cualquiera que sea

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La junta general de accionistas

el número de reuniones en que eventualmente se divida una junta, se la


considera como una sola, y se levantará un acta única. En los casos con-
templados en este artículo es de aplicación lo dispuesto en el primer pá-
rrafo del artículo 124”.

Sin bien es cierto que la norma comentada es similar, en el fondo, a su


antecesora, contenida en el artículo 136 de la Ley General de Sociedades
anterior, presenta algunos cambios e innovaciones.

En primer lugar, la norma anterior otorgaba la posibilidad de solicitar el


aplazamiento de la junta a accionistas que representen la tercera parte del
capital pagado en la junta; actualmente se habla del veinticinco por ciento de
las acciones suscritas con derecho a voto, siguiendo la tónica empleada en la
redacción de la nueva ley.

Asimismo, la nueva norma concede un plazo más amplio para efectuar la


solicitud de aplazamiento que el contemplado en la norma anterior, que era
solo de tres días.

El hecho de considerar a la junta como una sola y levantar un acta única


independientemente del número de sesiones en que ésta pueda dividirse, cons-
tituye una novedad de la nueva ley. Lo mismo sucede con la aplicación a los
casos contemplados en este artículo de lo dispuesto por el primer párrafo del
artículo 124 de la misma ley, según el cual el quórum se computa y establece
al inicio de cada junta; una vez comprobado el quórum, el presidente la declara
instalada.

Definitivamente, ésta ha sido la manera más sana que ha encontrado la ley


para salvar la eventualidad de que los accionistas asistan insuficientemente
informados a la junta y, por consiguiente, sin los elementos de juicio necesa-
rios para decidir sobre su voto. Así, a través del aplazamiento de la junta, los
accionistas que invoquen la falta o insuficiencia de información, pueden exigir
a los administradores que les proporcionen los datos que requieren.
De hecho, al exigirse una proporción mínima del capital social para poder
aplazar la junta, se entiende que lo que se pretende es la protección de la
minoría. Sin embargo, sobre la base del principio del que puede lo más, puede
lo menos, la mayoría podría solicitar el aplazamiento de la junta, convirtiendo
este recurso en una maniobra malintencionada. Por ello, la mayoría deberá
probar que el aplazamiento solicitado tiene como finalidad obtener mayor in-
formación respecto de los puntos a discutir en la junta.
Otro aspecto importante a destacar es que, de la redacción del artículo
131, se deduce que el aplazamiento de la deliberación y votación se referirá a
los asuntos específicos respecto de los cuales los accionistas no se encuen-
tran debidamente informados; sobre las demás mociones y asuntos, la junta

425
Tratado de Derecho Mercantil

deberá seguir discutiendo y deliberando hasta llegar a los acuerdos y decisio-


nes que le sean convenientes.

10. Actas, libros y copias certificadas


Uno de los aspectos formales al que con frecuencia se presta poca aten-
ción, es el referido a las actas de las sociedades en general, y en el caso de las
sociedades anónimas, a las actas de las juntas generales y del directorio. Ocu-
rre muy a menudo que quienes incursionan en la actividad empresarial suelen
cumplir con los trámites formales para la constitución de la sociedad, pero
luego de ello, unas veces por falta de tiempo y otras por desconocimiento,
descuidan las formalidades que tienen que ver con su funcionamiento.

Cada una de las actas de los libros respectivos constituye instrumento en


el que se plasma de manera precisa la marcha de la sociedad, pues en ella
consta la voluntad social. En tal sentido, servirá como importante medio de
prueba de lo acontecido al interior de la sociedad durante toda su existencia, y
como base para el ejercicio de los derechos de los socios, y para supervisar y
acreditar los acuerdos relacionados con el devenir de la sociedad.

Respecto de la junta general, el artículo 134 de la ley señala que los acuer-
dos adoptados en ellas deben constar en actas que expresen un resumen de
lo acontecido en la reunión. A nuestro modo de ver, esta precisión es importan-
te toda vez que antes las actas prácticamente transcribían textualmente el
desarrollo de la junta, las intervenciones de los accionistas y los demás he-
chos acaecidos en la junta, todo lo cual ahora es innecesario ya que lo primor-
dial es el texto de los acuerdos en sí mismos. Tales actas pueden presentarse
en un libro especialmente abierto debidamente legalizado, en hojas sueltas o
en cualquier otra forma que permita la ley.

Además de constar en el acta, el lugar, fecha y hora en que se realizó la


junta, debe indicarse si se celebró en primera, segunda o tercera convocatoria,
el nombre de los accionistas presentes o de sus representantes, el número y
clases de acciones de las que son titulares, el nombre de quienes actuaron
como presidente y secretario, los detalles sobre los avisos de convocatoria y la
forma y resultado de las votaciones.

Todos los demás detalles respecto a la metodología para la aprobación del


acta están señalados en el artículo 135 de la ley, debiéndose destacar lo siguiente:
a) Que cualquier accionista concurrente a la junta está facultado a solici-
tar que quede constancia en el acta el sentido de su voto y la sustenta-
ción del mismo, lo cual es muy importante en los casos en los que se
deseara ejercitar el derecho de separación regulado por el artículo 200,
o el derecho de impugnación de los acuerdos.
b) Que las actas tienen fuerza legal desde su aprobación.

426
La junta general de accionistas

Si fuere el caso de que si por alguna circunstancia no se puede asentar el


acta en el libro o en hojas sueltas, conforme al artículo 136 ella se extenderá y
firmará por todos los accionistas concurrentes, en un documento especial que
se adherirá o transcribirá al libro o a las hojas sueltas, cuando éstos se en-
cuentren disponibles.

Un derecho especial que tienen los accionistas es el contenido en el artícu-


lo 137 de la ley, por el cual aunque no hubiesen asistido a la junta pueden
solicitar copia certificada del acta correspondiente, o de la parte específica que
señale, en cuyo caso el gerente general de la sociedad está obligado a exten-
derla bajo su firma y responsabilidad en un plazo no mayor de 5 días contado
a partir de la fecha de recepción de la solicitud.

Es importante señalar al respecto que en caso de incumplimiento en la


entrega, el accionista puede recurrir al juez del domicilio de la sociedad por la
vía del proceso no contencioso, a fin de que ésta exhiba el acta respectiva con
la finalidad de que el secretario del juzgado expida la copia certificada, para su
entrega al accionista solicitante.

III. EL ROL DE LA JUNTA GENERAL DE ACCIONISTAS


FRENTE A LAS PRÁCTICAS DE BUEN GOBIERNO
CORPORATIVO
A propósito del debate que se viene gestando en el derecho comparado,
específicamente en países de tradición jurídica anglosajona y otros miembros
de la comunidad europea, entre ellos y como referencia más cercana, España;
respecto de las posibles modificaciones de su reciente Ley de Sociedades
Anónimas, y las prácticas de autorregulación aplicables a las sociedades anó-
nimas, a través de la adopción de directrices distintas de las legislativas para la
conducción de sus sociedades, y la reciente discusión suscitada en nuestro
medio respecto de las prácticas de buen gobierno corporativo, revisaremos a
continuación de forma sucinta, los aspectos más relevantes previstos en la
doctrina sobre las referidas medidas de autorregulación, así como el papel que
juega la junta general de accionistas en su aplicación.

En primer lugar, debe precisarse que las prácticas de mejor gobierno o


códigos de buen gobierno corporativo se plantearon inicialmente en países de
mayor desarrollo económico, en respuesta a los vacíos jurídicos encontrados
en sus legislaciones particulares respecto de determinados aspectos relevan-
tes para la conducción de las sociedades anónimas. Estos asuntos, inicial-
mente previstos como posibles modificaciones legislativas, al haberse gesta-
do con el objeto de establecer reglas de orden económico, financiero y promo-
cional a la inversión, han sido incorporados o planteados como mecanismos

427
Tratado de Derecho Mercantil

voluntarios recomendados usualmente por los llamados “stakeholders” (9), para


dotar de mayor seguridad y transparencia a las actividades que desarrollan las
sociedades de forma interna, respecto de aquellas prácticas que generan con-
secuencias externas y/o que afectan a los mencionados stakeholders como
nuevos grupos de interés.

Según mencionáramos anteriormente, las prácticas de buen gobierno


corporativo, al suplir inicialmente vacíos normativos propios de cada legisla-
ción, preliminarmente incorporaron elementos característicos de cada país,
acordes con su estadio económico y desarrollo normativo. En tal sentido, algu-
nos esfuerzos de autorregulación, tales como los Principios de la OCDE(10)
para el Gobierno de las Sociedades, constituyen un claro ejemplo de normas
marco establecidas principalmente para proteger los derechos de los accionis-
tas y para recalcar las obligaciones de sus órganos de dirección, sin entrar a
desarrollar los requerimientos de los grupos de interés exógenos, principal-
mente representados por los stakeholders.

Hoy por hoy, por efecto de la globalización, los esfuerzos de autorregula-


ción en otros casos vienen incorporando recomendaciones principalmente di-
rigidas a los consejos de administración o consejos directivos (directorios en
nuestro medio), para lograr un funcionamiento eficaz y participativo de las so-
ciedades mediante el suministro a los mercados, de información rápida, preci-
sa y fiable sobre la estructura del accionariado, las reglas de gobierno, a las
operaciones vinculadas o de autocartera, etc. Ejemplo de ello constituye el
Código Olivencia, dirigido a sociedades españolas que cotizan en el mercado
de valores y que presentan en la composición de su capital social un porcenta-
je mayoritario de acciones de libre circulación.

Comentando los modelos de regulación, Cándido Paz-Ares(11) sostiene


que un sistema de gobierno solo puede ser consistente si dispone de antema-
no de un objetivo claro y preciso a alcanzar. En nuestra tradición jurídica(12),
ese objetivo que proporciona las pautas a las que deben sujetarse los distintos
órganos de la sociedad en ejercicio de sus funciones, se conoce bajo el nom-
bre de interés social.

La concepción tradicional de la regulación y derecho societario, que ini-


cialmente cautelaba en primer término el interés social, como una suerte de

(9) Inversionistas institucionales tales como los Fondos Mutuos de Inversión, instituciones financieras, Admi-
nistradoras de Fondos de Pensiones, compañías de seguros, trabajadores, acreedores, etc.
(10) Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
(11) PAZ-ARES, Cándido. “La ley, el mercado y el gobierno de las sociedades”. Véase en IUS ET VERITAS.
Revista editada por estudiantes de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Año XII, Nº 24. Junio de 2002. Págs. 140 y ss.
(12) Refiriéndose a la tradicional visión española del derecho societario, aplicable a nuestra particular realidad
jurídica por haber servido de fuente a nuestra legislación.

428
La junta general de accionistas

interés autónomo de la empresa en el que se congeniarían y sintetizarían los


intereses no siempre convergentes de los distintos grupos que en ella partici-
pan (accionistas, trabajadores, proveedores, clientes, comunidad local, intere-
ses públicos, etc), se funda en una visión institucional; la misma que es com-
pletamente distinta de la visión contractual del interés social, que toma en cuenta
las relaciones que tienen lugar en la empresa, identificando a este interés de la
compañía como el interés de los accionistas.

A nuestro modo de ver, tomando algunos de los elementos de la visión


contractual del interés social, a efectos de establecer mecanismos de autorre-
gulación apropiados, se debe entender al interés social como aquel objetivo
encaminado a la maximización del valor de la inversión de los accionistas,
conciliando y limitando éste con los intereses de los stakeholders para el cum-
plimiento de las normas legales vigentes, el respeto de la buena fe contractual,
y la aplicación de reglas éticas apropiadas para la conducción de los negocios.

En tal sentido, en el modelo de supervisión se identificaría como órgano


encargado del control de las prácticas de buen gobierno corporativo al directo-
rio de las sociedades anónimas; no obstante ello, existen dudas respecto de la
eficacia de dicho sistema monista o unitario, al haberse cuestionado el hecho
de que en este sistema, el consejo de administración o directorio asuma simul-
táneamente funciones de gestión social y supervisión.

De otro lado, encontramos planteamientos que apuestan por un modelo


dualista(13), mediante la separación de las funciones de gestión y vigilancia en
distintos órganos, los cuales desconocen las ventajas derivadas del modelo de
supervisión. En este orden de ideas consideramos que mediante la aplicación
de este último sistema, pueden válidamente establecerse comités de control
internos conformados con algunos de los representantes del directorio, siem-
pre que la composición del referido órgano permita asegurar su independen-
cia, a partir de su composición heterogénea y organización representativa de
los conflictos de intereses connaturales a cada sociedad.

Ahora bien, aun cuando a lo largo del presente capítulo nos hemos referi-
do básicamente al papel del directorio en la aplicación de las prácticas de buen
gobierno corporativo, no debemos desconocer el rol que juega la Junta Gene-
ral de Accionistas en dichos mecanismos de autorregulación.

(13) Principalmente en Alemania, al encargarse las funciones de control en los denominados consejos de
vigilancia, de forma similar a la prevista en nuestra anterior Ley de Sociedades Anónimas. Las desventa-
jas observadas en dichos sistemas de cogestión, han sido resaltadas por Federico San Sebastián Flechoso.
Véase el artículo “Reflexiones sobre Gobierno Comparativo Comparado” en Revista de Derecho Ban-
cario y Bursátil. Nº 70, 1998. En dicho trabajo se resaltan básicamente las siguientes desventajas: 1)
Hace más lento el proceso de toma de decisiones; 2) Presenta riesgos en lo que respecta al manteni-
miento de la confidencialidad.

429
Tratado de Derecho Mercantil

En efecto, a nuestro entender, la junta general de accionistas de las socie-


dades que apliquen mecanismos de buen gobierno corporativo, se encontrará
principalmente encargada de adoptar los siguientes acuerdos:

a) La aprobación de las prácticas de buen gobierno corporativo, sobre la


base del análisis de su realidad societaria, y como consecuencia del ab-
soluto acuerdo de voluntades de la mayoría de sus miembros. Considera-
mos que al contener aspectos trascendentales para la gestión y control
societario, debería adoptarse el referido acuerdo con la participación y
voto de la mayoría calificada correspondiente.
b) Elegir a los miembros de sus respectivos directorios a partir de reglas
estrictas incorporadas en los estatutos sociales, o en los códigos de buen
gobierno corporativo correspondientes, a fin de cautelar la independencia
e integración heterocompositiva de sus representantes.
En este orden de ideas, si bien en principio los accionistas o los grupos
mayoritarios de éstos, en función de sus intereses particulares, buscarán
verse representados en el consejo directivo por miembros que respondan
directamente a sus requerimientos, deberán abdicar a dicha posibilidad o
al menos mediatizar tales expectativas, observando estrictas reglas para
la separación del control de la sociedad por parte de los propietarios de
ésta(14).
c) De forma conjunta a las responsabilidades del directorio, como órgano de
supervisión para la aplicación de las reglas de buen gobierno corporativo,
deberán asumir una función de vigilancia, ejercida en la junta general obli-
gatoria que revise la situación financiera de la sociedad al cierre del ejerci-
cio, respecto de la actuación de su directorio en la implementación de las
reglas adoptadas en dichos códigos de autorregulación.
d) Adoptar los acuerdos que sean acordes con el interés social que dispon-
gan sus órganos administrativos, que permitan la maximización de los
beneficios de sus accionistas, cautelando los intereses de los stakehol-
ders, protegidos por las reglas de buen gobierno corporativo.

Finalmente, según manifestáramos anteriormente, a efectos de aplicar un


modelo de autorregulación en nuestro medio, debemos definir previamente los
objetivos de las recomendaciones o prácticas de buen gobierno corporativo
que regularán nuestras sociedades, para luego determinar los grupos societa-
rios a los que se les aplicarán dichas reglas en función de características simi-
lares respecto de su participación en el mercado, y según la importancia de
sus actividades frente a los stakeholders nacionales.

(14) Entendiéndose por éstos a los accionistas, como socios inversores de cada sociedad.

430
Derechos y obligaciones del accionista

DERECHOS Y OBLIGACIONES
DEL ACCIONISTA

Mateo AMICO ANAYA

I. LOS DERECHOS DEL ACCIONISTA.


GENERALIDADES
La calidad de socio se adquiere por la propiedad de una o más acciones;
es decir, va unida a la titularidad de la acción. Esta titularidad confiere al accio-
nista una serie de derechos, así como la obligación de acatar los acuerdos
legítimos adoptados en las juntas y por el órgano de administración; además,
al pago de los dividendos pasivos en caso de que la acción no esté totalmente
desembolsada.

La condición de socio implica una pluralidad de derechos de muy distinto


género. La participación de un socio en la sociedad se hace con vistas a adqui-
rir determinados derechos. Esos derechos pueden tener un valor patrimonial
en sí mismo –al participar en los beneficios de la sociedad– o tener un carácter
instrumental respecto de los intereses patrimoniales del socio, como sucede
con el derecho de voto.

Son diversas las clasificaciones efectuadas por los tratadistas sobre los
tipos de derechos con que cuenta el accionista.

René De Sola(1) distingue entre derechos subjetivos y objetivos. Los pri-

(1) DE SOLA, René. “La protección de las minorías en la compañías anónimas”. Caracas, 1951.

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