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Anécdota de Oscar Wilde
Anécdota de Oscar Wilde
Hombre de gran humor y capaz de tener una aguda salida para cada situación, se
vio en cierta ocasión en el apuro de llegar media hora tarde a su primer examen
en la almidonada Universidad de Oxford. Cuando se presentó finalmente ante el
severo tribunal examinador no tuvo otra ocurrencia que disculpar su tardanza con
estas palabras:
"Ustedes perdonen, pero no estoy acostumbrado a esta clase de
interrogatorios"
El genial escritor irlandés Oscar Wilde contaba con frecuencia una anécdota de su
tía Juana.
Su tía provenía de una familia aristocrática y, contaba Wilde, un día siendo ya una
anciana de avanzada edad decidió dar una gran fiesta como despedida de este
mundo.
La tal Juana vivía en una pequeña ciudad en la que todos la conocían e invitó hasta
al último vecino a la fiesta en su casa. Se pasó semanas organizando el evento de
manera febril, encargó los más lujosos manjares y para el baile contrató a la mejor
orquesta de la zona.
Los músicos llegaron los primeros y les dijo:Empezad a tocar cuando entre el
primer invitado.
Pero eso no llegó a pasar porque el primer invitado no llegó a entrar
nunca.Nadie acudió a su fiesta. Este desprecio llenó de amargura a la anciana.Tras
una larga espera, invitó a cenar a los músicos y ella se sentó con ellos presidiendo
la mesa.Y eso fue todo.
Una vez terminada la cena, en silencio, subió las escaleras hacia su cuarto a
buscar un pañuelo en el que secarse las lágrimas y… allí, en el cajón, vio que
estaban todas las invitaciones para el baile. Y entonces se dio cuenta que, por
un imperdonable olvido, no las había echado al correo.