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EURÍPIDES Y LA RETÓRICA: ÉTHOS E INVENTIO EN EL DISCURSO

DE HELENA (TROYANAS, 914-96)

VIVIANA GASTALDI

From the standpoint of the elements that link fifth-century tragedy with rhetoric and sophistic,
it is possible to analyse the Euripides drama. In this sense, Troades, written around 415 b.C, offer
the possibility to frame their agones inside the structure of dissoi logoi, through which the tragic
characters argues their causes. The aim of this paper is to examine the Helens’ speech and the
strategy of defense she performed in face of her accusers Hecuba and Menelaus, modelled
through the ethos and inuentio.

Hacia el final del siglo V (aproximadamente en el 415) Eurípides escribe


Las Troyanas1, pieza que la crítica ha incluido entre las llamadas “tragedias de
guerra”, porque revela, de manera peculiar, los sufrimientos de las mujeres tro-
yanas traidas como esclavas luego del saqueo de la ciudad. La obra, como suce-
de con todas las producidas a lo largo de este siglo, pone de manifiesto en la
estructura de sus agones el rol, los límites y las posibilidades del lenguaje.
El uso del logos (persuasión, retórica, argumentación), en una sociedad
dominada institucionalmente por la asamblea y los tribunales, es el recurso
explotado por oradores, sofistas y trágicos, en tanto constituye el rasgo esencial
que precisa el lugar del hombre en la sociedad y pone de manifiesto, en forma
casi reiterada, las ambiguedades de sus normas. A su vez, y más propiamente
en la obra trágica, los debates agonísticos revelan, en los argumentos retóricos,
el peligro de la manipulación del lenguaje en una sociedad que reivindicaba,
entre otras libertades, la parrhesia, o libertad de palabra.

1
Las citas del texto griego han sido tomadas de la edición oxoniense (1955).

EMERITA (EM) LXVII 1, 1999, pp. 115-125


116 VIVIANA GASTALDI EM LXVII 1, 1999

Mi interés consiste, en primer lugar, en destacar en el ámbito mencionado,


la conexión entre los distintos géneros y disciplinas que permite ligar a
Eurípides con la retórica y más acotadamente, con la sofística de su tiempo. En
los extensos discursos de acusación y defensa, en el uso estratégico de las
demostraciones (epideixis) con que los personajes trágicos defienden sus
causas, están presentes, sin duda, el testimonio de la oratoria forense y las
argumentaciones técnicamente elaboradas de los sofistas.
En segundo lugar, y en base a lo expuesto, mi propósito es analizar la figura
de Helena en Troyanas, el ethos a traves del cual modela su discurso
enfrentándose a sus acusadores (Hécuba y Menelao) y en líneas generales, la
configuración de su argumento de defensa, partiendo de lo que Aristóteles y la
retórica posterior clasifica como inuentio.
Entre todas las mujeres que Eurípides trae de Troya, Helena. Culpable de la
guerra, absuelta por Gorgias, asociada al placer, a Eros, a la persuasión
amorosa. Pero también, por su impúdica sexualidad, sinónimo de perdición,
destrucción y muerte. De Homero a Estesícoro, seducida por Afrodita o apenas
un eidolon por el que lo hombres combaten, su nombre es, para los otros, un
destino2. Su presencia (en ausencia) en Esquilo es paradigma de osadía y
desmesura, y, junto con Clitemnestra, representa a la mujer que ha deshonrado
el lecho conyugal quebrando las normas del oikos y excediendo los límites de
su condición genérica3.
En Troyanas, Eurípides la enfrenta a Menelao, el hombre que ha perdido el
honor debido a la falta de castidad de su esposa y a Hécuba, la esposa de
Príamo, cuya figura trágica se recorta como modelo femenino de respeto y de
vigilancia a las normas que regían la vida de la pólis. La imagen de Helena y
su responsabilidad en la guerra de Troya, aparece con singular fuerza en el
discurso de las otras mujeres esclavas: Hécuba (vs.130) la califica de “odiosa
2
Para una lectura de la figura de Helena en la épica y en la tragedia, remitimos al estudio
de N. Loreaux Les experiences de Tirésias. Le feminin et l’homme grec, 1989, pp. 232-252. Con
respecto al nombre de Helena y a su etimología, sentida como verdadera para los poetas griegos,
quienes “cratilianos antes de Cratilo” encuentran el ser en el nombre, Esquilo formula en boca
del Coro un extenso lamento invocando la suerte que por causa de Helena han corrido hombres
y pueblos: “Quién le dio el nombre de Helena con absoluta verdad? ... Dio el nombre de Helena
a la casada que fue disputada, que causó la guerra. Luego fue, de modo adecuado para su nombre,
destructora de barcos, de hombres y pueblos ...” ¡lénaj, ¢landroj, ¡léptolij ...(Ag. 680-85).
3
Ver al respecto Ag. 405-416; 1315-1320; 1450-1462.
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mujer de Menelao”, (stugnàn ƒloxon tàn Meneláou), perdición para Cástor


(lÓban Kástori) y baldón del Eurotas (duskleían tÔ7 EurÓta7), en tanto la
culpa directamente de su suerte y de la de Príamo; Andrómaca, por su parte, la
juzga nacida no de Zeus, sino de varios padres: 9Alástoroj mèn prÔton, e:ta dè
Fqónou, Fónou te qanátou q' Ása te gÊ tréfei kaká. (766-69); finalmente Casandra
señala en su argumentación que Helena voluntariamente (¡koúshj) y no por la
fuerza (bía7 lelh7sménhj) siguió a Paris.
Eurípides, pues, recoge la imagen que de Helena ha construído la tradición,
pero, a diferencia de sus antecesores, y, ya en el discurso trágico, ante la
decisión de Menelao de retornarla a Grecia y allí darle muerte como recom-
pensa por las pérdidas de Ilión (874-879), le otorga la posibilidad de demostrar
su inocencia. El discurso que Helena pronuncia en su defensa se enmarca en la
estructura de polaridad y reverso de los dissoi lógoi. Al respecto, la crítica
señala que en la tragedia, los agones o debates formales reflejan la retórica de
las instituciones legales y políticas y el ejercicio dialéctico que éstas pro-
porcionan. En cada una de las esferas ( la tragedia, la filosofía, la retórica o la
sofística) la lógica observación de Protágoras acerca de los dobles discursos
constituye el rasgo principal4.
En el texto de Eurípides esta estructura aparece mencionada en la afirmación
de Hécuba (vs.908) en la que se hace referencia a dój toúj šnantíouj lógouj
y luego, reafirmada por Helena a Menelao: oμmai dià lógwn ±ót' šmoû
kathgorÉsein, ‚ntiqeîs' ‚meíyomai toîj soîsi t‚mà kaì tà s' a±tiámata. (915-
18). El agon quedará establecido entre Helena/Hécuba, con una breve
intervención del Coro, la respuesta de Menelao, una rápida esticomitia entre
éste y Hécuba y una reflexión final de Menelao en la que expone las razones
que motivan el castigo de Helena.
Ahora bien, si como asegura Aristóteles el objeto principal de la retórica es
la persuasión (Rhet. I.2, 1355b25-26) y se hace necesario en este punto un
adecuado manejo de la argumentación, a qué estrategias deberá apelar Helena
entonces para convencer a sus oponentes y con qué pruebas intentará demostrar
su inocencia? La respuesta a tales interrogantes nos lleva a la consideración del
ethos, de la inuentio y de las písteis a las que el orador (siempre según
Aristóteles) debía recurrir hábilmente para lograr la adhesión de su auditorio.
4
Cf. S. Goldhill, Reading Greek Tragedy, Cambridge, 1986, p. 232; y también V. Bers,
«Tragedy and rhetoric», en Persuasion: Greek Rhetoric in action, Londres, 1994, pp. 176-195.
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En primer lugar, las pruebas técnicas, propias del arte o éntekhnoi, son de
tres especies: “unas residen en el carácter del que habla ( šn tÔ7 ¥qei toû
légontoj), otras en predisponer al oyente de alguna manera y las últimas, en el
discurso mismo, merced a lo que éste demuestra o parece demostrar”5. En
virtud de esta clasificación, el carácter personal o ethos parecería estar en el
mismo nivel que las otras dos clases de pruebas; sin embargo, continúa
diciendo Aristóteles, “casi es el talante parsonal quien constituye el más firme
medio de persuasión”, pero debe ser “un resultado del discurso y no del juicio
previo sobre el orador”, lo que la hace, en este sentido, susceptible de téchne:
todo consiste en que el orador haga uso de los procedimientos retóricos
oportunos, a partir de los cuales el auditorio quede convencido de que se halla
ante un hombre digno de crédito en virtud”. Toda vez que se admita este punto
de vista, el éthos puede ser considerado como una fuente de enunciados
persuasivos propios, de manera que deviene una clase particular de pístis”6.
En el caso que nos ocupa, esto es el éthos de Helena, se torna sumamente
difícil presentarse ante Hécuba y Menelao como alguien digno de fe: deberá
revertir, modelando su carácter en el discurso mismo, la imagen y la presunción
que de ella tienen sus oponentes, es decir, si ellos – a priori – y basándose en
un hecho real ( su adulterio y su huida con Paris) la juzgan culpable, su discurso
tendrá que ser lo suficientemente convincente para lograr credibilidad y, desde
alli, entonces desviar su culpabilidad y lograr la absolución de su falta. Así pues
y conforme a esta hipótesis, el ethos deviene en este caso particular7, el eje a
través del cual se articula la argumentación.
Este análisis nos coloca ahora frente al problema de la inuentio: “en cuanto
que connota las pruebas propias del arte, significa el acto de la facultad por el
que ésta elabora, de acuerdo con un método, una red o trama de estructuras

5
Rhet. I,2, 1356a2.
6
Cf. para el análisis del ethos y su relación con la auctoritas de la retórica latina, Quintín
Racionero Retórica de Aristóteles, Madrid, 1990, nota 34, p. 176.
7
“En la medida en que el orador es reputado como un hombre irreprochable ( poseedor
de un ethos moralmente bueno), su opinión es tomada con más facilidad en cuenta, supuesto que
no es posible que proceda del propio interés o que encierre cálculo alguno malicioso” (Racionero,
ob. cit, p. 176.) En el caso particular de Helena y dada la complejidad de su situación, su
estrategia discursiva no será reafirmar un ethos bueno, sino mudar la opinión negativa de su
auditorio, lo que hace que, necesariamente, deba intensificar su táctica argumentativa a fin de
lograr una “expresión adecuada” (lexis ethiké).
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epistémicas que, o bien hacen la causa probable y persuasiva, o bien cierta y


demostrativa” 8. Definida también como la fase primera, preparatoria del
discurso oratorio, que abarca la selección de los argumentos, y consiste en
localizar en los compartimentos de la memoria (loci) temas, asuntos,
pensamientos,nociones generales allí clasificadas y almacenadas.... los tres
elementos que la componen (pruebas, costumbres y pasiones) constituyen un
llamado a la razón, a tener confianza en el orador y a abandonarse a la emoción9.
A la luz de estos conceptos, examinaremos el discurso de Helena (930-965)
a fin de esclarecer el manejo de sus argumentaciones, la manera en que
configura su ethos y las fuentes de donde extrae los temas y las premisas sobre
las que basa su defensa. En primer lugar, conviene señalar que ya en el exordio
y dirigiéndose a Menelao, no sólo asume la imagen que de ella tienen sus
acusadores (“puede que no me contestes por considerarme enemiga”) sino que,
además, puntualiza que ella hará acusaciones en su contra (918), circunstancia
que aminora su culpa al compartirla, anticipadamente, con su oponente.
En segundo término, conviene destacar que todo el discurso se enmarca en
una suggnÓmh, a la que sólo tenían derecho, en los juicios públicos, aquellos
que consideraban su faltas involuntarias. Este tipo de alegato, que el autor
extrae de la oratoria forense contemporánea, constituye en la resis de Helena
y según el criterio establecido por la retórica moderna10, el acuerdo marco,

8
Las características de la inuentio y las definiciones de las retóricas posteriores están
citadas en Racionero, ob. cit, p. 175 (Nota 32).
9
Cf. la definición de H. Beristain en Diccionario de retórica y poética, México, 19923.
10
Para la noción de “acuerdo” remitimos al estudio de Ch. Perelman y Olbrechts-Tyteca,
Tratado de la argumentación, Madrid, 1989, pp. 120-190. Al respecto, señala el autor «el
desarrollo de la argumentación, así como su punto de partida, implica la aprobación del auditorio.
Dicha conformidad versa ora sobre el contenido de premisas explícitas, ora sobre los enlaces
particulares utilizados, ora sobre la forma de servirse de ellos: de un extremo a otro, el análisis
de la argumentación atañe a lo que se supone admitido por los oyentes. El orador, utilizando las
premisas que serán fundamento de su construcción, cuenta con la adhesión de los oyentes a las
proposiciones de partida ... Los acuerdos que pueden servir de premisa se agrupan en dos
categorías: una relativa a los hechos, las verdades y las presunciones; otra relativa a lo preferible,
que englobaría los valores, las jerarquías y los lugares de lo preferible». Estos lugares constituyen
la tópica para Aristóteles y ésta expresa un “método de selección” de los argumentos pertinentes
a un caso propuesto por medio de reglas lógicas que sirven de instrumentos de control. ( cf.
Racionero, ob. cit, nota 67, p. 190).
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basado en hechos reales y cercanos: como señala Romilly11, «la suggnóme


repose sur une analyse de la faute et des ses circonstances» y agrega más
adelante «seuls auront droit à la suggnóme, dans le droit comme dans la
réflexion morale, les actes qui peuvent etre qualifiés d' involuntaires; et ils sont
de deux sortes: ceux que l'on commet sous l'effet de l'ignorance, et ceux qui
sont dus á la contrainte».
Este tipo de argumentos, claramente desarrollados en el siglo V, destinados
también a servir a los oradores del siglo IV, y encuadrados luego por Aristóteles
en el análisis de los actos involuntarios (Ret. I 10) no hacía otra cosa que lograr
el desvío de la culpabilidad, proyectándola fuera del sujeto y haciéndola recaer
en la fuerza, la voluntad divina o la pasión amorosa (recordemos, entre los
sofistas, las excusas con que Gorgias absuelve a Helena en su famoso elogio.)
Eurípides, por lo tanto, no podía estar ajeno a este hecho y valiéndose de este
“acuerdo” implícito entre el público y los personajes trágicos, enmarca
formalmente la defensa en un pedido de indulgencia, poniendo en boca de
Helena suggnÓmh d' šmoí (950).
Desde el lugar que Eurípides le otorga ( culpable a priori, pero con la
posibilidad de articular un éthos basado en la involuntariedad de sus faltas),
Helena busca sus respuestas argumentativas (héuresis) en dos tipos de acuerdos:
uno, que extrae de la tradición mítica, y que obviamente, es conocido y
compartido con el auditorio; el otro, basado en “lo preferible”, remite a normas
de comportamiento reguladas por el derecho y la costumbre: nos referimos en
particular a los lugares de la jerarquía, de la autoridad y, en consecuencia, de
la condición de la mujer en el ámbito del matrimonio.
En el primer caso, en una extensa narratio, proyecta en Hécuba y en Príamo
la responsabilidad por el nacimiento de Paris y por no haberle dado muerte
(920-923); luego, en alusión al juicio de Paris y a la contienda con las tres
diosas, culpa a Afrodita quien la entregó a causa de su victoria. (925-930). En
los versos siguientes ( 933-36) la estrategia argumentativa, común en la oratoria
ateniense de la época, consiste en mencionar los servicios o beneficios
prestados a la sociedad por o gracias a la víctima: así, Helena explicará que
“habiendo vencido Cipris, mi boda benefició a Grecia, pues no fue dominada
por los bárbaros ni – subraya – os sometísteis a su lanza ni a su tiranía”. Si
11
Para el análisis de suggnÓmh y los términos que aluden al concepto de indulgencia en la
oratoria y en la tragedia, v. J. de Romilly, Le douceur dans la penseé grecque, Paris, 1979, p. 67.
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tenemos en cuenta el ámbito de la representación teatral, tal afirmación ( en la


que están presentes sin duda elementos patéticos) no podía ser ignorada por el
público que veía en la tiranía o en la barbarie uno de los mayores peligros que
amenazaba los ideales democráticos.
Desviando ahora la culpabilidad hacia Menelao mismo y en el marco de una
narratio configurada en términos de contra-acusación, Helena responsabiliza a
su marido de haberla abandonado, sola, junto al dios vengador: la inclusión del
término alástor (calificación que le da a Paris) es por demás significativa y
resulta algo extraña para la época. Este concepto, como ate o erinnias remite
a un tipo de derecho ligado a una religiosidad muy primitiva, y a un tipo de
memoria punitiva, asociada a la reprobación pública. El alástor ( o a veces
daimon) es la representación de un genio maligno, que venga por lo general
antiguos crímenes12. Esta referencia subraya la presencia de una culpa
hereditaria (en un esquema de pensamiento más cercano al mundo de Esquilo)
de la que Helena, obviamente, intenta aparecer como víctima13.
La pregunta retórica del verso 945 “en qué estaba pensando para abandonar
mi casa y seguir a un extranjero traicionando a mi patria y mi familia?” tiene
su respuesta en lo que más adelante ella misma asegura, casi como una
sentencia: “castiga a la diosa (tÈn qeón kólaze), hazte más poderoso que Zeus
(kaì Diòj kreísswn genoû), quien tiene el poder sobre los demás dioses pero es
esclavo de aquella (keínhj dè doûlòj šsti)”. La persuasión de Afrodita,
implícitamente contenida en las palabras de Helena, era un recurso
habitualmente usado para explicar la fuerza del deseo en un acto de adulterio14.

12
Para el significado de los términos que remiten a un tipo de justicia primitiva, ver Glotz,
Solidarité de la famille dans le droit criminel en Gréce, Paris, 1904, p. 61. Remitimos para el
mismo tema a Gernet, Recherches sur le développement de la pensée juridique et morale en
Gréce, Paris, 1917, pp. 324 ss.
13
En la Orestía de Esquilo, Clitemnestra usa un argumento semejante para desviar su
culpabilidad, ante la acusación del Coro, en el asesinato de Agamnenón.. Cf. Ag, 1499-1504.
14
La asociación mítica de Eros ( como poder destructivo en la mujer) y de Afrodita, y su
vinculación con la persuasión está sañalada en Buxton, Persuasion in Greek tragedy, Cambridge,
1982. (Pothos y peitho, personificados, están asociados en contextos literarios como
acompañantes de Afrodita.). Al respecto también es ilustrativa la iconografía: una pequeña ánfora
en el Museo de Berlín (inv. nro. 30036, del sigloV), muestra la imagen de Helena sentada en el
regazo de Afrodita; a la derecha del grupo, Paris, sobre el cual se apoya un pequeño Eros, a la
izquierda Peithó, que tiene en la mano un cofre. En la argumentación sofística, esta asociación
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Este argumento de defensa pone de manifiesto el grado de culpabilidad que


se le atribuye en su huída con Paris: con su conducta, Helena ha violado las
normas del oikos que reconocen jerárquicamente la superioridad del hombre y
la autoridad del marido en tanto kyrios de la esposa. Pero más aún: ha
quebrantado el honor de Menelao, definido (como el de todo hombre, según era
costumbre en la sociedad ateniense de este siglo) por la castidad de la mujer15.
La sexualidad de Helena y, en consecuencia, el deshonor que ha cubierto a
Menelao, la hacen condenable a los ojos de éste, del Coro y de Hécuba.
Anticipando la “conveniencia” (eÐprepÊ) de un contra-argumento (refutatio)
de Menelao (952-53), Helena, mediante una hábil demostración retórica y
partiendo en este caso de otro acuerdo también enmarcado en las normas
sociales de la época, usa del entimema para lograr la persuasión deseada: nos
referimos a la conducta que era considerada normal para una mujer cuyo marido
había muerto y que Hécuba se apresura a señalar en su acusación: “Debías venir
pobre, con la túnica hecha jirones, temblando de miedo, con la cabeza rapada
como una escita y con más humildad que desverguenza por tus culpas pasadas”
(1025). Conviene aquí recordar la definición de entimema, concepto que se
encuadra en las pruebas demostrativas. Siguiendo nuevamente a Aristóteles «De
otro lado, en fin, [los hombres] se persuaden por el discurso, cuando les
mostramos la verdad, o lo que parece serlo, a partir de lo que es convincente en
cada caso»16. En este caso, los recursos técnicos de orden lógico mediante los
que se prueba o se demuestra, son el entimema y el ejemplo17.
En el texto de Eurípides, Helena toma como punto de partida una opinión
del auditorio: la premisa mayor (implícita) es una probabilidad sobre la

era un recurso usual para explicar o justificar el adulterio. Así en Nubes, el Razonamiento injusto
hace referencia a una situación semejante: “Si eres sorprendido en adulterio, responderás al
marido que no has cometido ninguna falta. Enseguida, culpa a Zeus: dirás que él también es
vencido por el amor y las mujeres.Y tú, que eres mortal, cómo podrías ser más fuerte que un
dios? ” (1076-1082).
15
El tema de la sexualidad femenina, la sociedad y el adulterio está tratado de manera ex-
haustiva en los estudios de David Cohen.. Citamos como referencia su trabajo: «The social
context of adultery at Athens», en Nomos. Essays in Athenian law, politics and society. Cart-
ledge, Millet y Todd, eds. Cambridge, 1990, pp. 147 ss.
16
Cf. Racionero, ob. cit, p. 179.
17
Un interesante análisis del entimema hace F. Cortés Gabaudán en «Formas y funciones
del entimema en la oratoria ática», Cuadernos de Filología Clásica IV, 1994, pp. 205-225.
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conducta humana : “cuando Alejandro murió y descendió a las entrañas de la


tierra, debía yo (xrÊn m') ahora que ya no tenía una boda dispuesta por los
dioses (ªnik' oÐk ©n qeopónhtá mou léxh) haber abandonado el palacio y
marchado a las naves argivas” (950-54). La premisa menor es la comprobación
que genera el cambio de opinión: “Me apresuré a hacerlo y son mis testigos los
guardianes de las puertas y los vigías de las torres ... Pero un nuevo esposo,
Deífobo, me arrebató y me retenía como esposa con el consentimiento de los
frigios” (bía7 d' À kainój m' oÞtoj ‰rpásaj pósij Dhífoboj ƒloxon eμxein
‚kóntwn FrugÔn, 955-962)18.
Aludiendo a una acción definida como “ataque sexual”19, Helena configura
el elemento esencial de su argumentación: la mujer que ha sido “tomada” por
la fuerza o la violencia, no es culpable, sino víctima. En estos casos, como el
de la mujer en un acto de moicheia, la ley preveía como castigo una separación
de su marido y la prohibición de participar en ritos públicos religiosos
(atimía)20. La conclusión de su argumento refuerza su condición de víctima y,
como ocurre generalmente en la peroratio, apela a la justicia de su oponente:
“cómo pues, esposo mío, va a ser justo (pròj soû dikaíwj, §n À mèn bía7
gameî) que muera en tus manos, yo, a quien uno desposó a la fuerza y que,
lejos de salir victoriosa, tuve que servir amargamente en mi segunda casa?”.
Intentando provocar un pathos en sus acusadores, concretamente œleoj,
Helena asume su defensa señalando las causas ajenas que motivaron su falta:
la persuasión de Paris a causa de la intervención de Afrodita ( observemos en
el texto la expresión bía gameî)21, la violencia de su segundo matrimonio, en el
que tuvo que servir como esclava (šdoúleusa) y, por último, indicando

18
Estos versos han sido suprimidos en las ediciones de Diggle y Murray (Oxford) siguiendo
a Wilamowitz.. El texto presenta una laguna, lo que dificulta su interpretación. S. Barlow,
Euripides Trojan women, Warminster, 1986, explica este pasaje justificando por el contexto la
supresión de los versos aludidos. Sin embargo, si estas líneas son consideradas, la argumentación
de Helena se podría comprender con la alusión a dos tipos de bía: una inspirada por Afrodita (v..
962) con refrencia a la persuasión de Paris y la otra, en el sentido de fuerza física o rapto,
realizada por Deífobo (lo que justifica la presencia del harpasas en 959).
19
Para la significación y los términos referidos a esta conducta sexual y su testimonio en
la oratoria ática, remitimos al trabajo de S. Cole. «Greek sanctions against sexual assault» CPh
79, 1984, pp. 97-113.
20
Cf. Cole, ob. cit, nota 44, p. 106.
21
Para varios aspectos de peithó y su relación con eros y bía, ver Buxton, ob. cit, pp. 64-66.
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puntualmente la intervención divina, apela a la razón, en una suerte de


sentencia: “si quieres ser superior a los dioses, tal pretensión es insensata por
tu parte” (964-65). La suggnóme pues, se configura a partir de un ethos
elaborado en el discurso mismo : Helena, no sólo culpable sino también
kakoûrgoj (968) se presenta víctima e inocente de las acusaciones, para lo cual
argumenta una serie de excusas extraídas de la tradición mítica (la relación
peithó-eros) o de normas que había impuesto la costumbre, ante las cuales
aparece como transgresora “involuntaria”.
Sin embargo, el Corifeo pide expresamente la intervención de Hécuba,
impulsándola a pronunciar su contra-discurso con el fin de refutar los
argumentos de la acusada: “reina, defiende a tus hijos y a tu patria destruyendo
la persuasión de ésta, puesto que, con ser malvada, habla razonablemente. Y
esto es terrible” (967-69). Una vez finalizado su discurso, y como parte de la
peroratio, Hécuba pide para Helena la muerte, requiriendo además, el
establecimiento de una ley para todas aquellas mujeres que traicionen a sus
esposos: nómon dè tónde taîj ƒllasi qèj gunaicí, qnÉ7skein ¬tij ƒn prodÔ7
pósin. (1031-32).
Por su parte Menelao reafirma la “voluntariedad” del acto de Helena e
impone la lapidación como castigo: baîne leustÉrwn pélaj ... : con ella pagará
los sufrimientos aqueos y aprenderá a no cubrirlo de verguenza22 (¹n' e±dÊ7j
mÈ kataisxúnein šmé, 1040-41).
Si bien Eurípides recupera la figura de Helena con las características
negativas que le había otorgado la tradición literaria, el tiempo en que repre-
senta la tragedia ofrece al poeta una innovación particular, en tanto los valores
tradicionales se habían vuelto insuficientes para la vida y las actitudes de la
pólis. Helena, figura épica de Homero, dramatiza en los debates de Troyanas
los problemas acuciantes de la responsabilidad, la culpa y la penalización en
términos y estrategias sofísticas. Una vez más el teatro, mímesis de la sociedad
de su tiempo, pone al desnudo conductas éticas y sociales y cuestiona, bajo
diversas formas, normas, leyes y transgresiones que marcan un fin de siglo
particularmente conflictivo. Pero cabría preguntarse, retomando la figura de
Helena como retor, si lo que en realidad cuestiona el dramaturgo, más allá de
las consecuencias de la guerra y de una polis desmembrada, no sería acaso la

El término a±sxúnein es usado con frecuencia en los trágicos y en los oradores para
22

expresar un acto de adulterio y el deshonor que implica para el hombre. Cf. Cole, ob.cit., p. 98.
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nulidad de un discurso viciado de lugares comunes, poco consistente en sus


argumentaciones y que efectivamente fracasa en si intento persuasivo. Tal vez
la respuesta esté (cuando menos en parte) en la refutatio de Hécuba y en los
valores que la sustentan.

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