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Julie

Vane' samanthabp Beatrix


Miry Danita Sahara
Gesi Anna Karol Dannygonzal
Lisseth Tolola -queen-ari-
Jadasa Val_17 Julie
Sofía Belikov

Pame .R. Jadasa


Beatrix GraceHope
Julie

Julie

Bruna_Luna_
Sinopsis Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Capítulo 39
Capítulo 18 Capítulo 40
Capítulo 19 Capítulo 41
Capítulo 20 Game Changer
Capítulo 21 Sobre la Autora
Ryker Lee finalmente está disfrutando de su último año; tiene
grandes amigos, sale con chicas atractivas y está en camino de
conseguir una beca de fútbol que le permitirá ir a la universidad. A pesar
de esto, una partecita de él se pregunta si hay algo más en la vida que
fiestas y ligues sin sentido, y si el fútbol significa tanto para él como para
sus compañeros. Y cuando conoce a la chica nueva en la escuela, su
mundo cambia totalmente...
Aurora McClay es nueva en Lawton. Está agradecida de que su
hermano gemelo, Hunter, sea la estrella del equipo de fútbol y pueda
ayudarla a adaptarse a su nueva escuela, pero no está agradecida por
lo sobreprotector que es con cada persona que conoce. Solo porque sea
sorda no significa que la gente tenga que tratarla de forma diferente.
Cuando conoce a Ryker Lee, los dos desencadenan una química
instantánea e intensa, que resulta ser controvertida no solo por la
reputación de Ryker como jugador, sino también por las opiniones
prejuiciosas del padre de Aurora y Hunter sobre con quién puede o no
puede salir ella.
Aurora y Ryker saben en sus corazones que están hechos el uno
para el otro. ¿Pero puede su relación soportar el tumulto de los rumores y
los prejuicios?
The Field Party #5
Traducido por Tolola
Corregido por Pame .R.

Ryker
La vista desde la parte de atrás de la camioneta era bastante
agradable. Como todos los viernes por la noche la hoguera se hallaba
encendida, la música sonaba y la gente con la que crecí en este pueblo
se encontraba aquí. Y lo más importante: mi primo Nash estaba aquí.
Sonriendo, con su brazo alrededor de Tallulah, a quien daba crédito por
ayudarle a encontrarse a sí mismo después de su lesión. Él había animado
esta noche en el partido. No podía jugar, pero había estado allí en las
líneas de banda, gritándonos, maldiciendo como un maldito marinero.
Me hizo sonreír, pensar en ello. La victoria lo había hecho perfecto.
Perder a un coordinador de la defensa después de unos pocos
partidos podría haber sido malo, pero Dace no le caía bien a nadie. Su
culo debía estar en la cárcel. Que Nash tomara su lugar en el campo
había sido lo mejor que el entrenador Rich podía hacer por nosotros. Hizo
que el equipo se completara con Nash ahí fuera otra vez.
—Ryker —gritó una voz femenina desde abajo. Volví mi mirada al
suelo y vi a Nova Cox sonriéndome. Llevaba coqueteando unas semanas,
y la había dejado esforzarse. Era muy sexy. Se trasladó el año pasado
desde algún lugar de Tennessee. No podía recordar dónde. Me lo dijo,
pero no le presté mucha atención. Este año, hasta ahora, había estado
bastante ocupado con sacar a Nash del maldito y oscuro agujero al que
se había metido después de que le dijeran que no volvería a jugar al
fútbol.
Moviendo mi mirada una vez más para asegurarme de que estaba
bien, lo sorprendí besando a Tallulah con sus brazos envolviéndole el
cuello. Estaba bien. Más que bien. Luchó contra sus demonios un tiempo.
Yo nunca había visto morir a alguien, pero él había visto la muerte de
cerca. Aún tenía que vigilarlo, pero por ahora parecía muy feliz. Podría
aliviar un poco mi protección y dejar que Tallulah cambie su mundo.
Era hora de que disfrutara mi último año. Hasta este momento era
una mierda. Nada como lo que había imaginado. Me encantaba jugar
al fútbol, y sabía que iba a ser lo que pagara mi universidad. Pero no era
mi vida. No como lo fue para Nash.
Quería algo más. Solo que todavía no me encontraba seguro de lo
que era. Pero quería una vida que significara algo. Que me hiciera sentir
como si hubiera hecho una diferencia.
—Baja de tu trono y festeja con el resto de nosotros —coqueteó
Nova, agitando sus largas pestañas que apostaría unos cincuenta dólares
que no eran reales. Su piel color moca cremosa era muy atractiva a la luz
de la luna. Con un encogimiento de hombros, caminé hasta la puerta
trasera y salté justo delante de ella. Se rio, y no fue molesto. Era una
ventaja.
—¿Eso es cerveza? —pregunté, alcanzando su vaso de plástico
rojo.
Arrugó la nariz. —Puaj, no. Es margarita. Blakely trajo dos galones
de algo mezclado.
Solté el vaso. Esa mierda sonaba desagradable. —Necesito una
cerveza —le dije, y me volví al barril en la parte trasera de la camioneta
para conseguirme una.
—Se rumorea que no quieres a Blakely aquí, pero Nash te hizo
dejarla venir por el bien de Hunter —comentó Nova.
Las chicas y sus chismes. No me gustaba Blakely. Le hizo daño a
Nash cuando estuvo mal. Pero deshacerse de ella fue lo segundo mejor
que le pasó, siendo Tallulah lo mejor. Me encogí de hombros y tomé un
trago. —No me importa si está aquí o no.
Era la verdad. Mientras no me sometiera a hablar con ella, estaba
bien. Tampoco pensaba mucho en ella cuando Nash sí salía con la chica.
Nova se acercó a mí y se aseguró de presionar su pecho contra mi
brazo. Le gustaba el tamaño de sus pechos y se aseguraba de levantar
esas cosas para que todos los demás pudieran verlas y admirarlas. No me
iba a quejar. Era bienvenida a presionarse contra mí si quería.
—Pareces más relajado esta noche. No tan nervioso y tenso. Me
gusta este lado tuyo. No lo he visto desde la primavera pasada.
Levanté ligeramente mi hombro izquierdo, por una parte, para
reconocer sus palabras, y por la otra para frotarme las tetas contra las
que me hallaba presionado. Parecían reales. No las rellenaba cuando las
levantaba. No me encontraba seguro de cuánto de ella era falso. Tenía
las pestañas, y sabía que ese cabello era demasiado perfecto para ser
todo suyo. Pero le quedaba bien.
—He estado preocupado por Nash. Pero parece que su suerte ha
cambiado.
Su mano se deslizó a través de mi pecho a medida que se volvía
hacia mí. —Parece feliz. —Su voz bajó hasta un ronroneo sexy, y era
agradable. Frotó sus activos contra mi pecho en tanto se movía para
quedarse frente a mí. Abrí las piernas ligeramente para que se ajustara
fácilmente a mi cuerpo. La atracción no era un problema, y sabía que
podía sentirla contra su estómago. No había forma de que se lo perdiera.
Una pequeña sonrisa se extendió por sus labios llenos, y decidí que era
hora de probarlos. Ver si esto iba a ser tan divertido como prometedor.
Inclinándome, le di un ligero mordisco en el labio inferior y me llevé
su jugosa hinchazón a la boca para chuparla antes de hacer una prueba
de sabor completa. La dulce margarita estaba mezclada con la menta
de su goma de mascar, y funcionaba. Era femenino y sexy.
Apoyé mis manos en sus caderas y la acerqué a mí. Se movió
contra mi excitación y la idea de llevarla al bosque y lejos de todo el puto
placer de la vista de la fiesta de campo sonaba sabio.
—OhDiosmío, busquen un asiento trasero en algún lugar. Nadie
quiere ver eso. —La voz familiar y molesta de Blakely fue como hielo sobre
mi cabeza, pero solo rompí el beso. Mantuve a Nova en mi contra.
—El campo es mío. Puede que quieras recordarlo. —La amenaza
en mi tono era fría. Quería que lo fuera.
Blakely lanzó su largo cabello rubio sobre su hombro y puso los ojos
en blanco. —Estoy con Hunter. —Lo dijo como si la hiciera estar a salvo.
Salir con el mariscal de campo era la única razón por la que estaba aquí.
Al menos ella lo sabía. Pero Hunter era de tercero. No era de aquí, y
jugábamos bien juntos en el campo, pero no era uno de mis chicos. Esto
no le salvaría el culo si me hacía enojar.
—Me importa una mierda —le respondí—. Si él quiere irse contigo
puede hacerlo, pero no me impedirá echarte.
Abrió la boca para decir algo más, pero Nova la interrumpió.
—Parece que él ya se ha ido. Corriendo. —Sonaba complacida—.
Supongo que estaba esperando a que te alejaras para huir.
Me di vuelta para ver a Hunter corriendo en un sprint completo,
dirigiéndose hacia el claro donde todos habían estacionado. Nova no
exageraba. El tipo se movía rápido. Dudaba que estuviera huyendo de
Blakely. Me hallaba más que seguro de que estaba deseando echar un
polvo esta noche. Blakely era bien conocida por ser fácil.
—¿Qué mierda? —Sin embargo, el tono de Blakely me hizo sonreír.
Fueran cuales fueran sus razones para huir, ella no estaba feliz por ello.
—Maldita sea, perra, ¿qué le hiciste? —preguntó Nova lentamente,
disfrutando de esto un poco demasiado. Las chicas podían ser viciosas.
Sin embargo, en una pelea sabía que Nova terminaría con Blakely muy
rápido. Puede que no fuera de por aquí, pero por la manera en que se
movía podía ver que no era una mujer a la que quisieras atarte. Había
vivido una vida muy diferente a la mía. Sus padres no andaban mucho
por aquí. Por lo que contó, sabía que su abuela la había criado. Una vez
mencionó que su padre se encontraba en la cárcel. No le hice ninguna
pregunta, porque no estaba seguro de querer escuchar las respuestas.
Mi vida familiar era un cuento de hadas comparada con la de ella.
Blakely miró a Nova, y vi cómo se enderezaba y luego se volvía de
mí a Blakely. Nova ladeó la cabeza, y el brillo amenazador de sus ojos me
puso un poco nervioso. —¿Quieres un poco? —preguntó sin emoción.
Luego dobló el dedo en dirección a Blakely en un intento de atraerla.
Joder.
El miedo en los ojos de Blakely rápidamente reemplazó la ira. Dio
un paso atrás y sacudió la cabeza. —No. Jesús, ¿cuál es tu problema? —
Su tono era un poco tembloroso a la vez que trataba de mantener la
calma. Sentí un poco de lástima por ella, y eso me sorprendió incluso a
mí. Blakely se giró y se alejó, caminando más rápido con cada paso por
el mismo camino que Hunter acababa de tomar.
Por lo rápido que se había movido, no pensaba que estaría allí
cuando ella llegara, a menos que hubiera sacado algo de su auto.
Los hombros de Nova se relajaron y se volvió hacia mí con una
sonrisa seductora como si nada hubiera pasado. Sus ojos eran como el
caramelo y, antes de este momento, había pensado que tenían bondad
y calidez. Ahora vi la pelea allí. Me pregunté de dónde venía.
—No estoy en contra de encontrar un asiento trasero. Pero tu
camioneta no tiene uno lo suficientemente grande —comentó, y luego
tomó la punta de su dedo y lo pasó por mi pecho hasta que me recordó
exactamente lo que estuvo sintiendo antes de nuestra interrupción.
Esto iba a ser más fácil de lo que esperaba. La chica había estado
con todos de buena gana, por lo que había escuchado, salvo que, todos
habían sido universitarios. Yo era el primer chico de su edad en el que
parecía estar interesada. Me imaginé que los universitarios seguramente
le habrían enseñado mucho.
—¿Adónde se fue Hunter? —me gritó Nash como si yo hubiera sido
el que lo mandó a correr.
Me encogí de hombros. —He estado ocupado. Me importa una
mierda adónde fue el mariscal. Pero creo que se está alejando de su cita.
Nash me puso los ojos en blanco, pero pude ver que intentaba no
reírse. Sonreí ante su intento, y eso lo hizo sonreír.
—Si ustedes dos terminaron con su comedia, podemos ir a buscar
un buen sitio... a solas ahora —propuso Nova, poniendo una mano en mi
mejilla izquierda y volviendo mi cara en su dirección. Era valiente. No
había problemas de confianza en sí misma con esto. Eso era seguro.
—De acuerdo, sí, tengo un sitio —le dije, y le eché un vistazo más a
Nash. Nos observaba con diversión, y lo saludé antes de tomar a Nova y
alejarme.
Era divertida. Había momentos en que veía la forma en que Nash
miraba a Tallulah o ella lo miraba a él, y quería eso. O por un momento
pensé que sí. Entonces recordaba que estaba viviendo la mejor vida
ahora mismo. No tenía tiempo para ese tipo de mierda. No necesitaba
mi camioneta. Había un granero vacío esperándonos.
Traducido por Tolola
Corregido por Pame .R.

Aurora
Hazlo rápido. Si estás escuchando, Dios, por favor, deja que todo
vaya tan rápido que no pueda ser doloroso. No escuchaste las últimas
dos oraciones mías, pero tal vez podrías compensarlo ahora. Hoy sería
perfecto.
La mano en mi hombro no me asustó. Sabía que era Hunter. Mi
hermano gemelo. Si alguien temía esto más que yo, era él. Podía ver la
preocupación en sus ojos. No tenía que oír su voz. Pero nunca la había
oído. Leía bien sus emociones. La ansiedad que le recorría estaba incluso
en el suave apretón de mi hombro. No habíamos ido juntos a la escuela
desde primaria.
Estaba enfadado con nuestra madre. No porque no me quisiera
aquí, sino porque temía cómo sería esto para mí. Su cara se puso roja a
la vez que gritaba palabras que no pude leer lo bastante rápido, pero
capté un par de maldiciones cuando mi madre se presentó conmigo y
mis cosas en casa de nuestro padre el viernes por la noche. Se enfrentó
a mamá, y papá lo retiró. Había sido tan feo.
Esa noche se sentó conmigo en mi nueva habitación en nuestro
cómodo silencio. Los dos leyendo un libro, sin necesidad de hacer nada
más que estar cerca del otro. Sabía que tenía miedo por mí. Mis primeros
recuerdos eran de Hunter protegiéndome. Sentado conmigo porque era
todo lo que sabía hacer. Pensaba que mamá me había causado dolor
emocional y trataba de mejorarlo. Solo por estar ahí.
Las puertas de la secundaria Lawton nos detuvieron, y volteé la
cabeza para mirar a Hunter. Tenía la mandíbula fija y tensa. Sus ojos serios
y decididos. Me recordaba a alguien a punto de ir a la guerra. Extendí la
mano y le di una palmadita.
—Voy a estar bien —dije, esperando no haber hablado en voz alta.
No usaba mi voz con nadie aparte de mi familia. Cuando no puedes oírte
a ti mismo, es intimidante. Aunque mi hermano juraba que sonaba bien y
que mis palabras eran claras, también sabía que él me mentiría para
protegerme.
Inhaló profundo y dejó que su mirada se fijara en los alrededores,
como si estuviera listo para abalanzarse sobre cualquier señal de peligro.
La idea de que yo fuera a una escuela secundaria normal nos asustaba
a los dos. Pero si quería evitar que Hunter fuera un completo desastre,
tenía que actuar con confianza. No lo sentía, pero podía actuar.
—Estoy a un mensaje de distancia. —Dijo las palabras, sabiendo
que podía leer sus labios fácilmente. Lo llevaba haciendo durante gran
parte de nuestras vidas. Los labios de algunas personas eran difíciles de
leer, pero no los suyos. Lo conocía tan bien como a mí misma. Cuando
teníamos una discusión acalorada y hablaba demasiado rápido para
que pudiera leer sus labios, hacía señas con las manos. Pero la mayoría
de las veces nos comunicábamos con nuestras voces.
Le asentí, sin querer usar más mi voz con los otros estudiantes que
pasaban a toda prisa por delante de nosotros. Vi que un tipo se detenía
y le daba una palmada en la espalda a Hunter. No podía ver su boca
claramente desde el ángulo en el que me encontraba, así que no estaba
segura de lo que decía. Mi gemelo forzaba una sonrisa y decía algo. Vi
que su cabeza se movía. El tipo era más alto que mi hermano y tenía los
ojos azules más asombrosos que había visto. Su piel marrón era hermosa,
y la gran sonrisa que destelló en mi dirección mostraba un conjunto de
dientes blancos y perfectos. Era un buen tipo. Sus ojos lo decían. Se me
daba bien leer caras, expresiones, especialmente ojos. Eran la ventana a
tu alma, si alguien miraba de cerca.
—No sabía que Hunter tenía una hermana. Encantado… certe.
Soy… —Comprendí la mayoría de sus palabras. Podía reconstruir lo que
quiso decir. Pero no entendí su nombre. No era algo con lo que estuviera
familiarizada. ¿Naz, tal vez? Sería extremadamente único si lo fuera. Pero
de alguna manera lo dudaba.
Este era el momento en que podía usar mi voz o asentir y sonreír, y
dejar que Hunter explicara por qué no le respondía. Quería ser tan
valiente como para hablar, pero no me atrevía a hacerlo. Además, no
estaba segura de cómo dijo que se llamaba.
Hunter volvió a hablar, con la cabeza vuelta hacia el tipo, Naz o lo
que fuera. Vi que los ojos del chico se abrieron de par en par a medida
que mi hermano explicaba que no podía oír. Parecía inseguro y sabía
que inevitablemente se sentiría incómodo. A Hunter también se le daba
bien lidiar con eso. Una vez más, desperdicié mis pensamientos en desear
que mi madre no hubiera conocido a Lou y decidido mudarse a
California con él. Había extrañado a mi papá y a Hunter, pero también
extrañaba la seguridad de la vida que tenía con mamá en Carolina del
Norte.
Una rubia despampanante se acercó al lado del tipo, y él envolvió
con su brazo la cintura de ella. Su mirada se dirigió a mí, y me preparé
para recibir la mirada lastimera, molesta e impaciente que conocía de
experiencias pasadas con chicas hermosas como ella. En cambio, la pura
y genuina bondad de sus ojos me dejó sin aliento un poco. Normalmente
se me daba bien leer a las personas rápidamente. Había visto su belleza
exterior y asumí lo peor. Miró a Hunter un momento al tiempo que le decía
algo, luego sus ojos se ablandaron antes de caminar alrededor del tipo
con el que estaba, para acercarse a mí.
—Hola, Aurora. Soy Tallulah. Estoy muy feliz de conocerte. ¿Tienes
un teléfono? Podríamos intercambiar números. Puedes enviarme un
mensaje si necesitas ayuda hoy para encontrar cosas. O si quieres
esconderte en la biblioteca conmigo. Es mi lugar especial. —Dijo todo eso
con las manos. Perfectamente.
Ya me había sorprendido dos veces. Me caía bien. Era la primera
vez que sentía alivio desde que me desperté esta mañana sabiendo a
qué iba a enfrentarme. Busqué mi teléfono en el bolsillo de mis vaqueros
y se lo di. Ella hizo lo mismo. Rápidamente añadimos nuestros números en
el celular. Cuando le devolví el suyo, dije con las manos: —Gracias. Me
vendría bien una amiga. ¿Cómo sabes la lengua de señas? —Tenía que
preguntarlo. Era raro, a menos que uno tuviera un miembro de la familia
que fuera sordo.
Me sonrió. —Pasé mucho tiempo leyendo. Sola. Durante la mayor
parte de mi vida. No soy muy sociable. Me enseñé a hablarla hace tres
veranos con dos libros diferentes que saqué de la biblioteca. También vi
lecciones en YouTube. Más tarde me ofrecí como voluntaria en una
guardería para personas con problemas de audición en una zona
desfavorecida. Me enteré de ello en una búsqueda en Google. Fui a
leerles tres veces a la semana ese verano. Hasta que tuvieron que cerrar
por falta de fondos. —Cuando dijo esto último, pareció tener el corazón
roto. Sus ojos estaban muy tristes. Era una contradicción andante. ¿Cómo
es que alguien que se parece a una muñeca Barbie no es sociable?
La mano de Hunter me tocó el brazo y lo miré. —Tenemos que ir a
la oficina para registrarte. Puedes enviarle un mensaje a Tallulah y reunirte
con ella más tarde. Pueden estar juntas en la biblioteca. —Dijo la última
parte con una sonrisa. Una sonrisa aliviada y muy agradecida. También
se sorprendió por Tallulah. Tenía la sensación de que no la conocía bien,
aunque parecía conocer a su novio.
Me volví hacia Tallulah. —Te enviaré un mensaje si me pierdo —le
dije con señas.
Levantó el teléfono y al darse cuenta de que podía leerle los labios,
dijo con la boca: —Más te vale.
Sentí que todo el cuerpo de Hunter se relajaba. Había estado muy
tenso toda la mañana. Le sonreí, comprendiendo. Me guiñó el ojo y nos
dirigimos a la oficina. Papá dijo que todo fue transferido esta mañana.
Había venido de camino al trabajo para rellenar el papeleo y comprobar
las cosas. Le había exigido tantas cosas a Hunter anoche que finalmente
le rogué que se detuviera. Hunter ya se hallaba bastante preocupado.
No necesitaba ningún estrés adicional.
Podía hacer esto. Todos necesitaban calmarse. No había querido
que me pusieran en la escuela para personas con problemas de audición
cuando me trasladaron a ella en segundo. Quería estar con Hunter. Lloré
las dos primeras semanas porque lo extrañaba. Rara vez nos habíamos
separado, y él era mi manta de seguridad. Pero entonces la vida fue más
fácil. Aprendí más. Me puse al día académicamente. Me había atrasado
en la escuela normal, y esta nueva se convirtió en mi segundo hogar. Mi
familia.
Cuando nuestros padres se divorciaron y papá se mudó aquí,
llevándose a Hunter, hacía cuatro años, me desmoroné una vez más.
Pero estuve de acuerdo con que necesitaba mi escuela. Me asustaba
demasiado hacer otra cosa. Ya no conocía el mundo de Hunter. Sabía
que tenía muchos amigos. Se le daba bien el fútbol. A las chicas le
gustaba.
Yo no encajaba en ese mundo, pero era feliz en el mío. Mis
pensamientos ahora fueron a Denver. No habíamos roto, pero sabía que
la distancia lo haría inevitable. Era mi primer y único novio. Llevábamos
juntos desde séptimo. Estuvo ahí apoyándome cuando Hunter se mudó.
Luego, poco a poco nos convertimos en algo más que amigos. Dejarlo
también había sido duro.
Mi hermano se detuvo en la recepción de la oficina, y la señora
detrás de él me miró y sonrió antes de mirar a mi gemelo.
—Sí. Tengo su horario aquí. Su casillero es tres… treinta y tres. Me
aseguré de que estuviera cerca del tuyo. Si tú o Aurora necesitan algo,
no duden en venir a verme. Estamos aquí para ayudar. —Le leí los labios
con facilidad, y tuve la sensación de que hablaba muy alto por las
amplias expresiones que hacía con los ojos. La espalda de Hunter se
enderezó un poco cuando empezó a hablar, como si se sorprendiera. Eso
normalmente significaba que alguien estaba gritando para mi beneficio.
No es que me ayudara en absoluto. Era la naturaleza humana.
Hunter dijo algo, luego se volvió hacia mí y puso los ojos en blanco
mientras sostenía el papel en su mano. Había adivinado correctamente
que ella habló muy alto. Miré alrededor de la oficina para ver a los otros
tres estudiantes mirando en nuestra dirección. Sin embargo, no me
estaban estudiando. Las tres eran mujeres, y las tres miraban a Hunter con
obvio anhelo. Le devolví la sonrisa y le eché una mirada divertida. Estaba
leyendo mi horario, sin darse cuenta de los corazones que rompía en su
respuesta desinteresada.
Acabábamos de salir de la oficina cuando una chica muy enojada
se detuvo frente a nosotros. Le ardían los ojos y tenía las manos en las
caderas. La piel se mostraba donde su camisa no se encontraba con la
parte superior de su muy corta falda. ¿Podían las chicas venir a la escuela
vestidas así? Su mirada se dirigió a mí a medida que sus labios rojos se
levantaban con un gruñido. Había mal en sus ojos. También una fría
amargura. No era una buena persona, pero tenía algo de dolor oculto
debajo.
—¿Quién carajo es ella? —exigió la chica. Sus palabras eran fáciles
de leer.
Si esta era la chica con la que Hunter salía, entonces iba a estar
muy ocupado. Ella se encontraba a un minuto de volverse loca.
Traducido por Vane’
Corregido por Pame .R.

Ryker
Otro puto lunes. Todos entraban corriendo antes del último timbre,
chicas blancas con sus tazas de café Starbucks en la mano tomándose
selfies afuera, y Blakely gritándole a alguien justo en la entrada.
Ni siquiera le di una segunda mirada, porque supuse que a Hunter
le iban a cantar las cuarenta por escapar el viernes por la noche. Blakely
regresó, se emborrachó y se desmayó, y Asa la llevó a casa, cargándola
sobre su hombro. Ella vomitó en sus pies. Me lo perdí todo, pero ese fue el
resumen que recibí de parte de Nash. Asa era un buen tipo, pero amaba
su camioneta Chevy. Tuvo que pagar la mitad por ella. Su padre era duro.
Así que, después de que Blakely vomitó en sus pies y su ropa, la pusieron
en la caja de carga de su camioneta para llevarla a casa. Esa mierda
me hizo reír.
Nova estuvo más que feliz de llevar las cosas al viejo granero en la
parte trasera de nuestra propiedad. Pero no lo dejé ir tan lejos como se
hallaba dispuesta. Algo no parecía estar bien. Se encontraba demasiado
desesperada. Demasiado dispuesta a desnudarse con un chico al que
apenas conocía. Fue difícil, pero después de jugar un poco, le dije que
se vistiera y luego me ofrecí a llevarla a casa. Estaba un poco cabreada
y me dijo que tenía su propio coche y que no necesitaba que un hombre
la llevara.
Me senté allí sobre la vieja llanta del tractor mucho después de que
se marchara. Tenía un cuerpo y me atraía, pero me atraían la mayoría de
las chicas con cuerpos atractivos. Acostarme con ellas porque era fácil
no parecía molestarme antes. Con Nova, algo era extraño. No me sentía
cómodo con su nivel de necesidad. O buena voluntad. Dudaba que yo
hubiera aumentado la moral de repente, pero detuve las cosas.
Mis ojos escanearon el área en busca de Nova. Quería volver a
verla y asegurarme de que no fue la cerveza la que me jodió la cabeza.
Aún quedaba tiempo para salvar la situación. Mi mamá juró que iba a
criar a un caballero, pero tenía algunas fiestas más y bragas en las que
meterme antes de que eso sucediera. Hoy no, mamá. Hoy. No.
El timbre tardío sonó y los que aún no se movían hacia los pasillos
echaron a correr en tanto la voz del director Haswell gritaba con fuerza:
—¡No corran!
El ritmo de todos se convirtió en una caminata rápida y suspiré, sin
preocuparme por llegar tarde a clase. Prefería encontrar a Nova y ver si
mi momento de caballerosidad, o lo que sea que haya sido, fue el final
de una oportunidad con ella.
—Blakely, ve a clase. Ahora. —La voz de Haswell se escuchó y tuve
que voltearme para ver qué pasó con esa idiota. Hunter iba a descubrir
que la chica era veneno tarde o temprano. Ya que él salió corriendo el
viernes por la noche, asumí que sería temprano.
La sonrisa divertida que comenzó a extenderse por mi rostro se
congeló y dejé de caminar. Mis ojos se fijaron en los de otra persona.
Nunca vi un verde así antes. No me hallaba seguro de que hubiera una
descripción adecuada para ese color verde. Pero Dios, eran penetrantes.
Como si pudieran leer tu alma. Luego parpadeó y rompió el hechizo.
Sorprendido por mi extraña reacción, miré al resto de la persona que
venía con esos ojos. Labios rosados que parecían casi en forma de
corazón desde aquí, una nariz pequeña, pómulos altos, cremosa piel
pálida con pecas, y por alguna razón eso me hizo sonreír. Me gustaban
las pecas. Un mechón de cabello largo… no era solo rojo, sino más
cobrizo… enrulado contra sus brazos desnudos.
Era como una perfecta duendecillo… ¿al lado de Hunter jodido
Maclay? Aparté mis ojos de ella y observé el resto de la escena. Blakely
se encontraba calmada ahora, y Hunter hablaba con ella con un ceño
de disgusto en su rostro. No estaba preocupado por ellos, pero la pelirroja
tenía mi interés. La miré y vi que ya no me miraba a mí, sino que veía a
Hunter hablar, como si cada palabra que salía de su boca fuera dorada.
Si esa era la razón por la que abandonó a Blakely, o iba a chocar
los cinco con él o lo arrojaría a un armario para alejarlo de ella. Era nueva,
y no era justo que él la hubiera reclamado antes de que alguien más la
hubiera visto. Me encontraba más que seguro de que si la tenía sola en
un granero, no la enviaría a casa.
Hunter la tomó del brazo y rodeó a Blakely. —Necesito llevarla a
clase. Hablaremos más tarde —dijo lo suficientemente alto como para
que lo escuche. Guio a la chica nueva alrededor de Blakely, quien ahora
parecía estar un poco presa del pánico y mostraba una sonrisa falsa a la
chica. ¿Qué diablos fue todo eso?
La chica estudió a Blakely como si sintiera pena por ella. Realmente
apenada. No una mirada de lástima. Mi estómago se apretó. Mi pecho
se sentía raro. Pero algo en ella me afectaba. No me importaba que la
mano de Hunter estuviera sobre ella de una manera bastante protectora.
Él tendría que prepararse para algo de competencia. La chica tuvo que
darse prisa para seguirle el paso a Hunter, y no me gustó la forma en que
la arrastraba como a un niño. Eso me molestó.
Comencé a moverme en su dirección, sin pensar en lo que iba a
hacer o decir, cuando volvió a mirarme con esos ojos. Dios, era como si
una piedra me golpeara. Me congelé de nuevo. Observándola. Justo
cuando me hallaba a punto de cuestionar mi cordura, sonrió. Dientes
blancos rectos. Tan perfectos como el resto de ella. La pureza de esa
sonrisa estaba en sus ojos. No había nada que lo nublara. Haciéndote
preguntar qué pensaba o hacía. Fue lo más real que experimenté en mi
vida.
La mirada de Hunter se volvió hacia mí. Todavía parecía molesto y
muy concentrado. Pero asintió. —Oye, Ryker. —Fue todo lo que dijo, sin
detenerse. La mirada de la chica se encontraba de nuevo en él ahora.
Lo miraba. Solo llegaba a sus hombros.
—Primero tienes literatura. Pero está bien que llegues tarde. Lo
explicaré. De todos modos, es un sustituto. Despidieron al profesor de
literatura hace un par de semanas —le contó.
Frunció el ceño, luciendo confusa, y luego caminó más rápido a su
lado. Justo antes de que doblaran la esquina, me miró por encima del
hombro y me dio una sonrisa más.
Santo cielo. ¿Cómo hizo eso? Fue como un rayo en mi pecho, y
quería más.
La puerta de un casillero se cerró de golpe, sacándome de mi
repentina neblina. Blakely pasó a mi lado sin decir una palabra, gracias
a Dios. El pasillo se encontraba vacío ahora e iba a llegar tarde a clase.
De todos modos, todavía no me hallaba de humor para la gente. Me di
la vuelta y regresé a la oficina. La señora Murphy me daría un pase tardío,
se quejaría de mí un momento; mataría algo de tiempo.
Cuando llegué a la puerta de la oficina, el ventilador de caja de
metal antiguo soplaba, la señora Murphy hacía anuncios y olía a café y
velas otoñales. Las decoraciones de Halloween fueron reemplazadas por
Acción de Gracias y la Cosecha en su lugar. Era como si alguien hubiera
robado la sección de festividades de la Tienda de un Dólar.
Esperé mientras terminaba su perorata con un “¡VAMOS LEONES!”
luego se volvió hacia mí y suspiró. —Ryker, ¿por qué no puedes ir a clase
los lunes?
Le sonreí. —Porque no empezaría bien mi semana sin ver su sonrisa
hermosa, señora Murphy.
Me sonrió y sus mejillas desgastadas se sonrojaron. Había estado
aquí cuando mis padres fueron a la escuela secundaria. Me pregunté si
le encantaba estar aquí tanto como actuaba como tal. Me imagino que
a su edad no se puede fingir ese tipo de alegría.
—Carismático, como tu papá, seguro —dijo, sacudiendo la cabeza
y escribiendo una nota de retraso para mí—. Vete a clase. Te estás
perdiendo un buen tiempo de aprendizaje.
No me perdía nada. Hacía falta unos buenos veinte minutos antes
de que cualquier maestro del primer período se despertara lo suficiente
como para ponerse en marcha. Nos dejaban sentarnos ahí con nuestros
teléfonos al mismo tiempo que bebían café y fingían estar trabajando en
algo. Cuando todos sabíamos que estaban en Facebook.
Me detuve justo antes de salir de la oficina y me volví hacia la
señora Murphy. —¿Quién es la chica nueva? —le pregunté. Necesitaba
un nombre. Alguna cosa.
Sonrió tan suave y gentilmente, como si el recuerdo de la chica la
hiciera feliz. Interesante. Quizás era una bruja con poderes para encantar.
—Aurora Maclay. La hermana gemela de Hunter. Una chica dulce, dulce.
Mis mejillas deberían haberse agrietado por la sonrisa que se amplió
en mi rostro. Era su hermana. Jodido aleluya.
Traducido por Miry
Corregido por Pame .R.

Aurora
—Ryker Lee. Está en el equipo, receptor abierto, el mejor que
tenemos, pero ni lo pienses —dijo Hunter con firmeza al mismo tiempo que
llegábamos a la puerta de la clase a la que me encontraba a punto de
entrar. Dijo que yo tenía su horario, lo que creo lo alivió y le preocupó.
—No te lo pregunté —le dije, usando mi voz ya que ahora nos
hallábamos solos en el pasillo.
—Te vi mirándolo. Está con una chica nueva todo el tiempo. No
eres su tipo. Le gustan las chicas fáciles. Además, aún estás con Denver,
¿verdad?
Asentí. Por ahora.
—Él me miraba —repliqué en mi defensa.
—Todos los chicos te miran. Eso es parte de mi estrés —dijo, luego
alcanzó la puerta.
—No lo harán una vez que lo sepan. —Dejé salir las palabras antes
de pensar en ello.
Hunter se tensó. Odiaba cuando yo decía cosas así. —Si importa,
no son dignos. —No habló nada más. Yo conocía el resto. Lo había dicho
un millón de veces.
Entró en la habitación, luego mantuvo la puerta abierta para que
lo siguiera. Entré y no hice contacto visual con nadie más. Tendía a mirar
demasiado tiempo. Los ojos me intrigaban. Entender a la gente siempre
me atrajo.
Observé como mi hermano hablaba con la maestra suplente. Me
pregunté por qué despidieron al profesor de literatura. La suplente me
sonrió y le dijo algo a la clase. Mi hermano asintió con la cabeza para
que lo siguiera. Nos llevó al extremo derecho de la habitación, y me senté
frente a él cuando señaló hacia ahí.
Saqué mi computadora portátil y la coloqué en el escritorio como
los otros estudiantes en el salón. Hunter me tocó el hombro y luego elevó
su teléfono. Saqué el mío de mi bolsillo, y su texto apareció con un sitio
web para que pudiera iniciar sesión. Un trozo de papel se deslizó sobre mi
hombro, y en él estaba la información de inicio de sesión para mí con mi
identificación de estudiante y una contraseña.
Seguí las instrucciones, sin elevar la mirada para ver qué hacía el
resto de la clase. Mi teléfono vibró y lo miré para ver otro mensaje de texto
de mi gemelo.
Ella está hablando. Le dije que podías leer los labios si dejaba su
rostro visible y no hablaba demasiado rápido.
Elevé la mirada para ver a la profesora en el frente, mirándome
directamente al mismo tiempo que hablaba. Capté la mayoría de las
palabras y escribí notas si necesitaba recordar preguntarle a Hunter sobre
algo más tarde cuando no estuviera segura. La clase cubría actualmente
“Sociedad y soledad” de Ralph Waldo Emerson. Ya lo había leído y lo
estudié en mi antigua escuela. Dejé escapar un pequeño suspiro de
alivio. No iba a quedarme atrás aquí.
Ella hizo preguntas y ninguna fue desafiante. Al menos no en mi
opinión. Pero la mujer era una sustituta. Dudaba que hubiera leído el libro.
Otros levantaron la mano y respondieron, aunque yo no los miraría para
ver cuáles eran sus respuestas. Solo miraba la respuesta de la maestra.
Este era mi tema favorito y amaba a Emerson. No poder decir nada y
discutirlo en clase iba a ser difícil, pero si esto era lo más difícil que me
enfrentaba, estaría bien. De todos modos, hasta que tuvieran un nuevo
profesor de literatura, las discusiones en clase no serían útiles.
¿Esto funcionará? ¿Puedes seguirlo bien?
El texto de mi hermano me llamó la atención. Pero la maestra
hablaba de la perspectiva y no quería perdérmelo. Tenía un iPad frente
a ella, estaba leyendo, y seguía olvidándose de mirar hacia arriba por mi
bien. Tuve que concentrarme mucho en su boca o en lo que podía ver
de ella. No respondí al mensaje de Hunter, solo asentí con la cabeza y
seguí estudiando la boca de la profesora lo mejor que pude. Cuando se
distrajo demasiado, no pude seguirla porque hablaba rápido. Pero ella
me veía y recordaba reducir la velocidad. Me dejaban intentarlo de esta
manera por ahora. Se demoraría bastante tiempo conseguir el programa
informático que el condado proporcionaba a su sistema para estudiantes
con problemas de audición. Esa fue la información que papá me envió
por mensaje de texto esta mañana después de haber venido aquí y
hablar con la oficina.
Yo era la primera que tenía esta escuela desde que se instaló el
nuevo sistema de computadora portátil. Papá buscó una escuela para
personas con problemas de audición a poca distancia en automóvil,
pero hasta ahora no había tenido suerte. El más cercano estaba a dos
horas. Había pasado la mayor parte de su fin de semana en Internet y el
teléfono, tratando de averiguar cómo manejar mi estancia aquí.
Papá dijo en su mensaje de texto que le dijeron que el programa
de computadora no había tenido éxito con todos los estudiantes que lo
utilizaron. Iba a demostrarles todo lo que podía y haría con esto. Me
quedaba un poco más de año y medio. Me costaría trabajo extra, pero
podría arreglármelas. Además, el mundo real no sería tan complaciente.
Los siguientes setenta minutos transcurrieron rápidamente en tanto
luchaba por entender lo que decía la suplente. Cuando todos se pusieron
de pie, cerré mi computadora portátil y también me paré. Hunter metía
su computadora portátil en su mochila, mirándome de cerca. —¿Estás
bien? —preguntó.
Asentí y sonreí.
Parecía tenso todavía. Como si no me creyera. —Vamos —dijo,
luego tomó mi portátil, la metió en mi bolso, y nos dirigimos hacia la
puerta.
En el momento en que salió por la puerta, la chica con la que salía
Hunter se encontraba ahí. Di un paso atrás, un poco asustada de ella.
Estaba en su rostro de nuevo, y él trataba de rodearla. Retrocedí para
darle espacio y noté que otros miraban y escuchaban. Mi gemelo odiaba
este tipo de cosas. Iba a averiguar cómo se había enganchado con ella
esta noche. ¿No había olido la locura en ella?
La expresión de enojo de Hunter se volvió hacia alguien detrás de
mí. —Ella es mi hermana, Rifle. Apártate. —Me di la vuelta para ver a un
tipo de hombros muy anchos con cabello rubio oscuro y rizado, y ojos
marrones mirando a Hunter y luego a mí. No me di cuenta de que había
alguien detrás de mí.
Parecía amistoso. —No sabía que tenías una hermana —dijo el
chico.
Hunter respondió, porque la mirada del chico se desvió hacia él.
Levantó ambas manos y dijo: —Tranquilo, hombre.
Esto no me ayudaba a encajar. Le di a Rifle (cuyo nombre habría
cuestionado, pero pude leer demasiado bien los labios de mi hermano;
sabía sin duda alguna que había llamado al chico Rifle) una pequeña
sonrisa de disculpa, luego me volví hacia mi gemelo y le fruncí el ceño. Si
estuviéramos solos, lo regañaría.
Me devolvió el ceño fruncido y le dijo algo a Blakely, que seguía
ahí; luego me tomó del brazo y me arrastró entre la multitud. Me cansaba
un poco el asunto de guiarme. No era una niña. Él ya sabía que no me
gustaba que me trataran de manera diferente, pero lo estaba haciendo.
Traté de entender que él también tenía dificultades con esto, pero iba a
tener que establecer algunas reglas básicas. Esperé hasta que doblamos
la esquina antes de soltar mi brazo de su agarre. Se detuvo y se volvió
hacia mí.
—¿Qué? —preguntó, confundido.
Levanté el brazo por el que me arrastró y le lancé una mirada
significativa.
Sus hombros cayeron y se presionó la sien como lo hacía cuando
estaba frustrado. En el instante que su mano se apartó, se disculpó: —Lo
siento.
Asentí. Él debería sentirlo. Quería decirle que se fuera. Que me
dejara hacer esto sola. No me hallaba aquí para ser una carga para él.
Odiaba la idea de serlo.
Tallulah apareció a su izquierda y me sonrió.
—¿Puedo tener su horario? —preguntó a Hunter, manteniendo su
rostro vuelto hacia mí para que pudiera leer sus labios.
Él frunció el ceño. —¿Por qué?
—Porque ustedes dos se ven estresados. Creo que ella necesita un
poco de espacio y tú necesitas relajarte.
No podría estar más de acuerdo, y me sentí muy agradecida por
esta persona de aspecto angelical.
—Tenemos casi todas las clases juntos. Puedo llevarla —argumentó.
Empecé a decir algo, sin pensar en usar mi voz, cuando Tallulah
habló: —No necesita que su hermano la lleve todo el día. Dame el
horario. Y vamos a conocernos.
Naz apareció a su lado y la besó en la mejilla. Él tenía la cabeza
girada y no pude ver sus labios, pero fuera lo que fuera lo que dijo, Hunter
me entregó el horario con un suspiro en respuesta. Tallulah lo tomó, le
lanzó a Hunter una sonrisa radiante y luego besó a Naz rápidamente en
los labios.
—Vamos —me dijo. Aunque no podía oírla, sabía que su voz debía
ser alegre y feliz. Eso seguro hizo sonreír a Naz.
Caminó a mi lado por el pasillo. Me encontré buscando al chico de
antes. Quería preguntarle sobre Ryker. Quizás tendría una oportunidad
más tarde.
Su mano tocó mi muñeca y señaló a mi derecha. Miré en la
dirección que señalaba para ver a Rifle ahí, sonriéndome de nuevo. Me
volví hacia ella y arqueó las cejas. —Rifle parece feliz de verte. ¿Lo
conoces? —preguntó.
Asentí. No nos habíamos conocido exactamente. Pregunté con
lenguaje de señas. —¿Conoces a Ryker?
Hizo una pausa a medio paso, y un inseguro ceño fruncido tocó su
rostro. —¿Ryker? —repitió con su voz.
Asentí.
Se llevó un dedo a los labios por un momento. Como si no estuviera
segura de esta pregunta. —¿Conociste a Ryker? —preguntó finalmente
después de mover su dedo de sus labios.
Negué con la cabeza. Ya no quería hacer señas en el pasillo. Miré
a mi alrededor para ver si alguien nos miraba, luego me volví hacia ella.
—Ryker no es... no es alguien en quien deberías estar interesada. —
Incluso a medida que decía las palabras, parecía desgarrada por eso.
Pude ver culpa mezclada con preocupación en su mirada. Como si no
estuviera segura de si debería estar diciendo eso. Pero no era por razones
egoístas que me advertía. Decir que me sentía confundida era quedarse
corta.
—Él no siempre es… agradable —dijo finalmente.
Entonces lo entendí. Sabía que él no me aceptaría en el momento
que se enterara de que era sorda. Estaba decepcionada, pero era una
emoción que conocía bien. Sobreviviría. Era bueno saberlo ahora antes
de que pasara demasiado tiempo pensando en él.
Traducido por Gesi
Corregido por Pame .R.

Ryker
Nunca me di cuenta de lo poco que veía a Hunter en la escuela
hasta que lo estaba buscando. Jesús, ¿no nos cruzábamos en absoluto?
No quería esperar hasta el almuerzo para conocer a Aurora. Nunca en
mi vida estuve tan nervioso por conocer a una chica. Cuanto más lo
pensaba, más incómodo me sentía.
—¿Estudiaste para el examen de historia? —me preguntó Nash,
interrumpiendo mis pensamientos.
Le lancé una mirada. —Sí.
Suspiró. —Me olvidé. ¿Tienes las notas?
—¿Ni siquiera tienes notas? —No me sorprendía.
Se encogió de hombros. —No puedo encontrarlas. Tengo algunas,
pero creo que las dejé en la casa de Tallulah.
—Sí, tengo las notas. Están en el cuaderno encima de toda la
mierda de mi casillero. Sabes la combinación.
—Gracias. Tal vez tenga suficiente tiempo para aprobar esta cosa.
Tallulah está preocupada por la hermana de Hunter. No quería molestarla
o admitir que no estudié.
La hermana de Hunter. Eso me llamó la atención. —¿Conoció a la
hermana de Hunter? —pregunté, girándome hacia él.
Asintió. —Sí, llegaron al mismo tiempo que nosotros. ¿La has
conocido?
—¿Le cayó bien a Tallulah? —Continué preguntándole en vez de
responderle. Ella no era una persona que se hiciera amiga de alguien con
facilidad. Era más reservada. Cuidadosa de a quién dejaba acercarse.
Decir que Tallulah no era sociable era quedarse corto.
—¿Por qué no le caería bien? Además, se dio cuenta que Hunter
se encontraba estresado mostrándole los alrededores y pensó que tal vez
necesitaría intervenir. Es buena prestándole atención a ese tipo de cosas.
—Se podía oír el orgullo en su voz cuando hablaba de ella.
Si no estuviera tan malditamente concentrado en Aurora, pondría
los ojos en blanco.
—¿Sabes dónde están ahora? —No quería hablar de Tallulah.
Se encogió de hombros. —Asumiría que yendo al próximo período
de Aurora. O la ha llevado a la biblioteca a descansar.
¿Por qué querría ir a la biblioteca? ¿Le interesaban los libros?
¿Cómo sabía él si era así? ¿Por qué no me daba más respuestas,
maldición?
—¿Cómo sabes que lee? ¿Hablaste con ella?
Frunció el ceño, confundido. —Pareces muy nervioso sobre el
asunto. —Hizo una pausa, entonces comenzó a sonreír—. Espera… ¿estás
interesado en ella?
Ahora sería un idiota solo para hacerme enojar. No obtendría ni
una mierda de él. La mirada que le disparé solo lo hizo sonreír antes de
alejarse. Tendría que esperar hasta el almuerzo para encontrarla, eso si lo
teníamos en el mismo período. Frustrado, me dirigí a mi siguiente clase
con el ceño fruncido. Gritaron mi nombre dos veces, pero lo ignoré,
manteniendo los ojos abiertos por cualquier señal de ella.
Después de toda una mañana queriendo conocerla, puede que
no me agradara en absoluto una vez que tuviera la oportunidad de
hablarle. Lo que apestaría. Porque era la emoción más grande que había
sentido en el año escolar. Esta idea que tenía de ella probablemente
sería algo que me abofeteara. Tal vez solo era toda la mierda con Nova
que me molestaba. Tal vez esto no sucedería si me hubiera acostado con
ella. O sí. No lo sabía. Ya ni siquiera tenía sentido para mí.
Doblando en la esquina, casi fui derribado por Hunter, que tenía un
ceño muy preocupado. Para nada propio de él. El tipo normalmente era
muy equilibrado.
—Lo siento, Ryker —se disculpó sin detenerse.
—¿Te encuentras bien? —le pregunté, queriendo llegar al tema de
su hermana.
Se detuvo y se giró para mirarme. —Solo necesito llegar a clases.
Asegurarme de que Aurora —hizo una pausa y agregó—: mi hermana,
llegue allí.
Estaba a punto de seguir su camino, por lo que rápidamente le dije:
—Tallulah no dejará que se pierda. Está en buenas manos.
Suspiró, y la tensión de sus hombros se alivió un poco. —¿Entonces
las viste? ¿Sigue con Tallulah?
—No, pero vi a Nash y me dijo que le mostraba los alrededores. No
la perderá ni se apartará de su lado.
Pareció un poco aliviado, pero no completamente confiado. —No
es buena con la gente nueva. Necesito llegar a clase y asegurarme de
que esté allí —dijo, entonces casi echó a correr por el pasillo. Miré en
dirección a mi próxima clase y luego a Hunter. Seguirlo probablemente
me metería en problemas por llegar tarde dos veces en el mismo día.
Además, tampoco quería conocerla con su hermano respirándole
sobre el cuello. Era extraño que fuera tan protector. ¿Cuál era el asunto?
No era una niña. Fui a mi clase, pero las razones por las que estuviera tan
preocupado por ella no parecían normales. Eran mellizos. ¿No deberían
pelearse y molestarse entre ellos y esa mierda?
—¿Así es cómo será? ¿Ni siquiera intentarás llamar mi atención? —
preguntó Nova, logrando que me detuviera y mirara a mi alrededor
buscándola. No la había visto, pero tampoco la busqué. Mi cabeza se
hallaba en otro lugar.
Vestía de rojo. Se veía bien. Se vería bien con cualquier cosa que
usara. Sin embargo, el rojo era el color en el que más destacaba. —Hola
—saludé, inseguro de qué más decir. Antes de poner mis ojos en Aurora,
tenía mucho que decirle. Aunque esas cosas parecían estar en pausa por
el momento.
Se colocó la mano sobre la cadera izquierda y ladeó ligeramente
el cuerpo. El destello de desafío en sus ojos era intrigante. No dejaría
pasarlo. Ningún chico la pisotearía, y me asustó un poco. La intensidad.
Dudaba que estuviera acostumbrada a que le rechazaran sus ofertas
sexuales.
—Hoy has pasado a mi lado tres veces sin decir nada. Ni siquiera
una mirada en mi dirección. Y sé que es difícil no verme. —Ese último
comentario podría ser considerado confiado o arrogante. Para algunos
incluso sexy. Sin embargo, no me encontraba seguro de que me gustara.
—No te vi —me disculpé, pensando que necesitaba un pequeño
golpe en su ego—. Pero no estaba mirando.
Me sonrió. Como si hubiera comenzado un juego que sabía que
ganaría. Me quedé esperando que dijera algo, pero se me acababa el
tiempo. La campana de tardanza se hallaba a punto de sonar. Cuando
simplemente continuó sonriendo, asentí y comencé a dirigirme hacia mi
clase, esperando llegar antes de que sonara la campana.
—Ganaré —gritó.
Llegué al salón y abrí la puerta antes de mirarla. Aún parada dónde
la dejé. —¿Qué? —pregunté, confundido con la declaración.
—Ganaré este juego.
¿De qué demonios hablaba? ¿Qué juego? Sonó la campana y
entré en el salón sin mirar atrás. Había una buena posibilidad de que Nova
estuviera loca.
Traducido por Julie
Corregido por Beatrix

Aurora
Hoy no fue tan horrible como me imaginé. No ha sido malo en
absoluto, de verdad. Excepto que Hunter fue un poco autoritario. Le pedí
que me dejara reunirme con él en el comedor, porque quería ir al baño,
y no quería que hiciera guardia en la puerta. Necesitaba un respiro.
Tallulah me dio uno breve, pero Hunter llegó y volvió a ser mi guardián.
Suspirando, me observé en el espejo y traté de entender que él tenía la
necesidad de protegerme. Como siempre. Era el gemelo perfecto; el
niño hermoso, atlético y oyente, y sabía que se sentía culpable por ello.
No tenía motivos, pero le pasaba. Era cosa de Hunter.
No podía tardar mucho tiempo o vendría a buscarme. Después de
pasarme los dedos por el pelo, me lavé rápidamente las manos y volví al
pasillo. No quería enfrentarme a la cafetería. Preferí aceptar la oferta de
Tallulah de mostrarme la biblioteca y esconderme allí con un libro. El
pasillo se encontraba vacío. Me quedé en el baño el tiempo suficiente.
Esta mañana todo parecía intimidante. Pero ahora, mirando al pasillo,
sentía como si hubiera conquistado algo y ganado, aunque el día aún
no hubiera terminado.
Cuando giré a la derecha para dirigirme a la cafetería, me quedé
helada, sorprendida al ver que no me encontraba sola. Mi mano subió a
la boca para cubrir cualquier sonido que pudiera haber hecho. Mis ojos
se fijaron en el tipo de esta mañana. El latido de mi corazón se ralentizó
un poco, pero no mucho. Me encontraba sola con él. ¿Qué hacía con
eso? Quería volver a verlo, pero no de esta manera. Tallulah no lo dijo,
pero yo sabía que no pensó que a Ryker le parecería bien que yo fuera
sorda.
—Oye, no quise asustarte —dijo lo suficientemente lento como para
que le leyera los labios. Tenía un ligero ceño fruncido, pero también una
suave sonrisa le curvaba la boca. Parecía confundido. Me pregunté si dijo
algo para avisarme de que se hallaba allí cuando le daba la espalda.
Me quedé allí, en silencio. Usar mi voz con él no iba a suceder.
—Soy Ryker —aclaró cuando no dije nada—. Te vi esta mañana.
Asentí y le di una sonrisa.
Parecía inseguro de mi silencio. Obviamente no preguntó por mí
como yo lo hice por él. No se dio cuenta de que no podía oír y solo leía
sus labios. Sin embargo, no esperaba que preguntara por mí. Era hermoso.
Tenía que haber una serie de chicas detrás de él. Hunter dijo que estaba
con una chica nueva todo el tiempo.
—Lo siento si yo, eh... Es solo que te vi esta mañana y... —Tropezaba
con las palabras, o yo tenía dificultades para seguirlo. Mi silencio no
ayudaba.
Me señalé el oído y sacudí la cabeza, y luego, articulé sin mi voz:
Soy sorda.
Poco a poco su sonrisa se desvaneció, y sus ojos mostraron sus
pensamientos claramente mientras lo asimilaba. Sorpresa, luego un toque
de tristeza, luego lástima. Eso siempre me molestó. No había razón para
compadecerse de alguien que era diferente.
—Lo siento —dijo lentamente esta vez, al darse cuenta de que
había estado leyendo sus labios.
¿Por qué?, dije en silencio.
Su ceño se frunció más, y me estudió. Nos quedamos así, sin darnos
cuenta, durante unos momentos. No fue inmediato, pero la confusión
empezó a transformarse en comprensión. Luego un brillo de apreciación
surgió en sus ojos oscuros. Le sonreí. Orgullosa de mí por haber manejado
esto sin ayuda. Por no ponerme nerviosa o salir corriendo. Una vez lo
habría hecho. Esto habría sido más de lo que hubiera estado dispuesta a
enfrentar. Ahora no. He cambiado.
—Encantado de conocerte, Aurora. —Mencionó mi nombre. Lo
que significaba que preguntó por mí. Ese simple hecho hizo que la sonrisa
de mi cara explotara antes de que pudiera apisonarla. Mi estómago se
agitó con el nuevo conocimiento, y empecé a decir más cuando una
mano me envolvió la parte superior del brazo. Supe que era Hunter sin
girar.
Los ojos de Ryker dejaron los míos para encontrarse con los de mi
hermano.
Hermana fue la primera palabra que noté de sus labios. No sabía
qué más dijo.
Rápidamente dirigí mi mirada a Ryker, que ahora hablaba más
rápido, y me esforcé por seguirlo. —Sé que... habla... —fue todo lo que
obtuve de él, así que volví mi atención a Hunter.
Su agarre se apretó un poco, y sacudí el brazo para llamar su
atención. Haciendo señas, dije: —Estaba siendo amable. No seas grosero.
¡Estoy tratando de encajar aquí!
Las fosas nasales de Hunter se abrieron, y traslado la mirada a Ryker
y luego a mí. Después me dijo en lengua de señas: —No es un tipo que
necesites conocer. Es un mujeriego. Usa a las chicas.
Poniendo los ojos en blanco, me volví hacia Ryker. Lo siento, le dije
en silencio, deseando ser lo suficientemente valiente para usar mi voz.
Sacudió la cabeza ligeramente. —Está bien. Lo entiendo.
Eso fue todo. La mirada. Entendió que yo era diferente, y que
necesitaba alejarse. Gracias a Hunter, lo haría. El momento en que
estuvimos solos en el pasillo ya pasó. No volvería a sentir eso, ni la
sensación de vértigo que lo acompañaba.
Enojada, vi como le decía algo a Hunter, y luego se fue. No se
despidió. Nada de nada. Se acabó tan rápido.
Miré a Hunter. —No tengo hambre. Estaré en la biblioteca —dije
con señas, y luego me di la vuelta y hui antes de que pudiera detenerme.
Necesitaba espacio y soledad.
Hunter me dejó ir. Le agradecí por eso. Porque quería gritarle y
golpearle el pecho unas cuantas veces.
Llevando conmigo mi mezcla de emociones frustradas y enojadas,
encontré la biblioteca, recogí el primer libro que hallé en la sección de
ficción y me senté a leer. Escapé a otro mundo donde no era la chica
sorda, y esperaba que me hiciera olvidar lo que Hunter acababa de
hacer. Ni siquiera se dio cuenta de lo humillante que era esto.
Antes de terminar el primer capítulo, una mano me tocó el hombro
y salté ligeramente. Miré hacia arriba y mis ojos se abrieron de par en par
al ver a Ryker. No dijo nada, pero me dio un trozo de papel. Eché un
vistazo al papel y luego volví a él. Sus ojos eran impactantes. Difícilmente
se podía apartar la mirada. —¿Lees esto? ¿Por favor? —dijo lentamente.
Levanté la mano y le quité la hoja. La arrancó de un cuaderno. Su
letra clara me hizo preguntarme si escribía siempre con claridad, o si era
solo por mi bien.
Siento lo de antes. No estaba preparado para que Hunter se
enfadara porque hablaba contigo. No estoy seguro de lo que dijo de mí,
pero probablemente sea cierto. Puedes seguir su consejo o puedes poner
mi número en tu teléfono y enviarme un mensaje de texto. Cuando
quieras.
Su número se hallaba escrito claramente debajo. No lo miré a la
vez que abría mi mochila, sacaba mi teléfono, guardaba su número en
mis contactos y enviaba un simple texto.
Creo que quiero decidirme yo misma sobre ti.
Eso fue valiente. Me sentía orgullosa de mí misma.
Ryker sonrió y respondió con un mensaje de texto.
Gracias a Dios. Tenía miedo de tener que rogar. De esta manera
me veo mucho más genial.
Presioné mis labios para no reírme. Luego incliné mi cabeza hacia
atrás para encontrarme con su mirada. Nos quedamos allí un momento,
y la sonrisa en su cara era tan genuina y casi emocionada que me
costaba creer todas esas advertencias que me hicieron sobre él. No
parecía importarle que fuera sorda. Si era un mujeriego, entonces ¿por
qué se esforzaría tanto por conocerme? Lo que me decían y el tipo que
se encontraba delante de mí no tenía sentido.
Un ligero fruncimiento del ceño interrumpió nuestra mirada fija, y
empezó a enviar mensajes de texto de nuevo.
La campana acaba de sonar. Te acompañaría a tu próxima clase,
pero no estoy seguro de que Hunter pueda soportarlo todavía. Parece
que necesita tiempo para adaptarse a que estés aquí.
Asentí y estuve de acuerdo en silencio.
La comisura izquierda de su boca se levantó, y tenía el más mínimo
hoyuelo en su mejilla. Tuve la necesidad de tocarlo. No lo hice, pero
fantaseé con ello. —Gracias por tu número —dijo, sin irse.
Simplemente asentí.
Luego me guiñó un ojo antes de darse la vuelta para irse. Me senté
allí, sonriendo como una idiota y mirándolo. Una vez que llegó a la puerta,
miró hacia atrás y me pilló todavía mirándole. Mis mejillas se sonrojaron
por la vergüenza. Con un ligero levantamiento de su cabeza y una
mirada complacida en su rostro, salió de la biblioteca. Volví a mirar mi
teléfono para releer nuestra corta conversación de texto. No era mucho,
pero lo leí una y otra vez hasta que llegó Hunter, diciéndome que me
diera prisa o llegaríamos tarde a clase.
Traducido por Vane’
Corregido por Beatrix

Ryker
No escuché nada durante las siguientes dos clases. Mi cabeza no
dejaba de pensar en Aurora. ¿Estaba tan interesado en ella? ¿Solo por
su sonrisa? ¿Cómo podría salir con ella si no podíamos hablar? Al menos
no normalmente.
Pero, maldita sea, cuando se encontraba sentada ahí mirándome
con esos grandes ojos verdes, no me preocupó nada más que conocerla
más. Ella me atrajo con silencio, y era impresionante y aterrador. ¿Cómo
tenía ese poder con la obvia inocencia en su expresión? Nunca me atrajo
la inocencia. De hecho, hui de ella en el pasado. Cada. Maldita. Vez.
Luego agrega mi falta de compasión a eso, y esto parecía una muy
mala idea. Me preocupé solo por mí la mayor parte de mi vida. Lo que
fue un gran y fácil viaje hasta que Nash resultó herido. Me importaba eso.
Nash era mi primo, pero éramos tan cercanos como hermanos. El hecho
de que Nash estuviera herido me cambió. No era el mismo idiota que fui,
pero tampoco era un Boy Scout. El accidente de Nash fue mi llamada de
atención de que la vida podía cambiar en un instante. Conocer a Tallulah
también me enseñó lo superficial que era. El año pasado, tuvo sobrepeso
y nunca le presté atención, salvo para hacer una broma a sus expensas.
No me hallaba orgulloso de eso, y si me permitía pensarlo demasiado, me
sentía como una mierda. Ya no era ese tipo. Tallulah no solo salvó a mi
primo; también me perdonó. Incluso cuando no me lo merecía. Ese tipo
de generosidad es humillante. Te hace pensar antes de hablar. No era
perfecto, y la mierda aún salía de mi boca a veces, pero estaba mejor.
No me encontraba seguro de haber cambiado lo suficiente como para
perseguir a alguien como Aurora.
Nova era a lo que estaba acostumbrado. Era divertida, excitante,
sexy y conocía las reglas. No trataba de enamorarse y mirarme como
Tallulah y Nash se miraban el uno al otro. Nova conocía al Ryker que fui,
y no le importaba. No era alguien por quien tuviera que trabajar para
impresionar. No tenía que convencer a su hermano para salir con ella. Era
la elección obvia. Tenía sentido salir con Nova. Excepto que sus ojos no
me hacían sentir como si me hubieran dado un golpe en el pecho tan
fuerte que no pude recuperar el aliento. Su sonrisa no me hacía querer
hacer todo lo posible para mantenerla en su lugar. Nova no me hacía
sentir… esta… esta… locura.
El resto del día busqué a Aurora, pero no la vi. Durante la práctica,
me encontré mirando a Hunter y escuchándolo en caso de que dijera
algo sobre su hermana. Sentía curiosidad. Quería saber más sobre ella.
Cualquier cosa en realidad. Si solo hablara de ella, sería feliz. Comprendí
su extraña actitud protectora sobre Aurora. No lo culpé. Era deslumbrante
y dulce, lo que era una rara combinación. Si fuera mi hermana… No. Ni
siquiera iba a pensar en eso.
Hunter estaba, como de costumbre, en la práctica, concentrado
en las jugadas, su pase y ganar. Nunca vi a un atleta más motivado. Fue
la razón por la que no tuvimos problemas después de que nuestro ex
mariscal de campo, Brady Higgens, se graduó. Nash estuvo trabajando
con el mariscal de campo novato, Kip. Tenía un montón de talento
natural. Hunter veía eso como el resto de nosotros. Por ello, se volvió aún
más intenso. Tenía algo que demostrar y eso solo ayudó al equipo. Hunter
parecía amar este deporte de verdad.
También amaba el fútbol, pero no era tan intenso como Hunter. Era
su principal preocupación en la vida. Podría distraerme, a diferencia de
él. Me costó mucho concentrarme debido a Aurora. Dudaba que Hunter
hubiera sido distraído por una chica. Lo que me hizo preguntarme qué
tan idiota era su padre. Mi papá le daba mucha importancia, porque me
enviaría a la universidad. No pensé que ese fuera el caso del padre de
Hunter. Era más, o al menos así lo veían los demás.
Cuando finalmente estuve en casa y solo en mi habitación, sonreí
mientras me recostaba en mi cama y comencé a enviarle un mensaje de
texto a Aurora. Estuve debatiendo toda la tarde si debería enviarle un
mensaje esta noche. Aunque todo el tiempo que estuve discutiendo
conmigo mismo al respecto, sabía que iba a hacerlo. Dejé caer dos pases
y no me importó una mierda. Mi enfoque era Aurora.
¿Cómo estuvo el resto de tu día?
Envié el mensaje, sonriendo como una idiota. Me alegré de que no
hubiera nadie para presenciar esto. Era lo suficientemente tarde como
para que la cena hubiera terminado en su casa. Acabábamos de comer
hamburguesas que mamá compró de camino a casa desde el trabajo.
Comí la mía en la sala de estar con papá mientras veíamos ESPN. Ninguno
de los dos se hallaba de humor para hablar. Mamá se encontraba en la
cocina hablando por teléfono con mi tía en Dallas, Texas. Estaba a punto
de casarse con su tercer marido y a mi madre no le alegraba la idea.
Nahla, mi hermana de once años, se sentó en el extremo del sofá,
apenas comía su comida porque se tomaba selfies y mantenía sus rachas
en Snapchat. A menos que mamá le quitara el teléfono y nos obligara a
comer juntos en la mesa, esta era la norma. Las noches en las que
teníamos que pasar tiempo en familia eran raras. Mi teléfono sonó y con
él, mi frecuencia cardíaca aumentó. Me envió un mensaje.
Estuvo bien. Adaptarse llevará un tiempo.
Su respuesta me preocupó un poco. Ella no podía oír. La hacía
diferente, y sabía qué idiotas había en nuestra escuela que no sabrían
cómo tratar con alguien diferente a ellos. Una vez fui un idiota. Si no se
adaptaba, ¿se iría? ¿Se marcharía a otra parte? ¿Se mudaría? No me
gustaba ninguna de esas opciones.
Te busqué el resto del día, pero nuestros caminos no volvieron a
cruzarse. ¿Viste más a Tallulah?
Lo esperé. Tallulah sería genial ayudándola a adaptarse. También
sería una buena amiga. Y quería que a Aurora le gustara estar aquí. Las
razones, lo admito, eran egoístas, pero no me gustaba la idea de que se
fuera.
Sí. Me salvó de que Hunter merodeara otra vez. Sé que tiene buenas
intenciones, pero estaba más nervioso que yo.
Ese fue un texto breve para el largo período de tiempo de que
estuvieron los puntos suspensivos hasta que su mensaje apareció en la
pantalla. Me pregunté si decía algo más y luego lo borró. Si lo hizo, ¿qué
decidió no decir? Maldita sea, ¿por qué me ponía tan nervioso por los
mensajes de texto? Necesitaba calmarme ya mismo.
Los hermanos son protectores. Es lo que hacemos. Mi hermana
pequeña es una mocosa. No podría imaginarme tenerla en la escuela
conmigo.
Nahla aún no estaba loca por los chicos. Sabía que el día llegaría
pronto y lo temía. Me gustaba un poco. Podría lidiar con los estúpidos
programas de Disney que veía o el spray corporal de algodón de azúcar
que usaba y que apestaba todo el piso superior, no solo el baño. No me
encontraba listo para que saliera en citas. Dudaba que alguna vez lo
estuviera. Incluso cuando tuviera la edad suficiente.
Me acostumbré a mi independencia en mi antigua escuela. No
necesito a Hunter. Soy capaz de arreglármelas sola. También quiero eso
aquí. Sin embargo, es difícil lograr que lo entienda.
Lo pensé y lo releí varias veces. Tenía diecisiete años. No tenía once.
Debería poder conducir su propio coche y vivir como el resto de nosotros.
Ser tratada de manera diferente después de tener una vida en la que fue
igual a los demás tenía que ser difícil. Una vez más, el miedo de que se
fuera y encontrara otra escuela como la que dejó me asustó. Tiempo.
Necesitaba tiempo para que le gustara estar aquí. Haría todo lo que
pudiera para ayudarla a encajar.
Dale tiempo. Hunter debería calmarse. Se relajará cuando vea que
te estás adaptando. Haciendo amigos. Encontrando tu propio camino.
¿Cómo crees que va a reaccionar cuando salgas en citas?
Borré y reescribí la última pregunta tres veces antes de presionar
enviar y literalmente contener el aliento. Al ver a Hunter hoy, no imaginé
que le agradaría mucho que ella saliera con alguien. Mucho menos yo.
Mi reputación no era tan buena. Sabía que iba a ser un obstáculo, pero
estaba dispuesto a superarlo. Demonios, Hunter también podría venir.
Podríamos tener una cita doble como si estuviéramos en la primaria de
nuevo. Me hallaba bien con eso si significaba que podía estar más cerca
de Aurora. Increíble cómo me hizo sentir bien con cosas de las que me
habría burlado esta mañana.
He estado saliendo en citas un tiempo. Sin embargo, mi novio,
Denver, está en Carolina del Norte. No creo que haya muchas citas aquí
con él estando tan lejos.
Novio. ¿Denver? ¿Qué tipo de nombre era Denver? Era una puta
ciudad de Colorado. La idea de este Denver me enfureció. No debería
sorprenderme. Aurora era hermosa, su sonrisa era adictiva y era dulce.
¿Por qué no tendría novio? Pero ¿por qué mencionarlo ahora? ¿Por qué
no antes, cuando era claro que estuve coqueteando? Un millón de cosas
pasaron por mi mente mientras miraba sus palabras, tratando de decidir
qué decir o si debería dejar de enviar mensajes.
Pero había un simple hecho.
Denver no se encontraba aquí.
Yo sí.
Las relaciones a larga distancia pueden apestar.
Ahí, lo dije. Ahora esperaba que respondiera. Si me decía que su
amor era demasiado fuerte como para que la distancia lo rompa, me
echaría atrás. Tal vez. Probablemente no. ¿A quién engañaba? Denver
caería. Estaba a kilómetros.
Lo sé. Estoy esperando el texto donde lo termine. Estoy preparada
para ello y un poco sorprendida de que no lo hiciera antes de irme.
Era una mejor respuesta de la que podría haber esperado. Denver
necesitaba prepararse y alistarse para su propio mensaje. Porque si me
salía con la mía, Aurora sería la que enviaría el mensaje de ruptura.
Sonriendo, escribí:
Sería un idiota.
Hubo una larga pausa, varios minutos, antes de que simplemente
respondiera:
Gracias.
Traducido por Sahara
Corregido por Beatrix

Aurora
Hunter me tocó el hombro mientras untaba con mantequilla mi
gofre y lo miré.
—¿Por qué sonríes? —preguntó, su frente arrugada con su ceño
fruncido. Como si estuviera tratando de leer mi mente. La última vez que
lo comprobé, no era telépata.
Me encogí de hombros, sin darme cuenta de que estuve sonriendo,
pero tampoco sorprendida. Sabía cuáles eran mis pensamientos y eran
felices.
—Me gustan los gofres —dije, usando mi voz.
—Están congelados de una caja. Eso no es nada por lo que
emocionarse —dijo, haciendo señas a la vez.
Me encogí de hombros de nuevo y volví a untar con mantequilla
mi gofre, tratando de no sonreír. Pero fue difícil. Le envié mensajes de
texto a Ryker Lee hasta que me dormí a eso de la medianoche. Nunca
hic eso. Fue emocionante. Cuando le hablé de Denver, esperaba que
dejara de enviarme mensajes. Casi no se lo dije. Pero la culpa por no ser
honesta fue demasiada. Si Ryker pensaba en invitarme a salir, necesitaba
saberlo. Habría roto con Denver si me lo hubiera pedido. No quería admitir
eso, pero sabía que lo habría hecho. Ahora que sabía lo de Denver, tenía
que afrontar el hecho de que tal vez no me invitara a salir. Mi sonrisa se
desvaneció por sí sola. Esos pensamientos no eran felices. Pero después
de que le conté al respecto, siguió enviándome mensajes. Durante horas.
En vez de alejarme, parecía no importarle para nada. Tenía mucha
confianza en él. También podría considerarse arrogante, pero no creo
que le quedara bien. Después de todas las advertencias que me dieron
sobre él, tuve que preguntarme si alguno de ellos conocía algo a Ryker.
El chico al que llegué a conocer anoche en los mensajes de texto no se
parecía en nada a lo que me dijeron. Fue dulce, divertido y me escuchó.
Se interesó por mi vida en casa, mi comida favorita, mis libros favoritos...
Otro golpecito en mi hombro.
Di un mordisco a mi gofre antes de mirar a Hunter de nuevo. Seguía
frunciendo el ceño. —Lo estás haciendo de nuevo. La sonrisa.
Mastiqué mi comida y fruncí el ceño a mi hermano. Estaba siendo
ridículo. ¿Por qué no podía sonreír? ¿No era mejor? ¿Y si hubiera estado
llorando en mi habitación, con ganas de volver a Carolina del Norte? ¿Mi
sonrisa no debería hacerle feliz? Una vez que tragué, respondí usando mi
voz de nuevo: —Dormí bien. No estoy nerviosa por la escuela. Estoy feliz.
¿Está bien?
Suspiró un poco demasiado dramáticamente y tomó dos gofres
congelados de la caja que aún no devolví al congelador. Luego fue a
meterlos en la tostadora. Continué comiendo el mío, deseando tener
almíbar. Casi no había azúcar ni dulces en esta casa. Nuestra madrastra,
Ella, era instructora de yoga y le gustaba la alimentación saludable. Todo
era orgánico. Excepto estos gofres. Ella se encontraba en el gimnasio a
las seis de la mañana con su primera clase. Así que no tuvo tiempo de
prepararnos el desayuno, e incluso si pudiera, dudaba que lo hiciera.
Comprar los gofres era algo que tenía que aceptar. Era la elección de
Hunter para el desayuno, y también me pareció bien. No me importarían
unos cereales Frosted Flakes, pero Hunter me dijo que tendría suerte si lo
conseguía. Incluso si la convencía de que comprara el cereal, tendría
que convencerla de que comprara leche de verdad, porque la leche de
almendras en el refrigerador era asquerosa. La probé ayer por la mañana
y tuve que escupirla en el fregadero. Cuando me di la vuelta después de
limpiarme la boca, pillé a Hunter riéndose de mí.
Me volví para mirar a Hunter y, efectivamente, todavía me miraba.
—¿Qué desayuna papá? —le pregunté, dándome cuenta de que
papá siempre se iba cuando nos levantábamos por la mañana.
—Las buenas galletas de Jack con salchicha y queso. Ella no lo
sabe, o enloquecería —dijo con una sonrisa.
Me reí. Ella era joven. Mucho más joven que mamá. No le pregunté,
pero supongo que todavía no tenía treinta años. Lo cual era un poco
extraño, ya que papá tenía cuarenta y dos. Pero lo que sea. Ella lo hace
feliz. Incluso si tenía que escabullirse para comer buena comida.
—Entonces, ¿te cae bien Tallulah? —me preguntó, cambiando el
tema de vuelta a las cosas de la escuela.
Asentí. —Es buena. No es lo que esperaba cuando la vi por primera
vez.
—Ella no siempre se ha visto así —respondió. No estaba segura de
lo que eso significaba, pero antes de que pudiera pedir una aclaración,
miró el reloj del horno—. Tenemos que irnos.
Terminé mi gofre y tomé un trago del jugo de naranja recién
exprimido que Ella hizo con el exprimidor de lujo que se encontraba en la
encimera. Se ofreció a hacerme jugo de algunas verduras y frutas para
mi desayuno esta mañana. Casi me dan arcadas al pensarlo, pero me
las arreglé para negar con la cabeza y le gesticulé: No, gracias. Ella no
hizo ningún gesto. Y no me sentía lo suficientemente cómoda para usar
mi voz.
Tuve que desviar mi mirada de Hunter, que se cubría la boca para
evitar reírse de su oferta. Yo también me echaría a reír si lo mirara. Era una
de las cosas que no cambió con nuestra vida separada. Compartimos
emociones con mucha facilidad. Cuando él se encontraba feliz, eso me
hacía feliz. Cuando se hallaba triste, yo también lo sentía. Antes de que
lo viera. Simplemente lo sabía. Era un vínculo único.
Recogí mi mochila y seguí a Hunter afuera hasta su camioneta.
Nunca lo imaginé conduciendo una camioneta. Siempre habló de que
quería un Mustang cuando cumpliera dieciséis. Tuvo posters de Mustangs
a través de los años por toda su habitación antes de mudarse. El gran F-
150 que conducía no se parecía en nada a un Mustang. No le pregunté
sobre eso, pero por lo que vi en el estacionamiento de la escuela, parecía
encajar mejor.
Mi teléfono vibró y sentí un cosquilleo de emoción. Una vez que me
senté en el asiento del pasajero y me abroché el cinturón, lo saqué,
esperando ver el nombre de Ryker. Pero no fue así.
Era de mamá.
Con un toque de mi dedo, abrí su mensaje de texto de mala gana.
La extrañaba Incluso después de la forma en que se fue y los gritos entre
ella y Hunter. La extrañaba. Ojalá hubiera dicho que la amaba cuando
se fue. Pero me quedé ahí parada. Viéndola irse sin ni siquiera un adiós.
El dolor emocional de Hunter intensificó el mío y viceversa.
Buenos días, mi chica favorita del mundo. Espero que ayer hayas
tenido un buen día en la escuela. Pienso en ti a menudo.
Mamá no era una mala madre. Siempre me amó. Se sacrificó
mucho por mí. Papá le dejó y ella todavía lo amaba. Lo veía y me dolía
por ella. Ahora encontró a Lou y él la hacía feliz. Era hora de que volviera
a ser feliz. La vi triste durante demasiado tiempo.
Buenos días. La escuela no fue en absoluto como esperaba. Hice
un par de amigos. Voy a estar bien aquí.
Sabía que necesitaba saber eso. Quería agregar que la amaba.
Pero también quería disculparme por dejarla irse sin decir las palabras y
abrazarla. Me di cuenta de que el camión se detuvo y levanté la cabeza
para ver a Hunter mirándome. —¿Quién es? —preguntó, frunciendo el
ceño de nuevo.
—Mamá —dije simplemente. Gruñó. No coincidía conmigo sobre
mamá. No estaba segura de por qué, pero él la culpó por el divorcio. Por
dejarlo irse con papá. Era casi como si hubiera querido que ella luchara
para que él se quedara. No lo entendí completamente.
—¿Acaba de acordarse de ver cómo estás? Qué considerada. —
Aunque no podía oírlo, sabía que esas palabras se hallaban mezcladas
con sarcasmo. Volvió su atención a la carretera y el camión comenzó a
moverse de nuevo.
Es una maravillosa noticia. Sabía que encajarías. Eres inteligente,
hermosa y amable. La gente se siente atraída por ti. Te amo. Y estoy aquí.
Envíame un mensaje de texto a menudo. Te extraño.
Sentí que las lágrimas me picaban inesperadamente en los ojos. Yo
también la extrañaba. Ella se encontraba tan lejos. Incluso si había estado
un poco retraída e infeliz los últimos cuatro años, era mi mamá. Y yo la
amaba.
Yo también te amo.
Envié el mensaje de texto y sentí alivio al hacerlo. Quería que
supiera que la amaba. Y que la entendí al menos un poco.
No miré a Hunter el resto del camino a la escuela. Si no podía verlo,
él no podía decirme nada que no quisiera escuchar. Me dolía un poco el
pecho en ese momento y necesitaba recuperar la compostura. Pensar
en mamá era difícil.
Traducido por Samanthabp.
Corregido por Beatrix

Ryker
Pasar el desayuno y llegar a la escuela sin debilitarme y enviarle un
mensaje de texto a Aurora fue difícil. Pero anoche fue la última en enviar
un mensaje. Sabía que probablemente se quedó dormida, pero aun así,
era su turno. Si me mostraba demasiado necesitado, podría hacer que
ella huyera en otra dirección. Las chicas necesitaban algo de misterio. Al
menos eso fue lo que escuché una vez... en una película, creo. ¿Quién
sabía si era cierto? Podría enviarle un mensaje. Dejar de esperar a que
me enviara uno y volverme loco.
Miré mi teléfono por vigésima vez desde que me desperté y gruñí
de frustración. Aún no llegaba nada de Aurora. Sabía que estaba aquí.
Había buscado la camioneta de Hunter desde el momento en que entré
en el aparcamiento. Demonios, incluso llegué a la escuela diez minutos
antes, y aun así se me adelantó. Había tratado de llegar cuando ellos lo
hicieran para tener la oportunidad de verla. Tal vez entrar con ella.
Me pregunté si ella había mencionado nuestros mensajes de texto
a Hunter esta mañana. Los dos nos llevábamos bien en el campo. Pero
no éramos amigos. No había crecido con él. Mi amigo más cercano,
aparte de mi primo Nash, era Asa. Los demás de nuestro grupo se habían
graduado y se habían ido a la universidad este año. Era diferente jugar a
la pelota sin ellos. Estaba tan emocionado de que este fuera mi último
año, que no esperaba el vacío que sentiría al no estar los chicos con los
que siempre había jugado en el campo. Adaptarse a Hunter como
mariscal de campo fue bastante fácil. Sin embargo, no le había hecho
mucha gracia que hablara con Aurora ayer. Si él le dijo algo para que
dejara de hacerlo antes de que yo tuviera la oportunidad, posiblemente
estaría jodido.
Al entrar a la escuela, admito que escaneé los pasillos en busca de
Aurora. Doblando la esquina por el pasillo sur, encontré a Nova. Me envió
un mensaje anoche y olvidé todo hasta ahora. El verla me lo recordó. No
respondí porque me hallaba demasiado ocupado en mi conversación
con Aurora. Tampoco le respondí porque no iba a alentarla. No era que
necesitara nada de eso. Ella era determinada.
—No me gustan los juegos —dijo en una voz picante—. Tal vez
algunos sí, pero no el que parece que quieres jugar.
Justo ayer me dijo que ganaría este juego. Yo no estaba jugando
ni tampoco quería jugar nada con ella. Era tiempo de que lo dejara estar
y siguiera adelante. Habíamos coqueteado con la idea de tener sexo.
Nada más. Cambié de opinión sobre eso antes de Aurora. ¿Por qué me
insistía tanto?
—Ya me encontraba en la cama cuando me escribiste anoche. Lo
siento por no responder. —Era la verdad. Me sentí mejor conmigo mismo
por no mentir. Normalmente inventaría alguna mierda para que sonriera
y se metiera en sus asuntos.
Frunció los labios seductoramente de la manera en que a menudo
los ponía en las fotos que publicaba sobre sí misma en Instagram. Se veía
bien. Tenía labios geniales pero no tenía ningún efecto en mí.
—¿Y esta mañana cuando despertaste? ¿No podías responder en
ese momento?
Aquí podría mentir o ser honesto. Estaba pensando que Aurora
podría haber hecho lo mismo. Escribirme. Decirme buenos días o algo así.
Demonios, actuaba como una chica.
—Podría. Pero no lo hice. Trataba de llegar a la escuela a tiempo.
—Aunque no por las razones que ella podría asumir.
Nova suspiró, rodó los hombros hacia atrás para asegurarse que su
pecho tuviera la mejor vista. Sabía de ese movimiento. Vi que muchas
chicas lo hacían.
—No voy a seguir desperdiciando mi tiempo contigo, Ryker. Si estás
interesado, actúa en consecuencia. —Luego se dio vuelta y se fue con
un movimiento de caderas que apenas noté. Nova era dramática, pero
al menos esto significaba que se terminó el juego que me acusaba de
jugar.
Mi mirada se alejó de Nova, mis ojos se reunieron al instante con los
de Aurora. Se encontraba frente a una taquilla con su mano en ella como
si la estuviera cerrando. Su enfoque, sin embargo, se hallaba totalmente
sobre mí. ¿Había estado allí todo el tiempo? Repasé la escena con Nova
y aunque Aurora no podría haber escuchado lo que se dijo, me pregunté
si leyó mis labios. Nova le daba la espalda así que no pudo haber leído
los suyos. No desperdicié mi tiempo pensando más en ello. Estar parado
allí y mirándola no ayudaba.
Atravesé la multitud del pasillo para alcanzarla. No busqué a Hunter
pero tan pronto como me aproximé hacia Aurora, me di cuenta que él
tenía que estar cerca. Y no estaba seguro si sabía que hablamos o que
intercambiamos mensajes ayer. Ya que hoy no supe nada de ella. Me
sonrió cuando por fin la alcancé.
—Hola —dije mirando hacia esos ojos de nuevo, dándome cuenta
que mi memoria no exageró sobre lo increíbles que se veían.
Hola, dijo en silencio. Me gustó ver sus labios. Un brillo suave rosa en
ellos me hizo pensar en otras cosas que me gustaría hacerle a sus labios.
Me sentí un poco culpable cuando el pensamiento de morderle el labio
inferior pasó por mi mente.
—¿Qué clase tienes primero? —pregunté más lento de lo normal.
—Tiene literatura. ¿Por qué? —preguntó Hunter mientras su mano
se envolvía alrededor de la parte superior de su brazo. Aurora se puso
tensa y la vi inhalar bruscamente y darle a su hermano una mirada de
advertencia. Era demasiado lindo para que fuera intimidante.
—Quería acompañarla allí —le dije en el tono más amable que
pude lograr. Normalmente respondería de manera diferente a un chico
que me hablaba como él lo hizo pero esto era malditamente importante.
—Puedo hacerlo yo. Voy para allá. Tú no. —Dijo lo último con un
énfasis protector que me hizo dar cuenta que iba a ser más difícil de lo
que pensé. También me imaginé que Aurora no le mencionó nuestra
conversación por mensajes.
—No. No voy en esa dirección —acepté, y fijé mi enfoque en
Aurora—. Solo quería una oportunidad para hablar con ella antes de que
el día comenzara.
Sus ojos sonrieron antes de que sus labios lo hicieran. Era buena en
leer mis labios. Me gustaba eso.
—No puede hablar contigo —dijo Hunter como si estuviera rota. No
me gustó eso. De repente no me importó un carajo si era su hermano.
Dirigí mi mirada molesta hacia él.
—Se comunica muy bien conmigo. —Me aseguré de mantener mi
boca despejada para que Aurora viera lo que decía.
Se hallaba entre nosotros dos ahora. Su espalda se situaba en mi
dirección y miraba hacia Hunter. Comenzó a hacer señas y no la vi hacer
eso antes. Pero cuando miré sus manos, noté que eran delicadas, con un
esmalte rosado pálido en sus uñas. Usaba un anillo pequeño con un zafiro
en el dedo corazón. Sus manos eran algo que nunca noté antes, pero
demonios, eran perfectas como el resto de ella. Me gustaría poder hacer
señas. Se comunicaba tan fácilmente de esa forma. No tenía que luchar
para hablar o para leer los labios. Quería que se sintiera así de cómoda
hablando conmigo.
—No voy a lidiar con esto ahora. Vamos a llegar tarde. Vamos —
dijo Hunter y se la llevó del brazo de nuevo, lo cual comenzó a enojarme.
No era una niña para que la arrastrara. Tropezó cuando se fue con él y
su cabeza giró para mirarme. No tenía que decir nada. La vergüenza y la
disculpa en sus ojos hicieron que mi corazón se retorciera. No me gustaba
saber que estaba alterada y que yo tenía algo que ver con eso. Cuando
finalmente se puso a andar, vi que tiró de su brazo para soltarse de Hunter,
se colgó su bolso azul y blanco en su hombro y se alejó de él, caminando
tan rápido como pudo para poner distancia entre los dos.
Esa actitud me hizo sonreír. Me alegraba ver que no iba a dejar que
la controlara. Tenía agallas.
—¿Qué haces? —El tono de Nash era una mezcla de incredulidad
y molestia—. Amigo, estamos a punto de estar en las eliminatorias. Jugar
con la cabeza del mariscal de campo es una idea terrible. Ya no juego,
así que no puedo salir ahí y salvarte el culo en el campo.
Miré hasta que Aurora se dio la vuelta para entrar a su salón y como
esperé, se detuvo y me miró. No me moví. Ella se dio cuenta y sonrió.
Maldición.
—Mierda —murmuró Nash. También lo notó. Eso me hizo sonreír
incluso más ampliamente.
—Ella es diferente —dije finalmente mirando a mi primo.
—Sí. Es inocente. Está sobreprotegida. Es la hermana del mariscal
de campo y es sorda. —Dijo lo último de una manera suave como si
estuviera diciendo algo de lo que se arrepentía.
—Es inteligente. Muy inteligente. Ingeniosa. Considerada y honesta.
Incluso aunque sea algo que no quieres escuchar. Ama la pizza con extra
de salchichas. Disfruta leer los clásicos. El Gran Gatsby es su favorito, pero
también lee misterio y paranormal. La leche de almendras le da asco y le
encanta el color rosado, pero no lo usa en otro lado que no sea en sus
uñas por su cabello. Y es hermosa. —A eso me refería cuando decía que
era diferente.
Nash gruñó. —¿Por qué? ¿Por qué tiene que pasar esto ahora?
—¿Qué?
Me miró y sacudió la cabeza con frustración. —Que saques la
cabeza de tu trasero y que veas a una chica como algo más que un
cuerpo y un momento divertido.
—Nunca conocí a una chica como ella. —Nash me estudió por un
momento y dejó caer la cabeza. Presionó su sien antes de suspirar con
derrota.
—Estamos jodidos. He estado trabajando con Kip pero el chico no
se encuentra listo para hacerse cargo en las eliminatorias si la cabeza de
Hunter no está en el juego. Así que ahí se nos va el campeonato.
Traducido por Samanthabp.
Corregido por Beatrix

Aurora
No quise alterar a Hunter.
Miré el mensaje de Ryker después de estar sentada en la clase de
literatura echando chispas durante más de veinte minutos. Hunter se
había pasado de la raya. En cuanto terminara la clase, iba a llevarlo a
solas y a ponerle límites. Me había enfadado tanto que me puse a hacer
señas en el pasillo. Algo que nunca planeaba hacer.
Aunque ahora mismo eso era lo que menos me preocupaba.
Hunter me había humillado delante de Ryker. No tenía derecho a actuar
como lo hizo. Ryker fue amable y amigable. Me sorprendió cuando miré
hacia atrás y lo vi en el pasillo donde me habían obligado a dejarlo. Me
observaba. La mirada de sus ojos no era de enfado, ni de molestia, ni de
rechazo. Que eran todas las cosas que temía ver. En cambio, parecía
triste. Casi preocupado. También parecía que... me echaba de menos.
Lo cual era extraño y dulce al mismo tiempo.
Esperé a que el profesor tomara asiento y todos se encontraran
ocupados leyendo antes de esconder el teléfono en mi regazo y
responder.
Hunter fue un imbécil. Tiene que disculparse. Siento que se haya
comportado así.
Le di a enviar y miré a mi hermano, que me estaba mirando. Lo
fulminé con la mirada, asegurándome de que supiera que seguía furiosa,
y luego volví al libro que tenía delante y que se suponía que estábamos
leyendo. No podía concentrarme en las palabras del libro. Era inútil
intentar leer. La escena del pasillo se repetía en mi cabeza. Había visto a
Ryker hablando con la chica, y ella se había enfadado con él. Pude ver
su lenguaje corporal lo suficiente como para saberlo. A él no le preocupó
mucho, y parecía un poco confuso. Demasiada gente me bloqueaba la
vista, y no vi su boca con la suficiente claridad como para saber lo que
decía. No es que fuera asunto mío.
No tengo la mejor reputación. Debería haberte advertido y debería
haber esperado su reacción. Pero voy a hablar con él. Sé que tienes novio
pero me gustaría tener la oportunidad de conocerte. De ser tu amigo.
Aunque eso era dulce, hizo que mi corazón se hundiera. Quería ser
mi amigo. Era una tontería que eso se sintiera como una decepción. Le
hablé de Denver. Podría estar respetando eso. O podría simplemente
querer ser mi amigo.
La hermosa chica con la que conversaba en el pasillo, lucía segura
de sí misma, llamaba la atención y parecía tener algún tipo de relación
con él. La forma en que él le había respondido y la forma en que ella
estaba tan alterada decía que tuvieron algo antes o tal vez ahora. Me
pregunté si ella era una de las razones de su mala reputación. La idea no
me gustaba. Dejé todo eso de lado y contesté.
Ya había escuchado algo de tu reputación. Hunter no puede tomar
mis decisiones por mí ni elegir mis amigos.
Quise agregar y a mí también me gustaría llegar a conocerte. Pero
no me hallaba segura si eso me haría vulnerable. No conocía mucho a
Ryker. Parecía que había mucho que debería saber. Muchas cosas que
la gente quería que supiera. Pero disfrutaba llegar a conocerlo de forma
orgánica. Sin conocimiento previo de él. Ni de las opiniones de los demás.
Además, todo lo que pudieran contarme sería información de segunda
mano, y nunca me habían importado los chismes ni había participado en
ellos.
No era justo para él. Ser amigos era la mejor idea. Apenas nos
conocimos ayer. Si nos hacíamos amigos, podría descubrir más sobre él.
Ver si su reputación era un problema o no. Querer algo más que una
amistad tan pronto era una tontería.
¿Te advirtieron sobre mi reputación? No me sorprende. Lo que sí me
sorprende un poco es que me hayas dado una oportunidad hasta ahora.
Pensaba que una chica como tú no le daría a alguien con mi pasado una
oportunidad de... amistad.
Sonreí. Aunque me equivocara y eso no hubiera querido sonar
coqueto, lo hizo. Me gustó. Mucho mejor que la charla sobre la amistad.
Cabía la posibilidad de que fuera ingenua y me arrepintiera, pero no
creía que lo hiciera. Él era tan agradable. Anoche sentí que había
llegado a conocerlo. Y también había coqueteado entonces. Conocía
el coqueteo. No me lo imaginaba. Quería que coqueteara. Fingir lo
contrario no tenía sentido. La verdad era la verdad.
Me gusta tomar mis propias decisiones y formar mis propias
opiniones.
Eso era sencillo. Lo envié y luego miré al profesor para asegurarme
de que no me miraba. Se encontraba ocupado con su portátil. Intenté
concentrarme en las palabras que ya había leído este año, pero mi
mirada no paraba de dirigirse a mi teléfono. Esperando la respuesta de
Ryker a mi mensaje.
Nunca me emocionaban tanto los mensajes de texto de Denver,
que ayer no me había enviado ninguno. La última vez que hablamos fue
el domingo. Tampoco fue una charla muy larga. Más que nada había
estado averiguando si me instalé. Me preguntó por mi hermano y si me
encontraba preparada para afrontar la escuela pública normal. Nada
divertido ni emocionante.
Me di cuenta de que Denver era cómodo para mí. Todo lo que
sabía. Intenté recordar si había habido algún momento en el que Denver
me hubiera entusiasmado o me hubiera dado aleteos en el estómago.
No lo creía. Solo éramos buenos amigos que pasaban mucho tiempo
juntos. Los besos eran lindos, pero no muy frecuentes. Hablábamos sobre
todo de intereses comunes, de la escuela, los amigos que compartíamos,
etc.
No he conocido mucha gente que pueda decir eso, pero a ti... te
creo.
Continuaba sonriendo por su respuesta cuando vi que todos se
levantaban de sus asientos como si el lugar estuviera en llamas. Lo que
significaba que sonó el timbre y que estaban listos para salir corriendo
para tener el mayor tiempo posible en los pasillos para socializar. Ayer eso
no fue importante para mí. Sin embargo, hoy me encontré apurada por
meter mis cosas en el bolso y salir por la puerta como los demás.
Hunter se puso delante de mí para bloquear mi huida, y suspiré al
encontrarme con su mirada.
—¿Era Ryker con el que te enviabas mensajes durante la clase?
Asentí y levanté mis cejas para desafiarlo.
—¿Qué hay de Denver? —preguntó desafiándome también.
Me encogí de hombros.
—¿Sigues con él? —insistió.
Asentí y agregué: Ryker es un amigo. O podría serlo. Quiere serlo.
Mis palabras fueron silenciosas pero sabía que podía leer mis labios.
Puso los ojos en blanco. —Estás siendo ingenua
—Entonces déjame serlo —le rogué.
Levanté mi bolso de libros y lo rodeé para salir por la puerta. Ya me
hizo perder bastante tiempo. Ayer no había visto mucho a Ryker en los
pasillos. Dudaba que hoy fuera diferente, pero tenía esperanzas.
Tallulah y Naz se acercaban por el pasillo cuando salí sola, sin revisar
si Hunter me seguía con su prepotencia. Tallulah sonrió y mi fastidio se
desvaneció. Era agradable conocer a alguien y sentir que tenía un lugar
donde encajar. No era así como había esperado que sucediera todo.
Pensé que sería más difícil. Incluso doloroso. Imaginaba lágrimas en mi
habitación por la noche, echando de menos a mis amigos, mi seguridad,
incluso a mi madre.
La realidad era mucho mejor.
—Buenos días. ¿Hoy es más fácil? —dijo Tallulah con señas.
Miré por encima de mi hombro para ver que Hunter venía detrás
de mí y suspiré. Entonces me di la vuelta hacia ella y respondí: —Está
siendo terco —usando mis manos también. Que la gente me viera hacer
esto no parecía molestarme tanto hoy. La atención de Ryker me había
hecho sentir más segura.
Tallulah frunció el ceño, luego sus ojos se dirigieron a Hunter, y pude
ver por su expresión que él estaba hablando.
Me giré rápidamente para saber lo que le decía. Todo lo que vi fue
que dijo: “Ryker”. Terminó y no me miró a los ojos a propósito. Como sea.
No iba a discutir en el pasillo. Le di la espalda y gruñí con frustración.
Tallulah me sonrió.
—¿Por qué no vas conmigo? —dijo lo suficientemente lento para
que pudiera leer sus labios, sin mirar a mi hermano por su aprobación, y
yo lo agradecí más de lo que ella sabría. Asintió con la cabeza para que
nos fuéramos y yo la acompañé mientras nos alejábamos de ellos y nos
dirigíamos a mi próxima clase.
Traducido por Danita
Corregido por Beatrix

Ryker
Estuve esperándolo. A cierto momento del día, sabía que Hunter
iba a encontrarme. Si hubiera sido el año pasado, dudaba que hubiera
sido tan atrevido. Pero este año él era el mariscal de campo, y con eso
venía un sentido de poder.
Cuando gritó mi nombre mientras Nash y yo caminábamos hacia
la cafetería, Nash se detuvo, y lo sentí tensarse junto a mí. También lo
esperaba. No hablamos mucho de eso, pero Nash no lo aprobaba, y yo
lo sabía.
—Ten cuidado —me susurró cuando me di vuelta para enfrentar a
Hunter. No esperaba que lanzara un puñetazo. No era un tipo físico, ni vi
un temperamento en el campo. Brady Higgins siempre fue el mariscal
para el que jugué hasta este año. Y fue uno muy diferente. Su mal genio
no era algo por lo que se dejara llevar, pero siempre supimos que se
encontraba ahí. Si hubiera estado tratando con él, me habría dado la
vuelta listo para bloquearlo.
—Sí —respondí cuando vi la apretada línea de la boca de Hunter y
su ceño fruncido. Ahora que lo pensaba, no sabía si lo vi furioso alguna
vez. Esa mirada era nueva. Debería usarla en el campo.
Se detuvo a unos metros delante de mí. Si no estuviera estudiándolo
tanto, me habría perdido la ligera inquietud en sus ojos. Su expresión
molesta no escondía el hecho de que no se sentía tan confiado como
quería.
—Aurora tiene novio. —Así fue como decidió manejar esto—. No
está disponible.
Le asentí. —Lo sé. Me contó de Denver —respondí, sin perderme la
forma en que mi conocimiento sobre el novio lo sobresaltó un poco. Se
encontraba sorprendido y aún más dudoso. Pero no iba a dejar que eso
lo detuviera de aclarar su punto de vista.
—Ella es sensible. Y nunca antes ha conocido a alguien como tú.
Confía demasiado fácilmente. No entiende… cómo tienes relaciones de
forma casual.
Nash se puso rígido a mi lado. Ni por un segundo creí que estuviera
a punto de golpearlo, pero se preparaba para detenerme si Hunter decía
algo equivocado. Le lancé a mi primo una mirada divertida y volví a mirar
a Hunter. —Me gusta Aurora. Sé que no se encuentra disponible, pero si
así fuera, nunca la perseguiría como a un ligue casual. Ella es diferente.
Sus manos se volvieron puños a sus lados, y sus ojos llamearon a la
vez que dio un paso hacia mí. Su cara se puso roja. La mano de Nash fue
a mi hombro de inmediato. Protegía a Hunter. No tenía que hacerlo. Me
hallaba totalmente seguro de que si golpeaba a su hermano, entonces
mi oportunidad con Aurora era historia. Sin embargo, Nash no lo entendía.
Pensaba que podría golpear al mariscal y hacer que me suspendieran.
¿No escuchó nada de lo que le dije sobre Aurora esta mañana? ¿O solo
pensó que hablaba tonterías?
—¡No vuelvas a decir que es diferente nunca, joder! —La voz de
Hunter se encontraba llena de amenaza, furia, y dolor. Había estado
protegiéndola durante años. Debería haber escogido mis palabras con
más cuidado. Me di cuenta de mi error, y lo respeté por la forma en que
inmediatamente se puso en modo protector. Sin importarle que yo fuera
más grande que él. Que Nash fuera más grande que él.
—Es amable, inteligente, graciosa, honesta y real. Cuando dije que
es diferente, fue un cumplido. Nunca conocí a una chica como ella. Me
hace sonreír.
Hunter tragó con fuerza. Su garganta se contrajo. La tensión de su
cuerpo se alivió un poco. Pero no pareció relajarse del todo. Se quedó
en silencio, estudiándome esta vez. Yo era sincero, y esperaba que él
pudiera verlo.
—Lo único que puede ser es tu amiga y aun así… —No completó
esa oración, solo se giró y se alejó. Nada más. Lo observé irse, queriendo
llamarlo y pedirle que terminara la frase. Por el bien de Aurora, no lo hice.
Nash dejó escapar un largo suspiro, y su mano soltó mi hombro. Miré
a Hunter alejarse, preguntándome que decidió callar. Me caía bien. Pero
no creía que fuera a gustarme lo que estuvo a punto de decir, y obligarlo
a decirlo habría causado problemas.
—Tienes que olvidarte de esto —dijo Nash, al final. Miré a mi primo.
Su ceño era uno que entendía. Pensaba lo mismo que yo.
—Ella me gusta.
Asintió. —Lo sé. Pero… —Miró a Hunter mientras se retiraba—. Esa
no es una batalla que vayas a ganar.
—Yo también le gusto. La hago sonreír.
Se pasó una mano por la cabeza y gruñó. —¿Por qué? ¿Por qué
tenía que ser ella la que te hiciera pasar de ser un mujeriego a un buen
chico? ¿No podrías haber hallado a alguien… más? Apenas la conociste
ayer. Se enviaron mensajes. Hablaste con ella brevemente en la escuela.
En verdad no la conoces.
En ese momento, sonreí. Él sabía tan bien como yo que las cosas
no funcionaban de esa forma. —Cuando la miré por primera vez, fue
como que… todo tuvo sentido.
Nash puso los ojos en blanco. —Genial. Ahora eres un maldito
romántico. Eso es perfecto.
No trataba de ser romántico. Lo explicaba del mejor modo que me
era posible. Aurora valía cualquier obstáculo que tuviera que superar. Por
ahora, solo pedía su amistad. Quería una razón para estar cerca de ella.
Para hablar con ella. No era como si le hubiera pedido una cita.
—Algunas cosas valen la espera y el trabajo.
Sacudió la cabeza. —Es más que eso. Estás ignorando lo que Hunter
fue demasiado listo para verbalizar.
Ahí estaba de nuevo. La advertencia silenciosa. Esa que deseaba
creer que malinterpreté. Sabía que no era poco común por aquí. La
mamá de Nash tuvo que lidiar con lo mismo cuando comenzó a salir con
mi tío. Escuché las historias. Pensarías que las personas habrían superado
el color de la piel de alguien, pero en Alabama no, y en definitiva en
Lawton tampoco.
—Creo que te equivocas con eso —le dije a Nash. Lo que debí
haber dicho es que quería que estuviera equivocado.
Pareció un poco molesto cuando miró por el pasillo ahora casi
vacío. —No me equivoco.
—Ahí están. —La voz de Tallulah evitó que le respondiera. Los dos
giramos la cabeza para verlas a ella y a Aurora dirigirse hacia nosotros.
Venían de la cafetería.
—No las vi entrar —dijo Nash, dando un paso hacia ella para
colocar el brazo sobre sus hombros.
—Llegamos antes de la multitud. —Tallulah dijo las palabras pero
también hizo señas con las manos. La vi hacerlo antes para Aurora en el
pasillo. Me sentía celoso de que pudiera comunicarse con ella así. La
clase que tuvimos en sexto grado donde aprendimos a usar el lenguaje
de señas básico ya no me parecía una broma. Desearía haber prestado
atención. Lo único que podía recordar era mi nombre, o la mayor parte.
Ya no me hallaba seguro de conocer la letra K.
Aurora por fin encontró mi mirada, y sonrió. Eso hizo desaparecer la
molestia con mis pensamientos, y luché contra el impulso de acercarme
y tocarla. De la misma forma en que Nash tocaba tan cómodamente a
Tallulah. Le envidiaba eso.
—¿Ya comieron? —le pregunté.
Miró mis labios de cerca, luego asintió.
—Nos encontrábamos de primeras en la línea. Comimos mientras
los esperábamos a los dos. ¿Qué han estado haciendo? —Tallulah usó las
señas mientras decía todo eso. Aurora la observó, después giró los ojos
de vuelta a mí.
Sentí la mirada de Nash sobre mí. No estaba seguro de cómo
responder y me esperó. No quería esconderle cosas a Aurora. Si trataba
de ganar su confianza y convencerla de que Denver no era el chico para
ella, tenía que empezar ahora, diciéndole la verdad.
—Hunter quería hablar conmigo. —Dije las palabras mirándola, y
me aseguré de que pudiera leer mis labios con claridad.
Sus ojos se ampliaron con preocupación y un toque de ira mientras
los elevaba para verme. Lo lamento. Dijo las palabras en silencio; luego,
sin advertencia, se dio la vuelta y se alejó caminando velozmente.
Comencé a ir tras ella, pero Tallulah agarró mi brazo. —No lo hagas.
Esta es una pelea entre ella y su hermano. Déjala lidiar con eso.
No quería escucharla. Quería tener más tiempo con Aurora. Pero
sabía que su consejo era mejor que mi reacción. Además, Hunter solo se
pondría más nervioso más si yo apareciera.
—Le gustas. —Por la manera en que Tallulah lo dijo, era claro que
eso le preocupaba. Ella resultó herida por mis palabras una vez. Fui
desconsiderado con sus sentimientos toda mi vida. Solo me escuchó una
vez. Sabía que dije muchas cosas a través de los años sobre su peso a los
demás. Muchas veces Nash me escuchó y me frunció el ceño. Hasta me
corrigió. Sentí culpa cuando pensé no solo en Tallulah sino en los demás
a cuyas expensas me reí. Llegar a conocerla este año fue como que me
lanzaran un balde de agua fría. Al final, ella fue la que me enseñó cuán
dolorosas podían ser las palabras y que podían ser perdonadas, pero no
olvidadas. Era diferente ahora. No me burlaba de los otros. Tampoco
trataba de ser su mejor amigo, pero intentaba considerarlos más seguido.
Tallulah vio el cambio. Al menos eso pensé, pero todavía le preocupaba
el interés de Aurora en mí.
—Ahora también conoce el nombre de Nash —agregó ella en un
tono más ligero—. Hasta que se lo señalé durante el almuerzo cuando
hablábamos de ustedes, pensaba que era Naz. Como que me gusta Naz.
Miré a Tallulah, que le sonreía a Nash, y él solo se rio.
—Personalmente, no me gusta mucho —bromeó con ella, y en ese
momento estuvieron en su propio pequeño mundo.
Traducido por Miry
Corregido por Julie

Aurora
Me sorprendió ver a papá esperándome después de la escuela.
Ayer Hunter me llevó a casa, pero tuvo que dejar la práctica de fútbol
para hacerlo. A papá no le gustó cuando el entrenador llamó anoche
para discutir el que Hunter se fuera temprano.
Se suponía que Ella me recogería después de la escuela a partir de
ahora. Salí a buscar su BMW convertible rojo para encontrar a papá en
su Navigator plateado. No tener que ver a Hunter hasta esta noche fue
un alivio. Era extraño estar tan enojada con mi hermano. No me gustaba
este sentimiento, pero fue su culpa.
Abrí la puerta del lado del pasajero y entré. Luego me volví hacia
papá para hacer señas: —Esto es una sorpresa.
Sonrió y se inclinó para besar mi sien. —Una buena, espero —me
respondió con señas.
Asentí, devolviéndole la sonrisa.
Siguió la línea de autos en el área de recogida al mismo tiempo
que me abrochaba el cinturón de seguridad. Tenía edad suficiente para
conducir, pero hasta ahora no había querido hacerlo. Eso me asustaba.
Sabía que ser sorda no significaba que no pudiera conducir un automóvil.
Era simplemente el miedo lo que me impedía siquiera aprender. Papá me
preguntó sobre eso el domingo. Le dije que no quería. Sin embargo, en
tanto observaba a otros caminar hacia sus autos y entrar, me pregunté si
lo estaba convirtiendo en algo mucho más difícil de lo que era.
Papá no giró en dirección a casa cuando salió del aparcamiento.
En cambio, se dirigió hacia la ciudad. Lo miré y me guiñó un ojo. No podía
preguntarle a dónde íbamos mientras conducía porque no podría leer
sus labios mientras miraba al frente. Me incliné hacia atrás y miré en vez
de eso. Esperaba que no fuéramos al gimnasio a ver a Ella. Me agradaba,
pero se ponía nerviosa a mi alrededor. Era un ajuste para todos nosotros.
Cuando entró en Sonic y aparcó en uno de los lugares para hacer
pedidos, se volvió hacia mí. —¿Qué deseas?
Recordé que nos trajo aquí hace cuatro años. La última vez que
nos llevó a un Sonic después de la escuela fue para decirnos que él y
mamá se iban a divorciar. Lloré. No era un recuerdo en el que quisiera
pensar.
Había sido la última vez que pedí un batido de chocolate.
—¿Estamos aquí porque me vas a dar una mala noticia? —le
pregunté, sin sentir mucha hambre.
Frunció el ceño un momento; luego vi cuando él también recordó
la última vez que tomamos juntos un batido de Sonic después de la
escuela. La mirada de disculpa en sus ojos fue bastante fácil de leer. No
quise hacerle sentir mal.
No podría pedir nada hasta que supiera por qué nos hallábamos
aquí. —Entonces, ¿por qué me trajiste aquí?
Inhaló profundo y luego exhaló, como si necesitara un momento
para pensar en lo que diría. Esperé, poniéndome más nerviosa a cada
segundo. Todo tipo de cosas pasaron por mi cabeza.
—Quiero hablarte sobre el implante coclear. Sé que te opones,
pero creo que es hora de que te evalúen de nuevo…
Lo corté. —No —dije, usando mi voz. Por la forma en que sus ojos se
abrieron, debí usar la voz muy alta. No quería hablar de eso. Estuve en las
reuniones con los médicos. Escuché lo bueno y lo malo. En mi antigua
escuela vi tanto éxito como fracaso con el procedimiento entre otros
estudiantes ahí. No estaba dispuesta a intentarlo. Me aterrorizaba. Se lo
dije a mi madre después de hablar con los médicos al respecto. Ella dejó
el tema. Dejándome tomar mi propia decisión.
—Cariño —comenzó a decir, y negué con la cabeza. Me hizo
enojar. Pude ver en sus ojos que pensó que sabía lo que era mejor para
mí. Él me abandonó hace cuatro años. Ya no me conocía tan bien. Sin
embargo, pensaba que sabía lo que necesitaba. Siempre controlaba y
moldeaba a Hunter para convertirlo en el jugador de fútbol que quería
que fuera. Él lo permitía. Yo no era Hunter. Nadie me controlaría. Nadie
me convertiría en lo que querían que fuera.
—No. No estuviste en las reuniones. No sabes lo que todos me
dijeron. —No era una candidata ideal para un implante. A regañadientes
nos lo dijeron a mamá y a mí. Luego me dijeron cuáles eran los mejores
resultados que podía esperar y los posibles efectos secundarios que
podrían venir con ello. Había demasiado en mi contra. No pasaría por
todo eso. La idea sonó bien al principio, pero luego empecé a pensar en
los efectos secundarios negativos y el miedo a que mi mundo cambiara
por completo. Estaba feliz así. No quería intentar cambiarlo.
—Tendrías una vida normal. Una que ni siquiera sabes que te estás
perdiendo —comenzó de nuevo. Me dirigía la mirada que le daba a
Hunter cuando le decía cómo vivir su vida. Lo conocía bien. El miedo se
apoderó de mí. No quería que me presionaran ni me obligaran a hacerlo.
Lo investigué. No quería ser parte de eso.
—¡Dije que NO! —Probablemente le gritaba. El impetú detrás del
pánico de que él realmente pudiera obligarme a hacer esto llegó con
fuerza.
Papá permaneció un momento en silencio. Apretó la mandíbula.
Esperé a que dijera más, cuando todo lo que quería hacer era alejarme
de él. La forma controladora en que guiaba a otros en su vida nunca me
había afectado. Sin embargo, lo presenciaba. Mi madre estuvo bajo su
control la mayor parte de mi vida. Me sorprendió que Ella se saliera con
la suya, y me pregunté cuánto tiempo duraría hasta que él comenzara a
controlarla. Mientras seguía ahí sentada, preocupada por todo esto, vi
que sus hombros se relajaban y al final suspiró.
—Está bien —dijo, mirándome. No iba a ser tan fácil. Lo sabía. Solo
terminó de discutir por ahora. Eso no me hizo sentir mejor. Era mi cuerpo.
No de él. ¿Quería otro niño perfecto como Hunter? ¿Era eso? Ahora vivía
con él, y ¿trabajar con mi sordera era demasiado duro para él?
Cuanto más miraba el menú, más me enojaba. Abrí bruscamente
la puerta del lado del pasajero, bajé del Navigator. No lo miré. Era lo
mismo que ignorarlo. No podía decirme nada si no lo miraba. Y llamé a
eso una bendición. Al menos en tiempos como estos.
Eché un vistazo a ambos lados para comprobar si había algún
vehículo en movimiento antes de cruzar el estacionamiento. No estaba
segura de a dónde iba, pero necesitaba distancia. No quería estar en el
coche con él. Tampoco quería estar en su casa. Si no podía aceptarme
como era, entonces quería irme. Si tan solo tuviera un lugar a dónde ir. Mi
antiguo hogar ya no lo era. Mi madre no se ofrecía a acogerme. Esto era
todo lo que tenía.
Tuve que girar a un lado para pasar entre dos autos estacionados
demasiado cerca, luego logré llegar al parche de hierba del otro lado. Si
seguía el camino, me llevaría de regreso a la escuela. Podría ir ahí y
esperar hasta que Hunter terminara con la práctica. Entonces tendría que
explicar todo esto, y no estaba de humor. Me preocupaba más lo que él
le diría a Ryker.
Mi casa estaba un par de kilómetros más lejos. Caminar hasta tan
lejos no era atractivo, pero mejor que volver al auto de papá.
Hablando del auto de papá, se detuvo a mi lado. Quería mirarlo
con enojo. A él. Pero seguí caminando. Entendiendo que era muy poco
probable que me dejara caminar por el costado de la carretera. Mamá
lo habría hecho. Se habría enojado conmigo por salir del auto durante
una conversación. Papá no era como mamá. Era sobreprotector. Me
olvidé de eso.
Probablemente también gritaba mi nombre, como si eso fuera a
hacer algo bueno. Al pensarlo, me dio un poco de pena. Esto era nuevo
para él. Se estaba adaptando como yo. Hice una pausa. Suspiré. Luego
me volví hacia él.
—Sube al auto —se leía muy claramente en sus labios.
Parecía frustrado, incluso un poco enojado.
Bueno, yo también.
Sin embargo, solo me seguiría hasta que entrara en su auto. Me
quedé ahí, haciéndolo esperar un poco más. Lo que posiblemente era
egoísta, pero quería castigarlo de alguna manera. Por lastimarme. Por
hacerme sentir menos.
Quería castigarlo por hacerme extrañar mi antigua vida. En la que
encajaba. En la que nunca me sentí rota. En la que me sentía segura.
También fue en la que nunca me sentí de la forma en que Ryker
me hacía sentir. Mareada y emocionada. No estaba segura de querer
volver a ser como antes. Me gustaba la emoción. Y me gustaba Ryker. Mi
papá puede que pensara que me cambiaría, que me controlaría, que
me diría cómo dictar mi vida ahora que vivía bajo su techo. Debido a la
influencia de papá, Hunter incluso podría impedir que Ryker me hablara.
Pero haría todo lo posible para evitar que ocurriera esa última parte. Yo
no era Hunter. No me importaba complacer a papá. Su aprobación no
era necesaria. Él no hizo nada para merecerlo. No se la ganó. Conmigo
no. Se llevó a Hunter cuando se fue de Carolina del Norte y nunca me
pidió que también fuera con ellos.
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie

Ryker
Si había una jugada en la que Hunter pudiera abordarme, la habría
aprovechado. Él habría resultado herido. El chico bonito se encontraba
destinado a lanzar la pelota, no a dar un golpe. Pero la manera en la que
me miró durante la práctica no pasó desapercibido para nadie en el
equipo. Lo acepté. No rechazaba un desafío, lo cual iba completamente
en contra de mi naturaleza. Todo esto era demasiado importante. Aurora
era importante. Tenía que demostrarle a Hunter que no era idiota y que
iba completamente sobre conocerla. Él era mi único obstáculo. Tenía la
esperanza de que nuestra conversación anterior le hubiera tranquilizado
un poco. Pude ver su resquebrajamiento en la práctica por primera vez,
y el que mostrara emoción significaba que tuvo tiempo para pensarlo
bien hoy, y seguía oponiéndose.
Una vez que la práctica terminó, se dirigió al vestuario en vez de
enfrentarme con una amenaza, para lo que me estuve preparando
mentalmente. Había pensado qué decir y cómo manejarlo. En cambio,
me dejaron seguirlo al vestuario. Donde continuó ignorándome. Escuché
como los demás seguían igual que siempre. La diferencia era que yo no
me uní al ruido, y tampoco Hunter. Permanecimos callados. Esperé, y él
se encontraba... Demonios, no sabía lo que él hacía.
—¿Estás absolutamente seguro de que te gusta lo suficiente como
para hacer esto? —me preguntó Nash. Parecía molesto. No me importó.
Me había molestado bastante los últimos seis meses. Le debía algo a
cambio.
—Sí —dije con los dientes apretados. Ya se lo aclaré anteriormente.
Suspiró. —Entonces arregla las cosas. Rápido.
Hoy, Hunter tuvo problemas durante la práctica. Se encontraba
desconcentrado y era obvio. Confundió al entrenador. Quien era el único
que no sabía qué le ocurría a nuestra superestrella. No era culpa mía. Era
él quien necesitaba dejarme hablar. Darme una puta oportunidad.
Hunter miró en mi dirección entonces cuando arrojó su bolso sobre
su hombro. Luego, antes de salir de la habitación, asintió hacia la puerta
como diciéndome que lo siguiera. —Parece que llego el momento —le
dije a Nash, luego agarré mi bolso y fui a hablar con Hunter.
—¿Necesito ir? —preguntó Nash. Lo que se tradujo como “¿vas a
lastimar a nuestro mariscal de campo?”.
—Está bien. Lo juro —le aseguré.
—Más vale que sea así —advirtió.
Eché un vistazo a mi teléfono antes de meterlo en mi bolsillo y me
detuve cuando vi un mensaje de texto de Aurora. Leer algo de ella sería
lo que necesitaba para mantenerme tranquilo a medida que lidiaba de
nuevo con Hunter.
¿Vendrías a buscarme?
No fue lo que esperaba. Eso significaba que algo andaba mal. Para
que me pidiera eso, no se encontraba bien. No se lo pidió a Hunter. La
preocupación aumentó a medida que mi imaginación se hacía cargo, y
casi me olvidé de Hunter parado en un área neutral entre nuestros dos
vehículos.
—No puedes ser amigo de mi hermana. Sé que dices que eso es lo
que quieres, pero no puede ser. Aquí hay un juego. Quieres más que eso.
Sé cómo luce ella. Los chicos siempre la miran —dijo, con voz inexpresiva
y tranquila.
—No hay ningún juego, y sí, eventualmente me gustaría más. Me
gusta Aurora. Nunca me ha gustado una chica como ella. La respeto. Me
gusta hablar con ella...
—No puede escuchar —dijo, interrumpiéndome.
Era consciente de que era su hermano, pero la forma en que dijo
eso, como si significara que lo que yo dije no tenía sentido, me enojó.
—No veo cómo eso tiene algo que ver —le respondí bruscamente.
Pude ver el destello de culpa en sus ojos. Se dio cuenta de lo que
dijo. Esperaba que él nunca le hubiera dicho algo así a ella. —Me refiero
a que no se puede hablar mucho con ella. Solo usa su voz conmigo. A
veces con mi papá.
—Lee los labios. Envía mensajes de texto. Y Tallulah puede
enseñarme el lenguaje de señas.
Abrió la boca y la cerró. Luego me miró fijamente como si no
estuviera seguro de qué decir. Me quedé allí y le dejé pensar en ello. Al
menos, no me gritaba ni me maldecía. Esto iba mucho más tranquilo de
lo esperado. Varios chicos habían pasado a cierta distancia, dirigiéndose
a sus vehículos. Todos intentaban actuar como si no estuvieran mirando
en nuestra dirección, pero lo estaban.
—¿Estás dispuesto a aprender lenguaje de señas? ¿Tienes idea de
lo difícil que es?
—Si eso significa que puedo comunicarme más fácilmente con
Aurora, entonces sí.
—Apenas la conoces.
—Sé que quiero tener la oportunidad de conocerla mejor. Ella lo
vale.
Pasó una mano por su cabello y suspiró con frustración. Esto no era
lo que él quería que dijera. Era obvio que intentaba desanimarme. —No
tengo ningún problema contigo, Ryker. Me caes bien. Pero Aurora... ella
es... —Hizo una pausa—. Mi papá nunca estará de acuerdo con que ella
salga contigo.
La última parte la dijo apresuradamente, como si decirlo fuera lo
último que él deseaba hacer. Fue similar a lo que comentó cuando se
despidió más temprano. Dejando aún más claro lo que quería decir, pero
tenía miedo.
—Él no me conoce —respondí. Podía mentirme y fingir que no sabía
lo que trataba de decir. No es que no tuviera ni idea. Solo quería que
Hunter lo dijera. Que lo admitiera.
Sin embargo, no lo hizo. Se quedó allí mirando fijamente por encima
de mi hombro izquierdo, frunciendo el ceño. No podía estar seguro de si
el ceño fruncido era por mí o por su padre o por el hecho de que no me
“daba cuenta”. Después de que pasaron los segundos en silencio, por fin
decidí ir al grano.
—Soy negro. Dilo —le dije.
Cerró los ojos por un momento como si deseara poder estar en
cualquier otro lugar menos aquí conmigo, teniendo esta conversación.
Luego los abrió y me miró directamente. —Sí.
Fue una palabra. No me sorprendió. Esta tampoco era la primera
vez para mí.
—A Aurora no parece importarle el color de mi piel.
Hunter asintió una vez. —Lo sé. A mí tampoco. Pero nuestro padre…
—Se detuvo de nuevo.
—Tu papá no quiere que su hija salga con un negro. Qué retrasado
de su parte. —No pude contener el disgusto en mi tono.
—No discutiré contigo sobre eso. Estoy de acuerdo contigo. —No
se me escapó la honestidad en su tono de voz. Lo decía en serio.
—El prejuicio de tu padre no me va a detener. —Y lo decía en serio.
Se encogió de hombros. —Pero puede detener a mi hermana. Él
no es alguien que le permita tomar sus propias decisiones.
Su papá lo controlaba. Eso ya lo había decidido, pero esto solo lo
confirmó. Hunter deseaba complacer a su padre y seguía las reglas. Me
pregunté si incluso tenía su propia identidad, o fue creado por su padre.
La idea me hizo sentir lástima por Hunter Maclay. Puede que ella fuera su
gemela, pero decidí que él no conocía tan bien a Aurora. Puede que yo
acabara de hacerlo, pero la conocía lo suficiente como para saber que
no iba a permitir que los problemas de su padre con el color de la piel le
impidieran verme. O de, al menos, darme una oportunidad. Tenía
descaro. No escuchaba las opiniones de los demás. Lo demostraba al
seguir hablando conmigo.
—No será así —dije con certeza.
Empezó a decir más, luego se detuvo.
Le había dado todo el tiempo que podía. El mensaje de texto de
Aurora esperaba mi respuesta. Me importaban un carajo los problemas
de su padre conmigo. Iba a buscarla, aunque fuera en su casa.
—¿Terminamos? —le pregunté en lugar de alejarme.
Asintió. —Sí. Supongo que sí.
Entonces lo dejé. Con mi teléfono en la mano.
¿Dónde estás?, le envié a Aurora.
Dos segundos después respondió.
En casa.
Traducido por Gesi
Corregido por Jadasa

Aurora
Papá pensaba que me encontraba en mi habitación. Se fue a su
oficina en el sótano después de hacer que lo abrazara. Fingí que estaba
bien. Ella le dijo que era una adolescente y que era esperable que fuera
sensible. Subestimó mis habilidades para leer los labios. Me insultó su
excusa para mi disgusto. Mi padre no le decía cómo vivir su vida. Aún no,
de todos modos. Por su lenguaje corporal, sabía que él intentaba actuar
como que dejaba pasar el tema y que todo estaba bien. No era así. Esto
no terminó. Papá odiaba perder.
Otra razón por la que esperaría a Ryker afuera. Papá se pondría
furioso si se enteraba de lo que hacía. Sería castigada. O posiblemente
educada en casa. Pero entonces, ¿quién lo haría? ¿Ella? La idea me hizo
reír. Si Ryker llegaba antes que Hunter, debería ser fácil. De lo contrario,
entonces podría ser un problema. Al menos ahora oscurecía temprano.
Los faros de vehículos a las seis de la tarde eran normales en el barrio.
Muchos vecinos regresaban del trabajo.
Con cada juego de faros que se acercaba me preguntaba si era
Ryker. Me sentía ansiosa y nerviosa por su llegada. Que le haya enviado
un mensaje pidiéndole que viniera a buscarme era un gran paso para mí.
Apenas lo conocía. Nunca le pedí a un chico que viniera a buscarme, a
menos que fuera de la familia. Ni siquiera a Denver. El hecho de que me
hubiera preguntado dónde me encontraba y que luego dijera que se
hallaba en camino me hizo sentir ese vértigo que solo parecía estar
apegado a él.
Hacía que actuara y me sintiera diferente a cualquier otro chico
con el que hubiera estado. Daba miedo, pero también era estimulante.
No había nada aburrido en Ryker. El hecho de que no pudiera oír y él no
supiera la lengua de señas era un problema, y lo sabía. El comunicarnos
no sería fácil, pero sí posible. Tenía que recordarme que podía cansarse
de mí. Ni siquiera me subí a su coche y ya me entristecía pensar en ello.
Cuida tu corazón con este, Aurora. Me lo dije con severidad justo
cuando unos faros se acercaron y esta vez finalmente estacionaron en el
camino de entrada. Era Ryker. Era una camioneta, pero no la de mi
hermano, lo cual significaba que tenía que ser él. Sabía que Hunter podría
estar justo detrás, de manera que no me detuve ni esperé a que saliera.
Esto no era una cita. Era una escapada. O un rescate. Como sea, tenía
prisa.
Subiéndome a su camioneta, le sonreí y modulé gracias.
Sonrió, y sentí ensancharse la mía. No era necesario que le dijera
que debíamos apresurarnos. Ya lo sabía, porque rápidamente retrocedió
y tomó el camino opuesto por el que vino. Al igual que sabía que tenía
que escapar con rapidez, también sabía que mi hermano vendría por el
mismo camino desde la escuela.
La oscuridad me impidió verle los labios. No podía hablarle mientras
conducía. Mirando por la ventana, me pregunté a dónde nos dirigíamos.
Le pedí que viniera a buscarme. No le dije por qué, y él tampoco me
preguntó. No sabía con certeza si planeaba hacerlo. Sorprendentemente
no me importaba.
Su camioneta olía bien. Al igual que él. Me gustaba. La oscuridad,
la calidez, su olor. Podríamos deambular durante horas y estaría a gusto.
Aunque dudaba que él estuviera de acuerdo conmigo. Especialmente si
pagaba su gasolina.
La subdivisión en la que vivía quedó detrás, el camino era más
oscuro y rodeado por bosques en vez de casas. Eché un vistazo para verlo
relajado en tanto conducía con una sola mano. Su cabeza se giró en mi
dirección solo por un momento y, aunque toda la luz que teníamos
provenía del tablero, fue fácil ver el guiño que me dedicó antes de volver
a prestarle atención a la carretera.
Fue un simple guiño. Sin embargo, al igual que el de ayer, me hizo
sentir un cosquilleo. Miré por la ventanilla al mismo tiempo que mis mejillas
se ruborizaron. La oscuridad enmascaró mi reacción. Mordiéndome el
labio inferior para evitar sonreír como una tonta, me pregunté a dónde
íbamos una vez más.
Justo entonces redujo la velocidad y giró hacia un camino de tierra
que no había visto. Esto debería preocuparme. Era en el bosque. Sin
casas en los alrededores. Nada en absoluto alrededor y me llevaba por
un camino de tierra que admitiría que se hallaba muy desgastado. Debía
usarse con frecuencia. ¿Quizás su casa estaba allí atrás?
Eso parecía improbable. No tenía apariencia de conducir a alguna
civilización. No se veían luces en la distancia. Por primera vez desde que
subí al vehículo, me sentí nerviosa. Imaginé que podríamos haber ido a la
cuidad, o quizás a su casa. Un camino de tierra que no llevaba a ningún
lugar no era lo que tenía en mente, y de repente su guiño y sonrisa sexy
no importaban. Quería ir a casa. Abortar la misión.
Un claro… nos encontrábamos en un claro. Un área grande sin
árboles. Una camioneta vieja que parecía no haber sido conducida en
mucho tiempo, neumáticos viejos de tractores esparcidos, unos troncos y
un lugar donde hubo una hoguera. Muchas, si tenía que adivinar. No
parecía nuevo. Estas cosas llevaban tiempo aquí. Mi destello de miedo
se transformó en curiosidad.
Se detuvo y encendió las luces de la cabina. Ahora el exterior era
aún más oscuro por el brillo interior.
—Bienvenida al campo. Es donde se llevan a cabo todas las fiestas
—dijo, y a pesar de que no podía oírlo, me di cuenta de que el lugar lo
enorgullecía.
—¿Fiestas? —gesticulé, preguntándome qué tan bien leía los labios.
Asintió. —Sí. Todos los viernes por la noche, ganamos o perdamos,
durante la temporada de fútbol. También los sábados de noche. A veces
en otras fechas por ocasiones especiales.
Quería explorar el lugar. Hacer preguntas. Saqué mi celular de mi
bolsillo a regañadientes y le envié un mensaje.
¿Podemos recorrerlo a pie?
Se dio cuenta de lo que hice, y cuando levanté la mirada, ya tenía
su teléfono en la mano y leía. Asintió cuando sus ojos se encontraron con
los míos. Lista para ver esta parte de su mundo, tomé la manija, abrí la
puerta y salí. Al principio parecía estar demasiado oscuro para ver algo,
pero mis ojos se adaptaron a la luz de la luna a medida que rodeaba la
parte delantera del vehículo para encontrarlo. Tenía el celular en la
mano. Listo para comunicarse.
¿De quién es este lugar?, envié e inmediatamente levanté la
cabeza por su respuesta.
Lo leyó, luego se encontró con mi mirada. —De mi papá y mi tío.
Era de mi abuelo. Ha sido utilizado para las fiestas de campo desde que
estaban en la secundaria. Tradición.
No era la respuesta que esperaba. —Guau —gesticulé. Era mucho
más genial de lo que anticipé. Era para las fiestas de campo de la
secundaria. Qué único.
Adolescentes aquí solos podían salirse con la suya. Le eché un
vistazo a los bosques oscuros y me pregunté qué sucedía en esas fiestas.
Entonces vi un barril de cerveza en la caja de la camioneta vieja. Nunca
había bebido de una, pero vi más de uno en episodios de El Show de los
70. Lo reconocí incluso desde la distancia.
Tomé mi teléfono y pregunté:
¿Los dejan beber?
Luego esperé a ver si se reía de mi pregunta.
Esta vez, no alzó la vista tan rápido. Por un segundo me pregunté si
me respondería, entonces finalmente levantó la cabeza con lentitud y sus
ojos se encontraron con los míos. No dijo nada. Supe la respuesta sin que
la dijera. No era como si fuera a llamar a la policía.
Entonces asintió solo una vez. Sus ojos jamás se apartaron de los
míos. Esperaba que hiciera o dijera algo. Simplemente no me encontraba
segura de qué.
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Jadasa

Ryker
Nunca me preocupé por decepcionar a una chica. Ni una vez se
me cruzó por la mente. Sin embargo, en ese momento, tuve miedo. En
menos de sesenta segundos, cada error o mala decisión que llevé a cabo
alguna vez atravesó mi mente, y supe con certeza que se veían como
luces de neón a mi alrededor. Una advertencia enorme para que Aurora
se alejara de mí.
No lo hizo, pero bueno, no era como si las luces estuvieran allí de
verdad. En tanto me observaba con esos ojos increíbles, no quería más
que ser el tipo bueno que era merecedor de ella. Maldición. Esto no iba
a terminar bien.
Comenzó a escribir un mensaje, y esperé. Odiaba no ser capaz de
verla a los ojos cuando me decía algo. Aprender a hablar en lengua de
señas se encontraba en la cima de mi lista de prioridades de esa noche.
Encontraría algo en línea. Tenía que haber vídeos en YouTube que me
enseñaran.
Cuando comenzó a levantar la cabeza, bajé la mirada hacia el
teléfono al encenderse la pantalla.
Está bien. Te ves como si creyeras que estoy a punto de llamar a la
policía. No está en mis planes. Solo tenía curiosidad.
Me di cuenta de que le sonreía al teléfono y levanté la mirada
hacia ella. —Es bueno saberlo. Pero no me preocupaba eso —le dije.
Inclinó la cabeza ligeramente hacia la izquierda; su mirada era
curiosa, y sin decirlo, sabía que me preguntaba qué me preocupaba.
—Yo… —Me detuve, porque no sabía cómo decirlo. Había un
montón de cosas de mi pasado que no quería que supiera. Cosas que no
podía cambiar. Si hacía que se lo cuestionara, o bien debía contárselo
yo o alguien más lo haría. El decirle un poco la verdad sin ser totalmente
sincero era la mejor idea—. No quiero decepcionarte. —La verdad brutal
surgió. Para nada suave.
Se acercó a mí, y la observé en tanto cerraba el espacio pequeño
entre nosotros. Luego negó con la cabeza. —No lo hiciste. —Sus palabras
fueron un susurro. Si no hubiera estado tan cerca, no la habría oído. Ni
siquiera sabía si se dio cuenta de que lo hizo. Pero fue un sonido. Oí su
voz. Nunca me fijé demasiado en la voz de alguien. Siempre fue algo que
daba por sentado.
Cuando el sonido suave me llenó el pecho como si hubiera
recibido un regalo precioso e invaluable, tuve que tomarme un momento
para tranquilizarme. Recomponerme. Y no mirarla como un idiota.
Bajó la cabeza, y supe que mi silencio la confundió. Cuando se
apartó, mi mano salió disparada y sujeté su brazo con suavidad. Me
gustaba que se hubiese acercado. Que hubiera confiado en mí. No
quería que se alejara. Miró la mano en su brazo; luego me miró a los ojos.
Lucían vulnerables. Me dolía el pecho.
—Hablaste —le dije.
Inhaló profundamente y luego asintió.
—Fue… —No supe cómo expresarme. Tenía que hacerlo como
correspondía—. Gracias —solté—. Por confiar en mí. Por permitirme oírte.
Incluso en la oscuridad, la vi sonrojarse. Se sentía avergonzada, y
esa no era mi intención. Quería oírla de nuevo. Que me confiara su voz.
—Aurora, tu voz es hermosa. Al igual que tú. Perfecta.
Me estudió, o a mis labios. Como si no estuviera segura de haberme
entendido correctamente. Lo repetí. Lentamente, en tanto su mirada
permanecía sobre mi boca. Su expresión lucía tan vulnerable, joder, tuve
que luchar contra la urgencia de presionarla contra mí, de abrazarla.
Darle seguridad. Era una noche llena de primeras veces, porque jamás
sentí esa necesidad.
Levantó los ojos hacia los míos, y permanecimos allí en silencio. La
luz de la luna nos rodeaba. No había necesidad de más palabras, pero
podría quedarme mirándola eternamente. Era perfecta. No eran solo
palabras. Realmente sentía que lo era.
Quizás fue la forma en que sus ojos se suavizaron, o la calidez de su
cuerpo al estar tan cerca, pero no me lo pensé. No lo planeé. Me moví
por instinto. El espacio pequeño entre nosotros desapareció, y mis manos
ahuecaron la piel suave de sus mejillas mientras mis labios cubrían los
suyos. Llena y tan suave como la seda, su boca se abrió ligeramente
cuando jadeó de la sorpresa. Esto sobrepasaba la línea de amigos que
tracé. Pero nunca creí que una amistad sería todo lo que tendríamos.
No se apartó. Ni me golpeó. Sus manos tocaron mis brazos con tal
suavidad que se sentía casi como si una pluma me acariciara a la piel.
Cuando mi lengua se apuró a probar sus labios, esas manos se aferraron
a mí, ya para nada inseguras. Era como si necesitara del apoyo. O quizás
se sentía aterrorizada, pero no me detuve. No me apartó. Más bien, se
sentía como que quería acercarme más. Como si temiera que fuera a
desaparecer. Lo entendía completamente.
Si despertaba y todo esto era un sueño… joder… De momento, no
quería ni pensarlo. Nada podría ser más real que esto. Pero sabía que era
diferente. No como las otras ocasiones, y no iba a reaccionar como lo
hacía por lo general.
Era Aurora quien me lo dio. No lo arruinaría al presionarla. No quería
pensar en lo que hizo con Denver, pero me hallaba dispuesto a apostar
que no fue mucho. Tenía ese aire de inocencia del que por lo general me
apartaba. Con Aurora, me tentaba.
Rompió el beso con lentitud, apartándose lo suficiente como para
respirar hondo, como si hubiera estado conteniendo el aliento. Cerré los
ojos y absorbí su esencia y la calidez de su cuerpo. A sabiendas que se
encontraba a punto de terminar, necesitaba memorizar cada detalle
para recordarlo después.
La mayoría de las chicas diría algo en este momento. Sentiría la
necesidad de hablar. No era así con Aurora. Compartió su voz conmigo
una vez y lo hizo hablando muy bajito. Anhelaba más, pero era obvio que
no se sentía segura al respecto. No quería forzarla.
Me di cuenta de que la inhabilidad de utilizar palabras en ese
momento era un regalo más que una dificultad. El sujetarla con nada más
que la noche rodeándonos me dio la oportunidad de usar la mano para
acariciarle el rostro, sentir la forma en que se relajaba y confiaba en mí.
Cosas que nunca experimenté. Porque no habían sucedido o porque no
les di la oportunidad de que ocurrieran.
Mi pasado no iba a arruinar el momento. Cerré esa parte cuando
los pensamientos comenzaron a resurgir. Recordándome que no era
merecedor de alguien como Aurora. Y, de todas maneras, allí estaba
conmigo. Me llamó cuando necesitó escapar de su casa. Todavía no
sabía por qué quería hacerlo, pero me buscó a mí.
Su mano me tocó el pecho, y entonces se apartó. Su cabeza se
reclinó para encontrar mis ojos. Vi la luz en ellos. La felicidad. No se
arrepentía. No se apartaba porque quisiera que terminara.
—Está bien, utilizaré mi voz. —Dijo las palabras con más fuerza, pero
aun así se oían suaves. Las emociones en mi pecho no tenían descripción
alguna, ni explicaban que me sentía completamente honrado. Tal vez
por primera vez en mi vida.
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa

Aurora
El brillo feliz que me siguió dentro de la casa hasta mi dormitorio se
borró en el momento en que mis ojos se encontraron con los de Hunter.
Estaba de pie junto a la ventana con los brazos cruzados sobre el pecho,
mirándome.
—Papá podría haber estado en la sala de estar. ¿Pensaste en eso?
—dijo en lengua de señas.
En realidad, sí, pero solo brevemente. Me encogí de hombros. No
quería que me recordaran a papá o la discusión que tuvimos antes.
—Me cae bien Ryker. Pero a papá no le va a gustar esto —
continuó.
No me preocupaba papá o sus gustos. No como a Hunter. Pero no
diría eso. A menudo sentía lástima por mi hermano. Jamás había sido
capaz de tomar sus propias decisiones. Nunca se defendió. Era como si
le hubieran dado el sentido de la audición, pero a mí todas las agallas.
—No me importa a quién le guste esto —dije, esperando que no
hubiera hablado demasiado fuerte. Solo porque me sentía mal por Hunter
y deseaba que hiciera lo que quisiera, no significaba que me sentía feliz
con el hecho de que se encontraba reventando mi burbuja.
—¿Rompiste con Denver? —dijo de repente, y no lo esperaba.
De nuevo me encogí de hombros. No me hallaba segura de que
fuéramos a tener que romper. Él no había estado actuando de esa
manera. —Creo que eso se acabó, pero me aseguraré de ello mañana.
Hunter suspiró y sacudió la cabeza. —Esto va a ser malo. Estás en la
escuela dos días. Dos días, Aurora, y decides que te gusta Ryker Lee. ¿Por
qué tan pronto y por qué él?
Si le caía bien Ryker, entonces ¿por qué era tan dramático sobre
esto? Jamás intenté complacer a nuestro padre. ¿Lo sabía o se olvidó de
cómo eran las cosas antes de mudarse? ¿Por qué actuaba como si papá
pudiera obligarme a hacer algo ahora? En vez de preguntarle todo eso,
le dije: —Nunca me he sentido así por nadie. —Listo, él podía procesar
eso. Ryker hacía que mi mundo se iluminara. No importaba que solo
hubieran pasado dos días. ¿Se suponía que eso tardaría? No lo creía,
porque llevaba años con Denver, y ni una sola vez me hizo sentir como
Ryker desde el momento en que lo vi.
—Nunca has salido con otros chicos para darles una oportunidad.
Siempre ha sido Denver. No tienes ni idea. Acabas de conocer a Ryker.
Es nuevo. Es emocionante. Él tiene sexo con diferentes chicas todas las
noches. A veces dos chicas diferentes en un fin de semana. El viernes por
la noche tuvo sexo con Nova. Los he visto juntos en los pasillos esta
semana.
La chica con quien hoy estuvo discutiendo. ¿Tuvo sexo con ella el
viernes? ¿Era por eso que peleaban? ¿O sobre qué hablaban? Ryker no
parecía un tipo que hiciera eso, pero apenas empezaba a conocerlo.
El recuerdo del beso de Ryker, la manera en que me miró, que me
abrazó... ¿podría ser el mismo tipo que tenía sexo casual con chicas? No
encajaba. Era muy dulce. Gentil. Sacudí la cabeza, negándome a creer
los rumores. A menos que Hunter estuviera allí mirándolos, lo cual sabía
que no fue así, era solo habladuría. Palabras.
—¿Adónde fueron esta noche? —preguntó entonces.
—Al campo —le dije, sabiendo que lo conocía.
Hunter frunció el ceño. —¿Intentó algo?
Eso fue todo. Esto se acabó. Hunter me preguntó si hice cosas con
Ryker. ¿Hablaba en serio? La reputación de Ryker era obviamente mucho
peor de lo que creía si Hunter pensaba eso. Necesitaba evaluar las cosas,
pero no con la ayuda de mi hermano. Señalé mi puerta y dije: —No es
asunto tuyo. Vete.
Hunter comenzó a decir algo, así que aparté la vista. Lo silencié. Él
odiaba que hiciera eso. Cuando éramos niños, lo llamaba mi superpoder.
Seguía siéndolo.
Hunter caminó para pararse frente a mí. Cerré los ojos. Ya no lo
escuchaba. También actuaba como si tuviera cinco años, pero eso no
importaba. Mi mente batallaba contra esta noticia sobre Ryker y si era
verdad.
Lentamente abrí los ojos después de estar allí unos momentos para
encontrarme con Hunter esperando que hiciera precisamente eso.
—Sé que esto ha sido duro para ti —dijo esta vez con sus palabras
y en lengua de señas—. La mudanza y todo lo que está cambiando.
Quiero que seas feliz. Sé que no lo serás si papá se entera. No estará de
acuerdo con eso. Se pondrá furioso. ¿Ryker vale eso? No puedo mentir
por ti más tiempo. En algún momento te atrapará, o se enterará; este
pueblo no es grande.
Entendí todo lo que decía. Pero de nuevo, Hunter preguntaba
porque siempre se acobardó ante los deseos de nuestro padre. O las
exigencias, serían un término mejor. Yo no. No iba a empezar ahora. Ni
con el implante coclear ni con Ryker. La idea de que a mi padre le
importara el color de la piel me molestaba más que el hecho de que
quisiera que me convirtiera en lo que él pensaba que debía ser. Una cosa
eran sus problemas de control; el hecho de que fuera racista era más que
decepcionante, era vergonzoso.
—Mi vida. Mis elecciones —le dije a Hunter con firmeza. Me mordí
la lengua para no decir que deseaba que él también encontrara su
propia vida y dejara de vivir la versión de papá. Se pondría a la defensiva.
No serviría de nada.
Hunter finalmente asintió. —Bien. Haré lo que pueda para ayudar
—dijo, pero sus ojos se veían preocupados. Leí eso sin saber cómo sonaba
su voz—. Solo sé que no son rumores. La semana pasada se jactaba de
haberse follado a una universitaria. Sus palabras. Su fanfarronería. Estuve
allí. Le oí decirlo. Le gustas, y espero que te respete. Pero también sé
cómo es él. Necesitas saber en quién confías.
Me quedé allí y no dije nada. Entonces Hunter se fue, cerrando mi
puerta tras él. Que Ryker hablara de tener sexo me hizo sentir insegura,
por raro que parezca. ¿Una universitaria? Era encantador y lo suficiente
atractivo como para conseguir universitarias. Pero se jactaba de ello. Se
sentía cómodo con las universitarias y el sexo. Yo no era a lo que él estaba
acostumbrado. Llevaba una vida más protegida que la mayoría de las
chicas de mi edad. Lo sabía. Era algo en lo que tenía que pensar. No era
la clase de chica que iba a tener sexo en el bosque en una fiesta de
campo, que era lo que me pregunté cuando había visto el lugar.
Frotándome las sienes, me quejé y pensé en la sobreprotección de mi
hermano.
Mi mamá nunca estuvo tan interesada en mi vida. Me dejó tomar
mis propias decisiones. Jamás me cuestionó. Pero mi madre siempre
estuvo muy centrada en su propia vida. No sabía con certeza qué era
peor: que a ella no le importara o que a Hunter y a papá les importara
demasiado.
Fue duro dejar mi casa y todo lo que conocía, aunque conocer a
Ryker hizo que valiera la pena. Me hizo sentir como si hubiera encendido
un interruptor y mi mundo fuera más brillante. Sonreía más. Me sentía
mareada cuando, antes, ni siquiera entendía qué significaba eso. Ahora
lo entendía.
Ryker me emocionó por el cambio que le dio a mi vida. La vibración
de mi teléfono llamó mi atención, y ya me encontraba sonriendo antes
de mirarlo. Esperaba ver el nombre de Ryker en la pantalla. Incluso con
todo lo que me acababan de decir sobre él, quería hablar con él.
Mi sonrisa decayó cuando, en cambio, vi el nombre de Denver. Me
recordó que tenía que terminar con esa parte de mi vida. Jamás tuve
que hacer algo así, y no me hallaba segura de cómo hacerlo. Incluso si
Ryker no podía ser más que un amigo. Necesitaba saber que yo no era
como las otras chicas. No era casual en cuanto al sexo. El beso que me
dio hizo temblar la tierra. Lo cual hizo que mi ignorancia en ese tipo de
cosas fuera una gran barrera para acercarme a Ryker.
¿Cómo van las cosas? No he sabido nada de ti. Espero que eso
signifique que te estás adaptando bien.
Habría sido más fácil si no pareciera importarle de verdad.
Esto era preocuparse. Denver era así. Educado, amable, con buen
sentido del humor. Todas esas cosas eran geniales, pero también era
exactamente la misma forma en que trataba a todos. No había nada
especial en la forma en que me trataba. Pero tampoco se acostaba con
muchas chicas. Era seguro. Nunca tuve esas preocupaciones con él.
Las cosas están bien. Me gusta estar aquí. Me gusta la escuela, la
gente.
Era el momento en que debía contarle sobre Ryker. Pero hice una
pausa. ¿Lo decía sin más? ¿Terminaba de una vez? Esperé la respuesta
de Denver, deseando que lo hiciera él. Que lo terminara. Que nos diera
el cierre que necesitábamos. No me sentiría culpable ni me arrepentiría si
fuera Denver quien dijera que esto era imposible. Cuando me fui, sabía
que la distancia sería un problema. Pero no lo terminó entonces. Ni
siquiera lo mencionó.
Eso es impresionante. Temía que tu silencio significara que lo
odiabas. Ya le he preguntado a mi madre si podría ir a visitarte. Intenta
animarte.
Mi estómago se sentía un poco enfermo. ¿Pensaba en venir aquí?
No me lo esperaba. No me enviaba mensajes de texto ni parecía
extrañarme. ¿Por qué querría venir aquí? ¿Me echaba de menos? ¿Me
encontraba tan involucrada con Ryker que olvidé mis sentimientos por
Denver?
No. Ryker me hizo enfrentarme a lo que sentía por Denver. Lo que
siempre sentí por él. Era mi amigo. Posiblemente el mejor. Nos habíamos
puesto cómodos juntos. Amigos para salir, cuando llegara el momento.
Nunca hubo una verdadera chispa, y Ryker fue quien me lo mostró,
aunque no fuera su intención.
Es muy amable de tu parte.
No se me ocurrió nada más que decir, y supe al leerlo que sonaba
poco convincente. No era para nada la respuesta que él esperaba. Mi
dedo se cernió sobre el botón de envío en tanto intentaba pensar en
algo más que añadir. Era tan mala en esto. Hunter sabría lo que debería
decir, pero no iba a preguntarle. No cuando quería que estuviera con
Denver. Cerrando los ojos con fuerza, pulsé el botón de enviar y mantuve
los ojos cerrados, preguntándome si entendería la indirecta. Odiaba
cómo se sentía esto.
Tres minutos pasaron sin respuesta. Me mordí el labio inferior con
nerviosismo. Él pensaba en eso. Me conocía bien. Mi corta respuesta dijo
mucho. Entonces el teléfono vibró en mi mano, y mis ojos se abrieron
lentamente con temor.
Ya estoy en casa. ¿Te metiste en problemas por escaparte?
Ryker. Al instante se desvaneció el revoltijo de emociones con el
que lidiaba por el mensaje de texto de Denver, y volví a sonreír. Ryker no
tuvo que hacer mucho para hacerme sonreír. Me toqué los labios,
pensando en cómo se sintieron los suyos contra los míos. Fue mágico. Mis
mejillas se sonrojaron. Era difícil recordar o creer lo que mi hermano me
contó sobre él. Empecé a responderle cuando otro mensaje iluminó la
pantalla.
¿Estamos bien? La distancia hace que se sienta raro.
Denver. Fue directo al grano. Tratándolo de frente. Muy Denver.
Quería hablar con Ryker y sentir toda la emoción que le acompañaba.
Pero esto tenía que hacerse. Era justo. Lo correcto. Aunque fuera un error,
y descubriera que me equivoqué con Ryker, sabía que le hacía perder el
tiempo a Denver. Nos aferrábamos al pasado. Algo de lo que ni siquiera
se dio cuenta que no era especial. Yo había sido su primera y única novia.
Escribí las palabras que necesitaba oír. Las que lo liberarían.
No veo cómo podemos seguir siendo exclusivos mientras estamos
tan separados. Ahora la vida es diferente.
Debería decir más. Solo que no sabía qué. ¿Y era la exclusividad
una forma tonta de explicar lo que éramos? Esta era mi primera ruptura,
pero también sería la de Denver. Ninguno de los dos sabía qué hacer,
decir o esperar. Sentí una punzada de tristeza. No porque estuviera
terminando esto o porque amara a Denver. Era solo otra parte de mi
pasado que dejaba ir.
Tras enviarlo, fui al mensaje de texto de Ryker y le respondí.
Nadie se enteró que me fui, excepto Hunter. A él le parecía bien.
Gracias por venir a rescatarme.
No pensé que contarle a Ryker sobre el sermón de Hunter fuera de
ayuda. Tenía preguntas sobre su vida sexual. Sobre la chica del pasillo.
¿Esto solo era emocionante para mí? ¿Ryker me veía como a cualquier
otra chica? Dejé de lado todas esas preguntas. Ryker me enviaba
mensajes de texto, y no quería estropear mi humor.
Sí, ahora la vida es diferente.
Ese fue el último mensaje que recibí de Denver esa noche, pero no
me di cuenta hasta el día siguiente. Me encontraba absorta hablando
con Ryker.
Traducido por Gesi
Corregido por Jadasa

Ryker
Al día siguiente, cuando llegué a la escuela, Nova se detuvo junto
a mí. Sabía que lo hizo a propósito y me preparé para lo que quisiera. La
noche anterior me envió varios mensajes que no respondí. La mayoría de
las chicas se enojarían, me ignorarían o simplemente me fulminarían con
la mirada. Sin embargo, Nova no se alejaría tan fácilmente. Incluso luego
de haberme dicho que se terminó, me envió tres mensajes en Snapchat
que dejé sin abrir. Supuse que no llevaba mucha ropa o nada.
Con Aurora estuvimos enviándonos mensajes hasta después de las
dos, cuando se quedó dormida. No era muy fanático de Snapchat, pero
lo consideraría si lo tenía en su teléfono. Me gustaría verle la cara cuando
habláramos. Sin embargo, no daba la impresión de ser una chica que se
tomara selfies.
Saliendo, tomé mi mochila y suspiré, tratando de prepararme para
el drama. Eché un vistazo rápido en busca de la camioneta de Hunter y
no la vi. Lo que significaba que Aurora aún no había llegado.
—¿No quieres ver mis Snapchats, o dormías anoche? —preguntó
cuando se acercó con una sonrisa. Tenía más confianza que cualquier
chica que conocía. Era bueno. Porque no se pondría a llorar cuando
fuera sincero. Nuevamente.
—Pensé que terminaste conmigo. Deberías. Estoy interesado en
otra persona. —Eso fue lo más honesto que pude ser.
Puso los ojos en blanco. —Te interesas y desinteresas por las chicas
más de lo que me cambio las bragas. Cuando es que las llevo puestas —
coqueteó, tratando de hacerme pensar en su ropa interior. No funcionó.
No me importaba. Habría abierto sus mensajes si quería verla con o sin
bragas.
—Esto es diferente. —Deseaba que me dejara en paz.
Se rio. —Sí, ella es diferente, de acuerdo. No durarán mucho. Es
demasiado dulce y buena. Se le nota en el rostro.
Eso me molestó. Aurora era dulce y buena, pero decirlo como si
fueran rasgos malos solo dejaba en claro que ella no era ninguna de esas
cosas. No era una mala persona. Simplemente, no era Aurora. También
era obvio que la gente notaba mi interés. Me gustó. Quería asegurarme
de que nadie más decidiera insinuársele. Tenía que ganármela primero.
—Estaremos bien —dije, sin intentar que se quedara y continuara
hablándome. Mantuve la vista en el estacionamiento, esperando la
camioneta de Hunter.
—No creas que voy a estar esperando a que descubras que no
funcionará con ella. Me gustas, pero no eres tan especial. —Estaba
enojada e intentaba no demostrarlo. Le gustaba. Le agradaba. Lo sabía.
No estaría insistiendo tanto si no le molestara que no correspondiera sus
sentimientos.
—No espero que lo hagas —dije justo cuando vi la camioneta de
Hunter—. Tengo que irme —agregué, y me di vuelta para ir a dónde se
hallaba estacionando.
—¡Te arrepentirás! —gritó. Ya la había oído decirlo. También sabía
que no lo haría. Ella no estaba bien. Lo sentí el fin de semana y me detuve
de llegar demasiado lejos. Sin embargo, decirlo era cruel. Ahora no era
ese tipo. O no quería serlo. En cambio, fui hacia Aurora.
Bajó del vehículo y tenía que admitir que se sintió bien que sus ojos
ya estuvieran sobre mí. Demasiado bien. Verla esta mañana, recordar
nuestro beso, fue como si me hubiera regresado a la vida. Era aterrador
admitirlo, pero también era asombroso.
—Buenos días, hermosa —dije, sin importarme quién me escuchara.
Me devolvió la sonrisa y la vi colocarse un mechón de cabello detrás de
la oreja.
—Buenos días —respondió, casi con demasiada suavidad, pero la
oí. Me encantó el sonido, sin importar lo suave que fue. Me pregunté si
sabía que susurraba o si siquiera era algo que podía medir. Había tanto
que no sabía sobre su vida que quería saber y entender.
—Usó su voz —dijo Hunter, y no me perdí el asombro en su tono.
No quería mirarlo para hablar, pero sabía que si le respondía a la
vez que la miraba, ella se confundiría. No lo oyó. Él podía simplemente
tomar esa información y manejarla como quisiera.
—¿Dormiste bien? —le pregunté, sabiendo que al igual que yo, no
durmió tantas horas. Anoche, no me sentía dispuesto a despedirnos y
acabar nuestra conversación. Que es la razón por la que nos enviamos
mensajes hasta que se quedó dormida.
Asintió y se sonrojó. Sus ojos fueron a Hunter, que nos observaba. No
quería que se preocupara de que él estuviera aquí o de lo que pensaba.
Pero era su hermano, y sabía que no le gustaba que nos oyera.
Me estiré y tomé su mano, entonces dije: —Vamos —para que
pudiera leerme los labios con claridad.
Nos dirigimos a la entrada, nuestras manos unidas atraían atención.
Esperaba que no lo notara, o que no le importara si lo hacía. Quería que
todos lo supieran. Lo dejaba muy en claro. Ayer me interesaba, pero un
beso lo cambió todo. Estaba completamente involucrado.
Anoche terminó oficialmente con Denver. Lo hablamos y solté un
fuerte grito de victoria en mi habitación cuando leí el mensaje. Pensé que
conquistarla me llevaría más tiempo. Pero su sinceridad era admirable.
Dijo que no podía seguir hablando conmigo sin terminar con él.
—¿Cuándo comenzó a usar su voz contigo? —preguntó Hunter. No
me di cuenta de que caminaba tan cerca de nosotros.
—Anoche. —No lo miré, continué mirando al frente.
—No me lo contó. —Parecía verdaderamente confundido—. Solo
la usa conmigo y papá. Ni siquiera con Ella, nuestra madrastra.
Esa era una información que ella quizás no quería que supiera, pero
me alegraba saberlo. Ya era especial para mí que me hablara, pero
ahora era precioso. Nunca pensaba en nada a largo plazo. Vivía el
momento. Luego pasaba a algo nuevo.
Con Aurora eso cambió. Todo cambió. Bajé la mirada hacia ella, a
mi lado, anoche podría haber sido mi último primer beso. Eso debería
darme un susto de muerte. En cambio, me asustaba que fuera imposible.
Que su padre se asegurara de que no haya futuro. El agarre de mi mano
en la suya se apretó y levantó la mirada para encontrarse con la mía.
Entonces sonrió, lo que alivió mi miedo.
Al igual que la semana pasada, mi pasado seguía esperando a
que ella lo descubriera. Cuando escuchara la verdad sobre mí, tendría
que hacer muchas promesas y esforzarme por demostrarle que esto era
diferente para mí. No quería ser el chico que fui una semana atrás. No lo
extrañaba.
Lo sabría muy pronto. También tendría que superar ese obstáculo.
No solo que a su padre no le gustaba el hecho de que era negro.
Traducido por Danita
Corregido por Jadasa

Aurora
Hacía mi mayor esfuerzo para no pensar en ver a Ryker con esa
chica de nuevo cuando llegamos a la escuela esta mañana. Hunter dejó
claro su punto al decirme: —Esa fue con quien durmió el viernes en la
noche —antes de poder bajarme de la camioneta.
Me lo sacudí. No iba a pensar en eso. O Hunter se encontraba muy
equivocado con respecto a Ryker, o yo era la equivocada. Dudaba que
mi hermano hubiera hablado alguna vez con él tanto como yo lo hice.
No lo conocía.
Durante el almuerzo, la chica nos observó. Levanté la mirada y la
atrapé mirando en nuestra dirección. Pero solo esa vez. No quería que
pensara que me importaba. Era aterradora. ¿Debería preguntarle a Ryker
sobre ella? ¿O era demasiado pronto? ¿No era mi problema? Quisiera
poder tener a alguien a quien preguntarle estas cosas.
Podría preguntarle a Tallulah, pero ella parecía pensar igual que
Hunter acerca de él. Necesitaba una opinión imparcial. ¿Mi madre, tal
vez? Hoy, Ryker sostuvo mi mano en cada oportunidad que tuvo. Se
apareció para acompañarme a mis clases, y eso hizo que Hunter se
pusiera gruñón. Aún seguía molesto por eso. Pero al menos se mantenía
en silencio.
Ella me recogió después de la escuela con su sonrisa siempre
presente. No dijo mucho, porque conversar conmigo la ponía nerviosa.
Como si fuera a ofenderme o algo. No sabía con seguridad cuál era su
problema. Lo único bueno al respecto era que no tenía que lidiar con
una conversación sin sentido. Me encontré a solas con mis pensamientos
en el viaje a casa y en mi habitación en tanto hacía mi tarea, luego
decidí leer.
Esto era similar a como había sido mi vida en Carolina del Norte. Era
cómoda, pero ahora mis pensamientos siempre se desviaban hacia Ryker
y lo que hacía. En dónde se encontraba… y algunas veces con quién.
Aun cuando sabía que se hallaba en la práctica de fútbol, al igual que
Hunter, mi imaginación seguía pintando a la chica, Nova, esperándolo
cuando terminara. Me hacía sentir mal. No sabía si me gustaba pensar
constantemente en eso, o en él.
Cuando mi teléfono vibró a las seis, no pude negar el temblor de
emoción cuando alcancé mi bolsillo para tomarlo. Ver su nombre me hizo
sonreír a lo grande, y no sabía qué hacer con esta mezcla de emociones.
Sabía que la práctica terminaba a las seis. Tuvo que haberme enviado el
mensaje tan pronto como se acabó. Lo que significaba que no había una
chica esperándolo.
¿Puedes salir?
Era un mensaje simple. Sin explicación. Pero entonces, ayer le pedí
que viniera a buscarme sin explicaciones.
Sí.
Golpeé enviar, pensando que esta vez el irme tal vez podría ser más
difícil que ayer. No sabía en donde se encontraba papá, y Hunter estaría
aquí en cualquier minuto. Así no era como quería hacer las cosas con
Ryker. Si mi padre estuviera de acuerdo con que él viniera a la puerta,
tener una pequeña charla, y luego dejarme salir, sería sencillo. Normal.
¿Te recojo afuera?
Odiaba decir que sí. Me hacía sentir que lo escondía. Después de
todo, Hunter era el proyecto de nuestro papá. El color de la piel de Ryker
era una razón ridícula para no permitirme verlo. Su reputación podría ser
un problema, pero papá podía hablar con él. ¿Lo haría? ¿Actuar como
un padre normal y escuchar a Ryker? ¿Dejarlo que prometa respetarme,
entre otras cosas? Yo no era la niña proyecto de papá. Nunca se metió
en mis decisiones. Solo había hablado con Denver una vez. Nada de eso
me hacía sentir cómoda para decirle a Ryker que viniera a la puerta. No
confiaba en mi padre. Perdió su último intento de controlarme. No sabía
con seguridad si tan pronto se hallaba listo para que ignorara su idea de
cómo debía vivir mi vida. Necesitaba un poco más de tiempo para tratar
con él primero.
Sí. Pero solo esta vez. Voy a cambiar eso.
Lo envié, pero me pregunté cómo iba a cambiarlo. Empujando mi
temor a un lado, miré mi ropa. Todavía llevaba puesto lo que usé para la
escuela. Ayer no pensé en lo que iba a usar cuando me recogió. Ahora
me importaba. Pensaba en ello. Admití que era porque no podía sacar
de mi mente la imagen de Nova ni de la universitaria sin rostro con quién
estuvo recientemente. Me hacía sentir superficial. Sin siquiera darme
cuenta, comencé a competir con esas chicas. La verdad era, que no
podía competir con Nova ni con la chica universitaria. No si hablábamos
de sexo. No me sentía lista para eso. Ni con Denver, con quien salí durante
años, y definitivamente no con un chico que acababa de conocer. No
sabía nada sobre el sexo. Excepto lo que había leído en libros.
Iba a tener que gustarle a Ryker por quien era. No por la ropa que
usaba ni lo que me hallaba dispuesta a hacer con mi cuerpo. Decirme
eso a mí misma era fácil. Recordarlo era lo difícil. Porque mientras me
miraba al espejo, volví a pensar que debería cambiarme. Quizás unas
mayas y el suéter con hombro descubierto que me dio mamá justo antes
de mudarme. Todavía no lo había usado. Lo guardaba para una ocasión
especial. Esta no era una cita. Mi suposición era que íbamos al campo.
Las luces delanteras de la camioneta de Hunter destellaron en las
ventanas, y suspiré. No era como si Ryker fuera un secreto para él, pero
decirle que iba a irme con él llevaría a otra conversación que no quería
tener.
Estaré ahí en quince.
Su mensaje iluminó la pantalla, y miré de sus palabras al suéter
nuevo en mi closet. Me debatí y me olvidé de mi hermano. Dejando mi
teléfono en la cama, me apresuré a tomar el suéter y cambiarme antes
de poder decidir lo contrario. Era verde y combinaba con mis ojos. Me
gustaba usar ropa verde por esa razón. Después elegí un par de mayas
negras. Me cambié de prisa los vaqueros y la camisa de manga larga
azul pálido que llevé hoy.
Pasando un cepillo por mi cabello, me estudié en el espejo y decidí
añadir un poco de brillo labial. Una vez que terminé con eso, agarré mis
botas negras que me llegaban al tobillo y me las puse. A medida que más
me arreglaba, más nerviosa me sentía. Ser atractiva para Ryker de pronto
se tornó muy importante.
Mi puerta se abrió levemente y se cerró tres veces. Luego esperó.
Así era como Hunter tocaba mi puerta. Era su manera de preguntar si
podía pasar. Me acerqué y la abrí. Mi hermano observó mi apariencia,
después suspiró. Sabía a dónde iba a ir. Ni siquiera había razón para
preguntarme.
—¿Vas a alguna parte con Ryker? —Dijo las palabras, pero no dudé
de que las dijo en voz baja, y al mismo tiempo lo hizo en lengua de señas.
No querría que papá o Ella lo escucharan. Aunque quizás Ella no tendría
interés en quien era Ryker. No se involucraba en mi vida, y de lo que podía
ver, tampoco en la de Hunter. Pero entonces, mi madre tampoco estuvo
involucrada en su vida. Papá no lo permitió.
Asentí.
—¿Papá lo sabe?
Él sabía que no. Si se lo hubiera dicho, estaríamos ahora mismo en
la sala de estar en una batalla feroz, sin duda. O al menos eso era lo que
imaginaba que iba a pasar. Hunter sabía con seguridad que papá no
estaría de acuerdo en que saliera con un chico negro. Lo conocía mejor
que nadie. Yo todavía tenía mis dudas, porque a pesar de que a papá le
gustaba tomar decisiones por todo el mundo, nunca lo había visto siendo
racista. Era típicamente carismático con otras personas. Mi madre solía
explicarle de esa manera a los demás. Solo que no era de esa forma a
puertas cerradas.
Levanté ambas cejas, como si su pregunta fuera ridícula, luego
sacudí la cabeza. Acepté lo que dijo en cuanto a que papá no aceptaría
a Ryker.
Hunter miró hacia las escaleras, después suspiró. —Está en su
oficina.
—Bien —respondí, usando mi voz.
Me dio un corto asentimiento. —Te cubriré si hace falta. Pero ten
cuidado.
Pensé que eso sonaba un poco tonto. La única persona a la que le
temía en este momento era a papá, y eso era porque yo no era como
Hunter y nunca lo sería. No sabía cómo iba a reaccionar cuando se diera
cuenta de eso. Muy fácilmente dejó el tema del implante coclear. Sentía
como si estuviera esperando para sacarlo de nuevo. O forzarlo cuando
menos lo esperara.
—Ryker no va a lastimarme —contesté, empujando esos miedos a
un lado. No quería pensar en eso ahora. No cuando tenía una cita con
él. Quería disfrutar la felicidad.
Hunter levantó un hombro. —Solo ten cuidado con tus emociones.
Estaba siendo un hermano. Lo entendía. También se me agotaba
el tiempo. Ryker estaría aquí en cualquier momento. —Tengo que irme —
le dije, pero lo hice con una sonrisa.
Dio un paso atrás y me dejó ir.
Traducido por Sahara
Corregido por Pame .R.

Ryker
Mis faros estaban apagados, pero supe que me vio estacionado
en la carretera cuando salió de la casa. La piel pálida de Aurora a la luz
de la luna me llamó la atención y vi que su hombro izquierdo estaba
desnudo. Era modesto comparado con lo que vestían la mayoría de las
chicas que conocía, pero ver su hombro descubierto hizo que mis manos
apretaran el volante un poco más. Me recordaba a un ángel… y yo me
hallaba más cerca del diablo. Podría ser su mayor error. Depende de mí
asegurarme de que no lo sea. Tragué y salí del camión para dar la vuelta
y abrir su puerta.
Podría tener que esconderme en la oscuridad para recogerla, pero
no me gustaba que subiera a mi camión sin que yo le abriera la puerta y
la ayudara a subir. A mi madre tampoco le gustaría. Pero entonces no le
gustaría que hiciéramos esto. Le molestaría que tuviera que esconderme.
Aurora me sonrió cuando llegó a la puerta que abrí.
—Gracias. —Usó su voz de nuevo.
No podría decir de nada o eres hermosa ni nada porque se hallaba
demasiado oscuro para que ella pudiera ver mis labios. Tomé su pequeña
mano en la mía y Aurora subió al vehículo, que yo había levantado un
poco más de lo necesario. Quería tomarla por la cintura y levantarla, pero
tampoco quería asustarla. Había entrado sola anoche con la prisa que
tenía, así que sabía que podía entrar sin mis manos en su cuerpo.
Cerrando la puerta detrás de ella, volví al asiento del conductor.
Iba a tener que dejar de quedarme despierto hasta tan tarde
enviándonos mensajes de texto y empezar a estudiar lengua de señas.
Me vendría bien en momentos como este. Era difícil decirle buenas
noches. Nunca quería que la conversación terminara.
Me detuve en la carretera y giré hacia la casa de Nash. No quería
volver a llevarla al campo. Se sentía como si la estuviera escondiendo en
la oscuridad. Nash dijo que iba a estar en casa de Tallulah hasta tarde.
Sus padres estaban en un crucero. La madre de Tallulah los quería en su
casa ya que sus padres no estaban allí.
Mi primo tenía su propia guarida de hombres sobre el garaje de su
casa. Tenía una gran pantalla plana y una cocina, y hacía poco que
añadió una mesa de billar, desde que se había reunido con el resto de
los habitantes y ya no se enfadaba en silencio. Ahora tenía al equipo con
regularidad, y la mesa de billar había sido una adición que su madre
pensó que podíamos utilizar. Todo lo que un hombre necesita.
Había usado su lugar más de una vez en el pasado para tener sexo
con quienquiera que estuviera, pero esta noche no era mi plan. Había
pedido una pizza, alitas y pan de queso que deberían ser entregados en
quince minutos más. Esto se parecía más a una cita que el campo.
También nos facilitaría la comunicación. Era mi principal objetivo.
Ver su rostro. Verla sonreír. Luego, por supuesto, quería besarla de nuevo.
Esta noche no era de otra persona. Ya no tenía novio. No había nadie
que la alejara de mí. Eso hizo que esto fuera más real.
Abrí el garaje con el control remoto que había recibido de Nash,
queriendo asegurarme de que mi camioneta no fuera vista, para que
nadie decidiera pasar a saludar. O que mi padre se pasara a ver qué
estaba haciendo. Vería a Aurora y asumiría lo peor. Mis padres no eran
tan estrictos en cuanto a que estuviera a solas con las chicas, pero el
padre de Nash era más estricto respecto a eso. Sus padres no estarían de
acuerdo con que yo tuviera una chica a solas.
Me volví para mirarla una vez que la puerta del garaje se cerró
detrás de nosotros y apagué el motor.
—¿Esta es tu casa? —me preguntó, luciendo un poco sorprendida
pero complacida.
Negué con la cabeza. —La casa de Nash —respondí.
Sus ojos se abrieron de par en par y miró alrededor del garaje en el
que habíamos aparcado. Sabía que su mente se esforzaba por averiguar
por qué no había nadie. Abrí mi puerta y ya estaba casi al otro lado
cuando se abrió la suya. Me moví rápidamente para tomar su mano y
ayudarla a bajar. Estudió mi cara como si la respuesta a su pregunta
estuviera escrita allí.
—Nash tiene su propio lugar allí arriba —dije, señalando el techo,
luego las escaleras detrás de nosotros—. Vamos.
Mantuve su delicada mano en la mía mucho más grande, luego la
apreté suavemente para tranquilizarla antes de llevarla a las escaleras. Di
un paso atrás y le indiqué que fuera primero. Lo hizo, y la seguí, tratando
de no mirarle el trasero; sin embargo, con esos leggings no fue fácil. Al
final me rendí y disfruté de la vista hasta que llegó al escalón superior.
En el momento que me uní a ella, me moví a su lado y luego abrí la
puerta del apartamento. Con un movimiento de mi mano le indiqué que
entrara. Miró a su alrededor, luego cruzó la puerta al mismo tiempo que
yo encendía las luces. El gran sofá de cuero y la estructura elaborada
para un adolescente era el sueño de todo hombre. Al principio, esto solo
había sido una guarida para los adolescentes cuando venían aquí. Para
sacarnos de la casa. Nash tenía un dormitorio que todavía usaba dentro
de la casa.
Después de su lesión, sin embargo, había entrado en una mala
depresión, y se quedaba aquí cada vez más. Cuando se puso serio con
Tallulah, dejó de dormir aquí. Lo cual me pareció un poco ridículo. Los dos
teníamos dieciocho años. Nos mudaríamos en otoño. Nos íbamos a la
universidad. Los padres de Nash debían decidir que era hora de confiar
en él para tomar sus propias decisiones. Si él y Tallulah iban a tener sexo,
no dejarle dormir aquí no iba a impedirlo. Los padres podían ser ingenuos
a veces. No sabía si habían tenido sexo o no. Nash no hablaba de eso,
pero sí sabía que los había pillado en medio de algo en lo que Tallulah
había estado sin camisa ni sujetador una vez. No había mirado, pero le
hice saber que su padre estaba justo detrás de mí y que tenían que
vestirse rápido.
Aurora terminó de ver el lugar antes de darse vuelta para mirarme.
—Esto es agradable —comentó en voz baja.
Asentí. —Tiene un gran espacio. Pedí pizza, alitas y pan de queso.
¿Ya comiste?
Entonces sonrió y negó con la cabeza.
—Bueno. Es una cita, una oficial.
Eso hizo que ella sonriera más. Algo en hacerla sonreír me hizo sentir
como un rey. Si me lo permitiera, me quedaría aquí y seguiría diciendo
cosas para hacerla sonreír. Me encontraba muy convencido de lo que
sentía por Aurora, pero no quería que lo supiera todavía. Teníamos mucho
que trabajar primero. En lugar de avergonzarme con mis tontas bromas e
intentos de hacerla reír, me acerqué a la mesa de billar y recogí un palo.
—¿Juegas? —Supuse que esto era más probable que los videojuegos que
Nash también tenía conectado al televisor.
Entonces sonrió. El tipo de sonrisa que decía que yo había hecho
una pregunta tonta. El asentimiento seguro de su cabeza me sorprendió.
Observé con aprecio cómo se acercaba a mí y cogía su propio palo.
Había pensado que esto nos daría algo que hacer. Posiblemente podría
enseñarle, pero no parecía ser el caso. No iba a tener la oportunidad de
estar cerca de ella. No sabía si estaba impresionado o decepcionado.
—Colócalas. —Eso fue lo más alto que había usado su voz conmigo.
Sonreí, no solo porque parecía tan segura de sus habilidades para jugar
al billar, sino también porque se estaba volviendo más valiente conmigo.
Confiándome su voz.
Quería agarrarla, acercarla a mí, y besar esa sonrisa sexy de su
cara. Era difícil no hacerlo. Mantener mis manos lejos de ella era una
lucha constante, parecía. Pero era una cita. Nuestra primera cita. Besarla
todo el tiempo no era como quería que lo recordara. Quería que se
divirtiera. Deseaba reírme con ella. No quería que pensara que la había
traído aquí para meterse en sus pantalones. Que era normalmente la
razón por la que traía a las chicas aquí. Bueno, era la única razón por la
que había traído chicas aquí en el pasado.
Esto de ser un caballero era extraño para mí, pero creía que lo
hacía bastante bien hasta ahora. Hice lo que ella me había ordenado y
nos preparé cuando sonó el timbre de la puerta del garaje. Levanté la
cabeza para mirar la puerta, confundido por un segundo, y luego me di
cuenta de que era la pizza. Me había olvidado de nuestra comida.
—Llegó la comida. Vuelvo enseguida —le avisé para que supiera a
dónde iba de repente.
Corrí escaleras abajo, queriendo darme prisa y terminar con esto
antes de que alguien viera el coche de reparto afuera. En el instante que
abrí la puerta trasera, Rifle se encontraba parado allí con la comida. No
sabía que trabajaba en Pizza Slab. Esta era la primera vez que entregaba
mi comida.
—Esperaba a Nash —me dijo con una sonrisa, entregándome el
pedido mientras lo sacaba de la caja térmica.
—Voy a tomar prestado el lugar esta noche —le dije—. Gracias —
agregué, luego le di una propina.
—Gracias —dijo con una sonrisa de satisfacción por el dinero en
efectivo en su mano. Comencé a dar un paso atrás y cerrar la puerta
cuando me preguntó—: Oye, te vi con Aurora Maclay hoy unas cuantas
veces. ¿Sales con ella?
Hice una pausa. Rifle era un estudiante de tercero como Aurora y
un buen amigo de Hunter. Él también se encontraba en el equipo, pero
no éramos unidos —¿Por qué? —le pregunté, inseguro de cómo manejar
esta pregunta. Si fuera por mí, diría que sí. Pero no sabía lo que Aurora
quería que dijera.
Comenzó a responder cuando sus ojos se alzaron para mirar la
parte superior de las escaleras detrás de mí. La sorpresa en su expresión
me hizo girar la cabeza para mirar hacia atrás. Aurora estaba allí de pie.
Obviamente, no tenía ni idea de lo que decíamos o el hecho de que Rifle
la hubiera visto podría ser un problema. Esperaba que Hunter apareciera
en una hora.
—No es asunto tuyo, hermano —le advertí.
Volvió a mirarme y asintió bruscamente en señal de comprensión.
—Si su hermano aparece aquí, sabré por qué. —Me aseguré de
que entendiera que la amenaza en mi voz era real.
Abrió mucho los ojos y volvió a asentir. —Gracias por el dato —se
despidió rápidamente, y casi regresó corriendo a su auto para alejarse
de mí.
Cerré la puerta y la boqueé antes de volver a subir las escaleras
hacia Aurora, que esperaba.
—¿Dónde está el baño? —me preguntó una vez que estuvimos de
regreso dentro del apartamento.
Señalé la puerta detrás de ella y sonrió tímidamente, luego fue a
usarlo.
Tenía que decidir si debía decírselo y dejar que se pusiera nerviosa
y se preocupara por la posibilidad de que Hunter apareciera. No sabía
con certeza si Rifle se tomaría en serio mi amenaza o no. Arruinar nuestra
velada por la posibilidad de que Hunter apareciera sería una mierda.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Pame .R.

Aurora
Ese era el amigo de Hunter, Rifle. Recordaba conocerlo. Cuando
pensé en lo raro que era su nombre. Me quedé de pie mirando al espejo
mientras luchaba con la urgencia de morderme las uñas. Si él le decía a
mi hermano que me encontraba aquí, era muy posible que se apareciera
y causara una escena. Si supiera sobre la guarida privada de Nash, iba a
asumir lo peor. Dijo que le parecía bien que saliera con Ryker y me cubriría
si pudiera, pero dudaba que no tuviera problemas con que estuviera aquí
sola con él. Observé la sorpresa en la cara de Rifle en el instante que me
reconoció.
Cuando vinimos aquí en vez de a cualquier lugar en el pueblo, me
di cuenta que Ryker intentaba hacer de esto una cita real, pero también
respetaba el hecho de que me estaba escapando para verlo. Él debería
sentirse insultado por el hecho de tener que verme en secreto. Me sentía
insultada por él. No me gustaba estar escondiéndome o salir corriendo
en la oscuridad para llegar a su camioneta. No debí haber hecho eso.
Después de esta noche, iba a decirle a mi papá sobre esto. Él tendría que
aceptar que saliera con Ryker y lidiar con ello. Todo eso sonaba mucho
más fácil de lo que realmente sería.
Respiré hondo y pasé una mano por mi cabello para alisarlo, luego
sonreí ante mi hombro con pecas desnudo. Me gustaba este aspecto.
También había visto a Ryker mirando mi piel. Le gustaba. Sintiéndome
mejor y lista para enfrentar a mi hermano si eso pasaba, salí del baño y lo
encontré abriendo las cajas de comida sobre la barra.
Me daba la espalda, y me permití admirar la forma en la que sus
pantalones lucían por detrás. Sus hombros anchos estiraban la tela de la
camisa de algodón azul pálido que usaba. Era alto, y tan grande que
debería hacerlo intimidante, pero su sonrisa te hacía olvidar su tamaño.
Mi hermano era alto, pero él era más delgado. Desde luego no tenía los
músculos abultados en sus brazos al igual que el chico frente a mí. Las
mangas apretaban sus bíceps tanto como sus hombros.
Entonces se dio la vuelta, y supe que mis mejillas se calentaron al
ser atrapada mirándolo. La sonrisa arrogante en su cara mientras se daba
cuenta que lo había estado observando me hizo querer reír. Ryker Lee no
tenía problemas de autoestima. Eso era seguro. Irradiaba confianza en sí
mismo. Era un atractivo en él. De alguna forma lo volvía encantador y no
detestable, como tantos chicos parecían.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
Asintiendo, caminé hacia él y la comida que sacó. Había dos pizzas
diferentes. Una para los amantes de la carne y otra sin nada. Era bueno
en esto. Pensando en las cosas pequeñas como esa. Aunque amaba la
carne. Comería la de los amantes de la carne. El tocino era mi favorito, y
podía verlo en la pizza.
Lo miré, y lo atrapé con el ceño fruncido. No esperaba eso. —¿Qué
pasa? —pregunté de inmediato.
—El chico que dejó esto es un amigo de tu hermano.
Ah. También pensó en eso.
Asentí. —Lo sé. Rifle… lo conozco —dije.
La pequeña arruga en su frente no se fue. —¿Deberíamos esperar
que Hunter aparezca?
Pensé en eso durante un minuto. Me preocupaba lo mismo. Ryker
tampoco quería que la noche se arruinara. Trataba que la cita fuera fácil
para mí, y no debería tener que preocuparse por eso. Busqué mi teléfono
que había metido en el bolsillo de mis pantalones apretados.
—Me aseguraré de que no lo haga —le garanticé.
Su frente se relajó un poco. —¿Puedes hacer eso?
Asentí nuevamente, sin sentirme tan confiada como trataba de
estarlo. Era posible que mi gemelo se volviera loco.
Estoy en casa de Nash con Ryker. Ordenó pizza y estamos jugando
billar. Sabe que papá no estará de acuerdo con que salga con él así que
escogió esto por privacidad. No sucede nada más. Rifle dejó la pizza. Me
vio aquí. No aparezcas y arruines esta noche para mí.
Lo volví a leer, luego le di enviar. Entonces miré a Ryker. —Le envié
un mensaje.
Se rio. Deseé poder escuchar eso. Saber cómo sonaba. Sin pensar,
me estiré y coloqué mi mano sobre su pecho para sentirla. El retumbar de
su voz. La vibración. Sin embargo, se detuvo al momento en que mi mano
lo tocó.
Levanté la mirada de su pecho que había estado observando y vi
que se congeló. Lo confundí. No se movía, y quería que se riera de nuevo.
Necesitaba saber cómo se sentía. Es todo lo que podía tener. —Quería
sentir tu risa —expliqué, sin estar segura de que lo entendiera. Sonaba raro
para aquellos quienes no entendían el mundo del sordo.
Mi teléfono vibró, dejé caer mi mano de su pecho y abrí el mensaje
de mi hermano.
Ryker me prometió que no intentaría nada contigo. Voy a confiar
en él. Pero tienes que saber esto, no me importa su tamaño o que sea una
parte fundamental del equipo. Lo haré arrepentir si hace algo incorrecto.
Cualquier cosa que te falte el respeto.
Quería estar molesta con su respuesta. Como si necesitara un
protector. Pero sabía que todo era porque me amaba. No trataba de
controlarme. Se preocupaba por mí. Pero también trataba de dejarme
hacer mi vida.
Miré a Ryker, que se encontraba muy quieto. Esta vez quería reírme.
No era necesario preocuparse de que hiciera cualquier cosa que Hunter
desaprobara. A este punto estaba bastante segura de que necesitaría
esforzarme para que me bese. Se veía más nervioso que yo.
No tienes que preocuparte por él. Está siendo tan bueno que dudo
que me bese.
Pensé en no enviar eso, pero decidí que mantendría a mi hermano
lejos de aquí por esta noche. Así que lo envié. Levanté mi vista de nuevo
hacia Ryker, quien estudiaba mi cara en busca de respuestas.
—Dijo que iba a confiar en ti.
Dejó escapar un suspiro de alivio y de nuevo deseé oír eso. Quería
oírlo. Esto era nuevo para mí. Nunca antes anhelé el sonido de la voz de
alguien. No sabía cómo era eso, así que no había sido algo en lo que
pensara mucho. El aparato coclear me daría ese tipo de cosas. También
podría salir mal. No funcionar en absoluto.
—Bien —dijo Ryker.
Pensé en comer y regresar a nuestro juego de billar, pero decidí ser
valiente y decirle lo que pensaba. Confiaba en él con mi voz, y aunque
no tenía idea de cómo sonaba, sabía que no era perfecta. Sabía que
era diferente. Eso fue algo que aprendí en la escuela de sordos a la que
asistí. Ellos nos animaban a usarla, pero decían que no siempre sería clara
para ser escuchada, ya que tal vez no pronunciáramos correctamente.
—Quería sentir tu risa. No puedo escucharla. Me gustaría poder
hacerlo. Nunca quise eso antes. Pero contigo sí.
Su expresión cambió. Sus ojos tenían suavidad dentro de sus pozos
oscuros. Sus labios llenos se separaron ligeramente. Me gustaba leerlos,
porque me daban una razón para estudiarlos. —¿Por eso me tocaste el
pecho?
Asentí, pero mantuve mis ojos en su boca.
Me dio una ligera sonrisa. —Me reiría de nuevo si pudiera, pero en
este momento reír no es lo que quiero hacer.
—Oh —me lamenté, levantando la mirada para encontrar sus ojos
y ver si algo andaba mal.
Dio un paso muy lento hacia mí. Sus ojos sosteniendo los míos con
la misma suavidad que decía tanto en el silencio. Vi su brazo moverse a
mi izquierda en tanto su mano tocaba mi cintura. Mis ojos cayeron para
verla sobre mí. Quería guardar eso en mi memoria para pensarlo después.
Amaba el color de su piel. Me recordaba un cálido y profundo ébano.
Era hermoso. Así como estaba segura de que sería su risa. Su mano apretó
mi cintura con muy poca presión, y me dio un escalofrío. También quería
memorizar eso.
Su dedo se deslizó debajo de mi mentón y levantó mi cabeza para
que encontrara su mirada. En cambio, mis ojos fueron a sus labios, en
caso de que dijera algo. Su mano sostuvo mi cintura, y eso no me puso
nerviosa. Me sorprendió. Su mano era grande, como el resto de él. Debió
asustarme al menos un poco, pero no lo hizo. La quería allí.
Sus labios no se movieron. No dijo palabras. En cambio, se movió
incluso más cerca y bajó sus hombros anchos y la cabeza hacia mí al
tiempo que me paraba en la punta de los dedos de mis pies, sabiendo lo
que venía esta vez. Queriéndolo más de lo que quería el aire. Cuando sus
labios llenos encontraron los míos, sentí el sonido que hice. No tenía la
intención de hacerlo, y en el momento, no podría preocuparme lo que
había sido o si se escuchó fuerte.
Sea cual fuera el sonido que salió, hizo que su mano me apretara
de nuevo, y sentí una vibración en su pecho cuando coloqué mi mano
derecha sobre él para apoyarme. Deslizándola hacia el punto exacto
donde podía sentir cualquier sonido que pudiera hacer, abrí la boca justo
al mismo tiempo que sus labios se abrieron sobre los míos. La menta de su
goma de mascar fue el primer sabor cuando él comenzó a hacer girar mi
mundo por el placer. Besarlo esta vez fue más poderoso que antes. Me
hizo sentir debilidad en las rodillas a la vez que la electricidad de su toque
hormigueó por mi cuerpo. Fue una reacción confusa, y no quería que se
terminara.
Traducido por Lisseth
Corregido por Pame .R.

Ryker
Este no era mi plan. Incluso me había jurado que esperaría hasta el
final de nuestra cita para tocarla. Sabía que tocarla llevaría a besarla. Ver
ese hombro desnudo con esas adorables pecas en el momento en que
salió por la puerta esta noche hizo que quisiera besarla. Era un milagro
que haya llegado hasta aquí. Verla estudiar mis labios como si quisiera
lamerlos fue mi perdición. Sabía que tenía buenos labios. Las mujeres
habían hablado de mis labios la mayor parte de mi vida. La mirada fija
de Aurora sobre ellos, y el deseo en su expresión había sido demasiado
para mí. Yo era débil cuando se trataba de ella. Si quisiera mordisquear
mis malditos labios, podía hacerlo. Estaba seguro de que la dejaría hacer
cualquier cosa que me pidiera.
Demonios, no sabía qué era este sentimiento o qué pasaba. Solo
quería estar con esta chica todo el tiempo. Había querido sentir mi risa.
Su explicación me hizo doler el pecho de una manera desconocida.
Quería reír para que pudiera sentirlo, pero maldita sea, nada se sentía
gracioso en este momento.
Otro suave gemido vino de Aurora y sabía que tenía que detener
esto antes de que no pudiera. La iba a respetar, como había prometido.
Sabía que era inocente, al igual que sabía que no tenía idea de que
hacía los pequeños y sensuales sonidos que pasaban directamente de
mi corazón y sentido común a una región mucho más baja de la que ella
no conocía nada.
Parar iba a ser como tomar mi brazo y arrancarlo de mi cuerpo. Su
otra mano subió para tocar mi pecho. Su mano derecha se cerró en un
puño y tenía mi camiseta en su agarre. Se aferraba a mí como si pudiera
leer mi mente y supiera que me batallaba con mi deseo por ella y con ser
un buen chico. Sabía a miel y olía a coco. No podía tener suficiente de
eso. Nadie debería saber y oler así de bien. Era injusto.
Me esforcé al máximo y me aferré a cada gramo de autocontrol
que tenía dentro de mí antes de presionar un último beso en sus labios.
Ella no se esperaba este final tan abrupto, y la mirada confusa de sus ojos
aturdidos casi me hace perder la determinación. Inspiré hondo, agaché
la cabeza y presioné mis labios sobre su hombro desnudo, disfrutando de
la suavidad de su piel durante un breve instante; luego la solté y me alejé.
Necesitaba tener suficiente espacio para que su olor no luchara con mi
fuerza de voluntad.
—Eso… —Hice una pausa. Necesitaba estar seguro de cómo le
explicaba esto. No tenía la cabeza lo suficientemente despejada justo
ahora como para hablar. Respirando profundo y lento un par de veces,
lo intenté otra vez—. Eso fue asombroso. Pero no te traje aquí para hacer
eso. Tengo que detenerme mientras pueda —agregué la última oración,
dándome cuenta de que Aurora necesitaba que se lo deletreara. Por
mucho que necesitaba detener eso, también quería que supiera que no
quería.
Sus ojos se ampliaron, y maldita sea, había un destello de deseo en
esas profundidades verdes que me hizo gemir de frustración. Me alegré
de que no pudiera oírme. Nunca sabría que esto era lo más difícil que he
hecho. Alguien necesitaba darme un puto premio. Una cerveza estaría
bien justo ahora.
—Tenemos que comer —espeté, y tuve que dejar de mirar sus labios
rosados hinchados y sus mejillas ruborizadas antes de que termináramos
en el sofá. No era un santo. Aunque, en este momento, me sentía como
uno.
Me moví hacia la barra y tomé un plato, cualquier cosa para evitar
tocarla de nuevo. Me giré para entregárselo. Ella continuaba parada en
el mismo lugar, observándome. Lentamente, se acercó para agarrar el
plato, y una sonrisita asomó a sus labios mientras lo alcanzaba. No llegó
a sus ojos, y podía ver que era forzada. Mierda. No manejé esto bien. No
la permití tomar el plato. Lo dejé de nuevo y me abofeteé mentalmente
por hacer de esto un desastre. Esta noche no se suponía que fuera de
esta forma.
Comencé a extender la mano y tocar su brazo, pero me detuve.
La manera en la que se sentía, tenerla demasiado cerca significaba que
la olería de nuevo. No era una buena idea. —Pareces alterada. No frené
el beso porque no lo estuviera disfrutando o no lo quisiera. A ti… o tocarte.
—Estaba tropezando con mis palabras de nuevo, y era tan malditamente
frustrante. Ella luchaba para leer mis labios. Lo podía ver en su expresión.
Me enfoqué en su rostro y reduje la velocidad de mis divagaciones—. Te
deseo, Aurora. En todos los sentidos. Más de lo que nunca he deseado
algo en mi vida. Quiero estar cerca de ti, hablarte, ver tu sonrisa, conocer
todo sobre ti, qué clase de pizza ordenarte, cuál es tu bebida favorita,
todo. Lo quiero todo. Pero también quiero recostarte en ese sofá de allá
y cubrirte con mi cuerpo. No lo voy a hacer. Esta noche no. Deseo hacer
esto bien contigo. Eres importante para mí.
Había dicho todo eso tan lenta y claramente como pude en lugar
de dejar que mis pensamientos cayeran como venían y la confundieran.
Aún no estaba seguro de si había hablado lo suficientemente despacio
como para que me siguiera. Tal vez tenía que enviarle un mensaje de
texto. Sus ojos dejaron de estudiar mis labios cuando estuvo segura de
que había terminado de hablar, y levantó su mirada para encontrarse
con la mía. Nos quedamos un momento sin palabras. El único sonido que
oí fue el de nuestras respiraciones, que se ralentizaban a medida que nos
calmábamos por la atracción mutua.
—Me gusta el tocino en mi pizza y la corteza gruesa. Bebo agua la
mayor parte del tiempo, pero me encanta el refresco sabor a cereza. —
Las comisuras de sus labios se elevaron lentamente después de decirlo, y
sus ojos brillaron, a juego con la sonrisa burlona que se había extendido
por sus labios. Jesús, estaba perdido. Había pasado así de rápido. Así de
fácil.
—¿En dónde aprendiste a jugar billar? —le pregunté, gustándome
la ligereza de su humor.
Apretó los labios entonces para evitar reírse, y deseaba que no
hubiera hecho eso. Quería escucharla reír. Aún se resistía conmigo en ese
aspecto. —Por mi papá. Nos compró una mesa de billar para Navidad
cuando yo tenía cinco años. Cuando se mudaron, la dejó. Yo jugaba
cuando echaba de menos a Hunter.
Tenía la sensación de que esos recuerdos no eran buenos. No
fruncía el ceño, pero podía imaginar que el hecho de que su padre se
mudara y se llevara a su hermano gemelo había sido duro para ella. No
solo era intolerante, sino también egoísta. Ambos padres eran egoístas,
para el caso. No habían pensado en Aurora y Hunter. Las necesidades
de sus hijos no fueron su prioridad.
—Vamos a comer, luego veré que tan buena eres.
La sonrisa arrogante y confiada me hizo querer agarrarla y besarla
un poco más.
Cerró el espacio entre nosotros, y me tensé, tratando de tomar una
decisión rápida, cuando se estiró a mi alrededor y tomó el plato que yo
había dejado allí. Luego me guiñó un ojo antes de centrar su atención en
la pizza. Me quedé ahí sonriendo como un maldito idiota. Me gustaba su
descaro. No, me encantaba.
Tomó dos porciones de la pizza con carne. Fui al refrigerador y tomé
una botella de agua para ella, ya que no había gaseosa de cereza. Sin
embargo, sí habría la próxima vez. Me aseguraría de eso. Luego tomé
una cerveza para mí. Cuando cerré el refrigerador, la miré sentada en el
taburete, y me di cuenta de que la iba a llevar a casa esta noche. Todo
esto era nuevo para mí. Tenía que tomar decisiones más inteligentes.
Pensar en alguien más que no fuera yo. Quería ser mejor. Nunca me
había importado lo que alguien pensaba de mí. Siempre había vivido mi
vida haciéndolo a mi manera. No más.
Abrí el refrigerador de nuevo y volví a poner la cerveza, luego tomé
una segunda botella de agua. Cuando cerré la nevera esta vez, estaba
sonriendo. Al girarme para ver que ahora me miraba, me gustó cómo me
hizo sentir.
—Si no tuvieras que llevarme a casa, no me importaría si bebieras
la cerveza —comentó. No me di cuenta que me había atrapado—. ¿Los
padres de Nash no revisan el refrigerador?
—Todavía no lo han hecho. Sin embargo, Nash se ha salido con la
suya mucho este año. Su accidente cambió las cosas —respondí, y me
acerqué a ella para colocar nuestras dos aguas en la barra. Tomé un
plato y puse dos rebanadas de cada pizza en mi plato junto con un poco
de alas, luego metí un trozo de pan de queso en mi boca antes de volver
a sentarme.
Sentí su mirada en mí. Volteé mi cabeza para verla sonriendo tan
ampliamente que esperaba esa risa que aún deseaba escuchar. Mordí
el pan de queso que tenía en la boca y comencé a masticar mientras
sostenía la otra mitad en mi mano. Aurora me observaba, y yo la miraba
observándome.
Cuando finalmente tragué, pregunté: —¿Qué? —sin importarme en
lo más mínimo que me observara.
—Solo me gusta verte comer —respondió.
Asentí con la cabeza hacia el plato frente a ella. —También quiero
verte comer.
Entonces, ahí estaba… se rio. Una risa verdadera y fue adorable. La
mejor parte era que ni siquiera se dio cuenta de que lo había hecho. Se
hallaba cómoda conmigo. No era yo el único que disfrutaba. Esto era
mutuo.
Traducido por -queen-ari-
Corregido por Julie

Aurora
—Por la sonrisa en tu rostro, supongo que anoche fue divertido —
me señaló Hunter cuando entré a la cocina a la mañana siguiente a
buscar mi gofre.
—Sí —respondí con mi voz.
Hunter asintió. —Bueno —dijo, pero su ceño no coincidía con lo que
estaba diciendo. Supuse que esperaba que yo hubiera decidido que no
me gustaba Ryker.
—Voy a contarle a papá sobre Ryker —dije.
Hunter me negó con la cabeza. Sus ojos brillaron de pánico. Eso
hizo que mi ira hacia mi padre aumentara aún más. Odiaba cómo Hunter
temía enfrentarse a él.
—Sí —le dije antes de que pudiera discutir—, no quiero mantenerlo
en secreto. No es justo.
Hunter se pasó una mano por la cara como si estuviera tratando
de pensar en esto y necesitara un momento. Sabía antes de llegar que
no existían conflictos en esta casa. A Hunter no le gustaban los conflictos.
Nunca le gustaron. Si hubiera sido más como yo, me preguntaba si incluso
estaría jugando al fútbol. ¿Se le había impuesto eso o le encantaba el
deporte como parecía? Él no conocía nada más.
—¿Podrías esperar al menos hasta que termine el partido el viernes
por la noche? No necesitamos nada que nos distraiga.
Empecé a decir que no, luego me detuve y me pregunté si tal vez
estaba siendo egoísta al decírselo a papá. Hunter y Ryker necesitaban
ganar este partido de playoffs. Si papá iba a pelear conmigo por esto,
entonces su atención se desviaría de Hunter por una vez, o se desquitaría
con él, y no quería que mi hermano tuviera aún más presión. También
estaba el hecho de que distraería a Ryker con mi drama, y no necesitaba
eso. Hunter y Ryker no necesitaban que me interpusiera entre ellos en este
momento. Papá esperaría que Hunter lo superara todo y ganara el juego.
Todo podría ir de tantas formas diferentes que era imposible arriesgarme.
—Mañana por la noche. Esperemos a que pase mañana por la
noche. Si ganamos, como deberíamos, hablemos de ello antes de que
decidas contárselo a papá. Podríamos ganar la Estatal, y sabes que eso
me asegurará una beca de fútbol.
Hablaba y hacía señas. La ansiedad era clara en sus movimientos
y expresión. Tenía razón al suponer que papá le haría la vida aún más
difícil. Hunter no quería experimentar eso y no lo culpaba. Pero un día,
pronto, tendría que decirle a nuestro padre que no y ser independiente.
—Está bien —acepté. Aunque Hunter ya tenía ofertas de becas de
universidades. No estaba contento con ninguna de ellas, o nuestro padre
todavía no estaba contento con ninguna de ellas. Tal vez Hunter tomaría
su propia decisión sobre a dónde iría. Ojalá lo hiciera. Después pensé en
Ryker y en cualquier oferta que pudiera tener o adónde quería ir. ¿Estaría
muy lejos?
Hunter suspiró y nos quedamos allí sin hablar, sin movernos ni comer.
Ya no tenía tanta hambre. Pero antes del almuerzo sí me moriría de
hambre. Comencé a moverme hacia la caja de gofres congelados que
seguía en la encimera. Al pasar por el proceso de tostar uno y colocar la
caja, me pregunté si estábamos dando más importancia de la necesaria
a todo esto. Sabía que papá era controlador. Solo que no sabía si esto
iba a ser un problema para él. Me guiaba por la palabra de Hunter.
Cuando apareció mi gofre, lo cogí con una servilleta para no
quemarme los dedos, y luego me giré para coger una botella de agua
de la nevera. Sabía que Hunter seguía de pie en el mismo sitio. No se
había movido. Esperaba a que lo mirara de nuevo. Lo que significaba
que tenía algo más que decir. Pensé en salir hacia su camioneta, pero
habría sido una grosería.
Le di un mordisco al gofre y le presté atención.
Sacudió la cabeza y luego se rió, pero no parecía una risa real. Una
de incredulidad o frustración. Si pudiera escuchar, imaginé que habría
sido severa o quizás fría. —¿Cómo cambió tanto en una semana? La
semana pasada mi única preocupación había sido el campo. Ganar. —
Entonces se marchó hacia la puerta principal.
No lo había dicho, pero me culpó. Por venir aquí y ponerle las cosas
difíciles. Sabía que quería que me interesara cualquier otra persona que
no fuera Ryker. No pensé que vendría aquí y conocería a alguien como
Ryker. Había sido tan rápido. Pasó tan rápido. No pude evitar temer que
terminaría tan rápido como había comenzado.
Siguiéndolo hasta la camioneta, traté de no preocuparme. Quería
pensar en cómo Ryker me hizo sonreír. Cómo me sentía estando cerca
de él. La emoción que no sabía que existía. Pero todo esto fue rápido. Ni
siquiera lo había conocido la semana pasada. Ahora él era todo en lo
que pensaba. ¿Era tan malo? Cuando lo nuevo desapareciera para él,
¿pasaría a otra persona? ¿Estaba siendo ingenua?
Probablemente.
Posiblemente.

***

Para cuando llegamos a la escuela, me había propuesto no ser la


chica tonta que espera al chico. No buscaría a Ryker. Si lo encontraba
allí, entonces genial. Si no, estaba segura de mí misma. Tenía todo esto
bajo control. Me había animado a mí misma y estaba tan concentrada
en no obsesionarme con Ryker que abrí la puerta de golpe, negándome
a buscarlo en el aparcamiento, y bajé de la camioneta solo para chocar
directamente con su amplio pecho.
Hice un ruido cuando sus manos me agarraron por la cintura para
estabilizarme, y sentí la vibración de su pecho cuando dijo algo. Al
levantar la cabeza para mirar fijamente a los ojos que parecían un líquido
oscuro y cálido en el que podría ahogarme fácilmente y disfrutarlo, supe
que mi discurso de ánimo era inútil. Bastó una mirada suya para que no
me importara nada más. Esto tenía que ser peligroso para mi corazón. Me
importaba demasiado y demasiado rápido.
—¿Estás bien? —preguntó, sus hermosos ojos buscando en mi rostro
respuestas a mi extraña y casi frenética salida de la camioneta de mi
hermano.
Asentí. Sus manos se quedaron en mi cintura. Por un momento creí
que me iba a besar. Justo aquí, frente a Hunter y el resto. Perdida en su
mirada, no me importaba quién nos viera. Nada más importaba.
—¿Estás segura? —preguntó, y de nuevo me quedé paralizada en
la perfecta plenitud de sus labios. Los miré más de cerca de lo necesario.
—Sí. Solo estaba distraída —respondí, usando mi voz.
Entonces sonrió. Cuando usaba mi voz con él, le gustaba. Siempre
pude ver el placer en su rostro. Eso fue único para mí. Cuando era más
joven y utilizaba mi voz con personas que no eran mi familia, tenía
reacciones encontradas. La mayoría de la gente se sentía incómoda con
eso. No les gustó la forma en que sonaba, y me di cuenta. Dejé de hablar
excepto con mi familia o mis profesores.
Sin embargo, Ryker no reaccionó igual que los demás. Deseaba
escucharme. Me pregunté si sería lo mismo para él que para mí querer
sentir su risa anoche.
Sus manos se movieron de mi cintura y dio un paso atrás. Quería
protestar, pero antes de que pudiera reaccionar, comenzó a usar sus
manos. Fue lento e inseguro, pero me dijo claramente con señas: —Te
extrañé.
Miré sus manos por un momento más, luego levanté mis ojos hacia
su rostro. No supe que decir. Me sorprendió y me invadió una extraña
sensación.
—¿Lo hice correctamente? —me preguntó entonces, arrugando su
frente con preocupación.
Asentí. —Yo también te extrañé —le respondí con señas.
La sonrisa que apareció en su rostro cuando entendió lo que había
dicho iluminó mi mundo. Mis ojos ardían por la emoción que crecía dentro
de mi garganta mientras se tensaba. Había hecho señas. Se tomó el
tiempo de aprender a decirme algo de la manera más fácil para mí. Iba
a llorar y a quedar como una idiota. Tragando con fuerza, me mordí el
labio inferior para no avergonzarme con las lágrimas que amenazaban
con derramarse.
Respiró rápida y decididamente, luego volvió a levantar las manos
y dijo con señas: —Buenos días.
Sonreí y la expresión era acuosa. Estaba fallando en lo de no llorar.
Le devolví el saludo: —Buenos días. —Luego limpié la lágrima perdida
que se soltó. Todo eso tratando de convencerme de no preocuparme
demasiado por él. Para protegerme. Nos acabábamos de conocer esta
semana. Podría pasar a otra persona mañana. Luego esto. Apareció esta
mañana y me saludó con la lengua de señas. ¿Cómo puede alguien
pensar que es un mal tipo?
—¿Por qué estás llorando? —preguntó con sus palabras esta vez.
Luego extendió la mano para tocar mi mejilla. Ahora no estaba seguro.
La sonrisa desapareció. Volvió la cabeza de mí y seguí su mirada para ver
a Hunter parado allí. Me había olvidado de Hunter y del resto del mundo.
Todo lo que capté de mi hermano fue “eso”. No sabía lo que le
había estado diciendo a Ryker.
La mano de Ryker se movió de mi cara a mis hombros mientras me
llevaba a su lado. No fue un movimiento posesivo, o no se sintió así. Fue
más protector. Fue gentil. Alargó la mano y deslizó mi mochila de mi otro
hombro, luego la movió hacia el suyo. Nuestras miradas se encontraron y
bajé la mirada a su boca para ver si quería decir algo.
—Haría cualquier cosa por ti —dijo simplemente.
Volví a sentir un nudo en la garganta. No sabía lo que le dijo mi
hermano, pero esta fue su respuesta. Hunter había caminado hacia la
escuela, dejándonos solos.
—¿Por qué? —Le pregunté, necesitando entender cómo me había
vuelto tan importante para él tan rápidamente. Había decidido que
llegué a interesarme tanto por él porque era el primer chico que me
había hecho sentir así. No tenía experiencia con los chicos.
—Estar contigo me hace sentir bien. Completo.
Otra lágrima escapó, y su pulgar la secó antes de besar mi mejilla
donde había estado. La calidez de su aliento me hizo temblar y moverme
hacia él, deseando poder quedarme así a su lado para siempre.
Nunca había odiado más la primera clase mi vida.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Julie

Ryker
—Me pasé el desayuno intentando convencerla que salir contigo
iba a complicar las cosas en el equipo. Necesito que te mantenga en
secreto hasta mañana. Nuestros papeles en este partido son cruciales. Lo
sabes. No confío en la reacción de papá. Si esta mierda nos explota en
la cara antes del viernes, entonces no tendremos la mente en el partido.
Además, le hiciste señas… no esperaba eso. —Las palabras de Hunter se
quedaron conmigo toda la mañana.
Ese era un sello de aprobación que no esperaba obtener de Hunter
Maclay. Había tenido que quedarme a hablar con el profesor, que quería
discutir mi último examen, después del primer periodo, así que me perdí
de ver a Aurora entre clases. Incluso si verla siempre me hacía llegar tarde
a mi próxima clase. Nash se encontraba a mi lado tan pronto como el
segundo periodo terminó.
—En caso que te lo perdieras, Nova encima de Brett en el pasillo
esta mañana —dijo como si me advirtiera.
—Bien —respondí, pensando que era un alivio, y esperaba que el
jugador de tenis pudiera mantenerla interesada por un largo rato.
—¿No te importa? —preguntó.
—Diablos no. Me ayuda.
—Quitó su atención de Tallulah, así que me sentí muy feliz, pero
entonces no estaba seguro en dónde estabas con esto con Aurora.
—Estoy completamente involucrado. No me interesa nadie más —
dije, girando la cabeza lo suficiente para mirarlo a los ojos mientras lo
decía.
—¿Es por eso que vas en su dirección y no a tu tercer periodo de
clase? ¿Para verla?
—Síp.
—Demonios, nunca pensé que alguna vez te vería enredado con
una mujer.
Pensé en eso por un momento. —Yo tampoco —dije finalmente.
Esto era algo que nunca esperé. Pero al momento en que la vi el lunes,
algo dentro de mí revivió. Entre más estaba a su alrededor, incluso solo
enviándole mensajes, conociéndola, más me apegaba. No tenía otra
forma de describirlo.
—¿Estás listo para mañana en la noche? North Bank no ha perdido
un partido. Richards es el mariscal de campo número uno reconocido en
el estado. Nos va a costar todo lo que tenemos sacar un triunfo.
Tenía mucha más fe en Hunter que Nash. Él ahora se encontraba
en la banda lateral, dirigiendo. Ya no sentía la vibra en el campo. Solo el
equipo podría saber con certeza si éramos capaces de esto. Después de
la aprobación de Hunter de hoy, sabía que estábamos bien. Su cabeza
regresaría al campo. Eso es todo lo que necesitábamos.
—Estamos listos —le dije. Ya no tenía tiempo de hablar sobre eso,
porque Aurora salió entre la multitud en el pasillo, y sus ojos se encontraron
con los míos—. Me tengo que ir —le dije a Nash, y me moví con facilidad
a través de los cuerpos que bloqueaban mi camino, puesto que era más
grande que la mayoría de ellos.
Ella no tuvo que moverse, porque estuve a su lado en un instante.
Me pasé la mayor parte del último periodo mirando el mismo video de
Youtube que estudié anoche sobre la lengua de señas para principiantes.
Estaba listo para intentar lo que había aprendido. Aunque lo miré una y
otra vez en mi teléfono, que tenía escondido en mi cuaderno, aún no lo
había intentado realmente.
—¿Cómo ha estado tu día? —dije con señas, esperando haberlo
hecho correctamente. Esta mañana me sentí un poco más confiado.
Había practicado los movimientos tarde en la noche y toda la mañana
en el espejo. Esta vez no estaba tan preparado.
Ella me sonrió y me respondió con señas, pero dijo las palabras al
mismo tiempo. —Mejor ahora.
—El mío también —respondí, sin saber las señales para eso o
cualquier otra cosa más.
Daría lo que fuera por lograr ir con ella a todas sus clases. Verla todo
el día. En cambio, no teníamos nada juntos.
Me estiré y tomé su bolso del hombro y lo deslicé sobre el mío antes
de señalar con mi cabeza en dirección a su siguiente clase.
—Te acompañaré a tu clase —le dije. Ella me dio una sonrisa
complacida.
Deslicé una mano en su espalda y la moví entre las personas con
facilidad. Era pequeña, pero contra mí era más fácil arreglárselas en
tanto todo el mundo corría a sus clases cuando sonó la campana de tres
minutos de advertencia. Llegaría tarde, pero no me preocupaba.
La puerta de su salón se encontraba abierta, y mientras los otros se
apuraron para entrar, de mala gana tomé su bolso y se lo regresé. Suspiré.
—Te extraño. —Porque ya lo hacía.
Suspiró. —Yo también te extraño.
Luché con la urgencia de besarla y la observé mientras iba al salón.
Cuando me di vuelta para irme, allí estaba Nova. Tenía una ceja
levantada, y su mano izquierda en su cadera. —¿Acabas de usar lengua
de señas? —preguntó con incredulidad.
No vi razón para responderle, pero asentí antes de pasarla yendo
hacia mi salón de clases.
—Ahora estoy saliendo con alguien. No voy a seguir con tus juegos.
Puedes dejar de actuar como un idiota. No funcionó —me gritó.
Asentí una vez y seguí caminando.
La campana de retraso sonó justo cuando entré en mi salón.

***

El almuerzo fue difícil. Todos hablaban fuertemente. Incluso Nash


estaba enfocado en el partido de mañana por la noche. Hunter no nos
observó todo el tiempo, lo que era un alivio, puesto que quería hablar
con Aurora. Pero con toda la actividad y las interrupciones, las cosas se
hacían difíciles. Cuando alguien en la mesa me preguntaba algo o dirigía
su atención hacia mí, responderles significaba girar mi cabeza de Aurora,
y ella no tendría idea de que hubiera dicho. No me gustaba que estuviera
así de aislada. Tenía que haber una mejor forma para el almuerzo. Era el
único momento que tenía con ella durante el día.
Mantuve su mano en la mía debajo de la mesa tanto como pude.
Me dio alguna conexión con ella, incluso si apenas lográbamos hablar sin
ser interrumpidos. Tallulah se sentó frente a nosotros, y le hizo señas a
Aurora, lo que significaba que tuve que soltar su mano, y me sentí dividido
entre estar frustrado con Tallulah y agradecido con ella por hacerla sentir
incluida.
Las observé hablar con señas, tratando de descubrir cualquier cosa
que pudiera reconocer y aprender. Tallulah me vio y comenzó a usar las
palabras mientras hacía señas, para mi beneficio. Los chicos trataron de
involucrarme a menudo en la conversación, y tuve que decidir colocar
mi mano en el muslo de Aurora. Al principio, cuando la puse allí, ella saltó
un poco, y yo le sonreí. El rosa en sus mejillas me hizo querer besarla, pero
entonces de nuevo, no se necesitaba mucho para querer hacerlo.
La campana sonó y terminar el almuerzo fue frustrante. Esto había
sido demasiado corto. Tenía práctica esta tarde, y Aurora dos exámenes
mañana y debía estudiar esta noche después de la cena con su familia.
Esto era todo lo que lograría verla hoy. No había tiempo entre nuestros
próximos periodos para verla. Tomé su mano mientras nos parábamos y
caminábamos lentamente detrás de todos los demás para dejar la
cafetería.
Soltar su mano para que pudiera alejarse de mí fue más difícil de lo
que debería haber sido. Cuando ya no pude verla más, giré y me dirigí a
mi siguiente clase. Asa se encontraba de pie entre la clase y yo.
—Te gusta de verdad. —No me preguntó. Solo lo mencionó.
—Sí —respondí de todas formas.
Se encogió de hombros. —Ella es guapa, pero la cosa de la sordera
parece demasiado trabajo.
Conocía a Asa lo suficientemente bien para saber que no estaba
siendo un idiota. Era demasiado directo. Decía cosas sin pensar. Pero oírlo
decirlo como si eso la hiciera defectuosa me enfureció. La ira subió por
mi columna y explotó antes de que pudiera pensar con claridad.
Entonces, me encontraba delante de él, y lo empujé contra los
casilleros detrás. Mi cabeza palpitaba y mi sangre bombeaba. Sabía que
tenía que controlarme, pero era como si me hubiera alejado y estuviera
observando esto desde lejos, incapaz de hacer nada al respecto.
—¡Nunca vuelvas a hablar así de ella, carajo! —El rugido en mi voz
recorrió todo el pasillo. Era consciente de ello, pero me era indiferente.
—¡Dios, hombre! No la estaba criticando. Cálmate de una vez —
dijo Asa con enojo, sus ojos abiertos por la sorpresa.
—Ella es perfecta. ¿Me entiendes? ¡Nunca vuelvas a decir algo así
sobre ella! —Seguía gritando.
Las manos que agarraron mis hombros eran firmes y fuertes. Fui
alejado de Asa, y ese fue el momento en el que me las arreglé para
reaccionar y sacudirme lo que sea que me haya poseído.
—A mi oficina. Los dos. —La voz firme del director Haswell no venía
de detrás de mí sino desde lejos. Tiré mi cabeza hacia atrás para ver quién
me había alejado de Asa, y me encontré con la expresión de enfado del
entrenador mientras me empujaba hacia Haswell con la fuerza suficiente
para que al principio me tropezara.
No sabía que esperar. Nunca antes había explotado así. No podía
explicarlo. Asa caminó a mi lado, pero mantuvo la distancia. Sabía que
el entrenador se encontraba detrás de nosotros mientras caminábamos
hacia la oficina de Haswell.
El de mañana en la noche podría ser el partido que consolidara mi
educación universitaria. Era importante. Quería juagar fútbol cuatro años
más en la universidad, pero también sabía que mis padres deseaban que
consiguiera una beca. Sin embargo, no pensé en nada de eso cuando
enloquecí con Asa. Sin la beca para una gran universidad, estaría yendo
a algún lugar más económico. Este partido sería el que decidiera todo.
Ahora había una buena oportunidad de que no jugara en él.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Julie

Aurora
No sabía si estaba siendo paranoica o qué era lo que pasaba, pero
cuando salí para encontrar a Ella en el estacionamiento después de la
escuela, sentí que todos me miraban. Aparte del primer día que estuve
aquí, no me había sentido así. Lo nuevo quedó olvidado rápidamente, o
la presencia de Ryker a mi lado lo detuvo.
De cualquier manera, cuando por fin llegué al auto de Ella, me sentí
aliviada de cerrar la puerta detrás de mí y alejarme. Era una sensación
extraña. Una que no me gustaba en lo más mínimo.
La miré a Ella y sonreí. Hablar con ella siempre era incómodo. Se
encargaba de eso.
Me saludó, y aunque no pude oírla, pude ver que hablaba en voz
alta por sus ojos abiertos y la exageración de su boca. Lo hacía mucho
conmigo. Había visto a mi padre y a mi hermano decirle que gritarme no
ayudaba. Sin embargo, no era la persona más brillante que conocía. No
entendía que gritarme no era necesario.
Hola, respondí en silencio.
Fue suficiente conversación para ella, y ahora se alejaba felizmente
de la fila de autos que recogían a los estudiantes y se apartaban. Suspiré
con alivio. Esta tarde había sido larga. No vi a Ryker después del almuerzo
y entendí por qué, pero lo extrañé.
Esta noche compartiríamos una comida muy saludable y poco
apetitosa que Ella prepararía, y papá hablaría del partido de mañana
con Hunter durante la cena. Luego tenía que estudiar para un examen
de literatura que no me preocupaba mucho y otro de trigonometría que
sí me preocupaba un poco.
El viaje a casa no era nada nuevo, y mi tarde transcurrió según lo
planeado. No fue hasta la cena que las cosas tomaron un mal rumbo.
Hunter entró en mi habitación abruptamente, con la puerta abierta de
par en par y una mirada de ira en su cara. Me levanté de un salto, me
sorprendí por su aparición repentina, pero rápidamente me molestó que
irrumpiera de esta manera.
—Te lo advertí —dijo con señas—. Sabía que esto era malo. Te pedí
una cosa. Una cosa simple. Los playoffs son lo que determinará mi carrera
universitaria. Gracias a Ryker, va a ser imposible ganar mañana por la
noche. —Me habló todo con señas. Su ira también rayaba en el miedo
que se reflejaba en sus ojos.
—¿Qué ha pasado? —pregunté, confundida.
—Tú. Tú eres lo que ha pasado. Ryker atacó a Asa en el pasillo por
un comentario que hizo sobre ti. Pasaron la tarde en la oficina de Haswell
con el entrenador Rich. La decisión fue dejar jugar a Asa, ya que no había
querido decir nada ofensivo, pero Ryker tiene que quedarse fuera la
primera mitad del partido. ¿Tienes idea de lo que podría pasarnos sin él
en la primera mitad? —Luego, con frustración, alzó las manos al aire—.
Este también es el futuro de Ryker. Irá a la universidad que le da una beca
completa. Tiene los medios para ser grande en la universidad y podría
llegar a ser profesional. Pero esta semana está tan absorto contigo que
se desquita con Asa por haber dicho que eres sorda. —Hunter dejó caer
sus manos a su lado. Había terminado de hacer señas. Aunque no veía
cómo esto era mi culpa.
—¿Qué dijo Asa? —pregunté, necesitando entender por qué Ryker
le había atacado. ¿Y qué significaba exactamente el ataque? ¿Le dio
un puñetazo?
Hunter parecía molesto, pero vi por la forma en que su expresión
cambió que no estaba enfadado con Ryker. Necesitaba estar enfadado
con alguien, así que lo dirigía a mí. Haciendo que todo fuera mi culpa.
Incluso cuando sabía que no lo era. —Asa dijo algo sobre que era difícil
hablar contigo ya que eres sorda. No estoy seguro de cómo lo dijo, pero
Ryker reaccionó más violentamente de lo necesario. —Frenó un minuto y
se pasó la mano por la cara. Luego dijo—: Aunque entiendo. Su reacción.
Su deseo de defenderte o protegerte... lo respeto por ello. Pero maldita
sea, Aurora. Tenemos un partido que ganar. Ryker es mi mejor receptor.
—¿Qué hizo Ryker? ¿Le pegó? —Esperaba que no. Todo parecía
un poco demasiado. Era cierto que era sorda, y sí, comunicarse conmigo
para él era un desafío.
—Lo golpeó contra los casilleros y lo amenazó. Nada demasiado
severo, pero fue muy práctico y agresivo. El entrenador lo detuvo. Podría
haber sido peor. Pero Asa intentaba calmar a Ryker, no hacerlo enojar
más. —Sacudió la cabeza y la inclinó hacia atrás para mirar al techo.
Asa no era pequeño. Pero Ryker era un poco más grande, creo.
Aunque no pude ver que fuera lo suficientemente fuerte para golpear a
Asa contra las taquillas. La imagen me molestaba. No era mucho por lo
que preocuparse, y la verdad era que cuanto más tiempo pasara Ryker
conmigo más gente iba a hablar. Dirían cosas mucho peores. No podía
reaccionar así cada vez o nunca más. Hunter tenía razón; tenía un futuro
del que preocuparse. La realidad de esta situación empezaba a calar.
No había considerado que algo así pudiera suceder.
—Más gente dirá cosas. Tiene que aceptarlo y no defenderte a
menos que sea absolutamente crucial. No puede hacer esto cada vez
que alguien diga algo sobre que eres sorda.
Acabó de decir exactamente lo que pensaba. Estuve de acuerdo,
pero no sabía qué hacer ahora. Cómo manejarlo.
—Papá querrá saber lo que pasó. Ryker no jugará la primera mitad,
y necesito decirle por qué. No voy a decirle que estás hablando con Ryker
o saliendo con él. Solo que se ofendió por mi causa.
Esto pasaría en la cena. Tenía que estar de acuerdo con ello, pero
odiaba la mentira. Quería contarle a papá lo de Ryker. Esconderlo estaba
mal, especialmente por las razones que tenía para hacerlo. El color de la
piel no era importante. Mi padre era un hombre educado, y esperaba
que él también lo creyera. Hunter no lo creía. Además, conocía a nuestro
padre mucho mejor que yo.
Estudié la expresión de mi hermano un momento, preguntándome
si tenía razón. ¿Decirle la verdad a papá solo causaría más problemas?
Podría esperar. Un día más. El partido era mañana por la noche, y Hunter
ya se encontraba lo suficientemente preocupado por jugar sin Ryker.
Solo asentí con la cabeza. Aceptaría cualquier cosa que le dijera
a papá en la cena.
Hunter se dio vuelta para salir de mi habitación, y vi mi teléfono
encenderse donde lo dejé en el centro de mi cama. Me apresuré y lo
recogí para ver dos mensajes de texto de Ryker. Y uno de Tallulah.
Primero abrí el de Ryker.
Tenemos que hablar. ¿Puedo verte esta noche?
El siguiente, dos minutos después del primero...
No dejes que Hunter te convenza de nada, por favor. Déjame
explicarte.
Antes de responder, fui al texto de Tallulah.
¿Quieres venir conmigo al partido de mañana? Podemos sentarnos
juntas.
Para ese tenía una respuesta inmediata, así que respondí:
Sí. ¡Gracias!
Luego volví al mensaje de Ryker. Mantener mi distancia con él
hasta que el partido terminara podría ser lo mejor, pero no era justo. No
para él. Quería verle. Decirle que tenía que dejar de defenderme cuando
alguien dice lo obvio.
¿Puedes recogerme fuera a las ocho y media?
Su respuesta inmediata fue:
Sí.
Sonreí a pesar de todo. Siempre me hacía sonreír.
Traducido por Val_17
Corregido por Julie

Ryker
Me quedé de pie en la cocina, donde mi padre me había llamado
en el momento en que entré a la casa. Mi hermana no se hallaba a la
vista, lo que significaba que la envió a su habitación para esto. A Nahla
le encantaban los chismes y era muy entrometida. Estaría escuchando
desde el pasillo.
Mamá cocinaba algo en la estufa y me miró con una expresión
preocupada antes de revolver lo que tenía que ser chili en esa enorme
olla, porque no cocinaba mucho más en ella. Preocupado por el hecho
de que mi madre estuviera cocinando, moví mi mirada hacia papá. Se
encontraba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en
la encimera, estudiándome con intensidad.
—Explica esta mierda —dijo, luego señaló la mesa de la cocina
para que me sentara. Si no se sentaba, yo tampoco lo haría. Le gustaba
dominarnos cuando estábamos en problemas, pero ahora que era lo
suficientemente grande para mirarlo a los ojos, quería que me sentara.
Nop.
—Asa se sobrepasó. Tiene que cuidar su maldita boca. Lo corregí.
—Sabía que ya tenía los detalles del entrenador Rich. Esto era inútil. Solo
quería saber por qué me importaba que Asa dijera algo sobre Aurora.
—¿Te gusta la chica Maclay? —preguntó, con un tono calmado.
Sin atisbo de enojo.
—Sí. Me gusta.
Mamá se volteó de nuevo para mirarme. Lancé mis ojos hacia ella
por un momento, luego miré a mi padre. Parecía aún más preocupada
ahora, y no veía por qué debería estarlo.
—Es sorda. No conoces la lengua de señas. Sería difícil comunicarse
con ella. Eso es lo que Asa estaba diciendo, según mi comprensión de la
situación. ¿Eso fue sobrepasarse? ¿Necesitaba que lo golpearas contra
un casillero y lo amenazaras porque señaló la verdad?
Me tensé. —Fue la forma en que lo dijo. El tono de su voz —respondí,
incapaz de no sonar enojado.
—¿Su tono? ¿Golpeaste no solo a un amigo, sino a un compañero
de equipo, contra el maldito casillero por su tono? Tu futuro depende de
este partido, hijo. No jugar durante toda la primera parte va a llamar la
atención. En un mal sentido. ¿Crees que los cazatalentos no descubrirán
por qué no estás jugando? ¿Crees que quieren reclutar a un tipo que no
sabe controlarse y que explota por estupideces?
—No fue una estupidez. —Lo detuve y me di cuenta que había
dado un paso en su dirección.
Sus cejas se alzaron ante mi movimiento. Puede que tuviera su
estatura y mis hombros eran anchos para mi edad, pero los de él eran
más anchos. De él saqué mi tamaño, pero mis bíceps no eran tan grandes
como los suyos.
—Ryker —me advirtió la voz de mi madre, casi asustada.
—Ella te está volviendo estúpido. Mierda. Esta es una primera vez
—dijo papá, luego negó con la cabeza con incredulidad—. Chico, tienes
una carrera universitaria en la que enfocarte. Quieres salir de esta ciudad
y ser alguien, tienes el talento y el tamaño para hacerlo. Pero que una
chica te haga actuar como un idiota va a detenerlo. Acabará con todo.
—Aurora entiende todo esto. Demonios, su hermano es el atleta
más motivado que he conocido. Es todo lo que hace, joder. Ella entiende
que esto es importante para mi futuro. No intentará interponerse en mi
camino.
Papá me tocó el pecho con su enorme dedo. —Tú. Eres tú quien lo
hundirá. Por ella. El fútbol es lo primero. Antes que las mujeres. Siempre lo
has sabido. No dejes que esta te arruine la cabeza. Tus metas.
—No lo hace —respondí.
—Lo hizo hoy. Y ni siquiera quiso hacerlo.
Sabía que mi reacción con Asa fue un error. No lo iba a admitir,
pero lo sabía. Exploté y parecía que no podía detenerme. Mi necesidad
de protegerla me controló. El hecho de que alguien pudiera decir algo
mucho peor eventualmente no se pasó por alto. No sabía si podría evitar
reaccionar. Hoy no pude.
—Cariño, queremos que tengas relaciones. Eres joven, y el hecho
de que te guste tanto esta chica me hace feliz. Me da la esperanza de
que estás madurando en ese sentido. Pero tu padre tiene razón. Primero
tienes que pensar en tu futuro. No puedes dejar que esa cabeza tuya
explote por todo lo que alguien dice sobre ella. —Mamá se acercó y
papá sabía tan bien como yo que ella se movía para protegerme, si era
necesario. Papá nunca fue abusivo ni nada por el estilo, pero tampoco
lo había enfrentado del modo en que lo hice hace un momento.
—También hay una cosa más. No sé si lo has pensado todavía. Ella
es blanca. —Papá lo dijo como si eso fuera un gran problema. Había
salido con muchas chicas blancas. Demonios, mi tía era blanca.
—¿Y? —dije, incrédulo de que incluso hubiera mencionado el color
de la piel.
—Hoy cuando hablé con el entrenador Rich, me mencionó que su
papá podría tener un problema con eso. Que Hunter le pidió que no le
contara nada a su padre sobre esto. Él quería explicárselo.
Mierda. No había pensado en que su padre podría descubrirlo.
Aurora no lo mencionó cuando le envié un mensaje de texto. Pero Hunter
ya había dejado en claro que el que fuera negro iba a ser un problema
para su padre.
—Aurora no está de acuerdo con Hunter sobre cómo reaccionará
su papá. Pero su opinión no le preocupa. No veo por qué a ti debería —
le dije.
Entonces se rió, pero no fue con humor. Dijo: —Eres un idiota. —Mis
manos se cerraron en puños que nunca usaría con mi papá, así que se
quedaron a mis costados.
—Si el papá de esa chica no quiere que salga con un hombre
negro, entonces ella no lo hará. La encerrará. ¿Has visto la forma en que
controla a su hijo? El hombre se queda en el banquillo y le dice a Hunter
qué hacer. El chico obedece como un maldito robot. Si yo te gritara así,
terminaríamos rodando por el maldito campo de fútbol, porque tu puto
carácter fuerte no lo toleraría. Hunter hace lo que le dice ese hombre, y
no es saludable. ¿Crees que no hará lo mismo con su hija?
—Ella no lo dejará. No la conoces. Nunca la has conocido. No se
parece en nada a Hunter. La primera noche que pasé tiempo con ella
fue porque su papá la hizo enojar y se fue de la casa. Luego de enviarme
un mensaje para que fuera a buscarla. Ella toma sus propias decisiones.
—¿Cómo hablas con ella? —nos interrumpió mi madre. Volteé mi
mirada en su dirección, y junto con la preocupación, vi curiosidad.
Trataba de entender. Era lo que esperaba de mi mamá.
—Lee bien los labios y confía en mí lo suficiente como para usar su
voz. No hace eso con nadie más que con su hermano y sus padres. Y
estoy aprendiendo lengua de señas con algunos videos de YouTube que
encontré. Tallulah me va a enseñar más después de la temporada de
fútbol, pero por ahora estoy aprendiendo por mi cuenta de a poco.
Los ojos de mi madre se agrandaron y la sonrisa orgullosa en su
rostro borró la preocupación. —¿Estás aprendiendo lengua de señas por
tu cuenta? —preguntó, pero no había necesidad de que respondiera.
Fue más una declaración impresionada. Algo que no esperaría de mí.
—Mierda —murmuró mi padre—. Esta chica se acaba de mudar
aquí el fin de semana pasado. ¿Cómo diablos te involucraste con ella tan
malditamente rápido? —No parecía impresionado. Estaba furioso.
Sabía que todo esto ocurrió rápido. Esta semana se sintió como si
hubiera sido mucho más larga. No me gustaba la persona que había sido
la semana pasada. No quería volver a ser él. Porque ese tipo no sabía lo
que era ver a Aurora sonreír y ser la causa de ello.
—El lunes por la mañana, en el primer momento en que la vi, algo
cayó en su lugar.
Papá gruñó y golpeó la encimera con la palma. —Bueno, eso es
hermoso, joder. —No sonaba para nada feliz. Estaba siendo sarcástico—
. ¡Tienes una carrera universitaria por delante! No te pongas cursi con esta
chica cuando tengas que dejarla este verano.
Mi mamá extendió la mano, tocó mi brazo y lo apretó suavemente.
No dijo nada. Papá salió de la cocina sin decir una palabra más. Cuando
la puerta de su guarida de hombres se cerró ruidosamente detrás de él,
mamá me sonrió. —Él ya va a calmarse. Solo le preocupa que pierdas la
oportunidad de jugar el segundo tiempo del partido. Ya lo sabes. —Se
puso de puntillas y me incliné lo suficiente para que pudiera besarme la
mejilla—. No puedo esperar para conocer a esta chica. Ella debe ser
especial.
Sonreí. —Lo es.
Traducido por Julie
Corregido por Beatrix

Aurora
Sabía que habían estado hablando de mí cuando entré en el
comedor, porque vi mi nombre en los labios de Hunter. No presté
atención a lo que decían, pero fui a la silla de la mesa que era mía. Ya
sabía que esto iba a ser una mala comida con un peor tema de
conversación.
Ella colocaba la comida en el centro de la mesa, y reconocí algo
que tenía cuscús. Eso era prometedor si el material que lo contenía no
era tofu. No podía estar segura. La última cena de Ella fue notablemente
extraña y también mala.
Cuando Hunter se sentó frente a mí, lo miré a él en vez de a la
comida, y me dio una advertencia silenciosa. Se aseguraba de que le
dejara hablar y no había decidido decirle la verdad a papá. Por el bien
de Hunter y Ryker, no iba a hacerlo esta noche. Tenía razón. El partido era
importante para ambos.
Hunter hizo señas y habló al mismo tiempo. Él y papá hacían eso
por Ella. Yo no. No iba a usar mi voz con ella. Si era algo que pensaban
que necesitaba oír, se lo dirían. —Papá te está preguntando algo —decía
para que me volviera a mirarlo. Le estuve evitando. No quería hablar con
él. Si no fuera por la súplica silenciosa en los ojos de Hunter, habría seguido
ignorándolo. Por mi hermano, no lo hice. Volví mi mirada hacia mi padre.
—¿Por qué crees que Ryker te ha defendido hoy? —preguntó a
quemarropa. Papá nunca fue de los que se andaban con rodeos.
—Ha sido amable. Ha sido muy servicial en la escuela las veces que
he estado cerca de él. Una de las pocas personas que ha intentado
hablar conmigo y llegar a conocerme —dije con lengua de señas y luego
terminé. No más.
Papá frunció el ceño. —¿Todo esto es amistoso con él? Ryker es
conocido por usar a las chicas. Tiene una nueva cada vez que lo veo.
—Está siendo amistoso. Igual que Nash y Tallulah son amistosos.
Papá giró la cabeza hacia Hunter, y yo lo seguí con la mirada.
—Eso es lo que te dije —le dijo Hunter a papá—. Dijo que el tono de
Asa era lo que le hizo enfadar. No que estuviera llamando sorda a Aurora.
Asa puede ser un imbécil. —La expresión de Hunter era neutra, pero pude
ver la tensión en sus hombros. Me preguntaba cómo sonaba la voz de
papá. ¿Era dura? ¿Amenazante?
Volví a mirar para ver la respuesta de papá. —Ryker tiene ojeadores
universitarios que vienen a verlo en este partido, al igual que tú. Ya ha
sido contactado por Georgia y Vandy. No entiendo por qué pondría eso
en peligro. Su padre debería tener más control sobre el chico. Tanto
talento y no se centra en él. Tiene un futuro en el fútbol, o lo tendría si
dejara la vida salvaje. —Nos hablaba a los dos.
No sabía que ya tenía a esas dos universidades hablando con él.
Nunca me dijo eso. Tampoco quería que me recordara su vida salvaje.
Hunter se encogió de hombros como si estuviera relajado, pero su
cuerpo se hallaba tan tenso que me pregunté cómo papá no se dio
cuenta. Estaba nervioso. Papá siempre lo ponía así. —Yo tampoco. A
veces es muy impulsivo. Asa puede haberle hecho enfadar antes, y eso
fue lo que finalmente lo hizo explotar.
Ella cogió un bol de la mesa que contenía una especie de
ensalada de pepino y cebolla y me lo pasó. Quería que empezáramos a
comer. Yo también terminé esta conversación, y aunque no deseaba
comer esta ensalada, tomé un poco y se la pasé a papá. Él seguía
frunciendo el ceño y la miró, luego la ignoró antes de mirar a Hunter.
Dejé el tazón, mirando los labios de mi padre porque dejó de hacer
señas.
—No puedes dejar que la actitud tonta y descuidada de Ryker
afecte al partido. Esto es cosa tuya. Encárgate tú. Hazlo. Concéntrate.
Nada más que ese partido importa en tu mundo ahora mismo. ¿Me
entiendes? Nada. Ryker puede actuar como un... —Se detuvo entonces,
pero no aparté la vista de él. Miraba a Ella. Debió de estar hablando, pero
no me volví para ver lo que decía. En cambio, dirigí mi mirada a Hunter.
Él me miraba. Cuando nuestros ojos se encontraron, levantó las cejas
como para señalar algo. Intentaba transmitirme algo en silencio. Miré
rápidamente a papá para verlo diciendo: —Es mi casa. Usaré cualquier
puta palabra que elija. —Entonces cogió el bol que ignoró antes.
Una mano me tocó el brazo. Ella me entregaba el plato de cuscús
ahora, y yo esperaba que no fuera tofu. Me puse un poco, y luego se lo
entregué a regañadientes a papá. Quería abandonar esta mesa. Quería
preguntarle a Hunter qué se decía que me había perdido. Papá tomó el
tazón esta vez; le echó un vistazo y luego a Ella. —¿Esto es tofu? —le
preguntó. Los pliegues de su frente eran permanentes por los años de
enfadarse, pero cuando fruncía el ceño, eran peores. Odiaba el tofu
tanto como yo. Era posiblemente la única cosa que teníamos en común.
Rápidamente busqué la respuesta de Ella. Asintió y dijo: —Sí, pero
le hice algo diferente. Solo pruébalo.
Qué asco.
Me entregó la última cosa que había traído a la mesa. Era una
especie de pan. Muchas semillas o nueces y era marrón. Marrón oscuro.
Si tuviéramos mantequilla de verdad para hacer esto, estaría bien. Sabía,
sin embargo, que el parecido de la mantequilla en la mesa era de la
tienda de alimentos saludables y asquerosos. Ya lo probé antes con mi
gofre. Había mantequilla de verdad en la nevera. ¿Por qué no nos dejaba
usarla?
Le entregué el pan a papá, quien luego dijo: —¿Dónde está la
mantequilla verdadera?
Ella salió de la habitación con una expresión de enfado. No estaba
tan dispuesta a complacerlo como Hunter. Dudé que fuera tan duro con
ella como lo fue con Hunter. Le llevó un momento regresar, y empecé a
preguntarme si se fue. Por mucho que quisiera mantequilla, eso sería lo
que él se merecía. Ella preparó la comida; podría haber ido a buscar la
mantequilla él mismo. Tal vez podía agradecerle la comida. Sin embargo,
regresó con la mantequilla. La comida continuó sin que se hablara más
de Ryker. A papá no pareció importarle los sentimientos de Ella y volvió a
hablar del partido con Hunter. Cada vez que levantaba la vista, Hunter
asentía y papá hablaba. Todos los movimientos que Hunter podía hacer
en el campo se estaban repasando. Me sentí mal por mi hermano, pero
él permitía que papá le hiciera esto. No entendía por qué. ¿Por qué no
se enfrentó al hombre?
Cuando todos terminamos, porque Hunter y yo habíamos luchado
para acabar con la cena pero hicimos todo lo posible para comer la
mayor parte, ayudé a Ella a limpiar la mesa y la cocina. Papá esperaba
que lo hiciéramos. Éramos mujeres. Si no me sintiera mal porque Ella lo
hiciera ella misma, me iría. Pero no fue su culpa. Papá le dijo a Hunter que
lo acompañara a su oficina en la planta baja. Iban a revisar las cintas del
partido. ¿Esto llegaba a ser demasiado para Hunter? Me cansé pensando
en todo lo que tenía que escuchar.
Sin embargo, no podría haber sido más perfecto para mí. Mientras
se hallaban abajo en la oficina de papá, Ella subía a tomar su largo baño
con un libro, y yo era libre de escabullirme. Lo último que haría cualquiera,
excepto Hunter, sería venir a verme.
Me voy de mi casa ahora.
El mensaje vino de Ryker. Sonriendo, esperé cinco minutos, luego
salí en silencio por la puerta principal y me dirigí a la carretera. Eran las
8:27 cuando se detuvo a un lado de la carretera frente a mi casa con los
faros apagados. Corrí hacia él y lo vi salir para encontrarse conmigo en
la puerta del lado del pasajero. Su camioneta era más alta que la de
Hunter. Ryker parecía pensar que siempre tenía que ayudarme a subir.
Tomó mi mano y la usé para subirme al camión. No nos hablamos porque
teníamos prisa por escapar sin que nos pillara mi padre. Ryker volvió al
camión y dio la vuelta en la entrada del vecino en segundos. Luego nos
dirigimos hacia el pueblo.
Se encontraba oscuro y no podíamos hablar mientras él conducía.
Su mano se acercó, y la suya grande tomó la mía, mucho más pequeña.
El placer de un simple toque hizo que todo lo que estaba mal estuviera
bien. Mi padre, el partido, todo. Esto valió la pena. Sentirse así. Estar con
él.
Condujo más allá de la curva de la ciudad, dirigiéndose a la calle
que habíamos tomado hacia el campo. En vez de adentrarnos al camino
de tierra, se detuvo en una casa. Las luces se hallaban encendidas en el
interior. Un Toyota plateado y un SUV rojo se encontraban estacionados
en la entrada. Estacionó su camioneta, y luego se giró para mirarme en
tanto encendía la luz para que yo pudiera ver su cara claramente. Luego
dijo con señas: —Esta es mi casa.
Había aprendido algo nuevo en el idioma de señas, y yo sonreía
tanto que tuve que lamerme los labios cuando el estiramiento hizo
evidente su sequedad.
Sonrió, contento de haberlo hecho correctamente. Luego dijo con
sus palabras: —Me gustaría presentarte a mi familia. Luego podríamos ir
al estudio y hablar. Mamá no nos deja ir a mi habitación. Incluso si tengo
dieciocho años y me mudo este verano. En su casa, son sus reglas.
Me entró el pánico. Quería presentarme a sus padres. No esperaba
eso. También tenía una hermana, Nahla. Recuerdo que me habló de ella
mientras enviaba mensajes de texto una noche. ¿Y si no les gustaba, o si
mi sordera les resultaba extraña? Ella todavía era muy rara conmigo.
¿Sabían que iba a entrar? ¿Iba a sorprenderlos conmigo? Oh Dios.
—Está bien. Te pusiste pálida —dijo, apretando mi mano, y luego
entrelazando mis dedos con los suyos para llevar mi mano a sus labios.
Después de que la besara, suspiré y me relajé un poco. No del todo, pero
sí un poco—. Mi madre está emocionada por conocerte. No traigo chicas
a casa. Se puso feliz de que quiera traerte aquí. Papá también quiere
conocerte, al igual que Nahla. Ella es molesta y tiene once años. Me
disculpo de antemano —dijo todo esto con una sonrisa en sus ojos.
Respiré profunda y lentamente, luego asentí. —Bien. —Usé mi voz.
Ahora tenía que decidir cómo manejar el hablar con ellos. No sabían la
lengua de señas, y aunque Ryker lo intentaba, no sabía lo suficiente para
ser nuestro intermediario. No podía confiar en que pudieran leer los labios.
No era algo que fuera fácil para la mayoría de la gente. Escribir o enviar
mensajes de texto sería incómodo.
Todo lo que sabía hacer era leer sus labios y usar mi voz. Eso me
ponía tan nerviosa que se me hizo un nudo en el estómago. Ryker era lo
que importaba, y yo usaba mi voz con él. Estaba de acuerdo con eso.
Dijo que le gustaba. Si le gustaba, entonces debería estar de acuerdo en
usarla con su familia. ¿Verdad?
Ryker se inclinó y me dio un beso en los labios. Sentí su aliento contra
mi piel, y supe que me susurró algo, aunque no tenía ni idea de qué. Tenía
que haber estado hablando solo. Cuando se inclinó hacia atrás, me
guiñó un ojo. —Déjame abrirte la puerta. Mi mamá probablemente está
mirando por la ventana, y si te ve salir de esta camioneta sin mi ayuda,
me regañará más tarde.
Me reí y luego asentí. Corrió por la parte delantera de la camioneta
y abrió mi puerta en cuestión de segundos. Esperaba que tomara más
tiempo y me diera un momento para prepararme para esto. Él me quería
aquí, y yo quería gustarle a su familia. Tenía que hacer esto tan cómodo
para ellos como pudiera. Hablar era todo lo que sabía hacer para que se
sintieran más cómodos. Era su normalidad, y las personas solo se sentían
cómodas con su normalidad. Eso era algo que yo sabía muy bien.
Traducido por -queen-ari-
Corregido por Julie

Ryker
Sostuve su mano firmemente en la mía, y el ligero temblor de su
cuerpo cuando abrí la puerta de la casa me dijo que estaba nerviosa.
No quería que lo estuviera. Odiaba que le preocupara tanto conocer a
mi familia. Pero quería que vieran por qué ella era tan importante para
mí. Cómo me había encariñado tanto tan rápido. Esto ayudaría a mis
padres a entender mis sentimientos. Al menos esa era mi esperanza.
Mamá nos recibió cuando nos dirigíamos a la sala de estar. Estaba
sonriendo, y por su expresión me di cuenta que comprendía la atracción
física. Aurora era hermosa y no creí que tuviera idea de lo impresionante
que era. Estaría mintiendo si dijera que su apariencia no fue lo que me
llamó la atención primero.
—Hola —dijo mi madre, mirándome en busca de aprobación de su
discurso, luego volvió a mirar a Aurora. Les había asegurado a todos que
Aurora podía leer sus labios sin problemas. Sin embargo, no estaba seguro
de cómo se iba a comunicar ella. Mierda. Ni siquiera había pensado en
eso. Antes de que pudiera preguntarle si quería un trozo de papel o algo
así, habló.
—Hola, es un placer conocerla. —Estaba seguro de que mi corazón
se oprimió, porque no había otra explicación para la sensación dentro de
mi pecho ante el sonido de su voz. No le gustaba usar su voz, pero la
confianza que demostraba en ese momento me dejó sin palabras.
La sonrisa de mi madre fue algo que noté, pero en lo que no podía
concentrarme en ese momento. Ella también estaba contenta. Tampoco
esperaba que ella hablara. Aunque no creí que entendiera lo importante
que era esto. O el regalo que le estaban dando.
—Ryker nos ha hablado mucho de ti. Estoy tan contenta de que te
haya traído aquí. ¿Puedo darte algo para beber? —Mamá hablaba más
lento de lo normal, y le agradecía por eso, porque hablaba tan rápido
que a veces era difícil entenderla y eso que yo podía escuchar bien.
—Gracias por invitarme, y sí, un poco de agua, por favor —replicó
Aurora. Al oír sus palabras, mi madre se sintió completamente relajada y
extremadamente complacida. Se hallaba preparada para algo difícil.
Aurora se lo estaba poniendo fácil y si mi madre no hubiera estado en la
habitación con nosotros, la habría agarrado y besado.
Mamá empezó a volverse para ir a buscar agua y yo grité: —Coca
Cola de cereza. Hay una botella en el estante inferior. Ayer lo escondí
detrás del recipiente de mantequilla no identificado. Es su favorito —le
expliqué.
Miré a Aurora, que observaba mi boca, y cuando la suya se curvó
hacia arriba en las comisuras, supe que había entendido la mayor parte
de lo que había dicho.
Mamá no dijo nada más, pero ninguno de los dos la miraba. El brillo
de satisfacción en los ojos de Aurora me hizo querer ir a comprar todo el
maldito refresco de cereza en el estado de Alabama. Lo compré ayer
cuando me puse gasolina, pensando que quería tenerla pronto. Ahora
pensaba que debería darle eso todos los días. Saludarla con él en la
escuela por las mañanas.
—Quiero su cabello —nos interrumpió la voz de Nahla y levanté la
mirada para ver a mi hermana entrando por la puerta del pasillo—. En
serio, me gustaría ser blanca solo para poder tener ese cabello.
Sonreí y negué con la cabeza antes de poner mi mano en la cintura
de Aurora y darle la vuelta para que mirara a mi hermana. —Nahla, esta
es Aurora Maclay. —Luego observé a Aurora, que volvió la cabeza para
estudiar mis labios—. Mi hermana Nahla. Sobre la que te advertí —añadí
solo por Nahla.
Aurora se volvió hacia mi hermana. —Es un placer conocerte.
Los ojos de Nahla se abrieron de sorpresa ante la voz de Aurora, y
mi maldito pecho volvió a reaccionar ante el sonido de sus palabras. Iba
a hablar con todos ellos. No solo con mi madre. Estaba usando su voz
para hacerlos sentir cómodos. No tenían idea de lo importante que era
esto, pero yo sí.
—Eres demasiado bonita para mi hermano —dijo Nahla como si
estuviera hablando con cualquiera.
Aurora sonrió suavemente. —Gracias, pero no estoy de acuerdo.
—Volvió esos ojos verdes hacia mí, y la suavidad en ellos fue casi más de
lo que podía soportar. Estaba luchando por agarrarla y arrastrarla como
un idiota posesivo para poder tenerla para mí—. Ryker es el chico más
hermoso que he conocido. —Nunca me había dicho esas palabras.
Cuando se volvió para mirar a Nahla y ver su respuesta, yo seguía
estudiándola. Incapaz de apartar mis ojos de ella. Sin importarme una
mierda que mi hermana pequeña me estuviera viendo así. Totalmente
poseído por una chica.
Las cejas de Nahla subieron tanto como fue posible, y negó con la
cabeza. —Voy a tener que estar en desacuerdo contigo en eso. He visto
a tu hermano —le dijo a Aurora.
Eso hizo que se riera de ella, y solo escucharla hizo que mi mano se
apretara en su cintura. Nunca la había escuchado reír tan fuerte. Quería
más de eso.
—Tengo bebidas y galletas —anunció mi madre al mismo tiempo
que regresaba a la habitación.
—¿Tenemos Coca Cola y galletas? —preguntó Nahla—. ¿Desde
cuándo? Estaba buscando un bocadillo antes.
—El refresco de cereza es para Aurora. Ryker lo tenía guardado en
la nevera para su visita. Escondiéndotelo. Las galletas las compré hoy en
la panadería. Puedes prepararte un poco de leche —fue la respuesta de
mamá.
No había estado observando a Aurora para ver si entendía algo de
esto, pero supe que pilló la mayor parte cuando dijo: —Ella puede tomar
la Coca Cola.
Mamá me miró entonces. Había comprado un litro, así que asentí
a Nahla. —Ve a buscarte un poco.
Ella sonrió feliz y se fue corriendo a la cocina.
La mano de Aurora tocó la mía. La que continuaba en su cintura.
No fue para que la soltara, sino más bien un toque de satisfacción. Quería
que supiera que le gustaba cómo trataba a mi hermana. La forma en
que Aurora utilizaba el lenguaje corporal y el tacto para comunicarse me
hacía sentir que teníamos nuestra propia forma privada de hablar. Me
gustaba. Cada vez lo notaba y lo entendía mejor.
Envolví dos de mis dedos alrededor de los suyos y los mantuve allí
por un momento antes de soltarla para que pudiéramos sentarnos en el
sofá.
—Tenemos galletas con chispas de chocolate y galletas de azúcar
—le dijo mamá.
—Gracias. Tengo hambre. Mi madrastra nos preparó la cena y le
gustan los alimentos orgánicos saludables. Fue terrible —dijo despacio y
me pregunté qué tan difícil sería decir tanto sin escuchar su propia voz.
Habló en voz baja, pero estaba claro.
Mi mamá se rió. —¿Qué cocinó? —preguntó.
Aurora arrugó su perfecta nariz cubierta de pecas y le respondió:
—Tofu.
—Eso suena peor que las cosas que intentas cocinar —le dijo mi
papá a mi madre mientras entraba a la habitación con su taza de café
para la noche. No estaba seguro de dónde estaba o si vendría, pero verlo
me puso un poco nervioso. No quería que él hiciera sentir incómoda a
Aurora después de que había hecho tanto para ayudar a todos los
demás.
—Soy Anthony Lee —dijo, caminando hacia Aurora con la mano
extendida. Ella deslizó la suya en la de él y la sacudió—, Me alegro de
que estés aquí —finalizó.
—Es un placer conocerlo —contestó con un poco más de cautela
que con mi madre y mi hermana.
Papá se inclinó y agarró una galleta de azúcar antes de sentarse
frente a nosotros. —¿Te está gustando Lawton? —le preguntó papá antes
de darle un mordisco.
Ella me miró y sonrió antes de volverse hacia él. —Mucho más de lo
que pensé que me gustaría.
Mi mamá se rió entre dientes.
Papá me señaló con su galleta a medio comer. —Seguramente no
por este tipo —bromeó. Su sonrisa torcida decía que ella le caía bien.
Se encogió de hombros. —Él podría tener algo que ver con eso.
—No te juzgaré por tu gusto por los chicos —dijo con un movimiento
de cabeza.
Aurora sonrió y luego se sonrojó. El rosa era imposible de ocultar
contra su piel pálida. Tuve el impulso de agarrarla y largarme con ella de
nuevo.
Le di un codazo en el brazo y volvió su atención a mi boca. —Come
una galleta. Tienes hambre —le dije. Llevaba en la mano una galleta con
chispas de chocolate sin comer, pero como tenía que vigilar a todos para
saber si le hablaban, no había comido un bocado. Me agotaba por ella.
Me dio una suave sonrisa antes de hacer lo que le dije.
—Me gusta —anunció Nahla mientras regresaba a la habitación.
Me alegré de que Aurora no la hubiera visto entrar ni oyó a mi hermana
anunciar algo así. Como si hubiéramos estado esperando su aprobación.
Mi madre asintió con la cabeza de acuerdo. —Ahora lo entiendo
—fue todo lo que dijo.
Aurora terminó su galleta y deslicé mi mano en la suya. —¿Podemos
ir al estudio ahora? ¿O quieren decirle por qué no debería gustarme más?
—Me aseguré de que Aurora pudiera ver mi boca cuando hablaba.
—Sí, por supuesto. Pero llévense las galletas. Tiene hambre —dijo
mamá.
—¡Espera! ¡Primero déjame agarrar una! —gritó Nahla, corriendo
para agarrar dos galletas. Una de cada una.
Me puse de pie y tomé la mano vacía de Aurora mientras ella se
estiraba para agarrar el refresco de cereza con la otra. Agarré el plato
de galletas que quedaba. —Gracias —les dije a todos.
Aurora simplemente les sonrió a todos y la saqué de la habitación
antes de que nadie pudiera intentar hablar con ella de nuevo. Para ella
era más trabajo y había sido increíble. Eso fue suficiente por esta noche.
Cuando entramos en el estudio, coloqué las galletas en el primer
mueble que encontramos, luego agarré su refresco y lo puse junto a ellas
antes de acercarla a mí y besarla. Soltó un sonidito de sorpresa, luego se
acomodó contra mí. Su cuerpo se me adaptaba perfectamente. Esta
semana había sido la mejor de mi vida. Todo por ella.
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie

Aurora
La tensión en mi cuerpo desapareció muy rápidamente. El estar en
los brazos de Ryker y la calidez de su cuerpo hizo que todo estuviera
bien... no, hizo que todo fuera perfecto. Me estuve esforzando mucho
para que su familia se sintiera cómoda conmigo y no me di cuenta de lo
tensa que me encontraba. Pero su boca mágica lo mejoró todo. Cuando
retrocedió unos centímetros, su cálido aliento olía a galletas. Me incliné y
deposité un beso más en sus labios. Amaba esos labios.
Me había estado sujetando contra él, lo cual facilitó el ponerme de
puntillas. Sostuvo la mayor parte de mi peso y básicamente me levantó.
A regañadientes, me bajó lentamente. Entonces vi sus ojos, y había algo
diferente. Profundidad en su expresión. Había visto su brillo arrogante y el
de complacido, pero este era nuevo. Como ninguno. Era... más. Era
importante. Podía sentir todas esas cosas.
Entonces extendí la mano y toqué su mejilla. Silenciosamente nos
quedamos así, mirándonos el uno al otro. No se necesitaban palabras.
—Usaste tu voz —dijo.
Asentí.
—No tenías que hacerlo, y entiendo cuánto significó que lo hicieras.
Todos parecían muy felices de escucharme hablar. Nadie se alejó
de mí ni me miró con una expresión que demostrara que les molestó. Fue
un gran salto para mí, pero me sentía agradecida de haberlo hecho.
—Quería agradarles. No pensé que escribir las cosas haría que
fuera una reunión fácil. —Jamás fue fácil tener que escribir para
comunicarme con personas que no se hallaban acostumbradas a eso.
Con la familia de Ryker, no iba a cometer ese error.
Tomó de nuevo mi mano y elevó la comisura de su boca en una
media sonrisa. —Solo me preocupaba que te gustaran.
Me llevó al sofá, luego me indicó que me sentara antes de volver a
buscar las galletas y el refresco que dejé en la mesa. No tenía tanta
hambre ahora que estábamos solos. Simplemente quería estar con él.
Disfrutar del momento.
Durante la siguiente hora nos sentamos cerca, tomados de la
mano, viendo The Walking Dead en Netflix y hablando muy poco. No era
necesario.

***

Hunter comenzó a convertir en un hábito el estar en mi habitación


cuando volvía de estar con Ryker. Esta vez me preparé mentalmente
antes de abrir la puerta, y acerté. Porque se encontraba sentado en el
extremo de mi cama. Sosteniendo su teléfono horizontalmente, como si
estuviera jugando con él. Muy probable jugaba Fortnite.
—¿Qué? —le pregunté, usando mi voz. Hoy lo había hecho varias
veces. Se volvía algo natural. Fácil. Algo en lo que no pensé. Me gustaba
esta nueva yo.
—Nada —dijo con una mirada molesta en mi dirección—. Me
quedé aquí en caso de que papá o Ella vinieran a buscarte.
Arqueé una ceja. —¿Y qué les ibas a decir? —dije en lengua de
señas, no quería que me escucharan si estaban en su habitación.
Se encogió de hombros. —No tengo idea. Se me ocurrieron algunas
excusas, pero ninguna sonaba legítima. Entonces —Levantó su teléfono—
, decidí jugar.
Poniendo los ojos en blanco, pasé junto a él y lancé mi bolso sobre
la mesita de noche. Que estuviera aquí lo habría metido en problemas,
porque obviamente habría sabido que me fui. Me di la vuelta hacia él y
le dije: —Es la noche antes del gran partido, deberías estar en la cama.
Sonrió, aunque no de una manera divertida. —Ryker aún no se ha
acostado.
—Lo hará pronto. Vete —respondí.
Hunter presionó un poco más en su teléfono, luego lo deslizó en su
bolsillo. —Bien. Me fui. —Se dirigió a la puerta y se detuvo, se quedó allí un
minuto como si intentara decidir lo que iba a decir, luego se volvió hacia
mí—. ¿A dónde te llevó? —preguntó en lengua de señas.
Sabía que quería preguntar: ¿Qué hicieron?
Esta noche con papá manejó bien las cosas. Lo presionaba, y de
alguna manera era mi culpa. Aunque los problemas de mi papá no
podían ser mi culpa exactamente. Me sentí mal por Hunter.
—A su casa. Conocí a sus padres y a su hermana. Me dieron
galletas y Coca Cola de sabor cereza.
Hunter inclinó la cabeza y preguntó: —¿En serio?
Asentí.
—¿Cómo hablaste con ellos? —preguntó lo obvio. Sabía que Ryker
no pensó en eso cuando me llevó a conocerlos, pero Hunter llevaba toda
su vida viviendo con mi sordera. Era lo primero en lo que pensó. Lo cual
hizo que me diera cuenta de que no había sido así con Ryker. No me miró
y vio solo a una niña sorda. Sonreí de nuevo.
—Usé mi voz —dije con la confianza que sentía honestamente.
La conmoción en su rostro fue inconfundible. —¿De verdad? —
preguntó con asombro.
Asentí. —De verdad —respondí con mi voz.
Su sonrisa era una insegura pero orgullosa. Esto con Ryker lo tenía
dividido entre preocuparse por mí y desear que yo fuera feliz. Nos
entendíamos. Siempre lo hicimos.
—Buenas noches —dijo con un pequeño asentimiento, luego se dio
la vuelta y salió de la habitación. Sin más preguntas. ¿Cómo podía seguir
siendo negativo después de esa información? No podía, y él era lo
suficientemente inteligente como para dejarlo pasar y dormir un poco.
Después de todo, mañana iba a ser un gran día para él, Ryker y el
equipo. Estaba retrasando mi vida y afectando mis elecciones. Así de
importante era. Me senté en mi cama, pensando en cómo algo como el
fútbol podía tener tanta importancia. Olvidé cómo era el mundo del
fútbol desde que Hunter y mi padre se mudaron. Había sido una gran
cosa en nuestra casa desde que Hunter tenía cuatro años. Papá puso
una pelota en su mano y pasó horas con él afuera tirándola de un lado
a otro.
Ahora, después de todos estos años y todo este trabajo, había
llegado el momento de que significara algo. Al igual que cuando éramos
niños y el fútbol venía antes que cualquier cosa que quisiera hacer, de
nuevo venía antes de lo que quería. Aprendí a aceptarlo a una edad
temprana. Me pregunté cuántas chicas harían esto.
Necesitaba quitarme la ropa y alistarme para ir a la cama. Pensé
en darme una ducha, pero podía oler la colonia de Ryker en mí al estar
sentada tan cerca, tocarlo y, por supuesto, besarlo. Decidí que podría
dormir con mi blusa.
Me quité el sostén y lo arrojé al cesto de la ropa sucia, no recordaba
una vez que me hubiera acostado sucia. Me estaba volviendo rebelde.
Ese pensamiento me hizo reír.
Traducido por Betrix
Corregido por Julie

Ryker
Cuando era el día del partido, se percibía electricidad en el aire.
Hoy, sin embargo, era más intenso. Todo el mundo podía sentirlo. La
energía se extendía por todo el alumnado. Sin embargo, ver a Aurora era
una lucha, porque ya me había perdido la primera mitad del partido, así
que llegar tarde a una clase era forzar las cosas. No podía dar a ningún
profesor una razón para meterme en problemas.
Al mediodía, cuando el equipo almorzó por separado de todos los
demás y luego subió a los autobuses para dirigirse a North Bank, que era
un viaje de dos horas, solo la había visto dos veces y muy brevemente.
Miré a mi alrededor mientras nos enviaban desde el gimnasio, donde nos
dieron de comer, a los autobuses que alquilaron para el viaje. No la vi en
el pasillo atestado de gente a nuestra izquierda. No era hora de que
estuviera en este lado del pasillo, pero tenía la esperanza de que tal vez
viniera a verme antes de irme.
—Ella no conoce el procedimiento en días de partido como este —
dijo Hunter Maclay mientras caminaba a mi lado derecho.
Lo miré. Tenía la misma expresión intensa que adoptaba todos los
días de partido y en el campo. Sin emoción. Solo concentración. Como
si estuviera repitiendo cada jugada en su cabeza y preparándose para
cualquier cosa que pudieran lanzarnos en nuestra dirección la defensa
opuesta.
Me miró fijamente. —Estabas mirando entre la multitud. Buscando,
más bien. Supuse que era Aurora lo que buscabas. Al menos será mejor
después de toda esta mierda. —Volvió a mirar al frente, pero siguió el
paso a mi lado.
—Hoy no la vi mucho. Debería haberle dicho que saldríamos a esta
hora —le dije con sinceridad. Porque necesitaba saber que ella era a
quien buscaba. Nadie más se hallaba en mis pensamientos.
—Mejor. Necesitas tener la cabeza despejada —fue su respuesta
automática. Este muchacho tenía problemas serios. Le daba demasiada
importancia al deporte. Claro, yo también lo necesitaba para pagar la
universidad, pero Jesús, él era un puto sargento.
—Ver a una chica antes de jugar nunca ha perjudicado mi
rendimiento —respondí, preguntándome si esto era algo que su padre le
metió en la cabeza.
No se inmutó. —Me dijiste que nunca te habías sentido así por otra
chica. Creo que eso podría ser diferente.
No tuve respuesta a eso. Posiblemente, porque tenía razón. Esta era
la primera vez para mí. Pero no quería pensar que no ver a Aurora me
ayudaría a estar más concentrado. —Creo que me hará pensar más en
ella. Me pregunto si entiende adónde fui y que no pude despedirme. —
Eso es, Hunter. ¿Qué te parece la honestidad?
Llegamos a la fila de jugadores cargando el autobús y entregando
sus maletas a las personas que las ponían debajo del autobús. Entonces
se detuvo y se volvió hacia mí. —Mi hermana comprende el fútbol y su
importancia más que cualquier otra chica que hayas conocido. Sabe. Lo
comprende.
Ella creció con Hunter y su padre, que parecía pensar que el fútbol
estaba por encima de todo. No significaba que fuera así para mí. Sin
embargo, no iba a decirle eso. Creyó que este era un comportamiento
normal.
—¿Listo para hacer historia? —preguntó Nash mientras me daba
una palmada en el hombro y se ponía frente a mí para subir al autobús.
Sonreía como un idiota.
—Pregúntale a Hunter, solo voy a estar en la segunda parte —le
recordé.
Nash no me dijo nada, pero me di cuenta de que el motivo le
molestaba. No iba a superar que yo perdiera los papeles con Asa pronto.
Aunque Asa y yo estuviéramos bien. A Nash le encantaría volver a estar
en ese campo. No dejaría que el hecho de que no pudiera jugar más me
hiciera sentir culpable por haber estropeado mi oportunidad de jugar
todo el partido.
Lo hecho, hecho está.
—Nadie tiene que interrogar a Hunter. Todos sabemos que está listo
—fue la respuesta de Nash; luego entró para buscar un asiento.
Le entregué mi bolso a uno de los hombres que subían al autobús y
seguí a Nash al interior. Sin embargo, no iba a sentarme junto a su trasero.
Quería silencio. La mayoría de nosotros lo queríamos. Mis auriculares se
encontraban en la mochila que todavía llevaba a la espalda. Mi lista de
reproducción ritual antes del partido estaba en mi teléfono, y planeaba
sentarme en un asiento de la ventana y escucharla con los ojos cerrados.
Bloqueando el resto de la mierda.
Hunter venía detrás de mí, y sabía que él haría lo mismo, pero
dudaba que eligiera sentarse a mi lado. Estábamos en buenos términos
con que yo saliera con Aurora, pero tener que ocultarle eso a su padre
hacía que la relación entre nosotros fuera tensa. Como si tuviéramos que
ocultar un gran secreto que podría desentrañar la vida de ambos. Lo cual
era jodidamente ridículo.
Esta noche quería que ganáramos. Todos lo queríamos. Muchos de
los chicos de este autobús irían a la universidad por la actuación de esta
noche. Era de vital importancia para todos nosotros. Mis padres podían
permitirse enviarme a la universidad, pero tendrían que conseguir ayuda
financiera, y yo necesitaría un préstamo estudiantil o dos. Ellos no querían
eso y yo tampoco, pero podíamos hacerlo. Sin embargo, había chicos
que tendrían que conseguir trabajo aquí en Lawton e ir a la universidad
local, si es que llegaban a hacerlo. Habría muchos que se convertirían en
mineros del carbón como sus padres. Todos queríamos más.
Me senté en un asiento cerca del centro y me puse cómodo. La
parte trasera del autobús tendía a alborotarse durante la primera parte
del viaje. Todos manejábamos la previa del partido de forma diferente.
Los más jóvenes tenían la adrenalina por las nubes. Yo fui uno de ellos una
vez. Todavía no tenían el peso de la universidad encima. Tampoco iban
a jugar mucho. En medio del autobús estaban los titulares, los de tercer
año y último año que sabían que esto era importante. Más que andar
con el pecho hinchado por haber ganado. Lo necesitábamos. Para los
de último año, esta podría ser la última vez que jugábamos con nuestro
equipo. Los chicos con los que habíamos crecido en el campo. Era
posiblemente la última vez que jugábamos.
En la parte delantera del autobús se sentaban los entrenadores.
Hablaban de estrategia, resolvían problemas y repensaban todo lo que
ya habían hablado. Nash se hallaba allí con ellos. Debería estar aquí, a
mi lado, con los auriculares puestos, escuchando música y centrándose
en que este partido nos pusiera en el campo de una escuela de la SEC el
año que viene. Ya había luchado con eso y lo había aceptado. Nash no
volvería a jugar. Él también encontró su paz. Pero al enfrentarme a esto
esta noche y mirar la parte posterior de su cabeza mientras discutía la
defensa con el entrenador Rich, eché de menos lo que podría haber sido.
Me dolió el pecho por un momento al pensar en cómo se sentía
ahora. Le conocía bien. Habíamos crecido como hermanos. Esto era
importante para él por mí. Él no podía hacer esto, pero lo quería para mí.
Quería que llegara a hacer lo que siempre habíamos planeado. En el
comienzo del año escolar lo pasó mal. Mucho. Había estado jodido, y no
estaba seguro de que estuviera sentado allí ahora si no fuera por Tallulah.
Ella lo había salvado cuando nadie más podía hacerlo.
Eso hizo que mis pensamientos volvieran a Aurora, y durante un
momento tuve un ligero temor de que hubiera estado buscando a
alguien que me salvara. De qué, no lo sabía. Pero la deseé nada más
verla, y eso no era normal. Para nadie. A no ser que fuera uno de esos
programas tontos que mi hermana veía en la televisión por las tardes.
Cerré los ojos y bloqueé todo lo que me rodeaba, con la música de mi
lista de reproducción sonando en mis oídos.
Aurora seguiría aquí el año que viene cuando yo me fuera. Tendría
un año más de instituto. Podría estar a cientos de kilómetros de mí.
Apenas la vería. Mierda. El dolor en mi pecho al pensar en Nash era ahora
tan condenadamente fuerte ante la idea de no ver a Aurora que tuve
que inhalar profundamente, esperando aliviarlo. Esto no era algo que
pudiera dejar que me afectara. Mucho menos esta noche.
Sentí que alguien ocupaba el asiento a mi lado, pero no abrí los
ojos para ver quién era. No me importaba mientras me dejaran en paz.
Tenía que recomponerme mentalmente. Aurora era nueva; era dulce;
me hacía feliz. Eso era lo único en lo que tenía que pensar. No tenía que
preocuparme por el futuro. Faltaban meses para ello.
Sin embargo, en unas horas tendría algo de lo que preocuparme.
Algo que era importante para el aquí y el ahora. Nash se encontraba
sentado al frente, sin poder jugar el deporte que ambos amábamos. Ya
jugó su último partido y en ese momento no tenía ni idea. Yo sabía que
esta noche podía ser mi último partido en el instituto. Fue un conocimiento
que me devolvió a mi enfoque principal en este momento.
El fútbol.
Traducido por Lisseth
Corregido por Pame .R.

Aurora
Mi papá parecía complacido de que yo estuviera yendo al partido
con Tallulah. Me sorprendió. Pensé que podría haber un poco de pelea.
El viaje hacia North Bank era largo. No lo sabía cuando me preguntó si
quería ir con ella. Sin embargo, papá me sorprendió y dijo que sí. Mi padre
rara vez pasaba mucho tiempo hablándome. Incluso cuando era más
pequeña, era Hunter en quien se enfocaba. Yo conseguía unos cuantos
momentos de atención, pero no teníamos una relación como sabía que
otras chicas tenían con sus padres. Lo había visto en mi antigua escuela.
Padres que venían a nuestros diferentes eventos. El mío se presentaba de
vez en cuando y se iba poco después de llegar. Él no me preguntaba
nada. Ni siquiera en la obra Orgullo y Prejuicio, en la que había sido Jane.
Hunter tenía práctica de fútbol esa noche, así que él no se presentó. Sin
explicación.
Obtener un simple sí de él fue sorprendente, pero luego pensé que,
si hubiera dicho que no, habría hecho que tuviera que pensar en ello, y
se encontraba enfocado en el partido. Como si estuviera a punto de
jugarlo.
Se había marchado más temprano, siguiendo a los autobuses. Mi
viaje con Tallulah significaba que Ella no tenía que ir, y ella realmente no
quería conducir tan lejos para ver fútbol. Papá no me contó eso, él dijo:
—Estoy feliz de que te hagas amiga de buenas personas. —Estoy segura
de que decía eso en serio, pero también estaba pensando: Ahora Ella no
se quejará ni protestará acerca de tener que venir a este partido.
La escuela nos permitió salir a la una y media, una vez que los
autobuses que llevaban a los jugadores, animadoras y los miembros de
la banda se fueron. En el momento en que los tres autobuses salieron del
aparcamiento, se escuchó el anuncio por megafonía junto con muchos
“¡Vamos Leones!” y vítores. Tallulah me iba a recoger a las tres y media,
así que ambas teníamos tiempo para ir a casa, ducharnos y prepararnos.
Mencionó ir a cenar a algún lugar de North Bank, ya que tendríamos dos
horas antes de que empezara el partido. Todo dependía del tráfico en la
ciudad.
El fútbol en Alabama era muy importante. Cada vez lo aprendía
más. Las tiendas en la ciudad habían cambiado sus letreros por ¡VAMOS
LEONES! y los colores de la escuela volaban por todas partes. Las personas
incluso tenían letreros en sus patios con los apellidos y números de los
jugadores. Si te preguntabas dónde vivía un jugador de Lawton, podías
pasearte por allí y leer los carteles. Claro, algunos tenían sus nombres en
algunos patios, pero era la casa de un familiar si no era la suya. Todo esto
era una experiencia nueva. Hunter estaba acostumbrado. Yo, no tanto.
Me paré en la ventana de mi habitación mirando hacia el nuevo
cartel que era el triple del tamaño del que teníamos cuando llegué la
semana pasada. Tenía un gran MACLAY con un número 9 debajo. Por
supuesto, las letras en negrita declaraban que él también era el mariscal
de campo. Había luchado con la urgencia de poner los ojos en blanco
cuando Ella entró en el garaje esta tarde y vi los nuevos carteles que
decoraban nuestro jardín. Era un poco exagerado, y dudaba que Hunter
estuviera realmente emocionado. No le importaba presumir. Solo quería
ganar.
Si perdían, ¿papá lo quitaría? Ignorando ese pensamiento inútil, fui
a mirarme en el espejo una última vez antes de ir abajo para esperar a
Tallulah. Iba a llegar por debajo de los cuatro grados esta noche. Por fin
llegaba el otoño a Alabama. Tardó un poco, eso es seguro. Me había
decidido por unos vaqueros ajustados de color oscuro sin agujeros y un
jersey azul de Lawton que ya tenía antes de mudarme aquí; era más
escotado de lo que normalmente llevaba y se recortaba en la cintura.
Mamá me lo compró el año pasado y nunca me lo había puesto. Esta
noche, sin embargo, me pareció apropiado. Me había dejado el pelo
suelto, pero llevaba una coleta en la muñeca por si el viento se levantaba
y los rizos no se mantenían alejados de mi cara. Me había cambiado de
zapatos unas tres veces. Finalmente me decidí por mis botas Doc Martens
negras. Quedaban bien con el conjunto y mis pies se mantendrían
calientes. Agarré mi abrigo negro de North Face y decidí que también
necesitaría guantes. Una vez que lo tuve todo junto, bajé a la sala de
estar.
Ella se encontraba sentada en el sillón reclinable, viendo a alguien
renovando una casa en la televisión y bebiendo un té caliente. Me sonrió
y habló despacio. Casi tan despacio que era difícil leer sus labios. Me
pregunté si estaría gritando de nuevo.
—Te ves hermosa —dijo con sinceridad, incluso si se veía extraña
abriendo tanto la boca.
Gracias, dije en silencio.
—¿Necesitas dinero? —preguntó. Se sentía incómoda hablando
conmigo. Me di cuenta. Necesitábamos trabajar en mi conversación con
ella. Esto era demasiado extraño. Quizá podría comenzar a usar mi voz.
Lo hice con la familia de Ryker. La mujer era mi madrastra, y yo estaba
siendo difícil al contenerme con ella.
—Papá me dio un poco esta mañana —dije con mi voz esta vez.
Sus ojos se abrieron de par en par al oír el sonido y esperé a que se
quedara sentada, sorprendida. Entonces hizo lo inesperado y bajó su
taza, saltó de su asiento y me abrazó. Yo no era muy aficionada a los
abrazos, probablemente porque mis padres no me abrazaban mucho o
en absoluto. Me quedé allí un momento antes de devolverle el abrazo
con el único brazo que no estaba lleno de ropa de abrigo. Fue breve, y
solté las manos rápidamente. No estaba segura de querer pasar a la
etapa de los abrazos con ella.
Dio un paso atrás, y vi lágrimas en sus mejillas al mismo tiempo que
sonreía demasiado y se limpiaba la cara. —Lo siento —se disculpó a la
vez que se secaba los ojos—. No pretendía ponerme emocional. Pero
gracias. Por eso. —Dijo todo esto normalmente. Sin palabras ruidosas y
lentas. Ahora me sentía culpable por no haberlo hecho antes. Mis propias
inseguridades la habían hecho sentir excluida o algo así.
—Está bien —dije, y vi su rostro iluminarse incluso más. Ella era joven,
cocinaba comida terrible y era un poco molesta, pero veía por qué papá
la amaba. No era mala. Era amable. Simplemente peculiar y diferente de
lo que conocía. ¿Quién era yo para juzgar a alguien por ser diferente?
Después de haberme reprendido a mí misma por tratarla tan mal sin
siquiera darme cuenta, le sonreí—. Gracias por preguntar si necesitaba
dinero.
Continuó con esa radiante sonrisa suya de cien vatios en tanto yo
veía el auto de Tallulah girar en el camino de entrada. Ya había tenido
suficientes vínculos emocionales con mi madrastra. Me encontré más que
aliviada de ver a mi amiga. —Mi aventón está aquí. Disfruta tu noche. —
Me despedí.
—¡Tú también! —dijo alegremente, y vi más lágrimas brotar de sus
ojos. Salí rápido de ahí antes de que el llanto comenzara otra vez.
Cerrando la puerta detrás de mí, verifiqué para asegurarme de que
mi bolso se encontraba en mi hombro y mi teléfono en mi bolsillo antes
de caminar hacia el auto de Tallulah. Abrí la puerta delantera del lado
del conductor y arrojé mi abrigo y guantes en el asiento trasero, luego me
senté.
Tallulah hizo señas y dijo: —No tienes una bufanda. Tengo dos con
los colores de Lawton que mi mamá me hizo en la parte de atrás si quieres
usar una.
Asentí con la cabeza y, usando mi voz, respondí: —Gracias. Todo lo
que tenía con los colores de Lawton era este suéter.
Arqueó las cejas. —Estoy celosa de ese suéter. Es súper lindo.
—Gracias —respondí.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó.
—Sí. Estoy lista —le aseguré.
Asintió y luego comenzó a retroceder para salir del camino de
entrada.
—Ese letrero es un poco excesivo —comenté, luego la miré.
La comisura de su boca se elevó. —Nash dijo que el club de apoyo
los hizo.
No dije más nada porque ella tenía que prestar atención a la calle
para conducir. No podría mirarme y responder para que yo pudiera
entender. Pero escuchar que el club de apoyo había proporcionado los
carteles tenía más sentido. Me recliné en mi asiento y busqué mi teléfono
en mi bolsillo para que no me pinchara en el trasero. Mirándolo, me
pregunté si debería mandarle un mensaje de texto a Ryker, o si era una
distracción para él. Sabía que Hunter solo se centraba en eso en los días
de partido. Ryker ya estaba en el banquillo en la primera mitad. Después
de estudiar el último mensaje que me envió, decidí que era un “último
mensaje hasta que termine el partido” y volví a poner el teléfono en mi
regazo. El fútbol era lo primero. Eso lo sabía.
Traducido por Jadasa
Corregido por Pame .R.

Ryker
Richards vino a jugar. Eso estaba malditamente claro. No era de
extrañar que el tipo fuera este año el mariscal de campo número uno en
Alabama. Era el arma letal de North Bank, y cuando se graduara, ya no
serían tan fuertes. Miré el marcador, ya sabiendo lo que decía. Llevaban
la delantera por un touchdown. Podría ser peor. Si no hubiera sido por
nuestra defensa, tendrían dos puntuaciones más en ese tablero. Pero
Hunter jugaba mejor que nunca. Le concedería eso. Aguantamos y
anotamos dos veces porque él pudo poner esa pelota en la mano de un
receptor que uno ni siquiera se daba cuenta que se encontraba abierto.
Sin embargo, McNair falló dos pases que no debería. Si hubiera estado en
el campo, sabía que estaríamos llevando la delantera. Maclay lo logró
incluso con los errores de McNair. Sería el mariscal de campo número uno
el próximo año. Especialmente después de este partido.
—¿Estás listo? —me preguntó Nash.
Lo estaba. Al igual que todo el primer tiempo. Ahora finalmente era
el momento de que la ofensiva saliera al campo por primera vez en la
segunda mitad, y la adrenalina me corría por las venas. Me mantuve
concentrado. Las pocas veces que permití que Aurora se infiltrara entre
mis pensamientos, luché contra el impulso de mirar hacia las gradas para
buscarla. Sabía que se hallaba aquí. Eso es todo lo que importaba. Tenía
que ganar este partido. Luego celebraría con ella a mi lado.
—Sí —respondí en tanto me ponía el casco.
—Acaba con ellos —gritó cuando corrí hacia el campo. El olor de
la hierba, los sonidos de las bandas y los gritos provenientes de las gradas,
la intensidad de todo lo que me rodeaba. Me encantaba esta sensación.
Fue difícil tener que verlo y no participar. Me recordó cómo debe sentirse
Nash, y supe que yo también estaba aquí por él.
Mis ojos se encontraron con los de Maclay, y él me miró con una
expresión que conocía. Este era yo. Tenía que abrirme. Parpadeé dos
veces para hacerle saber que me hallaba preparado, luego tomé mi
lugar en la línea.
Todo fue como un jodido baile. Uno que habíamos memorizado. El
equipo estuvo trabajando con McNair y Judson toda la noche. Sabía que
me estudiaron en partidos anteriores, al igual que nosotros a sus jugadores
claves, pero estar en el campo con el cambio repentino todavía era
suficiente para confundirlos.
Me encontraba a la derecha y la pelota estuvo en mis manos antes
de que supieran lo que ocurría. Luego fue mi rapidez. Algo más que le
faltaba a McNair. Podía atrapar el balón, pero no podía dejar atrás a la
defensa.
Yo podía y lo hice.
Era conocido el rugido que estalló cuando mi pie golpeó el césped
justo encima de la zona de anotación, y solo hizo que el fuego en todos
nosotros ardiera más.
Me rodearon los chicos que estaban más cerca. —¡Joder, sí! ¡Esa es
la pelota de Lawton! —Se gritaron otras cosas a modo de celebración, y
nos dirigimos a la banca, donde el resto del equipo saltaba y festejaba.
Nash se encontraba allí para recibirme y puso ambas manos sobre
mis hombros. —Así es como lo hace un Lee —dijo, sonriendo.
Le guiñé un ojo y él se rio. Luego me di la vuelta para ver a Maclay
observándonos. Asintió hacia mí. Le correspondí. Empatamos, y ambos
sabíamos que podíamos ganar esto.
Cuando finalmente llegó el momento de los últimos segundos en el
reloj, la multitud detrás de nosotros comenzó a corear “Lawton” una y
otra vez. Anotamos dos veces más y North Bank solo anotó un punto.
Nuestra defensa era lo suficientemente fuerte como para contraatacar,
y no importaba lo bueno que fuera Richards, no tenía a nadie tan rápido
como para superarnos.
Los segundos transcurrieron mientras Richards enviaba un hermoso
pase a su receptor, y cuando lo atrapó, hubo un silencio por un momento.
Porque un León derribó al receptor antes de que pudiera dar un paso.
Terminó el partido. Lawton ganó.
No me uní a los gritos de los demás. Me di la vuelta entonces y miré
hacia la multitud de azul. Agitadores y cencerros se hallaban por todas
partes, al igual que la emoción. Iríamos a las Estatales. Los miré a todos,
pensando que sería imposible encontrarla en todo esto, y justo cuando
comencé a rendirme, la vi salir al camino de escaleras hacia el extremo
derecho. Era difícil pasar por alto el cabello rojo. Hizo una pausa, como si
se diera cuenta de que la buscaba, y luego saludó.
Levanté mi mano y le devolví el saludo.
Ninguno de los dos pensó en quién nos miraba. Por el momento, sin
importarnos. Solo pensaba en celebrar con ella esta noche en el campo.
Sería tarde, pero incluso si llegáramos a casa a la medianoche, todos irían
al campo. Era la tradición. Quería pasar corriendo esta valla y subir allí
para encontrarme con ella. Besarla aquí mismo, frente a todos. Olerla y
sentirla contra mí. Pero no podía. Aurora tampoco podía salir corriendo
al campo para felicitarme. Su papá se encontraba aquí. Lo vería. No
tenía ninguna razón para quedarme aquí y esperar a alguien. No había
nadie más a quien quisiera ver.
—Lo hiciste, hijo —dijo mi padre, interrumpiendo mis pensamientos.
Me volví para verlo a mi lado. Su mirada fue hacia donde había estado
la mía—. Incluso con la nueva distracción en tu vida. Te mantuviste
concentrado. Tendrás que estar preparado para decidir dónde quieres
jugar. Porque después de esa actuación, obtendrás más de una oferta.
—Gracias. —Fue todo lo que dije, no me gustó la forma en que se
refirió a Aurora como mi nueva distracción, pero tampoco quería discutir
con él después de ese partido. Quería disfrutar del momento. Noté que
Maclay tampoco celebraba tanto como los demás. Su sonrisa era la más
grande que le he visto, pero parecía más tranquilo. Seguía concentrado.
Su padre se encontraba a su lado y parecía más que complacido, pero
hablaba con Hunter. Como si estuviera repasando el juego con él. Esa
mierda tenía que ser molesta.
La cabeza del padre de Hunter giró en ese momento, y sus ojos se
encontraron con los míos. La sostuvo y no aparté la mirada. Me estaba
evaluando. Tratando de averiguar algo, y sabía exactamente qué era
ese algo. Mi interés por su hija. Asentí respetuosamente, luego me dirigí a
la casa de campo para ducharme y cambiarme para el viaje de regreso
en el autobús.
—Él sigue sin saberlo —dijo mi padre mientras caminaba a mi lado.
No tuve que preguntarle de qué o de quién hablaba. —No.
Papá no respondió de inmediato. Luego dijo: —Creo que tiene una
idea.
—Yo también lo creo —concordé.
—¡Tienes la velocidad de tu tío! —exclamó el padre de Nash
cuando se puso frente a nosotros. Luego me abrazó con fuerza y me dio
una palmada en la espalda—. Tu papá era demasiado lento —agregó
con una sonrisa en dirección a su hermano.
Mi padre puso los ojos en blanco. —A la mierda con eso —dijo, y mi
tío se rio a carcajadas.
—Nunca nadie ha podido detener a un Lee —agregó mi tío—.
Incluso al lento de tu padre.
Tanto mi papá como mi tío jugaron en la universidad. Ninguno llegó
a la NFL, por diferentes razones. Aquellas de las que no hablaban, incluso
si ya sabíamos la verdad. Este pueblo era pequeño. Era difícil guardar
secretos. Fue la razón de mi tío la que asustó a mi padre por mí. Porque si
no se hubiera enamorado de mi tía en su último año, mi tío no habría
vuelto a Lawton y, al final, elegido esta vida por encima de la que podría
haber vivido.
No pensaba que su vida fuera mala, y el hecho de que mi padre
quisiera que yo tuviera algo que él creía que era más, no parecía justo.
¿Y si no quisiera vivir la vida que él deseaba que tuviera? ¿Y si no era mi
sueño? ¿Qué pasa si lo arruinaba todo? Y, ¿cuándo diablos las decisiones
de la vida se volvieron tan difíciles?
Traducido por Julie
Corregido por Beatrix

Aurora
Lo observé hasta que desapareció en la casa de campo. Tallulah
y yo nos dirigimos hacia allá justo cuando Nash se acercaba a ella. Tenía
una ligera cojera, pero no se notaba mucho a menos que se moviera
rápido. Como lo hacía ahora. Ella sonrió y lo abrazó con fuerza, luego él
la besó firmemente en la boca. Miré a otro lado para darles privacidad,
aunque se encontraban en una multitud de gente. Encontré a mi padre
caminando de regreso por aquí desde la casa de campo. Su mirada se
posó en mí, y él se dirigió en mi dirección.
La emoción en cada rostro a mi alrededor era divertida de ver.
Nunca estuve nerviosa viendo un partido de fútbol hasta esta noche.
Cuando Ryker salió al campo, me hallaba ansiosa. Quería que lo hiciera
bien, e hizo más que eso. Él y Hunter jugaron juntos perfectamente.
Tampoco tenía idea de que Ryker fuera tan rápido, hasta que lo vi dejar
a los demás tan atrás que no tenían esperanza de alcanzarlo. Tallulah me
comentó después de su touchdown que era conocido por su velocidad.
Podía entender por qué.
Ahora, el partido estaba ganado, y podía enfrentarme a contarle
a mi padre sobre Ryker. Después de la forma en que Ryker y Hunter fueron
tan imparables juntos, no creí que fuera a ser negativo al respecto. Quería
tener la libertad de salir al campo y besar a mi novio.
Cuando papá me alcanzó, se detuvo y sonrió a Tallulah y Nash.
—Hola, gran partido.
Ambos estuvieron de acuerdo, y luego se volvió hacia mí.
—¿Tallulah quiere que vayas a casa con ella, o Nash va a volver
con ella? —me preguntó papá con señas pero también lo dijo en voz
alta.
La miré y me di cuenta de que no pensé en esto. Esperaba no tener
que volver a casa con papá, pero entonces no sería justo ser una molestia
para Tallulah.
—Vamos al campo a celebrarlo con todos y nos encantaría que
Aurora nos acompañara —respondió Tallulah, también usando la lengua
de señas mientras hablaba.
Papá frunció el ceño y esperé. Hunter iría al campo. No había
ninguna duda al respecto. Su pausa en mi partida tenía que ver con
Ryker. No era justo que reaccionara así.
—Bien, pero tienes que volver a casa desde el campo con Hunter.
Es demasiado tarde para una fiesta, pero los dejaré ir a los dos durante
una hora una vez que volvamos a Lawton —me lo dijo con señas y volvió
a decir las palabras para los demás.
Asentí, aliviada de poder ir sin pelear. —Sí, señor —respondí con
señas. Empezó a irse, luego se detuvo y me miró una vez más. Como si
pudiera leer mi mente si miraba con suficiente atención. Me reuní con su
mirada y la sostuve. Casi sentí como si lo estuviera desafiando. Pidiéndole
que dijera algo. Que me dijera que no podía ver a Ryker cuando no sabía
que ese era el caso.
Finalmente se volvió y regresó hacia donde los autobuses se habían
detenido y los jugadores venían lentamente de la casa del campo con
sus bolsos. Volviéndome a Tallulah, me preguntaba si captó algo de eso.
O peor aún, si Nash lo había hecho. Le di las gracias a ella y luego miré a
Nash y sonreí. Parecía preocupado, pero me devolvió la sonrisa. Sin duda
se había dado cuenta de algo.
Quería explicarlo, pero yo tampoco lo entendía. ¿Cómo podría
explicar algo que no tenía sentido para mí? Varias personas se detuvieron
para decirle algo a Nash sobre el partido. Se sentía muy feliz por el equipo,
aunque ya no podía jugar. La mano de Tallulah se aferraba a la suya, y
yo sabía que era una forma silenciosa de apoyo. Su lenguaje corporal
decía mucho sobre ellos. Ambos se graduarían en mayo, y podrían ir a la
misma universidad. Les envidiaba lo que tenían.
—Ahí está Ryker —dijo Tallulah, y señaló detrás de mí. Eso bastó
para hacerme olvidar todo lo demás. Dándome vuelta, lo encontré al
instante, y la forma en que sus ojos se iluminaron cuando se encontraron
con los míos hizo que todo estuviera bien. No importaba lo que pasara
con mi padre, todo iba a estar bien. Me hallaba segura.
Empecé a acercarme a él, y nos encontramos en medio de la
multitud que aún celebraba en el campo. Tenía el pelo recién lavado y
llevaba una sudadera de los Leones de Lawton con un par de sudaderas
que hacían juego. Olía bien. Lo miré asombrada por cómo podía jugar
un partido tan intenso y estar tan hermoso minutos después. Ni siquiera
parecía exhausto.
—¿Vas a volver con Tallulah? —preguntó, sus ojos fijos en los míos
mientras mantenía un poco de distancia. Sin tocarme. Lo suficientemente
cerca para escucharme si hablaba, y así poder ver sus labios.
—Sí —le dije.
—Bien, entonces yo también —dijo con una sonrisa suave que
parecía un poco malvada. Como si estuviera haciendo algo malo y fuera
a salirse con la suya.
No pensé en que volviera con nosotros. Nunca se me pasó por la
cabeza. La emoción de ir con él en el asiento trasero del coche de
Tallulah, sin embargo, fue inmediata. —Vale —dije, preguntándome si mi
voz sonaba tan mareada como me sentía.
Miró por encima del hombro, observando a la multitud, y me
pregunté a quién buscaba, pero entonces sus ojos volvieron a mí.
—¿Dónde está tu padre?
—Se fue.
—Gracias a Dios —fue su respuesta, y me reí, lo que solo hizo que su
sonrisa fuera más grande.
Levantó la mirada y luego miró por encima de mi hombro. Estaba
escuchando a alguien, pero no me volví para ver a quién. En cambio, le
miré la boca. Finalmente dijo: —Está bien. Me aseguraré de que nadie
me vea entrar atrás. No voy a volver al maldito autobús cuando ella está
en el coche con ustedes. —Quería besarlo al ver su ceño fruncido en
tanto hablaba con quien podía adivinar que era Nash, porque nunca
miraría a Tallulah como si estuviera molesto—. Yo me encargo —le dijo de
nuevo a Nash; luego su mirada se volvió a la mía. Yo también lo quería
conmigo, pero no quería que tuviera más problemas con el entrenador.
—¿Se supone que tienes que volver a subir al autobús? —pregunté.
Sacudió la cabeza. —No, nos permiten volver con la familia o los
amigos. Solo tenemos que enviarle un mensaje de texto al entrenador
para que sepa que nos fuimos con otra persona y con quién.
Me sentí mejor. Si a Nash solo le preocupaba mi padre, entonces
eso no era un problema. Se había ido. Nunca lo sabría.
—Voy a ir a meter mi bolso en la parte trasera del coche de Tallulah,
y me reuniré con ustedes allí —me dijo, y luego guiñó un ojo antes de irse
con Nash a su lado. Lo vi irse por unos segundos, preguntándome qué era
esa sensación que había crecido tan increíblemente fuerte tan rápido.
Luego me volví hacia Tallulah.
Levantó sus cejas hacia mí con un divertido brillo en sus ojos. —Es
tan diferente contigo —dijo en lengua de señas, un poco sorprendida—.
Nunca lo he visto así, y lo conozco desde que éramos niños. Nunca supo
que yo existía hasta este año, pero lo vi. Más que nada porque siempre
miraba a Nash, y estaban juntos.
Eso fue extraño. ¿Por qué Ryker no sabía que existía hasta este año?
—¿Cómo no te conocía? La escuela no es tan grande.
Parecía como si no quisiera decir más. O había algo que no estaba
segura de que yo debiera saber. Eso me hizo querer saberlo todo, por
supuesto.
—Tenía sobrepeso hasta este verano. Perdí peso. Fue porque... —
Se detuvo un momento, y me pregunté si luchaba por terminar o no
estaba segura de la seña para la siguiente cosa que necesitaba decir.
Luego continuó—: Alguien dijo algo que me dolió. Perdí peso por las
razones equivocadas. Pero perder peso hizo que los demás se fijaran en
mí.
No dijo nada más. Dejó caer sus manos y se encogió de hombros
como si eso fuera todo. Sabía que había más, pero lo dejé pasar. No
quería presionarla. Movió la cabeza en dirección al aparcamiento.
—Vámonos —dijo.
Asentí rápidamente y caminamos en la dirección en que se fueron
los chicos. No pude evitar tratar de imaginarme a Tallulah con sobrepeso.
Era imposible. Parecía confiada y se comportó de una manera que decía
que nunca se había preocupado por su apariencia o cualquier otra cosa.
La bondad en ella que había notado el primer día que la conocí tenía
sentido. La idea de que alguien le dijera algo hiriente me hizo enojar. Era
una tontería, por supuesto, ya que había hecho las paces con ello y siguió
adelante, pero aun así me molestaba. Sabía más que nadie que lo que
contaba era lo que había dentro. Había visto la maldad en los ojos de
aquellos que eran hermosos por fuera. Como la chica con la que mi
hermano estaba saliendo actualmente.
El estacionamiento se encontraba lleno de gente que se subía a
sus autos, y la única luz provenía de los faros cuando se alejaban. Se
sentía seguro en la oscuridad, y cuando llegamos al coche de Tallulah,
no había luces dentro o fuera. Ella se fue al asiento del pasajero, y yo me
detuve en la puerta a su lado. Nos miramos la una a la otra, luego ambos
abrimos las puertas y entramos. Se encontraba oscuro, pero pude ver a
Ryker esperándome en el asiento trasero. El calor de su cuerpo se sentía
bien después del frío de afuera. Temblé, pero no estaba segura de si era
la emoción de estar de vuelta con él o el calor repentino que me
recordaba la baja temperatura exterior.
Se acercó y me jaló contra su costado. Una vez que me tuvo en el
medio del asiento trasero, comenzó a abrochar el cinturón de seguridad
del medio sobre mí. Estaba demasiado oscuro para hablar, pero me
gustaba la oscuridad y estar cerca de él. Inhalé y disfruté el olor limpio de
su jabón y el toque de colonia que había olido antes. Mi corazón latía
más rápido de lo normal, pero cuando puso su brazo detrás de mí, me
tranquilicé y puse mi cabeza sobre su pecho.
No tuve que preocuparme por leer los labios o continuar la
conversación. Podía sentir si hablaba por la vibración de su pecho. No
hablaba con Nash y Tallulah. No tenía idea de si hablaban ellos, pero no
me importaba. Era como si estuviéramos solos aquí en nuestro pequeño
mundo. Quería quedarme así para siempre.
Ryker empezó a jugar con mi pelo, y suspiré con placer. Se sentía
increíble. Su mano izquierda encontró la mía, y en vez de unir mi mano
con la suya, comencé a acariciarla suavemente. Sentí su cuerpo temblar
ligeramente cuando empecé, y me encantó que no pudiera ver mi cara
mientras sonreía. Me alegró que lo afectara de esta manera.
Hubo una ligera vibración en su pecho. Dijo algo. Sonaba como
una palabra. Sabía que no era para mí, así que no levanté la cabeza
para ser entrometida. Nash probablemente le hablaba. Fueron varios
minutos; luego dijo algo más. No tanto. Un par de palabras como mucho.
Su mano, que estuvo jugando con mi pelo, encontró mi oreja y comenzó
a pasar suavemente la punta de un dedo para rastrearla. Volví a cerrar
los ojos y me relajé lentamente.
Traducido por Beatrix
Corregido por Pame .R.

Ryker
Me di cuenta del momento en que su respiración se hizo más lenta
y su mano, que había estado acariciando la mía, se quedó quieta. Se
hallaba dormida. Sin embargo, no dejé de tocarla. Sentir su cabello entre
mis dedos y tenerla acurrucada dormida sobre mí era el paraíso. Diablos,
no creía que el cielo pudiera ser tan bueno.
—Su padre sabe algo. Lo noté por la forma en que se comportó
esta noche —comentó Nash.
Me encontraba listo para lidiar con su padre y terminar de una vez.
—Voy a solucionarlo esta semana —dije.
—Ella siente la vibración en tu pecho y sabe que estás hablando.
Es de mala educación hablar de cosas que la conciernen con ella aquí
mismo en el auto —nos regañó Tallulah a ambos.
—Está dormida —dije, coincidiendo con Tallulah. Si hubiera estado
despierta, me habría asegurado de que supiera lo que decíamos.
Anteriormente, Nash dijo algo sobre mi silencio después de una
gran victoria, y yo me limité a gruñir en respuesta. Luego dijo que si no lo
supiera, pensaría que estoy enamorado. Respondí: —Sí.
Eso lo había silenciado. Fue una respuesta vaga. Porque si iba a
decir que amaba a Aurora, entonces sería a ella. No a Nash. No había
levantado la cabeza para ver lo que estaba diciendo, y me alegré.
Nunca antes le dije a una chica que la amaba. Sin contar a mi
mamá y mi hermana. Pero eso es completamente diferente. Este tipo de
amor era nuevo para mí. Se sentía increíble y aterrador. Admitirme a mí
mismo que me enamoré por primera vez en mi vida de una chica a la
que solo conocía desde hacía cinco días era difícil. Me habría reído
mucho de cualquier otro chico en mi posición.
Ni siquiera me hallaba seguro de creer en el amor a esta edad
hasta Aurora. Pensé que era lujuria y la necesidad de tener a alguien
cerca. No lo era. Ahora lo entendía.
Mirándola, la moví hacia atrás tan fácilmente como pude sobre mi
brazo, por lo que su rostro se encontró inclinado hacia mí y vi sus rasgos
perfectos y delicados. Las pecas de su rostro siempre me conmovían. Me
había enseñado mucho esta semana. Más de lo que aprendí en tan
poco tiempo.
El amor era encontrar tu propia felicidad al presenciar la de otra
persona. Era encontrar la paz perfecta simplemente sosteniendo a ese
alguien en tus brazos. El amor era el repentino estallido de alegría de su
sonrisa. Querer saber todo sobre esa persona, desde sus sueños hasta su
comida favorita y su mejor recuerdo de niño. No tenía nada que ver con
la lujuria. Eso era lo que más me sorprendió.
No estaba diciendo que no quisiera hacer cosas con ella, porque
sí quería. Mi imaginación iba allí a menudo, y los besos solo hicieron que
se me fuera de las manos. Con el tiempo, sabía que vendría más cuando
estuviera lista, y si eso tomaba una eternidad, esperaría. Eso también era
amor, me di cuenta.
Hizo un sonido suave y se acercó a mí, su mano encontró mi pecho,
se volvió hacia mí y la colocó allí casi directamente sobre mi corazón.
Levanté la mano y cubrí la suya con la mía. Era tan pequeña comparada
con la mía.
—Tallulah, lo siento. Sé que lo he dicho antes, pero necesito que
sepas que lo digo en serio. Me odio por lo que dije de ti. Odio saber que
te lastimé. No quiero volver a ser ese tipo nunca más. No puedo pensar
en nada de él que sea agradable. —No me hallaba seguro de por qué
la repentina disculpa por algo que sucedió en mayo pasado salió de mi
boca, pero necesitaba decirlo.
—Ya has sido perdonado. Pero gracias. Además, si no lo hubieras
dicho... —Hizo una pausa y me pregunté cuánto de ese momento quería
recapitular con Nash escuchando. También era difícil para él recordar
ese momento de nuestra vida—. No tendría... esto.
No dije nada entonces, porque ese era un tema delicado entre ella
y Nash. Presioné un beso en la frente de Aurora, luego eché la cabeza
hacia atrás y cerré los ojos. Disfrutando esto más que la victoria de esta
noche.
—Habría seguido herido, habría seguido amargado y enfadado, y
no hay nadie que pudiera haber llegado a mí más que tú. No hay nadie
que me hubiera amado lo suficiente como para intentarlo —oí decir a
Nash.
Sonreí en la oscuridad. Tenía que estar de acuerdo. Fue difícil lidiar
con el chico después de su accidente, e hizo falta alguien que lo había
amado toda la vida como Tallulah, para que aguantara su mierda y lo
sacara de ella. Su peso no tenía nada que ver con eso, y ella nunca fue
invisible para Nash. La había defendido desde el primer grado.
Una mano tocó mi mejilla entonces, y mis ojos se abrieron de golpe.
Volví a levantar la cabeza y mis ojos se encontraron con los de Aurora.
Esta vez ella me miraba dormir, o eso creía. Se encontraba despierta. Las
comisuras de sus labios se curvaron y agaché la cabeza mientras ella
levantaba la suya. En el momento en que nuestros labios se encontraron,
sentí que mi pecho estaba tan lleno que iba a explotar.
Se giró más y deslizó su mano que había estado en mi cara hacia
mi cabello mientras abría sus labios para mí. Aproveché al máximo la
invitación y saboreé su dulce sabor. Mis manos bajaron hasta su cintura y
dejé que la izquierda subiera lentamente por su costado hasta posarse
justo debajo de la copa de su pecho. La aguda inhalación de su aliento
me recordó que debía hacer una pausa. Que no debía presionar más.
Afortunadamente, no se apartó ni rompió el beso. Apretó su pecho
contra el mío; luego, sorprendiéndome, su beso se volvió más necesitado.
Ese simple movimiento hizo que mi pulso se acelerara, y traté de aliviarla
un poco para calmarme un momento. Su sonidito de angustia por mi sutil
movimiento me hizo acercarla de nuevo. No me gustaba pensar que
estaba molesta y, diablos, si lo que quería era apretar su pecho contra mí
y besarme más agresivamente, la dejaría. Podía soportarlo sin moverme
demasiado rápido y olvidarme de mí mismo.
Luego, su pierna derecha pasó por encima de la mía al mismo
tiempo que se retorcía más, y se deslizó entre mis muslos, haciendo que
se sentara a horcajadas sobre mi pierna izquierda. Su mano izquierda se
deslizó por mi pecho y tuve que moverme ligeramente, lo que la colocó
directamente sobre mi muslo.
Mi mano, que había estado descansando debajo de su pecho,
ahora lo cubría, pero no porque yo la hubiera movido; el desplazamiento
de su cuerpo la puso allí antes de que me diera cuenta de lo que sucedía.
Me quedé quieto. Todo mi cuerpo se congeló y respiré profundo mientras
esperaba a ver qué iba a hacer. A nuestros labios los separaba apenas a
un centímetro, y su respiración jadeante se mezclaba con la mía. La miré
fijamente a los ojos mientras ella me miraba a mí. Ninguno de los dos se
movió.
Su posición sobre mi pierna y mi mano cubriendo completamente
su pecho derecho se quedaron así, esperando. Ella tenía que guiar esto.
Tenía que ser ella. No creía que yo pudiera tomar decisiones inteligentes
en este momento.
Respiró profundo, y la subida y bajada de su pecho hizo que mi
mano llena de su pecho se moviera. Tuve que tragar con fuerza. Esto era
casi demasiado. Empecé a recitar la palabra inocente una y otra vez en
mi cabeza cuando ella colocó su mano sobre la mía, luego la movió
apenas sobre sí misma. Inhaló bruscamente y sus ojos se agitaron un poco
ante el contacto, y yo me encontraba tan cerca de perder la cabeza
que no sabía cuánto más podría soportar.
Entonces apartó mi mano, y no tuve tiempo de decidir si me sentía
decepcionado o aliviado cuando siguió moviéndola hasta que estuvo
debajo del jersey corto que llevaba, y todo lo que sentí fue una piel cálida
y suave a la vez que la deslizaba hacia arriba hasta que volví a cubrir su
pecho, pero con un fino sujetador de encaje como barrera. La hinchazón
de su pecho estaba bajo la punta de mis dedos. Entonces retiró su mano
y la colocó sobre mi pecho. Sus ojos no se apartaron de los míos.
Inocente. Era tan condenadamente inocente. No tenía ni idea de
cómo me afectaba esto. A cualquier otra chica la acusaría de ser una
provocadora. Pero sin duda no era eso, y no iba a llamarle la atención
por el movimiento y tratar de desnudarla en el asiento trasero mientras mi
primo y su novia se encontraban en el asiento delantero.
La oscuridad le había dado una sensación de privacidad, supuse,
pero era muy consciente de que, aunque tuvieran la radio encendida,
sabían exactamente lo que pasaba aquí atrás. Solo tenía que conseguir
la suficiente fuerza de voluntad para impedirlo. Aurora se movió contra
mi muslo, y sus ojos se cerraron mientras inhalaba por la sensación. Supe
entonces que estaba tan perdida en lo que sentía que no pensaba en
los demás en el coche, y que lo lamentaría más tarde.
Tampoco me gustaba la idea de que cualquier otro hombre oyera
los soniditos sensuales que ella no tenía ni idea de que estaba haciendo.
Lo que los hacía incluso más irresistibles, porque no eran sonidos que
estuviera fingiendo para excitarme. Los suyos eran totalmente auténticos.
Moví mi mano a su cintura y la agarré para evitar que se moviera
más; luego la levanté y la moví para que se sentara a mi lado, pensando
todo el tiempo que necesitaba una puta medalla de oro por esto. Todo
lo que hubiera hecho que me impidiera entrar en el cielo ahora debía ser
borrado. Una vez que me quité su dulce cuerpo de encima, la apreté
contra mí y le di un beso en la cabeza, sin confiar en acercarme a su
boca.
Se quedó muy quieta y yo quería hablar con ella sobre esto. No
quería que pensara que no me atraía. Esperaba que se diera cuenta de
por qué la aparté de mí. Cuando las luces de la ciudad llenaron la
oscuridad del coche, noté por primera vez que ya nos encontrábamos
en Lawton. Habían sido las dos horas más rápidas de mi vida. No estaba
preparada para volver, pero también quería a Aurora sola. Los ojos de
Nash se reunieron con los míos en el espejo retrovisor, y pude ver que
estaba impresionado conmigo. Tal y como pensaba, se había dado
cuenta de todo, aunque hubiera estado conduciendo.
Pasé mi mano por el brazo derecho de Aurora, necesitando sentir
su piel y tranquilizarla si lo necesitaba. Todavía no estaba seguro, y me
daba miedo mirarla, porque si parecía dolida, no iba a poder esperar a
tenerla a solas para decirle por qué me detuve. Era algo que sabía que
ella no quería que se hablara delante de nadie más.
Por su bien, mantuve la vista en la carretera y esperé, sabiendo que
llegaríamos al campo en unos minutos. Lo arreglaría todo, y si ella quería
probar más, me hallaba dispuesto a dejarla. Yo era suyo para hacer lo
que quisiera.
—¿Podrías llevarnos al granero primero? —le pedí a Nash cuando
tomó la carretera que conducía al campo.
Sacudió la cabeza y comencé a decirle que condujera el maldito
auto hacia el granero y nos dejara salir, pero las palabras se silenciaron
en mis labios. Vi la camioneta delante de nosotros bloqueando nuestro
camino. La habría reconocido incluso si el padre de Aurora no hubiera
estado parado afuera con las manos cruzadas sobre el pecho y los pies
separados en una postura llena de furia e impaciencia.
—Oh Dios —dijo Aurora en voz alta a medida que se enderezaba
en mis brazos y lo veía allí. Ya se estaba moviendo hacia su lado del
coche antes de que Nash lo detuviera por completo.
—Mierda —murmuró mi primo. Entonces se desató el infierno.
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa

Aurora
Todo sucedió demasiado rápido. Me avergonzaba mi reacción
ante Ryker y su gentil rechazo, si es que era eso. Traté de averiguar si
cometí un error. Si él se alejó de mí por ello. Todo eso causaba caos en mi
mente, de manera que no había estado prestando atención. Pero todo
terminó inmediatamente, y esas preocupaciones ya no importaban.
Mi padre estaba aquí.
Me esperaba. Sabía... sabía que me encontraba con Ryker, y
Hunter tenía razón. No le parecía bien. Antes de que pudiera prepararme
para mantenerme firme, mi padre abrió de golpe la puerta del lado del
pasajero. La mano de Ryker intentó agarrar la mía mientras me alejaba
de él y me acercaba a la puerta. Liberé mi mano y me bajé para
enfrentarme a mi padre.
—Sube a la camioneta ahora —dijo, haciendo señas en lo que
supongo que era un tono amenazador a medida que hablaba.
Sacudí la cabeza y sus ojos se abrieron de par en par, sorprendido.
—No era una petición —dijo esta vez sin hablar—. Era una orden.
No me moví. Se hallaba furioso, pero yo también. —Dijiste que
podía ir a la fiesta de campo —le respondí.
Señaló el vehículo detrás de mí, y luego dijo: —No dije que pudieras
ir en el asiento trasero con ese chico.
—Se llama Ryker. Y no estábamos solos. Nos acompañaron Tallulah
y Nash. No veo cuál es el problema —respondí haciendo señas.
Sus ojos se encendieron de rabia. No esperaba que me enfrentara
a él. Pensó que iría con él dócilmente. Se equivocó. Si tenía un problema,
quería saber cuál era.
—Si estás con un chico, necesito saberlo. Soy tu padre.
—Necesito decirte que voy en un coche con mis amigos... Ya lo
sabías.
Mi padre miró hacia el coche y haciendo señas, dijo: —¿Es tu
amigo? Estabas presionada contra él en el asiento trasero. No me pareció
amistoso.
—Es más que un amigo. Estamos saliendo —dije con solo una seña.
Sabiendo que había otros mirándonos. Llamábamos la atención. Vi la
mirada de papá moverse y supe que Ryker debía haber salido del coche.
Miraba en esa dirección.
—No aprobé eso. —Esta vez dijo las palabras. Su mirada seguía
detrás de mí.
—Y no sabía que necesitaba tu aprobación —le respondí con mi
voz.
Eso llamó su atención, y esta vez dirigió su mirada hacia mí. —Vives
en mi casa; obedeces mis reglas. Esto es romperlas.
—¿Qué cosa? ¿Que salga con alguien sin tu permiso?
Apuntó a su camioneta de nuevo. —¡Sube a la camioneta! —dijo,
pero le leí los labios claramente. Luego dijo con señas—: Discutiremos esto
en casa.
Tenía que tomar una decisión. Negarme o ir a casa y lidiar con esto.
La gente miraba. Si mi padre tenía un problema con el color de la piel de
Ryker, entonces no quería que lo dijera aquí. Delante de él o de cualquier
otra persona. Me di la vuelta y vi a Ryker parado allí, esperando; parecía
tan abatido. Como si quisiera ayudarme, pero no sabía qué decir o si
debía hacerlo.
—Te enviaré un mensaje de texto —le dije, luego pasé por delante
de mi padre y fui a subir a su vehículo.
Abrí la puerta del pasajero y empecé a subir cuando me di cuenta
de que Ryker se movió y se hallaba más cerca de mi padre, hablando.
En la noche no podía verlo bien desde aquí para ver su boca o saber qué
decía, pero levantó las manos en señal de frustración cuando dijo algo.
Le di una mirada rápida a mi padre para ver que él también hablaba,
pero su expresión era severa. Luego le dio la espalda y acechó hacia el
todoterreno.
Ryker se hallaba allí de pie, con aspecto de enfadado e indefenso,
todo a la vez. Levanté mi mano para despedirme, luego me metí dentro,
dejándolo. Odié esto. No debería irme. Esta era una gran noche para él.
Quería celebrar con todos los demás.
Papá entró y salió del bosque en segundos. No había visto a Hunter
en ninguna parte. ¿Por qué no trató de ayudar? ¿Dónde estaba? ¿Se iba
a quedar en el campo?
Miré por la ventana al espejo lateral. Ryker se quedó mirando cómo
nos íbamos. Nash se acercó a su lado, pero se encontraba muy oscuro y
muy lejos. No tenía ni idea de lo que hacían. Entonces el todoterreno giró
hacia la carretera principal, y la vista de Ryker desapareció.
Cerrando los ojos, apoyé la cabeza en el asiento y luché contra las
lágrimas. No iba a llorar aquí con mi padre como testigo. Era injusto y
cruel. Mi madre nunca habría reaccionado así. Pero si hubiera estado
con ella, jamás habría descubierto todo lo que me faltaba. Si hubiera
sabido todo esto, no me habría enojado tanto cuando decidió mudarse
a California con su novio. En ese momento sabía con certeza que mi vida
iba a cambiar para peor. Extrañaba a Hunter, pero nunca me sentía
segura con mi padre. Las cosas habían sido tan diferentes de lo que me
imaginaba. Si mamá no me hubiera enviado a vivir con mi padre, nunca
habría venido a Lawton y conocido a Ryker. O a Tallulah.
No quería perder a ninguno de ellos. Esta semana fue perfecta. Yo
encajaba. No era el mundo de aislamiento para el que me preparé.
Perdonar a mi madre por haberme trasladado ya no era algo con lo que
luchara. Ella quería estar con su nuevo novio. Yo quería estar aquí. Fue un
buen cambio. Mi vida antes de Lawton había sido monótona. Aburrida.
Segura.
Aquí, en solo una semana, encontré un mundo lleno de maravillas
y emociones. ¿Cómo era eso malo? ¿Por qué mi padre no estaría feliz
con todo esto? Se sentía igual de preocupado por mi adaptación al
instituto Lawton. Esto debería haberle facilitado más la vida. Sin embargo,
actuaba como si yo hubiera cometido algún crimen.
Tenía diecisiete años. Se me permitía viajar en un coche con un
chico. Ni siquiera estuvimos solos. Me ponía en plan despotricara en mi
cabeza cuando nos detuvimos en la entrada y estacionamos. Sabía que
me iba a decir exactamente lo que hice para romper las reglas de esta
casa una vez que entráramos. Una parte de mí pretendía caminar tan
despacio como fuera posible hacia la puerta solo para prolongarla. La
otra parte quería terminar con esto para poder enviarle un mensaje a
Ryker. Pedirle disculpas por mi padre.
La necesidad de hablar con Ryker ganó, y me acerqué a la puerta
con pasos rápidos y decididos. Con un tirón, la abrí y entré en la casa,
luego giré para esperar a mi padre. Se tomó su tiempo, y cuando entró
finalmente, permaneció de pie y me miró. Su cara ya no lucía enfadada.
Solo determinada, como si su decisión estuviera tomada. No habría lugar
para la discusión.
Cerró la puerta tras él a medida que me miraba. Luego dijo: —No
vas a salir con un chico negro.
Me quedé aturdida. Sabía que Hunter había dicho que esto sería
un problema, pero que lo confirmara fue como ser abofeteada en la
cara con la estupidez.
—¿Qué? —dije en voz alta. Me quedé boquiabierta. ¿Cómo puede
un hombre educado decir algo tan ridículo?
Usó lengua de señas esta vez al decirlo, para asegurarse de que lo
entendiera correctamente, supongo. —No vas a salir con un chico negro.
Pestañeé. Me quedé sin palabras. Pestañeé de nuevo. No fue así
como mi madre me crio. El color de la piel no era importante. ¿Por qué él
parecía pensar que sí? ¿Dónde se habían jodido tanto sus ideas?
—¿Cómo es que el color de su piel es un problema? —pregunté,
tratando de encontrarle sentido a esto.
—Son diferentes a nosotros. Hay implicaciones sociales, Aurora. Solo
porque tu mamá te enseñó a que no vieras el color no significa que no
esté ahí. Sales con un chico negro y te ven diferente.
Me quedé boquiabierta. ¿Realmente creía lo que decía? ¿Cómo
podía pensar de esa manera? Seguramente sabía lo ridículo que sonaba
eso. —No puedes hablar en serio —le dije y lo hice con señas.
—No respondo ante ti, Aurora. Vives en mi casa. Eres mi hija. No
saldrás con un negro. Ese es el fin de esta discusión.
La furia que se arrastraba sobre mí con sus palabras salió en una
ráfaga de ira caliente cuando dije: —¡Saldré con quien quiera! Si hay
gente como tú aquí que me juzga por ello, entonces no merecen opinar.
El color de la piel no te hace diferente. Y después de conocer a su familia,
su padre es mucho mejor hombre que tú. Prefiero ser conocida como la
novia de Ryker que como tu hija.
Sus ojos se abrieron de par en par durante un momento, pero luego
pasó junto a mí como si no hubiera dicho una palabra. Me quedé allí
viendo cómo se iba, y después de que doblara la esquina para subir a su
dormitorio, me hundí en la silla más cercana. No había estado abierto a
nada. Era su manera de decir que yo no tenía poder aquí.
Esto no terminó.
Traducido por Julie
Corregido por Jadasa

Ryker
Él se la llevó, y yo no pude hacer nada al respecto. No sé cuánto
tiempo permanecí ahí mirando la oscuridad en la que su camioneta
desapareció cuando Nash puso su mano sobre mi hombro. —Vamos.
Necesitas un trago —dijo con un apretón firme.
Sacudí la cabeza. —No. No lo necesito. Llévame a mi casa —le dije
finalmente, girando para volver a entrar en el coche de Tallulah. Nuestros
vehículos se encontraban en el instituto, pero no estaba de humor para ir
a buscar el mío esta noche. Quería ir a casa y esperar su mensaje.
Nash no discutió conmigo. Lo oí diciéndole algo a Tallulah, pero no
lo escuché. No me importaba. Nada aquí importaba. Ahora no. Pensé en
Hunter y miré hacia el campo que ya empezaba a llenarse. La música se
hallaba a todo volumen y las voces se hacían más fuertes.
—¿Está Maclay aquí? —No le pregunté a nadie en particular.
—Ni idea. Pero tienes que mantener tu distancia de los Maclay —
dijo Nash, con un tono de disgusto. Sabía tan bien como yo que el padre
de Aurora no era feliz ante el hecho de que ella estuviera conmigo y por
qué.
—Eso no va a suceder. Sabes que no puedo alejarme de ella.
Nash suspiró, pero no dijo nada. Ambos subimos al auto de Tallulah
y permanecimos en silencio la mayor parte del camino a mi casa, que se
encontraba a un kilómetro y medio. Sabía que quería darme un consejo,
pero también que no era tan estúpido como para hacerlo. Por eso, no
había nada que decir.
Cuando aparcó delante de mi casa, pensé en despedirme con un
gracias, pero habló primero.
—¿Vale la pena?
Hice una pausa y luego giré mi cabeza lentamente en su dirección.
—Absolutamente, joder.
Una sonrisa sombría tocó sus labios, y me dio un asentimiento.
Salí y cerré la puerta sin decir nada más. Mis padres se preparaban
para ir a la cama y no me esperaban en casa tan pronto. Habrían venido
directamente después del partido y sabrían que estaría en el campo
hasta tarde. Responder a sus preguntas sobre por qué me encontraba
aquí, no era algo que quisiera hacer. Me enfrentaría a eso más tarde.
Mañana. Ahora no.
En lugar de eso, fui a la puerta del sótano que daba al mismo. La
guarida estaría vacía. Nahla nunca bajaba aquí por la noche. La falta de
ventanas la asustaba. La usaba para entrar y salir de la casa desde que
descubrí cómo desbloquear la cerradura cuando tenía doce años.
No lo cerraron con llave esta noche. No recordaba haberla abierto
últimamente. No la había usado. Levanté un lado de la puerta metálica
y bajé la escalera corta hasta el suelo. Era una especie de pequeño
armario subterráneo. El suelo era de cemento, al igual que las paredes.
Solo había espacio suficiente para dar la vuelta. Ni siquiera era tan
grande como para extender los brazos a ambos lados.
Alcancé la puerta de madera que llevaba a la guarida del sótano,
giré el pomo y entré en la habitación, esperando la oscuridad. Pero la
chimenea de gas estaba encendida, y mi padre se encontraba sentado
en el sillón que daba a la puerta que abrí. No miraba la televisión ni leía.
Se hallaba sentado allí con los brazos cruzados sobre el pecho y el tobillo
derecho apoyado en la rodilla izquierda como si esperara a alguien.
No me llevó más de una fracción de segundo darme cuenta de
que la persona que esperaba era yo. Eso explicaba que la puerta no
estuviera cerrada con llave. Me quedé allí un momento y me pregunté si
había alguna forma de que supiera lo de esta noche. Acababa de pasar.
¿Sabía que Aurora estuvo conmigo en el coche camino a casa? No lo
discutimos.
—Hola —dije finalmente, rompiendo el silencio.
—Siéntate, hijo —respondió.
Cerré la puerta, luego lo miré. —¿Cómo sabías que entraría por
aquí?
Parecía divertido. —Has estado entrando y saliendo a hurtadillas
por esa puerta durante años. Después del encuentro de esta noche con
Maclay, pensé que vendrías a casa y no querrías que lo supiéramos.
Maldición. Las noticias viajaban a la velocidad del rayo por aquí.
Sabía que se propagaba rápido, pero pensé que al menos tendría hasta
mañana por la mañana antes de que se enteraran. Caminé hasta el sofá
y me hundí en él, dándome cuenta de que no me molestaba que
estuviera aquí esperándome. Verlo fue un alivio. Necesitaba un consejo.
Necesitaba a mi padre. Él lo sabía. Siempre parecía saberlo.
—Fue horrible —dije honestamente, sintiendo la opresión en mi
pecho ante la imagen de Aurora alejándose de mí y mi intento de
detener a su padre. Diciéndole que no habíamos hecho nada malo. Que
la respetaba y que nunca haría nada que la perjudicara. Me dijo que me
alejara de su hija y se fue.
—Oí que fue un idiota —respondió mi padre.
—¿Cómo te enteraste de esto tan pronto? Literalmente, acaba de
suceder.
Papá inclinó la cabeza. —¿En serio crees que te dejé hacer fiestas
en un campo con un montón de adolescentes sin tener ojos y oídos allí?
¿Igual que esa puerta de escape que usas para entrar y salir a hurtadillas?
Es mi casa. Para mantener a salvo a la gente dentro de ella, sé quién
entra y sale. Al igual que sé lo que pasa ahí fuera en ese campo. Protejo
lo que es mío.
¿Ojos y oídos en el campo? ¿Quién diablos era ese? Por un
momento mi mente se apartó de la situación con Aurora, pero eso fue
solo un breve momento. Descubriría los secretos de mi padre en otro
momento. No era importante ahora.
—Saliste de fiesta cuando eras adolescente —señalé. Me pregunté
si mi abuelo también tenía vigilancia y la compartió con sus hijos una vez
que tuvieron hijos propios.
Papá sonrió. —¿Y crees que tu abuelo no tenía metida su mano en
eso? Mierda, hijo, nos habrían arrestado una docena de veces si no
hubiéramos sabido que papá lo sabía todo. Lo mantuvimos limpio.
Sacudiendo la cabeza, habría sonreído si no estuviera tan
destrozado por lo de Aurora.
—Acabas de conocer a la chica el lunes. Ya lo he señalado. Estoy
de acuerdo en que es una belleza y parece dulce. No llegué a conocerla
realmente. Pero ahora te enfrentas a la realidad que ya sabías que te
esperaba. Es una chica blanca con un padre que no la quiere con un
hombre negro. Es típico de aquí. No parece importar que yo gane más
dinero que él o que mis antepasados hayan sido de los primeros en
establecerse en este pueblo. No como esclavos. Sino como hombres y
mujeres libres. Tienes que decidir si vale la pena esta lucha.
No esperé a que dijera más. —Lo vale. Nunca me he sentido así por
nadie. No creí que fuera posible. Pero renunciaría a cualquier cosa para
estar con ella. Para verla sonreír. Ella es todo lo que anhelo. Me hace
querer ser una mejor persona... solo estar cerca de ella me hace desear
no haber sido nunca el tipo que era antes.
Parecía algo decepcionado por eso. —Te diriges a la Estatal. Sabes
bien que la forma en que ustedes dos jueguen juntos en el campo será el
factor principal para ganarla. Te juegas el campeonato estatal por una
chica que tendrás que dejar este verano.
Hablar de dejar a Aurora era lo último que quería hacer. —Hunter
no está de acuerdo con su padre.
Papá frunció el ceño mientras lo pensaba. —Es un chico inteligente.
Ya lo sabía. Pero su padre lo controla. El chico está tan bajo el pulgar de
ese hombre que es triste. No estoy seguro de que vaya a enfrentarse a su
padre en esto.
Pasé mi mano por encima de mi cabeza y suspiré de frustración.
—¿Por qué tiene que ser tan difícil? La respeto. Diablos, la amo.
Creo que la amé en el momento en que la vi. Fue una locura la primera
vez que la miré; no puedo explicarlo. Pero no quiero perderla por el hecho
de que su padre sea un maldito racista.
La línea firme de la boca de mi padre se apretó. —Tuve esta misma
maldita charla con tu tío hace años. Me enfadé tanto con él por dejarlo
todo por una chica, que no le hablé durante meses. Teníamos nuestro
futuro planeado. Habíamos trabajado en ello, y todo lo que tenía que
hacer era renunciar a ella. Pero no lo hizo. Dijo que su corazón estaba
donde ella se encontraba, no en el campo. Su padre pensó que podía
acabar con su relación llevándosela. Trasladándola. Pero tu tío lo dejó
todo y la siguió. Casi le rompió el corazón a tu abuelo en el proceso.
Había cultivado esta tierra y trabajado duro para darnos una vida que no
tenía. Ese era el hijo que llegaría hasta el final. El que tenía el talento para
jugar en la NFL. Y una chica blanca con un padre racista decidido a
mantenerlos separados lo cambió todo. —Papá hizo una pausa. Conocía
bien esta historia. Nash y yo habíamos oído que su padre lo dejó todo
para perseguir a su madre por todo el país y recuperarla. Pero ahora me
di cuenta de que tenía sentido, y necesitaba toda la sabiduría que
pudiera obtener, así que me callé y dejé que papá hablara.
—Tu tío tomó la decisión correcta. Ella es su único amor, y han
tenido una buena vida. Todavía son felices. La NFL también habría sido
una vida genial, me imagino, pero si lo hubiera elegido por encima de
ella, creo que habría acabado vacío y triste al final. El dinero y la fama
no pueden comprar la felicidad. No a largo plazo. Te cuento todo esto,
aunque sé que es una historia que te es familiar, porque me temo que es
en lo que estás sopesando tus decisiones. Su pasado y lo que tienen hoy.
—Papá dejó caer el pie que tenía apoyado en el suelo y se inclinó hacia
mí. Su expresión era seria—. Tu tío amaba a tu tía desde que eran niños.
No la conoció ni tomó una decisión sobre su futuro después de solo una
semana. Sabía lo que era tenerla y estar sin ella. Su decisión tenía consigo
una historia. No la tienes con Aurora, hijo. No puedes estar enamorado
después de solo un puñado de días. El amor no funciona así. Lleva
tiempo. Se tarda en conocer a alguien. No es una bonita sonrisa blanca,
y pecas en la piel pálida, y el cabello pelirrojo ardiente. Es más profundo
que todo eso.
Mi primera reacción fue saltar y argumentar que amaba a Aurora
y que él no lo entendía, pero no lo hice. Me quedé sentado y asimilé sus
palabras. Aunque no estaba de acuerdo con él sobre el amor. No me
enamoré de la apariencia de Aurora, aunque era agradable a la vista.
Sabía que decirle eso no iba a convencerlo. Era un firme creyente de que
no me enamoré de ella tan pronto.
—Elegir estar con Aurora no es renunciar a mi futuro. No voy a dejar
que afecte a mi rendimiento en el campo la próxima semana. La verdad
es que perderla lo afectaría más que nada. Aún planeo ir a la universidad,
jugar al fútbol, y hacer todas esas cosas que planeé. Pero puedo hacer
eso y seguir estando con Aurora. Puedo lograr todo eso con ella en mi
vida.
Papá me miró fijamente un momento. Sabía que no se hallaba de
acuerdo. No tenía que decirlo; lo podía ver en su expresión. —¿Y si no
quiere luchar para estar contigo? ¿Y si enfrentarse a su padre no vale la
pena para ella? ¿Cómo vas a manejar eso?
Esto era algo en lo que no pensé, porque ni siquiera lo consideraba
como una posibilidad. Abrí la boca para decirlo cuando mi teléfono sonó
en mi bolsillo. Rápidamente lo saqué, deseando que fuera ella. Ahora
más que nada necesitaba saber de ella. Saber que se encontraba bien.
Lamento mucho lo de esta noche. Mi padre actuó de manera
horrible y no puedo disculparme lo suficiente por él. Me fui, solo porque
quería que dejara de hacer una escena. Era tu noche para celebrar con
el equipo y él la arruinó.
Leí las palabras tres veces antes de levantar la cabeza para
enfrentar la mirada de mi padre. Sonreía y no me había dado cuenta.
Ella no huyó de mí ni me excluyó. Incluso dejar que la duda se arrastrara
me hizo sentir culpable. La conocía mejor de lo que mi padre entendía.
—¿Es ella? —me preguntó finalmente cuando no dije nada.
Asentí.
Esperó. Le hice esperar. Solo para demostrar algo, supongo, o
porque una parte de mí se enojó con él por hacerme dudar de sus
sentimientos hacia mí. Era un juego mental que no sabía con certeza que
él supiera que jugaba. O quizás sí.
—Se disculpó por como se comportó su padre. Está avergonzada
y dijo que se fue para que dejara de hacer una escena y no arruinara mi
noche de celebración con el equipo. —Cuando le dije lo que me
escribió, no aparté la mirada; la mantuve firme y fija.
Se enderezó, y luego se puso de pie lentamente. Pensé que se
acabó. Me equivoqué. —Es una chica dulce, como dije. Pero ahora está
probando la lucha que le espera. No puedes estar seguro de que
sobrevivirá o de que quiera intentarlo. Acabas. De. Conocerla. —Dijo las
últimas tres palabras lentamente y con una dureza en su voz, como si no
pudiera hacerme comprender ese hecho.
—La. Amo —respondí.
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Jadasa

Aurora
Entendí que te fueras con él, pero no tenía ganas de celebrar sin ti.
Me fui después. Estoy en casa. ¿Estás bien?
Su mensaje hizo que me hundiera del alivio en la cama. No tenía
muchas ganas de pensar acerca del porqué el hecho de que se fuera
más temprano me hacía sentir mejor, porque me hacía una egoísta tener
pensamientos así. Debería haber celebrado. No arruinarlo. Pero el que se
fuera después de mí me hizo sonreír. Tal vez fue porque era tarde, o
porque mi padre se puso horrible, pero mis emociones se encontraban
dispersas, y sentí las lágrimas llenándome los ojos.
Estoy bien. No dijo mucho más. Es solo que odio que nos arruinara
la noche. Especialmente la tuya.
Lo envié y luego limpié las lágrimas que se deslizaban por mi rostro.
Ni siquiera sabía por qué lloraba. Sucedía tanto de momento que no
tenía idea qué era lo que más me molestaba. Casi le envié un mensaje a
mamá, pero no lo hice. Lo haría mañana. Vería si tenía algún consejo o si
siquiera le preocupaba.
Terminó con mi noche antes de lo deseado, pero no la arruinó. El
viaje a casa contigo fue perfecto. Fue toda la celebración que necesité.
El poder abrazarte fue increíble.
Mi rostro lleno de lágrimas se sonrojó cuando leí sus palabras, y la
tristeza se transformó al instante en alegría. Así de fácil. ¿Así funcionaba
el amor? Me sentía como en una montaña rusa, y el no saber qué venía
después era hilarante, incluso cuando daba miedo.
Creí haber arruinado el viaje a casa. No quería avergonzarte frente
a Nash y Tallulah. Debería haber estado más consciente de que se
encontraban en el auto.
Borré y escribí el mensaje tres veces antes de enviarlo. Tenía que
hablarlo ahora, o me quedaría pensando y preocupándome toda la
noche de que hubiera hecho algo mal.
No me avergonzaste, Aurora. Me tenías tan loco que no sabía si
decirles que detuvieran el auto y así bajarnos, o agradecerle a mi suerte
el tenerte en mi regazo. Te detuve porque temía que, si continuábamos,
llegaría demasiado lejos. Y deseaba que fuera así. Demasiado.
El corazón se me aceleró en tanto leía las palabras, y apreté los
muslos ante un hormigueo inesperado. Bastante parecido al que sentí en
el auto, cuando me las arreglé para sentarme sobre su regazo. Me sentía
tan desesperada de acercarme a él. No tenía planeado hacerlo así, pero
sucedió en los confines estrechos del asiento trasero. Entonces todo se
sintió tan increíble que me olvidé de lo que nos rodeaba y me perdí en el
momento.
Tenía razón al pensar que me avergonzaría después. Era solo que,
en el momento, no me preocupé. Me protegió incluso aunque deseaba
más. Mi sonrisa era tan amplia que me dolían las mejillas.
Creí que me sobrepasé. Simplemente sucedió. No pensaba. Y la
verdad es que no quería hacerlo. Todo se sentía demasiado bien, y
deseaba sentir más.
Era lo más atrevido que alguna vez había dicho o escrito. Me lo
pensé al enviarlo, pero me imaginaba que después de frotarme contra
su muslo y meterle la mano por debajo de mi blusa, esto no era lo peor.
Lo envié. Esperé con ansias. Sin estar segura de lo que respondería, pero
a sabiendas de que haría que lo extrañara y que deseara que no me
hubiera visto en la obligación de irme antes.
Probablemente fue para mejor que no pudiese llevarte al granero
esta noche. Te mereces más que un sitio así y quiero que te sientas
respetada y adorada. Con la forma en que me hablas, no estoy seguro
de que hubiera sido capaz de comportarme como un caballero cuando
te tuviese a solas.
Apreté las piernas de nuevo. Mis respiraciones salían rápidas y un
poco erráticas. Mi imaginación me llevó al granero, a solas con él. Sin
nadie que nos viera. Me preguntaba cómo se sentirían las otras cosas.
¿Se sentían mejor que lo poco que experimenté en el auto?
El sexo nunca fue algo en lo que pensé. Nunca me lo imaginé con
nadie. Hasta ahora. ¿Era normal? ¿Tallulah y Nash tenían sexo? Mi madre
jamás me habló del tema; todo lo que sabía era que una chica resultó
embarazada después de hacerlo en mi antigua escuela, y que se
marchó para cuidar del bebé sin la ayuda del tipo que la embarazó.
Siempre creí que tuvo que haber pasado por algún trauma en su vida
como para querer tener sexo con un chico con tanto descuido.
La juzgué demasiado pronto. Quizás lo amaba.
Quizás necesitemos de supervisión hasta que la Estatal termine.
Ahora mismo todo lo que puedo pensar… no importa. No lo diré. El solo
saber que también me deseas me lo pone más difícil de lo que imaginé.
Una vez más, su mensaje me mareó y atontó. Como si esta noche
no hubiera sido lo suficientemente horrible hasta hacía una hora. Me
quité los zapatos, pantalones, suéter y sujetador, recogí una camiseta del
costado de la cama, y luego me metí bajo las sábanas para responderle.
¿Qué estás haciendo? ¿Aparte de enviarme mensajes?
Lo envié sabiendo que era un tema seguro y que nos llevaría a uno
menos sucio.
Le llevó solo unos segundos responderme.
Estoy en el sofá de la sala de estar, observando las llamas de la
chimenea y pensando cómo el simple hecho de hablar contigo soluciona
todo. Es mejor que estar en el campo.
Podía imaginármelo, recostado en el sofá en el que estuve con él
anoche.
Desearía que hubiésemos podido ir al campo. Quería celebrar la
victoria contigo.
Experimentar algo así de genial para él era importante para mí.
Hunter no se encontraba aquí, por lo que debía estar allá. Algo injusto.
Ryker ganó el partido al igual que Hunter.
No habríamos llegado al campo, Aurora. Creo que te habría
mantenido en el granero, besando esos labios dulces toda la noche.
Esa respuesta me hizo desear que hubiera sido así. Suspiré y pensé
en lo bueno que se sentía besarlo.
Eran después de las dos cuando mis ojos finalmente se cerraron,
con el teléfono todavía en la mano. Soñé con Ryker, el asiento trasero de
un auto, y otras cosas.
Traducido por Val_17
Corregido por Jadasa

Ryker
El último mensaje que recibí de ella fue a las dos y cuarto de la
madrugada. Su silencio significaba que se quedó dormida. Al final dejé a
un lado mi teléfono después de diez minutos e hice lo mismo. Me sentía
agotado. Cuando me desperté alrededor de las once de la mañana
siguiente, esperaba recibir un mensaje de texto de ella. Pero no encontré
nada. Esperé hasta pasadas las doce para enviarle un mensaje donde le
dije: Buenos días, hermosa, aunque era tarde para ese momento.
Ninguna respuesta. Dejé de mirar mi teléfono y fui a la cocina a
prepararme un sándwich de queso a la parrilla y me senté con una bolsa
de Doritos en tanto esperaba su respuesta. Cuando mi teléfono por fin se
iluminó, era Nash, y me enfadé cuando lo levanté para leer su mensaje.
No porque tuviera un problema con él, sino porque no era Aurora.
Voy a llevar a Tallulah a ver la iluminación navideña en la ciudad
esta noche. ¿Tú y Aurora quieren venir con nosotros?
El próximo jueves sería Acción de Gracias. La ciudad de Lawton
siempre iluminaba las calles del centro con luces navideñas el sábado
por la noche antes de Acción de Gracias. Lo olvidé porque no había
participado del evento de iluminación desde que era niño. Sin embargo,
Aurora lo disfrutaría y yo también al hacer cualquier cosa con ella.
Eso si todo iba bien y podía salir de su casa.
Ese fue el siguiente mensaje cuando todavía no me respondía. Me
preocupaba el hecho de que todavía no lo hacía. No sabía qué pasaba,
o si solo seguía dormida.
Te lo haré saber, le respondí antes de que pudiera comenzar a
golpearme con preguntas para las que aún no tenía respuestas. Me
costaba creer que todavía estuviera durmiendo.
No hagas nada estúpido. Solo 2 semanas hasta la Estatal. No lo
arruines.
No iba a responder ese mensaje, pero él sabía que no lo haría. Era
un idiota. Terminé mi almuerzo y limpié mi desorden, o mi madre me
tendría aquí limpiando la cocina con un puto cepillo de dientes cuando
llegara a casa. Cometí ese error varias veces. Ella se aseguró de que
cada vez el castigo fuera peor. Era una mujer pequeña, pero le temía.
Cuando era casi la una y no hubo respuesta, decidí vestirme e ir a
la puta casa de los Maclay. No le tenía miedo a su padre, y me gustaría
tener la oportunidad de hacerle entender que no era malo para su hija.
No era el tipo que él suponía que era. El color de mi piel no me definía.
Pasaría una eternidad haciéndome digno de Aurora, y si pudiera decirle
eso, tendría que creerme. Escucharía. Amaba a su hija. Haría cualquier
cosa por ella. La diferencia en nuestra piel no significaba nada. Podría
hacerle ver eso. Solo necesitaba saber cuánto cambié al estar con ella.
Nahla bajaba las escaleras con la cara en el teléfono cuando me
dirigí hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —me preguntó. Ninguno de nuestros padres se
encontraba en casa y odiaba quedarse aquí sola. No porque estuviera
asustada, sino que se aburría. Sin embargo, no la iba a llevar conmigo
para hacer esto.
—A hablar con el padre de Aurora —dije sin detenerme.
—Aja, escuché sobre eso.
Ni siquiera le pregunté cómo se enteró. Supuse que a estas alturas
todo el pueblo lo sabía. Anoche había suficientes testigos para que lo
hablarán.
—Llavea la puerta detrás de mí —grité, y la cerré con firmeza.
Ahora que decidí hacer esto, me sentía listo. No me gustaba
esconderme. La enfrentaba y conquistaba. Le envié un mensaje de texto
a Aurora en caso de que estuviera despierta y aún no hubiera podido
responder. No podía pensar en por qué no lo haría, pero sabía que tenía
una razón.
Voy de camino a tu casa. Hablaré con tu papá.
Tras enviarlo, saqué mi camioneta de la entrada y me dirigí a su
casa. Mi papá no estaría de acuerdo con esto. Ya lo sabía. Pero no me
importaba, y si supiera que lo iba a hacer, no me detendría. Me enseñó
a ser un hombre y a enfrentar mis problemas. Eso era lo que hacía. El papá
de Aurora solo necesitaba conocerme. Ver que tomaba en serio esto.
Respetaba a su hija. Dado que todavía no le había dicho a ella que la
amaba, no le diría eso a su papá.
No creía que reaccionara tan bien a eso como mi papá. Podría
enviarla a vivir con las monjas. Sonriendo ante la ridícula idea, encendí la
radio y despejé mi mente de cualquier otra cosa. Podría hacer esto. No
había ninguna razón para estar nervioso. Me pasé el corto viaje dándome
ánimos y mirando mi teléfono en busca de una respuesta de Aurora.
Cuando me detuve en su calzada, todavía no recibí nada. La
camioneta de Hunter se encontraba estacionada, pero no vi la de su
padre. Sin embargo, no quería decir que no estuviera en la cochera. Más
allá de eso, sabía que había alguien en casa. Y si Aurora no respondía,
necesitaba saber por qué. Siempre existía la posibilidad de que alguien
le hubiera contado algunas de las cosas malas que hice en el pasado.
Eso me daba náuseas. Eventualmente las oiría, pero esperaba que
cuando lo hiciera, me dejara explicárselo. Contar mi versión de la historia.
La cual no era tan buena. Básicamente, fui un idiota. Cometí muchos
errores. Si hubiera sabido que la conocería algún día, habría sido muy
diferente.
Ni siquiera llegué a la puerta principal cuando se abrió, y vi a Hunter
parado allí. Se veía serio. No parecía tener buenas noticias que contarme.
Era exactamente lo contrario. Eso me detuvo. ¿En qué estaba a punto de
meterme? ¿Ella se encontraba enojada conmigo? ¿Su hermano iba a
evitar que le hablara? Joder, odiaba esto. No saber.
—Se ha ido —dijo las palabras antes de que llegara a la puerta.
Entonces me detuve por completo. —¿A dónde? —le pregunté,
pensando que quizá se fue con su padre a algún lugar para hablar. ¿No
la dejaba enviarme un mensaje de texto? Posiblemente le quitó el
teléfono mientras tenían la conversación.
—Con nuestra abuela en Carolina del Norte.
Eso tomó un minuto. Lo miré fijamente, pensando que lo escuché
incorrectamente. ¿Por qué la envió allí? ¿Era donde había vivido con su
madre? ¿La iba a dejar allí?
Denver se encontraba ahí.
—¿Qué? —pregunté, queriendo estar equivocado. Deseando que
el miedo que ahora arañaba mi pecho listo para estallar y paralizarme se
fuera.
—Papá la llevó al aeropuerto temprano esta mañana. La subió a
un avión.
Mis rodillas se sentían débiles y la siguiente inhalación de aire fue
difícil. Era como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago, o peor
aún, me hubiera golpeado con una tacleada ilegal por parte de un
jugador lateral defensivo que iba con la cabeza hacia mi estómago. No
podía hablar. Respirar era bastante difícil. Maldición, Carolina del Norte
se hallaba demasiado lejos.
—Le sacó su teléfono antes de que se despertara. Leyó sus
mensajes de texto. Luego hizo sus maletas. No pensé que sería tan
extremo. Tampoco Aurora. Nos equivocamos. —Lo dijo como si se
estuviera disculpando.
—Va a volver, ¿verdad? —Iba a enloquecer ahora. No podía
simplemente dejarla allí. Si esa hubiera sido una opción, nunca la habría
traído aquí. ¿Cierto?
—Sí, la abuela no podrá mantenerla. Es solo por el receso de
Acción de Gracias. Papá dijo que Aurora necesitaba espacio de… ti… y
ver a sus viejos amigos —dijo a regañadientes. No mencionó el nombre
de Denver, pero estaba allí, colgando en el silencio. Nos quedamos de
pie durante varios minutos, asimilando sus palabras. Luego dijo—: Lo
siento. Puedo notar que te preocupas por ella. Se lo dije a papá, pero no
importó. Dijo que ella está confundida.
Di un paso atrás y sentí una rabia al rojo vivo brotar dentro de mí.
—¿Porque soy jodidamente negro? ¿Es por eso? ¿El color de mi piel
significa tanto para el hombre? —grité. No me importaba. Dejaría que los
vecinos me escucharan. Nada importaba ahora. Ni una maldita cosa.
Todo lo que me importaba se encontraba en un avión que se dirigía al
noreste.
Hunter no respondió, pero pude ver la vergüenza en su rostro. No
era como su papá. No podía quedarme aquí. No podía ir a casa. No
quería estar en ningún lado. Ella se fue por una semana. Eso era todo,
pero volvió a su antigua vida. Dónde se encontraba Denver. Donde
encajaba fácilmente. Donde vivían amigos que también eran sordos. Yo
vivía aquí. Sin forma de comunicarme con ella.
—¿Tendrá un teléfono allí? —pregunté, rezando para que Hunter
me ayudara con esto. Tenía que tener alguna esperanza. La acababa
de encontrar y no podía perderla.
—Te conseguiré el número si lo tiene. Mamá no está de acuerdo
con las decisiones de papá. Hablé con ella hace dos horas por teléfono.
La abuela no sabe las razones exactas por las que enviaron a Aurora para
que se quede con ella esta semana. Mamá se lo contará y no estará muy
feliz con papá al respecto. El problema es que la abuela todavía tiene un
teléfono fijo. No creo que sea capaz de conseguirle a Aurora un celular
esta semana. Tampoco tiene Internet, por lo que Skype no será una
opción.
¡Mierda!
Iba a estar fuera de mi alcance durante una semana. No tenía
forma de saber si cambiaría de opinión, si sus sentimientos por mí eran lo
suficientemente fuertes, si se daría cuenta de que Denver era mejor para
ella. Era difícil pensar en eso.
—Ella se preocupa por ti —dijo Hunter como si supiera lo que
pensaba—. No quería irse —agregó. Pude ver que había más que quería
decir, pero no lo hizo. Asentí, porque no podía decir nada. Mi garganta
se sentía tan malditamente apretada que me dolía.
Con una última mirada de disculpa, cerró la puerta. Miré hacia la
ventana que Aurora me dijo que era suya. Saber que no se encontraba
allí era tan malditamente deprimente que ya no podía quedarme aquí.
Tenía que escapar. De toda esta maldita ciudad. Todos sabían lo de
anoche. Todos querrían decirme algo al respecto.
No podía hablar de esto. Sabía que solo era una semana. Volvería
a Lawton. Lo que temía era lo que sucedería cuando ella regresara. ¿Su
padre la mantendría en casa? ¿Tendría que asistir a clases virtuales? ¿La
enviaría a una escuela para personas con problemas de audición? ¿O
volvería y me diría que se equivocó al romper con Denver? Porque estar
con él era más fácil para ella.
¿Yo valía la pena la pelea que enfrentaría?
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Jadasa

Aurora
Una semana fue todo lo que se requirió para cambiar mi vida. Me
dejaron en la casa de mi padre, sin saber que en siete días sería una
persona diferente. Que querría cosas que no creí que me importaran.
Descubrí que era más fuerte de lo que pensaba. Más valiente de lo que
alguna vez supuse. También descubrí una confianza que no tenía antes.
Todo por Ryker.
Me hizo desear más, me animó a salir de mi zona de confort, de
confiar en mí y en otros; pero, lo más importante, me hizo amar mis
diferencias y no dejar que estas se interpusieran en mi camino. Sin siquiera
pensarlo, hablé con las asistentes de vuelo e incluso con la señora que se
sentó junto a mí en la primera clase del vuelo sin escalas hacia Raleigh.
Cuando desperté y mi padre se encontraba de pie al final de la
cama, con la maleta a un lado, busqué el teléfono, ya sabiendo que no
lo encontraría. Se rehusó a devolvérmelo, incluso cuando me quebré y
comencé a llorar. Ser obligada a irme sin despedirme de Ryker fue injusto,
pero bueno, en sí toda la situación fue cruel. ¿Por qué esperaría que mi
padre actuara de manera justa? Desde entonces, me rehusé a mirarlo.
Cuando intentó despedirse en el aeropuerto, crucé seguridad y lo dejé
sin siquiera una palabra o un movimiento de la mano.
No tenía nada que decirle. Ya no. No me escuchó cuando le rogué
que le diera una oportunidad a Ryker. Cuando le dije que era racista, dio
un paso hacia mí, y aunque no creía que fuera a golpearme, Hunter se
puso frente a él y le bloqueó el camino. Nunca sabría lo que planeaba
hacer.
La espalda de Hunter daba hacia mí, y no tenía idea de qué le dijo,
pero mi padre retrocedió. Hunter se quedó a mi lado hasta que me subí
a la camioneta y fui llevada al aeropuerto más cercano, y lo bastante
grande, como para tener viajes sin escalas hacia Carolina del Norte; lo
que conllevó un viaje de dos horas y media desde Lawton.
La abuela me recibió en el aeropuerto y me abrazó con fuerza. No
tenía idea de cuánto sabía acerca de la situación, pero se encontraba
allí. La esencia familiar de su perfume y la seguridad de su abrazo me
llenaron los ojos con las lágrimas que llevaba conteniendo. Me dio un par
de palmaditas en la espalda mientras lloraba en sus brazos, y no me
preocupé si hacía ruido o no.
Permanecimos allí hasta que pude controlar mis emociones;
entonces me aparté para limpiarme el rostro bañado en lágrimas. Me
entregó un pañuelo que sacó de su bolsa, a la que llamaba cartera. Hice
lo mejor que pude para eliminar cualquier rastro de mi arrebato, y luego
se lo devolví.
—Tu padre siempre ha sido un idiota. Pero no sabía que fuera un
intolerante. —La abuela era la madre de mamá, pero ese no era el
motivo del porqué hablaba así de mi padre. Era así, directa. Le contaría
a cualquiera que quisiera escuchar todos los problemas de mamá.
Me encogí de hombros. —Yo tampoco —dije. Porque, en verdad,
no pensé que reaccionaría así.
—Mandarte de regreso una semana después de que hubieras
tenido que empacar y mudarte. Me avergüenza. Necesitas adaptarte.
No te dio el tiempo de hacerlo. —La abuela hacía señas en lugar de
hablar. Siempre se quejaba cuando mi familia esperaba que les leyera
los labios. Decía que tenía que ser agotador para mí.
—Cree que el hecho de que esté aquí será suficiente para terminar
con mis sentimientos por Ryker —le dije.
Arqueó una ceja blanca. —¿Y es así?
Negué con la cabeza. —No.
Me dio un asentimiento firme. —Bien. Porque Denver vendrá a
cenar esta noche. Tu padre quería que te relacionaras con los amigos
que dejaste aquí, con la esperanza de eliminar los sentimientos que tienes
por Ryker. Y así lo haremos; luego le demostraremos que no funcionó. —
Hizo las señas con una expresión en el rostro que decía que en realidad
lo creía así.
Pero negué con la cabeza cuando dije: —¡No! —Usando la voz. No
quería ver a Denver. El tiempo que pasé con Ryker podría haber parecido
como un montón, pero no era así. Acababa de romper con Denver hacía
unos cuantos días. Verlo en ese momento era raro.
—Él se sentía feliz de venir. No puedo retractarme —dijo la abuela
con un ceño.
Gemí y me cubrí la cara con la mano derecha. Esto iba a terminar
en un desastre. —Rompimos —le dije, apartando la mano del rostro.
Se encogió de hombros. —Lo sé.
Caminamos hacia la zona de recolección de equipajes, y encontré
la maleta sin mirar a la abuela. Iba en serio con el asunto de los modales,
y sabía que no iba a cancelar la cena de esa noche. Cenar con Denver
era lo último con lo que quería lidiar. Todavía me quedaba una semana
aquí sin manera alguna de hablar con Ryker y explicarle.
No sabía con seguridad si Hunter lo haría como correspondía, y sin
un teléfono o internet, no sabía cómo iba a comunicarme con alguien
de Lawton. Aunque a mi padre no parecía preocuparle. Esta habría sido
el primer Acción de Gracias que pasaría con él en cuatro años, y me
mandó lejos. Esperaba que disfrutase el pavo de tofu que le daría Ella.
Arrastrando el equipaje por el aeropuerto, seguí a la abuela hacia
el exterior, hacia un clima mucho más frío del que dejé esa mañana en
Alabama. La luz del sol hizo que entrecerrara los ojos, por lo que busqué
los lentes de sol en la cartera, y luego me los puse con rapidez antes de
apresurarme para alcanzar a la abuela, que caminaba demasiado
rápido para tener setenta y dos años.
El familiar Lincoln Town del ochenta y ocho y de color azul se
hallaba aparcado en el estacionamiento para discapacitados, y puse los
ojos en blanco. La abuela creía que su edad la hacía entrar en esa
clasificación, siendo que caminaba más rápido que yo, y más que un par
de kilómetros durante el día. Abrió el maletero, y metí la maleta antes de
cerrarlo y caminar hasta el asiento del pasajero.
El auto olía a vinagre y manzanas. Siempre olía igual. La abuela
limpiaba todo con agua con vinagre, pero la fragancia con esencia de
manzana que rociaba por el auto cada semana se aferraba al material
de los asientos. No era agradable, pero no parecía molestarle.
Cuando no encendió el auto, la miré, para verla observándome.
—Enojarse no solucionará nada, cariño. Ninguna cosa, joder. Así
que supéralo y sigue adelante.
No estaba enojada. Me molestaba lo injusto de la situación. —No
es justo —respondí.
Hizo una mueca con los labios y asintió como si estuviera de
acuerdo. —Nop, no lo es. Pero tampoco lo es el resto de la vida. Lo mejor
es comprenderlo desde el principio y hacerte más dura.
Hacerse dura. Pensaba que lo era. Sin embargo, no lo dije. No tenía
sentido discutir. Me recliné y me puse el cinturón de seguridad cuando
encendió el auto y salía del aparcamiento al que no pertenecía.
La vida podía ser injusta, pero, ¿es que no podíamos confiar en que
nuestros padres no fueran así? Parecía una realidad cruel que venía con
la comprensión y el hacerse más dura.
Traducido por Lisseth
Corregido por Beatrix

Ryker
El resto del fin de semana me quedé en casa. No quería ir a ningún
lado ni ver a nadie. Nash por fin me dejó solo. Mi papá no decía mucho
sobre el tema, y mi madre horneaba brownies y galletas para tratar de
animarme, lo que significaba que le preocupaba mucho. No confiaba lo
suficiente en sus habilidades culinarias como para comer algo de eso,
pero tampoco tenía mucho apetito de todos modos.
Hunter no llamó, ni envió mensajes con algo de información sobre
Aurora.
Sin embargo, Nova, Pam y Mindy me enviaron mensajes. Todas se
ofrecieron a consolarme de diferentes maneras e hicieron comentarios
sobre que Aurora no merecía mi tiempo. Eliminé cada mensaje de texto,
molesto por la forma en que insinuaron que Aurora era la culpable de los
problemas racistas de su padre. Ellas eran otra razón por la que no salí de
mi casa. Las enfrentaría y más si iba a cualquier lado.
Era martes por la tarde cuando Nash vino a mi casa para exigirme
que saliera. No iba a dejar que me quedara aquí por más tiempo. Tallulah
se encontraba ocupada horneando con su madre en preparación para
Acción de Gracias del jueves. Aparentemente, se unirían a nuestra cena
familiar en la casa de mis abuelos. Ayer escuché a mamá decir algo al
respecto por teléfono con mi tía cuando decidían quién tenía que llevar
qué. La madre de Tallulah iba a llevar todos los postres, excepto el pastel
de nueces de mi abuela, y también llevaría pan casero.
No me importaba nada de esto.
—No me voy hasta que vengas conmigo —dijo Nash, dejándose
caer en el sofá en mi guarida y apoyando sus pies en la otomana frente
a él antes de cruzarlos por los tobillos. Se iría tan pronto como Tallulah lo
llamara. Su intento de actuar como si se estuviera poniendo cómodo y
no se moviera era débil. Lo sabía.
—¿Quieres conducir a Carolina del Norte conmigo? —le pregunté.
No bromeaba. Lo estuve pensando desde ayer. Mis padres estarían en
contra, pero me hallaba listo para irme sin decirles. Llamaría después de
que me fuera y lidiaría con el castigo luego.
—Por favor dime que estás bromeando —dijo Nash.
—Nop.
—Jesús, va a regresar. No se ha ido para siempre. Estará de vuelta
el sábado. ¿Cierto? Es una semana. Hunter dijo que se fue durante esta
semana.
Faltaban cuatro días, lo que parecía una puta eternidad. ¿Había
visto a Denver? Quizá decidiera quedarse con su abuela. Solo tuve cinco
días con ella. Denver tenía años. ¿Podría lo que teníamos soportar eso?
Mierda.
—Algunos chicos vienen a mi casa para ver fútbol y alejarse de los
familiares que están de visita en sus casas. Ven conmigo —dijo Nash esta
vez después de mirar su teléfono y leer un mensaje. Esto era típico de las
vacaciones de Acción de Gracias. Veíamos un montón de fútbol y nos
escondíamos de las reuniones familiares hasta que llegaba la hora de
comer.
Sentarse aquí no ayudaba mucho. Si me fuera a Carolina del Norte,
no sabría cómo diablos encontrarla. No sabía el nombre de su abuela y
me encontraba seguro de que Hunter no me iba a ayudar con eso. Ella
estaría en casa en unos días. Tenía que seguir recordándome eso.
Estirándome, miré a mi primo y después asentí. —Bien. Vamos —le
respondí.
Parecía aliviado y un poco sorprendido de que estuviera de
acuerdo. Me pregunté si, de haberle presionado más, habría cedido a la
idea de viajar para encontrarla. Posiblemente, pero ambos tendríamos
problemas con nuestros padres, y había pocas posibilidades de hallarla.
Ni siquiera tenía un maldito número de teléfono con el que pudiera hablar
con ella.
—Gracias a Dios —murmuró él, poniéndose de pie—. Pensé que iba
a tener que convencerte de esa estúpida idea de ir a buscarla.
Si solo pudiera hablar con ella. Saber que estaba bien. Demonios,
si pudiera saber que no estaba con Denver y no se olvidó de mí, eso era
lo que necesitaba. También quería ver su sonrisa iluminarse y hacerme
olvidar todo lo demás.
Volvimos a la parte delantera de la casa y, al pasar por la cocina,
mi madre se giró y nos vio. —¡Oh, qué bien! Lo sacas de esta casa. Estoy
cansada de su mal humor. Toma esto. —Me entregó una bandeja llena
de galletas, brownies y unas bolas blancas cubiertas de azúcar en polvo.
—¿Las hiciste tú? —pregunté, sin saber si iban a ser comestibles o si
debería arrojarlas a la basura cuando llegáramos a la casa de Nash.
Mamá puso los ojos en blanco. —No, Ryker. No las preparé yo. Se
las compré a la señora Loyola de la iglesia. Ella hace bandejas llenas de
dulces cada año y las vende para recaudar dinero para la colecta de
juguetes local. Ya deberías saber esto. Señor, he comprado demasiadas
bandejas de dulces suyas todos los años desde que eras un niño.
La señora Loyola tenía alrededor de ochenta años, supongo, y se
sentaba en el banco frontal de la iglesia todos los domingos. Ya no iba
tanto, pero dudaba que se hubiera movido de su lugar en estos años. Ella
siempre tenía menta en su bolso, y todavía me seguía dando un poco
como si tuviera cinco años cuando me veía.
—Sí, lo olvidé —dije como si recordara que habíamos tenido dulces
de ella en el pasado. Nunca presté atención a la comida en la cocina o
de dónde venía durante las vacaciones. Solo la comía. Esta era la única
época del año en la que teníamos la cocina equipada, ya que mamá
pensaba que las festividades significaban que bandejas y latas de dulces
deberían cubrir la mesa de la cocina.
Me palmeó el hombro y después apretó mi brazo. —Ve a divertirte.
No pienses en las otras cosas. Se acabará pronto. Todo pasa por una
razón.
Me acerqué a la puerta antes de que mamá pudiera lanzarme más
palabras de aliento cliché. Su intención era buena, pero era molesto. Ni
siquiera ella entendía lo estresante que era esto. No poder comprobar
cómo se encontraba Aurora. Saber si seguíamos bien. Necesitaba que
me aseguraran que iba a volver. No quería que la vida volviera a ser
como había sido sin ella.
Mamá gritó más palabras de despedida mientras salíamos por la
puerta principal. Papá venía por la acera, vestido con sus pantalones
cortos de correr y una camiseta Dri-Fit de manga larga. Estaba sudando
a pesar de que hoy hacía unos cinco grados. Cuando me vio salir con
Nash, pareció aliviado.
—¿Cuántos kilómetros has hecho esta mañana? —le preguntó
Nash. Mi padre corría tres veces por semana e iba al gimnasio dos días a
la semana para levantar pesas. Esta semana había corrido más, debido
a la cantidad de comida que planeaba comer. Se quejaba de que su
metabolismo era una mierda desde que cumplió los cuarenta.
—Dieciséis —dijo con una sonrisa arrogante.
—Joder, eres una máquina. —Nash sabía que a mi padre le
gustaba que le subieran el ego.
Papá se rió y luego dirigió su atención a mí. —Estás saliendo. Ya era
hora.
No respondí. Seguí caminando hacia el Escalade de Nash.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Beatrix

Aurora
Lo que descubrí desde el momento en que conocí a Ryker quedó
muy claro luego de la cena con Denver. Y las compras de Navidad con
él dos días más tarde, y una noche de cine en casa de mi abuela con él
después de hacer galletas y hablar de mi antigua escuela. Denver era mi
mejor amigo. No había ningún deseo de tocarlo o de que me abrazara.
Ninguna tentación de besarlo. De hecho, hablamos mucho sobre Ryker.
Me hizo preguntas y yo fui muy honesta sobre cómo me sentía.
Denver no se sentía celoso ni disgustado. No era tan bueno en la
actuación, y yo me habría dado cuenta si le molestaba. Al contrario,
parecía curioso. Y feliz por mí. También hizo soportable el estar atrapada
en Carolina del Norte durante una semana. Me reí con Denver como lo
haría con Tallulah. Nada más que amistad nos unía, y era cómodo.
No le conté lo de los besos y otras cosas que hice o sentí con Ryker.
Era algo privado, pero le dije que era excitante y dulce. Incluso se rio de
mí por no dejar de hablar de lo buen chico que era y de que nadie le
daba crédito por ello. Todos parecían juzgarlo por sus errores pasados.
Durante una de mis largas quejas sobre esto, me dijo que dudaba
que Ryker los considerara errores. Lo que me llevó a una conversación
acalorada sobre cómo se equivocaba. Denver se calló rápidamente, y
ese fue el final de eso.
Aunque me acosté en la cama esa noche y pensé en ello. Me
preguntaba si posiblemente Ryker echaría de menos esa vida. Si había
vuelto a ella ahora que me fui. Cuando volviera, ¿sería todo lo mismo?
Quería enviarle un mensaje de texto. Sabía que Denver me dejaría usar
su teléfono si se lo pidiera. No tenía el número de Ryker memorizado, ya
que se encontraba guardado en mi teléfono. Era mala para recordar
números. Podría preguntarle a Hunter. Me sabía el suyo de memoria. Lo
tenía desde hace cuatro años.
Cada vez que lo consideré, me detuve de preguntar. No porque
pensara que eso molestaría a Denver. Hablamos de Ryker lo suficiente
como para saber que no le importaría en absoluto. Casi esperaba que
me lo ofreciera, pero no lo hizo. No me atreví a hacerlo porque tenía
miedo. ¿Y si Ryker estuvo con Nova o alguna otra chica? ¿Y si Hunter me
decía algo que no quería oír? Habíamos estado hablando durante una
semana. No existía ninguna exclusividad en lo que teníamos. ¿O sí? ¿Me
quería exclusivamente? ¿O se suponía que debía aceptar que estuviera
con otras chicas?
Me sentía enferma cada vez que pensaba en ello. Los padres de
Nova obviamente no tendrían un problema con el color de piel, ya que
compartían el mismo. ¿Y si no quería tratar conmigo por culpa de mi
padre racista? Esta vez le dio mucho espacio para decidir que yo no valía
la pena. Me puse tan nerviosa pensando en todos estos escenarios que
perdí el sueño.
—Lo estás haciendo otra vez. Me estás dejando de lado —dijo con
señas Denver cuando se puso delante de mí para llamarme la atención.
Habíamos estado limpiando el porche de la abuela. Mañana era Acción
de Gracias, y siempre tenía la casa llena de gente. Necesitaba todo el
espacio disponible que fuera posible. Incluyendo su gran porche cerrado
que tenía más metros cuadrados que el interior de la casa. Cuando vivía,
mi abuelo siempre se burlaba de ella por eso. La abuela prefería estar
afuera. Cuando construyeron este lugar, el porche solo cubría la parte
delantera de la casa. Pero a lo largo de los años, decía la abuela, mi
abuelo fue añadiendo poco a poco, a medida que se lo podían permitir.
Empezó ampliando el frente dos metros más para ensancharla. Y luego
siguió con lo mismo. Me decía: “Encuentra un hombre que te construya
un porche más grande de lo que necesitas y sonríe mientras lo hace. Y
quédate con él”.
Cogí la escoba que había dejado mientras limpiaba una de las seis
mecedoras que se hallaba allí. Luego miré a Denver. Su familia también
estaría aquí para Acción de Gracias. Así como la mayoría de los vecinos
ancianos que no tenían familia cerca, y cualquier persona sin hogar que
la abuela pudiera encontrar hoy cuando saliera a hacer recados. Así era
ella. Lo esperábamos. Conocí a mucha gente interesante a lo largo de
los años.
—No me lo has pedido, pero aquí tienes —dijo con señas Denver,
luego sacó su teléfono del bolsillo y me lo tendió.
Ahí estaba. Se ofrecía. Sabía que iba a pasar eventualmente. Miré
el teléfono en su mano y me pregunté si era una buena idea o un terrible
error. Echaba tanto de menos a Ryker. Pero el miedo a todo lo que me
imaginé me aterrorizaba.
—No sé su número —dije—. No lo memoricé.
Denver no podía hablar con señas y sostener su teléfono, pero su
expresión era evidente. Sabía que podía conseguir el número de Ryker
fácilmente. Siguió sosteniendo el celular delante de mí, esperando que lo
cogiera.
—¿Y si esto es un error? —Hice señas. No se movió. No iba a dejarme
inventar excusas. Denver era de los que manejaban las cosas de frente.
Como lo hizo al finalizar nuestra relación.
Tomé su teléfono. Temor, excitación, miedo; todos encontrando un
lugar para arremolinarse dentro de mi pecho y dificultarme la respiración.
Lo sostuve por un momento, y la pantalla se volvió negra. Él se acercó,
rozó su pulgar para desbloquearlo de nuevo, luego me dio un codazo.
Fui a los mensajes de texto y encontré el número de Hunter ya en
los contactos. Debí haberme imaginado que tendría el número de mi
hermano.
Soy Aurora. ¿Cómo están las cosas allí?
No podría preguntar nada más. Todavía no.
Fue inmediato que los puntitos aparecieron para decirme que me
contestaba.
Me estás mensajeando desde el teléfono de Denver. ¿Eso significa
que has vuelto con él?
Debería haber explicado esto en un principio. Pensaba en que
Ryker siguiera adelante, no en por qué enviaría un mensaje desde el
teléfono de mi ex-novio.
No. Somos amigos. Siempre lo hemos sido. Nada más. Me ayuda a
limpiar la casa de la abuela para la comida de mañana. Te acuerdas de
eso. Se ofreció a dejarme usar su teléfono para comprobar las cosas...
allí.
Aun así, no pude decir el nombre de Ryker. Esta vez no empezó a
enviar mensajes inmediatamente. Eso hizo que el nudo enfermo de mi
estómago se agrandara, y mi garganta se puso tensa. La espera de que
dijera algo fue horrible. Quería enviarle un mensaje de texto con: DIME
ALGO. ¡DÍMELO Y YA! Pero no lo hice. Mi mano temblaba, me di cuenta
cuando la mano de Denver se extendió para estabilizar la mía. Lo miré. Él
me habló con señas: —Respira. Todo va a estar bien.
Respiré profundamente y volví a bajar la mirada a la pantalla justo
cuando apareció el mensaje de Hunter.
Solo estuviste aquí una semana, Aurora. No fue suficiente tiempo
para solidificar las cosas con Ryker. Te dije que era un mujeriego. Me
alegro de que estés con Denver.
Leí ese texto tres veces antes de obligarme a responder.
¿A qué te refieres? Dímelo. No seas impreciso, Hunter.
Esperé su mensaje, sintiéndome tan mal del estómago que pensé
que vomitaría. No debería haberle preguntado. No debí haber dicho ni
una palabra. Debí devolverle el teléfono a Denver y olvidar que dijo algo.
Estaba con Nova en casa de Nash. Yo me encontraba allí. Lo vi.
No necesitaba decir más. Pedí saber. Ahora lo sabía. Nunca sentí
tanto dolor. Luego de devolverle el teléfono a Denver, esperé a que me
lo quitara de la mano; entonces empecé a correr. No sabía hacia dónde,
pero huía de las palabras. Tenía razón al temer que Ryker hubiera estado
con otra persona. Superó todo lo que sentía por mí en mi ausencia. Era
tan ingenua. Hunter ya me lo dijo, y yo no lo escuché. Quería creerle a
Ryker. Me hizo sentir tan viva. Pero todo lo que conocí era Denver, y ahora
entendía que no había atracción sexual entre nosotros. Nunca la hubo.
Éramos los mejores amigos que se confundieron y pensaron que lo que
sentíamos era algo más.
Mis pies siguieron corriendo en tanto el mundo pasaba a mi lado.
Mi cara se hallaba mojada por las lágrimas que obstruían mi garganta
incluso antes de que Hunter me dijera lo que de alguna manera ya sabía
en el fondo. Por eso no quería enviarle mensaje. Me lo imaginaba, y si lo
hubiera sabido, entonces sabría en el fondo que esto no era real para
Ryker. No como lo era para mí.
Fui una de muchas. ¿No me advirtió Hunter sobre esto? ¿Tallulah,
incluso, el primer día? No atendí a nadie. Estaba tan segura de que era
diferente conmigo. ¿Por qué iba a ser diferente para él? No era especial.
Diablos, fui más difícil. No podía hablarme como a otras chicas. Tenía que
escabullirse para estar conmigo. Yo era una gran molestia. Trabajosa. No
me extrañaba que estuviera con otra persona esta semana.
La imagen de Nova en sus brazos me golpeó, y se me debilitaron
las rodillas por el dolor. Me detuve y me incliné en la cintura para apoyar
mis manos en las rodillas. No era una corredora, y ahora estaba luchando
para recuperar el aliento por mi repentina necesidad de correr mientras
sollozaba al mismo tiempo. Esto era demasiado. Todo.
¿Cómo es que dolía tanto? No debería sentirse como si alguien me
hubiera golpeado en el pecho con un bate de béisbol. Pero así era.
Jadeé en busca de aire, y empezaba a enderezarme cuando una mano
me tocó el hombro. Me encontraba demasiado cansada para saltar o
incluso importarme no estar sola.
Al girarme, ya sabía que era Denver a mi lado. Lo miré fijamente,
preguntándome si leyó el mensaje de texto o habló con el propio Hunter.
Alcanzarme sería fácil para Denver. Estaba en el equipo de atletismo de
la escuela. Correr era lo suyo. No lo mío.
Ni siquiera respiraba con dificultad. Sus ojos azules, que la mayoría
de las chicas de la escuela creían que eran de ensueño y me lo dijeron
tantas veces a lo largo de los años, estaban llenos de simpatía. No me
conmovieron como lo hicieron las oscuras profundidades de Ryker. No
me perdí en ellos. Podía admitir que eran un azul claro que coincidía con
el cielo sobre nosotros, pero eso era todo.
Sus brazos me llevaron a su pecho y me abrazó. Su pecho no era
amplio, y no olía a la colonia de Ryker. Era delgado, no musculoso, y sus
brazos no se destacaban en las mangas por unos bíceps definidos que le
pertenecían a un hombre. Pero me encontraba a salvo. Nunca me haría
daño. Era mi amigo que me escuchó hablar una y otra vez sobre otro
chico toda la semana.
Nos quedamos ahí parados hasta que mis sollozos se calmaron. Mi
respiración finalmente volvió a la normalidad, y las lágrimas de mi cara se
secaron. Aunque la parte delantera de su camisa se encontraba ahora
mojada.
Cuando me sentí más tranquila, di un paso atrás y le dije en lengua
de señas: —Lo siento. —Luego—: Gracias. —No tenía energía para más.
Respondió: —Vas a estar bien.
No concordé. Por haber creído en un cuento de hadas con un tipo
tan rápido y fácilmente, era un desastre andante. No se podía confiar en
que yo tomara decisiones inteligentes.
—Soy una idiota —respondí.
Frunció el ceño. —No. Él es el idiota.
Mi primer instinto fue defender a Ryker, pero me detuve antes de
poder hacerlo. Porque ya no necesitaba hacerlo. Todos tenían razón. Yo
fui la tonta. Era sorda, no ciega. Sin embargo, estuve muy ciega en lo que
respecta a Ryker.
Pensé en todas las veces que lo había visto con Nova en la escuela
la semana pasada y creí que no era nada. Solo que ella intentaba hablar
con él. Luego estaban los momentos en que había sorprendido a las
chicas guiñándole el ojo o lamiéndose los labios. Creí que coqueteaban
solo ellas y que él las ignoraba por mí. ¿Qué tan tonta podía ser? ¿Por qué
un chico que se parecía a Ryker y que se iba a ir a la universidad en el
verano iba a querer salir solo conmigo?
—Me perdí en un cuento de hadas de mi propia creación. Eso fue
una lección, y no volverá a suceder —le dije a Denver.
Suspiró con una sutil elevación de sus hombros. —Te mereces un
cuento de hadas, y un día tendrás uno.
Traducido por Julie
Corregido por GraceHope

Ryker
Un mes después…
El peso del anillo del campeonato estatal en mi dedo todavía me
era extraño. Sabía que no lo usaría después de graduarme. Se quedaría
en un estante, recordándome los mejores y más difíciles momentos de la
secundaria. Me preguntaba si todavía vería su cara cuando mirara ese
anillo o si algún día su recuerdo se desvanecería.
La multitud que me rodeaba era ruidosa y estaba lista para el año
nuevo. El reloj sonaría en menos de una hora, y los fuegos artificiales
estallarían sobre el centro de la ciudad, mientras que la gran bola que
Lawton dejaba caer cada año a medianoche en Año Nuevo lanzaba
colores al cielo nocturno. Era difícil de creer que era casi el año 2020. Me
graduaría en unos pocos meses, luego me mudaría a Oklahoma a finales
de junio para empezar a entrenar.
Cuando acepté la beca de fútbol de la Universidad de Oklahoma
antes que Georgia, Vanderbilt y Florida, mi padre se sorprendió, pero no
discutió conmigo. Su sueño era que yo jugara al fútbol en la SEC. No era
necesariamente el mío. Solo quería saber que iba a jugar. Ahora mismo
eso era todo lo que tenía. Había tratado de encontrar alegría en las cosas
que una vez tuve, pero ya la había perdido.
Al igual que a Aurora.
Nada era lo mismo después de ella. Había jugado el mejor partido
de mi vida en el campeonato estatal. Mientras todos me alababan, y mi
nombre salía en los periódicos con mis estadísticas de récord, todo lo que
pensaba era: ¿Será esto suficiente para ganarme al padre de Aurora?
¿Me aprobará? Había jugado ese maldito partido, tratando de ser muy
bueno para un hombre que ni siquiera conocía. Estoy seguro de que no
me caía bien. Pero amaba a su hija. No tenía ninguna duda en mi mente
sobre eso. Su estancia en Carolina del Norte me había destruido.
Había visto a Hunter observándome en la escuela y en el campo.
Siempre parecía que quería decirme algo, pero no podía hacerlo. O no
se atrevía. Estaba demasiado asustado para preguntarle. Si ella estaba
con Denver, entonces no necesitaba que me lo dijeran. El hecho de que
no volviera había sido suficiente.
—Sonríe, hombre. ¡Está a punto de ser 2020! ¡El año en que nuestras
vidas comienzan! —Nash había estado bebiendo. Olí la cerveza en su
aliento. Tallulah se encontraba acurrucada a su lado, manteniéndose
caliente, y yo sabía que estaba sobria. Ella lo llevaría a casa.
Forcé una pequeña y tensa sonrisa a mi primo. Mis pensamientos
no estaban en la celebración que se llevaba a cabo a mi alrededor. Me
encontraba aquí simplemente porque estar sentado en casa solo era
demasiado. Pensaba en ella. Siempre en ella.
—Hunter le dijo a Blakely que se fuera a la mierda. Hunter Maclay
en realidad dijo “vete a la mierda”, ¡y a Blakely! Dios, ojalá lo hubieras
escuchado. La mierda más divertida de la historia. —Nash estaba tan
feliz. Bien por él. Se lo merecía. ¿Pero tenía que venir a soltarme esa
mierda?
—Ya era hora de que tuviera agallas —dije, sin sorprenderme de
que fuera tan listo como para terminar las cosas con Blakely. Ella era
veneno.
Nash se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de Tallulah.
Tuve que mirar hacia otro lado. Era demasiado doloroso pensar en ello.
Me recordaban a Aurora. Intentaba pensar en cualquier otra cosa.
Recibir el año nuevo con una nueva actitud. Era mi resolución. La única
que había hecho. En realidad, la primera que hice para un año nuevo.
—Feliz Año Nuevo, Ryker —dijo Nova, parándose delante de mí.
Después de mi comportamiento de borracho el martes de la semana de
Acción de Gracias, ella había mantenido su distancia. Se presentó en
casa de Nash y se vistió para llamar la atención. Yo tomé demasiadas
cervezas e hice un comentario sobre que ella no llevaba sostén. Pensó
que era una invitación y se apretó contra mí antes de besarme con fuerza
en la boca. Me tomó por sorpresa y lentamente, debido a la cerveza, la
saqué de encima y la envié lejos. Diciéndole que estaba enamorado de
Aurora y que por favor me dejara en paz. Que siguiera adelante con su
vida.
Lo hizo. Empezó a salir con Brett Darby en exclusiva casi de
inmediato. Todos parecían pensar que me importaría después de lo que
habían visto en casa de Nash, pero se hicieron una idea equivocada ese
día. Todos menos Nash. Sabía que la había enviado a casa, y luego entré
en su casa para dormir en su dormitorio. Me encontró allí esa noche.
—Feliz Año Nuevo para ti también —le dije, sin intentar sonreír. No
tenía las fuerzas.
Miró a Nash y Tallulah y dijo lo mismo. Justo cuando se giraba para
irse, escuché que una voz dijo mi nombre e hizo que mi corazón se
detuviera. Literalmente el sonido hizo que se saltara un latido. Temeroso
de haberlo imaginado, giré tan rápido que, si hubiera estado bebiendo,
me habría caído de culo.
Ojos verdes, pecas, con rizos rojos atados por el pañuelo alrededor
del cuello. Todo a mi alrededor se quedó en silencio. Sentí como si
estuviera en uno de mis sueños.
—Aurora. —Dije su nombre, temiendo que finalmente hubiera
enloquecido y la hubiera inventado. Si parpadeaba, se habría ido. No
parpadeé, carajo.
—Hola —dijo. No era tan suave como solía hablar, y era más claro...
diferente.
Sus mejillas se sonrojaron por el frío, y su perfecta nariz estaba
igualmente rosa. Me quedé parado ahí congelado, recordando que era
mi turno de decir algo.
—Estás aquí —finalmente solté, con los ojos ardiendo por no
parpadear.
Ella sonrió entonces y asintió ligeramente como si mi comentario
fuera gracioso. Por fin parpadeé, y no desapareció. Inhalé bruscamente.
Esto era real.
—Feliz Año Nuevo —dijo, y de nuevo noté la diferencia en su voz.
También se encontraba más segura de sí misma al usarla. Quise agarrarla,
sostenerla y asegurarme de que estaba aquí, pero no había sabido de
ella ni la había visto en un mes, dos semanas y un día.
—Estás aquí —repetí, y luego una mano me dio una palmada en la
espalda.
—Tranquilízate, hombre —dijo Nash firmemente a mi lado.
Tenía razón; tenía que calmarme. Ver a Aurora esta noche era lo
último que esperaba. Incluso había dejado de pensar en volver a verla.
Eso había dolido. Querer algo tanto y saber que no tenía sentido.
—Volviste. —Lo dije más para mi beneficio que para ella.
—Sí. Volví —respondió con su nueva y más clara voz. Algo era
diferente. Entonces me di cuenta. Se hallaba oscuro aquí afuera. No del
todo. Podía ver claramente su cara, pero leer los labios con poca luz era
difícil para ella. No estaba tan cerca como solía estar cuando leía mis
labios bajo el cielo nocturno.
—No creí que fueras a volver. —Tenía miedo de preguntarle si se
iba de nuevo. Hunter dijo que no iba a volver. La única conversación que
tuvimos sobre ella cuando no había vuelto de Carolina del Norte. Me
cerré totalmente entonces. Me llevó semanas recuperarme. La Estatal
había sido mi único foco de atención, y en el fondo sabía que era porque
era mi oportunidad de ser digno a los ojos de su padre. Pensé que ganar
podría traerla de vuelta. En mi cabeza deseaba creer que sería así. El
hombre le daba tanta importancia al fútbol, que esperaba que la dejara
volver por casualidad. Decidiría que yo no era inferior a ella.
Que tal vez, por algún pequeño milagro, el color de mi piel no sería
un problema. Pero ella no había regresado. Fue mi estúpida fantasía.
—No estaba segura —admitió—. Pero yo... echaba de menos... —
Entonces se detuvo. No dijo que me echaba de menos. Yo quería que lo
dijera. También quería que me dijera que no se había alejado por Denver.
Recordarlo me hizo acordar por qué se había ido.
—No pude haber sido yo a quien extrañaste —espeté, incapaz de
detenerme—. No cuando tenías a Denver.
Sus cejas se unieron al fruncir el ceño en lo que parecía confusión.
Había estado hablando demasiado rápido. Me hallaba dividido entre la
culpa por hablarle tan duramente, aunque no podía oír mi tono, y el alivio
de que no hubiera podido leer mis labios con claridad.
—No estaba con Denver. No estaba en Carolina del Norte. Me fui
de allí el sábado después de Acción de Gracias.
Está bien... ¿qué? Me quedé allí tratando de encontrarle sentido a
lo que ella decía. ¿Dónde diablos había estado? Hunter dijo que no iba
a volver, pero no me dijo que se iba a quedar en Carolina del Norte.
—¿Dónde has estado? —pregunté, tratando de hablar más lento.
Esto era importante. Ella no había estado con Denver. Todo este tiempo
pensé que se quedó con él porque era más fácil, lo amaba, su padre era
más feliz de esta manera, ella era más feliz; había pensado un millón de
cosas, y ahora ninguna tenía sentido. El hecho de que no regresara a
Lawton, a mí, fue tan jodidamente confuso como aquel sábado cuando
no volvió.
—En California —dijo simplemente.
Su madre vivía en California. No había podido mudarse con su
madre y su nuevo novio. Por eso vino aquí. Entonces, ¿cómo decidió
mudarse allí y por qué? ¿Lo que yo sentía por ella era unilateral? ¿Inventé
todo eso en mi cabeza?
—¿Con tu madre? —le pregunté, esperando que me explicara
todo esto y me hiciera entender. Que hiciera que el último mes infernal
desaparezca.
—Sí y no. ¿No te lo dijo Hunter? —me preguntó. Todavía trataba de
acostumbrarme a su voz. La diferencia era otra cosa que me costaba
entender. Joder, ¿y si todo esto era un sueño? Había tenido varios sueños
en los que ella regresaba. Esto se sentía más real. Necesitaba que esto
fuera real.
—Hunter me dijo que no ibas a volver. Eso es todo. —Me di cuenta
de que se suponía que él debía decirme más. Mi enojo con él se aplacó,
porque Aurora se encontraba parada frente a mí.
Suspiró y sacudió la cabeza como si estuviera frustrada por ese
conocimiento. —Debí haberlo imaginado. No quiso hablar de ti cuando
se lo pedí. Pensé que era solo porque estabas saliendo con otras chicas.
¿Saliendo con otras chicas? —¿Qué? —No fui capaz ni siquiera de
coquetear con otras chicas. Me había arruinado.
Me dio una sonrisa triste entonces. —Está bien. He tenido tiempo
para pensar en todo. Entender. Era inexperta e ingenua. Acabábamos
de conocernos, apenas tuvimos tiempo de conocernos cuando tuve que
irme. No éramos una pareja. No me molesta que estuvieras con otras
chicas tan pronto.
Nada de lo que salía de su boca tenía ningún maldito sentido.
—¿Qué? —Fue todo lo que pude decir.
La sonrisa de Aurora era tan condenadamente dulce y genuina
que mis rodillas se sentían débiles. Quería agarrarla y decirle cómo fueron
las cosas para mí desde que se había ido. Pero ahora necesitaba que me
dijera por qué demonios había estado en California y que iba a volver.
—No importa —dijo, sacudiendo la mano como si no fuera gran
cosa—. Fui a California a ver a un especialista que mi padre encontró.
Yo... —Hizo una pausa, y luego se apartó un poco el pelo de su oreja
izquierda. El pelo de debajo estaba afeitado o lo había estado. Creció
algo, pero muy corto—. Me he hecho implantes cocleares. Tenía miedo
de intentarlo, pero luego... después de todo lo que pasó contigo... Quería
una vida diferente. Ya no tenía miedo... Me hiciste valiente. Me enseñaste
a amar lo que era. Que las cosas nuevas podían ser maravillosas. Me
mostraste que el cambio no era malo. Podría ser lo mejor que nunca supe
que me esperaba. Perderte fue... duro. Pero sobreviví. Era en ti en quien
pensaba cuando necesitaba tranquilidad.
Dejé que sus palabras se asimilaran cuando la realidad de lo que
me decía empezó a encajar en su sitio. Su voz, su confianza. —¿Puedes
oírme? —pregunté, sin estar seguro de lo que significaba todo esto.
Asintió. —Sí. No es exactamente como escuchas tú, pero sí, puedo
oírte.
Me quedé allí, queriendo abrazarla y decirle que era perfecta tal
como era. No quería cambiarla. La amaba. Quienquiera que fuera.
—Tenía mucho miedo. Esa fue solo una de las cosas. Pero después...
Decidí que podía manejar cualquier cosa si sobrevivía a perderte.
Me moví entonces. Dando un paso hacia ella, estudié su rostro,
olvidando a todos los que nos rodeaban. —¿Perderme? Me dejaste.
Parecía triste. —Yo... sentí más que tú. Eras tan diferente.
Emocionante, hermoso, divertido, dulce, y nunca había conocido a
nadie como tú. Me enamoré demasiado rápido. Me apegué demasiado.
Pensé que era más de lo que era.
No mantuve mi distancia entonces. Extendí la mano y tomé la suya
en la mía. —Aurora, estaba... no, estoy enamorado de ti. No necesité más
de cinco minutos contigo para enamorarme. Cuando te fuiste, supe que
era amor porque sentí que te habías llevado mi corazón contigo. No sé
qué has oído o qué es lo que has inventado en tu cabeza sobre nosotros.
La semana que pasamos juntos, fue real para mí. Tan real que nunca seré
quien era antes de que entraras en mi vida.
Su boca se abrió para decir algo, pero los gritos de ánimo de la
multitud se elevaron demasiado cuando los fuegos artificiales se lanzaron,
iluminando el cielo nocturno. Ella se sobresaltó por el ruido fuerte. Verla
reaccionar al sonido me hizo algo que no podía explicar. Le solté la mano
para cubrir sus oídos con mis manos. Primero necesitaba protegerla.
Luego necesitaba sentirla de nuevo.
Inclinándome, bajé mi boca hasta que tocó la única boca que
siempre quise besar.
No me importaba si su padre se encontraba aquí. Me importaba
un carajo dónde estaba su hermano. Haría todo lo que tuviera que hacer
si me confiaran a ella. Si me permitían amarla. Estar con ella. Cuando los
fuegos artificiales terminaron, retrocedí lentamente hasta que sus ojos se
abrieron de par en par para encontrarse con mi mirada. Luego moví mis
manos de sus orejas para acunar su cara. Pasé mis pulgares sobre sus altos
y pecosos pómulos. No estábamos solos, pero se sentía así.
No había necesidad de hablar. El lenguaje silencioso que habíamos
encontrado tan fácilmente antes seguía ahí. Ella me amaba. No lo había
dicho exactamente, pero yo podía verlo.
—Por favor, no me dejes otra vez. —Podía oír la desesperación en
mi voz. Sus ojos lo decían.
—Me quedo. Parte de la negociación con mi padre fue que yo
haría la cirugía. Volvería aquí después de la terapia, y él me dejaría tomar
mis propias decisiones. Tendría que confiar en mí.
No estaba seguro de estar entendiendo esto bien. —Pensaste que
había seguido adelante. ¿Qué opciones creías que estabas negociando,
si no era para salir conmigo?
La sonrisita que se le dibujó en los labios era tan adorable que
quería volver a besarla. La necesidad de oír lo que tenía que decir era lo
único que me impedía hacerlo. —Dije que entendía que no era suficiente
tiempo para que sintieras algo serio por mí. No dije que no iba a volver y
hacerlo mejor para cambiar eso.
Mi sonrisa era tan grande como la de ella. La idea de Aurora
Maclay tratando de seducirme, o lo que sea que haya estado tratando
de hacer, era bastante dulce. —¿Qué planeabas hacer exactamente?
Esta vez se mordió el labio inferior y decidí que habría ganado con
solo hacer eso. Yo era fácil cuando se trataba de ella. No tenía ni idea
de lo fácil que era. —Tenía algunas ideas. Empezaría con ropa más
provocativa de lo que normalmente uso. California tiene tiendas que no
tenemos aquí en Alabama. Me aproveché de eso.
Sacudí la cabeza mientras me reía. —Podrías haberte puesto la
ropa de tu hermano y no habría visto a nadie más que a ti.
—Oh. —Su respuesta salió en un suave susurro. Una bocanada de
aliento.
—Voy a besarte de nuevo. Pero primero necesito asegurarme de
que estamos en la misma página esta vez. Me enamoré de ti casi de
inmediato. Cada momento que estuvimos juntos, te amé más. Cuando
te fuiste, no estuve con nadie. De hecho, fui un completo desastre sin ti.
Voy a ir a la Universidad de Oklahoma este año. Si pudieras hacer la
escuela de verano y graduarte pronto, luego venir conmigo, disfrutaría
de mi primer año de universidad.
Sus ojos pasaron de estar felices y sorprendidos a estar pensativos
mientras yo hablaba. —Yo también te amo. No sabía lo que sentía hasta
que pensé que habías seguido adelante, y sentí como si mi pecho
hubiera explotado. Y en cuanto a la escuela de verano... ¿Es eso posible?
¿O estás bromeando?
Me agaché y puse mi frente sobre la suya. Oliendo su dulce aliento
y envolviéndola con mis brazos, manteniéndonos en nuestra pequeña
burbuja. El resto del mundo fuera. —Honestamente no estoy seguro, pero
dejarte va a ser muy difícil ahora que sé lo que se siente estar sin ti.
Se estiró y me tocó la mejilla con su pequeña y fría mano. —Veamos
cómo va. Pero vas a estar genial en Oklahoma con o sin mí allí. Tenemos
toda nuestra vida. No nos preocupemos por el futuro, disfrutemos del
presente.
Lo pensaría y haría mi propia investigación sobre ello. Sabía que
quería a Aurora más que jugar al fútbol. Pero ella tenía razón, teníamos el
aquí y ahora para crear recuerdos.
—¡Ryker! —La voz de Hunter irrumpió en nuestra burbuja feliz, y
ahora mismo no me caía bien. Levanté la cabeza, pero no me alejé de
ella ni la solté.
Mis ojos se encontraron con la mirada fija de su hermano, que se
encontraba de pie a la izquierda de nosotros a unos metros. Se acercó y
su rostro era serio, como siempre.
Se detuvo cuando estuvo lo suficientemente cerca como para no
tener que gritar por las voces que nos rodeaban. —Lo siento —dijo, y me
preguntaba si iba a dar más detalles o si esa simple disculpa iba a cubrir
toda la mierda en la que había participado. Porque si ella pensaba que
salí con otras chicas, solo había una persona que podría habérselo dicho.
Le miraba fijamente.
—Pensé que estaba mejor sin ti, porque no creí que mi padre
aceptara que saliera contigo. Solo iba a causarle más dolor y poner un
muro entre ella y papá. Me equivoqué. Siempre he hecho lo que nuestro
padre quería. Ella no. Me di cuenta... No soy tan fuerte como Aurora. En
cuanto a lo que es mejor para ella, te he observado. Estabas diferente
cuando se fue. No era solo mi hermana la que sufría. Tú también. La haces
feliz y obviamente hace lo mismo por ti.
Eso es todo. Necesitaba verme sufrir para estar seguro. Quería estar
furioso con él por no decirme dónde se encontraba. Pero no pude.
Porque, como yo, la estaba protegiendo. Quería que estuviera a salvo, y
no podía enfadarme con él por eso. Amar a Aurora era algo que te hacía
hacer cosas que normalmente no harías.
—Está bien —le dije—. ¿Qué hay de tu padre? ¿Alguna idea de
cómo voy a superar sus problemas? —Fui cuidadoso en la forma en que
hablé de él por Aurora. Era un bastardo prejuicioso, pero también era su
padre.
—Él está de acuerdo con esto —dijo Hunter, señalándonos a los
dos—. También ha notado tu cambio. Se equivocó, y aunque dudo que
lo admita, lo sabe.
No pude evitar pensar que la forma en que había jugado en la
Estatal y en cómo mi nombre había aparecido en los periódicos, luego el
anuncio de Oklahoma cuando me comprometí con ellos tuvo algo que
ver. Pero cualquiera que fuera la razón, no importaba. Amaba a su hija,
y él eventualmente olvidaría el color de la piel y me vería como el hombre
que soy. No solo el atleta.
Dudaba que esto fuera a ir bien con él. Escucharía los comentarios
de otros idiotas intolerantes de esta ciudad. Sabía que pasaría. Aunque
a Aurora no le importaba, me preocupaba que nos lo hiciera más difícil
otra vez. Haría cualquier cosa para hacérselo más fácil. Pero Hunter tenía
razón en una cosa: ella era fuerte. No dejaba que los demás la definieran.
Una sonrisa tocó mi cara cuando pensé en su coraje. La chica
parecía un ángel, pero no se echaba atrás ante la adversidad.
Asentí a Hunter, pero no dije nada más.
—¿Vas a llevarla a casa? —me preguntó entonces.
—Sí —dije, sin preguntarle si eso era lo que quería. No me hallaba
listo para dejarla ir. Dudaba que lo estuviera pronto.
—Adiós y feliz Año Nuevo —dijo Hunter antes de darse la vuelta y
marcharse.
Me di cuenta de que Nash y Tallulah se habían ido, así como los
otros que nos rodeaban. La multitud se reducía, y el centro de la ciudad
se encontraba ahora lleno de los restos de la celebración. Volví a prestar
atención a la chica en mis brazos.
—¿Puedo quedarme contigo? —indagué, preguntándome qué
tan tarde era demasiado tarde para su padre.
Se rió. —Hasta la una, entonces tienes que llevarme a casa. Pero
siempre hay un mañana.
La puse en mi contra e inhalé el olor a coco de su pelo. Apoyó su
cabeza contra mi pecho, y nos quedamos allí bajo la luz de la luna. Mis
días de juego en el campo se acabaron.
Bienvenidos al Field Party. Donde se lleva la
fiesta al campo, donde se baila toda la
noche, donde todo vale. De la autora
número uno del New York Times y del USA
TODAY, Abbi Glines, llega el siguiente libro de
esta serie sobre un pequeño pueblo sureño
lleno de chicos guapos con camionetas,
partidos de fútbol americano los viernes por
la noche y fiestas salvajes que provocan un
gran drama.
Los juegos del viernes por la noche marcaron
cada momento importante de la juventud de
Abbi Glines. Puede recordar su primer beso, su
primer corazón roto y la primera vez que el
chico por el que tenía un flechazo la notó, y
todo sucedió durante o después de un
partido de fútbol del viernes por la noche.
Ahora Abbi escribe libros sobre fútbol, fiestas
de campo y el drama que ocurre en la
escuela secundaria.
Es la autora más vendida del New York Times,
USA Today y Wall Street Journal por las series
Sea Breeze, Vincent Boys, Existence y
Rosemary Beach. Vive en la costa del golfo
de Alabama con su familia. La pueden
encontrar con su MacBook en la playa, junto a su piscina y, por supuesto,
bajo las luces.

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