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Texto: mena M. Vazquez lustracién: Herenia Gonzalez Ziiga ara Sandra, la primera en perder a Luna ientras despegaba, algunos mi raron con preocupacién ia nave espacial donde viajaban cua~ to nirios raros y un chimpancé, ‘Aquello era una insensatez y lo sabfan; no se podia esperar que semejante tripulacién tuviera éxito en una empresa tan compleja como sa- carle brillo a un satélite natural. La historia de la nave espacial comienza el domingo en que desaparecié la Luna. Nadie se dio cuenta, el accidente ocurrié en uno de esos momentos en que todas las personas tienen los ojos puestos en otra cosa: los astrénomos estaban viendo Neptuno, los veladores estaban leyendo el periddico y todos los nifios dormfan porque al dia siguiente habia que levantarse ‘temprano. As, aprovechando que nadie la veta, la Luna decidié ir a pasear por la Via Lictea y se perdi6. Nadie supo indicarle el camino de regreso al sistema solar. 3 Al principio la gente no se alarmé, era comtn que la Luna se encontrara en un punto ciego por un par de noches. Los de un extremo del planeta pensaban que los del otro extremo la estaban viendo; los del otro crefan que eran los primeros quienes la tenian. Asi pasaron muchos. dias de ignorancia, hasta que a alguien dejé de parecerle una casa normal y gritd a los cuiatro yientos que la Luna ya no estaba. No la habian visto en ties sernanas. Un satélite artificial fue programado para buscar en las inmediaciones del planeta, y, horas mas tarde, mané el repor- te de que, on efecto, la Luna habia desaparecido. Luego de varias noches de cielo vacio, los cientificos decretaron que la Luna no iba a volver. Se encontraba {uera del alcance de los. mejores telescopios, asf que no se supo en qué lugar del universo fue a parar. Los pastas y mii sicos protestaron; los lobes se entristecieron y guardaron un luto silencioso. Pero nadie se vio mas atectado que el mar, que dejé de levan~ tarse por las naches porque ya no habia nada enol ciele que quisiers alcanzar. No tuvo que pasar mucho tlempo para que la nostalgia espesara las noches y se iniciara la buisqueda de soluciones al problema. Una marca de plastilina lanzé une convocatoria para que la gente fuera a amasar la materia de una Luna ‘nueva, pero pronto retiraren la oferta porque no habfa recursos suficientes como para alcanzar Ios tres mil quinientos kilémetros de ciémetro lunar. Alguien propusa hacerla de queso. Pusie~ ron manos a la obra y en pocos dias ya tenfan construido el cuarto creciente con crdteres de manchego y montaias de gruyer. Por desgracia, varias familias de ratones se enteraron del proyecto y con * sumieron en una sola noche el queso de la nueva Luna. Alguien més realista sugirié pedir prestado un satélite a otro planeta. Quisieron atraer al Deimos de Marte, al japeto de Saturn y la Europa de Jipiter, pero ninguno quiso mudarse a circundar la Tierra Finalmente, en medio de la angustla de \aee las primeras opciones, una cientifica llamada Doris convocé a una gq) conferencia en el gran auditorlo de una (ciudad del norte, para exponer la que seria la mejor solucién al problema (cry i en Dai a ana mie Q joven que desde nifia eché [a nuca hacia atrés para ver las es~ trellas. Usaba unos enormes anteojos redondos y era muy sonriente; tenta unas largas ojeras que se extendian por los largos cachetes de su larga persona, y unos cabellos rubios que siempre guardaban un delicado desorden. Ha~ blaba despacio y claro, era fécil entender de su boca hasta los conceptos més complejos de la astronomia, Habia estudiado en universidades de siete paises distintos. Luego de explorarlo a distancia durante veinte aos, conocia el cielo mejor que su departamento. El dia dela exposicién, abarrotarcn el audi- torio los camarégrafos y reporteros dela radio y la televisidn, los cientificos, estudiantes, lideres politicos, actores y otro montén de gente que To dijo a qué se dedicaba. El café y las galletitas que habia en el recibidor no fueron suficientes para todas, pera nadie se sintié ofendido porque en realidad no iban para beber café. Algunos canales de televisién transmitieron en vivo, para el mundo entero, la conferencia de Doris, que ‘comenz6 con quince minutos de retraso debido a fallas técnicas. Cuando el proyector estampé en la pared blanca la presentacién que Doris habia preparado para apoyar su conferencia, todos en el auditorio guardaron silencio. Coritnia, aseguré Doris, es un satélite natural cue rodea a la Tierra siguiendo una érbita gigen- tesea. Solo se puede observar con telescopic cada nueve aiios, cuando esté en el punto mas cercano ala Tierra, pero se ve tan chiquita que ni siquiera se le distinguen crateres 0 conejos. Doris dijo que hacia doce afios que estudiaba este cuerpo celeste; dos veces habia tenido la oportunidad de ver pasar a Coritnia y estaba segura de que, pese a la distancia, el satélite rodeaba la Tierra. Mostr6 fotos en las que seviald con rojo el destello que pertenecta a Coritnia, 8 ademas de unos dibujos en los que tenfa tra~ zada la Orbita del satélite. La trayectoria era realmente grande, resultabs sorprendente que la Luna se hubiera perdido con tanta facilidad estando tan cerca, mientras que Coritnia no titubeaba un segundo y recorria su érbita sin distraerse. Doris dijo que, segin sus cdlculos, las dimensiones de Coritnia eran muy parecidas a las ce la Luna, por lo que no habria problema enuserla de repueste. Lo que Doris no sabia era cc6mo hacer para acercar a Coritnia Luego de la conferencia, la esperanza de tener un satélite natural nuevo, desperté la creatividad de las personas. Las religiones de todo el mundo dedicaron rituales al llamado de Coritnia; se hicieron danzas, fogatas y fies~ tas, En las escuelas, los nifios le hacfan ditujos y cartas pidiéndole que se acercara; le decian lo bonito que era todo en la Tierra y le prometian cantare canciones todas las oches. Acada minuto, alguien en algiin punto del planeta cerraba los ojos y pedta con todas sus fuerzas que Coritnia viniera a salvar el cielo nocturne. Nunea se supo cudl de los llamados funcioné. Todas las religiones y todos los nifios quisieron, atribulrse la atencién de Coritnia, que viajé a toda velocidad a través de la galaxia hasta ut carse en la antigua orbita de la Luna. Las fies tas se multiplicaron en los cinco continentes, cuando el cielo se vio casi como solia ser antes del cSlebre extravio, Casi igual, pero no era lo mismo, En efecto, habia un cuerpo redondo de tuna dimensién parecida a la que tenia la Luna; estaba a la misma distancia y hasta habia adop~ tado la costumbre de mostrar una sola de sus caras, tal como lo hacia su antecesora. Pero Coritnia no brillaba como la Luna... en realidad no brillaba casi nada, Cuestiones de luminesidad no iban a detener a los habitantes de la Tierra en su emperto por conseguir un auténtico repuesto lunar. Mientras los lobos empezaron a aullar en volumen bajo y el mar comenzé a dar saltitos por las noches, los cientificos e ingenieros se reunieron para disefiar y construir un artefacto que puliera la superficie de Coritnia Trabajaron en un edificio muy alto, ubicado en una im= portante ciudad cerca de fa costa, que tenia laboratorios bien equipados, dormitorios y restaurantes a disposicién del equipo de cientificos, En el laboratorio de los quimicos ha- bia al menos tres explosiones dia rias, estaban dedicados a buscar una cera que dejara la corteza de Coritnia brillante como el sol. Los ingenie~ ros desecharon un sinfin de hojas de papel buscando un moderno disefio de pulidora y facil de manejar, que no tuviera demasiados botones ni ocupara mucho espa- cio. En un salén que tenia paredes de pizarrén, los fisicos resolvian cientos de ecuaciones para calcular la gravedad de Coritnia, y asi definir el peso de las maquinas pulidoras y de los trajes espaciales. Cuando estuvieron listos los planos de la maquina, un ingeriero pregunts quiénes serfan los encargados de ir hasta el satélite y pulirto. Doris, quien se habia vuelta la celebridad mas grande del planeta, asistié poco después a una de las reuniones de cientificos e ingenieros para resolver sus dudas y advertirles J sobre las sustancias no- ; civas que se podfan en- contrar en los crateres de Coricnia, El satélite venta de un lugar muy lejeno, asf que podfa traer gases desconocidos y mortales En tespuestaa la pregunta del ingeniero, to- dos los astronautas del mundo dieron un paso atrés, argumentando que no deseaban merir, y que ademés, pulir suelos era algo que no les entusiasmaba en absolute. Para que la cobardia de los astronautas no frenata la remadelacidn de Coritnia, a los al {os funcionarios de la Comisién Internacional de Viajes Espaciales y Mantenimiento Este~ lar (civen) se les ocurrié armar un concurso para mandar en cl viaje a personas comunes y corrientes. £Quién se atreveria a rechazar la oportunidad de ir gratis al espacio para cum= plir una misién que seria recoréada por siglos? Se cortié por todas partes el rumor de que la avewe elegirfa al ezar a cuatro personas comu~ ‘es para que fueran @ pulir Coritnia. Dijercn que los organizadores de la misién tenian acceso a los ntimeros teleténicos de todas las casas del mundo, y que los habjan escrito en pequerios papelitos que desbordaban una alberca de cris tal. El primer lunes de octubre sacarian cuatro y llamarian a los afortunados en ese mismo ins tante, El que contestara el teléfono sevia elegi do sin importar su ocupacién o su complexién todos tenfan derecho a viajar al espacio, todos podian sacarle brillo a Coritnia. Escribieron en las bases del concurso que personas que pa decieran enfermedades del coraz6n, vértigo, diabetes, epilepsia 0 esquizofrenia no serian tomadas en cuenta para realizar el viaje, y que debian ceder el lugar a una persona de toda su confianza. ‘Muchos no creyeron una sola palabra de toda esa historia de los papeiitos y las llamadas to lefénicas, pensaron que tado era un montaje y u que casualmente los elegicos serfan una estrella de la televisién, un politico importante, un ac~ tivista defensor de los animales y la cientifica Doris. Muy pocos aguardaron junto al teléfono la tarde del primer lunes de octubre. Legé el dia. El presidente de la cuene se vistié con su mejor traje, Junto a la alberca de cristal Hlena de papelitos habia un teléfono blanco y tuna hoja para anotar los datos de quienes con- testaran la llamada, Habia una persona de la Secretaria de Gobernacién que darfa fe de la le~ galided del concurs, varios reporteros y cama~ régrafos, otros funci nratios de la avene y un grupo de edeca- nes. “Que saquen los papelitos”, dijo el presi- dente dela c- vyene. Un ede~ cn se metid ala alberca y revolvié un poco antes de sacar un tro~ cito de papely dérselo a una de sus compafieras, que fue hasta el telefono y marc6, La primera llamada cayé en el teléfono de Zita. Ella contest6 con la boca llena de huevos con jamén 2 medio masticar. Abrié mucho los ojos y masticé més despacio cuando le dijeron de dénde llamaban. Apenas terminé de pasar se la comida, le hicieron unas preguntas y ella contest que Zita, que nueve aflos, que estu= diante de primaria, que avenida Palmas ciento cuarenta, El presidente ce la civene, extratiado de que la primera elegida fuera una nifia (jamas se le ocurrié que alguien de nueve arios contes- tarfa el teléfono), le dijo que se comunicarian con ella al dia siguiente para darle més detalles. Zita volvié a la mesa. Su papa pregunté que quign habia llamado, ella le respondié la ver~ dad y él no le creyd nads. La nifa terminé de comer y luego fue a la sala de su casa a buscer €l periddico, donde ley con atencién todos los reportajes que hablaban de Coritnia El edecdn sacé un segundo papelito y su compatiera marcé. El presidente de la cveve escuché un tone. En una casa ubicada a las afueras de una ciudad del oriente, Felipe gritd “Jo contesto’” Dos tonos. Felipe salié corriendo de la recamara con su cuchara en la mano. Tres tonos. Felipe lleg6 a la sala, descoleé y grité un saludo. “Buenas tardes —le dijo el hombre de traje a Felipe—, tenemos el gusto de infor marle que ha sido elegido para ira Coritria en la importante misién que la cwvense est organi- zando”. Felipe grité de emocién, luego le vaci- feré a su madre que habla ganado el viaje a la Luna, y, cuando estuvo mas tranquilo, contesté: “Felipe, ocho afios, estudio la primariz y quiero ser superhéroe cuando sea grande; no sé, pero "7 ahorita le pregunto a mi mama”. La mamé de Felipe hablo con el presidente de la cwvewe para decirle la direccién de su casa, mientras su hijo saltaba euférico de sillén en sillén. La mama preguntd si no habia problema con que Felipe fuera menor de edad, le respandieron que no y ella se alegré de saber que podria librarse unos dias del latoso de su hijo. Volvié ala cocina y dejé a Felipe jugando al astronauta, apuntén- dole a los sillones con su cuchara, que en ese momento estaba haciendo el papel de pistola de rayos laser que matabe extraterrestres El presidente de la civime carraspeé antes de la tercera llamada y deseé que esta vez se tratara de un adulto. Pens6 que quizas, al dia siguiente, podrfa decirles a Zita y a Felipe que era necesario ser mayor de edad para realizar el viaje. Los nifios lo entenderian luego de llorar un rato la desilusién, Después de todo, pulir la Luna es asunto de gente responsable y madura, Jorge estaba dibujando, pero como no habia nadie mas en casa, tuvo que detenter los colores para contes- tar el teléfono. ‘Jorge, diez afios, estudiante de primaria, calle indepen- dencia numero setenta y ocho”. Los diez afios caye ron como balde de agua fria sobre los hombros del presidente de la civimr. Con voz apagada, el presidente le dijo al nifio que le llamarian al dia siguiente para precisar algunos detalles. Jor~ ge colg6 y sonrié un poquito. Todavia faltaban Cuatro horas para que sus papas llegaran del trabajo, asf que debia contener su alegrfa para no sucumbir a la desesperacién. Fue a la cocina por el sandwich que su mamé le habia dejado para que comiera y se sitvié un vaso de leche para festejar, luego volvié a tomar sus colores. En ung hoja nueva dibujé un enorme circulo que rellené de amarillo y gris, después se dibujé a é| mismo en el centro del circulo, bajando de tuna nave espacial roja Por alguna absurda supersticién, el presi~ dente de la civene quiso marcar personalmen- te el cuarto y Gikimo numero de aquella tarde. Esperé a que entrara la llamada con las manos sudorosas y el corazén latiendo rapido. Bueno? — dijo del otro lado la inconfun, dible voz de una mujer adulta —Buenas tardes, le est llamando el presi~ dente de Ia civsue para informarle que ha sido. usted seleccionada para ser parte de la tripu~ laciGn que abrillantard al nuevo satélite natural de la Tierra. &Me podria decir su nombre, por favor? Maria Luisa, —¢Cudles su direccién, Marfa Luisa? —Avenida Troncoso niimero cincuenta y cuatro. —éOcupacién? —£stoy jubilada. —éMe puede decir su edad? —Sotenta y dos aiios. Setenta y dos... al presidente de la cvene le pareci6 que eran muchos. Tres nitios y una an= ciana no era precisamente el equipo que él habia pensado mandar para la misién de Coritnia. Le dijo a la seftora que le llamarian al dia siguiente yccolg6. El rito habfa terminado y en la lista de seleccionados figuraban cuatro personas que no tenfan perfil de héroe. Gracias al cielo no se necesita ser héroe para encender una pulidora, Luego de meditarlo unos minutos, el presi~ dente de la civeve llegé a la conclusién de que era irresponsable mandar a esos nifios a Co- ritnia. Les anuncié a los dems miembros de la cavene y a los reporteros, que invalidaria las tres primeras llamadas de aquella tarde, Entonces, el interventor de la Secretaria de Gobernacién levanté la mano y le dijo que eso no era posible. Explicd que la convocatoria era un documento oficial, y que en ella no existia cldusula alguna que impidiera a un nifio de diez afios hacer el Viaje. En caso de invalidar las llamadas, los nis podian demandar a la civewe, que seguramente perderia el juicio y terminarfa pagendo una surra importante de dinero a cada infante. Solo se podia prohibir el vigje a Zita, Felipe y jorge si éstos pade— cfan enfermedades del corazén, vértigo, diabetes, epilepsia o esquizofrenia, Ante este pro- blema, el presidente de la civewe pregunté a sus cola~ boradores por qué nadie le habia agregado ala con- vocatoria una cidusula que estipulara una edad minima EI martes, los tres niffos y la sefiora Maria Luisa esperaron la liamada prometida. Los pa~ mundo seestaban tomandode- (> cisiones importantes. La gente de todos los paises acordé que Coritnia se empezaria a lla mar “Luna” cuando estuviera brillante. Luna podie lamar- se cualquier cuerpo celeste que iluminara las noches de la Tie rra, que tuviera fases ¢ ins pirara poemas. Coritnia era wo tun nombre bonito, pero las personas quisieron apropiarsela a tal extremo que decidieran darle un nombre que, ademas de ser Dello, tuviera miles de afios de tradicién estelar. Y mientras en el resto del mundo la gen- te tomaba decisiones, los nifios pasaban tres horas diarias en las salas de simulacién con los dos astronautas tutores. Los astronautas convivian con los nifios de mala gana, se bur- laban de ellos y los trataban mal. Los nifios se alegraron cuando, al cuarto dia, los astronautas manda ron una carta de renuncia al = presidente de la ovene, argu- mentando que los nifios eran insoportables y que preferian ser fiquidados e irse a su casa antes que subirse a una nave espacial con esa hola de lato- sos. A tres dias del despegue rumbo a Coritnia, con todos los astronautas negados a viajar en | la nave Niso, el presidente no tuvo otra alternativa y decidié mandar al astronauta Galileo en la misién, 4) ee a Galileo habia sido entrenado desde peque- fio en los laboratorios especiales de la civeme y era capaz de conducir una nave espacial y juger ajedrez. Tenia un 10 (coeficiente intelectual) superior al de los estronautas desertores y su pelaje negro era muy bonito. Se decia que era ‘el chimpaneé més listo de toda la historia. En una segunda rueda de prensa, el ojeraso presi- dente de la cwvene presenté a Galileo. Los nitios. estuvieron encantados y los periodistas, bo~ quiabiertos. 2 wv Luego de dos dias de entrenamiento, Galileo estuvo listo y la neve espacial Niso también, Fra domingo, habfan retrasado el despegue de Ia nave porque Zita se habia enfermado del es~ t6mago por comer a escondidas cinco cubitos de pollo frito. La nifia se recuperé y entonces se fijé la hora del despegue de la nave. Las cé- maras de television estaban listas para captar el momento, La tripulacién se bajé de una ca mioneta a cien metros de la nave y caminaron hasta la plataforma, mientras decfan adiés a las cémaras que los filmaban desde lejos. Niso brillaba con el sol, era blanco y doraco, como en la fotografia que les mestré la maestra; era enorme, del tamajio del edificio principal de la vewe. Los nifios subieron a Ia plataforma de~ trds de Galileo y se maravillaron cuando entra ron a la nave. Una vez que los cinco estuvieron acomodados y con los cinturones de seguridad bien puestos, la puerta de la nave se cero y escucharon cémo se encendian los motores. A los nifios les sudaron las manos. DIEZ. NUEVE. 8 La nave era dirigida a distancia desde una torre de control de la ewan, asi que les nifios pudie~ ron quedarse pasmados con el corazén hecho. un tambor. OCHO. SIETE. SEIS. Las personas. que vetan el despegue por televisién se pusie~ on una mano en el pecho. CINCO. CUATRO. El presidente de la civene cerré los ojos. TRES. DOS. UNO. La nave tembl6é y empezé a elevarse a toda velocidad. Los nifios y Galileo gritaron con tedas sus fuerzas. El despegue de una nave espacial ocurre en varias etapas porque se necesita mucho com- bustible para salir de la atmésfera. Cada vez que una etapa termina, se desprende una sec~ cién de la nave, hasta que queda solamente la parte donde va la tripulacién. Cuando salieron de la atmésfera, la nave que era del tamaiio del edificio principal, ahora tenia las dimensiones de una casa de tres pisos. Durante todo el via~ Je, Jorge se comunicé con el centro de operaciones de la civem, y no dejaba de preguntar si podfan desabrochar los cinturo~ nes de seguridad, Cuando los dejaron liberarse del asiento, los nifios festejaron y se echarona flotar por toda la nave, explorando cada cen~ timetro con cara de asombro. Galileo se quedé en suasiento, con la expresién mas seria que puede tener un chimpancé, Después de dos horas de dar piruetas y hacer todas las contorsiones que la falta de grave- dad les permitia, a los nifios les cayé encima el cansancio de la Ultima semana y se durmieron durante horas. Mientras tanto, Galileo se en~ cargé de todo, comunicandose Hmediante clave Morse con el centro de operaciones. Niso era una nave muy mo- derma y alcan- 26 velocidades que otras misiones no conocieron. Por es0, cuando Zita se desperté luego de dormir diez 0 doce horas, lo tinico que vio por la ventana fue algo de color amarillo, Era Coritnia. Estaban muy cerca. jorge y Romina se despertaron cuando Galileo y el centro de operaciones comenzaren la dificil maniobra de aterrizaje. A Felipe le die~ ron un par de codazos para que no se perdiera el espectaculo. Reversa, sacudida, clave morse, y Galileo sudando la gota gorda. Los niifos ya se habjen puesto los cinturones de seguridad y estaben muy celladitos. Los célculos habian fallado y la nave estaba sobrevolando una zona muy ro- cosa, asf que durante una hora tuvieron que recorrer por lo alto la superficie de Coritnia, en busca de un suelo adecuado. Galileo presioné un botén triangular de color naranja y le s2- lieron seis patitas a la nave, que le ayudaron a bajar con delicadeza, como si descendiera por una telarafa, A partirde ese mamento tendrien doce dias para dejar a Coritnia briliante como la Luna. La voz que venfa de la Tierra pregunté a Jor ge si todos se encontraban bien. El nifo dijo que si con voz temblorosa. La vor les reco- mendé a los nifios que comieran y iuego des~ cansaran un par de haras, no era necesario que fueran de inmediato a iniciar el ebrillantamiento, Romina sacé cuatto cubitos de sopa y otros de pastel de queso. Prepararon agua de limén en las bolsitas herméticamente selladas y le die~ ron a Galileo tres capsulitas de comida especial para chimpancé. Mientras le daban mordidas a la sopa deshidratada adicionada con calcio, en medio de un silencio incémodo, cada tripulante sintié la Soledad correrle por Ia espalda. Habian estado juntos una semana y los nitios apenas se conocfan, entre la escuela, la simulacién, las siestas y las comidas, no habjan quedado huecos suficientes para platicar. El silencio de Romina no se habia notado hasta que lo subieron a la nave. Después de comer se volvieron a dormir. La voz desde la Tierra dio ordenes de Or 2» vest los tra- é 2 jes espaciales | y sacer las Super Shining 3000. Galileo revis6 que los nifios se hu- bieran puesto bien el casco y luego abrié las compuertas. Fe~ lipe apreté fuertemente su cuchara cuando ante 1 vio el hermoso vacio del universo. Cielo negro y suelo dmbar era todo lo que se vefa. Romi- na fue la primera en recuperar la compostura y ayudé a Galileo a sacar las pulidoras. Cuando terminaron de verificar que no se derramara liquido y que todo funcionara bien, Zita, Felipe y Jorge ye estaban saltando ce un lado a otro. El silencio de Romina no tuyo efecto alguno sobre los otros nifios, que decidieron ir a ex- plorar Coritnia con los pies. Romina se subié a una pulidora y la encendid; se fue a pulir una zona cercana, dejando a su paso una tirita de brillo que nadie not6 desde la Tierra. Durante la cena (0 desayuno, no sa bian porque el cielo siempre estaba ne- gro), Zita, Felipe y Jorge no hicieron mas que comentar lo que explora ron. Felipe dijo estar seguro de haber visto un exira~ terrestre, y Jorge empezé a picarse la nariz s6lo de pensarlo. Zita se comié tres cubitos de sandwich de pavo y dos de helado de limén; Romina le escribié en ng hoja que no debfa comer tanto, que las raciones eran de dos cubitos. Zita le dijo que se callara, que habian mandada raciones de més y que ella tenfa mucha hamibre por la caminata Era cierto que habia raciones de mas, pero aese ritmo, Zita iba 2 terminarselas en cinco dias. La siguiente jornada no fue distinta. Zita y Felive salieron a explorar y Jorge se cued6 en la nave a picarse la nariz. Romina no pudo conven cerlo de que fuere a pulir, asf que lo dejé con Ga- lileo, que no podia ayudarle posque no lo habian entrenado para manejar la Super Shining 3000, Romina condujo hasta el cansancio la pulidora y dejé en el suelo una mancha brillante que, aumentada cuatro veces, se habria distinguide en la Tierra, Cuando Romina regresé ala nave se encontré a Galileo gritando como chango de zool5gico. Los nifios se deshactan a carcajadas Jorge le habfa dado al chimpancé un cubito de busin de chocolate, desobedeciendo la regla de que, bajo ninguna circunstancia, debfan darle aziicar. Los nifios recibieron un fuerte regafio de la vvoz que venia de la Tierra y Jorge siguié las in icaciones para devolver a Galileo a su estado normal. Luego de dormir una siesta, el chim= pancé se desperté con su IQ recuperado casi por completo. Lo malo fue que en la jornada siguiente, mientras Romina ie sacaba biillo al satelite, Felipe no pudo resistir la tentacién de darle otro cubo de budin para verlo saltar de nuevo. Cuando llegé Romina y vio a un mono tonto jugando con la cuchara de Felipe, fue di~ recto a los contenedores de comida, sacé todos los postres que quedaban, abrié las compuer- tas y los lanzé al espacio. Los nifios le gritaron 50 {que era una aburrida y una tonta, que ahora no tendrfan nada con qué divertirse. —{Céllense! jNo vinimos hasta acd para hacer tonte- rias! Tenemos que pulir a Coritnia, pero parece que a ninguno de ustedes les importa. Si quieren regresar alla Tierra y que todos sigan pensando que somos unos fa~ tos0s y unos irresponsables jadelante! iYo pre~ fiero cumplir la misién y darie un poco de britlo al cielo! La voz de Romina resoné en la cabeza de los nifios con la fuerza de un cometa. Algo se rompié con sus palabras y lo terrestre dio paso alo lunar. Los cuatro se volvieron a poner los trajes y salieron de la nave. Cada uno tomé el volante de una Super Shining 3000 y regaron destellos de sol por todos los crdteres y montatias. Felipe ‘tuvo que dejar su cuchara al cuidado de Galileo porque necesitaba tener las dos manos libres para pulir. Esa noche, desde la Tierra, se dis~ tinguié un pedacito luminoso que hacfe mucho tiempo no se vela. 3 Después de trabajar todos juntos, muy can~ ssados y satisfechos, se senteron a comer cubi: tos de albondigas. Ya no habia postres, asf que Romina les pregunté si querian doble racién. Zita tenia hambre, con gusto habria masticado tres cubitos mds de aloén- digas y otro de sopa de ce- balla... pero dijo que no. Ella no seria responsable de la hambruna estelar Ge sus compaferos, y si los nutridlogos decian que un cubito bastaba, ella se comeria un cubito nada mas para satisfacer su apetito lunatico. ‘Mientras bebian jugo de manzana, Felipe le pregunté 2 Romina la razén de su silencio. Ella ‘suspiré y escogié las palabras més bonitas para contaries, Sus padres murieron cuando ella te- nia nueve afios, en un accidente de trabajo que nadie habia querido contarle a detalle porque decian que era muy feo. Como no hubo qu quisiera hablarle al respecto, a Romina le pa recié que ya no habia nada ms que decir en el mundo. Si ella no podia enterarse de acuello ‘que llev6 @ sus padres a la tumba, entonces el mundo no se enteraria de nada que tuviera que 32 ver con ella. El silencio inundé por todos lados la vida de la nifia, Esta vor que escuchan, dijo Romina, es una voz de lunatica, no séialle~ varé conmigo a la Tierra cuando regresemos. Durmieron unas horas para reponer ener- fa. Felipe soii6 con la historia del conejo de la luna, a quien los dioses premiaron por su de- vocién estampando su imagen en el icono de la noche. Felipe se levanté preocupado porque no les habfan dado indicaciones de que dejaran iibujado el conejo en esta nueva Luna. Habld con sus compaferos y juntos acordaron que ese dia marcarfan el contorno de la figura del co— nejo, no querfan que meses mis tarde alguien se diera cuen— ta de la ausenca y la cvene corganizara otro concurso. para elegir a los pintores del conejo. BP” orge era buen dibujante, asi que fue el encargado de ha cer un boceto a escala de la figura del roedor. Les Ilevé toda la jornada dibujarlo en la super— ficie, fue complicado poraue las dimensiones eran gigantescas. Jorge quiso dibujar la coita y se fue a trazar el gran circulo que se encon- traria con las patas en las que Zita estaba tra— bajando. De repente, a la mitad de la enorme curva que delineaba, a Jorge le entré un miedo profundo por encontrarse solo en medio del espacio. Cielo negro, suelo dmbar y la posibi- lidad de encontrar ala vuelta de una montaiia ‘@ un grupo de peligrosos extraterrestres. Jorge no podia picarse la nariz porque llevaba casco. Podia quedarse paralizado y esperar a que uno. de sus companeros fuera a buscarlo. O podia sacar del fondo de su ser una valentia lundtica 5 que le permitiera terminar la colita del conejo. Después de pulir un rato més, Jorge se encon~ 146 con Zita y las patitas de! conejo. La verdad 5 que no les quedé muy bien, pero en la Luna pasada también se necesitaba mucha imagi- inacién pata encontrarle las orejas. Cuando terminaron e! dibujo, llegaron a nave, estaban hambrientos. Cada uno se comi un cubito de pollo frito y otro de ensalada de col. Durante la sobremesa platicaron de sus fa- mmilias y de la escuela. Todos mintieron cuando hablaron de sus compafieros de clase, no qu sieron confesar que solfan tener problemas con los otros nifios porque los molesteban. Esos no eran temas lundticos, mientras estuvieran jun~ tos podian desentenderse de sus dificultades terrestres. Tampoco esperaban que a su regreso, todos en la escuela los consideraran héroes, habjan aceptado la " misin’por el simple gusto de viajar al espacio y vivir luna aventura fuera de serie En los dias siguientes orga~ nizaron el tiempo para aprovechar cada hora del dia. Después de despertarse pulfan duran- te cuatro horas, luego comian, jugaban Basta, tomaban una siesta y salfan a pulir otras tres horas. Avanzaron muy rapido, la voz de la Tie~ rra los felicitaba todos los dias parque estaban haciendo un trabajo extraordinario. En la Tierra, el presidente de la cree ofre- ci6 una rueda de prensa en la que declaré muy contento que estaban orgullosos de la tripula~ cin de Niso. En los noticieros mestraban fotos comparativas del antes y después de Corina, y los periodistas aseguraban que los nifios se con~ vertirfan en las personalidades del siglo (junto con la cientifica Doris, por supuesto). La revista ‘Miradao! cielo empezé a preparar un suplemento 56 especial con toda la informacién de los tripu~ lantes de Niso y la misién a Coritaia, Los pa~ Gres de los nifios y la abuela de Romina eran entrevistados a menudo y hasta habian re~ cibido llamadas ofreciendo contratos millonarios para hacer una serie o una pelf= ula con los nifios. Todos en la Tierra miraban a Coritnia, que cada dia estaba més brillante y poco a poco se iba ganando el nombre de “Luna”. Galileo se confundié al ver lo responsables que se habian vuelto los nifios. Jorge se en- cargaba de mantener la comunicacion con la Tietra, ast que el 1Q del chimpancé dejé de ser un factor importante para la misién. Romina empez6 a ocupatse de los célculos fisicos, Zita se ocupaba de controlar las funciones basicas de la nave a través de los botones del tablero y Galileo no tuvo mucho quehacer durante el dia, Se dedicé a dormir y a flotar. Una noche, mientras los nifios dormian, Galileo se que- dé un rato mirdndolos y pensé que un animal como él no necesitaba saber astronomia, mucho menos cuando estd rodeado de unos nirios que 57 entienden mejor al universo. Cuando cerré los ‘jos, Galileo dej6 su 1Q en el suefio, y se des- perté siondo un chimpancé listo y décil, pero ya no era el genio fabricado en la civene. Felipe fue el primero en notar que Galileo es- taba distinto. Jorge habl6 con la voz que venia de la Tierra e intentaron devolverle el intelecto al chimpancé con juegos de destreza y ejerci- cios matemdticos, pero fue iniitil. Entonces, la voz les advirtié que el dia del despegue, todos tendrian que estar muy atentos para dirigir la parte que le tocaba a Galileo. En la Tierra, los funcionarios de la cveve empezaron a buscar una reserva ecolégica para que fuera el hoger del chimpancé cuando regresara Las Super Shining 3000 recortieron, desde la Tierra, todo el territorio visible de Coritnia ra una Suerte que slo mostrara una cara, de lo contrario habrfan tardado diez dias mis de labores a marchas forzadas. Para las partes pe~ quefias que la Super Shining 3000 no alcanzaba como las orillas de los Cteres 0 las piedras fgrandes— los nifios usaron unas pullidoras ma~ nuales més pequefias. En la jornada nimero once, cuando terminaron el tumo vespertino de abrillantamiento, desde la Tierra recibieron a la 58 Todo el mundo quiere ir ala Luna, pero des- eee eee ceed eee CMa! voz que los felicitaba por haber completado la misién. La Luna estaba completamente brillante, se vefa otra vez como una enorme peria. Ahora los nifios podian descansar y hasta jugar un ratito en la reluciente superficie ce la Luna. Después de comer, los cuatro nifios y el chim= pancé salieron a divertirse ‘como lunsticos. La tripulacién de Niso fue a sentarse en la cima de una colina lunar. Desde ahi miraron el mar de estrellas y planetas. La Tierra se veia como una enorme isla azul y bri~ llante. Les dieron ganas de volver. extrafaban asus familias y a la comida que no era cubica ‘Ahora que habfan cumplido la misién, podtan dedicarse a afiorar el regreso con todo su co~ raz6n. Todo el mundo quiere ir ala Luna, pero desde la Luna no hay cosa que pueda desearse més que ira la Tierra. La voz desde la Tierra les dio permiso de dormir todo lo que necesitaran porque debfan estar muy despiertos en el viaje de regreso. Cuando estuvieron listos, le pusieron a Galileo los cinturones de seguridad, y después fueron 60 a sentarse ante los botones y palancas del ta~ blero de control. La voz se comunicé con Zita, que era la experta en botones, y le dio instruc _ Gones detalladas. Tardaron una hora en despegar. Era mu- cho més dificil conducir una nave espacial que las Super Shining 3000. Alcanzaron velocidades dptimas en el espacio abierto e hicieron una escala en un médulo de mantenimiento para recargar combustible. La civine tiene tres médulos como ese orbitando la Tierra diferentes distancias, ahi los astro- nautas pueden reparar la nave, abastecerse de agua, comida y combustible. Durante horas cruzaron el espacio en linea recta. Los nifios pusieron el piloto automatico para asomarse por las ventanas de la nave y ver la Luna, Brillaba tanto que competi con el Sol Felipe le dio un abrazo a Romina y luego todos se abrazaron con todos. Lo habfan logrado: gra~ cias a Doris, a los que llamaron a la Coritnia, a ta cvewey a ellos, el cielo habia vuelto a tener luna. Los nifios se dieron otro abrazo, fueron a 2 darle un beso en la frente peluda a Galileo y yolvieron a sus puestos. Todos estaban muy alertas, concentrados en la trayectoria de la nave. Felipe fue por unos cu- bitos de puré de pape y los repartio entre sus compaferos para que re~ cargaran energia. Cuando faltaben dos horas para entrar a la atmésfera ¢e la Tierra y terminar con ta aventura, la voz les dijo que debien abrocharse perfecta~ mente los cinturones de seguridad. & partir de ahi, el descenso seria dirigico desde el centro de control, asi que solo necesitaban estar bien sentados y disfrutar la bajaca La nave se sacudié muy fuerte cuando entraron a la atmésfera. Los niles y Galileo gritaron, primero con susto y luego con emocién. Ni en la montafa rusa més grande del mundo habrian podido sentir algo parecid. Despus de un tiempo de caida libre, los pare caidas de la nave se abrieron y depositaron a Niso con delicadeza en el mar. Un barco iba en ‘camino para llevarlos a tierra firme y los cane~ les de televisidn tenian helicépteros sabrevo- tando el mar para transmitir en directo la llegada de los héroes. Mientras se mecia entre las olas, todos miraron ‘con admiracién a la nave espacial donde viajaron cuatro nifios lund ticos y un chimpancé. Créditos Texto: jimena M. Vzque7 ustradén: Herenia Gonedlez Ziniga Disefo de lo serie: Rodo'fo A. Montes Martinez Coordinaci6n general: Juan José Gémez Escriba Coordinacion editrlal: Rosa Marfa mac Kinney Bautista y Verdnica T, Martinez Sénchez ou Por esta edicién digital Consejo Nacional de Fomento Educativo Coortinaciin general Carmen Gladys Barros Veloso ‘Maria del Carmen Herero Mejia edo Antonio Lépe2 Salas Coordinacén editorial Samuel Josué Aguayo Melia Rose Maria Diaz Alvaver Verdnica Noyola Valder Coordinacién de Normatividad, Produccién y Vinculacién Editorial Producién digit Dulce Mariko Lugo Garcia Abigail Orduia Ruiz ‘Maresa Oskam Roux Jorge Eduardo Rodriguer Uribe Paola Zonta Drago 65

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