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{QUIEN ROBO QUE? TIEMPO Y ESPACIO Desde principios del siglo xrx, la construccién de la historia del mundo hha estado dominada por Europa occidental, como consecuencia de su pse- sencia en el resto del mundo tras la expansidn colonial y la Revoluci6n industrial. En otras civilizaciones, como la érabe, Ia india 0 la china, tam- bign se han escrito historias del mundo parciales (hasta cierto punto todas ‘son pariales); de hecho, son pocas las culturas que carecen de una deter~ ‘minada idea, por simple sea, de su propio pasado en relacién con el de otras, a pesar de que muchos observadores situarfan estas versiones bajo larribrica del mito mfis que de fa historia, Lo que ha primado en los esfuer- 120s europeos, al igual que en sociedades bastante mds simples, ha sido 1a tendencia a imponer su propia historia sobre el conjunto del mundo, tuna tendencia emooéntrica que surge como extensién del impulso egocén- ltico que en buena medida reside en la base de la percepcién humana; ‘capacidad para ello ha de achacarse a 1a dominacién fécticu que Europa hha ejercido en muchas partes del mundo. Veo forzosamente el mundo con mis propios ojos, no con los de otros. Como ya he apuntado en Ia introduc i6n, soy plenamente consciente de que en los titimos tiempos han surgi- do tendencias de signo contraria en el Ambito de la historia del mundo’. ‘Sin embargo, entiendo que este movimiento no se ha desarrollado pl ‘mente desde el punto de vista te6rico; en concreto, en lo que ataic a las ‘vastas fases en las que se divide la historia del mundo. Para contrarrestar el cardcter inevitablemente etnocéntrico de cualquier intento de describir el mundo, pasado o presente, es necesario adoplar una postura ms critica. Esto supone, en primera instancia, mostrarse escéptico * veas,en particular, ta discus iniciaken C.A. Bayly, The Birth ofthe Modern World 1790-1914, Onferd, OK (aad. ep. EI nacimienty del mundo moder 1780-1914, Maid, Siglo XXI de Hspafie, 2010), 19 ‘cuando Occidente se declara~en realidad, ante cualquier declaracién pro- cedente de Europa (0 de Asia)— inventor de actividades y valores como la democracia o la libertad. En segundo lugar, implica mirar la historia desde abajo mAs que desde arriba (o desde el presente). En tercer lugar, s¢ trata ‘de conceder al pasado no europeo la importancia adecuada. En cuarto y iiltimo lugar, requiere ser consciente det hecho de que incluso la columna vertebral de la historiograffa, la ubicacién de los hechos en el tiempo y en el espacio, es variable, est4 sujeta a construcciones sociales y, por ende, a cambios. Es decir, no consiste en categorias inmutables que emanan del mundo tal como se presentan en la conciencia historiogréfica occidental. Fue Occidente quien establecié las dimensiones actuales tanto del tiempo como del espacio. Esto se debe a que la expaasidn territorial exigia cierto cémputo del tiempo y mapas que proporcionasen el marco de la historia, as como de la geograffa. Por supuesto, todas ias sociedades han manejado conceptos de espacio y tiempo para organizar su dia a dia en torno a ellos. Dichos conceptos ganaron en elaboracién (y precisién) con el advenimiento del alfabetismo, que proporcioné indicadores grificos para ambas dimensiones. Fue la invencidn de la escritura en Eurasia antes que en otra parte la que confirié a sus principales sociedades ventajas considerables en el cémputo del tiempo, en Ia creacién y desarrotlo de mapas -respecto al Africa oral, por ejemplo-, y no una verdad inherente sobre la organizacién espacio-temporal de! mundo. Tiempo En Jas culturas orales, el tiempo se calculaba atendiendo a fenémenos naturales: la progresién diuma del sol durante el dia y la noche, su posi- cin en el cielo, las fases de la luna, el paso de las estaciones. De lo que se carecfa era de todo cSleulo numérico del transcurso de los afios, que ha- bbria requerido 1a idea de un punto fijo de partida, de una era. Esto s6lo sobrevendrfa con el empleo de la escritura, Occidente se aduefi6 del cOmputo del tiempo, tanto en el pasado como cen el presente. Las fechas de las que depende la historia se miden antes y después del nacimiento de Cristo (a.C. y dC. 0 aE.C. y GE.C., para ser és politicamente correctos). El reconocimiento de otras eras, relaciona- das con la Hégira, 0 con el aiio nuevo judfo 0 chino, ha quedado relegado a los mérgenes de la erudici6n de la historia y del uso internacional. Algu- nos aspects de este robo del tiempo en el seno de dichas eras fueron, por supuesto, los propios conceptos de siglo y milenio, nociones tina vez més de culturas escritas, El autor de un ambicioso libro sobre este segundo ‘concepto, Feméndez-Armesto, incluye dentro de su campo de trabajo * R Femfnder-Armesto, 1995, 20 estudios sobre la historia del islam, de la India, de China, de Africa y de las Américas. Ha escrito una historia mundial de «nuestro milenio» ~cuya ultima mitad ha sido «nuestra» en cuanto que ha estado dominada por Occidente-. Al contrario que muchos historiadores no cree que dicho do- minio arraigue slo en la cultura occidental; el liderazgo mundial podria muy bien volver a Asia, como tiempo atrés pas6 de Asia a Occidente. En cualquier caso, el marco de discusién esté configurado irremediablemente ‘en funcin de las décadas, los siglos y los milenios del calendario cristia- no. Tanto Oriente como el centro suelen tener en cuenta otros milenios. EI monopolio del tiempo no s6lo se produce con ta era que todo Io barca, y que viene definida por el nacimiento de Cristo, sino también con el célculo cotidiano de afios, meses y semanas. El afo, sin ir més lejos, es una divisin en parte arbitraria. Nosotros utilizamos el ciclo sideral, ‘otros una secuencia de doce periodos lunares. Se trata de una eleccién de un cariz. mas 0 menos convencional. En ambos sistemas, el comienzo del afio, es decir, el Afio Nuevo, cs bastante arbitrario, Ademés, el affo sideral {que utilizan los europeos no es en absoluto mAs «l6gico» que la concep- cin lunar de los paises islémicos y budistas. Otro tanto ocurre con la di vvisi6n europea en meses. La eleccién se hace entre afios arbitrarios y me- ses arbitrarios. Teniendo en cuenta que nuestros meses guardan éscasa relaci6n con la luna, no cabe duda de que los meses lunares del islam son ‘mis «l6gicos. Todo sistema de calendario se enfrenta con un problema a ahora de integrar los afios estelares o estacionales con los meses lunares. En ¢l islam, el afo se ajusta a los meses; en el cristianismo ocurre al con- trario. En las culturas oraies, tanto el cémputo estacionat'como el lunar pueden operar de forma independiente; la escritura, no obstante, obliga a 1. Gedy. 1988 2 ‘marco de conocimiento sobre e! mundo y, por ende, de Ia investigacion cientifica en general. Podria decirse que hasta esa fecha China habla con- seguido en ese Ambito més éxitos que ninguna otra nacién, pues disfruta- bbade un contexto en el que no existfa un sistema religioso dominante y en el que, en cansecuencia, el desarrollo del conocimiento laico, que permi- tia poner a prueba o volver a analizar informacién existente, no se vefa ‘obstaculizado, tal como ccurrfa a menodoen el cristianismo y en el islam. ‘Sin embargo, la ambivalencia sobre la religién, la coexistencia de lo cien- tifico y Io sobrenatural, sigue siendo un aspecto tipico de las sociedades ‘contemporéneas, si bien hoy en dfa la mezcla difiere notablemente y en las sociedades existe una mayor divisién entre «creyentes» y «no creyen- tes» y, desde la Tustracién, estos dtimos gozan de un estatus més institu- cionalizado. Ambos, sin embargo, siguen atrapados en conceptos de tiem- po especificas y religiosos, donde Ia nociones occidentales han pasado 2 dominar un mundo multivsltural y multiconfesional. De vuelta al cOmputo del tiempo, los relojes, exclusivos de las culturas alfabetizadas, contribuyeron de forma indudable a ta medida del tiempo. En el mundo antiguo ya existian: relojes de sol, de agua o clepsidras. Los ‘monjes medievales empleaban velas para calcular el paso de las horas. En Ja China primitiva se utilizaban complejos aparatos mecéinicos. Sin em- bargo, la invencién del mecanismo del escape a varilla 0 folit, que pro- ducfa el sonido del tic-tac y evitaba que se destensase el resorte, es decir, a maquinarie. de relojerfa, fue un descubrimiento curopeo de! siglo xtv, En China existian otros mecenismos de escape desde el afio 725, asi como relojes mecénicos, pero estos tiltimos no alcanzarfan el desarrollo que se regist?6 posteriormente en Occidentet. El mecanismo de telojerfa, que se convirti6 para ciertos fildsofos en un modelo de organizacién de] uni ‘vers0, fe integrado al cabo del tiempo en relojes portatiles con los que a los individuos les resultaba més fécil «controlar la hora». Postesiormente, también dio pie a un desdén por los pueblos y las culturas incapaces de ‘controlarlo, las que segufan «el tiempo africano», por ejemplo, y, por lo tanto, no podfan plegarse 2 las demandas de trabajo regular que no s6lo exige el trabajo en una isbrica, sino también cualquier organizaci6n a gran escala. No estaban preparados para ia sticania», la «esclavitud asala- sada» del de nueve a cinco. En una carta escrita en 1554, el embajador del emperador Fernando} de Habsburgo en el sultanato turco, Ghiselin de Busbecq, describe su vis Je desde Viena hasta Estambul. Comenta lo molesto que resulta que le Jevanten a uno en plena noche porque no «sabfan la hora» (afirma que ‘ampoco sabfan calculas las distancias, pero eso también es incorrecto). Sf © 5, Needham, 2005, p16-Sugier que ln insstenci ena espciicidad del invecién dl _mecaniamo del eacape a villa 0 folio forma pate de Ix wndencin europea redefinr en ed ‘real problema de los origenes en interés propio, como ex 340s dela aguja magaétcn ye) ico aia 2B que calculaban el tiempo, pero en funcién de Ja Tlamada a la oracién det almuédano cinco veces al dia, algo de poca utilidad por la noche, natural- ‘mente; ocurrfa lo mismo con el reloj de sol, y la clepsidra era delicada y diffcil de trasportar. Como hemos visto, el teloj mecénico fue en gran medida, si bien no del todo, un invento europeo que se difundié con cier- ta lentitud: fueron los padres jesuitas quienes Io introdujeron en China ‘durante la evangelizaci6n y no se expandirfa por Oriente Préximo hasta el siglo xv. Incluso por aquel entonces no se exhibfa en sitios piblicos puesto que se consideraba un desaffo a las seifales horarias religiosas del almuédano. Busbecq observé que la lentitud en la adaptacién no haba por qué achacarla a una negativa generalizada a innovar, como otros han pos- tulado: «Ninguna nacién ha mostrado menor rechazo a adoptar los inven- tos titles de otras; enseguida aprendieron a utilizar, por ejemplo, los ca- fhones largos y cortos (un invento chino, por 1o que sabemos) y otros muchos descubrimientos nuestros. Sin embargo, nurica han llegado a con- vencerse de la necesidad de imprimir libros € instalar relojes pablicos. Sostienen que las escrituras, es decir, sus libros sagrados, ya no serfan cescrituras si fuesen impresas; y creen que, si ponen relojes puiblicos, la autoridad de los almuédanos y de los ritos antiguos decaerfan’. La prime- ra parte de la cita implica que estamos lejos de la cultura oriental estitica ¥y poco innovadora que muchos europeos han querido pintar y de la que hhablaremos con més detenimiento en el capftulo 4. En cualquier caso, es cierto que el rechazo de la imprenta resulté significative a la Yacga, tanto en relaci6n con el cémputo del tiempo como con la circulacién de infor: ‘macién por escrito. Ambos fueron cruciales en el desarrollo de lo que més (arde se lamarfa la revolucién cientifica, 0 el nacimiento de la «ciencia moderna»; la aplicaci6n selectiva de la tecnologia de la comunicaci6n impidi6 el progreso a partir de un punto determinado, pero estd muy lejos de la completa incapacidad para medir el tiempo, o de Ta ignorancia sobre su valor y posibilidades. En menor medida ain servirfa este rechazo (un fenémeno relativamente tard{o) para justificar la opini6n de que las for- mas de cémputo del tiempo y Ia periodizacién europeas son mis «correc tasp, mejores que el resto. Hay un aspecto mAs general de a apropiaciGn del tiempo: la caracteri- zaci6n de la percepcisn occidental del tiempo como lineal y de la oriental ‘como circular. Incluso el gran erudito de China que fue Joseph Needham, ue tanto hizo por situar la ciencia china en el lugar que le correspondta, utili la misma equiparaci6n en una imporiante coatribucién al temat. En ‘mi opini6n, se trataba de una caracterizacién excesivamente general que erraba al comparar las culturas y sus potenciales de un modo absoluto, categorico e incluso esencialista, Es cierto que en China, aparte del céleu- 7B. Lewis, 2002 p, 130-131. * J. Needbam, 1965. 4 Jo de los periods largos en eras, para los periodos cortos existe un cAtculs circular en afios, cuyos nombres («el afio del mono») van rotando de for- sma regular, No hay nada parecido en el calendario occidental aparte de los, meses, que sf se repiten, ni en Ia astrologta basada en el zodfaco caldeo, ‘que cartografia el espacio celestial y en ef que los meses adquieren un significado caracteristico similar al de los afios chinos. Sin embargo, in- cluso en las culturas meramente orales, donde es inevitable que el cOmpu- to del tiempo sea mas simple, nos encontramos con célculos tanto lineales ‘como circulares. El célculo lineal forma parte intrinseca de las historias de vida, que siempre van desde el nacimiento hasta la muerte. El tiempo ‘«césmico», en cambio, tiende a la circularidad, pues asf es como el dfa sigue ala noche, una una a otra luna. Todo aquel que piense que cualquier célculo debe hacerse de forma lineal en vez de circular se equivoca, y cconstituye el reflejo de nuestra percepcién de un Occidente avanzado y progresista frente a un Oriente estitico y retsSgrado. Espacio ‘También las concepciones del espacio han seguido definiciones euro- peas; y suftieron asimismo una gran influencia de los sos no tanto del alfabetismo como de la represesttacién grafica que se desarrollé a la par de la escritura. Si bien todo ef mundo posee cierto conocimiento espacial del mundo en el que vive, del mundo que fe rodea y del cielo que tiene por encima de la cabeza, la representaci6n gréfica supone’t paso adelante ‘muy significativo para poder trazar mapas més precisos, objetivos y crea~ tivos, puesto que asf e! lector puede estudiar tierras desconocidas para é Los propios continentes n0 son concepios exclusivamente occidenta- les, pues de forma intitiva ellos mismos se ofrecen para el andlisis como cntidades diferenciadas, salvo por la divisién arbitraria entre Europa y Asia. Geogréficamente, Europa y Asia forman un continuo, Eurasia; los ‘griegos marcaron una distincién entre una orilla del Mediterréneo en el Bésforo y Ia otra. A pesar de haber fundado colonias en Asia Menor desde el periodo areaico, Asia fue sin lugar a dudas el Otro histérico en Ta mia yoria de contextos, [a cuna de religiones y pueblos fordneos. Con el tiem Po, las religiones «snundiales» y sus fieles, vidos por dominar espacio ¥ tiempo, Ilegaron al punto de definir oficialmente la nueva Europa en tér- ‘minos cristianos, pesc a su historia de contactos ~es més, de su presencia~ con feles del islam y del judafsmo en el continente’, y pese a que los euro eos actuales (en contraste con otros) suelen abogar por una visiGn secular ¥ laica del mundo. El reloj de los afos repica a un comps eminentemen- te cristiano, al igual que el presente y el pasado de Europa se conciben © Goody, 20038, | I como «el auge de Ia Europa cristianay, por utilizar el titulo del libro de ‘Trevor-Roper. Con todo, las concepciones sobre el espacio no se han visto influides por Ia religién en la misma medida que las del tiempo. No obstante, la ubicacién de ciudades santss coma lz Meca o Jenisalén ha marcado no s6lo la organizacién de los lugares y la direccin del culto, sino también las vidas de mucha gente deseosa de peregrinar a las ciudades sagradas, Es por todos conocida la importancia del peregrinaje en el islam; de he. ho, constituye uno de los cinco pilares y afecta a muchas partes del mun do. Pero desde bien temprano también ios eristianos se sintieron atrafdos por el peregrinaje a Jerusalén; fue precisamente la libertad para realizar dichos viajes una de las razones impulsoras de 1a invasién europea de Oriente Préximo, que se inicié en el siglo xm y que se conoce como las Cruzades, lerusalén también ha constituido un fuerte polo de atraccién para los judios, que regresaron a lo largo de la Edad Media, pero, sabre ‘odo, a partir de finales del siglo xrx con ei auge del sionismo y del vi lento antisemitismo. Este razonamiento sobre el espacio ~sobre Israel como patria-, que deriv6 en el retorno masivo de judios a Palestina y ha sido spoyado sin cortapisas por algunas potencias Occidentales, originé la tensién, el conflicto y las guerras que han asolado el Mediterrsineo orien- tal en afios recientes, Del mismo modo, el establecimiento de fuerzas oc Cidentales en'ta peninsula Ardbiga se considera una de las razones del ‘auge de la militancia islimica en la regién, En este sentido, la religion {raza para nosotros ¢] «mapa» deb mundo, en parte de forma arbitraria, Y dicho trazado adquiere significados trascendentes en relacién con la iden tidad. Tal vez la motivaci6n religiosa inicial desaparezca, pero la geogra- fia interna que ha generado permunece, se «naturaliza» y puede imponer- Se sobre otros conto si formase parte integrante del orden material de las cosas. Al igual que en el caso del tiempo, hasta la fecha ha ocurrido lo mismo con la escritura de la historia en Europa, aunque la medida global del espacio se ha visto menos influida por Ia religién que el tiempo. Sin embargo, los efectos de la colonizacién occidental saltan a a vista ‘Cuando Gran Bretaiie pasé « dominar la esfera intemacional, las coorde- ‘nadas espaciales empezaron a girar en tomo al mendiano de Greenwich ‘en Londres; las Indias occidentales y sobre todo tas Indias orientales se ‘erearon a rafz de intereses europeos, asi como de inclinaciones europeas, del colonialismo europeo, y de la expansi6n curopea por ultramar. Hasta cierto punto, ni el extremo oeste ni el extremo este de Eurasia estaban en Ja mejor posicin para calibrar el espacie. Como sefala Feméndez-Armes- ‘0, en la primera mitad del presente milenio, el islam ocupaba una posi- cci6n més central y estaba, por Io tanto, mejor situado para ofrecer una ‘wisign geogréfica global, como en el mapamundi de Al Istaji, visto desde © Femdode2-Armesto, 1995, p10. 26 Persia « mediados del siglo x. El islam se encontraba en el centro, tanto para Ia expansién como para la comunicacién, a medio camino entre China y el cristianismo, Ferndndez-Armesto comenta, asimismo, las distorsio- nes generadas a partir de la adopcién de la proyeccién de Mercator para os mapamundis. Los pafses del sur como la India aparécen més pequefios ‘en reluci6n con los del norte, como Suecia, de un tamafio desorbitado. Mercator (1512-1594) fue uno de los cariégrafos flamencos que se beneficiaron de fa llegada a Florencia de una copia griega de la Geografia de Ptolomen, proveniente de Constantinopla pero escrita en Alejandrfa en €l siglo .C. Cuando se tradujo al latin y se public6 en Vicenza, se con- virtié en un modelo para la geograffa modema: proporcionaba una cuadrf- ccula de coordenadas espaciales que se podfa extender sobre un globo, con lineas numeredas desde el ecuador para la latitud, y desde las iss Afor- tunadss para la longitud. La obra coincidié con la época de la primera ciccunnavegacién del globo y con la aparici6n de la imprenta, dos factores de suma importancia para la cartografia. La «distorsiGn espacial» ala que ime he referido se produce cuando las esferas tienen que achatarse para adaptarse al papel impreso: la proyeccién es un intento de reconciliar fa ¢sfera con el plano". Sin embargo, dicha «distorsi6n» adquirid un sesgo ‘europeo que ha dominado desde entonces la cartograffa modemna en todo el mundo, : La latitud se defini6 en relacién con el ecuador. La longitu, en cam- bio, plantes problemas de otra indole porque no habfa ningén punto de partida fjado, Pero se necesitaba uno, dado el interés por calcular el tiem- po en navegacién, més urgente en una época de proliferacién de los Viajes de largo recorrido. Las investigaciones levadas a cabo en el Real Obser- vatorio de Greenwich, cerca de Londres, agilizadas por el relojero John Harrison (1693-1776), quien construy6 un reloj cuya hora era fiable en alta mar, influyeron para que en 1884 el meridiano de Greenwich se eli- sgiese, por pura arbitrariedad, como la base det célculo de la longitud y, al mismo tiempo, del célculo del tempo (hora media de Greenwich) en todo mundo. 7 ar ccartograffa y la navegaci6n englobaban tanto el célculo del espacio temrestee como del celestial. También en este caso, todas las culturas po- ‘seen una visién determinada del cielo que tienen sobre sus cabezas. Sin embargo, fueron los babilonios, un pueblo alfabetizado, y més tarde los sgriegos y los romanos, quienes cartografiaron tos cielos. Estos conoci~ mientos desaparecieron durante la Alla Edad Media, pero en ef mundo Srabe-parlante, en Persia, la India y China, siguieron avanzando; en con- «feo, el mundo éabe, mediante una maemaica comple y nbs ob- servaciones nuevas, elabor6 unas cartas estelares excelentes ¢ instrumen- {os astonbicos de gran provision, com el astolabio de Muhamed Jen © N, Crane, 200, a7 ‘ben Hasan. Sobre esta base se apoyarian los posteriores avances euro- Hasta hace pocos siglos, Europa no ocupaba una posicién central en el mundo conocido, a pesar de haberlo desempefiado durante un tiempo en {os siglos de la Antigiedad clisica. S6lo a partir del Renacimiento, con las actividades mercantiles de las potencias mediterréneas primeso y rms {arte de las atlnticas, empezarfa Europa a dominar e} mundo, en princi- pio con la expansiGn del comercio y, al cabo del tiempo, mediante la ‘conquista y Ia colonizaci6n. La expansiéa supuso que sus propias nocio- nes sobre el espacio, desarrolladas durante el transcurso de la «Era de los Descubrimientos», y sus nociones del tiempo, desarrolladas en el contex- to del cristianismo, se impusieran al resto del mundo. Sin embargo, el problema ent concreto que trata ch presente libro parte de una perspectiva ‘mis amplia. Trata la forma en que una periodizacién puramente europea desde la Antigiedad se ha entendido como una ruptura con Asia y con su revolucionaria Edad del Bronce y ha establecido una tinica I{nea de Drogreso que va desde el feudalismo, pasando por el Renacimiento, la Re~ forma, el absolutismo, para acabar en el capitalism, la industrializacién y la modemizacién, PERIODIZACION El «robo de la historia» no s6lo incluye el del tiempo y el espacio, sino también ¢] monopolio de los periods histricos. Casi todas las sociedades intentan de algin modo clasificar su pasado a pattir de distintos periodos ‘de tempo a gran escala, relacionados con la creacién no tanto del mundo ‘como de la humanidad. Se dice que fos esquimales piensan que el mun- do siempre ha sido asf2, pero en Ta gran mayorfa de las sociedades los hhumanos actuales no se consideran los habitantes primigenios del plane- ta, Su ocupacién tuvo un principio, que entre Jos aborfgenes australianos se denominaba la «Era del Suefio»; entre los ladagaa del norte de Ghana, los primeros hombres y mujeres habitaban el «pals viejo» (tengkuridem). La aparicién del «lenguaje visible, la escritura, permitié una periodiza- cin més claborada, a creencia en wna ansigua Edad Dorada o paraiso, en Ja que el mundo era un lugar mejor para vivis y que los humanos tuvieron ‘que abandonar por culpa de su conducta (pecaminosa),o sea, lo contrario al progreso y la modemizacién. Algunos autores concibieron otra perio- dizacidn basada en los cambios de las principales herramientas que utili- zaban los humanos, bien de piedra, cobre, bronce o hierro, una periodiza- cin progresiva de las Edades del Hombre que fos arquedlogos europeos adoptaron como modelo cient{fica en el siglo XIX. Bows, 1904p. 2 2B Ultimamente, Europa se ha adueflado del tiempo atin con mayor em- pefio y lo ha aplicado al resto del mundo. No cabe duda, claro est, de que a historia mundial necesita de un tinico marco cronol6gico si lo que se pretende es unificarla. Pero resulta que el célculo internacional es ctistia- ‘no en lineas generales, al-igual que las principales vacaciones que cele- bran Jos organismos internacionales como Naciones Unidas, y que son Navidad y Pascua; otso tanto ocure en el caso de las culturas orales del tercer mundo que no se acogieron al célculo de una de las religiones mayores. Es necesario cierto monopolio para construir una ciencia uni- versal de la astronom{a, por ejemplo; la globalizaci6n conlleva cierto pra- do de universalidad, no se puede trabajar con conceptos exclusivamente locales. Sin embargo, a pesar de que el estudio de la astronomfa proviene dde otros lugares, los cambios en la sociedad de la informaci6n, y en par- sicular en la tecnologfa de la informaci6n en la forma del libro impreso (que, como el papel, es originario de Asia), han supuesto que laestructura evolucionada de lo que sc ha dado en llamar ciencia modema sea occi- dental, En este caso, al igual que en muchos otros, globalizacién significa ‘occidentalizaci6n. En el contexto de la periodizacién, la universalizacién presenta mayores problemas para las ciencias sociales. Los conceptos de historia y de las ciencias sociales, por mucho que los estudiosos luchen en os de una «objetividad» weberiana, tienen una mayor vinculacién con el mundo que los engenar6, Por pones un ejemplo, los términos «Antige- dad» y «feudalismo> se han definido teniendo presente un contexto me- ramente europeo, atendiendo al desarrolto hist6rico particular de dicho continente, Los problemas surgen cuando se pretende aplicar estos con- ceptos a otras épocas y lugares, al salir la superficie sus verdaderas limi- taciones. YY asi, uno de los principales problemas de la acumulacin de conoci- miento ha sido qot tes propias categorfas que se utilizan son en gran me- dida europeas; es més, muchas de ellas se definieron por vez primera di- rante el gran aluviGn de actividad intelectual que sobrevino con el recurso de los griegos a la escritura, Fue entonces cuando se delimitaron los &m- bitos de la filosofia y de disciplinas cientfficas como la zoologfa, que més tarde adopt6 Europa. En esta ifnea, la historia de la filosoff, tal como se ha incorporado a los sistemas de ensefianza europeos, es a grandes ras- 0s la historia de la filosoffa occidental desde los griegos. En los dltimos tiempos, los occidentales han concedido cierta alenci6n, bastante margi- nal a cuestiones similares en el pensamiento chino, indio 0 érabe (esto es, pensamiento escrito)”. Pero las sociedades no alfabetizadas reciben atin menos atencidn, a pesar de que nos encontramos con cuestiones «filos6fi- © Por ejemplo, E. Gilson (en La Philosophie au Moyen Age, 1997) inciaye wna pequeta, seca sabe I flosfia abe y jada porgve afectan dieciamente a Europ (esto es, w Andala- la) Blreso del muado 0 n0 ene flosofis oro ene Edad Mea. 29 cas» de enjundia en recitaciones ceremoniales como las del Bagre de los Jodagaa en e| norte de Ghana’. La filosofa, en consecuencia, es casi por definicién una cuestién europea. Al igual que en la teologia y Ia literatura, los aspectos comparativos se han implantado hace relativamente poco, ‘como una concesign a los intereses globales. En realidad, la historia com. parada sigue siendo un suefo. Como hemos visto, . Needham afirma que en Occidente e! tiempo es Tinea mientras que en Oriente es circular, En esta afirmaciGn hay algo de verdad en lo referente a sociedades prealfabetizadas simples, que poco saben sobre una «progresiGw de las culturas. Bara los lodagaa no era eextraflo ver brotar en los campos hachas neoliticas, sobre todo despises de tormentas, que datan de un periodo anterior al uso de las azadas de hier. En la zona se consideraban «hachas de Dios» 0 enviadas por el dios de la Ituvia. ¥ no es que careciesen de nociones de cambio cultura: sabfan que os djanni los habfan precedido y reconocfan las ruinas de sus casas, Sin ‘embargo, no tenian la perspectiva de un cambio a largo plazo desde una sociedad que utilizaba herramientas de piedra a otra que empleaba azadas de hierro. Segin e! mito cultural del Bagre, el hicrro surgis con los «pri- ‘meros hombres», como la mayorfa de elementos de dicha cultura, La vida ‘Ro avan26 det mismo modo, pese a que el colonialismo y la llegada de los ‘europeos los Ilevé, sin duds, a plantearse el cambio cultural y a que en la actualidad exista en su vocabulario la palabra «progreso», a menudo aso ciada con la educacién; 1o viejo se rechaza rotundamente en pro de lo ‘nuevo. Impera la idea lineal de la evolucién cultural Pero ya existfa previamente cierto grado de linealidad. La vida huma- 1a se desarrolla de forma lineal y, aunque se considera que los meses y los affos se mueven por ciclos, esto se debe en gran parte a que no existe un esquema escrito que permita adquirir consciencia del paso del ticmpo. Del mismo mado que, incluso en contextos occidentales, la circularidad de las estaciones es, sin duda, wna construccién. Sin embargo, el cambio Cultural se produce de una forma més obvia, cada generacién de coches es ligeramente diferente y «mejor» que la anterior. Entre los lodagaa, el ‘mango de la azada sigue teniendo la misma forma una generacidn tras ‘otra, pero el cambio se ha producido, y en un émbito a menudo tachado de estético, de «tradicional». La linealidad es un elemento constitutivo de Ia idea «avanzada» de «progreso». Hay quienes han visto en esta noci6n algo caracteristico

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