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LA RESTAURACIÓN

A modo de introducción, el periodo de la Restauración se puede agrupar en dos grandes etapas: la primera
(1874-98) sentaría su modelo político durante el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina
(1885-1902); mientras que la segunda, supondría la crisis del sistema, coincidiendo con el reinado de Alfonso
XIII (1902-31). Así pues, el regreso de los Borbones quedaría ligado al establecimiento de un nuevo orden
político asentado en la constitución de 1876 y la implantación del bipartidismo sobre la base del sistema
caciquil. Paralelamente, se asistirá al fin de la guerra carlista, mientras que en el exterior se agravaron los
problemas coloniales. Por la restauración del nuevo monarca Alfonso XII se consolida en España un nuevo
Régimen Liberal ecléctico que recoge las tendencias de los liberales moderados y progresistas con la
posibilidad de avanzar estabilidad de la vida política española. Es decir, Canovas, creador de este sistema
político de la Restauración, impregnó al mismo con su propio pensamiento político: conservacionismo,
antiabsolutismo, defensa de la monarquía antisufragista, liberal, catolicismo, cantonalismo y militarismo
político, es decir, creó un sistema político muy práctico y útil.

En relación al desarrollo, el 29 de diciembre de 1874 el general Martínez Campos protagonizaba otro


pronunciamiento desde Sagunto, acabando así con el Sexenio Revolucionario (1868-74). El nuevo Gobierno
Provisional sería presidido por Antonio Cánovas del Castillo, aceptando la Corona el futuro Alfonso XII por
medio del Manifiesto de Sandhurst.
Canovas, creador de este sistema político, impregnó al mismo con su propio pensamiento político:
conservador, liberal, catolicismo y militarismo político. Canovas es confirmado en la Jefatura del Gobierno y se
mantendrá en él, salvo breves interrupciones, hasta 1881. Pronto pensó que este nuevo régimen necesitaba su
propia Constitución y para ello creo en marzo de 1875 una Asamblea de 39 ex-diputados y ex-senadores que
eligen una Comisión Constitucional para elaborar un nuevo texto constitucional. Dos meses después quedó
ultimada la Constitución, de fuerte inspiración canovista. El sistema diseñado por Cánovas intentó una
“revolución desde arriba”, asentándose en la Constitución de 1876, cuyo texto regresaba al principio de
soberanía compartida (Cortes con el Rey, que era inviolable, tenía potestad legislativa, sancionaba y
promulgaba leyes, mandaba a las fuerzas armadas, declaraba guerra y paz y nombraba funcionarios públicos ) y
a la declaración de la religión católica como oficial, aunque se aceptaba la libertad de conciencia. El sufragio
comenzó siendo censitario, para ser declarado universal masculino en 1890, pero sólo para el Congreso.
Asimismo, el ejecutivo recaía en el Rey y sus ministros, lo que finalmente acabaría no sólo con el régimen sino
con la propia figura real. Para facilitar el consenso, los conservadores (partidarios del moderantismo de la
constitución de 1845) y los liberales (defensores de las libertades de la de 1869), redujeron los numerosos
artículos a una redacción esquemática para que cada gobierno los desarrollara según su ideología. Es flexible ya
que se modifica con un acuerdo entre el Rey y las Cortes.Las bases ideológicas de la Restauración se articularon
sobre un pragmatismo político alejado de posturas dogmáticas, la defensa de la constitución histórica de
España, la soberanía compartida rey-Cortes frente a la soberanía nacional y pesimismo basado en el estudio de
la decadencia española.
Paralelamente, el régimen se fundamentó en el modelo bipartidista, teniendo como objetivos asegurar
su estabilidad, evitar la presencia militar en política y asentar progresivamente la democracia. De este modo, el
Partido Conservador liderado por Cánovas, aglutinaba a los antiguos moderados y contaba con el apoyo de la
Iglesia, la alta burguesía y la cúpula del Ejército. Por su parte, en el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta
ingresaron los progresistas, parte de los demócratas y del republicanismo moderado. Entre sus filas se
encontraban profesionales liberales, funcionarios, la mediana burguesía y los cuadros medios del Ejército.
Además, la monarquía no solo era una forma de gobierno, sino la médula esencial del Estado español:
la monarquía era el Estado, no su representación. Es este sentido, la monarquía cumplía un triple papel en el
sistema político de la Restauración: era la expresión de la continuidad histórica, se concebía como la garantía
del orden social emanado de la revolución liberal, de cuyo legado se había adueñado la burguesía, y el monarca
quedaba como piedra angular del sistema, en una imagen de “rey-soldado”, que había recibido una educación
militar y era la cabeza del ejército. Por si fuera poco, la corona era la institución que regulaba los tres poderes
del Estado, como moderadora y directora de la vida política.
Sin embargo, la alternancia política se asentó en la práctica en un sistema corrupto caracterizado por la
práctica del falseamiento electoral y del caciquismo. Por el primero se recurría al pucherazo (añadir o eliminar
votos de las urnas), con el segundo se aseguraba no sólo el control político sino también el social, pues el
cacique local certificaba el triunfo del partido según el turno vigente además de encabezar una red de
dependencias y contraprestaciones socio-económicas.
El mecanismo político era siempre el mismo: al dimitir el presidente del Gobierno se disolvían las
Cortes y el rey nombraba al líder de la oposición, quien ganaba las elecciones por mayoría absoluta al quedar su
organización y recuento en manos del Ministerio de la Gobernación, de los gobernadores civiles y de los
caciques de las ciudades y pueblos. En este fraudulento sistema destacaban los encasillados, es decir, los
candidatos únicos designados en la lista que iba a ganar las elecciones; así como los cesantes, candidatos y
miembros del partido desplazados de sus cargos al efectuarse el cambio político del correspondiente turno. De
esta manera, el político en Madrid, el cacique en cada comarca y el Gobernador Civil en la capital de cada
provincia, mutuamente interrelacionados, constituían las tres piezas fundamentales de este sistema político.
Ello haría que el regeneracionista Joaquín Costa, calificase el régimen como oligárquico, caciquil, corrupto e
incapaz de aplicar las demandas democratizadoras de la sociedad de su época.
Por lo tanto, el sistema de la Restauración respondía al modelo de las relaciones de patronazgo, es
decir, las relaciones entre el patrón y sus clientes, que recibían favores a cambio de su fidelidad. Estas
relaciones no eran solo económicas o de clase: las hubo familiares, de negocios, amistades o círculos de
influencia social, forjadas ya desde los años del reinado de Isabel II y el Sexenio. En los sistemas
parlamentarios sin democracia, como era el de la Restauración, el clientelismo y el populismo fueron dos
instrumentos de participación de las masas en la política. Aunque el sistema esta puesto al servicio de una
minoría, el pueblo se sentía parte del sistema a través del cobro de favores, compra de votos o la fidelidad al
patrono. Por ello, además del atraso económico, el analfabetismo o la desmovilización política, el caciquismo
derivaba directamente de la riqueza como instrumento de dominación.
El sistema bipartidista se consolidaría tras la muerte prematura de Alfonso XII en 1885 y la regencia de
su segunda esposa María Cristina. El sistema político de la Restauración, en la práctica, funcionaba con la
alternancia de ambos partidos en el poder sistemáticamente, es decir, se falseaba toda la vida política; porque
tras el Pacto del Pardo, se acuerda entre Sagasta, Cánovas y Alfonso XII el llamado turnismo, entre 1885 y
1902 (El partido Liberal gobernará hasta 1890, el Conservador hasta 1892, el Liberal hasta 1895, el
Conservador hasta 1897, el Liberal hasta 1899, el conservador hasta 1900 y el liberal hasta 1902). Cánovas sería
asesinado por el anarquista italiano Michele Angiolillo en 1897, regresando nuevamente Sagasta. A partir de
entonces toma las riendas del partido conservador Francisco Silvela. A Sagasta, que muere en 1902, lo
sustituye Canalejas en 1903 como jefe del partido Liberal. Durante la Restauración se acabó con la Tercera
Guerra Carlista (1872-76), implantándose la uniformidad institucional liberal, salvo en la fiscalidad, pues el
Concierto Económico Vasco posibilitaba que sus diputaciones recaudasen los impuestos a cambio de contribuir
con un determinado cupo fiscal. Mientras, en política exterior se puso fin a la Guerra de los Diez Años (1868-
78), al conseguir Martínez Campos la Paz de Zanjón, en virtud de la cual los cubanos se equiparaban en
derechos al resto de los españoles. Sin embargo, los deseos separatistas de la isla, apoyados por los intereses de
EEUU, lograrían finalmente conseguir su independencia en 1898. Entre 1877 y 1890 se lleva a cabo una labor
centralizadora y jurídico- administrativa: Se aprueba el Código de Comercio, la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, el Código Civil, el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo y la Ley del Sufragio Universal.
Igualmente se lleva acabo una nueva regulación de la administración provincial y se aprueba una nueva Ley
Orgánica Municipal.

En conclusión, el nuevo sistema político diseñado por Cánovas del Castillo, se fundamentaría en la
matemática alternancia en el poder de dos únicos partidos, el conservador y el liberal. A pesar del
establecimiento del sufragio universal masculino en 1890, nunca llegó a ser democrático y estuvo dominado por
una burguesía oligárquica apoyada en un capitalismo de base agraria. La Restauración se caracterizó por una
cierta estabilidad institucional, por una constitución liberal del Estado, por la incorporación de los movimientos
sociales que surgen en la Revolución Industrial y por una progresiva decadencia a causa de la Dictadura del
Primo de Rivera a partir de 1923. Supuso el intento político de implantar el modelo bipartidista inglés en
España. La descomposición, con el tiempo, de los dos grandes partidos y la perdida en 1898 de los últimos
territorios de ultramar dio lugar a una crisis polítida y moral conocida como el “desastre”, que planteó la
necesidad de iniciar un proceso de reformas para modernizar la vida política y social de
España(regeneracionismo). Así, la supuesta teoría política chocaría con una fraudulenta realidad basada en el
pucherazo y en el sistema caciquil, lo que en la práctica lo convirtió en un sistema viciado que con el paso del
tiempo conllevaría su desaparición a manos de las ideologías desplazadas.

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