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NATALIO R. BOTANA La tradicién republicana Alberdi, Sarmiento y las ideas politicas de su tiempo Bree vl EL PUNTO DE PARTIDA la juzgaron Alberd y Sarmiento. Ambos nacieron cuando esa circunstancia sacudi6 al continente, Un cuarto de siglo més tarde, el punto de partida era como un gigantesco desgarro: el antiguo réglmen que cadueaba; las primeras experancas prontamente segadas; sobre los escombros, al cabo de aquel intenso momento fundacional, el expeetro del despotismo{*Aqué termina ~eseribfa Samiento en Re- ceuerdos de provincia Ia historia colonial, lamaré af, de ri familia, Lo que sigue es la transcin lenta y penosa de tun modo de ser a otto; a vida de In Replica naciente, Ja lucha de los partidos, la guerra evil, ls proseripetén y el destierr." Esta penosa transicin era una historia inevitable de cuya fatalidad el joven Alberdi no dudaba, Bn el Diseur so de apertura al Salén Literario, en 1837, la revolueion americana se inscribia, como norma subortinada, dentro 4e Ia ley del progreso histérico, que, sin embargo, estaba sujeta ala modatidad propia de cada nacié “Cuda vex que ea dicho que nuestra revolute hi de es srbitasiedndes de un Vino, de Ia ivan peninsular de Napo- eG, ¥ de ottoshechossemelante, se ha tornado, en ml opinion, ‘un motivo, un pretexto por une caus, Otro tanto ha suceide 264 NAPALIO R. BOTANA ccuantas vous oe ha dado por causa del revoluclin de Norte Amé rica Ia euestin del té; por emuss de la Revolucin Francesa los de- Srdenes fnancieros y las igolencss de una arstocracia degrada. 4a, No crels, sefiores, que de unos hechos tan efimeros hayan po- ido nacer resultados inmortales, Todo lo que queda, y contin fesenvolvéndose, ha tenido y debido tener un desenvolvimiento fatal y nscexario. Si os colocis por un momento sobre as cimas de la iatri, versal género humano marchando, desde los tiempos ‘més primitivos, eon tna admirable solidaridad, su desarolo, su perfeceién indefinida.”™ See en on le, ni tampoco fa lenta incorporacién de un modo pri- necesitado andar todo el'camino que dejo recorrido para llegar al punto en que nuestro drama comienza”, escribié Sarmiento en el Capitulo IV del Fa- eundo, “La causa, pues, que ha dado a luz todas las re piiblicas de las dos Américas; la causa que ha producido Ja revolucién francesa, y Ia préxima que hoy amaga a la ppulsion progresiva Buropa, no es otra que esta etema | de Ia humanidad”,replicaba Alberdi en el Discurso... De alli, de esa suerte de histérica sentencia, inspirada ‘en Condorcet y SaintSimon, que conduce a un estadio de mayor perfectibilidad, habré de nacer el nuevo mun- do. Una ereacién pura, sin arraigo, inmersa en la soledad. La revolucién norteamericana, se erefa, era hija legitima de un pasado venturoso. Pero ahora, cuarenta afios des- ppués del grito de 1810, Sarmiento se presentaba como protagonista de una épica que carecfa de rumbo.\Sin his ‘oria que recuperar, instalada sobre una brusca negacién de la cultura que le dio origen, esa revolucion no tenia otro horizonte que construir una repitblica desde la rai: LA TRADICION REPURLICANA 265 “Norio América se separaba de la Inglaterra sn renegar la his {orla de sus lbertades, de su jurados, sus parlamenton sus letras, Nosotros, al dis siguiento de la reolucion, debjamos volver los ojos todas partes buscando con qué llenat el vacfo que debian dejar Ie inquisicin destruida, e! poder abeolutovencido, I excl- si6n rligiosaensanchada,* La fevolucién giraba en tomo de un enorme vacio tedrico que coincidia con Ia pavorosa realidad del dis- sensus universalis, fusion de anarquia y despotismo, incomprensible para el ingenuo racionalismo de los fun. dadores, brutal y violento como las pasiones a las cuales ninguna institucién formal podia contener. América del ‘Sur comenzaba su larga marcha en procura de una legiti- ‘midad de reemplazo. El drama era pues semejante a un triptico: arrancaba de la aparente destruccién del orden colonial; se hacia més hondo con los interrogantes sin respuesta; e infundfa terror en los recién legados ala vida priblica por esa violencia hobbesiana que en todo penetra- ba, costumbres, usos, habitos. Habfa una revolucin feliz en América del Norte con «guerra exterior y sin violencia intema, Haba otra, la fran- ‘esa, que evocaba una esperanza frusteada. Y por fin, en- ‘re ambes experiencias, yaofa la revolucin del sur, pura violencia agénica, guerra sin término, drama reconcentra- do, Sarmiento citaba con frecuencia a Shakespeare! Como fen una tragedia en varios actos, las décadas que corrfan entre 1810 y la aparicién del Facundo condensaban la larga historia de la civilizacién. La revolucién de treinta ‘ios hacfa visible Io que en la vieja Europa exigié siglos do preparacién. Era el regreso simulténeo, sobre el esce- nario argentino, del antiguo régimen atistocrético y la corupeién de 1a polis clisica, de Ia invasion de los birba- +08 y el nacimiento del despotismo; todo ello resumido durante 1os primeros afios de una biograffa que sera larga, a 206 RATALIOM. BOTANA Segin se ha repetido a menudo, con palabras de In “In troduccién”” del Facundo, la revolucion era un enigm: tuna esfinge devoradora de ilusiones que, imperturbable thrente al ensayo teérico, imponta la servidumbre del them- po historico: “om eteépto del carro y las trompetas —damabsAlberdl— ‘aturde nuestra concencla |... Un dia, Sefores, cuando nuestra ve inocente y pura sonefa‘en el geno de sus candorons si Pes de vlidad, de repente slente sobre su hombro una mano pe- ‘uta que le obliga dar vuelta, y se encuentra.con Ia cara astern ‘hal Tempo que le dice: est coro el dit de las iuslones: hora ‘es de volver bajo mi eetro."" Bl viaje interior: las etudades y la barbarie EI cuadro de la revolueién abarcaba, entonces, figuras supexpuestas. La principal era el hecho desnuudo de Ia rup- thura, Litego, sobre ella, solfa instalarse la interpretacion. Para entender Ia ruptatra no era necesario haber lefdo a Michelet o a Quinet: bastaba con padecer el vértigo del vvacfo.\La interpretacién, en cambio, proponia un nove- {doso choque entre ideas y realidad. Poco después del frax ‘caso de los primeros afios, el gesto del legislador reapare- ‘cia con nuevo brfo, guiado por intenciones semejantes, ‘aunque munido de otras herramientas, Hi legislador en tiernes era un solitario explorador de legitimidades igno- radas en la practica'Habfa vivido, nifio y adolescente, en ‘1 antiguo régimen que se derrumbaba y entre tanto ef tcombro le costaba perelbir, en paisaes distantes, la tradi- fein republicang El primer paso era pues una necesaria aproximacién, S6lo que este preliminar tanteo, traduefa fen muchos actores el torpe desplazamiento, un desborde fde imfgenes que luego, quizé, podrian decantar en st {EA TRADICION REFUBLICANA 261 cespiritu alguna certeza con respecto a esa inasible legiti- ‘midad de reemplazo: "Como se forman las ideas ~proguntaba Sarmiento en Recuer- dos de provinela~. Yo ereo que en el espiitu de los qu estudian ‘cede como en Its inundaciones de los ros que las agua l pasar TESA ane dette denna paste de asic ¥¥ todavia Sarmiento se imaginaba a la ciudad portefa del vyeinte como una pequefia repiblica en Ia que el pueblo ceoncurria al comicio bajo la garantia de un pufado de generales cargados de prestigio que, en atrios y parro- ‘uias, trocaban la espada por Ia ley: Alvear en Catedral al Norte, Lavalle en la del Colegio, Soler en el Socorro, Mar- tin Rodriguez en San Nicolis, Necochea en Montserrat, Estomba en San Telmo, Buenos Aires no podtfa ser, en aquel momento fundador, una ciudad militarizada sino uun pueblo unido dispuesto a ejercer su soberania, nom- bbrando “padrinos de la liza a las mas grandes ustraciones de nuestras glorias militares”. {LA TRADIOION nEFUELACANA ar rmupcién de grupos o individuos entregados al apetito cegoista, Es Ia ciudad de la repiblica primitiva, rafz de la independencia argentina, condenada, alae “Tenie destino| Con esa reiblics, Strmiento evocaré un fragmento del pacto consttutivo de los peegrines. No llegaron a tierrs salvaje para realizar al, en toda inocen- cia, la voluntad general; pero el sbi trnsito del orden astocrtico hacia el estadio republicano sivié de abono para que florecieran en las eiudades argentinaslegislado. res de talla antigua y con ellos lavrtad. Hay pues prose. so de la sociedad aristocritica hacia un orden utépico mas perfecto cuya limitacon en el tempo seri dolorosamente cor, admirable en muchos cara de las ‘cosas. En instantes, al paso “de aus desaciertos y sus ilu- siones fantisticas”, fueron expulsados de las cludades. ‘Vagando solitario como reliquia, “momias de la repabli- cea%Jese unitario, cabeza de una generacién razonadora y deduetiva, “marcha derecho, Ia eabeza alta; no da vuelta aunque sienta desplomarse un edificio; habla con arro- gancia; completa la frase con gestos desdefiosos y adema- nes concluyentes; tiene Ideas fijas, invariables; y a la vispera de una batalla se ocuparé todavia de diseutir en ‘toda forma un reglamento, o de establecer una nueva for- rmalidad legal; porque las férmulas legales son el culto exterior que rinde a sus {dotos, la Constitucién, las garan- ig individuals”. ‘Hse legislador vertical habia envejecido sin remedio. ofa que ain Perduraba el aliento del primer eiclo revolucionario 3 NRE 218 NATALIO R.BOTANA ‘cuando el segundo estaba en plena fermentacién. Haba ‘comenzado otra guerra: Ia invasion de la sociedad que se ituaba més alld de la frontera urbana, el descalabro del orden social de Ia ciudad, un cambio de civilizacion, El ‘camino de Damasco ~-asi lo lam6 Sarmiento en un re- ccuerdo de vejez dicho en 1884--se revel6 ante sus quince aiios envuelto en polvo y ruido de jinetes: “Bra yo comerciante en 1826 en que vine a Chile por la primera ver, y estaba parado ala puerta de mi tends, frente a frente de 10 aque hoy como providenciaimente es In Hscusla Sarmiento en San ‘Juan (antes San Clemente) viendo llogar al veino cuarelselsien- tos... con el alae trunfal que da el polvoy Inembriaguez. ;Qué ‘expecticulo! Habian montado en brisos coreles, tomados e los prados artifcales;y entonces usaban, para guaecerse en 1s anos de los moates de garabato, enormes guardamontes, que son dos re- clos parapetos de cuero erudo, afin de salvar sus pieras y aun la cabeza del contacto de sus espinas de dos eabezas, como dardo de Mecha. H ruldo de estos apaatos es Imponente,y el encuentro y choque de muchos como el de escudos y de armas en el combate, {Los eaballos briosos, y actso mis domestcados que sus eaballe- tos, ve eapantaban de aquellos ruidos y encuentrot extras, y en ‘alles sin empedrar, vefamos los erpectadoresavanzar uns nube de enso polvo, prefiada de rumors, de gritos, de basfemlasy carca- jas, apareiendo de vez en cuando carat més empolvads ain, entre greasy harapos,y casi sn cuerpo, pies que ls guardamon tes les servian de ancha base, como si hubiea también querubines de demonios medio centauros. He aquf mi versién del eamino de Damasco, de la Ubertad y de a evilzalén, Todo o mal de mi pais se reel de improviso entonces: ila Barbai!.."2* 2Qué significaba 1a barbarie? Ante todo un cambio de Posicion para mirar las cosas. De haberlo conocido, Sarmiento quizi hubiese hecho suyo, cambiando de interlocutor, el desaffo que Thierry lanz6 a Montesquieu: si Rivadavia contemplé 1a ciudad republicana desde la altura del pensamiento ilustrado, yo Sarmiento, con la ayuda de Facundo, Ia he observado desde la profundidad e168 Wanos/ de La Rioja Para poner en evidencia todo quello que la vieja ilustracion no habia interpretado, Sar- riento ubieé en un cuadro pluraista, al modo de Guizot, los perfodos histéricos de la eivlizacién urbana y la bar. brie y los enfrenté en ef momento de la guerra interna. Cada mundo particular, eada fragmento de la realidad se ‘aproximan para entrar on conflicto y recrear una nueva si: tuacion. En todo caso ~de aqui su poder sugestivo— la barbaric os una teorfa y una narracion, {a teorfa arranca de una interpretacién donde resue- nnan las obsesiones de Montesquieu, (Como primera cosa |a hyatbarie es, para Sarmiento, un contomo, el marco fan- {asthal-dela extensidn, receptéeulo inevitable del despo. fismo. Mientras la buena legitimidad se perfecciona en la ciudad, el colosal espacio del desierto contiene otra for. ma de gobiemo que es ta negacién extrema. de aquelly, {Mientras en ta fugaz repiiblicn del veinte la igualdad signi fica que el pueblo participa en la virtad del legislador, en |n sociedad barbara ta igualdad es la voluntariasubordina- ‘i6n de los seguidores a wir mando Indiseutito) Este fend. ‘meno no nace por convencién particular. Es efecto espon- tineo de un agregado humano que desconoce las reglas lementales de 1a sociabilidad, La barbarie es pues un concepto proveniente del postulado que defendié Guizot segiin el cual la sociedad explica la politica y no la inversa (“la montonera ~aduce Sarmiento~ solo puede explicar- se examinando la organizacién intima de la sociedad de donde proeede"). Esta es la tarea del intérprete frente al misterio de la Usnura argentina’ ‘Tmaginaos una extension de dos mi loguascuadradas,cubleta toda de poblacin, pero colocadas las habitaciones a cuatro legate se distancia unas de otras, a Geho a veces, a dos las mas creas, i desenvolvimiento de la propiedad mobil noes imposible, tos ‘oces det ujo no son de todo incompatibes con este aislamiento: 280 NATALIOR. BOTANA ‘puede levantar Ia fortuna un soberbio edifcio en el dsierto; pero 1 estimulo falta, el ejemplo desaparece, la necesidad de manifestar- fe con dignidad, que ae siente en las eiadades no se hace seti alt fn el sislamiento y Is soledad, Lae privacionesiniepenssbes js ‘ean a pereza natural, y I frugaidad en os goces tae enseguida todas las exteioidades de Ia barbaro, La sociedad ha dessparecido completamente; queda soo la fails feudal, asada, rconcenta- 4; y no hablendo sociedad reuni, toda clase de gobierno ee hace Imposible: a municipalidad no exist, la poliea no puede ejereere, y Ia ustiia civil no tene medios do aleanzar alos dlincuentes. La tragedia de esta distribucién de la poblacion y del suelo es que ha engendrado una Edad Media sin espfrita ni castillos. Bs como si la frontera exterior de la eiviliza- j6n urbana hubiese conformado en la Argentina un es- pacio inmenso sin ninguna muralla, o colina institucional, ccapaz de quebrarlo. No hay divisiones de antiguo régimen fn Ia sociedad bérbara. En ella jamés se alojé Ia libertad aristocritica porque esa precaria relacién entre seres soll tarios y egoistas no tiene nada que ver con la densidad Jnumana de un orden fundado en el pluralismo jerirquico. De esta percepeién del vacfo social proviene la viviente pparadoja de la barbarie argentina que reine, en permanen- te tensién, los emblemas de diferentes épocas histéricas, BI mundo béebaro es sin duda oscuro y primitive como el periodo que lentamente se formé ~asi 10 deseribi6 Gib- bon a la cafda del Imperio Romano; pero porque tam- ién expresa una sociedad de individuos radicalmente Independientes, la barbarie tiene un feroz rasgo democré- tico: “...algo parecido a la foudalidad de Ia Edad Media, ‘en que los barones residfan en el campo, y desde allf hostlizaban las ciudades y asolaban las campafias; pero aqui faltan el barén y el castillo feudal, Si el poder se ‘UA TRADICLON REPURLICANA 281 levanta en el campo, es momentineamente, es demo eritico; ni se hereda, ni puede conservarse por falta de montaftas y posiciones fuertes" 9 luego culminar, si el personaje existe, en una reivindieacién absolute del ascendiente person: (aa Ba el mono ral en efecto, hay cpaice, ues le campaha y comandantes. Bl capataz, que marcha al frente de Ia tropa de carretas, encarna la fuerzaE} juez representa el miedo: “el terror de su nombre es mis poderoso que los castigos Et orden que propone el gobierno birbaro esta enton- ees animado por un principio Ginico y un resorte funds ‘mental: es el miedo, “enfermedad del animo que aque) 8 las poblaciones como el célera morbus”, que se recon. centra en tomo al déspota y se propaga entre el instinto cegoista de los habitantes.(Asi, 1a barbarie, como forma de gobiemo, adquiere un perfil preciso "Con esta sociedad, pues, en que la cultura del expititu es inti © imposibie, donde los negocios muniipales no existe, donde et bien pico es una palabra sin sentido, porque no hay piblico, et hombre dotado eminentemente 3¢-esfuerza por producine, ¥ 22 [NATALIO . BOTANA audopta para ello los meds y los eaminos que eneuenta. HI gaucho feed un malnechor un caudil, sogin el rambo que lat cosas tomen en el momento en que ha Hegado a hacersenotable.”*” ~ Contra lo que podria imaginar una teorfa estétiea del despotismo, el gobierno birbaro es movimiento. Por eso, como querian Thierry y Michelet, ese destino no podia ser simplemente calificado con el juicfo del moralista. Sar- rmiento hizo mucho més: narr6 el despotismo y con ello pretendi6 develar el fracaso y la fortuna del caudillo argentino, A ese gigante lo convocé al principio como una sombra, fugaz instinto que muy pronto descenderia al ‘mundo de los muertos. Pero este despertar era suficiente para poner en movimiento ala sociedad ignorada. Facun- do es quien despierta a Ia masa rural y Is hace marchar hacia la Gnica colina que sobresalfaen el desierto: peque- fio espacio inerme, las ciudades sucumben sin resistencia. Podian “reivindicar glorias, civilizacién y notabilidades pasadas. Ahora el nivel barbarizador pesa sobre todas cllas”, Es la fusién entre el campo y la ciudad antigua que reduce la calidad urbana hasta un nivel rasante donde ya no se observa diferencia alguna entre una y otra realidad. Este trdnsito significa mucho més que una mera conquista porque a su término emergeré una ciudad diferente, sede {indiseutible de un nuevo orden politico. Las ciudades del interior fueron presa fécil; “. . y to que en & (Facundo} era solo lnstint, inicaciéo, ten- denis, convirtiése en Rosas en sstome, efecto y fn; la naturales campestre, colonial y bérbar, cambiose en esia metamorfois en are,en sstema y en politica regula..”** [La barbarie conduce pues ala tiranfa urbana. Si ambos gobiemos comparten un mismo principio, que conjuga la fuerza con el miedo, su naturaleza es sin einbargo dife- {UA TRADICION REFUBLICANA, 269 rente, El goblemo birbaro jamés se detiene, es disperso, La tiranfa urbana viene a eontener Se cena social emerge como el sistema mas eficaz para frenar a esa ‘masa rural y transformarla, paulatinamente, en elientela politica. Bs un régimen que concentra el poder disperso y luego lo expande: ha conquistado a la ciudad para desde allf dominar al contomo. Replegado en palacio, ese esti- los ce au itr oat caultiva el misterio, oculta un proyecto ecuménico In nia rhana pein, con bend npn, ee) “Pero no se vaya ereer que Rosas no ha consegudo hace srl Replica que deapeaz, no: eum pane y poder ns trumento de i Proridencia, que realiza todo To que al porvenie de la patsin Interest, Ved cémo, Hxistia antes de él y de Quiroga e1 ‘irtu federal en las provincias, en ls ciudad, en los federal 1 en los uniarios mismos; 6 os extinge, y organiza en provecho ‘ayo el sistema unitario que Rivadaia queria en provecho de to. do Hoy todes esos eaudilejos del interior, degradsdos, envilee- ("Sin quererfo, la tirania ha realizado aquello ante lo cual se estrell el legislador unitario. La repGblica de la ciudad antigua era un proyecto inconeluso porque etos gobiemos ‘Pequefios, animados por ta vieja cultura urbana, no |habfan logrado ssociarse para formar na unidad mayor. Bl trinsito constitutivo de la Nueva Inglaterra, que Toe- queville expuso en el punto de partids, habia fracasado en Ia Argentina. 234 LNATALIO H, BOTANA ‘que una 7 amas on rado general Paz!") derrocara esa cabeza tirinica pi iniciar de inmediato In reconstruccién, (a solieién del) ““cyoo haber demostrado que la Revolucion de a Repébilon Ar. ‘ontine est ya termineda, y que solo a exstenca del execralet Fano que ella engendeéestorba que hoy mismo entre en una carrera no Intemumpida de progsos qu puern envidare Ben pronto figunos pueblos amerleanos j..) Las tusiones han pasado Ya; la CCansituelon de la Reptiles s har sin sentir de sf misma, sin que ‘nadie se lo haya proptest, Unitas fedora, mixta ela ha de slit {de og hechos consumados.""° ccauitela que le haefa respetar hechos y tradiciones. El ho- rizonte se abria, de este modo, en Ia circunstancia nacio- nal: era un proyecto que se avizoraba desde el desierto ‘bérbaro, Cada capitulo del programa reformador se pre- sentaba como un término que se oponfa ala tiranfa urbe- nna, El progreso era algo asi como su sistemitica nega- eién. LA TRADICION REPUBLICANA, 265 Blviaje exterior: la revelacion de la democracia ‘Muy pronto, Sarmiento descubriré otro horizonte y ‘para ello fue necesario saltar el océano, Coneluido aquel “ensayo y revelacién” para si mismo de sus propias ideas, ‘en ese mismo afio de 1845, Sarmiento inicié un viaje exterior que desde Chile lo condujo hacia el norte, a Europa, Africa y los Estados Unidos.,Diez afios despué de regreso del exilio, Sarmiento escriblé en Buenos Aires, ‘que “viajar supone haber partido del pafs y volver 41°", Tal fue el argumento de Ios viajes en visperas de ‘otra revolucién europea: el camino hacia Atcedia y la ‘vuelta a Ia realidad: “Clipome ta ventura, diga de observador més alto, de eaminar fen buena parte de mi viaje sobre un toreno minado hondaments or los elementos de una de las més tribes convalsiones que an ‘ujtado la mente de los pueblos, trstomando, como por i sta vibracién del ayo, cosas e iniitulones que parceian ediicon silidamente besados; y puedo envanccerme de haber sentido mo- ‘ene bajo mis plantas el sulo de las ideas, y de haber escuchado ‘rumors sordos, que los mismos que habitaban el pa no aleanza- ban a perebir.™? Wor un lado, pues, Ia representacién del porvenis, el viajero y los libros, la esperanza del 48, “‘Asistfa, sin sabor- Jo, al ditimo dia de un mundo que se iba” el mundo que demotian los historiadores de la revolucién y de las na- Prosente, Michelet, Blanc, Lamartine y Gioberti: ‘cuatro libros eran nuestro pasto, devorado con ansia en Jas horas que nos dejaban libres las correrias”"SPor otra arte, el choque con la realidad, el desencanto que dejaba luna sociedad de antiguo régimen tan s6lida ain como si "radical desigualdad. Y eso —lasreliquias feudales, a trama 286 NATALIO R.BOTANA de privilegios, la extrema divisi6n do clases~ era para Sar- miento una ingoportable cargs,sCuando desembareé en tierra francesa, “apocado y medroso”, estirando el traje, “palpando el nudo de la corbata”” como “‘cuando el ena- rmorado novel va a presentarse ante las damas”, una turba de miserables, condenados al trabajo servil y a la mendici- dad, lo rode6 de inmediato. En civilizacibn’ recibld aaa Srey tonees: “ blime y sucio recepticulo de todo lo que al hombre eleva © le tiene degradado, reyes y lacayos, monumentos y la- zaretos, sa repulsa de la sociedad europea, que provenia de ‘una instintiva reaccién frente a los “millones de campesi- nos, proletarios y artesanos viles, degradados, indignos de EI sistema que Montes- ‘quieu expuso en el Libro XI de Del Eapiritu de las Leyes se recortaba sobre un cuadro de fuertes contrastes. No era de arte y el prodigioso avance de la ciencia; disfrutaba “con aplomo imperturbable”, cuidando de no revelar su Jgnorancia, de la amable acogida, matizada con.eruclitos discursos en latin, que Ie brindaron los profesores de la Facultad de Humanidades de Gotinga, en Prusia. Pero también miraba hacia abajo. Sarmiento habria gozado ‘hasta el cansancio del placer de quien alza la vista en una sociedad aristocritica si en cada recodo de su camino no hhubiete tropezado con Ia “costra de mugre” que cubria LA THABICION REFURLICANA 287 los euerpos de la muchedumbre, sus “harapos y andra- jos! En la ‘vida cotidiana, protegidos tras la “islada casita suiza, pintada, blanqueada, frotada, y bamizada diariamente”, Jos ciudadanos repetfan en mayor escala los gestos de si ‘madre: “Los mismos brazos que cultivan la tierra en Suiza, fabrican relojes y telas de seda; cada casa posee una industria, y cada villa lanza al aire la eolumna de humo de su usina’. Entre esta comunidad del trabajo y el sistema {federal del Estado suizo habia una sidetal distancia, En tun plano imperaba, esponténea, la mn otro cam- pPeabs el mal de la fragmentacién, “una olla podrida”” que ‘contenfa el particularismo de los eantones, los diferentes lenguajes, las “tradiciones feudales més en pie que los eas- tilleos”, el pluralismo religioso eon sus facciones intole- antes, y un arraigado patriotismo local. Lo pequefio es admirable cuando Sarmiento advierte en él la concordia social; ese recinto estrecho es, on cambio, despreciable cuando entre 1os mismos ciudadanos se interpone la ré ‘mora opaca de los privilogios."* =e Ja diatriba contra la sociedad mediterranea, las tinleblas que pesaban sobre Repaii el desprecio a la ciudad italiana, apenas matizado por el recuerdo de Pio TIX, aquel pontifice ilustrado de 1847, atento a la liber tad de opinién, tolerante con los protestantes, que abrie 288 MATALIO R.BOTANA las cérceles, fomentabs la educacion, moderaba la censura y recordaba con ternura’a los primeros gobemantes de ‘América del Suz? ,O quizé la admiracién que en Sarmien- to despertaban los gobemantes prusianos a cuya voluntad viajero. Necesitan desplazarse para ver confirmada su intuicién fundamental, Cuando Tocqueville atraves6 el ‘Atldntico Norte levaba en su espirita el concepto de igualdad que defendian Royer-Collard y los doetrinarios. ‘Cuando Sarmiento emprendié su viaje lo hizo siguiendo el astro de esa misma, ineluctable marcha de la histori (tas sociedad moderastenden Is iguldad: no hay ya ca tas priegadas yoctonaln edcncin que completa al hombre, se Gs oficialmente sn esti; Ia Sndustela crea neceldaes,y la elencla abe nuevos camins de sates; ay ya todos lor hombres tienen derecho « gobomar por ‘eran gande mayoria de las naiones padecr is tendlciones ‘sbiltan, yun momento a de lga en que eas mass que hoy se fblevan por pa, idan alot palamentos que dlcuten las horas ‘ve den trae una parte de ls ulidades ques sudor don capitalists. Enoncss In politica, la constiucton, la forma de go biemo, quedrin redid acta simple cuestén: yeémo han de tentendese los hombres igual ene si paca prowor su subi tencia presente future, dando su parte al capital puesto enact ‘ad, & In intlgenela que lo ge y hace product, ya bajo manual de lor mllares de Hombres que hoy empl, dndoles pe- tar con qUé no movin, «Yees matindolos en ellos isos, fs familia yen su progenie?™”) En lugar de Tocqueville, Sarmiento recordaba a Fou- ‘er para refrendar este aserto, Pero la percepeién de la igualdad, como incontenible fuerza histérica, se aproxi- maba més al argumento de La democracia en América aque a las originales intuiciones del creador de los falans- terios (pese a sus desvarfos, un “pensador profundo, un ingenio de observacién”) Lo cierto es que Sarmiento des bes pao Ton Entaton|UaldowT al pasojoe sma) (Ghote ees enateaniLe pain doen je esa democracia latia como cosa viva en las “costurn- bres y en las formas”, era el resorte bisico de 1os usos sociales que todo impregnaba, la vestimenta, el papel de la mujer, el hacha del pionero, el ristico confort de una casa bien construida, Jos mapas y los vapores del viaero, las ciudades construidas sobre la hulla. Asf se formaba un paisaje de infinitos colores que mareaba un rotundo con- ‘raste con “Al ver esta sociedad sobre cuyos edificios y plazas pare- que la ropiblica se presentaba, pot vex primera, ‘como una posibiidad histérica\(";¥ cierto —pritaba casi 4 voz en cuello~ta replica es!”),tan dstanta de los sue ‘ios inciales como de las combinsciones entre la ibertad civil y 108 vejos prvilegios en las monargulas europeas. a originalidad del descubrimiento deslumbraba; los ca pftulos a través de los que analizaba su pasado y presente eran no obstante mis conocidos, diariamente repetido como principio fundacional, de la fsoeiaeién voluntaria: “la alden norteamericana es ya todo 1 Estado, en su gobiemo civil, su prensa, sus escue- lag, sus bancos, su municipalidad, su censo, su espiritu y su apariencia”; de allf, la legitimidad de origen remonta- ba “por el condado, el territorio, el Bstado hasta ol Pre- 290 ATALIO R.BOTANA sidente y el Congreso"; deal, en fn, arancaba la lei timidad de ejrccio. ‘para Sarmiento, igual que para ‘Tocqueville 14/Gam0- AAP Stop i enn a maridaje en la masa \/ de In poblacién no supo qué nombre darle. Lo lk “sentimiento” y también “conciencia politica”, pero sabia —ya se lo habia ensefiado Bancroft con su historia de la inevitabilidad democrética~ que la libertad politica tera en los Estados Unidos producto de la continuidad: tuna legitimidad conservadora de instituciones, como el ‘habeas corpus 0 el juicio por jurados, implantadas siglos| atrés en tierra virgen, que hacfan del yanqui un ser “la- talmente republicano". Habia pues un origen y un des- tino, esa necesidad historica en cuyo dilatado efreulo los ciudadanos se entregaban a la tarea de asociarse libre- mente: “4. donde quiera que se reinan dlez yanks, pobres, andrajosos, etipdos, antes de pone el hacha al pie de los éboles para cons- ‘ime una moreda, se renen para arrgla ls bases de uns aso cdacion; un ia egari en que no se eseiba este pacto, porque ‘tard sobreentendido siempre; y este pacto es como ha visto Ud. Ja ley orgénica de Oregén, una serie de dogmas, un deeslogo. Cada ‘uno ered lo que cree; cada uno nombrard quion haya de gober taro; cada uno ded su palabra y por escrito su pensimlento seré juzgndo por un jurado, 2 le admit fanza decirel segura por todo data que no merecea pena eapital.”™? Esta democracia no constitufa necesariamente un or den perfecto. Tenia lacras semejantes a las que recapitu- aba Tocqueville, tanto por la afligente circunstancia de In osclavitud ~"vegetacién parisita que ta coloni- zacién inglesa ha dejado pegada al rbot frondoso de las Uibertades americanas"— cuanto por los. defectos ‘menos perceptibles de la sociedad igualitara, el cansancio ‘que depara la vision de un pueblo gozoso en su bienestar {LA TRABICTON REFURLICANA 201 y aquejado sin embargo de “monétona uniformidad”, sa, por cierto, era una perspectiva preocupante que poco pperturbaba al optimismo de Sarmiento, Y aqui, posible- ‘mente, se encuentre la Ifnea divisoria entre las conviccio- nos de dos vialeros. ‘Mientras Tocqueville levé al nuevo mundo et espiritu de un aristdcrata resignado, Sarmiento vole6 en él a espe- +anza de quien renuneiaba al ancien régime colosial, ala guerra y al despotismo que incubaron sus escombros. La democracia era para Tocqueville el Ginico lugar, im- puesto por una inevitable tendencia, donde podia resea- tarse, bajo otras formas, el viejo sentido de la libertad aS ee tenor hit aot Nora El punto de partida era aqui un punto de mi lanco donde acertar. Tooque- ville vivi6 siempre en tensi6n entre la libertad aristocré- tica, condenada por la igualdad a su irremediable desa- paricién, y la libertad demoerética que podia sucumbir bajo el despotismo igualitario. Para el Sarmiento que ha descubierto Ia democracia, esa vivencia era en cambio una Dbrusea nogacién de su pasado, la afirmacién de una sola historia ~aquella que “tione por base las libertades an ‘canas"~ nacida de la divisi6n del mundo por la reforma protestante. La historia del pasado, secas sus raices, no tonfa otro destino que la historia del porvenir. He aqui 1 lugar donde se debe llegar, © mejor, “esta novela ut6- pica que no aleanzo a disefiarsiquiera” in el Facundo y Recuerdos de provincia, ‘un comienzo, al principio utépico fen aquellas ciudades antiguas de los unitarios, dolorosa- mente real més tarde cuando esas ciudades, confundidas ‘con la barbarie, son el inevitable cimiento desde donde construir la repiiblica modema. En los Viaies ese punto se ha desplazado en sentido horizontal, Ha encontrado un lugar, que no es precisamente Ia isla inexistente de Tomas ‘Moro sit antigua séto merecen conservarse Ia intencion y los fines; no asf Jos medios que se adoptaron y menos sus trigicos efectos. La segunda utopia, que se inspira en La demo- ceracia en América, 1 los medios y a los efectos. Alli se advierten, por fin, resultados tangibles, la realidad que supera a las ideas tenvueltas en libros y discursos. Por eso se lo debe imitar y rointerpretar. ‘como querfan Jefferson y la virtud agaria, La primera utopia evocaba una derrota; la segunda ofrecfa el triunfo del progreio, tuna promesa mucho més trascendente que Ja que surgia de In necesaria victoria militar. Poco tiem- po después, en Argirépolis..., Sarmiento pinté esa espe- ranza con el lugar comin del posta... el suelo que se hhace realidad: “:Dirigonos que todos estos son suefios? {A sueios en efec: to; pero suetioe que ennoblecen al hombre, y que para los pueblos {LA TRADIOION nEPUBEACANA 209 basta que los tengany hagan desu relizacién ol objeto de sus api raciones, para verlos realizados. Suefos, empero, que han realizado {todos los pueblos evlizados, quo se repite por horas en los Estados Unidos y que California ha hecho rugar en un afo, sin gobiemo, sin otro ausiio que Ie voluntad individual contr la naturaleza

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