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Dionisio de Halicar 45

Tres ensayos de critica literaria


* ¿i
ditarlo o cosa que se le parezca, dando de lado a sus 4. Una cuestión todavía’ me queda por responder, re­
hallazgos y virtudes pero haciendo hincapié en sus pa-, proche odioso aunque grato a la mayoría, pero fácil, por
sajes menos logrados. Al contrario, será un análisis de inicuo, de refutar. El hecho de que carezcamos de la
sus características discursivas que abarque tanto las que capacidad de un Tucídides o de otros autores no nos
desarrolla en común con otros como las que le diferen-, priva del derecho a estudiarlos. Como tampoco los que
cían de los demás. Ello me obliga no sólo a contar las- no poseen las mismas facultades que Apeles, Zeuxis, Pro-
virtudes, sino también sus vecinos los vicios, pues no tógenes y otros famosos pintores tienen vedado juzgar
existe naturaleza humana lo bastante perfecta como para . su arte, ni escultores de menos valía hacerlo con las obras
verse libre de error en palabras y en hechos: la mejor es • de Fidias, Polícleto y Mirón. Excuso decir que a menudo
la que más logros y menos yerros presenta 6. Sobre la el profano no es peor juez que el artista, tratándose de
base de estas premisas, no se me acuse por los plantea­ sensaciones innatas y de emociones, y que justamente
mientos de mi obra, antes bien examínense imparcial- todo arte pone la mira en tales criterios y se basa en tales
mente los datos propios de su estilo. De que no soy yo principios. Basta con lo dicho, no sea que, sin advenirlo,
el primero en proponérmelo, pues muchos otros, anti­ ensayo en introducción.
guos y modernos, lo hicieron antes, no por inquina, sino í 5.yAntes de comenzar ta descripción en torno a Tucí-
con la mira puesta en la verdad, podría poner infinitos diocs, quiero decir algo sobre los historiadores, los que
testigos, pero bastan sólo dos: Aristóteles y Platón. Aris­ florecieron antes que él y sus contemporáneos, con lo
tóteles, efectivamente, esta convencido de que no todo que resultará evidente tanto los planteamientos que le
lo dicho por su maestro Platón es irreprochable, por hicieron distinto de sus predecesores como su significa­
ejemplo, con respecto a las ideas, al bien, al Estado. El ción. Hubo muchos historiadores arcaicos y en muchos
mismo Platón pretende demostrar que Parménides, Pro- lugares antes de la Guerra del Peloponeso, entre ellos,
tágoras, Zenón, y no pocos de los otros presocráticos Eugeo de Samos, Deioco de Proconeso, Eudemo de Pa­
están equivocados. Y nadie se lo reprocha, desde el su­ ros, Democles de Figela, Hecateo de Mileto, Acusilao
puesto de que el objetivo de la filosofía es el conoci­ de Argos, Caronte de Lámpsaco y Meleságoras de Cal-
miento de la verdad, lo que constituye todo un ideal de cedón; poco anteriores a la Guerra del Peloponeso y que
la vida. De suerte que si nadie censura por sus plantea­ alcanzaron a vivir incluso en tiempos de Tucídides, fue­
mientos a los que muestran sus diferencias en cuestiones ron Helánico de Lesbos, Damas tes de Sigeo, Jenomedes
filosóficas y no aplauden todos los puntos de vista de de Quíos, Janto de Lidia y otros muchos 7. Todos éstos
sus predecesores, ¿por qué se iba a censurar a los que se siguieron planteamientos semejantes en la elección de sus
proponen mostrar la peculiaridad de unos estilos si tam­ temas, y en cuanto a valor, tampoco se diferencian mu­
poco confiesan en sus antepasados virtudes que no les cho entre sí. Unos compilaron Historias de Grecia, otros
son propias?
7 La transmisión manuscrita no es del todo fiable y D. H. es poco
preciso aJ encerrar a todos los logógrafos en un mismo saco estilístico.
6 Eco de Heródoto I, 32. D. H. lo repite otras veces
Cf. 23 mira.
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Tres ensayos de crítica literaria
Dionisio de H altear

de países extranjeros, pero éstas sin conexión mutua, sin? gos y bárbaros de todos los países a imitación de Heró­
independientes por países y ciudades, sin relaciones aS doto. Despreciando de la primera su bajeza, mezquindad
tre ellas, guardando todos un mismo y único objetivo^ y escaso interés para los lectores, y a la segunda por
hacer de dominio público y general cuantas tradiciones imposible de abarcar en una visión global debido al ex­
locales se conservaban entre gentes y Estados, ya fuesen ceso de lugares, eligió como tema una guerra solamente,
documentos guardados en los templos o vulgarizados? la que llevaron a cabo unos contra otros atenienses y
tal cual los recibían, sin añadir ni quitar nada. En este peloponesios, y a su descripción se atuvo. De buena sa­
material había mitos creídos desde tiempos muy antiguos lud física y de mente sana, pudo vivirla en toda su du­
ración, no teniendo que reconstruir los hechos a base de
y relatos novelescos que hoy nos parecen no poco sim­
ples. Todos, lo mismo que sintieron preferencia por el relatos de segunda mano, sino que refirió aquellos en
mismo dialecto, cultivan normalmente un mismo estilo, que estuvo presente según su propia experiencia, y aque­
a saber, el claro, común, puro, conciso, adecuado a los llos a los que no asistió por el exilio, recabando infor­
contenidos, sin exhibir el menor cuidado artístico. Sin mación de quienes mejor los conocían. Así que, en pri­
embargo, recorre sus obras un cierto frescor juvenil y mer lugar, se distinguió de sus predecesores en elegir un
tema ni totalmente restringido ni tampoco dividido en
encanto, en unos más y en otros menos, gracias al cual
sus escritos aún perviven. Frente a ellos Heródoto de muchos apartados incoherentes; en segundo lugar, por
Halicamaso, nacido poco antes de las Guerras Médicas no tocar en ella nada que fuera mítico, ni orientarla al
engaño y seducción de la masa, como habían hecho to­


y cuya vida se prolongó hasta la del Peloponeso 8, dio

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dos sus antecesores, expertos en Lamias que surgían de


amplitud y brillantez a los planteamientos temáticos, no

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la tierra por selvas y cañadas, en Náyades anfibias que

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limitando la compilación histórica a una sola ciudad o
pueblo, sino que reunió muchos y diferentes hechos de saliendo de Tártaros nadaban por los mares y, de natu­
raleza semianimal, buscaban el trato con hombres, o ha­
Europa y de Asia circunscribiéndolos a los límites de un

Vil
blaban de proles semidivinas, fruto de las relaciones de
solo tratado (comenzando por el Imperio Lidio llevó su
relato hasta las Guerras Médicas, incluyendo en una úni­ seres divinos con mortales, y muchas otras historias que
ca obra todas las acciones importantes llevadas a cabo por insensatas nos parecen increíbles en nuestra época.
por griegos y bárbaros en el espacio de estos doscientos 7. Me era obligado a decir esto, no por censura a
ules autores, sino comprendiendo perfecumente que ha­
veinte años), dotándolo además de unas virtudes que sus
predecesores habían desatendido. yan incluido ficciones míticas al escribir historias nacio­
6. Tucídides, que vino a la zaga de éstos, no quiso nales y locales: entre todos los hombres, sean países en
general o ciudades en particular, se han conservado tra­
erigir su Historia sobre un único lugar, como habían
hecho los de la escuela de Helánico, ni tampoco juntar diciones del tenor de los anteriores relatos que los hijos
han recibido de sus padres y ponen a su vez especial
en una sola historia las acciones llevadas a cabo por grie-1 *
cuidado en transmitirlas a la generación siguiente, gus­
1 Vivió entre 484 y 425 a.C. aprox. Con hs Guerras Médicas puede tando de que quienes desean ponerlas por escrito para
referirse D. H. a la campaña de Jerjes del 480-79. sacarlas a la luz pública lo hagan como las han recibido
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de sus mayores. Era forzoso, por tanto, que aquello^ gado a hablar sobre Demóstenes el general, Nicias el hijo
hombres adornasen las historias locales con episodios mpS ¿c Nicerato, Alcibíades el "hijo de Clinias y de otros
ticos 9; a Tucídides, por el contrario, al preferir un temas o en eral es y políticos ", refiere lo que le correspondía a
único del que él mismo fue testigo, no le venía bien» cada uno. No preciso poner ejemplos para quienes han
insertar en el relato esos engaños teatrales y menos di-sl leído su Historia. Esto es, pues, lo que se podría decir
rigirlos a embaucar a los lectores, como aquellas obrasfl de los logros del historiador con relación a los conteni­
solían hacer, sino mirando a la utilidad, conforme él mis-'S dos, todo ello apto y digno de imitación. [Lo más im­
mo dejó claro en el prohemio de su historia cuando li-'S portante de todo es no mentir a sabiendas ni manchar la
teralmente escribe ,0: i propia conciencia].
9. Lo más deficientemente trabajado y que ya le han
En relación con la audiencia, su carácter no fabuloso hará que
]í recriminado algunos, se refiere a la parte más técnica del
les resulte poco grata, pero bastará con que la juzguen útil s tratamiento de los contenidos, lo que se llama econo­
quienes deseen considerar la evidencia de lo sucedido y de lo i mía ", algo a lo que toda obra debe aspirar, se dedique
que en un futuro pueda llegar a ser igual o semejante, de acuer- 1 uno a temas filosóficos u oratorios, y que consta de di­
do con la naturaleza humana. De ahí que constituya una po- I visión ", ordenación y desarrollo. Comenzaré por la di­
sesión para siempre y no una pieza de concurso para oír en un 3
momento. «
visión, anticipando que mientras los historiadores ante­
riores a él repartieron la relación de los hechos por lu­
gares o épocas sucesivas, él no dio por bueno ninguno
8. Todos los filósofos y rétores, o la mayoría al me­
de estos métodos de división, ya que no repartió su re­
nos, dan testimonio de que nuestro autor prestó la má­
lato siguiendo los lugares en que las acciones habían te­
xima atención a la verdad, de la cual deseamos que la
nido lugar, como habían hecho Heródoto, Helánico y
historia sea la sacerdotisa, no añadiendo a los hechos
nada que no les perteneciese, ni quitándoselo ni selec­ otros historiadores precedentes; tampoco por épocas,
como habían preferido los que publicaron historias lo­
cionándolo a su arbitrio, manteniendo sus principios de
cales, que habían repartido la relación histórica por las
modo irreprochable y libres de toda malevolencia y de
sucesiones de los reyes, de los sacerdotes, por Olimpia­
toda adulación, máxime en sus opiniones sobre los per­
das o por los arcontes designados para las magistraturas
sonajes importantes. Así, cuando en el libro primero re­
cuerda las buenas cualidades de Temístocles ", las repasa anuales. El, queriendo recorrer un camino nuevo y no
hollado por otros, repartió su historia siguiendo las es­
sin asomo de malicia; cuando en el segundo toca el go­
taciones: veranos e inviernos. Pero el resultado de esto
bierno de Pericles hace un cumplido elogio de la extensa
fama que le rodeaba ’2; igualmente, cuando se ve obli­
fue ei contrario al esperado por él, pues la división cro-

L). H. entiende bien el carácter tradicional de la literatura ora!.


■’ 11,65.
10 I, 22. Pasaje muy citado siempre por contener el concepto básico * 1' Todos ellos citados repetidas veces en Tucídides.
de la historiografía científica. i u Otra denominación de la dispositto.
11 1.38. | 15 La diaíresis, en latín distributio.

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