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Vamps Sangre Fresca Nicole Arend
Vamps Sangre Fresca Nicole Arend
Las cejas negras del Sr. Hunt estaban juntas en un oscuro ceño
fruncido, y levantó la vista con frialdad cuando Dillon y Chiro
entraron en su despacho siguiendo a Bram, Cora y Angelo.
Era completamente diferente al de Madame Dupledge.
Mientras que el de ella era luminoso y ultramoderno como el
del resto de la academia, el de él no habría desentonado en un
plató de una película de Drácula. Las paredes eran oscuras y
estaban cubiertas de fotografías enmarcadas de castillos y
folletos de campeonatos anteriores. El ordenador portátil
compacto y el equipo GPS de alta tecnología parecían fuera de
lugar en el escritorio gótico y pesado, junto a una calavera de
carnero y una lámpara de latón. Dillon se estremeció cuando
vio un malévolo cuervo disecado, con el pico tan afilado como
una daga, encorvado sobre una percha de madera. Por debajo
colgaba una campana de latón.
El Sr. Hunt fue directo al grano.
—No tenemos ningún dato de tu rastreador de vuelo, Dillon,
lo que parece sospechoso. Cuando los entregué, todos
funcionaban. Espero que no hayas tenido intención de sabotear
los resultados después de tu desastroso comienzo.
—¿En serio? —soltó Dillon—. No, claro que no. No tendría
ni idea de cómo desactivarlo.
—¿Por qué Angelo perdió el control de repente? Hasta el
momento en que Cora y tú lo pasateis, los datos de su
rastreador muestran que él y Bram volaban rápido y sin
problemas. Todos fuimos testigos de vuestra peligrosa
maniobra sobre el tejado de la academia.
—Cora y yo no hicimos nada. Bram aceleró para
adelantarnos. Angelo no estaba preparado y perdió el control.
—¿Por qué fuiste tras él cuando os dije que os quedarais con
vuestro compañero?
Dillon sintió que su cólera aumentaba; esto era más bien un
interrogatorio.
—¿No deberías preguntarle a Bram por qué no fue tras él?
—espetó—. Fue una decisión de una fracción de segundo.
Angelo estaba cayendo en picado.
—¿Dirías que tu rivalidad con el Sr. Danesti se interpuso en
tu camino a la hora de tomar una decisión con la cabeza fría?
—¿Qué? No tuvo nada que ver con eso. —Pensó por un
segundo—. Al menos mi decisión no lo hizo, no puedo hablar
por Bram. Si no me hubiera zambullido tras Angelo, él habría
estado en grave peligro.
—Es cierto. —Angelo asintió.
—¿Por qué volaste fuera del límite de los treinta kilómetros
sabiendo que iba en contra de las reglas? ¿Por eso desactivaste
el rastreador?
—¿Qué? —Dillon estaba atónito—. ¿A qué viene todo esto?
Vamos. Estábamos volando al borde del límite, y cuando
Angelo perdió el control caímos en espiral. No fue a propósito.
Mi rastreador no me alertó de nada.
—¿Qué pasó en el suelo? ¿Hubo contacto humano?
—Nos las arreglamos para desaparecer antes de que nos
vieran, aunque no tuvimos tiempo de ocultar nuestras huellas.
—¿Por qué no abandonasteis la escena de inmediato?
Miró a Angelo.
—Angelo aún se estaba recuperando.
Los ojos del Sr. Hunt se enfriaron aún más.
—¿Cómo recuperó su energía?
—Llegó Chiro.
No hacía falta añadir que Chiro le había arrancado a Angelo
de encima de forma literal.
—¿Qué pasó con Cora y con Bram? —preguntó Dillon,
mordaz.
—Siguieron el protocolo y volaron de vuelta aquí tan rápido
como pudieron para dar la alarma.
Dillon le miró con incredulidad.
—¿Estás diciendo que yo no debería haber ayudado a
Angelo?
—Estamos tratando de entender por qué Angelo y tú
volasteis fuera de los límites y tuvisteis contacto con humanos,
ambas cosas que van en contra de las reglas; y os pusisteis a
vosotros mismos y a Chiro en peligro.
Bram parecía un gato al que le había tocado la leche. Dillon
apretó los puños. Podía sentir cómo su sangre empezaba a
calentarse.
—No hay nada sospechoso en eso. No tuvimos contacto con
nadie. Fue justo como he dicho.
—¿Por qué descubriste tu cuello ante Angelo? Como sabes,
dar sangre a otro vampiro va en contra de las reglas de
VAMPS.
Mierda. ¿Cómo sabía eso? Por el rabillo del ojo, vio a
Angelo estremecerse.
—No hubo ningún intercambio de sangre —dijo.
—¿Porque llegó Chiro? —interrumpió el Sr. Hunt.
—Bueno, sí, pero no habría dejado que Angelo lo hiciera de
todos modos.
—Eres un gran privilegiado por disponer de Sangre Dorada,
Dillon. No deberías usarla como moneda de cambio con tus
compañeros.
Se esforzó por evitar que le hirviera la sangre.
—Angelo siempre ha tenido un problema con mi sangre.
Nunca usaría la Sangre Dorada como «moneda de cambio» —
dijo, furioso.
—Eso está por verse.
Si logramos que lo expulsen, dejará de ser el VE y
Alexandru presionará a Madame Dupledge.
Dillon se quedó mirando al Sr. Hunt durante un segundo. Al
instante, entendió lo que estaba pasando. Esto era más que una
reprimenda; estaba decidido a deshacerse de él. El rostro del
Sr. Hunt se ensombreció al ver la reacción de Dillon y la
conexión mental desapareció de repente. Dillon necesitaba un
momento para ordenar sus pensamientos y pensar en cómo
salir ileso de esto, ahora que sabía que no podía confiar en el
Sr. Hunt.
Cora rompió el silencio que se había instalado.
—Dillon no ha hecho nada malo. Quería ayudar a Angelo,
eso es todo. Lo vi lanzarse tras él y todos sabemos que Angelo
tiene una debilidad por la sangre de Dillon. Estoy segura de
que Dillon no se la ofreció y, si se desnudó el cuello, tuvo que
ser por una buena razón.
—Lo hizo para distraerme del olor del humano. Admito
que a veces mi control no es tan fuerte; lo siento, quiero decir
que no es tan fuerte como debería. —Con la inquietud, Angelo
había pasado de nuevo al español.
El Sr. Hunt lo ignoró.
—Ambos habéis infringido tres reglas importantes. Volar
fuera de los límites, arriesgarse a tener contacto con humanos
antes de estar completamente entrenados y el posible
intercambio de sangre. Es más que suficiente para expulsaros
y, en ausencia de Madame Dupledge, he tomado esa decisión.
—¡No puedes hacer eso! —gritó Cora—. Dillon es el VE.
Perderá el puesto.
—Las reglas son las reglas, señorita De Courtenay, el
comportamiento de los Vampiros Electos debe ser ejemplar en
todo momento. Por ahora, el Sr. Danesti asumirá el papel.
Ahora Dillon sabía por qué Bram no había salido disparado:
su rápido cerebro había calculado las consecuencias.
—Tratar de salvar a un vampiro de ser herido o descubierto
es un comportamiento ejemplar. —La voz de Cora se elevó—.
Tú mismo lo dijiste en la primera lección de Combate, Caza y
Protección.
—Contrólate, Cora —espetó el Sr. Hunt.
—No vale la pena, Cora —dijo Bram, tratando de retenerla.
Ella se deshizo de él, temblando de rabia.
—No me importa. Expúlsame a mí también por una falsa
acusación. Lo hiciste con mi hermano…
Los ojos del Sr. Hunt se volvieron aún más fríos y brillaron
como el ónix negro.
—Cora, no has hecho nada malo —interrumpió Dillon,
desesperado por evitar que hiciera algo estúpido.
Cora cerró los ojos y, si hubiera sido humana, habría
respirado hondo. Cuando los volvió a abrir, brillaban con
pasión. Dillon no pudo evitar pensar que nunca la había visto
tan hermosa.
—No he hecho nada malo, ni lo ha hecho Dillon, ni Angelo
se merece ser castigado; fue un accidente que él terminara en
una situación que puso a prueba su control. Él es valiente y
leal.
La sala se sumió en el silencio.
—No sé qué está pasando aquí, pero, Cora, acabas de
demostrar que eres una joven vampira con un carácter
excepcional.
Todos los que estaban en la sala se giraron como un rayo al
oír la voz de Madame Dupledge. Estaba de pie en la puerta,
vestida con su capa de viaje negra hasta el suelo, tan perfecta
como siempre, con una pizca de cansancio alrededor de sus
ojos vivos y verdes.
—Ah, gracias a Dios, Madame Dupledge. Ha llegado justo a
tiempo para ayudarnos a resolver una importante transgresión
de las normas.
El Sr. Hunt de repente se mostró encantador y sonriente
mientras la hacía pasar. A Dillon le impactó ver lo falso que
era. Pensar que había confiado en él.
Madame Dupledge sonrió.
—Parece que Cora está haciendo un buen trabajo, pero
póngame al día, Sr. Hunt.
El Sr. Hunt se levantó.
—Dillon y Angelo rompieron varias reglas durante la prueba
de vuelo, que creo que son lo bastante graves como para
justificar su suspensión durante una semana.
La expresión de Madame Dupledge no reveló nada.
—Ya veo, ¿y cuáles fueron exactamente esas transgresiones?
—Volaron fuera de los límites, tuvieron contacto con los
humanos y hay pruebas de que Dillon le dio a Angelo su
sangre.
—Sin duda, muy grave. —Se volvió hacia Cora—. Pero tú
no estás de acuerdo con esa evaluación, ¿verdad?
—Como he dicho, Angelo se metió en problemas, Dillon
trató de salvarlo: hizo lo que tenía que hacer. Yo no estaba allí,
pero los conozco. —La voz de Cora tembló un poco.
Madame Dupledge se volvió hacia Chiro.
—Volaste con ellos, Chiro. ¿Viste eso?
Chiro se aclaró la garganta.
—Bram aumentó su velocidad de repente para adelantar
después de que Dillon y Cora se pusieran por delante de él.
Angelo no estaba preparado y le hizo caer en picado. Dillon se
lanzó a ayudarlo, pero solo logró atraparlo justo antes de que
se estrellaran contra el techo de un chalet en el lado contrario
de la frontera. Salieron de un salto y los perdí en los árboles
por un rato, pero cuando los vi de nuevo, tenían los colmillos
extendidos. Vi a Dillon intentar sujetar a Angelo y lo alejé
hasta que volvió en sí. Ambos estaban bajos de energía en ese
momento. Tuvimos que movernos rápido ya que vi a un
vampiro no identificado volando bajo sobre el bosque y me di
cuenta de que estábamos en una situación de peligro. Una vez
que despegamos de nuevo, el vampiro se mantuvo detrás de
nosotros y tanto Dillon como Angelo demostraron una
impresionante capacidad de vuelo para seguirme el ritmo y
detener a quienquiera que fuera. Los abandoné cuando la
academia quedó a la vista para perseguir al vampiro no
identificado. Dillon y Cora volaron los tres primeros cuartos
del recorrido juntos y su rastreador muestra que volaron más
rápido que nadie en toda la carrera. Tengo razones para creer
que habrían ganado si Angelo no hubiera perdido el control.
Bram ahogó un gruñido y el Sr. Hunt se quedó muy quieto.
—Gracias por lo que has hecho, Chiro —dijo Madame
Dupledge, sin mencionar al vampiro desconocido—. Me
gustaría hablar con Dillon y con Angelo a solas. Bram, si
pudieras esperar fuera, hablaré contigo cuando hayamos
terminado.
Mientras Chiro se escabullía seguido de Cora y de Bram,
Madame Dupledge se volvió hacia Angelo y Dillon.
—Me gustaría que me explicarais por qué teníais los
colmillos fuera.
Angelo miró a Dillon, pero no hizo ningún esfuerzo por
hablar. Dillon se aclaró la garganta, ganando tiempo.
—Los dos estábamos distraídos por el olor de los humanos.
Los colmillos de Angelo salieron y también los míos.
Conseguí controlarme, pero Ángelo se resistía, así que intenté
distraerlo…
—Dejando que bebiese de tu sangre —dijo el Sr. Hunt—. Es
poco probable que recuperaras el control tan pronto.
—No dejé que bebiera de mi sangre.
Madame Dupledge miró al Sr. Hunt y luego volvió a mirar a
Dillon y a Angelo.
—Gracias por tu honestidad, Dillon, pero necesito saber que
tú y Angelo podéis controlaros antes de ir al viaje de la
estación de esquí. ¿Puedes asegurarme que esto no volverá a
ocurrir?
Angelo inclinó la cabeza para que sus rizos negros ocultaran
su rostro.
Dillon tragó saliva.
—Sí.
—Bien. Si tenéis algún motivo para creer que Angelo o tú o
alguno de vuestros compañeros no estáis preparados para el
viaje a esquiar, es vuestro deber informarme. Podría haber
vidas en juego. Ahora, en cuanto a vuestro castigo. —Miró al
Sr. Hunt—. Chiro ha explicado que volar fuera de los límites
no fue vuestra culpa, por lo que creo que una suspensión es
innecesaria. Sin embargo, Angelo asistirá a clases de control
extra conmigo. Dillon, tu posición como VE está bajo
revisión, así como tu participación en el viaje a la estación de
esquí.
Dillon inclinó la cabeza; era mejor que la humillación de
una expulsión, pero seguía siendo una sanción dura en su
opinión. El rostro del señor Hunt continuaba siendo de
mármol, pero la malicia de sus ojos coincidía con la del cuervo
disecado que tenía a su lado. Si antes no le gustaba al Sr. Hunt,
ahora no cabía duda de que lo odiaba.
Mientras Angelo y él llegaban a la puerta, recordó que
Madame Dupledge no había dicho nada sobre el vampiro que
les había seguido.
—¿Y qué hay del vampiro que nos perseguía? —preguntó
volviéndose.
La expresión de la directora se tornó sombría.
—Habrá una investigación. Hablaré con Chiro.
Ella se marchó de inmediato, dejando a Dillon con aún más
preguntas para las que no recibiría respuestas.
14
Vínculo de sangre
Veinte minutos después, Bram entró en la habitación de Dillon
sin llamar a la puerta.
—Deberías estar en la puta calle, pero en cambio Dupledge
me acaba de dar una jodida reprimenda —dijo entre dientes—.
Te habría ganado y lo sabes. Dupledge no podrá salvarte el
culo por mucho más tiempo.
Dillon enarcó una ceja; el lenguaje de Bram solía ser más
refinado.
—Cora y yo te superamos, Bram. Perdiste la cabeza.
Recuperando el control, Bram sonrió y colocó ambas manos
sobre el ataúd que había entre ellos.
—Disfruta mientras puedas, Dillon. Como he dicho,
Dupledge no aguantará para siempre. Se está formando un
aluvión de oposición contra ella. Está perdiendo el control
sobre esta escuela. Incluso Hunt se ha puesto de nuestro lado.
Dillon se encogió de hombros.
—Bien. Te deseo buena suerte. ¿Has dicho que tengo que
saber algo sobre la visita de la condesa Fassano?
Bram le miró con frialdad.
—Si para entonces aún eres el VE, tendremos que darle la
bienvenida junto con Mahina y George cuando llegue.
—¿George? —le interrumpió Dillon.
Bram rodó los ojos.
—George Gyllengorg, el VE del Pico Dos. Madame
Dupledge quiere que la impresionemos con nuestra
inteligencia y encanto, así que será mejor que me dejes hablar
a mí.
—Estoy seguro de que acabará instruida a fondo en el tema
«BRAM» si eres tú el que habla —dijo Dillon, impasible—.
¿Qué más?
—Después del Desafío del Hielo, otorgará los colores.
—¿Los colores?
—Dios, no sabes nada. —Se burló Bram—. Si son todos los
colores, el escudo de VAMPS se tatúa con sangre en el cuerpo.
Es un gran honor.
—¿Sangre?
—Sí, la sangre de nuestros antiguos fundadores se mezcla
con un conservante permanente y se introduce con agujas en la
piel.
Dillon luchó por ocultar la oleada de asco; no estaba en
contra de los tatuajes, pero ¿usar la sangre de un vampiro
antiguo?
—¿La condesa tiene uno? —preguntó para cambiar de tema.
—Claro, dicen que sobresalió en los desafíos. Sus
habilidades mentales son legendarias.
—¿Cómo cuáles? —preguntó.
—Puede leer la mente con una claridad que ningún vampiro
puede igualar, y puede provocar un dolor que inmovilice por
completo a su oponente.
Dillon hizo una mueca.
—¿Como lo que haces tú?
—Sí, pero mucho más potente. Aunque me haré más fuerte.
—¿Es eso lo que quieres hacer?
Los ojos de Bram se iluminaron.
—Es el mejor trabajo en el mundo de los vampiros, pero mi
padre no está de acuerdo con la dirección en la que ella nos
está llevando.
Por primera vez, Dillon sintió una diminuta punzada de
lástima por Bram, que siempre tenía que ser el mejor y debía
hacer con exactitud lo que su padre decía. Pero no duró
mucho.
Bram se inclinó hacia delante sobre el ataúd y gruñó:
—Por cierto, si vuelves a intentar acercarte a Cora, lo vas a
lamentar.
Dillon le sostuvo la mirada.
—Ya has oído a Madame Dupledge. Cora puede tomar sus
propias decisiones.
Los ojos de Bram se entrecerraron, y Dillon se estremeció
cuando una onda de dolor y un zumbido llenaron su cerebro.
—Lo digo en serio —siseó de nuevo—. Aléjate de ella. A
mi lado tendrá un futuro brillante, tú solo la arrastrarás al
fracaso. Tiene la molesta costumbre de compadecerse de los
desamparados como tú, ¿sabes? Le gustan las novedades y
nunca había conocido a un dhampir. Solo vas a crearle
problemas, como casi hiciste hoy.
Tal y como Bram había querido, cada palabra atravesó su
corazón como dardos impactando en una diana. Se obligó a
sonreír, decidido a no mostrarle a Bram que había dado en el
blanco.
—Como he dicho, Cora es dueña de sí misma.
—Pronto se dará cuenta de que los desamparados… son los
peores de la camada —gruñó Bram, dándose la vuelta.
En cuanto Bram se fue, Dillon fue directo a la azotea,
asegurándose de que nadie lo viera. No quería ver a Cora. Por
una vez, la vista de las montañas calcáreas contra el cielo
negro entintado y el verde luminoso del lago de hielo que se
extendía en la dirección opuesta no lograron tranquilizarlo.
Las palabras de Bram aún resonaban en su cabeza: «Solo la
arrastrarás». Era cierto. Madame Dupledge había aplaudido el
valor de Cora antes, pero podría haber ido con facilidad en la
dirección contraria. No dejaría que la echaran por su culpa.
—Hola.
Al escuchar su voz, se le encogió el corazón.
—Hola —respondió, girándose hacia ella.
—Pensé que te encontraría aquí. ¿Qué ha pasado? —
preguntó en cuanto vio su expresión—. Mierda, no te han
expulsado, ¿verdad?
—No, solo necesitaba un poco de aire fresco —dijo,
señalando las montañas con la mano.
—Vamos, Dillon. ¿Qué fue lo que dijo Madame Dupledge
después de que nos fuéramos?
—Están decidiendo si puedo seguir siendo VE y participar
en el viaje a la estación de esquí.
—¿Por qué? —dijo, furiosa—. ¿Solo porque Angelo no
puede controlarse?
—Ha sido justa, Cora —dijo con suavidad—. Esta no es tu
pelea. La impresionaste; escuchaste lo que dijo. No lo arruines
por mí. Para ti solo soy algo un poco distinto.
—¿Qué cojones, Dillon? ¿Qué significa eso?
Se pasó una mano por el pelo.
—Cora, estás destinada a volar alto; no quiero arrastrarte
hasta el fondo.
Sus ojos brillaban bajo la luz que reflejaban las montañas y
su labio inferior temblaba a causa de la rabia.
—Eso es una auténtica gilipollez, Dillon.
—Como dijiste, Bram es bueno para ti, yo solo te frenaré.
Como si estuviera controlada por una fuerza invisible,
acortó la distancia entre ellos y le agarró con suavidad la nuca,
atrayéndolo hacia sus labios. Él trató de apartarse.
—Es verd…
—Cállate, Dillon —susurró y, cuando sus frescos y carnosos
labios se encontraron con los suyos, él tembló y dejó de
resistirse. Cuando él le sujetó su delicado rostro con las
manos, ella enroscó las suyas en su pelo y se apretó más a él.
La sensación de ella contra él hizo que el calor recorriera su
cuerpo. La sensación era perfecta, mejor que la de sus sueños
más ambiciosos, y, por unos magníficos segundos, se olvidó
de las palabras de Bram.
—Auch. —Cora echó la cabeza hacia atrás cuando la
electricidad brotó entre sus labios, provocándole una descarga.
Él se inclinó hacia delante, desesperado por volver a tocarla,
pero el asombro pareció hacerla entrar en razón.
Mirándolo, con sus rostros a escasos centímetros de
distancia, susurró:
—Lo siento, no quería… pero nunca te menosprecies, ¿vale?
—No —dijo con brusquedad—. No lo hagas.
Separándose de ella, con el corazón acelerado y el pulso en
llamas, se dirigió al borde del tejado, respirando con dificultad
y exhalando largas nubes de vapor en el aire frío.
—Dill…
—Me gustaría estar solo —dijo, negándose a mirarla.
Hubo una pausa y luego oyó cómo se cerraba la trampilla.
—¡Mierda! —rugió en el silencio.
Se sobresaltó cuando el teléfono vibró en su bolsillo y vio
que tenía una llamada perdida de su padre. Con los dedos
temblando sobre las teclas, le devolvió la llamada y se sintió
aliviado cuando él respondió.
—¿Papá? ¿Querías hablar conmigo?
—Feliz víspera de Navidad, Dill. Sé que allí no se celebra,
pero quería decírtelo de todos modos.
Por un momento, Dillon no pudo responder. Las últimas
semanas habían sido tan intensas que había olvidado por
completo que el tiempo transcurría fuera de la academia.
—Igualmente, papá —balbuceó—. Lo siento, lo había
olvidado. Ha sido duro. Hay muchos vampiros que no están
contentos con que esté aquí.
—Lo sé, Dill. Sigue siendo fuerte. Eres mejor que ellos.
Madame Dupledge está de tu lado.
Quería contarle lo de Cora, pero su garganta se cerró por la
emoción.
—¿Has puesto el árbol? —le preguntó en su lugar. En
Navidad, siempre habían talado un abeto en su tierra y después
lo llevaban a la casa de campo.
Se produjo un pequeño silencio.
—No, no me parecía que tuviera mucho sentido este año —
dijo su padre al cabo de un rato—. Será mejor que cuelgues.
No debería haberte molestado.
—No me molestas, papá. Gracias por llamar. Te… te echo
de menos. —Se le rompió la voz.
—Yo también a ti, Dill. Como te he dicho, sigue siendo
fuerte, cree en ti mismo.
Cuando el teléfono se apagó, Dillon lo miró con atención.
Tenía la sospecha de que un dedo o dos de whisky habían
debilitado la decisión de su padre de no llamar. En eso Sade
había acertado.
15
Las habilidades de la sangre
Evitó toparse con Cora durante las primeras semanas de enero.
Las noches seguían siendo largas, y ahora entrenaban en serio
para el Desafío del Hielo. En sus lecciones de Combate, Caza
y Protección, Borzak empezó a enseñarles técnicas más
avanzadas de artes marciales mixtas para la defensa personal y
el combate cuerpo a cuerpo.
De pie frente al ring de lucha, el Sr. Hunt estaba de mal
humor y dirigía la mayoría de sus burlas sarcásticas a Dillon.
Mientras que antes Dillon había atribuido la antipatía del Sr.
Hunt hacia él al desprecio que sentía por tener que enseñar a
un dhampir ignorante, ahora sabía que era algo personal.
—Ya tenéis fuerza, velocidad y una capacidad de reacción
relámpago —les dijo—. Vuestros sentidos son muy agudos, y
algunos de vosotros tenéis habilidades sensoriales adicionales
que os permiten predecir el próximo movimiento del enemigo.
—Sus ojos se dirigieron hacia Dillon y se movió alrededor del
resto de la clase—. Esta noche, aprenderemos técnicas para las
pocas ocasiones en las que estéis atrapados y os veáis forzados
a un combate cuerpo a cuerpo.
Como uno solo, los vampiros se agitaron inquietos, y Ásta y
Aron se esforzaron por avanzar, ansiosos por empezar. Borzak
tomó el mando. Todavía vestía con su traje de pantalón corto y
chaleco, y los focos que iluminaban el tenue espacio del
gimnasio resaltaban su rostro cicatrizado y escarpado. Una vez
más, Dillon se sintió fascinado por el pasado de Borzak y se
preguntó por qué las cicatrices de su vida humana habían
permanecido después de su conversión. Supuso que ciertos
rasgos eran una parte tan integral de la identidad humana que
sobrevivían a la transición. Borzak no se vería bien con la piel
de un vampiro perfecta y lisa como la porcelana.
—La regla de todo combate cuerpo a cuerpo es: «El máximo
daño en el menor tiempo posible». —Borzak habló despacio,
haciendo contacto visual con cada uno de ellos para enfatizar
la importancia de sus palabras—. Eso significa llegar rápido,
atacar con fuerza y reaccionar con rapidez. Cuanto más rápido
y fuerte sea el ataque, más ventaja tendréis. Saber estas
técnicas conlleva una gran responsabilidad. Solo deben ser
utilizadas en defensa propia. —Hizo una pausa—. Nunca
olvidéis que están diseñadas para matar. Yo lo sé mejor que
nadie.
Ahora toda la clase estaba inmóvil, pendiente de cada una de
sus palabras. Sade parecía estar un poco enferma.
—¿Por qué? —preguntó Ásta.
—Una vez dejé que un ataque de celos se apoderara de mí
—respondió, su rostro rugoso se atormentó al instante.
Nadie se atrevió a preguntarle nada más. Dillon estaba
convencido que eso había tenido que ver con que se
convirtiera en vampiro.
—¿Por qué no podemos simplemente usar nuestros
colmillos? —preguntó Frederick, que parecía alarmado ante la
idea de un contacto físico tan intenso.
—Es difícil acercarse lo suficiente en una situación de
ataque, Fred —dijo Aron.
—Así es —asintió Borzak—. Y recordad, aquí estamos
hablando de combate contra vampiros renegados, no contra
humanos. Contra otros vampiros, los colmillos son mucho
menos efectivos. No olvidemos que los humanos también
suelen tener armas que pueden dificultar mucho que os
acerquéis lo suficiente para usar vuestros colmillos.
—No te preocupes, te ayudaré —susurró Aron, colocando
una mano en su espalda y entrelazando su mano fuerte con la
de Fred.
—Me parece bien. Me encargaré de la logística del combate.
—Fred le devolvió la sonrisa.
—No seáis tan jodidamente débiles, los dos —les gruñó
Ásta—. Esto no es un juego.
Aunque Dillon se había acostumbrado a la corriente de
peligro que rodeaba a los vampiros, le sorprendió esta nueva
subida en las apuestas.
—¿Nos enfrentaremos de verdad a algo así en el Desafío del
Hielo? —preguntó.
El labio superior de Bram se curvó mientras se burlaba de él.
—Por supuesto, si quieres ser el mejor de los mejores.
Borzak sonrió, mostrando los dientes que le faltaban.
—Así es. Necesitas experiencia. Hay mucha gente y muchos
vampiros que quieren hacernos daño.
Se giró y subió su pesado cuerpo al ring de las artes
marciales mixtas.
—Para ser peligroso hay que tener una gran variedad de
técnicas aplicables a cualquier situación. Os convertiréis en
expertos en agarres, derribos y golpes de parálisis que
provocan lesiones graves o la muerte. Vuestras principales
armas serán la cabeza, los puños, los codos y los pies. Si sois
capaces de mantener el contacto directo, los colmillos son
letales. Ya tenéis la velocidad de vuestro lado, pero los
movimientos deben ser instintivos. Aron, sube aquí.
Aron saltó por encima de las cuerdas y aterrizó junto a
Borzak, que le agarró el brazo al instante, se lo retorció en la
espalda y le dio una patada en los pies. Cuando Aron cayó,
estuvo a punto de arrancarle el brazo de cuajo. Bramó de
dolor.
—Primera regla del combate cuerpo a cuerpo, estar siempre
atento a tu entorno y no dejar nunca de evaluar una situación
de peligro. Aron, te has lanzado sin pensar.
Le soltó el brazo a Aron. Aron se puso en cuclillas y golpeó
con su cabeza el estómago de Borzak. Al instante, Borzak le
agarró por los hombros y le dio tres rodillazos seguidos en la
ingle, para terminar con un fuerte golpe en la nuca.
Al igual que en la noche de la ceremonia de iniciación,
Dillon estaba asqueado y cautivado a la vez. La fuerza bruta y
la velocidad de esos movimientos letales eran casi elegantes.
Aron seguía tirado en el suelo. Frederick se dirigió hacia el
ring, pero Ásta lo agarró de nuevo.
—No seas estúpido —susurró mientras Aron se ponía en pie
con dificultad.
—El consejo más importante que doy es: «Mata o te
matarán». Debes ser más agresivo que tu oponente. Perder no
es una opción. Tenéis que ser capaces de encender vuestro
interruptor de agresividad al instante. Bram y Dillon, subid
aquí.
La clase se inclinó hacia delante, expectante. Cora palideció,
y Sade bajó la vista a sus pies, sin querer mirar.
«Mata o te matarán». Dillon lo repitió en su cabeza, pero
parecía ridículo que tuviera que matar. Bram subió al ring
primero. Manteniendo un ojo cauteloso sobre él, Dillon le
siguió. Bram ya le estaba mirando con el ceño fruncido, y al
recordar su última conversación sobre Cora, sintió cómo
aumentaba su propia ira. Esto era algo más que un combate.
Era personal.
Borzak le entregó a Bram una estaca falsa.
—Bram, quiero que ataques a Dillon. Apuntas con la estaca
a su corazón. Dillon, en el momento en que ataque, quiero que
le agarres el brazo, se lo retuerzas por detrás y, con un golpe
rápido en el dorso de la mano, se la quites. —Mientras
hablaba, hacía una demostración de los movimientos contra un
oponente imaginario—. Una vez que te hayas ocupado de la
estaca, vas a darle un rodillazo en la espalda y tirarlo al suelo.
Si eso no funciona, sujeta el brazo de la estaca con las dos
manos, acércate y dale un rodillazo en el estómago tres o
cuatro veces hasta que caiga. Se debe hacer superrápido con la
máxima agresividad. —Se volvió hacia Bram—. No hay
reglas, pero hoy deja fuera los juegos mentales.
Dillon todavía estaba procesando los movimientos en su
cabeza cuando Borzak rugió:
—Empezad.
Al instante, Bram se lanzó hacia él, con la estaca extendida,
siseando como una cobra negra enfurecida. Dillon olvidó lo
que tenía que hacer y dio un paso atrás para que la estaca no
tocara su pecho. Al instante, Bram se lanzó sobre él de nuevo,
clavándole la estaca en el corazón. Aunque fuera falsa, la
fuerza hizo retroceder a Dillon, que gruñó de dolor. Antes de
que pudiera recomponerse, Bram se abalanzó de nuevo sobre
él, lanzándolo de espaldas al suelo e inmovilizándolo con una
rodilla. Le clavó la estaca en la garganta.
—Muerto por partida doble, Dhampir —gruñó, los ojos
oscuros le brillaban con triunfo.
—Excelente, Bram —gruñó Borzak—. Dillon, ¿qué ha
pasado? Esto es justo lo que os advertí. En una situación de
combate debes ser agresivo y rápido.
Bram retiró la estaca de la garganta de Dillon y soltó la
presión que ejercía sobre su rodilla. Con una mano, se apartó
el pelo oscuro de la frente alta y pálida y se volvió para mirar
fuera del ring, buscando a Cora. Sin pensarlo, Dillon le dio un
fuerte rodillazo en la ingle y, mientras Bram retrocedía con un
gruñido, se acordó por fin de agarrarle el brazo con las dos
manos. Y de pronto, abalanzándose sobre él, le dio tres fuertes
rodillazos. Bram lanzó un grito de dolor, se dobló y dejó caer
la estaca.
—Inmovilízalo, Dillon —rugió Borzak.
La ligera vacilación de Dillon permitió a Bram levantarse de
nuevo apuntando su cabeza a la barbilla de Dillon. Dillon
logró apartarse, pero perdió el equilibrio. Al instante, Bram
atacó y, sujetando el brazo de Dillon, lo volteó sobre su
espalda, enviándolo a estrellarse contra el suelo.
La lucha se había convertido en una feroz batalla por la
supervivencia, con Cora siendo la base de todo. Desesperado,
Dillon rodó hacia un lado mientras Bram saltaba sobre él.
Ninguno de ellos era consciente de nada más que del otro.
Estaban tan cerca que Dillon podía ver la furia que brillaba en
los iris de Bram, que eran muy oscuros comparados con su
pálido rostro, y oler el dulce y agrio olor de su aliento.
La ira inundó a Dillon y, mientras las burlas acerca de que
Cora solo le estaba siguiendo la corriente llenaron su cerebro,
sintió que la niebla roja descendía. Con un rugido, volvió la ira
de Bram contra él, lo empujó y, usando ambos talones, le dio
una fuerte patada en el estómago. Esta vez, mientras Bram se
doblaba, se levantó de un salto y golpeó el lado de su mano tan
fuerte como pudo en la nuca de Bram. Bram cayó al suelo y
Dillon, agarrando la estaca, le inmovilizó con el extremo
afilado en el cuello.
—¿Quién no es lo bastante bueno ahora? —susurró en voz
baja en su oído.
Bram se agitó con furia mientras el canal de la ira fluía de
un lado a otro entre ellos.
—Es suficiente —bramó Borzak—. Bien hecho, los dos. Un
combate igualado. Bram ganó la primera parte, y Dillon, la
segunda.
Jadeando y sin dejar de mirar a Bram, Dillon se enderezó,
con todos los nervios de su cuerpo aún en alerta máxima.
Bram se levantó de un salto, indignado.
—Le gané. Me atacó después de que ganase.
—No —corrigió Borzak—. Bajaste la guardia. No dije que
la pelea hubiera terminado. En la vida real no te detienes hasta
que estés bien seguro de que tu oponente ha sido inmovilizado.
Bram golpeó con su puño la almohadilla al lado del ring y,
lanzándose al aire, dio una voltereta fuera del cuadrilátero.
Aterrizó con ligereza sobre los dedos de los pies, y con su
rostro arrogante marcado por un ceño fruncido, abandonó el
gimnasio sin mirar atrás.
—Tengo que estar de acuerdo con Bram en esta ocasión,
Borzak —dijo el Sr. Hunt, que había estado observando con
avidez hasta este punto—. Dillon habría estado muerto
después de la primera parte de la pelea.
Dillon le dirigió una mirada salvaje.
—Bram ha aprendido hoy una lección muy valiosa —
insistió Borzak—. Y también el resto de la clase. Los
oponentes no juegan limpio en una situación de vida o muerte.
La cara del Sr. Hunt se ensombreció.
—Unos minutos, por favor, Borzak.
Mientras desaparecían en la pequeña oficina de Borzak,
Dillon se bajó del ring. Buscó a Cora, pero ella se había
esfumado tras Bram. Sintió que la ira se convertía en dolor.
Aun así, había elegido a Bram.
Aturdido, apenas se dio cuenta de que Jeremiah le daba la
mano y lo palmeaba en la espalda. Ásta pasó por delante de
Sade, que estaba a punto de felicitarle, y, sin duda excitada por
la violencia, apretó su agitado cuerpo contra el de él,
llenándole los sentidos con su olor a almizcle.
—Ha sido impresionante, Dillon —ronroneó.
Dillon sintió que el calor inundaba sus mejillas y sus sagaces
ojos verdes se oscurecieron cuando se dio cuenta, acortando
aún más la distancia.
—Concéntrate, Ásta —dijo el Sr. Hunt, volviendo a salir de
la oficina, con un Borzak malhumorado siguiéndole—. Te toca
la próxima con Celeste.
Al instante, se alejó de Dillon de un salto y, con los ojos
entrecerrados, subió al ring. Celeste, con el pelo recogido en
una larga cola de caballo plateada, dio un salto mortal sobre
las cuerdas y aterrizó en cuclillas. A pesar del ritmo, Dillon
pudo notar que todo el cuerpo de Ásta estaba alerta. Sus ojos
no dejaban de mirar a Celeste. Lanzándose al aire, aterrizó en
cuclillas a dos metros de Celeste y se colocó el pelo hasta la
barbilla detrás de las orejas.
De forma imperceptible, el resto de la clase se acercó al
ring, fascinados por su carácter opuesto. Ásta, tan volátil como
la lava; Celeste, fría como el hielo e implacable. Borzak se
unió a ellas en el cuadrilátero y, entregándole a Celeste una
pistola falsa, le hizo una pequeña demostración de lo que
quería que hicieran. Aunque ambas vampiras asintieron,
ninguna dejó de mirar a la otra ni un segundo.
Borzak se colocó entre ellas, con los brazos extendidos para
mantenerlas separadas.
—Cuando termine la cuenta atrás —gritó—, empezáis.
Cinco… cuatro… tres…
Ásta se estremeció ante la expectación. Celeste estaba
inmóvil de una forma inquietante, sus fosas nasales dilatadas
eran la única señal de que estaba nerviosa. Tenía la misma
concentración que un caballo de pura sangre al comienzo de
una carrera.
—Dos… uno… ¡Ya!
Como si se hubieran electrocutado, ambas vampiras se
abalanzaron la una sobre la otra a tal velocidad que Dillon
estuvo a punto de no verlas. Ásta fue más rápida y, agarrando
el brazo con el que Celeste sostenía el arma con ambas manos,
lo bajó con violencia y le dio una patada brusca con todas sus
fuerzas. Celeste dejó caer el arma con un sonido de dolor, y
Ásta la tiró al suelo. Mientras se esforzaba por inmovilizarla
con una complicada llave de brazos y piernas, ella buscaba a
duras penas la pistola que se había caído. Esta vez, Celeste
emitió un siseo de rabia y retorció su largo y atlético cuerpo
como una anguila eléctrica debajo de ella. Su letalidad y las
emociones tan cargadas eran enfermizamente atrayentes.
Dillon no podía dejar de mirar.
Celeste liberó un brazo y, con una expresión de ferocidad
poco habitual, como la de un lobo atrapado, arremetió contra
Ásta. Ásta seguía siendo más rápida; golpeó con la mano en el
suelo, levantó la pistola y la colocó justo en el centro de su
frente.
—Vale, vale, ya es suficiente —gritó Borzak.
Ásta se negó a soltarla hasta que Celeste, escupiendo de
rabia, por fin admitió la derrota.
—Una demostración perfecta, Ásta —dijo Borzak con
entusiasmo—. Eres una luchadora extraordinaria. De eso es de
lo que hablo: superrapidez, superagresividad; no le des a tu
oponente ni un segundo para pensar. Abrázalo con la fuerza de
tu ataque para que se quede atrás desde el principio. Celeste, tú
también estuviste excelente, solo debes ser más rápida.
Ásta saltó del ring, con el rostro iluminado por el triunfo, y
se acercó a Angelo. Él no intentó ocultar lo excitado que
estaba por su exhibición y la acercó.
—Angelo, contrólate —espetó el Sr. Hunt—. Me gustaría
que todos continuaseis practicando técnica con Borzak los
martes y velocidad y fuerza los jueves después de las clases.
Cualquiera que no lo haga perderá la oportunidad de competir
en el Desafío del Hielo.
—¿En serio? —dijo Bik, mientras salía—. No voy a
perderme informática avanzada los jueves.
—Bik, tienes informática avanzada todas las noches; una
noche no cambiará nada —dijo Jeremiah, poniendo los ojos en
blanco para burlarse de ella.
Cuando Dillon salió del gimnasio junto con los demás, Elias
apareció de la nada y lo arrastró a un lado.
—Madame Dupledge quiere verte en el despacho del
profesor Dukan —dijo en voz baja.
El corazón de Dillon se estremeció. ¿Iban a quitarle el
puesto de VE ahora?
—Os veré más tarde —dijo, haciendo un gesto con la mano
a Jeremiah y a Bik.