El hombre diseña para satisfacer sus necesidades. Un escudo de armas del
medioevo, por ejemplo, fue diseñado para identificar y diferenciar los bandos y, fundamentalmente, como defensa en la batalla. Al variar el contexto de origen, ese escudo adquiere otro valor: en la actualidad, seguramente serviría como ornamentación. El escudo sigue siendo el mismo, no ha variado en su forma, sólo su contexto. Los objetos fueron y son valorados de diferentes formas, son reconocidos de manera diversa según su contexto. Fase Naturalista Los primeros objetos diseñados en la historia del hombre fueron creados para satisfacer necesidades básicas o primarias. Esta fase naturalista es identificada por Llovet como perteneciente a las sociedades primitivas donde, se supone, ningún objeto era inútil. El hombre primitivo debía hacer frente a diferentes situaciones: hambre, frío, miedo; situaciones impuestas por la naturaleza y ante las cuales el hombre tuvo que responder diseñando objetos que resolvieran su problema y así, sobrevivir a las contingencias de su entorno. Los amuletos, fetiches, joyas, etc. Estos objetos eran necesarios para funciones cotidianas; sin embargo, la resolución del diseño tiene algo de "especial". Siguen teniendo un valor de uso, pero con un agregado de valor estético. Como han sido diseñados primordialmente para cumplir una función, podríamos denominarlos de valor uso–estético. El brazalete, ese fetiche, esos bastones de mando responden a una necesidad relacionada con las creencias individuales y/o culturales. Estos objetos tienen, un valor de signo. Éste es el valor incorporado que tiene un objeto cuando, además de su valor de uso, tiene un valor de significación: connotación de poder, de status social, etc. el valor simbólico es causa de una, motivación, generalmente del tipo afectiva. Un regalo, por ejemplo, puede tener para quien lo recibe un valor simbólico independientemente de consideraciones de precio, moda, etc. Fase Naturalista: Valor de uso Valor de uso - estético Valor de signo Valor de signo – estético Valor de uso – signo – estético Fase inventiva Coincide con la sociedad industrial. Llovet determina que esta fase se abre camino gracias a la memoria histórica: el hombre, gracias a su experiencia y a su memoria, conserva un registro de la cultura de la que proviene y esto le permite repetir objetos similares. El valor de estos objetos sigue siendo el de uso o el de uso–estético, pero con una plusvalía de valor de cambio. Dicho valor de cambio es el valor que tienen como mercancía, y en general, dependen de su valor de uso; expresa la cantidad de mercancía que se puede intercambiar por otra. En una economía monetaria estas relaciones se expresan en términos de dinero. La presentación del objeto se justifica en la medida que contribuya a ser vendido. El valor estético queda subor- dinado al valor de cambio. Los artistas separan sus producciones de los objetos-artesanías, alejándose de esta manera del valor de uso– cambio. Estos objetos, pinturas y esculturas, tendrán una nueva valoración, como objetos estéticos; los autores se identifican, firman sus obras. Como podemos ver, el valor estético de los objetos de arte difiere de los objetos artesanales. ¿Qué sucede con los artesanos? El esquema productivo del artesanato va dejando lugar a la manufactura donde el objeto es producido por un grupo de personas. Esto permite acelerar e incrementar la producción, lo que generó un excedente de objetos, aunque el público receptor siga siendo limitado. Los logros técnicos del medioevo hicieron que el hombre comenzara a tomar conciencia de su capacidad para utilizar y hasta de dominar las fuerzas de la naturaleza, lo que hizo que este perdiera noción de los límites y para así poder diseñar un mundo a su medida. En la fase Inventiva se inicia el desarrollo de la tecnología que devendrá en la producción industrializada. El valor de cambio se va imponiendo gradualmente sobre el valor de uso. La relación valor de uso y valor de cambio, a veces, plantea paradojas: mercancías de gran utilidad con grandes valores de cambio, como el agua, por ejemplo, y mercancías mucho menos útiles, pero con altos valores de cambio, es el caso de diamantes y piedras preciosas. Fase Inventiva: Valor de uso – cambio Valor de signo Valor estético Valor de signo – estético Fase consumista En esta etapa, la proliferación de objetos es imparable. La producción seriada carece de autor reconocido y es masivamente consumida. Los objetos se caracterizan generalmente por carecer de utilidad. A medida que aumentan las ofertas y las posibilidades de adquisición, la selección de los objetos excede el valor de uso o el valor de cambio imponiéndose lo que se denomina valor de consumo. Esta producción excesiva deriva en el consumo inducido. El papel que juegan el marketing y la publicidad, adquiere gran desarrollo. La fase Consumista se caracteriza por el hecho de que sus producciones, además de estar dotadas de poca o mucha utilidad, tienen incorporado un peculiar valor de signo o un valor de cambio-signo. Dicha valoración dota al objeto de una connotación particular gracias a la cual los miembros de una sociedad encuentran las vías de identificación con su grupo o clase. El valor de cambio que poseen los objetos consumistas se lo confiere su valor de signo y no su valor de uso; es por ello que podemos caracterizar esta fase según valores de consumo y de cambio-signo. Fase Consumista: Valor de consumo Valor de cambio - signo
ESTÉTICA Y COMUNICACIÓN
El mundo de la estética, el mundo de la sensibilidad es aquél que accionamos
cuando nos relacionamos con el placer, actuando como receptores, o cuando realizamos actos creativos, desempeñándonos como productores. Esta relación, a partir de nuestra sensibilidad, puede analizarse como un proceso comunicacional; esto presupone un emisor, un receptor y lo que se comunica: el mensaje. La relación sensible como proceso comunicativo se produce cuando realizamos actos creativos. Entre el emisor y el receptor se tiene que establecer empatía, si no se da así, el mensaje falla. Para ello, el diseñador debe conocer y manipular recursos estéticos que adecuen el enfoque sensible del emisor y del receptor para que el mensaje producido llegue a destino y sea comprendido. ¿Qué diferencia existe entre la comunicación que se establece entre una persona y un objeto estético y otros actos de comunicación cotidiana? La experiencia estética, implica la sucesión de tres etapas: la percepción o aprehensión inmediata del objeto, la reacción del sistema afectivo ante la "forma" de dicho objeto y por último la reacción de la mente del espectador ante el "contenido" de la obra. Wladyslaw Tatarkiewicz, profundiza aún más acerca de la experiencia estética, reconociendo las siguientes características: Concentración: nuestro conocimiento o contacto con el objeto estético se origina en los sentidos. Debemos percibirlo, centrar nuestra atención en él. Encantamiento: referido a la sensación que experimenta el espectador. Se trata de un placer intenso que produce la suspensión de la voluntad hasta tal punto que lo hace sentir "encantado". Idea: la facultad mental es indispensable para experimentar emociones estéticas. Actitud: para la experiencia estética se necesita, no sólo la "belleza de un objeto" y la capacidad para poder percibirlo, sino también una actitud adecuada por parte del receptor. Concluimos, entonces, en que toda experiencia estética es un acto comunicativo. En este acto comunicativo no se transmite un mensaje claro y evidente. La obra de arte se caracteriza por una gran ambigüedad: por un lado, requiere de un esfuerzo adicional por parte del receptor para poder comprender lo que el mensaje quiere transmitir; no tiene un significado único, sino que cada espectador debe arriesgar una interpretación, se produce una multiplicidad de lecturas. En el arte no se presta atención al receptor, sino que el acto comunicativo se centra en el factor emisor, por lo que su función es expresiva. Pero también se acentúa el valor del mensaje, por lo que cumple una función poética o denominada también estética. La ambigüedad en que las relaciones entre los participantes de la comunicación incorporan varios sentidos al mismo tiempo es lo que caracteriza a la función poética y expresiva del arte. Si tenemos en cuenta que la eficacia de una pieza gráfica consiste en construir un mensaje claro y entendible para la mayoría, éste guía la interpretación en un sentido determinado. A diferencia del arte, el diseño centra fundamentalmente su atención en el receptor. La función de este acto comunicativo es la imperativa o conativa. Toda comunicación es, en mayor o menor medida, un proceso abierto, es inevitable. La apertura del mensaje evidentemente es mayor en el arte, sin embargo, toda pieza de diseño está inconclusa hasta ser interpretada, hasta ser comprendida por el destinatario, que no se desempeña en este acto comunicativo como un participante pasivo o contemplativo, sino que interviene activa y dinámicamente en el proceso de comprensión. ASPECTO ESTÉTICO EN EL DISEÑO GRÁFICO
La función utilitaria de una pieza de diseño se interrelaciona con su función
estética. Jorge Frascara asigna a la estética seis razones esenciales de contribución al diseño: Contribuye a: Generar atracción o rechazo a primera vista Comunicar Extender el tiempo perceptual que el observador consigna al mensaje Memorizar el mensaje Prolongar la vida activa de un diseño Conferir calidad al medio ambiente Para que toda comunicación visual se dé, hace falta contar con la atención y el interés del receptor. El interés predispone a la atención, pero igualmente puede producirse a la inversa: la atención visual puede ser excitada por el mensaje y despertar el interés. Del mismo modo que hemos distinguido estos dos estadios, tenemos que caracterizar el estímulo y el mensaje. El primero es la llamada que conduce al segundo, y nunca a la inversa. Todo mensaje es, en primer lugar, un estímulo óptico; dicho estímulo opera como tal cuando logra excitar el ojo, cuando consigue atrapar la atención del receptor. Este primer momento es indispensable para iniciar la percepción propiamente dicha. El ojo, ante el estímulo, selecciona y focaliza su objetivo y, de esta manera, "borra", por un instante, los demás estímulos del entorno. El objetivo no es sólo llamar la atención sino la de establecer un diálogo con el receptor. La pieza de diseño, además de atraparlos, debe procurar retenerlos para deslumbrarlos, seducirlos, convencerlos. La función primaria y decisiva de cualquier pieza gráfica, por tanto, es estimular la retina, capturar la atención del receptor y permanecer, en lo posible, en el recuerdo. El lenguaje estético es esencial porque se dirige a la estructura sensitiva de la percepción, sin embargo, no es el único factor a tener en cuenta. la comunicación apela también a la estructura racional y a los mecanismos sutiles de la interpretación. Obviamente será más recordado un mensaje atractivo, estético, que otro que no lo sea; pero no debemos perder de vista que la intención de que permanezca en la memoria del receptor se relaciona con verificar que sea cumplido el objetivo del mensaje. Un diseño puede permanecer en la memoria del receptor, pero no cumplir su misión principal. Como dice J. Frascara: "Atraer, retener y comunicar son tres polos entre cuyas tensiones el diseñador debe desarrollar su solución. En esta solución el diseñador debe integrar lo estético con todos los componentes del mensaje de manera de hacer que lo estético actúe como refuerzo del contenido y no pase a ser distracción" En cuanto al papel de la estética en la vida activa de un diseño y el medioambiente, podemos decir lo siguiente: Aunque no es el único factor determinante, el sentido estético contribuye a que un diseño perdure y sea reutilizado. La calidad del medioambiente es una responsabilidad social del diseñador. Las piezas gráficas están destinadas a manifestarse en el ámbito urbano donde coexisten con otros objetos de diseño; su función va más allá de la comunicación requiriendo ser tratadas como un objeto cultural de gran impacto. Comunicar visualmente implica un contacto y transferencia entre un emisor y un receptor. Esta acción sólo es posible porque hay algo en común a la fuente emisora y al polo receptor. El receptor como centro El receptor está en el primer plano de todo proceso comunicativo, él es quien determina finalmente el mensaje, la imagen, los recursos estéticos, los soportes, los medios, etc. Por lo que, el diseñador debe conocer al receptor. La relación entre diseñador–mensaje–receptor, cada uno interactúa con el otro en forma constante. Impactar al receptor, retener su atención, despertar su interés y dejar un recuerdo en su memoria no es tarea fácil. Hace falta que el diseñador sea, como dice Joan Costa , un auténtico "ingeniero en emociones". En esta operación de diseñar debemos considerar las variables de la disposición latente del receptor, ya que no existe un receptor universal: Receptor de predisposición favorable: poseedor de un interés atencional que puede llegar a ser activo. Receptor de interés latente pero pasivo o difuso: aquí el diseñador debe acertar a despertar ese interés latente. Receptor indiferente y difícil de estimular: recibe los mensajes superficialmente o inconscientemente. Mira sin ver. Los distintos grados de atención se relacionan también con el menor o mayor esfuerzo o tiempo que requiere un mensaje para ser leído. Un receptor disponible, atento, concentrado estará dispuesto a recibir el mensaje e interpretarlo, para lo que dispondrá del tiempo que necesite. Definir la clase de receptor al que estará dirigido el mensaje lleva al diseñador a tomar decisiones acerca de los recursos estéticos más adecuados para generar un diseño eficaz. Si el destinatario de nuestro mensaje está favorablemente predispuesto a su recepción e interesado en su contenido, el diseño será prácticamente relajado y sin perturbaciones; los recursos estéticos se concentrarán en un mensaje nítido, implicante, convincente. A su vez, si dicho receptor es perezoso o, por el contrario, presenta una actitud activa en la interpretación deberá generarse un mensaje cerrado, monosémico, o bien abierto y polisémico, respectivamente. Si la atención del receptor es latente, el interés debe ser activado en el mismo instante en el que se produce el encuentro con el mensaje. El elemento estético debe estar orientado a generar una relación comunicativa fuerte, pregnante, que despierte y vincule al espectador. Un receptor inmerso en los avatares de la vida no estará pendiente de nuestros mensajes, tiene otros problemas, otras preferencias o urgencias; está distraído, no está dispuesto a dedicarnos mucho tiempo ni esfuerzo. Ante una actitud ausente de interés por parte de este tipo de receptor, el elemento estético debe concentrarse en la acción por sorpresa: el impacto visual genera la atracción imprevista.
ALTERNATIVAS PARA LA GENERACIÓN DE IDEAS
En la generación de ideas podemos recurrir, entre otras, a las siguientes
alternativas: Brainstorming o lluvia de ideas Textualización Brainstorming o lluvia de ideas El Brainstorming es una técnica de búsqueda de ideas fundada en la exposición de asociaciones libres dentro de un grupo, donde cada uno de sus miembros aporta espontáneamente ideas a modo de torbellino. En esta asociación libre, se verbalizan los pensamientos sin tener en cuenta su efecto ni su sentido lógico. Principios que rigen su funcionamiento: Aplazamiento del juicio o suspensión de la crítica: evitar juzgar, calificar o dictar sentencias es fundamental para no coartar el libre progreso de las ideas. Cuantas más ideas, mejores resultados: en el período de producción de ideas, generalmente son mejores las ideas que se producen más tarde que las primeras. La producción de ideas en grupos es más efectiva que la individual. La técnica Brainstorming puede ser empleada a través de dos vías diferentes: en flujo libre y escrito. Brainstorming en flujo libre 1. Se emiten ideas libremente sin extraer conclusiones en esta etapa. 2. Se listan las ideas 3. No se deben repetir 4. No se critican 5. El ejercicio termina cuando se decide oportuno o cuando no existen nuevas ideas 6. Se analizan, evalúan y organizan las mismas, para valorar su utilidad en función del objetivo que pretendía lograr con el empleo de esta técnica. Brainstorming escrito Es similar al anterior, los participantes piensan las ideas, pero en lugar de exponerlas en voz alta, las registran en un papel. Textualización La textualización es una técnica que consiste en seleccionar cuidadosamente un signo, una palabra, que sea pertinente e identifique, en este caso, a la Cripta Jesuítica. A partir de allí se va organizando, articulando dicha palabra con otras nuevas. El uso del diccionario es sumamente útil. Los caminos en la textualización son múltiples y divergentes: de la primera palabra clave, cripta, pueden derivarse otras palabras distintas que no sean preservar, serenidad. De esta manera el entramado, el recorrido de las ideas se va configurando como una telaraña de asociaciones. De esta red de relaciones, se seleccionan las palabras definitivas que pueden constituir las ideas generadoras del proyecto.