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Cuando regresé al hotel, ella estaba proxima a la chimenea; me fijé en su abrigo, largo, color avellana, con cuello de piel. Nos saludamos mudamente, con una sonrisa. Mis dientes castaffeteaban al pedir la lave del cuarto. Habia olvidado el fro de Europa y salf a dar un px seo (por primera vez en Amsterdam), pero a los quince mi- nutos me sentf incapac de avanzar més; estaba helado de ore- jas a pies. Entonces emprendi el regreso, con pasos torpes, sorprendido por ese viento invernal que amenazaba petrifi- carme. Ahora, al sentirme cobijado nuevamente por la tibieza del hotel, mi respiracién se regulariz6, aunque la nariz con- tinuaba convertida en un trozo de hielo. Mientras me entre- gaban Ia lave, vi que las puertas del bar estaban cerradas. M quité tos guantes. En mi reloj eran las once; aunque para mi para mi cuerpo, no era esa hora sino siete menos; es decir, las cuatro de la manana, en México; normalmente mi lapso de suefio mis profundo. Tomé el elevador y luego recorré el largo pasillo hasta lle- gar a la habitacion, sin dejar de temblar y de frotarme indti- mente las manos en busca de calor. Mis dedos rigidos lograron abrir la puerta después de incontables esfuerzos. La ventana del cuarto me ofreci6 un paisaje ajeno, depri- mente; una calle Wébrega —de nombre desconocido para mi— sobre la que se erigian hermosos edificios tristes, con techos de pizarra, y como fondo un cielo infinitamente gis. Es posible que bajo otras circunstancias (quiero decir: sin soledad, sin frio) me hubiera parecido un paisaje bellisi- mo. Tenia puesto el suéter, el saco y el abrigo y no dejaba de tiritar. {Cudndo abrirfan el bar? Como estaba recién desempacado, desconocfa los horarios de la ciudad. El jum bo de KLM aterriz6 en el aeropuerto de Schiphol exacta- mente a la hora prevista, y la emotién de estar nuevamen- te en Europa, mis primeros pasos sobre tierra holandesa, y Querido Jim # Sergio Galindo “después el recorrido en taxi para llegar al centro de la ciudad —unos veinte © veinticinco minutos, no me dieron ‘oportunidad de enterarme de la temperatura. Estaba encendida ta calefaccién, pero a un grado muy bajo. Busqué la lave para aumentatla y no ta hallé por nningin lado, de lo que deduje que el sistema se regulab: en otto sitio. No habia més remedio que prolongar esta tortura de sentirme casi muerto, hasta que la cantina abrie- ra sus puertas del paraiso, Ademis, el cuarto me era extrafio: atin no dormfa en esa cama, mis maletas estaban cerradas, solamente habia abierto el portafolios para sacar uunos papeles y el plano de Ia ciudad. De pronto, recordé la chimenea y bajé por las escaleras a paso veloz. Ella permanecia alli. Me sonrio. Se me aproximo y pensé que iba a extender la mano para sahudarme, pero en lugar de ello se acercé més y me ofrecid su rostro y le di uun beso con desconcierto. Ella también me bes en Ia majlla, Me tomé de la mano y nos sentamos juntos, en un sof, préximo al calor del fuego. Querido Jim —me dijo (desde el primer momento nos hablamos en inglés), y me palmed la mano carifosamente— Eres un témpano, ‘Su mano estaba tibia, me hizo mucho bien sentirla sobre mi piel, y, lentamente, ese contacto se convirtié en luna caricia que tenia todas las caracteristicas del hibito; como si diariamente hiciéramos lo mismo, Estaba tan pré- xima a mf, que me era imposible verla bien. Ademés se habia inclinado levemente, contemplindome la mano. —Bello el fuego, verdad? —murmuré con terura— Como siempre paranosotros. . . ya.se me pasé el malestar. Como. te conté, la noche me result6 interminable. Varias veces pensé en despertarte, pero se me hacia una injusticia, dorméas tan plicidamente! 2” — {De veras? —pregunté con extrafieza. Se echd hacia atrés y me observ. Yo también a ella: el pelo plateado enmarcaba dignamente su rostro; los ojos castaflos eran muy dulces y jévenes; eso daba un peculiar encanto a su piel vieja, a sus arrugas disimuladas por el maquillaje. Tuve la impresion, por Ia forma en que me miraba, de que me conocia més que ningin otro ser en este mundo. Todo resultaba de una naturalidad indiscutible. Por otro lado, parecia leer mi pensamiento, porque No te apures, no tardarin en abrir el bar. Yo también necesito una ginebra. Se recargé en el respaldo del sofi. El cuello de piel de su abrigo tenfa el mismo tono que el de su pelo. El tinte de sus mejillas parecia el de una campesina, Sonrié y dejé de verme: contemplo el techo. Continus: =No sabes cudnto me duelen nuestras separaciones. Aun- que todo se perdona por el inmenso placer del reencuen- tro. Como ahora, como este momento... ;acaso no es la eternidad?... Lo es para mf. Cada instante que estoy a tu lado tiene otra dimensiGn. O tal vez es un tiempo sin medida, incapaz de ser reducido al ritmo det reloj... No sabes qué horrible result esta ltima separacién, Hubo mafianas en que, no sé por qué absurdo, Hegué a creer que en este aflo no fbamos a encontrarnos. {Te acuerdas de aquel invierno en que no nos vimos? —su rostro se ensom- brecié—. Solamente la carta explicéndome tus compromisos, que yo los consideré falsos. .. Entonces salf a la calle y todos los hombres se habfan puesto tu cara. Y pasabas y pasabas junto a mi como si yo no existiera. Tuve la certeza de eso: de no existir, De ser invisible... jNo me dejes que me acuerde de eso! Hiblame de algo... ;De lo que sea! ~sonrié—. Por ejemplo: ,Qué hiciste hace ocho dias? A esta hora exactamente, qué hacias? Dorm: ~ {Me sofabas? —Tal vez. —Ahora sonref yo. Si me pongo a imaginar cosas, Io que me sucede con frecuencia, legaria a la abso- uta conviceién de que softaba contigo. Pero. después despertaste... Después desayunast después, jqué?... Traté ‘de recordar y rewit inGitil; no tenfa Ia menor nocién de lo que habia hecho una semana atris, de modo que respondi: —Supongo que lo rutinario, Fui al trabajo. Debo de haber revisado facturas, firmado cheques; quizés me leg lun original y me puse a leerlo, La semana pasada recibs cuatro © cinco, Uno de ellos estupendo, Una historia trivial 2B ‘en apariencia, pero escrita con una técnica complicadisima, ‘© mejor dicho, sorprendente. Comienza en el momento en que el personaje abre los ojos; despierta. Y luego el relato va retrocediendo, segundo a segundo. Un uso increfble del tiempo. No Flash-back, no recuerdos. Nada de eso. Es textualmente como si el reloj echara hacia atrés con la misma precisién con que corre hacia adelante. Literariamen- te grandioso. Creo que seri un best-seller. El autor quiere obtener una beca para seguir escribiendo, y voy a tratar de ayudarlo. No lo conozco en persona, nos hablamos por teléfono dos o tres veces y quedamos en comer juntos esta semana, cuando vino lo del viaje, y lo lamé para disculpar- me. Todo fue tan sibito... No sé por qué me sorprendo; lo imprevisto siempre ha sido —la miré a los ojos~ y es lo normal param Me encanta que hables, Jim. Aparte de que me gusta tu vor, siento que cada palabra que dices nos integra al ‘uno con el otro; aun y cuando no hablemos de nosotros mismos, Yo también soy esclava o adoradora de lo impre- visto. Te voy a parecer tonta, pero siempre creo que lo nuestro no va a repetirse mas, y al instante siguiente vivo, jsufro! , la seguridad de que el reencuentro va a ser, no sé por qué razones, ‘mafiana. Esto me hace vivir bajo una especie de ilusién perenne. Nuestras manos se acariciaban. Nuestros cuerpos gozaban del calor de los escasos leflos que segufan ardiendo. ;Ven- drfa alguien a poner otros? —Me interesa lo de esa novela —dijo ella. El uso del tiempo. Como que tiene algo que ver directamente con nosotros, jno crees?... —y sin transicién, demandb—; No fe he preguntado atin por qué elegiste esta ciudad. (Hay algo especial para nosotros en Amsterdam? ... No me con- testes —suaviz6 el tono y la expresin—, todo entra dentro de esas reglas no escritas del juego que td y yo jugamos. Aunque exagero al llamarlo “juego”, jno crees? Hiblame mis. Estoy avida de que me cuentes todo. Retin sus manos de las mfas, y las metié debajo del cuello del abrigo de piel Clavé su mirada otra vez en el techo y eso me permitié admirar Ia finura de su narfz, lo que, mas que una admiracién fue uns constatacion, Bueno pues —empect yo-; no me acordaba de lo que es el inviemo aqui y me largué a caminar por la ciudad. Y no aguanté, Tuve que regresar a la carrera con la sensacién de que las orejas © me iban a caer a pedazos En mi angustia recordé espantosas historias de Canad y Siberia. Experiencias literarias, naturalmente, .. En México es tan efimero el invierno, y en los tltimos afios, hemos sentido mis frfo durante el verano, por las vias, que en el propio inviemo. Me tom las manos y en tono de reclamo dijo: —Jim, jt y yo hablando del tiempo! ... Que si hace frio, que si no, resulta muy ocioso, Por no llamarlo estd- pido. .. perdén Jim; es tan poco lo que nos es dado vivir juntos, que no quiero desperdiciarlo, Hablame de algo més tuyo, més fntimo; héblame Jim. La miné directamente a los ojos y le dije No soy Jim. Ignoré olimpicamente mi afirmacién. Estoy esperando, Jim, mi amor, hiblame, Existimos por las palabras, y, por el amor. Te suplico, Jim, hiblame, {Cudl es tu’ nombre? —pregunté Solté a refr con estruendo. Cuatro o cinco personas se ha- bbian acercado a la chimenea. Un bell-boy echd més leflos, Siempre el mismo chiste de preguntar mi nombre volvid a reir con alegria~. Lo esperaba, jsabes? Lo esperaba hace més de diez minutos. ,Como podemos ser tan reiterativos? ,Y a pesar de ello amamos? .... No me dejes hacer conjeturas ni indagaciones. Una ver mis te rego: cuéntame cosas. Mis hijos estén bien, crecen, son sanos, no tengo pro- blemas con ellos, y mi esposa, Leonor, trabaja ahora con migo en la editorial Jim, por favor, esté por descontado desde hace mu- chos aftos que de eso no hablaremos. —4COmo te llamas? —repeti. Bara ti y para Amsterdam, me lamaré Leonor. No tuve mis remedio que reir y ella aprovechd para darme otro beso en la mejilla. No sé por qué en ese momento pensé que el fuego tenia algo solemne, Como si “Leonor” y yo estuviésemos haciendo algo sagrado que nos daba anuencia a ser una especie de seres de otro mundo, ©, tal vez, a compartir un secreto que nos hacfa superiores esas personas —aparentemente semejantes a nosotros, que nos rodeaban. Entre ellas noté a una jovencita que yaa su perro, con una mirada de infinita tristeza, ;onor” dijo, set El reloj funciona; el tiempo, para fortuna o desgracia nuestra, se mide y abre y cierra puertas. El bar nos espera. Echamos a caminar y me percaté de varias cosas: media como un metro setenta, era delgada y dgil, pero, a pesar de la rapidez con que se movia, era evidente un_ prin de artritis. Debo insistir en que todo parecfa de lo més normal; cuando menos me lo parecia a mi. Le dije Ya que para Amsterdam te vas a llamar “Leonor”, por ‘qué no dejas que para Amsterdam, y para ti, me lame: iEsteban’? 2» —{TG y tus manfas! Deberia estar acostumbrada. Pero quizis el mérito de nuestras relaciones estribe precisamente fen e$0; en que no nos acostumbramos a ciertos cambios jue deberian parecernos logicos. Por qué: jEsteban? Eres fim, y realmente me serfa muy complicado rebautizarte. in contar con que no hallo, razin para el cambio, O no te usta: dim? Si, siime gusta, Leonor. La ginebra holandesa es espléndida, a la segunda copa estdbamos dentro de una euforia tal como hacia afios yo no disfrutaba. =...¥ aquel dfa —recordé Leonor, en que el tren nos evaba a Florencia, cuando s6lo pudimos conseguir boletos de tercera clase, el minero que te ofrecié —después del coflac que le habfas regalado-, que te podia conseguir una prostituta, sana, por ciento cincuenta liras, Sf, es fue muy bueno. Pocas veces me han querido pagar mis favores con tanta generosidad —hice a un lado mi copa y con azoro, 40 con ingenuidad? , inquirt {Como sabes eso? Vamos Jim, yo siempre he tenido una memoria privile- siada; en cambio th te olidaris etemamente de las cosas. -Si, es cierto, a veces lo considero una especie de defensa, 0 un anhelo de invulnerabilidad, Chocamos las copas. Sonreimos, 30 No sé cuintas ginebras tomamos. jEstébamos tan a gusto! Finalmente decidimos salir a comer a un restorin indonesio que nos recomendé el mesero. No sé tampoco si habia subido la temperatura, pero desde luego el frio ya no me hizo mella. Leonor exclamd: ‘Ain no me dices por qué elegiste Amsterdam, —Porque mafiana se inicia aqui un Congreso Mundial de Editores, y trabajo en una editorial. Leonor hizo con el brazo un movimiento como de aleteo y me dijo: bes que no conocia esta ciudad? jY tan cerca de Me gusta, tiene un encanto que dimana esencial- mente de la amabilidad con que te tratan. Aqui me siento a salvo. En Londres es frecuente que al andar sola tenga miedo. Como si flotara en la atmésfera algo peligroso. —Hace aflos que no estoy en Londres, sé que ha cam biado mucho, pero cuando estuve nunca senti eso que dices. Lo que sf te puedo asegurar es que en la ciudad de México, si experimentas la sensacién de estar a veces sobre un volcan. Ves la insatisfaccién, la pobreza. . . el brillo de unos ‘ojos que se clavan en ti llenos de odio, Un dia, hace muchos afos, sibitamente, fui golpeado. Iba por una calle del centto, cuando vi" venir hacia mi a un’ joven que corria; un chico muy humilde de unos dieciséis a diciocho afios y cuando legs a mi lado me propiné una trompada en la nariz y siguié su carrera. Fue algo muy extrafio, En primer lugar, no hice el menor intento por defenderme ya ye no esperaba el ataque, Y después, al meditar sobre tlle, Megué'a la conclusion de que no me habia golpeado a mf.’ Agredid, quiso destruir con sus pequeflas fuerzas, algo que yo represento: la gente bien vestida, la que no ha sabido nunca verdaderamente lo que es el hambre y la miseria, Le di la razbn, y pensé que la ciudad entera deberia ser golpeada, sacudida. No se puede vivir, sin que nada suceda, en tn pavs de contrastes tan tremendos Es aqui —exclamé ella con alegria. Y me di cuenta de que no me habia escuchado, Entramos al edificio. El elevador nos condujo al resto- rin, Estaba casi vacio y eso me hizo dudar de la calidad de la comida. Ocupamos una mesa préxima a una ventana que nos permitia ver una torre y un conjunto de edificios arménicos. Los tulipanes, en un pequefio florer al centro e la mesa, eran tan lindos que daban la impresion de no ser reales. Acaricié uno. ~— {Qué bellos, verdad? ~$i —acaricié también ella un pétalo, y después su mano afianz6 In mia. z¥ yo, cémo me encuentras? ;Soy aiin bella? ‘Ahora podia contemplarla con luz natural. Tenfa un rostro extrafio. La dulzura de su mirada era infinita, y en lo infinito no hay tiempo, no hay edades .. pensé que era _descortés prolongar més la respuesta. —Creo que a cada momento te vuelves més hermosa. Si, pero... EI mesero se aceros, pedimos mis ginebra y le soticita- mos que él eligiera lo que debfamos comer. Era un joven indonesio de facciones angulosas; me percaté de que —por unos segundos— Leonor lo contemplé como si él fuera Jim. Entonces lo observé, y me dije que la belleza tiene mil formas de expresion. Que en este mundo, si queremos, podemos tener mil rostros. Senti unos celos’punzantes y, dudé de mi existencia, Las facciones de Leonor se habian descompuesto, estaba angustiada. Después de que se marchd el joven, prosiguié: Es porque estis ti aqui. Cuando no estés, salgo a la calle a buscarte con el presentimiento de que me esperas en la esquina. {Y no te encuentro! Y sigo de un lado para otto, presi de la absurda seguridad de que la ancia te conduciri a mi lado... jEs0 es espant prolonga por horas! No vienes. No ests enn Entonces me convenzo de que has dejado de existir desde hace mucho, Y de que, por mi terquedad, vueWves a la vida. No me tomes por loca, Por desgracia no lo estoy y eso hace mas duro aceptar que el reencuentro es algo que esti fuera de nuestros deseos, que es algo que a final de cuentas sucede, a pesar de nosotros mismos. . ..Sueflo tu cuerpo, y mis manos y mi ser acarician I nada; inventin dote. Jim, mi amor, es frecuente que sicnta ‘pi pensar que Ia proxima vez ya no me reconozcas, 0 yo a ti Pero luego —esto sucede sobre todo a la hora en q despierto-, wo nitidamente tu ros iY otra vex soy feliz’ El mesero regres: cubrié la mesa de platillos exdticos. Nos previno de Jo fuerte de algunas salsas, y se lo agradeci- mos, Leonor le hizo varias preguntas sobre qué era tal y cual cosa, c6mo debian mezclarse las salsas, eteétera, Mien: tras, me ‘di cuenta de que mi mano, la que habia. atena- zado, estaba al borde de la sangre en los puntos en que sus unas se me habjan enterrado, Pensé que habia bebido excesivamente, pues de otra manera hubiera sentido dolor. También pensé que todo era la repeticién de algo sabido, vivido una y mil veces. Tuve lucidez para darme cuenta de que eso mismo nos sucederfa quin. sabe cudntas veces mis, Amé intensamente a Leonor por devolverme a la vida. Ambos nos contemplamos exta- siados. La comida resulté excelente, después tomamos vodka polaco. Meciéndonos al caminar, con la mano de ella metida dentro del bolsilo de mi abrigo, enlazados nuestros dedos, ‘contemplamos Amsterdam. Vefamos pasar la gente; ofamos un idioma ininteligible para ambos, y éramos felices. {Qué hacemos? —pregunté al liegar a un cruce leno de trinsito, fe, y 31 Lo que quieras. Sabes que vivo de tus decisiones. iPuedo besarte? Respondi: —Lo exijo, Me beso la palma de la mano y me quedé hecho un tonto por mucho rato, porque vino a mi memoria que eso mismo me hacia, siempre, en los momentos en que habia- mos sido mas felices. Superada mi perplejidad, pregunté: {Qué te parece si tomamos un taxi para’ que nos Hleve a conocer la ciudad? Perfecto. Pero recuerda que maflana, o pasado, tene- mos que ir a conocer La Haya y hacer un tour por los alrededores. Leonor, maflana empieza et congreso. —Bueno, como de costumbre, no haremos ningin plan. Las cosas sucedenin, Todas esas cosas que deben pasar esta yez. De acuerdo con lo del taxi. EI taxista se llamaba Ralph, trabajaba por las tardes y parte de la noche, para sostener sus estudios y su hogar (odo contado en un deficientey gracioso inglés) Era tn joven de unos veintidés afios, recién casado; a punto de lograr Ia maestria en Letras inglesas. También nos conto que el duefio del coche era su padre, y que lo queria mucho. Su esposa era muy linda, esperaban el primer hijo para fines de agosto; vivian en un pequeno piso que ella ibfa heredado de su abuela., Toda esta informacion nos 2 fue proporcionada, a pausas, durante un recorrido de unas cuatro horas. Durante ese’ recorrido, nos evo a varios bares: de estudiantes, de marineros, de intelectuales; en fin, Jo que considerd que debfamos ver. Y no lo hizo mal, nos divertimos. Pero mezclamos cerveza, ginebra, whisky, y ve mos nebulosamente la ciudad. Cerca de las ocho de la noche lo invitamos a cenar y él acept6 encantado, pero nos dijo que debia ir a su casa para cambiarse de’ ropa. Entonces, Leonor le aclaré que también invitsbamos a su esposa, El puso una gran cara de felicidad y nos miré como si fuéramos habitantes de otro planeta. Llegamos a su casa, y con mucha diplomacia se disculp6 por no invi- tamos a pasar: que tal vez estaba un poco sucia, que Ethel no sabfa de nuestra visita, Lo interrumpimos. -No expliques nada. Preferimos quedamos aqui. Dile a Ethel que no tarde mucho. Ralph contest encantado, al tiempo en que echaba a correr. ‘Cuando més, diez minutos. Quedamos solos, La calle estaba débilmente ihuminada, El barrio era pobre. Leonor me suplicé: =Recuerda que no debes dormirte temprano esta noche, porque eres tan hermoso dormido que no me atrevo a despertarte. En ese momento yo bostezaba y tenfa un suefio mortal, obvio efecto de la mezcla de bebidas y de que no habia dormido bien durante el recorrido México-Amsterdam. Me recargué sobre la piel de su abrigo y senti una gn laxitud, No te preocupes —le dije somnoliento—, te prometo no dormir durante la noche, . . Pero ahora, voy a dormirme. Cuando abri los ojos Ethel ocupaba el asiento de ade- lante, junto a Ralph. Atravesibamos de nuevo la ciudad, Nos detuvimos en una calle muy iluminada. Bajamos. En la acera, Leonor me present a Ethel. Una jovencita preciosa duefia de ese misterio de las embarazadas primeri- zas, No hablaba inglés, sonrefa y hacia ademanes para comunicarse con nosotros. Entendi que me decia que de- bia acostarme. Dije que no. Que ya estaba bien, Mientras, Ralph estacion6 el coche y volvid con nosotros. Entramos al restorin y voli a la vida. Caminé pausada- mente. Era de nuevo el sefior que representaba con toda dignidad a su Editorial en este Congreso Intemacional, Pensé que al dia siguiente, antes de las once, debia presen tar mi identificacién en las oficinas de Ia tal por cual com- pafiia, para acreditar que yo representaba a la editorial tal por cual, y que sin duda encontrarfa al tal por cual de... Entonces me di cuenta de que era muy extrafio que Leonor viniese a mi lado, pues ella debfa quedarse porque los hijos. .. y estaba junto a mi, Nos acercamos a la mesa, donde el maitre nos esperaba con una amable mueca de bienvenida, Iba a decirle a Leonor: “No te lo imaginas, jeh? ” Y volvé la cara para verle los ojos. ~ Pasa algo, Jim? —pregunt6 ella. —Nada.... —respondi-. Absolutamente nada Pasan las cosas que dében pasarnos a ti y a mi {Oh no? —Como de costumbre —su voz fue seca, y eso me puso triste =Este es un buen restorin —dijo Ralph. Ethel asintio repetidas veces, moviendo la cabeza, para suplir su impos bilidad de comunicacién. Trataba de explicarnos otras cosas que finalmente Ralph tradujo. —Dice que si quieren droga, es ficil obtenerla aqui cerca. Y que aqui enfrente, donde se ofa mucho mido, es tun lugar de homosexuales y lesbianas. Que es muy alegre. —Iremos después —dijo Leonor. Luego ellas fueron a la toilette, Pedimos whisky. Ralph me dio amistosamente un par de palmadas en la mejilla para despertarme, y pregunto: ~ {Desde cuando andan ustedes juntos? —Desde hace un siglo respond. =Pero usted no es tan... Quiero decir parece mucho mis joven, —Leonor y yo no tenemos edad, Vagamente recuerdo que comé muy poco y beb( sin parat, Despuds fuimos al sitio, de enfrente: Wego exg? que ‘usramos a ver una funcidn de cine pomogritico; al salir, me empeié en que recorriéramos la calle de las prostitutas. Y luego, otra vez por mi terquedad, fuimos a un bar leno de gente. Misica muy ruidosa, Mientras nos trafan otras bebidas, me di cuenta de que el recorrido habia sido estipido, Que Leonor y yo no tenfamos por qué perder el tiempo. Me atac6 un temor que alguien pudiera robirmela Que todo podia tener un final no deseado, La abracé, In contemplé, Era muy bella, Hasta ese momento me’ di uenta de que Ethel y Ralph ya no estaban con nosotros. Vamonos, mi amor —pagué la cuenta y salimos répida- mente. Perdoname por esta estupidez de Hlevarte de un Jado para otro. Nos desvestimos con la naturalidad de costumbre, como siempre. Su conocido cuerpo se monté en el mio, Estas cansado —dijo. Me falta suefio respond. Pero esto estd bien —dijo acomodindoseme amor mio. —Leonor..« Ella era ‘cada vez més joven y hermosa y yo cada vez "INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTARICM - SOCIALES Jim, 33 :

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