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LA LIQUIDACION DE LAS PERVERSIONES Fabién Schejtman ANCLA 13 Vamos a intentar situar algunas cuestiones que tocan los funda- mentos mismos de nuestra ensefianza, asf continuaremos de algiin modo el trabajo iniciado en nuestra ultima reunién. Por esta via, que es la nuestra, enseflamos desde hace mas de vein- te afios que no hay psicopatologia sin psicoanilisis. Por supuesto, a contrapelo de algunos que creen que hacen psicopatologia reci- tando -o recitados por- el DSM, aunque olvidan que éste se pro- pone explicitamente como ateérico, en fin, supuestamente serfa ate6rico. Pero, actualmente, en el tiempo en que otros —que se dicen psicoanalistas— llegan a rechazar la psicopatologia, cuando no la clinica como tal, haciendo de ambas un resabio médico del que el psicoandlisis debiera desprenderse para ser tal, se vuelve tanto més crucial apostar también a sostener la inversa: que no hay psicoandlisis sin psicopatologia. Bien, algo de esa apuesta podré transparentarse en lo que plan- tearé hoy, a partir de lo que quiero proponer como “La liquida- cién de las perversiones” y quizés, agrego ahora entonces en el horizonte, la de la psicopatologia y la clinica también Triple liquidacién Parto de un‘neologismo, que nos arrima Jacques Lacan en la ver- sién escrita de su conferencia “Joyce, el sintoma”. Es el término eaubscéne (cf. LACAN 1979). Se trataria, ciertamente, de lo obsce- no, pero de un obsceno acuatico (eau), de lo obscednico quizés, un bello (beau) obscéano: obscenidad Iiquida. ¥ podriamos seguir, ya para leerlo apuntando a lo que les propondré hoy: obscenidad pasada por agua, obscenidad lavada. Claro, es una de las vertien- tes de la liquidacién actual de las perversiones: perversiones no s6lo liquidadas, veremos, perversiones Kquidas, lavadas, incluso, perversiones wash and wear. No podriamos olvidarnos aqui del St. Bauman, de nombre Zygmunt, y sus interminables liquidos: “Modernidad liquida’ “Amor liquido”, y otros tantos fluidos. Segiin su punto de vista, como saben, el tiempo de la solidez, donde las cosas pueden ser ubicadas en compartimentos estancos, mantener sus formas, per- manecer estables, ya no existe. Hoy todo seria mas 0 menos flexi- ble, inestable, més o menos liquido. En fin, para ir al punto que quiero desarrollar: liquidacién de las perversiones, efectivamente, a modular de este modo: uno, liqui~ dacién de la préctica perversa; dos, liquidacién de la perversion del fantasma; tres, liquidacién de la perversién como categoria nosolégica. Sostenidas esas tres, seguramente, por la liquidacién cia el padre”, o de la pére- actual del pére-vers, liquidacién del " version, de la versién del padre. ANCLA 14 La fauna extinta del doctor Krafft-Ebing Comencemos por la liquidacién de la prictica perversa. Parafraseando al Lacan de Palabras sobre la histeria, que se inte- rroga por el paradero de las desaparecidas —hasta cierto punto, hay que decirlo~ histéricas de la época de Freud, podrfamos pregun- tamos ja dénde se han ido los perversos de antafio?, esa rara fauna clasificada minuciosamente antes de Freud por Richard Von Krafft-Ebing ~médico del asilo de Illenau y luego profesor en las universidades de Estrasburgo, Graz y Viena~ en la Psycopathia sexualis ~de 1886-, que sin duda constituyé la base misma del desarrollo freudiano sobre el asunto. Hoy he venido con la primera edicién castellana ~de 1955~ de este cldsico que tuve la suerte de conseguir hace ya muchos afios en Plaza Italia; pesa un poco, si, son unas novecientas paginas. (Qué diferencia con las primeras ediciones! La primera traduccién fran- cesa, por ejemplo, no Hegaba a las seiscientas. Ocurre que hacia 1923 el profesor Albert Moll, de Berlin, muy cercano a Krafft- Ebing, comienza el trabajo de reeditarla y engrosarla: aumenta el niimero de capitulos de cinco a veintiuno, agrega numerosas _ observaciones. En fin, en esta traduccién castellana aunque la voz de Moll es notoria, se encuentra bien conservado el bello zoolégi- co del doctor Krafft-Ebing... perfectamente inexistente en la actua* 38 lidad. Se trata, en efecto, de la compilacién de cientos de observa- ciones muy cuidadas de una faune extinta... jimposible de clonar en nuestros dias! No hay Spielberg que pueda montar hoy un “Perversus Park” comparable a este, Por lo demés, no se encontra- rian visitantes dispuestos a pagar dos pesos por esos dinosaurios. Eso estd liquidado. Vale la pena corroborarlo asoméndonos, para empezar, cuando més no sea un poco a esas piginas de la Psycopathia soxualis, deteniéndonos brevemente en algunas de esas observaciones... una especie de viaje a un tiempo que se fue. Los cortadores de trenzas ‘Tomemos el fetichismo, que es paradigmético en este sentido, por ejemplo, el de los cortadores de trenzas, ciertamente muy frecuen- te sobre fines del siglo XIX. La observacién 149 sefiala: “Un cortador de trenzas de 40 aftos, cerrajero, soltero, hijo de un padre que estuvo loco durante un tiempo, y madre muy nerviosa. Bien desarrollado, inteligente; muy pronto sufrié de tics y obsesiones. Nunca se masturb6; se enamoraba platénicamente, haciendo frecuentes planes matrimo- niales. Practicaba el coito sdlo raramente, con prostitutas, sin experimentar satisfaccién sintiendo més bien aversién. [...] Fué 39 ANCLA 15 una tarde arrestado en el Trocadero, en Paris, cuando acababa de cortar, en una aglomeraci6n, Ja trenza de una joven. Tenfa la tren- za en la mano y las tijeras en e! bolsillo...” Lo pescaron, en efec- to, jcon las manos en la trenza! “Como justificativo, alegé un momento de ausencia, y una pasion desgraciada e irresistible, confesando que ya en cinco oportunidades habfa cortado trenzas, que Juego conservaba en su casa para deleitarse con ellas”. Bueno, ocurre que luego allanan la casa del tipo y allf “se encon- traron sesenta y cinco trenzas de distinto tipo, guardadas on paquetes”. El verdadero cortador de trenzas es siempre, como se ve, un coleccionista. “En cuanto tocaba Ia trenza con la tijera se producfa la ereccién, la eyaculacién no bien daba el corte” (KRAFFT-EBING 1886, 324-5). Otra observaci6n, la 151; “X., de 35 ailos, aproximadamente, per teneciente a la alta sociedad, sin taras hereditarias conocidas |...) A los 18 afios comenz6 a experimentar sentimientos voluptuosos ante la vista de cabelleras de mujeros que le agradaban [...] Con Jos afios, el fetiche fue adquiriendo més fuerza. Hasta las trenzas postizas Ilegaban a emocionarlo. No obstante, preferia siempre las auténticas. ‘Cuando podia tocarlas y besarlas era perfectamente feliz. Componfa disertaciones y poesfas sobre la belleza de la cabellera fomenina, y dibujaba trenzas mientras so masturbaba l...] s6lo lo excitaban las trenzas en especial las bien gruesas, negras, enzadas apretadamente. Sentfa vivamente la necesidad de besarlas y chuparlas...” (KRAFFT-EBING 1886, 326). Una observacién més, la 152, que nos muestra la extensién del fenémeno: “Los diarios de Berlin publicaron Ia siguiente noticia. Un alumno de Ia escuela secundaria, de 15 afios, se habia enamo- rado de las trenzas de niflas de diversa edad. Inspectores de la policta judicial, que persegufan a un ‘pickpockets’, en la calle, observaron un joven esbelto, con un abrigo gris, que se echaba en forma sorprendente sobre las jovencitas. Vieron que el joven toma- ba las trenzas de las niftas, sacaba las tijeras del bolsillo y las cor- taba con precisin, junto con su cinta.” Era crucial este aspecto: no s6lo habia que quedarse con la trenza, también con la cinta 0 el moiiito. “Una visita al domicilio de los padres del sujeto, descu- bri6 gran cantidad de trenzas. El joven no habfa respetado siquie- 4a las urenzas de la figuras de cera del Museo Panopticum”. jEra evidentemente un sujeto culto... frecuentaba algunos museos! Kxafft-Ebing termina la observacién dando cuenta de la dimensién de epidemia que este fetichismo posefa en la época: “Estos casos de fetichismo de las trenzas, que conducen a atentados sobre esos atributos de mujeres, se producen de vez en cuando en todos los paises. En noviembre de 1890, ciudades enteras de Estados Unidos estaban, segiin los diarios norteamericanos, conmovidas por algtin cortador de trenzas” (KRAFFT-EBING 1886, 327-9). ANCLA 16 Podriamos hacer una répida encuesta, sin ir més lejos, entre las damas de esta sala: ;cudntas llevan trenzas? Veamos... ninguna. Pero, por supuesto la muestra no es representativa. Y atin, si lo fuera, ges que eso nos dirfa algo sobre la remisién -sino la desapa- ricién~ de los cortadores de trenzas en nuestro tiempo? No es seguro. Avancemos. Bombachas y pafiuelos Aqui tenemos un segundo tipo de fetichismo, el de la ropa inte- rior. En la observacién 167 se indica: 45 atios, zapatero; sin antecedentes hereditarios conocidos, de cardcter singular, poco « desarrollado mentalmente; de aspecto viril, sin signos de degene- raci6n, irreprochable en su conducta, fué sorprendido cuando sacaba una noche de su escondrijo ropa interior femenina robada. ‘Se encontraron en su casa aproximadamente trescientas prendas de mujer, entre las cuales, al lado de las camisas y calzones, figu- raban gorros de dormir, ligas y hasta una mufieca. (...] Hacfa 13 ailos que cediera a la necesidad de robar ropa interior femenina. Habiendo sido condenado la primera vez, se habia vuelto pruden- te y seguido robando, con astucia y buen éxito” (KRAFFT-EBING 1886, 348). 40 Fetichista de las bombachas, claro, o de otras prendas femenines. Aqui tenemos otro, en la observacin 168: “X..., 96 afios, sabio erudito, hasta ahora s6lo se ha interesado por la vestimenta de la mujer y no por la mujer misma. Nunca tuvo relaciones sexuales con ellas. Ademés de Ia elegancia en el arreglo de la mujer, las bombachas, camisas de batista, y medias de seda constituyen su fotiche. Experimentaba voluptuosidad al ver y sobre todo al pal- par esas ropas en las tiendas” (KRAFFT-EBING 1866, 348) ©, podemos pasar ya a los fetichistas del pafiuelo. Observacion 173: “Un obrero panadero, 32 aflos, soltero, hasta entonces irre- prochablo, fué sorprendido mientras robaba el paftuelo de una mujer. Confes6 sinceramente arrepentido, que habfa ya robado ya, ochenta 0 noventa paftuelos. Nunca habfa buscado otra cosa, ¥ tenfan que ser exclusivamente de mujeres jévenes que le gusta- ran [...] Confiesa que seis mses antes, en una aglomeracion, se habia sentido violentamente excitado ante la vista de una hermo- sa joven. Habfa tenido la oportunidad de acercarsele y experi- menté la necesidad de procurarse, quiténdole el paftuelo, una satisfaccién més completa que su emocién sexual. Més tarde, apenas veia una mujer que le gustaba, sentfa, bajo el imperio de una violenta excitacion sexual, palpitaciones, ereccién, e impe- tus cooundi, Ja necesidad de acercérsele y robarle el paftuelo. Aunque no perdié nunca la conciencia de la culpabilidad de sus ANGLA 17 actos, no pudo resistir sus deseos” (KRAFFT-EBING 1886, 353-4). Y una tiltima observaci6n todavia, 174: “X... 43 afios, artesano (...] recuerda que a los 11 aftos fue castigado a menudo por sus padres y hermanos mayores , porque con frecuencia robaba un gran pafiuelo blanco, marcado con grandes letras rojas. Se servia entonces de ese paftuelo, al que ‘querfa’ especialmente. [...] Tiene excitacion sexual constante al usar pafiuelos, a partir de los 30 afios. Desde entonces el deseo imperioso de apoderarse de un pafiuelo' blanco se manifiesta periddicamente [...] sigue a cual- quier sefiora que haya visto con un paituelo blanco, que trata de apoderarse de todas maneras. Se manifiesta una fuerte excita- cidn, acompafiada de sentimientos de angustia con transpira- cién. Asf robé en tres ocasiones pafluelos ajenos. La primera vez fue condenado a cuatro semanas de cércel, a.la segunda fue absuelto por el informe médico legal. La tercera vez terminé por ser internado temporariamente en un asilo” (KRAFFT-EBING 1886, 354-5) ‘Vemos aqui con claridad, el trénsito, en esa época, de la perver- sién entendida como un crimen ~perseguida por la policia y pasa- da por la justicia~ a su abordaje ya en términos de patologia, de enfermedad psiquidtrica: de la cércel al asilo. Mas adelante volve- 16 sobre esto. Af El derecho al goce, el deber de gozar Quisiera dirigirme ahora de lleno sobre el interrogante que comienza a esbozarse. Efectivamente, en la actualidad no hay ya mis fetichistas de trenzas, bombachas o pafiuelos. Si queda alguno es excepcional ~quizds los cortadores de trenzas estén reducidos.. ja cierta banda de rock que ustedes conocen muy bien!-, y el feti chismo que resta y se extiende en nuestra época nada tiene que ver con las descripciones clésicas. ;Qué podemos decir de ello? jEs s6lo que, como sefialaba, las chicas de hoy ya no se trenzan tanto el cabello? 0 que las prendas intimas femeninas son actualmente tan pequefias que ya no emocionan al coleccionista tradicional? ,O incluso que el auge de los pafiuelos de papel descartables ha cau- sado la baja de los clasicos de tela? ,O, finalmente, que ya no hay més damas que dejen caer delicada e ingenuamente sus pafiuelos para despertar las ansias de no se qué caballeros? Indudablemente hay que dar algunos pasos més para explicar la mutacién acontecida sobre la préctica perversa y avanzar sobre su afectacion por el “discurso del capitalismo” (cf. LACAN 1972) efecto de la incidencia de la ciencia sobre el del amo antiguo— y por la extensién universal de los derechos del hombre ~iy de la mujer!, no nos olvidemos... aunque, como se sabe, nosotros trace- 4k mos una barra sobre ese Ja~. ANCLA 18 Es que es preciso preguntarse qué lugar queda para las perversio- nes al menos entendidas éstas clasicamente como desviaciones de la conducta sexual “normal” (jqué seria eso!), reprobables y punibles o bien curables, sea el religioso, moralista, legista, médi- co 0 psiquiatra quien las aborde- en una época en que el signifi- cante amo esté pulverizado (cf, MILLER 1996-97). En efecto, las perversiones prosperan por doquier como transgresién allf donde el religioso indica con precisién por dénde anda el pecado, el moralista lo que es censurable, o el médico lo que debe ser cura- do, Pero qué de las perversiones en tiempos de declive, quebran- to, desbaratamiento de la funcién rectora del padre? La carretera principal, para retomar al Lacan del Seminario 3, parece no hallarse demasiado transitada, su asfalto leno de fisu- ras... hay un empuje evidente a que cada quien explore sus “sen- deros personales”. ;Qué ley, qué autoridad puede seftalar hoy en dia “por esos caminitos no te vayas a perder... ;por allf no, eh!” No, hoy vale todo. Y como somos muy respetuosos por la diferen- cia y no discriminamos, ningiin goce es mejor -0 peor~ que otro, jadelante pués! jRealiza ya tus fantasias muchachito ~enseguida aludiré al Lacan del “nifio generalizado”— que la vida es corta! No puede ocultarse aqui que el derecho al goce, promovido por el discurso del capitalismo cuando se solidariza con la democracia liberal y la promocién de los derechos del hombre, recusando la regulacién paterna junto con la imposibilidad y liquidando las précticas perversas clésicas, da lugar al mismo tiempo a un empu- je-a-gozar inusitado. No se trata s6lo del derecho al goce, sino del deber de gozar... bajo los pardmetros del mercado: consume! TAC. Recuerdo aqui a Teresa, que me consulta luego de su breve tempo- rada on lo del sexélogo. En efecto, el marido la habia impulsado decididamente a la consulta sexolégica, por qué? Por lo que se llama una anorgasmia. No la “pretendida frigidez”, a la que se refiere Lacan en el Seminario 20. Esta sefiora, digémoslo asf, no tenfa muchas dificultades para entrar en calor... el problema, apa- rentemente, era la ausencia del orgasmo. Una dificultad que —ella lo indica muy claramente, luego, en sus primeras entrevistas de anélisis~ era mucho més molesta para é1—su marido- que para ella. Es su esposo, efectivamente, quien insiste en “Ilevarla” al sexdlo- g0. pide tumo y acompafia a su mujer en la consulta. Luego de un breve interrogetorio, el profesional sin més le indica a la paciente ejercicios masturbatorios ya que, segiin él, ella “no se conocia suficientemente a s{ misma”- y luego, le propone el “T.A.C." que estaba muy de moda por ese tiempo. Ke 4B. ANCLA 19 4Qué es el T.A.C.? Ciertamente no es el “T.O.C.” (el trastorno obse- sivo compulsivo, también muy de moda, pero entre los recitado- res del DSM antes mencionados), ni tampoco algiin tic, ni siquie- ra un tic-tac. El T.A.C. es la “técnica de alineacién coital”: tiltimo sexolégica de hace unos fos. “invento” de la “ciencia” Garantizarfa no sélo el orgasmo femenino en el 99% de los casos, sino que la afortunada lo alcance ademés, conjuntamente con aquel de su pareja y, como si eso fuera poco, tinicamente a partir del contacto genital, es decir, sin ninguna “manipulacién” adicio- nal de ninguna especie. ;Qué tal! jLa felicidad genital garantizada! ‘Como se escucha a veces: satisfaccién garantizada... 0 le devolve- mos su dinero. En fin, la tiltima parte no acontecié, quiero decir, a Teresa no le devolvieron su dinero... aunque haya quedado “lamentablemen- to” en el pequefio grupo del 1% de la poblacién resistente a tales felicidades garantidas. No debe sorprender: si la histérica -es el caso, en efecto~ se aviene a este manejo del amo -el sexdlogo, su marido, o el que venga a ese lugar— no es sino para mostrar cudn impotente puede ser su saber -el de 61 para aliviarla del goce que 1. Desarrollo més extensamente el planteo de Lacan sobre el discurso capitalista y sus efectos en “Capitalismo y anorexia: discursos y formu las", en este niimero de Ancla se aloja propiamente en el lugar de la verdad, su sintoma -el de ella-. Lo que puede leerse de modo muy preciso en el discurso histérico formalizado por Jacques Lacan. Bien, el fracaso del tratamiento sexol6gico la termina conducien- do por fin, a otro consultorio, ahora el del psicoanalista... aunque, cabe agregar, ya no -en principio por el asunto de la anorgasmia, sino més bien preguntindose en ese momento por qué razén seguia ella tan a pie juntillas las indicaciones de ese hombre, su marido, como lo habia hecho, ademés, durante tanto tiempo en su vida, acatando... las de su madre. No avanzaré hoy relatandoles el caso, me interesa destacar aqu{ inicamente que ol deber de gozar al que recién me referfa, ol empuje al goce superyoico imperante en nuestra época, no deja de manifestarse notoriamente también en ese nivel: en el del paso que se da del “derecho femenino al orgasmo” -clero, jquién podria oponerse!- a la obligacién absoluta para cada mujer de alcanzarlo cada vez, todas las veces, siempre... jy cuantas més veces mejor! Si, muchacha, hoy en dia puedes ser instruida en las mas modernas técnicas, ;prudbalas! ;Vamos!, un esfuerzo més para ser... multiorgésmica, Si la contabilidad aplicada a la sexualidad siempre fue més bien patrimonio del vardn, aqui vemos a ellas ae también empujadas por esa pendiente. ANCLA 20 Perversiones liquidas, perversi mes en liquidacién Subrayemos la aparente paradoja antes aludida: el empuje con- temporéneo al goce conduciendo a la liquidacién de las précticas perversas tradicionales. Y en el lugar de esas pricticas liquidadas, jqué tenemos? Las “perversiones”... en liquidacién: (For sale!, jllame yal y se las levamos empaquetadas discretamente hasta la puerta de su hogar, o las introducimos, quiéralo 0 no, por esa ven- tana plantada en el centro del living de su casa que es su televisor. Las hay del color y el sabor que se prefiera, a gusto del consumi- dor. ;Vamos!, jllame ya! Encender la tele es percatarse de esta oferta: perversiones politica- ‘mente correctas ensefiadas en detalle por las sexélogas televisivas de hoy, que obliteran la mal-diccién dol eexo con poco sutiles con- sejos. Si hay consentimiento mutuo y somos adultos, adelante. Entreguémonos pués a estas nuevas y democréticas —ahora sf, Bauman- perversiones Ifquidas. Mas bien, perversiones lavadas, pasadas por agua, diluidas, perversiones wash and wear. Por lo demés, la televisidn es el medio princeps desde donde se promueven las vias de sustitucién del fetichismo clasico: gen fetichizada y el fetichismo de la imagen, o avanzando ya desde la propuesta de Marx, no sélo el fetichismo de la mercancia, el del gadget. Es ciertamente el gadget, el ultimo producto de la ima- tecnociencia colocado en el mercado el que, elevado al cenit social, desplaza definitivamente trenzas, paftuelos y bombachitas. Y si nos aburrimos de la televisién -es que el efecto de aburri- miento, cuando no de depresién, ese si esta garantizado- y uno se decide a continuar deleitindose con las perversiones fluidas, siempre resta el recurso a la navegaci6n... ;por Internet! Allf se puede corroborar también la mutacién acontecida, Mucho menos perversién que franca pornograffa: imagenes listas para dar rienda suelta al goce del idiota (cf. LACAN 1972-73, 99), © pueden explorarse, también en la web, la creciente lista de cofradias concentradas en tomo de alguna préctica gozosa, anun- ciando la buena nueva de sus delicias -nunca demasiado novedo- sas-, a la caza de renovados adeptos: bondage, discipline, S/M -o su extrafla comunién: BDSM-, D/S, spanking, birching, belly- punch, gang bang, fisting, leather, body modification, dogging, swinging, en fin, el inventario serfa interminable. En todo caso, pricticas convenientemente ajustadas al SSC -Safe, Sane and Consensual 0 ya enmarcadas en el RACK -Risk Aware Consensual Kink’ experiencias siempre basadas en decisiones “libres”, “conscientes” e “informadas” de los “participantes”’ sujetos del discurso capitalista, consumidores claro, pero auténo- mos, autoconfigurados, independientes; sus derechos perfecta- mente salvaguardados. ANGLA 21 dLa paidofilia como excepcién? Quizds sélo la paidofilia se excepttia -por el momento- de la exu- berante promocién de las perversiones liquidas ofrecidas por el mercado... legalmente, En efecto, si la paidofilia se preserva hasta donde ello es posible, veremos— de la més generalizada liquidacién —en todos los senti- dos~ de las perversiones, ello lo consigue al precio de conservar- se propiamente en la esfera del delito, como una suerte de rémora del perfodo, prekrafftebingniano, el tiempo anterior al de la pato- logizacién 0 medicalizacién de aquellas précticas. Las demés per- versiones por cierto, pasaron primero -especialmente por el * esfuerzo del doctor Krafft-Ebing- de la justicia y la cércel al “Seguro, sensato y consensuado". Término acufiado en 1983 por David Stein, conocido activista de la escena homo sadomasoquista en Inglaterra y Estados Unidos 3, “Riesgo asumido y consensuado para précticas de sexualidad alter- nativa o rio convencionales”, introducido sobre fines de la década del ‘90 en el mundillo del BDSM para corregir cierta interpretacién del SSC. Aquf se destaca la exclusién del derecho de terceros, no involu- crados en el consenso de la préctica ~la que sea a definir lo sensato © riesgoso de la misma. 45. manual del psiquiatra, y de ahi fueron excluidas luego ~ensegui- da lo veremos~ por las movidas liberales y democréticas del pro- gresismo ain en boga y sus lobbies, para terminar por diluirse, licuarse, hasta pasteurizarse en el campo de los “modos de vida” contempordneos. Ahora bien, es notorio que, a la vera de su circunscripcién asegu- rada como delito, se ve a la paidofilia florecer no obstante, mas 0 menos oculta, mas 0 menos disfrazada, pero difundida sin més, en el nivel del “turismo sexual”, en el del contrabando de imégenes por internet y en la promocién de las “lolitas” al foco de la escena televisiva: charters contratados especialmente por nérdicos sefio- res de dinero que buscan singular esparcimiento ~6ptimos escapes del aburrimiento- en bien planificados tours sexuales a ciertas ciudades del tercer ~cuarto 0 quinto~ mundo; proliferacién actual en la web de fotos y peliculas convenientemente distribuidas por redes organizadas més o menos perseguidas por la policia ~paido- filia de la imagen-; finalmente, bonitas casi-puberes nifias empu- jadas a mostrar en las pasarelas televisadas sus apenas marcadas rodondeces, enfundadas en la abreviada ropa interior a la que antes hice referencia. La paidofilia condenada como delito, a partir de la promocién de los derechos del nifio y la nifia, claro esté. Pero también, entonces, su reverso: el usufructo solapado del nifio-gadget. 46. ANCLA 22 Versatilidad Paso ahora de la liquidacién de la préctica perversa a la liquide- cidn de la perversién del fantasma, Introduzco la cuestién habléndoles de Luis, un joven abogado de 26 afios que llega a la consulta, agobiado por una “depresién” que arrastra desde hace poco menos de un afio, precisamente el momento de la muerte de su padre que, segin sus palabras, lo lleva a replantearse su vida, {Qué habja hecho 6] hasta alli? Segiin dice, “vivir la vida loca”. El significante que insiste y se afsla en las primeras entrevistas es “versétil”. Hasta la muerte de su padre, Luis sefiala, “era un chico versétil”. Lo de “chico” enseguida lo retomaremos. Pero, ,qué quiere decir aqui “versétil”? Brevemente, que sus gustos eran -al menos hasta ese momento-, como él también decfa, “muy elAsti- cos”. Tenia novia en esa época, sf. Y por cierto, mantenia relacio- nes sexuales con ella. Pero tambisn, y no tenia demasiado conflic- to por ello, se acostaba regularmente con un conocido del trabajo, vardn como él. ¥ si se daba la oportunidad -y era el caso, frecuen- te y més bien regularmente- también lo hacia con prostitutas, cuando salfa con sus amigos. O incluso con travestis -aunque menos asiduamente~ algunas noches que salia solo. El era efecti- vamente muy... versétil. Ahora bien, desde que su papé muere toda esa “vida loca” se habia suspendido, no dréstica, pero sf progresivamente. Se habia sepa- rado de su novia, discontinuado esos encuentros con el amigo del trabajo, ya casi no salia por las noches. En su lugar restaba una prictica masturbatoria, compulsiva, apoyada en una diversidad de fantastas, por lo general, escenas recordadas de peliculas porno- gréficas. Y un tedio, un aburrimiento, més atin, lo que él llamaba “su depresién”, muy acentuados. Ya en las primeras entrevistas se produce un viraje crucial, a par- tirde un recuerdo que aparece muy precisamente luego de un lap- sus que es subrayado por el analista: en lugar de “versétil” se oye decir “versalir”. Inmediatamente le viene a la mente el recuerdo ‘medio vestido, -olvidado por aiios~ de haber visto saliendo, medio desnudo” a altas horas de la noche del dormitorio de sus padres, on su infancia, en cierta oportunidad en que su papé se hallaba de viaje, justamente a un amigo de éste: amante de la madre. Al parecer esta madre no tenfa demasiado inconveniente en evar a algin amante a su dormitorio cuando el marido se ausentaba, Bion, el lapsus y el recuerdo marcan, para este joven, el inicio de la salida de “su depresién” y una ruta que lo condu- cird més adelante a volverse un analizante, pero no me extenderé por alli hoy. hy ANCLA 23 Liquidacién de la perversién monomorfa: depresién, cinismo, nifio generalizado lel mundo eréti- co de este muchacho. Lo que él mismo sefialaba también asf: Quiero detenerme en la asombrosa “elasticidad” “cualquier colectivo me dejaba bien”. Es claro que él no se presen- taba demasiado constrefiido por una condicién erética, En efecto, no parecfa estar all en funcién un rasgo de perversién que fije, que oriente decididamente sus elecciones sexuales. Y no creo que ello sea algo excepcional en nuestra época, al contrario, no es poco frecuente en la actualidad que nos consulten especialmente varo- nes jévenes en esta posicién. No encontramos en ellos la fijeza de la perversién mas bien monomorfa, o la condicién fetichista espe- cifica, que Freud no tardé en descubrir en la eloccién masculina de objeto. Estos jévenes no parecen limitados por el “modo hom- bre” de abordar al Otro sexo, lo que Lacan en sus formulas de la sexuacién escribe de este modo: $ -> a, es decir lo que llamamos el fantasma. Fantasma, efectivamente, no es sino aquello que cifie, pero tam- bién ordena la vida sexual del sujeto homosexuado (cf, LACAN 1972-73, 103), enlazandolo férreamente a determinada sustancia episédica del objeto a, orienténdolo pére-versamente (cf. p. ej LAGAN 1974-75, 21-1-75). Ahora, si atendemos a ese modo en que Lacan escribe este término, por el que destacamos aqui la orienta- cin que imprime la versién del padre -que soporta el fantasma— al mundo erdtico y amoroso del hombre, puede entenderse que en tiempos de declive o desbaratamiento de la funcién del padre, encontremos bastante extendida le debilidad, cuando no la inope- rancia del fantasma, lo que da por resultado este sorprendente polimorfismo desbrujulado. Compatible, ademés, con el empuje al goce propuesto por el mercado: Qué... no has experimentado por ese lado atin? ;{Cémo es posible?! ;Adelante! {No te quedes con las ganas! ;Que no te quede nada por probar! {Consecuencias? Uno, depresién. Hoy en dia bien extendida, ya una epidemia, y bastante clara en Luis luego de la muerte del padre. Es decir, caida a pique del deseo ligada, por supuesto, con aquella habilitacién ilimitada del campo del goce: ;qué queda una vez que se lo ha probado todo... 0 casi todo? Dos, cinismo. Mas 0 menos desembozado, suele no faltar a la cita, y responde de la misma estructura. Es que es desde el fantasma que un hombre cree... abordar a la mujer, cuando en verdad sélo aborda la causa de su deseo (cf. LACAN 1972-73, 88); y si el fantasma flaquea, también afloja lo que se llama “creencia”. En nuestros jévenes ver- sétiles de hoy la ostensible posicién cinica es correlativa de la liquidacién de la padre-versién fantasmética, soporte en iltima instancia de cualquier posicién creyente. Tres, franca perversion 48 NCLA 24 polimorfa infantil -para retomar la perspectiva freudiana-. Resultado, en estos “chicos”, de la liquidacién del monomorfismo perverso clisico. Nada impide ponerla en relacién con la propues- ta de Lacan del “nifio generalizado” y su consecuencia para la 6poca: la entrada de un montén de gente en la via de la segrega- cién (cf. LACAN 1967). Habrfa que desarrollarlo més extensamen- te en su articulacién: depresién, cinismo, niflo generalizado. De las perversiones a las parafilias Voy ehora, por fin, sobre la liquidacién de la perversién como categoria nosoldgica. Aqui hay una cuestién mas compleja. Comienzo por lo siguiente: Lusquen el término “perversién” en el DSM... no lo encontrarén. Ha sido reemplazado alli ya desde los afios '70 por el més neutro y aséptico, de “parafilia”. Lo encuen- tran rotulado con el cédigo F.65 en el DSM IV. Se dié asf oportu- namente de baja el término anticuado, cargado de connotaciones morales y peyorativas y en su lugar se introdujo este otro, aparen- temente més inocente ¢ inocuo, desprovisto de tales connotacio- nes. El conocido Manual Diagndstico y Estadfstico de los Trastornos Mentales se muestra de esta forma acorde con nuestros tiempos, progresista y liberal, perfectamente descontaminado de Ja moralina que acarrearia el término “perversién”, la misma que habria impregnado el abordaje psiquidtrico clésico, y claro esté, también el del psicoandlisis hasta nuestros dias. Lo que no se lege @ ver es que esta corriente depuradora no tiene, en verdad, nada de novedoso: la psiquiatrfa clésica, a su modo, ya Ja habia anticipado plenamente desde mediados y, sobre todo, en las tiltimas décadas del siglo XIX. En efecto, vale la pena destacar que la introduccién misina del término “perversién” ya en la obra del médico ruso Heinrich Kaan (KAAN 1844), su utilizacién en algunos textos de Valentin Magnan (MAGNAN 1885), pero, espe- cialmente, su estabilizacién y difusion por parte de Richard Von Krafft-Ebing (KRAFFT-EBING 1886), se hallaban claramente enmarcadas en un movimiento que ten{a por meta, precisamente, el intento de abordar cientificamente las perturbaciones de la sexualidad, haciéndolas entrar en el discurso médico, despren- digndolas de los resabios religiosos y morales que las mantenian en ol plano del pecado, de lo enjuiciable y condenable. Se trata propiamente de la medicalizacién del pecado, por la cual, desde sodo- el fin del siglo XIX, los antes denominados “degenerados”, mitas”, “pederastas”, modos, unos mas despectivos que otros, por el moralista o el reli- depravados” —nombrados de tantos otros gioso— pasaron a ser los “perversos” en el discurso cientifico médico-psiquidtrico. ANCLA 25 De modo que el término “perversién", ahora condenado por la fuerte carga moral y valorativa que conlleva, y por ello expulsado de las péginas del DSM, otrora era justamente la novedad que per- mitfa al psiquiatra clésico desprender de su ciencia “neutral” los juicios morales y religiosos. No deberia sorprender demasiado: se echa a rodar un significante aparentemente inocuo e inocente y, dado que se lo arroja en un campo -el terreno sexual- en absolu- to pulcro como lo anhelaria la objetividad cientifica, culmina ~quiéraselo 0 no- juntando la pelusa de esa significacién malsana, de la que por cierto conviene desprenderse periédicamente con lavados -liquidaciones~ de lo més diversos. Vayan a la web y encontrarén ya uno de los debates que precede, bien anticipada- mente, la salida del DSM V -si es que llega, en 2010 o 2011~: dar 0 no de baja a las parafilias... Es que de tanto rodar, este término también se ha ensuciado demasiado. Homosexualidad, gerontofilia y sentido comtin progresista Pero no se esperd, ni se esté esperando tranquilamente, a que ente- ramente el grupo de las ex-perversiones, las parafilias, sea retirado de un golpe del DSM. Desde que fue creado en los afios '70, el con- junto de las parafilias fue perdiendo integrantes de entre sus filas. Soguramente, ol retiro més rimbombante lo constituyé la separa- cién de la homosexualidad en 1973. En efecto, la homosexualidad llamada egosinténica desaparece de las paginas del manual en ese aiio, con la publicacién de su segunda edicién -DSM II-, y afios después, cuando el DSM Ill se revisa en 1987 -DSM Ul R-, la homosexualidad egodisténica también se excluye del grupo. En los CIE de la OMS se encuentra un movimiento similar. Ahora bien, que se adjudique a la influencia de los lobbies gays tal resul- tado, no impide en absoluto considerar este progreso fruto de un movimiento de una escala mayor, del que incluso tal influencia es también una secuela. Se trata més bien de lo que aquf vengo poniendo en la cuenta de los efectos producidos por la confluen- cia del discurso del capitalismo con el de los derechos del hombre. Una vez més: iy de la mujer!, iy de los nifios y nifias! -como des- licé antes-, jy de los ancianos y ancianas! ~agrego ahora. No fue preciso, efectivamente, hacer demasiado lobby para que se desprendiera como terminé ocurriendo- a la gerontofilia del conjunto de las ex-perversiones. jHubiera estado bueno ver eso de todos modos! ;Jévenes y abuelos, juntos, luchando por la causa! No, no fue necesario. Sin manifestacién alguna la geronto- filia fue retirada del grupo de las parafilias. Es que su condicién de miembro de esta tropa s6lo se justifica, sélo tiene sentido, en 4pocas en las que el goce sexual del anciano -o de la anciana~ no 50 ANCLA 26 esté contemplado... jo se lo difame! El joven “desviado” (“graofi- lia” en este caso -es decir, la atraccién que se siente por mujeres ancianas-) que eventualmente “abusa” de la mujer madura, la que hace tiempo se ha retirado de la accién... pero eso es historia. Ya no estamos allf, ;verdad? No se trata solamente de que la diferen- cia de edad en las parejas, permitida socialmente, vaya amplian- dose progresivamente. Es que hoy en dia, la gerontofilia, no sélo no es una perversién, sino que hablar de gerontofilia supone ya, incluso, una discriminacién contra las personas de edad... jque tienen tanto derecho a una vida sexual plena como los jévenes! iQue a tal viejito le faltan las fuerzas?: viagra para él. ;Que tal abuelita anda un poco... marchita?: para ella el suplemento hor- monal. Y para ambos un buen antidepresivo, por las dudas. No, ninguna jubilacién a este respecto. Una vez més, el derecho al goce que se tuerce poco sutilmente en deber de gozar. En fin, nada de gerontofilia en la actualidad. En su lugar... sexo intergeneracional. Los nifios se asoman aqui de nuevo, zno? Como dije antes, eso por el momento esté preservado -hasta cierto punto: la paido, sigue siendo una para... filia, por supuesto. Pero ya hay movidas de partidos politicos holandeses eso se lee en los diarios- por despenalizarla. Esperemos, llegara. Sefialo entonces que el famoso Manual Diagnéstico y Estadistico de los Trastornos Mentales recoge asf los efectos del capitalismo y de la promocién universal de los derechos del hombre sobre... el sentido comtin, siempre tan bien repartido. En esto si que hay jus- ticia social: el sentido comiin, hoy de franco tinte progresista y liberal, se expande democrética y uniformemente. Ese cimulo de significaciones més o menos cristalizadas y cretinizantes, empasta parejamente el tejido social, hasta donde eso llega. ¥ el DSM, con sus Categorias también democréticamente consensuadas, recibe el impacto de esa propagacién: de la decadencia de la medicalizacién © patologizacién del pecado, a la liquidacién, a la dilucién de la perversién como categorfa nosolégica en “modos de vida", “orien- taciones sexuales”, “decisiones personales”, “elecciones* {ntimas”. El psicoanalista queer: rechazo de la perversién, de la psicopatologia y de la clinica Y bien, la extensién del sentido comtin en los mass media, en las instituciones, en los intersticios sociales va de suyo. Que esa ola nos empape, por supuesto, jc6mo no habria de hacerlo? Pero que desde cierto psicoanélisis que, por lo demés, se reclama lacania- no, no sélo se bracée gustoso en ese obscéano -lo que en iiltima instancia no serfa més que una cuestién de gusto-, sino que se contribuya a su expansién, solidarizéndose con estos esfuerzos 5! ANCLA 27 progresistas de liquidacién y se considere, ademés, que con ello se resguarda o se recupera el filo subversivo de lo propuesto por Freud... alli se nada demasiado lejos. En efecto, asoma desde hace unos aflos —aunque remedando expresiones contestatarias de otras épocas— una versién del psi- coanalista, politicamente correcto, que cierra filas con 1@s univer- sitari@s de los gender studies y la queer theory, y anuncia que él 4. Es preciso indicar que estas “elecciones” tan fntimas, tan persone- les, sobre las que ningin tercero puede levantar ya juicio alguno, so pena de ser calificado de autoritario, estos “modos de vida” “decidi- dos” por sujetos auténomos, autodeterminados, autoconfigurados, dejan poco lugar para lo que se llama una eleccién en un sentido estricto, ninguno para la responsabilidad. Se ve bien en lo que sigue: ol mismo movimiento que vende loa ideales de 1a autoconfiguracién y Ja autodeterminacién, al momento de enfrentarse con la pregunta por Ja causa se embandera con el discurso del innatismo y de la etiologia genética en boga. Si el progreso sobre la concepcién de la perversién como pecado, liberé al autoconfigurado de cualquier sombra de culpa ~margen que se abre para el cinismo antes aludido- la apuesta por el genetismo lo exime de la responsabilidad por la posicién sexuada. 5. Cf. “Adversus sinistri", el trabajo de Marcelo Barros publicado en este mimero de Ancla también rechaza la categoria clinica de la perversion (cf ALLOUGH 2001, 12, 29), rémora de la moralina del pasado que habria que erradicar del campo analitico. iPero claro, ,cémo es que expulsado del DSM ese término y tan- tos de sus compaiteros como hemos visto antes-, se siguen colando todavia en la literatura psicoanalitica?! vocifera: atin cuando Freud y Lacan no hayan abjurado de su uso porque por supuesto toma nota: ni Freud ni Lacan se han deja- do tentar por aquella natacién progres, en nombre de lo més radical de sus ensefianzas deberia darse el paso anticipado dig- namente por I@s “gender & queer”, o bien ceder nuestras bande- ras y declararl@s tinic@s hereder@s del freudismo (cf, ALLOUCH 1998b, 171-172). Pero veamos, el “psicoanalista queer” llega todavia més allé: un psicoanélisis que se precie de tal, no lo serfa de un sujeto neuré- tico, psicético o perverso (cf. ALLOUCH 2003, 40) -iya es tiempo do anoticiamos de la “perturbacién en pernepsy” (cf. ALLOUCH 1988)!-, y menos todavia de uno hombre o mujer: jesa diada si que es una antigualla destinada al olvido... una vez que eduque- mos bien a nuestros nifios! No es sélo 1a perversién, es el uso de las categorias nosolégicas y los tipos clinicos -més atin, la psicopatologia misma” y el diag- néstico® lo que este “psicoandlisis poslacaniano” echa por la ANCLA 28 borda para descontaminar el barco analitico de sus residuos médico-psiquidtricos. ;Y que no se hable siquiera de “clinica psi- coanalitica”!: oxtmoron (cf. LE GAUFEY 2004a, 255), se objeta sin dilacién, ;Més respeto por la singularidad inefable de la expe- riencia, no hay clinica que no la traicione conceptualizando! Alf 6. Bs lo que llegan a ver -al punto de desorientarse-, ya en relacién con el “discurso clinico” y las “estructuras clinicas” que tanto cuestionan, algunos colegas argentinos en la invitacion a cierto seminario dictado hhace poco... jLacan estd detrés del asunto!: “Del lado de Lacan. jde qué modo el conjunto del discurso clinico, es decir, la presentacién de enfermos, la seccién clinica y la misma clinica analitica, vienen avala- dos por la autoridad del mismo Lacan, as{ como la difusién de esas “estructuras clinicas"? {Qué hacemos con Lacan? ,Qué vamos a hacer?” (cf. GOMEZ, GORDO, PIEGARI, WEINER 2004). 7. Hace unos afios, la revista Imago Agenda aloj6, en varios de sus riimeros, un debate en torno de la cuestiGn de la psicopatologia y tam- bién del diagnéstico. Es interesante la posicién que allf adopt6 Juan Bautista Ritvo (cf. RITVO 2003a, 2003b y 20030). 8. Es el sujeto del discurso capitalista ~auténomo, autoconfigurado, independiente el que no puede menos que rechazar el diagndstico, * préctica que le repugna toda voz que lo vuelve un ejemplar de una clase (cf. MILLER 1998, 251), 52 instala éntonces su mutis: si se trata de psicoanélisis, sélo seria ensefiable... la imposibilided de ensefiar. Hay tipos de sintoma Vale la pena responder. {Cuidado poslacaniano, que es la ética misma del psicoandlisis la que echas fuera del buque higienizan- do, purificando, de ese modo su cubierta con tus liquidos y liqui daciones! Esa ética -la del psicoandlisis~ no deja de apoyarse en un real que hoy quisiera sefialar con Lacan de esta manera: “hay tipos de sintomas, es decir, de nudos” (LACAN 1973c, 18). Por supuesto que puede subrayarse lo que no hay, y ese es por cierto un real: que no hay relacién sexual. Pero hacer la apologia de lo que no hay, regodearse en la falla del nudo, impide no pocas veces notar lo que lo suple: lo que hay, y ese es otro real, Hay. anudamientos sintomaticos particulares. Y “estos sintomas part culares tienen tipos, y el sintoma del obsesivo no es el sintoma de la histérica” (LACAN 1974-75, 18-2-75). Sin duda que el caso singular el caso tinico~ desafia la tipifica- cin y nosotros no nos las vemos en la experiencia analitica sino con excepciones. Pero esa es la ruta de ida. De vuelta no es menos destacable el camino que retorna sobre lo particular del tipo clini- _ 0. ;U olvidaremos que, nunca prédigo en ejemplos, cuando ANCLA 29 Lacan se metia con ellos, los Ilevaba al paradigma (cf. LACAN 1973b, 13]? Ida y vuelta. Es eso, o el psicoandlisis se rinde frente ala actualidad de un nominalismo relativista que reniega de la cli- nica y la transmisién, lo que lo conduce de Ileno al esoterismo. Nada més lejos del planteo de Lacan, que no dejé de apremiar al psicoanalista “para que declare sus razones” (LACAN 1977, 42) Que haya un real que resiste la formalizacién, que no puede ins- cribirse sino con un impase de la misma (cf. LACAN 1972-73, 112), no habilita en absoluto al psicoanalista a coser sus labios. Al contrario, es preciso més bien que el analista sea al menos dos (porque estd claro que en el tiempo del acto el psicoanalista no da razones... ;pero nadie es analista full time!): el del acto y al que a ese acto lo teoriza (cf. LACAN 1974-75, 10-12-74). Es decir, es decisivo que el psicoanalista devenga clinico®. Con ese paso, por lo demas, el psicoanélisis puede avanzar a par- tir de la clinica que hay... para rehacerla (cf. MILLER 1981, 171). Ya que es ineludible partir de este otro “hay” que sefiala Lacan: “, hay una clinica. Sélo que resulta que esa clinica es de antes del discurso analitico..." (LACAN 1973b, 13). Por supuesto, la refe- rencia es la psiquiatria clésica, no la liquidada psiquiatrfa de nues- 9. Cuestién que he desarrollado extensamente en otro lugar (cf SCHEJTMAN 2000). 53- tros dias, despojada de todo vestigio clinico. jAb!... tranquilice- mos de inmediato al psicoanalista progre, que no deja de resucitar periédicamente el gesto contestatario de una antipsiquiatria que hace décadas se fue, y sefialemos: lo nuestro no es psiquiatrfa... ipero tampoco antipsiquiatria! Retomemos més bien la propuesta de nuestro amigo Godoy en nuestra tiltima reunién y, producien- do una torsién semejante a aquella que Lacan le imprime a la lin- giifstica (cf. LACAN 1972-73, 24), sugiramos: jpsiquiatrerfa! El psicoanilisis, es otra cosa que el progresismo-queer-nominalis- ta, con el que lo quiere lustrar el poslacaniano, celebrando las nup- cias de Lacan con Foucault? —aunque llegado el momento del divorcio queda, claro, del lado del segundo-, para ponerlo “a la altura de la época”. Del suefio de la prescindencia del padre y del desengario de lo real valdria la pena despertarse del modo que con- viene... 0 atenerse al contragolpe de su retorno —violento a veces: segregacién, racismo, fanatismos de moda-. Por cierto, tampoco la nostalgia —lacrimosa o no- del padre de otros tiempos: podemos dejarla eventualmente en la cuenta de la neurosis, que atin en nues- tra época resiste la acometida del discurso del capitalismo. El psicoandlisis asi, distante tanto del cinismo contemporéneo como de la religién del sentido, encuentra un apoyo serio en lo real del s{ntoma: ese que escribe nombres singulares en nudos que pueden seriarse. Scripta manent. 54 ANCLA 30 La perversi6n y la psicopatologia 4Y qué de la perversién, finalmente? Por supuesto que se constata en la actualidad la liquidacién més generalizada de las practicas perversas lo he desplegado- tanto como el declive de la perver- sién monomorfa del fantasma -y con ello el florecimiento de los s{ntomas llamados contemporéneost2-, as{ como la expulsién de la perversién de las paginas de los modernos manuales de diag- néstico, su excomunién de las categorias nosolégicas. ~ Pero hay que sefialar que lo que llamamos psicopatologia no se restringe a la construccién de tales categorfas. Se pueden edificar simples 0 complejas clasificaciones nosolégicas sin haber entrado siquiera en el campo de lo psicopatolégico como tal ~es precisa- 10, ".. la posicién del psicoanslisis, digo, seré foucaultiana 0 ol psico- andlisis no seré més. Ademés, veremos que ese fue siempre el caso" (ALLOUGH 19988, 169), 11. Como se sabe, no se puede prescindir del padre sino a condicién de servirse de él (cf. LACAN 1975-76, 133)... lo que indica acabada- ‘mente que tal prescindencia jamés es absoluta. 12, Aquf he destacado la depresiOn, en otros lugares (como en “Capitalismo y anorexia: discursos y f6rmulas", publicado en este iimero de Ancla), la anorexia mente lo que hace el DSM-, Para hacer psicopatologia hay que dar ol paso, perfectamente situable en Freud ~y que Lacan continué-, que supone por ejemplo la introduccién de hipétesis sobre los mecanismos de formacién de sintomas, es decir, hay que poder avanzar de la clasificacién al interrogante por la causa —que, subrayemos de pasada, no se deja reducir a la pregunta por la etio- logfa-. En ese sentido, y ahora volviendo puntualmente sobre la perversién, seflalo que aquella triple liquidacién no basta en abso- luto, entonces, para poner en cuestién la subjetividad perversa, la perversin como estructura clinica, tal como es definida por Lacan entre los seminarios 10 y 16 de su ensefianza (cf. LACAN 1962-63 y 1968-69), es decir, cuando aborda al sujeto perverso como aquel que se aviene a hacerse objeto a, instrumento del goce del Otro, Definicién que debié esperar a la invencién de aquel objeto para surgi en esa enseflanza y que, entre otras, tiene la ventaja de plan- tearse, hasta cierto punto, independientemente de las practices ‘més 0 menos “perversas” que se manifiesten. Quiero decir, las per- versiones -destaco ahora el plural para estas précticas~ por més escandalosas, exéticas, riesgosas, obscenas, desviadas o lo que fuere que sean, no garantizan Ja perversin ~aqui subrayo el sin- gular— en el nivel de la estructura. Diversas précticas “perversas” en el plano descriptivo, son perfectamente compatibles, en efecto, I2 ANCLA 31 con estructuras neuréticas'3, psicéticas'4, 0... perversas. Y, a la inversa, la ausencia de précticas “perversas” ostensibles, o la pre- sencia de las perversiones liquidas ofertadas por el mercado, a las que antes hice referencia, no aseguran que no pueda constatarse, alli la posicisn de instrumento del goce del Otro, que da cuenta de Ja perversién en un sentido estructuralis. De modo que Ja perver- 13. Véase, por ejemplo, el caso de paidofilia neurdtica que examina Roberto Mazzuca en “El diagn6stico diferencial neurosis-perversién. Una paidofilia neurética”, en este niimero de Ancla. 14. Léase ol trabajo de Jean Claude Maleval, “Suplencia perversa en un Psicético” (que tradujimos y publicamos con su gentil autorizacién en este mimero de Ancla), donde revela la estructura psicética en un caso en el que se constata una préctica perversa extrema. No es poco comtin, por lo demés, que las practicas perversas més “duras" se “refu- gien” de la més generalizada liquidacién a la que asistimos, justamen- te, en la psicosis 15. Para el distingo de los diferentes niveles en que puede abordarse lo que se llama perversién, puede consultarse el excelente trabajo de Roberto Mazzuca: Perversion (de la Psychopathia sexualis a le subje- tividad perversa}: MAZZUCA 2003. También su articulo recién cita- do, publicado en este mimero de Ancla sidn resta, persevera —\pére-severa!—, mientras las perversiones se liquidan al ritmo que fija la 6poca. Por ultimo, en lugar de bogar por la despatologizacién de las per- versiones (ALLOUCH 2001, 31-33), su liquidacién tan politica- mente correcta en el amplio obscéano de los “estilos” de vida per- sonales, las “orientaciones” sexuales, las “elecciones” intimas con- temporéneas, como hace el “psicoandlisis” queer de hoy -solidari- zandose a la vez.con el DSM y el empuje al goce del discurso capi- talista-, zno se esté acaso més cerca del legado de Sigmund Freud y Jacques Lacan, haciéndose a la idea de que no hay eleccién sexuada —homo 0 hetero... bi, para, paido, geronto, feti, sado, maso, trav, trans, 0 la quo fuere— que descanse a la vera de lo pato- logico, es decir, que no esté afectada por el pathos que induce en el viviente el traumatismo del Jogos, ineliminable en el ser que hab!a? Correlativamente, despéjese al psicoandlisis de la psicopatologia y Jo veremos diluirse19 normalizado y estéril en los discursos que propalan el més necio sentido comiin, por més queer que se lo crea, [Clase para miembros de la Gétedra II de Psicopatologfa de la Facultad de Psicologia de la Universidad de Buenos Aires, 24 de mayo de 2005, Versién revisada y corregida por el autor] ANCLA 32) 16. Nétense, por ejemplo, los afectos de disolucién del psicoandlisis en ol mar de la filosoffa en los dltimos intentos de Jean Allouch con su “Spickanalyse” ~ALLOUCH, J. (2006) “Spichanalyse”, en Me cayo el veinte 13, México, Epeelo, 2006-.

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