You are on page 1of 9
EL ORDEN EN SOCIEDADES DE MASAS 185 lerazgo diferente y permanente sobre la alianza (0 ‘frente’)”. La politica munistas frente a Batista en Cuba avala esa proposicién, pero la seguida nen Argentina la refuta. srotada la insurreccién, Vargas obtuvo inmediatamente una ampliacion poderes especiales, Dispuesto el estado de sitio, la represién policial fue , desarticulando todas las formaciones de izquierda y encarcelando a 000 politicos, civiles y militares. Durante 1936 continué la represin y mento de los poderes de emergencia: el estado de sitio fue prorrogado ‘veces, cada una por 90 dias; un senador y cuatro diputados federales fue- sados y el Congreso consintié su enjuiciamiento; un nuevo Tribunal de i Nacional otorgé a Vargas mas poder represivo. ido de Compromiso Social, el populismo is formas de intervencién social del Estado isco Weffort, en alusién al populismo brasilefo, utilizé el concepto dle Compromiso Social para referirse a una de las formas histéricas que el Estado en América Latina tras la crisis de 1930. Ella se distingue de forma de Estado, de matriz eurocéntrica (y no verificable en la region), la 4. Welfare State o Estado de Bienestar Social. También, se diferen- Jas experiencias derivadas del New Deal en Estados Unidos y los frentes § avalados por la Internacional Comunista. iendo a Weffort, puede decitse que el Estado de Compromiso Social en unos arreglos politicos inestables con incorporacién de los sectores ¥y movilizacién de las masas (crabajadores) desde arriba, quienes dispusie- intos grados y cuotas de poder, segtin los casos. Puesto que el conflicto no radicaba en el antagonismo de clases propio del capitalismo (bur- 1s, proletariado), este adquirié un caracter difuso: oligarqufa os. pueblo. pauta general, ninguna clase o fraccién de ella fue capaz de ejercer la wwla y llevar adelante un proyecto nacional con éxito duradero. Como lo, la dominacién se articulé con base en el compromiso. Los Estados de wniso en su forma més acabada fueron Estados Populistas (Graciarena, Pero no debe asumirse que el populismo es una forma generalizable a ‘opidn. En efecto, la experiencia del batllismo en Uruguay, la del yrigo- en Argentina, las de Alessandri y luego Aguirre Cerda en Chile, la del holiviano, la del aprismo peruano o la de Velasco Ibarra en Ecuador por lo «los casos més citados— aluden a una ampliacién de las bases sociales lo y a una politica de inclusién sobre la base de una identidad mas o ambigua, pero no constituyen, ninguna de ellas, experiencias pasibles de leradas populistas ¢ incluso, algunas, ni siquiera de incorporacién de trabajadoras. po MWHANSALDIN ¥, GIORDANO! EL ORDEN EN SOCIEDADES DE MASAS |87 El Estado de Compromiso Social hace referencia a una forma de Esta con régimen democratico que histéricamente sucedié a las crisis de la oligarqui (aunque en algunos casos no llegé a reemplazarla en sus trazos fundamentales ¥ puso en marcha cierta practica politica de ampliacién de las bases sociales, d intervencién social del Estado y de interpelacién popular. Hay dos paises, que no tuvieron Estado oligarquico (en los términos e que lo hemos conceptualizado en el capitulo 4), que presencan singularidade significativas: Uruguay, donde el reformismo batllista fue la forma en la que § consolidé ef Estado moderno como forma particular de resolucién de las lucha inherentes a la modernizacién; y Costa Rica, que tempranamente logré la articy lacién con el mercado mundial a través de la expansién de la economia del ca la centralizacién del Estado sobre bases més 6 menos sélidas (en buena medi colaboré con esta centralizacién la ausencia de estructuras coloniales fuertes su territorio) y mds proclive a la implementacién de reformas sociales. Urug fue, desde la primera década del siglo XX, un Estado Protector; Costa Rica, de los afios cuarenta, mas bien, un Estado de Compromiso Social. En América Latina, puede decirse, hubo Estados de Compromiso Soet Estados Protectores (para utilizar la expresién acu‘iada por el argentino Lucian Andrenacci), Estados Populistas y Estados intervencionistas. La distincién introduce en un nuevo rodeo de especulacién tedrica: gcual es la especificid del Estado populista? [dia la ver sociolégica e histérica del populismo latinoamericano, una linea BBlésica y epistemoldgica que, con matices, es la seguida por varios autores diferencias en cuanto a la extensién del concepto, pero con énfasis en su ter sociohistérico: entre los clésicos, Weffort (1968a, 1968b, 1980), Cardo- Taletto (1990), y més recientemente, Vilas (1995b), Mackinnon y Petrone 8) y Ansaldi (20076). Uomo es evidente, nuestra posicién discrepa radicalmente de Ja de Laclau lidores, que consideran el populismo “simplemente un modo de construir litico” (Laclau, 2005: 91), una visién que Guillermo Almeyra (2009: 283) diciendo que esta situada “fuera de la historia y de los conflictos sociales, cinde del estudio de las particularidades del desarrollo de cada formacién fmico-social y de cada cultura”. I) América Latina, el populismo acompaiié el surgimiento polftico de las en las condiciones creadas por la crisis de la dominacién oligarquica y de de la idea, mas que de Ia paupérrima practica, de la democracia liberal, ‘coyuntura de ensayos de desarrollo auténomo relativo y de urbanizacién wtvializacion en paises agrarios y dependientes. Como escribié Octavio (1989: 9), el populismo se correspondid, en América Latina, con “una ‘specifica en la evolucién de las contradicciones entre la sociedad nacional conom@ dependiente”. a efecto, en América Latina, el populismo fue una experiencia histdrica sig- (iva a partir de la década de 1930, tras la crisis de la dominacién oligdrquica jheralismo —un liberalismo que ya venfa siendo cuestionado desde Europa » Ora digresién tedrico-conceptuat: el populismo fascismo y por el comunismo-. Se apoyé en una alianza entre el Estado, esfa industrial nacional (o local) y el proletariado urbano industrial, G abarcar, como en el caso mexicano, a los campesinos.'! El Estado fue de esa alianza y en este sentido devino un Estado fuerte. Weffort (1980: ha definido el “sistema populista” como una “estructura institucional de ‘oritario y semicorporativo, orientacién politica de tendencia nacionalista, Populismo es uno de esos conceptos que ha sido objeto de una recurrent inflaci nn semantica. Entre quienes reivindican un uso amplio, descuclla Ernes Laclau (2005), quien considera el populismo como la “esencia’ de lo politico, la misma linea, visiones como las de Benjamin Arditi (2004a) y Francisco Pania (2005) optan por definirlo en rérminos de “rasgo” 0 “dimensién” de la politi moderna, Otros, como Alan Knight (2005, capitulo 6), prefieren asociarlo. términos como “estilo” politico. Estas definiciones de algiin modo se inspi en experiencias histéricas recientes, como las de los gobiernos “neoliberales? los afios noventa o la Revolucién Bolivariana en Venezuela, para nombrar més sobresalientes en América Latina. En términos més estrictos, estructurales histéricamente acotados, se cuentan definiciones como la de Francisco Weffi (1980). | y antioligdrquica, orientacién econémica de tendencia nacionalista e ilista, composicién social policlasista, pero con apoyo mayoritario de populares”. La alianza policlasista en el Estado es un factor explicativo © el que priorizamos en nuestra definicién del fenémeno lo cual nos Pare Nora Hamilton [1983] el cardenismo no encaja exactamente en la linic¢lon clasica de populismo. El argumento principal es que la revolucién i i i j eg a hbie! moviizado a las moses (fundamentalmente, las campesinas) y los sec- Sabiendo que el populismo ha sido tun objeto teérico e histérico- ilo lo es por ejemplo, invocando a la participacién como suplemento fascismo fue de una brutalidad que no se encuentra, ni siquicra en los casos extremos (que los hubo) del populismo, para citar solo algunos aspectos. Aunque el de Arditi no es estrictamente un enfoque socioldgico-historieo su interpretacién de algtin modo abona la perspectiva sociohistérica que aqi asumimos, pues para decidir si el populismo “como periferia interna de la dem cracia” resulta ser un modo de representacién que acompafia a la democraeit necesario tomar en cuenta las condiciones histéricas.!* Asi, entendemos que populismo es un fenémeno propio (0 “interno”) de la democracia politica, 12, Al respecto, Arciti (2004a: 77-78) afirma: “determinar cuando el modo d representacion y el lado inquietante cruzan la linea y se convierten en uf 4 . ‘ “i reverso de la democracia es una cuestién de juicio politico y no puede se Desde nuesira perspectiva, reiterémoslo, el populismo es siempre expresién establecido por mandato conceptual”. . Una forma cle la demoeracia, 96| W. ANSALDI Y V. GIORDANO EL ORDEN EN SOCIEDADES DE MASAS \97 de los procesos institucionales~ pone a prueba la obviedad de aquello que es vist como la normalidad del orden democratico”. Y continiia: “se posiciona [...] un drea gris dénde no siempre es fécil distinguir la movilizacién populista d gobierno de la turba” (Arditi, 2004a: 74). Segiin el mismo autor, esta modalid del populismo es potencialmente renovadora: “sea como una reaccién contra politica convencional o como una respuesta ante los fracasos de la democra elicista, esta modalidad de la intervencién populista tiene el potencial de reno ya la ver perturbar los procesos politicos, sin que ello siempre o necesariam implique rebasar el formato institucional de la democracia. Su accidn se di pliega en los bordes mas dsperos del orden democratico liberal. En todo ca tepresentacién mediada por el lider, una cooptacién vertical de las masas nipulacién instrumental componen, en buena medida, la dimensién aria que algunos como Weffort— atribuyen al populismo. Aqui, reitera- preferimos destacar que la amenaza de identificacién extrema del lider con , del Gobierno con el Estado, etc. —que es la tercera posibilidad interpre- del populismo que brinda Arditi— es exactamente eso: una amenaza, no ho consumado. / identificacién del populismo con el autoritarismo, y mas precisamente wtificacién del denominado “neopopulismo” con formas autoritarias de vio del poder, ha tenido gran impacto académico y meditico en los ulti- {i08, sobre todo en relacién con la experiencia de gobiernos como el de 9 Fujimori en Perti, impacto replicado més recientemente en relacién con lerno de Hugo Chavez en Venezuela. efecto, algunas practicas politicas de fin del siglo XX —de diverso signo— Ado caracterizadas como populistas o bien neopopulistas. En contraste con el imo, tal como ha sido definido hasta aqui, la -a nuestro juicio— poco feliz jién neopopulismo designa una experiencia resultante de las reformas neoli- y de la crisis de la deuda externa de las décadas de 1980 y 1990 (Rober | Asi, los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) en México, Mengin (1989-1999) en Argentina, Fernando Collor de Mello (1990-1992) il, \ Fujimori (1990-2000) en Perd, entre los mas sobresalientes, caracterizados como neopopulistas. Y como se dijo arriba, més reciente- también el gobierno de Hugo Chavez en Venezuela ha sido caracte! izado Ha expresién del populismo. Por ejemplo, De la ‘Torre (2008) lo incluye de los populismos nacionalistas y radicales. Pero esta claro que en todos estos trata, por lo menos, de un uso amplio, estirado y abusivo del Sonceptorer foira Mackinnon y Mario Petrone (1998) caracterizan una “unidad anali- {nima” de la cual parten para distinguir los rasgos singulares de cada una experiencias populistas y de estas respecto de las llamadas neopopulistas. iutores consideran dos elementos: la base social y la diada incorporacién/ sidn.!4 Con el afadido de la variable temporal, igual que Mackinnon y sostenemos una visidn critica del concepto neopopulismo. Gobiernos resulta evidente que con ello el espectro comienza a distanciarse de la modali anterior, donde era una suerte de companero de ruta de la representacién Li ral democrética en su forma medidtica. Més bien aparece como una presen inquictante y comienza a generar cierta incomodidad en La clase politic say la intelectualidad” (Arditi, 2004a: 97). Precisamente, el populismo (sobre todo considerado en su dimensién movimiento) fue identificado por los militares argentinos y brasilefios respon bles de la instauracién de las dictaduras de las Fuerzas Armadas de las décadasd 1960 y 1970 como uno de los “vi los supuestos vicios constituidos por “la izquierda revolucionaria y los movimien tos guerrilleros” (Ansaldi, 2004b y 2007b). Es evidente que, desde esta perspectiva, el concepto populismo tiene una re cién compleja no solo, como se ha visto, con el concepto democracia sino tam bién con el concepto revolucién —esto tiltimo, més atin en el caso de Méxicoms Tal como sostiene Weffort (1984), la revolucién no se distingue por la vio Jencia que el proceso involucra sino por el predominio de los mecanismos def democra caben dudas, el populismo esté lejos de constituir una forma revolucionaria. contratio, él se caracteriza por la representacién politica mediada y mediatiza Y si por revolucién se alude a movimientos orientados a producir cambios rad cales desde abajo, la descalificacién es atin m: clara, Para ponerlo en términe histéricamente polares: no se trata de una revolucién sino de un reformis: Son, quia mejor, casos 0 tipos de revoluctones pasivas dependientes 0 de moden zaciones conservadoras dependientes. Mackinnon y Petrone definen tres rasgos que componen esa “unidad ahalitica minima”: a) una situacién de crisis y de cambio como condicién ‘de emergencia; b) Ia experiencia de participacién como sustento de la jovilizacién popular, y ¢) el carécter ambiguo de las experiencias popu- Islas, Por su parte, Petrone (2003: 271), utiliza la definicion de populismo GoMo “articulacién de rasgos" para el estudio del caso mexicano. Alli, se Jopone pensar el fendmeno populista “de manera afirmativa", esto es, huscando poner en relieve lo que el populismo es y no aquello de lo cual tile carece (fundamentalmente, en relacién con las democracias de Manes "tipleas"), en un programa contestatario (y en el mejor de los casos, una realidad), los populismos, la apelacién a Ja democracia la convierte en un principio d legitimidad eficaz, No hay un quiebre de las reglas del juego democratico, ma bien se da una democratizacién del consumo y de la participacién (en gra medida informal) en el Gobierno, en beneficio de sectores antes excluidos q) se incorporan al extenso y difuso colectivo “pueblo” a través de movimiento heterénomos. ani 98 | W. ANSALDI Y ¥. GIORDANO EL ORDEN EN SOCIEDADES DE MASAS. 199 flores urbanos y rurales fue un proceso (revolucionario o reformista) iniciado Ja oligarquia. 10s populismos no rompieron con la logica burguesa de escisién entre socie- y Estado y de su recomposicién ilusoria mediante la asociacién entre Nacién tado. Como se sabe, la hegemonia burguesa se expresa bajo la forma de hacer ivalentes los principios nacional y estatal, siendo este el que ordena los valores Ais relaciones) que definen la identidad de una comunidad. En este sentido, ‘clases obreras de América Latina no pudieron “elevarse a la condicién de clase dlonal” (para usar la expresién de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista), it; recomponer y unificar a todas las clases populares. Apelando a categorias mscianas puede decirse que, en sentido estricto, en los populismos, el prole- do no transité desde lo clasista-corporativo hacia lo polftico-estatal, es decir, como los de Menem 0 Collor de Mello ni siquiera practicaron formas populistas de hacer politica. La dimensién tem poral es clave para distinguir histérica y analfticamenti los casos tipicos de regimenes populistas los de Argentina, Brasil y Méxt co- de estos fendmenos nuevos. En efecto, ya se ha dicho, el populismo es fendmeno surgido en el entramado de una triple crisis: la del capitalismo e el centro del sistema mundial, la del modelo agroexportador y la de la oliga quia como forma de Estado. Asimismo, la alianza de clases, el modelo IST la politica de masas fueron tres de sus rasgos constitutivos, ninguno de ellos esta presente en las versiones denominadas neopopulistas de los tiltimos aitok en las que, contrariamente, la desindustrializacién y la despolitizacién fueron signos caracteristicos. Bn consecuencia, retomando los ejes sefialados por Mackinnon y Petrong Jos supuestos populismos de nuevo tipo apelaron a una integracién fragmenta de programas econémicos, por ejemplo, que erosionaron la ciudadania yenerd un sentido colectivo de la accién 0, si se prefiere, una voluntad nacio- popular. Ast, la lucha de los trabajadores fue corporativa, no hegeménica.!> Jos populismos parecen haber potenciado, en el campo de las fuerzas politi- | segundo momento de las relaciones de fuerza, esto es —superando el eco- nico-corporativo— aquel en el cual los miembros de un mismo grupo social propulsé formulas de Estado minimo inspiradas en aquello que trascendié come onscientes de la solidaridad de intereses entre todos ellos, pero atin dentro Consenso de Washington. Ademés, la clase obrera fue la principal perjudicad campo meramente econémico. No avanzarian, en cambio, hacia el tercer por esas politicas, que negaron, cuando no arrasaron, con buena parte de las jiento, el, més estrictamente politico, aquel en el que se alcanza “la concien- conquistas en materia de ciudadan‘a social. La pobreza fue el signo caracteristico que 108 propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, de los mal llamados neopopulismos, en rigor, regimenes socialmente excluyent los limites de la corporacion de grupo puramente econdmico y pueden y fragmentarios. En cambio, y en remarcable contraste con estos, los populis “Clasicos” (Drake, 1982) 0 “efectivos” y “exitosos” (Knight, 2005), en definiti y la institucionalizacién y organizacién de la sociedad civil. El llamado neopo: pulismo estuvo lejos de promover politicas distribucionistas y, por el contrario jen convertirse en los intereses de otros grupos subordinados”.!° n los populismos, fue el Estado el que absorbié la crisis de la burguesia Wjanizar a la sociedad civil y al consenso bajo la forma de una revolucién | La burguesta nacional supo despojar a sus antagonistas histéricos de las fleras de la justicia social y encolumnatlos tras objetivos de conciliacién de , tealizando cambios ex las estructuras y descartando la posibilidad de rea- imbios de las estructuras. En este sentido, se traté de una exitosa operacién \sformismo organico. Mo obstante, si se piensa correctamente la cuestién de la traducibilidad de las través de la incorporaci6n social de las masas, a través de una proliferacién derechos sociales, y en la incorporacién politica, a través de la participaci fendémeno populista es la lucha de clases, que el populismo conculca bajo la id orlas, es decir, renunciando a cualquier mecanicismo, no puede menos que ilrse con la apreciacién de Juan Carlos Portantiero (1981: 232) acerca de la tidad del proceso latinoamericano vis-a-vis el europeo. En nuestra regién, so de constitucién politica de la clase obrera —o sea, como sujeto colec- fuerza de “compromiso”. Si se presta atencién a la dimensién de clase, el abanico de posibilidad histéricas que se abre con la crisis de 1930 abarca una variedad de trayectoria dificilmente resumibles en un patron tinico. Dos autores, con objetivos y obje La lucha corporative organiza la lucha politica de clases en torne al prin- eiplo nacional-estatal, mientras la lucha hegeménica lo hace alrededor del Principio nacional-popular. 4, Apelamos aqui al muy conocido fragmento “Andlisis de las situaciones. _ Relaciones de fuerza" (Gramsci, 1975: Ill, 1578-1589, particularmente pp. 1681-1582).

You might also like