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Capitulo V RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIBERTAD 1.—Condiciones de la responsabilidad moral Hemos sefialado enteriormente (cap. IL) que uno de los fn- dices fundamentales del progreso moral es Ja elevacién de la responsabilidad de los individuos o grupos sociales en su com- portamiento moral. Ahora bien, si el enriquecimiento de la vida moral entrafia la elevacin de la responsabilidad personal, el problema de determinar las condiciones de dicha responsabili- dad adquiere una importancia primordial, En efecto, actos pro- piamente morales s6lo son aquellos en los que podemos atribuir al agente una responsabilidad no sélo por lo que se propuso rea~ izar, sino también por los resultados o consecuencies de su zccién. Pero el problema de la responsabilidad moral se halla estrechamente ligado, a su vez, al de la necesidad y libertad hu- manas, pues sdlo si se admite que el agente tiene cierta liberiad de opeién y decisién eabe hacerle responsable de sus actos. No baste, por ello, juzgar determinado acto conforme a una norma o regia de aceién, sino que es preciso examinar las condi- ciones coneretas en que aquél se produce a fin de determinar si se da el margen de libertad de opeién y decisién necesario para poder imputarle una responsabilidad moral. Asi, por ejem- plo, se podré convenir fécilmente en que robar es un acto repro- bable desde el punto de vista moral y que lo es atin més si la victima es un amigo. Si Juan roba un cubierto en la casa de su amigo Pedro, la reprobacién moral de este’ acto no ofrece, al pa- recer, duda alguna. Y, sin embargo, tal vez sea un tanto precipi tada si no se toman en cuenta las condiciones peculiares en que se produce el acto por el que se condena moraimente a Juan. En una apreciecién inmediata, su condena se justifiea ya que robar a un amigo no tiene exeusa, y al no ser excusable la accién de Juan no se le puede eximir de responsabilidad. Pero suponge- mos que Juan no sélo se halla unido por una estrecha amistad 93, 94 RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIBERTAD a Pedro, sino que su situacién econémica no permite abrigar la sospecha de que tenga necesidad de cometer semejante accién, ‘Nada de esto podria explicar el robo. Sin embargo, todo se acla- ra cuando sabemnos que Juan es eleptémano. ;Seguirfamos enton- ces haciéndole responsable y, como tal, reprobando su accién? Es evidente que no; en esas condiciones ya no seria justo imputarle una responsabilidad y, por el contrario, habria que eximirle de clla al ver en él a un enfermo que realiza un acto—normalmente indebido— por no heber podido ejercer un control sobre sf. El ejemplo anterior nos permite plantear esta cuestién: zeus Jes son las condiciones necesarias y suficientes pare poder impu- tar a un sujeto una responsabilidad moral por determinado acto? © también, en otros términos: jen qué condiciones puede ser alabeda o censtrada una persona por su corducta? {Cudndo pue- de afirmarse que un individuo es responsable de sus actos 0 se le puede eximir total o parcialmente de su responsabilidad? ‘Desde Aristételes contamos ya con una vieja respuesta a es- tas cuestiones; en ella se sefialan dos condiciones fundamentales: no ignore las circunstancias ni las conse- ; 0 sea, que su conducta tenga un cardcter b) Que Ja causa de sus actos esté en a mismo (0 causa in terior), y no en otro agente (o causa exterior) que le obligue a actuar en cierta forma, pasando por encima de su volunted; 0 sea, que su conducta sea libre, : Sf pues, sélo el conocimiento, por wn lado, ¥ 1a libertad, por otro, permiten hablar legitimamente de responsabilidad. Por el contrario, la ignorancia, de una parte, y la falta de libertad de otra (entendida aqui como coaccién) permite eximir al sujeto de la responsabilidad moral. * Veamnos mas detenidamente estas dos condiciones fundamen tales. .—La ignorancia y la responsabilidad moral sélo podemos hacer responsable de sus actos al sujeto que tee, decide y acta conscientemente, es evidente que debemos eximir de responsabilidad moral al que no tiene conciencia de Jo que hace, es decir, a quien ignora las cireunstancias, natura- Teza o consecuiencias de su accién. La ignorancia en este amplio LA IGNORANCIA ¥ LA RESPONSABILIDAD MORAL 95 sentido se presenta, pues, como una condicién eximente de la responsabilidad moral. i Asi, por ejemplo, al que da al neurético ¥ un objeto que des- plerta en él una reaccidn especifica de ira no se le puede hacer responsable de su accién si alega fundadamente que ignoraba que estuviera ante un enfermo de esa naturaleza, o que el objeto en cuestién pudiera provocar en él una reaccién tan desagrada- ble. Ciertamente, al ignorar X las circunstancias:en que se pro- duefa su accién, no podia prever las consecuencias negativas de ella. Pero no basta afirmar que ignoraba esas cizcunstancias pa- ra eximirle de una responsabilidad. Es preciso agregar que no sélo no las conocfa, sino que no podia ni estaba obligado 2 cono- cerlas, Sélo asi su ignorancia le excusa de la responsabilidad correspondiente. En cambio, los familiares del neurético Y que le permitieron ir a casa de X y que, una vez en ella, no le advir- tieron de la susceptibilidad de Y ante el objeto en cuestién, si pueden ser considerados moralmente responsables de lo sucedido, ya que conocfan la personalidad de Y y las eonsecuencias posibles para él del acto realizado por X. Vemos, pues, que en un caso, la ignorancia exime de la responsebilidad moral y, en otro, justifica plenamente ésta. Sin embargo, debe preguntarse acto seguido: jJa ignorancia es siempre una condicién suficiente para eximir de la respon- sabilidad moral? Antes de responder a esta cuestién, pongamos un nuevo ejemplo: el conductor que estaba efectuando un largo viaje y chocd con otro que estaba averiado en un recodo de le carretera, provocando graves datios materiales y personales, pue- de alegar que no vio al automévil alli estacionado (es decir, que ignoraba su presencia) a causa de que la luz de Jos faros de su coche era muy débil. Pero esta excusa no es moralmente ecepta- table, ya que pudo y debié ver al coche averiado si hubiera revi- sado sus luces como esté obligado a hacerlo moral y legalmente quien se dispone a hacer un largo viaje de noche por carretera. Ciertamente, en este caso el conductor ignoraba, pero pudo y debié no ignorar. Asi, pues, la tesis de que la ignorancia exime de’ responsabi- idad moral tiene que ser precisada, pues hay circunstancias en que el agente ignora lo que pudo haber conceidio, o lo que estaba obligado a conocer. En pocas palabras, la ignorencia no puede eximirle de su responsabilidad, ya que é1 mismo es responsable de no saber Jo que debia saber. ~ Pero, como hemos sefialado antes, la ignorancia de las cifcuns- srs sess i 4 } 98 RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIBERTAD tancias en que se actiia, del cardcter moral de la accién —de su bondad o maldad—, o de sus consecuencias no puede dejar de ser tomada en cuents, particularmente cuando es debida al nivel en que Se encuentra él sujeto en su desarrollo moral personal, 0 al estado en que se halla la sociedad en su desenvolvimiento his- ‘rico, social y moral, Ast, por ejemplo, el nifio —en cierta fase de su desarrollo— mientras no ha acumulado la experiencia social necesaria, y linicamente posee una conciencia moral embrionaria, no sélo ig- nora las consecuencias de sus actos, sino que desconoce también Ja natuteleza buena o mala de ellos, con la particularidad de que no podemos hacerle responsable —en un caso y otro— de su ignorancia, Por la imposibilidad subjetiva de superarla, queda exento de una responsabilidad moral. Algo semejante puede decirse de los adultos por lo que toca a su comportamiento in- dividual, considerado éste desde el punto de vista de la necesidad histérico-social, Ya hemos subrayado antes que la estructura econémico-social de la sociedad abre y cierra determinadas posi- | | bilidades al desarrollo moral, y, consecuentemente, al comporta- miento moral del individuo en cada caso conereto, En la antigua sociedad griega, por ejemplo, Jas relaciones propiamente mora- les s6lo podian encontrarse entre los hombres libres, y, por el contrarlo, no podian darse entre los hombres libres y los escla- ‘Yos, ya que éstos no eran reconocidos como personas por los pri- meros. El individuo —el ciudadano de la polis— no podfa ir en su comportamiento moral més alla del marco histérico-social en que estaba situado, o del sistema del cual era una criatura; por | ello, no podia tratar moralmente a un esclavo, Ignoraba —y no podia dejar de ignorar— como lo ignoraba la mente més sabia | de su tiempo: Aristételes, que el esclavo era también un ser humano, y no un simple instrumento. Dado el nivel de desarrollo social y espiritual de la sociedad en que vivian, no podemos ha- cer responsables individualmente de su ignorancia a aquellos | hombres, Por consiguiente, no podemos considerarlos tampoco responsables moralmente del trato que daban a los eselaves. ;C6- mo podrfamos hacerles responsables de lo que ignoraban y —da- das las condiciones econémicas, sociales y espirituales de la so- ciedad griega esclavista—, no podian dejar de ignorar? En suma: la ignorancia de las circunstancias, naturaleza 0 consecuencias de los actos humanos, permite eximir al individuo de su responsabilidad personel, pero esa exencién sélo estaré | justificada, a su vez, cuando el individuo en cuestién no sea res” COACCION EXTERIOR ¥ RESPONSABILIDAD MORAL 7 ponsable de su propia ignorancia; es decir, cuando se encuentre en Ja imposibilidad subjetiva (por razones personales) u objetiva (por razones ‘histérieas y sociales) de ser consciente de su pro- pio acto. 3.—Coaecién exterior y responsabilidad moral La segunda-condicién fundamental péra-que pueda hacerse responsable a una persona de un acto suyo es que la causa de ite se halle en él mismo, y no provenga del exierior, es decir, de algo o alguien que le obligue —contra su voluntad— a reali- zar dicho acto. Dicho en otros términos: se requiere que la per- sona en cuestién no se halle sometida a una coaccién exterior. Cuando el agente moral se encuentra bajo el imperio de una coaccién exterior, pierde el control sobre sus actos y se le cierra @l camino de la eleccidn y la decisiin propias, realizando asi un acto no escogide ni decidido por él. En cuanto que la causa del acto esta fuera del agente, escapa a su poder y control, se le cierra la posibilidad de decidir y actuar de otra manera, no se le puede hacer. responsable de la forma en que ha actuado. ‘Veamos un ejemplo. Un automovilista que.marcha por la clu- dad a la velocidad permitida y que maneja expertamente, se en- cuentza de pronto ante un peatén que cruza imprudentemente la calle, Para no atropellarlo, se ve obligado a hacer un brusco vi- raje a conseouencia del cual arrolla a una persona que estaba en Ia esquina, esperando tomar el tranvfa. ;Es responsable moral- mente el conductor? Este alega que no pudo préver el movimiento del peatén, y que no tuyo otra alternativa que hacer lo que hizo Bara no matarlo, aunque su accién tuvo una consecuencia tam- bign inesperada e imprevisible: arrollar a otro transeiinte, No hizo lo-que hubiera querido hacer, sino lo que le dictaron ¢ im- pusieron circunstancias externas. Todo lo que sucedié eseaps a su control; no escogié ni decidié libremente, La causa de su acto estaba fuera de él; por eso arguye con razin que no se considera responsable de Jo sucedido, La cosccién exterior exime agui de Ia responsabilidad moral. Lo cual quiere decir asimismo que la ausencia de una coaccién exterior de ese género es indispensable ara que pueda atribuirse al agente una responsabilidad moral, Pero, como ya sefialaba Aristételes, Ia coaccién exterior pue- de proveniz no de algo —circunstancias extrafias— que obliga a.actuar en cierta forma contra la voluntad del agente, sino de alguien que consciente y voluntariamente le obliga a realizar un 98 _RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIBERTAD acto que no quiere realizar, es decir, que el-agente no ha esco gido ni decidido. - a Veamos este ejemplo. Si alguien, pistola on mano, obliga a Pedro a escribir unas Imeas en que se difama a otra persona, apodria considerdrsele moralmente responsable de lo que ha ex. erito? O veamos este otro ejemplo, Si X debe acudir en ayuda de su amigo Y, que se halla en una situacién muy apurada, y Z, un enemigo suyo, se lo impide, cerrdndole el paso al hacer uso de una fuerza superior a la suya, no quedaré X exento de toda. responsabilidad moral por graves que sean las consecuencias de no haber ayudado a Y? Hn este caso, la eoaceién exterior, fisica, ejercida por Z no le dejé opeidn; es decir, no le permitié actuar en Ja forma que hubiera querido. Pero Ia causa de no haberle | ayudado no estaba en X, sino fuera de él. 4 En casos semejantes, la coaccién es tan intensa que no queda margen —o si queda, es estrech{simo— para decidir-y actuar conforme d la voluntad propia. La coaccién es tan fuerte que, en algunos casos como el del primer ejemplo, la resistencia a la coaecién del agente exterior entraiia riesgos gravisimos incluso para la propia vida. La experiencia histérica nos dice que inclu- so en situaciones semejantes ha habido hombres que han asumido su responsabilidad moral. Pero los métodos refinados de coaceién’ son tan poderosos:que el agente puede verse obligado a hacer lo que normalmente no hubiera deseado. El sujeto queda entonces excusado moralmente, pues la resistencia fisica y espiritual tiene un limite, pasado el cual el sujeto pierde el dominio y el control sobre si mismo, ‘Vemos, pues, que la coaccién exterior puede anular la volun- tad del agente moral y eximirle de su responsabilidad personal, pero esto no puede ser tomado en un sentido absoluto, ya que hay casos en que, pese a sus formas extremas, le queda un mar- gen de opci6n y, par tanto, de responsabilidad moral. Por consi | gulente, cuando Aristételes sefiala la ausencia de coaccién exte- rior como gondicién necesaria de la responsabilidad moral, ello no significa que el agente no pueda resistir, en ningiin caso, a dicha cosecién, y que siempre que se encuentre bajo ella no sea sesponsable moralmente de lo que hace, Si dicha condicién se postulara én términos tan absolutos, se Hegaria, en muchos ca- 505, a redueir enormemente el drea de la responsabilidad moral. ¥ esa reduccién serfa menos legitima tratandose de actos cuyas eonsecuencias afectan profundemente a amplios sectores de la Poblacién, ¢ a la sociedad entera. COACCION INTERNA Y RESPONSABILIDAD MORAL Recuérdese, a este respecto, lo que sucedié en el famoso pro- ceso de Nuremberg contra los altos jefes del nazismo alemén: ninguno de ellos acepté su responsabilidad legal (y, menos atin, moral) por los monstruosos crfmenes ecometidos por los nazis. Todos ellos alegaban o bien ignorancia de los hechos, o bien Ia necesidad de cumplir érdenes superiores, Y si asi se comporta~ ban los mds altos dirigentes del nazismo, con mayor razén en es- calas jerérquicas inferiores alegaban lo mismo (la imposibilidad dé resistir 2 una coaccién exterior) Jos generales y oficiales que ordenaban saquear, fusilar 0 incendiar, los jefes implacables de os campos de concentracién que sometian a los prisioneros al trato més inhumano, o los médieos que realizaben terribles ex- perimentos con seres humanos vives (trasplante de tejidos y ‘Srganos en ellos, esterilizacién a la fuerza, vacunacién de enfer- medades infecciosas, etc,). Es evidente que la ignorancia, en unos casos, o la coaccién, en otros —de acuerdo con lo que hemos afir- mado enteriormente—, no podfan shsolver a los nazis de su res. ponsabilidad penal y, menos atin, de la moral. Sin embargo, Is coaceién exterior, en Jas dos formas que aca- bamos de examinar, puede eximir al agente, en determinadas situaciones, de la responsabilidad moral de actos que, si bien se Presentan como suyos, no lo son en realidad, ya que tienen su causa fuera de él, 4—Coaccién interna y responsabilidad moral Si el agente no es responsable de los actos qué tienen su caus ssa fuera de él, jlo seré, en cambio, de todos aquellos que tienen su causa o fuente en él mismo? ;No pueden darse actos cuya eausa habite en el interior del sujeto, y de los cuales no sea responsable moralmente? Antes de responder a estas cuiestiones, debemos insistir en que, en términos generales, el hombre s6lo puede ser moralmente responsable de los actos cuya naturéleza conoce y cuyas consecuencias puede prever, asi como de aquellos que, por realizarse en ausencia de una coaccién extrema, se ha- Yan bajo st dominio y control. Partiendo de estas afirmaciones generales, podemos decir que un individuo normal es responsable moralmente del robo co. metido por él, pero que no lo es, por el contrario, el cleptémand que roba por un impulso irresistible. El asesinato es reprobable moralmente, y el que lo comete contrae —ademés de otras res. ( 100 REBPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIBERTAD ponsabilidades— una responsabilidad moral. Pero, ;podriamos considerar moralmente responsable, al neurético que mata en un momento de crisis aguda? El hombre que lanza frases obscenas # una mujer merece nuestra reprobacién, y el que comete un acto de esa naturaleza contrae una responsabilidad moral. Pero, jes también moralmente responsable el enfermo sexual que, impul- sado por méviles subconscientes, trata de afirmar asi su perso- nalidad? Es evidente que en estos tres casos: la cleptomania, Ja neuro sis o un desajuste sexual impulsan de un modo irresistible, res- pectivamente, a robar, matar:y ofender de palabra, En todos ellos, el sujeto no es conseiente, al menos en el momento en que realiza dichos actos, de sus méviles verdaderos, de su naturaleza moral y de sus consecuencias. Tal vez posteriormente, cuando lo ocurido ya sea ‘irremediable, el sujeto adquiera cortciencia de todo ello, pero ineluso asf no podra garanitizar no volver a hacer Jo mismo bajo un impulso irresistible o una motivacién incons- ciente. Los psiquiatras y psicoanalistas eonocen muchos casos de este génefo, es decir, casos de individuos que realizan actos que tienen su'causa en ellos mismos, y que, sin embargo, no se les puede corisiderar responsables moralmente. Actiéan bajo una coacciém interna que no pueden resistir y, por tanto, aunque sus actos tengan su causa en su interior, no son propiamente suyos, ya que no han podido ejercer un control sobre ellos. La coaceién interna es tan fuerte que el sujeto no podia obrar de otro modo que como obré, y no realizé lo que libre Y consciente~ mente hubiera querido. Ahora bien, hemos de sefialar que los ejemplos antes citados son casos extremos; 0 sea, casos de coaceién interna ala que el sujeto no Ie es posible resistir ext modo alguno, Son los casos de personas enfermas, o de-otras que si bien se comportan de un modo normal muestran zonas de conducta que se caracterizan por su anormalidad (como sucede con el cleptémano, que se compor- ta normalmente hasta que se encuentra frente al objeto que des ~ pierta en él el impulso irresistible de robarlo). Y, ciertamente, aunque es dificil trazar Ja linea divisoria entre lo normal y lo anormal (9 enfermizo) en el comportamiento de los seres huima- nos, es evidente que las personas que solemos considera norma: les no acttian en general bajo una coaccién interna irresistible, aunque es indudable que se encuentran siempre bajo una coaccién interna relativa (de deseos, pasiones, impulsos 0 motivaciones inconscientes en general). Pero, normalmente, esta coaccién inte- RESPONSASILIDAD MORAL ¥ LIBERTAD ton } rior no es tan poderosa como para anular la voluntad del agente e impedirle una opeién, y, por tanto; contraer una responsabili- dad moral en cuanto que mantiene cierto dominio y control sobre sus propios. actos. 5.—Responsabilidad moral y libertad La responsabilidad moral requiere, como hemos visto, la ausencia de coaceién exterior o interior, o bien, Ja posibilidad de resistir en mayor o menor grado a ella, Presupone, por consi- guiente, que el agente actiia no como resultado de una coaceién irresistible, que no deja al sujeto opeién alguna para actuar de otra manera, sino como fruto de la decisién de actuar como que~ fa actuar, cuando pudo haber actuado de otro modo, La respon- sabilidad moral presupone, pues, la posibilidad de decidir y ac- tuar venciendo la coaccién exterior o interior. Pero si el hombre puede resistir —dentro de ciertos limites— la eoaccién, y es libre fen este sentido, ello no quiere decir que el problema de la res- ponsabilidad moral en sus relaciones von la libertad haya que- dado completamente esclarecido, pues aunque el hombre pueda actuar libremente en ausencia de una cozecién exterior o interior, siempre se encuentra sujeto —incluso cuando no se halla some- tido a coaccién— a cauisas que determinan su accién. Y si nuestra “ conducta esté asf determinada, jen qué-sentido podemos afirmar entonces que somos responsables-moralmente de nuestros actos? Por un lado, la responsabilidad moral requiere la posibilidad de decidir y actuar libremente, y, por otro, formamos parte de un mundo causalmente determinado, ;Cémo pueden ser compatibles, en tanto que habitantes de ese mundo, la determinacién de nues tra conducta y la libertad de la voluntad? Sélo hay responsabili- dad moral, si hay libertad. ;Hasta qué punto entonces puede -hablarse de que el hombre es responsable moralmente de sus ac- tos, si éstos no pueden dejar de estar determinados? ‘Vemos, pues, que el problema de la responsabilidad moral depende, en su solucién, del problema de las relaciones entre necesidad y libertad, o, més concretamente, de las relaciones en- tre la determinacién causal de la condueta humana y la libertad de la volunted. Es, pues, forzoso que hayamos de abordar este viejo proble- ma ético on el que encontramos dos posiciones diametralmente ‘opuestas, y un intento de superacién dialéctica de ellas. 102 RESPONSABIIDAD MORAL, DETERMINISMO ¥ LIBERTAD —Tres posiciones fundamentales en el problema aa de la libertad Sin abordar el problema de las relaciones entre necesidad y libertad, y, en particular, de la libertad de Ja voluntad, no se | resolver los problemas éticos fundamentales, y, muy es- Feciaimente, l.de la responsabilidad moral. Nadle pede sat res pponsable mgralmente, si no tiene la posibilidad de elegir un modo de conducta y de actuar efectivamente en la direccién elegida. No se trata —conviene subrayarlo una vez ms— de decidir’ y actuar libremente en ausencia de una cosecién interior o exte- slor, sino ante una determinacién de la conducta misma. Pero, jen un mundo humano determinado, es deciz, sujeto a relaciones a ¥ efecto, existe tal libertad? He ahi la cuestiéa, a la que des nepoese tres posiciones filos6ficas fundamentales: la pri- mera estd representeda por el determinismo en sentido absoluto; Ja segunda, por un libertarismo también concebido en sentido ab- soluto; la lercera, por una forma de determinismo que admite 0 es compatible con cierta libertad. Examinemos cada una de tres posiciones, sobre todo en sus implicactongs desde el punto de vista del problema de la res- ponsebilidad moral, subrayando que todas ellas coinciden en re- conocer qué la conducta humana se halla determinada, aunque interpreien en distinta forma la naturaleza y el aleance de esa determinacién. Sin embargo, pese a la coincidencia apuntada, cada una de Jas tres posiciones mencionadas llega a conclusiones distintas, a saber: Ja—Si la conducta del-hombre se halla determinada, no cabe hablar de libertad y, por tanto, de responsabilidad moral. El de terminismo €s incompatible con la libertad. .—Si la conducta del hombre se halla determinada, se trata bo Gena sutodelerminacion del Yo, y en esto consiste su liber- tad, La libertad es incompatible con toda determinacién exterior al sujeto (de la naturaleza o la sociedad) 3a—Si la conducta del hombre se halla determinada, esta determinacién, lejos de impedir la libertad, es la condicién nece- seria de ella, Libertad y necesidad se concilian. ‘Veamos més detenidamente cada una de estas tres posiciones fundamentalés. ‘EL DETERMIVISMO AnsoLuTo 103 7—El determinismo absoluto El determinismo absoluto parte del principio de que en este mundo todo tiene una causa. La experiencia cotidiana y Ja cien- cia confirman a cada paso esta tesis determinista. En ‘sus inves- tigaciones y experimentos, la cieneia parte del supuesto de que todo tiene una causa, aunque no siempre podamos conocerla. El Progreso cientifico ha consistido histérieamente en extender la aplicacién del principio de causalidad a un sector de la realidad tras otro: fisico, quimico, biolégico, etc, En el presente siglo se revela cada vez més la fecundidad de dicha aplicacién en el te- treno de Jas ciencias sociales o humanas, También aqui se pone de manifiesto que la actividad del, hombre —su modo de pensar o sentir, de actuar y organizarse politica o socialmente, su com- portamiento moral, su desarrollo artistico, etc.— se halla sujeta 2 causas. Pero, si todo esté causado, je6mo podemos evitar actuar co- mo Jo hacemos? Si lo que hago en este momento es resultado de actos anteriores que, en muchos casos, ni siquiera conozco, ;e6mo se puede decir que mi accién es libre? También mi decisién, mi acto voluntario, est4 causado por un conjunto de circunstancias, Por tanto, zeémo podriamos pretender que la voluntad es libre —seguiré arguyendo el determinista absoluto—,-o que el hom. bre hace algo libremente? Al hablar de determinactin causal no nos referimos, por su ‘puesto, a una coaccién exterior o interior que me obliga a actuar de cierta manera, sino al conjunto de circunstancias que. deter- minan el comportamiento del agente, de modo que el acio —pre- tendidamente libre— no es sino el efeeto de una eauisa, 0 de una serie causal. El hecho de que mi decisién esté causada ——insiste el determinista absoluto—, significa que mi eleccién no es libre. La eleccién libre se revela como una ilusién, pues, en verdad, no hay tal Iibertad de Ja voluntad. Yo no elijo propiamente; un com. junto de circunstancias (en cuanto causas) eligen por mi, En esta forma absolua, el determinismo —y su consiguiente rechazo de la existencia de Ia libertad— se halla representada en Je historia del pensamiento filoséfico, y, en particular en la historia de las doctrinas éticas, por los materialistas franceses del siglo xvm, y a la cabeza de ellos el Barn d'Holbach. De acuer- do con éstos, los actos humanos no son sino eslabones de una cadena causal universal; en ella, el pasado determina el presen- te, Si conociéramos todas las circunstancias que actian en un RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO Y LIRERTAD momento dado, podrfamos predecir con toda exactitud el futuro. El fisico Laplace, en ese mismo siglo, expresé en los siguientes témminos semejante determinismo absoluto: “Un caleulador vino que conociera la velocidad y el lugar de cada particula del ‘universo en un momento dado, podria predecir todo el curso fu- turo de los acontecimientos en la infinidad del tiempo.” Como vemos, se descarta aqui toda posibilidad de libre intervencién del hombre, y se establece una antitesis absoluta entre la necesidad “| ‘causal y Ia libertad humana. La ‘esis central de Ja posicién que estamos examinando ¢s, pues, ésta: todo se halla causado y, por consiguiente, no hay li- bertad humana y, por ende, responsabilidad moral. Y, en verdad, © sila determinacién causal de nuestras acciones fuera tan absoluta y rigurosa hasta el punto de hacer de nosotros mezos efectos de ‘causas que escapan por completo a nuestro control, no podria hablarsé de responsabilidad moral, ya que no se nos podria exigir actuar de otro modo distinto de como nos vimos forzados a obrar. Ahofa bien, aunque Ja tesis de que parte el determinismo ab- soluto es valida (a saber: todo —ineluidos los actos humanos de cualquier indole— se halla sujeto a causas), de ello no se des- prende que el hombre sea mero efecto 0 juguete de las circuns- tancias que determinan su conduct. Al tomar conciencia de esas circunstancias, los hombres pueden decidir actuar en cierta for- mayy esta decisién, puesta en préctica, se convierte, a su vez, en - causa que reobra sobre las circunstancias o condiciones dadas. Al ver la gelacién causal en una sola direccién, y no comprender que el efecto puede convertirse, asimismo, en causa, el determi- nismo absoluto no acierta a captar le situacién peculiar que den- tro del contexto universal ocupa el hombre, como ser conseiente y practieo, es decir, como un ser que se comprende a si mismo y comprende al mundo que le rodea, a la vez que lo transforma précticamente —de un modo consciente—. Por estar dotado de coneientia, puede conocer la causalidad que lo determina, y ac- ‘tuar conscientemente, convirtiéndose asi en un factor causal de- terminante. El hombre deja de ser asi mero efecto para ser una causa consciente de s{ mismo, e injertarse conscientemente en el tejido causal universal. Con ello el tejido causal no se rompe, y sigue siendo valido el principio —que es piedra angular del co- nocimiento cientifico—, segin el cual nada se produce. que no responda a causas. Pero, dentro de esa cadena causal universal hay que distinguir —cuando se trata de una actividad no mera- mente natural, sino social, propiamente humana— el factor eau- Mi, 1ABERTARISMO 308 sal peculiar constituido por el hombre. como ser consciente y prictico. Asi, pues, el hecho de que esté determinado causalmente, no significa que el hombre no pueda, a su vez, ser causa consciente y libre de sus actos. Por tanto, lo que se objeta aquf no es un determinisino universal, sino absoluto; o sea, aquel que es incom- patible con la libertad humana (con la existencia de varias for- mas posibles de eomportamiento y la posibilidad de elegir libre. mente una de ellas). 8.—El libertarismo De acuerdo con esta posicién, ser libre significa decidir y obrax como se quiere; 0 sea, poder. actuar de modo distinto de ‘como lo hemos hecho si ast lo hubiéramos querido y decidido. Es- to se interpreta, a su vez, en el sentido de que si pude hacer lo gue no hice, o si no sucedié lo que pudo haber sucedido, ello con- tradice el principio de que todo se halla determinado causalmen- te. Decir que todo tiene un causa significa, asimismo, a juicio de los adeptos de esta posicién —coineidiendo en este punto con los deterministas absolutos— que sélo pudo haber sucedido lo que sucedié efectivamente, Por tanto —siguen arguyendo los primeros—, si sucedié algo que pudo no haber sueedido, de ha- berse queride que sucediera, 0 si no se. produjo algo que’ pudo haberse produeido, si asi se hubiera elegido y decidido, ello im- plica que se tiene una libertad de decisién y accién que escapa & Ja determinacién causal. En consonancia con esto, se rechaza que el agente se halle determinado causalmente, ya sea desde fuera —par el medio so- cial en que vive—, ya sea desde dentro —por sus deseos, mativos 0 caréeter—, La libertad se presenta como un dato de la expe- riencia inmediata 0 como una conviccién inquebrantable que no puede ser destruida por la existencia de la eausalidad. ¥ sunque se admita que el hombre se halla sujeto a una determinaciér causal —en cuanto que es parte de Ja naturaleza y vive en socie- dad—, se considera que hay una esfera de Ja eonducta humana —y muy particularmente la moral— en la que es absolutamente libre; es decir, libre respecto de la determinacién de Jos factores eausales. Esta posicién es compartids también, en el fondo, por aquellos que —como Nikolai Hartmann— ven en Ja determine- cién interior’de la voluntad, o autodeterminacién, una nueva forma de causalidad, pean y RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO ¥ LIBERTAD Lo caracteristico de esta posicién es la contraposicién entre | Ubertad y necesidad causal. En ella la libertad de la voluntad ex- cluye el principio causal, pues se piensa que si lo que se quiere, decide 0 hace tiene causas —inmediatas o lejanas—, ese querer, © o esa decisién y accidn, no serian propiamente libres. La libertad implica, pues, una ruptura de la continuidad causal universal, Ser libre’es ser incausado. Una verdadera accién libre no podria estar determinada ni siquiera por-el cardcter del sujeto, como sostiene en nuestros dias Campbell. Para que la autodetermina- cidn sea pura, tiene que excluirse incluso la determinacién inte. rior del cardcter y ha de implicar una eleccién del Yo en el que trascienda el cardcter mismo. Sélo asi puede gozarse de una ge- nuina libertad: Al examinar estos argumentos, debemos ‘tener presente las objeciones que hemos hecho anteriormente al determinismo ab- soluto, También aqu{, aunque shora para negar que la libertad de Ia voluntad sea compatible con la determinacién causal, se ize nora la peciiliaridad del agente moral como factor causal, ¥ se habla de 1og actos propiamente humanos como si se trataran de actos meramente naturales. Cierto es que algunos fenémenos fisieos —como el movimiento de la Tierra alrededor de su eje— se producen ante nosotros (los habitantes del globo terrestre), sin que podsmos intervenir en él; es decir, sin que podamos ine sert mos —gracias a nuestro conocimiento y accién— en su rela- cidn causal, y alterarla o encauzarla en un sentido u otro. Es cierto también que, hesta ahora, el hombre no ha podido ejercer un coatrol semejante sobre todos sus actos, particularmente so- bre les fenémenos sociales, aunque cada ver se amplia més el Area de ese control, Pero justamente los actos que Hamamos mo- rales dependen de condiciones y circunstancias que no escapan por eompleté a nuestro control, El hecho, por ejemplo, del clerre de una fabrica puede obedecer a una serie de causas de orden fecondmico y, social que escapan incluso al control de los indivi- Guos, Pero ¢] que Pedro como trabajador de ella se sume a una protesta contra él desempleo provocado por el cierre, dependerd Ge una serie de circunstancias y condiciones que no escapan por completo a su control, Ante él se presentan al menos.dos posibi- idades: sumarse a la protesta o no. Al decidirse por una de cllas, pone de manifiesto su libertad de decisién, aunque en esta Gecisién no dejen de estar presente determinadas causas; su propia situacién econémice, su grado de conciencia de clase, ca- oter, educacién, etc. Su decisién es libre, es decir, propiamente EL LIBERTARISMO suya, en cuanto que ha podido elegir y decidir por si mismo, o sea, en ausencia de una fuerte coaccién exterior e interior, pero sin que ello signifique que su decisin no se halle determinada. Pero esta determinacién causal no es tan rigida como para trazar un solo cauce a su accién, o sea, como para impedirle que pueda optar entre dos o més alternativas. El sujeto que quiere, decide y actiia en cierta direccién no sélo determina, sino que se halla determinado; es decir, no sélo se inserta en el tejido de las relaciones causales, alterandolo 0 modificéindolo con su decisién y su accién, sino que obedece tam- bién, en su comportamiento, a causas internas y externas, in- mediatas y mediatas, de modo que lejos de romper la cadena cau- sal, la presupone necesariamente. En el acto moral, el sujeto n0 decide arbitreriamente; en su conducta, su cardcter aparece como un factor importante. Pero a relacién de su comportamiento con esta determinacién inte- rior que proviene de su cardeter no rompe Ja cadena causal, pues su cardcter se ha formado 0 moldeado por una serie de causas a Jo largo de su vida, en su existencia gocial, en sus relaciones con los demés, ete. Hay quienes ven en este papel del cardcter en nuestras decisiones una negacién de Ie libertad de la voluntad, ¥; por ello, coneibén ésta como una ruptura de la cadena causal al nivel del cardcter. De acuerdo con esta tesis, el hombre que actuara conforme a —o determinado por— su cardcter ‘no seria propiamente bre, Ser libre seria actuar a pesar de él, o incluso contra él (Campbell), Pero si el cardcter se excluye como factor determinante causal, ;no se caerfa en un indeterminismo total? En efecto, la decisién del sujeto no estaria determinada por na- da, no ya por las condiciones en que se desarrolla su existencia. social y personal, sino ni siquiera por su propio cardcter. Pero entonees, jpor qué el sujeto habria de actuar de un modo u otro? {Por qué ante dos altemativas, la X serfa preferida a la ‘Y? Si el cardcter del sujeto no influye en la decisién, todo pue- de ocurrir, todo es posible, con la particularidad de que todas Jas posibilidades se darian en el mismo plano; todo puede suce- der igualmente, Por otro lado, si todo es posible, icon qué eriterio puede juz- garse la moralidad de un acto? Si los factores causales no influ- yen en la decisién y en la accién, qué sentido tiene el conoci- miento de ellos para juzgar si el agente moral pudo 0 no actuar de otra manera, y considerarlo por tanto responsable de lo que hizo? En un mundo en el que sdlo imperara el azar, en el que 8 RESPONSAPILIDAD MORAL, DETERMINISMO ¥ LISERTAD todo fuera igualmente posible, ni siquiera tendria sentido hablat * de libertad y responsabilidad moral, Con Jo cual Iegamos a la.” sonclusin de que la libertad de la voluntad lejos de excluir: Ja causalidad —en e] sentido de una ruptura de la conexién cau- sal, o dé una negacién total de ésta (indeterminismo)— presu- pone forzosamente Ja necesidad causal, Vemés, pues, que el libertarismo —como el determinismo ab- soluto— al establecer una oposicién absoluta entre necesidad causal y libertad, no puede dar una solucién satisfactoria al pro- blema de la libertad de la voluntad como condicién necesaria de Ia responsabilidad moral. Se impone asi la solucién’ que, en mal ‘objetiones a una y otra posicién, se ha venido apun- tando,. 9.—Dialéctica de la libertad y de la necesidad El determinismo absoluto conduce inevitablemente a esta con- elusién: si el hombre no es libre, no es responsable inoralmente de sus actos. Pero el libertarismo lleva también a una conclusidn semejante, pues si las decisiones y actos de los individuos no se hallan sujetos a la necesidad y son frutos del azar, carece de sentido hacerlos responsables,moralmente de sus actos y tratar de influit.en su conducta moral. Para que pueda hablarse de res- ponsabilidad moral es preciso que el individuo disponga de cierta libertad de decisién y accién; 0 sea, es necesario que intervenga conscientemente en su realizacién. Pero, a su vez, para que pue- da decidir con conccimiento de causa y fundar ‘su décisién en Fazones, és preciso, que su comportamiento se halle determinado causalmente; es decir, que existan causas y no meros anteceden- tes o situaciones fortuitas. Libertad y causalidad, por tanto, no pueden excluirse una a otra, Pero no podemos aceptar una falsa coneiliacién de ambas, co- mo Ta que postula Kant al situar una y otra en dos mundos dis tintos: la necesidad en el reino de'la naturaleza, del que forma * parte e] hombre empfrico, y Ja libertad en el mundo del “néume- ‘no, 0 reino inteligible, ideal, en el que no rige la conexién causal y del que forma parte propiamente el hombre camo ser moral, Kant trata asi de conciliar la libertad, entendida como autodeter. minacién del Yo, o “causalidad por Ja libertad”, con la causali- dad propiamente dicha que rige en Ja esfera de la naturaleza, Pero esta voneiliacién descansa sobre una escisién de la realidad ‘en dos mundos, o sobre la divisién del hombre en dos: el empl- DIALECTICA DE LA LIBERTAD ¥ DE La NECESIDAD 109 rico y el moral. Tampoco' encontramos una verdadera concilie- cién de la necesidad y la libertad en Nikolai Hartmann al postu- lar un nuevo tipo de determinacién (la teleolégica) que se in- sertarla en la conexién causal, ya que esa determinacién. yor fines no se presenta, a su vez, causada, De este modo, al no te- nerse presente que los fines que el hombre se propone se hallan causados también, se establece um abismo inselveble entre la causalidad propiamente dicha y Ia causalidad teleoldgica. La con- tinuidad causal queda rota, por tanto, y no puede hablarse, en rigor, conforme a esta doctrina de una conciliacién entre liber- tad y necesidad causal, ‘Veamos ahora los tres intentos més importantes de superar dialécticamente la antitesis de libertad y necesidad causel. Son ellos los de Spinoza, Hegel y Marx-Engels. Para Spinoza, el hombre como parte de la naturaleza se halla sujeto a las leyes de la necesidad universal, y ho puede escapar en modo alguno a ellas, La accién del mundo exterior provoca en él el estado psiquico que el fildsofo holandés Hama “pasién” 0 “afecto”, En esie plano, el hombre se presenta determinado ex- teriormente y comportindose como un ser pasivo; es decir, regido por los afectos y pasiones que suscitan en él las causas exterio- res, Pero el hombre que asf se comporta no es, a juicio de Spino- za, libre, sino esclavo; 0 sea, sits acciones s¢ hallan determinadas por causas externas, y no por su propia naturaleza, Ahora bien, jeémo se eleva el hombre de la servidumbre a la libertad? Puesto que no puede dejar de estar sometido a la necesidad universal, su libertad no podria consistir en sustraerse a ese sometimien- to, La libertad no puede concebirse al margen de la necesidad. Ser libre es tener conciencia de la necesidad, o comprender que todo lo que sucede —por consiguiente, Jo que a m{ me sucede también— es necesario, En esto se diferencian el hombre libre del esclavo que, por no comprender la necesidad, se halla sujeto clegamente a ella. Ser libre es; pues, elevarse de] sometimiento-ciego y esponté- neo a la necesidad —propio del esclavo— a la conciencia de ésta y, sobre esta base, a un sometimiento consciente, La libertad hu- mana se halla, por tanto, en el conocimiento de la necesidad ob- jetiva. Tal es la solucién que da Spinoza al problema de les relaciones entre necesidad y libertad, y en la que los términos de a antitesis quedan conciliados. Pero Ia solucién spinoziana tiene limitaciones, pues, {qué es, en definitiva, el conocimiento de la necesidad del pretendido hombre libre con respecto a la ignoran- RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO ¥ LIBERTAD tia de ella por parte del esclavo? Esta libertad no es sino escle. vitud 0 sometimiento voluntario y consciente, El hombre queda Hiberado en el plano del conocimiento, pero sigue encadenado en su relacién efectiva, practica, con la naturaleza y la sociedad, Pe- ro la libertad —como habrén de ver claramente otros filéscfos Posteriores— no es sélo asunto tebrico, sino prdctico, real. Re. quiere no sélo el conocimiento de Ia necesidad natural y sccial, sino también Ia accién transformadora, préctica —basada en di. cho conociniento— del mundo natural y social. La libertad no es sélo sometimiento consciente a la naturaleza, sino dominio o afirmacién del hombre frente a ella, La doctrina de Spinoza se acerca a Ja solucién del problema, pero no Ia aleanza todavia, Ha dado un paso muy importante a subrayar el papel del conocimiento de Ja necesidad en la libertad humazia, peto no basta conocer para ser libre. Ahora bien, es evidente —y en esto radica el mérito de la aportacién spinozia. na— que Ja conciencia de la necesidad causal es siempre una condicién nevesaria de la libertad. Hogel, en cierto modo, se mueve en el mismo plano que Spi- noza, Como él no opone libertad y necesidad, y define también Ja primera como conocimiento de la necesidad ("la libertad es la necesidad comprendida”). Pero, a diferencia de Spinoza, pone ala libertad en relacién con Ia historia. El eonocimienta de la necesidad depende, en cada época, del nivel en que se encuentra en su desenvolvimiento el espfritu, que se expresa en la historia de la humanidad. La Lbertad es histériea: hay grados de liber. tad, o de congcimiento de Ta necesidad. La voluntad es més libre cuanto més conoce y, por tanto, cuando sit decisién se basa en ‘un mayor conocimiento de causa. Vemos, pues, que para Hegel —como para Spinoza— la libertad es asunto tedrico, o de la con- clencia, cungue su teorfa de’ la Ubertad se enriquece el poner esta tiltima ef relacién con Ia historia, y ver su conquista como un proceso ascensional histérico (Ja historia es “progreso en la libertad”). Marx y Engels aceptan las dos caracteristicas antes sefiala- das: Ta de Spinoza (libertad como conciencia de la necesidad) y Ja de Hegel (su historicidad). La libertad es, pues, conciencia histérica de la necesidad. Pero, pare ellos, la libertad no se redu. ce a esto; es decis, a un conocimiento de Ja necesidad que deje intacto el mundo sujeto a esta necesidad, La libertad del horn. bre respecto de la necesidad —y particularmente ante le que rige en el mundo social— no se reduce a convertir Ja servidumbee DIALECTICA DE LA LIBERTAD ¥ DE LA NECESIDAD esponténea y ciega en una servidumbre consciente. La libertad no es.s6lo asunto teérico, porque el conocimiento de por si no impide que el hombre se halle sometido pasivamente a Ja necesi- dad natural y social. La libertad entrafia un poder, un dominio del hombre sobre la naturaleza y, a su ver, sobre su propia natu- raleza, Esta doble afirmacién del hombre —que esté en la esencia misma de la libertad— entrafia una transformacién del mundo sobre la base de su interpretacién;.o see, sobre la base del cono- cimiento de sus nexos causeles, de la necesidad que lo rige, El desarrollo de Ia libertad se halla, pues, ligado al desarro- Uo del hombre como ser préctico, transformador o creador; es decir, se hella vinculado al proceso de produceién de un mundo humano o humanizado, que trasciende el mundo dado, natural, y al proceso de autoproduccién del ser humano que constituye justamente su historia, Le libertad no es sélo asunto teérico, pues Ia comprensién de la necesidad no basta para que el hombre cea libre, ya que la libertad entraiia —como hemos sefialado— una actividad préc- tiea transformadora. Pero, sin el conocimiento de la necesidad, tampoco hay libertad; es’ por ello una condicién necesaria de ésta, El conocimiento y la actividad préctica, sin los cuales la liber- tad humana no se daria, no tienen por sujeto a individuos eisla~ dos, sino individuos que viven en sociedad, que son sociales por su propia naturaleza y se hallan insertos en un tejido de relacio- nes sociales, que varian a su vez histéricamente. La libertad, por todo esto, tiene también un cardeter histérico-social. Los grados de libertad son grados de desarrollo del hombre como ser préc- tico, histérico y social. No puede hablarse de 1a libertad del hombre en abstracto,.es decir, al margen de la historia y de la sociedad. Pero ya sea que se trate de la libertad como poder del hombre sobre la naturale- za, ya como dominio sobre su propia naturaleza —control sobre sus propias:relaciones, 0 sobre sus propios actos individuales—, Ja libertad implica una acclén del hombre basada en la compren sién de la necesidad causal. Se trata, pues, de una libertad que, lejos de excluir la necesidad, supone necesariamente su existen- cia, ast como su conocimiento y la aceién en el marco de ella. Tal es —en sustancia— la solucién de Marx y Engels al pro- blema de las relaciones entre necesidad y libertad, en la que —como vemios— los contrarios se superan (0 concilian) dielée- ticamente. ee 112 RESPONSABILIDAD MORAL, DETERMINISMO ¥ LIBERTAD 10.—Conelusién La ‘libertad de Ja voluntad de los individuos —considerados éstos siempre como seres sociales—.se nos presenta con los ras- gos fundamentales de la libertad en general qué hemos sefialado anteriormente’con respecto a la necesidad, En‘cuanto libertad de eleccién, decisién y accién, la bre yoluntad entraia, en primer lugar, una conciencia de Jas’ posi- bilidades de getuar en una u otra direcoién.-Entrafia asimismo una conciencia de los fines o consecuencias del acto que se quie-. re realizar. En uin caso y otro, se hace necesario un conocimiento de la necesidad que escapa’a la voluntad: la situacién en-que el acto moral sé produce, las condiciones y medios de su realiza, cién, etc. Entrafia, también, cierta conciencia de’ los méviles que impulsan a obrar, pues de otro modo se actuaria —como hace el cleptémano, por ¢jemplo— de un modo inmediato'e irreflexivo. Pero, sea cul fuere el grado de conciencia de los motivos, fines, 0 caréeter que determinan la accién, o la comprensién que se tenga del contexto social coneréto-en que brotan esos factores causales —causados a su vez—, no existe la libre voluntad al margen—o en contra— de Ja necesidad causal. Bs cierto, que en, el terreno motal, la libertad entrafia una autodeterminacién del sujeto al enfrentarse a varias formas de comportamiento posi- ble, y que, justamente, autodeterminandose se decide por lq.que considera debida,o més adecuada moralmente. Pero esta duto- determinacién no puede entenderse como una ruptura de la co exi6n causal o al margen de las determinaciones, que’ provie- nen de fuera,” Libertad de la voluntad rio significa en modo’ algune inca sado, oun tipo de causa que influiria en la conexién causal sin ser a su vez causada, Libre no es compatible —-como ya hemos subrayado— con “coaccién” cuando ésta se presenta como una fuerza exterior o interior que anula Ja voluntad. El hombre es libre de decidir'y actuar sin que su deeisién y accién dejen. de ‘estar causadas, Pero el grado de libertad se halla, a su ver, de- terminado histérica y socialmente, ya que se decide y actiia en ‘una sociedad dada, que ofrece a los individuos determinadas pau- tas de conducta y posibilidades de accién. Vemos, pues, que la. fesponsabilidad moral presupone .nece- sariamente clérto gradq de libertad, pero ésta, a su vez, implica también forzosamente Ia necesidad causal. Responsabilidad ‘mo- ral, libertad y necesidad se hallan, pues, vinculadas indisoluble-- mente en el acto moral. . .

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