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dia- y por otro esté el contar, el pasaje de ida y vuelta a ese mundo que otra persona, en otto cierto dia, construye con dos ingredientes fandamentales: su tiempo y su voz. Y esto es basicamente ast siempre, aun cuando se haya pasado de la audicion de cuentos a la lectura: el lector le sigue prestando su tiempo y su voz interior al cuento, y sélo en ese tiempo el cuento vive. Silencio, esta por comenzar la ceremonia, Pendemos de la vor o de la letra. “Habia una vez... y se abre la casa imagi- naria, nos deja que la habitemos. Al principio es extrafiay tal vez nos sorprenda que haya cosas que nos recuerden tanto el mundo, aunque todo el ritual ~1a voz, la modulacién de esa vo2, el libro~ nos sefiale constantemente que lo que ahi su- cede “es” y “no es” al mismo tiempo, Poco a poco nos vamos familiarizando, Le descubrimos los trucos a la casa imagina- ria, notamos que suelen estar dispuestas de cierta manera las habitaciones. A esa palabra que viene ahi ya la estabamos es Perando, y a esa repeticién también. Nos gusta anticiparnos Y corearla junto con el que cuenta el cuento. El cuento sigue, es un hilo que no se corta. De pronto, al doblar un recodo, nos acompafia hasta la puerta. Colorin ¢o- lorado: por aqui se sale; este cuento se ha acabado: ya esta- mos afuera. Otra vez en el mundo. Exiliados, hasta la proxi- ma ilusion, de ese sitio donde las nueces eran y no eran al mismo tiempo. (Buenos Aires, 1993) 48 La frontera indémita Cada uno esté solo en el carazén de ta Tierra atravesado por un rayo de sok 1 de pronto anochece. Amo mucho esos versos de Salvatore Quasimodoy? los evoco siempre y en circunstancias muy divesas. Son para mf un re- cordatorio y, a la vez, una especie de conjuro contra la estu- pidez y contra las vanidades. No conozco ninguna imagen més apretada y genuina de la precaia -y luminosa— condi- cién humana, del fugaz ¢ intenso destello de la conciencia y su obra, Curiosamente, suelen encabalgérseme en la memoria con ‘otros versos, menos prestigiosos tal vez, pero seguramente mis populares: Juguemos en el bosque mientras el lobo no esté Ellobo, que esta ahi només, a la vuelta de la esquina, se pa- rece mucho a la noche indefectible; el bosque es, como la Tierra, la casa, el sitio donde se est4, provisoriamente; el jugar se parece mucho al rayo de sol que nos atrvies, Por otra parte, ambos poemas coinciden en lo fragil de la estan- cia: un dramatico “de pronto” en los versos de Quasimodo y De Aque etere 49 un sabio “mientras” en la ronda infantil se ocupan de recor- darnos la precariedad del juego. Ambas citas me parecen pertinentes cuando se propone uno hablar del lugar que ocupan los cuentos ~la ficcién, la li- teratura, los mundos imaginarios~ en la vida de las personas. Al fin de cuentas, es sélo en esa breve cuiia de conciencia Y oportunidad, en esa estrecha y dramatica frontera ~el rayo de luz que precede a la indefectible noche, el jugar mientras cl lobo todavia esté lejos~ donde tienen lugar todas las cons- trucciones humanas, su cultura y, por supuesto, su literatura, Hablar de literatura sin tener en cuenta ese contexto elemen- tal puede conducir a muchas equivocos, y sobre todo a mu- chos vacios. Es ese contexto el que le otorga sentido a lo que hacemos. Claro que hay muchos para los que el sentido no es algo co- diciable, que descreen de las significaciones. No es mi caso; soy de los que creen, justamente, que la biisqueda siempre di ficil, muchas veces dramatica y a veces insatisfactoria de signi- ficaciones es exactamente lo que nos compete a las personas. Por qué hacer literatura? ;Por qué leer literatura? jPor qué editar literatura? ;Por qué enseriar literatura? ;Por qué insis- tir en que la literatura forme parte de la vida de las personas? eDénde esta esto que llamamos literatura? ;Dénde debemos ponerla? Pertenece, estoy convencida, a la frontera indomita, alli precisamente tiene su domicilio, A esta altura voy a tomarle prestada una idea a un pensador que quiero mucho: Winnicott. Y si lo quiero y lo admiro es Porque desarrolla su teorfa sin darle la espalda a la condicion humana ~mis bien partiendo de su punto ms dramitico: la soledad, la separacién irtemediable-, y porque, una vez des- plegada la teorfa, no se deja atrapar pot ella, como sucede a veces, sino que sigue pensando, hasta el final, libremente. 50 Winnicott empieza por el principio. Su punto de partida es el nifio recién arrojado al mundo que, esforzada y creati- vamente, debe ir construyendo sus fronteras y, paraddjica- mente, consolando su soledad, ambas cosas al mismo tiempo. Por un lado, esté su apasionada y exigente subjetivi- dad, su gran deseo; del otro lado, el objeto deseadoila madre, ysen el medio, todas las construcciones imaginables, una di- ficil e intensa frontera de transicién, el tinico margen donde realmente se puede ser libre es decis, no condicionado por lo dado, no obligado por las demandas propias ni por los limi- tes del afuera. El nifio espera a la madre, y en la espera, en la demora, crea. Winnicott llama a este espacio tercera zona o lugar poten- cial. A esa zona pertenecen los objetos que Winnicott llama tansicionales la manta cuyo borde se chupa devotamente, el oso de peluche al que uno se abraza para tolerar la ausen- cia-, los rituales consoladores, el juego en general y, también, la cultura.1® Esta tercera zona no se hace de una vez y para siempre. Se trata de un ‘territorio en constante conquista, nunca con- tio para ess counsel vida “que nes hacen et poste efaneconsoneen Wigs ears del lguen Gonunce otal Ea ‘pede indy gd ety, 17 pate eel ore Sea ut ama ee evecare opr a sevcaors cide Tgore ("ply de nermiabes nardoe) le nor sega’) ve regan ie toque baa scl qu ead lab sublinacen ‘cep ole rd in prc oot ine rte respodicno aes prgusa Se enendctn en qu eos aie snd Ergo mis que la enfermedad ol fats deel "Cusndo se In eh ha Ahn con hc des pec cae oa eae ttn peo on wan herds Peso en alg ee ote en

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