You are on page 1of 18
~60- puedan con tiempo buscar otro”. Por fin, culminando este apresamiento de! cuerpo de los sirvientes, resolvi6 destinarlos “al servicio del Hospital o del Asilo de Men- digos por un tiempo proporcionado” si cometian “faltas en casa de sus patrones [alo andan en vagancia™® Castigo y prisién del cuerpo antes que convencimiento del alma, he ah una de las cesencias de la sensibilidad “bérbara”. Lo corroborarcmos al analizar la violencia de los amos, 182, AGN, Policia de Montevideo, Libro 1061 ya etd, elias 10910. CAP{TULO MI EL CASTIGO DEL CUERPO: LA VIOLENCIA DELOS AMOS 1.Elpadre-patrén E126 de abril de 1835 alas seis de la tarde, el Alcalde Ordinario de Ia Villa de ta ‘Concepeisn de Minas fue informado de que, a las cuatro y media, Anselmo Pérez, nacido el 22 abril de 1822, de 13 afos, se haba ahorcado dentro de la carpinterfa de su padre, Manuel Pérez, Esa tarde su padre estaba en el “Billar 0 Café" cuando su otro hijo, Pascual, le fue a avisar “de la desgracia que habia sucedido”. Intertogado pot cl Alcalde sobre los probables motivos que habia tenido Anselmo para tomar esa resoluci6n, cl padre respondié que de mafiana hasta las doce &1 habia estado “ocupado acomodan- ido un poco de lea. y después de comer le dijo {a Anselmo} que siguiera en la misma ocupaciém mientras [él] se acosté a descansar un rato”, Al levantarse de la siesta fue a la carpinteria “y la encontré cerradda” por lo que se puso a acomo- dar Ia lefia otra vez, “hasta que vino su hijo Anselmo a quien pregunté dénde habia estado”, Este “le dijo, como acostumbraba, mil mentiras, porque tenia ciertos distraimientos”, Ya en la mafiana su hija “lo habla madado en busca det aguador” y Anselmo se habia ido “a fa fonda por cuyo motivo su hermana le ‘pegé unos guantones”. A la tarde, ante la nueva desobediencia, “por no haber hecho To que te mand, lo castigé con una varita de membrillo may delgadita, 7 u 8 rebencazos”, y “lo dejé ocupado en acomodar la lena"’y él “se fue @ sus diligencias”, 0 sea, al “Billar”, donde le dicta la noticia de! suicidio su hijo Pascual ‘Anselmo fue sepultado, “en cajén vestido de negro y cintas blancas”, el dia siguiente a las 5 de la tarde en tierra no consagrada. El teniente cura de Minas, Juan Bruno Picabea y Ramirez, “a la vista de la publicidad de este crimen”, el suicidio, lo habia ordenado de ese modo, tanto més cuanto los “mismos deudes {..] manifes- taron la depravacién del dnimo del suicida, la generalidad altarera, indémita, ¥y los extravios de sus costumbres, que muchas veces habtan merecido ser casti- ‘gados con palo 0 azote”. ‘Tres vecinos fueron interrogados sobre el episodio: uno relat6 simplemente los hhechos narrados; otro, Nicoliés Hucrto, agregé que le constaba que Anselmo “era sumamente soberbio y que esto mismo le aseguré Dn. Manuel Pérez, padre del {finado Anselmo, y le dijo mds, que su hijo Anselmo habia acostunbrado robarte ‘algunas monedas de dinero, por lo que lo reprendia casi siempre”; el tercero, Ramén Mendoza, manifests que habfa ofdo “decir varias veces que {Anselmo} era Jugador, peleador y malo”. 62 ‘Ante Ia insinuacién del Vicario Apostélico Démaso A. Latrafiaga ~sobre la que volveremos-de que debfa enterrarse a Anselmo Pérez en tierra consagrada ya que cl suicida era demasiado nifio y tal vez hubiera sido Hevado a esa resolucién por un momenténco estado de “frenest”, el teniente cura respondié que era “bien puiblica la conducta extraviada de este joven en este pueblo”, que “en nuestras Américas la razén hace una marcha avanzada” (quiso decir la madurez sexual] "gue los escritores Europeos se han visto precisados a confesar”, pot o que Anselmo ya fo era un nif: y que é! no descubria “ni frenest ni demencia en el suicida”, y st “intencién previa al hecho suficientemente manifestada”, que el suicida “habia puesto en ejecucién todos tos medios |..] para que no pudiese ser impedido su Junesto atentado como es cerrar ta puerta de la calle (de la caxpinteria) él mismo » ajustar ta otra por ia que podria ser observado": y, por fin, que “los extravios de sus costumbres arrojan la idea de inclinaciones funestas capaces de precipi. arse a excesos notables”™ ‘La dureza del padre podrfa representar solo un caso aislado, pero qué decir si a esa dureza agregamos la de los testigos y la del teniente cura? Ese nfo recién entrada ala pubertad y ya muerto, habfa sido “malo”, “depravado” “soberbio", “peleador’, “jugador”, habia tenido “inclinaciones funestas”, y su suicidio ‘no haba sido otra cosa que “un erimen”. ‘La restante documentacion analizada parece probar que, tal vez no esta relacién, sino este tipo de relacidn entre los nifios y sus padres, entre los nifios y la sociedad, era la comin y a la vez. la que parecia normal a esa cultura Y no se trata tanto del castigo fisico en sf mismo ~aunque éste tal vez abundara y fuese més violento en la generalidad de tos casos que hoy- como de que la sociedad ‘aceptaba y apoyaba las violencias de los padres, sobre todo la paterna, Anselmo Pérez, el suicida de 13 aflos, habia “merecido ser castigado con palo ‘© azote” por su padre y patrén, segtin el teniente cura de Minas en 1835. Los padres ‘montevideanos contemporaneos del Sitio Grande recomendaban ~y as, santificaban— el castigo fisico de los maestros a sus hijos. Recordar Antonio N. Pereira de esos afios: “[..] era una cosa natural la recomendacién que hacian los padres a los ‘maestros: Ya sabe usted que la letra con sangre entra, les dectan, y los autoriza- ban a poner en practica los castigos bérbaros \u.J"™, En 1861, cl maestro francés Julio Vaval fue acusado por “La Prensa Oriental” de castigar duramente a un discfputo. En su defensa arguments que la madre del nifio le habia solicitado “cada dia por ef motivo pueril de desobediencia, de castigar y pegar a su hijo, diciéndome que como vecino y amigo yo tenia que servirle de 153. AC. Viana Apostlien Carpets No, 87/37, Minas. xpeint, ISA, Antonio N. Peri: Nuevas coats de ana, Momtevisa, 1898, 9.328 63 renee ene Baer dbilda [1 a ony com gue chs cass nde etn rachachct es See eee cogs vere nc en aalided pc percan ext Trin, sole ethos, de aren Aversa pol cons yas ese can benevolent con presque han spd. ess es ‘uti sata nat mney“ Fenecar” deen de 1870 encore poles ‘it prem ped dessa, ; .p 2.59 9.3. | Seta. 186 arena Ot 9 (ee Ip. 3.6 M feo 186. og igo dee Ryn Orem el ray Bar, sn Mev 17. 37 Sets 1s, uln Oph: Reeds Hi Nona Aga Rf Line T7188 nim Tome igus np. La Rasa Monee, 193.36. 6 ~65- (que contestara asi a mi padre..! jEI ruido de mis muelas por el suelo! ...Me acuerdo de una ocasién en que el finao Juan Antonio, mi hermano menor, se permitié decirle a tata que ya era muy grande pa que lo retara... jAbi no mas se le fue encima el viejo, y si no se lo sacamos de entre las manos, lo desmaya a azotes..""®. Los hijos solteros no se sentian fuera del control paterno, tuvieran Ia edad que tuvieran, Escribié en 1863 desde Buenos Aires a su padre en Montevideo. uno ya ‘maduro, en carta dentro de la que iban dos més para otros destinatarios: “Esas dos cartas puede leerlas y después de cerrarlas las remitird a sus dueiios™™. Este ejercicio “bérbaro”” de la autoridad paterna, respondia a una organizacién familiar en que el padre gozaba de poderes casi absolutos*. El padre era un Dios al que se respetaba y adoraba, y probablemente se queria. Todos los padres daban la bendici6n asus hios al encontrarlosy sila costumbre persistiéen e! medio rural hasta I novecientos fue porque dominaba al Uruguay “bérbaro” por entero cincuenta aos tris". BI trto en la mesa de los almuerzos y cenas era tan “protocolar” y distan- te!® como universal el “usted” del hijo al padre, permitigndose sé éste, ya veces. el tuteo!, El dormitorio de los padres era “en todas las casas de campafa el sancta santoru, el lugar més respetade, dande no entran los hijos sino en las gran- des cirewnstancias de ta vida |-.| cuando vienen a pedir una hija en matrimo io [oo] 0 [on] estd en trance de muerte alguno de los padres”, diré Benjami Femandez.y Medina en 1893, aludiendo a una vieja costumbre “bérbara” también superviviente en el interior del pats! Pero esta autoridad cra “barbara” no s6lo porque la organizaciGn familiar fue ppatriarcal; la cuota tan alta de castigo fisico que inclufa nos debe alertar. La autoridad del padre, como la del Estado “bérbaro”, se crefay se querfa basada més en el temor yy elrespeto que en el carifio ola adhesién sentimental de los hijos alos padres y de los suibditos a la nacién. ‘Todas las autoridades de la cultura “bérbara’” ejerefan en dltima instancia violen- cia sobre los cuerpos, y aparecian asf traspasadas por el placer sidico del que la ejecutaba u ordenaba como por e! miedo del que la sufria. El dominado a la vez. sabia (C) Legameat, le puta poesia slo cones cuado ef hijo ert “emancpada” © se cabs, para equa autorisacign pater. La Seposicin rd modifica por el Cdigo Civil de 1868: ve 158, Florencio Stnchez: Teatro, Clisicos Uruguayos. Montevideo, 1967, Tom I, pp. 11-12, 160, AC ies Apostlico, Carpet No. 5:7. Carta de Ricardo Zamday asa pee 19 agoso 1863. 161. Cotigo Givi ob. ct, p. XI. lavorme de la Comision de Cedigsfrmado por Manuel Herrera y Obes. Rodevee Catal, Joaquin Reauena y Testan Navaja el 31 diciembre 1967162. Roberto J. Hotton: ob ct, Re “Tomo X0EXL, Montevideo, 1961 p.35-36. 163. Joseina Leena Acevedo de Hlixe: Noveciencs, Ea, Ro la Pla, Momevideo, 1967. pp 9-80. La stra sei l Ugeny del Novetenoe, pro abt de {eo “protcolr™ en [a mess era mey antigua y lo conservaban ain vis fama del pal, 164. Como empl, weasel ya cia novela de Daniel Musto Cin. Tip. Ls Minerva Moievieo, 1885, eh gute ‘jo ata de “usted” apd yo ade, en cabo oa 165. Benjamin Pence» Medina: Analog ‘euguaya ross A. Baio y Ramos editor, Morsevideo, 1898, Caio "La Mute, de 1893. 9p. 4, que cl tiempo o las circunstancias le harian cambiar de roles y lo transformarian en dominante, con lo que su pasado sufrimiento, nunca olvidado, se transformaba en un ingrediente mas de su placer: he hia Olegario padre en “M'hijo el deter”, queriendo pegar a su hijo mayor con el argumento de que habia sido también castigado por su re. ri quel neni gedor'no ws anbvs.a suponer—jtanta es nuestra cuota de sensi- bilidad “civilizada”?— es el oxo elemento de esas relaciones ene pad chijos que, sin embargo, la documentacién insinGa: el también original tipo de relacién afectiva aque los uni, la extra sensacin que tenemos al leer Tos documentos de la época “pirbara” de que los padres no querfan a sus hijo... de la misma manera que noso- tros...0 tal vez, que se aevieran a suponer que no habia por qué encarifiarse tanto conellos. No hablemos sino de aquellos sectores sociales que han dejado (estimonios,y en quienes uno esperaria encontrar mayor refinamiento sentimental: los sectores altos y, dentro de ellos, de la figura paterna por ahora Los pocos que han escrito memorias de su vida hacia fines del siglo XIX y relatan su infancia en la "barbarie” de 1830 6 1850, estén acordes tanto en el “buen recuer- do” sobre sus progenitores como en el “rigor” y la “severidadt” con cue eran trata- das sobre todo por el padre™., Pero esto era el reflejo en los hijos de ana situacién, {.Cémo vivian esa “severidad” los padres? ‘Comprobemos un primer hecho cargado de sugerencias: el padre a menudo ni siquiera estaba en ln casa ala hora del nacimiento del hijo. A veces lo alejaba la guerra civil, pero ésta parece més bien una forma de ocultar la circunstancin de que en [a paz tampoco se hallaba presente, y silo estaba en su oficina, bufete o tertulia deamigos Las mujeres lo sabfan y ordenaban no “‘molestar"a sus esposos. EI “civilizado” Alfredo Vasquez. Acevedo se lamentaré de ello en 1870, pero hallaré muy natural ‘que su mujer cuide sola a los hijos enfermas y s6lo tendr palabras de agradeci- miento, y ninguna de lamentaciGn, por esta oportunidad perdida de acercarse a sus hijos'. Bl fino observador de costumbres Licenciado Peralta -c jurisconsulto Do- ‘mingo Gonzéle2 (1837-1928)- relaté lo sucedide hacia 1860 6 1870 en una tertulia de jugadores de clase acomodada, donde una sirvienta se presents y pidio hablar Uurgentemente con uno de los asistentes, Este, luego de hacerlo, “volvié a acupar su asiento con toda tranquilidad, siguiendo el juego y sin promunciar pala- dra, pero como un cuario de hora después se presentase de nuevo la sirvienta Lal aguel votvié @ abandonar su asiento™. Evidentemente intranquilo, el jugador fue, ahora sf, interpelado por uno de sus amigos, y contest6: “Mi mujer acaba de dar a luz dos infantes”. El comentario de otro de los contertulios es tal vez lo més 166. Véare sobre todo: Antonio N. Peers Reoverda de mi ergo, Montevideo 1891p. 28y Nuevas Cosas e Anta, Monivideo, 1898, p. 173167. Maia Julia Aro: Alledo Vazgura Acevede. Canibus sl ‘audio desu vida y su obra. A Wisqucz Acevedo: Apuntes sobre mi vida RH. Tomo XXXVI, Montevideo, 1965, p. 184 ~66- significativo del episodio: “oiga, pues la cosa no es tan sencitla”, parece decir- ‘nos, como un solo nacimiento"™, ‘Los comerciantes montevideanos ricos de la primera mitad del siglo XIX, si podian, envinban a sus hijos pequefios o recién entrados en Ia pubertad, a estudiar al exterior, a los mejores colegios de Buenos Aires 0... Inglaterra, Ast hizo Francisco Juanic6 con su hijo Céndido. En 1823, a los once afios, lo envié a Buenos Aires, y al ato siguiente, cuando el niio ya tenfa doce, a Londres—y en velero!~ acompafiado de su hermano mayor quien lo dej6 solo y pupilo en un colegio catélico inglés. El padre confié sus sentimicntos -més bien medidos~ al comerciante portefio Toms Manuel dde Anchorena, en carta de enero de 1825: “la idea de que tendrd que separarse por 6 6 7 aiios, mezela el placer con el disgusto que nos debe ocasionar una ausencia tan dilatada, particularmente @ Juliana (la madre del nifol, pero yo estoy cada vez mas convencido de que en esa [Buenos Aires] si algo bueno adelantase no se quedarta atrds en mucho mato". El “placer” se originaba en la buena y “préctica” educacién que esperaba recibira el nifio; el “disgusto" -extrafio nombre del amor paterno, en verdad-, queda claro, era mucho mayor en Ia madre que en este padre Enel ‘Colegio del Salvador" drigido porlos esuitas de Buenos Aires, adonde fueron algunos nifios uruguayos, en 1868 los pupilos podtan ser visitados por sus padres o las Personas que estos autorizasen, ‘solamente los Domingos de 10 y media a 12 de la ‘mahana’, y como premio “de buena conducta.y aplicacién” saldran los nifios “a casa de sus padres o encargados, una vee al mes”, exceptuando el tiempo de Cuaresma'™. ‘Alos j6venes que ingresaban a partir de 1880 al Seminario diocesano de Montevideo, no se les permitia Ia salida a su casa durante los once afios de! curso, slvo casos de enferme- dad contagiosa 0 de caricter grave. Durante las vacaciones, el Prelado “las envia en comunidad a ura casa de campo”, informaba saisfecho a Roma en 1888, Inocencio Maria Yéregui, nuestro segundo Obispo" Falta de seasibitidad del clero para los afectos familiares 0 més bien, como lo testimonia el primer caso referido, aceptacién pasiva por los padres de estos aleja- ‘mientos de sus hijos? Alejamientos que equivalen, porque son provocados sobre todo porel padre, a abandonos psicolégicos, Podemos atisbar los sentimientos de un padre ante la muerte de sus hijos, o por to menos, y tal vez no sea lo mismo, lo que eseribi6 ese padre para que fuera leido por sus contemporsneos o familiares. Francisco Solanto Antufia, de quien ofteci- ‘mos la sucesién impresionante de nacimientos de sus 16 hijos y muertes de 8 de ellos, entre 1818 y 1851, nos dej6 un Diario, He aqui el comentario acongojado ante la muerte de su primer hijo el 20 de noviembre de 1818, a un mes de nacido. El (8, Liceacago Praia: Cama de un ota de asf, Tom I, Eig tustrado, Montevideo, 1918 1p, 18485. 169 Julho Leven unis: Cronia de en hogar monevideano dares ls tempos de a colonia 4 ela pata vei, Montevigeo, 1938p. 173.170. A. Hoj suet. “Calg del Salvador” dildo por os Padres deta Compass de Jess en Buenos Aires: “Reelamero General Buenos Ais, [2 marzo 1858 Impress Epa 171, AC Obpado de Masi, 3 oe Mar Yee iit ad iad silio ~61- lector advertir que le parecié “extremado": “Hoy viemes a las 5 y media de la tarde fallecié mi hijo Paulino al rigor de una tos epidémica |..] Bra alto de cuerpo de pocas carnes, muy blanco y de preciosas facciones, entre las que se particularizaban sus grandes ojos negros. ;Quizds estas lineas me hagan ridiculizar algin dia! mas estoy bien seguro de que si es rierno padre el que las ee, no verd en ellas mds que et triste consueto de una Sensibilidad extre: ‘mada’ De ahi en adelante una norma: la “‘sensibilidad extremada” y la “ternura’ se reservan para los hijos que mueren de cinco, seis 0 dieciséis ails, no para los que Fallecen antes del afto o poco mis. Asi, Emilia, Celio y Ramiro, que fallecen, respectivamente, de siete meses, aflo y medio y catorce meses, no merecen més que Ia simple consignacién de la causa de la muerte, sin la menor menciGn a sus caracteristicasfisicas 0 alos sentimientos de congoja presentes en la primera ex- periencia de la muerte. En cambio, Franciseo Solano Ventura, Manvel Julio Zacatfas y Mereeditas, que fallecieron de 5, 6 y 16 aflos, respectivamente, ocupan amplio ‘espacio en el diario y el padre consigna desde la causa de la muerte hasta el lugar donde son enterrados, ademés de dar detalles conmovedores de sus “dotes”. Fran- cisco Solano, por ejemplo, mucrto a los 6 aiios y 7 meses, era “lindo, razonable como un adulto y querido de cwantos to veian por su cardcter siempre risue- fio, condescendiente y obediente al extremo” (obsérvense de paso, 18s cualida- des clogiadas)” {Acaso le sucedié a Francisco Solano Antuaen 1818-51 lo que a Bdward Gibbon sesenta o setentaafios ats, en Inglaterra, cuando su padre se habia anestesiado un tanto ante los permanentesfallecimientos de sus hijos pequeiosy a todos los lamaba Eduardo, a fin de que “para el caso de un prematuro fin de su hijo mayor, este nombre patrontmico continuara perpetuado en la familia?""®. No hay repeticin de patronfmicos en Antufa, pero aparentemente sf, anestesia. En este caso al menos, el afecto parece irlo dando el padre de a poco @ los hijo, por tener la experiencia traumética de sus muertes tempranas y a la vex estar seguro de sustituirlos con aue +ves nacimientos: el dolor es menor en medio de la abundancia, ‘Los hechos podian suceder més descarnadamente, [A fines del sigho XIX, un veeino fuea dar el pésame por la muerte de su hijo aun rico estanciero de Rio Negro, el vasco Ugartemendia, Ast que to vio, le explicé el objeto desu visita y coment6: “<¥ ya andavia por ais, no? Ugartemendia muy nervioso, contesté -No hombre, compré borrego el afto pasado en Montevideo. “Ah, dijo Barreiro, gse le muri algiin carnero? Ayer, sf, dice el vasco, y como Barreiro insstera lis Silva Chat, ob, it, Ri. Tomo XIN, Montevideo, 1974, pp. 423 y siglens, 173.8. Aston Lprevoleionindsteal, Fondo de Colts Boondmies, Mico, 1980, p. 13 Debo el salamieno de este dt a Te Lien Dian Bich 68 -Pero el chiquilin ya criadito, qué ldstima....y la contestacién fue: “Sk, si, ldstima, si, pero hijos se hacen, mas carneros finos no se hacen!” {Pragmatismo de inmigrante venturoso? ;Aburguesamiento cruel de padre rico? {Postura sensata ante hechos que su época le demostraba eran, unos tan frecuentes, ‘como subsanables 1a muerte de un hijo cone nacimiento de otro y otros tan raros como ccostosos: la muerte de un camero de raza comprido en el lejano Montevideo? Sea lo que sea en el plano del juicio psicolégico, en el de la relacién del padre con el hijo hay, sin duda, indiferencia, la que casi siempre se transformaba en “rigor” 0 “severidad”, en otras ocasiones en azotes y a veces ~;cuindo?~ en caricias. Lo que no hay es el esfuerzo consciente, que deriva de la cultura, por comportarse siempre afectuosamente con e! hijo. Esa ausencia, mas que la presencia tal vez inevitable del castigo fisico, es el dato mas entrafable, mas intimo, de la sensibilidad “bérbara” en esta problemitica ELhijo debe ser formado, dominado, hecho a imagen y semejanza, pues es sélo un hombre pequefto. La caricia y el mimo comienzan aqut y entonces su vida de mala fama, aquella que, como apreciaremos en el como Il, laeducacin catéliea de fines del siglo XIX Ilev6 a sus dltimas consecuencias. La Hermandad de Caridad en su Memo- ria Instructiva publicada en 1826, present6 como modelo de educacién afectuosa Ia dada a sus huérfanos, de este modo: “Los [niflos expdsitos] que viven en Casa son tratados sin los mimos que frecuentemente vician la educacién de los hijos de vecino, pero con carifio, abundancia y limpieza (...) Madres de familia tienen que admirar et orden, silencio y modales [..)”", He ah{ el nudo de la sensibilidad “barbara”: no era que las caricias y el afecto faltasen en el padre, era que la cultura los evaluaba negativamente; fa dureza era un valor, y el silencio debfa imponerse a los nifios. Nunca estuvo, en verdad, tan lejos lo cculturalmente admirado, al menosen el caso del silencio y lacontencién del cuerpo del nifio, de lo realmente vivido, como observaremos mas adelante. 2,Madrey abandono Los viajcros europeos que visitaron el pafsen la primera mitad del siglo XIX, encon- ‘raron muchos nifios abandonados por sus padres", y la Hermandad de Caridad, al cexplicar las zones que motivaron el establecimiento de la Casa""Cuna” en 1818, dijo en 1826: “EI cuadro dotoroso de muchos nifios, que se encontraban expuestos en las calles, despedazados a veces por los perros, y el insoportable peso que gravitaba sobre las familias distinguidas por su caridad, a quienes echaban frecwentemente «algunos, en términos que hay setora en Montevideo que legs a reeibir hasta doce, 174, Robero 1. Bout, ob ci. R H-Tomo XXXI, Montevideo. 196, p. 43.17, Memoria Insirtiva det trig, estado, rea, gsi yadministacion de a Hermandad de Cada de Montevideo, Impenta de Curia, Montevideo, 1826p. 26,176 Veuse po ejemplo: Carlos Real de Ab. e, RH. Tero KXXI, Monevideo, 190, 9. 194 ~69. movieron como ya se ha dicho, el énimo de las primeras autoridades a fundar wna cara itensiad habia alcanzado el problema de los nifos abandons fines dela primer década de la Revolucién, que el Cabildo de Montevideo, cn la instrucciones fundamentalmente polticas que dio a sus diputados ante el Rey Juan VI de Portugal, Diimaso A. Larrafaga y Jerénimo Pio Biangui, e131 de enero de 1817, mencions en el umeral 13, “suplicar a SM se digne crear y organizar un Establecimiento general ide socorro piblico, 0 una Casa de Misericordia para huérfanos"™. “Antes de la Casa “Cuna” de 1818 -y después también, en verdad-, 1s niios eran abandonados en los “huecos” donde se dejaban los eueros, er las puertas y sentanas de las casas “acomodadas”, en las calles, y en los atrios de las Iglesias. TIntentemos salir de las impresiones de los contemporsneos ~no desdefiables, sobre todo por su rciteracidn-, para cuantificar, con todo lo discutibles que puedan set las cifras dada la ausencia de estadisticas demogrificas confiables. ESTIMACION PORCENTUAL DE NINOS ABANDONADOS [EN EL ASILO DE EXPOSITOS, SOBRE NACIDOS'™* Parctaee 181825 cereadedd—16262en 1829732 346 1860-62 9 58.000 2320 384 ies 109) {12.000 80 283 wo 120. 28.000 S10 234 La evolucién descendente de estos porcentajes recibe la confirmacién de los contempordneos. As(, la Memoria de la Hermandad de Caridad de 1826, estimo {que los nifios expésitos existentes en ef Asilo equivalian a “12 por cada mil yecings” montevideanos"', Isidoro de Marfa, redactor en 1864 de In segunda ‘© Cas vas exscifasenen slo valor coma esimciones. mero denis bandanas analmen ft Aa esque. ane pod spunea geal ve met nds as is boss de Morucrdeo qua amas sepia halendose cargo de lpuno ellos sin que pasnnpreviamete por Aso, No pee futada, en cam, lr de que este exo porta incur ain nos hana dos fer el Gepartamento de Montevideo, ya que, daa a orm en qu els rec, wos ls leva de reriones tay sed, La natalia etnada sobre el lta de los habits de Monivideo es suest, baru la ca de 45 por mil ene 3 su favor ser de as primers conacidas en cada, 87080. En cuanto Speblaciondeparamentl, la caidad mds disable esa eimera En 1826 la Hermandad de Caridad ‘imsen 2 los expsstos por cada el veins, oque, con un existenciaen el Asie de 282 ifs, daa pare Montevideo, 23.000 habits. Pero ol paren de 1829 syn a los cto cunrteles de Momeideo, 16.202 Eabanes referimosuilzar xs tna cifra po denvar de un Censoy aererse al estimcin qu prensa hize en 182 1.000", 177, Memoria Instrutve (de a Hermanded de Cord, ob. cit sore de Mars: Memoria Hist Caridad de Monteviden déade au Fundaein, Montevideo, Imp. Typogréfen a Vapor, L868, pp. 15:16 {78-Alredo R Castellanos Déoaso A. Laraags, Conbucin al estudio de as ideas dl Poo, Dsimaso A. LLamamga, RH. Tone XVI, 19, Fences de este cadre: Memoria Insrustia (.) de Ia Herman de Caridad: 0b ct p.30. Adolfo Vilas, 0. cl po, 108-105. 180 dua Acevedo, Anse, obi Tomo Tap. 348-390. IB, Memoria Instruct (dela Hermaptad de Caridad. ob cp. 31 =10- ‘memoria hist6rica que conocemos, calcul6 que esa proporcién habia descendido a°S y 34 expésitos por mil habitantes™™, es decir, que segin las fuentes contemporancas, cl némero de nifios abandonados en la “Casa Cuna’”en la déca- da de 1820-30 era tres veces superior al revelado por las cifras de 1864, De acuerdo a nuestro Cuadro, el porcentaje promedio de niios abandonados en relacién con nacidos en ia década 1860-70, un 2,87, comparado con el vigente en la dscada 1820-30, un 5,46, permite deducir que se abandonaba el doble de niios a ‘comienzos del siglo XIX que en su séptima década [En Francia, hacia 1825-30, la cantidad de ninos abandonados por cada cien par- tos vivos era de 3.5. La cifra que corresponde a Montevideo es del 5.46, un tercio mayor. En la década 1860-70, el porcentae en Francia desciende a poco més del 1%, mientras en Montevideo alcanza casi al 3%". Dos hechos quedarian asf demostrados. El altsimo porcentaje denifios abando- nados por sus madres en el Montevideo “barbaro” de los aos 1820-1860, bastante mayor que el contemporineo de Francia; asi como la lenta tendencia al descenso, notoria sobre todo a partir de 1860 segtin nuestro Cuadro, cuando se avanzaba hacia lasensibiidad “eivilizada” A los abandonos, hay que sumar los infanticidios, Los diarios dan cuenta de ellos después de 1860 ya que se encontraba a los nifios, frecuentemente ahorca- ds, en los huecos de la ciudad junto a la basura'™, Pero, segiin la Memoria de la Hermandad de Caridad de 1826, el mal trato comenzaba desde antes de nacidos en el caso de que la madre o el padre pensaran abandonarlos o matarlos: “[..] desde antes de nacidos son victimas de la opresién en que las madres se han visto precisadas a ocultar sw flaqueza ly también] de la intemperie y des- abrigo en que suclen darlos a luc”, Estas pueden ser impresiones subjetivas ya que, al fin y al cabo, infanticidios hhubo y habré tal vez siempre. El Dr. Rappaz en 1877 nos pone sobre otra pista y coloca sobre el tapete el problema de Ia sensiblidad; al comentar la “proporcion considerable en que mueren las criaturas” (un 50% de los fallecidos, como ya sabemos,tenfa menos de diez aftos) anota “que la mayor parte de las criaturas que figuran en a mortalidad bajo el rubro de «momentos», no mueren por causas naturales. En efecto, es positivo que los infanticidios entre nosotros son mucho ‘mds comunes de lo que se cree generalmente; hace mucho tiempo que esto se ‘murmura. Sin embargo, hasta ahora no se ha sentenciado a uno solo de esos ‘monstruos indignos del nombre de madre. Solo hubo un proceso criminal el aito 182 Isdoro de Maru: Memoria Historica del Hospital de Caridad de Montevideo 0. ct. 28.188 Las cafes frances en: Shorter: El ncimieno del alia moderna Bueres Aires, 977, . 248 14, Vase, Dor eemplo: "La Tribu, 3 mayo 1866p. 3: Converstein. 18, Memoria Instuctva(.) de Herman (ade Carico ct p32. = fo, No hay un solo infanticidio en el pats, dice la estadistica de los iribuna- fes, jmentiral, claman los médicos que estdn al corriente de muchos secretos fntimos |] hay tal vez més de 20 6 30, y quién sabe cudnios, en cada ano” ‘Veinte otreinta infanticidios equivalian al 0,60% de los nacimientosde 1876, pero, claro est, solo se trata de la impresiGn de un médico “civilizado”. Lo inico cierto es, (que la causa de mortalidad més sospechosa los mucrtas “recién nacidos"~ repre: sentaba en 1871 al 4% de los fallecimientos certficados por los médicos y al 3% de Jos nacimientos. Débese anotar que en Montevideo el 41% de los fal ecimientos se producia sin asistencia médica. 0 sea que la posibilidad de ocultar las causus reales del deceso eran muy altas!”, {2Qué sucedia con los nfios que las madres aceptaban y amaban, por supuesto, la mayoria? En primer lugar, los nifios eran fajados. Todavia en 1906 en las “Lecciones de Beonomfa Doméstica” que se aprendian en las escuelas piblicas, la autora de los textos se crey6 en el deber de desaconsejar esa prictica ya no comin en su época'™. 'Y un niffo fajado es incapaz de agitar sus manos y pies en el aire, o “responder a las caricias maternas”, lo cual tal vez significa “que las madres tentan rauy poco inte- és en las caricias y los juegos"™. En 1893, el Dr. Joaquin de Salterain reproch6 la “relativa indiferencia” con que las clases menesterosas” tataban a sus hijos, lo que acentuabs la “debilidad con- ‘génita” de estos 0 provocaba la aparicién de Ia “adguirida”. También acus6 a la mujer “de mundo” de las clases alias por olvidar “Ios cuidados de ta maternidad ‘que requvieren tantos desvelos, tantas abnegaciones ante] las exigencias de una sociedad tirana” que obligaba a concurtir a las tertulias y bailes en detrimento del cuidado “abnegado” de tos hijos™*. El e6nsul francés R. Baradére ~‘civilizado” un tanto antes que Joaquin de Salterain— ya habfa dicho en 1834 que las uruguayas no eran “mad’es tiemnas. El ‘amor a los nifios, santo en uno como en otro sexo, lo mas a menudo no es sino puramente instintivo, como en los animales. Su afecto se reduce ¢ tos cuidados (*) Joaquin de Sarin describ una stein que observaba como médico. pro tambien le jzes como Intgucs anew de contervar aa mer ens “higar el hogar. Su repre cs similar als cients qe os tiedoeeatlices ofcisles de In epoca hacian ss mujeres “mmunsana”, en base « vacees de I clara Patriaral Su tstimonia, aunque de 1893, de gure refer a supervvencias de conducas Temes de a Primera ad de siglo XIX, munenias par algunas caacteisias de a vida ce amie en segunda mad ‘esigl, com extudlarercs eae Tom 186° Siglo, 16 febrero 1877p, 8. y 5: La moradad. Ds, Reppaz. 187. Adolfo Wilt. b,c. pp. 102-103. 188 Emma Catala Pcie: Lecciones de Eeogomia Doréstica, To, af, Manvide, 1906, pp 152-33, 189, Esta, l eos. delucin del isola nnteamericao E Shri sabre el uso de Fa ep los ais el siglo XVI y comierane det XIX europea. Vease su obra ya cha, pp. 246-47. 1 Matt Alonso Chado: Coeccién Legislav, ob. et, Tomo XVI p. LXXXV. Retosfecto ya chado, El coment sol ata fe mado pore oto Joaquin de Seren de la infancia y al derecho que se les reconoce de habitar indefinidamente la casa paterna”®'. Los mimos, recordémoslo, eran reprochados unénimemente por los educadores, pues el ideal era la “severidad”. No sabemnos con exactitud qué opinaba la cultura oficial de la £poca “barbara en el ‘Uruguay sobre el amamantamiento del nifio por su mace. A mediados del siglo XVII en Francia, habia ya comenzado entre las clases medias y alta la “moda” del amamantamion- to matemo que también impuls6 el “Emilio” de Rousseau en 1762". En el Uruguay es recién avanzada la segunda mitad del siglo XIX cuando aparecen testimonios favorables ‘testa prictica y condenatorios de la entrega del nino a amas, en plena sensibilidad “eivi- lizada” Peron atisbo de lo sucedido tal vez lo podamos deducir del muestreo que hemos hecho de los avisos ofreciendo o pidiendo amas de leche desde 1830 a 1900, apareci- dos en los principales diarios montevideanos. Con todas sus deficiencias, el Cuadro {que sigue permite hallar el sentido en que marchaban los cambios en este plano esen- cial de la relacién madre-hijo: AYISOS DE "AMAS DE LECHE” EN LOS DIARIOS MONTEVIDEANOS: MUESTRA: CADA 5 ANOS, UN. Pads tO Debemos advertir que en casi todos los casos, las amas pedidas lo eran para “conchavar” en Ia casa del nifio y slo muy pocas se ofrecian para Wevarlo a sus ceasas, hecho que, en cambio, era norma en la Francia del siglo XIX: la entrega del nifio al ama. También se exigia en los avisos que el ama “esté recién parida pero sin hijo, 0 en momentos de parir y que dé garantias de su buena conducta"™, Estos ddos hechos testimonian un especial cuidado por parte de los padres para con sus hijo: ‘no los enviaban generalmente a las casas de las amas y procuraban asegurarse una 1: Ai cael: Das ines en a: ob ty $9657. So oh Br ote can ins ons pres np tote ar eae at seve sth aca chaceeaettiden seem. acion eases es RS isay a somes fa te 50 ts ems Cee 159m eT Pree pln ave an uupa orl ego Spe La Tt Po Sty Cs hrs naps Sp fire qn poe bh “risa eens a joss) a ea ‘ear ie TA Ate pe pe ep roe ete a ilar /ssp bc tyetiana ence nda erp B Cacti 3 el a reyes ees -B- alimentaci6n regular de nto, exigiendo al ama “buena conducta” y que no tuviera un hijo recién nacido, pensando lograr asf una garanti suplementaria de alimentacion constantey ica desu propio hijo Pero el Cuadro, aun con la escasamente representativa que puede ser la mues- tn, insinia algunos hechos esenciales para apreciar el lazo madte-hijo, Durante el periodo 1830-65, que coincide casi exactamente con el de la sen- sibilidad “barbara”, existen cinco veces mis avisos de amas de leche por habi tanic que en el perfodo posterior, 1870-1900, aquel en que se forma la sensibilidad ‘civilizada”, Ademas, y el Cuadro es todavia mas concluyente, en el primero, un {61% de los avisos son pedidos de amas de leche y en el segundo, cl 100% son avisos en que Estas se oftecen. La informacién, por otra parte, esté sesgada porgue Is eleccidn de un aio cada cinco a partir de 1830, nos hizo utilizar 1890 y éste fue excepeional. La crisis econdmica volvié miserables a los sectores pop lares, compuestos en alta proporcisn por inmigrantes espafioleseitalianos, por lo que se increments de manera artificial cl ndmero de avisos en que las mujeres pobres recign “paridas” se ofrecian como amas de leche de los nifos de hogares pudientes, una estrategia de supervivencia tipica de esa época. Es sintomética uc en todo el periodo 1870-1900, solo figuren con avisos pidiendo amas de leche los afios 1870 4 avisos-, 1890, 1895-1 aviso-, y 1900, 3 avisos. La cifra de 19 avisos en total de ese perfodo se logra fundamentalmente con los once apareci- dos el aiio de Ia crisis econémica, 5 de “robustas" espafiolas, 3 de italianas, 2 orientales y I francesa, Si elimindramos por estas consideracionss el afio 1890, es obvio que la costumbre de dar a criar los hijos a las amas apareceria como disminuyendo a partir de 1870, mientras en Paris, por ejemplo, el poreentaje de niflos enviados “en nourrice” dentro o fuera de la ciudad, todavia fluctuaba en tomo al 30% entre 1885 y 1914, El uso tal vez frecuente de las amas de leche por las madres pudientes de Ia €poca “barbara” también se comprueba por las cifras que muestra el egistro domés tico llevado por la polita de Montevideo en 1853, un total ce 94 amas, 1 60% de color En una poblacién probable en el casco urbano de 15,000 alas, 4.500 de las cuales eran tl vez mujeres de hasta 59 aflos, sas easi 100 amas equivaliana una cada 450 ‘mujeres, lo que no es poco, ya que ,cuantas de ella tenfan realmente en ese momento ninos de pecho para ctiar y, ademas, podtan pagar el servicio?” CCifra muy alta de abandonos, infanticidio también probablemente clevado, uso de 4a faj en los recién nacido, ¢incidencia de las amas de leche en la alimentacign de los hijos de las clases acomodadas, son hechas que parecen caracterizar la relaciGn mmadre-hijo antes de 1860, @Por qué? {Se trataba con eseasa temura a los nifios © eta que los mimos no tenian buena fama en la cultura “barbara”, pero el amor matemo, en los hechos, no 6a diferente del que serd norma proclamar en el Novecientos? 195, Las iis fancesas en & Sho, cb cit, p. 261 Las estmacions sobre la relaién ene atas y ‘mujeres montvideaas en 1892-33 en hase a Bauardo Acevedo, Anal bits Toma p42) 38 a El abandono de los nifios puede psicoldgicamente vincularse a individuos que tienen vinculos afectivos muy escasos “y no disponen de wna cantidad suficiente de afecto hacia nadie, ni siquiera hacia su hijo”. Pero a veces, es0s individuos, que en toda sociedad existen, ocultan estas tendencias porque su cultura no las ambienta; en otras ocasiones, en cambio, su cultura las consiente y hasta tal vez las amplifca En realidad, abandono einfanticidio eran las formas més comunes de controlar © dlisimular la natatidad en el Uruguay “barbaro” (el “civilizado”, como veremos en el Tomo I, invent6 otras, igualmente mortferas pero infnitamente mas disimuladas) La mujerrioplatensesoltera de familia “decente”, en un ambiente de mayor liber- tad sexual que en el posterior Uruguay puritano,tenfa fama de“libertina’ al entender de los curas del siglo XVIII y los viajeros europeos del siglo XIX". Pero debia ‘cular su falta, pues la moral, laxa, igual la condenaba, y si admitia el bastardo del hhombre, no admitia el hijo natural de la mujer “acomodada”. Por eso denunciaba en 1826 la Hermandad de Caridad que las madres embarazadas soltras apretaban sus vientres para “ocultarsu flaqueza”,y el cOnsul de Francia en 1834 afadia que “los infantcidios y tos abortos mucho mds frecuentes atin” se hacian “para ocultar una matemnidad que no es posible confesar sin vergienza"™, Espinosa y Tello a fines del siglo XVIII no interpre6 asf los hechos. Segain el espaiiol, “en estos paises la delicadeea y el punto del que dlirdn no ha introduc do la horrorosa préctica det aborto", por lo que las mujeres solteras, aungue cria- ‘ban a sus hijos, consideraban "sw estado como una desgracia” por eareeer de com- paflero que las amparase econsmicamente™. Cien afios después, en 1895, el Dr. Joaquin de Salterain confirms esta causa del “abandono” —Iasdificultades econém cas de Ia madre soltera— y afiadié otra que ya hemos visto invocada para expicar Ia “paciencia” de los padres hacia la muerte de sus hijo: “en razdn de ser las familias ‘mug rumerosas se mira con relativa indiferencia por parte de las madres el futuro de los niios™® Las coacciones morales, las dificultades econémicas, la anestesia sentimental {que provocaban fos hijos numerosos ante el hijo concreto, son todas razonesculturales {que pudieron haber fomentado el abandono yelinfanticidio, De seguro no wabaron la pulsin de las madres narvisistas para que asf procedieran; al contrario, facilitaron, como tantos otros elementos de esta sociedad, la realizacién vietoriosa de esos impul- 505 que otras culturas reprimen mejor Pero tambien Ia sensibilidad “barbara” jug6 su rol. La violencia fisia, uno de los ‘componentes que hacen a su esencia, impregne todas estas conductas, de desapego algunas, claramente agresivas, tras 196, Opinin del De. Luis Enrique Prego Silva, psquaue infu. sparecida enol Smanario“Brecha”. 7 etre 1988; Adopién y abandono. Las raznes lates. 197. Yeas, por ejemplo, el testimonio del relpioso de 1762 sobre a conduct el pueblabontren en: Ricardo Roarguer Moles: Divo Tania tradicional, Cenuo Esto de Amica Latins, Buenos Ales, pp. 48-9. 198. Atiedo R. Castano’ Doe informes sere del.) ob. cit. yp. 486.97. 198. Ciao por: Horacio Arrdond, ob pp 232-33, 200, Maes Alonso Crisio:Colecion Leila, Toma XVI. P. LAXXXW. Retrospect cade 3. El maestro “verdugo” José Pedro Varela, el reformador de nuestra enseflanza primaria entre 1876 y 1879, sostenfa que el nifio era bueno por naturaleza, lo que no le impediré procurar que se sienta culpable por sus instintos, por cierto, como observaremos e1 el Tomo Il ‘Los maestros, curas y padres dela primera mitad del siglo XTX, pensaban de muy ‘tro modo, Emma Catal de Princivalle, una maestra vareliana con fundamentos fi- losoficos “barbaros”, 1s represent6 en 1906 al escribir: “EI nifio no es bueno por naturaleza, como piensan algunos; por el contrario, predominar. en él los ins- fintos del salvaje. El hombre |..| cuando es chico, se parece al salvaje, tiene el instinto de la imitacién muy desarrollado, y le gusta mds imitar lo malo que lo ‘bueno, mds a tos nifios que a las personas mayores, a la gente soez que a la jente culta’™ eM an concepin de nfo, influida por ia ocrina catia del pecad originl"™, sirvié de ideotogta a la sensibilidad “barbara” para justficar sus métodos de ensenian- ‘a infinitamente més castigadores del cuerpo que represores de! alme. Y esto en una institucién como la escuela, la que en casi todas las culturas representa, junto a las ilesias, precisamente el camino opuesto: l de la persuasién del alma para lograr el control del cuerpo. Por eso, la escuela “birbara” es cl mejor ejemplo de lo que habiarnos ya dicho al ‘comienzo del capstulo I, que Ia eleccién del castigo del cuerpo comométodo funda- mental para ejercer poder en In época “brbara, impregns incluso el ato camino que también se transit6, el de la represiOn del alma 1La violencia fisica del maestro, clave del sistema pedagdgico “>érbaro, no se agotaba en cl castigo del cuerpo del nifio, se ejereta también sobre el alma. Por eso cera que el método elegido para dominar la inteligencia del educando era apresaria: el estudio se hacfs en base a ejercicios memorfsticos, al aprendizaje de respuestas que debian decirse exactamente como estaban escritas en libros lamados, sugestivamen- {e, “catecismos”, incluso con las inflexiones en el tono de voz que los signos de pun- ‘uacién indicaban* “Lalletra con sangre entra”, deciael adagio popular. Y los maestros castigaban el cuerpo de los nifios de diversas formas y con variado instrumental. La "diseiplina” 0 tiras de cuero en forma de manojo o sujetas a pedazos de madera, permitia azotar las piernas y las nalgas; la “‘palmeza”, de “madera dura y muy pesada 0 de cuero doble de vaca perfectamente cosido”, lexible, variaba de 20 a 5C centimetros y tenia la pala o parte més ancha, llena de agujeritos que levantaban ampollas en la came; a menudo era sustituida por instrumentos més fécites de obtener el rebenque © () Por eso un maesito bondadoso come Juan Manuel Boilz, cn los ais 1840-60, inveatb efniciones framaticals en forma de eso que ene erado sce su tam y pulsado una guitar pare Gare tn0 Yel eompis de lo que se habla convertigo en cance cantada a coro por ls nos 201 ana Catal de Piacivalle ob et, Laci6n X. Dela educaci de sis. 202. Veate sobre pune Yel Europa de lor silos Xl) XVII: ean Delumest ob ct p. 208.208 RemuloF Roel, cl p36. ~18- tuna vara de membrillo; Ia regla, de instrumento de medicién se transformaba a la ‘menor indseiplina en instrumento de correcci6n castigando la yema de los dedos: el ‘mate, usado como piso de las rodills de! niio hincado; el gran buche de agua con prohibicidn de expelerioo tragario y teniendo que resprar solo por la nariz durante mucho tiempo... y otras mil formas de provocar dolor fisico, que el sadismo de seguro sugii6, como los sencillos golpes en la cabeza con la mano y las “parada” en el pecho que todavia practicaba un maestro de Maldonado en mayo de 187%, Los “eastigas afrentosos". por ejemplo, el nifio colocado en un rineén del salin de clase con orejas de burro, denotaban otra vez Io que ya vimos en el derecho penal “t 10", laconversin en especticulo piblico de fa humillacin y ef dolor individual A veces el refinamiento era mayor y se procuraba aterrorizar el alma con la prisidn del cuetpo o las amenazas. El encierro de ls nifios “desobedientes” era fre- cuente;en 1868, los vecinos de Fray Bentos denunciaron que el maestro de la escuela publica tenia “junto a su pupitre, un gran cajén de madera, donde encerraba durante horas enteras a los néfos inguietos, barullentos 0 haraganes"™. Las abstinencias y la reduccin a pan y agua dela diet infantil eran, en realidad, tanto un castigo fisico como laimitacin de la penitencia mas habitual que los padres imponian a sus hijos “inguietos, barullensos 0 haraganes", como recordé en 1898 el memo- rialista Antonio N. Pereira refiriéndose a su infancia en 1840-50*. Frecuentemente también se probibia salir de clase “para hacer aguas mayores”; en la escuela del ‘silo de Expésitos fundado en 1818, mientras oto nifio estuviera afuera™; en otras escuelas la prohibicisn de salir del sal6n era absotuta Esta escuela eta vivida por los nifios como una “prision” y el maestro considera- do un *yerdugo”, Los iflos a veces se “evadian” y respondian agresivamente, como Io hizo a principios del ochocientos, el joven Manuel Oribe. Cuando su maestro le impaso un fuerte castigo, Manvel le arroj6 un tintero, gan la puerta de call, se fue a su casa cortiendo "y hallando un caballo ensillado de uno de los peones de las estancias de sus padres, mont6 en él y se escondié por los alrededores de Mon tevideo". Lo hallaron tres © cuatro dias después™. 4, Patrones y sirvientes No hemos itvestigado el trato dado en el perfodo colonial por fos amos a los sirvientes negros hasta que la abolicién de la esclavitud fue decretada en Montevideo en diciembre de 1842, hecho, empero, que no modifies la situacién de la sirvienta 204, Orestes Arai: Mistrial a escuela urguaya, ob ct, p. 288.298, Rémal Ross ob ep. 36. 205, "EI Departament fo. 10 myo 1ST p. 3c. {- Castigos escolares, 200, Eduardo Acevedo ‘Ames, ob cit. "Tomo Il. p. 627207. Amani N. Pati: Nuevas costs de sai. Mentesdeo, 1898p 7.208, Jorge Lockhart La historia del Hospital Maciel, ab et, p 35-209, Antonio N, Perea Cost Je ‘antno, Nontevideo, 1893. 127, El termina “prin” pare designar& la excuela lo un Antonio N Pereira en Reeverdos demi tempo, Montevideo, 1891 p.28 ld "verdugo” para lamar mae en 28 fr ibe: Nuevas coas de ana, Montevideo, 1898. p27 =1- negra. Siempre se ha dicho que, en relacién al duro tito dado a los exclavos en tas plantaciones del sur de los Estados Unidos, Cubs Brasil el proporcionado a fos Firvientes negros en el Rfo de la Plata fue benigno, ya que la conviveneia eotidiana Jgmortiguabe Ia distancia social-racial [La obra de Eugenio Petit Mufoz, Edmundo Narancio y José Ma. Traibel sobre la condicién juridica de los negeos en el perfodo colonial aporta datos de relevancia, falta una investigacin que estudie exhaustivamente y con criteriomoderno, los Expedientes judiciales en que los negros pedan cambio de amo 0 protagonizaban sgueesoscriminales, por ejemplo, Séloasi obtendrfamos una visin cientifiea de lareal situacién del negro en el seno de sus ducfios, las familias blancas. Enel interin, tenemos que sujetarnos alas impresiones Félix de Azara aseguré en 1801 que Ia mayoria de los esclavos mera sin tecibir un solo azote. El investigador tiene I impresi6n de que la “minora” no era tan peque- fia ya que ef amo tenia derecho a castigar “moderadamente” a sus eselavos y Estos el de quejarse ~ante jueces blancos~ s6lo si se era “cruel”, concepts elistico, en verdad, Grillos, cadenas, cepos y azotes ~gn0 mas de 25? se permitieren por la Real {Gédula del 31 de mayo de 1789. Los expedientesjudiciales del perfodo colonial estudiados por Eugenio Petit Muioz yy Homero Martinez: Montero, asf como las denuncias en los diario del Unguay inde- pendiente posterior a 1830 relevadas en parte por Eduardo Acevedo en sus “Anales”, {estimonian la “crueldad” de algunos amos, aunque también, cémo la sociedad conde- naba las “demasias”. En 1761, falleci la negra Lucfa, esclava del vecino de Montevideo Marcos Pérez, al parecer de resulias del castigo de azotes que le dio su amo". quicn habia sido worizado a pegarle por el Gobemador, José Joaquin de Viana, porque dejaba la casa sin autorizacién, “se hua de noche”. El castigo se aplicaba con un “rebenque dle ‘guasca", Hechas las averiguaciones por los cabildantes blancos, se concluy6 que habia fallecido de enfermedad y no de los golpes de su amo" Bl tato alos esclavos cuando llegaban a viejos también revelaba “crueldad”, al menos si lo medimos con nuestros cartabones de sensibilidad. Con frecuencia, los “amos los mandan a morir en el Hospital por no tener ese triste expectdculo en sus casas”, comprob6, sn citcar, la Hermandad de Caridad de Montevideo 1826" Dejemos los “excesos” y pasemos a la vida cotiiana, aquella que segtin Félix de Arata se caracterizaba porque la mayoria de los esclavos moria sin ecibir azote Como si los azotes fueran las Ginicas formas del sadismo! Ho, E, Patt Mofo, Edenudo Narunco, Joxs Ma, Traibel: La condi juries, ssa, econdinien y Doles de los negros durante el Colona: en In Banda Ores, Taller Gries 22, Moneveo, 1947 Ffambie os atulos de H. Marne: Montero en levis Nacional”. Montevideo. agnsto 40, No. 32 mayo IDL, No, ty seine 1941, No. 45 yseiembre 1942 No. ST; y Ba [sla La esclavitd ene UUnaguay desde aus comiensos hasta #8 extinelon (1743-1852). Comision Nacional de Homena a, ‘Serquegoonario dels hechos histaneoe de 1825, Montevien, 1978. 211, Ciado en Carlos Fett: Epoca (Colonial (-) abit. p. 81312, Memoria Inswueiva(.) del Hermandad de Caridad ob. ct. p23, 78- Porque, zqué pueden decir los testimonios de las mil maneras de ejercer poder los patrones sobre sus sirvientes, cuando los primeros son amos y blancos, y los se- jgundos, esclavos y negros; de los pequefios y grandes abusos, las cachetadas, los ;puntapiés los pinchazos, los coscorrones en la cabeza, las privaciones de comida, la cancelacién de asuetos largamente esperados por las menores faltas? Durante casi todo el Uruguay “barbaro”, los sirvientes fueron esclavos. ¥ euan- do dejaron de serlo (las mujeres poco a poco después de diciembre de 1842), los habitos de los amos, la condicién social y econémica miserable del negro o del inmi- grante recién llegado que hasta debfa su pasaje en cuotas, y el prejuicio racial del patrn, se coaligaron para prolongar sobre la “sirvienta” negra, mulata, “china” aindiada, gallega blanca cl trato dado con frecuencia a los esclavos negros. El castigo del cuerpo del sirviente era normal para amos y amas. Obsérvese este articulo humoristico del diario “La Tribunita” de 1868, dirigido porel politico colorado José C, Bustamante, y ttulado muy llamativamente: “Tundas necesarias. Un amigo iio que es un excelente muchacho, suele sacudir de cuando en cuando algunas ‘buenas felpas a sus criados. —Pero hombre, le decta el otro dia un amigo, es extraio que ti con wn caréeter tan suave malirates ast a los que te sirven. ~iQué quieres! respondié aquel, los criados son como los relojes; es preci- so darles cuerda de cuando en cuando” La cotidianidad, el contacto fisico, la extrema dependencia, econémica y aun psicol6gica-afectiva del sirviente, a menudo sin casa propia, hacian que la reiacién patrén-sirviente contuviera siempre una alta cuota de poder y de violencia implicita y contenida, mas aun que la relacién duefio de fabrica-obrero, inusual en este Uruguay. La sensibilidad “barbara” torn casi siempre a fa violencia contenida e implicit, en explicit fisica y desbocada ‘barbara también admitia que la violencia Fisica y el aprisiona- ‘miento del cuerpo dominaran la relacién entre los “dueflos de la salud” -médicos, enfermeros, hermanas de caridad-, y los enfermos. Aunque los dementes, como observaremos después, por lo general andaban “suel- tos” en Montevideo, los apresadas en el Hospital de Caridad después de 1825 no recibfan asistencia médica, dormian sobre jergones de paja y eran colacados en cepos © atados cuando manifestaban ageesividad?™ En diciembre de 1857, el Presidente Gabriel A. Pereira y su Ministro de Gobier- no, aprobaron el reglamento a regir en el Hospital, Alli se regulaba tanto la conduct de los enfermos como tos paderes de las recién ingresadas Hermanas de Caridad, Los pacientes debfan someterse “en un todo a las prescripciones religiosas, higié= 213, “La Trini” 7 ayo de 1868, p. 2, & 4: Gaeta, 214 Jorge Lockhart, 9b. et p40. * picas y de policia” que “concurrian a su bienestar y curacién”, y debfan “ser bedientes y sumisos a los mandatos de las Hermanas y sus subordinados"™". El Hospital de Caridad fue vivido por los enfermos como una cérce: al grado que cuando se retiraban sin permiso de las autoridades, se daba cuenta de su ausencia como de una “evasidn”™, 6.El hombre y los animales EI castigo tambign incluy6 el cuerpo de los animales, sirviendo con frecuencia e! hecho mismo de especticulo y diversicn publica ‘La doma répida y agresiva de los caballos, que todos los extranjeros advirticron, puede, tal vez, considerarse un hecho més vinculado a la abundancia y baratura del ‘equino que a la sensibilidad “barbara”, aun cuando ésta pudo jugar un rol en ella. Las, corridas de toros y las ritias de gallos, en cambio, derivan directamente de la sensibi- Tidad dominante. E123 de enero de 1859, el viajero estadounidense J.A. Peabody asistié a una ccorrida de toros en la plaza de la UniGn en Montevideo. La describié ast: “Habra ‘gran cantidad de publico presente, aunque el lugar no estaba ni medio iteno [uJ Bs exactamente como se ve en las figuras: un espectéculo brutal. Habia 5 foros, 3 de los cuales no lucharian y fueron entazados y arrastrados a un lado para ser matados. Uno de los toros [..| enterra los cuernos en el pecho de uno de los caballos, matdndolo casi instantdneamente € hirié a otros dos ca: ballos que quedaron en la arena en tal mal estado que fueron retirados |.) Finalmente, al redoble del tambor, uno de los hombres vestido mas elegante: mente que el resto, tomé una larga espada en la mano, sosteniendo un pao rojo en la otra [..] lo indujo a cargar hundiéndole la espada entre los cuartos delanteros o en el frente, al mismo tiempo salto réipidamente a un cosiado y el pobre toro se tambaled con 2 6 3 ples de acero clavados |...| el pobre animal ‘agonizaba, Un individuo colocd su capa sobre la espada y brincd, otro se le ‘sonté encima después que cayd, adoptando lo que le parecla una actitud gra- ciosa, también muchos vociferaban y empujaban al pobre bruta |...) El caba- Ho muerto no fue retirado hasta después de ta muerte del toro y una o dos veces éste arremetié contra su cuerpo furiosamente; le clav6 los euernos, fo levantd 5 6 6 pies det suelo con gran facilidad y luego lo dej6 cuer para perseguir a alguno de los que lo estaban molestando”. Entre el piblico not umerosas mujeres!” 215, Matias Alonso Cri? Coleceidn Leailatva, Tomo IL. pp. 145-53 216. El sania esutizado tava fn 1895, ves! Matas Alonso Cia, ColecldnLegiativ, cb, Tao XVI, p. XXII Retrospecto {stato 1895 poblieado por “tl Sil exet por ardo Acevedo. De 1885 18 se “ead del Hospital te Caridad ef 004% de los enlxmo atstdoe 247, Vetse, por ejemplo, e relato el ano IRS del visio Ircamericano JA. Peabody, ya eid, p. 56 yp. 20 Los agjetivos de Peabody revelan una sensibilidad “eivilizada” ~zo meramente sajona?-; Veamos la “bérbara”, al gacetillero de “El Ferrocarrit” defendiendo el es- Pectéculo contra los primetos amagos de prohibicidn en enero de 1870: [..| estamos porque sigan las corridas |.) porque la diversién esa es muy agradable |..1 y con ella estan las simpatias de todo el piiblico montevideano"™ Los rehderos de gallos pululaban por doquier. En marzo de 1854, el Jefe Politico y de Poliea, coronel José Guerra, reglaments las riftas procurando evitar las discus nes y peleas a cuchillo entre los jugadores. Entresaco dos de sus trece artculos: “90, ‘Si alguno de los gallos quedase ciego y et otro con vista aunque sea paca, y éste se separase, deberd arrimarse adonde estd el ciego hasta que to sienta |.) y si 4 las tres veces no hiciera por la rita el con vista, serd perdida por éste, con tal que el ciego esté parado |...) 120, Si los gallos cegasen, se meterdn en un tam- bor que se estrechardé més 0 menos a juicio del juez[..] con el objeto de propor: cionar que los gallos se encuentren con més facilidad, pero si uno se postrase clavando el pico en tierra, se levantard por tercera acasidn y si vuelve a echar- 4e, perderd ta pelea estando el otro en pie”? Los “celadores” de la policfa tenfan el deber de apresar y matar a tos numerosos perros abandonados ~a veces hasta rabiosos~ que abundaban por Montevideo. Pri- ‘mero los enlazaban y luego los lanceaban 0 mataban a golpes con sus gruesos garro- fs 0 machetes en plena calle. Los perros menudo permanecian largo rato con estertores, su sangre corria por las veredas y los cadveres, como ya sabemos, que-

You might also like