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Benitez Rivas, Anibal - Derecho Romano
Benitez Rivas, Anibal - Derecho Romano
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DERECHO ROMANO
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ANIBAL BENÍTEZ RIVAS
Doctor en Ciencias Jurídicas
“Suma Cum Laude”
DERECHO
ROMANO
Asunción - Paraguay
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(c) ANIBAL BENITEZ RIVAS
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A la memoria de mi madre, Sra. Haydeé Rivas de Benítez,
de mis hermanos Maria Cristina, Magno, Eduardo y
Osvaldo Benítez Rivas, así como la del amigo y
compañero que me alentó en todo momento para la
publicación de este texto, el señor Aníbal Vallejo Rossi.
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IURIS PRAECEPTA SUNT HAEC;
HONESTE VIVERE ALTERUM NON
LAEDERE, SUM CUIQUE TRIBUERE. (Ulpiano: Libro I. Tít.
1, Ley 10 I)
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INTRODUCCIÓN
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innegable!, porque, ignorándola no se pueden establecer puntos de compa-
ración; sin embargo, antes deberá conocerse la parte elemental que abarque lo
más preciso.
No se trata de elaborar una obra que estudie el Derecho romano porque
no podemos colocarnos junto a las eminencias filosóficas, jurídicas, que han
dejado sus obras como textos de incalculable valor, pero sí trataremos de,
dentro del programa que se fija al estudio del Derecho Romano, dar nociones
generales para el conocimiento, la interpretación y aplicación de este
importante Derecho.
La tendencia de lograr esta recopilación es la de llevar en forma
sencilla, comprensiva y fácil a los jóvenes que inician la carrera el conoci-
miento de la legislación romana, cuyas ideas generales son indispensables,
tratando de que comprendan su lenguaje jurídico, el origen de las materias que
trata y las relaciones que se encuentran entre sí.
El estudio histórico de cualquier legislación permite verla objetivación
de los esfuerzos; así como hacer revivir las instituciones, de valor a las
costumbres, y por ello es indispensable recurrir a las fuentes romanas para
poder obtener de ellas, sobre todo por lo que se refiere al Derecho Civil, los
cimientos de la legislación actual, a efectos de que, el que necesite luchar y
dedicar su actividad dentro de esta rama importantísima, tenga las armas, las
máximas, las prescripciones, las raíces, el magnífico pensamiento de los
jurisconsultos romanos que vendrán a ser apreciados y comparados cuando la
experiencia jurídica esté bien cimentada.
Tratando de brindar a la juventud, con claridad, ideas que puedan ser
comprendidas de inmediato, porque en esta forma podrá retenerlas, darle los
principios, ciertos, exactos, como fueron señalados por los romanos, a efectos
de que pueda, durante el estudio, ampliarlos por la comparación con las
legislaciones actuales.
Con base en el interés que me propongo de imprimir utilidad exclusiva
para los estudiantes, seguiré el principio histórico, de tal manera que éste
permita al estudiante obtener elementos, conocer principios, familiarizarse con
el lenguaje jurídico, con las instituciones, doctrinas, filosofías, etc., y
compararlas con las que hoy rigen en el mundo, obteniendo resultados que lo
lleven a ensalzarse o vituperarlo sin desconocer que él fue quien estableció los
conceptos más elocuentes de la Jurisprudencia y el Derecho.
Ojalá que esta obra reporte efectiva utilidad, porque con ella habrá de
quedar satisfecho el deseo y correspondido el esfuerzo.
El Autor
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ROMA
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La construcción de esta muralla, colosal por aquella época, duró casi un
siglo y medio; estaba constituida por grandes bloques cuadrados de tufo,
extraídos de las cercanas canteras de Gruta Obscura y de Fidene; en sus partes
llanas alcanzaba la altura de diez metros y el espesor de tres y estaba reforzada
al interior por un terraplén (agger) de más de 30 metros y exteriormente por
un profundo foso con un ancho de 35 metros. La muralla se extendía por 11
kilómetros y comprendía la zona del Tíber y las pendientes exteriores del
Celio y del Aventino; quedaba afuera todo el Campo Marcio, Transtiber. En
dicha muralla se abrían 15 puertas, entre las cuales la “Fontanillis”, de la que
partía la Vía Flaminia; la “Colina” de la que salía la Vía Salaria; la
“Esquilina” con las Vías Casilina y Tiburtina, y la más importante de todas, la
“Capena”, de la que salía la Vía Apia. Los muros republicanos fueron
religiosamente conservados durante todo el período imperial, incluso cuando
ya no servían y la ciudad los había sobrepasado en muchísimos puntos.
La estructura de la ciudad en el período republicano, como se puede
deducir de las palabras de Cicerón, era la de las formaciones urbanísticas
espontáneas, adaptadas a la conformación del terreno y respondía a las
necesidades prácticas de los habitantes. La urbanización en el sentido
moderno de la palabra, tuvo comienzo solamente a fines de la República, y se
volvió posible debido sobre todo a dos factores: la frecuencia de los incendios
que destruyeron barrios enteros y la facultad que tenía el emperador para
destinar las áreas pertenecientes a la pública hacienda, aun prescindiendo de
los monumentos que ya existían.
En el caso del incendio de Nerón se supuso que los dos factores
coincidiesen, es decir que Nerón hubiese provocado el incendio voluntaria-
mente para poder renovar totalmente la ciudad.
En la primera mitad del siglo II de nuestra era el aspecto urbanístico de
la Roma imperial es el de una ciudad con algunas zonas que siguen
manteniendo la vieja estructura republicana, aquí y acullá mejorada, y otras
zonas ordenadas según un plan regulador bien definido y coordinado. Esta
línea de desarrollo puede seguirse, en resumen, a partir del período entre Sila
y Pompeyo (82-50 A.C.) con el arreglo urbanístico de la colina Capitolina y la
consiguiente construcción del Tabularium, de dos puentes de la Isla Tiberina,
del teatro de Pompeyo y del Pórtico de las cien columnas en el campo Marcio;
este desarrollo continúa en el período de César (49-44
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A.C.) con el arreglo del Foro Romano, la construcción de la Basílica Julia y
del Foro de César con el templo de Venus Genitrix; en el de Augusto (43 AC-
14 DC) con la reconstrucción de decenas de templos, la construcción del Foro
de Augusto con el templo de Marte Vengador, la de los grandiosos pórticos de
Octavia, de Vipsania, Saepta Julia, del templo de Apolo con la primera
residencia imperial en el Palatino, del Ara Pacis y del Mausoleo de Augusto
en el Campo Marcio. Pero, además de los edificios públicos, también los
barrios residenciales fueron trazados con regularidad, y las calles hasta
entonces estrechas y tortuosas, tuvieron un estilo de mayor uniformidad,
después de lo que estableció el plan urbanístico de Nerón, que preveía
pórticos en las fachadas de las casas.
El desarrollo de la urbanización se acentuó mayormente bajo el
gobierno de los Flavios (69-96 D.C.) con la construcción del Coliseo, la
transformación del Coliseo así como del Palatino, el arreglo del Circo
Máximo, la construcción del estadio y del Odeón en el Campo Marcio, así
como del Foro de la Paz, que podemos considerar el primer museo de obras de
arte del mundo antiguo. Con Nerva, Trajano y Adriano (96-138 DC) queda
completado el arreglo monumental de la ciudad; surgen el Foro Transitorio
con el templo de Minerva, el Foro de Trajano, los Mercados de Trajano, las
Termas de Trajano en la Colina Opio, el templo de Venus y Roma, el
Mausoleo de Adriano con el puente Helio; se reconstruyen el Foro de César y
el Panteón con las termas de Agripa.
En el siglo siguiente (138-235 D.C.), los Antoninos y los Severos
enriquecieron la ciudad con el templo del Divo Adriano, con el templo de
Antonino y Faustina, con las columnas de Antonino Pío y de Marco Aurelio,
con el Arco de Septimio Severo, con la Domus Severiana y el Septimonium
en el Palatino, con el Anfiteatro Castrensen, las Termas de Caracalla, y con la
reconstrucción del templo de Vesta en el Foro y las Termas de Nerón en el
Campo Marcio. En el siglo que medió entre los Severos y Constantino (235-
237 D.C.), Aureliano hizo levantar nuevas murallas para defender la ciudad de
las invasiones de los bárbaros; surgieron las Termas de Diocleciano, la
Basílica de Majencio, el Arco de Constantino, las Termas de Constantino en
el Quirinal y por fin, las primeras Basílicas cristianas, con las que nació una
nueva civilización, cuando ya las invasiones barbáricas y las guerras
interiores, los incendios asestaron heridas irreparables al tejido urbano y
monumental de la ciudad.
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En la arquitectura y en la urbanización de Roma se pueden hallar los tres
principios enumerados por Vitrubio: “FIRMITAS, UTILITAS, VENUSTAS”.
Para la solidez recomienda la profundidad de los cimientos y la elección del
material; para la utilidad, la disposición de los lugares cómoda y apropiada,
sin obstáculos para el uso y oportunamente orientada; para la belleza, el
aspecto agradable y elegante y el coordinamiento de las partes según cálculos
exactos de simetría. Estos tres principios son respetados por toda sana
arquitectura, pero sobre todo por la arquitectura romana, de manera que la
belleza no es un adorno aplicado sin coherencia a la estructura arquitectónica,
sino que está vinculada con el mismo ya menudo vale ante todo como
expresión de solidez y de racionalidad. Un ejemplo típico es el Coliseo: en
este monumento, la hermosura no se alcanzó sacrificando lo funcional, sino
que nace junto con el mismo.
Siempre, según Vitrubio, las plazas tienen que estar proporcionadas a la
población, de modo que el espacio no aparezca demasiado reducido para las
necesidades ni tampoco demasiado amplio si la población es escasa.
El carácter estético de la urbanización romana es definido por la
concepción del espacio, por lo que la obra arquitectónica circunscribe clara-
mente el espacio y, por lo tanto, en cierto sentido, lo crea. En la arquitectura
griega al edificio se le crea, por lo general, en función del lado exterior; en la
romana, en función del interior. Así, mientras en Grecia, en la edad clásica
vemos conjuntos monumentales (Santuarios, Acrópolis de Atenas, etc.), en los
que cada edificio tiene valor como obra de arte en sí y por sí, en la urba-
nización romana, por el contrario, la relación entre los edificios está coordi-
nada de tal manera que crea unidades espaciales; se circunscriben, o casi, las
áreas, se llega a crear plazas semejantes a enormes peristilos y se construyen
los edificios que no están aislados en el espacio y visibles de todos los lados,
pero a menudo dispuestos de tal manera que se ve únicamente una fachada.
Esta tendencia se manifiesta sobre todo en el templo que se yergue sobre
un podio que tiene una escalinata frontal.
Este sentido del espacio de la arquitectura lleva consigo también lo
grandioso de las dimensiones; inmensas creaciones de espacio cerrado son los
salones de las Termas, el Panteón, la Basílica de Majencio, etc.
El monte Palatino es la colina sobre la que nació la ciudad de Roma, la
“CIUDAD CUADRADA”. Y es sobre esta colina que aún se pueden ver las
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memorias antiquísimas que se identifican con el origen de Roma. En efecto un
grupo de restos de cabañas al sur de la Colina, descubiertos últimamente
confirman la tradición según la cual en este collado, habría nacido Roma en
753 A.C. La planta de estas chozas era de forma rectangular, los ángulos
achaflanados, las paredes y el techo debían de estar formados por ramas secas
cubiertas con barro seco. Durante el período imperial a una de esta cabañas se
la tuvo en gran consideración, fue casi venerada, pues se creía fuese la cabaña
del fundador de Roma, Rómulo (Tugurium Romuli). La elección de esta
colina por parte de las comunidades primitivas se debió a su posición
privilegiada; a 50 metros sobre el nivel del mar y 40 sobre el nivel del Tíber,
constituía un refugio natural, fácil de defender.
Mediante la realización de la “Cloaca Máxima” construida durante la
dinastía de los Tarquinos, los últimos reyes de Roma, el valle pantanoso que
se extendía sobre el Capitolio, el Palatino y las laderas del Esquilmo fue
saneado y se volvió en lugar de encuentro de los habitantes que residían en las
colinas cercanas. A partir de ese momento el pequeño valle se convirtió en la
plaza (EL FORO): el centro político, religioso y comercial de Roma: EL
FORO ROMANO.
Procesiones, procesos, pompas triunfales, mítines, elecciones tuvieron
lugar allí; fue el único centro lleno de vida de la Roma republicana. Se les
debe a César, Augusto y a Tiberio, haberle dado en gran parte su aspecto
fundamental. Quien contempla hoy por primera vez sus ruinas, no puede
evaluar plenamente toda su importancia; todavía, en esta plaza, entre estos
restos de basílicas y templos, de columnas de homenaje y de arcos triunfales,
hombres cuyos nombres eran Sila, Pompeyo, Catón, Cicerón, César, Augusto,
Tiberio y muchos otros, discutieron y decidieron el destino de Roma. Con esta
plaza tuvo comienzo la gran aventura de los Romanos, la aventura de nuestra
civilización
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CAPITULO 1
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temprana Edad Media y las que se sucedieron a éstas hasta el siglo pasado, en
el que se destaca la pandectística alemana.
En sentido estricto, se designa con el nombre de Derecho Romano el
ordenamiento normativo contenido en la compilación de las leyes y juris-
prudencia romanas efectuada en el siglo VI de nuestra era por Justiniano,
Emperador de Oriente. Este cuerpo legislativo, que más tarde fue denominado
Corpus luris Civilis, está integrado por el Código (Códex Justimaneus), una
compilación de constituciones imperiales; el Digesto o Pandectas (Digesta,
Pandectae) que contiene el ordenamiento de la jurisprudencia romana; las
Institutas (Instituciones), obra que el emperador legislador destina para
exponer los principios básicos de su derecho con el fin de facilitar su
conocimiento por las jóvenes generaciones de estudiantes, y las Novelas
(Novellae Constitutiones), que fueron las nuevas constituciones dictadas por
Justiniano entre los años 535 a 565, es decir, una vez que había terminado su
labor compiladora.
El Derecho Romano —lo vamos a mencionar con reiteración— es un
auténtico producto histórico. No es el fruto de unos años intensos de
elaboración ni de un período de esplendor máximo, sino el resultado de una
pausada, pero constante labor, de una auténtica decantación de siglos.
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les, en su problematismo histórico, es labor fundamental. Por ello pasaremos a
explicar las razones que en los tiempos actuales justifican el estudio de una
disciplina tan incuestionablemente histórica como es el Derecho Romano.
Poderosas causas, motivos culturales e históricos de importancia, nos
conducen en la actualidad a sostener la necesidad del estudio de la legislación
romana, pues aparte de sus valores formativos y pedagógicos innegables,
posee a la vez un interés práctico evidente por constituir el elemento
informador de casi todas las legislaciones de derecho privado del actual
momento histórico. Los grandes principios que sirven de base al mundo
jurídico moderno son siempre los que los romanos establecieron y, con toda
razón se ha sostenido, a nadie le es permitido repudiar esta herencia, sino al
precio de romper con el pensamiento de los juristas, de reemplazar el derecho
por la arbitrariedad o la violencia.
Pensemos sin más en todos aquellos conceptos, de indudable abolengo
romanístico, y que en los sistemas jurídicos actuales pregonan su ascendencia
originaria. Así, los conceptos de acción y de excepción, de capacidad jurídica
y de capacidad de obrar; los lineamientos fundamentales del derecho
sucesorio; los principios informantes del derecho contractual e incluso de los
derechos reales; la doctrina de la libertad de las partes contratantes; los vicios
de la voluntad en la doctrina del negocio jurídico.
Sabemos que en la actualidad, con excepción de las regiones de derecho
musulmán e hindú, el mundo está repartido en dos grandes sistemas jurídicos:
el anglosajón y el romanista. Nuestro país pertenece al segundo. Recibió el
Derecho Romano por conductos diversos. Por el derecho español, si
recordamos la influencia del Fuero Juzgo, las Partidas, etc. Por el derecho
napoleónico, si tenemos en cuenta el influjo del Código Civil Francés de
1804. Directamente, si pensamos en la fuente de inspiración que significó el
Corpus Iuris Civilis para la redacción del Código Civil Argentino, e
indirectamente por la autoridad científica de grandes expositores del Derecho
Romano, como Savigny y Pothier, o de los comentaristas del Código de
Napoleón, como Molitor, Zachariae y Toullier, que nutrieron en sus doctrinas
nuestros principios de Derecho Civil.
Fue así que el Codificador del Código Civil Argentino de 1869, que
redactó Dalmacio Vélez Sársfield, jurista de neta formación romanística,
resultó una obra de contenido esencialmente romano. A través de su
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articulado y de sus notas se aprecia que una gran masa de principios romanos
se hallan consagrados en dicho ordenamiento. Así la Teoría de las Personas
Jurídicas, la de las Cosas, la Teoría del Hecho y el Acto Jurídico, la de la
Condición y hasta la de la Representación y, de manera preponderante, el
Derecho de Obligaciones. Por ello, de manera muy imperfecta, conoceríamos
nuestro Código Civil, sino nos remontáramos a la raíz remota donde tiene su
génesis, porque el derecho es un producto histórico, del que sólo la historia
puede mostramos sus atributos típicos individuantes.
El Derecho Romano no es tan sólo un instrumento incomparable de
educación histórica. Posee además un valor formativo y pedagógico evidente,
títulos ambos que—sin otras razones— pudieran justificar su estudio, si éste
no estuviera ya suficientemente fundamentado por otras motivaciones.
Señalaba Mommsen que la historia del Derecho Romano no era necesaria e
indispensable para los altos estudios jurídicos y que para formar y desarrollar
la mentalidad de un jurista era menester presentarle en su conjunto la
evolución del derecho, para inclinarle, en definitiva, a una cierta sutileza y
flexibilidad en el manejo de las redes del derecho positivo. Así resulta la
legislación de Roma, escuela magnífica de aprendizaje y de formación
profesional, por lo que pocos sistemas jurídicos -por no decir ninguno- pueden
arrebatar al Derecho Romano este legítimo timbre de honor.
Digamos, por último, coincidiendo con Guillermo Margadant, que
estimamos que el Derecho Romano nos ofrece los conceptos fundamentales
de una ciencia jurídica supranacional y que puede servir, por ende, para crear
una plataforma jurídica donde juristas de diversos países de sistema romanista
puedan encontrarse. Es que en la ciencia jurídica romana y no en los párrafos
esqueléticos de cualquier código moderno, encontrarían el lenguaje en que los
juristas de los distintos Estados habrían de manifestarse para que hubiese una
posibilidad de concordancia. Es que, como destacaba de Sloovere, en las
mismas leyes romanas, puede hallarse la base más firme y fundamental del
llamado derecho comparado de los pueblos.
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MÉTODOS PARA SU ESTUDIO: DOGMÁTICO, HISTÓRICO,
INTEGRAL
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Dogmático: Los estudios científicos del Derecho Romano no son de
ahora, aunque hayan cambiado, naturalmente, el punto de vista y los métodos,
según que la compilación de Justiniano se tomase como fuente del derecho en
vigor o como medio de investigación histórica -como en Francia y en otros
países-. Aquél era el punto de vista de los glosadores y postglosadores, éste el
modo de ver del Renacimiento.
Una verdadera ciencia del Derecho Romano no existió hasta los trabajos
de la llamada escuela de los glosadores, nombre con que se conocen aquellos
juristas italianos que, desde fines del siglo XI hasta mediados del XIII,
laboraron sobre la compilación de Justiniano como código del derecho
vigente, proponiéndose por misión el hacer accesible a la inteligencia de su
tiempo la masa de materiales jurídicos encerrados en ella. Para ello -
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También en el campo de la jurisprudencia, y así vemos que las investigaciones
crítico-eruditas e histórico-filológicas de los humanistas acaban ahora con la
labor meramente práctica de los glosadores y con las tendencias escolástico-
dogmáticas de los comentadores.
En Alemania, esta nueva corriente crítica contó en los primeros
momentos con escasos representantes: fueron los principales Ulrico Zasius y
Gregorio Haloander (propiamente Meltzer). En Italia fueron pocos, entre
quienes se destacó Alciatus. En Francia, lugar donde verdaderamente se
desarrolló, sus representantes estuvieron constituidos por Jacobus Cujacius
(Cujas, 1522-1590) que fue el gran exegeta, y Hugo Donellus (Doneau, 1527-
1591) su dogmático más ilustre. Con razón ve Savigny en este período la
etapa más brillante de la jurisprudencia moderna.
En Francia, la primacía de la jurisprudencia teórica se desplazó a
Holanda, cuando este país, después de sacudirse del yugo español, se ofreció
como un asilo a los emigrantes perseguidos, entre los cuales se contaban no
pocos intelectuales de otras naciones. En Holanda velaron por conservarlas
gloriosas tradiciones figuras como Arnoldo Vinnius, Juan Voet, Gerardo
Noodt y Antonio Schuting.
El movimiento del método histórico partió del profesor de Gottinga,
Gustavo Hugo; pero el que en realidad inició esta nueva era en la ciencia del
derecho privado fue Carlos Federico Savigny al proclamar en su famoso
opúsculo “Sobre la misión de nuestro tiempo en punto a la legislación y a la
jurisprudencia”, y más tarde, en el prólogo al primer tomo de su “Derecho
Romano actual” el pensamiento central de la Escuela Histórica: en todo
Derecho -sostiene Savigny- ha de verse una emanación de la vida nacional, un
producto del “alma del pueblo”, que sólo en su encarnación orgánica con este
pueblo puede ser debidamente comprendido; misión de la historia del
Derecho, es, por tanto, estudiar y analizar el derecho de cada pueblo dentro de
su proceso histórico propio y con sus características nacionales.
Dominados y fascinados por la grandiosidad del Derecho Romano, estos
investigadores no se preocuparon para nada del curso ulterior seguido por el
Derecho, contentándose con sacar a la luz verdades históricas, sin preguntarse
por la posibilidad de su aplicación práctica a los tiempos presentes, ni tener en
cuenta las influencias extrañas que habían intervenido en la evolución del
Derecho Romano.
Integral: Este método combina el método dogmático y el histórico que
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coordinados se llega a conocer la historia del Derecho Romano en su parte
externa e interna, investigando sus fuentes, sus modos de formación, las
diversas etapas de su evolución, la obra legislativa del emperador Justiniano y
la difusión del Derecho Romano en Oriente y Occidente. De ahí que podemos
decir que con el método Integral se llega al conocimiento del Derecho
Romano en sus diferentes fases: a) nacimiento de la norma jurídica; b)
transformación de la norma a través de las diversas épocas de Roma; c)
adopción o recepción de las instituciones romanas por otros pueblos; d)
diferencia entre los principios romanos y las normas jurídicas de nuestros
días.
Ahora bien, ¿cómo distribuir las materias de una exposición histórica del
Derecho Romano así orientada? ¿Ha de tomarse como pauta una división del
Derecho, o una división del ciclo histórico que el Derecho haya recorrido? ¿Se
deberá empezar por clasificar el Derecho para clasificar luego la Historia, o
viceversa, primero la Historia y después el Derecho? ¿Hemos de proceder
dividiendo sistemáticamente el Derecho según sus diferentes manifestaciones,
para seguir la evolución de cada uno de los grupos de instituciones así
formados desde el principio hasta el fin, o, por el contrario, será mejor dividir
el Derecho todo por períodos, trazando en cada período una imagen de
conjunto de la vida jurídica desenvuelta dentro de él? En una palabra ¿hemos
de adoptar el método que se denomina sincrónico (sistemático) o el
cronológico (histórico)?
Ambos métodos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. El método
histórico es el que se ha venido imponiendo, con mayor arraigo cada vez, en
las obras de Historia del Derecho como conjunto, de Historia General del
Derecho y en las de Historia externa (historia de las fuentes y de la
organización política); mientras que para la Historia especial o interna, para la
Historia del Derecho privado o de instituciones jurídicas concretas, se sigue
casi siempre el método sistemático. Pero, el que como nosotros conciba el
Derecho como un producto del espíritu del pueblo, sujeto a evolución y
transformación incesantes, tendrá que oponerse necesariamente tanto a una
desarticulación fundamental de la historia jurídica externa e interna como a un
estudio aislado de las distintas instituciones. Pues, del
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mismo modo que es imposible llegar a conocer el verdadero curso de una
enfermedad por el simple cultivo de sus agentes, jamás podrá comprender
plenamente una institución jurídica quien la descuaje del medio social en que
ha germinado y arraigado para estudiarla aparte como algo en sí. La historia
del derecho es la que nos debe mostrar cómo las instituciones jurídicas se
condicionan recíprocamente en su existencia y en sus modalidades. Sólo un
estudio histórico puede hacer esto, evitando, a la vez, el peligro de aplicar a
una época conceptos y criterios propios de tiempos posteriores y en absoluto
ajenos a la época de que se trata.
El método histórico es, pues, el que nos ha de señalar el camino para
nuestra exposición, aunque sin llevar a extremos de exageración la división
por períodos. Cuanto menos nos preocupemos de trazar límites rigurosos en el
tiempo y cuanta mayor elasticidad dejemos a cada período, mayor y más libre
será el margen que nos quede para un estudio acabado de los distintos
fenómenos jurídicos, evitando las repeticiones y las interrupciones que
constituyen, la mayoría de las veces, el grave defecto del método histórico. De
límites fijos de tiempo se puede prescindir muy fácilmente, porque en la
Historia del Derecho, si ésta fija debidamente su atención en las relaciones
internas de los hechos, el tiempo no tiene gran importancia, ya que la
dinámica del Derecho se desenvuelve por cauces ocultos, con un ritmo lento
y, a veces, casi imperceptible, siendo aquí los espacios de tiempo, como
Jhering ha dicho, largos y los momentos indeterminados.
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Pero hoy, el Derecho Romano tiene un valor más bien histórico, no hay
motivo para excluir el estudio de su Derecho Público, al lado de su Derecho
Privado.
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Considera Eduardo Gibbon que la historia del Derecho de Roma puede
dividirse en tres períodos de duración aproximadamente iguales. El primero,
desde las XII Tablas (451 A.C.) hasta Cicerón (106-43 A.C.), en el que la
ignorancia del pueblo romano obstaculiza la formación de la jurisprudencia.
El segundo se extiende desde Cicerón al Emperador Alejandro Severo (247
D.C.), cuando la jurisprudencia adquiere un desarrollo sabio y brillante. El
tercer ciclo corre hasta la muerte de Justiniano (565), época en que decae el
movimiento jurisprudencial y se agotan las fuentes del derecho.
El criterio de Eduardo Gibbon ha sido criticado porque está referido
exclusivamente a la evolución de la jurisprudencia romana que, para el autor,
nace oscuramente, alcanza madurez y decae ostensiblemente en el tercer
período. Olvida, por otro lado, los tres primeros siglos de la vida jurídica
romana que se desarrollaron con anterioridad a la ley decenviral, no teniendo
en cuenta que el Derecho Romano surgió contemporáneamente con la
fundación de la ciudad en el año 753 A.C.
Al jurista alemán Gustavo Hugo se debe otra de las primeras clasifica-
ciones de las fases de la evolución de la historia del Derecho Romano,
coincidiendo con Eduardo Gibbon, pero agregándole el período anterior a la
sanción de la ley de los decenviros. Hugo propone cuatro épocas en la historia
jurídica romana, las que, de manera artificiosa, compara con el desarrollo de
la vida del hombre. El primer ciclo, que llama de la “infancia del derecho”,
transcurre desde la fundación de Roma hasta las XII Tablas; el segundo, que
denomina de la "juventud”, va desde la ley decenviral hasta Cicerón; el
tercero, que califica como el de la “edad viril”, corre desde Cicerón a
Alejandro Severo y el cuarto, que designa como el de la “vejez”, se extiende
desde Alejandro Severo hasta Justiniano.
Robert Von Mayr establece que la corriente de la historia general de
Roma en Monarquía, República e Imperio no es recomendable para la historia
del Derecho, porque ni la expulsión de los reyes ni la implantación del
Principado son hechos que hayan repercutido de modo notable en la vida
jurídica, si se prescinde de las transformaciones del Derecho público. Como
piedras miliares que pueden marcar las principales etapas en la evolución del
Derecho Romano, debemos fijarnos más bien -dice- en la instauración de la
pretura, en la cristalización del Derecho pretorio a partir de Adriano y en el
“giro bizantino” que desde Diocleciano se imprime al Derecho Nacional
romano. Según Robert Von Mayr el primero de estos cuatros períodos, que
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va desde la fundación de Roma hasta mediados del siglo IV A.C. se
caracteriza por la falta de tradiciones contemporáneas; este período se halla
envuelto en las tinieblas de la incertidumbre que se empiezan a disipar en la
época de las guerras púnicas. Es el período en que Italia no se halla todavía
unida, para Roma el período del Estado-Ciudad, en que el predominio itálico
de Roma, una Roma sin provincias aún, se empieza a manifestar; la era del
Derecho Nacional puro, no tomando esta expresión en un sentido demasiado
literal; la época del lus Quiritium o ius civile, no contrapesado aún por el ius
gentium, del Derecho Nacional, sin la oposición de un derecho honorario; el
período de la jurisprudencia pontificial, dominada por un marcado carácter
empírico.
El segundo período, desde mediados del siglo IV A.C. hasta mediados
del II o aún hasta principios del III de la era cristiana, es el período en que
florecen el Derecho Romano y la jurisprudencia. Roma conquista el rango de
potencia mundial, extendiendo su imperio a las provincias por sobre las
fronteras de Italia. El pretor pone al lado del Derecho Nacional, el Derecho
Honorario, y al lado del lus Civile, el Derecho apropiado a las relaciones de
carácter internacional: el ius gentium. Las influencias extranjeras, helénicas
sobre todo, aumentan. El modo simplista de crear el Derecho, propio de los
tiempos primitivos, se sustituye ahora por procedimientos más reflexivos y
artificiosos. La jurisprudencia pasa a ser el punto central de la cultura del
pueblo romano.
En la tercera época, que se extiende aproximadamente desde comienzos
del siglo III hasta principios del IV D.C. los Derechos nacionales de los
pueblos sometido empiezan ya a predominar sobre el Derecho imperial y se
inicia la desnacionalización del Derecho Romano.
Y, finalmente, el cuarto período, coronado por la labor legislativa de
Justiniano, es el período de la decadencia, en que el espíritu heleno-oriental
triunfa plenamente sobre el espíritu romano. El Derecho Romano deja de ser
tal, para orientalizarse.
Pietro Bonfante, el ilustre romanista italiano, es uno de los autores
modernos que con mayor profundidad y versación ha tratado el tema relativo a
la división de la historia jurídica romana, entendiendo que el análisis de la
historia de las fuentes o historia externa del derecho -historia iuris-, y de la
historia de las instituciones jurídicas o historia interna, puede ser realizado,
valiéndose de los clásicos métodos cronológico y sincrónico.
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El método cronológico que considera la evolución del derecho en cada
una de sus instituciones jurídicas y durante los numerosos siglos de su devenir
histórico, presenta el inconveniente de oscurecer el verdadero brillo del
Derecho Romano, la perfecta organización de conjunto, el panorama general
de todo el desarrollo jurídico. Sería utilizable con éxito en relación al estudio
y exposición, en forma monográfica, de la evolución de una o de determinadas
instituciones jurídicas. El método sincrónico, que analiza el desarrollo
histórico del derecho en su conjunto, ofrece dificultades de síntesis en el
amplio panorama de las instituciones jurídicas romanas que vivieron un
proceso evolutivo de más de trece siglos.
Estos inconvenientes de los sistemas tradicionales llevan a Pietro
Bonfante a propiciar la adopción de un método que llama sincronismo
ideológico u orgánico y que consiste en situar dentro de determinados
períodos, concretados por la concepción de una “idea” o por la evolución de
un “órgano”, las modificaciones de carácter general que ha experimentado el
derecho. Sostiene el romanista italiano que es menester llegar a determinar
distintos períodos de tiempo, dentro de los cuales el ordenamiento jurídico
asume cierta característica peculiar y la mayor parte, si no la casi totalidad de
las instituciones se modifican, adaptándose a sus lineamientos fundamentales.
Partiendo de esos conceptos, Pietro Bonfante entiende que los límites
extremos en la historia del Derecho Romano son la fundación de Roma y la
muerte del emperador Justiniano y que, dentro de este más que milenario
ciclo, dos grandes crisis señalan las divisiones fundamentales en la historia
jurídica romana, porque ellas produjeron mutaciones profundas y tuvieron
honda repercusión en la vida toda del pueblo. Estos grandes momentos
críticos servirán para demarcar tres distintas etapas en la evolución histórica
del Derecho Romano.
La primera gran crisis tiene lugar con las guerras púnicas -264-166
A.C.- que concluyen con el triunfo de Roma sobre Cártago y con el predomi-
nio político y territorial de este Estado. A partir de entonces, Roma pasa a
dominar el MARE NOSTRUM transformando el pequeño Estado-Ciudad en
un gran Estado mediador entre la cultura oriental y la barbarie occidental. La
segunda gran crisis se produce cuando muere el emperador Alejandro Severo,
abdica Dioclesiano y ocupa el trono imperial Constantino (235. 313 D.C.). Es
una época en que la sociedad romana pasa por un período de
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postración que gravita en el poder imperial, a lo que se suma la presión de los
pueblos bárbaros que, al irrumpir sobre el Imperio Romano desvinculan el
Occidente romanizado del Oriente helenizado. Estas dos crisis son los puntos
divisorios de los tres sistemas en que Bonfante divide la evolución del
Derecho Romano y que fueron: a) del Municipio de Roma y del derecho
quiritario; b) del estado romano-itálico y del derecho de gentes; e) de la
monarquía heleno-oriental y del derecho heleno-oriental o romano-helénico.
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La Escuela histórica la define como el producto espontáneo de la
conciencia popular, dando a la palabra conciencia su acepción psicológica y el
sentido jurídico que se adapta por instinto y de manera continua a las
necesidades de la vida individual y social. Ella ve ahí desde entonces el modo
de producción del Derecho más perfecto, siendo esa fuente la más realista y
exenta de artificio. Pero lo cierto es que no existe, por otra parte, la generación
espontánea: la costumbre o, al menos, cada uno de sus elementos, tiene
siempre un autor conocido u olvidado. De hecho, son múltiples los incidentes
que concurren a producirla, es decir, a sugerir su fórmula al que primero la
propone y aplica, estableciendo así el precedente por el cual se forma y
cristaliza. Aparte del azar y la imitación, representan su papel las
conveniencias circunstanciales de los individuos y las familias, las necesidades
climatológicas, geográficas y económicas, las concepciones religiosas, las
rectificaciones dictadas por una experiencia buscada o no, los hallazgos o
caprichos individuales que han seducido o deslumbrado por el prestigio de
aquellos de que emanaban, y, sobre todo, las soluciones propuestas en caso de
conflicto por árbitros o sabios. El origen de las costumbres es más
comúnmente la decisión tomada un día por un jefe o una sentencia, conocidas
o no como tales. Se acepta porque ella parece buena y respetable; su
antigüedad, cuando la tiene, no se invoca sino como una prueba reiterada de su
valor. La idea del consentimiento soberano del pueblo, permanece extraña a
estos medios frecuentemente restringidos, en que apenas los hay iguales.
Roma debió a la costumbre lo esencial de su organización gentilicia y
familiar, su primer régimen agrario, sus viejos modos de transferencia y
pignoración, su procedimiento primitivo, es decir, casi todo su sistema de
relaciones privadas hasta las XII Tablas. Muchas de estas costumbres se
remontan al lejano pasado de la raza. Otras se formaron en su último hábitat, y,
finalmente, al contacto del Estado naciente. Todo derecho nacido de este
modo, trata de traducir los actos y las situaciones jurídicas por medio de un
formalismo rígido, de un simbolismo muy concreto: palabras, gestos, a los
cuales va unido arbitrariamente un sentido que no podría ser expresado de otra
manera. El espíritu tradicionista de los romanos se complacía en estas formas
que llegaron a ser una de las características de su técnica jurídica, ya que el
formalismo tiene una doble justificación, psicológica y social. Ante todo, a los
hombres poco cultos les cuesta mucho decidirse
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signo material la exteriorice y la destaque, de alguna manera, de ellos mismos,
después de lo cual su espíritu entra en reposo y acepta el hecho consumado;
también es preciso que este signo tenga una significación tan clara que ninguna
duda ni protesta pueda suscitarse sobre la naturaleza y el objeto del acto
realizado. Luego, en las épocas primitivas, la opinión, y más tarde el poder
público, sólo tienen en cuenta los derechos y admiten sus sanciones si el acto
que los creó se formalizó con publicidad y en forma susceptible de llamar la
atención del grupo y de no permitir ninguna duda sobre su existencia.
Obsérvese que, durante largo tiempo, el derecho no se separa de la religión,
siempre ritual, y que los sacerdotes, primeros reguladores de la costumbre y
del procedimiento, les conservaron este carácter ritual y simbólico.
Cuando las relaciones jurídicas se complican y el grupo social aumenta,
el contenido de la costumbre y su misma existencia llega a ser incierta, de
prueba difícil; su creación latente, que es el hecho, no de las masas, sino de los
notables cuya autoridad se debilita a medida que el Estado se constituye,
aparece en adelante aleatoria. El Estado, acaparando el poder, tiende a una
legislación unitaria, cuando el campo geográfico de la costumbre es siempre
restringido, casi cantonal. Al mismo tiempo que consagraba el Derecho
consuetudinario existente, se arrogaba en principio la empresa de las
creaciones futuras. Surge entonces el régimen del Derecho escrito, IUS
SCRIPTUM, es decir, de la organización del Derecho por el poder público, por
medio de la LEY, DEL PLEBISCITO, DEL EDICTO, DEL SENADO
CONSULTO y de LA CONSTITUCION IMPERIAL, que en forma
sucinta desarrollaremos para que el estudiante tenga una idea general de las
mismas.
La LEY, Lex, era una disposición escrita a petición, rogatio, de un
magistrado —Rey, Cónsul, Pretor— que, habiendo obtenido los votos
favorables de los comicios populares, quedaba autorizado para publicarla
dándole su nombre, si el Senado la ratificaba. Era un acto en alguna manera
religioso, inspirado o por lo menos permitido por los dioses, en el que no se
debe ver el ejercicio de la soberanía del pueblo, como se ha interpretado
siempre. Desde luego, el bloque consuetudinario existente deja poco sitio para
el desarrollo de la actividad legislativa.
El PLEBISCITO, decisión particular de la plebe a petición de un
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tribuno, sin comprometer más que a ella, llegó a ser una variedad de la ley, y
tomó su nombre el día en que las ROGATIONES ante los comicios tributos
fueron asimiladas alas que se llevaban a cabo ante los comicios centuriados, en
virtud de las leyes obscuras —Valeria Horatia, Publiblia Philonis, Hortensia—
sobre las que se discute y que hicieron previa y descartaron, finalmente, a la
AUTORETAS PATRUM. Pero hacia el final de la República, el Senado se
arrogó el derecho de declarar nula la Ley por vicio de forma. Las leyes de las
que nos quedan fragmentos importantes, fueron debidas a los comicios
tributos. Los comicios cayeron en desuso entre los reinados de Tiberio y
Nerva.
El SENADO CONSULTO, Senatus Consultum, permaneció largo tiempo
extraño al Derecho privado. Al declinar la República el Senado intervenía a
veces de manera indirecta, sea ordenando a un magistrado usar en un sentido
determinado el IUS EDICTALE, sea mandándole suspender
momentáneamente la aplicación de una ley. Pero habiendo caído los comicios
en desuso en el primer siglo de la Era cristiana, el Senado consulto heredó, a
pesar de una controversia bastante viva, el poder legislativo ejerciéndolo, al
menos desde el reinado de Adriano, mediante la proposición, RELATIO, de un
magistrado que tenía derecho a presidir, y del que el acto tomaba el nombre.
De hecho, la RELATIO fue bien pronto facultad exclusiva del Emperador, que
la empleaba en forma de ORATTIO o exposición de motivos, infaliblemente
aprobada por la asamblea. El Príncipe llegó a indicar directamente lo que
ordenaba o prohibía. En el siglo III publicó el acta sin referirse al Senado.
La COSTUMBRE y la Ley son modos normales de formación del
Derecho que se encuentran en todos los pueblos. El edicto de los magistrados,
EDTCTUM MAGISTRATUUM, durante un período bastante extenso de la
historia de Roma, participó en una medida que no se encontraría fuera de ella.
En todas partes las autoridades públicas tenían el derecho de hacer reglamentos
y comunicaciones orales o escritas a sus administrados. Este derecho, llamado
en Roma TUS EDICENDI, común a todos los magistrados, adquirió allí un
desenvolvimiento y carácter especiales por parte de los magistrados judiciales,
pretores urbano y peregrino, ediles, gobernadores de provincia y cuestores. Por
edictos publicados en el transcurso de sus funciones, y, sobre todo, al tomar
posesión del cargo, adoptaron la costumbre de reglamentar ciertas materias de
su competencia e indicar de qué manera entendían la resolución de ciertas
dificultades.
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La CONSTITUCIÓN IMPERIAL, CONSTITTUTIO
PRINCIPIS, era ya considerada como equivalente de la ley en el siglo II
por Pomponio y Gayo. A decir verdad, los emperadores habían
rechazado al comienzo la CURA LEGUM, y no inventaron forma nueva
y especial para ellos de establecer el Derecho. Pero les correspondía
colaborar en él de todas las maneras hasta entonces practicadas, fuera de
la ley. Tenían el TUS EDICENDI en las mismas condiciones que los
magistrados curules; por sus DECRETA juzgaban sin apelación y
fijaban la jurisprudencia o la creaban; por sus RESCRIPTA, respondían
en forma de carta, de ADNOTATTO o de SUSCRIPTIO, a las consultas
que se les hacían, participaban y acabaron por sustituir sus juicios a las
respuestas de los jurisconsultos autorizados; por los MANDATA o
EPISTOLAE, daban a los gobernadores provinciales instrucciones u
órdenes que, renovadas en el mismo sentido, establecían una costumbre
administrativa. El Consejo del Príncipe llegó a ser la fuente única del
Derecho y de la Justicia. Añádase que la Lex Regia, invistiéndoles de
poderes para hacer todo lo que era útil al orden y al bien público, fue
considerada en el siglo II como una delegación en su favor del Poder
Legislativo. Para dar un alcance general a uno de sus actos, ordenaban
su fijación pública en Roma y la inserción en el LIBER
RESCRIPTORUM. En fin, la publicación de su voluntad fue la única
forma requerida, cualquiera que fuese el del acto que la contenía. Desde
el siglo II el Emperador tuvo la plenitud del Poder Legislativo, y a partir
del III ninguno participó ya juntamente con él.
Del siglo III son, además, ciertas colecciones jurídicas que han servido de
importante fuente de conocimiento del Derecho Romano clásico y Post clásico.
Entre ellas se cuentan los Fragmenta Vaticana, la Collatio legum mosaicarum
et romanarum, la Consultatio Veteris cuiusdam iurisconsulti y el Libro siro
romano. También cabría citar las compilaciones ordenadas por los caudillos
bárbaros como la Lex Romana Visigotorum, la Lex Romana Burgundionum y
el Edictum Theodorici.
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derecho de los romanos. De ahí que las fuentes documentales entre las ya
citadas precedentemente está la que Justiniano lleva a feliz término con la
codificación tanto del Tus como de las Leyes. Jurisprudencia y constituciones
imperiales se plasman a través del Código, Digesto, Institutas y Novelas,
dando cima al monumento jurídico más grande de todos los tiempos, el
CORPUS TURIS CIVILIS.
En cuanto a las fuentes bibliográficas se componen de obras antiguas
como las de Gayo, Ulpiano, Paulo, Papiniano, Modestino, Pomponio, Juliano,
Próculo, Neracio, Sabino, Calistrato y otros citados en el Digesto de Justiniano.
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llo del pueblo latino, por otro lado no dejó de traerle serias dificultades,
especialmente por la presencia etrusca, pueblo guerrero y con ansias de
conquista. Esta situación habría llevado a los latinos a buscar alianza con otro
pequeño e intrascendente pueblo vecino, los sabinos. En esta fusión de latinos
y sabinos, con fines defensivos, suele verse la fundación de Roma.
Tema envuelto en el misterio es el de la fundación de Roma. Su historia
más primitiva deja gran margen a la fantasía y juegan también papel
preponderante la leyenda y la mitología, que hacen de Roma la heredera de
Troya. Eneas, príncipe troyano, huye del saqueo e incendio de Troya y luego
de peregrinar por pueblos de la cuenca del Mediterráneo se asienta en Italia y
contrae matrimonio con Lavinia, hija de Latino, rey del Lacio. De tal
matrimonio nace Ascania quien a la muerte de su padre funda la ciudad de
Alba Longa. Tras una larga sucesión de reyes de la familia fundada por Eneas,
el trono corresponde a dos hijos del Rey Procas, Ámulio y Numitor. Amulio
destituye a su hermano y condena a la hija del rey destronado a virginidad
perpetua, como sacerdotisa de la diosa Vesta. Más, la condenada a virgen
vestal se une con el dios Marte y tiene hijos mellizos, Rómulo y Remo, que son
abandonados en el río Tíber por orden de Amulio al conocer su nacimiento.
AHÍ, amamantados por una loba y cuidados por el pastor Fáustulo, crecen y
con el tiempo destituyen del trono de Alba Longa a Amulo y reponen a su
abuelo Numitor, quien los autoriza a fundar una ciudad. Según la narración
tradicional, esta fundación de la ciudad de Roma tuvo lugar el 21 de abril del
año 753 A.C. y mientras se cumplían las sagradas ceremonias, Rómulo dio
muerte a su hermano Remo y se consagró primer rey romano.
Estudios historiográficos modernos niegan veracidad a estos relatos
maravillosos sobre los orígenes de la Civitas romana, no admitiendo que
Rómulo pueda haberla fundado en un sólo acto, ni siquiera que haya sido en un
principio una ciudad. Habría comenzado por constituir una reunión de clanes
establecidos en distintos montes de la orilla izquierda del Tíber, hasta que los
que se asentaron sobre el Palatino fundaron varias aldeas entre las cuales se
destacó la que la tradición llama Roma Quadrata. Con posterioridad
aparecieron otras aldeas, conjeturándose también que frente a la Roma
Quadrata existió la Roma Quirina establecida sobre el Quirinal. La fusión de
esas aldeas constituidas por elementos latinos determinó el nacimiento de la
federación o liga del Septimotium, a la que se habría
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agregado otra de estirpe sabina situada entre los montes Capitolino, Viminal y
Quirinal. Alrededor del siglo VII A.C. la amenazante presencia de los etruscos
determinó la unión de latinos y sabinos y de esa época son los cuatro primeros
reyes romanos de la llamada dinastía preetrusca: Rómulo y Tulio Hostilio, de
origen latino, y Numa Pompilio y Anco Marcio, de origen sabino. Alrededor
de la autoridad y poderes del rey gira la comunidad política que van
organizando los jefes de las aldeas, a las que suman una asamblea popular, el
comicio y un cuerpo asesor del rey, el Senado.
A los cuatro legendarios reyes le suceden los representantes de la dinastía
etrusca que vienen a perfeccionar la federación latino-sabina. La conquista del
poder por los etruscos se habría iniciado con Lucumon, que es designado rey
con el nombre de Tarquino el Antiguo. A éste le sucede en los poderes reales
Servio Tulio, y es el último rey romano el etrusco Tarquino el Soberbio. Con
los reyes etruscos se bautiza a la ciudad, que hasta entonces había carecido de
nombre, con el vocablo de origen etrusco Roma, que significa ciudad del río.
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pequeño Estado, va a ir perdiéndose gradualmente a medida que la Civitas
afirma su presencia como ente regulador de las relaciones de los particulares
que encuentran en el Estado organizado y en sus nuevas instituciones políticas
mayores garantías que las que podían ofrecerlos grupos gentilicios. Perdió la
Gens así la razón de su existencia.
La falta de solidez de la organización estatal de los primeros tiempos de
Roma convirtió a otro grupo autónomo la FAMILIA, en un órgano vital dentro
del cuadro político de la época, dado que la confederación de familias
constituía una casa o gens, basándose en presuntos orígenes comunes. A
semejanza de la gens se organizó autonómicamente con un Jefe —el pater
familias— que tenía poderes absolutos de orden político, judicial y religioso.
También la familia como ente público perdió la importancia que tuvo en la
época histórica al ceder sus poderes a las instituciones políticas constitutivas de
la Civitas.
Se admite tradicionalmente que Rómulo, primer rey romano, distribuyó a
los ciudadanos que contribuyeron a la fundación de Roma en tres Tribus: la de
los Ramnes, formada por latinos que tuvieron por jefe a Rómulo; la de los
Ticios, constituida por sabinos que seguían al rey Tito Tacio y la de los
Luceres, integrada por ciudadanos etruscos que reconocían como caudillo al
rey Lucumon —que como dijimos fue designado con el nombre de Tarquino el
Antiguo—. Esta hipótesis sobre el nacimiento de las tribus ha sido descartada y
de acuerdo con estudios contemporáneos se entiende que la primitiva
organización tribal respondía a fines militares, al proporcionar al ejército un
importante contingente de combatientes; a necesidades políticas, al dotar de
miembros al aristocrático Senado primitivo —patres maiorum—; y a
motivaciones religiosas, al dar un sacerdote a los antiguos colegios
sacerdotales.
También la tradición romana tiene por cierta la división de las tres tribus
de origen en diez curias cada una, lo que ha hecho sostener a algunos autores
adheridos a la idea tradicional, que el primer ordenamiento pre cívico romano
habría estado constituido por treinta curias. Como esta hipótesis no está
probada por elementos de juicio fehacientes, el criterio mayoritario se inclina a
aceptar que la curia fue una distribución hecha por la naciente Civitas de los
grupos gentilicios que la constituían, en atención a un elemento nuevo: el
domicilio. Roma habría atribuido a las curias dos funciones fundamentales,
una militar, al proveer a las legiones cien hom
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bres cada una, y otra política al constituir la unidad de votación en los primeros
comicios romanos, que se denominaron comicios curiados -Comitia curiata-.
La Curia perdió gradualmente su importancia, para, prácticamente, desaparecer
con la Reforma de Servio Tulio, que organizó el comicio en atención a otra
unidad de voto: La Centuria.
EL COMICIO CURIADO: El comicio, asamblea popular que nace con
Roma misma, fue otra institución típica ¿e la organización política del período
regio. La unidad de voto en el primer comicio romano fue, como ya lo
manifestamos, la curia, dentro de la cual votaban los ciudadanos indivi-
dualmente para determinar la decisión del grupo.
La verdadera y específica función del comicio por curias fue la de
investir al rey de IMPERITJM, otorgándole los amplios poderes que hacían a
su investidura, mediante la LEX CURIATA DE IMPERIO. También los
COMITIA CURIATA fueron un órgano cívico de contralor y decisión de
actos, que si bien pertenecientes a la esfera privada, tenían importancia social.
Así decidían sobre la adrogación, forma de adopción de una persona SUI
IURIS, es decir, libre de potestad y sobre un tipo de testamento antiguo que
sólo tenía validez si era aprobado por la asamblea popular - TESTAMENTUM
IN CALATIS COMITIIS.
A fin de resolver sobre tales actos jurídicos el comicio se reunía dos
veces al año por convocatoria de un CALATOR, circunstancia que hizo que
los comicios por curias recibieran la denominación de comicios calados -
COMITIA CALATA-. También era convocado el comicio por el Rey para
anunciar al pueblo decisiones de importancia y obtener su adhesión, como
iniciar una guerra o celebrar un Tratado de paz.
EL REY: Supremo magistrado de la época monárquica, que en los
primeros momentos estuvo limitado en el ejercicio de sus funciones por grupos
autónomos en el seno de la CIVITAS -GENS Y FAMILIA- y por organismos
políticos como el Senado y el Comicio, llegó a tener amplios poderes como
emanación de su IMPERIUM. Esta magistratura vitalicia, monocrática por
cuanto el Rey no tenía colegas y sagrada, ya que todo delito contra su persona
era reputado un sacrilegio, confería a su titular vanados poderes.
Tenía funciones políticas que le daban derecho a organizarla CIVITAS,
convocando y presidiendo los comicios y designando a los miembros de
Senado. Si se ausentaba de Roma delegaba estas funciones en un prefecto
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de la ciudad -praefectus urbi-. Funciones religiosas, que lo convertían en
supremo sacerdote con derecho a consultar los auspicios y a organizar y a regir
los SACRA PUBLICA —REX SACREFICULUS—. Sus funciones militares
le dan el comando de las legiones y la dirección de la defensa del Estado. Sus
poderes internacionales lo hacen representar a la sociedad en las relaciones con
otros pueblos, a la vez que decidir lo relativo a la declaración de guerra o de
paz. Los poderes jurisdiccionales se reflejan en la represión penal y de los
delitos que atentan contra la seguridad del Estado y que afectan las relaciones
con la divinidad. En el ejercicio de la jurisdicción penal, era asistido por los
DUOVIRI PERDUELLIONIS en el castigo de la alta traición —
PERDUELLIO— y por los QUAESTORES PARRICIDII en el delito de
homicidio.
También se atribuye a la suprema autoridad monárquica el poder de
distribuir la tierra pública -AGER PUBLICUS- entre los ciudadanos y el de
dictar la norma jurídica o interpretarla. Esta potestad legislativa no habría
sido ejercida por los reyes romanos, que confiaban a los colegios pontificiales
tarea tan trascendente. Sin embargo, la tradición romana ha hablado de leyes
regias dictadas por Rómulo y sus sucesores y coleccionadas por un pontífice
llamado Papirio (Ius Civile Papirianum).
Por lo que hace a la sucesión real, se admitieron dos hipótesis: que el rey
era designado por los comicios o que la magistratura era de carácter
hereditario. Empero, en el estado actual de la cuestión no se acepta la
electividad del rey por el pueblo, ni la sucesión familiar, sino el concepto, al
decir de Bonfante genuinamente romano, de que el magistrado crea al
magistrado, lo que hacía que el rey saliente designara a quien debía sucederle,
correspondiendo al comicio solamente la función de investirlo de IMPERIUM
(Lex curiata de imperio).
Esta auténtica tradición romana de nombramiento del magistrado por el
predecesor -que tiene vigencia también en la República- no se rompía tampoco
en el supuesto de que el rey no hubiera efectuado la designación. En el caso, la
autoridad real pasaba al Senado, produciéndose el INTERREGNUM, que hacía
que cada senador ejerciera por cinco días el poder real en carácter de
INTERREX, hasta que, reunidos los comicios, el INTERREX de turno
propusiera el nuevo rey, al que el pueblo dotaba de imperio.
EL SENADO: Organismo político tradicional desde los albores de
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Roma, fue la asamblea de los PATRES que coparticipaba del poder real como
consejo del rey. Estaba constituido por los jefes de las parentelas patriarcales
que participaron en la fundación de la ciudad y que, como hemos visto, se
conocieron con el nombre de GENS. Así, solamente los PATRES, es decir, los
integrantes de esa clase privilegiada de la sociedad romana primitiva
(PATRICII), fueron los únicos con derecho a integrar el Senado romano, que
de esta suerte vino a tener una constitución de corte netamente aristocrático.
Los miembros del cuerpo senatorial eran designados directamente por el
rey, según se desprende de la tradición sobre el número fijo de senadores,
demasiado constante pará tenerla por sospechosa. El Senado, aparte de la
potestad dada para asumir el INTERREGNUM en caso de vacancia del poder
real, convalidaba las resoluciones del comicio mediante la PATRUM
AUCTORITAS y actuaba, en suma, asesorando al rey, que regularmente
consultaba a este consejo de ancianos -SENATORES- en las cuestiones
fundamentales relativas a la marcha del Estado.
Las tradiciones romanas sobre el número de los senadores en los
primeros tiempos de Roma son incoherentes: Tito Livio, Cicerón, Dionisio de
Halicarnaso, Plutarco y los demás historiadores antiguos varían en cuanto al
número positivo y el aumento que pudo recibir, pero están de acuerdo en fijare!
de 300 desde el reinado del primer Tarquino; número que se mantuvo hasta los
últimos tiempos de la República, en que fue duplicado, y hasta triplicado,
según las agitaciones y las ambiciosas exigencias de los partidos.
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fundamentos determinantes de la división de las dos clases. Son numerosas las
conjeturas. Se ha dicho que hay una diferencia de nivel económico, pues
mientras los patricios eran los ricos, la plebe era la clase empobrecida. Del
mismo modo se ha sostenido que los primeros habrían sido terratenientes
dueños de grandes tierras, en tanto los segundos carecían de esos bienes. Se ha
entendido, además, que los plebeyos habrían sido autóctonos y los patricios,
conquistadores. También se ha pretendido atribuirle a aquéllos origen latino,
en tanto éstos habrían sido sabinos.
El prestigioso romanista italiano Arangio-Ruiz, considera que eran
plebeyos, además de cuantos inmigrantes se establecieron en la ciudad después
de su fundación, los habitantes de las siete primitivas aldeas que formaron la
liga del SEPTIMONTIUM; en cambio formaron el patriciado los etruscos que
habían conquistado esas aldeas y habían fundado Roma.
Cualquiera que haya sido el fundamento de la división de las dos clases
sociales, lo cierto es que los patricios tuvieron por mucho tiempo el goce
exclusivo de los derechos de la ciudad, convirtiéndose así en casta privilegiada.
Gozaron de los derechos políticos como el TUS SUFFRAGTI, que los
facultaba a votar en los comicios; el TUS HONORUM, que les permitía ocupar
las magistraturas; el TUS MTLITIAE, que les posibilitaba ser jefes de las
legiones romanas y el TUS OCCUPANDT AGRUM PUBLICUM, que los
autorizaba a tomar posesión de las tierras conquistadas. Fueron titulares
también de derechos que entraban en la esfera religiosa, como el TUS
SACERDOTTTI, por el cual podrían integrar los colegios sacerdotales; el IUS
SACRORUM, que les permitía ejercer el culto de la ciudad y el TUS
AUSPTCTORUM o derecho de consultar los auspicios. En orden a los
derechos privados el patriciado gozó del TUS CONNUBII o aptitud legal para
contraer legítimo matrimonio —iustae nuptiae— del ius commercii o derecho
de realizar toda clase de negocio jurídico; del ius actionis o facultad de hacer
valer en justicia sus derechos por medio de la acción -actio-.
Muy distinta fue la condición jurídica en la que se encontraba la
clase plebeya, que prácticamente no formaba parte de la Civitas. Carecía
en absoluto de los derechos públicos o políticos y tampoco gozaba de
los que estaban ligados a la actividad religiosa. En lo que hace a los
derechos privados, los plebeyos no tuvieron derecho de contraer justas
nupcias con patricios hasta la sanción de la LEX CANULETA (445
A.C.) y el
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COMMERCIUM sólo les fue reconocido en la medida que la plebe era
admitida en las colonias latinas. Se vieron precisados igualmente, al no poder
participar del culto de la ciudad, a tener sus propias divinidades, como la diosa
Diana. Tuvieron sus propias autoridades y sus asambleas populares —
CONCTLIA PLEBIS— que tomaban decisiones —PLEBISCITA—que valían
exclusivamente para la orden. Todo ello ha hecho decir, con exacta razón, que
dentro de las mismas murallas romanas vivían dos pueblos que colaboraban en
la economía local, pero que estaban separados en todos los demás aspectos de
la vida.
La muy diferente situación en que se encontraba el aplebeyado explica
con creces sus luchas para el logro de la comunidad jurídica con los patricios,
por el acceso a las magistraturas y el culto, por una benevolencia para con los
deudores, por el derecho al AGER PUBLICUS, en fin, por una paridad de
derechos que por mucho tiempo les fue negada. El conflicto que enfrentó a las
dos clases tuvo varios siglos de duración y sino alcanzó tintes sangrientos se
debió en gran parte a la inteligente labor de los Tribunos, magistrados plebeyos
que supieron conducir a su clase hacia la conquista de una igualdad absoluta
que seguramente fue lograda cuando Tiberio Coruncanio es el primer plebeyo
que accede al pontificado máximo (254 A.C.).
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conocimiento del derecho. Este conjunto de obligaciones y derechos
recíprocos entre clientes y jefe de una casa patricia, se llamó derecho de
patronato —IUS PATRONATUS—.
En síntesis, podemos decir: El cliente -de cluere, escuchar, obedecer-era
el hombre colocado con los suyos bajo la protección de una colectividad
poderosa, que le defendía y sostenía. En ausencia del Estado organizado que
procura al individuo asistencia y seguridad, el pobre, el débil, el indeciso,
buscaban la protección del fuerte y del valeroso. No se ha concebido a todos
tener la fuerza, la energía, la inteligencia que requiere la vida cotidiana en tales
medios. Quien las tiene funda una Gens, llegando a ser epónimo y dios; quien
no las tiene, se hace el asociado humilde y obediente del primero. En este
consorcio provechoso para ambos, sus derechos están en razón inversa del
interés de cada uno en la asociación.
ESCLAVOS: Si aún existen espíritus entusiastas que ensalzan la
libertad y las instituciones antiguas y reniegan de la ley santa del progreso,
recordaremos la esclavitud, esta inmensa gangrena de la sociedad antigua, que
se nos aparece bajo el manto sacerdotal de la India, en medio de la sabia
opresión de los egipcios y entre las flores con que Grecia ha sembrado por
todas partes su camino. También Roma tenía esclavos en abundancia, de los
cuales una parte de ellos eran adquiridos en la guerra, pero también los había
que se vendían a sí mismos por sus vicios; otros eran vendidos por sus
acreedores, o en virtud de la ley - Servi-Poenae -; otros también habían nacido
en la casa —vernae—, o recogidos cuando niños en las frecuentes
expediciones. Sobre todo, cuando las conquistas de la República se extendie-
ron a la Magna Grecia y a Sicilia, fueron llevados en esclavitud a Roma
personajes nobles e instruidos. Aumentóse el número por miles en las guerras
con Cártago, Iliria y las Galias. Como consecuencia del mismo cálculo hecho
por los modernos plantadores de América, se cuidaban poco de que naciesen
en la casa; pasaban por menos robustos, y se consideraba como perdido el
tiempo que era preciso dejar ociosos a la madre y al hijo.
A los ojos de la ley, el esclavo era una cosa, no una persona o un hombre.
En el Frag. 19, I; Ulpiano la cuenta entre los RES MANCIPII. Como tal era
propiedad de otro; no se cuenta con él para nada y no tiene representación en la
vida civil. No puede deponer en justicia ni citar ante un tribunal; aun más, no
hay medio de poderlo injuriar, y sólo su amo tiene derecho de creerse
insultado. No puede testar; su heredero natural es su
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amo, que toma su lugar si se le nombra en algún testamento. Ejercían los
esclavos las artes y oficios, y ellos o los libertos eran los que tenían las tiendas.
Si ocurría alguna querella entre ellos, la acción se dirigía contra su amo. Podía
pertenecer la propiedad de un esclavo a una persona y el usufructo a otra. Su
amo podía pegarles, crucificarlos, dejarles morir de hambre y hacer padecer a
su cuerpo toda clase de torturas. No había entre ellos matrimonios legítimos y
no les pertenecían sus hijos. Calculaban las disposiciones de la ley, con
implacable precisión, el valor de un esclavo y las indemnizaciones que se
debían pagar por su pérdida o deterioro.
Aquella monotonía de suplicios no era interrumpida sino una vez al año,
cuando en la orgía de las saturnales recuperaban los esclavos una libertad
momentánea, como para hacerles todavía más dura la severidad habitual del
régimen a que estaban sujetos.
La esclavitud de las mujeres las obligaba además a prostituirse; ora a
amos brutales, ora a sus compañeros de miseria, ora a libertinos en los
lupanares, manantial de ganancia como otro cualquiera para sus amos, y hasta
el severo Catón había fijado una tarifa por las caricias de sus esclavas. De
jóvenes se las entregaba al deleite de los convidados inflamados por la
embriaguez; ya viejas, se insultaba su oprobio trazando obscenos versos en sus
senos marchitos. No había bastante con obligarlas a rudos trabajos y a aquella
promiscuidad confusa; necesitaban, además, sufrir los caprichos de sus amas,
hallarse en gran número cerca de ellas, desnudas hasta la cintura, mientras se
ocupaban en sus adornos, dirigiendo cada cual uno de los pormenores de su
tocado.
EXTRANJEROS: La ciudad, concentrada sobre sí misma, comenzó por
desconocer al extranjero. El romano no reconocía al HOSTIS ningún derecho y
frente a él los tenía todos; muerte, captura, pillaje no tenían para aquél nada de
reprensible. Hasta después de Sila, que quiso quitar el derecho de ciudadanía a
ciertas ciudades, no se concibió que la cualidad de extranjero o de ciudadano
pudiera ser objeto de un debate jurídico, y que una QUAESTIO PERPETUA
fuese creada para conocer en esta clase de litigios.
Durante largo tiempo no se pudo habitar en el territorio de otra ciudad,
sin el patronato de uno de sus ciudadanos, obtenido por medio de un pacto -
HOSPITALITATIS-, que hacía el huésped, HOSTIS. Pero las
HOSPITALITAS, por sagrada y garantida por los dioses que fuese, resultó
47
un día insuficiente. De los particulares, la práctica de los tratados pasa a los
Estados. Los romanos y algunos pueblos se concedieron ventajas recíprocas,
con los nombres de CONNUBIUM y COMMERCIUM. El lus Connubii se
refería a la capacidad para los dependientes de dos Estados de contraer entre sí
matrimonio legítimo, la justa nuptia. Ulpiano definió el COMMERCIUM “el
derecho de vender y comprar entre sí”, según los modos del Derecho Civil, lo
que comprendía la venta por MANCIPATIO, venta solemne al comprador; la
facultad de llegar a ser acreedor o deudor por el NEXUM, el más antiguo
contrato conocido en Roma y la de invocar la USUCAPION. Se disfrutaba por
consecuencia la Factio testamenti o capacidad de testar, consecuencia probable
del testamento per aes et libram. El Commercium agrorum, derecho de adquirir
inmuebles en el ager romanus, no fue concedido más que tardíamente y se le
hizo objeto de una cláusula especial, conocida en casi todos los pueblos de
Grecia e Italia. Estas concesiones suponían una jurisdicción que las
garantizaba: la facultad de recuperar fue el IUS RECUPERATIONIS. “Hay
recuperatio —decía Festo— cuando, entre el pueblo romano y los reyes, las
naciones y ciudades peregrinas, un Tratado determina cómo las cosas
capturadas serán entregadas y recobradas y cómo los litigios privados se
juzgarán”. El Tratado fijaba el modo de nombrarlos y el número de jueces o
recuperatores. La pretura peregrina fue creada para organizar estas instancias.
Por consecuencia, el número de actos comprendidos en el commercium, se
enriquece con todos los del ius gentium. Connubium y commercium podían ser
concedidos juntos o separadamente, y sin ningún derecho político.
Durante largo tiempo, Roma clasificó los pueblos sometidos a su
hegemonía según los mayores o menores derechos que les concedía. Derecho
de ciudadanía romana, con o sin derecho al voto, derecho latino, derecho
peregrino, derecho de los dediticios. El derecho latino —Latinitas o Tus
latinitatis— era un estatuto constituido poco a poco en favor de los confede-
rados latinos: connubium al menos ordinariamente; commercium el mismo
commercium agrorum; facultad de adoptar y ser adoptado, factio testamenti,
competencia del pretor urbano, facilidades de adquirir la ciudadanía romana,
admisión en el ejército a título de socii, y, finalmente, el voto en los comicios
tributos. Los latinos vinieron a ser ciudadanos. Pero su estatuto no desapareció.
Se concedió posteriormente a ciudades, pueblos y categorías de individuos
que Roma quería distinguir sin asimilarnos a los ciudadanos.
48
Este estatuto había sido, salvo en el connubium el de las colonias fundadas por
la confederación latina o por Roma: de allí la expresión “Bajo el Imperio, se le
prodigó”.
El derecho de los peregrinos —ius peregrinum— variaba de pueblo a
pueblo según los términos del tratado, que le ligaba a Roma. El fondo estaba
constituido en lo más, por las costumbres o las leyes peregrinas, de las que los
vencidos disfrutaban según el contrato o la concesión graciosa del pueblo
romano. Los actos jurídicos del ius gentium fueron considerados como válidos
entre romanos y peregrinos.
El derecho de los dediticios —ius dedititiorum— fue el estatuto infligido
a los pueblos que se habían rendido a la discreción del pueblo romano por la
fórmula de la deditio. Su propio derecho les era arrebatado; ellos fueron
sometidos a los reglamentos de policía adoptados por la autoridad romana.
Esta diversidad de estatuto, esta gradación sabia en la sujeción, anexión o
incorporación, había permitido al gobierno de Roma colocar bajo su Imperio
una infinidad de pueblos diversos sin violentarles en sus costumbres o en su
hábitos sociales; pero, también, sin estar obligada a introducirlos de improviso
y sin condición en sus organismos políticos, operación peligrosa en todo
tiempo y que su cordura evitó. Dejaba ver, por el contrario, que sus beneficios
serían proporcionados a su lealtad y al deseo de asimilación que se le señalase.
49
según aquella reducida distribución, y para la realidad de los negocios colocó a
su lado otros comicios, en los que toda la población actual y futura de los
ciudadanos podía tomar parte, según una nueva clasificación. Aquella
población ascendía entonces a más de ochenta mil ciudadanos, según el primer
censo que de ella mandó formar Servio Tulio. Eso basta para mostrar cuán
estrechada se encontraría allí, que descendía de los orígenes primitivos de los
Rhamnenses, Tacienses y Luceres. El mismo Servio Tulio, bien nos atengamos
alas narraciones fabulosas de los romanos acerca de su extracción, o que
aceptemos la de los anales etruscos, que le suponían un jefe de bando etrusco,
estaba con los suyos entre los recién llegados. Familiar y consejero de L.
Tarquino, su predecesor, continuó su obra y la llevó a cabo. La profunda
innovación que introdujo en la constitución política colocaba al lado de la
aristocracia de raza, encerrada en la casta superior del antiguo patriciado, la
aristocracia del dinero abierta a todos. Así llegaban a tener su parte de
influencia los numerosos ciudadanos con que se había aumentado la población
de Roma, y que, a pesar del rango que pudieran haber ocupado ellos y sus
antepasados en su país natal, y cualquiera que fuese la fortuna que pudieran
poseer, quedaban en Roma fuera del patriciado y en el número de los plebeyos.
Podemos decir entonces, que la reforma de Servio Tulio tenía como fin
satisfacer tres necesidades públicas: el pago de los impuestos, el servicio de las
armas y el voto en el comicio. Para establecer el acervo patrimonial de los
ciudadanos, Servio Tulio creó el censo, que debía realizarse cada cinco años,
por el cual toda cabeza de familia se vio obligada a hacerse inscribir en un
registro anotando en él, bajo la fe del juramento, el número de personas que
componían su familia, los bienes de toda clase que poseía, fielmente
justipreciados, bajo pena de confiscación a los que cometiesen alguna
ocultación. La inscripción en el censo era patrimonio exclusivo de los
ciudadanos romanos: los hijos menores de diez y siete años no figuraban en él
más que para el número, y los esclavos sólo eran anotados en él por su valor,
como cosas muebles de sus dueños; en lo sucesivo, el modo de emanciparlos
consistió sencillamente en hacerles inscribir en el Censo.
Determinada por el CENSUS la fortuna de cada ciudadano, la población
fue dividida en cinco clases. La primera comprendía a los ciudadanos que
poseyeran 100.000 ases; la segunda a los de 75.000; la tercera a los de 50.000;
la cuarta a los de 25.000 y la quinta a los ciudadanos con fortuna de
11.000 ases.
50
EL COMICIO CENTURIADO
Las clases que acabamos de citar eran divididas en centurias, cada una de
las cuales comprendía un número igual de ciudadanos de 17 a 46 años —
júniores— que de ciudadanos de 46 a 60 años —seniores—. Correspondían 80
centurias a la primera clase; veinte a la segunda; veinte a la tercera; veinte a la
cuarta, y treinta a la quinta, lo que da un total de ciento setenta centurias. A
éstas debían agregarse 18 centurias de caballeros, como una clase extra que
precedía a la primera.
Los ciudadanos de menos de 11.000 ases formaron cinco centurias (dos
de artesanos, dos de músicos y una de soldados no armados). Así la reforma
serviana distribuía el conjunto de ciudadanos en ciento noventa y tres
centurias.
Por lo que hace a la obligación de pagar los impuestos ésta sólo
correspondía a los ciudadanos de las cinco clases y a aquellos que tuvieran por
lo menos 1.500 ases. Los de menos de esa suma, llamados PROLETARII,
estaban eximidos de cargas tributarias y sólo figuraban en el censo por su
número y por los hijos que tuvieran.
Esta nueva organización dada por Servio Tulio a la ciudadanía
romana determina la creación de un nuevo tipo de asamblea popular, los
comicios por centurias —COMITIA CENTURIATA—, que se reunía
fuera de los límites de la ciudad en el campo de Marte. Estos comicios,
que hicieron perder importancia a las curias como unidad comicial,
dieron preponderancia en las reuniones del pueblo a las clases
enriquecidas que vinieron a desempeñar un papel decisivo en la
votación. Esta debía comenzar por las centurias de caballeros y
continuarse con las de la primera clase. Si éstas estaban de acuerdo, al
sumar noventa y ocho votos, se hacía inútil consultar a las otras clases
que sólo alcanzaban a noventa y cinco. Fue así que los plebeyos ricos
habrían tenido un papel importante en esas asambleas del pueblo, sin
que por ello perdieran su hegemonía los patricios, n sólo porque estaban
colocados entre los ciudadanos de fortuna, sino, además, porque las
decisiones del comicio por centurias necesitaban para tener plena
validez la aprobación del Senado por medio de la PATRUM
AUCTORITAS.
La reforma serviana llegó también a la organización tribal. Con lo
51
datos proporcionados por el censo, el rey etrusco distinguió las tribus teniendo
en cuenta el domicilio de los ciudadanos y no sus orígenes. A partir de
entonces, las tribus de los Ramnes, Ticies y Luceres son un recuerdo histórico.
Se distinguen dos clases de tribus: Urbanas y rusticas. Roma estaba dividida en
cuatro regiones o tribus urbanas: COLLINA, PALATINA, ESQUILINA y
SUBURBANA. Por su parte la campiña romana habría estado dividida en
diecisiete tribus rústicas que se fueron aumentando paulatinamente hasta llegar,
hacia el siglo III A.C., a treinta y cinco. La importancia que tiene esta nueva
organización es que en las tribus se incluyen tanto a patricios como plebeyos,
sin distinción alguna.
En conclusión, la organización dada por Servio Tulio aseguró el
reclutamiento del ejército, tanto a patricios como plebeyos, distribuyó el
impuesto en proporción a la riqueza de los ciudadanos y aseguró la partici-
pación de los plebeyos en las asambleas populares, a la vez que posibilitó su
acercamiento a los patricios al formar parte de las mismas tribus, al
considerarse sólo el domicilio o territorio en el que el ciudadano fuera
propietario de un pedazo de tierra, o que tuviera su sede -adsidui.
52
hace que no haya una antítesis entre el derecho humano y el derecho divino. Se
explican los puntos de contacto no sólo porque en los primeros tiempos de
Roma era difícil concebir un proceso de abstracción que deslindara ambos
campos, sino también porque los primeros intérpretes del derecho fueron los
pontífices romanos, que entendieron que los actos o comportamientos humanos
tendrían la nota de licitud cuando se conformaran con la voluntad de los
dioses.
Fue sólo en la República tardía, cuando se abre paso la jurisprudencia
laica, que se opera el proceso de secularización del lus y con tal circunstancia
viene a producirse la diferenciación entre el derecho y la religión. Desde esa
época, entonces, Faz equivale a ius divinurn; es la norma religiosa, el derecho
revelado por los dioses que regula las relaciones de los hombres con la
divinidad, en tanto IUS o MOZ es el derecho humano constituido por normas
creadas por el hombre para regular las relaciones de éstos entre si, y con el
Estado.
Las leyes reales que principalmente tenían por objeto el derecho público,
fueron compiladas por un pontífice llamado Papirius o Papisius,
contemporáneo de Tarquino el Soberbio. Esta colección, llamada Ius Civile
Papirianum, fue comentada en tiempo de Julio César por el jurisconsulto
Gramo Flaco. Hoy día no tenemos de ella sino fragmentos sueltos, esparcidos
entre varios autores y se refieren principalmente al derecho sagrado. Los sabios
modernos se han esforzado en reconstituir el Ius Civile Papirianum, con ayuda
de estos fragmentos. Uno de los mejores trabajos de este genero, es el de M.
Dirksen, jurisconsulto alemán, en su obra titulada “Ensayo que puede servir
para la crítica e interpretación de las fuentes del Derecho Romano”. El autor se
ocupa de las leyes reales. En una especie de introducción, expone
primeramente las reglas que deben servir de norma a un trabajo de esta índole.
Pasa después revista a los ensayos de restitución hechos con anterioridad, y
con este motivo demuestra con cuanta ligereza obraron los autores antiguos,
dando con frecuencia el pretendido texto de leyes cuya existencia no era muy
cierta. Finalmente, dejando aparte todo lo que no está suficientemente
demostrado, indica el contenido del pequeño número de leyes cuya iniciativa
puede realmente atribuirse a los reyes de
53
Roma: M. Dirksen no admite que el lus Civile Papirianum haya sido
compilado bajo Tarquino el Soberbio, ni aun en los comienzos de la República,
después de la expulsión de los reyes. Cree que esta colección no fue hecha sino
mucho después, en una época que no puede fijar con precisión.
Después de la expulsión de los reyes, las leyes reales, según refiere
Pomponius, fueron abolidas por la Ley Tribunicia, y el pueblo romano fue de
nuevo regido por un derecho incierto y por las costumbres, más que por leyes
propiamente dichas. Este régimen duró aproximadamente veinte años. Sin
embargo, los autores modernos están unánimes en cuanto a poner en duda el
hecho de la abolición de las leyes reales por la Ley Tribunicia. Es probable que
si hubo derogación, no fue más que parcial. En efecto, ¿cómo conciliar esta
derogación con el hecho de que dichas leyes fueran aún comentadas en tiempo
de Julio César? Los jurisconsultos de Roma, eran prácticos y parece fuera de
duda que a ninguno de ellos se le habría ocurrido comentar leyes ya derogadas
hacía cuatro siglos. Finalmente, Tito Livio dice, que después de la expulsión de
los galos, las leyes reales que habían sido destruidas durante la invasión,
fueron objeto de una redacción nueva.
Un jurisconsulto italiano de principios del siglo XVI Marliani, publicó el
pretendido texto original de las leyes de Rómulo. Esta publicación, que fue
menos una obra marcada por el sello de una crítica sana y de la verdad para los
eruditos, que una mistificación, es conocida con el nombre de Tábula Marliani.
54
CAPÍTULO II
SUMARIO: ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA DEL PUEBLO
ROMANO BAJO LA REPÚBLICA: CONSTITUCIÓN REPUBLICANA;
COMPARACIÓN CON EL CONCEPTO MODERNO; LÍMITES Y
GARANTÍAS, LA PROVOCATIO AD POPULUM. — PODER
EJECUTIVO: MAGISTRADOS, CÓNSULES, DICTADOR,
CUESTORES.— PODER LEGISLATIVO: COMICIOS CENTURIADOS,
SENADO.— PODER JUDICIAL: PONTÍFICES Y MAGISTRADOS.—
LUCHA DE PATRICIOS Y PLEBEYOS: LOS PLEBEYOS CONQUISTAN
LOS TRES PODERES; EL TRIBUNADO, LOS EDILES, LOS
DECENVIROS LA IGUALDAD Y PUBLICIDAD DE LA LEY; EL
TRIBUNADO MILITAR; LA CENSURA; EL CONSULADO PLEBEYO;
LA PRETURA; EL PONTIFICADO; EL SENADO; LOS
COMICIOS DE LA PLEBE. — LAS FUENTES DEL DERECHO DURANTE
LA REPÚBLICA: LA LEY DE LAS XII TABLAS; EL IUS FLAVIANUM;
EL IUS AELIANUM; AUTORITAS PRUDENTUM.
CONSTITUCIÓN REPUBLICANA
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cometido por Tarquino el Soberbio a la casta Lucrecia, esposa de Tarquino
Colatino, ni tampoco se admite que el tránsito de la Monarquía a la República
se haya operado repentinamente como consecuencia de una violenta expulsión
del rey etrusco. En el estado actual de la cuestión se considera más aceptable
que el cambio institucional haya obedecido a una reacción del patriciado, que
venía conspirando, desde antes del año 509, contra los reyes etruscos que, a
partir de Tarquino el Antiguo iniciaron reformas político-sociales que
atentaban contra los intereses, mejor dicho, los privilegios de que gozaba la
clase patricia.
Cualquiera que sea el criterio que se admita, es generalmente aceptado
que el año 509 A.C. señala la llegada de la República, al producirse el acceso
a la máxima magistratura —el Consulado—, de dos cónsules que venían a
reemplazar a la autoridad real de la época anterior. Como Senado y Pueblo
tienen un papel preponderante en el nuevo orden político, aunque por diversas
causas se modifica su estructura, sus funciones y aun el número de sus
miembros, veremos que durante la República, al igual que en la monarquía, la
organización institucional se asienta sobre los clásicos factores políticos:
Magistratura, Senado y Pueblo.
Comparación con el concepto moderno: No profundizaremos el
estudio de este tópico, pero sí daremos una idea para que el estudiante tenga
un conocimiento elemental, estableciendo claramente la diferencia entre la
Constitución Republicana y la Moderna; en la primera notamos ciertas
semejanzas con las libertades que pregonan todas las constituciones en donde
impera la democracia representativa, pero la diferencia fundamental radica que
en la época romana no existía una Constitución escrita tal cual se conoce hoy
día. Es cierto que los romanos conocían la división entre los tres poderes, pero
no había limitación precisa de competencia y atribuciones, conocida
posteriormente mediante la labor de Montesquieu.
Límites y Garantías: Las magistraturas republicanas tienen ca-
racterísticas que contrastan con las que presentaba el Rey, Magistrado único
de la Monarquía. La Periodicidad es uno de sus rasgos, y aparece opuesto al
carácter vitalicio del Rey. Los magistrados duraban un año en sus funciones, a
excepción del Censor, que disponía de 18 meses para cumplir con las tareas
censales. La anualidad —como se ha designado más comúnmente a esta
característica— acabó con la irresponsabilidad que tenían los magistrados
vitalicios como el rey. La Colegialidad es otro de
56
los caracteres de las magistraturas ya que se ejercían por dos o más titulares.
La particularidad ofrecida por el sistema colegiado romano es que los
magistrados, no actuaban simultáneamente como ocurre en los órganos
modernos sino alternativamente. De los dos magistrados, mientras uno ejercía
la función el otro estaba en receso, pero con la facultad de oponer su veto -
intercessio- a las decisiones del colega, lo que venía a significar, en cierta
medida, que era mayor la potestad del magistrado en receso que la que tenía el
que estaba en actividad. La Electividad fue la tercera característica de las
magistraturas de la República porque los magistrados eran elegidos por el
pueblo reunido en comicios, sin que ello alterara el principio típicamente
romano de que el magistrado crea al magistrado, ya que hasta que no se
asentaran los comicios republicanos como órganos representativos de la
voluntad popular, el magistrado saliente nombraba al sucesor.
La Provocatio ad populum: Debe sostenerse que la provocatio fue
siempre lo que su nombre indica, una apelación al pueblo contra las sentencias
del tribunal, no una resolución del magistrado para hacer comparecer al
acusado ante el tribunal del pueblo ni la invocación del pueblo como Juez en
primera y última instancia, jamás un procedimiento judicial civil ni una
apelación al pueblo en materias civiles. La Institución no es probablemente lo
bastante antigua para justificar tales conjeturas, sino una creación tardía del
Siglo V. El que la tradición romana haga remontar la introducción de la
provocatio al período monárquico y la necesidad de su admisión a los
comienzos de la República, sólo demuestran que los romanos de tiempos
posteriores veían en esto uno de sus más preciosos derechos, sin que eso
quiera decir que fuese realmente antiquísimo. La tradición nos dice que la
provocatio tuvo su origen en los comienzos de la República, en las Leges
Valeriae, porque fueron dadas por las Centurias en virtud de una proposición
del cónsul Valerius Publicola, la que prohibía que ninguna pena que privase a
un ciudadano romano de la vida, de la libertad o de sus derechos de ciudad,
pudiese ser pronunciada con fuerza definitiva por un magistrado solo. Debía
reunirse los comicios por centurias y fallar aquellos asuntos criminales,
limitándose de un modo efectivo la jurisdicción criminal.
57
PODER EJECUTIVO: MAGISTRADOS. CÓNSULES.
DICTADOR. CUESTORES
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Cónsules: Los magistrados que sustituyeron al rey se llamaron, primero
Praetores o Iudices, pero después prevaleció el nombre de Cónsules. Fueron
dos, siendo responsables, y su cargo duraba un año. Los primeros cónsules
fueron L. Junio Bruto y L. Tarquino Colatino. Fue la más alta magistratura
republicana al ejercer los Cónsules la totalidad del Imperium que en la época
regia correspondía al Rey y al concentrar en sus manos una potestad que bien
puede sostenerse tenía carácter ilimitado. Les concernía todo el Imperium de
paz y de guerra, sin limitación de objeto ni de territorio, y cuando el poder se
fue produciendo en forma gradual por la aparición de nuevas magistraturas, no
se les fijó una competencia específica, pues siguieron con capacidad política
para todo aquello que no se hubiera dispuesto por una ley especial. Caía
dentro de la esfera de poderes de los Cónsules la facultad de convocar y
presidir los comicios y el Senado y someterles las cuestiones que dichos
organismos debían decidir; ejercer la dirección de la administración pública;
desempeñar la Jefatura de los ejércitos; celebrar tratados de paz, intervenir
ejerciendo la jurisdicción en causas civiles y criminales.
Los poderes de los cónsules se fueron limitando y desdoblando a través
del tiempo. La Lex Valeria de Provocatione restringió sus atribuciones así
como los Tribunis Plebis, con la Intercessio, podían oponerse a sus
resoluciones. La Lex Ovinia le cercenó la Lectio Senatus -facultad de elegir a
los senadores-. Y la creación de la Pretura les segregó la jurisdicción
contenciosa. Además, los poderes del Senado y de los Concilia Plebis, cada
día más en aumento, restringieron sus poderes originarios.
Dictador: Tarquino el Soberbio, después de su expulsión, no perma-
neció inactivo; las guerras que suscitó contra los romanos obligaron a éstos a
desplegar toda su energía; y ya habían transcurrido nueve años desde que el
yerno de Tarquino reunía contra ellos, y atormentados en lo interior por las
disensiones que comenzaban a suscitarse entre los dos órdenes, pudieron
concebir temores por su República. En semejante crisis, el Senado recurrió a
un medio vigoroso. Por orden del Senado, los Cónsules nombraron entre los
patricios un Dictador, que fue revestido por seis meses de una autoridad
absoluta: todas las dignidades quedaron suspensas ante la suya. Como
magistrado y como general, mandaba en Roma y en el ejército. Las hachas se
prosternaron ante las fasces de sus lictores: podía condenar a los ciudadanos a
ser azotados con varas, a destierro o a muerte sin consenti-
59
miento. Lo único que no se le entregó fue el Poder Legislativo. De ese
modo la casta patricia se sustraía a las Leyes Valeriae, concedidas a la plebe
después de la expulsión de los reyes; así volvía a recobrar sobre aquella plebe
una denominación pasajera, y el nombre de dueño, de maestre del pueblo —
Magister populi— que se leía en los antiguos libros de Roma, pero que las
consideraciones del uso reemplazaron con una denominación menos
significativa, atestigua el carácter de aquella magistratura. Un poder tan
enérgico era adecuado para salvar al Estado de una crisis violenta; así es que
en lo sucesivo se le vio empleado en Roma en todas las épocas de peligro;
pero podía conducir a la tiranía de uno solo, y eso fue cabalmente lo que
sucedió: no mientras los dictadores, agentes de la clase aristocrática y
ciudadanos de la República, pensaron únicamente en salvarla y depusieron sus
fasces después del peligro o pasados los 6 meses; sino más tarde, cuando los
generales combatieron por sí mismos o por su partido.
Según el Digesto, se agregó al dictador un teniente, que él podía elegir, y que
llevaba el título de maestre de la Caballería —Magister Equitum—. Es una
cosa muy notable que aquel teniente se presentaba a caballo a la cabeza del
orden de los caballeros, mientras que el Dictador, precedido de sus 24 lictores,
estaba obligado a marchar siempre a pie, tanto en Roma como en el ejército.
Se había querido disminuir con las apariencias el poder sin límites que le
estaba confiado, y para no alarmar a los plebeyos con el aspecto de aquel
poder, se había querido que el patricio que se hallaba revestido de él, lejos de
marchar al frente de los nobles que formaban la caballería, fuese relegado a la
infantería, al lado de los plebeyos que la componían, para que pareciese su
general, más bien que de los patricios.
Sea como quiera, los cargos de Dictador y de Maestre de la Caballería, ambos
importantes, y que daban derecho a lictores y a fasces, fueron reservados
exclusivamente a los patricios, como ya lo estaban los de Cónsul y de las
demás dignidades.
Cuestores: La cuestura tuvo como función principal la custodia del Tesoro
Público y cierta competencia penal, de manera que gozaban de atribuciones
financieras y judiciales, hasta que, como consecuencia de la institución de la
QUASTIONES PERPETUAE, cesaron en sus competencias judiciales.
El número de los cuestores fue aumentando, pues al principio sólo había dos,
después cuatro, veinte, hasta llegar a cuarenta en tiempos de
60
César. Al principio los elegían los cónsules, ya que eran sus auxiliares,
pero después la elección les correspondió a los comicios.
Era el cuestor el segundo magistrado de la provincia y cuando se iba el pretor
desempeñaba sus funciones hasta la llegada de su sucesor. Sus cuentas eran
examinadas por los gobernadores, y después depositadas en el Tesoro general
y en los archivos de las provincias.
Presidían la percepción de los impuestos de toda clase los dos cuestores
urbanos, como también la administración del Tesoro y la revisión de las
cuentas. Asimismo reprimían las exacciones de los publicanos y tenían a su
cargo la guarda de las leyes y los decretos del Senado.
Conservábase el Tesoro en el templo de Saturno, distribuido en tres cajas.
Guardábanse en la primera las rentas afectadas a los gastos comunes; en la
segunda el vigésimo, que se percibía de las emancipaciones legales y la venta
de los esclavos para las circunstancias urgentes, y en la tercera el oro, tanto el
acuñado como el que no lo estaba, que procedía de las conquistas. Llegaban a
ser personajes importantes los escribientes del Tesoro, a pesar de ser
empleados subalternos, porque como su empleo era perpetuo, adquirían la
práctica que les hacía indispensables a los cuestores elegidos por un tiempo
limitado..
61
efectuada por los Comicios por Centurias y aprobar las abrogaciones. A fines
de la República, el comicio es un mero recuerdo histórico que está
representado por 30 lictores, uno por cada Curia.
El Comicio Centuriado, creación del Rey etrusco Servio Tulio, adquiere
su real importancia en la República al asumir la potestad legislativa que fue la
nota característica de las asambleas populares romanas. Eran convocados por
un Magistrado CUM IMPERIO, con una anticipación de tres semanas al día
de la reunión a fin de que los ciudadanos conocieran los asuntos y los
discutieran públicamente, para que una vez efectuada la reunión formal se
pronunciaran por sí o por no ante la pregunta del magistrado —rogatio-. La
reunión comicial no era válida si el magistrado no había consultado los
auspicios para invocar el favor y la protección de los dioses.
Las atribuciones del Comicio Centuriado fueron Legislativas, Judiciales,
Electorales y de Política Exterior. En ejercicio de la potestad legislativa
dictaba la ley y con carácter exclusivo la Lex de Bello Indicendo para declarar
la guerra y la Lex de Potestate Censoria para investir de poderes al Censor.
Sus Funciones Judiciales lo hacían competente para entender en los casos que
los condenados a pena capital interpusieran la Provocatio ad Populum. En la
esfera electoral, correspondía al comicio la elección de los Magistrados
mayores, Cónsul, Pretor y Censor. En política exterior le competía decidir
sobre la guerra y la paz sobre la celebración de tratados y con otros pueblos.
Desde la creación del tribunado de la plebe, los miembros de esta clase
comenzaron a reunirse en Asambleas que se denominaron Concilios de Plebe.
Eran convocados y presididos por el Tribuno, quien les sometía asuntos
vinculados exclusivamente con los intereses del plebeyado y que eran
resueltos mediante la sanción de los plebiscitos, en un principio sólo
obligatorios para los componentes de esa clase. Con el tiempo, integrada la
plebe a la República y lograda la igualdad jurídico-política con los patricios,
los plebiscitos fueron obligatorios para toda la ciudadanía y equivalentes,
como consecuencia, a las leyes votadas por los comicios. Este proceso, que
convierte a los concilios en órgano legislativo del Estado Republicano y a los
Plebiscitos en norma obligatoria como ley, se da a través de la Lex Valeria
Horatia (449 A.C.) y la Lex Publilia (339 A.C.) y la Lex Hortensia (289 A.C.).
La preponderancia creciente de la clase plebeya durante el ciclo
62
republicano determinó la aparición de un nuevo tipo de Asamblea Popular, el
Comicio por Tribus, que no se organizó sobre un principio gentilicio, como el
Comicio por Curias, ni sobre una estructura militar-censual, como el Comicio
Centuriado, sino sobre bases similares a la Concilia Plebis que se constituyeron
en atención a un elemento nuevo, el domicilio de los ciudadanos. Se llamaron
Comicios por Tribus porque se tenía en cuenta para su organización el
agrupamiento de los ciudadanos en sus respectivas unidades territoriales. Como
los orígenes de esta nueva estructura comicial son bastantes inciertos, se ha
pretendido ver en ellos una mera derivación de las Asambleas Plebeyas. Se
trata de dos tipos distintos de reuniones populares que no deben confundirse.
Los Comicios Tribales eran convocados y presididos por Magistrados Populi
Romani; los Concilios, en cambio, por los Tribunos. Además, de los Comitia
Tributa participaba toda la ciudadanía sin distinción de clase social, en tanto
que los Concilia Plebis sólo eran accesibles a los Plebeyos.
Los Comicios por Tribus tuvieron poderes semejantes a los Comicios
Centuriados, con los que coexistieron por mucho tiempo. Empero, en ejercicio
de sus funciones legislativas bien pronto su labor superó a la de las Asambleas
Centuriales en materia de Derecho Privado, siendo la Lex por excelencia la
emanada de los Comitia Tributa, con excepción de la Lex de Bello Indicendo y
la Lex de Potestate Censoria. La actividad electoral, alcanzaba a la designación
de magistrados menores, como los cuestores y los Ediles Curules. Tuvieron
también funciones judiciales, entendiendo en grado de apelación cuando la
pena consistía en multa.
Senado: El organismo que por su prestigio está en la cúspide de las
Instituciones políticas republicanas, es el Senado. Heredero del aristocrático
Senado monárquico, es, durante la República, baluarte de las tradiciones
romanas, por cuanto a partir de la Lex Ovinia (312 A.C.) fue integrado por los
ex magistrados patricios. Sin embargo, esta oligarquía dominante no fue
hermética a las aspiraciones de la plebe y así admitió el ingreso de senadores
plebeyos —los conscripti— aunque con rango inferior, pues tenían derecho a
votar pero carecían de voz en las deliberaciones. Un plebiscito Atinjo, de fecha
desconocida, reconoció derecho a ingresar al Senado a los ex tribunos de la
plebe en un pie de igualdad con los ex magistrados patricios. A partir de
entonces hubo paridad entre los dos órdenes sociales antagónicos en el gran
Senado patricio-plebeyo de la República.
63
El Senado se reunía a convocatoria de un magistrado que poseyera el IUS
AGENDI CUM PATRIBUS, como el Cónsul, el Dictador, el Pretor o el
Interrex, los que, a su vez, ejercían su presidencia. Sus reuniones no estaban
sujetas al cumplimiento de ritos ni ceremonias religiosas; por ello no era
necesario consultar los auspicios y podían funcionar en días nefastos, es decir,
en aquellos en que, en Roma, no se podía tratar los negocios públicos, ni
administrar justicia. Las decisiones del Senado que se designaron con el
nombre de Senados Consultos, regularon cuestiones de derecho público, pero a
partir del período imperial, constituyeron una importante fuente del derecho
privado romano.
La amplia competencia que se le asignó al Senado, especialmente entre los
siglos III y IV A.C. no por virtud de disposiciones legales, sino por
consecuencia natural de su propia gravitación, lo convirtió en el órgano más
elevado del aparato estatal republicano. Le correspondió prácticamente la
dirección del Estado, pues al ejercer el supremo control político institucional, le
era posible decidir la oportunidad de la designación del Dictador, revisar la
lista de candidatos a proponer a los comicios y fijar la fecha de las elecciones.
Seguramente que la más alta función que le competía al Senado Republicano
fue la relativa a la política exterior. La declaración de guerra que debía ser
propuesta al Comicio por los Cónsules, llevaba antes su sello aprobatorio,
contra el que no se oponía la Asamblea Popular. Los tratados de paz y alianza
sólo se sometían a los comicios luego que el cuerpo se hubiera expedido sobre
su oportunidad y sus condiciones. Le correspondía además recibir a las
embajadas diplomáticas extranjeras, enviar comisiones a otros países y vigilar
las acciones bélicas, distribuyendo los mandos militares. El Senado intervenía
también en la administración financiera, aprobando los gastos públicos,
creando tributos y autorizando al comicio a votar la emisión de monedas. Fue,
por otra parte, un órgano colegislador, ya que por medio de la PATRUM
AUCTORITAS, daba vigor a las decisiones votadas por el comicio. Esta
función desapareció con el tiempo, pero el Senado mantuvo su potestad
colegislativa al atribuirse el derecho de interpretar las leyes, de anularlas por
defectos o vicios formales, y hasta de disponer su cumplimiento a algunos
ciudadanos.
64
PODER JUDICIAL: PONTÍFICES Y MAGISTRADOS
65
por la simple declaración del derecho, por la jurisdicción o por el mando, daba
a las partes, ya un juez único, y algunas veces varios árbitros, unos y otros
elegidos por las partes en el orden Senatorial, o al menos aceptadas por ellos, y
si no, se sacaban por suerte, o bien se las enviaba ante el Tribunal Centunviral,
que juzgaba por secciones, y algunas veces las cuatro reunidas. Ante el tribunal
Centunviral, si se trataba de asuntos de Estado, de propiedad Quiritaria, o de
sucesiones; o ante un juez, o ante uno o muchos árbitros, si se trataba de una
obligación o de posesión.
El antagonismo entre los dos órdenes sociales en que desde los albores
de Roma se dividía el pueblo, adquirió sus más graves contornos en el período
republicano. Este se había iniciado con una conjura patricia contra la
monarquía etrusca que, en alguna medida, había pretendido nivelar la desigual
condición de las clases. A este acontecimiento, que puso en alza los privilegios
del patriciado, se añadió en fuerza más gravitante la dispar situación económica
de una y otra parte de la ciudadanía. Los plebeyos, que formaban en general el
campesinado y hacían de la agricultura y la ganadería su fuente principal de
recursos, se vieron precisados a abandonar sus tierras para integrar las legiones
romanas lanzadas en una sin igual carrera de conquistas. Para subvenir a sus
necesidades más primarias debieron recurrir al préstamo en dinero con
intereses usurarios del patriciado, clase rica desde sus orígenes y enriquecidas
todavía más por el derecho de ocupación de las tierras conquistadas. Las
pesadas deudas contraídas condujeron a los plebeyos a someterse al cruel
régimen obligacional romano que colocaba al deudor, respecto del acreedor, en
un estado de sumisión semejante al del esclavo.
Ahondadas así las diferencias que, desde otro punto de vista, se referían
también a lo político, a lo jurídico y a lo religioso, los plebeyos sólo hubieran
podido resolver el conflicto valiéndose de los siguientes medios: La lucha
armada para disputar a los patricios la hegemonía territorial hasta que alguna de
las clases fuera sojuzgada o destruida; la secesión permanente, o sea, el retiro
definitivo de la ciudad y la constitución de un nuevo Estado, independiente de
los patricios; o el logro pacífico del reconocimiento de la plebe como clase
idónea para tener sus órganos propios para su
66
protección y su gobierno. Este último fue el camino elegido por el plebeyado y
la República lo vio recorrer lenta pero gradualmente hasta que en ese transitar
de años se igualaron las clases sociales, lográndose la integración plebeyo-
patricia.
EL TRIBUNADO
67
ejercicio de tan amplios poderes se reconocieron al Tribuno los
atributos de la SACROSANCTITAS que hacía inviolable su persona
contra cualquier ataque, ya proviniera de un particular o de un
magistrado, y que posibilitaba que el culpable pudiera ser muerto
impunemente al ser declarado culpable.
La igualdad política de patricios y plebeyos, que paulatinamente se
fue logrando con el transcurrir de la República, quitó al Tribunado el
carácter revolucionario que había tenido hasta entonces; y si bien la
INTERCESSIO contra los magistrados supremos del Estado no
desapareció como poder inherente al Tribunado, no fue usada desde que
los tribunos pasaron a integrar una nueva clase dominante, la
NOBILITAS SENATORIAL. A partir de entonces el Tribunado careció
de importancia constitucional. Con el Tribunado nació una magistratura
plebeya de carácter auxiliar, el Edilato de la Plebe, que era designado por
los CONCILIA PLEBIS a propuesta del tribuno y que prácticamente
desapareció cuando se admitió el acceso de los plebeyos a la Edilidad
Curul
LOS EDILES
68
LOS DECENVIROS. LA IGUALDAD Y PUBLICIDAD DE LA
LEY. EL TRIBUNADO MILITAR. LA CENSURA. EL
CONSULADO PLEBEYO. LA PRETURA. EL PONTIFICADO. EL
SENADO: LOS COMICIOS DE LA PLEBE
69
enconada oposición, recién se cristalizó entre los años 451 y 450 A.C., cuando
los DECENVIROS publicaron la Ley de las XII Tablas, de enorme gravitación
para el logro de la IGUALDAD JURIDICA de las dos clases y que significó,
además, el primer ordenamiento legal del pueblo romano.
Los plebeyos, bastante satisfechos con la Ley de las XII Tablas que les había
dado IGUALDAD CIVIL, la tomaron como punto de apoyo para conseguir las
otras igualdades. Cinco años después, en efecto, el Tribuno Canuleyo exigió en
nombre del pueblo que se borrara de esas Tablas la odiosa ley que prohibía el
matrimonio entre patricios y plebeyos. Fue así que la Lex Canuleia del año 445
es otro jalón importante dentro del proceso que venimos siguiendo, pues ella
autorizó el CONNUBILTM entre patricios y plebeyos.
En el año 421 A.C., los plebeyos son admitidos en la Cuestura, primera
magistratura patricia ala que pudieron acceder. Con la Lex Licinia de
Consulatu, del año 367 A.C., se les concedió el derecho de ocupar el
Consulado, suprema magistratura republicana, pero antes de entregar a ,los
plebeyos un cargo de tanta importancia, los despojaron hábilmente de muchas
atribuciones que, por un tiempo más fueron celosamente reservadas al
patriciado, tales como el del SUMO PONTIFICADO para el culto público de la
ciudad; la CENSURA, que confió a dos Censores patricios; la PRETURA o
poder judicial, que eran magistrados llamados Pretores; la CUESTURA, para la
recaudación de impuestos, la Prefectura de la ciudad. Tres años después, fueron
admitidos ala EDILIDAD CURUL. Los plebeyos celebraron su triunfo. ¡Por
fin vieron a uno de ellos revestidos de púrpura y precedido por lictores! La
provisoria reconciliación con los patricios fue sellada en Roma con la erección
de un templo dedicado a la CONCORDIA.
Los Tribunos, en efecto, enardecidos por el éxito, reanudaron su campaña para
conseguir una a una las magistraturas extraídas del Consulado y aun todas las
magistraturas sin excepción. Resistieron palmo a palmo los patricios, cediendo
sólo cuando se volvían peligrosas las exigencias de la democracia, la cual,
merced a su tenacidad, logró eliminar todos los privilegios y alcanzar el triunfo
total.
Así tenemos que en el año 356 A.C. tuvo lugar un acontecimiento relevante al
producirse el nombramiento del primer Dictador Plebeyo. Marcio Rutilio.
Llegaron los plebeyos a la Censura en el año 351 y a la Pretura en el año 337.
En el año 360 A.C. al admitirse el acceso de la Plebe
70
a las altas dignidades religiosas, como el PONTIFICADO MÁXIMO y el
AUGURATO, se logró la equiparación de las clases en lo que atañe a la
IGUALDAD POLITICA Y RELIGIOSA.
La fecha de la sanción de la LEX HORTENSIA (289 A.C.) señala la
culminación de la trayectoria que siguen los plebiscitos (decisiones de la plebe
votadas en los CONCILIOS PLEBEYOS) para equipararse a la ley comicial.
Este proceso se inició como hemos dicho, con la sanción de la LEX VALERIA
HORATIA, 449 A.C., y se continuó después de un siglo con la LEX
PUBLILIA, 339 A.C.. La LEX HORTENSIA importa el logro de la igualdad
jurídica de patricios y plebeyos, la equiparación del populum y la plebe.
Digamos por fin, la absoluta integración patricio-plebeya, se produjo en el año
254 A.C. cuando Tiberio Coruncanio, primer jurisconsulto que enseñó
públicamente el derecho fue, a la vez, el primer plebeyo que accedió al
PONTIFICADO MAXIMO.
La antigua clase patricia había dejado de existir, y la nobleza del mérito
sustituía a la nobleza del nacimiento.
71
Por fin, en el año 451 se propuso que se nombrase una comisión de diez
varones, que se llamaron DECENVIROS, compuesta de las dos clases, para
encargarse de la redacción de la ley que había de fijarse por escrito. Durante el
tiempo de su mandato, que ejercerían con plenos poderes, debían cesar todas
las otras magistraturas. Tres decenviros se marcharon a Atenas para estudiar las
leyes griegas. Cuando la labor fue terminada, la nueva legislación fue fijada en
diez tablas de bronce, que se expusieron en el Foro, y los decenviros del
segundo año les añadieron otras dos, de donde les vino su nombre.
En conjunto la Ley de las XII Tablas se inspiraba en el derecho
tradicional romano, pero con algunas novedades. La IGUALDAD CIVIL no
fue conseguida y persistieron las diferencias de clases, así como la prohibición
de los matrimonios entre patricios y plebeyos, pero se suavizaron las penas,
sobre todo en las leyes por deudas, y se logró uno de los objetivos de la
reforma: la PUBLICIDAD DE LAS LEYES y de los procedimientos que, al ser
conocidos, ya no pudieron ser aplicados con arbitrariedad.
El texto de la Ley de las XII Tablas no ha llegado hasta nosotros, porque,
al parecer, fueron destruidas en el incendio de Roma por los galos. Valioso
aporte para la reconstrucción de la ley han sido las citas de los jurisconsultos
romanos de la época clásica, en especial GAYO, ULPIANO Y POMPONIO; y
muy positiva contribución para confirmar y completar antiguas versiones sobre
la Ley, fueron los escritos del célebre Cicerón.
La distribución de las materias de la citada Ley demuestra que su
innegable valor radica en haber comprendido, siguiendo la forma de Mandatos
y prohibiciones breves, dentro de principios generales, todo el derecho público
y privado. Recogiendo las antiguas costumbres, dio forma a numerosas
instituciones jurídicas que el propio derecho de Roma pulió dándole una
fisonomía definida, con su creciente progreso y desarrollo.
La primera y segunda Tablas contenían todo aquello relacionado
con “LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL Y EL PROCEDIMIENTO
INDISPENSABLE”.
La Tercera, “LO RELATIVO AL PROCEDIMIENTO DE EJECU-
CIÓN CONTRA LOS DEUDORES INSOLVENTES”.
La Tabla Cuarta legisla sobre el Derecho de Familia o más propia-
mente sobre los amplios poderes del Paterfamilias, jefe del núcleo familiar. La
ley facultaba al padre a matar a sus hijos deformes o monstruosos.
72
La Tabla Quinta trata del Régimen Sucesorio romano sobre la base de
la Sucesión diferida por Testamento o en su defecto por Disposición de la Ley.
Acuerda al Testador fa más amplia libertad para disponer por Testamento y
organiza la Sucesión Ab Intestato en atención a un parentesco civil o agnación.
La Tabla Sexta esboza la distinción entre la Propiedad y la Posesión,
consagrando la existencia de una propiedad exclusiva de los ciudadanos
romanos, el Dominium ex jure Quiritium. Crea la Usucapio, forma de
adquisición del dominio por la posesión continuada de las cosas durante el
término establecido por la Ley.
La Tabla Séptima fija normas respecto de las Relaciones de Vecindad
e incluye las diversas Servidumbres legales, de gran importancia en una
comunidad agrícola como la Roma Primitiva.
La Tabla Octava alude a los Delitos, distinguiéndolos en Públicos y
Privados. Consagra el sistema del Talión para lesiones graves y un régimen
tarifario cuando se tratare de lesiones leves, distinguiendo en el caso del Delito
de Incendio el que se comete a sabiendas, del que es producto de descuido.
La Tabla Novena se refiere al Derecho Público y en ella se introducen
principios del Derecho Procesal Penal.
La Tabla Décima legisla sobre Derecho Sacro, destacándose la
disposición que prohíbe las suntuosidades funerarias.
Las Tablas Undécima y Duodécima que se dictaron con posterioridad
a las diez primeras, tuvieron como fin complementarias; al menos tal había sido
el propósito al convocar el segundo decenvirato legislativo del año 450 A.C.
según refiere la tradición romana.
Aun cuando aceptamos que la Ley sirvió para la vigencia de un derecho
quiritario de corte acusadamente personalista, que debía amparar al ciudadano
con exclusión del extranjero y al patricio en detrimento del plebeyo, tiene el
mérito innegable de haber sido el primer intento realizado por los romanos de
una codificación completa de sus leyes, que sólo se repitió, después de un
milenio, cuando Justiniano ordenó la compilación del derecho vigente en su
época -527 a 565 D.C.
73
EL IUS FLAVIANUM. EL IUS AELIANUM. AUTORITAS
PRUDENTUM
74
reservas necesarias para protegerlos intereses de sus clientes. Los juriscon-
sultos se vieron obligados algunas veces a llenar deficiencias o introducir
reformas en el derecho existente, extendiendo, por analogía, las disposiciones
de las leyes o del derecho honorario a los casos no previstos. Por eso sus
doctrinas y respuestas —DOCTRINAS ET RESPONSA PRUDENTITJM— se
convirtieron insensiblemente en importante manantial de derecho, adquiriendo
con el tiempo el carácter de derecho de costumbre —IUS CIVILE—, en el
sentido más restringido. Este término puede entenderse así: extendían por
escrito respuesta a las cuestiones que se les sometían. Entre los jurisconsultos
más célebres de esta época figuran Sempronio llamado el sabio; Escipio
Nacica, que recibió del Senado el sobrenombre de Optimus; Tito Coruncanio,
que fue el primero que enseñó el derecho públicamente; Sexto Elio, el autor del
Ius Aelianum o Tripartita; Marco Cato, Bruto, y Servio Sulpicio,
contemporáneo de Cicerón, el más célebre de todos.
75
76
CAPITULO III
77
mano de hierro en guante de terciopelo. Al mismo día siguiente de la muerte
de César, dos de sus actos han revelado lo que era aquel hombre; se ha negado
a trasladarse junto a las legiones de Macedonia, de donde le llegaban
apremiantes solicitaciones, y, con menos precio de los peligros que
comportaba aquella decisión, ha aceptado la herencia de César. Ha tomado su
resolución: quiere —él mismo lo dice al comienzo de su testamento político—
vengar a su padre y liberar al Estado “de la tiranía de una facción”. Para
alcanzar aquel fin, es necesario maniobrar. Octaviano, a pesar de ser tan joven,
mostrará ser en esto un verdadero maestro: “De este modo, nos dice Dión
Casio, el que antes era llamado Octavio, y que ya entonces se llamaba César y
más tarde fue llamado Augusto, puso mano en los asuntos políticos. Los
condujo y los llevó a cabo con mayor vigor que hombre alguno y con más
prudencia que un anciano”.
Tres etapas —el Triunvirato, el Occidente, el Imperio— y catorce años
(44-30 A.C.) le permitirán alcanzar el fin propuesto y realizar en provecho
propio la dominación del mundo.
Mero particular, Octaviano ha de conquistar primero su lugar sobre la
Tierra. El gran enemigo para él es Marco Antonio. Si no todavía para
eliminarlo, a lo menos ya para forzarlo a la repartición, Octaviano se apoya en
el Senado. Derrotado Antonio en Módena (43 A.C.), el Senado se propone
hacer que Octaviano vuelva al lugar que le corresponde. El se niega. Marcha
sobre Roma a la cabeza de su ejército, impone su elección al Consulado y
concluye con Antonio y Lépido el segundo Triunvirato (octubre-noviembre
43). Las proscripciones y la victoria de Filipos en el año 42 A.C. eliminan
definitivamente al partido republicano.
En cuanto se constituyó el pacto triunviral, los asociados habían
procedido a repartirse el Occidente: a Octaviano, las islas del Mediterráneo
Occidental y el África; a Antonio, las Galias Cisalpina y Transalpina; a
Lépido, España y la Narbonense. Italia permanecía indivisa. Después de lo de
Filipos, y en detrimento de Lépido, se produjo una primera recomposición: a
Octaviano se le concede España y a Antonio la Narbonense. En el curso de los
años siguientes, Octaviano, resuelto a llegar a ser dueño del Occidente, trabajó
en eliminar gradualmente a sus colegas. La guerra de Perusa, en 41-40 AC,
que se termina por la derrota de L. Antonio, hermano del triunviro, le concede
Italia. En el Tratado de Brindisi (40), Antonio, en cambio del conjunto del
Oriente, le cede la Galia Transalpina y la Narbonense.
78
En 36, después de la desaparición de Sexto Pompeyo, Octaviano anexa a su
lote Sicilia, Cerdeña y Córcega y, por la deposición de Lépido, el África. La
finalidad de Octaviano está lograda: es dueño, y dueño único, de todo el
Occidente.
Antonio en Oriente, Octaviano en Occidente, queda ya solo uno frente a
otro. La situación se mantiene así durante cinco años. En 31, estalla el
conflicto fatal. Aplastado en la batalla de Accio, Antonio se refugia en Egipto.
Al año siguiente, se suicida, y la reina de Egipto, Cleopatra, sigue su ejemplo
(30). Heredero de César, jefe único del Estado romano, Octaviano puede en
adelante emprender la inmensa obra de realización que la bancarrota
republicana y la salvación del país le imponen. ¿Qué hará?
En cuanto a concepción verdaderamente original, Octaviano no tiene
ninguna, y no es necesario que la tenga. La originalidad la ha tenido César por
él. Le basta a Octaviano abrir los ojos y sacar la conclusión. Programa para
realizar, y manera de lograrlo, se los muestra la realidad contemporánea. El
programa, Cicerón, ya en su Pro Marcelo, lo ha trazado en letras de fuego: “C.
César, a ti sólo pertenece reedificar todo cuanto la guerra ha derribado y
abatido, y restablecer la organización judiciaria, traer de nuevo la confianza,
reprimir la licencia, favorecer la repoblación, en fin, volver a levantar por
medio de leyes severas todo cuanto vemos deshecho y dispersado. En una
guerra civil tan encarnizada, en medio de semejante agitación de los espíritus y
de los ánimos, era inevitable que la República, tan sacudida, perdiera mucho,
tanto de los ornamentos de su gloria como de los apoyos de su poderío... Es
menester hoy cuidar todas las heridas de la guerra, y nadie sino tú puedes
curarlas... Lo que te queda por hacer es esto:
dar al Estado una Constitución y disfrutar tú de la calma y el reposo que la
habrás asegurado”.
Vencedor en Accio, dueño de todas las legiones y de todas las flotas,
Octaviano ya no halla rivales ante sí. Desaparecidos sucesivamente Bruto y
Casio, Sexto Pompeyo, Lépido y el más terrible de todos, Antonio, tiene las
manos libres. Al Principado “consentido” que ha hecho bancarrota, va a
suceder el Principado impuesto, y éste sí que tendrá un buen éxito. Esta
solución constitucional, delicada entre todas, implica en el que soportará su
carga y su responsabilidad una serie de cualidades fundamentales: la
clarividencia que comprende lo que es necesario hacer; la voluntad que sabe ir
derecho a su objeto; la agilidad que sabe encubrir las realidades demasia-
79
do brutales y, en caso necesario, salvar las apariencias. Ahora bien, estas
cualidades se hallan, desde su adolescencia, plenamente reunidas en
Octaviano, el futuro Augusto, hombre que la feliz fortuna de Roma concede a
ésta en el momento necesario y, por decirlo así, a medida. Estas cualidades
esenciales explicarán, en últimos análisis, el éxito completo de su obra. Así
pues, Octaviano dota a su país del régimen personal en la forma prudente y
disimulada del Principado, rompiendo francamente con el sistema monárquico
de César. Lo hace con la mirada puesta siempre en las condiciones del
momento, de modo gradual, por una serie de modalidades prácticas y de
etapas constitucionales sucesivas.
A mediados del 29 A.C., Octaviano vuelve a Roma. Del 13 al 15 de
agosto, celebra tres triunfos consecutivos. El primer día, conmemora sus
buenos éxitos de 35-33 sobre los Panonios y los Dálmatas y los de su
lugarteniente Carrinas sobre los Morinos y los Suevos; el segundo, la victoria
de Accio, y el tercero, la conquista de Egipto. Brillantes fiestas acompañadas
de representaciones teatrales y de juegos variados siguieron a aquel triple
triunfo. Terminadas las fiestas, llega el momento de emprender los asuntos
serios y, en primer lugar —porque el gran axioma “política ante todo” vale por
todos los tiempos—, la cuestión constitucional. La situación de Octaviano,
después de la desaparición de Antonio, se resume en dos elementos precisos:
el hecho, el derecho. De hecho es el dueño. De derecho, su situación se
muestra algo más compleja. El triunvirato, base de su fortuna política, no ha
sido renovado en 33 y, por otra parte, dos de sus titulares, Lépido en 36 por
abdicación. Antonio en 30 por la muerte, han desaparecido sucesivamente.
Octaviano, que se ha quedado solo, no por ello deja de conservar, a pesar de la
anomalía de la situación, la cualidad legal de triunviro. En 31 ha tomado el
Consulado por tercera vez, y a este título, es decir, como jefe oficial del Estado
romano, ha llevado adelante la guerra contra Antonio y Cleopatra. El
Occidente entero, ha prestado juramento entre sus manos, acto que, años más
tarde, conserva todavía su plena validez. En fin, Octaviano posee la
inviolabilidad tribunicia, y, el título de Imperator. Esta situación
constitucional, algo compleja, no tarda en aclararse. Primer paso: la ruptura
con el pasado triunviral, es decir, con el poder de excepción que en el pasado
había él ejercido. En 28, hacia fin de año prefacio del restablecimiento de la
—
80
precisamente el retorno a la legalidad. La escena, largamente contada por Dión
Casio, merece, por razón de su importancia, que nos detengamos en ella un
instante. El 13 de enero del 27, Octaviano va al Senado y pronuncia allí un
gran discurso. Su obra personal, en sus dos artículos esenciales —la República
liberada de sus opresores y su padre vengado por la muerte de sus asesinos—,
queda terminada. Resuelto a volver a la vida privada, abandona sus poderes
excepcionales y restituye al Senado y al pueblo la libre disposición de los
ejércitos y de las provincias. Ateniéndonos a los términos precisos del
discurso, la conclusión se impone forzosa: es la vuelta pura y simple al
régimen republicano tradicional. Veamos, sin embargo, las consecuencias.
Acuerdo previo para unos, temor sincero de un retorno a la anarquía en los
demás —dos móviles que, en aquella ocasión, han jugado sin duda
simultáneamente—, el Senado suplica a Octaviano que se vuelva atrás en su
decisión y que no abandone al Estado romano a su suerte. Octaviano, después
de otra negativa, acaba por ceder, pero en parte solamente. Se aviene a
compartir con el Senado la carga del poder. Las provincias, en lugar de
depender todas, como en el pasado, del Senado y del pueblo, serán divididas
en dos lotes, uno senatoriales, otro imperiales, y, por una limitación en el
tiempo, que se añade a la limitación en el espacio. Octaviano se niega a
comprometerse para una duración superior a diez años. Tres días más tarde, el
16 de enero, para demostrar oficialmente su agradecimiento a Octaviano, el
Senado le otorga el título sagrado de Augusto, con el cual se le designará en
adelante. Por esta regulación constitucional el régimen personal —régimen de
excepción hasta entonces— entra en su período orgánico. Lo hace en la forma
modesta y deseada del Principado. Augusto, reconocido como Princeps o
primer ciudadano, en tal cualidad llega a ser —y seguirá siéndolo desde
entonces—jefe oficial del Estado romano.
Denominación esencialmente honorífica, el título de Princeps no
concedía a Augusto —y no podía concederle- las sólidas realidades consti-
tucionales necesarias para la ejecución de su programa. Estas realidades las
encuentra aparte, en la posesión de prerrogativas diversas; Consulado
permanente de 31 a 23, poderío tribunicio e imperium preconsular, ambos en
forma ampliada y libre de trabas —anualidad y colegialidad— tradicionales.
En 19, el Senado le confiere, al propio tiempo que otros honores, el derecho de
“hacer las leyes que le plazcan”; traduzcamos, el poder legislati-
81
va en su plenitud. En 12, última de las grandes etapas constitucionales,
Augusto, se hace elegir para el soberano pontificado. Y hay más aún.
Añadamos: la dignidad de Princeps Senatus, por la cual Augusto se convierte
en el primero de los Senadores, la de sacerdote de los diferentes colegios, el
derecho de paz y de guerra, el derecho de recomendación a las magistraturas,
el derecho de fundar colonias, de conferir la ciudadanía, de acuñar moneda
con su efigie, la dirección del servicio de la anona.
En 2 A.C., Augusto tiene el poder en sus manos, y él solo, desde hace
veintiocho años. Organización del gobierno, reglamentación de las cuestiones
exteriores, defensa nacional, enderezamiento interior, solución, si no de
derecho, a lo menos de hecho, del problema sucesorio; su inmensa labor está
ya terminada. En el doble aspecto material y moral, Roma, gracias a él, ha
recobrado la salud y hallado de nuevo su grandeza.
En 14 D.C., Augusto tiene setenta y seis años. Se acerca su fin. El día de
su muerte, preocupado, como lo había estado durante toda su vida, por cumplir
su agobioso oficio de emperador, se enteró de los asuntos públicos, y preguntó
varias veces si la noticia de su enfermedad no causaba alguna perturbación en
el exterior. Murió sin padecer el 19 de agosto del año 14 D.C. Unos días más
tarde, el Senado reconocía a Tiberio como emperador.
82
do y conferirle autenticidad a ciertos actos. Sé acostumbraba a nombrar
a estos Magistrados cada dos meses, y en muchas ocasiones el Emperador se
atribuía la dignidad Consular con el fin de aumentar su prestigio.
Las funciones Censorias las ejerció el Emperador, como Prefectus
Morum, pero subsistió esta magistratura hasta la mitad del siglo III. Los Ediles
perdieron también sus principales atribuciones, siendo suprimidos por la
misma época. Los Tribunos de la plebe tenían el Ius Auxilii y el Ius
Intercessioms, aunque no contra el emperador. Pero, la potestad tribunicia le
fue reconocida a Augusto y a sus continuadores como máximo atributo de
poder. Los Tribunos no tuvieron independencia en sus funciones como antes,
pues el emperador los utilizaba a su arbitrio cuando necesitaba detener algún
acuerdo del Senado. En el siglo V fue abolida esta importante magistratura.
Las facultades de los Cuestores fueron mermadas, pasando la
administración del Tesoro a los Praefecti Aerarii, creados por Augusto.
En tiempos del emperador Claudio se completaron sus poderes, pero
Trajano restableció de nuevo el régimen anterior. Se llegó últimamente a
conservar sobre la Cuestura en las Provincias, suprimiéndose la Urbana.
La Pretura duró más tiempo que las demás magistraturas republicanas,
pero también experimentó las consecuencias del nuevo régimen político. Los
Pretores aumentaron a 12 en tiempos de Augusto, a 16 en los de Tiberio, y 18
por Marco Aurelio. Además, se crearon Preturas especiales, como las de los
Fideicomisos y Tutelas. Al Pretor Urbano lo encontramos hasta el Siglo V, y
el Peregrino subsistió hasta tiempos de Caracalla.
83
carácter de magistrados, pues carecieron de autoridad propia, eran nom-
brados y removidos por el Príncipe; sus funciones duraban mientras conser-
vaban la confianza del soberano y recibían una remuneración por sus servidos.
Pertenecían a las dos clases sociales dominantes en la época, surgiendo por
regla general, de la clase ecuestre los que ocupaban funciones militares y
fiscales, mientras que provenían de la clase senatorial los que desempeñaban
tareas administrativas. Así tenemos:
El Prefecto del Pretorio: Era el Jefe de la guardia imperial, unía a la
función castrense la competencia judicial en todos aquellos asuntos civiles o
criminales en que debía decidir el Emperador el cual, al delegar sus poderes en
el funcionario, en la práctica lo convertía en el Juez supremo del Imperio.
Otros prefectos tuvieron importante misión en el manejo de la
administración del Estado:
Prefectus Urbi, estaba a cargo de la policía de la ciudad, la vigilancia de los
mercados y la persecución de los cultos prohibidos.
Prefectus Vigilium, jefe de una guardia especial encargada de evitar robos e
incendios.
Prefectus Aerari, a cargo de la administración del Tesoro.
Praefectus Annonae, con funciones de vigilancia del aprovisionamiento de
los víveres de la población.
Praefectus Aegypti, que era un delegado del Emperador en el gobierno de
Egipto. Entre los funcionarios imperiales se cuentan también los Procuradores,
a cuyo cargo estaba la administración de la Hacienda Pública y los Curatores,
que fueron de distintas clases según las tareas que debían cumplir. Se conocen,
entre otros, los que tenían el cuidado de las vías públicas; la distribución de las
aguas; la vigilancia de las obras y defensas del Río Tíber, etcétera.
Los Comicios: Expresión tradicional de la soberanía del pueblo, los
Comicios subsisten durante el Principado en la forma de Comicios por
Centurias y por Comicios Tribales, conservando sus funciones legislativas y
electorales, pero no así las judiciales. El Comicio, que durante los últimos años
de la República había ido perdiendo su antiguo prestigio, encuentra en
Augusto a un restaurador de su actividad. Fue así que durante su tiempo se
dictaron leyes relativas al ordenamiento de Instituciones de Derecho Público y
Privado. El Emperador Tiberio, heredero político de Augusto, continuó
84
esta tendencia, que con sus sucesores se van empalideciendo para abrirse paso
al Senado como órgano legislativo. Las magistraturas, salvo la Pretura que
continuó con su acción edictal hasta Adriano, perdieron o limitaron muy
sensiblemente su competencia. El Comicio dejó de funcionar y sus últimas
leyes habrían sido las dictadas bajo el gobierno de Tiberio, sin contar con
algunos plebiscitos, de dudosa existencia que habría hecho sancionar Claudio.
El Senado: Por lo que se refiere, el Senado Imperial continuó siendo
órgano esencial del gobierno sin que sus atribuciones sufrieran mengua, salvo
en lo atinente a la política exterior que pasó -en sus formas de diplomacia y
guerra- al príncipe. El cuerpo amplió en algunas materias su esfera de
competencia como en lo que atañe a la actividad judicial, a la facultad de
reclutar a los altos mandos del ejército y muy especialmente, a la potestad
legislativa, que experimentó notable incremento, sobre todo en el momento
que el Comicio dejó de funcionar como institución típicamente legisladora. De
ahí que los Senados Consultos cobraran gran relieve y constituyeran una de las
fuentes más fecundas del Derecho Imperial.
85
PAPIA POPPAEA. Se sometieron a contribuciones los víveres, la profesión
de negociante, el oficio de las mujeres públicas y la venta pública.
La tendencia centralizadora, no dejó de influir también en Italia y en las
ciudades libres del Imperio. Sus privilegios fueron respetados al principado,
pero Augusto, mediante la división que hizo de Italia en 11 regiones, facilitó el
camino para otras reformas armónicas con el espíritu nuevo.
En tiempo de Augusto se repartieron las provincias entre el Senado y el
Emperador. Se dejaron bajo la autoridad del Senado las provincias más
pacíficas y tranquilas, aquellas sometidas voluntariamente al poder dominante.
El Emperador tuvo controladas las provincias belicosas, las cuales necesitan
una organización militar rígida. Desde luego se comprende que esta
repartición no fue absoluta, pues el Senado obedecía ciegamente al
Emperador, el cual gobernaba en realidad todas las provincias, sin tener en
cuenta esta partición.
Los que gobernaban las provincias senatoriales se llamaron PRO-
CONSULARES, eran elegidos entre los Cónsules y Pretores, gozando de gran
estimación. Estaban auxiliados por lugartenientes. La administración de la
Hacienda se encargó a los Cuestores.
El Emperador enviaba a sus provincias legados -legati Augusti-, que
dependían en todo de él. La Hacienda estaba administrada por un funcionario
que frecuentemente era un liberto del emperador, denominado Rationalis o
Procurator Caesaris.
La tendencia en las provincias fue organizarlo todo de tal manera, que se
pudiera fácilmente reprimir las insurrecciones interiores y prevenir los ataques
de afuera. La situación mejoró notablemente, pues aunque los gobernadores no
se transformaron en funcionarios honrados y competentes, fueron vigilados
atentamente por el Príncipe, poniendo en peligro su vida si realizaban actos
indignos y perjudiciales a los intereses de la provincia. Se les señaló elevados
sueldos para mantenerlos incorruptibles.
86
como fuente del derecho en esta época a las leyes comiciales, a los Senados
Consultos, y a los Edictos de los magistrados aunque no tuvieron el relieve de
otras épocas, por corresponder a una estructura política en decadencia. La
respuesta de los jurisconsultos alcanza, sin embargo, su máxima expresión e
importancia como fuente de un nuevo orden jurídico. Pero la marcha de este
régimen hacia la Monarquía absoluta es causa del debilitamiento y
desaparición de las antiguas fuentes del Derecho, ante las manifestaciones
constantes del supremo poder Imperial. Las Constituciones Principum, que
aparecen ahora, dominan positivamente todas las fuentes jurídicas. Del mismo
modo que se llega a la unificación política en todos los órdenes, otorgándoles
la plena ciudadanía a los súbditos del Imperio, el derecho también se convierte
en un verdadero ordenamiento jurídico universal. A este fin colaboraron
intensamente los juristas que transformaron el derecho en una categoría
jurídica, debido a los principios en que se fundaron, y a su amplia visión del
fenómeno jurídico.
87
rador Claudio se habría dictado una Ley sobre Tutelas. El último rastro de
Ley Comicial habría sido una Lex de Imperio Vespasiani descubierta en el
Capitolio de Roma.
88
concubinarias con un esclavo con la pérdida de la libertad, o el Senado
Consulto NERONIANO que se refería a un legado inválido en la forma
adoptada por el testador. También los Senado-Consultos se designaban con el
nombre del Cónsul que había presidido la reunión del cuerpo, como el Senado-
Consulto TERTULIANO que contenía normas respecto de la sucesión de la
madre al fallecimiento de sus hijos, el Senado Consulto ORFICIANO que
consagraba el derecho de la madre a heredar a sus hijos o el Senado Consulto
VELIANO que prohibía a la mujer otorgar garantías personales o reales a
favor de terceros. Rompió la regla tradicional sobre la forma de denominar a
los Senados Consultos, el Senado Consulto MACEDONIANO, que se dictó
para sancionar los préstamos hechos a los hijos de familia y que tomó su
nombre de un tal Macedo que habría dado muerte a su padre para heredarlo y
así poder posteriormente pagar sus numerosas deudas.
Los Senado Consultos estaban integrados de tres partes:
a) LA PRAESCRIPTIO que contenía el nombre del magistrado proponente, el
día y el lugar de la votación.
b) El TEXTO del Senado Consulto, dividido en Capítulos, redactándose en
forma de consejos, y
c) LA SANCTIO, que constituía la parte de la ley que hacía su promulgación,
esto es, el acto que auguraba su irresponsabilidad y la obligación de su
observancia.
89
La obra no ha llegado completa hasta nuestros días pero ha sido posible
su reconstrucción a través de comentarios que sobre el Edicto Perpetuo de
Salvio Juliano realizaron jurisconsultos de los siglos II y III, entre los cuales se
distinguió Ulpiano. Esto ha permitido saber que Juliano SUPRIMIO todo lo
que había caducado, que AÑADIO y ALTERO ciertos principios para adecuar
las normas al espíritu de su siglo y distribuyó y dividió el todo por orden de
materias.
Se debe al gran romanista alemán Otto Lenel la más depurada
reconstrucción del Edicto, publicada en Leipzig en 1883. Por la misma se han
podido conocer las partes o principales divisiones del edicto del Pretor
romano. La primera parte del carácter introductivo, tenía por finalidad
ORGANIZAR y GARANTIZAR el proceso hasta la regulación del
Iudicium.
La segunda, o parte central, titulada de IUDICIIS, contenía las
ACCIONES TUTELADORAS de los derechos privados subjetivos.
La tercera abarcaba las normas referentes a la herencia pretoria o
Bonorum Possessio.
La cuarta se integraba por los PRINCIPIOS JURÍDICOS relacionados
con las Res ludicata y Ejecución de Sentencia.
La quinta contenía un APÉNDICE en tres secciones: DE
INTERDICTIS, DE EXCEPTIONIBUS, DE STIPULATIONIBUS
PRAETORIIS.
90
mente ejercieron en la época el Comicio y posteriormente el Senado. Más,
cuando el Estado asume las características de una monarquía absoluta o
autocrática con la dinastía Dioclecianea-Constantirnana, la potestad legislativa
es atributo exclusivo del emperador, que ejerce también la administración y la
jurisdicción romana. Por estas razones y porque la jurisprudencia ha
empalidecido en grado sumo, las constituciones de los Emperadores se
convierten en la única y exclusiva fuente del Derecho Romano. Desde
entonces podrá decir Ulpiano, que lo que el Príncipe establece tendrá vigor de
Ley.
91
RESCRIPTA. Mantienen su vigor los EDICTA o LEGES GENERALES
que es el medio de que se vale el Príncipe para crear nuevas normas
jurídicas. Aparecen en el bajo Imperio las SANCTIONES
PRAGMATICAE que eran disposiciones adoptadas por el Emperador
con carácter temporal, a requerimiento de autoridades o entidades
públicas, o grupo de personas.
92
CAPITULO IV
LA JURISPRUDENCIA CLÁSICA
93
del conocimiento. El Derecho no tenía entonces autonomía ni órganos
especializados. Toda laguna u obscuridad exigía que se remontase hasta la
fuente u origen, es decir, hasta Dios o su representante, al menos hasta algún
privilegio favorecido por sus confidencias o hábiles para constituirse en su
intérprete.
Tal vez las obras doctrinales, ‘Interpretatio”, contribuyeron en Roma a la
formación del Derecho, del que la antigüedad no ofrece tampoco otro ejemplo.
A la ciencia jurídica de los Prudentes del Derecho Romano debió, por encima
de todo, su originalidad y grandeza. El mismo Derecho consuetudinario no
podía prescindir del práctico. Los sacerdotes fueron los primeros en dar a las
creaciones de la costumbre una forma y un sentido fijo, en regular sus
movimientos y dirigir a los interesados a través de sus incertidumbres y
sorpresas. Los pontífices de Roma tuvieron este cuidado mientras la Religión
y el Derecho no fueron separados. Es verosímil que se les atribuyese
frecuentemente el papel de árbitros y que su técnica rudimentaria ejerciese una
influencia reguladora en el procedimiento. Como sólo ellos conocían el
conjunto del Derecho y sabían adaptarlo a los litigios, se confiaba a su
dirección, y el colegio designaba cada año a uno de sus miembros para esta
clase de consultas. Pero, desde la Ley de las XII Tablas, después de la
divulgación de las fórmulas por Gneo Flavio, secretario del jurisconsulto
Appio Claudio, el Derecho se seculariza, y la ciencia jurídica ya no fue
exclusiva de ellos.
Los nuevos prácticos parecen haber seguido desde el primer momento los
mismos procedimientos: RESPONDERE, evacuar consultas; CAVERE,
redactar fórmulas de actas, y AGERE, dirigir los procedimientos y componer
fórmulas judiciales.
A mediados del 31 A.C. y 117 D.C., la jurisprudencia llega a su apogeo y los
escritos de los jurisconsultos se hacen un manantial de derecho más importante
cada vez, que las mismas constituciones Imperiales.
Los trabajos que hicieron los sabios en este período acerca del derecho
contribuyeron también a las alteraciones que sufrió el civil; y su estudio,
auxiliado con la filosofía y la literatura griega, no tardó en llegar al apogeo de
su gloria. Los más profundos jurisconsultos de Roma en aquella época,
guiados de ideas luminosas e investigadoras, avanzaron rápidamente en la
carrera de esta ciencia, conduciéndola al mayor grado de perfección, por cuya
causa se acostumbra a designarlos con el nombre de JURISCONSUL-
94
TOS CLÁSICOS. Sus escritos contenían aclaraciones y nuevas ideas que
nada dejaban que desear respecto de las fuentes del derecho, llegando a gozar
de tanta consideración que se atenían a su dictamen los tribunales en sus
decisiones, tanto porque frecuentemente ocupaban los jurisconsultos los
cargos más honrosos, como porque en la aplicación que se hacía de las XII
Tablas y del Edicto no podían prescindirse de sus sabias explicaciones. De sus
escritos se formaron con el tiempo las Pandectas por orden del Emperador
Justiniano.
95
AUCTORITATE ETUS—. Al principio sólo se concedió el Tus Publice
Respondendi a los juristas de rango senatorio, siendo Masurio Sabino el
primero a quien se le otorgó este privilegio, como también parece que se
concedió este beneficio atendiendo a los méritos del jurisconsulto, pues
Adriano significa, que el Tus Respondendi no se pide sino se concede a los
que realmente estima el Príncipe que lo merecen. Debido al carácter oficial
que tienen ahora las respuestas de los jurisconsultos se exigió que se
redactaran por escrito con el sello de quien los daba.
Esta situación creada por Augusto y mantenida por sus sucesores, que
distinguía entre los juristas autorizados, y los que no gozaban de esta
distinción oficial, así como la influencia que debían tener en la resolución de
los asuntos judiciales, ha sido objeto de diversas interpretaciones debido
principalmente a un texto de Gayo, bastante oscuro. Dice así: “Las respuestas
de los jurisconsultos -RESPONSA PRUDENTTUM- son las decisiones y
pareceres de aquellos a quienes se ha concedido la facultad de decidir el
Derecho. Si son unánimes sus opiniones, lo que ellas deciden obtiene fuerza
de ley; pero si disienten entonces el juez puede elegir parecer que quisiere”.
Algunos romanistas afirman tomando este texto como fundamento, que
las respuestas de los jurisconsultos que disfrutaban del TUS PUI3LICE
RESPONDENDI, tenían fuerza de ley. Otros consideran que sólo eran
obligatorias en el caso concreto objeto de litigio, pero que no tenían la
generalidad de la ley. Se estima que se comprendía no sólo las respuestas, sino
también las doctrinas consignadas en las obras de los jurisconsultos.
La realidad parece haber sido, ateniéndonos principalmente para hacer
esta reflexión a la naturaleza del régimen político imperante, que los juristas a
quienes se les permite responder bajo la garantía del Príncipe, sus opiniones
debieron tener una influencia decisiva en el ánimo de los jueces y magistrados
al fallar un asunto, siempre que el hecho alegado concordara exactamente con
la consulta formulada. Puede suceder que existan contradicciones en las
opiniones de los jurisconsultos respecto al mismo caso, y entonces es lógico
disponer, como lo hizo Adriano, que el juez resolviera libremente. También se
puede admitir que los juristas de gran fama, como Labeón, que no gozó del
Tus Publice Respondendi, influyeran en las decisiones judiciales, por su
autoridad personal. Era más bien una valoración que se hacía en cada caso, de
la reputación del jurista, de la autorización del príncipe, así como del criterio
doctrinal alegado.
96
Otra prueba de la intervención del poder imperial en la jurisdicción, está en la
costumbre establecida desde Augusto de reunir a su alrededor a los
magistrados de más categoría, y a los senadores para que informaran sobre
las consultas que se hacían, proyectos de Senado consultos y resoluciones que
dictaba el Emperador. Adriano reguló el CONCILIUM PRINCIPIS que
adquirió con él gran importancia, por las personas que lo integraban,
generalmente los juristas más distinguidos de la época. De este modo, con la
creación de este organismo supremo se tendía también a la unificación
legislativa, y a la creación de una máxima jurisdicción sobre todo el imperio
romano.
97
instituciones o establecimientos de enseñanza, organizados en forma corpo-
rativa, como las escuelas filosóficas griegas, según AULO GELIO. La
enumeración que hace Pomponio se refiere, según este autor a los
jurisconsultos que figuraron como profesores en estas escuelas. Aunque es
verosímil esta hipótesis, se puede argumentar en contra de ella que resulta raro
que hubiera un sólo profesor a la vez en cada Statio, a no ser que Pomponio
mencionara únicamente al más notable de ellos.
98
eran rutinarios y amantes decididos de la tradición. Labeon y Capiton se
distinguen claramente por estos caracteres.
Otros autores concretamente mantienen que la escuela de los Sabinianos
representa el Derecho Estricto, mientras que los Proculeyanos se orientan en los
principios más amplios de la equidad. Resulta tan débil este argumento que se
puede mantener perfectamente también el contrario, apoyándonos en
controversias que siguen uno u otro criterio.
¿Cuál fue en definitiva la orientación de estos juristas? ¿La razón o la
historia?.
Este ha sido un tema perenne en la filosofía general, pero de repercusión
indudable en el mundo de lo jurídico. La razón significa lo inmutable, lo
abstracto, en contraposición a lo histórico, que es esencialmente mutable y
contingente. Los juristas romanos se sintieron influidos por la filosofía estoica,
que aspiraba al cosmopolitismo, lo cual encajaba perfectamente en los ideales
de dominación universal del mundo romano. Labeon, fundador de la escuela
Proculeyana se había educado conforme a los principios filosóficos de los
estoicos, los cuales influyeron en los demás juristas que le siguieron. Los
razonamientos empleados generalmente por los Proculeyanos son
esencialmente deductivos, emanan de la razón, y se caracterizan por su lógica
estricta. Son a la vez dogmáticos, como corresponde al racionalismo puro. El
espíritu dogmático que prevalece en las soluciones dadas a los problemas
jurídicos por los Proculeyanos nos lleva a la firme convicción de que todas las
consecuencias emanadas de los principios resultan adecuadas y ciertas. En ellos
no se suscitan dudas ni vacilaciones, por esto sus conclusiones resultan en
muchos casos temerarias. Es una escuela libre de jurisprudencia.
Los Sabinianos se apoyan en el firme terreno de la historia, son
escépticos por naturaleza. Antes de decidirse examinan y confrontan sus
criterios con los que se encuentran datos en la tradición jurídica, aunque
consideran los factores actuales para subsumirse en la médula de la época
histórica. Podríamos decir que su criterio es histórico-evolutivo. Estos
caracteres opuestos de ambas escuelas fueron los que determinaron el progreso
del Derecho Romano, abriéndose después con los otros jurisconsultos de la
edad clásica, que no pertenecieron a ninguna de estas escuelas.
La división se prolongó todavía mucho más, porque Gayo, que escribía
en tiempo de Marco Aurelio, se refiere expresamente a los Sabinianos en
99
estas palabras, repetidas con frecuencia: “NOSTRI PRAECEPTORES”.
Pero concluyó por desaparecer, y probablemente la aparición de un juris-
consulto como Papiniano, que se creó una importantísima personalidad, y que
fue apellidado el Príncipe de los Jurisconsultos, debió, absorbiendo en sí todo
el crédito, romper definitivamente aquella cadena de lo pasado.
Pomponio, que escribía en tiempo de Antonino el Piadoso, nos da por lo
respectivo a su época, y distinguiéndolos por sectas, la sucesión de los
principales jurisconsultos, que pueden clasificarse con arreglo al cuadro
siguiente:
100
No tuvo el talento y la erudición de su contrincante. Fue discípulo de
Aulo Ofilio, atribuyéndosele como obras suyas: las coniectanea en 9 libros; de
lure Pontificio en 7 libros; y el Liber de Officio senatorio. En el Digesto, no se
encuentran fragmentos de sus obras, siendo muy poco citado por los demás
jurisconsultos, debiéndose esto, quizás a que no fue tan innovador como
Labeon.
Masurius Sabinus: Ya sabemos que le dio su nombre a la escuela de los
Sabinianos, y que le fue concedido por Tiberio el lus respondendi ex
autoritate principis. Vivió de lo que producían sus enseñanzas, siendo
inscripto a los cincuenta años en la Orden de los Caballeros. Escribió aún,
como se desprende de un pasaje de Gayo, en tiempos de Nerón. La obra
fundamental de sabino fue Libri Tres Iuris Civilis, comentada por Pomponio,
Ulpiano y Paulo. Estos trabajos posteriores sobre el Derecho Civil recibieron el
nombre de Ad Sabinum, por la influencia que ejercieron las concepciones
sistemáticas de este jurisconsulto.
Estableció un orden y creó un sistema tan fundamental en el Derecho Civil que
los comentarios a su obra se multiplicaron, formándose con ellos más tarde al
redactarse el Digesto la denominada Masa Sabiniana, y con la cual se formó
una parte de esta trascendente compilación.
Entre las obras principales se encuentran Comentarii de Indigenis, Libri
Memorialium, Libri Ad Edictum Praetoris Urbani, Libri ad Vitelium y el
Liber Assessorium.
Gaius Cassius Longinus: Le dio su nombre a los Sabinianos que también
se llamaron Casianos. Estuvo ligado por el parentesco con Tuberón y Servio
Sulpicio. Ocupó los cargos de Pretor, de Cónsul en el año 30, y Pro Cónsul de
Asia en los años 40 y 41, siendo destituido por Nerva en el año 65. Los
juristas posteriores citan frecuentemente su obra fundamental, LIBRI IURIS
CIVILIS. Javoleno hizo un trabajo sobre ella en quince libros, de cuya obra se
tomaron algunos fragmentos para el Digesto.
Priscus Javolenus: Fue el que sucedió a Celius Sabinus en la escuela
Sabiniana. Desempeñó una serie de cargos de importancia y fue consejero de
Antonino Pío. Sus obras fueron: Libri XV ex Cassio; Epistularum Libri
XIV; sus trabajos sobre las Posterioris de Labeon.
M. Cocceius Nerva: Fue muy estimado por Tiberio sucediendo a Labeon en la
escuela de los Proculeyanos. Tácito lo considera Omnis divini humanique
iuris scien. Sus opiniones fueron citadas frecuentemente por los
101
juristas que le siguieron. Su hijo M. Nerva fue el padre del emperador Nenia,
dando desde muy joven respuestas sobre cuestiones jurídicas. Se le atribuye a
este jurisconsulto un Liber de Usucapionis.
Sempronius Próculus: Parece que dedicó sus mejores actividades a la
docencia, dando su nombre a la escuela Proculeyana. Escribió Epistularum
Libri, y algunas notas sobre Labeon. PEGAUSUS sucedió a Próculo, fue
Praefectus Urbis en tiempos de Vespasiano, siendo célebre principalmente por
el Senatus Consultum Pegasianum.
Caelius Sabinus: Perteneció a la escuela de los Sabinianos, siendo muy
considerado por Vespasiano en cuya época desenvolvió sus actividades como
jurisconsulto. Fue cónsul en el año 69; escribió sobre el edicto de los ediles,
Libri ad Edictum Aedilium Curulium.
Durante el siglo II de nuestra era aparecen juristas tan brillantes como P.
Juvencio Celso y Salvio Juliano, adscrito el primero a la escuela Proculeyana, y
el segundo a la Sabiniana. P. Juvencio Celsus fue hijo de Juventius Celsus. Este
jurisconsulto probablemente fue el maestro de su hijo, desenvolviendo sus
actividades científicas en tiempos de Vespasiano y Domiciano, pero se conocen
sus escritos, por haber sido citado por su hijo Celso y por Neracio Priscus.
Juventius Celsus (hijo). Fue conocido, tanto por los cargos que ocupó
como por sus medulares conocimientos jurídicos. Para distinguirlo de su padre,
es llamado en los textos Celsus filius, Celso adolecens. Fue Pretor, Cónsul y
consejero de Adriano. Sus obras principales son: Commentariorum libri
epistularum libri; Quaestionum Libro. Pero su obra fundamental es, Digesta. Se
cita de él una respuesta descortés (Responsorum Celsium) a la pregunta que le
hizo Domitius Labeo (Consultatio domitiana). En el Digesto, se encuentra esta
cuestión expresada en la forma siguiente: “Domicio Labeo saluda a Celso.
Pregunto; ¿deberá ser contado en el número de los testigos el que habiendo sido
rogado para escribir el testamento también lo hubiere sellado cuando hubiere
escrito las tablas? Juvencio Celso saluda a Labeo. O no entiendo qué es sobre lo
que me consultas o es muy necia tu consulta; porque es más que ridículo dudar
si alguno ya ha sido presentado en derecho como testigo, porque él mismo haya
escrito también las tablas del testamento”.
Salvius Juliano: Nació en Hadrumentum, y por una inscripción
descubierta en África conocemos su nombre completo: Lucio Octavio Cornelio
102
Salvio Juliano Emiliano. Desempeñó los cargos de Cónsul, Pretor, Praefectus
Urbis e ingresó en el Concisilium Principis en la época de Adriano. Redactó por
mandato del príncipe el Edictum Perpetuum, como sabemos. Su obra magna fue
su noventa Libri Digestorum, de los que se tomaron por los compiladores en el
siglo de Justiniano 376 fragmentos. Salvio Juliano fue un jurista de gran fama y
autoridad por su ingenio y elevada cultura. En las obras de Juliano recibió el
Derecho Romano un gran impulso. Pomponio cita de Juliano la frase siguiente:
“Aunque tenga un pie en la sepultura todavía, sin embargo, querría aprender
alguna cosa”.
L. Neratius Priscus: Fue muy estimado por Trajano, perteneció a la
escuela Proculeyana, y ocupó el cargo de cónsul. En el Digesto se utilizaron las
obras suyas siguientes: Nembranarum Libri VII; Regularum Libri XV;
Epistularum Libri IV.
Sextus Pomponius: Aunque no fue original en sus conceptos, sin
embargo, es digno de citarse con encomio por su fecundidad. Sus escritos
revelan que se dedicó preferentemente ala enseñanza, siendo su estilo claro y
elegante. Se incluye entre los Sabinianos, perteneciendo a la época de Adriano
y de los Divi Frates. Se discute entre los autores si en realidad existieron dos
Pomponios, pero esta controversia no tiene importancia. Para la historia del
pensamiento jurídico es importante su Liber Singularii Enchiridii, del cual tomó
el Digesto un extenso Fragmento. Escribió también Fideicomissorum Libri
Senatus Consultorum Libri V.
Gaius o Gayo: Vivió bajo el gobierno de Antonio el Piadoso y Marco
Aurelio, y pertenecía a la Escuela de los Sabinianos. Es célebre, sobre todo, por
sus instituciones que sirvieron de modelo a las de Justiniano, Institutionum
Commentarii Quatuor. Descubierta en Verona en 1816 por Niebuhr, la
verdadera Instituta en un palimpsesto de la biblioteca del capítulo de Verona.
Este Codex Veronensis fue impreso por una copia sacada de él en 1820. El
texto, que presenta aún numerosas lagunas, está enriquecido con notas de
diferentes sabios, sobre todo de Hugo, Savigny, Humbold, Goeschen.
Gayo, aunque no fue un escritor profundo, y de un espíritu crítico
avanzado, se distinguió por su saber histórico. Fue Sabiniano, según él, y sus
obras principales que encontramos en el Digesto aparte de las Instituciones,
son: Ad Edictum Provinciales libri XXXII; el Liber Singularis; Ad Legem XII
Tabularum Libri VI; Ad Legem Juliam et Papiam Libri XV.
103
Institutionum Comentarii Quator es indudablemente el trabajo jurídico de más
relieve de Gayo, tanto por su contenido como por su forma. En esta obra
metódica se destacan claramente las dotes pedagógicas de este gran maestro del
Derecho. Por esto se utilizó tanto antes de Justiniano hasta que este Emperador
lo tomó de modelo para confeccionar sus Instituciones, redactadas con idéntico
fin que las de Gayo.
Las Instituciones de Gayo se dividen en cuatro libros, éstos en títulos, y después
en las ediciones modernas se subdividieron en párrafos, para su mejor
comprensión. Esta distribución en cuatro comentarios se debe a que los
romanos dividían el año en dos semestres para la enseñanza del derecho,
estudiándose en cada uno un libro, y por consiguiente se empleaban dos años en
explicar el texto completo. En los cuatro libros se repartían fundamentalmente
las Personas, las Cosas y las Acciones (Ad Personas, Ad Res, Ad Actiones),
precedida de una introducción donde se divide el Derecho, en Civil y de Gentes
y se estudian sus fuentes; Leges, Plebiscita, Senatus Consulta, Constitutiones
Principum, Edicta, Responsa Prudentium.
Anteriormente no se conocía sino el Epitome o elemento de las Instituciones de
Gaius inserto en la colección de las leyes romanas hechas por orden de Mario
II, rey de los Visigodos, a principio del siglo VI de la era cristiana. El
descubrimiento de la obra original ha sido de gran utilidad, especialmente para
hacer conocer la organización del procedimiento romano y disipar gran número
de errores muy extendidos anteriormente.
Con Gayo desaparece la diferencia entre las escuelas Sabinianas o Casianas de
cuya escuela se declara él mismo partidario, a quienes llama NOSTRI
PRAECEPTORES; al contrario que a Próculo y sus discípulos, a quienes
denomina DIVERSOA SCHOLAE AUCTORES, y comienza después la fase
más importante de la Jurisprudencia clásica con Papiniano, Paulo y Ulpiano.
Aemilius Papinianus o Papiniano: Según algunos autores lo identifican
como pariente del Emperador Severo, por ser la segunda esposa del Emperador
pariente de este gran jurisconsulto. Estuvo íntimamente vinculado a Septimio
Severo, del cual fue condiscípulo. Ocupó diferentes cargos tales como
Advocatio Fisci, Asesor del Prefecto del Pretorio, Magister Libellorum, y el
alto cargo de Praefectus Praetorium. Parece que Papiniano fue depuesto de este
cargo por haber intentado convencer a Caracalla de que no asesinara a Geta, su
hermano. El delito se cometió impunemente, y
104
Papiniano fue condenado a muerte en el año 212 por no haber querido justificar
este fratricidio.
Sus pensamientos jurídicos son nítidos y de gran precisión. Su criterio absoluto
sobre la justicia lo aplicó invariablemente en todas sus decisiones jurídicas.
Estas cualidades que resaltan en sus obras lo elevaron sobre sus
contemporáneos, mereciendo los calificativos de Sublimissimus, y otros que
evidencian su fama y distinción.
Entre sus diversos escritos se destacan sus Responsa, Quaestionum,
Responsorum, Deflnitionum, De adulteriis, y un libro escrito en griego sobre la
policía urbana. En el Digesto se encuentran 601 fragmentos de sus obras, y 43
en la Vaticana Fragmenta.
Julius Paulus o Paulo: Parece haber sido discípulo de Scaevola,
desenvolviendo sus actividades entre Cómodo y Alejandro Severo. Durante la
época de este Emperador ocupó el cargo de Praefectus Praetorium. En general,
se vale de los trabajos de los jurisconsultos anteriores, reelaborándolos
hábilmente, y mostrando en muchos casos su espíritu crítico.
Sus principales obras fueron: Ad Edictum; Ad Neratium; Ad Sabinum; su obra
Pauli Receptae Sententiae, o Julii Paulii Receptarum Sententiarum ad filium
Libri Quinque, es de carácter elemental, y fue muy estimada en el período
posclásico, siendo conservada en parte en la Lex Romano Visigothorum, y en
otras obras que han llegado hasta nosotros.
Domitius Ulpianus o Ulpiano: Oriundo de Tiro (Fenicia), contemporáneo de
Paulo, aunque estuvo en pugna con él, pues no lo cita una sóla vez. Desempeñó
una serie de cargos hasta que llegó a ser Praefectus Praetoris en el reinado de
Alejandro Severo, con el cual estuvo íntimamente vinculado, pues lo llama,
PARENS MEUS ET AMICUS.
Los intentos de reformas llevaron a Ulpiano a la muerte, pues a pesar de la
protección que le dio el Emperador fue asesinado en el año 228, por los
pretorianos, descontentos de su actuación al querer someter el poder militar al
civil.
Su labor es extraordinaria, pero se nota que más bien lo que hizo fue compilar
las obras de sus predecesores. El estilo de sus trabajos es claro,
comprendiéndose fácilmente sus conceptos jurídicos. Sus obras principales son:
Ad Edictum; Ad Sabinum Libri; Regularum Libn; Pandectarum Libri;
Fideicomissorum Libri y Ad Legem Julian et Papiam Libri.
105
Los juristas clásicos terminan con Herennius Modestinus, el cual escribió
numerosas obras, siendo las principales: Pandectarum Libri y Responsorum
Libri. En el Digesto se encuentran 345 fragmentos de su obra. Después de este
jurisconsulto se inicia la decadencia de las ciencias jurídicas por falta de juristas
verdaderamente creadores. La etapa siguiente es de franca compilación hasta
llegar a la época de Justiniano.
Los jurisconsultos son llamados clásicos porque entonces fue cuando la
jurisprudencia romana brilló en todo su apogeo. Considerando sus obras de un
modo general, puede decirse que son notables:
—Por la pureza y elegancia del lenguaje con que están escritas, sobre todo
las de Papiniano.
—Por la concesión de su redacción y el vigor de sus razonamientos.
—Por la conformidad que guardan con la razón, la mayor parte de las
doctrinas que contienen, lo que ha hecho que se llame al Derecho Romano,
razón escrita.
—Finalmente, por la íntima alianza que los jurisconsultos romanos han
sabido establecer entre el derecho, la Filosofía y las bellas letras. La filosofia
estoica, es la que parece haber ejercido más influencia en el desarrollo del
Derecho Romano.
En la tercera época de la historia del Derecho Romano (31 A.C.; 218
d.C.), es cuando los jurisconsultos, especialmente Papiniano, empiezan a hablar
de un Ius Extraordinarium por antítesis a lus Ordinarium. Este último término
comprende el antiguo derecho civil y el Honorario, mientras que el lus
Extraordinarium designa un derecho creado bajo el Imperio por las
Constituciones Imperiales, los Senatus y la autoridad de los Jurisconsultos. Los
términos: extraordinariae Actiones, Cognitiones o Persecutiones, que
igualmente se encuentran desde esta época, no son empleados siempre en el
mismo sentido.
Designan:
1. Las acciones que podían juzgarse fuera del tiempo de las cesiones
consagradas regularmente a la administración de justicia;
2. Aun género de procedimiento por el cual el magistrado decidía por sí
mismo todo el proceso, sin remitir las partes ante los jueces propiamente dichos
para la decisión de las cuestiones de hecho; en otros términos, las acciones en
las que no se distinguía entre el lus Iudicium. En materia penal, Crimina
Extraordinaria designa los crímenes o delitos penados por un
106
castigo arbitrario, creada bajo el Imperio y proseguida ante los funcionarios
Imperiales, en oposición al Crimina Legítima, Publica aut Privata de tiempo de
la República, que se seguía ante los comicios o ante comisiones permanentes
(QUAESTIONES PERPETUAE), o ante los magistrados extraordinarios.
107
.
108
CAPITULO V
109
dinastía de los Emperadores Antoninos —Nerva, Trajano, Adriano,
Antonino Pío, Marco Aurelio, Cómodo (96 a 198 D.C.)—, vivió graves
acontecimientos que modificaron substancialmente la fisonomía del
Imperio. En lo exterior bandas extranjeras asolaban el territorio,
devastaban los campos y destruían ciudades ante la impotencia de las
debilitadas fuerzas romanas. En lo interno se atravesaba por una
espantosa crisis económica, social y espiritual; se advertía un
enfriamiento del sentido de ciudadanía y una transformación radical de la
autoridad Imperial. Por ello, el siglo III es una de las épocas más
sombrías de la historia de Roma a la que puso fin un Emperador de
excepcionales cualidades de organizador: DIOCLESIANO.
Numerosos Emperadores se sucedieron hasta el advenimiento de
Dioclesiano en el año 284. Vivieron las más adversas vicisitudes propias
de un período de terribles convulsiones, agravado por la amenaza
constante de los pueblos bárbaros, la creciente influencia de las
provincias orientales y el surgimiento de un ejército autoritario que
perdió el respeto que la jerarquía debe inspirar y se arrogó el derecho de
nombrar y remover a los Jefes del Imperio, valiéndose de cualquier
procedimiento, hasta del asesinato. De esta etapa de grave crisis que
estuvo a punto de acabar con el Imperio son, para no citar sino a los más
conocidos:
Cómodo: Fue el heredero más absurdo que podía nacer de nombre tan
excelente como Marco Aurelio. Acabó con una paz vergonzosa la guerra
contra los marcomanos, emprendida por su padre, y se volvió a la capital
a comenzar su grotesca vida de placeres y brutalidades. Dotado de una
fuerza excepcional, puso todo su empeño en destacarse como luchador y
en calidad de tal actuó centenares de veces en el circo. Al fin, sucumbió
víctima de una conjura; cuando se preparaba para dirigirse al circo, un
poderoso atleta le ahogó en el baño, por orden de su favorita, Marcia, en
el año 192.
Pertinax y Didio Juliano: El Senado, que se apresuró a condenar la
memoria de aquel bruto, eligió emperador a Helvio Pertinax, natural de
Liguria que hubiese sido un excelente emperador, como ya dio a conocer
en la lucha contra los partos; pero la guardia pretoriana no estaba
dispuesta a perder la superioridad conseguida en el reinado anterior, y a
los 88 días de reinado asesinó a Pertinax y eligió para sucederle a Didio
Juliano, que había ofrecido a cada soldado mayor cantidad que los otros
pretendientes. Pero las legiones de las provincias, conocedoras del
procedimiento, emularon a los pretorianos y pronto hubo varios
emperadores dispuestos a luchar
110
por el poder. Tras una guerra civil logró imponerse el candidato de las legiones
de Iliria, llamado L. Septimio Severo.
Septimio Severo: El reinado de este emperador, que se extendió de 193 hasta
211, tuvo bastante trascendencia para la historia del Imperio. Nació en África y
era probablemente de origen púnico. Después de haber ajusticiado a numerosos
miembros de la guardia para vengar la muerte de Pertinax, disolvió a los
pretorianos, que hasta entonces se reclutaban entre los soldados de Italia, y los
sustituyó por una nueva guardia compuesta por soldados de todo el imperio.
Inició una política militarista y personal, mientras dejaba arrinconado al
Senado. Murió cuando se hallaba en guerra con los caledonios de Britania, que
ya habían sido antes sometidos.
Caracalla: Para suceder a Septimio Severo había designado a sus dos hijos,
Marco Aurelio Antonio, apodado “Caracalla”, y Geta. Estos acabaron de
cualquier modo la guerra de Britania y se dirigieron a Roma. Allí estalló bien
pronto el odio de los dos hermanos, y Caracalla asesinó a Geta en los brazos de
su propia madre, crimen que fue seguido de una violenta persecución contra los
numerosos partidarios del Príncipe asesinado, entre los que se encontraba el
jurista Papiniano.
Siguiendo la política de su padre se apoyó resueltamente en sus soldados, cuya
paga aumentó aún más, y acabó de nivelar los derechos de todos los habitantes
de las provincias, mediante la llamada “Constitutio Antoniniana”. Esta medida
de excepcional importancia fue dada, sin duda, más que por una finalidad
política, por el simple afán de aumentar los ingresos sobre herencias, que sólo
los ciudadanos romanos estaban obligados a pagar, pero es lo cierto que
contribuyó eficazmente a difundir por el mundo el Derecho Romano. Caracalla
fue también apasionado constructor, y entre otras obras mandó levantar en la
Vía Apia las famosas Termas que llevan su nombre y de las cuales quedan
imponentes ruinas. Fue asesinado por el Prefecto de la guardia en el año 217,
Macrino, que se sostuvo en el poder por poco tiempo, siendo asesinado por sus
propios soldados en Capadocia, al ser coronado emperador un miembro de la
familia de Julia Domna, esposa de Septimio Severo, conocido por el
sobrenombre de Heliogábalo.
Heliogábalo: Tenía 17 años cuando subió al trono y se llamaba así por el
nombre sirio del dios Sol, del cual era este muchacho sumo sacerdote. Sus
orgías no tenían precedentes ni en los peores tiempos de Nerón o de
111
Calígula. Se presentaba a veces vestido de mujer y creó un Senado de mujeres.
Los pretorianos se cansaron pronto de aquel invertido y le asesinaron en el año
222.
Alejandro Severo: Para sucederle fue nombrado su primo, Alejandro Severo,
nacido en Fenicia y que tenía todavía catorce años. Había recibido buena
educación y tenía buenos propósitos, pero anduvo falto de energía suficiente
para llevar a cabo las difíciles empresas que tuvo que atender. Restableció en
parte la autoridad del Senado, pero sin que pueda decirse que variase
fundamentalmente la política militarista que caracterizaba a los Severo.
Sin embargo, con el nombre de Consejo Imperial gozaron de gran preeminencia
jurisconsultos famosos como Paulo y Ulpiano, que dictaron importantes y justas
leyes. Pero el poder de la soldadesca no toleraba la influencia de estos
funcionarios civiles y el mismo Ulpiano acabó por ser asesinado por los
pretorianos, sin que el emperador acertase a poner remedio a tales excesos.
En lo militar, tuvo que atender la frontera germana, donde se había
renovado la guerra, y fue asesinado en Maguncia por sus tropas, que veían con
indignación la política de componendas que el emperador seguía con los
bárbaros -235.
Maximino Tracia, con quien se acentúa la anarquía Militar, fue asesinado en
Aquileya (238); Emiliano, bajo cuyo gobierno las migraciones de los bárbaros
se vuelven más frecuentes; Galiano, que ve transformarse en realidad el
peligro de la agresión bárbara, y Aureliano, tras el reinado brevísimo —dos
meses escasos— de su hermano Quintio, le sucedió (270-275), continuando con
éxito la guerra contra los godos, pero los germanos, entretanto arrollaron las
fronteras e invadieron la misma Italia.
Aureliano pudo detener esta invasión, emprendiendo posteriormente la
construcción de grandes fortificaciones, levantándola no sólo en las fronteras de
la península, sino en torno a la misma Roma. ¡Hasta tal punto se sentían ya
inseguros en su propio suelo los romanos!
En el interior llevó a cabo, Aureliano, una política enérgica y trató de reducir el
politeísmo religioso de los romanos, a un monoteísmo que pensaba concentrar
en el dios “Sol”, de raigambre oriental, esforzándose en introducir un gobierno
teocrático y hacer adorar la persona del emperador. Semejante endiosamiento
estaba condenado a fenecer violentamente; en
112
Bizancio, camino de la frontera persa, donde tenía preparada una campaña,
Aureliano fue asesinado por los soldados.
Con evidente anacronismo se encargó el Senado esta vez de nombrar un
sucesor, el anciano senador Tácito, eliminado a poco por las tropas que
nombraron al jefe de las legiones sirias, Marco Aurelio Probo (276-282). Este,
ilirio también, siguió la política y los triunfos de Aureliano contra los germanos
y recuperó gran parte de las tierras perdidas en el Rhin. Trató de asimilar a los
germanos así incorporados, dedicándoles a trabajos agrícolas y alistándoles en
el ejército. Para conseguir un rendimiento útil de las tropas en las épocas de
paz, hizo que las legiones que no combatiesen se ocupasen en trabajos agrícolas
o en construcciones. La medida no debió ser excesivamente agradable para los
soldados, pues habiéndolos empleado en desecar una región pantanosa en
Sirmium, se amotinaron y dieron muerte al Emperador. En su lugar pusieron al
general Caro, ilirio igualmente, que emprendió la guerra contra los persas,
preparada por Aureliano. Caro logró vencer a los persas y apoderarse de
Ctesifonte. La empresa prometía un éxito, pero esta vez fue Júpiter quien acabó
con el emperador enviándole un rayo que cayó en su tienda de campaña y le
mató en el año 283. Sin embargo, como esta tarea exigía dotes excepcionales de
conducción y organizador, quedó reservada para el Emperador del siglo que fue
DIOCLECIANO.
113
extensión del Imperio dificultaba su gobierno y contralor, consistió en asociar
un colega con quien compartiría las cuestiones gubernamentales. A tal fin
designó en el año 286 a M. Aurelio Valerio Maximiano, amigo y paisano de
Diocleciano, procedente también de una humilde familia de campesinos y
ascendido al generalato por sus méritos personales, a quien le adjudicó el
gobierno de Occidente, y a Milán como Capital, mientras se reservaba para sí el
Oriente con Capital en Nicomedia. A partir de ahí, Roma no es capital del
Imperio más que nominalmente, a la vez que se reconoce que Oriente y
Occidente constituyen dos partes diferenciadas dentro del mismo, por sus
tendencias y características.
Este gobierno dual se prolongó hasta el año 293 cuando Diocleciano
decidió ampliar la reforma nombrando otros dos Emperadores, Constancio
Cloro y Galeno, cada uno de los cuales recibió una parte del Imperio para
ejercer sus gobiernos. El primero tenía a su cargo la Galia, España, y Britania,
con la capital en Tréveris; el segundo Iliria y Grecia, con la capital en Sirmium.
Esos cuatro Emperadores no estaban colocados en un pie de igualdad pues el
título de Augusto era privativo de Diocleciano y Maximiano, y el de César lo
ostentaban Constancio Cloro y Galerio, siendo éste un signo exterior de la
subordinación de los recién llegados a la púrpura imperial. Se fundó así un
nuevo sistema político, la Tetrarquía, en el que actuaban como Emperadores
dos Augustos, de los cuales el más antiguo era superior al más nuevo, y dos
Vice emperadores con la designación de Césares. Con la implantación del
gobierno tetrárquico, Diocleciano persiguió asegurar el control de la
administración pública y la vigilancia efectiva de las provincias amenazadas
por las migraciones de pueblos foráneos y, muy especialmente, regular el
problema de la sucesión imperial, que no dejó de producir convulsiones
internas y cruentas luchas, al considerar a los Césares sucesores designados de
los Augustos a los que debían reemplazar en forma completamente automática
al producirse alguna vacante.
Cada uno disponía de plena autonomía en los territorios de su mando,
aunque Diocleciano fue el alma del poder y gozó de indudable preeminencia.
La administración del Imperio fue radicalmente modificada. Para evitar el
peligroso poder de los gobernadores en las grandes provincias se dividió todo el
territorio en 101 jurisdicciones regidas por un Praeses o Gobernador civil,
mientras el mando militar era ejercido aparte por un Jefe del ejército. Varias
provincias reunidas formaban una diócesis gobernada por un vicario. Italia fue
equiparada por completo al resto de las provincias.
114
También el ejército fue reorganizado y aumentado como convenía al
peligro y a la extensión de las fronteras. La guardia pretoriana quedó relegada a
guarnición de Roma y se crearon, en cambio, cuatro nuevas guardias imperiales
con tropas escogidas.
Las necesidades de aquellos ejércitos inmensos, las guerras incesantes, la
nube de funcionarios y los gastos enormes de las cuatro cortes obligaron al
aumento de los impuestos, que llegaron a extremos imposibles de soportar. Se
realizó un nuevo catastro que permitió aumentar y fijar las rentas de la tierra, y
todos los habitantes del Imperio fueron agrupados, según su profesión, en
gremios o corporaciones para fijar mejor sus deberes para con el Estado y
recaudar las contribuciones.
La política exterior fue vigorosamente empujada por los tetrarcas y
consiguió en conjunto un ventajosísimo balance. Constancio Cloro recuperó
Britania y el norte de las Galias que había estado durante siete años en poder de
un usurpador llamado Carusio. Maximiano dominó una peligrosa sublevación
de los campesinos galos y llevó después sus tropas contra los germanos, a los
que persiguió más allá del Rhin, devastando sus tierras. También intervino
victoriosamente en África, donde tuvo que reprimir el alzamiento de los
mauritanos. Por su parte, Galerio luché en Oriente contra los persas con franco
éxito. Mesopotamia fue recuperada y el Tigris volvió a convertirse en frontera
del imperio. Asimismo, colocó en Armenia un rey vasallo de Roma.
En la línea del Danubio, Diocleciano, secundado por Galeno, a quien
ayudé a su vez en las guerras persas, consiguió importantes triunfos contra los
germanos, a los que luego fue admitiendo, a semejanza de algunos emperadores
precedentes, en las tierras y en los ejércitos del imperio. Su intervención fue
también notable en las guerras persas de Galeno y dirigió la construcción de
una importante línea de fortalezas que protegiese las conquistas.
La difusión lograda por el Cristianismo en los últimos tiempos era
inmensa. Diocleciano, que había tratado por todos los medios de vigorizar el
culto pagano, del cual era ferviente seguidor, respetó sin embargo, en un
principio, la libertad religiosa. Pero el afán proselitista de los cristianos, que
contrarrestaba sus medidas religiosas y se oponía al culto del emperador,
considerado por él como piedra fundamental de su gobierno, le movió a
decretar medidas contra aquéllos. Primeramente, les prohibió el ejercicio
115
de cargos públicos, el disfrute del derecho civil y la exhibición de todo signo
externo de su fe. Pero un motín ocurrido en Nicomedia y el incendio de su
palacio, que les fue atribuido a los cristianos, le movió a decretar una terrible
persecución, que fue posiblemente la más sangrienta de todas. Los otros tres
emperadores le secundaron, principalmente Galeno, que en buena parte la había
estimulado, pero Constancio Cloro actuó con blandura y sus medidas fueron
más de apariencia que de eficacia.
Cuando Diocleciano se sintió ya viejo y enfermo resolvió abdicar y
retirarse a la vida privada. En efecto, el lº de mayo de 305 abandonó el poder,
hizo que su coemperador Maximiano le imitase, y se retiró a Salona, ciudad de
Dalmacia, donde se había hecho construir un magnifico palacio. Allí vivió, sin
intervenir para nada en las cuestiones públicas, durante once años, el tiempo
suficiente para ver cómo se derrumbaba el sistema sucesorio que él había
inventado.
Cuando ambos emperadores se retiraron, los dos Césares fueron
automáticamente proclamados Augustos, y se procedió al nombramiento de
otros Césares. Por influjo de Diocleciano fueron elegidos dos generales, Severo
para Occidente y Maximino Daya para Oriente. El hijo de Constancio Cloro,
Constantino, y el de Maximiano, Majencio, fueron excluidos, pues en la idea de
Diocleciano entraba el plan de excluir a los herederos naturales y buscar los
más idóneos, cualesquiera que fuesen. Pero cuando al año siguiente murió en
Britania Constancio Cloro, sus soldados proclamaron César a Constantino, y al
poco tiempo la guardia romana, disgustada por el abandono en que se tenía a la
vieja capital, proclamó por su parte a Majencio, cuya hermana Fausta estaba
casada con Constantino. Por su parte el viejo Maximiano, que no soportaba su
retiro, salió de él y coronóse emperador; de este modo fueron seis los
pretendientes, y se renovaron las luchas por el poder, que Diocleciano pretendía
haber suprimido. El más viejo de los emperadores, Galeno, envió al augusto
Severo para combatir a los usurpadores, pero las tropas de éste se pasaron a
Maximiano; Severo se entregó y fue estrangulado por orden de Majencio. Para
sustituirle, Galeno nombró a Licinio, su lugarteniente.
Diocleciano pretendió desde su retiro conseguir que Maximiano
abandonase el poder, pero éste, muy al contrario, rompió con su hijo y
pretendió arrebatar a Constantino el mando de las Galias para hacerse dueño de
todo el Occidente. Constantino le apresó y le hizo matar en el año
116
310. Al año siguiente murió Galeno, que había intentado, entretanto, sin
éxito, reducir por las armas a los otros emperadores.
Constantino se unió entonces con Licinio para combatir a los otros dos
monarcas que quedaban: Maximino Daya y Majencio. El primero logró
derrotar a Majencio en la llanura del Po, y después, a las mismas puertas de
Roma, en la llamada batalla de Puente Milvio, durante la cual Majencio se
ahogó en el Tíber (octubre del 312). Al siguiente año Licinio venció a
Maximino Daya en Adrianópolis y quedó dueño de las provincias orientales
que éste gobernaba.
Licinio casó entonces con una hermanastra de Constantino y durante diez
años se repartieron el Imperio, quedando cada cual con las provincias que
poseía. La paz, sin embargo, no se mantuvo siempre y la ruptura definitiva
surgió por motivos religiosos: Licinio persiguió sañudamente, en sus provincias
a los cristianos, mientras Constantino, que había atribuido su victoria de Puente
Milvio a la intervención del Dios de los cristianos, les mostraba franca
inclinación. Desatada la guerra, Licinio fue vencido primeramente en
Adrianópolis (324) y más adelante en un combate naval a la entrada del
Bósforo. Licinio se entregó a su clemencia, pero Constantino, tras algunos
meses de prisión, le hizo ajusticiar. De este modo quedaba dueño absoluto del
Imperio (324).
En líneas generales puede decirse que el gobierno interior de Constantino
continúa y completa la labor organizadora de Diocleciano. Afianzó en todas sus
partes la política centralista de éste mediante el sistema de funcionarios que
dependieron más aún de la persona del emperador; estableció unos altos
dignatarios a modo de ministros encargados de los distintos ramos de la
administración, y puso al frente un magistrado supremo o canciller.
En el ejército, siguiendo también el precedente de Diocleciano, se
establecieron diferencias entre las tropas de la frontera y las guarniciones de
retaguardia. Se aumentó más todavía el número de soldados y también los
bárbaros continuaron siendo admitidos en las filas del ejército en proporción
cada día mayor.
La economía fue también mejorada mediante la creación de un nuevo
tipo de monedas de oro, que en gran parte remediaron la inflación.
De excepcional importancia para el futuro fue la fundación de la nueva
capital del Imperio. Tomando como base la vieja ciudad griega de
117
Bizancio, Constantino mandó levantar en las orillas del Bósforo una nueva
capital que de su fundador tomó el nombre de Constantinopla o ciudad de
Constantino.
Graves razones estratégicas aconsejaron este cambio: la frontera de
Oriente y la línea del Danubio ofrecían los mayores peligros para el Imperio y
era preciso colocar su sede donde mejor pudiera atenderse por su seguridad.
Pero también otros motivos pudieron influir en esta decisión: la tendencia de
numerosos emperadores precedentes a preferir la zona oriental para su corte, la
vanidad de crear una nueva urbe que llevase su nombre y conservase su
carácter, la necesidad de prescindir de Roma, cuya historia, cuajada de
resonancias republicanas, se armonizaba mal con la nueva organización del
Imperio. Constantino derrochó millones en su nueva capital, que fue adornada
con magníficos edificios, embellecida con un lujo oriental y fortificado
prodigiosamente. De todo el Imperio, pero de Grecia sobre todo, se arrebataron
las más variadas obras de arte para trasladarlas a Constantinopla.
Si en todos los pasos siguió Constantino el camino de Diocleciano, se
apartó, sin embargo, en un punto trascendental: la política religiosa. El
cristianismo contaba ya con innumerables prosélitos y las persecuciones
violentas habían demostrado su ineficacia. Al final de su vida el propio Galeno
abandonó las medidas de represión, y en el 313 Constantino y Licinio, después
de vencer a sus rivales, se reunieron en Milán y promulgaron el Edicto de
Tolerancia, según el cual el Cristianismo quedaba equiparado a la religión
pagana y se ordenaba la devolución de los bienes incautados a sus seguidores.
Al ponerse al frente de sus provincias Licinio renovó, sin embargo, las antiguas
persecuciones, y Constantino, no sólo por su tendencia hacia la nueva religión,
sino como medida política para oponerse a su rival, acentuó su defensa de los
cristianos, otorgando a sus obispos ciertos privilegios. Vencido Licinio, al
quedar Constantino como único dueño, otorgó al cristianismo todo su favor.
Aunque durante su reinado no fue reconocido como religión oficial del Imperio,
pues la política aconsejaba proceder con cautela; otorgó a la Iglesia, de su
propio peculio, considerables bienes, traspasó a sus sacerdotes los privilegios
que gozaban los antiguos pontífices paganos y favoreció las conversiones con
exhortaciones y privilegios. Intervino también activamente en los mismos
problemas de la Iglesia, convocó y presidió el Concilio de Nicea, en el 325,
para
118
condenar la herejía arriana, que tuvo una enorme difusión y fue adoptado por
los visigodos y otros pueblos bárbaros, lo que produjo un notable retraso en el
proceso de su mezcla con los habitantes del Imperio, católicos.
Para proveer a su sucesión, Constantino abandonó también el sistema de
elección preferida por Diocleciano y legó la Corona a sus tres hijos, entre los
cuales dividió el imperio. A Constantino II correspondió el Occidente; a
Constancio, Asia y Egipto, y a Constante, Italia y África.
Los tres hermanos se encargaron de asesinar a todos los posibles
competidores de la familia y comenzaron su reinado. Pero a poco surgió la
lucha entre Constante y Constantino por cuestiones de fronteras, y el segundo
fue muerto en Aquileya en el 340. Constante ocupó entonces los dos territorios
de su hermano y se entretuvo en guerras contra los germanos con variada
fortuna. Aunque fingía gran piedad, sus vicios y su índole baja y despreciable
estimularon la rebelión de sus soldados, que proclamaron emperador al general
Majencio (350), germano de origen, pero educado a la romana. Constante huyó
hacia España, pero fue apuñalado en el camino. Constancio abandonó entonces
la guerra contra los persas y se dirigió contra Majencio, a quien logró vencer en
Panonia, en el 351. El usurpador se suicidó poco después y el Imperio volvió a
ser unificado.
De la matanza de los familiares de Constantino habían escapado dos
hijos de un hermanastro suyo, Galo y Juliano, que se salvaron por su escasa
edad. Constancio trató de anularlos para la vida pública, inclinándolos a la vida
monástica, en la cual fueron educados, pero semejante propósito no prosperó.
Cuando abandonó el Oriente para luchar contra Majencio dejó como
lugarteniente a Galo; mas, sospechando después de su fidelidad, lo hizo
asesinar. Al regresar a Oriente, donde la guerra contra los persas exigía su
presencia, dejó como César, con el encargo de contener a los germanos, al
hermano del asesinado, Juliano. Este, aunque la profesión de las armas le había
sido ajena hasta entonces, desarrolló durante seis años una briosa actividad y
obligó a repasar el Rhin a los germanos, tras vencerlos en Estrasburgo, lo cual
le permitió recuperar amplios territorios, con medio centenar de ciudades. La
austeridad de su vida y el talento desplegado no sólo en las conquistas, sino
también en la tarea de fortificar y administrar las tierras de su gobierno, le
atrajo la más devota estima de sus tropas y al mismo tiempo el recelo de
Constancio. Este pidió a Juliano parte de sus legiones para emplearlas en la
lucha contra Persia, aunque en
119
realidad era para privarle de su concurso; pero las tropas de Juliano, que en gran
parte procedían de las Galias, se negaron a abandonar sus territorios y
proclamaron a su jefe Emperador. Se pasó algún tiempo en negociaciones, pero
al fin, cuando Constancio se dirigía a su encuentro, murió en el 361, y así la
guerra civil no llegó a entablarse.
A los tres años de reinado, al comienzo de una nueva campaña contra los
persas, Juliano fue muerto de un flechazo en el año 363, en los alrededores de
Ctesifonte.
Las mismas tropas eligieron para sucederle a Joviano, general del
ejército, que ajustó una paz desastrosa con los persas y regresó. Reinó
solamente ocho meses, durante los cuales procuró deshacer toda la obra
religiosa de Juliano y restablecer la supremacía del cristianismo.
Muerto por el camino, en 364, los soldados eligieron a un general
valeroso de nombre Valentiniano, cristiano fervoroso, a quien Juliano, había
desterrado por esto mismo, aunque luego en la campaña persa lo volvió a
llamar.
Este nuevo emperador (364-375) era un hombre enérgico y duro, de
austeras costumbres, que castigaba los delitos con una severidad tan extrema
que se sospecha se trataba de un sádico.
A poco de ser nombrado emperador los mismos soldados le pidieron que
nombrase un corregente para que le ayudase en su gobierno. Valentiniano
escogió a su propio hermano Valente, a quien confió la parte oriental del
Imperio, con Constantinopla por capital, mientras él colocaba en Milán la suya.
Valentiniano I tuvo que luchar activamente en la frontera del Rhin,
mientras su general Teodosio combatía con éxito a los pictos y escotos de
Britania. Por su parte, Valente dominó la rebelión de Procopio (366) pariente de
Juliano, que se había coronado en Constantinopla, y penetró después en los
territorios de los godos, establecidos en la orilla izquierda del Danubio, porque
se habían aliado con Procopio, y firmó con ellos un tratado de paz (377).
Valentiniano luchó después contra la tribu de los cuados, que habían
invadido el Imperio por la región de Panonia, y durante las negociaciones sufrió
un ataque de ira tan violento que le causó la muerte (375). Le sucedieron sus
dos hijos, Graciano y Valentiniano II, ambos de corta edad.
Al morir Valente en la batalla de Andrinópolis (agosto del 378),
120
Graciano nombró entonces como augusto de Oriente al general español
Teodosio, hijo del general del mismo nombre que se distinguió bajo
Valentiniano 1. Teodosio acertó a dominar de nuevo a los visigodos y renovó
el Tratado de Valente, que había permitido a los visigodos penetrar en las
tierras del imperio a la orilla derecha del Danubio, como auxiliares y federados
los estableció como federados en la Mesia y Tracia, con el encargo de defender
la frontera en el Danubio y actuar en los ejércitos imperiales.
Solventada la peligrosa situación en Oriente, Graciano volvió a las
Galias para proseguir la guerra contra los germanos, que seguían sus incesantes
luchas, pero su ausencia fue aprovechada por el gobernador de Britania,
Máximo, español, que se proclamó emperador. Graciano no gozaba de
simpatías entre sus tropas, por lo que Máximo se apoderó fácilmente de
Britania, Galias y España. La lucha no llegó a entablarse porque Graciano,
falto de elementos, huyó para refugiarse en la corte de su hermano
Valentiniano II, pero fue asesinado en el camino en el año 383. Teodosio
reconoció a Máximo emperador de las provincias que ocupaba, quizá debido a
su vieja amistad, o porque el peligro de Oriente le aconsejase esta medida de
prudencia. Pero Valentiniano II, que era arriano, persiguió a los católicos en
Italia, dando lugar a graves disturbios, y Máximo, que era católico, aprovechó
la ocasión para dirigirse allí y despojar a Valentiniano. Este huyó en demanda
de auxilio a la corte de Teodosio, quien después de muchas dudas, vencido al
fin por el amor de la hermosa princesa Gala, hermana de Valentiniano II, con
la que se casó, decidió ayudar al emperador desposeído. La lucha contra
Máximo acabó con la derrota y muerte de éste en los alrededores de Aquileya
en el 388.
Teodosio quiso entonces anexar Italia a sus dominios. Designó a su
cuñado para administrar la parte occidental, con residencia en las Galias y puso
a su lado como hombre de confianza al franco Argobasto. Valentiniano no
quiso soportar la pesada tutela de este bárbaro engreído que, al servicio de
Roma, había contenido a los germanos en el Rhin, y se enemistó con él
violentamente, desposeyéndole de sus honores; pero a los pocos días apareció
muerto el emperador -392.
Argobasto colocó entonces en su puesto a un alto dignatario llamado
Eugenio, que fue reconocido por todo el Occidente. Eugenio favoreció a los
paganos perseguidos por Teodosio, y la lucha fue no solamente política, sino
religiosa; el paganismo intentó un definitivo esfuerzo. Pero Teodosio logró
121
vencer a Eugenio en el río Frígido, situado en los Alpes, en el año 394. El
usurpador fue ajusticiado y Argobasto se suicidó. Con la victoria, Teodosio
volvía a reunir todo el Imperio.
Pocos meses después de la victoria contra Eugenio, murió Teodosio en
Milán (enero del 395). Su labor, pues, como gobernante debe referirse al
tiempo en que de forma más o menos efectiva compartió el Imperio con
Graciano y Valentiniano II, respectivamente. Aparte de su hábil política de
atracción con los visigodos, que permitió disfrutar de largos años de paz y
aprovechar las energías de estos bárbaros en las necesidades del Imperio, lo
más destacable de Teodosio resultó su actuación en favor del Cristianismo.
Destaquemos que poco tiempo después de la muerte de Valente en
Andrinópolis, Graciano, influido poderosamente por San Ambrosio, arzobispo
de Milán, promulgó el Edicto de 378, según el cual quedaba suprimida la
libertad de creencias establecida por Constantino y se designaba al cristianismo
como única religión permitida. Teodosio se adhirió a este edicto con el de
Tesalónica, dado en el 380, según el cual quedaba convertido el Cristianismo,
de modo solemne y firme, en la religión oficial del Estado. La disposición
entrañaba no solamente la persecución de las herejías, como el arrianismo, sino
del mismo paganismo.
A su muerte, en el 395, Teodosio entregó el gobierno de la parte Oriental
del imperio a su hijo Arcadio, y la Occidental, al menor, Honorio.
122
Arcadio, a quienes quería instituir herederos por partes iguales. Para ello
oficializa una situación de hecho dividiendo el Imperio entre sus dos hijos,
concediéndole a Arcadio el Oriente y a Honorio el Occidente. Esta medida,
que se dieta por intereses sucesorios, correspondía a una realidad y fue
confirmada por acontecimientos posteriores. Oriente retornando a sus
caracteres primitivos que la romanización había oscurecido, sobrevivió largo
tiempo ante los pueblos bárbaros, que los germanizaron bien pronto.
La división del Imperio y la existencia de un titular en Oriente y otro en
Occidente no vino a entrañar, al menos teóricamente, una división del poder,
sino más bien, un ejercicio colegiado del mismo. Esta situación, que se
demuestra por algunos detalles como el uso de una misma moneda, se percibe
más nítidamente en materia de legislación. En efecto, cada Emperador dictaba
la ley para su mundo, pero si el colega la publicaba en la otra parte del Imperio
le estaba dando vigencia. Esta fue la práctica generalizada y de ahí que las
Constituciones Imperiales que han llegado hasta nosotros llevan el nombre de
los dos Emperadores.
En lo concerniente a las invasiones de los pueblos bárbaros, que
amenazaban las fronteras del Imperio Romano desde el siglo III, se acentúan
después de la muerte de Teodosio. Partiendo unas del Rhin, otras del Danubio
y aun del mismo interior del Imperio, como la de los visigodos que se habían
establecido en Iliria, los bárbaros van ocupando el Imperio de Occidente que
comprendía (además de Italia) Britania, la Galia, África, España, las islas del
Mediterráneo Occidental (Sicilia, Córcega y la Iliria Oriental) Recia, Nórica y
Panonia.
Italia fue la última de las provincias occidentales que cayó en poder de
los bárbaros, pero el procedimiento utilizado no fue igual al que siguieron en
otras provincias, ya que en la península no hubo invasión seguida de conquista
como en la Galia, España y África, sino apoderamiento de gobierno por parte
de los contingentes bárbaros que integran el ejército de Italia. Estos
mercenarios, al mando de Odoacro, se sublevaron en el año 476 contra
Orestes, jefe del gobierno, que les había negado un reparto de tierras. Orestes
cayó en mano de la soldadesca y Odoacro depuso al hijo de Orestes, llamado
Rómulo Augústulo y tomó el título de rey, pidiendo al emperador Zenón de
Oriente que lo reconociera como patricio. Zenón le mandó entrevistarse con el
emperador legítimo de Occidente, Julio Nepote, y ante la negativa del caudillo
bárbaro, quedaron ahí las cosas. Pero no dejaba de
123
producirse un hecho de trascendental importancia histórica. El Imperio de
Occidente, despojado de todas sus provincias por los bárbaros, había terminado
su existencia en el año 476, y con esto suele fijarse tradicionalmente el fin del
Imperio de Roma, que había dominado el mundo durante casi 1.200 años. Y
comienza la Edad Media, una nueva época en la historia universal.
124
herencia y otras instituciones jurídicas se modificaron por la influencia directa
de las ideas cristianas, especialmente en el período posclásico.
125
EL RÉGIMEN PROVINCIAL
LA HACIENDA
La Hacienda pública durante este período pasó por una verdadera crisis,
debido al estado en que se encontraba Roma. Fue necesario organizarla para
hacer frente a los múltiples gastos del Estado. El impuesto
126
territorial se hizo efectivo en todo el Imperio, desapareciendo los antiguos
privilegios, y formándose un catastro. Se tomó como unidad del impuesto el
Iugum o Caput, de donde se derivó el nombre de Iugatio o Capitatio. Los
Impuestos se pagaban en dinero o en especie. Los que no contribuían con este
impuesto territorial se sometían a uno personal, incluyendo a los esclavos.
Las contribuciones indirectas se modificaron. Desapareció el impuesto
sobre las mujeres públicas, así como el que se imponía alas manumisiones y a
las herencias. Pero en cambio se crearon otros tan onerosos como los
interiores. Se creó un Impuesto Industrial, de acuerdo con el capital que
representaba el negocio. Las fuerzas de trabajo fueron consideradas como
materia susceptible de impuesto, y en este sentido se creó la Capitatio humana,
que se extinguía por la pérdida de las energías adecuadas al trabajo ya sea por
vejez o por enfermedad.
Otras fuentes de ingreso durante el Imperio, fueron las minas y Canteras,
administradas por los Comes Metailorum. Las minas del Estado eran de oro, en
su mayor parte, y se explotaban con esclavos y condenados. Se identificó la
caja del Estado con la del príncipe. El Tesoro del Príncipe fue gobernado por el
Comes Privatorum Largitionum, comprendiendo los bienes de la Corona, los
propios del Emperador y de la familia, una parte del impuesto territorial, las
multas y bienes vacantes y confiscados. La caja del Estado estaba administrada
por el Comes Sacrorum Largitiorum, auxiliado por distintos funcionarios,
manteniéndose así una contabilidad y una administración distintas para los
Tesoros del Estado y del Príncipe, respectivamente.
127
mentales. Se distinguen principalmente las Leges del Tus, o sea el Derecho
Imperial, consignado en las Constituciones de la doctrina emanada de las obras
de los jurisconsultos. El Tus es el Derecho substancialmente romano, y las
Leges el nuevo Derecho, que resulta de la adaptación del primero a la vida
social y económica del Imperio, influida por el Oriente.
El Poder Legislativo Imperial se manifestó al principio adoptando las formas
de Rescriptos y Decretos, pero a partir de la monarquía absoluta de
Constantino, los Edictos-Leyes se multiplican extraordinariamente, con-
virtiéndose en fuentes principales del Derecho Privado. La función legislativa
pasó definitivamente del Senado a manos de los emperadores, los supremos
legisladores, asistidos por el Quaestor Sacrii Palatii como máxima autoridad
del Consistorium Principis.
La división del Imperio fue superada en el orden jurídico mediante la vigencia
absoluta de las leyes generales en todo el territorio y en este sentido
encontramos una disposición de Teodosio II estableciendo: Que para la
vigencia de las Constituciones en la otra parte del Imperio es necesario que
fueran enviadas y recibidas por el Emperador correspondiente, para ser
promulgadas en sus dominios. Estas leges se dirigían Ad populum, o sólo a
una parte, Ad populum urbi romae, o al Senado, y generalmente a los
supremos funcionarios del Imperio para que fueran promulgadas.
128
LA CONSTITUCIÓN DE CONSTANTINO
LA LEY DE CITAS
129
No deja de constituir un progreso la sanción de la Ley de Citas, aunque
la solución dista mucho de ser la ideal, no sólo porque las principales obras de
los cinco jurisconsultos habían sido copiadas con interpolaciones y
falsificaciones evidentes, sino también porque creaba un Tribunal de Muertos,
un Jurado de Difuntos, que reducía el papel del juez a contar maquinalmente
los votos.
EL CÓDIGO HERMOGENIANO
130
EL CÓDIGO TEODOSIANO
NOVELAS POST-TEODOSIANAS
131
OBRAS JURÍDICAS
132
como ocurre cuando dos pueblos de cultura distinta entran en contacto, los
reyes o caudillos germánicos adoptaron el sistema de la personalidad de la ley,
que hacía que los bárbaros conservaran en los países ocupados, sus leyes y
costumbres nacionales, al mismo tiempo que los romanos que vivían entre
ellos, aunque vencidos, permanecieran gobernados por su propia legislación.
La aplicación del sistema de la personalidad del Derecho llevó a los jefes
bárbaros a ordenar en el Occidente germánico la codificación del Derecho
Romano que debería regir para sus súbditos romanos. Así nacen las llamadas
Leges Romanae Barbarorum.
Las compilaciones romano-bárbaras que significaron una fuente
importante de conocimiento del Derecho Romano fueron la Lex Romana
Visigothorum o Breviario de Alarico o de Aniano, que se sanciona en España y
las Galias, sometidas a los Visigodos; la Lex Romana Burgundionum o Papiani
Responsa, que se dicta en la Galia Oriental, ocupada por los borgoñones y el
Edictum Theodorici que rige para el reino de lo Ostrogodos, que dominan la
península Itálica.
Lex Romana Visigothorum. La más importante de las leyes romano-
bárbaras fue la dictada por orden de Alarico II, Rey de los Visigodos,
alrededor del año 506. Es un extracto de los Códigos Gregoriano,
Hermogeniano y Teodosiano así como de algunas novelas posteriores y de
algunos escritos de Gayo, Paulo y Papiniano. La obra fue realizada por varios
jurisconsultos romanos de la época dirigidos por Goyarico. La mayor parte de
sus pasajes van precedidos de una paráfrasis o interpretatio. La Lex Romana
Visigothorum lleva ordinariamente el nombre de Breviario de Alarico en
homenaje al jefe germánico y de Breviario de Aniano en honor del Canciller
del Rey, Aniano, quien debía suscribir los ejemplares que se mandaron a cada
conde.
El Breviario de Alarico ha transmitido a través de sus páginas valioso
material jurídico que de otra manera tal vez no hubiera llegado hasta nosotros.
Se conocen por esta colección las Sentencias de Paulo y los cinco primeros
libros del Código Teodosiano, y por mucho tiempo no se tuvo otra referencia
de las Institutas de Gayo que la que se encuentra en la compilación romana
visigothorum. Fue también muy importante por la influencia que tuvo en
Europa Occidental, habiendo sido ley en España hasta la sanción del llamado
Codex Revisus de Leovigildo, ocurrida a fines del siglo VI.
133
Lex Romana Burgundiorum. Esta Ley romano-bárbara —designada
por muchos con el nombre de Papiniani Responsa— fue dictada en la Galia
Oriental para regir las relaciones de los súbditos romanos del reino de los
borgoñones. Habría sido redactada entre los años 517 a 534 durante el reinado
del jefe Burgundio Gundobado. Se basa, al igual que el Breviario de Alarico en
los Códigos Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano, en las Sentencias de
Paulo y en las Institutas de Gayo, pero adolece del defecto de mezclar en sus
46 títulos principios típicamente romanos con preceptos del Derecho
borgoñón.
El nombre de Papiani Responsa o el Papiano, con que también se designa
a la Ley bárbara, se debe a que los manuscritos de la misma fueron
encontrados por Cujacio en el año 1566, a continuación de las Responsa de
Papiniano, que forman la última parte del breviario de Alarico, considerándolo
así como un suplemento del Papiani Libri Responsarum. La denominación
Papiani obedece a que en los manuscritos del Breviario el nombre del Ilustre
Papiniano aparece abreviado y ello dio lugar a que Cujacio cayera en el error
de creer que se trataba de la obra de un autor desconocido, error que rectificó
en su segunda edición de 1586, pero que no modificó la defectuosa
denominación de la Lex Romana Burgundionum.
Edictum Theodorici. El rey ostrogodo Teodorico, que dominaba la
península itálica, hizo sancionar en Roma, en el año 500, una Ley que,
contrariando el Sistema de la Personalidad del Derecho, debía regir tanto a
godos como a romanos. El Edictum Theodorici está enteramente vaciado en el
Derecho Romano, sobre todo en el Código Teodosiano, en las Novelas
posteriores y en las Sentencias de Paulo y en un trabajo de Ulpiano titulado De
Officio Proconsulis. Sin embargo, las fuentes están de tal manera mutilada que
el Derecho Romano es difícilmente reconocible.
134
CAPÍTULO VI
135
mismo y de su autoridad y cargo un concepto quizá demasiado
exagerado hasta para un emperador bizantino. Su capacidad de trabajo era
inmensa; sus planes, grandiosos. Pero poseía graves defectos que estorbaban
sus cualidades era irresoluto y le descorazonaban mucho los reveses, cedía a
las influencias ajenas, le gustaba intervenir con excesiva minuciosidad en
todos los asuntos y sentía envidia de los triunfos de los servidores que
pudiesen hacerle sombra.
Casó Justiniano, pese ala oposición familiar, con Teodora, famosísima
mujer de dudosa conducta, que tuvo gran influjo y decisiva intervención en la
política de su marido. Teodora poseía una belleza y un talento singular y
muchas más energías y carácter que su esposo, a quien ayudó y estimuló con
frecuencia en los actos de gobierno. Con ocasión de una grave revuelta
conocida por la “Revolución de Nika”, es decir “sé vencedor”, ocurrido en el
año quinto de su reinado (532), Justiniano pretendió huir, pero su esposa se lo
impidió. “El trono es el sepulcro más hermoso que puede encontrar un rey”,
dijo. La figura de ambos esposos, inseparables prácticamente en su ida y su
gobierno, ofrece en su conjunto un carácter extraordinario.
Dos fueron las ideas dominantes de la política de Justiniano: el triunfo
de la religión cristiana y la reconstrucción del antiguo Imperio de Roma. Buscó
la alianza de los francos, que eran cristianos, y combatió a Visigodos, vándalos
y ostrogodos, arrianos. Semejantes campañas eran a la vez luchas religiosas
contra los enemigos de la fe y empresas de reconquista contra los bárbaros, que
habían ocupado provincias del Imperio.
La educación de Justiniano, basada en el romanismo, le hizo desear por
encima de todo la restauración de un Imperio que él no suponía terminado.
La política centralista y autoritaria del Emperador se manifestó
especialmente en el aspecto religioso. Fue más que ningún otro emperador
Bizantino el verdadero jefe de la Iglesia e imponía con decretos sus opiniones
en materia de fe. Consideraba como deber del monarca la defensa de la
ortodoxia, y así despojó de todos los derechos civiles y políticos a los herejes,
y cerró la Escuela de Atenas por creerla refugio del paganismo.
El brillo y magnificencia de que se rodeó la Corte imperial proporcionó
a Constantinopla una época de inenarrable esplendor, que hizo florecer las
artes y convirtió a la capital en el emporio de todas las bellezas. Allí afluían las
más preciosas mercancías de todo el mundo, conducidas en
136
caravanas desde los más remotos países asiáticos, y en Bizancio se desarrolla
una brillante industria de objetos de lujo. Puede hablarse sin exageraciones de
un verdadero siglo de oro de las letras y de las artes. Justiniano, tan amante de
la arquitectura, levantó magníficos monumentos por todo el Imperio, pero
destaca sobre todos la maravillosa iglesia de Santa Sofía, que erigió en
Constantinopla. Se atribuye a Justiniano la frase de “¡Salomón, te he
vencido!”, con que quiso manifestar la admiración que le producía su propia
obra. También construyó numerosas obras de utilidad y colosales
fortificaciones en todas partes del Imperio.
Al frente del ejército fue puesto el famoso general Belisario, una de las
más importantes figuras de aquel tiempo y colaborador imprescindible de la
política del emperador. Tomando como base a Sicilia, desembarcó en África,
presentándose como libertador de los cristianos y ocupó Cartago. Una nueva
victoria en Tricamerón permitió a Belisario ocupar todo el reino. La campaña
había sido brillante; permitiendo así al emperador Justiniano dominar todo el
Imperio romano.
En cuanto a su obra codificadora, su tarea se vio facilitada por la
circunstancia de que las bases intelectuales estaban dadas a través de la
empeñosa labor de las dos principales escuelas de Derecho de la época, las de
Berito y Constantinopla, que habían realizado un intenso estudio de las fuentes
clásicas, a lo que debe sumarse el haber podido contar el Emperador con la
valiosa colaboración de uno de los hombres más cultos de su tiempo,
Triboniano, a cuyas dotes de jurista, agregaba el de ser un gran bibliófilo y un
técnico en legislación. Bajo la dirección personal de Justiniano y el control
directo de Triboniano, diversas comisiones legislativas, integradas
principalmente por doctos profesores de las dos escuelas orientales, dieron
término en menos de 7 años, de 528 a 534, a la ímproba labor de realizar una
compilación general del IUS y de las LEGES. Así vio la luz el más grande
monumento jurídico de todos los tiempos, al que, desde la famosa edición
ginebrina realizada por Jacobo Godofredo en el año 1583, se ha llamado
CORPUS IURIS CIVILIS.
El CORPUS IURIS consta de 4 partes: Una colección en 12 libros de
Constituciones Imperiales, llamado CODIGO (CODEX JUSTINIANUS). Una
recopilación en 50 libros de las obras de la Jurisprudencia clásica, llamada
DIGESTO (de Digesta), voz latina que significa “distribución sistemática”; o
Pandectas (Pandectae), voz griega equivalente a “Libros que
137
contienen todo”; una exposición en 4 libros de los principios elementales de
Derecho, llamada Institutas (Institutiones) y una colección de las Constitu-
ciones promulgadas por Justiniano después de la entrada en vigencia de la
Codificación, denominada Novelas.
EL CÓDIGO ANTIGUO
EL NUEVO CÓDIGO
138
cionaban el Derecho de las Pandectas y que no se encontraban en su código
originario. Dispuso a ese fin, en 534 que una comisión encabezada por
Triboniano efectuara una reelaboración del Código, añadiendo las nuevas
Constituciones y poniéndolo más en armonía con el Digesto y las Institutas. La
labor terminó el mismo año y la nueva edición del Código (CODEX
REPETITAE PRALECTIONIS) fue confirmada en noviembre del 534 por la
Constitución CORDI NOVIS que prohibía que en adelante se invocase ante los
jueces las Cincuenta Decisiones, ni las posteriores, sino sólo la autoridad de la
obra que acababa de sancionarse.
El nuevo Código incluyó las Constituciones dictadas desde Adriano
hasta Justiniano, con mayor número de las de Diocleciano y Maximiano. Está
dividido en doce libros que se subdividen en títulos con sus respectivas
rúbricas. En cada título se hallan colocadas las Constituciones según las
materias a que pertenecen, con arreglo a un orden cronológico. A la cabeza de
cada Constitución se encuentra el nombre del Emperador que la dictó y el de la
autoridad o particular a la que estaba dirigida (INSCRIPTIO), hallándose a su
final la fecha en que fue sancionada (SUSCRIPTIO). Las más extensas se
dividen en parágrafos, pero tal división no es muy usual. El orden de materias
que sigue el Código es el mismo que, cómo veremos, sigue el Digesto, aunque
comprende en sus tres últimos libros muchos temas que no se encuentran en
las Pandectas. Por otra parte, fueron omitidas muchas constituciones del
Código Antiguo citadas en las Institutas.
El Libro I contiene disposiciones relativas a las fuentes del Derecho e
incluye normas sobre los OFFICLA de los magistrados y sobre relaciones de
Iglesia y Estado; los Libros II a III tratan del Derecho Privado en general, con
referencia especial a los Derechos Reales, las Obligaciones, los Contratos y el
Derecho Sucesorio; el Libro IX está dedicado al Derecho Criminal y los libros
X a XII se refieren al Derecho Administrativo y Financiero.
139
opiniones de los jurisconsultos que habían gozado el IUS
RESPONDENDI y formar con ellas un cuerpo de doctrina legal. El 16 de
diciembre del 533 fue concluida la obra, quedando sancionada con el
nombre de Digesto o Pandectas por la Constitución bilingüe, griega y
latina, de Confirmatione Digestorum o Tanta que el Emperador dirigió al
Senado y al pueblo.
Contiene el Digesto miles de extractos de las obras de los
jurisconsultos romanos del siglo I A.C. al siglo IV de nuestra era, es
decir, del período clásico. El Jurisconsulto más antiguo que se cita es Q.
Mucio Scaevola y entre los más recientes figuran Arcadio Carisio y
Hermogeniano. La mayoría de las obras consultadas son del final de la
época clásica, habiendo suministrado Ulpiano un tercio del total de
fragmentos aproximadamente y Paulo un sexto. En suma, la comisión
examinó más de 2.000 libros, con 3.000.000 de líneas que hábilmente
redujo a 50.000.
El Digesto está dividido en 50 libros, cada uno subdividido en
títulos con sus respectivas rúbricas, indicadoras de las materias que trata
el título. Como el Código, la distribución de materias sigue el plan del
Edicto del Pretorio, y de ahí que se halle dividido en siete partes. Los
títulos difieren en extensión y los libros 30 a 32 constan de un título
único. Dentro de los respectivos títulos cada fragmento está identificado
por el nombre del autor, que figura en el encabezamiento, y está también
indicada la obra de donde procede.
La primera de las siete partes en que está divido el Digesto (Libros
I a IV, contiene las nociones generales del Derecho y lo relativo a
Jurisdicción e Introducción a la Instancia); la segunda, llamada PARS
DE IUDICIS (Libros V a XI, trata de la doctrina general de las Acciones
que tutelan la propiedad y los distintos Derechos Reales y de algunas
nociones especiales, como las de la Lex Aquilia, la proveniente del
estado de Indivisión, etc.). La tercera parte, PARS DE REBUS (Libros
XII a XIX, reproduce las disposiciones del Edicto referente a la DE
REBUS CRIDITIS, agregando las rúbricas sobre Contratos); la cuarta
parte, llamada UMBILICUS (Libros XX a XXVII comprende
instituciones complementarias de los Contratos, como el Derecho
Hipotecario y los Medios de Prueba, abarcando además temas de
Derecho de Familia, como el Matrimonio, la Dote, la Filiación, la
Tutela); la quinta parte de Testamentis Et Codiciliis (Libros XXVIII a
XXXVI, versa sobre la Herencia y los Legados); la Sexta Parte (Libros
XXXVII a XLIV, se refiere a la Bonorum Possesio y a lo relativo al
Derecho de Propiedad y la
140
Posesión), y la Séptima y última parte (Libros XLV a L), contiene
normas sobre Obligaciones Verbales y los Fiadores en las Obligaciones, sobre
Delitos Públicos y Privados y las Penas, respecto a las Apelaciones en los
Juicios, terminando con dos títulos que incluyen reglas relativas a la
Codificación.
LAS INTERPOLACIONES
141
La tesis más importante a este respecto es la sustentada por el romanista
alemán Federico Bluhme, quien advirtió que título por título, la mayor parte de
las obras clásicas volcadas en el Digesto se distribuyeron en tres distintos
grupos, los que se relacionan con los extractos de los comentarios sobre
Sabino, los que versaban sobre el Edicto o los que se referían alas Responsa de
Papiniano. Bluhme determinó así la existencia en los Pandectas de tres masas
o series alas que llamó MASA SABINIANA, MASA EDICTAL Y MASA
PAPINIANEA, calificando algunas obras que no pertenecían a ninguna de las
mismas como MASA POST-PAPINTANEA. Estimaba el jurista alemán que
reunidas las distintas subcomisiones que debían trabajar sobre las respectivas
masas, aquéllas habrían agrupado los textos y dado lectura a los mismos para
después hacer las correctas interpolaciones, necesarias para mantener su
congruencia y su consonancia con la realidad.
La ingeniosa teoría de Bluhme es la que cuenta con mayor número de
adeptos, no obstante las críticas que se le han formulado. Cualquiera que sea la
solución del difícil problema, parece indudable la existencia de obras
anteriores a la redacción del Digesto que facilitaron la tarea de la comisión y le
permitieron cumplir con su cometido en el breve plazo de tres años.
LAS INSTITUCIONES
142
fusionándolos para dar una idea somera del Derecho de la época. Es, en suma,
una colección de Jura y de Leges, que tiene la particularidad de no mencionar a
los autores de sus textos y de ser el Emperador quien en ellas habla
dirigiéndose a los jóvenes que emprenden el estudio del Derecho. Con los
mismos lineamientos de su modelo Gayano, las Institutas de Justiniano se
dividen en cuatro libros, subdivididos en títulos, con sus respectivas rúbricas y
éstos a su vez en parágrafos numerados precedidos de una introducción o
Proenium. Toda la materia está ordenada de acuerdo con la clasificación de
Gayo, cuyo primer libro, luego de ocuparse del Derecho y su división, trata de
las Personas; el libro segundo versa sobre las cosas, su división, los modos de
adquirir la Propiedad; de los Derechos Reales sobre la cosa ajena y de los
testamentos, uno de los medios de adquirir el dominio. El libro tercero
contiene los principios que regulan la Sucesión Abintestato, las Obligaciones y
los Contratos. El libro cuarto se ocupa de las Acciones y destina un último
título a los Juicios Públicos que se inician por la comisión de algún Delito
Público.
143
Esta obra es de autor desconocido y ha sido llamada Colección de
Novelas Griegas. Una tercera recopilación de las Novelas es la que se conoce
con el nombre de Corpus Authenticum o simplemente Authenticae. Esta
ordenación cuyo autor tampoco nos es conocido, consta de 134 Novelas y
adquirió gran importancia a partir de los Glosadores que usaron para sus
trabajos la Auténtica en lugar del Epítome Iuliani, más consultado en aquellos
tiempos.
Los Manuscritos correspondientes a las diversas partes que forman el
Corpus luris Civilis, o sea, la legislación de Justiniano, que han llegado hasta
nosotros independientemente uno de otro, no tienen idéntico valor, aunque
todos han contribuido al conocimiento del Derecho Romano. De entre ellos se
destaca, especialmente por la creciente y profunda crítica de que ha sido
objeto, el Manuscrito Florentino o Pisano -Littera Pisana o Florentina.
144
CAPÍTULO VII
PARAFRASIS DE TEÓFILO
145
ello radica el mérito, no siempre aceptado, del trabajo de Teófilo, el que,
por otra parte, ha servido para iluminarnos respecto del verdadero significado
de algún texto Justinianeo y de sus relaciones con el Derecho anterior.
LAS BASÍLICAS
146
Basílicas tuvieron amplia repercusión en su tiempo, especialmente a fines del
siglo X cuando se rodeó a su texto de amplios comentarios, llamados
ESCOLIOS, a los que se concedió también valor oficial. Grande es la
importancia de la obra de León el Sabio, pues significó el mayor intento en el
mundo oriental de codificar y modernizar el Derecho, pero fue causa también
de que decayera cada día más el estudio directo de la obra legislativa de
Justiniano.
Las Basílicas mantuvieron vigencia por mucho tiempo en el Imperio
Bizantino, pero su contenido resultó desproporcionado para la escasa cultura
de la época. Ello condujo a la elaboración de índices y repertorios que
facilitaran su manejo. Entre ellos tenemos un índice llamado SINOPSIS
BASILICORUM, publicado en el siglo XI y un repertorio conocido con el
nombre de TIPUCITUS, que habría sido de la misma época.
HEXABIBLOS
147
principios romanos contenidos en las colecciones romano-bárbaras, se
enriquece por algún tiempo en Italia cuando el emperador Justiniano, luego de
reconquistar la península, dicta en el año 554 la SANCTIO PRAGMATICA
PRO PETITTIONE VIGILI por la que dispone la aplicación en sus territorios
del Corpus y la consecuente abrogación del Edicto de Teodorico que regía en
Italia para godos y romanos. La vigencia de la legislación Justinianea fue
efímera, ya que, a poco de la muerte de Justiniano las regiones reconquistadas
por el Emperador volvieron a ser arrebatadas al dominio bizantino por la tribu
germánica de los Longobardos. Este pueblo bárbaro impuso su derecho
nacional y abolió la legislación Justinianea. La circunstancia fue propicia para
que el Derecho longobardo se fuera depurando paulatinamente y llegara a
constituir el mejor exponente de la ciencia jurídica bárbara especialmente con
el florecimiento de la Escuela de Pavía entre los siglos X a XI.
El Derecho Romano en la Europa Occidental del Medioevo no puede
quedar ajeno, como producto cultural que era, a la profunda depresión que
experimentan todos lo valores culturales durante este oscuro período histórico.
Vive durante los siglos de la baja Edad Media el proceso de una progresiva
decadencia, que no lo conduce a un total olvido, merced a una literatura
jurídica no muy escasa que constaba de Epítomes de las obras, colecciones de
formularios de documento, etc., que en cierta medida mantienen el recuerdo de
la legislación romana.
Este oscurantismo romanista toca a su fin en las postrimerías del siglo XI
como parte del renacimiento de la civilización europea. El centro de la cultura
jurídica longobarda se traslada de Pavía a Bolonia y es precisamente dentro de
esa nueva escuela jurídica donde renace para el Occidente el Derecho
Justinianeo, que por su avasalladora autoridad pronto anularía el ordenamiento
de los longobardos. Se ha dicho, con toda razón, que éste es el primero de una
serie de renacimientos que produjo Occidente, hasta culminar con el
Renacimiento por antonomasia que hizo despertar en el mundo del Poniente
un vivo entusiasmo por el estudio de la antigüedad clásica griega y romana.
LOS GLOSADORES
148
que contó el Derecho Romano para llegar a su renacimiento, en la época
ocurrió un suceso que iba a tener influencia directa y decisiva en el despertar
del romanismo en Occidente. En el año 1090 el Monje Imerio, Profesor de
Gramática en Bolonia, descubrió en una biblioteca de Pisa un manuscrito del
Digesto, el Manuscrito Pisano, conocido también como Manuscrito Florentino,
porque en el siglo XV los florentinos derrotaron a los pisanos y se llevaron el
manuscrito en señal de triunfo. Con un momento político, económico y
cultural propicio para la utilización de tan valioso hallazgo, Irnerio comenzó
un estudio filológico del mismo para luego llamar la atención de los juristas,
seducido por el interés que el manuscrito presentaba.
En torno a la figura de Irnerio se agruparon algunos, provenientes de los
distintos países de Europa que despiertan así al romanismo y hacen de la
Escuela de Bolonia la cuna del renacimiento del Derecho Romano en la Edad
Media. Entre los más famosos discípulos de Irnerio se cuentan los cuatro
doctores: BULGARO, el boca de oro (os aurem); MARTINO GOSIA,
apegado a la letra de la ley (copia legum); JACOBO DE PORTA RAVENTA,
elegido por Irnerio para sucederle en la dirección de la Escuela (id quod ego) y
HUGO DE ALBERICO, que se adentraba más en el espíritu de la ley que en
su letra (mens legum).
Por el método que usaron en sus trabajos los miembros de la Escuela de
Bolonia, se conoce también a la misma con el nombre de Escuela de los
Glosadores. Unían al texto del Corpus luris sus propias explicaciones, las que
podían estar intercaladas en el texto —glosas interlineales— o escritas al
margen del mismo —glosas marginales— y de esta forma buscaban
paralelismos, citas dispersas que se complementaban, contradicciones y sus
posibles reconciliaciones. El resultado de los numerosos trabajos de los
Glosadores fue resumido por ACURSIO, en el año 1250, en una obra de
conjunto denominada GRAN GLOSA O GLOSA ACURSIANA. Se cierra
entonces el ciclo de la Escuela de los Glosadores a la que se debe, a través de
la Gran Glosa un comentario sistemático del Derecho Justinianeo, que fue más
utilizable en la práctica que en la misma compilación del Príncipe Legislador.
149
LOS POST-GLOSADORES O COMENTARISTAS
HUMANISMO JURIDICO
150
destacan Alciato, Cujacio, Godofredo y Donelo, reclamaron un retorno a las
fuentes pero liberadas de los errores, falsificaciones e interpolaciones que
habían desnaturalizado el Corpus luris.
La postura historicista y crítica y de gran acervo filológico de los
Humanistas dio nuevo impulso a los estudios del Derecho Romano, pero tuvo
la contrapartida que lo sustrajo de la práctica forense de su tiempo. La
tendencia humanista, floreció en Francia en la Universidad de Bourges, de la
que se transportó a Holanda y se transformó en la corriente de la
“Jurisprudencia elegante”, cuyos principales exponentes fueron Juan Voet y
Arnoldo Vinnius.
151
ESCUELA HISTÓRICA
152
MOVIMIENTO CODIFICADOR
153
154
CAPÍTULO VIII
SUMARIO: PERSONAS Y DERECHO DE FAMILIA. NOCIONES
GENERALES. CONCEPTO DEL DERECHO.— LA MORAL Y EL
DERECHO.— LOS USOS SOCIALES.— LO JURÍDICO Y LO
ARBITRARIO.— LOS PRECEPTOS DEL DERECHO.— LA JUSTICIA.—
LA JURISPRUDENCIA.— DERECHO PÚBLICO Y DERECHO
PRIVADO.- DERECHO NATURAL, DE GENTES Y CIVIL.— DERECHO
NORMAL Y DERECHO SINGULAR; PRIVILEGIOS DE LA
INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES.— EL PRINCIPIO DE LA
IRRETROACTIVIDAD DE LA LEY.
155
Un conocido pasaje de las fuentes define al Derecho contemplando su
aspecto objetivo, como el Arte de lo bueno y lo equitativo (lus est ars bom et
aequi). El célebre fragmento de Ulpiano, que atribuye al jurisconsulto Celso la
definición del TUS, ha sido objeto de críticas porque ha entremezclado los
conceptos de Derecho y Moral que son valores completamente diferenciados.
Sin embargo, la confusión resulta comprensible si se tiene en cuenta que
Celso fue uno de los jurisprudentes romanos que más sintió la influencia del
estoicismo griego, doctrina filosófica que entendía que el Derecho no era sino
una moral restringida.
LA MORAL Y EL DERECHO
156
LOS USOS SOCIALES. LO JURÍDICO Y LO ARBITRARIO
157
Al contrario, el que dicta normas arbitrarias se considera excluido de
ellas, y aunque su intención sea justa y sana produce una perturbación en el
orden social, el cual requiere una cierta estabilidad y fijeza. Por esta razón los
hombres siempre se rebelan contra lo arbitrario y acatan, sin embargo, el
Derecho, aunque este no logre encarnar los valores sociales a que se aspire.
158
Entiende Ortolan que la definición de Jurisprudencia pertenece a la era
filosófica de los jurisconsultos romanos, que entendieron por tal el
conocimiento del Derecho o, mejor dicho, el conocimiento de las cosas divinas
y humanas para determinar lo que es justo y lo que es injusto, y los que lo
poseían se llamaron Juristas, Jurisprudentes, o simplemente Prudentes.
159
cho Privado la voluntad de los particulares dicta la vida jurídica, a
condición de que el Derecho objetivo no disponga expresamente lo
contrario.
160
concepto de TUS GENTIUM es auténticamente romano, en tanto el de IUS
NATURALE tiene origen en la filosofía helénica: porque instituciones de Tus
Gentium, como la esclavitud, son repelidas por el Tus Naturale y, por fin,
porque el Derecho de Gentes tiene una base contractualista dada por la tácita
aceptación y uso de todos los pueblos humanos (quo gentes humanae utuntur),
en tanto el Derecho Natural no es producto del hombre, sino de la naturaleza
de las cosas, ya que surge, como se ha dicho, natura rerum, tiene fundamentum
in re.
Así como en las fuentes, se encuentran una noción uniforme del lus Gentium y
del Tus Civile, en lo que al Derecho Natural respecta se nos presentan
distintos conceptos. Uno de ellos pertenece a Ulpiano, que define al lus
naturale como aquel que la naturaleza enseña a todos los animales (quod
natura onmia animalia docuit), dando como ejemplo de leyes comunes al
hombre y al animal las relativas a la unión de sexos, la procreación, la
educación de los hijos, etcétera.
No es admisible la concepción de Ulpiano porque se confunden funciones o
necesidades biológicas comunes al hombre y al animal, con normas jurídicas
que, por estar dirigidas a regular la conducta nacida de una voluntad libre, sólo
pueden tener referencia al ser humano. Otro concepto pertenece al
jurisconsulto Paulo, para quien el Derecho Natural es aquel que siempre es
bueno y equitativo (quod semper bonum et aequum est). La idea de Paulo, más
acertada que la anterior, concibe un derecho ideal, inmutable y en el que todos
los hombres son iguales.
Esta disparidad de concepciones en las fuentes romanas lleva a concluir que es
dudoso que las ideas expuestas sean obra de los jurisconsultos clásicos, sino
más bien creación posclásica o más probablemente producto del manipuleo
interpolacionístico, al que frecuentemente debemos atribuirle el defecto de
adulterar las más puras tradiciones romanas.
161
Un fragmento de Paulo caracteriza al Derecho Singular o excepcional
como aquel que, contra el tenor de la razón, ha sido introducido por causa de
alguna utilidad particular (lus singulare est, quod contra tenorem ratioms
propter aliquam utilitatem auctoritate constituentium introductum est). Las
expresiones del jurisconsulto no deben interpretarse como que sólo las normas
de Derecho singular encierran alguna utilidad, porque UTILITAS hay en toda
clase de normas jurídicas. El IUS SINGULABE no viene a negar la RATIO
LEGIS del Derecho común, sino que impone una razón distinta, específica,
aplicable a particulares relaciones jurídicas.
La prohibición de las donaciones entre cónyuges es una norma típica de
Derecho singular que deroga el principio general de que tal negocio jurídico
está permitido entre cualquier clase de individuos. La excepción al Derecho
común se impuso en la legislación romana para evitar, como dicen las fuentes,
que los esposos se despojasen por mutuo amor. El impedimento legal
impuesto a las mujeres para garantizar la deuda de extraños, es igualmente
norma de TUS SINGULARE que hace caer el principio de Derecho normal,
que admite que cualquier persona sea fiadora de otra.
Las fuentes romanas emplean el término Beneficia para referirse a ciertas
ventajas que el ordenamiento jurídico otorgaba a persona o personas
determinadas, sin que por ello sea admitido entender que los beneficios
significaban IUS SINGULARE, ni implicaban una derogación de la norma de
Derecho común. Son ventajas que el Derecho Romano concedió a todas las
personas que se encontraran en determinada situación, siempre que lo
solicitaran expresamente. Esta última razón, la necesidad de la petición de
parte, diferencia el beneficium de los principios del IUS SINGULARE. Entre
ellos encontramos el BENEFICIUM COMPETENTIAE, que impide que
ciertos deudores puedan ser ejecutados más allá de sus posibilidades
económicas; el BENEFICIUM INVENTARII, que posibilita al heredero
voluntario que hace inventario de los bienes del causante, que sólo responda
de las deudas de éste con los bienes inventariados. Otros beneficios
(BENEFICIUM SEPARATIONIS, BENEFICIUM CEDANRUM
ACTIONUM, BENEFICIUM EXCUSSIONIS), serán materia de estudio en
el segundo curso.
Toca la esfera del Derecho Singular lo que las fuentes llaman
PRIVILEGIUM. En el primitivo Derecho Romano se presentaba como una
disposición perjudicial para una persona (Privilegia ne inroganto), impues-
162
ta por circunstancias muy especiales, pero en la época imperial importó una
excepción al Derecho normal, que debía interpretarse de manera favorable a
quien se otorgaba. Así constituyó privilegio el testamento militar que otorgaba
a los soldados la posibilidad de testar en campaña sin ajustar a las
formalidades prescriptas por la ley. Consistía en la regla NEMO PRO PARTE
TESTATUS PRO PARTE INTESTATUS DECEDERE POTEST (no se
puede disponer parte por testamento y parte sin testamento).
Todas las leyes, cualquiera que sea la forma en que se expresen, aparezca
o no su texto con ambigüedades o contradicciones, necesitan interpretarse. En
este sentido encontramos un texto romano que dice:
“Aunque sea clarísimo el Edicto del Pretor, no se ha de desatender, sin
embargo, su interpretación.
Aunque por su esencia la interpretación es una, atendiendo a quien la
realiza, puede ser auténtica o legal, y doctrinal. La interpretación auténtica es
la realizada por el mismo legislador por medio de una ley, la cual puede
declarar sólo el recto sentido de una disposición anterior, o ir más allá,
dictando una nueva norma. En este último caso, lo que en realidad se hace es
legislar con efectos retroactivos, por lo que se afirma que no es una
interpretación, aunque el legislador haya usado los mismos medios que el
jurisconsulto o el juez.
La interpretación doctrinal se debe a la jurisprudencia, y por esto, se
distingue radicalmente de la anterior, pues su eficacia no puede ser la misma
por no tener su origen en los órganos propiamente legislativos. Atendiendo a
los resultados de la interpretación, ésta puede llegar a la conclusión de que es
idéntico el sentido de la ley que lo expresado en su texto, y por esto se
denomina DECLARATIVA. Pero puede corregirla ampliando su pensamiento,
por el contrario, restringiéndolo, y en estos casos se habla entonces de una
interpretación extensiva.
La Analogía es distinta de la interpretación Extensiva, y superior a ella,
pues tiende a suplir las insuficiencias de las normas. En los casos en que las
normas sean insuficientes se pueden llenar sus lagunas por medio de la
ANALOGIA. La Analogía se propone alumbrar una nueva norma, y no fijar
el sentido de un precepto existente, descubriéndose en el ordenamiento
positivo en el cual se halla implícito.
163
Los elementos o medios de que se dispone para la interpretación de las
leyes, son el Gramatical, que consiste, principalmente , en atenerse al
significado de las palabras usadas por el legislador para expresar su
pensamiento; a las palabras de la ley, indudablemente, hay que atender en
primer lugar si se quiere llegar a una exacta interpretación. Esta denominación
se emplea porque hay que observar las reglas del idioma. Otro elemento es la
interpretación lógica, se utiliza precisamente cuando no es posible llegar a una
conclusión empleando la interpretación literal. El análisis lógico consiste en
usar adecuadamente las normas del razonamiento, articulándolo, o sea,
partiendo de ciertas premisas y llegando a conclusiones por medio de las
reglas lógicas.
Respecto a otros elementos como el Histórico y el Sistemático, son de
gran importancia en la interpretación, pues complementan la interpretación
lógica, ya que consideran, no sólo los factores históricos, sino también, la
íntima relación que existe entre las Instituciones Jurídicas y sus normas
respectivas, dentro de la unidad que necesariamente supone el Derecho.
164
CAPÍTULO IX
165
derechos, reconociéndoles la condición de entes capaces de ser titulares de
derechos y obligaciones jurídicas, a las organizaciones humanas —complejos
personales o patrimoniales—, que con terminología moderna se designan
como personas jurídicas o morales o personas de existencia ideal. Por lo tanto,
el Derecho Privado Romano reconoció dos categorías de personas:
Las individuales o físicas, o sea, el ser humano en las condiciones
exigidas por el ordenamiento normativo romano, y las jurídicas, es decir, las
entidades personales o patrimoniales sin naturaleza individual humana.
En cuanto al hombre, como típico sujeto de Derecho, fue rodeado por el
Derecho Romano de una situación jurídica especial o Status que tenía decisiva
influencia en lo que hacía a su capacidad o personalidad jurídica. Así, respecto
del Status Libertatis, los hombres eran libres o esclavos; con relación al Status
Civitatis, se distinguían los ciudadanos romanos de los no ciudadanos y frente
al Status Familiae, los hombres podían ser jefes de familia, o miembro de la
misma y sometidos, por ende, a la autoridad de un jefe o paterfamilias.
166
NASCITURUS, especialmente en materia sucesoria, los derechos que
hubiera podido conquistar en el momento de su nacimiento, tutelándose
mientras tanto con un curador especial, el CURATOR VENTRIS. A veces
cuando ello favorecía al concebido, su condición jurídica, al tiempo de su
nacimiento era establecida con referencia al momento de la concepción, como
v.g. para determinar su condición de hijo legítimo o la de libre ciudadano, en
el caso de que la madre hubiese, entre ambos momentos, perdido la libertad o
la ciudadanía. Sólo en este sentido particular debe entenderse el adagio creado
por los intérpretes que expresa: “En cuanto a él le beneficia, el concebido se
tiene por nacido”.
Se encuentra en los textos romanos, en los que se protege la vida del
NASCITURUS y sus derechos. Se suspendía la pena capital en el caso de que
la mujer estuviera en estado de gestación, hasta que diera a luz. Ulpiano dice:
“La pena de la mujer embarazada condenada a ser ejecutada se difiere hasta
que dé a luz”.
El problema de la viabilidad, que en términos generales, se considera
viable al que nace orgánicamente perfecto, es decir, en condiciones tales que
no tenga un vicio que lo conduzca inexorablemente a la muerte. La viabilidad
significa, haber alcanzado en el claustro materno madurez suficiente para
poder vivir con absoluta independencia de la madre. Puede suceder que nazca
vivo, pero que la existencia sea precaria, y como consecuencia la vida dure
sólo unos instantes.
Los que admiten la tesis de la viabilidad se encuentran compelidos a
determinar cuál es el elemento esencial de la vida extrauterina, lo que no
resulta fácil. Se afirma por los autores, basándose en un texto del jurisconsulto
Paulo, que el que nace durante los 180 días después de la concepción carece de
viabilidad, pues este término es el mínimo que debe durar la preñez. El parto
abortivo se equipara al caso en que se nace muerto, no pudiéndosele reconocer
capacidad jurídica al nacido en estas condiciones. Otros requieren el examen
en cada caso, del marido, para determinar la viabilidad, haciendo de este
requisito una cuestión de hecho.
En realidad, aparte de las dificultades que tiene en la práctica la
aplicación de este requisito, los textos romanos no autorizan para aceptar el
criterio de la viabilidad. Por eso se acepta la tesis de que bastaba el nacimiento
convida, aunque se produjera la muerte inmediatamente, para la atribución de
la capacidad legal.
167
LÍMITES EN EL EJERCICIO DE LA CAPACIDAD JURÍDICA
HONOR CIVIL
168
conducta afectaran las austeras costumbres de la sociedad. Así, con la Ley de
las XII Tablas se conoció otro tipo de disminución del Existimatio llamado
Intestabilidad. Era una prohibición para realizar actos jurídicos formales en los
que debían intervenir testigos, establecida contra los llamados Homines
Intestabiles.
RELIGIÓN
CONDICIÓN SOCIAL
PROFESIÓN
169
contaba la de los militares, que tuvieron trato preferencial, especialmente en
materia testamentaria.
DOMICILIO
EDAD
170
josas para el incapaz. Los Infantes mayores, a su vez podían ser Infantiae
proximi y pubertati proximi. La distinción hacía referencia a la responsabi-
lidad por delito, excluida para los primeros y admitida para los segundos,
cuando estuvieran en condiciones de comprender la ilicitud del acto delictual.
No obstante que la pubertad daba a la persona capacidad de obrar, una
Lex Plaetoria de alrededor del año 200 A.C. estableció sanciones para las
personas que engañasen a un sui iuris menor de veinticinco años en la
realización de un negocio, protección que fue ampliada por el Pretor al
conceder medidas que podían llevar a la rescisión del acto jurídico desven-
tajoso. A partir de tales remedios legales se impuso la costumbre de que hasta
alcanzar los veinticinco años el menor fuese asistido por un curador designado
por el magistrado, se estableció así una nueva limitación a la capacidad de
obrar y se creó otra categoría de personas en atención a la edad, los menores
púberes o menores de veinticinco años (MINORIS VIGINTI QUINQUE
ANNIS). Sin embargo, en el Derecho Posclásico el varón de veinte años y la
mujer de dieciocho años podían obtener una declaración de mayoría de edad
por favor imperial llamada VENIAAETATIS que les daba capacidad de
obrar, sólo limitada a los actos de disposición de bienes inmuebles.
SEXO
171
ENFERMEDADES CORPORALES Y MENTALES
PRODIGALIDAD
El pródigo, aquel que tenía la manía de dilapidar sus bienes podía ser
privado, bajo pronunciamiento del magistrado, de su plena capacidad de obrar.
Quedaba de esta suerte con una incapacidad relativa, excluido —de un modo
semejante al maior infantiae— de la posibilidad de contraer obligaciones y
celebrar negocios dispositivos, pudiendo sólo participar en aquellos que le
trajeran un enriquecimiento. El pródigo también estaba asistido por un
curador.
172
de padre e hijo, en el que debe presumirse que premuere el hijo si es
impúber y que sobrevive si es púber.
Sin embargo, una particular institución jurídica creada por el Derecho
Romano fue la Capitis Diminutio. Implicaba un cambio en los estados de
libertad, de ciudadanía o de familia que integraban la plena capacidad jurídica
o personalidad del individuo en Roma. Era una variación del Status que podía
ser triple como el mismo Estado, ya MAXIMA CAPITIS DEMINUTIO
cuando se perdía la libertad, que envolvía a los otros dos Status; ya MEDIA
CAPITIS DEMINUTIO, si se perdía el estado de ciudadano que hacía cesar el
Status Familiae; ya MINIMA CAPITIS DEMINUTIO, cuando se producía un
cambio en el estado de familia.
La Máxima Capitis Diminutio ocurría cuando el ciudadano libre era
reducido a la condición de esclavo por algunas de las causas previstas por el
Derecho de Gentes o por el Derecho Civil. Importaba la extinción de la
personalidad civil, porque el esclavo no era para el Derecho Romano una
persona sino una cosa. La Capitis Diminutio Media tenía lugar cuando la
persona perdía la condición de ciudadano romano, aunque conservaba el
estado de libertad. Se extinguía la ciudadanía por ciertas condenas como la
Interdicción del Agua y del Fuego, la deportación, el destierro y también
cuando el ciudadano voluntariamente abandonaba su ciudadanía de origen
para adoptar la de un país extranjero. Había Capitis Diminutio Mínima en
todos los casos en que la persona, sin perder el Status Civitatis, cambiaba de
familia como ocurría con la adopción, la Conventio In Manu Mariti, la
Abrogación, la Legitimación y la Emancipación.
Es de hacer notar que así como la Máxima y Media disminución de
cabeza tenían el efecto de colocar ala persona que las experimentaba en una
condición jurídica inferior a las que tenía, ya que llevaban aparejadas la
pérdida del Status Libertatis y del Status Civitatis, la mínima disminución de
cabeza podía significar una elevación de su capacidad jurídica como ocurría en
el caso de la Emancipación, en la que el hijo sometido a la potestad paterna
salía de la misma y se convertía en Jefe, alcanzando así el goce de todos los
derechos públicos y privados.
173
174
CAPÍTULO X
SUMARIO: DEL STATUS LIBERTATIS. LIBRES Y SIERVOS.
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA ESCLAVITUD. —
PODERES DEL DUEÑO SOBRE LA PERSONA Y EL PATRIMONIO DEL
ESCLAVO. — FUENTES DE LA ESCLAVITUD. INGENUOS Y LIBERTOS.
— CASOS EN QUE SE EXTINGUÍA LA ESCLAVITUD POR
DISPOSICIONES LEGALES. — LAS MANUMISIONES SOLEMNES. —
EFECTOS DE LOS MODOS NO SOLEMNES DE MANUMITIR. —
LIMITACIONES LEGALES DE LAS MANUMISIONES: LEYES AELIA
SENTIA Y FUFIA CANINA. — DIVERSAS CONDICIONES DE LOS
LIBERTOS. — DE LAS RELACIONES ENTRE EL PATRÓN Y EL
LIBERTO. — REFORMAS DE JUSTINIANO EN LA ESCLAVITUD. —
CASOS DE CUASI ESCLAVITUD. — EL COLONATO.
175
El Cristianismo y su ideario atenuaron las consecuencias sociales y jurídicas de
esta reprobable institución, dando una mayor elevación a los conceptos
morales, pero a pesar de esto no podemos aceptar que esta doctrina
contribuyera eficazmente a su total abolición, como han mantenido algunos
autores. Hasta mediados del siglo XIX, en muchos pueblos cristianos, todavía
perduró la esclavitud.
Del mismo modo que el Cristianismo no aspiró a transformar las condiciones
económicas y sociales imperantes hasta el extremo de abolir la esclavitud,
tampoco la moral estoica, eminentemente subjetiva, consiguió realizar esta
finalidad. Las palabras de Séneca pudieron hacernos pensar en lo contrario
cuando dice: “Son siervos, pero son también hombres; son siervos, pero
también camaradas; son siervos, pero también humildes amigos. Si
reflexionamos un momento no ves que este que tú llamas siervo tiene tu
mismo origen, está bajo el mismo cielo, respira, vive y muere como los
demás”.
Estos elevados conceptos, en la época en que se escribieron, contrastan
radicalmente con las realidades históricas que reclamaban la esclavitud como
poderoso sostén de su economía, y que sólo pudo desaparecer como
consecuencia de la evolución social y el desarrollo del proletariado. Aunque se
hacían éstas y otras muchas afirmaciones, sin embargo, no hallamos indicios
de un movimiento decididamente anti esclavista; es más, hasta el mismo
Séneca tenía esclavos. Ninguna idea, por muy poderosa que fuera, podía
ponerse frente a las condiciones económicas de esta época, y sólo cuando éstas
se transforman sustancialmente, al surgir una nueva vida, se elimina
lentamente la esclavitud, al convertirse en una barrera poderosa para el
progreso económico y social.
Por principio, para el Derecho Romano el esclavo era jurídicamente una cosa
de la categoría de las cosas transmisibles por Mancipación. Como cosa, se
encontraba sometido a la potestad, mas propiamente al dominio de su amo,
que tenía los poderes de un dueño o dominias -dominica potestas. Así, podía
disponer de su vida, castigarlo, abandonarlo, sin que por ello obtuviera la
libertad, y enajenarlo como cualquier otra cosa transmisible por acto inter-
vivos.
176
Sin embargo, la legislación romana no pudo desconocer la realidad do que el
esclavo era una cosa con naturaleza humano y por ello fue que paulatinamente
el vigor del principio se atenúa tanto doctrinaria como prácticamente, sin
romper el precepto legal de la absoluta incapacidad jurídica del siervo. Así se
reconoció un matrimonio especial entre esclavos que se llamó Contubernium
del que derivaba un parentesco, la Cognatio Servilis, que tenía valor jurídico
en materia de impedimentos matrimoniales y de sucesión legítima, respecto de
aquellos que hubieran alcanzado la libertad. Tenía personalidad en el orden
religioso y por ello su votum era válido y eficaz, participaba del culto público
y del particular, tenía derecho a honras funerarias y su sepultura era religiosa
como la de cualquier hombre libre.
En lo que hace a la amplitud de los poderes del amo también se suavizó el
rigor de los primeros tiempos. Se prohibió al dominus arrojar su esclavo a las
fieras si no mediaba condena del magistrado; se le reconoció la libertad al que
hubiera sido abandonado, por viejo y enfermo, por su señor; se sancionó con la
pena del homicidio al que diera muerte a su propio servus; se obligó al amo
demasiado cruel a vender a su esclavo y se le autorizó a ejercer una acción de
Iniuria —la Actio Iniuriarum— por las ofensas inferidas al honor de su siervo.
No siendo el esclavo sujeto de derecho, sino, cosa objeto del mismo carecía de
capacidad jurídica tanto personal como patrimonial. Para mitigar esta última
incapacidad el amo acostumbraba entregar al esclavo un peculio, esto es, una
masa de bienes para que los administrara y obtuviera los beneficios que de
ellos derivasen. Jurídicamente el dominus era siempre propietario del peculio
y podía revocar en cualquier momento su concesión.
En las relaciones patrimoniales, especialmente a partir del otorgamiento del
peculio, podía el esclavo actuar jurídicamente dentro de un ámbito siempre
limitado y con sujeción a su dueño. Se admitió que realizara negocios de
adquisición pero, por ser patrimonialmente incapaz y un órgano de su señor,
todo lo que adquiriera era propiedad del dominus. No sólo era instrumento de
adquisición del amo por los negocios que hubiere realizado, sino también por
los provenientes de cualquier otro acto, como ocupación, herencia, etc. Así
como las adquisiciones del esclavo favorecían al amo, éste quedaba ajeno a las
relaciones obligatorias que, por principio del Ius Civile, no recaían sobre el
esclavo. Mas, como éste carecía de patrimonio y
177
procesalmente era incapaz, resultaba que los acreedores del esclavo se veían
burlados en sus derechos.
FUENTES DE LA ESCLAVITUD
178
en dos grupos: unas son comunes a todos los pueblos (luris gentium), mientras
que otras son propias de los romanos (Iuris civilis).
Comenzaremos por las causas del Derecho de Gentes, ya que la más
importante de las fuentes de la esclavitud —como lo es la prisión de guerra—
procede del mismo. La prisión de guerra fue considerada en todos los pueblos
antiguos como causa de esclavitud. Pero el prisionero de guerra podía ser
esclavo de la ciudad o de un particular, ya que el Estado podía conservarlo
para sí (Servus publicus), venderlo (emptio sub corona) a los particulares, o
aun adjudicarlo como premio o recompensa a los soldados que hubiesen
participado en la captura, lo que era menos frecuente. A la inversa, admitieron
las leyes romanas que el ciudadano que cayera prisionero del enemigo,
quedase en condición análoga a aquélla en que se encontraba el enemigo, que
caía prisionero de sus ejércitos sin que, sin embargo, pueda afirmarse, como ya
se dijo, que existiera a este respecto una absoluta comunidad entre el Derecho
Romano y el de los otros pueblos, ya que si bien las leyes romanas admitían
que el ciudadano romano tomado prisionero perdiera el Status Libertatis,
convirtiéndose de hecho en esclavo, no aceptaban que tal servidumbre fuera
conforme alas leyes (Iusta Servitus) adoptando, por lo tanto, las medidas
tendientes a atenuar las consecuencias jurídicas que pudiera provocar esta
privación de la libertad, y que escritamente consistiría en la total pérdida de su
capacidad jurídica —para el lus Civile, se entiende— con la consiguiente
extinción de todos sus derechos, tanto patrimoniales: lus Comercii (dominio,
créditos, deudas, etc.) como familiares; Ius Connubii (matrimonio Patria
Potestas, tutela, etc.), ya que jurídicamente hablando dejaría de ser sujeto, para
convertirse en objeto de derechos, es decir, en cosa. Entre tales medidas figura,
en primer lugar, una antigua institución consuetudinaria llamada
POSTLIMENIUM o IUS POSTLIMINII, ficción en virtud de la cual se
consideraba que el ciudadano romano, entrando nuevamente IN CONFINES
ROMANOS, es decir, en Roma o en una ciudad aijada, y siempre que lo
hiciera MENS REMANENDI o sea con ánimo de permanecer en la patria, no
había perdido nunca su libertad, reintegrándose, en consecuencia,
automáticamente e ipso jure, en el goce de todos sus derechos, ya que las
relaciones jurídicas en que hubiese sido parte sólo se entendían en suspenso
hasta ese momento. Sólo aquellas situaciones que, aun ofreciendo relevancia
jurídica, son fundamentalmente de hecho (RES FACTI) como la pose-
179
sión y —dentro de la concepción romana—, el matrimonio, no continúan de
pleno derecho con el POSTLIMINHJM, sino que serán necesarios una nueva
toma de posesión de las cosas (CORPUS) con el correspondiente ANIMUS y
una nueva convivencia con la correspondiente AFFECTIO MARITALIS, para
que surja una nueva posesión o un nuevo matrimonio. Sin embargo, el
Derecho Justinianeo admite la continuidad del matrimonio con el
POSTLIMINIUM.
El POSTLIMIENIUM no rige, por lo demás, para el caso de los ciudadanos
capturados por piratas o bandoleros ni para los de guerra civil o sublevación.
Otro de los remedios con los cuales se contempló la situación de los
ciudadanos romanos prisioneros del enemigo fue la FICTIO LEGIS
CORNELIAE, así llamada por proceder de una LEX CORNELIA DE
CAPTIVIS, votada por los comicios a propuesta de Lucio Cornelio Syla,
aproximadamente por el año 81 A.C. Se refiere al romano cautivo que no
logra volver al mundo romano, muriendo en poder del enemigo, en cuyo caso
lo que fuera simple suspensión temporaria de los derechos se transformaría en
extinción de los mismos, con efecto retroactivo al día de la captura y de
manera tal que considerándosele fallecido en estado de esclavitud, no sólo no
podría otorgar testamento, sino que aun el otorgado con anterioridad caducaría
como RTJPTUM por la pérdida de la capacidad jurídica del testador. A tal
situación puso remedio la Lex Cornelia, disponiendo que la muerte del
ciudadano se tuviese por ocurrida —he ahí la FICTIO— en el momento de ser
capturado, con lo cual habría fallecido libre y se salvaba la validez del
testamento anteriormente otorgado.
Fuera de la prisión de guerra, hay numerosas otras causas de esclavitud,
propias todas ellas de los romanos y, como tales, pertenecientes al Ius Civile.
Algunas aparecen en el Derecho antiguo y desaparecen en el clásico, mientras
que otras llegan hasta la época de Justiniano.
Sin pretender agotar la enumeración, pueden recordarse los casos que siguen:
El del ciudadano que falta al pago de los impuestos en las épocas debidas; el
del ciudadano que deserta del ejército; el del deudor insolvente vendido trans
tiberim por sus acreedores como consecuencia del ejercicio de la MANUS
INIECTIO; el del ladrón sorprendido in fraganti delicto (fur manifestus)
vendido en el extranjero por la víctima del hurto; el del filius familias vendido
trans Tiberim por el Pater familias en ejercicio de la patria potestas.
180
En todos estos casos el ciudadano debía ser entregado o vendido fuera de los
limites del Estado romano, pues para no herir la majestad ciudadana, y dado el
elevado concepto que entonces se tenía de la ciudadanía, no podía admitirse
que un ciudadano romano se convirtiera en esclavo en el propio territorio.
El de la mujer libre que mantenía relaciones amorosas con el esclavo ajeno,
conociendo su condición de tal, que según el Senado Consulto Claudiano (52
D.C.) se convertía en esclava del dueño de éste, si insistía en su actitud
después de tres intimaciones que el mismo le dirigiera para que cesara en ellas;
el del liberto culpable de grave ingratitud para con su patrono, que según una
Constitución de Cómodo, perdía su libertad con intervención del magistrado.
INGENUOS Y LIBERTOS
Los hombres libres pueden ser Ingenuos y Libertos, estando regulada esta
condición en los títulos IV y V de las Instituciones de Justiniano. Ingenuo es el
que nació libre conservando este estado. La Instituta define al Ingenuo
diciendo: “El que desde que nació es libre”. Este concepto es incompleto, pues
una persona puede ser libre por nacimiento y perder después la libertad, y
adquirirla de nuevo, y no ser ingenuo; por esto hay autores que dicen que es
necesario que siempre conserve el estado de libertad para poder gozar de la
condición de Ingenuo.
Liberto es el que habiendo estado en justa esclavitud ha salido de ella por un
modo legal.
Para determinar si el nacido era ingenuo y podía disfrutar de las preemi-
nencias inherentes a este estado, se dictaron las reglas siguientes:
1) En el matrimonio legítimo el hijo adoptaba la condición del padre en el
momento de la concepción.
2) Si al contrario el nacimiento era ilegítimo, el hijo seguía la condición de la
madre en el instante del parto.
Sin embargo, había un caso especial que regulaba la Ley Mincia: Si el hijo
procedía de un peregrino y una ciudadana romana entre los que no había
matrimonio legítimo, no seguía la condición de la madre, pues nacía peregrino.
La tendencia con el tiempo fue favorecer al que nacía, para que adquiriera los
tres estados perfectos de libertad, ingenuidad y ciudadanía.
181
CASOS EN QUE SE EXTINGUÍA LA ESCLAVITUD POR
DISPOSICIONES LEGALES
182
LAS MANUMISIONES SOLEMNES
183
La segunda forma de liberación de un servus en el antiguo Derecho Civil
es la llamada MANUMISSIO CENSU, que tiene lugar cuando el amo, u
otra persona con su autorización y en ocasión del censo, solicita del censor la
inclusión del esclavo en las listas de los ciudadanos. Se entiende que ello
requiere la conformidad del censor, quien podía oponerse, en defensa de los
intereses de la colectividad a la que se pretende incorporar un nuevo
ciudadano. Esta forma de manumisión es mucho menos frecuente que las otras
dos, en razón de que no podía recurrirse a ella constantemente, sino en forma
periódica, cada cinco años; y como la operación del Censo se practicaba en
dieciocho meses (Lex Aemilia), durante un período de tres años y medio no
podía manumitirse CENSU a ningún esclavo. Además, ofrecía el
inconveniente de no poder utilizarse este procedimiento para la manumisión de
las mujeres y los niños, que no se inscribían en el Censo. Desapareció, por lo
demás, en los últimos tiempos de la República, con la práctica del Censo.
La tercera forma de manumisión solemne del Tus Civile es la conocida
como MANUMISSIO TESTAMENTO. Se distingue de las anteriores porque
es un acto de última voluntad y no entre vivos, como las otras, y, en
consecuencia, sólo produce efectos después de la muerte del testador. Consiste
en una de las tantas cláusulas facultativas del testamento, siendo un acto de
disposición que implica la salida de un bien del patrimonio del Pater familias
en perjuicio de los herederos. Por ello fueron estos tipos de manumisión los
que, como oportunamente se verá, más preocuparon y atrajeron la atención de
las autoridades romanas, especialmente desde fines de la República y
comienzos del Imperio, por los abusos que con ella se cometían, ya que en esta
forma el amo podía satisfacer su vanidad personal, sin experimentar pérdida
alguna.
Otras características de esa forma de manumisión consisten en que
pueden estar sujeta a término o condición, cosa que no ocurre con las otras,
siendo, además revocable como el testamento mismo. Es quizá, por otra parte,
la MANUMISSIO TESTAMENTO el modo más antiguo de manumitir que
admite, por lo demás, dos modalidades:
1) La Manumissio testamentaria directa, que tiene lugar cuando el
dominus ordena en el testamento con términos imperativos —Stichus liber
esto— (que Stico sea libre, o Stichum liberum esse Iubeo: Ordeno que Stico
sea libre, por ejemplo), que alguno de sus esclavos sea libre, en cuyo caso se
184
habla de una directa libertas, que se hace efectiva cuando la herencia es
aceptada por cualquier heredero, transformándose entonces, el Manumissus en
liberto del testador (Libertus Orcinus) y no del heredero, distinción que tiene
importancia, porque en este caso, como oportunamente se verá, no tendrá
patrono.
2) La Manumissio testamentaria per fideicomissum o Fideicomissaria,
que tiene lugar cuando el dominus en su testamento encarga a alguno de los
beneficiarios —heredero, legatario o fideicomisario— de manumitir a alguno
de sus esclavos, diciendo por ejemplo: «Fideiconmitto heredis mei ut Stichum
servus manumittat”, en cuyo caso se habla de una Fideicomissaria libertas,
quedando el destinatario del encargo obligado a la manumisión que, una vez
hecha, convierte al esclavo en liberto suyo.
185
la libertad y que podrá ser utilizada por éste como prueba de la manumi-
sión, lo mismo que en el caso anterior podían serlo los testigos, y la
MANUMISSIO PER MENSAM o PER CONVIVII
ADHIBTTIONEM que tiene lugar cuando el amo sienta al esclavo a su
propia mesa, y concluida la comida manifiesta su propósito de concederle la
libertad, en presencia de los comensales que le rodean y que actúan como
testigos. Como se ve, el pretor, al aceptar estas nuevas formas de manumisión,
se hace intérprete del nuevo espíritu social que exige el respeto de la voluntad,
cualquiera sea la forma en que se manifieste, aun fuera de los viejos moldes y
que favorece la tendencia hacia la libertad. Pero adviértase que el esclavo así
manumitido no se hace libre y ciudadano Iure Civile porque eso no podría
decidirlo nunca el Pretor; pero, eso sí, la libertad de hecho de que disfruta el
Manumissus sin forma solemne, no podrá ser revocada por el dominus ni por
su heredero, porque se lo impedirá el pretor mediante la Denegatio Actionis o
la Exceptio. Y que los derechos del amo subsisten en toda su plenitud, lo pone
bien de manifiesto la circunstancia de que al morir uno de estos libertos, el
patrimonio que hubiera podido adquirir, volvía al amo.
Pero esta situación tan precaria como ambigua, de los libertos del Derecho
Pretoriano, terminó por ser contemplada también por el Tus Civile, pues una
ley Iurna Norvana, de fecha incierta pero que muchos sitúan en el año 19 de la
Era Cristiana, terminó por conceder la libertad a los esclavos manumitidos por
un procedimiento no solemne, que hasta entonces sólo eran libres de facto,
pero de jure, esclavos. Sin embargo, lo hizo con ciertas restricciones, ya que
dispuso que el así manumitido INTER AMECOS, PER EPISTULAM, PER
MENSAM, etc., no sería ciudadano romano, sino que quedaría en la condición
de latino, al que se llamó Juniano, por el nombre de la ley que creó esta
categoría de NO CIUDADANOS. Ahora bien, al latino Juniano, se le
reconocen algunos de los derechos del ciudadano. No tiene ni los derechos
públicos ni el Ius Connubii, como los ciudadanos; pero sí el lus Comercii,
aunque con ciertas restricciones, ya que sólo puede disponer por actos entre
vivos, no por los de última voluntad; tampoco puede ser instituido heredero o
legatario, y a su fallecimiento sus bienes vuelven al amo manumitente Ture
Peculii. Con razón, pues, se ha dicho de estos libertos que “vivían como libres
pero morían como esclavos”, ya que carecían del derecho de testar. Además,
no adquieren sobre las cosas el “dominium ex jure quiritium”.
186
El emperador Constantino admitió una nueva forma de manumisión con
plenos efectos, o sea, con la consecuencia de hacer del manumitido un nuevo
ciudadano. Es la llamada MANUMISSIO TN ECLESIA o IN
SACROSANCTIS ECCLESITS, que pese a lo que al respecto enseña el
maestro Bonfante, nada tiene que ver con las ventas a la divinidad, conocidas
en el Derecho griego y realizadas en los templos de Apolo, Esculapio, la cual
se lleva a cabo mediante una declaración que, de viva voz, formula el amo en
la iglesia, ante las autoridades eclesiásticas y en presencia de los fieles, en el
sentido de que libera al esclavo.
Esta manumisión produce los efectos de las primitivas manumisiones
solemnes que convierten al esclavo en ciudadano romano, y de las cuales ha
desaparecido, por las razones oportunamente indicadas, la Manumissio Censu,
pero subsisten la Testamento y la Vindicta, aunque esta última reducida en su
ceremonial a una simple declaración del amo ante el magistrado.
Durante este período se mantienen también todas las formas de manumisión
no solemnes o sea aquellas sancionadas por el Derecho Pretoriano, mediante el
reconocimiento de una especie de libertad de hecho no susceptible de ser
revocada por el antiguo amo al rechazársele la Reivindicatio por medio de una
exceptio o al denegársele lisa y llanamente la Actio.
Por razones de orden político, social y hasta moral, el emperador Augusto hizo
dictar por el comicio dos leyes tendientes a limitar la facultad de los amos para
manumitir a sus esclavos que se había venido usando de manera exagerada.
Fue la primera de ellas la LEX FUFIA o FUFIA CANINA del año 2 A.C.,
siendo cónsules, y los que propusieron C. Fufius y L. Caninius Gaius, que tuvo
por objeto restringir las manumisiones testamentarias, estableciendo que ellas
sólo podían hacerse nominativamente, es decir, identificando al esclavo por su
nombre. Prescribió, además, limites en cuanto al número de esclavos a
manumitir. Así cuando sólo tenía uno o dos esclavos podían manumitirlos
libremente; si tenía más de dos y hasta diez sólo podía
187
manumitir la mitad; siendo dueño de más de diez y hasta treinta, la
manumisión podía alcanzar a la tercera parte; teniendo más de treinta y hasta
cien, a la cuarta parte; y si tenía más de cien sólo podía manumitir a la quinta
parte de ellos, pero en ningún caso las manumisiones podían pasar de cien.
La LEX AELIA SENTIA mucho más completa que la Fufia Canina, se refiere
a toda clase de manumisiones, sin distinguir entre las realizadas por acto entre
vivos y por causa de muerte. Fue votada en el año 4 D.C. siendo los cónsules
proponentes Sexto Elio y Cayo Sentio, de quienes procede el nombre de la ley.
Dispuso que para que la manumisión fuera válida el manumisor debía tener no
menos de 20 años y el esclavo 30, salvo que mediase una justa causa
comprobada ante un Consejo especial. Declaró nulas aquellas manumisiones
que se solían hacer para defraudar a los acreedores. Prescribió, por último, que
los esclavos manumitidos que hubieran tenido mala conducta durante su
estado servil, no obtenían la ciudadanía romana, sino la condición de
peregrinos dediticios. Justiniano conservó de esta ley la nulidad de la
manumisión hecha en fraude de los acreedores y rebajó la edad del manumisor
a 17 años.
188
conceder ese beneficio, solicitaba el consentimiento de aquél y de sus hijos,
como señal de respeto a sus intereses.
La condición de los latinos Junianos era inferior en grado, pues se les excluía
de los derechos políticos, y el Tus Connubium y el Commercium lo gozaban
restringidamente. No podían hacer testamento los libertos latinos Junianos,
cuyo patrimonio era adquirido por el patrón; no adquirían los que se les
dejaban como herederos o legatarios, a no ser que se hicieran ciudadanos en el
espacio de 100 días a contar desde la muerte del testador y tampoco podían ser
tutores. Se les permitió, sin embargo, comprar y vender, figurar en los
testamentos como Emptor Familiae, Libripens o testigo, y recibir, por medio
de fideicomisos. Justiniano, refiriéndose a estos libertos, dice: “Pasaban su
vida como libres, sin embargo, al exhalar el último aliento a la vez que la vida,
perdían también la libertad”.
Durante el Imperio podían fácilmente los latinos Junianos convertir-se en
ciudadanos:
a) Por concesión del Emperador (beneficio principali).
b) Si eran manumitidos de nuevo con las solemnidades legales (interatione).
c) Por otros medios como si construía una nave, levantaba un edificio, molino,
o servía en las milicias de Roma, lo cual le interesaba al Estado.
Los Libertos Dediticios se encontraban en peores condiciones y por esto su
libertad se calificaba en Pessima Libertas, pues no gozaban de ningún derecho
político ni privado, pesando sobre ellos la amenaza de que si penetraban en
Roma o en 100 millas en torno nuevamente eran esclavos.
189
sucesión si muere sin herederos suyos —heredes sui—. Si el patrono fallece,
sus derechos se transmiten a sus descendientes y desde Justiniano a sus demás
herederos.
Patrono y Liberto tienen la recíproca obligación de prestarse alimentos
en caso de necesidad y aquél también queda obligado a asistir al liberto
enjuicio, defenderlo y no intentar una acusación por delito capital, pudiendo en
todos los casos, desde el Derecho Justinianeo, renunciar a los derechos
inherentes al Patronato.
El Liberto pudo adquirir la ingenuidad por concesión imperial. Pri-
meramente por el Tus Aureorum Anulorum, derecho de usar el anillo de los
caballeros, que lo convertía en Ingenuo, si bien perduraba la relación de
Patronato. Más tarde, por la Restitutio Natalium que lo equiparaba en absoluto
al hombre libre, si el patrono aceptaba renunciar a los derechos del Patronato.
190
y dediticios, pues al perderse la condición de esclavos se adquiría siempre la
ciudadanía, con los privilegios inherentes a este estado.
EL COLONATO
191
Se generalizó en Occidente, de transformar a los esclavos ocupados en
las tareas rurales, cuando se los manumitía en verdaderos Siervos de la Gleba,
es decir, vincularlos a perpetuidad con la tierra a cuya explotación estaban
dedicados, formando la llamada “familia rústica”.
En el Nuevo Imperio, sería la práctica de convertir a los bárbaros
sometidos por las legiones romanas, de esclavos en colonos de las tierras
imperiales.
Con el concurso de estas distintas causas se habría ido configurando la
institución del colonato, que encontramos mencionada por primera vez, de una
manera explicita, en una Constitución del emperador Constantino, del año 332
D.C., la que conocemos a través del Código Teodosiano, donde se la incluyó
en el Libro V y de la cual resulta que el colono, aun siendo libre, ve su libertad
restringida en la medida de su dependencia de la tierra que trabaja y a la que se
considera adscripto a perpetuidad, alcanzando tal restricción a su
descendencia. El colono tiene, evidentemente, capacidad jurídica, ya que,
como veremos, se le reconoce aptitud para adquirir derechos, y si bien su
libertad está notablemente restringida en cuanto no puede abandonarla tierra
que trabaja, no puede decirse que sea un esclavo, en cuanto no está sujeto al
dominio de otro hombre y, además, disfruta de capacidad patrimonial: puede
adquirir toda clase de bienes y celebrar contratos en virtud de los cuales se
haga acreedor. Su capacidad sufre restricciones en lo que se refiere al derecho
de enajenar y contraer deudas, lo que se explica porque sus bienes responden
por el pago del canon que debe al propietario de la tierra y por el de las
contribuciones fiscales. Por ello se justifican esas limitaciones a su capacidad,
que bajo los demás aspectos es plena. También tiene el colono capacidad en el
orden matrimonial o familiar, ya que puede contraer matrimonio legítimo y
adquirir potestad sobre su mujer e hijos, y además es apto para ejercer todos
los demás derechos inherentes a las relaciones de familia, como es la tutela.
Goza, además, de capacidad procesal para presentarse en juicio como actor o
demandado. Pero esta capacidad está sujeta a restricciones que proceden de la
especial consideración que debe al dueño de la tierra, al que no podrá
demandar sino cuando éste pretenda aumentarle arbitrariamente el canon. A
pesar de todo lo expuesto, su capacidad jurídica está restringida, como se dijo,
en razón de hallarse vinculados él y su familia a la tierra que trabajan. No
podrá abandonarla, y silo hace el dueño de la misma podrá intentar,
192
para reintegrarlo a ésta, una acción reivindicatoria, como podía hacerlo
con cualquier otro objeto de su propiedad que hubiese sido sustraído por un
tercero. Y el colono que intenta desertar se transforma en esclavo. Pero no
puede ser desalojado de la tierra, y si ésta es enajenada, con ella pasa el colono
a depender del nuevo propietario. Por lo demás también la libertad económica
del colono está limitada, pues no puede hacer sobre la tierra lo que le parezca,
sino que debe ajustarse en su explotación, a los usos del feudo (lex fundi).
El colonato puede tener su origen, en primer lugar, en el nacimiento,
caso para el cual rigen, en principio, las mismas reglas que respecto de la
esclavitud. El hijo de colono, cualquiera sea el progenitor que tenga esa
condición nace colono, según el Derecho Justinianeo. La convención volun-
taria de sumisión al colonato parece que era frecuente en los casos en que el
estado de miseria llevaba a un hombre libre a convertirse en colono de otro
cuya tierra se comprometía a explotar mediante pago de un canon y en calidad
de adscripto a la misma, en cuyo caso el respectivo contrato debía inscribirse
en registros especiales llevados al efecto por los municipios (gesta
municipalia). El matrimonio es otra de las fuentes de la relación de colonato,
con la característica de que puede tener lugar tanto cuando una mujer libre se
casa con un colono, como en la situación inversa, pues en estos casos se sigue
la condición peor, es decir, el libre se transforma en colono. También la
mendicidad puede ser fuente del colonato, pues para combatir lo que en esta
época se había convertido en verdadera plaga social, los emperadores
concluyeron por establecer en sus Constituciones, que cuando alguien
denunciase a otro por ejercicio de la mendicidad y siempre que el denunciado
fuese un hombre hábil para el trabajo, se transformase éste en colono del
denunciante. A todas estas causas puede agregarse la prescripción treintañal,
que tiene lugar cuando alguien ha cultivado durante treinta años como
arrendatario la tierra de otro, transformándose en colono en virtud de una
derogación excepcional de la regla romana de que la libertad es
imprescriptible.
Vamos a referirnos ahora a los medios por los cuales se puede extinguir
la relación de colonato. El vínculo del colono con la tierra es, en principio,
perpetuo y, bajo este aspecto, puede decirse que la condición del colono es, si
se quiere, más onerosa que la del propio esclavo, ya que éste último puede
dejar de serlo en virtud de la manumisión voluntaria. Por voluntad del amo
puede producirse la extinción de la relación de colonato:
193
a) Cuando aquél ofrece al colono para prestar servicios en el ejército.
b) Cuando lo hace Decurión, en cuyo caso se facilita la liberación de la
condición de cuasi-servidumbre en que se halla el colono, porque el ingreso a
ese cargo beneficia al Estado romano, en cuanto los decuriones responden de
los impuestos que deben abonar los municipios.
c) Lo mismo ocurre cuando el dueño de la tierra permite que el colono
ingrese en el sacerdocio. En las tres hipótesis el colono se transforma en
hombre libre.
También si un colono, con el producto de su trabajo logra comprar la
tierra que explota en calidad de tal, se extingue la relación de colonato.
194
CAPÍTULO XI
SUMARIO: DEL STATUS CIVITATIS Y STATUS FAMILIAE.
CIUDADANOS Y NO CIUDADANOS.- LOS PEREGRJNOS. SUS DIVERSAS
CLASES. — OTORGAMIENTO DEL DERECHO DE CIUDADANÍA A
TODOS LOS SÚBDITOS DEL IMPERIO. — PERSONAS SUI IURIS Y
ALIEN IURIS. — NATURALEZA DE LA FAMILIA ROMANA EN SUS
DIVERSAS ÉPOCAS. — EL PARENTESCO: AGNACIÓN Y COGNACIÓN.
— LA AFINIDAD. — LA PATRIA POTESTAD. — EFECTOS DEL PODER
PATERNO SOBRE LA PERSONA DE SUS HIJOS. — LAS
REALIZACIONES DE ÍNDOLE PATRIMONIAL Y LA PATRIA
POTESTAD. — LOS PECULIOS.
195
Estado. De manera que serán ciudadanos sólo los que pertenezcan a
la ciudad, no los miembros de otras comunidades con las que Roma ha entrado
en contacto a través de sus conquistas territoriales. Estos no serán ciudadanos
romanos sino a medida que se vaya concediendo el derecho de ciudad a esas
regiones, que quedarán así incorporadas a la ciudad con la naturalizaci6n
colectiva de sus habitantes. Sabemos que, en los orígenes, la Civitas estaba
dividida en un total de treinta y cinco tribus: cuatro de ellas urbanas, que
formaban el núcleo de la ciudad propiamente dicha y treinta y una rústicas,
que integraban sus contornos. Lo que está fuera de esos límites no es tierra
romana y los que la habitan no son ciudadanos sino peregrinos; podrán ser
latinos, o simplemente peregrinos, pero a medida que la ciudad se va
extendiendo se le incorporan nuevos territorios de los que hasta entonces
formaban parte del Lacio, cuyos habitantes luego de los tratados celebrados
con los romanos serán también ciudadanos hasta que Roma llega a
identificarse con Italia, formando la más grande de las ciudades hasta entonces
conocidas, cosa que ocurre en el siglo I A.C., cuando los itálicos vencidos
adquieren la ciudadanía y se incorporan a las referidas tribus.
Los derechos inherentes a la ciudadanía, pueden distribuirse en dos
grupos: Los Jura Publica y los Jura Privata. Los primeros comprenden el lus
Suffragii, o derecho de votar en los comicios, sea para la elección de los
magistrados, sea para la sanción de las leyes, sea, en fin para la confirmación o
revocación de las penas más graves impuestas por los magistrados; el lus
Honorum que sería el derecho al desempeño de las magistraturas y que recibe
esa calificación porque a la magistratura se le llamaba Honor; el Jus Militiae, o
sea el derecho de formar parte de las legiones; el lus Sacrorum et
sacerdotorum, es decir, el derecho de participar en el culto de la ciudad y de
desempeñarlos cargos religiosos; el Ius Occupandi agrum publicum o sea el
derecho de participar en los repartos de la tierra pública para disfrutar de ella
mediante el pago de una renta, etcétera.
Dentro de los Jura Privata figura el Ius Connubii o Connubium, o sea, el
derecho de contraer Iustae Nuptiae y como consecuencia adquirir todas las
potestades a que ellas pueden dar lugar: la Manus sobre la mujer y la Patria
Potestas sobre los descendientes naturales o adoptivos; el Ius Commercii o
Commercium, o sea el derecho de transmitir o adquirir la propiedad romana
recurriendo a los modos civiles, y especialmente a la
196
Mancipatio, de manera que en el concepto genérico, amplio, del Ius
Commercium figuraría también la facultad de aparecer como deudor o
acreedor en un contrato, porque para ser parte en el Nexum, o la In Jure
Cessio, es necesario ser ciudadano romano. El Tus Testamenti facti que se
identifica con la capacidad hereditaria activa y pasiva, permite al ciudadano
tener herederos o ser instituido tal o también legatario o nombrado tutor en un
testamento, o aun ser testigo en el mismo. Por último, hay que destacar el Tus
Legis Actionis o derecho de recurrir, en caso de controversia judicial, al
procedimiento de las Acciones de la Ley sólo accesible, en principio, a los
ciudadanos.
Vamos a analizar ahora la situación jurídica de otras personas de
condición inferior a la de los ciudadanos, como son los Latinos. Estos ocupan
una posición inferior a la de los ciudadanos, pero que es, sin embargo, superior
a la de los peregrinos.
El examen de las diversas categorías de latinos ofrece interés, porque no
todos ellos tienen la misma condición jurídica, ni gozan de idénticos derechos.
En primer lugar analizaremos la situación de los latinos Veteres, cuya posición
de privilegio frente a los demás latinos, obedece a su condición de
confederados y a la circunstancia de pertenecer a una misma comunidad
nacional y jurídica, por lo que se les considera como No Ciudadanos de la
misma nacionalidad. Tienen, desde el punto de vista del Tus Privatum, los
mismos derechos que los ciudadanos. Pueden casarse con ciudadanas romanas
y adquirir, en consecuencia la Manus sobre la esposa, la Patria Potestas sobre
los descendientes y ser sujetos de toda clase de relaciones familiares (Tus
Connubii). Gozan, además, del Ius Comercii, sin ninguna clase de
restricciones; pueden adquirir la propiedad romana y tienen el lus Testamenti
Factio, tanto Activa como Pasiva. Tienen, además, el Tus Legis Actionis y el
derecho de presentarse ante el Pretor Urbano solicitando una fórmula. Es sólo
desde el punto de vista del Tus Publicum que se advierten las diferencias entre
los Ciudadanos y los Latini Veteres. No las hay desde el punto del lus
Suffragium ya que los Latini Veteres, encontrándose en Roma aunque sea sólo
accidentalmente, pueden participar de los comicios. Desde el punto de vista
del Ius Honorum, se observa, sí, una notable diferencia con los Ciudadanos, ya
que estos latinos no tienen, en general, acceso a las magistraturas y tampoco
pueden formar parte de las milicias, sino en cuanto adquieren la ciudadanía.
197
Los LATINI COLONIARII, que forman, como se dijo, el segundo
grupo de latinos, son los habitantes de las colonias fundadas por Roma, con
posterioridad al año 268 A.C. Su posición jurídica es algo inferior a la de los
Latino Veteres. Considerada desde el punto de vista del goce de los derechos
privados y de los públicos, observamos que estos Latini Coloniarii gozan del
Tus Commercii, lo que equivale a decir que pueden adquirir la propiedad
romana y transmitirla. Pero no pueden contraer Iustae Nuptiae con ciudadanos
romanos, ni con otros latinos, sino mediante concesión especial, pues carecen
del Connubium. Tampoco pueden ejercer potestad sobre sus descendientes, ni
desempeñar una tutela, ni suceder abintestato a un ciudadano romano; en
cambio, pueden otorgar testamento, pero de acuerdo con su derecho local.
Desde el punto de vista del Derecho Público sólo gozan del Tus Suffragii
cuando se encuentran en Roma pero no del Tus Honorum. Su condición es
entonces inferior a la de los Latinos Veteres.
En cuanto a los Latinos llamados JUNIANOS que, eran en su mayor
parte los libertos a quienes la manumisión no convertía en ciudadanos en razón
de las deficiencias de forma de que la misma hubiera adolecido, se ha dicho
de ellos, tratando de caracterizar su condición jurídica, que vivían como libres
pero morían como esclavos. En efecto, lo mismo que los Latini Coloniarii,
gozaban del Tus Commercii, pero no podían casarse sino de acuerdo con el
Tus Gentium, de manera que carecían del Connubium. Tampoco tenían la
Testamenti Factio Activa, de modo que si tenían un patrimonio, a su
fallecimiento éste volvía por derecho de peculio al manumitente o patrono,
pues aunque llegaran a constituir una familia y sus hijos nacieran libres, no
eran éstos quienes recibían sus bienes, que volvían, como se dijo, al amo. Por
ello se ha dicho que morían como esclavos.
198
incorporadas al Estado Romano, aunque sin atribuirles la calidad de
ciudadanos. Desde este momento los peregrinos serán los súbditos, es decir,
los hombres libres que vivían dentro del mundo romano, sin ser Cives ni
Latini, distinguiéndose así de los Barban, o sea de los que viven fuera del
Estado Romano, que serán ahora, propiamente hablando, los extranjeros. La
condición de los peregrini es la inferior dentro de la masa de los hombres
libres del mundo romano, ya que ocupan en la escala social un peldaño que
está por debajo del de los ciudadanos y los latinos. Se distinguieron dos clases
de peregrinos: los que podríamos llamar Ordinarios o comunes, y los Dediticii.
Los primeros (Peregrini Alicuis civitatis) son los que pertenecen a una
comunidad preexistente a la conquista romana. Los vecinos a quienes Roma
iba conquistando para incorporarlos al mundo romano, eran hasta entonces
súbditos de una ciudad que en lo sucesivo dejaba de ser un Estado propiamente
dicho, por lo que sus habitantes pasaban a ser súbditos de Roma en calidad de
peregrinos.
Estos peregrinos (Alicuius civitatis) son los miembros de las ciudades
vinculadas a Roma por un tratado (Civitates Federatae) que, fuera del derecho
propio de su ciudad, están regidos, en Roma, por elIUS GENTIUM, quedando
sujetos a la jurisdicción del Praetor Peregrinus.
Mas, hay otra categoría de peregrinos que no pertenecen a ninguna
colectividad preexistente a la conquista, sea porque no la han tenido nunca o
porque esa colectividad quedara disuelta como consecuencia de la conquista.
Son los llamados Peregrini Dediticii. El origen de esta categoría se encuentra
en su rendición a discreción a las armas romanas. Así, Gayo los define
diciendo que “son aquellos que, con las armas en la mano, lucharon alguna vez
contra Roma y luego, vencidos, se rindieron”.
En tal caso la colectividad desaparece en absoluto, transformándose sus
súbditos en Peregrinos Dediticios, categoría a la cual se asimila otro grupo de
hombres, que son los libertos que han sufrido durante la esclavitud penas
infamantes. Al transformarse en libres mediante la manumisión, no se hacen
ciudadanos sino Peregrinos Dediticios, o sea que tienen una posición social
completamente inferior dentro de la colectividad, siendo sus derechos tan
reducidos que no pueden siquiera residir en Roma ni dentro de un radio de
cien millas de la ciudad, bajo pena de recaer en esclavitud.
199
OTORGAMIENTO DEL DERECHO DE CIUDADANÍA A
TODOS LOS SÚBDITOS DEL IMPERIO
200
buciones mucho más elevadas que los ciudadanos, de manera que la carga que
se les iba a imponer mediante su inclusión en la ciudadanía, quedaba
ampliamente compensada con aquellas de que iban a ser desgravados; la razón
fiscal invocada no puedo haber sido, pues, la causa decisiva del Edicto. Por
eso se han ensayado otras explicaciones, sosteniendo unos que la finalidad del
Edicto consistió en contribuir a solucionar las dificultades que creaba la
aplicación de regímenes jurídicos distintos a ciudadanos y peregrinos y otros
que su objeto fue el de la unificación de todos los súbditos del Imperio en el
culto de Roma y de su Emperador. Pero lo cierto es que por esa vía se perdió
el instrumento de que disponía el Príncipe para mantener fieles a Roma a todos
los súbditos provinciales, porque conforme a la política de dividir para reinar
(DIVIDE UT IMPERA) manteniéndose la diversidad de situación entre los
súbditos, se fomentaba la rivalidad entre ellos, lográndose así, en definitiva, su
fidelidad a Roma. Pero sea cual fuera su motivo decisivo, lo cierto es que la
extraordinaria medida fue dictada y el EDICTO DE CARACALLA concedió,
como se dijo, la ciudadanía a todos los súbditos libres del Imperio.
STATUS FAMILIAE
201
familiar, el ciudadano que no tuviese ascendientes legítimos masculinos
vivos o que hubiera sido liberado de la potestad paterna mediante un acto
jurídico familiar llamado emancipación. El hombre sui iuris era denominado
pater familias, independiente de que tuviera o no hijos o que fuera o no mayor
de edad. Esta condición sólo se daba en el varón no sometido a la potestad
familiar (MANUS O POTESTAS) y no en la mujer, aunque fuera sin iuris,
porque de acuerdo con un principio típicamente romano “LA MUJER ES
CABEZA Y FIN DE SU PROPIA FAMILIA”.
La persona sometida al poder familiar, cualquiera que fuera su edad o su
sexo, era Alieni iuris, comprendiéndose entre ellas al Filius Familias,
descendiente legítimo o adoptivo de un Pater Familias viviente; a la mujer
sujeta a la Manus de su propio marido o la del Pater bajo cuya potestad éste se
encontrare y la persona IN CAUSA MANCIPI, que era el hombre libre dado
en Noxa por los delitos que pudiera haber cometido o en garantía de las
obligaciones del Paterfamilias de quien dependía. Distinta era la condición
jurídica de los Sin luris y de los Alieni Iuris. Los primeros gozaban de plena
capacidad jurídica, pues como hemos dicho, el hombre libre, ciudadano y sin
iuris era la persona Optimo iure, tenía el goce completo de todos los derechos
públicos y privados. Con razón ha podido afirmar Bonfante que el Derecho
Privado Romano, en la época verdaderamente romana, es el derecho de los
Pater farnilias. El ciudadano sin iuris podía ser titular de las cuatro potestades
clásicas que conoció la legislación romana:
la Patria Potestas o Poder del Pater familias sobre sus hijos y sobre todas
las personas agregadas al grupo familiar por adopción o adrogación; la
Dominica Potestas, poder o dominio que se ejercitaba sobre los esclavos; la
Manus Maritalis o potestad que tenía sobre la esposa y el Mancipium que era
la potestad que se ejercitaba sobre un hombre libre entregado en mora por los
delitos que hubiera cometido o para garantizar el pago de las obligaciones del
pater familias bajo cuya potestad se hallara.
El filius familias se encontraba en Roma en situación distinta al paterno
en el goce de los derechos públicos, en los que había equivalencia si no en lo
relativo a los derechos privados, en los que los Alieni iuris tenían una
capacidad restringida en atención a la situación de dependencia en que se
encontraban respecto al Pater. Así, los filii no podían contraer matrimonio sin
la autorización del jefe de familia y por lo que hacía a su capacidad
patrimonial pasiva, esto es, aptitud legal para obligarse válidamente. En
202
cuanto a la capacidad patrimonial la misma fue modificándose paulatina-
mente, en especial a partir del otorgamiento de los Peculios; en alguna medida,
algunos de ellos vinieron a significar un patrimonio con todos sus atributos.
203
autónoma, de cuño monárquico, investía al pater, magistrado doméstico en
virtud de un derecho propio, de suma autoridad dentro del grupo en el que ni
siquiera el poder estatal pudo penetrar durante mucho tiempo. La magistratura
que detentaba le concedía poderes de supremo juez, y en su ejercicio dictaba
sentencias por las que podía condenar a los integrantes del núcleo familiar con
penas como la exclusión de la domus, la flagelación, la prisión y hasta la
muerte.
Tenía además la familia un patrimonio común al Pater y a sus
descendientes en potestad. Sólo aquel tenía la libre disposición y la admi-
nistración de los bienes familiares. Sus derechos patrimoniales se manifes-
taban también en la amplitud de disposición por causa de muerte, tanto que la
ley decenviral ya prescribía que lo que dispusiera, en su testamento acerca de
sus bienes y sobre la tutela de los suyos, fuera tenido por ley —Uti legassit
super pecunia tutelave suae rei, ita ius esto—. Estos derechos patrimoniales
fueron paulatinamente restringidos en favor del reconocimiento de capacidad
patrimonial a los filii.
Esta organización de la domus perduró por mucho tiempo en el Derecho
Romano y puede decirse que prácticamente llegó, con algunas modificaciones,
a la legislación Justinianea. Estas reformas aprovecharon a la familia natural o
cognaticia, que tuvo su primer reconocimiento en materia de impedimentos
matrimoniales, para más tarde elevar su nivel en la sucesión pretoriana, o sea
en la Bonorum Possesio unde liben, Bonorum Possesio unde legítimi,
Bonorum Possesio unde cognati y Bonorum Possesio unde vic ex uxor, y
especialmente en el régimen sucesorio de las Novelas 118 y 127 de Justiniano,
que le dieron un lugar preponderante dentro del particular derecho familiar
romano.
EL PARENTESCO
204
AGNACIÓN
COGNACIÓN
205
Constituía la familia natural por oposición a la civil o agnaticia. Sin
embargo, de ordinario la Agnación y Cognación se mostraban coincidentes,
toda vez que los hijos nacidos de matrimonio legítimo eran agnados y también
cognados con respecto al padre, siempre que el lazo civil se hubiera extinguido
por emancipación o por haber ingresado por adopción a otra familia. Otras
veces esa coincidencia no se presentaba, como en el caso de la mujer in manu,
que era Agnada con relación a la familia del pater bajo cuya potestad se
encontraba y cognada respecto de los miembros de su anterior familia.
La familia cognaticia tenía como fundamento la unión derivada de la
comunidad de sangre, legitimada por el matrimonio y no por la filiación
extralegítima. La cognación representaba en Roma el linaje y no la comunidad
o domus, como la familia civil o agnaticia que se basaba en la potestas o poder
civil, como nexo aglutinante del núcleo.
El parentesco por cognación podía presentarse en dos formas: en línea
recta o perpendicular o en línea colateral o transversal. El parentesco natural
en línea recta es en el que las personas descienden unas de otras. La línea recta
puede ser ascendente, si se eleva del tronco hacia las generaciones que le han
precedido -abuelo, bisabuelo, etc.-y descendente si baja hacia las personas por
él procreadas y la progenia de éstas -hijo, nietos, etc.- El parentesco natural en
línea colateral es el constituido por las personas que no descienden unas de
otras, sino de un autor o tronco común, como ocurre con los hermanos y los
primos entre sí, y los tíos y sobrinos. En ambas líneas el grado, es decir, la
unidad de medida de la relación de parentesco, se determina haciendo el
cómputo de las generaciones, de conformidad con la regla de que cada
generación representa un grado. En la línea recta ascendente el padre se halla
en primer grado, el abuelo en segundo, etc., en tanto que en la descendente, el
hijo en primero, el nieto en segundo y así sucesivamente. En la línea colateral
se contaba sumando el número de grados desde la persona cuyo parentesco se
quería medir hasta el tronco común y desde allí se descendía al otro pariente.
Así, los hermanos son colaterales en segundo grado, porque ascendiendo al
progenitor común -el padre- hay un grado y descendiendo al hermano otro
más. Los primos hermanos que tienen por ascendiente común al abuelo, son
colaterales en cuarto grado.
206
AFINIDAD
LA PATRIA POTESTAD
207
esposa; la Dominica Potestas, sobre los esclavos y el Mancipium o cuasi
servidumbre de personas libres vendidas al paterfamilias. A tales potestades
debía agregarse, como emanación de su poder, el dominium o señorío absoluto
sobre las cosas.
Durante largo tiempo la potestad sobre las personas y el poder sobre las
cosas fueron considerados de la misma naturaleza y el Derecho Romano los
reconoció y rodeó de garantías. Estos poderes sobre las personas tuvieron
carácter absoluto, tanto que ni la autoridad pública podía intervenir. Frente a
los individuos libres y no libres sujetos a potestad, el señorío del pater le
otorgaba el derecho de vida y muerte (TUS VITAE ET NECTS), el derecho
de exponer (Tus exponendi) y de vender a los hijos (ius Vendendi) y de
entregarlos en Noxa (Tus Noxae dandi) a la víctima del delito por ellos
cometidos, como resarcimiento por los daños que del hecho ilícito derivaran.
A estos poderes irrestrictos se agregaron otros que evidenciaban el
absolutismo del pater en el ejercicio de la jefatura del grupo familiar. Las
personas que constituían la familia no estaban en ella sino por su voluntad.
Responsable de la perpetuidad de la raza frente a los antepasados, ningún
freno legal le ponía trabas en los medios de proveer a ella. Componía la
familia según su parecer, asignando a quien recibía dentro de la domus el lugar
que le placía. Designaba tutor mediante testamento para su hijo impúber o le
instituía un heredero para el caso de que muriese sin haber alcanzado la
pubertad. Tenía derecho a oponerse a que sus hijos contrajeran matrimonio,
negando su consentimiento y podía, igualmente, elegir esposo para sus hijas.
Desde la época Republicana, comenzó a penetrar en el Derecho Romano la
idea de que por amplia que fuese la potestad del pater, ejerciéndose en la
ciudad, no podía escapar siempre a la intervención de ésta. Llegó así un día en
que fue sometida a la apreciación de los Censores la manera como el pater
usaba los poderes inherentes a su potestad. La sucesiva intervención estatal, en
consonancia con nuevas concepciones sociales, fue destruyendo el antiguo
absolutismo del pater y cambiando la fisonomía de la familia romana.
Para los delitos contra la seguridad del Estado o solamente para aquellos
en que estuviere en juego el orden público, la autoridad judicial tuvo una
competencia concurrente con el Juez doméstico. El poder del Estado no podía
ser limitado por el de un simple ciudadano. El culpable era condenado por
sentencia del magistrado a ser separado de su familia.
208
En materia civil, una vetusta prescripción pontifical había prohibido la
venta de las hijas casadas Cum Manu. Las XTI Tablas sancionaban al pater
con la pérdida de la potestas si el hijo había sido objeto de tres ventas
sucesivas. Los emperadores, sobretodo, restringieron la autoridad paterna.
Trajano obligó a un padre que maltrataba a su hijo, a emanciparlo. Adriano
condenó al padre que mató al hijo, a la deportación, reservando sólo a los
jueces la aplicación de penas capitales. Constantino declaró reo de parricidio a
quien mataba a su hijo. A partir de Valentiniano III fue castigada con pena
capital la muerte de los recién nacidos.
Con Justiniano, debido fundamentalmente a la influencia cristiana y en
no poca medida al Helenismo, la patria potestad es reducida a un mesurado
poder de corrección y disciplina. El Derecho Justinianeo sólo permitió la venta
del hijo en caso de extrema necesidad, facultando a éste para recuperar su
libertad mediante oferta al comprador del precio o de otro esclavo. Es abolida
la Noxae Dediticio, y del Tus Vitae et necis sólo queda un mero recuerdo. Ha
llegado el momento en que el principio moral, “La Patria Potestad debe
consistir en la piedad y no en la atrocidad”, ha alcanzado en el Derecho
Romano rango jurídico.
209
adquisición para el pater familias. Empero, cuando en la realización de tales
negocios, el hijo resultaba obligado, el pater era ajeno a tal relación, y las
deudas sólo pesaban sobre aquél con la escasa posibilidad de los acreedores de
hacer efectivo su cobro, por la carencia de patrimonio del filius.
Estos efectos jurídicos de la patria potestad en el aspecto patrimonial
derivados del lus Civile, debieron necesariamente modificarse en vista de
hacer al pater responsable por las deudas de los hijos, así como se beneficiaba
en sus adquisiciones, y a la vez de reconocer a éstos en alguna medida,
capacidad patrimonial.
Los primeros —responsabilidad por las deudas de los filii— se logran
con el Derecho pretoriano aplicando las llamadas Actiones Adiecticias
Qualitatis, ejercitables contra el pater por aquellos que resultaren acreedores
en negocios celebrados con el filius. Lo segundo —incapacidad patrimonial
del hijo de familia—se llega a modificar cuando se afirma en el Derecho
Romano el régimen del peculio, que era cierta masa de bienes sobre los que se
fueron concediendo al filius familias facultades que variaron según las épocas
y sus especies.
LOS PECULIOS
PECULIO PROFECTICIO
210
PECULIO CASTRENSE
211
PECULIO CUASI-CASTRENSE
PECULIO ADVENTICIO
212
del peculio adventicio que, en este caso, se llama Peculium Ordinariu, vel
regulare. Aunque usufructuario y administrador, estaba dispensado por un
privilegio especial de prestar fianza y de dar cuenta de sus gestiones, por lo
menos en lo concerniente a los bienes ingresados en el peculio en virtud de la
innovación hecha por Justiniano.
En determinados casos el padre queda privado de este usufructo y
administración, y entonces se dice que el peculio es Irregulare o
extraordinarium.
Esto tiene lugar:
1. Respecto de los bienes donados o legados a un hijo de familia a
condición de que el padre no tenga a ellos derecho alguno; pero esta condición
no puede ser impuesta respecto a los bienes que constituyen la Legitima del
hijo, en atención a que estos los adquiere ex necesitate legis más bien que en
virtud de una verdadera liberalidad.
2. Respecto a las adquisiciones hechas por el hijo contra la voluntad del
padre y especialmente a las sucesiones aceptadas contra su voluntad.
3. Respecto a los bienes procedentes de la sucesión de un hermano o de
una hermana del hijo a la que es llamado conjuntamente con su padre; la parte
de éste en la sucesión, compensa su derecho al usufructo.
4. El hijo de familia es propietario de los bienes del peculio adventicio,
pero sin que se le repute paterfamilias, en contra de lo que ocurre con el
peculio castrense o cuasi-castrense. Por este motivo, no sólo no puede
disponer de él por testamento sino que ni contratar con su padre en cuanto a
estos bienes, ni disponer de ellos sin el consentimiento de aquél en favor de
otras personas (enajenarlos o hipotecarios). Antiguamente al fallecimiento del
hijo el peculio adventicio volvía al padre, lure Peculii; pero otras
constituciones imperiales le atribuyeron a los descendientes del hijo, y a falta
de posteridad, a sus hermanos o hermanas con preferencia al padre, aunque
reservando a éste el derecho de usufructo.
213
214
CAPÍTULO XII
SUMARIO: DEL MATRIMONIO. SU CONCEPTO. — LA CONVENTIO IN
MANUM MATRIMONI CAUSA. — LOS ESPONSALES. — REQUISITOS
ESENCIALES DEL MATRIMONIO. — LOS IMPEDIMENTOS.
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El matrimonio no se trata de un acto jurídico al que los
contrayentes dieran vida por una declaración de voluntad, sino de una
situación de hecho fundada en la convivencia o cohabitación del
hombre y la mujer, cuyo comienzo no estaba marcado por formalidad
alguna, y en la intención permanente de vivir como marido y mujer, que
los romanos llamaron AFFECTIO MARITALIS. Constaba, pues, el
matrimonio de dos elementos: uno objetivo, representado por la
cohabitación, y otro subjetivo o intencional que se traducía en la
AFFECTIO MARITALIS.
La cohabitación (elemento objetivo) no debe entenderse exclusivamente
en sentido material, sino más bien ético, porque existía aun en el caso que los
esposos no compartieran el mismo hogar y podía contraerse el matrimonio
hasta cuando el marido estuviera ausente, siempre que la mujer entrara en su
casa. La ausencia de la mujer impedía el perfeccionamiento del matrimonio.
La AFFECTIO MARITALIS —elemento subjetivo o intencional— no
importaba un simple consentimiento, puesto que el matrimonio no era un
contrato consensual que generaba obligaciones, sino una relación fáctica
creadora de un Status, el de marido y mujer.
Fue así que los romanos llegaron a acordarme a la Affectio Maritalis
una importancia vital que la hace prevalecer sobre el elemento cohabitación.
Este sentido tiene el aforismo que encontramos en las fuentes: “NO EL
CONCUBITO, SINO EL CONSENTIMIENTO, CONSTITUYE LAS
NUPCIAS”.
Como la celebración del matrimonio en Roma no exigía fórmula
jurídica ni acto simbólico alguno, ni colaboración de un sacerdote o magis-
trado, ni un registro especial, la Affectio Maritalis, elemento esencial y
característico del matrimonio, no podía quedar encerrado en la conciencia de
los cónyuges. Debía salir de lo meramente subjetivo y hacerse conocido de
todos, máxime cuando el matrimonio debía distinguirse de otras uniones,
como el concubinato. La intención marital se demostraba mediante declaración
de los esposos y de los parientes y amigos, pero más propiamente por una
manifestación exterior, llamada HONOR MATRIMONII, que era el modo de
comportarse en sociedad los esposos y, muy especialmente, el trato que le
dispensaba el marido a la mujer, que debía ocupar la posición social de aquél y
la dignidad de esposa.
216
LA CONVENTIO IN MANUM MATRIMONI CAUSA
CONFARREATIO
217
gens motivaba la intervención del Estado, las ceremonias que ella comportaba
parece que al principio no eran requeridas más que si el matrimonio necesitaba
el paso de la mujer de una gens a otra. Por ellas, los vínculos religiosos, entre
la futura esposa y su grupo gentilicio originario, quedaban rotos, y aquella
agregada al culto del nuevo. Asistidos del gran pontífice, y del flamen de
Júpiter, en presencia de diez testigos ciudadanos romanos, los interesados
ofrecían un sacrificio a Júpiter, en el que figuraba un pan de trigo, FARREUS
PANIS, y que acompañaban las preces rituales. La mujer podía desde
entonces ser admitida en la comunidad del agua y el fuego en la casa del
PATERFAMILIAS, bajo la potestad del cual quedaba. Este rito, cada vez
menos practicado después de la disolución de las gentes y la Ley Canuleia, era
exigido todavía bajo el Imperio para que los hijos del matrimonio pudiesen ser
flamines mayores o rey de los sacrificios. El flamen de Júpiter debía también
tener adquirida la Manus sobre la Flaminica por este procedimiento; pero
Tiberio decidió que ella no estaría bajo su potestad más que para los sacra. Por
la CONFARREATIO, la mujer, indisolublemente unida a la domus del marido
y a su culto, no podía ser separada más que por el rito contrario de la
DIFFARREATIO, en condiciones desconocidas.
COEMPTIO. USUS
218
Tablas permite interrumpir el efecto por un alejamiento de la mujer,
durante tres noches consecutivas que no fueran las últimas del año, del
domicilio conyugal; ésta fue la USURPATIO TRINOCTII. La Coemptio y el
Usus eran evidentemente practicados por los plebeyos, que disfrutaban del
COMMERCIUM. No se sabe si, en efecto, los patricios la usaban ya. En
todo caso, las XII Tablas los hicieron comunes a los dos órdenes.
Este modo arcaico de adquirir la potestad marital no sobrevivió al fin de
la época republicana y habría sido el emperador Augusto quien lo abolió
totalmente.
219
marido volver a tomar a su mujer cuando el paterfamilias andaba remiso
en darla en posesión sin justos motivos.
LOS ESPONSALES
220
parientes, los prometidos, que constituyó un impedimento matrimonial;
se prohibió contraer otra promesa de matrimonio, antes de disolver la anterior,
bajo pena de infamia; se autorizó al prometido a perseguir una Actio Iniuriae a
quien ofendiera a su futura esposa y se consideró adúltera a la prometida que
no mantenía su fidelidad.
En la época cristiana se impuso la tendencia a garantizar el cumpli-
miento de los esponsales, como un medio de reaccionar contra el relajamiento
de las costumbres que habían tornado frecuentes los casos de ruptura
injustificada, así como los divorcios. A partir de entonces, se acompañó la
promesa matrimonial con Arras —Arrhae Sponsaliciae— que por aplicación
de los principios generales eran perdidas por la parte que las había dado y no
cumplía los esponsales, en tanto que el prometido que las había recibido e
incumplía el compromiso debía devolver, primero el quadruplum y en el
Derecho Justinianeo el duplum.
En estos mismos tiempos se estableció un régimen especial para los
regalos u obsequios que solían hacerse los prometidos que a partir de
Constantino se configuraron como una donación, sub-modo, sujeta a la
condición de que el matrimonio se celebrara. Si las nupcias no se realizaban
podían ser recobrados, salvo que el prometido que había hecho los presentes
hubiera roto el compromiso por su culpa. Cuando el matrimonio no se
celebraba por muerte de uno de los contrayentes debía restituirse la donación
por entero al sobreviviente o sus herederos, a menos que hubiese mediado el
beso esponsabilicio —ósculo interviniente—, en cuyo supuesto se devolvía la
mitad.
Los esponsales se devolvían por la muerte o Capitis Deminutio máxima
de uno de los prometidos; por haber sobrevenido a su celebración algún
impedimento matrimonial; por el consentimiento mutuo de las partes,
comúnmente llamado Repudium Voluntarium, y por el desistimiento de uno
solo, siendo costumbre en este caso emplear la frase: “No gusto de tu
condición” (conditione tua non utor).
221
Existían además causas particulares que servían de obstáculo al
matrimonio. Estas causas, que generalmente se llaman impedimentos, están
fundadas, ya en el parentesco o afinidad en ciertos grados, ya en ciertas
consideraciones de interés público o privado.
Los requisitos esenciales del matrimonio, son las siguientes:
1. Que le hombre sea púber y la mujer núbil, (viripotens) es
decir, que tengan respectivamente catorce y doce años cumplidos. Sin
embargo, el matrimonio contratado antes de la edad legal es valedero para el
porvenir, si la cohabitación tiene lugar después que el incapaz se ha hecho
púber. Los castrados o eunucos (castrati) no pueden contraer matrimonio por
su absoluta incapacidad para la propagación de la especie. Quedan exceptua-
dos los Spadones, cuya natural impotencia, resultante de un defecto orgánico,
puede muy bien no ser más que temporal y es de comprobación difícil.
2. Ambos contrayentes deben consentir en el matrimonio. Así,
los incapaces de voluntad, tales como los locos o idiotas, no pueden casarse;
pero la locura o idiotez sobrevenida después, no anula el matrimonio
válidamente contraído. El error sobre la persona del cónyuge (error in corpore)
siendo exclusivo del consentimiento, anula el matrimonio de pleno derecho,
mientras que la violencia y el dolo empleados para obtener el consentimiento
de ambos contrayentes o de uno solo, dan únicamente lugar a una acción de
acta de rescisión en ciertos casos, conforme a los principios generales sobre las
obligaciones.
3. Era necesario el consentimiento del padre de familia bajo cuya
potestad se hallara un futuro esposo. Este consentimiento, que puede ser tácito,
debe preceder al matrimonio; sin embargo, la ratificación posterior le hace
valedero en el porvenir. Si el padre de familia se hallaba en estado de
demencia o idiotismo, o hacia tres años cuando menos, que estuviera cautivo o
ausente, de modo que su existencia fuera incierta, su consentimiento no era
necesario. En caso de negativa injusta, el padre podía ser obligado por el
magistrado a dar su consentimiento para el matrimonio de los hijos y a
dotarlos.
Es necesario hacer distinción en el caso que un nieto se halle bajo la
potestad del abuelo. Si a la muerte de éste, el nieto ha de pasar a ser SUI
IURIS, basta el consentimiento del abuelo; pero si al fallecimiento del abuelo
el nieto debiera pasar a la potestad del padre, sería necesario el consentimiento
de éste. Esta decisión está basada en que los hijos que han
222
de nacer del matrimonio del nieto, pueden eventualmente hallarse bajo la
potestad del padre y llegar a ser herederos suyos (sui heredes) y es principio
admitido que nadie puede tener herederos contra su voluntad: (nemini invito
suus heres adnacitur).
La nieta dependiente de la potestad de su abuelo no necesita sino del
consentimiento del jefe de su familia; el de su padre (hijo del abuelo) jamás es
necesario, pues que los hijos que han de nacer del futuro matrimonio, no han
de caer nunca bajo su potestad. En efecto, formarán parte de la familia del
marido y no de la del padre de la mujer; así pues, éste, no está expuesto a tener
herederos que no sean de su agrado.
El joven emancipado de la patria potestad no necesita del consenti-
miento de otro; pero la mujer soltera sui iuris, si es menor de veinticinco años,
debe obtener el consentimiento de su padre y a falta de éste, el de sus parientes
más próximos.
Ninguno de los futuros esposos debe tener un compromiso anterior o
estar ligado por unión precedente, pues la poligamia estaba prohibida.
LOS IMPEDIMENTOS
223
1. Era prohibido el matrimonio de los parientes en línea directa, entre
sus descendientes naturales o adoptivos y entre los afines, cualquiera que fuere
su grado.
El padre no puede desposarse con la hija habida fuera de matrimonio,
aunque legalmente la paternidad sea incierta. El parentesco resultante de la
adopción, impide también el matrimonio en línea directa, aunque el adoptado
haya salido ya de la familia del adoptante.
2. Es prohibido el matrimonio entre colaterales.
a) Entre hermanos carnales, consanguíneos o uterinos y entre los afines
en el mismo grado (cuñado y cuñada).
b) Entre el que o la que desciende inmediatamente de un autor común y
todos los descendientes de sus hermanos y hermanas, sea cual fuere el grado;
los tíos y tías considerados como parientes inmediatos de sus sobrinos y
sobrinas y de los descendientes de estos (respectus parentelae). El emperador
Claudio autorizó el casamiento con su sobrina, dando él mismo el ejemplo al
casarse con Agripina hija de su hermano Germánico; pero la distinción entre
una sobrina nacida de un hermano y la nacida de una hermana, como no tenía
ningún fundamento racional, desapareció por leyes posteriores. Constantino
prohibió también, bajo pena capital, el casamiento entre tío y sobrina.
El parentesco adoptivo constituye también obstáculo al matrimonio en
línea colateral, en los mismos grados que el parentesco natural; pero a
diferencia de lo que ocurre para con la línea directa, el impedimento cesa
cuando se rompe el lazo de adopción. En consideración al impedimento que
proviene de la adopción, uno de los textos de las instituciones dice que si un
suegro quiere adoptar a su yerno o a su nuera, debe comenzar por emancipar a
su hijo o a su hija. En efecto, faltando la emancipación, la adopción daría
como resultado el considerar a los esposos como hermanos adoptivos, puesto
que formarían parte de la misma familia.
Es prohibido también el matrimonio por causas de honestidad pública,
en los casos en que no hay afinidad propiamente dicha, sino una cuasi afinidad
(quasi afinitas). Así, por ejemplo no puede el hombre casarse con la hija de la
que fue su mujer, procreada después del divorcio, aunque propiamente
hablando, ésta no es hijastra de aquél. Igualmente, el hijo no puede casarse ni
con la prometida ni con la concubina de su padre, ni el padre puede casarse
tampoco con la prometida de su hijo, aunque los
224
esponsales y el concubinato no crean afinidad propiamente dicha. Final-
mente, está prohibido también el matrimonio entre padrino y ahijada, porque
según una Constitución de Justiniano, existe entre ellos una especie de
parentesco espiritual.
El matrimonio es prohibido también por consideraciones de interés
general o privado.
Entre el tutor o curador y la antigua pupila o adulta a menos que el
padre no la haya desposado con él o expresado el deseo de semejante unión en
su testamento, o que se haya obtenido dispensa del Emperador.
Esta prohibición, fundada en el temor de que pudiera buscarse por
semejante medio el sustraerse a la rendición de cuentas de la tutela o curatoria,
es igualmente aplicable al hijo del tutor o curador como heredero suyo que es,
en atención a que está igualmente sometido a dicha rendición de cuentas. Las
contravenciones de esta regla que tiene su origen en un Senatus Consultus del
tiempo de Marco Aurelio, llevan consigo la infamia y un castigo
extraordinario, independientemente de la nulidad del matrimonio; pero la
infamia y la pena no atañen a la pupila, puesto que la ley supone que ha sido
engañada. Este impedimento cesa cuando se han rendido las cuentas de la
tutela o curatela, es decir, cuando la pupila tiene veintiséis años cumplidos.
Entre el que ejerce un cargo público en una provincia y la mujer nacida
y domiciliada en ella, por temor o en previsión de un abuso de confianza. Sin
embargo, el matrimonio contraído a pesar de esta prohibición se hacía
valedero para el porvenir, si continuaba la cohabitación acompañada del
Affectus maritalis después que ha cesado en sus funciones el marido.
También estaba prohibido el matrimonio:
1. Entre raptor y la persona robada, con objeto de impedir los raptos.
2. Entre la mujer adúltera y su cómplice, con análogo objeto.
3. Entre judíos y cristianos, bajo las penas acordadas contra el adulterio.
4. Entre ciudadanos y bárbaros o gentiles bajo pena capital.
La Ley Julia y Pappia Poppoea establecían además otras prohibiciones
basadas en la diferencia de condición. Así es que prohibía:
1. A los senadores y sus hijos, contraer matrimonio con libertas,
actrices, hijas de actores o de actrices y mujeres de mala vida.
225
2. A las hijas de Senadores, casarse con libertos, actores, e hijos de éstos
o de actrices.
3. A los ingenuos, casarse con mujeres de mala vida.
Estas prohibiciones fueron aumentadas por Constantino, que prohibió a
los Senadores, bajo pena de infamia, casarse con personas abyectas, es decir,
entre otras, las criadas de posada, las que se habían dedicado al comercio al
menudeo, y las hijas de libertos, posaderos, gladiadores o individuos que
comerciaran con la prostitución. Deseando Justiniano casarse con Teodora,
antigua artista del circo, obtuvo de su tío Justino una Constitución según la
cual quedaba purificada cualquier actriz desde el momento que abandonara la
profesión, pudiendo ya casarse aun con los más altos dignatarios del Estado.
Finalmente, proclamado Justiniano, Emperador, abolió por completo las
prohibiciones relativas a todas las personas reputadas como abyectas, de suerte
que, en el Derecho nuevo, la diferencia de condición no constituye obstáculo
para el matrimonio.
226
CAPÍTULO XIII
SUMARIO: DEL RÉGIMEN ECONÓMICO EN EL
MATRIMONIO. CARÁCTER HISTÓRICO DE LA DOTE.— CONCEPTO
DE LA DOTE.— SUS CLASES.- MODO DE CONSTITUIR LA DOTE.—
DERECHOS DEL MARIDO SOBRE LOS BIENES DOTALES DURANTE
EL MATRIMONIO.— DE LA RESTITUCIÓN DE LA DOTE.— ACCIONES
DOTALES.— REGLAS PARA LA DEVOLUCIÓN DE LA DOTE.—
REFORMAS EN LA LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO.— BIENES
PARAFERNALES.— DONATIO PROPTER NUPTIAS. DONATIO
INTERVIRUS ET UXOREM.
227
especialmente de la obligación del marido de restituir la dote en caso de
disolución del matrimonio.
Presupuesto fundamental de la dote era un matrimonio civilmente
válido. Antes del matrimonio se constituía bajo la condición de que éste se
celebrara, de suerte que el marido se hacía propietario cuando tenían lugar las
nupcias; o bien se constituía puramente y el marido se hacía dueño inmediato
de ella, pero corresponde al constituyente una CONDICTIO, para el caso de
que el matrimonio no llegara a formalizarse.
CONCEPTO DE LA DOTE
SUS CLASES
228
mujer puede igualmente constituir en dote toda su fortuna, que en este
caso solamente comprende los bienes que resultan, hecha deducción de las
deudas. Pero la constitución de una dote no produce jamás una herencia
universal; en este caso el marido no está obligado personalmente a las deudas
de la mujer.
229
de la dote, el marido tiene el derecho de administrar los bienes dotales, de
percibir todos sus frutos y emplearlos, sin estar obligado a dar cuenta de su
administración o de prestar caución. Adquiere igualmente las acciones y todo
lo que remplaza a la dote; asimismo le pertenece todo lo que adquieren los
esclavos comprendidos en la dote, y la transmite a sus herederos. Además
tiene el derecho de reivindicar los bienes dotales de todo poseedor, aun de la
mujer, y la ley le da con este motivo la acción de reivindicación y la Acción
Publicana. En fin, puede enajenar los muebles dotales, aun sin el
consentimiento de la mujer, disponer de ellos en favor de un tercero, gastar el
dinero dotal, denunciar y guardar los créditos dotales, sin necesidad de que la
mujer haga cesión de ellos. En cuanto a los inmuebles, le está prohibida toda
enajenación voluntaria, aun cuando la mujer consintiese en ella, y de
consiguiente no puede darlos en hipoteca; exceptúase un caso, a saber: cuando
se ha tasado el fundo venditionis causa; el marido puede entonces enajenarla.
Puede la mujer repetir contra la enajenación de un fundo dotal hecha por el
marido, cuando la ley se lo prohíbe, desde el momento en que ella misma o sus
herederos tienen el derecho de pedir la restitución de la dote como nula y de
ningún efecto; puede también reivindicar el fundo, pero ni el marido ni sus
herederos tienen este derecho cuando quieren convertirlo en su propio interés,
y principalmente cuando, disuelto el matrimonio, adquieren la dote; pero el
marido, cuando lo exige el interés de la mujer, está autorizado para repetir
contra la enajenación que él ha hecho de la dote, porque de otro modo no
podría restituirla. En fin, si la misma mujer llegase a heredar del marido, no
podría repetir contra la enajenación ilegal, sino en tanto que la herencia del
marido no bastase para satisfacer su dote.
En el matrimonio libre, en el que no había sujeción a la Manus
Maritalis, como el caso anterior, dado que la mujer seguía perteneciendo a la
familia paterna, se producía una separación de bienes. De esta manera, si era
Alieni Iuris las adquisiciones realizadas durante el matrimonio se hacían
propiedad de su paterfamilias y si tenía la calidad de Sui luris era propietaria
de todos sus bienes y de los que adquiriera durante las Nupcias, con amplio
poder de disposición.
230
DE LA RESTITUCIÓN DE LA DOTE
Disuelto el matrimonio, cesan los derechos del marido sobre la dote, que
debe restituir.
Si el matrimonio se disuelve por la muerte de la mujer, el padre o el
abuelo paterno tiene el derecho de reclamar la restitución de la DOTE
PROFECTICIA que han constituido. Esta regla tiene no obstante una
excepción: cuando se ha convenido, al tiempo de constituir la dote, que el
marido la retenga aun después del fallecimiento de su mujer. La DOTE
ADVENTICIA se transmite a los herederos de la mujer, a no ser que la
persona que la ha constituido hubiese estipulado su restitución.
Si se disuelve el matrimonio en vida de la mujer, recobra la dote, de
cualquier género que sea, excepto cuando el tercero que la constituye estipula
que le sea restituida, o cuando la mujer la ha consumido.
Existen algunos casos, principalmente cuando el marido cae en la
indigencia, en que la restitución de la dote debe ya haberse verificado durante
el matrimonio; en los demás casos el marido es libre de restituirla durante el
matrimonio.
La naturaleza del objeto dado en dote es el primer punto que hay que
examinar para resolver la cuestión relativa a lo que debe restituirse como dote.
Si la dote consiste en una suma de dinero o en cantidades, el marido
debe restituir, disuelto el matrimonio, una suma igual de dinero o cantidades
de la misma calidad, puesto que durante el matrimonio eran estas cosas de su
cuenta y riesgo.
Si se han constituido en dote otras cosas, muebles o inmuebles, es
menester distinguir: si se han tasado VENDITIONIS CAUSA, se presume que
le ha sido vendida la dote, al no haberse estipulado expresamente otra cosa. Es,
pues, responsable de ella durante el matrimonio; pero disuelto éste, tiene la
elección, o de volver la misma cosa IN SPECIE, o de dar su equivalente en
dinero.
Pero si los bienes dotales le han sido entregados sin tasación, o por lo
menos si no han sido estimados VENDITIONIS CAUSA, los derechos y las
obligaciones son las siguientes: debe restituir las mismas cosas dotales IN
SPECIE; es responsable del dolo y de la culpa, y debe emplear en ellos el
mismo cuidado que en sus propios negocios (diligentia quam in suis rebus);
231
no es responsable del daño fortuito. En el caso en que hubiese enajenado
legítimamente los bienes dotales, debe restituir su valor.
Está obligado a restituirla cosa principal con todas las accesiones que ha
adquirido.
ACCIONES DOTALES
232
inmediatamente después de la disolución del matrimonio, pero no podía
condenarse al marido sino en cuanto sus facultades lo permitieran. Según la
disposición de Justiniano, los inmuebles dotales deben restituirse inme-
diatamente, de no mediar estipulación en contrario. En cuanto a los muebles, a
los cuales pertenecen igualmente las cantidades, es menester examinar si dan
un interés determinado que ha de prestar un tercero, o si los ha empleado el
marido para sus propios negocios o su industria. En el primer caso, los
intereses del año en que cesa el matrimonio deben repartirse
proporcionalmente al tiempo entre el marido y la mujer o sus herederos; en el
segundo caso, no la restituye sino después del año transcurrido. El marido o
sus herederos que no restituyen la dote en el plazo fijado, pagan un interés de
cuatro por ciento.
233
REFORMAS EN LA LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO
234
BIENES PARAFERNALES
235
hijos. Si moría la mujer, la donación quedaba sometida a una relación
semejante, relativamente al marido y a los hijos.
Justiniano permitió que la donación se efectuara después de
celebrado el matrimonio y la configura como una DONATIO PROPTER
NUPTIAS, independiente de las demás donaciones, para las que
continúa rigiendo la prohibición. Para asegurar una reserva en favor de
la mujer, después de disueltas las nupcias, la donación PROPTER
NUP1’IAS ofreció el carácter de una contra-dote y estuvo sometida a
las normas reguladoras de la dote. Las garantías que aseguraban la
pretensión de las mujeres a la dote, se extendieron ala donación Propter
Nuptias, especialmente la prohibición de enajenar inmuebles y la
hipoteca general sobre los bienes del marido, aunque sin privilegio
alguno de rango.
236
Con el Derecho Justinianeo se mantiene la corriente iniciada por
la jurisprudencia y tampoco se tiene por nulas, aunque subsista el
matrimonio, las donaciones hechas en caso de deportación o destierro.
237
238
CAPÍTULO XIV
SUMARIO: DE LA DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO Y LAS UNIONES
IRREGULARES. — CAUSAS QUE EXTINGUEN EL VÍNCULO
MATRIMONIAL. — EL DIVORCIO.- LAS SEGUNDAS NUPCIAS.- EL
CONCUBINATO Y DEMÁS UNIONES IRREGULARES.
Disuélvese el matrimonio:
1. Por el fallecimiento de uno de los cónyuges.
2. Por Capitis Deminutio según las consideraciones siguientes:
a) La Capitis Demmutio Máxima de uno de los cónyuges (pérdida de la
libertad) disuelve el matrimonio cuando la cautividad no la rompía
inmediatamente. No da al otro consorte causa legítima de divorcio mientras
que no haya incertidumbre sobre la existencia del cautivo; pero cuando esta
existencia se ha hecho incierta y han transcurrido cinco años desde la
cautividad el otro consorte puede divorciarse impunemente.
b) La Capitis Deminutio Media (pérdida de la ciudadanía), anulaba
siempre antiguamente el matrimonio civil, puesto que el Iustum Matrimonium
no podía existir sino entre ciudadanos romanos. En el Derecho de Justiniano,
la pérdida de ciudadanía dejaba subsistente el matrimonio, a menos que el otro
consorte no manifestara su voluntad en contrario.
c) La Capitis Deminutio Mínima, deja subsistente el matrimonio, a
menos que no cree entre los consortes un parentesco civil que constituiría
obstáculo si se tratara de contraérle; por ejemplo, si un suegro adoptara al
yerno, sin haber emancipado antes a la hija.
239
3. Por el divorcio, que puede tener lugar mediante el mutuo consenti-
miento de los cónyuges (divortium facere, bona gratia disedere) o por la
voluntad de uno solo (repudium mittere).
EL DIVORCIO
240
Ley Julia. Probablemente quiso hacer obligatoria una declaración escrita
firmada por siete testigos.
La pureza de las costumbres romanas hizo que por mucho tiempo los
divorcios fueran poco frecuentes y que causaran general reprobación si no
tenían una causa justificada. No le estaba permitido a la mujer, dado su estado
de dependencia a la Patria Potestas o Manus, divorciarse de su mando,
obstáculo que fue eliminado al finalizar la época Republicana. La expansión
de Roma produjo un relajamiento de las costumbres y ello fue causa
determinante del auge de los divorcios. Los divorcios aumentaron
extraordinariamente, y se dice que se cambiaba de mujer como de traje, y los
lechos nupciales se removían como los bancos del mercado.
En tiempo de los emperadores cristianos se abrió paso una legislación
hostil al divorcio, que no llega, empero, a negar validez al mismo. Se comenzó
por distinguir entre el divorcio por mutuo consentimiento y aquel que surgía
por decisión unilateral, respetándose el primero y limitándose el segundo, que
era castigado si no mediaban justas causas.
Justiniano, ordenando numerosas disposiciones limitativas del divorcio
establecidas por los emperadores cristianos, distinguió cuatro tipos:
1. El Divorcio por mutuo consentimiento (COMMUNI CONSENSU).
2. El repudio o divorcio unilateral por culpa del otro cónyuge.
3. El divorcio unilateral sine causa.
4. El divortium bona gratia.
El primero —el divorcio por mutuo consentimiento— era plenamente
lícito. El segundo tipo —el divorcio unilateral por culpa del otro cónyuge—
era licito si se daban las siguientes iusta causae: conjura contra el emperador;
adulterio de la mujer o malas costumbres de la misma; alejamiento de la casa
del marido; insidias al otro cónyuge; falsa acusación de adulterio por parte del
marido, y comercio frente de éste con otra mujer, dentro o fuera de la casa
conyugal.
El tercero —el divorcio sine causa— no era lícito y por tanto traía
aparejado castigo para el cónyuge que lo provocara, sin que por ello fuera
inválido. La cuarta figura de divorcio -bona gratia- que se fundaba en una
causa no imputable a ninguno de los esposos, era licito en caso de impotencia
incurable, por existir votos de castidad y si se hubiera producido cautividad de
guerra.
Las penas para el divorcio realizado sin justa causa y las que
241
aplicaban a la parte culpable en los divorcios lícitos fueron, según la
legislación Justinianea, el retiro forzado en un convento y la pérdida de la dote
y de la donación nupcial o de la cuarta parte de los bienes cuando éstas no se
hubieran constituido. Tales sanciones trajeron una fuerte reacción contra
Justiniano por lo que su sucesor Justino II suavizó las penas que acarreaba el
divorcio, que dispuso el sistema por mutuo consentimiento.
242
mujeres tachadas de infamia, sin violar las disposiciones de la Lex julia de
Adulteriis de la época de Augusto. Las leyes matrimoniales de este emperador,
al prohibir a las clases elevadas el matrimonio con aquellas personas vinieron
a permitir, al menos tácitamente el concubinato, que se hizo corriente en el
Imperio. No fue mirado como unión inmoral o contraria a las buenas
costumbres y emperadores como Antonino Pio y Marco Aurelio tuvieron
concubinas.
Con el advenimiento del Cristianismo se opera una reacción contra este
tipo de unión y Constantino declaró nulos las donaciones y legados efectuados
a la concubina y a sus hijos. Con el fin de estimular que las parejas de
concubinos se unieran en matrimonio este emperador creó la legitimación por
subsiguiente matrimonio, medio por el cual el hijo alcanzaba la calidad de
legítimo y se sometía a la potestad paterna ingresando en la familia de su
padre.
Justiniano siguió otro procedimiento para suprimir en el concubinato lo
que de contrario a la moral pudiera encerrar. Lo asemejó al matrimonio
considerándolo como una especie del mismo aunque de rango inferior.
Dispuso que el concubinato no fuera admitido con mujeres ingenuas y
respetables, prohibiendo además que un hombre soltero tuviera varias
concubinas. La mujer debía tener, al igual que para contraer matrimonio, una
edad mínima de doce años y la concubina de un hombre no podía serlo de su
hijo o de su nieto, reputándose su infidelidad como adulterio, igual que la
mujer casada. Una liberta que fuera concubina de su patrón no podía
abandonarlo sin su consentimiento; si lo hacía, no estaba autorizada a celebrar
matrimonio y, tal vez, ni siquiera volver a una nueva relación concubinaria.
Por fin, Justiniano reconoció en las Novelas la sucesión abintestato a favor de
la concubina.
Otras clases de Uniones Irregulares tenemos como el caso de Stuprum
en la relación sexual con mujer honesta y de condición social honrada,
mientras que el Contubernium era una unión simple de hecho, ajena a todas las
consecuencias jurídicas, pues se originaba entre esclavos o entre una persona
libre y otra esclava.
243
244
CAPÍTULO XV
SUMARIO: DE LA LEGITIMACIÓN. DE LA ADOPCIÓN. EXTINCIÓN DE
LA PATRIA POTESTAD. — FORMAS LEGALES DE LEGITIMAR:
POR SUBSIGUIENTE MATRIMONIO; POR OBLACIÓN A LA CURIA
POR RESCRIPTIO IMPERIAL. — FUNDAMENTOS DE LA ADOPCIÓN.
— CLASES DE ADOPCIÓN. — LA ARROGACIÓN. — LA DATIO IN
ADOPTIONEM. — REQUISITOS ESENCIALES DE LA ADOPCIÓN. —
MODO DE EXTINGUIRSE EL PODER PATERNO. — LA
EMANCIPACIÓN.
DE LA LEGITIMACIÓN
245
FORMAS LEGALES DE LEGITIMAR
246
es indispensable. De todos modos, el rescripto y el testamento por si solos no
pueden efectuar la legitimación.
247
CLASES DE ADOPCIÓN
LA ARROGACIÓN
248
El efecto fundamental de la arrogación era colocar al Pater arrogado en
la posición de filius familia del Arrogante, con las implicancias que tal Capitis
Deminutio Mínima acarreaba en orden a las relaciones políticas, sociales,
familiares y, en especial, patrimoniales. En efecto, el patrimonio del Arrogado
se transmitía íntegramente al Arrogante, operándose una verdadera sucesión
Universalis Inter vivos. Esta adquisición en bloque de los bienes del Arrogado
hacía necesario evitar los peligros que semejante transmisión podía acarrear
para los terceros data de los comienzos del período Imperial, cuando se
prohíbe la Arrogación hasta después del pago de las deudas del Arrogado,
salvo compromiso formal del Arrogante. Además el Pretor, en caso de que el
Arrogante no respondiera ala acción por las deudas anteriores a la arrogación,
permitió la venta en bloque de sus bienes (BONORUM VENDITIO), en la
medida de las aportaciones del arrogado y de las adquisiciones posteriores
realizadas por su intermedio.
Antonino el Piadoso, exigió, tratándose de la Arrogación de los
impúberes, que el Arrogante prometiese, bajo caución, restituir el patrimonio
del Arrogado a sus herederos, si moría impúber. Llegado a la pubertad, podía
el Arrogado rescindir la Arrogación y recuperar sus bienes de emancipación o
desheredación se produjera sin causa justificada, el Arrogado tenía derecho no
sólo a la restitución de su patrimonio y de todo lo que hubiera adquirido para
el Arrogante sino también a heredarla cuarta parte de los bienes del Arrogante
-QUARTA ANTONINA o QUARTA DIVINII
LA DATIO IN ADOPTIONEM
249
adoptante intentaba una In lure Cessio, consistente en un proceso
fingido, en el cual el pater familias adoptante presentándose al magistrado (IN
IURE) simulaba reivindicar del antiguo pater su derecho de patria potestad.
Para dar en adopción una hija o un nieto, supuestos no contemplados en
la Ley de las XII Tablas, era bastante una sola Mancipatio paterna, la que no
iba seguida de una manumisión por parte del comprador, sino del propio acto
de adopción.
El objeto primitivo de la Adopción implicaba que sólo un pater familias
podía adoptar, no las mujeres ya que no tenían derecho a ejercer la Patria
Potestad. Su forma jurídica no requería ninguna otra condición. Sólo
tardíamente, y con el propósito de imitar a la naturaleza, se exigió del
adoptante una edad superior a la del adoptado y se prohibió adoptar a los
castrados. De esta manera, célibes e impotentes podían procurarse una
descendencia. Las mujeres, por una Constitución de Diocleciano, pudieron
adoptar para consolarse de los hijos perdidos. En rigor, era sólo una imagen de
verdadera adopción, porque ni la mujer podía adquirir la patria potestad, ni el
hijo hacerse agnado suyo.
La adopción antigua, inspirada en los principios que caracterizaban a la
familia agnaticia, hacía que el adoptado saliera de su núcleo originario y
pasara a la potestas del adoptante, con los derechos de agnación, nombre,
religión y tribu de la familia en la que era recibido. Llegaba a ser heredero
suyo (HEREDES SUIS), si era adoptado como hijo, o de uno de sus
descendientes, si entraba en la domus como nieto. Con respecto a los
miembros de su familia natural mantenía los lazos del parentesco por
cognación.
Las costumbres imperantes en la época clásica y la influencia siempre
creciente de la familia natural o cognaticia, fueron modificando los caracteres
de la primitiva adopción. Así, la pertenencia a una tribu, el estado de ingenuo
o de liberto, la modificación del nombre, se tornaron efectos independientes de
la adopción, tendiendo la jurisprudencia imperial a imponer la norma de que el
adoptante fuera mayor que el adoptado.
La reforma sustancial que se venia preparando desde la época imperial
en materia de adopción acaba por plasmarse con el Derecho Justinianeo que
innova en lo que hace al procedimiento para adoptar, a las condiciones
requeridas para la adopción y a sus efectos jurídicos.
250
La Adoptio del Derecho Justinianeo se verificaba por un procedimiento
más sencillo que el de derecho antiguo, ya que sólo requería que el adoptante
se presentara junto con el paterfamilias y su filius, ante el magistrado de su
domicilio, el que, ante la declaración concorde de los tres sujetos
intervinientes, declaraba la adopción. Se podía adoptar atribuyendo al
adoptado la calidad de hijo, de sobrino o de nieto, lo cual tenía importancia
para el adoptado, en especial, para sus derechos sucesorios.
251
adoptado (plena pubertate eum praecedere) regla basada en que la adopción es
una imitación de la naturaleza.
3. El adoptado debe consentir en la adopción. En caso de arrogación, el
consentimiento debe ser expreso; pero si se trata de una adopción propiamente
dicha basta que el adoptado no manifieste su voluntad en contra. He aquí por
qué no pueden ser arrogados los menores de siete años, en tanto que pueden
ser dados en adopción.
4. Cuando se adopta a uno en calidad de nieto, como nacido realmente
de un hijo del adoptante, es de absoluta necesidad el consentimiento de dicho
hijo, a fin de que no se vea expuesto a tener un heredero contra su voluntad:
(ne es invito suus heres adgnascatur). No sucede lo propio cuando se adopta a
uno en calidad de nieto en general (quasi ex incerto filio), sin asimilarle a un
hijo determinado, porque el indicado motivo no existe en este caso. Tampoco
es necesario el consentimiento del padre, cuando el abuelo da a su nieto en
adopción.
5. Finalmente la adopción no puede tener lugar por un tiempo
determinado, en atención a que seria violarla máxima de que ella imita a la
naturaleza. Sin embargo, el adoptante puede emancipar al adoptado o darle
nuevamente en adopción; pero está prohibido adoptarle de nuevo, para
impedir que haga de la adopción un juego.
252
tad del Pater se extinguía si aceptaba trasladar al hijo a otra familia por
adopción y a las hijas por la Conventio in Manu.
LA EMANCIPACIÓN
253
tratos; si habiendo entrado el filius impúber bajo su potestad por arroga-
ción, la solicitara al alcanzarla pubertad, y cuando la emancipación del hijo
figuraba como condición en un legado otorgado a su favor.
El efecto inmediato de la emancipación era convertir al filius familias en sui
iuris, esto es, en persona libre de potestad. Le producía pues una Capitis
Deminutio mínima que en el supuesto tenía por consecuencia hacer perder al
hijo sus antiguos lazos de agnación con su anterior familia por agnación. En
orden a las relaciones patrimoniales, el emancipado adquiría plena capacidad
jurídica, por lo que podía ser titular de un patrimonio propio. En cuanto al
peculio adventicio, cuya propiedad también adquiría, se le reconocía al padre
la mitad del usufructo, como premio por la emancipación, que tenía carácter
irrevocable. Sólo podía quedar sin efecto cuando el hijo fuera culpable de
ofensa, injurias o malos tratos inferidos a su padre.
254
CAPÍTULO XVI
SUMARIO: DE LA TUTELA Y CURATELA. CONCEPTO Y
CARACTERES ESENCIALES DE LA TUTELA.— CLASES DE
TUTELA.— TESTAMENTARIA, LEGÍTIMA Y DATIVA.— LEX
ATILIA.— LEYES JULIA ET TITIA.— EL INVENTARIO Y LA
FIANZA.— LA NEGOTIORUM GESTIO.- LA AUTORITAS
INTERPOSITIO.— RESTRICCIONES IMPUESTAS A LAS FACULTADES
DEL TUTOR.— MODOS DE EXTINGUIESE LA TUTELA.— ACCIONES
CORRESPONDIENTES A LA TUTELA.— TUTELA PERPETUA DE LA
MUJER.— LA CURATELA DE LOS INCAPACES.— DIFERENCIA DE LA
TUTELA.— ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO DEL INCAPAZ.—
CURATELA DE LOS INCAPACES ADULTOS.— NOMBRAMIENTO DE
CURADORES.— MODOS DE EXTINGUIESE LA CURATELA.
DE LA TUTELA. CONCEPTO
255
ut Serviu definit, vis ac potestas in capite libero ad tuendum cum, qui
propter actatem suam spote se defendere nequit, jure civile data acpermissa).
La definición de este jurisconsulto es errónea según ciertos autores por
cuanto de los términos Vis Ac Potestas surge la idea de que la tutela entrañaría
una potestad. Ello es inadmisible si se tiene en cuenta que el Derecho Romano
sólo conoció cuatro potestades clásicas: Patria Potestas, Dominica Potestas,
Manus y Mancipium. Por otra parte, si la Tutela se daba a las personas
sometidas al poder del Tutor son justamente los sujetos libres de potestad —in
capite libero—. Además, la forma de Servio Sulpicio es incompleta, pues sólo
alude a la Tutela por razón de edad -qui propter actatem suam-, es decir, la
tutela de los impúberes.
256
republicano, la Tutela va perdiendo su primitivo carácter y se la concibe
como un deber y una carga impuesta en interés fundamental del incapaz. Si
bien el tutor ocupaba un cargo privado, el Estado ejercía una función de
contralor que cada día se hacía más intensa. En la época post clásica la Tutela
constituyó un oficio oneroso, a la vez que una carga pública.
257
El nombramiento de Tutor sin el cumplimiento de las formas pres-
criptas, o a un hijo emancipado, es nulo, según el rigor de los principios. Sin
embargo, en consideración al presunto cariño del padre hacia sus hijos, el
nombramiento producía sus efectos si era confirmado por el magistrado. Podía
también serlo SINE INQUISITIONE, es decir, sin información previa para
asegurarse de que la elección del padre era conforme a los intereses del hijo.
Como la madre no tiene patria potestad, no puede nombrar tutor a sus
hijos. Sin embargo, si les designa uno instituyéndoles herederos, el
nombramiento surte sus efectos después de la confirmación; pero como la
elección de la madre no inspira tanta confianza como la del padre, el
magistrado no puede confirmarla sin previa información (inquisitio). Igual
acontece cuando un extraño (otro que no es ascendiente) nombra un tutor al
niño a quien instituye heredero, si este posee otros bienes que no procedan de
la misma sucesión.
El tutor testamentario puede ser nombrado por un término o bajo
condición. Si se imponen muchas condiciones al mismo tiempo, no se toma en
cuenta más que la última, según la presunta voluntad del testador. No puede
nombrarse tutor para una cosa determinada, debe serlo por igual para todos los
asuntos del pupilo: Tutor personae, non causae vel rei datur.
No puede nombrarse como tutor a indeterminada persona, porque este
nombramiento sería perjudicial a los intereses del pupilo.
El tutor testamentario que rechaza la tutela, pierde las ventajas que el
testamento contenga en favor suyo, quedando hasta los legados hechos a sus
hijos sin efecto, si hubieran sido hechos por consideración al padre (in
honorem patris).
TUTELA LEGÍTIMA
258
Justiniano, después de haber abolido los privilegios de la agnación y
admitido a los cognados a heredar en la misma categoría que los agnados,
estatuyó que la tutela perteneciera a todos los parientes en el orden y grado en
que fueran llamados para la sucesión ab intestato. En general, las mujeres no
eran llamadas a desempeñar la tutela, que estaba considerada como cargo viril;
pero ya en el antiguo derecho habían autorizado algunos rescriptos
excepciones por privilegio y bajo ciertas condiciones, especialmente en favor
de los ascendientes. Justiniano permitió ala madre y abuela del pupilo
administrar la tutela con preferencia a los parientes colaterales, bajo las
siguientes condiciones: 1) Prometer por acta pública (intergesta) no contraer
segundas nupcias; 2) Renunciar al beneficio del Senatus-Consultos Veleiano.
En caso de nuevo matrimonio, la madre o la abuela perdían la tutela; y aun
antes de casarse, tenía la obligación de nombrar nuevo tutor y dar cuenta de su
administración. Si contravenía estas reglas incurría en diversas penas y
quedaban hipotecados todos los bienes de su nuevo marido además de los
suyos propios, en garantía de las obligaciones resultantes de la tutela que había
administrado. Era necesaria la renuncia a las ventajas del Senatus-Consultos
Veleiano, a fin de que la tutora quedara obligada en nombre del hijo aún
menor, puesto que éste por carecer de voluntad propia, no podía intervenir en
ningún acto jurídico. Por otra parte, el tutor no puede contratar directamente
en nombre del pupilo, porque es necesario que exista el lazo de potestad entre
dos personas, para que la una pueda adquirir a favor de la otra Per liberam
personam nihil adquiri potest.
El tutor debe, pues, obligarse personalmente, quedándole el derecho de
hacerse indemnizar más adelante; pero como el Senatus-Consultos Veleiano
prohibía a las mujeres interceder, es decir, tomar a su cargo obligaciones de
otros, y les acordaba excepción contra las acciones procedentes de
compromisos contraídos contra esta prohibición, el interés del pupilo exigía
que la ascendiente tutora renunciara al beneficio del Senatus Consultos. A
falta de esa renuncia los terceros habrían rehusado contratar con ella y el
pupilo se habría hallado indefenso.
TUTELA DATIVA
259
aquélla cuya delación provenía del magistrado, se impuso en Roma cuando el
régimen de la institución fue objeto de una intensa intervención legislativa que
tomó la función privada del tutor en una carga pública —manus publicum—.
Si el impúber carecía de tutor, tenía derecho a pedir que el magistrado le
nombre uno, y estaban especialmente obligadas a pedir tal nombramiento la
madre y la abuela del pupilo, cuando no querían encargarse de la tutela; así
como sus más próximos herederos abintestato, bajo pena de perder el derecho
a la sucesión de aquél, a no ser que tengan que alegar alguna excusa particular.
EL INVENTARIO Y LA FIANZA
260
rio respecto a dichos bienes. El tutor que sin haber sido dispensado de
ello no forma el inventario, puede ser eliminado de la tutela por sospechoso.
Incurre al propio tiempo en la pena de indemnización por el perjuicio que su
dolo o falta haya ocasionado al pupilo. En caso de dolo, la indemnización
puede ser valuada mediante juramento de persona interesada (iusiurandum in
litem) y el tutor incurre en infamia.
En general, el tutor está obligado a dar caución por medio de un fiador,
como garantía de la conservación de los bienes del pupilo. El que no llena esta
obligación, puede ser embargado en sus bienes o eliminado de la tutela, y si
hubiere habido dolo, incurre en infamia. Finalmente, las gestiones hechas
antes de la caución no son obligatorias para el pupilo.
Sin embargo hay dispensa de caución en los siguientes casos:
a) En favor de los tutores testamentarios. La elección del padre de
familia parece suficiente garantía de capacidad y probidad.
b) En favor de los tutores dativos nombrados por información
(inquisitio), porque ésta da lugar a presumir que el magistrado ha elegido
personas probas y capaces.
Sin embargo, cuando el magistrado encargado de exigir fianza ha
omitido esta formalidad o aceptado una insolvente, el pupilo tiene acción
subsidiaria contra él y sus herederos en reparación del perjuicio que le haya
ocasionado esta negligencia. Esta acción no es válida contra los magistrados
superiores encargados de nombrar los tutores, sino solo contra los encargados
de recibir las fianzas.
Cuando se ha hecho el inventario y la fianza ha sido prestada, el tutor
debe principiar a administrar inmediatamente, so pena de ser responsable de
los perjuicios que la demora pudiera ocasionar, porque el primer deber del
tutor es no dejar al pupilo indefenso.
En el Derecho de Justiniano, el tutor, antes de entrar en funciones está
obligado a prestar juramento de cumplir bien y fielmente su cometido.
LA NEGOTIORUM GESTIO
261
administración de los negocios del pupilo como si fueran propios de su
representante. No se trataba de cooperar o asistir al incapaz en sus negocios
jurídicos, sino’ de celebrarlos sin siquiera la necesidad de su presencia, y de
ahí que los efectos del acto se fijaban en cabeza del tutor. Este era quien se
constituía en propietario, acreedor o deudor, por virtud de los principios de la
representación indirecta que aceptaba el Derecho Romano.
Al finalizar las relaciones derivadas de la tutela, el tutor estaba obligado
a transmitir al pupilo los derechos que hubiera adquirido como consecuencia
de la Gestio, fueran reales o creditorios. Al mismo tiempo podía exigir que se
le desobligara de las relaciones creditorias de carácter pasivo. Definitivamente
los derechos tanto activos como pasivos se fijaban en cabeza del incapaz.
LA AUTORITAS INTERPOSITIO
Los negocios jurídicos del infantia maior, es decir, del impúber con
incapacidad relativa de obrar, por los que éste contraía obligaciones o
transmitía o gravaba derechos, eran eficaces solamente cuando se hubiera
celebrado con la Auctoritas Tutoris. La Auctoritas era el acto por el cual el
tutor con su presencia prestaba al pupilo asentimiento para la realización del
negocio jurídico de que se tratara, convirtiéndolo de imperfecto e ineficaz —
dada la incapacidad del impúber—, en negocio dotado de plena validez
jurídica. Con la Auctoritas el tutor complementaba la deficiente capacidad del
pupilo, lo capacitaba para actuar “por sí”.
No siempre es necesaria la autorización del tutor, sino cuando el pupilo
quiere enajenar o contraer obligación; obrando solo, puede mejorar su
condición, es decir efectuar actos que le son ventajosos y que no envuelven
enajenación ni obligación; por ejemplo, estipular sin prometer o aceptar una
mera liberalidad; pero no puede aceptar una herencia sin la autorización del
tutor, porque el heredero aceptante se somete a la obligación de pagar las
deudas del finado, así como los legados y fideicomisos. Cuando el pupilo hace
un contrato sinalagmático sin autorización del tutor, no es obligatorio sino
para la parte contraria, la cual no tiene acción para obligar al pupilo a la
ejecución.
En general, la autorización del tutor sirve para dar validez a los actos del
pupilo, a excepción de aquéllos para los que les está reconocida absoluta
262
incapacidad, tales como matrimonio y testamento; pero la autorización no
impide al pupilo hacerse restituir por completo en caso de perjuicio.
263
riormente mencionados, fue nula IPSO JURE. Sin embargo, puede ser
ratificada expresa o tácitamente por el pupilo a su mayor edad. Hay
ratificación tácita siempre que no reclame durante los cinco años que siguen a
su mayor edad, por lo que respecta a las enajenaciones a título oneroso; y en
los 10 años inter presentes o 20 inter absentes respecto a las donaciones.
264
exigida ninguna alegación de causa. Por iguales motivos, podía ser removido
de la tutela cuando incurría en malversación del patrimonio del pupilo,
mediante una reclamación penal extraordinaria llamada ACCUSATIO
SUSPECTI TUTORIS, que por tener el carácter de una acción popular,
era ejercitable por cualquier persona deseosa de defender los intereses del
pupilo.
El tutor legítimo, al alcanzar el oficio en razón de su parentesco con el
pupilo, no podía ser removido de la tutela, ni le era permitido renunciar ala
misma. Si hubiera perjudicado con su gestión el patrimonio del incapaz se
daba, al terminar la tutela, una acción penal por el doble del daño causado. La
ACTIO RATIONIBUS DISTRAHENDIS, similar a la acción del Hurto.
Desde la sanción de la Ley Atilia aparece una nueva acción, la ACTIO
TUTELAE INFAMANTE y con fórmula Ex Fide Bona. Servía esta acción
para exigir de todo tutor una responsabilidad por su gestión dañosa, incluso sin
intención dolosa y por falta de diligencia.
La Actio Tutelae, en principio, sólo podía dirigirse contra el tutor que
había actuado negligentemente, pero no contra el que no había llegado a
actuar. El emperador Marco Aurelio la extendió como Actio Utilis para exigir
la responsabilidad por la inhibición del tutor. Por su lado, el tutor disponía de
la Actio Tutelae Contraria para exigir del pupilo una indemnización por los
gastos que la tutela le hubiere originado durante su ejercicio.
La primitiva ACTIO RATIONIBUS DISTRAHENDIS contra el tutor
legítimo y la Accusatio Suspecti Tutoris para destituir al testamentario,
debieron continuar durante la época clásica circunscriptas a los supuestos
originarios. No obstante, el magistrado podía decretar una prohibición de
administrar la tutela a cualquier tutor que pudiera, según su arbitrio, suponer
un peligro para el patrimonio del pupilo, aun sin haber incurrido en actos
dolosos. Justiniano extendió todos estos recursos contra el tutor,
distinguiendo una remoción infamante, por dolo, y una simple remoción por
negligencia.
265
institución tuvo su razón de ser en el antiguo Derecho, y en parte también en el
período clásico, dado que las mujeres carecían de capacidad negocial. Con la
progresiva independización de la mujer en la vida social fue menguando la
importancia de este género de tutela, lo que hace que en el Derecho Posclásico
sólo subsistan débiles vestigios de la misma hasta que al final de este período
acaba por desaparecer.
Las causas de delación de la tutela mulierum fueron las mismas que las
de la tutela de los impúberes. Podía ser deferida por testamento por quien
ejercía la patria potestad o la manus sobre la mujer. A falta de testamento,
competía a los agnados y a los gentiles, o al manumisor y a sus hijos. En
cuanto a la Tutela Dativa se regía también por las disposiciones de las leyes
Julia Et Titia y Atilia, sancionadas en relación ala tutela impuberum.
Las funciones del tutor, debido a que la mujer sólo tenia una incapa-
cidad relativa de obrar, se reducían a la interposición de la Auctoritas para dar
validez a determinados actos de trascendencia patrimonial como enajenar las
Res Mancipi, Manumitir esclavos, obligarse, hacer Acceptilatio de sus
créditos, designar herederos por testamento y constituir dote, en suma, actos
que traían aparejados una disminución de orden patrimonial. En ningún caso el
tutor actuaba por Gestio y la Auctoritas debía prestarla siempre en presencia
de la pupila.
El ocaso de esta figura de tutela comienza con la costumbre de que,
tanto el padre como eventualmente el marido Cum Manu, al nombrar tutor en
el testamento, dejaran a las mujeres el derecho de designar ellas mismas uno a
su gusto -tutor optivus-. En la República tardía se ideó otro medio para evitar
la tutela (tutelae evitandae causa) cuando la pupila no estaba autorizada por
testamento para elegir tutor. La mujer se sometía mediante Coemptio a una
persona de su confianza, quien la manumitía inmediatamente pasando a ser su
patrono, con lo que se convertía en tutor legítimo, con la denominación de
tutor fiduciarius.
La tutela de la mujer experimenta su más fuerte quebranto con la
sanción de la Ley Julia et Papia Poppaea que creó el lus Liberorum, que
declaraba libre de tutela a la mujer ingenua que tuviera tres hijos y a la madre
manumitida con cuatro. Después de suprimir el emperador Claudio la tutela de
los agnados, la tutela mulierum conservó una relativa importancia respecto de
la liberta y de la emancipada, hasta producirse su total desaparición en el siglo
IV o V, por lo que no aparece en el Código Teodosiano ni en el Corpus Iuris
Justinianeo.
266
LA CURATELA DE LOS INCAPACES
DIFERENCIA DE LA TUTELA
267
general y permanente de incapacidad, como ocurría con los impúberes y
las mujeres sin iuris; en tanto que la curatela aparecía cuando mediaba una
causa particular a accidental que hacía incapaz a una persona que hasta
entonces había gozado de plena capacidad de obrar, como ocurría en los casos
del demente y del pródigo. Empero esta nota diferencial tampoco es valedera
cuando se trata de la curatela del menor púber.
En suma, habrían sido circunstancias de orden histórico las que
determinaron la dualidad de estos institutos jurídicos. La tutela y la curatela,
aunque similares en muchos aspectos, deben ser consideradas separadamente.
La tutela por su origen, se pareció a la Patria Potestad, pero su fin meramente
tuitivo, en interés del incapaz, acabó por hacer del tutor un administrador
semejante al curador. Por ello Justiniano tendió decididamente a equiparar una
y otra institución del derecho de familia.
268
aptitud jurídica para realizar negocios plenamente eficaces. En una civili-
zación ya madura, con mayores exigencias y complicaciones, la edad de
catorce años puede parecer demasiado prematura para otorgar ala persona total
capacidad negocial. Los romanos lo sintieron así prontamente pero su apego a
la tradición les vedó elevar esta edad límite. Consciente de que la
inexperiencia de los jóvenes podía conducirlos a realizar actos jurídicos
contrarios a sus intereses patrimoniales, procuró el Derecho Romano otorgar
protección al menor púber por distintos medios.
Una Lex Plaetoria o Laetoria de Circunscriptiones adolescentium de
alrededor del año 191 A.C. marca el punto de partida de las medidas adoptadas
por la legislación romana en salvaguarda de los intereses patrimoniales del
menor púber. Concedía la ley a las personas que no hubieran cumplido los
veinticinco años, una acción especial, la Actio Legis Plaetoriae, que se podía
ejercitar contra todo aquel que fraudulentamente hubiera conseguido un
provecho, por efecto de la inexperiencia del menor (Circunscriptio Minorum).
Esta acción, que tenía carácter popular condenaba al autor del fraude con la
nota de Infamia.
A este remedio único concedido por la Ley, el pretor le añadió una
Excepción, la Exceptio Legis Plaetoriae, contra las reclamaciones de los que
habían efectuado tales negocios con un menor, y un In Integrum Restitutio,
que se otorgaba discrecionalmente y no tan sólo en los casos de fraude. Estos
tres remedios (Actio, Exceptio, In Integrum Restitutio) traían aparejados serios
inconvenientes para el menor, pues aniquilaban o menguaban consi-
derablemente su crédito al resultar que persona alguna que se aventurase a
realizar negocios con él.
Para evitarlos problemas de estas posibles alegaciones rescisorias, se
introdujo la práctica de que el menor púber actuara en todo negocio asistido de
un Curador (CURATOR MINORIS).
Al final del siglo III los emperadores otorgaron frecuentemente la Venia
Aetatis a los veinte años al hombre ya los dieciocho a la mujer, lo cual
extinguía la curatela permanente, y no se podía recurrir a la restitución por
entero.
NOMBRAMIENTO DE CURADORES
269
(cura furiosi) podía ser legítima —a favor del agnado próximo— o de
nombramiento por el magistrado que podía seguir las indicaciones dejadas por
el padre en el testamento, sin que ello supusiera la existencia de una propia
curatela testamentaria.
El nombramiento, que tenía carácter optativo, podía solicitar al
Pretor y en las Provincias al Gobernador. Una Constitución del
emperador Marco Aurelio convirtió a la Curatela del menor púber (cura
minorum) en Institución legal de características similares a la tutela del
Impúber, con los que tendieron a equipararse en el período posclásico.
En el Derecho Justinianeo el Curator Minoris pasó a ser un
administrador permanente y no optativo, por lo que el menor púber podía
contar con su asistencia en todos los supuestos. Cuando no era el Curador el
que concluía los negocios en representación del pupilo, sino del menor mismo,
aquél le prestaba su cooperación como ocurría con el tutor cuando operaba con
la Auctoritas, muchas normas más que se relacionaban con la tutela
impuberum se aplicaron a la Cura Minorum, a la par que se afirmaba el
principio de que la plena capacidad de obrar se alcanzaba a los veinticinco
años.
La acción naciente de esta particular figura de la curatela fue la Actio
Negotiorum Gestorum a la que Justiniano calificó como Utilis, cuando no la
llamó Iudicium Curationis o Utilis Curationis causae actio, y a la que se le
imprimió un régimen similar a la Actio Tutelae.
270
Cuando ha terminado la curatela, puede ser obligado el curador o sus
herederos a rendir cuentas, por medio de una Acción útil de gestión de
asuntos, así como también ellos tienen una acción contraria para ser
indemnizados en el caso opuesto.
271
272
CAPÍTULO XVII
SUMARIO: DE LAS PERSONAS JURÍDICAS. NATURALEZADE LA
PERSONALIDAD JURÍDICA. — NACIMIENTO DE LA PERSONALIDAD
JURÍDICA. — DE LOS DERECHOS Y DEBERES DE LAS PERSONAS
JURÍDICAS. — EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS ACERCA DE LOS
PATRIMONIOS COMUNES Y DE LAS PERSONAS JURÍDICAS. — EL
FISCUS IMPERIAL Y SUS PRIVILEGIOS. — OTRAS CORPORACIONES
JURÍDICAS ADMITIDAS EN ROMA. — SU ORGANIZACIÓN; SUS
DERECHOS Y DEBERES. — ASOCIACIONES Y FUNDACIONES.
273
nente que sólo puede alcanzarse cumplidamente por los sujetos no humanos de
que ahora vamos a ocuparnos, hace patente la necesidad de estas entidades y
explica la variedad con que se nos presentan.
Es por eso que el ser humano, la persona física, no es ni ha podido ser
nunca el único titular de derechos y obligaciones, ni el destinatario exclusivo
de las normas jurídicas. El imperativo de tutelar, fuera de los intereses
individuales, otros objetivos, que exceden los límites de la vida y las fuerzas
del hombre, ha provocado, como lo señala Juan Iglesias en su obra “Derecho
Romano”, la necesidad de dar forma jurídica a organizaciones humanas
(colectividades de individuos o masas de bienes) que imprimen al patrimonio
un sentido social, asegurando su estabilidad y continuidad a través del tiempo;
y el medio a que el ordenamiento jurídico ha recurrido para lograrlo consistió,
precisamente, en reconocer como sujetos de derecho, a la par que a los
hombres o personas “físicas”, a dichas organizaciones que podríamos calificar
de personas “no humanas” o aun “incorpóreas”, para adoptar desde ya una
terminología que creemos la más adecuada entre las muchas que se han
propuesto para designar a estos sujetos de derecho que no son hombres.
Se ha hablado, en efecto, de personas civiles, o morales, o ficticias,
aunque la denominación más generalizada parece ser la de “personas
jurídicas”, que en el Derecho moderno se aplica a las “organizaciones de
individuos” o “masas de bienes” a que el ordenamiento jurídico para asegurar
el logro de fines humanos generales y permanentes, que exceden las
posibilidades de la vida o del esfuerzo de los individuos, obrando
aisladamente, dota de capacidad jurídica, considerándolas como sujetos de
derecho, al reconocerles aptitud para adquirir derechos y contraer obliga-
ciones.
En sentido análogo nos dice Arangio Ruiz que “se llama Persona
Jurídica (y también cuerpo o ente moral) a todo ente diverso del hombre, a
quien el ordenamiento jurídico reconozca la capacidad de derechos y obliga-
ciones”.
Mas, debemos aclarar desde ya, que la expresión “persona jurídica” es
extraña a las fuentes romanas, donde los términos que se emplean con más
frecuencia son los de “collegium”, “corpus”, “universitas”, “sodalitas”,
«societas” y “ordo”, siendo los dos primeros los más usados y sirviendo el
último para indicar la “personalidad jurídica” de la asociación.
Pero la verdad es que todas estas expresiones ofrecen indudablemen-
274
te, inconvenientes. Unas por no corresponder exactamente a la
verdadera naturaleza de estos sujetos y otras por no ser omnicompresivas, es
decir, por no abarcar a todos los posibles sujetos de derecho no humanos. Por
de pronto, la calificación de “personas morales”, que muchos les atribuyen,
resulta desde todo punto de vista inadecuada por la sencilla razón de que no es
precisamente en la órbita de las relaciones de esa índole que se desarrolla la
vida de estas entidades, sino precisamente en la de las “relaciones jurídicas”.
Nada tienen, en cambio, que hacer en el ámbito de la moral, la que sólo se
refiere a las normas, que gobiernan la conducta humana y no la actividad de
esos entes, que no son hombres. Por ello se descarta por inadecuada esa
denominación. La de “personas jurídicas”, que es una de las más difundidas,
tiene también sus inconvenientes, en razón de que al calificar de esa manera
exclusivamente a las asociaciones de personas o a las masas de bienes
afectados a un fin determinado, parecería que el individuo, el hombre, no lo
fuera, cuando en rigor tal calificación “persona jurídica” conviene tanto a
aquélla como a éste, pues desde el punto de vista del Derecho, el hombre, lo
mismo que la asociación o fundación, no es “sujeto de derechos” sino en tanto
y cuanto se le reconoce como tal, como lo prueba la circunstancia de que en la
historia de la humanidad —y esta afirmación la hemos visto comprobada con
relación al Derecho Romano— haya habido seres humanos que no obstante ser
personas, no eran reconocidos como sujetos de derecho, según ocurrió con los
esclavos, a quienes se consideró sólo como “objetos de derecho”. También
resulta inadecuada la calificación de “personas civiles”, en razón de que tal
civil es el sujeto de derecho “humano” — el hombre— como los “no
humanos”; ambos están regidos principalmente por el “Ius Civile”.
En cuanto a la expresión “personas ficticias” debe rechazarse por cuanto
se embandera “ab initio” en una de las teorías —la de la ficción— que
pretenden explicar la naturaleza jurídica de esas entidades.
Tampoco traducen de una manera exacta de la naturaleza de los entes
que nos ocupan las calificaciones que encontramos en las fuentes romanas. La
expresión “societas” resulta insuficiente para abarcar a todos los tipos posibles
de sujetos de derecho no humanos, aparte de que la “societas” no era, en
Roma, sino por excepción como en el caso de las “societates publicanorum” o
sociedades de recaudadores de los impuestos y concesionarios de los servicios
públicos, personas jurídicas; las demás, en
275
general, no lo eran. Tampoco las otras expresiones que se emplean en las
fuentes como las de “collegia”, “corpora”, “ordo”, alcanzan a todos los
“sujetos de derecho no humanos”, escapando por ejemplo a las mismas las
que el derecho posterior, y especialmente el canónico, califica de fundacio-
nes, en Roma “piae Causae”, que tampoco son “collegia” o “corpora”, ya que
se caracterizan precisamente por la ausencia de miembros, por lo que se las
puede llamar, más bien, no corporativas; falta en ellas el elemento humano,
siendo simples patrimonios “personalizados”, es decir reconocidos como
sujetos de derecho por el ordenamiento jurídico. De manera que estas “Piae
Causae” constituidas con fines piadosos o de beneficencia y reconocidas como
sujetos de derecho por el ordenamiento jurídico, no constituyen propiamente
hablando “collegia”.
En cuanto a la expresión “ordo”, tiene el inconveniente de que, como se
dijo, para caracterizar a la persona jurídica sólo se alude a uno de sus aspectos
—la personalidad del ente o asociación— prescindiendo en absoluto de la de
los seres humanos que la integran.
Quizá la expresión más adecuada de las fuentes para calificar a este tipo
de sujetos de derecho sea “Universitas”, empleada como término general para
la personalidad jurídica sólo en el lenguaje de los compiladores justinianeos,
ya que en el de los clásicos únicamente se aludía, con ella, a la colectividad de
los cives o munícipes, correspondiendo por lo demás aclarar que son recién los
comentadores quienes como lo enseña Bonfante crean la locución técnica
“Universitas personarum”, para distinguirla de las otras “Universitates” de
cuño aún más Justinianeo; uno en el derecho de las cosas, la “Universitas
rerum” o “facti”, y otra en el derecho hereditario, la “Universitas iuris”. Pero
además, en estos casos, la expresión “Universitas” se emplea con referencia a
la unidad, más que a la colectividad, que es, como se vio, el sentido clásico del
término.
Veamos ahora cuál es el concepto que sobre los sujetos de derecho “no
humanos” tenían los romanos.
Comenzaremos por advertir que la personalidad jurídica ofrece, en la
Roma antigua, ciertas características que contribuyen a sustraerla a la
comprensión y a la mente del hombre moderno, porque, por una parte, faltaba
en ella la noción de la persona jurídica, y por la otra, el sujeto primario de los
derechos y obligaciones no era el hombre en sí, por su condición de tal, como
ocurre en nuestros días. En efecto, el único sujeto de
276
derecho propiamente tal en el Derecho Romano primitivo es el “pater
familias”, es decir, el individuo que, además de ser libre y ciudadano, disfruta
de independencia familiar, o sea, que es “sui iuris”. Pero lo curioso es que
fuera de este sujeto de derecho, en el ordenamiento jurídico privado primitivo,
no hubo ningún otro.
De ahí que el origen de la noción del “sujeto de derecho no humano”
habría que buscarlo, pues, en otro período histórico y para ello tendremos que
llegar a fines de la época republicana y comienzos de la imperial, en que los
juristas la elaboran a través de la posición que frente al “Tus Privatum” ocupan
los municipios, respecto de los cuales señalan con precisión los juristas
clásicos la diferencia entre las relaciones del cuerpo colectivo y la de sus
miembros. Esto lo desarrollaremos en tópicos posteriores.
277
deben abonar para que la corporación tenga un patrimonio, cuáles son los
derechos y deberes de los miembros, etcétera.
La tercera condición es que persiga un fin lícito, sea éste cultural,
profesional, político, religioso, etc., porque naturalmente el Derecho positivo
no puede admitir que actúe en su seno una entidad que se constituya
precisamente para violarlo.
Es por eso que, ya en las XII Tablas, que contienen las más antiguas
leyes escritas de los romanos, estaba expresamente consignado que se permitía
a los particulares constituir toda clase de asociaciones, con la única condición
de que sus Estatutos no contuvieran nada contrario a las leyes públicas.
Cumplido este requisito, la corporación o asociación existe como tal y como
sujeto de derecho independiente de los miembros que la componen, sin
necesidad de autorización especial por parte del Estado, norma ésta de cuya
exégesis dependerá, en buena parte, la solución del problema que plantea la
naturaleza de estos sujetos de derecho en Roma. Se deja en claro desde ya que
los jurisconsultos romanos no se plantearon ese problema y que las distintas
doctrinas elaboradas en torno al mismo proceden de la dogmática moderna,
razón por la que se sostiene que el Derecho Romano habría aceptado en esta
materia el principio de la realidad de la persona jurídica, por oposición al
llamado de la “ficción”. Claro está que esta afirmación puede parecer un tanto
revolucionaria, sobre todo si se tiene en cuenta que ya desde Savigny, es decir,
hace más de un siglo, se ha venido sosteniendo por los intérpretes del Derecho
Romano que éste adoptó, en lo que se refiere a la esencia y naturaleza de la
persona jurídica, el sistema de la ficción, según el cual las “asociaciones” o
“corporaciones” serían entes ficticios, meras “creaciones del legislador” sin
correspondencia alguna en el mundo de la realidad, por carecer en absoluto de
los atributos de la persona.
Paul Jórs, en su obra “Derecho Privado Romano”, destaca “la teoría de
la ficción atribuida al Derecho Romano no es romana y no se puede sacar de
las fuentes ninguna prueba en su favor y en ningún caso del fragmento de
Florentino pues en él se habla de FUNGITUR, que no es lo mismo que
FINGITUR y esto por si no fuera bastante que el fragmento se tenga
generalmente por interpolado”.
Por eso existen autores que se adhieren a la Tesis de Pacchioni, para
quien cumplidos los requisitos anteriormente señalados, la corporación
278
existe en la realidad de las relaciones sociales, como un ente capaz de querer y
de obrar y, por eso mismo, ella es naturalmente sujeto de derecho
Las corporaciones son, pues, de acuerdo con los principios que regulan
su vida en el Derecho Romano, sujetos de derecho tan reales como los
hombres a quienes se reconoce la condición de tales. La función del Estado
frente a ellos es la misma que cumple con relación al hombre: cuando éste es
libre, ciudadano y “pater familias”, es reconocido como “sujeto de derecho”
por el “ius civile”, y lo mismo ocurre con la corporación. El Estado no la crea,
sino que se limita a reconocer su existencia como sujeto de derecho cuando
ella reúne los requisitos que hicimos referencia. Y aun desde fines de la
República y comienzos del Imperio, cuando se dictan medidas restrictivas
como las contenidas en Senado-Consultos o leyes, como la “Julia de Colegiis”,
la intervención del Estado obedece a simples razones de policía, vinculadas
con la verificación de la licitud de los fines perseguidos por la Asociación.
Por todo esto, pensamos que las corporaciones como “sujetos de
derecho no humanos”, son para el Derecho Romano seres reales, que actúan en
el mundo jurídico, como los hombres, aun cuando no se trate de entidades
corpóreas, sino “abstractas”, cuya existencia no depende, por lo demás, del
Estado, quien no las crea sino que simplemente reconoce su existencia siempre
que su constitución se haya ajustado a los requisitos legales. No son pues, ni
ficciones ni creaciones del Estado.
En rigor, en ninguna de las épocas de la historia del Derecho Romano la
existencia de las corporaciones dependió de la autorización del Estado, quien
procedió respecto de ellas como lo hizo con los individuos, a quienes sólo
reconoció como sujetos de derecho cuando se encontraban en las condiciones
previstas por el ordenamiento jurídico, especialmente en cuanto se refiere al
goce de la libertad y la ciudadanía.
Por eso a los esclavos, no obstante ser personas, se les negó toda
capacidad jurídica y, en consecuencia, la calidad de “sujetos de derechos”.
Lo mismo ocurrió respecto de las asociaciones o corporaciones, cuyo
reconocimiento dependió de la observación de los requisitos legales: concu-
rrencia de tres personas en el momento de su constitución, estatutos y licitud
del fin perseguido. Y cuando llegó el momento en que se consideró necesaria
la intervención del Estado en la vida de las asociaciones, ésta no tuvo la
finalidad de atribuirles el carácter de sujetos de derecho, que
279
tendrían o no según que hubieran cumplido con todos los requisitos
necesarios para serlo o no lo hubieran hecho, sino simplemente la de
verificar la licitud del fin de la asociación. El Estado se reservó, desde
ese momento, y no pudo ser de otro modo, el derecho de intervenir a fin
de fiscalizar silos fines que perseguía la corporación no resultaban
lesivos al interés público. Es lo que ocurrió con la llamada “Lex Julia de
Collegiis”, de la que pasamos a ocupamos.
La política de abstención del Estado frente ala vida de las
corporaciones, cambió fundamentalmente en el último siglo de la
República debido a las circunstancias políticas de la época. Se comprobó
que muchas de las asociaciones aparentemente constituidas con fines
religiosos y como colegios industriales o corporaciones de artesanos,
comenzaron a intervenir activamente en la vida política, complicándose
en las conspiraciones y los fraudes electorales que caracterizaron a esta
época, lo que hizo que el Senado ordenara la disolución de muchos de
ellos en el año 64 A.C. Poco tiempo después (58 A.C.) se sancionó la
Lex Clodia, votada por los comicios a propuesta del tribuno Clodio, con
la cual se restauró, en términos muy amplios, el antiguo principio de la
libertad de asociación consagrado por la Ley de las XII Tablas. Pero
nuevos abusos cometidos por colegios constituidos al amparo de esa
ley, provocaron otras medidas restrictivas como las contenidas en un
nuevo Senado-Consulto del año 56 A.C. y en la Lex Licinia del 55
A.C., con las cuales se reaccionó contra las corporaciones constituidas
por los peores elementos de la ciudadanía romana, erigidos en activos
instrumentos de corrupción electoral hasta que Julio César adoptó
severas penas para quienes la violasen. Esta medida, de carácter
simplemente administrativo, es renovada, según parece, por obra de
Augusto, en virtud de la llamada Lex Julia de Collegiis, probablemente
del año 7 de nuestra era.
Los romanistas no han llegado aún a un acuerdo respecto de la
fecha de esta ley ni del autor del proyecto que le dio origen, no faltando
quienes la identifiquen con las medidas de carácter administrativo
adoptadas por Julio César a las que se acaba de hacer referencia, en
cuyo caso correspondería situarla entre los años 49 y 44 A.C., el último
de los cuales coincide con el de la muerte de aquél. Otros, los más, la
atribuyen a Augusto, y fijan su fecha como lo adelantamos, en el año 7
D.C.
280
DE LOS DERECHOS Y DEBERES DE LAS PERSONAS
JURÍDICAS
281
EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS ACERCA DE LOS
PATRIMONIOS COMUNES Y DE LAS PERSONAS JURÍDICAS
282
Comenzaremos con las corporaciones que, según dijimos fueron creadas
“ad exemplum rei publicae”, es decir, sobre el tipo de municipios cuya
organización reproducen en su estructura interna, ajustándose, lo mismo que
aquéllos a la “lex municipii”, a una “lex collegii” que regula su constitución y
su vida.
Podemos definir a la corporación o asociación como “la colectividad de
hombres que se reúnen en unidad orgánica para el cumplimiento de un fin
licito, de alcance transpersonal, y al que precisamente por ello el ordenamiento
jurídico considera como sujeto de derecho”, reconociéndole (inde-
pendientemente de aquéllos), la aptitud necesaria para adquirir derechos y
contraer obligaciones”.
Ella responde, como lo destaca Henri Capitant, a una necesidad
inherente al hombre, ya que le permite corregir la debilidad de sus fuerzas y la
brevedad de su vida, de manera tal que uniendo su actividad a la de sus
semejantes el hombre multiplica casi al infinito su potencia, creando obras
durables en provecho de la sucesión de las generaciones.
Por último, con las otras dos expresiones que encontramos en las
fuentes para calificar a este tipo especial —asociaciones— de “sujetos de
derecho no humanos” y que son Corpus y Universitas se aludiría al elemento
que podemos llamar “unitario”, de las personas jurídicas, o sea al “ente
abstracto” más que a la pluralidad o colectividad de sus miembros. Esa unidad
no sería el simple producto de la suma de los individuos que integran la
asociación, sino que constituiría en sí una “entidad abstracta”. Ello no
obstante, algunos intérpretes modernos del Derecho Romano, sostienen que
con las expresiones “corpus” y “universitas” aluden los clásicos más bien a la
“colectividad de los miembros” que a una unidad constituida por los mismos,
donde afirman que los textos del Digesto en que se usan esas expresiones,
estarían interpolados, o sea que corresponderían a jurisconsultos de la última
época, es decir del período post-clásico, que los compiladores justinianeos
habrían atribuido a los clásicos, de donde resultaría que el concepto de
corporación o asociación como persona jurídica, es decir, como entidad
distinta e independiente de sus miembros, no sería creación del Derecho
clásico sino producto de la elaboración jurídica posclásica.
Parece resultar de todo lo expuesto que los juristas clásicos, distin-
guieron entre la “colectividad” de individuos obrando como unidad y esto8
283
últimos obrando aisladamente, pero que no habrían llegado a considerar a
aquélla como ente abstracto, persona, lo que recién habrían hecho los juristas
post-clásicos.
Claro está que si las fuentes clásicas nos dicen que lo que se debe a la
corporación no se debe a sus miembros o que éstos no están obligados por las
deudas de la corporación o también que el esclavo manumitido por la
corporación no lo ha sido por sus miembros sino por aquélla, de quien será
liberto, implícitamente se admite la existencia de una entidad distinta de los
miembros y lo único que faltaría es decir de una manera explicita y textual que
son personas. En consecuencia, los textos en que se dice que ellas “personae
vice fungitur” (actúan como personas) o que “loco privatorum habentur”
(ocupan el lugar de los particulares), estarían interpolados en el Digesto
atribuido a Florentino, en que se dice que la herencia hace las veces de persona
(como el municipio, la decuria y la sociedad).
284
provincias senatoriales. Ello debió provocar necesariamente como conse-
cuencia una división de los medios económicos indispensables para la atención
de las respectivas administraciones. Y es así como frente al “aerarium” cuyo
manejo conserva el Senado, y que sigue sujeto al Derecho público confiado a
la administración del Emperador, quien lo cumple según las normas del
Derecho privado y dispone de los respectivos bienes poco menos que
discrecionalmente, considerándolos propiedad suya, aunque se trate de fondos
cuyo destino consiste en sufragar los gastos de la administración imperial.
Pero el progreso y afianzamiento del aparato administrativo imperial y
la progresiva usurpación de atribuciones de toda índole por parte del príncipe,
la distinción entre el “aerarium” y el “fiscus” termina por desaparecer, al ser
absorbido aquél por este último que quedó, en consecuencia, como caja central
del Estado, alimentada con fondos cuyo empleo corresponde exclusivamente
al emperador.
Es así como a partir del Bajo Imperio, ya no se distinguen erario y fisco;
pero surge, en cambio, una nueva distinción entre el “fiscus caesaris” que sería
el tesoro público administrado por el emperador, del “patrimonium caesaris”
que serían los bienes de la Corona, distintos y separados uno y otro de las “res
privata principis” o “res familiares”, que constituyen la fortuna personal y
privada del emperador. Los dos últimos se distinguen porque a la muerte del
Príncipe el “patrimonium caesaris” pasa a quien le sucede en el Imperio según
las normas del Derecho Público, mientras que las “res private principis” se
transmiten a sus herederos por aplicación del Derecho privado.
Sería pues, a partir de este momento, que coincidiría con el imperio de
Diocleciano, que se habría contemplado al “fisco” como un ente con persona-
lidad autónoma, al no considerarse admisible que un mismo sujeto o titular
—el emperador— lo fuera de más de un patrimonio.
Entendemos que el “fisco” no es en la Roma Imperial un “sujeto de
derecho” como lo son los demás del Derecho privado, sino simplemente el
patrimonio del Estado, que administra el emperador, como el “erario” fuera el
del pueblo, administrado por el Senado. En otros términos, la persona jurídica
sería siempre el Estado, en la época republicana corporizado en el “populus”;
y el erario o el fisco los medios económicos de que aquélla dispone para el
cumplimiento de sus fines.
285
OTRAS CORPORACIONES JURÍDICAS ADMITIDAS EN
ROMA. SU ORGANIZACIÓN: SUS DERECHOS Y DEBERES
286
ASOCIACIONES Y FUNDACIONES
287
tían en otorgar a algunos municipios la administración de
arrendamientos y préstamos garantizados para que con el beneficio obtenido
en calidad de alquileres o intereses se emplearan esas rentas en la manutención
de gente humilde. Propietario de los capitales es el emperador y los municipios
son sólo administradores.
En la época de la Roma cristiana, la Iglesia tomará a su cargo la
administración de muchos establecimientos de caridad y socorro para gente
necesitada. Si bien la situación jurídica no resulta muy clara, cabe advertir que
en algunos casos el patrimonio afectado, funcionaba con una cierta
independencia, dándose allí el germen de las fundaciones actuales como
hospicios para ancianos pobres (“gerontocomia”) refugios o casas de descanso
para peregrinos y viajeros (“xenodochia”), asilos para huérfanos
(“orphanctrophia”) casas de expósitos o hijos de padres desconocidos. Así, con
Justiniano, les estará permitido heredar, ser acreedores, contraer obligaciones,
etc., fijando así los elementos con que la doctrina posterior construiría el
concepto de la “fundación independiente”, es decir, la típica y auténtica
fundación.
288
CAPÍTULO XVIII
SUMARIO: COSAS Y DERECHOS REALES. DE LAS COSAS Y SU
DIVISIÓN. CONCEPTO DE LA COSA. — DE LA DIVISIÓN DE LAS
COSAS EN CONSIDERACIÓN ASU NATURALEZA Y
PECULIARIDADES. — LAS COSAS SEGÚN EL DERECHO DE
PROPIEDAD QUE PUEDA TENERSE SOBRE ELLAS.
289
a los jura, o derechos, tanto los reales —con excepción de la propiedad,
no se concebía con abstracción de la cosa que era su objeto— como los
personales.
Esta ampliación, puntualizada por Gayo, es una adaptación al campo
jurídico de la división filosófica de las cosas en Corporalia —quae cerni et
tangi possunt (que pueden verse y tocarse) — e Incorporalia —quae
intelleguntur (que son cencepciones del intelecto) —.
Es probable que tal ampliación haya surgido de la necesidad de incluir
en el concepto de patrimonio, aparte de las cosas corporales —únicas que lo
integraban en los primeros tiempos—, los derechos de crédito y los reales
sobre cosa ajena.
De todos modos, esa distinción no tuvo más trascendencia en la doctrina
romana, que un claro y práctico criterio de limitar a solamente las RES
CORPORALES el ámbito de la posesión, de la tradición y de la usucapión.
Así, pues, todo lo que de aquí en adelante se diga a propósito de la
clasificación de las COSAS se referirá a las corporales.
DERECHOS REALES
290
generación, como propiedad de la familia o más propiamente de su jefe o
pater. Con el Derecho clásico, el patrimonio constituyó un ente o universa-
lidad jurídica tutelada por la ley, que se integraba no sólo ya con las cosas
corpóreas, sino con todos los bienes, créditos, derechos y acciones de que
fuera titular una persona, con deducción de las deudas y cargas que la
gravaren. Comprendía, pues valores positivos, todo lo que actualmente se
llama genéricamente bienes, es decir, las cosas colocadas bajo el dominio del
hombre y los derechos que se pueden ejercer contra determinada persona para
exigirle el cumplimiento de una prestación o el pago de una deuda.
Esta particular concepción romana del patrimonio es extraída de los
jurisconsultos clásicos, y ha sido recogida por las fuentes en numerosos
fragmentos. Tal el pasaje de Paulo que expresa: “Se entiende que son bienes
de cualquiera los que quedan después de deducidas las deudas”. Esta
expresión y la de Ulpiano, que manifestaba que “es dinero ajeno el que
debemos a otro, es dinero propio el que otro nos debe”, prueban acabadamente
que para los romanos el patrimonio era aquello que quedaba una vez
deducidas las deudas.
La consideración del patrimonio como un ente jurídico hizo que los
romanos aceptaran su transmisión por acto inter vivos, como ocurría en los
supuestos de adrogación, legitimación y matrimonio cum manu, cuando la
mujer era sui iuris. También cabía dentro de esta idea la posibilidad de un
patrimonio sin titular, con capacidad para adquirir derechos y contraer
obligaciones, como era el caso de la Hereditas Iacens. Además, estando
compuesto el patrimonio exclusivamente por valores positivos, en Roma podía
haber personas sin patrimonio, cuando sus bienes no alcanzaran a cubrir las
deudas o las cargas que gravaran. Esto sin considerar que, por una particular
organización de la familia romana, por mucho tiempo el filius familias careció
totalmente de patrimonio propio.
Sin embargo, los modernos se apartaron de la concepción romana del
patrimonio, y siguiendo la doctrina de Aubry y Rau, lo consideraron un
atributo de la personalidad, algo inherente a la persona humana, que forma una
unidad abstracta y universal de derecho integrado por todos los bienes y
derechos susceptibles de apreciación pecuniaria y de las cargas que los gravan.
Como consecuencia de esta doctrina no es admitido transmitir el patrimonio
sino por causa de muerte, porque no se concibe persona sin patrimonio,
aunque las deudas y las cargas superen los bienes o derechos.
291
Tampoco puede existir un patrimonio sin la persona de un titular.
Vemos así, que la concepción moderna es opuesta a la concepción de los
romanos.
Es importante destacar que los jurisconsultos romanos no se ocuparon
de formular una definición de los derechos reales, ni los distinguieron de los
derechos de obligaciones. Las fuentes separan tan sólo las acciones reales (in
rem), cuyo tipo es la vindicatio, de las acciones personales (in personam),
como las condictiones. Sin embargo, entendieron que en las últimas el
demandado era siempre el sujeto pasivo de la relación, o sea el Reus
promitenti, debitor o deudor, en tanto en las primeras la acción se dirigía
adversus omnes, es decir, contra cualquier sujeto que desconociese la
existencia del Derecho o afectase su plenitud o libertad.
Los derechos reales, también llamados derechos sobre las cosas (jura in
re) para expresar que su objeto inmediato es una cosa, se presentan, en una
fórmula sintética, como aquellos que crean entre la persona y la cosa un
relación directa e inmediata, de suerte que no cuentan nada más que con dos
elementos: la persona, que es el sujeto activo del derecho y la cosa, objeto del
mismo. Entrañan un poder del titular a la cosa, que tiene carácter de
inmediación porque no requiere la cooperación de otro sujeto para el ejercicio
del poder, al que corresponde un deber general negativo, o sea, el deber de
todos los terceros de abstenerse de impedir, de cualquier manera, el ejercicio
efectivo de dicho poder.
Para caracterizar con mayor precisión los derechos reales, se impone
distinguirlos de las obligaciones, haciendo notar que no han faltado autores
modernos que han pretendido asimilar una y otra categoría de derechos
patrimoniales.
Uno de los rasgos diferenciales más típicos está dado por los distintos
elementos constitutivos de ambos derechos. En los derechos reales, sólo
concurren el sujeto y el objeto (res), en tanto que en los derechos creditorios
existen dos sujetos: el Reus Stipulandi, creditor o acreedor y el Promitendi,
debitor o deudor, que debe procurar al primero el objeto o prestación. El
objeto del derecho real es siempre una cosa y una cosa determinada —de
ordinario corporal—, no una actividad o el resultado de una actividad que
limita la libertad del obligado, como ocurre en el derecho personal.
De la relación inmediata y directa entre el sujeto y la cosa, surgen dos
ventajas o beneficios para el titular, que de ordinario no se presentan en los
derechos de obligaciones. Uno la oponibilidad, y la eficacia del derecho real
292
frente a todos (erga omnes), de donde deriva la persistencia del mismo aun
cuando la cosa deje de estar en posesión del titular, y la posibilidad dada al
sujeto de perseguir la cosa de quienquiera que la haya tomado de hecho en su
poder. El derecho creditorio, en donde el nexo obligatorio une a dos personas,
sólo permite que el acreedor persiga el pago de la deuda del propio obligado.
Otra ventaja de los derechos reales sobre los personales es la “prevalencia” o
“preferencia”. Por su naturaleza el derecho real involucra la exclusividad y la
prelación sobre los concurrentes derechos personales, por lo que puede
hablarse de una jerarquía de poderes, en la cual los que emanan de un derecho
de crédito. En los derechos reales la antigüedad respectiva determina el rango,
cuando son compatibles, como en la hipoteca, o la completa eliminación,
según ocurre para el dominio. Este beneficio no se da en los derechos de
obligaciones, ya que cuando el mismo deudor se obliga con diversos
acreedores, la regla es la igualdad entre éstos, de suerte que en caso de
concurso se dividen a prorrata el valor de los bienes, salvo que existieran
privilegios especiales creados por ley.
Los derechos reales tienden hacia la perpetuidad mientras que los
creditorios son siempre temporales, aun cuando puedan tener larga duración.
El transcurso del tiempo tiene la virtud de hacer adquirir derechos reales, en
tanto es factor de extinción de los derechos personales. En cuanto a la
transmisibilidad el derecho real se transfería con más o menos libertad, en
tanto que el Derecho antiguo cuando las obligaciones eran consideradas como
vínculos estrictamente personales, no podía negociarse ni activa ni
pasivamente.
293
en el derecho honorario, como el Tus In Agro Vectigali, la Enfiteusis, la
superficie y la hipoteca, aunque más propiamente en esta última se habla de
derecho real de garantía.
Las primeras son las cosas tangibles; las segundas, las inmateriales o
impalpables. Tomada la palabra “cosa” en un sentido sinónimo al de objeto de
derecho, decimos que hay, en efecto, derechos cuyo contenido u objeto no es
una porción material de la naturaleza exterior. Tal, por ejemplo, el derecho a
oír a un músico concertista famoso, derecho que surgirá del contrato con él o
de la adquisición de la oportuna localidad teatral.
Pero no fue éste el punto de vista en el que se colocaron algunos juristas
romanos para hacer la distinción. Para ellos cosas incorporales (o quae tangi
non possunt) son los derechos. Gayo cita como ejemplos, junto a los derechos
de crédito, la herencia y el usufructo. La distinción así entendida es bien
criticable: opone los derechos a los objetos, y ni siquiera todos los derechos se
encierran en el concepto de Res Incorporales, ya que por su confusión
materialística con la cosa sobre que recae, se excluye el derecho de propiedad.
Quienes formularon tal clasificación —ajena probablemente a los
grandes juristas clásicos— tuvieron presente qué es lo que forma el contenido
de patrimonio de una persona, de su hacienda propia. En ella, al lado de
objetos materiales, veían una serie de facultades o poderes: derechos. Y del
campo de la filosofía adosaron algunos jurisconsultos a esta partición la
aludida distinción, muy manejada entre los griegos y la que Cicerón se había
referido, diciendo que hay cosas quae sunt y cosas que intelleguntur.
294
deterioro, no pueden ser trasladadas a otro sitio, por ejemplo los edificios
(praedia urbana aedificia).
2) Hay cosas muebles que se consideran, legalmente hablando, como
inmuebles, y son aquellas que, por efecto de la naturaleza o del arte, están de
tal modo adheridas a una cosa inmueble que forman parte de ella —por
ejemplo, el árbol que ha echado raíces en un fundo, los frutos todavía
pendientes, y todo lo que en un edificio está perpetuamente fijo en él—, o que,
por su destino, sirven para el uso perpetuo de una cosa inmueble. Requiérese,
sin embargo, en este último caso que estén realmente ocupadas en el objeto a
que están destinadas, y que no sean separadas de la cosa inmueble; sin esta
condición no podrían considerarse como cosas inmuebles. Las cosas muebles
de esta especie, consideradas en su relación con la cosa inmueble a que
pertenecen se llaman dependencias.
Las primeras son aquellas que para utilizarlas el hombre las consumen.
Es precisamente su consumo o destrucción lo que llena una necesidad
humana: v.g. el vino, el trigo. No consumibles son aquellas cosas que, si bien
el uso determina naturalmente en ellas el inevitable y lento desgaste, el
hombre obtiene de las mismas un provecho sin consumirlas; e incluso una
buena utilización de ellas lleva implícita su conservación: v.g. una cama, una
casa, un carro.
La distinción no tiene un carácter absoluto, sino que depende del
destino querido para la cosa.
295
cantidad, midiéndolas o contándolas. Fueron los comentaristas medievales los
que las empezaron a denominar fungibles y no fungibles a las opuestas. El
tecnicismo moderno tiende a preferir otras expresiones que, como las de cosas
“sustituibles” o “subrogables”, reflejan mejor el alcance de la clasificación.
296
el contrario, es un todo de cosas de diferentes especies, así corporales
como incorporales, y que tomadas juntamente se presentan como formando
todo un patrimonio; v.g. una heredad, un peculio. Esta distinción no está sujeta
a objeción alguna, pero deja de ser exacta cuando se sostiene que la regla
siguiente se aplica en todos los casos a la universalidad de derecho, sin que sea
lo mismo de la universalidad de hecho, es decir, todo lo que se adquiere por
medio de las cosas individuales que componen la universalidad, o en lugar de
las mismas, pertenece a esta universalidad y puede ser reclamado por el que
tiene un derecho sobre ella; esta regla, decimos, no se aplica a la universalidad
del derecho sino cuando ésta es el objeto de una sucesión universal, y no
cuando es el objeto de una sucesión particular.
Una cosa principal (res principalis) es aquella que puede existir para sí
misma y por sí misma; todo aquello que pertenece a una cosa principal o que
está adherida a ella es una cosa accesoria (res accesoriae). A las cosas
accesorias pertenecen lo que el Derecho Romano entiende por Causa Rei y los
gastos que se han hecho en una cosa (impensae in rem collatae).
Entiéndase en el Derecho Romano por Causa Rei omnis causa todo
aquello que tiene derecho de exigir del demandado el que reivindica la cosa
principal, particularmente lo que hubiera poseído, si su adversario no hubiera
repetido la cosa. A esta categoría pertenecen las acciones y los frutos de la
cosa.
Todo lo que esté unido exteriormente a una cosa, sea corporal o
incorporal, y tan adherido a ella, sea por las fuerzas naturales o por la voluntad
humana, que deba ser considerado como parte y dependencia de la cosa, se
llama accesión. Las pertenencias de una cosa son una especie de accesión,
entendiéndose principalmente por ellas aquellas cosas que están ligadas a otra
con la intención de hacerlas servir a su uso perpetuo. La ley o la voluntad del
hombre dan a una cosa la cualidad de pertenencia, que no cesa sino por una
separación completa de la cosa a la cual sirve. Por lo demás, los muebles, así
como los inmuebles, pueden tener pertenencias, y las de estos últimos pueden
ser a su vez cosas muebles, inmuebles o incorporales.
No debe perderse de vista el principio general siguiente sobre las
297
pertenencias: toda disposición de la cosa principal afecta también a la
accesoria (Accesio cedit principali), al no haberse estipulado expresamente lo
contrario.
298
Ateniéndonos al sentido del principio expuesto, son RES EXTRA
COMMERCIUM:
1) Las RES DIVINI IURJS. Se subclasifican en tres grupos: RES
SACRAE, RES RELIGIOSAE Y RES SANCTAE. Las Res Sacrae eran los
templos y objetos de culto público a los dioses. Para que tuvieran tal carácter,
en la época pagana, era necesaria una decisión del Poder Público
—ley, senado-consulto o constitución imperial—, y una ceremonia
(CONSECRATIO, DEDICATIO), en la que tomaban parte un magistrado y
los pontífices. Otra ceremonia (PROFANATIO) las reintegra al Commercium
privándolas de su condición de Res sacrae. RES RELIGIOSAE o DIIS
MANIBUS RELICTAE eran los sepulcros y objetos enterrados con el
cadáver. Simplemente el hecho del enterramiento verificado por el propietario
del terreno o con su permiso determinaba tal carácter. Una acción especial:
ACTIO SEPULCHRI VIOLATI, fue establecida contra los atentados en las
tumbas. El que el sepulcro como Res Religiosa no pudiera enajenarse no
excluía la existencia y tutela de un Ius Sepulchri, esto es, del derecho a ser
enterrado o enterrar a otros en una tumba determinada, Ius Mortui Inferendi,
derecho que es enajenable. Según Bonfante, sólo este ius inferendi distinto del
ius sepulchri (vigilar, visitar el sepulcro y celebrar en él ceremonias rituales),
puede ser, en la época pagana, objeto de negocios jurídicos. En la época
cristiana, equiparando substancialmente el Ius sepulchri al ius inferendi, la in
comerciabilidad del sepulcro se esfuma.
Res sanctae son las puertas y muros de la ciudad, consideradas como
cosas divini iuris por estar bajo la protección de la divinidad. El daño causado
en las mismas era castigado con gravísimas sanciones.
2) Están también fuera del comercio la Res Publicae. Perteneciendo en
principio al Estado, éste, previa una ceremonia especial (publicatio), las
destinaba al uso público. Tales eran las plazas, calles, termas, teatros,
bibliotecas, etc. También esta consideración, aunque respecto de ellos no
existiese publicatio, los ríos. Varios interdictos protegían de modo especial las
cosas públicas.
Equiparadas a las cosas públicas estaban las Res Universitatis
pertenecientes a las ciudades, pero destinadas también al uso de todos.
3) RES COMMUNES. Son aquellas que, como el aire, el mar, el agua
corriente y las orillas del mar, están puestas por la naturaleza a disposición de
todos, sin que nadie pueda apropiárselas de modo exclusivo.
299
RES MANCIPI Y RES NEC MANCIPI
300
CAPÍTULO XIX
SUMARIO: LA PROPIEDAD Y SUS LÍMITES LEGALES. EL
DERECHO DE PROPIEDAD. CONCEPTO.- SUS CARACTERÍSTICAS
COMO DERECHO REAL. — HISTORIA. — PROPIEDAD QUIRITARIA Y
PROPIEDAD BONITARIA. — CARACTERES DE LAS LIMITACIONES
LEGALES DEL DOMINIO. — LA TRANSFERENCIA DE LA PROPIEDAD
AD-TEMPUS. — EXPROPIACIÓN POR CAUSA DE UTILIDAD PÚBLICA.
— LÍMITES DEL DERECHO DE PROPIEDAD EN EL ESPACIO. —
LIMITACIONES POR RELACIONES DE VECINDAD O POR INTERÉS
GENERAL. — LOS ACTOS AD-AEMULATIONE. — LA COPROPIEDAD.
CONCEPTO. TEORÍAS. REGLAS.
Entre todos los derechos que las personas pueden tener sobre las
cosas, aparece en primera línea el de propiedad; las definiciones de la
propiedad son obra de los comentaristas y tratadistas modernos. En las
fuentes romanas no existe fragmento alguno que pretenda formular el
concepto de la misma. Los primeros intentos se deben realmente a los
post-glosadores, que la definieron como IUS UTENDI ET ABUTENDI
RE SUA QUATENUS IURIS RATIO PATITUR. La noción se
modificaba, entendiendo hacerla más completa, añadiendo otras
facultades del propietario: IUS FRUENDI, DISPONENDI. Etcétera.
Actualmente se abandona tal tipo de definición enumerativa de
facultades del propietario, porque buscando la mayor exactitud se caería en
una enumeración excesivamente detallista y desmenuzada y, sobre todo,
porque resulta, por otra parte, que tales facultades, en mayor o menor
extensión, pueden estar vedadas al propietario, sin que desaparezca por eso su
derecho de propiedad.
301
Por ello suele definirse la propiedad, con términos un poco más vagos, como
la “señoría jurídica efectiva o potencialmente plena sobre una cosa”.
Al decir señoría “jurídica” se quiere señalar que no es esencial que el
propietario tenga de hecho, materialmente sujeta a su poder físico, la cosa; a
veces, el objeto está en manos de otra persona —en la “posesión” de otra— y,
sin embargo, el propietario no deja de serlo: jurídicamente sigue la cosa
perteneciéndole. De ordinario, este poder o dominación jurídica irá unido al
poder o dominación de hecho, pero ello no es esencial.
Es la propiedad, decimos, además, una señoría plena. Concede al propietario
los poderes más amplios sobre la cosa. En todo cuanto hace referencia a ésta,
es decisiva la voluntad del propietario. Más, tal plenitud no debe entenderse
como una suma de atribuciones concretas —poseer la cosa, percibir sus frutos,
establecer en ella variaciones, disponer de la misma, enajenarla, gravarla,
destruirla, etc—, en la que no puede faltar ninguna. A un propietario por
ejemplo, puede estarle legalmente prohibido vender el objeto de su propiedad
o puede haber otra persona que tiene derecho a los frutos de la cosa y, sin
embargo, en ambos casos, y en otros muchos análogos que pudieran citarse, el
propietario lo sigue siendo, no obstante la falta de atribuciones que parecen tan
esenciales.
Por eso se dice que, si bien la plenitud de facultades del propietario se concibe
como un bloque unitario, en el que figuran todas las posibilidades de actuación
sobre la cosa, basta con que éstas figuren en “potencia”, no de un modo
efectivo. Diversas circunstancias y especiales normas creadas directamente por
el legislador o por la autonomía individual en la zona a ella reservada, pueden
en cada caso privar al propietario de tales o cuales atribuciones —enajenar,
disfrutar, etc.—; pero aquel carácter de plenitud que nace de su título tiene una
virtud expansiva que hace que, de un modo automático, en el instante en que
la eficacia de aquellas circunstancias y normas cesa, revierten a él, sin más,
como recobrando su situación natural, todas las atribuciones que le faltasen.
Esta característica típica es la bautizada por los tratadistas modernos con la
expresión “elasticidad del derecho de propiedad”.
En las fuentes romanas existen tres denominaciones técnicas para designar la
propiedad. Por orden, de mayor a menor antigüedad, son:
MANCIPIUM, DOMINIUM y PROPIETAS. La primera, de MANU
CAPERE, indica una idea de aprehensión material, de efectiva aplicación
302
de fuerza, ligada a vetustos modos de crear y defender la propiedad. El
uso de tal palabra con el significado de propiedad no se había perdido aún en
la época clásica; se hablaba, v.g. de MANCIPIO DARE y MANCIPIO
ACCIPERE para referirse al traspaso o a la adquisición de una cosa en
propiedad. La expresión pasó pronto, sin embargo, a entenderse en el sentido
no de adquisición o traspaso de la cosa en general, sino concretamente de la
adquisición o traspaso operado por medio de la Mancipatio. Dominium se
generaliza para sustituir a Mancipium al final de la República. Sin embargo, el
término por excelencia es DOMINIUM, que implica una noción de señorío.
Por eso DOMINUS, aun en el lenguaje jurídico, no se aplica exclusivamente
al propietario, sino al titular de poderes o facultades de diversa índole
(DOMINUS LITIS, DOMINUS OBLIGATIONIS). Precisamente de esta
costumbre surgió el empleo de otro vocablo: PROPIETAS, porque,
acostumbrándose a llamar DOMINUS USUFRUCTUS al usufructuario, se
apellidó en tal caso al propietario que no podía recoger los frutos DOMINUS
PROPRIETATIS. Generalizándose, PROPIETAS fue el término predilecto
empleado en los textos post-clásico, así como el de PROPRIETARIUS para
designar al titular.
303
Servidumbre, la Enfiteusis, la Superficie, la Prenda y la Hipoteca. Estos son
los derechos reales limitativos de la propiedad (JURA IN RE ALIENA),
subordinados a ella.
PROPIEDAD QUIRITARIA
304
se trataba de cosas muebles debían pertenecer a la categoría de las Res in
Comercio y si eran inmuebles sólo cabían respecto de los fundos itálicos. Eran
Fundos Itálicos, por oposición a los fundos provinciales, los situados en Italia
o en tierras alas cuales se les hubiese concedido el privilegio del Tus Italicum,
derecho otorgado fuera de Italia, a las provincias conquistadas por los
romanos, por cuya virtud quedaban excluidas del pago de impuestos ordinarios
(Tributum) y sus habitantes gozaban de los privilegios y exenciones que tenían
los ciudadanos romanos en Italia.
Requeríase, este especial derecho de dominio ex jure quiritium sólo podía ser
ejercido por un ciudadano romano, sobre una cosa romana y adquirida por un
medio romano.
PROPIEDAD BONITARIA
Entre los requisitos que acabamos de indicar como necesarios para tener el
dominio sobre una cosa, hemos visto que figuraba que el modo de adquirir
fuese el adecuado según el lus Civile. Con arreglo a éste, cuando la cosa era
una Res Mancipi v.g. un esclavo que se compraba, no bastaba que el
transmitente lo entregase sencillamente al adquirente, sino que habían de
celebrarse ciertas ceremonias o formalidades (Mancipatio o in iure Cessio), de
las que hablaremos luego. Tales solemnidades, por incómodas y retardatarias,
dejaban, sin embargo, de celebrarse muchas veces, resultando entonces que el
que había recibido la Res mancipi —el comprador del esclavo en el ejemplo
anterior— no se hacía Dominus de la misma, la cual, con arreglo al Derecho
Civil, podía ser reivindicada por quien continuaba siendo su dueño legal. El
derecho honorario concedió, sin embargo, frente a esta acción reivindicatoria
ejercida contra el mismo a quien la cosa fue entregada —el comprador del
esclavo— una EXCEPTIO REI VENDITAE ET TRADITAE, alegación de
que la cosa le había sido vendida y entregada por el mismo dominus que la
reclamaba; y, por otra parte, tal injusta situación no se prolongaba
indefinidamente, ni aun para el propio Tus Civile, porque al cabo de un cierto
tiempo de tener la cosa en su poder el adquirente, los defectos de origen de su
adquisición se borraban y se transformaba en un verdadero DOMINUS. Es lo
que se llama Usucapio, institución de la que trataremos en la lección
veinticuatro. Pero, mientras el tiempo indicado no se cumplía, el comprador
del esclavo en el ejemplo
305
citado, no se hacía dominus del mismo aunque hubiera pagado el precio al
vendedor y éste le hubiese hecho entrega del siervo.
Para remediar tal anomalía, un pretor, Publicio, prometió en su edicto, que
concedería en esos casos la acción civil que tenían los propietarios, la
Reivindicatio, insertando en su fórmula una ficción: la de que había ya
transcurrido el tiempo necesario para la Usucapio. Esta acción ficticia es la
llamada Actio Publiciana, por el nombre de su creador. El que disponía de ella
se hallaba, por tanto, en una situación especial, no era dominus, es decir,
propietario, con arreglo al ius civile, pero en relación con el lus Honorarium y,
por consiguiente, para los encargados de administrar justicia, era igual que si
lo fuese, y ejercitaba una señoría general sobre la cosa, de la cual, amparado
por dicho Tus Honorarium, nadie podía privarle. Frente a este titular de la
Publiciana Actio, el que continuaba con el Dominium Ex lure Quiritium tenía
sólo un dominio vacío de contenido, desnudo de atribuciones, nudum ius
quiritium. El Nudum ius Quiritium no es algo puramente nominal desprovisto
de todo valor. Su titular nada puede frente a quien está amparado por la Actio
Publiciana, pero frente a terceros extraños, su posición jurídica de Dominus
subsiste, y contra ellos, si por cualquier circunstancia tuvieran de hecho la
cosa en su poder, ejercitará con éxito las acciones que como propietario le
corresponden. Por ello, podría hablarse del Nudum Tus Quiritium como de
otro tipo más de situación de señoría sobre una cosa en la variedad presentada
por el Derecho Clásico.
La acción Publiciana se fue extendiendo a otras situaciones similares. Por
ejemplo, a la del adquirente de una cosa que, aunque sea res nec mancipi, y
susceptible, por tanto, de adquirirse por simple entrega, ha sido transmitida por
quien no tenía sobre ella un verdadero derecho de propiedad. Como nadie
puede dar a otro lo que él no tiene (nemo dat quod non habet), tal transmisión
a non domino no servía tampoco para adquirir el dominium.
La Institución aparece en el Derecho Justinianeo como un resto arcaico.
Primero, porque al borrarse la distinción entre Res Mancipi y Nec Mancipi se
esfumó el área principal de su aplicación, la cual quedaba ya reducida a la de
las adquisiciones a non domino. Y además, porque, en el Derecho Justinianeo,
la llamada Acción Publiciana se aplica muchas veces en relación con derechos
reales distintos del dominio.
306
CARACTERES DE LAS LIMITACIONES LEGALES DEL
DOMINIO
307
cláusulas resolutorias tanto a término como a condición. Parece que al
finalizar el siglo II de nuestra era se declararon en contra de esa doctrina
algunos juristas, reconociendo que el término resolutorio produce plenamente
sus efectos, revocando la propiedad transferida con un límite en el tiempo. El
jurista Ulpiano lo admitió en las donaciones Mortis Causa. Durante el período
del Bajo Imperio se aceptó este criterio, y Justiniano abandonó el principio
clásico, interpolando todos los textos que hacían referencia a la antigua
doctrina. Según este criterio, hubo un cambio sustancial del Derecho clásico al
Justinianeo, aunque algunos autores interpretan de otro modo la constitución
de Dioclesiano.
308
LÍMITES DEL DERECHO DE PROPIEDAD EN EL ESPACIO
309
o abstenerse de algo, no a efectuar por su parte una actividad positiva.
En el Derecho Romano los fundamentalmente afectados fueron los propieta-
rios de esclavos y de inmuebles. Algunos Códigos modernos designan tales
limitaciones como “servidumbres legales”, denominación que puede buscar
algún apoyo en textos justinianeos, en los cuales servire y servitus alude, a
veces, a situaciones de restricción en que se encuentra un fundo con relación a
otro, independientemente de la voluntad del propietario; en el lenguaje clásico,
tales palabras se emplean solamente para referirse a las limitaciones
establecidas por voluntad individual (servidumbres).
Entre los principales casos de limitaciones de Derecho Privado merecen
citarse los siguientes:
1. Cuando las ramas de un árbol se extendían sobre el fundo del vecino,
el propietario de éste, perjudicado por la sombra que dichas ramas
proyectaban, podía, según la Ley de las XII Tablas, exigir del dueño del árbol
que lo aclarara podándolo hasta una altura de quince pies. Si el dueño del árbol
desatendía el requerimiento, el propietario del fundo procedía por sí mismo a
la poda, facultad que resultó confirmada posteriormente con la creación del
Interdictum de arboribus caedendis.
2. Las XII Tablas establecieron en favor del dueño de un fundo el
derecho a penetrar en el de su vecino para recoger la bellota de su propio árbol
caída en éste. Tal facultad fue reconocida también por el pretor por el
interdictum de glande legenda, disponiendo que la entrada pudiera hacerse en
días alternos. Lo que antes se refería exclusivamente a la recolección de
bellota, se extendió a toda clase de frutos.
3. Quien por efecto de instalaciones o transformaciones llevadas a cabo
en su propio predio perjudicara al vecino, provocando una mayor afluencia de
aguas pluviales al fundo de éste, podía ser demandado por la Actio aquae
pluviae arcendae ejercitada por el vecino afectado para exigirla supresión de
aquellas modificaciones e instalaciones de quien las hubiera hecho, además de
la consiguiente indemnización.
4. En caso de que el propietario de un predio resultara expuesto al
peligro de que el edificio del vecino se derrumbara causándole daños,
concedía el pretor, siguiendo el antecedente de las XEI Tablas, a petición del
propietario amenazado por la ruina, la seguridad de obtener, mediante la
Cautio Damni Infecti, del propietario del edificio ruinoso, la reparación
completa del perjuicio que la ruina pudiera provocarle. Si el dueño del
310
edificio que amenazaba ruina no prestaba tal caución, el pretor otorgaba la
posesión del inmueble peligroso al propietario amenazado (missio in
possessionem ex primo decreto) y si aquél persistía en su negativa le era
atribuida a éste la propiedad bonitaria del inmueble (missio es secundo
decreto). En el caso de oponerse a la missio in possessionem el dueño del
edificio ruinoso, el vecino tenía contra él una acción para reclamar la
indemnización de los perjuicios.
Entre las limitaciones de Derecho público hemos de recordar las
siguientes:
a) La prohibición de cremar y enterrar los cadáveres dentro de la ciudad
así como fuera de ella hasta una distancia de sesenta pies de los edificios.
b) La prohibición de retirar las vigas intercaladas en el edificio ajeno
(tignum iunctum) hasta que se terminaran las obras, impedimento que se
extendió a todos los materiales de construcción.
c) La obligación de los propietarios de fundos ribereños de permitir su
uso para los fines de la navegación.
d) La obligación de conceder el paso a través del fundo en caso de estar
intransitable la vía pública, hasta que ésta fuera reconstruida.
e) La prohibición de demoler un edificio para especular con la venta de
los materiales.
O El propietario de un fundo, que, según la concepción romana, es
propietario de toda la profundidad de éste, debía tolerar, con arreglo a una
constitución de Graciano, Valentirnano III y Teodosio II, recogida en el
Código de Justiniano, que otra persona hiciese en su predio excavaciones,
siempre que abonase al referido propietario la décima parte de los minerales
obtenidos y otra décima al Fisco.
311
la ley lo prohíba a pesar de la intención de dañar —animus nocendi—.
Por ejemplo, si se construye un muro en el fundo, sin utilidad ninguna, y sólo
con el fin de ocasionarle molestias y perjuicios al colindante. Estos actos, así
expresados en términos generales, se consideran Ad Aemulationem, y en torno
a ellos se formula la doctrina, que por cierto ha sido muy censurada, al
considerarse que ella implica una investigación en el ámbito interno, muy
difícil de probar.
Indudablemente, para que se considere un acto ad aemulationem, debe
realizarse en primer lugar, ejercitando un derecho de propiedad, sin ventajas
de ningún género para el titular, exigiéndose además una intención dañina que
debe probarse.
Estos actos fueron permitidos o prohibidos en el Derecho Romano. Como no
existe una doctrina expresamente formulada por los juristas romanos, resulta
que las opiniones estén divididas. Algunos autores mantienen que el Derecho
Romano siempre prohibió y declaró ilícitos los Actos Ad Aemulationem.
Otros, afirman la tesis contraria, diciendo que el ejercicio de un derecho es
siempre lícito. Es muy conocido el aforismo: “EL QUE UTILIZA UN
DERECHO A NADIE LESIONA”. Parece que el Derecho clásico permite los
actos de emulación, como se puede comprobar en una serie de obras escritas
refiriéndose a textos de la época clásica, se interpolaron en vista de este
cambio que había experimentado la doctrina romana; y algunos romanistas
han descubierto estas interpolaciones.
El Derecho clásico, considerando las dificultades que presenta investigar la
intención del que realiza un acto de esta naturaleza, no lo aprueba en términos
generales. Pero el Derecho bizantino mantiene el criterio opuesto, con fines
esencialmente morales. Esto pudiera deberse principalmente a la influencia de
los principios cristianos. Como es difícil construir doctrinas de carácter
subjetivo, y de fácil aplicación, Ihering, jurista de renombre, siempre ha
combatido estos criterios, y por ello mantiene en este caso, su teoría objetiva,
basándose en ciertos textos romanos. Este jurista, que se destaca
principalmente por sus estudios sobre la posesión, dice que el problema se
circunscribe a la determinación de si se ha ejercitado o no normalmente el
Derecho. Su teoría se llama del USO NORMAL. El Derecho no puede
ampararlos actos que produzcan un daño o una molestia intolerable, como
consecuencia del uso anormal. Pero es lícito permitir ciertos actos, aunque
resulten molestos si se derivan del uso normal de un derecho.
312
LA COPROPIEDAD. CONCEPTO. TEORÍAS. REGLAS
El dueño de una cosa no es siempre una sola persona. A veces una cosa
pertenece al mismo tiempo a varios sujetos, y se dice entonces que hay
“condominio” o “copropiedad”. La denominación no es romana: las fuentes,
para referirse a tales situaciones, hablan de rem communem esse, rem
communem habere, rem plurium esse. A los varios titulares los llaman domini,
o también socii. Las palabras CONDOMINIUM y COPROPRIETAS las
comenzaron a emplear los comentaristas posteriores.
La concepción romana del condominio varió con el tiempo. En el arcaico
consortium, que a la muerte del paterfamilias se formaba sobre los bienes
heredados que permanecían indivisos entre los hijos, cada uno de ellos podía
disponer válidamente de la cosa común, como si fuera un único propietario.
Más tarde se afirmó el principio de que el derecho de cada condómino fuese
limitado por el concurrente derecho de los otros. De aquí que la propiedad se
refería ya no sobre la totalidad, sino sobre una cuota ideal del todo, porque
como expresa un fragmento de Ulpiano “no puede ser de dos íntegro el
dominio o la posesión ni cualquiera ser señor de parte de la cosa, sino que
tiene en parte el dominio de la cosa sin dividir”. Los romanos expresaban esta
relación diciendo que los titulares tenían la cosa pro indiviso, es decir, no
como si el todo fuese de cada uno, sino sólo por partes indivisas, de suerte que
tuvieran las partes de la cosa más bien intelectual que corporalmente. Huellas
de la antigua concepción romana del condominio quedaron, sin embargo, a
través de las instituciones: el derecho de acrecer, que significaba la extensión
ipso iure del derecho de cada copropietario sobre las cuotas abandonadas por
los otros condóminos y el Ius Prohibendi, que importaba la facultad de cada
uno de oponer su veto, absoluto y arbitrario, a cualquier iniciativa de los
copropietarios sobre el bien común.
En el Derecho clásico cada comunero ejercitaba pro parte sus facultades y
tenía absoluta libertad para disponer de su cuota ideal. Sin embargo, para los
actos que pudieran repercutir directamente en la cosa común, era menester
lograr el consentimiento de todos, como si se tratara de enajenar el bien,
gravarlo con usufructo, establecer una servidumbre, etc. Igualmente sucedía
para la manumisión del esclavo tenido en condominio, la que si era efectuada
por uno solo de los copropietarios era nula y representaba la
313
renuncia a la cuota parte. En el Derecho Justinianeo es mitigado, en sus
efectos el lus Prohibendi que sólo puede ser ejercitado si beneficia a la
copropiedad. Para los actos de disposición de la cosa, se tiende a hacer
prevalecer la voluntad de la mayoría de los condóminos, según sus respectivas
cuotas.
Considerada la copropiedad por su naturaleza una institución de
carácter transitorio, podía hacerse cesar en cualquier momento, ya por
voluntad de las partes, ya por decisión judicial, si no existiere acuerdo. Cesaba
voluntariamente el condominio cuando los comuneros así lo decidían
practicándose la división del bien común, conforme lo estipulado. La falta de
acuerdo o la oposición a la división por alguno de los condóminos, autorizaba
la partición del estado comunitario por vía de acción, mediante el ejercicio de
la Actio Familiae Aerciscundae, si provenía de una herencia. De estas
acciones, que fueron llamadas acciones mixtas sólo estudiaremos la última de
las nombradas, porque la Actio Familiae Erciscundae será analizada al tratar
de la partición de los bienes hereditarios que se desarrollará en el curso
inmediato superior.
La Actio Communi Dividundo se ejercitaba para lograr la división de la
cosa común mediante resolución judicial. Esta acción que era doble porque en
el Iudicium cada parte asumía el papel de actor y demandaba a la vez, estaba
dirigida no sólo a resolver una cuestión de carácter real, como era atribuir la
propiedad a cada copropietario sino también a decidir sobre las relaciones
creditorias u obligacionales que hubieran nacido entre los condueños. De ahí
que era tenida por una acción mixta.
En el juicio de división el Iudex adjudicaba las respectivas porciones a
los copropietarios que hasta entonces habían sido sólo titulares de una parte
ideal. El libre arbitrio judicial permitía al juez establecer servidumbre, atribuir
a uno solo de los condóminos la propiedad, indemnizando a los otros; dar la
propiedad a uno y el usufructo a los demás, en fin, ordenar la venta del mismo
en subasta para dividir el precio entre los comuneros. También el juez debía
pronunciarse sobre las Prestaciones personales que debían satisfacerse los
condóminos, tales como la rendición de cuentas por las ventajas y los frutos
que la cosa hubiere producido, la indemnización por los daños causados por
quien administraba el condominio, así como sobre la restitución de los gastos
efectuados y los perjuicios que el bien común hubiere ocasionado al
administrador.
314
CAPÍTULO XX
SUMARIO: LA POSESIÓN. NOCIÓN Y EFECTOS JURÍDICOS. —
NATURALEZA JURÍDICA DE LA POSESIÓN. — ORIGEN DE LA
POSESIÓN. — LA POSESIÓN Y LA TENENCIA. TEORÍAS. CRÍTICA. —
POSESIONES JUSTA E INJUSTA. — POSESIÓN DE BUENA FE Y MALA
FE.
315
pesar de la crítica que se levanta contra él, sus conclusiones y doctrinas
mantienen todavía hoy, interés y curiosidad científica.
Su contrario de mayor relieve fue indudablemente Rudolph Von
Ihering, que encontró a su época dominada por los criterios savignianos, lo
cual fue causa de que los atacara rudamente hasta el extremo de ponerlos en
franca crisis. Esto no fue óbice para que reconociera públicamente los méritos
científicos del gran maestro, al significar: “Tendrá siempre la gloria Savigny
de haber restaurado en la dogmática del Derecho Civil el espíritu de la
jurisprudencia romana, y sea cual fuere en definitiva el resultado práctico que
de ello se obtenga aquel mérito sufrirá detrimento alguno”. Ihering, con su
sentido penetrante y agudo, unido a un espíritu combativo que se advierte
enseguida que se hojean sus obras sobre esta materia, sometió a crítica
demoledora e implacable las severas conclusiones de Savigny.
El término Posesión deriva de la voz latina POSSESSIO, que a su vez
proviene de POSSIDERE, palabra compuesta del verbo Sedere y del prefijo
Pos, que significa “Poder sentarse o fijarse”. Entendieron los romanos por
posesión el hecho por medio del cual una persona tenía una cosa en su poder y
disponía de ella según su voluntad, como lo haría un propietario. Entraña,
pues, un señorío que alguien ejerce sobre una cosa; señorío o poder de hecho
valorado en sí mismo, con independencia que sea conforme a derecho o no.
Es esencialmente la posesión una relación de hecho, con lo cual, sin
embargo, se conjugan algunas consecuencias jurídicas y cuya existencia es por
lo tanto regulada por el Derecho. Pero para que este hecho meramente físico o
corporal pueda convertirse en una posesión jurídica y producir en
consecuencia efectos jurídicos, es menester que el sujeto que ejerza el poder
físico sobre la cosa (CORPUS) agregue un elemento intencional (ANIMUS)
representado por la voluntad de poseer la cosa y disponer de ella como lo haría
el titular del dominio.
Un elemento material u objetivo (CORPUS) y otro intencional o
subjetivo (ANIMLJS) integran el instituto posesión y su conjunción era
necesaria para que se reconociese a la misma consecuencias jurídicas y su
debida tutela y protección. Así es que cuando la intención del que tenía en su
poder una cosa era poseerla como cosa ajena y no ejercer más que los
derechos de propiedad de otro, los romanos decían NON POSSIDET, es decir,
“no tiene posesión jurídica”, o bien ALIENO NOMINE POSSIDET, con lo
que querían significar “posee en nombre de otro”.
316
NATURALEZA JURÍDICA DE LA POSESIÓN
ORIGEN DE LA POSESIÓN
317
Maiorum, a quien lo ejercita. Dado el carácter genérico del Mancipium
podía consultar, en consecuencia, el usus sobre cosas, o sobre servidumbres
rústicas o sobre la mujer incorporada a la familia por matrimonio.
El ejercicio del usus —no perturbado ni cuestionado por un eventual
verdadero titular del Mancipium—, por un cierto tiempo -uno y dos años-daba
lugar a la adquisición del Mancipium sobre las cosas, las servidumbres —
hasta la Lex Scribonia—, sobre la mujer —el caso más corriente de
adquisición de la Manus— y sobre una herencia yacente —con sólo el usus
sobre alguna de las cosas constituyentes—.
Al margen del Mancipium —y, por lo tanto, del Ius quiritium— se
encontraba la Possessio, señorío permitido por la civitas a sus integrantes,
cives sobre partes del Ager publicus —resultante de la expansión hegemó-
nica— que no se hubieran otorgado en propiedad privada, es decir sometido al
Mancipium —posteriormente desglosado en dominium— de los paterfamilias.
Ese señorío de los pater sobre el ager publicus se fue caracterizando
como un verdadero derecho de propiedad -la llamada luego propiedad
provincial-, pero la posesión como hecho —protegida, tal vez, por medidas de
carácter más bien administrativo— evolucionará hasta separarse de aquel
señorío y evidenciarse como una institución referible a todas las cosas.
El Usus y la Possessio tendieron a unirse bajo el común denominador de
recaer sólo sobre cosas corporales: las servidumbres dejaron de ser adquiribles
por Usucapio. Se desvaneció la adquisición de la Manus por medio del Usus
no interrumpido por el Trinoctium, y la Usucapio hereditatis lo fue de las
concretas cosas hereditarias y no ya de la herencia en su universalidad.
Pero con Justiniano, la vieja noción del usus como ejercicio de hecho de
un poder que se espectraba sobre cosas, personas y derechos, volvió a aflorar
en la concepción de la possessio iuris.
¿Por qué se protegió ese poder fáctico de disposición sobre las cosas en
beneficio de quien no es propietario y aun a riesgo de proteger al ladrón?
Varias respuestas han querido darse. Las más importantes son las de Savigny y
las de Ihering.
Para Savigny el fundamento es la PAZ PÚBLICA. Para evitar que los
particulares se hagan justicia por sí mismos se otorgan interdictos en favor
318
del mantenimiento del estado posesorio hasta que, eventualmente planteada la
controversia de la legitimidad jurídica, el tribunal reconozca al titular no ya de
la posesión, sino del dominium.
Para Ihering lo que se protege en realidad es la propiedad, que
normalmente coincide con la posesión. Es verdad que la propiedad se protege
por la reivindicación, pero ésta exige la prueba de ese derecho, prueba
generalmente difícil. Los interdictos son comodísimos y fácilmente obtenidos
por el poseedor, que nada tendrá que probar si contra él se intentase una
reivindicación. Los interdictos pueden, es verdad, aprovechar a quien no tiene
derecho —incluso a un ladrón—, pero esos casos son los menos frecuentes y
pueden remediarse con la interposición de una reivindicación para hacer que la
posesión coincida con el derecho de propiedad.
De todos modos, la individuación y tutela de la posesión revela un alto
nivel de técnica jurídica alrededor de dos principios básicos: el que un estado
de hecho debe presumirse de derecho hasta prueba fehaciente en contrario; y el
que impide hacerse justicia por sí mismo, aun con convencimiento fundado de
tener derecho.
319
natural. La cuestión partió del estudio e interpretación de los textos romanos,
llegando a las legislaciones actuales, pues los diversos códigos se inspiran en
las doctrinas concebidas por los más eminentes juristas que le dieron
preferencia a este tema.
Savigny abordó este asunto, tomando como base los escasos datos que
encontró. Su doctrina puede considerarse como clásica en esta materia,
predominando en las legislaciones. Para Savigny la posesión requiere, a más
del Corpus y del Animus Genérico, un Animus Domini, intención de ejercer la
propiedad, o Animus Rem Sibi Habendi, intención de tener la cosa para sí, o
también Animus Possidendi. No basta el elemento corporal corpus—, ni el
—
320
relación posesoria, Ihering, en términos precisos, formula su teoría
frente a la de Savigny. Parte de la posesión, que para él está integrada por los
dos elementos Corpus y Animus, para descender después a la tenencia, debido
a que el Derecho, por consideraciones de índole particular, la ha privado de su
tutela y defensa propia, que es en definitiva una relación de menor rango.
Además de estos dos eminentes juristas, hay otros autores que han
formulado criterios diversos para explicar la posesión, tal como Saleilles,
quien observando que el criterio de Ihering, fundado en que la ley apruebe la
posesión o no, es un poco impreciso, afirma que la posesión implica el disfrute
de una cosa con independencia económica.
Pietro Bonfante, sin embargo, ha modificado la doctrina de Savigny para
salvarla de la crítica que se le ha hecho, sosteniendo, que el Animus, que es
fundamental en la posesión, debe entenderse como intención de poder o
señorío sobre una cosa, sin que sea necesaria la intención específica de ser
dueño o poseedor de la cosa.
321
concesionario; pero en el fondo es considerada como injusta desde su
principio.
Para saber si la posesión es Justa o Injusta, sólo debe tenerse en cuenta
la época en que ha principiado, sin consideración a los acontecimientos
ulteriores. Así, cuando en su origen no tiene violencia ni clandestinidad, la
posesión es Justa, aun cuando para conservarla deba el poseedor usar de
violencia. Sin embargo, si después de haber poseído una cosa justamente se
pide al propietario su aquiescencia para continuar en el uso de ella, la posesión
se hace en lo sucesivo precaria, porque hay intervención de título.
Si el efecto principal de la Possessio Justa era la tutela interdictal, la
posesión injusta contaba con protección frente a terceros, en atención de que el
Derecho Romano tuteló la posesión, haciendo abstracción del derecho a
poseer, aplicando el principio que dice, “contra extraños suele aprovechar la
posesión viciosa”, v.g. el mismo ladrón, siempre que sea molestado en la
posesión de la cosa robada por otro que no sea el propietario, tiene derecho a la
acción de los interdictos posesorios.
322
CAPÍTULO XXI
323
exclusión de otra cualquiera. Sin embargo, los textos mencionan
numerosos casos de aplicación, de los cuales daremos a conocer los
principales, como ejemplo.
1) Respecto a los bienes que no son ocupados por nadie, hay
Apprehensio suficiente cuando entramos en ellos con intención de poseerlos en
sus límites, sin que sea necesario poner el pie en toda la extensión del terreno
2) Cuando alguno tiene una propiedad cuya posesión quiere transmi-
tirnos, basta que declare que nos la deja, si la declaración se hace en la
propiedad misma o en un lugar donde se la distinga.
3) Cuando la propiedad que queremos poseer está ocupada por un
tercero que no tiene la intención de abandonárnosla voluntariamente, no hay
Apprehensio de nuestra parte sino después que el que la ocupa ha sido
expulsado (deiectus).
4) Si se trata de edificios, basta que nos sean entregadas las llaves en la
misma propiedad.
Finalmente, respecto a los bienes-muebles, los principales casos de
Apprehensio son los siguientes:
1) Cuando se las toma en la mano.
2) Cuando se reciben las llaves de las habitaciones en que se hallan,
siempre que esto tenga lugar en el sitio mismo: Si claves apud horrea traditae
sint.
3) Cuando se coloca una señal en los objetos que se quieren poseer, a
menos que las circunstancias no demuestren que este acto se ha llevado a cabo
con intención distinta.
4) Cuando se coloca un guardián junto a estos objetos.
5) Y finalmente, cuando el que quiere hacemos cesión, las deposita en
nuestra casa, a petición nuestra, o las pone en nuestra presencia para que
dispongamos de ellas, (traditio longa manu) o bien se las da a un tercero
encargado por nosotros de recibirlas.
Además del Apprehensio, se necesita, para adquirir la posesión, el
ANIMUS POSSIDENDI VEL REM SIBI HABENDI, la voluntad de poseer
una cosa en nombre propio o a título de propietario. Este principio conduce a
las consideraciones siguientes:
1) Los que poseen una cosa en nombre de otro, tales como los
locatarios, hipotecarios o depositarios, no la poseen, sino el locador, el
prestamista y el depositante los que la poseen por su intermedio.
324
2) Los que no tienen voluntad, tales como las personas jurídicas, locos o
idiotas, no pueden adquirir la posesión por sí mismos, sino por intermedio de
sus representantes, administradores, tutores o curadores. Los impúberes salidos
de la infancia, pueden adquirir la posesión puesto que son capaces de voluntad
y tienen aptitud para mejorar su condición. Igualmente ocurre, con mayor
razón, con los menores y pródigos. Los niños propiamente dichos no podrían,
según los principios generales adquirir por sí mismos la posesión puesto que se
les considera como incapaces de tener voluntad; pero aquí se ha derogado el
derecho común permitiéndoles adquirirlas con autorización de sus tutores.
3) Por otra derogación de los principios generales, cuya causa no dan a
conocer los textos, pero que indudablemente se basa como la anterior en
consideraciones de utilidad general (utilitatis causa receptum est) algunas
personas, aun no teniendo la voluntad de poseer, ANIMO DOMTNI, son
consideradas no obstante como poseedoras en el sentido de que tienen derecho
a los interdictos posesorios (posesión derivada o transmitida, según los autores
modernos). Estas personas son:
a) El Acreedor hipotecario respecto a la cosa dada; pero la persona que
ha dado ésta conserva la posesión ad usucapionen que tenía antes.
b) El enfiteuta respecto a propiedades enfitéuticas.
c) El que ha obtenido el uso de una cosa precaria, excepto en el caso de
convención opuesta.
d) Finalmente, el que recibe una cosa a título de Secuestro, si tal es la
voluntad de los que la depositan. No hay posesión de pleno derecho, es
necesaria que le sea dada expresamente por el magistrado POSSESSIO AD
INTERDICTA, lo que le faculta a mantener la posesión con el objeto de
impedir que cualquiera de los litigantes quiera despojárselo. Mediante esta
Possessio ad Interdicta, el Secuestratario podrá repeler cualquier intención de
despojo.
Para adquirir la Posesión no es necesario que el Corpus y el Animus se
originen en el mismo momento. Por ejemplo, cuando uno tiene una cosa a
título de locatario y el arrendador se la vende o se la da, basta entonces la
voluntad de tenerla a título de propietario. A éste ya otros casos análogos es a
los que se alude diciendo que a veces se adquiere la posesión con la sola
intención (solo animo). En realidad, aquí no hay excepción a los principios
generales, puesto que el corpus está unido al Animus. Pero para adquirir la
325
posesión no basta que el que posee una cosa en nombre de otro tome la
resolución de poseerla por sí mismo, pues es de principio que nadie puede por
acto exclusivo de su voluntad transmitirse a sí propio el título de posesión o de
detentación. Para poder poseer en este caso, es necesario, bien el
consentimiento de aquél en cuyo nombre se posee, por ejemplo, si la vende o
da al detentador, bien un acto externo que manifieste el cambio de voluntad de
aquél.
Las condiciones requeridas para adquirir la posesión por intermedio de
otro son las siguientes:
1) Es necesario que el que nos representa sea capaz de voluntad que
tome o detenga la cosa y tenga la intención de poseerla por nosotros. Sin
embargo, en el caso de tradición, no se considera más que la voluntad del
Tradens (el que entrega la cosa). Así por ejemplo ordeno a alguno que se
incaute de una cosa que he comprado y el vendedor se la entrega con intención
de que me la de, yo soy el poseedor de ella, aunque mi encargado la tome con
intención de poseerla por sí mismo.
2) Se necesita el concurso de la voluntad del que va a poseer por otro,
pues en general, nadie adquiere la posesión a su grado (Ignoranti possessio non
adquiritur). Esta voluntad puede ser anterior o posterior al acto de apprehensio.
Cuando le precede, como en el caso de Mandato, adquirimos la posesión desde
el momento en que nuestro representante toma la cosa, aunque ignoremos el
hecho; pero no podemos usucapir sino después de haber tenido conocimiento
de él, en atención a que la usucapión exige buena fe. La regla: Ignoranti
possessio non adquiritur tiene varias excepciones. El niño, el loco, las personas
jurídicas y en general los que no tienen voluntad, adquieren la posesión por los
que les representan, tales como los tutores, administradores y curadores.
Se necesita una relación jurídica entre el representante y el representado,
a fin de poder ligar la voluntad del uno a la del otro y la Apprehensio.
Antiguamente no existía esta relación sino en los casos en que el representante
estaba sometido a la voluntad del representado. En el nuevo Derecho puede
adquirirse la posesión por intermedio de una persona libre, pudiendo consistir
la relación jurídica en un mandato al que era necesario asimilar las funciones
de tutor o curador.
Una constitución de Septimio Severo puso fin a las controversias
existentes en otro tiempo acerca de saber si debía admitirse la representa-
326
ción por medio de persona libre. Con este motivo dicen las Instituciones de
Justiniano, que podemos adquirir la posesión por intermedio de otro, aun
ignorándolo (non solum scientibus, sed et ignorantibus); pero este texto sólo se
refiere al caso de haber un mandato preliminar, de modo que no es contrario a
las reglas anteriormente expuestas. Cuando un gerente toma una cosa con
intenciones de poseerla en nombre de un representado (negotiorum dominus),
éste se hace poseedor de ella después de haber ratificado el acto del gerente;
pero la ratificación no tiene efecto retroactivo.
La posesión propiamente dicha, es decir, en general la detención de una
cosa corporal con intención de tenerla para sí, basta para originar interdictos o
acciones posesorias en caso de molestia o desposesión interdicta retinendae vel
recuperandae possessionis.
Por otra parte, la posesión de buena fe produce los efectos siguientes:
1) Ella hace adquirir los frutos al simple poseedor, desde que ellos son
separados de la cosa que los produce.
2) Ella puede conducir a la propiedad por medio de la prescripción de
treinta años (proaescriptio longissimi temporis) usucapion extraordinaria.
3) Finalmente si la posesión de buena fe acompaña un justo título, puede
dar origen a la usucapión ordinaria así como a la acción publiciana que permite
reivindicar una cosa como si se fuera el propietario de ella, en tanto que sólo se
ha principiado a usucapirla.
Cuando dos personas se disputan la propiedad de una cosa, la posesión
sirve para determinar cuál de las dos debe abrogar el papel de demandante en
la acción reivindicatoria.
El que posee es defensor de ella y su posición es mucho más ventajosa
que la del adversario, en atención a que el demandante debe probar el derecho
de propiedad que sirve de base a su acción: ACTOR PROBAT ACTIONEM.
Si no presenta esta prueba la cosa continúa perteneciendo al demandado,
aunque no sea propietario de ella, porque en igualdad de condiciones es mejor
la causa del que posee.
327
terminar al cesar uno de ellos y a fortiori si cesan los dos: Así se pierde
la posesión por actos contrarios a los que la hicieron adquirir: Sim contrarium
actum est, es decir, 1°) CORPORE, 2°) ANIMO, 3°) CORPORE ET ANIMO.
Se pierde la posesión CORPORE, cuando se deja de tener el poder físico
de disponer de una cosa con exclusión de toda otra persona. En tanto que
existe este poder, aun cuando no se ejerza, por ejemplo, si momentáneamente
se abandona el cultivo de un campo, se conserva la posesión.
Los principales casos en que se pierde a CORPORE la posesión, son los
siguientes:
1) Por muerte o cautividad del poseedor.
2) Por destrucción de la cosa poseída o por caída de ésta en lugar
inaccesible.
3) Si el animal salvaje, objeto de la posesión, recobra su libertad natural,
o si un animal doméstico pierde el hábito de volver hacia su dueño.
4) Por invasión permanente de las aguas del mar o de un río en una
propiedad; la inundación pasajera queda exceptuada en este caso.
5) Por robo, clandestino o violento, o por expulsión violenta de un
inmueble; pero si alguno se apodera de nuestra propiedad estando ausentes
nosotros, no perdemos inmediatamente la posesión aunque el intruso tenga la
intención de reservarla para sí. En este caso, en contraposición a los principios
generales, según los que debería perderse A CORPORE la posesión, razones
de utilidad pública han hecho admitir que la conservemos por la sola intención
SOLO ANIMO.
Perdemos la posesión ánimo, cuando tenemos la positiva voluntad de no
poseer por más que tengamos la cosa; v.g. si el vendedor toma inmediatamente
en alquiler la cosa vendida o se reserva su usufructo. Pero es insuficiente no
pensar en una cosa u olvidar momentáneamente el lugar donde se halla para
que la posesión se pierda, pues no puede decirse en este caso que haya un acto
contrario al ANIMUS (si in contrarium actum est).
No obstante, si se prolonga el olvido y las averiguaciones hechas para
encontrar la cosa no dan resultado, de modo que ésta pueda considerarse como
perdida, la posesión se perderá a CORPORE. Los que carecen de voluntad, no
pueden perder la posesión SOLO ANIMO; pero la posesión se pierde, sea cual
fuere el poseedor, si la cosa poseída está fuera de comercio, en atención a que
no se puede tener la voluntad legal de detenerla a título de propietario.
328
Se pierde la posesión CORPORE ETANIMO, cuando se deja de tener el
poder físico de disponer de una cosa y se tiene al mismo tiempo la voluntad
positiva de no poseerla, como si se la transmite por tradición o se la abandona
con intención de abdicar su propiedad y posesión, DERELICTIO.
329
habido DEIECTIO que es del modo que queda expresado en el tópico
anterior.
Uno de los temas más debatidos, dentro del Instituto Posesión es el que
se refiere a la tutela o defensa de la misma, especialmente en lo que hace a la
protección de la Possessio Iniusta. Sin entrar en el análisis de las distintas
teorías expuestas al respecto que revisten interés desde un punto de vista
eminentemente teórico, podemos afirmar, con gran parte de la doctrina, que la
tutela de la posesión se vincula al principio del respeto al orden constituido,
dentro del cual el individuo no puede modificar una situación jurídica o de
hecho; se necesita la providencia de la autoridad jurisdiccional que ordene que
se desista de la posesión.
De ello se deduce que cualquier especie de posesión goza de la
protección del Derecho. También la posesión del Usurpador, de quien
encuentra la cosa ajena extraviada, del descubridor del tesoro ajeno, o de quien
adquiere la posesión clandestina o violentamente, salvo, en este último caso,
si es sorprendido en flagrancia e inmediatamente privado de la posesión. Pero
estas consecuencias extremas pierden su repugnancia, si se consideran las
razones de conveniencia que aconsejan (UTILITATIS CAU-. SA) sacrificar al
titular del derecho en beneficio del no titular hasta tanto se declare enjuicio a
quién corresponde el ejercicio de la posesión. Razones de oportunidad, de
utilidad social, explican, por tanto, la institución Possessio, la cual, de otra
manera, podría pasar por una paradoja, o lo que es más, por una aberración
lógica, por una iniquidad jurídica.
330
procedimiento civil romano, configurándose como órdenes provisorias
que el Pretor daba ante la petición del interesado sobre la base de
requisitos de que fueran verdaderas las circunstancias aducidas, salvo la
posterior demostración de éstas en un juicio normal que se ventilaba, no
sólo ante el magistrado, sino también ante el juez, siguiendo la ortodoxia
del proceso civil romano que constaba, de dos etapas o instancias: ante
el magistrado (In Jure) y ante el juez (In Iudicium).
La doctrina jurídica de la época clásica agrupa los interdictos
posesorios en interdictos que tienden a retener, a recuperar o a obtener
la posesión
(INTERDICTA RETINENDAE, RECUPERANDAE,
ADIPISCENDAE POSSESSIONIS). Solamente los dos primeros tipos
importan medios de tutela de la posesión. En el Derecho Justinianeo
estos Interdictos, aunque conservando su nombre, se transformaron en
acciones posesorias.
331
INTERDICTA RECUPERANDAE POSSESSIONIS.
332
Interdictum Possessorium, creado a favor del Bonorum Emptor con el
fin de que se pudiere hacer poner en posesión del patrimonio que se le hubiera
adjudicado como consecuencia del concurso de un deudor insolvente
(Bonorum Venditio).
333
334
CAPÍTULO XXII
SUMARIO: MODOS DE ADQUIRIR LA PROPIEDAD.
CLASIFICACIÓN DE LOS MODOS DE ADQUIRIR: ORIGINARIOS Y
DERIVADOS Y OTROS. — LA DOCTRINA DEL TÍTULO Y DEL MODO.
— LA OCUPACIÓN. — SU CONCEPTO. REQUISITOS.- OBJETO DE LA
OCUPACIÓN: RES NULLIUS Y RES DERELICTAE. — ¿PUEDE
CONSIDERARSE LA DERELICTIO COMO UN CASO DE TRADITIO IN
INCERTAM PERSONAM?— CASOS DE OCUPACIÓN. — EL TESORO.
CONCEPTO. — REGLAS PARA SU ADQUISICIÓN.
335
RIOS y DERIVATIVOS. Se llaman modos de adquirir originarios
aquellos que operan su efecto independientemente de un derecho anterior de
cualquier otra persona; v.g. la adquisición de la propiedad de un animal salvaje
por un cazador. Derivativos son, por el contrario, aquellos modos en los cuales
la adquisición se basa en un derecho precedente de propiedad de otra persona
entre el que adquiere el derecho y el propietario precedente. En ellos la
propiedad se adquiere, de ordinario, con las mismas características, facultades,
cargas, etc, que presentaba para el dueño precedente, y con la voluntad de éste.
La idea de que en los modos originarios surge para el adquirente un
derecho ex-novo, mientras que en los derivativos hay sencillamente un
traspaso de un derecho ya existente, que se traslada del patrimonio del anterior
titular al del nuevo, es una concepción griega, bizantina, no genuinamente
romana.
De Francisci ha demostrado que los clásicos veían en las adquisiciones
derivativas una mera transferencia al adquirente del derecho del cedente. Su
punto de vista no era el de la TRASLATIO RIRIS, sino el de la
TRASLATIO REI; era la cosa la que se transmitía de un sujeto a otro; éste
afirmaba su señorío sobre ella, mientras el primero renunciaba a la que tenía.
Fueron los bizantinos los que tendiendo a construir junto a la sucesión
universal la sucesión a título particular, interpolaron en los textos expresiones
como TRANSFERRE DOMINIUM y TRASLATIO DOMINII. O al menos ya
que no puede hablarse de interpolación justinianea en algún texto en que
aparecen frases análogas.
Justiniano divide los modos de adquirir en Civiles y Naturales. Los
primeros son específicamente romanos, consistentes en solemnidades y
requisitos peculiares del IUS QUIRITIUM. Los segundos pueden considerarse
comunes a todos los pueblos, ya que aparecen ante la naturalis ratio como
maneras adecuadas y sencillas, sin nada de artificio o arbitrario impuesto por el
legislador.
En el Derecho clásico, la distinción tenía importancia, porque los modos
naturales sólo producían efecto respecto de las cosas NEC MANCIPI; pero en
el Derecho Justinianeo la distinción entre RES MANCIPI y NEC MANCIPI
no existía, y además habían desaparecido casi todos los modos civiles,
modificándose radicalmente los que subsistían. Por ello, la clasificación
carecía de valor práctico, no obstante la importancia doctrinal otorgada a la
misma por los compiladores.
336
LA DOCTRINA DEL TÍTULO Y DEL MODO
337
avanzada, su área de aplicación ha de ser bastante reducida. Se presenta
como la manera más natural —pudiera decirse pre-jurídica— de generar la
propiedad.
El sujeto que toma posesión, aparte de capacidad, ha de tener intención
de hacer suya la cosa (ANIMUS DOMINI). A su vez, la cosa, aparte de ser
RES INTRA COMMERCIUM, ha de carecer de dueño. Esta carencia de
dueño de las cosas puede obedecer: 1°) a que no lo tuvieran nunca, como los
peces que están en el mar (RES NULLIUS propiamente dichas); 2°) a que su
dueño anterior las abandonó, renunciando implícita y explícitamente a su
propiedad (RES DERELICTAE); 3°) a que sus poseedores son enemigos con
quienes los romanos están en guerra (RES HOSTILES).
Este modo de adquirir fue de gran importancia en los tiempos primitivos
por su consiguiente aplicación, dado que el Estado no intervenía en los actos
de apropiación sobre las cosas sin dueño. Pero a medida que los pueblos
progresan, disminuye la importancia de la Ocupación, y su aplicación se
restringe, al reconocerse que al Estado le corresponde la propiedad de los
bienes que carecen de dueño.
338
el Animus Derelinquendi, aunque es posible, de acuerdo con la
evolución general del Derecho que el elemento subjetivo haya tenido mayor
relieve jurídico en el derecho Justinianeo que en la época clásica.
Se discute también entre las famosas escuelas de Proculeyanos y
Sabinianos el momento en que la cosa abandonada deja de pertenecer al dueño.
Los Sabinianos mantenían la tesis de que el derecho sobre la cosa se extingue
para el dueño desde el instante del abandono.
Los Proculeyanos por el contrario distinguían dos momentos:
1) El abandono de la cosa, y
2) El Acto de adquisición por parte de un tercero, considerando que
hasta que éste no se verificara continuaba perteneciendo al propietario.
El criterio de los Sabinianos, que en general siempre es más conser-
vador, en este caso resulta más adecuado y liberal, por lo cual fue admitido en
la Legislación de Justiniano.
339
por medios legales se discute también entre los romanistas si podían ser objeto
de ocupación. En la legislación de Justiniano como no tenía relevancia jurídica
esta secular división de las cosas en Mancipi y Nec Mancipi, no hay base para
resolver esta cuestión. Puede, sin embargo, afirmarse, por consideraciones de
orden general que no teniendo relación la Derelictio con la Traditio in
Incertam Personam, pueden ser las Res Mancipi objeto de ocupación.
Caso de Ocupación. La ocupación se refiere a los animales salvajes,
comprendiendo la caza, la pesca y también se menciona la Ocupatio Bellica.
En cuanto a las normas del Derecho Romano para que los animales
salvajes, que comprenden la caza, la pesca y la pajarería, sea propiedad
nuestra, es preciso haberlo cogido; no basta herirle aunque sea mortalmente,
pues una serie de circunstancias imprevistas, pueden ser obstáculo a que nos
apoderemos de la pieza de caza o pesca. Por lo demás, poco importa que se
capture en nuestras propiedades o en las de otros, pues el dueño de un terreno
no es propietario del animal que accidentalmente se encuentra en él; pero sí
puede impedirnos penetrar en su propiedad y reclamarnos una indemnización
por los perjuicios ocasionados, y hasta perseguirnos por acción de injurias
(Actio Iniuriarum), si hemos entrado a pesar de su prohibición. Conservamos
la propiedad de un animal salvaje adquirido por ocupación, todo el tiempo que
permanezca bajo nuestro poder sin que haya recobrado su libertad natural. Se
conceptúa que la ha recobrado, cuando después de haber huido le perdemos de
vista o si se hace difícil su persecución. Esta regla es relativa sólo para los
animales salvajes propiamente dichos (fera animalia).
En lo que concierne a los animales salvajes por su naturaleza, pero
domesticados, el dueño conserva la propiedad de ellos en tanto que no pierdan
la costumbre de ir a casa de él; si la pierden, se convierten en Res Nullius y
pueden ser adquiridos por el primer ocupante. Pero los animales domésticos
(no salvajes por naturaleza) no se convierten en res nullius aun cuando hayan
perdido la costumbre de volver a casa de su dueño. En su consecuencia puede
recuperarlos donde quiera que los encuentre y el que los retenga
fraudulentamente comete un robo.
En cambio, respecto a la pesca, las fuentes aluden claramente a casos
de concesiones exclusivas en determinadas zonas, bien por el Estado, o bien
por los particulares.
340
También caso de ocupación se refiere al botín tomado al enemigo
(Occupatio bellica). Los inmuebles conquistados pertenecían al Estado,
generalmente se vendía una parte de ellos en provecho del Tesoro público; otra
parte se distribuía entre ciudadanos pobres o colonos y otra era agregada al
dominio público (ager publicus). Los muebles pertenecían también al Estado a
menos que el general estuviera autorizado para el pillaje, o que se tratara de
cosas que se encontraran en dominios de los romanos cuando la declaración de
guerra, en cuyos casos, el primero que las tomaba se hacía propietario de ellas
en nombre privado. Aunque el calificativo de enemigo propiamente dicho
(hostis) suponía declaración de guerra, ésta no era indispensable para que los
bienes pertenecientes a extranjeros se convirtieran en propiedad de los
romanos por ocupación; bastaba que la patria de dichos extranjeros no fuera
aliada de Roma por algún tratado de alianza, ni por relaciones de amistad u
hospitalidad. Por reciprocidad, los bienes tomados a los romanos se hacían
propiedad del enemigo en cuanto eran depositados en lugar seguro (inter
praesidia); si eran recobrados inmediatamente, se los consideraba como botín
ordinario y por consiguiente pasaban a ser propiedad del Estado o de quienes
los tomaban, excepto aquellos objetos sobre los que se admitía derecho de
devolución (lus Postliminii). En virtud de este derecho, las cosas tomadas al
enemigo volvían a poder de sus antiguos dueños. Esto tenía lugar respecto de
los inmuebles, esclavos, barcos de guerra y caballos o mulos empleados en
servicio del ejército; pero no respecto de las armas, en atención a que no se
podía dejarlas tomar sin quedar deshonrado.
341
cuando los haya registrado con objeto de descubrirlo puesto que al obrar
así a nadie ha perjudicado. Pertenece igualmente por entero al descubridor si
es encontrado en lugar sagrado o religioso. Finalmente, pertenece la mitad al
descubridor y la otra mitad al propietario del terreno, si es encontrado en
propiedades de otro; pero si alguno ha registrado con intención de descubrirlo,
el tesoro pertenece por completo en ese caso al propietario del terreno. Según
el rigor de los principios, no es un accesorio de los terrenos donde se halla,
puesto que habiendo sido ocultado por otro no está a la libre disposición del
dueño del terreno. El hallazgo debe considerarse más bien como un don de la
fortuna (donum fortunae), y las reglas mencionadas, fundadas en la equidad, se
han establecido con objeto de prevenir fraudes y disputas, pues frecuentemente
el descubridor procuraría guardárselo todo si la ley no le diera nada.
342
CAPÍTULO XXIII
SUMARIO: LA ACCESIÓN. CONCEPTO Y NATURALEZA
JURIDICA DE LA ACCESIÓN.— LA ADQUISICIÓN DE LOS FRUTOS
POR EL PROPIETARIO.— CASOS DE ACCESIÓN NATURAL.—
ACCESIÓN ARTIFICIAL.— ADJUCIÓN.— FERRUMINATIO.—
TEXTURA.— PICTURA.- SCRIPTURA.— CONFUSIO Y COMMIXTIO.—
LA ESPECIFICACIÓN.
343
salvaron los romanos, pues al dueño de la cosa accesoria se le concede
un derecho de indemnización, que se ejercita de distinta manera según los
casos.
La accesión considerada como medio de adquisición, se refiere: 1°) A
todo lo que nuestra cosa produce (los frutos); 2°) A todo lo que se une a ella de
un modo accesorio, ya sea natural o artificialmente. Este segundo objeto
comprende tres casos principales: La accesión de un inmueble a otro; la de un
mueble a un inmueble; la de un mueble a otra cosa de igual naturaleza.
344
EL ALUVIÓN
LA AVULSIÓN
Los autores modernos dicen que hay Avulsión (Avulsio) cuando por
una fuerza súbita, un río o arroyo, arrastra una parte del campo llevándola ala
margen opuesta o a un terreno inferior. Las instituciones de Justiniano dicen
con este motivo: “Si desprendido por la violencia de un río, un fragmento de
tu terreno es arrastrado al campo inmediato, es claro que continúa siendo
tuyo, pero si por largo tiempo permanece adherido al campo vecino, silos
árboles que ha arrastrado consigo extienden sus raíces en aquel fundo,
entonces aquel fragmento y los árboles los adquiere el fundo inmediato”. Este
texto ha suscitado una viva controversia sobre silos términos de la última
parte: “...entonces aquel fragmento y los árboles los adquiere el fundo
inmediato”, se refieren sólo a los árboles o comprenden también la parte de la
tierra levantada por las aguas. Teófilo, en su paráfrasis, interpreta como
referentes sólo a los árboles. Gaius en sus comentarios, se limita a decir que la
parte levantada continúa perteneciendo a su dueño. Pero el Digesto,
extractado del mismo autor, contiene una disposición final análoga ala de las
instituciones de Justiniano, excepto que
345
el manuscrito de las Pandectas florentinas emplea la palabra “adquisita”
en lugar de “adquisitae”, lo que supondría que la decisión debe entenderse lo
mismo de la parte de terreno que de los árboles. Sea como fuere, resulta de
otro texto del Digesto, aplicable por analogía a este caso, que la parte de tierra
desunida de un terreno pasa a ser adquirida por el vecino, siempre que se
incorpore a los terrenos de éste, de modo que no sea posible la separación,
pues fuera de este caso puede recuperarla el antiguo dueño.
FORMACIÓN DE ISLAS
346
ocurre cuando se ha sembrado en terreno propio con granos
pertenecientes a otro; pero el antiguo dueño de los árboles plantados o
sembrados tiene derecho a una indemnización que se regula según la
distinción siguiente: Si el propietario del terreno ha obrado de buena fe, no
debe entregar sino el valor de los árboles, plantas, etc; en el caso contrario
debe reparar todo el perjuicio y aún puede ser demandado por acción de robo.
Una vez arraigados en el terreno los árboles o las plantas, ya no vuelven a su
antiguo poseedor aun cuando se las arranque inmediatamente, porque ya se les
considera como convertidos en propiedad de otro por la permanencia que en
su terreno han hecho.
Finalmente, si alguno ha plantado en terreno de otro, los árboles y
plantas pasan igualmente a ser propiedad del dueño del terreno donde han
arraigado. El que ha efectuado la plantación de buena fe, tiene derecho a una
indemnización, pero no puede reclamarla sino mediante una excepción de dolo
opuesta a la acción del propietario. Según ciertos textos de las Constituciones
y del Digesto, los árboles pertenecen siempre a aquél en cuyo terreno se
encuentran las raíces. Pero el Digesto contiene una decisión que atribuye los
árboles a aquél en cuyo fundo se encontraban originariamente, decisión que
parece más racional y equitativa. Cuando el tronco de un árbol se encuentra en
los linderos de dos terrenos pertenecientes a distintos dueños, el árbol
corresponde a ambos pro diviso, a cada uno por la parte que se encuentra
sobre la propiedad. Si se corta en seguida este árbol, pertenece desde luego pro
indiviso a los dos vecinos, en atención a que nada indica el límite de cada
propiedad. Entonces puede reclamar cada uno por la acción COMMUNI
DIVIDUNDO, una parte proporcionada a la parte del árbol que se encontraba
antes en su terreno.
INAEDIFICATIO
347
por objeto impedir la demolición de los edificios. Sin embargo, puede
reclamar el doble del valor de los materiales por la acción personal de Tigno
Iuncto, sin distinguir si el constructor ha obrado de buena o de mala fe,
excepto que en este último caso es responsable de la acción de robo. Cuando
es demolido el edificio el dueño de los materiales puede reivindicarlos a
menos que no haya sido indemnizado, en cuyo caso el constructor de buena fe
podía rechazarle por una excepción de dolo; pero el que ha edificado sabiendo
que los materiales pertenecían a otro, no goza de la misma prerrogativa, en
atención a que paga el doble de valor de los materiales a título de pena.
En el caso inverso al mencionado en el tópico anterior es decir, cuando
uno edifica con materiales propios en terreno de otro, el edificio pertenece
también al dueño de! terreno por derecho de accesión, pero e! constructor
queda siendo propietario de los materiales considerados aisladamente, y por
consecuencia puede reivindicarlos después de la demolición del edifico, a
menos que, al edificar en terreno ajeno, no haya abrigado la intención de hacer
una liberalidad al dueño de él, lo cual no es de presumir. También puede
reclamar una indemnización, si ha obrado de buena fe, oponiendo una
excepción de dolo a la reivindicación del propietario, y hasta tiene un derecho
de retención (IUS RETENTIONIS) hasta el pago. El poseedor de mala fe no
tiene más que el derecho de levantar las construcciones nuevas (IUS
TOLLENDI) y aun este derecho no puede ejercerse sino a condición de no
deteriorar el fundo.
348
FERRUMINATIO
TEXTURA
PICTURA
TINCTURA
SCRIPTURA
349
En algunos de los casos de accesión examinados, la cosa que se adquiría
no puede decirse que perteneciera antes a alguien, como en caso de la
formación de islas; en otros, la incorporación se verificaría con la voluntad del
dueño de la cosa accesoria; pero muchas veces tal voluntad no existiría, y, sin
embargo, no por ello dejaban de operarse los efectos de la accesión. La
adquisición de la propiedad tenía lugar una vez acaecido el hecho de la
incorporación, en cualquiera de las modalidades descritas, aunque no lo
quisiera el que fue dueño de la cosa accesoria.
Para estos últimos casos, no el Derecho Civil, pero sí el Pretorio,
procuró al propietarit que dejaba de serlo, medios judiciales de obtener un
resarcimiento. Tales medios fueron: la Exceptio de dolo opuesta en el caso de
ejercicio de la acción reivindicatoria por el nuevo propietario sin haber
indemnizado al demandado por la pérdida sufrida, o una Actio In Factun,
designada también, a veces, como Utilis, para obtener del propietario y
poseedor la mencionada indemnización.
CONFUSIO Y COMMIXTIO
350
es el caso en que los animales que forman dos ganados distintos
pertenecientes a diferentes dueños, se mezclan. En caso de que la separación
sea imposible, como si se tratara de simientes mezcladas, por ejemplo, la
fuerza de las cosas exige que se aplique la regla enunciada en el tópico
anterior, para el caso de confusión, excepto en el caso en que no haya lugar a
la acción Communi Dividundo si la mezcla hubiera tenido lugar mediante el
consentimiento de los propietarios. Si alguno mezcla a nuestro dinero con el
suyo, de modo que el reconocimiento sea imposible, perdemos la propiedad de
él porque se le considera como gastado; pero tenemos derecho a la acción
personal en reparación del perjuicio que esto nos ha ocasionado, y aun a las
acciones emanadas del robo, si el autor de la mezcla ha obrado de mala fe.
LA ESPECIFICACIÓN
351
Si el especificador empleó parte de materia de su propiedad, pasa
a él en todo caso el dominio del objeto nuevo.
Si la materia utilizada es res furtiva, o el especificador obró de
mala fe, el Derecho Justinianeo no admite en modo alguno la
especificación como modo de adquirir. Y en todas las hipótesis en que
dicho modo produce sus efectos, el que ha perdido la materia o el
trabajo, según los casos, tiene derecho a una indemnización, la cual se
reclamará, bien oponiendo la EXCEPTIO DE DOLO ante la
reclamación de la cosa, si está en su poder, o bien —al menos por lo
que se refiere al antiguo dueño de la materia y en el Derecho
Justinianeo— ejercitando una acción real como Utilis, en la cual
formulará como replicatio doli su pretensión de recibir la
indemnización.
352
CAPÍTULO XXIV
SUMARIO: OTROS MODOS DE ADQUIRIR LA PROPIEDAD. — LA
MANCIPATIO. — LA INIURE CESSIO — LA TRADITIO. — LA
ADJUDICATIO. — LA USUCAPIO. — SU HISTORIA. FUNDAMENTOS.
— REQUISITOS. — LA USUCAPIO PROHEREDE Y LA USUSRECEPTIO.
— LA LONGI TEMPORIS PRESCRIPTIO.- LA USUCAPIÓN EN LA
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO.
LA MANCIPATIO
353
Esta venta, necesariamente al contado, exigía que en presencia de cinco
testigos, ciudadanos y púberes, habiendo accedido previa pregunta de uno de
ellos, a ser testimonios del acta, el Libripens, provisto de la balanza y de las
pesas, pesaba el metal dado en precio, y el adquirente, tomando la cosa,
afirmaba su derecho sobre ella. “Yo afirmo que el esclavo es mío según el
derecho de los Quirites, y que me pertenece por este bronce y esta balanza”
(Hunc hominem ex iure Quiritium deum aio isque mihi emptus esto hoc aere
aeneaque libra). Después, golpeando con un lingote sobre la balanza para fijar
la atención de los asistentes, entregaba el precio. La entrega de éste y la
apropiación de la cosa, estaban estrechamente ligadas. Este ritual acredita que
no había sido creado más que para los muebles.
Cuando los inmuebles entraron en el comercio, se admitió para ellos la
mancipación sin entrega física e inmediata de la cosa.
Cuando los decenviros implantaron en Roma la moneda de cobre,
teniendo el as liberale por unidad, la pesada pudo a su vez desaparecer. Pero el
comprador declaraba en alta voz el precio que pagaba. La Ley de las XII
Tablas unía a las fórmulas verbales los efectos jurídicos de la operación:
“Cuando hay nexum o mancipación, lo que la lengua ha emitido, que
esto sea el derecho: CUM NEXUM FACTET MANCIPIUMQUE UTI
LINGUA NUNCUPASSIT, ITA TUS ESTO. Los gestos, la balanza y el
lingote tenían valor de símbolos, revelando a los concurrentes el acto que se
realizaba. El campo de la mancipación se acrecentó; tendió hacia la venta
ficticia (venditio imaginaria) que dijo Gayo. De aquí la posibilidad de una
venta a crédito; el lingote simbólico, no el precio real, era entregado sólo
cuando se daba la cosa; pero las XII Tablas, dominadas por la idea de
concomitancia de los efectos, retardaron entonces la transferencia de la
propiedad hasta el pago. Es verdad que esta concomitancia ha sido atribuida
recientemente a una época muy posterior. De igual manera fueron realizadas
donaciones, constituciones de dote y abandono noxal, reduciendo el precio a
una suma insignificante (nummo uno). En fin, la mancipación sirvió a los
prácticos para organizar un sistema de disposiciones por causa de muerte que
comprendía un conjunto de bienes.
Modo de transferencia exclusivo de la Res mancipi, no parece, pues,
que surtiese ningún efecto para los demás estando ligado su uso al del Aes
Rude. Adviértase que aun nula como mancipación ella hubiese sido siempre
una traditio: Traditio alteri nexu, decía Cicerón.
354
Teniendo por objeto la transferencia de la propiedad quintaria, ella
suponía en las partes el ius Commercii, y, en el vendedor, esta propiedad. El
adquirente precisaba en la fórmula los derechos que creía adquirir. No
contradiciéndole obligaba al enajenador a prestarle ayuda y asistencia contra
toda tentativa de evicción judicial, por parte de un tercero, desde que le fuera
denunciada. Esta obligación, que era el efecto directo de la mancipación,
duraba en tanto que el plazo necesario para usucapir no hubiese transcurrido.
Respecto al requerimiento del comprador, si rehusaba asistirle o no le hacía
triunfar contra la acción de reivindicación, este fracaso o este abandono
constituía un delito, sancionado por la Actio Auctoritatis, cuya condena
llegaba al doble del precio enunciado en la mancipación. Hasta el tiempo de
Labeón podía ser intentada por el todo contra cada coautor del delito; este
Prudente admite que después de la primera persecución, los otros fueron
descartados por una excepción. Del mismo modo, una falsa indicación del
contenido de un terreno vendido daba motivo a la Actio de modo Agri, cuya
condena era igual al doble del valor de la cantidad que faltaba.
En el Derecho Post-clásico, con la desaparición de la distinción entre
Res Mancipi y Nec Mancipi, la mancipatio perdió su importancia para quedar
reemplazada en la compilación Justinianea por la traditio, único modo idóneo
de transmitir el dominio.
LA IN IURE CESSIO
355
a diferencia de la Mancipatio, se aplicaba también a las RES NEC MANCIPI.
En la práctica la In Jure Cessio se utilizó para la adquisición de la RES
INCORPORALES, como las servidumbres prediales, el Usufructo, etc.
Como Actus Legitimus, al igual que la Mancipación, no podía ser
sometida
a término o condición.
La In Jure Cessio, que llegó a tener mayor aplicación que la Mancipatio,
también desapareció como modo de transmitir el dominio, especialmente por
el reemplazo del sistema procesal de las acciones de la ley por el
procedimiento formulario y por el auge que alcanzó la Tradición como medio
de transferencia de la propiedad. En los textos Justinianeos los compiladores
sólo dejaron de ella la palabra Cessio o Cedere, que vino a significar
transmisión de la propiedad o de los derechos.
LA TRADITIO
356
Como se ha sostenido, por lo general, la Justa Causa se absorbe en la
causa de un negocio jurídico concreto y si éste es de los que se cumplen en el
acto, la causa se sustancia en el acuerdo de las partes sobre el fin de la entrega,
existente en el momento de realizarla. A tal respecto actuaban como Iustae
Causae, la Venta, la Donación, la Dote, el Pago, etc. Si faltaba la causa o era
Iniusta, es decir, no reconocida por el ordenamiento jurídico, como en las
donaciones entre cónyuges, la propiedad no se transfería.
El traslado o remisión de la posesión del Tradens al Accipiens, fue otro
requisito de la tradición, que debía efectuarse de modo efectivo, esto es, de
mano a mano si se trataba de cosas muebles y mediante la entrega personal en
el fundo o en la casa si la transferencia era de un bien inmueble. La
materialidad de la exigencia, fue desapareciendo paulatinamente y ya el
Derecho clásico admitió algunas atenuaciones que vinieron a espiritualizar el
requisito de la remisión de la posesión de la cosa, con lo que la voluntad de
adquirir y transferir llegó a tener mayor relevancia que el hecho material de la
toma de posesión.
Fue así que aparecen los casos de la Tradición Simbólica, Longa Manu,
Brevi Manu y del Constitutum Possessorium, todos resumidos por los
intérpretes bajo la denominación de Traditio Ficta, designación que quiere
significar que el acto de la tradición no se ha llevado a cabo efectivamente,
sino en forma ficticia.
En la llamada Traditio simbólica, no se entrega la cosa misma cuya
propiedad se transfiere, sino un objeto que la simboliza: llaves, títulos escritos
de propiedad; o bien se sustituye la entrega por la imposición de una marca
(signare trabes) a los objetos transferidos.
La Traditio Longa Manu, en la que se hace simplemente una indicación,
señalando a distancia el fundo de cuya propiedad se trata.
La Traditio Brevi Manu, que se daba en aquellos casos en los que el que
adquiría el derecho de propiedad tenía ya en su poder la cosa, aunque no a
título de propietario. Así, por ejemplo, cuando se traspasaba el dominio de una
finca a la persona que ya la tenía en arriendo. La entrega era, naturalmente
innecesaria.
El Constitutum Possessorium, que es la hipótesis inversa: el que
transfería el derecho de propiedad retenía, sin embargo, la cosa, si bien no la
iba a seguir poseyendo como dueño, sino por otro título. Tal es el caso del
dueño de una casa que traspasase el dominio de la misma, pero se quedaba en
ella como inquilino.
357
Difundido el uso de la redacción de documentos para consignar las
transferencias, se admitió que la propia escritura del instrumento sustituyera a
la entrega de la cosa, especialmente cuando se trataba de donaciones. Para los
bienes inmuebles, desaparecidas las antiguas formalidades, se afirmó la
necesidad del acto escrito y de su inscripción en los archivos públicos
(Insinuatio apud acta), como tutela de las partes y de los terceros. De esta
formalidad, que hacía ala publicidad del acto, el Derecho Justinianeo hizo
depender la adquisición de la propiedad inmobiliaria.
LA ADJUDICATIO
358
Antiguamente, para designar esta institución, se servían de las
palabras USUS AUCTORITAS o USUS ET AUCTORITAS. Usus
indicaba la posesión; y Auctoritas, la garantía o protección de la ley.
La Usucapion derivaba del Derecho Civil, y hacía adquirir la propiedad
quintaria (dominio quinitium, esto es dominio sólo reservado a los ciudadanos
romanos). Como los terrenos provinciales no eran susceptibles de esta
propiedad no podían ser adquiridos por Usucapion. Había sin embargo, con
relación a estos fundos, una institución análoga que se llamaba
PREAESCRIPTIO LONGI TEMPORIS, y de la que trataremos
posteriormente.
La Usucapion y la prescripción hace ya tiempo son llamadas por los
modernos Praescripción adquisitiva, porque ella hacía adquirir la propiedad u
otros derechos reales. Llámase Praescripción extintiva o simplemente
prescripción, el medio por el que se desestima una acción, fundándose en que
el demandante no la ha intentado en el término fijado por la ley. El efecto de
esta prescripción es de anular la acción, pero el derecho que la sirve de
fundamento subsiste siempre (al menos cuando se trata de la propiedad), y el
que no puede invocar más que una prescripción extintiva no adquiere ningún
derecho sobre la cosa poseída, de modo que no puede intentar la acción
reivindicatoria, si llega a perder la posesión. No hablaremos más aquí que de
la prescripción adquisitiva, a la que daremos generalmente el nombre de
Usucapion, de conformidad con los textos de Derecho Romano.
La antigua Usucapion, establecida ya por la Ley de las XII Tablas
descansaba sobre motivos de interés público. Se las había admitido a fin
de que la propiedad de las cosas no quedara por mucho tiempo en
suspenso: NE DOMINIA RERUM DIUTIUS IN INCERTO ESSENT.
La Usucapion servía:
1) A cambiar la propiedad natural en propiedad civil o quiritaria
especialmente en los casos en que una Res Mancipi había sido entregada sin
las formalidades de la Mancipación, o de la cesión en Justicia.
2) A hacer adquirir la propiedad quintaria en los casos en que se había
recibido de un individuo una cosa de la que no era propietario.
REQUISITOS
359
Derecho Justinianeo fueron resumidos por los intérpretes
medievales en el famoso hexámetro: RES HABILIS TITULUM, FIDES
POSSESSIO, TEMPUS.
TITULUS
360
BUENA FE
POSSESSIO
TEMPUS
361
Tablas: dos años para los inmuebles y uno para las cosas muebles, pero
para la Usucapio Hereditatis se requería tan sólo un año —aunque la herencia
comprendiera inmuebles— toda vez que se consideraba que recaía no sobre
las cosas que la constituían, sino sobre la hereditas.
362
herencia, como si la usucapion no hubiese sido cumplida en provecho del
poseedor, pero este último podía aun prevalecerse de ella respecto a las
personas extrañas a la sucesión.
3. Finalmente el emperador Marco Aurelio autorizó una persecución
criminal extraordinaria contra los que se hubiesen amparado de los bienes de
una herencia. Antes no podía cometerse el robo de cosas dependientes de una
herencia no entregada aún al heredero, en atención a que ellas estaban
reputadas RES NTJLLIUS, ni aun después de la adquisición por el heredero
respecto a cosas de las que el heredero no había tomado todavía posesión.
Después de la introducción del CRIMEN EXPILATAE HEREDITATIS,
nadie pudo prevalecerse de una posesión de mala fe; y, en el nuevo Derecho,
ya no se habla de la USUCAPIO LUCRATIVA PRO HEREDE.
LA USUSRECEPTIO
363
La Usucapion no podía ser invocada por los que no tenían el
Commercium, y no se aplicaba a los fundos provinciales; pero en las
provincias se encuentra una Institución análoga ala que se dio el nombre
de Longi Temporis Praescriptio, porque el tiempo requerido era mucho
más largo que el fijado para la Usucapión.
Las condiciones de la prescripción de largo plazo eran:
1. Una posesión continua y no interrumpida (diutina possessio).
2. La buena fe.
3. Un justo título.
4. El tiempo requerido: diez años entre presentes (inter
praesentes), y veinte años entre ausentes (inter absentes). Al poseedor y
al dueño de la cosa se les reputaba presentes si habitaban la misma
provincia; ausentes, si habitaban provincias diferentes.
5. En cuanto a sus efectos la prescripción de largo plazo servía, no
sólo para alejar la acción del antiguo propietario de la cosa y a
confirmar así la posesión (Secuntas possessionis), sino también para
hacer adquirir un derecho real análogo a la propiedad y a más para
alejar la acción de los acreedores hipotecarios, si las condiciones
requeridas existían respecto de ellos. En cuanto a este último punto la
Prescripción a largo plazo era más ventajosa que la usucapion, toda vez
que ésta aun cuando hacía adquirir la propiedad civil, no extinguía las
acciones que nacían del empeño y de la hipoteca.
En los últimos tiempos del Imperio, la distinción entre la
propiedad civil y la propiedad natural llegó a ser puramente nominal.
Por ello es que la principal diferencia entre la usucapion y la
prescripción de largo plazo estaba en el tiempo requerido para usucapir
o prescribir.
La prescripción de largo plazo, introducida para los fundos
provinciales, acaba por ser aplicada a los fundos itálicos y a los objetos
muebles, probablemente en consideración a los extranjeros que no
podían invocar la usucapión. Respecto a las demás personas, salvo lo
que se ha dicho relativamente a las acciones hipotecarias, la
prescripción de largo plazo no podía casi serles útil, puesto que ellas no
podían invocar la usucapion.
364
en Mancipi y Nec Mancipi, y en fundos itálicos y provinciales, así
como la distinción de la propiedad en civil y natural, confundió la
usucapion y la prescripción a largo plazo en una sola institución: ya no
había motivo para establecer diferencias, máxime si se considera que,
en esta época todos los habitantes libres del Imperio gozaban en general
de los mismos derechos.
Con respecto a los muebles conservó la usucapion, exigiendo tres
años para que fuese cumplida. Para los inmuebles admitió con
preferencia las reglas de la prescripción de largo plazo, exigiendo una
posesión de diez o veinte años, la buena fe y un justo título: esta es la
usucapion común del nuevo Derecho.
Ya antes de Justiniano, las acciones en general prescribían a los
treinta años, pero esta prescripción extintiva no hacía adquirir ningún
derecho real.
El emperador hizo una reforma sobre este punto. Estatuyó que el
poseedor, aunque no reuniese todas las condiciones requeridas para la
usucapion común, podía rechazar la reivindicación del propietario
después de una posesión de treinta años, y hasta adquiría la propiedad,
si comenzó poseyendo de buena fe; esta es la PRAESCRIPTIO
LONGISSIMI TEMPOUIS de treinta o cuarenta años, llamada también
USUCAPIÓN EXTRAORDINARIA en los casos de buena fe. El
poseedor de mala fe no adquiere la propiedad, y la PRAESCRIPTIO
LONGISSIMI TEMPORIS no es más entonces que una prescripción
extintiva.
365
366
CAPÍTULO XXV
SUMARIO: DEFENSA DE LA PROPIEDAD. — LA REIVINDICATIO. SU
NATURALEZAPROCESAL. CONDICIONES PARA SU EJERCICIO.-
EFECTOS. LA ACTIO NEGATORIA. — LA ACTIO PROHIBITORIA. —
LA PUBLICIANA IN REN ACTIO.- LA REIVINDICATIO UTILIS. —
OTROS MEDIOS DE PROTECCIÓN DE LA PROPIEDAD.
DEFENSA DE LA PROPIEDAD
367
bonitaria o pretoria, ya al analizar las restricciones y límites al dominio,
sólo consideraremos en esta parte la acción Reivindicatoria y la Negatoria y
que fueron los recursos específicos que el Derecho Romano creó para proteger
el dominio. Haremos también referencia a la OPERIS NOVI NTJNTIATIO y
al Interdicto QUOD VI AUT CLAM, que no fueron materia de tratamiento al
estudiar las limitaciones al derecho de propiedad.
368
racionalizar esta atribución interina de la posesión. Así, desde los
primeros momentos tuvo una importancia decisiva el entrar en el
proceso petitorio como poseedor, pero mucho más en las formas
ulteriores que asumió ese procedimiento.
La estructura de la Legis Actio Per Sacramentum in Rem fue
transformada por un recurso arbitrado por la práctica procesal que
consistía en involucrar la cuestión de propiedad en un litigio en el que
se ejercitaba una acción In Personam para determinar cuál de los
litigantes debía pagar al otro una suma de dinero. Bastaba para ello que
se prometieran recíprocamente, por medio de una Sponsio, el pago de
una cantidad si no resultaban ser propietarios. No se exigía la presencia
de la cosa, se litigaba sobre la apuesta en forma de Sponsio, pero en la
práctica se venía a decidir sobre la cuestión de la propiedad a que
aquella apuesta se supeditaba. Este es el llamado procedimiento PER
SPONSIONEM. También en este sistema había que adjudicar
previamente la posesión interina y exigir al poseedor no ya unos
garantes, sino una estipulación garantizada en la forma ordinaria
(SATISDATIO PRO PRAEDES LITIS ET VINDICIARUM).
En el procedimiento formulario, la Reivindicatio se tramitaba me-
diante una fórmula petitoria en la que se ordenaba al juez que condenara
el valor de la cosa al poseedor, si resultaba que el demandante era
propietario ex jure quiritium. Se tenía así un proceso, sin presencia de la
cosa, entre un actor que sostenía ser propietario y un poseedor que
defendía la misma sin tener que probar nada, lo que suponía una
evidente ventaja. En este procedimiento se siguió exigiendo la garantía
de siempre al poseedor, en la forma de la CAUTIO IUDICATUM
SOLVI. La condena se supeditaba a la no restitución de la cosa, entre la
PRONUNTIATIO y la sentencia, para coaccionar a la cual, la
estimación se fijaba por juramento del mismo demandante vencedor
(IUSIURANDUM IN LITEM). Más, el pago de la Aestimatio convertía
al poseedor condenado en propietario.
EFECTOS
369
Esta devolución implicaba tres cuestiones fundamentales:
a) La de los frutos y accesiones de la cosa.
La cosa debe restituirse CUM SUA CAUSA, con todos sus frutos y
accesiones. Se hacía, sin embargo, una limitación a esta obligación de
devolver los frutos en favor de quien había sido poseedor de buena fe. La
atenuación era distinta en el Derecho clásico que en el Justinianeo. En el
primero, dicho poseedor de buena fe hacía suyos los frutos que hubiera
percibido antes de la Litis contestatio; en el segundo, devolvía todos los que
subsistiesen (fructus extantes), cualquiera que fuese la época en que los
hubiese percibido, haciendo suyos, por tanto, los que ya hubiere consumido
(fructus comsumpti).
La medida de favor, no sólo no regía para el poseedor de mala fe, sino
que incluso se le hacía responder de los fructus percipiendi, o sea de los que
no se percibieron por su negligencia.
b) La de los deterioros sufridos por la misma.
De los deterioros sufridos por la cosa antes de la Litis Contestatio
respondía el poseedor de mala fe cuando se produjeron por su culpa; de los
sufridos después de la Litis contestatio, incluso aunque se hubieran producido
por caso fortuito. En el Derecho Justinianeo, se hacía la salvedad de que
demuestre que el daño se habría producido aunque la cosa la hubiera tenido el
propietario.
El poseedor de buena fe únicamente respondía de los deterioros
causados por su culpa después de la Litis Contestatio.
c) La de los gastos que el poseedor hubiese hecho en ella.
En cuanto a los gastos e impensas que el poseedor hubiese llevado a
cabo en la cosa, se distinguen tres grupos: Impensae necessariae, indispen-
sables para la conservación del objeto; impensae útiles, mejoras que aumentan
su rendimiento y valor, e impensae voluptuariae, de mero embellecimiento o
lujo.
El Derecho pretorio fue el que, movido por un impulso de equidad, dio
cauce a la idea de que era injusto que el poseedor perdiese todos los gastos
hechos en la cosa, y estableció que se le debía indemnizar con el costo total de
los necesarios y con la cantidad que resultase menor comparando la del costo
de las impensas útiles y la del aumento del valor de la cosa. Por los gastos de
lujo o embellecimiento no había indemnización.
En el Derecho clásico, las anteriores reglas regían sólo para los
370
poseedores de buena fe, y el cauce procesal para obtenerlas
indemnizaciones era únicamente la Exceptio de dolo, que justificaba la
Retentio de la cosa mientras la indemnización no se efectuase. Por tanto, sólo
mientras continuase el poseedor teniendo en su poder la cosa podía conseguir
el reembolso de las impensas; si perdía la posesión, carecía de vía judicial para
reclamar-las.
El Derecho Justinianeo establece en esta materia las modificaciones
siguientes:
1°) Extiende el derecho a indemnización a los poseedores de mala fe,
excepto los ladrones;
2°) La reclamación puede hacerse aun perdiendo la posesión, valiéndose
para ello de diversas acciones (In Factum, Negotiorum Gestorum, etc);
3°- Respecto de las impensas voluptuarie, se concede a los poseedores
todos, el lus Tollendi o facultad de retirar las mejoras, siempre que pueda
hacerse sin daño de la cosa y ello implique utilidad para el que las retira y no
meramente el deseo de perjudicar al propietario: Neque malitiis indulgendun
est.
LA ACTIO NEGATORIA
371
LA ACTIO PROHIBITORIA
372
por otra parte, tal injusta situación no se prolongaba indefinidamente, ni
aun para el propio Jus Civile, porque al cabo de un cierto tiempo de tenerla
cosa en su poder el adquirente, los defectos de origen de su adquisición se
borraban y se transformaba en un verdadero dominus. Es lo que se llama
Usucapio. Pero, mientras el tiempo indicado no se cumplía, el comprador del
esclavo en el ejemplo citado, no se hacía dominus del mismo aunque hubiera
pagado el precio al vendedor y éste le hubiese hecho entrega del siervo.
Para remediar tal anomalía, un pretor Publicio, prometió en su edicto,
que concedería en esos casos la acción civil que tenían los propietarios, la
Reivindicatio, insertando en su fórmula una ficción: la de que había
transcurrido el tiempo necesario para la Usucapio. Esta acción ficticia es la
llamada Actio Publiciana, por el nombre de su creador. El que disponía de ella
se hallaba, por tanto, en una situación especial: no era dominus, es decir,
propietario, con arreglo al Jus Civile, pero en relación con el lus Honorarium
y, por consiguiente, para los encargados de administrar justicia, era igual que
si lo fuese, y ejercitaba una señoría general sobre la cosa, de la cual, amparado
por dicho Jus Honorarium, nadie podía privarle. Frente a este titular de la
Publiciana Actio, el que continuaba con el dominium ex iure quiritium tenía
sólo un dominio vacío de contenido, desnudo de atribuciones, nudum ius
quiritium.
El nudum ius quiritium no es algo puramente nominal desprovisto de
todo valor. Su titular nada puede frente a quien está amparado por la Actio
Publiciana, pero frente a terceros extraños, su posición jurídica de Dominus
subsiste, y contra ellos si por cualquier circunstancia tuvieran de hecho la cosa
en su poder, ejercitará con éxito las acciones que como propietario le
corresponden. Por ello, podría hablarse del Nudum Jus Quiritium como de
otro tipo más de situación de señoría sobre una cosa en la variedad presentada
por el Derecho clásico.
La acción Publiciana se fue extendiendo a otras situaciones similares.
Por ejemplo, a la del adquirente de una cosa que, aunque sea Res Nec Mancipi,
y susceptible, por tanto, de adquirirse por simple entrega, ha sido transmitida
por quien no tenía sobre ella un verdadero derecho de propiedad. Como nadie
puede dar a otro lo que él no tiene (Nemo dat quod non habet), tal transmisión
a non domino no servía tampoco para adquirir el dominium.
373
Para designar todas estas situaciones tan sustancialmente equiparadas en
su eficacia al dominio, no hay en las fuentes un término técnico preciso. Desde
luego, se evita calificarlas como dominium y generalmente se emplean las
expresiones circunlocutorias in bonis esse o in bonis habere. De ahí que los
intérpretes empleen el calificativo “Propiedad Bonitaria”, o también,
atendiendo a su origen, “Propiedad Pretoria” o “Publiciana”.
LA REIVINDICATIO UTILIS
374
por el pretor bajo la forma de una protesta o denuncia y estaba dirigida a
prohibir que se continuara el trabajo iniciado. El denunciado (nuntiatus) debía
interrumpir la construcción al ser intimado formalmente en el lugar de la obra
(in re praesenti), siempre que el denunciante (nuntians) probara el derecho
invocado para conseguir del magistrado la prohibición. Si el constructor, no
obstante la orden de interrumpir la obra, la continuara, el denunciante podía
interponer un INTERDICTEJM EX OPERIS NOVE NUNTIATIONE,
también llamado DEMOLITORIUM, para hacerla demoler.
EL INTERDICTUM QUOD VI AUT CLAM fue igualmente un
remedio pretorio de régimen muy similar a la denuncia de obra nueva que
tendía a obtener en el plazo de un año la remoción o suspensión de las
construcciones que se hubieran realizado ilícitamente contra la prohibición del
interesado (VI) o a ocultas de éste (CLAM). Esta defensa podía ejercerla el
propietario del fundo perjudicado por sí o por mandatario y se daba contra el
autor de las obras o contra el poseedor actual del inmueble, aunque ignorara la
realización de las construcciones o las mismas se hubieran efectuado contra su
voluntad.
375
376
CAPÍTULO XXVI
SUMARIO: LOS IURA IN RE ALIENA DE LAS SERVIDUMBRES.—
CLASIFICACIÓN DE LAS SERVIDUMBRES EN PREDIALES Y
PERSONALES.— EL PRINCIPIO NULLI RES SUA SERVIT.— LA
UTILIDAD Y LA VECINDAD DE LOS PREDIOS.— LA REGLA SERVITUS
IN FACIENDO CONSISTERE NEQUIT.— LA CAUSA PERPETUA.— LA
INDIVISIBILIDAD.— LA REGLA SERVITUS SERVITUTIS ESSE NON
POTEST.— MODO DE EJERCITAR LA SERVIDUMBRE.—
PRINCIPALES SERVIDUMBRES RÚSTICAS.— SERVIDUMBRES
URBANAS.— OTRAS CLASIFICACIONES PREDIALES.— EXTINCIÓN
DE LAS SERVIDUMBRES.— DEFENSA DE LAS SEVIDUMBRES.
377
limitación, a la libertad. Aplicada la idea a los derechos reales, se
entiende por Servidumbre el poder que ejerce una persona sobre la cosa
que pertenece a otra, sea a su favor, sea a favor de un fundo individual e
invariablemente determinado. En relación a la cosa sobre la cual se
ejercita, constituye un gravamen que puede beneficiar a una persona
determinada como tal persona —Servidumbre Personal— o al
propietario, fuere quien fuere, de un inmueble —Servidumbre Real o
Predial—.
Este amplio concepto de servidumbre y su distinción en dos tipos,
Servidumbres Prediales y Personales, ha sido impuesto por la
compilación Justinianea, ya que en el Derecho clásico la idea de
Servidumbre se redujo a las Prediales. Las llamadas servidumbres
personales en las fuentes Bizantinas —Usufructo, Uso, Habitación,
Operae Servorum— son para los clásicos figuras especiales e
independientes de derechos reales sobre la cosa ajena.
Los derechos sobre cosas ajenas (Iura in re aliena) tienen todas las
características de los derechos reales, ya que están defendidos por
acciones que pueden ejercitarse erga omnes. En las fuentes romanas
están regulados ampliamente estos derechos que se mantienen, aunque
no de idéntico modo en las legislaciones contemporáneas. Sobre el
origen de las servidumbres se han mantenido diversas teorías.
Probablemente surgieron después de la propiedad, como consecuencia
de la voluntad de las partes, que intervienen en esta relación jurídica.
Las limitaciones que tienen su origen en la ley, no son verdaderas
servidumbres, en el sentido que le es dado actualmente.
378
Las servidumbres Personales (Sevitutes personarum seu hominum,
servitutes personales), son las establecidas en beneficio de una persona
determinada, de manera que son inseparables de ella y se extinguen con ella.
Si bien el Derecho Romano no elaboró una teoría general sobre las
servidumbres, de sus fuentes se pueden extraer numerosos principios y reglas
que sirven para señalar los caracteres más fundamentales de las servidumbres
romanas.
Si bien no fue formulado con estas palabras por los romanos, responde
exactamente al pensamiento desarrollado en los textos de que la servidumbre
no consiste nunca en un hacer por parte del dueño del fundo gravado, sino en
abstenerse de hacer o en aguantar que otro lo haga: In non
379
faciendo vel in patiendo. Si la persona del propietario hubiera estado
obligada a un comportamiento activo, se hubiera dado, no un derecho real
sobre la cosa, sino un derecho creditorio a su favor.
LA CAUSA PERPETUA
LA INDIVISIBILIDAD
380
LA REGLA SERVITUS SERVITUTIS ESSE NON POTEST
381
Servitus Aquaeductus, derecho de hacer pasar una corriente de agua por
el fundo sirviente, bien por acequia al descubierto (rivus), bien subterránea
(specus) o bien por cañería (fistulae).
Servitus aquae Haustus, consistente en poder sacar agua del fundo
Sirviente.
Servitus Pecoris ad aquam ad pulsus y servitus pecoris pascendi, o
facultad de llevar, respectivamente, a abrevar o a pastar el ganado en el fundo
sirviente.
Servitutes calcis coquendae, o arenae fodiendae, o cretae
exhimendae, consistente en las de quemar cal, extraer arena del fundo
sirviente, sin un fin industrial.
SERVIDUMBRES URBANAS
Servitus Stillicidii: Facultad de verter las aguas de lluvia del tejado del
predio dominante al sirviente sin encauzarlas en conducción alguna.
Servitus Fluminis: Cuando la caída de las aguas pluviales sobre el fundo
vecino se hace por canalones u otra modalidad de conducción.
Servitus Cloacae: Que da derecho a hacer pasar canales o tuberías
de desagüe a través del fundo sirviente.
Servitus Tigni Immittendi: O facultad de introducir vigas en la pared
ajena.
Servitus Oneris Ferendi: Derecho de apoyar el propio edificio sobre
un muro o pilastra del vecino, cuya servidumbre tiene de particular que el
vecino, si no quiere abandonar la pared o la columna, está obligado a
mantenerlas en buen estado.
Servitus Proiciendi: Derecho de avanzar sobre el fundo vecino los
balcones, galerías y tejados.
382
Servitus altius non tollendi: Prohibía al vecino elevar el edificio más
allá de cierta altura, o que se levanten en el fundo sirviente construcciones de
una manera absoluta.
Servitus ne luminibus officiatur: La que impedía a un vecino privar a
otro de luces, o sea al propietario del fundo dominante.
Servitus luminum: La que autorizaba a abrir ventanas sobre el terreno
vecino para recibir luz.
383
poder para gravar con servidumbres algunas porciones en
beneficio de otras. De aquí que la Adjudicatio sea también un modo de
constituirse las servidumbres.
Por otra parte, a través de ciertas vicisitudes y formas, se admitía
también una adquisición de las servidumbres por ejercicio continuado
de las mismas durante un cierto tiempo. Y se dieron también casos de
constitución de servidumbres por disposición expresa de la ley.
En consecuencia, los modos de constitución de las servidumbres
pueden resumirse de la siguiente manera:
1) Negocio jurídico entre el dueño de la cosa y el que va a ser
titular de la servidumbre.
2) Negocio jurídico unilateral mortis causa otorgado por el
propietario
3) Adjudicatio
4) Prescripción adquisitiva.
5) La Ley.
De todos estos modos, la adjudicación y las disposiciones mortis
causa no experimentaron otras variaciones que las de regulación de las
formalidades de tales actos. La constitución de servidumbre por los
demás modos fue distinta en las diversas épocas del Derecho Romano.
La constitución por el primer procedimiento —negocio jurídico
entre propietarios y titular— aparecía en el Derecho clásico dependiente
de las distinciones entre lus Civile e lus Honorarium, suelo itálico y
suelo provincial, y res mancipi y nec mancipi.
En suelo itálico y con arreglo al Derecho civil, los negocios
jurídicos aptos para constituir servidumbre eran: a) La Mancipatio
respecto de las servidumbres rústicas, porque como ya dijimos, tales
servidumbres eran catalogadas entre las res mancipi; b) La In Jure
Cessio, la cual, al igual que sucedía con su utilización como modo de
adquirir el dominio, se desarrollaba como una vindicatio servitutis
ficticia y servía para la adquisición de todas las servidumbres conocidas
por el Derecho Civil; c) La Deductio, que consistía en que al enajenar la
cosa por cualquiera de los dos procedimientos anteriores, el enajenante
se reservaba sobre ella la servidumbre verificándose, por tanto la
transmisión de la propiedad deducta servitute.
En los fundos provinciales no era posible legalmente una
verdadera servidumbre con arreglo al Derecho Civil, pero los
magistrados jurisdiccio
384
nales reconocieron y protegieron con arreglo al Derecho Honorario
facultades idénticas. Dando un cauce romano a la costumbre existente
con anterioridad en algunas provincias, especialmente en las sometidas al
Derecho griego, de constituir servidumbres por simple pacto, los magistrados
romanos de dichas provincias admitieron como modo de constitución el
contrato verbal de estipulación y concedieron una actio in rem utilis, con lo
cual se daba a la relación un carácter real, puesto que quedaba protegida, no
sólo frente al concedente y sus herederos, sino ERGA OMNES.
En el Derecho Justinianeo, la constitución de servidumbres por negocio
jurídico presenta estas variantes:
1ª) que han desaparecido la Mancipatio y la In Jure Cessio, y, en cambio,
facilitada por la doctrina de la cuasi possessio o possessio iuris, aparece la
traditio como modo de constituir servidumbres, manifestada por la Patientia o
consentimiento en el ejercicio de la misma por parte del dueño de la cosa;
2ª) desaparecidas asimismo las distinciones entre suelo itálico y
provincial, ius civile y honorarium, las servidumbres se constituyen sin
distinción por pactos o estipulaciones;
3º) la deductio, que primitivamente se operaba en las enajenaciones de la
385
como el del padre respecto al peculio adventicio de sus hijos. Así
también todos los casos en los que dadas determinadas hipótesis, se declara
constituida ipso jure la servidumbre, como son aquéllas en que, utilizando un
fundo o una parte del mismo ciertos servicios del otro o de la otra parte,
susceptibles de formar el contenido de una servidumbre predial, y pertene-
ciendo ambos fundos o partes al mismo propietario, si luego se separan o
dividen por éste transmitiéndose a personas distintas, queda transformada la
situación de servicio anterior en un derecho real de servidumbre, forma de
constitución bautizada por los post-glosadores con la expresión de “destino del
paterfamilias”.
386
los jurisconsultos clásicos, para quienes las Servitutes, como la
propiedad, eran esencialmente perpetuas.
387
implica la de la propiedad del fundo dominante. Debe también probar la lesión
de que se queja, pues todo demandante debe probar el fundamento de su
acción. El demandado que no contesta la demanda, o que niega falsamente los
hechos de turbación, pierde las ventajas de la calidad del demandado. En
consecuencia deberá asumir el rol del demandante, si quiere después renovar
la discusión.
El objeto directo de la acción confesoria es hacer reconocer la existencia
de la servidumbre objeto de litigio. Si el demandante gana el juicio, el
demandado puede ser condenado, según las circunstancias, a resarcir los daños
causados por la turbación en el ejercicio del derecho de su adversario, y
también a prestar caución para garantir que no lo turbará más en lo sucesivo
(cautio de no amplius turbando). Esta caución se deja al arbitrio del juez, como
en la acción negatoria.
Cuando el fundo dominante pertenece a varios, uno solo puede intentar
la acción confesoria por el todo, en razón de que las servidumbres reales son
indivisibles, pero no obtendrá pérdidas e intereses sino por la lesión del que
haya sido víctima personalmente. La sentencia favorable obtenida por él,
aprovechará a los otros, en cuanto al reconocimiento del derecho de
servidumbre. Recíprocamente, en caso de sentencia desfavorable, podrá
oponerse a los otros la excepción de cosa juzgada, quedando a salvo su recurso
contra el demandante, si ha habido negligencia o dolo de su parte.
Igualmente, y siempre en razón de la indivisibilidad de las servidum-
bres, si el fundo sirviente pertenece a varios, un condómino puede ser
demandado por el todo (in solidum).
También las servidumbres prediales fueron protegidas mediante
múltiples interdictos que el pretor concedió para regular la relación entre
diferentes predios. Entre las principales se cuenta el Interdictum de itinere
actuque reficiendo, otorgado al titular de una servidumbre de paso contra el
propietario del fundo que le prohibiera reparar el terreno por donde debía
transitar; el Interdictum de rivis reficiendis, concedido al titular de una
servidumbre de acueducto perturbado en su derecho de limpiar las acequias
que conducían el agua; el Jnterdictum de aqua quotidiana et aestiva, conferido
a quién estaba autorizado a sacar agua a diario o en verano del fundo ajeno, en
caso de que el propietario se lo prohibiera; el Interdictum de cloacis que se
daba contra quien ejerciera violencia contra el titular de una cloaca a fin de
impedir su limpieza.
388
CAPÍTULO XXVII
SUMARIO: DE LAS SERVIDUMBRES PERSONALES. — EL
USUFRUCTO. DEFINICIÓN. — CARACTERES ESENCIALES. CESIÓN
DEL DERECHO. — DERECHOS DEL USUFRUCTUARIO. —
OBLIGACIONES. — CONSTITUCIÓN Y EXTINCIÓN. — CUASI
USUFRUCTO. — USO. — HABITACIÓN. — EL TRABAJO DE LOS
ESCLAVOS Y ANIMALES AJENOS. — SERVIDUMBRES
IRREGULARES.
EL USUFRUCTO. DEFINICIÓN
389
“USUSFRUCTUS EST, IUS ALIENIS REBUS UTENDI ET
FRUENDI, SALVA RERUN SUBSTANTIA” (El usufructo es el derecho
de usar y disfrutar una cosa ajena, sin destruir su substancia).
Los romanistas han interpretado de distinta manera la frase SALVA
RERUN SUBSTANTIA. Unos entienden que el sentido de ella es, que el
Usufructo no puede recaer sobre cosas consumibles; otros consideran que
significa que el Usufructo se extingue cuando la cosa se destruye, o que indica
que el Usufructuario está obligado a conservar la cosa. No interesa fijar la
intención que tuvo Paulo al formular esta definición en cuanto a las referidas
palabras, pues para ciertos autores no estuvieron muy acertadas, porque en ella
no se destacan los elementos esenciales de esta institución, que son su carácter
temporal y la naturaleza real de este derecho.
390
DERECHOS DEL USUFRUCTUARIO
391
que la institución de heredero y los legados en beneficio del esclavo,
aprovechan al nudo propietario, a menos que hayan sido determinados por
consideración a la persona del usufructuario.
Por lo que respecta a los bosques, es necesario distinguir entre los
montes talares y los bosques de grandes árboles. El usufructuario puede cortar
maderas en los de talar, porque tal es su destino natural. No sucede lo mismo
con los árboles grandes, los que se consideran como parte del fundo y no como
frutos, en razón de que no adquieren su desarrollo completo sino después de
un tiempo considerable. El usufructuario aprovecha solamente del
desgajamiento de los árboles, así como de los demás productos periódicos.
Puede también sacar de ahí estacas para las viñas sometidas al usufructo, o
madera para las reparaciones a que está obligado. Puede también emplear con
ese objeto los árboles arrancados o rotos por accidente, aunque en general
pertenecen al nudo propietario. En fin, si se trata de un almácigo, el
usufructuario puede tomar árboles o arbustos, y hasta venderlos, con la
obligación de conservar el almácigo cuidadosamente.
En lo relativo a las minas y canteras, el usufructuario no sólo goza de las
que están en explotación al empezar el usufructo, sino que también puede abrir
nuevas, con tal que no dañe a la agricultura, o que el producto de las minas y
canteras sea superior al del cultivo del fundo, en cuyo caso, se considera que lo
mejora, cosa que le es permitida.
392
quedan a su costa y riesgo. El usufructuario debe mantener, también, los
almácigos y reemplazar los árboles secos de que se aprovecha, así como las
vides improductivas; pero no está obligado a reemplazar los árboles arran-
cados o rotos por accidente, porque en general pertenecen al propietario. Como
el usufructuario no es responsable de las obligaciones premencionadas sino a
causa de su derecho, puede eludirlas renunciando, a no ser que las pérdidas y
deterioros sean el resultado de su dolo o de su culpa, en cuyo caso está
personalmente obligado a indemnizar al propietario.
Debe restituir la cosa a la terminación del usufructo: los frutos no
percibidos aún en esa época pertenecen al propietario.
Está obligado a dar caución para garantir que gozará de la cosa como lo
haría un buen padre de familia, y que ella será restituida terminado el
usufructo. A falta de esta caución, que se da ordinariamente por medio de un
fiador, el propietario puede negarse a poner la cosa a disposición del
usufructuario. Sin embargo puede dispensarlo de dar caución, porque cada uno
puede renunciar a un derecho establecido solamente en su favor; pero esta
dispensa no puede ser hecha por el que lega un derecho de usufructo a fin de
no favorecer el dolo o la negligencia del usufructuario. Ciertas personas están
dispensadas por la ley de dar caución. Tal es el padre de familia, con relación a
su usufructo legal sobre los bienes del peculio adventicio de sus hijos bajo la
patria potestad: su afección ha parecido una garantía suficiente.
393
formal en el Derecho Justinianeo; por Consolidación, cuando el
usufructuario adquiría la propiedad de la cosa; por destrucción, o alteración del
destino económico de la misma; por el no uso durante un año para las cosas
muebles y de un bienio para los inmuebles; por muerte del usufructuario, al
tratarse de un derecho constituido a favor de una persona; por Capitis
Deminutio del usufructuario, no la mínima, en el Derecho Justinianeo, y por
vencimiento del plazo establecido por el propietario y usufructuario, término
que no podía ser superior a cien años, si el usufructo se hubiera constituido a
favor de una persona jurídica.
CUASI USUFRUCTO
394
USO (USUS)
395
En general, el usuario tiene obligaciones análogas a las del usufruc-
tuario, salvo que son menos extensas, porque el derecho es más restringido; y
también debe dar caución.
El uso difiere del usufructo, no sólo en que es ordinariamente menos
ventajoso, por cuanto no da derecho a los frutos, sino también bajo los
siguientes puntos.
a) El usufructo es divisible; y el uso indivisible. Esta diferencia nace por
que los frutos son susceptibles de división, mientras que el uso, eminentemente
personal, constituye un hecho indivisible.
b) El usuario no puede alquilar ni ceder el ejercicio de su derecho. No
obstante, el usuario de un edificio, si ocupa una parte de él, por sí mismo,
puede alquilar el resto; pero no podría alquilar la casa entera, porque eso sería
FRUI, percibiendo los frutos civiles. El puede, sin embargo, alquilarlas según
la voluntad presunta del testador, si el uso recae sobre cosas que no pueden
serles útiles sino alquilándolas, v.g. los objetos destinados al servicio de un
circo o de un teatro.
HABITACIÓN
396
de habitación se considera como si se adquiriera día a día en favor del
legatario, a diferencia de lo que sucede respecto del usufructo y del uso, en que
el dies legati cedens tiene lugar una sola vez.
Por tanto, adquiriéndose día a día, no puede extinguirse por el no
ejercicio y se juzga que se repite incesantemente a pesar de la Capitis
deminutio del legatario.
El que tiene un derecho de habitación está obligado a dar caución, como
el usuario y el usufructuario.
SERVIDUMBRES IRREGULARES
397
398
CAPÍTULO XXVIII
SUMARIO: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA. — LA
ENAJENACIÓN CON FIDUCIA. — LA PRENDA Y LA HIPOTECA. —
CARACTERES GENERALES. — DERECHOS DEL ACREEDOR
PRENDARIO E HIPOTECARIO. — DE LA ENFITEUSIS Y SUPERFICIE.
— HISTORIA DE LA ENFITEUSIS. CONCEPTO. — DERECHOS Y
OBLIGACIONES DEL ENFITEUTA. — CONSTITUCIÓN Y EXTINCIÓN
DE LA ENFITEUSIS. — EL DERECHO DE SUPERFICIE.
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distribuirse a prorrata los bienes del deudor común, podía valerse de dos
categorías de seguridades: las garantías personales, que eran aquellas que
conferían al acreedor un derecho de crédito contra un tercero, llamado fiador,
que se obligaba conjunta o accesoriamente con el deudor principal, y las
garantías reales, que consistían en la afectación de un objeto determinado,
como garantía del cumplimiento de la obligación. La enajenación con fiducia,
en la que mediante un pacto el deudor transmitía la propiedad de la cosa, para
que al cumplimiento el acreedor lo devolviera al deudor. La prenda o pignus
cuando la afectación recaía sobre objetos cuya posesión debía pasar al
acreedor y la hipoteca cuando la cosa gravada quedaba en poder del deudor.
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acreedor, podía obligarlo a retrocederle la cosa y conseguir así el medio
de hacer tradición al comprador; pero no la podía vender al mismo acreedor
por ser ya propietario en virtud de la fiducia y que EMPTIO REI SUAE NON
VALET.
El pago de la deuda no extinguía de pleno derecho la propiedad del
acreedor, se necesitaba una retrocesión. Si el deudor recobraba la posesión,
podía usucapir la cosa poseyéndola durante un año, aunque fuese de mala fe
(usus receptio). Esta usucapión podía verificarse aun en el caso que el deudor
poseyera la cosa en virtud de un PRECARIUM o de una locación
(CONDUCTIO), pero en este caso sólo sí había pagado al acreedor. En los
demás casos, no era necesaria esta condición.
La fiducia tenía grandes inconvenientes para el deudor. En efecto, un
acreedor de mala fe podía transferir la propiedad a un tercero y por este medio
privar al deudor de la cosa empeñada, aun antes del vencimiento del plazo
convenido para el pago de la deuda.
LA PRENDA
Según Gayo, quiere decir: “Lo que se tiene en la mano”. Mediante este
pignus, el deudor entregaba la cosa dada en garantía al acreedor que toma la
posesión de ella y, como poseedor, está amparado por los interdictos
posesorios, tanto conservatorios como restitutorios. Tiene la Actio Furti y la
condictio Furtiva. Pero desde luego no puede enajenar la cosa, y si lo hiciere,
cometería Hurto. La institución de la prenda garantizaba al deudor el dominio
del bien prendado, ya que sólo entrega la posesión y lo privaba de la
utilización del mismo.
Es una obligación accesoria en virtud de la cual el deudor le entrega la
posesión de la cosa al acreedor para garantizar una obligación y éste se obliga
a devolverla después de cumplida dicha obligación principal. Se diferencia de
la Enajenación con Fiducia porque ésta transmite la propiedad de la cosa dada
en garantía y en el pignus transmite únicamente la posesión.
Para que una cosa pueda ser objeto de un pignus, es preciso que esté en
el comercio y que la ley no haya prohibido su enajenación, porque la
concesión de tal derecho puede conducir indirectamente a la enajenación,
desde que autoriza al acreedor para vender la cosa empeñada.
401
Como, en general, no se puede transmitir a otro más derecho que el que
se tiene, el constituyente debe tener la cosa en su patrimonio (in bonis), es
decir ser propietario de ella, o por lo menos tener una acción para obtenerla.
En la prenda o pignus, la posesión AD INTERDICTA pasa al acreedor,
pero el deudor conserva la posesión AD USUCAPIONEM, que tenía
anteriormente, la que sólo es interrumpida cuando el acreedor ha hecho
tradición de la cosa a otra persona.
El deudor concede algunas veces el derecho de usar o de percibir los
frutos de la cosa afectada, para reemplazar a los intereses o ser imputados
sobre el crédito. La convención recibe entonces el nombre de Anticresis y es
válida, siempre que no tenga por objeto ocultar un préstamo usurario.
La prenda, en la acepción general de la palabra, era un Contrato Real, de
buena fe, sinalagmático imperfecto, en virtud del cual y para garantizar un
crédito, el deudor o un tercero, entrega una cosa para ser devuelta una vez
cancelada la obligación principal.
De conformidad con esta definición, surgen obligaciones para el
acreedor prendario como ser: Cuidar de la cosa con la mayor diligencia
respondiendo de su dolo y de toda culpa, pero no del caso fortuito. Los frutos
percibidos deben imputarse sobre los intereses y el capital del crédito
garantido; si el deudor no pagaba, podía retener la cosa empeñada, venderla
para cobrarse y si el precio es superior, devolver el remanente (hyperocha) al
deudor.
El deudor pignoraticio, tiene contra el Acreedor prendario la Actio
Pignoratitia directa.
El deudor pignoraticio está eventualmente obligado a: Resarcir al
Acreedor prendario los gastos hechos para la conservación de la cosa
empeñada; completar la prenda o constituir otra si aquella disminuía de valor o
perecía y cumplir con la obligación principal.
Para el cumplimiento de estas obligaciones el Acreedor Pignoraticio
podía usar del Tus Retentiones, oponer la Compensación a la acción directa
del deudor pignoraticio, o ejercer por sí mismo la Acción Pignoratitia
contraria.
La Prenda presupone un crédito simple, o a término, o condicional y
puede ser constituida no sólo por el deudor, sino también por un tercero
pudiendo recaer sobre cualquier cosa mueble pero es preciso que esté en el
comercio.
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En principio, se constituía, como todos los JURA IN RE
ALTENA por convención entre las partes.
Podía constituirse por disposición del tribunal en caso de
ejecución de sentencia (PIGNUS IN CAUSA IUDICATI CAPTUM).
Las Missiones “in possessionem, antiguo medio extraprocesal del
pretor, se adaptaron a esa función de garantía con el nombre de
Praetorium Pignus.
La prenda se extinguía por el cumplimiento total de la prestación
pues si era parcial, subsistía por entero la garantía pignoraticia.
LA HIPOTECA
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El Pretor concedió un interdicto posesorio al arrendador respecto de
estos INVECTA ET ILLATA cuando existía entre ambos contratantes el pacto
aludido. Dicho interdicto, llamado Salviano, se consideraba originariamente
como interdicto de retener —ya que los aperos estaban en un fundo poseído
por el arrendador acreedor—, y posteriormente como un interdicto de retener
—ya que los aperos estaban en un fundo poseído por el arrendador acreedor—,
y posteriormente como un interdicto de adquirir la posesión —para lo que la
introducción en el fundo no se estimó suficiente— Por ello resulta difícil fijar
cronológicamente la transición del concepto de prenda con desplazamiento de
la posesión al acreedor, al concepto de prenda sin desplazamiento, y de esta
figura a la hipoteca propiamente dicha.
Más tarde, otro pretor otorgó una acción real (Actio Serviana)
ejercitable ya no sólo contra el arrendatario, sino contra cualquiera que tuviese
en su poder los INVECTA ET ILLATA. Apareció de esta manera una garantía
real, en la cual las cosas afectadas no pasaban a la posesión del acreedor
arrendador inmediatamente de constituirse la garantía, sino cuando la
obligación quedaba incumplida. Tal modalidad, limitada, por una parte, a los
INVECTA ET ILLATA, y por otra, a la obligación del arrendatario de pagar
el canon del arriendo, se extendió a cualesquiera otras cosas y a cualesquiera
otras obligaciones respecto a las cuales se hubiese hecho un convenio análogo,
en cuyos casos se otorgaba como UTILIS la ACTIO SERVIANA. Y a esta
forma de garantía se la designó —con terminología tomada del griego
HYPOTHECA—, y la acción se denominó también, indistintamente, ACTIO
HYPOTHECARIA, QUASI SERVIANA o SERVIANA UTILIS.
Respecto a la constitución de la hipoteca, este derecho real de garantía
podía nacer por voluntad privada que fue uno de los medios idóneos para dejar
constituida una hipoteca. El acto voluntario podía materializarse en un simple
pacto, sin formalidad alguna y sin siquiera la exigencia de la tradición.
También en un legado, por medio del cual se dejaba constituida la hipoteca
desde el momento en que el legado es exigible (quando dies legati venit), si se
trata de una cosa perteneciente al testador y que tenga, en esta época, una
obligación principal.
También se puede establecer una hipoteca por disposición del magis-
trado. La hipoteca se constituía en el caso de que fuese a dictar una
404
sentencia. En el Derecho Justinianeo también la MISSIO IN
POSSESSIONEM fue considerada como hipoteca judicial, según los princi-
pios de la ejecución forzosa.
En cuanto a la constitución de la hipoteca por imperio de la ley se
desarrolló en el Derecho post-clásico por lo que hacía a un patrimonio entero.
Antes de tal época la hipoteca legal o tácita, como denominan las fuentes a las
hipotecas nacidas de la ley, se constituía sobre objetos concretos, como la
prenda del arrendador de una casa o predio urbano sobre los INVECTA ET
ILLATA del inquilino; la del arrendador de un predio rústico sobre los frutos
que el mismo produjera; la del pupilo sobre la cosa comprada con su dinero
por el tutor o un tercero, etc. Cuando la hipoteca se constituyó sobre el
patrimonio entero del deudor encontramos entre ellas las del fisco por los
créditos derivados de impuestos; la de los pupilos sobre los bienes de sus
tutores o curadores; la de la mujer sobre los bienes del mando, en garantía por
la restitución de la dote, etcétera.
La hipoteca se extinguía por el cumplimiento total de la prestación, pues
si era parcial, subsistía por entero la garantía; también por la venta de la cosa
por parte del primer acreedor, por renuncia, por prescripción y por confusión
de las calidades de acreedor y propietario de la cosa hipotecada.
CARACTERES GENERALES
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do la propiedad y posesión al deudor, hacía adquirir al acreedor un
derecho real. Este medio sólo fue aplicado al principio en un caso particular: el
de la locación de bienes rurales. Los arrendatarios, aparte de los instrumentos
de labranza cuya propiedad deseaban naturalmente conservar, no tenían
ordinariamente bienes propios sobre que pudieran consentir un empeño en
garantía del pago del arrendamiento. Por otra parte, no se hubieran podido
desprender de los utensilios necesarios para el cultivo para conceder una
prenda propiamente dicha, sin colocarse en la imposibilidad de explotar el
fundo arrendado. Fue sin duda por estas consideraciones que el mencionado
Pretor declaró en su edicto, que si un arrendatario empeñaba al locador por
simple convención, sus muebles y los frutos de la cosa arrendada en garantía
del pago de los arrendamientos, adquiriría, éste, un derecho real en virtud del
cual podría perseguir contra cualquier detentador los objetos hipotecados para
hacerlos vender y pagarse con su precio. La acción concedida con este motivo
se llamó ACTIO SERVIANA, del nombre de su autor. Tal fue,
verosímilmente, el origen de la hipoteca, término por el cual se designa el
empeño de una cosa por simple convención, sin transmisión de propiedad ni
de posesión.
La acción Serviana se aplicó por analogía a todas las demás cosas en
que había convención de hipoteca, y de aquí nació la acción QUASI
SERVIANAVEL HYPOTIIECARJA. La hipoteca, por razón de las ventajas
que ofrecía, concluyó por reemplazar completamente a la fiducia. Además, el
pignus propiamente dicho (prenda) produjo una acción real como la hipoteca.
Por esto en el Derecho de Justiniano, las palabras PIGNUS o HYPOTHECA,
una y otra, se emplean en su sentido genérico para designar una garantía real
cualquiera. Algunas veces, sin embargo, PIGNUS es opuesto a
HYPOTHECA. El supone que se transfiere la posesión al acreedor y se aplica
especialmente a los muebles. Con relación al derecho real a que la hipoteca y
la prenda dan nacimiento no hay diferencia en ellos; sólo el nombre es
distinto: INTER PIGNUS ET HYPOTHECAM TANTUM NOMINIS SONUS
DIFFERT (La prenda y la hipoteca sólo se distinguen en la voz).
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acreedor de vender la cosa pignorada si no hubiere sido pagado a su
debido tiempo, no surgió en un principio como elemento natural de la relación,
sino por virtud del Pactum del Distrahendo Pignore, que en el Derecho
Justinianeo se torna innecesario, pues el derecho de enajenar la cosa nace a los
efectos normales del derecho de hipoteca.
Para que el acreedor procediera a vender la cosa, que no estaba sometida
a ninguna formalidad especial, era menester que la deuda garantizada hubiera
vencido y no se hubiera pagado y que el acreedor efectuara tres notificaciones
al deudor (denuntiationes) antes de proceder a la venta. Vendido el bien, si el
precio alcanzaba para pagar el crédito, éste se extinguía; caso contrario,
subsistía por la diferencia que quedaba sin cubrir. Si el precio superaba el
crédito, el excedente (Hyperocha) debía ser entregado al deudor.
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El lus Praeferendi es otro de los efectos naturales que producía este
instituto en Roma. Después de la venta del bien hipotecario el acreedor tenía
derecho a cobrarse sobre el precio con preferencia respecto de otros acreedores
comunes o quirografarios, aunque los créditos de éstos hubieran sido de fecha
anterior a la constitución de la hipoteca. Es la consecuencia natural de la
hipoteca, en virtud de la cual la cosa está afectada en garantía del crédito del
acreedor.
El Derecho Romano admitió que sobre una misma cosa pudieran
constituirse varias hipotecas porque, a diferencia de la prenda propiamente
dicha, el deudor hipotecario mantenía la posesión del bien hipotecado. En el
caso de pluralidad de hipotecas se estableció un orden entre los acreedores con
arreglo al principio de que las hipotecas más antiguas en su constitución
primaban sobre las de fecha posterior (PRIOR IN TEMPORE POTIOR IN
JURE). La facultad de vender correspondía pues, al primer acreedor
hipotecario; los posteriores sólo podían reclamar lo que quedaba después de
que aquél cobrase su crédito entero.
Se admitió también el ejercicio del Ius Offerendi que era el derecho del
titular de una ulterior hipoteca de ofrecer al acreedor o acreedores de rango
preferente el pago de los respectivos créditos, con lo que pasaba a colocarse en
el lugar que el acreedor pagado ocupaba.
En definitiva, lo que lograba el acreedor que hacía uso del Ius Offerendi
no era la hipoteca del acreedor que le precedía en el tiempo, porque ésta se
extinguía por el pago, sino que la suya entrara en primer lugar.
Existía también una sucesión hipotecaria, llamada SUCCESIO IN
LOCUM, que se presentaba cuando el crédito garantizado por una hipoteca de
fecha precedente a otro u otros, se extinguía, sea porque un tercero daba el
dinero en préstamo al deudor para pagar la deuda, constituyéndose a su favor
una nueva hipoteca, sea porque acreedor y deudor sustituían al crédito
hipotecario original por otro nuevo mediante Novación, acordando el traspaso
del derecho hipotecario por lo que sumaba la deuda antigua. En ambos casos el
nuevo acreedor hipotecario no se colocaba en último término por ser su
derecho de hipoteca posterior, sino que ocupaba el lugar correspondiente a la
hipoteca que había garantizado el antiguo crédito extinguido.
Es necesario señalar que la verdadera derogación del principio de la
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prioridad temporal en materia hipotecaria estuvo dada por las denomina-
das HIPOTECAS PRIVILEGIADAS, v.g. la hipoteca general que
gozaba el fisco sobre el patrimonio de los contribuyentes; la hipoteca que
grava una cosa a favor de quien había dado dinero para su conservación o
mejora; la nacida por imperio de la ley y a favor de la mujer sobre los bienes
del marido, en garantía de la restitución de los bienes dotales; aquellas que
constaban en documento público o en documento privado suscrito al menos
por tres testigos idóneos.
La hipoteca se extinguía por destrucción de la cosa, por su exclusión del
commercium y por confusión, cuando en una misma persona se daba la
condición de acreedor hipotecario y de propietario de la cosa empeñada.
Teniendo por finalidad garantizar un crédito, la renuncia tanto expresa como
tácita del titular —acreedor hipotecario— hacía asimismo cesar el derecho de
hipoteca.
Igualmente se extinguía por la praescriptio longi temporis.
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miento no sería locación ni venta. Los emperadores concedieron de la
misma manera los bienes que dependían de su dominio privado —FUNDI
PATRIMONIALES (que recibieron el nombre de AGRI
EMPHYTEUTICARII que significa plantar, cultivar), por oposición a los
AGRI VECTIGALES—. En fin, este ejemplo fue imitado por las iglesias y
otros establecimientos de beneficencia, así como por los particulares. El objeto
de la Enfiteusis fue favorecer el cultivo de las tierras que habían sufrido
mucho con las invasiones de los bárbaros. La renta a pagar por el arrendatario
enfiteuta era generalmente inferior al arrendamiento ordinario. Además, los
derechos del enfiteuta estaban mejor asegurados, por cuanto obtenía una
acción real y que el arrendamiento era consentido, si no a perpetuidad, al
menos por un tiempo considerable. Justiniano confundió en una sola
institución los AGRI VECTIGALES y LOS AGRI EMPHYTEUTICARII,
y, en el Derecho nuevo, se emplean estos términos como sinónimos.
CONCEPTO
410
le ha sido acordada en oposición al derecho común —el enfiteuta no
tiene el ANIMEJS DOMINI—, probablemente tanto en interés del propietario
como en el suyo propio. En efecto, el propietario, encontrándose a menudo
lejos del fundo enfitéutico, está interesado en que el enfiteuta esté muñido de
los interdictos posesorios para poderse oponer mejor a las usurpaciones de
terceros; c) Tiene una acción petitoria (in rem) para hacer valer su derecho
contra cualquiera que lo lesione -ACTIO UTILIS IN REM, ACTIO
VECTIGALIS. La. acción Publiciana también se concede al que ha poseído de
buena fe un fundo, sobre el que un no propietario le ha concedido un derecho
de enfiteusis; d) Puede disponer de su derecho entre vivos o por causa de
muerte, a titulo oneroso o gratuito, y este derecho es transmisible a los
herederos. Cuando quiere venderlo, debe hacerlo saber al propietario, porque
éste tiene preferencia (Ius protomiseos), si consiente en comprar por el precio
ofrecido al enfiteuta, y goza de un plazo de dos meses para usar de este
derecho de preferencia.
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CONSTITUCIÓN DE LA ENFITEUSIS
EL DERECHO DE SUPERFICIE
El Derecho Real sobre cosa ajena, que podía ser transmitido tanto por
acto inter vivos como Mortis Causa, por el cual el titular estaba facultado para
el pleno disfrute del edificio levantado en suelo ajeno, constituye la Superficie.
Este Derecho nació al parecer de la práctica del Estado y de las ciudades
de utilizar ciertos terrenos que formaban parte de sus amplios dominios,
dándolos en arriendo a perpetuidad o a largos plazos a los particulares que
tenían derecho a levantar allí edificios para su disfrute, mediante el pago de un
canon o arriendo (PENSIO, MERCES VEL SOLARJUM). Esta costumbre se
había extendido a los particulares y es con respecto a las edificaciones así
realizadas que el Pretor consagró, en
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beneficio del superficiario, un verdadero Derecho Real sobre cosa ajena
llamada EL DERECHO DE SUPERFICIE.
Según el Ius Civile todo lo que era erigido sobre el suelo ajeno
pertenecía por accesión al propietario del suelo (SUPERFICIES SOLO
CEDIT). Sin embargo, cuando los particulares, siguiendo el ejemplo del
Estado, concedieron a otros particulares el derecho de edificar y gozar del
edificio construido plenamente, se acostumbró a celebrar contratos en los que
el propietario del suelo recibía el pago de un canon o alquiler como
contraprestación. El cumplimiento de las obligaciones de este especial
arrendamiento sólo podía ser perseguido por una acción Personal o Creditoria,
porque Personal o Creditoria era la relación que unía a las partes.
Como tales arrendamientos se hicieron frecuentes y se contrataban a
perpetuidad o a plazos larguísimos, el Pretor estimó conveniente proteger al
concesionario con un Interdicto Possesorio de Superficiebus, ejercitable contra
cualquiera que molestase su derecho de disfrute del edificio. Es así como, por
acción del Pretor, comienza a apuntar el carácter real de estas concesiones,
carácter que queda definido en el derecho Justinianeo, que otorgó al
superficiario el ejercicio de una Actio In Rem, oponible ERGA OMNES y
transmisibles a los herederos.
El Superficiario estaba obligado a pagar el canon anual o una suma
única que se entregaba al propietario del suelo al constituirse la Superficie, que
podría ser hecha por convención, pero igualmente podía nacer por disposición
de última voluntad, por Adjudicatio o por Usucapion; gozaba de derechos tan
amplios sobre el Edificio que no distaban en nada de los de un verdadero
propietario. Podía usar personalmente el edificio o darlo bajo cualquier título
en disfrute a otro, sin consultar la voluntad del propietario y sin necesidad de
notificárselo. Estaba autorizado para imponer Servidumbres y para gravarlo
con Hipoteca. Se extinguía por destrucción del fundo, no del edificio, por
cuanto era susceptible que el titular se reservara el derecho de reconstruirlos;
por su transformación en Res Extra Commercium, por Consolidación que
podía producirse si el Superficiario adquiría la propiedad del suelo o el
propietario los derechos de éste, y por cumplimiento del término de la
condición resolutoria, que eran modalidades susceptibles de imponer del
derecho de Superficie.
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414
HECHOS Y ACTOS J
JURÍDICOS
URÍDICOS
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416
1ª Parte: HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS
CAPÍTULO I
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uno de esos acontecimientos o hechos susceptibles de provocar, sea la
adquisición del respectivo derecho; sea su modificación o pérdida.
Son pues, los Hechos Jurídicos, supuestos necesarios para que actúe o
se aplique la norma o Derecho Objetivo, a la par que determinan el
nacimiento, modificación o extinción de los Derechos Subjetivos.
CLASIFICACIONES
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o sucesos independientes de la voluntad del hombre, aún cuando ellos
procedan de un individuo. En este sentido, el nacimiento o la muerte de una
persona, el rayo que destruye un edificio, el granizo que provoca la pérdida de
una cosecha, serían “hechos jurídicos en sentido propio”.
HUMANOS
VOLUNTARIOS E INVOLUNTARIOS
HECHOS VOLUNTARIOS
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SIMPLES Y COMPLEJOS
POSITIVOS Y NEGATIVOS
420
Adquisición: Es como enseña Bonfante, “la adquisición” es la con-
junción del derecho al sujeto. De modo que adquirir un derecho significa tanto
como hacerlo propio o, en otros términos, incorporarlo a lo que podríamos
llamar el “haber jurídico” de un sujeto.
Esta adquisición puede tener lugar de dos maneras diversas:
Originaria: Como cuando alguien toma posesión “OCCUPATIO” de
una cosa sin dueño (res nullius) o abandonada por su dueño “res derelictae”, con
intención de hacerla suya, adquiriendo de esa manera su propiedad.
Derivativa: En este caso la adquisición es la consecuencia del traspaso a
un nuevo titular, del derecho que pertenecía a otro sujeto, operándose la base
de una relación con este último, caso en que ocurre en la “Traditio”.
Esta regla de las adquisiciones derivativas que en el Derecho Romano
establecía: “NEMO PLUS IURIS AD ALUM TRANSFERRE POTEST
QUAM IPSE HABERET”, que significa: “Nadie puede transferir a otro más
derecho que el que tiene”.
Modificación: Como la misma palabra lo indica, la ley se refiere a los
hechos susceptibles de producir un cambio en los derechos u obligaciones, en
cualquier sentido que sea. v.g. Muere una persona dejando como herederos a
un hijo y la esposa en estado de embarazo, el hecho del nacimiento con vida
del hijo concebido modificará los derechos hereditarios del otro hijo, puesto
que serán dos herederos en vez de uno.
Extinción: Tiene lugar cuando un derecho deja de formar parte del
“haber jurídico” de un sujeto, lo cual puede, igualmente verificarse de dos
maneras, porque, o bien significa la extinción del derecho como cuando se
destruye la cosa sobre que recae en la propiedad o deja de estar en el comercio
porque, v.g. las aguas de un río han invadido un terreno de propiedad
particular, o bien implica simplemente, un cambio de titular del derecho,
según ocurre en la enajenación por venta, donación de la cosa (Bonfante).
Hecho jurídico, situación jurídica y relación jurídica: El mundo
de la realidad, de las relaciones sociales conforma una Situación que es
mantenida y garantizada por el derecho. Así, una persona puede tener una cosa
cualquiera: el derecho le garantiza su libre disfrute si su posesión o propiedad
es legítima. Esto configura una situación.
Pero, acaece un hecho. Puede consistir éste en un hecho de la
421
naturaleza: por ejemplo un rayo, que mata el caballo de que se sirve la
persona o que lo arrenda. Normalmente este es un hecho tomado en
consideración por el derecho, porque en el ejemplo propuesto habrá deter-
minado la pérdida del derecho de propiedad. Estamos, entonces, en presencia
de un HECHO JURÍDICO que tiene como EFECTO JURÍDICO, esa extinción
del derecho. Pero tratándose de un arrendatario de un caballo, este hecho
jurídico viene a alterar la SITUACIÓN JURÍDICA preexistente generando la
obligación del locador de entregar otro caballo para cumplir con el contrato de
arrendamiento.
Esta segunda hipótesis, como consecuencia del hecho jurídico tomado
en consideración por el derecho (el rayo), habrá alterado la RELACIÓN
JURÍDICA preexistente entre ambos contratantes. El locador y el locatario del
animal pueden continuarla (mediante la entrega de otro caballo) o rescindir o
extinguir la RELACIÓN existente.
Se advierte, por tanto, merced a esta caracterización la íntima relación
existente entre la norma jurídica, el hecho que ella toma en consideración las
situaciones jurídicas existentes y las relaciones jurídicas en las que se
encuentran insertas las personas en la vida social.
El estado de pendencia: Lo normal es que, producido el hecho jurídico,
inmediatamente se produzcan sus efectos, y que los mismos operen a partir de
ese momento, pero la falta de definición del derecho general lo que se
denomina ESTADO DE PENDENCIA. Un estado en el que todavía no se le
reconoce a su titular la plenitud del derecho, pero que, ante la posibilidad de
que lo adquiera, autoriza la adopción de MEDIDAS CAUTELARES, que
podrán ser solicitantes antes o después de deducida la demanda, a menos que
de la ley resultare que éste deba entablarse previamente.
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CAPÍTULO II
SUMARIO: EL ACTO JURÍDICO. — CARACTERES DEL ACTO
JURÍDICO. — LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD: FUNDAMENTOS Y
ALCANCE DE ESTE CONCEPTO. — CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS
JURÍDICOS: A) SEGÚN SU ESTRUCTURA UNILATERAL, BILATERAL
O PLURILATERAL; SIMPLES Y COMPLEJOS; INTERVIVOS Y MORTIS
CAUSA. B) SEGÚN SU FORMA FORMALES Y NO FORMALES,
SOLEMNES Y NO SOLEMNES; CAUSADOS Y ABSTRACTOS, C) SEGÚN
SU CONTENIDO PATRIMONIAL: ONEROSOS Y GRATUITOS;
ALEATORIOS Y CONMUTATIVOS; DE DISPOSICIÓN, DE
ADMINISTRACIÓN Y DE CONSERVACIÓN. — DISTINCIÓN ENTRE
ACTOS Y NEGOCIOS JURÍDICOS; SOLUCIÓN DE NUESTRO CÓDIGO
CIVIL.
EL ACTO JURÍDICO
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actos jurídicos: 1) Son actos voluntarios; 2) son lícitos; y 3) tienen por fin
inmediato la producción de efectos jurídicos.
Es por este tercer carácter que los actos jurídicos se diferencian de los
simples hechos voluntarios lícitos del hombre, en que tienen por fin inmediato
producir ciertos efectos jurídicos. En cambio en los restantes actos voluntarios
lícitos, las partes no se proponen un fin jurídico que, no obstante, puede
producirse por imperio de la ley v.g. los hechos que conducen a la producción
de una obra intelectual o inmaterial (artística, científica, literaria).
a) Según su estructura:
Unilateral: Los Actos Jurídicos son unilaterales cuando basta para
formarlos la voluntad de una sola persona como el testamento.
Bilaterales: Cuando requieren el consentimiento unánime de dos o más
personas, como los contratos.
Plurilateral: La doctrina también distingue los llamados actos
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plurilaterales, en los que intervienen varias personas y en los cuales
atendiendo a las declaraciones de voluntad emitidas se pueden distinguir
actos en los que concurren coincidentemente varias personas, tales como los
condóminos que resuelven vender una propiedad.
Simples: Ya en la primera lección dijimos que pertenecen los hechos
simples cuando el presupuesto de hecho que constituye la condición para la
concreta aplicación de la norma jurídica, consiste en un solo acontecimiento
o circunstancia como el nacimiento con vida del póstumo para que le
correspondan los derechos hereditarios que le asigna la ley, y
Complejos: Cuando exige el concurso de varios acontecimientos o
circunstancias, como que alguien muera intestado y sin “herederos suyos”,
para que según la legislación decenviral, se llame a su sucesión al “agnado
más próximo”. En la Tabla V estaba la regla: “SI INESTATO MORITUR
PATER FAMILIAS QUI SUUS HERES NEC ESCIT, ADNATUS
PROXIMUS FAMILIAN HABETO. SI ADNATUS NEC ESCIT, GENTILES
FAMILJAN HABENTO. (Si muere intestado un pater familias que no deja
herederos suyos, tengan la familia o patrimonio el agnado más próximo, y si
no tiene agnado, ténganla los gentiles).
Intervivos y Mortis Causa: Los actos jurídicos cuya eficacia no
depende del fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan, se
llaman ACTOS INTERVIVOS o ACTOS ENTRE VIVOS, como los
contratos. Cuando no deben producir efecto sino después del
fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan, se denominan
DISPOSICIONES DE ÚLTIMA VOLUNTAD ó MORTIS CAUSA,
v.g. los Testamentos.
SEGÚN SU FORMA:
425
libremente la forma de celebrarlo; la declaración en este caso se llama
caso no formal; en cualquier forma que el acto haya sido celebrado, produce
plenos efectos, con tal que su existencia pueda ser debidamente probada.
A este conjunto de solemnidades se le llama forma o formalidades de las que
deben estar revestidos determinados actos jurídicos. Estas formas se hallan
establecidas en nuestra legislación a dos efectos: AD SOLEMNTTATEM, en
los cuales, sino se cumple con la formalidad establecida, el acto es nulo, y AD
PROBATIONEM, en los que la formalidad establecida por la ley, es a los
efectos de la prueba de la realización del acto.
Respecto de esta materia, en los negocios SOLEMNES, que son la mayor
parte de los antiquísimos negocios jurídicos romanos (SPONSIO,
MANCIPATIO, IN JURE CESSIO, PER AES ET LIBRAM, etc.), las partes
debían pronunciar determinadas fórmulas y realizar aquellos determinados
gestos que estaban exigidos; y cuando se habían recitado aquellas frases y
realizados esos gestos, nacía el efecto jurídico cualquiera que fuese la
intención de las partes, y estuviera o no conforme la parte real de éstas con las
palabras pronunciadas, de modo que en estos casos no era admisible ninguna
indagación sobre la intención de las partes que han dado vida al negocio. Esta
total indiferencia del ordenamiento jurídico frente a la intención de las partes
está expresada en la Ley de las XII Tablas, a propósito de la Mancipatio. “UTI
LINGUA NUNCUPASSIT, ITA JUS ESTO” (Lo que se hubiere declarado de
viva voz, sea derecho).
Abstractos o no causados: Son aquellos que tienen habitualmente amplia
aplicación en la actividad mercantil como los pagarés, vales, etc. Así tenemos
en los primeros tiempos del derecho romano la MANCIPATIO, que
inicialmente consistía un acto causado, y con la evolución se convierte en un
acto estrictamente formal, simbólico, cuya validez no estaba subordinada a la
existencia de causa alguna.
Actos causados: Cuando es relativamente explícita la razón del acto, hecho
que en algunas legislaciones alcanza tal relevancia que si la causa no existe o
es ilícita, no se producen los efectos jurídicos del acto.
c) Según su contenido patrimonial:
Onerosos: En esta clase de Actos Jurídicos suponen una ventaja económica
que se adquiere por una contraprestación consistente en un desprendimiento
patrimonial.
Gratuitos: Esta clase de actos tiene lugar cuando la adquisición dela ventaja
se realiza sin contraprestación como la donación.
426
Aleatorios: Son aquellos en que las ventajas o pérdidas para ambas partes
contratantes o solamente para una de ellas, dependen de un acontecimiento
incierto. El ejemplo típico es el juego; las partes ganarán o perderán según las
eventualidades de éste.
Conmutativos: Son aquellos cuando las ventajas que ellos proporcionan a
las partes son ciertas y susceptibles de apreciación inmediata: hay entre ellas
una especie de compensación recíproca (que no depende de eventualidad
alguna. La mayoría de actos a título oneroso, bilateral o unilateral, son actos
conmutativos, v.g. la compra venta, la locación, el préstamo, etc.
De Disposición: Implica el egreso anormal de bienes y, por lo tanto, una
modificación substancial de la composición de patrimonio. A veces el acto
supone un empobrecimiento neto del patrimonio, como en el caso de una
donación; en otras, hay bienes que ingresan en compensación de los que
egresan, como en la compra-venta. Pero en ambos casos hay, como se ha
dicho, una modificación substancial y anormal de la composición del patri-
monio.
De Administración o Conservación: Es aquel que tiende a mantener en
su integridad el patrimonio e inclusive a aumentar, por medio de una
explotación normal, los bienes que lo componen. La explotación agrícola o
ganadera de un inmueble, la continuación del giro comercial de un negocio, la
reparación de un edificio para mantenerlo en estado de habitabilidad o
utilización, son ejemplos típicos de esta clase de actos.
Distinción entre actos y negocios jurídicos: La jurisprudencia romana,
aunque parezca haber tenido su CONCIENCIA no elaboró dogmáticamente
una doctrina general del Negocio Jurídico, no obstante lo cual no podían faltar
allí —tal como lo destaca Arangio Ruiz— doctrinas particulares susceptibles
de aplicación más o menos uniforme a todos los negocios jurídicos o, cuando
menos, a vastos grupos de ellos según ocurre con las doctrinas del Dolo y la
Violencia; las de la Condición y el Plazo o la de la Representación.
Pero ya desde la doctrina bizantina, la medieval y la moderna se ha venido
desarrollando e integrando el pensamiento romano sobre la materia, hasta
permitir a la pandectística germana del siglo XIX y a la dogmática civilista
contemporánea, la construcción de todo un sistema que, aunque moderno en su
aparato exterior, permite descubrir en su subsuelo conceptos implícitos o
presupuestos en la obra de los juristas romanos.
427
En los textos romanos sólo encontraremos, en efecto, y de acuerdo ala peculiar
idiosincrasia de sus autores, soluciones prácticas y principios de aplicación
positiva, por lo que sería inútil buscar allí doctrinas y sistemas.
Con las repetidas elaboraciones que del Derecho Romano se hicieron a través
de las edades Media y Moderna, con criterios y métodos diversos, como el
exegético, el dogmático, el histórico, etc. y tomando como bases aquellas
soluciones y generalizaciones se llegase a culminar en una TEORÍA
GENERAL DEL NEGOCIO JURÍDICO en cuya elaboración cupo un papel
preponderante a la famosa escuela de los pandectistas alemanes del pasado
siglo, cuyas investigaciones han servido de punto de partida para las
modernas exposiciones sobre la materia.
428
CAPÍTULO III
SUMARIO: ESTRUCTURA DEL ACTO JURÍDICO: LOS PRESUPUESTOS
DEL ACTO JURÍDICO.— LA CAPACIDAD (CAPACIDAD DE HECHO Y
DE DERECHO; ABSOLUTA Y RELATIVA.— LOS STATUS. LA EDAD).—
EL OBJETO. ELEMENTOS ESENCIALES.— DECLARACIÓN DE
VOLUNTAD O COMPORTAMIENTO Y FORMA.— FORMAS QUE
PUEDE ASUMIR LA EXPRESIÓN DE LA VOLUNTAD.— VALOR DEL
SILENCIO.— CONSIDERACIONES ACERCA DE LA NOCIÓN DE
CAUSA.— LA TEORÍA CLÁSICA QUE DISTINGUE EN LA
ESTRUCTURA DEL ACTO JURÍDICO.— LOS ELEMENTOS
ESENCIALES: NATURALES Y ACCIDENTALES.
429
Esas cualidades, esos requisitos, que determinaban, que reconocían la
capacidad civil, recibían el nombre de Status.
De ahí que en la sociedad romana para ser sujeto de derecho, es decir un
hombre con capacidad jurídica debían reunir condiciones especiales que
fueron conocidas como: Ser libre (Status libertatis); ser ciudadano (Status
civitatis); Pertenecer a una familia (Status familiae).
CAPACIDAD DE HECHO
CAPACIDAD DE DERECHO
LOS STATUS
430
persona goce de “capacidad jurídica”, es decir, para que pueda ser considerado
como “sujeto de derecho”.
Status Civitatis: Es la facultad de participar de todas las instituciones
del derecho civil romano, tres son de carácter privado:
Connubium, derecho de casarse enjustae nuptiae;
Commercium, derecho de realizar negocios jurídicos (inter-vivos o
mortis causa); y el acceso a las Legis Actiones, que otorgaba la facultad de
servirse del riguroso procedimiento quiritario para dar eficacia a derechos
subjetivos, reconocidos por el ius civile, y
Tres de índole pública:
Ius Comercii, facultad o potestad de poder transmitir y adquirir la
propiedad;
Ius Suffragii, facultad de ejercitar el sufragio en los comicios y el
Ius Honorum, la de llegar a ejercer el derecho en las magistraturas.
Status Familiae: Las personas en Roma con relación a sus derechos de
familia se encuentran divididas: en personas que tienen su condición propia, su
derecho, su voluntad, que no dependen sino de sí mismas y personas que
dependen de la voluntad de otro, recibiendo los primeros el nombre de SUI
IURIS y las segundas de ALIENI TURIS.
La edad: Las leyes romanas distinguen cuatro periodo en la vida del
hombre, variando la capacidad de hecho de éste en cada uno de ellos.
Son la INFANCIA, la IMPUBERTAD, la PUBERTAD, y la MAYOR
EDAD.
1. Infancia: Comprende desde el nacimiento hasta los siete años en el
Derecho Justinianeo. Son absolutamente incapaces de hecho y sólo pueden
obrar, siendo SUI IURIS, mediante la GESTIO de un tutor.
2. Impubertad: Se llama impúberes a los varones y mujeres que no han
alcanzado el grado de desarrollo intelectual suficiente para actuar
personalmente en los negocios jurídicos. En el Derecho Clásico sostuvieron
los Sabinianos que era necesario determinarlo caso por caso, para los varones,
mediante la llamada INSPECTIO CORPORIS o examen corporal; mientras
que para las mujeres admitían que, por las razones de pudor propias del sexo,
que hacían poco aconsejable tal examen, se las considérase Púberes en todos
los casos, al cumplir los doce años. Los proculeyanos pretendían, en cambio,
que el mismo criterio debía adoptarse para los varones, admitiéndose que la
pubertad se alcanzara en todos los casos, a los catorce años, solución que
Justiniano hizo suya.
431
En las fuentes figuran algunos textos, cuya clasicidad discuten autores
de los cuales resulta una distinción entre los impúberes Infantiae proximi que
serían los impúberes mayores de siete años que no hubiesen cumplido aún los
diez años y los Pubertati proximi, los mayores de diez años, hasta los doce o
catorce años.
Pubertad: En el Derecho Justinianeo se alcanzó a los doce para la
mujer y catorce años para el varón. Al principio se admitió en Roma que el
púber tuviese plena capacidad de obrar, lo que traía como consecuencia la
cesación de la tutela. Pero hacia el fin de la República y desde la época de las
guerras púnicas se adoptaron diversas medidas destinadas a protegerlo contra
su propia inexperiencia, que culminaron con el establecimiento de la CURA
MINORUM, en virtud de la cual se lo hizo asistir en los actos jurídicos por
curador, hasta que cumpliese los veinticinco años.
Mayoría de edad: Esta última medida hizo que los púberes fueran
considerados menores de edad hasta los veinticinco años, edad ésta en la que
se alcanzaba la mayoría de edad, con la cual se adquiría la plena capacidad de
obrar, cesando en consecuencia la curatela.
Pero se admitió que el varón que hubiese cumplido 20 años o la mujer
que hubiera alcanzado los 18, solicitarán del Emperador la Venia Aetatis, que
los habilitaba para intervenir personalmente en los actos jurídicos, cesando en
consecuencia los privilegios reconocidos a los menores.
EL OBJETO
432
te, un esclavo después de su muerte —o jurídicamente imposible— un templo,
por ser Res Sacra y en consecuencia ser Res Extra Commercium.
c. Debe ser determinado: Las cosas y los hechos para poder ser el
objeto de los actos jurídicos, deben ser determinados, es decir, no estar
enunciados en forma vaga e ilusoria. Lo contrario importancia introducir toda
clase de inseguridades en los Actos Jurídicos. Ej. No se concebiría un contrato
de compra-venta que versare sobre “un inmueble”, sin precisar de qué
inmueble se trata, en cambio la venta de cereales, vinos, aceites, etc., se hace
especificando el género, la calidad y la cantidad.
433
aquella que se manifieste verbalmente, por escrito, o por signos inequívo
cos, con referencia a determinados objetos. No valdrá, sin embargo, la que no
revista las solemnidades prescriptas, cuando la ley exigiere una forma
determinada para ciertos actos jurídicos”.
El Art. 282 dice: “La manifestación tácita resultará de aquellos actos por
los cuales se puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad,
siempre que no se exija una declaración positiva o no existe otra expresa en
sentido contrario”.
434
Pero en los casos en que hay un deber pre-existente, el silencio tiene
valor como declaración de voluntad por imperio de la ley. Esos casos en el
Derecho Romano que son excepcionales son:
1. Cuando una mujer separada de su marido le denuncia su embarazo, el
silencio de éste importa una confesión de paternidad. Cuando se guarda
silencio frente a las interrogaciones de los jueces, aquél equivale a una
confesión del hecho sobre que versa la pregunta.
2. Cuando el derecho objetivo atribuye expresamente el silencio, el
valor de consentimiento, como ocurre cuando el pater familias, en conoci-
miento del matrimonio a los esponsales concertados por la “filiae familiae” no
se opone a los mismos.
435
presume, sino que depende de la voluntad de la o las partes que los hayan o no
querido incorporar: Generalmente se mencionan como elementos accidentales:
1) la condición; 2) el plazo y 3) el modo o cargo.
436
CAPÍTULO IV
SUMARIO: INTERPRETACIÓN DE LOS ACTOS JURÍDICOS.
IMPORTANCIA— DIECORDANCIAS ENTRE LA VOLUNTAD Y SU
DECLARACIÓN. — TEORÍAS. — LA INTERPRETACIÓN PARA LOS
JURISTAS ROMANOS (ÉPOCAS PRIMITIVAS, CLÁSICA Y
BIZANTINA). — LA CUESTIÓN EN NUESTRO DERECHO.
437
DISCORDANCIA ENTRE LA VOLUNTAD Y SU
DECLARACIÓN.
TEORÍAS
438
dancia se atiende preferentemente a la voluntad real, salvo caso que
dolosamente se haya declarado cosa distinta a la realmente querida, en cuyo
caso el contrato es válido.
Teoría de la Confianza: Esta Teoría tiene lugar en el caso que un
contratante de buena fe creyó en la manifestación de la voluntad del otro
contratante. Saldría defraudado injustamente si se anula el contrato, pero en
caso contrario si la declaración es voluntad no le produjo dicha certeza el acto
es susceptible de anulación.
439
Licinio Craso. El alegato del primero —ejemplo típico de interpretación
declaracionista u objetiva— se basó en que no habiendo nacido el heredero
instituido, en realidad no había heredero y por ello caía el testamento. En
cambio, el argumento del segundo ejemplo de interpretación voluntarista o
subjetiva, se basó en que la voluntad del testador estaba expresada por la
adición de la substitución pupilar, demostrativa del interés que tenía en que la
herencia no pasara a sus agnados.
La causa tuvo mucha importancia, por cuanto fue juzgada ante el Tribunal de
los centunviros, que había sido tradicionalmente apegado a la interpretación
por las formas, pero que en este caso se inclinó por Curio, interpretando la
voluntad del causante.
No debemos por ello creer que los romanos se guiaron a partir de entonces por
una interpretación subjetivista a ultranza y trataron de indagar los más íntimos
recovecos internos de la voluntad. Partían en principio de lo expresado —
Verba— tratando de conciliar la interpretación con lo querido —Voluntas—.
De este modo, no sólo los actos informales del Tus Gestium, sino también los
que requerían solemnidades, fueron también inquiridos en su aspecto
subjetivo.
Época Bizantina: Finalmente, en la época posclásica o bizantina, sobre todo
en las escuelas orientales, la interpretación se va a inclinar por la posición
Voluntarista, en mucho influida por la doctrina de la voluntad expresada en las
corrientes helénicas y en los estudios teológicos cristianos. Incluso en algunos
negocios, como el testamento y la estipulación, la Voluntas toma decidida
prevalencia sobre la Verba. Contribuyó también a esto el decaimiento de las
formas solemnes para estos negocios.
440
CAPÍTULO V
SITUACIONES:
441
cuando en una escena teatral dos actores, en ejecución de sus respectivos
papeles, se prometen en matrimonio. Se dice en este caso que han querido la
declaración, pero no su contenido, siempre que las circunstancias en que
aquella se formuló permitan acreditarlo.
La Simulación: El Art. 955 de nuestro C.C. enuncia: “La simulación
tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia
de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que
no son verdaderas, o cuando por él se constituye o transmiten derechos a
personas interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad
constituyen o transmiten”.
En la simulación, el negocio ostensible existe sólo en apariencia,
y en él hay en rigor una doble y coincidente Reserva Mental. Las partes,
si el negocio es bilateral o el autor de la declaración y su destinatario, en
caso contrario, fingen concluir el negocio jurídico, pero están de
acuerdo en que él no produzca el efecto declarado.
442
aparecen que las simulaciones pueden ser licitas e ilícitas, como en los
casos de los negocios fiduciarios o de muchos actos en que el móvil de la
ficción ha sido una razón de discreción o inclusive de modestia, tal sería un
caso de simulación licita, y viceversa, sería simulación ilícita, cuando con ella
se persigue el fin de violar la ley, v.g., prohibición de donaciones, entre
cónyuges o de perjudicar los derechos de terceros, tal el ejemplo dado en la
simulación absoluta.
Por interposición: Tiene lugar cuando se busca un supuesto titular
—un testaferro— o prestanombre, quien posteriormente completa el
acto jurídico. Es el caso típico cuando un hombre que tiene hijos naturales se
casa, y a fin de favorecer al hijo, transfiere bienes a través de una tercera
persona.
LA RESERVA MENTAL
NEGOCIOS FIDUCIARIOS
443
la propiedad de la cosa, quedaba en una posición más ventajosa que la exigida
por el fin perseguido que, como se dijo, fue la constitución de una garantía, la
que con el tiempo pudo lograrse mediante la simple entrega de la posesión de
la cosa al acreedor en calidad de prenda o la constitución de una hipoteca.
Pero mientras ello no ocurrió, el mismo fin pudo lograrse mediante la
transferencia de la propiedad de la cosa al acreedor, acompañada del Pacto de
Fiducia en virtud del cual el deudor tenía una acción personal contra aquel
para el caso de que se prevaleciera de su situación ventajosa en daño suyo,
como ocurriría si antes de la fecha convenida para el pago de la deuda,
enajenara la cosa.
444
CAPÍTULO VI
SUMARIO: VICIOS DE LA VOLUNTAD.— EL ERROR,
DISTINTAS ESPECIES: ERROR IMPROPIO Y OBSTATIVO (ERROR—
IN PERSONA, IN SEXO, IN CORPORE, IN QUANTITATE).— EL ERROR
PROPIO (SOBRE LA NATURALEZA DEL ACTO (ERROR IN
SUBSTANCIA).— EL DOLO, CONCEPTO, CLASES, REQUISITOS.— LA
VIOLENCIA: CONCEPTO, CLASES, REQUISITOS.— ACCIONES A QUE
DAN LUGAR ESTOS VICIOS.— ERROR IURIS.
VICIOS DE LA VOLUNTAD
445
ignorancia con el error, porque sus efectos jurídicos son los mismos y otros al
contrario consideran que aunque el error e ignorancia no son los mismos,
ocasiones hay en que se confunden en cuanto la ignorancia de una cosa o de
un hecho puede hacer suponer la existencia de otra cosa o de otro hecho.
Sin embargo, el Derecho Romano los ha tratado bajo un mismo título:
De Juris et facti ignorantia.
Esa falsa noción que todo error significa puede recaer, sea sobre alguno
de los elementos constitutivos del Acto Jurídico, hay error de hecho (error
facti), o si recae sobre la norma legal que lo gobierna, hay error de derecho
(error iuris).
Para comprender la diferencia, pongamos el siguiente ejemplo:
1. Una persona contrata con otra creyendo que el contratante ha
cumplido los veinte años, cuando en realidad no tiene más que 18 (Error de
hecho).
2. Incurriría en Error de derecho, en el mismo ejemplo, si una persona
contrata con otra que tiene 18 años creyendo que las leyes la considera mayor
desde esa edad.
Error Impropio y Obstativo: Este “error impropio, error obstáculo”,
también conocido en la doctrina con el nombre de “Error Obstativo”, tiene
lugar, cuando, sea en razón de la ligereza con que se procedió, del deficiente
conocimiento del valor de los términos empleados o de cualquier otras
circunstancias, hay desarmonía entre lo que el sujeto efectivamente quiso y lo
que expresó, como si queriendo hacer un préstamo de uso gratuito o
Comodato, hubiese hablado de donación, caso en el cual el error está en la
declaración.
Error In persona: Tiene lugar cuando se ha realizado el negocio con
una persona distinta de aquella con la cual se quería celebrar el mismo. Para
ser esencial, la consideración de la persona tiene que haberse tenido
especialmente en vista. Así, v.g., cuando celebré un Mutuo con Ticio,
creyendo que era Sempronio, del cual conocía su solvencia económica y
demás circunstancias personales.
Nuestro C.C., en su Art. 925, dispone: “Es también error esencial y
anula el Acto Jurídico, el relativo a la persona, con la cual se forma la relación
de derecho”.
Error In Sexo: En el Digesto, afirma Ulpiano: “Si yo vendiese una
mujer, y tú creíste que comprabas un muchacho, puesto que hay error en el
sexo, es nula la compra y nula la venta”.
446
Error In Corpore: tiene lugar cuando, siendo el objeto del negocio
una cosa que las partes creen haber determinado, ellas han pensado, en
realidad, cada una, en una cosa diversa, como ocurriría en la compra-venta si
el comprador creyese adquirir el esclavo Stico y el vendedor entendiese
enajenar a Sempronio.
Error In Quantitate: Tiene lugar cuando recae sobre la cuantía del
objeto. Así, por ejemplo, si creo comprar diez caballos y en realidad la otra
parte me ha vendido solamente cinco.
En la doctrina clásica, los casos están tomados generalmente del error
sobre la cantidad en la Stipulatio, decidiéndose que al no haber coincidencia
entre la pregunta “¿Me prometes dar diez?”, y la respuesta: “Te prometo dar
cinco”, no había consentimiento en el negocio. En cambio, Justiniano, por
razones de equidad y trayendo la experiencia de los contratos del Ius gentium,
decidió que el contrato era válido por la cantidad inferior. Así, en el ejemplo,
se entendía que había consentimiento por cinco caballos.
ERROR IN SUBSTANCIA
Tiene lugar cuando recae sobre las características esenciales del objeto
del negocio. Así, por ejemplo, creo comprar una botella de vino y en realidad
contiene vinagre. Creo comprar una fuente de oro, y es de bronce.
En estos supuestos, el error no es sobre el Corpus del objeto, es decir,
quise comprar esa botella y esa fuente, sino sobre la substancia Rei: creía que
era de vino y es de vinagre; creía que era de oro y es de bronce.
El problema fue complicado en la doctrina romana. Así, en el caso del
vino, Juliano lo considera nulo. Marcelo se inclina por la negativa respecto de
la anulación del negocio y Ulpiano en cambio, por la afirmativa, si bien
haciendo una distinción: si compraba vino y el vino luego se avinagraba, la
447
compraventa era válida; en cambio, si se había comprado vinagre por vino, era
nula.
EL DOLO. CONCEPTO
CLASES
LA VIOLENCIA. CONCEPTO
448
1. La violencia física (vis absoluta), y
2. La violencia moral o intimidación (vis compulsiva o metus).
El primer supuesto no interesa tanto para el análisis, ya que sólo se
puede dar cuando alguien fuerce a otro a realizar un acto utilizándolo como
mero instrumento. Aquí resulta evidente que falta la voluntariedad del acto, es
decir, un elemento esencial para su realización.
En cambio, el segundo, dio motivo a una fórmula especial. Teniendo en
cuenta la dura fórmula del Tus Civile, el que realizaba un acto coaccionado no
podía alegar dicho vicio —decía Paulo: “Quisiste constreñido, pero quisiste”,
pero a partir de la fórmula Octaviana, nombre de su creador Octavio, Pretor
del tiempo de Cicerón, se pudo ejercitar la Actio Quod Metus Causa, por la
cual se pretendía la restitución de lo entregado por el miedo, o en su defecto, el
cuádruplo de su valor—, si se había podido ejercitar en el término de un año,
pasado el cual sólo podía accionarse por el valor simple.
A su vez, para poder repulsar una acción que se pretendía intentar en
base a un acto realizado con violencia, se otorgaba la Exceptio quod metus
causa.
REQUISITOS
449
Para los que eran demandados por la realización de un acto doloso, y servía
para evitar el progreso de la acción, se les concedió la Exceptio Doli.
Para la Violencia: Están dadas en el desarrollo del tópico respectivo.
450
CAPÍTULO VII
SUMARIO: LA REPRESENTACIÓN.— CLASES DE
REPRESENTACIÓN (INMEDIATA O DIRECTA Y MEDIATA O
INDIRECTA; NECESARIA Y CONVENCIONAL).— CASOS DE
REPRESENTACIÓN EN ROMA (PROCURATOR, COGNITOR O
PROCURATOR JUDICIAL; INSTITOR, EXERCITOR).- ACCIONES.
LA REPRESENTACIÓN
CLASES DE REPRESENTACIÓN
451
persona en quien se quiere que se produzcan los efectos del negocio es
incapaz de obrar, es decir, carece de la actitud necesaria para formular por sí
mismo las manifestaciones de voluntad que requiere todo negocio jurídico, en
cuyo caso se hace indispensable que otra persona supla su incapacidad
asistiéndola o realizando en su lugar los negocios jurídicos; los casos más
típicos en el Derecho Romano, son: los del curator furiosi y del tutor pupilli
(más aún si el pupilo es infante).
4. Convencional: Se tiene la representación voluntaria cuando una
persona capaz de obrar se hace sustituir por motivos de comodidad o
conveniencia de los otorgantes del negocio jurídico, que quieren sustraerse a
las molestias que pueda ocasionarles su intervención personal en el mismo, o
como a una situación especial, v.g. cuando se encuentran ausentes, enfermos o
impedidos temporariamente por otra causa. Esta clase de representación nace
de la voluntad de las partes, como en el mandato y la gestión de negocios.
La Representación Directa que es en realidad lo que la doctrina moderna llama
propiamente Representación, es relativamente reciente, demandando una muy
desarrollada capacidad de abstracción. Los romanos, en cambio, utilizaron la
noción de representación directa.
Procurator Este es el caso del Liberto a quien las familias pudientes romanas
encomendaban la atención de algunos negocios, sin que, por cierto, su gestión
tuviese alguna relevancia jurídica. Lo único que fue admitido ya a finales de la
época Imperial es que mediante la desaparición de las formalidades, por la vía
de la simple Traditio se pudiese adquirir a través de ellos el dominio de
algunas cosas.
452
fórmula con transposición de sujetos, el nombre de Procurador aparecía
en la Intentio y en la Condenatio el nombre del Titular del derecho.
2. En segundo lugar, quien pretendía valerse de un Procurator debía prestar
una Caución (Gautio de Rato et Grato)_ vale decir que el demandado estuviese
de acuerdo con esa substitución. Este tipo de representación, es una verdadera
representación, pero con un objetivo bien limitado.
INSTITOR
Son las que, IURE PRAETORIO, proceden de los contratos celebrados por los
esclavos en ejercicio de funciones que desempeñaban al frente de una industria
o comercio terrestres, cuyo dueño es el amo, pero de cuya gestión ha
encargado al esclavo, casos en que se les considera autorizados por el amo
para celebrar en su lugar toda la serie de negocios jurídicos necesarios para el
desarrollo del respectivo comercio.
EXERCITOR
Ocurría con frecuencia en Roma que los ciudadanos que organizaban empresas
de transporte marítimo pusieran al frente del buque a un esclavo como
“Magister Navis”, que no era ni más ni menos lo que es el Capitán de nuestros
buques. Teniendo en cuenta que en tales condiciones, las circunstancias de
lugar y tiempo impedían que el esclavo pudiera recabar en cada caso una
autorización expresa y especial del amo para cada contrato y que éste se
beneficiaba con los negocios celebrados por el Magister Navis, el Pretor,
fundado siempre en razones de equidad, admitió que los terceros que hubieren
contratado con el esclavo, pudieran obrar contra el amo por medio de la Actio
Excercitoria, que toma su nombre de el del amo armador del buque o
Excercitor Navis.
ACCIONES
453
concede al que ha contratado con un esclavo a quien se ha encargado un
negocio marítimo.
Para que estas acciones procedan, es necesario que se trate de negocios
jurídicos vinculados con el ejercicio de las funciones encomendadas al
esclavo. Si se tratara de negocios ajenos a tales funciones, v.g. si el esclavo
celebrara contratos que nada tienen que ver con el comercio que ejerce,
desaparece el fundamento de la acción, ya que no podría hablarse entonces de
comunidad de intereses entre el esclavo y el amo.
454
CAPÍTULO VIII
SUMARIO: ELEMENTOS ACCIDENTALES DE LOS ACTOS
JURÍDICOS. — LA CONDICIÓN. — CLASES DE CONDICIÓN:
POSITIVAS Y NEGATIVAS, POTESTATIVAS, CASUALES Y MIXTAS.—
EFECTOS DE LAS CONDICIONES. — EL TÉRMINO: CLASES. —
NEGOCIOS EX DIE: DIE5 A QUO DIES A QUEM; DIES CEDIT, DIES
VENIT. — EL MODO O CARGO.
LA CONDICIÓN
455
CLASES
456
EL TÉRMINO
CLASES
Negocios ex die:
EL MODO
457
Cuando se trataba de un legado submodo, puede acontecer que el legatario
pretenda obtener la cosa; en ese caso, a instancias del heredero, el pretor podía
negársele hasta tanto no diera garantías (cautiones) que afianzaran el
cumplimiento posterior del cargo. Luego, en el Derecho Imperial, para el
supuesto de que el Modo beneficiara a una persona determinada, se lo juzgaba
como si fuera un fideicomiso, de tal modo que el beneficiario gozaba de las
medidas concedidas para el cumplimiento en este tipo de negocio.
En materia de donaciones, el donante podía acompañar el traspaso del dominio
—mancipatio---- con un pacto de fiducia, por el cual el beneficiado se
obligaba por su fides a cumplir con el Modo, si no lo hacía, el donante tenía
una Actio Fiduciae para exigir el cumplimiento; igualmente lo podía hacer con
una Stipulatio. Luego, en el Derecho posterior, se le admitió al donante dos
acciones: La Condictio Causa Data Causa Non Secuta, para recuperar la cosa
donada, y la Actio Prescriptis Verbis, si pretendía el cumplimiento del Cargo o
Modo.
458
CAPÍTULO IX
SUMARIO: INEFICACIA DE LOS ACTOS JURÍDICOS.— CLASES DE
INEFICACIA: NULIDAD Y ANULABILIDAD.— CONCEPTO.— CAUSAS
DE INEFICACIA.— LA INEFICACIA EN EL DERECHO CIVIL YEN EL
DERECHO HONORARIO.- CAUSAS DE INEFICACIA.— LA
CONVALIDACIÓN DEL ACTO.— LA CONVERSIÓN DEL ACTO.
CLASES DE INEFICACIA
459
de sus efectos normales a un Acto Jurídico, en virtud de una causa
originaria, es decir, existente en el momento de la celebración.
En consecuencia, la Nulidad implica total carencia de efecto jurídico (nullum
est negotium; nihil actum est) y ello ocurre desde el momento en que se
pretendió hacer surgir el negocio jurídico (ab initio), por carecer de un
elemento esencial a su formación o porque su objeto importa menoscabar una
prohibición legal.
El Acto Jurídico absolutamente nulo implica que tal invalidez pueden alegarla
tanto las partes como los terceros.
2. Anulabilidad: En la anulabilidad el acto es por sí hábil para producir sus
efectos, puesto que no le falta ningún requisito, sino que solo su ineficacia es
eventual, o sea que ella depende de que se haga valer el vicio que afecta a
algunos de sus requisitos y que mientras esto no ocurra, el acto desplegará
todos sus efectos, no pudiéndolo atacarlos terceros ni declarar el Juez su
nulidad de oficio. La sentencia respectiva tendrá, en este caso, carácter
constitutivo.
Estos actos jurídicos no son declarados nulos de pleno derecho porque reúnen
las exigencias propias para que se formaran. Así, un negocio jurídico afectado
del vicio de violencia importaba una declaración de voluntad existente, a pesar
de ese grave vicio que lesionaba la libertad del declarante; no obstante,
mantener ese negocio jurídico importaba una injusticia y el interesado tenía
medios procesales acogidos por el pretor para que se declarara su invalidez.
La anulabilidad la invoca la parte perjudicada por el Acto Jurídico.
En la época del Derecho Civil, los actos jurídicos son susceptibles de nulidad.
Se debe ello a su carácter solemne. La terminología usada se refiere al acto que
no reúne las solemnidades como nullium nullius momenti (nulo en todo
instante). Para el Derecho Civil, el acto realizado sin las formalidades
establecidas nunca ha podido producir efectos.
EN EL DERECHO HONORARIO
460
la validez del acto admitida por el Tus Civile chocaba contra las
exigencias de la nueva conciencia social de que él era intérprete, como no
podía declarar directamente la nulidad de un acto cuya validez reconocía el
Derecho Civil, ponía a disposición de los interesados uno de aquellos medios
emanados de su TURISDICTIO o de su IMPERITJM como la Denegatio
Actionis, la Exceptio o la In Integrum Restitutio que quitaban toda eficacia
práctica al Acto Jurídico, dejando formalmente a salvo su validez civil.
CAUSAS DE INEFICACIA
Las causas de que puede depender la invalidez del Acto Jurídico consisten,
siempre sea en la falta de algunos de sus elementos esenciales, sea en la
existencia de un vicio grave que afecte a alguno de esos elementos. Pongamos
así algunos casos:
1. La falta de capacidad de disponer y de obligarse, por cuya causa serían
inválidos los negocios de disposición o de obligación concluidos por el pupilo
sin la asistencia del tutor.
2. La falta de capacidad de obrar de los otorgantes del acto, v.g. los negocios
concluidos por el demente, el infante, etc.
3. La falta de idoneidad del objeto, es decir, que si el objeto no es posible,
lícito, determinado y ofrezca un interés para las partes, el acto es ineficaz.
461
3. La confirmación expresa del Acto por parte del que tenía derecho a
impugnarlo, declarando reconocer su validez.
En general, los actos nulos no son convalidables; por el contrario, silo
son los actos anulables.
462
2ª Parte: DE LAS OBLIGACIONES
CAPÍTULO X
SUMARIO: DE LAS OBLIGACIONES EN GENERAL.
UBICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES Y SU ESTUDIO DENTRO DEL
DERECHO PRIVADO.— DERECHOS REALES Y DERECHOS
PERSONALES, DE CRÉDITO Y OBLIGACIONES.— DE LA
NATURALEZA DE LAS OBLIGACIONES. CONCEPTO DE LA
OBLIGACIÓN.—TERMINOLOGÍA.— ELEMENTOS ESENCIALES.—
PROBABLE ORIGEN DE LA OBLIGACIÓN ROMANA.— LA LEX
POETELIA PAPIRIA.
463
Derechos Reales: Llámanse derechos reales los que nos confiere
poder inmediato sobre una cosa. Son independientes de cualquiera otra
persona determinada, en lo que se diferencian de los derechos de crédito
(obligaciones) y por lo que se dice que son absolutos.
Los Derechos Reales están protegidos por Acciones In Rem, que pueden
intentarse contra quienquiera que pretenda desconocerlos o turbar su ejercicio
y que siguen a la cosa con independencia de la personal.
Está provisto del Derecho de Preferencia o Exclusión (lus Preferendi) de
que carece el derecho personal, y confiere a su titular la facultad de excluir, en
primer término a todos aquellos que no tengan contra el deudor más que un
simple derecho de crédito, y luego a los que tengan un derecho real de fecha
posterior.
La clásica definición que califica de Derecho Real es aquel “que crea
una relación inmediata y directa entre una persona y una cosa”, definición
atribuida a los jurisconsultos Aubry et Ray.
464
Las Institutas de Justiniano, tomando quizá el concepto de un glosador
posclásico de Gayo, definen así la Obligación: “Obligatio est iuris vinculum
quo necessitate adstringimur alicuius solvendae re, secundum nostrae civitatis
iura” (La obligación es un vínculo jurídico que nos constriñe en la necesidad
de pagar alguna cosa, según el derecho de nuestra ciudad.
TERMINOLOGÍA
ELEMENTOS ESENCIALES
465
PROBABLE ORIGEN DE LA OBLIGACIÓN ROMANA
466
sino que únicamente lo atenuó, se armonizaría también perfectamente con este
sistema, si se le asignase como misión el prohibir todo pacto sobre servicios
propios de esclavos, es decir, ilimitados e indeterminados en cuanto a la clase
y al tiempo, sustituyendo por una tarifa la arbitraria tasación de los acreedores,
pero sí sentaron dos grandes principios en torno a los cuales hasta hoy se
sustenta el Derecho de las Obligaciones:
1. No hay prisión por deuda.
2. El patrimonio es la prenda común de los acreedores.
467
468
CAPÍTULO XI
SUMARIO: CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES.
CRITERIOS ADOPTADOS PARA SU CLASIFICACIÓN.— FUENTES DE
LAS OBLIGACIONES.— DE LA NATURALEZA Y EFECTOS DE LAS
OBLIGACIONES DE DERECHO ESTRJCTO.— DE BUENA FE.
FUNDAMENTO DE LA OBLIGACIÓN NATURAL.— SUS EFECTOS
JURÍDICOS. CASOS CONTEMPLADOS EN LAS FUENTES.— CASOS DE
OBLIGACIONES NATURALES.— OBLIGACIONES NATURALES
IMPROPIAS.—.
Las fuentes romanas no nos ofrecen ninguna clasificación, por eso recurrimos
a la doctrina moderna en la cual la más recomendable es la siguiente:
469
El Derecho Romano ha reconocido estas dos grandes causas de
obligaciones; pero no de una manera absoluta, y solamente bajo ciertas
condiciones: si el hecho ilícito constituye un delito. Si la voluntad se ha
manifestado en un Contrato.
Durante la primera época del Derecho Romano, la gran fuente de
obligaciones fueron los hechos ilícitos. Los romanos eran entonces un pueblo
esencialmente agricultores y ganaderos y, por consiguiente, sus transacciones
comerciales se reducían a un corto número de operaciones. Pero más tarde,
cuando el comercio y la industria se desarrollaron, especialmente cuando
Roma entra en relaciones con otros pueblos, la riqueza se acrecienta, y cuando
una civilización mÁs adelantada ha hecho nacer necesidades nuevas, el
círculo de las transacciones se ensancha. De ahí que el Derecho ha debido
sancionar, en un gran número de casos, el convenio de las partes, al mismo
tiempo que lo somete a formas determinadas para garantizar la sinceridad. Al
mismo tiempo, las leyes extendían y completaban la lista de los delitos, cuya
represión era preciso asegurar.
Así tenemos entonces que, con la evolución experimentada por Roma,
las obligaciones nacidas de los hechos ilícitos pasan a un segundo plano; las
nacidas de la voluntad adquieren una importancia primordial, al mismo tiempo
que se simplifican las formas de darles nacimiento.
470
DE BUENA FE
471
SUS EFECTOS JURÍDICOS. CASOS
CONTEMPLADOS EN LAS
FUENTES
472
pagado, aunque se hubiese pagado por error, o sea en la falsa creencia de estar
obligados.
Estas obligaciones son, a veces, llamadas deudas naturales; la palabra Natura
es empleada en perfecta antítesis a Ius, para indicar que dichas obligaciones
tienen causa y sanción en las Pietas, en el Officium y semejantes, pero no en el
Derecho.
Los casos mencionados en el Digesto son los siguientes:
1. La obligación del liberto de prestar sus servicios al amo que lo
ha manumitido. Aunque no lo haya prometido, silos presta efectivamente,
creyendo por error hallarse obligado a hacerlo, no tiene derecho de repetición,
porque tales servicios constituyen una deuda natural impuesto por la
costumbre en virtud del reconocimiento y gratitud que el liberto debe a su ex-
amo (Ulpiano).
2. La obligación de la mujer de constituirse una dote. Si la mujer,
creyéndose obligada por la promesa a constituir dote, la entrega al marido, no
tiene derecho a repetirla como indebidamente pagada (Juliano).
3. La obligación de pagar los intereses de una suma prestada
cuando ellos no han sido formalmente estipulados, ni convenidos por un
simple pacto. Si el deudor lo paga voluntariamente no puede repetirlos.
4. Lo pagado por la madre, para redimir al hijo de la esclavitud,
que no puede repetirse.
5. Lo pagado en concepto de gastos funerarios de un pariente,
como en el caso del hijo no heredero, no da derecho a intentar la Acti
Funeraria, para repetir lo gastado, en razón de existir el deber moral o de
conciencia, de cargar con los gastos de entierro (Ulpiano).
473
474
CAPÍTULO XII
SUMARIO: OBLIGACIONES “PROTER REM” O DE SUJETOS
VARIABLES. CONCEPTUALIZACIÓN.— CONCEVFO DE OBLIGA-
CIONES MANCOMUNADAS Y DE OBLIGACIONES SOLIDARIAS.—
OBLIGACIONES SOLIDARIAS.— ¿ES VÁLIDA LA DISTINCIÓN ENTRE
OBLIGACIÓN SOLIDARIA SIMPLE Y OBLIGACIÓN CORREAL?—
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES SOLIDARIAS.— DE LAS ACCIONES
QUE SURGEN ENTRE CODEUDORES O COACREEDORES A LA
EXTINCIÓN DE LA OBLIGACIÓN SOLIDARIA.— ENTRE
CODEUDORES.— ENTRE COACREEDORES.— EXTINCIÓN DE LA
OBLIGACIÓN SOLIDARIA.—.
475
CONCEPTO DE OBLIGACIONES MANCOMUNADAS Y DE
OBLIGACIONES SOLIDARIAS
OBLIGACIONES SOLIDARIAS
476
cuando a cualquiera de los deudores se le puede exigir la totalidad de la
prestación; y existen solidaridad activa cuando cualquiera de los acreedores
puede exigir el pago total de la obligación.
477
contrato verbal: basta que se haya expresado la voluntad de las partes en un
contrato cualquiera, tal como una venta, una locación, etc.
La solidaridad entre acreedores o deudores pueden resultar también de
un acto de última voluntad, y la intención del testador puede estar expresada
solo tácitamente.
En fin, la solidaridad entre deudores se establece de pleno derecho en
—
478
Entre acreedores: En la solidaridad activa ocurría algo análogo. El
acreedor que había recibido la totalidad del pago podía ser perseguido por los
demás por medio de la Actio pro-socio, de la Mandati Directa o de la
Communi Dividundo, según la naturaleza de las relaciones que entre ellos
existieran; pero en ausencia de esa relación parece que no tenían los demás
acreedores acción alguna contra el que hubiere recibido el pago.
479
480
CAPÍTULO XIII
SUMARIO: OBLIGACIONES GENÉRICAS Y ESPECÍFICAS.
CONCEPTO. — OBLIGACIONES ESPECÍFICAS. CONCEPTO. —
EFECTOS QUE SE DERIVAN DE ESTAS DOS CLASES DE
OBLIGACIONES (LA REGLA “GENUS NON PERIT”). —
OBLIGACIONES CONJUNTIVAS. REGLAS QUE LA RIGEN. — OBLI-
GACIONES ALTERNATIVAS. EFECTOS. — DERECHO DE ELECCIÓN.
LOS RIESGOS EN ESTA ESPECIE DE OBLIGACIÓN. — OBLIGACIÓN
FACULTATIVA. — OBLIGACIONES DIVISIBLES. — OBLIGACIONES
INDWISIBLES. CONCEPTO. — SOLIDARIDAD E INDIVISIBILIDAD EN
EL CASO DE QUE EN LA INDIVISIBILIDAD TAMBIÉN EXISTIERE
PLURALIDAD DE SUJETOS. CRITERIOS DE DIFERENCIACIÓN.
481
base a la Regla Genus nom perit: Debitor speciei interifu rei
liberatur. Genus aut quantitas nunquam perit.
Es una obligación genérica la elección del objeto a pagar entre los
individuos del género pertenece al deudor, salvo convención contraria.
La limitación establecida es que el Acreedor no pretenda una de calidad
óptima, ni el deudor se libere entregando una especie mala o pésima.
“Plures res sunt in obligatione, sed una tantum in solutione” (Varias cosas
constituyen la obligación y con una sola se puede pagar).
La Obligación Alternativa es aquella que tiene por objeto varias cosas,
pero de manera que el deudor se libera pagando una sola.
482
deudor. El acreedor se convierte en deudor después de haber
recibido las dos cosas, porque está obligado a restituir una; por
consiguiente debe corresponderle también la elección. Esta doctrina
más sutil que sólida, fue rechazada por Justiniano como contraria a la
equidad.
Cuando una obligación alternativa tiene por objeto dos cosas indivi-
dualmente determinadas y una de ellas o ambas perecen, se aplican las
reglas siguientes: 1) Si una sola cosa ha perecido por caso fortuito, la
obligación se convierte en pura y simple, es decir, en adelante solo tiene
por objeto la cosa restante. 2) Si ha perecido por culpa del deudor que
tiene la elección, la obligación se convierte generalmente en pura y
simple; pero si la elección pertenece al acreedor, como no debe soportar
la culpa del deudor, puede exigir la cosa que queda o el valor de la que
ha perecido. 3) Si ha perecido por culpa del acreedor, la obligación se
limita a la cosa restante, y el deudor puede intentar la acción Legis
Aquiliae relativamente ala que ha perecido, por medio de cuya acción
siempre obtendrá una indemnización satisfactoria, cualquiera que sea el
valor de la cosa perecida. El deudor que tiene la elección puede, si lo
prefiere, darse por liberado diciendo que hubiera pagado con la cosa que
ha perecido.
Ahora, tratándose en que las dos cosas han perecido, si perece por caso
fortuito, el deudor queda liberado. Si una ha perecido por caso fortuito y
enseguida perece la otra por culpa del deudor, debe el valor de esta
última, por haberse convertido la obligación en pura y simple.
Lo mismo sucede si ambas cosas perecen por su culpa cuando le
pertenece la elección; pero el acreedor a quien se ha acordado la
elección puede reclamar el valor de una u otra.
En el caso que si una ha perecido por caso fortuito y perece enseguida
la otra por culpa del acreedor, el deudor queda libre. En el caso en que
una ha perecido primero por culpa del acreedor y la otra perece después
por caso fortuito, el deudor no solamente queda libre, sino que además
puede intentar la acción Legis Aquiliae relativamente a la primera
desaparecida.
OBLIGACIÓN FACULTATIVA
Los comentaristas dan a este nombre una obligación que tiene por objeto
una sola cosa, pero de manera que el deudor puede librarse pagando otra
(“ALIA RES EST IN OBLIGATIONE, ET ALIA IN SOLUTIONE”).
483
Difiere de la obligación alternativa en que, en ésta las dos cosas se
deben igualmente, de donde nace la consecuencia que la cosa que queda
debe aún ser prestada, si la otra perece por caso fortuito. En la
obligación facultativa al contrario, como solo una cosa se debe, la
obligación se extingue si perece por caso fortuito, aún cuando la cosa in
facultate solutionis todavía existía. Por ejemplo, si un objeto ha sido
vendido por un precio inferior a la mitad de su valor, el vendedor puede
pedir la rescisión del contrato. El comprador tiene entonces la
obligación de devolver la cosa vendida, a no ser que prefiera pagar el
suplemento del justo precio. Su obligación es facultativa y solo tiene
por objeto la restitución de la cosa vendida, pues el suplemento del justo
precio sólo está in facultate solutionis. Síguese de aquí que si la cosa
perece por caso fortuito, queda libre el comprador y no está más
obligado a pagar un precio suplementario. De la misma manera, si
alguno ha sido condenado a pagar una suma de dinero o a dar un esclavo
Noxae (en reparación del daño causado por un delito, la Noxae datio
está totalmente in facultate solutionis).
OBLIGACIONES DIVISIBLES
484
SOLIDARIDAD E INDIVISIBILIDAD EN EL CASO DE QUE EN
LA INDIVISIBILIDAD TAMBIÉN EXISTIERE PLURALIDAD
DE SUJETOS. CRITERIOS DE DIFERENCIACIÓN
En la época clásica, a las Obligaciones Indivisibles se las juzgó igual que a las
Solidarias en cuanto a su cumplimiento. Justiniano las configuré como
categoría distinta de las solidarias,, reconociéndoles, en caso de pluralidad de
acreedores o deudores, los siguientes efectos:
1. Siendo varios los acreedores, el deudor que paga puede pedir una
caución al acreedor que ha cobrado la deuda, a fin de estar cubierto de una
posterior persecución por parte de los co-acreedores (Gayo).
2. Si hay varios deudores, el interpelado tiene derecho a pedir una
prórroga al acreedor para dirigirse a sus co-deudores, o a exigir antes del pago
la indemnización por las cuotas de los co-deudores.
3. Por último, la obligación indivisible, cuando por falta de cumpli-
miento se transforman en la obligación de resarcir el daño, se convierte en
divisible, porque los daños y perjuicios sobrevinientes, se pagan siempre en
dinero.
485
486
CAPÍTULO XIV
SUMARIO: CESIÓN DE CRÉDITOS. CONCEPTO.— EVOLUCIÓN EN EL
DERECHO ROMANO.— DELEGATIO NOMINIS.- MANDATUM AD
AGENDUM.— ACTIO UTILIS.— CESIÓN DE CRÉDITOS EN LA
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO.— EFECTOS DE LA CESIÓN DE
CRÉDITOS.— CRÉDITOS QUE NO PUEDEN CEDERSE.— CESSIO
NECESSARIA.— LA CESIÓN DE DEUDA (EXPROMISSIO).
487
Sin embargo, bajo la presión de las necesidades prácticas que fueron
sucesivamente surgiendo, estas ideas se modificaron y en el Derecho Romano
llegó a consagrar una verdadera transmisión de créditos por medio de
procedimientos que se verá más adelante.
DELEGATIO NOMINIS
MANDATUM AD AGENDUM
488
a que su perfeccionamiento ya no dependía de la voluntad del deudor cedido.
ACTIO UTILIS
489
patrimonio del acreedor, pero no podían cederse los créditos, que estriban en
una relación personal del acreedor v.g.:
1) Las obligaciones personalísimas (alimentos).
2) Los créditos litigiosos.
3) Créditos contra el pupilo a favor del tutor o curador.
4) Créditos a favor de los poderosos.
Respecto a este cuarto punto, en caso de cesiones de deudas a poderosos,
el deudor cedido se liberaba pagando el precio inferior que se estipuló en la
cesión, pues en el Bajo Imperio, parece que la cesión daba lugar a abusos y que
la adquisición de créditos se había convertido en una verdadera profesión, pues
con poco dinero se compraban los créditos ajenos, para exigir después el total
al deudor con toda clase de vejaciones.
Pero en la época del emperador bizantino Anastasio (506) concedió al
deudor una excepción (exceptio legis Anastasianae), por lo cual no estaba
obligado a pagar más que lo que el tercero hubiese pagado al cedente para
adquirir el crédito, pero para tal efecto el deudor cedido debía probar que el
cesionario no ha desembolsado el importe total del crédito.
CESSIO NECESSARIA
490
tenían de la obligación como un vínculo esencialmente personal, se admitía
que el deudor respondía más bien con su persona que con sus bienes y, por
consiguiente, era imposible que esta obligación personalísima, esta afectación
de la persona misma, pudiera imponerse a otro que el obligado por el acto
originario que la hizo nacer.
Hay que destacar que los legisladores de los primeros tiempos no se
preocupaban mayormente de facilitar la circulación de los valores, de manera
que el problema de la transmisión de las deudas, no debía tampoco
preocuparlo.
Sin embargo, la transmisión de las obligaciones por causa de muerte
llegó a ser admitida, primero en lo que toca a los créditos y después para las
deudas. Para explicarla los romanos recurrieron a la ficción que el heredero
continuaba la persona del causante y, por consiguiente, la obligación no dejaba
de ser un vínculo esencialmente personal.
491
492
CAPÍTULO XV
SUMARIO: GARANTÍA DE LAS OBLIGACIONES. — DE SUS
DIVERSAS CATEGORÍAS (PERSONALES Y REALES).— GARANTÍAS
PERSONALES EMANADAS DEL DEUDOR.— EL JURAMENTO
PROMISORIO.— CONSTITUTUM DEBITI PROPTI.— GARANTÍAS
PERSONALES EMANADAS DE UN TERCERO (INTERCESSIO).—
CONSTITUTUM ALIENI DEBITII.— MANDATUM QUALIFICATUM.—
SPONSIO.— FIDEIPROMISSIO.— ENAJENACIÓN CON FIDUCIA.—
PRENDA.— HIPOTECA.— LEYES QUE MITIGARON LA CONDICIÓN
DE LOS SPONSORES.— FIDEIUSSIO O FIANZA. CONCEPTO. — EL
BENEFICIO ORDINIS VEL EXCUSIONIS. — EL BENEFICIUM
CEDENDARUM ACTIONUM. — EL SENADO CONSULTO VELEYANO Y
LA INTERCESIÓN DE LA MUJER. — EXCEPCIONES.
493
debía pasar al acreedor y la hipoteca cuando la cosa gravada quedaba en
poder del deudor.
Las Arrhas: Se designa con el nombre de Arrhas la cosa que una de las partes
contratantes entrega a la otra al tiempo de la celebración del contrato, sea para
confirmarlo, sea para conferir a ellas el derecho de arrepentirse. Las Arrhas
consiste ordinariamente en una suma de dinero, pero puede también ser
cualquier otra cosa.
Las arrhas funcionaban en los contratos consensuales con un doble carácter: o
bien para confirmar la celebración de un contrato y asegurar indirectamente su
ejecución (arrha confirmatoria); o bien para autorizar a ambas partes a
arrepentirse del contrato celebrado (arrha penitentialis).
Sin embargo, autores modernos se pronuncian en sentido diferente. Los
mismos manifiestan que las Arrhas, era una estipulación a favor del acreedor,
que le permitía en caso de incumplimiento del contrato, optar entre reclamar su
ejecución o quedarse con las arrhas recibidas o exigir dobladas las que él había
entregado, pero ellas no conferían al deudor, por sí solas, la facultad de
arrepentirse del contrato, perdiéndolas o restituyéndolas el doble; el derecho a
favor del deudor sólo podía existir en caso de convención expresa en ese
sentido.
Cláusula Penal: Es la promesa del deudor por un objeto o suma de dinero en
caso de incumplimiento de la obligación principal. Puede ser establecida como
un simple pacto en los negocios de buena fe o adscripta al contrato principal
mediante una estipulación, de ahí el nombre de Stipulatio Penae.
Ofrece para el acreedor dos ventajas:
1. Dispone de dos acciones, la de la obligación y la derivada de la Cláusula
Penal, pudiendo optar por una u otra;
2. En esta segunda posibilidad la torna sumamente práctica para evaluar los
daños y perjuicios. En caso de incumplimiento, pues el Acreedor con pedir el
cumplimiento de la Cláusula Penal evitaba un largo juicio y obtenía rápido
resarcimiento.
494
EL JURAMENTO PROMISORIO
Este tipo de garantía carecía de eficacia jurídica. Bien sabemos que el Pretor
por sobre todo amparaba la Buena Fe, de ahí que en los casos del menor y el
esclavo, que eran incapaces de derecho, reforzaban su compromiso asumido
con un juramento, era lógico entonces que se amparase al acreedor que de
buena fe aceptaba tal juramento. Por eso en estos dos casos el juramento tenía
eficacia jurídica.
Tiene lugar cuando una persona se obliga a pagar lo que debe a causa de una
preexistente relación obligatoria, a la cual se le han atribuido circunstancias
modificatorias como tiempo, lugar, etc. Es un acto provisto de una acción
propia —la Actio de Constituta Pecunia—, de fácil trámite por ser una acción
pretoriana. De ahí que extinguido el constituto se extinguía la obligación
principal por tener el mismo objeto.
495
“¿Idem dare spondes?” (¿Te comprometes a dar lo mismo?).
"Spondeo” (Me comprometo).
En esta situación el garante adquiría el carácter de deudor accesorio o
Adpromissores, ya al constituirse la obligación de manera que si el deudor no
pagaba, automáticamente podía ser obligado al pago al Sponsor. Era una
consecuencia muy grave para el garante, ya que por cierto poseía acciones
contra el deudor principal y estaba obligado a responder por éste en cuanto lo
reclamase el acreedor.
Fideipromissio: También igual que la Sponsio es una garantía personal y
que podía ser utilizada tanto por ciudadanos como por extranjeros, con la
diferencia de que a estos últimos se les estaba prohibido usar el verbo
Spondere sino la siguiente fórmula:
“Idem dare fideipromittis?” (¿Empeñas fielmente tu palabra para lo mismo?).
"Fideipromitto” (Lo empeño).
Los fideipromissores estaban sujetos a las mismas reglas que los Sponsores,
eran verdaderos deudores, pero deudores accesorios y mandatarios del deudor
principal; su obligación no pasaba a sus herederos, salvo que se tratare de un
fideipromissor extranjero cuyo derecho civil admitiera la solución contraria.
496
mia. Siendo exigible el Pactum Fiduciae, se acostumbró entre las partes
establecer en él las condiciones a que se sometía la operación.
Prenda: Según Gayo quiere decir: “Lo que se tiene en la mano”. Mediante
este pignus, el deudor entregaba la cosa dada en garantía al acreedor que toma
la posesión de ella y, como poseedor, está amparado por los interdictos
posesorios, tanto conservatorios como restitutorios. Tiene la Actio Furti y la
Condictio Furtiva. Pero desde luego, no puede enajenar la cosa, y silo hiciere,
cometería hurto. La institución de la prenda garantizaba al deudor el dominio
del bien prendado, ya que solo entregaba la posesión y lo privaba de la
utilización del mismo.
Es una obligación accesoria en virtud de la cual el deudor le entrega la
posesión de la cosa al acreedor para garantizar una obligación y éste se obliga
a devolverla después de cumplida dicha obligación principal. Se diferencia de
la Enajenación con Fiducia porque ésta transmite la propiedad de la cosa dada
en garantía y en el pignus transmite únicamente la posesión.
Hipoteca: La hipoteca es el derecho real sobre una cosa perteneciente a otro,
constituido para garantizar una obligación.
En virtud de él queda afectada por el deudor una cosa de su propiedad a favor
del acreedor, al cumplimiento de una obligación; de manera que si el deudor
no paga, el acreedor ejecuta su derecho real y cobra su crédito de la cosa
hipotecada con preferencia a cualquier otro acreedor, aunque la cosa haya sido
enajenada, pues siendo un derecho real, sigue a la cosa cualquiera que sea su
propietario.
Pero no obstante la afectación jurídica a favor del acreedor, el deudor conserva
la posesión de la cosa, pudiendo usarla, percibir sus frutos, darla en locación,
constituir otras hipotecas y aun venderlas, siempre que los nuevos acreedores
hipotecarios y el comprador reconozcan al primer acreedor hipotecario, a quien
estos nuevos derechos reales no le afectan y, frente a ellos, siempre su derecho
es preferido.
De esta manera el propietario de una cosa puede disponer de un capital por el
mismo valor de ella, conservando la posesión de la misma, extrayendo todo su
valor económico y, a su vez, el acreedor de ese capital tiene el máximo de
garantía con la afectación jurídica de esa cosa.
497
LEYES QUE MITIGARON LA CONDICIÓN DE LOS
SPONSORES
498
a una obligación principal, sea que ésta nazca de un contrato Verbis, ya se trate
de una obligación civil, pretoriana o natural. Debe tener el mismo objeto que la
obligación principal. Es perpetua y transmisible a sus herederos como deuda,
carácter que le distingue de la obligación de los Sponsores y Fidepromissores,
que era limitada en su duración.
Los fideiussores son como deudores correales; el acreedor puede reclamar a
cualquiera de ellos la totalidad de su crédito.
El origen del Beneficio de Cesión de Acciones se afirma que fue creado por
los mismos jurisconsultos sin necesidad de ley alguna que lo introdujera. Para
explicar la supervivencia del crédito y de las garantías accesorias, después del
pago verificado por el fiador, decían que lo que éste hacía no era, en realidad,
un pago, sino que compraba los derechos del acreedor por un precio igual al
del crédito.
Este beneficio constituye el origen histórico de la Subrogación acordada por
nuestro Código Civil (Art. 1476),con la diferencia de que esta subrogación
tiene lugar de pleno derecho, mientras que en el Derecho Romano era
necesaria una convención al respecto entre acreedor y fiador.
499
EL SENADO CONSULTO VELEYANO Y LA INTERCESIÓN DE
LA MUJER
EXCEPCIONES
500
2. Cuando la mujer prestaba la garantía dolosamente, es decir,
sabiendo que ésta era nula, pues como dicen las fuentes, se auxilia a los
engañados y no a los que engañan.
3. Cuando el Acto de Intercessio de la mujer favorecía a la
libertad.
501
502
CAPÍTULO XVI
SUMARIO: INEJECUCIÓN DE LAS OBLIGACIONES.—
RESPONSABILIDAD CIVIL.— IMPUTABILIDAD.— EL DOLO Y LA
CULPA— GRADOS DE CULPA: REGLAS GENERALES.— REGLAS
GENERALES.— LA CUSTODIA.— CASO FORTUITO. Y FUERZA
MAYOR.— LA MORA: CONCEPTO Y CLASES.— MORA DEBITORIS:
SUS REQUISITOS Y SUS EFECTOS.— MORA CREDITORIS: SUS
CONSECUENCIAS JURÍDICAS..
RESPONSABILIDAD CIVIL
IMPUTABILIDAD
503
responsable del cumplimiento de su obligación. Para tal caso, determinada la
imputabilidad del deudor, se debe entrar a considerar el grado de
responsabilidad del mismo, que puede ser dolosa o culposa.
En tal sentido el daño resultante de la inejecución de una obligación
puede ser el resultado de un dolo, de una culpa, o de un caso fortuito.
EL DOLO
LA CULPA
GRADOS DE CULPA
504
leve es dispensado de toda responsabilidad, si prueba que ha empleado en los
negocios de otro los mismos cuidados que tiene costumbre de emplear en los
suyos propios. En este caso, se toma como medida de los cuidados ordinarios
al deudor mismo.
REGLAS GENERALES
LA CUSTODIA
505
CASO FORTUITO Y FUERZA MAYOR
MORA. CONCEPTO
CLASES
506
Requisitos: El deudor está en mora cuando él o su representante legítimo han
sido INTERPELADO por su acreedor o su apoderado, judicial o
extrajudicialmente en tiempo y lugar convenido, para satisfacer su obligación,
y no ha cumplido esa petición.
Existen casos en que el deudor incurre en mora de pleno derecho, sin que sea
necesaria una interpelación, como en los casos siguientes:
1. Cuando es imposible una interpelación por una causa relativa al
deudor, como si se ha suicidado y su heredero es desconocido.
2. En caso de ausencia de un deudor conocido, la interpelación se debe
reemplazar por una protesta ante el magistrado competente.
3. Cuando la obligación de restituir una cosa tiene su origen en un delito
y especialmente en una posesión, violencia o un robo.
EFECTOS
507
ejecutado, con tal que esta ganancia parezca cierta según las circunstancias
(Lucrum cessans).
MORA CREDITORIS
CONSECUENCIAS JURÍDICAS
508
CAPÍTULO XVII
509
solemne llamado Sponsio no se rompía sino con las mismas formalidades. El
deudor que pagaba su deuda no quedaba liberado civilmente sin las
formalidades de la Acceptilatio. Una obligación contraída Litteris tenía que
desatarse Litteris. En suma: en el derecho pontificial, religioso, el rito, la
formalidad era lo principal. Más tarde, esas formalidades cayeron en desuso;
pero quedó la Acceptilatio como manera especial de desatar las obligaciones
verbales, con la semblanza del pago. Sintetizando, el Principio de Contrarius
Actus, quiere decir: FERE QUIBUS QUMQUE MODIS OBLIGAMUR
ISDEN IN CONTRARIUM ACTIS LIBERAMUR, o sea, de la misma
manera que nos obligamos nos liberamos por el acto contrario.
LA ACCEPTILATIO
Modos de extinción ipso Jure son aquellos que anulan de pleno derecho
la obligación con todas las relaciones accesorias que eventualmente
puedan depender de ella, de tal suerte que no fuera posible una nueva
reclamación del mismo por vía judicial.
510
En cambio, los modos de extinción Ope Exceptionis sólo
afectaban la acción, dejando subsistente el derecho del Acreedor.
En la época del Procedimiento Formal, al cual se refiere el origen
de estos modos de extinción de las obligaciones mediaba la siguiente
diferencia:
Que el modo Ipso lure se podían realizar en cualquier etapa del
juicio, mientras que la ope exceptionis no podían ser opuestos sino in
iure, es decir, ante el magistrado y bajo la forma de excepciones.
Si bien esta distinción de medios de extinción de las obligaciones
no tiene su origen en las fuentes, sino más bien introducidas por los
intérpretes, quienes, sin embargo, pretenden encontrar su fundamento en
aquellas.
Los modos de Extinción Ipso Jure y Ope Exceptionis de las
Obligaciones sería el siguiente:
Compensación
OPE EXCEPTIONIS Prescripción
Pacto de no pedir
EL PAGO O CUMPLIMIENTO
511
el pago integral provenga del deudor principal o del Fideiussor, él libera a
todos los co-obligados. Produce igualmente su efecto extintivo absoluto en
caso de correalidad; lo hecho por uno de los deudores a uno de los acreedores,
extingue la obligación respecto de todos. Pero para que el pago produzca su
efecto, es necesario que sea válido.
REQUISITOS
512
cumplirse dentro del plazo establecido (quando dies venit), si se ha
impuesto un plazo.
Como quiera que el plazo es, por lo regular, a favor del deudor (die
adiectio pro debitore est), éste tiene libre facultad de pagar también antes.
Si no se ha establecido ningún plazo en rigor se puede solicitar el pago
cuando se desee también inmediatamente. El acreedor debe invitar al deudor a
pagar, formalmente y con antelación (interpellatio) y concederle también
alguna prórroga, si esto es reconocido equitativamente por el juez.
En cuanto al lugar: Si la obligación se deriva de un Contrato, se debe
pagar en el lugar convenio. Si se han establecido varios lugares
alternativamente, el deudor puede elegir mientras no se haya producido la
acción contra él. Si se trata de inmueble en el lugar donde se encuentran y si se
trata de muebles y sumas de dinero en el domicilio del deudor.
En cuanto a la prueba: La prueba del pago incumbe naturalmente al
deudor. Puede producirse por cualquiera de los medios admitidos como
documentos, testigos, etc. Pero si la deuda constara en un documento emanado
del deudor (cautio), el pago no podía probare sino por otro documento o recibo
otorgado por el acreedor (apocha) o, en su defecto, por la declaración de cinco
testigos que gocen de buena reputación. Los recibos suscriptos privadamente
por el acreedor no constituían prueba sino después de los treinta días de su
otorgamiento, ya que hasta entonces el acreedor podía oponerle al deudor la
Exceptio Non Numeratae Pecuniae o aun su restitución por medio de la
Condictio sine causa. El pago se presumía cuando el acreedor hubiera
inutilizado el título justificativo del crédito o cuando hubiese restituido al
deudor. Y tratándose de contribuciones públicas, la prueba del pago de las tres
últimas anualidades hacía presumir el de las anteriores.
513
IMPUTACIÓN DE PAGO EN CASO DE VARIAS DEUI)AS
El deudor puede tener justos motivos para liberarse, por ejemplo, para
parar el curso de los intereses o hacer cesar los efectos de su mora. Entonces,
cuando el acreedor se niega a recibir, el deudor debe hacer ofertas reales, es
decir, acompañadas de la presentación efectiva de las cosas debidas y, t caso
de no aceptación, hacerlas depositar en el lugar determinado por la ley
(consignación, designatio).
Las ofertas reales seguidas de consignación liberan al deudor, y las
cosas consignadas quedan a riesgo y peligro de acreedor, a menos que el
deudor las retire, en cuyo caso renace la antigua obligación. Las ofertas reales
no seguidas de consignación no liberan al deudor, pero ellas bastan para
constituir el acreedor en mora y hacer cesar el curso de los intereses
moratorios.
514
BENEFICIUM COMPETENTIAE
515
516
CAPÍTULO XVIII
SUMARIO: LA NOVACIÓN. CONCEPTO. — REQUISITOS.- EL IDEM
DEBITUM Y EL ALIQUID NOVIS. — EL ANIMUS NOVANDI.- LA
NOVATIO NECESSARIAE. — LA CONFUSIÓN. — EL CONCURSO DE
DOS CAUSAS LUCRATIVAS. — LA PÉRDIDA DE LA COSA DEBIDA. —
EL CONTRARIUS CONCENSUS. — LA COMPENSACIÓN EN LOS
STRICTI IURIS NEGOTIA Y EN LOS BONAE FIDEI NEGOTIA. —
REQUISITOS PARA OPERAR LA COMPENSACIÓN. — EL PACTUM DE
NON PETENDO.
LA NOVACIÓN. CONCEPTO
REQUISITOS
517
IDEM DEBITUM
ALIQUID NOVIS
ANIMUS NOVANDI
Este es uno de los requisitos exigidos para que exista novación, es decir,
que las partes tuvieran intención de Novar, y no simplemente la de crear una
nueva obligación que se agregara a la anterior.
Este requisito era desconocido en la época antigua, ya que el efecto de
los actos era determinado por su forma y no por la intención de los
contratantes.
Desaparecido el formalismo, este factor objetivo de la novación se
constituye por otro subjetivo que es, precisamente, el ANIMUS NOVANDI.
518
Establecido este régimen, se determinó por reconocer que la novación
no se presume, y que la voluntad de operarla debe resultar claramente del acto.
LA NOVATIO NECESSARIAE
LA CONFUSIÓN
519
por donación, legado, etc. Así, el que ha adquirido una cosa en virtud de
una compra puede todavía ejercer los derechos que resulten de una donación o
de un legado relativamente al mismo objeto. La adquisición a título de
heredero equivale una causa lucrativa, a menos que la sucesión esté cargada de
deudas.
3. Es necesario, en fin, haber adquirido irrevocablemente la cosa misma,
y no un simple equivalente. Así, si nos ha sido legada la misma cosa por dos
testadores y la estimación nos ha sido pagada en virtud de uno de estos actos,
podemos aun proceder en virtud de la otra para obtener la cosa misma.
EL CONTRARIUS CONSENSUS
520
y de PENSATIO, equivalente “a pesar”, de donde resultaría COMPENSATIO:
pesar con otro. Y eso era, en realidad, lo que ocurría con la compensación, ya
que por medio de la misma se practicaba una especie de balance, en virtud del
cual cada deudor conservaba lo que el mismo debía, en pago de lo que se le
debía, y es por eso que Modestino decía de ella: Compensatio et debiti et
crediti inter se contributio (Digesto).
La Compensación tiene lugar cuando dos personas son recíprocamente
acreedoras y deudoras, una de otra, las dos deudas pueden extinguir-se hasta
concurrencia de la menor, como si cada deudor empleara lo que debe en
pagarse lo que le es debido. Se dice entonces que hay COMPENSACIÓN. Esta
combinación es ventajosa para las dos partes, pues cada una de ellas tiene
interés en pagarse a sí misma más bien que correr el riesgo de la insolvencia de
la otra.
En la época primitiva no se conoció otra compensación que la conven-
cional o voluntaria, pues nos hallamos, como se sabe, en plena vigencia del
sistema procesal de las Acciones de la Ley (Legis Actiones) durante el cual no
se conocen más Contratos que los Unilaterales y de Derecho Stricto,
sancionados por medio de acciones contra las cuales no se admitían excep-
ciones.
En el Derecho Clásico vemos que la Ley Aebutia, sustituyó el proce-
dimiento de las Legis Actiones por el Formulario, con lo que, al admitirse las
excepciones, se mitigó el rigor del principio de la unidad de cuestión y, por
otra, se sancionaron los contratos de Buena Fe, en los cuales el Juez debía
considerar el convenio bajo todos sus aspectos, admitiendo todo cuanto
pudiera sugerirle la equidad, la intención presunta de las partes.
Posteriormente, un Rescripto del emperador Marco Aurelio, que
gobernó entre los años 169 y 180 de la Era Cristiana, decidió que quien
persiguiera para el cobro de un crédito al deudor hacia quien se hallara, a su
vez obligado, procedía de mala fe, y que, en consecuencia, el demandado
podía oponer contra su acción la Exceptio Doli, aun cuando su crédito
procediera de una causa distinta.
Con la desaparición del Procedimiento formulario, cesó toda diferencia
entre los contratos de Derecho Estricto y los de Buena Fe, por lo que
Justiniano decidió que la Compensación funcionase respecto de estos últimos,
aun cuando las obligaciones respectivas derivasen de distintas causas (ex-
dispari causa).
521
REQUISITOS PARA OPERAR LA COMPENSACIÓN
522
3ª Parte: FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
CAPÍTULO XIX
523
tractualmente, es decir voluntariamente celebran un contrato que es
fuente de las obligaciones.
Cuasi-Contrato: También pueden encontrarse obligados respecto de
otras sin existir acuerdo de voluntades, cuando v.g. una de ellas realiza, en
beneficio de otra y sin conocimiento, determinadas gestiones que le benefician.
Delito: Estamos en presencia de un Delito cuando una persona
intencionalmente ofende y causa un daño a otra, surgiendo así la obligación de
reparar el perjuicio.
Cuasi-Delito: Tiene lugar cuando alguien, sin proponerse, puede
ocasionar un daño a un tercero, surgiendo la obligación de resarcir este
perjuicio.
EL CONTRATO
LA CONVENCIÓN
EL PACTO
524
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONTRATO EN ROMA
525
CLASIFICACIONES DE LOS CONTRATOS
b) En la doctrina clásica:
Unilaterales: Eran los que engendraban obligaciones a cargo de una
sola de las partes contratantes, como ocurría con la Stipulación, en que sólo se
obligaba al promitente y con el Mutuo en que el único que quedaba obligado
era el Mutuario.
Bilaterales o Sinalagmáticos: Eran los que engendraban obliga-
ciones para todas las partes contratantes, como ocurriría con la Venta, la
Locación, etc.
Entre los contratos bilaterales, los intérpretes distinguieron los
Sinalagmáticos Perfectos, llamados al contrato que, desde el momento mismo
de su conclusión engendraban obligaciones para todas las partes contratantes,
v.g. la Venta, la Locación y la Sociedad y los Sinalagmáticos Imperfectos, que
eran aquellos en que, al concluirse el contrato, solo nacían obligaciones para
una de las partes contratantes, pero que luego, por circunstancias posteriores y
eventuales podían engendrarlas también para la otra parte. v.g. el Comodato, el
Depósito, la Prenda y el Mandato.
526
Onerosos: Considerados desde el punto de vista de su naturaleza, se
dividen los Contratos en Onerosos, que eran aquellos que implicaban
desembolsos recíprocos, v.g. la Compra-Venta, Locación, etc.
Gratuitos: Aquellos que proporcionaban a alguna de las partes, sea el
Acreedor, como en el Depósito, sea el deudor, como en el Comodato, una
ventaja independiente de todo sacrificio o desembolsos de su parte, v.g. el
Mutuo, Comodato, Depósito, etc.
Principales: Según la relación de dependencia que entre ellos pudiera
existir los Contratos se dividían en Principales cuando desempeñaban una
función propia, existiendo por sí mismo, como la Venta, la Locación o
Préstamo, y
Accesorios: Cuando su existencia no se justificaba sino en razón de
otros Contratos a los cuales iban unidos, como la Prenda.
Solemnes: Los Contratos Solemnes eran aquellos Contratos al cual la
ley ha rodeado de determinadas solemnidades que si no se cumplen ocasionan
la nulidad del Contrato, v.g. sería la mayoría de los primitivos contratos
romanos, la Stipulatio y en nuestro Derecho sería la Compraventa de
Inmuebles, que solamente pueden hacerse mediante la Escritura Pública.
No Solemnes: Son aquellos en lo que la Ley no exige ninguna clase de
formalidad.
Aleatorios: Son aquellas en que las ventajas o pérdidas para ambas
partes contratantes o solamente para una de ellas, dependen de un aconte-
cimiento incierto. El ejemplo típico de los contratos aleatorios es el de juego:
las partes ganarán o perderán según las eventualidades de éste.
Conmutativo: Son aquellos cuando las ventajas que ellos proporcio-
nan a las partes son ciertas y susceptibles de apreciación inmediata; hay entre
ellas una especie de compensación recíproca (que no depende de eventualidad
alguna). La mayoría de los contratos a título oneroso, bilaterales o unilaterales,
son contratos conmutativos, v.g. la compra-venta, la locación, el préstamo, etc.
527
La razón de tal diferencia radica en la circunstancia de que el Contrato
Unilateral nacía sólo una obligación, por lo cual el Juez no tenía más que
encerrarse en el examen riguroso de la misma, mientras que en el Contrato
Sinalagmático, en cambio, la obligación del demandado era correlativa de la
del actor, por cuyo motivo era lógico que el Juez investigase de qué manera
había procedido este último en el cumplimiento de la que había quedado a su
cargo.
El interés mayor de la distinción se vincula con las excepciones
fundadas en la equidad, que se consideraban sobre-entendidas en los Contratos
de Buena Fe, de modo que el Juez podía tomarlas en cuenta a pesar de no
hallarse incluidas en la fórmula expedida por el Pretor. En cambio, en los
Contratos de Derecho Stricto, el Juez no podía tener en cuenta dichas
excepciones si no habían sido previamente incluidas en la fórmula.
528
CAPÍTULO XX
SUMARIO: ELEMENTOS DEL CONTRATO. — EL CONSENTI-
MIENTO. — DE LA PERFECCIÓN DEL CONTRATO ENTRE AUSENTES;
TEORÍAS (EXPEDICIÓN, RECEPCIÓN Y CONOCIMIENTO).- DE LOS
CONTRATOS CONSIGO MISMO. — LOS CONTRATOS A FAVOR DE
TERCEROS: REGLA Y EXCEPCIONES. — EL OBJETO EN LOS
CONTRATOS.— DE LA CAUSA EN LOS CONTRATOS.
529
Contrato, pero que las partes pueden agregar; por ejemplo, la Condición, el
Término y el Modo a los que se refiere el cumplimiento de la prestación.
CAPACIDAD
EL CONSENTIMIENTO
530
también excepcionalmente válida cuando la promesa era hecha a la ciudad en
caso de calamidad pública y la promesa hecha a la Divinidad.
De una manera concreta, podemos decir que el Consentimiento es el
acuerdo de dos o varias personas que se entienden para producir un efecto
jurídico determinado; es este acuerdo el que forma la convención, base de todo
Contrato.
El Contrato consigo mismo puede tener lugar cuando una persona que
quiere vender una cosa (o realizar cualquier otro acto) vende a la persona a
quien representa. Esta hipótesis realmente puede darse pero los romanos no lo
admitieron por los peligros que ella representa salvo caso de venta o
adquisiciones en Subasta Pública. Pero en general y dado que la
Representación no tuvo mayor desarrollo fueron rechazados estos tipos de
531
negocios, más aún cuando los intereses de Representantes y
Representados pudieran entrar en colisión. Ejemplo de este tipo de
prohibiciones expresas, desde luego, está dado en la prohibición del Tutor de
adquirir los bienes de su pupilo a quien representa.
EXCEPCIÓN
532
aceptase como tal, debía reunir las siguientes condiciones: 1. SER POSI-
BLE; 2. LÍCITO; 3. Determinado o Susceptible de serlo; y 4. Presentar un
interés para el acreedor.
1. Debía ser posible: Es decir que existiese o pudiese existir, y
jurídicamente, es decir, que la ley permitiese en su ocasión el proyectado
contrato.
2. Que fuese lícito: El Derecho no puede, evidentemente, obligar a nada
que sea contrario a las leyes y a las costumbres.
3. Debía ser determinado: El objeto de un Contrato debe ser bien
determinado porque nadie puede obligarse a cumplir una prestación cuyo
exacto alcance desconoce.
Ciertamente que puede realizarse un Contrato que en el momento en que
se perfecciona no esté determinado, pero en este caso se exige que en un
momento dado pueda hacerse la determinación. Tal sería, por ejemplo, el caso
de contratar sobre una cosecha futura; en el momento que se realiza el
Contrato puede ignorarse exactamente el rendimiento de la plantación, pero
llegará el momento en que sé determinen exactamente los frutos que
constituyen el objeto del Contrato.
4. Debía presentar un interés para el Acreedor: Si el objeto del
Contrato no representa ningún interés para los contratantes, no existe Contrato.
Decimos esto, porque el interés es la medida de la aceptación y sin interés no
hay acción.
Algunos textos parecían requerir que fuese apreciable en dinero, pero no
hay nada seguro en esto.
533
contrato de derecho estricto concluido sin CAUSA o CON CAUSA
ilícita, acabaron de ser resuelta por medio de CONDICTIONES o de
EXCEPTIONES, a menos que la causa no fuese ilícita o inmoral por ambas
partes.
534
CAPÍTULO XXI
SUMARIO: CONTRATOS FORMALES. SU CARACTERIZACIÓN.
— LA STIPULATIO. — CARACTERÍSTICAS ESENCIALES. —
EVOLUCIÓN DE ESTE CONTRATO. — ACCIONES. — OTRAS
OBLIGACIONES VERBIS: DICTIO DOTIS; IUSIURANDUM LIBERTI. —
CONTRATOS LITTERIS: NÓMINA TRANSCRIPTITIA (LOS LIBROS DE
LOS ROMANOS. CHIROGRAPHA SINGRAPHAE).
LA STIPULATIO
CARACTERÍSTICAS ESENCIALES
535
Fue aun permitido el empleo de la lengua griega, si era comprendida por las
dos partes (Gayo, II, 93). Pero el verbo Spondere ha sido siempre reservado
para los ciudadanos romanos. Los extranjeros que se hubieran servido de él
habrían hecho una stipulación inútil.
2. Absoluta concordancia entre lo interrogado y lo que se respondía, pues,
variando las palabras dejaba de cumplirse la formalidad y por consiguiente el
contrato era nulo. Así, por ejemplo, cuando se había estipulado una suma de
dinero: Spondes-ne dare decem?, y la respuesta contenía una suma menor:
Spondeo dare quinque, los jurisconsultos están en desacuerdo sobre la validez
del Contrato. Pero Gayo consideraba la suma estipulada como un todo
indivisible y anulaba la estipulación (Gayo, III, 102). Justiniano consagró la
opinión de Gayo.
3. Las partes debían estar presentes. La pregunta y la respuesta deben ser
proferidas y oídas; la estipulación no se puede concertar entre ausentes, sordos
y mudos. A este inconveniente ponía remedio la representación necesaria de
los esclavos y la de los filiifamilias.
4. Se requería, además, que entre la pregunta y la respuesta no sea
interrumpido el acto, es decir, que no se proceda en el intervalo a otras
operaciones (unitas actus).
536
Con la evolución, muchas características de la estipulación se dejaron sin
efecto, así v.g. dejó de ser obligatorio el empleo de la lengua latina; se perdió
esa simetría derivada de la utilización del verbo en la interrogación y la
respuesta; pero quizás la innovación más importante constituyó la reducción
de este Contrato a su forma escrita, lo que motivó que con ello pudiera darse
por presente en un acto a personas que en realidad no se encontraban en el día
y lugar que el documento así lo expresaba. Sin embargo, Justiniano estableció
que por lo menos el día en que se decía celebrado el Contrato las partes
estuvieran en el lugar del acto.
ACCIONES
En los primeros tiempos, cuando solo se podía estipular una cosa determinada,
como una suma de dinero, la acción que correspondía al Acreedor o
estipulante para obligar al deudor o promitente al cumplimiento de la
obligación era la CONIDICTIO CERTAE CREDITAE PECUNIAE, expresión
que deriva de PECUNIA, que significa dinero.
Posteriormente, cuando la estipulación versaba sobre una cosa cierta (un dare)
que podía consistir en una RES (cosa) que no fuera dinero el acreedor o
estipulante tuvo la CONDICTIO CERTAE REI.
Ahora sí la estipulación versaba sobre productos rurales como trigo, recibía el
nombre de CONDICTIO TRITICARIA, denominación que procede de
TRICTICUM, que significa trigo.
Ahora, en caso que la estipulación tuviera por objeto algo incierto, como un
FACERE, cosa que al principio no se permitía, sino mediante la inclusión de
una cláusula penal, pero que luego se consideró sobreentendida, se concedió al
Juez la facultad de fijar por sí mismo la condena, se creó la ACTIO EX
STIPULATU, de que se ocupa el L. III, Tít. XV, de las Institutas de
Justiniano.
Pero se daba el caso que la mayoría de las veces algunas personas podía
resultar obligada por una suma que no había recibido. En ese caso tenía para
defenderse la EXEPTIO DOLI, pero como hemos visto ésta era una acción
sumamente peligrosa, puesto que, de no justificarse, acarreaba la nota de
infamia.
De ahí que teniendo en cuenta estas circunstancias, el Pretor concedió a estas
personas la EXCEPTIO DE NOM NUMERATAE PECUNIAE;
537
y aún podía adelantarse y promover una QUERELLA NOM NUMERATAE
PECUNIAE.
DICTIO DOTIS
Se trata de una promesa solemne de dote que podía ser hecha por la mujer
misma que iba a contraer matrimonio, o por su Pater, o un deudor de ella, y
estaba dirigida a especificar qué bienes constituían la dote.
En el antiguo derecho sólo servía para hacer jurídicamente exigible una
Promesa de Dote. En la época clásica, en cambio, sirvió para extinguir una
obligación por el procedimiento de la delegación, en virtud del cual el deudor
de la mujer prometía la dote al marido, quedando obligado verbis respecto de
éste y liberado con relación a la mujer.
Cayó en desuso, en el año 428, con una Constitución de Teodosio II y
Valentiniano III, que acordó fuerza obligatoria a la simple promesa de dote,
convirtiéndola así en Pacto Legítimo.
Era una declaración unilateral bajo juramento. Servía únicamente para hacer
obligatoria la promesa de los servicios del Manumitido o Liberto hacia su ex-
amo. El juramento se consideraba como una garantía efectiva más que la
promesa, respecto de esas personas tan poco favorecidas por la confianza
pública. Estaba sancionado por una acción pretoriana. La Actici Opearum,
análoga bajo muchos aspectos a la Condictio Certae Creditae Pecuniae, pues si
el ex esclavo no cumplía su juramento de realizar servicios a favor de su ex-
amo, debía pagar una suma equivalente a las jornales de los días de trabajo que
debía prestar.
538
CONTRATOS LITTERIS
MOMINA TRANSCRIPTITIA
539
Así tenemos que con un simple cotejo entre el Acceptum y el Expensum
permitía al interesado darse cuenta exacta del estado de su fortuna en cualquier
momento, practicando el balance correspondiente.
Los caracteres de este Contrato son:
1. Unilateral, porque de él surgían obligaciones a cargo de una sola de las
partes contratantes.
2. De Derecho Stricto, porque lo mismo que todos los demás contratos
formales, debía ser interpretado con sujeción a su letra.
3. Del Derecho Civil, razón por la cual los peregrinos no podían servirse de él
para convertirse en Acreedores, puesto que no llevaban CODEX en que labrar
los asientos correspondientes.
A fines de la República, desaparecen los Codex, quedando su uso
exclusivamente por los banqueros, quienes los conservaron para facilitar las
operaciones de contabilidad en las relaciones con sus clientes.
Chirographa era un simple instrumento que emanaba sólo del deudor que
acreditaba una deuda.
Sin embargo, los Syngraphae eran instrumentos firmados en doble ejemplar,
uno para el deudor y otro para el Acreedor, y constituían verdaderos contratos
formales que se beneficiaban de las acciones y excepciones tales como la
CONDICTIO SINE CAUSA y la EXCEPTIO DE NOM NUMERATAE
PECUNIAE.
540
CAPÍTULO XXII
SUMARIO: CONTRATOS REALES. MUTUUM.- CONDICIONES
ESENCIALES, EFECTOS, ACCIONES. — EL PRÉSTAMO CON
INTERÉS. — EL FOENUS NAUTICUM O PECUNIAE TRAJECTITIA. EL
SENADOCONSULTO MACEDONIANO. — EL COMODATO.
CARACTERÍSTICAS, OBLIGACIONES Y ACCIONES. —
COMPARACIÓN CON EL MUTUO. — EL DEPÓSITO: OBLIGACIONES
DEL DEPOSITANTE Y DEPOSITARIO. — OTRAS CLASES DE
DEPÓSITO: MISERABLE O NECESARIO. — EL DEPÓSITO
IRREGULAR. — EL SECUESTRO. — LA PRENDA: CONCEPTO. —
OBLIGACIONES DEL ACREEDOR Y EL DEUDOR PIGNORATICIOS. —
LOS CONTRATOS REALES INNOMINADOS. CLASES. ACCIONES. —
LA EXCEPTIO DE NON ADIMPLETI CONTRACTUS. — LA PERMUTA.
— EL CONTRATO ESTIMATORIO. — EL PRECARIO.
CONDICIONES ESENCIALES
541
1. Como Contrato real, no queda perfecto si no por la entrega de las
cosas prestadas.
2. La transferencia de la propiedad es de la esencia del Mutuum y es de
aquí mismo que deriva el nombre del Contrato. Resulta de ahí que, para
hacer un préstamo de consumo válido, es necesario ser propietario de la
cosa prestada y capaz de enajenar. Así, un pupilo no puede prestar sin
la autorización de su tutor. Un Contrato realizado en estas condiciones,
no transfiere al mutuario la propiedad de las cosas entregadas y, por
tanto, mientras existan pueden ser reivindicadas a nombre del pupilo.
3. El Contrato de Mutuum solo puede tener por objeto cosas fungibles,
por cuanto el mutuario está obligado a restituir cosas genéricas y no
cosas específicas. Así tenemos que si el mutuario recibe trigo y quiere
devolver vino, no hay Mutuo, sino Permuta.
4. El Mutuario también debe ser capaz de obligarse: v.g. un pupilo no
puede tomar prestado sin la autorización de su tutor, pues a falta de
autorización, solo queda obligado hasta la concurrencia del provecho
que haya obtenido.
EFECTOS
ACCIONES
542
EL PRÉSTAMO CON INTERÉS
543
para la explotación del comercio marítimo. Ofrece la
particularidad de que el riesgo de la navegación corre por cuenta del
Acreedor, quien recuperará la suma solamente si la nave cumple
felizmente su viaje. En el caso que el navío naufragaba, el mutuario no
debía nada.
El alto riesgo tiene su recompensa, por eso se admite que los ciudada-
nos para emplear sus capitales en esa clase de operaciones, percibían
altos intereses por medio de un simple pacto.
En la época de los jurisconsultos clásicos, la tasa del Foenus Nauticum
(Interés marítimo) quedaba enteramente abandonada a la libre
convención de las partes. Una constitución de Justiniano prohibió
estipular un interés superior al 12% anual.
Como dijimos al principio, esta variedad de mutuo fue importada de
Grecia, conocida en Roma bajo el nombre de Pecunia Trajectitia y en el
derecho moderno, con el de Préstamo a la Gruesa.
EL SENADO-CONSULTO MACEDONIANO
544
1. Si el padre ha consentido el préstamo expresa o tácitamente, o si
lo ha ratificado.
2. Si el dinero ha sido empleado en el interés del pater,
especialmente si ha servido para pagar una deuda en su descargo.
3. Cuando el filius familiae se había hecho pasar dolosamente por
sin iuris, siempre que públicamente se le hubiese considerado como tal.
La Exceptio Senatus Consulti Macedoniani no puede tampoco ser
invocada por el filius familiae:
1. Si después de ser sin iuris, ha ratificado la deuda expresa o
tácitamente.
2. Cuando el filius familia tenía un peculio castrense o cuasi
castrense, porque es considerado paterfamilias relativamente a los
bienes de estos peculios.
EL COMODATO: CARACTERÍSTICAS
545
2. Si el Comodatario la emplea fraudulentamente en otro uso, se hace
pasible de las acciones que nacen del robo (Furtum Usus).
3. Responde de su dolo y de toda culpa.
546
7. La pérdida por fuerza mayor 7. La pérdida por fuerza mayor
perjudica al Mutuario. perjudica al Comodante, salvo
pacto en contrario, mora o ava
lúo.
8. Pueden pactarse intereses en 8. Esencialmente gratuito.
un Contrato adicional.
9. Se reembolsa bienes de la mis- 9. Se restituye el mismo objeto.
ma calidad, en igual cantidad.
EL DEPÓSITO
547
1. Rembolsar al Depositario los gastos hechos para la conservación y
restitución de la cosa depositada.
2. Como beneficiario, responde de su dolo y de toda culpa.
Acciones: Para el cumplimiento de estas obligaciones, el Depositario
tiene la Actio Depositi Contraria, y la condena equivalía al importe de
los gastos por él depositados.
EL SECUESTRO
LA PRENDA. CONCEPTO
548
OBLIGACIONES DEL ACREEDOR PRENDARIO
549
Mientras no haya más que esta convención, no nace obligación;
pero si Maevi entrega a Semproni el esclavo Titius, Semproni quedará,
a su vez, obligado a entregarle a Sticus.
CLASES
ACCIONES
550
LA PERMUTA
551
EL PRECARIO
El Precario es “Un Contrato por el cual una persona concede a otra, que
se lo ha solicitado, la posesión gratuita de una cosa corporal o
incorporal determinada para servirse de ella y con el cargo de restituirla
al primer requerimiento”.
El Precario tiene numerosas analogías con el Comodato, pero así
también difiere de la misma, bajo los siguientes aspectos:
1. En el Comodato se fija el plazo para la restitución de la cosa, en el
Precario, la restitución es exigible a voluntad del propietario.
3. El Comodatario responde de toda falta, el precarista de su dolo y de
su culpa grave.
3. El Comodatario tiene solo la detentación de la cosa, sin embargo, el
Precarista POSEE, y dispone por lo tanto de los Interdictos Posesorios
para la conservación de la posesión.
552
CAPÍTULO XXIII
CONTRATOS CONSENSUALES
LA COMPRA-VENTA
553
SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA EN ROMA
554
La simple esperanza (Emptio Spei) tiene lugar cuando se compra el
resultado eventual de una cosa, cualquiera que sea, v.g. el producto de
lo recogido en una redada de peces o aves.
La cosa esperada (Emptio rei speratae) cuando se compra una cosa
futura, subordinando el pago del precio a su existencia como si se
compra a razón de tanto medida, el grano que resulte de la próxima
cosecha de un fundo v.g. la cosecha futura.
Entre la compra-venta romana y lo que dispone nuestro derecho actual
existe una marcada diferencia, ya que por la compra-venta romana el
vendedor sólo se obligaba a transferir la posesión y en nuestro derecho
se transfiere la propiedad de la cosa.
Se estableció con relación al precio que debe ser cierto (PRETIUM
CERTUM), es decir, determinado o susceptible de ser determinado de
una manera precisa: No hay venta si la fijación del precio se deja al
arbitrio de una de las partes.
También debía ser el precio verdadero (Pretium verum), es decir, no
simulado y serio. Respecto a este requisito, existió una evolución en el
Derecho Romano; en el Derecho Clásico, podía establecerse libremente
el precio, en tanto que en el Derecho Imperial, a finales del Imperio,
surgió la llamada Teoría de la Lesión (Laecio Enormis o Laesio Ultra
Dimidium), según la cual si en un contrato de compra-venta el precio
era tan irrisorio que resultaba inferior a la mitad del valor verdadero de
la cosa vendida, el vendedor podía demandar la rescisión del Contrato
por causa de la Lesión, si bien reconociéndose al comprador el derecho
de evitar ese resultado pagando la diferencia hasta cubrir el justo
precio.
1. Entregar la cosa vendida, con todos sus accesorios y con los frutos
que han producido desde el día del Contrato.
2. Garantizar al comprador relativamente a la evicción, las cualidades
prometidas y los defectos ocultos de la cosa.
3. Velar por la conservación de la cosa hasta el momento de la tradición
y responde de toda culpa.
4. Garantir al comprador en la posesión pacífica y duradera de la cosa,
para que llegado el tiempo se transforme en propietario por Usucapión.
555
Si el vendedor se rehúsa a cumplir con estas obligaciones, el
Comprador puede intentar la ACTIO EMPTI para constreñirle a
hacerlo.
LA EVICCIÓN
556
4. El comprador debe notificar al vendedor para que lo defienda.
Si lo hacía y era vencido, posteriormente no podía ir contra el
vendedor, salvo que pruebe que la sentencia le hubiese sido
desfavorable aún con la intervención del vendedor.
557
Pero, en la ejecución, el comprador tenía derecho a no pagar si la
entrega le era rehusada o si estaba ya amenazada de evicción.
Además, debía indemnizar al vendedor de los gastos que le
hubiere originado la conservación de la cosa desde el día del contrato
hasta el de entrega.
1. La Actio Venditi.
2. El Derecho de Retención, que consiste en la retención de la cosa,
hasta tanto el comprador le haga el pago.
3. La Lex Comisoria, mediante el cual el vendedor podía resolver el
contrato si en un cierto tiempo fijado, el comprador no realizaba el
pago.
1. La Actio Empti.
2. La Acción Redhibitoria.
3. La Acción Quanti Minoris o Aestimatoria.
EL ARRENDAMIENTO. CONCEPTO
REQUISITOS
558
Venta porque son comunes las reglas generales que gobiernan sus
requisitos esenciales, como: RES, PRETIUM, CONSENSUS (Cosa,
Precio y Consentimiento).
A pesar de semejanza, existen también marcadas diferencias, ya
que en el Arrendamiento, el locador procura al arrendatario el uso
temporario de la cosa, y solamente otorga la tenencia. En el Contrato de
Compra-Venta, sin embargo, el vendedor le procura al comprador el
uso definitivo y permanente de la cosa, a más que le transmite la
posesión de la misma.
CLASES
559
4. Responde de su dolo y de toda culpa en la ejecución de sus obliga-
ciones.
Para el cumplimiento de estas obligaciones, el Conductor o Locatario,
tenía a su disposición la Actio Conducti.
560
Para el cumplimiento de estas obligaciones el Conductor tenía la
Actio Conducti.
561
2. Mientras la obra no fuera aceptada y recibida por el Locator Operis,
el Conductor era responsable por la pérdida o deterioro de ella, a no ser
que hubiere ocurrido por caso fortuito.
3. Estaba exento de toda responsabilidad si probaba que el perjuicio se
debía a vicios del material que se le suministró y no de la obra.
Para el cumplimiento de estas obligaciones el Locator Operis tenía a su
disposición la Actio Locati.
1. Pagar las Merces, aun cuando la obra se perdiese por caso fortuito.
2. Siempre que la hubiere aprobado, aunque permitiéndosele probara
que la pérdida se produjo por culpa del Conductor, en cuyo caso no
sólo no deberá el precio, sino que podrá reclamar daños e intereses.
Para el cumplimiento de estas obligaciones el Conductor OpeRIs, tiene
la Actio Conducti.
562
CAPÍTULO XXIV
SUMARIO: LA SOCIEDAD. CONCEPTO. — CLASES:
CLASIFICACION SEGÚN LOS FINES. — SEGÚN EL APORTE. —
SEGÚN LOS FINES DETERMINANTES DE SU CONSTITUCIÓN, Y
SEGÚN EL TIPO DE ACTIVIDADES PROPUESTAS. — LAS
SOCIEDADES UNIVERSALES. — OBLIGACIONES DE LOS SOCIOS
ENTRE SÍ Y EN RELACIÓN A TERCEROS. — CAUSAS DE EXTINCIÓN.
— ACCIONES. — EL MANDATO. CONCEPTO. — REQUISITOS. —
OBLIGACIONES DEL MANDANTE Y DEL MANDATARIO. — CAUSAS
DE EXTINCIÓN DEL MANDATO. — LOS PACTOS NUDOS Y
VESTIDOS. — CASOS DE PACTOS ADJUNTOS, PRETORIOS Y
LEGÍTIMOS.
LA SOCIEDAD. CONCEPTO
563
otros animales. Históricamente, esta clase de sociedades, contrarias a
toda idea de justicia y equidad, han sido condenadas en el Derecho
Romano, y sus mismos principios han pasado a las legislaciones
modernas.
564
nas se reunían para realizar diversos tipos de negocios, v.g. Societas
Vectigalium. Las formadas para empresas de transporte, de trabajos
públicos y de suministros.
565
En esta situación, el socio designado como Administrador de la
Sociedad, obraba en nombre propio y no en el de la sociedad,
haciéndose él mismo propietario, acreedor o deudor.
De manera que los terceros no tenían relaciones más que con el
Administrador, por lo cual no podían perseguir a los demás co-
asociados ni ser perseguido por ellos.
Sin embargo, si uno de los socios ha celebrado contrato en virtud
de un mandato conferido por sus demás co-asociados, el tercero, tiene
en este caso acción útil contra los mandantes, de acuerdo con los
principios generales del mandato. Lo mismo ocurre si la gestión es
emprendida sin mandato, pero ha sido ratificada por los consocios.
Pero si no existe mandato o ratificación, tiene lugar a una acción
In Rem Verso, hasta la concurrencia del provecho que los otros socios
han sacado de la gestión.
CAUSAS DE EXTINCIÓN
ACCIONES
566
EL MANDATO. CONCEPTO
REQUISITOS
567
Respecto a este punto se suscitó una controversia entre
Sabinianos y Proculeyanos. Los primeros a cuyo frente se encontraban
Casio y Sabino, opinaban que en caso de exceso por parte del
Mandatario, como ser, si era encomendado a comprar un fundo por
cinco mil sestercios, y lo adquiría por ocho mil, no había ejecución del
Mandato, y la compra se ha hecho por cuenta del Mandatario.
Sin embargo, los Proculeyanos, reconociendo el carácter de
buena fe de este tipo de Contrato, resolvieron que sólo el precio que
excedía corría por cuenta del Mandatario. Esta solución consagra
Justiniano, y parece la más aceptable.
2. Responde de su dolo y de toda culpa aunque no saque ventaja
alguna del Contrato.
3. Rendir cuenta y entregar lo que haya recibido, y ceder todas las
acciones adquiridas en la ejecución del mandato.
Para el cumplimiento de estas obligaciones el Mandante tiene la
Actio Mandati Directa.
LOS PACTOS
568
Pactos Vestidos: Son los que tienen acción y se dividen en
PACTOS ADIECTA, PRAETORIA y LEGITIMA.
PACTA ADIECTA
569
—Ad minuendan Obligationem, para disminuir la
responsabilidad de los obligados; o
—Ad Augendan Obligationem, para agravar la responsabilidad
de las partes.
Estos Pactos Adiecta concluidos In Continente, se consideran
como partes del Contrato Principal, beneficiándose directamente con
las acciones del Contrato, y Ex Intervalo, que fueron agregados con
posterioridad, solo tiene el valor de un pacto aislado. No da acción.
PACTOS PRAETORIA
570
que aceptaban los efectos que un viajero le confiaba, por medio de un
pacto se obligaban a restituirlas íntegramente, responsabilizándose del
hurto y de los daños ocurridos aun sin su culpa. Fue sancionado por el
Pretor por medio de una Actio In Factum, reipersecutoria, perpetua e
intransmisible.
PACTOS LEGÍTIMOS
571
e) Eran revocables.
La legislación romana respecto a las donaciones varió muchas
veces. Un cambio importante data de la Ley Cincia, de donis et
muneribus (año 548 de Roma), conocido así por un plebiscito votado a
proposición del tribuno Lucio Cincio Alimento, que introdujo
restricciones importantes a la facultad de donar. Sin embargo, esta ley
no era aplicada, como el caso de los parientes hasta el quinto grado, los
esposos los prometidos y los afines en línea directa, etc.
Después de esta ley, se introdujeron varios cambios. Así tenemos
que Constancio Cloro, padre de Constantino, erigió en ley la costumbre
que se estableció de inscribir las donaciones en Registros Públicos,
conocida como régimen de la insinuación, impidiendo así que fuesen
hechas a la ligera y diera mayor autenticidad al acto.
572
CAPITULO XXV
SUMARIO: LOS CUASI-CONTRATOS. CONCEPTUALIZACION.- LA
GESTIÓN DE NEGOCIOS. — ELEMENTOS ESENCIALES.
REQUISITOD, OBLIGACIONES DEL GESTOR. — OBLIGACIONES DEL
D0MINUS. ACCIONES. — LA COMMUNI INCIDENS.
CONCEPTUALIZACIÓN. ACCIONES. — EL PAGO DE LO INDEBIDO.
CONCEPTUALIZACIÓN. FUNDAMENTOS. ACCIONES.
573
La Gestión de Negocios:
574
ACCIONES
ACCIONES
575
una analogía con el Mutuo, cuando el objeto consiste en una suma de
dinero, y otras cosas fungibles.
Fundamento: Se fundamenta en la equidad natural, la que
establece que nadie puede enriquecerse injustamente a expensas de
otro.
ACCIONES
576
CAPITULO XXVI
SUMARIO: DE LOS DELITOS. NOCIONES GENERALES RESPECTO DE
LOS DELITOS Y LAS ACCIONES PRIVADAS QUE DABAN LUGAR EN
ROMA. — DELITOS DE DERECHO CIVIL: FURTUM.
CONCEPTUALIZACIÓN. — FURTUM MANIFESTUM Y NEC
MANIFESTUM. — RAPIÑA. CONCEPTO. — LA LEX AQUILIA. —
DAMNUM INIURA DATUM (DAÑOS A LAS COSAS).— INIURA (DAÑOS
CAUSADOS A LAS PERSONAS).— ACCIONES PROPIAS DE ESTOS
DELITOS.— LA LEX AQUILIA.
577
en favor de la víctima, de una pena pecuniaria que consiste
ordinariamente en el doble, triple o cuádruplo del daño causado. Estas
acciones no fueron concedidas contra los herederos del delincuente,
porque las penas, eran sanciones personales. Sin embargo, se
transmitían a los herederos de la víctima, en los casos como la Actio
Iniuriarum, de la cual se decía que respiran venganza, porque ponen en
juego sentimientos de reacción puramente personales. Entre estas
acciones, tenemos la Actio Furti.
2. Acciones Reipersecutorias: Son aquellas que perseguían la
reparación del daño causado por el delito v.g. la restitución de las cosas
robadas o los daños y perjuicios correspondiente. Podían intentarse
contra los herederos del ofensor, pero sólo hasta la concurrencia del
provecho que hubieran obtenido del delito. Puede citarse la Actio
Furtiva, como acción en favor de la víctima para recobrara la cosa
sustraída.
3. Acciones Mixtas: Tienen por objeto demandar la aplicación de
la pena y la reparación del daño causado por el delito, v.g. la Actio
Legis Aquiliae y Bonorum vi Raptorum. En estas acciones predominan
el elemento penal, razón por la cual no se conceden contra los
herederos del delincuente.
Furtum. Conceptualización
578
3. La Contrectatio debía hacerse Lucri Faciendi Grati, o sea, con
propósito de sacar un provecho de la cosa misma, de su uso o posesión.
• El Furtum se divide en dos especies:
Furtum Manifestum (Robo manifiesto). Tiene lugar cuando el ladrón
es cogido en flagrante delito, o en el mismo lugar en que cometió el
robo. La pena impuesta al ladrón en el Furtum Manifestum es del
cuádruplo del valor de la cosa.
En todos los demás casos el robo es Nec Manifestum.
La pena en este robo Nec Manifestum es el doble del valor de las cosas
robadas.
ACCIONES
RAP1ÑA - CONCEPTO
579
LEX AQUILIA
580
honor de una persona, y como tal produce la ACCIÓN INIUIRIARUM.
Los caracteres y efectos del delito de injuria han variado según
las ¿pocas. Fijados primeramente por la Ley de las XII Tablas, en la
que se establecía la Ley del Talión para la Injuria más grave, a menos
de una composición pecuniaria entre las partes, lo que de hecho sucedía
siempre.
Cuando se trataba de la fractura de un hueso cometida en una
persona libre la pena era de 300 ases o si era esclavo 150 ases, y una
multa de 25 ases para todas las demás injurias, es decir, las vías de
hechos leves, los golpes sin heridas.
Más tarde, el edicto del pretor permitió a la persona injuriada
hacer por sí misma la estimación, reservando al juez la facultad de
condenar a una suma menor.
581
582
CAPÍTULO XXVII
583
descubrimiento de los extravíos que la embarazaban, la hizo imperiosa.
Las definiciones sucesivas que los magistrados intentaron de estos
delitos, del dolo sobre todo, son la prueba de ello.
DOLUS MALUS
584
METUS
585
4. La amenaza debe hacerse expresamente para inducir a cumplir
el acto.
LA ACTIO PAULIANA
586
restituyendo al patrimonio del deudor las cosas o derechos enajenados
para ser puestos a disposición de los acreedores.
587
SEPULCHRUM VIOLATUM
588
4ª Parte: DERECHO SUCESORIO
CAPÍTULO XXVIII
SUMARIO: DERECHO HEREDITARIO. CONCENIOS FUNDAMEN-
TALES. — TERMINOLOGÍA. — LA SUCESIÓN MORTIS CAUSA EN
ROMA: RESPONSABILIDAD ULTRA VIRES HEREDITARIA. — EL
FUNDAMENTO DE LA HERENCIA. TEORÍAS. — TEORÍA DE
BONFANTE. — OBJECIONES Y DEFENSAS. — VALORACION
CRÍTICA. — EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA SUCESIÓN EN ROMA.
589
derechos hereditarios de los hijos, no antes ni como su razón de ser.
Precisamente, en materia de derecho de sepulcro parece haber
dominado desde el primer momento la separación entre el campo
religioso y el jurídico patrimonial. No fueron los deberes del culto los
que determinaron el derecho hereditario; lo que pasó fue que el Derecho
pontifical impuso al heredero esos deberes cuando la sucesión
testamentaria amenazaba con desligarse de ellos.
Las raíces del Derecho hereditario romano no deben buscar, pues
en la Sacra Hereditaria, sino en “la idea trascendental de la inmortalidad
del individuo en su simiente, en la idea del estrecho vínculo personal de
familia entre los padres y los hijos”.
TERMINOLOGÍA
590
Pues bien, a la sucesión “Mortis Causa” universal se la denomina
herencia —del latín Hereditas, Hereditatis—, aunque como dice
Manresa, “la sucesión y la herencia son dos conceptos distintos, aunque
relacionados entre sí en cuanto la primera es el modo legal por virtud
del cual se transmiten los bienes del finado, y la segunda la
universalidad o conjuntos de bienes, derechos y obligaciones que
constituyen el patrimonio del mismo”.
La fórmula clásica de la sucesión romana es la de reemplazo del
antecesor por el sucesor, la successio in locum et in ius, concepto que
perseveró en la época clásica, pese a servir la herencia a una función
patrimonial; el heredero sucede en algo que no es solo el patrimonio
concebido como una unidad orgánica, sino que sucede en el activo y en
el pasivo, en los commoda y en los incommoda, en una posición
jurídica unitaria, vinculada al universo de la familia, esto es lo que se
conoce como responsabilidad ultra vires hereditaria, es decir, más allá
de los bienes heredados.
591
Ninguna de estas teorías nos brinda un fundamento racional y objetivo a
las peculiaridades de la herencia de los romanos.
TEORÍA DE BONFANTE
OBJECIONES Y DEFENSAS
592
Dice Perozzi: “Si la herencia romana es una sucesión en la soberanía
más bien que en el patrimonio, si es por tanto un derecho más bien
público que privado, ¿cómo se explica que el Derecho Romano desde
épocas remotas haya llamado ala mujer a suceder, a pesar de no
habérsela reconocido en las relaciones familiares una posición de
mando o soberanía?”.
Esta objeción ha sido salvada con gran sutileza por Bonfante, que
especialmente revirtió el argumento de Perozzi, fundándose también en
razonamientos derivados de la constitución y esencia de la familia
agnaticia.
Victorio Scialoja fue quien rebatió las objeciones de Perozzi, que
completó y fundamentó la teoría de Bonfante diciendo: Que la situación
de la mujer en el derecho primitivo es siempre subordinado, pues lo
hallamos bajo la potestad del pater familia o del poder marital, o
sometida a la tutela perpetua de los agnados.
La tutela perpetua de la mujer analizada en su esencia es una institución
que no responde a su fin específico, o sea a la protección y defensa del
incapaz, sino más bien al interés de los agnados, que les convenía
controlar los actos de la mujer que podían mermar su patrimonio en
perjuicio de ellos por ser los más próximos herederos. La misma tutela
ordinaria en el derecho antiguo respondía al ejercicio de un derecho más
que al cumplimiento de un deber. El tutor en este régimen era como el
regente de un Estado, cuyo monarca por razón de edad o enfermedad no
podía gobernar. El soberano del Estado era el monarca, pero el regente
ejerce efectivamente los poderes inherentes a él. Con estas
consideraciones sobre la tutela se explica cómo la mujer podía llegar a
ser heredera, pues la soberanía nominal le correspondía a ella, pero de
hecho en las relaciones familiares era el tutor el que gobernaba. De este
modo se argumenta para mantener viva esta tesis de Bonfante tan
discutida entre los romanistas.
VALORACIÓN CRÍTICA
593
práctica y realista como corresponde a un derecho en perenne
formación. Sin embargo, la teoría de Bonfante es irrebatible en cuanto
se trata de la primitiva herencia romana, pero también es insuficiente
para tratar de explicar la herencia para épocas posteriores como cuando
v.g. la familia romana se transforma de agnaticia a cognaticia, donde ya
no se tiene en cuenta la potestad soberana del grupo sino más bien la
transmisión al derecho de las cosas.
594
naban, por su testamento después de su muerte, como la había
gobernado viviendo. Pero que las tradiciones ceda, que los dirigentes
duden o no se acuerden de su misión, que empleen a su gusto y no en
interés de sus gobernados el arma consuetudinaria, y el sentido social
cederá a la anarquía, fruto del individualismo desordenado. Entonces, el
legislador sacará de la oscuridad la ley sucesoria, si ya existe, le
asegurará fundamentos más amplios y, restringiendo la facultad de
disponer por causa de muerte, o inter vivos, extenderá o impondrá su
aplicación. Así sucedió en cierto momento de la historia de los
romanos, cuando las leyes o el edicto sometieron a los testadores a
condiciones de forma y de fondo más rígidas, cuando las incapacidades
de dar o de recibir aumentaron las causas de caducidad de las
disposiciones testamentarias, reservando a las familias una parte
importante de los bienes.
595
596
CAPÍTULO XXIX
SUMARIO: SUCESIÓN TESTAMENTARIA. — EL TESTAMENTO.
CONCEPTO. — FORMAS DE TESTAR: TESTAMENTUM CALATIS
COMITIIS. — TESTAMENTUM IN PROCINCTU (PAPEL DEL POPULUS
EN ESTOS TESTAMENTOS).— MANCIPATIO FAMIIAE.—
TESTAMENTUM PER AES ET LIBRAM.— REFORMAS ADMITIDAS
POR EL PRETOR.— EL TESTAMENTO EN LA LEGISLACIÓN DE
JUSTINIANO. FORMAS ORDINARIAS Y EXTRAORDINARIAS. — LA
TESTAMENTI FACTIO ACTIVA.
SUCESIÓN TESTAMENTARIA
597
EL TESTAMENTO. CONCEPTO
FORMAS DE TESTAR
598
bajo la presidencia del Pontifex Maximus, o quizá también del rex
sacrorum, que como comicios curiados son convocados dos veces al
año —probablemente el 24 de marzo y el 24 de mayo— para que los
ciudadanos otorguen válidamente sus testamentos. En esta ocasión, el
testador en forma pública designaba herederos, así como el destino de
sus bienes.
TESTAMENTUM IN PROCINCTU
599
La interpretación del testamento como una ley especial tendría la
ventaja didáctica de poder presentar el testamento como una derogación
especial de la reglamentación jurídica general de la vía legítima y,
además, ofrecería la ventaja de que la enigmática libertad testamentaria
quedara, cuando menos, bajo la vigilancia de los comicios por curias.
De cualquier manera, sea ley especial o no, el testamento Calatis
Comitiis, fue un acto celebrado con amplia publicidad.
MANCIPATIO FAMILIAE
600
escrito en estas tablas y en esta cera, yo doy, lego y testo, y por lo
tanto vosotros, Quirites, dadme testimonio de ello”.
Esta forma de testamento podía ser también oral, pero de cualquier
modo, el más seguro era el que se realizaba por escrito, en cuyo caso las
denominadas tablas de cera eran cerradas con una cinta que llevaba
impresos siete ellos: los de los cinco testigos, el de Libripens y el del
Familiae Emptor.
EL TESTAMENTO EN LA LEGISLACIÓN DE
JUSTINIANO
601
TESTAMENTO ESCRITO: Podía ser de dos clases:
1. Allógrafo: Tenía lugar cuando el testador presenta el acta a los
testigos, declarando que contiene sus últimas disposiciones. Esta
presentación constituye el principio del testamento, que puede ser
escrito en ausencia de los testigos y con diversos intervalos.
El testador debe firmar el testamento en presencia de los siete testigos si
no pudiere hacerlo, deberá firmar por él otra persona llamada Octavus
suscriptor. Los testigos deben firmar el testamento en el interior y poner
un sello en el exterior sea el propio, o de otra persona.
2. Ológrafo: Era el que contenía la declaración de haber sido escrito de
puño y letra del testador. Exigía también la firma de los testigos en su
parte extrema dando fe de su existencia y autenticidad.
El testamento escrito está sometido a formalidades particulares, si el
testador quiere que los testigos ignoren su contenido. Debe entonces
presentar el escrito sellado o cerrado de cualquier manera, declarando
en presencia de los testigos, que encierra sus últimas disposiciones;
firma inmediatamente el testamento en la parte exterior, y los testigos
colocan allí su sello y su firma.
TESTAMENTO ORAL
FORMAS EXTRAORDINARIAS
602
para evitar el peligro del contagio, pero deben todos reunirse
simultáneamente.
3. Testamentum Ruri Condictum: Tiene lugar cuando una persona
otorga su testamento viviendo en un campo (ruri) por oposición a
civitates (urbes et castra) hasta la presencia de cinco testigos sino
pudieran hallarse siete. Un testigo puede firmar por los otros que no
sepan, y aún es válido el testamento sin firma de testigos, si ninguno de
ellos puede firmar.
4. Testamentum Parentum Inter Liberos: Tiene lugar cuando un
ascendiente instituye herederos a sus hijos, sin llamar otra persona a la
sucesión, basta que el testador escriba de propia mano la fecha del testa-
mento, el nombre de los hijos instituidos, y la parte dada a cada uno de
ellos. Un testamento de esta laya puede contener emancipaciones,
legados, y fideicomisos en favor de otras personas.
5. Testamentum Militare: En esta clase de testamento, nos dice Gayo,
lo hacen “como quieran o como puedan”, quedando dispensados del
cumplimiento de las formalidades ya descriptas y libres, por lo demás,
de ciertas normas sustantivas.
El requisito esencial era que no existiera duda alguna acerca de la
institución de heredero. Pero al margen de esta circunstancia, no
estaban sujetos al principio: Nemo pro parte testatus pro parte
instestatus deceres potest (nadie puede morir en parte testado y en parte
intestado); podía haber varios testamentos válidos y legar en ellos más
de lo indicado por la Ley Falcidia; no se admitía contra tal tipo de
testamento la querella innoficiosi testamenti.
La legislación de Justiniano exigía por la importancia dada al testa-
mento, la reunión de los testigos, allí donde el testador se encuentra, la
presencia simultánea de todos los testigos y era necesario acabar de una
sola vez el testamento comenzado, sin poder suspender su confección
para hacer otros actos en el intervalo. Sin embargo, una interrupción
momentánea exigida por necesidades corporales o por el estado de
salud del testador o de un testigo no vicia el testamento.
603
se a la capacidad de otorgar testamento, de intervenir como
testigo, de ser heredero o legatario o de obtener cualquier
favorecimiento por disposición testamentaria, como v.g. una
designación como tutor.
Las condiciones requeridas para testar eran:
1. Ser ciudadano romano o tener el Commercium mortis causa.
2. Ser sui iuris.
3. Ser púber y con capacidad intelectual y física de manifestar su
voluntad.
En cuanto a la capacidad para testar los romanos distinguieron la
capacidad de derecho, es decir, el derecho de otorgar un testamento se
requiere en la confección del acto y debe continuar hasta la muerte del
testador según el derecho civil.
Eran incapaces de derecho, es decir que carecían de las Testamenti
Factio Activa, los siguientes:
1. Los Latini Juniani, y los extranjeros.
2. Los hijos de familia, porque no tenían patrimonio.
3. Los apóstatas.
4. Los herejes.
5. Los condenados por líbelo difamatorio.
Respecto a la capacidad de hecho, es decir, la posibilidad de ejercitar el
derecho o de manifestar una voluntad clara debe existir también cuando
se confecciona el testamento; pero tal acto, válido en el principio, no se
invalida porque el testador se incapacite de voluntad, pero si se volviera
demente o cayera en interdicto por causa de prodigalidad; lo único que
de tal hecho resulta es que el testador no puede ya revocar su
testamento.
Así, eran incapaces de hecho; no podían otorgar testamento:
1. El impúber;
2. El demente, excepto en intervalo lúcido;
3. Los pródigos declarados; y
4. Los sordomudos de nacimiento.
En el derecho nuevo, los sordos pueden testar en forma ordinaria; pero
los mudos, que no saben escribir son incapaces.
604
CAPÍTULO XXX
SUMARIO: INSTITUCIÓN DE HEREDERO. — CONCEPCIÓN ROMANA
DE LA INSTITUCIÓN DE HEREDERO. — LA TESTAMENTI FACTIO
PASIVA (INCAPACIDADES POR RAZONES HISTÓRICAS Y LEGALES).
— LA DISTRIBUCIÓN DE LA HERENCIA (PROCEDIMIENTOS). — LA
INSTITUCIÓN DE HEREDERO
CONDICIONADA (EFECTOS DE LAS CONDICIONES. LA CAUCIÓN
MUCIANA). — LA INSTITUCIÓN DE HEREDERO A TÉRMINO Y LA
MÁXIMA SEMEL HERES SEMPER HERES. — LOS MODOS O CARGOS
IMPUESTOS AL HEREDERO.
INSTITUCIÓN DE HEREDERO
605
existieron en Roma personas que carecían de la
Testamenti Factio pasiva por:
606
LA DISTRIBUCIÓN DE LA HERENCIA: PROCEDIMIENTOS
607
mientras la condición se halla pendiente (pendente condicione),
con la sola limitación de que no puede excluir ni restringir los efectos
de la condición para el caso de que éste se cumpla. Así, el Statur liber
adquiere la libertad aunque el heredero la enajene pendente condicione
(y quizá también, desde un principio, aunque el heredero le prive del
peculio y con ello de la posibilidad de cumplir la condición, consistente
en el pago del rescate: la ficción de haberse cumplido la condición
existía ya en el Derecho primitivo, probablemente), tan pronto como se
haga efectivo a su nuevo señor el rescate fijado en el testamento. Los
actos de disposición verificados entretanto quedan anulados al
cumplirse la condición, aunque no con efecto retroactivo. Son anulados,
pero no como si no se hubiesen producido. A partir de ese momento
puede comenzar el adquiriente a usucapir.
LA CAUCIÓN MUCIÁNA
608
fuera pura y simple, decisión fundada también en la
regla: NEMO PRO
PARTE TESTATUS, PRO PARTE INTESTATUS DECEDERE
POTEST, porque esta regla no se opone a la división de la herencia por
la relación del tiempo como a la que concierne a los bienes del mismo.
609
610
CAPÍTULO XXXI
SUMARIO: LAS SUBSTITUCIONES. — CONCEPTO. — CLASES:
VULGAR, PUPILAR Y CUASI-PUPILAR. — DE LA INVALIDEZ DE LOS
TESTAMENTOS. — CAUSAS ORIGINARIAS Y POSTERIORES DE
NULIDAD. — TESTAMENTUM RUPTUM, IRRITUM Y DESTITUTUM.
LAS SUBSTITUCIONES
CONCEPTO
CLASES
611
esto; Si Gaius heres non erit, Maevi heres esto” (Que Gayo sea mi
heredero; si no lo fuera Gayo, que lo sea Maevi). Los romanos
acostumbraban hacer varias substituciones, y si su solvencia era dudosa,
es decir, había más pasivo que activo, que nadie las aceptara, instituían
en último grado a un esclavo, quien liberado así por testamento, no
podía repudiar la herencia, pues se convertía en heredero necesario. El
testador quedaba así a salvo del peligro de morir sin heredero.
Como la substitución vulgar no es en el fondo más que una
institución condicional, exige las formas del testamento, la Testamenti
Factio Activa en el testador, la Testamenti factio passiva en el sustituto.
Debemos aclarar que el substituto no es llamado a la herencia
sino única y exclusivamente cuando el instituido es incapaz de suceder
(casus impotentiae), o por no querer aceptarla herencia (casus
impotentiae), o por no querer aceptar la herencia (casus noluntatis). De
ahí que el substituto no puede aceptar ni repudiar la herencia, sino
después de que el instituido como heredero la haya repudiado, o se
encuentre imposibilitado de adquirirla por ser incapaz.
SUBSTITUCIÓN PUPILAR
612
principal, debe preceder al relativo a la sucesión del hijo; y si el
primero queda nulo por cualquier causa, la substitución pupilar también
lo será, en virtud del principio de que lo accesorio sigue siempre la
suerte de lo principal (accesio cedit principalis). Inversamente, la
nulidad de la substitución no arrastra consigo la del testamento del
paterfamilias.
Esta clase de substitución se extingue:
1. Cuando el hijo alcanza la pubertad.
2. La muerte del substituido antes que el paterfamilias.
3. Si el substituido descuida de pedir un tutor para el impúber en
el año siguiente al fallecimiento del paterfamilias.
SUBSTITUCIÓN CUASI-PUPILAR
613
DE LA INVALIDEZ DE LOS TESTAMENTOS
TESTAMENTO IRRITUM
614
alteración en estos momentos. Sin embargo, en el Derecho Pretoriano
establecía que para que el testamento sea válido, bastaría que el testador
fuese capaz en el momento de otorgarlo y en el de morir.
TESTAMENTUM DESTITUTUM
615
616
CAPÍTULO XXXII
SUMARIO: LA HEREDITAS Y LA BONORUM POSSESSIO.
CONCECTO. — EXPLICACIÓN FLISTÓRICA DE ESTAS
INSTITUCIONES. — DIFERENCIAS. — DISTINTAS ESPECIES DE
BONORUM POSSESSIO: CUM RE Y SINE RE. — SECUNDUM TÁBULAS
Y CONTRA TÁBULAS UNDE LIBERI. — EX EDICTO CARBONIANO. —
LA SUCESIÓN EX LEGE. SU FUNDAMENTO.— LA SUCESIÓN
INTESTADA EN LA LEY DE LAS XII TABLAS.— LA SUCESIÓN
INTESTADA EN EL EDICTO DEL PRETOR.— LA COLACIÓN.— LOS
SENADOCONSULTOS TERTULIANO Y ORFICIANO.— LA
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO (NOVELAS 118 Y 127).
LA HEREDITAS. CONCEPTO
EXPLICACIÓN HISTÓRICA
617
gens. De ahí que es posible que la sucesión haya sido en su estatus de
jefatura y no respecto de la propiedad de bienes, pues éstos estaban
distribuidos, en el pensamiento social, al grupo familiar.
La muerte del paterfamilias determinaba, pues, el traspaso de ese
poder político al heredero y por consiguiente también del patrimonio; el
heredero sucedía así al paterfamilias muerto en su poder soberano y
ocupaba, por tanto, el mismo lugar que aquel.
Pero la característica fundamental de la Hereditas es que el
patrimonio del causante se confundía con la del heredero, con el
consiguiente perjuicio para este último, en cuanto que el pasivo sea
superior al activo.
Debido al carácter personal de la primitiva herencia romana, el
heredero sucedía, como dijimos, tanto en los derechos, como en las
cargas y obligaciones del causante.
Para Bonfante la Hereditas primitiva es un resultado de la
peculiar organización de la familia civil romana, en la que sus
miembros se mantenían vinculados por el parentesco agnaticio, fundado
en las relaciones de potestad, y no por el parentesco cognaticio que
llegó a ser en el Derecho Justinianeo, el fundamento de la sucesión.
618
EXPLICACIÓN HISTÓRICA
619
DISTINTAS ESPECIES DE BONORUM POSSESSIO
621
LA SUCESIÓN INTESTADA EN LA LEY DE LAS XII TABLAS
622
1. Bonorum Possessio Unde Liben: El objeto del edicto Unde
Liben, era únicamente corregir el rigor del derecho civil, asimilando a
los herederos suyos los hijos salidos de la familia, y no era aplicable a
las sucesiones de las mujeres, quienes no tenían patria potestad ni
herederos suyos. De ahí que los hijos no podían, en calidadi de liben,
suceder a su madre ni a sus ascendientes maternos.
El Pretor concede primeramente la Bonorum Possessio intestati a
los hijos (liben). Este término se emplea en un sentido técnico y sólo
comprende los hijos admitidos, llegado el caso, a la bonorum possessio
contra tábulas, es decir, a los herederos suyos y a aquellos que tendrían
esta calidad si no hubiera salido de la familia con capitis diminutio,
especialmente los hijos emancipados.
El Edicto llama a los emancipados conjuntamente con los otros
que han permanecido bajo potestad, corrigiendo así el error del derecho
civil, y por esto la Bonorum Possessio es CUM RE. Cuando varios
hijos son llamados a la Bonorum Possessio en virtud del edicto, la
división de la herencia se hacía per cápita, con la modificación
siguiente: Si el difunto ha dejado un hijo emancipado conservando la
patria potestad sobre sus nietos, hijos de este último, estos nietos son
llamados a la Bonorum Possessio, conjuntamente con su padre y tiene
derecho, todos en conjunto, a la mitad de la parte que le es adjudicada.
Esta disposición fue introducida en el Edicto por Salvio Juliano, de
donde toma el nombre de CLÁUSULA JTJLIANI.
2. Bonorum Possessio Unde Legitimi: A falta de los herederos
que establece la Bonorum Possessio Unde Liben, o si la repudiaran o
descuidaban de pedirla en el plazo establecido, se le difiere a las
personas llamadas a VER, ESTA ILEGIBLE, según la Ley de las XII
tablas es decir, a los herederos suyos, a los agnados y a los gentiles, en
el orden indicado precedentemente.
Posteriormente, esta disposición fue extendida a la madre y a los
hijos, después de habérseles concedido por los senadoconsultos
Tertuliano y Orficiano un derecho de sucesión recíproca.
3. Bonorum Possessio Unde Cognati: A falta de herederos de
las dos primeras clases, el pretor concedió la Bonorum Possessio a los
cognados, o sea, a los parientes del difunto en general, hasta el sexto
grado, sin distinguir entre agnados y cognados propiamente dichos. Fue
posiblemente
623
la más antigua y la que desempeñó, asimismo, el papel más importante
en el sistema de las sucesiones ab-intestato del Derecho Pretoriano. Por
medio de ella el pretor corrigió una deficiencia del derecho civil,
llamando a la sucesión del difunto en tercer orden a los cognados del
causante, en lugar de los gentiles.
En esta clase de sucesión, el más próximo en grado en el
momento en que es diferida la Bonorum Possessio excluye a los
cognados de un grado más remoto (Bonorum Possessio proximatatis
nomine) y la partición se hace por cabezas cuando hay varios en el
grado más próximo.
4. Bonorum Possessio Unde Vir et uxor A falta de las tres
primeras clases, el pretor concede la Bonorum Possessio al cónyuge
superviviente no divorciado.
Se aclara que la Bonorum Possessio nunca se adquiría de pleno
derecho: debía manifestarse la voluntad de adquirirla en el plazo
determinado por el edicto, que era de un año para los descendientes y
ascendientes del difunto, y de cien días útiles para los demás.
LA COLACIÓN
624
lando fianza de colacionar más tarde. El que no hace la colación a la
cual está obligado está expuesto a verse rehusar las acciones
hereditarias.
SENADOCONSULTO TERTULIANO
SENADOCONSULTO ORFICIANO
625
cónyuge superviviente y no divorciado puede pedir la bonorum
possessio en virtud del edicto unde vir et uxor.
Las características del nuevo sistema de Justiniano son las
siguientes:
1. Primero heredan los descendientes, sin distinción de sexo,
nacidos de un hijo o hija, sin iuris o bajo potestad y la participación se
hace por cabeza, pero si un hijo o hija ha fallecido con anterioridad
dejando descendientes, éstos son llamados en reemplazo de su padre o
madre, y la partición se hace por estirpes.
2. El segundo orden comprende los ascendientes, sus hermanos y
hermanas carnales y sus descendientes en primer grado, o sea sobrinos
y sobrinas carnales. En este segundo orden se distingue:
a) Si solo existen ascendientes, el más próximo excluye a los
demás, si son varios y de la misma línea, suceden por cabezas.
b) Silos ascendientes son de diversas líneas, la mitad de la
sucesión se adjudica a los ascendientes paternos y la otra mitad a los
maternos. En cada línea se hace la subdivisión por cabezas.
c) Si concurren ascendientes y hermanos y hermanas carnales, la
partición se hace por cabezas.
d) Si concurren ascendientes, hermanos, carnales o sobrinos, hijos
de hermanos carnales fallecidos, los sobrinos tienen derecho, según la
Novela 127, a la parte que su padre o madre hubiera tenido si viviera.
e) Si el difunto hubiera dejado solo hermanos o hermanas
carnales, la división se hace por cabezas. Si concurren además hijos o
hijas de hermanos fallecidos, se hace por estirpes.
3. El tercer orden comprende los hermanos y hermanas de padre
(consanguíneos) o madre (uterinos) y sus hijos: En ausencia de los
parientes que figuran en el primero y segundo orden, la herencia era
atribuida a los hermanos y hermanas consanguíneas y uterinas y a los
hijos de los prefallecidos. La partición entre ellos tenía lugar por ramas,
con exclusión de los demás colaterales.
4. El cuarto orden comprende todos los parientes que no sean
hermanos o sobrinos del difunto. Justiniano no establece hasta qué
grado suceden los colaterales. En este orden, el más próximo en grado
excluye a todos los demás, y si hay varios herederos llamados
conjuntamente, la partición se hace por cabezas.
626
También hay que destacar que Justiniano, por otras Novelas,
dispuso que cuando el causante no dejara parientes que lo sucedan, el
cónyuge supérstite y no divorciado puede pedir la bonorum possessio
en virtud del edicto Unde Vir et Uxor.
También se estableció que los hijos naturales, a falta de mujer e
hijos legítimos del causante, heredaran la sexta parte de la herencia.
Igualmente se dispuso que a falta de descendientes, ascendientes
y demás herederos establecidos en la Novela 118 y 127, la sucesión
podía ser concedida a una corporación de la cual hubiese formado parte
el causante, como la curia para los decuriones, la Iglesia para los
clérigos. Finalmente, a falta de cualquier otro heredero, el fisco puede
recoger los bienes vacantes. Si no hubiera querido usar de este derecho,
los acreedores del difunto pueden pedir la posesión para hacer vender
los bienes del difunto y hacerse pago con el precio.
627
628
CAPÍTULO XXXIII
SUMARIO: EVOLUCIÓN DE LA LIBERTAD DE TESTAR EN EL
DERECHO ROMANO. — REGLAS DEL DERECHO CIVIL SOBRE LA
DESHEREDACIÓN. — EXIGENCIAS DEL PRETOR EN MATERIA DE
DESHEREDACIÓN. — JUSTINIANO. — EL TESTAMENTO
INOFICIOSO. — FUNDAMENTOS Y ACCIONES. — LA LEGÍTIMA.
CONCEPTO. — EVOLUCIÓN (RESCRIPTO DE MARCO AURELIO, LA
CUARTA FALCIDIA, JUSTINIANO). — QUERELLAS Y ACCIONES.
629
REGLAS DEL DERECHO CIVIL SOBRE LA
DESHEREDACIÓN
630
instituidos si el edicto ha sido violado respecto de los otros sucesores,
porque en este caso no hay lugar a la bonorum possessio secundum
tabulas.
Recordemos que el efecto de la bonorum possessio contra tabulas
es generalmente impedirla ejecución del testamento y verificarla
partición de los bienes del causante de acuerdo con las reglas de la
sucesión ab intestato, pero únicamente entre los que han obtenido esta
bonorum possessio.
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO
631
13. Si el hijo es hereje y los padres ortodoxos.
14. Si cuando un ascendiente quería casar a su hija o su nieta
ofreciéndolo un marido y dote convenientes, la mujer prefirió vivir en
el libertinaje.
632
LA LEGÍTIMA. CONCEPTO
EVOLUCIÓN
LA CUARTA FALCIDIA
633
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO
QUERELLAS Y ACCIONES
634
CAPÍTULO XXX1V
LA ADICIÓN DE LA HERENCIA
LA DELACIÓN
635
toma en consideración.
LA HEREDITAS YACENS
LA ADICIÓN
Esta figura procede del latín “Ad-ire”, que significa “Ir hacia”.
De ahí que se califique de herederos sin adición a aquellos que no
necesitan ir hacia la herencia, o sea, aceptarla, puesto que la adquirían
de pleno derecho desde que se abre en su favor tales como los herederos
necesarios y herederos suus y necesarii, de manera que no se puede
distinguir, a su respecto, entre la delación y la adquisición de la
herencia. Además se encuentran los herederos con adición, o sea
aquellos que necesitaban aceptar la herencia para adquirirlos, v.g. los
herederos voluntarios, que son los herederos que se instituyen no
estando en la potestad del testador.
EFECTOS DE LA ADICIÓN
636
FORMAS DE ACEPTACIÓN
LA CRETIO
637
En esta legislación también se establece que la vocación
hereditaria es transmisible en caso que el heredero muera antes del año
fijado para aceptar la herencia, desde la delación de la sucesión.
EL IUS DELIBERANDI
EL BENEFICIUM INVENTARII
638
a hacer una cruz, y otro tabulario firma por él, según el permiso que él
da delante de testigos.
Los efectos principales del beneficio de Inventario son:
1. Impide la confusión del patrimonio del difunto, con el del
heredero.
2. El heredero no es responsable de las deudas de la sucesión sino
hasta el valor de su parte hereditaria.
3. El inventario es una condición indispensable para que el
heredero pueda retener la cuarta Falcidia, o sea, para no ser obligado al
pago de los legados y fideicomisos sino hasta completarlas tres cuartas
partes del valor neto de su parte hereditaria.
El heredero que hace uso del beneficio de inventario no puede
servirse del lus deliberandi. Recíprocamente, el que ha obtenido un
plazo para deliberar no puede ya invocar el beneficio de inventario.
LA SEPARATIO BONORUM
639
Pero con la evolución del derecho, llegamos a la legislación de
Justiniano, quien establece que la vocación era transmisible a sus
herederos, en el caso que el heredero muera antes del año fijado para
aceptar la herencia, desde la delación de la sucesión.
EL IUS SEPARATIONIS
Son aquellos que están bajo la potestad del testador, tales como
los hijos legítimos, adoptivos, o legitimados, los nietos sometidos en
forma directa a la patria potestad, los póstumos que nacieren después de
la muerte del causante, y la mujer in manu quienes suceden al causante
en la época del fallecimiento, bien sea por una institución testamentaria
o bien ab-intestato; y que se llamaban herederos suyos, porque los
romanos
640
consideraron siempre a los hijos de familia sobre todo a los que están
bajo lu potestad del paterfamilias como copropietarios del patrimonio
de éste, en tal forma, que a la muerte del padre lo suceden en los bienes
de hecho ya les pertenecían; de otra manera, convirtiéndose en
herederos de sus propios bienes o adquieren la calidad de herederos por
su propio derecho y se distinguían de los herederos necesarios, en virtud
de la potestad paternal que los convertía en heredero, sin intervenir su
voluntad según el derecho civil.
EL IUS ABST1NENDI
641
642
CAPÍTULO XXXV
SUMARIO: EL LEGADO. CONCEPTO. — FORMAS DE LEGAR:
PER VINDICATIONEM. PER DAMNATIONEM. PER SINENDI MODO.
PER PRAECEPTIONEM. REDUCCIÓN DE LAS FORMALIDADES:
SENADOCONSULTO NERONIANO. CONSTANTINO Y JUSTINIANO. —
CLASES DE LEGADOS. LEGADOS DE COSAS CORPORALES IN
GENERE (GENÉRICAS). LEGADOS DE COSAS CORPORALES
DETERMINADAS (ESPECIFICAS). LEGADO DE COSAS
INCORPORALES. DELEGADO DE CRÉDITO. LEGADO DE
LIBERACIÓN. LEGADO DE OPCIÓN. LEGADO DE UNA
UNIVERSALIDAD. — ADQUISICIÓN DEL LEGADO. DIES CEDIT Y
DIES VENIT.— NULIDAD AB INITIO Y POR CAUSAS POSTERIORES
DE LOS LEGADOS.— REGLA CATONIANA.— LIMITACIONES A LA
FACULTAD DE LEGAR.— LEX FURIA TESTAMENTARIA.— LEX
VOC0NIA.— LEX FALCIDIA.— EL FIDEICOMISO. CONCEPTO. — EL
FIDEICOMISO SINGULAR. — EVOLUCIÓN DEL FIDEICOMISO
UNIVERSAL. — MEDIDAS DE CLAUDIO Y AUGUSTO. —
SENADOCONSULTOS TREBELIANO. PEGACIANO. — LA LEX
FALCIDIA. JUSTINIANO.
EL LEGADO. CONCEPTO
643
actos de la voluntad que se expresaban sin emplear las solemnidades del
testamento, expresiones de voluntad disponiendo de los bienes o de una
parte de ellos, para después de la muerte), con cargo al heredero
instituido de que realice o permita realizar una transmisión a título
singular a otra persona llamada Legatario.
El Legatario no recibe el título de heredero, y solo responde por
las deudas del causante hasta la concurrencia de los bienes que recibe,
es decir INTRA VIRES HEREDITATEM.
FORMAS DE LEGAR
644
El legatario no adquiere directamente las prestaciones, sino por
intermedio del heredero; y si éste no cumple, lo debe demandar como
deudor en virtud de la Actio ex testamento condictio certi vel incerti,
3. Legado per Sinendi Modo: Se trata de una forma de legado
de permisión por medio de la cual el heredero deberá permitir que el
legatario se apropie de una cosa del patrimonio del testador o del suyo
propio. Los términos empleados para este tipo de legado era: “Heres
meu Damnas esto sinere Lucium Titium Sumere illam rem sibique
haere” (Ordeno a mi heredero a dejar a Lucius Tituis tomar y guardar
para sí, tal cosa).
Por medio de este legado no se transfería directamente la
propiedad sino solamente creaba una obligación a cargo del heredero.
Esta obligación consistía en permitir que fuese tomada por el legatario.
Bastaba para la validez del legado Sinendi modo, que la cosa legada
perteneciese al heredero o al testador en el momento de la muerte de
éste.
Para efectivizar sus derechos, se concedió al legatario la Actio
Incerta ex Testamento.
4. Legado per Praeceptionem: Viene de Prae (previo) y Capere
(tomar), es decir: tomar, recibir anticipadamente. Tenía lugar’ cuando,
habiendo instituido el paterfamilias varios herederos, este testador
favorecía a uno de ellos con un legado aparte de su porción hereditaria.
Uno de los coherederos era, pues, autorizado por el causante para
tomar, antes de la partición hereditaria, un bien determinado de la
sucesión.
Los términos empleados para el legado Per Praeceptionem eran:
L. Titius illam rem praecipito (que Licius tenga preferencia para tomar
tal cosa).
Por este motivo los Sabinianos sostenían que este legado, para ser
válido, debía ser hecho en favor de un heredero, pero la opinión de los
Proculeyanos según la cual la silaba PRAE (de la palabra praecipito)
debía ser considerada como no escrita cuando el legado hecho en favor
de un extraño, acababa por prevalecer.
El efecto de este legado era transferir directamente la propiedad
de la cosa legada si pertenecía al testador. El legatario podía, pues,
reivindicarla contra cualquier tenedor. El heredero legatario por mejora
podía también hacer valer su derecho contra sus coherederos por medio
de la acción, FAMILIAE ERCISCUNDAE, y también según los
Sabinianos, no tenía en absoluto la acción reivindicatoria.
645
REDUCCIÓN DE LAS FORMALIDADES
CLASES DE LEGADOS
Los legados podían tener por objeto, en Roma, tanto las cosas
Corporales como las Incorporales, y aun las Universalidades, bajo la
condición naturalmente, de que se tratara de cosas que estuviesen en el
comercio.
Respecto a la tercera condición, debe observarse: 1) Que el
legado es nulo si la cosa legada está fuera del comercio de un modo
absoluto, como una cosa sagrada o pública; 2) Que también es nulo si la
cosa está fuera del comercio en relación al legatario, porque éste es
incapaz de adquirir; 3) Que es válido si la cosa no está fuera del
comercio en relación al legatario, porque
646
éste es incapaz de adquirir; 4) Que es válido si la cosa no está Fuera del
comercio sino en relación a la persona gravada por el legado. Según la
intención presunta del testador, debe entonces pagar el valor si no puede
suministrar la cosa en especie.
De las clases de legados mencionamos los siguientes:
1. Legados de cosas Corporales in Genere (genéricas). En la
legislación Justinianea, cuando el legado tiene por objeto una cosa
determinada solo en cuanto a su género, como un esclavo en general, la
elección pertenece al legatario, salvo disposición contraria del testador;
pero no obra sino sobre los objetos del género indicado que se
encuentran en la sucesión, y no puede hacerse antes de la adición de la
herencia. El principio es que el legatario no puede escoger una cosa de
la mejor calidad y el heredero al cual se concedió la elección no puede
ofrecer una de las peores.
2. Legados de cosas Corporales Determinadas (específicas). El
testador podía legar cosas de su propiedad, la del heredero o la de un
tercero. Respecto a este último caso comentamos de la siguiente
manera:
Sabemos que en el derecho antiguo, el legado de la cosa ajena
sólo era válido si había sido hecho por medio del Legado Per
Damnationem, considerado OPTIMO IURE LEGATUM y que
ulteriormente el senadoconsulto Neronianum lo consideró válido como
tal, cualquiera que hubiese sido la fórmula empleada y que
posteriormente Justiniano dispensó al testador del uso de toda forma.
Pero no obstante desde la época clásica la validez de tal legado estuvo
subordinada al hecho de que el testador debía tener conocimiento de
que la cosa legada era de otro. Así tenemos que si el testador lega cosas
ajenas, creyendo que era suya, el legado era nulo; en cambio, si sabía
perfectamente que la cosa que legaba pertenecía a otro, el legado era
válido, debiendo el heredero por tanto adquirir la cosa para entregársela
al legatario, o pagar, en caso contrario el valor de la cosa legada.
3. Legado de cosas Incorporales: El testador puede imponer una
obligación en forma de legado, establecer una servidumbre, conferir un
derecho de hipoteca o cualquier otro derecho real, etc. Entre los legados
de cosas incorporales, se distingue:
a) Del legado de crédito: El legado de crédito es aquel que tiene
por objeto lo que un tercero debe al testador o a su heredero. Tal legado
no tiene por efecto transferir de pleno derecho el crédito al legatario,
atendido que el heredero representa al fallecido en el conjunto de sus
derechos y obligacio-
647
nes; pero el heredero está en el deber de cederlas acciones contra el
deudor, y el legatario las ejerce entonces como PROCURATOR IN
REM SUAM. En el derecho nuevo el legatario obtuvo ACCIONES
UTILES para obrar directamente el deudor, independientemente de toda
cesión por parte del heredero.
b) Legado de liberación: El legado de exoneración (legatum
liberationis o liberatio legata) tiene por objeto liberar al legatario de una
deuda establecida en favor del testador, del heredero o de un tercero.
Tal legado no tiene por efecto exonerar al deudor ipso jure —porque el
legado no es un modo de extinción de las obligaciones— pero le da una
excepción contra la acción del heredero, y el legatario también puede
perseguir al heredero para obligarlo a exonerarle.
En cuanto a la exoneración, si el legatario solo es el deudor debe
ser exonerado por aceptilación.
e) Legado de opción: Consiste en el legado del derecho de
escoger una cosa de determinada naturaleza entre las que se encuentran
en el haber hereditario (un fundo, un esclavo, etc.). El legatario dispone
de la ACTIO AD EXHIBENDUM para hacerse mostrar las cosas entre
las cuales puede elegir.
d) Legados de una universalidad: Eran aquellos que recaían
sobre una parte alícuota de la herencia; en este caso el legatario no es un
heredero, pues no tiene más que un derecho de crédito contra el
heredero, para forzarlo a tener en cuenta lo que él debe recibir.
En esta clase de legados también podía recaer sobre un peculio,
es decir, de los bienes cuya administración y goce el jefe de familia lega
a un esclavo, con la condición de que éste debía ser manumitido por el
mismo testamento, pues de lo contrario el legado es nulo, beneficiando
al heredero.
1) Dies legati cedi: Los términos dies legati cedí significan que el
derecho es abierto en favor del legatario, de modo que se hace
transmisible a sus herederos. En esta clase de legado se abre el derecho
y llega a ser exigible, pues como legado puro y simple, es decir sin
término ni condición, a la muerte del testador. Ahora si se trata de un
legado bajo condición suspensiva (dies legati cedit) después del
cumplimiento de la condición.
648
2) Dies legati venit: Los términos dies legati venit expresan que
el legado se hace exigible, de modo que el interesado puede reclamar la
ejecución. La apertura no da aún sino un derecho eventual, puesto que,
no obstante esta circunstancia, el testamento estará desprovisto de
efecto (destitum) si ningún heredero testamentario viene a la sucesión.
En esta clase de legado se abre el derecho y llega a ser exigible,
recién después de la adquisición de la herencia, porque es sólo en virtud
de esta adquisición que el heredero está obligado a pagar los legados.
NULIDAD AB INITIO
REGLA CATONIÁNA
649
De ahí que puede ocurrir que un legado reúna todas las
condiciones esenciales para su validez, pero que en el momento de ser
escrito hay un obstáculo accidental para su ejecución, susceptible de
desaparecer, por nacer de relaciones particulares y temporales. Los
textos nos dan cuatro ejemplos:
1. Legado de la cosa del legatario.
2. Legado al esclavo del heredero.
3. Legado al propio esclavo sin manumitirle.
4. Legado de materiales incorporados a una construcción.
Esta regla catoniana, formulada por Caton el antiguo, según
algunos, y otros por Catón (h), se concibe en estos términos: “Quod, si
testamenti facti tempore decessisset testador, inutile foret, id legatum,
quandocum que decesserit, no valere” (El legado que sería nulo si el
testador moría en el momento de testar, queda siempre nulo en
cualquier época que sobreviniera el fallecimiento).
650
LEX FALCIDIA
Por esta ley se prohíbe gravar a un heredero con legados, más allá
de los tres cuartos de su parte hereditaria, hecha deducción de las
deudas y así le asegura la cuarta de su parte.
En principio, no pertenecía sino a los herederos testamentarios
directos, relativamente a los legados y fideicomisos que les eran
impuestos. Pero posteriormente, por un rescripto de Antonino el
Piadoso, la extendió a los herederos ab intestato con motivo de los
fideicomisos con que podían ser gravados.
EL FIDEICOMISO
CONCEPTO
651
EL FIDEICOMISO SINGULAR
DERECHO ANTIGUO
652
chaban para quedarse con la cosa entregádale en Fiducia, y que acarreó
graves escándalos.
SENADOCONSULTO TREBELIANO
SENADOCONSULTO PEGACIANO
653
A fin de evitar este inconveniente, el senadoconsulto Pegaciano,
decretado bajo el gobierno del emperador Vespasiano, estatuyó que el
fiduciario podía retener la cuarta parte de su porción, a semejanza de lo
que la ley Falcidia había establecido para los legados, y este derecho
fue igualmente concedido en relación a los fideicomisos particulares.
Este senadoconsulto estableció igualmente que el fiduciario que
rehusase aceptar la herencia podría ser obligado por el pretor, a fin de
que el fideicomiso no quedase sin ejecución. En este sentido, el
fiduciario no obtenía ventaja alguna de la herencia y no tenía ya que
soportar las cargas: solo el fideicomisario era conceptuado como
heredero. La restitución se consideraba hecha conforme al
senadoconsulto Trebeliano.
LEX FALCIDIA
LEGISLACIÓN DE JUSTINIANO
654
5ª Parte: DERECHO PROCESAL
CAPÍTULO XXXVI
SUMARIO: DEFENSA DE LOS DERECHOS. — EL DERECHO
PROCESAL: TERMINOLOGÍA BÁSICA. — EVOLUCIÓN HISTÓRICA
DE LA DEFENSA DE LOS DERECHOS EN ROMA: LA JUSTICIA
PRIVADA. — POTESTADES DEL PATER. — LA LEY DEL TALIÓN. —
LA COMPOSITIO. — INTERVENCIÓN DEL ESTADO. — LOS
SISTEMAS PROCESALES ROMANOS. CARACTERÍSTICAS. —
ACCIONES DE LA LEY. — PER FORMULAM Y EXTRAORDINARIO. —
LOS ORGANISMOS JUDICIALES. — TIEMPO Y LUGAR EN QUE SE
EJERCITABAN LAS FUNCIONES JUDICIALES. — IMPERIUM
JURISDICTIO. COMPETENCIA. — EL FORO.
655
de las pruebas, la determinación de la norma que regalará la relación de
derecho invocada y su aplicación al caso concreto. Es decir, una serie
de actos ejecutados por las partes y el juez que, en conjunto constituye
el proceso.
El régimen procesal de una nación y particularmente el
procedimiento, tiene una trascendencia social y económica que se
traduce en consecuencias prácticas. Allí donde el procedimiento es
defectuoso, la administración de justicia resulta tardía, cara y deficiente,
lo que trae como consecuencia la desconfianza de los litigantes y el
retraimiento de los negocios, porque, en lugar de constituir una
garantía, se convierte en una amenaza. Cuando, por el contrario, el
litigante sabe que su derecho será respetado, que cobrará su crédito o
recuperará su propiedad sin tener que luchar con la malicia del
demandado o la arbitrariedad del Juez, ni pasar por las torturas de un
proceso largo y dispendioso, la confianza aumenta, los negocios
prosperan y el bienestar general se acentúa.
656
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA DEFENSA DE LOS
DERECHOS EN ROMA
LA JUSTICIA PRIVADA
657
tancias diversas un estacionamiento o aun un retroceso, puede verse en
el origen del derecho penal, y especialmente del derecho del particular
ofendido de exigir una multa del autor de la lesión, que es el rasgo
característico del sistema de los delitos privados del Derecho Romano.
658
LA COMPOSITIO
ACCIONES DE LA LEY
659
miento inicial en la vida de Roma consistente en una recitación oral que
los litigantes aprendían con un carácter sacramental y que donde debían
repetir sin alteración alguna ante el magistrado; pues la alteración por
error en los términos de la recitación traía como consecuencia la
pérdida del litigio. Sus características esenciales eran:
1. El empleo de gestos y palabras sacramentales; éstas
reproduciendo exactamente la letra de la ley; por lo tanto, debían
abstenerse de decir vites, aun tratándose de viñas, allí donde la ley había
escrito “árboles”, formalismo verbal común a las legislaciones
primitivas.
2. La presencia de las partes, pues la acción legal no admitía ni
juicio en su ausencia ni representación enjuicio, salvo en algunos casos
raros. Sin embargo, se discute acerca de la antigüedad y la posible
adaptación en esta época de un cognitor, es decir, de un mandatario
judicial.
3. La necesidad de accionar en un día fasto; y
4. La presencia del magistrado; pero, moviéndose las partes solo
en el marco trazado por la ley, el magistrado impasible no podía, fuera
de ésta, conceder o negar una acción que desviase a los litigantes del fin
o que amenazase la exactitud que ponían en la ejecución de las
formalidades requeridas. Entonces, él comprobada y dictaba el
Derecho.
660
quienes no invisten el carácter de órganos del Estado ni son, en
consecuencia, autoridades, sino simples particulares a quienes se
encomienda la misión de recibirla prueba de las alegaciones de las
partes y de expresar su opinión sobre el asunto en una SENTENCIA.
De todo lo expuesto, podemos concluir diciendo que el
procedimiento civil del Antiguo Derecho Romano y del Clásico tiene
un pronunciado carácter arbitral, pues la intención del órgano del
Estado no se traduce en la decisión del litigio, sino que se limita a
indicar y a dirigir el trámite, en primer término, y luego a prestar el
apoyo de su fuerza para asegurar la ejecución de la Sentencia
pronunciada por el Iudex.
PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO
661
En la primera etapa o sea IN JURE, durante la monarquía, tenía a
su cargo la administración de la justicia, el Rey, con quien actuaba en
estrecha colaboración al Colegio de los Pontífices, lo que se explica que
en esa época el derecho estaba en íntima vinculación con la religión.
En los primeros tiempos de la República, sin embargo, la
iurisdictio del Rey pasó a ser desempeñada por los cónsules, en su
carácter de magistrados supremos, como también por los magistrados
extraordinarios que reemplazaron a los cónsules durante ciertos
períodos, tal como ocurría con el dictador, los tribuni militum consulari,
y los decemviri legibus aeribundis, encargados de elaborar proyectos de
leyes.
Tiempo después se crea la Pretura, reservado para el patriciado y
cuya función específica consistía en dirigir la administración de justicia,
pero más tarde, con la afluencia de extranjeros en Roma, hizo precisa la
creación de otra pretura, denominada Pretura Peregrina, a quienes
fueron llamados Pretores peregrini, encargados de la jurisdicción entre
peregrinos o entre peregrinos y ciudadanos.
Al lado de éstos fueron creados los ediles curules, también con
jurisdictio, cuyas funciones con ciertas atribuciones judiciales tenían a
su cargo las ventas públicas de esclavos y de animales.
En Italia se encuentran en los municipios magistrados locales, los
Duoviri, praefecti iure dicundo (delegados del Pretor), y los
Procónsules.
Esta primera fase del proceso denominado IN JURE, es la que
tiene por objeto designar el Iudex, que se encargará de organizar el
procedimiento, fijando los términos de la controversia e indicando la
norma de derecho aplicable al caso.
En la segunda etapa, llamada IN IUDICEM, el proceso se
desenvuelve ante un solo individuo designado caso por caso en calidad
de Iudex o de Arbiter, cuya designación se hacía de común acuerdo por
los litigantes, o en su caso por un sorteo, que se realizaba sobre una lista
de ciudadanos incluidos en un álbum, confeccionados previamente cada
año por el Pretor.
También estaban los Recuperadores que eran elegidos para
decidir los conflictos entre ciudadanos y peregrinos, y que luego se
extendió a los litigios entre ciudadanos.
Bajo el procedimiento extraordinario, desaparece la división del
pleito en las dos fases IN JURE y APUD IUDICEM. A partir de
Dioclesiano el pleito se substancia, desde su iniciación hasta la
sentencia, ante un solo
662
órgano que representa el Estado y que es el funcionario, en quien el
Emperador delega sus atribuciones, por ser el único a quien ello
corresponde la suprema potestad de administrar justicia.
IMPERIUM
663
principio se concretaban al jefe del Ejército, que lo era también el Rey y
que pasó después a los cónsules y a los emperadores.
Por este Imperium los magistrados tenían un poder pleno y
absoluto cuyo carácter coactivo permitía cumplir sus mandatos.
El Imperium puede distinguirse en dos aspectos: EL MEREJM
IMPERIUM (mero imperio) poder público que corresponde en el orden
evolutivo romano a los reyes, a los cónsules, a los emperadores y a los
príncipes.
El MIXTUM IMPERIUM (mixto imperio) poder que se otorgaba
a los magistrados para que hicieran cumplir sus órdenes y resoluciones
utilizando la fuerza pública.
IURISDICTIO
COMPETENCIA
664
competencia como la APTITUD DEL JUEZ PARA EJERCER SU
JURISDICCIÓN EN UN CASO DETERMINADO.
Se dice que la competencia es la medida de la jurisdicción; no en
el sentido de que la competencia limita a la jurisdicción, sino respecto
de su ejercicio. No se concibe un juez competente sin jurisdicción, en
cambio, es posible un juez con jurisdicción pero sin competencia. Un
juez en lo civil tiene jurisdicción por el solo hecho de ser juez, pero sólo
puede ejercerla en los casos regidos por el Código Civil, y carece de
competencia para entender en las causas comerciales y penales.
La competencia del Juez es un presupuesto de la relación
procesal. Si el juez carece de competencia para conocer del caso
concreto que se le somete por el actor, la relación procesal no nace, y de
ahí que la ley acuerde al demandado la facultad de alegar la
incompetencia, a fin de que el juez incompetente se desprenda del
conocimiento de la causa.
EL FORO
665
666
CAPÍTULO XXXVII
SUMARIO: LEGIS ACTIONIS. — ACCIONES DECLARATIVAS Y
ACCIONES EJECUTIVAS.— LEGIS ACTIO PER SACRAMENTUM, PER
IUDICIS POSTULATIONEM, PER CONDICTIONEM, PER IUDICIS
POSTULATIONEM, PER CONDICTIONEM, PER PIGNORIS
CAPIONEM; PERO MANUS INIECTIO.— PROCEDIMIENTO DE LA IN
IUS VOCATIO.— CARACTERÍSTICAS DE CADA UNA DE ELLAS
HASTA LA SENTENCIA.
667
DESARROLLO
668
a presenciar ante el Magistrado la demanda, acto que se celebraba en la
plaza pública; el juez escuchaba con atención lo expresado por las
partes, estudiaba y analizaba las pruebas que habían presentado y era
condición que dictara su sentencia antes de que el sol se ocultara.
Fue introducida por la Ley Silia, hacia el año 510 de Roma, para
las cuestiones cuyo objeto era una suma determinada de dinero (pecunia
certa). Fue extendida por la Ley Calpurnia, hacia el año 520 a todas las
demandas que nacían de un derecho de obligación y que tenían por
objeto una cosa bien determinada. No se conocía con certidumbre lo
que caracterizaba este procedimiento. Generalmente se cree que era una
celeridad mayor en la marcha del proceso. Acaso la Iudis Postulatio no
se aplicaba a las acciones personales que tenían por objeto una res certa.
En este hipótesis, la Condictio puede ser introducida con el objeto de
substraer estas acciones al sacramentum.
La palabra Condictio viene de Condicere que quiere decir:
requerir o denunciar. El demandante, ante el tribunal del pretor,
requería a la otra parte para que se presentase treinta días después ante
el mismo magistrado para recibir un fallo. Este término se empleó
enseguida para designar toda acción IN PERSONAM STRICTI ITJRIS,
y especialmente aquella por la cual se exigía que el demandante fuera
condenado a dar. En fin, en el derecho de Justiniano, designa toda
acción personal cualquiera que sea.
669
LEGIS ACTIO PER MANUS INTECTIO
670
reservada en caso que no pagasen, y pudieran liberarle. De ahí que en el
plazo establecido el addiectus perdía definitivamente su libertad,
sufriendo una capitis deminutio maxima que le separaba de la ciudad;
podía ser vendido como esclavo del otro lado del Tíber, y aun ser
muerto por el acreedor.
671
672
CAPÍTULO XXXVIII
673
numerosas nulidades de forma, había hecho que se aborrecieran estos
procedimientos. Otras causas contribuyeron, sin duda, a que se les
descartara, y la complejidad creciente de las relaciones jurídicas exigía
procedimientos más flexibles que el magistrado podía adaptar a las
nuevas necesidades, de lo que se derivó la invención de las fórmulas.
Por otra parte, con los progresos de la civilización, los actos
simbólicos y las palabras solemnes debieron parecer un principio más o
menos absurdo, y el mismo Cicerón las ha puesto en ridículo.
674
principios y teorías y fundado en la equidad, dejó para la humanidad el
denominado DERECHO PRETORIO.
LEX AEBUTIA
675
absoluto ninguna. Estableció un derecho general de opción entre las
antiguas fórmulas verbales y las nuevas fórmulas escritas, facultad que
tenía ya sus precedentes dentro del Derecho Procesal y que ya desde
antiguo era usual entre diferentes legis actiones. Ese derecho de opción
lo ejercían las partes probablemente con la aprobación del magistrado.
LEX LULIAE
676
te, de ciertos elementos o partes principales, que son: La Demostratio o
designación, la Intentio o pretensión, la Condemnatio o condenación y
la Adjudicatio o adjudicación.
La Demostratio: Es aquella parte ordinaria de la fórmula donde
se exponen o relatan los hechos en que se funda el derecho reclamado,
es decir, que en ella se explica el asunto de la demanda, v.g. “QUOD
AULUS AGERIUS A NUMERIO NEGIDIO STICHEM HOMINEM
EMIT” (Puesto que Aulo Agerio compró a Numerio Negidio el esclavo
Stico).
Intentio: Es la parte de la fórmula que sigue a la Demostratio en
las que la tienen, conteniendo la síntesis del reclamo del demandante,
por ejemplo, “SI PARET NUMERIO NEGIDIUM AULO AGERIO
SESTERTIUM DECEM MILLA DARE APORTERE” (Si resulta que
Numerio Negidio debe dar a Aulo Agerio diez mil sextercios) —acción
personal— o “SI PARET HOMINEM STICHEM EX JURE
QUIRITUM AULO AGERJI ESSE” (Si resulta que el esclavo Stico
pertenece a Aulo Agerio por derecho de los Quirites) —acción real—.
Condemnatio: Es la parte de la fórmula en que el Magistrado
faculta al Iudex (IUSSUS JUDICANDI) para que condene o absuelva
según el resultado de la prueba de los hechos o circunstancias en que
funda la
INTENTIO, v.g.: “SI PARET... CONDEMNA, SI NOM PARET
ABSOLVITO” (Si resulta.., que Numerio Negidio debe dar a Aulo
Agerio, etc. Condénales; si no resulta, absuélvele).
Adjudicatio: Es la cláusula por la que se autoriza al juez, en las
acciones por división o partición de bienes, a adjudicarlos en pleno
dominio a quien resultaren corresponder.
Las fórmulas podían contener además otras indicaciones
puramente accidentales o accesorias; tales eran las Praescriptiones que
viene de Prae y Scripbere y se escribían al principio de la fórmula:
ANTE FORMULAS PRAESCRIBUNTUR, y las exceptiones.
PRESCRIPCIONES
677
fórmula, pues podía suceder que el argumento de la prescriptio fueran
suficiente para hacer inútil todo el examen ulterior del litigio, como en
el caso del transcurso del tiempo que inutilizaba la acción (“Plus Petitio
Tempore” —Me pides antes de tiempo).
Posteriormente, las Prescriptiones recibieron un nombre
específico que son motivo de estudio especial (“Plus Petitio rei” — Me
pides más de lo debido).
EXCEPTIONES
678
CLASIFICACIÓN DE FÓRMULAS Y ACCIONES
679
Las acciones reales son llamadas ordinariamente Vindicationes
Petitiones, y las acciones in personam, Conditiones, particularmente en
el derecho nuevo. El fin de las acciones personales es hacer condenar al
deudor, y el fin de las acciones reales es principalmente hacer reconocer
la existencia del derecho discutido. Puede resultar y aun resulta de ello
a menudo una condena, pero no es sino un efecto secundario del
reconocimiento del derecho.
3. Acciones Reipersecutorias: Se llama así esta acción porque la
parte perjudicada por un delito reclama la restitución de aquello de que
ha sido privada o la reparación del perjuicio sufrido: tal es la condictio
furtiva, en caso de robo.
4. Acciones Penales: Son aquellas por las cuales el demandante
reclama la pena en que incurre el delincuente: tal es la actio furti.
5. Acciones Mixtas: Son aquellas que son a la vez reipersecutoria
y penal; tales son las acciones Legis Aquiliae y Bonorum vi raptorum.
6. Acciones Populares: Eran aquellas concedidas a cualquiera
persona para proteger los intereses públicos, como lo hiciera en
representación de toda la comunidad. Así el que intenta una acción
popular, adquiere en nombre propio el monto de la pena en todo o en
parte, según lo prescripto por la ley. Si varios ciudadanos se presentan
al mismo tiempo para intentar tal acción, el magistrado concede la
preferencia a aquel que parece más apto para proseguirla, y
particularmente a la persona damnificada por el delito. Aclaremos que
las mujeres y los impúberes no pueden intentar una acción popular sino
en el caso en que el hecho les haya perjudicado personalmente.
7. Acciones Privadas: Eran las que hacían valer las personas
individualmente en defensa de sus derechos y su conservación.
8. Acciones de Derecho Estricto: Se llamaban de estricto
derecho cuando la Intentio no tenía agregado ex fide bona, sino
simplemente se refería a un “facere, aportere, dare”.
9. Acciones de Buena Fe: Recibían el nombre de acciones de
buena fe cuando la Intentio contenía el agregado EX FIDE BONA.
Entre estas dos acciones había una marcada diferencia, pues en
las acciones de Derecho Estricto, el juez debía encerrarse en los
términos del derecho riguroso, mientras que, en las acciones de Buena
Fe, su poder de apreciación era mucho más extenso. Podía tomar en
consideración el uso y la equidad, y compensar lo que las partes se
debían recíprocamente.
680
LA LITIS CONTESTATI Y SUS EFECTOS
681
DESARROLLO DEL JUICIO HASTA LA SENTENCIA
682
Pero como verdadera Confessio en sentido técnico, como
reconocimiento judicial con valor de cosa juzgada sólo se seguía
considerando la confesión personal y verbal hecha ante el demandado
IN JURE y que si bien no se hallaría quizá sujeta a una forma
estereotipada, debía consistir, sin duda, en una afirmación expresa de la
Jntentio presentada por el actor y, dado el principio de la condena
pecuniaria, tendría también que rezar en dinero, Certa Pecunia, si había
de surtir los mismos efectos que la sentencia. La Confessio que no
recayese sobre certa pecunia daba lugar, al parecer, al correspondiente
IUDICEM, en el que servía únicamente de medio de prueba.
Si la controversia no se resolvía por la Confessio del demandado,
tenía que seguir adelante el proceso. A tal efecto el Pretor
conjuntamente con las partes redactada la fórmula, ordenando al Juez
juzgar de acuerdo a los términos de la fórmula, momento éste que se
conoce como la Litis Contestatio.
Como dijimos en la Litis Contestatio se fijaba definitivamente, los
puntos, asertos, excepción y términos de la causa o controversia sobre
la que el Juez habría de dictar sentencia.
Esta Litis Contestatio, con la cual se cierra la etapa IN IURE del
proceso formulario, puede ser definida como “el acto en virtud del cual
las partes convienen someter el conflicto al fallo de un jurado, de
conformidad con los términos de la fórmula, obligándose a acatarlo”.
Cerrada la etapa in Jure, las partes comparecen ante el Juez, quien
señala el lugar, día y hora hábiles, para iniciar los debates orales y las
partes entregan la fórmula expedida por el Magistrado, a no ser que el
Magistrado lo hubiere entregado directamente al Iudex.
Llegado el día y la hora para comenzar los debates, se destaca la
presencia de los abogados que auxiliaban con sus conocimientos
jurídicos a las partes, desarrollando los fundamentos que favorecían sus
posiciones.
683
Las pruebas más frecuentes admitidas fueron: el testimonio de los
testigos que declaraban en forma oral, previo juramento de decir
verdad, sobre las preguntas que le serían hechas por el Juez o las partes
respecto de hechos que hubieren caído directamente bajo la acción de
sus sentidos. La confesión de las partes, distintas a las hechas e la
etapa In jure, pues en esta instancia sólo sirve como elemento de prueba
para que el Juez dicte la sentencia. Los documentos privados, que eran
escasos debido a la limitada aplicación que en este período tuvo la
forma escrita, tal como los testamentos del derecho pretoriano, así
como en los contratos Litteris, el Codex ad Accepti et expensi. El
dictamen de los Peritos, cuando algún hecho invocado por las partes
requería conocimientos técnicos, como la de los médicos, arquitectos y
agrimensores, podían ser ordenados de oficio por el Iudex o a petición
de partes. En cuanto a la Inspección Ocular, era la realizada
directamente por el Juez, a fin de contribuir a esclarecer el problema
planteado, y se llevaba a cabo, como sucede hoy en día, cuando el Juez
se traslada al lugar donde se encontraba el inmueble, objeto del litigio,
y podía en todos los casos hacerse acompañar por peritos. También
como medio de prueba se admitían aquellas presunciones derivadas de
la ley como la JURIS ET DE JURE, que no admiten pruebas en
contrario o IURIS TANTUM, que admiten pruebas en contra.
Producidas todas las pruebas, el Juez podía ya sea prestar el juramento
SIBI NON LIQUERE, o sea, que no habiendo podido formarse una
convicción sobre la cosa debatida, no dictaría la sentencia, y entonces
será sustituido por otro, que se encargaría de dictar la sentencia.
En esta etapa In Iudicem, el Juez escucha, dirige los alegatos expuestos
por los litigantes, pudiendo conceder o denegar la palabra, siempre que
escuche a ambas. Asimismo, le cabe analizar, resolver los pedidos de
las partes en cuanto a los medios de prueba y dirige su producción.
Aparte de todas estas facultades que tiene el Juez en esta instancia,
puede apreciar según su libre arbitrio, el resultado y valor de todas las
pruebas producidas por la parte, para finalmente dictar Sentencia, que
consiste en la decisión del iudex condenando o absolviendo al
demandado, pero que antes de resolverla definitivamente, acostumbraba
reunir a sus consejeros para intercambiar las impresiones del juicio, a
fin de dar su veredicto final.
684
REMEDIOS CONTRA LA SENTENCIA
685
686
CAPÍTULO XXXIX
687
Proceso Extraordinario para imponerse definitivamente, aboliendo el
juego de palabras, las ceremonias, la argucia y tratando con él de llegar
a la investigación de la verdad.
Las instancias In Jure e In Iudicem se identifican, se funden,
identificados el magistrado y el juez y la justicia pasa a ser obligación
pública del Estado. Es en época de Diocleciano y Maximiano del año
294 se impuso como tipo principal de procedimiento el segundo
período de la Extraordinaria Cognitio o Cognitio Extra Ordinem
(conocimiento fuera del orden). Pero la abolición expresa y definitiva
del procedimiento formulario tuvo lugar recién con una Constitución
Imperial del año 342 recogida en el Código Justinianeo, donde se
convierte en regla general y aparecen la citación, la contestación de la
demanda, el período probatorio y la sentencia, todos ellos como actos
del poder público amparado en todo su rigor por a fuerza que el estado
presta para su validez y ejecución, apareciendo en este período el
momento decisivo de la Justicia Pública substituyendo definitivamente
a la Justicia Privada.
En este procedimiento, el Juez no dirige el proceso, directamente
interviene con las personas y las cosas, escucha a las partes, investiga y
dicta la sentencia.
CARACTERÍSTICAS ESENCIALES
688
9. La escritura se va imponiendo en la mayor parte de las actuaciones
judiciales, diferenciada del procedimiento formulario, que solo la
fórmula era escrita.
10. El acceso al recinto judicial solo pueden tenerlo las partes y sus
representantes, y ya no hay días fastos ni nefastos a que se sometan los
jueces.
689
Luego de la Litis Contestatio, actúan los abogados argumentando la
demanda y la contestación de la misma, mediante la Postulatio y la
Contradictio, con la que finaliza los debates, para iniciar seguidamente
la producción de las pruebas por parte del actor, que debe versar sobre
los sucesos invocados en la demanda y del demandado sobre los que
sirven de fundamento a sus defensas o excepciones, consistente en la
negativa de las afirmaciones del demandado.
En el período de pruebas sigue rigiendo el principio “Incumbit probatio
ei qui dicit, non qui negat” (La prueba incumbe a quien afirma y no al
que niega). En otras palabras: Al actor corresponde las pruebas de la
demanda y al demandado, las dos excepciones.
LAS PRUEBAS
690
te o descendente; en la colateral, hasta el cuarto grado y en la afinidad
hasta el segundo grado.
También eran considerados como medios de prueba el reconocimiento
judicial, cuando el juez designaba árbitros en cualquier momento de la
litis, que deberían rendir su dictamen bajo juramento y el magistrado de
oficio o a petición de parte llevaba a cabo el reconocimiento de las
cosas o de los lugares vinculados con el proceso, delegando en algunos
casos cuando las cosas o lugares estaban lejos de su jurisdicción a otro
magistrado inferior, dicho reconocimiento, y siempre que se hacía, se
levantaba un acta con toda clase de observaciones en presencia de las
partes, tal cual ocurre en el derecho actual.
Concluida la aportación de las pruebas y registradas todas las actua-
ciones del juicio en un protocolo, el juez, siempre que una de las partes
no solicitare alguna otra diligencia, se encuentra ya en condiciones de
dictar la sentencia, que es el acto mediante el cual se resuelve
ordinariamente el litigio.
INNOVACIONES INTRODUCIDAS
691
Este recurso debía deducirse ante el juez que dictó la sentencia,
quien estaba obligado a admitirla, pues en caso de una negativa, el
apelante podía dirigirse en queja al Tribunal Superior, quien debía
resolver el recurso, sin alterar el orden respectivo, hasta llegar al
Emperador.
Este recurso de apelación podía interponerse oralmente al tomar
conocimiento de la Sentencia o ulteriormente por escrito en un piazo de
tres días. El recurso tenía por efecto de suspender la ejecución de la
sentencia hasta tanto se resuelva por el superior jerárquico.
Resuelto el Recurso de Apelación y tratándose de sentencia
condenatoria, la misma quedaba firme, pudiendo el demandante
vencedor en todas las instancias, podía proceder a su ejecución forzada
mediante el ejercicio de la actio ludicati, solo si el condenado no se
dispusiera a cumplirla voluntariamente, pero que sin embargo existió la
posibilidad de que el deudor se sustrajera a la ejecución por medio de la
Cessio Bonorum o la Moratorium, que era un convenio celebrado entre
los acreedores y el deudor, por medio del cual aquellos conceden al
deudor un plazo para el pago de sus deudas, y que según las fuentes, el
mismo deudor podía solicitar del Emperador.
692
BIBLIOGRAFÍA
693
19) Eduardo R. Elguera. Lecciones y Ensayos de D. Romano.
Fac. de Derecho y Ciencias Sociales. Bs.As; 1960.
20) E.F Camus. Historia y Fuentes del Derecho Romano.
Universidad de La Habana; 1943
21) Henri Capitant. Derecho Romano. Edic. 1940.
22) Rudolph Von Ihering. Derecho Privado Romano Madrid;
1928.
23) Friedrich Carl Von Savigny. Derecho Romano. Traduc. por
W. Roces. Madrid; 1927
24) Silvio Perozzi. Inst. del D. Romano. Edit. Labor; 1952.
694
ÍNDICE
Introducción 11
Roma 13
CAPÍTULO I
— Historia y fuentes del Derecho Romano 19
— Su importancia en la historia, en la teoría y en la práctica 20
— Métodos para su estudio: Dogmático, histórico, integral 23
— Método histórico: Sincrónico y cronológico 26
— Historia interna y externa del Derecho Romano 27
— Su división en distintos períodos 28
— Fuentes del Derecho Romano. Fuentes de
producción y de conocimiento 32
— Fuentes documentales y bibliográficas 36
— Organización primitiva del pueblo romano bajo
la monarquía 37
— La familia, las gentes, las tribus, las curias 39
— Las clases sociales: Patricios, Plebeyos, Clientes,
Esclavos, Extranjeros 43
— Constitución Servián: La nueva clasificación del
pueblo romano 49
— El Comicio Centuriado 51
— Fuentes del Derecho durante la monarquía 52
— Las leyes Regiae y el Ius Papiriarum 53
CAPÍTULO II
— Constitución republicana 55
695
— Poder Ejecutivo: Magistrados. Cónsules. Dictador.
Cuestores 58
— Poder Legislativo: Comicios centuriados. Senado 61
— Poder Judicial: Pontífices y magistrados 65
— Lucha de Patricios y Plebeyos 66
— Los Plebeyos conquistan los tres poderes 67
— El Tribunado 67
— Los ediles 68
— Los Decenviros. La igualdad y publicidad de la ley.
El tribunado militar. La censura. El consulado plebeyo.
La pretura. El pontificado. El Senado: Los comicios
de la plebe 69
— Las fuentes del Derecho durante la República. La Ley
de las XII Tablas 71
— El Tus Flavianum. El lus Aelianum. Autoritas Prudentum. 74
CAPÍTULO III
— Organización del Imperio. El régimen político de Octavio 77
— Decadencia de las magistraturas republicanas 82
— Los funcionarios imperiales 83
— Las haciendas. Italia y las provincias romanas 85
— Fuentes del Derecho durante el imperio pagano.
Consideraciones generales 86
— Las leyes comiciales 87
— Los Senados Consultos 88
— El Edicto perpetuo de Salvio Juliano 89
— Las constituciones imperiales 90
— Las constituciones imperiales fueron de distintas clases 91
CAPÍTULO IV
— La jurisprudencia clásica 93
— El lus Respondendi et Auctoritate Principia.
El Concilium Príncipis 95
696
— Las dos escuelas de jurisconsultos: Proculeyana y
Sabiniana 97
— Sus caracteres distintivos. Hipótesis. Crítica 98
— Los principales juristas de esta época histórica 100
CAPÍTULO V
— Del imperio monárquico desde Constantino a
Justiniano. La monarquía absoluta 109
— Reformas de Diocleciano y Constantino 113
— Fin del imperio de. Occidente 122
— El cristianismo y su influencia en las instituciones
jurídicas 124
— Los funcionarios imperiales 125
— El régimen provincial 126
— La hacienda 126
— Las fuentes del Derecho durante la monarquía cristiana.
Las constituciones imperiales 127
— El valor de la costumbre. La doctrina de Juliano 128
— La Constitución de Constantino 129
— La Ley de Citas 129
— Compilaciones pre-Justinianas. El Código Gregoriano 130
— El Código Teodosiano 131
— Novelas post-teodosianas 131
— Obras jurídicas 132
CAPÍTULO VI
— La obra jurídica de Justiniano. El emperador Justiano.
Su labor codificadora 135
— El Código antiguo 138
— El nuevo Código 138
— El Digesto o Pandectas. Examen de las disposiciones
contenidas en las constituciones Deo Autore y Tanta.
Contenido y plan del Digesto 139
— Las interpolaciones 141
697
— Método empleado por los compiladores en la formación del
Digesto. Hipótesis de Bluhme 141
— Las instituciones 142
— Novelas, manuscritos y ediciones del Corpus luris Civilis 143
— Ediciones del Corpus luris Civilis 144
CAPÍTULO VII
— El Derecho Romano con posterioridad a las
compilaciones de Justiniano. Principales obras
jurídicas orientales 145
— Parafrasis de Teófflo 145
— Egloga, Prochiron, Epanagoge 146
— Las Basificas 146
— Hexabiblos 147
— El Derecho Romano en Occidente 147
— Los glosadores 148
— Los post-glosadores o comentaristas 150
— El Derecho Romano durante los siglos XV a XIX 150
— Humanismo jurídico 150
— Usus Modernus Pandectarum 151
— Escuela de derecho natural 151
— Escuela Histórica 152
— Escuela de las Pandectas 152
— Movimiento codificador 153
CAPÍTULO VIII
— Personas y derecho de familia. Nociones generales.
Concepto del Derecho 155
— La moral y el derecho 156
— Los usos sociales. Lo jurídico y lo arbitrario 157
— Los preceptos del Derecho. La Justicia, la Jurisprudencia 158
— Derecho Público y Derecho Privado 159
— Derecho Natural, de Gentes y Civil 160
— Derecho Normal y Derecho singular. Privilegios 161
698
— De la interpretación de las leyes 163
El principio de la irretroactividad de la ley 164
CAPÍTULO IX
— Del sujeto de la relación jurídica. Concepto
de la persona 165
— Requisitos de la persona jurídica individual 166
— Límites en el ejercicio de la capacidad jurídica 168
— Honor civil 168
— Religión 169
— Condición social 169
— Profesión 169
— Domicilio 170
— Edad 170
— Sexo 171
— Enfermedades corporales y mentales 172
— Prodigalidad 172
— Pérdida de la capacidad jurídica 172
CAPÍTULO X
— Del Status Libertatis. Libres y siervos. Consideraciones
generales sobre la esclavitud 175
— Poderes del dueño sobre la persona y el patrimonio
del esclavo 176
— Fuentes de la esclavitud 178
— Ingenuos y libertos 181
— Casos en que se extinguía la esclavitud por
disposiciones legales 182
— Las manumisiones solemnis 183
— Efectos de los modos no solemnes de manumitir 185
— Limitaciones legales a las manumisiones.
Leyes Aelia Sentia y Fufia Canina 187
— Diversas condiciones de los libertos 188
— De las relaciones entre el patrón y el liberto 189
699
— Reformas de Justiniano en la esclavitud 190
— Casos de cuasi esclavitud 191
— El colonato 191
CAPÍTULO XI
— Del Status Civitatis. Ciudadanos y no ciudadanos 195
— Los peregrinos. Sus diversas clases 198
— Otorgamiento del derecho de ciudadanía a todos
los súbditos del imperio 200
— Status Familiae 201
— Personas Sui luris y Alieni luris 201
— Naturaleza de la familia romana en sus diversas épocas 203
— El parentesco 204
— Agnación 205
— Cognación 205
— Afinidad 207
— La patria potestad 207
— Efectos del poder paterno sobre la persona de sus hijos 207
— Las relaciones de índole patrimonial y la patria potestad 209
— Los peculios 210
— Peculio profecticio 210
— Peculio castrense 211
— Peculio cuasi-castrense 212
— Peculio adventicio 212
CAPÍTULO XII
— Del matrimonio. Su concepto 215
— La Conventio in Manum Matrimonio Causa 217
— Confarreatio 217
— Coemptio. Usus 218
— Matrimonio sine manu 219
— Los esponsales 220
— Requisitos esenciales del matrimonio 221
— Los impedimentos 223
700
CAPÍTULO XIII
— Del régimen económico en el matrimonio. Carácter
histórico de la dote 227
— Concepto de la dote 228
— Sus clases 228
— Modos de constituir la dote 229
— Derechos del marido sobre los bienes dotales
durante el matrimonio 229
— De la restitución de la dote 231
— Acciones dotales 232
— Reglas para la devolución de la dote 233
— Reformas en la legislación de Justiniano 234
— Bienes parafernales 235
— Donatio Propter Nuptias 235
— Donatio Intervirium et Uxorem 236
CAPÍTULO XIV
— De la disolución del matrimonio y las uniones irregulares.
Causas que extinguen el vínculo matrimonial 239
— El divorcio 240
— Las segundas nuptias 242
— El concubinato y demás uniones irregulares 242
CAPÍTULO XV
— De la legitimación. De la adopción. Extinción de la
Patria Potestad 245
— Formas legales de legitimar 246
— De la adopción. Fundamentos de la adopción 247
— Clases de adopción 248
— La arrogación 248
— La Datio in Adoptionem 249
— Requisitos esenciales de la adopción 251
— Modos de extinguirse el poder paterno 252
701
— La emancipación 253
CAPÍTULO XVI
— De la tutela. Concepto 255
— Caracteres esenciales de la tutela 256
— Clases de tutela: Testamentaria, legítima y dativa 257
— Tutela legítima 258
— Tutela dativa 259
— Lex Atilia, leyes Julia et Titia 260
— El inventario y la fianza 260
— La Negotiorum Gestio 261
— La Autoritas Interpositio 262
— Restricciones impuestas a las facultades del tutor 263
— Modos de extinguirse la tutela 264
— Acciones correspondientes a la tutela 264
— Tutela perpetua de la mujer 265
— La curatela de los incapaces 267
— Diferencia de la tutela 267
— Administración del patrimonio del incapaz 268
— Curatela de los incapaces adultos 268
— Nombramiento de curadores 269
— Modos de extinguirse la curatela 270
CAPÍTULO XVII
— De las personas jurídicas. Naturaleza de la personalidad
jurídica 273
— Nacimiento de la personalidad jurídica 277
— De los derechos y deberes de las personas jurídicas 281
— Evolución de las ideas acerca de los patrimonios
comunes y de las personas jurídicas 282
— El fiscus imperial y sus privilegios 284
— Otras corporaciones jurídicas admitidas en Roma.
Su organización: Sus derechos y deberes 286
— Asociaciones y fundaciones 287
702
— Cosas y derechos reales. De las cosas y su división.
Concepto de la cosa 289
— Derechos reales 290
— De la división de las cosas en consideración a su
naturaleza y peculiaridades 293
— Cosas muebles e inmuebles 294
— Cosas consumibles y no consumibles 295
— Cosas fungibles y no fungibles 295
— Cosas divisibles e indivisibles 296
— Cosas simples y compuestas 296
— Cosas principales y accesorias 297
— Las cosas según el derecho de propiedad que pueda
tenerse sobre ellas 298
— Res Mancipi y Res Nec Mancipi 300
CAPITULO XIX
— La propiedad y sus límites legales. El derecho de
propiedad. Concepto 301
— Sus características como derecho real 303
— Historia. Propiedad Quiritaria y Propiedad Bonitaria 304
— Propiedad Quiritaria 304
— Propiedad Bonitaria 305
— Caracteres de las limitaciones legales del domini 307
— La transferencia de la propiedad ad tempus 307
— Expropiación por causa de utilidad pública 308
— Límites del derecho de propiedad en el espacio 309
— Limitaciones por relaciones de vecindad o por
interés general 309
— Los actos Ad Aemulationem 311
— La copropiedad. Concepto. Teorías. Reglas 313
703
CAPÍTULO XX
— La posesión. Noción y efectos jurídicos 315
— Naturaleza jurídica de la posesión 317
— Origen de la posesión 317
— Posesión justa e injusta 321
— Posesión de buena fe. Posesión de mala fe 322
CAPÍTULO XXI
— Adquisición y pérdida de la posesión 323
— Pérdida de la posesión. Cuando se dispone de una
cosa en nombre propio 327
— Pérdida de la posesión cuando otro detiene la cosa 329
— Defensa de la posesión. ¿Por qué se defiende al poseedor? 330
— Interdictos posesorios. Acciones posesorias 330
— Interdicta Retinendae Possessionis 331
— Interdicta Recuperandae Possessioms 332
Interdicta. Adipiscendae Possessionis 332
CAPÍTULO XXII
— Modos de adquirir la propiedad. Clasificación de los
modos de adquirir: Originarios y derivados y otros 335
— La doctrina del título y del modo 337
— La ocupación. Su concepto. Requisitos 337
— Objeto de la ocupación: Res Nullius y Res Derelictae 338
— ¿Puede considerarse la derelictio como un caso de
Traditio in Incertam Personam? 339
— El tesoro. Concepto. Reglas para su adquisición 341
CAPÍTULO XXIII
— La accesión. Concepto y naturaleza jurídica de la
accesión. 343
— La adquisición de los frutos por el propietario
344
— Accesión natural. Accesión de un inmueble a otro
344
704
— El aluvión 345
— La avulsión 345
— Formación de islas 346
— Lecho abandonado (Alveus Derelictus) 346
— Accesión artificial. Accesión de las cosas muebles
a una inmueble 346
— Inaedificatio 347
— Adjunción. Accesión de una cosa mueble a otra mueble 348
— Ferruminatio 349
— Textura 349
— Pictura 349
— Tinctura 349
— Scriptura 349
— Confusio y Commixtio 350
— La especificación 351
CAPÍTULO XXIV
— Otros modos de adquirir la propiedad 353
— La Mancipatio 353
— La Traditio 356
— La Adjudicatio 358
— La Usucapio. Su historia. Fundamentos 358
— Requisitos 359
— Res habilis: Una cosa susceptible de ser usucapida 360
— Titulus 360
— Buena fe 361
— Possessio 361
— Tempus 361
— La usucapio pro herede 362
— La ususreceptio 363
— La usucapión en la legislación de Justiniano 364
CAPÍTULO XXV
— Defensa de la propiedad 367
705
— La Reivindicatio. Su naturaleza procesal. Condiciones
para su ejercicio 368
— Efectos 369
— La Actio Negatoria 371
— La Actio Prohibitoria 372
— La Publiciana in Rem Actio 372
— La Reivindicatio Utilis 374
— Otros medios de protección de la propiedad 374
CAPÍTULO XXVI
— Los Jura in Re Aliena de las servidumbres 377
— Clasificación de las servidumbres en prediales y personales 378
— El principio Nulli res Sua Servit 379
— La utilidad y la vecindad de los predios 379
— La regla Servitus in faciendo Consistere Nequit 379
— La causa perpetua 380
— La indivisibilidad 380
— La regla Servitus Servitutis Esse Non Potest 381
— Modo de ejercitar la servidumbre 381
— Principales servidumbres rústicas 381
— Servidumbres urbanas 382
— Principales servidumbres urbanas 382
— Otras clasificaciones de las servidumbres 383
— Constitución de las servidumbres prediales 383
— Extinción de las servidumbres 386
— Defensa de las servidumbres 387
CAPÍTULO XXVII
— De las servidumbres personales 389
— El usufructo. Definición 389
— Caracteres esenciales. Cesión del derecho 390
— Derechos del usufructuario 391
— Obligaciones del usufructuario 392
— Constitución y extinción del usufructo 393
706
— Cuasi usufructo 394
— Uso (Usus) 395
— Habitación 396
— El trabajo de los esclavos y animales ajenos 397
— Servidumbres irregulares 397
CAPÍTULO XXVIII
— De los derechos reales de garantía 399
— La enajenación con fiducia 400
— La prenda 401
— La hipoteca 403
— Caracteres generales 405
— Derechos del acreedor prendario 406
— Derechos del acreedor hipotecario 407
— De la enfiteusis y superficie. Historia de la enfiteusis 409
— Concepto 410
— Derechos del enfiteuta 410
— Obligaciones del enfiteuta 411
— Constitución de la enfiteusis 412
— Extinción de las servidumbres 412
— El derecho de superficie 412
1ª PARTE
HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS
CAPITULO I
— Explicación del tema 417
— Concepto de hecho jurídico 418
— Clasificaciones 418
— Hechos naturales y voluntarios 418
707
— Humanos 419
— Voluntarios e involuntarios 419
— Hechos voluntarios 419
— Simples y complejos 420
— Positivos y negativos 420
— Hechos constitutivos. Impeditos y extintivos 420
CAPITULO II
— El acto jurídico 423
— Caracteres del acto jurídico 423
— La autonomía de la voluntad: Fundamentos y alcance
de este concepto 424
— Clasificación de los actos jurídicos 424
— Según su forma 425
CAPÍTULO III
— Estructura del acto jurídico: Los presupuestos del
acto jurídico 429
— Capacidad de hecho 430
— Capacidad de derecho 430
— Los status 430
— Declaración de voluntad o comportamiento y forma 433
— Formas que pueden asumir la expresión de la voluntad 433
— Valor del silencio: Consideraciones acerca de la
noción de causa 434
— La teoría clásica que distingue en la estructura del
acto jurídico 435
CAPÍTULO IV
— Interpretación de los actos jurídicos. Importancia 437
— Discordancia entre la voluntad y su declaración.
Teorías 438
708
— La interpretación para los juristas romanos 439
— La cuestión en nuestro derecho 440
CAPÍTULO V
— Discordancias entre la voluntad y su declaración 441
— Situaciones 441
— Formas que pueden darse 442
— La reserva mental 443
— Negocios fiduciarios 443
CAPÍTULO VI
— Vicios de la voluntad 445
— El error. Distintas especies 445
— El error propio: Sobre la naturaleza del acto 447
— Error in substancia 445
— El dolo. Concepto 448
— Clases 448
— La violencia. Concepto 448
— Requisitos 449
— Acciones que daban lugar para estos vicios 449
CAPÍTULO VII
— La representación 451
— Clases de representación 451
— Casos de representación en Roma 452
— Cognitor o Procurator Judicial 452
— Institor 453
— Excercitor 453
— Acciones 453
CAPÍTULO VIII
— Elementos accidentales de los actos jurídicos 455
709
— La condición 455
— Clases 456
— Efectos de las condiciones 456
— El término 457
— Clases 457
— El modo 457
CAPÍTULO IX
— Ineficacia de los actos jurídicos 459
— Clases de ineficacia 459
— La ineficacia en el Derecho Civil 460
— En el Derecho Honorario 460
— Clases de ineficacia 461
— La convalidación del acto 461
— La conversión del negocio 462
2ª PARTE
DE LAS OBLIGACIONES
CAPÍTULO X
— De las obligaciones en general. Ubicación de las
obligaciones y su estudio dentro del Derecho Privado 463
— Derechos personales, de créditos y obligaciones 464
— De la naturaleza de las obligaciones 464
— Terminología 465
— Elementos esenciales 465
— Probable origen de la obligación romana 466
— La Lex Poetelia Papiria 466
CAPÍTULO XI
— Clasificación de las obligaciones. Criterios adoptados
para su clasificación 469
— Fuentes de las obligaciones 469
710
— De la naturaleza y efectos de las obligaciones de
derecho estricto 470
— De buena fe 471
— Fundamento de la obligación natural 471
— Sus efectos jurídicos. Casos contemplados en las fuentes 472
— Casos de obligaciones naturales 472
— Obligaciones naturales impropias 472
CAPÍTULO XII
— Obligaciones “Proter Rem” o de sujetos variables.
Conceptualización 475
— Concepto de obligaciones mancomunadas y de obligaciones
solidarias 475
— Obligaciones solidarias 475
— ¿Es válida la distinción entre obligación solidaria simple y
obligación correal? 477
— Fuentes de las obligaciones solidarias 477
— De las acciones que surgen entre codeudores o
coacreedores a la extinción de la obligación solidaria 478
— Extinción de la obligación solidaria 479
CAPÍTULO XIII
— Obligaciones genéricas y específicas. Concepto 481
— Obligaciones específicas. Concepto 481
— Efectos que se derivan de estas dos clases de obligaciones 481
— Obligaciones conjuntivas. Reglas que la rigen 482
— Obligaciones alternativas. Efectos 482
— Obligación facultativa 483
— Obligaciones divisibles 484
— Obligaciones indivisibles. Concepto 484
— Solidaridad e indivisibilidad en el caso de que en
la indivisibilidad también existiere pluralidad de sujetos.
Criterios de diferenciación 485
711
CAPÍTULO XIV
— Cesión de créditos. Concepto 487
— Evolución en el Derecho Romano 487
— Delegatio Nominis 488
— Mandatum ad Agendum 488
— Actio Utilis 489
— Cesión de créditos en la legislación de Justiniano 489
— Efectos de la cesión de créditos 489
— Créditos que no pueden cederse 489
— Cessio Necessaria 490
— La cesión de deuda (Expromissio) 490
CAPÍTULO XV
— Garantía de las obligaciones 493
— De sus diversas categorías 493
— Garantías personales emanadas del deudor 494
— El juramento promisorio 495
— Constitutum Debiti Propii (Constituto de deuda propia) 495
— Garantías personales emanadas de un tercero (Intercessio) 495
— Garantías reales (emanadas del deudor o un tercero) 496
— Leyes que mitigaron la condición de los sponsores 498
— Fideiussio o fianza. Concepto 498
— El Beneficium Ordinis vel Excusionis 499
— El Beneficium Cedendarum Actionum 499
— El Senado Consulto Veleyano y la intercesión de la mujer 500
— Excepciones 500
CAPÍTULO XVI
— Inejecución de las obligaciones 503
— Responsabilidad civil 503
— Imputabilidad 503
— El dolo 504
— La culpa 504
712
— Grados de culpa 504
— Reglas generales 505
— La custodia 505
— Caso fortuito y fuerza mayor 506
— Mora. Concepto 506
— Clases 506
— Efectos 507
— Mora Creditoris 508
— Consecuencias jurídicas 508
— La mora del deudor se purga 508
— La mora del acreedor se purga 508
CAPÍTULO XVII
— Extinción de las obligaciones. Concepto 509
— El principio del Contrarius Actus 509
— La Solutio Per Aes et Libram 510
— La Acceptilatio 510
— Modos de extinción Ipso Jure y Ope Exceptionis 510
— El pago o cumplimiento 511
— Requisitos 512
— Datio in Solutum (Dación en Pago) 513
— Imputación de pago en caso de varias deudas 514
— Pagos por consignación (Oblatio et Obsinatio Rei
Debitae) 514
— Beneficium Competentiae 515
CAPÍTULO XVIII
— La novación. Concepto 517
— Requisitos 517
— Idem Debitum 518
— Aliquid Novis 518
— Animus Novandi 518
— La Novatio Necessariae 519
— La confusión 519
713
El concurso de dos causas lucrativas 519
La pérdida de la cosa debida 520
El Contrarius Consensus 520
La compensación en los Stricti Iuris Negotia y en los
Bonae Fidei Negotia 520
Requisitos para operar la compensación 522
Pactum de Non Pretendo (El Pacto de No Pedir) 522
3ª PARTE
CAPÍTULO XIX
— Fuentes de las obligaciones 523
— Las cuatro fuentes clásicas de las obligaciones 523
— Consideraciones genéricas sobre ellas 523
— El contrato 524
— La convención 524
— El pacto 524
— Evolución histórica del contrato en Roma 525
— Clasificaciones de los contratos 526
— De buena fe y de derecho stricto 527
CAPÍTULO XX
— Elementos del contrato 529
— Capacidad 530
— El consentimiento 530
— De la perfección del contrato entre ausentes 531
— De los contratos consigo mismo 531
— Los contratos a favor de terceros: Regla 532
— Excepción 532
— El objeto de los contratos 532
— De la causa en los contratos 533
714
CAPÍTULO XXI
— Contratos formales. Su caracterización 535
— La Stipulatio 535
— Características esenciales 535
— Evolución de este contrato 536
— Acciones 537
— Otras obligaciones verbis 538
— Dictio Dotis 538
— lus lurandum Liberti 538
— Contratos Litteris 539
— Nomina Transcriptitia 539
— Los libros de los romanos 539
CAPÍTULO XXII
— Contratos reales. Mutuum 541
— Condiciones esenciales 541
— Efectos 542
— Acciones 542
— El préstamo con interés 543
— Foenus Nauticum o Pecunia Trajectitia 543
— El senado-consulto macedoniano 544
— El Comodato: Características 545
— Obligaciones del comodatario 545
— Obligaciones del comodante 546
— Comparación con el mutuo 546
— El depósito 547
— Obligaciones del depositario 547
— Obligaciones del depositante 547
— Otras clases de depósito 548
— El secuestro 548
— La prenda. Concepto 548
— Obligaciones del acreedor prendario 549
— Obligaciones del deudor pignoraticio 549
— Los contratos reales innominados 549
715
— Clases 550
— Acciones 550
— La Exceptio de Non Adimpleti Contractus 550
— La permuta 551
— El contrato estimatorio: (Aestimatum) 551
— El precario 552
CAPÍTULO XXIII
— Contratos consensuales 553
— La compra-venta 553
— Su evolución histórica en Roma 554
— Sus elementos. Merx-Pretium 554
— Obligaciones del vendedor 555
— Los riesgos en la compra-venta 556
— La evicción 556
— Los vicios redhibitorios 557
— Obligaciones del comprador 557
— Acciones generadas por este contrato 558
— El arrendamiento. Concepto 558
— Requisitos 558
— Clases 559
— Caracterización de las distintas clases. Acciones 559
CAPÍTULO XXIV
— La sociedad. Concepto 563
— Las sociedades universales 565
— Obligaciones de los socios entre sí 565
— Obligaciones en relación a terceros 565
— Causas de extinción 566
— Acciones 566
— El mandato. Concepto 567
— Requisitos 567
— Obligaciones del mandante 567
— Obligaciones del mandatario 567
716
— Causas de extinción del mandato 578
— Los pactos 568
— Casos de pactos adjuntos 569
— Pacta Adiecta 569
— Patos Praetoria 570
— Pactos legítimos 571
CAPÍTULO XXV
— Los cuasi-contratos. Conceptualización 573
— Acciones 575
— La Communio Incidens. Conceptualización 575
— Acciones 575
— El pago de lo indebido. Conceptualización 575
— Acciones 575
CAPÍTULO XXVI
— De los delitos. Nociones generales respecto de los
delitos y las acciones privadas que daban lugar en Roma 577
— Delitos del Derecho Civil 578
— Acciones 579
— Rapiña. Concepto 579
— Lex Aquilia 580
— Damnun Iniura Datum (Daños a las cosas) 580
— Iniura (Daños causados a las personas) 580
— Acciones propias de estos delitos 581
CAPÍTULO XXVII
— Delitos del Derecho Honorario 583
— Dolus Malus 584
— Metus 585
— Alienatio in Fraudem Creditorum 586
— La Actio Pauliana 586
717
— Los cuasi-delitos. Origen del texto de Gayo. Casos
mencionados en las fuentes 587
— Sepulchrum Violatum 588
— Responsabilidad por daños en general en el
Derecho Romano 588
4ª PARTE
DERECHO SUCESORIO
CAPÍTULO XXVIII
— Derecho Hereditario. Conceptos fundamentales 589
— Terminología 590
— La sucesión Mortis Causa en Roma. Responsabilidad
Ultra Vires Hereditaria 590
— El fundamento de la herencia. Teorías 591
— Teoría de Bonfante 592
— Objeciones y defensas 592
— Valoración crítica 593
— Evolución histórica de la sucesión en Roma 594
CAPÍTULO XXIX
— Sucesión testamentaria 597
— El testamento. Concepto 598
— Formas de testar 598
— El Testamentum Calatis Comitiis 598
— Testamentum in Procinctu 599
— Papel del Populus en estos testamentos 599
— Mancipatio Familiae 600
— Testamentum per Aes et Libram 600
— Reformas admitidas por el Pretor 601
— El testamento en la legislación de Justiniano 601
— Formas ordinarias. Testamento público 601
— Testamento escrito 602
— Testamento oral 602
718
— Formas extraordinarias 602
— La Testamenti Factio Activa 603
CAPÍTULO XXX
— Institución de heredero 605
— Concepción romana de la institución de heredero 605
— La Testamenti Facti Pasiva 605
— La distribución de la herencia: Procedimientos 607
— La institución de heredero condicionada 607
— Efectos de la condición suspensiva 607
— La caución muciana 608
— Institución de heredero a término y la máxima
Semel Heres Semper Heres 608
— Los modos o cargos impuestos al heredero 609
CAPÍTULO XXXI
— Las substituciones 611
— Concepto 611
— Clases 611
— Substitución pupilar 612
— Substitución cuasi-pupilar 613
— De la invalidez de los testamentos 614
— Causas posteriores de nulidad 614
— Testamento Ruptum (Roto o revocado) 614
— Testamento Irritum 614
— Testamentum Destitutum 615
CAPÍTULO XXXII
— La Hereditas. Concepto 617
— Explicación histórica 617
— La Bonorum Possessio. Concepto 618
— Explicación histórica 619
719
— Diferencias entre la Hereditas y la Bonorum
Possessio 619
— Distintas especies de Bonorum Possessio 620
— Bonorum Possessio Cum Re 620
— Bonorum Possessio Sine Re 620
— Bonorum Possessio Secundum Tabulas 620
— Bonorum Possessio contra Tabulas Unde Liben 620
— Bonorum Possessio ex-Edicto carboniano 621
— La sucesión Ex-Lege: Su fundamento 621
— La sucesión intestada en la Ley de las XII Tablas 622
— La sucesión intestada en el edicto del Pretor 622
— La colación 624
— Senadoconsulto Tertuliano 625
— Senadoconsulto Orficiano 625
— La legislación de Justiniano (Novelas 118 y 127) 625
CAPÍTULO XXXIII
— Evolución de la libertad de testar en el Derecho Romano 629
— Reglas del Derecho Civil sobre la desheredación 630
— Exigencias del Pretor en materia de desheredación 630
— Legislación de Justiniano 631
— El testamento inoficioso. Fundamento. Acciones 632
— La legítima. Concepto 633
— Evolución 633
— Rescripto de Marco Aurelio 633
— La Cuarta Falcidia 633
— Legislación de Justiniano 634
— Querellas y acciones 634
CAPÍTULO XXXIV
— La adición de la herencia 635
— La delación 635
— La Hereditas Yacens 636
— La adición 636
720
— Efectos de al adición 636
— Formas de aceptación 637
— La Cretio 637
— Plazo para su ejercicio 637
— El Tus Deliberandi 638
— El Beneficium Inventarii 638
— La Separatio Bonorum 639
— Las transmisiones. Evolución 639
— Los Heredes Necessarii 640
— El lus Separationis 640
— Los Heredes sui et Necessarii 640
— El Tus Abstinendi 641
CAPÍTULO XXXV
— El legado. Concepto 643
— Formas de legar 644
— Reducción de las formalidades 646
— Clases de legados 646
— Adquisición del legado 648
— Nulidad ab initio 649
— Legados anulables por causas posteriores 649
— Regla catoniana 649
— Limitaciones a la facultad de legar 650
— Lex Falcidia 651
— El Fideicomiso 651
— Concepto 651
— El Fideicomiso singular 652
— Evolución del Fideicomiso Universal 652
— Derecho Antiguo 652
— Medidas de Claudio y Augusto 653
— Senadoconsulto Trebeliano 653
— Senadoconsulto Pegaciano 653
— Lex Falcidia 654
— Legislación de Justiniano 654
721
5ª PARTE
DERECHO PROCESAL
CAPÍTULO XXXVI
— Defensa de los derechos 655
— El Derecho Procesal. Terminología básica 656
— Evolución histórica de la defensa de los derechos
en Roma 657
— La justicia privada 657
— Potestades del Pater 658
— La Ley del Talión 658
— La Compositio 659
— Intervención del Estado 659
— Los sistemas procesales romanos. Características.
Acciones de la ley 659
— Procedimiento Formulario - Per Formulam 660
— Procedimiento Extraordinario 661
— Los organismos judiciales 661
— Tiempo y lugar en que se ejercitaban las funciones
judiciales 663
— Imperium 663
— Iurisdictio 664
— Competencia 664
— El foro 665
CAPÍTULO XXXVII
— Las acciones de la ley 667
— Desarrollo 668
— Legis Actio Per ludicis Postulationem 669
— Legis Actio Per Condictio 669
— Legis Actio Per Intectio 670
— Legis Actio Per Pignoris Capio 671
— Desarrollo de cada una de ellas desde la In lus Vocatio
hasta la Sentencia 671
722
CAPÍTULO XXXVIII
— Del procedimiento formulario 673
— Defectos observados en la aplicación de las
acciones de la ley 673
— La gestión de los pretores 674
— Lex Aebutia 675
— Lex Iuliae 676
— Partes principales y accesorias de la fórmula 676
— Prescripciones 677
— Exceptiones 678
— Clasificación de fórmulas y acciones 679
— La Litis Contestati y sus efectos 681
— Desarrollo del juicio hasta la sentencia 682
— Los medios de prueba 683
— Remedios contra la sentencia 685
CAPÍTULO XXXIX
— Del procedimiento extraordinario 687
— Características esenciales 688
— Su desarrollo hasta la sentencia 689
— Las pruebas 690
— Innovaciones introducidas 691
BIBLIOGRAFÍA 693
723
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