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Fragmento de El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo
Fragmento de El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo
FRAGMENTO
El “corral” lo cerraban antes que los pabellones. Cuando la Narizona subía a un
taxi en el campo de estacionamiento, apagaron los focos del poste en el “corral”, y el arenal
pisoteado como por patas de palomas era emparejado por el viento. Un guardián juntó la
puerta de madera del cerco, le echó cadena y un candado rojo enmohecido que tenía forma
de escudo.
Mientras, y flameadas por el viento tres chuchumecas subían hacia la barriada de San
Pedro, por uno de los caminos que seguían las piaras de burros de los aguateros. Eran putas
del “corral”. No aceptaban pagar la costosa tarifa que los taxis de la ciudad pedían de noche
para subir hasta la barriada del gran médano. Nunca se estaba seguro de que no se atascarían
las ruedas.
Las tres andaban en fila por el angosto camino que los burros trazaron y afirmaron
algo con sus millares de viajes por el cerro de arena.
—¡Malhaya vida! ¡Put… vida! —dijo la que iba última.
—Claro. Como en despeñadero barrancamos. Así también levantaré. ¡Yu, carajo!
—contestó la de en medio.
La que iba primero no hablaba; se adelantó, fatigándose mucho. Hundía los pies
en la arena; en los trechos donde los burros encontraron cascajo y siguieron la veta del piso
duro, esa mujer picaba menudo los pasos. Llegó a la carretera “marginal” de gruesa arena
y basura en que empiezan las calles, todas derechas y en cuadro, de la barriada. Abajo, al
pie del médano, el puerto pesquero más grande del mundo ardía como una parrilla. Humo
denso, algo llameante, flameaba desde las chimeneas de las fábricas y otro, más alto y con
luz rosada, desde la fundición de acero. No alcanzaba al cerro la pestilencia del mar. La
chuchumeca corrió, medio encorvada, acezando en la arena suelta; subió algunas cuadras
por una calle que las estrellas alumbraban hasta que se perdía en la cima lejanísima del
médano, la calle Colombia. Tras un enmohecido volquete despatarrado, con algunos
lampos de pintura amarilla, ahí estaba su casa. Inte- rrumpiendo y, a largos trechos,
rodeando las llamas, las luces y el humo del puerto, brillaban como metal medio escondido
grandes pantanos en que la totora crecía aún, salvaje.
La mujer que iba última comentó, mientras luchaba con el médano:
—Esa Orfa va morir, pues. Enjuerma corre cerro, cerro
pesao.
—Ostí no sabes, ostí machorra —contestó la que iba adelante.
—Va morir. Chuchumeca enjuerma, con hijo, no aguanta
—insistió la que iba detrás.
La mujer que iba adelante se dio vuelta; sus pies empujaron con trabajo la gruesa
arena del último trecho de la cuesta, el más empinado.
—No sabes parir —le dijo la otra—. Mujer con hijo aguanta viento, cerro pesao. Todo
aguanta.
La otra, de espaldas al puerto, al humo y a las llamas que hacían resaltar más la
figura de su cuerpo contra la arena blanca, alzó la cabeza.
El zorro de arriba y el zorro de abajo
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
fijamente la bahía. Paula extendió el brazo y señaló una aguada que las luces de las fábricas
hacían brillar cerca de la playa.
—Va volar gaviotas. ¡Verás! —dijo.
Una bandada densa lanzó un coro de chillidos contra el médano. Se alzó
mariposeando en las orillas ennegrecidas de la bahía, por el lado del gran barrio de fábricas
“27 de Octubre”.
Sin bordes netos, angostándose y extendiéndose la mancha de gaviotas parecía
Culebra Tinoco culebra Chimbote culebra asfalto culebra Zavala culebra Braschi
cerro arena culebra
juábrica harina culebra
challwa pejerrey, anchovita, culebra
carritera culebra
camino de bolichera en la mar, culebra,
fila de alcatraz, fila huanay culebra.
Cantaba, bailando en redondo, removiendo la arena, agitando el sombrero
mientras la otra, la preñada, se perdía caminando indiferente a la sombra de las primeras
casas de la barriada. Algunos vecinos que tenían que levantarse muy temprano vieron a
la que cantaba y bailaba. “Borracha”, dijo uno de ellos. A otro le costó trabajo abrir la
puerta de su casa por la arena nocturna depositada al pie de los muros; vio la mujer llevando
todo el ritmo de un carnaval en el cuerpo y en el sombrero. Fue hacia ella, decidido.
—Baila, pues —le dijo ella—. Bolicheras ya están yendo a trayer plata.
—On centavo para ti, on centavo para mí; ochinta para patrón lancha, vente para
piscador; mellón, melloncito para gringo peruano extranguero. ¡Baila no más, continta! Yo,
El zorro de arriba y el zorro de abajo
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
Gentil gaviota
islas volando
culebra, culebra,
cerro arriba, culebra,
cerro abajo, culebra,
bandera peruana culebra.
…