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DISCURSO DEL DIA DEL NIÑO

Estimadas autoridades, compañeros, queridos niños, apreciados


padres y madres de familia, es un grato honor dirigirme a ustedes
con estas palabras emotivas y especiales, para quienes hoy son
homenajeados, nuestra niñez vicentina.
Los seres humanos nos hemos enmarcado en diferentes estilos de
vida, donde nuestra cultura ha enmarcado un déficit en la atención
prioritaria de los niños. No basta con colmar a los niños de
costosos, juguetes, bonitos paseos, acogedoras comodidades y
bienes materiales. Mucho más que esto, los niños nos piden apoyo,
caricias, cercanía, interés y preocupación en los momentos
indispensables de su vida.
Así como los niños necesitan ser adecuadamente alimentados,
vestidos, abrigados, y protegidos, también necesitan ser “nutridos”
pero nutridos emocionalmente de cariño, de amor, traducido éste,
en cercanía, preocupación, interés, dedicación y cuidados, que
directamente lo proporciona la sociedad de la que el forma parte la
familia.
Hay amores que nutren o enriquecen y otros que debilitan,
empobrecen y dañan. Un amor nutritivo de padres y maestros es
aquel que conoce al niño, sabe de sus sentimientos, de sus
debilidades, de sus fortalezas, de sus talentos, de todo el potencial
que posee para venir al mundo y lo estimula a sacar lo mejor de sí
mismo.
Un amor nutritivo es aquel que acoge al hijo como regalo de Dios y
lo trata con ternura, cercanía, calidez, alegría y respeto. Y lo acepta
tal como es: como un ser único, original e irrepetible, del cual no
existe copia ni sustituto. Se trata de reconocer a los niños el
derecho a ser ellos mismos.

Un amor que enriquece es aquel que le permite al niño hacer uso


de su libertad, de su independencia, aún a riesgo de que éste se
caiga, tropiece o se equivoque rotundamente. Un amor que no
anula, no somete, ni se impone por la fuerza.
Se me viene a la mente la emotiva música de José Luis Perales,
“Que canten los niños”, no hay nada mejor que escucharlos
tararear, repetir una canción una y otra vez, ver cómo vuela su
imaginación al creerse actores, cantantes famosos, doctores,
bomberos y maestros.

En el hogar es donde más deben aprender a vivir, a tener


compasión por los demás, a pensar no solo en nuestro bienestar
sino en el bien común.  En el hogar se les enseña a no mentir, a
compartir, a respetar y honrar a los padres y a las personas
mayores para que haya amabilidad sembrada en sus corazones
una vez que se vayan de casa.

En el hogar los niños verán cómo son papá o mamá, qué ejemplo
están modelando para ellos ir por allí, para forjarse un futuro.  En
casa se siembra el amor a Dios, la devoción espiritual, el niño que
ama a Dios desde pequeño tendrá una vida completa bajo la
cobertura divina, protegido y guiado por el Señor.  

En el hogar les enseñamos a los hijos a cuidar de las plantas, a


cuidar su cuerpo, a protegerse de personas extrañas, a poner
límites saludables, les enseñamos a decir: NO.  Les enseñamos
que la vida es divertida porque jugamos con ellos pero que también
es seria cuando tiene que serlo.

Niños y niñas, sean felices siempre, jueguen y diviértanse, la etapa


de la niñez es la más divertida de todas, vivan a plenitud y envuelto
en un entorno lleno de amor y de cariño, que es nuestra
responsabilidad de los adultos, hacer que en el mundo se viva
respetando a este hermoso ser, el niño.

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