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____ 1 ____
Rescate
Lief, Barda y Jasmine fueron del Monte Terrible al río Tor en
silencio y moviéndose lo más deprisa posible, protegidos por la
presencia de los árboles. Llevaban muchos días viajando de aquella
manera; sabían que podían atacarlos en cualquier momento. Habían
pasado muchas noches durmiendo por turnos, vestidos y con las
armas en las manos.
No tardarían en llegar al río. Eran conscientes de que les
bastaba con seguir para llegar a la costa oeste de Deltora. Allí, en
algún lugar, estaba el siguiente objetivo marcado en su mapa, aquel
que llevaba el terrible nombre de Laberinto de la Bestia. Allí, si el
padre de Lief estaba en lo cierto, se encontraba la sexta piedra del
Cinturón de Deltora.
Pero los sirvientes del Señor de la Sombra se mantenían
vigilantes, esperando a que los compañeros se mostraran por fin. El
Señor de la Sombra sabía que habían cogido el topacio de los
Bosques del Silencio, que el rubí había desaparecido del Lago de
las Lágrimas y el ópalo de la Ciudad de las Ratas. A esas alturas,
quizá incluso sospechara que el lapislázuli también había sido
arrebatado a su terrible guardián en las Arenas Movedizas.
Si los gnomos terribles conseguían engañarlo, transcurriría
algún tiempo antes de que el Señor de la Sombra supiera que la
esmeralda había seguido el mismo camino de las otras cuatro
gemas. Pero sus sirvientes ya debían de encontrarse en la zona,
acechando en las estribaciones del Monte Terrible o buscando
desde sus cielos. Y el Laberinto de la Bestia, y cada uno de los
caminos que llevaban hasta él, estaría bien vigilado por enemigos
en busca de un grupo que encajase con la descripción que se les
había dado: un hombre, un muchacho y una joven indómita con un
pájaro negro.
Lief miró a Kree, que permanecía lúgubremente encorvado
sobre el hombro de Jasmine al lado de Filli. El pobre Kree quería
estirar sus alas. Pero era demasiado peligroso que lo viesen volar;
su presencia podía indicar la posición del grupo al enemigo. Por esa
razón Kree permanecía a ras del suelo, y eso no le gustaba nada.
«A ninguno le gustaba», pensó Lief. Ir corriendo por ese bosque
lleno de susurros como animales acosados por los cazadores no era
agradable. Ni temer la llegada de la noche tampoco lo era. Pero no
había ninguna manera de evitarlo.
Dio un brinco cuando Jasmine se volvió bruscamente hacia un
lado, mientras cogía la daga que llevaba colgada del cinto. Kree alzó
el vuelo graznando. Lief entrevió el destello de unos ojos oscuros y
un hocico puntiagudo entre los arbustos. Luego hubo un ruido de
diminutas patas que huían a la carrera, y un instante después
Jasmine volvía a envainar su arma con un bufido de disgusto.
--Ahora me asusto de las sombras y casi lucho con los ratones
de los bosques -murmuró, mientras le ofrecía el brazo a Kree y
seguía sendero adelante-. No consigo quitarme de encima la
sensación de que nos están observando.
--Yo hace días que lo siento -respondió Barda, volviendo la
mirada hacia ella-. El bosque parece estar lleno de ojos.
Lief no dijo nada. Era consciente del Cinturón que le rodeaba la
cintura. Le parecía que los observadores ocultos también sabían de
su presencia, a pesar de llevarlo escondido bajo su camisa y con su
chaqueta encima, abotonada hasta arriba. El Cinturón pesaba
mucho más que cuando se lo había puesto por primera vez, allá en
Del. El poder y la magia de las gemas, que ahora ocupaban cinco
de sus medallones, lo habían vuelto terriblemente pesado.
De pronto se oyó un débil grito y un ruido de salpicaduras
resonó en algún lugar delante de ellos. Los compañeros se
detuvieron. El ruido se volvió más intenso y desesperado. Una
palabra de Jasmine hizo que Kree alzara el vuelo y se dirigiera hacia
el lugar de donde procedía el sonido.
--¡Marie! ¡Marie! -gritaba una voz estridente-. Oh, Marie...
--¿Qué ha sido eso? -preguntó Lief-. ¡Barda, deprisa! Suena
como si...
--Debemos tener cuidado -le advirtió Barda-. Podría ser una
trampa. Esperad...
Pero Kree ya volaba hacia ellos, chillando de forma apremiante.
--¡Hay alguien en el agua! -exclamó Jasmine-. ¡Alguien se está
ahogando!
Echaron a correr, sus pies parecían volar sobre el estrecho
sendero mientras el sonido de aquella voz desesperada crecía y se
volvía cada vez más estridente, y el ruido de salpicaduras y
chapoteo disminuía.
Los compañeros salieron de entre los últimos árboles para
desembocar en una gran orilla de fina arena blanca. El río
desplegaba su reluciente extensión ante ellos, profundo y de rápida
corriente. Una niña que no tendría más de cinco o seis años iba a la
deriva por la parte menos profunda del río, agarrada a la rama
flotante de un árbol. Era ella quien gritaba mientras extendía en
vano la mano hacia otra niña que se debatía en las aguas más
profundas, junto a una balsa volcada.
En cuestión de segundos, Lief y Barda se despojaron de sus
botas y sus espadas y se adentraron en las aguas del río.
--¡Coge a la que está más cerca de la orilla! -le gritó Barda a
Lief mientras empezaba a nadar hacia la balsa-. Date prisa, Lief, o la
perderemos. La corriente es muy rápida.
Lief vadeó las aguas hasta llegar a la niña que se agarraba
desesperadamente a la rama y consiguió cogerla antes de que
quedase fuera de su alcance. La pequeña se aferró frenéticamente
a él, mientras Lief la sacaba del río y la tomaba en sus brazos.
Estaba helada. Las aguas se agitaron suavemente alrededor del
pecho de Lief cuando intentaba regresar a la orilla.
--¡Marie! -sollozó la niña, estremeciéndose y tratando de volver
la cabeza hacia la balsa volcada-. ¡Caí al agua y Marie trató de
ayudarme, y entonces también ella se cayó al río! Yo me agarré a la
rama, pero ella... Oh, ¿dónde está? ¿Dónde está?
Lief se volvió para mirar y sintió que se le caía el alma a los
pies. Barda casi había llegado a la balsa, pero allí donde estaba
Marie hacia unos instantes, ahora tan solo había un remolino de
agua.
Barda trago aire con una profunda inspiración y se sumergió.
Unos instantes después apareció de nuevo, tirando de un flácido
bulto blanco. El hombretón empezó a nadar hacia la orilla,
impulsándose con un brazo mientras remolcaba el cuerpo de la
pequeña con el otro.
--¡Se ha ahogado! -chilló la niña a la que acababa de salvar Lief.
--No. No ha pasado mucho tiempo debajo del agua. Se pondrá
bien -le dijo Lief, aparentando más seguridad de la que realmente
sentía.
Siguió adelante y notó con gran alivio cómo la profundidad del
agua disminuía rápidamente a medida que subía por la orilla, donde
lo esperaba Jasmine con una manta.
--Yo me ocuparé de ella. ¡Ayuda a Barda! -le ordenó Jasmine
secamente, envolviendo a la niña con la manta.
»Yo soy Jasmine -le oyó decir Lief mientras corría hacia Barda,
que estaba llegando a la orilla con su flácida y empapada carga-.
Éstos son Filli y Kree. ¿Cómo te llamas?
--Ida -exclamó la niña-. Me llamo Ida. ¡Oh, llévame lejos del río!
¡No quiero volver a verlo nunca más! Marie se ha ahogado. ¡Se ha
ahogado!
Lief volvió a entrar en el río y ayudó a Barda a llevar a la niña
inconsciente a la orilla. Al igual que Ida, la pequeña estaba helada.
La acostaron en el suelo con mucho cuidado. Cuando vio su cara,
Lief dejó escapar un lamento de sorpresa. Lisos cabellos castaños,
delicada piel dorada, rostro en forma de corazón, largas pestañas
negras suavemente rizadas... La niña era exactamente igual que
Ida, con la pequeña marca marrón en la mejilla izquierda y el
sencillo vestido blanco. ¡Eran gemelas! Idénticas en cada detalle.
¿Qué estaban haciendo unas gemelas tan pequeñas solas en
aquel lugar desierto? ¿Dónde estaban sus padres?
Barda había dado la vuelta a Marie hasta dejarla sobre el
costado y estaba inclinado encima de ella, contemplándola con
expresión sombría.
--¿Está muerta? -susurró Lief.
Esa idea resultaba todavía más terrible ahora que sabía que las
niñas eran gemelas. Pensar que una de ellas pudiera quedarse sola
lo llenó de horror. Lief alzó la mirada y se sintió muy aliviado al ver
que Jasmine se llevaba a la sollozante Ida de la orilla del río y la
conducía hacia los árboles.
Entonces, cuando Jasmine se hacía a un lado para que la
pequeña entrara en el camino antes que ella, Lief vio un ligero
movimiento en la maleza que crecía cerca de allí. Antes de que
pudiera moverse o soltar un grito de advertencia se oyó un suave
tañido y una flecha surcó el aire.
La flecha se clavó en la espalda de Ida. La niña se desplomó
hacia delante sin emitir el más leve sonido. Con un grito de
indignación, Lief corrió hacia su atacante. Su espada quedaba fuera
de su alcance, pero no le importó. Lief estaba lo bastante furioso y
horrorizado para ocuparse de aquello con las manos.
Apartó a un lado los arbustos que ocultaban a la persona que
había disparado la flecha y se abalanzó sobre el muchacho de
cabellos oscuros que se encontraba agazapado allí. Le arrancó de
la mano el arco mortífero, y tiró al asaltante sobre la arena. El
asesino cayó pesadamente boca abajo, con el brazo atrapado
debajo de él, y se quedó inmóvil, gimiendo de dolor. Lief fue
corriendo a buscar su espada y la recogió del suelo. Le zumbaban
los oidos y su corazón clamaba venganza cuando se volvió
nuevamente.
El muchacho que yacía en el suelo se dio la vuelta con un
gemido hasta quedar tendido sobre la espalda. Trató de levantarse y
volvió a caer, torciendo el gesto y agarrándose el brazo.
--¿Es que no lo veis? ¡Son ols! ¡Ols! -gritó.
Entonces Lief oyó el grito gorgoteante de Barda y el alarido de
Jasmine. Alzó la mirada.
El cuerpo de Ida había desaparecido. Y Marie, la pequeña
Marie, se estaba levantando de la arena. Tenía cogido por la
garganta a Barda y sus blancos dedos se hundían profundamente
en la carne del hombretón. Enseñaba los dientes. De pronto, su
cuerpo empezó a burbujear, estirándose y creciendo hasta que se
convirtió en una temblorosa sombra blanca, con una marca negra en
su centro y una enorme cabeza puntiaguda, como la llama de una
vela espantosamente blanqueada. Los ojos de aquella cosa ardían
con un resplandor rojizo y la boca era un agujero negro sin dientes,
pero rió como una niña mientras Barda retrocedía tambaleándose y
se desplomaba con todo su peso.
___ 2 ___
El destino interviene
Con un grito de horror, Jasmine y Lief se abalanzaron sobre la
cosa y la atacaron con una feroz serie de mandobles, tratando de
apartarla de Barda. La fría masa ondulante se encogió sobre sí
misma y volvió a formarse. La cosa se tambaleó, pero no aflojó su
presa.
--¡El corazón! -gritó el muchacho herido-, ¡Atravesadle el
corazón con la espada! ¡Matadlo enseguida o acabará con él!
--Ya le hemos atravesado el corazón -chilló Jasmine-. Pero no
cae.
Gruñendo, la cosa se volvió hacia ella. Jasmine cayó
bruscamente apartada a un lado, con un alarido, por un torrente
blanco que la hizo caer al suelo.
--¡Ahora, Lief! ¡Golpea en el lado derecho! -gritó el muchacho-.
¡El corazón está en el lado derecho, no en el izquierdo!
Lief hundió su espada allí donde su compañero le dijo. La cosa
se estremeció y luego se derrumbó, con el cuerpo de pronto
convertido en una informe masa convulsa, que se abultaba
horriblemente aquí y allá con extremidades, caras, garras, orejas.
Con una mueca de asco y horror, Lief reconoció el rostro de Marie,
el afilado hocico de un ratón de bosque, el ala de un pájaro...
Luego ya sólo quedó un burbujeante charco de blancura que se
hundió, mientras Lief lo contemplaba, en la arena.
Barda temblaba y tosía en el suelo, con una respiración
jadeante y ronca. Las señales rojo oscuro que los dedos del ol
habían dejado en su cuello cuando trataba de estrangularlo tomaban
una coloración púrpura. Pero estaba vivo.
--Ha tenido suerte. Un minuto más y habría sido demasiado
tarde.
Lief se volvió y vio que el muchacho al que había atacado entre
los arbustos había conseguido ponerse en pie y estaba inmóvil junto
a él. Oyó la exclamación ahogada que soltó Jasmine y la miró. La
joven estaba contemplando al muchacho con ojos llenos de
asombro.
--¡Eres tú! -exclamó Jasmine-. Tú eres el chico que servía las
bebidas en los Juegos de Rithmere. Eres de la banda de Doom. Tú
eres Dain.
El muchacho asintió y luego fue cojeando hasta Barda y lo miró.
--Vuestro amigo necesita que le den calor -dijo-. Está
empapado, y los ataques de un ol te hielan hasta la médula.
Luego Dain dio media vuelta y echó a andar lentamente hacia
los árboles.
Lief se apresuró a encender una hoguera y calentar agua para
preparar té, mientras Jasmine corría a buscar más mantas. Cuando
Dain regresó, arrastrando una pequeña mochila y con su brazo
herido sostenido por un cabestrillo improvisado, Barda se
encontraba bien envuelto con las mantas y estaba sentado cerca de
las llamas chisporroteantes. Los terribles temblores de los primeros
instantes habían disminuido y el color empezaba a regresar a su
cara.
--Gracias -le dijo a Dain con voz enronquecida-. Si no hubiera
sido por ti... -Torció el gesto y se llevó una mano a la garganta.
--No hables -le aconsejó Dain. Luego se volvió hacia Lief,
ofreciéndole el pequeño recipiente que sostenía en su mano sana-.
Una bebida caliente endulzada con esto le ayudará -dijo-. Da
fuerzas y alivia el dolor. Es muy potente. Una cucharada debería ser
suficiente.
El recipiente lucía una pequeña etiqueta escrita a mano.
Alegría Reparadora
MIEL
Lief desenroscó la tapa y olió el dorado contenido del recipiente,
aspirando el dulce aroma de las flores de manzano que lo
impregnaba.
--«Alegría Reparadora» -murmuró, mirando a Dain-. Las
iniciales son interesantes, pero el nombre es muy corriente. Tanto
que creo que es falso.
--Tan falso como los nombres que os di en los Juegos de
Rithmere, Lief -respondió el muchacho sin inmutarse-. Vivimos
tiempos difíciles. Vosotros no sois los únicos que deben ir con
cuidado.
Lief asintió al comprender que el muchacho los había oído
llamarse el uno al otro antes del ataque del ol. Aquello ya no tenía
remedio, pero aun así era una pena.
Cogió un tazón lleno de té, echó una pequeña cantidad de miel
en el líquido humeante y lo removió. Luego le dio el tazón a Barda,
quien lo cogió con ambas manos extendidas para absorber su calor
y empezó a beber con gratitud.
--¿Qué son esos ols? -quiso saber Jasmine, mientras le pasaba
un tazón de té a Dain.
--Son unas criaturas capaces de cambiar de forma, venidas de
las Tierras de las Sombras -dijo Dain, echando una cucharada de
miel en su tazón y removiendo el contenido-. El Señor de la Sombra
los utiliza para que lleven a cabo su maléfica obra. Quizá no debería
sorprenderme tanto que no hayáis oído hablar de ellos antes. Son
más comunes aquí, en el oeste, que en el este, de donde procedéis
vosotros.
Hizo una pausa y los contempló desde su altura. Barda, Lief y
Jasmine le devolvieron la mirada con expresión impasible. ¿Acaso
pensaba Dain que iban a caer en una trampa tan simple?
Dain rió jovialmente y se inclinó para dibujar algo en la arena.
____ 3 ____
Un viaje difícil
Cuando se acomodaron debajo del árbol de largas ramas que
encontró Jasmine, Dain les contó más cosas de los ols. Mientras
escuchaba su voz suave y tranquila, Lief tuvo la sensación de que si
realmente era importante que pasaran algún tiempo con él, aquella
información por sí sola muy bien podría ser la razón.
--Los ols están por todas partes -dijo Dain, envolviéndose un
poco más apretadamente con la manta-. Pueden adoptar la forma
de cualquier ser vivo. No comen ni beben, pero los del Grado Dos
pueden fingir que lo hacen, de la misma manera que pueden crear
calor corporal para disimular lo que son. En su estado natural, cada
ol lleva la marca del Señor de la Sombra en su núcleo, y cualquiera
que sea la forma que adopte, la marca siempre estará de alguna
manera presente en su cuerpo.
--Las gemelas, esos oís a los que matamos... tenían una marca
en la mejilla izquierda -manifestó Lief-. ¿Eso era...?
Dain asintió.
--Pero no esperes que siempre sea tan fácil -le advirtió-. Los ols
del Grado Dos son mucho más expertos. Su marca nunca se
encuentra en un lugar donde pueda verse fácilmente.
--Entonces, ¿nos estás diciendo que reconocer a un ol del
Grado Dos es una cuestión de suerte? -preguntó Barda, frunciendo
el ceño.
Dain sonrió levemente.
--Hay una manera de ponerlos a prueba -dijo-. No pueden
mantener la misma forma durante más de tres días seguidos. Si
observas a un ol del Grado Dos, y no lo pierdes de vista, llegará un
momento en el que no pueda controlar su estado y entonces su
forma empezará a ondularse y a cambiar. A ese momento lo
llamamos el Temblor. No dura mucho rato, porque el ol recupera el
control en cuestión de segundos. Pero cuando ocurre, lo reconoces
como lo que realmente es.
Empezaba a cansarse, y se apretaba el pecho con el brazo
bueno, como si el dolor le molestase.
--En Deltora hay personas que no tienen que esperar a que
llegue el Temblor -dijo-. Han desarrollado un instinto, una capacidad
de sentir la presencia de los ols. O al menos eso es lo que dice
Doom. Cuando percibe la presencia de un ol, Doom siempre ataca
sin perder un instante. Que yo sepa, nunca se ha equivocado.
--Difícilmente podemos seguir su ejemplo -musitó Barda-. Matar
basándose únicamente en la sospecha es algo muy arriesgado.
Dain asintió, y esta vez su sonrisa fue más ancha y más real.
--Estoy de acuerdo contigo -dijo- Para alguien como nosotros, la
sospecha debería ser una señal para huir, no para atacar.
--¿Huir? -preguntó Jasmine en un tono malhumorado.
Dain se sonrojó ante el desdén que había en su voz, y la
sonrisa se desvaneció.
--La idea te desagrada, Jasmine -dijo después-. Tú y Doom
pensáis de la misma manera. Pero sin duda es mejor huir que
matara un inocente.
--O -intervino Barda-, si tus sospechas son correctas, ser
espiado a placer por el ol, o que te maten cuando menos te lo
esperas. Cuando esos dedos helados se han cerrado sobre tu
cuello, quedas completamente indefenso. Puedes creerme, Jasmine
-añadió, tocándose con mucho cuidado los moretones de su
garganta.
Jasmine levantó la barbilla en un gesto que mostraba terquedad
y se volvió nuevamente hacia Dain.
--Has hablado de ols del Grado Uno y del Grado Dos. ¿Existen
más grados?
Dain titubeó antes de responder.
--Doom dice que hay otro -respondió de mala gana-. Dice que
existen los ols del Grado Tres, y que hay muy pocos, pero que el
Señor de la Sombra ha perfeccionado sus maléficas artes en ellos.
Esos ols pueden cambiar de forma para convertirse en todo lo que
quieran, vivo o no. Son tan perfectos y tienen un control tan absoluto
de sí mismos que nadie ha podido reconocerlos como lo que
realmente son. Ni siquiera Doom podría hacerlo.
--Y entonces, ¿cómo sabe que existen? -quiso saber Jasmine.
Lief contempló, fascinado, cómo los párpados de Dain iniciaban
un súbito descenso, y se mordía el labio. ¿Qué era lo que tanto le
preocupaba?
Jasmine también vio la vacilación, y pasó al ataque.
--¿Y bien? -insistió.
Dain tragó saliva.
--Doom dice... dice que ha aprendido mucho de ellos... en las
Tierras de las Sombras -murmuró.
Lief sintió que le daba un vuelco el estómago. Era como si las
distintas piezas de un rompecabezas encajaran de pronto: veía una
lápida junto a un arroyo medio engullido por la vegetación; volvía a
estar dentro de una cueva del Monte Terrible, contemplando unas
cuantas palabras garabateadas con sangre.
--¿Y tú no crees a Doom cuando dice que ha estado en las
Tierras de las Sombras, Dain? -preguntó.
Dain alzó la mirada con los ojos llenos de confusión.
--¿Cómo puedo creer tal cosa? -balbuceó-. Nadie escapa de las
Tierras de las Sombras. Y sin embargo Doom nunca miente.
¡Nunca!
--¡Utiliza un nombre falso! -dijo Jasmine secamente.
--¿Qué quieres decir?
Dain se había puesto muy pálido. Parecía agotado. Su delicado
rostro estaba perlado de sudor y oscurecido por profundas sombras.
Se tambaleó.
Lief lo agarró antes de que se cayera. Barda encontró el
pequeño recipiente de Alegría Reparadora y deslizó una cucharadita
de miel entre los labios cerrados de Dain. No tardó en volver un
poco de color al rostro del muchacho. Lief lo acostó en el suelo con
mucha delicadeza y lo tapó con una manta.
--No te preocupes, Dain -le dijo con dulzura-. Cualquiera que
sea el verdadero nombre de Doom, él no te ha mentido. Ha estado
en las Tierras de las Sombras. Y, de alguna manera, logró escapar.
Puede que tú no lo creas. Pero yo sí.
Vio cómo los párpados de Dain volvían a moverse. La boca del
muchacho se abrió como si intentase decir algo.
--Volveremos a hablar de esto con el propio Doom He susurró
Lief-. De momento, limítate a descansar. Mañana necesitarás todas
tus fuerzas.
Siguieron dos largos y duros días en los que el respeto que Lief
sentía por Dain fue en aumento. La caída que sufrió no sólo le había
dislocado el brazo, sino que también le había roto varias costillas. Al
segundo día, los cuatro empezaron a subir por unas colinas
rocosas. Cada paso que daba Dain tenía que causarle un intenso
dolor, pero no se quejaba. Sólo sus ojos revelaban lo mucho que
sufría.
A esas alturas, ya no se veía el río. El Monte Terrible alzaba su
imponente mole en la lejanía. En dos ocasiones, mirando hacia
atrás, Lief vio la enorme y desgarbada silueta de un ak-baba
describiendo círculos alrededor del monte, buscando indicios de
viajeros a sus pies.
En muchos sentidos, aquello era una buena señal. Significaba
que el Señor de la Sombra, pese a todo su poder, aún no sabía que
los compañeros se habían apoderado de la gema del monte. Pero la
presencia de un ak-baba, aunque fuese en la lejanía, acentuaba
considerablemente la necesidad de no ser vistos. A medida que el
terreno se hacía más escarpado, con ralos arbustos y grandes
peñascos en vez de frondosos árboles, se vieron obligados a
agazaparse y avanzar formando una hilera.
Dain llevaba muchas horas sin hablar. Parecía necesitar todas
sus energías para seguir caminando. «¿Cómo se las habrá
arreglado solo?», pensó Lief mientras contemplaba la espalda
inclinada del muchacho que iba por delante de él, y oía el penoso
jadear con el que tragaba aire al tiempo que avanzaba
tambaleándose y dando traspiés.
--Me parece que Dain necesita descansar -dijo en voz baja.
Barda y Jasmine se detuvieron de inmediato, pero Dain se
volvió hacia ellos y sacudió la cabeza.
--Debemos ponernos a salvo. Entonces podremos descansar.
Ya no está muy lejos -dijo el muchacho jadeando y apretándose el
costado con el brazo sano-. Un poco más arriba... la hendidura que
hay en la roca. Luego... tres arbustos que crecen formando una
hilera, y... la entrada de una cueva, sellada con una piedra. Hay una
contraseña...
Se calló y luego, de pronto, cayó pesadamente al suelo.
Los tres compañeros se inclinaron sobre él y lo intentaron
reanimar, pero el muchacho no volvió en si. Ni siquiera la miel que
quedaba lo revivió.
El sol descendió por debajo del horizonte, y la luz empezó a
disminuir.
--Tenemos que ponerlo a cubierto -dijo Lief-. Otra noche
soportando el frío...
--Dijo que la fortaleza se encontraba cerca -musitó Barda-. Yo lo
llevaré a cuestas el resto del camino -añadió, cogiendo en brazos al
muchacho inconsciente. A continuación reanudaron el ascenso.
No tardaron en llegar a lo que les pareció una profunda
hendidura en una roca; luego se dieron cuenta de que parecía más
un estrecho pasaje. Se metieron por él y allí dentro, tal como había
dicho Dain, había tres arbustos que crecían en fila, alineados en
dirección a un peñasco que descansaba sobre una gruesa pared de
roca. El peñasco tenia un aspecto de lo más natural, como si
simplemente hubiera caído allí donde ahora reposaba, pero los
compañeros enseguida comprendieron que ocultaba la entra da a la
fortaleza.
--Está muy bien disimulada -dijo Barda-. Si no hubiéramos
sabido dónde había que mirar, habríamos pasado de largo por
delante de ella.
Barda se acercó un poco más a la gran roca y la examinó,
buscando una manera de hacerla a un lado.
--Es raro que no hayan dejado a ningún vigía -murmuró
Jasmine, mirando a su alrededor con la mano en la daga-. Estarían
esperando el regreso de Dain, sin duda. ¿Cómo se suponía que iba
a entrar?
Lief también miró a su alrededor, y entonces reparó en un papel
que había debajo del último de los arbustos. «El viento tiene que
haberlo traído hasta aquí y se ha quedado enganchado en una
ramita», pensó. Lo cogió y lo miró.
La fortaleza
¿Amigo o enemigo?
Glock alternó miradas burlonas y amenazadoras mientras
observaba a Jasmine, con sus robustos brazos colgando a los
costados y sus ojillos reluciendo. Cada línea de su poderoso cuerpo
indicaba que estaba buscando pelea.
--Hola, Glock -dijo Jasmine sin perder la calma-. La última vez
que te vi te sacaban de la arena de Rithmere profundamente
dormido. Lástima que no pudieras aguantar despierto hasta la final.
Varias personas rieron. Era evidente que conocían la historia. El
rostro amenazador de Glock se oscureció y pareció hincharse.
Gruñó peligrosamente y sus dedos se agitaron de forma
espasmódica.
Lief miró con el rabillo del ojo y vio que Jinks los observaba con
el rostro iluminado por un travieso interés. Así que Jinks era la clase
de tipo al que le en canta crear problemas, para luego retirarse y
contemplar los resultados. Un hombre peligroso; tanto como Glock,
a su manera.
Entonces resonó una llamada procedente de fuera de la
caverna. Tres lentos golpes fueron seguidos por otros tres más
rápidos. Por un instante, Jinks pareció decepcionado. Luego dio
media vuelta y se fue apresurada mente, con Petronne y Thalgus
pisándole los talones.
--¿Cuál es la contraseña? -oyeron que preguntaba.
--¡Arma! -fue la respuesta. La voz sonó muy tenue. pero Lief
creyó reconocerla. Doom había regresado.
Glock no se enteró de nada. Seguía centrando toda su atención
en Jasmine.
--¡Yo debía ser campeón, pequeño pedazo de escoria! -gruñó-.
Si hubiéramos luchado, tus pequeños trucos de salto y danza no me
habrían engañado. ¡Te habría convertido en pulpa con una mano
atada detrás de la espalda!
Jasmine lo miró con desagrado.
--Afortunadamente, tu codicia impidió que tuvieras la ocasión de
intentarlo -dijo.
Glock dejó escapar un rugido y trató de agarrarla. Jasmine saltó
a un lado, sonriendo desdeñosamente, mientras él tropezaba y sus
manazas arañaban el vacío.
--¡Es suficiente!
Doom estaba inmóvil en la entrada con el ceño fruncido. Su
rostro estaba surcado por profundas arrugas de cansancio, su barba
y su larga cabellera negra se hallaban manchadas de polvo, y la
cicatriz relucía pálidamente sobre su piel intensamente bronceada.
--¡No habrá peleas en este lugar! -dijo con voz atronadora-.
Glock, ya has sido advertido. Otro arranque de mal genio y serás
expulsado de la fortaleza. Entonces ya no te encontrarás bajo
nuestra protección cuando los guardias grises vengan a por ti.
Glock dio media vuelta y se fue, gruñendo y lanzando miradas
amenazadoras por encima del hombro. Nadie dijo nada, pero Lief
vio a una mujer muy alta llevándose la mano a la boca para ocultar
una sonrisa. Era Neridah. Vio que Lief la estaba mirando, y su
sonrisa se volvió más ancha y un poco más maliciosa. Lief se
apresuró a apartar la mirada, sintiéndose enrojecer si acordarse de
la vergüenza que Neridah le había causado en la arena de
Rithmere.
Los ojos llenos de furia de Doom se clavaban ahora en
Jasmine.
--Y tú -añadió fríamente- vigilarás esa lengua tan afilada que
tienes, si sabes lo que te conviene.
En el silencio que siguió a esas palabras, Doom giró sobre sus
talones y se dirigió hacia el colchón donde descansaba Dain. Para
aquel entonces, el muchacho había conseguido sentarse.
--Bien, Dain, así que por fin has vuelto -manifestó Doom-. Ya
hace varios días que se te esperaba. ¿Dónde has estado?
Dain se puso muy rojo.
--Vi a un par de ols, Doom -farfulló-. Sólo Grado Uno. Los
seguí...
--¡Solo! -lo interrumpió Doom secamente-. Los seguiste solo.
Desobedeciste órdenes, te apartaste del camino que debías seguir,
y no conseguiste llegar aquí cuando se te esperaba.
Dain bajó la cabeza. Pero Doom todavía no había terminado.
--Y me han dicho... -Miró a Jinks, quien trató de parecer
inocente sin conseguirlo-. Me han dicho que además pusiste en
peligro nuestras vidas contándoles el secreto de la contraseña a
estos desconocidos, que todavía no han sido puestos a prueba.
Un murmullo de ira resonó en la caverna.
Finalmente Dain consiguió volver a hablar.
--Te aseguro que... que no se lo he contado, Doom -comentó.
--Y entonces, ¿cómo se las arreglaron para que se les dejara
entrar? -replicó Doom con voz gélida-. Su pongo que tú ni siquiera
has visto la nota de hoy. Y sin embargo, han sido capaces de
conocer la palabra.
--No resultó muy difícil de averiguar -dijo Lief, apresurándose a
dar un paso adelante-. La nota decía: «AL RETO MALVADAMENTE
AMENAZADOR, TODO NORMAL». Las primeras letras de las
cuatro primeras palabras forman la contraseña: «ARMA».
Mientras Doom le lanzaba una mirada asesina, Lief se encogió
de hombros y decidió prescindir de toda cautela. No iba a permitir
que Doom lo intimidara como había hecho con Glock.
--Contaba con una pista para el código, claro está -dijo, alzando
la voz-. Había visto la etiqueta en el recipiente de miel de Dain, ésa
en la que pone «Alegría Reparadora». Allí las iniciales son utilizadas
para disfrazar la verdad. ¿Por qué temes que se sepa que utilizas la
miel de la Abeja Reina?
Otro ruidoso murmullo se elevó entre la multitud. Doom gritó
una orden y Lief, Barda y Jasmine fueron sujetados inmediatamente
por atrás por varios pares de robustas manos. Los compañeros se
debatieron, pero no sirvió de nada.
--¿Qué estás haciendo? -balbuceó Lief-. ¡Yo no pretendía
causar ningún daño con mi pregunta! Simplemente estaba
interesado.
--Entonces habrías hecho mejor conteniendo tu lengua -dijo
Doom, mirándolo con ojos tan duros como piedras-. Has descubierto
un secreto que hemos jurado proteger. Está prohibido comerciar con
la Resistencia, y la miel de la Abeja Reina es todavía más rara y
valiosa que su sidra. Posee unos asombrosos poderes curativos.
Esa dama corre un gran riesgo suministrándola. No sólo arriesga su
propia vida, sino la de sus hijos.
Esta vez fue Lief quien lo miró fijamente. La idea de que aquella
vieja tan rara con la que se habían encontrado después de
conseguir huir de la Ciudad de las Ratas fuera una madre le parecía
muy extraña.
--A nosotros nos da igual que la Abeja Reina te suministre miel -
gruñó Barda-. ¿A quién se lo íbamos a decir?
--A tu señor, quizá -dijo Jinks, con sus ojillos reluciendo de
excitación-. ¿Es ésa la razón por la que se te permitió escapar del
palacio, valeroso guardia Barda? ¿Entonces ya te habías vendido al
Señor de la Sombra?
Barda intentó abalanzarse sobre él con el rostro lleno de furia,
pero las manos que lo sujetaban se lo impidieron.
--¡Silencio, Jinks! -rugió Doom, contemplando a Barda con
expresión pensativa durante unos momentos-. Bien, bien... -
murmuró finalmente-. Eras un guardia de palacio. Tu verdadero
nombre es Barda. ¿Y dónde te escondiste durante todos esos años.
Barda... antes de que empezaras a recorrer el país con tus jóvenes
compañeros?
--Eso es asunto mío -replicó Barda, sosteniéndole la mirada sin
inmutarse-. He decidido guardármelo para mí. Como, según parece,
tú decidiste guardarte para ti el nombre del lugar en el que estuviste
durante esos primeros años, Doom.
--El lugar en el que estuviste... y tu verdadero nombre -musitó
Jasmine.
Doom le lanzó una rápida mirada. Sus labios se fruncieron.
Luego se volvió nuevamente hacia Barda.
--¿Estuviste en Tora? -preguntó secamente.
Aquella pregunta hizo que Dain, que estaba encorvado sobre el
colchón con la cabeza baja, alzase la mirada.
Pero Barda no mostró ninguna reacción.
--¿Tora? -repitió-. ¿A qué viene esa fascinación que sentís
todos por Tora? No, nunca he estado en Tora.
Doom dio media vuelta.
--Llevadlos a la sala de prueba -ordenó secamente-. Volveré a
hablar con ellos cuando hayan transcurrido los tres días.
--¡Déjanos marchar! -gritó Jasmine mientras eran conducidos
hacia la puerta de la caverna-. ¡No tienes motivos para hacernos
prisioneros! ¡Sabes que no somos oís! ¡Lo sabes!
Doom levantó la barbilla.
--Ya lo veremos -dijo.
Un cambio de planes
Dain podía tener miedo -de hecho, podía sentirse culpable y
avergonzado- al pensar que iba a liberar de su celda a Lief, Barda y
Jasmine para llevarlos en silencio por el oscuro pasillo que había al
otro lado de la puerta. Podía haber temblado cuando entraron en
otro túnel y pasaron por una puertecita que daba al mundo exterior.
Pero, aun así, lo hizo. Cuando finalmente se encontraron fuera, bajo
estrellas que relucían como joyas esparcidas sobre la tienda de
terciopelo negro del cielo, dejó escapar un prolongado suspiro de
alivio.
--Ahora estamos a salvo -susurró-. Están todos bebiendo y
comiendo. Nadie visitará la sala de prueba hasta que llegue la hora
de ir a dormir. Para aquel entonces, podemos estar muy lejos de
aquí.
No perdieron el tiempo hablando y empezaron a trepar por las
rocas, resbalando sobre las piedras sueltas y agarrándose a los
arbustos para evitar precipitarse al vacío.
Sólo cuando estuvieron muy lejos de la fortaleza y se
encontraron sobre terreno llano, se detuvieron a descansar y a
hablar.
--Tora queda a muchos días de viaje de aquí, no abajo -susurró
Dain-. Tendremos que ir con mucho cuidado durante el trayecto. El
río Tor está lleno de bandidos y piratas, y un gran número de ols
patrullan el área.
--¿Por qué? -susurró Lief a su vez-. ¿Qué tiene de tan especial
Tora, Dain? ¿Y por qué quieres ir allí?
Dain lo miró fijamente. Varias expresiones cruzaron por su
rostro: sorpresa, perplejidad, incredulidad y, finalmente, ira. Luego
se incorporó lentamente.
--Sabes muy bien por qué -susurró mientras recorría a Lief con
la mirada-. ¿Todavía no confías en mí? -Sacudió la cabeza con
violencia en una negativa llena de pena-. He traicionado a mi gente
por vosotros. ¡He traicionado a Doom, que ha sido como un padre
para mi! ¿Es que eso no es suficiente para demostrar...?
--Calla, muchacho -musitó Barda-. No es una cuestión de
confianza. Sabemos muy poco de Tora.
--Yo no sé nada acerca de ella -murmuró Jasmine-. Nunca
había oído hablar de esa ciudad hasta que tú dijiste su nombre
cuando nos encontramos por primera vez.
--Pero yo pensaba que... -Dain tragó aire con una temblorosa
inspiración y se estrujó las manos hasta que los nudillos se le
pusieron blancos-. Me habéis engañado. Me dijiste que ibais a...
--No te dijimos nada -replicó Barda firmemente-. Tú sugeriste
que Tora era nuestro destino. Nosotros nos limitamos a no corregir
tu error.
Dain gimió y escondió la cara entre las manos. Estaba oscuro y
se había movido muy deprisa, pero Lief creyó ver el brillo de las
lágrimas en sus ojos oscuros. Sintió una punzada de culpabilidad, y
puso la mano suavemente sobre el hombro del muchacho.
--Vamos a ir hasta la costa siguiendo el río -dijo-. Si Tora se
encuentra junto al río, o cerca de él, podemos escoltarte hasta allí, si
es eso lo que deseas.
Todavía con la cara entre las manos, Dain sacudió la cabeza en
una lenta negativa.
--Cuando oí hablar por primera vez de vosotros... un hombre, un
muchacho y una joven salvaje e indómita con un pájaro negro, que
tenían el poder de destruir el mal causado por el Señor de la
Sombra... empecé a pensar que erais la respuesta -dijo, con su voz
ahogada y enronquecida por la pena-. Y a medida que transcurrían
los meses, y Doom traía noticias de que ibais hacia el este, empecé
a sentirme cada vez más seguro de ello.
Reprimió un sollozo.
--Y entonces os conocí. Pensé que era cosa del destino. Pero
todo ha sido un error. Otro error. ¡Oh, no soy capaz de hacer nada
bien! ¿Qué va a ser de mí ahora?
--Me parece que lo mejor sería que nos dijeras cuál es tu
problema -replicó Jasmine sin perder la calma-. Gemir y quejarse no
sirve de nada.
Dain alzó la mirada. La tranquilidad de la joven le ayudó a
recuperar el control. Se pasó el dorso de la mano por los ojos,
secándose las lágrimas.
--Por razones que no puedo revelaros, debo llegar a Tora -dijo
después-. Pero Doom lo prohibe. Al principio, cuando me encontró
después de que los bandidos que habían quemado la granja de mi
familia me hubieran dejado por muerto, dijo que debía recuperar las
fuerzas. Luego afirmó que necesitaba más adiestramiento para
poder protegerme a mí mismo cuando viajara, aunque yo ya podía
usar un arco. Luego argumentó que necesitaba mi ayuda durante
algún tiempo, y no pude negársela. Y finalmente, cuando empecé a
impacientarme, me aseguró que Tora se había vuelto demasiado
peligrosa para mi o para cualquiera de nuestro grupo, hasta que
fuéramos mucho más fuertes.
Hizo una pausa y sacudió la cabeza como si quisiera
aclarársela.
--Dice que visitarla ahora significaría ser capturado, y que eso
pondría en peligro a toda la Resistencia. Dice que Tora está llena de
guardias grises y de espías, porque...
--... porque Tora siempre ha sido muy leal a la familia real -dijo
Barda de pronto-. ¡Claro!
Una nueva emoción hizo brillar sus ojos. Un recuerdo se agitó
en la parte más recóndita de la mente de Lief. Se acordó de su
padre, batiendo el hierro al rojo vivo en la fragua mientras hablaba
de Tora, la gran ciudad del oeste. Su padre le había dicho que era
un lugar de belleza, cultura y poderosa magia, muy alejado de la
poblada Del y su palacio, pero apasionadamente leal a la corona.
Lief se acordó de cómo su padre le había descrito un cuadro que
había visto en la biblioteca del palacio, hacía ya mucho tiempo.
El cuadro mostraba a una gran multitud. Todos eran altos y
esbeltos, con largas caras de piel muy suave, cejas inclinadas, ojos
oscuros y relucientes cabellos negros. Vestían túnicas de muchos
colores, con grandes mangas que rozaban el suelo. Sus manos
estaban entrelazadas encima de sus corazones.
Todos estaban vueltos hacia una gran roca, desde lo alto de la
cual brotaban llamas verdes que se elevaban hacia el cielo. Junto a
la roca, con la cabeza humildemente inclinada, había un hombretón
vestido con toscas ropas de trabajo que llevaba el Cinturón de
Deltora. Una hermosa mujer de negros cabellos permanecía inmóvil
junto a él, con la mano sobre el brazo del hombre.
--Adin amaba a una torana, y ella lo amaba a él -dijo Lief,
hablando lentamente-. Cuando Adin fue proclamado rey, ella fue con
él a Del para gobernar a su lado. El día en que se fueron, los
toranos juraron fidelidad a Adin y a todos los que vinieran después
de él. Otras tribus hicieron lo mismo, pero los toranos, que fueron
los más grandes de entre todos, tallaron su juramento sobre la roca
llameante que se alzaba en el corazón de su ciudad, y lanzaron
sobre ella un hechizo que nunca podría ser roto.
Su mirada se encontró con las de Barda y Jasmine, y el mismo
pensamiento pasó por sus mentes. ¿Qué lugar podía ser más
perfecto que Tora para esconder al heredero del trono?
--Tora queda muy lejos de Del -dijo Barda en voz alta,
escogiendo sus palabras con mucho cuidado para no revelar su
auténtico significado a Dain-. El viaje es peligroso. Pero una vez
allí...
Sí, respondieron en silencio los ojos de Lief. Una vez allí, el rey
Endon podría estar seguro de contar con ayuda. Los toranos
habrían hecho cualquier cosa y corrido cualquier riesgo con tal de
mantener a salvo al rey Endon, la reina Sharn y su pequeño. Y
disponían de la magia suficiente para ello, sin importar lo que el
Señor de la Sombra amenazara con hacerles o la destrucción que
pudiera causar.
--Entonces, ¡sabéis algo acerca de Tora! -exclamó Dain, con el
rostro encendido por una nueva ilusión.
--Pero no como es ahora -murmuró Lief-. Sólo conozco las
antiguas historias. Del no ha vuelto a saber nada sobre e! oeste
desde antes de que yo naciera.
--Y puede que desde mucho antes de eso -intervino Barda,
sosteniendo la mirada llena de preocupación de Dain-. Creo que
quizá no sean únicamente los peligros de Tora los que hacen que
Doom prohiba a su gente ir allí. También está la lealtad a la corona
de Tora. Doom no quiere tener nada que ver con eso. Él desprecia
todo aquello que está relacionado con la familia real. ¿No es así?
Dain bajó los hombros.
--Así es -admitió-. Y Doom tampoco quiere tener nada que ver
con la magia de Tora. Dice que en el pasado dependimos de la
magia para que nos salvara, y que ésta nos falló. Que debemos
aprender a sostenernos sobre nuestros propios pies, y combatir al
Señor de la Sombra mediante la astucia, la fuerza y las armas. Pero
yo...
--Tú sabes que no basta con eso -lo interrumpió Lief-. Y eres tú
quien está en lo cierto, Dain. El Enemigo obtuvo su poder a través
de la hechicería. Por muy resuelta que sea, la fuerza común sólo
puede deshacer una parte de su malvada obra, pero nunca podrá
derrotarlo por completo.
Jasmine había estado escuchando, mirándolos a los tres a
medida que hablaban. Entonces dijo:
--La fuerza de todo un pueblo no puede derrotar al Señor de la
Sombra. Pero el sentido común nos dice lo que debemos hacer a
partir de este momento. Está claro que vamos a viajar por un
territorio que el Enemigo tiene muy vigilado. Habrá muchos ojos
buscando al grupo del que se les ha hablado, ese que está formado
por un hombre, un muchacho y una joven salvaje e indómita con un
pájaro negro -pronunció aquellas últimas palabras con una sonrisa
llena de amargura.
Lief trató de interrumpirla, pero Jasmine levantó la mano para
hacerlo callar.
--Si queremos que no nos encuentren, entonces debemos
separarnos -dijo-. Y dado que Kree y yo somos los que hacemos
que nuestro grupo resulte tan reconocible, debemos seguir otro
camino.
Cogió su mochila. Kree se posó en su brazo. Filli parloteaba
temerosamente.
--¡Jasmine, no! -exclamó Lief.
--¡No nos dejes! -gritó Dain en el mismo instante.
Jasmine se volvió hacia Barda.
--Tengo razón, ¿verdad? -quiso saber-. ¡Díselo!
El hombretón titubeó, pero su rostro ensombrecido por la pena
indicaba que sabía hasta qué punto era sensato su razonamiento.
Jasmine asintió enérgicamente.
--Entonces ya está decidido. Si todo va bien, nos encontraremos
en la costa allí donde termina el río.
Tras pronunciar estas palabras, dijo adiós con la mano y se
adentró rápidamente en la oscuridad. Lief la llamó a gritos y empezó
a seguirla, pero ella no respondió a su llamada y no pudo alcanzarla.
En un breve instante, se convirtió en una sombra trémula entre los
árboles. Y desapareció.
____ 7 ____
--He oído hablar de este lugar a Doom -dijo Dain abatido-. Decía
que sus moradores eran valientes y tenían buen corazón. Doom
quería que se unieran a nosotros, para que estuvieran a salvo. Pero
ellos se negaron a abandonar su pueblo para evitar que cayera en
manos de los piratas. Dijeron que lo defenderían hasta su último
aliento.
--Y parece que así lo hicieron -dijo Barda con voz enronquecida
por la ira.
Mientras se volvía, Lief vio que unas cuantas tiras de gruesa
lana amarilla para tejer habían caído al suelo junto al borde del
letrero. Se puso en cuclillas para recogerlas, pero apartó al instante
la mano cuando vio que habían sido dispuestas siguiendo una
pauta.
____ 8 ____
Steven
Una sucia caravana tirada por un caballo gordo y viejo se dirigía
al pueblo por el sendero del Río Ancho. Al principio, Lief pensó que
había dos figuras sentadas en el pescante del conductor. Pero
cuando la caravana estuvo un poco más cerca vio que se había
equivocado. Sólo había una figura, la de un hombretón de dorados
cabellos y morena piel que entonaba su sorprendente canción con
toda la potencia de sus pulmones.
Un súbito impulso hizo que Lief diera un paso adelante.
--Espera -musitó Barda-. Las apariencias y las palabras pueden
ser engañosas.
Lief asintió, y no se movió de donde estaba. Pero cuando oyó
vacilar la canción del hombre en cuanto la caravana llegó al letrero
medio roto del pueblo, y vio la pena que oscureció sus anchas
facciones, no quiso esperar más.
Las comisuras de la boca del hombre se inclinaron hacia abajo
en cuanto vio cómo los tres salían de las sombras.
--Ah -dijo-. Mal asunto, desde luego. -Bajó de la caravana y miró
a su alrededor, recorriendo el paisaje desolado con la mirada-. Pero
no me sorprende. Llevamos muchos años viniendo aquí cada año
durante nuestros recorridos, y siempre he temido encontrarme con
lo que estoy viendo ahora.
Sacudió la cabeza.
--Se lo advertí. Les dije: «Dejadlo estar, amigos míos. ¡Seguid
adelante! La vida no tiene precio». Pero ellos eran tan valientes, tan
insensatos...
Se pasó una enorme mano por los ojos.
--Has hablado de tus recorridos -dijo Barda, que seguía
recelando de él- ¿A qué clase de recorridos te referías?
El hombre alzó la mirada.
--Oh, señor, yo soy buhonero -dijo en tono afable-. Vendo,
compro y hago trueques. Me llamo Steven B -añadió, señalando las
letras medio borradas por el tiempo que había escritas encima de su
carreta.
___ 9 ___
Hacia delante
En cuanto la caravana se perdió de vista, los compañeros
dieron la espalda a los tristes restos de Donde Se Encuentran Las
Aguas y bajaron hasta la orilla del río Tor. Allí se encontraron con un
pequeño atracadero de madera que sobresalía un poco de la orilla
para adentrarse en las aguas. Un letrero de metal estaba clavado a
un poste.
--Tiene que haber alguna embarcación para pasajeros en esta
parte del Tor. Bajará por el Río Ancho, transportando viajeros y
mercancías a Tora -exclamó Lief-. Por ese motivo hicieron tan alto el
puente. ¿Has oído hablar de esto, Dain?
Dain sacudió la cabeza mientras contemplaba el letrero con ojos
llenos de recelo.
--No tener que caminar estaría muy bien, aunque sólo fuese
para variar un poco... y, además, también sería más rápido -dijo
Lief-. ¿Creéis que deberíamos esperar a que llegue?
Barda sacudió la cabeza con abatimiento.
--No creo. Puede que esa embarcación sólo venga una vez a la
semana, o quizá ni siquiera presta ya sus servicios. Ese letrero es
muy viejo. Y, en cualquier caso, liemos decidido mantenernos
alejados de todos aquellos lugares en los que podamos ser vistos.
Lief accedió de mala gana y siguieron su camino.
Después de que los ríos se unieran, el Tor se ensanchaba y era
más profundo y bastante menos tortuoso. También se veía más
limpio, y el olor a podredumbre ya no era tan intenso. Pero Lief
sabía que, debajo de aquella lisa superficie, formas oscuras y
pálidas flotaban lentamente a la deriva. No habían desaparecido,
sólo se habían sumergido allí donde no podían ser vistas.
A medida que el río se ensanchaba, el paisaje que lo rodeaba
cambiaba también. Los árboles y los matorrales desaparecieron
gradualmente, y los cañaverales se espesaron. Cuando los
compañeros hicieron un alto para pasar la noche, el suelo se había
vuelto pantanoso bajo sus pies.
Después de comer, Dain se acostó. Vio cómo la brillante luna
ascendía por el cielo. Lief, por su parte, se acordó de los paquetes
que le había comprado a Steven y cogió uno, con la intención de
compartir la melcocha con Barda. Pero en cuanto desenvolvió la
dura y reluciente sustancia amarronada vio que, fuera lo que fuese,
aquello no era melcocha. Olía fatal, y sabía todavía peor.
Se sintió bastante avergonzado por haber cometido un error tan
estúpido. Envolvió de nuevo la sustancia y se guardó el paquetito en
el bolsillo. Miro a Barda para comprobar si se había dado cuenta,
pero el hombretón estaba muy ocupado examinando su propia
adquisición, el cinturón bordado. Mientras Lief lo observaba con
curiosidad, preguntándose para quién sería aquel regalo, Barda alzó
la mirada y le hizo señas de que se acercara. Moviéndose con
mucho cuidado para no despertar a Dain, Lief se dirigió hacia él.
--Compré este cinturón por una razón, Lief -murmuró Barda-. La
tela es doble, gruesa y resistente. Creo que deberíamos utilizarlo...
para cubrir el Cinturón de Deltora.
Lief abrió la boca para protestar. Si el Cinturón quedaba
rodeado de tela, entonces él ya no podría tocarlo y ver las gemas.
Perdería el valor del topacio, que fortalecía la mente; el rubí, que
palidecía ante el peligro... y el ópalo, que proporcionaba atisbos del
futuro.
El poder del ópalo llenaba de temor a Lief, pero llevaba días
armándose de valor suficiente para tocarlo. El mapa de su padre
mostraba que el Laberinto de la Bestia se encontraba en la costa
oeste de Deltora, pero su situación exacta no era del todo clara. El
ópalo quizá le proporcionara una pista.
--El río está lleno de enemigos. Y Dain está con nosotros, por lo
menos hasta que lleguemos a Tora -siguió diciendo Barda-. Sólo es
cuestión de tiempo que vislumbre, al menos el Cinturón, por mucho
cuidado que tú tengas.
Lief ahogó su protesta. Barda tenia razón. En realidad, lo sentía
por Dain, porque ni él ni Barda eran capaces de confiar del todo en
el muchacho. Asintió y Barda se puso manos a la obra
inmediatamente, abriendo la costura que cerraba el cinturón
bordado.
Lief apretó los dientes hasta hacerlos rechinar. No disponían de
mucho tiempo. Metió las manos debajo de la camisa y fue pasando
los dedos por encima de las gemas hasta que llegó al ópalo.
Una fantasmagórica claridad azulada. Grandes lanzas de piedra
goteantes suspendidas del techo. Relucientes paredes llenas de
grietas y oquedades por las que corría un líquido lechoso. Y algo
enorme, blanco, con una cola que se mecía de un lado a otro y las
fauces de un color rojo sangre abiertas...
Lief apartó las manos del Cinturón con un gemido ahogado.
Luego cerró los ojos y trató de que desapareciera de su mente
aquella espantosa imagen.
--¿Lief?
Barda extendía impaciente la mano hacia él. Lief se quitó el
Cinturón con dedos temblorosos. Barda lo metió dentro de la banda
bordada y empezó a coser la parte que había abierto. Cuando
terminó, no había ninguna señal que indicara que se había hecho
algún trabajo en ella.
Lief se abrochó la banda de tela alrededor de la cintura por
debajo de su camisa y sintió la extraña aspereza de aquel nuevo
roce contra su piel. Su padre había guardado el Cinturón de Deltora
dentro de un cinturón de cuero durante dieciséis años, pensó. Sí.
era un plan muy sensato.
Pero aun así no podía evitar sentirse inquieto y preocupado.
Regresó a la hoguera y se acostó junto a ella para dormir, deseando
con todo su corazón, y no era la primera vez, que Dain nunca se
hubiera cruzado en su camino.
____ 10 ____
Durante la noche
Un chillido despertó a Lief. Un instante después ya estaba de
pie con la mano encima de la espada. No tenía ni idea de cuánto
tiempo había transcurrido. Estaba muy oscuro. Las linternas se
habían apagado. El cielo era de un negro intenso.
--¡Barda! -susurró-. ¡Dain!
Las dos voces respondieron muy cerca de él. Sus compañeros
también se habían levantado y permanecían alerta.
El chillido volvió a sonar, y Lief comprendió que era Kree. El
pájaro intentaba advertirles de algo. ¿Dónde estaba Jasmine? Lief
quería llamarla, pero sabía que no debía hacerlo. Nadie debía saber
que se conocían.
Voces adormiladas resonaron por toda la cubierta a medida que
los otros pasajeros se despertaban.
--No es más que un pájaro, amor mío -farfulló la mujer de rosa-.
Vuélvete a dormir.
Por un momento todo quedó nuevamente en silencio, roto
únicamente por la suave oscilación de las aguas y el crujir de los
maderos de la embarcación. Pero aun así los sonidos -Lief aguzó el
oído- no eran los mismos que antes. Eran más fuertes. Y se había
añadido uno nuevo: un tenue ruido de madera chocando con
madera.
Otra embarcación...
En cuanto ese pensamiento atravesó la mente de Lief,
movimientos repentinos agitaron la oscuridad y ésta se volvió más
negra alrededor de las barandillas de la cubierta. Pudo oír el eco de
una pesada respiración, y el tenue tintineo del acero. ¡Estaban
abordando la embarcación!
--¡Cuidado! -gritó-. Defended vuestras...
Se oyó un rugido de ira y un súbito rumor de pies que corrían.
Alguien chocó con Lief, tirándolo violentamente al suelo. Se estrelló
contra la cubierta con un golpe sordo, y su frente tropezó con algo
que produjo un delicado sonido musical. «La caja de música»,
pensó Lief confuso. Se llevó la mano a la frente y sintió correr la
sangre.
Confuso y mareado, Lief logró ponerse de rodillas. Lockie el
Rayas chillaba, aterrado. La mujer de rosa gritaba y lloraba. Los
ruidos de la lucha llenaban la oscuridad. Lief pudo oír gemidos y
golpes, un alarido que helaba la sangre y el chapoteo de algo muy
pesado que caía por la borda. También oyó el estrépito del acero
entrechocando.
--¡Danos un poco de luz, idiota! -rugió una voz.
Una por una, las linternas volvieron a brillar. El polípano estaba
encendiéndolas, sonriendo y moviendo las mandíbulas, mientras
saltaba de una a otra. Poco a poco, fueron testigos de una horrible
escena.
Había al menos veinte invasores. Hombres, y también mujeres,
armados con cuchillos, espadas y hachas. Vestían una extraña
mezcla de ropas harapientas y prendas magnificas, sus ojos
relucían, y sus largas cabelleras estaban muy sucias.
Barda, la espalda apoyada en la barandilla de la cubierta,
estaba luchando con dos de ellos. Dain se encontraba junto a él,
manteniendo a raya a un tercero. Lockie estaba hecho un ovillo
sobre la cubierta. La mujer de rosa, gimoteando impotente, se
agarraba al hombre alto y delgado que intentaba quitársela de
encima, escabulléndose como una araña de largas patas que busca
un agujero dentro del cual esconderse. Uno de los jugadores de
cartas yacía muerto en un charco de sangre. El otro había
desaparecido. Lo habrán tirado por la borda, sin duda, pensó Lief,
acordándose del chapoteo.
En cuanto al capitán, no había ni rastro de él. Probablemente
seguía encerrado dentro de su cabina, y Lief estaba seguro de que
no se arriesgaría a salir de ella para defender a unos cuantos
pasajeros. Habían aceptado sus condiciones, pagado su dinero y
corrido el riesgo. El capitán no llevaba una vida entera en aquel río
tan peligroso para acabar así.
Lief se levantó y buscó a tientas su espada. Tenia que ayudar a
Barda. Pero la cubierta parecía estar dando vueltas. Lief no pudo
moverse lo bastante deprisa. Vio con horror cómo uno de los
oponentes de Barda se abalanzaba sobre él después de haber
cogido una antorcha, y trataba de golpearle la cara con ella. Barda
retrocedió para escapar de la llama. La barandilla de la cubierta
crujió y empezó a partirse.
--¡No! -gritó Lief, corriendo hacia su compañero. Pero un
instante después toda aquella sección de la barandilla cedió.
Barda, el pirata y la antorcha cayeron al agua. Hubo un
tremendo ruido de burbujeo, y luego el silencio.
--¡Barda! -chilló Lief, yendo hacia la brecha con paso
tambaleante. Ninguna cabeza salió a la superficie del agua. Ya no
había luz. Todo estaba oscuro.
Lief se preparó para saltar. Sólo sabia que tenia que salvar a
Barda, desaparecido en algún lugar de aquellas negras aguas.
Desesperado, estaba a punto de lanzarse por la borda cuando sintió
que unas manos tiraban de él y lo arrojaban sobre la cubierta.
--¡No hasta que te hayamos dejado bien limpio, muchacho! -se
rió el hombre que se inclinaba sobre él, un hombre con una nariz
que le llegaba casi hasta la barbilla y unos dientes que habían sido
limados hasta dejarlos tan afilados como cuchillos-. ¡Luego los
gusanos podrán quedarse contigo!
Todo estaba borroso. Súbitas punzadas de dolor atravesaron la
cabeza de Lief mientras era zarandeado de un lado a otro sobre la
cubierta. Le arrancaron la capa, le cogieron su espada y su bolsa
del dinero y le quitaron la banda bordada de su cintura.
--¡No!
Lief gimió y trató de incorporarse. Una pesada bota le pateó las
costillas.
--Termina con él, Finn, y con el otro -vociferó una voz.
Finn... Lief se removió al oír aquel nombre, uno de los que había
visto escritos en las paredes de Donde Se Encuentran Las Aguas.
--El otro es valioso -respondió una voz más grave-. Está con la
Resistencia. Lo he visto con Doom. Los guardias pagarán oro por él,
pero vivo.
--¡Mirad lo que he encontrado cuando trataba de atacarnos por
la espalda!
Una mujer enorme de largos cabellos rojos salió de detrás de la
cabina, sonriendo, con Jasmine atrapada entre sus robustos brazos.
Los pies de ésta se agitaban en el aire a una buena distancia de la
cubierta. Se debatía y daba patadas mientras mordía las manos que
la sujetaban, pero la mujer ni siquiera se daba cuenta.
--¡Unas ropas magníficas para una dama magnífica! -rugió-.
¿Verdad que yo estaría preciosa con ellas?
Arrancó de un manotazo el chal púrpura, y la enredada melena
negra de Jasmine se desparramó sobre su espalda. Después la
mujer se dispuso a romper los cordoncillos dorados que sujetaban la
capa alrededor de la garganta de Jasmine.
Entonces se oyó un estridente graznido, y una sombra negra se
precipitó sobre su cabeza. Con un seco chasquido, un afilado pico la
golpeó justo encima de la oreja. La mujer chilló y se tambaleó, y la
presa con la que sujetaba a Jasmine se aflojó.
En un abrir y cerrar de ojos Jasmine se liberó. Un instante
después, su daga estaba en su mano, y su pie calzado con la bota
lanzaba una terrible patada.
La mujer aulló y se desplomó hacia atrás, chocando con el
atacante de Lief y haciendo que cayera al suelo. Jasmine levantó a
Lief y le pasó su segunda daga.
--¡Ponte detrás de mí! -ordenó- ¿Dónde está Barda?
--Ya no está -musitó Lief.
Los ojos de Jasmine se oscurecieron. Mientras Kree se posaba
en su brazo, se volvió para hacer frente a los piratas enseñándoles
los dientes.
Lief los vio titubear, y pensó que no era extraño que lo hicieran.
La elegante dama, a la que creyeron poder robar con tanta facilidad,
se había transformado delante de sus ojos en una temible guerrera,
cuya daga relucía tan brillantemente como las espadas que ellos
blandían. Hasta el polípano se había quedado boquiabierto de puro
asombro. Y la mujer de rosa...
Tenía la boca abierta. Sus ojos, enormes y encendidos, estaban
clavados en Jasmine. Y mientras la miraba, algo empezó a
sucederle a su cara. Fue como si aquellos ojos inflamados la
estuvieran derritiendo. La carne estaba palideciendo. Los rizos
rosados se encogían y retrocedían rápidamente, regresando al
cráneo que se hinchaba para revelar la marca en lo alto de la frente.
Sus brazos y sus hombros hervían y se retorcían. De pronto su
cuerpo entero empezó a contorsionarse hacia arriba,
estremeciéndose con el tenue resplandor de una fría llama blanca.
--¡Ol!
El grito de terror resonó por toda la cubierta. Y los piratas se
dispersaron al instante, corriendo hacia la barandilla y llevándose
consigo a Dain y todo su botín. Sus pies chocaron con la cubierta de
su propia embarcación. El polípano saltó tras ellos, parloteando y
bufando de miedo. Los remos crujieron y golpearon el agua cuando
los rufianes se inclinaron sobre ellos para que los alejaran del
peligro, y les permitiera huir río abajo.
Pero el ol no les prestó ninguna atención. Sus ojos abrasadores
seguían fijos en Jasmine. La boca sin dientes se frunció en una
ávida mueca. El ol saltó hacia delante, con sus largos y blancos
dedos estremeciéndose nerviosos, mientras se extendían hacia el
cuello de Jasmine.
____ 12 ____
Sombras
La aureola helada del ols llegó antes que el propio monstruo,
trayendo consigo un frío que paralizaba los miembros, hacía arder
los ojos y convertía los labios en hielo. Jadeando y retrocediendo
con paso tambaleante mientras intentaba proteger a Lief con su
cuerpo, Jasmine dirigió su daga hacia aquellos blancos dedos que
trataban de sujetarla. Medio aturdido por el frío, Kree se lanzó contra
la puntiaguda cabeza de la criatura.
Pero nada podía detener a aquella cosa. Los dedos de una
mano se extendieron hacia delante y agarraron por el cuello a
Jasmine, levantándola del suelo. Casi como al descuido, la otra
mano inmovilizó en una presa de hierro helado el brazo con el que
Lief empuñaba la daga. Ésta cayó sobre la cubierta con un ruidoso
tintineo metálico.
La luna asomó por detrás de las nubes. Su fría luz blanca
inundó la cubierta y se derramó sobre el rostro de Lief. «Vamos a
morir», pensó casi con asombro. Los minutos se hacían eternos.
Entonces el ol se convulsionó de forma violenta. Como en un
sueño de terror, Lief alzó la mirada hacia el vasto cuerpo ondulante
y vio algo afilado y reluciente que salía del lado derecho del pecho
del ol, cada vez más largo, más largo...
La presa que le sujetaba el brazo se aflojó de pronto. Lief vio
caer a Jasmine. El ol se inclinó hacia delante.
--¡Quítate de en medio, idiota! -rugió una voz.
Lief rodó desesperadamente hacia un lado. El ol se desplomó
sobre la cubierta, con la madera de la larga pértiga rematada por un
pincho que acababa de atravesarle el corazón, sobresaliendo de su
espalda. Su carne se abultó y empezó a temblar violentamente.
Rizos rosados y un solo ojo azul burbujearon de forma horrenda en
la blancura.
Sonriendo con expresión salvaje, el capitán extrajo la pértiga y
de una patada arrojó al río el cuerpo, que ya empezaba a encogerse
rápidamente.
--¡Ols! ¡Los odio! -gruñó.
Lief se arrastró hacia Jasmine. Filli le hablaba atropelladamente,
intentando que la joven abriera los ojos. Jasmine respiraba, pero su
cuello estaba tan rojo como si se lo hubiera quemado.
La mochila de Dain seguía encima de la cubierta. Lief la abrió,
sacó de ella el recipiente de miel y esparció un poco de la dorada
sustancia sobre la boca de Jasmine.
--Lámete los labios, Jasmine -susurró-. La miel te ayudará,
como ayudó a Barda -añadió, y un nudo de dolor le oprimió la
garganta al pronunciar el nombre de su compañero.
El capitán estaba mirando a su alrededor mientras sacudía la
cabeza. La cubierta estaba llena de cuerpos de piratas.
--Parece que tu padre se encargó de una buena parte de esa
escoria antes de caer por la borda -dijo-. También se cargaron a tu
hermano, ¿verdad? Si es que realmente era tu hermano, cosa que
dudo.
Lief tragó saliva.
--Se llevaron a Dain -consiguió decir-. Tengo que seguirlos, y
rescatarlo.
«Y recuperar el Cinturón. ¡El Cinturón!»
Las palabras resonaron como un alarido dentro de la mente de
Lief, y el horror de lo que acababa de ocurrir volvió a adueñarse de
él.
El capitán se acercó un poco más y miró a Jasmine con ojos
llenos de curiosidad. Filli siseó y mostró sus diminutos dientes, con
todo el pelaje erizado. El capitán saltó hacia atrás y cayó encima de
un montón de tablas. Se oyó un chillido, y Lockie el Rayas salió a
rastras de su escondite.
--No aguanto este río -gimió-. ¡Nunca más! Voy a retirarme. ¡Me
da igual morir de hambre!
--¡Eso es lo que dices siempre, condenada babosa cobarde! -
gruñó hoscamente el capitán-. ¿Qué pasa con mi barandilla de la
cubierta? ¿Y qué me dices de mi polípano? ¿Quién va a pagar por
ellos?
--¿Y a quién le importa eso? -gritó Lief-. ¿Cómo puede hablar
de dinero, cuando la cubierta está llena de sangre?
Lágrimas de ira aparecieron en sus ojos y los sintió arder.
El capitán se volvió hacia él con una sonrisita despectiva en los
labios.
--¡Si realmente piensas eso, ya puedes ir bajando, muchachito! -
gruñó-. Tú, tu amiga, la gata salvaje, y ese pájaro chiflado suyo. Me
alegraré mucho de veros marchar. ¿Acaso piensas que no sé por
qué os atacó ese ol? La reconoció, ¿verdad? Tenía órdenes de
acabar con ella. Y también contigo, por lo que sé.
Se volvió hacia Lockie el Rayas.
--Coge el bote de remos y llévalos hasta la orilla -ordenó
secamente-. ¡No quiero volver a verlos! Regresaremos a Río Ancho
para reparar los daños.
Cuando Lockie, muy abatido, dejó a Jasmine y Lief en la orilla y
volvió remando al Reina del Río, el vapor ya salía de la chimenea de
la embarcación. Unos instantes después, la cadena del ancla
tintineó y la rueda de paletas empezó a moverse. La embarcación
viró y se alejó río arriba, dejando a los compañeros con la mochila
de Dain y una manta como únicos recursos.
Jasmine estaba consciente, pero apenas podía hablar. Cogió
otra cucharada de miel y la tragó con un penoso esfuerzo.
--¿Qué vamos a hacer? -masculló después.
--Seguir a los piratas y recuperar el Cinturón -musitó Lief, con
más confianza de la que sentía.
Jasmine asintió sin levantar la cabeza.
--También tienen a Dain, además del Cinturón -dijo-. Tenemos
que ayudarle. Barda hubiese querido que lo hiciéramos.
Todo su cuerpo temblaba. Lief cogió la manta y la envolvió con
ella. Luego se sentó a su lado para darle calor.
--¡Si al menos supiéramos adónde planeaban ir los piratas! -
dijo-. El agua del Manantial del Sueño nos habría ayudado a
averiguarlo. Pero toda la que nos quedaba está en las mochilas.
Alzó la mirada hacia el cielo. Las estrellas estaban
desapareciendo. La embarcación de los piratas ya tenía que estar
muy lejos de allí.
--Debemos irnos -dijo Jasmine-. ¡Se están alejando!
Trató de incorporarse, pero cayó de nuevo. Lief la cubrió de
nuevo con la manta. La cabeza le palpitaba dolorosamente.
--Barda habría dicho que debíamos descansar -dijo-, que
intentar alcanzar a nuestros enemigos cuando estamos tan débiles
para luchar sería absurdo. Y tendría toda la razón. Barda casi
siempre tenía razón.
--Me alegra oírtelo decir -gruñó una voz familiar.
Y entonces Barda salió caminando de entre las sombras,
empapado y temblando, ¡pero vivo! La sorpresa fue tan grande que
por un instante Lief no pudo hablar. Pero el alivio y la alegría que
sentía debieron de reflejarse en su rostro, porque Barda sonrió y le
dio una palmada en el hombro mientras se sentaba con un gemido
de cansancio.
--¿Pensabas que me había ido para siempre? -preguntó-.
Bueno, confieso que yo también lo pensé. Pero conseguí quitarme
de encima a ese rebanador de cuellos que se cayó por la borda
conmigo. Y los gusanos, si gusanos son, debían de estar ocupados
con alguna otra presa.
--El hombre que jugaba a las cartas -sugirió Jasmine con voz
enronquecida. Se llevó la mano a la garganta mientras hablaba,
pero era evidente que el dolor no era tan intenso, gracias a la miel
de la Abeja Reina. Y el regreso de Barda le había dado nuevos
ánimos.
Barda asintió con expresión solemne.
--Puede que sí. No recuerdo gran cosa de cómo llegué a la
orilla. Sólo hace unos minutos que recuperé la consciencia. Oí el
ruido de la embarcación, y luego vuestras voces que provenían de la
orilla.
--Se han llevado el Cinturón, Barda. -Para Lief suponía una
auténtica agonía decirlo-. También cogieron mi espada, todas
nuestras pertenencias... y a Dain.
Barda respiró hondo.
--Bien -dijo finalmente-, entonces tendremos que ocuparnos de
eso.
Se levantó.
--Pero lo primero que tenemos que hacer es secarnos y entrar
en calor -dijo después-. Encenderemos una hoguera con un buen
fuego. Y si algún enemigo la ve y decide atacarnos, será bienvenido.
Una banda de piratas y un ol no han podido acabar con nosotros,
¿verdad? ¡Pues que otros lo intenten, si se atreven!
Lief se levantó y le ayudó a recoger madera. La terrible
desesperación que lo dominaba se había disipado con el regreso de
Barda. Pero mientras caminaba por la desnuda arena, que
empezaba a iluminarse con la llegada del alba, su corazón seguía
estando lleno de pesar.
Proponer valientemente seguir a los piratas hasta caer sobre
ellos estaba muy bien. Pero cuando los compañeros llegasen a la
costa, la maltrecha embarcación ya estaría sin duda escondida en
algún estuario bien protegido. ¿Cómo se las arreglarían para dar
con ella?
Vio unas cuantas tablas viejas que la corriente había traído a la
orilla, y se dirigió hacia ellas. En aquel instante se dio cuenta de que
había algo más en el agua detrás de las tablas. Parecía un montón
de basura y harapos, pero no lo era. Era un hombre, y estaba
muerto.
--¡Barda! -gritó.
Barda fue enseguida, y juntos subieron el cuerpo a la arena.
--Es el pirata que cayó al agua conmigo -dijo Barda-. Al parecer
no tuvo tanta suerte como yo.
Lief contempló aquel rostro macilento. Muerto, el pirata parecía
más patético que salvaje. Vio cómo Barda se ponía en cuclillas junto
al cadáver y empezaba a tirar de las ropas, registrando los bolsillos
en busca de armas o cualquier otra cosa de valor. Hubo un tiempo
en el que ninguno de los dos hubiese imaginado que le robarían a
un muerto. Pero ese tiempo ya había quedado muy atrás.
De pronto Barda soltó una exclamación y se sentó sobre los
talones. Sostenía algo en la mano, un delgado paquetito envuelto en
tela embreada. Lo desenvolvió con mucho cuidado. El papel que
había dentro estaba mojado, pero no se había roto. Barda lo puso
encima de la arena y Lief se inclinó sobre él. Incluso a la tenue
claridad del amanecer, enseguida pudo ver lo que era.
--Es el camino que lleva al Laberinto de la Bestia -musitó Barda.
--¿Los piratas se dirigen hacia el Laberinto? Pero ¿por qué? Es
un lugar terrorífico -dijo Lief, sintiendo que el corazón le palpitaba
violentamente.
--Eso a ellos les da igual, si han oído hablar de una gran gema
que está escondida allí. -Barda apretó los dientes- Y seguro que lo
saben, Lief. Van a ir en su busca. Y ahora tienen el Cinturón para
ayudarlos.
____ 13 ____
Desastre
Dos días después los compañeros estaban en la orilla,
contemplando el vasto mar azulado, salpicado de espuma. El viento
tiraba de sus ropas y les revolvía los cabellos. Durante su viaje,
marcado por el hambre y el frío, vieron varias aldeas amuralladas al
otro lado del río, e incluso pasaron por un puente. Pero de los
piratas no había ni rastro, e incluso ahora su embarcación no era
visible en parte alguna.
Para Jasmine, que nunca había visto el mar, el océano era un
nuevo espectáculo y un acontecimiento que la llenaba de asombro.
Para Lief, al principio, fue como una brisa llegada del hogar. No
tanto por poder contemplarlo, puesto que ya hacía mucho tiempo
que el Señor de la Sombra había prohibido la costa a las gentes de
Del, sino por el sonido y el olor, y el sabor de la sal en sus labios
que le resultaron dolorosamente familiares.
Pero unos instantes bastaron para que la sensación se disipara
y algo parecido a la aversión ocupara su lugar.
Aquélla no era la costa de Del. Aquella costa estaba desierta y
completamente silenciosa, salvo por el viento y el retumbar de las
olas. No había ni rastro de ningún ser vivo. No había peces saltando
en las aguas, o cangrejos correteando por la arena. Y Kree era el
único pájaro que podía verse.
Lief se apartó de la espuma siseante que se arrastraba hacia
sus pies. Toda la suciedad del río Tor terminaba vertiéndose en
aquel mar. Su limpia y centelleante superficie era engañosa, porque
debajo de ella se agitaban todos los desperdicios y cosas malvadas
que el río se había visto obligado a llevar consigo durante tanta
distancia. Gusanos asesinos se removían en sus profundidades,
alimentándose con los cuerpos de los muertos y arrastrándose
sobre los restos de las embarcaciones hechas pedazos. Y al final de
la larga tira de arena que se extendía a la izquierda de Lief, debajo
de aquel promontorio que parecía un rostro cansado, estaba el lugar
al que llamaban el Laberinto de la Bestia.
Lief volvió bruscamente la cabeza para poder mirar hacia su
derecha a través del final del río. Más allá de la agitación de las
aguas, se extendía más arena hasta otro lúgubre promontorio que
se alzaba desde una base de lisas rocas. Mientras lo contemplaba,
un gran chorro de espuma salió disparado hacia las alturas desde
aquella roca. Era como si alguna gigantesca criatura escondida le
escupiera un inmenso chorro de agua al cielo.
Jasmine dejó escapar un suspiro de perplejidad.
--No temas -murmuró Lief-. Es un respiradero. Mi madre me
habló de ellos. El agua se abre paso por un túnel que queda oculto
bajo la roca, y luego sale disparada en forma de chorro por un
agujero que se encuentra muy lejos de allí, por donde entró en el
túnel.
--No me he asustado -se apresuró a decir Jasmine-. Sólo me
sorprendió... por un instante. Pero me alegro de que no tengamos
que ir por ese camino.
«Este camino tampoco nos reserva muchas alegrías», pensó
Lief mientras echaba a andar por la arena mojada con sus
compañeros. El viento soplaba alrededor de sus orejas. La costa
estaba vacía, y el interior tenía un aspecto vagamente amenazador.
Lief, Barda y Jasmine llevaban mucho tiempo tomando grandes
precauciones. Habían soportado la separación, se habían escondido
y arrastrado sigilosamente. Pero allí, donde los sirvientes del Señor
de la Sombra estarían observando y esperando, no les quedaba otra
elección que mostrarse.
No había ningún lugar donde poder esconderse. Y ya no tenían
el Cinturón para advertirles de la proximidad del peligro.
Lief miró a Barda y experimentó la misma sensación de
desconsuelo que había sentido muchas veces durante los dos
últimos días. El hombretón andaba con la cabeza baja, como si
hubiera olvidado que en cualquier momento el peligro podía surgir
de los cielos o de debajo de la arena. Seguía mansamente a
Jasmine, quien encabezaba la marcha, mirando en todas
direcciones.
El inesperado hallazgo del mapa de los piratas, que había
infundido nuevas energías a Lief y Jasmine, había vuelto
extrañamente pensativo y distante a Barda. Salvo para apremiarlos
para que fueran más deprisa, el hombretón apenas había dicho
nada mientras bajaban por el curso del río. Sus compañeros
hablaban de sus esperanzas y sus temores, y él se limitaba a
escuchar.
Estaba claro que tenía algo en la cabeza, y que no quería
compartirlo. Cuando Lief corría algún riesgo, Barda no protestaba.
Cuando Jasmine se inclinaba para recoger algo que las aguas
habían traído a la orilla. Barda no decía nada. De hecho, se
mostraba tan paciente y amable que Lief empezó a sentirse
incómodo, y descubrió que deseaba oír gruñir una vez más al viejo y
siempre irritable Barda.
Jasmine miró hacia atrás, y Lief vio cómo fruncía el ceño y su
frente se oscurecía cuando se dio cuenta de que Barda caminaba
con la cabeza baja. Lief se apresuró a alcanzarla.
--¿Crees que puede estar enfermo? -susurró Jasmine-. ¿O es
que simplemente está desanimado?
Lief sacudió la cabeza.
--Nos hemos visto en situaciones desesperadas otras veces, y
nunca se ha rendido -replicó-. No, esto es algo distinto. Quizá...
quizá percibe que se aproxima algún gran desastre.
Esta vez fue él quien miró de soslayo a su compañero. Y, tal
como esperaba, Jasmine resopló y sacudió la cabeza.
--¡Barda no tiene poderes mágicos! ¡No puede ver el futuro! Y
aunque pudiera, ¿qué desastre podría ocurrirnos peor del que ya
hemos vivido?
Volvió a mirar hacia delante con expresión sombría. Ya casi
habían llegado a las rocas. Llamó a Kree para que viniera a reunirse
con ella, encogió los hombros contra el frío y esperó a que Barda la
alcanzara.
El risco roído por el viento fruncía el ceño por encima de ellos.
Las rocas se alzaban formando crueles picos, y luego descendían al
interior de cañadas salpicadas de oscuros agujeros. Las olas se
estrellaban contra ellas, rociando a los compañeros con espuma,
cuando éstos iniciaron cautelosamente la peligrosa travesía. Seguía
sin haber ni rastro de los piratas, o de cualquier otro enemigo.
«Qué extraño -pensó Lief nervioso-. ¿Por qué...?»
Entonces vio la cueva. Abría su entrada en la cara del
acantilado, justo más allá de donde se había detenido Lief, una boca
oscura y secreta situada por encima del alcance de las rocas, y
escondida desde ambos lados por escarpados peñascos.
Llamó con un gesto de la mano a Barda y Jasmine, y los tres se
dirigieron en silencio hacia la entrada de la cueva. Una tenue
corriente de aire frío y húmedo acarició sus rostros. Era como el
aliento del mar, un hálito impregnado de sal y muerte.
Filli gimoteó desde su escondite, debajo de la chaqueta de
Jasmine. La joven levantó una mano para calmarlo y se adentró en
la penumbra.
Lief y Barda se apresuraron a seguirla. Lief parpadeó y esperó a
que sus ojos se acostumbraran a aquella tenue claridad. Pero antes
de poder ver algo, ya sabía que la cueva se hallaba totalmente
vacía. Ningún lugar en el que respirase un ser vivo podría estar tan
silencioso.
Y aun así sentía un extraño hormigueo en la piel, como si algún
peligro lo estuviera amenazando. De pronto oyó cómo Jasmine
tragaba aire con una brusca inspiración y Barda dejaba escapar un
gemido ahogado. Lief empuñó la daga que colgaba de su cinto...
Y entonces vio lo que sus compañeros habían visto antes que
él.
Un gran agujero abría sus fauces en el suelo para conducir a
una fantasmagórica oscuridad. La arena amontonada a su alrededor
indicaba que había sido abierto recientemente. Había huellas de
botas por todas partes.
Un papel yacía medio enterrado en la arena. Lief lo cogió. Era
una copia del mapa de los piratas.
Lief leyó el mensaje con voz temblorosa.
--Doom adivinó cuál era nuestro destino. ¡Nos ha traicionado! -
chilló Jasmine.
Lief obligó a sus rígidos labios a que se movieran.
--Quizá todavía no sea demasiado tarde. Puede que los piratas
no hayan encontrado la gema. Quizá la Bestia del Laberinto los
haya matado.
--Me temo que eso es esperar demasiado -dijo Barda.
El hombretón había recogido otro objeto de la arena. Era una
cajita hecha con la concha de una gran ostra. Sus bisagras estaban
rotas como si unas manos codiciosas las hubieran forzado.
--Tienen la gema -dijo Barda- Tienen la gema, y tienen el
Cinturón. Hemos llegado demasiado tarde. Se acabó.
--¡No! ¡Debemos perseguirlos! ¡Tenemos que dar con ellos! -dijo
Lief, arrugando el papel entre sus dedos.
--No te engañes -dijo Barda en tono cansado-. Con semejante
riqueza en sus manos, los piratas no necesitan regresar al río. A
estas alturas ya estarán muy lejos mar adentro, interponiendo toda
la distancia posible entre Doom y ellos, y buscando a desconocidos
con los que negociar. Están fuera de nuestro alcance.
Puso cariñosamente la mano en el hombro de Lief.
--Es un golpe muy duro, pero tenemos que aceptarlo -dijo-.
Nuestra búsqueda ha terminado. Debemos regresar a Del. -Dio una
patada a los montones de arena-. Piensa en esto, Lief. Ahora tus
padres podrán ser liberados. Puedes ir al palacio y presentarte allí...
fingir que sólo huíste de casa, tal como dijo tu padre.
«Nuestra búsqueda ha terminado. Acéptalo.» Lief asintió muy
despacio y pensó con abatimiento en Dain, al que ya nunca podrían
ayudar.
Jasmine se mantuvo callada durante todo el rato. Lief la miró.
La joven estaba de pie al otro lado de la caverna, totalmente inmóvil.
Kree permanecía posado en su brazo como una estatua tallada. El
rostro de Jasmine quedaba oculto entre las sombras, pero algo
relucía tenuemente en su mano. Lief se quedó helado.
Jasmine había desenvainado su daga. Pero ¿por qué? ¿Y por
qué estaba tan quieta? Como si temiera moverse. Como si temiera
alertar...
Lief empezó a volverse. Y de pronto, como una serpiente que
ataca, alguien, que se le había acercado sigilosamente por detrás,
se abalanzó sobre él. Barda alzó los brazos con un alarido de
agonía, cuando una gran espada dio en el blanco que buscaba,
atravesándole el pecho.
Lief oyó cómo el grito salido de sus labios creaba ecos dentro
de la caverna. Con los oídos zumbándole y el corazón desgarrado
por el dolor, dio media vuelta con la daga en la mano, listo para
saltar sobre el atacante.
Y entonces se quedó estupefacto. Porque ante él, jadeante y
agotado, estaba otro Barda retirando su espada manchada de
sangre del cuerpo que yacía en el suelo.
_____ 14 _____
Encuentros
Lief se volvió para contemplar a la figura que yacía sobre el
suelo. Sintió que se le revolvía el estómago cuando vio cómo se
disolvía el rostro mientras el cuerpo se desmoronaba para quedar
convertido en una masa convulsa. Las largas manos engarfiadas del
compañero de danza de la dama de los rizos rosados emergieron de
la blancura, para dejar paso rápidamente a la cabeza de un pájaro
blanco del río y muchos otros ojos y bocas que Lief no reconoció.
--¡Un ol! -murmuró.
--¡Pues claro! -gruñó la voz de Barda detrás de él- ¿Cómo
habéis podido dejaros engañar?
Al oír aquel gruñido lleno de irritación tan agradablemente
familiar para él, Lief dejó caer la daga con un grito de alegría y rodeó
los hombros de Barda con los brazos.
--Eh, tranquilo, tranquilo -dijo el hombretón, visiblemente
incómodo, aunque sin apartarse.
--¡Cuando te he visto en la entrada de la cueva, no podía
creerlo! -Jasmine había corrido hacia Barda y lo estaba abrazando a
su vez-. ¿Cómo ha podido ocurrir esto?
Barda sacudió la cabeza.
--El ol creía que yo había muerto. Pero no se me mata tan
fácilmente. Me arrastré hasta la orilla y luego tardé mucho tiempo en
recuperar las fuerzas suficientes para poder seguir vuestras huellas.
Sacudió la cabeza.
--Había unas pisadas en particular que me tenían perplejo. Pero
cuando llegué aquí, lo entendí todo -dijo mientras contemplaba con
una mueca de repugnancia los restos del ol, que ya habían quedado
reducidos a un charco burbujeante sobre el suelo de la cueva.
--¡Tenía que haberlo sabido! -dijo Lief-. ¡Tú... esa cosa, quiero
decir... habló de cómo habíamos escapado de los piratas y de un ol!
Pero tú ya te habías caído por la borda antes de que el ol, que era la
mujer de los rizos rosados, revelase su verdadera identidad. ¿Cómo
podías saberlo?
--¡Y no me extraña que se mostrara tan callado y amable! -
exclamó Jasmine-. Podía copiar tu apariencia y tu voz, y aprender
acerca de nosotros a partir de lo que decíamos. Pero no sabía cómo
tenía que comportarse. ¡No había tenido tiempo suficiente para
aprender cómo eres realmente!
Barda levantó una ceja y Jasmine se dio cuenta, demasiado
tarde, de que sus palabras no habían sido muy elogiosas. Fingió
estar muy ocupada recogiendo la segunda daga y metiéndosela en
la bota.
--Puede que yo no sea demasiado tranquilo y cariñoso por
naturaleza, Jasmine -dijo Barda secamente-. Pero por otra parte,
nunca me habríais persuadido de renunciar a nuestra búsqueda,
debido a un pequeño problema.
--¿Un pequeño problema? -exclamó Lief-. ¡Los piratas tienen la
sexta gema, y el Cinturón! ¡Y se encuentran muy lejos de aquí!
--¿Cómo sabes que están lejos? -replicó Barda-. ¿Porque un ol
te lo dijo? Por lo que tú sabes, los piratas podrían haber buscado
refugio en una cala justo detrás del promontorio y encontrarse allí en
este preciso instante.
Señaló el agujero abierto en la arena.
--Y si han encontrado la gema, pues mucho mejor. Prefiero
obtenerla de ellos que hacer frente a la Bestia.
La terrible visión que le había proporcionado o] ópalo volvió a
aparecer en la mente de Lief. De pronto deseó respirar aire fresco.
Se volvió y, sin mirar por dónde iba, salió de la cueva...
... directamente hacia los brazos de un hombre que sonreía con
una nariz ganchuda que casi rozaba el mentón, con dientes
amarillentos que habían sido limados hasta convertirlos en afilados
pinchos, y con feroces ojos que relucían con un destello triunfal.
El Glus
Lief empezó a hablarle con un susurro apremiante. El polípano
lo escuchó. Al principio sacudía la cabeza y luego, finalmente,
asintió y se fue corriendo.
Barda y Jasmine no se dieron cuenta de lo que acababa de
hacer Lief. Los dos tenían toda su atención puesta en Dain.
El muchacho se mordía el labio, todavía confuso y afectado por
lo que había oído decir a los piratas.
--Yo creía que conocía a Doom -musitó-. Pero en realidad lo
conozco muy poco. Finn habló de él... como si tuviera poderes que
van mucho más allá de los que posee un hombre corriente.
--¡Pues entonces Finn es un idiota! -dijo Jasmine con voz
decidida, levantando el mentón mientras todos la miraban-.
Acordaos de que yo luché con Doom en Rithmere -siguió diciendo-.
Entonces sentí su peligro, y lo entendí. A Doom le da igual vivir o
morir. No sé cuáles han sido sus sufrimientos, pero le han marcado
tanto el corazón como el rostro. Ahora, en él sólo anida la ira, la
amargura y una fría resolución.
--Así que ya no le queda nada que perder -murmuró Barda.
Jasmine se estremeció.
--Eso es lo que lo convierte en un enemigo tan terrible. Ésa es
la fuente de su poder. Pero se trata de un poder que yo nunca
querría tener -dijo, alzando la mano para acariciar el suave pelaje de
Filli.
Chett llegó parloteando a toda velocidad y tiró con impaciencia
de la manga de Lief.
--Pónmelo debajo de mi camisa -susurró Lief-. Sólo entonces...
Esta vez, Jasmine y Barda, y también Dain, estaban mirando.
Lief vio cómo sus amigos abrían los ojos, sorprendidos, cuando el
polípano, gruñendo, abrochó el cinturón bordado debajo de su
camisa. Vio cómo miraban con expresión de temor a Finn, que
bebía y comía con sus compañeros, sin darse cuenta de que lo
habían robado.
--Eres un ladrón realmente magnífico, Chett -manifestó Lief.
Luego se tumbó sobre el costado y dejó que el polípano cogiera
de su bolsillo lo que quería: el paquetito que le había comprado a
Steven. La criatura desenvolvió la reluciente sustancia marrón, se la
metió en la boca y empezó a masticarla con expresión extasiada.
--Parece ser que esta goma es la golosina favorita de los
polípanos -dijo Lief-. Chett fue con los piratas sin saber que ellos no
tenían, así que no podían emplearla como recompensa, como lo
hacía el capitán del Reina del Río. Ha sido una suerte que yo tuviera
un poco, ¿verdad?
Barda se humedeció los labios.
--Jasmine tiene una segunda daga en su bota. ¿Crees que
Chett la sacaría de allí, a cambio de otro trozo de esa goma? -
preguntó.
El polípano sacudió violentamente la cabeza.
--Ya lo he intentado -respondió sin inmutarse-. Pero Chett no se
atrevió a ir tan lejos. Le dije que Nak y Finn nunca descubrirían
quién lo había hecho...
--¡Desde luego que no! -convinieron Barda y Jasmine al mismo
tiempo.
Pero el polípano seguía sacudiendo la cabeza mientras lanzaba
ávidas miradas a los bolsillos de Lief.
--Así que entonces le pedí mi cinturón -dijo Lief, intentando no
mirar a Dain-. Tiene mucho valor para mí, Barda, porque fuiste tú
quien me lo dio.
--Claro. -Barda asintió-. ¿Y el otro pequeño tesoro? Ya sabes,
esa joya tan bonita que los piratas encontraron hace tan sólo uno o
dos días. La que estaba guardada en una cajita hecha con la
concha de una ostra...
--Chett no parece haber oído hablar de ella -dijo Lief-. Creo que
Finn se la ha guardado para él.
--¿Un tesoro?
Milne, súbitamente interesado, se acercó y los miró con ojos
inyectados en sangre. Dain también se incorporó sobre un codo y
los miró.
Pensando que quizá estaba cometiendo una insensatez, Lief
siguió hablando.
--Teníamos un mapa, pero llegamos al lugar demasiado tarde.
Finn ya había estado allí. ¡Espera! Te lo enseñaré.
Le habló en susurros al polípano. Masticando frenéticamente y
sonriendo con deleite, la criatura metió la mano en otro de los
bolsillos de Lief y sacó el mapa que éste había encontrado encima
del suelo de la cueva. Luego fue trotando hacia Milne y se lo puso
delante. Después volvió corriendo hacia Lief, quien se apresuró a
tenderse de lado para que el polípano pudiera reclamar su segunda
recompensa.
Milne contempló el papel con los ojos entornados. Sus labios se
movieron mientras iba leyendo las palabras, especialmente la nota
que había en un lado y que estaba firmada «Doom». Después
guardó silencio. Luego, soltando una risita burlona, se acostó
nuevamente sobre la espalda y volvió la cabeza.
Antes de que Lief tuviera tiempo de preguntarse a qué se debía
aquella reacción, alguien le puso en pie.
--¡Es hora de librarnos de nuestra basura! -sonrió Finn,
sacudiéndolo por el cuello de la camisa.
Los otros piratas, con los rostros colorados de tanto comer y
beber, fueron hacia sus víctimas y empezaron a sacarlas a rastras
de la caverna hacia la gran extensión de roca lisa que se prolongaba
por encima del mar. Dain, que seguía sentado, gimió impotente
mientras se debatía con las cuerdas que lo ataban.
--¡Escuchadme! -gritó entonces Lief con toda la potencia de sus
pulmones-. ¡Finn os ha engañado! ¡Tiene un tesoro que no ha
compartido con vosotros! ¡Encontró una gran gema!
De pronto reinó el silencio.
--¿Oh? -preguntó Nak en un tono muy seco, mirando a Finn-.
¿Una gran gema? ¿Y dónde la encontró?
--¡En el Laberinto de la Bestia! -gritó Lief.
Para su asombro, los hombres y las mujeres que había
alrededor de él, Nak y Finn incluidos, se echaron a reír
estruendosamente.
--¡Aja! ¡Entonces tú y tus amigos quizá podáis encontrar otra! -
se burló Nak-. Y sin duda el Glus estará encantado de ayudaros. Os
cortaremos las cuerdas, para que podáis pasarlo bien durante más
tiempo.
Luego hubo un ruido de piedra que rechinaba cuando un
enorme peñasco fue apartado de un agujero oscuro que había en la
roca.
--¡Buena caza! -gruñó Finn.
Lief sintió cómo le cortaban las cuerdas que lo mantenían atado.
Un instante después recibió un empujón en medio de la espalda,
que lo precipitó dentro del agujero hacia la oscuridad.
La luna estaba muy alta por encima de ellos, oculta por el mar
embravecido y una montaña de roca, pero aun así su poder llegaba
a la piedra. Lief sintió cómo su mente se aclaraba y era más lúcida,
a medida que las nieblas de la confusión y el miedo se disipaban.
--¡Por aquí! -gritó, señalando un pasadizo que se alejaba de
aquel por donde se había ido Milne-. Pero despacio, con mucho
cuidado. Me parece que los ojos y los oídos de la bestia son débiles,
pero se siente atraída por el movimiento. Siente el movimiento
dentro del Laberinto, de la misma manera en que una araña siente
cómo los insectos se debaten en su tela. Por eso fue detrás de
Milne, en vez de quedarse aquí y atacarnos.
Moverse lentamente era una agonía, cuando cada uno de sus
instintos les decía que corrieran desesperadamente tal como había
hecho Milne. Siguieron adelante, caminando despacio por un
pasadizo tras otro, sin dejar de dar vueltas y cambiar de dirección.
Se mojaban las manos y las caras para así sentir con más claridad
aquel hálito de frescor que los advertiría de la proximidad de una
grieta, una hendidura, una salida.
____ 16 ____
Descubrimientos
Finalmente llegó un momento en el que los compañeros no
pudieron seguir adelante. Se deslizaron dentro de un estrecho
hueco entre dos paredes goteantes, que estaban llenas de bultos y
protuberancias. Allí descansaron, jadeantes y temblorosos, con una
pared oprimiéndoles las espaldas y otra a apenas un palmo de
distancia de sus caras. El sonido de los gritos y los chapoteos de
Milne flotaba en el aire, llenándolo de ecos. Seguía corriendo,
perdido en algún lugar del Laberinto.
Y el terrible sonido del Glus no cesaba.
--Se mueve tan despacio... -susurró Jasmine, aguzando el
oído-. ¿Cómo piensa atraparlo?
--Sólo tiene que seguirlo, y esperar -dijo Barda-. Aunque Milne
no cometa ningún error, y se encuentre con esa cosa al doblar
alguna esquina, tarde o temprano tendrá que descansar.
Su voz sonaba un poco extraña. Lief se apresuró a mirarlo.
Barda estaba contemplando la pared que había delante de él. Luego
levantó la mano con mucho cuidado y resiguió lentamente las
formas que había en la piedra reluciente.
Un brazo huesudo. Cinco dedos. Una calavera, con la boca
abierta en un grito silencioso.
--Aquí hay uno que se detuvo a descansar, y que se estuvo
quieto demasiado tiempo -dijo Barda.
Volvió la cabeza y miró por encima del hombro. Gotas lechosas
se deslizaban lentamente y sin cesar por la pared de roca detrás de
él. Las gotas empezaban a acumularse sobre los hombros de
Barda, endureciéndose hasta convertirse en una fina corteza de
piedra.
Con un grito de horror, Lief y Jasmine se apresuraron a
apartarse. Una piedra que se estaba secando se agrietó y resbaló
por sus espaldas y hombros, cayendo al agua junto a sus pies.
Salieron de su escondite y, mirando hacia atrás, vieron sus propias
siluetas impresas en la pared.
--¿Cuánto tiempo se habría necesitado para que quedáramos
irremediablemente pegados? -preguntó Barda en tono sombrío-.
¿Una hora, quizá? ¿Todavía menos? Si nos hubiéramos quedado
dormidos...
Volvieron a ponerse en movimiento. Y entonces vieron las
formas retorcidas, las protuberancias y surcos en las paredes,
columnas y pilares, como lo que realmente eran. Los huesos de los
muertos estaban allí donde miraran: manos engarfiadas, piernas
estiradas, cráneos que parecían chillar de terror.
Lief se estremeció. Imaginó el horror de despertar y encontrarse
atrapado por la piedra de la pared. Imaginó el debatirse, debatirse...
mientras el Glus avanzaba lentamente hacia él.
--No debemos descansar -murmuró-. No debemos dormir.
Siguieron adelante sin detenerse, tratando de moverse lo
menos posible, con las caras vueltas hacia la pared y las manos
extendidas. Pasado un rato, los pensamientos de Lief se
convirtieron en una temblorosa neblina hecha de agua, paredes
blancas, movimiento incesante y palabras. «Hay una salida.
Tenemos que encontrarla. No debemos descansar. No debemos
dormir.»
_____ 17 _____
El combate por la libertad
Lief se volvió. Despacio, muy despacio. Manteniendo la mano
delante de él y guiado por la corriente de aire, fue hacia la pared que
se alzaba al otro lado del pilar de piedra.
Había una pequeña brecha en lo alto de la pared, una brecha
que hubiese podido ser un pliegue en la piedra, pero que no lo era.
El aire fresco y salado entraba por aquella brecha. Ahora Lief no
sólo podía sentirlo, sino también olerlo.
Levantó la daga de Jasmine y empezó a hurgar en aquel lugar.
Blandos fragmentos de piedra cayeron en su otra mano. Se oía el
suave silbido de una brisa. Lief se obligó a tener paciencia y bajó
con mucho cuidado la piedra suelta hacia el suelo para dejarla a sus
pies. Luego se incorporó y volvió a usar la daga. Esta vez el trozo de
piedra que se desprendió era mayor. La brecha se había agrandado.
El aire soplaba en su cara, y el tenue ruido ahogado del agua en
movimiento se mezclaba con el sonido de la brisa.
Lief sentía una dolorosa opresión en el pecho. Estaba jadeando.
Puso la mano encima de la amatista, para tranquilizarse. Era vital
que no se dejara llevar por el apresuramiento o el pánico. Bajó el
trozo de piedra más grande, con el mismo cuidado que había tenido
con el primero. Sacó otro trozo de roca. Y otro.
Y ese último fue el que rebasó el límite. El agua empezó a
entrar por la brecha. El túnel que había al otro lado de la pared
estaba mediado de agua. Lief había perforado demasiado lejos.
Desesperado, vio cómo el pequeño manantial chocaba con el
agua que había a sus pies. El chapoteo le pareció increíblemente
estruendoso. El agua se onduló y empezó a arremolinarse. Lief no
podía hacer nada para detenerla. Como si su mente tuviera ojos, vio
cómo los pelos temblorosos que cubrían la piel del Glus se ponían
rígidos. Vio al Glus volverse mientras erguía la cabeza. Lo vio
moverse, avanzar hacia él.
Oyó un ruido de pasos acelerados, al principio muy lejos pero
luego aproximándose rápidamente. En ese mismo instante, el hilo
de lana amarilla atado a su muñeca se tensó. Lief esperó y observó.
--¡Lief! -La llamada surgió de pronto de entre las sombras
blancoazuladas-. ¿Qué está pasando, Lief? ¡Lief, ya viene!
Barda y Jasmine corrían hacia él, siguiendo el hilo amarillo.
Lief no esperó más. Saltó, se izó a la brecha de la pared,
jadeando, cuando el agua helada subió, con un brusco golpeteo,
hasta su cintura. Había roca debajo de sus pies, y encima de su
cabeza. Pero no era la roca de la caverna. Aquélla era mucho más
dura y oscura. Y el agua no era lechosa sino clara, y cortaba con la
afilada caricia de la sal.
Se inclinó hacia abajo y le tendió los brazos a Jasmine. Cuando
la joven extendió sus brazos hacia él, Lief la subió a su lado.
Luego le tocó el turno a Barda. El hombretón se agarro al borde
de la brecha. La piedra se desmoronó bajo sus manos y Barda cayó
hacia atrás, jadeando, cuando un torrente de agua salada fluyó
sobre él.
--¡Barda! -gritó Jasmine.
El Glus se estaba acercando. Ya no se movía despacio, sino
con una tremenda celeridad. El sonido que producía era espantoso.
Su boca estaba abierta en una mueca salvaje, un tajo rojizo abierto
en la blancura de su cuerpo. Hebras blancas salían disparadas al
aire para extenderse como una nube.
Lief y Jasmine se inclinaron hacia delante y, con los músculos
tensos por el esfuerzo, izaron a Barda a través del agua que
manaba de la brecha. Las piernas de Barda se agitaron
frenéticamente mientras sus pies buscaban algún sitio en el que
apoyarse.
Entró en el túnel y metió los pies dentro justo cuando un nuevo
diluvio de hebras se pegaba a la pared por debajo de él. Barda se
arrastró, jadeando, hasta alejarse de la brecha. La terrible cabeza
del Glus se alzó, llenando el espacio.
--¡Ahora vendrá a por nosotros! -chilló Jasmine.
Pero el Glus no intentó entrar en el túnel. En vez de eso, la
cabeza empezó a mecerse rápidamente de un lado a otro. Blancas
hebras manaron de la roja garganta, pegándose a los bordes de la
brecha. Y entonces los compañeros comprendieron lo que estaba
ocurriendo.
El Glus estaba sellando el agujero. El peligro que representaba
para el Laberinto, ese vasto cubil que se había construido a lo largo
de los siglos, era más importante que la comida.
--¿Qué lugar es éste? -preguntó Jasmine.
Los dientes le castañeteaban ruidosamente, y un instante
después gritó cuando el agua que había dentro del túnel, convertida
de pronto en una riada, fluyó hacia delante, haciéndola caer de
bruces. Luego Jasmine salió a la superficie jadeando y tosiendo, con
Filli chillando de terror. Sintiendo cómo era arrastrado por la
corriente que ya le había hecho perder pie, Lief buscó
desesperadamente la mano de la joven.
--Tenemos que estar debajo de la roca, enfrente de la caverna
de los piratas -gritó Barda, sacudiéndose el agua del pelo y de los
ojos-. La marea está subiendo. ¡Agarraos bien!
Se apoyó en la roca con ambas manos mientras el agua de
pronto era aspirada hacia atrás, pasando junto a ellos con el
gorgoteo de un torrente que baja por un desagüe. Apretando los
dientes, Lief se aferró a la mano de Jasmine e impidió que la joven
se viera arrastrada hacia atrás.
--¡Id hacia delante! -rugió Barda-. ¡Y cuando llegue la próxima
ola, moveos con ella! ¡No tratéis de resistiros!
El agua volvió a subir con una rápida agitación. Los compañeros
fueron arrastrados una vez más hacia delante mientras sus cuerpos
chocaban con las lisas paredes. Salieron otra vez a la superficie,
tosiendo y jadeando. Se apoyaron en la roca mientras el agua era
aspirada hacia atrás.
--¡Las olas se están haciendo más grandes! ¡Llenarán el túnel!
¡Nos ahogaremos! -gritó Jasmine.
Lief le sujetó la mano con más fuerza.
--¡No nos ahogaremos! -gritó a su vez-. No hemos venido hasta
tan lejos para morir ahora.
--¡Allí! -gritó Barda.
Lief miró hacia delante y vio luz.
--¡Es el respiradero! -Barda empujó desesperadamente hacia
delante a Lief y Jasmine-. ¡Venga! ¡Deprisa! Casi está listo para
lanzar el agua. Tenemos que llegar allí antes de que lo haga.
¡Tenemos que hacerlo!
Lief se acordó de aquel enorme chorro y de cómo luego el agua
volvía a caer sobre la implacable dureza de las rocas, para ser
aspirada hacia atrás con una fuerza a la que nadie podía resistirse.
Luchó por avanzar, medio arrastrándose, medio nadando, mientras
Jasmine sollozaba y se debatía delante de él.
La embestida de una nueva ola cayó sobre Lief, sellando sus
ojos y llenándole los oídos con su rugido. «¿Es ésta? -pensó
mientras era arrastrado hacia la luz. ¿Será esta ola la que nos
conduzca a la muerte?» No obstante, siguió agarrando la mano de
Jasmine, y cuando abrió los ojos escocidos por la sal vio que había
cielo encima de ellos. Era el cielo del amanecer, y los tres
compañeros se encontraban flotando en la boca del respiradero.
Lief empujó hacia arriba a Jasmine hasta sacarla del orificio. La
joven se desplomó sobre la roca mojada mientras Lief subía tras
ella, luchando con el agua que trataba de volver a arrastrarlo hacia
el interior del túnel. Barda lo siguió, jadeando y empapado, mientras
tragaba grandes bocanadas de aire.
Entre los dos levantaron del suelo a Jasmine y empezaron a
alejarse del agujero, dirigiéndose hacia la orilla.
Entonces se oyó un graznido lleno de alegría y Kree bajó hacia
ellos. Luego se oyó un grito que procedía de más atrás. Lief miró en
esa dirección. Dos figuras salían corriendo de la caverna de los
piratas y se dirigían hacia ellos por la roca.
Eran Finn y Nak, espadas en ristre y aullando de furia.
«Sólo tenemos una daga», pensó Lief mientras corría, la
respiración convertida en un jadeo entrecortado dentro de su
garganta. Una daga contra dos espadas...
Un retumbar ahogado resonó detrás de ellos.
--¡Salta! -rugió Barda.
Lief saltó. Sus pies chocaron con la arena de la orilla. Rodó
sobre sí mismo, exhausto y sin aliento, mientras Jasmine y Barda
caían junto a él. Luego volvió la mirada hacia la roca.
Nak y Finn se habían detenido. Era como si hubieran quedado
de pronto paralizados a mitad de un paso. Sus rostros se habían
convertido en dos máscaras de terror. Luego, lentamente,
empezaron a dar media vuelta, lanzaron bien lejos sus espadas,
dieron un paso, otro...
Demasiado tarde. El respiradero hizo erupción con un tremendo
rugido, haciendo que los dos cayeran de espaldas. Nak y Finn se
debatieron impotentes durante un momento, retorciéndose como
dos cangrejos a los que se hubiera dado la vuelta. Luego el agua
cayó sobre ellos con un terrible impacto y rodaron de un lado a otro
mientras los atrapaba en su presa. Con un terrible sonido de
succión, el agua volvió rápidamente al interior de su túnel rocoso.
Unos instantes después había desaparecido, y lo único que
quedaba era la lisa roca mojada y dos espadas tiradas entre unos
cuantos charcos de agua que relucían bajo el sol naciente.
Ol
Información general
Cambio de forma,
Atributos llama vacilante,
boca desdentada
Información cronológica
Primera
impresión Secretos de Deltora
Última
aparición Nido del dragón
Glus
El Glus , también conocido como Death Spinner o The Beast (Hilandero de la Muerte, o La
Bestia), es el homónimo del Laberinto de la Bestia y fue el guardián de la Amatista .
Historia
Los orígenes del Glus aún se desconocen, aunque existen teorías.
Es una de las muchas especies diferentes de monstruos marinos
que fueron a cazar en tierra (incluido el Kobb) y, por lo tanto,
escaparon del cambio tectónico que unió la Tierra de los Dragones a
Pirra. Una canción popular Toran conocida como Little EnnaSe dice
que describe su origen. La canción habla de la joven Enna que
encuentra una piedra lisa que incuba un "dulce gusano de mar".
Cuando Enna le muestra el gusano a su madre, se aterroriza y le
ordena a su hija que lo lleve de vuelta al mar. Enna se entristece y
sale corriendo, declarando que si el gusano pertenece al mar, ella
también lo hace. Mientras corre, una ola de agua hace que caiga en
una cavidad en la tierra. Nadie sabe lo que le sucedió a Enna, pero
muchos creen que el gusano de mar eventualmente creció hasta
convertirse en la temida bestia, el Glus, de las últimas líneas de la
canción: "Desde ese triste día han volado largos años, Pero aún
bajo la espuma hirviendo , Donde Enna duerme, el gusano de mar
se arrastra y hace girar sus redes de piedra blanca como el hueso ".
Puede ser que Glus esté tratando de proteger a Enna.
Secretos de Deltora
Doran menciona al Glus en su libro Secretos de Deltora .
El laberinto de la bestia
Lief vio una visión del Glus cuando tocó el Ópalo . Más tarde, él,
Barda y Jasmine fueron capturados por piratas y arrojados al
Laberinto del
La isla de la ilusión
El Glus fue mencionado como uno de los monstruos que Lief, Barda
y Jasmine no pudieron combatir cuando escapaban del Arach . [3]
Anatomía
Dieta
El Glus es carnívoro y come cualquier cosa que pueda atrapar
dentro de su guarida. [2]
Comportamiento
El Glus pasa la mayor parte de su tiempo deambulando por el
Laberinto de la Bestia, esperando su próxima comida. Aunque su
audición y vista son débiles,
Glus en su guarida.
es atraído por el movimiento dentro del laberinto al igual que una
araña es atraída por el movimiento dentro de su red. Tiende a
escupir su pegamento en cualquier movimiento, desde una piedra
que cae hasta un posible objeto de presa. Tan pronto como se
confirme que algo es comida, el Glus envolverá el objeto en un
capullo apretado de su pegamento y luego devorará a su presa
indefensa. Aunque el Glus no es una criatura particularmente rápida
(aunque se moverá con una velocidad asombrosa en gran
necesidad), todo lo que tiene que hacer es seguir a su presa y
esperar. Cuando se enfurece, el Glus puede exhibir explosiones de
velocidad. Para el Glus, su guarida es más importante que la
comida, demostrado cuando se selló un agujero que amenazaba
con liberar agua en su laberinto.
Anime
Apariciones
Deltora Quest
Deltora Quest 1
El laberinto de la bestia
Libros suplementarios
Tales of Deltora (cuentos de deltora (real))(mencionado)
Secretos de Deltora (mencionado)
El libro de los monstruos de Deltora
Libros de actividades
Cómo dibujar monstruos de Deltora
Trivialidades
El nombre de Glus es un anagrama de la palabra babosa.
El Glus es uno de los pocos monstruos que nunca fue asesinado,
derrotado o vencido de ninguna manera. Los protagonistas
simplemente escaparon de ella. El único otro que nunca fue
derrotado fue la Colmena (que fue vencida, ya que le robaron el
Lapislázuli). Todos los demás antagonistas fueron derrotados o
derrotados de alguna manera. Sin embargo, aparentemente es
asesinado en el anime.
Él y la Colmena también son las únicas criaturas antagónicas
importantes que aún están en libertad en la línea de tiempo de
Deltora.
La sustancia parecida al pegamento que el Glus dispara de su
boca se parece a la seda que una araña hace girar cuando atrapa
presas, atrapándola en la sustancia.
Una posible razón por la que el Glus estaba tan decidido a sellar
el Laberinto después de que los compañeros escaparon es porque
el agua que se inundó desde el pozo de escape fue agua salada. La
sal deshidrata las babosas y hace que se disuelvan.
Glus
Información general
Habitat Laberinto de la
bestia
Estado Viva
Información cronológica
Primera Tales of
impresión Deltora (mencionado)
Última El laberinto de la
aparición bestia