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UNA CARTA (De Lord Philipp Chandos a Sir Francis Bacon) Hugo von Hofmannsthal Seguida de seis respuestas de: José Luts Parvo STEFAN HERTMANS: ‘CLEMENT Rosset EsPERANZA LOPEZ PARADA HuGo Mujica ABRAHAM GRAGERA y un ensayo de JUAN Navarro BALDEWEG con prélogo de CLaupio MacRIs traduccién e introduccién de José MuNoz MILLANES (» PRE-TEXTOS La reproduccién total 0 parcial de este libro, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquierutiizacién debe ser previamente solicitads. Primera edicién: mayo de 2008 Edicion original en lengua alemana: Ein Brief Diseno cubierta: Pre“Textos (8. G. E)) © de la traduccion do “La herrumbre de Ios signos”: César Palma {© dela traduccién de “Un inferno tautologio”: Julio Grande © de [a traduccién de “Hablar por hablar”: Manuel Arranz © de las seis respuesta José Luis Pardo, Stefan Hertmans, Clément Rost, Esperanza Lépez Parada, Hugo Mujica y Abraham Gragera © de “La herrumbre de los signos”: Claudio Magri © del ensayo: Juan Navarro Baldeweg © dea introduecén y de a traduccién de Una cart: José Matioz Millanes, © de la presente edicion: xe-Texros, 2008 Luis Santingel, 10 46005 Valencia wwenpre-textos.com [BAPRESO EN ESPARE / PRINTED IN SPAIN 's0W: 978-84-8191-894-6 IMPRENTA KADMOS. INDICE LA HERRUMBRE DE LOS SIGNOS HOFMANNSTHAL Y LA CARTA DE LORD CHANDOS: Lo plistico (...) tiene sus raices en la justicia,' afirma Hofmannsthal. Dar forma al fluir de la vida parece, pues, una exigencia moral y contribuye al orden del mundo, a ese equilibrio de las cosas que subsiste, como creian los griegos, cuando a cada persona se le concede lo que le corresponde y cada cual respeta la capacidad que le ha sido otorgada. Por consiguiente, la individuacién, que distingue a los sujetos del todo indiferenciado, no seria una culpa que recae en los propios sujetos -conforme a la antigua y célebre sen- tencia de Anaximandro-para, disolviéndose de nuevo en el todo, expiar la violencia que los opone y enfrenta por el solo hecho de existir de forma separada. En la Mujer sin som- bra, que Hofmannsthal termina en 1919 y que inspira a Ri- chard Strauss la opera del mismo titulo, la individuacion reinstaura la justicia en el caos de lo indiferenciado y es deber impuesto a cada individuo pero sobre todo al poeta, cuya tarea es simbolizar, es decir, distinguir. Con esa advertencia Hofmannsthal ataja su inclinacion natural, la seduccién que ejercen sobre él el inefable discu- "HL v, Hofmannsthal, Buch der Freunde, en Gesammelte Werke, hrsg. vB. Schoelle, I. Beyer-Ahlert en Beratung con R, Hirsch, Bd. 10: Redem und Aufsitce IIL 1925-1929 Aufzeichnungen, Frankfurt del Meno, 1980, p. 285. (Trad. esp. de ‘Miguel Angel Vega, El bro de los Amigos. Relates, Cétedra, Madrid, 1991, p. 140.) 6 64_UNA CARTA | HUGO VON HOPMANNSTHAL rrir de la vida y el momento de la decadencia, cuando las, formas se descomponen y los limites quedan eliminados. En la muy precoz poesia de Hofmannsthal —el cual nace en Viena en 1874 y comienza a escribir cuando estudiaba en el instituto— destacala fascinacién por el fluir de la vida, indivisible y continuo, que escapa a cualquier representa- cién definida y se refleja en imagenes vagas y tenues: vapo- res crepusculares, coniornos y pensamientos-sensaciones dispersos, luces derramadas y soplos de viento, caidas en aguas tornasoladas, Son imagenes que remiten a la gran discrepancia fin de sidele entre la vida y las formas. La poesia antiplastica del joven Hofmannsthal muestra predileccién por las atmésfe- ras fluctuantes (vientos, vapores, mares), donde se difumi- nan las distinciones y les oposiciones creadas por el lenguaje que, al tiempo que se articula, articula el mundo. Por otra parte, la poesia, que también persigue el fluir de la vida que sin cesar elimina sus rostros, atentia pero no suprime las for- ‘mas, para no suprimirse a si misma, A Hofmannsthal le gusta el incierto momento de la transicién: el cambio de un. color a otro, el crepisculo del anochecer y del amanecer, la imprecisi6n del Vorfrithling titulo de uno de sus poemas- que es una pre-primavera, un mero presagio de primavera. La ambivalencia del crepisculo, suspendido entre el pre- ludio del dia y el de lz noche, caracteriza asimismo la at- mésfera del Imperio habsburgués y de su ocaso, que se vive como una aurora. La Finis Austrae, una de cuyas grandes voces fue Hofimannsthal, constituye una mezcla contradic- __PROLOGO / CLAUDIO MAGRIS 65 toria de espera y de despedida, donde destella, justo en la uiltima orilla de su pasado, el primer anuncio de su futuro. Todos esos presagios antitéticos, en una pugna de confir- maciones y desmentidos, al cabo resultaron ciertos: el Im- perio, que segtin un lema sibilino debfa perdurar hasta el fin de los siglos, se disgregé poco después, pero de sus ruinas no surgié la Europa sofiada por los proyectos democraticos, sino una fase catastrofica de la historia europea, una muerte que se anuncié y empez6 con la del Imperio. Por otra parte, la cultura que nacié entonces ha permitide comprender, quizé mejor que cualquier otra, al mundo que surgié tras aquel creptisculo: esa cultura era la palabra de un dia veni: dero, que atin no ha pasado del todo, es més, sigue ofre- ciendo respuestas a muchos interrogantes actuales, ‘Aquel florecimiento fin de sidcle, que slo hoy cabe eva~ luar en su grandeza, no era celebracién de la despedida, sino en gran medida~ germen del futuro, Sin embargo, el fu- turo que esa vida presagiaba era el final de una civilizacién entera, no sélo austriaca sino europea, era el cardcter ine- luctable de la despedida: de un orden de valores, de una to- talidad unitaria capaz de dominar y abarcar a la multipli cidad de la existencia, de un sentido inmanente en los frag- mentos dispersos del acontecer, de la vida auténtica. El fu- turo que dicha cultura anunciaba, sin caer en las ilusiones de su pasado, era nuestro exilio, nuestro invierno, nuestra condicién de hombres con la incertidumbre de contar con un futuro. No es casual que el veranillo de San Martin sea uno de los grandes temas de la literatura austriaca, de Stif- ter -el idilico y tragico narrador del siglo XIX— a Doderer, 66 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL zt elmonumental y sinuoso artifice de la novela total en la se- gunda posguerra. ‘Aunque dado a poner la forma al servicio de la vida, como dice Lukécs sobre el impresionismo, lo que Hof- mannsthal busca es detenerse antes de esa frontera, més allé de la cual la forma se disgrega completamente en la vida, La exigencia plastica afirma, en nombre de la justicia, la du- raci6n en el transcurrir, el limite en el fluir y, como el pro- pio poeta escribe a Strauss, la fidelidad en la metamorfosiss aquélla quiere identificar ~y captar—una esencia permanente enla caducidad, un sentido de la vida presente en todas sus apariencias, pero un sentido que no se desvanezca con cada una de aquéllas. Este sentido, pues, cuya configuracién debe crear la figura poética, es idéntico a la vida, es el centelleo no fugaz de su fugacidad. Asi, en muchas comedias de Hof- mannsthal la iridiscente y variada aventura erdtica desem- boca y se verifica en el matrimonio, en la constancia de un vinculo siempre renovado, que no niega el cambio, sino que lo plasma de un mode concreto. Hofmannsthal, bien es cierto, no se aferra a ninguna fe positiva y consoladore. Su mensaje final, el drama La torre (1925-1927), demuestra que las contradicciones de la vida y de la historia son irresolubles y que no hay unidad supe- rior del pensamiento capaz de conciliat 0 curar las salvajes laceraciones de lo real (Massimo Cacciari).' El yo que trata " M. Cacciar, Intransitabi# opie, en H, v. Mofmannsthal, La Torre, trad. it de S. Bortoli Cappelleto, con un ensayo de M. Cacciari, Adelphi, Milin, 1978. (rad. esp. de Roberto Bravo de la Varga, El dificil; Cada cual; La torr, Gredos, Madrid, 2003.) PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 67 de darse una identidad en el limite plistico no es un indi- viduo tradicional, que reafirma una unidad compacta y pro- pia; no es un cogito, un sujeto sefior y creador, al que Hofmannsthal pretenda devolver la soberania sobre la res extensa, sobre la extensi6n de la materia, en la que en cam- bio el sujeto individual —como ocurre en la Carta de Lord Chandos (1901-1902) esta en trance de perderse y disol- verse. Elyo se halla mermado en su unidad, una unidad que ahora no es sino la suma provisional y escindible de ele- mentos simples, de atomos inconexos y centrifugos. Por las dudas e incertidumbres que tiene sobre su iden- tidad, Lord Chandos teme ser devorado y absorbido por el informe flujo vital, no lograr distinguirse del bullir de la vida, Con su carta, en la que describe el naufragio de su iden- tidad, procura dominar por tiltima vez, representandola, su ispersion. Lord Chandos participa también de esa “huida hacia la ley” que, como ha seftalado Vaclav Belohradsky,!ca~ racteriza la literatura centroeuropea de finales del siglo XIX y principios del xx. Expuestos a la agresién de una vida que “ya no reside en la totalidad”, es decir, que no conoce conexiones capa- ces de ordenar la multiplicidad castica en una unidad sig- icativa, los escritores austriacos se sienten impelidos a elaborar mecanismos minuciosos de defensa y a recurrir a rituales de orden desmedidos: los uniformes militares de los " V, Belohridsky, “La fuga verso la legge ¢ la crisi del sapere impersonale Una introduzione alla civilta mitteleuropea’, en Nuova Corrente, niimero espe cial: “Austria: a fine e dopo”, n® 79-80, 1979, p. 13. 68_UNA CARTA/ HI GO VON HOPMANNSTHAL héroes de Broch y Roth que envuelven la tambaleante uni- dad del individuo, la geometria de galerias cavadas bajo tie~ rra del animal kafkiano para huir del enemigo desconocido, la muralla china de Kraus o la ceguera voluntaria de Peter Kien en el Auto de fe de Canetti, que cierra los ojos para no ver la amenavadora realidad que lo rodea por doquier, como hace también el gordo en la Descripcién de una batalla de Katka. “Todos los casos citados son mecanismos defensivos le- tales que destruyen al individuo, que los exacerba para pro- tegerse, como quien muere de inanicién por miedo a morir envenenado. En el Imperio de los Habsburgo se dio, antes y después de su final, la situacién més tipica de esta crisis que afectaba a toda la civilizacién occidental, era el lugar donde la crisis surgfa con especial intensidad. Como se apre~ cia en la Accién Paralela de Musil, Cacania era el amasijo del mundo moderno carente de un fundamento, de una esen- ciao de un valor central unificador. No era s6lo en el plano politico ~fruto de la disgregacién y del creciente enfrentamiento de los distintos componen- tes del Imperio— donde se ponia de manifiesto la falta de un valor fundamental asi como la de un vinculo unificador, sino también en el plano de la existencia individual. Y estas ca- rencias, en dicho plano, se vivian como irrealidades fan- tasmagéricas de la experiencia cotidiana y como un atentado anarquista contra el orden de la vida misma. El individuo, que resumia y encarnaba esa totalidad social, suftia el des- garro en su personalidad, en el desmoronamiento de su uni- ee PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 69 dad psiquica. Asi, experimentaba con especial intensidad el desconcierto de la razén incapaz de ordenar lo real, la in- quietud de extraviarse en la extensién de lo multiple. Por otra parte, el Imperio, cuya disolucién el individuo padecia y reflejaba, habia impreso en éste un sentimiento indeleble de la unidad, la exigencia y la nostalgia de ese eje central, de aquel fandamento del que no se podfa prescin- dir pese a que a todas luces habia desaparecido. El heredero habsburgués era un huérfano de los valores, habia sido des- heredado de toda forma clisica de vida; no obstante, le que- daba como legado la pertinaz demanda de esos valores y ca, su tozuda y porfiada bisqueda. Era un hombre de la crisis, crisis que no queria negar pero ala que tampoco se querfa rendir, consciente de que, en época de de esa forma clas crisis, la tinica estrategia valida consiste en enfrentarse a ella aun a sabiendas de que tiene todas las de perder, como se intenta vivir y sobrevivir a sabiendas de que se ha de morir. La crisis, que desmoronaba todas las certezas, verdades y au- tenticidades, incrementaba el sentido de su valor, permitia comprender mejor aquello que se estaba perdiendo. La decadencia del Imperio acentiia esta condicién y esta sensibilidad. Hasta su ocaso, el Imperio no fue sélo una ga- rantia de seguridad, sino, para muchos, un freno y una seria cortapisa. Habfa que emanciparse de la gran figura paterna que encarnaba y simbolizaba Francisco José, tan protectora y dominadora como toda autoridad paterna. Es una espe- ie de super-yo que dirige y une, con represiva eficacia, las energias ocultas de lo profundo que quieren liberarse y ex- UNA CARTA / HUGO V ¢ HOFMANNSTHAL pandirse, ese amplio regazo historico de los pueblos me: nores sometidos y privados de historia ilustre y de funcién dirigente, que los escritores austriacos han comparado mu- chas veces con la lateate y emergente vitalidad de un in- consciente hasta entonces asfixiado, descubriendo, por ejemplo, en el ascenso de los eslavos una metéfora della vida que se rebela contra la racionalidad, contra el orden de los Habsburgo y contra elbrazo de papel de su administracién, como decia Musil, una administracién ya incapaz de aferrar con firmeza la desbordante vitalidad de lo miltiple. La unidad imperial guarda parecido con la figura del padre que Kafka se imaginaba tumbado sobre un mapa, para tapar y ahogar la variedad del mundo; no es casual que los personajes que encarnan esa diversidad sean con frecuencia ~en Broch, por ejemplo~ criaturas femeninas, figuras esla- vas del eros y de la maternidad, de la vida célida y oscura. Ahora bien, cuando el Imperio se disgrega y su unidad p: ternasse disuelve, desaparece asimismo la seguridad protec- tora que procedfa de aquélla y el individuo se siente extraviado, demasiado débil e inseguro para soportar el caos de la vida: en Los sondmbulos de Broch, cuando mama Hen- tjen se afloja el rigido corsé que cifte su figura matriarcal, su cuerpo queda como reducido a especie de masa amorfa. Para Hofmannsthal al yo atin le resta un margen de juego, se mueve entre Escila y Caribdis entre el freno y la disolucién- con la elegante destreza de la danza, con la li- gereza de los aventureros del siglo XVM, tan apreciados y re- creados por el autor. Elindividuo sabe que est conformado: PROLOGO t LAUDIO MAGRIS por vacios y por fragmentos rotos que no siempre encajan, peto procura transformar este espacio mévil en su identi- dad, nunca definida con rigidez pero tampoco diluida en lo indiferenciado. Por consiguiente, Hofmannsthal ratifica la necesidad de una relacién del individuo con la alteridad, de una com- plementacién del yo con los otros que no confuunda a las dos partes sino que las enriquezca en una relacién reciproca, s6lo posible ahi donde los que integran el didlogo no se anu- len. La relacién entre dos individualidades distintas, facti- ble por los limites mutuos que las diferencian, vence la insuficiencia subjetiva y la enlaza con la “vida” mediante una oscilacién y una polaridad que jamés amulan los dis tintos términos en una sintesis, sino que los insertan en la espiral de una transformacién continua que se da entre ellos, transformacién en la que cada elemento interacttia con los demés sin que nunca se descarte a ninguno. La poesia ~a veces asociada a la mtssica, como en los li- bretos operfsticos~ es la que crea, segin Hofmannsthal, el espacio libre disponible para este encuentro y para esta so- ciabilidad. La poesia se dirige al individuo, sin anularlo en lo universal; no volatiliza ~como decia Kierkegaard—la exis- tencia sensible en Ia esencia inmaterial del concepto, sino que salva la particularidad en la imagen; no suprime la con- tradiccién, sino que mantiene vivos sus términos en su ten- sion permanente, en su oscilante interaccién, que los cambia sin forzarlos. El vals, ritmo circular de una alegria huidiza que siempre vuelve, pero siempre més tenue y lejana, pauta 72_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL esta espiral de encuentro y separacion, proximidad y leja- nfa, abandono y afioranza: perpetua fusion y repentino ale- jamiento —como en el vals de El caballero de la rosa (1911)— de dos individualidades que se abandonan juntas al mismo ‘mar, aunque siguen siendo distintas, Hofmannsthal llama “alomatico” 'a este principio de re- lacién con el otro, quea buen seguro no es un simple prin- cipio estructural, una formula matemética para el fan- cionamiento de la tramoya, sino un valor existencial. La mujer sin sombra, que para Hofmannsthal es el “triunfo de Jo alomatico”? no presenta tinicamente un perfecto meca- nismo escénico y una geometria textual, sino que exalta va- lores que trascienden e! propio texto: la insercién del sujeto, ‘que se reconoce limitado pero insustituible, en la red total de las relaciones humanas, ninguna de las cuales “puede cor- tarse” (Giampiero Cavaglia);° la conquista de la identidad personal a través del doble rechazo del egocentrismo y de la indistincién pénica (de un lado, para salvarse el emperador renuncia a apropiarse de la sombra, es decir, del alma de la esposa del tintorero; de otro, los protagonistas aceptan la in- dividuaci6n y la procreaci6n). La simetria estructural del texto pone de manifiesto aquello que trasciende al propio Hv, Hofinannsthal, Ad me ipsum, en Gesamnelte Werke, op. cit, Bd. 10, 1. 6035 tr it. de G. Bemporad, “Appunti e diari”, en I Fibro degli amici, Adelphi, Florencia, 1963, p. 212 ® Iden, (Trad. esp. de Maria Antonia Seijo Castrovicjo, La mujer sin sombra, Iearia, Barcelona, 1980.) *.G, Cavagli “Il presente mitico di Hofmannsthal’, en Studi Tedese 4.1979. PROLOGO { CLAUDIO MAGRIS_73 texto, como un bodegén ~dice Hofimannsthal en otro lugar— no es s6lo la perfeccidn de sus lineas y de sus colores, sino que ademés evoca lo que hay mas allé, detris y debajo de Ia superficie del lienzo y de la armonfa de la composici6n: “(...) me refiero a la vida” ‘A tenor de lo dicho, para Hofmannsthal el estilo no es del todo independiente del significado ni mucho menos ajeno ala condici6n de signo, como ocurre ~segiin observa Cacciari- en muchas obras de la vanguardia mas radical, que reaccionan, como se ha sefialado, contra el sistema do- minante y por ende contra su cultura, es decir, contra los valores y los significados que la cultura quiere imponer a la realidad, para reproduci y reafirmar tautolégicamente el Ambito social, Para sustraerse a ese mbito, la vanguardia niega el pen- samiento representativo y el sentido que éste pretende dar o encontrar en el mundo, y reduce su lenguaje a signos aut6- nomos, signos que no buscan evocar significados de la vida sino declarar su autosuficiencia, su funcién de significados que tinicamente manifiestan sus reglas de juego. Consciente de que la racionalidad social falsifica lo esencial para do- minarlo o subsumirlo en las redes de su propio sistema, este arte elimina la esencia y promulga en su lenguaje solo su ca- pacidad de organizarse a si mismo. "HL v, Hofimannsthl, Briefe 1890-1901, Bd. I, Berlin, 1935, p89. 2 Cf: M. Cacciari, “La Viena di Wittgenstein’ en Nuova Corrente, n° 72-73, 1977, pp. 76-79. RTA / HUGO V HOEMANNSTHAL En cambio, en la Carta de Lord Chandos Hofmannsthal persigue, pese a que co2oce perfectamente la inutilidad de esta biisqueda, la esenc'a indecible, el sentido huidizo, ina- sible. Hofmannsthal comprende en toda su hondura la feliz contradicci6n de la gran vanguardia finisecular, que —vi- viendo y expresando con coherencia el exilio de lo esencial: enuncia su desaparicion, evoca por contraste y negacién el sentido ausente, padecey declara, haciéndola propia, la con- versién del lenguaje en mera funcionalidad, Hofmannsthal advierte que las afirmaciones de la inefabilidad de la vida o de la autonomia del signo, tan frecuentes en la literatura finisecular, no son una definicién rigurosa y serena de las competencias del lenguaje, sino que manifiestan una ten- sién entre los limites ée esas competencias y la afloranza de trasponerlos. La poética que postula la autonomia del significado da un sentido de la vida ~como observa Becca- ria a propésito de Pascoli-,' porque al enunciar las fronte- ras del lenguaje remite a lo que se halla mas alla de esas fronteras, siempre que sea cierto que poner un limite -se- alaba Hegel equivalga a superarlo. Asi, la Jengua mortal de Leopardi expresa plenamente lo que el poeta sentia en su interior, y lo hace enfrentandose a su carécter inefable. Hay diferencia de tono, aunque quiz no mucho més, entre el estilo que es emanacién y el que es puro juego de signos. Schonberg y Klee, conscientes de la desaparicién de los valores, eluden con rigor inflexible toda forma ret6- G.L, Beccaria, Lautonomnia del significante, Binaudi, Turin, 1975, especial mente pp. 139-208. PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS_75 rica de lo universal y cualquier exageracién de la crisis, con Jo que a la ver.ponen de manifiesto la tensi6n que hay entre la vida y el sentido. Lord Chandos, como el genuino poeta moderno que es, no puede creer en el significado yen su ca- acter comunicable, pues comprende que el significado uni- voco y claro es fruto de una universalidad del concepto, universalidad donde se pierde la irtepetible epifania de la experiencia. Lord Chandos desconfia de las palabras, porque las pa- labras expresan tinicamente los significados abstractos y ge- nerales. Sommer, summer o été designan claramente el ‘yerano, mas no su sentido secreto, su valor no racionaliza- ble (Agosti),' que se dilata y desvanece en una amplia irra- diacién. La palabra verano tiene un significado preciso, pero no nos esclarece a qué altide, esto es, siala transparente cla- ridad o al asfixiante esplendor, si a una melancolfa tersa y azul o a.una dionisfaca embriaguez a mediodia. Y le gustaria asir el nticleo oculto en esta polisemia, que se disemina y refracta en una dispersi6n centrifuga como ‘una fuente de luz, pero sin perder jamés su unidad original, igual que la fuente de luz. Si el sentido es evasivo, como afirma Contini? sobre Petrarca, este caracter es una aureo- Ja que irradia una esencia que se origina en la experiencia, de cuyo fondo oscuro se expande “més allé de las fronteras fijadas por los significantes” (Agosti).* Lord Chandos, insa- "'§, Agosti, Il testo poetic. Teorie pratiche d’analisi, Rizzoli, Milén, 1972, pid. sider, p17 * Beidem, p. 51. A CARTA / HUGO VO! HOFMANNSTHAL tisfecho de las palabras, busca la “nueva riqueza del sentido”! como la define Gian Luigi Beccaria, que es precisamente re- sultado de la aparente autonomia del significante. Parad6- jicamente, dicha autonomia crea lo que en apariencia excluye: Ja emanacién de un sentido indecible que da am- paro a las cosas ¢ impregna a todos los elementos, también a los espacios en blanco, alos silencios y a los vactos. Cuando prevalece el significante, la poesfa trasciende el significado conceptual, s6lo que para acercarse a los significados de ese Ienguaje buscado por Térless, es decir, de aquello “que no es lo que las palabras pueden decir”? De forma anéloga, Lord Chandos trata de captar una “lengua en la que las cosas mudas me hablar’? La que menos se aleja de esta lengua paradéjica es la poética, cuyo fin es enunciar lo sensible especifico y no el universal indetermi- nado del concepto. Sin embargo, la Carta de Lord Chandos constituye una prueba categ6rica del fracaso de la poesfa, un relato que explica la imposibilidad de contar y declara, con una perplejidad compuesta con nobleza, la incapacidad de fijar en palabras el bullir de la vida, que desmenucza las palabras mismas © G.L, Beccaria, Lautonomia del significante, op. cit. p. 11. + R. Musil, Die Verwirrungendes Ziglings Térless, en Gesammelte Werke, sg, ¥.A. Prise, Bd, 2: Prosa und Sticke Kleine Prosa Aphorismen Autobiographisches Es- und Reden Kritik, Reinbek, 1978, p. 24. (Trad. esp. de Roberto Bisio y Feliu Formosa, Las tribulaciones del etudiante Tarless, Seix Barral, Barcelona, 1984, P24) SH. v. Hofimannsthal, Ein Brief, en Gesammelte Werke, op. city Bd. 7: raihlungen, Exfunddene Gespriche und Briefe Reisen, p. 474; p. 135 de la presen- te traduccién de la Carta de Lord Chandos. PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS_77 En esta breve narraci6n epistolar Hofmannsthal se ima- gina que Lord Chandos, joven escritor, le escribe al gran Francis Bacon, politico y fildsofo, “para disculparse con él por su renuncia total a la actividad literaria”.' El hecho de que Hofmannsthal convierta al poeta finisecular en un li- terato inglés del trinsito del siglo XVI y XVH1, demuestra su predileccién por el eclecticismo y el apego al pasado -con- denado por Broch en la Viena de la Ringstrasse— de los edi- ficios construidos a finales del XIX, por cuanto encubrian el vacio de valores -y por ende de estilo con fachadas co- piadas de otras épocas, a saber, de la renacentista, la barroca yla clasica. En esta ficcién anacrénica la literatura de la que habla el Lord es el ars poetica de la tradicién clasica, anclada en Ja secular y suprapersonal garantia de la convencién ret6- rica. Si el literato clasico, como el que es Lord Chandos, pierde esta confianza en la objetividad del lenguaje y de- semboca en el silencio, con mayor razén habré de naufra- gar el escritor moderno, el contemporaneo de Hofmanns- thal, que s6lo puede dar voz a su interioridad subjetiva y no estd sostenido por ninguna unidad homogénea de poesfa y civilizaci6n. Lord Chandos pondera a Bacon su capacidad de “pasar por alto” los momentos dificiles de la vida, de tratar con “li- gereza” y “chanza” su “cuidado”? por el amigo atribulado. ‘Asi, Bacon parece poscer las virtudes de la poética y del es- piritu clisicos: decoro, simulacién de la pasi6n y de la in- “HL. v, Hofmannsthal, Ein Brief op. cit, p. 461 [p. 121] 2 Ider. 78 UNA “ARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL quietud, dominio de los sentimientos y de la expresi6n, ama- bilidad distante. Lord Chandos es la cara opuesta, Ia suya es una tensién confesada y exhibida sin contencién y que al tiempo acusa, como él dice, geistige Starrnis, esto es, “para- lisis espiritual”)! un opaco y pasivo sopor. Esta abulia, con- junci6n de torpeza y receptividad, no es sino la actitud de atistocratica apatia que edopta el hipersensitivo poeta fin de siécle ante la persistente agresién de la vida moderna, en su caética multiplicidad. 1 yo lébil y maleable del poeta o, mejor dicho, del in- dividuo moderno, no soporta la presi6n de la organizaci6n social ni el bombardeo de estimulos y mensajes contradic- torios a los que se halla expuesto. Se atrinchera en una re- gresin vegetativa mortecina, que es el extremo y a la vez el revés de su sensibilidad hipertensa, y en una negacién de todo lo que puede constituir una amenaza: de los otros hombres que lo acosan, del tiempo que lo devora, del es- pacio que lo limita, de su mismo cuerpo en decadencia, del engranaje social que lo fagocita. a literatura del siglo xx abunda en ejemplos que ilus- tran esta huida negativay esta defensa buscada en la regre- sin, desde la turbia apatfa final de Niels Lyhne, el héroe de la novela homénima de Jacobsen, hasta el atolondra~ miento en que concluye la parabola de Adrian Leverkithn, el doctor Fausto de Thomas Mann, 0 la nostalgia que ex- perimenta, en el poemade Benn, el Homo sapiens —harto de HL v, Hofimannsthal, Bin Brief op. cit, p. 461 {p. 121] PROLOGO / CLAUDIO MAGRIS_79 la raz6n humanista~ por la posicién horizontal y fetal y por el abrazo disgregador del agua primordial. Casi siempre son figuras de artistas, o sea, de maestros de inteligencia, de sensibilidad y de palabra, que quieren de- sembarazarse de sus dones: artistas son Niels Lyhne, Adrian Leverkithn, Lord Chandos. Se exalta la autosupresion en una autoafirmacién paradéjica, como en un fragmento que es- cribié Nietzsche entre la primavera y el verano de 1888, pocos meses antes de su colapso psiquico, en que el autor de Mas allé del bien y del mal niega todo sentido al futuro yalo posible y esta absorto como si contemplara una su- perficie lisa e inmévil, que no encrespa ningin deseo ni proyecto. Lanegacién arremete sobre todo contra las palabras, que hienden esa lisa extensi6n del inconsciente como el estilo del escriba romano hendia la tablilla de cera. El individuo, al experimentar el malestar histérico, reacciona de forma negativa contra cualquier dimensién social y se camufla en el oscuro vértice de la vida. Lord Chandos suefia con “es- pacios abiertos”' y los busca en los territorios ajenos al len- ‘guaje, el cual, ademés de mediar y de articular a monotonfa informe de la vida, descompone, como a través de una re- jilla, esa superficie inmovil de la que hablaba Nietzsche. Asi como el hipocondriaco niega su cuerpo y el psicético el tiempo y el espacio, asi el reaccionario niega la sociedad. Lord Chandos busca bien es verdad que en una exposicién HL vy, Hofimannsthal, Fin Brie; op. cit, p. 467 [p. 128) 0_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL muy circunspecta, pues no hay que olvidar que el autor de lacarta es un escritor austriaco irénico y aristocratico— una vida que no esté encadenada a forma alguna, es decir, a nin- guna convencién social. Reniega de la mediaci6n de las pa- labras, reacias a toda negaci6n indiferenciada y que apartan al individuo del murmullo insondable de la vida para im- ponerle una forma, un orden y una jerarquia. Las anteriores obras de Lord Chandos, que menciona en su carta, son “Nuevo Paris”, “Suefio de Dafne” y “Epitala- mio”: “(...) dramas pastoriles ebrios de palabras esplendo- rosas”, como él las define, cuya sintaxis era una “trama de periodos latinos, cuyo esbozo mental y cuya construccién”* se comparan con los edificios de Palladio y Sansovino sur- giendo de las aguas. El clasicismo de Lord Chandos, con su melancélica y sinuosa a:quitectura verbal, presupone la va~ lidez absoluta de los signos por encima de la pluralidad de los tiempos y de los espacios; se basaba, diria Borges, en “la cxeencia de que una vez fraguada una imagen, ésta consti- tuye un bien piblico”® A Lord Chandos el repertorio de la ret6rica clisica le ofrecia un cédigo supratemporal que ga- rantizaba que el mundo era inteligible y comunicable por encima de cualquier metamorfosis de las cosas, un lenguaje que en apariencia se cor-espondia con la estructura universal dela raz6n y que podta decir a todo el mundo, por siempre, que la aurora tiene dedos de rosa. HL v, Hofimannsthal, Ein Brief, op. cit, p. 461 [p. 121) * Thidem, p. 461 [p. 122] 4,1, Borges, “La postulacion de la realidad’, en Discusién, Alianza Edi torial, Madrid, 1976, p. 62. _PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 8 Pero Lord Chandos ha descubierto la insuficiencia de este sistema de signos. Sus elegantes composiciones clisicas Jas encuentra extrafias, porque la retérica le resulta inca- paz de “penetrar en el interior de las cosas”! Asf, en sus pro- yectos literarios, que quedaran inconclusos, empieza a perseguir otra individuacién de la forma, esa “profunda, verdadera, intima forma que sélo puede presentirse més all del recinto de los malabarismos ret6ricos, dela cual nada se puede decir sino que ordena la materia penetrandola, su- blimandola y generando poesia y verdad a un tiempos un contrapunto de fuerzas eternas, algo magnifico como la mui- sica y el Algebra”? La miisica y el algebra captan, pitagéri camente, el ritmo secreto del mundo, que el poeta, con- vertido en instrumento receptivo de los “caftos” de la vida, s6lo puede escuchar, La forma es asimismo Aufhebung (sie hebt es auf) de la materia, constituye su superacién y su eli- minacién. Poesia y ret6rica, vida y forma se escindens el significante la palabra ya no logra evocar el sentido de las cosas ni los fantasmas de la mente; la obra terminada nunca guarda correspondencia con esa aftoranza de forma que habia im- pulsado al escritor a componer la obra. Al igual que para ‘Wittgenstein o para Fritz Mauthner, para Lord Chandos hay una verdad tltima irreductible a la expresién: tiene, pues, que resignarse a hablar no de la vida, sino s6lo de su inca~ pacidad de enunciarla. “Hy, Hofmannsthal, in Brief op. cit, p. 462 [p. 122] 2 Ibidem, p. 462 [p. 123} 82_UNA CARTA / HUGO VON HOPM Unas décadas més tarde, en un poema sobre el tigre, Bor- ges buscar en vano, mis allé de las palabras, al otto tigre, al que esté en el bosque y no en el verso. Lord Chandos, pen- sando en los mitos clasicos, los siente “como los jeroglifi- cos de una secreta sabidurfa inagotable cuyo aliento me parecia a veces detectar como detrés de un velo”! Subya~ cen a las palabras, de forma oculta, otras palabras secretas, que velan el sentido de las primeras; Saussure habla de ana- gramas, Starobinski de mots sous les mots. En el anagrama, la palabra sustituye a otras palabras, que aquélla encubres Jos signos no evocan las cosas ni su aura, sino que remiten a otros signos, que no dejan ver la vida. Lord Chandos emplea palabras vagas y ambiguas: com- paraciones imprecisas, imagenes fluctuantes (detectar, aliento, el insistente “como”). Se diria que sélo la alusién o la perifrasis pueden remitir a lo que se halla més lls del ho rizonte de lo enunciabie; los signos ya no son tales, en la rigurosa acepcién del término. En una carta a Edgar Karg von Bebenburg, fechada el 18 de junio de 1895, Hof- mannsthal escribe que ‘el Algebra’, o sea, el sistema de sig- nos, no tiene ninguna relacién con el ser: en esta Algebra todo significa y nada es, pero se desconoce qué significan esos signos. Los fendmenos de la vide son, se muestran, son HL, Hofimannsthal, Bin Brief, op. cit, p. 463 [p. 123] 24, Starobinski, Le parole soto le parole. Gli anagrammni di Ferdinand de Sausssure, trad. it. de G. Cardona, 1] Melango, Génova, 1982. (Trad. esp. de Lia ‘Varela, Las palabras bajo las palabras, La teoria de los anagramas de Ferdinand de Saussure, Gedisa, Barcelona, 1996.) 31H. v. Hofmannsthal y H. . Kargv, Bebenburg, Briefwechsel, brsg, V.ML. E Gilbert, Frankfurt del Meno, 1965, pp. 81-82, (Trad. esp. de Marciano Villa nueva, Intercambio epistolar, Pre-Textos, 2008.) PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 83 intransitivos y se conforman simplemente con ser. El len- guaje quiere ser transitivo, precisa de un complemento ob- jeto, tiene que represeniar y significar algo, algo que, segin Lord Chandos, sin embargo no consigue captar, que se le escapa, Las palabras, escribe Hofmannsthal, son un mundo en s{ mismo y no enuncian la vida. Lord Chandos persigue la epifania de la vida, pero sufre el fracaso de Ja representacién lingiiistica. Para él, la crisis de Ja lengua no es una infracci6n liberadora, como lo sera para muchos escritores posteriores, que verdn en la elimi- nacién de las reglas del discurso la emancipacién de la es- clavitud social, reproducida y organizada en la gramatica y en [a sintaxis dominantes. A Lord Chandos el desmorona- miento del lenguaje le produce angustia, no complacencia. Lord Chandos da un giro al significado de las imagenes clasicas, que eran tenidas como patrimonio colectivo y uni- versalmente aprovechable por una civilizacién. A las fan- tasticas figuras griegas -sirenas y drfadas, Narciso y Proteo, Perseo y Acteén- ya no las ve como el supremo triunfo de Ja forma sobre el magma de lo indiferenciado, sino como una seduccién demonfaca de lo informe y como un sinies- tro reclamo sensual para disolverse en el caos: “(...) como en el agua el ciervo acosado, asi anhelaba yo adentrarme en aquellos desnudos cuerpos resplandecientes (...): que- ria desaparecer en ellos” Mientras para el clasicismo, sefiala Ladislao Mittner;* la estatua griega constituia cl triunfo de H.¥, Hofmannsthal, Ein Brief op. ct, p. 463 [p. 123] 21. Mittner, Ambivalence romantiche, D’Anna, Mesina-Florencia, 1954, pp. 156-137, 84_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL la forma sobre la materia informe del insondable mar he- Iénico, Lord Chandos pretende hacer el camino inverso: a través del cuerpo perfecio de Anadiémena quiere alcanzar el demonjaco fondo indi‘erenciado del agua, fuente primera del proceso de individuacién ya la ver estadio que antecede a cualquier individuacién, a cualquier forma, a cualquier vida. La seduccién que procede de la estatua blanca es la in- vitacién a dejarla atrés para borrarse en el “muro tene- broso”? como él escribe, en el que aquélla se recorta; la adulacién implicita en cada sentido es la tentacién de con tradecirlo, para asi desvanecerse en el fluir de lo embrional de lo potencial. Cuando la cultura del siglo xx comienza a citar los per- files puros de las imagenes clsicas, por norma lo hace con este oscuro deseo de trascender la forma para adentrarse en el caos. De los cuentos de Alberto Savinio a los interiores del final de 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, la compostura silenciosa de la estilizacién es la puerta que introduce en el océano de lo eterno y de lo informe: para el hombre del siglo xx parece insinuarse, de manera inevi- table, la silueta ambigua del maniqui; los mismos dioses, para Lord Chandos, son estatuas sin ojos. Como recuerda Tarot,! Bacon, en uno de sus didlogos, define la materia como el dominio de Proteo, esto es, de la metamorfosis: tras su encarnacién en el mérmol helénico la materia presiona ° Hy, Hofimannsthal, Ein Brief, op. cit, p. 463 [p. 123] DR, Tarot, Hugo von Hojmannsthal. Daseisnsformen und dichterische ‘Struksus, Niemeyer, Tabinga, 1979, pp. 368-370, PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS_§5 y apremia, para transmutarse en otras figuras y en otros cuerpos. Lord Chandos quiere estimularse por medio de esta forma clasica, para encontrar as{ el elemento preverbal, in determinado. Una vez. que comprende la disparidad entre el lenguaje yla vida, Lord Chandos no declara con orgullo, como hace la poética de una serie de movimientos de vanguardia, la au- tosuficiencia del signo; tampoco espera encontrar la esen- cia perdida, a diferencia de muchos artistas de la Nerven- kunst vienesa, es decir, de aquel arte sensitivo de los nervios al que se adhirid, en el cambio de siglo, el movimiento li- terario de la Joven Viena. En este relato Hofmannsthal se encuentra ya muy alejado de su vibrante impresionismo, pues no cree que se pueda vencer la crisis del yo ni recom: poner la fracturada unidad del individuo y la jerarquia psi- colégica que lo funda. Sin embargo, Lord Chandos vive en la nostalgia del sentido de la vida y de una palabra que lo pueda enunciar, aunque sabe que es incapaz de hallarla; qui- siera encontrar, para los fenémenos en desaparicién, una esencia no fugaz, pero no para inmovilizarla en un signo muerto y convencional del lenguaje general ni tampoco para abandonarla a lo indiferenciado. ‘A Lord Chandos lo vence no el silencio o la insignifi- cancia dela realidad, sino la simult4nea multiplicidad de sus voces, la intensa y enervante epif partes. El fluir de la vida se apodera hasta tal punto de él que se extravia completamente en los objetos, en una revelaci6n del Todo que destruye la unidad de su ser en una estreme- fania que lo asalta por todas HUGO VON HOFMANNSTHAL cedora mudanza de emociones. Lo abruma el descubri- miento de la identidad universal, el valor absoluto y por ende la equivalencia de todas las cosas: en “todo lo existente” ~en la belleza y en la locura, en los gestos de bondad y en los cri- menes, en la cultura y en la animalidad- siente “una gran unidad”, siente a “la naturaleza”? e intuye que todas las es peranzas tienen el mismo valor y que cada una de ellas lo afecta con pareja intensidad. Ninguna apariencia es falaz, todo es “semejanza” y “cada criatura llave de las otras”? Esta incesante correlacién analégica precipita a Lord Chandos hacia una “especie de embriaguez continua’, de Trunkenheit. Se trata de una inversién de la Starrnis inicial: el entorpecedor letargo se convierte en exaltacién dionisia- ca, tan presta como receptiva a la violenta epifania de las cosas, falta de todo raciocinio y de voluntad. En su carta, Lord Chandos subraya en efecto su incapacidad de mani- festar su voluntad o, lo que es lo mismo, de querer algo con decisién. El poeta que ha perdido el dominio de los signos no esta en condiciones de proponerse proyecto alguno, sino tan s6lo de esperar a que le llegue, como en una urna mis- tica, una iluminacién que ya no puede suscitar ni retener. Cada objeto adopta una dimensién mistica, un valor ab- soluto; en lugar de la trivialidad indiferenciada del mundo —que prolifera en la literatura de la crisis-, en la cual todas las cosas y todos los fenémenos se confunden en lo mismo "HL v, Hofimannsthal, Bin Brief, op. ct, p. 468 [p. 124) * Ibidem, p. 464 {p. 125}, ° Bidem, p. 463 [p. 124] PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 87 porque son igualmente insignificantes, en la Carta sobre- sale una numinosa e infinita presencia de realidades abso- lutas: como en el universo magico y animista, cada objeto y cada instante revelan un sentido supremo, por lo cual no pueden ser ordenados o generalizados. Térless, el protagonista de la novela que Musil escribié en 1906, también se percata de la “segunda vida de las cosas, secreta y huidiza’, de “una vida que no se expresa con pa- labras y que, sin embargo, es mi vida”s! los objetos tienen una existencia subyacente, una esencia indescriptible e in- tensa que no se deja asir por la racionalidad discursiva. La renuncia de Lord Chandos a la literatura constituye la di- solucién del sujeto como principio ordenador de la realidad yspor ende, la crisis del sujeto poético. Hofmannsthal hace hincapié en la discrecién aristocr4- tica, en la reserva sefiorial de esta despedida del escritor de la palabra. En otro de sus relatos, la Carta del tiltimo Con- tarin, la sombra y el silencio se aceptan con serena cautela. En la cultura austriaca, el modelo de la integra unidad in- dividual es el aristocrético, no el burgués. A diferencia de otras culturas de Occidente, los austrfacos no juzgan la ci- vilizacién burguesa como una forma avanzada y unitaria que fue socavada por la crisis, sino como una forma que ge- nera desorden y empobrecimiento, que hace més plana la vida y disgrega la totalidad. En Austria no hay una primera generacion de los Buddenbrook, una generacién burguesa intacta y positiva. El individuo de la crisis no es el burgués " R. Musil, Die Verwirrungen des Zoglings Torless, op. cit p. 137 (p. 145 de la citada traduccién espanola.) 48 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL en declive, sino el aristécrata, agredido por la destruccién burguesa de los valores verticales y absolutos, por la supre- sién burguesa de la trascendencia barroc Las cosas y los sucesos, despojados del sentido alego- rico que les traslada valores trascendentes en el plano his- t6rico, se reducen a una inmediatez absoluta. La ética aristocratica se cristaliza en una forma vacia y presenta su realidad reducida a lo esencial alrededor de un centro que brilla por su ausencia: la inexistente Accién Paralela de Musil, el palco vacio del emperador, del que habla Broch. Cuando ademiés la reduccién esencial se desborda, el indi- viduo es arrollado por la marea inconexa de la vida, queda a merced de las cosas bajas' y de las pulsiones libres de toda jerarquia. Los objetos cotidianos se tornan espectrales y enigmaticos, pues, como sefiala Lukacs," una clase social que se siente desbancada, transfiere de manera inconsciente su inseguridad hist6rico-politica al plano de la existencia in- mediata y concreta: toda la vida, entonces, es vivida como un misterio por la incapacidad de comprender la propia ci sis hist6rica. Atrapado por las coszs y dominado por su hipersensi- bilidad (Hoppe), Lord Chandos se ve sumido en una si- multaneidad de fenémenos dispersivos, que no permite "HL Broch, Erkennen und Handeln, en Gesammelze Werke, hesg. v. H. Arendt, Bd, 7, Essays I, Ziirich, 1955, p. 40. * Chi. G, Lukscs, “Teoria del romanzo’ trad. it de V, Messana, en anima e le forme. Teoria det romanzo, Sugar,Milin, 1972. (Trad. esp. de Manuel Sacristan, El alma y las formas. Teoria de la novela, Grijalbo, Barcelona, 1985.) °M. Hoppe, Literatentum. Magie und Mystik im Frihwerk H. Hojmannsthal, de Gruyter, Berlin, 1968, p. 1972. PROLOGO | CLAUDIO MAGR: ningtin juicio y desprecia la copula, la predicaci6n del ser, en una enardecida acumulacién de fenémenos (Kobel).! Es como sia la tercera persona del ser se le designara cada vyez menos, el predicado verbal yano afirma nada del sujeto. Cualquier fragmento, por minimo que sea, cobra un valor absoluto; entre los atributos de existencia, desaparecen todas las jerarquias y todos los fenémenos reivindican la coinci- dencia entre vida y esencia que antes s6lo era propia de Dios. Este absoluto omnipresente se hace insostenible para la i teligencia, que, incapaz de mediarlo y de captarlo en sus reflejos parciales -recordemos que Fausto vislumbraba la totalidad de la vida en el arcoiris-, tiene que fijarlo direc tamente. De ese modo se pierde cualquier significado pre- ciso, porque quedan suprimidas todas las distinciones entre Jos fendmenos, el conjunto de los cuales es elevado a una sa- cralidad suprema, que no sabe nada de relaciones y cone- xiones con las otras realidades. Asi, el mundo se convierte en una yertiginosa copresencia de cimas sin valles ni pasos que las unan, un torbellino de instantes excepcionales que no conocen pausas ni intermedios normales. Cada ele- mento, inconexo y radicalizado, se alinea al lado de todos Jos otros en la simultaneidad del Nebeneinander, en una yux- taposicién desorganizada o en una combinacién contra- dictoria, como si el mundo fuese un oximoron inmenso y miiltiple. No hay criterio que permita una seleccién en el mbito de lo multiple, esa seleccién que exige el gran estilo, por 1, Kabel, H. x. Hofmannsthal, de Gruyter, Berlin, 1970, p. 164 90 TASH GO VON HOFMANNSTHAL cuanto no hay nada casual 0 accidental que quepa elimi- nar 0 subordinar a algo més importante. Por otra parte, la presencia de una sacralidad inefable en cada cosa impide asimismo el nietzscheano placer de dominar y de imponer orden en la agitacién de los elementos, esto es, desautoriza al gran estilo como fuerza y técnica constructiva. ‘Tampoco la religi6n, fundamento de la civilizacién me- tafisico-feudal, ofrece una respuesta segura a Lord Chan- dos, porque ahora no le parece sino una “sublime alegoria’” es decir, una metéfora continua, que no capta ninguna ver dad sino que da a todas las palabras un sentido inadecuado y pasa de un término a o%ro, hasta el infinito. Lord Chandos vive en esa carencia de fondo que, para Heidegger, caracte- riza al Ser sobre todo en la época de su olvido. Su realidad y su persona estan constituidas por categorias débiles por excelencia, que impiden cualquier forma de unidad y eli- minan la verdad o la disimulan tras tenues y engafiosos ra tros, como en los cuentos de Kafka. Sin embargo, Lord Chandos no vive esta ontologia débil, este declive y anulacién del sujeto, como una participacion liberadora en el fluir de la vida, sino como una pérdida ob- sesiva de si mismo; no como una pietas armoniosa, sino como una agresién insoportable. Privado de las categorias fuertes que lo constituyen, el sujeto no se acomoda ala vida, sino que vive en desarmonia consigo mismo. Incapaz de ol- vidar cualquier experiencia habida y de dejar atrés cualquier instante de lo que ha vivido, la conciencia de Lord Chandos "HL. v. Hofimannsthal, Ein Brief, op. cit, p. 464 [p. 125] = panne PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 91 se dilata incesantemente, con lo que rompe sus coordena~ das espacio-temporales y fija todas sus experiencias en el cjede la simultaneidad, en una ininterrumpida copresencia de todas las cosas que no es capaz de encarar. Asi como en la identidad que Lord Chandos percibe cada criaturaes “Ilave de las otras’, as{ cada signo desaparece, por- que lo es en la medida en que “reemplaza a otra cosa” (U. Fco),! a otra cosa conereta y determinada, que excluye a todo Jo demas. Lord Chandos se halla en el centro de un pro- ceso de estimulo-respuesta; para él han dejado de existir sig- nos con un valor especifico convencional y sustitutivo, lo tinico que hay son estimulos que lo sorprenden y atormen- tan. Un signo comunica un aspecto de la vida porque lo reem- plaza, por convencién, de forma precisa: sabemos que la palabra “perro” designa al perro y que cuando el disco de tun seméforo esta en rojo no se puede cruzar la calle porque, por convencién, no pueden reemplazar a otras cosas 0 a otras comunicaciones: si pudieran referirse a todo, a cada animal y a cada conducta en la calle, no enunciarfan nada, ya no serfan signos. En cambio, el estimulo sorprende, provoca una reaccion compulsiva, intensa pero inconsciente. El bombardeo de es- témulos al que el hipersensible Lord Chandos est sometido es tan multiforme que provoca reacciones sulfuradas y no da lugar a respuestas univocas. La psique de Lord Chandos se convierte en una especie de célula fotoeléctrica, que, sin 1 U, Keo, Segno, Isedi, Mili, 1973, p. 23. (Trad. esp. de Francisco Serra, Signo, Labor, Barcelona, 1980.) 92_UNA CARTA / HUGO VON HOPMANNSTHAL hacer ninguna seleccién, registra todos los estimulos lumi- nosos, cuya importancia no calibra y cuyo significado tam- poco capta. La crisis del signo pasa a ser sobre todo crisis del sujeto, ya incapaz de situarse como centro jerarquico de la frase, como punto a partir del cual enfocar y organizar el mundo. ‘Todos los objetos se ven sin distancia y se colocan en primer plano: quedan asi rotas as relaciones y las referencias entre las cosas, y la multiplicaci6n de los absolutos equivale a su insignificancia: “Mi espiritu me obligaba a ver cuanto se pre- sentaba (...) en una inquietante cercania: tal como una vez habia yo visto en una lente de aumento una zona de la piel de mi mefiique semejante a una Hanura con surcos y hoyos...”" La falta de distancia elimina la diferencia entre el monte yuno de sus granos de tierra, ambos gigantescos o mini- ‘mos, ambos, sobre todo, desprovistos de forma y de sus- tancia: “No conseguia captarlos ya con la mirada simpli- ficadora de la costumbre”* La arbitraria asuncién de una perspectiva es lo tinico que permite, en el infinito bullir del mundo, recortar perfiles y objetos de las realidades ficti- ciamente unitarias: desde lo alto de la torre, la vista que se extiende hacia la lejania agrupa las miriadas de étomos en entidades falsamente diferentes, y ve montafias, bosques, ciudades, cursos de agua, nubes con formas. Para la mi- rada clavada en la roca, en la muralla o en el vapor de agua "HL. v, Hofimannsthal, Bin Brief, op. cit, p. 466 (p. 127) 2 Teidem, p. 464 [pp. 127-128}, PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS_93 momentineamente condensado no existen el monte ni la ciudad nila nube. “Todo se me fraccionaba y cada parte se dividia a su vez en mas partes.”* Se diria que este proceso de atomizacién puede prose- guir hasta el infinito. Vivir el mundo con esta falta de dis- tancia, 0, lo que es lo mismo, en la desnuda absolutidad de su dispersion sin ley, entrafia quedar transido y ofuscado, sucumbir a esa ofuscacién, a esa Blendung que mas tarde Canetti expondra, con gélido delirio, en su novela sin punto de vista. La pérdida de perspectiva es también pérdida del sujeto y del orden de la frase. El cardcter progresivamente descomponible de los ele- mentos, que guarda relaci6n con la precaria unidad del yo, es un principio que Hofmannsthal toma de Mach, cuya in- fluencia sobre la literatura ha sido enorme. Como sefiala Gotthard Wunberg,? Mach fue importante para todos los escritores vieneses de este perfodo: no solamente para Musil, que le dedicé su tesis de doctorado en 1908, sino también, por ejemplo, para Hermann Bahr, el informado divulgador y organizador de la vida cultural de la Viena de entonces, que en su Didlogo sobre lo trdgico, de 1904, explica en clave literaria algunos de los principios fundamentales conteni- dos en la obra de Mach Andlisis de las sensaciones (1886) a teoria de los elementos de Mach concibe la realidad como una suma de sensaciones agrupadas en relaciones ob- "HL v, Hofmannsthal, Hin Brief, p. 466 [p. 128) 2G. Wanberg, Der frahe Hofimannsthal, Schizofrenie als dichterische Struktur, Stuttgart-Berlin-Colonia-Mainz, 1965, especialmente pp. 23 ys. 94 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL jetivas (las cosas) o en funciones practicas, en relaciones psi- quicas de cualidad (el yo}: como cualquier otro conjunto, el yo noes sino una unidad meramente “econémica” que sirve para las operaciones del pensamiento y se descompone en los elementos simples que lo constituyen. Tanto el yo como la cosa en sf son unrettber, insalvables. El cardcter descomponible ~“todos se me fraccionaba y cada parte se dividia a su-vez en més partes” afecta a todas las realidades: a los objetos, a las palabras, a la psique. “La percepcién de muchas cosas diminutas y muy huidizas”, como decfa Nietzsche, se ha afinado hasta el punto de mer- mar la capacidad, también deseada por Nietzsche, de “ex- tender la mirada sobre multitudes y espacios mayores”, esto es, la del gran estilo. Segiin el fenomenismo de Mach, nin- guna conexi6n empirica que cia provisionalmente en una unidad algunos elementos de la fluida inmediatez vital, tiene un cardcter de racionalidad y de necesidad, como tampoco un significado que la eleve por encima de otros elementos o microelementos. Cada resultado de la descomposicién de Ja experiencia, cada minima unidad obtenida mediante tal descomposicién y cada conjunto mas amplio de tales uni- dades poseen la misma dignidad y el mismo valor: la anar- quia de los étomos, que identificaron Nietzsche y Musil, es Ja unidad real, fluctuante y maleable. Cada cosa s6lo hace referencia a si misma, reposa en una inagotable ¢ insondable plenitud de sentido, La cultura del siglo xx experimentaré muchas veces atracci6n por esta tau- tologta mistica, que convierte cada objeto -como més tarde PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 95 dira Pasolini— en el signo de si mismo y se envuelve en una confusa e inmediata sacralidad, en un halo sagrado que coincide, por otra parte, con la pegajosa inmediatez, con Janaturaleza fisica y tangible del cuerpo o siquiera con una parte minima del cuerpo, con el fragmento efimero e ins- tanténeo. Lord Chandos se halla cerca de este fetichismo de la inmediatez vital, de este culto del detalle separado de toda totalidad, porque su comunién mistica con las cosas produce una cancelacién radical de la que es a la ver pro- ducto. Unicamente el estilo, con el cual Lord Chandos vive y describe esta situacién, es diferente, por cuanto se vale de formas y ritmos esenciales, de una rigurosa meditacién, de la distancia, precisamente para representar el triunfo de la indiferencia, de lo inmediato, de lo promiscuo. Narra, por decirlo asi, desde la altura de su historia, que es la historia de la imposibilidad de narrar la vida desde arriba, de do- minar la inmediatez. Lord Chandos relata, con su lenguaje paraddjicamente nitido y definido, cémo los signos, en vez de organizar lo indiferenciado, se disuelven, como “hongos podridos’? en Ia nebulosa del elemento preverbal y precategorial, y atraen peligrosamente hacia este vértice de lo informe que se abre detras de ellos: “Las palabras flotaban libres a mi alrededor: se coagulaban en ojos que me miraban fijamente y a los que yo debo devolver Ia misma mirada fija: son torbellinos 1H. v, Hofmannsthal, Bin Brief op. ci 1.465 [p. 126] CARTA / HUGO YON HOFMANNSTHAL que me dan vértigo al contemplarlos, que giran sin cesar y a través de los cuales se arriba al vacio”! La palabra es la mirada petrificante de la Medusa, ri- gida y Bja (anstarren, en el texto alemsn); Lord Chandos ex- perimenta angustia, bien frente a la autosuficiencia del lenguaje, tecnologia que encubre la nada, bien frente al bu- llir de la existencia, con la que el logos ya conecta. En un primer momento parece como si el signo se es- cindiera en una imagen actistica y en un concepto disimi- les entre si. Las “palabras abstractas”, necesarias para ex- presar un juticio, son corroidas por una “herrumbre”? que lo devora todo: Lord Chandos ya no puede reprender a su hija por una mentira, no aguanta ofr opiniones elementa- les sobre la maldad, la bondad, la avaricia de las personas. “Nada se dejaba ya sujetar en un concepto.”’ Lord Chandos ya no sabe decir Geist o Seele, no sabe si aquella significa inte- ligencia o espiritu y si ésta es un objeto o un predicado, si designa al alma o al estado de énimo, tal como Zeno, en la novela de Svevo, ignora sila suya es una conciencia que ana- liza o un estado de conciencia que es analizado. Para Lord Chandos, el signo ya equivale solamente al sig- nificante; el concepto no esta al alcance de la palabra. Aqui vuelve a advertirse la leccién de Mach, que habia negado a la palabra la posibilidad de cubrir un Begriff, un concepto, y subrayado la mera necesidad psicol6gica de la designacién, " Ibidem, p. 466 |p. 128). 2 biden, p.465 Ip. 127] > thie, p. 466 (p.128] _PROLOGO } CLAUDIO MAGRIS_97 afirmando lo infundado de cualquier clasificaci6n catego- rial. Si s6lo existen los objetos de la experiencia concreta, no puede hacerse abstraccién de su inmediatez y multiplicidad, para agruparlos en clases bajo la denominacién de un signo que sea vilido para todos los individuos de cada clase Seguin Mach, la extensién categorial del signo obedece auna dudosa atribucién analégica, no mis licita ni rigurosa que las asociaciones que hacen los nifios, los cuales extien- den el uso de la palabra que acaban de aprender a varios ob- jetos, que encuentran vagamente parecidos a los que han oido que designa la palabra nueva (Wunberg).' Aqui la in- fluencia de Mach se contrapone a la de Nietzsche, “el au- téntico padre de la vanguardia” (Baioni),? para quien el sistema lingiiistico y la formalizacién categorial son ins trumentos de dominacién, que paralizan y fosilizan la vida. Ante este problema, la vanguardia del siglo xx acabaré dividida en dos posiciones antitéticas: por un lado estan los que reivindican (como Kandinsky) la pura coherencia del signo autosuficiente y, por otro, los que combaten esa co- herencia semiol6gica para liberar la energfa vital, prima- ria, que aquélla reprime y fosiliza en las estructuras jerar- quicas del lenguaje, Hofmannsthal no se identifica con nin- guna de estas dos posiciones, pues persigue el indecible se- creto dela vida y no cree que las palabras—“cdrceles selladas * fr. G. Wanberg, Der frithe Hofimannsthal, op. cit, 2 G, Baioni, Introduzione a G. Benn, Poese statiche, trad. it. de G. Baioni, Einaudi, Turin, 1972, p. ICy ss. 98 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL del neuma divino”! como las llama en su diario de 1893~ Jo puedan apresar, pero al mismo tiempo siente un respeto yun amor enormes por la palabra, por su orden y por su ar- monja, por el valor moral de su estilo. Lord Chandos advierte sobre todo lo inapropiados que son el concepto, la generalizacién y Ja universalizacion -o, a sus ojos, la reduccién— contenidos en cada categoria. Yes que para él el mundo es un torbellino de elementos ine- xorablemente individuales, como para el chaman cada arbol posee un espiritu que no se deja subsumir en la categoria del bosque o de las coniferas, o como para el animista cada cosa esta vivificada por un alma, que no se deja encuadrar en una clase superior. Al igual que otros personajes de la literatura contem- pordnea, Lord Chandos se rebela contra la destruccién del mundo que causa el lenguaje, el cual, como sefiala Cassirer? borra la inmediatez de la experiencia y su singularidad irre- petible. El individuo parece inefable en la medida en que, como decfa Stirner, se siente tinico y por ende halla su iden- tidad en lo que lo diferencia de cualquier otra realidad del mundo. Asf, el individuo no se encuentra en la generali- dad del lenguaje, que destruye ~conforme a la ya mencio- nada observacién de Hegel~ el “este”, esta cosa en este HV, Hofmannsthal, Aufieichnungen; en este caso ~y s6lo en este~ la cita cesta tomada de Gesammelte Werke hisg. v,H. Steiner, Frankfurt del Meno, 1959, p. 105; trad, it de G, Bemporad, “Appunti e diar, en I libro degli amici, op. cit, . 102 P. Cassirer, Filosofia de las formas simbilicas, trad. esp. de Armando Morones, vol. I: “El lenguaje", FCE, México, 1971, pp. 144-146 PROLOGO / CLAUDIO M. instante, y cobra su identidad en la generalidad del pro- nombre demostrativo. La esencia de Ja singularidad sigue siendo inefable. En efecto, ésa es para Lord Chandos la epifanfa subiténea de las, cosas, su presentacién semantica, “el acto de presentaci6n inmediato y originario (...), la conciencia de los objetos es- pacio-temporales identificados (...), el presentarse de las cosas, su forma de aparecer y de distinguirse” (Morpurgo- Tagliabue).* La imposible representacién lingitistica cede el paso a Ja presentacién de la vida, no lingtiistica sino perceptiva: las cosas significan con viveza inmediata y se presentan como un todo, intuido globalmente antes que por las partes que lo constituyen, un todo que desconoce la dualidad del len- guaje, que remite de los signos a las cosas que aquéllos de- signan. Paradéjicamente, en su carta Lord Chandos no tiene mas remedio que hablar de estas epifantas no lingiiisticas, ‘que representar y suplir con signos verbales (“las palabras me abandonan’ dice) esa plenitud de significado (“in- nombrado y al mismo tiempo dificilmente nombrable”* como lo llama). Lord Chandos tiene la revelacién del objeto en la unidad y en la integridad de sus partes, en una rela- cién de parte a todo y no de modelo a clase (Morpurgo- ‘Tagliabue).t En la presentacién seméntica radican la * G. Morpurgo-Tagliabue, Semantica, apantes de clase, Facultad de Filosofia ‘y Letras, Universidad de Trieste, curso académico 1968-1968, p. 5 *'H, V, Hofimannsthal, Ein Brief op. cit, p. 467 [p. 129] 2 Kem. +.G. Morpurgo-Taglabue, Semantics, op. cit, pp. 5-14 100 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL plenitud y Ia totalidad de un sentido unitario y global; ¢l signo no se remite a la cosa 0 a la imagen mental, s6lo hay coincidencia entre la cosa y su signo. En efecto, Lord Chandos conoce y reconoce cada uno de los objetos globalmente, sin atribuirlos a ninguna clase: “Una regadera, un rastrillo abandonado en el campo, un perro al sol, un cementerio pobre, un tullido, una pequeiia granja (...) una rata, un escarabajo, un manzano atrofiado, unas rodadas de carro que serpentean en la colina, una pie- dra cubierta de musgo llegan a importarme mas que la mas bella y generosa amante en la mis feliz de las noches”! Asf pues, las cosas importan, o significan, més alla de la palabra: a Lord Chandos todo se le parece como “algo”? todo esta cargado de sentido, con tal de que se sepa “pensar con el corazén’? es decir, con todo el ser inmediato y no con el len- guaje. Hofmannsthal se niega a incluir la semantica en la lingiistica y a establecer una equivalencia entre significado y significado lingitstico. Como ha notado Ziolkowski,* Lord Chandos vive la epi- fanta nitida y pura del objeto en el sentido joyceano: el ob- jeto, sin la fugacidad del tiempo, est inmévil, y aparece "HE. v Hofinamnsthal, Fin Bef op. cit pp. 467, 469 [pp 129,131) La cu sivas mi © abide, p. 469 fp. 132, > Idem. ‘7 Ziolkowski “James Joyces Fpiphanie und die Uberwindung der empi rischen Welt in der modemen deutschen Pros’ en Deutsche Verteliahresche f Ti, wis 1. Geistengesch, 35 Jar 1961, Heft 4, pp. 394-616 PROLOGO (CLAUDIO MAGRIS 10 limites trazados con claridad, armo- sencia integro dentro de sus nioso en su imagen equilibrada, luminoso en su Elestilo, apunta Wolfram Mauser,' abandona toda riqueza metaférica para concentrarse en la esencialidad de adjeti- vos desnudos, que enuncien sélo la cualidad del objeto. Aqui la epifania, como en el Stephen hero de Joyce, es puro y ab- soluto presente, iluminacién repentina, independiente de cualquier contexto. Lord Chandos habla de algo que se le “anuncia’, de “una oleada desbordante de vida mas alta” que llena Ia vida cotidiana “como se colma una vasija”* Lo que se colma de sentido son las manifestaciones inmediatas ¢ intraducibles de la vida: un feo perrillo, un gato que trepa flexible entre las macetas de flores, un fuego de pastores, el chirriar del ultimo grillo, el agua bruna de una regadera olvidada bajo un nogal yen la que un escarabajo nada como estuviese en un lago. Estas epifanias son “mudas”? llegan del fondo del silen- cio, y Lord Chandos no puede hablar ~porque la semiolo- gia verbal desarticularia la unidad de lo vivido-, como tampoco puede “precisar los movimientos internos de mis sceras o las interrupciones en el curso de mi sangre”! sin desgarrar el sentido de su identidad. Chandos, que ha sido y sigue siendo un escritor, esto es, un hombre que vive por SW. Mauser, “Daseins, unmittelbare Sprache und Gebidensprache’, en Hugo vor Hofimannsthal, hg, v. S. Bauer, Darmstadt, 1968, p. 30 y ss ? H., Hofmannsthal, Hin Brief, op. cit, p. 467 [p. 129] 2 Thidem, p. 469 [p. 131] * Ibidem, p. 470 [p. 132) 102_UNA CARTA / HUGO V ON HOFMANNSTHAL y para la palabra, trata de atajar la crisis, de reaccionar con- tra la entropfa del sentido que causa el lenguaje. Para ello se refugia en la dignidad del discurso ciceroniano, en la ma- jestuosa construcci6n de la ratio clisica: no recurre a la fan- tasia sublime de Platén, demasiado afin a aquel torbellino que lo amenaza, sino a Séneca ya Cicerén, a la armonfa de conceptos definidos y ordenados de dos maestros ilustres y solemnes de retérica y de raz6n. Ahora bien, es imposible abordar la perfeccisn de esos conceptos, por cuanto se trata de un mundo aparte y reco- gido en si mismo, sin el menor nexo con la vida y con las cosas: “(.,.) vefa alzarse ante mi sus combinaciones mara villosas como majestuosas fuentes que juegan con pelotas de oro. Podia darles la vuelta y ver como jugaban entre sis pero tenfan que ver s6lo las unas con las otras, y lo més pro- fundo, lo personal de mipensamiento, quedaba excluido de su danza anular”! El acercamiento de Lord Chandos al estilo pulido de Sé- neca y Cicerén lo lleva a descubrir que la literatura no tiene nada que ver con la vida, debido a lo cual le sobreviene “un sentimiento de temerose soledad’, que lo empuja a buscar refugio en los “espacios ebiertos”? gifs tico. Para él la propia linealidad del significante, la dimen- sién temporal de la palabra que precisamente se articula en el tiempo, pierde su dimensién unitaria y tiende a es cindirse en los sonidos aislados. Incluso el acto fisico de ha- del territorio no "idem, p. 466 [p. 128] 2 Idem, OLOGO | CLAUDIO MAGRIS 103 blar se convierte en una articulacién fonadora ardua y se- riamente tocada, que causa pequefias distonfas neuro-ve- getativas: malestar, palidez, jaqueca. Unos aos mis tarde, en “Los colores”, un fragmento de Las cartas al regreso (1907), Hofmannsthal invertiré el proceso de la epifania. Al hombre que regresa a Europa, las cosas -Ia jofaina en la cmoda, el movimiento en la calle~ le parecen desprovistas de realidad, signos de si mismas: como sila jofaina que esta en la cémoda ocupara el puesto de la jofaina verdadera, supliera la esencia de la jofaina. El hombre vive la epifania del objeto al descubrirlo en los cua- dros de Van Gogh; vive la experiencia de la presentacién se- mantica ante una obra de arte, es decir, ante una orga- nizacién de signos. A diferencia de la imagen verbal, que se desarticula en la sucesi6n cronolégica, la imagen pictérica presenta simul- téneamente su unidad y su totalidad. Aun asi, lo que Hof- ‘mannsthal pretende en “Los colores” es ante todo denunciar el “mal (...) de naturaleza europea’, a saber, el proceso de alienacién y formalizacién que ha corrompido a la civili- zacién de Europa y que impide al burgués del viejo mundo gozar de forma directa y personal del objeto, que ha perdido su sentido por haber sido abandonado a un mecanismo an6- nimo. La epifania del objeto fruto de la contemplacién de Jos cuadros de Van Gogh tampoco esta libre del mal euro: "Hx Hofimannsthal, Die Briefe des Zurichgekcrten, en Gesamele Werke, ‘op. cit, Bd. 7. p. 552, (Trad. esp. de Marciano Villanueva Sala, “Cartas al regre- 0, en Instartesgriegs y otros sueFios, Cuatro, Valladolid, 1998, p. 127.) 104 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL ROLOGO. CLAUDIO MAGRIS 105 peo: mientras en los cuadros de los maestros de la Anti- giiedad la esencia de las cosas tenia una aureola serena y apa- cible, parece que ahora no hay otro modo de adentrarse en ella que con la misma violencia con la cual la propia esen- cia arremete contra el espectador de los cuadros de Van Gogh. Asi, no es casual que, en “Los colores”, la tinica pre- sentacién seméntica y explicita sea la experiencia del vuelo de las garzas (el cegador blanco y azul de sus alas y del cielo) vivida por el sant6n hindd, con un éxtasis tan intenso que a los ojos europeos (racionalistas y colonialistas presun- twosos) del clérigo inglés no es sino una crisis como tal la desprecia. Los espacios libres, situados fuera de las verjas del len- guaje, son un territorio derata hacia el cual la individualidad se asoma con fascinacién, pero donde aquélla se disgrega, experimentando y al tiempo poniendo en marcha el declive de la funcién organizativa del Ego (W. Jens)! Con el ato- mismo de Mach, la literatura psiquidtrica (especialmente las aportaciones de Ribot y de Yanet, a quienes los intelectua- les vieneses del fin de sidcle leyeron con fervor) familiarizé a los escritores con la nocién de la pluralidad del yo. Lalectura de The Dissociation of a Personality (1906), cé- lebre obra del psiquiatra norteamericano Morton Prince, inspira a Hofmannsthal el desarrollo del tema de la perso- nalidad multiple en su navela inconclusa Andreas 0 los uni- dos (1912-1913, con afiadidos posteriores), donde dos per- neurética, y * Ci Wi. Jens op. cit, “Der Mensch and die Dinge”, en Hugo von Hofmarnsthal, sonalidades distintas y opuestas surgen alternativamente el binomio esquizofrenia-poesta, su- en la misma mujer. Ei brayado por Wunberg, la segunda es la que se adentra—por norma, con enorme profundidad—en los senderos de la pri- mera. Mientras el psicoandlisis el de Freud, sobre todo— sondea la multiplicidad psiquica para dotarla de una uni- dad nueva, ka literatura acentiia la fractura y la dispersion de la identidad individual. Musil ofrece uno de los mayo- res ejemplos con los “casos limite” ! de Moosberg y Clarisse, momentos extremos de la disociacién del viejo individuo. Lord Chandos es un mistico que sin embargo siente, como él mismo declara, que “este peculiar hechizo me aban- dona”: percibe el mundo y su propia conciencia como un bullir de unidades minimas, de étomos inconexos. Muchos poetas de aquellos afios interpretan en clave mistica los prin- cipios del empirismo, asi como los de la nueva psicologfa, es decir, descubren la copresencia—en el mismo sujeto- de nicleos distintos y separados que tienden a hacer del indi viduo una pluralidad. En cambio, en otros casos la perso- nalidad plural parece consecuencia de la separacién de algunos elementos del nticleo central o de una marcada dis- persién centrifuga. Entre el empirista (que reduce lo real a los elementos simples que lo constituyen y que se unen desunen en combinaciones variadas) y el mistico (que ve a "R, Masil, Der Mant ohne Eigenschaften, en Gesammelte Werke, htsg,¥. A. Frisé, Bd. I, Reinbek, 1978, p. 242. (Trad. esp. de José Maria Séenz, El hombre sin arributos, 2 vos., Seix Barral, Barcelona, 2002.) ? HL. . Hofmannsthal, Bir Brief op. ct, p. 468 (p. 1321 106 UNA CARTA/H VON HOFMANNSTHAL Dios en el mar, en el cielo o en el estiércol), no hay més que una diferencia de lenguaje, Tanto el mistico como el empirista son pasivos ante el mundo, reciben una revelaci6n en la que no pueden inter- venir. Lord Chandos no tiene ningtin poder para suscitar epifanias: cuando, semanas més tarde, vuelve a pasar cerca del nogal donde habia tenido la revelacién, s6lo se atreve a mirarlo de reojo y pasa de largo, para no ahuyentar la es- tela de lo maravilloso que atin flota a su alrededor y que a Ja postre sera disipada por la hybris de la voluntad, como es disipada y desarticulada en el relato, en su traduccién en palabras. Ahora bien, a Lord Chandos esa incapacidad de segmentar y articular su “participacién desmesurada” en la vida le hace mella, porque le impide guardar distan- cia y lo fuerza a vivir continuamente en el limite de la intensidad perceptiva, en aquel “otro estado” que, por definicin, como Musil sabfa perfectamente, no puede durar. En vex de experimentar “compasién” lo que entrafia- ria una relacién clara y peculiar, un juicio~ por las ratas que él mismo habia mandado envenenar cuando las oye agoni- zar en la vaquerfa, lo que Lord Chandos experimenta es una “participaci6n’, una identificaci6n sensitiva y psicol6gica. Asi, se transvasa en todos los fenémenos, siente que en él palpitan y se estremecen el hedos, los chillidos, el furor y las convulsiones de aquellas ratas, lo atraen las vigas mohosas "Hi Hofimannsthal, Bin Bef op. cit. 468 fp. 130-131 PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS_107 y casi podridas; su amor por las cosas se vuelve tan enig- mitico como el afecto de Craso, el antiguo orador romano, por su obtusa murena domesticada. Como revela el re- cuerdo de esta anécdota, el repertorio de la cultura clisica sélo le ofrece comparaciones para la tragedia subhumana (la destruccién de Alba Longa, el incendio de Cartago y Niobe para establecer semejanzas con la masacre de las ratas) o claves de un misterio sordo. Entonces en él “todo supura, late y hierve (...) siento como si yo mismo entrase en fer- mentacién, lanzase burbujas, bulliera y centellease. Todo es tuna especie de pensar febril, pero un pensar cuya materia es més inmediata, més fluida y més incandescente que las pa- labras”! Se trata de una fiebre que a Lord Chandos le impide dis- tinguir entre percepcién y proyeccién, entre interioridad y exterioridad, como se aprecia en la histérica “escritura au- tomatica” (Ladislao Mittner)? de su cuento La manzana de oro. Lord Chandos sélo sabe protegerse de esa ficbre con apatia, indiferencia y silencio, retirandose y aceptando aris. tocréticamente la muerte, a la manera de los protagonistas de otros dos relatos suyos, EI cuento de la noche 672 ¢ His- toria de uno de caballeria (1904) En cambio, en Andreas Hofmannsthal procura encon- trar la palabra transparente y clara como circunlocucién de las cosas oscuras, como filtro puro del rio de lo pro- "Hy, Hofmannsthal, Ein Brief op. cit, p. 471 [p. 134] LL. Mittner, Storia della leteraturatedesca. Dal realismo alla sperimentazio ‘ne, Hinaudi, Turin, 1971, tomo I, p. 989. fundo, como transcripcién nitida y consciente de las ma- rafas inarticuladas del inconsciente, es decir, como verdad. En Andreas se enfrenta con la escisién para vencerla en un plano no psicolégico, sino espiritual y religioso. El viaje que hace Andreas de Viena a Venecia, a través de los Alpes, es un espejo, brillante y transparente, en el que se conju- gan las realidades externa e interna y se restafian las heri- das de la personalidad; es un circulo magico que aspira a representar simbélicamente todas las posibilidades de lo real y todas las dimensiones del tiempo. Todo, en el viaje de Andreas, significa. Cada apariencia es portadora de un sentido que la ilumina y trasciende: lo profundo habla en la superficie clara de las cosas, la naturaleza y la vida son un libro que cuenta la verdad, el agua transparente de los arroyos de montaiia es el eros del protagonista, que en su pureza original fluye entre los bosques y puede convertirse en la fuerza apacible que mueve los molinos de la granja 0 sea, inclinarse por el amor de Romana, la muchacha lu- minosa—o ensombrecerse en las estancadas y ambiguas la- gunas de Venecia. La novela, interrump'da e inconclusa, ofrece una serie de esboz0s o desarrollos potenciales, que el lector puede ela- borar a su antojo, mezclindolos como una baraja y com- poniendo varias historias posibles: la totalidad de la vida siempre es provisional, nunca se detiene, continuamente nace y se renueva otra ver desde el principio. El lenguaje es esa baraja, ese conjunto de apuntes y de proyectos del que la novela, como la vida, surge y se forma sin pausa. PROLOGO { CLAUDIO MAGRIS 109 Por otra parte, esta unidad, que no excluye lo miiltiple, no puede predicarse ni teorizarse: el caballero de Malta, maestro de perfeccién mistica y filos6fica, perece porque su conocimiento pleno coarta la vida, que, pese a ser en si total y simulténea, slo puede vivirse en la gracia del instante y del limite, en la concrecién de la forma individual, lo que ‘Andreas consigue en su atolondrada ligereza, mientras que el caballero de Malta se jacta de ser duefio del conocimiento simultdneo y total de la existencia, afirma que contempla y pose el infinito. Sila vida es toda la baraja, el buen jugador juega con las que le han tocado y con el abanico, amplio pero limitado, de sus combinaciones; no con todas las combinaciones que serfan matematicamente posibles con todas Jas cartas de la baraja. La palabra absoluta, que quiere expresar directamente la totalidad y la verdad, fracasa, como le ocurre a la muy pro- funda y sin embargo estéril palabra del caballero de Malta. En la abundante obra de Hofmannsthal, con todo, no fal- tan ejemplos en los que la palabra deviene puro ornamento, significante auténomo y ostentoso, decoracién que suple la falta de sentido. Lord Chandos renuncia a este signo vacio, para perseguir “una lengua de cuyas palabras ni siquiera una sola me es conocida; una lengua en la que las cosas mudas me hablan y en la que quiz un dia en la tumba tendré que rendir cuentas a un juez desconocido”: El hecho de no po- “HL. v. Hofimannsthal, Bix Brief op. cit, p. 472 [p- 135) 110_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL seer esta lengua conduce a la privacién de cualquier otro signo lingitistico de valor y de verdad, hace que todo sea os- tentacién y vanidad, exhibicin narcisista y alarde impu- dico: la palabra se vuelve “indecente’,' como afirma el protagonista de una de las mejores comedias de Hof- mannsthal, El hombre dificil (1920), un aristécrata desen- gafiado que en la Cémara alta no pronuncia palabra. Este silencio guarda relacién con la prevencién con que se toma cualquier intento de ordenar sistematicamente la vida. “Mi lado débil’, dice Hans Karl, el hombre dificil, “re- side en que casi nunca sé distinguir lo crucial”? perplejo ante la complejidad de lo real, con sobrada inteligencia para comprender los distintos motivos de todos los contendien- tes, y por eso mismo incapaz de inclinarse a favor de una u otra de las facciones, fascinado por el instante pero reacio a suspenderlo en una pos-ura definitiva, el personaje prin- cipal de esta comedia tardia de Hofmannsthal es un héroe de la indecis ny la discrecién, de la cortesia y la evasiva. Hans Karl, vienés que ha sobrevivido a la decadencia del Imperio habsburgués (Ja comedia, ambientada en el perfodo de entreguerras, fue terminada en 1918 ~aunque el primer manuscrito data de variosafios atrés~y estrenada en 1921), vive con conciencia melancélica y disimulada la desapari- cién de su mundo y de su civilizacion, Miembro de la Cé- H. . Hofmannsthal, Der Schwierige, en Gesammelte Werke, op. cit, Bd. 4 Dramen Lustspiel, p. 437; trad, it. de G. Bemporad, L'uomo difficile, con una nota de G. Bemporad, Milin, 1979, p. 137. 2 Thidem, p. 398, ROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 111 mara alta (el Senado) porque le corresponde por derecho hereditario, en las sesiones se mantiene en un silencio im- penitente, pues para él no hay palabra que no sea “inde- cente” y que no se base en que “nos sobrevaloramos de manera indecente”? A lo que més se opone es a pronunciar un discurso sobre la reconciliacién de los pueblos y sobre la convivencia de las naciones, convencido de que si se hace hincapié en la politica se incurre en falsedad e indecencia, Jo que sélo causa confusiones calamitos Hombre de mediana edad, no joven pero tampoco ma- duro, a Hans Karl -al que la vida y el amor atin cautivan y es un gran seductor involuntario buscado y amado por las ‘mujeres—le cuesta tan poco tomar como dejar y es propenso al distanciamiento y ala renuncia. Veterano de experiencias de guerra atroces y que nunca ha contado, guarda en su fuero interno la sobrecogedora leccién que ha aprendido, mientras, apartado pero siempre afable y exquisito, sigue in- terviniendo en la educada sociedad vienesa, con sus intri. {gas, sus convencionalismos y sus formalidades. La comedia se desarrolla en dos planos paralelos: por un lado, el de una interioridad frégil y profunda, pero ptidica- mente contenida, y, por otro, el de una superficie amable de tramas risuefias, equivocos leves y juegos tiernos y mali- ciosos. El escenario es el viejo palacio en el que vive Hans Karl, seftorial pero no suntuoso, o el saldn de la casa de la familia Altenwyl, de estilo dieciochesco, donde se ofrece una recepcién. La accién, que a unos puede parecer intrincada ° HL v, Hofmmannsthal, Der Schwierige, op. cit p. 403. 112_ UNA C. RTA / HUGO VON HOFMANN: ya otros insustancial, se zesuelve en los dilogos (con las ré- plicas entre los personajes y los malentendidos que se crean) yen los convencionalismos de una velada mundana, Hans Karl, “el hombre dificil’, acude de mala gana a la fiesta de los Altenwyl para solucionar, con el peso de su auto- ridad moral y el poder de su lacénica inteligencia, ciertos problemas sentimentales y sociales de su parientes y ami- gos: quiere convencer a Antoinette Hechingen, una dama voluble y apasionada que ha sido su amante, de que se re- concilie con su marido, consorte inepto pero amigo solido y firme defensor de los vinculos y de los valores; quiere per- suadir a la misteriosa Helene Altenwyl, el amor secreto y nunca declarado de Karl, de que se case con su sobrino Stani, el cual, aconsejado por su tio, deja entonces de cortejar a Antoinette. Como en muchas obras de Hofmannsthal, a la postre el seductor es el guardian del hogar, el hombre capaz de re- nunciar a la alegria por la felicidad de los otros: el aventu- rero es el hombre moral por excelencia, Hofmannsthal, tras empezar representando la crisis de la palabra y la vocacién de la poesia al silencio, esto es, su inquebrantable desapego alos valores sociales, se convierte luego en tutor y mentor de la felix Austria, extrayendo de su ocaso una gran leccién de tolerancia, de moderacién, de continuidad conservadora y_ de ligereza. La aventura, a anarq a todos los atractivos de la vida, pasa a ser un elemento de estabilidad y de conservacién, una renovacién impetuosa terior del alma abierta PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 1 pero controlada que confluye y se integra en el edificio dela tradici6n, reforzéndolo e infundiéndole savia nueva El amor, que, libre y fugaz, prende en la llama del ins- tante y de lo inesperado, cobra realidad y duracién en el vinculo y en la tenaz creatividad del matrimonio, al que El hombre dificil dedica un elogio intenso y delicado, conmo- vedor y sin prejuicios. Asi, la charla entre Hans Karl y He- lene, que debia servir para que ésta se prometiera con Stani, les descubre en cambio a ambos su amor reciproco, pro: fundo y técito; Hans Karl, el hombre propenso al distan- ciamiento, es quien se casa con Helene y quien encuentra la felicidad amorosa. El drama interior y la cortesia mundana se enredan de un modo inextricable, en esa compleja ligereza que const tuye uno de los grandes valores del arte de Hofmannsthal, tan dado a velar la profundidad bajo la superficie, mejor dicho, a buscar aqueélla en ésta, sabedor de que la claridad de la exterioridad es el auténtico rostro en el que surgen, ocultandose y al tiempo manifestndose, los recovecos de la psique, y sobre todo sabedor de que la poesta es la que puede captar e iluminar los vértices del abismo alli donde asoman. y donde existen de verdad, en esa superficie de la vida clara y misteriosa que no ¢s sino la vida misma, en toda su demo- niaca e inquietante aparicién. Por ello, la compostura y el respeto a las convenciones son también ambiguos y herméticos. Aunque prueban fi- delidad a la tradicién, a la vez pueden manifestar el escep- ticismo del conservador, tan desengafiado con la sociedad 114 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL que desconfia de cualquier ideologia social y por consi- guiente de cualquier pretesta, y prefiere proteger su anar- quismo interior tras una fachada de buenos modales y de leve indiferencia, que lo preserva de cualquier participacién intima en las mentiras convencionales. Esta indiferencia afa- ble y anarquista es muy austrfaca, como muy austrfaco es Hans Karl, tan remiso ala accién y a la decisién, a tomar una iniciativa “crucial”. Para Hans Karl, la totalidad debe permanecer abierta, debe ser como el circulo del que habla Musil, no cerrarse para siempre. Los nexos significativos existen y dan sen- tido a la vida, pero en todo momento pueden recibir una nueva revelacién de este sentido. El logos, para Hof- mannsthal, ordena y compone la existencia, pero sin res- tringirla en ningiin sistema cerrado. Lavacilacién y la renuncia a la disyuntiva, 0, mejor dicho, la opcién consciente por la indecisién, es lo que singula- riza el ocaso de la ci izacién habsburguesa, origen de su gran literatura: desde el titubeante y silencioso emperador de Grillparzer, pasando por la figura de Francisco José que ‘Werfel describe en su estitica majestuosidad, hasta el hom- bre sin atributos y la Catania de Musil, formada por muchas mitades que nunca se unen en un todo y por muchas di- -vergencias que no admiten soluci6n. Precario punto de equi- librio en una situacién permanentemente inestable y acuer- do momentaneo entre contradicciones irreconciliables, el Imperio de los Habsburgo habia identificado su supervi- vencia con el mantenimiento de lo provisional, con el apla- PROLOGO zamiento de las decisiones que podfan suponer su desapa- ricién, con la técnica de postergar el final, que, aunque ine- vitable, no tenfa por qué ser inmediato, Austria era un conglomerado de contradicciones tan superlativas como ar- quetipicas, dado que el conflicto que le tocé padecer con es- pecial intensidad también se vivia en el resto de Europa (aunque de forma mas larvada): a saber, la imposibilidad de poder elegir entre alternativas antitéticas que por regla ge- neral tenfan, ademis, los mismos efectos letales. Elaustriaco habia comprendido, seguramente antes que los otros occidentales, que en aquella constelacién hist6rica vivir era, antes que nada, sobrevivir. Ast pues, para sobrevi- vir buscaba postergar cualquier decisién definitiva, es decit, Ja muerte de alguna de sus posibilidades, buscaba impedir cualquier sintesis 0 cualquier destrucci6n y superacién de los opuestos para conservarlos durante largo tiempo, para govar y disfrutar de ellos, para ahondar en todos los res- quicios de las delicias sensuales de su vida inestable y te- rrestre. El estilo austriaco del ocaso se define por la discrecién pero también por el placer. De ahi que no sea ca- sual que Hofmannsthal introduzca en su comedia la con- traposicién entre la contencién y la seduccién de Hans Karl y la ridicula prepotencia y la mistificacién hiperb6lica del prusiano barén Neuhoff, simbolo de una Alemania antité- tica de la vieja Austria, Esta antitesis se mitifica (lo hacen muchos escritores da- nubianos, ademds de Hofmannsthal, que incluso la teoriza en un cuadro de oposiciones esquemiticas), hasta el punto ‘ARTA / HUGO YON HOFMANNSTHAL de convertirse en el nticleo de la civilizacién habsburguesa y desu posterior enaltecimiento. Un mito tan sugerente de- forma la realidad austriaca y crea una imagen absoluta dela vida, que omite y desecha todas las realidades de la historias es un mito que hace de necesidad virtud o que transforma elfracaso o la carencia deuna funcién histérica en una esen- cia metafisica. Como setala Giuseppe Bevilacqua, el Im- perio habsburgués es el ex Sacro Imperio Romano de la patria alemana, al que se frené su originaria vocacién de ser una potencia con la uni¢ad germanica y la unidad centro- europea en clave alemana, Marginada ~por Napoleén y Rusia~ de este proceso, Austria se encontré privada de cen- tro y de funci6n politica, abocada a desempefar una fun- cién marginal y a buscar fuera de si misma las causas historicas de su propia existent aco sin centro ~el hombre sin atributos, el palco vacio del emperador, el austro-htingaro sin el htingaro, la carencia de un fundamento~ es consecuencia de esta crisis is tan radical y sufrida tan profundamente que bien puede ser un simbolo fecundo de la irrealidad en a que se vio sumida no slo Austria, sino, de otra manera, toda Europa. Ahora bien, entender el extraordinario valor simbélico del Imperio habsburgués equivale a no olvidar su caracter simbélico, a no confundir esa apariencia con una verdad concreta. De lo contrario, con el mito habsburgués no se puede mas que prescindir, como ocurre a menudo, de la realidad historica, esto es, de la temporalidad real de nues- tra vida, y mistificar la vida auténtica bajo la retérica de Elaus' histérica, una cris PROLOGO | CLAUDIO MAGRIS 117 cuanto se dice sobre el carcter inefable de la vida y sobre su misterio. Hans Karl vence con su estrategia defensiva: una vez que se aparta, obtiene con delicadeza el placer y el amor. La to- talidad de su vida, a la que él llega con su encanto perso- nal, no tiene solucién de continuidad, siempre esté abierta y disponible a nuevas formas y figuras. El cfrculo de su exis- tencia es perfecto, porque no esta del todo cerrado sino que tiene un pequeito espacio vacio, en el que en cualquier mo- mento puede instalarse. Dentro, dice Musil, siempre falta tuna mitad. Esta ausencia se parece ala nada, necesaria para que el ser se prepare y se forme, o al silencio, que debe ro- dear a la palabra para que ésta pueda resonar y apagarse, 0 también al horizonte, que se extiende para permitir que las cosas aparezcan. Por la rendija, que impide al todo cerrarse hasta ser in- franqueable, resplandece el sentido de la vida, completa por- que no ha sido desposefda de sus posibilidades, de su ca- pacidad de volverse siempre otra sin dejar de mantenerse fiel a si misma: el secreto de la vida, escribe Hofmannsthal en una de sus célebres reflexiones, es la antitesis-comple- mentariedad de fidelidad y metamorfosis, cambio y dura- cidn; el secreto reside en captar esa antitesis como com- plementariedad y en vivir esa tensién como armonia. El vacio y la ausencia de lo definitivo son lo que permiten ala vida descubrir su sentido no obstante los signos herrum- brosos; la crisis de la palabra y su enmudecer no ponen fin 118_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL al gran estilo, sino que lo inauguran, creando y recreando el silencio ~violado por el ruido de la literatura que requiere Ia esencialidad de la poesta. Como escribe Hofmannsthal, el gran estilo es, ante todo, el arte de callar. [Traduccién de César Palma] UNA CARTA (De Lord Philipp Chandos a Sir Francis Bacon) HuGo von HOPMANNSTHAL EsTA BS LA CARTA QUE PHILIPR, LORD CHANDOS, EL HIJO MENOR DE EARL DE BATH, ESCRIBIO A SU AMIGO FRANCIS BACON (MAS TARDE LoRD VERULAM Y VIZCONDE DE SAINT ALBANS) PARA DISCULPARSE (CON EL POR SU RENUNCIA TOTAL A LA ACTIVIDAD LITERARIA Es amable por vuestra parte, mi muy estimado amigo, pasar por alto mi silencio de dos afios, y escribirme. Es mas que amabilidad dar a vuestro cuidado por mi, a vuestra ex- trafieza por la parilisis espiritual en la que os parezco su- mido, esa expresi6n de ligereza y chanza que es don exclusivo de los grandes hombres que han sido atravesados, pero no abatidos, por los peligros de la vida. Concluis con el aforismo de Hipécrates: “Qui gravi morbo correpti dolores non sentiunt, iis mens aegrotat’, y opinais que necesito de la ciencia médica, no sélo para con- tener mi mal, sino también para agudizar mi sensibilidad al estado de mi animo. Me gustaria responderos como vues- tra atencién por mi merece, me gustaria franquearme a vos sin reservas, y no sé cémo hacerlo. Apenas sé yo si atin soy el mismo a quien va dirigida vuestra preciosa carta; pues, jsoy yo ahora, a mis veintiséis aftos, el que a los diecinueve compuso aquel “Nuevo Paris’, aquel “Suefio de Dafne”, aquel “Epitalamio’, aquellos dramas pastoriles ebrios de pa- labras esplendorosas, de los cuales una reina celestial y al- gunos lores y sefiores demasiado indulgentes tienen a bien acordarse todavia? {Soy yo, ademas, el que a los veintitrés aiios, bajo las arcadas de piedra de la gran plaza de Vene- m1 122_UNA CARTA / HUGO VON HOFMAN HAL cia, hallé dentro de si aquella trama de periodos latinos, cuyo esbozo mental y cuya construccién le cautivaron el énimo més que los edificios de Palladio y Sansovino surgiendo de Jas aguas? Y ghe podido yo, sies que soy el mismo, dejar bo rrarse de mi incomprensible animo todas las huellas y ci- catrices de este parto de mi pensar més tenso tan completa- mente que, desde vuestra carta, que tengo delante, el titulo de ese pequefio tratado me mira con fijeza extrafio y frio, no habiendo conseguido captarlo de inmediato como una configuracién fluida de palabras conexas, sino entenderlo tan s6lo palabra por palabra, como si estos vocablos latinos, as{ ensamblados, se me presentasen por vez primera ante los ojos? Con todo, soy ciertamente yo, y estas preguntas, re- t6rica; retérica que bien est4 para las mujeres o para la Cémara de los Comunes; retérica, cuyos recursos, tan sobrevalorados en nuestros fas, no alcanzan, sin embargo, a penetrar en el interior de las cosas. Pero es mi interior lo que debo exponeros: una rareza, una tosquedad, una en- fermedad de mi espiritu, si queréis; si asi entendéis mejor que el abismo que me separa de los trabajos literarios, que al parecer, me aguardan, es tan insalvable como el que me separa de los que atrés quedaron y que dudo en llamar mios: tan ajeno es el lenguaje en que me hablan. No sé si debo admirar més la intensidad de vuestra be- nevolencia o la increible precisin de vuestra memoria cuando me evocdis los diversos proyectos nimios a los que daba vueltas en la cabeza en nuestros compartidos dias de hermoso entusiasmo. {Cierto que me proponia relatar los UNA CARTA / LORD ANDOS 123 primeros afios de reinado de nuestro difunto glorioso so- berano Enrique VIII! Las anotaciones dejadas por mi abuelo, el duque de Exeter, acerca de sus negociaciones con Fran- cia y Portugal me proporcionaban un punto de partida. Y de Salustio flufa en mi en aquellos dias felices y llenos de vida, como de cafios irrestaiiables, el conocimiento de la forma, de esa profunda, verdadera, intima forma que s6lo puede presentirse més alld del recinto de los malabarismos retéricos, de la cual nada se puede decir sino que ordena la materia penetrandola, sublimandola y generando poesia y verdad a un tiempo; un contrapunto de fuerzas eternas, algo magnifico como la mtisica y el algebra. Este era mi proyecto favorito. Pero ;quién es el hombre para pensar en proyectos! Acariciaba ademas otros planes. Vuestra amable carta los hace también aflorar. Saciado cada uno de una gota de mi sangre, danzan ante mi como mosquitos tristes contra un muro tenebroso sobre el que ya no da el claro sol de los dias felices. Las fabulas y los relatos miticos que nos han legado los antiguos y en los que pintores y escultores encuentran un placer infinito y desenfadado, yo querfa descifrarlos como los jeroglificos de una secreta sabiduria inagotable cuyo aliento me parecia a veces detectar como detrs de un velo. Recuerdo este proyecto. Lo sustentaba cierta voluptuo- sidad sensual y espiritual: como en el agua el ciervo acosado, asi anhelaba yo adentrarme en aquellos desnudos cuerpos resplandecientes, en aquellas sirenas y driadas, aquel Nar- 124_UNA CARTA / HUGC VON HOFMANNSTHAL ciso y Proteo, Perseo y Acteén: queria desaparecer en ellos y convertirlos en portavoces mfos. Lo deseaba. Queria hacer también tantas otras cosas... Pensaba preparar una colec- ci6n de “Apophthegmata” como la que compuso Julio César: recordaréis que se la menciona en una carta de Cicerén. Alli me proponia alinear los dichos més notables que me hu- biera sido dado reunir en el trato con los hombres doctos y las damas de ingenio de nuestro tiempo, o con gente sin- gular del pueblo o con personas educadas y distinguidas en- contradas en el curso de mis viajes. A ello queria afiadir bellas sentencias y reflexiones sacadas de las obras de los antiguos y de los italianos, y todo cuanto de ornamento es- piritual me encontrase en libros, manuscritos 0 conversa~ ciones. Ademés del deserrollo de fiestas y cortejos particu larmente hermosos, de crimenes destacados y casos de insania, la descripcién de los edificios mas grandiosos y ca- racteristicos de los Pafses Bajos, Francia ¢ Italia, y muchas otras cosas més. El conjunto de la obra debia llevar, sin em- bargo, el titulo Nosce te ipsum. Para ser breve: en aquel tiempo, en una especie de em- briaguez continua, todolo existente se me presentaba como una gran unidad: el mundo espiritual y el fisico no me pa- recian constituir antitesis ninguna, como tampoco lo cor- tesano y lo animal, el arte y el no arte, la soledad y la compaiifa, En todo sentia a la naturaleza: en los desvarios de la locura como en Jos refinamientos extremos de un ce- remonial espafiol, en laszafiedades de labradores mozos no menos que en las més dulces alegorfas; y en toda la natura- JNA CARTA | LORD CHANDOS 125 Jeza me sentfa a mi mismo. Cuando en mi cabafia de caza bebfa a tragos la espumosa leche tibia que un hombre hir- suto ordefiaba en un balde de madera de la ubre de una her- ‘mosa vaca de blanda mirada, sentfa lo mismo que cuando sobre el banco empotrado en la ventana de mi estudio ma- naba de un infolio dulce espumante alimento para el espi- ritu. Lo uno era como Io otro; ninguna de las dos expe- riencias cedfa a la otra ni en sobrenaturalidad onirica ni en energfa fisica, e igual sucedfa, a derecha e izquierda, con la extensién total de la vida. Por doquier me encontraba den- tro del centro, munca cai en la cuenta del cardcter aparente de nada. O bien, intufa que todo era semejanza y cada cria- tura llave de las otras, y me sentia capaz de aprisionarlas una auna en la cabeza y de las demas abrir tantas como ella pu- diese. Asi se explica el titulo que pensaba dar a aquel libro enciclopédico. Puede que quien sea dado a tal modo de ver las cosas juz gue bien trazado el plan de una providencia divina el hecho de que mi espiritu haya tenido que abismarse desde una pre- suncién tan hinchada en estos extremos de desaliento y de- bilidad que constituyen ahora el estado permanente de mi 4nimo. Pero interpretaciones religiosas de tal indole no tie nen ningtin ascendiente sobre mi; pertenecen a las telara- fias a través de las cuales mis pensamientos salen disparados alvvacio, mientras tantos otros quedan aprisionados en ellas y alcanzan el reposo. Los secretos de la fe se me han encar- nado en una sublime alegoria posada sobre los campos de mi vida igual que un luciente arcoiris, siempre remoto, siem- 126_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL pre dispuesto a retirarse si se me ocurriera apresurarme hasta él y cubrirme con la orla de su manto. Pero, estimado amigo, los conceptos terrenales también me esquivan de igual modo. ;Cémo intentar describiros estos extrafios tormentes del espiritu, este dispararse hacia Jo alto de las ramas cargadas de fruta sobre mis manos ten- didas, este retirarse del agua murmurante de mis labios sedientos? Mi caso, en pocas palabras, es éste: he perdido del todo la facultad de pensar o de hablar coherentemente de cual- quier cosa. Al principio, de modo gradual, se me hizo imposible tra- tar un tema més elevado o de cardcter més general y em- plear esas palabras de las que, no obstante, sin pararse a pensarlo, todos suclen servirse corrientemente. Experi- mentaba un malestar inexplicable por el simple hecho de pronunciar las palabras ‘espiritu’, “alma” o “cuerpo”. En mi fuero interno encontrabe imposible expresar un juicio sobre los asuntos de la corte, lo que pasaba en el Parlamento 0 cualquier otra cosa que se os venga en mente. Y esto no por ningtin tipo de miramientos (ya conocéis mi franqueza ra- yana en lo ligero), sino porque las palabras abstractas, de las cuales la lengua por ley natural debe hacer uso para sacar a la luz del dia juicios de cualquier clase, se me desmigaba- jan en la boca igual que hongos podridos. Me sucedié que quise reprender a mi hija de cuatro aftos Katharina Pom- pilia por una mentira infantil de la cual se haba hecho cul- pable y hacerle ver la necesidad de ser siempre veraz. UNA CARTA | LORD CHANDOS 127 ¥ estando en ello, los conceptos que me aflufan a la boca ad- quirieron de golpe una coloracién tan tornasolada y se re- bosaron entre si de tal modo que, tirando como mejor pude del resto de la frase, como si no me encontrara bien, y hasta con la cara pilida y una fuerte sensaci6n de opresion en la frente, dejé sola a la nifia, cerré de golpe la puerta a mis es- paldas, y s6lo cuando estuve a caballo galopando en el pas- tizal desierto empecé a reponerme. Con todo, esta infeccién se fue dilatando paso a paso como una herrumbre que devora cuanto queda a su alcance. También en la conversacién familiar y casera todos los jui- cios que suelen emitirse a la ligera y con una seguridad de sondmbulos se me volvieron tan problematicos, que tuve que dejar de tomar parte en tales conversaciones. Me lle- naba de una rabia inexplicable, que, a la fuerza, disimulaba s6lo a duras penas, el ofr algo del estilo de: “A éste o aaquél Ie ha ido bien o mal en el asunto”; “El sheriff N es un mal hombre”; “El predicador T es bueno”; “El aparcero M es digno de compasién, sus hijos son unos dertochadores”; “Aquel otro da envidia, pues sus hijas son buenas adminis- tradoras”; “Tal familia esta en auge, tal otra va a la ruina”. ‘Todo esto me parecfa sumamente indemostrable, falso, en- deble. Mi espiritu me obligaba a ver cuanto se presentaba eneste tipo de conversacién en una inquietante cercan‘a: tal ‘como una vez habfa yo visto en una lente de aumento una zona de la piel de mi meftique semejante a una Hlanura con surcos y hoyos, asf me sucedia ahora con los hombres y sus acciones. No conseguia captarlos ya con la mirada simpli- 128_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL ficadora de la costumbre. Todo se me fraccionaba y cada parte se dividfa a su vez en més partes y nada se dejaba ya sujetar en un concepto, Las palabras flotaban libres a mi alrededor: se coagulaban en ojos que me miraban fijamente yalos que yo debo devolver la misma mirada fija: son tor- bellinos que me dan vértigo al contemplarlos, que giran sin cesar y a través de los cuales se arriba al vacio. Hice un intento de salvarme de este estado en el mundo espiritual de los antiguos, Evité a Platén: los peligros de su vuelo figurado me horzorizaban. Pensé atenerme mas que a nadie a Séneca y Cicerén. Aquella armonia de conceptos precisos y ordenados esperaba que pudiese sanarme. Pero me resultaron inabordables. Los conceptos los compren- dia bien: veia alzarse ante mi sus combinaciones maravi- losas como majestuoses fuentes que juegan con pelotas de oro, Podfa dares la vueita y ver cémo jugaban entre sf; pero tenfan que ver s6lo las unas con las otras, ylo més profundo, lo personal de mi pensamiento, quedaba excluido de su danza anular. Me sobrevino entre ellas un sentimiento de temerosa soledad; me sentia como si estuviera encerrado en un jardin con sélo estatuas sin ojos. Hui de nuevo a espa- cios abiertos. Desde entonces llevo una existencia quea vos, me temo, 0 costar trabajo entender: tan vacia de espiritu y pensa- miento fluye. Una existencia que ciertamente se distingue apenas de la de mis vecinos, de la de mis parientes y de la de Ia mayorfa de la nobleza terrateniente de este reino, y en la que no escasean los momentos alegres y vivificantes. No me RTA [ LORD CHANDOS 129 resulta facil haceros ver en qué consisten estos buenos mo- mentos; una vez mas las palabras me abandonan en el ins- tante critico. Pues es algo absolutamente innombrado y al mismo tiempo dificilmente nombrable lo que en tales mo- mentos se me anuncia colmando de una oleada desbordante de vida més alta, como se colma una vasija, cualquier apa: riencia de mi entorno cotidiano. No puedo pretender que me comprendiis sin la ayuda de un ejemplo y me veo obli- gado a pediros indulgencia para la simpleza de los mfos. Una regadera, un rastrillo abandonado en el campo, un perro alsol, un cementerio pobre, un tullido, una pequefta granja, todo esto puede llegar a convertirse en el recipiente de mi revelacién. Cada uno de estos objetos, y mil otros pareci- dos, sobre los cuales normalmente el ojo se desliza con na tural indiferencia, puede de repente, en cualquier momento, que en modo alguno esté a mi alcance suscitar, cobrar para mi un cardcter sublime y conmovedor que la totalidad del vocabulario me parece demasiado pobre para expresar. Si, puede que también a la determinada representacién de un objeto ausente le corresponda la suerte inescrutable de ser Menada hasta los bordes por ese flujo suave ¢ impetuosa- mente ascendente de sentimiento divino. Asi, hace no mucho tiempo, habia yo dispuesto que se esparciese abun- dante veneno para las ratas en las vaquerias de una de mis granjas. A la caida de la tarde alejéme de alli a caballo y, como podéis suponer, no volvi a pensar ms en el asunto, Luego, mientras cabalgaba al paso por unas tierras de labor encrespadas de profundos surcos sin nada cerca de peor agiiero que una nidada de codornices, que se espantaron, 130_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL yenla distancia, sobre los campos ondulados, el enorme sol poniente, de golpe se me abre dentro aquel cobertizo leno de la lucha mortal de aquella poblacién de ratas. Todo es- taba en mf el aire fresco de la vaquerfa enrarecido por el pe- netrante olor dulzén del veneno y la estridencia de los chillidos de muerte que rompfan contra los muros moho- sos; aquellos enmaraiiados espasmos de la impotencia, aque- llas desesperaciones persiguiéndose trabadas; la busqueda frenética de escape; la fria mirada de furor cuando dos se encuentran ante una grieta obstruida. Pero spara qué bus- car de nuevo palabras, si he renegado de ellas? ;Recordais, amigo mio, en Livio, la espléndida descripcién de las horas que preceden a la destruccién de Alba Longa? ;Cémo la gente vaga por las calles que no volverdn a ver, como se des- piden de los guijarros del empedrado? Os digo, amigo mio, que todo esto lo llevaba dentro de mf y también a Cartago en llamas. Pero era alge mas también, mis divino, més ani- mak; y era presente, el més pleno y sublime presente. jHabia alli una madre que convulsivamente habia estrechado a sus pequefiuelos moribundos, y no les dirigfa la mirada a ellos ni alos implacables muros de piedra, sino al aire vacio 0 quizé, a través del aire, al infinito, y acompafiaba estas mi radas con un rechinar de dientes! Un esclavo lleno de im potente horror al lado de Niobe en el instante en que se estaba volviendo de piedra debe haber sentido lo que yo sen- tia mientra dentro de mi el alma de este animal ensefiaba los dientes al destino monstruoso! Perdonadme esta descripcién, y no penséis que era com- pasién lo que me embargaba, Esto no lo debéis pensar: im- plicaria que he errado en la eleccién del ejemplo. Era mucho UNA CARTA / LORD CHANDOS 131 mas y mucho menos que compasién: una participacién des- mesurada, un transvasarme en aquellas criaturas o un sen- tir que un fluido de vida y muerte, de sueno y vigilia habia venido (se dénde?) por un momento a impregnarlas. Pues, gtendria algo que ver con la compasién, tendria algo que ver con Ia l6gica de una asociacién de ideas humana el que otra tarde me encuentre bajo un nogal una regadera a medio lle nar que un garz6n jardinero habia alli olvidado, y que esta regadera y su agua, bruna de la sombra del arbol, y un es- carabajo que rema sobre el espejo de esta agua de una os- cura orilla a la otra, que esta conjunci6n de nimiedades me estremezca con una presencia tal de infinito, me haga correr un escalofrio desde la raiz del cabello por todo lo largo de la médula, hasta el punto de sentirme impulsado a pro- rrumpir en palabras; palabras que, de encontrarlas, estoy seguro que harian bajar a la tierra a esos querubines en los que no creo; y que después me aleje de tal lugar en silencio y,semanas més tarde, ala vista de aquel nogal, pase de largo dirigiéndole una timida mirada de reojo, por miedo de ahu- yentar la estela de lo maravilloso que flota alrededor del tronco y de expulsar los temblores sobrenaturales que per- sisten en las matas préximas? En tales momentos, una cria~ tura insignificante, un perro, una rata, un escarabajo, un manzano atrofiado, unas rodadas de carro que serpentean en la colina, una piedra cubierta de musgo llegan a importarme més que la mas bella y generosa amante en la més feliz de las noches. Estas mudas y, a veces, inanimadas criaturas se elevan hasta mé con una plenitud tal, con una presencia de amor tal, que mis gratificados ojos son incapaces de detec- tar ningtin punto muerto a mi alrededor. Todo, todo cuanto 132_UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTH existe, todo lo que recuerdo, todo lo que mis mas confusos pensamientos tocan, me parece ser algo. Hasta la propia pe- sadez, el (en otras circunstancias) torpor de mi cerebro se me aparecen como algo; dentro de m{y a mi alrededor per- cibo un fascinante contrapunto infinito, y entre las mati rias que lo componen no hay ninguna en la que no sea capaz de transvasarme. Me parece entonces que mi cuerpo esta hecho de meras cifras que todo me lo abren. O que podria~ mos acceder a una relacién intuitiva con todo lo existente si empezasemos a pensar con el corazén. Pero cuando este peculiar hechizo me abandona, no puedo decir nada de él, ni tampoco explicar con palabras cabales en qué haya con- sistido esta armonia que me entreteje al mundo entero y cémo ha llegado a serme perceptible, de igual modo que no serfa capaz de precisar los movimientos internos de mis vis- ceras o las interrupciones en el curso de mi sangre. Aparte de estos extrafios incidentes, que, por lo demas, no sé bien si atribuir al espiritu 0 al cuerpo, vivo una vida increiblemente vacfa, costandome trabajo ocultar a mi mu- jer la pardlisis de mi énimo y a los mfos la indiferencia que me infunde todo lo concerniente al patrimonio. Creo que s6lo la esmerada y severa educacién recibida de mi difunto padre y el habito temprano de no dejar ociosa ninguna hora del dia aseguran a mi vida un apoyo externo suficiente y el de- coro conveniente a mi rango y mi persona. Estoy modificando un ala de mi casa y logro entretenerme charlando de vez en cuando con el arquitecto del progreso de las obras. Administro mis bienes, y mis aparceros y asa lariados puede que meencuentren algo més lac6nico que de ___UNA GARTA/ LORD CHANDOS 133 costumbre, pero no peor dispuesto. Ninguno de los que a Ja puerta de sus casas se descubre la cabeza cuando ala caida de la tarde paso a caballo sospecharé que mi mirada, a cuyo encuentro suelen dirigir la suya en sefal de respeto, se alarga con callada nostalgia a los tablones podridos bajo los cuales acostumbran a buscar los gusanos para el anzuelo, se sume por la estrecha ventana enrejada en el turbio cuarto donde, enel rincén, una humilde cama de sdbanas de colores parece siempre aguardar a alguien que quiere morir o alguien que ha de nacer; ni sospechar tampoco que mis ojos se detienen largamente en el feo perrillo 0 en el gato que trepa flexible entre las macetas de flores, y que, de todos los pobres y tos- cos objetos de un vivir campesino, buscan s6lo aquel de cuya modesta forma, de cuya manera de yacer o reposar en el es- pacio, no observada por nadie, de cuya muda esencia puede brotar aquella enigmatica y tacita exaltacién sin limites. Pues este innombrable sentimiento mio de felicidad puede irrum- pir més facilmente a la vista de un remoto fuego solitario de pastores que a la del cielo estrellado; al chirriar del tiltimo grillo, cercano a la muerte, cuando ya el viento de otofio em- puja nubes invernales sobre los campos yermos, que al ma- jestuoso tronar del érgano. Y me comparo a veces en mis pensamientos a aquel Craso, el orador, de quien se cuenta que le tomé un afecto tan desmesurado a una murena do- mesticada (un pez de su estanque, obtuso, de ojo rojo, mudo) que se convirtié en la comidilla de la ciudad; y cuando un dia en el Senado, Domicio, con idea de hacerlo pasar por medio idiota, le ech en cara el haber vertido lagrimas por la muerte de aquel pez, Craso le respondié: “A la muerte de 134 UNA CARTA / HUGO VON HOFMANNSTHAL mi pez he hecho lo que no hiciste a la muerte ni de tu pri- mera ni de tu segunda esposa’. No sé cuantas veces, por encima del abismo de los siglos, este Craso y su murena me vienen ala mente como una ima- gen refleja de mi mismo. Pero no por la respuesta que dio a Domicio. Aquella respuesta le valié cambiar las tornas de la risa, quedando todo en cosa de agudeza. Pero a mi me toca de cerca el hecho en si, que seguirfa siendo el mismo aun cuando Domicio hubiera llorado por sus esposas lé- grimas de sangre del mas sincero dolor. Pues, a pesar de todo, Craso continuaria enfrentandosele con sus lagrimas por su murena. Y en esta figura, cuya comicidad y abyec- ci6n salta tanto a la vista en medio de un Senado que deli- bera sobre las més elevadas cuestiones y rige el mundo, en esta figura algo innombrable me fuerza a pensar de un modo que encuentro absolutamente insensato cuando intento ex- presarlo en palabras. La imagen de este Craso es a veces por la noche en mi ce~ rebro como una astilla alrededor de la cual todo supura, late y hierve. Entonces siento como si yo mismo entrase en fer mentacién, lanzase burbujas, bullera y centellease. Todo es una especie de pensar febril, pero un pensar cuya materia es mas inmediata, mas fluida y mas incandescente que las palabras. Son también torbellinos, pero, a diferencia de los torbellinos del lenguaje, no parecen conducir alo sin fondo, sino de algtin modo a mi mismo y al més profundo regazo dela paz. Estimado amigo, os he importunado més de lo razona- ble con esta difusa descripcin de un estado inexplicable que habitualmente queda encerrado dentro de mi. UNA CARTA | LORD CHANDOS 135 Habéis sido muy amable expresando vuestra contrarie- dad por el hecho de que ya no os llegue ningin libro de mi pluma “para compensaros de la privacién de mi trato”. En ese momento he sentido con certeza, no exenta de un punto de dolor, que tampoco en los aftos inmediatos ni en los si- guientes ni en todos los afios de esta vida mia escribiré nin- guin libro ni en inglés ni en latin: y elo por una tinica razén cuya singularidad, para mi penosa, confio con imparcial mi rada a vuestra infinita superioridad intelectual a fin de que la site en el lugar que le corresponde en el reino de los fe- némenos espirituales y fisicos que ante vos se despliega ar ménicamente: porque la lengua en que quizé me fuera dado, no sélo escribir, sino también pensar, no es el latin ni el in- glés ni el italiano 0 el espafiol, sino una lengua de cuyas pa- labras ni siquiera una sola me es conocida; una lengua en Ja que las cosas mudas me hablan y en la que quizé un dia en la tumba tendré que rendir cuentas a un juez descono- cido. Querria que se me permitiera en las palabras finales de esta carta, seguramente la tiltima, que escribo a Francis Bacon, condensar todo el amor y la gratitud, toda la des- mesurada admiracién que por el mayor bienhechor de mi espiritu y el primer inglés de mi tiempo albergo y alber- garé en mi coraz6n hasta que la muerte lo aniquile. Praitipe CHANDOS ‘A.D, 1603, este 22 de agosto [Traduccién de José Muitoz Millanes}

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