You are on page 1of 320

2

Importante
Esta traducción fue realizada por un grupo de personas fanáticas de la lectura
de manera ABSOLUTAMENTE GRATUITA con el único propósito de
difundir el trabajo de las autoras a los lectores de habla hispana cuyos libros
difícilmente estarán en nuestro idioma.
Te recomendamos que si el libro y el autor te gustan dejes una reseña en las
páginas que existen para tal fin, esa es una de las mejores formas de apoyar a los
autores, del mismo modo te sugerimos que compres el libro si este llegara a salir
en español en tu país.
Lo más importante, somos un foro de lectura NO
COMERCIALIZAMOS LIBROS si te gusta nuestro trabajo no compartas
3 pantallazos en redes sociales, o subas al Wattpad o vendas este material.

¡Cuidémonos!
Créditos
Traducción

Mona

Corrección

4 Niki26

Diseño

Bruja_Luna_
Índice
Importante ______________________ 3 Veintiuno _____________________ 124
Créditos ________________________ 4 Veintidós _____________________ 130
Sinopsis_________________________ 7 Veintitrés _____________________ 135
Prólogo _________________________ 8 Veinticuatro ___________________ 144
Uno ___________________________ 12 Veinticinco ____________________ 151
Dos ___________________________ 20 Veintiséis _____________________ 154
Tres ___________________________ 26 Veintisiete ____________________ 159
Cuatro _________________________ 32 Veintiocho ____________________ 165
Cinco __________________________ 39 Veintinueve ___________________ 176
Seis ___________________________ 42 Treinta _______________________ 187

5
Siete __________________________ 45 Treinta y uno __________________ 188
Ocho __________________________ 50 Treinta y dos ___________________ 195
Nueve _________________________ 57 Treinta y tres __________________ 199
Diez ___________________________ 63 Treinta y cuatro ________________ 207
Once __________________________ 68 Treinta y cinco _________________ 220
Doce __________________________ 74 Treinta y seis __________________ 227
Trece __________________________ 80 Treinta y siete __________________ 233
Catorce ________________________ 87 Treinta y ocho _________________ 235
Quince ________________________ 94 Treinta y nueve ________________ 244
Dieciséis _______________________ 99 Cuarenta ______________________ 247
Diecisiete _____________________ 103 Cuarenta y uno _________________ 254
Dieciocho _____________________ 109 Cuarenta y dos _________________ 261
Diecinueve ____________________ 115 Cuarenta y tres _________________ 267
Veinte ________________________ 120 Cuarenta y cuatro _______________ 271
Cuarenta y cinco ________________ 277 Cuarenta y nueve _______________ 298
Cuarenta y seis _________________ 281 Cincuenta _____________________ 303
Cuarenta y siete ________________ 287 Cincuenta y uno ________________ 315
Cuarenta y ocho ________________ 290 Acerca de la autora _____________ 319

6
Sinopsis
Las chispas saltan cuando una escritora de novelas románticas y un director de
documentales unen sus fuerzas para crear la historia de amor perfecta de Hollywood
y llevar las carreras de ambos al siguiente nivel, pero sólo si pueden evitar que la
química entre ellos se salga del guión.

Felicity “Fizzy” Chen está perdida. Tiene una carrera increíble como
escritora de novelas románticas con un montón de bestsellers a sus espaldas, pero
cuando le piden que pronuncie un discurso de graduación, se da cuenta de que no ha
estado practicando lo que predica.
Fizzy nunca ha estado realmente enamorada. ¿Lujuria? Por supuesto. Pero, ¿ese
sentimiento que te desmaya, que no puedes dejar de pensar en él y que te envuelve?
Nada. No. Nada. ¿Qué ocurre cuando el optimismo que ha fomentado durante toda su
carrera entre los lectores empieza a parecer mentira?

7 Connor Prince, director de documentales y padre soltero, adora su trabajo en


gran parte porque le permite vivir cerca de su hija. Pero cuando su jefe, con afán de
lucro, le ordena crear un reality show televisivo, poniendo en juego su puesto de
trabajo, Connor se encuentra fuera de su elemento. Desesperado por encontrar un
interés romántico para el show, un encuentro casual con una exasperada Fizzy le
ofrece a Connor la solución perfecta. ¿Y si pudiera mostrarle a todo el mundo que la
reina del romance se está enamorando? Fizzy le da un duro revés, a menos que acepte
su lista de exigencias. Cuando él dice que sí, y comienza la producción de El
experimento del amor verdadero, Connor se pregunta si la pareja perfecta también
estará alguna vez en los cartas para él.
Prólogo
Fizzy

—N
ací la primera de tres hermanos, pero bromeo diciendo que
soy como el primer panqueque. —Una carcajada recorre la
multitud y yo sonrío—. ¿Saben a qué me refiero? Un poco
desastroso, no muy bien hecho, pero aun así sabe bien.
Las risas se intensifican, pero ahora se mezclan algunos gritos soeces, y estallo
en carcajadas al darme cuenta.
—¡Ves, y eso que ni siquiera pretendía sonar picante! Mírame intentando ser
profesional, y sigo siendo un desastre. —Miro por encima del hombro y sonrío a la
Dra. Leila Nguyen, rectora del Revelle College de la Universidad de California en San
Diego y mi antigua profesora de escritura creativa—. Supongo que eso pasa por
8 invitar a una escritora romántica a dar el discurso de graduación.
Junto al Dr. Nguyen hay otra persona que se esfuerza por ahogar una sonrisa.
El Dr. River Peña —amigo íntimo, genio sexy y vampiro no confirmado— también es
un invitado especial hoy; supongo que recibe otro título honorífico por ser una
especie de prodigio sexy. Tiene pinta de pertenecer a este lugar: cuello rígido,
pantalones de traje perfectamente planchados y visibles por debajo del dobladillo
de sus galas doctorales, zapatos de vestir relucientes y un aire de austeridad que
nunca he sido capaz de dominar. En este momento, puedo ver la sonrisa cómplice
que ilumina sus ojos petulantes de pestañas gruesas.
Cuando recibí por primera vez la invitación para hablar en esta ceremonia,
River estampó inmediatamente un billete de veinte dólares en la mesa que había
entre nosotros y declaró:
—Esto se va a torcer por completo, Fizzy. Convénceme de lo contrario.
Estoy segura de que él y mi mejor amiga, Jess —su esposa—, esperaban que
me subiera al escenario y pronunciara Los monólogos de la vagina ante las masas
académicas, o que sacara un plátano y les recordara a todos, mientras enrollaba un
preservativo en él, que el sexo seguro sigue siendo importante en este año de nuestro
señor Harry Styles, pero juro que puedo interpretar el papel de un tipo literario
abotonado cuando la situación lo requiere.
Como mínimo, pensé que llegaría más allá de una línea en mi discurso antes
de soltar un doble sentido, y ese ni siquiera era intencionado.
Me vuelvo hacia el mar de graduados vestidos de negro, azul y amarillo que se
extiende a lo largo del campo RIMAC y experimento una oleada de expectación
vicaria y sin aliento por todos estos jóvenes que alzan el vuelo. Tantas oportunidades
por delante. Tanto estrés por los préstamos estudiantiles. Pero también mucho sexo
del bueno.
—Mi hermanita a es neurocirujana —les digo—. ¿Mi hermano? Sí, es el socio
más joven de la historia de su bufete. Uno de mis mejores amigos, sentado justo detrás
de mí, es un genetista mundialmente famoso. —Hay un aplauso genuino para el sexy
prodigio de la biotecnología y, una vez que se apaga, voy a por todas—: ¿Pero saben
qué? A pesar de todos sus logros, ninguno de ellos escribió un libro titulado Lujuria
Encapuchada, así que creo que todos sabemos quién es la verdadera triunfadora aquí.
Sonriendo ante una nueva oleada de vítores, continúo.
—Escuchen. Dar este tipo de discurso es algo importante. La mayoría de las
personas invitadas a despedir a un grupo de jóvenes superestrellas como ustedes,
les enumerarían formas concretas de encontrar su lugar en una cultura en constante
cambio, o los animarían a ampliar su impacto reduciendo su huella de carbono. Les
dirán que salgan a cambiar el mundo y, por supuesto, que lo harán. Apoyo esas
ambiciones. Ciudadano global: bien. Ecoterrorista: malo. Pero la Dra. Nguyen no
9 invitó a un científico del clima inspirador o a un político carismático y aceptablemente
neutral. Me invitó a mí, Felicity Chen, autora de libros llenos de amor y
responsabilidad y positividad sexual, y francamente el único consejo profesional que
estoy cualificada para dar sobre ser eco-consciente es apoyar a tu biblioteca local. —
Otra carcajada apagada—. De hecho, lo único que me importa, lo único que más me
importa en el mundo, es que cuando cada uno de ustedes llegue al final de este loco
viaje, mire atrás y pueda decir de verdad que fue feliz.
Es un día perfecto: luminoso y azul. Los eucaliptos se mecen al borde del campo
y, si se inspira en el momento justo, con la ráfaga perfecta de la cálida brisa de San
Diego, se puede oler el océano a menos de un kilómetro de distancia. A pesar de ello,
se me revuelve un poco el estómago en la siguiente parte de mi discurso. He pasado
la mayor parte de mi vida adulta defendiendo mi profesión, y lo último que quiero es
parecer a la defensiva. Estoy aquí de pie, con mi toga y mi birrete, con una
conferencia que he mecanografiado e impreso para no empezar a improvisar, a
descarrilar con chistes sobre penes, exactamente como River espera que lo haga.
Quiero que escuchen la sinceridad en mis palabras.
—Les voy a decir que vivan su vida como si fuera una novela romántica. —
Levanto una mano cuando aquellos graduados sonrientes empiezan a reírse, pero no
les culpo por pensar que es una broma, que estoy siendo tímida—. Escuchen. —Hago
una pausa para que surta efecto, esperando a que se calmen las risas y se apodere de
mí la curiosidad—. El romance no es un desgarro gratuito de corpiños. Puede serlo,
y no hay nada malo en ello, pero al fin y al cabo, el romance no consiste en la fantasía
de ser rico o bello, ni siquiera en estar atado a la cama. —Más risas, pero ahora tengo
su atención—. Se trata de elevar las historias de alegría por encima de las historias de
dolor. Se trata de verte a ti mismo como el protagonista de una vida muy interesante,
o tal vez incluso tranquila, que puedes controlar por completo. Es, amigos míos, la
fantasía de la trascendencia. —Vuelvo a hacer una pausa, tal y como he practicado,
porque todos estos bebés se han criado bajo la lúgubre nube del patriarcado y
considero que mi misión en la tierra es destrozarlo con un martillo proverbial. La
verdad de que todos merecemos ser importantes necesita tiempo para asimilarla.
Pero la pausa se alarga más de lo previsto.
Porque no esperaba que mi propia tesis me golpeara como un rayo en el centro
del pecho. He vivido toda mi vida adulta como si fuera una novela romántica. He
abrazado la aventura y la ambición; he estado abierto al amor. Disfruto del sexo,
apoyo a las mujeres de mi vida, pienso activamente en formas de hacer del mundo
que me rodea un lugar mejor. Estoy rodeado de familia y amigos íntimos. Pero lo que
más me importa es mi papel de compinche, de hija devota, de aventura de una noche
que nunca olvidarán. El verdadero meollo de mi historia —la trama romántica,
incluidos el amor y la felicidad— tiene un agujero enorme. Estoy cansada de las

10
primeras citas, y de repente me siento tan cansada que podría tumbarme aquí mismo
en el podio. Soy consciente, de golpe, de que he perdido la alegría.
Contemplo el mar de caras que me señalan, sus ojos abiertos y atentos, y quiero
admitir lo peor: Nunca he pasado del primer acto de mi propia historia. No sé qué se
siente al ser consistentemente significativo. ¿Cómo puedo decirles a estos nuevos
bebés-adultos a que salgan ahí fuera con optimismo porque todo irá bien? El mundo
parece empeñado en abatirnos, y no recuerdo la última vez que fui realmente feliz.
Todo lo que les digo —cada palabra esperanzadora de este discurso— parece
mentira.
De alguna manera me las arreglo para ponerme la máscara brillante de Fizzy y
decirles a estos chicos que lo mejor que pueden hacer por su futuro es elegir la
comunidad adecuada. Les digo que si afrontan su futuro con el optimismo del
consentido del mundo, Ted Lasso, las cosas saldrán bien. Les digo que si se esfuerzan,
si permiten que haya curvas ciegas y altibajos, si se permiten ser vulnerables y
queridos y honestos con las personas que significan algo para ellos, las cosas saldrán
bien.
Y cuando me alejo del podio y tomo asiento junto a River, me presiona algo en
la palma de la mano.
—Le has dado en el clavo.
Miro el billete de veinte dólares y se lo devuelvo discretamente. Con una
sonrisa de oreja a oreja, consciente de que aún estamos ante un público de miles de
personas, le digo:
—Pero ¿y si todo es mentira?

11
Uno
Fizzy

Aproximadamente un año después

—S
i no estás soñando despierta con el camarero sexy, no tienes
excusa para no reaccionar a lo que acabo de decir.
Parpadeo al otro lado de la mesa mirando a mi mejor
amiga, Jess, y me doy cuenta de que me he estado hipnotizando a mí misma agitando
12 la aceituna de mi Martini una y otra vez.
—Mierda, lo siento. Me he despistado. Dímelo otra vez.
—No. —Levanta su copa de vino primorosamente—. Ahora debes adivinar.
—¿Adivino qué has planeado para tu viaje a Costa Rica?
Ella asiente, tomando un sorbo.
La miro fijamente. Ella y su marido, el mencionado River Peña, parecen
conectados constantemente por un rayo láser vibrante y sexy. La respuesta aquí es
muy obvia.
—Sexo en todas las superficies planas de la habitación del hotel.
—Un hecho.
—¿Correr con gatos salvajes?
Jess se queda quieta con el vaso a medio camino de los labios.
—Es interesante que vayas allí como segunda opción. No.
—¿Un picnic en la casa del árbol?
Le repugna de inmediato.
—¿Comer con arañas? Ni de broma.
—¿Surfear a lomos de tortugas?
—Profundamente poco ético.
Sintiéndome culpable, hago una mueca hacia ella. Incluso mi pozo de bromas
Jess-Fizzy se ha secado.
—Bueno. No tengo nada.
Me estudia un momento antes de decir:
—Perezosos. Vamos a un santuario de perezosos.
Suelto un grito de celos y reúno fuerzas para hablar de lo increíble que será
este viaje, pero Jess cruza la mesa del bar y apoya su mano sobre la mía, haciéndome
callar.
—Fizzy.
Bajo la vista hacia mi Martini a medio terminar para evitar su preocupada
mirada maternal. La cara de madre de Jess me hace sentir inmediatamente la
necesidad de escribir a mano una disculpa, no importa lo que me hayan pillado
haciendo.
—Jessica —murmuro en respuesta.
—¿Qué está pasando ahora?

13 —¿Qué quieres decir? —pregunto, sabiendo exactamente lo que quiere decir.


—Toda la onda. —Levanta su copa de vino con la mano libre—. Pedí vino de
Choda Vineyards y no hiciste una broma sobre uvas bajas y regordetas.
Hago una mueca. Ni siquiera me he dado cuenta.
—Admito que fue una oportunidad perdida.
—El camarero te ha estado mirando desde que llegamos y no le has enviado tu
información de contacto.
Me encojo de hombros.
—Tiene líneas afeitadas en la ceja.
Cuando estas palabras salen de mis labios, nuestras miradas se cruzan
conmocionadas. La voz de Jess es un susurro dramático:
—¿De verdad estás siendo...?
—¿Exigente? —Termino con un grito ahogado.
Su sonrisa suaviza la preocupación que persiste en sus ojos.
—Ahí está. —Me da un último apretón en los dedos, me suelta la mano y se echa
hacia atrás—. ¿Un día duro?
—Sólo mucho pensar —admito—. O pensando demasiado.
—¿Viste a Kim hoy, supongo?
Kim, mi terapeuta durante los últimos diez meses y la mujer que espero que me
ayude a descifrar el código para escribir, tener citas y volver a sentirme yo misma.
Kim, que escucha toda mi angustia sobre el amor, las relaciones y la inspiración,
porque de verdad, de verdad, no quiero dejar caer la profundidad de mi estrés en el
regazo de Jess (ella y River siguen siendo relativamente recién casados), o en el
regazo de mi hermana Alice (está embarazada y ya está harta de su sobreprotector
marido obstetra), o en el regazo de mi madre (ya está demasiado involucrada en mi
estado sentimental; no quiero enviarla a terapia también).
En el pasado, cuando he sentido este tipo de descontento, sabía que
disminuiría con el tiempo. La vida tiene altibajos; la felicidad no es una constante ni
un hecho. Pero este sentimiento ha durado casi un año. Es un cinismo que ahora
parece permanentemente grabado en mi perspectiva. Solía pasarme la vida
escribiendo historias de amor y con el optimismo ilimitado de que mi propia historia
de amor comenzaría en la página siguiente, pero ¿y si ese optimismo me ha
abandonado para siempre? ¿Y si me he quedado sin páginas?
—Sí vi a Kim —le digo—. Y me ha puesto deberes. —Saco un pequeño
cuaderno Moleskine del bolso y lo agito sin fuerza. Durante años, estos cuadernos de
colores fueron mis compañeros constantes. Llevaba uno a todas partes, escribía
14 tramas de libros, fragmentos de conversaciones divertidas, imágenes que me venían
a la cabeza en momentos aleatorios. Los llamaba mis cuadernos de ideas y solía
garabatear cosas veinte, treinta, cuarenta veces al día. Estos garabatos eran mi
profundo pozo de ideas. Durante unos meses, después de que mi cerebro romántico
se detuviera en seco delante de un millar de universitarios recién licenciados, seguí
llevando uno a todas partes con la esperanza de que me llegara la inspiración. Pero
al final, verlos en el bolso me estresó, así que los dejé en el despacho de casa,
recolectando polvo con el portátil y el ordenador de sobremesa—. Kim me ha dicho
que tengo que volver a llevar cuadernos —le digo a Jess—. Que estoy preparada para
la suave presión de llevar uno conmigo, y que incluso escribir una sola frase o dibujar
un garabato en él me ayudará.
Se toma un segundo para asimilarlo. La frase incluso escribir una sola frase
cuelga entre nosotras.
—Sabía que habías estado de bajón —dice—, pero no creo que me diera cuenta
de lo malo que era.
—Bueno, no ocurre de golpe. Durante un tiempo escribí, pero no era muy
bueno. Y entonces empecé a preocuparme de que fuera realmente terrible, y eso me
hizo pensar que había perdido la chispa. Y luego pensar que había perdido la chispa
me hizo pensar que quizá era porque había dejado de creer en el amor.
Frunce el ceño y yo insisto.
—No es como si un día me despertara y pensara: “Vaya, el amor es mentira”.
—Pincho la aceituna en mi bebida y uso el palillo para apuntar en su dirección—.
Obviamente tú eres la prueba de que no lo es. Pero, ¿en qué momento reconozco que
quizá mi vida amorosa no va a ser lo que yo creo?
—Fizz...
—Creo que podría haber envejecido fuera de las ligas mayores.
—¿Qué? Eso es... —Parpadea, su argumento se muere en la lengua—. Bueno,
en realidad es una metáfora muy buena.
—Es el clásico dilema del huevo y la gallina: ¿el bloqueo del escritor ha matado
mi erección romántica, o perder mi erección romántica ha matado mi erección real?
—Hay muchas erecciones en esta situación.
—¡Ojalá! Y una vez que llevas tanto tiempo soltera, ya ni siquiera estás segura
de si eres apta para una relación.
—No es que hayas querido estar en una —me recuerda—. No sé quién es
Felicity Chen si no trata las citas como si fueran un deporte extremo.
La señalo de nuevo, enérgica.

15
—¡Exacto! ¡Ese es otro miedo que tengo! ¿Y si he agotado los recursos locales?
—¿Recursos... locales?
—Bromeo diciendo que he salido con todos los hombres solteros del condado
de San Diego, y sin querer con algunos de los casados, pero no creo que esté tan lejos
de la verdad.
Jess se burla de su vino.
—Vamos.
—¿Te acuerdas de Leon? ¿El tipo que conocí cuando derramó una enorme
bandeja de ensalada griega sobre mi pie en el aparcamiento de Whole Foods?
Ella asiente, tragando un sorbo.
—¿El tipo de Santa Fe?
—¿Y recuerdas a Nathan, a quien conocí en una cita a ciegas?
Entrecierra los ojos.
—Creo que recuerdo haber oído ese nombre.
—Son hermanos. Gemelos. Se mudaron aquí juntos para estar más cerca de la
familia. Salí con ellos con dos semanas de diferencia. —Jess se lleva una mano a la
boca, ahogando una carcajada—. Cuando Nathan entró en el restaurante y se acercó
a la mesa, dije: “Dios mío, ¿qué haces aquí?”
Se le escapa una carcajada.
—Estoy segura de que él y Leon lo hacen todo el tiempo, sin embargo.
—Claro, pero entonces salí con este tipo el mes pasado llamado Héctor. —Hago
una pausa para subrayar el peso de lo que voy a decir a continuación—. Los gemelos
se mudaron para estar más cerca de ese primo, él es el primo.
A su favor, esta risa es más bien un gemido. Esta mierda solía ser divertida. Nos
partía de risa a los dos y salir así era una pasada. Las aventuras de Fizzy me servían
de inspiración inagotable: incluso si una cita salía mal, podía aprovecharla para hacer
comedia o incluso para tener una pequeña chispa de idea para un diálogo. Pero en
este momento, tengo seis libros parcialmente escritos que pasan de la cita y luego...
nada. Ahora hay una barricada en el camino hacia el “te amo”. Una señal de NO ACCESO
en mi cerebro. Empiezo a entender por qué. Porque cuando veo a Jess iluminarse
cada vez que River entra en la habitación, debo admitir que nunca he compartido ese
tipo de alegría reverberante con nadie. Cada vez me resulta más difícil escribir sobre
el amor con autenticidad.
Ni siquiera estoy segura de saber cómo se siente el amor de verdad.
El teléfono de Jess vibra sobre la mesa.
16 —Es Juno —dice, refiriéndose a su hija de diez años, mi segunda mejor amiga
y uno de los seres humanos más encantadores que he conocido. Los niños son casi
siempre un misterio para mí, pero Juno de alguna manera se traduce en mi cerebro
como lo haría un adulto, probablemente porque es más inteligente que yo.
Le hago un gesto a Jess para que atienda la llamada justo cuando mi mirada se
cruza con la de un hombre al otro lado de la barra. Es guapísimo de una forma tan
fácil e inmediata: pelo oscuro desordenado que cae sobre un par de ojos claros y
penetrantes, mandíbula tan afilada que podría rebanarme la ropa mientras me besa
por el cuerpo. El traje de chaqueta tirado sobre una silla, la camisa de vestir estirada
sobre los anchos hombros y desabrochada a la altura del cuello... tiene el aspecto
desaliñado de un hombre que ha tenido un día de mierda y la mirada hambrienta que
dice que me utilizaría para olvidarse de todo. Los hombres que ofrecen ese tipo de
contacto visual solían ser mi hierba gatera. La Fizzy del pasado ya estaría a medio
camino de la habitación.
Pero Fizzy del presente es decididamente meh. ¿De verdad se ha roto mi
barómetro interno? Le doy golpecitos con un martillo de reflejos mental,
imaginándome tirando a ese Director General cachondo de su taburete y
arrastrándolo por el cuello abierto hasta el pasillo.
Nada.
¡Mira su boca! ¡Tan llena! ¡Tan arrogante!
Todavía nada.
Aparto mi atención y me vuelvo hacia Jess cuando termina su llamada.
—¿Va todo bien?
—Coordinar baile y fútbol —dice encogiéndose de hombros—. Me explayaría,
pero las dos estaríamos dormidas en la segunda frase. Pero volviendo a Héctor, el
primo de...
—No me acosté con ninguno —suelto—. No me he acostado con nadie en un
año. —Hice las cuentas hace un par de días. Es raro decirlo en voz alta.
También debe ser raro oírlo, porque Jess me mira boquiabierta.
—Guau.
—¡Mucha gente no tiene sexo durante un año! —protesto—. ¿De verdad es tan
chocante?
—Para ti, sí, Fizzy. ¿Bromeas?
—La otra noche vi porno y apenas se me apretó el coño. —Miro mi regazo—.
Creo que se me ha roto la vagina.
Su preocupación se intensifica.

17 —Fizz, cariño, yo...


—La semana pasada me planteé salir a correr en chanclas sólo para
recordarme cómo suena el sexo. —La frente de Jess se arruga de preocupación y yo
la desvío inmediatamente—. La respuesta es obvia. Es hora de hacerme flequillo.
Hay un pequeño momento en el que veo que se plantea luchar contra esta
reorientación, pero afortunadamente se sube a este nuevo tren.
—Tenemos un acuerdo estricto en de que no se aprobarán flequillos de crisis.
Lo siento, es un no del comité de mejores amigos.
—Pero imagina lo joven que me veré. Extravagante y dispuesta a todo.
—No.
Gruño y desvío mi atención hacia un lado, hacia la televisión del bar, donde ha
terminado el anterior partido de baloncesto y las noticias locales repasan los titulares.
Señalo la pantalla.
—La cara de tu marido está en la tele.
Da un sorbo a su vino, mirando fijamente a River bidimensional.
—Eso nunca dejará de ser raro.
—¿La parte del marido, o la parte de la televisión?
Se ríe.
—TV.
Y lo veo en toda su cara: lo del marido es tan natural como respirar. Eso se debe
a que la ciencia, en concreto el invento de River —una prueba de ADN que clasifica a
las parejas en Base, Plata, Oro, Platino, Titanio y Diamante según todo tipo de
complicados patrones genéticos y pruebas de personalidad—, les ha dicho que son
tan compatibles como es humanamente posible.
Y estoy más que feliz de atribuirme el mérito. Jess ni siquiera iba a probar la
prueba que los emparejaba “el ADNDuo” hasta que le puse en las manos una versión
inicial. ¿Dónde están mis merecidos puntos de karma por eso? River convirtió su
investigación de una década sobre patrones genéticos y compatibilidad romántica en
la aplicación y empresa multimillonaria GeneticAlly. Ahora GeneticAlly es la estrella
dorada de la biotecnología y del sector de las citas en línea. La empresa de River ha
estado en todas las noticias desde su lanzamiento.
Es mucho blablablá cuando se pone realmente científico al respecto, pero
realmente ha cambiado la forma en que la gente encuentra el amor. Desde su
lanzamiento hace tres años, ADNDuo ha superado a Tinder en número de usuarios.
Algunos analistas esperan que sus acciones superen a las de Facebook ahora que se
ha lanzado la aplicación social asociada, Emparejado. Todo el mundo conoce a
alguien que ha sido emparejado a través de GeneticAlly.
18 Todo esto es asombroso, pero para alguien como River, que prefiere pasar sus
días frente a una campana extractora en lugar de dirigir reuniones de inversores o
responder a las preguntas de los periodistas, creo que el frenesí ha sido un lastre.
Pero, como nos recuerdan las noticias de la noche, GeneticAlly ya no es
problema de River. La compañía está siendo adquirida.
—¿Cuándo se cierra el trato? —pregunto.
Jess traga un sorbo de vino, con los ojos aún fijos en la televisión.
—Se espera el lunes por la mañana.
Realmente no puedo entender esto. La junta de GeneticAlly ha aceptado una
oferta, y hay todo tipo de acuerdos de sub-derechos sucediendo que ni siquiera
entiendo. Lo que si comprendo es que van a ser tan ricos, que Jess va a pagar
absolutamente las bebidas de esta noche.
—¿Cómo te sientes al respecto?
Se ríe.
—Me siento completamente desprevenida para lo que será la vida a partir de
ahora.
La miro fijamente, descifrando la sencillez de esta frase. Y entonces cruzo la
mesa y le cojo la mano, la niebla se disipa. Su muñeca derecha tiene la otra mitad de
mi tatuaje borracho y mal escrito de Fleetwood Mac: Thunner only happens and wen
it's raining forever binding us together.
—Te quiero —le digo, ahora en serio—. Y estoy aquí para ayudarte a gastar tu
dinero en jirafas.
—Prefiero una alpaca.
—Sueña más grande, Peña. Consigue dos alpacas.
Jess me sonríe y su sonrisa se desvanece. Me aprieta la mano.
—Sabes que la antigua Fizzy volverá, ¿verdad? —pregunta—. Creo que sólo te
enfrentas a una transición, y descubrirlo llevará tiempo.
Vuelvo a mirar a través de la barra al tipo bueno desaliñado. Busco en mi
sangre alguna vibración, o incluso el más leve aleteo. Nada. Aparto los ojos y exhalo
lentamente.
—Espero que tengas razón.

19
Dos
Connor

U
n tipo en un podcast filosofó una vez que el día perfecto comprende diez
horas de cafeína y cuatro horas de alcohol. Puede que esté de acuerdo
con lo de la cafeína, pero la mediocre cerveza que tengo delante parece
más una tristeza líquida que una vía de escape. Extrañamente apropiado para el día
que he tenido.
—Pasarse a los reality shows puede ser divertido —dice distraído mi
compañero Ash, con los ojos pegados al partido de baloncesto que se ve en la tele
encima de la barra—. Es algo parecido a lo que haces ahora, sólo que más sexy.
—Ash —digo, haciendo una mueca mientras me froto las sienes—, hago docu-
serie corta sobre mamíferos marinos.
20 —Y los programas de citas son docu-series cortas sobre mamíferos terrestres.
—Sonríe ante su propio descaro, me mira y asiente—. ¿Estoy en lo cierto?
Gruño y nos callamos de nuevo, volviendo nuestra atención a donde los
Warriors están destrozando a los Clippers.
Pocas veces he tenido un día tan horrible en el trabajo. Después de haber
empezado desde abajo en el tanque de tiburones del gran Hollywood, sé que me va
bien trabajando para la comparativamente pequeña productora de San Diego North
Star Media. Existen las frustraciones obvias que acompañan al trabajo en una pequeña
empresa —presupuestos limitados, la ardua batalla de la distribución y el simple
hecho de estar a 120 millas de Los Ángeles, entre otras—, pero también tengo
autonomía en mis proyectos.
O lo hacía, hasta hoy, cuando mi jefe, un tal Blaine Harrison Byron —un hombre
cuya decoración de oficina incluye una enorme losa de hormigón pintada con graffiti,
una estatua de tamaño natural de una mujer desnuda y la última incorporación, una
reluciente silla de montar—, me ha dicho que la empresa estaba dando un giro
importante, pasando de la programación con conciencia social a los reality shows. ¿Es
posible que un hombre llamado Blaine Harrison Byron no sea un gigantesco pajero
pretencioso?
(Veo que es justo que se diga que un hombre llamado Connor Fredrick Prince
III no debería apresurarse a lanzar piedras, pero no me he jugado la vida de todo mi
personal por capricho, así que me mantengo firme).
—Vamos a hablarlo —dice Ash cuando suena un anuncio de comida chatarra—
. ¿Qué dijo tu jefe, específicamente?
Cierro los ojos, tratando de recordar las palabras exactas de Blaine.
—Dijo que somos demasiado pequeños para tener conciencia social.
—¿En voz alta?
—En voz alta —confirmo—. Dijo que la gente no quiere sentarse después de un
duro día de trabajo y sentirse mal por el sándwich con mayonesa que se llevó para
comer, o por la cantidad de agua que se desperdicia para fabricar la electricidad con
la que cargar su iPhone.
Ash se queda boquiabierto.
—Guau.
—Dice que quiere que vaya a por el público femenino. —Le doy un sorbo a mi
cerveza y la dejo en el suelo, mirando la mesa—. Dijo que Bravo era la cadena de
cable número uno en horario de máxima audiencia entre las mujeres de dieciocho a
cuarenta y nueve años gracias a sus dos principales franquicias de reality, y que ese

21 grupo demográfico es el que más gasta. Ergo, los ejecutivos van a por los ingresos
publicitarios premium. Ya tienen a uno de mis colegas, Trent, trabajando en una
mezcla de The Amazing Race y American Gladiators que llaman Smash Course. Y
quieren que dirija un reality show de citas.
—Así que las mujeres compiten para que algún idiota aceitado las elija —dice
Ash.
—Correcto.
—Gen Zers semidesnudos encerrados juntos en una gran casa intentando echar
un polvo.
—Sí, pero...
—Mujeres sexys casándose con un tipo promedio que nunca han visto.
—Ash, de ninguna maldita manera voy a hacer eso.
Se ríe.
—Guarda tus modales británicos. Haz como si fueras americano. —Cuando
vuelve a dejar la cerveza, me doy cuenta de que lleva la camisa mal abrochada. Se
puede contar con que Ashkan Maleki esté desabrochado, con la cremallera
desabrochada o despeinado al menos el cincuenta por ciento de las veces. Es
entrañable, pero no tengo ni idea de cómo sobrevive cada día en una habitación llena
de niños de seis años sin filtro—. Todo trabajo tiene sus inconvenientes. Sólo tenemos
que seguir con ello.
Conocí a Ash cuando mi hija Stevie estaba en primero de primaria y él se hizo
cargo de su clase a mitad de curso. Resulta que íbamos al mismo gimnasio y nos
encontrábamos continuamente. Congeniamos enseguida, pero salir juntos era un
poco como salir en secreto con el profesor de mi hija. Por suerte, cuando terminó el
curso, Stevie pasó a otro curso y mi amistad con Ash se mantuvo.
—Te encanta ser profesor —le digo.
—La mayoría de los días. Los niños son geniales —aclara—. Son sus padres los
que son un desastre.
Le dirijo una mirada humorísticamente sombría.
Ash sonríe mientras se mete una patata frita en la boca.
—No, tú y Nat estuvieron bien. Stevie me contó los cotilleos habituales de niños,
pero nada demasiado malo. —Se inclina y baja la voz—. No te creerías algunas de las
cosas que me cuentan los niños. Algunos de estos padres están locos. Uno me
amenazó físicamente cuando su hijo perdió el concurso de ortografía. Estaban
preocupados por su carrera académica.
—¿Qué carrera? Tiene seis años.

22 —La palabra era frustrarse.


—Apenas puedo deletrearla ahora.
—Exacto. —Su atención vuelve a centrarse en el televisor cuando la multitud
que nos rodea maldice colectivamente por algo que ocurre en el partido, y mi
malestar laboral regresa.
Cuando Natalia y yo nos divorciamos hace ocho años, acordamos la custodia
compartida de nuestra hija. Esto significa que Stevie, que ahora tiene diez años, pasa
los días laborables en casa de su madre y los fines de semana y la mayoría de las
vacaciones escolares en la mía. Normalmente no es un problema, pero debido a la
reunión desastrosa de esta tarde con Blaine, perdí mi ventana de recogida. En algún
momento, había hecho el cálculo mental del sur de California de:
(hora del día) x (obras en la autopista)Es viernes
Y le dije a Nat que continuara la velada sin mí.
Tenía que llevar a Stevie a hacer recados y no volvería a casa hasta dentro de
unas horas. Ahora no sólo mi carrera está en el retrete, también me estoy perdiendo
tiempo con mi chica favorita.
Inquieto, echo un vistazo al bar y mis ojos vuelven a las dos mujeres que he
visto antes. Una de ellas me da la espalda, pero la otra, con la que tuve contacto visual
poco después de llegar, es tan hermosa que no puedo dejar de mirarla. Menuda, con
el cabello negro como la tinta que brilla a la luz de la mesa, lleva un vestido negro
ajustado, las piernas cruzadas y un fino tacón de aguja apoyado en la pata del
taburete. Todo en ella grita frialdad, una forma extraña de describir a un adulto, pero
es cierto. Habla animadamente y hace reír a su amiga con frecuencia. Debería dejar
de mirarla, pero es agradable distraerse con una mujer guapa en lugar de
obsesionarse con el trabajo.
Si estuviera conectada de otra manera, tal vez me acercaría y vería si podemos
distraernos mutuamente en otro lugar durante la noche. Pero salgo de mi ensoñación
cuando la mano de Ash me toca distraídamente el cuello como reacción a algo en la
pantalla.
—Qué... Ash.
—¡Agárralo... agárralo! —grita. Su expresión se quiebra—. Noooo.
Se deja caer en la silla.
—Acabo de perder cinco dólares. —Busca su teléfono en el bolsillo.
—¿Cinco dólares americanos enteros? —pregunto, sonriendo—. Será mejor
que vigiles ese hábito de juego.
—No sé cómo lo hace, pero Ella es un tiburón y nunca pierde.

23 —¿Perdiste con tu mujer?


Levanta la vista de donde le está escribiendo un mensaje.
—Estoy considerando llevarla a Las Vegas.
—Definitivamente, hazlo antes de que nazca el bebé: a las embarazadas les
encantan los casinos llenos de humo.
Hace caso omiso y desliza su teléfono sobre la mesa.
—Volvamos a tu crisis laboral para que pueda irme a casa. Sé que esto va a
herir tu alma bienhechora, pero creo que tienes que morder la bala y hacer el reality
show que Blaine quiere. Pasa el resto del año haciendo dulces, o como sea que lo
llamara, y si tiene éxito, tendrás influencia para hacer lo que quieras después de eso.
Empiezo a protestar y él levanta una mano.
—Sé que odias esto. Sé que tu trabajo te importa. Gracias a ti no he tirado un
envoltorio de chicle ni he usado una botella de agua de plástico en dos años. Voy a
usar pañales de tela, hombre.
—Debo ser muy divertido en las fiestas.
Ash se lleva los dedos a la barbilla.
—Digo esto porque sé lo mucho que quieres mantener tus principios aquí.
Quieres hacer cosas importantes. Pero también sé que no puedes perder este trabajo.
Sólo te perdiste unas horas con Stevie esta noche. Imagina lo que te perderías si
tuvieras que volver a Los Ángeles.
Desvío la mirada hacia mi cerveza. Sólo de pensarlo se me retuerce el
estómago.
—Sí.
—Así que hazlo y sigue adelante.
—No estoy seguro de que sea tan fácil.
—Vamos. Somos chicos listos. Rebótame algunas ideas para un show sexy.
Me aprieto las sienes con los dedos, intentando hacer realidad una idea
millonaria.
—Ese es el problema, no tengo ninguna. Estoy seguro de que el mundo no
necesita otra de estas cosas.
—Bueno, aunque puede que el mundo no necesite otro, desde luego lo quiere:
Ella los ve todos. Lo que necesitas es un nuevo ángulo. —Se vuelve para echar un
vistazo al bar y, cuando lo hace, veo que la etiqueta de la tintorería sigue pegada a su
cuello. ¿Ha estado así todo el día? Con un suspiro, me acerco y se la quito. La examino,

24 la dejo sobre la mesa y vuelvo a mirar la tele.


Sigo su atención hasta donde ha terminado el partido y dan las noticias de la
noche. Hay demasiado ruido en el bar para oír la voz en off, pero los subtítulos me
informan de que GeneticAlly, la mayor aplicación de citas del mundo en estos
momentos, ha sido comprada por Roche Pharmaceuticals.
—Puta madre —murmura Ash, y luego entrecierra los ojos para leer algo en la
pantalla—. Es una cantidad absurda de dinero.
Tengo la mandíbula por los suelos.
—No me digas. —Recordando algo, miro a Ash—. GeneticAlly... ¿no es así
como se conocieron Ella y tú?
Asiente con la cabeza.
—Tenemos una compatibilidad de oro.
Una pareja a nuestra derecha acaba de sentarse. El ambiente entre ellos está
cargado de decepción. Una mala primera cita. Sólo se miran cuando creen que el otro
no está mirando, y un roce accidental de manos da lugar a disculpas estallantes, pero
no a sonrisas tímidas. No hay chispa. Es presuntuoso por mi parte, pero podría
acercarme ahora mismo y decirles que no tienen química, ni posibilidades. ¿No
podríamos todos? No estoy muy familiarizado con GeneticAlly, pero sé que han
desarrollado un sistema que empareja a las personas por compatibilidad basándose
en las firmas de su ADN. Yo le daría a esta pareja un cero.
Levantando la barbilla, le digo a Ash:
—¿Crees que tienen una compatibilidad de Oro?
Echa un vistazo y observa durante un puñado de segundos antes de llevarse la
bebida a los labios.
—No. De ninguna manera.
Vuelvo a mirar al televisor y una idea cosquillea en el borde de mi cerebro.
Tendré que hacer algunas llamadas. Puede que, después de todo, tener tiempo libre
sea bueno.

25
Tres
Connor

D
os horas más tarde, me detengo frente a la casa de Natalia. Es un lugar
precioso, y lo sé; yo firmé el préstamo. El agente inmobiliario la definió
como una casa de estilo colonial español, con paredes de estuco blanco,
tejado de tejas a dos aguas y un patio cerrado que Nat siempre adorna para
Halloween. Pero donde antes había un triciclo en el patio y animales de tiza de colores
pastel garabateados en la acera, ahora hay un coche de diez marchas y una hilera de
orquídeas en macetas hasta la puerta principal. Natalia se dedicó a la jardinería tras
nuestro divorcio. Tras el divorcio, está prosperando, al igual que las orquídeas.
En la entrada me espera Baxter, el perrito marrón chocolate de Stevie. Somos
absolutamente esos padres que le regalaron a su hijo un perro de divorcio de
26 consolación. Ladra alegremente para alertar a la casa de que ha entrado un intruso y,
sin dejar de mover la cola, enseguida se da la vuelta para que le frote la barriga.
—Tanto dinero para el campamento de cachorros y sigues siendo un perro
guardián terrible —digo, inclinándome para acariciarlo—. ¿Dónde está todo el
mundo? ¿Dónde está Stevie? ¿Puedes ir a buscarla?
La puerta está ligeramente abierta y Baxter la empuja con la nariz y sube las
escaleras.
—¿Hola? —llamo. El interior está fresco y tranquilo. Los deberes de Stevie
están esparcidos por la mesa de centro y en el sofá hay un cesto de ropa doblada. Las
paredes están llenas de fotos, algunas de Stevie y Natalia, otras mías. Todos los años
sacamos fotos de Stevie en el mismo sitio y en la misma pose el día de su cumpleaños,
y verlas agrupadas es como un lapso de tiempo de su infancia. Es alta para tener diez
años y delgada como un rayo. Tiene la tez aceitunada y el pelo oscuro de su madre,
pero sus ojos (mis ojos) son tan verdes como siempre.
Unos pasos golpean la escalera y, un segundo después, un cuerpo choca contra
el mío, unos brazos delgados me rodean la cintura. Baxter está justo detrás de ella.
—Por fin —me dice Stevie en el estómago.
Me inclino y le doy un beso en el pelo.
—Lo siento, jefa. La reunión se retrasó. ¿Te divertiste con tu madre?
Se deja caer dramáticamente en el sofá.
—Fuimos en coche a todas partes. Fuimos a la tintorería y a dejar algunas cosas
en correos para Abuelita y luego a la cita de mamá para las uñas. Olvidé mi libro, así
que me dejó ver vídeos en mi teléfono y pedimos comida china.
La culpa, mi constante compañera de los fines de semana sólo para padres,
levanta su fea cabeza.
—Lo siento, Sass.
—No pasa nada. Me he pintado las uñas. —Levanta una mano y mueve sus
dedos rosados. Stevie lo elige todo rosa si se le da la oportunidad—. Y sé que eres
súper importante en tu trabajo.
Me siento en la mesita frente a ella.
—Había algunas cosas que no podían esperar hasta el lunes.
—Apuesto a que eran un gran negocio —dice socarronamente—. Tienes las
mejores ideas y haces los mejores documentales.
Sospechoso. Al igual que su madre, Stevie es una maestra negociadora. El
problema es que rara vez sé que estamos negociando hasta que ya he acordado algo.

27
—¿Cuál es el trato?
—Nada de tratos. Eres genial, eso es todo. —Hace una pausa—. ¡Pero casi se
me olvida! —Se sienta, milagrosamente rejuvenecida—. ¡Viene Wonderland!
Wonderland, la obsesión actual de Stevie, es un grupo de pop que ha copado
todas las listas de éxitos y galas de premios del país. Para los cumpleaños, las
Navidades y todas las fiestas menores que implican una cesta, un regalo o un paquete
envuelto, Stevie ha pedido artículos de Wonderland. Las caras de sus miembros están
en tantas camisetas que podría reconocerlas entre la multitud sin problemas.
—¿Vienen aquí como a un concierto?
—¡Sí! ¿Podemos ir? ¿Por favor? —Me toma las dos manos entre las suyas y abre
los ojos como lunas—. Podría ser por mi cumpleaños.
—Tu cumpleaños fue en enero. Estamos en mayo.
—Hmm —dice, recalibrando—. ¿Si saco sobresalientes?
—Ya sacas sobresalientes.
Su expresión irónica lo dice claramente: Exactamente. Soy un imbécil. Saco mi
teléfono.
—De acuerdo. ¿Dónde tocarán?
La intensidad vibratoria de Stevie sube.
—¡En Open Air!
—Cálmate —le digo suavemente—. Sólo estoy mirando. ¿Has hablado con tu
madre de esto?
—Ella dijo que está bien si me llevas.
—Claro que sí. —Cuando el sitio se carga, un banner gigante llena la parte
superior de la página: WONDERLAND: EL TOUR “JUEGO PROHIBIDO”—. Un título como 'Juego
Prohibido' me deja con muchas preguntas.
Stevie pone los ojos en blanco.
—Papá.
Me desplazo hasta las fechas de San Diego y veo la bandera roja SOLD OUT sobre
el enlace de compra. Giro la pantalla para mostrársela y se desinfla de inmediato.
—Lo siento, Sass. ¿Quizás la próxima vez? Además, no empieza hasta las ocho
y a las ocho y media estás muerta de sueño. —Me inclino para mirarla a los ojos—.
Comprobaremos si está en streaming y quizá podamos verlo juntos.
Está decepcionada, pero se anima de todos modos.
—¿Podemos comprar camisetas de la gira y pedir pizza?

28 —Absolutamente. Ahora ve a buscar tus cosas para que podamos irnos.


Salta del sofá y sus largas extremidades de potro la impulsan hacia las
escaleras. Juro que es más alta que cuando la vi el domingo. El perro corre detrás de
ella.
—Por cierto, ¿dónde está tu madre? —le digo.
—Estaba fuera. Insu está construyendo un cobertizo en el jardín y ella está
mirando. —Me mira desde lo alto de la escalera—. Es muy fuerte.
—Me he dado cuenta.
Insu es el novio de Natalia. Tiene veintiséis años... en fin. Nos llevó unos años
limar las asperezas de la co-paternidad divorciada, pero el cuidado y el respeto que
nos mostramos ahora es mejor que cuando estábamos casados. Ver a Nat enamorarse
de nuevo alivió un peso que no me había dado cuenta de que llevaba encima. Que
esa persona sea prácticamente un adolescente (una ligera exageración, pero yo soy
el soltero aquí, así que permítanme esto) es un sabor de alegría que no podría haber
anticipado.
Los pasos de Stevie suenan por encima de mi cabeza y luego se calla,
presumiblemente metiendo cosas en una bolsa. En silencio, camino por el salón y
pienso en mi dilema laboral.
Podría hacer algún híbrido de programa ecológico y reality, pero la verdad es
que no me apetece nada enfrentarme a mis colegas documentalistas en este
escenario. Me ha costado años construir la credibilidad que tengo, y sospecho que
una carrera de aventuras por la selva la aplastará toda de un plumazo. Además, Blaine
quiere algo salaz y sexy, y nada de mi repertorio actual podría describirse como tal.
Tendré que pensar más allá. Los programas de citas se han hecho hasta la
saciedad, así que un programa nuevo necesitaría un gancho que lo hiciera destacar
por encima de los demás. Soy un aficionado en un terreno muy trillado, pero cuanto
más lo pienso, más vuelvo a la idea que se me ocurrió en el bar tras conocer la noticia
de GeneticAlly. Mi instinto me dice que hay algo ahí, pero todavía me falta una pieza...
Me encuentro frente a una de las muchas estanterías de libros de Nat. No cabe
duda de que Stevie heredó los genes de fangirl de su madre, pero mientras mi hija
pierde la cabeza por las estrellas del pop, Natalia es una ávida lectora romántica. Tras
inspeccionarla, me doy cuenta de que en la estantería que tengo delante hay más de
dos docenas de libros, todos del mismo autor. Saco uno.
Voraz en alta mar, de Felicity Chen.
La portada muestra a dos hermosas personas envueltas la una en la otra en la
cubierta de lo que parece ser un barco pirata. Es una fotografía magnífica —amplia,
sexy, atmosférica— y cuando abro la cubierta, en el interior hay una versión aún más
detallada. Echo un vistazo al resumen: un heredero perdido, una heroína con espada,
29 un país al borde de la guerra y un tesoro escondido que podría salvarlos a todos.
Cuando abro la contraportada, me quedo helado. La foto de la autora que me
devuelve la mirada es la hermosa mujer del bar.
En el ordenador familiar, introduzco la contraseña y escribo Felicity Chen en la
barra de búsqueda. La pantalla se llena instantáneamente de resultados. Entrevistas
de publicaciones, ediciones de fans, cuentas en redes sociales, sitios de venta al por
menor y la página de su editor. Hago clic en una de las noticias y veo un discurso de
graduación en el Revelle College de la UCSD.
Para cuando suenan los pasos en el suelo de madera detrás de mí, ya he visto
el discurso de graduación y media docena de breves entrevistas, he leído tres
reseñas de su trabajo en Entertainment Weekly y he recorrido gran parte de su cuenta
de Instagram. Felicity Chen es divertida, carismática, inteligente y se desenvuelve
muy bien ante el público. Sería natural en televisión...
Natalia suelta con sospecha.
—¿Por qué está la cara de mi autor favorito por toda esa pantalla?
Giro en la silla para mirar a mi ex.
—¿Qué sabes de ella? —La biografía de Felicity carece frustrantemente de
detalles personales. Wikipedia no ayuda mucho—. ¿Está soltera?
—Si sales con ella y la rompes de alguna manera y no consigo su próximo libro,
puede que tenga que matarte.
—No quiero salir con ella, Nat.
—¿Quieres salir con alguien? No tienes que vivir como un monje, sabes.
—Otra vez esto.
—La cosa con Stevie cuando te encontró...
Me meto dos dedos en la boca y suelto un agudo silbido.
—Tarjeta amarilla, García.
Nat se echa a reír. Esta pequeña alborotadora sabe que estoy legítimamente
marcado después de que Stevie, de cuatro años, me viera en plena faena con los
tobillos de una cita sobre mis hombros. Fue la primera y última vez que recibí a
alguien en casa mientras Stevie estaba en la mía, y no sé si me recuperaré. Juro que
sólo estoy esperando el día en que ese recuerdo salga a la superficie y mi hija no
pueda volver a mirarme a los ojos.
—Lo siento —dice Nat, no sonando arrepentida en absoluto—. Sólo hay que
poner un timbre en su puerta. Funciona de maravilla.
Engancho un pulgar por encima del hombro al monitor del ordenador.

30
—¿Podemos concentrarnos?
Sus ojos pasan de mí a la cara de Felicity en la pantalla.
—Sí, estoy bastante segura de que está soltera. Ha hablado de citas en
entrevistas anteriores. ¿Por qué?
—La quiero para un espectáculo.
Nat levanta las cejas.
—¿Como un documental sobre el romance y el feminismo o algo así?
Me río.
—No.
—¿A qué viene tanta risa? —pregunta frunciendo el ceño.
Cuidado, pienso. Nat me ha reñido en el pasado por echarle mierda sobre el
tipo de libros que lee. No quiero pisar una mina aquí cuando necesito su ayuda.
—Lo siento, no, es sólo que podría estar haciendo un programa de citas.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Qué? ¿Cuál es la marca de North Star? ¿Sitcoms y películas de Lifetime, a
documentales sobre el medio ambiente, y ahora programas de citas?
—Es Blaine —digo a modo de explicación, y Natalia no exige nada más. Blaine
va de una cosa a otra, dependiendo de quién le preste atención, y ahora mismo, como
es lógico, son los ejecutivos los que manejan los hilos. Lo más probable es que me
contrataran porque una exmujer estaba preocupada por los mamíferos marinos—. Y
nada está escrito en piedra todavía, sólo explorando algunas opciones. —No quiero
que nos preocupe a los dos, así que cambio de tema—. ¿Cómo está Insu?
—Maravilloso —dice, tumbándose en el sofá exactamente como lo haría
nuestra hija—. Me llevará a cenar mañana por la noche por nuestro aniversario.
—Genial, ¿ya tiene su licencia de conducir? —Le sonrío—. Crecen tan rápido.
—La verdad es que Insu me cae bien, es mucho más maduro de lo que yo era a esa
edad, adora a Natalia y a Stevie también le cae bien, pero no voy a dejar pasar la
oportunidad de bromear un poco.
—Sabes que sólo es siete años más joven que tú.
—Lo que también le haría ocho años más joven que tú. Espero que estés
cerrando el armario de las bebidas.
Un cojín me golpea la cabeza justo cuando Stevie baja las escaleras con sus
cosas, Baxter y su bolsa de fin de semana.
—¿Lista para irnos, Sass?

31
—Sí. Te envié un enlace a las camisetas de la gira —dice Stevie—. No querrás
esperar porque podrían agotarse.
Vuelvo a agarrar mi teléfono.
—Sí, Capitán.
—¿Esto estaría relacionado con Wonderland? —Nat pregunta.
—Lamentablemente, se agotaron las entradas para el concierto, pero
conseguiremos algunas cosas para calmar el dolor.
Nat me echa una miradita de alivio por encima de la cabeza de Stevie mientras
se despide de ella abrazándola. Y durante un puñado de segundos, el
arrepentimiento me atraviesa. Estoy seguro de que me pierdo mil de estos dulces y
ordinarios momentos cada día. Podría haber vivido esta vida con ellas dos. Habría
sido platónica y sin pasión, sí, pero estable y amorosa. Había supuesto que tenía que
haber algo más ahí fuera, pero en realidad, no es que mi vida amorosa sea más
eléctrica de lo que era cuando estábamos casados.
Pero es demasiado tarde para empezar de nuevo, y la verdad es que me
perderé todo esto y mucho más si no averiguo qué coño voy a hacer con el trabajo.
Cuatro
Fizzy

L
a primera vez que me reuní con un productor para hablar de la adaptación
de uno de mis libros al cine, estaba tan emocionada que apenas dormí la
noche anterior. Me pasé horas eligiendo lo que me pondría. Le conté a
todos mis conocidos que mi libro iba a ser adaptado al cine. Me di cinco horas para
conducir los 124 kilómetros que me separaban de Los Ángeles y luego pagué
cuarenta dólares por aparcar para tener un sitio donde esperar porque había llegado
tres horas antes. Me senté a pensar qué me pondría en la alfombra roja, quién podría
ser el protagonista y qué sentiría al verlo en la pantalla por primera vez. Entré con
grandes sonrisas, grandes planes y grandes esperanzas.
Esa colaboración no llegó a ninguna parte, ni tampoco la siguiente reunión, ni
32 la siguiente, y las reuniones que fueron productivas eran sobre proyectos que
finalmente languidecieron en predesarrollo durante años. Tuve que aprender por las
malas que en Hollywood todo el mundo está entusiasmado con un proyecto hasta que
llega el momento de abrir las carteras. Ahora ya me sé el cuento; la reunión que mi
agente cinematográfico me ha organizado esta mañana en la desconocida North Star
Media no me ha hecho ni pizca de gracia.
La asistente administrativa de North Star es una dulce veinteañera que, cuando
llego, me ofrece un café y un donut de una caja rosa de que hay en su mesa. Me
planteo responder a algunos mensajes mientras espero, pero lo que mis lectores
quieren es una actualización del libro, y no tengo nada para ellos. Guardo el teléfono
y me entretengo con un donut.
Mirando a mi alrededor, debo admitir que el ambiente en esta pequeña
productora de San Diego es mucho más playero y relajado que todas las brillantes
paredes acristaladas o intencionadamente industriales de Los Ángeles. Pero cuando
el tipo con el que me reúno sale de su oficina, recuerdo que Hollywood es Hollywood,
incluso en San Diego.
Creo que lo conozco de algún sitio, pero no sé de dónde; no es un hombre que
frecuentaría ninguna de mis cafeterías o bares favoritos. Lleva el pelo tan
perfectamente peinado que desde lejos parece un bloque de Lego. Me distrae su
altura, así que no capto su nombre, pero sonrío como si lo hubiera hecho. Dientes
blancos relucientes, ojos brillantes que conseguirían el efecto de sonido de centelleo
en un dibujo animado, y músculos agrupados y flexionándose bajo su camisa de vestir
blanca. Está bueno de una forma muy obvia. Si yo estuviera escribiendo este libro, le
daría inmediatamente el papel de ejecutivo millonario sexy. Por desgracia, mi
Rolodex mental me dice tres cosas importantes sobre este arquetipo de héroe:
Hablará mucho del deporte que practicó en la universidad. Es, en el mejor de los
casos, un feminista performativo. Y, en relación con esto, no le gusta chupársela a las
mujeres.
Pero le sigo a su despacho de todos modos porque si me quedo en la sala de
espera, me comeré un segundo donut.
La oficina del millonario sexy es ordenada y escasa. A diferencia de muchos
otros espacios de trabajo de ejecutivos de cine, no tiene una colección enmarcada de
cómics raros firmados, un libro de sobremesa sobre zapatillas vintage de ni una pared
de posters de películas. Tiene unas cuantas fotografías en blanco y negro enmarcadas
de lo que parece la costa de California Central, algunas otras fotos enmarcadas de
espaldas a mí en su escritorio, y luego nada más que paredes y superficies limpias.
El atractivo y aburrido hombre me hace un gesto para que me siente en uno de
los caros sillones de cuero agrupados alrededor de una mesa baja de café de madera,
y realmente intento dejarme caer sin esfuerzo en el asiento, pero la rotura de mis
vaqueros golpea en el peor lugar de mi rodilla y en cuanto me siento hace un audible
33 sonido de desgarro. Pasa un momento en el que le veo debatirse entre reaccionar o
no.
Parece que decide no hacerlo y sonríe. Añado una bonita sonrisa a la
descripción de su personaje.
—Gracias por venir hoy, Felicity.
—Oh. Un británico. —Siento el primer pequeño aleteo de pantalones en años y
actualizo mi Rolodex mental de arquetipos.
—Nacido y criado en Blackpool.
—No sé dónde está, pero suena a pirata.
Se ríe de esto, un sonido bajo y retumbante.
—Noroeste de Inglaterra.
Asiento con la cabeza, mirando a mi alrededor, tratando de entender cómo un
hombre con ese aspecto abandonó su ciudad natal de piratas, acabó en una oficina
tan anodina y finalmente encontró el camino hasta mis libros. Menudo viaje. Cuando
vuelvo a mirarle a la cara, no puedo evitar la sensación de que ya nos conocemos.
—¿Nos conocemos?
Vacila, su boca forma brevemente una palabra antes de tomar otra forma.
—No lo creo. Pero mi exmujer es una gran fan.
Una risa indelicada me arranca.
—Voy a decir que es el cumplido más raro que he recibido.
Incluso su mueca de dolor parece demasiado perfecta para ser real.
—Lo siento. Supongo que es una forma extraña de decir que me has
impresionado. Natalia tiene gustos exigentes, y posee cada uno de tus libros.
Siento que una ceja apunta bruscamente hacia el cielo.
—A mí también me ha hecho fan —admite, y no, ahora ha ido demasiado lejos.
Sería estupendo que uno de estos tipos dijera: “No he leído tus libros y me gusta
burlarme del género con mis colegas, pero la novela romántica es la más leída en el
mundo editorial y quiero ganar dinero con ella”.
Sonrío, enseñando los dientes. Es hora de pillarle en una mentira.
—¿Cuál es tu libro favorito?
—Sé que probablemente esperabas que dijera “El castillo del guardabosques”
o “Al final del camino” por la acción que hay en ambas, pero voy a decir “Emparejados
a Base”.
Ah, así que su adorable asistente es bueno en el Google. Debe ser por eso que

34
estoy aquí.
—Emparejados a Base será.
El sexy británico extiende sus manos magnánimamente.
—Es una idea inteligente, Felicity, y el momento fue genial.
O quizá no sea tan bueno en el Google: cualquiera que me conozca personal o
profesionalmente sabe que los únicos que me llaman Felicity son mis antiguos
profesores del colegio, e incluso entonces sólo el primer día de clase o cuando tenía
problemas.
De todos modos, a pesar de su tono condescendiente, tiene razón: el momento
era muy oportuno. Escribí Emparejados a Base justo cuando GeneticAlly lanzó la
aplicación ADNDuo, y su publicación coincidió perfectamente con la creciente
popularidad de la tecnología. Ese libro, sobre dos enemigos acérrimos que resultan
ser una Pareja de Diamante, estuvo mucho tiempo en la lista de los más vendidos.
Pero después de que una pequeña productora fracasara en su intento de vender una
serie, recuperé los derechos el mes pasado.
—Escucha, Ted...
—Connor.
—Voy a ser sincera —digo, pasando del tema porque, francamente, su nombre
no importa mucho—. Los derechos están disponibles, y no me opongo a trabajar con
alguien para adaptarlo a una película o serie, pero este proyecto es especial para mí
por muchas razones, y desconfío de....
Levanta una mano que es honestamente gigante.
—Siento interrumpir. Es sólo que no es por eso que pedí una reunión.
Inmediatamente me siento confusa. Y quizá un poco enfadada conmigo misma
por hojear el correo de mi agente.
—¿Qué?
—No me interesa adaptar Emparejados a Base. —El sexy británico sacude la
cabeza—. Tengo curiosidad por saber si estás dispuesta a ser la protagonista de una
próxima serie.
Frunzo el ceño, preocupada.
—Soy autora.
—Sí.
—Sentí que estábamos en la misma página por un minuto. —Muevo un dedo de
un lado a otro—. Pero esa pregunta nos llevó a géneros diferentes.

35
Se ríe, y no sólo parece provenir de alguna profundidad sexy en su pecho, sino
que también revela un pequeño hoyuelo, bajo en una mejilla.
¿Alto, británico y con hoyuelos? Nunca te fíes de un cliché.
—Nos gustaría ofrecerte el papel del personaje central en un próximo reality
show de citas.
Le miro sin comprender.
—¿Yo?
—Sí.
—¿Un programa de citas?
—Sí.
—¿Uno en el que yo salgo?
—Sí.
—¿Es una broma? —Inmediatamente sospecho. Y entonces me doy cuenta. El
año pasado tuve un par de citas con un director de teatro que insistía en que tenía
muchos contactos en el mundo del cine. Tal vez no debería haber sido tan obvia en
mi incredulidad—. ¿Steven te metió en esto?
—¿Steven?
—No recuerdo su apellido —admito—. Pero imagina el arquetipo del
rompecorazones universitario que toca la guitarra, y añádele veinte años a su
mandíbula.
El sexy británico frunce el ceño.
—Eh, no... Sí, no. No hay ningún Steven involucrado en esto.
Oh. Por supuesto.
—¿Billy? Solía trabajar en Paramount. —Hago la mímica de los músculos—.
¿Rata de gimnasio? ¿Se afeita todo?
Sacude la cabeza, desconcertado.
—Ah...
—Evan. —Le doy una palmada en el brazo del sillón de cuero—. ¡Maldita sea,
por supuesto! —Lo miro—. Le encantaban las bromas pesadas. Rompí con él porque
tenía un tatuaje de Bart Simpson en la parte baja de la cadera y no podía chupársela
sin pensar en Cowabunga, hombre. Me quitaba el humor.
—Yo…
—Discutimos mucho al final, pero aun así me recordó que esa noche tenía que
atrasar los relojes una hora por el horario de verano. —Me río—. Básicamente le dije
que su terrible tatuaje había arruinado nuestra vida sexual, y me dijo: “Vaya, qué
36 putada, pero tampoco te quedes dormida”. —Vuelvo a centrar mi atención en el sexy
británico—. Ahora que lo pienso, puede que sea demasiado bueno para haber hecho
esto. Puedes decirme si...
—No viene de ninguno de estos hombres —dice lentamente—. Estoy
desarrollando este reality show, y tú eres la primera persona a la que me he dirigido
para ello.
Me quedo sin palabras.
—Pero, ¿alguno de estos hombres es tu novio actual? —pregunta.
—Nunca sé cuándo utilizar ese término —admito, dejando pasar la fina película
de desaprobación en su voz—. ¿Un novio es alguien con quien te acuestas más de una
vez? ¿Se puede tener un novio de una noche? ¿Un novio de fin de semana? ¿O es
necesario hablar de novios después de un determinado tiempo de relación? En
cualquier caso, no, ninguno de esos hombres son novios actuales bajo ninguna
definición.
El tipo se aclara la garganta, extendiendo la mano hacia adelante para
enderezar un libro en la mesa de café.
—De acuerdo.
Le observo, luchando contra una sonrisa.
—¿Te gustaría escuchar la premisa del espectáculo? —pregunta una vez que
parece haber terminado de agarrarse las perlas.
Estoy dispuesta a dejarle hacer toda la artimaña si está tan bien preparado.
—Date el gusto, Colin.
Se toma un tiempo antes de hablar y, cuando le miro, veo una gran decepción
en su mirada. No sé lo que he hecho, pero estoy encantada. Si me pagaran por
decepcionar a hombres blancos trajeados, sería multimillonaria.
Reagrupándose, empieza:
—Siempre me ha fascinado la idea de los matrimonios concertados...
—Oh chico.
—…en que la mayoría en la actualidad tienen bastante éxito.
Bueno, no es a donde pensaba que iba con eso.
—Cuando dejamos que las personas que nos conocen bien elijan a nuestra
pareja, suelen hacerlo bastante bien. Pero también se me ocurrió el otro día que la
mayoría de nosotros hemos visto tantas representaciones del amor; en persona, en la
pantalla, en la literatura, que deberíamos ser buenos identificando las emociones
reales. ¿No crees?

37
Me encojo de hombros.
—En realidad, me asombra la capacidad a menudo limitada de la inteligencia
emocional en los adultos.
—¿Y si te metemos en una casa con doce hombres...
—Bueno, ahora definitivamente estoy escuchando.
—… y cada uno está tratando de ganar tu corazón…
—Sigue hablando.
—-Pero en lugar de que tú elijas quién se queda en el concurso cada semana,
haremos que el público vote en directo durante las veinticuatro horas posteriores a la
emisión del episodio quién se queda y quién se va. El concursante o concursantes
eliminados lo sabrán al comienzo del siguiente episodio.
—¿Así que dejas que el público vote con quién quieren que acabe? ¿Yo no
puedo opinar?
Ladea la cabeza.
—Sí y no. El público tendrá que calibrar sus reacciones. Pero espero que haya
grandes opciones, porque esto es lo que creo que podría hacerlo realmente
interesante: Elegiremos a los concursantes basándonos en sus puntuaciones de
compatibilidad ADNDuo. Supongo que lo conoces.
Siento que mi corazón se detiene. Es la tecnología de River.
—Oh, me es familiar.
—Algunas puntuaciones serán bajas, otras serán más altas —dice—. Pero nos
aseguraremos de que haya al menos una Pareja de Oro o mejor en el reparto. El giro
es ver quién encuentra mejor a tu alma gemela: la tecnología o el público.
Me esfuerzo por ocultar mi sorpresa.
—Lo dices en serio.
El sexy británico asiente.
—Tus libros son bestsellers internacionales, Felicity. Tienes lectores de todas
las edades y niveles socioeconómicos, y tus mayores fans están en el corazón de la
audiencia de los realities. Este solapamiento podría ser muy ventajoso para las ventas
de tus libros, así como para nuestros índices de audiencia.
Miro fijamente por la ventana. Me equivoqué: no es satisfactorio que me diga
tan claramente que lo esencial es por qué estoy aquí. Me quiere porque mi marca —
feliz romance— tendría éxito entre el público. Este hombre no tendría forma de saber
que ya no soy felizmente romántica, pero dada su industria, me diría que eso no
importa mientras pueda dar un buen espectáculo. Todo esto me hace sentir aún más
pesimista sobre el amor.

38 —Sé que muchos de estos programas de citas son fabricados o cínicos —


continúa, extrañamente leyendo mi mente—, pero creo que esto podría ser diferente.
Porque eres tú. Me atraes, y acabamos de conocernos; los espectadores sentirán lo
mismo. Tus lectores querrán que encuentres el amor.
Esta es como una flecha al corazón. Mis dulces lectores quieren que encuentre
el amor, y parece que es lo único que no puedo darles. Bueno, eso y un nuevo libro.
El sexy británico se inclina, con sus ojos verdes serios y suaves.
—Realmente creo que las mujeres quieren ver a otras mujeres encontrar la
felicidad.
Mientras parpadeo de nuevo hacia él, algo se enfría en mi sangre.
—Eso parece algo tan bonito, ¿por qué suena irónico cuando lo dices?
Parece sorprendido por un segundo, su expresión se quiebra.
—No, lo digo en serio.
Empujo para levantarme.
—Gracias por hacer tiempo. No me interesa.
Cinco
Connor

F
elicity se marcha tan bruscamente que mis pensamientos se golpean
contra mi cráneo y me quedo mirándola, mudo. Tenía mis dudas sobre si
a una mujer tan despampanante y con tanto éxito como ella le gustaría la
idea de protagonizar un reality show, pero de ninguna manera esperaba que la oferta
la cabreara. Si ni siquiera puedo presentar este programa sin equivocarme horrible
y misteriosamente, ¿qué esperanza hay de que pueda convertirlo en un éxito?
—¿Qué coño acaba de pasar? —pregunto a la puerta vacía justo un instante
antes de que asome una cabeza y mi jefe me muestre unas brillantes chapas blancas.
—¿Tienes un segundo?

39
Miro el reloj.
—Tengo que estar arriba con Shazz en cinco.
Blaine entra, mete una mano en un bolsillo y saca algo de cambio.
—Acabo de hablar con Bill —me dice. Bill Masters es el director financiero y
una de las pocas personas a las que Blaine teme—. Los directivos quieren que este
programa de citas se haga realidad. —Hace una pausa dramática y levanta media
boca en una sonrisa arrogante—. Te van a dar un millón y medio.
—¿Dólares?
—No, Connor, joder. Sí, por supuesto dólares.
El significado de lo que ha dicho finalmente penetra.
—¿Me dan 1,5 millones de dólares por esto, pero no me dan 40.000 por mi
doctor de biodiversidad?
Inspira por la nariz, como si su paciencia fuera una capa de hielo que se
resquebraja peligrosamente.
—Como he dicho, chico, todos queremos que esto ocurra. Por cierto, Barb en
programación debe saber dónde está enterrado un cadáver porque tu franja horaria
será prime time en ABC. —Y luego enmienda—: Los sábados.
No hay literalmente nada de prime time en una franja horaria de sábado noche.
Al leer mi expresión, Blaine dice:
—Escucha, con este calendario tenemos suerte de no haber aterrizado el
viernes. Hubo algún rifirrafe con su nuevo procedimiento y llegamos a ellos antes de
que ocuparan el hueco. Ahora dame buenas noticias. ¿Escuché que te reuniste con
una posible pista?
—Lo estaba —digo, levantando la barbilla para indicar que se ha ido—. No
estaba interesada.
—¿No hay suficiente dinero? —Es incrédulo. Para Blaine, esa sería la única
razón lógica por la que alguien rechazaría esto—. Algunas personas son demasiado
tontas para ver una oportunidad cuando está justo en frente de ellos.
—Ni siquiera llegamos a la parte del dinero. Supongo que no encajaba bien. —
La realidad de que me ha dejado plantado se está asentando y estoy más
decepcionado de lo que habría esperado. Por un momento, mientras estaba sentada
frente a mí, no podía creer que la mujer que vi en el bar la semana pasada acabara
en mi oficina. Y, por supuesto, me di cuenta de lo agradable que sería poder trabajar
por una vez con una autora romántica sexy y de éxito, en lugar de con un grupo de
científicos descorazonados y devastados por el sol.
—Tu trabajo es encontrar el ajuste adecuado —dice tajantemente.
40 —Esperaba encontrar a alguien singularmente querido por la demografía —le
explico, tratando de desviar su irritación hacia algo productivo—, pero quizá estaba
pensando demasiado fuera de la caja. Quizá tenga que tomar otro camino.
—Sólo sigue la ruta normal: piernas, tetas, labios.
Ah, Blaine. Una generación de juicios andantes. Me aclaro la garganta en
respuesta.
—Con forma de mujer y dispuesta. —Él redobla la apuesta—. Eso es todo lo
que necesitamos. Mantenme informado. —Blaine golpea un nudillo en mi escritorio—
. Tengo que irme.
Y tan rápido como apareció, se fue.
—Este puto día —le digo a la puerta vacía, y sólo una fracción de segundo
después, otra cabeza aparece a la vista, dándome un susto de muerte—. Jesucristo.
Mi colega productor Trent Choi extiende un brazo, mostrándome su reloj.
—Tenemos esa reunión con Shazz en tres.
Pobre Trent. Es sin duda la única persona que llega a tiempo a las reuniones
por aquí.
—Cierto —digo—. Estaba charlando con Blaine.
—¿Oh? —Rápidamente mira hacia atrás por encima de su hombro—. ¿Tienes
un segundo?
—Por supuesto.
Entrando, Trent cierra mi puerta hasta que sólo queda visible un pequeño trozo
de pasillo.
—Empiezo a temer que si Smash Course no funciona, no tendré trabajo.
Le hago una mueca de conmiseración.
—¿Qué dijo Blaine?
—Que si este programa no funciona, me quedo sin trabajo.
—Parece que tienes una buena lectura de la situación. —Hace una mueca de
dolor y trato de suavizarla—. Si te hace sentir mejor, estoy en el mismo barco. Me
tiene haciendo un programa de citas.
—Al menos esos tienen éxito. ¿Quién ve siquiera desafíos de deportes
extremos?
—Literalmente todo el mundo, Trent. —Este pobre, pajero nerd.
—Voy a estar seis semanas de gira —se queja—. Seis semanas en un autobús
con guerreros de fin de semana sudorosos y llenos de testosterona que quieren

41
matarse unos a otros, y luego tengo que volver y editar el material para que parezca
que lo pasamos bien.
—Lo siento, amigo. —Le doy una palmada en el hombro. Entiendo su angustia.
Estos programas llaman la atención, pero no sé si es el tipo de atención que estamos
dispuestos a aceptar. Si mi programa de citas apesta, estoy jodido. Y si no apesta, no
estoy seguro de lo fácil que será volver al tipo de programación que me interesa.
Supongo que hay algún consuelo que no soy la única persona atrapada en esto.
—Estoy seguro de que todo irá bien. Una cosa a la vez, ¿eh? Ahora mismo tengo
que encontrar a alguien —levanto las comillas—, “con forma de mujer y dispuesta” y
superar esto.
Seis
Fizzy

S
iempre existe el riesgo de malinterpretar algo cuando se escucha el final
de una conversación, pero en este caso no hay lugar para el error.
... encontrar a alguien con forma de mujer y dispuesta, y superar esto.
Había vuelto para una validación de aparcamiento, pero enseguida se me
olvida de nuevo al producirse tres explosiones simultáneas dentro de mi cráneo. La
primera es sobre la redacción, que es tan terrible que el sexy británico deja
inmediatamente de ser un héroe de cualquier forma y ahora es sólo un villano sobre
el que debo triunfar. La segunda realización es que él va a hacer este programa haga
lo que haga. Usará la aplicación de River para difundir esta basura, y pintará
alegremente a la mujer central como desesperada por encontrar a su alma gemela
42 como si no estuviera completamente bien por sí misma, porque los ejecutivos de
reality shows no han actualizado su visión de las mujeres en cuarenta años.
La tercera explosión es la más fuerte. Por mucho que ahora me desagrade este
hombre, no puedo ignorar que se ha ofrecido a pasarme el micrófono. ¿Cuántas veces
me he preguntado por qué, si los hombres quieren saber lo que quieren las mujeres,
no les preguntan directamente? El sexy británico me ha dado la oportunidad de
asegurarme de que este programa no sea un desastre en para cada mujer que pulsa
Play en el primer episodio. Puedo elegir el vocabulario, el formato y el debate sobre
lo que significa salir con alguien y enamorarse.
Me acerco a la puerta del productor, la empujo hasta abrirla del todo y veo
cómo su expresión pasa de la irritación al horror cuando se da cuenta de que acabo
de oírle.
—¿Cuánto me quieres para esto? —pregunto sin rodeos.
Traga saliva y mira al otro hombre de la habitación, que parece querer ser
absorbido por la pared. El sexy britá considera sus palabras cuidadosamente.
—Sospecho que eres la única persona que podría hacer que este proyecto
valga la pena.
No puedo decir si eso es ignorante o considerado.
—Se me ocurrió en el ascensor que tal vez mi respuesta fue demasiado
precipitada.
Me mira fijamente, sin comprender.
—Voy a hacer este show, pero sólo en mis términos.
—¿Términos? —repite—. ¿Cómo cuáles?
Me esfuerzo por no romper el contacto visual. Eh... no tengo ni idea de cuáles
son mis condiciones.
—Te enviaré mis ideas a través de mi agente. Si me quieres para esto,
aceptarás incorporar lo que ella te envíe.
Maneja el silencio con facilidad, no se apresura a hablar, y reconozco a
regañadientes que respeto esto de él porque es algo que yo nunca he dominado.
—¿Puedo confiar en que elegirás estos términos de buena fe? —pregunta al
final—. ¿Tendrás en cuenta al público?
Mierda, esta condescendencia.
—Literalmente, lo único que me importa es este público. —El filo de mi voz es
tan agudo que podría sacar sangre—. No creo que tú tengas la misma prioridad.
Aparte de que algunas de tienen “forma de mujer” lo que carajo signifique eso, no
creo que sepas siquiera quién es este público.
43 —Felicity, lo que oíste...
Levanto una mano. No necesito oír su excusa; de todos modos, no lo hago por
él.
—Es un sí o un no, Corey. Tú decides.
Parpadea y me deja ver su mandíbula definida y su largo cuello. Finalmente,
se vuelve hacia mí.
—Sí, claro.
Le tiendo la mano para que la agite.
—Bien. —Con comprensible vacilación, extiende la mano y rodea la mía,
dándome un apretón británico muy superficial.
Me pongo el bolso al hombro y me doy la vuelta para irme, pero él vuelve a
hablar.
—Una cosa más, si me permites.
Me doy la vuelta.
—Me llamo Connor. —Esta vez no sonríe cuando nuestras miradas se cruzan—
. No Ted, ni Colin, ni Corey. Connor.
Este imbécil acaba de pasarme el testigo. No tiene ni puta idea de lo que ha
acordado. Llamaré al pobre tipo lo que quiera.
Después de todo, su nombre es la menor de mis preocupaciones. Porque ahora
tengo que averiguar cuáles son mis condiciones, cómo voy a hacer tiempo para este
circo de reality shows cuando ya llevo tres meses de retraso en el plazo de entrega
de mi manuscrito, y cómo voy a conciliar la forma en que su agarre sólido y cálido y
su mirada firme y atenta no parecían en absoluto los de un villano.

44
Siete
Connor

—¿A
lguna novedad en la programación? —Natalia pregunta
desde la cocina—. Hemos hecho un depósito en esa
cabaña en Yellowstone, pero no quiero llevar a Stevie si
vas a tener una ventana de tiempo libre entonces.
A mi lado, vestida con su nueva camiseta de Wonderland y coronada con una
diadema rosa, la niña en cuestión busca entre docenas de diminutas piezas de
rompecabezas de color taupe grisáceo, empeñada en encontrar las esquinas de la
oreja de un elefante y la punta de la cola de un león en nuestro rompecabezas de
Naturaleza Africana. Me pregunto qué posibilidades hay de que un elefante y un león
adulto estén tan cerca el uno del otro, pero me parece una objeción menor.
45 —Desgraciadamente, no —le digo. Ya estamos en junio; lo normal sería que
nuestras vacaciones estuvieran ya definidas, pero con mi calendario de rodaje aún en
el aire, los planes de verano también lo están—. Y lo siento, Nat, sé que es un fastidio.
He estado yendo y viniendo con los agentes de Felicity durante semanas. Sólo haz tus
planes y trabajaré alrededor de ellos.
Nat cruza la habitación y nos pone la comida a cada uno antes de sentarse en el
suelo frente a mí. Normalmente, mi hija y yo pasaríamos el fin de semana en mi casa,
pero el círculo social de Stevie parece estar en constante expansión, con una fiesta
de cumpleaños esta noche y otra por la mañana. Ser co-padres significa compromiso,
y estoy contento de pasar el rato aquí si eso significa pasar tiempo juntos.
La comida tampoco hace daño. Huele de maravilla; durante los dos años que
Nat y yo estuvimos casados, su cocina me mimó profundamente. Cuando nos
separamos, tuve que ponerme las pilas: no podía alimentar a mi hijita con ramen y
cajitas felices todos los fines de semana. Ahora no hay nada que aprecie más que la
comida que no tengo que preparar yo mismo.
—¿Cómo va todo con ella? —pregunta, levantando mi atención del humeante
tazón de pozole.
No he compartido mucho con Nat porque no hay mucho que contar. Felicity se
ha estado comunicando conmigo a través de sus intermediarios —abogado y agentes.
Me tiene cogido por las pelotas y lo sabe.
Trago un bocado demasiado caliente, haciendo una mueca de dolor.
—Ha aceptado provisionalmente.
—¿Cuáles son las condiciones?
—Se supone que su agente las enviará.
—Suenas emocionado.
Me limpio la boca con una servilleta.
—Déjeme preguntarte algo. Hace semanas, le pedí que hiciera esta cosa. Se lo
ofrecí, podría haberlo rechazado, pero no lo hizo. ¿No es raro que todavía parezca
estar... como... cuestionando un poco mi compromiso?
Con una pequeña carcajada, Nat da un mordisco y pincha su cuenco con una
cuchara.
—No sé mucho de ella en la vida real, es decir, nos muestra lo que quiere que
veamos. Parece juguetona, divertida y aventurera, pero un reality show no parece
algo que haría. Debe haber una razón por la que lo está considerando, y si te ha
llamado la atención por parecerle poco entusiasta, será mejor que pongas en orden
46 tu actitud. —Natalia me mira de frente—. Eres un tipo maravilloso, Conn, pero has
estado actuando un poco esnob, como si esto estuviera por debajo de ti.
Me vuelvo hacia el rompecabezas.
—¿Cómo puede ser esnob si es exacto? Nunca haría esto si Blaine no me
obligara.
Sé que es un error en cuanto sale la última palabra de mi boca. Incluso Stevie
emite un silbido sombrío entre los dientes.
Natalia me mira fijamente.
—Connor, ¿crees que soy tonta?
—¿Qué? —digo, horrorizada—. Por supuesto que no. Eres la persona más
inteligente que conozco.
—Bueno, veo realities. Leo novelas románticas. Y cuando dices cosas así, es
despectivo. —Ladea la cabeza hacia Stevie, y el tácito Sobre todo cuando lo haces
delante de nuestra hija cae como un mazazo.
—Sólo quería decir que no es lo mío. Por supuesto que está bien si es tuyo.
Sus ojos se vuelven redondos.
—Vaya. Gracias.
—Eso no es en absoluto...
Ella lo ignora.
—¿Has visto algún programa de citas o leído alguno de sus libros desde que
aceptaste este proyecto?
—Los pedí por internet.
Parece poco impresionada.
—Y —continúo con orgullo—, le pedí a Brenna que me escribiera un resumen
sobre los cinco bestsellers de Felicity.
Stevie vuelve a sacudir la cabeza. Natalia frunce el ceño, decepcionada.
—De acuerdo, ya sé cómo ha sonado —digo—. Soy el ejecutivo bastardo
empeñando mi trabajo en mi asistente, eso fue una mierda. Pero, Nat, el programa ni
siquiera es sobre los libros de Felicity. Es sobre ella. Sobre lo carismática que es, lo
buena que es delante de la gente. Se trata de que el público la apoye.
—¿De verdad eres tan denso que no ves que su público la apoya por lo que nos
da en sus libros?
Antes de que pueda contestar, continúa.
—Si me dijeras que no te gusta la música de Wonderland, te diría: “Bueno, cada

47
uno a lo suyo”. Has escuchado todas sus canciones al menos cien veces, así que
tendrías una opinión fundada. Pero ni siquiera has leído una novela romántica o visto
un reality show y te has formado esa opinión basándote en lo que crees que son.
Deslizo otra pieza en su sitio, uniendo una gran oreja de elefante a su cabeza.
—Vamos, Nat, tienes que admitir que las novelas románticas son un poco
predecibles.
—¿Por qué? ¿Porque la pareja acaba junta?
—Exactamente.
—Es una regla del género, Connor —dice ella—. Cosa que sabrías si te
hubieras molestado siquiera en buscar en Google.
Le hago señas para que siga, oyendo cómo echa espuma por esto.
—Vamos. Sácalo todo.
—Los describes como mi “placer culpable”. ¿Tienes idea de lo
condescendiente que es eso?
—Bueno, ¿no te dan placer? —pregunto, confuso—. ¿Cómo puede ser eso
condescendiente?
—Sí, pero ¿por qué debería sentirme culpable por leer algo que me hace feliz?
Abro la boca para responder y ella me clava una mirada tan clara que bien
podría ser un disparo de advertencia.
—Tratas las cosas que me gustan como si fueran una tontería o algo que hay
que consentir —dice—. Mi punto, Conn, es este: Me preguntaste si era raro que
cuestionara tu actitud. Pero si yo veo tu condescendencia, y soy alguien que sabe lo
buen hombre que eres en un millón de otros aspectos, ¿qué crees que vio ella, cuando
no te conoce de nada y toda su carrera gira en torno a algo que tú crees que está por
debajo de ti?
Cierro los ojos mientras ésta se instala en mí. Una vez trabajé en un proyecto
en el que un experto decía que la intolerancia es un fallo de la curiosidad, y siempre
me ha quedado grabado. ¿Me apresuro a juzgar cosas de las que no sé casi nada?
—De acuerdo. Sí.
—Lee uno de sus libros. —Nat vuelve a agarrar la cuchara—. Mantén la mente
abierta y puede que incluso te guste.
Sé que tiene razón y estoy a punto de decírselo cuando mi teléfono zumba
sobre la mesa con un correo electrónico entrante. Lo abro e inmediatamente se me
bloquea el cerebro.
—¿Qué mierda?

48
—Papá. —Stevie me fulmina con la mirada.
—Lo siento, pero... —Hago un gesto hacia el teléfono—. Es la lista de las
condiciones de Felicity. —Hago un rápido escaneo del texto—. Quiere seguir
rodando cuatro días a la semana. —Levanto la vista—. Pensé que era estándar
mantener a la gente secuestrada o algo así en estos programas. Para mantener ocultos
los resultados.
—Eso hacen en The Bachelor —ofrece Stevie.
Nat alcanza a ajustar la tiara de Stevie.
—Es casi como si saber cómo funcionan estos espectáculos le facilitara el
trabajo.
Stevie suelta una risita.
—Por supuesto —digo, y sigo hojeando el correo electrónico. Viendo todo esto,
inmediatamente sé que sería más fácil elegir a alguien a quien sólo le preocupe la
fama y la exposición. Pero si tengo que hacer esto, prefiero hacerlo con alguien que
tenga algo que decir.
Me doy cuenta de que esperaba que sus condiciones parecieran un contrato —
solicitudes de tiempo lejos de las cámaras, una lista de exigencias dietéticas, dinero
para marketing o estilistas específicos, tanta promoción de sus libros como fuera
posible—, pero no hay nada de eso. Su lista de condiciones parece extrañamente un
reto.
—Me ha dado una lista de casting muy específica. —Miro a Nat—. ¿Qué
demonios tiene que ver “rollo de canela” con el casting?
—Oh —dice Natalia con silenciosa emoción—. Oh, Fizzy Chen, eres mi jodida
heroína.
—Mamá. Lenguaje.
Miro el teléfono con el ceño fruncido.
—¿Himbo? ¿Es un error ortográfico?
Nat se echa a reír a carcajadas.
—Y va a tardar una eternidad en aclararse. Se supone que tengo que pasar por
su ag... —Me interrumpo cuando llego al final del PDF escaneado y veo una nota
manuscrita de Felicity cerca de la parte inferior:
Envíame un mensaje si tienes preguntas. ¡Suerte! Sospecho que la necesitarás.

49
Ocho
Fizzy

—S
inceramente —me dice Jess al otro lado de la mesa en Twiggs—
, si estuviera tan metida en algo en mi teléfono, me dirías que
compartiera el porno o que lo guardara.
En los viejos tiempos, nuestra rutina era reunirnos en la cafetería Twiggs unos
días a la semana para trabajar. Yo escribía como una loca y Jess hacía numeritos.
Éramos (normalmente) muy productivas. Estos días nuestras sesiones de trabajo son
más ceremoniales: Jess se toma el verano libre, y es más probable que a mí me crezca
una tercera oreja que escribir una convincente escena de besos. Pero aunque el
ambiente es más informal que de negocios, las palabras de Jess son mi señal para
deslizar mi dispositivo en el bolso y volver al tiempo de la mejor amiga. Por
50 desgracia, aunque Oscar Isaac estuviera desnudo junto a la mesa, no estoy segura de
poder levantar la vista de este intercambio de mensajes. Es como ver la lenta espiral
de Connor Prince III hacia la locura.
¿Darcy? Me manda un mensaje. Ni siquiera sé lo que significa.
Ahogo una carcajada con una mano, tecleo: Piensa en taciturno.
—Felicity.
Sacudiendo la cabeza, le digo a Jess:
—No creo que quieras saber lo que estoy haciendo. —Mi teléfono vuelve a
vibrar.
—¿Sexo telefónico?
—Mejor.
¿Qué es un nerd sexy?
¿De verdad necesitas que te lo explique?
Bien. ¿Zorro plateado?
Papi pervertido.
¿Vampiro?
Se me escapa una carcajada y algunos de los clientes me miran mal. Había
olvidado esa joya. Pero esta vez he estado tan cerca de rociar con un trago de café la
mesa de Jess que al final intenta cogerme el móvil y tengo que esquivar sus dedos
para terminar de escribir mi respuesta.
Sé creativo.
Con cautela, dejo el teléfono.
—Hola, amiga.
—¿Ni siquiera pretendemos trabajar hoy?
Miro la silla de mi derecha, donde dejé todas mis cosas cuando llegué hace
media hora. Ni siquiera me he molestado en desempaquetar el portátil. No me extraña
que no pueda hacer nada. Sonriéndole, le digo:
—Te prometo que esto tiene que ver con el trabajo.
—Ajá.
Jess sabe que he estado evitando las redes sociales y los correos electrónicos
del trabajo como la peste, así que es comprensible que se muestre escéptica. Le
explico:
—Mis condiciones para el programa aterrizaron en la bandeja de entrada del
sexy británico esta tarde, y tiene algunas preguntas.
51 Jess frunce el ceño.
—¿Qué has hecho?
—¿Cómo que qué he hecho? ¿Por qué soy inmediatamente la mala?
—Veamos —dice Jess, juntando las manos alrededor de su café blanco sin gas
e inclinándose más cerca—. Hubo una vez que me convenciste para ir a la playa
nudista por tu cumpleaños antes de darte cuenta de que estábamos caminando
desnudas por una propiedad privada.
—Culpa al GPS, no a mí.
—Me esposaste a la cama para investigar y luego te diste cuenta de que la llave
estaba en tu casa.
—¡Sólo estuviste sola como media hora, y me aseguré de que tuvieras mucha
agua!
—Bien, ¿qué tal cuando me arreglaste una cita con tipo ese que estaba en
libertad condicional?
—¡Por fraude fiscal! No es como si hubiera matado a alguien.
—¿En serio, Fizzy?
—¡Bueno, suena mal cuando lo dices todo junto!
Espera pacientemente.
Finalmente, asiento con la cabeza porque: justo en el blanco.
—Sólo intento hacer un buen programa. —El escepticismo se acentúa y le
recuerdo—: No querías oír hablar de la serie de televisión porque no querías
información que tendrías que ocultarle a River. —Quien, como era de esperar,
enloqueció cuando hace un par de semanas le mencioné mientras comíamos
hamburguesas que me habían propuesto protagonizar un reality show de citas basado
en su muy seria investigación científica. Miró fijamente su plato y luego se puso a
caminar agitadamente. Le aseguré que de ninguna manera North Star Media aceptaría
mis condiciones una vez que las vieran, y River se tranquilizó un poco. Pero también
pidió que no se hablara más del tema.
Lo que significa que tampoco puedo contarle nada a Jess, o tendrá un ataque
de pánico por tener que ocultarle algo a su marido. Y por eso finge no estar
interesada.
El caso es que si le preguntas a Jessica Marie Davis Peña cuál es su serie favorita
de todos los tiempos, te dirá que Breaking Bad o Downton Abbey, porque son
respuestas socialmente apropiadas. Nadie dice que su serie favorita sea Casados a
primera vista, igual que nadie dice que su restaurante favorito sea McDonald's. Pero
alguien compra esos 550 millones de Big Macs al año. Jess se come esas series,
entretenida con suficiencia con una copa tamaño familiar de vino tinto en la mano en
52 su seccional gigante del salón. No importa lo que River quiera que ocurra, Jess está
intrigada por esto. Me atrevería a decir que está secretamente encantada.
Lo que significa que puedo contar hasta el momento en que se rompa.
En tres... dos...
—Casi me da miedo preguntarte cuáles son tus condiciones —dice, golpeando
despreocupadamente con un dedo el lateral de su portátil—. Conociéndote, son una
locura.
Me llevo la bebida a los labios y me doy cuenta de que está cerca.
—¿Esto es lo que pides?
Se ajusta las gafas del ordenador.
—No.
—De acuerdo.
Miro mi teléfono y veo una nueva cadena de mensajes.
¿Quieres que al menos 2 de los protagonistas tengan experiencia tejiendo?
No entiendo el término de exclusión re: poetas.
Felicity, entendí que entrarías en esta negociación de buena fe.
¿Estás libre para hablar?
Suelto una risita, tecleando tan alegremente como si estuviera enviando un
mensaje de texto.
Perdóname. Estoy ocupada en este momento.
¿Cuándo es un buen momento?
Eso depende. ¿Estás dentro o te rindes?
Un ruido de plástico resuena en la mesa mientras Jess tira las gafas, derrotada.
—Cuéntamelo todo.
—Pero es sobre el programa de citas. Puede que a River no le guste.
—Puede llorar en sus bolsas gigantes de dinero.
—Tienes razón —digo en un arrebato—. Bueno, por si no te habías dado cuenta
ya: soy un genio.
—Y tan admirablemente fundamentada.
—Escucha —le digo—. Cuanto más me meto en esta idea, más me gusta. El
sexy ejecutivo británico quería que hiciera un programa de citas, ¿verdad? Meterme
a mí y a doce tipos en una casa, sacarme con un sujetador pushup y dejar que el
público decida cada semana quién debe ser eliminado.

53
—Correcto —dice Jess, asintiendo.
—El truco es, por supuesto, que utilizarían el ADNDuo para encontrar una serie
de coincidencias para mí —digo.
Se echa hacia atrás en la silla y se cruza de brazos.
—Hace tres semanas, ni siquiera querías salir con un hombre. ¿Ahora vas a vivir
con doce?
—¿Doce pollas de primera andan por ahí buscando una Fizzy donde
esconderse? Sólo soy humana, Jess. ¿Cómo puedo decir que no a eso?
Me menea la cabeza por encima de su taza de café.
—¿Oyes las cosas que dices? ¿En absoluto?
Ignoro esto.
—Hablando en serio: Doce podrían ser demasiados. Incluso para mí. —Hago
una pausa—. No puedo creer que esté diciendo eso. Pero lo digo. Así que voy a
sugerir que lo reduzcamos a ocho. Tampoco me gusta la idea de estar totalmente
secuestrada en una casa con estos hombres durante todo el rodaje, así que le dije al
británico que le daría cuatro días a la semana para rodar, y durante esos días los
Héroes y yo simplemente... saldremos. Cada semana el público eliminará a un par de
ellos, y yo tendré nuevas y más elaboradas citas con los que queden. Nos
conoceremos como lo haríamos en la vida real, con el resto de la vida sucediendo a
nuestro alrededor.
Jess frunce el ceño.
—¿Irán por eso? ¿No es el objetivo de estos espectáculos que sea una
experiencia intensa, de proximidad forzada, y que si les dejan volver a sus vidas
reales puedan hablar con sus familias sobre el espectáculo y recibir consejos y
comentarios?
—Sí, ¡pero así es como funcionan las citas! Si saliera con uno de ellos en el
mundo real, volveríamos a casa después y hablaríamos con nuestra gente de cómo
nos fue. Sobre todo si fue bien, querríamos hablarlo e incluir a nuestra comunidad en
el entusiasmo. Estoy cansada de que se presente el romance como un vacío, haciendo
creer a la gente que una vez que encuentras a esa persona especial, no necesitas nada
más. Esa no es una visión sana del amor. Quiero salir con un chico que tenga el apoyo
de su familia y amigos todo el tiempo, no con uno que les dice a sus seres queridos
que tienen que aceptar a esa nueva persona de la que no saben nada y de la que jura
estar enamorado a las tres semanas. ¿Es que esta gente no ha leído nunca una novela
romántica? Una comunidad que te apoya es como la mitad del “felices para siempre”.
—Dios mío, Fizzy, respira.
Hago una pausa y doy un sorbo tranquilizador a mi tibio café con leche de

54 vainilla.
—Pero eso... la estructura de las citas es fácil. ¿Quieres oír la mejor parte?
—No, claro que no. Sólo detalles aburridos, por favor.
—Envié una lista de arquetipos de héroes románticos que el sexy británico
tiene que elegir cuales quiere.
Su expresión se aplana.
—Lo siento, ¿qué?
—Le envié una lista de veinte arquetipos: nerd caliente, profesor, estrella del
rock, SEAL de la Marina, etcétera. Él elegirá a ocho héroes que encajen en esas
categorías. —Ante su mirada de duda, añado—: No es tan difícil.
Jess agita los dedos para que se la entregue.
—Déjame ver la lista.
Levanto mi teléfono y lo paso por la mesa. Los ojos azules de Jessica escudriñan
la pantalla, se ensanchan, y luego vuelve a empezar desde el principio, leyendo
algunos de ellos en voz alta.
—¿Un príncipe?
—O de la realeza en general —digo, examinándome despreocupadamente una
uña—. No soy exigente.
Una pausa, luego resopla.
—Pícaro escocés. Fizzy, Dios mío.
—Continúa.
—¿El que se escapó? —Se ríe—. Hablando de lanzar una amplia red. ¿Segura
que quieres eso?
—Francamente, no quería nada de esto, pero si consiguieran reunirlo sería
increíble. Últimamente no puedo escribir ni una maldita palabra, lo que significa que
la página “Próximamente” de mi sitio web recibe tantas visitas como mi vagina. Pero
si puedo llegar a un público romántico con esto, haría felices a mis lectores... y a
Amaya. —Mi agente literaria, Amaya Ellis, es una patea traseros que vale más que su
peso en oro y no se merece en absoluto el dolor de cabeza que he tenido durante el
último año.
—¿Amaya cree que es una buena idea? —Jess pregunta, escéptica.
—No sé si llegaría tan lejos, pero tanto ella como mi agente cinematográfico
creen que podría ser una gran exposición. Y como no tengo nada más que hacer, me
animaron encarecidamente a que lo considerara. —También me recordó que la única

55
razón por la que hice el ADNDuo en primer lugar fue para investigar y que debería ir
con esa mentalidad.
Levanta brevemente la vista.
—Y, ya sabes, todo el asunto de la posible alma gemela...
—Sí, sí, claro —digo, viéndola asimilar la lista y esforzarse por mantener la
compostura—. ¿Qué te parece? Lo he pensado mucho.
—Eso está claro. —Su mirada se entrecorta—. ¿Vampiro? ¿Esperas que
encuentren a un vampiro?
—El sexy británico también tropezó en esa. Cómo lo hacen no es mi problema,
¿verdad?
Su ceja apunta hacia el cielo y me mira por encima del teléfono.
—¿Dom?
—Hay que respetar el género.
Lee un poco más, ahogando su sonrisa con una mano.
—¿El veinte por ciento o más tienen que haber ido a terapia, el treinta por
ciento tienen que tener una amiga con la que nunca hayan tenido sexo? Fizzy, esto es
joda. —Grita brevemente—: Nada de poetas.
—Esta podría ser la mejor idea que he tenido. Por desgracia, nunca va a
suceder.
Inclina la cabeza de lado a lado, un gesto de tal vez sí, tal vez no.
—¿Qué haces si acepta tus condiciones?
Lo ignoro.
—No me haré ilusiones. Y aunque lo hiciera, tendría que poner mis cosas en
orden y dar lo mejor de mí. —Esa verdad se hunde en mí. En realidad no había
imaginado una situación en la que Sexy británico accediera a estos términos
absurdos. Mis extravagantes demandas han sido seguras; literalmente, cualquier otra
mujer del planeta Tierra haría este espectáculo más fácil que lo que acabo de pedir.
Pensar, aunque sea brevemente, que podría acabar haciendo esto me revuelve el
estómago. Tendría que ser divertida, atractiva y —mierda— fingir estar abierta al
amor.
—Es absolutamente imposible que me quiera tanto como para decir que sí a
todo esto.
—Estoy de acuerdo contigo. —Jess me devuelve mi teléfono, señalando la
pantalla donde ha aterrizado un texto de mi nuevo contacto etiquetado como Británico
McSexy—. Excepto que creo que acaba de hacerlo.

56
Nueve
Connor

L
a próxima vez que Felicity Chen entre en mi despacho, aparecerá lista
para jugar. En lugar de vaqueros rotos y botas, lleva un traje negro a
medida y una expresión que no deja lugar a dudas de que planea
supervisarlo todo a partir de este momento. Pasa educadamente de la oferta de café
de Brenna y cruza la habitación hasta donde estoy de pie frente a mi escritorio para
saludarla.
—Felicity, me alegro de verte.
Me da un apretón de manos junto a su amplia sonrisa. Sorprendentemente,
hace que la estética de rompe-pelotas se vea bien.

57
—Llámame Fizzy. Nadie me llama Felicity, excepto el tipo del DMV.
Me río.
—De acuerdo, Fizzy.
En lugar de sentarse en una silla de mi escritorio, se acomoda en uno de los
pequeños sofás de cuero que enmarcan la mesa de centro. Recuerdo haber leído una
vez que las personas seguras de sí mismas utilizan mal los muebles. Se sientan de
lado, pasan un brazo por encima del respaldo de una silla contigua o se sientan en el
borde de un escritorio. Fizzy no hace ninguna de esas cosas, pero sigue siendo un
retrato de confianza. Su postura es relajada, una pierna cruzada sobre la otra, las
manos cruzadas despreocupadamente a la altura de la muñeca, un índice y un pulgar
golpeando como si estuviera contando el tiempo que falta para algo. Sus zapatos de
son de ante azul brillante con tacones de al menos diez centímetros. Me cuesta más
esfuerzo del que me siento cómodo no dejar que mis ojos se detengan en el pequeño
atisbo de su tobillo al descubierto.
—¿Cómo estás? —pregunto, apartando la mirada.
—Estoy genial.
Me siento frente a ella y trato de parecer tan despreocupado como ella.
Normalmente, lo estoy. Normalmente, soy difícil de confundir. Pero la dualidad de la
intensidad de su comportamiento y la soltura de su cuerpo me distrae.
—Gracias por asistir a mi reunión —dice. Lleva el pelo recogido en un moño;
algunos mechones se han soltado y caen suavemente sobre su largo y delicado cuello.
Lleva un maquillaje mínimo, supongo, pero sus labios son de un rojo suave y perfecto.
Por muy mierda que acabe siendo este programa, esta mujer va a ser preciosa en
pantalla.
—Por supuesto. —Trago saliva, intentando que mi voz suene menos tensa—.
Todavía tenemos mucho que pulir. —Un eufemismo. Las peticiones que me envió su
agente parecían un idioma extranjero, pero Nat me dijo que confiara en ella, así que
aquí estamos. Me siento como si estuviera entrando en un callejón oscuro y brumoso
sin nada más que un periódico enrollado para defenderme de ataques sorpresa con
cuchillo. Esto será o bien un proyecto incómodo pero breve que me consiga lo que
quiero de Blaine, o bien el peor error de mi carrera profesional—. Pero antes de
entrar en detalles —le digo—, quería preguntarte si tienes alguna experiencia con
ADNDuo. Los perfiles de usuarios anteriores son obviamente confidenciales, pero
nuestro departamento legal necesita saber si tenemos alguna Pareja de Oro anterior
que debamos filtrar o añadir a la lista de” El que se escapó”.
—Estoy familiarizada con la aplicación —dice, alisando una mano por su muslo
para enderezar una suave arruga allí—. Y... dejé de comprobar mis coincidencias
antes de ver ninguna de Oro.
—De acuerdo. —Apunto la nota, intuyendo que hay algo más bajo la superficie,
58 pero ella no da más detalles. Cierro el cuaderno y la miro a los ojos al otro lado de la
mesa—. Si se te ocurre algo que merezca la pena comentar, dímelo. No necesitamos
saber tu historial de citas, pero tampoco queremos ponerte en una situación incómoda
con alguien que conociste y no te gustó.
—Gracias. —Ella sigue asintiendo, pero no aparta los ojos de mi cara.
Necesitado de algo que hacer bajo su escrutinio, me acomodo en mi asiento y
me sirvo un vaso de agua de una jarra que hay en la mesita.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar? —le pregunto.
—No acabo de entenderte.
—¿Qué te gustaría saber?
—¿Cuál es tu formación? —Se pasa un dedo por debajo del labio—. La página
web de North Star no profundiza mucho. Google no me dice mucho sobre ti. Sólo sé
que sueles hacer documentales y que creciste como joven pirata en el norte de
Inglaterra.
Me río al recordar nuestro primer encuentro.
—Blackpool. Es cierto. Tuve que dejar la industria del pillaje a los quince años,
cuando mi padre americano me trajo a Estados Unidos.
—Quince. —Hace un gesto de dolor—. Eso es duro.
Lo fue, pero no había razón para demorarse.
—Estudié cine en la USC y acabé aquí. Y sí, hasta hace poco he trabajado en
documentales. Cambio climático costero, animales marinos, ya sabes.
—Estudiaste cine en la USC, pero acabaste en San Diego, en una pequeña
productora —explica—. O no eres muy bueno en tu trabajo, o tienes una razón
personal para estar aquí. Parece una distinción importante si soy tu nueva
colaboradora.
Sonrío, sin morder el anzuelo.
—Tenía un trabajo muy bueno en Sony, en Los Ángeles. Me mudé aquí porque
mi exmujer consiguió trabajo y quería estar cerca de nuestra hija.
Su expresión vacila —se suaviza— antes de coger el agua.
—¿Por qué aceptaste participar en este programa? ¿Del cambio climático
costero a un reality show de citas? No es una transición natural.
—Me lo asignaron a mí.
—Así que te están obligando.
Apuesto por la honestidad. Apenas nos conocemos, pero ya noto que no quiero

59
que me pillen mintiéndole a esta mujer.
—No habría sido mi primera opción, no.
—¿Te hace ilusión?
Agarro el agua y bebo un sorbo mientras formulo una respuesta sincera y
alentadora.
—Te diré una cosa: Me alegro mucho de que hayas subido a bordo.
Esto la hace sonreír ampliamente, brillantemente.
—Sé que sí. Dijiste que sí a todas mis ridículas peticiones.
—Si pensabas que eran ridículas —digo, dejando mi vaso en el suelo—, ¿por
qué las hiciste?
—Porque son divertidísimas. Harán que el espectáculo sea diferente. Relajado.
A todos nos vendría bien un poco más de diversión. —No puedo estar en
desacuerdo—. Dijiste en nuestra primera reunión que una de las razones por las que
me has traído es porque nuestras audiencias se cruzan casi por completo. Háblame
un poco de este público.
—Cerca del ochenta por ciento de las personas que ven programas de citas se
identifican como mujeres de edades comprendidas entre los dieciocho y los
cincuenta y cinco años, pero aproximadamente la mitad de ellas tienen más de
cuarenta y cinco. Esto es similar a lo que ocurre con las lectoras de novelas
románticas. Un tercio de todas las ventas de ficción son novelas románticas, y
alrededor del cuarenta por ciento de ese mercado son mujeres mayores de cuarenta
y cinco años, lo que significa que la friolera del doce por ciento de todas las ventas
de ficción pura son mujeres mayores de cuarenta y cinco años que leen novelas
románticas. —Hago una pausa, preguntándome qué más quiere que le diga—. No ha
sido mi grupo demográfico, históricamente, pero estoy intentando aprender.
La mirada de Fizzy tiene una intensidad que he visto en algunos de los
ejecutivos más poderosos de Hollywood.
—¿Qué significa eso?
No está siendo dura, pero sigue sin gustarme que me pongan a la defensiva, no
me gusta el cuidado que debo tener porque aún no ha firmado oficialmente el contrato
y necesito esto antes de dejarla marchar hoy. Después de repasar las ideas de Fizzy,
Blaine me dio dos meses de preproducción, con cinco semanas de rodaje, los
episodios terminados emitiéndose al final de cada semana. Eso significa edición de
choque cada semana. Nunca he hecho algo con este tipo de presión editorial antes.
Ya hemos pasado mucho tiempo esperando sus condiciones y pasando todo por
nuestro departamento legal. No puedo empezar de nuevo.
—Significa que estoy aprendiendo esto como aprendo sobre cualquier nuevo
público —le digo—. Investigación de mercado. En este caso, estudiando qué otras
60 cosas hace ese público en su tiempo libre.
Ella reprime una sonrisa y yo me reclino en mi silla, inhalando profundamente,
orientándome.
—Pregúntame lo que realmente quieras preguntarme, Fizzy.
—No quiero apuntarme a esto si tu única investigación aquí es leyendo
informes Nielsen. Los documentales que has hecho ayudan a convencerme de que tu
corazón está en el lugar correcto, pero ¿por qué tú? ¿Por qué esto? ¿Por qué tú para
esto?
—Parece que la empresa está tomando un nuevo rumbo. —Me encojo de
hombros, optando por la transparencia—: Somos pequeños. Sólo somos unos pocos.
Probablemente sea por eso.
—¿Has leído algo de lo que he escrito, o me lo has preguntado porque tu
exmujer tenía algunos de mis libros en su estantería?
—Estoy terminando Emparejados a Base ahora mismo. Es divertido, sexy,
creativo y.... —Me detengo, buscando la palabra que se me escapa. Empiezo a leer
siguiendo las instrucciones de Nat, buscando qué es lo que tanto le gusta del romance,
tratando de encontrar ese núcleo que ha hecho que Fizzy tenga tantos seguidores. Si
consigo entenderlo, creo, podré desentrañar lo que necesitamos para que este
programa sea un éxito.
—¿Y? —pregunta Fizzy con sorna, como si esperara un insulto para cerrar mi
lista.
—Alegre. —Sale en un estallido—. Hay mucha alegría en tu escritura.
Veo que he dado con algo importante. Se inclina hacia delante, más contenta
ahora.
—Sí. Ahora estamos llegando a alguna parte. El romance es alegre. ¿Qué te da
alegría?
—Mi hija. Mi trabajo, históricamente hablando. —Busco algo que me haga
parecer más dimensional, pero estar aquí sentado con este autor de bestsellers
hablando de alegría y conexión hace que mi vida parezca un enjabonar, aclarar y
repetir de árida rutina—. Ver el fútbol. Ciclismo de montaña. Hacer ejercicio.
Mientras hablo, me doy cuenta de lo que dice: nada de esto me capacita
realmente para hablar específicamente a este público. Es cierto que, aparte del
tiempo que paso con Stevie, ya no hay nada en mi vida que me alegre. La mayor parte,
me doy cuenta, es una forma de pasar el tiempo cuando estoy solo, y nada de ello
tiene que ver con la búsqueda de conexión.

61
Pienso en el capítulo de su libro que leí anoche. Era una escena de amor en la
que, después, la heroína admitía que tenía miedo de lo rápido que iban las cosas. No
es que este tipo de conflicto me pareciera innovador, pero la forma en que estaba
escrito, con tanta vulnerabilidad y conciencia de sí misma, después de la escena de
sexo más abrasadora que jamás había leído, me dejó pensativo toda la noche. Fizzy
es el alter ego juguetón y bromista, pero estoy empezando a ver que Felicity Chen es
inteligente —brillante, claramente— y debo darle algo más que una sonrisa confiada
y respuestas mesuradas. Sabe leer a la gente y ahora necesita que la convenzan de
que no se va a quedar atrapada en un estereotipo bidimensional de Hollywood.
—Parezco un imbécil aburrido. —Me río—. Hay algo en la lectura de tu libro
que me ha hecho muy consciente de la estéril banalidad de mi vida actual. Soy… —
admito, escudriñando las palabras porque rara vez me pongo personal con parientes
desconocidos, y nunca con colegas—, un poco adicto al trabajo. Pero no soy ególatra.
Te contraté porque sé que estás conectada, literal y figuradamente, con este público.
Quiero que esto sea un éxito.
—Yo también quiero eso. —La postura de Fizzy se relaja y se echa hacia atrás—
. Escucha, sexy DILF 1 . Tengo que confesarte algo. Soy buena amiga de alguien
relacionado con la tecnología ADNDuo. No le entusiasma que se haga este programa,

1
DILF: Daddy I’d like to fuck: Papi al que me gustaría follar. Haciendo referencia a que es padre y
es sexy.
pero por la forma en que se estructuró el trato, no tiene derecho de veto sobre el uso
de los medios.
—¿Será eso un problema? —pregunto, ignorando por el momento que creo que
acaba de llamarme sexy DILF, o el hecho de que no habría entendido esa frase hace
unas semanas.
—No. Pero este espectáculo tiene que ser inteligente. Tiene que ser
encantador. Tiene que ser irreverente. Tiene que ser sexy, y real, y emocionante.
—Estoy de acuerdo.
En sus siguientes palabras aparece un atisbo de vulnerabilidad:
—El problema es que, aunque acabo de interrogarte, debo admitir que me
preocupa un poco si soy la persona adecuada para hacer esto.
Oh.
La fuerza de su postura y el brillo de sus ojos se han atenuado sin que me dé
cuenta. Ordeno las palabras en mi cabeza.
—Entiendo perfectamente que quieras hacer lo correcto con esta tecnología,
dada tu conexión personal con ella, y no esperaría que hicieras todo el trabajo
pesado. Pero incluso conociéndote tan poco como te conozco, sé que harás lo mejor
para los espectadores. Tienes una cualidad mágica poco común, Fizzy. Estoy seguro

62 de que lo sabes: se traduce en tus escritos y también en persona.


—Bueno, gracias. Pero no. —Ella se levanta, presionando los talones de las
manos a los ojos—. Solía ser divertida. Solía tener un millón de ideas. Solía ser
espontánea, juguetona, sexy e inspirada. Hace años que no siento nada de eso.
Mi pulso se ralentiza y luego sube como un cohete por mi garganta.
—Entonces, ¿qué estás diciendo?
¿De verdad he pasado por todo esto para que ella se eche atrás ahora?
—Alegría —dice detrás de sus manos, y luego las deja caer sobre su regazo.
—¿Qué?
Fizzy respira hondo y exhala lentamente.
—Firmaré el contrato en tu mesa con una condición.
—¿Qué es eso?
—En los dos meses que tenemos antes de que empiece a rodarse esta serie, tú
y yo salimos de esta oficina, nos alejamos de nuestros teclados y redescubrimos la
alegría.
Diez
Fizzy

D
emasiada alegría. Me quito de un tirón un jersey de rayas negras y
grises y lo arrojo con un poco de rabia sobre la montaña de ropa que se
está formando en mi cama.
—Debo estar loca. —Me dirijo a mi primera firma de libros en meses. No me
siento yo misma, me preocupa que mi mojo haya abandonado definitivamente el
barco, voy a tener que enfrentarme a mis lectores y mostrarme lo más animada y
entusiasmada que pueda con el próximo libro (aún inexistente), y en un momento de
debilidad, he invitado a Sexy británico DILF en una búsqueda impulsiva para
encontrar nuestra alegría. Como si fuéramos amigos.
—Dios. Dime por qué le dije a este ejecutivo de televisión que viniera a
63 recogerme para mi firma esta noche en vez de conducir yo misma.
En la puerta de mi habitación, mi hermana pequeña se mete otro puñado de
patatas fritas en la boca y las tritura ruidosamente antes de contestar.
—¿Porque buscas luchas de poder con los hombres para evitar ser vulnerable?
—Vaya, arrástrame, Alice. —Busco un vestido negro de mangas transparentes
en mi armario.
—¿Me equivoco?
Mi respuesta sale amortiguada mientras forcejeo para meterme en el vestido.
—No.
—Además, Amaya volvió a llamar mientras estabas en la ducha.
Hago una mueca y me preparo.
—¿Contestaste?
—De ninguna manera. No quiero que me griten.
Me meto en el armario y busco unos zapatos.
—Le parece bien que haga el programa y hemos conseguido una prórroga
para el manuscrito, pero necesito darle unos plazos más concretos y no los tengo
claros.
—¿De verdad vas a seguir adelante con este reality show? —pregunta Alice,
fingiendo malamente un ambiente totalmente relajado. A mi hermana embarazada y
superdotada le habían dicho que redujera el trabajo y se lo tomara con calma, y ya
está dolorosamente aburrida. Eso explica por qué me sigue por mi casa en vez de
relajarse con los pies en la suya. Sospecho que le importa menos que este programa
de citas tenga éxito que el hecho de que sea la mejor oportunidad de su vida para
hacer la pelota.
—Firmé el contrato, así que sí.
—¿Saben mamá y papá lo de...?
Emerjo a tiempo para cortarla.
—No, y déjame decírselos.
Se me revuelven las tripas al pensar en esa conversación. Tengo treinta y siete
años y todavía me preocupa decepcionar a mis padres. Emigraron de Hong Kong a
principios de los ochenta y, obviamente, han vivido aquí el tiempo suficiente para
sentirse cómodos con muchos ideales occidentales. Pero dado que mi madre sigue
considerando mis novelas románticas como ruedas de entrenamiento para la obra
64 maestra literaria que está segura de que está por llegar, no puedo imaginar cómo
reaccionará ante la noticia de que pronto saldré con ocho hombres en un reality show.
Señalo la cama y le recuerdo a Alice:
—Prometiste relajarte.
Encuentra un trozo de colchón vacío y se acomoda.
—¿Papá no va esta noche?
Hago una pausa, luchando por encontrar el tirador de la cremallera y dándome
cuenta de que por eso no me he puesto este vestido en tanto tiempo.
—Oh, buen punto.
—Pues que este productor se lo cuente a papá —dice—, y que papá se lo cuente
a mamá.
Ninguna de nosotras habría predicho que el hombre cuya charla de educación
sexual con sus hijas adolescentes consistía en encontrarnos una noche mientras
fregábamos los platos, poniéndonos una mano en cada hombro y murmurando
torpemente:
—Su virginidad es sagrada —sería un día el orgulloso padre de una tórrida
escritora de novelas románticas. Se jubiló hace dos años y, al igual que Alice y las
órdenes de su médico de ir más despacio, se aburrió como una ostra. Adicto al
trabajo, en lugar de trabajar setenta horas semanales en su laboratorio de Scripps,
papá ahora pasa las semanas leyendo tres libros, caminando un total de cincuenta
kilómetros, ayudando a mi hermano pequeño, Peter, a restaurar su antiguo Karmann
Ghia, jugando al ajedrez con los amigos y manteniendo su jardín meticulosamente
cuidado. Por no hablar de llevarle a Alice cualquier brebaje para embarazadas que
mamá encuentra en el mercado y de dejar comidas para cualquiera de sus tres hijos
que su mujer le encarga cuando está de juerga culinaria.
Mi padre también es un personaje muy querido en casi todas las firmas que he
hecho en el suroeste. A los lectores les encanta hacerse fotos con él y que les firme
sus ejemplares. Algunas fotos suyas simulando leer El deseo más oscuro del pirata o
Hazañas sucias en alta mar se han hecho virales en Internet.
Así que la idea de Alice es inteligente: presentar al sexy DILF, dejar que el
británico haga su llamativo discurso de ventas y dejar que papá le lleve la información
a casa a mamá. Boom, genial.
—Háblame de este tipo —dice Alice, viéndome juguetear con la cremallera
rota—. ¿Cómo es?
—Alto. —Pienso en otros adjetivos—. Cabello oscuro. Bien vestido.
—Quiero decir, ¿es simpático? —pregunta riendo.
—¿Supongo?
65 —¿Está emocionado por el show?
—No abiertamente.
—¿Cuánto tiempo estarás rodando? —pregunta.
—Cinco o seis semanas, y luego elijo a quién quiero llevar en algún viaje
llamativo al final.
—Dios mío, ¿qué pasa con la boda de Peter? ¿Aún puedes ir?
Nuestro hermanito se casa en cuestión de semanas, y promete ser un circo
opulento con el menú más ridículo que he visto en mi vida. Hermano o no, no me
perdería esos ocho platos por nada del mundo.
—Estaré allí, ah mui. Esto no interferirá con nada de eso.
Me miro en el espejo. El vestido está bien, me favorece mucho las tetas y es
comodísimo. Pero el problema no es la ropa. Es saber que es mi primer acto público
en seis meses, que tengo que enfrentarme a mis lectores y sonreír y fingir que todo
va bien y que el próximo lanzamiento del libro está a la vuelta de la esquina, que el
productor estará allí mirando y que fue idea mía que viniera a recogerme.
Es raro que haya hecho eso. Vendrá a casa. ¿Lo invitaré a pasar? No hace falta,
¿verdad? Hace siglos que nadie que no sea Jess, Juno o mi familia pisa mi casa.
—Mui, ¿mi casa parece la de alguien que deja que su gato se pasee
despreocupadamente por las encimeras de la cocina?
Alice se sienta.
—¿Conseguiste un gato?
—Me refiero al ambiente general.
—¿No? —Alice vuelve al lujoso conjunto de almohadas y se zambulle de nuevo
en las patatas fritas—. ¿Pero podemos hablar de este programa? ¿Qué es?
—Soy yo teniendo citas con algunos chicos a los que han examinado para ver
si son compatibles con el ADNDuo, y el público vota con quién cree que soy más
compatible... ¿Dejarás de comer patatas fritas en mi cama?
Me ignora y se mete unos cuantos más en la boca, hablando alrededor de ellos.
—¿Por qué necesitas ir a un programa de citas?
—No lo necesito. Yo… —me interrumpo, sin tener claro cómo explicarle a la
mujer más competente que conozco que estoy atascada en mis escritos, atascada en
mis citas, que lo único de lo que estoy segura es de que quiero a mis lectores, a mi
familia y a mis amigos, y que hacer este programa se ocupa de dos de esas cosas. Soy
el calcetín flojo del viento en una familia de robustas señales de tráfico.
Mi hermana y su adorable barriga me siguen hasta la cocina, donde acabo de
66 abrir mi pesadilla de cajón de los trastos para encontrar un imperdible para la
cremallera rota. Diviso la esquina de papel de aluminio brillante de un preservativo
sellado y lo saco de debajo de una avalancha de clips y lápices rotos.
Este momento parece una metáfora perfecta.
—¿Guardas condones en tu cajón de los trastos?
—Vuelve a preguntar eso —le digo—, y date cuenta de lo gracioso que suena.
Resopla detrás de mí y siento una oleada de protección. La vida de Alice nunca
ha estado fuera de control ni un segundo. Cuando tenía quince años, hizo una lista de
hitos, con objetivos, edades y, a veces, incluso lugares:
...Empezó en Stanford a los dieciocho, se licenció a los veintidós, estudió medicina
en Johns Hopkins, hizo la residencia en San Diego, se casó a los treinta, nació su primer
hijo a los treinta y cinco...
Hasta ahora no se le ha escapado ninguna, excepto la de dama de honor en la
boda de Fizzy a los veintiocho años. (Tachó esa con un grueso rotulador negro hace
unos años y en su lugar celebramos la llegada de mi libro a la lista del New York
Times). Pero el embarazo no ha sido su experiencia favorita, y me pregunto si siente
lo mismo que yo en estos momentos, como si se enfrentara a un futuro de complejidad
desconocida, curvas cerradas y espacios en blanco aterradores.
—¿Alguna vez has sentido que te has perdido a ti misma?
Señala su enorme barriga de embarazada.
—Este niño aún no ha llegado y ya no recuerdo quién era yo hace seis meses.
¿De verdad solía correr todas las mañanas? ¿Por diversión?
—Últimamente he estado sin rumbo —admito, y estoy segura de que es raro
para ella oírlo—. Siento que este programa podría ser una manera de volver a mí
misma. Aunque sea un fracaso colosal, al menos es algo diferente.
—Lo entiendo —dice con nostalgia—. He estado teniendo sueños de
paracaidismo últimamente.
—¿Tú?
Ella asiente.
—A veces hago paracaidismo en un océano lleno de oreos. Anoche fue cerveza.
Esto me hace reír, y me giro para rodear su cintura con mis brazos.
—Dime que no estoy cometiendo un gran error haciendo esto.
—No es cierto. De hecho, lo escribí en mi lista, ¿no lo sabes? “Fizzy hace un
loco reality romántico cuando tiene treinta y siete años y se lo pasa como nunca”.

67
Once
Fizzy

U
na de las ventajas inesperadas de traer a un tipo bueno a mi primera
firma en meses es que los lectores están mucho menos preocupados por
cuándo se publicará mi próximo libro y mucho más interesados en saber
quién es el hombre gigante que aparece al fondo. Hubo algunos murmullos y miradas
durante la parte de preguntas y respuestas del acto, pero cuando empezó la firma,
todas las personas de la cola estaban intentando averiguar quién era el pedazo de
culo de metro ochenta que estaba hablando con mi padre.
Lo sé porque todos se parten el cuello intentando seguirle la pista mientras la
fila serpentea por las estanterías. Algunos me lo han preguntado directamente. Mis
respuestas han ido desde “Es mi guardaespaldas” a “Es mi novio por
68 correspondencia”.
Escucha, lo entiendo. Ver antes al DILF vestido informal en la puerta de mi casa
me pilló desprevenida. Se había ido el hombre de la camisa almidonada sentado en
una oficina impecable. Esta versión del sexy británico se parece más a un leñador
caliente, con una camisa de franela desteñida suave y vaqueros desgastados con
zapatillas de deporte muy queridas. El pelo le cae sobre la frente; sus ojos parecen
increíblemente brillantes para alguien que está de pie en la oscura esquina de una
librería. En Uno Para el Camino, describí los ojos del héroe, Jack Sparling, de esta
manera “iluminados desde dentro” creo que era, pero nunca lo he visto realmente en
persona.
Excepto…
Retrocedo mentalmente, en túnel hacia atrás, hasta el momento en que, con
Jess, hace un par de meses en el bar, miré al otro lado de la habitación y me encontré
con el hombre del traje, el pelo alborotado, la mandíbula como una cuchilla. Me miró
como si quisiera quedar en el pasillo y follarme hasta el mes que viene.
¿Es realmente el mismo tipo? No puedo creer que todo esto se escondiera bajo
ese pelo tieso y engominado, una brillante sonrisa de dentífrico y un impecable traje
negro.
Miro hacia mi regazo, atreviéndome a que el aleteo persista. Pero se desvanece
y vuelvo al presente cuando el lector que tengo delante me pregunta si estoy bien.
—Gas —le digo con una sonrisa, y ella suelta una carcajada familiar, oh, Fizzy,
y recoge sus libros firmados. Pero sigo sintiendo el eco del interés en la parte inferior
de mi torso. ¿El aleteo de los pantalones se debía a que estaba pensando en Jack
Sparling? Sus escenas de sexo fueron de las más divertidas de escribir, ese sucio
bribón.
¿O era... de él? Intrigada, vuelvo a mirar a Connor a través de la habitación.
Está tan prendado de mi padre que apenas parece darse cuenta de cuánta
salivación mental se dirige hacia él. Sabía que se llevaría bien con el imparable Dr.
Ming Chen. Mi padre es un hombre objetivamente carismático, con un millón de
historias para cada situación, y tiene la risa más contagiosa que hayas oído en tu vida;
es ese tipo de carcajada que, sinceramente, debería grabarse y registrarse como
marca patentada. Pero lo que me sorprende es lo mucho que parece hablar Connor.
No veo a papá declamando poesías, contando chistes, haciendo todo el trabajo
pesado de la conversación. Cuando le echo un vistazo furtivo, veo que Connor es el
que más charla y papá se ríe a carcajadas. Casi como si Connor tuviera historias.
Casi como si fuera... interesante.
También está sonriendo, y la forma en que exagera las líneas alrededor de sus

69 ojos y suaviza los ángulos de su cara hace que también se produzca un aleteo cerca
de mi pecho.
Pero el aleteo de mi corazón se ve sofocado por un rubor frío y reactivo que se
extiende por mi piel, presa del pánico y el sobresalto. Espera, me grita el cerebro.
No quiero que me guste de verdad.
—¿Quién es ese tipo que está con Papá Chen? —pregunta una lectora, y desliza
una impresionante pila de libros sobre el tablero de la mesa. Una rápida inspección
me dice que los únicos que le faltan son los de la serie High Seas, que, sinceramente,
está llena de piratas fantásticamente asquerosos, y es una verdad universalmente
reconocida que los piratas no son para todo el mundo. No se lo echaré en cara.
—Es el nuevo novio de mi padre —respondo, y esto me gana otra risa oh, Fizzy,
sobre todo porque papá eligió este momento para venir a besarme la mejilla y
decirme que se va a casa. Está claro que si me ha oído anunciar que tiene un nuevo
novio, sabe que debe ignorarlo. Recibe una entusiasta salva de aplausos mientras se
escabulle de la librería.
—¿Quién es en realidad? —me pregunta la lectora, inclinándose para que le
haga confidencias.
Aún no hemos anunciado nada sobre el programa, así que no puedo decirle
nada concreto. Pero decir que es un amigo levantaría demasiadas cejas.
—Está en el equipo editorial. —Hago una mueca de disculpa como si supiera
que quiere una respuesta más jugosa. Pero el tiempo que tardo en abrirme paso entre
su pila de libros me da la oportunidad perfecta para superar mi extraño momento de
emociones desagradables.
Esto es bueno, en realidad, me digo, firmando con una floritura. No se trata de
emociones. Sólo estás experimentando el despertar de tu Fizzgina. Necesitas recuperar
los aleteos si quieres tener éxito en este programa. ¡Necesitas recuperar los aleteos si
tienes alguna esperanza de escribir romance de nuevo! Está bien que Connor sea guapo.
El hecho de que te des cuenta significa que estás un paso más cerca de volver a ser la
antigua Fizzy.
La charla da resultado. Cuando le devuelvo la pila a la mujer, noto en mis ojos
el brillo de una sonrisa de verdad.

Encuentro a Connor después de que la multitud haya disminuido, de pie y solo


en la sección de terror, asombrado mientras gira una tapa dura dorada entre sus
70 manos. Parece a punto de lamerlo.
—¿Tenemos que hacer una prueba de compatibilidad de ADN entre tú y esa
edición especial de “Salem's Lot”?
—No sabía que lo habían publicado —dice, pasando un largo dedo por el
lomo—. Fue uno de los primeros libros que recuerdo no haber podido dejar de leer.
Esta edición es preciosa.
¿Por qué es tan sexy cuando dice preciosa así? ¿Como si estuviera mirando a
un amante? Esperaba que el poder de su atractivo disminuyera, de cerca —mala piel,
olor raro, dientes amarillentos que de algún modo había pasado por alto—, pero me
irrita descubrir que nada de eso es cierto. Huele a hombre delicioso y a los restos de
cualquier desodorante que lleve puesto. Apuesto a que se llama Ice Zone o Sports
Hero o Silver Blade, y me indigno conmigo misma por gustarme. Ya ni siquiera puedo
localizar el arquetipo del ejecutivo millonario sexy en Connor. Es todo blando y
musculoso. Leñador blando es su nuevo nombre. ¿Por qué nunca se acerca a esa
cabeza de pelo con siquiera una gota de gel? Voy a tener que ponerme de su parte y
fingir que le conozco lo suficiente como para aconsejarle sobre peinados.
Me pregunto distraídamente, en una escala de “date el gusto, chica” a “sólo si
nunca quieres volver a trabajar”, lo malo que sería acostarme con el productor de mi
reality show romántico. Volver al caballo y todo eso.
Cierro los ojos con fuerza y me reanimo mentalmente. Me alegra ver a la vieja
Fizzy asomar la cabeza, pero es una mandona, e incluso yo sé que liarme con Connor
Prince III no sólo sería profesionalmente descerebrado, sino probablemente
asombrosamente mediocre. Tendría que serlo, ¿verdad? Su aire de leñador sexy de
hoy probablemente sea algo puntual mientras sus trajes y su pelo de Lego están en la
tintorería. Mi primera relación sexual después de la sequía debería dejarme coja y
recuperándome durante todo un fin de semana con una botella gigante de Gatorade
y películas de Nancy Meyers como compañía.
—¿Por qué me miras así?
—¿Cómo qué? —pregunto, cambiando inmediatamente lo que fuera mi
expresión por una sonrisa relajada.
Frunce el ceño, su mirada hace un breve circuito por mi cara, buscando lo que
sea que haya visto hace un momento.
—No importa.
Redirige el tiempo:
—¿Te has divertido hoy?
—Lo hice —admite—. Eres divertida. Tus lectores son tan entusiastas. Se nota
que te gusta de verdad estar con ellos.

71 Tiene razón y, en retrospectiva, me enfado conmigo misma por haber estado


tan nerviosa durante el trayecto. Las palmas de las manos sudorosas, estallando,
demasiado alto respuestas a sus preguntas educadas en el coche, sobre explicando
cuando entramos en la librería. Connor estuvo tranquilo y dócil a mi lado, fue esta
presencia firme y robusta contrarrestando mi estrés nervioso. Pero en cuanto se llenó
la sala, me bajó el pulso y volví a casa.
—Los lectores de novelas románticas son mi marca favorita de humanos. —Le
sonrío—. Ya ves cuánto aman lo que aman. Es lunes, y mira cuántos han decidido salir
de casa y luchar contra el tráfico, quizá buscar una guardería, sólo para venir aquí. —
Señalo la librería, ahora vacía—. Esta noche ha venido todo el mundo. Amas de casa,
abogados, empleados por horas, científicos, jubilados, estudiantes.
Silba y vuelve la vista a la caja como si recordara.
—Vi a alguien con dos ejemplares de cada uno de tus libros.
—Ya los he firmado tres veces, pero ella sigue apareciendo en cada evento
local para saludarme y que se los vuelva a firmar.
—¿No compró un libro?
—Compró uno esta noche, pero no uno de los míos. —Ante su expresión de
sorpresa, añado—: Aparecen las fangirls, Connor. Esa es mi gente.
Asiente, estudiándome.
—Estoy viendo eso.
Con una sonrisa, le digo:
—Me alegro de que hayas dejado de flirtear con mi padre para estudiar la
demografía de tu programa.
La energía de Connor sube de tono.
—Lo hice, pero fue difícil. Tu padre es genial.
—Es literalmente el ser humano más genial que jamás ha existido.
—Por cierto, no me había dado cuenta de que aún no le habías contado lo del
programa. Espero no habértelo hecho raro con tus padres.
—No, te estaba usando completamente como escudo.
Me lanza una mirada de burla que me gusta más de lo que debería.
—Le gustó la idea —dice Connor—. Pero dijo que no se lo diría a tu madre.
—Mierda.
Connor se ríe.
—Tenemos que encontrar la manera de que al menos haga una aparición.

72 Un frío rubor se extiende por mis brazos.


—¿En el programa de citas? ¿Mi padre?
Asiente, pensándoselo.
—Visitas familiares con los concursantes finales, tal vez.
Mi estómago se inclina.
—Uf, eso es... —Estoy a punto de decir que es aterrador, porque sólo la idea de
traer a varios hombres a casa de mi madre para que ella los inspeccione me hace
querer rodar en el tráfico. Pero por primera vez desde que empezamos a hablar de
esto, hay una luz en los ojos de Connor que parece genuina, y si salir con Papá Chen
hizo eso por él, ¿quién soy yo para echar agua al fuego?—. Es una gran idea —digo
con una sonrisa floja.
Connor se ríe.
—No te preocupes, ya lo resolveremos. Ahora mismo, sólo estamos sugiriendo
un montón de cosas para ver qué suena bien.
La adrenalina parece disiparse de golpe de mi torrente sanguíneo y me apoyo
en una estantería, exhalando lentamente. Las firmas son la paradoja más extraña: la
experiencia más energizante y satisfactoria, pero también la más agotadora. Quiero
que todos los que se acerquen a la mesa se sientan como la persona más importante
de mi vida, porque durante esos minutos, lo son. Pero mantener esa energía puede
ser agotador. Si a eso le añadimos el estrés de no saber si volveré a publicar un libro,
me siento totalmente agotada.
Y hambrienta.
Me aprieto los ojos con las palmas de las manos y siento cómo se inclina hacia
mí.
—¿Estás bien?
Tomando una respiración profunda y tranquila… mierda. Me gusta mucho el
olor de su desodorante Ice Zone Sports Hero Silver Blade.
—Estoy genial. —Cuando suelto las manos, la luz aparece en la periferia de mi
visión. La única pequeña descarga de adrenalina que me queda es la que siento
cuando lo miro fijamente, imponente sobre mí, suave y fornido y con los ojos
iluminados por la linterna—. Pero estoy a punto de estar aún mejor.
Me digo a mí misma que no me interesa demasiado la forma en que enarca una
ceja curiosa, diciendo:
—Cuéntame.
—Si confías en mí, entonces vamos.

73
Doce
Connor

T
engo la fuerte sensación de que el tipo de indicaciones que da Fizzy son
las que advertimos a nuestros hijos que no sigan ciegamente: confía en
mí, firma aquí, come esto. Y, sin embargo, aquí estoy, siguiéndola fuera
de la librería y en mi coche, donde ella me dirige veinte minutos al sur a un
restaurante de tacos en San Ysidro, justo en la frontera con México.
En un aparcamiento anodino frente a un edificio anodino, se baja, se estira
largamente, gimiendo feliz, y luego me sonríe con maldad.
—¿Estás listo para que te cambie el mundo?
—¿Seguro?

74 Mientras avanza con soltura hacia el edificio con su vestido negro y sus tacones,
hay algo atronador en ella. Objetivamente delgada, Fizzy tiene la capacidad de
ocupar espacio de una forma que yo nunca he dominado. Siempre fui relativamente
alto de pequeña, pero al haber sido criado por una madre soltera, me sentía
consciente de no parecer imponente de ninguna manera. Esta tendencia mía volvía
loco a mi padre en las raras ocasiones en que me visitaba. Me sermoneaba sobre
cómo entrar en una habitación con poder, sobre la importancia de reclamar espacio.
Cuando cumplí catorce años y ya medía más de metro ochenta, y ocupar espacio era
algo evidente, pasó a criticar otras cosas: mi falta de ambición, mi deferencia hacia
los demás, mi actitud protectora hacia mi madre. Más tarde fue mi elección de
carrera, mi boda, mi puesto de trabajo.
Pero por mucho que mi padre me agote, no puedo evitar pensar que admirar a
Fizzy sería una cosa que tendríamos en común.
—Voy a pedir por nosotros —dice por encima del hombro—. Voy a poner
alegría en tu boca, Sexy Leñador. Confía en mí.
—¿Se requiere confianza?
Ella hace caso omiso y se acerca a pedir por nosotros, y yo miro mi atuendo.
De sexy británico a sexy DILF a sexy leñador. No estoy seguro de que esta transición
de apodo sea una buena decisión de vestuario por mi parte, pero hoy me he cambiado
tres veces antes de recogerla, lo que ha llevado a Stevie a preguntarme si tenía una
cita.
No es una cita. Quiero decir, por supuesto que no lo es. Pero hay algo en estar
tan cerca de Fizzy que me hace querer impresionarla de la misma manera.
Mientras pide, oigo las palabras lengua, cabeza, buche y tripa y soy consciente
de que voy a comer algunas cosas que nunca antes me he llevado a la boca. Con una
abultada bolsa de papel en una mano, dos bebidas en una bandeja de cartón en la
otra y un pequeño gesto con la cabeza para que vuelva a confiar en ella, subimos de
nuevo al coche y conducimos unos minutos hasta una pequeña carretera que nos lleva
a un refugio costero de fauna salvaje.
En una desgastada mesa de metal con vistas a una playa vacía, Fizzy abre la
bolsa y despliega una enorme selección de tacos.
—Elige el que quieras. —Señala cada uno de ellos y describe su contenido:
ternera y nopal a la parrilla, panceta de cerdo, callos, cabeza de ternera o lengua. Y
cuando doy el primer mordisco a la panceta de cerdo, me observa con expectación,
esperando una reacción.
Suelto un gemido bajo e involuntario y siento que se me cierran los ojos. El
fuerte sabor del queso cotija fresco y el ácido del limón, con trozos crujientes de carne
y una tortilla suave hecha a mano, este es sin duda el mejor taco que he comido en

75 toda mi vida.
Mis sentidos tardan un minuto en asentarse y me doy cuenta de que sigue
mirándome.
—¿Te gusta? —pregunta sonriendo alegremente.
—Malditamente delicioso. —Me limpio la boca—. ¿Sólo vas a mirar?
Rompe su mirada y parpadea ante la selección que tiene delante, eligiendo lo
que creo que era la lengua.
—Me gusta verte así. Fuera de esa oficina y ese traje. Esto da buenas
vibraciones. —Señala mi ropa—. Todavía te ves DILF, pero sin la cosa CEO tenso
pasando.
—No estoy seguro de que un compañero de trabajo me haya llamado DILF
antes.
Se encoge de hombros.
—No me trajiste porque tuviera letras de decoro.
—Me parece justo. —Sonrío, dando un sorbo a mi bebida—. Pero pareces muy
empeñada en darme por el culo.
Ella suelta una carcajada.
—No creo que signifique lo que crees que significa.
—Jesucristo. —Miro hacia arriba con fingida exasperación y me termino el
pequeño taco—. Ya sabes lo que quería decir.
Es difícil no mirarla mientras come. Tararea alegremente mientras mastica, se
lame un poco de salsa de un lado de la boca y estudia la comida que tiene en la mano
con ojos embriagados de placer. Hasta ahora, sólo en esta primera salida he visto dos
caras muy diferentes de Fizzy: la efusiva y de cara al público, y esta versión más íntima
y tranquilamente juguetona. Ambas carismáticas, ambas sexys, ambas hipnotizantes.
Primero me resentí de que me asignaran esto, luego me resigné. Ahora siento un
destello de emoción ante el reto de capturar su magia en la pantalla.
Vas a planearle citas con otros hombres.
El recordatorio irrumpe en mis pensamientos y parpadeo.
—Tuve una idea sobre el programa.
Me mira y se ríe.
—Espero que hayas tenido más de una.
—Esto es específicamente sobre el título. ¿Qué te parece si lo llamamos El
Experimento del Amor Verdadero?
—Creo que me da rabia que no se me haya ocurrido a mí.
76 Un estallido de orgullo se extiende rápidamente por mi torso.
—Brillante. —Elijo un taco misterioso—. Así que, para recapitular: Haremos un
casting para los ocho arquetipos de héroe. El rodaje será de lunes a jueves, con el
viernes para la edición de choque, y una emisión el sábado. La votación tendrá lugar
veinticuatro horas después de la emisión del episodio, y el lunes siguiente
revelaremos al reparto quién ha superado cada ronda.
Murmura un sonido feliz alrededor de un bocado.
—Y —continúo—, creo que deberíamos ir con la idea de que la serie no estará
tan producida. No me refiero a la estética, sino a la trama. He estado pensando
bastante en esto, y realmente quiero hacer algo diferente, tanto como podamos. Por
lo que sé, algunos de estos programas están planeados desde el primer episodio, lo
que me hace dudar de la sinceridad de cualquier relación que surja de ellos. Dado
que los espectadores votarán nuestro resultado, queremos ofrecerles la narración
más real posible.
Ella asiente y vuelve a lamerse los labios, lo que divide mi atención en zarcillos
nebulosos. Cierro los ojos un instante para recuperar el hilo.
—Como es una serie limitada, solo estarás atada unas cinco semanas.
—Atada, ¿eh? —Fizzy sonríe—. Suena divertido.
—Eres un problema.
Se ríe.
—Creo que por eso me elegiste.
—Te elegí porque eres muy querida por tus fans. Pero sí, me emociona hacer
esto en parte porque también eres un poco traviesa.
—¿Te emociona? —Suelta la servilleta y apoya los codos en la mesa—. Eso es
nuevo.
Doy un mordisco, mastico.
—¿Qué puedo decir? Estoy en continua evolución.
—Ya lo veo.
—Sé que esto te importa —le digo—. Quiero que sepas que a mí también me
importa.
Fizzy da un largo suspiro, abre la boca para hablar y luego parece cambiar de
tema.
—¿Dijiste que te mudaste aquí cuando tenías quince años?
Un parpadeo de inquietud apaga el zumbido vibrante de mi sangre, y doy un
mordisco para retrasar lo que sospecho que será un interrogatorio suave pero

77 quirúrgico.
—Sí, así es.
—¿Y tu madre es la británica?
Asiento.
—Ahora vive con sus padres, a las afueras de Blackpool, pero conoció a mi
padre cuando estudiaba en el extranjero, en Estados Unidos. Se quedó embarazada
y a mi padre aún no le interesaba ser padre. La visitaba cada año más o menos para
decirle lo que estaba haciendo mal.
—Vaya, parece un buen tipo.
—Es una mezcla de insoportablemente egoísta e incansablemente obediente.
Ella se ríe de esto.
—¿Por qué te fuiste a vivir con él? —Entrecierro los ojos mirándola, calculando
si quiero entrar en el tema, y ella sonríe bajo la inspección—. ¿Qué? —pregunta—.
¿Esta historia es escandalosa?
—Quizás un poco.
—Oh, bueno, ahora tienes que decírmelo.
—Mi madre y yo tuvimos un grave accidente de coche cuando yo tenía doce
años. Los dos estuvimos bien, al final, pero todo aquello la conmocionó mucho.
La expresión de Fizzy se endereza.
—Oh, no.
—Durante... unos años —explico—, mamá no salía de casa. Tenía que hacerlo
para ir a la escuela, por supuesto, y para aceptar trabajos esporádicos. Pero sufría
mucha ansiedad. Todo este periodo es cuando me metí en el cine, así que no puedo
resentir la soledad, pero en retrospectiva veo lo mucho que me perdí de mi
adolescencia. —Antes de que esto se torne demasiado sombrío, concluyo—: De todos
modos, mi padre me visitó cuando yo tenía quince años y no le gustó lo que vio. Para
entonces ya se había casado y tenía un par de hijos con mi madrastra, pero al final
mamá admitió que yo necesitaba un cambio de aires y accedió a que se quedara
conmigo hasta que estuviera preparado para ir a la universidad.
—¿Vuelves alguna vez a Inglaterra?
—Por supuesto —le digo—. Paso algunas Navidades allí. Hablo con mi madre
a menudo. Había planeado volver después de graduarme en la uni, pero la vida tenía
otros planes.
—¿Y ahora? —pregunta—. ¿Te has vuelto a casar? ¿Saliendo todas las noches,
viviendo la ardiente vida de soltero?
78 Me aclaro la garganta y frunzo el ceño mientras me acomodo la servilleta en el
regazo.
—No. Ninguno —admito—. Mi hija es aún muy pequeña. Sólo la tengo los fines
de semana y trabajo hasta tarde casi todas las noches de la semana, así que no lo he
hecho. No salgo con nadie. Es decir, no salgo mucho. —Oigo el tropiezo de con mis
palabras y entrecierro los ojos más allá de ella, para mirar una bandada de pájaros
que picotean algo en la arena.
—¿Cómo se llama?
Estoy agradecido de que me deje seguir adelante.
—Stefania Elena García Prince. —Fizzy reprime una sonrisa y yo me río en señal
de comprensión—. Lo sé. Mi apellido siempre suena como el de la amiga triste de la
fiesta. Pero es un viaje. Parte princesa, parte cerebro malvado.
—Parece mi tipo de chica.
—Realmente temo el día en que ustedes dos se conozcan. Creo que
Nostradamus escribió sobre ello.
Cuando levanto la vista hacia ella, me doy cuenta de que me ha estado
estudiando. Sus ojos oscuros se abren de par en par y se clavan suavemente en mi
rostro.
—De todos modos, deberíamos estar hablando de ti, no de mí.
No aparta la mirada mientras la sostengo. Es esto, y la forma en que su voz se
vuelve un poco ronca cuando dice:
—Te diré todo lo que quieras saber —lo que me hace sospechar que estoy
absoluta, irrevocable e innegablemente jodido.

79
Trece
Fizzy

S
upongo que todos tenemos el proverbial ángel en un hombro y el diablo
en el otro, pero en mi caso son muy reales, y el diablo es un gritón.
Sé que es estúpido flirtear con Connor. Sé lo absurdo que es
desarrollar deseos sensuales por este hombre en particular, pero hace tanto tiempo
que no me siento atraída por nadie que me siento como un perro hambriento mirando
un chuletón.
Connor se lame los labios, tirando de ellos entre los dientes, y me doy cuenta
de que está reaccionando al peso de mi mirada. Parpadeo y centro mi atención en las
olas que rompen en la arena.

80
Necesito recomponerme. Por mucho que me alegre de ser una mariposa
saliendo del capullo del estancamiento sexual, probablemente no debería volar
directamente a la primera flor que vea. Especialmente si el objetivo profesional de
esa flor es encontrarme un alma gemela.
—Bueno —dice tras nuestro extraño y prolongado enfrentamiento—,
empecemos por lo fácil.
Me estiro, fingiendo que me rompo el cuello.
—Dime lo que buscas en un chico.
Respirando hondo, miro las olas a lo lejos, pensando.
—¿Alguna vez has ido al supermercado con hambre?
Connor se ríe en señal de comprensión.
—Sí.
—Plato de queso, zanahorias, patatas fritas, salsa, cereal y galletas de azúcar.
Lo que suene bien en ese momento.
—Bien.
—Yo describiría mi energía de citas un poco así. No tengo un tipo,
exactamente, pero quizá eso sea parte del problema.
Asiente con la cabeza, pero no aprovecha para hablar. Otra vez: caliente.
—Al principio hice el ADNDuo por diversión —digo—. Ya sabes, para probar
la tecnología desde una perspectiva de investigación romántica. Conseguí matches y
salí con todos. Quería ver si una pareja base se sentía diferente de una pareja de plata.
—¿Lo hizo? —pregunta.
—Sí, pero en el romance, el amor a menudo consiste en superar nuestras
suposiciones básicas. Así que si alguien me dijera que tengo una pareja de titanio,
¿no me esforzaría inconscientemente más para que tenga éxito que con una pareja
base? Esa es siempre la cuestión con esta tecnología.
Tararea, asintiendo.
—Eso tiene sentido.
—Creo que hacer este programa es la forma perfecta de volver al mundo de
las citas. No sabré qué tipo de parejas tengo. No me lo pensaré demasiado. Tendré
que basarme en cómo vibramos y dejar que el público se preocupe del resto. Quiero
decir, no estoy teniendo suerte por mi cuenta, ¿por qué no dejar que un grupo de
desconocidos lo intenten?
—¿Y nunca volviste a la aplicación? ¿No la has usado para nada en los últimos
dos años?

81 —Hace tiempo que no me interesan mucho las citas. Mi deseo de encontrar


pareja se desvaneció por completo más o menos al mismo tiempo que mi racha de
citas con ADNDuo, sin relación con la aplicación, debo añadir.
Parece masticar sus siguientes palabras antes de preguntar finalmente:
—¿Cuál es la parte no relacionada? —Connor sonríe—. Si no te importa que
pregunte.
—Ah. Bueno... —Hay muy pocas cosas de las que odie hablar, pero las primeras
de la lista son la palabra húmedo pronunciada en voz alta, la gente que usa FML o LOL
en una conversación real y mi tumultuosa aunque breve relación con un hombre
llamado Rob—. En la época del lanzamiento del ADNDuo, fui a una fiesta con una
amiga y conocí a un chico. Estuvimos juntos un tiempo y pensé que las cosas iban
realmente bien hasta que descubrí que tenía mujer.
Su expresión se quiebra.
—Oh.
—Fue horrible. Estaba destrozada, todo lo que se espera de una situación así.
Pero entonces, hace poco más de un año, ella me encontró.
Connor hace un gesto de dolor.
—¿Qué ha pasado?
—No fue a propósito... o, bueno, ella no me buscó intencionadamente. Yo
estaba en una cita y por casualidad estábamos en el mismo lugar. Me reconoció por
unas fotos que había en el teléfono de Rob, supongo, se acercó a mi mesa y me dijo
que se había divorciado de él y que yo era libre de tenerlo si aún lo quería.
—Joder —murmura.
—En cualquier otra situación habría aclarado que no, que no lo quería en
absoluto, que ni siquiera sabía que Rob estaba casado cuando empezamos a salir,
pero estaba totalmente congelada. Una cosa es haber cometido un error y vivir con
ello de forma abstracta. Era totalmente diferente ver las consecuencias delante de mí.
—Eso debe haber sido horrible. Lamento lo que pasó, Fizzy.
—Había pasado mucho tiempo preguntándome qué había sido de ellos. ¿Le
perdonó? ¿Se separaron? Así que, al menos, respondía a esas preguntas. En fin... —
Levanto mi copa y el hielo repiquetea contra la espuma de poliestireno cuando la alzo
en un brindis—. Mi terapeuta pudo remodelar su cocina con el dinero que pagué para
que trabajara en ello, así que supongo que hay un resquicio de esperanza.
Connor sonríe un poco.
—Entiendo por qué te asustaste de tener citas por un tiempo, entonces. Pero,
¿y ahora? ¿Estás lista para tener una relación?

82
Un largo rato de silencio sigue a sus palabras mientras choco con esta pregunta
como si fuera un muro de ladrillos. He sabido que encontrarme pareja es todo el
objetivo del programa, pero no lo he interiorizado en absoluto. Si Connor y yo
tenemos éxito, será algo más que un entretenimiento para mi público objetivo. Podría
acabar teniendo un amante, un novio, un alma gemela. Un escalofrío me sube por la
nuca y Connor ve cómo me recorre un escalofrío.
—Creo que sí —digo, deseando que sea verdad.
Connor hace una bola con el último envoltorio de taco y lo deja caer en la bolsa
de papel.
—Cuando conociste a esas parejas Base y Plata, dime qué buscabas. ¿Qué te
funcionó? ¿Qué no? Básicamente, ¿a quién busco cuando empiece el casting mañana?
—Bueno, quiero saber por quién han votado y cuál es su postura en varios
temas políticos y sociales. Sé que se supone que debo decir que puedo mirar más
allá, pero sé que no funciono así. Hay cosas que no me interesan, y las preguntas
políticas abiertas no están en los formularios de admisión del ADNDuo.
Él asiente y saca su teléfono para escribir en su aplicación Notas.
—Estoy de acuerdo.
—Y supongo que quiero lo que la mayoría de las mujeres: alguien que me haga
reír y no se tome demasiado en serio. Alguien ambicioso pero bueno, que me apoye
a mí y a las cosas que me gustan. Pero sobre todo, quiero que estemos locos el uno
por el otro.
Miro hacia el agua y pienso en la cara de Jess cuando River entra en la
habitación. Es la misma forma en que se iluminan los ojos de mi padre cuando ve a mi
madre; es lo completamente enamorado que está mi cuñado de Alice. Sé cómo es el
amor, y lo he escrito tantas veces, pero yo nunca lo he sentido.
Me mira al otro lado de la mesa. No hay juicio en sus ojos, ni lástima, sólo
empatía y compasión.
—Parecen peticiones bastante razonables.
—No tengo ni idea de cómo será, pero espero acabar siendo lo que querías
para el programa. Había empezado a preguntarme si tal vez iba a encontrar la paz
con la soltería. Me lo estaba planteando cuando nos conocimos aquel día en tu
despacho, ¿sabes?
—Sí —dice con amable comprensión.
—También creo que los dos dijimos sí a este proyecto por razones que no
tenían que ver sólo con nosotros.
Sus ojos se cruzan con los míos y veo un acuerdo tácito.
—Me preocupaba que North Star no tuviera ni idea de lo que hacía —digo—.

83 Pensé que eras un idiota.


Esta vez su:
—Sí. —Se lleva por delante una carcajada.
Le sonrío.
—¿Ves? Suposiciones básicas. Ya no pienso así, si eso ayuda.
Connor ofrece una sonrisa cómplice.
—Así es, gracias.
No digo la otra parte en voz alta, que no sólo no creo que sea un idiota, sino que
de hecho me siento profundamente atraída por él y me pregunto si puedo ignorarlo
por el bien del show.
Me conozco. Es poco probable.
Recogemos nuestras cosas y voy al baño público mientras él me espera cerca.
Cuando vuelvo, está terminando una llamada.
—¿Todo bien? —le pregunto.
—Sólo le doy las buenas noches a mi hija. —Me hace un gesto para que le
acompañe mientras nos dirigimos al coche. Es una de las noches más bonitas que
recuerdo. El aire es cálido, cargado de condensación; la brisa salobre del océano
parece un manto suave.
—Este tiempo es perfecto —digo, aprovechando este último momento para
asimilarlo todo. Por fin vuelvo a ser yo misma y una parte bestial de mí quiere
arrojarse a sus brazos sólo para darle las gracias, para decirle que no tiene ni idea de
que me ha ayudado sólo por ser atractivo y relajado y saber escuchar. Pero consigo
contener el impulso y me limito a decir—: Quiero meter esta felicidad en una masa
de tarta y comérmela con helado. —Cierro los ojos, fingiendo dar bocados al cielo—
: Nom, nom, nom.
Cuando vuelvo la vista hacia él, me está mirando con una expresión ilegible.
Una bruma de electricidad se instala a nuestro alrededor y no sé a dónde mirar.
Mis ojos vuelven una y otra vez a él, a su garganta, a sus labios, a sus hombros o a sus
enormes manos. Nunca he estado en una zona gris como esta, en la que me siento
atraída y creo que él se siente atraído, pero no estoy segura, e incluso si lo está, no
creo que debamos hacer nada al respecto. Mi vida romántica antes, me doy cuenta,
ha sido tan negro-y- blanco. Aceptar o rechazar. Llevar a la cama o no. Sin sutilezas,
sin matices.
Al llegar a su coche, se acerca a mí y, cuando ya he inclinado la cara hacia la
suya, me doy cuenta de que no viene a besarme. Me está abriendo la puerta. Pero no
se retira inmediatamente. Me mira fijamente, un poco perdido.
84 —¿Nos vamos a casa? —pregunta.
—Supongo.
Incluso viniendo de San Ysidro, el trayecto es demasiado corto, y observo por
la ventanilla cómo el coche frena en mi bordillo. Connor me mira a través de la
consola, y de repente siento como si nos besáramos, ese contacto visual, la forma en
que su mirada se suaviza y recorre mi cara. Pero entonces respira agitadamente, se
da la vuelta y sale disparado del coche.
De acuerdo.
Le sigo fuera y hacemos una lenta marcha de la muerte hasta la puerta de mi
casa.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Genial.
—Menuda noche, ¿eh?
Se ríe pero no dice nada.
Ahora estamos en mi porche.
—¿Vamos a fingir que no se sentía totalmente como una cita?
Se vuelve hacia mí.
—Es una buena práctica para ti —dice sin intención.
Levanto la mano, desafiándole a que esquive mi contacto, pero no lo hace. Me
deja apartarle el pelo de la frente.
—Deberías llevar el cabello así más a menudo.
—Está desordenado.
—Es genial.
—Se me mete en los ojos —dice, más tranquilo.
—Es sexy.
Cierra los ojos.
—Fizzy.
—Entra.
Lentamente, vuelve a abrir los ojos y su mirada se clava en mi boca.
—¿Para qué?
—Ya sabes para qué.
Se ríe, pero no es por diversión o burla. Es una risa de derrota. Es un acuerdo.
85 Y por un instante me siento eufórica.
Pero luego dice:
—Sabes que no podemos.
—Técnicamente podemos. Mi contrato me prohíbe tener citas o cualquier
relación romántica externa sólo durante el rodaje. Lo he comprobado.
—Fizzy. No podemos en absoluto.
Se mete las manos en los bolsillos. Y están ocultas, pero las recuerdo como si
se hubieran grabado en mis retinas, y sólo puedo pensar en esas manos grandes
agarrándome, haciéndome retroceder, mandonas y dirigidas, empujándome contra
una pared o sobre una cama. Sus fuertes brazos apoyados sobre mí, esos largos dedos
explorando. Lo quiero encima mío, bloqueando todas las fuentes de luz. No quiero
saber nada más que el calor y el olor de su piel, los sonidos ásperos que hace cuando
se corre.
—¿Por qué no? —Apunto la pregunta a su garganta y se balancea tragando
saliva.
—Ya sabes por qué. Nuestro objetivo es encontrar tu alma gemela. Yo ya... —
Se interrumpe—. No podemos.
—El show aún no ha empezado. Considéralo más deberes. —Alargo la mano y
la apoyo en su costado. Dios, es tan sólido bajo mi tacto—. Encontrar la alegría. Te
prometo que lo disfrutarás.
—Eso no es lo que me preocupa.
—Ha pasado tanto tiempo —admito—. Estoy tan aliviada de querer esto. No…
—Fizzy.
—Confía en mí. Soy genial compartimentando.
—Esa es la cuestión —dice, y se inclina para darme un beso suave pero
definitivo en la mandíbula—. Yo no.

86
Catorce
Connor

¿Q ué hace un hombre después de que una de las mujeres más bellas


de San Diego le haga una proposición y la rechace?
1. Considera golpearse la cabeza contra una pared porque es
un idiota por decidir que el sexo casual no le va.

2. Se masturba tantas veces imaginándoselo que se despierta un poco


escocido a la mañana siguiente.

3. Va a trabajar —donde le han encargado encontrar el alma gemela


de la misma mujer a la que desea, y que aparentemente también le desea a

87
él— porque su sustento y el acceso a su hija dependen de ello.

4. Hace una nota mental para emborracharse mucho después.


Y un plan para beber más tarde es prudente si tenemos en cuenta que la oficina
que antes me resultaba familiar de repente parece una tienda de dulces de carne y
hueso.
Hay hombres por todas partes: en el vestíbulo, agrupados en salas de
conferencias y apoyados de forma casual —aunque atractiva— contra las mamparas
de los cubículos. Delante de mí hay todos los fenotipos masculinos posibles: hombres
de negocios trajeados, tipos surferos en pantalones cortos, tipos tatuados con
vaqueros rotos, chicos mimosos en suéteres... y todos tienen el potencial de ser el
alma gemela de Fizzy. Maravilloso.
Mi teléfono suena cuando doblo la esquina cerca de mi oficina. Respiro
tranquilamente, inseguro de si estoy preparado para apagar incendios esta mañana,
pero me relajo cuando veo una foto de Nat y Stevie en la pantalla.
—Hola...
—Tengo que pedirte un favor —dice Nat inmediatamente.
—Adelante.
—A Insu le pidieron que hablara en una convención en Las Vegas este fin de
semana y me invitaron a ir. Tendría que irme el jueves, así que me preguntaba...
—Por supuesto. Sabes que siempre la llevaré temprano.
—Gracias —dice con un suspiro aliviado—. Stevie mencionó que tuviste una
cita anoche, y no quería suponer nada.
—Le dije que no era una cita. —Se lo dije varias veces, de hecho.
Probablemente debería preocuparme que mi hija de diez años se meta tanto en mi
vida amorosa, pero estoy hasta el cuello de solteros de veintiséis a cuarenta y ocho
años y no tengo tiempo—. Fue un asunto de trabajo —digo, y luego añado—: Con
Fizzy.
La línea se queda en silencio; prácticamente puedo oír la sonrisa de Nat. Me
arrepiento inmediatamente de la aclaración.
—Ah —dice—. Así que ahora es Fizzy.
Mi primer instinto es decirle a Nat que no fue nada, pero nunca he podido
ocultarle nada. Nos convertimos en adultos juntos. Estamos conectados para siempre
a través de Stevie. Me ha visto en mis mejores y peores momentos, me conoce mejor
que nadie y me quiere de todas formas. Me meto en un despacho vacío y cierro la
puerta.

88
—No es tan emocionante como suena. —Entonces, ¿por qué me late el corazón
como si hubiera subido a pie los ocho pisos en vez de coger el ascensor?—. Está bien,
tal vez lo sea, pero no debería serlo. Pasamos la noche juntos después de su firma de
libros y hablamos del espectáculo durante la cena. Luego ella... me invitó a pasar la
noche.
—¿Me estás diciendo que tú y Felicity Chen...
—Dije que no, Nat. —Suena igual de estúpido la segunda vez—. Le dije que no
podía. Soy el productor de su programa de citas.
—De acuerdo —dice ella, procesando—. De acuerdo. Lo entiendo, pero...
—No hay ningún “pero”. Aunque quisiera, no puedo.
—¿Quieres?
—La respuesta fácil es sí. La respuesta basada en la realidad y en cómo
funciona mi vida ahora mismo... es más complicada.
—¿Cómo se lo tomó? ¿Estaba disgustada?
No me voy a hacer ilusiones pensando que la proposición de Fizzy fue algo más
que un momento de atracción mutua y ganas de rascarse un picor. Pero es bueno
saber que no me lo estaba imaginando.
—No creo que estuviera muy disgustada. —Fizzy puede tener al hombre que
quiera. No voy a engañarme, o torturarme, pensando que fue algo más de lo que fue—
. De todos modos —digo, buscando un cambio de tema—, puedo recoger a Stevie y
quedarme con ella todo el tiempo que necesites. Más tiempo con nuestra hija nunca
es un problema. Seguro que tendré que pedirte algunos favores cuando empiece el
show. Hablando de eso… —Miro el reloj—, tengo que irme.
—Gracias, Conn. Esta charla es muy importante para Insu. ¡Y en Las Vegas!
Habrá compradores de todo el país.
—Dale mis felicitaciones, de verdad. —Insu y un amigo crearon hace unos años
una empresa de software incipiente y han estado trabajando en un juego de realidad
virtual. Debe de estar encantado con esta oportunidad—. No estoy seguro de que
tenga edad para apostar en los casinos, pero que se diviertan de todas formas.
—¿No dijiste que tenías trabajo que hacer?
Terminamos y sigo hasta mi despacho, deteniéndome ante la puerta.
Mi trabajadora asistente, llegada directamente de Kansas, tiene a dos jóvenes
de muy buen ver que mueven su escritorio de un extremo a otro de su espacio de
trabajo.
—Buenos días, Brenna —le digo.

89
Se da la vuelta, con las mejillas sonrojadas.
—¡Claro que sí!
Trent dobla la esquina con el maletín y las llaves del coche en la mano. Parece
tan cansado como yo.
Confuso, observa el caos que nos rodea.
—¿Qué demonios está pasando?
—Casting —le digo—. Estamos reduciendo los concursantes finales para mi
programa de citas, El Experimento del Amor Verdadero.
Sigue mirando a su alrededor, e imagino que su expresión de desconcierto se
parece mucho a la mía hace apenas diez minutos.
—¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos? —pregunto—. Pensé que estabas
en un autobús durante seis semanas.
Se pasa una mano agotada por la cara.
—Tengo que reunirme con unos abogados y volar de vuelta esta noche. Apenas
he dormido en cuatro días; estos concursantes nunca se callan, ¡y hay tantas reglas!
¿Sabías que hay cláusulas de seguros sobre diferentes copas protectoras para este
tipo de programas?
Brenna ladea la cabeza, confusa.
—Diferentes... oh.
—Bien. —Él asiente—. Nunca perdonaré a Blaine por poner frases como
'desinflación testicular' en mi vocabulario. —Ante nuestras expresiones de horror,
añade—: Es tan malo como suena. Aprendan de mis errores y no busquen eso en
Google.
Brenna gira suavemente a Trent hacia la cocina.
—¿Por qué no te traemos un café antes de la reunión? —Trent sigue
murmurando dislocaciones de pene mientras avanzan por el pasillo.
—Agradece que tienes un programa de citas, Connor —dice por encima del
hombro.

Esa misma mañana, me reúno con Brenna, la directora de casting, Kathy, y


nuestra directora, Rory, en la sala de conferencias más grande de North Star. Hemos
conseguido contratar a una sensación viral de YouTube llamada Lanelle Turner para
que sea la presentadora del programa —un papel intermitente que solo requiere que

90
aparezca al principio y al final de cada episodio—, pero el grueso del trabajo del día
se extiende ante nosotros, con una hoja con los datos de aproximadamente setenta
papuchos.
Fizzy insistió en que no tiene un tipo físico en sí, pero después de haber
caminado por los pasillos de North Star Media hoy, creo que es seguro decir que estos
hombres son el tipo de todo el mundo.
Nuestro primer posible héroe es Isaac Moore. Es alto y en forma, negro, con el
pelo corto y recortado y una sonrisa tan cautivadora que hace que Brenna se sonroje
de pies a cabeza cuando le estrecha la mano. Isaac tiene dos hermanas, colecciona
juegos de mesa antiguos y trabaja en modelado y desarrollo de inteligencia artificial.
Tomo nota, marcando una casilla junto a “Nerd Sexy”.
—¿Qué significa eso exactamente? —pregunta Kathy, mirándole por encima de
la parte superior de sus gafas de carey. Tiene unos cincuenta años, el pelo rojo rizado
y un diamante en el dedo anular tan grande que imagino que su brazo izquierdo es
mucho más fuerte que el derecho. Kathy ha sido contratada como asesora; no suele
trabajar en el tipo de cosas que yo hago (obvio, quizá, dado que el tipo de cosas que
yo hago suelen estar protagonizadas por mamíferos marinos) así que nunca antes
habíamos trabajado juntos—. ¿Modelado y desarrollo de IA?
—Trabajo con sistemas de inteligencia artificial que construyen e implementan
algoritmos de compromiso. En concreto, programo la ética y la responsabilidad que
conllevan esos sistemas.
—Así que, como... ¿tratar con trolls en Twitter? —Kathy pregunta.
—Exacto. —Su sonrisa se transforma en una pequeña risa—. Sí.
Brenna vuelve a soltar una risita y yo le llamo la atención. Mantén la compostura.
Incluso Rory, que rara vez esboza una sonrisa, levanta la vista de sus notas. Rory
también es nueva para mí, aunque no por su reputación. Ha trabajado en algunos de
los programas no guionizados más populares de los últimos años y parece bastante
simpática, aunque un poco intensa. Tiene fama de ser un poco dramática en el plató,
pero en cuanto salió a relucir su nombre, Blaine fue como un perro con un hueso hasta
que pusimos su firma en la línea de puntos. Tampoco era barata, pero gracias a la
nueva habilidad de North Star para repartir dinero, eso tampoco supuso un problema.
Juntos repasamos el cuestionario de Isaac, le preguntamos por su familia, sus
motivos para hacer el programa, sus inclinaciones políticas... a petición de Fizzy. Lo
escucho todo, tomo más notas y hago mis propias preguntas mientras la cámara lo
capta todo en silencio en segundo plano.
—Isaac, ¿qué crees que quieren los hombres en una pareja? —Le pregunto.
Ladea la cabeza pensativo, apoyando las manos en la mesa.
91 —Creo que la mayoría de los hombres quieren a alguien inteligente, cariñosa
y amable. Abierta a la aventura. Lo que yo quiero es una compañera. Alguien con
quien compartir lo bueno y lo malo, con quien reír y pasar el rato, a quien respetar y
apoyar y compartir todas las cosas que nos hacen ser quienes somos.
Es perfecto. Encantador, interesante, atento y comprensivo. Incluso se las
arregla para llevar un chaleco. A Fizzy le encantará.
Es irracional, pero ya lo odio. Está dentro.
El hombre número dos lleva unos vaqueros oscuros ajustados, una camiseta
negra desgastada y unas Converse negras desgastadas. ¿Es esto lo que Fizzy quería
decir con Vampiro? No lo creo. En cuanto se va, escribo “no” junto a su nombre.
Las siguientes horas son más o menos lo mismo: un montón de caricaturas con
un par de aciertos por el camino. Algunos son noes rápidos: el potencial Chico Malo
Tatuado que obviamente sólo está aquí para salir en televisión; un Darcy que se
presentaría al cien por cien en una manifestación nacionalista blanca. Hay un director
ejecutivo millonario terriblemente tópico que parece haberse puesto
intencionadamente polvo blanco bajo la nariz para dar en el clavo.
Me interesan mucho los nombres que nos ha dado Fizzy para “El que se
escapó”. Me gustaría decir que mis motivos son altruistas, pero ni mi dulce madre se
lo creería. Al final, sin embargo, estas entrevistas resultan en su mayoría
anticlimáticas. No hay ninguna característica común que pueda identificar en ninguno
de los hombres de la lista. Algunos son guapos, otros no. Algunos tienen dinero y
otros no. La mayoría son bastante agradables. No se desvela ningún gran misterio de
Fizzy, y sigo tan desconcertado y fascinado por ella como cuando empecé. Sin
embargo, acabamos incluyendo a un tal Evan Young en nuestro grupo A, y tardo dos
minutos en darme cuenta de que es el tipo que Fizzy mencionó en nuestro primer
encuentro. El del terrible tatuaje de Bart Simpson.
Al parecer, ha recuperado los pedazos de su vida sin Fizzy: ha vuelto a los
estudios para obtener un título de ingeniero y, cuando no está en clase, trabaja como
camarero a tiempo parcial en una pequeña cafetería. Evan también es atractivo y
encantador y, como dijo Fizzy, increíblemente simpático. No tiene más que elogios
para su exnovia.
No puedo esperar a ver su cara cuando entre. Estoy tentado de susurrarle:
—Ay, caramba. —En el auricular.
Al final del día, hemos reducido nuestra selección a siete, con todos los
arquetipos mejor valorados de Fizzy incluidos menos uno: el Rollo de Canela.
Nuestro último hombre es Nick Wright. Después de un largo día de espera,
tiene que estar tan cansado como el resto de nosotros, pero entra con una sonrisa

92 brillante y tímida. Sobre el papel, mide 1,90 m, pesa 85 kg, le gusta el baloncesto y
tiene una pequeña consulta veterinaria en el condado de Orange. En realidad, parece
salido de las páginas de uno de los libros de Fizzy. Hoy hemos visto a muchos
hombres guapos, pero tanto Brenna como Kathy sueltan un grito ahogado cuando
Nick entra en la habitación. Le hacemos las preguntas de rigor y tiene todas las
respuestas correctas. Estuvo prometido, pero se acabó cuando ella quiso trasladarse
al extranjero, y él sintió que se lo debía a su personal y a sus clientes. Es el mayor de
una familia de cinco hermanos, siente que el matrimonio es lo único que le falta en la
vida, y teje mientras ve dramas procedimentales de la BBC para desconectar de un
largo y estresante día. Houston, tenemos un Rollo de Canela.
—Nick, ¿qué crees que quieren los hombres en una compañera? —digo,
llegando a la pregunta final.
Sonríe a la mesa y, paradójicamente, parece a la vez tímido y, como un híbrido
creado en laboratorio de Chris Evans y Pierce Brosnan en la época de Bond.
—Creo que la mayoría de la gente diría que los hombres quieren a alguien que
les haga sentirse bien consigo mismos —dice—. Pero yo quiero a alguien que me
desafíe. —Apoya sus antebrazos muy bronceados y tonificados sobre la mesa—. Mis
abuelos llevan casados más de sesenta años, y cuando mi abuela entra en la
habitación, mi abuelo la mira como si aún tuviera diecinueve años e intentara
entender cómo la chica más guapa del colegio le está dando la hora. —Se ríe—. Yo
quiero eso. Estar tan perdidamente enamorado a los ochenta como lo estaba a los
treinta. Estar juntos y... sentir alegría.
Me pregunto cómo es posible que este sea el momento en que todo esto por fin
parezca real. El show va a empezar, Fizzy conocerá a estos chicos y saldrá con ellos,
y si todos nuestros esfuerzos dan resultado, será un éxito. Fizzy se enamorará y yo
conservaré mi trabajo y me quedaré en San Diego.
Cuando vuelvo a parpadear, todo el mundo está de pie. Kathy acompaña a Nick
a la salida y cierra la puerta tras de sí.
—Puta madre —dice, con los ojos muy abiertos de incredulidad—. Estuvo
genial, ¿verdad? ¿Estuvo realmente genial?
—Creo que no pestañeé en todo el tiempo que estuvo hablando. —Brenna se
levanta y rodea la mesa—. ¿Te lo imaginas en pantalla con Fizzy?
—¿Te la imaginas con Dax? ¿O con Evan? ¿O Isaac? —Dice Kathy—. Nunca he
visto un reality show con un grupo así. —Se vuelve hacia Rory—. ¿Y ya les hemos
hecho las pruebas ADNDuo?
Rory asiente.
—Todos las han hecho. Tenemos una buena dispersión.
—Todos parecen tan... reales —reflexiona Kathy—. Genuinos, quiero decir.

93 —Si Fizzy no se casa con uno de ellos, lo haré yo. —Brenna se vuelve hacia mí—
. Connor, esto podría ser enorme.
Rory sigue mirando la puerta que Nick acaba de atravesar.
—Tenía mis dudas, pero... puede que lo consigamos.
Creo que tienen razón. Las piezas están encajando, y si mi instinto es correcto,
podría ser bueno.
Conseguí exactamente lo que quería. Y no puedo culpar a nadie más que a mí
mismo.
Quince
Fizzy

E
stá por ver si alguna vez tendré hijos propios, pero lo que sí se puede
afirmar sin ambages es que soy el adulto más vergonzoso que ha asistido
jamás a un partido de fútbol infantil.
Ni siquiera Jess y River quieren que les vean conmigo. Se adelantan hacia el
campo, arrastrando sillas, una nevera y una sombrilla hasta un punto que parece el
más alejado de donde hemos aparcado. Sé que la marcha no puede deberse a que
les moleste que me haya declarado LA MAYOR FAN DE JUNO con gigantes letras negras
sobre una camiseta rosa fluorescente, porque es objetivamente cierto: sólo la mayor
fan de Juno llevaría esto en público. Pero mi dulce pequeña bailarina ha decidido
probar algo nuevo, y aunque es demasiado fuerte mentalmente para temblar de
94 miedo, se rumorea que no ha dormido bien en las noches previas a su primer partido
de fútbol. Así que si puedo ser más idiota que nadie, quizá Juno no se preocupe tanto
por si mete la pata. Llevo pompones en el bolso, pero son para “romper en caso de
emergencia”. Esperemos que no llegue a eso.
Pero una vez instalados en la línea de banda, creo que me he sobre
compensado. Toda esta operación no parece tan intensa. Por supuesto, en hay una
niña que lleva un equipo de alta tecnología, con zapatos de tacos nuevos y cintas en
el pelo a juego con el uniforme. También es fácil ver a sus padres: son los que hacen
millones de fotos del calentamiento y gritan aliento e instrucciones por todo el campo.
Pero, al fin y al cabo, se trata de un grupo de niños de diez años, así que también está
la niña que, obviamente, lleva los pantalones cortos de su hermano mayor, ceñidos a
la cintura y abombados por encima de las rodillas, así como la niña cuyos padres
deben ser tan deportistas como yo porque han enviado a su hija a un partido de fútbol
en vaqueros.
Veo a Juno en un pequeño grupo de chicas reunidas en torno a un hombre que
está encorvado y dibujando algo en un portapapeles. Está demasiado lejos para que
pueda contemplarlo bien, pero tiene el pelo oscuro y unos brazos que parecen poner
a prueba la física de las mangas de su camiseta.
—Hola, señor. —Hago unos prismáticos con mis manos y finjo hacer zoom—.
Ahhwoooogah.
He sido un desastre desde la cena con Connor. Una absoluta cachonda. No se
lo he mencionado a Jess porque creo que está tan inquieta por mi admitida pérdida
de apetito sexual e inspiración que será la peor de las facilitadoras. Ya ha sido
bastante difícil no enviarle mensajes de texto a Connor a diario ¿Y ahora qué? Lo
último que necesito es a Jess gritándome al oído todos los días “¡Te mereces buen
sexo!”
—Ese es el entrenador —dice Jess, empujando hacia arriba uno de los brazos
de la carpa de sombra y encajándolo en su sitio.
—Déjame decirte que mi hijo nunca se perdería un partido.
Se ríe.
—Es uno de los padres, en realidad. El padre de Stevie.
Stevie es una de las nuevas amigas de Juno y, aunque sólo la he visto un par de
veces, las dos son histéricas cuando están juntas. Demasiado listas y lindas para su
propio bien y más divertidos que muchos de los adultos que conozco. ¿Quién iba a
decir que hoy en día se hacían niños tan geniales?
Ajusto mis binoculares imaginarios.
—Bueno, el padre de Stevie es una pieza caliente.
—Lo es, en efecto.

95 mano.
River se agacha dentro de la sombrilla con las tres sillas plegables en una gran

—¿Quién es una pieza caliente?


—Tú. —Jess se estira para besarle—. Y Connor.
Creo que River lo tiene muy en cuenta. Creo que dice:
—¿El padre de Stevie? Podría verlo. —Pero no estoy del todo segura porque
todo movimiento en mi cerebro se ha detenido.
—¿Acabas de decir Connor? —pregunto, con el estómago caído.
Jess se distrae con una silla plegable que no se abre.
—Sí, ¿Connor Prince? Es el entrenador por el que estás babeando.
—No.
Jess me mira lentamente, sintiendo el peligro.
—¿Sí?
—De ninguna manera. —Inmediatamente alejo mis binoculares imaginarios.
—¿Qué te pasa? —me pregunta River, riendo.
—¿Ese de ahí es el padre de Stevie? —Señalo en la distancia al gigante cuya
sombra ahora, lo admito, se parece sorprendentemente al hombre que quería que
me doblara sobre la encimera de la cocina la otra noche—. ¿De la adorable Stevie
que me contó la triste historia sobre el calentamiento global y las tortugas marinas,
así que tiré un montón de dinero a la Sociedad Oceánica? —Oh mierda, tantas pistas
y me lo perdí.
Gimo y me siento en la silla que Jess acaba de abrir.
—Siéntate —me dice irónica, abriendo otra y sentándose a mi lado.
—Este es un giro argumental que debería haber esperado —refunfuño—. ¿Soy
escritora o un bloque de madera?
—¿Alguien me va a decir qué está pasando? —pregunta River.
Jess levanta las manos.
—No me mires.
—¿Saben lo que Connor hace para ganarse la vida? —Les pregunto.
Haciendo un gesto de dolor, Jess admite:
—¿Creo que Juno dijo algo sobre el medio ambiente?
Miro a River.

96 —¿Y tú?
Se pasa una mano por el pecho, sorprendido.
—¿Yo?
—Sí. Tú, mejor que cualquiera de nosotros.
—¿Por qué “mejor que cualquiera de nosotros”?
—Porque Connor Prince III es el creador y productor ejecutivo de mi próximo
show de citas, ese que utiliza el trabajo de tu vida como gancho central.
Jess se presiona los labios con las yemas de los dedos, hablando desde detrás
de ellos:
—Dios mío, ¿has estado follando con Connor todo este tiempo?
—He sido más amable últimamente. Le invité a entrar después de la firma de
libros.
La mueca de Jess me dice que ha leído bien, pero me da una salida.
—Por favor, dime que quieres decir dentro a por una taza de café.
—No, dentro de mi vagina.
River tose un sorbo de agua.
—Por desgracia para él, me rechazó.
El silbido grave y lastimero de River dice incómodo.
—Está bien —digo—. Honestamente, probablemente es bueno que uno de
nosotros tuviera la cabeza bien puesta. Me estaba sintiendo sexy por primera vez en
mucho tiempo, y él estaba convenientemente allí.
Muy buena, Pinocho.
Mi mejor amiga asiente dubitativa.
—Claro, estaba ahí, un Adonis corpulento y musculoso que te atraía sólo
porque tu sequía había durado mucho.
—Me alegro de que lo entiendas —le digo con exagerada gratitud.
—Lo siento, espera, me estoy dando cuenta. —Jess presiona sus dedos contra
su frente—. ¿Le hiciste una proposición al tipo que dirige el programa en el que
intentas emparejarte con un alma gemela?
—Era sólo un estado de ánimo —insisto—. Una y ya está.
—He interactuado más con Natalia porque tiene a Stevie durante la semana —
dice Jess—. Pero Connor parece un hombre muy dulce. Él no me parece ser de esos
de “una y ya está”.

97
—¿Estás sugiriendo que los hombres dulces no pueden tener también sexo
casual? —Dirijo mis ojos sonrientes hacia River—. Pueden, ¿verdad, Genio Caliente?
Se afana en abrir la nevera, diciendo distraído:
—Perdón, un segundo.
—Sólo quiero decir —continúa Jess—, que pensabas que este tipo era un idiota.
Lo llamaste millonario caliente, luego sexy británico... —Se interrumpe,
entrecerrando los ojos—. Hiciste lo del encasillamiento con él, ¿no?
—En mi defensa diré que es muy difícil de identificar. Al principio tenía un aire
distinto: la primera vez que nos vimos era un ejecutivo millonario caliente.
—¿Connor? Ni siquiera un poco —protesta ella.
—Quiero decir, obviamente no voy a ganar esta discusión hoy cuando está
mostrando muslos musculosos en pantalones cortos y vistiendo una camiseta que es,
como, cuatro tallas más pequeña, pero sólo tienes que tomar mi palabra de que la
primera impresión de Connor fue una mezcla entre Kendall Roy y una figura de Lego,
incluyendo el pelo.
Como de costumbre, mi boca se mueve demasiado deprisa. Estas últimas
palabras salen justo cuando me doy cuenta de que la larga sombra frente a nuestras
sillas no es de la sombrilla.
—Bueno —dice Connor—, al menos dime que soy Lego Batman o el Salvavidas
Caliente.

98
Dieciséis
Connor

S
eguro que me lo estoy imaginando cuando la veo al otro lado del campo.
Pero aquí está, a las diez de la mañana de un sábado: Felicity Chen,
despotricando de mi camiseta demasiado ajustada y de mis muslos
demasiado... musculosos. Ignoraré la insinuación de Kendall Roy, pero me llevaré el
comentario de los muslos a la tumba.
Antes de hoy, habría pensado que era imposible irritarla. Fizzy dice lo que
piensa, recibe lo que se merece y no se disculpa por ello. Pero cuando por fin se
vuelve hacia mí, está visiblemente nerviosa.
—Batman es una masculinidad demasiado tóxica para mí —dice, y se aparta el
pelo de la cara. Creo que se supone que es uno de esos gestos casuales y
99 despreocupados, pero recuerdo que lo hizo en el bar aquella primera noche y me
pregunto si es algo que hace cuando está ansiosa.
—Pero Salvavidas Lego podría funcionar —continúa, con los ojos recorriendo
todo mi torso—. Los dos son muy trabajadores y está claro que tienen una gran fuerza
en la parte superior del cuerpo.
—Gracias... creo. Y para que conste, esta camisa no es demasiado pequeña.
Las comisuras de la boca de Fizzy se levantan, todo rastro de vergüenza
desaparece y se sustituye por la chispa del desafío.
—No era una queja.
—Técnicamente no hay nada inapropiado en nada de esto —dice alguien—,
pero aun así parece que deberíamos taparles los ojos a todos los niños. —Sigo la voz
de la mujer, y sólo entonces me doy cuenta de la pareja que mira desde un lado: Los
padres de Juno, Jess y River. Leo las palabras en la camiseta de Fizzy, y de repente
tiene sentido.
—Espera, ¿conoces a Juno?
—Sí. —Le lanza una mirada acusadora a Jess antes de volverse hacia mí—. Lo
que no sabía es que tú la conoces.
—Ella y Stevie acaban de empezar en el mismo equipo de fútbol. —Recojo el
silbato que cuelga de mi cuello—. Soy el entrenador.
—Hola, Connor —dice Jess, abandonando toda pretensión de no escuchar y
acercándose enseguida.
—Hola, Jess. —La conciencia aterriza—. Ah. River debe ser el amigo que Fizzy
mencionó que está involucrado en la tecnología ADNDuo. Ahora lo entiendo.
—Y tú debes de ser el tipo caliente de la tele del que Felicity no ha dejado de
hablar. —Jess se vuelve hacia Fizzy con una sonrisa exagerada—. Ahora lo entiendo.
Me muerdo una sonrisa, intuyendo una historia de fondo y que Jess está
consiguiendo una venganza largamente esperada.
—Bien, Jessica —dice Fizzy—. Recoge a tu precioso marido y siéntate allí.
Sin dejar de sonreír, Jess saluda con la mano y vuelve a meterse en la sombrilla.
River me tiende la mano y yo se la estrecho rápidamente.
—Connor —me dice.
—River.
Abre la boca, pero con una rápida mirada en dirección a Fizzy, parece
recalibrarse.

100 —Buena suerte en el partido —dice en cambio antes de reunirse con su mujer.
No conozco bien a ninguno de los dos; Jess siempre ha sido simpática y es la primera
en ofrecerse a llevar a los otros niños y a merendar. He visto a River una o dos veces,
pero nunca hemos hablado largo y tendido.
Cuando volvemos a estar los dos solos, el silencio parece cargado.
—La llamaste Stefania —dice Fizzy acusadoramente.
—Stevie es su apodo —le explico—. Gritar “Stefanía Elena García Prince” por
toda la casa sería más bien un trabalenguas, ¿no crees?
El silencio se alarga. No es incómodo exactamente, pero sí consciente. Puede
que dijera que no en la puerta de Fizzy, pero sospecho que ambos sabemos que
quería entrar. ¿Cómo superamos esto?
Una brisa atraviesa el campo, agita los árboles y hace que los paraguas y las
mantas caigan sobre la hierba. Cuando levanto la mano para apartarme el pelo de la
frente, los ojos de Fizzy siguen el movimiento. Me recuerda que me ha dicho que
debería llevarlo así más a menudo, que le gusta.
Me aclaro la garganta, dispuesto a dirigirnos en una dirección menos
peligrosa.
—Olvidé decírtelo: los castings fueron geniales. Creo que hemos encontrado a
nuestros Héroes.
Toda su cara se ilumina.
—Dios mío, cuéntamelo todo. Espera, primero dime que están todos
locamente buenos.
Me tropiezo mentalmente ante el cambio de su entusiasmo, y lo mucho que me
disgusta.
—Tan buenos como ratings por los aires —digo—. No quiero decir mucho
porque nada está finalizado, pero lo redujimos a ocho hombres. Todos los arquetipos
aprobados.
Está a punto de responder cuando se produce un movimiento borroso y dos
pequeños tornados chocan contra nuestros cuerpos. Stevie levanta la vista y me
abraza por la cintura. Juno está abrazando a Fizzy.
—¿Podemos comer helado después del partido? —Stevie pregunta.
Me inclino para besarle la cabeza.
—Claro. ¿Puedes saludar a Fizzy? Es la protagonista del espectáculo en el que
he estado trabajando.
Le doy la vuelta y Stevie inclina la cabeza hacia atrás para mirarme.
101 —Ya sé quién es Fizzy —dice Stevie—. Nos ha acompañado a casa unas cuantas
veces.
Fizzy se acerca a Stevie para revolverle la larga melena.
—A veces paramos a tomar chocolates calientes por el camino. A veces,
cócteles. Depende de cómo haya ido el día.
Las dos chicas se ríen, pero entonces algo llama la atención de Stevie, una
pegatina en la parte trasera del teléfono de Fizzy, y se adelanta para examinarla.
—¡Nunca dijiste que te gustara Wonderland!
—Le encantan —dice Juno.
—¿Cómo es que nunca hemos hablado de ello? —Dice Fizzy—. ¡Son mi lugar
feliz!
Miro más de cerca el pequeño logotipo holográfico, preguntándome cómo no
lo he visto cuando hay uno similar pegado al cincuenta por ciento de las pertenencias
de Stevie. Probablemente porque cuando estoy con Fizzy, lo último que miro es su
teléfono.
—¿Los has visto en concierto? —pregunta Fizzy.
Stevie niega con la cabeza.
—Nunca he ido a un concierto.
—¡Vienen en dos semanas! Deberías ir.
—Está agotado —le digo.
Fizzy aparta este detalle.
—Podría conseguirnos entradas. Salí con un ejecutivo del estadio, y déjame
decirte.... —Se detiene, al notar mi aprensión por lo que pueda salir de su boca, y se
conforma con—: Conozco a un tipo.
—Es una noche bastante tarde. —Ya me estoy imaginando cargando con Juno
y Stevie dormidas por un aparcamiento kilométrico—. Estarían agotadas al día
siguiente.
Se burla.
—¡Es verano! Además, estar agotada después de una noche gritando como una
fangirl es un rito de iniciación. —Me mira en silencio, suplicante, y añade en voz
baja—: Alegría, ¿recuerdas?
Exhalo, incapaz de resistirme a ninguna de estas mujeres y a su dulce
persuasión.
—Si Fizzy conoce a un tipo... —Dudo lo suficiente para que mi sentido común
me rescate. Y no lo hace—. Supongo que iremos a ver a Wonderland.
102 —¿En serio? —Stevie y Juno gritan al unísono, ya dando saltos.
—¡Sí!
—Eres el mejor padre —dice Stevie, y me abraza.
—Dale las gracias a Fizzy, no a mí, amor.
Y mientras veo a Stevie abrazar a Fizzy a continuación, no puedo evitar pensar
que es una idea terrible por al menos cien razones. Lo último que necesito es pasar
más tiempo con Fizzy. Tiempo feliz, tiempo alegre y entusiasta con Fizzy. Se me
retuercen las tripas de miedo y anticipación.
—Va a ser genial —dice mientras las chicas cantan y bailan a nuestro
alrededor. Me dedica su sonrisa más amplia, la que me hace pensar en palabras como
efervescente, chispeante, efervescente.
Diecisiete
Fizzy

N
i siquiera puedo quejarme a Jess de que toda esta debacle me haya
caído encima, ya que ella estaba allí cuando dije explícitamente que
llevaría a dos niñas de diez años y a un sexy entrenador DILF a un
concierto de Wonderland. Pero las colas de gente esperando para entrar son tan
horrendas que me encantaría culpar a alguien que no fuera yo. Miro Instagram
mientras estamos de pie. Respondo a los mensajes de los lectores y evito
obedientemente mi bandeja de entrada. Pero cada segundo que pasa aumenta el
número de cuerpos a nuestro alrededor. Sólo hay ocho entradas, y treinta mil
personas intentando colarse al mismo tiempo. Sin barricadas ni señales que indiquen
dónde empieza o acaba una fila, las interminables hileras de personas serpentean

103
alrededor de los postes y se entrecruzan unas con otras hasta que, básicamente,
confiamos en que la persona que tenemos delante crea que está en el lugar correcto.
Y por la forma en que aprieta la mandíbula, Connor está pensando exactamente
lo mismo. Estoy segura de que él puede ver por encima de la mayoría de las cabezas
de la multitud, pero yo definitivamente no puedo, y Stevie y Juno parecen diminutos
en medio de la gigantesca masa de cuerpos, con los ojos grandes y redondos de
confusión. A medida que el reloj avanza, hay una vibrante corriente subterránea de
pánico, como si el público sintiera que Wonderland está a punto de salir al escenario
y que todos nos lo vamos a perder.
Tiro de la manga de Connor, empujándole hacia abajo para poder decirle:
—Ponme sobre tus hombros.
Se inclina más cerca, sin entender.
—Lo siento, ¿qué?
—Así que puedo ver a dónde va esta línea. Me preocupa que sea un grupo
gigante de personas allí empujando su camino, y no voy a dejar que nuestras chicas
se pierdan esto.
No duda en ponerse en cuclillas y, con las risitas de Juno y Stevie sujetándome,
me subo a esos hombros anchos y musculosos. Connor se levanta aparentemente sin
esfuerzo, lanzándome a más de dos metros de altura.
Dejo escapar un chillido aterrorizado, agarrando su mandíbula con ambas
manos.
—Retiro todos mis deseos de ser alta.
Connor se ríe.
—Relájate, te tengo. —Me rodea las espinillas desnudas con las manos y me
induce suavemente a echar las piernas hacia atrás, metiéndolas bajo sus brazos.
Ahora no sólo soy consciente del caos que tenemos delante, sino también de la cálida
solidez del cuello de Connor entre mis piernas y la irreal estabilidad de sus hombros
debajo de mí. Me pregunto si él también sentirá mi calor y si estará pensando lo
mismo que yo, es decir, lo maravilloso que es tener su cabeza entre mis piernas.
Obviamente podría quedarme aquí toda la noche, pero el deber me llama.
—De acuerdo, lo tengo. Puedes bajarme.
Lo hace, mirándome inquisitivamente una vez que ambos estamos de pie de
nuevo.
—¿Útil?

104 —Mucho. —Pongo mi mano sobre la cabeza de Juno y me inclino para mirarla
a los ojos—. Vuelvo enseguida.
Y con eso, me escabullo entre la multitud.

Veinte minutos más tarde, estamos dentro, tomando cervezas en la pequeña


suite que nos reservó el ejecutivo del local que una vez pidió que le llamaran Doctor
en la cama, y observando cómo Juno y Stevie bailan encantadas en el balcón
acristalado al son de la música que suena por los altavoces antes de que empiece el
espectáculo.
Connor me sonríe como si fuera una superheroína, pero en realidad lo único
que hizo falta fue arrastrar al desconcertado equipo de seguridad hasta la puerta de
entrada, donde un enorme grupo de gente se colaba en la cola y se metía delante de
todo el mundo. Una vez solucionada la situación, los asistentes al concierto empezaron
a entrar, felizmente organizados.
—Podrían haberte pisoteado —dice ahora.
—Improbable. —Doy un sorbo a mi cerveza, limpiándome la espuma del
labio—. Cuando estoy decidida, parezco mucho más grande. Apuesto a que medía al
menos 1,80 caminando entre la multitud.
—¿No tienes miedo de nada?
Me río cuando Juno y Stevie empiezan a fingir que hacen twerking. Estas
pequeñas tontas.
—No. —Y luego lo reconsidero, mirándole—. Espera, sí. Tengo miedo de que
en algún momento del pasado haya enviado accidentalmente un FaceTime a alguien
mientras me masturbaba y que estén demasiado mortificados y educados como para
decírmelo nunca, así que viviré el resto de mi vida sin saber si realmente lo hice pero
siempre sospechando que sí.
Connor me mira sin comprender.
—¿Qué? —pregunto—. ¿Nunca te preocupas por eso?
Sonríe, sacudiendo la cabeza mientras se lleva el vaso de plástico a la boca.
Un raro arrebato de timidez se apodera de mí. Sé que soy mucho que soportar,
y sospecho que si Connor me encontrara insoportable, nunca lo dejaría saber. No
podría. Sonreiría y lo soportaría, tal vez como lo está haciendo ahora. Tiene que
aguantarme porque quiere que este show funcione, y quiere que lo haga porque si

105
no, se queda sin trabajo y probablemente tenga que mudarse a dos horas de distancia
de su hija, este pequeño manojo de energía apenas contenida, bailando por allí como
una bengala en Nochevieja.
—Lo siento —murmuro en mi taza.
—¿Por qué?
—Lo de la masturbación —susurro, y luego añado con una sonrisa—: Y el chiste
de Kendall Roy en el partido de fútbol. No estás tan mal.
Esto le hace reír.
—No estés tan segura. Y ahora me pregunto si alguna vez he hecho FaceTime
a alguien accidentalmente durante una paja.
Le miro, agradecida por su intento de aliviar la tensión, pero emocionalmente
aniquilada por la imagen mental que ahora se proyecta en HD en mi cerebro.
Connor se encoge de hombros, dando otro sorbo a su cerveza, y el afecto se
apodera de mí mientras compruebo una vez más lo fácil que es estar con él y lo mucho
que me gusta de verdad.
Las palabras salen antes de que les dé tiempo a macerarse:
—Siento lo de la otra noche, también.
—La otra... Oh. —Y ahora la conciencia tensa cae como metralla del cielo.
Connor contempla algo en la distancia, entrecerrando los ojos—. Sí, no. No tienes que
disculparte por eso.
—Sí, debería.
Hago todo lo que puedo para no llenar el silencio de la respuesta con chistes o
insinuaciones o incluso comentarios sobre el tiempo. Simplemente me dejo llevar por
la incomodidad, queriendo que sepa que soy capaz de ser seria y sincera, aunque
exteriormente sea pésima en ambas cosas.
—Me negué por varias razones —dice finalmente, y mi mortificación alcanza
niveles de mazmorra.
—Por favor, no te sientas obligado a enumerarlas.
Se gira para mirarme, con expresión sobria.
—Pero ninguna lo fue porque no me interesaba. Lo siento si no lo dejé claro.
—Oh. —Tengo que romper el contacto visual con esos hipnóticos ojos color
menta. De repente mi cerebro no es más que el ruido blanco estático de mil canciones
sexys sonando una sobre otra. Connor no tiene ni idea de que está jugando con fuego
apenas controlado, que el flirteo es mi lenguaje amoroso y que no he echado un polvo
en mucho, mucho tiempo. Francamente, sólo estaba siendo educada al disculparme.

106 —Háblame de Jess y River —dice, bendiciéndonos a ambos con una vía de
escape—. ¿Cómo los conoces?
—Jess y yo somos amigas desde siempre. River solía venir a nuestra cafetería
todas las mañanas y se ponían a flirtear, pero sin flirtear, en plan Orgullo y prejuicio.
Era entretenido, pero al final agotador. La obligué a hacer el ADNDuo. Si no fuera por
mí, seguiría soltera. Debería cobrar una comisión por encontrarle pareja.
—Todavía no prestaba mucha atención a la tecnología cuando se lanzó la
empresa —dice—, pero tenían una compatibilidad muy alta, ¿no?
—Diamante. Una puntuación de noventa y nueve, de hecho, todavía la más alta
de la historia de la empresa. Los ejecutivos le pagaron para que lo conociera.
Sinceramente, yo misma no podría haber escrito un “felices para siempre” mejor.
Cometo el error de dejar que mis ojos recorran a lo largo de su cuerpo. Parece
extrañamente inquieto, y cuando se sube el jersey por la cabeza y lo dobla en el
respaldo de la silla, mi cerebro sufre un cortocircuito durante al menos un segundo.
Una nueva emoción invade mi sangre: una suave caricia. Parpadeo ante su
pecho y los cinco rostros masculinos sonrientes que aparecen debajo del logo de
WONDERLAND.

—¿Llevas una camiseta del Wonderland?


—Stevie y yo conseguimos algo de mercancía cuando Juno y tú estaban
atascadas en esa abismal fila del baño antes.
Me río-susurro:
—Mercancía. Ya conoces la jerga.
Sonríe ante mi asombro.
—Estamos en una búsqueda, ¿verdad? ¿Una búsqueda de la alegría? ¿No
necesito alcanzar ciertos conocimientos?
Me quedo sin palabras. Siento una opresión en el pecho, como una cuerda
alrededor de los pulmones, al verle con esta camiseta. Y no sólo llevándola, sino
llevándola con orgullo. He coincidido con Jess en lo sexy que es que River sea tan
buen padre para Juno, pero es una verdad que no puedo mirar de frente. Lo celebro
por ella oblicuamente, al margen. Quiero una familia, por supuesto, pero quién sabe
cómo será para mí. Las matemáticas de conocer a alguien + amar a alguien + estar
juntos el tiempo suficiente como para querer tener un hijo juntos no son matemáticas
para mí. Asumo que mi papel es ser la tía a la que todo el mundo acude cuando
necesita aprender a hacer el delineado perfecto, ocultar una resaca a sus padres o
llorar por su primer corazón roto. Creo que todos los niños necesitan a alguien que
los adore incondicionalmente, pero que no esté biológicamente obligado a hacerlo.
Sentirme atraída por un padre orgulloso hace cosas raras y dolorosas en mi

107 respiración.
Sólo es atracción, me recuerdo. No lo conviertas en un gran problema.
—No me había dado cuenta de que sus tallas de ropa eran gigantes —digo,
empujando mi voz más allá del corcho de la emoción en mi garganta. Cometo el error
de estirar la mano para tocar la camiseta distraídamente, la curiosidad guiando mis
movimientos, y me doy cuenta de lo firme que está su cuerpo debajo—. Al menos esta
no parece salida de la sección infantil. —Santo bíceps. Aparto los dedos como si
estuviera ardiendo.
—Las tallas son confusas —admite.
Doy un pequeño paso atrás, deseando que mi piel se enfríe.
—Compré una camiseta en talla grande de mujer hace un tiempo pensando que
tendría algo con lo que dormir. Me queda como un traje de neopreno.
Se ríe.
—Supuse que por eso estaba disponible ésta. La mujer dijo que era la última
talla en agotarse. La mayoría de sus fans... —Levanta una mano para evitar que le
corrija—. No. Pensé que todos se parecerían a Stevie y Juno. —Connor me hace un
gesto para que le siga hasta donde están las chicas, de pie en el borde de la suite, con
vistas a la multitud. Vemos a un grupo de mujeres completamente ataviadas con ropa
del Wonderland debajo de nosotros. En la suite de nuestra izquierda hay tres parejas
de treintañeros, de pie en la cornisa como nosotros, riendo y tomando cócteles. En la
de la derecha hay un grupo de adolescentes y un padre solitario que mira el móvil. Y
lanzando mi mirada más lejos, veo a un nutrido grupo de mujeres de todas las edades,
un grupo de hombres con collares de LED que cantan al ritmo de la lista de
reproducción previa al espectáculo, un par de mujeres mayores de pelo blanco que
se hacen fotos delante de las pantallas gigantes—. Parece una de tus firmas —dice
Connor.
—Sólo un poco más grande —digo riendo.
—Sólo por ahora. —Me mira y sus ojos se posan brevemente en mi boca—.
Cuando el mundo te vea, Fizzy, se van a enamorar.

108
Dieciocho
Connor

S
tevie siempre ha sido una niña exuberante, impulsada por sus emociones.
Baila por toda la casa, da volteretas en los pasillos del supermercado y se
sintió tan abrumada cuando trajimos a Baxter a casa que lo abrazó y lloró
sobre su sedoso pelaje de cachorro durante una hora entera. Conozco sus chillidos
de alegría cuando subimos al vagón trasero de Big Thunder Mountain, y las risitas
incesantes que salen de su habitación durante una fiesta de pijamas. Pero nunca había
visto a mi hija así.
Aún no ha empezado el espectáculo y Stevie y Juno ya están de pie, bailando y
cantando vídeos musicales con el resto del público. Fizzy no bromeaba cuando dijo
que tenía una entrada. Estamos en una suite, lo bastante alta para ver el estadio, pero
109 bastante cerca del escenario. También hay comida y bebida gratuitas, y nuestro
propio baño privado. Puede que no nos vayamos nunca.
Y Fizzy... Parece que no puedo dejar de mirarla. Lógicamente, sé que es un
autosabotaje pensar en lo guapa que está o en lo tentador que es su cuello con el pelo
recogido, pero a mi cerebro no parece importarle.
Cuando se subió a mis hombros fuera del estadio, fue como sacar el seguro de
una granada. Podía sentir el calor de su a través de sus pantalones cortos; la fuerza de
sus muslos agarrando mi cuello envió un agudo rayo de deseo a través de mi cuerpo,
uno que preferiría no experimentar delante de unos pocos miles de personas. Quería
estar a solas con ella, recorrer con mis dedos el interior de sus muslos, sentir ese calor
apretado contra mi mano. Quería arrodillarme y mostrarle con mi boca lo mucho que
me había arrepentido de volver a casa solo la otra noche. ¿Trabajo? ¿Quién necesita
un trabajo?
Pero, por supuesto, no estábamos solos. Bastó una mirada a Stevie —sus ojos
clavados en Fizzy y brillando con absoluto asombro— para que la realidad volviera
chirriando.
Afortunadamente, son los gritos los que me sacan de mis pensamientos
nadadores, cuando las luces se apagan y el estadio estalla en una explosión de sonido
increíble. Es casi abrumador. Sé que el sonido no tiene color, pero cuando cierro los
ojos, las estrellas saltan amarillas y rojas sobre mis párpados. Es ensordecedor, un
trueno tangible que me recorre el pecho, haciendo temblar el suelo bajo mis pies.
Stevie y Juno saltan y se unen a un creciente cántico del nombre del grupo.
Fizzy tira de mí y me agarra el antebrazo con la mano. Veo cómo mueve los
labios, pero no puedo oírla en medio de la cacofonía mientras saluda a las chicas.
Cuando niego con la cabeza, ella se estira y yo me inclino hacia ella, sintiendo sus
labios moverse contra mi oreja:
—Estoy tan contenta de que estés aquí para ver esto.
—Me gustaría ponerles un podómetro y ver cuántas calorías queman al final de
esto.
—Espera a que empiece.
Está tan cerca que me pregunto cómo podré pensar en otra cosa, pero cuando
la primera nota resuena en la oscuridad, arranca fácilmente mi atención. Nunca he
escuchado voluntariamente una canción de Wonderland, pero es imposible estar en
medio de todo esto y no verse afectado por la expectación colectiva que nos rodea.
Esta es la alegría de la que hablaba Fizzy. La adrenalina compartida, todos aquí por
lo mismo. Incluso los padres que están cerca de nosotros han decidido quedarse de
pie, algunos con los brazos cruzados sobre el pecho mientras observan, otros
cambiando de un pie a otro para ver mejor, curiosos por ver de qué va todo este

110 alboroto.
Los fuegos artificiales estallan en el escenario y el grupo emerge ante una
atronadora reacción. Cuando empieza la primera canción, Fizzy, Juno y Stevie se
saben todas las palabras. Me sorprende darme cuenta de que yo también me sé la
mayoría. Las chicas se entregan a la música y a la euforia del espectáculo. Fizzy baila
de pie, totalmente despreocupada. De algún modo, Stevie conoce cada momento del
espectáculo antes de que empiece. Sabe la lista de canciones, cuándo los miembros
se aventurarán entre el público y en qué momento exactamente pasarán por delante
de nosotros. Estoy tan inmersa en ello que cuando intenta levantar su pequeño cartel,
estoy dispuesta a tomar el relevo y levantarlo más alto.
Durante el intermedio final, sudoroso y sorprendentemente agotado, salgo del
balcón y atravieso la suite para ir al baño. Cuando vuelvo a salir, Fizzy se está
preparando una copa. Aún podemos ver a las chicas, pero las paredes de cristal nos
encierran y amortiguan el ruido del espectáculo.
Me uno a Fizzy en la barra, relleno mi botella de agua y cierro los ojos mientras
bebo un trago largo y frío.
Cuando los abro de nuevo, ella está mirando.
—Entonces. —Se apoya despreocupadamente en la encimera—. ¿Cuál es el
veredicto?
—Para ser sincero, esperaba ruido y tráfico y dos niñas de diez años cansadas
e irritables, cosa que seguro que seguiremos teniendo, pero también estaba seguro
de que odiaría cada minuto. Me equivoqué. Ahora puedes regodearte.
—Estabas bailando —dice con una sonrisa.
—Me balanceaba.
Lo deja pasar.
—Soy bastante exigente sobre a quién llevaré a un concierto, pero te portaste
bien, sexy DILF. Puede que te invite otra vez si necesito un compañero de concierto.
Pero que sepas que suele haber menos niños de diez años, más alcohol y algún que
otro tatuaje malo al final.
—Lo espero con impaciencia —digo, y vuelvo a mirar a las chicas,
inesperadamente sorprendido por los elogios de Fizzy. El grupo se lanza a otra
canción y Stevie mira hacia mí, buscándome. Esta es su favorita, la canción que suena
de camino al trabajo todos los lunes por la mañana porque fue la última que Stevie
tocó el domingo por la noche. Señala emocionada hacia el escenario antes de
volverse para mirar.
—Te adora totalmente —dice Fizzy.
No sé por qué me escuece esa palabra en particular. La mayoría de los niños

111
quieren a sus padres. A mí no me agrada mi padre, pero le quiero a mi manera. Es un
amor entreverado de pena y dolor y un montón de otras emociones complicadas,
pero está ahí. Adorar es apreciar, atesorar, y que Stevie sienta eso por mí después de
todas las veces que me he quedado corto me llena de tanto orgullo que casi me cuesta
respirar.
Si Fizzy nota algo, es lo bastante educada como para no decir nada.
—Gracias por intimidarme para que la trajera —le digo—. Nunca la había visto
así.
Fizzy mira a las dos chicas con cariño.
—Definitivamente está en su elemento.
—¿Cómo sabía todo lo que iba a pasar? La lista de canciones, incluso lo que
llevarían puesto. ¿Dónde aprendió todo eso?
—Es lo que hacen las fangirls —dice Fizzy encogiéndose de hombros—. Es la
misma forma en que sabes cuándo va a salir un nuevo desviador Shimano para tu
lujosa bicicleta de montaña.
Mi atención vuelve a centrarse en ella y sonrío.
—Mírate hablando de piezas de bicicleta.
Agarra una galleta, la parte en dos y me da la mitad.
—Algunos dirían que soy una experta tecleando cosas en el buscador de
Google. —Estudia su galleta—. Incluso he buscado fotos tuyas.
—¿Mías?
—Ya sabes, en el set, ciclismo de montaña. —Hace una pausa, encogiéndose
de hombros causalmente—. Con amigas.
—¿Y? —Me apoyo en el mostrador a su lado, reprimiendo una sonrisa. Es tan
jodidamente obvia—. ¿Qué has encontrado?
Un lado de su boca se torna hacia abajo en un ceño fruncido y talla un pequeño
hoyuelo en su mejilla izquierda.
—Nada. Tu nombre de Instagram es un montón de letras y números al azar que
solo pude rastrear porque conozco a Jess, que conoce a Natalia, que casualmente te
etiquetó en algo hace como cinco años. Tienes cuatro seguidores y dos publicaciones.
Fue un alivio y una decepción a la vez.
—Se supone que debemos centrarnos en tu vida amorosa, Fizzy.
—Me parece injusto —dice, y su sonrisa es fácil pero sus ojos están tensos
cuando me mira—, ahora que nos estamos haciendo amigos, que sólo nos centremos
en encontrar a alguien para mí y no para ti.
Miro hacia el final del espectáculo y Wonderland se despide. Nada bueno

112 puede salir de esto. Ambos lo sabemos y, sin embargo, seguimos acabando aquí.
—Bueno, me sorprendería que hubiera fotos mías con mujeres en algún sitio.
No salgo mucho estos días.
—¿Has probado alguna vez el ADNDuo?
—¿Yo? Definitivamente no —digo, negando con la cabeza—. No es que no me
lo crea ni nada, es que... si tuviera una coincidencia, querría tomármelo en serio, y
ahora mismo no puedo.
—A Jess le pasó lo mismo. Con Juno —dice, aclarando—. Ella no estaba
interesada en involucrarse con nadie hasta que Juno estuviera en la universidad.
—Me suena.
—Te diré lo que le dije a ella: eso hace un puto libro aburrido.
—Bueno, quizás algún día —digo—. Intenté salir con alguien un par de veces
cuando Stevie era más joven, pero cualquier mujer que merezca la pena quiere algo
más que una noche de semana juntos. Además, con quienquiera que me involucre me
tiene a mí, a Stevie y a Nat.
—¿Cuánto tiempo llevas divorciado?
—Stevie tenía dos años.
—Oh vaya. Era tan pequeña.
Hubo un tiempo en que un comentario como este —por muy bienintencionado
que fuera— me habría hecho caer en una madriguera de culpabilidad. Stevie era
pequeña y pasar por el divorcio fue lo más difícil que he hecho nunca, pero eso
tampoco significa que no fuera lo correcto.
—Lo era.
—¿Pero tú y Nat están en buenos términos ahora? He oído a Stevie hablar de
ella un par de veces, y estoy bastante segura de haberla visto en la escuela durante
la recogida. Está buena.
Me río.
—Lo está. Y tiene un novio muy joven y también muy sexy al que espero que le
pida matrimonio cualquier día de estos.
—Qué bien por ella. —El momento se alarga, tenso y cómplice. Espero que
aparte la mirada, pero no lo hace. En lugar de eso, chasquea la lengua con simpatía—
. Lástima que a ti no se te dé bien compartimentar.
Decido dejar de darle vueltas al asunto.
—Específicamente, no soy bueno con el sexo casual.
La palabra sexo estalla entre nosotros como un lanzallamas y ella sonríe.
113 —Sí, en realidad quería decir que es una pena para mí que no seas bueno
compartimentando.
Me río de esto.
—Eres una verdadera amenaza, Felicity.
—Te gusta.
Hago como que me lo pienso, y ella se pone de puntillas, gruñéndome en la
cara.
Finalmente, cedo.
—Eres tolerable.
Vuelve a ponerse de pie y se apoya en la encimera a mi lado.
—Adorable —dice.
—Soportable.
—Dotada y carismática.
—Prepotente y testaruda.
—Tu nueva mejor amiga. Dilo.
Su mano se posa cerca de la mía. Mi meñique se estremece, rozando el suyo.
Si me apartara ahora, podría fingir que ha sido un accidente. Pero no puedo, y en vez
de eso muevo el dedo para que quede encima del suyo.
Enrosca su dedo alrededor del mío. El calor me atraviesa y siento el impulso
de girar hacia ella, de apretarla contra la encimera, levantarla, meterme entre sus
piernas y...
Respiro lenta y profundamente.
—Mi nueva mejor amiga.

114
Diecinueve
Fizzy

J uno ya no es una niña pequeña.


Lo que significa que cuando llegamos a casa de Jess y River, y las dos
niñas están desmayadas como sacos de harina en el asiento trasero, no hay
forma de que pueda llevar a Juno hasta la puerta.
A decir verdad, ni siquiera estoy segura de yo poder llegar hasta la puerta
ahora mismo. No es por alardear, pero he escrito tensión sexual que podría pelar
papel pintado, y nada de eso se acerca a los últimos veinte minutos en el coche con
Connor.
—La tengo. —Connor se agacha a mi alrededor, agachándose para

115
desabrochar el cinturón de seguridad de Juno.
Sus muslos se flexionan bajo los vaqueros y sus hombros se tensan contra el
suave algodón de su camiseta nueva mientras levanta con facilidad a la niña flácida
del asiento trasero.
—No creo que mis ovarios aguanten más —murmuro.
Se gira, ajustando su peso sobre su hombro.
—¿Qué es eso?
Toso delicadamente en un puño.
—Noche despejada, no creo que llueva.
Connor se muestra escéptico, pero parece confiar en que si me estoy filtrando,
probablemente sea algo bueno. Se da la vuelta y levanta la cabeza cuando le hago un
gesto para que me guíe.
La puerta se abre cuando nos acercamos. Jess aparece en el encuadre,
iluminada por un cálido resplandor dorado, y parece no notar en absoluto la pistola
de bengalas mentales que disparo repetidamente al aire. River se acerca por detrás
y trata de quitarle a Juno a Connor, que murmura un suave
—¿La tienes? —mientras se la pasa.
Mi corazón se lanza por la ventana de un décimo piso.
La niña revela su nivel de consciencia al rodear el cuello de su padre con los
brazos y murmurar:
—Gracias, Sr. Prince.
Me repongo lo suficiente para fruncir el ceño fingiendo ofensa.
—Oye, ¿y yo qué? Conseguí los tickets, ¿hola?
Su respuesta es un gruñido somnoliento mientras la llevan a su habitación.
Con Juno situada y Stevie dormida en el asiento trasero, Connor baja trotando
un par de escalones delanteros y luego me mira expectante.
—¿Lista?
Empiezo a seguirle, impulsada como si una cuerda de seda nos uniera, pero
vacilo. Pienso en el calor del coche y en el ambiente relajante de la música. Pienso en
las grandes manos de Connor enroscadas alrededor del volante, agarrándolo como
si fuera una liana que lo ata a lo alto de un acantilado. Pienso en sus antebrazos llenos
de venas y músculos, y en cómo, cuando está dos pasos por debajo de mí, por fin
estamos a la altura de los ojos. Pienso en cómo sus ojos se iluminaron de alegría esta
noche al ver a su hija en su elemento, y pienso en cómo se sintieron sus hombros bajo
mis piernas antes, cuando me levantó. Pienso en el gruñido derrotado de su Mi nueva

116 mejor amiga y pienso en estar en el asiento delantero a su lado un segundo más y no
estoy segura de poder hacerlo. No soy más que una mujer mortal, después de todo,
y una vez más quiero que Connor Prince III me aplaste bajo él como a una delicada
flor bajo un árbol caído.
Pero sexy.
—Creo que me quedaré aquí esta noche —le digo.
—No está fuera de mi camino —me asegura—. De verdad.
—No es eso.
Sus ojos se entrecierran. Lo entiende: No voy a ir con él porque no es el tipo de
viaje que quiero que me ofrezca.
En lugar de eso, voy a entrar y contarle a mi mejor amiga todo sobre esta
química sofocante entre nosotros.
—Si estás segura... —dice sonriendo.
—Oh —digo—, estoy segura.
Con la sonrisa aún en los ojos, le da las buenas noches a Jess y baja trotando
por la escalera.
Lo miramos, embelesadas, como si fueran los últimos momentos del Juego del
Calamar, y entonces exhalo quince toneladas métricas de aire de mis pulmones.
—Jesús.
—Estás condenada.
La sigo dentro y me quito los zapatos.
—No estoy condenada. He despertada. Estoy revitalizada.
—Claro.
—Jessica, escucha mis palabras: Connor es un catalizador. Una chispa. Un
aperitivo para la libido. ¿No te alegras? He sido un robot emocional. Eso no hace una
televisión interesante.
Jess se desploma en el sofá.
—¿Recuerdas cuando fingí una cita con River?
—Claro que me acuerdo. Cada vez que entraba en Twiggs parecía que le ibas
a comer la cara.
—Y aun así, juré que no me gustaba.
Veo por dónde va esto, pero no estoy de acuerdo con el paralelismo.
—Sí, pero estabas delirando. Ya estabas medio enamorada de él.
117 —Como tú ahora mismo con Connor.
—Absolutamente no —respondo—. Te estabas enamorando de River. Sólo
quiero montar la polla del productor caliente.
River, que acababa de entrar en la habitación para reunirse con nosotros, da
media vuelta y desaparece en el vestíbulo.
—Buenas noches —dice.
—¡Vuelve! Valoro tu opinión. —La única respuesta que obtengo es el sonido de
sus pasos alejándose. Sonrío a Jess—. Ups.
Ella sacude la cabeza exasperada.
—¿Por qué siempre insistes en que todo es sexo casual?
—¿Porque mi última relación fue con una bolsa de porquería, y durante los
últimos tres años he preferido comerme una bolsa de porquería literal antes que
arriesgarme a romper de nuevo el matrimonio de alguien?
—Lo dices como si estuvieras bromeando, pero es verdad. Rob era una basura.
Él era el monstruo. Tú no hiciste nada malo.
Es verdad. Lo sé, intelectualmente, aunque haya tardado todo este tiempo en
sentir realmente la verdad en mis entrañas. Por fin he superado el escozor fatal de su
duplicidad (aunque siempre habrá un asterisco de fuego junto a su nombre). Me
siento a su lado en el sofá.
—Lo sé.
—No todos los tipos son Rob.
—Bueno, desde luego eso espero, porque se supone que debo ser optimista y
pensar que mi alma gemela aparecerá pronto a mi lado ante las cámaras.
Se levanta, cruza la sala hasta el ornamentado carrito del bar y nos sirve a un
vasito de whisky a cada uno.
—¿Así que estás segura de que el equipo de Connor ha hecho un buen trabajo
de casting?
—Eso parece. —Tomo el vaso con una sonrisa y bebo un sorbo, dejando que el
calor recorra mi garganta y se asiente suavemente en mi estómago—. Tengo la
sensación de que ha sido muy, muy exigente.
—Eso está bien. —Da vueltas a su bebida—. Parece un tipo considerado. —Una
pausa larga y silenciosa—. Me pregunto cómo es esto para él. Esta noche he tenido la
sensación de que tú también le gustas.
—Quiero decir, creo que se siente atraído por mí. —Inclino el vaso, dejando
que la luz capte el líquido ámbar—. Antes admitió que no me rechazó porque no le

118 interesara.
—Claro que no, mírate.
—Ahora que estoy en el aire libre de Connor y puedo volver a pensar con
claridad, desearía no saberlo —admito—. Saber que él también se siente atraído por
mí me ha convertido en un demonio. Quiero lo que hay en sus pantalones.
Me sacude la cabeza.
—Céntrate en el programa. ¿Cuándo empieza el rodaje?
—Cinco semanas.
—¿Y han acordado un horario?
Asintiendo, doy otro sorbo a mi bebida antes de contestar.
—Me lo envió esta mañana para ver si tenía alguna nota. La primera semana
son citas de café. Luego se emite el programa y el público vota para eliminar a dos en
función de con quién creen que he vibrado más, y así sucesivamente. Los dos
concursantes finales conocerán a mi familia. Hago como si esa parte no ocurriera. —
Jess pone cara de buena suerte—. Después está la final, donde descubriremos si el
público eligió a mi alma gemela como predijo ADNDuo. El ganador de la votación del
público se lleva 100.000 dólares, y luego yo elijo quién se va conmigo de viaje a Fiyi.
Así que sí.
—Curioso, eso no suena como excitación que estoy escuchando.
Rebusco en mi cabeza y en mis entrañas, buscando una respuesta convincente.
—Claro, estoy emocionada.
—¡Fizzy, esto que vas a hacer es genial! Puedes tener a ocho héroes románticos
compitiendo por tu corazón.
—Lo sé —gimoteo—. Pero los muslos de Connor podrían aplastarme como una
uva. Quiero eso, sólo una vez antes de conocer a otro tipo de príncipe. —Jess se ríe
mientras apoyo la cabeza contra el sofá, suspirando—. Lo juro, sólo necesito sacarlo
de mi sistema.
—Ese es literalmente tu trama romántica menos favorito.
Levantando de nuevo la cabeza, me lamento:
—Sí, pero ¡quién iba a decir que era una cosa real!
—¡Nadie! —le grita ella—. ¡Porque no lo es! —Ella levanta las manos—. Vale,
en serio. No más de estas citas con él.
—No son citas —argumento—. Son excursiones de alegría.
—Fizzy. Ponte seria.
—¡Qué! ¡Estoy hablando en serio! Hace documentales sobre la conservación de

119 los océanos. Quería que conociera a este público.


—¿Te sientes como si lo conociera ahora?
Me recorre un escalofrío, cálido pero inquietante.
—Lo hace, y verle no sólo abrir los ojos a este lado de la industria sino también
disfrutarlo ha sido... Quiero decir, ha sido muy bonito. No es sólo que esté bueno. Me
gusta estar cerca de él. Es divertido. Es gracioso. Y quizás lo que más me gusta de
todo es que no se acobarda por mi mierda. Me atrevo a decir que podría gustarle.
Asqueroso. Sentimientos.
—Eso también es importante para un productor —dice Jess.
Gimiendo, caigo de lado en el sofá junto a ella.
—Si me follara, ya habría superado esto.
Jess me pasa los dedos por el pelo, rascándome suavemente.
—En realidad, no creo que lo hicieras.
Veinte
Connor

D
ebería haber previsto que los extremos son la norma con Fizzy, y que
nuestro tiempo juntos sería el más divertido que he pasado con alguien,
pero también el más tortuoso. A lo largo de varias semanas, El
Experimento del Amor Verdadero empieza a tomar forma, y Fizzy y yo nos escapamos
todos los viernes en nuestra continua búsqueda de la alegría. Cogemos el tren hasta
el Broad Museum y hablamos de la alegría silenciosa e introspectiva. Visitamos la
librería Last, donde ella me compra una edición de coleccionista de Salem's Lot y yo
le compro una portada enmarcada de una de sus novelas románticas favoritas. La
semana siguiente, regala a todo el equipo entradas para ver en directo The Rocky
Horror Picture Show. Llego a casa esa noche y bebo más de lo que probablemente

120
debería, todo en un esfuerzo por despejar mi cabeza de la forma en que todo su ser
se ilumina por dentro cuando se suelta, lo mal que canta y lo mucho que adoro que lo
haga con gusto de todos modos, cómo toma la adoración del equipo y se la devuelve,
doblada, y cómo estoy empezando a aborrecer la perspectiva de que encuentre el
amor verdadero en sólo un puñado de semanas.
El rodaje comienza oficialmente mañana, pero aun sabiendo que mi jornada
laboral empezará probablemente antes del amanecer, tengo un lugar más al que
quiero llevarla.
Fizzy y yo vamos por la autopista, con las ventanillas abiertas y el viento
azotando. El sol anaranjado del globo cuelga pesado y seductor en el horizonte. Es
nuestra última salida alegre, al menos la última que hemos planeado, y estoy seguro
de que el plan que he hecho es bastante estúpido. Estaremos solos, será de noche,
con el sonido de las olas rompiendo a nuestro alrededor. Ya me imagino a Fizzy
corriendo descalza por la arena, abordándome, atravesando la patética contención a
la que me aferro.
Torrey Pines es un tramo de costa de seis kilómetros situado entre Del Mar y La
Jolla. Hay muy poco tráfico y llegamos al aparcamiento justo cuando el sol empieza a
ocultarse en el agua. Cuando aparco y me reúno con Fizzy en la parte delantera del
coche, no estoy preparado para verla vestida con unos simples vaqueros y una
camiseta, zapatillas de deporte y un jersey peludo en un brazo.
Hay tanto en juego en el programa, pero hay momentos como este en que la
miro caminar hacia la arena y no puedo recordar qué es nada de eso. Cuando habla
de algo que le apasiona o se echa a reír, cuando le toca el culo a alguien o deja
entrever sus pequeñas fisuras de vulnerabilidad, me encuentro racionalizando las
razones por las que debería ceder. Quizá sea inevitable. Quizá nadie tiene por qué
saberlo. Tal vez estoy pensando demasiado y no arruinará todo. Los dos somos
adultos; los dos hemos tenido sexo con gente antes y sólo fue sexo. Tal vez pueda
compartimentar.
Durante el día, planeadores y parapentes se lanzan desde los acantilados de
arenisca roja a lo lejos, y bañistas, surfistas y nadadores abarrotan la playa. Esta
noche está casi vacía, con sólo unos pocos rezagados a lo largo de la orilla o a
horcajadas sobre sus tablas en el océano, meciéndose con la marea entrante. El cielo
parece cambiar a cada segundo, un lienzo fundido de azul a morado a rojo a naranja.
—Entonces. —Fizzy se estira, revelando una franja de piel entre su camisa y la
cintura de sus vaqueros—. La playa.
Sonrío ante el desdén de su voz.
—No eres fan, supongo.
—Oh, lo entiendo, es precioso. —Se sienta en la arena—. Pero es un poco como
el sexo durante la regla. Suena a mucho trabajo, y definitivamente no quieres hacerlo

121 todos los días, pero una vez que empiezas, dices: “Oye, esto no está tan mal”.
—Dios mío, Fizzy —digo riéndome un poco.
Me mira.
—¿Qué?
Me siento a su lado, tragando saliva por la forma en que el enamoramiento se
eleva como una ola dormida en mi pecho.
—Ni siquiera voy a tocar eso, creo.
Se ríe, se quita los zapatos y mueve los dedos de los pies en la arena fresca y
húmeda.
—Ahora que sabemos lo que pienso de la playa, dime qué hacemos aquí.
—Bueno, yo crecí en el agua, así que te traje aquí porque me siento muy
tranquilo en la orilla, pero esta noche no se trata de la playa específicamente. Es un
momento.
Arrima las rodillas a la barbilla y rodea las piernas con los brazos mientras
escucha. A nuestro alrededor, el sol se ha ocultado en el horizonte y el cielo se
oscurece como un moratón.
—Mis fines de semana con Stevie pueden ser bastante rutinarios —explico—.
Damos un paseo en bici, llevamos a Baxter al parque o a algún sitio donde pueda
correr y jugar, vemos películas y hacemos los deberes y cocinamos juntos. Cosas
básicas. Cuando tenía unos seis años, operaron a Baxter de una pata y no pudo venir
con ella el fin de semana. Decidimos probar algo diferente. Preparamos un picnic y
vinimos a ver surfistas y acabamos quedándonos casi todo el día. Tendríamos que
habernos ido a casa cuando se puso el sol (hacía frío y sabía que al día siguiente
estaría hecha un oso), pero se lo estaba pasando tan bien corriendo y dando
volteretas en las olas que decidí quedarme un rato. Se hizo de noche y estábamos a
punto de irnos cuando vi una chispa azul en el agua, y luego otra. Cuando rompieron
las olas era como si hubiera cientos de luciérnagas en el oleaje.
—Oh, esta me la sé. —Chasquea los dedos, intentando recordar la palabra—.
Bioluminiscencia. Son algas, ¿verdad?
—Correcto. Algunos tipos de algas utilizan la bioluminiscencia para evitar a los
depredadores, así que cuando se ve perturbada por algo que se mueve a través del
agua, o incluso algo que se acerca demasiado, produce este estallido de luz azul para
ahuyentarlos. —Señalo—. Mira allí.
Se inclina y sigue mi mirada hacia donde un surfista recorre tranquilamente la
superficie camino de la orilla, dejando un remolino de luz azul a su paso.
—No parece real —dice.
122 —Recuerdo el asombro en la cara de Stevie y cómo quería embotellar ese
momento y vivirlo una y otra vez.
Fizzy me mira.
—Esa es la respuesta que deberías haberme dado en tu despacho.
—¿Respuesta a qué?
—Cuando te pregunté sobre lo que te daba alegría.
Mis ojos se mueven como imanes hacia su boca.
—Pero entonces, ¿cómo podría haber monopolizado todo tu tiempo estas
últimas semanas?
Se ríe.
—Además —le digo—, nunca te he preguntado qué te produce alegría.
Fizzy se inclina hacia mí, golpeando mi hombro.
—Esto. Pasar el rato contigo.
—¿Pero antes de convertirme en lo mejor que te ha pasado?
—Jess y Juno. Mi familia. Viajar. —Inhala profundamente—. El sexo. Escribir.
—¿Todavía te sientes atascado?
Ella asiente.
—No recuerdo la última vez que abrí un documento de Word.
—Para ser justos, has estado ocupada. Hay todo un reality show que estamos
planeando.
—Pero quizá sea una excusa conveniente. —Recoge un pequeño trozo de alga
y lo arrastra por la arena—. Cada idea que se me ocurre se desvanece antes de que
pueda siquiera empezar.
—No pretendo entender cómo es esto, pero ¿es algo de lo que hayas podido
hablar en terapia?
—Por supuesto —dice—. Pero me cansé tanto de darle vueltas a lo mismo y no
llegar a ninguna parte. Hacía pequeños ejercicios de escritura, pero me parecían
inútiles. —Se queda mirando el agua durante un largo rato—. Sé que estaré bien si no
vuelvo a escribir. Sé que la muerte de mi escritura no sería mi muerte. Pero echo de
menos a ese yo. Me gustaba esa yo, y no estoy segura de cómo encontrarla.
Centrarme en ello en terapia empezó a empeorarlo, si eso tiene sentido.
—Así es.
—Normalmente soy bastante consciente de mí misma y puedo resolver la

123 mayoría de las cosas, pero esto... —Sacude la cabeza—. Me ha matado. Casi había
perdido el interés en cualquier hombre hasta t... —Hace una pausa, y luego
entrecierra los ojos hacia el océano—. Hasta, ya sabes, el show.
Hasta ti, iba a decir. Mi corazón se retuerce incómodo.
Se aclara la garganta.
—Pero sí, historias de amor. Mi bloqueo cerebral actual.
—Quizá tu cerebro necesite vivir uno para variar.
—Mírate, productor. —Me sonríe—. Cerrando el círculo.
La veo inclinar la cara hacia el cielo, con los ojos cerrados, mientras respira
hondo. Por fin, esta noche, nuestra última noche antes de que me empeñe en ayudarla
a enamorarse de otra persona, puedo admitirlo.
Me estoy enamorando de ella.
—Qué puedo decir —murmuro—. Lo intento.
Veintiuno
Fizzy

S
eré la primera en admitir que soy una persona habladora, pero también
se me da bien el silencio. Jess y yo hemos pasado muchos días de trabajo
sentadas la una frente a la otra en un silencio productivo. Me encantan los
momentos tranquilos con Juno en mi sofá, con su cabecita en mi regazo mientras lee.
Me encanta la serenidad del cielo en una excursión con mi hermano Peter, o la paz
del mah-jongg con mi madre. La verdad es que nunca conocerás a un amante de los
libros que odie la tranquilidad.
Pero después de la fluidez de nuestra conversación de esta noche, este silencio
con Connor es pesado. Uno al lado del otro, sentados en la arena, con las piernas
estiradas y los dedos de los pies mirando al cielo. Se ha arremangado los pantalones,
124 dejando al descubierto los pies, los tobillos y la mitad inferior de las pantorrillas.
Tiene las piernas bronceadas y ligeramente espolvoreadas de vello, musculosas. La
forma en que se apoya en las manos, la cara inclinada hacia la brisa nocturna... es
como si ofreciera su cuerpo a la adoración. Ese pecho geométrico de superhéroe. El
largo cuello, la densidad de sus hombros. Siento que mi cerebro chilla todos los
pensamientos desesperados y sin aliento, como Tu cuerpo es irreal...
y quiero tus manos sobre mi…
y que me folles en la arena…
Pero lo que me sorprende es que el silencio también tiene pensamientos más
tranquilos. Cosas como Me gustas de verdad…
y eres algo así como mi persona favorita últimamente…
y quiero estar emocionada por mañana, pero todo lo que puedo pensar es cómo
no quiero que termine esta noche.
Por supuesto, este último pensamiento aterriza justo cuando Connor tose en su
puño, rompiendo la quietud.
—Así que —dice, y me sonríe tímidamente de una manera que reconoce lo
pesadas que se acaban de poner las cosas, cómo hay algo caliente y tangible en el
aire entre nosotros, pero tal vez si hablamos de ello, se disipará—. ¿Estás lista para
mañana?
Inhalo bruscamente y me siento más erguida. Sí, claro. Contrólate, Fizzy.
—Algo así. Espero poder dormir esta noche. No quiero aparecer hinchada y
ensombrecida mañana.
—Iba a decir —dice sonriendo—, que has aparecido muy tranquila para
alguien que está a punto de salir en televisión.
—No negaré que me he hecho tratamientos faciales con regularidad desde que
acepté hacer esto y he invertido en algunos sujetadores nuevos que desafían la
gravedad. —Se ríe—. Pero también he hecho tantos fichajes en los que la gente me
ha sacado y colgado fotos desde ángulos horribles, que realmente ya no tiene sentido
fingir ser una supermodelo.
—No tienes que fingir —dice—. Siempre me dejas sin aliento.
Los dos nos quedamos quietos, con la mirada fija en las olas, mientras el eco de
sus palabras gira en espiral a nuestro alrededor. Mi pulso se calla por un momento y
luego se acelera, un latido palpitante en mi cuello. Y casi puedo sentirlo en él, cómo
desea que las olas se extiendan hasta aquí y se lleven ese momento.
—Bueno. En fin. —Su voz estalla ahora, manos de jazz, distrayendo—. Pareces

125
más entusiasmada por el primer día de rodaje, al menos. Eso es bueno.
Todavía estoy en carne viva por su declaración. Connor es un roble, y cuanto
más tiempo paso con él, más me doy cuenta de lo a menudo que me siento como una
hoja extraviada al capricho de mis decisiones impulsivas y de mi trabajo, que es una
montaña rusa, e incluso de mi propio estado de ánimo. Siempre me dejas sin aliento,
me dice. No es casual, no se le da bien. Por supuesto que no lo es. Por desgracia, en
parte por eso me gusta. Se mueve firmemente, con intención, por el mundo. Me siento
tan atraída por él que parece magnético.
—Estoy emocionada —admito con cuidado—. Y sé que has hecho un trabajo
increíble con el casting. Dicho esto, espero que haya un concursante en el grupo que
me haga sentir aunque sea una fracción de lo que estoy sintiendo esta noche.
Mantengo la vista fija en el agua, pero noto que se vuelve y me mira.
—¿Qué significa eso? —pregunta.
En lugar de responder, me muevo y, lo bastante despacio como para que
pueda detenerme si quiere, me subo encima de él y me acomodo sobre sus muslos.
—Significa que me siento locamente atraída por ti.
Siento algo con Connor que aún no quiero etiquetar, pero me asusta pensar que
alguna vez tendría que renunciar a él.
—Fizzy.
—¿Sí?
Me mira fijamente, con los ojos ensombrecidos, y ajusta su postura para posar
una cálida palma sobre mi cadera.
—¿No hemos decidido ya que esto es una mala idea?
Su tono no es acusador. Es amable y curioso, y tal vez un poco hambriento.
—Sí. —Trago saliva, controlando mi deseo—. Pero estaba aquí sentada
pensando en lo mucho que quería tocarte y lo asustada que estoy ante la idea de
volver a casa esta noche y no volver a sentirme así.
Connor levanta la mano y me aparta unos mechones de pelo de la cara.
—¿De verdad crees que es posible?
—No lo sé —admito—. Solía sentirme atraída por la gente todo el tiempo. Me
encantaba el sexo. Me gustaba tanto ese lado divertido y aventurero de mí. Estar
cerca de ti... me hace sentir como yo misma otra vez, pero una versión mucho más
aterrizada.
—Eso es bueno, cariño —dice suavemente—. Y permíteme añadir que quizá lo
que también estás sintiendo últimamente sea crecimiento personal. —El viento me
pasa otro mechón de pelo por los ojos y él me lo coloca suavemente detrás de la
126 oreja—. Eres mucho más que tu personaje de autora juguetona, sexy y aventurera. Lo
eres, por supuesto, pero también eres una mujer con profundidad reflexiva y capas
sensibles, y me pregunto si lo que sientes últimamente tiene menos que ver conmigo
y más con la conexión con una nueva faceta de ti misma.
No puedo apartar los ojos de su mirada fija. Mi sangre parece vibrar con lo que
acaba de decir.
—Eso es probablemente lo más profundo que alguien me ha dicho nunca.
Se ríe de esto.
—En cualquier caso, me alegro de que te recuerden antes del show que eres
una persona sexual. Que puedes conectar con alguien de esta manera.
—Y aquí estoy —digo, sonriendo—. Conectando contigo.
Su mirada busca la mía durante un segundo y su expresión se suaviza.
—Mm-hmm.
—No te estoy pidiendo que me beses ni nada más que esto. Yo sólo quería estar
cerca de ti una vez. —Levanto la mano y le rozo la oreja—. Voy a echarte de menos, a
partir de mañana.
Esto le hace sonreír, pero la dirige a mis labios.
—Pero a partir de mañana me verás más a menudo.
—Ya sabes lo que quiero decir.
—Sí, lo sé.
—Tendré que compartirte —digo—. Será raro.
Es la forma en que inclina la barbilla, creo. Sólo la levanta ligeramente, un
pequeño, tácito vamos, entonces.
Me inclino hacia él, despacio, para que pueda apartarse. Pero no lo hace, y en
el momento en que mis labios se encuentran con los suyos, tengo la sensación en
espiral de no haber sido besada nunca antes. Connor es una montaña de hombre,
cálido y macizo, sólido como la roca debajo de mí. Su boca es suave y fuerte,
dominante y flexible. El placer me clava una dulce flecha en el centro del pecho y, en
un instante, nuestro sencillo beso se enciende, todos los sentimientos reprimidos se
desbordan a medida que nuestras bocas se acercan.
Dios mío.
Es el mejor beso de toda mi vida.
Ladea la cabeza, se acerca a mí mejor y más profundamente, sus labios se
separan para introducirse entre los míos, una mano me rodea la cadera para
estrecharme contra él, la otra se desliza por mi cuello y me acaricia la cara.

127 Conozco la pasión —en el calor de muchos momentos, he chocado con paredes
y roto muebles—, pero esto ya es otra cosa. Esto es algo más que impulsos e instintos;
es conexión y anhelo descorchados. La sensación del cuerpo de Connor debajo de
mí no deja lugar a dudas de que podríamos romper cualquier cosa en mi casa, pero
este hambre también es íntima, sagrada; me quema por dentro. Me deshace la forma
en que agita su aliento contra mis labios y los silenciosos gemidos que emite cuando
paso mi lengua por la suya, cuando le rodeo el cuello con los brazos, enredando las
manos en su pelo. Siento un dolor desesperado que me recorre el torso cuando su
mano abandona mi cadera y se desliza por debajo de mi jersey. Su gran palma me
recorre las costillas, me acaricia el pecho y me baja el sujetador mientras me besa
con su boca hambrienta y burlona. Intuyo que, aunque solo lo hagamos una vez,
quiere sentir cada centímetro de mí. Yo también lo quiero, apretando su mano,
animándole con sonidos, con mis dientes rozando su labio inferior, su barbilla,
bajando por la afilada línea de su cuello.
El océano ruge detrás de nosotros, las olas se revuelcan sobre sí mismas para
romper contra la arena. Mis manos recorren la anchura de sus hombros, bajan por su
pecho hasta el plano de su vientre. Tiene las mejillas sonrojadas por el resplandor de
la luna, los labios carnosos y mordidos, los ojos cargados de lujuria. Una marca
florece en la piel de su garganta, tan clara como si yo hubiera grabado mi nombre
allí. Este lugar pertenece a Felicity Chen. Quiero poner mi marca en todo su cuerpo,
reclamando. Me estiro entre los dos, presionando con una mano sobre su forma
maciza, y mi mente toca fondo cuando percibo lo que estoy sintiendo. Es grande, y
mi cuerpo se contrae, de repente, dolorosamente hueco.
Muevo las caderas contra él, pero en lugar de aliviarme, me enloquece. Su
boca persigue mi beso, tragándose el sonido que hago cuando se balancea, la gruesa
línea de su polla presionando exactamente donde lo necesito. Sus manos me acarician
el culo, apartándome y acercándome, una y otra vez, una y otra vez. Sé que podría
correrme así. Está justo ahí, brillando al borde de la sensación, y me debato entre
dejar que mi voraz cuerpo se salga con la suya o arrastrarlo hasta el coche para poder
tomarme mi tiempo.
Pero antes de que pueda desabrocharle los pantalones, aparta mi mano y
vuelve a acercarme las caderas, arqueándose contra mí.
—Llévame a casa —le digo—. Te deseo tanto, Connor. Sólo una vez.
Respira contra mi garganta, con la boca abierta, la forma de mi nombre
impresa en mi piel. Parece que le cuesta un esfuerzo monumental apartarse lo
suficiente como para mirarme, sólo hay un centímetro entre nuestros rostros, pero es
suficiente para que el aire frío y húmedo del océano invada el espacio. Sus ojos se
aclaran y respira hondo, tembloroso. Se inclina, apoya la frente en mi hombro y
exhala lentamente.

128 Finalmente, dice simplemente:


—No.
En mi interior soy una bestia de dientes afilados y rechinantes. Mis manos con
garras se agarran a los barrotes, sacudiendo mi jaula.
—¿Por qué?
—Fizzy. No podemos. —Pero no me suelta. Me atrae hacia su cuerpo,
abrazándome. Connor respira hondo, el pecho se expande contra mí, y luego parece
desinflarse—. No podemos.
En sus brazos, con su respiración profunda marcando el ritmo de la mía, mi
polvo febril se asienta.
—No tendría que significar nada más que dos amigos rascándose un picor —
susurro.
—Por desgracia, sospecho que puede significar mucho más que eso.
Me quedo quieta, aturdida por sus palabras.
—Fizzy. —Una suave rendición cuelga entre nosotros—. Realmente necesito
que este show funcione —dice en voz baja—. No me arrepiento de esto, pero no
puede pasar.
Inclinándome hacia atrás, frunzo el ceño, dibujo una línea desde su frente,
bajando por el ángulo recto de su nariz, sobre sus labios, y suelto un gruñido bajo.
—De acuerdo. Llévame a casa y buscaré en mi mesita de noche el vibrador más
grande que encuentre.
Se ríe y vuelvo a abrazarle, volcando toda mi gratitud en el abrazo. Connor es
increíble. Pienso en este amigo que tengo ahora, este hombre abierto, curioso y
constante. Puede que no llegue a tenerlo, pero al menos puedo conservarlo.
—Me divertí en nuestra búsqueda de la alegría —le digo en el cuello.
—Sí —dice—. Yo también.
—Pero tú eres el que terminó con el manoseo, así que estás obligado a llevarme
al coche.
—¿Es eso cierto?
—Yo no hago las reglas, sólo las sigo.
Puedo sentir el alivio en su risa que sale cálida contra mi pelo.
—De acuerdo entonces.
Me cuesta un poco moverme, con las partes duras deslizándose contra las
blandas y su cara en mis tetas, pero consigue ponerse de pie con mis piernas

129
alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de su cuello. Con un pequeño beso
final en mi mejilla, Connor lleva nuestros cuerpos acalorados de vuelta al
aparcamiento.
Veintidós
Connor

A
noche no pegué ojo. Y no me refiero a que diera vueltas en la cama y me
quedara dormido a una hora intempestiva. Quiero decir que dejé a Fizzy
en su casa, tuve una crisis interna cuando entró y cerró la puerta,
conduje directamente a casa, intenté leer algunas cosas para el trabajo y fracasé, me
fui a la cama, repasé cada detalle del momento en que se subió encima de mí, me
masturbé —y luego otra vez en la ducha— y ni una sola vez, desde el momento en
que entré hasta el momento en que puse la tetera esta mañana, disfruté de un
momento de feliz inconsciencia.
Sólo son las seis, pero este día ya ha durado cien horas.
Gracias a nuestro ridículo presupuesto, nuestro plató para los próximos días es
130 una acogedora cafetería del Gaslamp Quarter. Tenemos todo el local para nosotros
solos, pero hemos pagado al personal para que nos preste servicios artesanales y
hemos contratado a actores para que charlen discretamente en segundo plano. Es un
lugar agradable, con un toldo verde en la entrada, obras de arte local en las paredes
y extravagantes mesas y sillas desparejadas por todas partes. El mostrador delantero
es de madera desgastada y tiene una vitrina llena de dulces que hacen la boca agua.
A los baristas se les paga generosamente por mantener a todo el mundo cafeinado, y
el olor a café y azúcar —junto con los tres cafés espresso que me he tomado desde
que llegué a— es casi suficiente para hacerme olvidar que anoche podría haberme
follado a Fizzy hasta la costa californiana.
Bueno, de todos modos, vamos a encontrar su alma gemela, ¿de acuerdo?
Por supuesto, hoy está increíble. Entra y el corazón se me desploma por el
cuerpo hasta atravesar las tablas del suelo. Me alivia ver que ha seguido las
instrucciones —con Fizzy nunca se sabe— y que ha llegado con ropa cómoda y sin
maquillaje. Sin embargo, de alguna manera, verla dulcemente despeinada, con la
cara descubierta, suave y cálida hace que esto sea mil veces más duro.
El equipo la aclama y la guía hacia la parte de atrás, donde peluquería y
maquillaje han montado una pequeña estación apartada. Tres mujeres la flanquean,
una centrándose en su maquillaje, otra pasándole un cepillo por el pelo y una tercera
mostrándole su vestuario. A mi alrededor hay un bullicio de energía de alto octanaje,
pero me siento como la roca estancada en el centro del río de aguas blancas, atascada
en su sitio.
Porque en medio del caos, hay otra observación que hacer: todavía no me ha
mirado. Más allá de un saludo casual cuando entró, no ha habido nada. Obviamente,
necesito que las cosas sean fáciles entre nosotros en el set. Lo último que queremos
es que alguien perciba tensión después de que hayamos sido muy amigos durante las
últimas semanas. Pero quizás lo más importante es que me gusta. Más que gustarme.
No quiero que las cosas estén mal entre nosotros.
Me acerco a la barra, pido dos cafés y me dirijo hacia donde está ella, con el
ceño fruncido.
—¿Estás bien? —pregunto.
Cierra la aplicación de correo electrónico y desliza el teléfono en su bolso.
—¿No tendrás por casualidad un manuscrito sexy terminado y a mano, verdad?
Sólo necesitaría que me lo prestaras para, hmmm, siempre, y permiso para publicarlo
bajo mi nombre.
Desviar la atención con humor, muy Fizzy.
—No, lo siento. —Le tiendo un café—. Pero tengo esto.

131 Inclina la taza y lee Vanilla Latte escrito en una bonita caligrafía en el lateral.
Estos baristas van a por todas.
—¿Cómo sabes lo que bebo? —pregunta.
—Pediste uno de estos después del Broad.
Al oír esto, el pequeño equipo de embellecedores se aleja -me pregunto si aquí
se lee “Privacidad, por favor” y doy un sorbo a mi capuchino antes de volver a dejarlo.
Lo último que necesito ahora es más cafeína.
Uno de los técnicos de sonido se acerca con el pequeño micro de Fizzy en la
mano.
—¿Lista? —pregunta.
Cuando ella asiente, él lleva la mano hacia la parte delantera de su blusa de
seda y las palabras se abren paso hasta mi garganta:
—Yo me encargo, colega.
Me lo entrega sin indicar que ha oído el tono de mi voz. Pero Fizzy sí. Su sonrisa
es más sonora de lo que podría ser su carcajada.
—Cállate —murmuro sonriendo y le paso el cordón. Le hago un gesto para que
lo deslice bajo el dobladillo de su top y salga por el escote. Una sensación me recorre
el brazo y me envía impulsos eléctricos a las yemas de los dedos. Recuerdo cómo su
pecho me llenaba la mano, el jadeo que soltó cuando cerré el pezón con el dedo
pulgar.
Saca el extremo del cordón del collar y me lo tiende.
Lo cojo y me agacho, enganchando el clip a la parte delantera de su camisa de
la forma más discreta posible. Le hablo al pecho y le pregunto:
—¿Cómo estás, Fizzy?
—Estoy bien, Connor —dice como un robot, y cuando levanto la vista hacia ella,
me está sonriendo.
—Veo que sigues siendo una amenaza. —El dorso de mis dedos roza sin querer
su cuello y su clavícula, y ella aspira un suspiro silencioso—. Lo siento —susurro.
—No pasa nada —me susurra juguetona, y conecto el cable al micrófono.
La tensión palpita entre nosotros. Su piel es tan cálida y suave, tersa y besable.
Tan cerca puedo oler el sutil aroma de su champú y su loción corporal. Me mareo. Me
enderezo y le ajusto el cuello para ocultar el micrófono.
—¿Deberíamos hablar de anoche? —suelta.
Detrás de mí, se oye una tos, un grito ahogado, una carcajada, un carraspeo.
Un vistazo por encima de mi hombro confirma que todos los miembros de la
tripulación que llevan auriculares acaban de prestarnos toda su atención.
132 —¿Te refieres a nuestra conversación sobre el programa de hoy? —pregunto.
La conciencia aterriza y Fizzy asiente lentamente, y luego con más convicción,
gritando en voz alta:
—¡Sí! ¡Por supuesto que esa conversación! ¿De qué otra cosa tendríamos que
hablar?
La miro, conteniendo una carcajada mientras me acerco para apagar el
micrófono.
—Supongo que no necesitamos probar tus niveles de sonido.
Hace un gesto de dolor.
—Deberías poner un cartel o algo cuando necesites que sea sutil. La sutileza
nunca ha sido mi punto fuerte.
—Creo que una regla segura es ser disimulado cuando estemos juntos en el
plató de tu programa de citas.
Me señala con el dedo.
—Bien dicho. Por eso eres el jefe.
En la parte delantera de la blusa de Fizzy hay una etiqueta hecha a medida con
el logotipo de El Experimento del Amor Verdadero y su nombre impreso sobre la
palabra HEROÍNA. Cada uno de los héroes tendrá también una etiqueta con su nombre
y su arquetipo. Es un truco divertido para que el programa destaque, pero también
es un recordatorio de quién se supone que soy. De hecho, probablemente yo también
debería llevar una etiqueta con mi nombre, aunque no estoy seguro de que hubiera
suficiente espacio en ella para todos los recordatorios que necesitaría: Connor Prince
III, sexy DILF sólo como una broma interna, Productor Ejecutivo, No Novio, Ni siquiera
Amante, No Codicies a la Heroína
—Pero sí. Sobre lo de anoche —empiezo, y su expresión decae, la
preocupación creando una suave arruga en su frente. Las palabras se evaporan de mi
cerebro—. Es decir, fue encantador, y sé que lo sabes, solo estoy confirmando.... —
Me mira fijamente, esperando, sus ojos se ablandan mientras lucho—. Probablemente
no deberíamos volver a hacerlo.
Fizzy asiente.
—Estoy completamente de acuerdo. De hecho, llegué a casa y no volví a pensar
en ello, ni una sola vez. Definitivamente no dos veces seguidas.
La fulmino con la mirada.
—¿Podemos al menos tratar de hacer esto con sinceridad?

133 Rory avisa de que estamos a dos minutos de rodar, y Fizzy hace una especie de
gesto de explorador.
—Me estoy esforzando, lo prometo. Sólo los mejores amigos. Pero ¿puedo
decir una cosa más antes de que te vayas?
—Por supuesto.
Señala su micrófono.
—¿Estamos seguros de que esta cosa está apagada?
La miro con recelo y cojo el cordón que cuelga del cuello abierto y se lo
enseño.
—Está desconectado.
—Te prometo que hoy daré lo mejor de mí. No tienes que preocuparte por mi
compromiso con este proyecto. —Una pequeña y seductora sonrisa curva sus labios—
. Pero déjame decirte... —Sus ojos bajan perezosamente por mi cuerpo, se detienen
en mi cremallera y vuelven a subir lentamente—. Buen equipo.
Me da unas palmaditas en el pecho, sonríe y se dirige hacia su sitio mientras
yo me quedo mirándola.
Creo que... ¿acaba de piropearme la polla?
Es una locura que de repente sienta calor en la cara cuando sé a ciencia cierta
que la mayor parte de mi sangre acaba de desviarse en la dirección contraria.
Desconcertado, me tomo un momento para depositar mi taza en el cubo de la basura,
donde un camarero la recoge alegremente. A pesar de lo chocante que puede llegar
a ser Fizzy, es refrescante que alguien diga simplemente lo que piensa. ¿Las cosas
son raras? Hablemos de ello. ¿Nos gustaría follar pero no podemos? Admitámoslo y
sigamos adelante. Nunca he conocido a nadie como ella.
Mientras Rory grita instrucciones, da ánimos a Fizzy y le muestra sus marcas,
se desata un frenesí de actividad. Maquillaje y peluquería se apresuran a hacer los
últimos retoques, el micrófono de Fizzy se prueba una vez más y los actores de fondo
se colocan en posición. Hay una vibración en la sala, un palpitar de entusiasmo. Todo
va a funcionar. El espectáculo va a tener éxito, lo siento en la médula. Será difícil dejar
atrás a Fizzy, pero lo conseguiré.
Me siento seguro de mí misma, en control, creativamente vivo. Respiro hondo
y me doy un momento para apreciar que el trabajo duro nos ha traído hasta aquí y
para sentirme orgulloso de haber aceptado este reto. Todo me parece de puta madre.
Y entonces se abre la puerta del café y entra el primer héroe de Fizzy.

134
Veintitrés
Fizzy

S
oy muy hábil en el arte de la negación. Por ejemplo, me sorprendo
constantemente cuando llega la hora de pagar los impuestos trimestrales.
Canto en el karaoke con Jess y Juno y estoy convencida de que sueno
exactamente igual que Adele. Confío en que si camino cuatro manzanas para tomar
mi café matutino, también me he ganado una galleta.
Y hoy también. Hacía tiempo que sabía que iba a salir en el programa, pero no
es hasta que la maquilladora, Liz, entra para retocarme y la luz calienta mi piel y la
charla de todo el mundo se reduce a un murmullo silencioso por toda la sala cuando
me doy cuenta de que puede que salga fatal en la tele. Puede que no haya recuperado
mi mojo. Puede que sea torpe, aburrida o demasiado vieja para esto.
135 Liz da un paso atrás, examinando el maquillaje que se ha aplicado antes con
tanto cuidado y cantidad que empiezo a sentirme como si fuera una pared a la que le
están poniendo masilla. Un poco más allá de ella, veo a Connor al fondo, su atención
fija en una de las cámaras mientras habla en voz baja con el director. Parece tan
tranquilo, tan preparado. Probablemente lleva semanas pensando en este momento,
elaborando estrategias para todo el rodaje, y aquí estoy yo, dándome cuenta ahora
de que estoy a punto de salir en televisión.
—¿De verdad vamos a hacer esto? —le pregunto a Liz, sentada ante mí con un
juego de pinceles entre los dedos—. ¿Este show? ¿Hoy?
—¿S-sí?
—Por supuesto —digo insensiblemente—. Genial-genial-genial.
Siento que me estudia mientras yo observo el interesante dibujo de las vetas
del suelo de madera.
—¿Estás bien, Fizzy?
—No. —Miro su cara aterrorizada y me doy cuenta de lo que acabo de decir—
. ¡Sí! Quiero decir sí. Estoy genial.
Desaparece, poco convencida. Dios mío, voy a salir en televisión. ¿Por qué no
me puse una máscara anoche? ¿Por qué dejé que me pusieran unos pantalones tan
ajustados? ¿Por qué besé a Connor? ¿Por qué estoy mirando a Connor ahora mismo?
Las cámaras me apuntan, preparándose para mi reacción ante el primer Héroe que
entre por esa puerta. Debería estar sin aliento por la anticipación, pero mis ojos están
fijos en el perfil de Connor, fascinada por lo sexy que se ve cuando está concentrado.
Dios mío, esto va a terminar en un desastre en llamas. Concéntrate, Fizzy.
La directora me llama desde su silla, junto a una de las cámaras más grandes.
Ya he visto a Rory varias veces, pero aquí, rodeada de cámaras y luces, me sorprende
de nuevo lo joven que parece. No puede tener más de treinta años, y con sus vaqueros
rotos, su camiseta de Black Keys y sus largos rizos oscuros cubiertos por una gorra de
béisbol desteñida, domina a la perfección el ambiente relajado de Hollywood. Pero
lo que más me gusta de ella —y lo que más parece molestar a Connor— es la forma
en que le llama continuamente hermano sin ningún tipo de humor intencionado.
—Vale, Fizzy —dice—. Sólo haz lo que harías normalmente en una primera cita,
y estarás genial.
Los caballos salvajes no pudieron evitar que comprobara la reacción de
Connor ante este consejo potencialmente escandaloso, y tal y como esperaba, está
conteniendo una sonrisa cómplice. Habla por el micrófono:
—Toma ese consejo con un grano de sal.
Mi carcajada estalla justo antes de que se haga el silencio en el plató, y resuena
136 unos instantes antes de que todo quede en silencio. Estoy sentada en una mesa para
dos en medio de la sala, preparada para la primera de las tres citas de hoy. Los focos
portátiles están colocados fuera del campo de visión y el calor ya es sofocante,
acentuado por la presión de las expectativas de todo el mundo. Ya he sido el centro
de atención antes. Normalmente, me encanta. He pronunciado discursos y
participado en mesas redondas en innumerables convenciones, he hecho pequeños
programas matinales y he hablado ante lectores de todo el mundo. Pero esto es
diferente. Esta es una televisión de fantasía brillante, a gran escala y con mucho
dinero. Este es el programa que los más mezquinos de nosotros verán, criticarán,
juzgarán y pensarán: “¿Por qué ella?” He asumido una gran responsabilidad, y
sentada aquí cuando es demasiado tarde para echarme atrás... de repente no me
siento preparada.
Con esfuerzo, vuelvo la cara hacia la entrada de la cafetería cuando un hermoso
hombre asiático abre la puerta de un tirón y entra con una sonrisa de infarto. Sus ojos
se cruzan con los míos y esa sonrisa se acentúa, volviéndose real en las comisuras.
Va vestido con vaqueros y camiseta negros, tiene tatuajes en las mangas de
ambos brazos y varios que le suben por el cuello desde debajo de la nuca. Cuando
se acerca, puedo distinguir lo que pone en su etiqueta:
DAX: CHICO MALO TATUADO

Me trago la risa, pero la sonrisa se extiende por toda mi cara. Tengo que
concentrarme mucho para no volverme hacia Connor, para que vea en mi cara lo
mucho que me gusta esto y para que vea, a su vez, lo orgulloso que debe de estar de
haberlo hecho bien. Connor ha trabajado mucho para esto. Me ha escuchado de
verdad.
Pero hablando de escuchar, Dax está aquí, así que me pongo de pie,
saludándole con un medio abrazo, recibiendo su suave beso en mi mejilla.
Con un comprensible toque de timidez, nos sentamos frente a la mesa y
cogemos nuestras aguas al mismo tiempo. El hielo choca contra el cristal cuando
levantamos el vaso y bebemos un sorbo. Conscientes de las cámaras, los equipos, las
luces y el espectáculo completamente antinatural de todo esto, Dax y yo nos reímos
mientras bebemos.
No quería que nada de esto estuviera guionizado, pero ahora desearía haber
practicado algo —literalmente cualquier cosa— para abrir esta primera cita. El
sábado, millones de personas se sentarán en sus salones y me verán pasar a tientas
por este momento.
Pero si hay una experta en citas en algún sitio, esa es Fizzy Chen. Así que
empujo este pequeño y aterrorizado instinto de vuelta a su polvoriento rincón y miro
137 a Dax directamente a los ojos.
—Estamos poniendo el listón alto, ya veo.
Se ríe y me da una mirada juguetona.
—Ya lo creo.
Extiendo mi mano a través de la mesa.
—Encantada de conocerte, Dax.
—Encantado de conocerte también, Felicity.
Me agarra la mano durante un prolongado y coqueto latido. Su voz es
naturalmente grave y un poco áspera, sus dedos ásperos y secos, la palma callosa.
Todo en él es áspero, y me gusta. Es el equilibrio perfecto entre ardiente y
pecaminoso. Bien hecho, Connor.
¿Pero le digo a Dax que me llame Fizzy? Me gusta cómo suena Felicity en su
voz. Suena sucia y juguetona, y ese es el papel que le han dado, el que le han mandado
abrazar. Y pienso en el público que me observa, en que no conocerán mis
pensamientos a menos que los diga en voz alta, y en que no quiero que piensen que
mantener las cosas formales es una medida de mi interés.
—Todo el mundo me llama Fizzy —le digo, soltando el apretón de manos—.
Pero me gusta cómo dices Felicity.
—Felicity es, entonces.
Sonrío en señal de acuerdo.
—Entonces, Chico Malo Tatuado.
Asiente con la cabeza.
—La parte tatuada se explica por sí misma. Pero, ¿por qué chico malo?
—A ver si lo adivinas.
Me inclino hacia él, tarareando, estudiando. Su mirada es afilada, confiada.
Pienso en sus manos callosas.
—¿Temerario? Apuesto a que te gustan los deportes extremos.
Dax se ríe.
—Paracaidismo, escalada, lo que quieras, sí.
—Santa mierda. —Golpeo la mesa—. Estoy bien.
Un ayudante de producción agita una tarjeta roja justo detrás del hombro de
Dax, una técnica que Connor estableció para recordarme que no dijera palabrotas
como un marinero. Tiene el efecto añadido de recordarme que Connor está ahí
138 mirando, que sus manos son enormes y cálidas, y la forma en que anoche me metió
una bajo el jersey, me cogió el pecho, y la yema del pulgar rodeó el apretado pico
mientras sus besos se volvían impacientes y ásperos.
Concéntrate, Fizzy.
—Quiero saber algo —digo, inclinándome más para tapar la forma de los
anchos hombros de Connor en el fondo.
Dax también se inclina, sonriendo tímidamente.
—Cualquier cosa.
—¿Cuál es tu tatuaje más feo?
Cuando echa la cabeza hacia atrás y se ríe por sorpresa, la vieja Fizzy se fijaría
en la larga garganta de Dax, en ese pico masculino de la nuez de Adán y en cientos
de cosas más sobre él, porque es guapísimo. La vieja Fizzy se saltaría las normas a
diestro y siniestro, planeando encuentros con estos concursantes a deshoras. Mi
caravana en el callejón de atrás estaría bien.
Ahora, por muy carismático que sea, por mucho que aprecie su atractivo
sexual, la idea de quedar con Dax más tarde me deja en blanco por dentro. Lo único
que puedo hacer es concentrarme en no volver los ojos hacia Connor, que está en el
fondo, para medir su expresión mientras nos observa flirtear.
Pero al final, la cita con Dax es objetivamente genial. El regocijo que muestra
cuando me enseña un tatuaje horrible de una sirena en el hombro dice tanto de su
sentido del humor y de su disposición a hacer el tonto delante de la cámara que
realmente disfruto hablando con él. Es coreano-americano de tercera generación, ha
ganado todo tipo de competiciones de trucos de BMX (que estoy seguro impresionan
mucho a los que saben algo de BMX), y resulta ser un gastrónomo sorpresa, con
amigos en el negocio de la restauración por toda la ciudad.
La siguiente cita con el otro héroe, si es posible, es aún mejor.

ISAAC: NERD CALIENTE

Entra en la cafetería, un hombre negro de 1,90 m y gafas, y un silencio de


aprecio se apodera de la sala.
Se sienta frente a mí, con su etiqueta con el nombre de Héroe pegada sobre un
pectoral que puedo ver perfilado bajo su sencilla camiseta blanca, y se las arregla
para hacer que la inteligencia artificial suene sólo moderadamente aterradora antes

139 de centrar toda su genuina atención en mí. Cuando por fin recupero las palabras,
hablamos de libros, de los problemas de los hermanos mayores, de nuestros memes
favoritos y del desdén que compartimos por tener que ir al banco o a correos en
persona. Por primera vez en más de una hora, olvido que hay cámaras captando cada
expresión que pasa por mi cara. Me gusta, y al final de nuestro tiempo juntos estoy
realmente decepcionada de verle marchar.
La tercera cita es la primera falta real.

BENJI: VAQUERO

Físicamente, Benji —conocido como Tex— es estupendo, pero la energía no es


la adecuada. Veo a Connor paseándose detrás de una pared de pantallas mientras
nos interrumpimos entre nosotros, intentando llenar los silencios al unísono. Cuando
me pregunta qué opina mi padre de que su hija se gane la vida escribiendo novelas
románticas, yo le pregunto a él qué opina su madre de que él se gane la vida
montando a caballo y observo la confusión que se dibuja en sus facciones.
Cuando llega el final de nuestra cita y Tex se marcha, me pongo en piloto
automático. Sin pensarlo, me dirijo a Connor, que está frente a un monitor revisando
las imágenes. Se gira al sentir mi mano en su brazo y me sigue hasta un rincón a la
sombra.
—¿Qué pasa? —pregunta, preocupado. Se inclina un poco, quedando frente a
frente—. ¿Estás bien?
Me doy cuenta de que no necesito nada. Sólo seguía un instinto de estar cerca
de él, de alimentar ese morbo que llevo dentro y que se recarga en su presencia.
Quiero que me calme.
Y esta vez soy lo suficientemente inteligente como para apagar mi micrófono.
—Sólo quería saludar.
Sonríe.
—Hola.
—¿Estás bien?
—Sí —dice alegremente—. ¿Por qué?
Veo la mentira en la tirantez de su frente, pero tal vez estoy leyendo demasiado
en esto y no se trata de verme en las fechas después de nuestra órbita de flexión en
seco joroba, pero la presión de, ya sabes, tener su sustento pendiendo de un hilo de
todo este proyecto.
—Nada. Bien. —Miro más allá de él, por la ventana de la cafetería y hacia la
calle, donde algunas personas merodean fuera, claramente curiosas por lo que está
pasando dentro, por lo que todas estas cámaras están haciendo aquí—. Parecías
140 estresado cuando las cosas con Tex se estaban estancando.
La profunda risa de Connor me hace vibrar el brazo.
—Se estaba volviendo un poco incómodo, lo que no hace buena televisión. Pero
que tú le sermonees sobre lo que es el BDSM nos devuelve a la buena televisión.
Me acicalo como si acabara de hacerme el mayor de los cumplidos.
—Entonces, ¿supongo que es bueno tener unos cuantos trapos sucios?
—Absolutamente. No hay que destacar si tienes química con todos. —Se rasca
la barbilla—. Parecía que realmente congeniabas con Isaac.
—Por supuesto que sí. Tus habilidades de casting son inigualables.
Sonríe con fuerza.
—Salud.
—Pero —le digo—, ¿sabes lo que se me ha ocurrido hoy?
—¿Qué es eso?
—Puede que sepas quién es mi mejor pareja de ADNDuo.
Sacude la cabeza.
—No.
—¿En serio? —Me siento aliviada. Yo sería implacable, molestándolo
constantemente.
Connor se ríe.
—En serio. Conozco el rango, sé que hay algunos buenos aquí, pero sólo Rory
sabe de quién es la puntuación más alta. —Ambos miramos a la directora, que parece
estar aprovechando esta pausa para hablarle a Brenna al oído. Connor me devuelve
la mirada—. Pero puedes especular y pensar en voz alta en los confesionarios.
—¿Cuándo lo haremos?
—Rodaremos la primera mañana por la noche después de la última cita. ¿Te
parece bien?
—¿Me entrevistarás por esto?
—¿Yo? —Adorablemente, se señala el pecho—. ¿Por qué?
—Porque estás bueno y tienes acento. Esto puede sorprenderte, pero a las
chicas les gustan ambas cosas.
—Pero soy productor.
—Espera, ¿qué? —pregunto con fingida alarma.
Se ríe.

141 —Estarás sola en el confesionario. Sólo tendrá que hacer un resumen de cada
cita. Te haremos preguntas a través de un auricular, y...
—¿Me vas a meter sola en una habitación con una cámara y confiar en que no
se salga todo de madre?
Connor se detiene y respira hondo por la nariz. Levanta una mano, haciendo un
gesto a Brenna, que se acerca corriendo inmediatamente.
—¿Qué te parece si nuestra anfitriona, Lanelle, entrevista a Fizz...?
—Te quiero a ti, Connor. —Mirando a Brenna, me apresuro a decir—: Eso ha
sonado mal. Esto es puramente un deseo profesional.
—No tengo ni idea de lo que estamos hablando —dice—, pero acabas de
sacarme de oír hablar de la vez que Rory perdió un contacto en el mosh pit de un
concierto de Social Distortion y toda la multitud se paró para ayudarla a encontrarlo.
Estoy feliz de estar aquí.
Connor y yo le dedicamos el compasivo momento de silencio que se merece,
y entonces él se vuelve y ofrece una sonrisa de disculpa.
—Fizzy, no puedo estar en pantalla. ¿Has conocido ya a Lanelle?
—Sí, y es genial. Pero te conozco mejor a ti. Eso se verá en la pantalla.
—No soy actor —dice.
—Yo tampoco. —Le hago un gesto, desde la parte superior de su sexy cabeza
hasta la longitud de su sólido cuerpo—. Y te engañas a ti mismo si crees que todo esto
no se hizo para estar delante de una cámara. —Me giro hacia Brenna—. ¿Qué te
parece? Imagina la reacción del público femenino.
Sin darse cuenta de que la habían llamado para arbitrar, Brenna parece que
preferiría volver a escuchar las escapadas de Rory en el mosh pit.
—Quiero decir —dice con una mueca de dolor—, Fizzy no se equivoca. Estás
tan bueno como cualquiera de los Héroes, de una forma totalmente objetiva, como si
fueras mi superior en el trabajo, por supuesto. Y ambos tienen química.
Le hago un gesto.
—Dale a esta mujer un aumento.
—Yo… —Connor dice, pero yo salto de nuevo, yendo a matar.
—Tú mismo dijiste que no querías que el programa estuviera excesivamente
producido. ¿Eso no incluiría editar las entrevistas para que parezca que estoy
hablando con alguien cuando no es así? Hablemos de verdad. Los espectadores
deberían verme escuchar las preguntas y reaccionar en tiempo real.
Connor se pasa una mano exasperada por la cara y luego vuelve sus ojos

142 verdes hacia mí.


—Muy bien. Tengo mi propia petición.
—Un quid pro quo. Lo respeto.
—Estaba pensando en lo genial que sería si pudieras convencer a River para
que apareciera en el primer episodio. Que guíe a los espectadores a través de la
ciencia.
Suelto una carcajada. Este pobre hombre ingenuo.
—No conoces a River Peña. Antes se moriría.
—Lo suponía —dice—. Pero también sé lo persuasiva que puedes ser.
Se hace un silencio incómodo.
—Sólo voy a... —Brenna señala detrás de ella antes de dirigirse en otra
dirección.
Vuelvo a mirar a Connor.
—River está fingiendo que nada de esto está pasando. Nadie es tan persuasivo.
—Basándome en mi experiencia personal, no estoy de acuerdo.
Connor me dedica una sonrisa cómplice y, aunque nada me gustaría más que
quedarme coqueteando con él todo el día, tiene razón.
—No estoy segura de poder convencer a River de hacer algo, pero una buena
idea es una buena idea. No prometo nada, pero lo intentaré.
—Lo mismo digo sobre los confesionarios. No puedo prometer nada —dice, y
me tiende la mano para que se la estreche—, pero lo intentaré.
Connor rodea la mía con su mano y nos estrechamos una... dos veces... y nos
soltamos de mala gana. Mira brevemente por encima de su hombro, luego de nuevo
a mí.
—¿Estás bien?
Asiento con la cabeza y veo cómo se acerca a Rory para discutir algo. Liz viene
a buscarme para preguntarme si necesito algo antes de terminar el día. Le digo que
nada, pero eso no es exactamente cierto. Lo que necesito es que Connor Prince III
haga algo que haga que no quiera estar cerca de él a cada segundo, y necesito que
lo haga pronto.

143
Veinticuatro
Connor

L
os martes me levanto antes del amanecer y tengo un breve momento de
felicidad profesional antes de que el miedo me golpee como un
perseguidor de sombras. La sesión de ayer fue buena —brillante, de
verdad—, pero si pensaba que ver a Fizzy flirtear con un montón de hombres
guapísimos e interesantes delante de mí iba a ser difícil, sólo tenía razón en parte.
Fue insoportable. Y no hemos hecho más que empezar.
La verdad es que, si durante el casting pensábamos que teníamos algo entre
manos con los chicos, esa sensación se multiplicó por diez al verlos delante de la
cámara con Fizzy. Hubo un puñado de momentos incómodos, y no todo el mundo
congenió, pero su química con un par de ellos era fuera de serie, lo bastante palpable
144 como para sentirla hasta en la aldea del vídeo, donde algunos de los peces gordos la
estaban viendo en los monitores. Al final del día me felicitaron con el símbolo del
dólar en los ojos, sintiendo ya los zarcillos de algo grande. Yo debería estar extasiado,
animado por su entusiasmo y planeando cómo aprovecharlo. Y lo estoy.
Pero también soy un poco enamoradizo.
No hay mejor manera de distraerme que el ejercicio. Y es lo bastante temprano
como para tener tiempo libre incluso después de correr. Llamo a Stevie, la pongo un
poco a prueba y le deseo suerte en el examen de las capitales de los estados. Acabo
de colgar y salgo por la puerta cuando suena mi teléfono. Pensando que es Stevie otra
vez, contesto sin pensar.
No es Stevie.
—Hola, papá. —Bajo las escaleras trotando—. Voy de camino al trabajo. ¿Puedo
llamarte luego?
—Sólo necesito un minuto.
Hago una pausa en el camino de entrada y respiro para calmarme. Siempre es
la misma mierda: mi tiempo no es importante; su llamada es urgente. Y sé lo que me
espera. Subo, el teléfono se conecta al Bluetooth y la voz de mi padre llena el coche.
—Hablé con Stefania la semana pasada y me dijo que ahora te dedicas a los
realities. ¿Es cierto? —Juro que ya no tengo que contarle nada a nadie, porque mi hija
siempre lo hará por mí. Tampoco estoy seguro de si me molesta más que lleve una
semana dándole vueltas al asunto y me lo pregunte ahora, o que la última vez que
hablé con él fuera hace más de cuatro meses. Me alegro de que su relación con Stevie
sea mejor que la que tenía conmigo, aunque sea un poco, pero con él todo tiene un
precio—. Cuando hablamos dijiste que estabas trabajando en otro proyecto de
conservación.
Esta no es una conversación que quiera tener con mi padre ninguna mañana, y
menos hoy.
—La empresa está probando algunas cosas nuevas este año. Soy parte de eso.
—Los Ángeles tiene muchas empresas mejores, Connor.
Miro fijamente por el parabrisas.
—Papá, déjalo. No quiero vivir en Los Ángeles. Vería a Stevie una vez al mes,
si eso.
—Los niños son adaptables —dice, y cuando no digo nada en respuesta,
continúa—. Escucha, ya sabes cómo me siento. Podrías haber venido fácilmente a
trabajar para mí, en la alta dirección desde el principio, con un sueldo de siete cifras,
pero bien. Estabas haciendo un trabajo importante. —Oigo sus comillas y me trago
145 un improperio. Discutir con él nunca merece la pena—. ¿Ahora tengo que soportar
que mi hijo se gastara doscientos de los grandes en la escuela para poder filmar a un
puñado de amas de casa?
Me muerdo la bronca que tengo en la punta de la lengua, sabiendo que, de
todos modos, no servirá de nada.
—No son amas de casa, papá. De todos modos, es algo puntual. La empresa
necesitaba oportunidades para colocar productos y me pidieron que lo hiciera. Es un
presupuesto enorme y ya me han dado luz verde para hacer mi próximo documental
cuando termine esta serie.
Me estremezco ante la jactancia que oigo en mi propia voz, el patético intento
de ganarme su aprobación.
—¿Y luego qué? Sigues siendo su recadero la próxima vez que ellos...
—Papá. Suficiente.
Se calla inmediatamente. Rara vez le levanto la voz.
Poco después de su aventura de vacaciones con mi madre, se casó con una
mujer con la que había salido de vez en cuando en la universidad, y tuvieron un par
de hijos. Cuando me mudé a Estados Unidos, viví con ellos dos años. Mi padre es un
multimillonario que posee una de las mayores empresas inmobiliarias de Estados
Unidos, y para mí, un adolescente criado por una madre soltera y pobre, el dinero era
poder. Era intimidante y estricto; papá y yo nunca discutimos porque, como mis dos
hermanastros, nunca me atreví a replicarle. Nos sermoneaba a todos mientras nos
sentábamos en silencio a hurgar en nuestra pasta demasiado cocida. Me mudé en
cuanto pude, conseguí una beca parcial para la UCLA y trabajé de camarero para
pagar el resto de la matrícula y mis estudios de cine en la USC.
Pensé que cuando naciera Stevie, vería a esta niña perfecta y se convertiría por
arte de magia en un ser humano decente, pero por supuesto no fue así. Quiere a su
nieta tanto como es capaz de querer a cualquier cosa, pero la única vez que me ha
dicho que hice un buen trabajo fue cuando Nat y yo nos separamos, y aparentemente,
deshice todo eso siguiéndola a San Diego. En sus palabras: ¿Qué clase de hombre
hace eso?

—Muy bien —dice—. ¿Cuál es el programa? ¿The Bachelor versión diez-punto-


cero?
¿A Fizzy le pasa esto cuando la gente se entera de que es escritora romántica?
¿La comparación instantánea con la gran propiedad con la que todo el mundo está
familiarizado?
—Sí, papá. Algo así. Escucha, tengo que irme. Estoy a punto de entrar en el

146 punto muerto de la autopis...


Termino la llamada, haciéndole creer que se ha cortado.

Cuando entro en el plató, mi tensión es lo más parecido a la normalidad. Y me


sorprende sentir que mi pulso se calma aún más por asociación: Fizzy se puede
encontrar aquí.
Sería un eufemismo decir que el decorado es similar al de ayer, porque de
hecho es exactamente el mismo. Queremos que parezca que las citas tienen lugar el
mismo día, así que los pasteles de la vitrina se han reproducido, las pilas de tazas se
han colocado exactamente igual y los actores están en los mismos asientos que
cuando dimos la señal de corte al final del día. Incluso Fizzy lleva el mismo traje, un
top de seda suave y unos pantalones negros ajustados, y está, si cabe, aún más guapa.
A pesar de cómo empezó mi mañana, sólo estoy ligeramente sobrecafeinado
cuando entra nuestro primer Héroe.
EVAN: EL QUE SE ESCAPÓ

Si hay algo que se puede decir de Felicity Chen es que no decepciona. Cuando
Evan entra por la puerta, los ojos de Fizzy se dirigen directamente a su entrepierna
antes de girar salvajemente hacia mí. Consigo contener la risa, pero Fizzy no tiene
tanta suerte. Suelta lo que sólo puede describirse como una carcajada que detiene
literalmente a Evan en seco. Un murmullo de risas se extiende por toda la tripulación
mientras Fizzy se tapa la boca con una mano. Rory me mira. Sin mediar palabra, me
pregunta si deberíamos volver a grabar la entrada de Evan, y yo niego con la cabeza,
confiando en que Fizzy pueda salvar esto con una broma y un momento de frivolidad.
Pero es Evan quien me sorprende cuando sigue caminando y se detiene frente a su
mesa con una sonrisa divertida.
—No te preocupes —dice con una risa burlona y se señala la cadera—. Ya no
existe. Bart Simpson ya no existe.
Se ríe.
—Es lo mejor, créeme. —Fizzy se levanta y rodea la mesa para abrazarle—.
Probablemente haya mucha gente confundida viendo esto ahora mismo —dice una
vez que están sentados uno frente al otro.
Evan sonríe a la mesa y se sonroja. A unos metros detrás de mí, una de las
mujeres del equipo suelta un suspiro.
147 Vuelve a levantar la vista y sonríe a Fizzy.
—Entonces la gente debería saber que me hice un tatuaje bastante
desafortunado en un lugar muy desafortunado, y Fizzy fue la única persona que fue
sincera conmigo. De hecho, debería agradecerle sus comentarios por el noventa por
ciento del sexo que he tenido en los años desde que rompimos.
Fizzy se ríe entre las manos.
—Me alegro por todos los implicados.
—Hablando de felicidad para todos... —Señala las luces y las cámaras
apuntándoles—. ¿Cómo te está tratando todo esto de ser famosa?
—Sabes —dice—, tengo que sentarme aquí toda profesionalmente arreglada
mientras decenas de pretendientes son traídos uno tras otro. He estado peor. —
Sonríe, más tranquila ahora. No percibo ninguna chispa romántica, pero ya se les ve
cómodos juntos, lo que encantará al público—. ¿Qué has estado haciendo
últimamente?
—Después de salir juntos y recoger los pedazos de mi vida —dice con una
sonrisa socarrona—, probé suerte como barista a tiempo parcial mientras seguía
superándome como estudiante en la UCSD. Llevo allí unos ocho años.
—Ocho años dan para superarse.
—Mucha gente va a la escuela durante ocho años —dice.
—Y tienen sus propias plazas de aparcamiento en los hospitales y la palabra
médico delante de su nombre.
Evan se inclina.
—¿Has estado hablando con mi madre?
Todo el equipo contiene la risa y yo suelto una larga y constante exhalación.
Fizzy es una maldita estrella.

ARJUN: MR. DARCY

La segunda cita del día se presenta con un traje a medida de Gucci y unos
zapatos Oxford de cocodrilo que cuestan más que el primer coche de la mayoría de
la gente. Fizzy está visiblemente poco impresionada. Al final de la cita, me lanza una
mirada plana que, a estas alturas, puedo interpretar correctamente como que el Sr.
Darcy era gruñón pero amable. Ese tipo era un ególatra.
148 La tercera cita promete.

COLBY: SEAL DE LA MARINA

Colby mide más de dos metros y es un muro de músculos. Lleva el pelo negro
corto y está bronceado gracias a su tez aceitunada y a las mañanas que ha pasado
luchando contra las corrientes en la playa de Breakers. Cuando toma asiento frente a
Fizzy, tengo que contener una oleada de pura irritación celosa por lo bien que se ven
juntos. Pero su conversación es... francamente aburrida. En su favor, Fizzy se esfuerza
por llevar el tibio vaivén, pero se le escapa un grito ahogado cuando él admite que
no ha leído un libro de verdad desde que se publicó El código Da Vinci en 2003.
El productor que hay en mí necesita que la próxima vez sea un éxito.
Pero el chico que besó a Fizzy hace dos noches espera en secreto que todo se
vaya al traste. Por desgracia para él, no es así. Entra:

NICK: ROLLO DE CANELA

Nick es todo lo que era en su audición, y cuando entra, arrastra consigo un aura
de afabilidad y una bruma de sexualidad que parece brillar por toda la habitación.
Fizzy comienza a levantarse, aparentemente sin darse cuenta, en cuanto le ve. Se
saludan con un prolongado abrazo y tengo la sensación de estar presenciando algo
inmediato e íntimo. Es el tipo de conexión que me hace sentir como verlos practicar
sexo, y entonces mis reflejos me dan una patada en las pelotas por pensarlo.
El equipo se queda embelesado. En un momento dado, Nick le habla de una
camada de cachorros que están esperando en su oficina, y Fizzy le hace prometer que
la mantendrá informada.
En un acto de autopreservación, consigo no prestar atención al resto de la cita.
A continuación, obtenemos:

JUDE: VAMPIRO

No estoy seguro de lo que Fizzy esperaba cuando puso vampiro en la lista de


arquetipos, pero espero que Jude encaje. Creo que incluso podría sorprenderla. Jude
entra por la puerta y cruza hacia Fizzy en un par de zancadas. Radiante, se levanta y
le saluda con un abrazo. Sus orejas brillan con piercings de plata, lleva un aro en el
labio y otro en la nariz, y va vestido de negro monocromático y caro de la cabeza a
los pies. Tiene el mismo aire cool que Fizzy.
Jude retira la silla de Fizzy antes de pasar a la suya, y yo estoy en vilo esperando
la revelación.

149
—Así que eres mi Vampiro. —Fizzy le dedica una mirada apreciativa. Una de
las cámaras se acerca lo suficiente como para captar la forma en que cruza las piernas
por debajo de la mesa, su pie de tacón alto casualmente viene a descansar contra la
pierna de él. Genial para la audiencia, terrible para mi salud mental.
—Eso parece —dice con una sonrisa burlona—. Me alegro de conocerte por
fin, Fizzy. Me estaba poniendo muy nervioso. No creía que fuera posible, pero eres
aún más guapa en persona.
No se detecta ni un ápice de insinceridad. Mirando a mi lado, Brenna emite un
pequeño chillido encaprichado antes de taparse rápidamente la boca. Por fuera estoy
completamente impasible. Por dentro, estoy echando humo con el vampiro Jude.
Levanta su café en un brindis.
—Espero que esta sea la primera cita de muchas.
Visiblemente encantada, Fizzy choca su taza con la de él y ambos beben.
—Háblame de ti, Jude. ¿Qué hace exactamente un vampiro para ganarse la vida
en estos días?
—En realidad, soy flebotomista —dice con una sonrisa cómplice.
Y ahí está. Dios, he estado esperando este momento.
Fizzy golpea la mesa con la mano y suelta una sonora carcajada de sorpresa.
Sus ojos se desvían justo a la izquierda de Jude para encontrarse con los míos al otro
lado de la cafetería.
Esa risa es sólo para mí.

150
Veinticinco
Episodio Uno Transcripción del confesionario

Connor Prince: Fizzy. ¿Qué tal?

Fizzy Chen: Estoy genial ahora que estás aquí.

Connor: [risas] Como es nuestro primer programa, deberíamos explicar a los


espectadores lo que estamos haciendo. Me llamo Connor Prince y soy uno de los productores
de El Experimento del Amor Verdadero. Tendrán que perdonarme por estar un poco nervioso.
No se suponía que yo estuviera de este lado de la cámara.

Fizzy: Un descuido que me alegro de haber rectificado.

Connor: Como algunos de ustedes viendo puede haber descubierto por ahora, Fizzy
puede ser muy persuasiva.

151 Fizzy: No eres la primera persona que dice eso.

Connor: Lo creo. Ya has conocido a tus ocho Héroes. ¿Cómo te sientes?

Fizzy: Cómo me siento, vamos a ver. En mi libro Paraíso Soñado, la protagonista,


Jacqueline, lleva tres años naufragando. Es fuerte y consigue sobrevivir, pero cuando la
rescatan y se encuentra a salvo en el camarote del capitán, está tan hambrienta y abrumada
por todos los manjares que hay a bordo que se atiborra de comida hasta que no recuerda ni
su nombre. Me siento un poco así.

Connor: ¿Demasiado de algo bueno?

Fizzy: Tal vez.

Connor: ¿No es el héroe de ese libro el médico del barco?

Fizzy: ¡Lo es! Y se queda a su lado toda la noche para cuidarla y curarla.

Connor: [risas] Esta es una historia muy Fizzy.

Fizzy: Voy a tomar eso como un cumplido.


Connor: Bien, porque lo es. No queremos influenciar a nuestros espectadores, que
empezarán a votar en cuanto se emita este episodio. Pero dime tus primeras impresiones de
cada uno de sus Héroes. Empecemos con Dax, nuestro Chico Malo Tatuado.

Fizzy: Oh, pobre Dax. Le ha tocado directamente, torpe Fizzy.

Connor: No parecías nerviosa en absoluto. Yo diría que ustedes dos tenían una
conexión.

Fizzy: Creo que sí, también. Definitivamente no voy a hacer paracaidismo ni escalada
ni lucha de osos con él, pero estuvo genial.

Connor: A continuación, tuvimos Isaac, Nerd Caliente.

Fizzy: También genial. ¿Has visto sus brazos?

Connor: Creo que toda América vio sus brazos.

Fizzy: Toda América tiene suerte. ¿Sería demasiado atrevido pedirle que la próxima
vez vaya sin camiseta?

Connor: Tal vez un poco. Parece que congeniaron bien.

152 Fizzy: Yo también lo creo.

Connor: Héroe número tres, Benji, alias Tex, nuestro Vaquero.

Fizzy: Sé que se supone que no debo influir en el público, por lo que puedes cortar
esta parte, pero me preguntó lo que mi padre piensa de mí escribiendo romance.
Inapropiado y raro.

Connor: ¡Cambiando de tema! El siguiente fue Evan, El Que Se Escapó y el único de


nuestros Héroes que has conocido antes.

Fizzy: Así es. Salimos unos meses cuando teníamos veintitantos. Es un tipo muy bueno.

Connor: Que resultó tener un tatuaje desafortunado.

Fizzy: Ay, caramba.

Connor: En efecto. Pero parecía agradecido por tus comentarios.

Fizzy: [risas] Eso es porque Evan es despreocupado. Su vaso siempre está medio
lleno.
Connor: Apostaría a que el tuyo también.

Fizzy: Eso depende de lo que haya en el vaso...

Connor: Descarada. Pasemos a Arjun, nuestro Sr. Darcy. ¿Qué te parece?

Fizzy: Que apuesto a que su cajón de calcetines está clasificado por colores.

Connor: [risas] ¿Qué pasa con Nick, el Rollo de Canela?

Canela: Este arquetipo está un poco más rebuscado, así que para los espectadores
que no lo sepan, un Rollo de Canela es un héroe que es dulce y comprensivo. Se preocupa
por los intereses de la heroína.

Connor: Correcto.

Fizzy: Sabes, debajo de esos trajes tienes algunas tendencias de Rollo de Canela.
Tantas capas, Connor Prince III. Incluso podría decirse que me resulta difícil identificarte.

Connor: Ya me conoces, como una cebolla.

Fizzy: O un pastel. Pero volviendo a Nick. Me gustó.

153 Connor: Eso es bueno, estoy seguro de que llegó a la audiencia. Háblame de Colby,
el SEAL de la Marina.

Fizzy: Realmente me gustaría que ampliara sus opciones de lectura.

Connor: [risas] Estoy seguro de que también lo disfrutaría. Luego tuvimos a Jude.

Fizzy: El Vampiro. Era muy divertido.

Connor: ¿Es importante para ti el humor?

Fizzy: Por supuesto. Necesito a alguien que no se tome demasiado en serio a sí mismo,
que pueda dejarse llevar y divertirse, aunque esté fuera de su zona de confort.

Connor: ¿Bailar como si nadie estuviera mirando?

Fizzy: O cantar en un concierto de boy band como si nadie pudiera oír.

[ambos ríen]
Veintiséis
Fizzy

D
urante los primeros veinte minutos después de llegar a casa de Jess el
viernes por la noche, descargo sin aliento cada detalle que puedo
recordar de las ocho citas. Las caras de los Héroes, su ropa, sus voces,
sus trabajos, si me gustaron, de qué hablamos, qué tipo de bromas hicieron.
Cuando describo el hilarante momento en que mi ex entró en la cafetería, con
una sonrisa de complicidad pintada en su bonita cara —y una sonrisa aún mayor
pintada en la de Connor—, Jess asiente en señal de reconocimiento.
—¿Es Evan el del tatuaje que odiabas? —pregunta—. ¿Tiene esa gran risa?
—Actualización, que era el tipo con el tatuaje. Se lo quitó. Y sí, chino americano,

154
jugaba softball con mi hermano. Puse su nombre en la lista porque mi pasado de citas
está plagado de minas terrestres, y Evan es un buen tipo, si no el salvador sexual que
necesito. Pero ahora le estoy dando las gracias a mi pasado por incluirle —le digo—.
Es genial, y si todos estos otros hombres resultan ser unos fiascos, al menos Evan y yo
podremos pasar unas divertidas vacaciones juntos en Fiyi.
—O quizás las cosas sean diferentes esta vez, sin Bart Simpson interponiéndose
entre ustedes.
—Tal vez.
—Así que dame una calificación, ¿quién es la mejor elección hasta ahora?
—Probablemente Isaac. Era... —Hago una pausa dramática y sacudo la cabeza
para despejarla—. Estaba tan bueno, Jess. Y tan interesante.
—Ya veoooo. —Ella se inclina hacia adelante, comiendo esto—. ¿Y había
chispas? ¿Fuegos artificiales? ¿Campanas sonando de fondo?
—Quién sabe. Supongo que eso lo decidirá el público. —Si Jess percibe el
subtexto, que incluso después de la primera ronda de citas ya estoy considerando
que podría no enamorarme de uno de estos héroes objetivamente fantásticos porque
no puedo dejar de mirar por encima de sus cabezas al productor ejecutivo de fondo,
no lo muestra. Está demasiado ocupada viviendo a través de mis locas aventuras de
citas. Como en los viejos tiempos.
—¿Veremos el primer episodio juntas mañana?
—Sólo necesito asegurarme de que Connor no planeaba que yo lo viera con él,
pero por lo demás, sí.
Jess entrecierra los ojos.
—Como, ¿sólo ustedes dos?
—No —digo, pero la palabra suena insegura, como si realmente quisiera decir
“tal vez”.
—Fizz —dice en voz baja.
—¡Bueno, tal vez estaba planeando algo!
—¿Por qué iba a planear verlo sólo contigo?
—No, no, como... —Exhalo, haciendo una mueca de dolor—. Bien, tengo algo
que decirte, pero no puedes enfadarte conmigo.
—Con ese tipo de anticipación no hago tales promesas.
—Entonces no te lo diré.
—Bien.
—Bien.

155
Nos miramos fijamente en silencio hasta que parpadeo, inspeccionando
despreocupadamente el esmalte de mis uñas. Normalmente, las probabilidades de
que cada una de nosotras ceda a están divididas a partes iguales, pero dado que yo
soy la que tiene la información más jugosa —y sé que ella se ha pasado las últimas
ocho horas haciendo estadísticas sobre un asunto de números enormes—, confío en
poder ganar esta vez.
El silencio de la habitación parece zumbar con un sonido fantasma. Esa hoja de
cálculo debe haber sido una pasada porque se rompe mucho más rápido de lo que
habría esperado.
—Dios, bien, sólo dímelo.
—El domingo por la noche —digo, inclinándome hacia él—, la noche antes de
que empezara el rodaje, Connor y yo tuvimos nuestra última excursión de alegría.
—Cita.
—Excursión. Fuimos a Torrey Pines a ver las olas bioluminiscentes.
Su hmmm es sospechoso. Ella sabe exactamente a dónde va esto.
—Bueno, alerta de spoiler, terminamos besándonos.
Jess hace palmas con la cara.
—Fizzy.
Señalo con un dedo acusador.
—¡Los términos acordados establecían que no podías enfadarte! —Se lleva la
mano a la cara, mostrando una sonrisa falsa—. Como iba diciendo, los besos se
convirtieron en un poco más que besos y yo estaba en su regazo y.... —Ensancho los
ojos y bajo la voz—. Jessica Marie, no estoy segura porque no lo vi, pero creo que
Connor podría tener el pene más grande de todos los hombres que he tocado.
El silencio. Su expresión se aplana.
—Espera. Necesito vino para esto. —Desaparece por un minuto y luego
regresa, dejando dos copas de vino tinto sobre la mesa baja de café y sentándose
frente a mí—. No quiero alentar esto, o que pienses que de alguna manera lo estoy
aprobando, pero ¿de qué tamaño estamos hablando?
Miro detrás de mí para asegurarme de que no hay oídos impresionables de
niñas de diez años escuchando.
Jess traga rápidamente un sorbo, sacudiendo la cabeza.
—Juno está en casa de Nana y Pops.
Después de asegurarme de que estamos solas, separo los dedos índices a una
distancia impresionante, aunque precisa, y luego hago un círculo con los dedos de
ambas manos para aproximar la circunferencia.

156 —¿Probablemente así?


Ella silba.
—Fizz, ese es el diámetro de tu muñeca.
—¡Es un hecho! —Golpeo con una mano en la mesa—. ¡Sería como hacerme el
puño a mí misma!
Jess deja caer la cabeza sobre una mano, suspirando, y solo entonces me doy
cuenta de que River acababa de entrar en la habitación con una bandeja de aperitivos
para nosotras. Da media vuelta sin detenerse y sale en silencio.
—Espera, tengo que hablar contigo —le grito a su forma en retirada—. Tu
sincronización es realmente asombrosa.
—Bueno, buena suerte recuperándolo ahora.
—Oh por favor, como si pudiera escandalizarlo más. ¿Recuerdas cuando tuvo
que desnudarme? —En nuestro viaje en grupo a Escocia, Jess estaba a punto de
meterse en la ducha, y en respuesta a mi texto de pánico Ayúdame, envió a River, sin
darse cuenta de que mi emergencia era por estar atascada en mi vestido. Para su
orgullo, River entró, tiró de la prenda ofensiva hacia arriba y me la quitó sin dudarlo,
y volvió a salir. El hombre es imperturbable—. En fin —continúo—. Como puedes
imaginar, seré incapaz de pensar en otra cosa hasta que vuelva a tocarlo.
Ya está protestando.
—¡Ahora estás activamente en el programa!
—Sí, ¡pero no tiene por qué afectar al espectáculo! No se trata de sentimientos,
es una distracción. Ahora le tengo ganas. —Suspiro—. Soy como un cazador.
Ella asiente en señal de comprensión.
—Como James en Crepúsculo.
—Exactamente como James en Crepúsculo —confirmo.
—Excepto cómo Alice le reventó la cabeza.
Doy un manotazo en la mesa.
—¡Por qué siempre te equivocas intencionadamente!
—La cuestión es que esto va a acabar en desastre.
—Realmente no lo creo. Esto es puramente sexual. No es que él y yo vayamos
a enamorarnos. Soy una mujer ruidosa, escritora de romances, buscadora de
aventuras y obstinada. Y él es un hombre blanco, alto y deportista llamado Connor
Prince III. Creo que todos estamos de acuerdo en que es cuestión de tiempo que yo
haga algo demasiado escandaloso, o que él haga algo que me moleste y/o me aburra.
Mi teléfono zumba sobre la mesa que hay entre nosotras. La cara de Connor

157 ilumina la pantalla y Jess lo ve antes de que pueda darle la vuelta y fingir que es mi
hermano quien llama.
—¿Incluso pusiste su foto en su información de contacto? —Su disgusto es
totalmente fingido. Debajo de esa sudadera holgada y los zapatos sensibles, Jess es
una reina del drama gigante. Vive para esta emoción.
Con una sonrisa radiante, respondo.
—¡Eh, jefe!
—Hola. ¿Tienes unos minutos para una autopsia?
—Eso depende. ¿Soy yo el cadáver? —Frente a mí, Jess frunce el ceño con
desaprobación. Me doy un golpecito en la frente para recordarle que esa cara le
saldrán arrugas. Soy tan buena amiga y ella nunca me agradece estas cosas.
La risa de Connor es un cosquilleo bajo y vibrante en mis partes femeninas.
—Es sólo un dicho, Fizzy.
Pulso Mute y le susurro a Jess:
—Su voz es tan profunda. ¿Su voz siempre era así de grave? —Volviendo a la
llamada, le digo—: Lo sé, sólo estoy bromeando. Sí, estoy libre de examinar un
proverbial cadáver.
Se ríe de nuevo.
—Genial. ¿Estás en casa? Puedo ir a verte.
—Puedo estar en casa en diez.
Con un silencioso.
—Genial —cuelga.
Y una mierda. Si eliminamos la posibilidad de que esté emocionada por ver a
Connor, no queda explicación para la forma en que me levanto como un rayo para
recoger mis cosas.
Jess me sigue hasta la puerta.
—¿Qué estás haciendo?
—Se reunirá conmigo en mi casa para hacer un informe. —Meto el teléfono en
el bolso.
—¿Es una buena idea?
—¿Es buena idea hablar del trabajo que estamos haciendo juntos? —Finjo
meditarlo—. Creo que sí.
—Discutirlo en tu casa —dice.
Abro la puerta y me pongo los zapatos.
158 —Supongo que lo averiguaremos. —Cuando frunce el ceño, añado—: De
acuerdo. Prometo que no entraremos en el dormitorio.
—Como si necesitaras un dormitorio —dice.
Hago una pausa con la mano en el pomo.
—Ese es un gran punto. Bien, ¡tengo que irme!
—¡Diámetro de muñeca! —me llama mientras bajo corriendo las escaleras.
—¡No necesito caminar mañana!
—¿Cómo va la escritura, Felicity?
—¡Esto es investigación! —grito de vuelta.
Prácticamente puedo oír su gemido de agravio mientras saluda desde la puerta
principal.
Veintisiete
Fizzy

C
onnor llega antes que yo y me espera en el porche, con un hombro
ancho apoyado en la columna de lo alto de la escalera. Se ha cambiado
los bonitos pantalones de vestir y la camisa abotonada que llevaba
antes y es mi versión favorita del Connor blando: camiseta gastada, vaqueros
gastados, zapatillas gastadas. A la luz de la luna y con el difuso cono de luz de la
lámpara del porche, parece un peluche de Hallmark hecho realidad.
—¿Cómo estás? —me pregunta cuando me acerco.
—Estoy genial. —Me acerco a él y me estiro para besarle la mejilla antes de
darme cuenta de que eso no es algo que deba hacer con mi mejor amigo productor
platónico. Su expresión cuando me aparto es una mezcla de diversión y
159 preocupación.
—Lo siento —digo, y por qué no ser totalmente honesta aquí—: Me alegré de
verte y por desgracia no pisé el freno mental a tiempo.
Su cara hace un extraño parpadeo entre una risa y una mueca y finalmente se
queda en blanco.
—No hay problema. —El blando Connor está ahora rígido como una tabla—.
Sólo quería comprobar cómo te había ido la primera semana de rodaje y si
necesitabas algo.
—¿Yo? —le pregunto, abriendo la puerta. Me sigue dentro—. Estoy bien.
—Por nuestra parte, las cosas están fantásticas —dice, quitándose los zapatos
Vans—. Realmente eres natural en la pantalla, Fizz. Hoy hemos cortado todas las
secciones que queríamos de las fechas y esta noche hemos terminado de editar las
intros de la historia de fondo y los testimonios.
—¿Así que el episodio está terminado?
—Está hecho. Esto va a ser genial, y es todo tuyo.
Me vuelvo hacia él después de dejar el bolso y veo que sus ojos se han
calentado.
—En realidad, eres tú —insisto—. Tú eres el que ha aceptado el reto del
arquetipo de héroe y lo ha llevado a cabo. El casting es perfecto. Son perfectos. —Le
golpeo suavemente el hombro—. Y sexys. Bien hecho. Un verdadero buffet de carne.
Lo digo para felicitarle a él y a sus esfuerzos, por supuesto, pero mis palabras
parecen drenar de nuevo la calidez de sus ojos.
—Bien —dice rotundamente—. Bien. ¿Te gustaría que viéramos juntos el
estreno en mi casa? Con el equipo, no sólo conmigo.
—¡Claro! Estoy deseando ver cómo queda todo en la pantalla. No creo que haya
tenido mucha conexión con Arjun o Tex...
—Creo que el público también se dará cuenta.
—… pero creo que los otros estaban bien. Cualquiera de ellos podría subirse
al Fizzy Express. —Le sonrío mientras hago un gesto tonto de chu-chu—. Esto será
divertido.
Connor parpadea, estudiando sus zapatos junto a la puerta, y eso significa que
puedo mirarle fijamente. Me siento ligera, eufórica por el éxito de la primera semana
de rodaje y mareada por estar sola en una habitación con él. Se me escapa un
pensamiento furtivo, desprevenido: por muy grandes que sean estos héroes, ninguno
es él.

160
—¿Quieres una cerveza o algo? —Digo, distrayéndome de esta voz realmente
horrible en mi cabeza.
Una breve inclinación de cabeza.
—Claro.
Me sigue hasta la cocina, donde cojo una botella para cada uno y me apoyo en
la encimera.
—¿Quién es tu favorito? —le pregunto.
—¿Mi héroe favorito? —Él toma un sorbo mientras yo asiento con la cabeza—.
No tengo ninguno.
—Vamos. —Hago sonar un timbre—. ¿En serio? Te veo como un fan de Isaac.
—Todos parecen buenos tipos. Por eso los elegí.
—Bueno, hasta ahora me gustan Nick, Dax e Isaac. Jude es genial pero no estoy
segura de que congeniemos.
—¿No Evan?
—No funcionó la primera vez, pero ¿quién sabe?
—De acuerdo. Mantén la mente abierta.
—Oh, lo haré —digo, restándole importancia—. Pero si me preguntas ahora
mismo quién me atrae más, esa es mi respuesta. Eso es todo.
Connor parece estar debatiendo algo antes de finalmente abrir la boca.
—Así que, esto nos lleva a mi única pieza de retroalimentación, que es tal vez
le bajes un poco el tono a esas miradas lascivas que le lanzas a los héroes.
Siento que la sonrisa se me escapa de la cara.
—¿Qué?
—Los espectadores quieren ver cómo se forja una conexión real.
—¿Y eso no empieza con el coqueteo? ¡He estado haciendo mal las citas todo
este tiempo!
—Es tu forma de coquetear —dice, sin que le haga gracia mi humor.
—Mi forma de coquetear —repito rotundamente, y coloco mi botella a una
distancia prudencial. Puede que necesite las dos manos para estrangularlo.
—Sólo el treinta y tres por ciento de los espectadores de The Bachelor
sintonizan The Bachelorette. ¿Sabes por qué?
Esta me la sé.
—El patriarcado.

161 —Sí. Los espectadores aceptan mucho mejor que un hombre salga con varias
mujeres que una mujer salga con varios hombres. No está bien, pero es así.
—Mira quién es de repente un experto en cultura pop de TV.
—Te lo dije, me estoy tomando esto en serio.
—¿Así que quieres que me haga la dura? El romanticismo ha luchado mucho
para alejarse del ideal de heroínas vírgenes e ingenuas. Si crees que voy a jugar con
ese estereotipo en este programa, te vas a decepcionar.
—Yo no he dicho eso.
—Entonces, ¿qué has dicho?
Se mueve sobre sus pies, con el cuello rojo.
—No quiero decir que no puedas... Escucha —dice, intentándolo de nuevo—.
No importa. Estás bien como estás.
—Ah, bueno. Gracias.
Entonces se produce un silencio, y es como si se apagara una cerilla, la forma
en que la energía se evapora de la habitación.
—¿Por qué de repente estás enfadado conmigo? —le pregunto—. ¿Qué he
hecho?
—No lo estoy. —Sacude la cabeza, luciendo brevemente miserable—. Lo
siento.
—Dije que sí a este show porque quería cuidar del público en tus torpes
manos…
Se ríe secamente.
—Me has hecho bien consciente.
—-Pero es divertido porque lo hago contigo —termino, cogiéndole la mano.
Finalmente, levanta la vista. Y creo que entiendo lo que está pasando. Dios, soy
tan tonta a veces.
—Me divierto contigo —le digo, tirando de él más cerca—. Esta primera
semana en el plató ha sido genial porque me siento cómoda contigo. Insistí en que
hicieras confesionarios porque me gusta estar contigo. Arriesgué mi vida hablando
con River porque creo en tus increíbles ideas. Estás haciendo muy bien tu trabajo, y
siento si...
Mis palabras se interrumpen cuando Connor da un paso adelante y me coge la
cara. Su boca se ajusta a la mía y, en un instante, todos mis pensamientos se
desvanecen.
Es un simple beso, labios suaves, presión firme, y luego me da otro desde un

162 ángulo diferente antes de apartarse. Los ojos verdes de Connor miran los míos,
interrogativos. Mis pensamientos gritan que no le deje retirarse de nuevo, pero antes
de que se me ocurra tirar de él hacia mí, ya se ha resuelto, acercándose, ocupando
mi espacio. Me pongo de puntillas mientras él se inclina a mi encuentro, su boca más
suave y hambrienta ahora, buscando esos ángulos que encontramos la última vez, más
profundo, su lengua burlona y caliente. Connor gime y el sonido me sumerge en un
pozo de deseo, y lo único en lo que puedo pensar es en sumergirme, en encontrar
más de esa ronca necesidad que esconde. Sigo esperando que rompa, que se aparte
de nuevo y se disculpe, que me recuerde que no íbamos a volver a hacerlo, pero
cuanto más nos besamos, más aumenta su intensidad.
Connor me levanta, me coloca frente a él en la encimera y me separa las
piernas para que pueda pasar entre ellas. Su mano me recorre la espalda, me rodea
las costillas y me acaricia el pecho mientras la otra tira de mis caderas hacia delante,
pegándome a su cuerpo. Me recompensa con otro gemido, y otro más cuando me
aprieto contra él. No me detiene cuando le desabrocho la camisa, se la abro y apoyo
las manos en la cálida pared de su torso, ancho y firme.
La boca de Connor está en mi cuello, sus dedos se enroscan en el tirante de mi
camiseta de tirantes, arrastrándola fuera de mi hombro y más abajo, estirando la tela,
tirando de mi sujetador con él para desnudarme ante su boca y sus dientes. La
sensación de su mordisco y su beso en mi pezón es un placer sin diluir, que hace que
mi visión se ennegrezca mientras mi cuerpo roba ávidamente cada molécula de
oxígeno disponible.
Su pelo es tan suave en mis manos, y parece gustarle cuando tiro de él,
gruñendo en mi piel, mordiéndome en deliciosa represalia cuando soy brusca.
Cuando tiro de él con suficiente fuerza, se mueve con el gesto, se levanta de nuevo y
reclama mi boca. Deseo su beso durante horas. Nunca me habían besado así, con
tanto dominio y confianza, con una energía casi furiosa. No tiene intención de parar
esta noche, y la adrenalina me calienta la sangre.
Connor mordisquea mi mandíbula y me mete las manos por la falda para
bajarme la ropa interior por las piernas.
—¿Todo bien, cariño? —me pregunta con brusquedad en el cuello, y yo
asiento, sigo asintiendo, porque tiene permiso, francamente, para hacer lo que le dé
la gana. Quiero armar un pensamiento coherente sobre lo que se siente, la forma en
que sus manos me rodean imponentemente los muslos, el calor y el roce de sus
dientes en mi piel, pero sólo más tarde seré capaz de procesar algo más que la
avalancha de sensaciones, esta sensación de estar completamente consumida por el
deseo de alguien. Somos cables vivos, nervios desnudos, moviéndonos por instinto.
Su palma vuelve a deslizarse lentamente por mi muslo, su beso sigue siendo
áspero y juguetón, sus dientes me tiran del labio inferior. Y entonces sus dedos me
rozan, resbaladiza y caliente para él. Su boca se ablanda y se sobrepone a la mía antes
163 de apartarse un poco, equilibrando el cuidado y el mando, observando mi cara
mientras me folla con un dedo, y luego con dos, con una lentitud enloquecedora.
Observo su boca, el modo en que da forma a esas palabras a medio formar, la manera
en que sus dientes bajan sobre su labio inferior cuando presiona su pulgar contra mí,
haciendo círculos, la sonrisa arrogante que aparece cuando suelto un grito
involuntario.
Bajo mis dedos impacientes, sus pantalones no tardan en llegar a sus rodillas,
su hermosa polla por fin en mi mano, y lo traigo hacia mí, provocándonos a ambos
hasta que somos un caos febril, besos descuidados y mordiscos, su cabeza
presionándome y...
Hacemos una pausa, con la sensibilidad por encima del sentido común,
buscando a tientas ese condón perdido en el cajón de los trastos, riéndonos en un
beso de lo conveniente que era, de cómo ser un desastre a veces es útil. Él lo hace
porque mis manos tiemblan y las suyas están firmes, pero yo miro porque soy lista y
Connor desnudo es lo más sexy que he visto nunca.
Y cuando se adelanta de nuevo, digo su nombre, con un signo de interrogación
en la voz, pero él me besa, dice:
—No —contra mi boca—, no puedo decir que no otra vez… —Mientras empuja
hacia delante.
Es una tortura lenta y perfecta. La cordura es tan frágil, pienso, perdiendo la
cabeza en centímetros, uno tras otro, mientras él se abre camino dentro de mí, con
cuidado, concentrándose en mis expresiones y sonidos. Pero luego pasa de
cuidadoso a hambriento en el momento en que está completamente dentro, como
piedra en seda, y me convierto en un túnel de viento de pensamientos, diminutas
partículas y fragmentos que vuelan demasiado rápido para que pueda procesarlos.
Soy un monstruo egoísta que quiere más. Soy un mago que juega con el tiempo para
que este sexo dure una eternidad. Soy la primera mujer que ha estado con un hombre,
estoy segura de ello.
Sigo sentada en la encimera, pero es una formalidad. Sus manos están bajo mi
culo, sus brazos me sostienen, me inclinan para que pueda moverse de una forma que
nos hace jadear a los dos. Hay tanta fuerza detrás de cada embestida, tanta necesidad
contenida fluyendo entre nosotros. A pesar de todo lo que digo sobre disfrutar del
sexo, nunca he sido una amante ruidosa, pero con Connor no hay espacio para nada
más y hay demasiadas sensaciones como para contenerlas, tienen que escapar de
alguna manera. Jadeos agudos y rítmicos. Gritos de sorpresa. El sonido de nuestra
piel resbaladiza por el sudor al juntarse. Me oigo a mí misma y me lo pregunto,
sintiéndome medio fuera de control de mi propio cuerpo y cerebro. Puede que lo
esté. Me da igual. No me preocupa nada, no me pregunto ni por un segundo si es
bueno para él, porque la respuesta está escrita en las líneas arrugadas de su frente,
en el suave arco de su labio mientras mira fijamente entre nosotros, deteniéndose
164 para observar, moviéndose para tocarme, acariciándome con el pulgar.
—¿Así? —pregunta en voz baja.
Asiento con la cabeza, susurro:
—Ven aquí. —Y atraigo su cara hacia la mía.
Deberíamos tomarnos nuestro tiempo, pero es difícil cuando todo se siente
demasiado tenso por dentro, a punto de romperse. Estira la mano, apretando una
mano aplastada contra el mueble junto a mi cabeza, encerrándome, observando
cómo me apodero de su tacto. Casi de inmediato, caigo.
Debería contenerme, pero es demasiado tarde. El placer me golpea con una
euforia devastadora. Pensaba que sólo lo conseguiría una vez; al fin y al cabo, era lo
que creía necesitar. Sólo para despejarme de él.
Pero eso fue antes. Quiero decir, he tenido todo tipo de sexo y esto no era como
ninguna de esas experiencias. Ojalá supiera qué es esto.
Veintiocho
Connor

U
na ojeada a mi historial de Google desde la madrugada del sábado
arrojará los siguientes resultados:
• Por qué el sexo con un compañero de trabajo es malo

• Qué hacer si me acosté con alguien que no debía y fue genial

• Cómo evitar acostarte con alguien que te atrae

• Cómo evitar acostarse dos veces con alguien

165
• ¿Puede mi jefe despedirme en California?

• Ofertas de empleo de Productor en San Diego

• Trabajos de producción cerca de San Diego

• Trabajo en Madrid

• El efecto de un padre ausente en las hijas

• Máquinas del tiempo


Como era de esperar, ninguno de ellos fue de gran ayuda.
No fui a casa de Fizzy con la intención de tener sexo. Fui con la intención de
celebrar una gran primera semana de rodaje, ver qué podíamos hacer mejor, ver
cómo podíamos hacer las cosas más cómodas para ella. Pero también fui sabiendo
que si la besaba, ella me devolvería el beso. Y fui allí sabiendo que la deseo
intensamente, que me he enamorado un poco de ella y que no llevo bien los celos.
Quería que siguiera siendo mía. Ella había tenido razón, lo que dijo en la playa; no
me había dado cuenta de lo difícil que sería compartirla una vez que empezara el
show.
En retrospectiva, me doy cuenta de que era inevitable que tuviéramos
relaciones sexuales. Y ese sexo inevitablemente sería desordenado, duro, tierno y
espectacular. Y ahora estoy jodido, porque sólo puedo pensar en hacerlo otra vez.

Unas horas antes del estreno, encuentro a Nat en mi cocina, donde está
abriendo una botella de vino. Ninguno de los Héroes nos acompañará esta noche —
no pasarán con Fizzy ningún tiempo que no se filme para la serie—, pero la mayor
parte del equipo está aquí. Algunos ya han acudido al extravagante catering de la
parte de atrás (otra ventaja del presupuesto), y el resto están charlando entre ellos,
esperando ansiosos a ver si nuestro pequeño show será un éxito o si todos estaremos
buscando trabajo mañana por la mañana. Se está invirtiendo tanto dinero en esto que,
sea un éxito o un fracaso, la escala será enorme en cualquier caso.
Fizzy debería llegar en cualquier momento, por eso estoy rondando en la
puerta de la cocina como un bicho raro.
Nat debe notar que estoy detrás de ella porque me mira por encima del
hombro.
166 —Hola —dice, y saca el corcho de la botella.
Me muevo para ponerme cerca de la estufa, no estoy seguro de querer tener
esta conversación, pero sabiendo que me volveré loco si no hablo con alguien.
—Hola.
Busca un vaso en uno de los armarios.
—¿Dónde está nuestra niña?
—En su habitación. —Stevie estaba dispuesta a esperar en el patio delantero a
que llegara Fizzy, pero la convencí de que el tráfico de Ocean Beach siempre es malo
a estas horas de la noche, sobre todo los fines de semana. Cedió, pero sólo después
de que le prometiera que le avisaría en cuanto llegara Fizzy—. ¿Quién iba a decir que
sólo hacía falta la visita de Felicity Chen para que nuestra hija limpiara por fin ahí
dentro?
Nat resopla mientras llena su copa de vino.
—Fizzy es un ídolo. El culto al héroe es fuerte en nuestra descendencia.
El recordatorio me retuerce el estómago porque no es sólo mi vida la que se
verá afectada si todo esto sale mal, sino la de Stevie, incluso la de Nat. Nunca hemos
pasado por esto antes, porque nunca he estado realmente involucrado con alguien.
No es que estemos involucrados-implicados, me recuerdo. Fue sexo. La gente tiene
sexo todos los días.
Pero... la gente no tiene sexo así todos los días.
Mi silencio se gana otra mirada en mi dirección.
—¿Todo bien?
—Claro, claro. —Pasa otro momento y cambio de opinión no menos de cinco
veces respecto a simplemente darme la vuelta y dejarlo todo—. Tuve sexo con Fizzy
anoche.
Nat abre la boca y parpadea.
—Lo siento, ¿qué?
—¿De verdad necesitas que te lo repita?
—Yo sólo... —dice, con razón, sin palabras—. Lo último que supe es que la
rechazaste porque no funcionaría. Eso fue hace semanas. —Hago una mueca, porque
no le he contado a Nat lo de la playa—. Creía que me habías dicho que sólo era una
relación profesional.
—Lo era. —Pero eso no es del todo cierto. Nuestra relación fue profesional
durante aproximadamente un milisegundo; los límites desmoronados parecen un
montón de escombros en el retrovisor—. Y luego no lo fue.
167 Levanto la vista cuando la voz de mi mejor amigo Ash retumba en el pasillo.
—¡Todos tranquilos, ya están aquí las patatas fritas! —gimo cuando él y Ella
entran en la cocina cargados con al menos una docena de bolsas de patatas fritas
entre los dos. Él también lleva el jersey al revés, pero de momento estoy demasiado
ansioso como para entretenerme.
—Sabes que sólo va a haber quince personas aquí, ¿verdad? —pregunto—. ¿Y
ustedes son dos de ellos?
—¡Estaba tan emocionada que ni siquiera recuerdo haber estado en la tienda!
—dice Ella—. Fuimos de compras... —Hace la mímica de sacar todo de un estante—.
¡Directamente al carrito!
Ajena a lo que han visto, deja caer su colección de bolsas sobre el mostrador.
Pero mientras que Ash no puede concentrarse en detalles físicos para salvar su
vida, es demasiado observador cuando se trata de personas. Se queda quieto junto a
Ella, mirando de mí a Nat.
—¿A qué viene ese humor? ¿Interrumpimos algo?
Nat me mira como diciendo que es mi historia. No quería hacerlo así, pero estoy
seguro de que al final se enterarán. Con una rápida mirada alrededor para
asegurarme de que no hay nadie más cerca que pueda oírme, susurro:
—Le estaba contando a Nat que anoche me acosté con Fizzy. —El silencio que
sigue es tan largo, su profundidad tan oscura, que finalmente añado—: Que alguien
diga algo.
—¿Fizzy? —Ella pregunta—. ¿Como la estrella del programa de citas que todos
estamos aquí para ver?
Ash sigue con el mejor comentario:
—Parece una mala idea, Connor.
—No tenía intención de hacerlo —le explico.
Frunce el ceño.
—Intento imaginarme sexo accidental y me confunde lo que veo.
—De acuerdo, retrocede —dice Nat—. Eres la persona menos impulsiva que
conozco. Estabas totalmente en contra de esto. ¿Qué pasó?
—No estoy del todo seguro —digo. Fue como si tiraran de un tapón de desagüe
y toda mi objetividad y mi razón cayeran en espiral. No tenía derecho a criticar su
comportamiento; había estado fantástica. No tenía derecho a sentir celos, y sigo sin
sentirlos—. Me enfadé un poco cuando hablábamos de los otros tipos, y...
—¿Otros tipos? ¿Te refieres a los hombres que elegiste como héroes en la
serie? —Ash pregunta con un todo de “eres un pobre idiota” en su voz.
168 —Cierto, vete a la mierda, pero entonces ella pareció entenderlo —digo—.
Honestamente, como que ve a través de mí.
Nat suelta un gemidito de felicidad y yo la señalo.
—No ayudas.
—Lo siento, me gusta la idea de que ella vea a través de ti.
—Bueno, ahora nos tiene en un maldito lío, ¿no?
—No estarás sugiriendo que le metiste la polla porque es perspicaz —dice Ash,
y Ella le da una palmada en el hombro.
—No. Es porque —busco una respuesta—, Fizzy es tan... —termino el
pensamiento con un gruñido—, Fizzy.
—Connor —dice Natalia suavemente—. Te gusta. Mucho.
—Sí, creo. —Mis hombros se aflojan como si me hubieran dado un puñetazo en
el estómago porque ahora la verdad está ahí fuera: mis sentimientos son un montón
de complicaciones enredadas y no hay forma de maniobrar con seguridad para salir
de ninguna de ellas—. Y se supone que tengo que encontrar a su alma gemela.
—¿Qué vas a hacer? —me pregunta.
—Mi trabajo —digo encogiéndome de hombros—. ¿Qué otra opción tengo?
Definitivamente no volveré a acostarme con ella.
—A menos que sea otro accidente —dice Ash.
—Vete a la mierda.
Se ríe.
—Bueno, quizá el programa fracase.
Ella vuelve a golpearle el hombro.
—No va a fracasar —insiste—. ¿Por qué dices eso?
—¡Porque tal vez esa es la salida de Connor! Él no quería hacer esto. Fue su
idea. Si fracasa, entonces claramente no fue una buena idea, y eso no es culpa de
Connor, ¡es culpa de Blaine!
—Blaine fue bastante claro sobre lo que debo hacer. Y han invertido una fortuna
en esto, así que no tengo excusa. Tiene que funcionar.
Cuando suena el timbre, todos se quedan paralizados.
—Allá vamos —digo, apartándome del mostrador. Me detengo en la puerta del
vestíbulo y me vuelvo hacia ellos—. Por favor, no nos miren todo el rato. Ya va a ser
raro.

169 —Por supuesto que no —dice Nat.


—O hacerle un montón de preguntas —añado—. Además de todo lo demás,
probablemente esté bastante nerviosa.
—Pareces bastante nervioso —dice Ash.
—Vete a la puta mierda —digo en voz baja.
Mientras camino por la casa, me doy una pequeña charla de ánimo. Tengo
treinta y tres años. Estoy produciendo un programa con un presupuesto enorme que
está a punto de estrenarse en la televisión nacional. He supervisado producciones
enteras en las peores condiciones y en los lugares más inhóspitos del mundo. He
ayudado a mantener con vida a una niña humana real durante más de diez años y no
la he perdido ni destrozado gravemente ni una sola vez. Puedo hacerlo. Puedo
manejar mis sentimientos por Felicity Chen.
Abro la puerta e inmediatamente sé que me estoy engañando a mí mismo. Está
guapa —siempre es guapa—, pero me doy cuenta de que el mundo está dividido en
gente que sabe lo que es hacer el amor con Fizzy Chen y gente que no. Ahora soy uno
de los afortunados. Sé a qué sabe su piel y cómo es besarla hasta que se derrite.
Conozco sus sonidos y la forma en que sus ojos se cierran justo antes de correrse. No
sé cómo pasar el resto de mi vida fingiendo que no la deseo con una fuerza que
rivaliza con la atracción de las mareas.
Anoche nos arreglamos la ropa y me acompañó hasta su puerta. Nos quedamos
frente a frente, así. Tenía los labios hinchados y las mejillas sonrojadas por el esfuerzo.
Me incliné hacia delante y lo que se suponía que iba a ser un simple beso de
despedida se convirtió en algo cálido y codicioso. El tiempo dio un vuelco.
Inmediatamente volví a desearla, allí mismo, contra la pared, o tal vez arrodillado
sobre ella en el sofá, con sus piernas rodeándome la cintura. Aún no me había ido y
ya habíamos hecho un desastre, ¿qué importaba?
Pero importa. No hay lugar en mi vida, ni personal ni profesionalmente, para
una aventura. Y Fizzy nunca ha indicado que esto sea algo más que eso. Diablos, ni
siquiera estaría involucrado en este programa si Blaine no me hubiera obligado, y él
no podría haberme obligado si no necesitara absolutamente este trabajo. Tener
sentimientos por Fizzy no cambia nada de eso.
Con la mano acunando su mandíbula, arrastré los labios por su cuello y le besé
la mejilla. Me había enderezado para mirarla a los ojos y vi que me devolvía el mismo
deseo y la misma confusión. Ninguno de los dos sabía qué decir, así que no dijimos
nada. En lugar de eso, me dirigí al coche sabiendo que si no me iba en ese momento,
no me iría.
—Hola —digo ahora, dando un paso atrás y haciéndole señas para que entre.
—Hola. —Lleva el pelo recogido en una elegante coleta, los pantalones y el
jersey negros, pero los pies enmarcados en unos brillantes tacones naranjas que la
170 acercan unos centímetros a la altura de los ojos. Lleva delineador de ojos oscuro y los
labios de un rojo chillón. Quiero ver ese color untado en mi piel.
Me alegro de que estemos solos porque el aire palpita con el brillo del deseo.
—¿Deberíamos quitarnos de en medio lo incómodo —pregunto—, o alargarlo
para sentir la máxima incomodidad más tarde?
Suelta una pequeña risa aliviada.
—Apiadémonos de todos y echemos al elefante de la habitación ahora. —
Respira tranquilamente—. He estado practicando esto.
—Por supuesto, dámelo.
—Anoche fue una buena manera de romper la sequía. —Está lo suficientemente
cerca como para que nadie en una habitación cercana pueda oírla, y sus ojos son
fundidos e íntimos—. Pero también es muy complicado. Creo que los dos lo
entendemos.
Asiento con la cabeza. Me está dando esta salida y voy a aceptarla. Voy a
tomarla y correr y hacer mi mejor esfuerzo para ignorar lo ingenuos que estamos
siendo y cavar mi cabeza profundamente en la arena.
—Absolutamente.
—Volveríamos locos a todos con toda esta tensión sexual no resultaría bien. —
Sonríe—. He escrito sobre ello, soy una experta, ya sabes.
—Estoy bastante seguro de que sé cómo terminan esos libros.
—Entonces acordemos que esto es una comedia de amigos, no un romance. —
Me guiña un ojo y me aprieta el antebrazo. Sigo su mirada y me pregunto qué es lo
que ve. Es una casa bonita, con techos altos, vigas de madera desgastadas, un patio
de buen tamaño para la zona y una cocina estupenda. La compré hace unos tres años
y, aunque nunca he tenido mucha necesidad ni ganas de decorarla, he intentado que
Stevie la sintiera como su casa.
Fizzy se detiene delante de una foto mía de veintitrés años con Stevie recién
nacida en brazos.
—Oh, esto es injusto —dice, tomando la fotografía.
Me veo agotado, joven y estúpido e ingenuamente feliz. No tenía ni idea de lo
que estaba haciendo, ni siquiera de lo que significaba ser padre, pero al instante
quise a aquella niña de una forma que no sabía que fuera posible. Ya había grietas
entre Nat y yo, pero pensé que podríamos hacer que funcionara. Encontraría la
manera.
—¡Nadie me dijo que Fizzy estaba aquí! —Stevie sale corriendo por la esquina
en calcetines y rodea a Fizzy con los brazos en un fuerte abrazo.
171 —¡Acaba de ocurrir! —Fizzy dice—. Y tengo algo para ti. —Stevie se aleja lo
suficiente para que Fizzy meta la mano en el bolso y saque un pequeño paquete con
el logotipo de Wonderland estampado en letras iridiscentes. Stevie lo abre y me doy
cuenta de que es el único DVD del concierto que no tiene.
—¡Gracias! —Aprieta los ojos y vuelve a abrazar a Fizzy.
—Asegúrate de verlo con tu padre. Tiene que practicar algunos movimientos
de baile en antes de la próxima gira. —Fizzy me mira por encima de la cabeza de
Stevie y me guiña un ojo burlón.
—Muy bien, es suficiente. Vamos. —Levanto a Stevie y me la paso por encima
del hombro, intentando contener la confusa mezcla de expectación y temor que siento
ante la perspectiva de las próximas horas. Stevie chilla y miro hacia atrás, donde Fizzy
se ríe y nos sigue—. Empezaremos pronto, y hay algunas personas que quiero que
conozcas.
En cuanto Fizzy entra en la cocina, queda claro que Nat y Ella no pueden
evitarlo. Nat se deshace en elogios hacia los libros de Fizzy, los ha leído todos y está
impaciente por saber cuál será el próximo. Dulcemente y sin darse cuenta, le
pregunta a Fizzy cuándo podría ser, y para su crédito, Fizzy da una respuesta que
claramente ha utilizado muchas veces antes y que equilibra muy bien “va a demorar
un poco” con “estoy tan emocionada por ello”. Nat le dice todo cómo me encontró
ese primer día en medio de googlear Fizzy antes de que Ella interrumpa para explicar
sin aliento que ella no es una gran lectora, pero sabe todo acerca de cada programa
de citas nunca y no puede esperar a que comience el show esta noche. Ash se queda
a un lado, sonriendo a la encimera e intentando no mirar directamente a los ojos.
Esta noche he estado tan absorto en la efervescencia de la situación que apenas
me he permitido pensar en el show. Pero cuando llega la hora y todo el mundo se
agolpa en mi salón, los nervios hacen acto de presencia. Asimismo, Fizzy rechaza la
comida o una copa de vino, diciendo que no está segura de que vaya a aguantar. Todo
el mundo intenta que Fizzy se siente en el sofá en el centro de la sala —después de
todo, ella es la estrella—, pero ella insiste en que eso sólo la pondrá más ansiosa.
Necesita espacio para pasear y, si es necesario, escapar. Todos se ríen, y así es como
Fizzy acaba de pie en la parte de atrás conmigo.
La sala se queda en silencio mientras suenan las primeras notas de la canción
principal. El brillante logotipo de El Experimento del Amor Verdadero aparece en la

172
pantalla, seguido de nuestra anfitriona. Tal y como esperábamos, Lanelle Turner se
presenta y explica la premisa del programa con la dosis perfecta de gracia y simpatía.
Conoceremos a nuestra heroína y a sus ocho héroes. Junto con Fizzy, cada
concursante se ha sometido a la popular prueba ADNDuo, y los resultados han sido
sellados. Ni siquiera los productores conocen el resultado. Dependerá de la
audiencia seguir cada cita y votar por quien creen que es el alma gemela de Fizzy.
Cada semana se contarán los votos, y dos Héroes serán eliminados. En el episodio
final, se revelarán las puntuaciones del ADNDuo, y veremos si el público o la ciencia
han sido mejores predictores del alma gemela de Fizzy. El héroe elegido por el
público ganará un premio de 100.000 dólares y, después de que se revelen las
puntuaciones, Fizzy tendrá la oportunidad de elegir a quién se lleva de viaje a Fiyi
con todos los gastos pagados. Esperemos que el público elija correctamente a su
verdadero amor y que sea feliz para siempre.
Pero antes, el público conoce a River. Cuando Lanelle menciona su nombre, la
sala que me rodea se llena de aplausos, los más sonoros —incluidos algunos gritos y
silbidos— de Nat y Fizzy. Cuando le pregunté a Fizzy cómo había conseguido
convencerle, primero me dijo que había utilizado la tarjeta de crédito de la
naturaleza. Cuando no lo entendí...
Sexo, Connor. ¡Dios mío, un chiste verde no funciona si tengo que explicarlo!
Dijo que le había dicho que, al exponer él mismo la ciencia, controlaba la
narrativa y, por tanto, cómo la vería la gente. Eso no significaba que apoyara
necesariamente el programa, sino su tecnología.
Ahora, imágenes de River caminando por los pasillos del Salk y trabajando en
un laboratorio llenan la pantalla, seguidas de una voz en off en la que explica la idea
inicial y los años y años de investigación que se invirtieron en desarrollarla. Aclara
que no se trata de encontrar personas con un ADN similar. Todo lo contrario: se trata
de la compatibilidad que predicen cientos de evaluaciones científicas y psicológicas
validadas. A pesar de sus vacilaciones, se muestra reflexivo y encantador, al tiempo
que se mantiene totalmente imparcial ante la idea del programa. Es perfecto.
Con el formato claro, se presenta a Fizzy y, de nuevo, la sala se llena de ruido,
mucho más exuberante esta vez. Hay un montaje de vídeo que incluye imágenes de
su discurso en la UCSD, un breve desglose de su impresionante carrera literaria y, a
continuación, una entrevista con Fizzy en el sofá de su casa.
—Tengo éxito y felicidad por mi cuenta —dice Fizzy a la cámara—. Supongo
que lo que busco es alguien que sea mi mejor amigo y amante. Alguien con quien
hasta las pequeñas tonterías sean divertidas porque las hacemos juntos.
A mi lado, Fizzy gime y se cubre la cara con las manos. Cuando se inclina hacia
delante, veo una pequeña marca morada en la piel detrás de su oreja. Al verlo, me
acaloro.
173 —¿Estás de broma? —Le doy un codazo y vuelvo a centrarme en la televisión—
. Mírate. Estás perfecta.
En pantalla, los Héroes están siendo presentados. Como Fizzy no tenía mucha
relación con Arjun ni con Tex, hemos editado para mostrar menos de sus historias y
citas que de las de los demás. No siempre seremos tan severos, pero con ocho tipos
que presentar y un tiempo limitado para mostrarlo, tuvimos en cuenta las preferencias
de Fizzy y tomamos la decisión. Los chicos aparecen en sus casas y se nos muestra la
historia de cada uno de ellos. Vemos a Isaac con su madre y su abuela, y dirigiendo
una reunión de investigación en una sala de conferencias con paredes de cristal.
Stevie anuncia rápidamente que quiere que Isaac gane. La mayor parte de la
introducción de Nick tiene lugar en su consulta veterinaria. Hay tomas de él con
cachorros y gatitos, y se obtiene la reacción predecible de awwwwwwwww de casi
todos en la sala. Dax aparece saltando de un avión real, colgado de un acantilado en
algún lugar de Arizona, y luego en una mesa en casa de sus padres, hablando de lo
que espera encontrar en el programa. Vemos a Evan en el campus de la UCSD,
subiendo las escaleras del edificio de ingeniería. Le seguimos hasta la cafetería en la
que trabaja a tiempo parcial y le vemos reírse con sus compañeros mientras se burlan
de él por participar en un programa de citas. En sólo unos minutos en pantalla, está
claro que todo el mundo le quiere.
A mi lado, Fizzy pasa la primera mitad del programa con aspecto de estar
físicamente enferma, pero en la tercera pausa publicitaria ya está lo bastante relajada
como para querer un poco de vino. Buena señal.
Me sigue a la cocina durante los anuncios. El salón que tenemos detrás es una
alborotada mezcla de voces, todas gritando sus opiniones y compartiendo su
entusiasmo por el programa. A medida que pasan los minutos, se disipan todas las
dudas que tenía sobre su audiencia y su éxito, y queda claro que es un programa
entretenido. Brenna sigue las redes sociales y dice que a la gente le encanta. Las
etiquetas del programa son tendencia. Puedo exhalar por primera vez en una puta
eternidad.
Fizzy se apoya en la encimera mientras yo abro una nueva botella de vino.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto.
—Mejor de lo que esperaba. Es realmente bueno, Connor.
—Eres muy buena.
—Lo digo en serio. Has aceptado mis sugerencias; que, seamos sinceros, en
realidad no eran más que yo empezando un gran juego de gallinas con poder… y las
has convertido en algo totalmente único. Mucha gente va a ver este programa y le
encantará cada minuto. Demonios, yo lo vería. Con otra persona como protagonista.

174
—Es un jodido alivio, y lo digo en serio.
Me acuerdo de la botella de vino que tenía en la mano, busco un vaso en el
armario que hay detrás de ella y me quedo inmóvil. El momento me recuerda mucho
al de anoche: nuestros cuerpos cerca, compartiendo la misma respiración, mi mano
en la puerta del armario para hacer palanca mientras empujaba dentro de ella una y
otra vez, cada vez más fuerte.
Se le corta la respiración y veo cómo se le pone la piel de gallina a lo largo del
cuello. Podría besarla ahora y creo que me devolvería el beso. Si le pidiera que se
quedara después de que se fueran todos, creo que también lo haría.
En la otra sala, se oye una música que indica el final de la pausa publicitaria. La
sigo justo cuando empieza el primer confesionario. Cada uno de los chicos tiene su
turno en solitario, y cada uno es encantador y obviamente interesado en Fizzy.
Francamente, la idea de que cualquiera de estos hombres no se derrumbaría por
estar con ella es insondable, pero nuestro equipo de edición —incluido yo mismo—
ha hecho un buen trabajo moderando creativamente el entusiasmo de Tex y Arjun
para que nadie se sienta demasiado mal por ellos cuando probablemente sean
expulsados en las próximas veinticuatro horas.
Y entonces comienza mi confesionario con Fizzy.
No había mencionado esta parte a nadie de mi familia, y cuando mi cara
aparece en la pantalla, la habitación estalla con su ruidosa sorpresa. Nat está
jodidamente encantada, Stevie baila en el sofá y grita que ese es su padre, y Ash hace
saber a todo el mundo que acaba de recibir un pase libre para echarme la bronca en
el futuro inmediato.
A mi lado, Fizzy está más presumida que nunca.
—¿Vieron qué carisma? —llama a la sala, con el vaso delante—. Hollywood, por
favor, contrátame como directora de casting.
Cuando se calla de nuevo durante otro anuncio, me da un golpecito y señala el
televisor.
—¿Ahora es cuando me dices que tenía razón?
—Gestionemos las expectativas. —La mayor parte de la sala se ha vaciado
durante la pausa, todo el mundo espera al baño o va a la cocina a rellenar sus
bebidas—. Conseguiremos números mañana. Tu teléfono debe estar lleno de
mensajes. ¿Qué dice todo el mundo?
Fizzy apura su vaso y se apoya en el sofá.
—Aún no estoy preparada para ese nivel de realidad. Déjame estar en esta
burbuja de entusiasmo hasta mañana a las nueve por lo menos. Entonces entraré de

175
puntillas en las opiniones. Pero por ahora —señala el televisor—, tenía razón sobre ti.
Dilo.
—Eres ocasionalmente inteligente.
—Siempre.
—Una cantidad media.
—Dime que soy la mejor.
Sonrío.
—Tú, Fizzy, eres la mejor.
—Gracias, vaya, nunca esperé un cumplido así, pero significa mucho. —Me da
su vaso vacío—. Ahora por favor, más vino.
Veintinueve
Fizzy

M
e subo al coche, lo enciendo y me siento al ralentí en la acera, mirando
la calle oscura. Esta sensación que tengo ahora “la de nerviosismo,
hiperadrenalina, inquietud” la tendría la mayoría de la gente al verse
a sí misma en un programa de citas, al ser testigo de cómo el magistral montaje hace
que todo el episodio cante, y luego, al final de la noche, recibir la llamada de que el
programa va camino de ser el mayor estreno de un reality show en una década.
Pero me conozco a mí misma y sé que la razón por la que me siento así es la
misma por la que me convertí en autora: Me encanta el romance. Me encanta el
pálpito en el pecho cuando leo un buen beso, el ahogo de mis pulmones cuando llego
a la angustia, la sacudida-carbonizada explosión de alegría al leer el felices para
176 siempre. Acabo de ver a ocho hombres perfectos compitiendo por mi corazón, y ni
siquiera es por ellos por lo que tengo los aleteos. Los tengo porque esta noche he
podido ver a mi nueva persona favorita.
Me estiro, veo mi reflejo en el retrovisor y miro a esa ramera.
—Escucha —le digo enérgicamente—. Es un alivio que las cosas no fueran muy,
muy mal porque te acostaste con tu productor. Agradece que puedas volver a sentirte
atraída por alguien. Lo hiciste para sacarte de encima. Ahora ponte las pilas y deja de
pensar en sus ojos, su sonrisa y su polla.
Satisfecha, pongo el coche en marcha y conduzco a casa.

No importa lo segura que estés de ti misma, nadie quiere cruzarse con alguien
que no lleva sujetador, lleva pantalones de pijama y está comprando vino en lata de
una sola ración en CVS. Pero cuando salgo del pasillo de bebidas alcohólicas a la
respetable hora del mediodía del domingo, choco de bruces con el centro de un
pecho muy, muy sólido.
—Lo siento mucho —digo, dejándome caer rápidamente al suelo para recoger
mi dispersa carga de rosado en lata.
—¿Fizzy?
Levanto la vista y mis ojos recorren kilómetros de piernas tonificadas —
momentáneamente molestos por la obstrucción de los pantalones cortos negros de
correr— hasta que mis ojos saltan hasta una de las mejores sonrisas que he visto
nunca.
—¿Isaac?
Se arrodilla para ayudarme a recuperar mis tesoros derramados y es un poco
vergonzoso cuántos hay. No estoy segura de cómo me las arreglé para equilibrar
todos estos en el primer lugar.
—Abasteciéndome para la hibernación —bromeo mientras nos ponemos de
pie. Hasta yo me doy cuenta de la vergüenza que supone desperdiciar semejantes
especímenes de hombre en alguien del tamaño de mi bolsillo, pero ¿quién soy yo
para cuestionar el universo?
Isaac sonríe adorablemente.
—Rosado: el vino de invierno perfecto. —Equilibra cuidadosamente mi última
lata en lo alto de la tambaleante pirámide—. ¿Cuáles son las probabilidades de

177
encontrarnos aquí?
—Estoy segura de que podrías calcular eso, Nerd Caliente.
—Touché. —Se ríe y mira mi botín—. ¿Agarrando algunos refrescos de calidad
para lo que parece ser un día de diversión?
Miro el único Gatorade que tiene en la mano izquierda.
—Cada uno elige hidratarse a su manera. —Se ríe de nuevo, y añado—: Y
parece que tú no sufres lo mismo, pero yo me sentí tan agotada mentalmente después
de que se emitiera el episodio anoche. He estado inútil todo el día.
Isaac asiente.
—Sí, yo sentía lo mismo. Al final salí a correr sólo para alejarme de todos los
parientes en cincuenta millas a la redonda que se presentaron en mi casa esta mañana
para hablar del programa.
Gimo.
—Mi madre lleva llamándome sin parar desde anoche. Olvidar el teléfono en
casa y conseguir vino ha sido como matar dos pájaros de un tiro.
Vuelve a reírse, pero esta vez con un tono ronco y tranquilo, el tenor de una
broma interna. El sonido me produce un caluroso estremecimiento en el estómago
y... ¿qué es eso? ¿Sentimientos de pantalones? ¿Para alguien que no es Connor? ¿Justo
aquí, en medio de CVS? Mierda, nena. ¡He vuelto!
—Aunque esto ha sido lo más destacado de un día muy raro —dice, haciendo
una mueca—, estoy bastante seguro de que estamos rompiendo al menos media
docena de reglas al vernos fuera del show.
—Mierda, tienes razón. —Rápidamente echo un vistazo a los pasillos cercanos.
Como concursantes, todos firmamos contratos que, entre otras cosas, nos prohibían
expresamente confraternizar fuera del programa. Podrían multarnos, despedirnos o
incluso demandarnos. Y, sin embargo, no me ves ir a ninguna parte—. Casi espero
que suene una alarma y que Connor salga con una de esas redes de dibujos animados.
—Podría escapar —dice Isaac con una sonrisa y un paso atrás—. Tengo mejor
calzado para correr.
—No me descartes —le digo—. Soy sorprendentemente ágil.
—Ya lo creo. —Me da una mirada muy larga—. ¿Me da alguna ventaja contigo
que frecuentemos el mismo CVS?
—Yo no decido, ¿recuerdas?
Chasquea los dedos.
—Rayos. Está bien, bueno, me voy de aquí. —Con un guiño sexy, se da la vuelta

178 y saluda por encima del hombro—. Nos vemos mañana.


Observo a Isaac hasta que desaparece de mi vista, mis pantalones aun
revoloteando abajo.
—Como escritora profesional —murmuro hacia su trasero que se aleja muy
agradablemente—, debo decir que definitivamente verbalizaría el adjetivo sustantivo
fuera de él.
—¿Eres Felicity Chen?
Todo mi cuerpo se gira bruscamente hacia la voz a mi izquierda, donde dos
chicas adolescentes mayores sostienen bocadillos y Red Bulls. Aferro mi colección de
vinos contra mi pecho, deseando que mi corazón se tranquilice. Me han reconocido
antes, pero generalmente en el contexto de algo relacionado con libros, como cuando
estoy hojeando los pasillos de mi librería local, no cuando estoy vestida como una
escritora con una fecha límite inminente y llevando suficiente vino para un equipo de
fútbol completo.
Y entonces se me ocurre. ¿Me han visto hablando sola? ¿Parezco una
vagabunda cachonda?
Un pensamiento más sorprendente aterriza: ¿Me vieron hablando con Isaac?
Mierda.
—¡Soy yo! —Finalmente consigo decir.
Se miran unas a otras con la misma emoción y luego me miran a mí, con los ojos
brillantes de alegría apenas contenida.
—Dios mío —dicen al unísono, y una añade un agudo—, ¡qué bien estuviste
anoche!
La chica que ha hablado es más alta, con un hiyab verde esmeralda y un
maquillaje tan impecable que transforma su chándal blanco y negro y sus zapatillas
de deporte en alta costura.
—¿Sabes si van a poner todos los episodios disponibles para ver en streaming?
—pregunta—. Ya he visto el primero dos veces y podría morirme si tengo que esperar
una semana.
—Sólo un episodio a la semana —digo, no me gusta ser la persona que rompe
su burbuja de alegría—. Lo estamos rodando sobre la marcha.
Ella gime juguetonamente, pero su amiga con sudadera de la UCSD sigue
adelante.
—Me encantan tus libros y se me fue la pierna cuando vi que hacías esto. He
leído Emparejados a Base cuatro veces. —Antes de que pueda decir nada, añade
rápidamente—: ¿Podemos preguntarte algo? Sé que estás súper ocupada.

179 —¿Fue el pijama o el brazo lleno de vino en lata lo que delató mi agitada
agenda? Adelante.
Se ríe, gira su teléfono para mirarme y señala la pantalla.
—¿Sabes si este es el Instagram de Connor Prince?

Connor aparece repetidamente ese día: por la tarde, cuando mi madre me


lleva a rastras a H Mart y una mujer me reconoce en el pasillo de los congelados,
elogiándome un momento antes de preguntar si Connor ha protagonizado alguna otra
cosa, y de nuevo por la noche, cuando otro padre pierde completamente la cabeza
delante de mí y de Jess en el recital de ballet de Juno. En ambas ocasiones me dan
ganas de enviarle un mensaje de texto para regodearme de lo lista que soy.
Me resisto. Pero miro su Instagram. El lunes por la mañana, su número de
seguidores había aumentado de su madre, Nat, Ash y un tipo cualquiera a veintidós
mil. Apostaría toda mi colección de vino rosado en lata a que ni siquiera se le ha
ocurrido mirar.
Tras peinarme y maquillarme el lunes, me conducen a una cocina industrial del
hotel Hilton Bayfront. Primero las malas noticias: Como se predijo, Arjun y Tex han
sido eliminados por el público votante. Pero luego, los seis restantes —Dax, Isaac,
Evan, Jude, Colby y Nick— son llamados uno a uno, vestidos de manera informal y
con amplias sonrisas como accesorios a juego.
Isaac me guiña un ojo y yo me muerdo la mejilla para no devolverle la sonrisa.
Lanelle presenta el plan de esta semana: Puedo elegir qué Héroes quiero para
cada una de las actividades programadas, incluyendo la preparación de una comida
gourmet para mi hermana en reposo, plantar árboles en el Parque Balboa, tomar una
clase de cócteles artesanales, ir a pescar en alta mar, mimos con manicura y pedicura,
y un paseo en crucero por la playa de Coronado. Los espectadores verán las citas
recopiladas secuencialmente, por supuesto, aunque las seis citas tendrán lugar en los
próximos tres días, con confesiones y entrevistas a seres queridos programadas para
grabarse el miércoles.
Lo primero, por supuesto, es la cita para preparar la comida. Me dan diez
minutos para concretar un plan antes de que las cámaras vuelvan a rodar,
mostrándome “pensándolo bien” antes de dar espontáneamente mis opciones. Por
supuesto, existe la vibración de elegir en el patio del colegio -a quien elija primero
es a quien los espectadores supondrán que tengo más ganas de pasar tiempo con él-
, pero también tengo que ser estratégica sobre la mejor manera de conocer a cada
180 uno de ellos fuera de sus elementos naturales.
Elijo a Colby, el SEAL de la marina, para cocinar. En parte porque me gusta la
idea de ver cómo se le flexionan los antebrazos mientras corta verduras para el
almuerzo que le vamos a preparar a Alice, pero también porque en nuestra cita de la
semana pasada me contó que su madre es la dueña de Querida, una de mis tiendas
de tacos favoritas del condado de San Diego. Apuesto a que el tipo sabe moverse en
la cocina.
Lo hace, pero, por desgracia, su pericia hace que termine quejándose mucho
de cómo manejar el cuchillo -supongo que es lo apropiado, dada su profesión- y de
cómo deshuesar un pescado entero. Yo coqueteo, hago bromas y suelto indirectas,
intentando ayudarle porque estoy segura de que gran parte de esta bravuconería se
debe a los nervios, pero, por desgracia, él sigue hablando por encima de mí. No veo
una forma fácil de que el equipo de edición le haga quedar bien.
Jude y yo plantamos árboles esa tarde en Balboa, y bromeo diciendo que me
decepciona descubrir que no brilla bajo el sol. Su sentido del humor parece haberse
tomado el día libre, porque me suelta un monólogo no solicitado sobre lo que
Crepúsculo hizo a la “legítima literatura vampírica”. Me pregunto si, a la hora de
montar el episodio, Connor mantendrá mi mirada poco impresionada dirigida a la
cámara.
Hablando de Connor, él está ahí. Jesús, él es tan increíblemente allí. Siendo alto
en el fondo, llevando el equipo en esos estúpidos y musculosos brazos. Riendo
roncamente cuando levanto un calabacín y le hago un guiño cómplice a la cámara.
Sacudiendo la cabeza con exasperación cuando le digo a Jude que nuestra próxima
cita debería ser en Volterra y él está de acuerdo, claramente sin saber lo que eso
significa.
Al menos Connor sabe que Volterra es donde viven los vampiros chispeantes.
Durante la clase de coctelería artesanal con Nick —completada con
desastrosos intentos de lanzar botellas y un montón de arrugas cuando uso demasiada
lima—, Connor, Rory y un cámara son los únicos miembros del equipo que están
cerca. El dulce bar con vidrieras se reduce a un cuarto de escobas. Cuando Nick me
da una cereza, en lugar de mirarle profundamente a los ojos, desvío la mirada por
instinto hacia donde Connor está de pie detrás del equipo de cámara. Nos hacen
rodar otra vez.
Si cabe, el problema de la proximidad es peor en la cita de pesca en alta mar
con Evan. Connor está sentado justo a mis pies, sujetando el equipo de microfonía,
mientras Rory se lanza por el lateral de la cubierta y los dos cámaras luchan con las
cámaras de mano durante el sorprendentemente turbulento trayecto en barco. En un
momento dado, Connor extiende las manos sobre mis muslos y me sujeta hasta que
he conseguido subir a bordo un enorme atún.
181 Evan se da cuenta, estoy segura, pero no tiene tiempo de cuestionárselo,
porque en cuanto el olor salobre del pescado llega a sus pies, él también pierde su
almuerzo por la borda del barco, lo que me complace decir que quedó grabado en
vídeo.
Cuando Evan se ha recuperado, nos sentamos uno al lado del otro en el barco,
que ahora se mece suavemente, mientras la tripulación cambia los paquetes de
baterías. El caso es que cuanto más tiempo paso con Evan, más recuerdo lo bien que
lo pasábamos, lo fácil que era estar con él, bromear y tomarnos el pelo. Pero también
recuerdo que, Bart Simpson aparte, aunque había chispa, nunca hubo fuegos
artificiales.
Sólo salimos unos meses, pero Evan jugó en el equipo de softball de la liga de
recreo de mi hermano e incluso conoció a mi familia una vez. Es una locura que en
mis muchos años de citas exuberantes, solo un puñado de hombres hayan conseguido
eso.
—Recibí la invitación a la boda de Peter —dice—. Espero que sepa que he
confirmado que no porque tenía que hacerlo. —Hace un gesto a nuestro alrededor,
indicando el espectáculo—, pero no porque no quiera asistir.
—No te preocupes, él lo sabe.
—¿Te gusta Kailey?
—Sospecho que una poción de amor estuvo involucrada porque ella es
increíble.
Evan se ríe.
—He oído que la lista de invitados supera las setecientas personas.
Asiento con la cabeza.
—No creo haber conocido a setecientas personas en mi vida.
Coloca su carrete en el soporte de la jaula e inclina la cabeza hacia atrás para
mirar al cielo.
—Estoy seguro de que el catering va a ser una locura.
—Es la razón por la que he preguntado sobre llevar pantalones de cintura
elástica en lugar de mi vestido de dama de honor.
Baja la voz.
—¿Puedo admitir que salir ha sido un poco raro desde que esto empezó? Que
te reconozcan por la calle es surrealista.
—Temo el millón de preguntas de mis familiares sobre por qué necesito un
programa para encontrar marido.

182 —¿Cómo llevas la situación del acompañante? Supongo que no puedes llevar
pareja, pero es la boda de tu hermano pequeño. —Hace una mueca—. Eso es mucha
atención sobre ti por múltiples razones.
Me encojo de hombros. Normalmente llevaría a Jess conmigo, pero estará en
Costa Rica con River disfrutando de unas muy necesarias vacaciones. Por supuesto,
no me importa ir sola a los acontecimientos familiares, pero Evan tiene razón: esta
boda será diferente. Amigos y parientes están volando desde lugares tan lejanos
como Hong Kong para la ocasión. Alice estará instalada en un cómodo sillón, muy
embarazada y muy felizmente casada. La prometida de Peter es una conocida
dermatóloga que también resulta ser la hija del cirujano plástico con más éxito de San
Diego. A pesar de lo cómoda que me sentiría yendo sin pareja, las bodas son para la
familia, y mi madre querría que asistiera con alguien.
—Supongo que tendré que atreverme sin una cita —digo.
—¿Una cita para qué?
Evan y yo nos giramos al oír la voz de Connor, y por supuesto esta es la única
vez que no lo tengo en el bloqueo de misiles.
—La boda de mi hermano Peter.
—Es este fin de semana, ¿verdad? —Connor pregunta.
—Sí —dice Evan—. Conocí a Fizzy a través de él. Pero no voy a ir, no te
preocupes.
Connor mira por encima de su hombro y luego se agacha, bajando la voz.
—Le dije a Rory que no filmaremos nada en la boda, así que no se lo recuerdes.
Le saludo.
—Entendido, jefe.
—¿Puedes llevar a Jess? —me pregunta.
—Está de vacaciones. —Le quito importancia—. No te preocupes por mí. Puedo
ir sola. Puede que esté nadando con tiburones todo el fin de semana, pero yo también
soy un tiburón.
Con la popularidad del primer episodio, sé que no podré pasar desapercibida.
En los dos últimos días, me han parado al menos cuatro veces cada día. En su mayor
parte, las interacciones son estupendas. Algunos son lectores, la mayoría no. Algunos
me preguntan por los chicos, o por el ADNDuo, o simplemente quieren una primicia,
pero todos me preguntan por Connor.
De hecho, según Jess por medio de Juno por medio de Stevie, Connor está
siendo bombardeado. Los niños de diez años tienen tendencia a exagerar, pero si a
mí me pasa en el baño de señoras de Barnes & Noble, a él también le tiene que estar

183 pasando. El tema común: a la mayoría de los espectadores les gustaría montarlo como
a una bicicleta.
La atención de Connor sobre mí es como una lámpara de calor, y me siento
aliviada cuando llega el momento de empezar a rodar. Prefiero volver a ver a Evan
vomitando por la borda que seguir pensando en la boda de Peter.

Casi espero que Dax se quite los calcetines en el spa y descubra que le falta un
dedo del pie o que tiene un tatuaje de una mujer desnuda en la parte superior del pie
(ambas cosas serían fascinantes, pero por razones muy distintas), pero sus pies están
tristemente intactos y sin marcas. A pesar de que me preocupa que pueda estar
aburrido o inquieto, es un campeón en la silla del spa. Decide que quiere que le
pinten las uñas de amarillo, siente cosquillas cuando la pedicura saca la piedra pómez
y se pone a trabajar en sus callos y coquetea descaradamente con la mujer que le
hace la manicura, pero con dulzura, porque podría ser su abuela.
Cuando Connor me dijo anoche en el puerto deportivo que esta mañana estaría
en la sala de montaje y que su director de fotografía se encargaría durante unas horas,
sentí un pulso de alivio como si, por fin, pudiera respirar.
Pero me equivoqué. Mi cerebro sabe que no está aquí, pero mis reflejos no.
Sigo mirando al espacio vacío donde normalmente estaría él y me encuentro
escaneando la zona. Es un duro despertar ver con qué frecuencia busco su reacción
a las cosas.
—¿Estás bien? —pregunta Dax cuando estamos sentados con los pies y las
manos cuidadosamente quietos, con el esmalte de uñas secándose. El equipo está
recogiendo, después de haber conseguido todo el material que necesitaban,
supongo. Pero todavía no hay Connor.
¿Se reunirá con nosotros en Coronado cuando vayamos a dar un paseo en bici
con Isaac? ¿O está editando todo el día?
—¿Ah? —pregunto distraída.
—¿Estás bien? —repite, sonriendo dulcemente—. ¿Tienes prisa por irte?
—No, no. —Debo haber escaneado el spa de nuevo inconscientemente. ¿Por
qué no puede conseguir mi cabeza en el juego? He hecho esto antes: ¡dormir con
alguien y luego tener citas con otra persona más tarde en la semana! El sexo es el
sexo, ¡no tiene por qué significarlo todo!
184 Pero tampoco tiene por qué significar nada.
Mierda.
—Lo siento —le digo—. Sólo tenía sed.
Dax levanta una mano, saludando a su nueva mejor abuela-amiga.
—¿Puede tomar un vaso de agua, por favor?
La adorable mujer me trae un poco en un vasito de plástico y Dax lo observa,
preocupado.
—¿Mejor?
Asiento con la cabeza.
—Gracias.
—Es mucha presión, ¿eh?
—Lo es.
—Tengo un millón de preguntas para ti —dice—, sobre tu trabajo y tu vida.
—¿Sí? —Le sonrío. Mira a este hombre de aquí, atento y divertido. Un
pensamiento me golpea como una puerta abierta de golpe.
Dax podría ser mi alma gemela.
Las cámaras ni siquiera están rodando, y me dedica una sonrisa
cautivadoramente amable.
—Realmente espero conseguir una tercera cita.

Connor no está en Coronado esperándonos. Pero la bicicleta sí, y también


Isaac, con su sonrisa cómplice de ojos arrugados y su adictiva carcajada. Damos
vueltas por la isla con las cámaras montadas en el cuadro de la bici y un cámara
delante de nosotros que va de espaldas en una Vespa. Isaac es obviamente un genio
y me hace reír durante todo el camino, con el tipo de humor desenfadado e ingenioso
que encuentro intensamente sexy. Es imposible ignorar que hay algo entre nosotros,
y cuando sugiere que paremos a tomar batidos espontáneos, acepto de inmediato.
Quiero pasar más tiempo con él, cara a cara, cerca. Uno al lado del otro, en una mesa
de picnic con vistas al océano, compartimos anécdotas de cuando éramos niños y, por
primera vez en cualquiera de estas citas, me olvido de que las cámaras están ahí
mismo.
185 También me doy cuenta, al llegar al burbujeante final de mi batido y ver por
fin a Connor, sudoroso y sin aliento, casi como si hubiera corrido todo el camino hasta
aquí, de que no he pensado en él desde que empezó mi cita con Isaac.
Isaac podría ser mi alma gemela.
Y aun así quiero a Connor.
Contrólate, Fizzy, pienso, y vuelvo a centrar mi atención en Isaac y su batido de
caramelo y la cereza que me está colgando para que me la coma. Sin duda, los
espectadores compararán este momento con el de ayer con Nick, mientras cierro los
ojos y me lo como con una sonrisa. Hago un nudo con el rabito sólo con la lengua y
abro la boca para mostrarla coquetamente. Obtengo la reacción impresionada que
esperaba -Isaac aplaude y me dedica un sexy “Diablos, chica”, pero me cuesta todo
el esfuerzo del mundo no mirar a Connor para ver qué piensa al respecto, y
preguntarme si estará pensando en lo que ha sentido esa lengua mía deslizándose
por su cuello, su labio inferior, su mandíbula.
Tendremos nuestro confesionario más tarde, pero mi plan es escapar en cuanto
Rory diga corten. Tengo la cabeza hecha un lío y necesito analizar mis sentimientos
por ambos hombres: mi atracción por Isaac y la extraña forma en que me hace sentir
que estoy traicionando a Connor, a pesar de que conectar con otros hombres es
literalmente el objetivo del programa. Pero cuando terminan las confesiones de e
Isaac —que esperó a que terminara— me da un dulce abrazo de despedida y un suave
beso en la mejilla (sentimientos de pantalones, nos volvemos a encontrar), la mano
de Connor me rodea el brazo.
Creo que me preguntará por Isaac, o me dirá por qué llegó tarde, o una de una
docena de otras posibilidades.
Lo que no espero es que se incline tranquilamente y me diga:
—Déjame llevarte a la boda de Peter. Es fácil explicar por qué estaría allí. No
quiero que tengas que afrontarlo sola.

186
Treinta
Episodio Dos Transcripción del confesionario

Connor Prince: Bueno, aquí estamos de nuevo.

Fizzy: Hola, Connor Prince. Estuviste ausente para algunas de nuestras grabaciones
de esta semana. Fue raro.

Connor: Lo sé, y te pido disculpas. Desafortunadamente para mí, tenía algunas cosas
relacionadas con el programa de las que tenía que ocuparme. Afortunadamente para ti y para
nuestros espectadores, tenías seis hombres guapos para hacerte compañía.

Fizzy: ¿Puedo decir que te extrañé? Porque te he echado de menos.

Connor: Eres muy amable.

Fizzy: Era un día caluroso y eres muy alto. Nos habría venido bien la sombra.
187 Connor: Ahí está. Brenna, por favor haz una nota para insertar un panorámico al aro
en el poste.

Fizzy: Vale, para, espera. Todo lo que quiero en la vida es un sonido chispeante para
anunciar mi entrada en cualquier habitación. Si hubiera sabido que podíamos añadir efectos
de sonido en las ediciones, me habría vuelto loca en esa cabina de edición.

Connor: Esto es precisamente por lo que no se te permite entrar en la cabina de


edición. ¿Volvemos a tus citas? La semana fue un torbellino.

Fizzy: Fue ajetreado, pero los Héroes eran geniales. Realmente espero que cortes
cuando me resbalé por las escaleras en Balboa Park y mi vestido se deslizó hasta mi cuello y
mostré a todos mi trasero, pero sospecho que ya has planeado incluirlo.

Connor: Sospechas correctamente. Pero no temas, Felicity, también podemos editar


imágenes pequeñas para proteger tu virtud. ¿Quieres el emoji del melocotón o el emoji de la
mano agitándose sobre tu trasero?

Fizzy: [se levanta y mira directamente a la cámara] América, ¿estás viendo esto?

Connor: [riendo, la lleva de vuelta a su asiento] Vamos a las citas, ¿de acuerdo?
Treinta y uno
Connor

S
ube. Habitación 1402.
Mi cerebro tartamudea.
Cuando le envié un mensaje a Fizzy para decirle que había llegado,
esperaba que se reuniera conmigo en el vestíbulo o que me dirigiera a la sala de
banquetes. Pero encontrarme con ella en la habitación de un hotel es exactamente el
mismo problema que preveía cuando me di un severo sermón en el espejo de casa.
—Escóltala —le había dicho a mi reflejo—. Eres su encargado, el ejecutivo a
cargo de ella. No eres su cita. No eres su amante. Estás haciendo un trabajo.
Puedo reunirme contigo aquí abajo, tecleo, pero si está arriba y me pide que vaya

188
a verla, es posible que necesite ayuda con algo.
Lo borro y tecleo: ¿Hay alguien ahí arriba contigo?
Suena posesivo e incómodo. También lo borro.
Te veo tecleando, manda un mensaje. No seas raro. Necesito tu ayuda.
Riéndome, borro todo de nuevo y escribo simplemente: En camino.
Pulso el botón del ascensor y respiro hondo; el pulso me sube por la garganta.
Lo ideal sería que el trayecto en ascensor durase media hora. Por desgracia, sospecho
que el día de hoy será una serie continua de recordatorios de que no debería
haberme ofrecido a para acompañarla a este evento, porque no estoy preparado para
estar a solas con ella.
Cuando me acerco, veo que la puerta no está cerrada con pestillo, pero llamo
de todos modos. Desde dentro se oye un brillante:
—Adelante.
La abro lo justo para asomar la cabeza y exclamo:
—Podría ser cualquiera, ¿y me invitas a pasar sin verme?
—Estadísticamente es poco probable que seas un criminal. —Su voz resuena
desde el baño—. Acabas de mandar un mensaje, y además, la mitad de la gente de
este piso son parientes o amigos.
—Bueno, me alegro de que las posibilidades de que alguien que conoces me
vea entrar en tu habitación de hotel sean relativamente altas.
Su voz se hace más fuerte mientras entra en la habitación.
—Sólo les diría que estás entregando el servicio de habitaciones...
Se detiene para respirar cuando me ve, pero sus siguientes palabras se
pierden en el vacío de mi cráneo mientras contemplo el vestido de pedrería sin
tirantes que cubre su cuerpo. Es dorado, cubierto de intrincados abalorios y ceñido
hasta la mitad del muslo, donde se derrama en una ola de tela brillante alrededor de
sus pies. Lleva el pelo recogido en algún complicado arreglo sobre la cabeza, y
algunos mechones oscuros cuelgan sueltos, rozando sus hombros desnudos.
—¿Connor?
Me sobresalto, sin tener ni idea de cuánto tiempo había permanecido mudo.
—Sí, estoy aquí.
Cuando arrastro mis ojos a su cara, está luchando contra una sonrisa.
—¿Te pregunté si podías ayudarme?
189 —Eh, claro... ¿con qué, exactamente?
—¿Mi vestido?
Se gira para mostrarme lo que quiere decir. La conciencia aterriza, y esta vista
es infinitamente peor. Una larga V de piel sin marcas y melosa queda al descubierto
en el espacio donde los botones permanecen abiertos. Ahogo un gemido, pero no lo
consigo del todo, y sale como un quejido que debo convertir conscientemente en una
frustración de tipo no sexual:
—Un recuento casual me dice que aquí hay al menos ochenta mil botones.
—Hay cuarenta —me dice—. Me doy cuenta de que debería haber hecho que
una tía hiciera esto antes de que llegaras, pero por desgracia, todo el mundo está
ocupado y aquí estamos. Por razones obvias, la principal es que apenas puedo ni
inclinarme con esto, y mucho menos retorcerme para abotonarlo yo misma, necesito
otro par de manos.
La palabra inclinarme es un chirriante choque de trenes en mis pensamientos.
Culpo a la imagen que evocan del modo en que me tiembla la voz al acercarme a ella
con un despreocupado:
—Claro, por supuesto.
Pero entonces hago algo sin darme cuenta hasta que un escalofrío recorre su
espalda: Arrastro un nudillo a lo largo de su columna vertebral.
—Si haces eso, no nos pondremos este vestido. —Se gira y me mira por encima
del hombro—. Y sé lo que piensas de los límites.
—Es francamente agotador ser el único que los establece duramente —
murmuro.
Fizzy se ríe, encantada, y vuelve a mirar hacia otro lado.
—Eres tranquilizadoramente predecible.
—Bueno, tú eres el que acaba de acariciarme y luego dijo “duramente”.
Exhalo un aliento dramáticamente cansado.
—Fue un roce involuntario, un reflejo.
—Empiezo a preguntarme si dejar esto desabrochado fue un desafortunado
descuido o un feliz accidente.
El primer botón es un coñazo. Los agujeros son estrechos y los botones están
cubiertos de satén y son minúsculos, por lo que son muy difíciles de agarrar. Pero
para el tercero ya lo tengo casi todo resuelto. Nos quedamos en silencio mientras
avanzo con cuidado desde la curva de la parte baja de su espalda hasta la suave
extensión entre sus omóplatos. Y justo antes de que cada botón se junte, lucho contra
190 el impulso de inclinarme hacia delante y besar la piel bajo mis dedos.
Abrocho el último botón, me doy un breve capricho y le apoyo la palma de la
mano en la nuca mientras me inclino para mirarla. Tiene las mejillas sonrojadas y las
pupilas anchas y negras.
Jesús, está tan excitada como yo.
—Tu castidad está asegurada —le digo—. Porque no volveré a hacerlo.
Fizzy sonríe y se aclara la garganta antes de girarse completamente para
mirarme con aprecio.
—Estás guapísimo.
—Gracias. Tú... —Trago saliva cuando mi voz sale un poco estrangulada—.
Estás impresionante.
Se levanta y me toca la corbata.
—Esperaba que llegaras aturdido sobre cómo anudar esto para poder hacerlo
por ti.
Con una sonrisa, alzo la mano y tiro del extremo, desatándolo de un suave tirón.
La sonrisa de Fizzy es como un rayo de sol.
—Supongo que deberías hacer algo a cambio después de que abrochara esos
siete mil botoncitos.
La insinuación involuntaria flota en el aire entre nosotros. Se acerca a mí, aún
sonriente, y coge la corbata, tirando de ella para alinear los extremos alrededor de
mi cuello.
—No me dio la impresión de que estuvieras bajo presión.
—Te enviaré la factura de mis recetas para la artritis.
Tararea y su sonrisa se suaviza.
—¿Estás preparado para hoy? Puede ser abrumador.
—Eso espero. Hace tiempo que no asisto a una boda elegante.
—¿Desde la tuya?
Me río.
—No. Fui como acompañante de alguien.
—¿Esa noche terminó con tu castidad intacta?
Suelto una carcajada.
—Ah, sí. Era amiga de un compañero de trabajo y se había trasladado
recientemente desde Arizona. Desde el momento en que la recogí supe que algo no
191 iba bien, pero ella insistió en que estaba bien.
—Oh chico.
—En efecto. Lloró durante la ceremonia...
—Comprensible.
—Por supuesto, pero también lloró durante la cena y el primer baile. Cuando
por fin le pregunté si realmente estaba bien, admitió que su marido la había dejado
por su ayudante y que por eso se había trasladado para estar más cerca de sus padres.
—La mueca de dolor de Fizzy se acentúa cuando se centra en la corbata—. Cuando se
instó a los invitados a brindar, ella levantó su copa y dijo a la feliz pareja que
disfrutaran de la noche porque el amor es una ilusión y los hombres son incapaces de
mantener la polla dentro de los pantalones.
—Te das cuenta de que estoy robando esta historia, ¿verdad?
Asiento con la cabeza.
—Así que es un listón bajo, pero supongo que pase lo que pase esta noche, será
mejor que eso.
Fizzy se ríe.
—Ves el vaso medio lleno… me gusta. Pero no tienes ni idea de lo enorme que
es mi familia. Estadísticamente hablando, son muchos locos.
Como sigue concentrada en la corbata, aprovecho para mirarla abiertamente.
—Evan me apartó y me dio alguna primicia.
Las manos de Fizzy se quedan quietas.
—¿Lo hizo?
—Sí, sobre algunas de las cosas que probablemente has estado haciendo esta
mañana, como la ceremonia del té…
Su carcajada me interrumpe.
—¿Te dijo que Peter estaría en una búsqueda del tesoro salvaje?
Sacudo la cabeza, hipnotizado por la forma en que sus labios se hinchan en un
dulce mohín cuando reflexiona sobre su explicación.
—En nuestra comunidad, la ceremonia del té es muy importante. Suele
celebrarse por la mañana y los novios están separados. El novio recibe una lista de
tareas para demostrar su amor a la novia antes de que la familia decida que es lo
suficientemente digno. Es todo un juego, pero las tres hermanas de Kailey fueron las
que lo organizaron todo y él tuvo que hacer beer pong a las siete de la mañana.

192
—¿Con cerveza de verdad?
Ella asiente, radiante.
—Luego le hicieron beber una especie de brebaje de nevera al azar; a todos
nos daban arcadas. Tuvo que responder trivialidades sobre Kailey, y luego bailar y
cantar para todos.
—Cantar y bailar delante de todo el mundo...
—¿Estoy describiendo tu pesadilla literal?
Empiezo a decir que sí, pero entonces, durante un pulso febril, imagino un
universo alternativo en el que soy yo quien está en esta ceremonia, demostrando mi
valía a esta mujer aquí mismo. Mi vacilación se derrite.
—No. —Sale en su lugar—. Si estuviera enamorado, lo haría todo.
—¿Cargar diez galones de agua media cuadra usando sólo baldes
agujereados?
Levanto la mano y aparto un mechón de pelo de su labio inferior.
—Por supuesto.
—¿Beber un brebaje de nevera?
—Fácil.
—¿Fácil? —Me mira entrecerrando los ojos—. Hoisin, mayonesa, vinagre de
arroz, leche de almendras, pasta de ajo y zumo de mango.
—Actúas como si fuera cianuro. —Me río—. ¿Crees que un hombre que ama a
una mujer no beberá algo de dudosa procedencia para poder verla caminar por el
pasillo hacia él?
Levanta la vista y me mira. Su ojo derecho tiene una mancha dorada, como si
una vez hubiera mirado al sol y una diminuta astilla hubiera quedado atrapada allí.
Veo cómo se encoge y sus pupilas se dilatan.
Joder.
Ella parpadea.
—¿Correrías tres millas en medio de la noche por esta hipotética mujer,
también?
—¿Sólo tres? —Su sonrisa vacila y miro sus manos. No parece haber avanzado
mucho—. ¿Tienes alguna idea de cómo atar esto?
—Es un ángulo raro porque eres un vikingo gigante.
—Creo, de hecho, que nunca has hecho esto antes.
—Puede que tengas razón —dice, frunciendo el ceño—. Pero no me rindo.

193
Levanto la barbilla, dándole mejor acceso, sintiéndome feliz de estar aquí toda
la noche.
—Bueno, parece que vamos a estar aquí un rato. Cuéntame más sobre esta
ceremonia del té.
—Bueno —dice, y tira de lo que ha conseguido hasta ahora para empezar de
nuevo—. Después de que el novio demuestre su valía, se le permite ver a la novia.
Ambos visten los trajes tradicionales más hermosos, y los novios presentan sus
respetos a los miembros de la familia, del más viejo al más joven, y se les ofrece una
taza de té a cada uno por turno. La familia da a los lai see, que son sobres rojos con
dinero, y los ancianos les dan consejos.... —Se interrumpe. Inclinando la cabeza, Fizzy
respira hondo—. Sinceramente, me encanta la ceremonia del té.
Me duele cuando oigo la nostalgia en su voz. Rara vez es tan vulnerable, que es
a la vez maravilloso y devastador ver esta pequeña grieta en su armadura.
—Ya lo veo.
—De todos modos —dice, enderezándose con una rápida inspiración—, lo
hicimos en casa de los padres de Kailey esta mañana, y volvimos aquí con el tiempo
justo para cambiarnos, y fue entonces cuando me acordé de los ochenta mil botones
de mi vestido. —Da un paso atrás, examina su trabajo y frunce el ceño—. Voy a ser
sincera, la ejecución aquí no es muy buena.
Miro hacia abajo, me desabrocho la corbata y Fizzy frunce el ceño mientras me
la arreglo.
—No tienes que regodearte, hombre montaña.
—Intentaba que te sintieras útil aquí, pero me acabas de decir que tenemos
prisa.
Me pasa la mano por el pecho, extendiendo un calor chispeante bajo mi piel.
Su mano se detiene en mi bolsillo y lo acaricia.
—¿Es esto lo que creo que es?
Me meto la mano en la americana y saco el sobre rojo con dinero.
—Como dije, Evan me ayudó a pensar qué traer de regalo.
Me mira fijamente.
—Eso es muy dulce.
—Me cae bien —admito a regañadientes—. Es un buen tipo.
—Lo es, pero me refiero a ti. Eres dulce.
Frunzo el ceño.
—No soy en absoluto dulce.

194
Fizzy se levanta y me pellizca suavemente la barbilla.
—Tú, de hecho, eres el más dulce.
Treinta y dos
Connor

E
n el tiempo en que yo abrochaba su vestido y ella fingía saber qué hacer
con mi corbata, el vestíbulo del hotel se ha convertido en un manicomio.
Los invitados a la boda de etiqueta están por todas partes, abrazándose,
presentándose, incluso llorando en señal de saludo. Observando la opulencia que se
ha derramado desde el salón del banquete hasta el vestíbulo, tengo la sensación de
que la familia de la novia es de una riqueza difícil de comprender para la mayoría de
los mortales.
—Setecientos invitados —me dice Fizzy en voz baja, guiándome entre la
multitud—. Peter me ha dicho que han reservado varias plantas de habitaciones aquí
para los familiares de ambas partes que vuelan desde todo el mundo.
195 Suelto un silbido bajo, observando la decoración del pasillo que hay fuera de
la sala principal de banquetes —pequeñas mesas de cóctel con ramos de buen gusto,
cuencos de cristal con bombones envueltos y programas de boda— y luego dentro,
donde casi tropiezo con mis propios pies porque la escala de la decoración no se
parece a nada que haya visto nunca: las paredes están cubiertas de seda color crema;
al menos setenta mesas están decoradas con jarrones altos repletos de flores rojas y
naranjas. Nuestro destino es el exterior, donde se celebrará la ceremonia antes de lo
que Fizzy promete que será una noche de comida, baile y fiesta. Pero nos detenemos
cada pocos metros cuando alguien que Fizzy conoce aparece a la vista y le saluda con
su entusiasmo sin límites. Las mujeres se abrazan con un grito de alegría; los parientes
masculinos se abrazan y se burlan. Me presentan al menos a cincuenta personas cuyos
nombres olvido enseguida porque me asombra ver a Fizzy en su elemento familiar:
cálida, cariñosa, rápida con una historia o una anécdota.
Unas cuantas personas comentan mi aparición en el programa, y yo
rápidamente desvío su atención de nuevo hacia Fizzy. Que me paren desconocidos y
me alaben por estar delante de la cámara es algo a lo que todavía estoy intentando
acostumbrarme. No es que no me guste hacer entrevistas, es que me gusta. Discutir
verbalmente con Fizzy se ha convertido rápidamente en una de mis tres actividades
favoritas, e incluso veo que nos compenetramos bien. Pero el reconocimiento público
no es algo para lo que me hubiera preparado mentalmente.
Mientras avanzamos entre la multitud, lo único que me queda es la impresión
que me da Fizzy de que todos los que he conocido son las personas más
impresionantes, o interesantes, o aventureras, o creativas que han existido jamás. Y
entonces, cuando salimos al enorme césped resplandeciente de flores y cintas de
raso, ahí están los padres de Fizzy, saludando a los invitados que salen.
Me toma del codo y me guía hacia delante.
—Connor, ésta es mi madre, Lánying Chen. —Si tuviera que echar cuentas,
diría que tiene unos sesenta años, pero su piel es luminosa y sólo tiene unas tenues
líneas alrededor de los ojos.
El cambio en Fizzy es sutil pero perceptible para alguien que apenas puede
apartar los ojos de ella: con sus padres se ablanda, convirtiéndose más en hija que en
centro de atención, más cuidadora que fiestera, alargando la mano para enderezar el
colgante del collar de su madre.
Espero un apretón de manos, pero en lugar de eso me abrazan, y yo abrazo
con cuidado a su madre, que es más pequeña que su hija. Cuando retrocedo para
encontrarme con los ojos sonrientes de la señora Chen, pienso en mi madre en casa,
en su aspecto agotado día y noche, en cómo un acontecimiento como este le causaría
pánico e incomodidad.
Junto a la señora Chen está su marido, Ming, un hombre larguirucho al que

196 conocí en la firma de libros de Fizzy, con una sonrisa pícara que contagió al menos a
uno de sus tres hijos.
—¡Aquí está mi nuevo amigo que hará de mi hija una superestrella!
Nos damos la mano a modo de saludo mientras Fizzy se inclina, fingidamente
ofendida.
—Hola, padre, ya soy una superestrella.
—¿Cuándo tendré mi cita en la alfombra roja, entonces?
Los dos continúan mientras la señora Chen me rodea el antebrazo con una
elegante mano.
—Me gusta tu programa —dice—. Sales muy guapo en la tele.
—Gracias —digo, sonriendo—. Me sorprende que Fizzy le deje verlo.
Afortunadamente, se ríe de esto.
—La ves claramente, y te lo agradezco.
Me quedo momentáneamente inmóvil.
—Creo que la mayor parte del mérito es de su hija. Es raro encontrar a alguien
tan genuino y natural delante de una cámara. Empiezo a pensar que no hay nada que
ella no pueda hacer.
—Cuando escriba su novela de verdad, la convertirás en una película, ¿de
acuerdo?
Ahora estoy confundido por una razón diferente.
—Su...
Fizzy lo ignora e interviene.
—¡Cuando no está buscando mi alma gemela, está salvando la Tierra, mamá!
No hay tiempo para adaptaciones románticas.
Una mujer con pinta de ser probablemente la coordinadora de la boda capta la
mirada de Fizzy y señala su reloj.
—Parece que ha llegado la hora —me dice Fizzy.
Nos dirigimos hacia las interminables filas de sillas blancas atadas con cintas
rojas. Cuando un mechón de pelo de Fizzy le pasa por la frente, alzo la mano y se lo
quito sin pensarlo.
Nuestras miradas se cruzan y mi corazón se hunde aún más en este lugar cálido
y seductor.
—¿A qué se refería tu madre con lo de escribir una novela “de verdad”?
Se encoge de hombros y se gira para observar a los invitados que se dirigen

197
en gran número hacia los asientos.
—Se refiere a un libro con sufrimiento reflexivo.
—Suena apasionante.
—Hay mucha gente en el mundo que considera el romance como un
pasatiempo —dice, y vuelve la cara hacia mí. No hay tirantez allí, no hay dolor—.
Seguro que piensa que aún estoy calentando para intentar mi obra maestra.
Ahora podría ser el momento de admitir que una vez fui una de esas personas,
o de contemplar en silencio la conexión que compartimos entre nuestras respectivas
carreras y lo que nuestros padres creen que deberíamos estar haciendo. Pero mi
primer pensamiento sale volando en su lugar.
—Creo que tú eres la obra maestra.
Abre la boca como si tuviera una respuesta inteligente, pero no pasa nada. Con
un gesto irónico en los labios, sacude la cabeza.
—Tú eres otra cosa.
—Algo bueno, espero.
Señala los asientos.
—El lado del novio a la izquierda. Ahí es donde te sentarás. Ve a hacer amigos.
—Entendido.
—Te veré después de la ceremonia. —Se recoge el vestido y se vuelve hacia
el interior para reunirse con el cortejo nupcial—. Me echarás de menos —dice por
encima del hombro.
La veo alejarse, admitiendo en voz baja:
—Ya lo hago.

198
Treinta y tres
Fizzy

H
e asistido a un número desmesurado de bodas. He sido dama de honor
dos veces (Alice y Jess), una de las damitas acompañantes catorce
veces, he oficiado tres bodas y dos veces he hecho una lectura durante
la ceremonia (una vez fue un pasaje de uno de mis libros, y eso fue muy raro). Estoy
segura de que mucha gente va a las bodas y toma nota de lo que le gusta, de lo que
haría de otra manera. Piensan en la decoración, la comida y el número de invitados.
Se inclinan y susurran que nunca habrían puesto a fulanito y menganito en la misma
mesa. Puede que incluso pidan tarjetas de visita a los distintos proveedores.
A mí no. Es posible que las bodas hayan perdido brillo en todas mis
experiencias con ellas, pero creo que la boda es la parte menos romántica del
199 romance. Claro, hay esplendor y catering y la oportunidad de llevar ropa
completamente extravagante. Pero también está la política familiar, el estrés y la
realidad de que mucha gente se gasta el equivalente al pago inicial de una casa en la
celebración de un solo día. El amor no se encuentra en un centro de flores de metro
y medio de altura ni en una tarta de chocolate de siete pisos. El verdadero romance
está en los detalles más discretos. Quién se declara y cómo. La forma en que se miran
a través de una habitación. La anticipación de lo que significa casarse, las noches que
pasan uno al lado del otro, dando forma a su vida eterna. El primer momento a solas
tras el compromiso. El día después, cuando por fin se embarcan en la aventura. Y, por
supuesto, todo el sexo.
Pero estas son cosas que uno nunca considera sobre su hermano. Qué asco.
Parpadeo, alejándome de Peter y dirigiéndome a su nueva esposa, Kailey, justo
cuando la besa una versión adulta de la persona que más de una vez me sujetó y se
tiró un pedo en mi cara.
Se aparta, sonriendo, y ahí —justo ahí— está lo que he venido a ver: esa mirada
de asombro sin adulterar. Ese primer contacto visual, el chillido silencioso de “¿De
verdad estamos casados?” Peter puede ser un egoísta y nunca le perdonaré que me
cortara la coleta cuando tenía trece años, pero ama a Kailey. Será bueno con ella.
Y, con suerte, la dejará preñada pronto y alejará la atención de mí y de mi
continua soltería. Eso, me recuerdo, a menos que acabe feliz para siempre con uno de
mis héroes.
El pensamiento revolotea en mi mente, pero sigue siendo una pelota de tenis
que rebota en paredes vacías. Miro a la multitud de invitados, mis ojos se centran en
Connor, en medio del grupo, de pie como un rascacielos en los suburbios. ¿Y quién
lo iba a decir? Me devuelve la mirada.

Tardo diez minutos en abrirme paso entre la multitud para llegar hasta él, y
entre que me pongo al día con la familia, me paran para hacerme fotos y una vez dirijo
a alguien al baño más cercano, consigo vislumbrarle hablando con la gente que le
rodea. Dios, me encanta que pueda encontrarlo tan fácilmente, que se arregle tan
bien con un esmoquin negro ajustado y que se haya dejado el pelo suave y suelto en
lugar de meticulosamente peinado. Pero su aspecto ya no es lo más interesante de él.
Es tan cálido personalmente, establece un contacto visual tan sincero. Me encanta
cómo se relaciona con mi madre, cómo se emociona al conocer a todos los que nos

200
paran de camino al jardín. El modo en que se entrega por completo a todo lo que hace
y se emociona cuando habla de su hija. Connor Prince III debería recibir una medalla
de oro en la prueba de Escucha Activa en los Juegos Olímpicos de Romance. Parece
mentira que hace meses lo viera como un arquetipo de héroe de plástico. Ya no es un
ejecutivo millonario sexy, ni un británico sexy, ni un leñador suave, ni siquiera un
DILF... es simplemente Connor.
¿Cómo es que una vez lo encontré aburrido, desagradable y cliché? Ahora
estoy luchando para no pensar en él como material de alma gemela.
Y menos mal que lo estoy consiguiendo, porque cuando llego hasta él, está de
pie con una de las amigas de Peter del instituto, una rubia menuda llamada -no
bromeo- Ashley Simpson. Cuando digo que Ashley está colgada del brazo de Connor,
quiero decir lo siguiente: imagina una roca gigante y luego imagina un percebe.
Ashley me cae bastante bien —aunque jugó con el corazón de Peter durante años,
cuando él creía que la apariencia era más importante que el cerebro, y luego ella lo
persiguió sin descanso una vez que se dio cuenta de que el cerebro era más
importante que la apariencia—, pero me acerco por detrás justo cuando le pregunta
a Connor si puede robárselo para el primer baile, y las tripas se me llenan de un calor
brillante y violento.
Me detengo bruscamente. No me ha visto. Debería aceptar. No me gustará,
pero sería una buena forma de salir de esta cosa rara, inapropiada, insostenible que
tenemos entre manos. Se supone que me tiene que gustar Isaac o Dax o Nick. (Quizás
Jude. Creo que todos estamos de acuerdo en que Evan no lo es. Pero Connor
definitivamente no lo es).
Pero entonces Connor sólo dice un suave:
—Lo siento, esta noche estos pies bailarines pertenecen a Fizzy. —Y mi corazón
da un grito ahogado, en caída libre hacia mi estómago.
En la despedida de soltera de Jess, nos desmayamos, borrachas pero
predecibles, sobre todas las grandes y pequeñas formas en que River es perfecto
para ella. Dado que todos los demás estaban casados, inevitablemente el tema pasó
a ser yo y el desastre de mi relación amorosa con Rob. El grupo era pequeño -sólo
éramos unos seis-, pero todos coincidieron en que soy increíble, que merezco al
mejor hombre del mundo y que, sea quien sea ese ser mágico, sigue estando ahí fuera
para mí.
No me lo creí en su momento y, a pesar de hacer este programa, no estoy
segura de creérmelo del todo ahora. En las dos últimas décadas, he tenido muchas
citas. Siempre supuse que no era exigente; me gustaba presumir de no tener un tipo.
He tenido mil primeras citas increíbles y un puñado de segundas citas divertidas. Y
ya está. Me atrae mucha gente, pero rara vez se involucran las emociones. En
retrospectiva, mis sentimientos por Rob se beneficiaron de estar en el resplandor
residual de Jess y River. Pero la verdad es que la relación era vergonzosamente
201 superficial. No sabía nada de su vida (obviamente) y, desde luego, nunca me hizo
sentir así.
Mierda, no está mal. Abro el bolso en busca del cuaderno, pero no encuentro
nada. Aunque hubiera vuelto a llevar uno, este bolso es del tamaño de una Pop-Tart.
Estando detrás de Connor, viéndole rechazar con suavidad pero con firmeza a
una mujer objetivamente preciosa, sabiendo que no tiene relaciones casuales y que
me comprende y me admira lo suficiente como para poner toda su carrera profesional
en mis manos, y que si siente por mí aunque sea una fracción de lo que yo siento por
él, se está jugando el corazón por hacer este programa conmigo, me doy cuenta de
que lo que le dije hace semanas es cierto, no tengo un tipo.
Pero tal vez sí tenga uno.
¿Te han abofeteado alguna vez? ¿Por tu yo interno? Esto se parece un poco a
eso. Cierro los ojos, los aprieto de verdad, deseando que ceda el pánico. Si estuviera
escribiendo este momento, describiría la conciencia de que los sentimientos que he
estado ignorando han estado aquí todo el tiempo. Quizá haría que la heroína se
tambaleara hacia un lado o que cogiera una copa de champán medio vacía y se la
bebiera para aliviar la repentina aparición de una ansiedad vertiginosa. Pero en
realidad, las epifanías sólo se sienten como si tu alma abriera una boca abierta y se
lamentara: Oh, soy tan tonta.
Me acerco a la pareja, tragándome la espesa bola de emoción que tengo en la
garganta.
—Hola a los dos, ¿qué pasa?
Connor se gira, retira el brazo del agarre de Ashley y posa una cálida palma
en la parte baja de mi espalda. Su:
—Hola… —Es bajo y cálido, y encierra mil significados. Le miro a los ojos y sé
que no me lo estoy imaginando. Esa sola palabra dice: “Eh, ahí estás” “Eh, ¿has oído
lo que acabamos de decir?” “Eh, te he echado de menos” y “Eh, ¿recuerdas cuando
tuvimos sexo duro y rápido y fue alucinante?”
Ashley se inclina desde su otro lado, sonriéndome.
—Hola, Fizzy.
Aparto mi mirada de la de Connor.
—Hola, Ashley. Gracias por venir.
—OhDiosMío, por supuesto. Acabo de conocer a tu productor. ¿Tendré un
programa de citas después, y puede estar en él?
Sonrío con fuerza y miro a Connor en plan ¿Quieres jugar a esto?
Me mira, dulcemente divertido.

202 —Ya le he dicho que soy más feliz sobre todo detrás de la cámara y que eres tú
quien me obliga a hacer las entrevistas.
Ashley continúa.
—Es realmente irreal que estés haciendo esto, Fizzy. Había oído hablar de ello,
pero no tenía ni idea de que fuera para tanto. Connor dijo que el segundo episodio se
emite esta noche.
—Es algo importante porque Connor está haciendo un trabajo increíble con él.
—Pero es muy gracioso. —Su risa resuena como pequeñas campanas—. Antes
estábamos hablando de que eres una escritora romántica, ¿no deberías conocer todas
las formas y lugares para conocer gente? Si no puedes conocer a alguien de la forma
habitual, literalmente no hay esperanza para el resto de nosotros, ¿verdad?
Noto que la sonrisa se me escapa de la cara y no puedo hacer nada para
evitarlo. Se me escapa una risa incómoda. Normalmente, veo venir estas indirectas a
la legua. Suelo tener una respuesta inteligente en la punta de la lengua.
¿Cómo es que una experta en romances como tú sigue soltera?
Hay que estar al día con los estudios de mercado.
Es difícil encontrar al hombre adecuado después de escribir el héroe perfecto.
Incluso el más simple “no tengo mucho tiempo para una relación” no me llega
a tiempo. Me siento atrapada en el zumbido de la hora del cóctel en la boda de mi
hermano menor. Con este vestido que Connor me abrochó con tanto esmero, con mi
familia a mi alrededor y cargando con estos nuevos y enormes sentimientos, me
sentía invencible... pero, oh, cierto. Soy la solterona soltera. Qué fácil es derribar y
remodelar a alguien con unas pocas palabras afiladas.
—Creo que es difícil para alguien en el ojo público encontrar un buen ajuste.
—Connor interviene suavemente—. Fizzy es comprensiblemente cuidadosa.
Ashley resopla.
—Dios mío, eres tan dulce. Pero me refiero a que Fizzy solía salir literalmente
con todo el mundo.
—Sí —dice con una carcajada simpática—. Porque todo el mundo quiere salir
con ella.
La cara de Ashley hace una cosa. Es una risa apenas contenida. Vale, colega. Es
una risa contenida.
La sonrisa de Connor permanece, pero ya no parece totalmente natural.
—¿Lees sus libros?
Ashley niega con la cabeza.

203 —Oh, yo no leo libros sólo románticos; necesito que haya algo de trama
también.
Se queda callado por un momento.
—Hay mucha trama. Y los Fizzy son el estándar de oro. —Le miro con cariño.
Este mentiroso, todavía fingiendo que ha leído mis libros.
—Oh, estoy segura...
Continúa y, de algún modo, consigue cortarla sin dejar un insulto en el aire.
—La gente cree que los romances son sólo sexo -y algunos lo son, lo cual está
bien-, pero también tratan del cambio social y de desafiar el statu quo, como quién
cree el mundo que merece un felices para siempre.
—Y piratas —digo, con el corazón brillando como una valla publicitaria de Las
Vegas dentro de mi caja torácica—. No te olvides de los piratas.
—Y a veces piratas. —Me sonríe antes de volverse hacia Ashley—. Fizzy es una
de las mejores escritoras que he leído, y tiene millones de lectores. —Su mano hace
un lento círculo en mi espalda. ¿Sabe siquiera que lo está haciendo? Me está
mareando de ganas—. Le hizo un favor a la cadena al aceptar, y los índices de
audiencia se deben enteramente a su carisma en pantalla con cada uno de los
concursantes. —Se ríe, y es suave y redonda—. Dios, parezco un productor, ¿verdad?
—Se aparta con una sonrisa de autodesprecio—. Bueno, de todos modos, ahora dejaré
de presumir de ella. Fue un placer conocerte, Amy.
Con mano firme, me lleva lejos.
Me dejo guiar por el camino cubierto de hierba hasta el interior, donde toca
una banda durante la hora del cóctel. Connor nos coge dos copas de champán de una
bandeja y me da una.
—Eso fue para desmayarse —le digo.
—Literalmente lo cogí de una bandeja. Cristo, sube un poco el listón.
Riendo, le golpeo el hombro fornido con la mano libre.
—Eso no. La forma en que la arrastraste suavemente hasta allí.
Connor bebe un sorbo, me mira, traga saliva.
—Entiendo sus ideas preconcebidas porque yo solía compartirlas. No se
basaba en nada real: nunca había leído una novela romántica. Supongo que ella
tampoco.
—¿Y qué pasó?
—Nat me enderezó y leí tus libros.
—Sí, pero sólo uno de ellos.

204 —Los he leído casi todos. —Me sonríe—. Hay bastantes.


Me detengo con la copa en los labios. Las burbujas de champán estallan y me
hacen cosquillas en la piel.
—¿Qué?
—Te dije que lo haría.
—Sí, pero eso es algo que dice la gente.
Sacude la cabeza.
—Yo no.
—¿Y tus ideas preconcebidas?
Bebe un trago de champán, inclina la cabeza hacia atrás y flexiona el cuello.
Vuelve a bajar la copa y me mira.
—Sé reconocer cuando me equivoco.
Oigo mi pulso en los oídos. ¿Es esta la manía de Fizzy, de treinta y siete años?
¿Honestidad, responsabilidad y comunicación abierta?
—¿Esa mujer de ahí atrás? Por cierto, se llamaba Ashley, no Amy.
Su sonrisa es malvada.
—Lo sé.
Ni siquiera sé qué hacer con el enamoramiento que se me infla en el torso. Esta
burbuja de alegría que se levanta en mi interior va a acabar conmigo, me hará caer
de espaldas si no lo abrazo de alguna manera. Peter y Kailey siguen fuera, haciéndose
fotos de pareja después de la ceremonia. Nos espera una noche muy larga, con cena,
brindis, baile y tarta, pero voy a aprovechar esta calma. Agarro la copa de Connor, la
dejo en una mesa alta y lo conduzco a la pequeña pista de baile, donde algunas
parejas se balancean lentamente al ritmo de la música.
Me mira extrañado, pero me rodea la cintura con los brazos cuando deslizo los
míos por su pecho hasta rodearle el cuello.
—Es una postura muy sexy —me dice al oído.
—Bueno, siento cosas sexys por ti.
—¿Pero públicamente? —pregunta.
—Sólo dame este baile, sexy DILF.
Se relaja contra mí, con las manos calientes en la parte baja de mi espalda, y
apoyo la mejilla en su pecho.
—Tienes bonitos músculos.
—Gracias.
205 —Eres una pared de ladrillo muy elegante.
Una risa silenciosa retumba contra mi sien.
Cierro los ojos.
—Haces que sea muy difícil querer enamorarse de otra persona.
La verdad de esto me pesa, un ancla, arrastrándose detrás de mí.
No dice nada al respecto, ni durante cinco, ni diez, ni treinta segundos. Sigo
esperando que el remordimiento aterrice o sentirme rechazada en su silencio, pero
en lugar de eso se siente como un acuerdo. Me abraza tan fuerte.
—Tal vez podamos escabullirnos de aquí más tarde y ver el episodio —digo.
—Me gustaría.
—Nada de tonterías —añado—. A pesar de lo que acabo de decir. Sé que sólo
podemos ser compañeros de trabajo viendo el episodio juntos. —Me doy cuenta de
que él tampoco dice nada a esto. Y entonces se me ocurre—. Espera. ¿Deberías estar
en la oficina o, no sé, accesible de algún modo esta noche?
—No —dice—. Blaine está en ello. Sabía que traerte aquí esta noche era un
trabajo importante.
—Un trabajo, ¿eh?
—Finjo que das mucho trabajo. Me da puntos con el jefe.
—Tengo mucho trabajo que darte.
Esto le hace reír.
—Felicity, eres lo más fácil que he hecho en mi vida. —Le miro y veo cómo sus
palabras caen sobre sus propios oídos. Un rubor le sube por el cuello y le tiñe de rosa
la punta de las orejas—. Ya sabes lo que quiero decir.
—Sé lo que quieres decir, pero también estás lleno de mierda. Objetivamente
hablando, soy una problemática.
Me mete la cabeza bajo la barbilla.
—Para nada.
Me río en su camisa y cierro los ojos. Joder, es perfecto. Esto es horrible.

206
Treinta y cuatro
Connor

E
l baile lento con Fizzy es el último momento de tranquilidad que tenemos
durante las siguientes cuatro horas, porque lo que sigue es el evento más
lujoso e impecablemente planeado al que he asistido nunca. Hay una
opulenta comida de ocho platos, discursos sorprendentemente tiernos, baile
desenfrenado, corte del pastel, y entremezclados un sinfín de personas que quieren
ver a Fizzy, abrazarla, hacerse fotos con ella. Fizzy se ha descrito a sí misma en broma
como la decepción de la familia, pero siempre me ha parecido que había algo de
verdad en ello, y esta noche, la desconexión interiorizada me asombra. Al verla, está
claro que todos los presentes la adoran sin medida y, aunque no es el día de su boda,
la atención que recibe hace que parezca que un suave haz de luz la sigue por la sala.

207 O tal vez sea sólo mi mirada.


De verdad, no puedo dejar de mirarla. Y cuando se me acerca más tarde,
sosteniendo una botella de champán sin abrir y haciendo un gesto con la cabeza de
que quiere escapar, el corazón me da un vuelco en el pecho. No me había dado cuenta
hasta que se me presentó la oportunidad de lo mucho que deseaba volver a estar a
solas con ella antes de que acabara la noche.
—¿Tienes que irte o puedes subir a ver el episodio de esta noche conmigo?
Sé que la respuesta correcta es que debo volver a casa. También sé que, a la
hora de la verdad, con esta mujer siempre me toca a mí poner límites, y que mis
sentimientos por ella están contenidos tras un muro muy fino y muy frágil. Debería
proteger mejor mi corazón.
Pero con dos copas de vino en la sangre y sintiéndome drogado por su
proximidad en mi brazo toda la noche, la respuesta equivocada llega fácilmente:
—No tengo que estar en ningún sitio. Stevie está con Nat.
La multitud sigue avanzando a nuestro paso y el silencio vespertino del
vestíbulo nos envuelve en una burbuja de ecos. Fizzy se adelanta, pulsa el botón del
ascensor y miramos juntos hacia arriba, esperando a que se ilumine la flecha de
subida.
—Tu familia es increíble.
Se ríe.
—Lo gracioso es que creo que lo dices en serio.
—Sí.
—Bueno, si buscas esposa, mi tía Cindy está aquí para ti, por si las trescientas
veces que lo mencionó no fueron suficientes.
Recordando, saco del bolsillo una servilleta de cóctel con un número que creo
que está escrito con lápiz de labios y la tiro a la papelera.
—Estoy bien.
—¿Era ese el número de Ashley?
—Lo era.
Fizzy me sonríe cuando llega el ascensor y entramos.
—Eres mi favorito.
—Más te vale.
—¿Has visto ya el episodio de esta noche? —pregunta.
La miro interrogante.

208 —Edité la mayor parte.


—¿Es bueno?
—Por favor.
—Voy a necesitar que me desabroches —dice, haciendo un gesto
despreocupado a su vestido como si me informara de que va a necesitar que le quite
una pelusa o recoja su ropa de la tintorería.
Se me seca la boca.
—Me lo imaginaba.
—Me comportaré.
—No, no lo harás —digo riendo.
—Prometo intentarlo, ¿qué te parece?
—Una promesa vacía y tonta, pero aprecio el gesto.
Las puertas se abren y, sin dejar de sonreír, me guía por el pasillo hasta su
habitación, pasando la tarjeta por la puerta. El silencio nos envuelve mientras ella
deja caer el bolso y la llave sobre la mesa, y a mí me invade un pánico sofocante. No
soy idiota; sé que así es exactamente como empieza el sexo. Ya me he acostado con
ella, estoy medio enamorado de ella en este momento y los dos estamos borrachos
de fiesta y champán. Venir aquí fue una idea terrible.
Fizzy se acerca, dándome la espalda.
—A trabajar.
Por suerte, o por desgracia, según se mire, desabrocharle el vestido es
infinitamente más rápido que abotonárselo. Pero, para mi alivio y fiel a su palabra, no
lo deja caer inmediatamente al suelo y me mira de frente con la complicada situación
de ropa interior de encaje que esconde debajo. Se aparta con una mano sujetándolo
por delante y me sonríe por encima del hombro.
—Voy a cambiarme en el baño; tú anda poniendo el episodio.
Busco el mando a distancia, me conecto a la aplicación correcta y lo pongo a
reproducir. Mientras Fizzy sigue cambiándose, salgo al balcón para llamar a Stevie.
El aire fresco del mar baña mi piel enrojecida y respiro tranquilamente antes de sacar
el móvil del bolsillo.
Cuando Nat contesta, oigo de fondo otra voz sin aliento, cargada de adrenalina,
que parlotea excitada.
—Saludos desde la central de fangirls —dice Nat.
—¿Otra vez? —pregunto, riendo. No estaba seguro de que Stevie siguiera

209 despierta, pero debería haberlo sabido. El DVD del concierto de Wonderland ha sido
visto no menos de diez veces en la semana transcurrida desde que Fizzy se lo regaló
a mi hijo.
—Lo está viendo con Insu y dándole un resumen bastante detallado del
concierto contigo y Fizzy. Eres un favorito para padre del año, idiota. ¿Cómo va la
boda?
—Preciosa.
—¿Cómo está Fizzy?
Ahh, la verdadera pregunta.
—Igual de preciosa —digo con una exhalación dolorida.
—Ya veo.
—Estamos en su habitación de hotel para ver el show. Se está cambiando.
Casi puedo oír las cejas de Nat levantarse a través de la línea.
—Ya veeeeeo.
Aparto la imagen de la espalda desnuda de Fizzy antes de que se diera la vuelta
para coger el pijama del cajón y meterse en el baño.
—No pasa nada —le digo. Lo que no le digo a Nat es que esta mañana he metido
un par de condones en la cartera. No voy a tener sexo con Fizzy. No voy a hacerlo.
Pero mi lección de no estar preparado para este tipo de cosas cumple once años en
enero. No tienes que decírmelo dos veces.
Me acerco a la barandilla del balcón. Durante el día, la habitación de Fizzy
tendría una vista impresionante del océano. Ahora puedo verlo, pero sólo como una
masa oscura de movimiento agitado en la distancia. La proximidad se ve acentuada
por el estruendo de las olas al chocar. La incesante turbulencia refleja lo que me pasa
en el pecho.
—De todos modos. Llamé para darle las buenas noches a Stevie, pero si está
ocupada, la veré por la mañana.
—¿Seguro? Puedo pasarle la voz.
—No, que eduque a Insu. Debe aprender exactamente lo que le espera. —Me
giro al oír a Fizzy moverse en la habitación detrás de mí—. Debería irme de todos
modos. Asegúrate de mirar el episodio esta noche. Dame esas calificaciones.
—¿No lo hago siempre?
Sonrío porque, sí, lo hace.
—Dile a mi mocosa que la quiero, y que pases una buena noche, Nat.

210 —Lo haré. Te quiero.


—Yo también.
Entro y me detengo con un pie dentro y otro fuera. Fizzy dijo que se iba a poner
algo cómodo. Esperaba tontamente que se refiriera a un pijama de franela de manga
larga, no a unos pantalones cortos y una sudadera suave. Hay... tanta piel.
—¿Qué diablos llevas puesto? —pregunto, el acento se vuelve tosco.
—Son mis pijamas. ¿Quieres que duerma en un traje de nieve?
—Sí.
Levanta la barbilla para indicar el balcón.
—¿Todo bien?
Vuelvo a poner la cabeza en su sitio.
—Sí. Sólo le decía a Stevie buenas noches.
—Apuesto a que echa de menos no tener su sábado contigo.
—La verdad es que no. —Dejo el teléfono en la cómoda, me desato la corbata
y me desabrocho el cuello, al oír cómo sonaba eso—. Quiero decir, no me
malinterpretes, lo pasamos muy bien juntos, pero ella no sufre sola. Esta noche va a
ver Wonderland con Insu.
—El sueño de una niña.
—De acuerdo. —Arrojando la corbata a la silla, admito—: Todos hemos tenido
que aprender a aguantarnos cuando mi agenda se vuelve loca. Tengo suerte de que
Nat sea tan flexible con todo, especialmente últimamente.
Fizzy recoge la botella de champán, la abre con un chasquido a presión y se
sube a la cama, sentándose con las piernas cruzadas.
—Son los divorciados más equilibrados que he conocido. —Da un trago—.
Tengo una amiga que sólo habla con su ex a través de su abogado.
—Es algo en lo que hemos tenido que superar. —Echo un vistazo a la
habitación. Aparte de una cama y una cómoda, sólo hay una silla elegante y muy poco
atractiva en la esquina. Realmente voy a tener que sentarme en la cama con ella.
Joder.
Fizzy debe notar mi vacilación porque da unas palmaditas en el colchón.
—Ven aquí —me dice—. Vamos a ver esto.
Me siento, dejando la mayor distancia posible entre nosotros, que no es mucha,
teniendo en cuenta que ella se ha colocado en el centro. Con un brillo juguetón en los
ojos, me tiende el champán. Me siento perseguido. Bebo un trago largo.
Las burbujas me calientan el estómago cuando Fizzy pulsa Play y empieza el

211 espectáculo. El tema musical es pegadizo, un horrible gusano para los oídos si he de
ser sincero, pero eso juega a nuestro favor. Ha aparecido en innumerables vídeos y
memes de las redes sociales, por lo que me ha contado Brenna. Fizzy rebota un poco
en su sitio cuando entra Lanelle.
—La adoro, joder.
—Es genial. —Dios, me encanta esta energía. Sólo nosotros dos, viendo esta
cosa que creamos juntos.
Lanelle hace una breve recapitulación de la evolución del programa y nos
ofrece cortes rápidos de los concursantes anteriores, ahora eliminados. Hay una
transición suave a la reunión de Fizzy y el resto de Héroes en la cocina industrial.
Lanelle explica en qué consistirán las actividades de la semana y Fizzy elige con qué
héroe quiere salir. Es juguetona y sexy y rezuma carisma.
—Realmente estás hecha para la televisión.
—Es muy difícil no caer en la autocrítica —afirma.
—Ya lo veo. —Antes de que pueda tranquilizarme más, aparece Colby,
atándose el delantal para la actividad culinaria. Estaba claro desde el principio que
la química que él y Fizzy tuvieron durante su primera cita no se trasladó a la segunda,
pero hacemos un gran trabajo para que su tiempo juntos parezca menos doloroso de
lo que fue en persona.
Pasamos a un anuncio, y Fizzy me quita la botella, dando un trago.
—¿Cuál crees que sería la reacción si le hubiera dado un puñetazo a Colby en
su cara de condescendiente?
—Como tu productor, te lo desaconsejo.
—¿Y como mi amigo?
Vuelvo a coger la botella y sonrío mientras me la llevo a los labios.
—Te diría que le plantaras uno en la cara.
Se ríe y se tumba boca abajo con los pies en la cabecera de la cama. Me quedo
mirando sus piernas completamente desnudas. Estoy jodido si tengo que verla salir
con otros hombres por televisión con la curva de su culo justo delante de mí,
asomando por debajo de sus minúsculos calzoncillos.
Me muevo y me tumbo a su lado, imitando su postura.
—Apuesto a que Colby no sobrevive a la semana.
—O Jude. —Levanta la barbilla cuando él aparece en pantalla, caminando hacia
ella en el parque donde plantarán árboles—. Estoy sinceramente impresionada de lo
bueno que eres en tu trabajo.
—¿Cómo es eso?

212 —Esta cita —dice, señalando la televisión—. Parece tan íntima, como si
estuviéramos en un parque precioso, completamente solos. Has captado mis
expresiones de tal forma que parece que me desmayo por él. Y Jude... míralo. ¿Qué
es ese filtro? Lo necesito delante de mi cara en todo momento. Está tan guapo y no
tiene nada de chiflado. —Se ríe—. En realidad, hacía ochenta y nueve grados, estaba
húmedo y abarrotado. —Señala—. ¿Lo estaba mirando a él o a ti? Juro que durante
toda la cita no dejé de mirarte.
—Puede que tengamos que trabajar un poco en eso —le digo dándole un
codazo en el hombro—. Agradezco que me subas el ego, pero el público tiene que
imaginarse que te enamoras de cualquiera de ellos.
Fizzy pone los ojos en blanco.
—Nadie creerá que me gusta alguien que usó sin ironía la frase literatura
legítima de vampiros.
—Cualquier verdadero experto en vampiros habría entendido tu broma de
Volterra.
Fizzy se incorpora y se gira para mirarme.
—¡Sabía que lo entenderías!
—Sólo las películas hicieron más de tres mil millones de dólares en todo el
mundo. Y Nat arrastró a todo nuestro equipo de la uni a ver Luna Nueva.
Fizzy se asienta de nuevo a medida que la serie continúa, y no puedo evitar
preguntarme qué siente el público después de ver cómo Jude se desvanece casi tanto
como Colby. Pero entonces Isaac aparece en pantalla.
Me había perdido la mayor parte de su cita en tiempo real, así que me
sorprendí cuando me senté en la cabina de edición y vi cómo se desarrollaba delante
de mí. Incluso sin editar, las imágenes de ellos juntos rebosan tensión sexual. Cuando
Fizzy pierde su zapato en algún lugar del carril bici, la situación se vuelve
hilarantemente cómica cuando intentan recuperarlo sin que se baje del tándem,
riéndose todo el rato. En cada plano en el que Isaac la escucha hablar, parece
enamorado. Fizzy también parece divertirse, y no hace falta un montaje creativo para
conseguirlo. Es divertida y graciosa, y parece que intenta impresionarle de verdad.
Nunca había visto a Fizzy intentar impresionar a nadie.
—Se les ve bien juntos —digo.
—Me gusta.
Me erizo ante la nota de cariño en su voz. Claro que le gusta, es objetivamente
maravilloso, está interesado en ella y disponible. Debería animarla, no querer gritar
“¡Corten!” cada vez que la hace sonreír.

213 Me sobresalto cuando me pincha en el costado con un dedo índice.


—Pareces un poco melancólico.
—Para nada. Sólo viendo tranquilamente este episodio muy bien editado.
—Ajá.
Mi mirada se detiene en la forma en que sus labios se humedecen al beber un
trago de champán y se los limpia con el dorso de la mano. Me encapricho de la
explosión de su risa cuando hace algo vergonzoso en la pantalla. Su total falta de
timidez o pretensión me destroza. Al igual que la forma ausente en que mueve los pies
detrás de nosotros, sus piernas desnudas deslizándose una contra otra, tan
visiblemente suaves y flexibles.
Fizzy hace una doble toma cuando me mira.
—Me estás mirando.
—Porque estás acaparando el champán. —Sé que debería tomármelo con
calma, pero, la verdad, ese barco ha zarpado—. Dámelo.
Me lo pasa con una sonrisa burlona y luego ajusta su posición, aplanándose
para apoyar la barbilla sobre sus manos cruzadas mientras mira el momento
confesional de Isaac conmigo hacia el final del programa en el que admite que Fizzy
le intimida, pero cree que es algo bueno que un hombre sienta cuando realmente le
gusta una mujer.
—Es un buen tipo.
El fuego se reaviva en mi caja torácica.
—Lo es.
Me mira por encima del hombro.
—Vaya, realmente te atragantaste con esa admisión, ¿no?
Señalo mi garganta.
—Champán. Estaba tragando un sorbo.
—¿Por qué hace tanto calor cuando mientes?
Hago caso omiso y ella se pone boca arriba, mirándome fijamente con la luz
del televisor iluminándole la cara.
—¿Quién crees que ganará?
—Ni idea.
—Debes tener alguna idea. Nos quedaremos con cuatro la semana que viene.
—Creo que Isaac tiene una buena oportunidad. Brenna me dice que Internet le

214
adora.
—¿Brenna te lo dice? ¿No te conectas para nada?
—Me conecto con frecuencia. Pero no entro en las redes sociales si se puede
evitar.
—Eres un despistado. —Vuelve a coger la botella—. He acechado tu Insta.
Tienes una foto de los diminutos pies de Stevie en pedales de bicicleta y luego una
foto de un perro de, como, hace cuatro años. Eso es todo.
Me río.
—No necesito que el mundo sepa lo que hago cada segundo.
—Caliente. —Me estudia—. Pero como productor, ¿no necesitas saber lo que
es tendencia?
—Necesitamos que algunos de nosotros veamos la serie como algo propio,
aislado, para que el arco argumental sobre encontrarte un alma gemela real siga
siendo coherente y verdadero. —Sus cejas se levantan como si acabara de confesar
que soy un vegetariano de principios—. Fizzy, no soy altruista. Otros en el equipo
siguen las votaciones. Yo sólo obtengo los números finales. En realidad, es un lío
gigantesco hasta que se cierra la ventana y no me entusiasma verlo en tiempo real.
Se pone de lado frente a mí.
—¿Así que quieres que Isaac gane?
No hay una buena manera de responder a esto honestamente sin sonar
posesivo o celoso o delirante.
—Creo que es el mejor concursante que queda.
—Esa no es realmente una respuesta.
—Lástima, porque es la única que voy a dar.
—¿Hay alguno que desearías que no hubiera sido eliminado?
—Jude, suponiendo que sea expulsado esta semana, y puramente por el factor
cómico. —Le doy un golpecito en la nariz—. Colby porque me gusta cuando le das
pelea.
—Jude no tendría la menor idea de qué hacer conmigo.
—Dulce, ninguno de estos pobres imbéciles tiene la menor idea de qué hacer
contigo, y eso incluye al tipo que ya ha tenido una oportunidad.
Ella se ríe.
—Pero tú sí.
—Claro que sí. —Vuelvo a agarrar el champán y le doy un largo trago—.
Alguien que te tome tal como eres de día y te folle hasta destrozarte por la noche. —

215 Me paso el dorso de la mano por la boca y dejo la botella vacía sobre la mesilla.
A mi lado, Fizzy calla. Es mi turno para una doble mirada; sus ojos son suaves,
los labios flojos.
—¿Qué te pasa? ¿Asumí mal?
—No.
Parece que quiere devorarme y me río.
—No puedo ser el primero en ver a través de toda la hilaridad y los sermones
apasionados, Fizzy. Disfrutarías con un hombre que entendiera que lo único que
quieres es un mejor amigo sexy que te haga reír y correrte a partes iguales.
Sinceramente, no es tan difícil.
Vuelve a caer de espaldas, mirando al techo.
—¿Qué? —Me abalanzo sobre ella—. ¿Es eso ofensivo? ¿He faltado al respeto
a tus profundidades ocultas?
—Disfrutar —dice.
—¿Qué es eso?
Vuelve los ojos hacia mí.
—Dijiste disfrutar. “Disfrutarías de un hombre”. No desearías, ni necesitarías, ni
siquiera merecerías. —Vuelve su atención al techo y sonríe—. Tienes razón.
Realmente disfrutaría de un hombre así. Me encanta esa frase.
—¿Por qué crees que eres tan complicado?
—Porque todo el mundo lo hace.
Sacudo la cabeza, me pongo de lado para mirarla y apoyo la cabeza en una
mano.
—Yo no. Eres un cubo de Rubik con cuatro bloques.
Se ríe y me da una palmada en el pecho.
—Oye.
—Un laberinto con una línea recta por el medio. Es que la mayoría de los
hombres son bastante estúpidos.
Me doy cuenta de que quiere enfadarse, pero sus ojos brillan de placer. Se
levanta y me aparta el pelo de la frente.
—Cuidado —me dice.
—¿Cuidado con qué? —Sus labios son suaves y húmedos, su cuello desnudo y
estirándose sin fin, suave para mi boca. Puedo ver su pulso latiendo justo debajo de

216
su mandíbula y quiero presionar mi cara allí y absorber la sensación de su fuego
vibrando bajo mi tacto—. ¿Vas a darme una paliza por ser sincero contigo, que no
eres más que una gran y desordenada blandengue?
Me arrastra los dedos por la sien y por la mandíbula.
—¿Estás intentando que te desee?
—Creo que ése es el problema —digo, acomodándome la cabeza en la mano—
. Realmente no tengo que intentarlo.
Fizzy sonríe distraídamente.
—¿Porque eres muy sexy?
—Obviamente.
Vuelve a ponerse de lado y me recorre el labio inferior con el pulgar, y ni
siquiera un tren en dirección contraria conseguiría que eludiera su contacto. También
veo en sus ojos que ha entendido lo que quiero decir. No tengo que intentarlo con ella
porque todo entre nosotros es demasiado fácil. Demasiado obvio. Demasiado bueno.
La idea de que acabara con un Jude o incluso con un Nick parece ahora irrisoria.
Pero también lo es la idea de que acabe conmigo.
Intento despejar la niebla de alcohol y deseo y me alejo de su contacto. Sus
ojos se vuelven a centrar y parpadea lejos de mis labios.
—Uh-oh —susurra—. El hechizo se ha roto.
—No, es tarde. Seguro que tienes más celebraciones de boda mañana
temprano. Debería irme a casa.
Fizzy frunce el ceño.
—Pongamos una película o algo. Has estado bebiendo.
—Me lo llevaré. —Me levanto de la cama, pero ella me pone una mano en el
antebrazo y me detiene.
—Connor. Deberías quedarte aquí. Puedo comportarme. Lo prometo.
Me río.
—No eres la única que necesita comportarse, cariño. Históricamente sólo tengo
un poco más de autocontrol. No creo que lo tenga esta noche.
Ella aspira un fuerte suspiro y lo exhala temblorosamente.
—Lo tendré por nosotros, entonces. Sé que no podemos hacer travesuras
—Por unas cien razones —digo—. La más obvia es el show. La segunda, igual
de importante, es que para ti puede ser sólo sexo y para mí es algo más sincero. No
quiero una cosa sin la otra, y por desgracia, la sinceridad parece estar fuera de la
mesa.

217 —¿Eso crees? —pregunta en voz baja.


La miro fijamente, su mohín pensativo y sus pestañas abanicadas en las mejillas
mientras cierra los ojos y vuelve a exhalar.
—¿Qué significa eso? —le pregunto.
—No creo que se trate sólo de mi despertar sexual.
—¿No?
Ella sacude la cabeza.
—Creo que siento algo por ti.
El zumbido del vino y el champán me golpea el cráneo, me nubla los
pensamientos y me espesa la sangre. Joder. Joder, joder, joder.
—¿Es cierto? —pregunto.
Fizzy asiente.
—¿En la playa, cuando hablé de cómo me sentía reconectada con la parte de
mí que echaba de menos?
—¿Sí?
—Eres tú. La persona que eligen mis heroínas es siempre la que las hace sentir
la mejor versión de sí mismas. Tú me haces sentir así.
—Pero eso no tiene por qué ser romántico, Fizzy —le digo, con un nudo en la
garganta—. Quiero ser tu amigo cuando todo esto esté dicho y hecho.
—¿Y si quisiera que fueras mi mejor amigo? ¿De los que también me besan? —
pregunta en voz baja.
Puede que el champán haya desactivado mi filtro, pero por lo demás nunca me
he sentido más sobrio. De repente, todo esto parece inevitable. Ni siquiera recuerdo
haber querido resistirme a ella.
—Sólo tendrías que pedírmelo.
Su mirada se posa en mis labios y su boca se vuelve suave y hambrienta.
—Bésame.
Me coge la cara con la mano y me guía suavemente para que acerque mi boca
a la dulzura de la suya y la acaricie una sola vez. Me aparto.
—Más —gime dulcemente, y su sonrisa se vuelve perversa—. Con lengua.
Me río de esto.
—¿Es una buena idea?

218 —No, es una idea terrible, pero son las que se me dan mejor. —Fizzy se estira,
arrastrando sus labios por la columna de mi cuello—. Joder, qué bien sabes. —Sus
dientes rozan el músculo tenso y se acerca más, apretándose contra mí—. Te deseo,
Connor, todo el tiempo.
Un fuego recorre mi torrente sanguíneo y un dolor me atraviesa la ingle. Me
rindo y dejo que mi mano haga lo que quiera: deslizarse por ese muslo cálido y
meloso, por la curva de su cadera, bajo el dobladillo de ese pantalón corto de dormir
increíblemente suave para encontrar una piel aún más suave justo debajo. El tipo de
sexo que podríamos practicar aquí hace que mi imaginación se convierta en ruido
blanco.
—¿Qué te parece este plan? —dice, mordiéndome suavemente el cuello—. Lo
que pasa en esta habitación se queda en esta habitación.
—Tengo la sensación de haber oído esto antes. —Mi voz está cargada de deseo.
Mis dedos encuentran la exuberante curva de su culo.
—Empezamos besándonos —continúa, y usa su pierna para empujar una de las
mías hacia delante. Se balancea contra mí, apretando mi muslo entre los suyos—. Si
te gusta, quizá nos quitemos algo de ropa. Si no quieres acostarte conmigo, no pasa
nada. —Fizzy se retira y me sonríe—. Puedes comerme el coño e irte a casa, y todos
contentos.
La risa brota de mí y no podría resistirme a ella, aunque estuviera encadenado
a la pared por las muñecas y los tobillos. Estoy muy jodido por esta mujer. Así que
hago lo único que se me ocurre: cedo, vuelvo la cara hacia la suya y dejo que la noche
se disuelva entre nosotros.

219
Treinta y cinco
Fizzy

S
olía pensar que los primeros besos eran los más poderosos de todos. Ese
primer contacto hiper consciente con una piel tan suave y sensible. El
descubrimiento de los sonidos, los sabores y el deseo de otra persona. La
revelación definitiva: ¿Hay pasión de verdad?
Pero me equivoqué. Los primeros besos son geniales, pero los centésimos, los
milésimos, son mejores. Hay familiaridad y comodidad, saciar una necesidad pero
con el conocimiento suficiente para saber cómo provocar y jugar. Quien inventó el
beso es mi personaje histórico favorito.
—Quiero besarte el resto del fin de semana —murmuro en su boca.

220
Con una carcajada, rueda sobre mí y me sube y baja la mano por el muslo,
agarrándome y acariciándome hasta que me arqueo ante sus caricias, haciéndome
subir los dedos por la cadera, las costillas y los pechos.
Podría conformarme con besar, pero quiero todo lo demás. Estar con Connor
se siente como una fatalidad devastadora. Tengo esta necesidad profunda de algo no
sólo rápido y satisfactorio, sino lento y completo. También siento la misma entrega en
él. Está en la forma tan lenta y profunda en que me besa, en el paciente recorrido de
sus manos por mi cuerpo, por encima de mi ropa, antes de arrastrar una prenda de
ropa a la vez por encima de mi cabeza o por debajo de mis piernas con deliberado y
paciente propósito.
—Eres tan hermosa —me dice en la piel sensible bajo la oreja, y luego lo repite
en voz baja en mi cuello, mi hombro, mis pechos.
Esto no son preliminares apresurados. Es como si alguien hubiera puesto el
mundo entero en pausa. Es sólido y fuerte encima de mí, y yo me convierto en una
lánguida y flexible maraña de miembros y piel bajo su atención. Sus labios se
detienen en mis pechos, su lengua y sus dientes me acarician con pericia, su boca me
succiona. Me golpea como un rayo: sólo alguien que me conoce desde dentro puede
satisfacerme y torturarme así por igual.
Nunca había sentido tantas ganas de ser de alguien como con Connor. Quiero
comerme sus besos posesivos de boca abierta en cada comida. Quiero que tenga el
recuerdo de haberme besado en cada lugar de mi cuerpo. Quiero que mis manos se
amolden instintivamente a su forma. Quiero que sepa, por el calor de mi piel y el tono
de mis sonidos, lo cerca que estoy.
Connor me dice que no puede dejar de pensar en mí, que lo único que quiere
es tocarme. Me besa el cuerpo hasta colocarse entre mis piernas abiertas y levanta la
mano, pasándome el pulgar por los labios, sintiendo la forma de mis sonidos mientras
me acaricia con la boca, dándome algo que chupar y morder mientras el placer brota
de mí. Quiero dejar caer la cabeza hacia atrás y perderme en los amplios remolinos
de su lengua, cuando chupa, muerde y me vuelve loca, pero temo perderme algo.
Cuando miro hacia abajo, veo la parte superior de su cabeza, con los ojos cerrados
de felicidad. Enredo su suave pelo entre mis manos y, cuando su nombre se escapa
al exhalar, levanta la vista, con la boca aún sobre mí, los dedos dentro, sus propios
sonidos vibrando en mi espina dorsal. Digo su nombre, queriendo que grabe en mi
memoria que es Connor quien me hace sentir así, que solo debería ser él quien me
lleva al límite, cada vez más cerca, y luego me hace caer. Una vez que estoy
destrozada y sin huesos, me da la vuelta, hundiendo los dedos y los dientes en todas
mis curvas, mordiéndome suavemente las piernas, sus dientes rozando el oleaje de
mi culo, subiendo por mi espalda para provocarme escalofríos. Una lenta embestida
contra mi muslo, y siento lo duro que está, su aliento estremeciéndose contra mi piel.
221 Le miro por encima del hombro, sintiéndome besar borracho y con las piernas
pesadas.
—No tendrás protección por casualidad.
—Sí. —Vuelve a besarme por la espalda y se levanta—. Mi billetera.
—Por favor, dime que no ha estado ahí desde el divorcio.
Se ríe.
—Sólo desde esta mañana.
—Qué confianza.
—ABC —dice, abriéndolo—. Estar siempre preparado.
—Eso es ABP.
Connor suelta una carcajada distraída.
—No tengo mucha sangre en el cráneo en este momento —dice
distraídamente, y los dos lo vemos rodar lentamente por su cuerpo, centímetro a
centímetro.
—Lo estoy viendo.
Tira de mí para ponerme en pie, se inclina para besarme, su urgencia en el
apretón de sus manos en mis caderas, la contención cuando me hace pivotar y se
sienta con un suave movimiento engatusándome sobre su regazo.
—Quiero que estés al mando. —Connor me guía más cerca—. Ve despacio.
Pero despacio suena horrible. Quiero empalarme y tener una muerte feliz.
Atempera mi impaciencia, y no sé cómo porque parece tan tranquilo como me
siento yo, sonrojada y tensa por todas partes. Quiero magullarle los muslos,
comérmelo entero. La galaxia que llevo dentro se expande, demasiado rápido, de
una forma que acaba con el mundo. Sentirlo, sus manos pacientes y temblorosas en
mi cintura, su boca llena en mis pechos y su cuerpo urgente llenándome, me sume en
un trance eufórico. Empiezo despacio, pero al final el instinto animal se apodera de
mí, resbaladizo y salvaje. Es tan bueno que me quedo sin habla, sexo jadeante. Es
sexo que ocupa toda la cama, la cabeza colgando del borde, las sábanas saltando por
las esquinas sexo. Es sexo gritándole al oído, riendo entre besos mientras bajamos el
ritmo y nos controlamos mutuamente. Es sexo lento, respiración compartida,
pequeños movimientos y sexo rápido, golpeando el cabecero de la cama. Cuando
por fin se corre —detrás de mí, acurrucado sobre mi espalda y atrapándome en una
jaula salvaje y tierna—, la habitación se queda en silencio por primera vez en una
eternidad. Su enorme cuerpo resopla, sus puños tiemblan sobre el colchón junto al
mío.
222 —Puta madre —respira contra mi columna. Su frente está sudorosa cuando la
presiona entre mis omóplatos—. Santa mierda.
Me pitan los oídos, la piel se me eriza y soy consciente de que he adoptado una
nueva forma. Siento los latidos de mi corazón en la tráquea; mis pensamientos están
distorsionados por la emoción y el placer, y por la conciencia de que lo quiero cerca
de mí cada segundo de cada día a partir de ahora. Quiero tatuar mi nombre en su piel
y gritarlo cien veces para asegurarme de que todo el mundo lo oye.
Se echa hacia atrás y se aleja, poniéndose de pie al final de la cama. Nunca me
había sentido tan agotada física y espiritualmente al mismo tiempo. Me desplomo
sobre el cálido colchón y me pongo boca arriba, mirando al techo.
Connor mira la situación a mi alrededor.
—Esta cama es un desastre.
—Volvamos a ordenarla para poder destruirla de nuevo.
Se ríe.
—Puede que necesite un minuto.
—De acuerdo. —Me paso un brazo por la cara—. Pero sólo uno.
Se va, con los pies descalzos sobre las baldosas del cuarto de baño. Arrastra
los pies. Agua corriendo.
Me siento como si flotara.
Vuelve y toca suavemente con sus dedos la cara interna de mi muslo antes de
presionar allí un paño húmedo y caliente, llevándolo hasta donde palpita un
agradable dolor, limpiándome con manos lentas y cuidadosas.
—¿Lista? —pregunta.
Me apoyo en un codo.
—Lo estoy. ¿Lo estás?
Niega con la cabeza, pero me besa, distrayéndome con el familiar arrastre de
sus dientes por mi labio inferior, y luego presiona un paño fresco y más frío entre mis
piernas. La conmoción se transforma de inmediato en una felicidad tranquilizadora.
—Estuvimos un buen rato. Me preocupa que estés dolorida.
Tarareo en sus labios.
—Dolor del bueno.
La luz del baño tiñe de oro sus brazos, sus dedos, y siento que me está pintando
con polvo de estrellas. Es una locura, pero lo necesito de nuevo. Es una sensación

223
asfixiante, de pánico. Estoy encaprichada, me hipnotiza todo lo que hace. Cuando se
levanta para devolver las toallitas al baño, le agarro del antebrazo, le quito las toallitas
húmedas y las tiro a un lado, fuera de su vista.
—No te vayas.
—Sólo estaba...
—No me importa. No quiero perderte de vista.
Con una sonrisa, vuelve a subir sobre mí.
—Mírate —susurra en mi cuello—. Una mimosa necesitada. ¿Quién lo hubiera
imaginado?
—No suelo hacerlo.
—¿No?
—¿Qué me has hecho, Connor Prince III?
Alinea su cuerpo junto al mío, me acerca a él y me hace pasar la pierna por
encima de su cadera.
—Sólo una fracción de lo que he pensado hacer.
—¿Piensas en mí cuando estás solo? —le pregunto.
Connor tararea, el sonido ronco y profundo.
—Todo el tiempo.
—Yo también.
Se echa hacia atrás, sonriéndome.
—¿En serio?
—Claro que sí —admito, y él me pasa un poco del pelo enredado por detrás de
la oreja—. A veces son cosas sexys, y a veces sólo quiero pasar el rato contigo. Me
gustas.
—Tú también me gustas. —Su mano se desliza por mi costado, sobre mi
muslo—. Cristo, eres tan suave.
Me parece absurdo que nunca haya experimentado un componente tan básico
de la intimidad —languidez después del sexo, besos y caricias perezosos que de
alguna manera son más conscientes y más confusos—, pero me estoy dando cuenta
de que he sido una mierda a la hora de permitir cualquier conexión postcoital. Estos
pequeños besos que no llevan a ninguna parte, las palabras pronunciadas en la piel,
hablando sobre el sexo que acabamos de tener con vulnerabilidad y honestidad y
vértigo. Algo cruje dentro de mí, una puerta a una habitación secreta.
—Ha sido el mejor sexo de mi vida —digo.
No parece sorprendido ni escéptico. Solo dice:

224 —Lo mismo —mientras sus labios recorren mi cuello.


—Quiero hacerlo otra vez.
Se ríe.
—¿Ves lo sudado que estoy?
—Mmm, sí. —Le paso las manos por los hombros—. Vamos a enjuagarnos
juntos.
Nos levantamos y veo que tenía razón: la cama es realmente un desastre.
Connor me coge de la mano incluso durante el corto trayecto hasta el baño, y menos
mal que lo hace porque me tiemblan las piernas. Aprieta su frente contra mi espalda
mientras esperamos a que se caliente el agua y me rodea la cintura con los brazos. Es
todo un planeta detrás de mí, un sol.
Bajo el agua, compartimos besos húmedos y manos empapadas, y él no tarda
en impacientarse de nuevo. Deja huellas en el suelo del baño cuando sale corriendo
a buscar el segundo preservativo. Qué confianza en este hombre que ha recogido sus
cosas hoy mismo.
Esta vez la fría pared de la ducha está a mi espalda y su piel está caliente,
presionada a lo largo de mi frente. Es lento y cuidadoso, luego duro y frenético, con
las yemas de los dedos clavándome moratones en los muslos, su cuerpo empujando
tan profundo que anula cualquier otra sensación. No sé cómo voy a funcionar si tengo
que salir de esta habitación y actuar con normalidad después de esto. No sé cómo voy
a fingir que no lo deseo con un hambre que me araña cada vez que lo veo.
Acabo con él en la cama con las manos y la boca, sus dedos un caos en mi pelo
mojado, sus palabras ásperas y sucias raspando las paredes mientras se corre.
Después hay una larga pausa de silencio, con mi cara pegada a su estómago y el
corazón latiéndole con fuerza en todo el torso.
—Estoy loca por ti —le digo.
Su voz es una vibración baja que reverbera por su cuerpo.
—Yo estoy desquiciado.
—Te querré de nuevo mañana, y al día siguiente, y literalmente cada día
después de eso.
Connor guarda silencio tanto tiempo que creo que se ha quedado dormido,
pero entonces su voz surge de la oscuridad.
—¿Podemos fingir? —pregunta, finalmente—. Estoy aquí tumbado
preguntándome si podemos hacer las dos cosas. Esto y aquello.
—Prometo hacer la mejor actuación de mi vida, e interpreté a un sol en una
obra de quinto curso, así que puedo asegurarte de que soy muy buena.

225 Se ríe, se levanta sobre un codo y me mira con una mirada borrosa de placer.
—¿Un sol?
—Tuve que quedarme ahí. —Beso su ombligo—. Ya me conoces. Créeme, fue
muy difícil no unirme al baile de la órbita.
Sonríe, pero no se apodera de su rostro como yo esperaba.
—Tendré que ocultar mis celos.
Oh.
—No me enamoraré de ninguno de ellos, Connor.
Me arrastra por su cuerpo, alineándome sobre él. Nuestros corazones laten al
unísono, recargándose.
—¿Y si lo necesitas, para que el shoq funcione? Eso es lo que no puedo dejar
de pensar. Tienes química con Isaac. Debería dejarte seguir con eso. Esto, tú y yo,
parece una idea terrible, pero te deseo tanto. No puedo decirte que no.
—Vamos a tomarlo un día a la vez, ¿de acuerdo?
Nunca me había sentido así. Es una declaración tan simple, y por ahora sólo
puedo hacérmela a mí misma. Cualquier mentira que haya dicho sobre que esto sería
fácil, sobre que podría alejarme y centrarme en el programa, se convierte en polvo.
Hay un universo expandiéndose en mi caja torácica, estrellas y planetas y todo tipo
de peligrosos escombros chispeantes que podrían destruirme. Me consume un dolor
que me distrae, un deseo agudo, una desesperación por esto que ya tengo entre mis
brazos. Sé lo que es aunque nunca lo haya sentido antes. Me estoy enamorando.

226
Treinta y seis
Fizzy

M
e estoy enamorando, pero también me estoy quedando dormida, en
el cálido círculo de sus brazos, con los duros planos de su cuerpo
formando de algún modo el colchón perfecto. Ambos nos despertamos
sobresaltados cuando alguien borracho aporrea la puerta del otro lado del pasillo.
Acalorada, me deslizo del cuerpo de Connor a las sábanas frescas y retorcidas.
Él gime y se gira para coger una botella de agua, me la ofrece y bebe un trago largo.
—¿Qué hora es? —pregunto.
—Alrededor de las tres.
Apenas habíamos dormido veinte minutos, pero me parecieron horas por lo
227 profundo que había estado.
—Me pregunto si alguien se habrá dado cuenta de que hemos desaparecido —
digo.
—Estoy seguro.
—Recibiré muchas preguntas al respecto en el almuerzo de mañana.
—Sobre todo de tu hermana —dice, y yo me río. Connor se aparta para dejar
el agua en la mesilla y yo aprovecho para pasarle las manos por la espalda,
recorriendo la amplia extensión. Vuelve hacia mí, y yo me siento igual de feliz
frotando mis manos por toda su frente—. Es fácil de responder, ¿verdad? —dice—.
Estuvimos viendo juntos el episodio de esta noche.
—Mmm, sé que estás diciendo palabras —digo, trazando sus costillas—, pero
todo lo que veo está desnudo.
Me pone un dedo bajo la barbilla y me levanta la cara para que le mire a los
ojos sonriente.
—Quería preguntarte cómo te fue en la boda, pero nos distrajimos.
Mi primer instinto es apartar la mirada y bromear sobre la alegría de frustrar
las expectativas familiares, pero el nuevo instinto, el mayor, es ser sincera con él.
—No fue tan duro como la de Alice —admito—. En su boda, todo el mundo sintió
lástima por mí, y me pilló completamente desprevenida porque yo estaba allí para
celebrarlo, y en cambio recibí toda esa lástima y preocupación porque la hija menor
se casaba primero. Al menos ayer me pareció un meme que esté soltera, más que un
cotilleo.
Estudia mi expresión durante unos silenciosos latidos y luego suelta un:
—Hmm.
—Me casaré o no me casaré —le digo—. No debería afectar a nada de lo que
hagan los demás. Pero sé que no es tan sencillo. Mis padres se preocupan porque me
quieren. Quieren que me case porque están felizmente casados; quieren que tenga
hijos porque les encanta tenernos. Aunque me escuece, sé de corazón que la razón
por la que mi madre siempre se refiere a mi “novela real” es porque está segura de
que soy la mejor escritora viva, pero sabe que el mundo desprecia el romance. No
quiere que me ponga en una posición en la que no se me valore por lo que puedo
hacer. No es que no valore mi habilidad, es que considera que escribir ficción literaria
es la forma más ambiciosa de hacerlo.
—No lo sé —dice Connor en voz baja—. Parece que es bastante difícil escribir
un libro convincente cuando el lector ya sabe cómo acaba.
Perfecto, creo. Es perfecto. Necesito un nuevo tema de conversación o voy a

228 subir en él de nuevo y no creo que pueda caber más de dos condones en esa cartera.
—¿Y tu padre? —le pregunto—. ¿Supongo que ahora sabe lo del programa?
—Habló con Stevie. Ella se lo dijo.
—¿Y? ¿Le impresiona que acosen a su hijo en las redes sociales?
—No exactamente. —Levanta un mechón de mi pelo y lo retuerce
distraídamente—. Puede que tu madre no entienda de romances, pero está orgullosa
de ti. Su preocupación viene de un lugar de amor y buenas intenciones. El problema
es que yo no soy quien mi padre quiere que sea.
—Estoy segura de que eso no es cierto.
—Solía pensar que era algo más profundo, algo insatisfecho en él, pero creo
que honestamente es sólo un humano de mierda. —Su frente se arruga con el ceño
fruncido e inclino su cara hacia abajo, presionando un beso allí hasta que la tensión
se suaviza de nuevo. La idea de que alguien pueda mirarlo y no ver todas las partes
maravillosas de lo que es me hace hervir por dentro—. Pero tengo a Natalia y a Stevie
—dice con una sonrisa—. Lo compensan con creces.
—¿Cómo fue tu boda?
—¿Con Natalia?
—¿Sí? —Digo, sonriendo—. A menos que haya otra esposa en algún ático.
Se ríe.
—Fue en el juzgado. Fue muy sencillo.
—¿Cuántos años tenías?
—¿Cuando nos casamos? Veintidós.
—Oh. Bebés.
—Sí. Y con un bebé. —Me sonríe—. Estaba embarazada.
—Oh.
Connor asiente, se pone boca arriba y mete un brazo bajo la cabeza. Un bíceps
salta y finjo que no me muero por tocarlo, porque estamos teniendo una conversación
seria.
—Éramos muy buenos amigos desde hacía un par de años, pero solo habíamos
sido amantes desde hacía unos seis meses. Creo que ya sabía que no encajábamos
muy bien románticamente, pero fue una relación fácil y divertida. Sabía que sentía
algo por mí casi desde que nos conocimos. En retrospectiva, creo que me preocupaba
estropear nuestra dinámica de grupo si acababa con nosotros.
—Eso es duro.
—Así que se entera de que está embarazada y quiere quedarse con el bebé, lo

229
cual es totalmente su decisión, nunca tuve ningún problema con que tomara la
decisión que más le conviniera. Pero como mi propio padre estuvo ausente y… —
Suspira—, era un idiota, quise hacer lo correcto e inmediatamente le propuse
matrimonio.
—Ah —digo.
Se pone de lado y vuelve a juguetear con un mechón de mi pelo.
—Sí. —Intuyo que no es una historia que cuente muy a menudo porque tarda
más de lo normal en juntar las palabras—. Fue bonito al principio. Stevie era una bebé
muy fácil. Me encantaba la familia que habíamos formado Nat y yo. Sabía que
seríamos buenos padres.
Hago un gesto de comprensión.
—Pero nunca estuve enamorado de ella, y cada vez era más difícil fingir. Estaba
enfermo con la decisión sobre si era peor quedarse, o irse y potencialmente cometer
los mismos errores que mi padre. Nunca quise que Stevie se sintiera como yo.
—Bien.
—Me encantaría decir que hablé de esto con ella —dice—, pero no lo hice. La
quería, pero no estaba enamorado de ella y, en retrospectiva, sólo buscaba la forma
de que dejara de quererme. Fui inmaduro y poco evolucionado.
Cuando dice esto, creo que lo sé. Pero el calor de su cuerpo y la dulzura de sus
dedos dibujando delicadas enredaderas sobre mis clavículas me hacen sentir como
si sus siguientes palabras estuvieran dichas con tinta invisible.
—La engañé.
Deja reposar la frase y me penetra como veneno, primero con un aguijonazo
en la superficie y luego con un ardor fulgurante a medida que arraiga en mi interior,
ulcerándose.
—No tengo defensa. —Siento que me mira a la cara, pero sólo puedo fijar la
mirada en una pequeña cicatriz de su hombro. El corazón me aprieta tanto que apenas
puedo tragar. Estoy encerrada en mí misma—. Nos peleamos mientras estaba en el
trabajo y... no volví a casa. Salí, conocí a una mujer en un bar... lo que sea, es una
historia tan aburrida. Sabía que si me quedaba fuera toda la noche no podría mentir
sobre ello a la mañana siguiente. Me senté en el coche hasta que salió el sol. Nat lo
supo en cuanto me vio. Y sí —dice en voz baja—, eso definitivamente terminó las
cosas.
Todavía soy incapaz de descubrir cómo emitir sonidos. Niego con la cabeza.
—Tal vez habría ocurrido con el tiempo. Nunca lo sabremos. Fue lo peor que
he hecho nunca —dice—. He trabajado mucho conmigo mismo. Mucha terapia. Nat
me ha perdonado, pero ha llevado mucho tiempo. —El hombro que estoy mirando se

230 levanta en un encogimiento de hombros—. Por eso creo que ya no soporto las
relaciones casuales. Ni siquiera recuerdo el nombre de la mujer o su cara. Qué vileza.
—Exhala lentamente—. Ese sentimiento nunca me ha abandonado.
Oigo lo que dice; incluso oigo el peso emocional de sus palabras, el
arrepentimiento y la autoflagelación y la sinceridad. Pero la contradicción de que se
case con Nat para hacer lo correcto y termine de la forma más cruel posible se siente
como un alambre caliente y frío, enroscado alrededor de mi tráquea.
De repente me levanto.
Estoy de pie.
Busco mi ropa en la bolsa abierta.
Ropa interior, joggers, camiseta. Mis articulaciones se mueven como si
estuvieran programadas, memoria muscular, localizando todo y vistiéndome de
pánico en la oscuridad.
Connor se levanta.
—Fizzy.
—Me estoy dando cuenta de que la gente probablemente todavía está en el
bar. —Me río como diciendo—: ¡Qué tonta!
Su pausa parece tan profunda como un cañón.
—Son las tres de la mañana.
—Lo sé, pero soy la hermana mayor y acabo de irme de la boda sin despedirme
de toda mi familia.
—Dijiste adiós.
—¡No a todo el mundo!
Se queda en silencio y no puedo mirarle a la cara. Mis pensamientos son un
torbellino de confianza rota, miedo, ira y tristeza. Siento náuseas y estoy frenética,
pero también veo desde la distancia cómo se está desarrollando todo. Qué salvaje
debo parecerle ahora mismo.
La voz de Connor es firme.
—Se trata de lo que acabo de decirte. Entiendo perfectamente por qué esto te
molesta. Pero necesito que vuelvas y hables de esto conmigo.
Tropiezo al meter el pie en un zapato.
—Te juro que no se trata de eso. Y estoy segura de que fue muy duro para ti
compartirlo. Siento hacer esto ahora mismo, es que tengo que comprobar si hay
alguien levantado con quien pasar tiempo.
La llave de mi tarjeta está sobre la cómoda, la cojo y me la meto en el bolsillo
de la sudadera.
231 —Fizzy. Por favor, para.
Respiro hondo y le miro. Está sentado y se ha tapado con una sábana. Su pelo
es un desastre, sus ojos brillan incluso en la penumbra de la habitación. Es
devastadoramente guapo, y creo que lo amo, pero también creo que si alguien puede
justificar el engaño una vez, puede justificarlo de nuevo. O eres infiel o no lo eres.
—Fizzy. Vuelve.
—No puedo.
—Háblame de lo que está pasando ahora. Era un mocoso tonto. Ya no lo soy.
—No pasa nada. No se trata de eso.
—Lo es. Y está bien. No me gusta haberlo hecho más que a ti, pero quiero que
podamos vivir con nuestras cagadas. Quiero que hablemos de ellas.
Miro hacia otro lado, hacia el feo papel pintado de bambú, pero ya ni siquiera
siento que esté en la habitación con él.
Estoy en un restaurante lleno de gente y la mujer de Rob me mira con
desprecio. Soy consciente de que mi cita, confundida, va atando cabos lentamente al
otro lado de la mesa. Más tarde estoy sola en casa, desolada al descubrir que soy lo
peor de todo: una rompehogares.
Antes de Rob, pensaba que era a prueba de balas. Pensaba que siempre me
bastaría a mí misma, que no necesitaba a nadie, que ningún hombre podía acaparar
mis sentimientos o mi sentido de la autoestima. Y entonces Rob y toda la situación me
hicieron cuestionarlo todo. Me prometí que nunca volvería a sentirme así.
Ahora veo que Rob era un corte de papel. Connor podría aniquilarme, y no
haría falta algo tan enorme como hacer trampas.
Le miro.
—¿Quieres que sea honesta?
Asiente inmediatamente, con fuerza.
—Siempre.
—De acuerdo, bueno —digo, apretando la mandíbula y aferrándome a la
primera mentira que se me ocurre—. Creo que los dos estábamos achispados y luego
borrachos de sexo y nos pusimos muy pesados. No sé en qué estaba pensando.
Apenas nos conocemos.
Connor exhala un suspiro incrédulo.
—Sí que nos conocemos. Conocernos ha sido nuestro único objetivo durante
meses.
Las palabras salen volando de mí:
232 —Entonces me equivoqué contigo. No eres el hombre que pensé que eras.
Cuando no se le ocurre qué responder, me doy la vuelta y me voy.
Treinta y siete
Connor

M
e quedo mirando la puerta, esperando el sonido revelador de la
tarjeta, de Fizzy volviendo a entrar para reagruparse, encontrar la
cordura, hablar de esto. Pero el hotel está tan silencioso a estas horas
de la noche que lo único que oigo es el tintineo del ascensor y el sonido mecánico de
la cabina al descender.
¿Qué carajos acaba de pasar?
Me dejo caer en la cama y miro al techo. Sé que Fizzy es muchas cosas: salvaje,
valiente, segura de sí misma, firme, intensa, pero no sé que sea tan voluble. Fizzy es
la heroína que se da la vuelta para enfrentarse al peligro. No es la que pone excusas
tontas cuando sale por la puerta. Ahora estoy solo y completamente desnudo en esta
233 cama devastada por el sexo, con el eco de nuestros sonidos aún incrustado en las
cuatro paredes.
Me incorporo, apartando las sábanas. El recordatorio de mi antiguo terapeuta
flota en mis pensamientos: No tienes que enfrentarte a ello ahora mismo, pero tienes
que hacerlo. Le daré a Felicity Chen la misma cortesía. No tiene que lidiar conmigo
en este instante, pero en algún momento tendrá que enfrentarse a esto.
Con deliberada paciencia, vuelvo a ducharme y me visto. Recojo la habitación
como puedo, ignorando las imágenes que me vienen a la cabeza en mientras
enderezo las sábanas: el largo plano de su cuello mientras echa la cabeza hacia atrás y
grita, mientras cuelgo las toallas, el agua que gotea de sus labios mientras mira
fijamente cómo me la follo, mientras tiro la botella de champán a la papelera de
reciclaje, y la visión de sus labios besándome a lo largo de mi cuerpo.
Y luego me siento en la silla junto a la ventana y cuento lentamente hasta cien
y luego vuelvo a contar hasta uno. Todo el tiempo pienso que debe de estar volviendo.
Debe estarlo... justo ahora.
Tal vez ahora. Ella entrará y yo dejaré de lado esta rabia y hablaremos, palabra
por palabra.
Pero cuando salgo pasadas las cuatro, los pasillos están vacíos; el bar de abajo
está previsiblemente oscuro y silencioso. No tengo ni idea de adónde ha ido, pero no
voy a perseguirla con un mensaje de texto o una llamada. A la mierda. El somnoliento
aparcacoches acepta mi ticket y da la vuelta a mi coche. Menudo lío.

234
Treinta y ocho
Fizzy

—N
ecesito que lo digas otra vez —dice Jess, ahuecando su taza
de té caliente y metiendo los pies bajo la manta—. Quiero que
oigas lo loca que suena.
—Admito que siento algo por él —repito robóticamente, paseándome por el
suelo del salón—. Procedemos a tener el mejor sexo de toda mi vida. Durante horas.
Dos veces. Luego me dice que su matrimonio terminó porque la engañó. Así que me
largué.
—Sí, pero específicamente la siguiente parte.
—¿La parte en la que fui y me senté en el suelo en el salón vacío de un hotel

235
durante una hora?
Ella asiente y se lleva el café a los labios para beber un sorbo, dejando que mis
palabras reboten en las silenciosas paredes de mi salón. Lo hice. Dejé a Connor
desnudo en la cama del hotel mientras bajaba corriendo las escaleras y me escondía
en un oscuro salón de baile durante una hora, con la mente dándome vueltas sin
control.
A las cinco de la mañana envié la batiseñal a mi mejor amiga y le dije a Jess que
tenía que venir en cuanto aterrizara de Costa Rica y en cuanto yo llegara a casa
después del almuerzo postboda del domingo. Pero teniendo en cuenta la cantidad de
cosas que había que meter en los coches, la cantidad de gente a la que había que
pagar y la cantidad de familiares que necesitaban que los llevara al aeropuerto , ahora
son casi las diez de la noche. Siento pánico y náuseas, pero no estoy segura de si es
arrepentimiento, resignación o puro agotamiento por la falta de sueño.
—Intentaba hablarlo contigo —dice por encima de la humeante tapa de su taza.
No necesito que me lo recuerden. Cada momento lamentable y exagerado de
mi crisis está grabado en mi cerebro como un mal tatuaje de borracho.
Llego al final de mi salón y me doy la vuelta para caminar en la otra dirección,
por quincuagésima vez.
—Sé que lo estaba. Y sé que todo esto pasó hace como ocho años, y que estaba
disgustado, y que es mayor y más sabio, pero el hecho de que decidiera no sólo
acabar con su matrimonio sino hacerlo explotar...
—Fizzy, todos somos tontos cuando somos jóvenes. Quiero decir, debes ver los
paralelismos aquí: Me quedé embarazada porque Alec y yo tuvimos sexo sin
protección en un baño en una fiesta. Connor metió la pata, pero luego dio un paso
adelante. Fue a terapia; se mudó aquí para estar presente. Juno apenas ve a Alec una
vez al año.
Un dolor me atraviesa y dejo de caminar para mirarla.
—Mierda. Mierda. Soy un idiota por desahogarme contigo.
—No, vamos, soy la persona indicada para desahogarte. ¿Ser herido, ser
traicionado? Nos hace cosas raras. Sé que este es tu botón y nadie te culparía por
cómo reaccionaste.
Reanudo la marcha y me giro hacia el otro extremo de la habitación, sintiendo
sus ojos clavados en mí.
—Pero tenemos que creer que las personas que nos importan son personas
conscientes y responsables —continúa—. El hecho de que te lo haya dicho, de que
realmente haya hecho el trabajo de crecer... Quiero decir, la mayoría de los hombres
no están tan evolucionados a los treinta y tres años, seamos sinceras.
236 Gruño, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo en la otra dirección.
—Lo sé.
—Si fueras la misma persona que eras a los veinticuatro, tendrías un chico
diferente cada semana y ni siquiera te plantearías encontrar un alma gemela, en un
programa o de otra forma.
—No todas las semanas.
—Deja de pasearte y cuéntame qué pasó después.
Me detengo bruscamente, desplomándome en el otro extremo del sofá.
—Una vez que me recompuse, me dije que si seguía en la habitación cuando
volviera arriba, me disculparía y lo hablaría.
Se endereza.
—¿Y?
—No lo estaba. —Jess se desinfla—. Se había ido mientras yo no estaba. Y tal
vez eso sea algo bueno —digo—, porque la otra mitad del trato que hice conmigo
misma fue que si él no estaba allí esperándome, era señal de que esto de Connor
estaba condenado, y seguir adelante.
—No crees en las señales.
—Sí, creo en ellas.
—¿Recuerdas la vez que ese gato negro estaba sentado en el capó de tu coche
cuando saliste de Twiggs y apenas dos segundos después de meterlo en tu coche,
recibiste esa horrible crítica del New York Times?
—Realmente no me gusta este giro en la conversación.
—Luego te llevaste el gato a casa y me llamaste para quejarte, escandalizada e
indignada porque ese salvaje vagabundo te había destrozado las cortinas en treinta
minutos.
—Creo —digo, levantando un solo dedo como para tantear la dirección del
viento—. Sí, creo que es hora de encontrar una nueva mejor amiga.
Se ríe.
—¿Debería siquiera preguntar por Isaac? Dijiste que veías un posible futuro
allí.
—¡Sabes que no me gustan los triángulos amorosos! —Miro al techo—. Es como
si no me conocieras en absoluto.
Se extiende por el sofá, tirando de mí hacia ella y abrazándome.
—Connor hizo algo tonto cuando tenía veinte años. Fizz, tú mejor que nadie
deberías entender eso.
237 No lo dice como una indirecta. Está rindiendo homenaje a mis cicatrices de
batalla, mis medallas de honor a la aventura, mi lista de exploración sexual. Y yo
también pasé por este mismo proceso mental cuando me senté en el suelo a oscuras.
Primero fue mi indignación, mi brillante y ardiente pánico de que la persona por la
que tenía un gran corazón y sentimientos de pantalón fuera un tramposo. Pero luego
mi sangre se enfrió y las otras cosas que dijo resonaron un poco más fuerte: Que era
lo peor que había hecho nunca. Que ha trabajado mucho en sí mismo, que ha ido a
terapia. Que Nat le ha perdonado.
Pero aunque pudiera ver su pasado con cierta perspectiva, mi momento de
lucha o huida me dejó una sensación de inestabilidad, remordimiento y ansiedad.
¿Cómo es que las heroínas de mis libros están tan seguras de sí mismas y de la
persona de la que se enamoran? ¿Cómo puede alguien saber realmente qué y a quién
quiere? Todo es un riesgo. ¿Quién decide lanzar su corazón a la oscuridad de la
incertidumbre, esperando ciegamente que alguien lo atrape?
—La cosa es que firmé un contrato diciendo que no saldría con nadie durante
el show. Me están pagando mucho dinero para hacer esto. Y esto no es sólo una
pequeña mentira. Podría incumplir el contrato si me pillan con él. Como, un gran
problema legal real. Podría perder su trabajo. No he terminado un libro en más de un
año, estoy evitando las llamadas de mi agente como si me estuviera escondiendo de
la mafia, y estoy empezando a sentir que ni siquiera puedo salir bien. Pero anoche en
la habitación del hotel, no me importó nada de eso porque sólo quería estar con él.
Tararea, escuchando.
—Nunca he sentido esa cosa insaciable, ¿sabes? Quiero estar cerca de él cada
segundo. Si como algo delicioso, quiero que él esté allí para darle un mordisco. Si veo
algo hermoso, quiero dirigirme a él y señalarlo. Si oigo algo divertidísimo, quiero
llamarle inmediatamente y contárselo todo.
—Oh, cariño.
—Pero si se supiera o yo no pudiera fingirlo lo bastante bien, se fastidiaría su
vida, y la mía. —Trago saliva mientras la más dura burbujea a la superficie—. Lo sé y
aun así nada de eso importó.
—Hacemos locuras cuando nos enamoramos de alguien, Fizz.
—Sí, pero ¿sabes qué fue lo único que me asustó lo suficiente como para salir
de esa habitación?
—¿Qué?
—Que incluso si por algún milagro todo sale bien, aún podría salir herida.
Suspira en mi pelo.

238
—Y si Connor me hiciera daño, no sé si sería capaz de escribir otra historia de
amor.
Espero la broma. Uno de los dos tiene que hacerlo; el momento es demasiado
pesado.
Supongo que no bromeabas sobre su mágica polla.
Está ahí para tomarlo.
Pero Jess dice lo último que espero:
—Así es como sabes que es el elegido, Fizz.

Me quedo dormida y Jess debe de haberse escurrido con cuidado, porque no


es ella la que se mueve de debajo de mi cabeza lo que me despierta, sino yo, que me
caigo del sofá y aterrizo en un montón en el suelo.
No me muevo inmediatamente porque quiero aferrarme al sueño que estaba
teniendo, aferrarme a él sólo unos minutos más. Los brazos de Connor estaban aquí,
rodeándome en el sofá. Estaba tan caliente, tan contenta. Respirábamos juntos, sin
hacer nada más que hablar y reír y caer en un silencio fácil. Mientras mi cuerpo se
despierta lentamente, los restos de una profunda sensación de conexión e intimidad
perduran hasta que la niebla del sueño se disipa y me doy cuenta de lo que acabo de
soñar: Connor y yo vivíamos juntos.
Así es como sabes que es el elegido.
Nunca he querido vivir con nadie. ¿Jess tiene razón? ¿Es esto lo que es? ¿Esa
sensación de ser conocida, de ser amada, de estar a salvo en los momentos más
tranquilos con él? Pero ¿por qué esa sensación de seguridad y conexión tiene que
venir entrelazada con el terror absoluto de rendirme a la impotencia de todo, de
poner mi corazón y mi bienestar en manos de Connor?
Pienso en lo que sentiría si no volviera a tocarle nunca más, y una cruda
punzada de dolor me atraviesa. Sus manos, sus labios, su risa, su peso, su voz
profunda y melódica, su mirada firme, sí, vale, su magnífica... presencia. Quiero
clavar las uñas en el suelo ante la idea de renunciar a todo eso.
Es medianoche, pero la urgencia inunda mis venas cuando busco el teléfono
en la mesita. No hay llamadas perdidas ni mensajes suyos. Sigo adelante sin
preguntarme qué puede significar eso.
¿Estás despierto? Le mando un mensaje. Espero que sí porque voy para allá.
No espero una respuesta. No me paro a pensar. Meto el teléfono en el bolso,
239 me calzo los zapatos al salir y ni siquiera me molesto en cerrar la puerta.
Fuera de su casa, salgo del coche y miro su porche oscuro, sus ventanas
oscuras.
Estoy aquí, mando mensajes.
Nada.
Llamo pero suena y suena, y finalmente salta el buzón de voz.
Ahora es cuando tengo una breve crisis interna. Es domingo por la noche. Creo
que Stevie está en casa de Nat porque Connor vino a la boda conmigo, pero ¿y si la
ha recogido hoy? No quiero despertarla con un movimiento de heroína romántica
aporreando la puerta, pero si su teléfono está en silencio podría quedarme aquí en el
bordillo hasta por la mañana y nunca sabría que estoy aquí. ¿Cómo hace la gente de
los libros y las películas para confesarse cuando hay niños durmiendo en casa?
Inclino la cara hacia el cielo, gimiendo. ¡La vida real es mucho más dura!
No hay nada que hacer más que mandar otro mensaje.
Hola. Sí, realmente conduje hasta aquí a medianoche. Por favor, dime que estás
despierto.
Finalmente, después de mirar amenazadoramente el teléfono durante treinta
segundos, aparecen tres puntos. El corazón se me sube a la garganta.
Acabo de ver esto. Estoy despierto.
La luz de su porche se enciende mientras corro por su pasillo. Connor abre la
puerta, apoyando un hombro en el marco. ¿Sabe lo bueno que es en esto? Nadie se
apoya como él: con paciente confianza, una mano metida en un bolsillo, un pie
cruzado sobre el otro.
Tiene mi peinado favorito, el pelo cayéndole sobre la frente, una sudadera gris
de cuello redondo, vaqueros desteñidos y desgastados, y los pies descalzos. Pero,
sobre todo, es él, el paquete completo: la masa sólida de su cuerpo y sus ojos amables
y su boca llena y la afilada línea de su nariz. Nuestros ojos se cruzan e, incluso con la
cautelosa cautela que veo en ellos, creo que haría falta que se acercara un camión
para que apartara la mirada.
Connor me dice un:
—Hola… —En voz baja antes de retroceder y dejarme entrar.
—Hola —le digo cuando se vuelve hacia mí y cierra la puerta tras nosotros. El
aire entre nosotros se calienta. Quiero arrodillarme y adorarlo. Nunca en mi vida
había sentido tanta atracción ni tanta devoción.
—Me alegro de que te hayas levantado —digo, sin aliento, espero que por la
emoción y no por el trote de ocho escalones hasta su porche.
—Lo siento, tenía el teléfono en silencio.
240 —No pasa nada. —No puedo recuperar el aliento. Agachada, pongo las manos
sobre las rodillas, aspirando aire—. Lo siento, creo que estoy nerviosa. —Me
enderezo, orientándome por fin. He escrito esta escena miles de veces pero, vaya, da
mucho más miedo vivirla—. Quiero decirte dos cosas —le digo.
—De acuerdo. —Traga saliva, levantando la barbilla—. Vamos a sentarnos.
Un plan excelente: disculpas primero, confesiones después, sexo después.
Nos lleva al salón y me siento en medio del sofá, acariciando el espacio a mi
lado. Lo mira durante un rato antes de sentarse, pero es difícil pasar por alto la
sensación de que intenta mantener la mayor distancia posible entre nosotros.
—Siento cómo me fui —le digo inmediatamente. Estoy aún más desesperada
por quitarme esto de encima, dado su tenso lenguaje corporal. Connor es alto y
musculoso, por supuesto, pero siempre se comporta como alguien mucho más
pequeño. Nunca antes había sido tan consciente de su tamaño.
Bueno, ahora y cuando estaba realmente acostado encima de mí con su
gigante…
Concéntrate, Fizzy.
—Me asusté —digo, reagrupándome—. Lo viste, me lo dijiste. La infidelidad es
un límite difícil para mí.
Sólo hay una lámpara encendida, detrás de él, y deja su expresión en la
sombra.
—Lo sé.
—Pero no debería haberme ido. Debería haberme quedado y haberme tomado
un minuto para pensar lo que quiero decir, y es esto: Me siento fatal por Natalia. Pero
también por la mujer anónima que no se dio cuenta de que formaba parte de la misión
kamikaze de un joven. Que probablemente pensó que estaba teniendo la noche más
afortunada de su vida.
—Pienso mucho en ella.
Se me derrite un poco el corazón.
—Esa mujer fui yo una vez, y no sólo me rompió parte del corazón, sino que
también tuve que contar con ser el desamor de otra mujer.
Podría decirme que, si sirve de algo, ella no sabía que yo estaba casado, pero
no lo sabe. E incluso si es verdad, aprecio que no esté tratando de defenderse. Sólo
escucha, absorbiendo esto.
—Siento haber reaccionado así —le digo.

241 Connor asiente.


—Realmente ya no soy ese tipo. Soy casi una década mayor, Fizzy. La
infidelidad es un límite duro para ambos.
—Lo sé. Ojalá no me hubiera ido así. Siento haberme ido después de lo que
acabábamos de hacer. Después de lo que acabábamos de decir. —Vuelvo a respirar
hondo—. Pasé mucho tiempo sola abajo, pensando.
Connor tararea, un tácito Adelante, entonces.
—Al principio me entró el pánico —digo, y mi ansiedad aumenta con su
silencio. En cualquier otra situación, aunque fuera paciente y comedida, Connor diría
algo para relajar el ambiente, para que me resultara más fácil, pero está tan quieto,
como si se preparara para algo—. Pero luego me permití procesar lo que habías
dicho, y me di cuenta de algo. Sobre mis sentimientos por ti.
Sus ojos están en el suelo y miro fijamente su asombroso rostro, dándome unos
latidos para calmarme. Sacar estas palabras se siente como meter todo mi cuerpo por
una pajita. Nunca he dicho la siguiente parte.
—He sido inconstante toda mi vida —admito—. Nunca he sido alguien que
pudiera cerrar los ojos y visualizar cómo sería estar con una persona para siempre.
Pensé que estaba haciendo más de lo mismo cuando salí corriendo hoy, pero...
—Fizzy…
—No, déjame sacar esto.
—No creo...
—Te prometo que no voy a ser un idiota otra vez.
—No, no, no es...
—Esta noche me he dado cuenta de algo importante.
—Fizzy, escucha...
Sé cómo se escribiría este intercambio en una transcripción. Superpuesto, diría.
El staccato de palabras saliendo una tras otra, abarrotando el espacio, ahogándonos
en ráfagas de ruido. Me río, pasando por alto la forma en que no quiere oír lo que voy
a decir.
Así que lo suelto, lo suficientemente alto como para ahogar su protesta:
—Estoy enamorada de ti.
Y pasa un rato antes de que me dé cuenta de que mis palabras han pasado por
encima de las suyas:
—No puedo hacer esto.
Todo queda en un silencio nuclear invernal. La quietud en la habitación es
242 absoluta. Y entonces el sonido de su cuidadoso carraspeo resulta ensordecedor.
—Oh Dios —digo, riendo torpemente, pero por dentro me estoy encogiendo
de humillación—. ¿Acabas de decir lo que creo que has dicho?
Su mirada es suave pero firme.
—Lo siento.
—Si se trata del show —me apresuro a decir—, podemos volver a nuestro plan
original. Podemos guardar secreto si es necesario. —La desesperación aumenta en
mí cuanto más tiempo me enfrento a esta versión rígida y fría de Connor—. No voy a
dejar que nadie se interponga en esto si estás dispuesto a intentarlo. ¿Lo que dije en
el hotel sobre estar loca por ti? Lo dije en serio. Me apunto. Podemos escabullirnos.
Soy muy pequeña; puedo ser sigilosa. De hecho, mi orientadora del instituto me dio
dos carreras: autora romántica o agente secreta.
Espero una sonrisa, pero no obtengo ni un atisbo de reacción. En cambio,
aparta la mirada y la dirige hacia la oscura chimenea. Con su perfil iluminado, veo lo
cansado que parece. Sus pómulos cincelados parecen demacrados, y me doy cuenta
de que es porque no hay sonrisa en sus ojos.
El pavor cae como un peso en mi estómago. Por supuesto. Yo rompí esto. La
forma en que dejé la habitación del hotel, la forma en que revelé mi lado voluble e
impulsivo... fue exactamente la forma equivocada de tratar a Connor. Sabía que era
cauteloso, sabía que hacía las cosas sólo después de una deliberación cautelosa.
Sabía que me estaba confiando algo que probablemente no ha contado a mucha
gente, y destrocé esa confianza laboriosamente construida con el poderoso martillo
de Fizzy.
—La he cagado, ¿verdad? —Digo en voz baja—. Dejarte anoche lo echó todo a
perder.
Inhala profunda y lentamente.
—Te dije desde el principio —le dice a su regazo—, que no quería algo si sólo
era sexo.
—Lo sé.
Cuando levanta los ojos hacia mí, la distancia de su mirada me produce un
escalofrío.
—Lo que compartimos fue mucho más profundo que el sexo, Felicity, pero a la
primera señal de problemas huiste. He pasado las últimas veinticuatro horas
sintiéndome enfadado, herido e increíblemente estúpido por confiar en ti. Ahora me
resulta muy difícil creerte.
La mortificación no es un golpe rápido en las tripas; es una lenta filtración de

243
agua helada en mis venas. No puedo imaginar lo que Connor piensa de mí en este
momento; me pregunto si se estará arrepintiendo de haber puesto el corazón de los
Héroes en mis manos, por no hablar de haber puesto su propio y preciado corazón
allí. Acepté hacer este programa en medio de mi peor y más profundo bloqueo como
escritora, y lo justifiqué diciendo que lo hacía por el público. Y ahora le digo que salga
conmigo en secreto, poniendo su trabajo y su vida aquí en peligro después de que yo
huyera de la habitación del hotel como una idiota aterrorizada la primera vez que me
confesó que podría no ser un humano perfecto. Se suponía que íbamos a ser nosotros
contra el mundo, y lo eché todo a perder.
Nunca en mi vida me había sentido tan profundamente fracasada.
Treinta y nueve
Connor

E
sta vez, cuando Fizzy se marcha, me quedo en blanco. Quería aferrarme
a la rabia, me había pasado el día pasando de la indignación al dolor, a
la decepción y viceversa, pero al ver cómo se le iba el rubor de la cara,
cómo la esperanza sin aliento era sustituida por una sombría comprensión, mi rabia
se desvanece y me siento... cansado. Ahora sólo me queda el silencio de mis
pensamientos y la cruda desolación de la puerta firmemente cerrada, literal y
metafóricamente.
Debería sentir alivio porque por fin ha terminado y puedo volver a centrarme
en lo que me trajo aquí en primer lugar, es decir, mi trabajo y mi familia, pero no es
así. Me siento como una absoluta mierda.
244 Y me dijo que está enamorada de mí.

Blaine es la última persona a la que quiero ver el lunes por la mañana, pero
irrumpe en mi despacho justo cuando estoy haciendo las maletas para irme al plató.
—Me doy cuenta de que estás a punto de irte, pero antes tenemos que hablar
—dice, cerrando la puerta de mi despacho.
—¿Llegaron los números finales? —El mensaje de Brenna de las seis de la
mañana mostraba cifras superiores a las de la primera semana, en camino de batir
otro récord.
—A la mierda los números ahora mismo —dice—. Sólo dime que no voy a tener
que lidiar con ningún puto drama en tu equipo.
Me quedo quieto, dejando las llaves del coche sobre el escritorio. La
posibilidad de fotos de Fizzy y yo juntos...
—¿De qué va esto?
—Las redes sociales están echando pestes del equipo de Trent y de Smash
Course por esta mierda del dopaje.
Mi primera reacción es de alivio. Y luego frunzo el ceño, inclinándome como si
necesitara estar más cerca de sus palabras para procesarlas. Estaba tan metido en el
drama con Fizzy este fin de semana que me siento completamente desconectado de
todo lo que vaya más allá de ella, de nosotros y de El Experimento del Amor
Verdadero.
—¿Qué mierda de dopaje? Trent no haría nada de eso. —El hombre solía hacer
documentales de bibliotecas y comedias de bajo presupuesto, joder.
—¿Qué dopa…? —Blaine pregunta, cortando en abrupta incredulidad—.
Connor, lleva semanas lidiando con abogados. Desde esta mañana está en todo el
maldito Internet.
Miro más allá de él, recordando. Trent volvió a San Diego para reunirse con
abogados. Ni siquiera se me ocurrió preguntarle por qué.
—Aún no me he conectado —le digo—. Vine directamente aquí antes de
dirigirme al plató.
Blaine me hace un breve resumen: un encargado de las instalaciones de uno
de los locales utilizados para el programa de Trent presentó pruebas en vídeo de que
dos de los otros productores del programa estaban dando drogas para mejorar el
245 rendimiento a un concursante.
—Vale, esto es desolador, es una mierda —digo—. Pero es televisión de
entretenimiento, no las Olimpiadas.
—¿Sí? ¿Las Olimpiadas no? Bueno, ¿qué les decimos a los ejecutivos de
SuperHuman y Rocket Fuel? ¿Debería llamar a nuestros mayores patrocinadores y
explicarles por qué estamos aceptando una cantidad obscena de dinero para
promocionar sus fórmulas de entrenamiento durante las pausas publicitarias, pero
dejando que los concursantes se droguen fuera de cámara? ¿No te parece suficiente?
—No me deja responder a esta pregunta retórica, tampoco es que me moleste—.
Bueno, qué te parece esto: uno de los productores también se follaba a esta
concursante en el baño del autobús turístico, así que ya me dirás si sigue sin
importarte.
Se me cae el estómago.
—Jesús.
—Tú eres el juggernaut, Conn, pero el programa de Trent también tiene los
mayores índices de audiencia en su franja horaria. Ahora ves cómo la audiencia trata
estas cosas como su puta tabla de salvación. Se involucran, ¿y cuando les das el poder
de un voto? Se sienten dueños. Si les das ese poder, estás acabado en cuanto te pasas
de la raya. Ponemos todo lo que tenemos en este maldito programa y no podemos
perder a nuestros espectadores porque el equipo de Trent infringiera la ley y se tirara
a las estrellas.
—De acuerdo. —Me recuesto contra mi escritorio, ahuecando mi cuello—.
¿Qué necesitas que haga?
—Necesito que me asegures que tu taller está limpio. Quiero oír que estos
Héroes que has elegido son unos malditos caballeros perfectos. Que Fizzy podría
presentarse a presidenta si quisiera. Quiero oír que nadie en tu equipo tiene manos
errantes o una inclinación por masturbarse delante de la gente. —El pavor me llena
las tripas con un peso de plomo—. ¡Quiero oír que lo único que pasa, joder, es lo que
hará la jodida Felicity Chen con el ganador de este maldito viaje a Fiji en el que nos
estamos gastando una pequeña fortuna!
Con irónica derrota, exhalo una carcajada. Creo que es bueno que hayamos
terminado; tendría que terminar ahora de todos modos. Odio todo esto, joder.
Blaine se acerca un paso, frunciendo el ceño.
—¿Connor? Necesito las palabras.
Me paso una mano por la cara.
—Sí. Estamos limpios.
—No mientas, Connor —dice, enderezándose—. Eres lo único que nos queda

246 ahora mismo, y si tu programa fracasa, nos hundimos. Y sabes lo que eso significa: te
hundes.
Cuarenta
Connor

A
sh cruza la mesa y me tira del cuello.
—Hoy te pareces a mí.
Miro hacia abajo para ver a qué se refiere. El jersey que me puse
al salir de la oficina está al revés, con la lengüeta pegada a la parte delantera del
cuello. Qué bien que las dos mujeres que me pararon para hacerme una foto antes de
que llegara Ash no se molestaran en decírmelo. Me la paso por la cabeza,
poniéndomela bien esta vez.
—Estoy un poco distraído.
—Me lo imagino. —Me estudia un momento—. ¿No estás en el set hoy?
247 Me encojo de hombros, hurgando en mi plato.
—Iba para allá cuando Blaine me encontró. Necesitaba aclarar mis ideas. Iré
dentro de un rato. El rodaje empieza sobre las tres. Rory y Brenna tienen todo
controlado.
—Ah. La estás evitando.
Doy un mordisco al melón en lugar de contestar.
—Lo que deberías hacer es irte a casa y dormir. Estás hecho una mierda.
Respondo con un gruñido, aunque sé que debería hacerlo mejor. Ash tiene el
día libre por una cosa de formación de profesores que no empieza hasta esta tarde, y
en vez de estar en la cama con su mujer, está aquí conmigo en el brunch,
escuchándome explicar otra vez cómo mi vida está por los suelos.
Sé que es bueno haber terminado mi relación con Fizzy, pero una parte de mí
esperaba que Ash dijera lo que en el fondo sé, que necesitaba darle tiempo para
superar lo que probablemente fue lo más difícil para ella oírme decir. Por desgracia,
después de escuchar toda la historia —el drama del hotel, la confesión de Fizzy y la
situación con el programa de Trent— Ash está de acuerdo en que probablemente hice
lo correcto.
Pero nunca, ni una sola vez en mi vida, me he sentido así, nunca me ha gustado
tanto una mujer como para arriesgar mi vida por estar con ella. Y odio cómo fue
anoche, odio que ahora sienta que no puede ser sincera conmigo si tiene pánico, que
no puede cagarla también. Odio sobre todo que nada de eso importe después del
ultimátum de Blaine esta mañana.
Ash se agacha, tratando de captar mi atención.
—Conn.
Le miro a los ojos y suelto un pequeño:
—¿Sí?
—¿Sabes lo que Fizzy diría ahora mismo?
—Me muero por oírlo.
—Sólo es sexy para un héroe cavilar durante, como, tres cuartas partes de un
libro.
Se me escapa una carcajada.
—Eso es exactamente lo que ella diría.
Sonríe ante el cumplido.
—Y tú ignoras el lado positivo, que es muy obvio —dice alegremente.

248 —¿Cuál es?


—Que ahora sabes que estás listo para una relación.
Me río de nuevo, pero vuelve a ser sardónico. No puedo culparle por intentarlo.
Encontrar a Ella ha sido lo mejor que le ha pasado a Ash.
—No hay un lote sólido de pruebas, Ash. Fizzy y yo tuvimos una aventura de
balancín durante unas semanas y luego terminó incluso antes de empezar.
—Pero estabas abierto a ello.
Me llevo la cuchara a los labios y murmuro:
—Me enamoré de ella contra mi voluntad —antes de darle un mordisco—. Pero
sí. Supongo.
—Quizá esta vez pruebes con ADNDuo —dice, cortando limpiamente su
tortilla—. Ahora hay tantos usuarios en el sistema que parece que la gente está
consiguiendo muchas buenas parejas. Ya no es raro encontrar una pareja de oro: uno
de los profesores de la escuela incluso consiguió dos. Puede conocer a los dos y
encontrar la pareja perfecta. ¿Te imaginas que sólo te dieran una lista? —Da un
mordisco y me mira con curiosidad desenmascarada—. Me encantaría ver quién es
tu media naranja.
Aparto la cara de Fizzy de mis pensamientos y tarareo sin compromiso. Hace
unos meses, la habría descrito como ruidosa e implacable. Ahora no me imagino
utilizando esas cualidades como insultos.
—Además, ahora eres una mercancía caliente, Connor. —Toma otro bocado y
mastica.
Todavía estoy soñando despierto con la bocaza de Fizzy y lo que hizo con ella,
así que esto tarda un segundo en penetrarme.
—¿Te refieres a los confesionarios? Ah, eso es sólo un poco.
—Esa pequeña parte es probablemente una gran parte de la razón por la que
Blaine está tratando de poner algo de miedo en ti.
Me quedo quieto, mirándole.
—¿De qué estás hablando?
Ash parece hacer una carrera de obstáculos mental antes de dejar con cuidado
el tenedor y el cuchillo. Se lleva la servilleta a los labios, dando golpecitos con
cuidado.
—¿No eres consciente de lo que está pasando en Internet?
—¿Te refieres a nuestros índices de audiencia? —Asiento mientras lo digo
porque Brenna me los envía todas las mañanas—. Son geniales.
249 —No, me refiero a tu base de fans.
—Me han parado unos cuantos, pero eso es sólo porque reconocen a alguien
de la televisión.
—¿Unos cuantos? —Me sigue con la mirada hasta un grupo de mujeres en un
reservado al otro lado del restaurante. En cuanto me ven, sus ojos vuelven a la mesa—
. Me refiero a las fans de Connor Prince.
Sacudo la cabeza.
—No es así.
Con una risita condescendiente, saca su teléfono y murmura para sí:
—Le digo que su teléfono sirve para algo más que enviar mensajes y leer las
noticias, pero ¿me hace caso? No. —Ash golpea la pantalla un par de veces con una
floritura y luego la gira para mirarme—. En primer lugar, tu Instagram. Tienes casi
trescientos mil seguidores.
Parpadeo. No he publicado nada en años.
—¿Qué?
Da un suspiro exasperado y vuelve a hojear su teléfono antes de dejarlo sobre
la mesa frente a mí.
—Ya está.
Miro a mi alrededor, intentando orientarme.
—¿Qué estoy mirando?
—Es Twitter. —Baja un dedo, señalando un grupo de letras—. ¿Qué dice ese
hashtag?
—Dice... —Tardo un minuto en leer porque las palabras están todas juntas, sin
espacios—. ¿Papá Príncipe El Experimento Del Amor Verdadero? —Le miro—.
¿Quién es Daddy Prince?
—Lo eres. Así te llama el fandom de Amor Verdadero.
—¿El fandom...? —Me interrumpo, con una confusión cada vez mayor—.
¿Daddy Prince?
—Twitter explota cuando empiezan los confesionarios.
—Ni siquiera salgo tanto en pantalla. Hay hombres con más éxito, más guapos
y francamente más agradables para que se entusiasmen.
—No puedo discutirlo —dice con una sonrisa—. Pero de todas formas te están
apuntando. Al parecer, Daddy Prince, les encanta tu voz grave y tu acento sexy, y la
forma en que tú y Fizzy bromean. —Levanta la vista al oír mi mortificación sofocada—
. Oh, vamos, deja de poner esa cara de horror. “Daddy Prince” es bastante soso
250 comparado con otras cosas de aquí. —Mientras sigue desplazándose, su sonrisa se
convierte en ceño fruncido y reflexiona—: No sabía que “ahórcame” fuera una frase
tan común.
Ignoro esto y sigo mirando.
—¿Qué significa eso de “votar abiertamente”? ¿No pueden votar sólo a los
concursantes?
—No lo sabrías porque eres un troglodita de las redes sociales, pero no. Tal y
como lo ha configurado tu equipo, si se etiqueta el programa, un programa de
seguimiento lo considera un voto y lleva un recuento. Podría ser
'#PollaGiganteDeAnaconda_ElExperimentoDelAmorVerdadero' y Polla Gigante de
Anaconda recibe un voto.
Miro fijamente a Ash.
—¿Qué?
—No te preocupes. La mayoría de la gente lo usa como tú querías. Ponen el
hashtag Colby o Isaac o quien sea. Es muy inteligente, en realidad; muchos de los
grandes premios de la música lo hacen. Creo que los Oscar incluso empezaron a
hacerlo para los momentos favoritos de los fans y de las películas. Es una forma
estupenda de conseguir participación, porque las etiquetas son visibles para todo el
mundo, puedes tuitear o votar tantas veces como quieras, lo que significa que tuitear
y retuitear lo pone en el feed de todo el mundo. Así no se puede comprar la
exposición. Todo está ahí, en tu ordenador de bolsillo, si te fijas.
Toda esta conversación me ha desconcertado ahora que está asimilando lo que
Ash me está diciendo. ¿Los espectadores están votando por mí? Blaine no sabe tanto
como le gustaría que todos creyeran, y tengo que asumir que si supiera algo sobre
esto —o, peor, sobre mí y Fizzy— lo habría mencionado, ¿verdad? En cualquier caso,
tendré que tener mucho, mucho cuidado durante las próximas semanas.
—Por supuesto, hay gente que escribe con todo tipo de nombres —dice Ash—
. Un montón de Tu mamá y otras cosas al azar. Creo que Capitán América tuvo un
número bastante decente una semana.
—Genial —digo secamente—. Un sistema impecable.
—Siempre habrá idiotas —dice Ash, descartando esto mientras aparta su plato
y se inclina hacia él—. Hasta ahora, Isaac es el más votado cada semana. Pero
definitivamente estás ganando.
Me inclino hacia atrás con una suave exhalación, sintiendo la atención de Ash
sobre mí mientras proceso esto.
—Seguro que Brenna ve esto. ¿Por qué nadie me lo dijo?

251
—Quizá intentan ignorarlo. —Recoge su vaso de agua y bebe un sorbo—.
Quiero decir, no es como si pudieras ganar esta cosa.

Estas palabras rebotan en mi cabeza.


No es como si pudieras ganar esta cosa.
Tiene razón, por supuesto. Ni siquiera soy concursante. Aun así, hay un leve
eco de la fiesta de la compasión, también. No puedo ganar.
Estoy atrapado en ese apretón mental en el que tengo demasiadas cosas en la
cabeza y no tengo tiempo suficiente para dedicarles. Podría pasarme una semana
entera pensando en lo que sentí al tener a Fizzy del brazo en la boda de su hermano,
por no hablar de todo lo que ocurrió esa misma noche. Pero si añadimos la confesión
de Fizzy, la visita de Blaine a mi despacho y todo lo que Ash me contó sobre las
votaciones... mi mente está hecha un borrón.
Pero todo eso se deja de lado porque hay un trabajo que hacer. Y de alguna
manera, Fizzy y yo nos las arreglamos para tratarlo como tal. Tras el recuento de los
votos del fin de semana, sólo quedan cuatro héroes: Isaac, Nick, Dax y Evan. No estoy
seguro de si es un indulto o una tortura que el equipo esté rodando sin problemas y
yo no sea necesario en las acogedoras cenas de Fizzy con los Héroes, siguiéndolos
en sus largos paseos por la playa, sus citas jugando a los bolos y recogiendo
manzanas y tomando clases de surf, pero aprovecho el espacio de todos modos,
porque probablemente ambos lo necesitamos. La única vez que la veo en toda la
semana es para un incómodo y forzado confesionario. Por lo demás, me escondo en
la sala de montaje y armo la narración de cada posible pareja, poniendo música a
todo volumen en los auriculares en cada momento de inactividad que tengo para no
oír el eco de ella diciéndome que está enamorada de mí. Creo el episodio más
convincente hasta la fecha, que consigue los mejores índices de audiencia de la
cadena esa semana. Pero es una victoria vacía.

Después de un fin de semana muy necesario con Stevie, vuelvo al plató la


semana siguiente. Esperaba que fuera más fácil ver a Fizzy, pero no es así. El lunes
trae la eliminación de Dax y Nick, y la aparición de una Fizzy que pasó su propio fin
de semana haciendo Dios sabe qué con Dios sabe quién. No me imagino que vaya por
252 ahí acostándose con tíos a diestra y siniestra —principalmente porque sé que sus
sentimientos por mí son sinceros, y también porque lo tiene prohibido por contrato—
, pero la parte racional de mi cerebro no habla cuando la veo entrar en el restaurante
para el rodaje el lunes por la tarde. Al verla con unos minúsculos pantalones cortos
vaqueros y una fina camiseta blanca de tirantes, siento un ardor posesivo. Quiero
poner mis manos sobre su cuerpo y mi boca sobre su piel y apretarla contra una
pared, arrancándole de nuevo una confesión de amor.
Pero mantengo la máscara firmemente en su lugar. Estas dos citas finales son
las que los telespectadores utilizarán para elegir al ganador, y esta noche, Isaac cena
ante las cámaras con Fizzy y sus padres. Yo estaba a su lado con ellos hace sólo una
semana, el orgullo calentando mi sangre. Ahora estoy detrás de una cámara, viendo
cómo Liz espolvorea en la frente de la señora Chen, cómo el señor Chen bromea con
Rory sobre sus buenos ángulos, sabiendo que los padres de Fizzy van a conocer al
hombre guapo, consumado y merecedor que probablemente ganará. Si conozco a
Fizzy —y siento que la conozco de verdad—, aceptará mi rechazo sin más y hará todo
lo posible por seguir adelante. Emprenderá el viaje con Isaac y hará todo lo posible
por disfrutar al máximo de ambos. Cuando estén juntos en Fiyi, ¿olvidará lo que sintió
al estar en mis brazos? ¿Se acostará con él simplemente porque está allí? ¿O su
conexión se hará más profunda, más fuerte que la que tuvimos ella y yo?
Odio ambos escenarios, pero sinceramente no puedo imaginarme cómo sería
algo más fuerte que lo que teníamos. Veo a Fizzy con estos hombres y tengo que
reprimir continuamente el instinto posesivo de reclamarla de pequeñas y grandes
maneras. Y ese instinto vuelve ahora, con una forma diferente pero innegable,
mientras veo a las dos personas que me doy cuenta que quiero que sean mis suegros
prepararse para conocer a otro hombre.
—¿Estás bien? —Rory pregunta, caminando de vuelta a las cámaras.
El no ya se está formando en mis labios cuando vuelvo a ser consciente,
parpadeando con fuerza.
—Sí. Estoy genial.
Me levanto de la mesa justo cuando Fizzy sale del improvisado camerino del
fondo y entra en el comedor. Lleva el pelo recogido en dos moños, con mechones que
se le escapan y le enmarcan la cara. Ojos rasgados con delineador oscuro, camiseta
hecha jirones y vaqueros rotos rematados con botas de pisar mierda. Esta noche,
Fizzy ha venido preparada para la batalla. Durante una fracción de segundo, un pulso
febril, nunca he deseado nada como la deseo a ella. Y la sensación no se disuelve, ni
siquiera cuando salgo a tomar una larga y profunda bocanada de aire fresco.

253
Cuarenta y uno
Fizzy

C
omo el universo es un gato aburrido y yo no soy más que un ratón
impotente, Connor no lleva su traje habitual y hoy lleva una camiseta
negra ajustada y unos vaqueros. Aunque me he puesto toda esta
armadura para ayudar a apuntalar mis tiernas entrañas, es todo lo que puedo hacer
para no cruzar la habitación y meterle mano. Apenas le vi la semana pasada y lo eché
tanto de menos que me pasé todo el fin de semana en pijama viendo una y otra vez
los tres primeros episodios de El Experimento del Amor Verdadero sólo para verle en
los confesionarios. Ahora tengo delante su melena alborotada, sus bíceps y sus
pectorales perfilados por un suave jersey de algodón. Exuda esa característica
paciencia tranquila mientras discute algo con Rory y... Dios, míralo. Lo amo, y

254
realmente, realmente duele.
Ergo, he decidido que odio el amor.
Anoche esbocé un nuevo libro. Trata básicamente de una mujer que se
enamora de un hombre, pero ella es un desastre y él la rechaza, así que se tira por un
acantilado. Excepto que al pie del acantilado hay una gran cama de almohadas —
porque no me va la ficción literaria ni el terror— y entonces ella se asfixia en las
almohadas. Pero no se asfixia, sino que se revuelca y se compadece de sí misma hasta
que llega Uber Eats con su pedido de donas.
También tiré este esquema a la basura.
Y luego intenté dormir, porque esta semana es probablemente la más
importante del rodaje, pero “dormir” consistía sobre todo en tumbarme boca abajo
en la cama llorando contra la almohada.
Quiero acercarme a él, apartarle y decirle que no volveré a hacerlo, que no
saldré corriendo así. ¿Sabe cuánto admiro su lado precavido? Es la calma de mi
tormenta, la sombra de mi sol radiante, el Styles de mi Harry.
La cita con Isaac es increíble. Por fuera, claro. Por dentro, soy todo hilos de
marioneta y palabras positivas. Papá suelta sus chistes tontos e increíbles; Isaac habla
de su trabajo en la investigación de inteligencia artificial, y veo a mi madre perder la
cabeza en silencio imaginando un trío de nietos inteligentes. Bebo un sorbo de mi
botella de Perrier con lima. Han empezado a surgir ofertas de colocación de
productos de todo tipo, desde agua con gas hasta protector solar y tiendas de ropa,
así que me cuido de mantener la etiqueta hacia fuera. ¿Ves, Connor? Puedo trabajar
en equipo.
Mis padres hablan de cómo fue trasladarse a Estados Unidos desde Hong Kong
a los veinte años, y de las dificultades de criar a tres hijos con personalidades tan
diferentes. Será una televisión increíble y auténtica. En mis momentos de disociación,
lo veo desde arriba y sé que estamos haciendo un gran trabajo.
Hay satisfacción en hacer algo bien, supongo. Estoy fingiendo como una
profesional mientras ignoro al gigante sexy que hay detrás de la cámara. Isaac es
guapísimo e inteligente; mi madre está medio enamorada de él antes incluso de que
hayamos llegado a los entrantes, y mi padre no deja de lanzarme esa mirada de “¿Eh?
Es bastante genial, ¿no?” que significa que me estará preguntando por Isaac durante
los próximos meses. Esto es exactamente por lo que nunca he presentado a mis
padres a un chico antes. Sería una cita y luego seis meses de preguntas sobre cuánto
tiempo espero para una propuesta. Me preocupa que no entiendan del todo la
premisa -que solo estamos probando esto de las citas, y que no es una comida de
“Conoce a la familia” como suele ser-, pero no puedo ni siquiera preocuparme
demasiado porque estoy jodidamente triste, y ahora mismo cada gramo de mi
concentración tiene que estar en superarlo.

255 —Me gusta —pronuncia mamá en su micrófono aún vivo en cuanto estamos de
pie—. Deberías elegirlo. Piensa en lo listos y guapos que serán tus bebés. —Lo
predije.
El equipo ríe a carcajadas y yo me acerco con cuidado para quitarle el
micrófono del cuello.
—El público decide el ganador, mamá.
—Pero debería ser tu novio —continúa, sin darse cuenta mientras yo tanteo
para apagarlo—. Se les ve tan bien juntos.
Por instinto, mi mirada se dirige a la fila de cámaras. Connor se levanta, se quita
los auriculares y los coloca en el asiento de al lado antes de recoger un portapapeles
y anotar algo despreocupadamente. No hay reacción, desde luego no hay
consternación. Ni siquiera levanta la mirada como solía hacer, con ese destello
reactivo de celos calentándole los ojos. Ahora es Connor relajado, sin preocuparse
por la posibilidad de que otra persona sea mi novio.
No pasa nada, estoy bien.
Permíteme tirarme por un acantilado a una cama de almohadas.
Abrazo a mis padres, los acompaño al confesionario para que se reúnan con el
hombre, y luego me siento a esperar mi turno.
Pasa media hora antes de que mis padres me encuentren para despedirse.
—¡Le hemos dicho a Connor que creemos que deberías casarte con Isaac! —
susurra mi padre, y luego me besa la mejilla.
Les doy la mejor sonrisa que puedo producir.
—Impresionante, seguro que le ha encantado.
Isaac se va al confesionario y, sinceramente, pagaría mucho dinero por ser una
mosca en la pared de esa habitación. Apuesto a que es del tamaño de una taza de té
con la combinación de sus dos cuerpos corpulentos, la intensidad silenciosa de
Connor y el encanto deslumbrante de Isaac.
O quizá esté bien. Tal vez la habitación no está fría en absoluto, y Connor no
está raro con Isaac en lo más mínimo, a pesar de que una de mis partes favoritas del
cuerpo de Connor estaba dentro de mi cuerpo hace una semana más cuarenta y ocho
horas y un observador casual diría que los dos estábamos siendo bastante dramáticos
con nuestras grandes emociones. Pero yo nunca he estado enamorada, así que nunca
me había desenamorado. Tal vez a algunas personas les ocurra así: que se apague un
interruptor, que se apague un fósforo.
Hay un movimiento detrás de mí y veo que la gente empieza a recoger el
equipo. Siento el corazón como un mazo detrás del esternón. En cualquier momento,
uno de los dulces asistentes me llamará para la entrevista. Recapitularé la cita,
256 hablaré de lo que me gustó, de lo que no me gustó... aunque apenas lo recuerdo, y
estoy segura de que seré un desastre monótono y anhelante, pero no me importa, al
menos estaré cerca de él. Fue lo único que hizo soportable la semana pasada, a pesar
de que me miró a los ojos durante unos cincuenta milisegundos en diez minutos. Estoy
sufriendo un síndrome de abstinencia; tengo tantas ganas de estar a solas con Connor
que siento como si una enredadera de espinas me envolviera el corazón.
Es Brenna quien se acerca, con los ojos bajos en su teléfono.
—¡Parece que eres libre de irte a casa!
Sacudo la cabeza.
—Aún no he hecho mi confesionario.
Ella recita del texto delante de ella.
—Connor dice que te saltamos esta noche y cubrimos las dos citas mañana.
—Espera, ¿por qué? —En mi hoja de llamadas tenía un confesionario para cada
noche de esta semana.
Ella sólo se encoge de hombros.
—Es lo que él dijo. —Se desplaza hacia atrás a través de sus mensajes—. Parece
que ya se ha ido.
El sueño es un amante caprichoso. Probablemente no ayuda que me pase la
mayor parte de la noche del lunes engañándolo con una neurosis llamada “Mil cosas
que hice para joder las cosas”. Se me olvida poner la alarma, así que menos mal que
me duermo con el móvil debajo de la almohada (por si Connor me llama en mitad de
la noche porque ha cambiado de opinión y también me quiere) y que empieza a vibrar
debajo de mí.
ES Jess. Contesto con cualquier sonido que haga al presionar mi boca
directamente sobre el auricular.
—Bueno, buenos días —responde ella.
—¿Qué hora es?
—Justo después de las ocho.
Empujo para incorporarme en mi habitación demasiado luminosa. No me había
molestado en cerrar las cortinas anoche, y la luz del sol entra a raudales como si
hubiera algo que celebrar.

257
—Mierda.
—¿A qué hora tienes que estar en el set hoy?
Entrecierro los ojos en la pared, pensando.
—Diez, creo.
—Tienes tiempo de sobra.
—Lo sé. —Levanto la mano, frotándome la cara—. Me refería a Mierda, hoy
tengo que fingir que estoy bien otra vez.
—Te olvidas de algo.
—¿Qué es eso?
Jess susurra a través del teléfono:
—¿Quién te acompaña a la cita de hoy con Evan?
Con un gemido de alivio me desplomo sobre la cama.
—Oh, gracias a Dios, es verdad. —A pesar de la nube negra que me persigue
a todas partes, suelto una risita. La cita con Evan iba a ser originalmente con mi
hermano y su nueva esposa, antes de que nos diéramos cuenta durante la
programación de que estarían de luna de miel. Mi hermana era la segunda opción
obvia, pero ha pasado de “tomárselo con calma” a reposo oficial en cama. Podría
elegir entre un millón de tías, pero eso sería un circo, e incluso con todo este odio
hacia mí misma, no me odio tanto.
—¿Qué tal le sienta a River volver a salir en la tele?
—Gruñón, pero estoicamente resignado.
—Mi versión favorita de él.
Se ríe.
—Te veré pronto. Ve por ellos, tigre.
Doy mi rugido más patético.

Por supuesto, lo primero que ocurre cuando paso del sol radiante del exterior
a la tenue elegancia del restaurante es que choco directamente con un muro de
Connor. No es muy distinto a chocar de bruces contra un ladrillo: física, emocional y
espiritualmente.
Hacemos uno de esos terribles bailes de disculpa que estallan y se solapan

258 antes de girar bruscamente en direcciones opuestas: yo, hacia peluquería y


maquillaje en la parte de atrás, y él hacia la fila de cámaras que se preparan para el
día de rodaje.
El restaurante está tranquilo; soy la primera en llegar. Delante, sólo están
Connor y Rory acurrucados alrededor de las cámaras. Juro que oigo cada murmullo
retumbante de su voz, lo siento como una vibración por mi columna vertebral. Liz
tiene que recordarme que levante la barbilla y vuelva la cara hacia ella, porque sin
querer giro la cabeza hacia la parte delantera del restaurante, atraída por él de una
forma inconsciente y dolorosa.
Toda mi vida me he sentido arraigada a lo que soy y a lo que quiero, pero
últimamente... últimamente siento que ya no tengo identidad. No soy escritora, no soy
una cita salvaje, ni siquiera soy una molesta mejor amiga o una tía problemática. Y en
todo este silencio en mi mente, el ¿quién soy realmente? grita más fuerte. Una de las
cosas que más me gustaban de Connor era que no necesitaba que yo fuera nada.
Podía ser tonta y ruidosa o reflexiva y contemplativa y todo era simplemente... yo. Me
dijo que yo era más que mi personaje de autora juguetona, sexy y aventurera. Me dijo
que tenía profundidad reflexiva y capas sensibles. Era como si tuviera un
decodificador de bolsillo (y no me refiero sólo a su polla).
(Aunque la polla también ayudó).
Evan llega en un traje y se ve objetivamente caliente. Estoy en conflicto. Por un
lado, podría elegirle para el viaje. Lo nuestro no va a suceder, creo que ambos lo
sabemos, y tal vez un relajante viaje de examigos a Fiyi sea justo lo que necesito.
Pero, por otro lado, con la popularidad del programa, no quiero hacer pública la
“ruptura” no quiero tener que fingir que he estado enamorada y me he
desenamorado.
Pero si elijo a Isaac, nos estaría haciendo un flaco favor a los dos. Isaac es
exactamente de quien habría esperado enamorarme, pero en esta realidad, ahora
sólo siento cosas muy platónicas por él. ¿Son sus sentimientos genuinamente
románticos? ¿Sería un viaje con él los diez días más insoportables e incómodos?
¿Podría llegar a gustarme?
Gimo y Liz me pellizca suavemente la barbilla para recordarme que no me
mueva mientras me aplica el delineador.
—¿Qué te pasa? —pregunta, su aliento dulce y mentolado cerca de mi mejilla—
. Pareces estresada.
—Lo estoy.
—¿Te preocupa que el público no elija el que tú quieres?
Liz nunca me ha preguntado nada sobre el programa. Siempre supuse que era
una especie de no preguntar-no decir, pero tal vez es tan simple como que todo el
259 mundo no es un imbécil entrometido como yo. Una mujer inteligente diría que sí. Una
tonta como yo diría:
—No creo que quiera a ninguno de los dos.
Se endereza, y su voz sale en un susurro.
—¿Cuál quieres más?
Voy a por todas:
—El que mide dos metros con la estructura ósea de Dios.
Se ríe, pero no parece sorprendida.
—Sí, ustedes dos son un viaje.
No sé inmediatamente a qué se refiere, y me recorre un rubor cohibido. Porque
entonces lo sé. Quiere decir lo que yo también siento: que la verdadera historia ha
sido la amistad que ha surgido entre su jefe, Connor Prince, y yo. Las cámaras no han
captado el más bello de todos los arcos argumentales: cómo este hombre imponente
e intencionado y esta mujer pequeña y caótica se unieron primero con fricción y luego
con admiración mutua y luego con algo que se parecía mucho al amor. Tuve la
verdadera historia delante de mí todo este tiempo, y la eché a perder.
—Ha estado tan apagado —dice Liz, irrumpiendo en mis pensamientos—. Todo
el mundo lo siente.
Estas últimas palabras me sacan a la superficie de nuevo, recién consciente.
—¿Qué quieres decir?
Ella se encoge de hombros, barriendo una última pasada de rubor a la parte
superior de mis mejillas.
—Oh, ya sabes. —No puedo insistir más sin hacerlo raro.
Liz da un paso atrás y examina su trabajo, retirando la tela protectora de mi
cuello.
—Estás linda —dice. Levanta la barbilla y veo a un asistente personal detrás de
mí.
—¿Lista? —pregunta, y señala el remolque que hay fuera. El pánico se
enciende en mi torrente sanguíneo—. Rory quiere un confesionario primero. Puedes
salir. Connor te está esperando.

260
Cuarenta y dos
Fizzy

H
e estado en esta caravana una docena de veces en las últimas semanas,
y hasta hoy ha sido mi coto de caza favorito. Es pequeño pero está
cómodamente amueblado, con cámaras fijadas en lugares consistentes
que facilitan la filmación de estas entrevistas sin importar adónde nos lleve el set cada
día. Hay dos sofás: uno para Connor, otro para quien esté entrevistando. Las cortinas
están cerradas, la iluminación es suave y está diseñada para que parezca privada e
íntima. Hay agua embotellada (con las etiquetas hacia fuera) y una caja de pañuelos
al alcance de la mano. Aquí es donde expreso mi opinión sobre cómo van las cosas,
cómo me siento y mis impresiones sobre los Héroes. También es el único momento
de cada episodio en el que los espectadores pueden ver a Connor mientras nos guía

261
por cada una de las citas. No sigo los hashtags del programa, porque no soy
masoquista (y además, está en el código de honor que no rastree cómo van las
votaciones), pero Jess mencionó de nuevo el otro día que Juno le dijo que Stevie dijo
que la gente lo está amando. Nuestra pequeña pandilla es como el Pony Express, pero
con cotilleos.
No culpo a estas mujeres de Internet. ¿Quién podría ver a este hombre en su
televisor y no enamorarse de él? Esperemos que le muestre a Blaine lo valioso que es
Connor, y ponga la pelota en el campo de Connor para variar.
Me he acomodado en el sofá cuando la pequeña puerta de la caravana se abre
y Connor se agacha dentro. Su presencia encoge el espacio y absorbe todo el
oxígeno.
Ni hola ni hola. Sólo un tranquilo:
—Prueba tu micro, por favor.
Así que no vamos a ser amigos hoy. Anotado.
Connor se dirige a su asiento y desliza una mano por el muslo de sus pantalones
de vestir. Realmente me está costando un esfuerzo hercúleo no lanzarme boca abajo
sobre su regazo.
—Uno, dos. Uno, dos. Abajo el patriarcado, arriba el romanticismo, que las
mujeres amen a quien y lo que amen.
Una pausa mientras espera confirmación en su auricular.
—Correcto.
Tarda un momento en mirarme a los ojos y poner una expresión agradable,
aunque no demasiado agradable.
—¿Cómo te sientes hoy de cara a tu última cita?
—¿No vas a preguntarme sobre anoche?
Hace una pausa y se aclara la garganta.
—Sí, claro. Empecemos de nuevo con eso. ¿Cómo te fue anoche?
—Fue duro —digo.
Espera inquieto a que diga algo más, como si supiera que soy una bomba
viviente. Debería hablar de la cita de ayer; ése es mi trabajo, hablar. Pero todo se
queda en blanco por dentro.
Finalmente:
—Duro, ¿por qué?
Quiero reírme de esto. Hola, Connor, anoche fue duro porque apenas me miraste
262 y quiero que este espectáculo sea increíble para que tu carrera despegue y vuelvas a
enamorarte de mí. Pero la tristeza es un dolor que siento que tengo que tragar
continuamente, y resulta que la tristeza también hace que sea difícil reír.
Tomo el agua que hay a un lado, le quito el tapón y bebo un sorbo. Cuenta hasta
diez, un sorbo más y haz tu maldito trabajo, Fizzy.
—Anoche fue duro porque me di cuenta de que podría haber sido la última cita
con Isaac.
Allí. Justo ahí. Un pequeño tic en su mandíbula.
—A menos que gane, lo que parece que a tus padres les gustaría mucho. —Su
voz es cálida y amable, con su acento y su encanto meloso, pero le conozco. Veo la
tensión en su expresión.
Nos conocemos, había dicho. Conocernos ha sido nuestro único objetivo durante
meses.
Intento poner una sonrisa natural.
—Sí, a mis padres les encanto.
Traga saliva.
—Anoche tuvimos una larga conversación sobre por qué Isaac sería perfecto
para ti.
—¿En serio?
Connor recoge su propia agua, estrangulando alguna expresión ilegible.
—Han conocido a Evan antes, ¿verdad? —Estoy realmente impresionada, y
molesto, por la rapidez con la que se contuvo. Soy una basura por sus celos. Quiero
comérmelo untado en una tostada.
—Sí —le digo—. Es amigo de mi hermano.
—¿Y qué pensaron?
—No creo que causara mucha impresión en su momento. Pero es
objetivamente increíble. Y está bueno.
—Bueno, como productor y parte del equipo que lo contrató, aceptaré ese
cumplido —dice Connor con suavidad, el pequeño brillo en sus ojos me dice que ve
exactamente lo que estoy haciendo—. Como nuestro “El que se escapó”, cenará con
tu mejor amiga, Jessica, y su marido, River Peña, que también resulta ser el inventor
de la tecnología ADNDuo.
—Así es. Asegúrate de mencionarlo mucho. A River le encanta llamar la
atención.

263 Connor se ríe, sus hombros se relajan.


—Vas a estar en plena forma esta noche, por lo que veo.
—Es mi última cita nocturna. ¿Qué tan decepcionados estarían todos si fuera
dócil y me comportara bien?
—Todos estaríamos destrozados. —El calor de su sonrisa me calienta hasta los
tuétanos. ¿Cómo puede no ver lo bien que estamos juntos?—. ¿Cómo te sientes
entrando en esta cita final?
—Aliviada.
—¿Aliviada por qué?
—Porque significa que pronto podré dejar de fingir que quiero a alguien que
no seas tú.
Connor se queda en silencio, mirando espasmódicamente a las cámaras que
apuntan a cada uno de nosotros.
—Fizzy, no puedes decir eso.
—Edítalo, entonces.
Se adelanta y apaga suavemente una cámara y luego la otra. Ambos levantamos
la mano y apagamos nuestros micrófonos. Connor se quita el auricular y suelta una
larga exhalación.
—Mierda.
—Te echo de menos —digo una vez que sé que estamos realmente solos—.
Ojalá pudiera decirte cuánto siento lo que hice. Sé que dije que no eres el hombre
que creía que eras, pero estaba asustada.
—Lo sé.
—Eres exactamente quien necesito que seas.
No dice nada, pero la luz capta la parte superior de su pelo cuando se inclina
para apoyar la cabeza entre las manos.
—Odio esto —digo. Respiro hondo—. Odio la idea de acabar con alguien que
no seas tú. Soy inconstante con todo menos con esto, Connor. Lamento haberte hecho
daño. Quise decir lo que dije...
—Lo sé. —Su voz es tranquila, pero decidida, y me doy cuenta de lo que se
avecina cuando se incorpora y me mira a los ojos. Va a encontrar una nueva forma de
rechazarme con suavidad. ¿Cuántas veces voy a pedirle a este hombre que me
rechace?—. Y siento mucho haberte puesto en esta situación —dice—. Siento haber

264
contribuido a lo que estás luchando. Siento que tengas que fingir que quieres a uno
de los Héroes que quedan. Pero eres tan buena en este programa, Fizz. Cada día me
siento el hombre más inteligente del mundo por haberte elegido. —Nos miramos
fijamente durante una larga pausa. En silencio, le repito una y otra vez que lo amo.
Estoy compensando toda una vida de no habérselo dicho nunca, y aunque él no sienta
lo mismo, me siento tan bien gritándolo con la mirada.
Finalmente, exhala.
—Si sirve de algo, esto también es difícil para mí.
Todo en mi interior se vuelve extrañamente silencioso. No sé por qué el hecho
de que diga eso me permite continuar, pero lo hace.
—Realmente necesitaba oír eso. Parecías tan sereno. Parecías tan... por encima
de mí.
—No estoy... —Se interrumpe—. No me siento sereno. —Connor cierra los ojos,
traga saliva—. No soy de piedra. —Alarga la mano, vacila antes de encender la
cámara, como pidiéndome permiso.
Así que se lo doy.
—Adelante. Perdón por la interrupción. Estoy lista.
La cara hosca de River cuando entra y se le acercan con una brocha de
maquillaje y un equipo adulador contribuye en gran medida a levantar mi estado de
ánimo del sótano. Cuando Brenna le pide a River un autógrafo en la palma de su mano,
la carcajada que suelto ante su expresión horrorizada resuena por toda la habitación,
aligerándolo todo de alguna manera. ¿Qué hace uno con una mano autografiada?
parece preguntarse en silencio. ¿Fundirla? ¿Tatuarla? ¿No lavarla nunca más? A River
no le apetece ninguna de estas posibilidades y, en su lugar, garabatea su nombre en
servilletas, posavasos y tarjetas de visita para los actores de fondo y el equipo,
mientras Jess y yo jugamos a ponernos al día susurrando durante un minuto.
—Estábamos solos en el confesionario —le digo al oído—. Era tan perfecto,
sólo nosotros juntos, y empezamos a relajarnos y entonces le dije que le echaba de
menos, y que odio tener que estar con alguien que no sea él, ¡y admitió que para él
también es duro!
Ella jadea.
—¡Qué!
—¡Lo sé! —susurro-grito—. Dijo: “No soy de piedra”.

265
Jess deja escapar un silbido bajo.
—Eso está caliente.
Por desgracia, no tenemos más tiempo para procesar lo que esto significa
porque Brenna nos recoge, va a buscar a Evan y a River, y nos lleva a los cuatro a una
mesa en el centro del restaurante, con una iluminación perfecta. Qué sensación tan
extraña, estar paralizada en todos los demás aspectos de mi vida y, sin embargo,
sentir que todo se mueve demasiado deprisa a mi alrededor.
Cuando miro a mi mejor amiga a los ojos, siento que se afloja el nudo apretado
de la tristeza y el arrepentimiento.
Estoy aquí por ti, dicen sus ojos.
Lo sé y te quiero, me responden los míos.
Quiero decir, los suyos dicen, estoy aquí para ti esta noche para la cena, y me
debes.
Su marido es un motín.
Su mirada se vuelve irónica. Se quejó todo el día.
¡River quejándose de ser social! ¡No te creo!
River se aclara la garganta.
—Dejen de hacer eso.
—¿Hacer qué? —Jess pregunta.
—Eso de conversar sin palabras —murmura.
Voy a tirarle la servilleta cuando, desde detrás de las cámaras, Connor se
aclara la garganta en señal de recordatorio.
—Estamos rodando.
Hay una conversación guionizada que debemos mantener en referencia a la
última aparición de River, sobre GeneticAlly, la tecnología y recordatorios a los
espectadores sobre la implicación de River en el inicio de todo el asunto. Pero luego
la cena se convierte en algo fácil en lo que olvidamos durante pequeños momentos
que nos están grabando, en lo que contamos historias de nuestro pasado que puede
que hayamos contado cientos de veces o que nunca hayamos oído antes; no importa,
porque aunque Evan no me interese románticamente, me gusta. Sé que las cámaras
captan la fácil familiaridad que tenemos. Es un buen presagio para Evan, que es un
buen presagio para Connor.
Pero, Dios, desearía que Connor estuviera a mi lado.

266
Cuarenta y tres
Connor

E
l mensaje de texto de Natalia sólo contiene cinco palabras, pero las
estudio durante diez segundos.
—Joder —digo en voz alta en el silencio hermético de mi coche
aparcado frente a su casa.
Está con Juno donde Fizzy.
En la locura del show, mis fines de semana con Stevie han sido esporádicos en
el mejor de los casos. Esta noche era la noche perfecta para recogerla y tener una
acogedora noche de relajo en casa. Pero no hay nada relajante en la perspectiva de
conducir hasta casa de Fizzy. Sé que probablemente no sea cierto, y desde luego no

267
es justo, pero parece que mi exmujer me está obligando a ir a casa de Fizzy en una
noche en la que no estoy seguro de que mis barreras emocionales sean lo bastante
resistentes como para pasar más tiempo a solas con ella. Hoy ha sido duro. El
confesionario ha sido brutal, y ver una cita doble fácil y charlatana de la que me
hubiera gustado formar parte ha sido aún peor.
Pero Nat no podía saberlo, así que aquí estamos.
De todos modos, no me molesto en acercarme a saludarla, aunque me
encantaría desahogarme con alguien que sabe tan bien como yo lo que me juego. En
lugar de eso, doy la vuelta con el coche al final de la calle y me dirijo hacia la casita
de color crema y azul cubierta de buganvillas que hay a poco más de tres kilómetros.
Y una vez en la acera, vuelvo a sentirme congelada, aunque mi hija está dentro y lo
que realmente me gustaría es recoger a mi hija, pedir una pizza y hacer un fuerte de
almohadas en el sofá para pasar un buen rato viendo la televisión. No quiero pensar
en el programa, ni en la mujer que da vueltas constantemente alrededor de mi mente,
ni en el aspecto que tenía antes cuando volvió a confesarme sus sentimientos. Estuve
a punto de derrumbarme. Nunca había tenido esa sensación, la forma en que mi
corazón se sentía pesado pero en el aire dentro de mi caja torácica. Estoy tan
enamorado de ella que apenas puedo respirar.
Saldré del coche, subiré los escalones, cerraré los ojos en la puerta y respiraré
hondo y tranquilamente antes de llamar. Saludaré a todos, recogeré a mi hija, me
dirigiré a casa.
Protegeré mi corazón. Protegeré a Stevie. Seguiré adelante.
Al llamar, tres voces gritan un alegre:
—¡Pasa! —Y abro la puerta para encontrarlos amontonados en el sofá bajo una
montaña de mantas peludas.
—Podría haber sido un criminal —les digo, frunciendo el ceño.
—Vimos tu sombra en el porche a través de la ventana —dice Stevie.
Juno asiente.
—Eres más alto que todos.
Fizzy me pone una cara juguetona, pero no puedo comprometerme. Me doy
cuenta en cuanto la miro. Tengo tanta nostalgia y deseo reprimidos en el pecho que
siento que si digo algo más, saldrá como un bramido. Y si doy un paso más en su casa,
la arrastraré hasta su habitación, cerraré la puerta y me la follaré hasta dejarla en el
suelo.
—Agarra tus cosas, mocosita. —Levanto la barbilla hacia su mochila, al otro
lado de la habitación, con papeles, lápices de colores y gomas de colores por todas
268 partes.
La sala se queda en silencio; la energía exuberante se agota. Genial, ahora soy
el capullo malhumorado que ha estropeado la fiesta.
—¿Estás bien, papá? —pregunta Stevie, extrayéndose con cuidado de la
maraña de miembros y mantas—. ¿Estás enfadado con alguien?
Voy relajado pero hecho polvo, frotándome la cara con una mano.
—No, Sass, sólo cansado.
—¿Estás seguro? —Me mira fijamente—. Estás poniendo esa cara que Fizzy
dice que va a hacer que necesites Botox.
Hago caso omiso de esto y trato de mantenernos en la tarea.
—¿Tienes tus cosas juntas?
—Porque si te enfadas —prosigue—, recuerda que me dijiste que las personas
no son iguales que las frutas. No buscas nuevas si están magulladas. —Puedo pedirle
a esta niña cien veces que recoja sus toallas mojadas o que deje de usar purpurina en
mi cama, pero ¿esto lo retiene?
Juno frunce la nariz.
—No me gustan los plátanos magullados —dice.
—Bueno, ahora estoy cansado y hambriento —digo, poniendo mis manos sobre
los hombros de Stevie y tratando de dirigirla hacia la puerta—. Salgamos de aquí para
que podamos comer algo.
—¡Fizzy tiene pizza! —Stevie dice, señalando con entusiasmo a la cocina—.
Queda una tonelada porque siempre pide demasiada.
—Es uno de mis muchos superpoderes —asiente Fizzy, y noto cómo me mira
fijamente, deseando que la mire, pero no puedo. No después del golpe emocional de
la confesión de hoy.
—Estoy bien. —Sacudo las llaves en mi bolsillo—. Vamos, Sass.
—Connor —dice Fizzy con una voz grave que parece seductora. Es demasiado
familiar, tan conocedora—. No tienes que salir corriendo. Hay toneladas de comida.
Ven a sentarte un rato, has tenido un día largo.
—Gracias, pero estoy bien —vuelvo a decir.
Juno se levanta y sigue a Stevie hasta donde está metiendo cosas en su bolso.
Su vocecita ronca es hilarantemente incompatible con el susurro:
—¿Es tu padre uno de los que salen con mi tía Fizzy en ese programa?
Resisto el impulso de gemir, fingiendo que no lo he oído. Con los ojos de Fizzy
clavados en mí, saco el teléfono del bolsillo y abro la primera aplicación que mi

269 pulgar encuentra en la pantalla de inicio, simplemente porque necesito algo que
hacer. Calculadora. Introduzco unos cuantos números al azar y lo divido todo por dos.
—No. —Dios. El susurro de Stevie es igual de malo. En cualquier otra
condición, Fizzy y yo estaríamos haciendo contacto visual y perdiendo absolutamente
nuestra mierda—. Él es el productor.
—¿Qué significa eso? —pregunta Juno.
Intentando parecer muy preocupado, multiplico todo por cuatro al azar y resto
15,6.
—Él lo hace —susurra Stevie—. Él es el jefe.
Gracias, Stevie, pero ahora mismo no me siento el jefe de nada. Me siento como
un sistema meteorológico, bajo presión, a punto de resquebrajarse.
—¿Se odian o se gustan? —pregunta Juno, y se me cae el estómago.
Antes de que Stevie pueda contestar, llamo desde la puerta.
—Pequeña, vamos.
Por fin, Fizzy se levanta del sofá y se acerca a mí. Lleva un chándal y una
sudadera con capucha de Wonderland, y parece un almuerzo, unas vacaciones y la
euforia posterior al sexo en una sola persona. Mi cuerpo y mi cerebro ya habían
empezado a allanar juntos el camino a seguir y es tan difícil dar marcha atrás a toda
la operación. Ya me había comprometido.
Inclina la cabeza para mirarme y, tras una fracción de segundo de contacto
visual preocupado, vuelvo a bajar la vista a la pantalla.
—¿Estás...? —Fizzy viene a mi lado y mira mi pantalla—. ¿Por qué estás
haciendo matemáticas?
Con una mueca, vuelvo a meter el teléfono en el bolsillo.
—Sólo estoy inquieto.
—Estás aquí haciendo cuentas y siendo gruñón —dice, y la luz del sol en su voz
me hace querer besarla una vez, lamerle el labio, tan dulce.
Por fin, Stevie se acerca corriendo y me sonríe. Veo la pregunta en sus ojos y
vierto todo mi amor en la sonrisa que le doy para que sepa que estoy bien.
—Dale las gracias a la señorita Fizzy.
—Gracias, tía Fizzy.
Tía Fizzy.
Sonrío a Juno mientras Fizzy besa la frente de Stevie y dirijo a mi hija hacia la
puerta. Malas noticias: esta angustia parece una mancha permanente en mis

270
pensamientos. Buenas noticias: sólo unos días más y no tendré que volver a ver a
Fizzy.
Cuarenta y cuatro
Fizzy

S
igo con la mirada a Connor y Stevie mientras suben al coche,
preguntándome si el silencio terso va a ser nuestro nuevo ambiente a
partir de ahora. Tengo que admitir que no me gusta. Me doy la vuelta,
cierro y atranco la puerta antes de enfrentarme al desastre de nuestras travesuras
nocturnas de chicas. Soy consciente de que un par de ojos me siguen por la habitación
cuando voy a doblar las mantas. La mayoría de los niños apenas son conscientes de
cuántos adultos hay en una habitación, y mucho menos de las chispas interpersonales
que saltan. Pero Juno Merriam es una niña increíblemente perceptiva, y no hay forma
de que salga de esta noche sin algún interrogatorio.
—Mamá dijo que me dejaría ver tu programa de televisión cuando terminara
271 —dice, entrecerrando los ojos ante una goma de borrar de colores que tiene en la
mano, como si requiriera una cuidadosa consideración.
Allá vamos.
—¿Ah, sí? —Inclino la cabeza para que me siga a la cocina—. Es bastante
manso. Stevie lo está viendo. ¿Por qué te hace esperar?
Corre detrás de mí y coge una galleta antes de que pueda guardar la caja en el
armario.
—Ella quiere ver cómo resulta todo primero.
—Ella y yo, niña.
Juno da un mordisco y mastica, esperando su momento como un velociraptor.
—Entonces, ¿el que gane este fin de semana será tu novio?
—Sólo si él y yo decidimos que queremos eso. —Acerco una silla a la pequeña
mesa de la cocina y prácticamente me derrumbo. De repente estoy agotada.
Se sienta frente a mí y dibuja espirales en el tablero de la mesa con la punta del
dedo.
—¿Te gustan los chicos que quedan?
—Eh... —Mi voz se interrumpe, y el “sólo no de esa manera” sigue en un eco
caído.
Juno asiente durante unos largos segundos.
—¿Cómo se llaman?
—Evan e Isaac.
—¿Te gusta uno más que el otro?
Su pregunta tan normal vuelve a entristecerme.
—Isaac, supongo.
—¿Cómo es?
—Lindo —digo, y miro al techo, pensando—. Atractivo. —Dios, cálmate,
Felicity. Isaac es un hombre increíble y lo estás describiendo como si fuera un sofá
nuevo. Miro a Juno y respiro hondo, intentando infundir algo de entusiasmo a mis
palabras—. Es científico, como tu padre.
—¿También es genetista? —pregunta, entrecerrando los ojos con
escepticismo.
Es más lista que yo.
—No, creo que hace robots o se asegura de que los robots no se apoderen del

272 mundo o algo relacionado con la razón por la que soy amable con mi Alexa.
Juno se ríe.
—Eso no es lo mismo que la genética, tía Fizzy.
Le lanzo una servilleta enrollada. Ella se aparta y el destello de su risa impulsa
su pregunta, tan disimuladamente:
—¿Crees que el Sr. Prince quiere que gane Isaac?
Mantengo mi sonrisa y me inclino hacia ella. Juno es una digna oponente.
Orgullo e inquietud luchan en mi pulso.
—No creo que al señor Prince le importe quién gane mientras el show sea un
éxito.
—Creo que le importa quién gane. —Ella va a por todas—: Creo que le gustas.
—¿Sí?
—Mm-hmm. ¿Como en el concierto? Me di cuenta de que le gustabas. Se te
quedó mirando todo el tiempo.
—Eso es porque soy fascinante, Juno. Sigue así.
Se ríe.
—Apuesto a que no le gusta ver a otros chicos en citas contigo.
Tarareo, estudiándola. No se inmuta ni se encoge.
—Y... bueno, ¿conoces a Aiden R.? —continúa. Asiento con la cabeza, porque
hay como cuatro Aidens en su clase—. Le gusta Stevie, y siempre se sientan juntos en
la comida, pero hoy Stevie estaba asignada a Indonesia para el Día Mundial de las
Culturas con Eric, y Aiden estaba callado y triste, igual que el señor Prince esta noche.
—¿Ah, sí? ¿Cómo es eso?
Se señala la cara.
—¿Sabes cómo aprietan la mandíbula los chicos? —Hace una imitación
bastante sólida—. Él estaba haciendo eso y sólo, como, ignorándola en el almuerzo.
Pero Stevie no podía elegir con quién hacer el Día Mundial de las Culturas. Es
asignado.
—Cierto —coincido con simpatía. Esta metáfora es genial. Reoriento—: ¿Con
quién te asignaron trabajar?
—Kyle Pyun —dice, y hace una mueca vaga—. Es muy hiperactivo, pero al
menos saca buenas notas.
—Totalmente. —Me inclino hacia él, sonriendo—. ¿Es guapo?
Juno parece realmente disgustada.
273 —Tía Fizzy, estamos en quinto curso.
—No te pregunto si estás comprometida, Junebug, sólo si tiene potencial.
—Mamá dice que los chicos son tontos hasta el instituto.
—Vaya, qué generosa.
—Así que si Isaac gana —dice Juno, haciendo su propia redirección—, ¿le dan
dinero o algo?
—En teoría, el premio soy yo.
Se ríe como si le hiciera gracia.
—Sí, pero... ya sabes. Como un premio de verdad.
Apretando los labios, le digo de plano:
—Yo elijo a quién me llevo a Fiyi, y hay un premio en dinero para el Héroe que
consiga más votos, si te refieres a eso.
Sus ojos son planetas.
—¿Un viaje juntos? —Asiento con la cabeza—. ¿Dormir en la misma habitación?
—Podemos tener habitaciones separadas si queremos.
El labio de Juno se curva un poco.
—¿Te gustaría compartir habitación con él?
—No soy reacia a compartir habitación, pero aún no estoy segura de querer
compartirla con él. Será nuestra decisión una vez que lleguemos allí.
Ella asiente, mirando a un lado, pensativa. Miro mi teléfono. Son casi las nueve.
Es hora de que River venga a buscarla y me salve de este interrogatorio láser.
—¿Y si Lucas Ayad fuera uno de los concursantes? —pregunta.
Frunzo el ceño juguetonamente ante la mención de mi miembro favorito de
Wonderland.
—Quiero decir que, obviamente, si Lucas fuera concursante y no ganara
limpiamente, inventaría una máquina del tiempo para volver atrás y amañar los
resultados.
—Deberíamos empezar una petición para inscribirle —dice—. Dile a todo el
mundo que empiece a etiquetar a Lucas Ayad en las votaciones.
—Sólo lo quieres para que no me case con Suchin y te lo robe.
Juno sonríe.
—Suchin me pertenece, sólo que aún no lo sabe.

274 Esta chica me parte de risa.


—¿Cómo puedes hablar así de Suchin pero ni siquiera puedes decirme si ese
Kyle el Día Mundial de las Culturas Kyle es lindo?
—Porque en realidad conozco a Kyle-asqueroso. —Ahora ella también se
inclina—. ¿Pero y si votamos por el Sr. Prince?
Sabía que su jaque mate iba a llegar, pero aun así me pilla desprevenida.
—Sabía que tramabas algo, mierdecilla... —Me echo atrás justo a tiempo,
corrigiendo por “niña tonta” pero no importa. Juno suelta una risita cómplice, todo
cachorros y arco iris en ese sonido encantado, y me tiende la mano.
—Un dólar, por favor.
Me reclino en la silla, abro el cajón de los trastos y rebusco algo de cambio.
Dejo caer cuatro monedas de 25 centavos en la palma de su mano y le digo:
—Preferiría hablar de Lucas y Suchin.
—¿Porque también te gusta el Sr. Prince?
—Juno Merriam, ocúpate de tus asuntos.
—A algunas de las chicas de mi clase y a sus madres les gusta el Sr. Prince.
Pónganse a la cola, señoras.
Tarareo en señal de reconocimiento y hago una nota mental para burlarme de
él, pero luego recuerdo que probablemente no quiere que le diga nada. Y ahora
vuelvo a estar triste.
—Mi padre dice que si quieres algo, no importa lo asustado que estés, tienes
que intentarlo.
La miro fijamente, preguntándome por enésima vez de dónde ha salido esta
niña.
—Tu padre dijo eso, ¿eh?
Juno asiente.
—Dijo que mi madre le daba miedo al principio. Pero luego tenía más miedo
de no volver a verla. —Me sonríe—. Entonces, si eso es lo que sientes por el señor
Prince o... ¿cómo se llamaba el otro?
La miro fijamente. Juno no olvida nada. Esta furtiva es demasiado lista para su
propio bien.
—¿Isaac?
—Claro —dice socarronamente. Cada día se parece más a su madre—. Si eso
es lo que sientes por Isaac, entonces no dejes que el miedo se interponga.
Tres golpes secos golpean la puerta de entrada. Vuelvo a sonreír irónicamente
275 a Juno, me echo hacia atrás, me levanto y me dirijo al salón.
—¿No podías haber llegado tres minutos antes y ahorrarme la Inquisición
española? —pregunto.
River suelta una carcajada.
—Vaya. Mejor tú que yo.
—Cuando empiezan a burlarse de mí, cobro cuarenta y cinco dólares la hora
por hacer de canguro.
Con la mochila colgada al hombro, Juno se reúne con su padre en la puerta.
—Gracias por la cena, tía Fizzy.
—Sí, sí, te quiero, vete de aquí.
Suelta una risita, se estrecha en mi abrazo y veo cómo se giran para marcharse.
Pero River se detiene al borde del porche.
—Oye —dice, inusualmente inseguro—. Quería preguntarte algo.
—Esto suena siniestro. —Más aún cuando se inclina hacia Juno, murmurándole
que vaya a esperarle a la acera.
—¿Está todo bien con el programa? Con Connor —aclara.
—¿Qué quieres decir?
—Con ese otro programa de North Star ardiendo en llamas el fin de semana
pasado por el escándalo de dopaje, y el productor despedido y...
—Lo siento, espera. ¿Qué otro programa?
Frunce el ceño.
—No lo veo, pero al parecer tienen otro programa que tiene todo tipo de
desafíos físicos en arenas.
Tengo un vago recuerdo de Connor mencionando otro programa que estaban
haciendo para atraer a un grupo demográfico masculino más joven.
—Oh, cierto. Big Mouth o Smash Face o algo así.
—Smash Course —dice—. Supongo que los productores estaban dando a un
concursante principal drogas para mejorar su rendimiento. Al parecer, uno de los
productores también se acostaba con él por el camino, y estalló en Internet.
—Oh, mierda.
—Sí. El programa se cancela. —River se estira para rascarse el cuello,
adorablemente incómodo metiendo las narices en asuntos ajenos—. Con todo lo que
pasó entre Connor y tú, sólo quería asegurarme de que estaba bien.

276
Es como si la niebla se hubiera disipado, ya que todo, desde mi confesión en
el sofá de Connor, de repente se ve claramente. Si North Star ha perdido a una de sus
dos vacas lecheras debido a un escándalo, definitivamente aumentarían la presión
sobre Connor para asegurarse de que está dirigiendo un barco hermético. Si se
corriera la voz de que hemos estado juntos, convirtiendo el programa en una farsa,
no sólo acabaría con su carrera, sino con toda la empresa.
Y Connor sería culpado por todo.
Cuarenta y cinco
Connor

E
l penúltimo episodio de El Experimento del Amor Verdadero consigue el
mayor índice de audiencia en prime time de un reality show en casi una
década. En una reunión inicial con todo el equipo, está claro que las
cifras son incomprensibles. Si tuviéramos champán en la oficina a las nueve de la
mañana, estaría a reventar.
Mientras caminamos de vuelta a mi oficina, Brenna corre detrás de mí,
contándome con entusiasmo las tendencias de TikTok, las ediciones virales y los
reels, y me envía algunos, pero creo que a estas alturas ya sabe que ver pruebas de
la verdadera histeria en línea hará que la presión para ejecutar este final en vivo sea
demasiado intensa. No ayuda que el furor por Smash Course no se haya calmado. El
277 ciclo de noticias de veinticuatro horas de hoy en día significa que la memoria del
público es a menudo corta para este tipo de cosas, pero parece que cada día surge
un nuevo detalle para que la gente se enfurezca de nuevo. Todo se parece tanto a la
situación de Fizzy que uno podría pensar que me tranquilizaría pensando que estoy
haciendo lo correcto y que me haría más llevadero estar lejos de ella. Uno se
equivocaría.
Cuando llega pasadas las diez, Blaine es un sabueso sobreexcitado, dando
vueltas continuamente por las oficinas. Está en cacareando que los pequeños le han
enseñado a Hollywood cómo se hace, que sabe que eligió sabiamente meterme en
esto y que debería confiar en él la próxima vez. La adulación es agridulce: Por
supuesto, estoy encantado de que Fizzy y yo hayamos conseguido crear algo que ha
calado en tantos espectadores, pero el evidente conflicto de enamorarme de ella es
una sombra que acecha tras mi ánimo festivo. Mi matrimonio fallido habría sido la
relación más fácil de mantener -sin pasión, pero cómoda y amable- y, sin embargo,
construir algo con la única mujer por la que estoy verdaderamente perdido ha
resultado imposible.
Tal vez dentro de unos meses, pienso, cuando los focos se hayan desviado y el
mundo haya pasado a la siguiente cosa brillante, podamos salir adelante. Pero el amor
no funciona así. No importa lo que nos diga la poesía, el amor no siempre es paciente;
es urgente y hambriento, devorando todo el espacio en blanco de mi cabeza.
Me escapo a la sala de edición, con la esperanza de ahogar todo lo demás y
pasar el día ayudando a montar los clips retrospectivos de todos los Héroes para la
parte de recapitulación de la final en directo de este fin de semana. Pero es en este
tranquilo retiro cuando Blaine me encuentra y deja un trozo de papel sobre la mesa
de mezclas.
—Blaine...
—Con la condición de que no te cagues en la cama —dice, ignorando que
acaba de borrar sin querer el clip en el que estábamos trabajando—, aquí tienes un
contrato para producir y presentar la segunda temporada de El Experimento del Amor
Verdadero.
Sintiendo que se avecina una tormenta, Pat, nuestro productor editorial, se
aparta de su ordenador y emprende la huida.
—Creo que voy a tomar un café.
La puerta se cierra tras él y miro el periódico.
Sabía que iba a llegar -francamente sería estúpido por nuestra parte no dar luz
verde a una segunda temporada-, pero verlo en blanco y negro me deja muda por un
momento de todos modos. Estoy seguro de que, con la estructura que hemos
construido, el equipo y yo podríamos volver a hacerlo con otra Heroína o Héroe en el
centro, e incluso si tiene la mitad de éxito que ha tenido esta primera temporada, sería
278 un éxito financiero para la empresa. Y para mí.
No me imagino haciéndolo con nadie más que Fizzy a mi lado. Por no hablar de
que otra temporada me mantiene en el ojo público y aleja aún más una posible
relación entre nosotros.
—¿Puedo pensarlo? —pregunto.
—¿Pensarlo? —Blaine pincha el tercer párrafo con un dedo insistente, pulsando
un montón de botones debajo de él—. Chico, ¿ves lo que te estamos ofreciendo?
Estamos hablando de más dinero, más tiempo, más personal y un mayor presupuesto
de producción.
Ya veo. Lo que me ofrecen es parte de la razón por la que quiero considerarlo
detenidamente.
Con cautela, aparto su mano y giro en mi asiento para mirarle.
—Veo el incentivo económico y sé que podríamos repetir el programa con
bastante facilidad. Pero, aunque pueda parecer una locura -porque sé que ahora
mismo somos lo más grande de la televisión-, el dinero no es lo único que me importa.
Me gustaba lo que hacía antes. No estoy seguro de estar listo para abandonar el
mundo de los documentales todavía.
No le hace caso.
—Bien. Te daremos los 40.000 dólares por lo del océano. Puedes hacer uno de
esos y uno de estos al año. ¿Es eso lo que se necesita para que firmes?
—Este no era nuestro acuerdo, Blaine.
—Te estoy ofreciendo una gran oportunidad. Eres natural en este espacio.
—Sólo necesito un momento —le digo—. No es un no o un sí, es un 'hablemos
de esto después del episodio final'.
Blaine suelta una carcajada y me mira con los ojos entrecerrados.
—Ya veo. De acuerdo. Quieres más, y lo respeto.
—No es eso. Yo…
Me guiña un ojo y me da una palmada en el hombro.
—Veré lo que puedo hacer.

Hay que concentrarse activamente para apartar de mi mente los pensamientos


sobre el dinero, la presión, Blaine, mi carrera, mi familia y, sobre todo, Fizzy, y
279 centrarse simplemente en la tarea que tengo ante mí. Entre las distintas cámaras, hay
más de doscientas horas de metraje que revisar para todos los clips y retrospectivas
que necesitaremos para el final. Es más o menos una situación de manos a la obra.
Queremos compartir momentos en los que cada héroe se muestre sin tapujos, sin
filtros y tan atractivo como lo es en la vida real. Creo que hemos captado la esencia
de un puñado de personas realmente increíbles, sin ironía ni burla, y eso es algo
monumental. Quizá sea este elemento el que ha calado en tanta gente, la autenticidad
de todo ello. Quiero que este último episodio completo sea emotivo y divertido,
genuino e inspirador.
Pero dado que estamos editando clips de Fizzy o sobre Fizzy, no hay forma de
escapar de ella. Peor aún, delante de mí hay horas y horas de pruebas no filtradas de
que lo que dice va en serio: no quiere ningún de esos otros hombres. A estas alturas
conozco sus sonrisas, y las que me dedica son brillantes y sinceras, pero platónicas
al fin y al cabo. Conozco sus risas y también son auténticas, pero los Héroes no captan
la que surge de lo más profundo de ella, la risa redonda y alegre de Fizzy,
absolutamente perdida en el momento. Yo también conozco su tacto, joder, conozco
su piel, y aunque les da un afecto amistoso, nunca hay calor en las yemas de sus dedos
ni en su mirada. No hay nada abiertamente sexual en ello.
Tenemos que editar este vídeo juntos, pero mierda, todo lo que puedo ver es a
ella enamorándose de mí. Sus ojos parpadean constantemente hacia las cámaras,
buscando mi reacción, anticipando alguna broma interna, o aparentemente por
voluntad propia, como si cuando su mente divagara, lo hiciera hacia mí. Pero eso es
sólo lo que quiero ver.
No puedo ayudar con esto. Ya no soy objetivo.
Me quito los auriculares y los tiro a la mesa de mezclas justo cuando entra Rory.
—¿Todo bien por aquí?
Me restriego las manos por la cara y asiento con la cabeza.
—He perdido toda maldita objetividad. Hemos editado los segmentos de Arjun,
Jude, Tex, Colby y Dax para la retrospectiva. Están bien. Pero me estoy estancando
con Nick, Isaac y Evan. Honestamente, Ror, me está costando imaginar cómo sacamos
esto adelante al final. Fizzy es genial, ¿pero estoy loco? No hay historia de amor real
aquí.
Rory me mira fijamente durante un largo rato.
—¿No lo ves?
—No.
Mira más allá de mí hacia la imagen congelada de Isaac riendo en la pantalla.
—No te preocupes, hermano, está todo ahí.

280 —Simplemente no quiero cagarla justo al final.


Se ríe.
—No hay una puta manera.
—Me alegro de que tengas tanta confianza.
—Creo que ahora mismo estás demasiado involucrado.
Bueno, Rory, no me digas.
Cuarenta y seis
Fizzy

E
l martes por la tarde, suena el timbre de la puerta de Twiggs, y todo en
ello -la fuerza del timbre, los pasos que le siguen, el traqueteo de las
llaves enganchadas a un bolso- me resulta tan familiar que sé sin siquiera
levantar la vista de quién se trata.
—¿Fizzy? —Jess pregunta.
No la culpo por la brillante sorpresa en su voz; yo también estoy sorprendida.
Escribo el final de la frase y la miro, cogiendo mi café con leche.
—Hola, mejor amiga.
—Hola. ¿Qué estoy viendo? ¿Un portátil? ¿Cuadernos con garabatos frenéticos?
281 —Sus cejas se arquean—. ¿Estás... escribiendo?
—Tuve una idea esta mañana. —De hecho, me desperté con una escena de
sexo ardiente en la cabeza y pensé... que quizá intentaría escribirla. Si he de ser
sincera, se trata de una sucia fantasía sobre la boca de Connor, pero la inspiración me
llegó como solía hacerlo, en esta especie de excitación febril, y no quise dejar pasar
el momento.
Recogí mi portátil, vine aquí y, por supuesto, lo que estaba claro y perfecto en
mi cabeza en el camino es un desastre de palabras en la página, pero me estoy
obligando a recordar que está bien que un borrador sea horrible. Es mejor que nada,
y ya he tenido suficientes “nada” para toda la vida. Lo horrible se puede corregir.
Jess se sienta frente a mí.
—Eso es fantástico.
—No, es basura —digo—, pero me alegro de estar escribiendo palabras que
no son cartas de odio a mí misma. —Me encojo de hombros antes de recordar algo—
. Dios mío, hoy he escuchado a escondidas la mejor conversación.
Ella se inclina.
—Pégame, he echado de menos los cotilleos.
—Estas dos mujeres estaban sentadas en la mesa de enfrente con la pierna
tambaleante...
—Odio esa mesa.
—… y una de ellas dijo que su marido despidió a la niñera después de
reconocerla en un sitio de acompañantes.
—Espera —dice Jess—. ¿Por qué estaba navegando por un sitio de
acompañantes?
—¡Exactamente! ¿No sería un buen comienzo para un libro? ¿Un marido cabrón
ve una cara conocida en un sitio de acompañantes y es demasiado estúpido para
darse cuenta de que no debería decírselo a su mujer? La mujer le deja y se enamora
del plomero que viene a arreglar el retrete que su ex nunca llegó a arreglar. —Me
doy un golpecito en la barbilla, dándole vueltas a la idea en mi cabeza—. Tacha eso,
que sea el tejado para que pueda estar sin camiseta.
Alargo la mano para apuntarlo en mi cuaderno antes de que se me olvide.
Satisfecha, me vuelvo hacia Jess.
—¿Qué estás haciendo aquí de todos modos?
—Trabajando. —Hace un gesto de dolor—. Me aburro en casa. River está
planeando una nueva empresa con Sanjeev y... lo echo de menos. La idea de no

282 trabajar más me deprime. No me metí en matemáticas por dinero, me metí porque es
divertido.
—¿Quizás estamos recuperando nuestro mojo?
Ella sonríe.
—Joder, eso espero. —El momento se prolonga, nuestras miradas se abrazan,
y lentamente, la sonrisa de Jess se endereza mientras, supongo, lee la sombra de en
mis ojos—. Oye. —Cruza la mesa y me coge la mano—. Siento que las cosas con
Connor se vinieran abajo. Es una mierda lo del otro programa.
Asiento con la cabeza. No tengo nada útil que añadir. Sí que apesta.
—¿Pero ayuda saber que no se trataba sólo de lo que pasó en el hotel, que
había otras cosas en juego? —pregunta—. Supongo que no tenía muchas opciones.
—¿Supongo? —Me río y me sale un poco aguada; no me había dado cuenta de
que se me habían saltado las lágrimas—. Sé que esta situación es complicada. Sé que
tiene diferentes presiones y responsabilidades. Es más grande que yo y mis
sentimientos.
—Mira cómo crece el personaje. Cinco estrellas —dice sonriendo. Se levanta
y dice—: Voy a pedir café. ¿Quieres más?
—Estoy bien. —Estoy tan cerca de terminar este terrible documento.
Probablemente nunca se lo mostraré a otro humano, pero ni siquiera se trata de eso.
Hace dos horas, mi agente me ha llamado para decirme que espera que varios
de mis títulos de la lista de libros pendientes lleguen a las listas de los más vendidos
esta semana. Al parecer, nuevos lectores han descubierto mis libros y han publicado
fotos y divertidísimos retos, vídeos y reseñas. Me envió unos cuantos y me reí con los
ojos llorosos mientras los veía. Los escritores pueden trabajar durante años y nunca
saber cómo va a calar una historia en el público. Recordar que mis palabras realmente
afectan a los lectores me hizo querer volver a ello inmediatamente. La gente de los
libros es mejor, lo juro. También me regañó por evitar sus llamadas (válido), pero
dijo que ella se preocupa por mí primero, y si nunca quiero escribir otro libro, está
bien. No la defraudaré y ella no se lo tomará como algo personal. Tengo que hacer lo
que sea mejor para mí. Hace cuatro meses, la idea de oír eso habría sido un alivio, me
habría quitado un peso de encima, pero en el momento en que Amaya dijo que podía
dejarlo si quería, todo lo que sentí fue una desolación devastadora.
Me hizo darme cuenta de que no estoy preparada para dejar de escribir. Hice
el programa para encontrarme a mí misma, no por la fama, y si tengo que renunciar a
Connor, quiero al menos aferrarme a lo que me hace ser yo. Y lo que soy es una
escritora. Así que incluso si cada palabra en este documento es basura, no voy a
renunciar.

283 Y mañana, me pondré mis anteojeras mentales y me sentaré a intentar hacer un


diamante de un trozo de carbón. Porque mañana, haré todo lo posible para no pensar
en Connor y en el espectáculo y en cómo en poco más de cuatro días se espera que
me embarque en un viaje con un hombre que no es el hombre que yo quiero.
Cuando mi teléfono zumba sobre la mesa, mi esperanza inmediata es que sea
él. Tengo que trabajar en ello. Pero entonces vuelve a sonar. Y vuelve a sonar. Le doy
la vuelta y mi corazón se pone a galopar por una razón muy distinta. Es un mensaje de
Alice.
Fizzy.
Fizzy, oh por Dios.
Nos vemos en el hospital.
Estoy de parto.
Todo el mundo dice que los recién nacidos son feos, que parecen viejos
gruñones o pequeñas hojas desplegadas. Están arrugados y tienen la cara roja; son
peludos y gruñones. No hacen más que dormir, comer, llorar y hacer caca.
Eso puede ser cierto para otros bebés, pero con sólo seis horas de vida, Helena
Ying Kwok es, sin duda, la persona más bella y divertida que jamás haya existido en
este planeta. La pequeña Lena —yo elegí el apodo—- tiene la pequeña nariz de botón
de su madre y el ceño siempre fruncido de su padre. Tiene los labios carnosos de su
abuela materna, el cuello largo de su abuelo paterno y la gesticulación de su abuelo
materno. Pero el hoyuelo de su mejilla izquierda es todo mío. Esta va a ser una
granuja. A partir de este momento, no tengo más remedio que dar mi vida por ella.
Acaricio su pequeño puño, desenrosco suavemente sus apretados deditos y
beso cada uno de ellos. Las dulces medias lunas de sus uñas son un milagro. Mi
corazón es demasiado pequeño para estos sentimientos; la sensación de ahogarme
en felicidad, de ahogarme en ella, me golpea cada pocas respiraciones.
—Soy tu tía Fizzy —susurro—. Nunca dejaré que sufras un sujetador que no te
quede bien. Te diré cuándo tienes comida entre los dientes. A mí acudirás cuando
necesites consejos sobre ropa o dinero para gastar. Sólo te pido que me dejes
investigar a cada persona con la que quieras salir.
—De acuerdo, ya. Devuélvemela.
Hago un ruido estrangulado y encaprichado y la paso de nuevo a los brazos
extendidos de Alice. Llevo en esta habitación algo más de cuarenta y ocho horas y
voy camino de las tres horas de sueño, pero nunca me he sentido con más energía.
Alice, sin embargo, parece a punto de caerse. El parto fue intenso. Mi dulce hermanita
pasó veintiséis horas deambulando por la habitación en trabajo de parto prematuro
antes de quince horas de trabajo de parto activo y una epidural que no funcionó. Su
marido, Henry, que también es obstetra, estuvo a punto de insistir en que le hicieran
una cesárea, pero como si la pequeña Helena hubiera oído a su padre y hubiera
284 decidido que ya era suficiente, salió con un empujón más, con los ojos brillantes y un
pequeño grito de protesta. Aún no tiene un día, pero la habitación ya está llena de
gente, flores, regalos y globos.
Mamá se acerca por detrás, me rodea la cintura con los brazos y miramos juntas
a la bebé Lena en brazos de Alice.
—Es perfecta —susurra mamá.
—Ella redefine la palabra perfección —estoy de acuerdo.
—Recuerdo abrazarte —dice—, y esta nueva sensación alejando todo lo
demás. En ese momento tenía todo lo que necesitaba. Todavía es así, cada vez que te
miro.
Me invade un calor agridulce. Nunca me siento tan querida como cuando estoy
con mi familia... y odio saber que quizá nunca le haga a mi madre un regalo de esta
magnitud: un nieto, alguien a quien amar incondicionalmente como solo ella puede
hacerlo.
Pero como madre que es, ya sabe lo que estoy pensando. Me vuelve hacia ella.
—Tú también eras perfecta entonces y lo eres ahora.
Con los ojos llorosos, me río.
—No eres una fuente creíble.
—Soy la única fuente creíble. Te he conocido cada segundo de tu vida.
No me quedan muros para contener las cosas. Me he agarrado a la mano de mi
hermana gritona durante el último día, la he visto experimentar un dolor brutal y una
alegría cegadora. Con casi todos mis seres queridos apiñados en esta habitación,
rodeando a Alice, Henry y Helena, me siento despojada, como un cable en tensión.
—Puede que nunca haga lo que Alice acaba de hacer —le recuerdo a mamá—
. Puede que ni siquiera llegue a casarme. Puede que nunca escriba el tipo de libro
que quieres que escriba. Puede que siempre sea exactamente así.
—¿Y?
—¿Y? —repito—. Así que no quiero decepcionarte.
Mamá me toma la cara con las manos.
—Te miras en el espejo y ves todas las formas en que me estás defraudando.
Yo te miro y veo todo lo que siempre he querido que fueras. De esa admiración vienen
las expectativas, dai leu, no de la decepción. Y si deseo algo para ti, como el
matrimonio o un bebé, es porque esas cosas me han hecho más feliz que cualquier
otra cosa en la vida. Pasas mucho tiempo trabajando para hacer felices a los demás,
y lo único que me importa es que tú seas feliz.

285 La forma en que estas palabras arrastran el rostro de Connor al frente y al


centro de mi mente es sorprendente. Él es, sin lugar a dudas, el centro actual de mi
felicidad, y si hay algo sobre el final del programa que me entristece, es la realidad
de que no lo veré todos los días.
Y entonces irrumpe un nuevo pensamiento discordante.
—Mamá —pregunto—, ¿qué día es hoy?
Parpadea, confusa.
—Jueves.
Miro el reloj. Son las cinco menos cuarto de la tarde y, si efectivamente es
jueves, me falta una hora para la fiesta de despedida que empieza dentro de quince
minutos.
Me inclino sobre Alice, besando su frente.
—Volveré más tarde esta noche.
—¿Adónde vas? —pregunta sin apartar los ojos de su recién nacida.
—Fiesta de despedida.
Finalmente, Alice vuelve sus ojos oscuros y cansados hacia mí.
—Dile que lo amas.
He empezado a girarme, pero me detengo ante sus palabras.
—¿Qué?
—Sabes de lo que hablo.
La miro fijamente. No he hablado de Connor con nadie más que con Jess,
demasiado preocupada por que se supiera, demasiado preocupada por estresar a mi
hermana embarazada, demasiado preocupada porque mi programa ya eclipsara la
boda de mi hermano, demasiado preocupada por que el programa fuera otra mancha
vergonzosa en mi currículum en lo que respecta a mi familia. Pero al final, la gente
que te quiere se da cuenta de todos los subterfugios.
—No es tan sencillo —le digo—. Ojalá lo fuera, pero no se trata sólo de mí.
—Aun así. —Mi agotada hermana levanta la mano. Me inclino hacia delante,
como si fuera a acariciarme la mejilla. En lugar de eso, me da una ligera palmada—.
Dilo de todos modos.

286
Cuarenta y siete
Connor

A
pesar de su caos exterior, Fizzy siempre es puntual. Esta puntualidad,
de hecho, fue el primer indicio que tuve de que gran parte de su
personalidad de “desastre” es sólo una actuación. El segundo indicio
fue la detallada lista de condiciones que me envió su equipo, y desde entonces sólo
sé que es totalmente fiable. Por eso me preocupa que llegue cuarenta y cinco minutos
tarde a la fiesta de despedida.
Y, al parecer, no soy el único. Brenna se materializa a mi lado, su mirada fija en
las escaleras que conducen al espacio que hemos reservado en Stone Brewery para
el evento de esta noche. El equipo se arremolina, tomando copas, picoteando comida,
charlando. Pero aunque todos llevamos aquí el tiempo suficiente para ser ruidosos y
287 un poco alborotados, hay una innegable sensación de que la fiesta aún no ha
empezado.
—¿Dónde está?
Sacudo la cabeza.
—No sé.
—¿Le has mandado un mensaje?
—No lo he hecho —digo. Y no lo he hecho, pero no por una buena razón. Al
menos, no por ninguna razón que pueda contarle a mi ayudante. No le he mandado
un mensaje a Fizzy porque cuanto más tiempo pasa sin que aparezca, más me
preocupa que le haya pasado algo malo, y cuanto más tiempo pospongo saber
exactamente qué es, más tiempo puedo mantener mi vida tal y como la conozco, con
la cordura intacta.
Me doy cuenta de que Brenna se ha inclinado para mirarme bien al mismo
tiempo que me doy cuenta de que estoy mirando las escaleras que suben a nuestra
sala de fiestas como un francotirador que persigue un objetivo. Inhalo bruscamente y
me llevo el vaso de cerveza a los labios.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Bien.
—Pareces un poco tenso.
—No.
—¿Seguro?
—Sí.
—Bien, de acuerdo, porque creo que la acabo de ver paseando por el
restaurante.
Me lanzo hacia delante, alcanzo la barandilla en dos largas zancadas, enrosco
una mano alrededor del hierro forjado y miro fijamente hacia abajo, hacia el
concurrido restaurante. Casi de inmediato, veo su moño desordenado y su brillante
sonrisa mientras se mueve entre la gente cerca de la barra. Todo dentro de mí se
abre; la adrenalina me recorre, caliente y frenética. Mientras Fizzy serpentea por el
local, la detiene una mujer que quiere hacerse una foto con ella.
—Está a salvo —dice Brenna, que de nuevo se ha materializado
silenciosamente a mi lado.
—¿Qué? Claro que sí —murmuro distraído, frunciendo el ceño hacia donde se
acercan dos hombres que esperan su turno. Están demasiado cerca.
—Es que —dice, dándome golpecitos en el dorso de la mano con la punta del
dedo—, vas a romper esa barandilla.

288 Aflojo el agarre, pero no aparto la vista de lo que ocurre en el bar. No es que
deba preocuparme; Fizzy es muy autosuficiente. Cuando llaman su atención, deja que
le hagan una foto y luego niega con la cabeza, educada pero firmemente, a lo que le
pidan a continuación, señalando las escaleras. La sigo todo el tiempo que corre hacia
nosotros.
Al verla, todo el mundo se gira y empieza a vitorearla, pero luego... se va
apagando a medida que asimilamos su aspecto. No es una fiesta formal, no es el tipo
de evento en el que se llevan copas de champán en bandejas o en el que se espera
un atuendo de cóctel. Aun así, la informal Fizzy suele ir más arreglada que la mayoría
de nosotros. Hoy no sólo lleva el pelo desordenado, sino que parece sin vida y
enredado. Su ropa también parece sin vida. Parece cansada y pálida. Murmullos de
preocupación recorren el grupo.
Eso, hasta que una sonrisa se dibuja en su rostro como la salida del sol y grita:
—¡Soy tía!
Los vítores estallan de nuevo, un rugido en realidad, y todo el mundo se
apresura a rodearla. Fizzy desaparece en el círculo de cuerpos y yo trato de asimilar
este momento porque llevo suficiente tiempo en el negocio como para saber que no
todos los equipos son tan unidos, que no todos los proyectos son tan mágicos, y que
cuando existe este tipo de química, es algo que hay que valorar. Pero también sé que
la magia es ella, que ha cogido a este grupo de desconocidos y ha creado una familia.
Isaac está aquí, Evan está aquí, sí, pero también lo están Dax y Nick, Jude y Colby. Los
concursantes que han sido eliminados han vuelto porque, aunque ya no estén en el
programa, siguen formando parte de esto que todos hemos creado.
Veo a Fizzy abrazar a todo el mundo, enseñar fotos de la recién nacida en su
teléfono, y el impulso de irrumpir y monopolizar su tiempo pasa a un inesperado
segundo plano frente al orgullo que siento al verla dominar la sala y ser tan adorada.
Tal vez haya un camino para nosotros, después de que todo termine. Quizá no sea un
escándalo si nos juntamos dentro de unos meses; quizá que nos enamoremos no
hunda la credibilidad de una segunda temporada de la serie. Sé que no es verdad,
pero la anhelo con un apretado e hirviente dolor, a esta mujer menuda, luchadora y
tocapelotas que tiene mi corazón y mi mente y todo mi puto cuerpo envuelto
alrededor de su dedo más pequeño.

289
Cuarenta y ocho
Fizzy

S
é que Connor está allí. Puedo sentirlo mirando, como un padre orgulloso
en el fondo en lugar de la mente maestra detrás de todo esto. Quiero que
se meta, que encuentre su camino en medio de esta cariñosa pelea. ¿No
sabe que la única razón por la que todo esto ha funcionado tan bien es por él? Fue su
visión. Su competente energía y relajante presencia, su gestión práctica de todo el
equipo y su acertado casting. Por no mencionar que está buenísimo y el inesperado
acierto de entrevistarnos a todos en el confesionario.
Pero con mis emociones a un once, y mi adrenalina tan alta que se siente como
una luz estroboscópica dentro de mis venas, tal vez ahora no es el momento para que
Connor se acerque. Creo que Alice tiene razón, y tal vez esta sea realmente mi última
290 oportunidad para decirle que lo amo sin importar el resultado del sábado, pero me
conozco. En mi estado mental actual, perderé la calma y le diré que sé lo North Star,
y que se joda cualquiera que piense que puede opinar sobre lo que hacemos.
Que es exactamente por lo que no me lo dijo en primer lugar.
Pero hay dos conversaciones importantes que me doy cuenta de que necesito
tener esta noche, y ambas son con los hombres con los que no podré contactar de
aquí al sábado. Uno de ellos va a ganar, y sospecho que va a ser Isaac, pero si no es
así, tengo que manejar las expectativas de Evan, también. Me apunto a un viaje a Fiyi
con cualquiera de ellos, pero en cualquier caso, dormiré sola.
Todos los ojos de este lugar me seguirían si me dirigiera directamente hacia
ellos, así que paso un rato hablando con todo el mundo. Dax y yo hacemos planes
para cenar -solo por diversión, insiste, totalmente platónico- una vez que todo este
caos se haya calmado. Jude me dice que ha entendido el chiste de Volterra y que no
le ha hecho mucha gracia.
—No pasa nada, Judie —le digo con una sonrisa—. Sobre gustos no hay nada
escrito.
Colby me explica que en realidad no me estaba explicando cosas en la cocina,
pero después de reírnos de ello, noto que al estar lejos de las cámaras Colby está
mucho más relajado. Todo el mundo tiene sus conjeturas sobre quién ganará, quién
debería ganar, y si alguno de los dos hombres restantes es mi verdadero Pareja de
Oro.
Es una tarde intempestivamente fría y casi todo el mundo está dentro, cada vez
más borracho, más ruidoso y descuidadamente nostálgico y cariñoso. Sé que estoy
infringiendo las normas al invitar a Isaac a salir a solas al patio, pero él acude ansioso,
con una nota de alivio en su expresión.
—¿Quieres mi chaqueta? —pregunta, haciendo ademán de quitársela.
Sacudo la cabeza y me subo la cremallera de la capucha.
—Pero gracias. Todavía me siento un poco ruborizada y drogada por la
emoción de haber sido coronada la Mejor Tía del Mundo de la noche a la mañana.
—Seguro —dice riendo, apoyando los brazos cruzados en la barandilla y
mirando hacia la cervecería al aire libre—. Recuerdo cuando mi hermana pequeña
tuvo su primer bebé. Nunca había tenido bebés, ¿sabes? —Me mira—. No entendía
por qué tanto alboroto. Pero es diferente cuando es uno con el que estás
emparentado.
—Siempre me han gustado los niños, pero esta sensación es de otro nivel. Es
una locura tener a alguien tan pequeño que me pertenece de esta manera. No quiero
estropearlo.

291
Se ríe.
—No lo harás.
Nos quedamos callados y es raro estar con él a solas. Aparte de nuestro
momento CVS, nunca hemos estado solos; a decir verdad, ni siquiera nos conocemos
tan bien. En otros programas, los concursantes viven juntos, pasan horas y horas en
una proximidad forzada. Algunos programas incluso les dan intimidad para dormir
juntos. Me encanta que este programa haya sido diferente, me encanta que se base
en personalidades y energías de una forma que importa en el mundo real, pero
también creo que hay cosas en conocer a alguien a puerta cerrada que hacen que
surja una verdadera química. Me pregunto si Isaac y yo habríamos funcionado de
habernos conocido por casualidad.
Gira la cabeza, apoyando la barbilla en el hombro para mirarme a su lado.
—Sé por qué estoy aquí, por cierto.
Imitando su postura, le pregunto:
—¿Lo sabes?
—Mm-hmm. —Sonríe—. Quiero que sepas que me parece bien.
—¿Con qué?
—Esto no va a funcionar, aunque gane.
—¿Por qué crees que eso es lo que voy a decir?
Se levanta y se gira para apoyarse en la barandilla, de cara a mí.
—Vamos, Fizz. Obviamente te has estado conteniendo.
Se lo permito con una inclinación de cabeza, estudiándole.
—¿Por qué tengo la sensación de que tú también?
Isaac respira hondo y vuelve la cara hacia el cielo.
—Unos tres días después de grabar la primera cita, recibí un mensaje de mi
novia del instituto. Había vuelto a la zona.
Un alivio cálido y dorado me recorre.
—Ah.
—Aún no nos hemos visto. No voy a romper las reglas. —Se ríe—. Pero nos
hemos estado mandando mensajes y, sí. Siento que podría ser algo, ¿sabes?
—Es increíble, Isaac.
—Así que, si tengo razón y te estás conteniendo, quería decirte que no pasa
nada. —Asiento con la cabeza—. Y si estoy equivocado, y estás sintiendo cosas reales
aquí, quería ser sincero. No quiero hacerte daño. —Se adelanta y me pasa
suavemente el pulgar por el pómulo—. Sinceramente, eres una de las personas más

292 geniales que he conocido. Probablemente ella sea la única mujer viva que podría
evitar que fuera a por ti con todo lo que tengo.
Lo ha dicho perfectamente. Me gusta mucho Isaac. En un universo paralelo
donde no existiera Connor, Isaac podría ser perfecto para mí.
—Lo entiendo totalmente —digo.
—Sé que lo entiendes.
—¿Qué pasa, amigos?
Isaac y yo nos giramos y vemos salir a Evan con tres vasos de cerveza llenos en
las manos. Le pasa uno a Isaac, otro a mí y luego levanta el suyo en un brindis.
—Por mi gran oportunidad de ganar esto, y por la mujer más guapa con la que
he salido.
Todos nos reímos, chocamos los vasos y bebemos un sorbo. Me quito la espuma
del labio superior.
—Creo que los dos están empatados.
—De ninguna manera. —Evan traga rápidamente un sorbo para llevarme la
contraria—. Va a ganar, y quiero que sepas que está bien.
—Evan...
—No, en serio, Fizz. Tuvimos nuestra oportunidad y no funcionó. Me alegro de
tenerte de nuevo en mi vida. Y de haberme borrado con láser ese terrible tatuaje.
Goldschläger es la salsa del diablo —dice a modo de explicación, y levanta su
cerveza para otro brindis—. Pase lo que pase, ha sido una locura.

Dentro, Connor es fácil de encontrar porque es un gigante rodeado de un


grupo de fans que le adoran; me refiero al equipo, pero seamos sinceros, todo el
mundo está enamorado de él al menos en un ochenta por ciento. Como si se diera
cuenta de que he vuelto a entrar, sus ojos se cruzan inmediatamente con los míos al
otro lado de la habitación. No puedo ignorar cómo se vuelven suaves y aliviados,
como si no le gustara perderme de vista.
O tal vez sea la esperanza la que habla.
Hago lo que puedo para moderar esa esperanza. Le hice daño, y aunque
Connor decida que puede volver a confiar en mí, Fizzy sabe que eso no cambia nada.
Si a Connor se le advirtió que no jodiera las cosas, entonces eso seguirá siendo cierto
mañana, y la semana que viene, y dentro de tres meses, porque la lupa bajo la que
293 estamos debido a la popularidad del programa no sugiere signos de ceder. Al final,
debo admitir que tal vez sea mejor que no hayamos vuelto a acostarnos juntos, porque
muy probablemente habría encontrado la manera de arrastrarle a él, a su gran dedo
anular y a su gran polla hasta Las Vegas para hacerlo oficial.
Enderezo los hombros, me preparo para lo que probablemente sea una
conversación difícil e inclino la cabeza hacia un lado para que sepa que quiero hablar
con él en privado. Con una pequeña inclinación de cabeza, se inclina para decir algo
a las dos mujeres con las que está hablando a través de y sigue mi movimiento por la
habitación hasta la esquina más alejada, donde hay una mesa vacía en la sombra.
Me siento de espaldas a la pared, observándole mientras camina hacia mí. Es
tan extraño haber experimentado estos sentimientos sólo escribiéndolos, nunca en la
realidad. Cuando digo que me duele el corazón y siento como si dos puños lo
estiraran en direcciones opuestas, ahora me doy cuenta de que no es una hipérbole.
El amor duele.
Se sienta frente a mí y deja su cerveza a medio terminar sobre la mesa.
—Hola.
Me tomo un momento para responder con el mismo saludo porque hay muchas
otras palabras en la superficie empujando hacia delante. Al final, respondo con un
seguro:
—Hola.
—¿Qué pasa?
Decido ir al grano:
—He oído hablar de Smash Course.
Le tiembla el párpado, le tiembla la mandíbula.
—¿Sí?
—Sí. Lo siento. Las cosas deben ser estresantes para todos en North Star.
Asiente, levanta su cerveza y frunce el ceño.
—Ha sido duro, sí, gracias. —Connor da un largo trago.
—Como ya no vamos a vernos más así, y probablemente sería poco profesional
llamarte después de la emisión del programa el sábado, quería decirte algunas cosas.
—Fizzy —dice, apoyándose en los antebrazos.
Pero levanto una mano.
—No te estoy pidiendo que cambies de opinión. Lo entiendo. Pero nunca he
sido capaz de hacer una declaración romántica antes, y la última vez que lo intenté -
en tu casa- fue interrumpida por tu rechazo. Así que quiero desahogarme, porque
creo que te sentirás bien. —Levanto las cejas—. ¿Te parece bien?
294 Asiente con la cabeza, tragando saliva. Me concentro en la larga línea de su
cuello y observo cómo el rubor le sube desde el cuello de la camisa hasta la
mandíbula.
—Te amo —le digo al cuello, y por fin consigo arrastrar mi mirada hasta la suya.
Sus ojos color menta están en la sombra; está a contraluz con la habitación detrás de
él, pero aun así, puedo ver la forma en que parpadean de un lado a otro entre los
míos, buscando—. Nunca, ni una sola vez en mi vida, he sentido esto por nadie.
Cuando estabas preparando el casting y me preguntaste qué quería en un
compañero, te dije que quería a alguien que se preocupara por las cosas correctas,
que fuera bueno y trabajara duro, que no se tomara demasiado en serio a sí mismo.
Tú eres todas esas cosas y más. Eres amable y trabajador. Eres paciente, honesto y
leal. Te admiro muchísimo.
Me mira tan fijamente, y le conozco lo suficiente como para saber que no me
interrumpirá, que no se abalanzará sobre la mesa para besarme hasta dejarme sin
sentido, aunque eso sea lo que yo quiera en secreto. Me encanta que sea respetuoso,
aunque a mí me guste que me falte al respeto él y sólo él.
—También dije que quería a alguien que me pusiera a cien —digo—, y nunca
he querido a alguien como te quiero a ti.
Vuelve a tragar saliva, pero ahora rompe el contacto visual y mira fijamente su
cerveza.
—No voy a detallar eso —le digo—, porque estamos en público y también me
doy cuenta de que no está bien tener sexo verbal unilateral con alguien que ha dicho
explícitamente que no quiere estar conmigo.
Connor se ríe un poco y vuelve a dirigir su acalorada mirada a mí. Ahí hay un
desafío. Mi esperanza lo traduce como que no recuerdo haber dicho nunca que no
quisiera estar contigo.
—Pero digo que te amo —continúo—, porque a veces pienso que, como
sociedad, nos guardamos demasiadas cosas. Tenemos miedo de ser vulnerables o
rechazados, tenemos miedo de ser raros o de decir cosas que nadie más piensa. Y no
pasa nada. No tengo miedo de eso contigo. Sé que me rechazan, sé que soy rara, y sé
a ciencia cierta que nadie más piensa exactamente lo que yo estoy pensando ahora
mismo porque nadie te conoce como yo. Nadie te ama de esta manera exacta,
perfecta y consumidora.
—Fizzy —dice en voz baja, con los dedos crispados sobre la mesa. Con
cuidado, adelanta una mano y me roza el dorso con la punta de los dedos.
—Así que, cuando estés en casa más tarde, y sientas lo que sientas sobre esta
conversación -ya sea asco, alegría, tristeza o confusión-, sólo quiero que sepas que

295 hay alguien en este planeta que te ama incondicional y profundamente por lo que eres
y por cómo te comportas. Me alegro mucho de haberte conocido, Connor.
Vuelve a bajar la mirada y respira lenta y profundamente.
—No sé qué decir ahora mismo.
—Lo sé. Eso fue mucho. No tienes que...
—No —dice rápidamente—. Quiero decir, hay tanto que me gustaría decir, y
no estoy seguro de cómo articular nada de ello.
Me muerdo los labios, dispuesta a no hablar por encima de él.
—Si sabes lo que pasó con Smash Course —dice despacio—, entonces supongo
que entenderás por qué tuve que seguir manteniéndome alejado.
La esperanza brota viva, caliente y palpitante detrás de mis costillas.
—Sí.
Connor me mira extrañado.
—Esperaba que me dijeras que son tonterías.
—Lo son —le digo—. Pero puedes elegir cómo manejarlo. Claramente sabías
que no me importaría lo que Blaine o cualquier otro tuviera que decir al respecto, y
tomaste la decisión que es mejor para ti. ¿Cómo puedo estar molesta por eso?
Me mira, sorprendido.
—¿No lo entiendes, Connor? —le digo—. Te estoy diciendo que te amo. Quiero
lo mejor para ti, aunque no sea yo.
Connor abre la boca para replicar, pero Brenna se acerca por detrás. Le
interrumpo.
—Brenna viene hacia aquí.
Girándose en su asiento, Connor le sonríe.
—¿Qué pasa?
Parece agitada.
—¿Tienes un segundo?
—Únete a nosotros. —Palmeo el asiento a mi lado.
Pero ella sacude la cabeza.
—Lo siento, creo que necesito cubrir esto con Connor solo. —Ella baja la voz
hacia él—. Tenemos los resultados.
Me inclino.
—¿Mis resultados?

296
Ninguno de los dos me mira, pero Brenna le hace un gesto con la cabeza.
—Este... —dice, y luego esboza una sonrisa temblorosa—. Tú y Rory tienen que
idear el plan de edición, eso es todo.
—Oh, claro. —Connor se vuelve hacia mí.
Intento leer la previsión en su expresión.
—¿Va todo bien?
—Todo va bien. —Su sonrisa es sólo un parpadeo en sus labios—. Tenemos que
terminar esta conversación, pero ¿podemos hacerlo en otro momento?
Todo este cambio de ambiente me tiene nerviosa e incómoda.
—Sí, totalmente. —Me pongo de pie.
—Fizzy —dice Connor.
—Todo bien. —Me muevo a su alrededor, pero me detiene con la mano en el
antebrazo.
—Lo digo en serio. Tenemos que terminar esto.
Asiento con la cabeza, pero no digo nada más. De todos modos, saldría
estrangulado y entrecortado. Me alegro de haberle dicho todo lo que quería decirle,
pero no me siento mejor como esperaba. En todo caso, me siento peor, sobre todo
con la perspectiva de terminar esto de verdad.

297
Cuarenta y nueve
Fizzy

N
o me sorprende no tener noticias de Connor antes de que empiece la
final en directo, pero mentiría si dijera que el último día y medio no ha
sido solitario y estresante. Todos en mi vida asumieron que estaría
ocupada con algo o alguien más, pero en realidad, estaba sola en mi sala de estar,
comiendo helado del envase de un galón, repitiendo mi conversación en Stone con
Connor una y otra vez, y viendo viejos episodios de Breaking Bad para sentirme mejor
con mi vida. Claro, confesé mi amor a un hombre por tercera vez sin ninguna
reciprocidad, pero al menos no tengo un cadáver en la bañera de arriba.
Me presento obedientemente en el estudio de televisión del centro el sábado
al mediodía para peinarme y maquillarme, y mantengo la esperanza de poder ver a
298 Connor en algún momento -incluso desde el otro lado de la sala, no soy codiciosa- y
mucho menos de tener tiempo para hablar con él en privado. Pero si está en el edificio
con nosotros, nunca lo veo.
Veo a Brenna, Liz, Isaac, Evan, y a todos los Héroes que han sido expulsados
pero que volverán para la parte de la reunión del programa. Nos llevan de una
habitación a otra, nos empolvan, nos peinan y nos preparan para la entrevista. Estar
en el estudio parece como si hubiéramos subido de nivel en importancia; se ha ido
nuestra pequeña y acogedora cafetería, las dulces citas en el parque y la ilusión de
que lo que estamos haciendo aquí es una pequeña producción independiente. Esto
es grande. De algún modo, a pesar de los nuevos seguidores, de que nos paren en
público, de las listas de bestsellers y de las peticiones de entrevistas, nunca me había
dado cuenta de lo grande que es esto. Hay guardias de seguridad que nos acompañan
de la caravana al estudio. Todo el edificio bulle de energía, y una cola de gente que
espera conseguir entradas para la final en directo rodea varias manzanas de la
ciudad.
Me dan cuatro opciones de vestuario, pero la verdad es que me da igual lo que
me ponga. Me siento extrañamente entumecida cuando entro en el camerino y me
pongo el vestido rojo de línea A que sé que le encantará a mi madre, porque me doy
cuenta de que afrontar mi vida después de esto no va a ser más fácil. Hice este desfile
en busca de algún tipo de estímulo, de inspiración, de un cambio de perspectiva.
Encontré algo nuevo dentro de mí -el sentimiento de amor y pasión genuinos-, pero
sin atenderlo, ya siento que se está convirtiendo en una espuela afilada en mis
pensamientos, agriándose. En ninguna de las predicciones que hice sobre el show,
salía de él más triste de lo que estaba antes.
Según nuestros preparativos, nos han dicho que el programa será algo
parecido a esto: Los Héroes serán entrevistados como grupo, con videos cortos
mostrados para cada uno de ellos. Después de esto, saldré yo para hablar de mis
experiencias con ellos. Por último, se dará a conocer la votación del público, seguida
de las puntuaciones del ADNDuo. Se coronará al ganador, que me recogerá en brazos
de bombero para sacarme del edificio y llevarme en avión a Fiyi.
Puede que haya ficcionalizado un poco esta última parte.
Brenna me coloca fuera del escenario para que pueda ver la primera parte
desde los bastidores y en un monitor cercano. Desde el otro lado del decorado, los
hombres entran entre aplausos y Lanelle presenta brevemente el espectáculo, cómo
empezó y cómo creció en popularidad más allá de lo que jamás hubiéramos
imaginado.
Dentro de mi pecho, siento el corazón como un juguete de cuerda demasiado
apretado.
Nick, Dax, Colby, Jude, Arjun y Tex están sentados en los largos sofás a ambos

299 lados de la silla de Lanelle, con Isaac y Evan en las posiciones más cercanas a ella.
—Estos ocho Héroes fueron invitados a unirse al programa y a salir con la muy
querida novelista romántica Felicity Chen. —Vuelven a sonar vítores y me asomo,
intentando encontrar a Jess, River, Juno y mi familia entre la oscura masa de cuerpos—
. El objetivo no era sacarlos de su vida cotidiana, sino ver quién congeniaba, quién
conectaba... y quién no. Cada semana, ustedes, el público, votaban qué héroe creían
que era el alma gemela de Fizzy. Y esta noche, hemos reunido a todo el reparto para
hablar de sus experiencias, sus esperanzas y, sobre todo, ¡sus pensamientos sobre El
Experimento del Amor Verdadero!
Suena la canción principal, hay un espectáculo de luces vagamente cursi y
pasan al primer anuncio. Cuando volvemos, el segmento comienza con un montaje en
el que se presenta a cada uno de los arquetipos de los Héroes y se les muestra en su
vida cotidiana, en el programa y hablando de su encuentro conmigo. Hay silbidos de
lobo cuando vemos un clip de Colby haciendo flexiones sin camiseta, algunas risas
cuando Arjun consigue que un vendedor ambulante le lustre los zapatos, gritos de
fangirl cuando Dax se lanza desde un avión, y el sonido sube de tono cuando el vídeo
pasa a un clip de Isaac caminando por el pasillo con una pieza de equipo robótico que
estoy seguro de que le hicieron sujetar como atrezzo para que pareciera muy Nerd
Caliente.
El público se ríe cuando Dax sale de la cafetería tras nuestro primer encuentro
y exhala sin aliento un:
—Joder, es sexy.
Me tapo la boca con una mano, conteniendo una carcajada.
—Fizzy tiene un aura, ¿sabes? —dice Nick en el vídeo—. Segura de sí misma,
fuerte, con los pies en la tierra. Pero [pitido largo], está buena.
Más risas, y luego se duplican cuando Arjun dice:
—Sí, no creo que hayamos conectado.
El público aplaude cuando aparece Isaac.
—Fizzy es el tipo de mujer que un hombre podría esperar toda su vida y nunca
conocer. La miras y piensas: 'Joder, está bien', y luego empiezas una conversación y
te das cuenta de que te tiene dando vueltas y ni siquiera te habías dado cuenta.
—Supe incluso cuando salimos por primera vez que ella era algo especial —
dice Evan—. Un consejo: no te hagas un tatuaje de Bart Simpson.
El público ruge. El vídeo me hace sentir esta tensa maraña de emociones en lo
alto de la garganta. ¿Por qué no podría enamorarme de uno de ellos?
Cuando termina el metraje, Lanelle espera a que se apaguen los aplausos antes

300
de entrar en la parte salaz del espectáculo.
Hace preguntas vagamente cortantes a los Héroes que fueron eliminados antes
de tiempo con una sonrisa: ¿no le pareció a Tex un poco sexista preguntarme qué
pensaba mi padre de mi carrera romántica? ¿Por qué pensaba Colby que el público
le había expulsado? ¿Vio Arjun su episodio y qué le pareció?
Pero luego se pone encantadora con Dax y Nick, coqueteando
descaradamente, preguntándoles si cambiarían algo de lo que hicieron o dijeron en
la serie, si creen que volverían a hacer una serie como esta. Y entonces hay un anuncio
sorpresa: tanto Dax como Nick volverán como protagonistas en la segunda
temporada.
—Santa mierda —murmuro para mis adentros—. ¡Santa mierda!
Me pregunto si Connor lo está produciendo, o si ahora es libre. Si puede hacer
exactamente lo que quiere sin miedo a perder su trabajo y su vida en San Diego.
Quiero preguntarle, pero no tengo ni idea de lo que pasará después de esta noche.
—Hola —susurran profundamente justo detrás de mí. Me sobresalto, me tapo
la boca con una mano y me giro. Había renunciado a pensar que vería a Connor esta
noche, suponiendo que estuviera observando todo esto desde alguna suite editorial
a vista de pájaro. El instinto de echarle los brazos al cuello es fuerte, pero aún más
fuerte es el deseo de embriagarme con su mirada. Tiene el pelo despeinado y le cae
sobre la frente, pero lleva un impecable traje negro con una fina corbata negra. Tiene
un aspecto suave y diabólico, mimoso y poderoso. Lo es todo en un hombre, todo un
héroe delante de mí, y necesito toda mi fuerza de voluntad para no declararle
inútilmente mi amor por cuarta vez.
—¡Es increíble lo de Dax y Nick!
Él asiente.
—Yo también lo creo.
—¿Eres productor otra vez?
—Aún no lo he decidido. —Su voz es firme, pero hay algo en sus ojos, una
tensión que nunca había visto antes.
Me acerco un poco más.
—¿Estás bien?
—Sí. —Se tira de la manga del traje, se pasa las manos por el pecho y luego por
el cabello. Connor inquieto es un show surrealista. Me mira y se aleja—. ¿Tú?
—Yo diría que estoy relativamente tranquila. ¿Qué pasa contigo?
—Es el final —dice simplemente—. Sólo nervioso.
—Todo va a ir genial —le digo—. ¿No has estado mirando?

301 —Sí... sólo... —Connor aspira un profundo y entrecortado suspiro y luego lo


exhala—. Ahora viene la parte difícil.
Me giro para mirarle de frente y le pongo la mano en el pecho. Esto, lo sé:
—Todo va a ir genial —le prometo—. No tienes de qué preocuparte. No te
defraudaré.
Asiente, y su mirada se dirige a mi boca, desenfocada.
Mi corazón decide evaporarse de mi cuerpo.
—Pase lo que pase —susurro, forzando las palabras—, hicimos juntos esta cosa
espectacular, brillante, única en la vida, y nunca me arrepentiré. Nunca me
arrepentiré de ti.
Antes de que las palabras salgan del todo de mi boca, él ya está inclinado, con
los labios sobre los míos, cálidos y urgentes, sus manos acariciándome la cara. La
sorpresa me arranca un grito de la garganta, pero mis instintos me llevan a apretar
sus puños posesivos contra las solapas de su chaqueta y me estiro sobre las puntas de
los pies, ansiosa por su boca, desesperada por el adictivo equilibrio de dominación
y ternura de su tacto. No sé qué es esto, pero no soy tonta. Aceptaré todo lo que este
hombre me dé.
Con un gemido silencioso, Connor inclina la cabeza, profundizando el contacto
hasta convertirlo en un deslizamiento decadente, bajando una mano hambrienta por
mi cuerpo, ahuecando la curva de mi culo y atrayéndome con fuerza contra él. Con la
otra mano enhebra los dedos en mi pelo hasta sujetarme la nuca y volcar todo lo que
tiene en el beso. Es el equilibrio perfecto entre dureza y suavidad, mojado con
lametones y succiones burlonas. Me atrapa el labio inferior entre los dientes, se aleja
lentamente y yo persigo el contacto, pero él me detiene, presionándome los labios
con el pulgar.
Se mira el dedo, indeciso, antes de apartarlo para darle un último y prolongado
beso.
—Connor.
—Tienes razón —dice.
—¿Sobre qué?
Pero los aplausos estallan detrás de mí. Volvemos de la publicidad y es mi señal
luminosa iluminando el techo.
Connor me da la vuelta, me empuja suavemente hacia delante y, aturdida,
entro en escena -con el pelo revuelto y sin pintalabios- para descubrir con quién estoy
destinada a pasar el resto de mi vida.

302
Cincuenta
Fizzy

E
l rugido del público parece una colmena de abejas dentro de mi cabeza.
Miro hacia fuera, intentando calcular cuánta gente hay, pero las luces del
escenario son cegadoras. No veo nada.
¿Qué acaba de pasar?
¿Acaba Connor de darme un beso de despedida?
El decorado se ha reestructurado, se ha colocado una butaca junto a la silla de
Lanelle y los dos sofás con todos los héroes se han apartado a un lado, uno al lado de
lo que supongo que es mi butaca y el otro detrás, sobre un elevador para que se
sienten en dos filas de cuatro. Supongo que quien gane la votación del público vendrá

303
a sentarse a mi lado, pero en cuanto me siento sola en la butaca de dos plazas, me
siento extrañamente expuesta y cohibida.
Todavía me hormiguean los labios por la fiebre de la boca de Connor.
Tengo un par de minutos para recomponerme mientras se reproduce el
montaje de vídeo de mi vida; en la oscuridad, un equipo SWAT de peluqueros y
maquilladores se apresura a arreglar los desperfectos. En la pantalla, aparezco
escribiendo (LOL), haciendo footing (se oye una risita desde la primera fila; ya
hablaremos de eso más tarde, Jessica Marie Peña) y haciendo body surf en Pacific
Beach (vaya, vaya calzón chino). Dios, en retrospectiva, ¿por qué no dije que no a
ninguna de estas ideas? Un retrato fiel de mi vida sería yo metiendo dos tortillas en
un bol gigante de guacamole con Crash Landing on You en la televisión por
septuagésima vez y mi portátil cogiendo polvo en un rincón. Pero supongo que eso
no es material para una heroína.
Cuando termina el vídeo, hablamos de lo que ya sabemos: que antes salía con
Evan y odiaba su tatuaje; que Arjun y yo no teníamos química; que Tex y Jude me
caían mal; que Dax y yo parecíamos querer comernos el uno al otro pero en realidad
no teníamos tanto en común; y que tenía una gran química con Nick, Isaac y Evan.
Todos bromeamos, todos discutimos juguetonamente. Hacemos una pausa
para los anuncios y, mientras todos bromean y charlan, siento que me empieza a subir
el pulso. Ya casi hemos llegado. Ya casi. Lo más probable es que vomite en directo.
Quiero terminar con esto, pero también quiero que no termine nunca. No sé
cómo mantener una relación con Connor cuando acabe la serie, ni siquiera si debería
hacerlo. Es raro tener treinta y siete años y estar aprendiendo ahora a hacer esto:
confesar mis sentimientos, ir tras quién y qué quiero en mi vida romántica, gestionar
el rechazo. Nunca esperé ser el tipo de persona a la que le cuesta dejar ir.
Se encienden las luces, lo que indica que hemos vuelto. Me sudan las palmas
de las manos y resisto el impulso de limpiármelas en el vestido porque estoy segura
de que sería muy obvio que estoy flipando ahora mismo. Vamos a conocer el voto del
público. Vamos a conocer nuestras puntuaciones. Vamos a averiguar el nombre de
mi alma gemela.
Pero entonces Lanelle me sorprende.
—Bueno, ustedes ocho no eran los únicos Héroes con ardientes fans —dice—.
También estaba el favorito sorpresa de los fans; ¿no es así, Fizzy?
El público enloquece.
Parpadeo, sorprendida, pero consigo recuperarme.

304
—Supongo que te refieres al productor caliente, Connor Prince III.
Lanelle se ríe.
—A eso me refiero exactamente. Antes de llegar a las grandes revelaciones,
vamos a pasar un poco de tiempo con el cerebro detrás de este espectáculo. Connor,
ven aquí.
Si antes pensaba que el público era ruidoso, no es nada comparado con el
recibimiento que recibe. La reacción ante Héroes fue de júbilo; esto es júbilo
mezclado con bolsas de gritos descarados, el tipo de histeria aguda que oí por última
vez en el concierto de Wonderland.
Connor sube al escenario con una tímida sonrisa, con su 1,80 de estatura, y yo
soy una auténtica idiota, porque sólo ahora me doy cuenta de que el otro sitio en esta
butaca es para él.
Durante todo el tiempo que camina por el escenario hacia mí, su mirada está
fija en la mía.
Se sienta y me sonríe.
—Hola.
Su muslo largo y musculoso presiona el mío, y no es por ser dramática, pero es
la sensación más erótica de toda mi vida.
—Hola, tú —digo, sumergiéndome más en este intenso contacto visual que
estamos haciendo—. No sabía que podíamos avergonzarte en televisión en directo.
Los ojos verdes de Connor centellean.
—Tenía que darte una última oportunidad antes de que acabara la temporada.
Lanelle interviene.
—Esta es la química de la que estamos hablando —dice, señalándonos—. Fizzy,
¿he oído que la única razón por la que Connor hizo los confesionarios fue porque tú lo
pusiste en el contrato?
—En cierto sentido —digo, aun sonriéndole—. En nuestro primer día de rodaje,
le dije que me iría si no lo hacía.
Lanelle frunce el ceño dramáticamente.
—Eso es bastante extremo.
—También es mentira —dice Connor, riendo—. Sólo lo dice para parecer dura.
—¡Dame esto! —Le empujo juguetonamente y el público rompe a reír—. Nunca
me deja salirme con la mía.
—Con toda sinceridad, la lección aquí es que nunca duden de Fizzy —dice
Connor, y el público Awwwwww.

305 —Pero escucha —dice Lanelle—. Los dos tenían una conexión increíble en
pantalla.
Me estremece la inquietud bajo la piel. No quiero que ponga a Connor en un
aprieto como este.
—Un cadáver tendría química con este hombre, Lanelle. Habla en serio.
Las Connor fangirls del público gritan.
—No, no, esto es algo especial. Echen un vistazo. —Hace un gesto hacia la
pantalla, donde empieza un montaje de fotos que me deja sin aliento: Connor y yo en
el plató, acurrucados alrededor de un monitor; los dos codo con codo en la cafetería
aquella primera semana, él sosteniéndome su café helado, dejándome beber de su
pajita. Una en la que le doy de comer un bocado de pasta durante la pausa del equipo
para comer; otra en la que estoy de pie detrás de él poniendo cara de idiota y orejas
de conejo mientras Connor y Rory miran algo en un portapapeles.
Le miro, preguntándome qué demonios es esto, qué está pasando, pero él
sonríe vertiginosamente a la pantalla y no se gira ante la presión de mi atención sobre
su cara.
Entonces la pantalla muestra una foto que le pedimos a un transeúnte que nos
hiciera una foto.
El corazón se me sube a la garganta, buscando cobertura emocional.
Luego un selfie en The Rocky Horror Picture Show, luego a mí gritando mientras
cuelgo de un arnés en el gimnasio de escalada y Connor se parte de risa con los dos
pies bien plantados en el suelo. Hay una foto del día en que cada uno de nosotros
intentó comerse los tacos en el plató de un bocado (él ganó), y otra de cuando me
levantó boca abajo y me llevó a la caravana del confesionario porque estaba
demasiado habladora con Liz y Brenna. Hay un momento que ni siquiera recuerdo en
el que estoy viendo imágenes del rodaje del día y Connor está detrás de mí, con
ambas manos sobre mis hombros. Cuando el pase de diapositivas muestra una
imagen de nosotros dos con Juno y Stevie justo antes de que empezara el concierto
de Wonderland, los vítores del público adquieren un tono diferente. La realidad se
impone para ellos y para mí.
Nos están viendo enamorarnos.
Las caras de las chicas no están borrosas, lo que significa que Nat, Jess y River
han tenido que dar permiso para que se muestre esto, y siento cómo mi conmoción
se extiende hasta convertirse en un cañón de confusión en mi interior. ¿Qué está
ocurriendo? Miro hacia el público, buscando el lugar donde sé que estarán, justo
delante, pero es una masa de oscuridad. Mi pulso es un disparo en la garganta,
implacable.
—Una amistad de verdad —dice Lanelle mientras la pantalla se detiene en una
306 foto mía riendo histéricamente en Balboa Park y, justo al lado, Connor mirándome con
adoración desenmascarada—. Algunos fans llegaron a pensar que la verdadera
historia de amor estaba aquí.
El público estalla en gritos de júbilo. Una solitaria voz de mujer se eleva desde
el oscuro teatro:
—¡Bésala, Daddy Prince!
Me giro para mirar a Connor, que lentamente se vuelve para encontrar mi
mirada.
Lanelle pregunta:
—¿Saben cuántos fans tienen los dos en Internet?
Tardo un instante en darme cuenta de que me está preguntando a mí. Aparto
mi mirada de la suya, volviéndome a cámara lenta hacia Lanelle, negando con la
cabeza. Mi cráneo pesa dos mil kilos.
—Se supone que no debo seguir la actividad del programa en Internet y,
francamente, era una buena excusa para no entrar en Twitter. —Un murmullo de
diversión se extiende por la sala.
—¿Connor? ¿Qué piensas de todo esto?
—Bueno, obviamente no planeaba estar delante de la cámara. —Se pasa una
mano por encima de su suave pelo—. Admito que no es donde me siento más cómodo.
Un coro de simpáticos arrullos sale del público.
—Pero Fizzy tenía razón —dice, levantando las manos como si me defendiera—
. Funcionó. Fue divertido, ¿verdad? —Se vuelve para mirarme, y sus ojos bajan hasta
mi boca—. Todo el mundo lo sabe. Fizzy es lista, y divertida, y hace que todo el mundo
se sienta bien. —Exhala lentamente—. Tiene el mejor sentido del humor.
El público pierde la cabeza por esto, y yo le miro como No, en serio, ¿qué estás
haciendo?
—Apenas entro en las redes sociales —me dice como si fuéramos las únicas
personas en la sala—. Pero incluso yo empecé a darme cuenta de que a la gente le
gustaba nuestra dinámica. —Sonríe—. A mí también me gusta.
Joder, mi corazón.
—Y por lo que parece —dice Lanelle—, ¡hay un buen grupo de fans de Cizzy
en este teatro!
—¿Cizzy? —le digo a Connor, que se encoge de hombros dulcemente. En el
micrófono, digo—. No tenía ni idea de que teníamos un nombre de pareja, Lanelle.
—¿Podemos subir un poco las luces de la sala? —Lanelle pregunta, y el público

307 se ilumina suavemente—. Levanten la mano si son fans de Cizzy —dice.


Parpadeo asombrada al ver todas las manos que se alzan y me vuelvo cuando
hay movimiento a mi lado. Tex, Colby y Dax también levantan la mano.
Lanelle se vuelve hacia ellos, riendo.
—¿Ustedes tres?
Dax asiente con una sonrisa gigante en la cara.
—Fue fácil perder cuando sabía que, para empezar, no tenía ninguna
posibilidad.
—Yo voté por ellos —admite Tex.
—Yo también —dice Colby.
—¡Todavía no sabemos los resultados! —grito, luchando por mantener la
comprensión de lo que está pasando—. ¿Qué está pasando aquí?
Miro a Connor, que toma mi mano y la entrelaza entre las suyas. Se hace el
silencio en el gran teatro.
—Lo que pasa es que estoy lanzando mi sombrero en el ring.
El pandemónium se levanta a nuestro alrededor. La mayoría de las personas
de las primeras filas están de pie.
Entre bastidores dijo “Ahora viene la parte difícil” y ahora sé que lo decía en
serio: ponerse en el punto de mira por mí, insertarse no sólo como un héroe, sino
como El Héroe, arriesgarlo todo por nosotros. La devoción aprieta mi corazón en un
puño apretado.
—¿Esto va a estar bien? —le pregunto en voz baja. Su trabajo, su vida aquí,
todo.
Se inclina hacia delante y me susurra al oído:
—Ya te dije que tenías razón. —Me ha leído el pensamiento. Connor se aparta
lo suficiente para sonreírme—. Gracias por recordármelo: Todo va a ir genial.
Me golpea como un empujón físico: Confía en mí tanto como yo en él. Acudió a
mí en busca de la misma seguridad que yo siempre he buscado en él. De algún modo,
incluso ante millones de personas, hemos encontrado un espacio seguro el uno en el
otro.
No puedo con esto, no puedo con lo que esto le está haciendo a mi corazón. Si
esto es un gran gesto, nunca podría haberlo escrito, nunca habría imaginado el
sentimiento que se hincharía dentro de mí hasta sentir que no puedo hablar, que ni
siquiera puedo pensar.
Connor me aprieta la mano y dice al público:

308
—Pensamos que yo debería tener el mismo tiempo en pantalla, pero claro, eso
no es posible. Así que les he hecho algo yo mismo. —Levanta la barbilla, vuelve a
señalar la pantalla y las luces de la sala vuelven a bajar. Empiezan a sonar las primeras
notas de mi canción favorita de Wonderland “Joyful” y siento una oleada de emoción
que no sé si podré contener.
Hay vídeos de nosotros dos bromeando en el plató, yo lanzándole una servilleta
enrollada. Nos vemos comiendo juntos, siempre separados por unos metros del resto
del grupo; en otro vídeo estamos sentados solos en una mesa, hablando por teléfono
pero juntos en silencio. Hay imágenes en las que intentamos aprender un baile de
TikTok juntos y nos partimos de risa, y luego una compilación de imágenes en las que
le pincho en las costillas cada vez que paso por delante que tiene al público histérico.
Los siguientes clips muestran a Connor dándonos pacientemente su opinión en
el plató mientras yo le miro con ojos confiados y muy abiertos, asintiendo con la
cabeza. Mi amor es tan sutil como un ladrillo en la cara, y me avergonzaría la forma
en que estoy obviamente encaprichada de él si no fuera tan obviamente recíproco.
Quienquiera que haya grabado las imágenes de él viéndome cocinar en la cocina
industrial y plantar árboles con Jude es un genio; Connor parece estar viendo su
programa favorito.
La canción termina, la pantalla se vuelve negra y creo que ahí acaba todo, hasta
que me sorprende el sonido nítido de mi propia voz, respaldada por una música
tranquila:
—¿Hablamos de anoche?
El público se ríe de la insinuación, y oh Dios. Sé lo que es esto. El primer día de
rodaje, cuando mi micrófono estaba en directo. La mortificación me atraviesa con un
frío glacial. Me doy una palmada en la frente y el público vibra de excitación por las
cosas saladas que están por venir.
El vídeo en pantalla sigue en negro, pero la pausa de respuesta de Connor y
luego su comedida respuesta por audio no dejan lugar a dudas de que está intentando
encubrir lo que realmente quería decir:
—¿Te refieres a nuestra conversación sobre el programa de hoy?
Mi sonoro:
—¡Sí! ¡Por supuesto que esa conversación! ¿De qué otra cosa tendríamos que
hablar? —provoca las carcajadas del público.
Brenna aparece en pantalla, sentada junto a Rory en el sofá del confesionario.
—Sinceramente, que esos dos estaban locos de amor era obvio para todos
nosotros desde el principio.

309 Ahora Rory:


—Dios. Ella lo miraba constantemente.
A esto le sigue un divertidísimo montaje rápido de todas las veces que miré a
Connor durante el rodaje. Sentada en la mesa del café, en la cocina industrial, en el
parque, en el spa, buscando a Connor cuando ni siquiera estaba allí. El vídeo se
acelera, clip tras clip de decenas de veces en las que estoy echando un vistazo,
buscándole. Más de lo que nunca imaginé que había hecho, y sabía que lo buscaba
mucho.
Es divertidísimo.
Me agacho y aprieto la cabeza entre las manos mientras el público aplaude.
Pero entonces me enderezo al oír de nuevo la voz de Brenna:
—Sí, pero Connor era igual de malo.
Ahora hay un montaje de la cara de Connor cada vez que un héroe me toca, se
acerca, me hace reír, coquetea conmigo. La recopilación es divertidísima: Dax y yo
en la primera cita, y un corte rápido a Connor frunciendo el ceño ante el monitor; Nick
dándome de comer una cereza, y Connor pareciendo respirar profundamente con los
ojos apuntando al techo; Evan apoyado detrás de mí en el barco de pesca, y Connor
mirándole fijamente a la espalda. El público se lo traga, grita divertido. Los Héroes
también se ponen histéricos.
Isaac aparece en pantalla.
—Creo que todos nos dimos cuenta, pero al principio no parecía que
estuvieran saliendo, sino que eran muy buenos amigos.
Luego Dax:
—Esos dos definitivamente se están follando.
El público aplaude atronadoramente.
Nick dice:
—Creo que intentó luchar contra ello, pero no hay duda de que siente algo por
ella… —Y Colby, a su lado una noche desconocida, dice—: Y Fizzy no nos quería a
ninguno de nosotros porque le quería a él. Es difícil enfadarse cuando ves a dos
personas enamorarse.
Miro a Connor y me doy cuenta de que me ha estado observando. Claro que sí;
me ha dicho que lo ha montado él. Y entonces caigo en la cuenta de que ya he visto
estos trajes en Nick y Colby. Se los pusieron en la fiesta.
—¿Tú hiciste esto? —pregunto en voz baja—. ¿Sólo el jueves?

310
Asiente, y luego levanta la barbilla hacia la pantalla para que yo vea lo que
sigue.
Estamos sentados en el confesionario, uno frente al otro. Nos miramos en y el
corazón me da un vuelco en el pecho. Es el primer fragmento de ese agonizante
confesionario de nuestro último día de rodaje.
La parte de ese confesionario que nunca salió al aire.
—¿Cómo te sientes entrando en esta cita final? —Connor pregunta.
—Aliviada —digo, y le miro fijamente. Recuerdo esa sensación, lanzando mi
devoción al aire entre nosotros, intentando que viera lo mucho que le quería. Lo llevo
escrito en la cara.
La expresión de Connor se tensa, sus ojos buscan los míos. Al verle así, no sé
cómo he podido mantener la compostura.
Su máscara se desliza de nuevo.
—¿Aliviada por qué?
—Porque significa que pronto podré dejar de fingir que quiero a alguien que
no seas tú.
—Fizzy —dice, mirando con pánico a la cámara—, no puedes decir eso.
Levanto la barbilla.
—Edítalo, entonces.
Con una larga y lenta exhalación, Connor intenta apagar la cámara. La pantalla
se queda en negro.
Las luces de la sala vuelven a encenderse y se hace el silencio antes de que el
público estalle, atronador, de pie en sus asientos.
Mi mano está tan resbaladiza en el agarre de Connor que quiero arrancarla y
limpiarla, pero no me atrevo; él la gira sutilmente, apretándola contra su pierna. El
público vuelve a gritar al verle aplastar mi mano contra la parte superior de su muslo.
Esta gente sufriría un paro cardíaco si alguna vez vieran a este hombre actuar
en la cama.
—Bueno, Connor, parece que has entrado oficialmente en esta competición —
dice Lanelle tímidamente, y por alguna razón se me cae el corazón, como si hubiera
olvidado por qué estamos todos aquí—. Supongo que tenemos que averiguar cómo
votó el público.
Explica que la votación se llevó a cabo en las redes sociales, donde fue seguida
por un contratista externo objetivo, y desgrana las estadísticas sobre cuántos votos
llegaron la primera semana y cuántos llegaron a la final. Las cifras son asombrosas.

311
Las luces se atenúan y poco a poco se vuelven rojas, supongo que por el suspense. Y
entonces Lanelle dice:
—Con el 41,2% de los votos... ¡el público ha elegido a Isaac!
Se produce una pausa y, a continuación, un fuerte aplauso, aunque educado.
—Sin embargo —dice Lanelle, sonriendo a la multitud, y me doy cuenta de que,
por supuesto, ella también está en esto—. Ha habido una pequeña sorpresa. ¿Alguien
sabe qué es? —El público grita un centenar de cosas ininteligibles antes de que ella
haga un gesto para que se callen y examine sus tarjetas—. En un giro sin precedentes
de los acontecimientos, Connor Prince parece haber recibido el 38,6 por ciento de
los votos, y ni siquiera era concursante. —Se desata el caos y tiene que gritar por
encima del clamor del público. Incluso el equipo detrás de las cámaras está
animando.
No necesito los conocimientos matemáticos de Jess para saber que el 38,6% de
los votos son millones de personas. Millones de personas que quieren que Connor
esté conmigo. Pero los dos únicos que importan están sentados juntos en el sofá. Lo
miro; su sonrisa oscila entre la timidez, la petulancia y estar completamente
abrumado.
Me inclino hacia él, lo que sólo hace que el alboroto a nuestro alrededor se
intensifique.
—¿Sabías algo de esto?
Connor levanta un hombro, su sonrisa se ensancha, y mi corazón se hincha,
demasiado grande en mi cuerpo.
—De acuerdo, de acuerdo —dice Lanelle, intentando que el programa
vuelva—. Pero la verdadera pregunta sigue delante de nosotros: ¿Adivinó el público?
Es decir, todos ustedes, ¿cuál de estos Héroes es el alma gemela de Fizzy, según
determinó el ADNDuo?
Va por orden de eliminación. Sorprendiendo a nadie, Tex es una Pareja Base.
Sin embargo, Arjun resulta ser Plata. Jude y Colby son Base; Nick y Dax son Plata.
Lamentablemente, Evan también es Base, pero el público vibra, sabiendo lo que eso
significa: Isaac es mi Pareja de Oro. Con un 41,2 por ciento votando por él, el público
acertó.
Lanelle lo confirma; el confeti estalla desde cañones ocultos en el escenario.
Las bombillas del logotipo retro parpadean y giran al ritmo de la música; una
cacofonía de pequeños y brillantes fuegos artificiales estalla detrás de nosotros. La
cámara se acerca a Isaac, cuyo atractivo rostro aparece en pantalla. Levanta los
brazos, saluda al público y choca los cinco y las manos con los demás héroes. Me
levanto y le doy un fuerte abrazo. Incluso Connor aplaude.
Pero en medio de todo el caos festivo, persisten más preguntas.

312 ¿Connor también hizo el ADNDuo? ¿Tienen nuestra puntuación?


El público se calma y un murmullo de expectación llena el teatro. Todos
volvemos a tomar asiento y Lanelle se vuelve hacia Connor y hacia mí en el sofá.
—Probablemente habrán adivinado que hay algo más que tenemos que
discutir: Connor también presentó una muestra para el ADNDuo.
Siento que el corazón se me va a salir del cuerpo.
—Sospechaba que por ahí iba la cosa.
—Así que aquí estamos —dice con una pequeña sonrisa—. El momento de la
verdad. ¿Cómo te sientes?
La respuesta es sencilla, y se la dirijo a Connor:
—Me da igual lo que sea.
—A mí también. —Pero entonces sonríe.
—¿Sabes lo que es?
Asiente con la cabeza.
—¿Quiero saberlo?
El público se ríe.
—No puedo decirte eso —dice—. Depende de ti, cariño. —Connor me toma la
mano y la apoya en su muslo—. Desde luego, no te obligaré a descubrirlo en
televisión en directo.
El público protesta con vehemencia y yo sé que, aunque no me obligue, tengo
que hacerlo. No soy tonta. Si dejo esto en misterio, me apuñalarán en el callejón detrás
del estudio.
—¿Y si es bajo? —pregunto.
Connor alarga la mano y me pasa el pulgar por el pómulo. Sonríe, viéndome
sólo a mí en este enorme teatro lleno de gente, y en cada gran gesto o clímax
emocional que he escrito, ésta es la expresión que buscaba. Que te miren así es
mucho mejor en la realidad.
—Una mujer inteligente me explicó que tienes muchos miles de veces más
probabilidades de encontrar a tu alma gemela con una Pareja Base que de conseguir
una Pareja Diamante.
Se me mete en la cabeza que eso significa que lo ha hablado con Jess, que ha
acudido a ella en busca de contexto, o simplemente para tranquilizarse, y me siento
encendida como una bengala por dentro.
Mi mente repasa mi última lista de partidos en ADNDuo, y lo segura que estaba
de que conocer las puntuaciones influiría en cómo me sentía. Pero aunque Lanelle me
313 dijera que teníamos el primer cero de la historia, seguiría eligiendo a Connor esta
noche y todas las noches del resto de los tiempos.
—Honestamente, estaría bien con cualquier cosa mientras te tenga a ti.
—Me tienes a mí. —Se mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca el
sobre—. ¿Quieres averiguarlo?
Agarro el sobre con una mano que tiembla como una pluma en un huracán.
Connor traga saliva y dice en voz baja, y muy ardientemente:
—No importa lo que diga, por favor, que sepas que te amo con locura.
Y entonces, acompañado por los gritos salvajes de la multitud, se inclina y posa
su boca en la mía.
Es un beso que empieza con delicadeza, consciente del hecho de que estamos
en televisión, compartiendo este momento con millones de personas. Pero un cóctel
de emociones se apodera de mí -infatuación, alivio, euforia y deseo- y no puedo evitar
que mi mano suba hasta su cuello, que mi boca se suavice contra el arco de su labio
superior, la deliciosa hinchazón de su labio inferior, la comisura curvada y divertida.
Sin lugar a dudas, todos los espectadores tendrán claro que ya hemos hecho esto
antes.
En cuanto nuestros ojos se abren, una sonrisa de oreja a oreja se apodera de
mi cara.
—Yo también te amo.
Entonces respiro hondo y abro el sobre.

314
Cincuenta y uno
Transcripción del confesionario posterior a la final

Connor Prince: Bueno. Felicity Chen. Aquí estamos.

Fizzy: Aquí estamos.

Connor: ¿Cómo te sientes?

Fizzy: Me siento como si me hubieran llevado a través de la ciudad para filmar un


confesionario en este remolque cuando debería haber sido conducido a tu casa para filmar
nuestro primer video sexual.

Connor: [risas] Me refiero a lo de esta noche, la final, y la revelación de nuestra


puntuación, cochina.

Fizzy: Fue la mejor noche de mi vida. Las sorpresas, la celebración con todos en el
315 escenario, la fiesta posterior.

Connor: Dios, va a haber algunas resacas horribles mañana.

Fizzy: Tex estaba bebiendo cerveza de su sombrero.

Connor: Creo que Nick nunca encontró sus zapatos.

Fizzy: Sí, bueno, algunas malas decisiones se hicieron, pero no por nosotros.

Connor: En efecto. Nuestra noche sólo va a mejorar.

Fizzy: ¿Lo prometes?

Connor: Oh, lo prometo.

Fizzy: En ese caso, creo que es apropiado que nuestra puntuación cae en la categoría
más sólida, Pareja de Titanio. [guiños a la cámara]

Connor: Creo que es una broma sobre erecciones y voy a seguir adelante.
Fizzy: Siempre asumes que estoy siendo sucia. Puede que solo fuera una broma sobre
la fuerza de nuestro vínculo.

Connor: ¿Lo era?

Fizzy: No, era una broma sobre erecciones.

Connor: Te estás asegurando de que esta grabación nunca vea la luz del día, ¿verdad?

Fizzy: ¿Cuándo ibas a mostrar esto de todos modos? ¡El final fue en directo!

Connor: Supongo que habrá demanda para un episodio de continuación o reunión de


algún tipo. Brenna ha dicho “trending” y “viral” unas setecientas veces esta noche.

Fizzy: Lo que sea, entonces edita mi chiste de la erección con pitidos y emojis de
berenjena; ¿qué es tan duro?

Connor: Ah, nota a mí mismo para añadir un choque de platillos allí.

Fizzy: ¡Ves, ni siquiera quise hacer ese juego de palabras! Eres tan malo como yo.

Connor: Tal vez por eso esto es amor verdadero.

316 Fizzy: Creo que con una puntuación de ochenta y ocho, hay un montón de razones por
las que este es el verdadero amor.

Connor: ¿Por qué no vienes aquí y me muestras uno?

[Nota del editor: Los minutos tres a veintisiete han sido cortados intencionadamente].

Connor: Correcto. Vamos a cortar eso.

Fizzy: Tienes lápiz labial en tu... justo ahí.

Connor: Ah. Salud. De acuerdo. ¿Dónde estábamos?

Fizzy: Amor verdadero.

Connor: Amor verdadero.

Fizzy: Nuestro felices para siempre.

Connor: Lo único que prometes a tus lectores cuando cogen uno de tus libros. Sabes
más sobre la importancia de un FPS que la mayoría de los que están viendo esto.
Fizzy: Ya sabes, me hace un poco triste que todas estas personas vieron el show, nos
querían juntos, y no van a ser capaces de ver que se desarrolle. Nuestro futuro va a ser
increíble. [No me voy a presentar voluntaria para otro reality show, Blaine.]

Connor: Bueno, podrías decirle a los espectadores todo sobre ello en este momento.

Fizzy: ¿Todo sobre nuestro felices para siempre?

Connor: Claro. ¿Qué te parece?

Fizzy: Oh, vaya. De acuerdo, bueno, terminamos con esto y volvemos a mi casa,
donde no salimos de la cama en veinticuatro horas enteras.

Connor: Ya me gusta este futuro.

Fizzy: Pasamos la próxima semana con amigos y familiares. Isaac disfruta de su dinero
y yo te elijo a ti para que me acompañes a Fiyi.

Connor: No estoy seguro de que eso vaya a volar con los ejecutivos de North Star.

Fizzy: Técnicamente, puedo elegir a quién me llevo.

Connor: No dudo de tu capacidad para argumentar tu caso con Blaine.


317 Fizzy: Cuando volvemos, es mejor de lo que podíamos imaginar. La gente nos da
nuestra intimidad y nos tomamos un par de meses de descanso antes de empezar a preparar
la segunda temporada.

Connor: ¿Nos?

Fizzy: Soy tu nueva coproductora, ¿no lo sabes?

Connor: Ah. Anotado.

Fizzy: Tú te disfrazas de Luke Skywalker en la Comic-Con y yo soy tu mochila de Yoda.

Connor: Un sueño hecho realidad para mí llevarte en una densa y sudorosa multitud.

Fizzy: Nos mudaremos juntos el próximo verano.

Connor: Cuando me parece bien, le pregunto a Stevie qué le parecería tener como
madrastra a una admiradora de Wonderland.

Fizzy: Acepto tu propuesta incluso antes de que la pregunta salga de tu boca.


Connor: Nuestra boda es la mejor fiesta jamás organizada.

Fizzy: El libertinaje es mi marca.

Connor: Y cada día de mi vida a partir de ahora, podré decir sinceramente que te amo
y te aprecio con cada fibra de mi ser.

Fizzy: Jesucristo, es para desmayarse. ¿Podemos empezar ya con este futuro?

Connor: Sí, cariño. Podemos.

318
Acerca de la autora

CHRISTINA LAUREN es el seudónimo de Christina Hobbs y Lauren Billings,

319
escritoras y mejores amigas desde hace mucho tiempo, autoras de veintinueve libros,
entre ellos la serie Beautiful and Wild Seasons, Love and Other Words, The
Unhoneymooners, In a Holidaze, Something Wilder y The Soulmate Equation.
320

You might also like