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Ill. La formaci6n de la racionalidad penal moderna (continuacién) «¢Tenemos nosotros derecho para condenar a este criminal con to- do el peso de la ley?” Eduardo Gutiérrez, 1879. 1, De la maquinaci6n a las maquinas: en la busqueda de un sistema penal racional Mientras las prescripciones penales se consolidan como una férmula capaz de diagramar practicas punitivas concretas, se construyen en Buenos Aires una serie de dispositivos punitivos que parecen guardar una estrecha afinidad electiva con las palabras de los primeros penalistas!, Recorramos brevemente estos dispositivos ya que ellos permiten comprender en qué condiciones y con qué caracteristicas la ra- cionalizacién tedrica del derecho punitivo, esto es, la btisqueda de coherencia légi- ca de los enunciados juridicos, estuvo acompariada de una racionalizacién practica, destinada a otorgar validez empirica al derecho penal a través de mecanismos que permiten prever cual ser la solucién punitiva concreta (WeBER: 1980, p. 13; Cou- Tu, caps. 1 y 3). En suma, de lo que se trata es de entender en qué medida las pres- cripciones de nuestros penalistas se fueron entrelazando con una serie de practi- 1 Se debe a Foucautr (1975), pero también a Deteuze (1990), haber definido los trazos que son propios de un dispositivo: son maquinas sociales que encadenan tres tipos de practicas: de saber, de fuerza, de objetivacién. Los dispositivos son productores de discursos y saberes espectficos que “ha- cen ver y hacen decir” de una manera determinada a los actores sociales (poseen una arquitectura material, tienen reglamentos que configuran su funcionamiento); los dispositivos articulan micro- poderes que conducen a los actores sociales a actuar 0 comportarse de una manera especifica; por iltimo, los dispositivos construyen trazos de subjetividad al objetivar a los actores sociales bajo de- terminada identidad. : 61 Parte I. La Repiiblica y su sistema penal cas institucionales relativas al delito y al castigo que permitieron ir conformando lo que usualmente se conoce como sistema penal moderno. El dispositivo periodistico: triste literatura, nobleza criolla y racionalizaci6n del castigo A fines de 1879, Eduardo Guriérrez, el escritor encargado de los Dramas po- liciales del diario La Patria Argentina iniciaba la historia de uno de los persona- jes més orgullosos, enérgicos y valientes que conoceré la literatura nacional. Na- cia Juan Moreira (Guttérrez: 1999; Lupmer: 1999a y 1999b)2. Mas alla de su cardcter fundacional -marca el inicio de la novela popular y, luego, del teatro popular argentino- y de su valor estético ~innegable riqueza en las descripciones de un gaucho que entrelaza las virtudes de la nobleza y de la espontaneidad propias del hombre de la campafia Argentina con los vicios y mi- serias del hombre universal-, la obra posee un valor heuristico insoslayable pa- ra reconocer las extrafias mascaras con las que, en el imaginario de la época, se pueden presentar al crimen y a las instituciones penales3. Para resumir simplemente esta historia simple se puede decir lo siguiente: Moreira, luego de una vida tranquila, comienza a tener problemas con el Te- niente Alcalde. Este, sumando su interés traicionero por la mujer del héroe a una envidia ciega, comienza a usar abusivamente de su poder en desmedro del gaucho: al principio son multas injustas, luego sanciones desproporcionadas, to- das ellas destinadas a provocar la reaccién desmedida y encontrar asf una justi- ficacién para meterlo preso. El final es comprensible. El gaucho digno decide ha- cer uso de Ja violencia como forma de recomponer su honor. Asi, se lanza al ? La novela es publicada en serie hasta el 8 de enero de 1880. Se trata de relatos novelados en folletin que se organizan en torno a una reconstruccién hist6rica de hechos criminales y destinados al gran ptiblico, Es mérito de LupMer que el Moreira de Gutiérrez vuelva a ser recordado en estos dias como uno de los personajes centrales de nuestra cultura popular. Aqui se sigue con atencién sus anilisis y también los comentarios de la editora, Alejandra Larea (GUTIERREZ: 1999). 3 4 diferencia de la canénica obra El gaucho Martin Fierro de José HerwAnvez, aparecida en 1872, en la que es el mismo personaje el que cuenta su vida, aqui es el autor-periodista el que relata los tiltimos afios de la vida del gaucho (entre 1873 y 1874), de manera que la historia pueda ser con- frontada con la “verdad real”. “Hemos hecho un viaje expreso a recoger datos en los partidos en que este gaucho habité...", dice Guttérrez, con’la intencién de mostrar a los lectores que su historia se apoya en las piezas judiciales del proceso que se inicié contra Moreira asf como en diversos testimo- nios orales de quienes lo conocieron en el Partido de Lobos, en la Provincia de Buenos Aires (Lup- MER: 1999b). Bajo esta promesa de veracidad, podemos saber que este gaucho fue indudablemente un buen hombre: un trabajador que cumplié con su trabajo y sus obligaciones, pero que también se permiti6 una vida festiva y alegre; un hombre reconocido por su guapeza que infundid respeto y admiracién entre sus amigos; un esposo y un padre que supo ocuparse con cuidadoso carifio de su familia, en suma, un ser noble y honorable. Podemos saber igualmente que a Moreira la suerte le resulté esquiva y que el motivo principal de sus penurias se debe a que en un momento infortuna- do se desgracié con la justicia 62 ML. La formacién de fa racionalidad penal moderna (cont.) camino del crimen que desnaturaliza su vida y lo conduce irremediablemente a la muerte. La primera reivindicacién de Moreira fue dar muerte al pulpero que desconocié la deuda que con él habfa anteriormente contrafdo y lo acus6 de mentiroso; la segunda, matar al Alcalde. Se pregunta el autor: #2Qué motivo poderos a un hombre nacido con todas las condiciones de un bello espiritu, y que hasta la edad de treinta afios fue un ejemplo de moral y de virtudes?” (GuméarEz: 1999, p. 10). qué fuerza fatal fue la que Ja empujé por la pendiemte del crimen Si no me equivoco son las variadas aristas que posee la respuesta a esta pre- gunta las que hay que retener para dilucidar los matices que poseen las.repre- sentaciones del delito y del castigo a fines de la década del setenta y comienzos de la siguiente. Hay dos imagenes que deben ser destacadas inicialmente y que son tiles pa~ ra entender cémo las cuestiones relativas al delito y a la justicia penal son pensa- das a principios del ochenta. Primero, en esta obra, Gurtérrez describe de manera notable las vicisitudes del pueblo frente a la corrupcién.de la institucién penal es- tatal. Asi, tenemos la descripcién de una vida pacifica alterada por las provocacio- nes y excesos de quienes detentan el poder punitivo. Guriérrez muestra muy bien cémo se mezclan Jos intereses pliblicos que debe perseguir la justicia con los vi- cios privados de quien debe efectivamente administrarla. Segundo y como corre- lato de lo anterior, el autor va colocando en evidencia la siempre profunda y a la vez labil brecha que separa la justicia legal de la justicia popular. La primera muer- te que provoca Moreira, y en definitiva todos los actos violentos que le siguen, se- falan la dicotomia entre el juicio de los habitantes de la campaiia -que los consi- dera justos y sobre todo, necesarios~ y el juicio ptiblico —que los sanciona como crimenes-. La comunidad no juzga con la abstracta ley sino con las reglas cons- truidas por la dura vida de honor y coraje4. El Juan Moreira que nos describe Gu- TIERREZ es el que canta loas al destino heroico de los hombres que reivindican la potencia de la vida frente al poder injusto. Es el hacedor de la justicia popular que puede oponer con vigor la conviccién de que ni atin la muerte puede cegar la auri contra la opresi6n injuriosa. El “escéndalo” de Moreira, en palabras de Lupmer, esta en que no deja de reivindicar altivamente la justicia de mano propia como via para enfrentar su destino adverso>. 4 Antes de invitar a pelear al pulpero, Moreira escucha el consejo del paisano mas viejo que le reconoce su hombria: “Uno de los paisanos que lo escuchaba, relata GuTI#RREZ,... le dijo [a Moreira] que tenia mucha raz6n, pero que un puerco de aquella especie no merecia que un hombre de bien se perdiera haciendo una hombrada” (Gutiérrez: 1999, p. 28). Mas tarde, ya en plena persecucién de Ja justicia, Gumiérrez, destaca el culto a Ja hospitalidad, esa “religidn del gaucho... que no han podi- do extirpar de su alma los castigos, las fronteras, y ese otro azote que el paisano llama sardénicamen- te la justicia” (p. 40). En ambos casos el autor, rescata el juicio popular que reivindica al gaucho. 5 Estos son los rasgos que fascinan a Josefina LupMEr y no sin raz6n: Gutiérrez mostré bellamen- te que a los vicios del poder estatal los hombres pueden todavia reaccionar con violencia legitima. 63 Parte I. La Reptiblica y su sistema penal Estd claro que la representacion de la criminalidad que nos ofrece esta obra es de tipo juridico: el delito aparece atado al problema de la precaria organizacién de la justicia estatal. El crimen es presentado no tanto como un comportamiento humano especifico sino como el resultado de la arbitrariedad institucional de quienes ejercen la justicia. La lente que el autor ha utilizado para recoger sus imagenes es aquella de la legalidad: lo que conduce al gaucho al crimen se debe menos a que viva en un lugar hostil que al hecho de que su ambiente no le ofre- ce una verdadera carta de ciudadanfa. Si Moreira es un “hijo del pafs”, como di- “ce el autor, al que se le van cerrando “todos los caminos del honor y del traba- jo” ello se debe fundamentalmente a que esta “esté privado de todos los derechos del ciudadano y del hombre”®. Asj, el autor acaba haciendo una rei- vindicacién por el Estado de derecho. El delito ~aun cuando pueda ser, en cier- tos casos, justo y comprensible- es pensado como una inaceptable transgresién ala ley. Esta representacién juridica de la criminalidad que esta presente en esta no- vela popular no organiza sino un particular régimen de visibilidad vertical: co- mo si el autor realizara un lento travelling ascendente con una cémara cinema- tografica que, luego de presentarnos la vida del héroe, acaba enfocando a la maquinaria de la justicia estatal para resaltar sus efectos nocivos. Creo que, en esta novela policial fundacional, hay un interesante juego de luces y sombras que permiten una representacién precisa del significado que tienen para el autor el delito y el castigo. En un primer momento, si bien el he- cho del crimen ~y de las violencias que a las que esté:asociado- articula la tra- ma central de la historia, éste se presenta como un suceso distante. Seria absur- do decir que la vida del criminal —Moreira— no es importante; por el contrario, el autor se esmera por mostrar las particularidades de su personalidad y de su fortuna. Pero lo que observamos en esa insistencia es menos la tentativa de echar luz sobre la criminalidad para hacerla aparecer como un problema en si que de ofrecerla como escenario posible de una historia que tiene aristas mas complejas. De varias maneras, la obra nos hace saber que el crimen es un su- ceso excepcional, casi mitolégico: primero, tenemos un criminal, pero él es, an- tes que un paria social, un sujeto trégico; segundo, el ambiente es la dificil campa- fia y no la perniciosa ciudad; tercero, las penas principales que se ejecutan son antes que la fria prisin moderna el salvaje cepo y la excesiva muerte Moreira muere apufialado de espaldas por un oscuro agente de la partida policial-. Da- tos que muestran que la criminalidad es imaginada, antes que como una prac- tica social que, por complejas inclinaciones del comportamiento humano, ame- nazarfa la vida cotidiana, como un acontecimiento tinico, desgraciado, pero © “Ese otro azote que el paisano Hama justicia, dice el autor, porque justicia es para él la priva- cién de todo derecho, la altaneria del alcalde, el sable de la partida de plaza y el regimiento de li- nea, que.es su ditimo tramo del via crucis” (Gutttenez: 1999, p. 40). 64 UL. La formacién de fa racionalidad penal moderna (cont.) drcunstancial. En la historia que Gutiérrez nos cuenta se reafirma la idea ~y la sensacin- de que el problema del crimen remite a un estado de naturaleza, a un lugar donde todavia lo social no se ha constituido; un espacio castico sin le- yes ni esperanza. puedo imaginar a los numerosos lectores citadinos que han seguido con pa- sién las paginas de los Dramas policiales; parados en cualquier esquina de Buenos Aires seguramente podran sonreir sabiendo que los gauchos lanzados al crimen estan tan distantes que nadie en la ciudad deberd pasar por una prueba de co- raje. Si, en la habitual proyeccién del contenido de la obra a la experiencia per- sonal, han podido sentir algtin temor al pensarse envueltos en una situacion se- mejante, su desconfianza recaeria menos en el conflicto interpersonal que el crimen siempre implica que en el comportamiento precario del aparato ‘estatal. Es queéel autor, luego de haber presentado al criminal y sus crimenes parece ha- ber levantado su mirada hacia la maquinaria estatal y también haber cambiado Jos filtros de la lente de modo tal que hace diluir todo posible romanticismo ini- cial y construir una visién esencialmente critica,) La pieza de Guritrrnz es provechosa: luego enseguida de iluminar el recurso ala violencia que realiza un hombre tranquilo, hecha luz sobre la maquinaria ju- ridica del Estado y reclama la puesta en funcionamiento de un proceso de racio- nalizacién como tinica via para evitar la repeticién de los excesos que llevaron a la muerte a su héroe. Vean lo que dice el autor en la primera parte de la obra: “#] gaucho invocé sus derechos, pero zqué gaucho tiene derechos? Invocs justicia, palabra hueca para él, y no fue escuchado... fue expulsado del Juzgado con la amenaza de que si no se corregia seria enviado a la frontera con el primer contingente” (Gutiérrez: 1999, p. 19). Y vean lo que sentencia en el epilogo: “Es tiempo ya de que cesen esos hechos salvajes y el gauicho empiece a gozar de los dere- chos de la Constitucién.., Cerraremos esta dramatica historia haciendo notar que todas nuestras criticas obedecen a la noble aspiracién de que los derechos imprescriptibles del ciudadano, con los cuales invisten al hombre las leyes divinas y las Jeyes escritas, sean res- petados y garantidos en todas las latitudes del suelo argentino” (Gutiérrez: 1999, p. 19). EI dispositivo prisional: la construccién de la Penitenciaria Nacional La racionalidad penal iluminista ofrecia numerosas herramientas para que el humanismo que la alimentaba se hiciera carne en reformas concretas. Y la pri- sién fue el dispositivo privilegiado para ensayar los cambios que -segtin supo- nian los tedricos de la época~ declinaban mejor con los derechos basicos del hombre. Fue la construccién de la Penitenciarfa Buenos Aires (luego Peniten- ciarfa Nacional) la que dio lugar a la “ejecucién” de dichos ideales. La necesidad de la nueva prisién surgié luego de que la prensa, los politicos y ciertos sectores sociales reconocieron como insoportable la situacién de los presos alojados en la CArcel del Cabildo (Garcia Basato: 1979; Cammarr: 2002). E] proyecto de construccién fue impulsado por el propio gobernador de Bue- nos Aires en 1869, Emilio Castro, cuando la ciudad contaba con algo menos de Parte I. La Repiblica y su sistema penal 180.000 habitantes. Aceptado el desaffo por la legislatura algunos afios después, la carcel fue erigida en la parte noroeste de la ciudad, entre 1872 y 1877. Eres. to BuNGs, su proyectista, enterado de la mayoria de las tiltimas invenciones en materia penitenciaria, se inspiré en la Prisién de Pentoville, levantada en Ingla- terra en 1842 por John Havittan, siguiendo el sistema de edificacién en abanico, Cuando la prisién fue ideada, su destino era albergar solamente a los conde- nados segtin el régimen auburniano: aislamiento celular nocturno y trabajo co- mtin, Sin embargo, las propias necesidades impuestas por la incipiente, pero ya burocratica administracién de justicia penal, que habia producido la acumulacién de muchos encausados a la espera de una sentencia, cambiaron el destino de la nueva instituci6n convirtiéndola en un alojamiento mixto (para condenados y 2 dos). Como ha sefialado Garcia BASALo, en pocos aiios la Péniterciaria Nacional vio superada su capacidad edilicia y muchas de sus 704 celdas recibie- ron més de un procesado. En 1880, cuando la nueva carcel pasé a jurisdiccién nacional debido a la federalizaci6n de Buenos Aires, el ntimero de detenidos era de 771, siendo més del 50% encausados (Garcia BASALO: 1979, p. 203). Cuando se lee el Reglamento Provisorio de 1877 de esta penitenciaria, que fue motivo de orgullo de técnicos y politicos, puede verse que los principios rec- tores eran la humanizacion del detenido a través del trabajo, el silencio y la obe- diencia (art. 45)’. Posiblemente, cuando el hacinamiento y la promiscuidad que produce la acumulacién de los presos comenzé a desmentir rdpidamente las promesas de rehabilitacién moral que augura del sistema Auburn, ni el trabajo, nil silencio, ni la obediencia pudieron adecuarse a las demandas reglamenta- rias. Sin embargo, este supuesto “fracaso constitutivo” del sistema prisional no menoscaba en lo més minimo la fuerza naciente del sistema penal; por el con- trario, en su imposibilidad estructural de cumplir con los fines benéficos procla- mados, brinda al poder un espacio ideal para que se manifieste sin vergiienzas ni resquemores. Fue asi que esta “buena prisién”, con emplazamientos genero- sos y edificaciones majestuosas, dio a la racionalidad penal dogmitica el sopor- te que necesitaba para pasar a la accion. El dispositivo policial: la organizacién de la Policia de la Capital Las instituciones encargadas de las funciones de policia estuvieron ligadas, como pocas, a la sinuosa vida politica de Buenos Aires. La historiografia poli- cial sefiala como uno de Jos primeros antecedentes de las funciones denomina- 7 Con motivo de los preparativos para presentar en la Exposicin Internacional y Universal de Paris las obras realizadas en la Penitenciaria, muchos articulos confeccionados por los presos fue- ron presentados en una casa comercial de la calle Florida a comienzos del aiio 1878. Esa exposicién. da lugar a que la prensa portefia legitime la nueva institucién penitenciaria: “Ante tales hechos’, dice La Nacin, “no se puede sentir més que satisfacci6n legitima y enviar una palabra de aplauso y de estimulo a los hombres laboriosos y honorables que han colocado aquel establecimiento en las excelentes condiciones que se encuentra bajo el punto de vista administrative” (Garcia Basato: 1979, p. 188). 66 | Il, La formacién de la racionalidad penal moderna (cont.) das policiales en la Ciudad de Buenos Aires, las actividades que desempefié el intendente de Policia a fines del siglo XVIII, muestran bien el caracter administra- tivo local que tenfan: impulsar el empedrado, limpieza e iluminacién de las ca- iles de la ciudad y, subsidiariamente, cuidar el mantenimiento del orden publi- co (RopRIGUEZ: 1999, p. 28)8. Desde esa época, y durante todo el siglo XIX, la policfa acompaiié estrechamente el proceso de institucionalizacién de los po- deres estatales; en 1821, al suprimirse los cabildos, se convierte en una policia de estado provincial; en 1826, con la creacién de la Presidencia de la Nacién, es nacionalizada; entre 1830 y 1840, con Rosas, se convierte en una importan- te herramienta militarizada y de vigilancia del gobierno provincial; en 1856, con la creaci6n de la Municipalidad de Buenos Aires, la institucién policial se desprende de muchas de las funciones estrictamente vinculadas con el cuida- do del espacio urbano; a comienzos de la década del sesenta, con Mitre como presidente, pasa a depender del gobierno nacional; luego es provincializada nuevamente. ‘A partir de ese periodo comienza un sutil pero importante proceso de racio- nalizacién institucional que tiene como frutos mds importantes el dictado, en 1868, del Reglantento General de Policia primer cuerpo legal orgdnico desde el na- cimiento de la institucién— y también, del Manual del Vigilante. Ademas, se pro- duce la invencién de los Edictos Policiales, conjuntos de disposiciones dictadas por el jefe de la Policfa que definen las infracciones o faltas urbanas y que dota- yan a la institucién de un poderoso instrumento de detencién que le aseguraré una alta cuota de autonomia funcional respecto de la administracién de justicia. También en esos aiios se crea el Cuerpo de Bomberos y Cuerpo de Vigilantes, y la policia‘asume la vigilancia nocturna de la ciudad que hasta ese momento es- taba a cargo de serenos municipales. La importancia que la instituci6n policial adquiere para el poder politico se traduce en la sanci6n de una ley que fijaba un “impuesto de seguridad” que debian pagar los vecinos y cuya ejecucién en caso de falta de pago correspondié a la propia policia (RopricuEz: 1999). En 1880, con la federalizacién de la ciudad, la antigua Policia de Buenos Aires se convierte en la Policia de la Capital. Con esta transformacién, la institucién po- licial se organiz6 burocréticamente en 20 comisarias, dos puestos de vigilancia (en el Mercado de Constitucién y en el Mercado 11 de septiembre), una caba- lleriza y una seccién de inspecciones. El Cuerpo de Vigilantes se integraba con cerca de 1.200 policias, y estaba destinado a la vigilancia de las calles de la ciu- 8 Foucaurr sefiala la importancia de la Polizaiwissenschaft (ciencia de la policia) en la formaciéan de los funcionarios de buena parte de la Europa continental. Se trata de una serie de manuales es- critos a fines del siglo XVIII -HowentHat, Witeprant y Justi fueron algunos de los autores- donde se especifica cual es el objeto principal de la actividad policial: favorecer la buena vida de los indivi duos en sociedad en tanto seres vivos. Foucautt destaca que de esta manera lo policial deviene un dispositivo especifico y privilegiado del arte de gobierno destinado a la gestidn de la vida humana (Foucautt; 1994¢, p. 154). Al respeto ver el texto de Pasquino (1991). 67 Parte 1. La Reptblica y su sistema penal dad en turnos de guardia de 6 horas (RoprfcuEz: 1980)?. Reclutados de las cla. ses econdmicamente menos favorecidas, y con muy poca instrucci6én, los vigi- lantes encontraron enseguida obstaculizada la movilidad social que la institu. cién prometia: los salarios fueron paupérrimos y la ensefianza deficitaria, A pesar de estas deficiencias la institucién policial parecia estar pronta pa- ra convertirse en un dispositivo fundamental del proceso de criminalizacién; desligada de muchas de las funciones “municipales” con las que habia nacido, dependiente de un gobierno central que la organizaba verticalmente, y dota. da de algunas herramientas capaces de organizar una cierta vigilancia social, la instituci6n podia alternar entre la movilizacién militarizada destinada a res. guardar el espacio ptiblico de manifestaciones politicas consideradas excesivas y el rastrillaje urbano para detener a los transgresores mas insignificantes (MarTEAU: 2002). El dispositivo legal: la codificacién penal Una vez sancionada la Constitucién nacional de 1853, que exigfa la sancién de un cédigo penal, se creé un fuerte consenso en el mbito académico y pibli- co para que este mandato fuera prontamente cumplido. El requerimiento de que el pais contase con un cuerpo tinico de leyes penales se fundaba en la ne- cesidad de superar las dificultades que sobrevenian de la superposicién de vie- jas disposiciones espafiolas con las nuevas normas dictadas por autoridades lo- cales desde la independencia. En ese contexto, en el afio 1853 Carlos TEsEDOR fue elegido como proyectista. Paralelamente, en ese mismo afio se produjo la sancién de la ley 49, mediante la que se organizaron los delitos cuyo juzgamien- to correspondia a los tribunales federales. Los delitos enumerados se referian a conductas que se suponia comprometian el normal funcionamiento de las ins- tituciones nacionales, comprendiendo acontecimientos que iban desde la trai- cién hasta el cohecho o desde la resistencia a la autoridad hasta Ia sedicin. La primera parte del trabajo de TesEvor estuvo lista en 1865, y la segunda en 1868. El resultado fue un Proyecto de 450 articulos. Consta de dos partes: una general, relativa a los principios juridico-penales, y una especial, relativa a los delitos y sus penas. La Primera Parte comprende un Titulo Preliminar y dos Li- bros, mientras que la Segunda Parte se divide en dos Libros. En materia de infracciones, el Titulo Preliminar distingue tres categorias que parte de la doctrina de la época aceptaba: las graves, 0 sea los crfmenes; las me- nos graves, 0 sea los delitos, y las contravenciones. Como quedaria explicado en el tratado de derecho penal del mismo autor, los crimenes son las infracciones cas- tigadas con penas aflictivas; los delitos, con penas correccionales, y las contra- ° Se puede calcular que en 1880 el niimero de polictas por habitante en Buenos Aires era de al- go més de 2 efectivos por cada 100 habitantes. 68 I, La formacién de la racionalidad penal moderna (cont.) yenciones, con penas de policia. El Libro I sienta el principio general del libre XIbedrio del sujeto como condicién de la responsabilidad penal. Asi, siguiendo Jas ideas iluministas, establece que sélo se debe castigar a un individuo cuando ha dirigido su accidn en el sentido del mal pudiendo haberlo evitado. En el art, 1 de este Libro se fija como criterio que el dolo se presume a no ser que se prue- be lo contrario. En materia de sanciones, el Libro I se ocupa de definir, la pena zeomo un mal legal impuesto al que resulte culpable de una accién u omisién ilicita, contra la cual la ley pronuncia la imposicién de un castigo”. Las divide en corporales (muerte, presidio, penitenciaria, destierro, confinamiento, prisién y arresto); privativas del honor y humillantes (inhabilitaci6n, destitucién, suspen- sion, retractaci6n, satisfaccién, vigilancia de la autoridad y represj6n); y pecu- niarias (multa, caucién, comiso, costos y gastos). Determina el criterio de las pe- nas fijas, impidiendo que el juez pueda separarse de la pena legal o transformar su duracion. En la Segunda Parte, los libros distinguen entre delitos privados y delitos ptiblicos (LevaGct: 1980; ZAFFARONI & ARNEDO: 1998; Moreno: 1921). Segtin lo declara el propio autor, su trabajo se inspiré fundamientalmente en dos obras: en el Cédigo bavaro de 1813,-cuya redaccién.estuvo a cargo del ju- rista alemdn Anselm von FEUERBACH, y en el Cédigo espafiol de 1850. En estas fuentes hall6 el criterio que le permitié cernir la actividad judicial a claros pero rigidos principios juridicos con el fin de evitar los abusos de los jueces a la hora de fijarse la sentencia. E] Proyecto fue elevado a una Comisi6n revisora gue lo someterfa a un largo y enmarafiado examen. Mientras esto ocurria, la provincia de Buenos Aires lo adopt6 como Cédigo Penal en 1877. Cuando el Proyecto TesEDoR fue convertido en el primer Cédigo Penal de la Reptiblica Argentina, muchos de los principios elaborados por el jurista fueron tamizados por la critica legislativa y otros muchos directamente desaparecieron. Las principales reformas tienen que ver con la cla- sificacién de los delitos y de las penas, y con el criterio de determinacién de la pena. El cédigo de 1886 eliminé la divisién tripartita de delitos y establecié una enumeradion mis simple de las penas: muerte, presidio por tiempo indetermina~ do, presidio de 3 a 15 afios; penitenciaria por tiempo indeterminado; penitencia- ria de 3a 15 aiios; prisién de 1 a 3 afios; arresto de 1 mesa 1 aiio; destierro de | 1 a 6 aftos; inhabilitaci6n absoluta, perpetua y temporal; especial, perpetua y temporal; multa. Para la fijacién de la pena se definieron una serie de reglas pa- ra que los jueces pudieran adecuarla més discrecionalmente al caso conereto. Ba- sicamente, se debia tener en cuenta, primero, la gravedad de la infraccién y la gtavedad del dafio, y segundo, la mayor o menor criminalidad de la intencién; criterios éstos que en nada se asemejan al principio de la individualizacién judi- cial de la pena. Poco tiempo después de que comenzara a regir el codigo, empezaron las cri- ticas. Le reconocian el mérito de haber respetado el espiritu garantista del pen- samiento iluminista, pero lo consideraron estructuralmente disfuncional y, en cierta medida, inaplicable por obsoleto. Mas alld de los sucesivos vaivenes que sufrié el movimiento codificador, el resultado final de este proceso fue que la ley penal quedé consolidada como la principal herramienta de configuracién del campo penal y de estructuracién de la operatividad criminalizadora. 69 Parte |. La Republica y su sistema penal El dispositivo judicial: la organizacién del proceso Paralelamente a la codificacién de la ley penal, se produce una importante de inversién de esfuerzos para organizar el enjuiciamiento criminal. En esa di- reccidn, el Congreso Nacional se ocupé de hacer nacer una serie de leyes espe- ciales de orden procesal: en los primeros afios de la década de 1860 ordena la organizacién y competencia de los tribunales federales; crea los tribunales fede- rales de seccién, determina la jurisdiccién y competencia de los tribunales na- cionales y el procedimiento que debe seguirse frente a ellos. Especificamente en la provincia de Buenos Aires, en la década siguiente, se dividen las salas del $u- perior Tribunal de Justicia, independizdndose una de ellas para el fuero crimi- nal; se crean ademas la Suprema Corte de Justicia y las Camaras de Apelacién. La evolucién que tuvieron los juzgados de seccién de Buenos Aires sirve de ejemplo para mostrar como las expectativas de racionalizaci6n de la justicia es- tuvieron marcadas desde el inicio por muchas aparentes frustraciones. Como muestra Levacci, el primer juzgado de este tipo fue creado en 1863 y apenas se puso en funcionamiento su capacidad para atender las causas criminales se vio superada (LevaGct: 1997)!9, Algunos afios después fue creado otro juzgado y ad- quiria autonomia el fuero criminal; sin embargo, la lentitud en la resoluci6n de las causas y la necesaria tramitacién burocratica de las mismas no mejor6: cuan- do en 1880 la federalizacién de Buenos Aires obligé a la reorganizacin de la ju- risdiccién federal, estableciéndose dos juzgados para la Capital, todo parecia in- dicar que la “situacién de crisis” era ya un componente estructural de la administracién de la justicia penal. En lo que respecta al proceso de codificacién de las normas de forma penal, el Poder Ejecutivo encargé su confeccion, en 1882, a Manuel Onarrio y Emilio Cont. El resultado de este trabajo se vio materializado algunos afios después cuando el Congreso convertia el proyecto de Onaraio en el nuevo Cédigo de Procedimientos destinado a regir en la Capital y los territorios nacionales, y en toda Ta Justicia Federal de Ja Naci6n. El proyectista se habfa inspirado, al reali- zar su trabajo, en la Ley de Enjuiciamiento Penal espafiola de 1872, un cuerpo desgastado y antiguo que fue suprimido en 1882, 0 sea en el mismo momento en que los legisladores argentinos lo matrizaban como soporte de la nueva le- gislacién nacional. El Cédigo de Onarrio se caracterizaba por su fuerte apego a principios pro- cesales que eran propios del sistema inquisitivo: daba importancia notoria a la actividad procesal policial en desmedro de la que correspondia a la justicia y, por 10 Desde antes de su apertura, la prensa nacional advertia sobre la “crisis judicial” que se cer- nia sobre la justicia local: “el nimero de causas”, decia El Nacional, “de que tendré que conocer el nombrado [juez] seré inmenso, superior al tiempo de que puede disponer un solo hombre; superior también a la inteligencia y a la laboriosidad de que pueda estar dotado”. En nota al Ministro de Jus- ticia, el juez Heredia decia en 1865: “el Juzgado Nacional a mi cargo no basta para llenar las nece- sidades de la Administracién de Justicia Nacional en la Seccin de Buenos Aires, y que se hace ne- cesario proveer lo conveniente para la creacién de otro Juzgado” (cit. en Levacct: 1997, p. 93) 70 UL, La formacién de la racionalidad penal moderna (cont.) consiguiente, hacfa prevalecer la tarea investigativa sobre la del juicio plenario; adoptaba el sistema de pruebas legales; organizaba el procedimiento en forma escrita; restaba importancia a la publicidad y a la contradiccién; regulaba muy precariamente los recursos y ademas, atentaba contra garantias procesales que numerosas legislaciones de la época habian reconocido a favor del imputado. Aunque los tribunales nacieron atestados y el cédigo de procedimientos es tuvo viciado de obsolescencia, también en este caso la justicia penal encontré una via para hacerse operativa: la racionalidad punitiva, a través de los nuevos aparatos de juicio penal, aleanzaba un mayor grado de previsibilidad y certeza, que acabarfa por consolidar la legitimidad necesaria para garantizar su acci6n. ~Qué observaciones pueden hacerse acerca de este proceso de “corporiza- cién” del proyecto juridico-penal iluminista en “artefactos” capaces de organi- zax la intervencién punitiva del Estado? Por un lado, estos dispositivos asegura- ron la consolidacién de un area especifica del Estado destinada a monopolizar un saber particular sobre la criminalidad y propiciaron la emergencia de una po- Iitica publica destinada a organizarlos, a programarlos, a ponerlos en relacién unos con otros. Pero por otro lado, resulta notorio que la mayorfa de estos dis- positivos punitivos, apenas fueron puestos a funcionar, se mostraron imposibi- iados de cumplir con los fines para los que fueron pensados: los tribunales in- capacitados de atender las numerosas causas que el sistema procesaba, los cédigos demasiado rigidos 0 anacrénicos en relaci6n a las exigencias politicas que surgfan en la época, la policia sin medios para capacitar adecuadamente a los agentes en el cuidado del nuevo orden urbano, la. cdrcel acumulando sin control a procesados y condenado: . La consecuencia de esto es que apenas nace el sistema penal se anuncia la necesidad de una reforma de cada uno de estos dispositivos que evite su postra- cién ¢ impida su resquebrajamiento. No habr4 que esperar muchos afios para asistir al surgimiento de un nuevo programa tedrico sobre la criminalizacién, que no sdlo se ocupard de sefalar la ineptitud del pensamiento jurfdico-penal iluminista sino que ademés procurara dar otro norte a las maquinas punitivas que los juristas habfan. propuesto para la Reptiblica posible. 2. Razones declinables Auperp1 y los penalistas de la segunda mitad del siglo XIX argehtino parecen estar hablando el mismo lenguaje: primero, tanto las acciones politicas destina- das a construir la nacién Gnica y progresista cuanto las practicas de criminaliza- cién dirigidas a intervenir contra las acciones delictivas son pensadas y discuti- das, en fin, programadas, en el marco de una representaci6n juridica. El derecho y su principal arma, la ley, funcionan no solo como limite al ejercicio politico y punitivo sino también como respuesta a una finalidad: la politica para ser un ar- te debe ser algo més que una practica de reforzamiento del poder que se deten- ta; la criminalizacion para ser legitima debe ser algo mds que un mal infligido brutalmente y sin control. Segundo, la racionalizacién juridica con que los pro- yectistas pensaban organizar el presente todavia caético de un pais que recién transitaba la primera experiencia de una institucionalizaci6n nacional, tiene por referencia la objetivacién de la libertad como el valor capaz de organizar las re- 71 Parte I. La Repiiblica y su sistema penal laciones entre los individuos y entre éstos y el Estado. Tercero, la formula repu- blicana que pensé ALseRp1, estructurada en torno a la idea de lo posible tenia co- mo principal objetivo construir una soberanfa estable. Ello implicaba racionali- zar las fuerzas despéticas mediante la construccién de una burocracia politica organizada en base a mandatos impersonales, pero dotada de un gran poder de decisién, de modo que la incompetencia del pueblo nuevo no dificultase el esta- blecimiento de la unidad nacional. De algtin modo, los juristas que diagramaron el campo penal también siguieron el mismo camino: entendieron que la prime- ra empresa a ser realizada era echar las raices para delimitar un campo concep- tual que asegurase la proteccién del orden juridico. Representado el delito como un atentado a la seguridad jurfdica, su interés estaba en superar las tensiones que se producen entre la consolidacién del orden estatal y sus ciudadanos. Estas afinidades electivas, no obstante, deslizaban una compleja paradoja que no dejaria de tener consecuencias importantes para la relacién entre él de- recho punitivo y la politica tal como ella se habia constituido a partir del proce- so de modernizacién argentino. El problema que se plantea tiene dos dimensio- nes complementarias: una, de cardcter juridico; la otra,,de caracter politico. En la dimensién juridica, se trata de saber cémo sostener la legitimidad de un dere- cho penal formalmente racional si la propia légica de su racionalizacion lo ha con- ducido a diferenciarse como un subsistema juridico especifico y jerarquizado que, en el plano de las representaciones, debilita la importancia de la unidad 16- gica del sistema juridico como un todo y, en el plano de las practicas, obliga a los profesionales a promover una especializacin esiricia de su trabajo técnico- jurfdico (como penalistas) que acaba promoviendo expectativas especificas en los actores sociales involucrados y, por lo tanto, termina por conectarlos inexo- rablemente con una serie de intereses materiales determinados que, en tiltima instancia, son de orden extrajurfdico. En la dimensién politica del problema, se trata de saber hasta qué punto es materialmente posible construir una Repiblica posible, si el poder dispone de un de- echo que se pretende organizar de manera sdlo formalmente racional y, por ‘tanto, se niega a atender ~en la logica de su construccién teérico-practica~ las expeciativas politicas de quienes, para construir la nacién, deben disponer de una fuerte capacidad de mando, sobre todo considerando que la sociedad toda- via no es apta para asumir los desafios y obligaciones de la vida republicana. Se evidenciaba que, en el contexto de un programa que fomentaba un ejer- cicio politico racional pero profundamente anclado en una vocacion autoritaria; quedaba explicita la necesidad de construir una estrategia de criminalizacién ‘i fa a la satisfaccién de exigencias materiales (especialmente polfticas), al- go que Tos penalistas no podian ofrecer sino a costa de renunciar a su propia ta- rea de construir un sistema dogmético y clausurado a exigencias externas. En ese sentido, es posible afirmar que las prescripciones penales para la Reptiblica posible sufrian de lo que bien puede Ilamarse una “crisis constitutiva”; nacieron para encapsular al poder, pero acabaron por construir una aporia que las deja- ria exangiies. Resta saber cudles son los correctivos que se propusieron para es- te programa; tal vez entonces se pueda comprender mejor cémo las fuerzas de racionalizacién del mundo estan siempre acompafiadas de potencias profunda- mente irracionales. 72 | | Juan Bautista Alberdi, alrededor de 1851. Fuente: Archivo General de la Nacién. | Carlos Tejedor caminando por Buenos Aires en 1903, afio de su muerte. | | | Plano de la ciudad de Buenos Aires con los territorios ~Flores y Belarano~- cedidos por la provincia de Buenos Aires, 1888. Fuente: Rapovanovic, Elisa, Planos de Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2001. Maqueta de la Penitenciarfa Nacional de Buenos Aires. Fuente: Archivo General de la Nacién. 74 Luis Maria Ramos Mejia. Fuente: Archivo General de la Nacion. Luis Maria Drago, autor de Los hombres de presa, en 1988, sale del Tedeum en la cate- dral con el presidente Julio A. Roca, 1903. Fuente: Archivo General de la Nacién. 75 dialoga con José Ingenieros. Fuente: Archivo General de la Nacin. Evian (Francia), 1911, Francisco de Veyga pasea con el presidente Figueroa Alcorta y su familia. Fuente: Archivo General de la Nacién. a Ee 76 Plano de la ciudad de Buenos Aires editado por Peuser, 1912. Fuente: RADOVANOVIC, Elisa, Planos de Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2001. José Ingenieros (sentado, 11° desde la izquierda), junto con Cesare Lombroso (7° en la misma fila), en el V Congreso Internacional de Psicologia realizado en Roma. Fuente: Archivo General de la Nacién. EIN EE . re A Fs 77 T. de Alvear, en Eusebio Gémez, junto con el presidente M. una recorrida por las dependencias de la Penitenciarfa Nacional que presidfa, 1926. Fuente: Archivo General de la Nacién. Juan P. Ramos, al centro parado (con el brazo apoyado en el respaldo de la silla), 1922. Fuente: Archivo General de la Nacién. 78 ivismo criminolégico argentino “La defensa social es el objetivo de un sintoma punitivo cientifico”. José INGENIEROS, 1902. 1. El positivismo criminolégico. Una clarificacién conceptual En este capitulo se analizaré al positivismo criminolégico argentino, lo que hace necesario, a fin de evitar equivocos, delimitar previamente el significado de la denominacién “positivismo criminolégico”. Con ese objetivo, se debe tener en cuenta, en primer lugar, el sistema de pensamiento conocido como positivismo, nacido en la primera mitad del siglo XIX gracias al trabajo del filésofo francés Auguste Compre. Segtin se desprende del trabajo de este autor, para comprender al positivismo hay que considerar lo siguiente: — Primero, que toda proposicién lingiiistica, para tener un sentido inteligible, debe reducirse a enunciar un hecho particular o general. En este sentido el po- sitivismo es un andlisis de fenémenos y no de entidades o esencias. — Segundo, que el descubrimiento de estos fenémenos se alcanza solamente a través de un ejercicio de observacién. En este sentido, el positivismo es un es- tudio fundado en la experimentacién y no en la imaginaci6n. — Tercero, que estos hechos pueden ser explicados a través de la investiga- cién de las leyes que los rigen. En este sentido, el positivismo es un anilisis sis- temitico de las regularidades de los hechos y no de las causas tiltimas que los producen. —Cuarto, que el conocimiento que se pueda lograr de los fenémenos esta so- metido inexorablemente a un relativismo histérico. En este sentido el positivis- mo es un anilisis sometido a las mutaciones del progreso individual y social y niega las afirmaciones que se pretenden absolutas y universales. — Quinto, que el conocimiento de estos fenédmenos posibilita la previsién ra- 101 Parte I. La sociedad y la nueva estrategia punitiva cional de los acontecimientos. En este sentido él positivismo es un anilisis de Jo que es, que permite la previsién de lo que serd. ~Por tiltimo, que la previsién se asienta en el dogma de la invariabilidad de las leyes fisicas. En este sentido el positivismo es un estudio del orden natural de los fenémenos. Con estas premisas puede afirmarse que el positivismo es una doctrina que se opone a la estructura del pensamiento teolégico y metafisico dominante en la Europa dieciochesca!. En segundo lugar, hay que considerar la doctrina del llamado positivisma ju. ridico ya que su especificidad en Ja historia del pensamiento no deriva directa. “mente del positivismo en cuanto doctrina filoséfica y cientifica, sino mas bien de la existencia de una tradicién juridica occidental que se ocupé de presentar en sentido polémico la oposicién entre derecho natural y derecho positivo. Como ha destacado Bossi, mientras el derecho natural es el conjunto de normas uni- versales y inmutables, originadas en la naturaleza y a las que accedemos me- diante la raz6n, el derecho positivo es, por el contrario, el conjunto de normas va. lidas para un determinado lugar y mutables con el tiempo, que derivan de un legislador y que se conocen mediante un acto de promulgacin concreto (Bos- B10: 1993). Considerado esto, se debe tener en cuenta que el positivismo jurtdico €s especificamente una doctrina nacida en Europa entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX que, en lineas generales, se ocupa de mostrar que el Unico derecho existente es el derecho positive. Los nombres asociados con su origen son Huco y Saviny en Alemania, los codificadores y comentadores del Cédigo Napole6n en Francia, y Benr#am y Austin en Inglaterra. Una vez que esta corriente de pensamiento se expande a lo largo de los dos Uiltimos siglos resulta dificil encontrar un sentido univoco a la denominacién, Como indica Nino, el positivismo juridico bien puede ser identificado de forma diferenciada con quienes sostienen la tesis de que el derecho positivo se carac- teriza por: a) su fuerza obligatoria, la que indica que las normas juridicas deben ser obe- decidas por los individuos y aplicadas por los jueces independientemente del contenido de las normas. Esto es lo que se conoce como positivismo ideolégico; b) ser un conjunto de preceptos legislativos, esto es, de normas promulgadas explicita y deliberadamente por érganos centralizados y no por normas consue. ] Para el fundador de la filosofia Positiva, la noci6n positive significa fundamentalmente cinco aspecios: real en oposicisn a lo quimérico: es decir, especulaciones asequibles a nuestras inteligen- Clas y no misterios impenetrables; ziti! en oposicién a lo iniitil: es decir, especulaciones que tengan relacién con el destino necesario de nuestras vidas y no con Ja mera satisfaccién de una estéril cu- Hiosidad; cierto en oposicién a lo indeciso: esto es, conceptos en armonia légica y no discusiones in- terminables; preciso en oposicién a lo vago: es decir, andlisis acordes con la naturaleza de los fend: menos més que con elementos trascendentales; propositivo en oposicién a lo critico: esto es, argu- mentaciones destinadas a organizar y no a destruir (Compre: 1995, p. 58). 102 V. El positivismo criminolégico argentino tudinarias 0 jurisprudenciales. En este caso positivismo juridico serfa sinénimo de formalismo juridico; 0 ) realizar proposiciones verificables en relacién a ciertos hechos observables empiricamente y que, por tanto, no implican juicios de valor. En este caso po- sitivismo juridico seria sinénimo de positivismo metodolégico o conceptual (Nino: 1996, p. 30) Fl positivismo criminolégico ~que aqui analizaremos-, acogiendo muchas de las premisas del pensamiento compteano, es especificamente una corriente del pensamiento nacida en Europa a fines del siglo XIX con el objetivo de desarro- Jlar una teorfa cientifica sobre el problema del delito y el castigo. En este senti- do, se preocupa por descubrir la naturaleza de Ja criminalidad y por utilizar un método de base empirica. En este sentido, el positivismo criminolégico es.un positivismo naturalista, que se opone a las concepciones penales racionalistas, jlamadas cldsicas, que se han ocupado del problema del delito y de la pena so- bre bases juridicas. somo puede verse luego de estas identificaciones, la nocién positivismo re- mite a muchas ideas diferentes. Basta por cl momento estar prevenidos de que, en el juego de oposiciones que surgen entre racionalidad formal y material que he escogido como conceptos analiticos, se podrd ver que el positivismo aplicado al campo criminolégico se contrapone en muchos puntos al positivismo jurfdi- co, sobre todo en Ja importancia acordada a la Jey como instrumento de regula- cién social y en Ja importancia que tienen los elementos de tipo extrajurfdicos como fuente de legitimacién del derecho. 2. Cartografias estadisticas y sujetos delincuentes: dos maneras de transfigurar las representaciones del delito Mientras los diferentes dispositivos punitivos se van colocando en referencia unos con otros, tienen lugar en Buenos Aires una serie de acontecimientos in- telectuales e institucionales que parecen no guardar afinidad electiva con el pro- grama punitivo que los juristas habfan disefiado para la Reptiblica posible. Pri- mero, en_ 1887, Francisco Latzinia elabora el primer censo general de la ciudad e incluye un capitulo donde presenta el primer anilisis estadistico sistematico en materia criminal. Segundo, en ese mismo afio Norberto Privrro asume la ti- tularidad de la Catedra de Derecho Penal y reforma la ensefianza de la discipli- na, introduciendo los nuevos avances del pensamiento que provocan asombro y polémicas en el mundo: el positivismo criminolégico italiano. Tercero, en 1888, un grupo de intelectuales y funcionarios con fuerte predicamento en la ciudad crea la Sociedad de Antropologia Juridica con el objetivo de fomentar es- tudios en ciencias sociales cefiidos a problematicas locales. Bajo el auspicio de esta institucién Luis Marfa Draco ofrece una conferencia que puede considerar- se la primera carta de difusidn en el pafs de la obra candnica de Cesare Lompro- so, L'uomo delinquente. Varios estudios han dado noticia precisa de estos eventos (pet Omo: 1981 y 1982; CrEAzz0: 1989; RuwaL: 1993; ELBERT: 1996; Sozzo: 2002), retengamos tan sdlo lo que es imprescindible para entender los significa- 103 Parte Il. La sociedad y fa nueva estrategia punitiva dos de la importante transfiguraci6n que, por aquellos afios, comienzan a sufrir las representaciones del delito2. 2. 1. El suefio de contar: una estadistica c inal para Buenos Aires El furor estadistico en el campo criminal habia nacido en Europa ligado a la consolidacién de los Estados soberanos. En Francia, la produccién y publicacién sistematica de datos estadisticos tiene lugar con la aparicién de los Compte gene- ral de l'administration de la justice criminelle, a partir de la mitad de la década de 1820, un momento en que el proceso de restauracién monarquica estaba en marcha luego de la consolidacién de la soberanfa politica que se habia produci- do con el gobierno napolednico (AuBUSSON DE Cavartay: 1998). En Holanda y Bélgica, las primeras publicaciones se producen entre las décadas de 1820 y 1830, con la redaccién de la segunda edicién del anuario estadistico holandés, el Jaarboecke, en 1829, y de los Comptes de I’administrations de la justice criminelles belgas, a partir de 1831, una vez constituido el Reino de los Pafses Bajos (Rous- SEAUX, STEVENS y TixHoN: 1998). En Alemania, las primeras referencias aparecen més tardiamente, recién en 1884, una vez que tuvo lugar la unificacién del Im- perio alemén entre 1870 y 1871, en la Statistik des Deutschen Reichen (REINKE: 1998).\En todos estos casos, lo que prima inicialmente como objetivo de los es- tudios estadisticos es ofrecer a los nuevos gobiernos una buena visibilidad de los acontecimientos que tienen lugar en el territorio que deben administrar y, ade- més y més especificamente, darles elementos para evaluar el grado de eficacia de las instituciones penales en su accién sobre el delito. | - Es, sin embargo, en la obra del belga Adolphe Quérerér donde se pueden ras- trear los trazos epistemoldgicos de este nuevo lenguaje sobre el crimen; consi- derando que los saberes que se ocupaban de explicar ¢l problema criminal to- davia no se habian afirmado teéricamente, este estad{stico procuré demostrar que este fenédmeno, aunque vinculado al cambiante mundo del hacer humano, también puede ser sometido a las leyes del cdlculo y de la prevision cientifica. La obra de Queréter es de un valor superlativo. Como uno de los padres funda- dores de las ciencias sociales dio a la racionalidad estadfstica el estatus de herra- mienta insoslayable para representar el problema criminal (PERRO: 1980; Dzs- RosibRE: 1997). Entre los variados aportes que realizé este autor puede mencionarse la embrionaria distincién entre “criminalidad real” esto es, la to- ? La difusiGn del positivismo se produjo contempordneamente en otros paises de América Lati- na. Como recuerda pet Oumo, en 1889 Javier PRavo Ucartecue publicaba en Lima, Pera, El método positive en derecho penal; en 1896, Clovis Bevmagua publicaba en Brasil su Criminologia, y en 1890 Afranio Peixoto daba a conocer su Epilepsia y delito, también en Brasil. En 1889 Miguel Maceno in- troducia el positivismo en la cétedra de derecho penal de la Facultad de Jurisprudencia de México; lo mismo hacia Francisco Hernoso en Chile. En 1899 se crea la primera cétedra de antropologia cri minal y ejercicios antropométricos en la carrera de derecho de la Universidad de la Habana a través del trabajo de Luis Montant (DEL OLMO; 1981, p. 136). 104 V. El posi jsmo criminolégico argentino talidad de las acciones criminales cometidas por los individuos en una sociedad y tiempo determinados-, y “criminalidad aparente”, o sea, la registrada efecti- yamente por los agencias estatales. Aunque el andlisis estadistico s6lo puede realizarse sobre la segunda, ello no impide, segtin el autor, hacer un cdlculo so- pre la primera. A través de la tesis de las “relaciones constantes”, que indica que la baja o la disminucién porcentual de la “criminalidad real” produce una varia- cion porcentual similar en los registros estatales, QUETELET intenté mostrar que las estadisticas oficiales permiten realizar una mensura verdadera de los cambios que se producen en el campo delictual.{Para que ello suceda, aclara el autor, s6- Jo debe darse como presupuesto que la tasa de denuncias por parte de la pobla- cién, la actividad de recepcién de dichas denuncias y la propia actividad de de- teccién de crimenes por parte de la policfa se mantengan constantes (QuetsLéT: 1932).) La Contabilidad de los crimenes que realiza Larzinia en la ciudad de Buenos Aires se inscribe en la misma Iinea terico-epistemolégica de estos estudios; su “objeto de andlisis fue la actividad de criminalizacién del dispositivo policial, y su fuente, las Ordenes del Dia de la Policia de la Ciudad, donde supuestamente se daba noticia tanto de las denuncias criminales que la policfa recibfa cuanto de Ja actividad de identificacién y captura que la institucién Hevaba a cabo. Como era usual,en la época, Latzinia dividié los delitos en tres categorias: contra las personas, contra la propiedad, contra el orden ptiblico. Su muestra abarcé desde el afio 1881 al 18873. Esto le permitié comprobar cual era Ja va- riacién del delito efi-forma total y por tipo, en términos absolutos y relativos (Larzinia: 1889). Analizada la variacién por trienio, los datos indicaban al esta- distico que Ja criminalidad habia aumentado muy poco en términos absolutos: de un total de 1.766 delitos correspondientes al afio 1881 se habia pasado a un total de 1.876 en el afio 1887. Por categorias de delitos, en los hechos contra la propiedad y contra el orden ptiblico, la variacién segufa la tendencia general, pasando slo de 1.123 a 1.054 y de 146 a 160, respectivamente. Slo en Ja ca- tegorfa de delitos contra las personas se habfa producido un aumento “signifi- cativo”, como sefiala el autor, ya que la cifra varié de 448 a 663. El balance fi- nal que realiza el estudioso es que, en Buenos Aires, los delitos no son lo suficientemente numerosos como para ser considerados un problema social y, por ello, “deben felicitarse a la moral y a los que por ella se interesan” (Latzinia: 1889), ¢Cual es la importancia de este primer “censo del crimen”? Aunque éste se- fiale que la criminalidad no constituye un problema grave en Buenos Aires, su significacion radica en que de alguna manera trastoca la antigua representaci6n clasica del delito: sometido al registro epistemoldgico del calculo estadistico, el delito gana un nuevo estatuto. Primero, el crimen comienza a ser pensado co- 3 Con excepcidn de 1883, afio en que la policia no realiz6 el registro criminal. 105 Parte II. La sociedad y la nueva estrategia punitiva némeno regular y permanente del acontecer social; segundo, se con- vierte en un objeto cientifico y, por tanto, se lo supone susceptible de ser some- tido a pruebas de verificacién racionales. Por tltimo, deviene un hacer humano que, aun sometido al azar de las decisiones.humanas, puede ser previsto en su “volumen e intensidad. 2. 2. De la oreja derecha a los habitos desviados: la invencién del delincuente Mientras los estadisticos hacen sus cuentas, el recientemente nacido positivi: mo criminol6gico italiano comienza a tener anclaje institucional en la Universi- dad de Buenos Aires. En el Programa Oficial de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires, disefiado por Pixero, puede leerse: “Escuela Positiva. Su mé- todo”, luego, “Los delincuentes... Clasificacién”, y, en la tiltima parte, “La te- mibilidad como criterio para establecer la represién necesaria”. Son tados indi- cios de que esté surgiendo un nuevo marco de representaciones, que parece poco acorde con las antiguas ideas del pensamiento jurfdico-dogifiatico (pet. O1- Mo: 1982; CREAzzO: 1989). Pero, es en Los hombres de presa —la conferencia de Draco devenida libro- donde puede verse més claramente la transfiguracién de las imagenes clisicas+. En el primero de los veintiséis capitulos en que se divide el libro, el autor es- boza la que serfa una de las ideas claves del nuevo saber sobre el problema cri- minal: los fendmenos espirituales del hombre se hallan estrechamente vinculados a las ‘funciones de su organizacién fisica, de modo que aquellos no podran comprenderse si no se analizan las caracteristicas centrales del propio cuerpo humano>. A partir de los trabajos de P. Camprr a fines del siglo XVIII, la craneologia ha- bia desarrollado en Europa la idea de que la inteligencia coincide con la masa cerebral, por lo que midiendo el tamajio del créneo es posible conocer el cocien- te intelectual de los individuos. Es el médico Franz Joseph Gat, sin embargo, quien da a estos estudios una trascendencia inusitada. Este notable anatomista alemén desarrolla la tesis de que el créneo adquiere su forma a partir de la ma- sa cerebral y en funcién de la personalidad del hombre. En sus investigaciones se preocupé particularmente por analizar el craneo de los alienados y crimina- 4 La obra de Draco seria bendecida por el mismisimo LomBroso, quien prologé la impresién que se realiz6 en Milén en 1890 bajo el titulo El delincuente nato 5 Draco se desempefiaba como un tipico practicante del derecho: habia sido juez del crimen en Ja ciudad de La Plata y también vocal de la Cdmara de Apelaciones y ocupaba por aquel entonces el cargo de fiscal de Estado de la Provincia de Buenos Aires; sin embargo, en la época en que escribié su obra su lenguaje estaba influenciado por ideas que venian de la antropologia y la sociologia cri- minal, Posteriormente serfa ministro de Relaciones Exteriores de la segunda presidencia de Roca y pasaria a Ja posteridad como autor de Ja Doctrina Drago, segtin la cual se proclamaba la ilegitimidad del cobro compulsivo de deudas publicas por parte de potencias extranjeras (FLoriA y Garcia BeL- SUNCE: 1992). 106 V. El posi ol6gico argentino les de su €poca, y fue uno de los primeros estudiosos que sugirié que la sancién penal debe tener en la mira al criminal antes que al delito cometidoS. Su obra inspiré muy notoriamente las principales hipotesis de la Scuola Positiva. Estas ideas son las que sostienen todas las principales afirmaciones sobre el tema de la criminalidad que realiza Draco a lo largo de la obra; el fenémeno de la delincuencia sdlo puede entenderse si se abandona la vieja idea de los juris- tas dogmaticos, segiin la cual el delincuente era una “objetividad abstracta com- prendida dentro de una formula legal invariable”, y se comienza a analizar su personalidad a partir de los caracteres somaticos que le son especificos (DRAGO: 1888). Tomada la debida distancia de las consideraciones formuladas por los pena- listas argentinos, y decidido a fundar un nuevo espacio analitico capaz,de des- cubrir los supuestos misterios que encierra la criminalidad, Draco hace suya a toda voz la tesis lombrosiana de que el origen del delito debe buscarse, mds alld de las manifestaciones psiquicas anémalas, en las degeneraciones somdticas del hombre y ello bajo la consideracién de sus caracteristicas hereditarias. Desde mucho tiempo antes de llegar a ser considerado.un crimindlogo famo- so, Cesare Lomaroso se habia preocupado casi obsesivamente por Jas relaciones entre las aptitudes intelectuales y las degeneraciones morfoldgicas’. L’uomo de- linquente, su obra mas significativa, y con seguridad la que més influencias inte- lectuales desarrollé en el mundo criminoldgico, fue publicada en 1876. En esta © Gat escribe su obra maestra, Anatomie et physiologie du syst?me nerveux et du cerveau en particu- lier, avec des observations sur la possibilité de reconnaitre plusieurs dispositions intelectuelles et morales de Uhomme et des animaux par la configurations de leurs tétes, entre 1810 y1819. En 1831, se funda en Francia la Sociedad de Frenologia y queda institucionalizada la busqueda de Jos craneos de las per: sonalidades europeas ms famosas por su saber y su arte (DESCARTES, HAYDN, Mozart, BACH, PASCAL, SHAKESPEARE y Kant) © por su supuesta perversién (el asesino Gampera), los que son sometidos a lo largo del siglo XIX al mds minucioso examen de la ciencia. No obstante, Draco se inspira en dos obras posteriores: La physionomie et les sentiments, escrita por el profesor Marecazza (Paris: 1885) y The expressions of the emotions in man and animals de Charles Darwin (Nueva York: 1873), quienes ate- niéndose a una supuesta detenida observacién pretenden mostrar las relaciones entre los sentimiet tos humanos y los signos exteriores del cuerpo. Para un andlisis integral de la relacién entre saber médico y criminolégico, ver la estupenda obra de DaRMon (1989). 7 Graduado como psiquiatra en la Universidad de Padua, Lomproso presenté su tesis sobre el cretinismo endémico (1858)'y escribié numerosos articulos en los que describe, con particular tono polémico, las importantes consecuencias tedricas que se derivan cuando se estudia al hombre con relacién al medio en que vive. En 1864 obtiene una cétedra como profesor en la Universidad de Tu- rin y funda enseguida con sus fieles colegas GaROFALO, Fern, FerRexo, Morsett la llamada Nuova Scuola, hoy conocida como la Scuola Positiva Italiana. Los integrantes de esta escuela establecen con abajos por primera vez. los limites epistemoldgicos del campo criminolégico ~aunque este sa~ ber inicialmente fuera dénominado también antropologia criminal o sociologta criminal~ y organi- actividad institucional de la criminologia europea al organizar los primeros congresos mun- diales de antropologia criminal (Roma, 1885; Paris, 1889; Bruselas, 1892; Ginebra, 1896; Amster- dam, 1901; Turin, 1906; Colonia, 1911). 107 Parte Il. La sociedad y Ia nueva estrategia punitiva obra el fundador de la Scuola positiva realiza una “embriologia del delito” bajo la consideracién de que existe una “naturaleza criminal”. El hombre, estando en continuidad con las otras especies vivas, no puede dejar de participar de ese acontecimiento natural en que la violencia y la agresién son garantfa de super- vivencia. Asf, Lomproso se detiene a analizar la actividad del salvaje primitivo intentando mostrar en qué medida los actos criminales, aun mediados por el lenguaje, estén naturalizados en su vida. Cuando la evolucién natural -siempre por medio de la violencia~ conduce a fortificar los lazos que constituyen la vida social, y los objetos y los otros individuos adquieren valor, el propio hombre crea las leyes que van a condenar la bestialidad, la muerte y el atropello sobre los bienes. Ante la nueva situacién, muchos hombres aceptan esta condicién y transforman su identidad, mientras otros, por diversas causas, se ven imposibi- litados de adecuarse a la evoluci6n: atrapados en el tiempo, quedan inmersos en un estado de salvajismo brutal. Es a partir de este andlisis que Lompreso puede desplegar su concepcién de que la criminalidad es un fendmeno atdvico. Los cri- minales, en primera y tltima instancia, son aquellos individuos que, a causa de una herencia degenerada encarnan un sujeto que, detenido en el tiempo, pre- senta todos los rasgos de la bestialidad primitiva’. Desde la aparicién de esta obra y a lo largo de sus sucesivas reediciones, el padre de la criminologia positivista recibié criticas mortiferas que ponfan en du- da su teorfa del atavismo9. Sin embargo, sus propios criticos no dejaban de re- conocer que las invenciones lombrosianas crearon un nuevo y fértil registro in- telectual para pensar el fenédmeno de la crimirialidad. No obstante que Draco acepte casi en bloque las consideraciones del crimi- n6logo italiano, advierte que ellas no siempre nos pueden ofrecer un diagnésti- co absolutamente aceptable sobre la constitucién del delincuente. Tomando como base la teorfa lombrosiana del atavismo, pero también adver- tido de las criticas que le habian realizado sus contempordneos, Draco conside- _ra que el delincuente, més alld de las anomalias fisicas que pueda padecer, es 50- bre todo un sujeto al que le falta de manera absoluta toda nocién de sentido moral: no s6lo no obstaculiza los deseos mas perversos de su naturaleza, sino que ademas consigue aplacar cualquier idea de remordimiento!®, Con conven- 8 Como bien lo explica Lasapie, ademas de esta “enfermedad del tiempo”, el criminal lombro- siano padece una “enfermedad interior”, un vacfo en el alma que lo hace un ser frio e inescrupulo- so, carente de toda sensibilidad y, por tanto, privado de cualquier sentimiento moral (LomBroso: 1876; Lapapie: 1995). ? Los principales ataques los recibié Lomproso durante el I Congreso de Antropologia Crimi- nal celebrado en 1889 en Paris. La Escuela Francesa de Sociologfa dirigida por A. Lacassacne e in- tegrada también por G. TarDe cuestion6 duramente la relaci6n entre criminalidad y herencia (DAr- Mon: 1986; DeBuyst: 1998, Para esta escuela, los estudios de la criminalidad debian estar dirigidos a dilucidar la influencia del medio social sobre el delincuente (LacassaGne: 1892; Tarps: 1890). 10 piénsese que, cuando Draco escribe su libro, habjan pasado mis de diez afios desde la pr mera edicién de la obra de su maestro y en ese interin las criticas habjan golpeado fuerte en el mi 108 V. El positivismo criminolégico argentino cimiento, el autor agrega ademas otras caracteristicas que serian propias del hombre delincuente y que sirven muy bien para identificarlo: la imprevision ¢ imprudencia, la vanidad, a las que se suman deficiencias culturales especificas como la practica del lunfardo y del tatuaje, asi como también extrafias particu- laridades en la caligrafia, “atrevida y fuertemente acentuada en el hombre enér- gico [y] borrada en los temperamentos indecisos” (DRAGo: 1888). Realizadas estas consideraciones descriptivas, cabe preguntarse qué impor- tancia tiene este trabajo ademas de haber sido la piedra de toque de un discur- so en germen. Los hombres de presa organiza una nueva representacién-del indi- viduo que puede devenir objeto de un proceso de criminalizaci6n: el supuesto autor de un delito ya no es mas el hombre-racional -signo de la libertad— que se empefiaron en mostrar los juristas que crefan en el dogma legal, sino mas bien un sujeto biogréfico: sujeto a una biografia. Asi, el delincuente deja de ser s6lo el simbolo representativo de un acontecimiento estrictamente juridico y se convierte en una identidad susceptible de ser comprendida en sus caracteres bioldgicos y morales (MarrEau: 1996). Como Io ha mostrado Foucaurr en diversos trabajos, el punto de referencia para ese pensamiento que reclama una tarea cientffica para el emergente saber criminolégico no es mas el hombre cuya accion se inscribe en el cuadro taxoné- mico que forman los delitos prescriptos en la ley, sino alguien que puede ser so- metido a un célculo: constituido por una pluralidad de fuerzas, eventualmente peligrosas, el individuo tiene no s6lo un nombre que Jo designa sino también, y sobre todo, una historia que lo describe. En la polémica acerca de cudles son sus caracteristicas mds importantes su morfologia fisica, su estado psicolégico, su nacionalidad, su grupo de pertenencia, su habitat doméstico y laboral, sus habi- tos~ se coloca en evidencia la necesidad de conocer con profundidad la identi- dad personal de los individuos. El hombre deja de ser una entidad casi anéni- ma; su existencia se liga ahora a una vida concreta y real, susceptible de ser analizada a partir de sus potencialidades y defectos, pero también a partir de los caracteres del grupo en la que ella se desarrolla y que designan la excepcionali- dad o adecuacién del individuo con el resto. E] suefio clésico de un crimen sin rostro y sin nombre comienza a ser alterado por la Ilegada de ese sujeto extra- fio que parecia destinado a redefinir las propias fronteras del pensamiento. Res- ta entender cémo los intelectuales del nuevo siglo, entre practicas y f6rmulas, reaccionaron a este nuevo escenario, a esta nueva cuestion. cleo duro de la teorfa lombrosiana, al punto de que el propio Lomproso se habia visto obligado a in- dicar algunos correctivos a su tesis sobre el atavismo. La principal admisién fue que las morfologias fisicas podfan ser un importante indicio para descubrir los rasgos criminales en una persona, pero no el tinico. 109 Parte Il. La sociedad y la nueva estrategia punitiva 3. Prescripciones criminolégicas para una reptiblica en marcha 3. 1. Médicos El desembarco del positivismo criminolégico en Buenos Aires en la década de 1880 fue el punto de partida de una colonizacién intensa del campo de co- nocimiento de la teorfa social local: a fines del siglo XIX, en un momento de re- definicién del programa politico, aquel pensamiento se sistematiza en la ense- fianza universitaria y se consolida a través de una notable serie de publicaciones. La institucionalizacién universitaria tiene lugar en 1897, cuando Francisco pz VEYGA (1866-1948), profesor sustituto de la Catedra de Medicina Legal de la Universidad de Buenos Aires, dicta el primer curso completo de Antropologia y Sociologia Criminal, siguiendo al pie de la letra los preceptos de la Scuola Positiva. Cuando, en 1899, este novel profesor asume la titularidad de esa catedra, el cur- so adquiere un rango oficial (pz VryGa: 1892). En pocos afios, su trabajo teéri- co-practico lo confirmarfa como uno de los pioneros de la criminologfa argenti- na; iniciado el nuevo siglo, se convirtié no sélo en el jefe del Equipo Médico del Servicio de Observaci6n y Reconocimiento de Alienados, dependiente de la Po- licia de la Capital, sino también en uno de los principales autores de la crimino- logia positivista (SaLEssi: 1995). Mas alla de este anclaje institucional, la criminologia se establece como un nuevo saber a partir de una importante cantidad de publicaciones que aparecen también en los tiltimos afios de la década del noventa y los primeros afios del siglo XX. La primera revista que encontré numerosos adherentes en el medio local fue “Criminalogia Moderna”. Fundada en 1898 por el italiano Pietro Gort, recogié y difundié los escritos de articulistas que ya conocian las obras de los cri- mindlogos italianos y en general los debates que tenfan lugar en Europa entre los juristas, los médicos y los nuevos socidlogos acerca del nuevo sentido que adquiria_la criminalidad!!, Fue publicada hasta 1900-y uno de sus méritos fue dar arraigo al nuevo saber en el medio intelectual argentino. En ella publica sus primeros escritos criminoldgicos el médico José INcENIEROS (1877-1925), quien enseguida, por su constante y fructifera produccién y también por su aguda mi- rada sobre la realidad argentina, se convertiré en el primer autor organico de la nueva disciplina. El trabajo de INcENtmros en la fertilizacién del naciente campo criminoldgico es enorme. En 1902 funda, junto a Francisco pz VEGA, los “Ar- chivos de Criminologia, Psiquiatria y Medicina Legal” (en adelante, Archivos), la mis notable publicacién seriada en materia criminolégica del pats y, asimismo, una de las mds reconocidas en el ambito latinoamericano!2. Fuera de sus escri- 11 Nétese que la revista de Gori se llama Criminalogia y no Criminologia. En la época habia una discusién sobre la denominacién que debia tener la disciplina, y Paul Tormvar proponia criminalogia, aduciendo que se trataba de una ciencia que estudiaba la criminalidad ‘(Pixes: 1998a). 12 4 partir de 1903, la serie cambia de nombre, paséndose a titular “Archivos de psiquiatria, Criminologia y Ciencias Afines’. 110 inolégico argentino tos tedricos que, por otro lado, son sdlo una parte de una inestimable obra que abarca el campo de la psiquiatria, la psicopatologia, la moral y la politica, INcr- NIEROS tuvo también una dedicada actuacion técnica. En 1907, como se vera, se hace cargo del primer Instituto de Criminologia que se abre en el pats y que tie- ne como objetivo realizar un minucioso historial de los presos alojados en la Pe- nitenciaria Nacional (TeRAN: 1979 y 1986; SaLEssi:1995). El nuevo saber criminoldgico tuvo muchos voceros notables en el ambito na- cional; no obstante, INGENIEROS y DE VeyGa bien pueden ser considerados los for- muladores més sobresalientes de las nuevas prescripciones criminalizadoras que declinaron con las nuevas exigencias politicas. Es en sus escritos vertidos en di- ferentes articulos de los Archivos, en suma, donde se pueden encontrar algunas referencias para entender los nuevos rumbos que tomaba el programa de la lla- mada lucha contra el delito. De la misma manera que se hizo cuando se examinaron los textos de los pe- nalistas dogmaticos, la lectura que se propone de la obra criminolégica elegida no tiene por fin desarrollar un juicio epistemoldgico de los enunciados crimino- l6gicos que permita mostrar la verdad o el error, el acierto 0 el escéndalo. Lo que se intenta més bien es identificar los principios que dan vida a una particular formula prescriptiva de criminalizacién: racionalidad del saber criminolégico, entonces, que dejaré ver los rambos que tomé el programa positivista. 3. 2, Cuidar la salud social La critica al pensamiento juridico-penal iluminista Como ya lo habia hecho Draco, el primer paso de INGENIEROS-es tomar dis- tancia de las premisas establecidas por el pensamiento juridico-penal clasico. Pa- ra el crimindlogo, la “escuela clsica del derecho penal’, al considerar el delito desde una dimensién meramente jurfdica se ve obligada a apelar a argumenta- ciones supuestas, pero nunca demostrables y, por tanto, la cuestién de método més importante es focalizar toda la atencién sobre la persona del delincuente: es el cuerpo del hombre, pero también las condiciones del entorno en donde de- sarrolla su vida lo que dara una base tangible a las especulaciones. En verdad, INGeNtRos esta preocupado por delimitar y diferenciar los cam- pos disciplinarios posibles: mientras a la dogm: nal le corresponde anali- zar la ley penal de modo que la actividad punitiva siga cierta légica, a la crim nologia le compete realizar un estudio de los criminales a partir de su materialidad corporal y de su existencia cultural en un ambiente determinado. Pero no es sélo un problema epistemolégico el que inquieta a INGENIEROs, sino también politico. El criminélogo sefiala que la dogmiatica habfa llevado a cons- truir una racionalidad juridica puramente formal de la actividad punitiva, que impide que la misma satisfaga las exigencias que son naturalmente propias de una sociedad que quiere protegerse del crimen. La racionalidad formal define, desde ese punto de vista, un modelo de accién poco satisfactorio 0 insuficiente para combatir al crimen. Para decirlo en términos weberianos: lo que late en las observaciones crimi nolégicas es la vocacién de promover un nuevo tipo de racionalizacién de las WwW Parte Il. La sociedad y la nueva estrategia punitiva . El camino que propone el crimindlogo no deja de estar plagado de acechanzas: de lo que se trata, a par- tir de la propia especificidad que ha alcanzado la problematica criminal gracias a la racionalizacién promovida por el pensamiento iluminista, es de construir una nueva representacidn de la criminalidad abierta al mundo natural y social, y de otorgar al castigo un nuevo estatuto que conecte a las instituciones juridi- co-punitivas con las supuestas necesidades reales de la sociedad -y del Estado~ en su lucha contra la criminalidad. \ Hacia una representacién biosociolégica de la criminalidad: la mala vida ECual seria el objetivo, entonces, de la criminologia? Realizar una descripcién de la actividad humana que permita identificar los caracteres intrinsecos de la criminali- dad en un momento histérico y social determinado. ¢CuAl serfa el método que utili- za? Construir un campo de observacién empirica sobre la vida del delincuente, que per- mita someter los postulados tedricos a pruebas de validacién cientifica. El campo criminoldgico puede pensarse, en todo caso, como un territorio en estado de guerra. Nunca hay una demarcacién estable de sus limites, que son definidos s6- lo parcialmente cuando ciertos autores, utilizando instrumentos que provienen de otros saberes constituidos, vinculan a la criminalidad con el hacer del hom- bre y la constituyen como un objeto posible para el pensamiento. Siempre el campo criminolégico es un lugar precario, un lugar plagado de encrucijadas y caminos inestables que se pueden recorrer de diversas maneras y con diferen- tes emociones. Sin embargo, la invencién de los problemas teéricos que se han producido en su seno no ha dejado de ser sustanciosa: las imagenes que los cri- mindlogos proyectaron gozarfan de una vitalidad prescriptiva capaz de dar un nuevo curso al pensamiento y a la accién practica en el campo punitivo. En 1905, Cornelio Moyano Gacirta, académico de la Universidad de Cérdo- ba, escribe La delincuencia argentina ante algunas causas y teorfas, un libro celebra- do por el mismisimo Cesare Lomproso que lo considera uno de los trabajos més importantes aparecidos en ambos continentes. En este trabajo aparece recepta- da de manera sistematica la representacién natural del delito, considerado un “ataque a la vida por la vida”. Resulta evidente que la preocupacién del autor es mostrar que el problema del crimen no se reduce a un problema de ilegali- dad juridica sino de una ilegalidad que es a la vez biolégica y social. Ello le per- mite realizar un anélisis pormenorizado de lo que considera “la propia esencia y naturaleza de la criminalidad argentina”, donde aparece desarrollada la tesis que vincula el aumento de la criminalidad al problema de la inmigracién y a la mezcla de las nacionalidades (MovANo Gacira: 1905, p. 43). Sin embargo, es en un escrito de José Incenteros de 1910, El delito y la defen- sa social, donde la tarea de disefiar una “definicién natural del delito” cobra ras- gos distintivos. Como punto de partida, el crimindlogo local tiene en cuenta el camino abierto por el representante més conspicuo de la Scuola italiana, Rafae- le GAROFALO. En su Criminologia, GAROFALO advertia que los estudios criminolégicos de, orientaci6n positivista, si bien Ilamaron la atencién sobre los equivocos en los 112

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