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His to Play With

Sam Crescent

(The Alpha Shifter Collection 12)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


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Sinopsis

Después de que unos cazadores hayan destruido su hogar


y matado a parte de su manada, Holly hará lo que sea necesario
para proteger a los que quedan. Incluso si eso significa perder
su virginidad con alguien que no es su compañero, un lobo malo
y temperamental que vive solo.
A Damon no le gustan las manadas, pero desde el momento
en que ve a Holly, la desea. Hay algo en esta loba con curvas.
Todo lo que ella tiene que hacer es someterse a él. Él puede
tener su cuerpo, pero ella jura odiarlo.
Mientras ella esté en su cama, de rodillas, o en cualquier
posición que él quiera, a él no le importa si ella lo detesta. Su
manada puede quedarse si ella acepta pertenecerle.
¿Pero qué pasará cuando llegue la luna llena?
Los cazadores se acercan y la manada acarrea problemas.
¿Es Damon lo suficientemente fuerte como para luchar
contra todos ellos por ella?

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Capítulo 1

Esto era una locura.


La ira se apoderó de Holly Meek mientras miraba a través
del gran comedor al desalmado bastardo.
—No puedes hablar en serio —dijo.
—No quiero el hedor de tu manada a mi alrededor. No
confío en los lobos que viajan en manada.
Ella se burló. —Te dije por qué tuvimos que movernos. Los
cazadores nos emboscaron. Perdimos buenos hombres y
mujeres. —Era un milagro que hubieran podido sacar a los
niños a tiempo. Los cazadores humanos eran raros, pero uno
de su manada los había traicionado. Por drogas, les había dado
toda la información que necesitaban los cazadores para
atacarlos.
Su padre no había estado preparado.
El baño de sangre se quedaría con ella para siempre.
Habían tardado semanas en tropezar con este pequeño
pueblo. No había muchos lugareños y se habían quedado en el
bosque, esperando su momento para unirse lentamente a la
comunidad, pero este hombre, Damon Barasic, los había
rechazado. Su olor cubría todo el pueblo, el bosque y los

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alrededores. No había ninguna otra señal de ningún otro lobo.
Sólo él.
Su padre se había acercado y se le había negado la
residencia.
Ahora Holly estaba en su gran casa, más bien una mansión,
intentando razonar con él. Todos estaban cansados. El
agotamiento significaba malas noticias en forma de lobo. Si
estaban demasiado cansados durante sus turnos, el lobo
tomaba el control por completo y quedaban a merced de su
bestia hasta que volvieran a dormir.
—¿Parece que me importa? —Ensartó un trozo de filete y se
lo metió en la boca, con la mirada fija en ella todo el tiempo.
—Bien. —Ella levantó las manos en señal de rendición. —
Siento haberte hecho perder el tiempo. Nos iremos mañana por
la mañana.
Los niños no estaban en condiciones de moverse. Holly no
sabía qué iba a hacer para que se movieran.
Se pasó los dedos por el pelo, girando sobre sus talones
para irse, ya haciendo planes.
—¿No vas a ofrecerme nada? —preguntó Damon.
Holly se detuvo y lo miró. —¿Perdón?
—Eres la hija del alfa, ¿no es así?
—Sí.
—¿Y no crees que podrías ofrecerme... una ofrenda de paz?
¿O convencerme de que te deje a ti y a tus roedores quedarse?

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—No somos roedores. —La ira le recorrió la columna
vertebral. La necesidad de defender a su manada era fuerte,
pero también sabía que no tenía forma de ganar si empezaba
una pelea con este hombre. Ella era fuerte, pero no estaba a su
altura. Su olor gritaba alfa. Se desprendía de él en oleadas, casi
lo consumía todo, era tan fuerte. —¿Qué quieres? ¿Dinero?
—No necesito dinero.
—¿Alguien que limpie tus tierras?
—No.
Esto se volvía más confuso a cada segundo. —Si no
necesitas a alguien que limpie tus tierras o tu casa, ¿qué
quieres?
—Quiero a alguien con quien jugar.
Esto la hizo fruncir el ceño. —¿Perdón? —Era un hombre
adulto, ella dudaba mucho que se refiriera a citas para jugar.
Damon se sentó. Su mirada recorrió todo su cuerpo antes
de volver a subir.
Sabía que como loba, su cuerpo era raro. La mayoría de las
lobas eran delgadas. Holly había sido una mujer más grande,
con curvas, durante toda su vida. De pequeña, había sido más
grande, y luego, de adolescente, había ganado aún más peso.
Después de su transformación, había mantenido todas sus
curvas y era una de las mujeres más grandes de la manada. Su
madre también era una mujer con curvas y el padre de Holly la
adoraba por completo. Su amor era algo que Holly esperaba
encontrar para sí misma.

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Todavía no había encontrado un compañero.
Nadie dentro de la manada la había reclamado y
ciertamente no había ningún sentimiento imperioso de
aparearse con nadie.
—Sabes lo que quiero decir —dijo él.
—Sé directo entonces.
—Quiero a alguien para follar.
Sus palabras resonaron en la gran sala. Holly se mantuvo
perfectamente en tensión.
—¿Fue lo suficientemente directo para ti?
—¿Es una broma?
—No bromeo con el sexo.
Ella miró más allá de su hombro. —¿Quieres poder elegir
entre las hembras de la manada? —No había manera de que
ella le pidiera a alguien que se acostara con este hombre a
cambio de la seguridad de la manada. Estaba fuera de
discusión.
—Diablos, no. A ti.
—¿Perdón?
—Ya me has oído. Te quiero a ti. A nadie más. —Sonrió. —
Holly, conviértete en mi juguete, alguien con quién pueda jugar,
y tú y tu manada de roedores podrán quedarse aquí
permanentemente.
Ella lo fulminó con la mirada. —No los llames roedores.
Él se encogió de hombros.

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Ella no podía creer que estuviera escuchando esto. Era una
locura. Él quería que ella se convirtiera en su... jodido juguete,
y a cambio, su familia y su manada estarían a salvo.
—¿Qué significa esto? ¿Tengo que acudir a ti cada vez que
me llames? —preguntó ella.
Damon suspiró. —No. Significa que tu familia y tu manada
se quedarán aquí y tú vivirás aquí. No volverás con tu familia.
Te quedarás aquí. Me pertenecerás por el tiempo que considere
necesario.
—¿Y cuando te aburras de mí?
—Dependiendo de lo bien que me sirvas, tú y tu familia
podrán quedarse a vivir en mis tierras.
Ella odiaba esto. —¿Y si me niego?
—Se irán.
—No me estás dando ninguna opción al respecto.
Damon se rió. —No estás en condiciones de tener opciones.
¿Crees que debo permitir que te quedes aquí por la bondad de
mi corazón?
—Sí.
—El mundo no funciona así.
—¿Nunca tuviste una manada? ¿No entiendes ese vínculo?
—Entiendo que las manadas son jodidamente crueles. —
Damon rugió con cada palabra. Ya no parecía tranquilo y
sereno. Ahora parecía listo para matar. —Por haber pisado mi
tierra, tenía derecho a matarlos a todos —gruñó cada palabra,
y ella sintió el calor de su ira.

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Este hombre era fuerte y poderoso. Mostraba claramente
tendencias alfa, y Holly se puso de rodillas.
—Por favor. Te lo suplico —dijo ella.
—Me lo suplicarás, Holly, pero esas son mis únicas
condiciones. Para que tu manada se quede, me perteneces.
—¿Tengo tiempo para... responder? —preguntó ella.
Él resopló. —Tu familia viene con un precio. Debería
haberlo sabido.
—¿Me pides que entregue mi cuerpo por mi familia y no...
ni siquiera puedo ir a avisarles?
—¿Crees que te permitirán entregarte a mí? —preguntó. —
¿Es tu manada lo suficientemente egoísta?
—No —dijo ella sin dudar.
—Entonces, no permitirán que vuelvas. Seguirán adelante
y se arriesgarán a la muerte y al caos por sus sentimientos
hacia ti. —se rió. —¿Y tú necesitas pensarlo?
Odiaba tanto a este hombre. Era frío. Insensible, y un
hombre tan cruel. El odio la consumía.
Su familia y su manada eran su mundo. A los veintitrés
años, había dedicado cada momento de su vida a la manada.
Incluso antes de cambiar, había estado allí ayudando, guiando
cuando podía.
Envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, miró la
frialdad que la rodeaba. Su casa era enorme, pero no estaba
habitada, no verdaderamente. Este hombre, este alfa solitario,
estaba solo. Había una historia sobre él. Ella no sabía cuál era,

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pero tenía la sensación de que, en el fondo, tenía que haber un
corazón latiendo dentro de su pecho, aunque estuviera lleno de
ultimátums.
—Tengo algunas... condiciones —dijo ella.
—¿Crees que estás en condiciones de decirme lo que
quieres?
—Sí.
—Bien. Entretenme entonces.
—No puedes hacerme daño. No puedes cortarme ni
romperme ningún hueso.
Él arrugó la nariz. —Me has entendido mal, quiero follarte,
no que te rompas. Si quisiera hacer daño, me desquitaría con
un saco de boxeo o me iría a buscar un oso de la zona para
hacerlo enojar. No te haré daño, pero te haré rogar por más. —
Se movió de la mesa, acercándose a ella.
Holly mantuvo la espalda recta, mirándolo fijamente
mientras él avanzaba. Su olor era más fuerte cuanto más se
acercaba. No la tocó, y ella inclinó la cabeza hacia atrás para
mirarlo. Damon era mucho más alto que ella, medía más de un
metro ochenta.
Extendió la mano, acariciando uno de sus mechones rubios
y colocándolo detrás de su oreja. Lo hizo sin siquiera tocarla.
El calor inundó su cuerpo.
Su reacción la molestó. ¿Cómo se atrevía a encontrar
alguna parte de este hombre atractiva? Tenía la intención de

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pertenecerle, pero nada más, nunca lo querría ni lo desearía. Él
tendría su cuerpo, pero eso sería todo.
—¿Crees que no puedo oler tu reacción hacia mí? Tu coño
está tan húmedo para mí ahora mismo, y tengo que decir, Holly,
que quiero probarte.
No la tocó.
Pasaron segundos.
Minutos.
Ella esperaba que él no retirara su oferta. Estaba tan cerca,
y la tentación de tocarlo era fuerte. ¿Qué demonios le pasaba a
su cuerpo?
Nunca había estado con un hombre. Nunca había deseado
ni el sexo ni el contacto. Durante la luna llena, cuando corría,
era testigo de parejas que se unían. Dentro de la manada de su
padre, no había que ocultar el amor. Todos los miembros lo
abrazaban. Ver a las parejas juntas la hacía anhelar su propio
compañero. Encontrar a su compañero no era tan fácil como
decían los libros. Algunos apareamientos llevaban tiempo.
—Acepto tus condiciones, Holly. No sufrirás ningún daño.
—Entonces acepto tu propuesta. Mi cuerpo y yo a cambio
de que mi familia y mi manada puedan quedarse aquí de forma
segura.
Acababa de entregar su destino a un monstruo.

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***
Después de que Holly aceptara sus demandas, él mandó
llamar a su mayordomo, Henry, para que la acompañara a sus
nuevas habitaciones. La necesitaba fuera de su vista antes de
inclinarla sobre la mesa y follarla como a un animal.
Su aroma era embriagador.
Se le hacía agua la boca y la polla se le ponía dura como
una jodida roca al sentir su persistente olor. En el momento en
que la vio en la linde del bosque, su lobo gruñó. Era la primera
vez en su vida que una hembra lo impulsaba a actuar. Había
querido reclamarla. Su manada la adoraba. Durante dos días,
los había observado sin que nadie lo viera. Ni siquiera su padre
alfa había detectado a otro alfa al acecho. ¿Qué clase de líder
no detectaba el peligro?
La manada no era fuerte. Todos eran... débiles. Por lo que
había escuchado, habían estado viajando durante días,
escapando de una cacería humana.
La mayoría de las manadas los habrían aceptado en sus
vidas con facilidad, pero él no. No había tenido nada que ver
con lobos en más de treinta años. Después de ser expulsado de
una manada y cazado por otra, juró que nunca permitiría que
ninguno se acercara a él.

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Ahora tenía una manada entera en sus tierras, y una que
estaba siendo cazada por humanos. No era una buena
combinación.
En cuanto a Holly, sus curvas, su sonrisa, se había
quedado en las sombras observándola. Su manada se sentía
atraída por ella. Cuando había un problema, ella era la primera
persona a la que acudían. El amor que todos sentían, él lo
percibía. Harían cualquier cosa por ella, por lo que no podía
permitir que volviera con su familia y en su lugar había enviado
un mensaje a la manada a través de Henry.
Se quedó en su comedor, esperando la inevitable
confrontación.
Su polla estaba tiesa. La necesidad de ir a follar era fuerte,
pero esperó.
Muchos creían que era un monstruo sin corazón, pero en
verdad, la vida lo había hecho así. Para Damon, era más fácil
vivir solo en su mansión que arriesgarse a dejar que la gente se
acercara.
Se frotó la sien y el recuerdo de Holly sonriendo a una de
las niñas llenó su mente. La niña había estado llorando
mientras corría hacia Holly. Había tropezado, cayendo, y se
había roto los vaqueros. Holly había usado algunos materiales
médicos, borrando el dolor de la niña, y luego la había
abrazado, levantándola y bailando.
De las lágrimas a la risa, él había quedado hipnotizado.

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La niña se había aferrado al cuello de Holly como un
salvavidas, y a ella no parecía importarle, llevándola en la
cadera durante el resto del día, alimentándola, ayudando a los
demás.
¿Qué clase de mujer era Holly?
La clase que se entregaría para conseguir un hogar para su
familia y su manada.
La puerta de su casa se abrió de golpe. Su padre finalmente
había llegado.
—¿Dónde está ella? ¡Holly! Holly!
Damon se puso en pie y se dirigió a la puerta para ver al
hombre en persona. Era alto, con el pelo largo y rubio atado a
la nuca. Los ojos ámbar se dirigieron hacia él con un gruñido.
—¿Qué clase de monstruo eres?
—Del tipo que da permiso para que tú y tus chuchos se
queden aquí.
—No por la bondad de tu corazón. Quiero a mi hija. No nos
quedaremos en tus tierras. Holly. —El padre lo fulminó con la
mirada. —¿Qué has hecho con mi hija?
Damon estaba listo para pelear.
No había manera de que este hombre se llevara a Holly lejos
de él. La había seguido mientras se dirigía a su casa después
de que él invadiera su manada y les dijera que se fueran. Ella
había dudado fuera de su casa, sólo para cuadrar sus hombros
y esperar a que llegara. Él había corrido a las cocinas donde le
esperaba una muda de ropa y su cena fría.

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¿Sabía ella que la había estado siguiendo?
—Estoy aquí —dijo Holly, apareciendo en lo alto de la
escalera. Todavía llevaba la ropa manchada con la que había
llegado. Se paró en lo alto de la escalera, con la mano en la
barandilla mientras bajaba lentamente.
Fue entonces cuando notó que se inclinaba un poco hacia
un lado.
Damon olfateó el aire y allí estaba. La joven estaba dolorida,
pero se negaba a mostrarlo. La irritación lo invadió. Había
estado tan ocupado prestando atención a su necesidad de ella
que ni siquiera se había tomado el tiempo de ver si estaba
herida. Se imaginaba que estaba bien.
—Holly, no tienes que hacer esto. Ninguno de nosotros
quiere esto. Debes volver a la manada y nos iremos.
—¿Y a dónde iremos? Tú y yo sabemos que esta es nuestra
mejor oportunidad. No tenemos otro lugar a donde ir, y con la
luna llegando en cuestión de días. Tenemos que... El
agotamiento no es un buen momento para cuando tengamos
que cambiar. Por favor, papá.
—¡No! Nos arriesgaremos. Ninguno de nosotros quiere esto
para ti. Podemos lograrlo. Todo lo que tenemos que hacer es
seguir adelante.
—No —dijo Holly. Llegó a su nivel y tomó la mano de su
padre, presionando un beso en cada una de sus manos. —
Sabes que esto es lo que hay que hacer. Lo correcto. Los niños

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que perdieron a sus padres, no necesitan que nos volvamos
locos sobre ellos. Necesitan estabilidad.
—No puedo pedirte que hagas esto por nosotros —dijo su
padre.
—Papá, nadie puede decirme o pedirme que haga algo que
no quiero hacer. Haré cualquier cosa por la manada. —Miró
detrás de ella para mirarlo. —Y él ha dado su palabra de que no
los echará. Pueden hacer una vida aquí. Todos podemos. Por
favor. No lo hagas más difícil. Quiero hacer esto por nosotros.
—Eres una buena persona, Holly. Sabes que no te
pediríamos esto.
Ella sonrió. —Lo sé, pero por eso tengo que hacerlo. —Ella
le soltó las manos y lo rodeó con sus brazos.
Damon observó cómo su padre le apretaba la nuca en un
abrazo. No le gustaba el amor que desprendían. Nunca había
sido testigo de tales muestras de afecto en público.
—Vete —dijo Damon. —Y considérate afortunado de que no
vea tu invasión en mi propiedad como el insulto que es.
Holly dio un paso atrás. Damon le puso las manos sobre
los hombros, sujetándola contra él. Para cualquiera que mirara,
parecería que la tenía cautiva, pero la verdad era que
simplemente la mantenía erguida.
Su padre la miró por última vez antes de girar sobre sus
talones y marcharse.
Maldito cobarde.
—Estás dolorida.

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—No es nada.
En cuestión de segundos, la tuvo en sus brazos y la llevó a
su dormitorio. Henry le había mostrado el dormitorio de
invitados. Cerrando la puerta de una patada, fue directamente
a su cuarto de baño y la colocó en la encimera, cerca del lavabo.
—¿Qué estás haciendo?
—Cuidando de ti. —Sacó el material médico del armario
que había debajo del lavabo y se acercó a ella.
Alcanzó su camisa y ella le apartó las manos de un
manotazo. —No me toques.
—Estás dolorida. Las heridas no tratadas aún pueden
causar infección y muerte en un maldito lobo, Holly. No seas
tan jodidamente terca. ¿Crees que puedes escapar de esto
muriendo? Si te mueres sobre mí, tu manada será expulsada.
Ella se levantó la camisa para que descansara bajo sus
tetas. Tenía el abdomen magullado y varios cortes a lo largo de
su cuerpo. También captó el lado derecho cosido a mano que
parecía limpio, pero doloroso.
—Joder, Holly.
—Me... dispararon. No fue más que un roce, pero... duele.
Chasqueó los dientes, enojado con los humanos por
haberlos cazado.
—¿Por qué no se lo dijiste a tu familia? —preguntó.
—Estaban todos corriendo. Yo estaba ayudando a un niño.
No tenían por qué saberlo.

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—Pero todos se hubieran culpado si caías muerta por una
infección. Mujer estúpida.
—Sólo porque no entiendes lo que es el amor y la
compasión. Estaba haciendo lo que podía por mi familia.
—Y mira a dónde te llevó —dijo.
—Ni siquiera me conoces. No tienes derecho a hablar de
mis decisiones. Imbécil.
Él se rió. —Es bueno saber que todavía tienes una gran
lengua funcional.
—Ten cuidado. Muerdo.
—No puedo esperar.

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Capítulo 2
Unas semanas después

Holly no sabía lo que esperaba de este... hombre, pero


ciertamente no era paciencia. Él le había dado un ultimátum, y
ella esperaba ser su juguete sexual desde esa noche. Pero
Damon no la había tocado sexualmente.
Se había tomado su tiempo para volver a coserle el costado,
con cuidado. El hombre fue amable incluso cuando le atravesó
la piel con la aguja para coserla. Le dio un analgésico suave.
Pero el dolor no era tan fuerte. Ser disparada había sido peor.
Ver los cadáveres de sus seres queridos aún más horrible.
Damon le cambiaba regularmente las vendas y la cuidaba.
Su dulzura no era lo que ella esperaba y, de hecho, la
desconcertaba. ¿Dónde estaba el monstruo imbécil que exigía?
Sentada a cenar la séptima noche, lo observó mientras
trabajaba en su portátil. Cada noche, él cenaba mientras
trabajaba. Su atención estaba completamente dedicada al
aparato que tenía delante.
—¿A qué te dedicas? —le preguntó ella.

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Él levantó la vista y ella señaló su pantalla.
—Acciones y valores. Juego con los mercados.
—¿Y funciona?
—Mira a tu alrededor.
—¿No te preocupa una mala inversión?
—Nunca soy víctima de una mala inversión. —Cerró de
golpe la tapa de su portátil. —¿A qué te dedicas tú?
—Yo... cuidaba de los niños. Era como una niñera o una
cuidadora.
—¿Lo encontrabas satisfactorio?
—Sí. —Ella miró su comida, su apetito disminuyendo bajo
su escrutinio. —No hay nada malo en ganarse la vida cuidando
a otros.
—No he dicho que lo haya, pero no hay mucho dinero en
ello.
—Tal vez no, pero no todo es cuestión de dinero.
—Nena, todo es cuestión de dinero. Cuanto más tienes, más
fácil es la vida. Seamos sinceros, si tu mochila hubiera estado
repleta de oro, no habrías necesitado negociar con tu vida.
—¿Por qué? Porque un hombre que lo tiene todo querría
más oro? No habrías modificado tu moneda de cambio.
—Ah, sí, ¿y qué te hace estar tan segura?
—Simple. Mira a tu alrededor. Estás solo. No hemos
conseguido ningún otro olor de una manada de lobos cerca. Con
tu gran tamaño y poder, diría que no serías capaz de usar
mujeres humanas, lo que significa que tienes que buscar

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mujeres de manada dispuestas que no estén apareadas.
Imagino que son raras de encontrar.
—Te sorprendería.
Los celos la invadieron. —Si las mujeres son tan fáciles de
encontrar, ¿por qué yo?
—¿Por qué no tú?
—Vamos, Damon, con tu dinero, podrías tener la mujer que
quisieras.
—Nada en esta vida es gratis. Si quieres quedarte aquí, hay
un costo. Agradece que no haya pedido todas las hembras de
tu manada.
Ella apretó la mandíbula, enojada con él.
Terminando su comida, estaba decidida a mantener sus
fuerzas para la luna llena. El dolor que había estado
experimentando desde su huida había desaparecido, y lo había
hecho bajo la atenta mirada de Damon, lo que sólo la enfurecía
aún más. El hijo de puta no debería haberla ayudado. No quería
estar en deuda con él, y desde luego no quería tener ningún
motivo para que le cayera bien.
Henry, la única persona que vivía con él como mayordomo,
entró para retirar sus platos una vez que terminaron.
—Buenas noches —dijo ella, esperando hacer una huida a
su habitación.
—Espera —dijo Damon.
Ella se detuvo junto a la mesa y lo miró fijamente.
—Ven aquí.

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—No soy un perro.
—Ven aquí. No me hagas repetirlo otra vez.
Quiso discutir con él, pero en lugar de eso, se acercó hasta
ponerse al lado de su silla. —¿Qué?
Él la agarró por la cintura y la acercó para que se pusiera
entre él y la mesa. Damon se puso de pie, sin dejarle otra opción
que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo.
Estúpido hombre alto. Lo odiaba por su altura.
Holly mantuvo las manos a los lados mientras él iba a por
la camiseta que llevaba, levantándola lentamente. Los
moretones habían desaparecido y el corte en el costado había
sanado. Ya le había quitado los puntos esa mañana, ya que no
había nada que coser.
Con la comida, el descanso y los cuidados médicos, su
cuerpo se había encargado del proceso de curación.
Sus dedos tocaron su cintura. —Es bueno ver que estás
curada.
Ella apretó los labios, negándose a darle una respuesta.
Él se rió. Su cara se acercó a su cuello y ella jadeó.
Inhalando profundamente, la loba que llevaba dentro se sentía
atraída por él. Quería salir a jugar.
Holly cerró los ojos cuando las dos manos de él la
levantaron y la colocaron sobre la mesa. Sus dedos se dirigieron
al botón de sus vaqueros, abriendo el cierre. Había enviado a
Henry a buscar la poca ropa que tenía. Cuando llegaron, se
había enojado y le había encargado unos nuevos.

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La sorprendió al conseguir la talla perfecta.
La cremallera que bajaba resonó en la habitación y, con un
gemido, no pudo evitar abrir las piernas cuando se los quitó.
Damon los tiró al suelo. Sus manos se dirigieron a sus
muslos y los abrieron.
La miró fijamente a los ojos. Una de sus manos le agarró la
nuca y le inclinó la cabeza para que lo mirara. —He sido un
hombre muy paciente.
—Una semana no es mucho tiempo.
—Lo dice la mujer cuyo coño está empapado y desesperado
esperando que te folle.
Apretó los dientes, negándose a ceder ante él. Damon la
hacía querer someterse y luchar contra él al mismo tiempo.
Mientras mantuviera la boca cerrada, era más que tolerable.
Damon seguía abriendo la boca, y ella no sabía cómo conseguir
que se callara para hacer esto más fácil.
—Te odio —dijo.
—Puedes odiarme todo lo que quieras, pero eso no impide
que me desees.
—No te deseo. —La mentira salió de sus labios con
facilidad.
—¿No? —Él presionó una mano entre sus piernas. Las
endebles bragas que llevaba no eran rival para él. Deslizó sus
dedos por debajo de la tela con facilidad, y ella jadeó cuando le
acarició el coño.

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Para su vergüenza, la encontró empapada. Hundiendo los
dientes en el labio inferior, trató de contener sus gemidos.
—Puedes intentar ocultar esto todo lo que quieras, pero
ambos sabemos a quién deseas. —Se inclinó tan cerca que ella
esperaba que la besara.
Se dirigió a su cuello, pasando la lengua por su pulso. —
Acuéstate.
Quiso discutir con él, oponer más resistencia. En lugar de
eso, se apoyó en el tablero de la mesa, con la intención de
negarle todo.
—Puedes seguir mirándome. No me importa. —Él le levantó
las piernas para que estuvieran en el borde de la mesa. Sus
grandes manos estaban en el interior de sus muslos, y cuando
tocó los labios de su sexo, ella jadeó mientras él la abría.
El gruñido de él resonó en la gran sala y ella lo miró
fijamente, sorprendida, mientras la mirada hambrienta que él
le dirigía le provocaba un calor de respuesta en todo su cuerpo.
Lentamente, él se movió, acercándose a su coño. Ella no
esperaba que le lamiera desde la entrada hasta el clítoris, pero
eso fue exactamente lo que hizo, rodeando su capullo antes de
volver a bajar. Cada vez que se acercaba a su abertura, ella
esperaba que la penetrara, pero en lugar de eso, la provocaba.
Ella estiró los brazos y se agarró al borde de la mesa.
Él soltó el interior de sus muslos y los labios del coño para
agarrarle el culo. Luego, su boca estaba en su clítoris,
atrayéndolo entre sus dientes, mordisqueándolo. Cada toque y

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cada caricia la hacían sentir dolor y gemir por más. La volvía
loca con cada segundo que pasaba.
Ningún hombre la había tocado así. Su lengua era puro
pecado, y ella no podía saciarse y no quería que se detuviera.
Su nombre salía de sus labios mientras él la empujaba más
y más alto, llevándola al límite del orgasmo, pero dejándola
atrapada en ese camino, negándose a dejarla caer. Cada vez que
ella creía que iba a correrse, él se contenía, manteniendo su
lengua en el mismo punto.
Era una locura.
El fuego recorría su cuerpo y sólo cuando él estuvo listo,
ella cayó al vacío. Gritó. Había llegado al orgasmo muchas
veces, pero ninguna como ésta. Nunca había experimentado
esto mientras su lengua bailaba entre sus muslos, aumentando
su necesidad. El placer era intenso, y Damon no se detuvo.
Ralentizó sus caricias, subiendo finalmente a tomar aire, y
cuando ella lo miró, vio su liberación en su cara.
El calor inundó sus mejillas mientras lo miraba.
Damon, este desconocido, acababa de darle su primer
orgasmo y en ese momento, ella lo odiaba por ello.
—Puedes disfrutar de eso siempre que quieras, dulce Holly,
sólo tienes que aprender a pedir más.

***

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Holly era una mujer obstinada.
Damon sólo la conocía desde hacía un par de semanas,
pero ya estaba cautivado. Trataba de evitarlo la mayoría de los
días, pero en el desayuno y la cena, él se empeñaba en sentarse
con ella. Todos los días, desde la primera vez que le había
lamido el coño, lo había convertido en un ritual. Cuando ella
terminaba de cenar, le exigía que se acercara a él y la abría para
deleitarse con su jugoso coño. Cada vez, ella intentaba
resistirse, pero su cuerpo sabía lo que quería mejor que ella.
Él adoraba el rubor que manchaba sus mejillas cuando
terminaba. Holly no se quedaba, y él se iba a su cuarto de baño
donde se ocupaba de su propia polla. Sin embargo, no era su
mano lo que quería. Esta noche, mientras miraba a Holly,
quería que esos labios gruesos y jugosos envolvieran su polla
por cualquier medio posible.
—Me han dicho que tu familia ha encontrado una pequeña
granja.
—¿Una granja?
—Cada uno de tu manada ha podido encontrar alguna
vivienda. —Le sonrió.
—Gracias.
—Yo no he hecho nada.
—Les permitiste quedarse. Eso es suficiente. —Se frotó la
sien. —¿Y los niños que perdieron a sus padres?

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—No tengo noticias de ellos, pero me imagino que en una
manada tan unida como la de ustedes, se ocuparán de ese
problema.
—No son un problema. —Ella lo fulminó con la mirada.
Él se rió. —Por supuesto que no.
—¿Por qué no tienes una manada? —preguntó ella.
—No necesito una.
—Está claro, pero ¿por qué no? Somos seres sociales. Estar
solo no es... una elección.
Levantó una ceja.
—A menos que te guste vivir solo, y si lo haces, bueno,
entonces tienes todo lo que querías, pero entonces no me
necesitarías. —Su cara se había calentado.
—¿Estás pensando en mí entre esos bonitos muslos?
—Eres vulgar.
—Y tú finges demasiado. Nuestra auténtica naturaleza es
ser abiertos y querer estar cerca.
—Exactamente, por eso no entiendo por qué estás tan solo.
—No me siento solo.
—Dime.
—No. —Dejó el tenedor. —No hasta que te lo ganes.
Suspiró. —Entiendo perfectamente por qué la gente no
quiere tener nada que ver contigo.
—Chúpame la polla y trágate mi semen, y te daré la
respuesta que quieres.

26
Henry ya se había hecho desaparecer. Damon le había
dicho que no estuviera mucho tiempo en ninguna habitación
cuando estuviera a solas con Holly.
El deseo que sentía por esta mujer aumentaba cada día.
Todo lo que tenía que hacer era olfatear el aire con su aroma, y
su necesidad aumentaba rápidamente. No podía recordar
ningún momento de su vida en el que su polla hubiera estado
tan dura, pero por Holly, estaba en un estado perpetuo de
hambre.
Ella apartó la mirada. —¿Por qué no puedes decírmelo?
—Nada en la vida es gratis.
—¿Y vas a hacer que tu misión sea mostrar a todo el mundo
eso?
—Sólo a ti. —Él le guiñó un ojo y ella gruñó.
—Eres un cerdo.
—Y piensa en lo que este cerdo le hace a ese coño. Incluso
ahora, tu odio hacia mí no se compara con lo excitada que
estás. Quieres chuparme la polla, Holly. Lo has hecho desde la
primera vez que te lamí el coño.
—¿Por qué eres tan vulgar? —preguntó ella.
—No creo en colorear mi lenguaje y jugar a las falsas
sutilezas. Veo las cosas como son y hablo sin rodeos. Al grano.
—Bien.
—Ya he terminado. Si quieres aprender más, ven a mi
habitación esta noche. Te estaré esperando. —Se apartó de la
mesa y se dirigió a su dormitorio. Damon no le había exigido

27
que compartiera su cama. Ella dormía en el dormitorio de
invitados más cercano a él. Cada noche, cuando ella se iba a
dormir, él se colaba en su habitación y la observaba.
Parecía tan tranquila.
Había visto cómo empezaba a curarse, a fortalecerse. La
flacidez había abandonado su cabello, y ahora estaba
abundante, las hebras rubias parecían más doradas que
nunca. Incluso sus labios eran de un rojo más intenso, y
aquellos hermosos ojos verdes le disparaban fuego esmeralda.
Después de quitarse la ropa, se dio una ducha rápida y se
puso una bata, mirando la puerta.
¿Acudiría Holly a él?
Había exigido que le perteneciera, pero aún no la había
utilizado. No había metido su polla dentro de ella aunque lo
deseaba.
Tiempo y paciencia.
Eso lo volvía loco y también lo excitaba. Había un placer en
la provocación y el tormento que no podía negar.
Llamaron tímidamente a la puerta y él le indicó que entrara.
Ella entró en su dormitorio. El camisón blanco que le había
comprado acentuaba esas curvas, la plenitud de sus tetas y
caderas, haciendo que sus pelotas se tensaran aún más.
—Quieres saber más sobre mí.
—Creo que es justo que sepa más sobre el hombre que me
chantajea con mi familia y mi manada.

28
—Ahora estás usando la palabra chantaje. No te retengo
aquí contra tu voluntad. Puedes irte en cualquier momento.
Eres tú quien ha elegido quedarse. —Apretó los dedos. —
Quítate el camisón.
Sus manos se cerraron en un puño durante una fracción
de segundo, pero luego se desenrollaron y alcanzaron el borde
del camisón para subírselo por la cabeza. No llevaba bragas, y
él pudo verla finalmente desnuda. La vista que tenía ante él era
mucho mejor de lo que había imaginado.
Le dolía la polla, y agarrando el cinturón de su bata, lo
arrancó de un tirón y lo abrió de par en par, dejando que cayera
al suelo. Envolviendo su polla con los dedos, se sentó en el
borde de la cama, trabajando su longitud mientras la miraba.
Esas tetas estaban hechas para ser chupadas. No podía esperar
a que colgaran delante de su cara mientras la follaba con
fuerza.
—Ven aquí.
—No me gusta que me des órdenes de esa manera.
—¿Quieres que te lo repita? —preguntó él.
Ella dio un paso hacia él, sus pisadas eran ligeras mientras
se acercaba. Con la mirada fija en ella, le rodeó la cintura con
un brazo, atrayéndola contra él, y se llevó un pezón a la boca,
chupando el duro brote rojo. Ella lanzó un gemido. Sus manos
se dirigieron a sus hombros, pero no lo empujó.
Esta mujer estaba llena de anhelos, hambrienta de
contacto físico. ¿Cómo es que nadie de su manada lo sabía? Era

29
una buena mujer, pero seguramente uno de los machos o
hembras debía saber que estaba desesperada por esto. La
habían dejado vulnerable, y ahora estaba en sus brazos, y él no
tenía intención de dejarla ir.
Después de pasar las manos por su espalda, le agarró el
culo, apretando la carne regordeta. Nada en ella era delgado, y
él no podía tener suficiente. Le dio un beso en el estómago y se
apartó.
—De rodillas.
Ella se hundió, con gracia. Su mirada estaba en su polla y
él vio cómo se lamía los labios.
Sonriendo, rodeó su polla con los dedos, sujetándola con
fuerza como si fuera un trofeo.
—Abre.
Sus labios se separaron.
—Saca la lengua.
Ella sacó la lengua.
—Ahora, lame. —Él esperó mientras ella cerraba la
distancia, su lengua deslizándose por su polla. La miró
fijamente, hipnotizado mientras trabajaba alrededor de la raíz,
cubriéndolo con su saliva. Empapándolo.
—Ahora chúpame.
Ella se detuvo en la cabeza, la punta de su lengua jugando
a través de la pequeña hendidura antes de cubrirlo con su boca.

30
Enredó su pelo en el puño, sujetándola mientras ella se
hundía en su longitud, tomándolo hasta que llegó al fondo de
su garganta.
Ella gimió, con ligeras náuseas, pero él la mantuvo en el
lugar, haciéndola esperar hasta que la liberó de su longitud.
Arriba y abajo, ella balanceó la cabeza, gimiendo alrededor de
su polla mientras le follaba la cara. Él alternaba entre
movimientos lentos y rápidos, profundizando en su garganta y
haciéndolo más superficial. Todo el tiempo, su orgasmo estaba
muy cerca. Las lágrimas salían de las esquinas de sus ojos. Al
tenerla de rodillas, a su merced, no pudo aguantar más.
—No te lo tragues hasta que yo te lo diga —gruñó, tomando
su boca con un último empujón, derramando su semen en su
lengua, inundándola.
Él se retiró, y Holly inclinó la cabeza ligeramente hacia
atrás para no perderlo todo. Acarició uno de sus pezones
mientras la observaba hasta que finalmente le pidió que abriera
la boca.
Ella lo hizo, y él vio su cremoso semen cubriendo su boca y
su lengua.
—Trágatelo todo.
Con las manos en su garganta, esperó a que ella lo tomara,
bebiéndoselo todo.
—Muéstrame.
Ella abrió la boca y no quedaba nada.

31
—Buena chica. Estoy solo porque mi manada me echó.
Odiaban tener un hombre más fuerte que su alfa. Me castigaron
por ser un alfa y no tener ninguna relación con la manada. Me
expulsaron.

32
Capítulo 3

—Me expulsaron.
Las palabras no dejaban de dar vueltas en la cabeza de
Holly a la mañana siguiente. ¿Era por eso que estaba solo? ¿La
única manada que se suponía que debía amarlo lo había dejado
de lado? ¿Por qué? Él era un alfa, no se podía negar. Ella podía
sentir la energía que se desprendía de él en oleadas. Incluso su
padre tenía dificultades para enfrentarse a él. La otra noche,
cuando su padre había venido a por ella, había sentido el
temblor en sus manos.
Damon era... poderoso.
¿Por qué no tenía una manada propia?
No tenía sentido. Era lo suficientemente fuerte como para
tener un ejército de hombres y mujeres. Damon había sido
bendecido con buena apariencia, y bueno, su polla ciertamente
no era algo de lo que burlarse o compadecerse.
Holly había visto a muchos hombres desnudos en su
manada, pero ninguno se comparaba con Damon. La desnudez
era muy común en su manada. No se escondían de la
naturaleza. Se frotó la sien mientras miraba su jardín. La lluvia
caía espesa y rápida.

33
Un día nublado y miserable, pero el aire estaba lleno de
aromas refrescantes. Siempre le habían gustado la lluvia y las
tormentas. Sus padres se habían enojado a menudo porque ella
salía de la casa en medio de la noche para ir a meterse en ellas.
Envolviendo sus brazos alrededor de las rodillas, se quedó
en los escalones de piedra de atrás, admirando la vista.
—¿Qué haces aquí fuera? —preguntó Damon, invadiendo
sus pensamientos.
Se giró para encontrar al hombre vestido con un traje de
negocios. Siempre llevaba pantalones negros y una camisa
blanca.
—Nada.
—¿Estás aburrida?
—No. Me gusta ver la lluvia.
Damon la confundía. Exigía que se quedara para usarla,
para follarla. Para tratarla como su propio juguete personal y,
sin embargo, nada. No había hecho nada más que lamerle el
coño y anoche, al chuparle la polla, ella había estado allí de
buena gana. Esto la volvía loca. No había sido forzada en
ningún momento.
Este hombre era un ser humano horrible. No tenía
compasión y exigía un pago por todo. Era dueño de su cuerpo.
Claro, la decisión había estado entre la espada y la pared, pero
no había sido precisamente difícil para ella.
—¿Qué es lo que te gusta de ella?

34
—Siempre me ha gustado, incluso de niña. Me encanta
estar en ella.
—¿Entonces por qué no lo estás?
Estaba tan cerca. El aroma masculino la asaltó, haciéndole
agua la boca. Se puso en pie, saliendo a la lluvia.
Extendió los brazos, girando en círculo, dejando escapar un
grito. Cerrando los ojos, inclinó la cabeza hacia atrás,
ahogándose en el agua. Se sentía tan bien. No quería que se
terminara.
Después de que pasaran los segundos y la lluvia siguiera
cayendo, oyó movimiento y supuso que Damon se había ido,
aburrido.
Abriendo los ojos, se giró para encontrarlo caminando hacia
ella con determinación. Se quedó perfectamente quieta, sin
saber qué estaba haciendo él.
Llegó hasta ella, le rodeó la cintura con un brazo, le hundió
la mano en el pelo y le puso los labios encima.
Ella gimió pero no le devolvió el beso. Era su primer beso.
Llevaba dos semanas con él y éste era su primer beso oficial.
Con las manos a los lados, no estaba segura de qué hacer.
—Devuélveme el beso —dijo él, que parecía conocer la
respuesta a todas las preguntas importantes de la vida.
Se presionó tímidamente contra él y su lengua se deslizó
hasta tocar la de él. Era toda la invitación que él necesitaba
para saquear su boca, profundizando el beso. Se tragó su
gemido.

35
Tan repentinamente como había comenzado el beso,
Damon la soltó, pero no fue muy lejos. Sus manos se dirigieron
a su camisa y Holly se encontró tirando de su caro traje de
negocios. Los botones salpicaron, la tela se rasgó bajo su
necesidad combinada.
En cuestión de segundos, Damon la tenía en el suelo
empapado, con el olor de la tierra rodeándolos.
La dura polla de él presionó contra su núcleo, y ella jadeó,
tensándose. Holly no sabía cuándo habían pasado de besarse a
que él estuviera a punto de tomarla.
A cámara lenta, él apoyó una mano en el suelo junto a su
cabeza, metiendo la mano entre ellos. La dura punta de su polla
se deslizó por su coño, golpeando su clítoris. Un placer
instantáneo la golpeó, sólo para que se paralizara mientras él
deslizaba la punta hacia abajo, dirigiéndose a su entrada.
No le había dicho que era virgen.
Desde que había cumplido dieciocho años, había visto
mucho sexo, lo sabía todo, pero nunca había tomado un
compañero o un macho. Nunca nadie le había hablado como lo
hacía Damon, y mucho menos se había acostado con ella.
De un fuerte empujón, Holly sabía que iba a doler, lo que
no sabía era exactamente cuán doloroso. Gritó, clavando las
uñas en los hombros de él, tratando de apartarlo.
Damon se quedó quieto. —Eres virgen.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras lo miraba. Asintió
con un movimiento de cabeza, y esta vez, él maldijo.

36
El calor llenó sus mejillas mientras lo miraba. Vio la rabia
y el disgusto, sabiendo en el fondo que todo era culpa suya.
Damon presionó su cabeza contra la de ella. No estaba del
todo dentro de ella. El dolor sordo seguía ahí, capturando su
aliento con cada segundo que pasaba.
Le acarició la mejilla. —Mírame.
Ella abrió los ojos, y él estampó sus labios en los suyos,
besándola. No se movió, sólo la besó con fuerza y pasión.
Holly retiró las uñas de su carne y le devolvió el beso,
soltando un pequeño gemido mientras él le mordía los labios.
El dolor había disminuido. Solo había una molestia.
—¿Quieres que me detenga?
—No.
—No quiero hacerte daño.
—La primera vez de una mujer siempre es dolorosa. Nada
de lo que hagas va a cambiar eso.
Él soltó un gruñido, que despertó su necesidad. Su coño se
tensó, y Damon le sujetó las manos, apoyándolas contra el
suelo mientras empezaba a deslizarse dentro y fuera de ella. No
había prisa en sus movimientos. Fue lento y constante. Se tomó
su tiempo.
La excitación de Holly regresó mientras él trabajaba su
coño, acariciándola más fuerte, y ella comenzó a sentir el calor
llenando su cuerpo.
—¡Joder! —Damon empezó a machacar en su interior, ya
no lo hacía lentamente.

37
Le encantaba la sensación de su polla mientras la tomaba,
entrando y saliendo con fuerza y rapidez, sin tratarla como un
cristal roto, sino poseyéndola. Le soltó las manos para agarrarle
las caderas. La fuerza de su agarre le dejaría moretones
mañana.
Ella estaba tan cerca del orgasmo, pero Damon encontró su
liberación primero. Su polla lanzó su semen en su interior
mientras ella lo observaba sobrellevar la ola de su orgasmo.
Disfrutó viendo cómo se corría mientras permanecía arrodillado
entre sus muslos abiertos. Había algo hipnótico en verlo.
Damon no retuvo nada. Se dejó llevar por completo.
Terminó de liberarse, pero la sorprendió aún más al
retirarse de ella, haciéndola estremecerse.
La sujetó por el culo, levantándola, y luego su lengua se
burló de su clítoris.
Holly no creía que fuera capaz de correrse, pero bajo su
mano, la sorprendió acercándola y llevándola a un orgasmo que
la dejó gritando.
Besó su clítoris y la bajó al suelo. Su semen ya había salido
de su coño, goteando hasta su ano.
Se hizo el silencio entre ellos.
La lluvia golpeaba sus carnes y Damon la sorprendió
levantándola en sus brazos.
Ella soltó un grito, envolviéndolo con sus brazos,
sujetándose con fuerza mientras él la llevaba desnuda hasta la

38
casa. —Damon, bájame. No hace falta que me lleves. Puedo
caminar.
Él se negó a soltarla.
Su cuerpo era puro músculo, y no había forma de conseguir
que hiciera lo que no quería.
No tuvo más remedio que permanecer entre sus brazos
mientras él la llevaba hasta su cuarto de baño. Holly se estaba
acostumbrando más a ducharse en su cuarto de baño que en
el suyo propio.
La colocó en la tapa del retrete y ella lo observó mientras
empezaba a preparar un baño, añadiendo algunas sales y
probando el agua.
Damon cerró el grifo y la agarró, sumergiéndola en el agua
caliente.
Ella emergió a la superficie, haciendo burbujas, y sintió los
dedos de él alrededor de su cuello. Esto no era un juego.
Estaba enojado. —¿Por qué no me dijiste que eras virgen?
¿Estaba enojado por ser su primera vez? Era extraño, ya
que ella pensaba que a los hombres les gustaba ser el primero
de una mujer.

***
Una virgen.

39
Damon no podía creerlo y, sin embargo, todas las señales
habían estado ahí si tan solo hubiera mirado. Ella siempre
había dicho que ningún hombre la había tocado. Él había
imaginado que ella exageraba un poco. ¿Cómo podía ser virgen
una mujer tan jodidamente sexy y con tantas curvas?
No tenía sentido.
Holly le agarró la muñeca. El miedo brilló en sus ojos con
la forma en que se ensancharon. No le importó.
—¿Estás enojado?
—Por supuesto que estoy enojado. Esto lo cambia todo.
—No cambia nada. No es que me hayas dado ningún 'si' o
'pero' cuando me dijiste que querías usarme como un juguete
para follar. —Ella lo miró fijamente.
Maldita sea. Realmente lo estaba presionando.
No tenía intención de hacerle daño. —Deberías haber dicho
algo.
—Porque es fácil introducir esa pequeña información. Hola,
Damon, sí, definitivamente follaré contigo para que mi familia y
mi manada puedan tener un hogar seguro, pero por favor, te
advierto que soy virgen. —Hizo su voz aguda antes de bajarla a
su tono normal. —Como si hubiera hecho alguna diferencia.
—¿Cómo?
—¿Qué?
—¿Cómo es que todavía eres virgen?
—No he tenido sexo con nadie. Suele ser la razón.

40
Estuvo tentado de asustarla un poco más, de apretarle el
cuello, pero en lugar de eso, se apartó para mirarla fijamente.
Le rodeó la nuca con los dedos. —No te hagas la listilla conmigo.
—Es todo lo que sé.
—Te azotaré el culo si sigues así.
Se rió. —La mayoría de los hombres estarían felices de ser
la primera vez de una mujer.
—Oh, estoy feliz, Holly. Créeme, saber que mi polla está roja
de sangre virgen, me hace jodidamente feliz. Pero sabes lo que
esto significa, ¿no?
—No significa nada.
—Significa que eres mía. Había una fecha de duración en
tu culo, pero ya no la hay. Me pertenecerás por completo.
—Cómo te atreves. Nada ha cambiado.
—Todo lo hizo en el momento en que hice estallar esa dulce
cereza.
—No me asustas, imbécil. Haré de tu vida una miseria.
—Adelante. No tienes ni idea del tipo de vida que he vivido.
Intenta hacerme miserable. —Estrelló sus labios en los de ella
para impedir que siguiera hablando.
Ella empujó su hombro, pero él continuó besándola. Había
olido su sangre virgen en su polla y el recuerdo de su grito se
quedaría con él para siempre. No era un monstruo. Si hubiera
sabido que era virgen, no le habría creído, pero habría intentado
ir con cuidado.

41
Había habido tantas oportunidades para tomarla, pero en
lugar de eso, había esperado hasta que llegara el momento
adecuado.
Verla bajo la lluvia, la sonrisa en sus labios, lo había
golpeado con fuerza. Su lobo la había deseado, pero él también.
El momento había sido entonces. La sensación de que su cereza
le había sido entregada y su grito, habían sido partes iguales
una alegría y una rabia.
Holly era suya en todo lo que importaba.
Rompió el beso y se metió en la bañera, levantándola y
colocándola entre sus piernas abiertas. Ella se derrumbó contra
él, su mano fue a su corazón mientras lo miraba fijamente. —
Podrías haberme pedido que me moviera.
—¿Dónde está la diversión en eso? —Recorrió su cuerpo
con las manos, amando la forma en que ella se encontraba
contra él. Bajó hasta su culo, le dio un apretón a la curva y
gimió. —Tienes un cuerpo tan follable. No me canso de verlo. —
Le besó el cuello y no se sació de cómo se sentía entre sus
brazos.
Se hizo el silencio entre ellos mientras él la dejaba
descansar.
Todavía no podía creer que fuera virgen. Nunca había
estado con una virgen en todos sus cuarenta años. Todas las
mujeres que había tomado habían estado tan hambrientas y
desesperadas de contacto como él.

42
Vivir solo era fácil, pero no podía negar que había
momentos en que su lobo echaba de menos la presencia de otro
lobo. Tener a Holly y a toda su manada cerca ciertamente haría
su vida mucho más fácil de manejar.
—¿Por qué te echaron de la manada? —preguntó ella.
Su voz sonaba muy suave, casi somnolienta. —No te doy
ninguna información sin algo a cambio.
—¿Así que tomar mi virginidad no es algo que consideres
digno?
Gruñó. —Sí, lo considero.
—Entonces, según tus reglas, tienes que compartir. —Ella
se acomodó un poco de cabello húmedo detrás de la oreja,
mirándolo.
—No hay ninguna razón por la que me hayan expulsado.
No una razón definida. El alfa a cargo, creo que se sintió
amenazado por mí.
—¿Porque eres un alfa natural?
—Sí.
—¿Pueden hacer eso? Pensé que tenías que representar
una amenaza o al menos, desafiarlo. ¿Lo desafiaste?
—No, no lo hice —suspiró, frotándose la sien.
—¿No rompió alguna regla?
—No. No creo que haya ningún tipo de regla para que un
alfa haga lo que cree que es lo mejor para la manada. —Se
encogió de hombros. —Eso es todo lo que hizo. Sintió que yo lo
desafiaría y debilitaría a la manada. Me expulsó antes de

43
permitir que eso sucediera. —El recuerdo, incluso ahora todos
estos años después, era cruel.
—¿Qué edad tenías? —preguntó.
—Justo antes de mi decimonoveno cumpleaños.
—¡No! —jadeó Holly. —¿Qué clase de monstruo hace eso?
Sé que algunos lobos ni siquiera se han acostumbrado a su lobo
todavía. A mi padre no se le ocurriría expulsar a nadie.
—¿No lo ha hecho?
—No. No sé si te das cuenta, pero somos una manada
amante de la paz. A mi padre no se le ocurriría hacer daño a
nadie.
—Tu padre no es un buen alfa.
—Lo dice el hombre que fue expulsado de su manada sin
una buena razón.
—¿Tu padre se ha encontrado con otro lobo alfa? —
preguntó él.
—Sí —dijo ella, sorprendiéndolo.
—¿Qué?
—Mi padre no tiene miedo de los futuros alfas. Les ofrece
orientación e incluso les consulta sobre asuntos de la manada.
Cree que ayudar a otros alfas, aunque se vayan y formen sus
propias manadas, es una gran herramienta para la paz y la
creación de alianzas. No tiene miedo de nutrir a la siguiente
generación, incluso si eso significa el riesgo de ser desafiado.
—Tu padre es un tonto.

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—Mi padre es un gran hombre. —Ella trató de levantarse,
pero con la forma en que él la sostenía, no había posibilidad de
escapar. Sin embargo, a él le gustaba que ella luchara, y por
eso la mantuvo sujeta.
—No vas a ir a ninguna parte hasta que esté listo y
dispuesto.
—Eres un idiota. ¿Alguien te lo ha dicho alguna vez?
—Acabas de hacerlo, y un par de veces antes.
Ella lo miró fijamente. —Suéltame.
—No. Vas a estar dolorida, Holly. En caso de que te lo
preguntes, no he sido suave contigo. Otra razón por la que estoy
tan enojado contigo. Quédate quieta y sé una buena chica.
—No soy un maldito juguete.
—Eso es cierto.
—Eres... intolerable.
—Probablemente otra razón por la que me expulsaron de
mi manada.
—No hagas bromas sobre eso. No es gracioso.
—Nunca dije que lo fuera.
Holly se recostó de nuevo, y él le acarició la espalda,
amando su cercanía. La dichosa paz del silencio, pero tenía la
sensación de que no duraría.
—¿No lo echas de menos? —preguntó ella.
—¿Qué?
—Ser parte de una manada.

45
—Mis experiencias con todas las manadas son malas. No
confiaría en nadie a mi alrededor, así que no, no lo echo de
menos. —En parte era mentira. No echaba de menos los juicios
ni las peleas.
Suspiró.
—Si nos dieras una oportunidad, podríamos darte una
verdadera sensación de formar parte de una manada y de estar
en casa.
—Con el debido respeto, fueron obligados a abandonar sus
hogares debido a los cazadores humanos. Nunca he oído hablar
de algo así. —Besó la parte superior de su cabeza. —Deja de
pensar en ello. Lo hará más fácil.
Ella se levantó y sacudió la cabeza. —No puedo no pensar
en ello, Damon. Fue tan... aterrador. —Se estremeció.
—Nada te va a hacer daño aquí, ¿de acuerdo? Estoy aquí.
—Eso no les importa. Atacan y cazan por deporte. No les
importa no invadir los hogares —suspiró.
Suspiró.
Se acomodó de nuevo en sus brazos y el agua comenzó a
enfriarse.
Él esperaba en que hubiera tenido suficiente tiempo para
aliviar el dolor. No la tomaría de nuevo esta noche, pero
ciertamente no esperaría. Su polla ya estaba dura como una
roca ante la idea de follarla de nuevo.
Damon quería estar dentro de ella, sentir cómo se corría
mientras la llenaba con su semen. Cuando el agua estuvo

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demasiado fría, levantó el tapón, y con su fuerza, la movió,
levantándola en sus brazos y llevándola hasta el dormitorio sin
siquiera secarlos.
—¿Damon?
—Shh, todo está bien —dijo él.
La metió debajo de las sábanas, subiendo detrás de ella.
Rodeándola con un brazo, la acercó, acercando su cara a su
cuello y respirando.
—Confía en mí. Duérmete.

47
Capítulo 4

—¿Y si entra Henry?


—No lo hará.
Holly miró hacia la puerta con un suspiro. Estaban en su
oficina. Damon había solicitado su presencia mientras ella
estaba en el jardín. Henry la había acompañado hasta su 'amo'.
Era como había empezado a referirse a Damon dentro de su
cabeza.
—Desnúdate. Despacio.
Llevaba unos vaqueros y una camiseta. Había muchas
faldas y vestidos en su armario, pero no se atrevía a ponerse
ninguno, ya que no creía que le quedaran bien.
Con la mirada puesta en él, no pudo hallar ningún motivo
para discutir con él. Esta mañana, se había despertado en sus
brazos para descubrir que él la estaba observando. No quiso
decirle cuánto tiempo llevaba haciéndolo, pero había sido
suficiente.
Le había besado los labios antes de salir de la cama,
alegando que tenía mucho trabajo que hacer. Ella no sabía qué
podía ser tan importante para él. Toda la mañana había revivido
la noche anterior. La forma en que él la había tocado. Sus

48
manos en su cuerpo. La sensación de él en su interior. Cada
parte de ella se había inundado completamente de placer. Pasó
mucho tiempo en el jardín, ya que no tenía su olor. No estaba
acostumbrada a estar tan excitada.
Incluso su loba estaba inquieta dentro de ella.
Se quitó la camiseta, dejándola caer al suelo, seguida de los
vaqueros. En ropa interior, esperó la siguiente instrucción.
—No. Todo fuera.
Se quitó el sujetador y las bragas.
Ahora desnuda, puso las manos en las caderas,
permitiéndole a él mirar con atención. —¿Te gusta lo que ves?
—le preguntó.
—No tienes ni idea.
Por la forma en que su mano se movía, ella supo que se
estaba tocando. Pasaron unos segundos, y ella oyó el sonido de
su cremallera deslizándose hacia abajo. Un calor de respuesta
inundó su coño. Estaba increíblemente excitada en ese
momento.
Todo lo que quería era sentir su toque.
—Puedo olerte desde aquí.
—¿Quieres ver todo de mí? —Con las manos en las caderas,
comenzó a girar lentamente, dándole una vista completa.
Cuando estuvo de espaldas, él gruñó.
—Inclínate, déjame ver ese bonito culo. Quiero que lo abras
para mí.

49
Ella se inclinó hacia delante, sujetando sus nalgas y
abriéndolas.
—Oh, joder, mira ese coño. Estás tan mojada para mí. Ven
aquí.
Ella se levantó y se acercó a él. En el momento en que
estaba al alcance de su brazo, Damon la agarró y la movió para
que su espalda estuviera todavía hacia él. Su polla rozó su
entrada, y ella jadeó mientras la hundía lentamente en su polla.
Centímetro a centímetro se deslizó dentro de ella.
Dejando caer la cabeza contra su hombro, no pudo
contener sus gemidos de placer.
—Joder, sí —dijo él. Sus manos se acercaron a sus tetas,
apretándolas, juntándolas. Pellizcó los duros capullos. —Tócate
el coño —dijo.
Ella metió la mano entre los muslos y se tocó el coño,
deslizando los dedos hacia arriba y hacia abajo por su coño.
Damon soltó sus pechos, yendo hacia sus caderas. —No te
detengas.
La sostuvo en sus brazos y la movió hacia arriba y hacia
abajo por su longitud. Ella continuó tocando su coño mientras
él la tomaba.
—Lo único que haría esto mejor es que estuviéramos
sentados frente a un espejo. Podrías ver tu bonito coño lleno de
mi polla. —Le lamió el cuello antes de hundir los dientes en su
carne.
Ella gritó cuando él rompió la piel, marcando su cuerpo.

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—No puedes aparearte conmigo.
—Puedo aparearme contigo, Holly. Nadie más va a tener la
oportunidad de estar contigo.
La fuerza de sus embestidas la dejó sin aliento.
Pidió más mientras él la llenaba, yendo más fuerte y más
profundo en su interior.
—Córrete para mí. Ahoga mi polla con tu crema.
Ella no esperaba correrse tan rápido, pero con unas pocas
estocadas, lo hizo, gritando su nombre. Se estiró hacia delante,
apretando el borde de su escritorio, empujando hacia arriba y
hacia abajo en su longitud mientras su orgasmo la tomaba
completamente por sorpresa.
Se clavó los dientes en el labio.
El sonido de sus cuerpos mojados resonaba en la
habitación.
Damon no había terminado. Se levantó, moviéndola hasta
que quedó apoyada contra su escritorio. Empujó todo lo que
había en el camino. Todos sus libros y bolígrafos salieron
volando hacia el suelo. La agarró por las caderas, y si ella
pensaba que ya la había follado antes, ahora sabía que él le
estaba mostrando cómo debía ser, ser tomada por él. La
mantuvo en el lugar mientras la penetraba. El escritorio no se
movía y la penetración de Damon no cesaba.
Su dura polla no dejaba de golpear dentro de ella, haciendo
que su propia excitación fuera cada vez mayor. Ella se aferró al

51
escritorio y sus pelotas golpearon su coño, cada golpe
excitándola.
—Joder, qué bien te sientes. Tan jodidamente apretada.
Estás hecha para mí, Holly. Hecha para que te folle. —La
penetró por última vez, y su gruñido llenó la habitación,
haciendo que se le pusiera la piel de gallina por todo el cuerpo.
Este hombre era todo un alfa y mientras derramaba su semilla
dentro de ella, ella no quería otra cosa que someterse a él.
Cuando terminó, Damon no se retiró, se quedó con ella,
jugando con su espalda, acariciando líneas y remolinos
alrededor de ella.
—Puedes preguntarme cualquier cosa —dijo.
Ella se apartó un poco el pelo detrás de la cara. —¿Así es
como va a funcionar esto? ¿Sexo por respuestas?
—Hasta ahora ha funcionado.
Ella suspiró. —¿No echas de menos formar parte de una
manada?
—¿De verdad? ¿Vas a desperdiciar tu única pregunta en
eso? Es una maldita tontería.
Sonaba disgustado con ella, pero su curiosidad se impuso.
—Las reglas son las reglas, y ¿necesito recordarte que son
tus reglas? —Ella esperó. No tenía dónde ir.
—Bien. No, no lo hago. Llevo tanto tiempo sin manada que
ni siquiera pienso en ello. La verdad es que ni siquiera sé cómo
se maneja una. Es todo extraño para mí.

52
Esto la hizo sentirse increíblemente triste por él. —Debe
haber sido duro estar solo a los diecinueve años —dijo ella.
Él suspiró. —No siempre estuve solo, Holly. Encontré otras
manadas, pero no me hicieron querer unirme a ellas.
Ella había sentido las cicatrices en su cuerpo. —¿Qué
hicieron?
—Holly, esa es una segunda pregunta.
Ella suspiró. —Está bien, esperaré hasta que estés listo
para decírmelo, pero odio la idea de que estés solo.
—Holly, cariño, me odias.
Ella se rió. No pudo evitarlo. —No te odio, no realmente. No
soy capaz de odiar a nadie. —No sabía cuál era la mejor manera
de explicarlo, y se sentía muy raro tenerlo hasta las pelotas
dentro de ella. El único hombre con el que había estado era el
mismo que la mantenía aquí para proteger a su familia.
—Te sorprendería saber lo que serías capaz de hacer
cuando te llevan al límite.
—¿Es por eso que odias tanto a las manadas? ¿Te han
llevado al límite?
—Esas son otras dos preguntas.
—No estás jugando limpio.
Se retiró de ella, y cuando ella quiso levantarse, él le puso
la mano en la espalda. —Quédate ahí.
Ella se quedó quieta, oyéndolo sentarse.
Su cara estaba en llamas. No sabía por qué necesitaba que
se quedara quieta. —¿Qué pasa?

53
—Estoy viendo cómo mi semen se derrama de tu coño.
Ella jadeó cuando los dedos de él estuvieron de repente
entre sus muslos, empujando su semen dentro de ella.
—No estoy tomando la píldora —dijo ella.
—Ambos sabemos que la píldora no funciona con las lobas.
La única persona que puede dejarte embarazada es tu
verdadero compañero. Levántate.
Encontrar a tu verdadero compañero no era fácil. Las
parejas podían estar juntas durante años y nunca tener hijos
ya que no eran una verdadera pareja apareada. Había veces que
deseaba que fuera tan fácil como decían en los libros. Veías a
tu verdadero compañero y era una pareja hecha en el cielo.
Nunca era tan fácil y apestaba.
El embarazo, el encuentro de lobos o la unión de mentes.
Eran las tres formas de encontrar a un compañero. Dos de las
tres requerían estar en forma de lobo. La habilidad de unir
mentes era escuchar los pensamientos del otro en forma de
lobo.
Sus padres se conocieron usando eso. Luego, por supuesto,
sus lobos se habían atraído el uno al otro, y luego se habían
quedado embarazados de ella.
Los verdaderos compañeros eran una cosa alegre.
Ella deseaba poder experimentarlo una vez. No podía
comunicarse con ninguno de los lobos de su manada, ni había
atracción. Todo apestaba.

54
—Es hora de que vayas a limpiarte. Tengo trabajo que hacer
—dijo Damon.
Tal vez sí lo odiaba un poco.

***
—¿Qué pregunta quieres que te responda? —preguntó
Damon, pasando las puntas de sus dedos por la espalda
desnuda de Holly.
Había trabajado toda la tarde y durante toda la cena. Holly
se había sentado en la mesa, observándolo mientras hacía clic
en su ordenador.
—¿No es hora de que tú me hagas una pregunta? —
preguntó Holly. —Y eso no cuenta como una pregunta.
Él se rió. —Bien. ¿Has encontrado a tu compañero?
—No.
—Eso fue rápido.
—Ambos sabemos lo que tiene que pasar para encontrar un
compañero. Nunca he tenido tanta suerte. —Se encogió de
hombros. —Tal vez un día sí la tenga, pero por ahora, no.
Sigamos adelante. ¿Qué te hicieron?
Damon estaba irritado. —Tengo dos preguntas. Hace un
momento te hice una. —Después de terminar su trabajo, había
estado tan hambriento de su cuerpo. La había llevado a la
ducha, follándola con fuerza contra la pared de azulejos.

55
La mayor parte del día había actuado de forma insaciable,
y sólo gracias a su control se había mantenido a raya. De lo
contrario, la habría follado varias veces hoy. Más de lo que ya
había hecho.
Ella había sido virgen, y él quería que se recuperara.
Hacerla sufrir no le serviría de nada. —Bien. Pregunta.
—Háblame de la noche con los cazadores —dijo.
Holly se tensó. —Yo... ¿tengo que hacerlo?
—Hablaré de mi experiencia con las manadas.
Ella exhaló un suspiro y se dio la vuelta, agarrando la
manta mientras se sentaba. La colocó sobre sus tetas y debajo
de sus brazos. —De acuerdo, bien . —Se colocó un poco de pelo
detrás de la oreja. —Nosotros... vivíamos en una pequeña
comunidad. Como un pueblo. Tenía lo básico para las parejas
humanas normales que venían a la ciudad. Podíamos pasar
desapercibidos y podíamos olerlos en cuanto llegaban.
Él vio el atisbo de una sonrisa en sus labios.
—Me encantaba ese pueblo. Tenía un supermercado, pero
casi todas las demás tiendas eran artesanales, ¿sabes? Hierbas
y remedios naturales. Vivíamos cerca de un bosque y casi
siempre buscábamos lo que necesitábamos allí. Éramos un
grupo terrenal. —Soltó una risita. —Sin embargo, solíamos
tener patrullas. La gente de la manada se quedaba despierta
para vigilar en caso de que alguien llegara a altas horas de la
noche. También sabíamos de la existencia de cazadores, pero
nunca habíamos conocido a ninguno.

56
Las manos de ella temblaron, y él extendió la suya,
tomando una entre las suyas.
—Daniel, era padre reciente de una niña. Tomó el turno. —
Ella apretó los labios. —No lo consiguió, pero fue capaz de hacer
sonar la alarma para alertarnos de los intrusos. Estaba muy
oscuro. La alarma era una estándar. Creo que tenía un sonido
similar al de las alarmas de tsunami o algo así. Mi padre pensó
que sería bueno. Conoceríamos el sonido y los demás asumirían
que estábamos haciendo algún tipo de simulacro. Ese ruido me
asustó mucho. Sólo lo había oído antes cuando se realizaba un
simulacro. —Miró sus manos. —No tuvimos mucho tiempo
antes de escuchar a alguien en nuestra casa.
—Lo entiendo —dijo Damon.
—Oí los gritos. Hombres, mujeres e incluso niños.
Disparos. Creo que lo que me asustó tanto fue el sonido de las
risas. Estaban felices de matar a los de nuestra especie. Mi
padre mató al hombre que entró en nuestra casa. Le cortó la
garganta, y fue la primera vez que vi una auténtica muerte como
esa. Salimos a la calle y los vi a todos. Tenía que haber al menos
veinte, si no treinta cazadores. Todos vestidos de negro. Tenían
pistolas y cuchillos. No podía creer lo que estaba pasando. Los
niños estaban huyendo. Sus padres habían sido asesinados.
Corrí a buscarlos. Ahí vi a Daniel. Lo habían destripado desde
el estómago hasta el cuello, pero no estaba... no estaba muerto.
Llevaba un medallón alrededor del cuello que le había regalado
su mujer. Recuerdo que lo mostraba porque tenía una foto de

57
su esposa y su hija recién nacida. Me dijo que lo tomara. Que
cuidara de su familia y que sentía no habernos salvado a todos.
Murió sosteniendo mi mano.
Damon le apretó la mano y se acercó para secar las
lágrimas. Sentía su dolor. Se le revolvió el estómago al pensar
en lo que ella había pasado. No podía permitirlo. No podía
permitir que los humanos le hicieran daño nunca más.
—Nadie te hará daño aquí —dijo.
—Damon, no puedes hacer promesas como esa. Mi padre
nunca pensó que nos atacarían. Nunca cazamos en su
territorio, manteniéndonos en el bosque. Nunca hicimos daño
a nadie, y mira lo que pasó. —Se secó las lágrimas que caían
por su cara. —Lo siento.
—No te disculpes. ¿Lo lograron la esposa de Daniel y su...
hija?
—La hija sí. Fui a su casa. Su esposa ... había sido
destripada de la misma manera. Tuvo tiempo de esconder a la
niña. La oí gritar. La agarré y corrí.
—¿Dónde está ahora?
—Con la manada. Todos nos turnamos para cuidarlos, ya
sabes.
Asintió con la cabeza.
—Así que esa es la historia más triste que tengo que
compartir. ¿Y tú?
Damon no podía creer lo que escuchaba. El miedo y el dolor
de Holly eran palpables. El lobo dentro de él se agitó, y tuvo

58
hambre de sangre, de venganza. Estaba jodidamente furioso
porque alguien había hecho sentir así a su compañera. Damon
se detuvo. ¿Compañera? No, Holly no era su compañera. Sólo
era su juguete. La usaba para sus propias necesidades.
Nuestra.
El pensamiento resonó en su mente mientras la miraba.
No. No iba a dejar que su lobo tomara el control. Holly era
sólo un poco de diversión, nada más. No iba a verla como algo
más. No había ninguna compañera para él.
—Las manadas que... visité, me obligaban a someterme a
su alfa —dijo Damon. Señaló varias cicatrices en su cuerpo que
había usado tinta para cubrir. No necesitaba la compasión de
nadie, ni le importaba recibirla.
—Tienes muchos tatuajes.
—Tengo muchas cicatrices. —Suspiró. —Me temían, Holly.
Así que me hicieron pagar. —Señaló una cicatriz en su brazo.
—Ves esto, me encadenaron, usando plata. Sabes que no nos
afecta, pero también pusieron ácido en las cadenas.
Holly hizo una mueca de dolor.
—Sí, tuve que estar encadenado ya que uno a uno, todos
los machos de la manada me golpearon. Si me liberaba, debía
irme inmediatamente. Recibí treinta golpes antes de liberarme
y atacar. Me detuve antes de matar a su alfa.
—¿Por qué? —preguntó ella. —Habrías podido formar parte
de su manada. De gobernarlos. Eres un alfa, Damon, no puedes
negarlo.

59
—¿Por qué querría formar parte de una manada que me
había hecho daño? No quería nada de ellos y ciertamente no
quería guiarlos. Quería matarlos. Otra manada me persiguió e
intentó matarme. La historia es la misma durante los siguientes
cinco años de mi vida después de ser expulsado de mi hogar,
Holly. Entonces simplemente... me rendí. Dejé todas las
manadas. Aprendí sobre los mercados de valores. Trabajé como
camarero, aceptando todos los trabajos que pude hasta que
gané mucho e invertí bien. Encontré este lugar, lo renové, y
compré la tierra a mi alrededor. Poco a poco, pedazo a pedazo,
me encontré a mí mismo de nuevo. No necesito una manada.
Nunca la he necesitado.
Holly le tocó la mejilla. —Siento mucho que esas manadas
te hayan hecho eso. No saben lo que perdieron.
Él la miró fijamente a sus ojos verdes. —Holly, no tienes
que tener sentimientos por mí. Estás aquí para mantener a tu
familia a salvo. Recuérdalo.
—Oh, claro, sí. —Ella lo soltó y él extrañó el contacto de
ella.
La tensión en la habitación aumentó y él se puso de pie. —
Necesito algo de comida.
Sin mirar atrás, salió del dormitorio, bajando a la cocina
donde encontró a Henry preparándose un chocolate caliente. El
hombre era un amante del chocolate. Tenía que comer al menos
un cuadrado al día o era un bastardo malhumorado.
—Hola, señor —dijo Henry.

60
—Te dije que no me llamaras señor cuando estuviéramos
solos —dijo Damon. Todavía estaba completamente desnudo, al
igual que Henry.
—Lo sé.
Henry era un lobo, pero era un lobo débil. Uno que no podía
cambiar. Durante una de sus visitas a las manadas hace
muchos años, había estado encadenado con Henry. Los
hombres y mujeres habían torturado y abusado de Henry
durante años. Lo mantenían encadenado porque no creían que
su mente fuera estable.
Durante los pocos días que había estado con esa manada,
Damon había aprendido que Henry era muy estable, y que sólo
quería irse. La manada no se lo había permitido. ¿Por qué
permitir que su saco de boxeo se fuera cuando podían usarlo
cuando quisieran?
Damon lo había salvado cuando se fue. Habían estado
juntos desde entonces. Él cuidaba del hombre. Henry no
necesitaba ser su mayordomo o incluso trabajar para él, pero
era lo que quería hacer.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
—Esa chica te está afectando.
—No necesito que me digas eso.
Henry se rió. —Señor, realmente creo que sí.
Miró a su amigo, agarrando la leche de la nevera, y se sirvió
un vaso grande. Holly se estaba metiendo bajo su piel. Debería

61
dejarla ir, pero la sola idea de hacerlo iba en contra de todo lo
que quería.

62
Capítulo 5

Al día siguiente, Holly frunció el ceño al ver a Damon


avanzando hacia ella. Había dormido en sus brazos la noche
anterior y se había despertado esta mañana para ver que él se
había ido. No estuvo en el desayuno, y cuando le preguntó a
Henry, éste le dijo que Damon había salido por la mañana a
hacer unos recados.
Poniéndose en pie, se acercó a Damon.
—Vamos, ponte unos zapatos.
—¿Qué pasa?
—Pensé que te gustaría ver cómo está tu manada —dijo
Damon. —No tengo todo el día. Vamos. Date prisa. —Se dio la
vuelta para irse.
Ella lo agarró del brazo. —¿Espera? ¿Mi manada?
—Sí. Tengo el coche esperando. Vamos.
Había dejado sus zapatos en el frío suelo de cemento,
optando por ir sin zapatos para sentir la hierba bajo sus pies.
Después de ponérselos, se giró hacia él con una sonrisa. La
emoción encendió un fuego en su estómago. —Estoy lista.

63
La tomó de la mano y, juntos, atravesaron su casa, saliendo
directamente por la puerta principal, hacia el coche. Henry se
encontraba en el asiento del conductor.
—¿Henry?
—Tengo curiosidad —dijo Henry.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Damon asintió, y Holly miró entre los dos hombres, sin
estar muy segura de lo que pasaba entre ellos. Parecían estar
comunicando algo entre ellos. Estaba muy emocionada sólo por
estar en el coche.
Salieron de la casa de Damon y ella miró detrás de ella para
ver las puertas cerrarse, bloqueando al mundo.
—¿No quieres que nadie entre?
—No soy un tonto. Sé que si la gente estuviera decidida a
entrar, lo haría. Es mi trabajo hacerles la vida difícil, y lo hago
muy bien. —Le guiñó un ojo.
Ella sonrió.
Damon aún no le había soltado la mano.
Se apartó un poco de pelo de la cara. —¿A dónde fuiste esta
mañana?
—Fui a patrullar.
—¿Patrullar?
—Quería asegurarme de que era seguro.
—Pero Henry dijo que estuviste fuera toda la mañana.
—No patrullé mi terreno, Holly. Fui más allá.

64
—Oh. —Ella lo miró. —¿Tú... fuiste a buscar cazadores?
—Los hombres que entraron en sus casas de esa manera
los siguieron. Tengo que hablar con tu padre y con los hombres
que son capaces de cazar —dijo Damon.
Le dio un apretón en la mano. Su estómago se había
tensado. —Hemos huido durante días —dijo ella. —No hay
forma de que nos encuentren.
—Si alguien de tu manada fuera capturado te sorprendería
lo que estarían dispuestos a hacer para poner fin al dolor.
La sola idea de que uno de los suyos los usara para
liberarse la hizo sentir mal. —Yo nunca haría eso.
—Nunca digas nunca —dijo Damon. —No has caminado
con los zapatos de la tortura. No siempre podemos ser
responsables de las decisiones que tomamos.
—¿Lo has hecho tú? Sé que es una pregunta. Olvídalo —
dijo ella.
—No. Nunca he hecho algo así. Prefiero morir que
arriesgarme a hacer daño a alguien que me importa. Quien
ayudó a los cazadores fue un egoísta —dijo Damon. —Necesito
hablar con tu padre para entender completamente la situación.
El miedo le recorrió la columna vertebral. —¿No vas a...
obligarnos a irnos?
—Ya veremos qué pasa cuando lleguemos a ese punto —
dijo Damon. —Por ahora, relájate.

65
A ella le resultaba imposible relajarse, sobre todo a medida
que se acercaban al pueblo. El olor de la manada y de los
humanos se mezclaba.
Henry estacionó en el único espacio disponible en la plaza
del pueblo. Damon se bajó primero y le tendió la mano.
Ella la tomó.
—Tu manada está cerca, pero están siendo cuidadosos.
—¡Holly! —Su nombre fue gritado por la voz de una joven.
Se giró para ver a Cathy, una de las niñas cuyos padres
habían sido asesinados. Inmediatamente se agachó para
recogerla.
—Hola, mi dulce niña —dijo, besando su cuello. —Te he
echado de menos.
—Yo también te he echado de menos. ¿Dónde has ido? La
gente dice que estás con un hombre malo. Tú no te irías con un
hombre malo. —Cathy frunció el ceño.
Holly se rió. —No, no estoy con un hombre malo. Me estoy
quedando con un amigo. Damon, me gustaría que conocieras a
mi muy especial amiga, Cathy.
La joven inclinó la cabeza para mirar a Damon y soltó una
risita. —Es muy bonito.
Holly se rió, y las mejillas de Damon se pusieron de un tono
rojo intenso.
—Sí, es muy apuesto, pero también es mi muy buen amigo.
No hay nada de malo en él. Lo prometo. ¿Sabes dónde está mi
padre?

66
—Está dando una conferencia en el salón. —Señaló hacia
el gran edificio.
—Gracias, cariño.
Holly vio que Natalie, una mujer muy embarazada, se
apresuraba hacia ellos.
—Lo siento mucho —dijo Natalie. —Sólo te vio y corrió. —
Holly sonrió. —No pasa nada. Natalie, me gustaría
presentarte a Damon. Damon, esta es Natalie.
La otra mujer levantó la mano mientras la otra se dirigía a
su estómago.
—¿Todavía no hay señales de parto?
—No, este bebé no quiere salir. No es que lo culpe, ni a él
ni a ella. —Natalie había llamado a su hijo 'él' o 'ella' durante
todo el embarazo. Se negaba a averiguar el sexo. Se llevó a
Cathy con ella. —Tu padre te está esperando.
Damon la tomó de la mano ahora que estaba sin la niña, y
echó de menos a los niños.
Con Henry siguiéndolos, pasaron por delante del pequeño
edificio que decía ser una guardería. Todos los niños corrieron
hacia la ventana y la golpearon, saludándola, llamándola por
su nombre.
—Eres muy popular —dijo Damon.
—Me encantan los niños.
Suspiró y les devolvió el saludo. Esperaba que tuvieran
tiempo para visitarlos. Estando con Damon las últimas
semanas, empezaba a extrañar a su manada.

67
Caminaron hacia el ayuntamiento.
—¿Hay muchos humanos aquí? —preguntó ella.
—No. No lo suficiente como para preocuparse —dijo
Damon.
—Eso es bueno. —La manada no podría establecerse si
hubiera muchos humanos alrededor.
Entraron en el ayuntamiento, y Holly fue inmediatamente
recibida por amigos y familiares. Todos ellos de la manada.
Benjamin se apresuró y la abrazó. Había sido un amigo
cercano en un momento dado. Durante el primer cambio de
ambos, él había llorado mucho y se había quejado, rogando que
ella lo matara. Había luchado contra el hecho de ser un lobo
durante tanto tiempo que el primer cambio había sido
insoportable. Tampoco ayudó que creyera haber encontrado un
remedio para evitar convertirse. Ella se había quedado con él
toda la noche.
Su propio cambio había sido pacífico, sin ningún tipo de
dolor.
Damon soltó un gruñido y Benjamin retrocedió
inmediatamente.
—Lo siento. —Inclinó la cabeza, sometiéndose a Damon, lo
que la sorprendió.
—Nadie la toca —dijo Damon.
Holly miró a Damon, agarrando su mano. —Por favor —dijo
ella. —No quieren hacer daño. Son más que una manada. Son
mi familia y quiero... sentirlos. Por favor.

68
Él la miró fijamente. —No.
—Tienes todo lo demás. Han pasado un par de semanas.
Nunca he estado separada de mi manada. Estoy esforzándome.
Por favor.
Él continuó mirándola fijamente. Ella estaba a punto de
rendirse, pero él tomó su mano. —Mientras yo sostenga una
parte de ti.
Era un compromiso.
No entendía su necesidad posesiva hacia ella. No era que
ella amara a ninguno de esos hombres y mujeres de manera
íntima.
De camino a la parte delantera de la sala, hombres y
mujeres la abrazaron, preguntándole si estaba bien. Algunos le
dijeron que olía raro. Supuso que era por Damon. El olor de la
manada no estaría tan incrustado en su carne al haber estado
con él.
En el momento en que vio a su padre, intentó soltar la mano
de Damon, pero él la sujetó con fuerza.
Su padre se acercó a ella, al igual que su madre.
—Holly —dijo él.
—Cariño —dijo su madre.
La abrazaron mientras Damon tenía su mano dentro de la
suya. Esto tenía que ser incómodo para todos ellos.
—Me alegro mucho de que estés bien.
—¿Cómo están todos? —preguntó Holly. —¿Cómo se están
adaptando?

69
—Basta de esto —dijo Damon. —Necesito que me digan qué
pasó exactamente esa noche.

***
Damon odiaba esto.
Hombres y mujeres al azar acercándose a su mujer,
tocándola, oliéndola. Ella olía a él, no a la manada.
Holly le pertenecía a él. A su lobo no le gustaba que
estuviera cerca de nadie más que de él.
Se aseguró de que todos los hombres y mujeres fueran
conscientes de su molestia. Varios se inclinaron hacia otro lado.
Otros lo miraron directamente a los ojos, faltándole el respeto.
Era un gran error permitir que una manada se acercara tanto.
Ahora, mientras miraba a su padre, vio el mismo enojo.
Ambos eran alfas, pero sus olores no eran los mismos.
Su padre tenía poder.
—No tenemos que hablar de lo que pasó esa noche —dijo.
—Es mejor que cada uno exprese sus sentimientos y que
siga adelante —dijo su madre.
Damon los miró a los dos y negó con la cabeza. —Tienen
que entender que podrían haber traído el peligro hasta aquí. —
Habló alto y claro para que todos pudieran escucharlo.
—No hagas eso —dijo su padre.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Damon.

70
—Alfa.
Damon gruñó. —Estás en mi tierra. Ahora te llamarás
Meek1. —Era su apellido, y si se negaba a darle su nombre, era
sólo su culpa.
—Damon, por favor —dijo Holly.
Él seguía sujetando su mano, negándose a soltarla.
La sala estaba llena de hombres y mujeres enojados. No les
gustaba que tomara el control.
—Quiero que todos me escuchen, incluso tú. —Se dirigió a
su padre. —Si crees que has escapado del peligro, te equivocas.
Los cazadores no se rinden fácilmente.
—Corrimos durante días —dijo Meek. —No había rastro de
ellos cuando llegamos aquí.
—¿Qué hay del rastreo? ¿Crees que no tienen a alguien en
su equipo que pueda rastrearlos? —preguntó Damon. —Holly
me contó lo que pasó. Dijo que el guardia fue destripado. Los
cazadores no atacan a menos que estén seguros de la victoria,
y los hombres humanos, los cazadores humanos, son
pacientes. Pasarán tiempo observando, comprobando sus
patrones, sabiendo a dónde van, con quién lo hacen. Los
habrán observado durante semanas, si no meses. Un ataque a
gran escala como ese no fue una cacería cualquiera. —Ya se
había dado cuenta de esto mientras Holly le contaba lo
sucedido. —Ustedes son lobos. Son más fuertes y rápidos que

1 La traducción sería manso, dócil.

71
cualquier humano. Pueden matarlos con un golpe de brazo o
un chasquido de cuello. —Se giró para mirar la habitación. —
Esto no ha terminado.
—Damon, los estás asustando.
—Tienen que estar asustados. —Finalmente, miró a Meek.
—Sé que es difícil para ti pensar en esto, pero tienes que
enfrentarte a la realidad. Puedes despotricar sobre la paz y ser
amable. No me importa, pero no estás en tu pequeño mundo.
Estás en mi mundo, y ellos van a venir, te guste o no.
Su padre miró hacia abajo. —Me llamo Christopher. —Le
tendió la mano.
Damon la miró, tentado de ignorar el gesto, pero lo pensó
mejor. Estrechó la mano del hombre. —Damon Barasic.
Tenemos que hablar. —Atrajo a Holly frente a él. —¿Por qué no
vas a pasar un rato con los niños? Estoy seguro de que quieren
verte.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —preguntó ella.
—Cuando termine, nos iremos.
—¿Quién eres tú para darle órdenes? —preguntó Benjamin.
Le sostuvo la mirada.
—Está bien. Quiero ir. —Holly tiró de su mano para que la
soltara, e incluso esa acción fue dura. Él odiaba verla alejarse.
¿Por qué crees que es así?
¿Qué es ella para ti?
Es algo más que un juguete.

72
Damon apartó todos esos pensamientos al fondo de su
mente. No estaba de humor para pensar en lo que Holly
significaba para él. Ella era sólo un polvo dispuesto.
Con Holly fuera de la habitación, los hombres y las mujeres
lo miraron con odio. Sus gruñidos furiosos llenaron el aire, y él
se puso aún más molesto.
—Eso no funcionará conmigo. Todos sabemos que soy más
fuerte que ustedes.
—Podemos contigo —dijo un hombre a su izquierda.
Damon se rió y mantuvo su atención en Christopher. —
¿Quieres luchar contra mí? Podemos hacerlo, aquí y ahora,
pero seguiré conservando a Holly. Ella no se irá de mi lado.
¿Quieres arriesgarte a hacerle la vida imposible?
—Chris, no lo hagas. Este hombre se ha ofrecido a ayudar
—dijo la madre de Holly.
—Él sólo ayuda por un precio.
—Holly no querría esto.
—Ella no es alfa aquí.
—¡Chris! —dijo la mujer con un grito.
Finalmente, desvió la mirada, y la tensión en la habitación
se derritió.
—Soy Lidia, la madre de Holly —dijo ella, extendiendo su
mano para que él la tomara.
Le estrechó la mano, y Christopher gruñó en lo más
profundo de su pecho.
—¿Qué es lo que necesitas saber? —preguntó Lidia.

73
—Necesito todos los detalles. Si alguno de ustedes vio algo
sospechoso. También quiero saber su última ubicación
conocida.
—¿Por qué?
—Necesito volver para ver lo que dejaron atrás.
—Estaban quemando las cosas —dijo Christopher. —Vi lo
suficiente para saber que no queda nada de nuestra casa.
Damon suspiró. —Tal vez no, pero ustedes eran un objetivo.
No quiero que vengan cazadores hambrientos a darme
problemas. No es así como me muevo.
—No hay nada que puedas hacer para detenerlos cuando
vengan —dijo Benjamin. —Tienen armas. Pueden derribarnos
fácilmente.
—Somos más fuertes y rápidos que todos ellos. Un arma
nos aturde, y si nos dan de lleno, podemos morir, pero aún
podemos curarnos. —Volvió a prestar atención a Christopher.
—No son una manada de luchadores, ¿verdad?
—Sabemos cuidar de nosotros mismos —dijo.
—No me refería a eso.
Lidia se adelantó. —Nunca necesitamos hacerlo. No
creemos en la guerra ni en la violencia. Siempre hay una
respuesta pacífica.
—Eso hará que los maten. Está bien leer sobre esa mierda
en los libros de cuentos, pero hay gente real ahí fuera, humanos
y lobos, que nos perseguirán y nos matarán. Quiero que vengas
conmigo mañana —dijo. —Pasa por mi casa. Saldremos al

74
amanecer y nos acercaremos lo más posible a tu antiguo hogar.
Necesito conseguir un rastro de los hombres implicados.
—¿Por qué?
—Por si no te has dado cuenta, muchos turistas y viajeros
pasan por este pueblo todos los días. Quiero ser capaz de
detectar el mismo olor. Están en mi territorio. No son mi
responsabilidad, pero estoy seguro de que no quiero que
mueran.
—Él estará allí —dijo Lidia.
Asintió con la cabeza. —Hemos terminado aquí.
—Quiero recuperar a nuestra hija. Puedo olerla en ti. Ella
no es tuya —dijo Christopher.
—Un trato es un trato. Si la quieres de vuelta, puedes
empacar tus cosas e irte. Ella es mía hasta que me aburra.
—No me extraña que no tengas una manada.
—Sigues aquí por la bondad de mi corazón, así que te
sugiero que te guardes los insultos. Puede que sea un lobo, pero
no tengo tiempo para manadas. No puedo soportarlas. Tienen
un olor espantoso.
Mentía. Esta manada no olía como ninguna otra.
Era extraño; aparte de Henry, todos los demás lobos habían
olido igual. A veces acre para su sentido, pero también como si
faltara algo. Cuando era más joven, había buscado un hogar,
sólo para no poder encontrarlo. Nadie, excepto Henry, había
sido capaz de coincidir con él. Christopher y su manada, no

75
tenían ningún hedor vil que saliera de ellos. Olían libres y
salvajes. Eran puros.
No sabía por qué pensaba eso, pero lo hacía.
Henry lo siguió de cerca cuando salió del ayuntamiento y
se dirigió directamente a la guardería.
En lugar de irrumpir, abrió la puerta en silencio.
Entró en la habitación con Henry a sus espaldas para
observar a Holly rodeada de niños. En sus brazos había un
bebé. Se preguntó si sería la niña de la que le había hablado.
Otra niña tiró de su brazo, exigiendo un abrazo.
Natalie le quitó la bebé y Holly cogió a la niña en brazos.
Estaba fascinado por ella. Adoraba a esos niños, y ellos la
adoraban a ella. Desde que la había visto, sabía que era
especial. Su naturaleza amorosa brillaba.
Alguien tiró de la pernera de su pantalón y vio que era un
niño. Se agachó para ponerse a su altura.
—¿Qué pasa, pequeño? —preguntó.
—¿Eres el lobo grande y desagradable que está haciendo
daño a Holly?
—No. Holly y yo somos buenos amigos.
—Ella es amiga de todos. —Miró de nuevo hacia Holly.
—Yo me ocuparé de ella.
—Por favor. Ella es muy buena. Todos la queremos.
Tuvo la sensación de que todos lo hacían. Holly lo miró con
una sonrisa. Levantó la mano por cinco minutos más. No quería
compartirla ni un segundo más, pero al ver a los niños que la

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rodeaban, así como su amor general, no se atrevió a separarla
de ellos.

77
Capítulo 6

Al día siguiente, Holly golpeó la puerta con la mano,


impidiendo que su padre y Damon se fueran. —¡No!
—¿Crees que estás en posición de decirme lo que tengo que
hacer?
—No vas a ir. No vas a poner a mi padre o a ti mismo en
peligro.
—¿Ahora te preocupas por mí?
—Es un suicidio.
—Vamos a tener cuidado.
—No tienes ninguna razón para regresar. No hay nada
bueno que pueda salir de ver ... eso. ¿Sólo lo haces para hacer
miserable a mi padre? —La acusación salió de su boca antes de
que pudiera detenerla. En el momento en que lo dijo, se sintió
avergonzada.
—No tengo ninguna razón para hacer miserable a tu
familia, Holly. Si realmente pensaras con claridad en lugar de
hacerlo emocionalmente, entenderías lo importante que es esto.
Holly lo entendía, y por eso era tan molesto que tuviera
razón. —Es peligroso. Voy contigo.
Damon la agarró del brazo. —No.

78
—Si les pasara algo a los dos, no me lo perdonaría. No voy
a dejar que ninguno de los dos se vaya. Van a necesitar a
alguien allí.
—Vamos a investigar. No nos quedaremos mucho tiempo.
Quiero ver los daños, oler la zona e irme. Eso es todo.
Ella negó con la cabeza. —No.
—Cuidaré de tu padre.
—¿Quién cuidará de ti?
Él guardó silencio, y ella levantó lentamente la cabeza para
mirarlo, esperando ver una sonrisa de satisfacción. En lugar de
eso, parecía confundido. Su ceño estaba fruncido, como si
estuviera sumido en sus pensamientos.
—¿Estás preocupada?
—Sí —dijo ella. —No me preguntes por qué. No tengo
respuesta para eso, pero lo último que quiero es que alguno de
los dos termine muerto. —Ella miró más allá de su hombro, y
él ahuecó su mejilla.
—Sé lo que estoy haciendo. No voy a morir.
—Entonces llévame contigo. No tienes nada que perder con
eso. —Ella cubrió su mano con la de él. —Por favor. Soy una
buena rastreadora.
Si no la llevaban, sólo los seguiría.
Damon suspiró. —Bien. Harás lo que se te diga.
—Es todo lo que haces, decir. —Estaba en vaqueros y
camisa con un par de botas. Lista para ir de excursión en un
momento.

79
Después de seguir a Damon hasta el coche, su padre se
bajó y negó con la cabeza. —No va a suceder. Vuelve a entrar.
—No. Soy una mujer adulta.
—Soy tu alfa.
—Y yo soy tu hija. No voy a dejar que te pase nada. Me
quedaré alrededor, y eso es definitivo. —Subió a la parte trasera
del coche.
Su padre y Damon estaban delante, y Henry se quedó fuera
del coche.
—Te llamaré cuando estemos de vuelta. Ve a la ciudad. No
quiero que estés solo. Ayuda en lo que puedas. Hazles saber
dónde estamos.
Henry asintió. —Ten cuidado.
—Siempre lo tengo. —Damon cerró la puerta.
Su padre puso en marcha el coche y emprendieron el viaje.
Ella se sentó, consciente de la mirada de su padre en el espejo
retrovisor.
—Puedes dejar de enojarte conmigo.
—Holly, aquella noche fue una pesadilla. Ni siquiera sabía
si lo habías conseguido y ahora vuelves conmigo.
—Estoy haciendo lo que tengo que hacer. Los dos van a
regresar. Alguien tiene que vigilar sus espaldas. —Exhaló un
suspiro de alivio. Sentada de nuevo en el coche, miró al techo.
Odiaba los coches. Eran un mal necesario, pero prefería
caminar. No había nada mejor que sentir la tierra bajo sus pies.
Los zapatos también eran un problema para ella.

80
En su pueblo, a menudo se la encontraba deambulando por
las calles sin nada en los pies. Los niños siempre se reían de
ello. Echaba mucho de menos el amor y la comodidad de su
hogar.
Nadie hablaba.
Observó a Damon y a su padre mientras miraba por la
ventana.
—¿Cuánto tiempo llevas sin manada, hijo? —preguntó su
padre.
—No soy tu hijo. Tenemos la misma edad.
—Ah, ¿entonces tienes casi setenta años?
Holly sonrió.
—¿Tienes setenta años? —preguntó Damon.
—Tengo buenos genes. Como parte de ser alfas y lobos
felizmente apareados, envejecemos lentamente. Es otra razón
por la que evito la guerra y la violencia. Lastimar a otros
garantiza traer enemigos a tu puerta. Soy un hombre pacífico.
Mi manada valora la paz. No tenemos interés en todos esos
asuntos desagradables.
—Sabes que eso te hace raro, ¿verdad?
—Supongo que vienes de una manada violenta. Una donde
el alfa fue desafiado a una pelea. ¿Estoy en lo cierto?
—¿Alguna vez has sido desafiado? —preguntó Damon.
—Varias veces.
—¿Y has matado a tu competencia? Y yo que pensaba que
eras un hombre pacífico.

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Su padre se rió. —No eres un hombre muy confiado,
¿verdad? He luchado. He dicho que no me gusta pelear, no que
no haya peleado nunca. No hago daño a ninguno de los
hombres o mujeres que han intentado ocupar mi lugar dentro
de la manada. Por supuesto que tiene que haber una pelea. Se
lanza un reto, y hay que cumplirlo. Lo que no hago es matarlos
o herirlos. Los desarmo. Pelear es más que matar, y hay mucho
poder en la piedad.
Damon resopló. —Un día vas a morir. Eres demasiado
indulgente.
—Lo dice un lobo solitario de cuarenta años contra un alfa
de más de setenta de una gran manada. Creo que yo soy el que
tiene la experiencia aquí, hijo.
Intentó no reírse, pero era muy difícil no hacerlo. Damon
sonaba tan arrogante y seguro de sí mismo. Eso no era
atractivo, pero sabiendo lo que ella sabía, las manadas que
había conocido antes, las que lo habían lastimado
profundamente. Las cicatrices que llevaba eran en la mente y
en el cuerpo. Lo consumían y le impedían confiar en nadie más.
Un día, esperaba que él fuera capaz de encontrar la paz y
el amor de una manada. Aunque no aceptara el suyo.
Condujeron hasta bien entrada la noche, parando para
llenar el coche de gasolina y para dormir. Sabía que llevaban
mucho tiempo conduciendo. El viaje en total duró tres días. Se
acercaban a la luna llena y su loba tenía ganas de salir.

82
Después de todo lo ocurrido en tan poco tiempo, sus nervios
estaban a flor de piel.
Su padre finalmente se detuvo a un lado de la carretera.
El bosque que los rodeaba era su hogar. Los olores eran
familiares. Pero donde antes encontraba consuelo, ahora sólo
veía dolor.
—El pueblo está a quince kilómetros en esa dirección —dijo
su padre. —Tenemos que atravesar el bosque. Podremos
percibir cualquier otra persona cercana. El viento está a
nuestro favor.
Damon abrió la puerta del coche, y Holly salió de la parte
trasera, mirando a su alrededor. Cerró la puerta en silencio,
sintiendo que el malestar se arremolinaba en la boca del
estómago. Esto no era bueno.
En el fondo de su mente, los gritos de aquella noche
persistían.
Reconoció la tensión en los hombros de su padre e
inmediatamente quiso consolarlo.
—¿Quieres tomar la delantera? —preguntó Damon.
Si percibía la incomodidad, no lo dejaba traslucir. No sabía
si eso la alegraba o la entristecía.
—Sí —dijo su padre.
Damon le tendió la mano y ella deslizó la propia en la suya,
siguiéndolo.
Siguió mirando a su alrededor, escuchando atentamente.
Oyó el susurro de los árboles por el viento y lo sintió en sus

83
mejillas. Más adelante, oyó el correteo de los conejos al percibir
a los depredadores. En todos los años que llevaba
convirtiéndose en loba, nunca se había comido un conejo. La
clave para no comer ningún animal salvaje al cambiar era
comer mucho antes. Saciar a su loba antes de una carrera, lo
cual no tenía sentido, ya que cualquiera que comiera un gran
bocado se sentiría mal. Pero funcionaba con su loba. Nunca
había querido comer conejo. El solo hecho de pensarlo la hacía
sentir mal.
Cada dos metros, su padre se detenía, inclinaba la cabeza
hacia atrás e inspirando profundamente. Se mostraba
cauteloso a cada paso que daban, y ella no podía culparlo.
Todos se congelaron cuando el viejo y repugnante olor a
sangre los asaltó. Apretó la mano de Damon mientras el miedo
la invadía.
¿Habían dejado ellos este olor?
¿Los cazadores humanos?
—Estamos cerca —dijo su padre.
Por lo que respectaba a Holly, demasiado cerca.

***
Holly se esforzaba. Damon la tomó de la mano con fuerza
mientras avanzaban por la línea del bosque. Sabía que el lugar
estaba muerto y quemado incluso antes de que llegaran. Los

84
edificios estaban caídos, la madera negra y teñida de humo en
cualquier estructura que pareciera seguir en pie.
En el centro de la plaza, vio la pila de cadáveres, también
quemados. Christopher se tapó la boca con la mano y Holly
enterró la cabeza contra su hombro. Él la agarró por la nuca,
estrechándola.
—Te tengo —dijo.
—Esto es... son tan crueles. ¿Por qué han hecho esto?
Damon miró a su alrededor la carnicería. Esto era peor de
lo que esperaba. Se había imaginado un pequeño pueblo,
abandonado, con algunas ventanas rotas como si lo hubieran
saqueado. Ante él había una aniquilación, que lo hizo tensarse
al instante. Esto era más que un grupo de cazadores en un
ataque al azar. Su primera evaluación había sido correcta. La
manada de Christopher había sido vigilada mucho antes de ser
eliminada.
—¿Has visto suficiente? —preguntó Christopher.
—Todavía no. Pueden volver al coche. Yo iré en cuanto sepa
más.
—No —dijo Holly. —No te voy a dejar atrás. Ayudaré en todo
lo que pueda. —Ella levantó la cabeza pero él vio que no miraba
hacia los cadáveres.
—¿Puedes decirme qué necesitas? —preguntó Christopher.
—Mira alrededor del perímetro. No puedo oler a nadie aquí,
pero quienquiera que fuera, esto no fue una noche al azar.

85
Tienes que buscar puntos donde puedas tener la vista completa
del pueblo sin que tu olor sea captado en ningún punto.
—Eso es casi imposible.
—No lo es. No si sabes lo que estás cazando y a qué te
enfrentas.
Christopher se marchó y Damon comenzó en las casas. Se
agachó, levantando trozos de material. Madera. Ladrillo.
Inhalando profundamente.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Holly.
—Puedo oler a tu manada, pero hay algo más aquí. Me estoy
acostumbrando para poder detectarlo. —Se levantó, yendo de
casa en casa. Todos los cazadores tenían el mismo olor. A
lavanda. A tierra. Damon se detuvo y observó el bosque. —
Sabían lo que ustedes eran y sabían que podían ser detectados
a menos que se enmascararan
—¿Qué? —preguntó Holly.
—Has vivido aquí toda tu vida. Estarías acostumbrada a la
repentina oleada de lavanda o tierra. La esencia de la tierra.
Estás rodeada de un bosque. Son olores normales.
—Se cubrieron con él.
—Sí, pero no es comercial —dijo Damon. —Siempre se
puede notar la diferencia entre un extracto de algo o la cosa
real.
—Ah, ¿algo así como el extracto de limón contra la cáscara
de limón?
Frunció el ceño.

86
—El pastel de limón es mi favorito —dijo Holly.
Él ahuecó la parte posterior de su cuello, atrayéndola hacia
sí. —Sé que esto es difícil para ti. Estoy muy orgulloso de que
seas capaz de manejar esto.
Christopher apareció a través de la línea del bosque. —
¡Aquí!
Damon la agarró de la mano y caminaron hacia
Christopher, que los condujo al lugar. —Este es el único lugar
donde se ve todo el pueblo. La disposición e incluso la gente. —
Justo delante de ellos había arbustos de lavanda, campanillas
azules, e incluso tierra en general.
—La máscara perfecta. —Damon miró al cielo. —Tenemos
que irnos.
Agarró la mano de Holly con fuerza y, sin decir nada más,
echaron a correr. Ella le siguió el ritmo, yendo a la par con
Christopher que venía a su lado mientras corrían la distancia
hasta el coche.
Llegaron al coche y Damon maldijo. Los neumáticos habían
sido rajados.
—¡Mierda!
No soltó a Holly. —Tenemos que seguir corriendo.
No los había olido. Esos bastardos no se habían ido.
Estaban esperando a que volvieran. Se adentraron de nuevo en
el bosque, y él empujó a Holly al suelo cuando oyó que se
acercaba la bala.

87
Ella jadeó y él le tapó la boca. Christopher también cayó al
suelo.
Damon cerró los ojos, escuchando los sonidos que lo
rodeaban.
Los cazadores habían estado allí todo el tiempo.
Joder.
Entonces lo oyó. La estática de la radio. Hablando.
Miró fijamente a los ojos de Holly.
—Todo irá bien —articuló las palabras mientras escuchaba.
Uno de los hombres estaba cerca. Christopher levantó
ligeramente la cabeza, y Damon extendió la mano delante de él
para decirle que se detuviera.
Tenían que guardar silencio.
Uno. Dos. Tres. Los segundos pasaron.
—Están aquí —dijo el hombre.
Damon apretó los dientes. Los ojos de Holly se abrieron de
par en par.
Le tapó la boca. —No lo hagas. —No dijo ni una sola
palabra. Las lágrimas llenaron los ojos de ella.
—Trae a los perros. No los encuentro, pero sé que están
aquí. Los he visto.
La hierba era alta a su alrededor. Si hacía algún
movimiento, si el cazador lo veía, dispararía a la hierba.
Mierda. Mierda. Mierda.
Estos hombres no eran una pandilla. Eran cazadores
entrenados y sabían lo que hacían.

88
—¿Puedes cambiar sin la luna llena? —preguntó Damon,
articulando las palabras.
Holly negó con la cabeza.
Miró a Christopher. —¿Tú puedes?
—Por supuesto.
Los dos eran alfas.
Maldita sea. Holly no podía. —Cuando yo diga, empieza a
correr. —Damon puso sus manos en el suelo, y se
transformaron en las de su lobo.
El lobo quería herir al cazador. Los cuerpos. La destrucción.
El dolor en los ojos de Holly. El miedo que rezuma de ella lo
enfurecía. Todos sufrirían.
Compañera.
La palabra resonó en su mente una vez más.
Con las manos convertidas, sus pies fueron los siguientes,
su cuerpo cambió lentamente para que no fuera posible que el
Cazador lo descubriera.
—Corre.
Y cambiando, se abalanzó hacia la izquierda, divisando al
cazador que desenfundaba el arma.
Damon escuchó las pisadas de Holly mientras se alejaba.
No se lo pensó dos veces mientras el cazador levantaba el arma
listo para disparar. Rodeó con sus dientes el cuello del hombre,
rompiéndolo.
A lo lejos, oyó a más hombres y, entre sus dientes, tomó el
walkie-talkie del suelo, emprendiendo la marcha.

89
Encontró a Christopher corriendo detrás de Holly. Era
rápida, pero sin su forma de lobo, le costaba mantener el ritmo.
Damon tomó la delantera, vigilando con todos sus sentidos
mientras corrían.
Después de una hora de correr, Holly necesitaba
descansar. Estaba en forma humana, y se desplomó sobre su
espalda, jadeando.
Volvió a su forma humana. Toda su ropa estaba destrozada,
y se acercó a Holly, poniéndole la mano en el pecho. Ella jadeó,
resoplando un poco.
El pánico la estaba dominando.
—Holly, mírame —dijo Damon.
—No ha tenido un ataque de pánico en años —dijo su
padre.
—Te tengo.
Holly cubrió su mano con la suya.
—Dentro y fuera. Nadie va a hacerte daño. Te tengo.
Ella no se estaba calmando.
—¿Tiene algún historial de esto? ¿Necesita medicación? —
preguntó Damon. Él nunca la había visto en un ataque de
pánico. Cuando los lobos se convertían, no necesitaban
medicamentos. Se curaban naturalmente y con el tiempo, más
rápido.
—Sufría ataques de pánico y terrores nocturnos cuando era
niña. Pero desde que llegó a la adolescencia, dejaron de

90
producirse. Incluso durante su primer cambio, nunca
experimentó uno. Esto es malo, Damon.
—La tengo —dijo él.
Nada de lo que hizo ayudó. El sudor salpicaba su frente y
sus labios se volvieron azules.
La levantó, se sentó y la colocó con la espalda contra él. Le
puso la mano en el pecho y empezó a respirar profundamente.
—Estoy contigo, Holly. Ahora estás a salvo. Estoy aquí.
Respira conmigo. Eso es. Inhala y exhala. Lentamente. Tómate
tu tiempo. Inhala y exhala.
No se detuvo, hablando lentamente, dándole a ella la
oportunidad de encontrar el ritmo con él.
Pasaron unos segundos y él sintió un cambio en ella. Ella
siguió su ritmo, respirando profundamente.
El pánico que la consumía comenzó a disminuir. Sus
manos se aferraron a las piernas de él, sus uñas hundiéndose
en la carne.
Le besó la cabeza y luego sintió que se desplomaba contra
él.
—Gracias —dijo ella.
Él la rodeó con sus brazos, estrechándola.
Christopher respiró aliviado.
Damon se esforzó por aceptar lo que acababa de suceder.
Miró hacia su padre y negó con la cabeza. —Esa mierda no está
bien.
—No los olí —dijo Christopher.

91
—Lo hicieron a propósito —dijo Damon. —Sabían que
volverías.
—No tenía intención de volver —dijo Christopher. —Nos
habíamos establecido en un nuevo pueblo. Sabía que habíamos
perdido gente, pero no podía ir a recuperarlos y arriesgar la vida
de mi manada.
Damon miró a Christopher. —Tienen a alguien dentro.
Holly jadeó. —No.
—Sí. Alguien dentro de su manada está trabajando con los
cazadores. No tenían forma de saber que estaríamos allí. Ese
tipo de daño se hizo con varios hombres. El que maté, estaba
solo. —Miró hacia la radio. Damon se frotó la sien. —¿Tienes
algún... nuevo miembro?
—Ninguno.
—Nuestra manada no funciona así —dijo Holly, sonando
sin aliento. —Aceptamos nuevos miembros, pero... es muy raro.
—¿Quién fue el último miembro nuevo? —preguntó Damon.
—Fue Daniel, y su esposa —dijo Holly. —El hombre del que
te hablé.
—Entonces estamos ante alguien que los conoce.

92
Capítulo 7
Tres días después

Holly estaba acostada en la cama de Damon, esperando a


que regresara. Habían decidido no decir nada a la manada
sobre lo que habían descubierto. Los nervios invadían a Holly.
Lo único que quería hacer era aconsejar a todos que se fueran,
especialmente a los que tenían hijos.
Se frotó la sien sólo de pensar en la muerte que había visto.
Eran hombres y mujeres que ella había conocido.
—Estás pensando —dijo Damon.
—¿Ya no se me permite pensar?
—Puedes pensar todo lo que quieras. Sabes que no te lo voy
a impedir. —Damon ya se había duchado.
—¿Cómo están todos?
—Están bien. Tu padre va a pasar por aquí con tu madre
mañana. Tenemos que averiguar cómo reducir la persona
responsable de haberlos delatado a todos.
Se pasó una mano por la cara, y ella lo vio revelar su cuerpo
a ella.

93
—¿Por qué nos ayudas? —preguntó ella. —Y no pretendas
que tenga que pagarte por esa pregunta. Está perfectamente
justificada y no es de ninguna manera personal o para intentar
descubrirte.
—Es personal, ¿y por qué quieres descubrirme?
—Cualquiera querría averiguar tus motivos para querer
mantenerme cerca, Damon. Es la naturaleza hum... es natural.
—Los humanos no son todos malos, Holly. No puedes
juzgar a todo el mundo por un par de malas acciones.
—Es cierto, pero puedo odiarlos por ello. No quiero hablar
de esto. —Se pasó las manos por la cara, tratando de aclarar
su mente. —Sólo dime por qué.
—Tenemos un trato.
—¿Y eso es todo? —preguntó ella. —Puedes tener a
cualquier mujer que quieras, Damon. No soy nada especial.
Acortó la distancia entre ellos y ahuecó su mejilla. —Ahí es
donde estás muy equivocada.
Antes de que ella tuviera la oportunidad de hablar, él
estampó sus labios sobre los suyos, silenciándola. Ella le sujetó
la cara y se derritió contra él mientras la presionaba contra la
cama. Él apartó la manta y gimió.
—Llevas demasiada ropa.
Ella se rió. —Llevo una camiseta de dormir. Nada más.
Lo destrozó, haciendo pedazos la tela con facilidad.
—¿Y si me hubiera gustado esa camiseta?

94
—No te gusta. —Le abrió las piernas y ella gimió cuando la
longitud de su erección presionó su núcleo. —Dime que me
detenga.
—No.
—¿Quieres esto?
—Sí.
—Entonces ruégame por ello.
—Por favor, Damon.
—¿Qué?
—Fóllame.
—¿Quieres mi polla dentro de ti?
—Sí.
—Dime que te la meta. Ruega por ello.
—Por favor, pon tu polla dentro de mí. Quiero sentirte.
Metió la mano entre ellos, deslizando su polla por su coño
antes de empujarla contra su entrada y, centímetro a
centímetro, llenarla.
Ella hundió los dientes en su labio inferior. Un gemido se
le escapó cuando él la sujetó por la cadera y la penetró hasta la
empuñadura.
—Ahora, vas a ser muy buena, Holly. Vas a abrir esas
piernas y vas a recibir mi polla. Voy a llenar tu coño con mi
semen, ¿no es así?
—Sí.
—Voy a hacer que te corras después. —Sacó la polla hasta
que sólo quedó la punta antes de meterse dentro. La fuerza de

95
sus embestidas hizo que la cama se golpeara contra la pared.
—Mira mi polla.
Él se retiró y ella lo miró. Su longitud estaba cubierta por
su excitación.
—¿Se siente bien?
—Sí.
—¿Quieres más?
—¡Sí!
—Bien. —Se la folló más fuerte.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Él entró de golpe, tan profundo
como pudo, y ella mantuvo sus piernas abiertas tanto como
pudo para recibirlo.
Era tan grande.
—Eso es, nena. Tómalo todo. Tienes un coño tan bonito.
Tan jodidamente apretado. Me encanta que mi polla sea la
única que has tenido. Voy a hacerte mía. Hacer que ansíes mi
polla. Tu cuerpo sólo responderá a mi llamada.
Ella gimió mientras él la encendía.
—¡Oh, mierda! —La penetró por última vez, y su polla
palpitó, enviando su semen a lo más profundo de su vientre. El
agarre de él sobre su cadera se hizo más fuerte, como si no
pudiera evitarlo.
Ella vio la vena que palpitaba en su cuello.
Pero Damon no la hizo esperar. Se retiró de su coño y luego
su cara estaba contra ella, lamiendo su clítoris. De un lado a

96
otro, la trabajó hasta que ella se corrió, restregándose por toda
su cara.
Jadeando.
Saciada.
Y todavía hambrienta de él.
Damon se arrastró por la cama, lamiéndose los labios.
—No puedo creer que hicieras eso después de haberte
corrido dentro de mí.
—Tu coño es demasiado sabroso para no lamerlo. —La
besó, y ella le acercó el rostro.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella.
—Esta noche no —dijo él.
—Damon. No podemos olvidarlo o ignorarlo.
—No vamos a hacerlo, pero esta noche no vamos a hablar
de ello. —Acarició su mejilla. —Vamos a disfrutar el uno del
otro.
—Pero...
La besó.
—Basta —dijo ella, separándose del beso.
—Háblame de lo que quieres en la vida.
—No.
—Cuéntame.
Ella lo miró fijamente. —Quiero un perro y muchos bebés.
Quiero ser madre y esposa. Quiero tener una gran familia que
haga mucho ruido. Sólo puedo tener todo eso con un
compañero.

97
—¿Una gran familia?
—No quiero estar nunca sola, Damon.
—¿Y crees que me siento solo?
—No lo creo. Lo sé. —Se sentó con un suspiro. —No quiero
discutir.
—No estamos discutiendo —dijo él. —Te he hecho una
pregunta.
—¿Qué quieres tú de la vida? —preguntó ella.
Ella lo miró, pero sus ojos pasaron por encima de su
hombro. Él no hizo ningún ruido. Desde que estaba en su casa,
ella no sabía lo que él quería. No había imágenes ni siquiera un
indicio del tipo de hombre que era.
—No es importante lo que quiero.
—Por supuesto que lo es. —Ella le puso la mano en el
pecho. —Sé que hay más en ti que esa persona fría que
representas.
—¿Y qué te hace pensar eso? ¿Esperanza?
—Estás ayudando —dijo ella. —Si no te importáramos, no
habrías puesto tu vida en riesgo hoy.
—No iba a dejar que le pasara nada a mi inversión. —Se
agachó y le agarró el culo. —Eres importante.
Ella se rió. —No lo ocultas lo suficientemente bien. Hace
cuatro días, antes que fuéramos para allá, te hubiera creído.
Hoy no. Ahora no. Te importa. Habla conmigo.
La apartó de él y se puso en pie.

98
Holly se sentó mientras él se dirigía a la puerta. —¿De qué
tienes tanto miedo?
—No tengo miedo de nada, Holly. Eres un buen polvo, nada
más. —Salió del dormitorio y ella suspiró. Ahí estaba otra vez,
escondiéndose. El hombre era tan exasperante.
Ella se negaba a dejar que corriera y se escondiera.
Después de apartar las mantas, agarró la bata más cercana y
bajó las escaleras. Se dirigió a la cocina, sólo para encontrar a
Henry de pie junto a las hornallas.
—Ha salido a correr. No sé qué le has hecho, pero
necesitaba un poco de aire fresco.
—Yo no le he hecho nada.
—Por supuesto que sí. Te metiste bajo su piel. Eso es lo que
pasa. Tiene que aprender a dejar entrar a la gente.
—¿Tú y él son amigos?
—Sí. Soy la única persona a la que permite acercarse. Nadie
más sabe quién es. Lo que siente. —Henry levantó la vista de
su olla de chocolate caliente. —Ten paciencia con él.
—Estoy siendo paciente.
—Es un gran dolor de cabeza, pero lo que tienes que
entender de él es que sólo ha conocido el rechazo cuando se
trata de manadas. Nadie se ha tomado la molestia de ver su
verdadero rostro o de conocerlo.
—¿Nadie?
—Todas las manadas le han hecho daño de alguna manera.
—Se encogió de hombros. —Después de toda una vida de

99
rechazo, ¿realmente esperas que acepte a una manada
cualquiera con los brazos abiertos? Esto es nuevo para él. No
se ablanda fácilmente.
—Lo siento. No debería entrometerme. Me ha contado algo
de lo que ha pasado —dijo ella.
—Entonces considérate afortunada. Desde que llegamos
aquí, nunca ha permitido que otro lobo o manada se acerque, y
a los que vienen, los expulsa.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué nos permitió quedarnos?
—Simple. Tú.
—¿Pero cómo es posible? No soy nadie.
Henry se sirvió el chocolate caliente en su taza. —Holly, es
un hombre que controla sus tierras. Lo sabe todo sobre ellas.
¿De verdad crees que el día que lo conociste era la primera vez
que te veía? Damon te habrá estado observando durante
semanas. Estás aquí, así que supongo que te ha estado
observando muy de cerca.
—¿Por qué?
—Eso te lo tiene que decir él, si es que lo sabe. —Levantó
su taza. —Buenas noches.

***
Holly estaba enojada con él de nuevo. No es que pudiera
culparla. La había ignorado durante todo el día, hablando sólo

100
con su padre, pero intentar que éste entendiera que uno de los
suyos tenía una línea de contacto directa con los cazadores era
como hablar con una pared de ladrillos. Se negaba a creerlo.
Damon se sentó en su comedor. Henry siempre se negaba
a sentarse a comer con él, ya que consideraba que no era
apropiado. Eso no tenía sentido para él. Eran amigos muy
cercanos.
—¿Dónde está ella? —preguntó.
—En el jardín. Creo que está intentando algunos ejercicios
de respiración profunda para no intentar matarte.
—¿Crees que estoy siendo irracional?
—No. He escuchado las pruebas que has obtenido. Tiene
todo el sentido si los cazadores están tan preparados. Es
imposible que hayan hecho un ataque a gran escala sin tener a
alguien dentro. Eso apesta.
—Gracias.
—Pero estás tratando de decirle a una manada que fueron
traicionados. Sé que no entiendes de manadas, y para ser
honesto, nunca he conocido a gente como esta. Después de
observarlos, son una gran familia. Se cuidan unos a otros. Su
manada se construye sobre la base del amor y el respeto mutuo.
Cualquier forma o sensación de traición los golpearía
duramente. Tienes que entender eso.
Asintió con la cabeza. —Entiendo tu punto de vista. —Se
frotó la sien. —Necesito hablar con ella.
—Está dolida y confundida. Intenta razonar con ella.

101
—Es más fácil decirlo que hacerlo. —Se puso de pie,
dejando la comida atrás. Caminando por la cocina, se dirigió a
la puerta trasera que daba al jardín.
Efectivamente, allí estaba Holly, sentada en el suelo. Sus
zapatos, una vez más, habían desaparecido. Su larga y rubia
cabellera le caía sobre los hombros.
La luna llena estaba muy cerca, sólo era cuestión de días,
si no de horas. Pisó el suelo y Holly abrió los ojos. Las chispas
de ámbar destellaron en su mirada. Su loba estaba tan cerca.
Mía.
El pensamiento había estado ocurriendo cada vez más, y
estaba empezando a volverlo loco. Sin embargo, no podía negar
su necesidad de ella.
—¿Qué quieres? —preguntó Holly.
Caminó hasta estar justo frente a ella. Su mirada estaba a
la altura de su polla, y él se agachó.
—La cena está en la mesa.
—Estaré allí en un minuto —dijo ella. —Puedes comer. No
quiero cenar contigo.
—Holly, deja de ser una niña.
—Que te follen.
Esto lo sorprendió. En todos los días que la había conocido,
ella nunca lo había insultado.
—No lo dices en serio.
—Ahora mismo sí.
Inhaló el aire. —Pero tu coño dice lo contrario.

102
Su ataque lo tomó por sorpresa, ya que lo empujó con
fuerza. Cayó de espaldas con Holly a horcajadas sobre él.
—Deja de ser tan grosero.
—Pero te gusto así. —Le agarró el culo, tirando de ella hacia
abajo para que no tuviera más remedio que sentir lo excitado
que estaba. —Siénteme. Siente lo que me haces.
Ella gruñó. —No.
Intentó quitarse de encima, pero él la mantuvo quieta y ella
inclinó la cabeza hacia atrás, gimiendo.
—Así es, nena. Sabes lo que quieres, ¿no? —preguntó él.
—Maldita sea. —Se restregó contra él. —No. Te odio.
—Siempre me has odiado, pero eso no te ha impedido
conseguir lo que quieres. Dime, Holly, ¿qué quieres?
Ella abrió los ojos, que se habían cerrado en éxtasis. —A ti.
—Entonces tómame. —Agarró el borde de sus vaqueros y
los arrancó de su cuerpo. Las bragas fueron las siguientes en
caer. Convirtiendo un solo dedo en una garra, destrozó el
material.
Ella gimió.
Hizo lo mismo con sus propios pantalones. Su polla estaba
dura como una puta roca.
Holly se levantó, agarró su polla y la alineó con su entrada.
Él la agarró por el cuello, obligándola a mirarlo mientras se
hundía en su polla.
Con cada centímetro, ambos gemían profundamente. Un
encuentro de sus mentes mientras ella gemía. Soltando su

103
cuello para agarrar sus caderas, él tiró de ella hacia abajo con
fuerza, hundiéndose hasta el fondo en su interior. Holly se
inclinó hacia él, pegando sus labios a los de él, hundiendo su
lengua en su interior.
Él la mantuvo quieta, sintiendo un tirón de respuesta en lo
más profundo de sus pelotas.
Quería correrse, inundar su coño con su semen, pero se
contuvo, amando la forma en que ella se hacía cargo, pero la
necesitaba desnuda. La agarró del pelo y le tiró de la cabeza
hacia atrás, dejando al descubierto su cuello. Sentado, presionó
sus labios contra la delicada carne y chupó su pulso.
Con rápidos movimientos, tiró la camiseta y el sujetador al
suelo. Agarrando sus grandes tetas, pasó el pulgar por cada
uno de los picos, juntándolos para morderlos.
Ella gimió. Los sonidos llenaron el aire mientras él la
follaba.
Tomando cada teta por turnos, chupó sus grandes pezones,
saboreándolos.
Volvió a agarrarla por las caderas y la apartó de su polla,
pero la volteó, presionándola para que se arrodillara antes de
deslizarse detrás de ella.
Separando las mejillas de su culo, la inclinó para poder ver
mientras la penetraba profundamente.
Su coño se abrió ante él. El tentador agujero de su ano lo
llamaba. Le tocó el anillo fruncido y Holly se tensó.

104
—Voy a follar este agujero pronto, nena. La noche de la luna
llena, después de que nuestros lobos hayan corrido, voy a
reclamar esto, y entonces habré tomado cada parte de ti. No
hay nada que puedas hacer. Me pertenecerás en todo lo que
cuenta.
Empujó un solo dedo contra su culo, penetrando en su
apretado cuerpo.
Su coño se apretó alrededor de él. Incluso mientras gemía,
empujaba hacia atrás, intentando que él penetrara más
profundamente.
Como recompensa, él la mantuvo en el lugar y la penetró
de golpe, una, dos, tres veces, follándola más fuerte que nunca.
Ella lo aguantó todo, empujando hacia atrás para recibir cada
uno de sus empujes.
Su nombre salió de sus labios mientras la tomaba.
Le soltó la cadera para deslizar una mano entre sus muslos
y acariciar su clítoris. Ella se corrió en pocos segundos, y el
coño palpitante en su polla fue demasiado para él. No tuvo
control mientras derramaba su semen en lo más profundo de
su coño, llenándola. Queriendo ser su compañero. Para
reclamar su coño como propio.
Damon quería que su vientre estuviera lleno de su hijo.
Ningún otro macho debería tener el derecho de reclamarla.
Presionando su cuerpo contra su espalda, besó su cuello,
lamiendo su pulso.
—Wow —dijo Holly.

105
Estaba agotado, pero se negaba a dejarla sola. —¿Por qué
estás fuera?
—Necesitaba un descanso de ti.
—¿Qué he hecho mal?
—¿Tienes toda la noche? —preguntó ella.
Él se rió. —Habla conmigo.
—Es fácil para ti juzgar a nuestra manada. Decirnos que
somos idiotas y que tenemos que ver las pruebas delante de
nuestros ojos, pero no es tan fácil. —Ella suspiró. —Sabes por
qué huimos. Sería difícil para cualquiera ser capaz de
enfrentarse al conocimiento de que uno de nosotros fue capaz
de eso. Ha muerto gente, Damon. Gente buena. Lo siento. Sé
que esto te aburre.
—Cuando se trata de ti, no me aburre, Holly.
—No tienes que mentir.
—No estoy mintiendo. Estoy tratando de prepararlos para
la verdad. Alguien de su manada los ha traicionado. No sé cuál
es la motivación. No soy una especie de detective. Ambos
sabemos lo que vimos. Tienes que admitir que tengo razón.
Salió de su coño y Holly se giró en el suelo para mirarlo. —
Sé que tienes razón. —Las lágrimas llenaron sus ojos. —Pero
yo... ¿cómo puedo aceptarlo? Me han herido, Damon.
Dispararon a los niños. Fuimos cazados como animales. Ese
estilo de ... es tan horrible y duele más que cualquier otra cosa
que haya experimentado. No puedo soportar la idea de que
también ayudamos a la persona que hizo esto. —Se cubrió la

106
cara. —Y eso me convierte en una mala persona. Mi padre
siempre decía que hay poder en el perdón. —Sacudió la cabeza.
—No puedo perdonar esto. Sigo viendo a Daniel, y él... era uno
de nosotros. Era tan cariñoso y amable. Estuve en su boda con
su compañera. Lo vi sostener a su bebé. —Ella sollozó contra
su mano. —Y no puedo aceptar a alguien que es responsable de
eso.
Él la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia sí. Ella se
aferró a él, con la cara apoyada en su pecho mientras se
soltaba.
El lobo que había en él aulló de venganza. La ira llenaba
cada parte de su corazón. La necesidad de cometer actos de
destrucción Io abrumó.
—Holly, te prometo que quien haya hecho esto nunca, y
quiero decir nunca, se saldrá con la suya. Iré a la guerra con tu
padre si es necesario. Me aseguraré de que sufran
enormemente por hacerte pasar por tanto dolor.
No tenía otra opción. Esto lo estaba afectando
profundamente.

107
Capítulo 8

—¿Serás capaz de soportar que corra contigo esta noche?


—preguntó Holly.
—¿Crees que podrás mantener el ritmo? —preguntó
Damon, quitándose la ropa mientras miraba al frente, al
bosque.
Sintió que el resto de su manada ya había cambiado, listos
para salir a correr. La luna llena estaba en lo alto del cielo. Ella
sentía la energía. El poder. Era embriagador.
—Dudo que pueda seguir el ritmo.
—Me aseguraré de que lo hagas. —Él rodeó su cintura con
el brazo y la acercó. Su cara se posó en su cuello.
Con la luna llena, todo el entorno se intensificaba. Ella pasó
los dedos por su espalda, tocándolo, queriendo acercarse a él lo
más físicamente posible.
Damon le sujetó la nuca, inclinando su cabeza para que no
tuviera más remedio que mirarlo a los ojos. —Me estás
volviendo loco. Ahora no es el momento de desearme así.
Ella estaba mojada.
Él estaba duro.
Su manada estaba cerca.

108
La soltó y dio un paso atrás.
Holly se adentró en el bosque, sintiendo el suelo bajo sus
pies. Contó hasta diez mientras corría y entonces, su loba se
presentó. Una alineación natural de almas. En el suelo, rubio
como su pelo, despegó, sintiendo la luna en el cielo. La energía
de la manada corrió a través de ella.
Esto era la libertad.
Corrió con desenfreno, asimilándolo todo, sin permitirse un
momento de descanso.
Sus pies tocaron el suelo y se lanzó hacia adelante.
Los aullidos llenaron el aire.
Se detuvo, inclinó la cabeza hacia atrás y se unió a ellos,
aullando a la luna.
—Eres increíblemente hermosa.
Holly se detuvo y se giró.
Nunca nadie le había hablado en su mente. Sólo los
compañeros tenían esa capacidad, y ahí lo vio y supo de quién
se trataba.
—¿Me has oído? —preguntó él.
No era posible. No era posible.
—Holly.
—Damon.
Llevaban casi un mes juntos y ni una sola vez había
pensado que él era su compañero. Había habido algunas veces
que ella lo había esperado, cuando él era amable con ella y no
un idiota.

109
Lo miró fijamente.
—¿Sabes lo que significa esto? —le preguntó.
—Por favor, detente.
—¡No!
Él dio un paso más hacia ella, y ella se mantuvo firme. La
loba que llevaba dentro quería embestir.
Compañero. Compañero. Es nuestro compañero. Tómalo.
Ignoró la llamada por su compañero y miró fijamente a
Damon. La luna estaba alta en el cielo, y ella miró hacia arriba.
Su compañero era el mismo hombre al que le había dado
su virginidad. El que estaba ayudando a su manada y también
abriendo una brecha entre todos ellos. Esto no era justo.
Mirando hacia él, vio que se había quedado quieto,
observándola.
—Holly, no luches contra esto. Sabes que me quieres. Los
compañeros son difíciles de encontrar y nos hemos encontrado el
uno al otro. Eres mía, como yo soy tuyo.
Esas palabras lo hicieron.
Su loba no se contendría ni un momento más. Se abalanzó
y Damon la sujetó. Ambos estaban en forma de lobo mientras
caían al suelo, mordiéndose el uno al otro, revolcándose en la
tierra.
Holly retrocedió con una sonrisa y luego se alejó con Damon
persiguiéndola.
—No vas a llegar muy lejos. Siempre voy a atraparte.
Él fue a abalanzarse y ella se movió, evitándolo.

110
Con un resoplido, corrió de vuelta, dando vueltas hacia una
cueva oculta que había visto con un pequeño río corriendo.
La luna todavía estaba alta en el cielo y, con la carrera, ella
estaba más controlada.
Se agachó en el suelo y cambió, convirtiéndose en humana
una vez más. Cuando Damon se acercó, ya era humano.
Jadeaban.
Él se acercó a ella.
Ella lo observó.
La agarró por el cuello en el instante en que estaba cerca y
la obligó a echar la cabeza hacia atrás, pegando sus labios a los
suyos mientras ella rodeaba su cuello con los brazos.
Esto no sería suave.
Damon la levantó y ella rodeó su cintura con las piernas
mientras él la empujaba contra el árbol más cercano. Deslizó
su polla hasta su entrada y la penetró de golpe. Ella ya estaba
muy mojada e hinchada para él.
Con las piernas ya alrededor de su cintura, se agarró a sus
hombros mientras él empezaba a follarla. La corteza se clavó en
su espalda, pero no le importó. Esto era lo que quería.
Él rompió el beso, arrastrando sus labios hasta su cuello
mientras la mordía, marcándola. Una vez que él terminó, ella
hizo lo mismo, marcando su carne para que todas las demás
lobas supieran que estaba apareado. Ninguna otra mujer podría
acercarse a él ahora, a menos que Holly muriera, y ella no tenía
intención de hacerlo.

111
Damon la tomó con fuerza y ella gritó, rindiéndose a él y al
placer. La luna estaba llena, su compañero estaba dentro de
ella. Se sentía totalmente completa. No sabía cómo era posible
ser tan afortunada.
Lo amaba y lo odiaba a partes iguales, pero no podía negar
que nunca lo dejaría ir. Lucharía por mantenerlo, por aferrarse
a él.
—Mía —dijo Damon, gruñendo la palabra contra sus labios.
—¡Mío!
Se corrió dentro de ella, con su semen llenando su coño, y
ella supo que durante todo este mes existía la posibilidad de
que ya estuviera embarazada, ya que no habían tomado
ninguna precaución. Como su compañero, él tenía el poder de
embarazarla, y ella no tenía ningún problema con eso.

***
La luna había empezado a caer. Damon sujetó las manos
de su compañera, manteniéndola apretada contra su cuerpo.
—¿Tienes idea de lo que me haces? —le preguntó.
—Siento lo que te hago —dijo ella, retorciendo el culo contra
su dura polla.
Él se rió y le mordió el hombro. Habían pasado toda la
noche follando. Quería dejarla embarazada. Tenerla
completamente llena de su hijo.

112
—Vas a tener que decírselo a mi padre.
—¿Por qué tengo que ser yo quien le diga a tu poderoso alfa
que me he apareado con su hija?
—¿Así que admites que mi padre es poderoso, o sólo estás
siendo amable? —Ella giró la cabeza para mirarlo.
—Él... tiene poder.
—Tienes que admitir que siempre hay poder en ser amable.
Desconcierta a todos los demás. —Se encogió de hombros. —
Ha durado todo este tiempo.
—Es cierto. —Él le besó el hombro. —¿Holly?
—Sí.
No sabía si era el momento adecuado para sacar el tema.
—Soy un alfa.
—Lo sé.
—Mi historial con otras manadas no es precisamente
bueno.
Ella le soltó las manos y se dio la vuelta. Apoyando la
cabeza en la palma de la mano, lo miró. —¿Qué significa eso?
—Vas a tener que tomar una decisión.
Ella negó con la cabeza. —No lo hagas ahora.
—Tu padre y yo, él no va a aceptarme. Nunca lo hacen.
Ella se puso de pie y se alejó unos pasos. —No lo hagas,
Damon. No asumas que sabes quién es mi padre. Es poderoso,
sí, pero no es un imbécil. No lo juzgues basándote en otras
personas que conociste.

113
Dio un paso hacia ella, tomando su mano y poniéndola
sobre sus tatuajes. —Siente eso. Siente los bultos y las
protuberancias. Las viejas cicatrices. Estas no son heridas de
guerra voluntarias, Holly. Esto es sangre y traición, y dolor.
Ella puso su otra mano sobre su corazón. —Lo sé. Te creo,
y necesito que confíes en mí. Mi padre no es como ellos. Dale
una oportunidad.
Damon apretó los dientes.
—Sé que acabamos de encontrarnos y que estamos...
atados el uno al otro, pero con el tiempo, sé que puedo amarte
—dijo ella. —Nunca te haría daño. —Ella ahuecó su cara. —
Todo lo que pido es que le des una oportunidad. No me hagas
elegir entre tú y mi familia.
—¿Y si no tienes elección?
Ella presionó sus labios contra los de él. —No tendré que
elegir.
Él le acarició la mejilla. Era demasiado inocente. Su padre
era un buen hombre, pero había visto a los alfas cuando su
manada estaba amenazada. Christopher aún no había sentido
un verdadero desafío. Damon había percibido a otros machos y
hembras alfa dentro de la manada, pero ninguno era tan fuerte
como él.
Envolviendo sus brazos alrededor de Holly, la acercó.
Puede que ella aún no lo amara, pero él sabía que la amaba.
La había amado desde el momento en que la vio, cuando ella no
sabía que la estaban observando.

114
Le besó el cuello y luego bajó hasta la parte superior de
cada uno de sus pechos. Le sujetó las tetas con las manos,
acercándoselas mientras deslizaba su lengua por cada pezón.
El aroma de su excitación inundó el aire.
Su conversación se interponía entre ellos, pero él prefirió
ignorarla.
Ella no tendría que tomar una decisión. Su padre lo haría
por ella, y Damon viviría con las consecuencias de ello. Aunque
ella eligiera a su manada antes que a él, él no la dejaría ir.
Ella le pertenecía.
Nunca había pensado que tendría una compañera propia.
Sintiéndola, tomándola, poseyéndola, no la dejaría ir. Ella era
todo para él. Incluso su lobo sentía una conexión con la de ella.
Eran poderosos juntos, y no había vuelta atrás para él.
Damon se arrodilló ante ella y deslizó las manos por el
interior de sus muslos, cubriendo su coño con la palma.
Deslizó un dedo entre su coño antes de sumergirse en él.
Ya se había corrido dentro de ella, pero eso no era lo que quería
hacer ahora.
La ayudó a tenderse en el suelo, le abrió las piernas y
comenzó a lamerle el coño. Deslizando su lengua por su coño,
rodeó el capullo, chupándolo en su boca. Utilizó sus dientes
para crear el dolor suficiente para que ella no pudiera
soportarlo, antes de soltarlo y aliviar el dolor con su lengua.
Damon la agarró por el culo, manteniéndola contra su boca
mientras trabajaba en su coño, llevándola cada vez más alto por

115
encima de esa cima, y cuando llegó el momento de que
culminara, la guió a través de su orgasmo.
Su crema se derramó de su coño, goteando hasta su ano,
cubriéndola.
—¿Confías en mí? —le preguntó.
—Sí.
Le levantó las piernas. —Sujétalas.
Su polla estaba preparada, pero esta vez no quería tomar
su coño. Antes de que llegara la mañana, quería poseer cada
parte de ella.
La mantuvo quieta mientras presionaba la punta de su
polla contra su ano.
—No te pongas tensa. Voy a hacerlo bueno para ti. Te lo
prometo.
—¿Damon?
—Si quieres que me detenga, dímelo.
—No, por favor, quiero esto —dijo ella. Estaba muy
excitada. El aroma se pegaba a su cuerpo.
Empujó más allá del apretado anillo de músculos de ella y
se tomó su tiempo para hundirse en su culo. Estaba más
apretada de lo que imaginaba. Agarrándola por las rodillas, la
penetró hasta el fondo.
Ambos jadearon y él la miró a los ojos.
Compañera.
Mía.
Para siempre.

116
No iba a dejarla ir.
Ella le pertenecía. Sentía el poder absoluto del reclamo
hasta en su alma.
—¿Estás lista? —le preguntó.
Ella asintió.
Con lentas caricias, tomó su culo, trabajando su cuerpo
para encontrar su propia liberación. Entrando y saliendo,
empujó dentro de ella.
Sus pelotas se tensaron.
Alternó entre mirar sus ojos y luego su culo mientras ella
se abría para recibirlo. Era tan hermosa.
Su perfecta compañera.
—Se siente tan bien —dijo ella.
Él gruñó en señal de aprobación.
Sin poder resistirse a llevarla a otro orgasmo, le pasó el
pulgar por el clítoris. Los estremecimientos de su culo casi
hicieron que derramara su semilla dentro de ella.
Se mantuvo perfectamente inmóvil mientras trabajaba su
clítoris. Ella se corrió con fuerza y, tras unos pocos empujones,
su orgasmo la consumió, tomándola por sorpresa por la
tremenda intensidad del mismo.
Mía.
Era lo único en lo que podía pensar mientras la abrazaba.

117
Capítulo 9

Holly nunca había llevado a un novio a casa para conocer


a sus padres. Damon no era un tipo cualquiera. Era su
compañero.
La tomó de la mano mientras caminaban hacia la granja
donde sus padres habían comenzado a instalarse.
—No tenemos que ir esta noche —dijo Holly. —
Probablemente sea de mala educación invadir su espacio. ¿No
crees?
—Estás nerviosa.
—Sí.
Se detuvieron frente a la casa de sus padres, y ella se
mordió el labio mientras se giraba para mirarlo. —No sé qué
hacer.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que dijiste anoche. No sé por qué mi padre te
rechazaría. No tiene ninguna razón para hacerlo, pero... no lo
elegiré a él ni a la manada. —Ella respiró hondo y ahuecó su
cara. Desde que se había dado cuenta de que era su compañero,
no podía resistirse a tocarlo de alguna manera. —Siempre te
elegiré a ti. Siempre.

118
Él acarició sus mejillas. —Gracias.
—Siento mucho que hayas experimentado tanta mierda con
otras manadas. Espero que la mía sea diferente. Realmente lo
espero.
—Soy un alfa, Holly. No hay manera de que pueda recibir
órdenes de él, incluso si quisiera.
Ella besó sus labios. —Lo sé, y aprecio todo lo que estás
haciendo por mí.
—Me pareció oírte —dijo Christopher. —Tu madre está
cocinando espaguetis. Tus favoritos. Ella sabe el hambre que
tienes después de correr.
Holly sonrió y se acercó a su padre, abrazándolo. Damon
gruñó, y ella retrocedió inmediatamente. No era una broma lo
del gen posesivo alfa.
Su padre miró de ella a Damon.
—Algo es diferente.
—Necesito hablar contigo y con mamá. Es importante.
—Tengo algo que hablar con Damon. Adelántate.
Holly volvió a mirar a Damon, que le guiñó un ojo. No quería
dejarlo solo con su padre, pero no veía otra opción.
Al cruzar el umbral, olió las cebollas y el ajo, y se le hizo
agua la boca. Sin esperar una invitación, se dirigió
directamente a la cocina, donde su madre ya estaba sirviendo
la comida.
Lidia jadeó. —¿De verdad?
Holly miró a su madre y luego detrás de ella. —¿Qué pasa?

119
—Veo la marca, querida. Oh, Dios, estás apareada. ¿Quién
es?
Holly se tocó la marca en el cuello y sonrió. —Mamá, ya
sabes quién es. He estado cambiando delante de todos los de la
manada. Piénsalo, sólo hay un hombre ante el que nunca me
he transformado hasta anoche.
Lidia suspiró. —Damon.
—¿Por qué estás triste?
—No estoy triste. Tu padre... él... expresó sus ideas.
—¿Está enojado?
—No. No. Esto fue antes de anoche. Fue cuando acudió a
verte a casa de Damon, antes de que llegaras a la ciudad. Tu
padre dijo que la forma en que Damon estaba contigo, actuaba
como si ya fueran compañeros. No creía que fuera posible
porque nunca puedes conocer a tu verdadero compañero, pero
por lo que vio, estaba convencido de ello.
—Oh —dijo Holly. —¿Cómo?
Su madre se encogió de hombros. —Todo tenía que ver con
su forma de actuar. Cómo parecía querer tocarte
constantemente. Tengo que decir que cuando viniste al
ayuntamiento, lo vi. Miraba cada uno de tus movimientos y su
mano durante la reunión no paraba de abrirse y cerrarse. Creo
que intentaba sentirte incluso cuando no estabas. Era un gesto
tan dulce. ¿Estás contenta? —le preguntó su madre.

120
—Sí, lo estoy. Estoy muy contenta. Damon ha pasado por
muchas cosas. No ha tenido las mejores experiencias en cuanto
a la vida en manada. No confía fácilmente.
—Yo también tengo esa sensación. No puedo creer que mi
pequeña haya crecido y se haya apareado. —Lidia se precipitó
hacia ella y la envolvió en un gran abrazo.
Holly se rió. —No voy a ir a ninguna parte. Papá no va a
hacer daño a Damon, ¿verdad?
—No. Por supuesto que no.
—Mamá, Damon cree que voy a tener que elegir entre él o
la manada. ¿Lo haré?
—No seas tonta.
—Mamá, ambos son alfas.
—Eso no significa que no puedan trabajar juntos. Tu padre
podrá mostrarle a Damon otra faceta de ser un alfa. —Su madre
sonrió y le acarició la mejilla. —Ahora, vamos a preparar la
comida. Me muero de hambre y tengo pan de ajo con queso.
—¿Mucho queso?
—¿Hay alguna otra forma de comer pan de ajo? —Su madre
le guiñó un ojo. —Vamos, relájate y disfruta.
Holly intentó escuchar a su padre y a Damon, pero no pudo
oír nada. Puso la mesa y su madre desapareció para ir a
buscarlos.
Juntando los dedos, esperó a ver quién entraba en la casa.
Damon y su padre entraron juntos.

121
No había moretones ni sangre. Parecían felices juntos. Ella
miró entre ellos con una sonrisa. —¿Está todo bien? —
preguntó.
—Nunca ha estado mejor, cariño —dijo Christopher. Le
besó la mejilla.
Damon volvió a gruñir y su madre soltó una risita.
—Esto va a hacer que las fiestas familiares sean
interesantes. Damon, espero que hayas traído tu apetito.
—Me muero de hambre.
Damon le tendió la silla y le guiñó un ojo. Ella se acomodó
en su silla y siguió mirando entre su padre y su compañero.
Ninguno de los dos daba nada, y el no saber la estaba volviendo
loca.
¿Cómo podían estar allí sentados sin decir una palabra?
Su madre les sirvió a todos enormes montones de
espaguetis. La salsa goteaba de cada hebra, empapando el plato
de abajo, y ellos la limpiaban con el pan de ajo con queso.
—Christopher, tenemos que empezar a hablar con la
manada uno por uno.
—¿No crees que eso los va a alertar? —preguntó su padre.
—Tenemos que hacer algo. Con cada día que pasa,
corremos el riesgo de que esos cazadores vuelvan aquí.
—Esta no es una buena conversación para la cena —dijo
Lidia.
Su padre puso la mano sobre la de su madre. —Lo sé,
cariño. Pero tenemos que controlar todo esto.

122
—Esto no me gusta nada —dijo Lidia, poniéndose de pie. —
No puedo creer que alguien de nuestra manada haya hecho algo
así. Todos somos buenas personas.
—La gente buena se quiebra —dijo Holly. —Sin embargo,
estoy de acuerdo con mi padre. —Miró a Damon. —Será
sospechoso. Piénsalo. De repente, estamos entrevistando a toda
la manada sobre esa noche. Alguien lo va a descubrir y entonces
existe la posibilidad de una rebelión y de ponernos en más
peligro. Si la persona se siente amenazada, podría atraer a los
cazadores hacia nosotros.
—¿Y si ya nos están vigilando? —preguntó Lidia,
acercándose a la ventana cercana a la cocina y cerrando las
cortinas.
—No lo están. Estoy haciendo barridos cada mañana y cada
noche —dijo Damon. —Mi hombre también está atento cuando
está en la ciudad a cualquier persona sospechosa. Tiene buen
ojo para ello. Me avisará.
—¿Y puedes confiar en este tipo? —preguntó su padre.
—No pongas en duda mi capacidad para proteger a tu
pueblo. No fui yo quien envió a los cazadores hacia ustedes —
dijo Damon.
Christopher se desplomó.
—¿Y si tú y yo empezamos a ir al pueblo? —preguntó Holly.
Tomó la mano de Damon.
—¿Por qué supondría eso una diferencia? —preguntó Lidia.
—¿No lo haría más sospechoso?

123
—Lo sería si Holly y yo no estuviéramos apareados —dijo
Damon. Su mirada no se apartó de la de ella.
—Se puede utilizar como un disfraz. Seríamos capaces de
pasar desapercibidos —dijo Holly. —Permitirles bajar la
guardia.
—No los sigo —dijo Lidia.
—Puedo fingir que quiero unirme a la manada. Soy un alfa,
así que sabrán que será difícil para mí siquiera intentar
someterme a otro alfa. La sola idea es... impensable. En mi caso,
no lo haría, pero para un compañero, hay una posibilidad.
—Tendríamos la cobertura perfecta. Estarás conmigo. La
gente se sentirá ... segura. Les ofrezco comodidad.
Damon asintió. —Me gusta.
—No me siento cómodo con esto —dijo Christopher. —
Hemos acordado un entendimiento, Damon. No actuaré de
ninguna manera. Sabemos cómo pueden ser nuestros lobos.
—No estamos haciendo esto por nosotros, Chris. Lo
hacemos por la manada, por nuestra seguridad. Créeme, no
quiero que esos cazadores se acerquen. Ya no sólo tengo que
pensar en mí y en Henry. Tengo que proteger a mi compañera.
Si puedo entrar en esta casa, cenar, y podemos arreglar las
cosas así, puedo vernos haciendo esto durante mucho tiempo.
Holly sonrió mientras las lágrimas llenaban sus ojos.
—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó Lidia.

124
—Nada. Es que estoy muy feliz ahora mismo. —Se puso de
pie y se sentó en el regazo de Damon, besando sus labios. —
Gracias.
—No, gracias a ti.

***
—La vida en manada es aburrida —dijo Damon.
Holly le dio un golpecito en el pecho. —No seas malo.
—En serio, ustedes llevan una vida normal. Tienen trabajos
y toda esa mierda. ¿Qué pasa con eso?
Ella presionó su cuerpo contra el de él. —Tienes un trabajo.
—Trabajo para mí mismo. No trato de pasar desapercibido.
—Damon, no somos animales. Somos una gran familia y el
trabajo tiene que seguir haciéndose. ¿Sabías que además de
cuidar a los bebés de la manada, también acepté un trabajo a
tiempo parcial en un supermercado? Tenía que tratar con gente
real que pasaba por allí todos los días.
—¿En serio?
—Sí. —Soltó una risita. —Era divertido.
—¿Pero te gusta más cuidar a los niños?
—Sí.
—Vas a tener toda la casa llena de ellos.
—¿Eso crees?

125
—¿Qué te parece si sólo me corro en tu coño hasta que
estés embarazada? —preguntó él.
—No puedo creer que puedas hablar así tan fácilmente.
Se rió. —Contigo, Holly, parece que soy capaz de hacer un
montón de cosas de las que no me creía capaz. —Le besó la
parte superior de la cabeza.
Ella suspiró. —Ojalá volviéramos a tu casa.
—¿No te gusta mezclarte con tu manada? —preguntó él.
—No es eso. Es que... esto es difícil. Uno de ellos es un
traidor y es el responsable de casi aniquilarnos. No creo que ese
tipo de cosas sean fáciles de perdonar. —Exhaló un suspiro.
Él odiaba oírla sonar tan derrotada. —No dejes que te
afecte.
Ella se rió. —¿Cómo podría no hacerlo? Lo siento. Intento
centrarme en lo bueno.
Él inclinó su cabeza hacia atrás con un dedo bajo su
barbilla. —Estoy aquí para ti, y no dejaré que hagas nada
estúpido.
—¿Como destripar a la persona como esos cazadores
hicieron con Daniel? —gruñó. —¿Ves? Mira en lo que me está
convirtiendo.
Damon la acercó y le besó el cuello. —La gente nos está
mirando. Tienes que tener cuidado con lo que dices. No
sabemos con qué claridad pueden escuchar. Te estás
convirtiendo en una mujer que quiere cuidar de su manada. No

126
hay nada malo en eso. —Besó la punta de su nariz. —Deberías
ser feliz.
—No sé cómo este sentimiento puede hacer feliz a alguien.
Estoy tan enojada. —Ella ahuecó su mejilla y lo besó. —Gracias
por no hacerme sentir... mal.
—No está mal lo que sientes. Eres apasionada. Hay una
diferencia. —Volvió a besar sus labios y tomó su mano. —Pero
no vamos a averiguar la verdad a menos que hablemos con la
gente. ¿Puedes manejar eso?
—Sí, puedo manejarlo.
Se dirigieron al café local y tomaron asiento. Su padre les
había aconsejado que estuvieran al descubierto, para que la
gente estuviera más dispuesta a acercarse a ellos. Damon había
decidido que sería él quien haría las preguntas mientras Holly
aparecería como la compañera cariñosa. Pidieron cafés y un par
de sándwiches y esperaron.
—No sigas mirando mal —dijo Holly.
—No lo hago. Estoy bien.
—Intenta parecer un poco más feliz por estar emparejado
conmigo. Es algo bueno.
Él tomó su mano y la acercó. —No tengo ningún problema
en estar emparejado contigo. Lo que no me gusta es que alguien
piense que puede poner a mi mujer en peligro. —Le besó el
interior de la muñeca y vio la chispa de excitación en sus ojos.
—Por favor —dijo ella. —Tengo que concentrarme.

127
—Cuando todo esto termine, exigiré que no tengas que
concentrarte durante mucho tiempo.
—Me das ganas de ser mala —dijo ella.
Le dolía la polla. Quería llevársela a casa ahora mismo y
doblarla sobre las escaleras, ya que era lo más cercano que
había en la casa.
Fueron interrumpidos por uno de los hombres. Le tendió la
mano.
—Felicidades —dijo.
—Gracias, Peter —dijo Holly.
Ella fue a tocarlo y Damon gruñó.
Peter levantó las manos. —Lo entiendo. Estás apareado y
te estás reivindicando. Sólo quiero decir que tienes una mujer
estupenda. Vas a ser muy feliz. Holly es una mujer increíble.
—Eso ya lo sé —dijo Damon. Le agarró la nuca y la acercó,
besándola con fuerza. El lobo quería hacer mucho más que
besarla. —Cuéntame un poco sobre ti, Peter. ¿Te gusta ir de
caza? ¿Acampar?
Atrajo al hombre por un camino, haciendo todas las
preguntas necesarias hasta que tuvo que marcharse.
—Eso no fue tan malo —dijo Holly.
—Uno menos y un montón de cosas por hacer.
Durante todo el almuerzo, se les acercaron desde hombres
hasta mujeres, pasando por niños. Cada vez, Damon hizo un
montón de preguntas. ¿Cómo encuentras la vida en la manada?
¿Cuáles son tus aficiones? ¿Hay algún consejo para lidiar con

128
su padre? Todas preguntas inocentes, pero Damon sabía que
respondidas de forma extraña, sería capaz de detectar el indicio
de traición.
Al final del día, él y Holly caminaron hasta la casa.
—¿Algo? —preguntó Holly.
—Ni una maldita cosa —gruñó.
Henry los esperaba afuera. —No estás de buen humor —
dijo Henry.
Holly soltó una risita. —Estará bien.
—¿Bien? He tenido que jugar bien con una manada que no
estoy seguro de que me guste —dijo Damon.
—¡Hey!
Tiró de Holly contra él. —No es nada personal. Alguien de
tu manada te ha traicionado. Tengo que encontrar quién es.
—Bueno, hoy conseguiste conocer al noventa por ciento de
los machos y cerca del ochenta por ciento de las hembras —dijo
Holly.
Entraron en su casa y Henry cerró la puerta.
—¿En serio? —preguntó Damon.
—Sí. Hemos hablado con mucha gente.
Sus estómagos gruñeron y Henry se rió. —Será mejor que
vaya a preparar algo de comida.
Los dejó solos, y Damon apoyó su cabeza contra la de Holly.
—¿Tal vez no sea alguien de la manada? —dijo ella.
—Nena, sé que no quieres pensarlo, pero lo es.

129
—¿Alguna vez has pensado que los hombres simplemente
tuvieron suerte? —preguntó ella.
—Me gustaría que así fuera, pero esto es personal. Por
favor, confía en mí. No quiero que estés a solas con ninguno de
ellos.
—Me gustaría poder cazar a esos bastardos que te hicieron
daño —dijo Holly.
Damon se rió. Las manos de ella se enredaron en su cuello,
y él presionó su cara contra ella. —Me encanta cuando te pones
protectora.
—Lo sé. Es una sorpresa para mí porque empecé odiándote.
—Ella presionó un beso en sus labios. —Ahora no puedo
imaginar una vida sin ti. Todo es un poco confuso.
—Para los dos. —Él le mordisqueó los labios, bajando los
suyos hasta su cuello para lamerle el pulso. —Quiero follar
contigo.
—Henry está haciendo la comida.
—No tardaré mucho. Quiero poner mi hijo dentro de ti,
Holly —gruñó las palabras contra su cuello.
En el momento en que ella se tensó, Damon se preocupó de
haber dicho algo equivocado.
La miró. —¿Quieres tener hijos? ¿He dicho algo
equivocado?
—Embarazo.
Damon frunció el ceño. —Me has perdido. ¿No quieres
quedarte embarazada?

130
—Dijiste que no podías oler a nadie de la manada cerca de
donde los hombres estaban cazando.
—Nena, los olores no siempre perduran en el aire.
—Pero las hembras embarazadas no huelen —dijo Holly.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Es... una máscara. Algún tipo de
protección o algo así, pero las hembras embarazadas no tienen
olor. Creo que se supone que nos ayuda a proteger a nuestro
hijo no nacido, pero también como un elemento de disuasión
para los machos rebeldes. Hay todo un argumento al respecto,
pero las hembras embarazadas no huelen.
Damon cerró los ojos, frotándose las sienes. —No entiendo
lo que me estás diciendo.
—Natalie.
—La mujer es enorme. Los cazadores la habrían destrozado
en un santiamén —dijo.
Holly le echó una mirada. —No si uno de esos cazadores es
el padre.
—Ha sido un día muy largo, nena. No puedo pensar, y no
tengo ni idea de a dónde quieres llegar.
—Natalie huele.
—No crees que esté embarazada.
—Está embarazada, pero esa es la cuestión. Las hembras
humanas huelen durante su embarazo. Tienen un olor
característico. Es fuerte. Liberan hormonas donde nosotros no
lo hacemos. Es la diferencia entre un humano y un lobo.

131
—¿Pero Natalie es una loba apareada?
—Que perdió a su compañero. Creo que... —Holly apretó
los labios. —Creo que Natalie fue a los cazadores humanos para
matar a su compañero. Su bebé no es de su compañero. Es de
uno de los cazadores.
—Eso es muy precipitado.
—No. Natalie siempre odió el hecho de ser una loba. Fue la
primera mujer que conocí que odiaba estar apareada. Quería
hacer todo lo posible para evitarlo, y creo que también quería
liberarse de la manada.
—¿Crees que se acercó a los cazadores?
—Piénsalo. Ella es la única persona que se me ocurre que
tendría una razón para querer dejar la manada. Es lo único que
tiene sentido.
—Y es la única que no ha hablado con nosotros.
—Tenemos que llamar a mi padre. Avisarle —dijo Holly.
Damon estuvo de acuerdo.

132
Capítulo 10

Holly miró fijamente a su padre mientras éste miraba al


otro lado de la habitación, con cara de profundo dolor.
—Pero ella... era feliz —dijo su padre.
—No, no lo era. Piénsalo. No tenía ningún otro lugar donde
ir que no fuera un apareamiento.
—Entonces, ¿cómo conoció a esos cazadores? —preguntó.
Christopher miró de ella a Damon. —Es un gran cambio de un
miembro de esta manada a una hembra preñada y apareada.
—Su compañero no lo hizo. Ella huele, papá. Tú lo sabes.
Yo lo sé. Eso sólo puede significar que el hijo que lleva no es de
su compañero. —Holly se encogió de hombros. —¿Crees que no
encuentro todo esto un poco perturbador?
Su padre suspiró. —Yo... debería haberlo sabido.
—No puedes saberlo todo —dijo Damon. —Estas cosas
pasan.
—No en mi manada. Me enorgullezco de que la gente
encuentre la felicidad y la paz.
Holly fue hacia su padre, abrazándolo, ignorando el
profundo gruñido que emitió Damon. Habían llamado a su

133
padre en el momento en que ella se había dado cuenta de que
la persona que buscaban era Natalie.
—Papá, eres un buen alfa.
—No me siento así. Mira lo que te ha pasado. Fuiste
tomada. Todo nuestro pueblo fue destruido. Perdí buenos
hombres y mujeres. Ahora me dicen que la persona responsable
es una mujer que he visto crecer hasta convertirse en una
hermosa mujer. Una mujer que pensé... —Levantó las manos y
las agitó. —No. No puedo.
—Ella hizo esto —dijo Holly. —Y si no tenemos cuidado, lo
va a volver a hacer.
—Tenemos que tomar medidas. —De forma no tan sutil,
Damon la atrajo contra él para que su padre no tuviera más
remedio que dejarla ir.
—¿Qué recomiendas? —preguntó Christopher.
Volvió a mirar a Damon para ver que parecía sorprendido.
—¿Me lo preguntas a mí?
—Necesito toda la ayuda posible, Damon. Si ella es la
responsable de esos cazadores, es sólo cuestión de tiempo que
vuelvan. No puedo permitir que haga daño a más de nuestra
gente.
—¿Nuestra gente?
Holly sonrió, frotando las manos de Damon.
—Eres uno de los nuestros, Damon —dijo Christopher. —
Entiendo que no quieras formar parte de una manada, y lo
acepto, pero eres uno de los nuestros. Mi hija te ama. Vamos a

134
tener que trabajar juntos para que esto funcione. Estoy
dispuesto a hacerlo si tú lo estás. —Su padre le tendió la mano.
—¿Qué dices?
Damon no se movió.
—¿Qué tal si decidimos esto después de impedir que
aparezcan los cazadores? ¿Crees que podemos hacerlo? —
preguntó Holly.
—Tenemos que ir esta noche —dijo Damon. —Si ella cree
que hay una posibilidad de que lo sepamos, podría huir. No
podemos permitir eso. Tenemos que hacer esto sin que el resto
de la manada sepa lo que está pasando.
—Entonces vamos esta noche —dijo Christopher.
—Creo que es mejor que Holly y yo hagamos esto —dijo
Damon.
—¿Por qué?
—¿Alguna vez has ido a su casa a altas horas de la noche
por alguna razón?
—No.
—¿No crees que eso hará que sospeche? Podría llamar a su
cazador —dijo Damon.
Su padre suspiró. —Tienes razón. Pero no voy a estar muy
lejos. Debes alertarme para que me ocupe de esto. Es de la
manada y hasta que no se tome una decisión sobre tu futuro,
a algunos de la manada no les gustará que te permita hacer
justicia en la manada.

135
—No tengo intención de hacer eso. Tú te encargarás de
Natalie. Sólo vamos a asegurarnos de que no traiga a los
cazadores aquí. —Damon extendió la mano. —¿Trato?
Su padre ni siquiera dudó.
—Parece que vamos a salir —dijo Holly.
En cuestión de segundos, estaban de vuelta en el coche y
Damon ya estaba conduciendo hacia la ciudad.
—¿Cómo estás? —preguntó Damon.
—Horrible. Me gustaba Natalie. Era agradable antes.
—Puede que todavía sea agradable.
—Ella guió a un grupo de cazadores hacia nosotros. Un
montón de gente murió. Viste los cuerpos. —Ella soltó un
escalofrío. Sólo el recuerdo era aterrador.
Damon tomó su mano. —Te tengo, ¿de acuerdo? No voy a
dejar que te pase nada malo.
—No hagas promesas que no puedas cumplir.
—¿Quién dice que no puedo cumplirlas? —preguntó.
—No quiero pelear por esto. —Ella le dio un apretón en la
mano y trató de apartarse, pero él no la dejó ir. —¿Damon?
—No te dejaré ir. Soy tu compañero.
—Sí, y todavía tenemos que decidir qué vamos a hacer —
dijo Holly. —¿Estás dispuesto a trabajar con la manada de mi
padre?
Suspiró. —¿Por qué no nos centramos en un problema a la
vez?
Holly estuvo de acuerdo.

136
Él le soltó la mano. Extrañó su tacto y apretujó las manos
entre sus piernas, apretándolas.
No habían hablado de... sus sentimientos. Estaban
emparejados y juntos, pero no era lo mismo que sus padres.
Dejando a un lado esos pensamientos, llegaron al
apartamento de Natalie, que también estaba encima de la
guardería que habían instalado.
Bajó del coche y se dirigió a la puerta, llamando.
Natalie abrió segundos después.
—Holly, hola, ¿cómo estás?
—Estoy bien. Sólo vine a ver cómo estabas —dijo ella. —
Trabajas demasiado.
Natalie estaba pálida. Había ojeras alrededor de sus ojos, y
parecía haber perdido un poco de peso.
—Entra. Entra —dijo Natalie.
Cruzaron el umbral y el olor volvió a aparecer. Esta vez,
reconoció el olor. Los cazadores. Natalie apestaba a ellos, o al
menos a uno de ellos.
Damon le puso una mano en la espalda, haciéndole saber
que él también la olía.
—¿Un trago?
—Por favor —dijo Holly.
Entraron en el apartamento de Natalie, y Holly notó la falta
de toques personales. Sólo habían estado allí durante poco más
de un mes, pero no había nada que mostrar en su lugar.
—¿No te gusta el lugar? —preguntó Holly.

137
—Ah, es genial. Me encanta, pero tengo que tener en cuenta
al bebé.
—Sí. ¿Estás pensando en un pequeño lugar con jardín?
Natalie se rió. —¿Cómo lo has sabido?
—Sólo una corazonada.
Natalie regresó con dos tazas en la mano, y mientras las
extendía, Holly vio cómo le temblaban las manos.
—Estás nerviosa —dijo Holly.
—No es nada. He tenido algunos dolores en la espalda.
Holly miró fijamente a Natalie. Nunca habían sido cercanas
como mejores amigas, pero creía que la conocía.
—¿Por qué? —preguntó Holly.
Damon la agarró por los hombros.
Natalie suspiró. —No tengo ni idea de lo que estás
hablando.
—No mientas.
—¡Holly! —La advertencia vino de Damon mientras Natalie
daba un paso atrás.
—Lo sabemos —dijo Holly. —Sabemos lo de tu cazador.
Sabemos que organizaste el ataque.
Esta vez, Natalie levantó la vista y negó con la cabeza. —
No. Yo no organicé el ataque. Pueden odiarme todo lo que
quieran y culparme de todo pero... lo juro... no tuve nada que
ver con eso.
—¿Entonces por qué no nos cuentas lo que pasó? —
preguntó Damon. —Tienes miedo. Todos podemos verlo.

138
Natalie empezó a llorar. Dejó las tazas y sacudió la cabeza.
—Hablar no resuelve nada.
—Dinos por qué —dijo Holly.
—¿Lo amas? —preguntó Natalie, señalando a Damon. —
¿Te hace sentir como si estuvieras en la cima del mundo?
Holly no miró a Damon. Su mirada se mantuvo en Natalie.
El dolor en el rostro de la mujer la golpeó con fuerza. —¿Natalie?
—Así es como se supone que son los compañeros, ¿verdad?
Se aman el uno al otro. Se cuidan el uno al otro. No... ¿se hacen
daño?
Las lágrimas llenaron sus ojos. —¿Él te hizo daño?
Natalie se apartó el pelo de la cara. —Holly, no tienes idea
de la clase de hombre que era. Me niego a decir su nombre. No
puedo. —Se llevó la mano al estómago.
—No es de él —dijo Holly.
—No, pero yo... no tuve elección.
—¿Fuiste a los cazadores? —preguntó Damon.
—No. Yo ni siquiera quería esto.
Holly estaba cada vez más confundida. —Natalie, ¿qué
demonios está pasando?
—Desde el momento en que nos apareamos y lo acepté, él
cambió. Mi compañero. No puedo... no diré su nombre.
—Lo entendemos —dijo Damon.
Holly quería ir hacia Natalie y consolarla. Se había hundido
en el sofá. Con las manos juntas, parecía tan rota.

139
—Empezó con que no estaba contento con mi forma de
vestir. Me elegía la ropa y me decía cómo tenía que maquillarme.
Si no lo hacía exactamente como él quería, empezaba a
pegarme. Una bofetada aquí. Siempre se lo tomaba como un
juego, pero la cosa se intensificó rápidamente hasta que me dio
un fuerte puñetazo. —Natalie frunció el ceño. —Se mostraba
tan amable y cariñoso en un momento y luego me pegaba. Yo
no lo veía venir. Él sentía que tu padre no debía ser alfa, y
cuando terminábamos en las reuniones del pueblo, llegaba a
casa y se desquitaba conmigo. Era mi culpa que todo saliera
mal. Yo era la mala persona en su vida. Yo no quería ser una
loba, Holly, pero quiero a la manada.
—No fuiste a los cazadores —dijo Damon.
Ella negó con la cabeza. —No. Él fue a ellos. Les contó todos
los detalles. Incluso dónde se podía pasar el rato y... —Natalie
sacudió la cabeza.
—Sabemos que el bebé no es suyo —dijo Holly. —¿Te ...
enamoraste?
Natalie se echó a reír. —¿Amor? ¿Crees que esto vino del
amor? No. El líder quería saber cómo era estar con una loba
hembra. —Ella resopló. —No tuve elección. Me apuntó con un
arma a la cabeza. Mi compañero lo hizo. Me obligó a tener sexo
con otro hombre.
Holly ya había escuchado suficiente. Corrió al lado de
Natalie y la abrazó. —Te tengo.

140
—No tenía a nadie a quien recurrir. ¿Quién me iba a creer?
—Empezó a sollozar y Holly la abrazó, sintiéndose tan
impotente por la otra mujer.

***
Christopher agarró la silla y la lanzó al otro lado del
ayuntamiento, donde se hizo añicos al chocar contra la pared.
—¿Papá? —dijo Holly.
—Debería haberlo sabido. No es posible que una mujer, una
hembra apareada en mi manada, haya sufrido, Holly. Soy un
fracaso.
—Nadie lo sabía.
—Pero yo debería haberlo hecho. Él tenía cualidades de
alfa. Sabía que tenía un mal genio, pero no tenía idea del
verdadero alcance de su persona. Le fallé a Natalie.
—Ella no atrajo a los cazadores —dijo Damon.
Habían llevado a Natalie a su casa para que Henry la
vigilara.
—No. Ella fue utilizada por su compañero para traer a los
cazadores. Lo mataron, ¿verdad? —preguntó Christopher.
—Sí. No sobrevivió al ataque.
Damon fue al lado de su compañera y le agarró los hombros
con fuerza. —Te tengo. —Sentía su dolor.

141
—Deberíamos haberlo sabido —dijo Holly. —No somos el
tipo de manada que deja a la gente sola.
Él se rió. —¿Son acosadores?
Holly sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Ya sabes lo que
quiero decir.
—Lo sé, pero no puedes culparte por lo que pasó. —
Presionó un beso en su sien.
Odiaba verla así. Tan perdida y rota. Dependía de él traerla
de vuelta, repararla.
—¿Qué hacemos ahora? —dijo Christopher.
Esta era la parte que dudaba que le gustara a su
compañera o al alfa.
—Iré de caza —dijo Damon. —Natalie dijo que la persona
con la que su marido la obligó a estar era el líder. Supongo que
no va a dejar pasar la oportunidad de tener una loba en su
cama. Natalie ya lleva su hijo.
—Eso es una locura —dijo Holly. —No hay manera de ir a
la caza de él.
—¿Por qué no? Un día de estos vendrá aquí y no estoy
dispuesta a arriesgarme. No estoy dispuesto a arriesgarte a ti
ni a nadie más. Si fuera mi mujer con mi hijo, haría lo que fuera
para que estuvieran a salvo de nuevo.
—Todo esto es demasiado —dijo Holly, alejándose. —No
puedes irte.
—No vas a detenerme.
—Soy tu compañera.

142
—Exactamente. Es por lo que estoy haciendo esto. —Se giró
hacia Christopher. —Sé que cuidarás de ella si algo sucediera.
La manada te necesita. Ellos no me necesitan. Soy prescindible.
—¡Esto es una locura! —Holly dio un pisotón. —No vas a ir.
—Me voy mañana —dijo Damon.
Miró al alfa, que finalmente asintió.
—¡Papá!
—No me gusta esto, Holly, pero no tenemos otra opción. De
ninguna manera voy a permitir que Natalie sea herida de nuevo,
o cualquier otra persona de la manada.
Sacudió la cabeza. —Así que envía a mi compañera a un
grupo de cazadores. Todo eso está bien, ¿verdad?
—No. No está bien, pero ambos sabemos que Damon puede
cuidarse solo.
—Volveré.
Holly negó con la cabeza, giró sobre sus talones y salió del
ayuntamiento.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó Christopher.
—Sí.
—Ella te ama —dijo él.
—Ella no ha dicho nada —dijo Damon.
—Mi hija es una mujer obstinada. Va a necesitar algo más
que un apareamiento para admitir sus sentimientos.
Damon sonrió. —Se apresuró a decirme que me odiaba.

143
—La mayoría de las mujeres lo hacen. Damon, no tengo
ninguna duda de que vas a manejar esto, y por eso, estaré en
deuda contigo. Todo lo que quieras, es tuyo.
Damon miró fijamente a su suegro. Todavía no era oficial,
pero algún día esperaba que lo fuera.
—No quiero perder a Holly. Estoy enamorado de ella. No
puedo imaginar una vida sin ella, y para ser sincero, no quiero.
Ella es dueña de mi corazón. Sé que dejaría la manada por mí,
pero no quiero pedirle eso. Su lugar está aquí. Yo... sólo he
conocido el dolor y el sufrimiento dentro de una manada, pero
me gustaría aprender a formar parte de ella. Hace mucho
tiempo que no me inclino ante un alfa.
—No necesitarás inclinarte ante mí, Damon. Si quieres
unirte a la manada para estar con mi hija, entonces
encontraremos la manera de que funcione. Después de esto, la
manada estará en deuda contigo, y te habrás ganado tu lugar
a mi lado. No traicionaré tu confianza. —Extendió la mano y
Damon la estrechó.
No intentaron aplastar la mano del otro ni mucho menos.
Sólo un apretón mutuo. Dos hombres uniéndose.
—Será mejor que vaya con Holly.
Su compañera le esperaba dentro del coche.
Tenía los brazos cruzados y estaba muy enojada.
Subiendo al volante, giró el encendido y comenzó el viaje
hasta su casa.
—¿Holly? —preguntó.

144
—No me hables. No pienso hablarte.
—Cariño, todo va a estar bien.
—¡Bien! ¿Crees que ir a cazar a un grupo de lunáticos va a
estar bien? Estás bromeando, ¿verdad? No hay manera de que
salgas con vida. Viste las secuelas de lo que pasó. ¿Yo? Yo vi lo
que realmente pasó. Estuve allí. Son monstruos, Damon.
Podrías salir herido.
—Y no estás contenta con eso.
Estacionó el coche mientras ella le daba una palmada en el
pecho, con fuerza.
—Eso no es gracioso.
—¿Holly?
—¡No! No estoy hablando contigo. No creo que ninguna
parte de que salgas herido o muerto sea divertida. —Salió del
coche y empezó a subir a la casa. Damon se bajó mientras una
ola de olor lo golpeaba con fuerza.
Algo no estaba bien.
La puerta se abrió y el hedor se hizo aún peor.
Gritó su nombre, pero en el siguiente segundo, Holly fue
agarrada por el cuello y tirada hacia atrás.
Damon se abalanzó mientras las armas lo apuntaban.
Por el rabillo del ojo, vio cómo empujaban a Henry al suelo.
El arma apuntaba a la cabeza de su amigo. Natalie estaba con
él, sollozando.
El olor cobrizo de la sangre llenaba el aire, y notó la mancha
roja entre los muslos de Natalie mezclada con la sangre.

145
Debía de haber roto aguas.
Un grito llenó el aire mientras Natalie se retorcía de dolor.
Joder. Joder. Joder.
Y para colmo, el líder tenía a Holly. Una hoja presionada
contra su cuello, justo contra su pulso.
—Bueno, bueno, bueno, mira lo que tenemos aquí —dijo el
hombre.
Pasó su lengua por la mejilla de Holly, y su compañera
retrocedió. La hoja estaba demasiado cerca de su carne.
—Yo tendría cuidado, salvaje. Un movimiento en falso y
podría clavar esta hoja en tu cuello.
—Suéltala —dijo Damon.
—¿Y por qué habría de hacerlo?
—Porque si lo haces, te mataré rápidamente.
—¿Tú y qué ejército? La manada de cobardes está de vuelta
en el pueblo, durmiendo bien calentitos. No te preocupes,
pienso terminar lo que he empezado. Tienes a la perra de aquí,
pero no es nada útil. Ella no puede ayudarte. Mi puta está
embarazada y una vez que haya escupido la criatura, va a
morir. Y luego tienes a tu esclavo humano. Sólo quedas tú.
El líder no se había dado cuenta de que Henry era un lobo.
El hombre no había cambiado, pero tenía fuerzas. Damon
esperaba que su amigo lo hubiera escuchado.
Henry odiaba que lo llamaran esclavo después de la vida
que había vivido. Damon se había propuesto liberarlo de las

146
manadas, y no había manera de que nadie lo volviera a obligar
a ser así.
Damon miró fijamente al líder, sin decir una palabra.
Este juego era el mismo que había jugado muchas veces. El
líder era exactamente igual que los otros alfas que lo habían
desafiado.
Mirándolo fijamente, esperó. Sin hacer ningún ruido. Sin
suplicar por su compañera. El lobo que había en él quería
abalanzarse, pero se mantuvo perfectamente quieto,
manteniendo un control constante a pesar de que Holly estaba
en peligro. No podía vivir sin ella.
—¿Damon? —preguntó Holly. —Te amo.
Esto atrajo su atención. —¿Vas a decirme eso ahora?
—Yo... creo que es bastante apropiado, ¿no?
—No vas a morir —le dijo.
El líder se rió. —Tan lleno de falsas esperanzas.
—Sí, pues yo sé algo que tú no sabes —dijo.
—¿Y qué es eso? —preguntó el líder.
—Que no tengo un esclavo humano.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, una pistola se
disparó, y el hombre que había estado apuntando a Henry
estaba muerto en el suelo. Henry no estaba a la vista.
Los cazadores se tensaron. Sus armas se movían mientras
miraban a su alrededor en busca de un vistazo a Henry.
Damon había aprendido rápidamente lo peligroso que era
Henry. Lo cerca que podía estar del límite si era presionado.

147
Cuidaba de él. A petición de Henry, nunca le había pedido
que hiciera daño a la gente. Damon se había dado cuenta de
que Henry nunca era una amenaza hasta que se lo provocaba
de la peor manera posible. Una pistola en la cabeza era un
extremo.
Todo lo que había necesitado era esperar a que Henry
estuviera en el lugar adecuado para atacar.
Otro grito masculino, y un cuerpo fue lanzado desde la línea
de árboles, aterrizando en el suelo. Henry estaba enojado. El
cazador no tenía rostro. Parecía que le habían arrancado la cara
a tirones.
—¿Qué es esto? —preguntó el líder.
—Bueno, verás, has hecho enojar a un amigo muy, muy
leal. Tiene una mala historia con los cazadores de cualquier
tipo. Años y años de abuso y de ser mantenido con una correa
apretada lo han afectado, y bueno, si lo amenazas de esa
manera, como que has firmado tu propia sentencia de muerte.
Otro grito. Otro cuerpo.
Damon mantuvo su mirada en Holly mientras Natalie
dejaba escapar un grito.
—Algo está pasando aquí —dijo uno de los guardias.
Segundos después, él también había desaparecido.
Los cuerpos siguieron apilándose hasta que sólo quedó el
único cazador con el cuchillo tan cerca del cuello de Holly.
Damon dio un paso hacia él y otro más.
—Haz que se vaya antes de que te quite todo.

148
—¿Tú y qué ejército? —preguntó Henry, apareciendo de
repente justo detrás del cazador principal. La cuchilla fue
arrancada de su mano y Holly fue empujada hacia adelante.
Damon la rodeó con sus brazos mientras Henry tiraba del
hombre hacia la oscuridad, donde escuchó los gritos y los
alaridos.
El cuerpo salió, seguido por Henry. El brillo furioso de sus
ojos se desvaneció mientras miraba a Damon.
—La próxima vez, dejaré que te encargues tú —dijo Henry.
—Creo que te has encargado bastante bien —dijo Damon.
Besó la cabeza de Holly, respirándola mientras Natalie gritaba.
Henry, de nuevo en control, se apresuró al lado de Natalie.
—Está dando a luz. Parece que está de parto.
—¿Sabes cómo dar a luz a un bebé? —preguntó Holly.
—Sí. Paso mucho tiempo leyendo. —Henry ya se estaba
poniendo en posición. —Bien, vas a tener que pujar, Natalie.
—Duele.
—Sé que lo hace. Pero vas a tener que darme uno de los
grandes esfuerzos. Tienes esto. Te tengo. Confía en mí. Ahora
estás a salvo. Nadie va a hacerte daño. No lo permitiré.
Natalie asintió y entonces, con las manos apretadas,
empezó a pujar.
Él y Holly se movieron a su lado, sosteniendo sus manos,
ayudándola mientras empezaba a pujar. El dolor debía de ser
insoportable.

149
Damon no supo cuánto duró, pero después de lo que
parecieron horas, los gritos de un bebé llenaron el aire.
Natalie había dado a luz a una niña.

150
Capítulo 11

Un par de noches después, Holly se frotó las manos con


crema al entrar en el dormitorio. Natalie y su bebé humana
vivían con ellos. Henry estaba completamente enamorado de las
dos. Era tan claro de ver.
—Sabes, creo que Henry está enamorado de Natalie —dijo
Holly.
Damon cerró su portátil. Había estado apoyada en su
rodilla mientras escribía. No había hecho mucho trabajo ya que
él, con Christopher y la manada, se había encargado de los
cuerpos. Con los cazadores fuera, podían vivir en cierta paz.
—Creo que tienes razón.
Ella apagó la luz del baño y caminó hacia la cama,
moviéndose al lado de Damon.
—¿Quieres contarme qué fue todo eso de Henry? —
preguntó.
—No hay mucho que contar. Lo viste —dijo él.
—¿Qué vi exactamente? Henry no puede cambiar.
—No. A lo largo de los años y con la cantidad de abusos que
sufrió, nunca ha podido convertirse en lobo. Al menos no desde
que lo conozco. Me dijo que lo intentó una vez, pero... su lobo

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está demasiado dañado. Nunca va a salir y yo nunca voy a
obligarlo a hacerlo.
—Por lo que vi, ese hombre es fuerte.
Damon se rió. La bajó para que se sentara a horcajadas
sobre su cintura. Holly estaba más que feliz de estar allí,
jadeando al sentir la dura cresta de su polla presionando contra
ella.
—¿Tengo que estar celoso de este hombre? —preguntó él,
hundiendo los dedos en su pelo y tirando de ella para besarla.
Ella soltó un grito ahogado. —No.
—Pero creo que sí. —se rió él.
—Quiero entenderlo. Es tu mejor amigo. —Ella le puso la
mano en el pecho. —Y no te estaba mintiendo. Te amo, Damon.
Él no le había devuelto las palabras, pero a ella no le
importaba. Todavía estaban empezando. Esperaba que al
menos sintiera algo por ella. La idea de estar en un
apareamiento como el de Natalie la llenaba de dolor.
—Henry es fuerte. Tiene todas las habilidades de un lobo.
No se convierte, pero esa fuerza nunca desaparece. Le ha
llevado años dominarla. Para mantenerla a raya. Los cazadores
lo despertaron, pero él no es una amenaza para nadie. Lo
prometo. —Tiró de ella hacia abajo, besando sus labios. —Hoy
he hablado con tu padre —dijo las palabras entre besos.
Holly gimió. —No es el tipo de tema que quiero tratar en
este momento. —No con lo excitada que estaba. Hablar de su
padre realmente ponía un freno a su estado de ánimo.

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—No quiero que elijas entre yo o tu familia. La manada es
tu familia, por eso acepté unirme a tu padre. Vamos a llegar a
un acuerdo que nos beneficie a los dos.
—¿Vas a formar parte de la manada?
—Sí. Holly, te amo. No quiero vivir el resto de mi vida sin ti.
Quiero casarme contigo. Tener muchos hijos y estar a tu lado
el resto de nuestras vidas. Si me aceptas —dijo él.
Ella sujetó su cara y estampó sus labios en los de él.
Él hundió los dedos en su pelo, acercándola.
—¿Supongo que eso significa un sí? —preguntó él.
—Sí. Cien por cien sí. —Ella lo besó con fuerza.
—Podría acostumbrarme a esto —dijo él.
—Yo también. —Ella le acarició la mejilla y sonrió. —Dilo
otra vez.
—Te amo, Holly.
Presionando sus labios contra los de él, ella se rió. —Y otra
vez.
—Te amo. Ahora dímelo tú.
—Te amo, Damon.
—Y otra vez.
—Te amo.
Él la tiró a la cama, y ella abrió los muslos mientras él
encontraba su núcleo. Soltó un grito ahogado cuando él la
penetró.
—Y voy a amarte el resto de nuestras vidas.

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Epilogo
Cinco años después

Damon observó a su hijo mientras perseguía a la hija de


Natalie, Belle. La joven era la única hembra de la manada, pero
había sido aceptada por todos con un abrazo cariñoso. Miró
hacia Natalie y Henry. Ambos habían encontrado un amor tan
dulce y precioso que la gente los confundía con verdaderos
compañeros.
En cuanto a su hijo, el mayor, Elijah, era un auténtico
peligro, mientras que su pequeña, Rose, era un encanto. A ella
le gustaba sentarse y leer, mientras que su hijo era un
aventurero. Incluso ahora, observaba cómo Holly levantaba a
Elijah, evitando que se estrellara contra una farola. Le dio un
beso en la mejilla, que él limpió y volvió a correr.
En el momento en que Holly estuvo cerca, Damon la acercó.
—Me rindo con ese chico.
—Está bien.
—Lo sé, pero me preocupa que se haga daño.

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Bajó sus labios sobre los de ella, y Holly se derritió contra
él. —Te he echado de menos.
Ella se rió. —Sólo estaba sirviendo bebidas.
—Y yo te necesitaba a mi lado. La manada sigue
acercándose —gimió. —Sólo quiero pasar un rato con mi mujer.
—Hundió su cara contra su cuello.
Ella se rió. —Estás mintiendo. Te encanta que la manada
venga a pedirte consejo. Los amas.
—Y te amo a ti.
Los últimos cinco años habían sido los mejores de su vida
hasta ahora. Había encontrado a su compañera. Se había
enamorado, y finalmente había encontrado su lugar dentro de
la manada. Christopher era el mejor alfa que había tenido el
placer de conocer.
Su vida estaba completa.
—¿Crees que podemos escaparnos? —preguntó Damon.
Con dos niños constantemente manteniéndolos en sus
dedos, era raro que alguna vez tuvieran un momento para
llamarlo suyo.
—Natalie ha dicho que los está vigilando. ¿Qué te parece?
—Creo que es hora de llevarte a casa y jugar contigo.
Holly soltó un grito ahogado, rodeando su cuello con los
brazos. —Entonces llévame a casa, compañero, y haz lo que
quieras conmigo.

Fin

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