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Fat Mate

Sam Crescent

(The Alpha Shifter Collection 08)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


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Sinopsis

Todo lo que Zadie Cox siempre ha querido es encontrar un


compañero, enamorarse y tener muchos hijos. El problema es
que... nadie la quiere. A la manada no le interesa una mujer
con curvas, y ningún hombre quiere una 'compañera gorda',
que es como la han llamado.
Dante Locker odia la política de la manada. Cuando lo
invitan a una visita de un mes a una manada vecina, sabe que
hay una trampa. El alfa tiene una hija, pero no hay forma de
que Dante se aparee con ella. Pero en cuanto entra en la plaza
del pueblo, la pelirroja de curvas asesinas capta su atención.
La quiere, y Dante es un alfa rico, un hombre de negocios, y
siempre consigue lo que quiere.
Ningún hombre ha deseado nunca a Zadie, pero hay algo
en este nuevo alfa. La forma en que camina, habla... y su
devoción llama no sólo a su loba, sino a ella.
¿Podrá Zadie dejar la manada a la que ha llamado
hogar? ¿Se enamorará de Dante? ¿O es sólo una aventura
de un mes?

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Dedicatoria
A menudo me asaltan las dudas. Me conoces, lo has visto. Compañera
gorda... el título me incomoda y, sin embargo, que me llamen gorda ya no
tiene ningún significado para mí. Hace años, me llamaban así mientras
crecía. Era la gorda, la fea, la regordeta, y aguantaba los apelativos, y
muchas veces me iba a casa llorando.
Nunca me planté. Nunca les dije que puede que estuviera gorda, pero
soy jodidamente fabulosa, y si se me da la oportunidad, soy una maldita
buena amiga, pero a menudo me apartaron. Está bien.
Ahora, soy mayor. Escucho a mi musa y, en estas historias, he podido
dotar a mis personajes femeninos de la capacidad de levantarse, de decir
a otros que las menosprecian que ellos no significan nada. Porque yo no
podía hacerlo. Agaché la cabeza y lo acepté.
Fat Mate es una obra emotiva. Lloré, reí y, al final, sentí que mi
personaje femenino era capaz de encontrar su voz, de levantarse y de estar
orgullosa. El peso es sólo un número.
Lo siento si esto te incomoda, de verdad. Llamándolo de otra manera,
no tendría el mismo significado, y me quedaría apartada una vez más.
Son palabras, pero las estoy usando para que tengan un nuevo
significado para mí.
No quiero hacer daño a nadie. Si me conoces, sabes que no es eso lo
que pretendo.
Con mucho amor,
Sam X

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Capítulo 1

Zadie Cox se sentó en su gran roca con vistas al lago. Le


encantaba venir aquí el día de los reclamos. Mientras el resto
de su manada, con o sin apareamiento, salía a follar, ella se
sentaba aquí y miraba la luna. A veces cambiaba a su forma
de lobo y se sentaba sobre sus cuartos traseros, y miraba la
luna durante horas. Otras veces, como ahora, se sentaba
desnuda, apoyada en sus manos, escuchando los sonidos a su
alrededor.
El placer que rodeaba a la manada en la que había nacido
estaba a su alrededor. Podía permitirse sonreír por su
felicidad, y se quedaba mirando la luna. Durante los últimos
siete años había estado escuchando los mismos sonidos de la
manada encontrando su placer en los demás.
Una sola lágrima resbaló por su mejilla y se la quitó con
un movimiento de la mano, sin querer dejar caer más lágrimas.
Cada luna llena intentaba, sin éxito, mantener las lágrimas a
raya. La gorda, eso es lo que era. La loba gorda.
Apoyada contra la pared de tierra a su espalda, miró su
cuerpo y se mordió el labio mientras más lágrimas
amenazaban con caer. En una manada de más de doscientos

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miembros, ella era la única gorda. Sobresalía como un pulgar
hinchado, así era. Se le formó un nudo en la garganta y lo
empujó hacia abajo. No, ningún llanto la ayudaría. Sólo tenía
que seguir viviendo su vida, que era solitaria, pero había
pasado por cosas peores.
Soltando un suspiro, se levantó y empezó a salir del lugar
que le ofrecía tanta serenidad. Se movió varios metros y
encontró la ropa que se había quitado. No había necesidad de
apresurarse, ya que la luna llena aún estaba en su apogeo, por
lo que la manada estaría más concentrada en sí misma que en
ella.
Se puso los vaqueros y la camisa grande, se ató el pelo en
una coleta y empezó a caminar hacia el pueblo. La mayoría de
las manadas del mundo vivían cerca de un bosque, o al menos
a las que sus padres siempre la habían llevado. Ella nunca
había encajado allí donde iban. Al menos la manada de Sloane
no la había apartado. La gente de allí era muy amable. Llevaba
aquí desde los diez años. Al principio, ella y su familia habían
sido forasteros. Nadie quería confiar en la nueva familia, ya
que no sabían si su lealtad era hacia la manada o hacia ellos
mismos.
Su padre, Tristán, se había probado a sí mismo una y otra
vez ante el Alfa, y gracias a eso, habían sido aceptados. Su
hermano también había encontrado su lugar en la manada.
Ella no podía culpar a la manada. Todos eran amables con,

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pero sabía que no habría futuro para ella aquí, pero no podía
irse.
Había oído hablar de lobos que dejaban sus manadas y
hacían su propia vida, pero ella no quería eso. Como la mayoría
de las hembras, esperaba tener su propia familia algún día.
Pasaba todo su tiempo en la guardería local ayudando a los
niños pequeños y cuidándolos.
Metiendo las manos en los bolsillos delanteros de sus
desgastados vaqueros, se detuvo al oír el sonido de un gemido
femenino.
Zadie cerró los ojos y rechazó la oleada de necesidad que
la invadió. No quería ni necesitaba un compañero. Si repetía
las palabras constantemente en su cabeza, podría finalmente
creerlas.
Su curiosidad siempre la superaba y, en contra de su buen
juicio, se dirigió hacia el ruido.
Un gran oído y una gran vista eran sólo algunas de las
ventajas que tenía por su lado lobuno. A diferencia de otras
hembras de la manada, también había notado que era
increíblemente fuerte, y aunque era la más grande, también
era increíblemente rápida. Algo gracioso, en realidad.
A través del claro, vio a Bianca. No se podía confundir el
cabello dorado que caía en cascada por su espalda.
—Hay tiempo suficiente para todos —dijo Bianca.

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Zadie vio que Bianca no tenía sólo un hombre apareándose
con ella, sino que tres más estaban a su alrededor. Sus manos
apretaban sus pollas mientras esperaban su turno.
—Oh, sí, así. Más fuerte. Tienes que follarme como si
quisieras hacerlo —dijo Bianca.
Zadie observó cómo Bianca echaba la cabeza hacia atrás y
gritaba mientras su orgasmo se abatía sobre ella. En el
momento en que uno de los hombres terminó, otro ocupó su
lugar. Que follaran juntos no era raro, pero también significaba
que Bianca tampoco había encontrado a su compañero.
Siendo la mujer más bonita de toda la manada, todo lo que
Bianca tenía que hacer era mover el dedo, y los hombres,
incluso las mujeres, irían corriendo hacia ella.
El hermano de Zadie, Luke, también había sido víctima de
la belleza de Bianca.
Hubo un tiempo en que Zadie había deseado ser tan bella
como Bianca, para que los hombres la adoraran, pero entonces
había visto la crueldad en sus ojos. Ser la hija del Alfa le daba
a Bianca muchos privilegios. Muchos de ellos incluían el no
castigo por iniciar peleas entre los machos de la manada.
Ya sin interés en verlos follar, Zadie giró sobre sus talones
y se alejó, dirigiéndose de nuevo a la ciudad. Se cruzó con
varias personas y les ofreció una sonrisa. La lástima en sus
rostros no era fácil de disimular. Murmuraban sobre la chica
Cox, y lo triste que era que después de todo este tiempo,
siguiera sin estar apareada.

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Sí, la mayor sorpresa para toda la manada era que una
virgen anduviera con ellos. Ningún hombre la quería, y ella se
negaba a ir a un lugar cualquiera sólo para tener sexo. No
necesitaba un hombre o niños para sentirse completa. Su
trabajo, su manada y su familia eran más que suficientes. Todo
lo demás era algo que nunca llegaría a suceder.
Tristán y su madre, Alice, estaban fuera de su casa,
besándose. Esta noche habían salido a correr, y era bueno
verlos a ambos riendo, sonriendo y tan enamorados como el
primer día que describieron cómo se habían apareado.
—Has vuelto pronto —dijo Tristán.
—Tuve una buena carrera y luego me sentí muy cansada.
Voy a comer algo y a acostarme. —Les sonrió, tratando de no
mostrar que anhelaba un compañero, o una familia.
¡No! no necesitaba a ninguno de los dos para ser feliz.
—Buenas noches.
Al entrar en su casa, se dirigió a la cocina y comenzó a
prepararse un sándwich.
—Ella es miserable, Tristán. Cada luna llena puedo sentir
el dolor de nuestra hija. Lo oculta.
—¿Crees que yo no lo siento también? Sé que le duele.
—Siete años convirtiéndose, y ni una sola vez ninguno de
los hombres la ha perseguido. Es una mujer increíble. Sería
una buena compañera, una compañera fuerte. Las mujeres de
la guardería hablan. Creen que sería una gran compañera y
madre. Sin embargo, nadie se fija en ella.

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Hubo una pausa y Zadie se secó las lágrimas. Sus padres
discutían constantemente después de la luna llena. Por eso ella
sólo corría un día del mes, y era cuando la luna estaba en su
máximo esplendor.
—¿Hay algo que puedas hacer?
—No puedo obligar a nadie a aparearse con Zadie. ¿Qué
tipo de apareamiento sería?
—Hemos visto hacerlo antes, y ambos fueron felices —dijo
Alice.
Su madre estaba tan triste por ella que estaba dispuesta a
forzar a un pobre tipo a aparearse.
—También hemos visto hacerlo y que salga horriblemente
mal. Un hombre vendrá. Recuerda mis palabras, y será mejor
que él sepa el tesoro que tiene en Zadie.
—No arruinarás ninguna oportunidad que tenga —dijo
Alice.
—No lo haré. Pero si por un segundo creo que mi niña es
infeliz, me ocuparé de ello. Siempre será mi niña.
Se alejaron, y Zadie dejó de escuchar lo que fuera que
tuvieran que decir. Dando un gran bocado a su sándwich de
jamón y pepinillos, estaba por irse a su habitación cuando el
calendario de la pared la detuvo.
¡Mierda! Se había olvidado completamente de la visita de
la manada. Estaba prevista la llegada de la manada de Dante
Locker. Ella lo sabía, ya que se había pedido que la guardería
estuviera preparada para recibir más niños.

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Tenía que estar preparada para recibirlos mañana, ya que
la guardería había votado para que ella estuviera en la primera
reunión, que sería en la plaza del pueblo. Era hora de ir a la
cama. Lo último que quería hacer era derrumbarse en medio
de una reunión importante. De vez en cuando, las manadas se
reunían, a veces para divertirse y jugar, otras veces para
aparearse. En cualquier caso, mañana era importante y no iba
a defraudar a la manada.

***
—¿Dime otra vez por qué estamos aquí? —preguntó
Bethany.
Dante Locker sonrió a su hermana. No era la mejor
compañera cuando se trataba de viajar. Comprendía su
aversión. Él mismo prefería viajar a la intemperie en lugar de
hacerlo en cualquiera de los llamativos coches que poseía. El
hedor del cuero y de los productos químicos nunca le atrajo,
pero así era como debía hacerlo, sobre todo porque tenía con
él a algunos de sus más cercanos de la manada, amigos y
aliados. Algunas de las hembras de la manada también eran
humanas. Varios de los machos de su manada se habían
apareado con humanas, que eran algunas de las mujeres más
agradables que había conocido. Las lobas solían ser... difíciles
a veces.

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—Estamos aquí para formar una alianza con la manada de
Sloane. Lo que creo que quiere hacer es lanzar a su hija sobre
mí, y esperar que caiga de rodillas, y ofrezca todo lo que tengo
por el derecho a aparearme con ella. —Se estremeció. Sólo con
oír hablar de las múltiples prácticas de Bianca se le ponía la
piel de gallina. Tenía una vena cruel, y no era bien vista por
muchos de los visitantes allí.
—Tu riqueza ciertamente es atractiva. Creo que eres el
primer Alfa de la manada que posee una mansión y tiene
millones a su nombre. Podrías comprar cualquier cosa, y a
algunas mujeres eso es lo único que les importa —dijo
Bethany.
Eso era cierto. Había tenido que luchar contra muchas
buscadoras de oro, tanto humanas como hembras de la
manada. Incluso había experimentado a hombres intentando
reclamar algo, y él no tenía esa inclinación. Dante había sido
un joven empresario, y uno sólido, llevando a su manada hacia
el éxito a lo largo de los últimos veinte años.
A los cuarenta años, estaba listo para establecerse,
encontrar una compañera y tal vez tener una familia. Los lobos
envejecían de forma diferente a los humanos, por lo que, al
haber alcanzado la madurez, el proceso de envejecimiento
empezaría a ralentizarse. Al mirarse al espejo, no podía negar
que se veía muy bien, incluso descaradamente apuesto.
—Sí, bueno, a mí tampoco me influyen fácilmente unas
buenas tetas.

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Bethany se rió. —Tengo la sensación de que te vas a ganar
un enemigo de Sloane.
—Realmente no me importa. Él es el que quería esta
alianza, y que nuestras manadas siguieran siendo firmes
amigas.
—¿Crees que eso significa que quiere dinero?
—Posiblemente. Una alianza conmigo, y mi
enamoramiento de su hija es probablemente lo que busca. —
La limusina que había optado por utilizar se detuvo en la plaza
principal. Todos los miembros de su manada que habían
decidido venir con él habían viajado en limusina. Vio a Sloane
de pie con su compañera, y a una pequeña rubia a su lado. —
En serio, ¿cuántos años tiene esa chica?
—Tiene veinticinco años, y viendo la forma en que los
machos la observan, se mueve mucho.
Suspiró. Debían quedarse un mes, hasta después de la
próxima luna llena, y no le apetecía lo más mínimo. Esta noche
también había luna llena. No estaba en su máximo esplendor,
pero seguía siendo costumbre que las manadas corrieran
juntas, para mostrar su respeto y cuidado. Lo último que
quería era iniciar una guerra por su falta de respeto.
—Aquí vamos. Compórtate, hermana —dijo.
—Siempre. No sé hacer otra cosa.
Su hermana podía ser una amenaza a veces, pero él la
adoraba. Era una mujer muy dulce que había tenido mala
suerte, ya que nunca había encontrado compañero. Un día,

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imaginaba que lo haría, pero hasta entonces, dirigían la
manada juntos.
La mayor parte del tiempo se sentía incómoda tratando los
asuntos de la manada ya que no se sentía lo suficientemente
fuerte como para ser su igual. No eran compañeros, así que
siempre existiría ese vacío entre ellos. Sin embargo, eran una
familia y compartían los mismos sentimientos sobre su
manada. Querían lo mejor y pretendían conseguirlo.
Saliendo del coche, se abotonó la chaqueta del traje y
sonrió a Sloane. No era la primera vez que se encontraba con
el otro Alfa.
—Hola, Sloane.
—Dante, como siempre es un placer. Espero que disfrutes
de tu estancia.
El pueblo en el que vivían Sloane y su manada era muy
pintoresco. Por lo que Dante recordaba, aquí tampoco había
humanos.
Había una brisa, y el más increíble aroma a limón lo
golpeó. Se le hizo agua la boca, y cuando se giró, vio a una
mujer con un llamativo pelo rojo.
Quiso conocerla, y el lobo que llevaba dentro también se
despertó con su olor. Ella estaba de pie con su familia. Lo que
sí notó fueron sus curvas. Destacaba como un pulgar
hinchado, pero para Dante, era extremadamente hermosa.
Rara vez había visto a una loba con grandes tetas, caderas y

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muslos. Varias de las hembras humanas con las que había
estado tenían curvas, pero esta mujer, era pura tentación.
Ella no lo miraba, y él observó cómo se apartaba el pelo de
la cara y sonreía al hombre que estaba a su lado.
—Dante —dijo Bethany, empujando su costado.
Volviendo a la conversación, vio a la esposa de Sloane,
Anna.
—Me disculpo.
—No es necesario. Estoy segura de que has tenido un viaje
muy ajetreado. Tenemos una de nuestras cabañas preparadas
para su estancia. Hablé con Bethany, y me aseguré de incluir
todas las comidas que les gustan, pero como estoy segura de
que pueden ver, si no les gusta cocinar, tenemos los medios
para mantenerlos alimentados.
—También me gustaría presentar a mi hija, Bianca —dijo
Sloane.
La pequeña rubia se acercó. Llevaba una sonrisa que a
Dante no le gustaba.
Dante no dijo nada, y volvió a mirar su mochila. —La
invitación incluía a varios de los miembros de mi manada
apareados, así como a algunos que no lo estaban. También
hemos traído algunos niños con nosotros. La amistad debe
nacer a una edad temprana, ¿no estás de acuerdo?
—Ciertamente —dijo Sloane. —He dispuesto que la
guardería esté preparada. —Bianca lo miraba con desprecio, y
a Dante le importaba una mierda. —Zadie, ¿podrías acercarte?

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El olor a limón se hizo más fuerte, y se giró para encontrar
a la pelirroja acercándose. Ella juntó las manos y le ofreció una
sonrisa. Sus ojos eran de un hermoso tono verde. Su piel era
muy pálida, y él vio la amabilidad en su sonrisa.
—Zadie Cox trabaja en la guardería y podrá mostrar a sus
parejas apareadas dónde ir —dijo Sloane.
—También tenemos un programa para jóvenes, por si hay
algún niño mayor. Siempre nos complace tenerlos cerca.
Dante dio un paso adelante y extendió la mano. —Soy
Dante Locker.
—Hola. Soy Zadie Cox. —Ella sacudió la cabeza, y él notó
que su agarre era firme. Eso le gustó. Ella no trataba de
parecer débil para él. De hecho, ni siquiera intentaba
coquetear. —Encontrarás nuestros servicios más que
adecuados.
Sloane se aclaró la garganta y se dispuso a hablar.
—Me tomo muy en serio el cuidado de nuestros pequeños.
¿Podrías mostrarme su guardería ahora? —Dante no quería
separarse de ella.
Zadie apartó la mano y se giró hacia Sloane.
—Queremos mostrarte la cabaña.
—Eso puede esperar. Bethany, seguro que también
quieres ver la guardería. Sabes que nuestra manada se toma
en serio el cuidado de nuestros jóvenes.
—Él no puede ser persuadido —dijo Bethany.

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No estaba mintiendo del todo. Los jóvenes de la manada
siempre eran una prioridad, pero viendo que sólo tenían un
par de hijos, dudaba que la guardería o el cuidado de los
jóvenes fuese necesario.
Sloane no parecía contento, ni tampoco Bianca.
—No necesitas ver a los jóvenes. Zadie es más que capaz.
Todos los niños la adoran —dijo Bianca. —Tu cabaña te
espera.
Dante miró hacia Sloane. —¿Tu hija habla por ti? Como
Alfa, deseo asegurarme de que mi gente será bien atendida.
—Por supuesto. Bianca, vete a casa. Nunca has mostrado
interés en los jóvenes de la manada. Tu presencia no es
necesaria. Zadie, ¿te importaría liderar el camino? —dijo
Sloane.
—Por supuesto. —Zadie se puso al frente, y comenzó a
caminar hacia uno de los grandes edificios alejados del
comedor. Era luminoso, y vio un montón de fotos que
mostraban las obras de arte de los niños.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Bethany,
tratando de mantener la voz baja.
Se dio cuenta de que Zadie se giró un poco hacia ellos.
¿Podía oírlos? Los lobos tenían un gran oído en su forma de
lobo, pero no muchos lo tenían en su forma humana. Se llevó
un dedo a los labios, no iba a arriesgarse cuando no sabía
exactamente nada de ellos. Al entrar en la guardería, vio que

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más de veinte niños se giraban y llamaban a Zadie por su
nombre.
Ella se dirigió hacia ellos, agachándose, y mostrándoles a
cada uno su atención.
—Zadie siempre ha sido buena con los niños —dijo Sloane.
—Es la mejor. Esperamos que pronto tenga muchos hijos
propios —dijo Alice.
Dante se giró hacia Sloane, viendo la duda en la cara del
hombre.
—¿No está apareada? —preguntó Dante.
—No. No lo está —dijo Sloane.
Se giró hacia Zadie. Su atención estaba en los niños, y
observó como ella jugaba con los niños.
Viéndola con los niños, viendo el amor en su rostro, Dante
la deseó, y supo que iba a poseer cada centímetro de ella.

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Capítulo 2

Zadie se agachó y sacó la última tanda de galletas que


había estado preparando. Las galletas de limón eran un gran
éxito entre los niños de la guardería, y les había prometido
algunas golosinas si se tomaban el tiempo de leer un libro. No
estaba dispuesta a sobornar para conseguir lo que quería.
Además, a los niños les encantaba que cocinara para ellos, al
igual que al personal.
—Esta mañana ha ido bien —dijo Alice, su madre.
—Sí, pienso lo mismo. Sloane parecía feliz.
—Ugh, ¿has visto a esa Bianca?
—Mamá, sabes que es perfecta así que no tienes que fingir
lo contrario. Todos sabemos por qué Dante Locker está aquí, y
no es por otra razón que la de formar una unión entre las
manadas. —Zadie colocó las galletas de limón en una rejilla de
enfriamiento.
Era el momento de empezar a hacer sus galletas de
chocolate favoritas.
—No me gusta.
—¿Quién no te gusta? —preguntó Luke.
—Bianca. A mamá no le gusta.

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—A nadie le gusta Bianca —dijo Luke. —Es una perra
rencorosa, y si nuestro Alfa piensa por un segundo que Dante
la va a querer, tienes que reírte. ¿Lo has visto hoy? El tipo no
soportaba ni estar cerca de ella.
—¿Dónde está tu padre? —preguntó Alice.
—Hablando con Sloane y Dante. Adivina quién estaba
haciendo preguntas sobre ti —dijo Luke, chocando con ella
para que derramara más trozos de chocolate en la masa.
—Oye, estoy trabajando aquí —dijo Zadie.
—Y todos sabemos que las galletas son mejores cuando
cada bocado tiene mil pepitas de chocolate dentro. —Luke
agarró un puñado, y ella lo fulminó con la mirada una vez más.
—Será mejor que te hayas lavado las manos.
—Puedo prometerte, hermana, que mis manos están
perfectamente limpias.
—¿Cuándo vas a encontrar una compañera, Luke?
—Mamá, por favor, encontraré una compañera pronto, lo
prometo. Todos sabemos que Bianca no lo es.
Zadie sintió pena por su hermano. Se había enamorado
mucho de Bianca mientras crecían, siguiendo constantemente
a la rubia, y cuando finalmente pensó que iban a estar juntos,
se enfrentó a otro macho. Era lo que a Bianca le gustaba hacer.
—Esa chica es una amenaza.
—Es la hija del Alfa, así que puede hacer lo que le dé la
gana —dijo Tristán, entrando por la puerta principal.

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Sus padres se abrazaron como siempre cuando se
separaban. Una vez más Zadie sintió esa chispa en el pecho.
La envidia y la tristeza se apoderaron de ella. Nunca tendría lo
que sus padres tenían. Desviando la mirada, se centró en las
galletas, y como le encantaban unas nueces en las suyas,
empezó a picarlas.
—Cuenta los detalles, papá. ¿Cómo es Dante? —preguntó
Luke, robando más trozos de chocolate.
Zadie lo dejó pasar, sabiendo que no tenía sentido
esconderlas. Le haría pedir más. Le encantaba hornear, y a
menudo Luke estaba cerca cuando ella lo hacía, y siempre le
robaba sus cosas.
—Es un hombre justo. No se preocupa mucho por las
cosas materiales. Sloane se gastó una fortuna en preparar la
cabaña, y sin embargo Dante asintió con la cabeza, y salió.
Bethany, la hermana del hombre, fue la que habló. —Hubo un
silencio, y Tristán se aclaró la garganta. —Él preguntó por ti,
Zadie.
Hizo una pausa en la tarea de preparar sus galletas. —
¿Por mí?
—Sí, quería saber más sobre ti.
Zadie frunció el ceño. —Me pregunto si no le gustó la forma
en que traté a los niños.
—No creo que fuera eso. Tenía curiosidad por saber si ibas
a salir esta noche.
—Nunca voy la segunda noche.

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—Creo que deberías ir —dijo Tristán. —Creo que sería
bueno para ti.
Ella miró a su padre, a su madre y a su hermano. Todos
le sonreían, asustándola un poco. —¿A qué vienen esas
miradas tan raras? Es un poco espeluznante.
—Es que... él se fijó en ti, Zadie. ¿No crees que eso es algo
bueno? —Porque nadie más lo ha hecho, y queremos que tengas
lo mejor.
Colocando las galletas en el horno, se giró hacia su familia
y soltó un suspiro. —Sé que quieren lo mejor para mí, lo
entiendo. Pero no me voy a lanzar a un hombre o a cualquiera
que muestre el más mínimo interés. —Extendió los brazos y
luego los dejó caer a los lados. —Sé que soy una decepción y
lo siento. He intentado cambiar lo que soy, pero resulta que me
gusto a mí misma.
—Zadie, no es eso en absoluto.
—Está bien, mamá. De verdad. Necesito ir a tomar el aire.
—Pasó de largo, sabiendo que su madre terminaría de
ocuparse de las galletas mientras ella iba y se sentaba fuera.
Sentada en los escalones del porche, apoyó los codos en
las rodillas y se pasó los dedos por el pelo. Cerró los ojos y trató
de calmarse.
—Eso fue un poco duro —dijo Luke, viniendo a sentarse a
su lado.
Siempre había estado cerca de su hermano, incluso antes
de la mudanza.

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—Lo sé. Ahora me siento culpable por ello. No debería
haber dicho nada ni haber actuado así.
—No tienes que sentirte culpable. La verdad es que no.
Saben lo difícil que es esto para ti a veces, y sacar a relucir
constantemente lo que podría pasar... imagino que apesta.
Se rió. —¿Te refieres a que constantemente hablan de un
futuro en el que tengo un compañero, y soy feliz, y somos
felices?
—Podría pasar, Zadie. Eres una persona demasiado
negativa.
—No, no lo soy. He oído cómo me llama la gente, y lo que
dicen. Me conocen como la chica gorda, y es más, que sería la
compañera gorda. —Se rió, aunque en realidad no tenía ganas
de reír. Cuando había escuchado por primera vez las palabras
susurradas, le habían dolido. Nadie se lo diría de frente. La
manada era en realidad un grupo maravilloso y solidario. Ella
los quería a todos más que a nada. Simplemente decían la
verdad, y después de algún tiempo, las palabras dejaron de
doler.
—No saben lo que dicen —dijo Luke. —Todo el mundo sabe
lo increíble que eres con los niños, y seamos sinceros, eres la
mejor maldita cocinera de toda la manada. Mamá también
prefiere tu cocina.
Comenzó a reírse. —Vamos a tener que mudarnos pronto.

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—No veo por qué tenemos que hacerlo —dijo Luke. —La
casa es lo suficientemente grande para los cuatro, y ya sabes
que no es normal que los no apareados se vayan de su casa.
Zadie se rió. —Has omitido la parte en la que se trata de
hembras no apareadas, Luke.
—Creo que eso es totalmente sexista. No hay nada malo en
que un chico viva con sus padres.
Él siempre sabía qué hacer y decir para hacerla sentir
mejor. Apoyando la cabeza en su hombro, miró el jardín. —
¿Qué crees que debería hacer?
—Creo que deberías hacer lo que tu corazón desee. Si
quieres ir a correr esta noche, ve a correr. Si no, quédate en
casa. Si quieres bailar desnuda en el jardín trasero, avísame
para que pueda cerrar todas las ventanas y cortinas. —La tomó
de la mano. —Sólo quiero verte feliz, hermanita.
—Soy feliz. No necesito nada más en mi vida.
No se quedó allí mucho tiempo. Al entrar en la cocina,
descubrió que las galletas se habían dejado enfriar y las
empaquetó para que estuvieran listas para llevarlas mañana a
la guardería.
Una vez hecho todo esto, se dirigió al exterior y observó
cómo varias parejas se dirigían al bosque. Por eso no permitían
que los humanos se quedaran mucho tiempo. Les encantaba
su libertad para hacer y ser lo que quisieran.
No era inusual en la época de luna llena ver a hombres y
mujeres desnudos corriendo por ahí, amando la libertad de ser

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ellos mismos. Se trataba de ser parte de la manada, y de
disfrutarla.
El aroma del aire fresco era demasiado bueno para
ignorarlo. No tenía ganas de salir a correr esta noche, pero le
encantaba la posibilidad de caminar. Al salir de su casa, se
aseguró de que la puerta estuviera cerrada y comenzó a
caminar hacia el borde del bosque. Nunca seguía la misma
dirección que los demás, sino que prefería seguir su propio
camino.
Ignorando las conversaciones a su alrededor, se alejó del
camino establecido, yendo en la dirección que había tomado
tantas veces antes. No se quitó la ropa ni se transformó en
loba. No había razón para hacer ninguna de las dos cosas.
Cuando bajó una pendiente pronunciada, se aferró a las
ramitas que había preparado durante meses para que le
sirvieran de barandilla, y se dirigió hacia el río. También le
gustaba el agua, pero sobre todo la vida salvaje.
Nunca había perseguido a ningún ciervo o conejo, aunque
algunos de los machos se jactaban de hacerlo.
Si no fuera por su hambre, sería vegetariana. Sin embargo,
la carne la ayudaba a mantener el control y a ser fuerte. Por
otra parte, no podía comer nada que tuviera cabeza. Cuando
iba al supermercado, hacía que el pescadero le preparara todo
lo fresco.
Era lamentable. Una loba a la que no le gustaba cazar.

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***
—Hoy estuviste muy grosero, Dante —dijo Bethany. —
Todos se esforzaban por impresionarte.
—Y eso me aburrió. ¿No recuerdas cuando a las manadas
les importaba una mierda lo que pensabas de ellas? —
preguntó él.
—O tal vez tienes un estándar demasiado alto. Para ser
honesto, no vi ningún problema con ellos. Pero tienes razón.
Sloane quiere que te aparees con su hija. Una chica detestable,
la verdad. Ella estaba más que feliz de irse, y esa mueca en su
cara era muy reveladora. No tendrías ningún cachorro de ella
pronto. No me sorprendería que se follara a la mitad de los
machos no apareados de nuestra manada, además de a los
suyos.
Dante se sentó en la mecedora que habían colocado en la
sala de estar. —La quiero.
—Supongo que estamos hablando de Zadie, la mujer de la
guardería.
Desde que había abandonado la guardería en su recorrido,
no había podido quitársela de la cabeza. Era tan terrenal, tan
pura, tan hermosa.
—La quiero —dijo.
—Vaya, eso es un gran salto —dijo Bethany. —Sabes que
es simpática, y muy respetada por gran parte de la manada.

25
Además, ella no estaba tratando de ganar tu atención. Eso me
pareció... extraño. La mayoría de las mujeres te desean, y sin
embargo, a ella ni siquiera parecía importarle quién eras.
—Era respetuosa y educada —dijo Dante. —Y no fue sólo
eso. La forma en que se comportó con esos niños. No era un
show. La querían y la adoraban. Era cariñosa, y... todo lo que
he buscado en una compañera.
Se pasó un dedo por el labio. La sola idea de estar cerca de
ella lo llenaba de emoción.
—También tiene un oído excepcional —dijo.
—Sí, tenía curiosidad por saber por qué me hiciste tener
cuidado con mis palabras. ¿Cómo sabías que ella podía oír? Sé
que todos tenemos los sentidos agudizados, pero la mayor
parte del tiempo solo tenemos nuestra fuerza en forma
humana.
—Ella inclinó la cabeza —dijo él, riéndose.
—¿Estás hablando en serio ahora mismo? Puede que sólo
fuera curiosidad o algo así —dijo Bethany.
—Te digo que esa chica tiene un oído superior, y apuesto
a que también es fuerte. Quiero conocerla. —Se levantó y se
acercó a la ventana.
Su aroma a limón lo embriagaba. Incluso su lobo se había
agitado, y eso era algo nuevo cuando se trataba de una mujer.
No había vivido como un monje, pero hacía tiempo que no
estaba con una mujer.

26
—Vamos a correr esta noche —dijo Dante. —Quiero que la
encuentres y hables con ella. Averigua todo lo que puedas
sobre ella.
—Vaya, ¿en serio? ¿Quieres que haga de tu pequeño
mensajero? —preguntó Bethany.
—Vamos. Sabes que te va a gustar. He visto cómo te has
unido hoy y ella te ha hablado de lo que han hecho en la
guardería.
Su hermana suspiró. —Bien. Bien. Haré de tu pequeño
mensajero, pero me lo debes.
—No espero menos.
—No puedo creer que esté haciendo esto por ti. —Bethany
dio una palmada, chasqueó los dedos y soltó otro suspiro. —
Será mejor que nos vayamos entonces. Sloane dijo que
podíamos unirnos y formar parte de la manada. Ni siquiera
sabes si esta chica va a estar allí.
—Puedo captar su olor. Puedo unirme a Sloane. Vamos,
no quiero que me sigan. —La instó a salir por la puerta trasera,
donde tenían acceso al bosque. La cabaña era bonita y
pintoresca, pero era el bosque lo que quería tener cerca.
Él y su hermana se cubrieron el uno al otro mientras se
desnudaban, y luego cambiaron a sus formas de lobo. El suyo
era un gran lobo negro, mientras que su hermana era de color
marrón claro.
—¿Tienes alguna idea brillante ahora que me he puesto
peluda? —preguntó Bethany.

27
Eran lobos de manada, y por eso podían comunicarse. Si
se acercaba a los demás miembros de su manada, ellos
podrían escuchar su conversación y hablar también. Por
ahora, quería cazar y encontrar la hermosa alma que quería
reclamar. No sabía si ella saldría a correr con la manada o no.
Sloane había esquivado la mayoría de sus preguntas sobre
Zadie, prefiriendo hablar de su propia hija, lo que a Dante le
resultó bastante molesto. Sin embargo, era el primer día y no
quería iniciar una pelea o arriesgarse a causar problemas.
—Vamos a cazar, y a encontrarla .
—¿Siquiera sabes qué buscar? —preguntó Bethany.
—Limón.
—¿Cómo sabes que es eso?
—Sólo lo sé.
Caminaron por el bosque desconocido. Captó rastros de la
manada de Sloane que hoy reconocía. Durante más de treinta
minutos, se familiarizaron con el bosque, y cuando estaba a
punto de darlo por terminado, olió ese sabor cítrico.
—Está aquí.
Habían llegado a una pendiente pronunciada, y mientras
seguían el camino hacia abajo, Dante se detuvo. Allí, en el agua
del río, estaba Zadie. Su pelo caía en cascada a su alrededor,
de un rojo intenso, y lo hacía desear que las ondas corrieran
entre sus dedos. La luna brillaba sobre ella haciendo que su
piel pálida lo pareciera aún más.
—Ve, habla con ella.

28
Bethany le gruñó, y Zadie se sacudió hacia ellos.
Sin darle tiempo a ninguno de los dos, Bethany salió del
bosque y cambió a su forma humana.
—Siento mucho haberte molestado —dijo Bethany. —
Supongo que me he perdido.
Dante no miró hacia su hermana. Su mirada estaba
puesta en Zadie.
—Está bien, Bethany. Puedo ayudarte a volver si es lo que
quieres —dijo Zadie, saliendo del río. Se había subido los
vaqueros.
—No, está bien. Erm, ¿cómo estás?
Zadie se rió. —¿Estás segura de que no quieres que te
ayude a encontrar el camino de vuelta? Te ves un poco fuera
de sí. No ha pasado nada, ¿verdad? —Zadie miró por encima
de su hombro hacia él. Dante se preguntó si podía verlo.
—No. Está bien. Supongo que no me siento cómoda
estando desnuda —dijo Bethany.
—Oh, aquí tienes. —Zadie se quitó su cárdigan. Era
bastante largo, le llegaba a las rodillas. —Puedes ponerte esto.
—¿Estás segura?
—No te preocupes. Estoy abrigada. Ni siquiera sé por qué
me he molestado en ponérmelo. Estaba a punto de quitármelo.
Dante no podía creer lo que veían sus ojos. Llevaba el
cárdigan abotonado cuando la vio esa mañana. La única
ventaja que encontró fue que el maldito cárdigan la había

29
mantenido alejada de otros hombres y de sus miradas
indiscretas.
El top sin tirantes se ceñía a su pecho. Sus tetas se
apretaban mostrando un amplio escote. La camiseta se
extendía alrededor de sus caderas, y él deseaba que se aferrara
a ellas. Le hubiera gustado ver más de ella.
—¿Por qué estás sola? —preguntó Bethany, siguiéndola de
nuevo al agua.
—No quería correr con la manada, y sólo quería un poco
de paz. Pero no tienes que irte. No hay problema en que estés
aquí.
Bethany se rió. —Hoy has manejado bien a esos niños.
—Me encantan los niños, y son increíbles. Tan brillantes,
y tan llenos de vida y esperanza. ¿Te gusta este lugar?
—Es diferente de donde vivo con mi hermano, Dante. Él es
el Alfa. Lo conociste hoy.
—Lo recuerdo —dijo ella.
No hubo rubor, ni sonrisa secreta. ¿No sabía ella que él
estaba cerca o que la quería? Esto no le auguraba nada bueno.
—Erm, ¿estás apareada?
—No. No estoy apareada. —Zadie empujó un poco de pelo
detrás de su oreja. —¿Y tú?
—No. Nunca me he apareado. Los hombres tienen
tendencia a hacer esa cosa de cavernícolas, y no me gusta que
me controlen.

30
El sonido de la risa de Zadie fue una dulce música para
sus oídos. —¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—La razón por la que tu manada está aquí, ¿es para unir
nuestras manadas a través de un apareamiento? —preguntó
Zadie. Había apretado sus dedos mientras lo preguntaba.
—No lo sé —dijo Bethany. —No sé lo que mi hermano ha
planeado realmente. Podrían ser negocios. Entre nosotras, creo
que Sloane quiere que mi hermano se case con Bianca.
—Me lo imaginaba. Es lo que se rumorea de todas formas.
No sucederá, nena.
Bianca no le atraía en absoluto. Esta pelirroja, sin
embargo, era más que atractiva. La deseaba más de lo que
nunca había deseado nada, y la iba a tener. Dante Locker
nunca fallaba en nada, y no iba a empezar ahora.

31
Capítulo 3

Zadie movió los dedos de los pies mientras escuchaba a


Bethany hablar. La mujer era dulce, amable y amaba la vida.
Era agradable ver a otra mujer que no estaba desesperada por
el afecto masculino.
—Eres genial con los niños —dijo Bethany, a lo que ella
sonrió.
—Los quiero mucho. Son un grupo estupendo. Ahora
mismo estoy intentando que lean, y como los cachorros de lobo
son muy testarudos, los soborno con comida. —Zadie se rió
pensando en lo bien que había funcionado en el pasado. Había
varios chicos a los que les gustaba tanto su repostería que
intentaban impresionarla leyendo dos o tres libros.
—¿No tienes hijos propios?
—No estoy apareada, así que no me ha pasado eso. —Ya
se había cansado de caminar por el agua, y se fue a sentar
contra un gran peñasco. De vez en cuando estaba segura de
oír la respiración de alguien, pero cada vez que se giraba hacia
el sonido, no había nada. Tal vez se estaba volviendo loca y no
había nadie allí. —Hay muchos machos aquí si quieres

32
echarles un vistazo. Estoy segura de que estarán dispuestos a
impresionarte.
Bethany se sentó a su lado. —¿Y tú? Nadie te ha
impresionado.
La sonrisa que tenía Zadie desapareció, y se giró para
mirar el agua, el silencio llenándola.
—No me puedes decir que no hay hombres que te deseen.
—Bethany siguió intentándolo.
—¿Podemos no hablar del apareamiento, y de todo lo que
tiene que ver con eso? Es... erm... es difícil.
—Oh, de acuerdo. Lo siento. No quise entrometerme. ¿No
te importa que me siente aquí contigo, o quieres que me vaya?
—Está bien. No me importa que te sientes aquí conmigo.
Me alegra la compañía, para ser honesta. —Soltó un suspiro y
entrelazó los dedos, apoyándolos sobre su estómago.
—¿No tienes que convertirte en loba? —preguntó Bethany.
—Me convierto en plena luna llena. Después de eso, nunca
he sentido la necesidad de hacerlo. Me encanta pasear por el
bosque, y me quedo sola para poder explorar la gran extensión
de nuestras vistas. —Cerró los ojos y respiró profundamente.
—En tu manada, cuando sus lobos maduran a los dieciocho
años o más, ¿tienen una, erm, como una carrera de
apareamiento?
—¿Una carrera de apareamiento?
—Sí, donde los recién convertidos son libres de correr por
el bosque y, ya sabes, ceder a sus lados básicos —preguntó,

33
curiosa. Lo último que quería hacer era cambiar de manada,
pero si sus padres pensaban por un segundo que estaba
buscando algo de felicidad, tal vez podría hacerlos felices
cambiando en el proceso.
—No es una costumbre que usemos. Algunas de nuestras
hembras de manada, por ejemplo, no quieren hombres a su
alrededor cuando se convierten por primera vez. A otras les
encanta. Creo que es una cuestión de su capacidad para hacer
la carrera, y luego pasa lo que pasa, y si no, no.
Ella asintió. —En nuestra manada, es costumbre cuando
estamos recién convertidos. Lo llamamos la luna de
apareamiento. Cuando la luna está en su punto más alto,
todos salimos al bosque, y nos perseguimos. —Nunca se lo
había contado a nadie, y no sabía por qué se lo contaba a
Bethany. Apenas conocía a la mujer, pero sabía que estaría
bien que fuera abierta y honesta al respecto. —Ocurre una vez
al mes, en el pico de la luna llena. Yo estaba muy emocionada.
Me había convertido a principios de ese mes, así que pude
acostumbrarme a mis nuevos sentidos y demás. Entré en el
bosque y empecé a correr. Había mucha gente allí. Bianca, mi
hermano, muchos de los machos de nuestro pueblo, e incluso
algunos de los hombres no apareados. —Se relamió los labios.
—Corrí durante cinco horas, y llegué al borde del claro antes
de darme cuenta de que nadie me perseguía. Nadie me quería.
—Zadie.

34
—Me imaginé que había corrido demasiado rápido. Salí del
límite del bosque, que desemboca en una carretera principal,
así que volví. Mientras lo hacía, escuché los sonidos de otros
apareándose. Algunos habían encontrado a sus almas
gemelas. Otros no lo habían hecho y sólo estaban disfrutando
de la caza y la follada. Esperé a la segunda luna llena y ocurrió
lo mismo. —Se rió. —Tardé cinco lunas llenas en total en
darme cuenta de que nadie me perseguía, ni me quería.
Bethany tomó su mano.
—Soy una de las pocas vírgenes del pueblo, Bethany. No
tengo compañero, ni va a haber nunca la posibilidad de que lo
consiga. Me encantan los niños, y trabajar en la guardería me
ayuda. He oído lo que mucha gente ha dicho de mí. Sería 'la
compañera gorda', y muchos hombres no quieren una gorda.
Quieren a alguien como Bianca o como tú, y ya lo he aceptado.
Vio las lágrimas en los ojos de Bethany y sonrió.
—No tienes que llorar por mí ni sentirte triste. Soy feliz.
Cada vez que necesito huir, vengo aquí. Nadie más viene aquí,
y sé que soy feliz con mi propia compañía. Sin embargo, mis
padres están preocupados por mí. Quieren verme apareada y
feliz.
—Zadie, nunca se sabe lo que depara el futuro.
—Sé que no tiene muchas cosas para mí, ¿y sabes qué?
Estoy bien con eso, de verdad. Esta manada, es mi hogar, y
aunque estoy tentada de irme y buscar otra, sé que recibiría el
mismo trato. La manada no es cruel conmigo. A su manera,

35
me quieren, y lo sé. Yo también los quiero. Por favor, no estés
triste por mí. Eso es lo último que quiero.
—Te mereces mucho más, Zadie. —Bethany la rodeó con
sus brazos y la abrazó con fuerza.
Tuvo cuidado de no apretar demasiado. Su fuerza era una
de las cosas que la habían preocupado. Hace años había
abrazado a su madre y le había roto una costilla. Se había
prometido tener cuidado cuando se tratara de tocar a otras
personas.
—Se está haciendo tarde. Deja que te ayude. Puedes
caminar por este bosque durante días y perderte cada vez que
lo hagas. —Zadie se levantó, tomando la mano de Bethany, y
juntas se dirigieron hacia el bosque.
Zadie se detuvo al mirar un árbol especialmente grande.
Estaba bastante oscuro y no podía distinguir nada.
—¿Qué pasa? —preguntó Bethany.
—Nada en absoluto. Me pareció ver algo, pero debe ser un
truco de la luz o algo así. —Llevó a Bethany lejos.
Los sonidos del apareamiento se oían por todo el bosque,
y los ignoró.
Cuando llegó a la cabaña, soltó la mano de Bethany. —Ahí
tienes.
—Me gustaría que almorzáramos. ¿Podemos almorzar
mañana? —preguntó Bethany.
—Si quieres podemos ir a la cafetería si es lo que te
apetece.

36
—Me gustaría. Me gustaría que fuéramos las mejores
amigas.
Zadie se rió. —Disfruta de tu estancia, Bethany. —Se dio
la vuelta y se dirigió hacia su propia casa.

***
—¿Has oído todo eso? —preguntó Bethany, saliendo a toda
prisa al jardín, donde él se estaba poniendo un par de
calzoncillos.
—Lo he oído. —Y le había costado no herir a todos los
hombres y mujeres que estaban cerca de ellos. Dante estaba
jodidamente enojado.
—Siete años, Dante. Siete años en los que ha estado sola.
Caminó por el río, y fue tan tranquila y tan dulce. ¿Cómo puede
un hombre no querer aparearse con ella? Y ese nombre,
'compañera gorda'. ¿Cómo puede la gente ser tan cruel? —
Bethany se sentó en uno de los bancos del jardín.
Dante se sentó junto a su hermana.
—Sabes que le hacía todas esas preguntas para que
tuvieras tus respuestas, pero con el paso del tiempo vi que
quería ser su amiga. Quería conocerla y que confiara en mí. Es
una mujer especial y hermosa, y creo que la manada sería muy
afortunada de tener a alguien como ella.

37
Dante se sentó y miró la luna. No estaba en su cúspide, y
el aroma a limón flotaba en el aire. —Ella te dio eso para
ayudarte.
—Lo sé. Tengo una cita para comer con ella mañana. ¿Te
gustaría venir?
—¿Qué tal si voy a la guardería contigo y vemos cómo
maneja mi presencia? No quiero arruinar su comodidad sólo
porque quiero conocerla.
—No tienes mucho tiempo. Un mes, y ambos sabemos que
Bianca se te va a echar encima. Probablemente todas las
demás mujeres no apareadas también.
—Lo sé. —Acarició la mano de su hermana. —Hueles como
ella.
—Lo sé. Creo que sé una de las razones por las que los
niños la adoran. —Bethany se acurrucó en el cárdigan. —Ella
huele tan reconfortante. Es raro, pero cuando estaba con ella,
yo también me sentía protegida. Es tan cariñosa.
Él sonrió. —Será una buena compañera.
—Entonces vas a reclamarla.
—Lo haré.
—En un mes.
—Me encantan los retos, y éste será el mayor de todos.
Su hermana se sentó con él en el jardín durante mucho
tiempo, hasta que finalmente, después de una hora, entró,
dejándolo solo.

38
Dormir no sería fácil para él esta noche. Sus pensamientos
estaban consumidos por la pelirroja de ojos verdes, y un gran
par de tetas. Pero no era sólo su cuerpo. También era su dulce
y tierna sonrisa, y todo lo relacionado con ella. Le daba ganas
de abrazarla, de amarla, de protegerla y de que gritara su
nombre mientras la follaba con fuerza.
Finalmente, entró en la casa, y allí, en el respaldo del sofá,
estaba el cárdigan. Lo levantó y olfateó el exterior de la prenda.
A pesar de que su hermana había estado dentro de él durante
un par de horas, el único aroma que percibió fue el de Zadie.
El limón le hizo agua la boca y pensó en galletas, sorbetes y
pasteles.
Se acercó al sofá, se acostó y se colocó el cárdigan por
encima. Era mucho más grande que Zadie, así que no lo cubría
todo, pero era suficiente para poder dormir un poco.
La mañana siguiente llegó demasiado pronto, y cuando se
despertó, vio que Bethany le sonreía. —Sí que lo tienes mal.
Levantó el cárdigan y olfateó. Había un pequeño rastro de
limón, pero no lo suficiente para su gusto.
—Creo que es justo que vaya y le lleve esto.
Bethany tosió. —Sin embargo, si yo fuera tú, me pondría
algo de ropa. A Zadie no le disgustó verme desnuda, y no creo
que la gente desnuda le moleste, pero es de día y hay niños
corriendo por ahí.
Su hermana se levantó y se fue con una risita.

39
Se dirigió a su habitación, se puso unos vaqueros y una
camiseta, se lavó los dientes y volvió a la cocina. Le esperaba
un café y, sin decir nada más, se fue. Su hermana solía dar un
paseo matutino. No se cuidaban mutuamente. Sólo se
cuidaban las espaldas mutuamente. Él le confiaba su vida, y
ella hacía lo mismo con él.
Todavía era temprano, y se sorprendió al ver que ya estaba
ocupado con miembros de la manada. Dante asintió hacia la
suya, y fue cortés con la manada de Sloane.
Había conseguido la dirección de Zadie ayer mientras
hablaba con Sloane. Acababa de abrir el portón cuando la
puerta principal se abrió. Zadie salió y sus brazos estaban
llenos de cajas de galletas.
—Sr. Locker —dijo ella. —¿Está perdido?
—Dante, por favor. No, no estoy perdido. Quería devolverte
esto.
—Oh, está bien. Gracias. —Extendió la mano, y las cajas
que llevaba empezaron a caer súbitamente. Él reaccionó
rápidamente, agarrándolas antes de que pudieran caer. —
Wow, qué buenos reflejos. Sé que mis estudiantes se
molestarían mucho si perdiera sus galletas.
—Huelen muy bien.
—Aw, gracias. Les gustan las galletas de limón que hago.
A mí me gustan las de chocolate, cuando mi hermano no me
roba todo el chocolate. —Miró el cárdigan. —Iré a poner esto

40
dentro. —Se fue durante unos segundos, y volvió con una
sonrisa. —Puedo llevarlos ahora si quieres.
—No. Estoy feliz de llevarlos por ti. Dirige el camino, y yo
te seguiré.
—Oh, de acuerdo. ¿Seguro? ¿No tienes algo que hacer?
—Ah, ¿te refieres a las relaciones con Sloane?
—Realmente no sé cómo funcionan estas cosas. La última
visita de una manada fue hace mucho tiempo. Yo era una niña.
Ni siquiera estoy segura de lo que pasó. ¿Cuánto tiempo se
quedarán? —preguntó ella.
—Un mes. Sloane extendió esta invitación, y es costumbre
mostrar este tipo de atención, creo.
Ella se rió, y el ruido fue directo a su polla. Dante notó que
varias personas se detenían y los miraban fijamente. Después
de oír lo que le había dicho a Bethany la noche anterior, se
preguntó por qué todos parecían sorprendidos. Nadie más la
quería. No veían la increíble mujer que tenían corriendo con
ellos.
—Espero que disfrutes del lugar.
—¿Te gusta estar aquí? —preguntó él.
—Es mi hogar. —Lo miró, y luego desvió la mirada. —
¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, puedes preguntarme cualquier cosa.
—¿Cómo haría una persona como yo para cambiar de
manada?
—¿Piensas irte de aquí? —preguntó.

41
Se detuvieron fuera de la guardería y ella negó con la
cabeza. —Están pasando algunas cosas y no quiero que mis
padres se preocupen. Creo que un nuevo comienzo podría ser
bueno. No sé si lo haría, o si querría hacerlo. —Se colocó un
poco de pelo detrás de las orejas. —Sólo quiero estar preparada
por si es una opción que necesite.
—Siempre serás bienvenida en mi manada, Zadie.
—Ni siquiera me conoces.
—Te conozco. Veo la forma en que la gente te mira, y
especialmente esos niños. Tienen suerte de tenerte en sus
vidas, y no dejes que nadie te diga lo contrario.
Abrió la puerta y se giró hacia él. —Gracias. Necesitaba
escuchar eso. —Agarró las cajas. —Tu hermana es una buena
mujer.
—Te advierto que puede ser un dolor de cabeza.
Zadie se rió. —Estoy segura de que puede. Todos los
hermanos pueden serlo. Sé que mi hermano lo es. Gracias por
acompañarme.
—Nos vemos pronto, Zadie.
Lo dejó allí parado, observando. Maldita sea. Había
querido conseguir una invitación a cenar, y todo lo que había
conseguido era una conversación educada. Había sido difícil
seguir el ritmo con el aroma que salía de ella. ¿No sabía lo bien
que olía? Incluso su lobo quería un pedazo de ella.
Una imagen de ella huyendo de él, riendo como lo había
hecho con él persiguiéndola, entró en su mente, y quería eso.

42
La quería extendida en su cama, con las piernas abiertas
mientras él la follaba con tanta fuerza que no podría pensar en
nadie más durante días.
Sloane se dirigía al centro de la ciudad, y Dante se detuvo.
Si Sloane fuera un mal alfa, habría sido mucho más fácil
ignorarlo. Tal como estaban las cosas, era un buen alfa, y
Dante se sintió obligado a ser amable con él, aunque Bianca
era la última persona con la que quería aparearse.
—Pasé por las cabañas y pensé que podríamos desayunar
juntos.
—El desayuno me parece bien. Lo que tengo es curiosidad
por saber por qué has pedido esta visita, Sloane. No tengo
tiempo para tonterías. Sé directo conmigo, o no conseguirás lo
que quieres.
Sloane suspiró. —Supongo que podemos discutir esto con
café y gofres.
—Sí.
Entraron en la cafetería, y Sloane tomó la iniciativa de
elegir una mesa. Tomando asiento, ninguno de los dos habló
más que para pedir su comida. Cuando estaban solos, Dante
se centró en Sloane una vez más. —¿Se trata de dinero?
¿Necesitas inversión?
—No. Somos una comunidad estable y tenemos buenos
ingresos. Estamos bien.
—Mira, Sloane, normalmente cuando las manadas se
unen así, es por tres razones. Una amenaza, dinero o

43
apareamiento. No veo ninguna amenaza para tu manada, y
ciertamente no hay disputas en el interior. Acabas de decir que
no te interesa mi dinero. Supongo que es el apareamiento.
—Bianca necesita un compañero, y se rumorea que no te
gusta andar follando por ahí. Ella necesita... una mano firme.
La mayoría de los hombres aquí están envueltos alrededor de
su dedo, y para ser honesto contigo, estoy cansado de las
peleas. Es perfectamente normal pelear por una potencial
compañera, pero ella lo ha convertido en un deporte.
—No —dijo Dante. —No tengo ningún interés en
aparearme con esa chica. No es útil para mí ni para mi
manada.
Sloane asintió, claramente no ofendido por su respuesta.
—Sin embargo, hay alguien más de tu manada que he
encontrado... encantador —dijo Dante. —Estaría interesado en
buscar algo con ella.
—¿Quién?
—Zadie Cox. La trabajadora de la guardería que me
presentaste ayer.
La risa brotó de Sloane.
—Te aconsejo que hables con cuidado —dijo Dante. —Lo
que estoy diciendo no es cosa de risa.
Sloane se detuvo inmediatamente. —¿Zadie?
—Sí, y he oído los nombres que le han puesto. Te cuento
mis intenciones porque tengo la intención de dedicar gran
parte de mi tiempo en esta visita a conocerla, y con el tiempo,

44
aparearme con ella. —Dante hizo una pausa mientras la
camarera les servía la comida. Cuando tuvieron vía libre, se
centró en el hombre que tenía delante. —¿Esto va a ser un
problema?
—No. No lo será. Zadie es una persona increíble. Los niños
la adoran y la gente la quiere.
—Ninguno de tus hombres se apareará con ella. Es virgen.
Nunca ha sido probada —dijo Dante. Observó como Sloane
miraba alrededor del comedor.
—Nunca atrajo a ninguno de los hombres. No me
malinterpretes, todos la aprecian y la adoran. Ninguno de ellos
ha sido nunca malo.
—Lo entiendo. Referirse a ella como 'una compañera gorda'
se detendrá inmediatamente. Ella es mía, Sloane. Si escucho a
alguien decir eso, no lo dejaré pasar. Lo consideraré una
agresión a mí mismo, y a mi compañera.
—No quiero ningún problema.
—Bien, no tendrás ninguno.
Siempre y cuando él consiguiera exactamente lo que
quería.

45
Capítulo 4

Consultando su reloj por quinta vez, Zadie se preguntó si


había imaginado su presunta cita con Bethany para almorzar.
El estómago le gruñía, y ya habían pasado diez minutos.
Cuando estaba a punto de darse por vencida y volver a entrar,
vio a Bethany precipitándose hacia ella.
—Lo siento mucho —dijo Bethany. —Me estaba duchando,
y el agua estaba tan caliente, y antes de saber dónde estaba el
tiempo se me había escapado. —Se detuvo, respiró
profundamente y suspiró. —No me estás dejando plantada,
¿verdad?
—Pensé que tú me estabas dejando plantada, pero no hay
problema. ¿Aún quieres comer?
—Sí. Me muero de hambre. He comido un par de tostadas.
Yo no cocino. Dante realmente no cocina. Debería haber ido a
la cafetería, pero me daba pereza.
Bethany estrechó su brazo contra el suyo, y Zadie se
sobresaltó un poco al principio. Al cabo de unos segundos, se
acostumbró, y enseguida estuvieron en la cafetería, que estaba
llena.

46
Zadie saludó a su hermano con la mano, antes de tomar
asiento en el fondo.
—¿Qué se puede comer aquí? —preguntó Bethany.
—Casi todo. No te vas a intoxicar ni nada. —Tomó el menú
y ya se había decidido por una ensalada de pollo del día.
—El pollo frito suena bien. La ensalada de pollo no va a
suceder. Gofres y pollo frito. Supongo que ustedes comen
mucho pollo frito.
—A Anna le gusta el pollo frito.
—¿La compañera de Sloane? —preguntó Bethany.
—Sí. Le gusta probar diferentes variaciones y cosas. Es
realmente bueno. —Bethany sonrió a la camarera, Nicole, y le
dio su orden.
Bethany se decidió por el pollo frito y luego se quedaron
solas, o todo lo solas que podían estar en la cafetería.
—Tu hermano me devolvió el cárdigan. No había ningún
apuro por él.
Bethany agitó la mano en el aire. —No pasa nada. Mi
hermano es una persona amable. Quería devolvértelo. ¿Qué
piensas de mi hermano?
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué piensas de él? ¿Crees que es un buen hombre?
—Apenas lo conozco, Bethany. Realmente no le conozco.
—Bueno, puedo solucionar ese problema. Hola, soy
Bethany Locker. La hermana menor de Dante. Él se hizo cargo
de nuestra manada cuando nuestros padres murieron en un

47
accidente de avión, y además trabajo para él dirigiendo la
manada sin problemas. No estoy apareada. Me encanta la
música pop, los romances y alguna que otra película de terror.
No tengo ningún deseo de casarme y sentar cabeza ahora
mismo, pero algún día podría estar en las cartas. También odio
el color negro y me encanta el rosa.
Zadie adoraba el carácter brusco de Bethany. Era tan
refrescante.
—¿Y tú? —preguntó Bethany. —Esto es como un curso
intensivo para ser las mejores amigas del mundo.
—De acuerdo. Me gusta el negro. Es un color favorecedor.
—Por favor, el negro es un color desagradable, y no es nada
favorecedor. Sin embargo, dicho eso, apuesto a que hace brillar
tu pelo rojo.
Acomodando algunos de sus mechones rojos detrás de la
oreja, Zadie dijo: —Mis padres se mudaron aquí hace muchos
años, y ha sido nuestro hogar durante casi veinte años. Me
encantan el rosa, el azul y el naranja. También el verde. Me
gusta el verde. Me encantan los espaguetis y las albóndigas,
hornear y cocinar. Es lo que realmente disfruto. Un día espero
tener mis propios hijos porque una de las cosas que me
encantaría experimentar es la maternidad. Cargar a mi hijo, y
empiezo a sonar cursi, y totalmente no feminista. Los hombres
son malos, muy malos. Es broma, es broma.
Bethany comenzó a reírse. —Oh, sé que vamos a ser muy
buenas amigas.

48
—También me gusta un poco la música country.
Bethany jadeó horrorizada. —¡No!
—Sí. Hay que decirlo. La culpa es de mi hermano, que está
sentado cerca de la puerta con un grupo de sus amigos. Se
llama Luke. —Bethany miró detrás de ella.
Luke miraba hacia ellas y saludó con la mano.
—¿Eres muy cercana a él?
—Sí. Cuando nos mudamos aquí nadie quería hablar con
nosotros ni saber quiénes éramos. Sólo nos teníamos el uno al
otro, y supongo que nos relacionamos mucho. Es uno de mis
mejores amigos. —Zadie juntó las manos y sonrió a Bethany.
—¿Y tú?
—Dante es mi mejor amigo y hermano.
—Parece realmente encantador.
—Yo tendría cuidado. Ese encanto te meterá en problemas
antes de que te des cuenta.
Zadie negó con la cabeza. —No tienes que preocuparte por
mí. Tu hermano está perfectamente a salvo de mis encantos.
—En realidad, no tenía ninguno.
Bethany se recostó. —No me gusta lo negativa que puedes
ser sobre ti misma.
—No estoy siendo negativa.
—Lo estás siendo. Sólo que no lo estás viendo. No te
preocupes por eso. Todo cambiará pronto.
Una sombra se posó en la mesa, y cuando Zadie levantó la
vista, vio a Dante allí, sonriendo. —Señoras.

49
—Dante, ¿qué haces aquí?
—Pensé en venir a comer con dos de las mujeres más
hermosas que he visto hoy.
Zadie sonrió, y se giró hacia Bethany. Era el primer
cumplido real que recibía, y se encontró sonrojada.
—No creo que debamos permitírselo. ¿Qué opinas, Zadie?
¿Esta es una mesa sólo para chicas? —preguntó Bethany
haciéndole un guiño.
—No me voy a meter cuando se trata de hermanos. Sé lo
que es cuando alguien se interpone entre Luke y yo. —Su
hermano seguía en la cafetería, y había mirado hacia ella, para
asegurarse de que todo estaba bien.
Bethany suspiró. —Entonces supongo que es justo que te
sientes con nosotras. Zadie, este es mi muy molesto hermano
y el Alfa de mi manada, Dante.
—Nos han presentado —dijo ella. —Me devolvió mi
cárdigan.
—Sí, lo sé. Muchas gracias por prestármela.
—No hay problema. —Zadie apoyó los brazos en la mesa y
se inclinó hacia delante. —Sabes que a la manada no le
preocupa demasiado la desnudez. Anoche estabas
perfectamente bien y no tenías que cubrirte.
Bethany puso su mano sobre la de Zadie. —Digamos que
tengo algunos... límites que no cruzaré. ¿De acuerdo?
—Claro.

50
Llegó la comida, y la camarera tomó nota del pedido de
Dante, prometiendo volver en seguida. Zadie movió su bol de
ensalada de pollo hacia él. —Puedes compartir el mío, ¿si
quieres?
—Está bien. Me gustaría verte comer. El mío estará fuera
en breve.
Ella asintió y dio un mordisco a su pollo. Estaba muy
jugoso y lleno de sabor picante.
—Bueno, tengo que reconocérselo a Anna. Ella sabe
exactamente lo bueno que puede ser el pollo frito —dijo
Bethany. —Qué rico. ¿Hiciste todo lo que tenías que hacer hoy?
—Miró a Dante.
—Sí, lo he hecho. También he ido a visitar a algunos de los
miembros de la manada que hemos traído. Ellos también están
disfrutando de su estancia.
—¿Alguna esperanza de apareamiento?
Zadie miró a Dante, y él le devolvió la mirada. —Hay
muchas esperanzas —dijo.
Mirando de nuevo a su ensalada, trató de concentrarse en
la conversación que se estaba llevando a cabo, pero todo lo que
podía pensar era la forma en que su muslo estaba presionado
contra el suyo. Era tan cálido, y su aroma masculino era
altamente adictivo. Masticó otro bocado de pollo, tratando de
pensar en otra cosa que no fuera lo bien que se sentía estar
cerca de él.

51
Cuando había llegado a casa la noche anterior para
dormir, sus sueños habían estado llenos de Dante y de un gran
lobo negro que la seguía a todas partes. No tenía miedo del lobo
negro, ni mucho menos. De hecho, se sentía protegida y
segura. En sus sueños, también era feliz con Dante.
Ahora tener su pierna presionando contra ella le devolvía
todas esas esperanzas y sueños que habían muerto hace
mucho tiempo.

***
El almuerzo había ido mejor de lo que Dante esperaba. Se
había quedado con Zadie y su hermana mientras la
acompañaban de vuelta a la guardería. Había sido casi
imposible dejarla, pero no quería asustar a Zadie, y tenía una
obligación con su manada mientras estaba allí. Sloane quería
unir a las manadas, y la única manera de hacerlo era mediante
el apareamiento.
Sloane esperaba que alguien se interesara por Bianca, su
hija, pero Dante había consultado a sus hombres no
apareados. Ninguno de ellos estaba interesado. Al parecer, la
reputación de Bianca la precedía en muchos aspectos.
Nadie estaba interesado en pelear con otros hombres sólo
por el derecho a estar dentro de su coño. Uno de sus hombres

52
le había dicho que se negaba a entrar donde muchos hombres
habían estado antes que él.
Sentado en la oficina de Sloane, Dante comprobó la hora
no por primera vez. —¿Cuándo cierra la guardería? —
preguntó.
—Alrededor de las tres, y luego Zadie se queda hasta
alrededor de las siete para ayudar con los jóvenes de nuestra
manada. —dijo Sloane. —¿Realmente hablas en serio sobre
este apareamiento?
—Sí. Zadie es la indicada para mí. Siempre que ella no
cambie de manada, no veo por qué no podemos estar unidos
por nuestro apareamiento y nuestro matrimonio. —Sólo la idea
de ver a Zadie en un vestido blanco caminando hacia él era
suficiente para hacer que su sangre se acelerara.
—¿A qué te refieres con que cambie de manada? —
preguntó Sloane.
—Zadie me preguntó qué se le exigiría si alguna vez
surgiera la necesidad de irse. Supongo que esto se debe a esos
jodidos nombres de los que me han hablado. Compañera
gorda. Loba gorda. ¿Por qué? —Se sentó y miró fijamente a
Sloane.
—Como puedes ver, ella es la única mujer de nuestra
manada que es gor...
—Eso será mejor que lo cambies por 'tiene curvas'. Para
mí, Zadie es una mujer perfecta, y si tus hombres están
demasiado ciegos, eso es culpa suya. Ella se merece algo

53
mucho mejor. Sabes que han pasado un par de días, y he
pasado mucho tiempo caminando, hablando con tu manada,
mi manada. Zadie es muy querida, muy apreciada. De hecho,
es jodidamente adorada. Sin embargo, nadie se aparea con
ella, y te preguntas por qué está pensando en cambiar de
manada. ¿Por qué está siquiera en su mente?
—Zadie siempre ha sido una persona maravillosa. Todo el
mundo siempre la ha adorado.
—Ella anhela mucho más que ser una maldita niñera de
la manada. Eso es todo lo que ella es, realmente. Desde bebés,
pasando por niños, hasta putos adolescentes. Es la única que
sabe cómo tratar con ellos, y a quien todos acuden en busca
de ayuda o guía. —Dante negó con la cabeza, enojado pero tan
orgulloso de quién era Zadie. —Y te preguntas por qué quiero
aparearme con ella. ¿Por qué cuando estoy cerca de ella,
enciende mi sangre como ninguna otra mujer lo ha hecho
antes? Tiene una bondad poco común, un amor leal y, en lo
que a mí respecta, un cuerpo hecho para aparearse y llevar a
mis hijos.
Sloane se incorporó. —Hablaré con Zadie.
—No quiero que digas o hagas nada. Esto es lo que ofrezco.
Nuestras manadas estarán unidas, siempre y cuando Zadie
sea miembro de esta manada, y acepte ser mi compañera. —
Dante no quería causar una guerra entre sus manadas, pero
si por cualquier razón, Zadie era herida, él lucharía hasta la
muerte.

54
Esa mujer era su compañera, y haría todo lo posible para
mantenerla a salvo y feliz.
Incluso sentarse junto a ella le proporcionaba un gran
placer. La sensación de su muslo presionado contra el suyo
había sido suficiente para calmar al lobo que llevaba dentro.
Su aroma a limón, sin embargo, se dirigió directamente a su
polla, y durante todo el almuerzo no pensó en otra cosa que en
tomarla, aparearse con ella y hacerla suya.
Su hermano había estado cerca, y lo había estado
observando también.
Dante terminó su reunión con Sloane, asegurándose de
que el otro alfa estaba al tanto de sus intenciones. Sloane no
quería una guerra entre ellos, y lo último que quería Dante era
empezar una. Todo lo que quería era la pelirroja que lo llamaba
como una sirena a los marineros.
Volviendo a cruzar la ciudad, saludó con la cabeza a los
hombres y a las mujeres. Bianca salió de una tienda y llevaba
un pañuelo al cuello. Por supuesto, también había varios
hombres y mujeres con ella.
—Sr. Locker, es un placer que haya venido aquí —dijo.
—Hola, Bianca. —No le interesaba escuchar su nombre de
sus labios. Se hacía tarde y quería seguir su camino.
—Sabe, esperaba que nos conociéramos mucho más.
—Entonces vas a tener que decepcionarte. No tengo
ninguna intención de conocerte mejor, y tu padre es consciente
de ello. —Miró a los hombres, que lo miraban con desprecio, y

55
sonrió. —Créanme, caballeros, pueden tenerla. Tengo los ojos
puestos en algo mejor.
Con eso, dejó a Bianca con cara de asombro.
Zadie salía de la guardería, y varios de los adolescentes
hablaban con ella.
—Vamos, Zadie, un baile sería increíble —dijo un chico de
pelo negro.
—Como he dicho, Paul, tienes que preguntarle a Sloane.
Yo no puedo ayudarte con eso —dijo Zadie. Se levantó y sonrió
al verlo.
—¿Interrumpo? —preguntó Dante.
—Queremos un baile, y Zadie dice que tenemos que
preguntarle a Sloane.
—El Alfa es el que manda. Yo empezaría a trabajar con él
—dijo Dante. —Estoy a favor de un baile o incluso mejor, de
una fiesta. Vayan a trabajar con Sloane, y yo aportaré ideas a
esto.
Los chicos comenzaron a alejarse. —Le gustan los helados
—dijo Zadie, dándoles una pista.
—¿Crees que cederá?
—No lo sé. Con Sloane es difícil saberlo. Le gusta que los
chicos se ganen sus recompensas, ya que cree que así se
preparan mejor.
—¿No crees eso? —preguntó.

56
—No lo sé. Me resulta difícil decir que no a nadie. —Tenía
un par de cajas vacías bajo los brazos. —La aventura de la
lectura de hoy fue un gran éxito.
—¿Así que horneas?
—Horneo. Cocino. Es lo que me gusta y lo que se me da
bien. —Miró a la izquierda y observó a Bianca durante varios
segundos. —La has molestado, sabes.
—¿Cuántos de tu manada saben lo de tu oído? —preguntó.
Ella se giró hacia él. —¿Qué?
—Puedes escuchar su conversación con claridad, ¿verdad?
—preguntó él. —Es raro, tengo que admitirlo, que un lobo
tenga ciertos sentidos aumentados en forma general. La
mayoría de las veces sólo tienen su fuerza, y el hambre
insaciable. También tenemos un mayor apetito por el sexo.
Sus mejillas se pusieron de un tono rojo intenso. —No se
lo he dicho a nadie. Mi hermano lo sabe. Me hace sentir un
poco como un bicho raro.
—Yo también lo tengo —dijo Dante. —Ventajas de ser un
Alfa, supongo. Tengo un oído claro como lobo y como hombre.
Ella se lamió los labios, y él vio que quería decir algo más.
—Puedes confiar en mí, Zadie. No diré nada.
—También tengo mi fuerza.
—La mayoría de los lobos conservan parte de su fuerza.
—Yo la tengo toda —dijo ella, y luego miró al suelo. —Casi
le rompo la espalda a mi madre, y si hubiera sido una humana,
lo habría hecho. Por eso me gusta mantener las distancias. No

57
quiero hacer daño a nadie. Los niños son muy dulces y nunca
les haría daño. Soy más que cuidadosa con ellos.
La miró fijamente. —¿Me estás diciendo que en forma
humana, probablemente podrías matar a toda tu manada?
—Aparte de mi hermano —dijo. —Su fuerza es la misma
que la mía. Es raro, lo sé. Por lo general, cuando somos lobos
todo se intensifica y se magnifica. Es decir, somos más fuertes
que un humano, y tenemos mejor oído, pero de nuevo, no tan
fuerte como cuando estamos en forma de lobo. Como dije, me
siento como un bicho raro.
—Lo encuentro bastante... extraordinario. —Ella no tenía
ni idea de que él era igual. Que la mayoría de los Alfas llevaban
sus habilidades incluso a la forma humana. No estaba seguro
de Sloane, pero algo le decía que él también era igual. Sloane
era un gran Alfa, incluso fantástico, y justo. Dante no podía
culpar al hombre de su amor por la manada. Sin embargo,
cuando se trataba de su hija, ese era otro asunto.
—¿Lo haces?
—Sí, lo hago. ¿Qué tal si te acompaño a casa? —preguntó,
ofreciendo su brazo.
—Me gustaría. —Ella le puso suavemente la mano en el
brazo, y le pareció dulce que se preocupara por él.
Le dio un apretón en la mano, mostrándole sin herirla que
sabía por lo que estaba pasando, y que la comprendía más de
lo que ella creía.

58
Capítulo 5

—He oído que Dante te acompañó a casa anoche —dijo


Alice.
Zadie levantó la vista del periódico que estaba leyendo y
vio que toda su familia la estaba mirando. —Lo hizo.
—También la acompañó a comer —dijo Luke.
Ella fulminó con la mirada a su hermano. —Estaba
almorzando con su hermana. Por eso se unió.
—Ha habido rumores y susurros de que no está interesado
en Bianca. Sin embargo, Sloane sigue queriendo una alianza
—dijo Tristan.
Zadie siguió leyendo el periódico. Nunca le había gustado
la política. Tomando otra cucharada de su cereal, masticó
mientras su familia hablaba.
—¿Estamos bajo alguna amenaza? —preguntó Alice.
—No. Las manadas se unen como una forma de fuerza.
Con nuestra manada en expansión, Sloane se acerca a la más
cercana como muestra de fe. Creo que sería bueno para
nosotros estar unidos con la manada de Locker.
Cerrando el periódico, se levantó y lavó su cuenco. —Hoy
me dirijo a la ciudad para conseguir algunas provisiones. ¿Hay

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algo que necesiten? —preguntó. Sus chips de chocolate
estaban casi agotados, y sus refrigeradores no se veían muy
bien.
—No. Estamos bien. Queremos que pienses en la oferta,
cariño —dijo Alice.
Zadie soltó un suspiro, y volvió a mirar hacia la habitación.
—Le pregunté a Dante qué haría falta para posiblemente
cambiar de manada. —Había querido evitar esta conversación,
pero con la determinación que tenían de hablar de otras cosas,
no vio la razón para aplazarla.
—¿Por qué? —preguntó Tristán.
—Porque en esta manada, por mucho que me guste, sé que
no voy a encontrar un compañero, y no quiero pasar el resto
de mi vida con gente mirándome con lástima. Mírense ustedes
dos ahora mismo. Prácticamente están saltando de alegría
ante la posibilidad de que encuentre a alguien. Dante es un
buen hombre, pero nunca se enamoraría de alguien como yo.
Ahora, por favor, paren. Voy a hablar con Sloane sobre esto en
un par de días. No me he decidido. —Se acercó a sus padres y
los abrazó. —Por favor, alégrense por mí.
Ella se dirigió hacia afuera, y comenzó a abrir el coche.
—¿Y yo qué? —preguntó Luke. —También hemos sido
mejores amigos. ¿Cuándo ibas a decírmelo?
Agarrándose a la puerta, se giró hacia su hermano. —
Todavía no he decidido lo que voy a hacer. No quiero hacer
daño a nadie. Ya sabes cómo me llaman. 'Compañera gorda'.

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Eso es lo que soy para ellos, y nadie quiere eso. Han crecido
conmigo y no miran más allá de lo que ven. Quiero ser feliz,
Luke. No creo que esa felicidad se encuentre aquí.
—No hables con Sloane sobre eso todavía. Danos tiempo
para que hablemos.
—Lo haré, Luke. Es algo en lo que estoy pensando. —Se
dispuso a subir a su coche cuando Dante los llamó. Estaba
corriendo, y en el momento en que se acercó, se detuvo.
—Pensé que estaba a punto de perderte —dijo Dante.
—Me dirijo a la ciudad... ¿Te has perdido? —preguntó ella.
—Sabes, no dejas de preguntarme eso. Estoy empezando
a acomplejarme —dijo él.
Ella no pudo evitar la risa que brotó en su interior. —Lo
siento, es una vieja costumbre.
—Creo que no nos hemos conocido bien —dijo Dante.
—Luke, el hermano de Zadie.
—Dante Locker.
Ella observó cómo se presentaban, y miró el brazo de
Dante. Era muy marcado, musculoso, y vio un tatuaje en el
interior de su brazo. Era el dibujo de un lobo y la luna llena en
negro y gris.
—Pasé por la guardería.
—Es sábado por la mañana. No abrimos los fines de
semana.

61
—Zadie va a ir de compras —dijo Luke. —Apuesto a que
ella podría necesitar la compañía. Piensa en lo que hemos
hablado, Zadie.
Su hermano se alejó, volviendo a entrar en la casa. —Lo
siento por él.
—¿Te gustaría tener compañía? —preguntó.
—Voy a la tienda.
—Excelente. Puedo comprar algunos bocadillos mientras
esperamos.
—No hay problema. Sube. —Se subió al volante, y sus
manos temblaron un poco cuando Dante se subió al lado del
pasajero.
Conducir era normalmente muy relajante para ella, pero
ahora estaba tensa. Su familia no ayudaba, ni tampoco la
presencia de Dante. Cuando estaba con él, le hacía recordar
que en realidad era una mujer, mientras que él también era un
hombre.
Supéralo.
Podía ser virgen, pero la curiosidad siempre había formado
parte de ella, y había momentos en los que también ansiaba
estar apareada. No con cualquiera. Siempre había tenido la
fantasía de un tipo persiguiéndola, y sólo a ella, tomándola en
el suelo del bosque porque no podía esperar a llegar a otro
lugar.
—Hoy pareces un poco molesta —dijo él.

62
—No. No estoy molesta. Le dije a mi familia hoy que estoy
planeando hablar con Sloane, y encontrar una nueva manada
para correr.
—¿Has tomado esa decisión?
—Sí. No. Sí. No estoy segura de lo que he hecho para ser
honesta. Mi cabeza está por todas partes. Me preocupa estar
tomando la decisión equivocada, y actuar demasiado rápido
mientras otra parte de mí piensa que es la mejor idea. No lo sé.
—Salió de los terrenos de la manada, y respiró aliviada. —
¿Puedo ser honesta contigo?
—Sí, claro que puedes.
—¿Crees que hay alguien en tu manada o en cualquier
manada que podría... —No, no podía preguntar esto. Era tan
embarazoso, por no decir humillante. —No importa.
—No, habla. Hazme saber lo que estás pensando.
—Esto no es nada fácil. Me preguntaba si había alguien en
tu manada que pudiera mirarme y considerar aparearse
conmigo, de por vida. —Se encogió al pronunciar las palabras.
—Esto está mal. Olvida que alguna vez pregunté eso.
Contrólate, Zadie.
—Sí.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Hay un hombre por ahí que piensa que eres la mujer
más hermosa que ha visto.
Ella resopló. No pudo evitarlo, ya que parecía totalmente
fuera de lugar.

63
—¿No me crees? —preguntó él.
—No me hago ilusiones sobre quién soy y cómo soy. He
oído lo que han dicho algunos de los chicos. Es el problema de
tener un oído excelente.
—¿Qué han dicho algunos de los chicos?
Golpeó el volante y soltó un suspiro. —Realmente no me
gusta hablar de ello, pero viendo que eres tú, y por alguna
razón siento la necesidad de ser honesta contigo, escuché a un
grupo de chicos hablando. Creo que fue justo en el momento
en que me di cuenta de que nunca iba a aparearme. Fue como
una llamada de atención. —Hizo una pausa por un segundo,
ya que hacía mucho tiempo que no pensaba en ese momento.
—Amigo, ¿sabías que ella va a las carreras, pero no hay
nadie que la atrape.
—¿En serio? Uno pensaría que ya se habría dado por
vencida.
—Ella es todavía, como, una virgen. ¿Te imaginas estar
emparejado con ella? Apuesto a que pesa una tonelada, y te
aplastaría totalmente. Nunca serías capaz de permitirle estar
encima.
—Podrías ponerle un dulce apodo, 'compañera gorda'.
Le dijo a Dante cada palabra, y lo miró.
—Fue cuando finalmente me di cuenta de que era la mujer
menos atractiva de toda la manada. Dejé de unirme a ellos
para correr, y decidí tomar mi propio camino. Me encanta el

64
río, ya sabes. Siempre me ha gustado el agua, y me quedo allí.
No hay razón para que corra con los demás.
—Tienes que olvidar todo lo que esos bastardos dijeron, y
si alguna vez los encuentro, o descubro quiénes eran, los
mataré, joder.
—Luke los golpeó. Él estaba conmigo en ese momento, y
ninguno de los dos había demostrado que podía oír. Cuando
supe que habían sido heridos, Luke estaba allí. Me dijo que yo
era su hermana pequeña y que nadie hablaba mal de mí. Tenía
dieciocho años en ese momento.
—Entonces Luke se ha convertido en mi nuevo mejor
amigo.
—¿Dónde está Bethany? ¿No deberías estar haciéndole
compañía?
—Mi hermana y yo nos hemos hecho compañía
mutuamente durante mucho tiempo. Los dos estamos
aburridos el uno del otro, por lo que este viaje es muy
necesario. Espero que ella encuentre su propio compañero.
Se rió. —Buena suerte con eso. Me dijo que estaba en
contra de todos los hombres, así que no creo que vayas a
deshacerte de ella pronto.
Entraron en el estacionamiento del supermercado y ella
observó a todos los humanos que se arremolinaban alrededor.
Varios de ellos tenían hijos y estaban hablando con ellos. Eso
era lo que ella quería.
—Por favor, sé amable. Ahora estamos con los humanos.

65
—Sé cómo ser amable.

***
Si alguna vez descubría quiénes eran esos imbéciles,
Dante juró herirlos de manera que desearan aprender
modales.
Pasar tiempo con Zadie era... refrescante. Ella no
coqueteaba con él. No se movía el pelo, ni intentaba llamar su
atención. Se reían y bromeaban. Él empujaba su propio carrito
junto a ella, y se aseguraba de que nadie se acercara a ella.
Verla sonreír y reír era, de hecho, un sueño hecho realidad, al
menos para él.
Cuando volvieron al pueblo, no quería que el día
terminara.
—¿Qué tal si dejamos tus cosas en tu casa y luego vuelves
y me ayudas? —le preguntó. —Siempre preguntas si estoy
perdido. Bueno, lo estoy. No hago las compras, y nunca cocino.
—¿Y Bethany?
—No. La peor cocinera del planeta, incluso más que yo.
—De acuerdo, está bien, te ayudaré. Siempre me ha
gustado ayudar a la gente.
Dante estaba más que feliz de tener más tiempo con ella.
Estacionando fuera de su casa, cargó sus comestibles, y
cuando entró en su despensa, casi perdió todo el control. Ella

66
estaba inclinada sobre un congelador tipo cofre, colocando los
alimentos congelados que había comprado.
Su culo perfectamente redondo era tan tentador para él.
Lo único que quería hacer era recorrer sus curvas con las
manos. Es más, quería abrirle el culo y follárselo con fuerza.
En lugar de eso, colocó las bolsas en el suelo y comenzó a
pasarle lo que necesitaba, como un buen caballero.
Esto no podía durar mucho más, pero con el día que había
tenido con ella, necesitaba trabajar para que viera que en
realidad era una mujer hermosa y deseable.
Una vez que ella terminó en el congelador, colocó las
conservas en los estantes, y él vio su abundancia de especias
y hierbas.
—¿Te gusta cocinar?
—Sí, me encanta. Mamá siempre me dejaba mirarla, y
ahora puedo hacerlo yo. Es muy divertido. —En poco tiempo,
estaban de vuelta en su coche, y ella conducía hacia su
pequeña cabaña. Cuando llegaron, se alegró de ver que su
hermana no estaba a la vista.
Zadie cargó con algunas de sus bolsas y él con el resto.
Se dirigió a la puerta principal, la abrió y le indicó el
camino hacia su cocina.
—He ayudado a preparar la cabaña para ti —dijo. —Espero
que te guste.
Dejó las bolsas en el suelo y se giró hacia ella. —Haces
mucho por la manada, ¿verdad?

67
—Siempre tengo mucho tiempo libre, y tengo esta cosa de
que todo tiene que ser perfecto. Sloane dijo que quería que te
sintieras como en casa.
—Es bonito. —Las cosas materiales nunca habían
importado, pero saber que ella había sido la que había dado
los toques finales, ahora eso significaba algo.
—Gracias. —Abrió la nevera y luego dio un paso atrás. —
Oh, vaya, ¿no has comido nada?
—Bethany y yo no sabemos cocinar. El ama de llaves que
tenemos quería un tiempo libre así que no la trajimos aquí —
dijo. —Hemos estado comiendo sándwiches, y alguna que otra
comida cocinada en el restaurante.
—Eso es sólo ... no hay manera de que puedas comer esto.
—Ella agarró un cubo de basura, y él se lo sostuvo para que
empezara a vaciarlo.
—¿Me perdonas? —preguntó él.
Ella se rió. —¿Por qué? ¿Por no saber cocinar? No te
preocupes. No eres raro ni nada. Hay mucha gente en el
mundo que no sabe cocinar.
—Me ofrecería a prepararte la cena.
—¿Qué tal si yo cocino la cena para ti? ¿Estaría bien?
—Eso sería increíble. Sé que Sloane va a organizar una
gran barbacoa en el pueblo mañana.
—Sí. Era una de las razones por las que quería conseguir
algo de comida. Hago mucho de la cocina o debería decir el

68
marinado de la carne. Ves, tengo mi lugar en la manada. Todos
reciben comida decente.
—Estoy seguro de que tienes muchos, muchos talentos —
dijo.
Ella tiró todo lo que estaba rancio en la nevera y luego la
limpió. A continuación, le explicó cómo ordenar la nevera y,
por último, pasaron a la pequeña despensa.
—No sabía cuánto ibas a comer en el mes que te ibas a
quedar. —Ella revisó las latas. —Entonces, ¿tengo vía libre
para hacerte la cena?
—Sí, ¿si aceptas algo antes? —preguntó.
—De acuerdo. ¿Qué te gustaría además de la cena?
—Quiero que me lleves a tu lugar favorito en el bosque.
La sonrisa en sus ojos era algo que él quería ver todos los
días.
Ella se acomodó un poco de cabello detrás de la oreja, y él
notó que lo hacía cuando estaba nerviosa. —¿Te gustaría ver
mi lugar favorito?
—Sí. Son un poco más de las doce. ¿Demasiado pronto
para estar preparando la cena? Vamos, ¿qué más tienes que
hacer?
—Claro, de acuerdo entonces.
Le tendió la mano y ella la tomó. Se emocionó sólo con que
ella tomara su mano voluntariamente. Al llevarla fuera, se
apartó del camino para que ella pudiera tomar la iniciativa.

69
—Cuéntame cómo es ser un hombre de negocios —dijo
ella.
—Días largos, largas horas y muchas peleas.
—Te tiene que haber encantado. No sabía que los lobos
pudieran sobrevivir durante largos periodos de tiempo lejos de
la naturaleza.
—Fue duro. Todos los fines de semana llegaba a casa,
corría como si el viento se fuera a acabar, y el lunes por la
mañana volvía a la silla de mi oficina.
—Eso parece una vida bastante larga.
—Fue larga. El mayor problema vino con las ofertas
públicas de adquisición, y cuando tuve conferencias. Eran
duras —dijo.
—¿Cómo es eso?
—Siendo un lobo que tenía enjaulado durante mucho
tiempo, que sólo se permitía la libertad en el fin de semana, se
me hacía difícil muchas negociaciones. Lo único que quería
hacer era arrancar la cabeza a mis oponentes. Ser un lobo es
brutal.
—No puedo imaginarme encerrado durante una semana.
No me convierto ni nada, pero la libertad de estar cerca de la
naturaleza, de respirarlo todo, eso es lo que nos mantiene con
los pies en la tierra.
—Lo echaba de menos, pero era algo que necesitaba hacer.
En ese momento, quería el reto. No quería estar en casa,
dirigiendo una manada. Ese era el trabajo de mis padres.

70
Quería una vida fuera de la manada. De niño era un pesado, y
eso no cambió mucho con la edad —dice. —Cuando mis padres
murieron, no tuve más remedio que reevaluar las cosas. Lo
sentí.
Hizo una pausa y miró hacia él. —¿Qué sentiste?
—Que me había ganado el derecho de mi manada. Era el
más fuerte, y al igual que tú, había heredado gran parte de mi
lado lobuno. Cuando mis padres murieron, incluso antes de
ver la noticia, sentí que él se alejaba, y que el vínculo Alfa
recaía en mí.
—He oído historias de eso. Especialmente si el Alfa es parte
de la línea descendiente. ¿Vienes de una línea de Alfas?
—Sí.
—Wow, lo siento mucho.
—Estaba fuera en Las Vegas en ese momento. Solo me
estaba divirtiendo. Eso... rompió algo. Había estado luchando
contra quién era durante tanto tiempo, que olvidé que era un
lobo, que era parte de una manada. Normalmente, estaba solo,
y estaba bien con eso. Cuando mi padre murió, y me convertí
en el Alfa, y volví a ser parte de la manada. No podía aislarme,
y no podía soportar el cargo. Me alejé. Voy allí de vez en
cuando. En su mayor parte, mantengo mi distancia.
—Eso tiene mucho sentido. Aun así, tuvo que ser duro. —
Ella puso una mano en su pecho y se frotó. —Siento mucho tu
pérdida. —Luego se puso de puntillas y le dio un beso en la
mejilla.

71
Ella tomó su mano, y luego estaban en el claro donde él se
había escondido mientras ella había hablado con Bethany.
—Aquí es donde vengo cada luna llena. Es aquí, o más
arriba y más abajo a lo largo de la línea del río.
Se agachó y se quitó los zapatos, y luego empezó a subirse
los vaqueros para que sus tobillos quedaran al descubierto.
—Vamos, pruébalo. Hace mucho frío y es muy agradable.
—Se metió en el agua y se giró hacia él. —No vas a dejar que
tu lado de hombre de negocios dicte lo que haces ahora,
¿verdad?
Él se quitó los zapatos e hizo exactamente lo mismo que
ella. Cuando se metió en el agua, la tomó de la mano, uniendo
sus dedos.
Así era como debía ser, los dos juntos, y él no iba a parar
hasta que ella le perteneciera por completo.

72
Capítulo 6

—Estás más contenta —le dijo Luke a la mañana


siguiente.
Zadie sonrió a su hermano, sacando otra gran bolsa de
pollo marinado. —¿Qué significa eso?
—Anoche volviste a casa después de pasar tiempo con
Dante, y estás realmente feliz.
—No fue nada. Es un buen tipo, ¿y no puedo estar feliz por
eso ahora? —preguntó ella, confundida.
—Vas a volver a verlo, ¿verdad?
—Por supuesto. Toda esta fiesta de la barbacoa es para él.
¿Qué pasa, Luke?
—Digamos que me preocupa lo que pasó ayer.
—¿Qué pasó? —preguntó ella.
—¿Has hablado con Sloane?
Ella hizo una pausa mientras buscaba en la nevera. —
Todavía no he hablado con él. Te dije que sólo estaba pensando
en ello. —Miró la isla de la cocina y se aseguró de tener todo
listo.
—No quiero que pienses en irte a otra manada, Zadie.

73
—Luke, por favor, hoy no, ¿sí? Realmente quiero
divertirme hoy, y cocinar algo de comida, y que todos pasemos
un buen rato. ¿Me ayudarás con esto?
El timbre de la puerta sonó, y ella fue a contestar. Allí en
su puerta estaba Dante. El hombre que estaba presente en
todos y cada uno de sus sueños sensuales. Incluso a los
veinticinco años, seguía experimentando ese tipo de sueños.
No sabía si debía alegrarse o entristecerse por ello.
—Dante —dijo.
—Zadie, me preguntaba si necesitabas ayuda.
—La necesito. Entra. Mis padres ya se han adelantado
para colocar algunas mesas, sillas y cosas así.
—¿Siempre es una gran fiesta? —preguntó Dante.
—Hace mucho tiempo que no tenemos una masiva como
esta en la que todo el mundo se involucra, pero creo que será
buena. —Entraron en la cocina y Luke tenía los brazos
cruzados. —Te acuerdas de mi hermano. Está siendo un grano
en el culo en este momento.
—Hermanos molestos. Me identifico.
Se rió. —Está aquí para ayudar.
Levantando varias de sus bolsas, se las puso al hombro
mientras Dante y su hermano hacían lo mismo. No tardaron
en caminar hacia la plaza del pueblo. Ya se habían colocado
varias barbacoas.
Sloane estaba de pie junto a una de las mesas cerca de los
asadores.

74
—Aquí vamos. Aquí está todo lo que he hecho —dijo. —No
debería demorar mucho en la parrilla.
—Eres una estrella, Zadie. De verdad.
Ella sonrió. —Está más que bien.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó Sloane.
—Ahora no es el momento —dijo Dante.
—Con el debido respeto, Dante, ella es parte de mi
manada, y quiero hablar con ella.
No le gustó lo tenso que se puso Dante detrás de ella.
Girando sobre sí misma, le dio una palmadita en el pecho. —
Está bien. Todo está bien.
Siguiendo a Sloane lejos de la hoguera y dentro de su casa,
escuchó que estaban solos.
—¿He hecho algo malo? —le preguntó.
—Ni mucho menos. Sólo quería preguntarte algo.
Juntó los dedos, en un intento de no ponerse nerviosa.
Dudaba que eso funcionara, pero al menos podía intentarlo. —
Claro, puedes preguntarme cualquier cosa.
—¿Eres feliz aquí?
—Sí.
—Me ha llegado la noticia de que... ¿no lo eres?
—Oh, erm, es algo de lo que quería hablar, pero no lo había
pensado todavía. No es nada en absoluto.
Sloane la miró fijamente, realmente mirándola.

75
—¿Hay algo en mi cara? —preguntó, dirigiéndose a su
mejilla. ¿Había dejado mantequilla en ella cuando comió su
tostada esta mañana?
—No, no es nada. Es que... —Él sonrió. —Sólo estoy viendo
algo que se me ha pasado por alto, Zadie. Dime, ¿qué es lo que
quieres de la vida?
Ella frunció el ceño. —Yo... no me siento cómoda
diciéndolo.
—Soy tu alfa. Seguro que puedes ser sincera conmigo.
Mordiéndose el labio, miró al suelo. —Un día espero ser
madre, y ayudar a guiar a mis hijos.
—¿Quieres aparearte? —preguntó él.
Sus mejillas se encendieron. —Eso es algo muy privado —
respondió ella.
—Por supuesto. Me gustaría pedirte que esperes antes de
dejar la manada, o de buscar lo que estás buscando. Al menos
hasta que Dante y su manada se hayan ido. No quiero que
haya problemas.
—¿Mi hermano te contó mis pensamientos?
—No. Sólo tuve una corazonada. No te preocupes por eso.
Ve y disfruta de la fiesta.
Sintiéndose más confundida que nunca, se unió al resto
de la manada en la plaza principal del pueblo. Ya había mucha
música, agarró una botella de agua y observó a los niños que
estaban en la pista de baile.

76
—Oye, la cena de anoche estaba increíble —dijo Bethany,
enlazando su brazo con el de Zadie.
—Me divertí mucho cocinando para ustedes. —Tanto
Dante como Bethany habían sido muy expresivos en su
disfrute de su comida, que tanto le había gustado.
—Quiero hacer un trato contigo, pero no tengo nada que
puedas querer.
—¿Qué clase de trato quieres? —preguntó Zadie.
—Que estés en mi casa, que vivas allí, que cocines allí.
Necesito el desayuno, el almuerzo, la cena y una merienda por
la noche.
—Puedo intentar prepararte algo para que te lo calientes
tú misma. No es gran cosa.
—¿Quieres decir que no puedo hacer que te quedes con
nosotros en la cabaña? —preguntó Bethany.
—No. No me sentiría muy cómoda estando allí todo el
tiempo.
—A mí me encantaría que estuvieras allí. Resulta que
encuentro tu compañía absolutamente encantadora —dijo
Dante, acercándose a ella por detrás. Le puso una mano en la
espalda, y ella se giró para encontrarlo sonriéndole.
Esos labios y esos hoyuelos. Su coño se inundó de calor, y
se sintió tan mortificada que se apartó. —Lo siento mucho,
tengo que ir a comprobar algo.
Se alejó, y fue a pararse cerca de una de las mesas con la
comida en ella.

77
Sloane estaba cocinando, y ella le ofreció una sonrisa. —
¿Va todo bien?
—Sí. Has dejado las instrucciones en los paquetes. Ya sé
que a todos les va a encantar.
—Tengo que ir a casa un momento. —Necesitaba el
espacio, sobre todo porque su cuerpo parecía reaccionar de
forma extraña.
La excitación era algo a lo que estaba acostumbrada, pero
esto era intenso. De vuelta a casa, se dirigió a la cocina y se
sirvió un gran trago de agua.
—No tenías que irte así —dijo Dante.
Había oído entrar a alguien, y se giró para mirarlo. —Estoy
bien. Volveré a salir enseguida.
Se acercó a ella, y ella no pudo hacer otra cosa que
observarlo. Él olfateó el aire a su alrededor.
—¿Estar excitada te tiene asustada? —preguntó.
—No quiero hablar de ello.
Su mano fue a su cadera y apretó, haciéndola jadear. No
le dolía, pero era la primera vez que alguien la tocaba.
Lamiéndose los labios secos, Dante le quitó el vaso de agua
de la mano y lo colocó de nuevo en la encimera de la cocina.
Su otra mano tocó su mejilla y se deslizó hacia atrás para
acariciar su nuca. Usó el pulgar para inclinar su cabeza hacia
atrás.

78
—¿De qué hay que hablar, Zadie? Nunca has sabido lo que
es que alguien te excite. Nunca has sabido lo que es que
alguien pueda sentir deseo por ti.
—Dante...
—Shh, ayer te dije que alguien ahí fuera podía sentirse
atraído por ti, que podía desearte más que nada en el mundo,
y no mentí.
—¿Qué?
—Estaba hablando de mí, Zadie. Me pareces atractiva.
Cuando te miro, quiero tocarte, acariciarte, que grites mi
nombre de placer, y no detenerme nunca.
—Se supone que estás aquí por Bianca.
—No la soporto. Tú eres la única mujer que me interesa.
La única que quiero. —La apretó contra la nevera, y ella sintió
la evidencia de su excitación presionando contra su cadera. —
Eso es lo que me haces.
—Dante, yo no...
Una vez más la hizo callar, sólo que esta vez lo hizo con
sus labios, besando cualquier protesta que pudiera tener. Ella
apoyó las manos en su pecho, con la intención de apartarlo.
El primer contacto de sus labios despertó su cuerpo de
una manera que no había experimentado antes en su vida.
Cuando él la abrazó con más fuerza, con más firmeza, tuvo la
esperanza de que sus ropas hubieran desaparecido y
estuvieran desnudos.

79
Ella soltó un gemido, y Dante hundió su lengua en el
interior, saboreándola.
Ambos gimieron, y no pasó mucho tiempo antes de que lo
abrazara con tanta fuerza como él a ella.
De repente, alguien se aclaró la garganta, y ella levantó la
vista para encontrar a su hermano allí. —Sloane te está
buscando.
Él no se entretuvo, y Zadie no supo qué decir. Le
hormigueaban los labios, su cuerpo ardía, y quería a Dante.
—Será mejor que vaya a ver qué quiere.

***
Dante observó cómo Zadie terminaba de dar vuelta a parte
de la carne en la parrilla. Estaba hablando con Sloane. Había
tanta gente alrededor que no podía oír lo que estaban
hablando.
No había esperado dar ese salto repentino de que fueran
amigos, a besarla, o admitir que era él quien la deseaba. Ella
había parecido tan asustada por su reacción ante él que le
resultó imposible permitir que se marchara así sin más. Había
necesitado hablar con ella, para que entendiera qué demonios
estaba pasando entre ellos.

80
—Quiero a mi hermana. Llevo años cuidando de ella, y si
le haces daño, te mataré, joder. Alfa o no —dijo Luke,
acercándose a su lado.
—No tengo intención de hacer daño a tu hermana. No
tendrás que luchar contra mí. Sin embargo, tengo curiosidad,
ella me habló de algunos de los hombres que hablaron mal de
ella. ¿Quieres señalármelos? —Estaría encantado de pasar
toda la visita mostrando a esos malditos hombres-niños lo que
significa realmente el respeto.
Luke negó con la cabeza. —Me ocupé de ello. Si empiezas
a pelear con la manada de Sloane, será un insulto. Mi hermana
parece feliz contigo, pero por favor ten cuidado con ella. No
quiero verla herida.
Con eso, se fue.
Dante estaba harto de que se escondiera de él. Moviéndose
entre la multitud, ignoró todas las ofertas para bailar, y tomó
la mano de Zadie en cuanto estuvo allí.
—No te importa que te la robe, ¿verdad? Quiero tener este
baile.
Ya la tenía en sus brazos, y entre muchos de los niños
pequeños de la manada.
—No puedes huir de mí durante el resto del mes.
—No tengo intención de huir, Dante. Esto fue un gran
error.
—No, no lo fue. Tú y yo sabemos que no lo fue. No seas
cobarde y deja de intentar fingir que no sientes esto también.

81
Finalmente lo miró a los ojos. —¿Qué quieres que diga?
Que mi cuerpo acaba de reaccionar y me ha asustado.
—No. Quiero que admitas que te excita. Que la idea de que
te toque, de que te lama, te excita. —Hizo una pausa, dándole
tiempo para que asimilara sus palabras. —Porque sé que me
excita. Desde el primer momento en que te vi hace un par de
días, supe que te deseaba. —Le agarró la cadera con fuerza. —
Y si sientes algo por mí, o quieres sentir, entonces dejarás esta
fiesta y te reunirás conmigo en mi cabaña en treinta minutos.
—Se separó de ella, dejándola en la pista de baile, mientras se
despedía de Bethany, y le decía a su hermana que buscara otro
lugar donde quedarse esa noche.
Cuando estuvo seguro de que nadie lo observaba, se
escabulló y se dirigió a su cabaña. No había nadie, y él y Zadie
tendrían privacidad. Al entrar en su casa, se sirvió un vaso de
agua y esperó.
El tiempo pasó. El reloj de la pared parecía burlarse de él,
haciéndole saber que el tiempo se acababa. Cuando pasaron
veinte minutos, la puerta de la casa se abrió y allí estaba ella,
en la cocina.
—No sé qué está pasando aquí. No lo entiendo. Y me
asusta, más que nada. —Se llevó las manos a los lados. —Toda
mi vida me han hecho saber que soy indeseable...
—Mi polla está dura como una roca ahora mismo —dijo él,
cortándola. —Algunos hombres piensan que tus curvas no son
atractivas. Yo creo que son unos malditos tontos. Tus tetas, no

82
puedo esperar a tenerlas rebotando sobre mí mientras te follo
con fuerza. Tu culo, lo quiero acurrucado contra mi polla
mientras te machaco. Tus muslos, los quiero rodeando mi
cintura, reclamándome como quiero hacerlo contigo. —Salió
de la cocina y avanzó hacia ella. Se detuvo sólo cuando estuvo
justo delante de ella, y no hubo manera de escapar, o al menos
no escapar de él. La hizo retroceder hasta que estuvo contra la
pared, y colocó sus manos a ambos lados de ella, atrapándola.
—Me estoy cansando de que pienses que no eres atractiva,
cuando cada vez que te miro, sólo pienso en las cosas sucias
que quiero hacerte. Debería ser ilegal.
Su pecho subía y bajaba con su respiración. El vestido que
llevaba se amoldaba a sus tetas y a su cintura, y se
ensanchaba sobre sus caderas.
Apoyando los dedos en su rodilla, comenzó a levantarlos
lentamente, pasando por debajo de la falda. El aroma a limón
se desprendía de ella en oleadas y le hacía agua la boca para
probarla.
Ninguno de los dos habló mientras él deslizaba sus dedos
por el interior de sus muslos, acariciando justo al lado de sus
bragas. Finalmente, después de lo que le pareció una
eternidad, le tocó el coño. Las bragas que llevaba estaban
mojadas. El aroma de su excitación estaba impregnado en el
aire, haciendo que el limón pareciera más fuerte.
Mirando fijamente sus ojos verdes, Dante movió su dedo
por debajo de la banda de las bragas y se deslizó dentro.

83
Ella cerró los ojos y soltó un grito ahogado.
—No, quiero que me mires a mí, y sólo a mí —dijo él.
Una vez que ella abrió los ojos, le tocó el clítoris, con un
solo dedo.
—¿Alguien más te ha tocado así? —le preguntó.
Ella negó con la cabeza. —No.
—Bien. A partir de hoy, nadie más te tocará. Cada parte
de ti me pertenece, Zadie.
De un tirón, le arrancó las bragas del cuerpo y las dejó
caer al suelo. Se acercó a su coño sin que nada le impidiera
tocarlo.
Deslizando un dedo por su coño, encontró su clítoris una
vez más, y comenzó a acariciar su cuerpo.
—Voy a tomarte, Zadie. Vas a entregarme cada parte de ti,
y no dejaré que te escondas. No dejaré que te pierdas a ti
misma. Te quiero. Lo que más quiero es que veas lo hermosa
que eres, lo especial que eres, y cómo te mereces mucho más.
Sacando la mano de entre sus muslos, lamió la crema de
su dedo.
—Dime lo que quieres —le preguntó.
—¿Qué?
—Quiero que me digas exactamente lo que quieres, Zadie.
Voy a tomar de ti, pero voy a dar mucho a cambio. Dime lo que
quieres y te lo daré.
Ella miró por encima de su hombro, y él vio las ruedas de
su mente girando.

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—¿Puedo tener lo que quiera?
—Sí.
—¿Quiero que me abracen? Quiero que me tomen, y que
me follen tan fuerte que ya no me importe quién soy. —Ella lo
miró fijamente, y sus palabras lo impactaron un poco. —
Quiero estar tan consumida por la lujuria que todo lo que
pueda pensar es en estar en tus brazos de nuevo, contigo
dentro de mí. —Se hizo el silencio entre ellos. Su polla iba a
atravesar sus pantalones con ese tipo de palabras sucias. —
¿Puedes darme eso? —preguntó ella.
Le sujetó la mano y la apretó contra su dolorida polla. —
Puedo darte eso y más. Puedo hacer que pidas más, y lo harás
con gusto. —Llevando sus manos a los hombros de ella, le bajó
los tirantes del vestido. Esto iba mucho más rápido de lo que
había imaginado, pero no le importaba. Ella iba a ser su
compañera, y él planeaba tenerla desesperada por él para que
al final de la próxima luna llena, ella dejara esta manada, y se
uniera a él.
Los tirantes del vestido se deslizaron por sus brazos y él la
miró fijamente a los ojos mientras tiraba del vestido hacia
abajo. El corpiño cedió y no pudo resistirse a echarle un
vistazo.
Mirando sus tetas, gimió. Llevaba un sujetador de encaje
blanco. Eran grandes, pesadas, y él soltó los tirantes, para
ahuecar sus tetas. Le llenaban las manos a la perfección. Con

85
el pulgar, le acarició los pezones, y ella jadeó, agarrándose a
sus hombros mientras él le acariciaba los pechos.
—Apenas estoy empezando, y ya estás empapada para mí,
Zadie.
—Por favor, Dante —dijo ella.
—Por favor, Dante, ¿qué? —preguntó él.
—Me duele. Lo necesito tanto. Sácalo, por favor. —
Soltando sus pechos, le arrancó el vestido del cuerpo, y la
movió tan rápido, levantándola y colocándola en el borde de la
mesa del comedor. Separando sus muslos, miró su coño
empapado.
De él.
Le pertenecía a él y sólo a él.
Nadie más sabría lo deliciosa que era.

86
Capítulo 7

Dante se agarró a sus rodillas, abriendo bien los muslos.


Esto realmente iba a suceder. Zadie lo miró fijamente, y su
excitación sólo parecía aumentar. Lo deseaba, y no podía
negarlo. A diferencia de los hombres de su manada, él no se
parecía a nadie que ella hubiera conocido.
Dio un paso atrás, quitándose la camiseta, y luego,
rápidamente, también se desnudó. Ella miró su cuerpo
mientras él se aferraba a su polla. La longitud era larga, la
punta ya estaba resbaladiza por su propia excitación.
—Esto es lo que pasa cuando estoy cerca de ti. Ni siquiera
tienes que estar desnuda para tenerme así. Te deseo tanto, y
no puedo pensar con claridad la mitad del tiempo.
—¿Por qué me dices esto? —preguntó ella.
—Has pasado demasiado tiempo teniendo esta idea de
mierda sobre ti. Pero no más. No en mi guardia. En lo que a mí
respecta, creo que eres jodidamente hermosa, y ahora mismo,
este es mi sueño hecho realidad desde que te vi por primera
vez en la plaza del pueblo cuando llegué. Me fijé en ti incluso
antes de que Sloane hiciera las presentaciones. —Extendió la
mano, sus dedos hicieron girar un rizo de su largo cabello rojo.

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—Estoy interesado en ti, Zadie. En nadie más. Tienes toda mi
atención.
Su mano soltó el rizo y le agarró el pecho. Cerrando los
ojos, ella se arqueó. Su cuerpo era tan sensible a su tacto. Él
se deslizó hacia abajo, pasando por su cintura y luego por sus
caderas, para finalmente volver a sus rodillas.
Mientras sus manos estaban en otra parte, ella había
cerrado sus muslos abiertos. Una vez más, los abrió, y él se
deslizó hacia abajo, con sus dedos abriendo su hendidura. Ella
lo miró fijamente a los ojos mientras él volvía a acariciar su
coño.
Se aferró al borde de la mesa, lo agarró con fuerza mientras
él seguía trabajando en su clítoris.
—Tengo que probarte. Hueles tan bien.
Su lengua atacó su clítoris antes de que ella supiera qué
hacer. Pasó por su clítoris y se deslizó hacia abajo, burlándose
de su entrada. —¿Vas a darme esta preciosa cereza?
—Sí. —No hubo ninguna duda, ni una sola vacilación.
Estaba más que dispuesta a entregarse a él. Su virginidad era
suya para que la tomara.
—¿Quieres sentir mi polla deslizándose dentro de ti?
—Sí.
En un rápido movimiento la levantó y ella rodeó su cintura
con las piernas.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó ella.

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—No voy a durar mucho más, y si sigo así, vas a tener tu
primera vez en una mesa. No sucederá. No en mi guardia. Esta
noche va a significar algo.
Abrió la puerta de una patada y la dejó caer sobre la cama.
Ella se rió cuando él la siguió hacia abajo, y luego gimió. Sus
labios cubrieron los de ella, y todo pensamiento se esfumó de
su mente mientras él la besaba profundamente, con su lengua
saqueando su boca. Se aferró a él, sin querer dejarlo ir.
Tocar y estar cerca de otros era parte de una manada de
lobos. Durante los últimos siete años, no había sido tocada por
nadie, ni un abrazo, ni un beso. Mantenía a toda su familia a
distancia. El rechazo en cada carrera le impedía siquiera
querer abrazarlos o besarlos. De vez en cuando, su madre la
abrazaba, pero Zadie hacía todo lo posible por alejar la
cercanía. Una parte de ella había sentido que no se lo merecía
porque nadie más la quería. ¿Era una carga para su familia?
Le asustaba la respuesta. Había anhelado el tacto, la cercanía,
en más formas de las que podría haber imaginado, pero no lo
quería de su familia. No, lo quería de un compañero. Un
compañero que la amaría a pesar de todo.
Dante le agarró las manos y se las apretó por encima de la
cabeza para que quedara sujeta a una de las suyas. Con la
mano que tenía libre, le acarició el cuerpo, encontrando su
coño, y empezó a acariciar su clítoris mientras seguía
besándola.

89
Rompió el beso y bajó los labios hasta su cuello,
succionando su pulso. Ella estaba ardiendo, desesperada por
más.
—No puedo esperar más. Quiero sentirte apretando mi
polla mientras me corro dentro de ti. —Él se retiró, y ella supo
sin duda que ese era el momento.
Este era el momento en que él iba a tomarla.
Se agarró la polla, y ella se quedó mirando mientras él
pasaba la punta por su coño.
—¿Te lo estás pensando mejor? —le preguntó él.
Cuando ella lo miró, vio que tenía los dientes apretados.
—Por favor, dame una respuesta. Puede que sea un alfa,
pero ahora mismo estoy agarrado de un hilo, y el control que
puedo ejercer es limitado.
—Estoy segura. Te quiero, Dante. Quiero esto. Por favor,
no te detengas. —Mantuvo las manos por encima de la cabeza,
mostrándole, esperaba, que se entregaba a él. —Tómame. Soy
tuya.
La punta de su polla se deslizó hasta su entrada, y ella
contuvo la respiración. Había visto a muchas parejas
apareándose en el bosque. Había habido tantas cosas que
había anhelado, ansiado, deseado más que cualquier otra
cosa.
Bianca y las mujeres que habían sido reclamadas
regularmente no sabían la suerte que tenían. No se iban a la

90
cama por la noche anhelando el tacto, el consuelo, el amor.
Sabían lo que era tenerlo de primera mano.
Dante se movió sobre ella, y entonces, de un fuerte
empujón, atravesó su virginidad, y se hundió hasta la
empuñadura dentro de ella.
El dolor fue lo primero que la sorprendió, y luego fue la
fuerza de Dante para mantenerla en el lugar. Le sujetó los
brazos y se apoderó de su boca mientras su polla la atravesaba.
—Está bien. Sh, te tengo, nena —habló entre besos.
Su coño ardía, y ahora mismo no en el buen sentido. Las
lágrimas llenaron sus ojos y se le escaparon varias.
No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que el dolor
empezó a desaparecer. Miró fijamente a Dante, a sus duros
ojos, tan oscuros que eran casi negros. De alguna extraña
manera, él la calmó, le hizo sentir que todo iba a estar más que
bien.

***
El coño de Zadie estaba increíblemente apretado, y verla
sufrir era lo último que quería Dante. No quería herirla nunca,
y ahora mismo estaba luchando por mantener a raya su propia
ira. Estaba enojado consigo mismo por no haber tenido la
paciencia de prepararla.

91
Era un fallo suyo, y se aseguraría de tratarla mejor. Había
estado tan desesperado, tan impaciente que no había querido
esperar.
—Lo siento mucho, nena —dijo, atrapando su oreja y
chupándola en su boca.
Ella soltó un pequeño jadeo y su cuerpo se agitó. Fue sólo
un ligero movimiento, pero estaba allí.
Su coño continuó latiendo alrededor de su eje,
ordeñándolo. El aroma de la sangre también estaba en el aire,
confirmando su virginidad, aunque a él no le importaba. En
realidad, eso era incorrecto. Habría tenido que salir a masacrar
a todos los hombres que la habían tocado. No le gustaba la
idea de que nadie la tocara. Ella le pertenecía a él, y sólo a él.
El lobo que llevaba dentro no quería otra cosa que tenerla
a su lado, amarla y protegerla todos los días de su vida.
—Eso duele —dijo ella. —No pensé que dolería. Sabía que
dolería porque había leído que la primera vez de todo el mundo
lo hace, pero wow, eso dolió.
Se rió. —Puedo tomarme todo el tiempo del mundo.
—Estabas un poco impaciente para empezar.
—Sí. Llevo mucho tiempo deseándote.
—No hace tanto que me conoces.
—Lo sé. Pero esa es la cuestión, Zadie, eres la mujer que
he estado esperando. La mujer que he estado despierto por la
noche esperando encontrar. Tú eres ella, y por eso no podía
esperar a que estuviéramos juntos.

92
—¿Qué pasa con Bianca?
—No menciones su nombre en mi presencia.
Especialmente no cuando estoy profundamente dentro de ti.
Mi polla podría arrugarse.
Se echó a reír. —¿Estás bromeando?
—No bromeo, nena. Ella no me atrae. No me interesa, y
ciertamente no la encuentro atractiva. Sólo hay una mujer que
quiero en este momento, y está actualmente en mi cama con
mi polla dentro de ella.
Sus mejillas adquirieron un hermoso tono rosado.
—Te estoy haciendo sonrojar.
—Parece que tienes esa habilidad.
—Te estás perdiendo tu propia fiesta.
—Me perdería todo con tal de estar contigo. —Vio que sus
palabras la estaban deshaciendo. Cualquier duda que tuviera
desaparecía de su cuerpo. Presionando un beso en su
clavícula, la escuchó jadear.
—¿Estás lista para que me mueva? —le preguntó. —
¿Quieres que intente ver si hay más dolor?
—Sí.
Lentamente, salió de ella. Al principio, ella se tensó como
si esperara el dolor. Lentamente, se relajó, y él mantuvo su
polla con sólo la punta dentro de ella.
—Ya está. ¿Cómo te sientes?
—El dolor ha desaparecido. Se siente increíble —dijo ella.

93
Se arqueó y empujó su coño sobre su polla. Él gimió al
sentirla chupar su polla al interior. Su calor, su humedad, sólo
sirvieron para excitarlo aún más. Sentándose, la agarró por las
caderas y vio cómo su polla se hundía en su cuerpo.
Su eje estaba cubierto de su crema, y ella se mojaba más
a medida que pasaban los segundos.
Presionando el pulgar contra su clítoris, comenzó a
acariciar, yendo hacia atrás y hacia adelante, sintiendo cómo
su coño se apretaba alrededor de él mientras jugaba.
—Todo este cuerpo me pertenece. No quiero que nadie más
sepa lo perfecta que eres, cómo me perteneces a mí, y sólo a
mí.
—Sí —dijo ella, jadeando. —Por favor, Dante.
—¿Quieres correrte?
—¡Sí! —gritó la palabra, y él se preguntó si alguien en la
ciudad había oído su voz. Era un sonido embriagador, tan lleno
de sexo.
Esta mujer estaba diseñada para aparearse, para ser
follada. Su poderoso clítoris, sus gordas tetas y su cuerpo
follable le pertenecían ahora a él.
Ningún otro macho se la quitaría.
La llevó al orgasmo, acariciando su coño mientras también
se mecía dentro de ella. Sus movimientos eran lentos, pero se
aseguraba de que ella sintiera cada centímetro de él
reclamándola.

94
—Dante, por favor —dijo ella, repitiendo las palabras una
y otra vez.
Finalmente, él la llevó al límite por segunda vez, pero no le
dio la oportunidad de correrse. Soltando sus caderas, volvió a
estar encima de ella, y a machacar dentro de su apretado calor.
Sujetando sus manos por encima de la cabeza, la folló con
fuerza, reclamándola con su polla, queriendo marcar cada
puto centímetro de ella.
¡Mía!
Nadie más que él podía desearla.
Al bombear su polla dentro de ella, no tardó en encontrar
su propia liberación, y derramó hasta la última gota de su
semen dentro de ella.
—Dante —dijo ella, gimiendo.
La rodeó con sus brazos, abrazándola con fuerza y jurando
no soltarla nunca más. Ella necesitaba su contacto. Él lo había
visto en sus ojos y sabía que había estado sin ello.
Su peso la aplastaba, así que se apartó, dándole espacio
para respirar. Con su polla aún dentro de ella, no quería estar
nunca sin ella. Le apartó el pelo rojo de la cara, le ahuecó la
mejilla y le inclinó la cabeza hacia atrás.
—Ha sido increíble —dijo ella.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él, preocupado. El aroma
de la sangre seguía en el aire.

95
—En este momento, me siento mejor que nada. Siempre
soñé con lo que sería esto, y ni por un segundo pensé que sería
tan... maravilloso.
—Te va a doler. No he sido suave contigo.
Ella sonrió. —No necesitas ser suave conmigo. Soy una
chica grande.
Le besó la cabeza. —Ahora siempre voy a estar preocupado
por ti, cariño. No puedo retractarme.
—¿Qué?
—Quiero llevarte conmigo, al final de la luna llena. Esto es
sólo el comienzo, Zadie. Quiero reclamarte como mi loba, como
mi compañera, como el amor de mi vida.

96
Capítulo 8

La tabla del suelo crujió bajo ella y Zadie se detuvo,


mirando hacia arriba y hacia abajo por el largo pasillo,
esperando que sus padres aparecieran en cualquier momento.
Había salido de la casa de Dante en el momento en que él se
había quedado profundamente dormido. Al principio, no pensó
ni por un segundo que sería capaz de escaparse, y le pareció
estúpido siquiera intentarlo.
—¿En serio? ¿Estás tratando de hacer que el paseo de la
vergüenza resulte fácil? —preguntó Luke, de pie en la puerta
de la cocina con los brazos cruzados.
Ella se pasó los dedos por el pelo, y suspiró. —Lo estaba
intentando.
—Y fallando totalmente. Tengo que decir que esto es
ciertamente un giro de las cosas. Que seas una fulana
quedándote fuera toda la noche. —La sonrisa en su rostro
delató su burla. —Ya era hora. Veinticinco años, y por fin
viviendo una vida en lugar de ser una santa.
—Nunca he pretendido ser una santa. —Viendo que su
hermano ya estaba despierto, abandonó su actitud sigilosa y
tomó asiento en la encimera de la cocina. Miró la hora y vio

97
que eran poco más de las tres de la mañana. No estaba
cansada y, de hecho, se sentía muy animada.
Su cuerpo estaba dolorido, pero no se arrepentía ni de un
segundo de lo que habían compartido.
—Aún así, eso no significa que la gente no te vea así.
Supongo que estuviste con Dante.
—Por supuesto. No hay nadie más que quiera ser visto
conmigo. —Dejó caer la cabeza entre las manos. —No sé lo que
estoy haciendo.
—¿Crees que es prudente estar con Dante?
—No lo sé. Él tiene esa forma de ser. Es difícil de explicar.
Cuando estoy con él, me olvido de que sólo lo conozco desde
hace unos días. Él hace que todo... se desvanezca. Él me ve,
Luke. No soy sólo una niñera, o una cocinera, o una panadera,
o alguien a quien ignorar. Significo algo para él. —Se acomodó
un poco el pelo detrás de las orejas. —Me gusta cómo me mira.
—Con todo el respeto, ¿por qué vienes a altas horas de la
noche? ¿No deberías estar con él?
—Ugh, no lo sé. Es... complicado.
Luke puso un vaso alto de leche frente a ella.
—Nos hemos quedado sin galletas —dijo.
—Pronto hornearé más. —Tomó un sorbo de la leche fría.
—Quiere aparearse conmigo, Luke.
—Ese es un paso muy grande.

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—No es sólo grande. Es enorme. Se supone que está aquí
por Bianca. ¿Por qué me querría a mí cuando podría tenerla a
ella?
—Odio tener que decírtelo, hermana, pero Bianca no es tan
buena.
—Tú te enamoraste de ella.
—Cuando pensaba que todo lo que necesitaba era una
cara bonita. Bianca no tiene lo necesario para ser la
compañera de un Alfa. Ni ahora, ni nunca. Es demasiado
egoísta, y Dante querrá hijos. Tú querrás hijos, y serás parte
de una manada con un compañero que claramente te adora.
Tenía mis dudas, pero él te mira como si fueras una especie de
diosa.
—Él me hace feliz, Luke.
—De nuevo, ¿por qué estás sentado aquí? ¿Por qué hacer
el paseo de la vergüenza?
—Porque, ¿y si no soy realmente lo que él está buscando?
¿Y si sólo soy un poco de diversión? —Las lágrimas llenaron
sus ojos mientras las dudas amenazaban con abrumarla.
Frotándose la sien, frunció el ceño. —Lo siento. No quiero ser...
—¿Tan insegura?
—Supongo que todo lo que me está ofreciendo, es todo lo
que siempre he querido, y supongo que ahora tengo miedo de
que desaparezca.
Luke se acercó a ella y le rodeó los hombros con sus
brazos. —Tienes que creer en él. No se irá hasta dentro de un

99
mes. Después de la próxima luna llena. No te reprimas. Intenta
ser tú misma con él. Abraza todo lo que tiene que ofrecer, y
enamórate. Déjate llevar, Zadie. —Le besó la sien y se apartó.
—Creo que tienes una oportunidad real con esto.
—¿Por qué parecías tan negativo al principio? —preguntó
ella.
—Sencillo, no sabía lo serio que ibas con él. Ahora tengo
una idea, y hasta la entiendo. Déjate vivir un poco, Zadie.
Siempre me ha roto el corazón ver cómo te rompes pedazo a
pedazo. No dejes que esos bastardos sigan ganando. Dante te
quiere, y sé que tú lo quieres a él. Aprovecha esa oportunidad.
Me voy a la cama a dormir un poco. Intenta que no te duela la
cabeza pensando demasiado en todo.
Vio a su hermano marcharse y se terminó la leche. De
ninguna manera iba a intentar dormir. Subió a su habitación
y se dio una ducha rápida en el baño. De pie bajo el chorro de
agua, soltó un suspiro. Era una noche muy calurosa, y
después del camino de vuelta a su casa, sentía la suciedad bajo
sus pies. Una vez limpia, salió y se dirigió a su dormitorio,
donde se quedó boquiabierta.
Allí, en su cama, estaba Dante.
Cubriéndose los ojos con las manos, esperó un segundo y
luego abrió las manos. Él seguía sentado allí.
—Viendo si estás soñando. Eso es un poco... tonto —dijo
él.

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Ella miró hacia su ventana, y luego de nuevo a él. —¿Cómo
sabías que esta era mi habitación?
—Supongo que no lo sabía.
—Podrías haber despertado a mis padres, o a Luke.
—Entonces tuve una suposición muy afortunada.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Tengo que decir que esto es nuevo para mí, Zadie. Nunca
he tenido una mujer que se escapara de mi cama. Tampoco he
tenido una mujer que esperara a que yo estuviera en un sueño
lo suficientemente profundo para irse. —Se levantó.
Ella sólo llevaba una toalla, y el simple hecho de verlo con
unos vaqueros, y sólo eso, la excitaba. Su cuerpo ya no se
sentía como propio, sino como si él fuera dueño de cada parte
de ella.
—No lo hice para molestarte.
—¿Por qué entonces? —preguntó él. Se acercó a ella, y su
dedo trazó el camino de su toalla, hacia el nudo que la
mantenía unida. —¿Por qué me dejaste? ¿No fui lo
suficientemente bueno? ¿Te hice daño?
Esperaba que su hermano estuviera dormido. —Fue
perfecto, Dante. Amé cada segundo de pertenecer a ti.
—Entonces dime qué salió mal —dijo él.
—Nada salió mal.
—Una mujer satisfecha no se escapa al final de la noche.
Dime qué he hecho mal y lo arreglaré.

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Ella cerró los ojos, respiró profundamente y dijo la verdad.
—Fue lo que dijiste.
—¿Lo que dije?
—Sobre poseerme. Sobre reclamarme como tu compañera.
—Abrió los ojos y lo miró fijamente.
—¿No es eso lo que quieres?
Bajando la cabeza, miró su pecho. —Nos conocemos desde
hace unos días y... sinceramente, no sé qué pensar. Todo es
una locura.
Él le echó la cabeza hacia atrás con sus dedos bajo la
barbilla.
—¿Tienes miedo?
—Estoy acostumbrada a que me ignoren, y tú no lo haces.
Cada vez que me miras es como si me conocieras mejor que yo
misma, y eso es a lo que no estoy acostumbrada. Todo lo
demás, es simplemente... no sé. —Las lágrimas se derramaron
por sus mejillas, y lo odió. Señalando su cara, gruñó. —Odio
esto. Odio llorar y ser débil.
Dante la apretó contra la pared, y sus labios se posaron en
los de ella. Con sus manos en sus caderas, la mantuvo en el
lugar. Su polla estaba dura como una roca contra su estómago.
—Eres una de las mujeres más fuertes que conozco, Zadie.
Tengo un mes. En ese mes, te demostraré que soy un
compañero lo suficientemente fuerte para ti. Que no hay nadie
más en el mundo que pueda hacerte sentir como yo.
Deslizó sus dedos por su mejilla.

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—Sólo estás tú, Zadie. —Con eso, se dirigió a su ventana.
—Espera, ¿qué estás haciendo?
—Me metí por aquí. Me voy a ir por aquí. Te veré en unas
horas —dijo él, saliendo por su ventana y dejándose caer.
Corriendo hacia ella, lo vio aterrizar con gracia, y luego
irse. Estaba sorprendida de que la visitara en su casa, pero
también emocionada de que lo hiciera.
Presionando las puntas de sus dedos contra sus labios,
sonrió. Aquel beso había sido realmente increíble. Él iba a
demostrarle que estaban destinados a estar juntos.
No sabía lo que significaba eso, pero de repente esperaba
con impaciencia la llegada de la mañana. No pasaría mucho
tiempo antes de que lo viera de nuevo, y ella estaba más que
bien con eso.

***
—Acampar en el bosque está muy bien en forma de lobo,
pero cuando estás en piel humana, los bichos son una puta
amenaza —dijo Bethany, comiendo una uva tras otra.
—No esperaba que volvieras tan pronto.
—Te vi salir, y cuando entré no había nadie. Pensé que las
cosas iban bien entre tú y Zadie.
Dante se sentó en una silla. Era tarde y no tenía intención
de irse a dormir. —La he asustado.

103
—¿De verdad? ¿Con eso? ¿Con tu encanto?
—Con decirle que quiero que sea mi compañera, y llevarla
a mi manada. —Comenzó a comer las uvas, repentinamente
hambriento por la noche que había tenido.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—La tuve en mis brazos, Bethany. Ella también lo sintió.
La conexión. Está destinada a ser mía, y es perfecta en todos
los sentidos. —Dejó de hablar para masticar las uvas, su sabor
agridulce estallando en su boca. —Pensé que estaba en la
misma página, y luego esperó hasta que estuviera dormido, y
me dejó. Esta manada realmente le hizo daño sin quererlo.
—Lo siento —dijo Bethany. —Me gusta ella. Sloane te
estaba buscando en la barbacoa hoy. Lo entretuve por ti.
—Ya le he dicho mis intenciones.
—¿Cuáles son tus intenciones exactamente? Sé lo que
crees que quieres, pero ¿qué pasa si te aburres?
—No me aburriré. No lo entiendes. Algo me pasa cuando
estoy con ella. Ella me hace sentir que puedo hacer todo. Nada
más importa, y no puedo perder esa sensación. Ni ahora, ni
nunca. Voy a conquistarla. Pase lo que pase.
—Te deseo suerte, hermano mayor. La vas a necesitar. —
Bethany salió de la cocina y Dante se quedó allí, comiendo las
últimas uvas. Tenía que idear un plan. Mañana hablaría con
Sloane, averiguaría lo que el otro alfa quería, y luego se pegaría
al lado de Zadie. También quería hablar con su hermano.
Quizá pudiera ayudarlo en su misión.

104
Dante no volvió a la cama. Una vez que hubo suficiente
luz, se duchó y se puso otro par de vaqueros y una camiseta
de manga larga. Poniéndose unas botas, salió de la casa de
campo, y se dirigió hacia la casa de Sloane.
El alfa ya estaba disfrutando del desayuno en su porche
delantero con su esposa, Anna.
—Buenos días —dijo Dante. Entró en el jardín y dio unos
pasos hacia la mesa del desayuno.
Sloane se levantó y le dio la mano. —Toma asiento.
—Bethany dijo que me buscabas ayer —dijo Dante. —
Siento no haber estado allí. ¿Hay algo que pueda hacer? —
Asintió a Anna, y luego miró a Sloane.
—El desayuno, estoy tan hambrienta ahora mismo —dijo
Bianca, tomando asiento a su lado. Alcanzó una tostada y la
untó con mantequilla.
Dante vio a Anna mirando a su hija.
—¿Acabas de llegar? —preguntó Sloane.
Miró la ropa de Bianca y vio que aún llevaba la falda corta
y la camiseta de tirantes ajustada que había llevado ayer.
—No es gran cosa. Todo está más que bien. No tienes que
preocuparte por mí.
Agarró su tostada, le guiñó un ojo y se fue.
—No tengo ningún interés en aparearme con tu hija, Anna.
—Le he dicho que quieres a Zadie —dijo Sloane.
—Bianca no se toma en serio su papel, y me preocupa que
se arrepienta de sus acciones pasadas. Me temo que ya no se

105
puede hacer nada al respecto —dijo Anna. —Zadie es una
mujer maravillosa. Es un tesoro, y sé que va a ser una gran
compañera del Alfa.
Todos tenían siempre algo bueno que decir sobre Zadie.
Eso le gustaba.
—Quiero asegurarme de que esto no va a causar ningún
problema. Tengo un mes, y al final del mismo, tengo la
intención de llevar a Zadie a casa conmigo. —Él nunca fallaba.
—¿Estás seguro? —preguntó Sloane.
—Más que seguro. Estoy a punto de ir a visitar a sus
padres. Una vez que haya terminado, mi enfoque va a ser
conseguir que ella confíe en mí. Es la única para mí.
—Tienes mi respaldo y mi apoyo —dijo Sloane.
—Encontraremos a alguien más para Bianca —dijo Anna,
mirando hacia la casa.
Si las miradas pudieran matar, Bianca tendría muchos
problemas. Terminó su desayuno, y no se entretuvo. Quería
hacer todo el trabajo posible, y hacer saber a las personas
pertinentes sus intenciones.
El centro de la ciudad ya estaba ocupado, y él saludó,
asintió e hizo todo lo que se le pidió. Llegó a la casa de Zadie
en poco tiempo y llamó a la puerta.
Oyó a sus padres dentro, pero no pudo oírla a ella.
Comprobando la hora, vio que eran poco más de las ocho, y
supuso que estaría en la guardería o algo así.
Tristán, su padre, abrió la puerta.

106
—Dante —dijo.
—Hola, Tristán.
—Zadie no está aquí.
—En realidad eso es algo bueno. Quiero hablar contigo. —
Entró en su casa, y Tristán se dirigió hacia la mesa del
comedor. Alice y Luke estaban sentados allí. El olor a limón
todavía estaba en el aire, así que ella no había estado mucho
tiempo fuera.
Luke lo miró fijamente, y Alice se puso de pie.
—Por favor, no hace falta que te pongas de pie por mí. Sólo
quería decirles mis intenciones, y luego hacerles saber que me
preocupan mucho.
—¿De qué se trata? —preguntó Tristán.
—Quiero aparearme con su hija. —La tensión llenó la
habitación. —Quiero llevarla a casa conmigo al final de la luna
llena. Sé que no va a ser fácil, y sé que Zadie es una mujer
obstinada, pero está destinada a ser mía. Simplemente sé que
lo es. No voy a aceptar un no por respuesta.
Se hizo el silencio en la habitación.
Luke resopló. —¿Crees que eres lo suficientemente bueno
para mi hermana?
—Sé que soy el único hombre aquí que es lo
suficientemente bueno para ella. Sé que la amaré y apreciaré
en todo momento. No quiero ningún problema. He hablado con
Sloane de mis intenciones. No tengo interés en aparearme con
nadie más.

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—Tienes cuarenta años —dijo Tristán. —En comparación,
Zadie es un poco joven.
—Trista, no digas esas cosas. Sabes lo infeliz que ha sido
nuestra chica —dijo Alice. —¿Qué necesitas de nosotros?
—Así de fácil te vas a alegrar de esto —preguntó Luke.
—Silencio, tú. Pretende ser todo un juez ahora. Tú eres el
que nos dijo que estaba con Dante anoche, y que se escabulló.
—Alice hizo una mueca y se puso de pie. —Quiero a mi hija, y
sé que los hombres de esta manada no han apreciado su
espíritu amable y cariñoso. Sería un placer tener un hombre
que la aceptara por lo que es, y no quisiera cambiarla.
Le estrechó la mano, satisfecho de tener a su familia a
bordo.
—No te preocupes por esos dos. Yo me encargaré de ellos.
Ella está en la guardería, pero siempre puede usar un par de
manos extra.
No tenía que decírselo dos veces. Saliendo de la casa de
Zadie, se dirigió hacia la guardería en tiempo récord. Al entrar
en el edificio, observó cómo Zadie leía un cuento a los niños.
Estaban todos sentados en la alfombra, al menos veinte niños,
mirándola asombrados.
Vio que varios de los padres estaban sentados
escuchando. También se fijó en Sean, uno de los de su
manada, sentado allí.
Tomando asiento a su lado, vio al pequeño hijo de Sean en
el asiento de la primera fila.

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—Hola, Alfa —dijo Sean.
—Hola.
—Ella es increíble —dijo Sean. —Es realmente buena con
todos los niños.
Se sentó y observó. Su voz era calmante para su mente, y
cerró los ojos, amando como la historia subía y bajaba de
emoción.
No pasó mucho tiempo antes de que la historia llegara a
su fin, y todos los niños gritaron mientras iban a jugar.
Los padres se acercaron a ella, hablando, y él la observó.
Estaba cruzada de brazos y escuchaba lo que tenían que decir.
Siempre se tomaba su tiempo, y con cada segundo que pasaba,
él sabía que ella sería más que perfecta en su cada vez más
numerosa manada. Había muchos niños, y su manada se
ampliaba cada día.
Finalmente, se giró hacia él y la sonrisa pareció congelarse
en su rostro.
—Hey —dijo ella.
—Hey, a ti también.
Respiró profundamente. —¿Tienes hijos?
—Ninguno, pero algún día quiero tener muchos. Suficiente
para llenar toda esta aula.
—¿Has hablado con mi familia? —preguntó.
—Sí, pero no sobre niños. ¿También es tu deseo?
—Quiero muchos niños. —Se giró para mirarlos mientras
jugaban, cada uno haciendo su propia forma de desorden.

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Ella no veía eso cuando los miraba, él estaba seguro.
—Y todos los que importan, saben que te quiero.
Zadie lo miró fijamente. —¿Qué?
—Me has oído. Sé que puedes oír muy bien. Sloane lo sabe,
y también tu familia. No hay que esconderse. —Se metió las
manos en los bolsillos. —Ahora, ¿dónde me necesitas?
—¿Quieres ayudar?
—Quiero pasar tiempo con mi futura compañera, y espero
que con el tiempo ella quiera tener muchos hijos. Será mejor
que me ponga manos a la obra ahora.
—Me vendría bien la ayuda. —Él vio el brillo en sus ojos.
Un punto para el Alfa.

110
Capítulo 9

—¿Dónde está mi hermano? —preguntó Bethany.


—Dijo que iba a hablar con Sloane sobre algo —dijo Zadie,
levantando la vista. Estaba en la cabaña de Dante y Bethany,
preparándoles una comida casera para que pudieran variar.
Habían pasado tres días desde que Dante la había visitado en
la guardería, y habían sido unos días muy ocupados.
Dante estaba siendo el perfecto caballero mientras pasaba
tiempo con sus padres, y en cierto modo, cortejándola.
—¿Puedo preguntarte algo? —preguntó Zadie, mirando a
Bethany.
—Claro, puedes preguntarme cualquier cosa.
—Aquella noche en la orilla del río. Viniste a verme.
¿Viniste porque querías ser mi amiga, o porque Dante te envió?
—Miró a la otra mujer, y la culpa en su rostro le dio toda la
respuesta que necesitaba.
—Dante estaba allí —dijo Bethany. —Él quería ir a
buscarte. Yo no te conocía realmente, pero haría cualquier
cosa por mi hermano. Eres una persona maravillosa, Zadie. Lo
supe cuando empezamos a hablar, y espero que podamos
convertirnos en las mejores amigas. No quiero hacerte daño.

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Zadie se rió. —Pensé que había alguien más esa noche, y
así fue.
—A mi hermano le gusta... entrometerse.
—Lo sé.
—Lo hago todo por una buena causa —dijo Dante. —No
soy conocido por mi paciencia. —Se movió detrás de ella,
poniendo una mano en su cadera, lo que la hizo detenerse por
un segundo. —Te he echado de menos. Esto huele increíble.
—Gracias. —Revolvió la salsa de tomate para asegurarse
de que no se pegara al fondo de la olla.
—Y mi hermana te está haciendo saber que estaba tan
desesperado por saber más de ti que la envié a hacerse tu
amiga —dijo Dante.
—No fue difícil hacerme amiga de ella. Es una persona
maravillosa —dijo Bethany.
—Podrías haberme hablado tú mismo —dijo ella, girando
la cabeza hacia él. No la había dejado ir, y le encantaba su
toque en la cadera.
No habían tenido sexo, ni se habían tocado, desde que ella
se había escabullido de su dormitorio hacía cuatro noches.
Esperaba cambiar eso.
Los sueños que tenía se estaban volviendo muy vívidos.
Cada mañana se despertaba cubierta de sudor y desesperada
por tener las manos y la boca de él en su cuerpo.

112
—Podría, pero no creo que hubiéramos llegado tan lejos.
—Le apretó la cadera y luego la soltó. —No tenía intención de
arriesgarme a que me tuvieras miedo.
—No te tengo miedo, ni siquiera cerca. —Sacó las
albóndigas del horno y las puso en la salsa de tomate. Su
madre le había dicho que este era el plato para llegar al corazón
de un hombre, y ciertamente lo esperaba.
No sabía si debía sentirse culpable por utilizar la comida
para intentar conseguir sexo. Incluso la idea de ello la hacía
estremecerse.
En poco tiempo estaban todos sentados fuera, con cuencos
humeantes de espaguetis y albóndigas con queso.
Este era uno de sus favoritos, y vio cómo Bethany y Dante
se zambullían en él con entusiasmo.
Comiendo su propia comida, escuchó los sonidos de la
noche, disfrutando de la sensación de calma del lugar donde
vivía.
—¿Tienen un bosque? —preguntó. —¿Dónde vive su
manada?
—Lo tenemos —dijo Dante. —Es más o menos del mismo
tamaño, tal vez un poco más grande.
—Tenemos ciervos, y también conejos.
Ella arrugó la nariz. —Yo no cazo. Ni siquiera en forma de
loba.
—¿Es eso normal? —preguntó Bethany.

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—Probablemente no. La caza nunca me ha atraído, y
probablemente no lo hará.
Vio que Dante volvía a sonreírle.
Terminaron la comida y Dante la invitó a dar un paseo
mientras Bethany lavaba los platos. Como quería estar a solas
con él, aceptó. La tomó de la mano y la condujo al bosque.
Los olores y los sonidos fueron suficientes para calmar sus
pensamientos erráticos.
—¿Te fue bien la reunión con Sloane? —preguntó ella.
—Sí. Estuvimos tratando algunos de los términos de la
unión de nuestras manadas en un matrimonio.
—¿Dante?
—Lo sé. Es demasiado pronto para ti, pero pronto verás
que esto es inevitable.
—¿No aceptarás un no por respuesta? —preguntó ella,
sabiendo ya la respuesta.
—Yo no pierdo. —Mantuvo su mano durante todo el paseo,
y ella no quería que la soltara.
Su mano era mucho más grande que la de ella, y con él
tocándola, se sentía segura, cálida. Cada vez que la tocaba, eso
era lo que inspiraba en su interior.
Cuando estuvieron a una buena distancia de la cabaña, él
la apretó contra el tronco del árbol más cercano.
Le tocó la cintura una vez más, y todos los pensamientos
serios desaparecieron de su mente.
—Hay algo que quieres pedirme —dijo él.

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—No sé de qué estás hablando.
—Eres linda cuando te haces la tonta, pero si no me dices
lo que quieres, no puedo dártelo —dijo él. —Te prometo, Zadie,
que siempre seré abierto y honesto contigo. Voy a necesitar lo
mismo a cambio.
El calor llenó sus mejillas, pensando en lo que quería
decirle. —Estoy confundida —dijo ella. —No, no estoy
confundida. —Frunció el ceño. —Esto es tan difícil.
—No tiene por qué ser difícil.
—Sí, lo es. No estoy acostumbrada a esto. No lo entiendo.
—Dejó caer sus manos hacia abajo, y suspiró. —No suelo ser
así, y me está volviendo loca.
—¿Qué te está volviendo loca? —preguntó él.
Díselo.
No va a pasar nada malo.
—De acuerdo, bien. Desde que estuvimos juntos,
íntimamente.
—Desde que follamos, tuvimos sexo, hicimos el amor.
—Sí —dijo ella. —He tenido muchos sueños y me están
asustando. —La sonrisa en sus labios la hizo gemir.
Presionando sus manos en los ojos, se negó a mirarlo. —No me
estás facilitando las cosas.
—¿Estás teniendo sueños sexuales conmigo? —preguntó
él.

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—Sí. Y me cuesta concentrarme. Hoy estaba leyendo un
libro en clase y he estado fatal. ¿Qué me has hecho? —
preguntó ella.
—No te he hecho nada, pero diría que tu cuerpo quiere que
le hagan muchas cosas.
—No bromees con esto. No es divertido.
—No estoy bromeando, cariño. Sueles ser muy reservada,
y ahora ese temple tuyo está empezando a arder. —Le hizo
girar el pelo alrededor de su dedo. —A ver si hay una forma
fácil de decir esto.
Su paciencia se estaba agotando mientras él pensaba en
lo que quería decir.
—Digamos que, quieres follar —dijo.
—¡Dante! —Ella miró alrededor del bosque y se alegró de
que no hubiera nadie para escucharlo.
—No hay nadie aquí. No eres la única con un gran oído. —
La mano en su cintura se movió hacia abajo, pasando entre
sus muslos. Apretó la falda que llevaba puesta contra su coño.
—Quieres volver a estar con tu compañero, Zadie. Ya te he
dicho que soy tu compañero en todo lo que importa. Cuidaré
de ti, te daré todo lo que necesites. Todo lo que tienes que hacer
a cambio es decirme lo que quieres. Pero necesito palabras.
Dime qué hacer.
—No creo que pueda hacer eso. —La mano entre sus
muslos se apartó y ella gimió.

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—Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para
demostrarte que voy en serio contigo, que cuando me vaya de
aquí te llevaré conmigo. —Le acarició la mejilla. —Quiero una
compañera que no tenga miedo de acudir a mí cuando me
necesite. Que se enfrente a mí cuando crea que estoy siendo
un imbécil. Quiero darte el mundo, Zadie. Pero primero
necesito que seas capaz de querer eso de mí.
Él fue a apartar su mano, y ella no se lo permitió.
Apretando su mano contra su mejilla, cerró los ojos. —Todavía
me resulta surrealista que me quieras así. Si sólo fuera fácil
como nos hacen creer esos programas de televisión. Ya sabes,
encontrar compañeros, y conocer al elegido.
—Sé que eres mi elegida. Sé que haré cualquier cosa por
ti.
Decía la verdad.
—Se trata de sexo, Dante. —Ella cerró los ojos y negó con
la cabeza. —No me refiero a que seamos sólo sexo. Me refiero
a lo que quiero, y eso no es a lo que estoy acostumbrada. —
Apretó los dientes y dejó escapar un gruñido de frustración. —
Yo no soy así. No sé lo que estoy haciendo. Quiero ser la mujer
que necesitas.
—Eres la mujer que necesito, Zadie. No necesitas cambiar
por mí. Todo lo que pido es que me des la confianza que yo te
doy. —Puso una mano sobre su corazón. —Confía en mí con lo
que quieres. Con tu cuerpo, con tus necesidades. Si no puedes
hacer eso, no hay forma de que esto funcione.

117
***
Cada día era una lucha para él. Dante luchaba contra el
impulso de secuestrarla y llevarla a su manada. Luchaba
contra la necesidad de controlar cada aspecto de su vida.
Durante tres días, había sido capaz de mantener a raya sus
necesidades, pero inhalar su excitación, y saber lo que ella
necesitaba, fue la gota que colmó el vaso.
La había ayudado en la guardería y había pasado tiempo
con sus padres. Sería mucho más fácil tomar lo que quería, y
lidiar con las consecuencias después. Pero no era eso lo que él
quería. Zadie tenía que confiar en él en todos los aspectos que
contaban. De eso se trataba ser un buen Alfa.
Hoy no se había tratado de una reunión de manada. Había
pedido hablar con Sloane en privado. Le había explicado al otro
Alfa sus pensamientos y sus temores cuando se trataba de
Zadie.
Sloane llevaba más de veinticinco años apareado, mientras
que Dante nunca había tenido ese privilegio. No quería meter
la pata, y existía la posibilidad de que lo hiciera.
—Tómate tu tiempo. Enséñale. Haz que confíe en ti y que
acuda a ti cuando te necesite. Todos tenemos necesidades,
Dante. Las mujeres también. Tuve que ser paciente con Anna
antes de que se permitiera darme cada parte de ella.
La paciencia no era uno de sus puntos fuertes.

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—Por la noche, pienso en ti todo el tiempo. Mi cuerpo, es
como si no pudiera parar. La mayor parte del tiempo está en
llamas, y no puedo conseguir que se comporte. —Ella sonrió.
—Lo hago sonar como algo diferente. Mis sueños están llenos
de ti.
—¿Qué estoy haciendo en estos sueños?
—Me estás tocando, persiguiendo, consumiendo cada
parte de mí, y te ruego que hagas más.
Ella tomó la mano que estaba en su mejilla, y él observó
cómo la colocaba contra su seno. —Quiero más, Dante. Tanto
más que no puedo controlarlo, ni quiero detenerlo.
—Entonces no lo hagas. Dime lo que quieres, y cuando lo
hagas, te diré lo que yo quiero.
Hubo una fracción de segundo de vacilación. —Te quiero,
Dante. Quiero que me folles y que me hagas gritar tu nombre
de nuevo.
Le apretó con fuerza la teta al mismo tiempo que estrellaba
sus labios contra los de ella. El pezón se frunció en la palma
de su mano, y él tomó su labio inferior, chupándolo en su boca.
Ella gimió y sus dedos se aferraron a sus hombros como si
no supiera si apartarlo o acercarlo.
Rompiendo el beso, agarró el borde de su camiseta y la
abrió de un tirón. El material se rasgó, resonando en el bosque.
—¿Tienes alguna idea de lo que quiero hacerte? —le
preguntó.
—No.

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Le quitó los restos de la camiseta y el sujetador. Apretando
sus tetas, fue su momento de gemir. —Me encantan tus tetas.
—Se inclinó hacia delante, pasando la lengua por una de las
puntas. —Jodidamente mucho. —Deslizando la lengua hacia
el otro pezón, le prestó toda su atención.
A continuación, empezó a quitarle los vaqueros del cuerpo.
Ella no se resistió, y de hecho comenzó a quitarle la ropa con
la misma fiebre que él.
En cuestión de segundos ambos estaban desnudos.
Jadeando, él se quedó mirando la gloriosa perfección que
era, de hecho, su mujer.
—¿De verdad crees que podría mirar a otra persona? Que
podría dudar de lo que quiero. —Se acercó a ella agarrando su
culo con fuerza. —No tienes ni idea de lo mucho que me
vuelves loco. —Apoyó su cara contra su cuello, respirándola.
—Tan jodidamente sabrosa. No puedo creer que lleves tanto
tiempo aquí y nunca se me haya ocurrido hacer una visita.
—¿Qué quieres decir?
—Sloane me pidió que lo visitara hace meses. Siempre me
negué. No me interesaba visitar a otras manadas. Sólo quería
asentarme, y entender lo que era liderar una manada. Ojalá
hubiera aceptado su oferta. Podría haberte tenido a mi lado
todo este tiempo. —Bajó sus labios sobre los de ella,
necesitándola más que su próximo aliento. Ella consumía sus
pensamientos, y le costaba todo su control no llevarla a su
propia manada, y marcarla como suya.

120
Rompiendo el beso, la levantó, y ella inmediatamente le
rodeó con las piernas. —No creo que pueda ser suave.
—Te dije que no me rompería. Tómame, Dante. Soy tuya.
Metió cada centímetro de su polla dentro de ella, sintiendo
cómo su apretado coño lo envolvía. Todo lo demás se
desvaneció en la distancia. Le importaba una mierda quién
era, o lo que tenía que hacer. Lo único que le interesaba era la
sensación de su sedoso coño envolviéndolo.
Presionando su cara contra su cuello una vez más, pasó
su lengua por su pulso.
—Te sientes increíble —dijo.
—Tú tampoco estás mal —dijo ella con un gemido.
Su coño palpitaba a medida que se mojaba más,
deslizándose.
—Me deseas, ¿verdad?
—Más de lo que puedo entender.
Dante comenzó a mecerse dentro de ella, yendo despacio
al principio, anhelando su sumisión. Zadie no se resistió. Dio
sin tomar, sus uñas se hundieron en la carne de sus hombros
cuando él comenzó a follarla contra el árbol.
Le rodeó el cuello con los brazos y se aferró a él mientras
la tomaba con fuerza. Esto era algo más que dos personas
follando. En su cabeza, él la estaba reclamando, marcándola
como suya, agarrando su culo con fuerza para dejarle marcas.
Hundiendo sus dientes en la carne de su cuello, chupó su
pulso, sintiendo cómo su cuerpo se excitaba con su dominio.

121
Quería que ella supiera que cada centímetro de ella le
pertenecía.
Cuando no pudo soportar la posición en la que se
encontraban, los dejó caer al suelo, pero aún no era suficiente.
Se retiró de su coño, retrocedió, la agarró por las caderas y
acercó su coño a su cara.
Introduciendo su lengua en el interior, comenzó a follarla
con ella. Saboreándola. Deslizando la lengua hasta su clítoris,
lo succionó con fuerza dentro de su boca, oyéndola gritar
mientras lo hacía.
—Eso es, nena. Quiero oír lo que te hago. No te contengas.
Dámelo.
—Por favor, Dante. Cállate —dijo ella.
Él se rió. Apartándose de su coño, la volteó sobre sus
rodillas, encontró su núcleo una vez más, y comenzó a
bombear dentro de ella. Sus dedos se hundieron en el suelo
bajo ella.
Esto era carnal, puro, crudo, todo lo que pudiera haber, y
él necesitaba más. Tenía que oírla correrse, gritar su nombre
mientras le descargaba su semen en lo más profundo de su
vientre.
Encontró su clítoris una vez más y comenzó a acariciarlo.
Al principio, la provocó, consiguiendo que su excitación
volviera a ser febril, manteniéndola ahí pero sin dejar que
encontrara su liberación, y manteniéndola quieta.
—Dante —dijo ella, gimiendo su nombre.

122
—Te tengo, Zadie. Te tengo.
Golpeando su polla dentro de ella, la llevó al límite,
amando los gritos de placer que brotaron de sus labios. —Eso
es, nena. Dámela. Deja que te oiga. —Su coño se aferró a él,
haciéndole casi imposible contenerse.
En unas pocas embestidas, le llenó el coño con su semen,
cerrando los ojos mientras el placer se apoderaba de él,
haciéndole olvidar todo excepto a Zadie.
Sus gemidos y suspiros resonaban en el aire a su
alrededor, y ninguno de los dos podía controlarlo. Finalmente,
después de lo que pareció una vida, pero que probablemente
fueron sólo unos segundos, se desplomaron en el suelo.
La atrajo contra él, acariciando la carne de su estómago.
—No estoy... realmente pensando en este momento.
Riéndose, le besó el hombro. —Yo no pienso en absoluto.
Es más fácil así.
—No puedo creer que hayamos hecho eso. No creí que
pudiera hacer algo así. —Ella giró la cabeza, y él vio el brillo en
sus ojos. —¿Crees que podemos volver a hacerlo?
—Quiero saber por qué crees que no podemos volver a
hacerlo. Eres mía, Zadie. Lo que sea que quieras, puedes
tenerlo.

123
Capítulo 10

Zadie lo tomó de la mano mientras lo guiaba lejos de donde


acababan de tener sexo, y hacia el río.
—Sabía que estabas aquí, o al menos que había alguien
aquí, cuando estaba hablando con Bethany.
—Parecías tan sola. Salí a buscarte, y no podía soportar
que sufrieras ningún tipo de dolor.
Él le dio un apretón en la mano, y ella se maravilló del
placer que le producía sólo su contacto. Los sentimientos que
sentía por él crecían rápidamente, cada segundo de cada día.
—¿Es esto lo que se siente? ¿Se supone que debo sentirme
así?
—¿Cómo te sientes? —preguntó él.
—Como si no pudiera imaginarte fuera de mi vida. Pienso
en ti todo el tiempo, incluso cuando no es mi intención. —Se
quedó mirando el lugar donde lo sostenía. —Sólo han pasado
unos días.
—Somos lobos, Zadie. Por supuesto que se va a sentir
diferente. Somos diferentes. No somos como la gente normal.
No necesitamos meses o incluso años para averiguar lo que
queremos. Lo sabemos porque sentimos algo muy profundo el

124
uno por el otro. —Con su mano libre, alargó el brazo y le colocó
un mechón de pelo detrás de la oreja. —En el momento en que
te vi, supe que te quería. Desde ese momento, mis sentimientos
por ti no han hecho más que crecer, y seguirán haciéndolo.
Tienes que confiar en ti misma y dejar de pensar que eres una
persona cualquiera. No lo eres. —Puso la mano de ella sobre
su pecho. —Estamos destinados a ser más fuertes. Podemos
cambiar de forma, y con eso, este es el sentimiento más
poderoso del mundo. —Su corazón latía con fuerza en su
pecho, y ella se quedó mirando su mano.
Se alegró mucho de sentir su corazón acelerado. Era la
sensación más extraña que había experimentado, y le gustaba
tanto.
Una vez más, él le tomó la mano y se dirigieron al río. —
Hace mucho calor —dijo ella.
Al adentrarse en el río, se sumergieron un poco, y Dante
la rodeó con sus brazos, manteniéndola allí, cerca de él.
—Estoy acostumbrada a estar sola —dijo ella. —No estoy
acostumbrada a tener un compañero, ni a formar parte de un
equipo. Está mi familia, y mi hermano.
—Me gustaría que te quedaras conmigo esta noche. Para
darme una mejor oportunidad de probarte que estamos
destinados a estar juntos.
—Dante, no necesitas demostrar nada.
Él le besó la sien, y ella cerró los ojos, sorprendida por lo
bien que se sentía.

125
—Entonces, ¿qué tal si te quedas porque quiero que lo
hagas?
Ella giró la cabeza para mirarlo. —Quieres que me quede
contigo.
—Siempre. Realmente no lo entiendes, ¿verdad, cariño? —
Sus dedos acariciaron la carne de su estómago y ella apoyó la
cabeza en su hombro.
—Podría acostumbrarme a esto.
—Sé que te gusta cocinar y hornear. También sé que se te
da muy bien. ¿Qué más te gusta hacer?
—Es raro, pero también me encanta limpiar. Cuidar a los
niños, y simplemente estar ahí para que la gente hable.
—¿Esos niños te convencieron de hacer una fiesta?
Ella suspiró. —Sloane me dijo que está de acuerdo con una
fiesta para cuando te vayas, pero eso es todo. No aceptará nada
más. —Girando en sus brazos, ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello. —¿Significa eso que espera que me vaya
contigo?
—Sí.
Ella se lamió los labios, y se sintió extraña.
—Sé que dejar tu manada va a ser duro, pero abrazar una
nueva será fácil. No tengo intención de cortar los lazos con la
manada de Sloane. Estaremos unidos por nuestro
apareamiento, nuestra unión, Zadie. Podrás ver a tu familia
cuando quieras.

126
—Es en momentos como ese cuando me pregunto por qué
me preocupo —dijo ella. —Esta manada es mi hogar, y mi
familia está aquí, y supongo que me preocupaba que si me
quitaban todo eso, realmente no tendría nada.
—No tienes ni idea de cuánto te adora la gente. Yo lo hago.
La manada lo hace, e incluso mi manada te adora. Eres parte
de la ayuda para que ésta funcione sin problemas, y sé que
tendré un mejor manejo contigo a mi lado.
Ella se rió. —Siempre puedes pagarme con orgasmos.
—Ves, esa es la mujer que sé que se esconde bajo esa frágil
coraza.
—¿Una chantajista? —Ella guiñó un ojo.
—No. Una mujer apasionada que también es capaz de ser
una provocadora. —La agarró por el culo, estrechándola. La
dura cresta de su polla presionó contra su estómago.
—¿Estás preparado para volver a hacerlo?
—No sé lo que me va a costar convencerte de que, cuando
se trata de ti, te deseo más que nada, pero estoy dispuesto a
luchar para demostrártelo.
Él se apoderó de su boca, y todo pensamiento huyó de su
mente mientras la consumía totalmente.
—¿Y si te dijera que tengo una cocina de última
generación, con todos los electrodomésticos que puedas
necesitar? —dijo él.
Ella echó la cabeza hacia atrás y se rió. —¿Intentas
sobornarme para que vaya a tu casa? —preguntó ella.

127
—Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta. Vivo en una
casa grande con un jardín donde se cultivan algunas frutas y
verduras. Tengo un jardinero allí. Eligió quedarse para poder
cuidar los cultivos.
Ella le besó los labios. —Basta. —Se apartó y lo miró a los
ojos. —No tienes que hablarme de tu casa, ni de tu cocina, ni
de tu jardín. No me influirán.
—¿Y qué lo hará?
Ella le acarició la mejilla. —Mis sentimientos, lo que
significa que ya no puedes esconderte detrás de los árboles.
Necesito conocer al verdadero tú, y no sólo al hombre que
intentas convencerme de que eres, sino a la persona que
realmente eres.
—Puedo hacerlo. Primero, quiero saber si te apetece un
viaje por carretera.
—¿Por qué?
—Necesito llevarte a donde estaba.

***
Tres días después

128
Dante observó cómo Zadie salía del ático. Sloane se había
opuesto a que se llevara a Zadie fuera de la manada, pero ella
había querido ir, y se lo había pedido ella misma.
—¿Aquí es donde vivías? —preguntó ella. —¿Los días de la
semana los pasabas aquí, y los fines de semana en tu casa de
la manada?
—Sí. —Volvió a mirar por la ventana. El ático estaba en
medio de la ciudad.
—Tu oído es tan bueno como el mío, ¿verdad?
—Lo es.
Ella negó con la cabeza y se giró hacia él. Tenía los ojos
cerrados. —¿Cómo pudiste soportar escuchar todo eso?
Él sabía lo que ella escuchaba. Los gritos desde lejos. Los
bocinazos de los coches, el sonido de la música a todo
volumen. Él lo oía todo.
—Lo encontré bastante terapéutico. —Dio un paso hacia
ella. —No acepté voluntariamente mi herencia de hombre lobo.
—¿No lo hiciste?
—No. En el momento en que pude alejarme, lo hice. No
quería tener nada que ver con mi lado lobuno.
—¿Le diste la espalda?
—Durante una semana. En este mundo, es mucho más
difícil controlar tus emociones que cuando eres parte de una
manada. Me encontré anhelando el bosque cerca de mi casa.
Incluso mi manada, y mis amigos.

129
—No podría imaginarme no ser quien soy. Aunque a veces
haya sido duro. ¿Sabes que solía hacer dieta? Intentaba
matarme de hambre para ser como las otras chicas. Siempre
fui más grande, y no importaba lo poco que comiera, el peso
nunca bajaba. —Se giró para mirar por la ventana.
Él se acercó a ella por detrás y le dio un beso en el cuello.
—Creo que eres perfecta.
—Hiciste esto durante muchos años, ¿verdad?
—Sí. Lo hice.
—No se ve un solo árbol en kilómetros —dijo ella. —Me
encanta estar rodeada de bosque. —Apretó la palma de la
mano contra el cristal. —Esto mantiene todo fuera.
—No quería saber nada de mi otra vida. No quería cambiar.
No fue mi decisión convertirme en Alfa, y luché contra ello.
Cada paso del camino, discutí con mi padre. Me dijo que un
día entendería lo que hacía mi terquedad. Cuando murió, mi
único deseo fue pasar más tiempo con él.
—¿Ya no vives aquí? —preguntó.
—No. Vengo aquí todos los sábados, o cuando no me
invitan a otra manada y quiero impresionar a una chica.
Ella se rió, y eso lo hizo sonreír.
—Todavía tengo un negocio que dirigir, y no puedo darle
la espalda. En su mayor parte, lo hago desde mi casa de la
manada.
Colocó sus manos sobre las de él, donde estaban apoyadas
en su estómago.

130
Tenía muchas ganas de dejarla embarazada, de sentir
cómo crecía su hijo. No sólo eso, él sabía sin duda que el
embarazo le sentaría bien.
Ella era el tipo de mujer que nutre.
—Después de los primeros cinco meses de ser rechazada,
fui a la ciudad. Nadie lo sabe, ni siquiera mi hermano. Hice
una maleta con un montón de ropa y compré un billete de
autobús —explica. —Wow, esto parece que fue hace otra vida.
Fue después de que escuchara a esos tipos de la cafetería
hablar y burlarse de mí. Me senté en una cafetería humana,
bebí café y comí algo. Luego me senté cerca de la parada del
autobús. Mi autobús no iba a llegar hasta dentro de un par de
horas, y me senté allí, y escuché a la gente hablar de sus
problemas. Algunos hablaban por el móvil. Otros sólo
hablaban entre ellos. Todos tenían problemas que debían
resolver. Sentada allí, me di cuenta de que no podía huir. Por
mucho que huyera, seguiría siendo una compañera gorda. De
eso es de lo que estaba huyendo. Con la esperanza de no volver
a encontrarme con esos tipos.
La abrazó aún más fuerte, agradecido de que confiara en
él.
—Llegó el autobús y lo miré fijamente. Tenía el billete en
la mano, y en lugar de subir, le di mi billete a la mujer que no
podía pagar uno. Sin decir una palabra, volví a casa, deshice
la maleta y conseguí un trabajo en la guardería. Ignoré a todo
el mundo. Dejé que sus palabras me resbalaran como el agua.

131
Podría decir que no sé qué demonios estabas haciendo al
rechazar lo que eras. Pero lo entiendo, lo hago. A veces es más
difícil de manejar que otras.
—Ojalá conociera a esos tipos. Les haría daño. Por lo que
a mí respecta, eres perfecta tal y como eres.
Se quedaron mirando por la ventana, con vistas a la
ciudad. El ruido le provocó un dolor de cabeza como lo había
hecho muchas veces antes.
—¿Extrañas este lugar? —preguntó ella.
—No. No echo de menos nada. Este fue mi logro y también
mi maldición. Nací lobo y fui criado para ser un Alfa. No tuve
nada que decir. Cuando era joven, era todo lo que quería ser.
Seguir los pasos de mi padre. Luego, cuando llegué a la
adolescencia, fui a una escuela pública con los humanos. Mi
padre pensó que sería bueno que nos mezcláramos. Mientras
estaba allí, fue cuando empecé a odiar lo que era. En algunos
viajes fuera de la ciudad, no se me permitía ir. Aunque no me
convirtiera, siempre existía el riesgo de no poder controlarme.
Odiaba ser la que se quedaba sentado en casa. Era yo quien
escuchaba a los chicos hablar de lo bien que se lo habían
pasado. Finalmente, cuando llegó la universidad y mi padre me
dijo que era el momento de seguir con la manada, me rebelé.
Nos peleamos mucho. Sé que molesté a mi madre. Bethany
estaba aterrada. Nunca había habido una discusión familiar
en la manada. Mi padre estaba decepcionado conmigo, y puedo
entender por qué.

132
—Estabas negando quién eras.
—Sí, y al hacerlo, lo estaba negando a él. Sin él, y sabiendo
lo que hice, pensando en que mi propio hijo un día haga eso,
no sé cómo lo sobrellevó.
—Él te quería. Eras su niño pequeño, aunque fueras un
gran dolor de cabeza. Puedo entender por qué fue paciente.
Probablemente descubrirás que esperaba que encontraras
pronto el camino a casa.
—Lo que más lamento es no haberlo encontrado lo
suficientemente pronto.
Le dio un beso en la mejilla. —Siento que tengas que lidiar
con eso.
Él suspiró. Agarrado a su cintura, miró por encima de su
hombro, y no vio la belleza de la ciudad, ni su logro pasado. —
Fui tan malditamente terco.
—Quizás cuando tengas tus propios hijos, aprenderás de
tus propios errores. No vivas en el pasado, Dante. Ese es el
mayor error que podrías cometer.
—Vamos. No quería retenerte aquí. Hay más cosas que
quiero mostrarte.
Ella lo siguió mientras la llevaba por la ciudad.
Los ruidos empezaban a darle dolor de cabeza y a
marearlo, así que sabía que ella también se sentía así. Zadie
también había empezado a inquietarse.
—¿Cómo has manejado esto? Siento que mi cabeza va a
explotar. —Se frotó las sienes.

133
—Utilicé protectores para los oídos la mayor parte del
tiempo. También soy increíblemente testarudo, más de lo que
nunca creí posible. Prefería aguantar esto, a tener que lidiar
alguna vez con parecer un fracaso ante mi padre.
—No habrías sido un fracaso. Los olores, y el ruido. Debes
haber estado enfermo.
—Lo estaba. No he dicho que fuera brillante en las
decisiones que tomaba. Estaba lejos de serlo. —No tardaron en
llegar a su edificio principal.
—¿Esto es tuyo? —preguntó ella mientras él estacionaba
el coche.
—Sí. Esto era todo mío, y lo sigue siendo. Todavía trabajo
aquí, sólo que delego mucho trabajo. Vamos. —Pulsó el código
para que los llevara a la planta superior.
—No tenía ni idea de lo que hacías en realidad. Había oído
que eras rico.
—Lo soy. Un millonario muchas veces. Pensé que el dinero
y la riqueza me darían algo, pero resulta que todo es una
mentira.
Ella tomó su mano, ofreciéndole consuelo. Él le devolvió el
apretón, necesitándolo.
—Seguro que tus padres estaban muy orgullosos de ti.
Se rió, aunque el sonido se sentía bastante apagado
viniendo de él. —Lo estaban. Eso es lo que lo hace peor.
Después de que murieron, y el funeral, volví a casa. Empecé a
revisar todas sus cosas. Papá tenía una caja fuerte en la

134
oficina. El código era mi cumpleaños y el de Bethany. Entré, y
justo en la parte de atrás estaba esta caja. De este tamaño. —
Indicó con sus manos el tamaño de una simple hoja de papel
de ordenador. —No pensé mucho en ella, y finalmente la abrí
unas tres semanas después de enterrarlo. Dentro había
muchas cosas. Había un álbum de recortes que contenía todos
los titulares en los que había estado. Pensé que él odiaba todo
lo que yo había logrado. No lo hacía. Medallas, recortes,
revistas, todo estaba allí. Me había seguido en todo, y eso fue
duro.
Ella lo rodeó con sus brazos, abrazándolo fuertemente. —
Él te quería.
—Desde entonces quise hacer todo lo que pudiera hacerlo
sentir orgulloso, ya sabes. Ser el Alfa que él siempre supo que
podía ser. —Acarició su mejilla. —Gracias, por escucharme.
—Si vamos a ser compañeros, necesito aprender todo
sobre ti. Lo bueno y lo malo.
El ascensor se abrió y él la tomó de la mano,
conduciéndola hacia el piso que tenía una sola oficina. Con su
oído, había exigido que nadie trabajara en la misma planta que
él. Había tratado de manejar la presencia de otras personas a
su alrededor, una asistente personal, secretarias y demás. No
había funcionado. El dolor que le producía oírlos hacer clic en
un ordenador, hablar por teléfono, incluso caminar para ir a
por un café, lo había puesto enfermo. Necesitaba todo el

135
silencio posible. La única manera de conseguirlo había sido
tener un piso para él solo.
Había hecho que los constructores lo amortiguaran,
proporcionando todo el aislamiento acústico que se podía
conseguir en una habitación.
—¿Aquí es donde ocurre la magia? —preguntó ella,
soltando su mano.
—Aquí es donde hice mi reino, y quería mostrártelo. No
quiero ocultar lo que fui. No soy perfecto, y nunca pretenderé
serlo. Sólo soy yo. He luchado por todo para llegar a donde
estoy hoy. Quiero compartir mi manada contigo, proveer para
ellos.
Le sujetó la mano y la hizo mirar hacia la ciudad. Este
edificio era más alto que el de su apartamento.
—Dejaste todo esto para ser un líder de la manada.
—Soy dedicado, Zadie. Me dedicaré a ti, a nuestra manada
y a nuestros hijos. —Miró a su alrededor. —Este ha sido mi
mayor logro y mi mayor arrepentimiento. He aprendido de mis
errores. No los volveré a cometer. —La atrajo hacia sus brazos.
—Quiero que me des una oportunidad y no te defraudaré. Esta
decisión, depende de ti.
Ella se lamió los labios y volvió a mirar por la ventana.
Él no tenía ni idea de lo que ella estaba pensando o
sintiendo. Quería saberlo todo. —¿Qué tal si te hago una
promesa?
—¿Qué clase de promesa?

136
—Pregúntame cualquier cosa y te diré todo lo que
necesites saber. No te ocultaré nada y seré sincero contigo.
—De acuerdo, es un buen trato. —Se puso de puntillas y
sonrió. —Nunca lo he hecho sobre un escritorio. ¿Tal vez
podríamos crear un recuerdo aquí?
Dante rodeó su cintura con los brazos, y la empujó sobre
el escritorio. Estaría encantado de crear recuerdos con ella.

137
Capítulo 11
Una semana después

—Eres el tema de conversación de toda la manada —dijo


Luke.
—Deja a tu hermana en paz. Creo que es bueno que haya
encontrado a alguien que la aprecie —dijo Alice.
Zadie sonrió a sus padres, y luego se giró hacia Luke. —
Pensé que te gustaba Dante.
—Sí me gusta.
—Es un gran tipo, y eso, en lo que a ti respecta, es el
problema, ¿no es así, Luke? —Ladeó la cabeza y observó cómo
su hermano la fulminaba con la mirada.
—De acuerdo, bien, sí, así es. Es un gran tipo, y aunque
sea raro que diga esto, no quiero que te vayas. Sé que va a
pasar, y va a pasar antes de lo que estoy preparado. —Luke se
levantó y salió de la cocina, dirigiéndose al jardín.
Había esperado esto. Dante le había advertido que era
difícil para la familia cuando alguien se iba. Le había enseñado
fotos de su casa y le había contado historias y recuerdos. En
la última semana, se había sentido más cerca de él que de

138
cualquier otra persona en su vida. Ella le había dicho que
estaba deseando irse con él cuando volviera a casa, y mientras
se lo decía, él le había advertido de que su familia se sentiría
mal.
—No te preocupes por Luke —dijo Alice, agarrándola del
brazo. —Te he visto con Dante, y sé que es de verdad.
—Me preocupo mucho por él. Nada va a cambiar. Aparte
de que yo ya no viva aquí. De todos modos, estoy fuera la mayor
parte del día. —Miró hacia la puerta principal. —Voy a ir a
hablar con él. —Al salir de la cocina, no encontró a Luke fuera.
Siguiendo su rastro, se metió en el bosque, y comenzó la
caminata que la llevó a su lugar favorito cerca del río. Encontró
a Luke de pie en la orilla, lanzando piedras sobre la superficie
del agua.
—Eso fue un pequeño berrinche —dijo ella.
—Ve y haz lo que sea que necesites hacer, Zadie. Estoy
bien.
Ella se cruzó de brazos y cerró la distancia entre ellos. —
No voy a ninguna parte.
—Llegarás tarde al trabajo.
—Tú también lo harás. Esto es un poco extraño, Luke. En
un momento te alegras por mí y al siguiente no. Estoy un poco
confundida contigo. No lo entiendo. ¿Qué he hecho mal?
Lanzó otra piedra al agua. —No es nada, ¿de acuerdo?
Olvídalo.

139
—Eres mi hermano. Sé sincero conmigo. ¿Cuál es tu
problema?
Luke se giró hacia ella. —Supongo que me he
acostumbrado tanto a que estés por aquí que me cuesta mucho
asumir la idea de que te vayas. Siempre hemos estado cerca,
Zadie. Eres mi mejor amiga y sabes con lo que estoy lidiando.
—Esto iba a pasar. Si no a mí, a ti.
Él dejó escapar un suspiro. —Supongo que tengo
problemas con que te vayas. Eso es todo. Tú, yo, mamá y papá.
Siempre hemos sido nosotros cuatro. Hemos sido nuestra
propia manada, y estoy siendo un imbécil, y mirarte ahora
mismo no ayuda. No quiero ser el imbécil. Soy el hermano
mayor, y ahora me siento como un niño estúpido. —Lanzó otra
piedra, y esta vez ella se rió.
—Esto es muy dulce, Luke. Sinceramente, yo también te
voy a echar de menos. Eres mi hermano mayor, y siempre
habrá espacio para que me visites. Tal vez no hayas encontrado
a tu compañera porque está en otra manada.
—Tal vez.
—¿Qué pasa con Bethany? He visto cómo la miras.
—No voy a aparearme con nadie.
—¿Sigues suspirando por Bianca?
—No.
—¿Entonces qué es? —preguntó ella.
—No voy a permitir que me hagan daño de nuevo, ni
siquiera por Bethany.

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—Es una buena mujer.
—Lo sé, pero creo que ya no tengo esa confianza.
Luke sentía algo por Bethany, Zadie estaba segura de ello.
Sin embargo, era muy terco, y no estaba dispuesta a presionar
a su hermano.
—Puedes venir a visitarme cuando quieras, y esto es lo que
siempre has querido para mí, Luke. Lo amo, y quiero esto.
Luke suspiró. —Lo sé, y estoy siendo estúpido. Quiero que
te vayas y seas feliz. De verdad.
Ella le dio un abrazo, y él le dio unas palmaditas en el
brazo, como hacía cuando eran pequeños. Ella lo consideró su
toque pacificador. —No dejes que Bianca destruya tu visión de
todas las mujeres. No somos todas iguales, sabes. Todas somos
diferentes.
—Lo sé. Sigue, estoy bien aquí.
—Puedo esperar. Hoy no soy la que abre la guardería, así
que puedo quedarme el tiempo que necesites.
Tomó asiento en el suelo, y observó como su hermano
seguía tirando piedras al agua.
—Si alguna vez te hace daño, dímelo y lo haré sufrir —dijo
Luke.
—No me hará daño, Luke.
Pasaron las horas y ella seguía sin moverse. Cuando
oyeron movimiento, ambos se giraron hacia el claro para
encontrar allí a Bethany y a Dante.
—Será mejor que me vaya —dijo Luke.

141
No intentó detenerlo. Se quedó sentada mirando el agua, y
oyó a Bethany y a Luke marcharse. Dante se movió para
sentarse a su lado.
—Hey —dijo él.
—Hey.
—No estabas en la guardería.
—Tuve que lidiar con mi hermano. Tiene problemas de
abandono.
—¿Tú y él siempre han sido cercanos?
—Sí. Cuando nos mudamos aquí por primera vez, fue
difícil para nosotros. Éramos los nuevos y nos teníamos el uno
al otro. Durante mucho tiempo eso fue todo lo que tuvimos. Me
voy, y él está luchando.
Dante agarró su mano. —¿Finalmente tomaste tu
decisión?
Ella se aferró a su mano con fuerza. —Te dije que iría
contigo. No sé si seré la mejor compañía, pero desde luego lo
intentaré.
Él la atrajo hacia sus brazos. —Vas a hacerlo más que
bien. Lo sé. Luke también es libre de visitarnos cuando quiera.
No tengo nada en contra de que venga a verte.
—Lo sé, y se lo dije. También le insinué que podría
encontrar a su propia mujer allí. No sé si me creyó, pero pronto
lo veremos.
Le acarició el pelo y ella soltó un suspiro. —¿Qué pasa? —
preguntó él.

142
—Estoy un poco nerviosa. —Ella se rió. —Una nueva
manada, una nueva vida. Da un poco de miedo.
—No te preocupes. Estaré a tu lado durante todo esto, y
no tendrás que preocuparte por nada. —Le dio un beso en los
labios y ella le sonrió.
Realmente la hacía sentir como la única mujer del mundo,
como si fuera la única que existía.
—He oído a la gente hablar en el pueblo —dijo ella. —
Hacen todo tipo de preguntas y no sé cómo responder.
—Responde con sinceridad. Diles que eres mi chica. Mi
compañera, y si alguien tiene algo que decir al respecto, me lo
mandas a mí.
—Este ha sido para mí el momento más surrealista de mi
vida. Ni por un segundo pensé que te encontraría.
Se sentó detrás de ella, rodeando su cintura con los
brazos. —Estaba temiendo venir aquí. Sabía que Sloane quería
un apareamiento, o algo así. Estoy acostumbrado a que la
gente quiera algo de mí. Venir aquí ha sido una de las mejores
decisiones que he tomado.
Ella se levantó y tomó su mano. —Vamos —dijo.
—¿Adónde vamos? —preguntó él.
Colocando un dedo sobre sus labios, lo tomó de la mano y
lo condujo hasta la cabaña. Ni una sola vez le reveló nada. Él
tampoco hizo preguntas, y ella se alegró de ello.
Durante la última semana, le había resultado casi
imposible mentirle o ocultarle algo. De hecho, sus sentimientos

143
hacia él habían cambiado mucho desde que le había mostrado
una parte de sí mismo.
Una vez que entraron en la habitación de la cabaña, ella
cerró la puerta y se inclinó, sonriéndole.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—Me preguntaste el otro día si había algo que quisiera
probar, y adivina qué, lo hay. —Empezó a desabrocharle el
cinturón y luego le bajó los vaqueros hasta las rodillas. Rara
vez llevaba bóxers, y éste era uno de esos días.
Su polla se precipitó hacia delante, y ella recorrió su
longitud con las manos. Cuando estaba cerca de él, encontraba
la confianza para hacer cosas que nunca creyó posibles. Ahora
mismo, iniciando esto, era uno de esos momentos.
—¿Quieres chuparme la polla?
Ella no le dio una respuesta. En su lugar, colocó su boca
sobre la punta, y luego lo chupó dentro. Cuando llegó al fondo
de su garganta, se detuvo. Observó que sus ojos se cerraban,
y creyó que estaba haciendo algo bien. Pasaron los segundos,
y finalmente, se retiró de su polla.
—Nunca he hecho esto antes, así que un poco de
orientación sería bueno.
—Maldita sea, mujer. Sabes decir todas las cosas
correctas. —Hundió sus dedos en su pelo, enrollándolo
alrededor de su muñeca. —Lame a lo largo del eje —dijo.
Escuchar sus instrucciones la excitó. Mirándolo fijamente
a los ojos, comenzó a lamerle la polla, siguiendo todo lo que él

144
le decía. Una vez que lo tuvo bien lubricado, se lo llevó a la
boca, llevándolo al fondo de su garganta. Siguió sus
indicaciones con la cabeza, y él no tardó en advertirle de que
no iba a durar.
Sin embargo, ella quería probarlo y siguió lamiéndolo,
tragando cada gota de semen que llenaba su boca.
Antes de que terminara, él la levantó, la colocó en la cama,
y su boca estaba en su coño en cuestión de segundos.

***
Dante puso las botellas de agua en el fondo, seguidas de
cuencos de ensalada de pasta, ensalada de arroz y una
ensalada de hojas. A continuación había carnes, queso y
algunas fresas cubiertas de chocolate.
—Estás preparando un picnic para ella. No recuerdo que
hayas hecho nunca algo tan elaborado para nadie más —dijo
Bethany, echando un vistazo al interior.
Cuando intentó agarrar una de las fresas, él le apartó la
mano de un manotazo. —No se puede tocar.
—¿Todo esto será en el bosque? ¿No te aburres allí? —
preguntó ella.
—Esto no será en el bosque. Encontré un pequeño y
pintoresco parque justo fuera del perímetro de Sloane. He
estado allí un par de veces. Hay un hermoso lago, un parque

145
para que los niños jueguen, e incluso un parque de
atracciones. Es para familias, y no quiero que ninguno de la
manada esté cerca.
—Es como su primera cita oficial. —Bethany se sentó en
el mostrador. —Y me estoy aburriendo de estar aquí sola.
—¿Ya quieres irte a casa?
—No, pero me pido totalmente la noche de mañana. Quiero
pasar algo de tiempo con Zadie, y desde que has aparecido,
apenas la he visto.
—Me aseguraré de hacérselo saber. —Besó la mejilla de su
hermana y agarró la cesta de picnic. —Intenta no meterte en
problemas.
—No puedo creer que pienses ni por un segundo que
intentaría meterme en problemas.
—Te conozco, hermana. Siempre tratas de buscar
problemas, y a menudo lo haces. Sé buena por una vez.
Ella puso los ojos en blanco y él la dejó sola. Si no tenía
cuidado, Bethany causaría todo tipo de destrozos. Una vez
llegó a casa y encontró la casa casi quemada porque ella
decidió que quería ver lo que pasaba con la pasta si dejabas
que el agua hirviera y luego dejabas la cacerola en el fogón.
Al pasar por la plaza del pueblo, siguió el camino y se
detuvo al ver a Zadie salir de su casa. Llevaba un vestido
amarillo de verano que parecía realzar el color rojizo de su pelo.
Impresionantemente bella, encantadora, todo lo que él podría
haber deseado en una mujer, realmente era la compañera

146
perfecta, y con el paso de las semanas, sólo era cuestión de
tiempo antes de la próxima luna llena.
Ella giró en círculo y le sonrió. —¿Qué te parece?
—Estás preciosa.
—Hace mucho calor. No quería elegir nada que me hiciera
sudar o algo así. —Le dio otra vuelta. —Hace mucho que no
me lo pongo.
—¿Es un vestido viejo?
—Sí, muy viejo. Un par de años. Me lo puse una vez, y no
me sentí como yo, y ahora siento que esto es totalmente yo.
Acarició su cadera. —Vas a tener que dejar de dar vueltas.
El control que puedo tener es limitado. —Le besó el cuello
mientras ella echaba la cabeza hacia atrás y se reía.
Tomando su mano, fue consciente de que varios miembros
de la manada los observaban. No la soltó, ni trató de ocultar
que la tenía pegada a él. Salieron del pueblo y se dirigieron por
el camino de tierra.
—Nunca he ido andando a la ciudad. Me refiero a la ciudad
humana. Cuando voy a la tienda a por comida, siempre llevo
mi coche.
—Se trata de que los dos nos alejemos de nuestras dos
manadas.
—Se llevan muy bien. He oído que al menos dos de tus
hombres de manada han encontrado a sus compañeras.

147
Él también había oído eso. —Sloane y yo hemos estado
hablando de ello. Mis dos hombres desean permanecer aquí, y
tengo que asegurarme de que tu Alfa es consciente de ello.
—Hablé con Sloane ayer —dijo ella. —Le dije que después
de la luna llena, quiero irme contigo a tu manada.
—Estoy muy feliz de que hayas tomado esa decisión. —No
es que él fuera a darle la opción de no ir. Siempre había tenido
la intención de reclamarla como suya. Si eso significaba
secuestrarla, lo habría intentado. Haría cualquier cosa para
ver qué funcionaba para retenerla.
Cuando estaban a veinte minutos de la manada, y otros
treinta hacia el parque humano que iba a visitar con ella, Zadie
se detuvo.
Se agarró a su brazo y cerró los ojos. —¿Oyes eso? —le
preguntó.
Se tomó un momento, cerrando los ojos, y oyendo... nada.
—Está tan tranquilo —dijo ella.
Dante escuchó a los pequeños animales, pero igualmente,
no causaban mucho alboroto. Eran sólo sonidos.
—Esto es el cielo. Un poco de paz lejos de todo. —Ella abrió
los ojos y le sonrió. —Esta es la mejor cita de la historia.
—¿Cita? Bethany me dijo lo mismo esta mañana.
—Lo mismo me dijo a mí cuando me llamó esta mañana.
Entonces, ¿es nuestra primera cita? —preguntó ella.

148
—Creo que es seguro decir que esto podría clasificarse
como nuestra primera cita. —Le dio un beso en los labios y
empezaron a caminar de nuevo.
—Dime qué es lo que más extrañas de estar en casa —dijo
ella. —Con tu manada.
—Echo de menos simplemente estar en la casa de mi
familia. La casa que ha estado allí durante tantas
generaciones. Cuando estoy allí, me siento como en casa.
Además, me gusta poder hacer mis cosas sin que me vigilen.
—Oh, cariño, ¿te vigilamos demasiado? —Ella acercó su
cara a la mejilla de él. Sus ojos se abrieron de par en par,
haciéndolo reír.
—Esto es lo que adoro de ti. Sin siquiera intentarlo me
haces sonreír y reír. —Esperaba con ansias el resto de su vida
con ella.
—Me alegro. Hay veces que me pones muy nerviosa. Son
buenas sensaciones. Antes de que llegaras a la ciudad, había
estado muy triste. La noche anterior había sido otro de los días
de reclamo. Cada vez que la luna está en su apogeo, es un día
de reclamo. Por supuesto, para otros es sólo una oportunidad
de estar con su compañero. Estaba muy triste la noche antes
de conocerte. Todo esto parecía imposible.
—Ellos no te merecen, Zadie. Ninguno de ellos. Me alegra
que ninguno de ellos te haya tocado, o haya tenido la
oportunidad de reclamarte. Al final de este mes, podré robarte
lejos de ellos.

149
Se rió.
Al doblar la esquina, dirigió el camino hacia el gran
parque. Hacía calor y ya había mucha gente pululando por allí.
Nadie les prestó atención. Encontró un pequeño lugar a la
sombra y comenzó a preparar su picnic. Una vez que todo
estuvo listo, ayudó a Zadie a sentarse. —Puede que tenga
algunos problemas de control —dijo. —Quiero que todo sea
perfecto.
—No podría imaginar que fuera otra cosa. —Miró al suelo.
—Ensaladas, carnes, queso. Lo has hecho todo.
—También tuve que evitar que Bethany se comiera esto, y
valió la pena. —Le presentó las fresas cubiertas de chocolate.
—Wow —dijo ella, tomando una de las botellas de agua.
Él tomó algo de todo, y le entregó un plato. —Me lo han
hecho todo en la cafetería. Si sabe mal, échales la culpa a ellos.
—No sabrá mal. No creo que eso sea posible. —Tomó el
tenedor y agarró un poco de arroz.
Dante volvió a la comida y comenzó a cargar su plato con
lo suficiente para alimentar a cuatro. Los lobos tenían más
apetito que la mayoría de los humanos.
—¿Qué pasará cuando vaya contigo? —preguntó. —¿Cómo
funciona todo esto?
—Sloane dirá que eres libre de su manada, o lo que tenga
que decir. Si da su bendición, será un simple beso en la cabeza
y un adiós. Si no lo hace, entonces tendré que luchar contra
él.

150
—¿Luchar contra él? —preguntó Zadie.
—Sí. Tendría que demostrar que soy más alfa que él, así
que sería una lucha a muerte. Ya sé que Sloane no quiere eso,
y yo tampoco. Si me aceptas, y quieres estar conmigo y con los
míos, pasarás de una manada a otra.
—No entiendo cómo funciona. Es extraño.
Se sentó y comió un trozo de pollo. —Es como un vínculo
místico. Cuando tus padres se unieron a la manada, se
unieron bajo el gobierno de Sloane. Entonces, él garantizó que
te protegería, ya que era el Alfa. Esa protección es como un
cinturón de seguridad. Es una de las razones por las que
puedes llegar a sentirte incómoda cuando te alejas demasiado
de la manada. La mayoría de los lazos de la manada los
mantienen unidos.
—¿Es eso con lo que tuviste que lidiar cuando dejaste tu
manada para estar en la ciudad? —preguntó ella.
—Sí, en parte. También soy un Alfa. El control que mi
manada tenía sobre mí era fuerte, pero no tanto como los que
no tienen sangre Alfa. La sangre de mi padre corría por mis
venas. Todavía siento la llamada de mi manada. Pero no tan
fuerte como antes.
—¿Dolerá? —preguntó ella.
—No, no dolerá. Sentirás un cambio, y por una fracción de
segundo te abrumará un sentimiento de soledad, pero no te
preocupes, ya que eso pasará. Todo pasará, y entonces tomaré
tu mano, llevándote lejos.

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—Todo parece tan definitivo —dijo ella.
—Ellos seguirán siendo tu familia. No voy a robarte para
siempre, aunque me encantaría hacerlo. —Le dio un beso en
los labios. —Te prometo que no tendrás nada que temer.
—Te creo. —Ella siguió comiendo y ambos miraron a su
alrededor. Las familias se habían reunido en el parque. Los
más pequeños correteaban, algunos persiguiendo las burbujas
hechas con jabón. Otros jugaban en el parque. Sus risas eran
un deleite para el oído. —Quiero muchos hijos. No sólo uno o
dos. Quiero muchos. Es algo que quiero desde hace mucho
tiempo.
Dante se inclinó hacia delante y le besó los labios. —No te
preocupes. Yo también quiero muchos hijos.
No tenía ni idea de que se había enamorado de ella. Cada
vez que veía su hermoso rostro sonriente, veía su hogar. Ella
era todo lo que él siempre quiso, y sólo por estar cerca de ella,
por conocerla, se había enamorado de ella.
¿Qué es lo que podía no amar?
Era una persona amable. Hermosa por dentro,
encantadora, cariñosa, todo lo que siempre había esperado en
una compañera, y ella le pertenecía.

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Capítulo 12

El tiempo parecía pasar muy deprisa para Zadie, y sólo


faltaban unos días para que la luna llena llegara a su punto
álgido. Dante estaba en otra reunión con Sloane, y Zadie
estaba sentada en la cafetería, esperando la llegada de
Bethany.
Comprobó la hora y vio que su amiga sólo se había
retrasado unos minutos. Levantando el menú, echó un vistazo
a la lista de comida, sin poder dejar de lado la manada.
—¿Sabías que Dante se va a aparear con ella?
—Ella va a irse con él.
—La compañera gorda se consiguió un compañero.
—Hey —dijo Bianca, haciéndola saltar.
Levantando la vista, se quedó mirando la cara sonriente de
Bianca. —Hola —dijo Zadie, lentamente, mirando a su
alrededor. Se dio cuenta de que varias personas las
observaban.
—Ignóralos. Están demasiado ocupados siendo
entrometidos. ¿Puedo unirme a ti?
—Eh, claro. Sí, toma asiento.

153
Bianca se dejó caer en una silla y le sonrió. —Llevo unos
días queriendo hablar contigo. No tenía ni idea de qué decir.
Mi madre es una gran creyente en decir sólo cosas agradables
a la gente.
—Creo que mucha gente opina eso.
—Lo sé. Lo entiendo, pero hay algunos días en los que
realmente necesitas decirle a algunas personas que son unos
enormes idiotas. Como enormes y no en el buen sentido. —
Bianca tomó el menú. —Oh, batido de chocolate.
—Esto es nuevo —dijo Zadie. —No sueles hablar conmigo.
—Lo sé. En realidad no hablo con nadie, para ser sincera.
Los chicos, quieren algo, y estoy feliz de tener algo de diversión.
Ser el hijo de un Alfa realmente apesta, —dijo ella.
—Oh, lo siento.
—Créeme, tiene sus ventajas, pero hace tiempo que
intento sacarme a mi padre de encima. —Bianca cerró el menú
tan rápido que hizo saltar a Zadie. No tenía miedo de la mujer
que tenía delante. Bianca nunca había sido mala con ella, ni
rencorosa, simplemente estaba ahí.
Mientras que Zadie había deseado en un momento dado
ser exactamente como Bianca, el pelo perfecto, el cuerpo
delgado, en las últimas semanas, sus opiniones habían
cambiado. Le encantaban sus grandes pechos, su vientre y
caderas redondeadas, incluso sus muslos más llenos, que a
Dante parecía encantarle agarrar con fuerza mientras
bombeaba dentro de ella.

154
—He estado temiendo la visita de Dante Locker. De hecho,
he tenido pesadillas al respecto. Ya era consciente de que mi
padre quería que me apareara con alguien. Parece que no
entiende que no quiero ser la hija de un Alfa, ni quiero
aparearme. Quiero que me dejen en paz. Ser libre para ser yo
misma. No soy un Alfa. Todos aquí lo saben. Me parece
divertido que dos hombres se peleen por mí. En el fondo sé que
es malo de mi parte, pero no puedo evitarlo. No soy muy buena
persona. Sé que eres una muy buena persona, Zadie. Te
admiro desde hace mucho tiempo.
—Oh. Yo, er, no tenía ni idea.
—Hay muchas cosas que no sabes. —Bianca se acercó y
puso una mano sobre la suya. —Creo que es genial que Dante
te haya visto y quiera ser tu compañero. Me sentía un poco mal
porque nadie te quería aquí. Eso demuestra que se necesita el
hombre adecuado, ¿no? También quería darte las gracias por
no ser como todos los demás, y pretender que tenga que estar
con él. Sé que no me estabas haciendo un gran favor, y
probablemente te aterrorizaba que sintiera que te estabas
metiendo en mi territorio. Soy una perra, lo entiendo, y soy
responsable de esa mierda. Ni siquiera me avergüenzo de ello.
Me importa una mierda que a mis padres no les guste lo que
hago. Los hombres están ahí para ser utilizados, ¿y sabes qué?
Nos utilizan todo el tiempo. Simplemente me estoy divirtiendo
ahora mismo. Un día puede que me aparee, pero ¿sabes qué?
No tengo ninguna prisa. Me alegro por ti, Zadie. Eres una

155
mujer hermosa. No dejes que esos malditos de ahí te digan lo
contrario. Eres una mujer hermosa, y mereces respeto. Eso es
lo que hago, ¿y sabes qué? No dejes que esos bastardos te
afecten.
—No tenía ni idea de que te sentías así —dijo Zadie. —Sé
que estás llena de confianza y esas cosas, pero también sé que
amas a los hombres.
—No todos saben todo sobre mí. Ni mi padre, ni ninguno
de los hombres. Me gusta jugar. No soy el tipo de chica que se
establece.
—Sabes que heriste a mi hermano, Luke.
—Sí, lo sé. Él estaba buscando algo para siempre. Le dije
muchas veces que no me buscara. No soy una chica para
siempre. Soy una chica para un buen momento. Demasiado
amor para dárselo a un solo hombre, si sabes lo que quiero
decir. Le advertí, y aun así siguió viniendo. No voy a hacer el
papel de monstruo allí.
—Supongo que lo entiendo, pero no estoy de acuerdo
contigo. Hiciste daño a mi hermano, y no sé cómo puedes
seguir haciéndolo. —Recordaba haber visto a Bianca con
varios de los hombres del club.
—Por eso somos diferentes. De todos modos, antes de
perder el hilo de lo que quería decir. Quería decirte que no
tengas miedo. Enfrentarse a una nueva manada no te hará
daño, y todos seguiremos aquí. Aunque seamos sinceros, te va
a encantar la manada de Dante Locker. Te deseo lo mejor.

156
Bianca le dio una palmadita en la mano, se levantó y se
fue.
Sin embargo, Zadie la observó mientras tomaba un batido
antes de irse.
¿Qué fue todo eso? —preguntó Bethany.
—Creo que de una manera extraña, era Bianca mostrando
que era una amiga.
—¿Pensé que ella era la perra de la manada?
—Lo es. No lo sé. Creo que me estaba agradeciendo por el
hecho de que tu hermano... ¿me estuviera cavando? ¿Es un
término genial? —preguntó.
Bethany negó con la cabeza. —Eres más joven que yo, y
creo que ese es el término correcto. Deberías saber estas cosas.
—No. No puedo saberlo todo, ¿verdad?
—Entonces, tus últimos días aquí. Nuestro mes de visita
está a punto de terminar. ¿Hay algo que vayas a echar de
menos? —preguntó Bethany.
Zadie no contestó mientras pedían la comida cuando la
camarera se presentó en la mesa.
—Voy a echar de menos todo. El pequeño pueblo, el
bosque, mi río. Lo echaré todo de menos.
—Vivimos junto a un bosque, y tiene un río bastante
grande —dijo Bethany.
—No es sólo el río. Fue donde pasé por todo, ya sabes.
Supongo que de una manera muy extraña y estúpida, el río se
convirtió en un diario. Iba allí y me sentaba. A veces hablaba

157
en voz alta, o a menudo en mi cabeza, sobre todo lo que me
molestaba.
—Ahora vas a tener a Dante. Él te ama, sabes.
Ella no sabía qué decir, y se quedó mirando a su amiga
sorprendida. —¿Lo hace?
—Sí. Te ama, y lo sabe desde hace tiempo.
—No ha dicho nada.
—Mi hermano no quiere asustarte. Yo, en cambio, estoy
realmente feliz de hacerlo.
Amor.
Era una palabra tan pequeña. Cuatro letras, y sin
embargo, al pensar en ella, instantáneamente pensó en Dante.
En su mente, lo vio sentado en el parque, con esa sonrisa que
le encantaba con sus hoyuelos. Luego a él abrazándola en el
río. Pensó en su apartamento, y en su oficina, en cada segundo
que había pasado con él. La risa que le había hecho soltar. Las
palabras, los momentos, pasaron ante sus ojos y miró
fijamente a Bethany. —Estoy enamorada de él. —Era como
una revelación de la que no se había dado cuenta.
—Personalmente, me sorprende que no te hayas dado
cuenta antes.
—Estoy enamorada de tu hermano. Voy a aparearme con
él y ni siquiera le he dicho que lo amo. —Miró fijamente a
Bethany. —¿Estás segura de que me ama? —preguntó.
—Sí, por supuesto.

158
La camarera les llevó la comida a la mesa, pero Zadie no
estaba interesada en comer.
—¿A dónde vas? —preguntó Bethany.
—Tengo que ir a decírselo a Dante.
—¿No puede esperar hasta después de comer?
Ella negó con la cabeza. —No. Me acobardaré, y realmente
necesito hacer esto ahora. Volveré.
—Y tu comida estará fría —dijo Bethany.
—Es una ensalada. Se supone que debe estar fría. —Zadie
pasó por delante de la mesa de los hombres que le habían
puesto el apodo de 'compañera gorda'. Pasó junto a ellos,
saliendo de la tienda, y se alejó varios pasos.
No se había enfrentado a ellos. En cambio, se había
sentado a escuchar sus palabras desagradables y horribles
durante más de siete años. Nunca se lo habían dicho a la cara,
pero eso no significaba que le doliera menos.
Enderezando los hombros, se dio la vuelta y entró en la
cafetería. Se detuvo frente a su mesa y los miró con desprecio.
—Sólo quería decirles que espero que se sientan orgullosos
de sí mismos por los nombres que dan a la gente. 'Tetas
pequeñas' y 'cara de mierda' son sólo algunos de los que he
oído. ¿Saben qué? Adelante, díganme 'compañera gorda'. Si
eso es todo lo que piensan de mí, entonces deberían estar
avergonzados. Todos ustedes son excusas lamentables de
hombres decentes. No me extraña que las mujeres los eviten.
Creen que pueden burlarse de los que los rodean, cuando en

159
realidad, nosotros nos reímos de ustedes. Yo soy feliz. Estoy
enamorada. Al final de esta luna llena, voy a estar apareada
con un hombre que me merece, y a ustedes no los va a querer
nadie.
Con eso, giró sobre sus talones y se fue.
Bianca aplaudió desde donde estaba sentada en un banco
cercano. —Ya era hora.
Sonrió a la otra mujer, y luego se apresuró hacia la casa
de Dante. Abriendo la puerta principal, lo llamó por su
nombre.
Él no contestó, y ella se apresuró a salir justo cuando él
volvía del bosque. Llevaba unos vaqueros y nada más. —Sólo
salí a correr para desahogarme. ¿Qué pasa?
—Tengo algo que quiero decirte, y necesito decirlo ahora
antes de que me acobarde y lo arruine todo. —Ella puso una
mano en su pecho desnudo, justo sobre su corazón. Sintió los
rápidos latidos bajo su palma y sonrió. —Dante Locker —hizo
una pausa y lo miró a los ojos. —Wow, te amo. Eso es lo que
quería decir. Sé que ha sido muy rápido, y probablemente no
entiendas de qué estoy hablando, pero te amo. Te amo más de
lo que creía posible. —Respiró profundamente otra vez. —
Quería que lo supieras antes de aparearnos para el resto de
nuestras vidas. Que te amo más que a nada en el mundo, y
que nada ni nadie va a poder impedirlo.
Antes de que ella pudiera decir algo más, Dante la abrazó
con fuerza mientras estrellaba sus labios contra los de ella.

160
Deslizando su mano por su cuerpo, se aferró a su nuca,
devolviéndole el beso con la misma pasión que él le daba a ella.
—He estado esperando tanto tiempo para escuchar eso —
dijo Dante. —Te amo jodidamente, y esta ha sido la mejor
decisión que he tomado nunca. —Le acomodó un mechón de
pelo detrás de la oreja. —Voy a darte el mundo, Zadie Cox.
Ella no podía esperar. Para ella, la luna llena no podía
llegar lo suficientemente rápido.

***
Después de esta noche, Dante se llevaría a Zadie de vuelta
a casa con él. Antes de irse, quería darle a Zadie un último
recuerdo. Esta noche era luna llena, y ella no había sido
perseguida, reclamada y apareada ni una sola vez. Tenía la
intención de dárselo esta noche, sin contenerse.
La amaba más que a nada, e iba a pasar el resto de su vida
con ella. Por una vez quería que ella tuviera un recuerdo que
no estuviera plagado de tristeza.
—¿Vas a ir fuera esta noche? —preguntó Bethany.
—Por supuesto que voy a ir. ¿Tú no?
—No me interesa ninguno de los hombres de aquí. Lo
siento. Yo y mi helado de chocolate vamos a sentarnos frente
a la televisión y a vegetar. Será divertido. Disfruta.
—Lo haré.

161
Salió de su casa y se dirigió hacia la entrada del bosque.
El lobo que llevaba dentro estaba a punto de querer salir, pero
iba a darle tiempo. Primero, necesitaba que una pequeña loba
le diera algo que perseguir.
Zadie caminaba hacia él, y él se tomó el tiempo de admirar
el vaivén de sus caderas. Sus curvas lo volvían loco. Hacía
unas horas que no las tenía en torno a él, y la deseaba de
nuevo. No importaba cuántas veces la tomara, nunca se sentía
lo suficientemente saciado.
—¿Dónde está Bethany? —dijo ella. —Pensé que esto sería
algo familiar.
—¿Ya tienes todo empacado?
—Sí. Todo está listo.
—¿Estás emocionada?
—Sí, estoy deseando que llegue.
Se apartó de ella, y comenzó a rodearla, mirando de arriba
a abajo su cuerpo, sabiendo que la iba a tener gritando su
nombre al final de la noche.
—¿Qué estás haciendo?
—Lo que quiero saber es por qué no te corres.
Ella frunció el ceño. —¿Correr?
—Es luna llena. La luna de apareamiento, y tengo toda la
intención de atraparte, Zadie. ¿Me lo vas a poner fácil?
—No estás hablando en serio, ¿verdad?
—Hablo totalmente en serio. ¿No quieres saber lo que se
siente ser atrapada, y luego reclamada? —Sus pezones se

162
tensaron, y él vio que la sola idea la excitaba. —Entonces corre,
mi preciosa loba. Corre y te atraparé.
La excitación era clara en sus ojos. Ella quería esto.
Finalmente, giró sobre sus talones y corrió. Dante le dio la
espalda, dándole la oportunidad de huir. Nadie iba a poder
vencerlo. Después de todo, era un Alfa. Estaba destinado a
triunfar. Lo llevaba en la sangre.
Cuando pasó un minuto, no pudo esperar más. En el
momento en que entró en el bosque, no se tomó el tiempo de
quitarse la ropa. Se transformó en su forma de lobo, levantó el
hocico al aire y captó el olor a limón. Ella huía de él, pero no
había ninguna posibilidad de que se alejara de él.
Siguiendo el rastro, descubrió que el premio lo hacía correr
un poco más rápido. Era rápida, lo reconocía. Pero no había
forma de confundir su olor. Llevaba un mes inhalando ese olor
a limón. Altamente adictivo, sería su perdición.
Pasó por delante de un grupo de arbustos y allí estaba ella,
desviándose por el camino que los llevaría más allá de su lugar
especial.
Miró detrás de ella y, en un instante, se transformó en
humana y comenzó a correr de nuevo.
La repentina transformación lo hizo detenerse. Nunca
había visto a un lobo hacerlo con tanta precisión. Ella ni
siquiera tropezó, y él se maravilló de su gracia.
En un abrir y cerrar de ojos, volvió a su forma humana y
cargó contra ella.

163
Su piel pálida brillaba a la luz de la luna, y él deseaba que
ella corriera hacia él sólo para poder ver cómo rebotaban sus
tetas.
—Ya casi he llegado —dijo. —Vas a ser toda mía, nena.
Cada centímetro de ti.
No dijo nada mientras se alejaba, yendo a la izquierda,
luego a la derecha y de vuelta.
Ni una sola vez tropezó o se detuvo. Ella era suya, y él iba
a tomarla. La distancia entre ellos fue disminuyendo, y en
cuestión de segundos la agarró por la cintura, y la llevó al
suelo. En el último momento, la hizo girar en sus brazos. Se
tropezaron y ella terminó sobre su pecho en lugar de debajo de
él.
Ambos jadeaban y ella le apartó el pelo. —Ha sido
increíble.
—Todavía no ha terminado. —La hizo girar para que
estuviera de espaldas y completamente a su merced.
Alcanzando entre ellos, deslizó un dedo entre sus muslos,
encontrándola ya empapada. —Puedes convertirte tan rápido
de lobo a humano.
—No he estado sentada sobre mi trasero durante los
últimos siete años. Incluso sin que nadie te persiga, haces
cosas para entretenerte. Eso fue lo que hice.
—¿Te entrenaste para convertirte en lobo cuando
quisieras?

164
Ella se arqueó, gimiendo mientras él le llenaba el coño con
dos dedos. —Eso hizo que te retrasaras, ¿no es así?
—Me encantó ver tu trasero mientras huía de mí.
Zadie se rió. —Si juegas bien tus cartas, podrás verlo todo
el tiempo.
—No tengo ninguna duda. Vas a estar haciendo un
montón de huidas, y corriendo hacia mí. Voy a hacer que sea
parte de nuestros votos matrimoniales.
—Votos. Eso me gusta. Prometo amar, apreciar...
—Y follarte cada momento de mi vida.
—Suena como una promesa —dijo ella.
—Es más que una promesa. Es un voto. —Estrelló sus
labios contra los de ella, silenciando cualquier otra palabra que
pudiera haber dicho.
Se trataba de ellos. De nadie más.
Sacando sus dedos de su apretado coño, comenzó a
acariciar su clítoris, viendo como Zadie se empujaba contra él,
necesitando que fuera más profundo, para tomar más de él.
—¿Quieres mi polla, nena?
—Sí. Por favor, Dante. Te necesito.
—Te daré mi polla, tan pronto como te corras sobre mis
dedos. Déjame oírte gritar mi nombre. Quiero que todos los que
están en el bosque, escuchen a quién perteneces. —Bajando
sus labios a los de ella, le devoró la boca, consumiendo cada
grito de placer que ella daba.

165
Bajando por su cuerpo, tomó su pezón en su boca,
mordiéndolo, y luego lamiendo el dolor con su lengua. Prestó
la misma atención al segundo pezón, y finalmente comenzó a
besar su cuerpo. Abriendo sus muslos, sustituyó sus dedos
por su lengua, saboreándola.
—Dante, por favor.
—Necesitas correrte, nena.
—Sí.
—Me ocuparé de ti. —Deslizando su lengua sobre su
clítoris, se burló, chupando ese pequeño nudo en su boca. Ella
era toda suya, y cada parte le pertenecía.
Usando sus dedos, los introdujo dentro de ella, sintiendo
que sus paredes se estremecían a su alrededor. Estaba muy
mojada, y cada vez que le acariciaba el clítoris, estaba más
cerca de correrse.
Con la luna llena en su punto álgido, sus cuerpos eran
más sensibles y sus sensaciones más intensas. La punta de su
polla goteaba pre-semen, y él no quería otra cosa que follarla
con fuerza, y tomarla.
La hizo llegar al orgasmo en cuestión de minutos,
acariciando su coño de la manera que había descubierto este
último mes que la excitaba. Ella gritó su nombre, y él sabía
que todos los lobos del bosque lo habían oído.
Antes de que bajara de su orgasmo, él le metió la polla
hasta el fondo, sintiendo las últimas ondulaciones de su

166
placer. Una vez que empezó a follarla, su orgasmo no se
desvaneció, y ella se retorció sobre su polla.
—Fóllame también, nena. Toma lo que quieras.
Reclámame.
Le marcó la espalda mientras él la follaba con fuerza
contra la tierra. Envolviendo sus brazos alrededor de ella, la
abrazó con fuerza, y sintió que sus dientes comenzaban a
alargarse. Ahora era el momento.
Hundiendo los dientes en su hombro, la mordió con fuerza.
Zadie gritó su nombre y sus dientes lo atacaron. El lobo que
había en él aulló cuando ella lo marcó exactamente en el
mismo lugar que él a ella. Se habían apareado.
Follándola más fuerte que antes, Dante no se contuvo. La
consumió, tomando lo que ahora le pertenecía. Ella lo poseía
al igual que él a ella.
—¡Mía! —gritó las palabras, y se corrieron juntos.
Introduciendo cada centímetro de su polla dentro de ella,
la llenó hasta el borde con su semen, y supo que no movería
un músculo, no por el resto de la noche.
—Estoy apareada —dijo ella, y él vio lágrimas en sus ojos.
—Sí. Estás apareada conmigo. Significa que vas a tener
que aguantar que deje la tapa del inodoro levantada y que sea
increíble.
Ella soltó una risita, y le acarició la cara. —Te amo.
—Yo también te amo. —Él le acarició la mejilla. —Espero
que sean lágrimas de felicidad.

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—Son de tanta felicidad. Ni siquiera puedo expresar con
palabras lo feliz que soy. Me había resignado a estar sola. Nadie
me quería, una compañera gorda.
—No vuelvas a decir esas palabras a mí. No creo que estés
gorda. Todos esos chicos de ahí, no saben cómo es una mujer
de verdad, ¿y sabes qué? Me alegro de que no se hayan tomado
la molestia de ver lo preciosa que eres. ¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
—Porque me perteneces. Cada parte de ti es mía, y si
hubiera venido aquí, y ya hubieras sido tomada, habría tenido
que hacer una seria matanza.
—¿Estás bromeando?
—No. No estoy bromeando, Zadie. Te lo dije. En el
momento en que te vi, lo supe. Eres la única para mí. Es como
si la naturaleza supiera que te necesitaba, y has estado aquí
delante de mis narices todo este tiempo. —Presionó otro beso
en sus labios. —Te he dicho que no voy a dejarte ir. Te amo,
más de lo que creía que era posible amar a alguien. Ahora sé
por qué el apareamiento es tan importante, especialmente para
un Alfa.
—¿Por qué es importante? —preguntó ella.
—Porque no se conoce ni se entiende verdaderamente el
amor hasta que se ha sentido. Esto es poderoso por sí mismo.
Siendo un Alfa, tienes que aceptar compañeros de manada, y
a veces eso puede ser un reto. Especialmente si no entiendes
cómo funciona el amor, o cómo se siente cuando conoces a la

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persona adecuada. —Le sujetó la cara, con su polla aún dentro
de ella. —Desde que te conocí, he recordado cada uno de los
apareamientos, y hubo veces que me burlé de la unión. No creí
que fuera posible encontrar a tu compañero y enamorarte en
un mes. Sé que la culpa es mía, de nadie más.
Le besó los labios y le tomó las manos, uniendo sus dedos
y presionándolos contra el suelo.
—Hazme el amor, Dante. Llévate todos los malos
recuerdos.
Dante hizo exactamente eso, sabiendo que esta sería su
última noche en este bosque. Quería ahuyentar toda esa
tristeza, para que cuando ella estuviera en casa con él, no se
arrepintiera de nada.
—No puedo esperar a llevarte a casa, a mi cama —dijo,
rompiendo el beso.
La sonrisa en su rostro era bastante encantadora. —
Quiero advertirte sobre los niños.
—¿Quieres muchos? —preguntó él.
—Sí.
—Yo también. Tengo muchas habitaciones que llenar.
¿Qué te parecen veinte niños?
—¿Veinte?
—Sí. Creo que veinte es un buen comienzo. —Le guiñó un
ojo y empezó a demostrarle con acciones lo mucho que la
amaba. Después de esta noche, él sabía que ella no tendría
ninguna duda. Sabía cómo tratar a su mujer, y Zadie era suya.

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Epilogo
Diez años después

Zadie se apoyó en la puerta de la cocina y observó cómo


Dante correteaba con sus hijos en el patio trasero. La Navidad
se acercaba en cuestión de semanas, y habían decidido hacer
una hoguera con todos los viejos armarios de la cocina, ya que
él la había redecorado para ella.
Cinco hijos, y aún así, la cantidad aumenta. Se pasó la
mano por el vientre hinchado donde estaban los gemelos que
llegarían exactamente en tres meses. Ya tenía el tamaño de
una ballena varada, pero estaba acostumbrada. Bethany le
decía que era bonita. Pensar en Bethany la hizo pensar en su
hermano, Luke, que había estado luchando contra sus propios
sentimientos por su cuñada. Los dos habían superado los
problemas que tenían y se habían apareado hace unos años.
Sólo pensar en la forma en que esos dos habían bailado el uno
alrededor del otro durante tanto tiempo la hizo sonreír.
Los últimos diez años habían pasado volando como un
borrón. Dante no se había equivocado en nada. Dejar la
manada de Sloane no había sido tan difícil. No había habido

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dolor. Había sentido la retirada de Sloane, y durante un
minuto había sentido una inmensa soledad que se había
evaporado al entrar en los brazos de Dante.
Su nueva manada la había abrazado y amado más que
nada. Este era su hogar, y ella había sido capaz de traer tanto
amor. Su casa era ahora la guardería de la manada, y también
tenía a la manada en casi todos los días festivos, aparte de la
Navidad. Dante decía que era un evento sólo para la familia.
Sus padres la visitaban tan a menudo como podían, y Luke
incluso había encontrado una compañera propia.
—Mamá se está riendo. Todos a por ella —dijo Dante.
Los niños corrieron hacia ella, y en poco tiempo fue
bombardeada por brazos, abrazándola.
—Hola, mami sexy —dijo Dante, susurrando contra su
oído mientras presionaba un beso en su mejilla.
—¿Sigues pensando lo mismo?
—Por supuesto. Estás llevando a mis hijos, y sé que no es
fácil.
Dante no llevaba nada bien lo de su parto. No soportaba
verla sufrir, y el parto venía acompañado de dolor.
—¿He mencionado últimamente lo mucho que te amo? —
preguntó ella.
—No en la última hora, y me siento triste por eso.
Se rió. —Hay leche y galletas en el mostrador. —Los niños
entraron corriendo y animados. Dante la presionó contra la
pared.

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—Te quiero para mí sola.
—Más tarde, tal vez —dijo ella. —Incluso después de todo
este tiempo, ¿todavía me quieres?
—Nena, cuanto más tiempo estamos juntos, más te deseo.
—La besó en los labios, y ya no dudó de su pasión por ella.
—Encontrarte ha sido lo mejor que me ha pasado nunca
—dijo ella, rodeándolo con sus brazos.
Él se apartó, y el amor en sus ojos era tan claro de ver para
ella. Dante nunca le ocultaba nada.
—Cuando nazcan estos, vamos a tener siete hijos —dijo.
—¿Crees que estás en condiciones de tener otros trece?
—Ni hablar. —La levantó, haciéndola reír. Ella sabía que
haría cualquier cosa por él. Eran compañeros vinculados, y su
amor era para la eternidad.
La eternidad que más esperaba.

Fin

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