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Nos frustramos por tonterías, por ejemplo, cuando intentamos acceder a internet y la conexión
anda lenta o por cuestiones más graves, como la traición de parte de un ser amado. De allí que
existan niveles de frustración, que dependen tanto de la causa como de la percepción del sujeto
frustrado.
Todos respondemos a la frustración a nuestra manera, ya sea con enojo, ira, tristeza, decepción,
negación, etcétera. Lo más importante que debemos hacer es aceptar, asumir, que la frustración
es natural e inevitable, que es producto de la distancia entre nuestros deseos y la realidad, que
siempre difieren en algún punto.
Luego podemos reflexionar sobre cómo nos sentimos, sobre el motivo por el cual nos hemos
frustrado y expresarnos de algún modo, para poner afuera la tensión generada, por ejemplo,
cantando, bailando, escribiendo, practicando algún deporte. Si nuestro padecimiento se liga a otra
persona, podemos entablar una conversación con ella, con calma y respeto.
La vida a menudo nos presenta obstáculos. No es color de rosa. Enseñar a gestionar la frustración
en niños, conducirá a los chiquis a pasar rápidamente la página cuando las cosas no salen como las
soñaron, y les abrirá las puertas a una adultez con una mayor capacidad en inteligencia emocional.
Muy por el contrario, no enseñar la tolerancia a la frustración en los niños les llevará a convertirse
en adultos quejicas, incapaces de resolver con eficacia y rapidez los contratiempos que puedan
presentárseles, porque estarán con la mente puesta en aquello que les fue negado, entre otras
cosas.
La tolerancia a la frustración en los niños es la capacidad que permite a los más pequeños a llevar
de mejor manera los cambios repentinos o los errores, así como también el manejo de las
expectativas propias ante aquellas circunstancias que no se desarrollaron de la manera esperada.
Cuando no existe tolerancia a la frustración en los niños, estos suelen crecer desarrollando una
serie de comportamientos que les convertirán en adultos con un comportamiento bastante difícil
de manejar, y con frecuencia; será motivo de marginalización en los distintos entornos sociales:
1. Cuando hay una baja resistencia a la frustración en niños, estos crecen sin saber crear
límites o sin respetar los de los demás, pues no aceptarán un no como respuesta.