You are on page 1of 3

El descubrimiento y la posterior conquista de América por parte de los españoles

fue un proceso complejo y violento que, desde su inicio, se caracterizó por la


imposición de un modelo de dominación cultural, política y económica por encima
de las poblaciones originarias del continente. En este contexto, el concepto de la
otredad, su puesta en práctica y el uso de la violencia bajo el pretexto de
evangelización y búsqueda de riquezas, se convirtieron en herramientas
fundamentales para justificar la conquista y el trato a los indígenas americanos.
En este marco, en la primera mitad Siglo XVI empezaron a aparecer figuras
críticas con las prácticas llevadas a cabo en el continente americano como
Bartolomé de las Casas. Por otra parte, voces como la del humanista Juan Ginés
de Sepúlveda se erigieron como polo opuesto a las defensas de los indígenas.
La principal distinción entre los discursos de Las Casas y Sepúlveda se
encuentra en la percepción de “humanidad" de los indígenas americanos:
Mientras que Las Casas, en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las
Indias”, defiende la idea de que los indígenas son seres humanos racionales y
libres, dotados de alma y capaces de ser educados y evangelizados de forma
pacífica sin necesidad del uso de la violencia o la esclavitud, Sepúlveda justificó
la conquista y la imposición del modelo europeo en nombre de la superioridad
moral y cultural de los españoles, argumentando que los indígenas son seres
humanos inferiores, más cercanos a los animales que a los hombres e incapaces
de gobernar ni de organizarse políticamente y, por lo tanto, necesitaban ser
sometidos y educados por los españoles. Estas discrepancias sobre la conquista
y el trato a los indígenas dieron lugar a un largo debate que se prolongó a lo
largo de la Edad Moderna, que se va a plasmar en la disputa de Valladolid entre
los años 1520 y 1521.
Las diferencias respecto a la naturaleza de los indígenas americanos se pueden
entender a partir del contexto histórico-cultural en el que se desenvolvieron
ambos autores. Las Casas, como fraile dominico, defendió una concepción de la
humanidad basada en la idea de que todos los seres humanos son hijos de Dios
y, por lo tanto, iguales en dignidad y derechos. Por su parte, Sepúlveda, como
humanista y seguidor de la teoría aristotélica, defendió un pensamiento
jerarquizado de la humanidad, en la que algunos pueblos eran superiores a otros
por su capacidad para gobernar y organizarse políticamente. No obstante,
podemos encontrar algunos conceptos y bases en la que se sustentan ambos
discursos.
Tanto de Las Casas como Sepúlveda hacen una distinción entre los civilizados y
salvajes y se basan en la contraposición de “civilización-barbarie”. Para el
primero, y siguiendo con la idea del “buen salvaje”, los indígenas formaban parte
de una sociedad civilizada y pacifista con una gran capacidad racional, mientras
que los españoles eran violentos y crueles. Por otro lado, Sepúlveda defendía la
violencia por parte de los “civilizados” como herramienta de evangelización ya
que España quedó relegada como la encargada de propagar la fe cristiana por
las Américas después de las Bulas Alejandrinas en 1493.
Respecto al tema de la guerra, ambos son conscientes de sus implicaciones y
consecuencias. Sepúlveda hace referencia al término “guerra justa” en su obra
“Demócrates Primus”, justificando la necesidad de España de conquistar y
someter a los indígenas, siempre y cuando lo hicieran de manera justa y
humanitaria, estableciendo una serie de pautas (“Debía quedar excluido el deseo
de venganza o de apoderarse del botín”, “En la guerra se debía orar con
moderación, evitando actuaciones que supusieran sufrimientos
desproporcionados y que afectasen a inocentes”) y enumerando unas causas
legítimas que limitaban la violencia.
Además, es importante destacar que las posturas de Las Casas y Sepúlveda
fueron cambiando y evolucionando a lo largo del tiempo, pudiendo encontrar
algunas similitudes entre sus opiniones. En sus primeras obras, Las Casas
defendió la necesidad de evangelizar a los indígenas, pero no se opuso a la
esclavitud. Fue después de presenciar la crueldad de los españoles en la
conquista de las Indias que Las Casas se convirtió en defensor de los derechos
de los indígenas.
Por su parte, Sepúlveda, en su obra “Democrates Alter”, justificó la esclavitud y
la violencia en nombre de la superioridad cultural y moral de los españoles, pero
en otras obras posteriores, como su “Apología”, reconoció la humanidad de los
indígenas y defendió la necesidad de protegerlos de la violencia y la explotación.
Es interesante destacar que las diferencias entre Las Casas y Sepúlveda no solo
tuvo implicaciones éticas y morales en el trato a los indígenas, sino también
políticas y jurídicas. En efecto, sus posturas llegaron a la Corona española y en
las leyes y regulaciones que se promulgaron para gobernar las Indias.
En 1542, Carlos V promulgó las Nuevas Leyes, que establecían la abolición de
la esclavitud indígena y la creación de pueblos y misiones donde los indígenas
pudieran vivir y ser protegidos por los misioneros. Estas leyes fueron en gran
medida el resultado de la influencia de Las Casas y su campaña a favor de los
derechos de los indígenas. Sin embargo, estas leyes encontraron resistencia por
parte de los colonos y las autoridades locales, que se resistieron a perder sus
privilegios y beneficios.
En resumen, tanto la aportación de Las Casas como la de Sepúlveda tuvieron
implicaciones éticas, morales, políticas y jurídicas en el trato y gobierno de los
indígenas americanos, encontrando así eco tanto en la Corona española, en las
leyes y regulaciones que se promulgaron para gobernar las Indias como en el
pensamiento y la cultura de América Latina y Europa. Especialmente, la postura
de Las Casas resonó entre las altas esferas y, en términos generales, su postura
predominó sobre la de Sepúlveda en los siglos posteriores, a pesar de que el
periodo de conquista y colonización prosiguió. Por su parte, la postura de
Sepúlveda encontró resistencia por parte de sectores que consideraron que la
conquista y el sometimiento de los indígenas eran inmorales e injustos.
La disputa de Valladolid no se puede entender como un conflicto personal entre
dos personas que querían que su postura predominase sobre la de su rival, sino
como un debate necesario ante la emergencia de la pregunta de cómo hacer
frente y gestionar los nuevos territorios, que vino acompañado de una cuestión
moral de una gran magnitud que su respuesta sería clave para los siglos
posteriores.

You might also like