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República Bolivariana de Venezuela


Ministerio del Poder Popular Para la Educación Universitaria
Universidad Nacional Experimental de Los Llanos
Centrales “Rómulo Gallegos”

Integración Sociopolítica

Segundo Trabajo

Elaboración de Planes de Salud

Docente: Integrante:

Lic. Juan B García M Delgado, Josefa, C.I:13.311.394


Del Vecchio, Francis, C.I: 15.911.209
Castillo, José, C.I: 12.842.268
Briceño, Zulay, C.I:13.531.202
Delgado, Milagros, C.I: 15.797.827
Castellanos, Perla, C.I: 17.160.108
Díaz, Karen, .C.I: 16.999.756
Chacoa Juan Carlos C.I: 12.959.048

Caracas, julio de 2023.


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INTRODUCCION

El presente trabajo será realizado con la finalidad de obtener mayor información


acerca de los planes de salud, que a medida que pasa el tiempo, tienen que ir
actualizándose según el crecimiento de las necesidades y las expectativas sociales de
cada país, así como avanza el tiempo también lo hacen las enfermedades, cambia el
clima, las tecnologías, las ideologías, entre muchos otros cambios. Estos planes y
políticas en relación a la salud tienen que ser desde lo micro hasta lo macro, para abarcar
a toda la población, y aprovechar la llegada de la tecnología, las redes sociales y
enfocarlas a la promoción de estos planes para que la población esté informada y pueda
empoderarse y ayudar en la defensa y en el fortalecimiento de su salud, además de que
se debe capacitar a los involucrados en la salud (médicos, enfermeras, entre otros), en
el ámbito de las nuevas tecnologías, enfermedades y métodos para combatirlas.
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Elaboración de Planes de Salud

Planificación

La planificación es entonces, en términos generales, la definición de los


procedimientos y estrategias a seguir para racionalizar y guiar las políticas, tanto
sectoriales como empresariales y así poder alcanzar las metas propuestas.

En el campo sanitario, la gestión por objetivos tuvo sus momentos de gloria en un


período en que el crecimiento de las necesidades y las expectativas sociales con relación
a la capacidad de los sistemas sanitarios obligaban a adoptar políticas sanitarias
compatibles con la racionalización y el desarrollo del sector. Así que, los objetivos del
sistema sanitario estarían más centrados en obtener resultados en términos de salud de
la población que en aspectos relacionados con la estructura y organización del propio
sistema.

Sin embargo, los objetivos de salud de la OMS en nuestro país, no ha sido la adecuada
ya que, en algunas de las áreas, las relativas a problemas de salud, estilos de vida y
temas concretos del medio ambiente, se progresa adecuadamente en una buena
proporción de objetivos; sin embargo, aspectos tan importantes, como la equidad en
salud, el control del consumo de tabaco, alcohol y drogas, los accidentes y las políticas
sobre medio ambiente, no avanzan en la dirección adecuada. En las áreas de servicios
sanitarios y en la de investigación y desarrollo para apoyar la estrategia de salud para
todos, existe una falta importante de información para su evaluación, o sus
correspondientes objetivos se sitúan en posiciones lejanas a su cumplimiento.

Objetivos y políticas de salud

El proceso de formulación y desarrollo de una política de salud describe -en esquema-


un movimiento circular: hay que definir y entender el problema, después habrá que
buscar una solución estableciendo metas y asumiendo responsabilidades, a
continuación, se implementan las soluciones, se hace un seguimiento y se evalúa el
resultado.

En este contexto, los beneficios de utilizar objetivos de salud se centran en:


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- a) facilitar un contexto más racional y transparente para la asunción de las


responsabilidades políticas.

- b) identificar problemas y grupos de población que necesitan mayor atención.

- c) proporcionar coherencia a las intervenciones y los programas sanitarios dispersos.

- d) estimular el debate sobre lo útil y necesario.

En teoría, los objetivos también ayudan a gestionar los recursos, poniendo énfasis en
las estrategias realistas y realizables, así como en mejorar la posibilidad de evaluar los
resultados y los logros alcanzados.

Por tanto, habrá que tener en cuenta que ni el proceso de la enfermedad ni la realidad
sanitaria y social se rigen por principios matemáticos que permitan deducir, sin un amplio
margen de variabilidad, cuál será el resultado de las acciones del sistema, y no otorgar
a los objetivos de salud más valor del que pueden tener.

Reseñados los obstáculos, políticos y metodológicos, el balance parece ser positivo,


y como mínimo permite avanzar en una línea de aprendizaje, focalizándolos en los
determinantes de salud más que en los problemas, y basándose más en intervenciones
estructurales que en aquellas dirigidas a cambios de comportamiento. También pasan,
evidentemente, por una firme voluntad y valentía política. Aunque tomando en cuenta el
análisis del camino recorrido y la experiencia ajena pueden ser de mucha utilidad.

Contextos y políticas macro-meso y micro

Los sistemas de información han permitido un cierto seguimiento de la estrategia de


salud para todos (SPT), aunque los problemas de desagregación y comparabilidad
territorial, la actualización de la información o las nuevas necesidades de datos sobre
efectividad y factibilidad de las intervenciones no están resueltos, se plantean muchas
interrogantes al hablar de investigación. Se constata una falta de investigación
estratégica y operativa que nos permita responder más al cómo y no tanto al porqué de
las situaciones de salud (investigación operativa frente a investigación etiológica).
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La formulación de objetivos concretos y el explicitación de la información que se


necesita podría potenciar la implicación de los investigadores (y de la investigación) en
los intereses de los PS.

Si algo han supuesto los PS en la política sanitaria española ha sido una cierta dosis
de movilización, un instrumento de participación y un acicate para la discusión,
eminentemente técnica. Sin embargo, también es posible adivinar algunos elementos
que conforman un cierto "retrato del fracaso", principalmente en su vertiente de gestión
de los servicios sanitarios (no planes sanitarios sino planes de salud, pero planes de
salud seguidos de planes de servicios), su vinculación a la realidad (de información a
estrategia de intervención) y la falta de diálogo (comunicación) entre los distintos
sectores implicados, de forma que han escaseado las políticas intersectoriales efectivas.
Los retos que se plantean en la política sanitaria de nuestros días pasan por saber cómo
dejar de concebir PS con fronteras para riesgos sin fronteras, cómo transformar ejercicios
enciclopédicos en marcos de compromiso para la acción, cómo pasar de un enfoque
reduccionista, de objetivos como indicadores de posición, a un enfoque con mayor
perspectiva, en el que los objetivos no son el puerto de llegada sino una herramienta
para llevar el timón y mantener el rumbo.

La sensibilización y la asunción de responsabilidades intersectoriales, así como


extender el debate a la sociedad y propiciar la participación ciudadana pueden ser
buenos instrumentos para facilitar la comprensión de la priorización de objetivos y la
legitimación del plan.

Los PS elaborados hasta ahora en España tendrían poca credibilidad de ser


impulsados hoy La razón fundamental es que ninguno de ellos ha cuantificado los costes
que su puesta en marcha supondría, aunque esto también podría haber representado
una ventaja para evitar la competencia entre sectores y favorecer su cooperación. Esta
oportunidad no ha sido suficientemente aprovechada. Si queremos realmente que los PS
sean una herramienta efectiva de política sanitaria, debemos dar paso a una nueva
generación de PS que incorporen una estimación de los costes (de oportunidad), del
gasto (presupuestos) y de la financiación (quién paga). La intersectorialidad de las
intervenciones obligará a diferenciar claramente presupuestos inter e intrasectoriales y a
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constituir un ente que sea capaz de negociar entre sectores y, a su vez, con el
responsable de la financiación.

Parece que después de un período de autocomplacencia, algo empieza a moverse de


nuevo en este campo. La OMS ha lanzado su estrategia renovada de política de salud
para todos para el siglo XXI, en la que clama por una mayor justicia social a nivel mundial
a través de valores, principios, objetivos y metas, de los cuales los 10 objetivos globales
de salud son la muestra más evidente".

Por su parte, la Unión Europea ha propuesto su nueva estrategia de salud basada en


la mejora de los sistemas de información, la acción coordinada en situaciones urgentes
y el impulso de medidas eficaces de promoción de la salud y prevención de la
enfermedad, lo que supone una oportunidad de revalorización de la salud pública y un
reto profesional a la hora de saber integrar esta propuesta en el contexto de una política
de salud basada en objetivos.

La creación de una Dirección General de Planificación en el Ministerio de Sanidad, en


el contexto del modelo constitucional autonómico consolidado, tiene sentido si responde
a la voluntad de asumir las tareas de coordinación entre CCAA. Para ello, es necesario
un órgano técnico de coordinación, un plan explícito de trabajo y una financiación. El
primer punto ha empezado a concretarse en las subcomisiones del Consejo
Interterritorial, el segundo y el tercero hasta ahora no se han planteado. La mejora de los
sistemas de información (o la creación de otros nuevos si se considera conveniente)
requiere voluntad de tener mejor información y la provisión de un presupuesto específico,
además de mantener aquellas fuentes de datos que facilitan series históricas.

La formulación de un marco general para los objetivos de salud (llámese plan


integrado, o como se quiera) debería ser realista e integradora, y la mejor manera de
hacerlo es partir de la experiencia acumulada en las CCAA.

Promoción de la Salud.

La promoción de la salud se centra en alcanzar la equidad sanitaria, reducir las


diferencias en el estado actual de la salud, a asegurar la igualdad de oportunidades y
proporcionar los medios que permitan a toda la población desarrollar al máximo su salud
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potencial, esto incluye una base sólida en un ambiente de apoyo, acceso a la


información, habilidades vitales y oportunidades de hacer elecciones sanas.

Empoderamiento y Redes.

La idea y el concepto actual de promoción de la salud como "los procesos que


favorecen el control de los individuos y grupos sobre las variables que condicionan su
propia salud", surge en la Conferencia de la OMS en Ottawa en 1986. Sin embargo puede
resultar útil para su comprensión, el exponer previamente tanto las corrientes de
pensamiento sanitario que la han influido como las tendencias políticas y organizativas
que han ido conformando la promoción de la salud tal y como la entendemos hoy en día.

Los elementos diferenciales de la promoción de la salud con otros modelos de


intervención en Salud Pública y en general, en ciencias de la salud, pueden identificarse
como:

A) Basados en una aproximación holística y no estrictamente médica.

B) Centrados en una perspectiva de actuación no paternalista, sino favorecedora de


las opciones personales y grupales.

Los primeros antecedentes en la práctica de lo que hoy entendemos por Promoción


de la Salud, los podemos encontrar en los cambios que se produjeron como
consecuencia de la percepción de la importancia de las llamadas enfermedades crónicas
en los países desarrollados durante la década de los 50 y 60 del siglo XX.

A finales de los años sesenta había pues, por un lado, algunas piezas de evidencia
empírica que habían vinculado algunas conductas individuales con algunas
enfermedades crónicas y por otro, un marco de análisis basado en la idea de multi
causalidad, novedosa entonces en el pensamiento médico.

Se produce una tendencia que vincula aún más a la epidemiología y a la Salud Pública
con el modelo médico y, como consecuencia, el análisis de los problemas de salud se
plantea desde una perspectiva individual. Se trata pues, de "buscar factores de riesgo
para enfermedades crónicas" como antes se buscaban agentes causales en los
ecosistemas microbianos para las infecciosas y básicamente esta búsqueda se centra
en el comportamiento de los individuos.
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El correlato en la acción de este abordaje dominante en la interpretación causal,


resultaba obvio: al igual que el periodo higienista esterilizó y desinfectó, la epidemiología
de crónicas pretendió cambiar conductas individuales.

La Salud Pública, que desde los años 40 había casi desaparecido confiando en la
capacidad de las balas mágicas terapéuticas como los antibióticos, vuelve a necesitar de
intervenciones poblacionales y reinventa la acción. Para ello, se basa en su propia
historia desarrollando una "higiene de las enfermedades crónicas" esto es: la educación
sanitaria.

Abandonada la quimera de que cada enfermedad tuviera su tratamiento etiológico


especifico o su vacuna, se retorna durante los años 70 la rica herencia Higienista, que
también había usado frecuentemente de métodos educativos para la profilaxis individual,
la mejora de la nutrición infantil o la introducción, a partir de los años 20, de la higiene
personal.

En la práctica, el desarrollo de esta nueva aproximación, pronto se vió limitada por


condicionantes científicos y políticos que afectaban su efectividad. Por un lado, la
transmisión de información e incluso la educación, no eran suficientes para cambiar
conductas. Especialmente si estas estaban relacionadas con sustancias adictivas como
el alcohol o el tabaco.

Por otro lado, la aproximación Higienista del autoritarismo de la policía sanitaria del
siglo XIX, chocaba frontalmente con los valores de las sociedades democráticas del
mundo Occidental. Era imprescindible la elaboración de herramientas más complejas,
que fueran aceptables tanto para la población como para los políticos. Porque, además,
empiezan a producirse paradojas administrativas como que los estados nación intenten
reducir el consumo de tabaco y al mismo tiempo, obtener notables beneficios del propio
consumo por medio de la fiscalidad, o como ocurre con Tabacalera en el caso español,
de su propia comercialización.

Incorporar la complejidad y la democracia -mediante la participación- a la práctica de


la Salud Pública eran retos que se hicieron cada vez más evidentes durante los años 80
y que condujeron a que durante algunos años se usara el término de La Nueva Salud
Pública".
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Durante los años 70 y en paralelo al desarrollo de la educación sanitaria basada en


factores de riesgo, comienza a vertebrarse un notable cuerpo teórico, crítico con estas
aproximaciones. El modelo médico es criticado por su falta de eficacia

Pero es a partir de Alma Ata cuando empieza a hablarse de promoción de la salud. Al


principio con el nombre de "prevención primordial" como término que se basaba en el
modelo medicalizado de Ciark de prevención primaria, según la historia natural de la
enfermedad, ya que planteaba iniciativas incluso previas a la prevención primaria. Se
trataba de actuar sobre las causas de las causas. La necesidad de un modelo de
intervención más amplio que la educación sanitaria sobre conductas, resultaba obvio en
aquellos años. Se puso de manifiesto la importancia de las políticas y de su análisis para
la acción sanitaria. Hubo un renacer de la percepción de la importancia del medio
ambiente físico social y cultural, junto con una reivindicación política de disminución de
la asimetría paretiana en el sector salud, surgiendo la aplicación al terreno de la salud de
la noción feminista de "empowerment".

Defensa de la salud, capacitación y mediación

La Carta de Ottawa supone, además del nacimiento de la promoción de la salud en


un sentido amplio, el inicio de un nuevo estilo de trabajo en Salud Pública que supera los
problemas en décadas anteriores. Este marco puede resolver la vía muerta de intentar
aplicar el higienismo a nuestros tiempos. Proponía la unión operativa entre información
y acción, sugiriendo la incorporación de las tradicionales actividades de vigilancia
epidemiológica y vigilancia de la Salud Pública en la función de defensa de la salud.

Esto quiere decir que el profesional de Salud Pública ha de pasar de su actual status
de subordinación administrativa en el Estado a tener una voz más pública para defender
la salud de la población o de un grupo. Esto supone no solo un cambio de status
profesional sino también un cambio en la naturaleza de la información que recogemos.

Una reunión de la OMS en Barcelona, en 1987, definió la naturaleza de esta nueva


información que necesitamos como índices que:

A) Son capaces de estimular el cambio debido a su visibilidad política y a su impacto,


son sensibles a los cambios y permiten comparaciones.
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B) Deben recogerse, usarse y entenderse fácilmente por la población y los decisores.

C) Están relacionados con la promoción de la salud en el sentido de la definición de


Ottawa.

Uno de los vehículos más interesantes en que ha cristalizado esta propuesta de


Ottawa y en parte los Criterios de Barcelona, es en la realización de informes de salud
periódicos. La idea ha cristalizado tanto desde el ámbito gubernamental como desde
asociaciones profesionales o grupos de presión. Estos informes proporcionan
información asequible tanto a la población como a los decisores, a través de los medios
de comunicación de masas.

Se crea así un marco de rendimiento de cuentas público sobre las actuaciones y los
programas, que puede poner a la salud y a las actividades de Salud Pública, tanto en la
agenda de los políticos como en la de los intereses de los ciudadanos, ayudando a crear
un clima social favorable al desarrollo de políticas públicas saludables.

Como respuesta a los excesos paternalistas de la educación sanitaria y a sus efectos


secundarios de culpabilizacion de las víctimas y reafir-mando el derecho al propio control
de la salud por parte de los individuos y grupos, surge en Ottawa la noción de
capacitación.

No se trata ya de decir a la gente lo que debe o no debe hacer, sino de capacitarlos


para una gestión más autónoma de su salud y de los eventuales episodios de perdida de
la misma, incluyendo un uso más autónomo de los servicios sanitarios y la tecnología
médica.

La noción de capacitación está firmemente anclada, tanto en la tradición de la


educación sanitaria como en la incorporación a la misma de las ideas de Paulo Freire e
Ivan Illich. El apoyo a la autoayuda, los autocuidados, las redes sociales y el
reforzamiento comunitario son actividades claramente vinculadas con la función de
capacitación.

Nancy Milio articuló en los años 80 otra idea clave, la de políticas públicas saluda-bles,
proporcionando un marco de referencia útil para la actuación intersectorial. Las
decisiones de los individuos son las que conforman su situación de salud. Pero a su vez,
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estas decisiones se producen dentro de un rango de opciones que está establecido por
las políticas tanto públicas como corporativas.

El tamaño del rango de opciones, es decir, el nivel de desarrollo humano, condiciona


la probabilidad de elecciones más saludables. En esta situación, conseguir que grupos
de población numerosos adopten las opciones más saludables supone desplazar todo el
rango de opciones hacia el lado de la salud. Para ello es necesario conseguir que se
desarrollen políticas publicas saludables que influyan en las políticas corporativas. Se
define así la tercera función de la promoción de la salud, establecida en la carta de
Ottawa, como mediación.

Entornos saludables

La aproximación por "entornos" se ha mostrado útil en el proceso de clarificación de


objetivos para la intervención en promoción de la salud. Es el núcleo de trabajo de la
mayoría de los proyectos actualmente en marcha bajo este enfoque, como Ciudades
Saludables, Escuelas Promotoras de Salud, Hospitales Saludables, Prisiones
Saluda-bles, Universidades Saludables, Lugares de Trabajo Saludables.

La insuficiencia del modelo bioético en Promoción de la Salud

Por su especial situación con respecto a la integridad del cuerpo humano y sobre todo
por su capacidad para vulnerarlo, la medicina en sociedades democráticas se ha visto
obligada a la reflexión ética. Se ha desarrollado en los últimos 20 años un importante
cuerpo de razón práctica denominado "Bioética".

Incluso mucho más recientemente, y dado la especialísima situación de los médicos


obligados a ser juez, abogado y fiscal e incluso ejecutar ellos mismos las sentencias, se
ha desarrollado la llamada bioética clínica, intentando rellenar con razón práctica las
cuestiones morales que suscita el desarrollo de la tecnología en medicina.

La Salud Pública está muy influida por la corriente bioética, y hasta el momento no se
ha preocupado mucho de desarrollar un proceso de razonamiento práctico parecido que
aliente, no ya las decisiones profesionales del médico, sino las del salubrista. No es ajeno
sin duda a este retraso el hecho de la mayor profesionalización de la medicina como
profesión liberal y la ya comentada insuficiente profesionalización de la Salud Pública.
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Un médico está solo -con su profesión- frente al paciente y los dilemas morales (y los
eventuales litigios). Esta situación obliga al desarrollo deontológico y a los códigos de
buena práctica.

La Salud Pública por su parte, al estar cobijada en el abrazo del oso que el estado
nación le presta, diluye la mayoría de las veces la discusión ética en discusión de política
partidaria.

La situación es compleja, en la medida en que una profesión no puede desarrollarse


sin deontología y en que la clarificación del debate moral es mucho más específica que
los debates generales de política partidaria. Los profesionales de la Salud Pública
parecen socialmente liberados de las consecuencias de sus propios actos. La queja más
frecuente que cualquiera puede oír en los servicios de Salud Pública es: "No hay voluntad
política".

En las discusiones académicas en Salud Pública se plantea por un lado el seguidismo


de los desarrollos producidos por la bioética médica y, por otra parte, la aspiración a la
producción de una ética propia. ¿Qué camino deberíamos seguir?

Quizás, la reflexión sobre el mandato para actuar puede arrojar luz sobre esta
cuestión. La medicina justifica sus actuaciones (y la cirugía también) en la existencia de
una demanda explícita, en la actuación sobre un solo individuo y en los enunciados
bioéticos básicos de beneficencia y no- maleficencia. A los médicos se les permite
vulnerar la integridad del cuerpo humano, quizás el principio más protegido por el
ordenamiento penal occidental.

Un cirujano podría hacer realidad factual las más sangrientas ensoñaciones de "Jack
el destripador" sin ir a la cárcel porque un paciente le pidió ayuda explícita. También,
porque estableció con él una relación interpersonal que está basada en la confianza de
que el médico perseguirá hacer el bien y no el mal para su paciente.

Sin embargo, en el caso de la Salud Pública las cosas son bien distintas. La demanda
explícita y personal no existe. No se establece una relación personal, sino colectiva y
mediada por el poder político. Finalmente, la cobertura de los programas de Salud
Pública es masiva y no personal. Aquello que es consi-derado como efectos secundarios
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aceptables en clínica, por ejemplo, una letalidad del uno por mil, en salud Pública
resultaría una catástrofe.

Si no existe una demanda explícita de ayuda por parte de una persona, entonces
¿cómo justificar éticamente los efectos secundarios por pequeños que estos sean? La
mayoría de los efectos secundarios de los programas de salud pública, que por su
naturaleza colectiva afectan a miles de personas que, sobre todo, no han pedido ayuda
de manera explícita. La Salud Pública ejerce sobre principios bioéticos -hacer el máximo
de bien y el mínimo de mal- sin que se dé la primera cláusula básica: el establecimiento
de la relación clínico-enfermo.

Necesitaríamos pues, para solventar esta cuestión, que afecta al mismo núcleo de
nuestra actividad desarrollar una ética propia. Este ejercicio de reflexión debería
centrarse en las consecuencias de las acciones de la Salud Pública, que son muy
diferentes del acto clínico y que necesitan un escrutinio técnico más pormenorizado que
la crítica partidaria a los gobiernos.

En la actualidad el mandato para actuar de la Salud Pública emana del poder político,
pero los partidos políticos no describen en sus programas electorales los programas de
Promoción de la Salud que pretenden poner en marcha. Como consecuencia
necesitamos una ética independiente tanto de la Medicina como de la política partidaria.

Para David Buchanan la clave está en repensar el propio objetivo de la Salud Pública
como un proceso participativo con la comunidad. Para él, más que buscar la salud de la
comunidad, incluso en contra de su propio criterio, la Salud Pública debe "buscar con los
miembros de la comunidad un acuerdo sobre los cursos de acción que propicien una
vida comunitaria compartida de calidad".

Si no se produce este dialogo social, ¿Dónde reside el mandato de la Salud Pública


para actuar? Existen otras cuestiones críticas y urgentes que debía abordar una ética
propia de la Salud Pública. Aparte de la cuestión ya citada de la legitimidad para actuar,
las discusiones éticas clásicas en cuanto a la lógica utilitarista como oposición a
planteamientos más equitativos, tocan de lleno el núcleo de acción de la Salud Pública.
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Hay muchos, quizás demasiados, interrogantes abiertos. Siguiendo a Buchanan


primero deberíamos hacernos conscientes del déficit de razón práctica que la Salud
Pública acarrea, posteriormente examinar que es aplicable y que no del modelo bioético,
y luego iniciar un dialogo público sobre virtudes cívicas. Al fin y al cabo, la Salud Pública
depende de cursos de acción sociales y esto es el terreno en las Ciencias Morales de la
ética de las virtudes cívicas.

Para Len Duhi el 'nosotros' es la esencia de la comunidad, pero para construir el


nosotros es necesaria la confianza colectiva. Para la Salud Pública sin duda, la virtud
cívica más relevante es la confianza porque sin ella no hay comunidad ni acción social.
Confianza en que la actividad social y comercial no dañará nuestra salud, confianza en
que los poderes del estado vigilan la actividad social defendiendo nuestro derecho a la
salud.
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CONCLUSION

“Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”.
Algunas de estas enseñanzas fundamentales son que los obstáculos al acceso deben
detectarse y eliminarse sistemáticamente; la fragmentación y segmentación de los
sistemas y servicios de salud es una receta para el fracaso; la participación social a nivel
local es un requisito previo para el éxito; los gobiernos nacionales deben impulsar y
asumir el proceso hacia la salud universal en coordinación con los asociados; “universal”
quiere decir universal, sin excusas o medidas a medias en el suministro de los servicios
de salud necesarios a todas las personas, y la salud universal no puede lograrse sin
políticas, programas y acciones multisectoriales que abordan los determinantes sociales
de la salud.

Para alcanzar el grado más alto posible de bienestar físico, mental y social, debemos
mantener el compromiso de larga data que los Estados Miembros de la las
Organizaciones Mundiales de Salud, con los valores y los principios de la atención
primaria de salud, la promoción de enfoques de la salud basados en los derechos, el
desarrollo sanitario nacional equitativo y los conceptos de participación e inclusión.

. El liderazgo del gobierno y la voluntad política para fortalecer el enfoque de la


atención primaria de salud y avanzar hacia la salud universal son factores fundamentales
en los procesos que procuran fortalecer y transformar los sistemas de salud en las
regiones. requiere fortalecer la capacidad técnica para formular y ejecutar políticas
sanitarias, promover todas las políticas públicas que fomenten y sustenten la salud
universal, y contribuir a su formulación y ejecución. Esta capacidad técnica implica
determinar la factibilidad, viabilidad y legitimidad de los cambios necesarios; analizar las
necesidades de salud y los determinantes sociales de la salud, y señalar las
intervenciones pertinentes. Los mecanismos, los espacios y la rendición de cuentas para
la participación social son herramientas esenciales para asegurar que la formulación y
ejecución de políticas sanitarias correspondan a las expectativas y necesidades de las
personas.

Un principio clave del enfoque de atención primaria de salud es la provisión de


servicios de salud integrales lo más cerca posible del lugar donde las personas viven y
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trabajan. La cobertura eficaz de servicios y los resultados en materia de salud pueden


mejorar enormemente con el fortalecimiento del primer nivel de la atención en una red
integrada de servicios de salud que reúna la promoción de la salud, la prevención de
enfermedades y un conjunto de servicios de salud progresivos; que tenga en cuenta las
condiciones sociales y de salud específicas de la población, y que use un enfoque
intersectorial. Las inversiones estratégicas en el financiamiento de la salud dirigidas al
desarrollo de recursos humanos para la salud universal y mejoras de la infraestructura
sanitaria son cruciales, igual que el establecimiento de programas de seguro social y
protección social que permitan que las personas tengan acceso a la atención primaria de
salud y a servicios integrados de salud cuando los necesiten. Una mayor accesibilidad
financiera de los servicios de atención primaria de salud es un componente esencial del
progreso hacia la salud universal y la reducción de las inequidades en materia de salud.
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Referencias

C. Álvarez, D., & Llaguno, M. (28 de marzo de 2000). rua.ua.es. Obtenido de


https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/2329/1/sespas.pdf
Daracelis. (6 de octubre de 2017). blog la salud y suscaracteristicas en venezuela.
Obtenido de NIVELES DE ATENCIÓN, DE PREVENCIÓN Y ATENCIÓN
PRIMARIA DE LA SALUD:
https://lasaludysuscaracteristicasenvenezuela.wordpress.com/2017/10/06/nivele
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Díaz Dardet, C. (15 de enero de 2023). aniorte-nic.net. Obtenido de http://www.aniorte-
nic.net/apunt_polit_plan_5.htm
Díaz Dardet, C. (s.f.). POLÍTICAS Y PLANES DE SALUD. Alicante. Obtenido de
https://www.insp.mx/resources/images/stories/Centros/nucleo/docs/dip_lsp/politic
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