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Profesor Juan Garcia 2 Trabajo
Profesor Juan Garcia 2 Trabajo
Integración Sociopolítica
Segundo Trabajo
Docente: Integrante:
INTRODUCCION
Planificación
Sin embargo, los objetivos de salud de la OMS en nuestro país, no ha sido la adecuada
ya que, en algunas de las áreas, las relativas a problemas de salud, estilos de vida y
temas concretos del medio ambiente, se progresa adecuadamente en una buena
proporción de objetivos; sin embargo, aspectos tan importantes, como la equidad en
salud, el control del consumo de tabaco, alcohol y drogas, los accidentes y las políticas
sobre medio ambiente, no avanzan en la dirección adecuada. En las áreas de servicios
sanitarios y en la de investigación y desarrollo para apoyar la estrategia de salud para
todos, existe una falta importante de información para su evaluación, o sus
correspondientes objetivos se sitúan en posiciones lejanas a su cumplimiento.
En teoría, los objetivos también ayudan a gestionar los recursos, poniendo énfasis en
las estrategias realistas y realizables, así como en mejorar la posibilidad de evaluar los
resultados y los logros alcanzados.
Por tanto, habrá que tener en cuenta que ni el proceso de la enfermedad ni la realidad
sanitaria y social se rigen por principios matemáticos que permitan deducir, sin un amplio
margen de variabilidad, cuál será el resultado de las acciones del sistema, y no otorgar
a los objetivos de salud más valor del que pueden tener.
Si algo han supuesto los PS en la política sanitaria española ha sido una cierta dosis
de movilización, un instrumento de participación y un acicate para la discusión,
eminentemente técnica. Sin embargo, también es posible adivinar algunos elementos
que conforman un cierto "retrato del fracaso", principalmente en su vertiente de gestión
de los servicios sanitarios (no planes sanitarios sino planes de salud, pero planes de
salud seguidos de planes de servicios), su vinculación a la realidad (de información a
estrategia de intervención) y la falta de diálogo (comunicación) entre los distintos
sectores implicados, de forma que han escaseado las políticas intersectoriales efectivas.
Los retos que se plantean en la política sanitaria de nuestros días pasan por saber cómo
dejar de concebir PS con fronteras para riesgos sin fronteras, cómo transformar ejercicios
enciclopédicos en marcos de compromiso para la acción, cómo pasar de un enfoque
reduccionista, de objetivos como indicadores de posición, a un enfoque con mayor
perspectiva, en el que los objetivos no son el puerto de llegada sino una herramienta
para llevar el timón y mantener el rumbo.
constituir un ente que sea capaz de negociar entre sectores y, a su vez, con el
responsable de la financiación.
Promoción de la Salud.
Empoderamiento y Redes.
A finales de los años sesenta había pues, por un lado, algunas piezas de evidencia
empírica que habían vinculado algunas conductas individuales con algunas
enfermedades crónicas y por otro, un marco de análisis basado en la idea de multi
causalidad, novedosa entonces en el pensamiento médico.
Se produce una tendencia que vincula aún más a la epidemiología y a la Salud Pública
con el modelo médico y, como consecuencia, el análisis de los problemas de salud se
plantea desde una perspectiva individual. Se trata pues, de "buscar factores de riesgo
para enfermedades crónicas" como antes se buscaban agentes causales en los
ecosistemas microbianos para las infecciosas y básicamente esta búsqueda se centra
en el comportamiento de los individuos.
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La Salud Pública, que desde los años 40 había casi desaparecido confiando en la
capacidad de las balas mágicas terapéuticas como los antibióticos, vuelve a necesitar de
intervenciones poblacionales y reinventa la acción. Para ello, se basa en su propia
historia desarrollando una "higiene de las enfermedades crónicas" esto es: la educación
sanitaria.
Por otro lado, la aproximación Higienista del autoritarismo de la policía sanitaria del
siglo XIX, chocaba frontalmente con los valores de las sociedades democráticas del
mundo Occidental. Era imprescindible la elaboración de herramientas más complejas,
que fueran aceptables tanto para la población como para los políticos. Porque, además,
empiezan a producirse paradojas administrativas como que los estados nación intenten
reducir el consumo de tabaco y al mismo tiempo, obtener notables beneficios del propio
consumo por medio de la fiscalidad, o como ocurre con Tabacalera en el caso español,
de su propia comercialización.
Esto quiere decir que el profesional de Salud Pública ha de pasar de su actual status
de subordinación administrativa en el Estado a tener una voz más pública para defender
la salud de la población o de un grupo. Esto supone no solo un cambio de status
profesional sino también un cambio en la naturaleza de la información que recogemos.
Se crea así un marco de rendimiento de cuentas público sobre las actuaciones y los
programas, que puede poner a la salud y a las actividades de Salud Pública, tanto en la
agenda de los políticos como en la de los intereses de los ciudadanos, ayudando a crear
un clima social favorable al desarrollo de políticas públicas saludables.
Nancy Milio articuló en los años 80 otra idea clave, la de políticas públicas saluda-bles,
proporcionando un marco de referencia útil para la actuación intersectorial. Las
decisiones de los individuos son las que conforman su situación de salud. Pero a su vez,
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estas decisiones se producen dentro de un rango de opciones que está establecido por
las políticas tanto públicas como corporativas.
Entornos saludables
Por su especial situación con respecto a la integridad del cuerpo humano y sobre todo
por su capacidad para vulnerarlo, la medicina en sociedades democráticas se ha visto
obligada a la reflexión ética. Se ha desarrollado en los últimos 20 años un importante
cuerpo de razón práctica denominado "Bioética".
La Salud Pública está muy influida por la corriente bioética, y hasta el momento no se
ha preocupado mucho de desarrollar un proceso de razonamiento práctico parecido que
aliente, no ya las decisiones profesionales del médico, sino las del salubrista. No es ajeno
sin duda a este retraso el hecho de la mayor profesionalización de la medicina como
profesión liberal y la ya comentada insuficiente profesionalización de la Salud Pública.
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Un médico está solo -con su profesión- frente al paciente y los dilemas morales (y los
eventuales litigios). Esta situación obliga al desarrollo deontológico y a los códigos de
buena práctica.
La Salud Pública por su parte, al estar cobijada en el abrazo del oso que el estado
nación le presta, diluye la mayoría de las veces la discusión ética en discusión de política
partidaria.
Quizás, la reflexión sobre el mandato para actuar puede arrojar luz sobre esta
cuestión. La medicina justifica sus actuaciones (y la cirugía también) en la existencia de
una demanda explícita, en la actuación sobre un solo individuo y en los enunciados
bioéticos básicos de beneficencia y no- maleficencia. A los médicos se les permite
vulnerar la integridad del cuerpo humano, quizás el principio más protegido por el
ordenamiento penal occidental.
Un cirujano podría hacer realidad factual las más sangrientas ensoñaciones de "Jack
el destripador" sin ir a la cárcel porque un paciente le pidió ayuda explícita. También,
porque estableció con él una relación interpersonal que está basada en la confianza de
que el médico perseguirá hacer el bien y no el mal para su paciente.
Sin embargo, en el caso de la Salud Pública las cosas son bien distintas. La demanda
explícita y personal no existe. No se establece una relación personal, sino colectiva y
mediada por el poder político. Finalmente, la cobertura de los programas de Salud
Pública es masiva y no personal. Aquello que es consi-derado como efectos secundarios
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aceptables en clínica, por ejemplo, una letalidad del uno por mil, en salud Pública
resultaría una catástrofe.
Si no existe una demanda explícita de ayuda por parte de una persona, entonces
¿cómo justificar éticamente los efectos secundarios por pequeños que estos sean? La
mayoría de los efectos secundarios de los programas de salud pública, que por su
naturaleza colectiva afectan a miles de personas que, sobre todo, no han pedido ayuda
de manera explícita. La Salud Pública ejerce sobre principios bioéticos -hacer el máximo
de bien y el mínimo de mal- sin que se dé la primera cláusula básica: el establecimiento
de la relación clínico-enfermo.
Necesitaríamos pues, para solventar esta cuestión, que afecta al mismo núcleo de
nuestra actividad desarrollar una ética propia. Este ejercicio de reflexión debería
centrarse en las consecuencias de las acciones de la Salud Pública, que son muy
diferentes del acto clínico y que necesitan un escrutinio técnico más pormenorizado que
la crítica partidaria a los gobiernos.
En la actualidad el mandato para actuar de la Salud Pública emana del poder político,
pero los partidos políticos no describen en sus programas electorales los programas de
Promoción de la Salud que pretenden poner en marcha. Como consecuencia
necesitamos una ética independiente tanto de la Medicina como de la política partidaria.
Para David Buchanan la clave está en repensar el propio objetivo de la Salud Pública
como un proceso participativo con la comunidad. Para él, más que buscar la salud de la
comunidad, incluso en contra de su propio criterio, la Salud Pública debe "buscar con los
miembros de la comunidad un acuerdo sobre los cursos de acción que propicien una
vida comunitaria compartida de calidad".
CONCLUSION
“Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”.
Algunas de estas enseñanzas fundamentales son que los obstáculos al acceso deben
detectarse y eliminarse sistemáticamente; la fragmentación y segmentación de los
sistemas y servicios de salud es una receta para el fracaso; la participación social a nivel
local es un requisito previo para el éxito; los gobiernos nacionales deben impulsar y
asumir el proceso hacia la salud universal en coordinación con los asociados; “universal”
quiere decir universal, sin excusas o medidas a medias en el suministro de los servicios
de salud necesarios a todas las personas, y la salud universal no puede lograrse sin
políticas, programas y acciones multisectoriales que abordan los determinantes sociales
de la salud.
Para alcanzar el grado más alto posible de bienestar físico, mental y social, debemos
mantener el compromiso de larga data que los Estados Miembros de la las
Organizaciones Mundiales de Salud, con los valores y los principios de la atención
primaria de salud, la promoción de enfoques de la salud basados en los derechos, el
desarrollo sanitario nacional equitativo y los conceptos de participación e inclusión.
Referencias