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EN TEORIA Barnicese de negro y véndase como literatura Por Javier Coma* «Negras cremas de frivola belleza dan apariencias de brillo literario a novelas que tal vez sin ellas hubieran sido consideradas simples productos de consumo para entretenimientos poco distinguidos. Los libros embetunados se mezclan asi con los auténticos exponentes de aquel hist6rico movimiento que fue denominado novela negra». Asi resume Javier Coma el contenido de este articulo, que constituye una apasionada defensa de la novela negra y un intento de aclarar el confusionismo de la «guerra» de denominaciones del género policiaco, =a CLIT a extraordinaria vitalidad de a novela americana duran- te los aflos veinte, treinta y cuarenta, produjo un grupo de auto- res que recurrieron tematicamente a la presencia del crimen en la sociedad contemporanea y propusieron enfo- ques realistas, testimoniales y criticos. EI hecho de que algunos de estos autores surgieran en revistas de narra- tiva popular —Ilamadas pulps— con especializacién en el género policiaco ha resultado decisivo para que se con- funda a los mismos con los practican- tes de dicho género, El problema no tendria excesiva im- ortancia desde el punto de vista que admite la indefinicién de fronteras con respecto a los ambitos tematicos ¢ incluso la dificultad de establecer barreras entre los verdaderos creado- res de literatura y los escritores de re- latos sin mas ambicién ni contenido que el del pasatiempo trivial. Pero existen fendmenos periféricos a las realidades de la novela negra y de la subliteratura policiaca que convierten explicables confusionismos en misti- ficadoras estrategias de edicidn e in- formacién. Hasta el punto de que se aprovecha reiteradamente el recono- cimiento cultural de la novela negra en nuestras latitudes para etiquetar como tal un sinfin de libros que no responden a las caracteristicas de aquel peculiar € importante movi- miento literario; y no es de extranar que muchos de estos embetunados li- bros consistan meramente en tipicos subproductos de género policiaco, s6lo aptos para consumidores poco exigentes. La trampa de las legitimaciones Desde tiempos remotos los cultiva- dores del género policiaco y los afi- cionados al mismo han pretendido le- gitimarlo mediante la falaz operacién de incluir en su trayectoria histérica a destacados representantes de lo con- siderado como alta literatura. De este modo, los manuales dedicados a tra- zarla evolucién del género situaron y sitan en ella nada menos que a Ed- gar Allan Poe, Wilkie Collins, Arthur Conan Doyle y Gilbert Keith Chester- ton, si reparar en que autores tales de- ben ser analizados y valorados en fun- cidn de otros Ambitos y contextos, al igual que los Balzac y Dostoievsky también solicitados para el intento de dar cartas de nobleza a la novela po- liciaca. La historia de ésta, cenida a la narrativa popular de fécil y répido consumo, tiene un camino propio, ue sélo puede cruzarse con los rum- bos de escritores al estilo de los cita- dos si se aplican criterios superficia- les y faltos de rigor; algo parecido sucede con las iniciativas de conside- rar autores de género policiaco a Si- menon, Graham Greene o Friedrich Diirrenmatt, personalidades de la li- teratura a las que hay que contemplar en virtud de ubicaciones histéricas mas veraces. Hay que admitir, de una vez por todas, que el género policia- co se rediuce a una subliteratura cen- trada en la accién, el enigma o el sus- EN TEORIA pense, y desarrollada para puiblicos con mintisculo interés hacia la verda- dera creatividad literaria, La tactica de legitimacién median- te escritores fordneos al género pero reconocidos por las éites culturales ha sido reiterada en la defensa del géne- 10 policiaco: ge6mo, si no, unir con la literatura a novelistas tipo Agatha Christie, Edgar Wallace, Rex Stout, S.S, Van Dine, Ellery Queen, etc? Este género supone, con todas las im- precisiones de limites anexas a los gé- neros, una directriz aprioristicamen- te reftida con reales objetivos estéticos, y si se aducen, con toda justicia, ex- ‘epeiones (por ejemplo, John Dickson Carr) el resultado equivale a la con- firmacién de la regia Obsérvese que el movimiento histé~ rico de la novela negra no ha necesi- tado legitimarse del modo como los adalides del género policiaco preten- dieron rehabilitar a éste. Los estudio- sos de la novela negra no hemos apelado ni a William Faulkner (San- twario, Intruso en el polvo) nia Nor- man Mailer (Costa Barbara, Un sue- flo americano, Los hombres duros no bailan) para tratar de ennoblecer a di- cha corriente, Por tanto, del mismo modo que en la historia de la novela negra no figu- ran ni deben figurar Faulkner 0 Mai- ler, ni tampoco Dreiser 0 Capote, en la evolucién del género policiaco no hay que insertar a escritores que, afor- tunadamente, pertenecieron a otros campos de la literatura mucho mas trascendentales, Del negro al «polar» Prueba de que la comentada estra- tegia de legitimacion del género poli- ciaco ha fracasado, por su propia falacia, es que tiltimamente se la su: tituye, en nuestros lares, por otra nue- va: la que disfraza de novela negra a los subproductos consumistas que tienden a ofrecer accién, enigma y suspense en estado mas bien crudo. Primero se ha querido englobar no- vela negra y género policiaco en una especie de macrogénero al que se de- nomina novela criminal, pero Iain tilidad de este concepto, acufiado para integrar elementos tan dispares, pa- rece cada dia més apabullante. En consecuencia, los editores (y, a remol- ue, los informadores 0, mejor dicho, los ‘desinformadores) liaman novela negra a todo lo anteriormente inclui- do en el saco de la novela criminal De ahi que autores con la categoria li teraria de Dashiell Hammet, Ray- mond Chandler, James M. Cain, Ho- race McCoy, Chester Himes, Jim Thompson, David Goodis y William Riley Burnett sean utilizados, con su presencia en las mismas colecciones, para elevar las apariencias cualitativas de un mont6n de escritores de narra- tiva de consumo. El reconocimiento cultural de la novela negra ha facili- tado el engafio: llamese novela negra a cuanto, aunque sea superficialmen- te, se le pueda asemejar y quedard autométicamente prestigiado y en me- Jores condiciones de venta a un piibli- co adecuadamente desorientado. Sin embargo, esta nueva téctica choca con el progresivo estudio en profundidad de la novela negra. Hoy dia ya se comienza a saber que la no- vyela negra no es un género con vigen- cia actual sino que fue un movimien- to literario a lo largo de un concreto periddico histérico en un pais deter- minado, es decir, desde el ocaso de los afios veinte hasta como méximo— los inicios de los sesenta en Estados Unidos. ¥ que, por tanto (si bien han cabido prolongaciones a cargo de al- atin escritor veterano, como ¢s el caso de Patricia Highsmith, o unas pocas aclimataciones en otros paises), hoy no se practica, en rigor, novela negra sino la continuidad del tradicional gé nero policiaco 0, a lo més, una narra~ tiva criminal, surgida de este género y.con cierto influjo de escritores «ne- ros», a la que podria llamarse «no- vela urbana», Resulta revelador que en Franc pais donde (al cabo de la segunda gue- ra mundial) nacié el concepto de no- yela negra, criticos y fabuladores se dieran cuenta, a finales de los aflos se- tenta, de que era ridiculo seguir bau- tizando como noires a las novelas 25 clu? autéctonas, cuya inmensa mayoria procedian, en linea directa, de la na- rrativa policiaca de consumo. A raiz de esta oportuna revelacién se desa- rrollaria en Francia el concepto de polar, referible a la heterogénea glo- balidad aqui denominada novela cri- minal. Comercializar lo noir equiva- lia_a. descomercializar el género policiaco, pero éste necesitaba del prestigioso apoyo de la novela negra: la respuesta fue el saco comin, el polar. aco Y aqui, lo poli Poco después de la maniobra fran- c6fona, escritores de paises sudame- ricanos donde se acogié (antes que en. Espaia) el concepto de novela negra, comenzaron a reivindicar la denomi- nacién de novela policiaca una vez que se vieron ante el mismo proble- ma que sus colegas franceses. Y, via ‘comunicacién en idioma castellano, EN TEORIA EL AALCON MAES asi como en un cercano pretérito, im- portamos del otro lado del Atlintico la expresion «novela negra». Sin em- bargo, parece que, de andlogo origen y por idéntico sendero, estamos ad- quiriendo, o readquiriendo, la antigua denominacién «novela policiacan. Los editores atin no han entrado en este nuevo juego (que supone, desde luego, catalogar como autores poli- ciacos a los Hammet, Chandler, Cain, Thompson, Goodis, McCoy, etc.) pero si un buen mimero de novelistas locales, que han decidido asociarse bajo el nombre de autores policiacos. Cabe afirmar que, si esta iniciativa evita la mezcla de los productos ela- borados por sus responsables con las auténticas novelas negras de los afios treinta, cuarenta y cincuenta, habria que felicitar a los promotores de la asociacién. Pero, de momento, dudo de que su intencionalidad sea tan ¢jemplar: han contribuido con otras asociaciones similares, de otros pais 26, CLI7 a organizar un premio de novela po- jaca que lleva el nombre de iHammett! Paralelamente, se incrementa la vi- sién de que el histérico movimiento de la novela negra americana est tan apartado del género policiaco que goza de mayores nexos con la narra- tiva mainstream (es decir, sin zénero) de su época que con cualquier otra ¥ ello conduce a una conclusion: cuando la critica oficial haya recono- cido plenamente a los grandes auto- res «negros», éstos pasardn a ser es- tudiados en las mismas esferas que sus contemporaneos americanos de pri- mera linea literaria, especialmente junto a los que practicaron el estilo behaviorista y junto a los que culti- varon el realismo social. Asi se cumplird, justicieramente, lo que aquellos excelentes novelistas exi- sian en vida: que, por el mero hecho de acudir a la temética del crimen, no se les afiliara al género policiaco. Una y otra vez Hammett, Burnett, Cain, McCoy, Goodis, reclamaron su leja- nia de dichos parémetros sublitera- rios, al igual que la reclama hoy Pa- tricia Highsmith, Déjenles en paz, pues, los oficiantes, 1os editores y los amantes de la narrativa policiaca pe- ninsular, y sittiense donde les corres- onde, sin mas ceremonias de la con- fusion ni falsas etiquetas negras. Cuando se tiene talento no hacen fal- tani unas ni otras, como algiin autor de nuestros lares ya se ha encargado de demostrar. Sin betiin. * Javier Coma es autor de La novela negra (0980), Luces y sombras del cine negro (1981, con IM. Latorre), Diccionario de a novela ne ‘gra norteamericana (1985) ¥ Diccionario del Cine negro (de préxima publicacién por Edi ‘ions 62), y director de la coleecion de novela negra «Seleecions de La Cua de Palla», Actual, mente estd preparando una historia de la no- vela negra,

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