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LA ENTIDAD HUMANA DEL ENFERMO* Por Honorio DELtcapo Constituye mdximo privilegio y mdxima responsabilidad de la pro- én médica servir al hombre doliente atendiendo a su complejidad de ser biolégico, social y espiritual. Para el cumplimiento de tal come- tido es menester que cultive diversas y dificiles disciplinas cientfficas y que las aplique con arte, a la vez que ponga en juego los recursos del trato primoroso y la penetracién psicolégica. Lo logra en la medida que su vocacién es auténtica, su competencia se basa en conocimiento efectivo y es iluminada por una concepcién superior de la indole hu- mana. De ahi que ya Hipdcrates, en su famoso escrito La Ley, enten- diera la medicina, si ejercida con amor, como cosa sagrada, que sélo debe impartirse a personas sagradas, esto es, dignas de respeto y ve- neracién. En consonancia con estos postulados examinaremos en seguida lo que caracteriza al objeto de la dedicacién del facultativo. El enfermo es, en primer lugar, un organismo perturbado en su fun cionamiento c vulnerado en su integridad fisica, Si tomamos el concep- to de enfermedad en sentido estricto, lo que a nuestro entender es esen- cial, lograremos distinciones precisas. Lo intentamos con plena concien- cia de la dificultad. En un libro reciente, Enjuiciamiento de la medicina psicosomdtica (Editorial Cientifica-Médica, Barcelona, 1960), nos he- mos empefiado en demostrar el error de las definiciones més acepta- das de tal concepto. Es justo que ahora sometamos a la critica lo que entendemos por enfermedad. te (*) Extracto de una Conferencia en homenaje a la Promocién de Mé- dicos 1934, pronunciada el 10 de marzo de 1960 en el Paraninfo de la Fa- cultad de Medicina. 386 ANALES DE LA Es un desorden biolégico complicado en el cual el organismo obra como un todo en proceso de adaptacion, reguiacion y defensa, tendien- do a recuperar el equilibrio perdido. En todos los casos es un modo de actividad somdtica en el cual el encadenamiento de los cambios sigue la ley de la causalidad a la vez que entran en accién los recur- sos de la naturaleza dirigidos teleolégicamente en el sentido de neutra- lizar o reducir los efectos producidos por el agente morbigeno, sea exd- geno —fisico, quimico o animado—, sea endédgeno —degenerativo, he- reditario o constitucional—. Seatin que dificulte transitoria, duradera o radicalmente la salud y la vida, sera curable, estropeante o mortal. He- cho de importancia —como veremos— es que la enfermedad en unos casos es manifiesta, sufrida, y en otros, inaparente, ignorada. Lo cual revela la posible autonomia del desorden morboso respecto a la per- sona de la cual es parte el organismo. El individuo en cuanto se le considera y trata como enfermo en sen- tido estricto, pertenece, para el médico, a la categoria de caso. El caso es objeto de estudio cientifico, para lo cual es menester que, en princi- pio, el facultative tome distancia respecto a la condicién intima del sujeto, a fin de que el discernimiento de los hechos no sea enturbiado por el sentimiento en la aplicacién de los recursos técnicos para el co- nocimiento y la reparacién del desperfecio producido. Con ello se lo gra el desiderdtum de obijetividad en la busqueda, la confirmacidén y el deslinde del dafio corporal, y las consiguientes providencias terapéuti- cas. El empefio metédico encaminado en ese sentido es lo que hace pensar a la gente, incluso a muchos psicdlogos, en la insensibilidad del médico. Para estar a la altura de su funcién frente al caso, el facultative debe ser un profesional realmente docto, lo.cual hoy es posible en no pequefia medida. En efecto, los progresos de la medicina de un siglo a esta parte son tan grandes que se dispone de medios técnicos muy variados, finos y eficientes tanto para el diagnéstico cuanto para la cura de las enfermedades. Da idea de lo mucho que se ha avanzado a este respecto el comparar la duracién media de la vida: por ejemplo, en los Estados Unidos de Norte América era de 40 afios en 1855, mientras que un siglo después llega a 65 afios. Hoy la abundancia y la diferencia cién de los procedimientos es ton considerable que se ha impuesio la especializacién asi del médico tratante como del técnico de gabinete y de laboratorio. Ciertamente, esta riqueza de recursos técnicos tiene pe- ligros, de los cuales se guarda el médico cabal, con formacién profe- sional concienzuda. Los principales son la atencién absorbente del caso FACULTAD DE MEDICINA 387 con descuido del sujeto mismo, y la sobrevaloracién del dato aisledo, sea anamnésico, sea clinico, sea de laboratorio. En segundo lugar, el enfermo, en cuanto préjimo, es un ser social que acude ¢ otro ser social « causa de la especifica necesidad que vin- cula al primero con la funcién del segundo, en procura de sus servicios. En realidad, producida © advertida la condicién patoldgica, esta es la relacién imciai entre enfermo y médico. Aqui la condicién categérica del entermo es Ja de cliente, distinta en cierlo modo de la de caso, cun- que las mds veces se suman. Se trata de un semejante en busca de acogida para que el facul- tativo se haga cargo de su situacién de enfermo. El cometide de aquel consiste, en primer lugar, en recibir o visitar a éste con la urbanidad y la consideracién de quien se vincula precisamente a él en tal circuns- tancia, cuyo sentido corresponde al mismo tiempo en mds y en menos al de simple enfermo Para conecer el problema determinante del encuentro, el médico debe actuar no sélo con el comedimiento requerido a fin de granjearse Ja confianza y de acreditar la profesién, sinc con la sagacidad pertinen- te al intento de desentrafiar la psicologia del sujeto. El quid esid en lo- grar la aprehension, a través de lo manifiesto, de aquello que da senti- do y fundamento a lo manifiesto. Para ello es preciso que con paciencia se deje hablar y expresarse en genera] al cliente. Precisamente, la raiz de esta palabra implica le condicién de dejarse escuchar, de ser auscul- tado. Es evidente que a fin de estar a la altura de su misién en el trato con el cliente, el doctor requiere poseer las calidades de hombre de mundo, las cuales no se adquieren sdlo en la universidad sino en la es- cuela caballeresca de la guerra de la vida. La enfermedad del cliente puede no ser de la competencia del fa cultativo buscado, terminando con tal verificacién el trato entrambos. Asimismo, el médico puede atender y tratar a un enfermo sin que sea en realidad su cliente. Tal es lo que ocurre cuando el enfermo consulta a un médico simplemente para que realice una comprobacién parcial por indicacién de) faculialivo tratante, o cuando el enfermo —como su- cede principalmente en el sistema del sequro social de hospital cerra- do— cae en manos de un médico administrativa o casualmente deter- minado y, lo que es peor, no en manos de un médico sino de un grupo, en cierto modo impersonal y anénimo, pues excluye el trato en confi- dencia. Evidentemente, esto no es plausible, pues predmbulo importante para gue la accién medicinal encuentre terreno preparado, favorable, es que el enfermo ocurra donde el médico de su predileccién, de su fe, 388 ANALES DE LA escogido de antemano entre otros. Entonces se produce la entrega ple- na y la vinculacién substancial, prenda muchas veces de la conforta- cién inmediata y del resultado final éptimo. En tercer lugar, el enfermo en tanto en cuanto sujeto animico-espi- ritual es un ser doliente, que como tal ha menester asistencia com- prensiva y cordial. El concepto de dolencia, que desde hace tiempo nos preocupa cc- mo trascendental por su significacién genuinamente humana, es distin- to del concepto de enfermedad en sentido estricto. Brevemente podemos precisar su categoria con los atributos siguientes. En general la dolencia consiste en la certidumbre que tiene el su- jeto de estar enfermo. A ella conducen Jas sensaciones, las ideas, los sentimientos y las valoraciones cuya nota comin y distintiva es la re- ferencia de la intencionalidad de la conciencia del sujeto a ser presa de un mal que altera su salud, con las consecuencias correspondientes para el destino y acaso para la propia vida. Por tanto, en la dolenci pueden mezclarse componentes psicofisicos, causados por la enferme- dad, con estados psiquicos y espiriluales, puramente motivados por la conciencia que tiene la persona de estar enferma. Asimismo, la dolencia puede consistir simplemente en esta reac- cién motivada por la conciencia de padecer una enfermedad, como ocu- rre, por ejemplo, en aquellos individuos « quienes un examen requerido para el seguro de vida les revela que son victimas de una enfermedad sorda hasta entonces, o en los casos de sujetos que se sienten enfermos por contagio mental o por simple aprensién. El primero de estos ejem- plos ofrece la prueba de que la enfermedad puede existir faltando la dolencia y el segundo lo contrario: presente la dolencia sin que haya enfermedad. La dolencia, incluso cuando consiste originalmente en una reaccién motivada, puede complicar el estado corporal a causa del efecto pertur- bador de la atencién concentrada en funciones que normalmente se rea- lizan de manera automética, mayormente en érganos en condiciones de menor resistencia. El mismo efecto tienen las emociones, las ideas auto o heterosugestivas y, sobre todo, las emociones intensas o prolongadas. Esta complicacién orgénica no es meramente psicégena sino causal, por excitacién de los centros cerebrales subcorticales. Asi se producen alteraciones, sean fisica —circulatorias y tréficas—, sean bioquimicas, metabélicas o de otra naturaleza, Estos hechos dan idea de los circu- los viciosos que se producen en la compleja interaccién entre enferme- dad y dolencia. FACULTAD DE MEDICINA 389 La consideracién de la dolencia nos conduce a examinar el con- cepto de paciente, medicinal por excelencia. Entrovia la condicién de persona, con todos los atributos y privile- gios inherentes a su peculiaridad y a su significacién moral, en el iran- ce de criatura en desaracia, cuyo destino se entrega a la competencia, al tino y a la responsabilidad del médico. El desempefio de ésle es més delicado aqui que frente al coso y al cliente. Requiere el miramien‘o y la sabiduria del asistente comprensivo y respetuoso, que con ojo avi- zor se adejanta no sélo a desentrafiar, hasta donde es posible, lo que siente, piensa, estima y quiere el enfermo, sino a calar el grado y las posibilidades de madurez espiritual, a fin de acomodar a ella sus pro- videncias. Todo esto no se logra sino con Ja intuicién de alma a alma, al calor de la simpatia abnegada. El don de humanidad y la conciencia moral mas exigente se ponen a prueba en e! médico respecio al discernimiento de todo el significado que tiene para el paciente —para cada paciente determinado— el mal cuyo padecimiento es objeto de su asistencia. Pues de ello depende le repercusién, favorable © perjudicial, que tengan su conducta y sus ex- presiones, sobre la dolencia y por mediacién de ésta scbre la enferme- dad del paciente. En efecto, el ascendiente del facultative es tal que puede tanto estimular la reaccién cucmto agravar Ia enfermedad: ya- trogenia de salud en el primer caso, yatrogenia de sintomas o de com- plicaciones, en el segundo. En general, el influjo benéfico del doctor so- siega al paciente y despierta en su Gnimo sentimientos, ideas y valores de indole biolénica que, por mecanismos nerviosos, iguales a los que hemos sefialado 4 propésito de la dolencia, repercuten beneficiosarnen- te sobre el estado somatico, En eso consisie la psicoterapia implicita, que practica todo geleno, hasta el mds modesto y ajeno al conocimien- to de los métodos de tratamiento psiquico. No es posible tratar e Ja entidad humana del enfermo sin una re- ferencia a la entidad de la persona humana en general. Tema es este que se discute con sumo interés en la filosofia actual, siendo principal en la antropologia filosdfica. Las férmulas abundan, de suerie que no hay sino que escoger. De todas las que conocemes ninguna es tan seri- cilla, certera y sugerente como la propuesia por Nicolai Hartmann. Es- te fildsofo, completamente alejado de la teologia, considera que lo dis- {inlivo de la esencia humana son los atribulos que en minima propor- cién comparte con la Divinidad: providencia, predestinacién, libertad creadora y ciencia del bien y del mal. 390 ANALES DE LA La providencia, que permite al hombre ver mas alla de lo actual, principalmente lo futuro, franquea posibilidades a sus intenciones, a sus sentimientos y a sus acciones. La predestinacién, merced a la cual podemos hasta cierto punto ha- cer correr los acontecimientos de otra manera que por si mismos, nos capacita para encaminarlos y corregirlos conforme a nuestros propési- tos y hasta segun nuestos propios proyectos. La libertad en el sentido positivo, el mds eminente privilegio a la vez que el mayor de los misterios que nos ofrece la existencia; gracias la libertad, aunque en minimo grado, el hombre es capaz de hacer lo mismo que la Divinidad en la creacién: /Fiat! Por ultimo, la ciencia del bien y del mal, facultad de visién de va- lores morales, los que no determinan la conducia del hombre, sino que lo convencen para actuar reclamente. Vemos asi que, de manera inesperada, concuerda la filosofia més tigurosa de nuestros dias en el criterio acerca de la semidivinidad del ser del hombre, con la concepcién del padre de la medicina, que reputa el ejercicio de ésta como cosa sagrada. Resulta, pues, que el decoro de la condicién humana se hermana con la nobleza del oficio encargado de combatir los desmedros de su naturaleza. Reconociende en el enfermo los predicados o atributos que son inherentes a su entidad humana, se justifica que su ser entrafie supe- rioridad esencial, por encima del valor negativo de su condicién bio- légica. Esta lo pone en el trance de criatura en infortunio, cuyo aspec- to moral, precisamente, hace al préjimo acreedor a trate de especial mi- ramiento, ademas de merecedor del respeto debido a !a majestad del hombre. En lo que atafie al médico, el realce de

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