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___Permanecer y Transformar. Crisis en las Instituciones 61 previamente, es decir, resignificando las tres dimensio- nes espaciales. Los gestos cotidianos remiten a un pi do en el presente para un proyecto futuro. Son los, tos humanos milenarios. Si los hacemos sintiéndonos autores de ellos, abandonando su caricter rutinario en el sentido opuesto de lo creativo, entramos en la di- mensi6n de lo psiquico que trasciende la dimension fi- sica 0 geométrica que poseen. Incluimos aqui la lectura de un texto escrito por una vecina para un Taller barrial coordinado por 1a Lic. Graciela Caprio, su autora lisa, su fecha no- viembre de 1987: Ceremonia de primavera “Hoy es 3 de noviembre, plena primavera, tirando a veranito, y entonces le paso la aspiradora a mi alfom- brita de 1 x 1,50 m, la envuelvo en papel de diario, le pongo Durexy ihasta el afto que viene! Me acuerdo en- tonces de una de las tantas ceremonias de mi casa (su- pongo que parecidas a muchas otras casas) y que alo mejor hard sonreir a mis companeros de Taller. Alla por los ’30y tantos en la sala de mi casa habia una alfombra, Alfombra en serio, digamos de 4x5 m. Para esta época del atio toda la familia se ponia en accion para el ‘levantamiento de la alfombra’. Mitia, quien yales conté una vez que dirigia la limpie- za de adentro’, le pasaba la aspiradora. Primero del derecho, luego del revés y luego otra vez del derecho (por cierto, no sé para qué tres veces). Luego se le daba la voz de mando a mi papa para que bajara ‘el palo’ (obviamente toda la operacion iba en sdbado a la tar- de, porque la presencia masculina era imprescindible). 1 palo era algo asi como uno de amasar, pero de ma- yor didimetro, logicamente de 4m de largo. Mientras se cumplia con esta operacién, las mujeres aptas, a sa- ber: mi mama, mi tia, la mucama y yo (proyecto de, pero capaz) sobre la alfombra diarios, pero La Prensa, no La Rava ‘an los que lewa- ban a casa, porque ‘La Raz6n dester on in Nora mujeres y de arrollamiento. npezaba la tarea de mi abuela, quien senta una silla dirigia con su bastn toda la operacién indi- cando con su puntero quién iba demasiado rapido o demasiado lento, torciendo la alfombra. Cada tanto decia alguno: ‘Para atrds, iahora!’ y acereabamos el ro- Uo a nuestras rodillas para no tener que avanzar tipo promesante. Una vez arrollada por completo se envolvia muy bien, siempre con el diario La Prensa y luego el resto corria por cuenta de papé, ataba la alfombra al estilo ma- tambre y de alguna ayudanta que le levantaba el rollo cuando era preciso pasar el hilo por debajo. ‘Terminada la ceremonia s6lo restaba que mi papé car- gara el bulto hasta la pieza de arriba y nosotros colo- cébamos en su sitio las sillas y los sillones. Todo esto es una tonteria, pero me pareci podia gustar”. que les Los recuerdos son documentos psicolégicos que expresan “confidencias insignificantes”, marginadas de las habituales historias oficiales. También son docu- mentos antropolégicos que nos cuentan de ritos, valo- res y costumbres, y bellos textos literarios que expre- san simbolismos de una época, a la vez que expresivos documentos orales de arquitectura y urbanismo. Pueden desplegar desde las minucias inconscien- tes, que rigen nuestros actos cotidianos, hasta permi- tirnos descubrir la vida familiar de una época que en tanto institucién social, pertenece a una sociedad, Constituyen testimonios ricos para una lectura milti- ple, interdisciplinaria: antropoldgica, sociolégica, psi- colégica y, por supuesto, histérica. . Los relatos a los que nos hemos remitido expresan como el espacio nos acoge, nos limita, nos posibilita interactuar, ser nosotros y estar con otros. El espacio habitacional, como la casa, 0 el entorno ecolégico, como un barrio, moldea al hombre a la manera dé un cuerpo

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