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La crisis global provocada por la covid-19 ha puesto de manifiesto una realidad: el mundo
occidental cede frente a la irrupción de Oriente. El lento declive del eje euroatlántico se
acelera con los escenarios geopolíticos que irrumpen de la crisis del coronavirus. Esta
transición hacia la nueva centralidad de Asia Pacífico parece acabar con la hegemonía que,
en el marco de las ideas políticas, gozaba Europa occidental desde el siglo XVI.
Marx cambió sustancialmente su análisis del hecho colonial, modificando su enfoque dual
inicial, del que conservó solo la función destructora del hecho colonial
Ante esta nueva realidad parece sensato pensar sí seguirán siendo válidos los enfoques y
esquemas de pensamiento que han servido para expresar el sentir político de las sociedades
hasta hoy. A este debate no escapa la izquierda, y en especial el marxismo, referencia
ideológica central en los proyectos políticos revolucionarios y de cambio que se originaron
en Europa occidental a mediados del siglo XIX y que llegan hasta hoy.
Karl Marx nace en Tréveris (Alemania) un 5 de mayo de 1818, siendo esta la fecha en la
que año tras año se reavivan los debates que intentan responder a una pregunta: ¿sigue
vigente el pensamiento de Marx? Parece incuestionable la vigencia de Marx en un mundo –
capitalista– más desigual y en crisis, pero este artículo se propone analizar si el
pensamiento que inaugura Marx, y que toma como referencia la sociedades de Europa
occidental, seguirá inspirando los cambios de la nueva realidad geopolítica que impone la
irrupción de Asia.
Karl Marx entendía que el colonialismo era necesario tanto para la aparición y el desarrollo
del capitalismo en Europa como para superar las tendencias al estancamiento de las
sociedades precapitalistas en las áreas “atrasadas”. La descripción del capitalismo como
una necesidad histórica, debido a su carácter progresivo, se filtró al análisis del hecho
colonial, que era percibido como igualmente inevitable, pese a la crueldad que lo
acompañaba.
Así, China era una sociedad atrasada que será modernizada por la penetración colonial, de
la misma forma que India era visto por el primer Marx como un país sometido al
tradicionalismo rural, cuyo estancamiento quedaría superado por la llegada de la industria
textil británica y el ferrocarril.
La segunda fase de su pensamiento sobre la realidad colonial tiene lugar al final de su vida,
en un momento de crisis del sector agrícola, ámbito económico donde se había impulsado
un comercio mundial en el que se pueden encontrar atisbos de una primera globalización.
La irrupción de nuevas potencias como EE.UU., Alemania o Japón, supone un desafío al
dominio británico, quien intentó contrarrestar la irrupción de las nuevas potencias
aumentado el grado de explotación en sus colonias, así como de regiones europeas
sometidas, a relaciones que luego se describirían como “colonialismo interno”, como es el
caso de Irlanda respecto a Inglaterra, o de Polonia al Imperio Zarista y Alemania, realidades
a las que Marx dedicaría numerosos escritos.
Es en este contexto en el que Marx modifica sustancialmente su análisis del hecho colonial,
así como su valoración de las formaciones sociales precapitalistas, cambiando su enfoque
dual inicial, del que conservó solo la función destructora del hecho colonial, pero ya no la
regeneradora. Marx comenzó en esta etapa a percibir la singularidad del capitalismo
colonial, como producto histórico de las relaciones impuestas por las metrópolis y ya no
como un simple retraso.
Con sus estudios sobre Rusia, reconsideró el papel de las tradicionales formas comunales
en el campo, al asignarles un rol progresista en la lucha por el socialismo
Pero es sin duda en su debate con los populistas rusos donde se puede situar el cambio de
paradigma dentro de la obra de Marx. Apenas dos años antes de su muerte, en 1881, Marx
comienza a estudiar ruso y producto del debate con los populistas de aquel país, acepta la
tesis de que las estructuras tradicionales del campo ruso podían servir de punto de partida
para un desarrollo socialista y se pregunta si el coste social de la introducción del
capitalismo en dicho país podría resultar demasiado alto para ser considerado un paso
históricamente progresista. Con sus estudios sobre Rusia, Marx reconsideró el papel de las
tradicionales formas comunales en el campo y las formaciones colectivas de base
campesina, al asignarles un rol progresista en la lucha por el socialismo, algo que había
descartado anteriormente y que le llevó, al final de su vida, a analizar otros estudios de
formas de propiedad comunal en el campo en países como Indonesia, Argelia o los países
andinos de América del Sur.
Así, Marx aborda el tema desde tres puntos de vista, situados metodológicamente a
diferentes niveles: el carácter necesariamente expansivo del capitalismo en función de las
propias leyes que rigen su comportamiento; el papel de la explotación capitalista de las
colonias como una de las fuentes originarias de acumulación de capital; y, el colonialismo
como manifestación política del carácter expansivo del capitalismo.
De esta forma la implantación del capitalismo en Europa abre paso a una nueva era que
afecta no tan sólo a la propia Europa sino a todo el mundo. De esta forma, el capitalismo,
por su propia naturaleza, tiene vocación universal.
Las relaciones descritas por Marx entre las metrópolis europeas y las colonias anticiparían
nociones sobre el subdesarrollo, cuyo origen está para Marx en la diferencia existente entre
los salarios pagados en cada país y las tasas de ganancia que imperan en cada uno de ellos,
introduciendo de esta forma un precedente al concepto de intercambio desigual.
Las luchas anticoloniales en China, India e Irlanda, junto al debate con los populistas rusos,
alteran el esquema inicial de Marx. De tomar las luchas coloniales como aliadas de las
luchas centrales del proletariado europeo pasa a verlas como movilizaciones claves para la
consecución del socialismo a escala mundial, que sería retomadas décadas después por las
teorías del imperialismo, el estructuralismo latinoamericano, el enfoque de la dependencia
o el análisis del sistema mundo.
Conclusiones
Desde sus escritos sobre la India y China hasta Irlanda, Argelia, Indonesia, Perú o
California, Karl Marx sentó las bases para explicar un capitalismo que provoca asimetrías,
que impulsa procesos basados en la polarización que generan subdesarrollo. A diferencia de
otros autores de su tiempo, acabó sus días defendiendo la viabilidad de modelos y caminos
hacia la revolución diferentes a los estudiados por él para Europa.
Aportaciones claves para las tradiciones políticas posteriores surgidas en la periferia, que
renovaron el pensamiento marxista y que hacen que sean los países latinoamericanos,
africanos y asiáticos donde las corrientes marxistas contemporáneas sean más fecundas.
Una clara lección que debemos aprender para aquellos que, desde España, vemos en Marx
una referencia para el cambio contemporáneo.
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