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CAPÍTULO 7

LOS ENFOQUES CENTRADOS EN


COMPETENCIAS AL SERVICIO DE LA
ALIANZA TERAPÉUTICA
Hélène Dellucci

Inicialmente llamada “terapia breve centrada en soluciones” por Steve De Shazer (1985, 1988),
esta aproximación humanista, centrada en la persona, ha sido rebautizada “abordaje centrado en
competencias”, con la intención de enfatizar el objeto central de nuestra atención: las habilidades de
las personas que vienen a buscar ayuda en psicoterapia.

En Europa, en el mundo francófono, son sobretodo Luc Isebaert y Marie-Christine Cabié


(1997), psiquiatras que trabajaban en los mejores hospitales de adictología y psiquiatría, los que han
sistematizado, a través del Modelo de Brujas, un cuestionamiento pragmático de mucha ayuda, que
lleva a una jerarquización precisa de las intervenciones propuestas.

1. LA TERAPIA BREVE CENTRADA EN SOLUCIONES:


UNA TERAPIA SISTÉMICA
Formados en Palo Alto, en terapia sistémica, Steve de Shazer y Insoo Kim Berg desarrollaron,
respetando la complejidad y homeostasis que caracteriza a los grupos humanos, un enfoque sobre lo
que todavía funciona, incluso cuando los problemas de las personas que acuden a consulta pudieran
abrumarnos y hacernos perder la esperanza. Así es como comenzaron a explorar aquello que les
gustaría seguir manteniendo, a pesar de los problemas, cuáles son los momentos en los que el
problema aparece con menor fuerza, qué hacen dichas personas en esos precisos momentos.

Esta exploración no pretende minimizar los problemas, sino al contrario. Busca explorar cómo
las personas se desenvuelven, a pesar de lo que les ha pasado, para que su situación no sea peor de lo
que ya es. Los enfoques basados en competencias se fundamentan en la premisa de que las personas,
a través de sus síntomas, encuentran la menos mala de las vías para enfrentarse a la vida, sea lo que
sea lo que les haya sucedido.

Es ante la asombrosa velocidad de los cambios implementados por las personas en terapia,
tanto individual, como familiar o de pareja, que los autores han seguido caminando para sugerir el
cambio de perspectiva: es centrarse en lo que funciona, sobre el futuro y sobre las competencias de
las personas lo que les va a ayudar a recuperarse de sus síntomas.
2. EL FUTURO: UNA DIMENSIÓN CENTRAL
Originalmente, Steve de Shazer e Insoo Kim Berg no estaban interesados en el pasado.
Buscaban saber cómo deseaban las personas que fuera su futuro. Este enfoque en el futuro tenía como
objetivo averiguar lo que las personas hacen en el presente para avanzar hacia el futuro de su elección.

Esta clarificación de objetivos, su exploración en profundidad, hacía emerger una multitud de


detalles concretos utilizados por la memoria “a futuro”, es decir, una invitación a proyectarse hacia
el futuro, a describirlo con suficiente definición como para crear, utilizando la sensación corporal,
una realidad palpable que funciona como el presente, como una instalación de recursos. Visualizar
este futuro como posible, de esta manera, despierta esperanza y una perspectiva en la que no sólo es
posible, porque hay un espacio para pensarlo, sino porque permite vislumbrar lo que la persona ya ha
hecho en ese sentido.

Así es como nos planteamos, en la primera sesión, la pregunta sobre los cambios que ya se han
producido desde que se solicitó la cita: “desde que concertó la cita, ¿qué cambios ha observado?”.
No hacer la pregunta sería ignorar lo que el paciente ya ha implementado y de lo que no es consciente
la mayor parte del tiempo. Es en estos cambios previos a la primera sesión, donde se muestra más
claramente la prueba de las habilidades del paciente y, por tanto, su capacidad de cambio, antes de
cualquier intervención del terapeuta.

Las personas que han venido a terapia se encuentran en una situación de inferioridad, debido a
su solicitud de ayuda. Es tarea del terapeuta sacar a la luz lo que el paciente ya ha podido poner en
marcha y que va en la dirección de lo que quiere. Esta concienciación de las habilidades del paciente,
junto con la descripción del futuro deseado, permite al terapeuta convertir a su paciente en miembro
del equipo en la empresa terapéutica. Partimos de la base de que, si una persona puede pedir ayuda,
ya ha caminado y se ha puesto a trabajar. Sería una pena no hacerlo notar desde la primera sesión.
Explorar el futuro deseado puede llegar a plantear la pregunta del milagro (De Jong & Berg,
1998).

Pregunta milagro

“Ahora me gustaría hacerte una pregunta extraña: supongamos que mientras duermes esta
noche y toda la casa está en silencio, ocurre un milagro. El milagro es que el problema por el que
ahora vienes a consulta está solucionado, sin embargo, como estás dormido, no lo sabes. Entonces,
cuando te levantases mañana por la mañana, ¿qué sería diferente, qué te haría saber que el milagro
ha sucedido y que el problema que traes está resuelto?”.

Con los niños, el terapeuta hace la pregunta milagro, evocando la posibilidad de una varita
mágica, permitiendo una proyección hacia el futuro, ignorando las limitaciones del momento: “Si
tuvieras una varita mágica, ¿qué es lo que le harías conseguir?”. Así, un niño de una familia rota
por una separación difícil, después de múltiples eventos dolorosos de la vida, producto de duelos,
accidentes y enfermedades, en la que todos los miembros mostraban síntomas, evocó que, si tuviera
una varita mágica, haría que papá lo llevara a comer pizza a un restaurante el sábado por la noche. El
padre, desconcertado por este deseo, que le parecía accesible, miró a su hijo conmovido al decirle que
era francamente posible. Podríamos haber prescrito al padre que pasara momentos de calidad con su
hijo, para consolidar su relación a través de momentos-recurso, presionando a este padre etiquetado
como ausente, lo que habría confirmado las quejas de la madre y habría causado en el niño un
conflicto de lealtad. Haciendo la pregunta de la varita mágica al niño de siete años, éste encontró una
forma muy concreta de expresar su deseo.
3. EXCEPCIONES AL PROBLEMA: UNA PALANCA
PARA EL CAMBIO
Frente a un paciente alcohólico, acostumbrado a la vergüenza de no poder dejar de beber su
botella de whisky todos los días, Luc Isebaert preguntó: “¿Hay días en los que se bebe un poco
menos?”. En general, los pacientes a los que hacemos esta pregunta, que busca encontrar una
excepción, por ínfima que sea, se preguntan si hablamos en serio. En este caso, expresamos nuestro
interés real, como especialistas sólo en terapia general, mientras que ellos son especialistas en su vida,
en su contexto, y pedimos al paciente que nos explique lo que no podemos saber. Es entonces cuando
el paciente está dispuesto a hacer el esfuerzo de buscar en su memoria, ya que queda claro que el
terapeuta no conoce su vida diaria.
Con un paciente que está dispuesto a reflexionar y explorar su vida diaria, siempre hay
excepciones que destacan. Ningún ataque de ansiedad dura todo el tiempo, ningún ataque de
depresión se expresa continuamente. Hay excepciones: momentos en que la ansiedad cede, una noche
en que el paciente se despertaba con menos frecuencia, más tarde, un momento en el pasado en el que
el que el estado de ánimo era un poco menos pesado.
Si volvemos al paciente alcohólico de Luc Isebaert, en efecto, podría haber dicho que por
momentos, se arrepiente de beberse las tres cuartas partes de la botella. En lugar de preguntarse por
qué el paciente sigue bebiendo, por qué no puede abstenerse… el enfoque centrado en las habilidades
se va a interesar en lo que el paciente realmente ha hecho, concretamente, para detenerse en las tres
cuartas partes del frasco. Muchas veces, lo que el paciente se dice a sí mismo, lo que siente o lo que
hace, ensombrece la vergüenza por el hecho de no poder evitar beber. La exploración auténtica de las
observaciones, los supuestos y los comportamientos implementados para hacer posible esta
excepción, permite hacerlos explícitos, conscientes y, por tanto, replicables.
Así es como una paciente, que tiene ideas suicidas, nos explica cómo se abstuvo de tirarse por
la ventana, que ya había abierto: la terapeuta se centra en el hecho de que la paciente que está delante
de ella está viva, ha elegido explorar cómo la paciente hizo para mantenerse con vida: “Me acosté en
el suelo y me quedé allí, hasta que sentí que podía irme a la cama a dormir”. Llevaba allí varias
horas, tumbada en el suelo frente a la ventana abierta, luego, al anochecer, sintiendo que comenzaba
a sentir frío, quiso volver a la cama para dormir más cómodamente. El propósito de este ejemplo es
ilustrar que este enfoque es independiente de la gravedad de los problemas planteados. Siempre que
las personas no estén en peligro inmediato, es posible explorar las excepciones, las habilidades y los
recursos.
De la misma forma que la búsqueda de excepciones, en cada siguiente sesión, se exploran y
detallan los cambios, incluso, los menores se exploran y se detallan en términos de pensamientos,
sentimientos, comportamientos y comportamientos sociales (Isebaert, Cabié & Dellucci, 2015), con
la finalidad de hacer el objetivo explícito, consciente y reproducible.

4. EL USO DE ESCALAS
Las escalas centradas en competencias miden el cambio, el avance versus el futuro deseado.
Más allá de la observación de un valor dado por el paciente, una respuesta con matices, las escalas se
utilizan en terapia centrada en competencias, como un utensilio que permite explorar los posibles
escenarios, mientras se invita al paciente, un compañero de terapia, a desarrollar y evaluar su progreso
paso a paso. Esta exploración por microobjetivos permite dinamizar el proceso de desarrollo. El
objetivo en la escala siempre está en el lado del valor más alto.
• Escala de medida del estado actual: “En una escala entre 0 y 10, donde 0 significa el momento
donde el problema ha estado peor durante los últimos seis meses, y 10 el momento en que su
problema se solucionó, ¿dónde sitúa su estado hoy?”. Esta escala puede aplicarse desde la primera
sesión. La intuición del paciente, que viene a dar un valor, siempre es correcta, sea cual sea el número
indicado. El terapeuta explorará los elementos concretos en la vida del paciente que se corresponden
con su respuesta en la escala. El espacio entre 0 y el número dado se explora en detalle por la
pregunta:” ¿Cómo se las arregla para estar en … y no en 0?”. Aquí es donde residen las
competencias centrales del paciente, que merecen hacerse explícitas y conscientes.
Una vez explorado el estado actual, nos preguntaremos a qué correspondería un nivel x +1 en la
escala. ¿Qué pasaría entonces en la vida del paciente?. ¿Qué vías se estarían abriendo para caminar
en la dirección hacia el estado deseado?. El desafío será explorar el siguiente cambio, lo que aumenta
la probabilidad de implementarlo, ya que esta descripción detallada, incorporada en el cuerpo,
funciona en el cerebro como un acto ya realizado. Más allá del cambio proximal, por supuesto, es
posible cuestionar el objetivo final, es decir, lo que ve el paciente que significará estar en un 10, es
decir, que su problema está resuelto.
• Escala de progresión: Como su propio nombre indica, esta escala mide la progresión en la
terapia. Con motivo de revisiones periódicas, cada 3-4 meses, este cuestionario permite evaluar el
trabajo y su adecuación en relación con los objetivos. “En una escala del 1 al 10, donde 1 significa
el momento donde comenzamos el trabajo terapéutico y 10 el momento en el que habrás avanzado lo
suficiente para poder seguir solo, sin tener que venir más a sesión, ¿dónde estás ahora?”. El número
1 al inicio de la terapia implica que ya ha habido un cambio antes de la primera sesión, 10 no significa
necesariamente que el problema del paciente esté resuelto. Es entonces cuando el paciente tiene
suficientes pistas y avances para poder continuar por su cuenta, sin la ayuda del terapeuta. De esta
forma, a partir de la cifra dada por el paciente, el terapeuta pregunta cómo se podría realizar el resto
del trabajo terapéutico y la decisión conjunta involucra al paciente más en lo que él siente que es
correcto para él. El paciente se siente así respetado en su progreso y tiene voz en el proceso de
cooperación.
• Con los pacientes que sufren de depresión, que pueden presentar un sentimiento casi alérgico
a cualquier idea de progresión, y que necesitan en primer lugar ser comprendidos en su sufrimiento y
su malestar, utilizamos una escala que va de -10 (el peor), pasando por 0 (un estado neutro), hasta 10
(un estado deseado), el proceso de -10 a 0 que permite ilustrar y reconocer los esfuerzos del paciente
por salir de la depresión. Aquí no hablamos de mejoría, para respetar el marco semántico que necesita
el paciente. Una vez que llegue a 0, podremos desarrollar vías para el bienestar.
• La escala de seguridad es más particularmente utilizada en psicotraumatología, centrada en
competencias: “En una escala entre 1 y 10, en la que 1 significa no me siento nada seguro aquí, con
las personas presentes y 10 significa que me siento completamente seguro aquí, con las personas
presentes, ¿en qué grado evalúa el sentimiento de seguridad que usted siente ahora?”. Una vez que
el cuerpo del paciente se ha calmado, esta medida permite al terapeuta estimar, más allá del grado de
seguridad sentido, el estado de seguridad del paciente. Esta escala también permite la explicación de
miedos e incomodidades, lo que permite al terapeuta sugerir los ajustes necesarios para que el resto
del trabajo se pueda realizar en buenas condiciones.

Los enfoques centrados en competencias utilizan estas cuestiones de escalas más allá de una
medida en la forma como la utilizaría para la investigación u objetivación de un dolor, de una
sensación perturbadora. Se trata de iniciar una discusión entre dos co-expertos, donde el terapeuta, en
la postura de quien no sabe lo relevante en la vida del paciente, invitará a este último a reflexionar y
explicar, en una co-creación, posibles vías de cambio.
5. EL MODELO DE BRUJAS
Luc Isebaert y Marie-Christine Cabié(1997) han propuesto, a través del Modelo de Brujas,
donde la elección del paciente está en el centro de la postura ética del terapeuta, una lectura de la
relación terapéutica en diferentes etapas, descubriendo así diferentes niveles de colaboración, cada
uno de los cuales responde a cuestiones y reglas muy específicas. Su muy pragmático cuestionamiento
invita a una lectura fenomenológica, más allá del hecho de saber por qué está ahí el paciente.
En la supervisión, constatamos regularmente, que cuando el trabajo terapéutico no avanza, los
pacientes se encuentran más a menudo en un nivel de relación terapéutica diferente al que estiman
los terapeutas. Esto merma la alianza terapéutica, donde los esfuerzos de unos no coinciden con los
de otros, provocando un derroche de energía, frustración y, en ocasiones, la detención de un proceso
prometedor.

5.1 La relación no comprometida


¿Tiene el paciente una demanda de ayuda viable?. Si no, entonces se encuentra en una relación
no comprometida. Los autores la describen metafóricamente como un paciente que mira el escaparate
de una tienda, pero no entra. Sigue su camino.
Por supuesto, el paciente no está solo en la relación terapéutica. Es posible que el terapeuta se
encuentre a sí mismo en una situación en la que no pueda comprometerse con la relación.
Estos son pacientes que no tienen ninguna solicitud de ayuda. O tal vez tienen una petición
inviable, por ejemplo “me gustaría que mi marido cambiara, que mi jefe dejara de hacerme sufrir…,
que los demás fueran más respetuosos conmigo, que no fuese yo un minusválido, que tal evento no
hubiese sucedido…”. En el caso de una solicitud tan imposible, la tarea del terapeuta consistirá en
clasificar qué es posible y qué no, para trabajar en la demanda hasta que se convierta en viable.
¿Cómo puede ser que el paciente se encuentre frente a un terapeuta, cuando no tiene ninguna
solicitud de ayuda?. Lo más común es que sea una tercera persona la que haya realizado la solicitud:
un juez, un cónyuge, un trabajador social, un jefe, un padre, cuando se trata de un niño o un
adolescente. En definitiva, alguien que crea que el paciente debe acudir a terapia.
Cuando el paciente es cónyuge o hijo, en las primeras sesiones reunimos a quienes han
realizado la solicitud, para que la puedan explicar, así como decir qué les hará decidir que la persona
ya no necesita más ayuda. Así es como podemos reconocer los deseos constructivos de quienes
preguntan, escuchar su opinión. El solicitante de ayuda involucrado en el proceso, está implícitamente
invitado a cambiar su perspectiva sobre aquel para quien está solicitando ayuda, al tiempo que permite
que el tándem terapéutico tenga una base de trabajo a través de la información brindada (Dellucci &
Wolf, 2011).
Si la solicitud proviene de una autoridad o de una persona que no puede acudir a explicarla,
reconocemos que el paciente no tiene ninguna solicitud para sí mismo y lo invitamos a pensar qué le
haría falta para que el solicitante deje de preguntar. Dicho de otra manera, no nos proponemos
ninguna reflexión sobre el cambio, puesto que el paciente no desea ningún cambio.
“En los casos en los que el paciente no es quien realiza la solicitud, lo único que podemos
hacer es aceptarlo y no intentar hacerle cambiar”, dice Luc Isebaert. Por tanto, nada de definición
de objetivos, nada de escalas, nada de consignas, nada de tareas. Las únicas cuestiones que estamos
autorizados a formular son aquellas que nos permiten crear conocimiento con el paciente: ¿cuáles son
las áreas en las que le va bien?, ¿qué cosas están más cerca de su corazón?, ¿qué actividades disfruta?,
¿qué personas son importantes para él?. Preguntas que tienen como objetivo que el paciente sienta
que se respeta su integridad y su no elección. No es fácil para un terapeuta, que tiene un kit de
herramientas efectivas esperando ser utilizadas. “No arregle lo que no está roto”, insistió Steve De
Shazer, instando al terapeuta a estar de acuerdo en estar unido sin querer nada. Paradójicamente, aquí
es donde es más probable que surja una solicitud de ayuda.
5.2 La relación de búsqueda
Una vez que el paciente solicita ayuda, la siguiente cuestión que propone el Modelo de Brujas
es: ¿Está el paciente preparado para ponerse a trabajar?. Si es así, perfecto. Pasamos a la siguiente
etapa. Si no, estamos ante un paciente que se encuentra en una relación de búsqueda. Entra en la
tienda, pide algo, pero ninguno de los alimentos que le ofrece el vendedor es de su agrado. Así que
sigue buscando.
Este es el tipo de relación terapéutica que desespera a la mayoría de terapeutas. Se sienten
presionados por un paciente que expresa un sufrimiento, que demanda ayuda, se esfuerzan por probar
todo lo que tienen como arsenal terapéutico y nada funciona. Sin embargo, en sus lecturas, en su
formación, habían sido elogiados por tal método, tal enfoque…
En lo que se refiere al paciente, éste expresa una queja que se comporta como si fuera el
terapeuta quien debería hacer algo para que se sienta aliviado. “No puedo evitarlo…”, “¡todavía
estoy asustado!”, “todavía no mejora”. Es como si el paciente no se hubiera dado cuenta de que es
él quien realiza el trabajo terapéutico. Los pacientes atrapados en una relación de búsqueda son a
menudo pacientes con depresión, pacientes con problemas crónicos que ya han intentado mucho y
que se han vuelto indefensos e inmóviles. Algunos de ellos no pueden creer que las cosas podrían
cambiar.
Nuestra tarea como terapeutas consiste en reconocer todos los esfuerzos que esos pacientes han
realizado hasta la fecha, todo el sufrimiento que han soportado. A menudo, estos pacientes se
encuentran solos o en relaciones en las que falta ese reconocimiento. También en este caso, cualquier
propuesta o solicitud para intentar un cambio, se percibe como una falta de reconocimiento y, por
tanto, es saboteada. Es como si el paciente nos estuviera pidiendo implícitamente que lo aceptemos
tal y como es, que comprendamos lo que ha pasado, no superficialmente, sino en profundidad, lo que
implica que el terapeuta esté interesado en todo lo que ha intentado, incluso si no ha funcionado,
cómo se las ha arreglado el paciente para que las cosas no sean peores de lo que son. El terapeuta
podrá proponer tareas a continuación, para explorar lo que no debe cambiar, las elecciones
existenciales del paciente. Esta exploración y reconocimiento conducirán al paciente, poco a poco, a
pequeños cambios, que pueden ser explorados. Aquí también, al no esperar que el paciente cambie,
el paciente tendrá espacio para ponerse a trabajar. El terapeuta sólo puede seguir el ritmo del paciente.

5.3 La relación de consultoría


El paciente tiene una demanda y está dispuesto a ponerse a trabajar. Le pregunta al terapeuta
qué hacer y ejecuta las tareas que éste le asigna. A medida que se prueben los métodos, habrá cambios,
que tanto el paciente como el terapeuta celebrarán . Entonces, ¿dónde está el problema?.
El modelo de Brujas plantea aquí la cuestión de si el paciente es consciente de sus recursos. Si
es así, estamos ante un co-experto. De lo contrario, el paciente seguirá las instrucciones del terapeuta,
el método terapéutico, pero correrá el riesgo de volverse dependiente de la terapia, porque mientras
esté en contacto con un profesional tan competente, está bien, pero no podrá continuar solo, hasta que
no sea consciente de que es con sus propios recursos con los que realiza la terapia.
La tarea del terapeuta será explorar y dar luz a todo aquello que el propio paciente haya
realizado para conseguir los cambios que informa. Se ocupará de poner la lupa sobre todo lo que el
paciente piense, sienta o haga de forma concreta entre sesiones, cómo haya logrado inventar nuevas
formas de hacer y cómo haya respondido a las reacciones de las personas de su entorno. Así, desde
una postura de no saber, el terapeuta, que no estaba allí cuando el paciente implementó el cambio
entre sesiones, explorará en detalle los elementos del nuevo hábito que está emergiendo (Isebaert,
Cabié & Dellucci, 2015). Esto irá en la dirección de un mejor empoderamiento del paciente, un
ingrediente esencial para asegurar el vínculo terapéutico seguro.

5.4 La relación de co-experiencia


En una relación de co-experto, el paciente tiene una demanda, está listo para ponerse manos a
la obra y es consciente de que tiene recursos que puede desplegar. Está en disposición de definir
objetivos, reconocer excepciones y seguir pensando en los pasos necesarios para lograr sus metas.
Aquí es donde la terapia va más rápido, donde el paciente es más creativo.

El error más frecuente que puede cometer el terapeuta, es creer que el paciente se encuentra en
una relación de co-experto, cuando aún no está en ese punto y descuidar las tareas orientadas a
ayudarlo a pasar al siguiente modo relacional. No hace falta decir que cuando el paciente ya es un co-
experto, no existe tal preocupación. Es útil plantear las tres preguntas propuestas por el modelo de
Brujas, especialmente cuando los resultados terapéuticos no son los esperados.

6. LA POSTURA DEL TERAPEUTA EN LOS


ENFOQUES CENTRADOS EN COMPETENCIAS
Los enfoques centrados en competencias no son en absoluto incompatibles con un enfoque
centrado en el problema. Para nosotros, terapeutas sistémicos y psicotraumatólogos, estos se articulan
como un metamodelo, que nos invita a considerar, al menos, tanto la dimensión de los recursos del
paciente, sus deseos, sus proyecciones de futuro, las áreas en las que se desenvuelve bien, como el
problema o los problemas que lo llevan a consultar. En psicotraumatología, consideramos que la
mirada centrada en el problema es apropiada cuando se trata de supervivencia. Más allá de esto, se
vuelve importante poder hacerse a un lado, lo que requiere una decisión consciente y deliberada por
parte del profesional de la relación de ayuda (Dellucci & Wolf, 2011).
El modelo de Brujas se articula alrededor de la elección del paciente como postura ética en la
relación de ayuda. Los autores de este enfoque consideran la patología como una situación de no
elección. Por tanto, respetar la elección del paciente, como primera opción, se considera esencial. Así
fue como Luc Isebaert dejó a elección de los pacientes alcohólicos optar por una abstinencia completa
o por un consumo controlado.
Sólo cuando la elección del paciente resulta ser la opción incorrecta, está bien intentar la
segunda. El paciente estará más motivado para probar los ensayos propuestos, si tiene la impresión
de que el terapeuta no quiere imponerle nada.
El terapeuta que utiliza el enfoque centrado en competencias se considera como especialista
únicamente en terapia general. El paciente es considerado como un experto de su vida, en su contexto.
Esto coloca al terapeuta en una posición de no saber sobre la vida del paciente y va a necesitarlo como
un compañero de equipo para adaptar la terapia a su situación particular. Por supuesto, el terapeuta
puede hacer propuestas, pero será el paciente el que podrá estimar lo que le sirve y a partir de cuándo
no necesitará más ayuda.

Conclusión

Es en una construcción entre dos expertos, el terapeuta, especializado en terapia general, el


paciente, experto en su vida, en su contexto, cooperando en un viaje hacia los objetivos definidos por
este último, que la alianza terapéutica puede desplegar e inventar nuevas posibilidades para afrontar
las limitaciones que le llevaron a consultar.
El enfoque en el futuro, la exploración cuidadosa de las habilidades del paciente y las
excepciones a los problemas, sostenidos por la hipótesis de que el síntoma ya es una solución parcial,
o al menos, la menos mala de las soluciones que ha encontrado el paciente para enfrentar lo que le
sucedió, aportan un cambio de perspectiva en el tándem terapéutico, permitiendo abrir el campo de
la reflexión hacia pistas originales, partiendo de las competencias y los valores ya presentes.
El modelo de Brujas añade a esta construcción un punto de vista pragmático del
cuestionamiento y una jerarquía de las intervenciones del terapeuta, cuyo objetivo es ayudar al
paciente a encontrar su lugar como un experto en la relación de ayuda.

7. BIBLIOGRAFÍA

DE SHAZER, S. (1985). Keys to solution in brief therapy. New York, Guilford Press. Pour une
traduction française: Clés et solutions en thérapie brève. Editions Satas
DE SHAZER, S. (1988). Clues: Investigating solutions in brief therapy. New York, Norton. Pour une
traduction française: Explorer les solutions en thérapie brève. Editions Satas.
DE JONG, P., Y BERG, I.K. (1998). Interviewing for Solution. Brooks/Cole.
DELLUCCI, H., Y WOLF, (2011). Choisir ses représentations dans la relation d’aide au service de plus
de confort et d’efficacité. Revue Thérapie Familiale, 32, (2), 275-291
ISEBAERT, L., Y CABIE, M.C. (1997) Pour une thérapie brève. Le libre choix du patient comme éthique
en psychothérapie. Toulouse, Erès, coll. Relations.
ISEBAERT, L., CABIE, M.C., Y DELLUCCI, H. (2015). Alliance thérapeutique et thérapie brèves. Le
Modèle de Bruges. Toulouse, Erès, coll. Relations

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