Pedagogia (entre paréntesis)
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lar se atenian cuando algo es rotulado como “tradicional
Analiza las criticas dirigidas a la escuela y diferencia aque-
llas formuladas por la Escuela Nueva y las pedagogias
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BRAILOVSKY
Pedagogia (GileemeTeaniteny|
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Bee ean aieLa ensefianza como relacién y como sistema
No hay edifcio sin caminos que con:
duzcon a é! 0 que arranquen de én
tampoco hay edificios sin recorridos
Interiores, sin pasils, escaleras, corre:
dores o puertas.
Jacques Derrida
Puede decirse (y se ha dicho muchas veces) que la ensefianza es dos
cosas a la vez. Por un lado, por supuesto, es una relacién. Hablamos
de relaciones de ensefianza cuando nos referimos a aquello que st
cede entre quienes se involucran en un encuentro alrededor de algo
tan intimo y profundo como el saber, las creencias, las convicciones,
las vivencias. Pero al mismo tiempo, la ensefanza es un sistema poli-
tico y social ~y uno de proporciones industriales~ que trasciende en
‘muchos sentidos a las relaciones. Los sistemas de ensenanza distribu~
yen distintas credenciales, desde la institucionalizacién simbélica de
los reconocimientos y prestigias, hasta las habilitaciones y los titulos
profesionales. La nocién de capital cultural de Bourdieu, tan empleada
enlos textos pedagégicos, y otras como trayectorias, desgranamiento,
matricula, etc., dan cuenta del nivel de analisis en el que la educacion
es un bien social que la escuela distribuye, y que puede ser pensado
en términos sociolégicos. A la vez, claro, la educacién escolar es una
experiencia tinica y singular, para cada uno y cada una.
Esta distancia entre el escenario situado de la ensefianza ysu trasfondo
institucional y politico amplio remite a distinciones amplias y es matePedagogia (entre paréntesis) « Daniel Brailovsky
Capitulo 07 » Entre las relaciones pedagogicas..
ria de estudio en muchos otros campos de conocimiento. La razén por
la que es interesante sefialar esta dualidad aqui es que a la ensefianza
Je cuesta mucho ser ambas cosas a la vez, ya que algunas exigencias del
sistema parecen contradecit lo que piden las relaciones singulares. El
sistema demanda control de asistencia, las relaciones solicitan deseos.
de estar presentes, El sistema exige calificaciones numéricas, las rela~
ciones piden vocacién de saber y deseos de aprender. El sistema y las
relaciones parecen muchas veces enfrentarse. Pero la educacién, tanto
como la ensenanza, necesita imperiosamente ser las dos cosas. Nece-
sita ser una relacién, porque sin alteridad no podria haber encuentro
pedagégico de ningtin tipo. Y necesita ser un sistema piblico, porque
de otro modo no podria estar al servicio de un proyecto social y seria
apenas un abanico atomizado de experiencias individuales."
Para clarificar atin mas la diferencia, digamos que cuando discutimos
sobre asuntos tales como las tareas que la maestra manda para hacer
en el hogar 0 sobre los juegos en el recreo, por ejemplo, pensamos la
ensefianza como una relacién. Cuando hablamos sobre la inclusi6n en
el curriculum oficial de la educacién sexual, en cambio, la pensamos
como un sistema. Cuando hablamos de la conveniencia de formar a
los alumnos en ronda como una forma de asumir la bella energfa del
encuentro pedagégico, pensamos en términos de relaciones; cuando
celebramos la sancién de la obligatoriedad de la educacién secunda~
ria, lo hacemos en términos del sistema. Ambas cosas son necesarias.
Ambas nos dan que hablar.
La ensefianza como sistema es una construccién més compleja que
‘aquella imagen del sistema demonizado que nos impone limitaciones
("EI Sistema”). La educaci6n tiene sentido si es para todos, si es uni-
versal, si logra (0, al menos, aspira seriamente a lograr) un impacto
social en vistas al sostenimiento y la mejora del mundo comtin. Las
relaciones educativas, entonces, ademas de ser intimas y personales
(precisamente porque son relaciones) necesitan tener también un cos-
tado piblico, porque se desarrollan en el marco de esta aspiracién de
universalidad y porque se inscriben en un proyecto que las trascien-
de. Existe, sin embargo, una forma establecida de pensar la ensenan-
za desde el mundo de las relaciones, sin tomar demasiado en cuenta
ese marco sociopolitico que la contiene. Para este marco se reserva
el enfoque de las politicas y se lo concibe més habitualmente relacio-
waa
nado con los asuntos legales, financieros o gestivos. Al pensar en la
educacién como sistema, a st vez, es dificil otorgar un lugar nitido a
las relaciones de ensefianza y la cuestién termina reduciéndose a “las
dificultades de aplicarlo”, a la “resistencia al cambio” de las institu-
ciones 0 a “la insensibilidad de las polfticas respecto de las practicas”.
Las preguntas vacantes serian, entonces, qué hacen los maestros en.
el aula con todo aquello que el sistema -el curriculum, en un sentido
amplio- pone en sus manos (reglas, recursos, vocabularios, tiempos,
espacios). Y, a la vez, qué hipétesis sostienen quienes piensan el sis-
tema institucional de Ta educacién respecto de los modos en que esas
-geografias normativas pueden ser recorridas, habitadas.
Ahora bien, podemos notar que algunas demandas del sistema influ-
yen fuertemente en las relaciones de ensefianza. Los ejemplos mas
‘obvios son tal vez la existencia de contenidos obligatorios plasmados
en disefios curriculares o planes de estudio (cuestién que ya hemos
tocado al referirnos al contraste entre el interés y el programa como
puntos dle partida de la ensefianza), la practica de la planificacién for-
mal y la exigencia de evaluar y asignar calificaciones. El programa ofi-
cial es necesario, pero, como hemos visto, hace més dificil para los
profesores hacer sentir a los estudiantes que el estudio viene a res-
ponder a sus propias preguntas; hace a la ensefianza més proclive a
centrarse en la exposicién y le presenta a los profesores el desafio de
volver los contenidos més cercanos a la experiencia de los alumnos.
Ante la exigencia cotidiana de “avanzar” con el programa y la profu-
sidn de contenidos, ademés, es més esperable la tendencia a esa ense-
hanza explicativa que tanto critica Ranciére en El maestro ignorante.
Y la enseanza que se basa en la explicacién, claro, es “tradicional
Pero en este caso, lo tradicional no obedece solo ni principalmente a
una ideologia conservadora de los maestros, sino a una necesidad del
sistema que impacta en las relaciones. Cuando los analistas eriticos
sostienen que los maestros se anclan en practicas tradicionales, que
les falta innovacién o que su ensefanza es “de baja calidad” porque
aburre a los alumnos, es usual que superpongan estos niveles de ani
lisis 0 que omitan alguno de ellos.
Mirar las relaciones de ensefianza retirandolas de su escenario social
conduce a un diagnéstico simplista, pero muy seductor: los docentes.
viven atascados en practicas arcaicas, se resisten a in¢orporar nue-
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formato preestablecido. La visién vocacional de la ensefianza, pen-
sada como el acto de transmisién en si, suele oponerse a la idea de
planificar como un acto burocratico. La ensefianza es un problema de
profundo interés para cualquier maestro, pues lo enfrenta a dilemas
&ticos, pricticos, politicos, técnicos. Ademas, al enseitar el maestro se
cansa, se emociona, se libera, se indigna, se estremece. Aquello a lo
que lamamos ensenanza es un entramado profundo y desafiante de
conocimientos, encuentros, conflictos, relaciones de poder, de amor,
de tiempo, compromisos personales y sociales, arraigo critico en la
historia y muchas otras cosas mas. La planificacién, en cambio -o
| aquetto ao que habitualmente llamamos planificacién- es un modo
estandarizado (algunas veces de bello diseiio y disparador de ideas,
y muchas otras burocratizado y vaciado de sentido) de pensar la en”
seanza. La planificacién es un intento de los sistemas educativos de
garantizar una cierta dosis minima de intencionalidad légica y con-
sistencia en las précticas de enseanza de los maestros, concebidos
estos como un lejano e inconmensurable ejército de ejecutantes de
politicas curriculares que los trascienden. No porque a los gestores
el sistema no les importen las relaciones de ensenanza, sino porque
desde la perspectiva de las politicas es imposible abarcar lo que si es
visible desde la perspectiva de las relaciones.
El docente que planifica (no asi el que ensefia) es muchas veces pensa-
do como un docente sin cuerpo. Es el docente genérico que se corres-
onde con el nifio genérico de la psicologia del desarrollo, por ejem-
plo. Esto no significa que muchas veces, por medio de la planificacién,
de su apropiacion creativa por parte de los educadores, de su pasaje al
cuerpo, se lleguen a desplegar bellisimas experiencias de ensefianza.
Pero la planificacién, tal como la conocemos, no es un impulso natu-
ral de la ensefanza, no es experiencia: es un requisito demandada par
el sistema educativo, La ensefianza escolar no es esponténea, lo dice
con toda claridad cualquier texto de primer afto del profesorado: en
la escuela se ensefia de un modo artificial y descontextualizado (Ba-
sabe y Cols, 2007). Este artificio demanda estructura y esa estructu-
ra es la planificacién. Esto no significa que la misma sea perniciosa
‘0 que se pueda o deba prescindir de ella. La existencia de un sistema
requiere instrumentos para gestionarlo y controlarlo. Lo que vale la
pena revisar profundamente es la apropiacién discursiva de estos ins-
trumentos como si no pertenecieran al nivel del sistema, sino al pro-
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Capitulo 07 « Entre las relaciones pedagégicas.
pio compromiso ético del ensefante; como si planificar fuera poner
el cuerpo. En el marco de la relacién de ensefanza ~singular, expe-
riencial, intensa, compleja- la tosquedad de los formularios que es-
tandarizan las acciones contrasta con toda la riqueza de lo que sucede..
en el aula, La planificacién es un punto de partida para ordenar las
ideas y para conversar con otros sobre ese intento, sobre ese deseo. |
La ensefianza se mueve al ritmo de las conversaciones, los tropiezos, |
los ajustes, las dudas, las reconsideraciones. La planificacién es una |
plataforma de apoyo: principalmente quieta, a veces sanamente ta
chonada en margenes y bordes, otras veces archivada en el escritorio
de los burécratas que la visan) Lo contrario de la ensefianza, en la piel
de un maestro, es la indiferencia. Lo contrario de la planificacién es la
improvisacién (que puede venir con su técnica, su magia, su talento
latente), la espontaneidad o la rebeldia respecto de los mandatos so-
ciales. La planificacién, en tanto mecanismo estandarizado, nos ofre-
ce la tranquilidad de las certezas, reservando para la incertidumbre
propia de una relaci6n pedagégica lugares aceptables (la “flexibilidad
de la planificacién”, la “planificacién como hipétesis”, etcétera). La
ensefanza, sea como fuere que se organice y se anticipe, se caracte-
riza por ser un espacio de descubrimiento en el que rigen las reglas
de la conversacién (orientada, contextuada, pero conversacin al fin)
antes que las del método. Finalmente, “el nifio” de la psicologia y “el
alumno” de la didaetica son personajes imaginarios que siempre tie-
nen ganas de aprender. Entre estos seres (tan idilicos como las hadas
y los unicornios) y los nifios-alumnos reales hay una distancia que la
planificacién se propone abordar. La ensefianza es voluntad e intento
por hacer realidad un mundo deseado: mundo de relaciones, de sabe-
res, de emociones.
Las dos caras de la evaluacién
‘Todos los docentes, ademds, después de ensefar sienten curiosidad y
responsabilidad por saber emo vivieron los alumnos y alumnas la ex-
periencia propuesta. Entonces, después de ensefiar, evaldan. Es casi
tuna cuestién de sentido comiin. Se ha convertido en algo absoluta-
mente naturalizado: antes de ensefiar, planificamos y después, eva~
luamos. Pero pensada desde la perspectiva del sistema, la evaluacién
trasciende esa honesta curiosidad y se materializa en dispositivos
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