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DR ee a Uruguay, en 1940. En su ciudad natal fue eee eee aed director del diario roca. En Buenos Aires, Re a ec eerie ee eae as CRC eee eee Vitae ag ke gence dos a diversas lenguas, entre ellos, LAS VENAS ABIERTAS DE AME- CA LariNa (1971), VAGAMUNDO (1973), LA CANCION DE NOSO- Ros (1975), Dias ¥ NOCHES DE AMOR Y DE GUERRA (1978), la tri- erecta Crnch NCmt pece ann Prce UME) ca cRerct de MU EL OM Mt ea peenat Mec eu ee ett ae tg et eos ee ere kat a oa enn hae tet ond eee en ee re me ge Need Te ee Mareen ty del Uruguay y recibié el American Book Award (Washington University, USA) en 1989. EDUARDO GALEANO ene tere rina Pree eM uC matse e a men iC reer UUM ea Se oad eee a kere Chae ec) ie ec ea ace secs haustos. Esta antologia, preparada por él autor, retine textos “verdes” de Galeano, desde LAS VENAS ABIERTAS'DE AMERICA La- RCM eC Onno crc he UC Leg dos en libro y textos preparadas especialmente para este Reid AE at nae Om a) Peer eres a Breer eter OVINIL A O13SN - ONVIIVS OGUVNGI Tes le arrancan alaridos J las visiones de quienes, infatigables, ecu en ale Poem Tau cd Pe te acer See eat L MUNDO DEL FIN DEL MILENIO VISTO P DESDE UNA ECOLOGIA LP ane | . i Planeta ran Eduardo Galeano USELO Y TIRELO Planeta Bolsillo EXLIBRISSenDe EDUARDO GALEANO, USELO Y TIRELO EL MUNDO DEL FIN DEL MILENIO, VISTO DESDE UNA ECOLOGIA LATINOAMERICANA PLANETA Disefio de cubierta: Mario Blanco Disefio de interior: Osvaldo Gallese © 1994: Eduardo Galeano Derechos exclusivos de edicién en castellano reservados para todo el mundo: © 1994: Editorial Planeta Argentina, S.A.LC. Independencia 1668, 1100 Buenos Aires Grupo Editorial Planeta Primera edicién en Planeta Bolsillo: agosto de 1997 Hecho el dep6sito que prevé la ley 11.723 ISBN 950-742-851-8 Impreso en la Argentina ‘Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningwin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecénico, 6ptico, de grabacién o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Algunos capitulos de este libro provienen de otras obras mias. Al pie de esos textos, se citan las fuentes originales. ‘Si el libro funciona, el mérito es de Guillermo Sabanes, quien tuvo la idea de _juntar esos textos ya publicados con otros que no habian sido reunidos en libro. Pero si esta especie de antologia ampliada resulta un plomo, la culpa es mia y de nadie mds. Les ilustraciones se han extraido de cerdmicas y tejidos de diversas culturas precolombinas. EDUARDO GALEANO inco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho “Somos todos culpables de la ruina del planeta” La salud del mundo esta hecha un asco. “So- mos todos responsables”, claman las voces de Ja alarma universal, y la generalizacion absuel- ve: si somos todos responsables, nadie es. Como conejos se reproducen los nuevos tecnécratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad més alta del mundo: los expertos ge- neran expertos y més expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofén de la ambigtiedad. Ellos fabrican el brumoso lengua- je de las exhortaciones al “sacrificio de todos” en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple. Estes cataratas de palabras, inunda- cin que amenaza convertirse en una catéstro- He S sie responsables, nadie es fe ecolégica comparable al agujero de ozono, ee ee eee Eduardo Galeano eee no se desencadenan gratuitamente. El lengua- je oficial ahoga la realidad para otorgar impu- nidad a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y alas grandes empresas que le sacan el jugo. Pero las estadisticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerfo revelan que el vein- te por ciento de la humanidad comete el ochenta por ciento de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio, y es la humanidad entera quien paga Jas consecuencias de la degradacién de la tie ra, la intoxicaciéin del aire, el envenenamien- to del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidacién de los recursos naturales no re- novables. La sefiora Harlem Bruntland, que encabe- za el gobierno de Noruega, comprobé recien- temente que “si los siete mil millones de po- bladores del planeta consumleran lo mismo que los paises desarrollados de Occidente, harian falta diez planetas como el nuestro pa- ra satisfacer todas sus necesidades". Una ex- periencia imposible. Pero los gobernantes de los paises del sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, magico pasaporte que nos ha- r4a todos ricos y felices, no sélo deberian ser procesados por estafa. No s6lo nos estan to- mando el pelo, no: ademés, esos gobernantes estén cometiendo el delito de apologia del crimen, Porque este sistema de vida que se ee E lenguaje ficial ahoga la realidad para otorgar impunidad ala sociedad ‘de consumo ofrece como paraiso, fundado en la explota. eee eeoe 10 Useloy tirelo eoeeeee ion del préjimo y en la aniquila turaleza, es el que nos est enfermando el cuerpo, nos est envenenando el alma y nos esta dejanco sin mundo. Extirpacién del co- munismo, implantacién del consumismo: la operacién ha sido un éxito, pero el paciente se est muriendo. “Es verde lo que se pinta de verde” ‘Ahora los gigantes de la industria quimica ha- cen su publicidad en color verde y el Banco Mundial lava su imagen repitiendo la palabra ecologia en cada pagina de sus informes y ti- fiendo de verde sus préstamos. “En las condi- ciones de nuestros préstamos hay normas ambientales estrictas”, aclara el presidente de la suprema banquerfa del mundo. Somos todos ecologistas, hasta que alguna medida concreta limita la libertad de contami- nacién. Cuando se aprobé en el Parlamento del Uruguay una tfmida ley de defensa del me- dio ambiente, las empresas que echan venerio al aire y pudren las aguas se sacaron sdbita- mente la recién comprada careta verde y grita- ron su verdad en términos que podrian ser re- sumidos asi: “Los defensores de la naturaleza ‘son abogados de la pobreza, dedicados a sa- botear et desarrollo econémico y a espantar la Inversi6n extranjera’. u Sons ecologistas, pero el poncho mo aparece Eduardo Galeano «© EI Banco Mundial, en cambio, es el princk pal promotor de la riqueza, el desarrollo y la inversién extranjera, Quiz4s por reunir tantas virtudes el Banco manejaré, junto a las Nacio- nes Unidas, el recién creado Fondo para el Me- dio Ambiente Mundial. Este impuesto a la ma- la conciencia dispondré de poco dinero, cien veces menos de lo que habfan pedido los eco- logistas, para financiar proyectos que no des- truyan la naturaleza. Intencion irreprochable, conclusion inevitable: si esos proyectos re- quieren un fondo especial, el Banco Mundial esté admitiendo, de hecho, que todos sus de- ms proyectos hacen un flaco favor al medio ambiente. El Banco se llama Mundial, como el Fondo ‘Monetario se llama Internacional, pero estos hermanos gemelos viven, cobran y deciden en Washington. Quien paga, manda; y la numero- sa teenocracia jamAs escupe el plato donde come. Siendo, como es, el principal acreedor del llamado Tercer Mundo, el Banco Mundial gobierna a nuestros pafses cautivos, que por servicio de deuda pagan a sus acreedores ex- ternos 250 mil délares por minuto; y les impo- ne su politica econémica en funcién del dinero que concede o promete. No hay manera de apagar la sed de esa vasija agujereada: cuanto ms pagamos, mas debemos, y cuanto més de- bemos, mejor obedecemos.La asfixia financie- 1a obliga al negocio de jugo rapido, que expri- meen plan bestia ala naturaleza yalagentey eeee 2 eeccee =H Qua Useloy tirelo ev eeee que al precio de la devastaci6n ofrece divisas inmediatas y ganancias a corto plazo. Asi se veta el desarrollo hacia adentro y se desprecia al mercado interno y a las tradicio- nes locales, sinénimas de atraso, mientras pueblos y tierras son sacrificados, en nombre de la modernizacién, al pie de los altares del mercado internacional. Las materias primas y los alimentos se entregan a precio de regalo, cada vez mis a cambio de menos, en una his- toria de desarrollo hacia afuera que en Améri- ca Latina lleva cinco siglos de mala vida aun- que ahora mienta que es nueva —neoliberalis- mo, Nuevo Orden Mundial— y que sdlo ha ser- vido, a la vista esté, para desarrollar colosales mamarrachos. La divinizacién del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de magicas chucherias a las grandes ciudades del sur del mundo, drogadas por la religion del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca cubre los desiertos que an- tes fueron bosques. Hasta los dragones asidticos, que tanto sonrien para la propaganda, estn sangrando por esas heridas: en Corea del Sur, sélo se puede beber un tercio del agua de los rios; en Taiwan, un tercio del arroz no se puede comer. 13 He Pera se sacrfican en los altares. del mercado internacional Eduardo Galeano ee eeeece “Plantar arboles es siempre un acto de amor a la naturaleza” E] mundo esta siendo desollado de su piel ve- getal y la tierra ya no puede absorber y alma- cenar las Iluvias. Se multiplican las sequias y las inundaciones mientras sucumben las sel- vas tropicales, devoradas por las explotacio- nes ganaderas y los cultivos de exportacién que el mercado exige y los banqueros aplau- den. Cada hamburguesa cuesta nueve metros cuadrados de selva centroamericana. Y cuan- do uno se entera de que el mundo estaré cal- vo mas temprano que tarde, con algunos res- tos de selva en Zaire y Brasil, y que los bosques de México se han reducido ala mitad en menos de medio siglo, uno se pregunta: {Quiénes son peligrosos? Los indigenas que se han alzado en armas en la selva lacandona, o las empresas ganaderas y madereras que es- tan liquidando esa selva y dejan a los indios sin casa y a México sin Arboles? ;¥ los ban- queros que imponen esta politica, Identifican- do progreso con maxima rentabilidad y mo- dernizacion con devastacin? Pero resulta que los banqueros han aban- donado la usura para consagrarse a la ecolo- fa, y la prueba esta: el Banco Mundial otorga generosos créditos para forestaclén. El Banco ee [Qc peligrosos? planta frboles y cosecha prestigio en un mun- ee eeeee 4 Usolo y tirelo oe do escandalizado por el arrasamiento de sus bosques. Conmovedora historia, digna de ser evada a la televisi6n: el destripador distribu- ye miembros ortopédicos entre las victimas de sus mutilaciones. En estas nuevas plantaciones madereras, ‘no cantan los péjaros. Nada tienen que ver los bosques naturales aniquilados, que eran pue- blos de Arboles diferentes abrazados a su mo- do y manera, fuentes de vida diversa que sa- biamente se multiplicaba a s{ misma, con es- tos ejércitos de arboles todos iguales, planta- dos como soldaditos en fila y destinados al servicio industrial. Las plantaciones madereras de exportacion no resuelven problemas ecol6gicos, sino que los crean, y los crean en los cuatro puntos car- dinales del mundo. Un par de ejemplos: en la region de Madhya Pradesh, en el centro de la India, que habia sido célebre por la abundan- cia de sus manantiales, la tala de los bosques naturales y las plantaciones extensivas de eu- caliptos han actuado como un implacable pa- pel secante que ha acabado con todas las ‘aguas; en Chile, al sur de Concepci6n, las plan- taclones ce pinos proporcionan madera a los. Japoneses y proporcionan sequifa a toda la re- gion. El presidente del Uruguay hincha el pe- cho de orgullo: ios finlandeses estén produ- ciendo madera en nuestro pais. Vender arbo- les a Finlandia , pais maderero, es una proeza, como vender hielo a los esquimales. Pero ocu- @ 15 He U.. historia gna de ser levada al calebron Eduardo Galeano eoveeeoeece rre que los finlandeses plantan en el Uruguay los bosques artificiales que en Finlandia estén prohibidos por las leyes de protecci6n a la na- turaleza. “Entre el capital y el trabajo, la ecologia es neutral” a A Capone Se podré decir cualquier cosa de Al Capone, —_gnyiaba flores pero él era un caballero: el bueno de Al siem- alos velorios pre enviaba flores a los velorios de sus victi- _ 4@ sus victimas mas. Las empresas gigantes de la industria quimica, la industria petrolera y la industria automovilistica han pagado buena parte de los gastos de la Eco-92, la conferencia interna- cional que en Rio de Janeiro se ocupé de la agonia del planeta. Y esa conferencia, llamada ‘Cumbre de la Tierra, no condené a las empre- sas trasnacionales que producen contamina- cién y viven de ella, y ni siqulera pronuncié una palabra contra la ilimitada libertad de co- mercio que hace posible la venta de veneno. Como sefial6, en aquellos dias, e! comentaris- ta André Carothers, “en el programa de ac- cl6n finalmente aprobado, la principal refe- rencla a las compafifas trasnacionales entra dentro de la categoria de grupos cuyo papel ‘en los procesos decisorios internacionales de- be reforzarse, de manera que los gigantes de @@ @ 16 eeccccccce Uselo y tirelo @@ Ja industria figuran junto a los nifios, las muje- res y los grupos indigenas”. En el gran baile de mascaras del fin del mi- lenio, hasta la industria quimica se viste de verde. La angustia ecolégica perturba el suefio de los mayores laboratorios del mundo, que para ayudar a la naturaleza estén inventando nuevos cultivos biotecnolégicos. Pero estos desvelos cientificos de los grandes laborato- ‘los no se proponen encontrar plantas mas re- sistentes, que puedan enfrentar las plagas sin ayuda quimica, sino que buscan nuevas plan- tas capaces de resistir los plaguicidas y herbi- cidas que esos mismos laboratorios producen, De las diez empresas productoras de semillas ee mas grandes del mundo, seis fabrican pestici- das (Sandoz, Ciba-Geigy, Dekalb, Pfeizer, Up- E john, Shell, ICD). La industria quimica no tiene an tendencias masoquistas. de méscaras En cambio, las tendencias homicidas y mundicidas de los grandes laboratorios no s6- lose manifiestan en los paises del sur del mun- do —adonde envian, bautizados con otros nombres, los productos que el norte prohi- be— sino también en sus pafses de origen. En ‘su edicién del 21 de marzo de 1994, la revista Newsweek inform6 que en el diltimo medio si- glo el esperma masculino se ha reducido a la mitad en los Estados Unidos, al mismo tiempo ue se ha multiplicado espectacularmente el céncer de mama y el de testiculo, Segin las fuentes cientificas consultadas por la revista, @@ @@@C@ Ww Eduardo Galeano eeeoececccre Jos datos disponibles indican que la intoxica- cién quimica de la tierra y el agua tiene la res- ponsabilidad principal en estos desastres, y esa intoxicacion proviene, en gran me la, de ciertos abonos y pesticidas industriales. {Lo que es bueno para las grandes empre- sas es bueno para la humanidad? La recon- quista de este mundo usurpado, la recupera- cién del planeta o lo que nos quede de él, im- plica la denuncia de la impunidad del dinero y la negaci6n de la mentirosa identidad entre la libertad del dinero y la libertad humana, La ecologia neutral, que mas bien se parece a la jardineria, se hace cémplice de la injusticia de ‘un mundo donde Ia comida sana, el agua lim- pia, el aire puro y el silencio no son derechos de todos sino privilegios de los pocos que pue- den pagarlos. Han sido pobres todos los muchos muertos del célera en América Latina, ahora que volvié- aquella peste de los tiempos viejos: las aguas y los alimentos contaminados por los dese- chos industriales y los venenos quimicos han matado gente como moscas. jSeré que Dios cree, como los sacerdotes del mercado, que la pobreza es el castigo que la ineficiencia mere- ce? Toda esa gente que habia cometido el deli- to de ser pobre, ;fue sacrificada por el célera ‘© por un sistema que pudre lo que toca, y que en plena euforia de la libertad del mercado desmantela los controles estatales y desampa- ra la salud pdblica? 18 He Leetya neutral ‘se parece ‘mas bien a la jardineria Uselo y titolo eo ececccce Chico Mendes, obrero det caucho, cay6 asesinado a fines de 1988, en la Amazonia bra- sileia, por creer lo que crefa: que la militancia ecolégica no puede divorciarse de la lucha so- cial, Chico crefa que la floresta amaz6nica no sera salvada mientras no se haga la reforma agrarla en Brasil, Sin reforma agraria, los cam- pesinos expulsados por el latifundio seguiran siendo puntas de lanza de la expansion det propio latifundio selva adentro, un ejército de colonos muertos de hambre que arrasan bos- ques y exterminan indios por cuenta del pufa- do de empresarios que acaparan la tierra con- quistada y por conquistar. Cinco aftos después del crimen de Chico Mendes, los obispos brasilefios denunciaron que mas de cien trabajadores rurales mueren asesinados, cada afio, en la lucha por la tierra, y calcularon que cuatro millones de campesi- 1tos sin trabajo se encaminaban a las ciudades desde las plantaciones del interior. Adaptando las cifras a cada pats, esa decla- racién de los obispos retrata a toda América Latina. Las grandes ciudades latinoamerica- nas, hinchadas a reventar por la incesante in- vasiOn de los exiliados del campo, son una ca- téstrofe ecolégica: una catéstrofe que no se puede entender ni cambiar dentro de los tes de una ecologia sorda ante el clamor social y ciega ante el compromiso politico. Nuestros hormigueros urbanos seguirén siendo infier- E mmilitancia ecolégica no se puede divorciar de la lucha social nos de la ecologia aunque se pongan en pric: ee eeoee 19 Eduardo Galeano ee eoeeeooosesseee ‘ca los proyectos surrealistas que deliran ante Jas consecuencias por impotencia ante las cau- sas: en Santiago de Chile proponen volar un ce- ro con dinamita, para que los vientos puedan limpiar el aire; en Ciudad de México se proyec- tan ventiladores del tamafio de rascacielos.. “La naturaleza esta fuera de nosotros” En sus Diez Mandamientos, Dios olvidé men- cionar a la naturaleza. Entre las érdenes que nos envié desde el monte Sinai, el Sefior hu- biera podido agregar, pongamos por caso: “Honrards a la naturaleza de la que formas parte”. Pero no se le ocurri6. Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado mundial, la civiliza- cién invasora confundié a la ecologia con la idolatria, La comunién con la naturaleza era pecado, y merecia castigo. Segiin las cronicas de la conquista, los indios nomadas que usa- ban cortezas para vestirse jamas desollaban el tronco entero, para no aniquilar el 4rbol, y los Indios sedentarios plantaban cultivos diver- 0s y con periodos de descanso, para no can- sar la tierra, La civilizacion que venia a impo- ner los devastadores monocultivos de expor- tacién, no podia entender a las culturas inte- gradas a la naturaleza, y las confundié con la vocacién demoniaca o la ignorancia. 20 tHe Uases distraccion de Dios Uselo y tielo ee eeececocce Y asi siguié siendo. Los indios de Yucatan y los que después se alzaron con Emiliano Zapa- ta, perdieron sus guerras por atender las siem- bras y las cosechas del maiz, Llamados por la tierra, los soldados se desmovilizaban en los momentos decisivos del combate. Para la cul- tura dominante, que es militar, asi los indios probaban su cobardia o su estupidez. Para la civilizacién que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza era una bestia feroz que habia que domar y castigar para que fun- cionara como una maquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para siempre. La na- turaleza, que era eterna, nos debfa esclavitud. Muy recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como nosotros, sus hijos; y hemos sabido que, como nosotros, Puede morir asesinada, Ya no se habla de so- ‘meter a la naturaleza: ahora hasta sus verdu- 0s dicen que hay que protegeria. Pero en uno 1 otro caso, naturaleza sometida o naturaleza protegida, ella esté fuera de nosotros. La civili- zaci6n que confunde a los relojes con el tiem- po, al crecimiento con el desarrollo y alo gran- dote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper st propio cielo, a S. contunde ala naturaleza con el paisale luinientos afios ide soledad Fin del siglo, fin del milenio, fiesta de cum- pleafos. El mundo de nuestro tiempo —mun- do convertido en mercado, tiempo del hom- bre reducido a mercancia— ha celebrado los quinientos aos de su edad. El 12 de octubre de 1492 habia nacido esta realidad que hoy vi vimos a escala universal: un orden natural enemigo de la naturaleza y una sociedad hu- ‘mana que llama “humanidad” a la quinta par- te de la humanidad. Un salvoconducto : para huir de la historia En su pastoral de 1992, los obispos de la Igle- sia Catélica de Guatemala han pedido per- d6n al pueblo maya y han rendido homenaje in indigena “que vefa en la natura- 22, Laver y la gente reducidos ‘a mercancias Uselo ytirelo eo ee eza una manifestacién de Dios”. El Vaticano, sin embargo, ha festejado los quinientos afios de ‘la legada de la fe al continente americano”, {No existia la fe en América, an- tes de Colon? La conquista impuso su fe co- mo ‘nica verdad posible, y asi calumnié al Dios de los cristianos, atribuyéndole la or- den de invasi6n contra las tierras infieles. En aquellos tiempos, muy proféticamente, em- pez6 a llamarse libertad de comunicacion al derecho del invasor, duefio de la voz, ante el invadido mudo. Los indios fueron condenados por ser in- dios, o por seguir siéndolo. Los barbaros que no se dejaban civilizar merecfan la esclavitud ¢Cuantos ardieron en la hoguera, por el delito de creer que toda tierra es sagrada? Adorando alanaturaleza, los paganos practicaban la ido- latria y ofendian a Dios. ,Ofendian a Dios, 0 mas bien ofendian al capitalismo naciente? De aquel entonces proviene la identificacién de la propiedad privada con la libertad: la libertad de exprimir al mundo como fuente de ganan- cia y objeto de consumo. De Carlos V a la dic- tadura electronica: cinco siglos después, el planeta es tierra arrasada. El color de la piel no habfa tenido la menor Importancia en las civilizaciones anteriores. La Europa del Renacimiento fund6 el racismo. Y cinco siglos después, Europa no consigue cu- rarse de esa enfermedad. Misién de evangeli- zacién, deber de civilizaci6n, horror aladiver- @@ ee 0@ 23 »>— E, delito de creer que toda terra s sagrada Eduardo Galeano eeoeeeeoecece sidad, negacion de la realidad: el racismo era y es un eficaz salvoconducto para huir de la his- toria. Los ganadores han nacido para ganar, los perdedores han nacido para perder. Si el destino esta en los genes, la riqueza de los E cos es inocente de cinco siglos de crimen y sa- | racismo queo, y la pobreza de los pobres noes unre fot sultado de la historia, sino una maldicion de la oars bu biologfa. Si los ganadores no tienen de qué dela historia. arrepentirse, los perdedores no tienen de qué quejarse. b> El otro muro Fin del siglo, fin de! milenio, tiempo del des- precio. Pocos propietarios, muchos posef- dos; pocos opinadores, muchos opinados; pocos consumidores, muchos consumidos; pocos desarrollados, muchos arrollados. Los pocos, cada vez menos. Los muchos, cada vez mas: dentro de cada pafs, yen el mapa internacional. A lo largo de este siglo, la bre- cha que separa a los paises pobres de los paises ricos se ha multiplicado por cinco. El mundo de nuestros dias es la obra maestra de una escuela artistica que podrfamos lla- mar el realismo capitalista, En su infinita ge- nerosidad, el sistema nos otorga a todos la li- bertad de aceptarlo o aceptarlo, pero el ochenta por clento de la humanidad tiene prohibido e! ingreso a la sociedad de consu. ee ee eee 24 Uselo y titelo eee eeccce mo. Se puede verla por televisién, eso sf quien no consume cosas, consume fantasias de consumo. El mundo se parece ahora a cualquiera de las grandes ciudades latinoamericanas: inmen- ‘0s suburbios acorralan a las fortalezas amu- ralladas de los barrios de lujo. Yani los escom- bros quedan del fugaz muro de Berlin, pero es- té cada dia mas alto y més ancho el muro mun- dial que desde hace cinco siglos separa a los que tlenen de los que quieren tener. ;Cudntos han cafdo, y cada dia caen, queriendo saltarlo? Nadie los cont6, nadie los cuenta. Fin del siglo, fin del milenio, tiempo del miedo. El Norte tiene panico de que el Sur se tome en serio las promesas de su publicidad, como el Este se creyé la invitacién al Paraiso. Un suefio imposible: si el ochenta por ciento de la humanidad pudiera consumir con la vo- racidad del veinte por ciento, nuestro pobre planeta, ya moribundo, moriria. Si el despilfa- rrono fuera un privilegio, no podria ser. El or- den internacional, que predica la justicia, se funda en la injusticia y de ella depende. No es por casualidad que la industria det ‘miedo ofrece los negocios més lucrativos del mundo actual: la venta de armas y el trafico de drogas. Las armas, productos del miedo de morir; y las drogas, productos del miedo de vivir, 25 eecccccce E, mundo se parece a nuestras grandes cludades eeccee Eduardo Galeano ee eeeeeeoeeee El poder esta enfermo le violencia y miedo Tiempo del miedo: graves agujeros en la capa de ozono y ms graves agujeros en el alma. Hace cinco siglos nacié este sistema, que universaliz6 el intercambio desigual y puso precio al planeta y al género humano. Desde entonces, convierte en hambre o dinero todo lo que toca. Para vivir, para sobrevivir, nece- sita la organizacion desigual del mundo co- mo los pulmones necesitan el aire. Hoy dia la debilidad de los débiles, perso- nas débiles, paises débiles, es motivo de burla o lastima. La solidaridad ha pasado de moda. Pero, ,qué tan fuerte es la fortaleza de los fuertes? El poder, hijo de la violacién, es- t6 leno de violencia, est lleno de miedo. Musculoso cuerpo asustado de su propia sombra, cuerpo sin alma, sociedad des-al- mada. Cuerpo clego de sf, perdido de si: pro- pietario de todo, ya no es duefio de sf. Ya no puede permitirse otra pasién que la pasion del consumo. Ha sacrificado el derecho ala vida, su propia vida, en los altares del dere- cho de propiedad; y ya ha empezado a con- sumirse a si mismo. 26 Coen sin alma, sociedad des-aimada Usolo y tirelo ee eeoee eecce El pecado original En octubre del 92, mientras el poder cumplia sus obscenas ceremonias de autoelogio, ce- Iebrando el holocausto de los indios y los negros, muchas otras celebraciones, de sig- no opuesto, ocurrieron en el mundo entero: ellas han celebrado la larga resistencia y la porfiada dignidad de los vencidos, y han de- nunciado que la conquista continéa. Una de esas muchas fue el tribunal que la Funda- clon Basso convocé en Padua, para discutir el derecho internacional a la luz de los qui- nientos afios de la conquista de América. El derecho internacional, hijo del derecho de conquista, esté marcado en la frente por eso que Francois Rigaux lama “su pecado origi- nal”. Nos han acostumbrado a olvidar lo que merece memoria y a recordar lo que merece olvido; pero hombres y mujeres del Sur y del Norte nos hemos reunido en Padua a partir de la certeza de que el mundo no es “este” mundo, mutilada plenitud, humillada digni- dad, ni el derecho es “este” derecho, coarta- da de un sistema que jamés dice lo que hace ni hace lo que dice. En el viaje hacia Italia, pasé por Andalucia. Y all escuché una copla de cante flamenco, el canto hondo, el cante jondo, que en tres brevisimos versos contesta, del modo més certero, a la civilizacién que confunde ser @ @ 27 b> L. marca ena frente Eduardo Galeano ee © con fener, La copla se me quedo, y todavia canta dentro de mi “Tengo las manos vacias de tanto dar sin tener, pero las manos son mias”. 28 b> ios venian desde lejos Si hubieran conocido la lengua de la ciudad, habrian podido preguntar quién hizo al hom- bre blanco, de dénde salié la fuerza de los au- toméviles, cSmo se sostienen los aviones, por ‘qué los dioses nos negaron el acero. Pero no conocfan la lengua de la ciudad. Ha- blaban el viejo idioma de los antepasados, que no habfan sido pastores ni habfan vivido en las alturas de la sierra nevada de Santa Marta. Porque antes de los cuatro siglos de persecu- cl6n y de despojo, los abuelos de los abuelos de los abuelos habjan trabajado las tierras {ér- tiles que los nietos de los nietos de los nietos no habian podido conocer ni siquiera de vista © de ofdas. De modo que ahora ellos no podfan hacer otro comentario que el que les nacia, en chis- as burlonas, de los ojos: miraban esas manos Pequefiitas de los hombres blancos, manos de @ @ 29 ae \ la lengua de la ciudad Eduardo Galeano eee lagartija, y pensaban: esas manos no saben ca- zar, y pensaban: s6lo pueden regalar regalos hechos por otros. Estaban parados en una esquina de la capi- tal, el jefe y tres de sus hombres, sin miedo. No los sobresaltaba el vertigo del tréfico de las maquinas y los transetintes, ni temfan que los edificios gigantes pudieran desprenderse de las nubes y derrumbarseles encima. Acaricia- ban con las yemas de los dedos sus collares de varias vueltas de dientes y semillas, y no se de- jaban impresionar por el estrépito de las ave- nidas. Sus corazones se compadectan de los millones de ciudadanos que les pasaban por encima y por debajo, por los costados y por delante y por detrés, sobre piernas y sobre Tuedas, a todo vapor: “,Qué seria de todos us- tedes —preguntaban lentamente sus corazo- ‘nes— si nosotros no hiciéramos salir el sol to- dos los dias?". (Be Vagamundo y ors relatos) 30 +e “Qo de todos ustedes...?” is tradiciones uturas El desprecio y el miedo El lenguaje como traicién: les gritan verdugos. En el Ecuador, los verdugos Haman verdugos a sus victimas: —Indios verdugos! —les gritan. De cada tres ecuatorianos, uno es indio. Los otros dos le cobran, cada dia, la derrota histérica. —Somos los vencidos. Nos ganaron la gue- ra. Nosotros perdimos por creerles. Por eso —me dice Miguel, nacido en lo hondo dela sel- va amazénica. Los tratan como a los negros en Sudéfrica: los indios no pueden entrar en los hoteles ni en los restaurantes —En la escuela me metian palo cuando ha- blaba nuestra lengua —me cuenta Lucho, naci do al Sur de la sierra. 31 ¥N E, sistema ‘desprecia to que ignora Eduardo Galeano eeeeeeoeece —Mi padre me prohibia hablar quichua. Es Por tu bien, me decia —recuerda Rosa, la mu- jer de Lucho, Rosa y Lucho viven en Quito. Estén acos- tumbrados a escuchar: —indio de mierda. Los indios son unos tontos, vagos, borra- chos. Pero el sistema que los desprecia, des- precia lo que ignora, porque ignora lo que te- me. Tras la mascara del desprecio, asoma el pAnico: estas voces antiguas, porfiadamente vivas, qué dicen? {Qué dicen cuando hablan? Qué dicen cuando callan? Las voces porfiadamente vivas Hay un Gnico lugar donde ayer y hoy se en- cuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mafana. Suenan muy futuras ciertas voces del pasa- do americano muy pasado. Las antiguas vo- ces, pongamos por caso, que todavia nos di- cen que somos hijos de la tierra, y que la ma- dre no se vende ni se alquila. Mientras Ilueven péjaros muertos sobre la ciudad de México, y se convierten los rios en cloacas, los mares en basureros y las selvas en desiertos, esas voces orfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma. También nos anuncian otro mundo posible @ @ @ 32 en muy futuras esas voces del pasado Uselo ytirelo Coe eo eoeeeeocooeece las voces antiguas que nos hablan de comuni- dad. La comunidad, el modo comunitario de produccién y de vida, es la mas remota tradi- cién de las Américas, la mas americana de to- das: pertenece a los primeros tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y presiente un nuevo Nue- t ‘vo Mundo. Porque nada hay menos foréneo | queel socialism en estas tierras nuestras.Fo- { omo la raneo es, en cambio, el capitalismo: } viruela, como la gripe, vino de afuera. C (De El tbr de tos abrazos) Fy Liss que nos anuncian otro mundo: posible 33 is profecias (I) Vendra la gente vestida El que hizo al sol y a la luna avis6 a los tainos que se cuidaran de los muertos. “ Durante el dia los muertos se escondian y ‘comfan guayaba, pero por las noches salian a pasear y desafiaban a los vivos. Los muertos ofrecian combates y las muertas, amores. En la pelea, se esfumaban cuando querfan; yen lo mejor del amor quedaba el amante sin nada entre los brazos. Antes de aceptar la lucha contra un hombre 0 de echarse junto a una mujer, era preciso rozarle el vientre con la ma- no, porque los muertos no tienen ombligo. El duefio del cielo también avis6 a los tak nos que mucho més se cuidaran de la gente vestida. El jefe Céicthu ayun6 una semana y fue dig- @ @ 34 ki reve sera el goce de la vid...” Useloy tirelo eee eeececccs no de su vor: Breve serd el goce de la vida, anuncié el invisible, el que tiene madre pero no tiene principio: Los hombres vestidos lega- én, dominarin y matarén. Nos atrapar4 la telaraia Bebeagua, sacerdote de los sioux, soié que seres jamés vistos tejfan una inmensa telara- fia alrededor de su pueblo. Despert6 sabiendo que asi seria, y dijo a los suyos: Cuando esa extrafia raza termine su telarafia, nos encerra- rn en casas grises y cuadradas, sobre tierra estéril, y en esas casas moriremos de hambre. Las voces del fuego, el agua, la tierra y el aire Un dia ya lejano, los magos volaron hasta la cueva de la madre del dios de la guerra. La bru ja, que llevaba ocho siglos sin lavarse, no sonrié ni salud6. Acept6, sin agradecer, las ofrendas, ‘mantas, pieles, plumas y escuch6 con una mue- a las noticias. México, informaron los magos, es sefiora y reina, y todas las ciudades estén a su mandar, La vieja grufié su Gnico comentario: Los aztecas han derribado a los otros, dijo, y otros vendrén que derribardn a los aztecas. Pasé el tiempo. Y se suceden los signos: 35 eee "kK i N.. encerrarén en casas gises. Eduardo Galeano @ Una hoguera estuvo goteando fuego, desde el centro del cielo, durante toda una noche. Un siibito fuego de tres colas se alz6 desde el horizonte y vol6 al encuentro del sol. Se suicid6 la casa del dios de la guerra, se incendié a si misma: le arrojaban céntaros de agua y el agua avivaba las llamas, Otro templo fue quemado por un rayo, una tarde que no habfa tormenta. La laguna donde tiene su asiento la ciudad, se hizo caldera que hervia. Las aguas se levan- taron, candentes, altas de furia, y se llevaron las casas por delante y las arrancaron. Las redes de los pescadores alzaron un pé- jaro de color ceniza mezclado con los peces. En la cabeza del pajaro habia un espejo redon- do, El emperador Moctezuma vio avanzar, en el espejo, un ejército de soldados que corrian so- bre patas de venados y les escuché los gritos de guerra. Luego, fueron castigados los magos que no supieron leer el espejo ni tuvieron ojos para ver los monstruos de dos cabezas que acosan, implacables, el suefo y la vigilia de Moctezuma. El emperador encerré a los magos en jaulas y los condené a morir de hambre. Cada noche, los alaridos de una mujer invi- sible sobresaltan a todos los que duermen en Tenochtitlan y en Tlatelolco. Hijitos mios, gri- ta, ;pues ya tenemos que imos lejos! No hay pa- red que no atraviese el llanto de esa mujer: ¢Adénde nos iremos, hijitos mios? 36 “UA es rk nos iremos...?” eecccce Uselo y tirelo ee @ Humillarén al mundo Echado en la estera, boca arriba, el sacerdo- teJaguar de Yucatén escuché el mensaje de Jos dioses. Ellos le hablaron a través del teja- do, montados a horcajadas sobre su casa, en un idioma que nadie mas entendia. Chilam Balam, el que era boca de los dio- ses, recordé lo que todavia no habia ocurrido: —Dispersados serén por el mundo las muje- res que cantan y los hombres que cantan y todos los que cantan.. Nadie se librard, nadie se sal- vard.. Mucha miseria habré en los arios del im- perio de la codicia. Los hombres, esclavos han de hacerse. Triste estard el rostro del sol... Se despoblard el mundo, se hard pequefio y humi- Wade (De Memoria det fego: Los nocimientos) “ 37 eovcccce ki riste estard el rostro del sol...” fa tierra los indios Que tiene duefio la tierra? Como asi? ;Como se ha de vender? ;Cémo se ha de comprar? Si ella no nos pertenece, pues. Nosotros somos de ella, Sus hijos somos. Asi siempre, siem- pre. Tierra viva, Como ceria a los gusanos, asi nos ceria. Tiene huesos y sangre. Leche tiene, y nos da de mamar, Pelo tiene, pasto, paja, 4r- boles. Ella sabe parir papas. Hace nacer ca- sas. Gente hace nacer. Ella nos cuida y noso- tros la culdamos. Ella bebe chicha, acepta nuestro convite. Hijos suyos somos. {Como se hha de vender? ,Cémo se ha de comprar? (De Memoria del fuego: Los nacimientos) Maria, Madre Tierra En las iglesias de estas comarcas suele verse a la Virgen coronada de plumas 0 protegida @ © 38 8 Core seha de vender? Uselo ytirelo ee ee eee Cee por parasoles, como princesa inca, y a Dios Padre en forma de sol, entre monos que s0s- tlenen columnas y molduras que ofrecen fru- tas y peces y aves del tr6pico. Un lienzo sin firma muestra a la Virgen Ma- ria enel cerro de plata de Potosi, entre el sol y a luna. A un costado tiene al Papa de Roma y al otro al rey de Espafia, Pero Mariano esta so- bre el cerro sino dentro de él, es el cerro, un ce- rrocon cara de mujer y manos de ofrenda, Ma ria.cerro, Maria-piedra, fecundada por Dios co- mo fecunda el sol a la tierra La Pachamama En el altipiano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo. Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pacha- mama, si alguien bebe sin convidarla. Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la de- rrama. Alla se ofrece la placenta del recién naci- do, enterrandola entre las flores, para que viva el nifto; y para que viva el amor, los amantes entierran sus cabellos anudados. La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados y a los rotos, que de ella han brotado, yse abre para darles refugio al fin del viaje. Des- de abajo de la tierra, los muertos la florecen. E. recoge en sus braz0s alos cansados y alos rotos (De Memoria de ego. Las coms ylas miscaras) @@ SOOO 39 | maiz La gente, hecha de mafz, hace el maiz. La gen- te, creada de la carne y los colores de! mafz, cava una cuna para el mafz y lo cubre de bue- na tierra y lo limpia de malas hierbas y lo rie- gay le habla palabras que lo quieren. Y cuan- do el maiz esté crecido, la gente de maiz lo muele sobre la piedra y lo alza y lo aplaude, y lo acuesta al amor del fuego y se lo come, pa- ra que en la gente de maiz siga el maiz caml- nando sin morir sobre la tierra. (De Las palabras andantes) 40 ‘ Cones el maiz nla gente de maiz ice que tuvo lel sol Tieso entre las sdbanas, Mancio Serra de Le- guizamo descarga la conciencia, Ante notario, dicta y jura, en el Cuzco, en 1589: —Que hallamos estos reinos de tal manera que en todos ellos no habia un ladrén, un hom. bre vicioso, ni holgazdn, ni habia mujer adilte- ra ni mala. El viejo capitén de Pizarro no quiere irse del mundo sin decir por primera vez: —Que las tierras y montes y minas y pastos ycaza y maderas y todo género de aprovecha- ‘mientos estaban gobernados o repartidos de suerte que cada uno conocfa y tenia su hacien- da, sin que otro ninguno se la ocupase ni to- mase. Del ejército que conquist6 el Pera, don Mancio es el cltimo sobreviviente. Hace mas de medio siglo, é1 fue uno de los que invadie- 4 Hse un viejo capitan de la Conquista ron esta cludac sagrada del Cuzco, saquearon @@ @@@@8 41 F Eduardo Galeano ee eeecccccccccces las joyas de las tumbas y las casas y a golpes de hacha arrancaron las paredes del Templo del Sol, tan cuajado en oro que sus resplando- res daban color de difunto a quien entraba. Se- gin dice, recibié del botin la mejor parte: el rostro de oro del sol, con sus rayos y llamas de i fuego, que reinaba, inmenso, ‘te ciudad y Pa Pled ce ae 2 enceguecia a los cuzquefios a la hora del ama- necer, Don Mancio se jugé el sol a los naipes y lo perdié en una nocke. (@e Memoria det ego 10s nacimientos) El funcionario del rey aguarda a la bruja, dies- tra en maldades, que ha de venir a rendir cuentas. A sus pies yace boca abajo, el idolo de piedra. La bruja fue sorprendida cuando estaba velando esta huaca a escondidas, y pronto pagaré su herejfa. Pero antes del casti- go, el funcionario quiere escuchar de su boca la confesion de sus charlas con el demonio. S a Mientras espera que la traigan, se entretiene fe jugé el sot pisoteando la huaca y meditando sobre el destino de estos indios, que da pesar a Dios haberlos hecho. Los soldados arrojan a la bruja y la dejan 2 temblando en el umbral. U, Entonces la huaca de piedra, fea y vieja, na bruja Vieja y fea a los naipes saluda en lengua quechua a la bruja vieja y fea: —Bienvenida seas, princesa —dice la voz, eccccce ronca, desde las suelas del funcionario. eovcsce 42 43 Eduardo Galeano @eeeecccee El funcionario queda bizco y cae, despata- rrado, al piso. Mientras lo abanica con un sombrero, la vieja se prende a la casaca del desvanecido y clama: *jNo me castigues, sefor, no la rom- as!” La vieja quisiera explicarle que en esa pie- dra viven las divinidades y que si no fuera por la huaca, ella no sabria como se llama, ni quién €s, ni de donde viene, y andaria por el mundo desnuda y perdida. (Be Memoria de fuego os nacinientos) 2 Ri. nombre y camino los sacramentos A fines det siglo XVIII, los indios estén obliga- dos a escupir cada vez que nombran a cual- quiera de sus dioses. Estén obligados a bailar danzas nuevas, el Baile de la Conquista y el Baile de Moros y Cristianos, que celebran la invasion de Améri- cay la humillaci6n de los infieles. Estén obligados a cubrir sus cuerpos, por- que la lucha contra la idolatria es también una lucha contra la desnudez, la peligrosa desnu- dez que produce en quien la contempla, segan el arzobispo de Guatemala, mucha lesion en et cerebro. Estén obligados a repetir de memoria el Alabado, el Avemaria y el Padrenuestro. ¢Se han hecho cristianos los indios de Gua- temala? El fraile doctrinero de San Andrés Itzapan é L spon desnudez no esta muy seguro. Dice que ha explicado el ©@ @@ © 0 @ 45 Eduardo Galeano ee eeececcccccccces ministerio de la Santisima Trinidad doblando un pafio y mostréndolo a los indios: Mirad: un solo pario en tres dobleces. Ast también Dios es uno en tres, Y dice que los indios quedaron convencidos de que Dios es de patio. Los indios pasean a la Virgen en andas de plumas, y llamandola Abuela de la Luz le piden cada noche que matiana traiga el sol; pero con. mayor devocién veneran a la serpiente que ella aplasta bajo el ple. Ofrecen incienso a la serpiente, viejo dios que da buen maiz y buen venado y ayuda a matar enemigos. Mas que a San Jorge celebran al dragon, cubriéndolo de flores; y las flores al pie del jinete Santiago rin- den homenaje al caballo, no al apéstol. Se re- conocen en Jesiis, que fue condenado sin pruebas, como ellos; pero no adoran la cruz por ser simbolo de su inmolacién, sino porque la cruz tiene la forma del fecundo encuentro entre la lluvia y la tierra. Los indios no cumplen los ritos de pascuas sino coinciden con dias de lluvia, cosecha 0 siembra. ‘Tampoco acuden a misa, No responden al preg6n ni a la campana; hay que buscarlos a caballo por pueblos y milpas y arrastrarlos por la fuerza, Se castiga la falta con ocho azo- tes, pero la misa ofende a los dioses mayas y eso puede mas que el miedo al cuero. Cincuenta veces por afto, la misa interrum- pe el trabajo agrario, cotidiana ceremonia de ‘comunién con la tierra. Acompafiar paso apa- @ 46 &- Queioce convencidas de que Dios s de patio Uselo y trelo © 80 los ciclos de muerte y resurrecci6n del maiz es, para los indios, una manera de rezar; y la tierra, templo inmenso, les da testimonio, dia tras dia, del milagro de la vida que renace. Para ellos toda tierra es iglesia y todo bosque, santuario, Por huir del castigo en la picota de la pla- za, algunos indios Megan al confesionario, donde aprenden a pecar, y se hincan ante el altar, donde comulgan comiendo al dios del maiz, Pero s6lo llevan a sus hijos a la pila del bautismo después de haberlos ofrecido, monte adentro, a los antiguos dioses. Ante ellos celebran alegrias de resurreccién. Todo el que nace, nace de nuevo. (Be Memoria det fuego Las caras las méscares) 47 é. Tex ol que nace, nace de nuevo eoee i se te pierde lel alma len un descuido {Qué hace esa india huichola que esté por pa- rir? Ella recuerda. Recuerda intensamente la noche de amor de donde viene el nifio que va anacer. Piensa en eso con toda la fuerza de su memoria y su alegria. Asi el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces nace tun buen huichol, que serd digno de aque! go- ce que lo hizo. Un buen huichol cuida su alma, su alum- brosa fuerza de vida, pero bien se sabe que el alma es més pequeiia que una hormiga y mas suave que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder. Un muchacho tropieza y rueda sierra abajo y el alma se desprende y cae en la rodada, ata- da como estaba noms que por un hilo de se- da de arafa, Entonces el joven huichol se atur- de y se enferma, Balbuceando llama al guar- 48 U, nifo digno dela alegria que lo hizo woes Uselo y tirelo # didn de los cantos sagrados, el sacerdote he- chicero, {Qué busca ese viejo indio escarbando la sierra? Recorre el rastro por donde el enfermo anduvo. Sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por hoja, y bajo las piedritas. ;Dénde se cayé la vi- da? {Dénde quedé asustada? Marcha lento y con los ofdos muy abiertos, porque las almas perdidas Hloran y a veces silban como brisa. Cuando encuentra el alma errante, el sacer- dote hechicero la levanta en la punta de una pluma, la envuelve en un minasculo copo de algodén y dentro de una cafita hueca la lleva de vuelta a su duefo, que no morira. (Be Memoria det uego as caroey las scares) 49 eeccce ay E alma es una cosa de nada letablo ide los indios =) Entre los indios de Canada no hay ningan Panz6n ni ninggin jorobado, dicen los frailes y los exploradores franceses. Si algin cojo exis- te, o ciego, o tuerto, es por herida de guerra. No conocen la propiedad ni la envidia, cuenta Pouchot, y Haman al dinero serpiente de los franceses. Consideran ridiculo obedecer a un seme- fante, dice Lafitau. Eligen jefes que no tienen privilegio alguno; y a quien sale mandén lo destituyen. Las mujeres opinan y deciden ala ar de los hombres. Los consejos de ancianos. las asambleas piblicas tienen la diltima pala- bra; pero ninguna palabra humana resuena més fuerte que la voz de los suefios. Obedecen a los suefios como los cristianos al mandato divino, observa Brébeuf. Los obe- decen cada dia, porque a través de los suefios habla el alma cada noche; y cuando llega el {in @ © @ 50 € On alos viejos ya los suefios Uselo ytirelo eeeee del invierno, y se rompen los hielos del mun- do, celebran una larga fiesta a los suehos con- sagrada. Entonces los indios se disfrazan y to- da locura est permitida. Comen cuando tienen hambre, anota Car- tier, No conocen mas reloj que el apetito. Son libertinos, advierte Le Jeune. Tanto la ‘mujer como el hombre pueden romper su ma- trimonio cuando quieren. La virginidad no sig- nifica nada para ellos. Champlain ha descu- bierto ancianas que se habian casado veinte veces, Segiin Le Jeune, trabajar no les gusta nada pero les encanta, en cambio, inventar menti- ras. Ignoran el arte, como no sea el arte de de- sollar créneos de enemigos. Son vengativos por venganza comen piojos y gusanos y todo bicho que guste de la carne humana. Son inca- paces, comprueba Biard, de entender ninguna idea abstracta. Segiin Brébeul, los indios no pueden enten- der la idea del infierno, Jam&s habfan ofdo ha- blar del castigo eterno. Cuando los cristianos Jos amenazan con el infierno, los salvajes pre- guntan: ¥ en el infiemno, gestardin mis amigos? (De Memoria del Mego: Las coro y las mdscora) 51 € Ne nei entender la idea del infierno ledicina ly brujeria Los indios zapotecas, que antes de caer ala tierra eran péjaros muy coloridos y cantores, han contado algunos secretos a Gonzalo de Balsalobre. Después de vivir un tiempo entre ellos, y tras mucho averiguar misterios de re- ligion y medicina, don Gonzalo esta escribien- do en Oaxaca un detallado informe que envia- 14 ala ciudad de México antes de que acabe este afio de 1654. El informe denuncia a los in- dios ante la Santa Inquisicion y pide que se castiguen las curanderfas que los frailes y la Justicia ordinaria no han sido capaces de su- primir, Hace algin tiempo, el bachiller Alar- On compartié durante nueve afios la vida de la comunidad de los indios cohuixcos. Cono- i6 las hierbas sagradas que sanan a los enfer- mos; y después denuncié a los indios por practicas demontacas. En.la primera época de la conquista, sin 52 Ms Le hierbas hablan, curan, y provocan el amor el olvido Usoloytirelo ee eeee embargo, la medicina indigena despertaba gran curiosidad en Europa y se atribufan mara villas a las plantas de América. Fray Bernardi- no de Sahagin recogié y publicé las sabidu- rias de ocho médicos aztecas y el rey Felipe Il envid a México a su médico de camara, Fran- cisco Hernindez, para que estudiara a fondo Ta medicina nativa. Para los indios, las hierbas hablan, tienen sexo y curan, Son las plantitas, ayudadas por la palabra humana, las que arrancan la enfer- medad del cuerpo, revelan misterios, endere- zan destinos y provocan el amor o el olvido. Estas voces de la tierra suenan a voces del in- fierno a los ofdos de la Espaiia del siglo XVII, ‘ocupada en inquisiciones y exorcismos, que para curarse confia en la magia de las oracio- nes, los conjuros y los talismanes més que en los jarabes, las purgas y las sangrias. (@e Memoria det fue: ‘Los nacimientos) L. Inqusicién contra la medicina indigena acen la guerra para hacer lel amor La rebelién estalla en 1599, en las costas del Caribe y los truenos sacuden la sierra Neva- da, Los indios se alzan por la libertad del amor. El jefe Cuchacique viste la piel del jaguar. Flechas que silban, flechas que queman, fle- chas que envenenan: los tairona incendian ca- pillas, rompen cruces y matan frailes, pelean- do contra el dios enemigo que les prohibe las, costumbres. Desde lo més lejano de los tiempos, en es- tas tierras se divorciaba quien querfa y hacfan el amor los hermanos, si tenfan ganas, yla mu- Jer con el hombre o el hombre con el hombre ola mujer con la mujer. As{ fue en estas tierras hasta que llegaron los hombres de negro y los hombres de hierro, que arrojan a los perros a quienes aman como los antepasados amaban. a Esse Caribe, el amor era libre Los tairona celebran las primeras victorias, @@ @ 00 @@ 54 Uselo ytirelo eo eeccee En sus templos, que el enemigo lama casas del Diablo, tocan la flauta en los huesos de los vencidos, beben vino de matz y danzan al son de los tambores y las trompetas de caracoles. Los guerreros han cerrado todos los pasos y caminos hacia Santa Marta y se preparan para el asalto final. Un afio después: El fuego demora en arder. Qué lento arde. Ruidos de hierro, ambular de armaduras. El asalto a Santa Marta ha fracasado y el gober- nador ha dictado sentencia de arrasamiento. Armas y soldados han llegado desde Cartage- na en el momento preciso y los tairona, desan- grados por tantos afios de tributos y esclavitu- des, se desparraman en derrota. Exterminio por el fuego. Arden las poblacio- nes y las plantaciones, los maizales y los algo- donales, los campos de yuca y papas, las arbo- ledas de frutales. Arden los regadios y las se- menteras que alegraban la vista y daban de co- mer, los campos de labranza donde los tairona hacfan el amor a pleno dia, porque nacen cle- g0s los niios hechos en la oscuridad. {Cuéntos mundos iluminan estos incen- dios? El que estaba y se vefa, el que estaba y no se veia. Desterrados al cabo de setenta y cinco ss La tairona se alzan en defensa de sus costumbres, sexuales afios de revueltas, los tairona huyen por las @@ ee eee 55 Eduardo Galeano eee ececcceccccee ‘montafias hacia los més dridos y lejanos rinco- nes, donde no hay pescado ni maiz. Hacia alla los expulsan, sierra arriba, para arrancarles la tierra y la memoria: para que allé lejos se afs- len y olviden, en la soledad, los cantos de cuando estaban juntos, federacién de pueblos libres, y eran poderosos y vestian mantos de colorido algodén y collares de oro y piedras fulgurantes: para que nunca més recuerden que sus abuelos fueron jaguares. A las espaldas, dejan ruinas y sepulturas. Sopla el viento, soplan las almas en pena, y el fuego se aleja bailando. (@e Memoria det ego Los nacimientos) L.. expulsan sierra arriba, hacia los paramos eoee e equivoca el fuego a Fray Diego de Landa arroja a Jas llamas, uno tras otro, los libros de los mayas, El inquisidor maldice a Satands y el fuego crepita y devora. Alrededor del quemadero, los herejes aillan cabeza abajo. Colgados de los pies, desollados a latigazos, los indios rec- ben bafios de cera hirviente mientras crecen las lamaradas y crujen los libros, como que- jandose. Esta noche del afio 1562 se convierten en cenizas ocho siglos de literatura maya. En es- tos largos pliegos de papel de corteza, habla- ban los signos y las imagenes: contaban los trabajos y los dias, los suefios y las guerras de tun pueblo nacido antes que Cristo. Con pince- les de cerdas de jabalf, los sabedores de cosas habian pintado estos libros alumbrados, alum- bradores, para que los nietos de los nietos no fueran clegos y supleran verse y ver la historia 37 Ose en cenizas Eduardo Galeano eee eeececcvccccce de los suyos, para que conocieran el movi- miento de las estrellas, la frecuencia de los a revelariors eclipses y las profectas de los dioses, y para Diese que pudicran lamar a las luvias y alas buenas historia cosechas de maiz. del rey Azucar Alcentro, el inquisidor quema los libros. En torno de la hoguera inmensa, castiga a los lec- L meno ry tores. Mientras tanto, los autores, artistas-sa- ny se inoendia, cerdotes muertos hace afios o hace siglos, be- aunque ben chocolate a la fresca sombra del primer fe quemen sus casiias 4rbol del mundo. Ellos estén en paz, porque han muerto sablendo que la memoria no se in- cendia, ;Acaso no se cantaré y se danzar4, por los tiempos de los tiempos, lo que ellos habian pintado? Cuando le queman sus casitas del papel, la memoria encuentra refugio en las bocas que cantan las glorias de los hombres y los dioses, rcanicres que dle perf on gente qvedanice en os, Jas Canarias, y las plant6 en las tierras que oerposique danizan‘al eon'de los troncos tine hoy ocupa la Reptiblica Dominicana. Una vez sembradas, dieron répidos retofios, para gran de papel La bisqueda del oro y de la plata fue, sin du- da, el motor central de la conquista. Pero en ‘su segundo viaje, Cristébal Col6n trajo las pri meras raices de cafa de azGcar, desde las is- os, los caparazones de tortuga y las flautas decata, regocijo del almirante. El azGcar, que se culti- E vaba en pequefia escala en Sicilia y en las is- | azticar (@e Memoria det fuego: las Madeira y Cabo Verde y se compraba, a pega os nacimients) precios altos, en Oriente, era un articulo tan qe agrees codiciado por los europeos que hasta en los ajuares de las reinas lleg6 a figurar como par- te de la dote. Se vendia en las farmacias, se lo pesaba por gramos. Durante poco menos de tres siglos a partir del descubrimiento de América, no hubo, para el comercio de Euro- a, producto agricola més importante que el 58 59 Eduardo Galeano ee eeeeeeeoeeseeee aziicar cultivado en estas tierras. Se alzaron los cafiaverales en el litoral hamedo y caliente del nordeste de Brasil y, posteriormente, tam- bién las islas del Caribe —Barbados, Jamaica, Haiti y la Dominicana, Guadalupe, Cuba, Puer- to Rico—y Veracruz y la costa peruana resul- taron sucesivos escenarios propicios para la explotacién, en gran escala, del “oro blanco” Inmensas legiones de esclavos vinieron de Africa para proporcionar, al rey Azticar, la fuerza del trabajo numerosa y gratuita que exigfa: combustible humano para quemar. Las tierras fueron devastadas por esta planta egoista que invadié el Nuevo Mundo arrasan- do los bosques, malgastando la fertilidad na~ tural y extingulendo el humus acumulado por los suelos. El largo ciclo del azticar dio origen, en América Latina, a prosperidades tan mor- tales como las que engendraron, en Potosi, Ouro Preto, Zacatecas y Guanajuato, los furo- res de la plata y el oro; y al mismo tiempo, im- puls6 con fuerza decisiva, directa e indirecta- mente, el desarrollo industrial de Holanda, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Tres edades histéricas La plantaci6n, nacida de la demanda de az- car en ultramar, era una empresa movida por el afan de ganancia de su propietario y puesta, al servicio del mercado que Europa iba articu- 60 ee Fes won as gig del “oro blanco” wecccce Uselo y tireio ee eeeeeeee lando internacionalmente. Por su estructura interna, sin embargo, tomando en cuenta que se bastaba a si misma en buena medida, resul- taban feudales algunos de sus rasgos predo- minantes. Utilizaba, por otra parte, mano de obra esclava. Tres edades histéricas distintas —mercantilismo, feudalismo, esclavitud— se combinaban as{ en una sola unidad econémi- ca y social, pero era el mercado internacional quien estaba en el centro de la constelacién de poder que el sistema de plantaciones inte- gr6 desde temprano. De la plantacion colonial, subordinada a las necesidades extranjeras y financiada, en mu- chos casos, desde el extranjero, proviene en li- nea recta el latifundio de nuestros dias. Este es uno de los cuellos de botella que estrangulan el desarrollo econ6mico de América Latina y ‘uno de los fectores primordiales de la margi- nacién y la pobreza de las masas latinoameri- canas. El latitundio actual, mecanizado en me- dida suficiente para multiplicar los excedentes de mano de obra, dispone de abundantes re- servas de brazos baratos. Yano depende de la importaci6n de esclavos africanos ni de la “en- comienda” indigena. Al latifundio le basta con el pago de jomnales irrisorios, la retribucién de servicios en especies 0 el trabajo gratuito a cambio del usufructo de un pedacito de tierra; se nutre de la proliferacién de los minifundios, resultado de su propia expansi6n, y de la con- E, latitundio proviene dela plantacion colonial tinua migraci6n interna de legiones de trabaj- @ eee eee 61 Eduardo Galeano ee eeeesoeeceseeee dores que se desplazan, empujados por el hambre, al ritmo de las zafras sucesivas. Los agujeros del colador La estructura combinada de la plantacién fun- cionaba, y asi funciona también el latifundio, ‘como un colador armado para la evasién de las riquezas naturales. Al integrarse al merca- do mundial, cada area conocié un ciclo diné- mico; luego, por la competencia de otros pro- ductos sustitutivos, por el agotamlento de la tierra o por la aparici6n de otras zonas con mejores condiciones, sobrevino la decaden- cia, La cultura de la pobreza, la economia de subsistencia y el letargo son los precios que cobra, con el transcurso de los aftos, el impul- so productivo original El nordeste era la zona mas rica de Brasil y hoy es la més pobre; en Barbados y Haiti ha- bitan hormigueros humanos condenados a la miseria; el azticar se convirtié en la lave maestra del dominio de Cuba por los Estados Unidos, al precio del monocultivo y del empo- brecimiento implacable del suelo. No sélo el aziicar, Esta es también la historia del cacao, que alumbré la fortuna de la oligarquia de Ca- racas; del algodén de Maranhao, de sitbito es- plendor y sibita caida; de las plantaciones de ‘caucho en el Amazonas, convertidas en ce- menterios para los obreros nordestinos reclu- @ 62 -*e L.s productos de exportacion se han convertido fen signos de identidad nacional Useloy tirelo eo eeeee tados a cambio de moneditas; de los arrasa- dos bosques de quebracho del norte argent no y del Paraguay; de las fincas de henequén, en Yucatan, donde los indios yaquis fueron enviados al exterminio, Es también la historia del café, que avanza abandonando desiertos a sus espaldas, y de las plantaciones de frutas en Brasil, en Colombia, en Ecuador y en los desdichados paises centroamericanos. Con ‘mejor 0 pecr suerte, cada producto se ha ido convirtiendo en un destino, muchas veces fu- gaz, para los pafses, las regiones y los hom- bres. El mismo itinerario han seguido, por cierto, las zonas productoras de riquezas mi- nerales. Cuanto més codiciado por el merca- do mundial, mayor es la desgracia que un pro- ducto trae consigo al pueblo latinoamericano ‘que, con su sacrificio, lo crea, La zona menos castigada por esta ley de acero, el rio de la Plata, que arrojaba cueros y luego carne y la- na a las corrientes del mercado internacional, no ha podido, sin embargo, escapar de la jau- la del subdesarrollo. El asesinato de la tierra en el nordeste de Brasil Las colonias espafolas proporcionaban, en primer lugar, metales. Muy temprano se ha- bian descubierto, en ellas, los tesoros y las vetas. El azdcar, relegada a un segundo plano, @ 63 ee ‘de maldicion. Eduardo Galeano eee eeeoeeseeeesee se cultivé en Santo Domingo, luego en Vera- ‘cruz, més tarde en la costa peruana y en Cu- ba. En cambio, hasta mediados de! siglo XVII, Brasil fue el mayor productor mundial de az(- car, Simulténeamente, la colonia portuguesa de América era el principal mercado de escla- ‘vos; la mano de obra indfgena, muy escasa, se extingufa répidamente en los trabajos forza- dos, y el azticar exigla grandes contingentes ‘de mano de obra para limpiar y preparar los terrenos, plantar, cosechar y transportar la cafia y, por fin, molerla y purgarla. La socie- dad colonial brasilefia, subproducto del azt- car, florecié en Bahia y Pernambuco, hasta que el descubrimiento del oro traslad6 su nd- cleo central a Minas Gerais. Las tierras fueron cedidas por la corona portuguesa, en usufructo, a los primeros gran- des terratenientes de Brasil. La hazafia de la conquista habria de correr pareja con la orga- nizacién de la produccién. Solamente doce “capitanes” recibieron, por carta de donacién, todo el inmenso territorio colonial inexplora~ do, para explotarlo al servicio del monarca. Sin embargo, fueron capitales holandeses los ‘que financiaron, en mayor medida, el negocio, que result6, en resumidas cuentas, més fla- menco que portugués. Las empresas holande. as no s6lo participaron en la instalacion de los ingenios y en la importacién de los escla~ vos; ademas, recogian el azticar en bruto en. Lisboa, lo refinaban obteniendo utilidades que 64 Dae hombres recibieron todo el Brasil fen donacion eoee Useloy tirelo eee llegaban a la tercera parte del valor del pro- ducto, y lo vendfan en Europa. En 1630 la Dutch West India Company invadié y conquis- 16 la costa nordeste de Brasil, para asumir di- rectamente el control del producto. Pero era preciso multiplicar las fuentes del azticar, para multiplicar las ganancias, y mien- tras se apoderaba del nordeste brasilefo, la ‘empresa ofrecié a los ingleses de la isla Bar- bados todas las facilidades para iniciar, tam- ign, el cultivo en gran escala en las Antillas. La Dutch West India Company trajo a Brasil colonos del Caribe, para que allf, en sus fl mantes dominios, adquirieran los necesarios conocimientos técnicos y la capacidad de or- ganizacion. Cuando los holandeses fueron por fin expul- sados del nordeste brasilefio, en 1654, ya ha- bian echado las bases para que Barbados se lanzara a ura competencia furiosa y ruinosa. Habian llevado negros y rafces de catia, habian levantado ingenios y les habjan proporcionado todos los implementos. Las exportaciones bra- silefas cayeron bruscamente a la mitad, y ala mitad bajaron los precios de! aaticar a fines del siglo XVII. Mientras tanto, en un par de déca- das, se multiplicé por diez la poblacién negra de Barbados. Las Antillas estaban mas cerca del mercado europeo, Barbados proporciona- ba tierras todavia invictas y producia con me- for nivel técnico. Las tierras brasilefias se ha- bian cansado. La formidable magnitud de las @@ ee @ 65 +e se mud alaisla Barbados, despues de arrasar alnordeste Eduardo Galeano eee eeeeeeece rebeliones de los esclavos en Brasil y la apari- cién del oro en el sur, que arrebataba mano de obra a las plantaciones, precipitaron también la crisis del nordeste azucarero. Fue una crisis de- finitiva. Se prolonga, arrastrandose penosamen- te de siglo en siglo, hasta nuestros dias. El azticar habia arrasado el nordeste. La fran- ja hmeda del litoral, bien regada por las luvias, tenia un suelo de gran fertilidad, muy rico en hu- ‘mus y sales minerales, cublerto por los bosques desde Bahia hasta Ceara. Esta region de bos- ques tropicales se convirti6, como dice Josué de Castro, en una region de sabanas. Naturalmente nacida para producir alimentos, pas6 a ser una region de hambre. Donde todo brotaba con vi- gor exuberante, el latifundio azucarero, destruc- tivo y avasallador, dej6 rocas estériles, suelos la- vvados, tlerras erosionadas. Se habian hecho, al principio, plantaciones de naranjos y mangos, ‘que “fueron abandonadas a su suerte y se redu- jeron a pequehas huertas que rodeaban la casa del duefio del ingento, exclusivamente reserva das ala familia del plantador blanco”. Los incen- dios que abrian tierras a los cafiaverales devas- taron la floresta y con ella la fauna; desaparecie- ron los ciervos, los jabalies, los tapires, los co nejos, las pacas y los tates. La allombra vege- tal, la flora y la fauna fueron sacrificadas, en los altares del monocultivo, a la cafia de azticar. La produccion extensiva agot6 rapidamente los suelos. Con elazicar conwirtié los bosques en paisajes dela na A fines del siglo XVI, habia en Brasil no me © @ © 88 Oe 66 Useloy tirelo @ © nos de 120 ingenios, que sumaban un capital cercano a los dos millones de libras, pero sus duefios, que poseian las mejores tierras, no cultivaban alimentos. Los importaban, como importaban una vasta gama de articulos de lu- jo que llegaban, desde ultramar, junto con los esclavos y las bolsas de sal. La abundancia y la prosperidad eran, como de costumbre, simétri cas a la miseria de la mayoria de la poblacién, que vivia en estado crénico de subnutricion. La ganaderia fue relegada a los desiertos del in- terior, lejos de la franja himeda de la costa: el sertdo que, con un par de reses por kilometros ‘cuadrado, proporcionaba (y atin proporciona) la carne dura y sin sabor, siempre escasa. De aquellos tiempos coloniales nace la cos tumbre, todavia vigente, de comer tlerra. La falta de hierro provoca anemia; el instinto em- puja a los nifios nordestinos a compensar con tierra las sales minerales que no encuentran en su comida habitual, que se reduce a la hari- na de mandioca, los frijoles y, con suerte, e! ta- sajo. Antiguamente, se castigaba este *vicio africano” de los nifios poniéndoles bozales 0 colgandolos dentro de cestas de mimbre a lar- ga distancia del suelo. La carcel y las llaves El nordeste de Brasil es, en la actualidad, la re- —*é D, aquellos tiempos nace la costumbre de comer tierra ‘giGn mas subdesarrollada del hemisferio occ: @@ 009 0@ 67 Eduardo Galeano eee eeeeeccccvccce dental. Gigantesco campo de concentracién pa- ra treinta millones de personas, padece hoy la herencia del monocultivo del azticar. De sus tie- rras broté el negocio mas lucrativo de la econo- ‘mia agricola colonial en América Latina, En la actualidad, menos de la quinta parte de la z0- na hiimeda de Pernambuco est dedicada al cultivo de la cafta de azéicar, y el resto no se usa para nada: los duefios de los grandes inge- nios centrales, que son los mayores plantado- res de cafta, se dan este lujo del desperdicio, manteniendo improductivos sus vastos lati- fundios. No es en las zonas 4ridas y semiéridas del interior nordestino donde la gente come peor, como equivocadamente se cree. El ser- tdo, desierto de piedra y arbustos ralos, vege- tacién escasa, padece hambres periddicas: el sol rajante de la sequfa se abate sobre la tierra y la reduce a un paisaje lunar; obliga a los hombres al éxodo y siembra de cruces los bor- des de los caminos. Pero es en el litoral hiime- do donde se padece hambre endémica. Alli donde més opulenta es la opulencia, mas mi- serable resulta, tierra de contradicciones, la miseria: la regi6n elegida por la naturaleza pa- ra producir todos los alimentos, los niega to- dos: la franja costera todavia conocida, ironfa del vocabulario, como zona da mata, “zona del bosque”, en homenaje al pasado remoto y a los miseros vestigios de la forestaci6n sobrevi- viente a los siglos del azéicar. El latifundio azu- carero, estructura del desperdi 68 ee Ha hambore en la costa que en el desierto io, continta eee ooee Useloytirelo eevee obligando atraer alimentos desde otras zonas, sobre todo de la regién centro-sur del pais, a precios crecientes. El costo de la vida en Re fe es el més alto de Brasil, por encima del indi- ce de Rio de Janeiro. Los frijoles cuestan més ‘caros en el nordeste que en Ipanema, la lujosa playa de la bahia carioca, Medio kilo de harina de mandioca equivale al salario diario de un trabajador adulto en una plantaci6n de azticar, por su Jornada de sol a sol: si el obrero protes- ta,el capataz manda buscar al carpintero para que le vaya tomando las medidas del cuerpo. Para los propietarios 0 sus administradores si- gue en vigencia, en vastas zonas, el “derecho a la primera noche” de cada muchacha. La ter- cera parte de la poblacién de Recife sobrevive marginada en las chozas de los bajos fondos; en.un barrio, Casa Amarela, més de la mitad de los nifios que nacen muere antes de legar al afo. La prostitucién infantil, nifias de diez a doce afios vendidas por sus padres, es {re- cuente en las ciudades del nordeste. La jorna- da de trabajo en algunas plantaciones se paga por debajo de los jornales bajos de la India. Un informe de la FAO, organismo de las Naciones Unidas, aseguraba en 1957 que en la localidad de Vitoria, cerca de Recife, la diferencia de proteinas “provoca en los nifios una pérdida de peso de un 40% mas grave de lo que se ob- serva generalmente en Africa’. En numerosas plantaciones subsisten todavia las pristones privadas, “pero los responsables de los asesi- 69 ee P.. gigantes, salarios enanos eccccce Eduardo Galeano ee eeeoeece natos por subalimentacién —dice René Du- ‘mont— no son encerrados en ellas, porque son los que tienen las llaves”. Pernambuco produce ahora menos de la mitad del azticar que produce el estado de San Pablo, y con rendimientos menores por hectérea; sin embargo, Pernambuco vive del azécar, y de ella viven sus habitantes densa- mente concentrados en la zona hameda, mientras que el estado de San Pablo contiene el centro industrial més poderoso de América Latina. En el nordeste ni siquiera el progreso resulta progresista, porque hasta el progreso esta en manos de pocos propietarios. El ali- mento de las minorias se convierte en el ham- bre de las mayorias. A partir de 1870, la in- dustria azucarera se modernizé considera- blemente con la creacién de los grandes mo- Jinos centrales, y entonces “la absorcién de las tierras por los latifundios progres6 de mo- do alarmante, acentuando la miseria alimen- tarla de esa zona", como explica Josué de Castro. En la década de 1950, la industrializa- cidn en auge increment6 el consumo de azG- car en Brasil. La produccién nordestina tuvo un gran impulso, pero sin que aumentaran los rendimientos por hectarea. Se incorporaron nuevas tierras, de inferior calidad, a los cana- verales, y el aziicar nuevamente devoré las pocas 4reas dedicadas a la producci6n de ali- ‘mentos. Convertido en asalariado, el campe- sino que antes cultivaba su pequefia parcela 70 -* Eveiar ‘continué devorando las areas. de alimentos Useloytielo ee eeeoeecce no mejoré con la nueva situaci6n, pues no ga- na suficiente dinero para comprar los alimen- tos que antes producfa. Como de costumbre, Ja expansién expandié el hambre. A paso de carga en las islas del Caribe Las Antillas eran las Sugar Islands, las islas del aziicar: sucesivamente incorporadas al mercado mundial como productoras de azii- car, al azicar quedaron condenadas, hasta nuestros dias, Barbados, las islas de Sotaven- to, Trinidad Tobago, la Guadalupe, Puerto Ri co y Santo Domingo (la Dominicana y Haiti. Prisioneras del monocultivo de la cafia en los latifundios de vastas tierras exhaustas, las is- las padecen la desocupacién y la pobreza: el aziicar se cultiva en gran escala y en gran es- cala irradia sus maldiciones. También Cuba continta dependiendo, en medida determi- nante, de sus ventas de azticat, pero a partir de la reforma agraria de 1959 se inici6 un in- tenso proceso de diversificacion de la econo- mia de la isla, lo que ha puesto punto final al desempleo: ya los cubanos no trabajan ape- nas cinco meses al afio, durante las zafras, si- no todo a lo largo de Ia ininterrumpida y por cierto dificil construccién de una sociedad nueva. “Pensaréis tal vez, sefiores —decia Karl @e 0 0 @ 1

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