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Hay una vertiente de compromiso social"

El entusiasmo con el ejercicio de la docencia no puede ir separado de, por


un lado, el compromiso social que representa contribuir a la educación de la
ciudadanía, y por otro, al placer que el acto educativo en sí, brinda en cada
clase que dictamos.

Pero estas dos condiciones o bien se traen como parte de la identidad de la


persona que se transformará en docente, o bien se adquieren durante la
formación inicial del docente. El docente mantiene el entusiasmo si es que
alguna vez lo ha tenido.

Si esto es así, la clave estaría en el proceso de acceso a la docencia. Son


bien conocidos los procesos por los que un docente ingresa a las listas de
interinos u obtiene la plaza para dictar clases: pruebas escritas, desarrollo
de unidades didácticas, muchos certificados acreditando cursos de todo
tipo. Quizás sería positivo complementar este proceso con una entrevista
personal en la que el docente exponga sus ideas y sentimientos acerca de
por qué quiere dedicarse a la docencia, qué valor le da al hecho educativo,
cómo encaja su papel profesional dentro de la sociedad, qué tipo de
sociedad y de ser humano concibe para el momento actual, de qué manera
ir hacia ese modelo de sociedad y de ser humano, qué sentimientos le
abordan cuando piensa en educar, etcétera.

Sin sondear sus altos ideales y sus sentimientos hacia la educación no se


puede asegurar que vaya a desempeñarse bien aunque las pruebas en las
oposiciones sean punteadas como excelentes. Un docente sin ideales y sin
una carga emocional positiva hacia la educación, puede ser un buen
técnico, pero no un buen docente. Y difícilmente un mero técnico pueda
mantener mucho tiempo el entusiasmo en una profesión que va más allá de
lo técnico.

MARIANELLA MAXERA. Profesora, Oviedo.

"Participar con el alumno en el proceso de su descubrimiento"


Soy consciente de que parto con ventaja respecto a muchos colegas
españoles. En prácticas de odontología tenemos un ratio 1:15
profesor/alumnos. En clases teóricas el ratio es de 1:60. Lo más importante
es acabar con las clases magistrales que ensalzan el ego del profesor y
aburren al estudiante. Hay que estimular. Hacer preguntas. Hacer que el
alumno participe. Mostrar verbal y no verbalmente una pasión por lo que se
pretende transmitir. Cuesta tiempo, pero cuando un estudiante se engancha
vienen los siguientes. Y ellos a su vez te transmiten pasión. La rueda se
pone en marcha y es apasionante. Un estudiante no quiere que le lancen
los conocimientos a toneladas. Quiere participar de ellos, sentirse parte en
el proceso de su descubrimiento. Para escuchar clases tediosas ya tienen
toneladas de información en internet. He sido elegido profesor del año de la
facultad de Odontología de la Universidad de Ámsterdam dos veces.

ÓSCAR CARRERES. Profesor universitario, Ámsterdam.

"Preparo las clases pensando cómo puedo hacerles disfrutar con lo que voy a
plantearles"
Lo que me motiva a ir al colegio cada lunes y cada inicio de curso escolar
son los alumnos y el cariño que siento por ellos. Aunque coja un grupo
nuevo y no les conozca, mi predisposición siempre es positiva. Cuando
preparo las clases de la semana o las del mes siempre pienso en cómo mis
alumnos pueden disfrutar con eso que estoy planteando. Tienen muy claro
que en mis clases se aprende jugando y divirtiéndose (quinto y sexto de
Primaria) y esa es una máxima que respeto a rajatabla. Necesitan darse
cuenta que aprender es divertido y quiero que ese germen cuaje en ellos.
Es mi píldora de la eterna juventud en mi trabajo.

Las buenas prácticas docentes requieren una amplia gama de habilidades, conocimientos,

trabajo emocional, y la participación de los agentes involucrados en el proceso


enseñanzaaprendizaje. Los profesores deben conocer el material y los contenidos que deben
transmitir.

Además, los docentes deben involucrar a los estudiantes en su aprendizaje, apoyando la

autonomía, proporcionando información adecuada, fomentando un clima positivo y

colaborativo; además de mantener la motivación de logro, el interés, así como una actitud

positiva hacia las materias que se imparten (Shuell, 1996).

El entusiasmo del docente puede ser concebido como un estilo de entrega de información que

se caracteriza por una muestra de interés, por una búsqueda de objetivos, por altos niveles de

compromiso, y por un conjunto de comportamientos tales como: variaciones en la voz,

movimientos expansivos del cuerpo, movimientos de pestañeo de los ojos, cara iluminada y

otros gestos expresivos frecuentes (Kunter, Frenzel, Nagy, Baumert, & Pekrun, 2011; Moè,
2016; Pekrun, 2006).

Una revisión llevada a cabo por Keller, Woolfolk, Goetz, y Frenzel (2016) sobre este constructo,

considera la existencia de dos enfoques sobre el entusiasmo del profesor: el primero de ellos

tiene que ver con el comportamiento instruccional mostrado y la expresividad no verbal, el

segundo, tiene que ver con características afectivas de cómo de entusiasta se siente el

profesor. Aunque los autores de la revisión consideran que ambos enfoques representan dos

facetas que están relacionadas entre sí y suelen coincidir, sin embargo, su relación no tiene el

peso suficiente para que de manera sistemática siempre aparezcan conjuntamente. Si bien la

definición de entusiasmo incluye ambos enfoques, en este trabajo nos hemos centrado en el

primero. Así, hemos considerado, siguiendo a Collins (1978), que el entusiasmo mostrado se

evalúa mediante la conducta no verbal del profesor y se manifiesta en la entonación de la voz,

las expresiones faciales, el lenguaje corporal, los gestos, las posturas, los movimientos, la

vestimenta, la apariencia física y los patrones de comportamiento. La expresividad de los

maestros, entendida como comportamiento no verbal, puede contribuir a la eficacia con que

se mantiene el interés de los estudiantes evitando su aburrimiento y favoreciendo su

Vocación
Estamos acostumbrados a escuchar que los profesores solo tienen vacaciones y que estudiar para
llegar a serlo no es tan difícil como otras profesiones. Pero nos gustaría ver a los que dicen eso
dentro de una clase con 20-30 alumnos. Sean de la edad que sean. Y estudiar unas oposiciones,
seguro que muy pocos estarían dispuestos.

Ser docente debe ser algo vocacional. Se debe ser consciente de la presión y responsabilidad que
lleva consigo esta profesión.

Para poder disfrutar de tu trabajo, es imprescindible que te guste lo que haces. Disfrutar en tu
trabajo se refleja en tu forma de enseñar lo que, a su vez, se refleja en la motivación que transmites
a tus alumnos.

Paciencia
Como en todo, hay muchos tipos de personas y comportamientos. Un buen docente tiene que tener
en cuenta que no todos los alumnos tienen la misma capacidad de aprendizaje. Algunos alumnos
comprenderán la enseñanza a la primera y a otros habrá que explicársela con más calma y
buscando otros medios para que lo entiendan.
Creatividad
En relación con el punto anterior, si un alumno no entiende lo que le estás explicando, va a seguir
sin entenderlo si siempre se lo explicas del mismo modo. Un buen docente debe buscar que sus
alumnos interioricen sus enseñanzas y para ello habrá de entender que a cada alumno le interesan
cosas diferentes.

La gamificación es un recurso muy interesante. Se trata de una técnica de aprendizaje que se sirve
de la mecánica de los juegos para trasladarlos al ámbito educativo o profesional para tener a los
alumnos o trabajadores motivados. Ejemplos de gamificación podrían ser:

1. Acumulación de puntos.
2. Escalado de niveles.
3. Obtención de premios.
4. Desafíos.
5. Misiones o retos.
Podría decirse que es una forma de competición positiva, normalmente competir nos motiva a
luchar por conseguir el primer puesto y eso supone un aumento del rendimiento.

Docente empático
En este punto entra en juego la confianza que transmites a los alumnos. Si tus alumnos confían en
ti, será más fácil para ellos abrirse y hacerte conocedor de sus preocupaciones y problemas más
allá de las aulas. Tal vez un alumno no ha cumplido con sus tareas porque haya tenido un problema
en casa. Si se le sanciona por el hecho de no entregar sus deberes sin tener un conocimiento previo
de lo sucedido, el alumno verá minada la confianza en sí mismo y en la de su profesor. Un docente
que se preocupa de lo que ocurre en el entorno de sus alumnos, empatizará con ellos y podrá
ofrecerles una mejor experiencia formativa.

Observación
No todos los alumnos sentirán la confianza de abrirse en canal con sus profesores por muy
comprensivos que se muestren. Por ello, un docente debe desarrollar la capacidad de observación,
para percatarse de si algo no va bien con los alumnos. Un buen observador podrá detectar casos
de bullying, problemas familiares, problemas de dicción, problemas psicológicos, e incluso si el
alumno está preparado para cursar la modalidad que está estudiando o si se ha equivocado de
ámbito.

Dedicación
El fin último de un docente no debe ser obtener más aprobados, sino que sus alumnos interioricen
sus enseñanzas. Aprobar no es sinónimo de aprender. Cada alumno es un mundo y el hecho de
tener que lidiar con varios en un mismo espacio y tiempo exige que un profesor desarrolle sus
sentidos al 100%. Un buen docente no tira la toalla al primer obstáculo que encuentra ni critica o
sancionar al primer alumno que le desobedece. Sino que trata de indagar en el problema y trata de
ponerle solución con sus propios medios siempre que sea posible.

Disciplina
Lo ideal sería que un docente no tuviese que ponerse estricto. Un profesor es la figura de referencia
con la que mayor tiempo pasan los alumnos. No todos los alumnos son un trozo de pan y, por ello,
un buen docente debe, siempre desde el respeto, amedrentar a aquellos alumnos que dificulten el
buen discurrir de la clase.

Docente prudente
Un buen docente ha de saber cuál es su papel, así como comprender cuál es el terreno en el que se
encuentra. No todos los centros educativos son iguales. No será la misma la actitud de un profesor
que imparta clase en una universidad que la de aquel que lo haga en un colegio con alumnos en
riesgo de exclusión social.

Curiosidad
Sin restar la importancia que merece todo lo citado anteriormente, la curiosidad es una de las
cualidades que mejor definen a un buen docente.

Un profesor que se mantenga curiosa, con hambre de conocimiento y de mejorarse a sí mismo


será, sin duda, un docente recordado. Todos los alumnos pueden aprender simplemente leyendo y
memorizando lo que viene en los libros, pero que un profesor aporte más datos y sus propios
conocimientos en cada lección convertirá una experiencia formativa más en una extraordinaria.

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