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Relatos Ashaninkas
Relatos Ashaninkas
Había una vez, un curandero que tenía mucha hambre. Solo tenía plátanos en
su chacra, cuyos frutos ya estaban por amarillear.
Se fue a pescar con cube, en el río pues había muchas chupadoras, también sábalos,
pero eran tunchis, convertidos en peces.
El curandero tenía sus cuñados y se dijo: Iré a visitar a mis cuñados, además, llevaré
unas cuantas chupadoras para mi hermana.
Cuando llegó, entregó los pescados y contó a sus cuñados sobre la cantidad de peces
que había y los tunchis que se convertían en sábalos.
Ellos sin perder tiempo enrumbaron al lugar indicado y pescaron muchas
chupadoras, las ahumaron y comieron alegremente la chupispa o mazamorra de los
peces con plátanos, además con plátanos asados. Luego su cuñado le dijo que tenía
sueño y se iba a dormir, el cuñado curandero, le respondió que durmiera.
El curandero se fue a su casa para tomar ayahuasca y empezó a ver visiones que no
eran nada buenas. Se encontraba en un lugar donde había muchos huicungos y otros
frutos silvestres. Divisó a un mono maquisapa y vio entre sus visiones a su hermano.
Le ordenó que con el palo golpeara al simio para que lo mate y después comérselo. Su
hermano fue y cuando estaba subiendo, el maquisapa que era el tunchi que se
convertía, le golpeó con el mismo palo hasta que cayó al suelo y quedó muerto con
mucha sangre en todo el cuerpo. Luego, el tunchi convertido en maquisapa se fue a
exterminar a la familia del curandero. Para ello, al curandero ya le estaba pasando el
efecto de la ayahuasca. Se preguntaba: ¿Qué pasa?, ¿quería acaso matarme? Le contó
a su cuñado todo lo que había observado en sus visiones por el efecto de la ayahuasca.
Luego dijo que iría al encuentro del tunchi que se convierte. Para ello tomó
nuevamente la ayahuasca. Cuando el brebaje le hizo efecto inició su búsqueda,
caminando encontró a un perezoso que estaba agujereando a un diente para collar.
¿Qué haces?, preguntó el curandero.
Estoy agujereando el diente de tu hermano que mató a mi amo ayer.
¿Dónde está tu amo?, ¿cómo puedo matarlo?
El perezoso le enseñó cómo debería atacarle, para ello el curandero agarró una
escopeta y disparó al amo del perezoso.
¿Qué pasa?, ¿eres tú?, preguntó el tunchi.
Si soy yo, he tomado tu flecha y tu piripiri para ser cazador.
Está bien, pero no me mates, desaparece de tus visiones, dijo el tunchi.
El tunchi se sacó la ropa que traía puesta, aun así, el curandero le disparó con su
flecha y mordió el piripiri para ser cazador, pero el tunchi esquivó la flecha, porque
tenía piripiri para esquivar y se fue dando grandes saltos hacia el bosque hasta
desaparecer. El curandero regresó a su casa, le pasó el efecto de la ayahuasca,
amaneció y fue un día alegre y muy tranquilo.