You are on page 1of 102

1º Edición Junio 2020

©Bella Winters
TUYO PARA SIEMPRE
Título original: Yours Forever
©2020 EDITORIAL GRUPO ROMANCE
©Editora: Teresa Cabañas
tcgromance@gmail.com

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, algunos lugares y situaciones son producto de la imaginación de
la autora, y cualquier parecido con personas, hechos o situaciones son pura coincidencia.
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin
autorización escrita del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o
procedimiento, así como su alquiler o préstamo público.
Gracias por comprar este ebook.
Índice

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
Si te ha gustado este libro también te gustará
Capítulo 1
TIA

—No lo sé, mamá, no lo he pensado mucho —me excuso, mientras paseo por la habitación
vacía de mi antigua residencia universitaria. Las paredes blancas, la cama desnuda y el escritorio
limpio. —¿Qué quieres que te diga?
Noto a mi madre distraída, sé que no me escucha y conociéndola como la conozco, estará en
un salón de uñas o en un spa, donde la tratarán como a una princesa. La quiero mucho, pero es una
verdadera señorona. Yo también podría serlo, pero no es lo mío, ni me gusta.
—Sabías que llegaría el día de tu graduación. Deberías haber hecho planes.
Resoplo y me tumbo en la cama que he utilizado los últimos años.
Al principio odiaba todo esto, no se parecía en nada al lujo al que estaba acostumbrada, pero
enseguida me adapté a la vida universitaria y, para ser honesta, la voy a echar de menos. Mis
amigas, Diana, Helen y Alexa ya se han ido. Están demasiado ocupadas con su futuro y me he
quedado sola, lo que no me agrada mucho.
He disfrutado tanto en este lugar que no he sido consciente de que un día terminaría mis
estudios y tendría que seguir adelante.
—Lo sé. Tienes razón, mamá, pero no lo hice. Y ahora no sé dónde ir, ni siquiera sé dónde
viviré.
—Pues, entonces, vuelve a casa —insinúa, como si fuera lo más obvio—. Tienes tu habitación
esperándote. No es como si tuvieras problemas económicos, es solo mientras decides qué hacer o
dónde ir.
En eso lleva razón, es el mejor plan. Hice el curso de Literatura Inglesa porque quiero escribir
cuentos, poesía, canciones... Regresar a casa e iniciar mi sueño sería lo más inteligente, pero no
quiero hacerlo.
—Lo haré, mamá —la tranquilizo mientras trato de pensar—. Me apetece volver a casa, pero
primero necesito hacer un paréntesis, adaptarme a mi nueva vida fuera de la universidad.
¿Comprendes? —Sé que mi argumento suena ridículo, pero es la verdad—. He perdido a mis
amigas, el rumbo y la seguridad de mi vida. Necesito un descanso.
—Vete de vacaciones —sugiere ella, que ya parece cansada de hablar del tema—. Tómate ese
descanso y luego ven a casa.
—Puede que lo haga. —Miro por la ventana e imagino a qué parte del mundo iría. Cuando era
más joven viajábamos mucho y no se me ocurre ningún lugar especial al que quiera ir. Lo único
que me atrae un poco es el océano—. Podría ir a un crucero —propongo de forma perezosa
mientras la idea de hacer algo diferente comienza a chispear en mi cerebro.
—Sí, buena idea. —Mi madre hace una pausa y yo espero lo que viene después. Nuestras
conversaciones siempre terminan así, de modo que sé lo que va a decir—. Entonces, quizás
quieras llamar a tu padre para contarle tus planes.
Nunca he tenido una relación cercana con mi padre. Billy Daniels es un hombre de corazón frío
que no se preocupa por nadie más que por sí mismo. Mi madre lo sabe, pero lo aguanta por el
estilo de vida que él le ofrece. Le encantan los miles de millones de dólares, la casa más bonita,
la ropa elegante y de diseño... tanto que ni siquiera se pregunta de dónde procede el dinero. Sé
que está metido en algo turbio, pero como nadie parece darse cuenta, hago como que no me
preocupo.
Esa es otra razón por la que no quiero regresar a casa.
—No, mamá, si quieres díselo tú. Ya sabes lo que pienso sobre ese tema. No quiero que
estemos discutiendo a todas horas, ya no soy una niña. Él y yo nunca nos entenderemos.
Mi madre cree que me hará cambiar de opinión, pero yo sé que me mantendré firme. MI padre
y yo siempre estaremos distantes, eso nunca cambiará.
—Bien, de acuerdo, cariño. Bueno, tengo que dejarte. Envía tus cosas y lo tendré todo
preparado para cuando regreses a casa.
—Sí, gracias, mamá. Creo que haré la reserva del crucero ahora y, en cuanto esté hecha, te doy
los detalles.
Después de colgar el teléfono, saco el portátil de la funda y lo enciendo con entusiasmo.
Cuanto más pienso en la idea del crucero, más me gusta. Eso me dará algo de tiempo y espacio
para la auto-reflexión, y la escritura también. Puedo conseguir algo de inspiración mientras estoy
en el océano, incluso buscar trabajo. Cuanto antes consiga un empleo, antes podré salir de casa y
abandonar mi desordenada vida familiar.
Navego un rato por internet y apenas me fijo hacia dónde van los cruceros. Eso no es
importante, solo quiero uno que empiece en un par de días. Necesito salir de aquí, ahora, estar en
el agua para olvidarme de todo.
Encuentro uno que sale por la mañana y se llama, irónicamente, Princess Cruises. Es lujoso, tal
vez demasiado para ser un paréntesis de mi vida, pero puedo permitírmelo dada la posición
acomodada de mi familia. Ya que me mantienen en la oscuridad sobre mi padre y sus negocios
dudosos, me aprovecharé de algunos beneficios.
Repaso con rapidez los detalles de la reserva y tecleo de memoria los datos de mi tarjeta de
crédito. Llevo desde los catorce años haciendo compras por internet y es algo que me resulta
demasiado fácil.
«¡Reservado!», pienso, mientras me recuesto en la silla. «No puedo esperar».
Pero cuando miro alrededor y me doy cuenta de que sigo sola, la alegría inicial se desvanece.
Mis amigas no están, se fueron para comenzar sus fabulosas vidas. Diana como periodista de
viajes, recorriendo el mundo. Helen como secretaria legal y Alexa se ha mudado a Canadá con su
novio para casarse y tener hijos... Solo quedo yo.
En realidad, mi soledad comenzó hace más tiempo de lo que imagino. Me siento triste desde
antes de marcharse mis amigas, pero al tenerlas cerca me las he arreglado para no pensar en ello.
Desde que Liam y yo rompimos, en el primer año de universidad, he echado de menos estar
enamorada. Solo estuvimos juntos unos meses, pero fue una relación muy intensa. Al menos para
mí, fue un flechazo. Me atrajo como un imán su pelo oscuro, su piel bronceada y su sonrisa
brillante. Creí que él sentía lo mismo por mí, así que me entregué en cuerpo y alma, y lo amé por
encima de todo.
Y luego me engañó.
Un día lo sorprendí besando a una rubia misteriosa en un club, al lado del campus. Perdí la
cabeza por lo que aquello suponía para mí, y él tuvo la osadía de decirme que no me importaba a
quien besaba porque no íbamos en serio, que solo éramos una aventura.
¡Qué gilipollas!
De todos modos, después de eso me metí de lleno en mis estudios y decidí olvidarme del amor
hasta que estuviera curada. Creí que lo conseguiría a corto plazo, aunque los efectos secundarios
me han durado bastante tiempo.
Ahora por fin lo he superado pero resulta que nadie parece interesado.
Supongo al final del último curso, la gente ya no busca relaciones porque sabe que, en poco
tiempo, cada uno seguirá su vida por separado. Justo cuando me encuentro preparada para abrir
mi corazón, los demás han cerrado el suyo y me he quedado sola.
Me recuesto en la cama y cierro los ojos. Quién sabe, puede que esté a punto de comenzar algo
nuevo en mi vida. Tal vez encuentre el amor en cuanto me suba a ese crucero.
Un cosquilleo me recorre el cuerpo al imaginar al hombre de mis sueños. Un cuerpo fuerte,
musculoso, tatuado, pelo rubio arenoso, ojos azules y brillantes. Siento que me excito más al
llevar mis manos a los pechos y deslizarlas lentamente, acariciándolos.
«Eres preciosa», me dice contra mi boca, provocando que mi cuerpo palpite con
desesperación. «Tia, eres increíble».
Mientras me besa no puedo evitar que mis manos viajen más abajo. Necesito culminar mi
fantasía, liberar el deseo que hace que mi corazón grite desesperado. Desciendo mis bragas con
rapidez y muevo los dedos hacia mi centro húmedo. Imagino que él me besa fuerte y rápido,
arqueo las caderas y siento un fuego que crece dentro de mí.
Levanto mi falda y me toco como si lo hiciera él. Los dedos entran y salen, se sumergen y rozan
mi clítoris de forma que me vuelve loca. Me imagino a mí misma sosteniendo su polla gruesa y
palpitante en mis manos, disfrutando de la sensación de volver a sentir algo así. Hace mucho que
no tengo cerca el cuerpo de un hombre y estoy a punto de explotar.
Jadeo y retuerzo las sábanas en un puño, mientras lo noto deslizarse en mi interior; su
musculoso cuerpo presionando el mío, excitándome hasta que me arranca un gemido agonizante.
Toco mis pechos, mientras sigo masturbándome con ímpetu. Tengo los pezones endurecidos y
reclaman algo de atención; de modo que, tiro de la camiseta hacia arriba y me quito el sujetador
para liberarlos, mientras continúo acariciándome.
«Te he deseado durante mucho tiempo», dice mientras aumenta la intensidad de sus envites.
«No sabía que me gustaría tanto follarte».
—Oh, mierda —grito en voz alta, al sentir que un intenso placer nace en mi vientre y se
extiende por mis venas como lava ardiente. El corazón me late tan fuerte que temo que vaya a
explotar en mi pecho—. ¡Oh, Dios!
Y entonces el orgasmo me envuelve en oleadas que me arrastran, irremediablemente, hacia un
abismo de excitación contra el que no puedo luchar. Es maravilloso liberarse, olvidarse de todo,
ignorar la soledad por un momento. Necesitaba algo así con urgencia.
No, en realidad, necesito un hombre. No para amarlo, eso sería pedir demasiado, uno para
satisfacer el deseo, para pasar una noche maravillosa. Una noche salvaje.
La idea de que podría conseguirlo en el crucero me hace sentirme esperanzada.  
Capítulo 2
STEPHEN

—¡Todo va bien, mamá! —le explico con una gran sonrisa—. Soy muy feliz.
—Me alegro por ti —responde con cautela—. Ojalá tu sueño no estuviera tan lejos. Nueva
Zelanda te echa de menos y nosotros también.
—No creo que Nueva Zelanda lo haga, pero tú, sí —me rio entre dientes, ignorando el
comentario sobre los demás. No quiero pensar en cómo están las cosas en casa—. En América hay
muchas más oportunidades.
La verdad es que no estoy viviendo el sueño que tenía cuando me marché a Estados Unidos.
Fui un ingenuo al creer que era lo suficientemente bueno con la guitarra como para conseguir un
contrato en cuanto llegara. Me imaginé tocando en el Madison Square Garden ante cientos de
miles de espectadores que gritaban mi nombre.
No me llevó mucho tiempo estrellarme contra la realidad. Nadie sube como la espuma de
inmediato, no es tan fácil. Todos necesitamos luchar para conseguir nuestras metas en la vida.
Ahora mismo, estoy en esa fase de pelea, pero sé que lo lograré. Solo tengo que ser paciente.
—Entonces, ¿cuándo empieza el crucero? —pregunta mi madre con interés. Siempre le interesa
todo cuanto le digo, aunque no tenga mucha importancia. Y eso me gusta.
—Mañana. —Miro alrededor y observo a la gente en la barra. Siempre aguardo la esperanza
de que alguna de estas personas conozca a alguien importante en el mundo de la música—. En
cuanto termine, me iré a casa a preparar las maletas. Estoy deseando marcharme.
—Es bueno codearse con gente rica. Alguno de ellos tendrá conexiones. —Mi madre piensa
igual que yo—. Apuesto a que lo conseguirás.
—Gracias, mamá.
Me miro en el espejo y me paso una mano por el pelo. Lo tengo un poco tieso desde que bajé
del escenario. Parece que acabo de salir de la cama y, aunque no me sienta nada mal, intento
arreglarlo un poco. Mis ojos verdes brillan con intensidad, haciendo que parezcan maliciosos. Sé
que cuanto haya bebido un trago buscaré problemas... ya que, a pesar de que ahora hay menos
gente, todavía quedan muchas mujeres preciosas.
Oye, puede que no esté viviendo mi sueño de ser una estrella del rock and roll, pero las chicas
me prestan mucha atención y me aprovecho de eso. Ellas no me conocen, pero su compañía me
ayuda a evitar la soledad.
—Bien, Stephen, tengo que irme. —Oigo bostezar a mamá—. La diferencia horaria me está
matando. Necesito dormir un poco, pero hablaremos más tarde.
—Sí, adiós.
Cuelgo el teléfono y me inclino para llamar la atención de la camarera pelirroja que trabaja
detrás de la barra. Me sonríe y se acerca para tomarme nota con una sonrisa.
—Has estado muy bien, ahí arriba. —Coquetea con un pestañeo. Presiona el brazo contra sus
senos y me muestra su escote ancho y regordete. Puedo ver el tatuaje de una serpiente que se
desliza por él y me pregunto dónde terminará—. Me gustan los chicos que pertenecen a bandas.
—¿Ah, sí? —Todo alrededor desaparece en el acto, incluyendo a las demás mujeres que hay
por allí. La pelirroja de cintura de avispa acapara toda mi atención—. Bueno, eso es una suerte
porque siempre me han gustado las camareras atractivas.
Se ríe y me sirve una cerveza sin preguntarme qué es lo que quiero. No me cobra, así es que es
una ventaja, bebo un buen trago y la miro con fijeza. Me desea, se le nota mucho, y está lo
suficientemente buena para que yo también la desee.
Eso apoya mi idea de que el crucero será una oportunidad para mí, ya que estará lleno de
mujeres.
—¿Qué hace una chica tan sensual como tú, cuando no trabajas?
Ella se sonroja y mira al suelo. Cuando sus ojos regresan a mí, y los veo través de sus
pestañas, mi polla se agita en los pantalones.
Al cuerno, yo también la deseo. Está buena y disponible, ¿qué más puedo pedir?
—Termino dentro de una hora —susurra para que no la oiga nadie—. ¿Por qué no te quedas y
lo averiguas?
—Uhm. —Miro el reloj. Me apetece muchísimo pero soy consciente de que todavía tengo que
hacer las maletas para el crucero—. Me gustaría, pero mañana me voy de viaje.
—¿Regresas a casa? —Parece decepcionada—. Eres de Australia, ¿verdad?
—En realidad, de Nueva Zelanda. —Todo el mundo confunde mi acento—. Pero no, viajo por
trabajo.
La muchacha mira alrededor y se fija en las pocas personas que quedan por el local. Extiende
una mano hacia mi marcado paquete, me sonríe y se muerde el labio inferior en un claro mensaje
que yo entiendo sin que necesite hablar. Todavía no sé su nombre, pero eso no suele importarme.
Deslizo mis dedos sobre los suyos y sonrío. La tensión en mis pantalones se hace aún más
dura, estoy excitado y ella me arrastra detrás de la barra, hacia el almacén en la parte trasera.
Al llegar veo que estamos rodeados de barriles de cerveza, hace bastante frío y huele raro,
pero a quién le importa. Sin pensarlo mucho, chocamos nuestras bocas y la aplasto contra la
pared. Ella chilla por la sorpresa y rompe en carcajadas, le encanta.
—Oh, no pararás ahora, ¿verdad? —jadea mientras deslizo los labios hacia su cuello.
La beso por todas partes, moviéndome lentamente por su clavícula hacia ese increíble tatuaje
que corre por su cuerpo.
Le arranco la camisa y uno de los botones cae al suelo, pero a ella no le importa. Gime más
fuerte, encendiéndome, y echa la cabeza hacia atrás para que la melena caiga por su espalda. La
sujeto por un mechón y juego a tirar de él, mientras mi boca encuentra uno de sus pechos y atrapa
un pezón.
Gracias a Dios, por las chicas que no usan sujetador.
Sus pezones saben a gloria; los chupo, lamo y muerdo al tiempo que introduzco la mano en sus
mallas y avanzo hacia sus bragas. La sensación del encaje al rozarme los dedos es impresionante,
pero no tan buena como la humedad que encuentro al arrastrar mis dedos por su abertura.
—Oh mierda, Stephen —jadea sin aliento—. Me gusta mucho, pero necesito que me folles.
Me gustan las chicas que no tienen miedo de pedir lo que quieren. Odio a las que lloriquean y
ronronean, pero no dicen lo que les gusta. Así es mucho más emocionante.
Obedezco su orden, le bajo las mallas, y la beso mientras ella las patea hasta el suelo. Las
bragas de encaje siguen en su sitio, pero no me molestan para hacer lo que tenemos en mente, ya
que solo tengo que apartarlas a un lado.
Mientras meto una mano en el bolsillo para sacar el condón, a la niña se le ocurre otra idea.
Me baja la cremallera y arrastra mis vaqueros con ella. Después, también desciende mis
calzoncillos y me libera de mi prisión. Al ver mi polla en todo su esplendor, abre los ojos como
platos, y también la boca, sin poder esconder su alegría. Siempre ocurre igual, me encanta esa
reacción en las chicas, y a ellas les encanta el grosor que tengo para satisfacerlas.
—Joder —susurra mientras sube y baja su mano por toda su extensión—. Esto es otra cosa,
Stephen.
Me separo y ella desliza el condón hasta el final. Me tiemblan los dedos, sus halagos me han
excitado y si no tengo cuidado voy a perder la cabeza.
Después, la empujo contra la pared, le aparto las bragas a un lado con los dedos y me entierro
profundamente en ella. Es tan placentero cuando noto que sus paredes se contraen alrededor de mi
miembro que tengo que cerrar los ojos. No sé su nombre y ahora también he olvidado su cara. Ella
es solo otra muesca en el poste de mi cama. Tal vez sea una forma asquerosa de ver la vida, pero
todas las mujeres me desean y somos adultos para hacer lo que queramos.
Cuando el placer comienza a apoderarse de ella, la agarro por las piernas y la levanto del
suelo. Ella jadea y grita, mientras se arquea para clavarse más fuerte y conseguir su propia
liberación. La sostengo para que no se caiga y, al mismo tiempo, para profundizar más. Quiero
perderme por completo y, a juzgar por la forma en que mis muslos tiemblan, no tardaré mucho en
hacerlo.
—Oh, joder —gruño mientras el placer se acumula llegando a límites insospechados. Es una
presión tan grande que en cualquier momento va a explotar.
Los fuegos artificiales estallan y me sorprende un orgasmo que arrasa con una ola gigante.
Cuando la dejo caer al suelo, todavía estamos jadeando durante un buen rato. Entonces, una
sensación de frío se apodera de mi vientre. Por mucho que me guste esta vida, después siempre me
siento culpable. Soy sincero con las mujeres antes de tener sexo, y ellas saben lo que hay, pero no
puedo evitarlo.
—Será mejor que me vaya —comento en voz baja, odiándome por follármela y marcharme. No
iría tan rápido si no tuviera cosas que hacer. Al menos me quedaría a tomar una copa—.
Recuerda, te dije que tengo que hacer las maletas para un viaje. Siento tener que irme así, pero...
—No te preocupes, cariño. —Su sonrisa es deslumbrante. Se sube las mallas y actúa como si
esto fuera lo más normal. Igual está acostumbrada a este tipo de relaciones y lo hace
constantemente. Tal vez es mi equivalente femenino—. Pásate por aquí cuando vuelvas. Podemos
ir a por el segundo asalto.
—Claro, suena bien. —Sé que no lo haré. No pienso poner un pie en este bar, a menos que
tenga un concierto, pero no se lo digo. Primero es la honestidad y luego ser un imbécil—. Te veré
pronto, ¿de acuerdo?
—Sí, adiós, Stephen. Ha sido genial estar contigo.
Salgo del sótano, pensando que necesito aire fresco. Camino hacia la barra con rapidez y
cabizbajo, pues no quiero que me miren como si supieran por qué me voy. Ahora lo que necesito
es estar en mi propio espacio y prepararme para la próxima etapa de mi vida. Mañana salgo de
crucero y espero que todo cambie para mejor.
Mi gran oportunidad se acerca, lo sé. Solo tengo que ser paciente y esperar.  
Capítulo 3
TIA

«Esto sí es vida», pienso mientras miro alrededor y saboreo el paisaje que me rodea. Este
crucero me hará mucho bien y me alegro de haber decidido venir.
El lujo no es nada comparado con lo que ofrece Princess Cruises. Las habitaciones son
mejores que las de la mayoría de los hoteles de cinco estrellas, con colchones tan cómodos que
podría estar durmiendo durante años, fundas nórdicas y almohadas que ofrecen la cantidad justa
de suavidad y calidez. Además, la ducha es maravillosa, con unos chorros de agua ideales, para
poder relajarme y aliviar la tensión que atenaza mis músculos desde hace mucho tiempo.
Eso solo en los dormitorios. En la cubierta hay un sinfín de tiendas en las que puedes pasar
días enteros y encontrar todo lo que necesites. Es casi como si se ocuparan de cada persona de
forma individual, lo cual es raro ya que está en medio del océano. Incluso hay una galería de arte y
una biblioteca que es increíble. Me encanta. También me gusta mucho la piscina al aire libre, que
es ideal para nadar cuando haga sol.
Lo tiene todo.
Entonces, ¿por qué sigo sintiéndome tan sola?
Cierro mi cuaderno de notas, cansada de sentirme así. Vine aquí a relajarme y a escribir, pero
en realidad no he conseguido ninguna de las dos cosas. Sigo diciéndome que me divierto mucho,
pero la verdad es que todavía me siento mal conmigo misma. Estoy perdiendo el norte, necesito
concentrarme, y encontrarlo.
Suspiro en voz alta y echo la cabeza hacia atrás. Cierro los ojos y trato de consolarme en mi
soledad. En medio del océano no hay cobertura en el teléfono, lo que significa que no puedo
comunicarme con nadie; lo positivo es que no tengo que ver lo maravillosa y fabulosa que es la
vida de los demás, pero lo negativo es que me siento demasiado aislada. Es una mierda.
En cuanto a las otras personas del crucero, ninguna es como yo. La mayoría son mayores,
asentadas en la vida; felices de participar en las actividades que ofrece el personal, como
artesanías y clubes de lectura. Ninguno es joven, ni está solo ni busca con quien conectar.
De repente, siento el cosquilleo de alguien que me mira y abro los ojos. Me apoyo en los
codos y miro alrededor. Un mechó de pelo oscuro me cae sobre la frente y soplo para retirarlo en
el momento en que lo veo… a él.
No sé quién es, pero se parece al hombre de mis fantasías. Comencé a imaginarlo el último día
de universidad y todavía sigo desde entonces. El gigante de ojos verdes y pelo rubio que podría
devorarme en un segundo. Cuando lo miro, mi corazón deja de latir por un momento y el calor me
consume.
Escondo la mirada mientras noto que mis mejillas se ruborizan, pero enseguida regreso a él. Es
como un imán que me atrae. Cuando me fijo bien, me doy cuenta de que no se asimila tanto al
hombre de mis sueños, pero se acerca bastante. No parece llevar tatuajes y, aunque no puedo
apreciarlo con claridad, sus ojos son más verdes que azules, pero no está lo suficientemente cerca.
Oh, Dios mío.
No sé qué hacer. Me dedica una sonrisa y su rostro se ilumina, aunque no creo que se la
devuelva. Noto la cara rara, con un hormigueo por dentro, como si tuviera miles de descargas
eléctricas. Incluso tengo que sentarme más erguida para disimular la confusión emocional que él
me provoca.
¿Qué puedo hacer?
Nada más verlo, noto algo que hace mucho que no sentía. Quiero hablar con él, quiero
abrazarlo para explorar más a fondo ese magnetismo que lo rodea, quiero investigar las fantasías
que corren por mi imaginación a una velocidad de vértigo. ¡Quiero mi noche de pasión, maldita
sea! Pero creo que mi autoestima está por los suelos. Acabo de darme cuenta de que perdí la
confianza en mí misma, aquel día que encontré a Liam besando a la rubia en el bar, y no la he
recuperado.
No quiero desperdiciar la ocasión de hablar con él. Es la única persona que me interesa en
este crucero y, aunque no sé por dónde empezar, no debo dejarlo escapar.
«¡Salúdalo, simplemente!», trato de convencerme a mí misma.
Me Imagino que paso por delante de él, mientras lo saludo para que me vea, y eso me hace
sonreír.
A pesar de que esa idea me produce pavor, ignoro mi miedo y vuelvo a buscarlo con la
mirada… pero se ha ido. Me quedo helada y me siento como una tonta.
Por supuesto, él solo estaba siendo amable. ¿Por qué habría de interesarse por mí, con lo
aburrida que soy?
La cruda realidad de que no soy divertida es ahora más evidente. Tal vez, por eso, a mis
amigas no les ha importado alejarse de mí. Durante el último año de universidad, me he encerrado
demasiado en mí misma. Reconozco que he estado irritada con todo el mundo, demasiadas veces,
incluso llegando a parecer egocéntrica sin serlo. Sé que tengo que cambiar. Necesito salir de este
pozo de miseria y empezar a mirar hacia adelante.
Ahora que tengo estos pensamientos tan oscuros, noto que la inspiración me golpea de lleno y
saco mi cuaderno nuevo. Sin dudarlo, comienzo a garabatear, los sentimientos acuden a mí y
necesito plasmarlos en una historia que comienza a tomar forma; una en la que aparece el
misterioso hombre de mi fantasía.
«Lo veo ahí, parado frente a mí, el hombre del que estoy enamorada. O si no es amor, entonces
es lujuria. Con su cuerpo caliente y musculoso muy cerca del mío, haciendo que el corazón se me
salga del pecho. Siento un fuego en el estómago que se extiende hasta mi sexo. Si no lo poseo
pronto, moriré».
Uhm... no está tan mal.
Nunca he escrito nada apasionado, considero que eso lo hacen los escritores que están seguros
de sí mismos, pero no creo que me haya quedado tan mal. Necesitaré pulirlo, apuesto a que un
editor se volvería loco al leerlo, tal y como está, pero ya es algo. He empezado a escribir de
nuevo y eso es todo lo que me importa.
—Señorita, ¿le apetece beber algo? —me pregunta uno de los camareros.
Lleva una bandeja de cócteles de aspecto delicioso, afrutados y seguramente fuertes. Se me
hace la boca agua y deseo tomar uno, pero ahora que he empezado a escribir, quiero mantenerme
despejada. Niego con la cabeza y regreso al papel, pero luego me asalta un pensamiento. Todos
los escritores beben, ¿no? Al menos eso es lo que dicen, que los verdaderos autores lo necesitan
para mantenerse en marcha y ayudar a que la inspiración fluya. Yo también quiero eso.
—En realidad, ¿sabe qué...? —Llamo al camarero y al darse la vuelta me da la impresión de
que es un pingüino, debido a su uniforme blanco y negro, lo que hace que tenga que contener una
carcajada—. Creo que tomaré un cóctel. —Me muerdo el labio inferior y los miro antes de
decidirme—. El rosa, por favor.
Una vez que lo tengo en mi poder, tomo la pajita entre los labios con una emoción desconocida
y le doy un gran sorbo. El sabor de la fresa es tan intenso que apenas percibo el alcohol; es de esa
clase de cócteles que están tan bien hechos que sabes que tiene alcohol por la forma en la que se
te suben a la cabeza.
Al darle las gracias, inclina la cabeza y vuelve a recordarme al pingüino. Honestamente, es
casi imposible no reírse de él.
—De nada, señorita.
«Mi hombre viene hacia aquí acortando la distancia entre nosotros. El corazón se me acelera,
se me seca la boca de deseo y lujuria. Como puedo notar el intenso calor que emana de él, mi
cuerpo vibra de anticipación».
—Hola. —Una voz interrumpe mis pensamientos, haciendo que mis ojos abandonen el papel y
deje de escribir. Es profunda, y hace que me derrita por dentro como chocolate caliente—. Hace
un rato te vi al otro lado de la cubierta y supe que tenía que hablar contigo.
¡Maldita sea, es él!
Cuando me doy cuenta de que es el hombre de mis sueños el que está aquí, el mismo hombre
sobre el que estoy escribiendo, cierro el cuaderno y bajo las piernas al suelo, sentándome.
—Eh, hola. —Puedo sentir que me arden las mejillas, mi cuerpo enloquece y estoy actuando
como una tonta.
Tengo que mantener la calma. Necesito recuperar el aplomo y no arruinar el momento por
timidez.
—¿Eres una pasajera del crucero?
—¿Eh? —No entiendo muy bien la pregunta—. Sí. Sí, lo soy.
Se ríe, y es el sonido más adorable que he oído en mi vida.
—Ah, ya veo. Yo trabajo aquí, ya ves.
—¿En serio? —Sinceramente, no he pensado mucho en el personal del barco. Los veo por
todas partes, atendiendo a los clientes, pero nunca los miro. Me siento culpable, ¿qué clase de
persona no se da cuenta del personal? ¿Me parezco más a mi madre de lo que pensaba? Otra cosa
que necesito cambiar—. ¿A qué te dedicas?
—Soy músico —dice, encogiéndose de hombros—. Más tarde habrá un show en el salón de
baile, si te apetece, pásate por allí.
No he visto nada del entretenimiento que ofrece el crucero; sobre todo, porque no había nada
que me atrajera, pero si este tipo tan guapo toca, no me lo pierdo.
—Sí, allí estaré.
Sonríe como si le gustara mucho mi comentario y me extiende la mano. La tomo y el roce de su
piel me provoca una sensación indescriptible. Si puede hacerme sentir así con solo un apretón de
manos, imagina cómo me hará sentir si me toca por todas partes.
«Oh Dios, necesito arreglarme».
—Por cierto, soy Stephen. Stephen Jones —dice en un tono de voz seductor. Sonríe y su mirada
juguetona me atrae profundamente. Me encanta ese destello, me hace imaginar todas las travesuras
que quiere hacerme.
—Yo soy Tia. Tia Daniels. ¿Eres de Nueva Zelanda?
—Sí, de ahí soy. —Parece impresionado—. La mayoría de la gente piensa que soy de
Australia.
Stephen, qué nombre tan increíble, Stephen de Nueva Zelanda. Se me llena la boca y me
emociono. Iré a ver su espectáculo, mientras siento que la magia chisporrotea dentro de mí. Esta
podría ser la noche en la que tire la moderación por la borda y me divierta de verdad.
—Supongo que te veré luego, Tia —sugiere mientras se aleja—. Estoy deseando que sea la
hora.
—Nos vemos —le susurro mientras me muerdo el labio inferior para tratar de contener mi
sonrisa. «No puedo esperar».

Capítulo 4
STEPHEN

Mientras estoy detrás del escenario me sorprende una oleada de nervios por todo el cuerpo.
No suele pasarme nunca antes de dar un concierto, especialmente uno tan pequeño y con una
clientela que realmente no viene por mí, pero hoy es diferente. Hoy la preciosa morena de la
cubierta ha prometido venir a verme tocar y quiero que le guste como lo hago.
Se me acelera el corazón al pensar en su cuerpo sensual y esbelto, dentro de aquel bikini negro
y apretado que llevaba puesto. La forma en que su pelo oscuro se desparramaba por su espalda y
cómo sus ojos castaños parpadeaban al excitarse. ¡Maldición, está buena! Este crucero será menos
aburrido ahora que la he conocido, y estoy deseando saber más de ella.
—Y ahora, tenemos un maravilloso espectáculo para ustedes, damas y caballeros. —Oigo que
grita el anfitrión al público, listo para anunciarme—. Stephen Jones, un genio de la música de
Nueva Zelanda.
Respiro profundamente, me concentro, agarro mi guitarra y echo a andar hacia el escenario. Mi
corazón se acelera, tengo la boca reseca por los nervios, pero procuro sonreír. Debo parecer
seguro, aunque no lo esté, hacer mi papel y todo irá rodado.
Se abren las cortinas, al tiempo que se encienden las luces. Son tan brillantes y blancas que
apenas puedo ver entre la multitud, pero sé que el público está ahí. Las ovaciones y los aplausos
me lo demuestran.
—¡Hola a todos! —Grito alzando una mano—. Es estupendo actuar esta noche para Princess
Cruises.
Hago una pausa para que el público, excitado y borracho, grite.
Normalmente empezaría con un número largo y salvaje, pero creo que no es el adecuado para
esta noche. He estado pensándolo todo el día, ya que no creo que las actuaciones que ofrezco en
otros conciertos funcionen aquí. No es la misma gente que frecuenta mis conciertos en los bares.
—Voy a empezar con una canción que escribí llamada Midnight Blue.
Me apoyo en la silla y empiezo a tocar la guitarra. Mientras lo hago, mis nervios disminuyen.
La música es todo para mí, nada me calma y me relaja como lo hace ella. Por eso me fui de Nueva
Zelanda, porque esto es lo que necesito en mi vida.
«Camino por el valle de la medianoche, pensando solo en ti...».
Miro a la multitud mientras canto. Ahora que me he adaptado un poco a las luces puedo ver,
pero no la veo a ella. Todavía no. Eso me desanima. Igual me he equivocado al pensar que ha
surgido química entre nosotros.
«...eres el amor de mi vida y perderte me entristece...».
No son las palabras más inspiradas que he escrito, pero es mi primera canción y ocupa un
lugar especial en mi corazón. Además, a pesar de lo cursi que suena, al público le gusta. Incluso
en los peores bares donde he cantado, con el público más crítico, les ha gustado, así que sé que a
esta gente le encantará.
Oh, Dios mío.
De repente el corazón se me para al verla. Tia Daniels. Está sentada sola, en la parte de atrás
del salón, con el pelo oscuro hacia atrás y un vestido negro que moldea sus curvas. Está
guapísima, lo que me hace esmerarme en la canción hasta que mi voz suena mucho mejor.
Le sonrío y ella también lo hace. Es un momento que solo compartimos nosotros dos, dejando
fuera a todos los demás. Mi canción está dedicada a ella y se muestra sorprendida. Me gusta Tia,
tiene algo que me atrae, y eso que no es del tipo de mujer con la que suelo acostarme.
A lo mejor el crucero me cambia. Al tener que estar juntos mientras dura el viaje, encerrados
en el barco, sin poder escapar uno del otro, podría ser la única oportunidad que tenga para
enamorarme de verdad.
No comencé este viaje con la idea de buscar el amor, pero no me parece una idea
descabellada.
A medida que la canción llega a su fin, los gritos del público se vuelven ensordecedores.
Como sospechaba, a todo el mundo le encantan los números un poco cursis, con los que seguiré el
resto de la noche. A quién le importa cómo consigo firmar un contrato con una discográfica, si lo
que necesito es que alguna se fije mí. Mi madre tiene razón al decir que esta gente rica podría
tener conexiones en cualquier parte del mundo.
—Dedico la próxima canción a la preciosa morena que está sentada en la parte de atrás —digo
por el micrófono, haciendo que todos los que están alrededor miren a Tia. Se sonroja tanto que
todavía me parece más adorable—. Espero que se reúna conmigo en el bar, más tarde, para tomar
una copa cuando haya terminado la actuación.
Un silbido parecido al aullido de un lobo se oye por todo el local, lo que me hace reír. En ese
momento me acuerdo de la advertencia que me hicieron al conseguir este trabajo, sobre no
acostarme con las pasajeras, pero eso no era en serio, ¿verdad? No creo que nadie se comprometa
a eso. Siempre puedo fingir que lo acepté como una broma si me meto en un lío. Además, el
crucero solo durará unos días, aunque me echaran no sería lo peor del mundo.
Siempre habrá otras oportunidades. Estados Unidos está llena de ellas y por eso dejé todo
atrás.
—Bien, aquí va...
Mientras toco la guitarra, muestro una enorme sonrisa. Esta noche va a ser increíble, lo sé. Me
muero de impaciencia por saber cómo terminará.

—Sí, está bien, lo sé. —La encargada no para de hablar sobre mi pequeño comentario. No
quiero ser grosero, pero me está molestando. Este ha sido el mejor repertorio que he tocado desde
hace tiempo, y Tia está ahí fuera esperándome; pero la mujer no hace más que repetirme que no
puedo dormir, bajo ninguna circunstancia, con nadie que haya pagado un pasaje. Lo entiendo,
entiendo lo que me está diciendo, pero sinceramente no tengo intención de hacerle caso—. No
haré ninguna tontería, por supuesto, solo era una broma.
—Podrían demandarnos, ¿lo entiendes? Eso implicaría al resto de la compañía y daría muy
mala imagen.
Sonrío y miro al suelo. Esta mujer es una estrecha de cuarenta y tantos años que necesita
desesperadamente un buen polvo. Tal vez si no tuviera mis ojos puestos en otra, pensaría en
ofrecerle mis servicios. Tal vez.
—Sí, lo sé. Ahora mismo regreso a mi camarote. No tendrá que preocuparse por mí. —Finjo
un bostezo—. Estoy demasiado cansado. Lo único que quiero hacer es dormir.
Me lanza una mirada de desaprobación, por un segundo pienso que es capaz de leerme la
mente, pero ¿qué puede hacer? A menos que pueda probar que me acosté con Tia, no tiene nada
que hacer. Con las manos en las caderas me hace un gesto con la cabeza.
—Bien, vete de aquí. Luego nos veremos—. Arquea las cejas como si esperara respuesta.
Sofoco una risita y meto las manos en los bolsillos mientras me voy muy despacio, para no
levantar sospechas, pero estoy seguro de que ambos sabemos hacia dónde me dirijo.
No podré tomar una copa con Tia en el bar como planeé originalmente, pero eso no importa.
Lo mejor es que vayamos a su camarote y, a partir de ahí, las cosas surgirán solas. Por supuesto
que todo nos llevará al sexo, será inevitable, pero también hablaremos... probablemente.
—Nos vemos.
Abro la puerta con un golpe, mientras disfruto del estruendo que hago. Todo está demasiado
calmado y silencioso, lo que significa que los camarotes de este maldito barco están
insonorizados. No me gusta la tranquilidad, no me va bien, prefiero el escándalo. Toda mi vida ha
sido ruidosa y no la concibo de otra manera.
Tal vez por eso me encanta la música. Es ruidosa, aunque agradable.
Enseguida veo a Tia sentada en el bar. Tiene una copa de vino en la mano y por su cara parece
aburrida. Una drag queen ha ocupado mi lugar en el escenario y, mientras al resto del público le
encanta sus bromas, ella parece deseosa de marcharse. Está esperando a que me la lleve.
—Psst ¡Tia! —le chisto en voz baja desde el rincón del salón. Ella no me oye al principio, lo
que significa que tengo que decirlo un poco más alto—. Tia, aquí.
Se da la vuelta rápidamente y me ve. Una vez que nuestros ojos se encuentran, su cara se
ilumina, lo que hace que me parezca más guapa, si eso es posible. Se me acelera el pulso y me
tiembla el cuerpo.
—Ven aquí —insisto, animándola con un gesto para que venga hacia mí. Frunce el ceño,
confundida, y repito—: Vamos, tienes que venir.
Ella mira a su alrededor, como si estuviéramos en medio de una película de espías, o algo así,
antes de caminar hacia mí. La agarro de la mano y tiro de ella para sacarla del salón de baile con
una risita ahogada.
—¿Qué pasa? —Me pregunta sin comprender—. ¿Por qué me llevas lejos de mi bebida?
—Lo siento, no es mi intención, pero nadie puede verme contigo ahí dentro.
Tia frena sus pasos en mitad del pasillo y pone las manos en sus caderas. Se la ve ardiente y
decidida, lo que me encanta. Esta mujer es increíble.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué diablos me pasa? —exige una explicación.
—No, no, no, no es nada de eso. A ti no te pasa nada. — Me acerco a ella y le pongo los
brazos alrededor de la cintura—. Acabo de recibir un sermón de mi jefa, sobre estar cerca de las
pasajeras. Está mal visto, así que no quiero que nos metamos en problemas.
—Oh. —Ella asiente con la cabeza como si lo entendiera, pero estoy seguro de que no es así
—. Ya veo. Y ¿ahora qué?
—Podríamos... —Tengo que decirlo con cuidado para que no piense que soy un imbécil—.
¿Podemos ir a tu habitación? ¿Quizás a tomar una copa?
—¿No podemos ir a la tuya? —Se burla. Está jugando conmigo, haciéndose la tímida, lo que es
una señal increíble.
—No. Las habitaciones del personal están en zona restringida... y también, ¡mierda! —Me rio
con torpeza, odiándome por inventar unas excusas horribles. No quiero que me pillen con Tia, si
puedo evitarlo, y deseo que el tiempo que pasemos juntos sea inolvidable—. No creo que ese
lugar sea lo suficientemente bueno para alguien como tú.
—¿Alguien como yo? —Niega con la cabeza y frunce los labios—. ¿Qué demonios se supone
que significa eso?
Mierda, he metido la pata. Necesito usar mi encanto para hacer que esto funcione.
—Alguien delicada como una princesa. Alguien que se lo merece todo.
Ella asiente con la cabeza y toma mi mano, asumiendo el control de la situación y demostrando
que mi zalamería ha funcionado. Luego me empuja hacia las escaleras. Mi corazón se acelera a
medida que nos acercamos a su camarote, estoy emocionado. No solo siento excitación sexual, es
algo más, y eso me impresiona.

Capítulo 5
TIA

«¿Qué estoy haciendo? ¿Realmente voy a seguir adelante?»


Me dije a mí misma que lanzaría la moderación por la borda, pero ahora que está a punto de
ocurrir no estoy tan segura. No soy una chica de una sola noche; quiero decir, apenas conozco a
este tipo. Lo que sé de él me gusta, pero eso no significa que... no es una señal de que deba ir a
por todo.
Por otra parte, ha pasado mucho tiempo desde la última vez. Tal vez, es por eso que ha llegado
el momento de que vuelva a pasar, pero ya ni lo sé.
Me tiemblan los dedos cuando encuentro las llaves de mi camarote y las introduzco en la
cerradura. Con una pequeña patada para que se mueva más rápido, abro la puerta para mostrar el
interior. Dejé las cortinas abiertas por error al marcharme, pero ahora estoy contenta porque
podremos disfrutar de la maravillosa vista del océano frente a nosotros.
—¡Vaya, tu camarote es increíble! —jadea Stephen, asombrado. Suelta mi mano y da vueltas
mientras camina por la habitación—. Es muy espaciosa. Me alegro de que hayamos venido aquí en
lugar de haber ido al mío. Te habría decepcionado.
Sonrío y cierro la puerta. Sé que si no lo hago ahora, podría echarme atrás y, siempre, me
preguntaría qué podría haber sido. Necesito superar lo que me pasó en el pasado, de una vez por
todas. Acostarme con este tipo sexy será como subir otro escalón en mi ascenso para recuperar la
autoestima.
—¿Quieres algo de beber? —Pregunto mientras me muevo por el camarote—. Hay un mini bar,
puedes tomar lo que te apetezca…
No puedo terminar mi frase porque Stephen camina hacia mí con grandes zancadas. Se detiene
tan cerca que puedo respirar su aroma. Me recorre esa sensación vibrante que siempre he buscado
al estar con otra persona, y que nunca había sentido antes. Mi corazón golpea contra mi pecho,
siento que el aliento se eleva en mi garganta y un líquido ardiente culebrea en mi vientre.
—Eres impresionante, lo sabes —comenta como si fuera un hecho—. Realmente preciosa, y
ese vestido te queda increíble.
—¿En serio, me… queda bien? —Finjo que no he pasado horas escogiéndolo, como si no
hubiera examinado mi cuerpo en el enorme espejo para verme desde todos los ángulos—. Gracias.
Stephen desciende la cabeza para besarme, y vaya si me besa. Me reclama literalmente con su
boca, despojándome del aire restante de mis pulmones, dejándome jadeante y sin aliento. Fuegos
artificiales explotan dentro de mí, me siento como si hubiera estado muerta durante mucho tiempo
y ahora este es el beso de la vida que me trae de regreso.
Este hombre es increíble. Me gusta mucho.
Lo abrazo por la cintura y lo acerco más a mí. Mi cuerpo se amolda al suyo como si ese fuera
su lugar. Me agarra muy fuerte, manteniéndome pegada a él, y eso me encanta. Me siento segura y
protegida, feliz y entusiasmada al mismo tiempo.
—Lo siento —murmura, alejándose de mí. Odio instantáneamente la sensación de frío y
soledad que me deja—. Tal vez no debería haberte besado, pero es que te encuentro irresistible.
Me gustas desde el primer momento en que te vi.
Veo un oscuro deseo disfrazado en sus ojos. Este tipo es un músico sexy, podría tener a la
mujer que quisiera, probablemente la tenga, pero esta noche está conmigo. Hay algo
extremadamente emocionante al pensarlo, me hace sentir deseada, como hace tiempo que no lo
sentía.
—Tú también me gustas —susurro—. Ahora ven aquí, ¿quieres? No he terminado de besarte.
Agarro su camiseta con los dedos y lo atraigo de un tirón hacia mí. Esto solo acaba de
empezar, no voy a dejar que se escape, sobre todo ahora que creo que explotaré si no lo tengo.
Stephen me conduce suavemente hacia atrás, hasta que caigo en la cama, sobre las suaves
sábanas. Se inclina sobre mi cuerpo y me abraza. Hacía tiempo que no experimentaba esta
maravillosa sensación, incluso podría sentirme sensual.
Vuelve a besarme y, esta vez, lo hace con suavidad, amorosamente.
Me gusta mucho, es tan dulce que arqueo mi cuerpo en busca de más, necesito mucho más
contacto con él. Tomo su cara entre las mías y las mantengo ahí, para recuperar un poco de
control.
Pero entonces Stephen agarra con los dedos la parte inferior de mi vestido y lo desliza hacia
arriba. Creo que va a dejarlo enrollado en la cintura, pero no lo hace. Me saca ligeramente de la
cama y me lo quita por encima de la cabeza, dejándome solo con la ropa interior de seda negra
que compré esta tarde, en la tienda de lencería del barco. No sabía que fuera a servir para esta
ocasión, pero me alegro.
—Estás todavía mejor con menos ropa —dice Stephen mientras recorre mi cuello
hipersensible con los labios. Desliza la boca por la clavícula, lamiendo mi piel sudorosa por el
camino. Gimo y golpeo con las manos las sábanas, aferrándome a ellas en dos puñados mientras él
retira lentamente con los dedos la tira de mi sujetador—. Cuanto más veo de ti, más me gustas.
Trato de desabrochármelo con dedos temblorosos, lo único que deseo en este momento es
liberar mis pechos y que Stephen pase la lengua por encima de mis pezones, que me saboree por
todas partes. Cuando por fin lo consigo, lo tiro al suelo y veo que sus ojos se iluminan de alegría.
Agacha la cabeza y me devora como si estuviera desesperado y hambriento. Vuelvo a gemir, esta
vez más fuerte con cada lametón, y creo que estoy tocando el cielo con las manos.
—¡Oh, mierda!
Entonces sus dedos se deslizan en mis bragas. Ni siquiera espera el permiso, solo toma lo que
quiere, lo cual me encanta. Su mano corre a lo largo de mi húmeda y empapada hendidura con
suavidad, pero también con urgencia. Puedo decir que está tan ansioso por estar dentro de mí
como yo por tenerlo.
—Joder, Tia —jadea, su aliento me hace cosquillas en la piel—. Estás tan jodidamente mojada
por mí. ¿Te excitaste así cuando estaba tocando en el escenario?
Me muerdo el labio inferior.
—Sí —lo admito. Al verlo allí arriba, en una posición de poder, enloqueciendo a la multitud,
me excitó muchísimo. No sabía que me gustara tanto la música, pero resulta que me encanta—. Se
te veía tan sensual en el escenario.
Su dedo se zambulle en mí, lo que envía un choque de sensaciones a través de mi cuerpo. Me
arqueo, una y otra vez, lo que le anima a deslizarse con otro dedo. Al igual que yo me acomodo al
ritmo en el que me penetra, él añade el pulgar para rozar mi clítoris. La combinación resulta
demoledora, creo que terminaré haciéndome sangre en la lengua de tanto que trato de callarme.
—Todo este maldito barco es a prueba de sonido —me susurra Stephen al oído—. Si quieres
gritar, hazlo.
Nunca me dejo ir así, es difícil para mí. Supongo que en algún momento de mi vida me
convertí en una especie de fanática del control y no puedo permitirme perderlo. Gimo un poco más
fuerte, pero aún no lo he soltado del todo.
—Dime que me deseas —ordena Stephen—. Quiero que me digas cuánto me ansías dentro de
ti.
No puedo hacerlo, por mucho que quiera satisfacerlo me contengo. En mi cabeza le ruego que
me folle, especialmente a medida que los roces que está trazando sobre mi clítoris se vuelven más
intensos, pero manteniéndose en un punto en concreto que me mortifica. Poco a poco la necesidad
es más grande, va creciendo en mi interior como un fuego líquido, y si no hablo pronto no
alcanzaré el orgasmo.
—Te deseo —susurro—. Stephen, te deseo.
—Más alto —sisea, moviendo sus dedos más duro y más rápido. Si no los reemplaza por su
polla pronto, me volveré loca. Es hora de que mi fantasía se haga realidad—. Dímelo más alto.
—Te quiero dentro de mí —repito, un poco más alto.
—No. Ordénalo.
Pongo los ojos en blanco, pero a través de mis jadeos, de mis respiraciones fatigadas, sé que
esto es lo que tengo que hacer.
—Te quiero, Stephen —digo en un tono de voz casi de grito—. Quiero que me folles. Fóllame.
Con eso se aleja de mí y toma un condón de su bolsillo. Ni siquiera me preocupa que le resulte
tan fácil dar con él. En vez de eso, me alegra que tenga uno a mano. En mis pensamientos de hacer
algo salvaje, y que aliviara mi necesidad sexual, no había pensado en estar preparada. Hubiera
sido horrible haber llegado tan lejos y no poder terminar por falta de un condón.
Mientras lo desliza por su miembro, yo gimoteo de pura alegría. Es grande, mucho más grande
que cualquiera que haya visto antes, lo que me deja sin aliento y sin fuerzas. No puedo evitar
preguntarme qué se supone que debo hacer con eso... y más, qué va a hacer conmigo.
—Ven aquí —gruñe Stephen mientras me sujeta por los muslos.
Me tumba en la cama y se coloca entre mis piernas. Puedo notarlo ahí, tremendamente duro y
tanteando mi entrada. Mi clítoris late desesperado por sentir su toque y arqueo las caderas. Tomo
aire, mi corazón se acelera y me zumban los oídos.
Finalmente se desliza Y veo, literalmente, las estrellas. El resto del mundo se funde cuando él
empuja, fuerte y rápido.
El calor comienza como un hormigueo en las puntas de los dedos de mis pies y viaja por el
resto de mi cuerpo a un millón de kilómetros por hora. Cada vez grito con más potencia, hasta que
ya no puedo ni oírme pensar. Me estoy dejando llevar sin darme cuenta y eso es fantástico.
Enrosco los dedos a medida que la sensación de cosquilleo alcanza mi corazón. Cada empuje de
Stephen presiona con fuerza mi clítoris; me mantengo al filo del deseo, esperando alcanzar la
cumbre.
En cualquier momento…
Finalmente caigo en el abismo del placer y siento que me entrego a Stephen por completo. Él
me clava los dedos en las caderas para afianzarme, no dejo de mover la cabeza sobre la almohada
y el placer me hace estremecer en oleadas interminables.
El orgasmo es increíble, es mucho mejor que cualquier otro que pueda conseguir por mi cuenta,
es maravilloso, asombroso, y no quiero que termine.
—Oh, Stephen —grito desesperadamente—. Stephen.
Me encanta cómo suena su nombre en mi boca. Es el tipo de nombre que podría imaginarme
diciendo toda mi vida, en caso de que surgiera la oportunidad.
«No», me regaño a mí misma. «No vuelvas a caer en lo mismo tan pronto, disfruta de este
momento y nada más».
Pero creo que no puedo quitarme de la cabeza ese pensamiento. Ya es tarde.

Capítulo 6
STEPHEN

«Ha sido increíble», pienso con un jadeo, mientras me tumbo junto a Tia. Ambos respiramos
agitados, como si nos faltara el aire. «Ha sido realmente fantástico».
No lo digo en voz alta porque no quiero parecer tonto, pero he tenido mucho sexo en mi vida, y
mucho más desde que llegué a Estados Unidos, pero lo de hoy con Tia ha sido diferente. Supe que
lo sería desde que la vi, pero ahora tengo la certeza. Es como si tuviéramos una especie de
conexión, algo inexplicable y profundo. Algo que quiero explorar en profundidad.
Me giro hacia ella, apoyándome en un brazo y aprovecho para mirarla. Tiene la cara relajada,
un poco sonrosada y feliz, lo que a todas luces indica que ha disfrutado del estupendo sexo que
hemos tenido. No sé mucho de ella, pero por mi experiencia con las mujeres, creo que llevaba
mucho tiempo sin experimentar un buen orgasmo. Solo espero que haya sido lo suficientemente
bueno para ella, y reavive su interés sexual para próximas relaciones, porque reconozco que es
francamente buena. El mundo merece que Tia tenga sexo, Tia merece tener sexo.
—Esto es real —jadea a mi lado.
Normalmente, en este momento suelo estar buscando una excusa para largarme, pero hoy no
quiero hacerlo. Me apetece quedarme en la cama con Tia y quiero hablar con ella el resto de la
noche. Necesito conocer todo sobre ella y su vida, profundizar en su cerebro para saber qué
piensa y cómo se siente. Es la primera vez que me pasa esto y tengo que admitir que me siento
entusiasmado.
—Tengo que confesarte algo —lo admito mientras me muerdo el labio inferior. Se vuelve para
mirarme y sus ojos ardientes se fijan en los míos, lo que sugiere que piensa que estoy a punto de
decir algo malo. Espero que no se tome mis próximas palabras demasiado a pecho—. Después de
tener sexo, me encanta fumar un cigarrillo. Sé que es un hábito sucio, especialmente para alguien
como yo, que tengo que cuidar mi voz para cantar, pero es algo de lo que no puedo librarme.
Obviamente, no puedo fumar en tu habitación, ¿te importa si salgo?
—Oh. —Se ve incómoda, y me doy cuenta de inmediato de que no me he expresado bien. Por
primera vez no quiero echar un polvo y largarme, pero eso es lo que acabo de dar a entender—.
Ya veo.
—No. No se trata de una excusa para irme. —Sonrío y busco en mis pantalones. Saco la púa
con la que punteo en la guitarra y se la entrego—. Mira, la dejaré aquí para que sepas que voy a
volver... si quieres que lo haga. —Ella asiente con la cabeza, pero todavía parece dudosa—.
Quiero quedarme contigo y tomarme una copa, no voy a dejarte después de la que ha sido la mejor
experiencia de mi vida, solo necesito satisfacer este antojo para poder concentrarme en ti.
Me inclino hacia adelante para darle un beso en la frente mientras presiono la púa en su mano.
Ella la toma y la aprieta con fuerza mientras doy unos pasos hacia atrás. Me pongo los pantalones
y le sonrío de nuevo, para tranquilizarla, ya que es evidente que todavía no está convencida.
—Tia, me gustas mucho —le abro mi corazón, esperando que vea que soy sincero—. No salgo
para escapar de esta situación, claro que no. Si quisiera irme te lo diría. Enseguida regreso.
—Sí. —Ella sonríe pero puedo ver que su sonrisa es forzada—. Está bien, esperaré a que
llames para abrirte.
Me voy hacia la puerta con rapidez para no tener que seguir viendo inseguridad en sus ojos,
pero antes de llegar, algo me detiene y me arrastra de nuevo a su lado. Sus labios.... esos labios
carnosos y suaves… Necesito besarlos antes de irme.
La sujeto por la barbilla, para que sus preciosos ojos marrones se encuentren con los míos, y
trato de disipar la preocupación que veo en ellos. Maldito sea yo y mi estúpido vicio de fumar. Si
esto no es una señal clara de que tengo que dejarlo, entonces no sé lo que es. En cuanto vuelva a
América lo intentaré con hipnosis o algo así.
—Vuelvo enseguida —susurro, antes de besarla—. Lo prometo.
—Te creo. —Finalmente está de acuerdo conmigo—. Pero no tardes porque te echaré de
menos.
—Ahora seré todavía más rápido —insisto—. ¿Cómo puedo resistirme a unas palabras tan
dulces?
Mi suave y casto beso se convierte en algo más apasionado, lo que me hace pensar que puede
haber una segunda ronda cuando regrese. Tal vez no lleguemos a hablar esta noche, estaremos
demasiado ocupados explorando nuestros cuerpos y, además, nos queda mucho tiempo por
delante. El crucero no ha hecho más que empezar y mientras pueda mantener los ojos de la
encargada lejos de mí, podré seguir viendo a Tia cuando me apetezca. Entonces aprenderé todo
sobre ella. De momento, su pequeña promesa hace que mis pantalones se eleven una vez más; lo
que significa que, para cuando regrese, estaré listo para correrme de nuevo.
—Bien, pequeña descarada —siseo contra sus labios—. Volveré muy pronto.
Me alejo de ella con grandes zancadas y cuando voy a agarrar la manija de la puerta, me giro
para echarle un último vistazo. Tia tiene el pelo desordenado y la cara sonrosada, sin resto de
maquillaje es una belleza natural. Dejo escapar un gruñido y se ríe al escucharlo. Espero que ella
también esté excitada cuando vuelvo porque no podré esperar.
Al salir del camarote, el calor del día ha desaparecido y me sorprende el aire helado de la
noche. Siempre es así al navegar, pero nunca me acuerdo y el frío me hace temblar. Me froto los
brazos con las manos y los cruzo sobre mi pecho, deseando llegar cuanto antes al área destinada
para fumadores.
«Esto es una idiotez», me digo. «Tengo que hacer algunos cambios importantes en mi vida a
partir de hoy».
Todo parece muy tranquilo por el barco, supongo que la mayoría de los pasajeros ya están en
sus camarotes. Será donde yo también estaré en poco tiempo. Sonrío al pensar en la preciosidad
que me espera en la cama del suyo. Es maravillosa, ya la echo de menos, no soy yo si estoy
alejado de ella.
—¿Qué narices has hecho con el dinero?
Se me para el corazón al escuchar gritos que provienen de algún lugar. Freno mis pasos y
escucho con atención. Lo que he oído no suena muy bien y estoy un poco asustado. No me constan
malas referencias de este crucero, nunca pensé que las tuviera, pero yo sé lo que acabo de
escuchar.
—Dímelo ahora o te echarán del barco.
Mierda. Alguien está en peligro. Sin pensar en el riesgo, me acerco de puntillas. El cigarrillo
sin encender se cae de mi mano pero no me doy cuenta. La idea de obtener mi dosis de nicotina se
ha evaporado, en el mismo instante en el que decidí averiguar qué está ocurriendo. Aunque no esté
capacitado para ello, como empleado, es mi obligación de intervenir si las cosas se ponen feas.
—Lo digo en serio, ¿crees que bromeo?
De repente, veo a dos hombres de traje, gritándole a un tipo con pantalones de deporte y
sudadera con capucha. No reconozco a ninguno, no los he visto durante el crucero, pero tampoco
he estado en todas partes. En realidad, no he salido mucho de mi camarote, aparte de actuar, así
que el hecho de que no me parezca que pertenecen a este lugar no significa que no lo hagan.
—Creo que sé lo que pasó —declara uno de los hombres bien vestidos que me da la espalda.
Es alto y tiene el pelo muy oscuro, no puedo ver más de él, lo cual no es muy útil para
identificarlo—. Creo que tomaste las drogas, usaste algunas para ti y vendiste el resto, llenándote
los bolsillos con el dinero.
—N... no —balbucea el de la sudadera—. Eso no es verdad. Nunca… nunca lo haría.
El temblor de su voz lo delata. No sé qué pasa aquí, y tampoco estoy muy familiarizado con el
mundo de las drogas, pero a mí me parece que es culpable.
—Es lo que has hecho —asegura el otro moviendo la cabeza—. Todos lo sabemos. No es la
primera vez que lo haces, ¿verdad?
—Me asaltaron... Lo juro, no fui yo.
Uno de los que llevan traje da un paso atrás y hace un gesto con la mano al otro. Doy un tímido
paso adelante, sintiendo que se acerca el momento de intervenir, pero antes de que lo haga, me
detengo. Su compañero saca algo del bolsillo y lo único que puedo ver con claridad es el destello
metálico de un arma.
¿Un arma? Mierda, esto es malo.
Mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho, apenas puedo respirar lo suficiente para tomar
aire. El pánico se apodera de mí y me congela las piernas. Estoy tan helado que no podría
moverme aunque quisiera... y para ser honesto, no estoy seguro de querer hacerlo. Solo porque sea
un empleado no significa que tenga que arriesgar mi vida. Estoy seguro de que no me pagan lo
suficiente para perderla.
—¿Algo más que decir? —grita el que lleva la pistola—. ¿Más excusas de mierda?
Al escuchar al otro suplicar por su vida se me hace un nudo en la garganta. He visto suficientes
películas para saber cómo va a terminar esto y no me gusta.
¡Bang!
Todo se mueve a cámara lenta, como si no fuera real. Oigo el disparo de la pistola, a pesar de
que gran parte del sonido se pierde en el aire, pero como no hay efectos secundarios inmediatos,
empiezo a creer que podría haberlo imaginado. Tal vez me estoy volviendo paranoico.
Entonces algo golpea contra el pecho del hombre con pantalón de deporte y lo lanza por el aire
sobre la barandilla. Su cuerpo cae desde el barco como un muñeco de trapo, lo cual es una visión
verdaderamente espeluznante. En realidad, el estómago me da un vuelco y siento que voy a
vomitar en cualquier momento.
—Joder.
La palabra sale de mi boca sin que me dé cuenta. Ni siquiera sé que he hablado tan fuerte hasta
que uno de los hombres de traje se gira para mirarme. Abro los ojos de par en par, mis piernas
congeladas comienzan a derretirse, y la necesidad de salir huyendo de esta horrible situación
eclipsa todo lo demás. Es como si mi instinto de supervivencia acabara de imperar sobre el miedo
y me hace reaccionar.
Flash.
Siento que me ilumina un rayo o un flash de cámara mientras corro hacia mi camarote. No
puedo dejar de huir, necesito escapar y encerrarme para estar seguro.
A todo esto, Tia sigue olvidada desde hace mucho tiempo. Lo único en lo que puedo
concentrarme ahora mismo es en mi miedo y en la necesidad de esconderme. Mi vida está en juego
y no puedo pensar en otra cosa.
Capítulo 7
TIA

Hogar, dulce hogar, pienso sarcásticamente al entrar por la puerta. Oh, maldita alegría.
No quiero volver aquí, este es el último lugar del mundo en el que quiero estar, pero no tengo
otra opción. Ahora que ya terminó el crucero, necesito empezar a concentrarme en mi vida real.
No hay más excusas, tengo que volver a la realidad.
Tiro mi bolso al suelo en el pasillo y miro la gran extensión de casa que me rodea. Siempre he
pensado que tenemos demasiado espacio para tres personas, especialmente cuando hay mucha
gente sin hogar en el mundo, pero al igual que el resto de mis opiniones, no se tiene en cuenta.
Recorro la punta de plástico con mis dedos, como si así pudiera consolarme. La púa naranja de
guitarra que Stephen apretó en mi mano con la promesa de volver... una promesa que obviamente
no tenía intención de cumplir.
Me desperté a la mañana siguiente, todavía desnuda, todavía sola. Al principio traté de poner
algunas excusas para justificar que no hubiera vuelto. Me dije a mí misma que no importaba
porque no tardaría mucho en volver a verlo. Asumí como una tonta que no había ningún lugar en el
barco en el que pudiera estar escondido hasta que atracáramos, pero parece que me equivoqué. De
algún modo, se las arregló para desaparecer para siempre, dejándome sola con esta púa para
recordarlo.
Lo más sensato sería tirarla a la basura, pero por alguna razón no puedo. El día que la tire
habré aceptado que se acabó para siempre y, aunque sea una idea absurda, no puedo quitármela de
la cabeza.
—¿Mamá? —Llamo, esperando que no esté en casa. Necesito estar sola un rato—. ¿Papá?
Nadie contesta, así que camino por la casa sin rumbo como cuando era niña. Siempre tuve
muchas amigas, pero nunca me permitieron traerlas a casa, obviamente por mi padre y sus
negocios dudosos. Por eso, aunque yo las visité algunas veces, como era hija única solía caminar
por las habitaciones buscando algo que hacer. Claro, tenía todos los juguetes, ¿pero cómo te
diviertes si no tienes amigos para compartirlos? Así que, yo vagaba sin rumbo igual que ahora.
Algunas cosas nunca cambian.
Tal vez aquí es donde comenzó mi soledad. Le he echado la culpa a otras cosas, pero es muy
probable que empezara aquí mismo, en esta casa. Vino a por mí desde el principio y se ha
quedado a mi lado desde entonces. Por un momento, creí que mi noche salvaje con Stephen podría
convertirse en algo para curarla, especialmente cuando dijo que quería hablar, pero que —como
todo lo demás— resultó ser una estupidez.
Suspiro en voz alta y sacudo la cabeza. Necesito olvidarme de Stephen, sacarlo de mi cabeza
si quiero poner mi vida en orden de una vez. Se ha ido, se ha asegurado de hacerlo a conciencia, y
no hay forma de que lo recupere. No tengo su número de móvil, ni tampoco su dirección, y él no
tiene la mía. Nos conocimos en el crucero, tuvimos una noche salvaje, y se acabó. Solo necesito
liberarme de esta tristeza y poner en marcha mi vida.
—¿Qué piensas, jefe?
De repente me sorprende una voz que flota por el pasillo. Creí que estaba sola en la casa
cuando no me contestó nadie mientras gritaba, pero se ve que no lo hice lo suficientemente fuerte.
Reconozco la voz del hombre. Es Adrian Walker, el «socio de negocios» de mi padre. Siempre
ha sido una cara conocida en esta casa, pero aún no sé a qué se dedica. Obviamente, a algo raro si
trabaja con papá. Además, también está el hecho de que se refiere a él como «jefe». Eso me
parece raro y me recuerda a la mafia.
No puedo evitarlo, me acerco a la habitación y oigo voces en el interior. Siempre me han
mantenido al margen de estas reuniones de negocios, por razones obvias, lo que solo hace que la
conversación me intrigue más. Tal vez, ahora pueda descubrir lo que creo que sé, lo que necesito
que me confirmen, sin que nadie me lo diga. Lo único que tengo que hacer es evitar que me pillen
escuchando a escondidas.
Me viene bien enfrascarme en un misterio, así tendré algo en lo que pensar, aparte de mi
corazón roto y mi vida sin rumbo. Así podré olvidarme de todo durante unos minutos.
—No creo que podamos dejarlo, ya lo sabes. —Mi padre no parece impresionado.
Escucho su voz a través de la pesada puerta de madera y utiliza el mismo tono que cuando era
pequeña y hacía travesuras. Lo curioso es que cuando empecé a crecer y a hacer cosas que eran
peores, como el consumo de alcohol siendo todavía menor, él se había involucrado tanto en su
negocio que ya no le importaba lo que hiciera en absoluto.
—Entonces, ¿crees que necesitamos matarlo?
Se me hiela la sangre. Sé que siempre he asumido que mi padre no es un buen hombre, pero
escuchar la palabra «matar» me hace sentir mal. Esto cada vez se parece más a una conversación
entre mafiosos, y no quiero ni imaginarlo.
Tengo el pulso a mil por hora, el estómago revuelto y la sangre acaba de congelárseme. Me
inclino de puntillas y pongo la oreja contra la puerta. Lo último que me preocupa ahora es que me
pillen, tengo que saber qué dicen.
—Tienes su foto, ¿no? —Papá responde con ironía—. Así que no sé por qué es tan difícil
encontrarlo. Es solo un tipo, ¿sabes? Por lo que parece, un joven recién salido de la adolescencia.
Encontradlo, matadlo, atadlo, y evitad que esta vez haya testigos.
Las palabras que estoy escuchando provienen directamente de una película de gánsteres, pero
acaba de decirlas un miembro de mi familia en la vida real, en mi casa. Y no solo hablan de matar
a alguien, sino que se trata de una persona joven. Alguien que probablemente será de mi edad. Una
persona inocente que acaba de ver algo por accidente. Alguien a quien ya han puesto su vida patas
arriba y ahora quieren matar.
Me pregunto qué será lo que vio ese tipo. Me pregunto de qué fue testigo para tener que perder
la vida.
Asustada, retrocedo y me cubro la boca con la mano para no hacer ruido. Es horrible lo que
acabo de escuchar, pero ¿qué puedo hacer? Tal vez si averiguo de quién hablan pueda advertirle...
o ir a la policía... cualquier cosa para evitar que se cometa un crimen.
¿Pero cómo puedo hacerlo? Siendo realistas, es imposible. Ni siquiera sé lo que he escuchado
con exactitud y mi padre podría negarlo de muchas maneras. Incluso fingiendo que bromeaba.
Además, me metería de lleno en este asunto, cuando he pasado toda mi vida evitando
involucrarme en sus negocios, y él alejándome de ellos. Se volvería loco conmigo por romper sus
reglas.
Tal vez hasta termine en su lista negra.
—¿Quieres que se haga de alguna forma especial? —Oigo el vozarrón de Adrián, aunque ya no
quiero seguir escuchando. Su voz parece una bocina, no sé cómo ha podido tener alguna reunión
privada en su vida. Tal vez por eso mismo siempre ha estado aquí—. ¿Disparar, apuñalar, algo
más divertido?
Suena retorcido y parece pasarlo bien al enumerar las formas en las que pueden matar a esa
persona, lo que me hace sentirme enferma. ¿Cómo puede estar tan desquiciado? ¿Cómo han
consentido mis padres que esté cerca de todo esto? Estoy segura de que mi madre lo sabe. Si mi
padre es un criminal, y no estoy segura de que lo sea, mi vida siempre ha estado en un constante
peligro, con gente que podría venir a buscarlo, o alguien que quisiera secuestrarme, o lastimarme,
incluso matarme solo para llegar a él. A menos que todos sepan que no le importo, por supuesto.
—Me da igual —responde mi padre con desdén, como si estuviera hablando de cenar en vez
de un asesinato a sangre fría—. Deshazte de él antes de que se vaya de la lengua.
En ese momento, oigo pasos que se acercan, lo que indica que tengo que irme. Me doy la vuelta
en silencio y salgo corriendo tan rápido como puedo. Necesito esconderme en mi dormitorio,
mientras trato de procesar toda la información y, desde luego, nadie debe saber lo que he
escuchado.
Cuando llego a la puerta principal, agarro mi bolso para que mi padre no sepa que acabo de
llegar. Supongo que luego sabrá que estoy aquí, pero no quiero darle ninguna pista sobre mi
paradero. Subo las escaleras corriendo, algunas de ellas de dos en dos, hasta que llego a mi
cuarto.
Nada más cerrar la puerta con llave, me dejo caer lentamente al suelo, sin aliento y con la
espalda pegada a la gruesa madera. Me falta el aire y respiro ruidosamente, lo que empeora la
situación. Incluso una lágrima corre por mi mejilla mientras pienso en el horror que acabo de
presenciar.
Mi padre es un criminal... un asesino... el peor tipo de hombre que puede existir.
Me siento totalmente indefensa, desesperada, con un gran peso sobre los hombros que necesito
aligerar de alguna forma. No soluciono nada quedándome aquí sentada, mientras la vida de
alguien está en peligro. Necesito pensar algo y actuar. Tal vez no pueda ir a la policía todavía, ya
que no tengo pruebas de lo que informarles. Aunque si lo pienso bien, mi padre maneja muchos de
sus negocios desde esta casa, siempre lo ha hecho, y con seguridad debe tener algo que lo
incrimine. Si encuentro alguna cosa, lo que sea, y se la llevo a la policía, podrían detenerlo antes
de que alguien más muera en sus manos.
No está bien que mi progenitor sea un asesino, no quiero aceptarlo. Tal vez a mi madre no le
importe porque eso le permite una vida llena de lujos, pero el dinero que proviene de la sangre no
es para mí.
Definitivamente, tengo que salir de esta casa. Necesito escapar de esta familia, de este
infierno, y tengo que irme ya.
Miro mi habitación con esa idea fija en la cabeza. Estoy decidida a marcharme, ya no hay
marcha atrás. Mi dormitorio ya no me pertenece, parece el santuario de alguien que vivió aquí,
podría decir que esa persona era yo antes de marcharme a la universidad. Veo las fotos que llenan
las paredes, mis cosas de hace años, ordenadas por todas partes. Todo está, tal y como lo dejé,
como si viajara en el tiempo y volviera a ser esa colegiala inmadura que solo se preocupaba por
sus amigos y se conformaba con cualquier cosa. En cierto modo, estoy a kilómetros de esa persona
ahora, pero de otra manera. Sigo siendo ella. Insegura, asustada del mundo, sin saber adónde voy,
pero ahora he adquirido experiencias, tengo información, y es que a mi padre le gusta matar gente.
No hay vuelta atrás en eso.  
Capítulo 8
STEPHEN

Miro hacia atrás por milésima vez porque me consume un frío enfermizo. Parezco paranoico
aunque sé que no lo estoy. Todavía me funciona el cerebro a pesar de que la presión me esté
matando. Solo espero que la mitad de las veces que creo que me persiguen sean imaginaciones
mías, porque esto es insoportable… aunque no hay duda de que alguien me acecha en las sombras.
Llevo mucho tiempo sintiéndome así.
Desde aquella noche en el crucero, las cosas han ido cuesta abajo para mí. No pude abandonar
el camarote en todo el tiempo, tuve que fingir que me había puesto enfermo el resto del tiempo que
estuve a bordo, porque tenía mucho miedo de que me atrapara alguno de esos tipos trajeados; uno
de esos asesinos que mataron a un hombre por el dinero de algo relacionado con la droga. Si
pudieron matarlo tan fácilmente sin pensarlo, no quiero imaginar lo que me harían a mí.
Un testigo.
No me gusta saber que eso es lo que soy. Me asusta la palabra y suena a película barata de la
mafia, pero eso es lo que soy. Incluso si después de tanto tiempo he conseguido borrar algunos
detalles de mi memoria, seguramente por el miedo, todavía puedo recordar las escenas más
horribles. Sé lo que vi: a un hombre y a sus asesinos. Probablemente podría haber hecho algo para
detenerlo y no lo hice. Ahora está muerto y mi vida en peligro.
Además, no puedo olvidar que me hicieron una foto. Seguramente esté borrosa, pero eso no
será problema para que los profesionales que trabajan con los criminales puedan superar ese
pequeño contratiempo.
Estoy jodido.
Mientras pasaba el resto del crucero, encerrado en mi pequeño camarote, solía pensar en Tia.
La dejé de aquella forma, esperándome, y me sentía mal por no haber vuelto. Pero acababa de ver
a alguien morir y lo único que quería era huir. No podía salir de mi habitación por ninguna maldita
razón, para que no me localizaran, incluso tuve que conseguir que el personal del barco me trajera
comida para subsistir. Hubiera querido explicarle la situación pero tampoco quería ponerla en
peligro. El hecho de que yo me encontrara en problemas no significaba que ella también tuviera
que ser arrastrada conmigo.
¡Intentaba hacer todo lo posible para mantenerla a salvo!
Tal vez si hubiera pensado con anticipación, y le hubiera pedido su número de teléfono, podría
haber hablado con ella después, pero no lo hice. Eso es algo con lo que tendré que vivir para
siempre. Aunque ¿quién sabe?, a lo mejor si lo hubiera hecho me habría aburrido de ella
enseguida. Todo aquello de que me gustaba de verdad se me habría pasado, como todas las modas.
Sé cómo soy y nunca sentaré cabeza.
Me cubro la cabeza con la capucha y aprieto los cordones para mantener la cara cubierta.
Luego me sumerjo en un callejón en el que nunca había estado antes, tratando de mantener la
distancia con el hombre que me sigue de lejos para averiguar mi dirección. Tal vez no tenga
sentido, y él ya la sepa, no estoy seguro. Lo único que sé es que siempre siento un cosquilleo en la
nuca, alguien me persigue y tengo motivos para estar alerta. Si no tengo cuidado, acabaré muerto.
Creo que es hora de regresar a Nueva Zelanda. No puedo quedarme aquí, en Estados Unidos,
siempre escondiéndome.
Acelero el paso para escapar de la persona que me persigue. O los que me siguen, porque no
los he visto y no sé cuántos son. Solo tengo la sensación de que me están siguiendo.
Ring, ring…
Ring, ring…
El timbre del teléfono móvil me hace dar un respingo. Estoy tan nervioso que casi me da un
ataque al corazón. Parece que suena más fuerte de lo normal, pero sé que son imaginaciones mías
y maldigo por lo bajo mientras lo saco del bolsillo.
Actúo como si fuera culpable y no lo soy. Si no tengo cuidado, llamaré la atención en lugar de
pasar desapercibido.
—Hola —contesto un poco nervioso. No reconozco el número en la pantalla, así que podría
ser cualquiera.
—¿Es usted Stephen Jones? —me pregunta una voz femenina—. Soy Violet, trabajo para
Princess Cruises.
—Eh, sí, soy yo. —Hay una parte de mí que no está seguro de si se trata de un truco o no.
Vi a esos hombres en ese crucero. Que esta mujer suene muy amable no significa que no forme
parte de una banda criminal. No recuerdo a ninguna Violet, pero eso no significa nada. Siempre se
me olvidan los nombres.
—Perfecto. Le llamo para comunicarle que uno de nuestros clientes... —Se me detiene el
corazón al escucharla. Esto no puede ser nada bueno—. …y le vio actuando en el barco y quiere
comunicarse con usted.
—¿Quiere contactar conmigo? —Aún así, no puedo confiar en ella.
—Sí, se trata del señor Beaumont. Trabaja para el sello Rage Records y está interesado en
conseguir su número de teléfono. —No estoy seguro de si debo creerla o no, pero para ser justos,
este es un nombre importante. Si dice la verdad, se trata de la oportunidad que estoy buscando.
Rage Records es el gran salto a la fama que he estado esperando—. Por supuesto, debido a
nuestra ley de protección de datos, no puedo dar su información si no da su consentimiento, así
que le daré la suya.
Me olvido por un momento de mi acosador y regreso a casa. No quiero apartar algo tan
potencialmente importante a un lado porque crea que podría ser una trampa. Necesito toda la
información primero.
—Me encantaría tener los datos. Estoy entrando en casa y tomo nota —le digo a Violet en tono
optimista—. Parece una buena oportunidad.
—Eso me parece a mí —dice ella, contenta—. Por eso le he llamado enseguida.
Al llegar a casa, cierro la puerta, me aseguro de echar el cerrojo y me dirijo directamente a la
cocina para buscar un pedazo de papel. Violet me lee el número y yo lo garabateo. También me
cuenta todo lo que hablaron y me parece una conversación normal, si nada que me haga sospechar.
Todavía no estoy convencido, pero decido seguir delante.
Cuando cuelgo el teléfono, tomo aire y trato de ordenar mis pensamientos. Quiero llamar a este
número, necesito saber si la oferta del señor Beaumont es real o no, y la única manera de hacerlo
es dando el paso.
«No dejes que esta paranoia te arruine», me advierto. Esta podría ser mi oportunidad para salir
de aquí.
Igual no necesito regresar a Nueva Zelanda, tal vez pueda escapar de esos hombres y quedarme
en Estados Unidos. Si me hago famoso, tendré gente protegiéndome todo el tiempo. No me veré
obligado a mirar por encima de mi hombro nunca más.
Sin dudarlo, marco el número y paseo por la cocina mientras espero. Me late el corazón tan
fuerte que temo que estalle en cualquier momento. Al darme cuenta de que me estoy mordiendo el
labio inferior, soy consciente del estado de ansiedad que tengo. Nunca había estado así antes.
Dudo que la gente de mi vida anterior me reconozca.
—Hola, oficina del Sr. Beaumont —contesta una voz femenina suave y sedosa. Siento que el
nudo que aprieta mi pecho se afloja y desciendo los hombros con alivio. De momento, todo parece
real. Demasiado real—. ¿En qué puedo ayudarle?
—Mi nombre es Stephen Jones —respondo con un leve temblor en la voz—. Me han pedido
que llame a este número. Actué en el Princess Cruises.
—Ah, bien. —Parece que me reconoce—. Sí. El Señor Beaumont tiene mucho interés en
contactar con usted. Ahora mismo se encuentra en una reunión, por lo que tengo que pedirle que
llame después, si le parece bien.
—Oh, claro, por supuesto.
Escucho el susurro de unos papeles al fondo y trató de imaginar la oficina elegante en la que se
encuentra la mujer que habla conmigo. Estará decorada en tono blancos y plateados, muy
ostentosa. La industria de la música se basa en la apariencia, de modo que artistas, trabajadores y
oficinas, todo tiene que parecer maravilloso. Por eso es imprescindible que no deje pasar esta
oportunidad que se me presenta antes de hacerme viejo.
—Sé que quiere reunirse con usted cara a cara para tratar este asunto. ¿Está de acuerdo?
Cada vez estoy más emocionado, sé que es buena señal. Los magnates de la música no se
molestan en perder el tiempo con gente que no le importa de verdad.
—Sí, por favor.
—¿Cómo le viene quedar el viernes a las once de la mañana?
Dios mío, ¿esto es real? ¿Me está ocurriendo a mí? Me pellizco el brazo y al sentir el dolor me
doy cuenta de que sí, estoy despierto y no se trata de un sueño.
—Claro, claro, me viene muy bien.
—Estupendo, entonces lo dejaré apuntado. —Suena como si le agradara que vaya a la reunión.
Debo haberlo hecho mejor de lo que pensaba con mi único espectáculo en el crucero. Cuánto
mejor podría haberlo hecho si no hubiera habido un maldito asesinato. —Le vemos entonces.
Adiós.
—Gracias, Violet. —Debo estar muy deseoso porque incluso he recordado su nombre—.
Adiós.
Al colgar el teléfono me siento mucho más positivo que con la primera llamada. No hay duda
de que es una señal de que las cosas por fin van a ir bien. Esto es por lo que vine a Estados
Unidos y ahora parece que cumpliré mi sueño. Doy un salto emocionado; al menos, voy a
celebrarlo ya por si la realidad me estampa contra el suelo.
Ese pensamiento me deja las cosas muy claras. Ya lo pensé muchas veces y siempre me echo
atrás, pero ahora sé que tengo que hacerlo. Debo ir a la policía por lo que vi en el barco. La
cuestión es hacerlo de forma anónima para que luego no me caiga toda la mierda encima. Igual no
pude hacer nada para salvar la vida a aquel hombre, pero al menos su familia sabrá lo que le
ocurrió, incluso puedo evitar que esto le suceda a alguien más. Incluyéndome a mí.
Cuando comience a vivir mi sueño, quiero que sea con los cinco sentidos; que nada ni nadie
me desconcentre; que se convierta en mi prioridad y, sobre todo, deseo disfrutarlo. Tengo que
poner fin a esta situación, dejar de preocuparme de si unos criminales vienen a por mí.
Me miro en el espejo de la pared y sonrío mientras pienso que parezco más cansado de lo
habitual, pero eso cambiará cuando deje todo esto atrás y recupere mi antiguo yo. Volveré a ver al
atractivo Stephen Jones y, por fin, empezaré a vivir el sueño.
Capítulo 9
TIA

Todas están viviendo el maldito sueño. Todas ellas y no es justo. Me desplazo por Facebook,
mientras hago un descanso de mi escritura, y al leer lo que están posteando mi ánimo cae en
picado. Diana ha subido fotos increíbles de Camboya y Tokio, Helen ya ha sido ascendida y, por
lo que parece, Alexa ha hecho muchos progresos en la planificación de su boda. Solo quedo yo,
atrapada en mi habitación de adolescente, sin fijarme en lo poco que he escrito desde la
universidad, y sin llegar a ninguna parte con mi plan de mudarme.
A este paso, estaré aquí para siempre.
«Lo veo ahí, parado frente a mí, el hombre del que estoy enamorada. O si no es amor, entonces
es lujuria. Con su cuerpo caliente y musculoso muy cerca del mío, haciendo que el corazón se me
salga del pecho. Siento un fuego en el estómago que se extiende hasta mi sexo. Si no lo poseo
pronto, moriré».
No sé qué tiene este párrafo, pero realmente quiero terminarlo. Hay algo en el texto que me
acelera el corazón y me pide que me inspire. Tal vez porque me recuerda cómo me sentí cuando vi
por primera vez a Stephen Jones. Ese momento mágico en el que empecé a sentir que era una
mujer diferente.
Levanto el bolígrafo y lo deslizo por encima de la página. Quiero escribir más, siento que las
palabras necesitan salir, pero están atrapadas. Esperan algo. O tal vez alguien.
Si tan solo pudiera volver a ver a Stephen. No sé por qué, pero creo que eso lo resolvería
todo. Aunque sea un cantante que me dejó plantada, quiero verlo. Me conformaría con saber por
qué no regresó al camarote si prometió que lo haría; o tal vez solo quiero verlo porque lo echo de
menos y es guapo. Muy guapo.
No tiene sentido que lo busque en Internet. Ya lo he hecho y, para alguien que quiere tener una
carrera musical, su presencia en las redes sociales es muy escasa. He encontrado un perfil de
Facebook muy escueto. Le he enviado una solicitud de amistad, pero aún no he recibido nada, y no
tengo muchas esperanzas de que conteste porque no parece que le guste mucho.
Dejo escapar un suspiro y me giro en la cama, de modo que me quedo mirando al techo. Lo
único que quiero es largarme de aquí, pero no puedo hacerlo. Algo me mantiene atada a este lugar
y no sé qué es.
—¿Tia? —La voz de mi madre asciende por las escaleras—. ¿Estás dentro?
No la he visto mucho desde que volví, la estoy evitando y también procuro no cruzarme con mi
padre. Básicamente me escondo de la vida.
Cada vez que la casa está vacía, busco lo que sea por todas partes, pero no encuentro nada. Mi
padre cierra su oficina con llave cuando no está dentro y, al parecer, solo hay una llave y la lleva
siempre encima, así que tengo que asumir que es muy cuidadoso y todo cuanto esconde se
encuentra en el interior. No olvida nada fuera, ni se le cae por error, lo que demuestra que por eso
es tan buen criminal.
—Sí, estoy aquí —murmuro sin mucho interés.
—¿Puedo hablar contigo?
Sé que está pidiendo permiso para entrar en mi habitación, y sé que encontrará la manera de
entender que he dicho que sí. Apago mi ordenador de sobremesa, cierro el portátil y me giro hacia
la puerta. Esta casa es grande pero no hay privacidad, al menos, no la hay para mí. Hace tiempo
que finjo que mis actividades son aburridas para que mi madre no se moleste.
—Sí. Pasa.
Me siento en el sillón más erguida y aliso la ropa con la mano. Si me encuentra presentable, no
notará que estoy cayendo en un pozo de depresión. Uno del que no creo que pueda salir ni con
garras.
Cuando entra en el dormitorio, creo que ya estoy lo suficientemente presentable, pero a juzgar
por su ceño fruncido no he podido engañarla.
—¿Qué te pasa, Tia? —pregunta en un tono de voz exasperado—. Ya no eres tú.
Balbuceo y siento cómo me arde la cara de humillación. Incluso finjo una tos para encubrir la
vergüenza.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, Tia. —Sacude la cabeza con censura—. Cuando te fuiste, eras una chica feliz, siempre
reías y te divertías con tus amigas. Ahora, ya no sé quién eres. Siempre estás encerrada en tu
habitación, no hablas con ninguno de nosotros, y nunca te veo con nadie. ¿Qué te ha pasado? ¿Tan
mal lo has pasado en la universidad? ¿O tal vez en el crucero?
Cierro las manos en dos puños y me muerdo los labios. No quiero decir nada para no comenzar
una discusión, pero no es justo que me diga todo eso. Aunque sea mi madre no me conoce, ni antes
ni ahora. Solo basa sus comentarios en apreciaciones superficiales, porque si me conociera de
verdad, estaría preocupada en lugar de ponerse así.
—Solo trato de averiguar qué voy a hacer con mi vida, mamá, eso es todo. Estoy barajando
algunas opciones y creí que dijiste que podía quedarme aquí, todo el tiempo que fuera necesario.
—Y puedes quedarte —insiste rápidamente—. No se trata de eso. Pero estoy preocupada, no
puedo evitarlo. ¿Estás contenta? ¿Puedes decirme, honestamente, que te encuentras bien?
Abro la boca, dispuesta a tranquilizarla de nuevo, pero antes de hacerlo me detengo. He
querido hablar con ella sobre esto todo el tiempo, pero no he tenido la oportunidad. Igual ahora es
el momento que he estado esperando. Está en mi habitación, estamos solas, por lo que sé papá está
fuera... tiene que ser ahora.
—No, mamá, no soy feliz—. Cierro la boca y la miro a los ojos con decisión. Espero a que me
desafíe, pero no lo hace. Simplemente aguarda a que siga hablando, aunque por la forma en la que
pretende aparentar normalidad, sé que está a punto de perder la paciencia—. El otro día oí algo en
esta casa que me tiene muy preocupada.
Su reacción es instintiva. Se pone de pie con rapidez y comienza a caminar de un lado a otro.
—¿Tú... qué escuchaste?
No puedo dejar ahora de hablar, no importa lo que pase.
—Llegué a casa y creí que no había nadie. Ya sabes que en vacaciones, cuando estaba en la
universidad, no vine mucho por aquí…
—No volviste a casa en absoluto —espetó ella—. Ni siquiera una vez.
«No. No vine porque no quería regresar a este circo de fenómenos», pienso, pero no lo digo.
—Cuando llegué, quise dar una vuelta por la casa para familiarizarme de nuevo con ella. —Me
encojo de hombros y continúo—: Solo estaba caminando sin rumbo.
—¿Y qué pasó?
—Oí... —Suspiro con fuerza agacho la cabeza. —Yo escuché a papá y Adrian hablando de
asesinato—. Espero que mi madre jadee o algo parecido, pero permanece en silencio—. Mamá,
¿me has oído? Estaban hablando de asesinato. Como si fueran a cometer un crimen. Van a matar a
alguien porque alguien vio algo que no debía.
Mamá sigue sin decir nada. Solo asiente con la cabeza y mira sus pies. Una náusea me golpea
el estómago y tengo que apretar los labios para evitar que intente salir. También me zumban los
oídos, como si fuera a estallarme la cabeza, y no es porque mi madre haga como que ignora mis
palabras, sino que parece que estuviera al tanto de todo y no le preocupara en absoluto.
—¿Mamá? ¿Por qué no dices nada? —Me muestro preocupada—. ¿No crees que deberíamos ir
a la policía?
Ella me agarra por el brazo y veo su mirada aterrada. Creo que es la mayor emoción que he
visto en su rostro en toda mi vida, incluso a través del maquillaje puedo ver que se ha puesto
pálida.
—No puedes hacer eso. Si vas a la policía lo arruinarás todo.
—¿Todo? —La empujo y doy un paso atrás—. Entonces, ¿estás al corriente? ¿No te importa
que tu marido, mi padre, sea un asesino para quedarte con todo? ¿Estás loca?
Abre la boca pero no sale ninguna palabra. Ella sabe tan bien como yo que no hay excusa para
lo que dice. La miro sin ocultar mi sorpresa, con los ojos de par en par. Está parada frente a mí, y
me parece una mujer diferente. Alguien que no me gusta, ni conozco.
—Está bien, mamá, no quieres que vaya a la policía porque papá podría quitarte tu casa y tu
guardarropa, lo comprendo. Pero te sugiero que hagas algo para evitar que mate a un inocente. La
gente como él no se sale con la suya para siempre. Su estilo de vida lo alcanzará con el tiempo, y
yo no voy a estar por aquí para verlo —le explico con determinación. Ahora sé que tengo que
irme sin tardar mucho—. La semana próxima me iré y no quiero hacerlo con dinero ensangrentado.
Ella me mira con incredulidad y se burla de mí.
—¿Y cómo crees que te las arreglarás sin él? Piensas que eres mucho mejor que yo, pero has
vivido de ese dinero toda tu vida. Te has beneficiado, igual que yo, y sin él no durarás mucho—.
Arruga la nariz en un gesto de disgusto—. Mírate, eres tan perezosa que ni siquiera te has
molestado en conseguir un trabajo. ¿Cómo te las arreglarás cuando tengas que hacerlo? ¿Qué harás
cuando necesites dinero para pagar las facturas?
—Conseguiré un trabajo —replico. Las lágrimas llenan mis ojos pero no las dejo salir. No
permitiré que esta mujer me vea llorar, pase lo que pase—. De camarera, de lo que sea. La gente
lo hace todo el tiempo. Yo también puedo hacerlo.
Mi madre se ríe a carcajadas, como si la idea de que yo pudiera sacar mi vida adelante fuera
ridícula, lo que hace que mi sangre hierva y mi cuerpo arda.
—No puedes hacer nada por ti misma, Tia. Cuanto antes lo aprendas, mejor. Puedes irte,
incluso intentarlo, pero volverás muy pronto para rogarle a tu padre que pague todas tus deudas.
—Vete —exigí, furiosa—. Vete, mamá. No quiero que sigas aquí, no quiero volver a hablar
contigo.
—Sí, claro. —Pone los ojos en blanco y se echa el pelo hacia atrás con una mano—. Lo que tú
quieras, Tia. Sinceramente, ya no puedo hacer nada por ti. Subí a tu habitación para preocuparme
por ti, para cuidarte si estuvieras enferma, pero ya veo que eso no es lo que quieres de mí.
Cuando ya se ha ido, siento una lágrima rodando por la mejilla. Ni siquiera me molesto en
retirarla, simplemente la dejo ahí para que me recuerde que mi vida se está desmoronando. Si
pensaba que las cosas estaban mal cuando terminó la universidad, entonces no tenía ni idea de lo
que me esperaba. Ahora todo es mil millones de veces peor. Mi familia de mierda se ha roto, mis
amigas cada día están más distantes, y Stephen ni siquiera sé donde está para verlo.
Creo que ya es hora de aceptar que mis sueños nunca se harán realidad, ser más realista con la
vida que me espera.
Capítulo 10
STEPHEN

Bien, policía hoy, entrevista mañana.


Esas palabras siguen rondando por mi cabeza a medida que avanzo. Policía hoy, entrevista
mañana. Dejar el pasado ahora mismo y empezar mi futuro mañana. No es un mal plan, pero hay
algo en él que me revuelve las tripas. Tengo miedo, aunque no sé a qué.
Claro, todavía puedo sentir ese cosquilleo en la nuca mientras me muevo, pero he llegado a la
conclusión de que es debido a mi paranoia. En cuanto me haya quitado ese peso de encima,
regresaré a la normalidad y recuperaré mi vida.
A medida que voy caminando trato de planear lo que voy a decir. Tengo que dejarle muy claro
a la policía que no estoy loco para que me tomen en serio. También necesito encontrar una manera
de asegurar que mi identidad siga siendo un secreto, esa parte es vital. Estoy seguro de que la
policía mantiene una política en la que puedo contarles cosas en secreto. ¿Verdad?
—¿Stephen? —Oigo una voz femenina que me llama por detrás, y por alguna razón creo que es
Tia.
A pesar de que he tratado de olvidarla, como si fuera otra aventura de una noche, no puedo.
Ella sigue dentro de mi cabeza, no importa lo que haga para echarla porque no se va. Mi corazón
comienza a latir apresurado, la excitación me atraviesa al pensar que ella me ha localizado.
Pero al girarme compruebo que estoy equivocado. No es Tia, se trata de la pelirroja del bar
donde actué la última vez. No recuerdo su nombre, ni siquiera creo que lo sepa. Lo único que me
viene a la memoria es el polvo rápido que echamos en el almacén.
—Oh, hola. —Sacudo la cabeza para librarme de la decepción.
—¿Qué pasa contigo? —ronronea, acercándose a mí—. Hace tiempo que no te veo. ¿Cómo te
fue en el viaje? —Me encogí de hombros, sin saber qué decir—. Pensé que después vendrías a
verme de nuevo.
—Oh, verás… he estado muy ocupado —tartamudeo. Apenas puedo unir una frase. Lo único en
lo que me puedo concentrar es en llegar a la comisaría y seguir con mi plan original—. Lo siento.
Tal vez el fin de semana.
—¿Por qué no vienes ahora? —Se cuelga de mi brazo y tira hacia ella—. Abro el local y
tendremos una hora para nosotros si quieres.
El antiguo Stephen habría aprovechado la oportunidad, pero murió en el barco con el hombre
al que dispararon antes de tirarlo por la borda.
—No puedo, de verdad. Tengo que ir a un sitio sin falta.
—¿Dónde vas con tanta prisa, nene? —Se inclina hacia mí para que su aliento me haga
cosquillas en la mejilla—. ¿Tan importante es que no puedes dejarlo para después?
No le respondo porque de ninguna manera quiero contarle la historia a alguien que no conozco.
En lugar de eso, sacudo la cabeza y aprieto los labios.
—¿Por qué no vienes conmigo? —Tira más fuerte de mi brazo, lo que me sugiere que nunca me
dejará ir—. Ni siquiera tenemos que hacer nada, solo tomar una copa.
—No quiero beber a estas horas de la mañana. —Al decirlo, me doy cuenta de que en realidad
sí me apetece un trago. Solo para calmar los nervios. No es la mejor idea del mundo, pero me
sentará bien, incluso me relamo al pensar en esa copa.
—Vamos. —La pelirroja siente mi debilidad y tira de mí hasta que no puedo evitar seguirla.
No quiero pensar mucho, me dedico a seguir la corriente porque sé que no arruinará mi plan,
solo lo estoy retrasando. Policía hoy, entrevista mañana. Eso sigue en pie.
—Hemos tenido en el local unas cuantas bandas desde que actuaste —dice la pelirroja sin
parar de andar—. Pero ningún espectáculo ha sido tan bueno como el tuyo. Te hemos echado
mucho de menos, ¿sabes? O al menos yo lo he hecho.
—Uhm, sí —comento sin hacerle mucho caso.
—Sí, vino un tipo con una batería que era malísimo. No veas qué mal tocaba.
Pronto habremos llegado a la calle del bar y tendré esa extraña sensación de déjà vu. La última
vez que estuve aquí estaba a punto de ir al crucero que cambió mi vida. Para peor, sí, pero
también para mejor si mañana va bien. No sé cómo explicar la sensación que tengo, siento una
extraña anticipación de lo que está por venir.
La pelirroja busca las llaves en el bolsillo y enseguida abre la puerta. Cuando va a empujar
para entrar, se da un golpe en la frente y se gira para mirarme.
—Dios mío —dice, alarmada—, casi olvido recoger el papel higiénico. No puedo empezar el
día sin ponerlo en su sitio, luego no tengo tiempo y los clientes empiezan a quejarse—. Me mira
de forma extraña, como si estuviera pesando—. ¿Podrías entrar ahí y cuidar el fuerte durante
cinco minutos? No tardaré mucho, lo prometo, solo tengo que ir a la tienda de la esquina. Puedes
servirte un trago, si te apetece.
Tomo esto como una señal.
—En realidad, creo que tengo que irme... —la llamo, pero no me hace caso y se marcha.
Un poco enfadado, empujo la puerta para abrirla. No puedo dejar el bar abierto y desatendido,
podría entrar alguien. Decido que esperaré unos minutos, mientras tomo un trago, y en cuanto
vuelva ella, iré a la comisaría y empezaré...
—Stephen Jones. —Una voz masculina me hace dar un salto—. Bien, bien, bien, bien, nos
encontramos de nuevo.
—¿Eh? —Estoy confundido—. ¿Qué? Lo siento, pensé... —Ni siquiera sé su nombre—. Pensé
que no había nadie aquí. Me dijeron que me quedara para que nadie entrara...
—¿Te lo pidió Katie? —Una figura sombría sale a la luz. Es alguien alto, con el pelo oscuro y
la cara marcada. No puedo fijarme con exactitud en sus rasgos al estar bastante oscuro—. ¿La
belleza pelirroja que trabaja aquí? Sí, ya lo sé. Le pedí que te dijera eso. Verás, ella y yo hemos
intimado mucho, últimamente.
—¿Intimado? —Por supuesto que sé lo que quiere decir con «intimado», cómo no iba a
saberlo. Ella y yo también lo hicimos durante un rato. Quienquiera que sea este hombre se tiró a
Katie para llegar a mí, o eso parece, y necesito averiguar por qué. Creo que es posible que lo
sepa, pero no quiero que me domine mi paranoia, ya lo ha hecho durante bastante tiempo—. ¿Qué
demonios está pasando aquí?
—Tú y yo tenemos pendiente una conversación sobre el tiempo que pasaste en el crucero. ¿No
crees?
No me había equivocado al pensar que sería sobre eso.
—Yo… yo… —tartamudeo, tambaleándome hacia atrás—. Yo no... —¿Niego haber visto algo?
¿Finjo que nunca tuve la intención de decírselo a nadie?—. No sé de qué…
—No tiene sentido tratar de convencerme de nada, Stephen Jones. Ya sé que fuiste tú quien vio
un pequeño incidente en el barco y ahora tenemos que arreglarlo.
Trato de regresar hacia la puerta, pero me tambaleo al topar con otro cuerpo masculino detrás
de mí. El corazón me golpea en el pecho, una sensación de náuseas me invade. No puedo creer
que me hayan engañado. Katie me engañó para que me metiera en este lío y ahora no tengo ni idea
de cómo voy a salir de él.
—No vi nada, así que no tengo nada que decir. —Trato de justificar lo injustificable—.
Además, la policía probablemente me culparía a mí también si les dijera algo, porque yo no hice
nada. No es que vaya a decir algo, o hacer algo. Solo quiero... —Siento que mi táctica no
funciona. Necesito probar otra cosa—. Volveré a Nueva Zelanda. No me verán más.
—No volveré a verte nunca más. —Saca un bate de béisbol de detrás de la espalda y trato de
retroceder, miro a todos lados para buscar una salida, pero no la encuentro. Los hombres me
rodean, no tengo oportunidad de escapar. Claramente no sabe cuáles son mis habilidades cuando
se trata de pelear, aunque admito que no las tengo.
—Por favor, déjame ir.
—No empieces a suplicar. —El hombre del bate de béisbol no parece impresionado—.
Tómalo como un hombre, ¿de acuerdo?
Los hombres se acercan más a mí y forman un círculo. El aire se me queda atrapado en los
pulmones, en cualquier momento me desmayaré y les facilitaré el trabajo.
—¿Por qué no utilizáis un arma? ¿No sería más limpio?
—Más fácil para ti, tal vez. —Se ríe el hombre—. Pero más aburrido para nosotros. Y también
más ruidoso. —Se encoge de hombros con indiferencia, dando a entender que esto lo hace todos
los días—. La pequeña Katie nos ha prestado este lugar porque es muy bondadosa. No quiero
abusar de su confianza metiéndola en problemas.
Todo da vueltas alrededor, estoy mareado y apenas puedo ver. Parpadeo frenéticamente,
tratando de recuperar la visión, pero el miedo me ha cegado. El hombre se adelanta y levanta el
bate por encima de su cabeza. Me estremezco, lo que solo le hace reír. Está jugando conmigo,
jugando con mis emociones, como un tigre con un ratón.
—Vale, yo... he aprendido la lección... no... no... no...
Pero no puedo terminar la frase porque algo me golpea fuertemente en un lado de la cabeza. Un
dolor indescriptible se extiende hacia el cuello, la espalda y las rodillas, quemándome como si
fuera una llamarada. Me tiemblan las piernas y comienzo a caer al suelo. Es casi como si el golpe
me hubiera liberado de muchas de mis funciones cerebrales y ya no pudiera soportarlo.
Una patada en la parte de atrás de mi pierna termina de enviarme al suelo. Estoy indefenso y
caigo como una brizna de hierba. No puedo defenderme; no tengo ninguna oportunidad para
salvarme. Levanto los brazos para protegerme la cara pero es demasiado tarde. Comienzan a
lloverme golpes por todo el cuerpo, procurando que no quede ni un centímetro de mi cuerpo ileso.
No creo que salga vivo de esta, pero si sobrevivo, ya no seré el mismo.
Poco a poco la oscuridad se cierne sobre mí. Es como un círculo que me rodea y me reclama.
Hay una parte de mí que quiere arañar y aferrarse a la vida, agarrarse a aquello por lo que he
trabajado tan duro. Quiero esa vida por la que he estado luchando, aquella que iba a conseguir.
Policía hoy, entrevista mañana.
Tal vez eso no vaya a pasar ahora. Es hora de ceder a la oscuridad.
Capítulo 11
TIA

El día comienza como cualquier otro. No sé qué haré con mi vida que, al fin y al cabo, está
llegando a su fin. He estado haciendo todo lo posible por saber hacia dónde se encamina, trato de
progresar y seguir adelante, y eso es positivo. Sé que necesito alejarme de mi familia, eso es
evidente desde el maldito día en que regresé a casa.
El dinero no es un obstáculo, pero no pienso en eso. Cuando me vaya, quiero hacerlo bien, no
entra en mis planes volver en unos meses con el rabo entre las piernas.
Mientras bajo las escaleras para desayunar, trato de prepararme. Hago esto todas las mañanas
a la misma hora, intento enfrentarme al momento en que le diré a mi madre que me voy. Quiero
hacerlo, quiero que ella sepa que me ha alejado, pero sigo deteniéndome en el último instante.
Cuando empiezo a decir las palabras, todo se vuelve real y me da miedo dar un paso en falso, sin
saber cuál será mi próximo movimiento.
Sigo pensando que tal vez debería mudarme cerca de Diana, Helen o Alexa, solo para tener
cerca a alguien que conozca, pero no estoy muy segura. No sé lo que quiero.
—Buenos días —dice mi madre, como si no pudiera ver lo confundida que estoy—. Hoy
pareces cansada.
—Buenos días a ti también —contesto a su saludo, mientras me siento a la mesa.
Me asombra la capacidad que tiene para fingir que no pasa nada.
Toma el periódico y hace como que está muy interesada en lo que lee, pero yo sé que me está
observando. Sus ojos repasan mi cuerpo como si pudiera analizar todas y cada una de mis
inseguridades.
Estoy a punto de cruzar los brazos para protegerme, pero no tiene sentido. Además, eso
empeorará las cosas.
—Hoy podrías acompañarme a un spa. —Se queda pensativa, probablemente asumiendo que
me está ayudando—. Mi masajista es un hombre muy agradable. Y guapo también. —Me hace un
guiño como si fuéramos amigas, en lugar de madre e hija—. Seguro que es capaz de arreglarte y
poner una sonrisa en tu cara.
Me siento enferma al ver que actúa como si no pasara nada, cuando sabe que conozco la
verdad sobre mi padre y ella. ¿No le da vergüenza?
Pongo los ojos en blanco y me levanto. Necesito algo de cafeína si quiero superar esto sin
perder la cabeza.
—Sí, ya veremos, mamá.
Me sirvo una taza de café y me concentro en el sonido del líquido al caer en el recipiente, en
lugar de las tonterías que salen de su boca. Si cree que voy a salir con ella en un día de chicas,
está muy equivocada. Una vez que he llenado la taza, la llevo a los labios y dejo que se deslice
por la garganta. Luego regreso a mi asiento, agarrando el periódico a medida que avanzo. Tal vez
si lo pongo frente a mi cara, entenderá la indirecta de que no quiero hablar con ella.
—De todas formas, creo que será bueno para las dos pasar tiempo juntas, ¿no te parece?
—Uhm —murmuro mientras paso las páginas.
Ella sigue hablando, pero yo no presto atención a lo que dice. Me dedico a escanear las
palabras como si me las estuviera bebiendo. No estoy leyendo nada, hasta que...
—Oh, Dios mío. —Mi corazón da un vuelco. Siento que se me hiela la sangre y que no puedo
respirar—. Santo cielo.
—¡Tia! —Mi madre tiene la indecencia de sonar sorprendida por mi juramento, como si eso
fuera lo peor que pasa en esta casa—. ¿Por qué hablas así?
—Oh, Dios mío. —La ignoro, empujando la silla hacia atrás y alejándome de mi taza de café,
mientras me olvido de todo. Las palabras bailotean ante mis ojos, acaparando toda mi atención—.
Tengo que irme.
Subo de dos en dos las escaleras, antes de que ella pueda decir algo más. El corazón se me
sale y siento temblores por todo el cuerpo. Los oídos me zumban, como si tuviera un millón de
abejas dentro de la cabeza y nublaran mis pensamientos.
En cuanto llego a mi cama, me tumbo, saco el papel y busco el artículo de nuevo. Sigue ahí, la
noticia no se ha desvanecido en el aire como si lo hubiera imaginado como me hubiera gustado.
No. Continúa ahí.
«Stephen Jones, músico de poca monta, encontrado muerto en un bar.
No puede ser. Me acerco a la mesita de noche y agarro la púa de Stephen, la hago rodar entre
mis dedos y sigo leyendo. Solo pasamos una noche juntos y, después, me abandonó, pero todavía
siento que compartimos algo especial, como si tuviéramos una conexión.
Y ahora está muerto. Ha desaparecido.
«La camarera de El Corona, Katie Miller, encontró el cuerpo de Stephen Jones que había sido
apaleado. Ella se puso en contacto con la policía. «No sé qué pasó», nos dijo. «Cerré la noche
anterior y no había nadie en el bar, y a la mañana siguiente lo encontré al abrir». Ella no conocía a
Jones, pero lo había visto actuar en El Corona unas semanas antes. «Parecía preocupado, como si
supiera que estaba en problemas».
Aprieto el papel entre los dedos, enfadándome con cada palabra que leo. Stephen no me
pareció problemático en absoluto. Cuando nos conocimos, parecía feliz como cualquiera, y ese
concierto que tocó fue asombroso. Nada indicara que estuviera preocupado ni en problemas. Lo
único extraño es que desapareció en mitad de la noche, después de tener sexo y ya no volví a
verlo mientras estuve a bordo, pero eso no significa nada... ¿o sí?
Como no me creo lo que pone en el periódico, busco en Internet para tratar de averiguar más
sobre la noticia. Todo el mundo sabe que los periodistas on line son mucho más rápidos que los
tradicionales, así que estoy segura de que si hay más información, la encontraré por ese medio.
No, nada, nada. Absolutamente nada. ¡Esto es una locura!
Después de quince minutos frustrantes la única información que puedo encontrar es lo que ya
sé. Supongo que Stephen Jones no era una persona lo suficientemente importante como para
escribir más sobre él, lo que resulta muy triste. Tenía toda una vida por delante, y fue asesinado, y
a nadie parece importarle. Excepto a mí y a su familia en Nueva Zelanda, por supuesto.
Suspiro profundamente, doblo el papel y lo escondo. Ya no puedo mirar más el artículo, me
aplasta y no puedo resistirlo. Stephen Jones y yo no vivimos una gran historia, solo compartimos
unas horas; pero tal y como me ha ido en la vida, la noticia de su muerte solo hace que ni ánimo
caiga en picado. Lo único que deseo hacer ahora es llorar y no parar nunca.
Menos mal que reacciono con más determinación que antes, porque no puedo quedarme aquí.
Tengo que irme. Sin excusas, sin lágrimas, sin tristeza, solo marchándome de una vez.
Me levanto de la cama y echo un vistazo a mi habitación. No tengo mucho guardado en el bolso
de viaje porque no quería que se notara lo que estaba haciendo, pero llevo lo esencial. Tengo todo
lo que necesito aunque no tenga todo lo que quiero. Puedo irme ahora mismo. Marcharme y no
mirar atrás. Puedo despedirme de mi padre asesino, de mi patética madre y de mí misma...
quienquiera que sea.
Con ese firme propósito, me levanto y abro el armario. Ignoro la ropa elegante y agarro unos
pantalones cómodos. Lo único que tengo claro es que debo salir del país, si quiero escapar de
verdad, al menos de momento. Mudarme a otro estado no será suficiente. Necesito estar en un
lugar tan lejos que mi vida anterior se quede en un recuerdo lejano.
Una vez que me visto, vuelvo a abrir el portátil y conecto con la web del aeropuerto. Elegiré el
primer vuelo que me llame la atención, solo quiero salir del país antes de pasarme otra semana
llorando en la cama. Si dejo que me arrastre la tristeza por la muerte de Stephen, no sé cuánto
tiempo tendría que pasar para volver a reaccionar. No lo conocía mucho, pero no creo que
quisiera que cayera en una depresión.
Aprieto la púa en mi mano mientras repaso los vuelos disponibles, esperando que me llegue la
inspiración para decidir cual comprar. Enseguida veo uno que destaca sin tener que fijarme
mucho. El único asiento disponible es en clase turista, que no es a lo que estoy acostumbrada y no
será agradable, pero ese vuelo me atrae. Y el país al que se dirige también me llama.
Nueva Zelanda.
Tal vez no pueda tener al hombre porque, sencillamente, entró en mi vida y se fue; tal vez mi
destino era conocerlo a él y después viajar a Nueva Zelanda.
Sin pensarlo mucho, compro el billete y me siento emocionada, por primera vez en mucho
tiempo. Agarro mi bolso de viaje y bajo las escaleras corriendo con una sonrisa de oreja a oreja.
Todo sigue apestando, lo sé, pero me siento bien al disponer de mi vida. Me alegra saber que, por
fin, estoy haciendo algo productivo.
—Mamá —grito en voz alta—. Me voy.
—¿Adónde vas? —Se reúne conmigo en el pasillo junto a la puerta principal—. ¿Y por qué
llevas esa mochila tan grande?
—Me estoy yendo, mamá. Por fin lo he decidido.
—Oh. —Parece que la noticia la ha aturdido—. Claro, ya veo. ¿Adónde vas?
—A Nueva Zelanda. —Al decirlo me siento de maravilla.
Ella se lleva una mano al pecho como si le doliera.
—No puedes irte del país —jadea—. No puedes irte así.
—Soy adulta, mamá, puedo hacer lo que quiera. —Procuro no poner los ojos en blanco por el
comentario.
—A tu padre no le gustará. —Mueve la cabeza con censura—. Dejará de darte dinero y
quedarás atrapada en un país lejano y diferente. Además, estarás sola.
Pienso en el dinero que tengo en mi cuenta bancaria y me encojo de hombros. Tengo más que
suficiente para empezar, incluso sin nuevos ingresos, y lo primero que haré al llegar será buscar
un trabajo. No hay problema. En realidad, la idea de empezar sola mi nueva vida es muy
agradable. Sin presiones, solo yo decidiendo por mí, y sé que eso es lo que necesito.
—Lo sé, mamá—. Me encogí de hombros. —Pero tengo que hacerlo.
Sin decir nada más, abro la puerta y salgo sin mirar atrás ni una sola vez. Sé que estoy tomando
la decisión correcta, no importa lo que piensen los demás. Tengo que irme.
Capítulo 12
TIA

Un mes después.
—Dios mío, necesitaba salir esta noche —Mi nueva mejor amiga, Ashley, sonríe y pone los
ojos en blanco—. El trabajo me está matando.
—Sí, a mí también. —Estoy de acuerdo. Aunque no me importa, me gusta el trabajo duro.
Conseguir el puesto de redactora de uno de los periódicos más pequeños de Wellington fue un
logro para mí, lo que me demostró que dejar Estados Unidos había sido la mejor decisión que
pude tomar. Algo que confirmo cada día—. Hoy es el cumpleaños de Julia.
—¿Dónde está Julia? —Ashley se pone la mano sobre los ojos, a modo de prismáticos y busca
por el club nocturno como si fuera a encontrarla—. ¿Está con Nick?
El local está a rebosar, lo que indica que no tenemos muchas probabilidades de encontrar a
nadie, y mucho menos a Julia.
—¿Quién es Nick? —Soy nueva en este grupo de amigos y, a veces olvido sus nombres—. ¿Es
su novio?
Solo llevo un mes en Nueva Zelanda, pero tengo que admitir que parece que ha pasado mucho
más tiempo. Mi vida en Estados Unidos es como un sueño lejano, incluso el drama con mis padres
lo siento como si fuera el problema de otra persona. Estar desconectada de todo aquello es
maravilloso.
—Novio suena muy fuerte. —Se ríe y me da un empujón de forma juguetona—. Más bien,
amigo, pero es sexy, así que no la culpo. ¡Claro que ya lo quisiera para mí!
—No hablarás en serio... ¿o sí? —Solo conozco a este grupo por el trabajo, pero no parecen
del tipo desleal. No deberías hacerlo, si le gusta a Julia.
—Oh Dios, no. —Sacude la cabeza—. Sabes que solo me interesa el Señor Serscey.
Ugh, nuestro jefe. No tengo ni idea de lo que Ashley ve en él, pero cada uno tiene sus propios
gustos y, si ese es el tipo de hombre que le atrae, nunca nos pelearemos por el mismo. No me
interesan los mayores, ligeramente calvos, y casados. Prefiero a la gente sin ataduras y de una
edad aproximada a la mía.
—Claro, claro. —Agito mi vaso vacío ante Ashley para indicarle que necesito recargar—. Voy
a la barra. ¿Quieres algo?
Me enseña su botella de cerveza y sonríe.
—Voy al baño. Tal vez Julia esté allí... y con suerte, sola. Te veo por aquí dentro de un rato.
Sé que lo más probable es que ya no nos veamos en toda la noche. Perder a mis amigas en un
club nocturno es de lo más normal, pero no me importa. Desde que estoy en Nueva Zelanda me
siento más libre y confiada. Soy consciente de lo herida que estaba en Estados Unidos. Incluso en
la universidad era como un resorte a punto de saltar. Ahora comprendo por qué no funcionaron las
cosas entre Liam y yo.
No es que suela pensar en él. Realmente no pienso en nadie de esa manera. Por supuesto, es un
desafío no pensar en Stephen porque estoy en su ciudad natal. A menudo me pregunto qué estaría
haciendo si estuviera vivo y viviendo aquí. ¿Vendría a clubes nocturnos como este o sería
demasiado guay? ¿Estaría tocando por toda la ciudad o seguiría luchando para encontrar la fama?
Tal vez este es el tipo de local al que solía ir antes de ir a América.
Pretendo mantener su espíritu vivo al pensar en él. Solo porque no lo conociera mucho no
significa que su pérdida no me afectara. De hecho, gracias a él, vine a este lugar donde he
encontrado la felicidad. Siempre le estaré agradecida. Es una pena que no esté aquí para
compartir este viaje conmigo, pero supongo que no puedo cambiar el pasado. Al menos, ahora me
encuentro bien, que es lo más importante.
Me despido de Ashley, con la esperanza de que nos encontremos antes de que se haga de
noche, y me abro paso entre la multitud para no quedar atrapada entre los cuerpos sudorosos y
oscilantes. Veo la barra a lo lejos y pienso que me costará llegar hasta allí como si escalara una
gran montaña.
Estoy sudando por el esfuerzo, pero agradezco no ser tan superficial como antes, ya no me
importa mi aspecto actual. Llevo algo de maquillaje pero estará derretido por el calor asfixiante
que hace en este lugar. Me retiro el sudor de la frente y limpio la mano en el vestido negro de
verano para seguir avanzando en mi camino.
Realmente necesito beber una copa y esta es la única forma de conseguirlo.
—Oh. —Alguien me golpea en la parte de atrás y me hace volar hacia adelante.
Choco con la persona que tengo delante, pero cuando empiezo a disculparme me doy cuenta de
que está demasiado borracha para que le importe. En lugar de eso, me doy la vuelta y busco a
quien me empujó.
—Lo siento, señorita —murmura en mi oído mientras pasa de largo.
Esa voz. Me quedo paralizada en el acto. Me recorre un escalofrío y se me pone la piel de
gallina, mientras trato de tragar un nudo que me atenaza la garganta. Conozco esa voz, la conozco
bien. Es la de alguien con quien pasé una noche increíble, es la voz que me trajo aquí, es la voz
que oigo a menudo en mis sueños, la de un hombre atractivo que me inspira cada día. Pero eso es
imposible.
Miro en la dirección en la que se ha ido y el corazón me da un vuelco. No solo tiene esa voz,
sino que también tiene el mismo pelo rubio, y los hombros anchos y musculosos. No es una
alucinación, es él.
Stephen Jones.
¿Pero cómo? No es posible, racionalmente sé que Stephen fue asesinado en América, en un bar,
donde una chica llamada Katie encontró su cadáver. A medida que lo sigo con la mirada, más
convencida estoy. Incluso comparte la misma fanfarronería. No sé cómo, pero tiene que ser él. Tal
vez el periódico se equivocó, tal vez fue un caso de identidad equivocada. Si lo pienso bien, lo
único que leí fue un pequeño artículo. Apenas encontré información on line. Me afectó tanto que
no seguí buscando, simplemente me lo creí.
A lo mejor está vivo. No es posible, pero tal vez lo sea.
Pienso en la púa que llevo en el bolso y sé lo que tengo que hacer. No puedo dejar este
misterio sin resolver, necesito respuestas. He recorrido medio mundo después de un encuentro
casual con él y, ahora, a pesar de todas las dificultades, parece que está aquí. Realmente aquí, en
el mismo edificio que yo, a una distancia casi emocionante.
Decidida, echo a andar hacia él y el tiempo parece que se acelera de nuevo. Ni siquiera he
notado que se ralentizaba mientras lo observaba. Todo el mundo se apresura, los sonidos que se
escuchan son demasiado fuertes, lo que me asusta. Apenas puedo seguirle la pista ahora y estoy
aterrorizada por si lo pierdo de nuevo, porque pueda que ya vuelva a verle. Esta es mi única
oportunidad. Tengo que atraparlo. Necesito agarrarlo con las manos o siempre me arrepentiré.
La barra está olvidada, igual que mi sed. Incluso me olvido de mis amigas mientras corro hacia
adelante. Por suerte, sé que lo entenderán. Le he contado a Ashley sobre Stephen y la historia que
me trajo a Nueva Zelanda, así que sé a ciencia cierta que lo comprenderá.
—Disculpe. —Trato de ser educada con la gente que encuentro en mi camino, pero no me lleva
a ninguna parte. Esta es una situación desesperada, necesito escapar y grito con desesperación—.
¡Fuera de mi camino! ¡Muévete!
Dejo un rastro de gente borracha y descontenta detrás de mí, pero no me importa. El corazón
me late a mil por hora, la sangre trona por mis venas, y nunca he estado tan concentrada en mi
maldita vida. No me importa nada, solo llegar a él. Es mi objetivo final.
Finalmente lo encuentro otra vez, y veo que se dirige hacia la salida. Pienso que eso es mejor,
así podremos hablar fuera de esta pesadilla. Me muevo más rápido y con más determinación,
emocionada por llegar a la salida. En cualquier momento estaré con Stephen, y obtendré
respuestas. No puedo esperar a saber qué pasó, cómo desapareció, quién fue realmente asesinado.
—Stephen —lo llamo a gritos en cuanto el aire frío me golpea la cara—. ¡Stephen!
Parpadeo unas cuantas veces para adaptarme a la oscuridad mientras miro alrededor. Hay
gente por todas partes, pero ninguno de ellos se parece a él. Comienzo a pensar que lo he perdido,
y la decepción comienza a apoderarse de mí.
A lo mejor solo ha sido mi imaginación. Igual me he vuelto loca y he comenzado a verlo. Todo
es posible. El tiempo ha hecho que mi trauma aflore; estaba escondido en mi mente, esperando
aparecer, y el alcohol ha hecho el resto.
Noto que las lágrimas amenazan con salir y muevo la cabeza para impedirlo.
Al darme la vuelta para volver a entrar, siento que una mano me aprieta el hombro. Es un
agarre fuerte y firme que me detiene en mi camino y hace que mi corazón se detenga. Hay algo que
me hace sentir rara por dentro.
Me giro y me encuentro con la mirada fija del hombre que tengo enfrente. Esos ojos verdes,
familiares pero extraños a la vez, alguien a quien conozco pero que no conozco. Tengo la garganta
seca y las piernas paralizadas. No podría moverme aunque quisiera, tampoco lo hago porque estoy
donde quiero estar.
—Stephen. —Apenas puedo susurrar—. ¿Eres tú?
Se aparta de mí y da un paso hacia atrás, como si estuviera absorbiéndome con la mirada. Me
siento expuesta y vulnerable cuando recorre cada centímetro de mi cuerpo. Da la impresión de que
no me reconoce, y eso me confunde. Sé que solo fueron unas horas, pero ¿acaso estoy tan
irreconocible? Porque yo recuerdo cada maldita cosa sobre él. Me impactó de una manera que
nunca pensé que fuera posible, y ahora ya no sé qué pensar.
Todo fue un error, pienso con tristeza. Debería haber dejado las cosas como estaban, como un
bonito recuerdo.
—No. —Sacude la cabeza con energía, lo que me confunde—. No soy Stephen.
—¿No eres Stephen? —Pregunto con curiosidad. Pero eso no es posible. Si no eres Stephen,
¿quién diablos eres?
—Soy Kian, el hermano gemelo de Stephen.
Capítulo 13
KIAN

—Oh. —Puedo ver el shock cruzando su cara mientras trata de procesar lo que estoy diciendo
—. Stephen nunca.... no me dijo que tenía un hermano gemelo.
Me siento abatido por eso. Sé que las cosas nunca fueron muy bien entre Stephen y yo,
especialmente a medida que crecimos y a causa de nuestra naturaleza competitiva, incluso nuestras
carreras musicales se interpusieron en nuestro camino; pero no esperaba que él me borrara de su
vida.
Tal vez se fue a América cuando no teníamos buena relación, pero todavía éramos hermanos.
¿Cómo diablos pudo olvidar eso? Hemos tenido un vínculo. Se supone que eso es irrompible entre
gemelos.
—Ya veo, así que no te habló de mí. —Meto las manos en los bolsillos con torpeza—. Bueno,
supongo que no debería sorprenderme demasiado. Siempre fue muy reservado. —La miro de
arriba abajo, recreándome en su melena oscura, sus ojos castaños y su cuerpo curvilíneo. Puedo
imaginar dónde la conoció mi hermano, porque ella es muy atractiva, en resumidas cuentas su tipo
de mujer—. ¿Eres estadounidense? ¿Es ahí donde conociste a Stephen?
—En realidad, lo conocí a bordo del Princess Cruise. Él estaba tocando allí y yo era una
invitada a bordo.
Sus palabras me hacen recordar algo y saco el móvil del bolsillo.
—Recibí un mensaje de texto de él cuando estaba en ese barco. No contesté cuando lo recibí
porque era de madrugada y para ser sincero ya no lo hice después. Simplemente asumí que estaba
borracho.
En realidad, me olvidé del mensaje hasta que ella ha mencionado el nombre del crucero, pero
no voy a decirle nada a esta misteriosa mujer. No quiero que piense mal de mí. Especialmente
ahora que mi hermano se ha ido.
—¿No te mandó más? —me pregunta mientras me quita el teléfono de la mano.
—No. —Encojo los hombros—. A Stephen no le gustaba mucho la tecnología. Siempre le dije
que era una locura si quería ser famoso. Nadie llega a ninguna parte sin presencia en los medios
sociales, pero no me escuchaba—. Sacudo la cabeza cuando me doy cuenta de lo que estoy
diciendo—. Ahora, eso ya no importa.
—Entonces, está muerto de verdad —murmura con tristeza—. Tendré que aceptarlo—. Mira la
pantalla y comienza a leer en voz alta—. Kian, soy yo, tu hermano. Estoy actuando en el barco
Princess Cruise y he visto algo. Estoy asustado. No sé qué hacer. —Me mira con los ojos muy
abiertos—. ¿Y tú ignoraste este mensaje?
—Intenté llamarlo al día siguiente—. No sé si eso es realmente cierto, pensé en llamarlo pero
no puedo recordar si realmente lo hice o no—. Pero siempre me enviaba mensajes raros. Creo que
bebía demasiado desde que llegó a Estados Unidos, así que era difícil saber lo que era real y lo
que no lo era.
—Estaba asustado —dice ella mordiéndose el labio inferior—. Lo que tiene sentido porque
desapareció. Simplemente desapareció.
Mi intuición me dice que está chica sabe algo. No sé qué es, pero podría asegurar que sabe
algo. Acaban de decir a mi familia que Stephen se metió en una pelea y fue asesinado, pero ahora
parece que podría haber algo más. Es difícil aceptarlo, no me siento bien sabiendo que mi
hermano gemelo está muerto; así que si puedo descubrir lo que le ocurrió de verdad, tal vez pueda
aliviarme de algún modo.
—Mi apartamento no está lejos de aquí —le digo, tímidamente—. Quizás quieras venir para
poder seguir hablando sobre este asunto. Me parece que ambos necesitamos desahogarnos.
Ella asiente agradecida y respira profundamente.
—Sí, me parece buena idea. —Sonríe a medias, mostrando lo incómoda que se siente, y luego
extiende una mano—. Por cierto, soy Tia, reo que no me he presentado.
—Encantado, Tia. —Al estrechársela, su contacto me hace estremecer, y creo que ella también
tiembla.
Es como si hubiera entre nosotros una conexión, a pesar de que no la conozco de nada. De
alguna manera me agrada saber que estuvo con Stephen durante el tiempo que no lo hice yo. Puede
que ella sea la persona que necesito para encontrar las piezas del rompecabezas que faltan. Ni
siquiera sabía que era esto lo que tenía que hacer, pero sé que debo hacerlo.
La invito a seguirme y caminamos hacia mi apartamento en silencio. La miro de vez en cuando
y veo que está muy pensativa. No sé por qué comienza a intrigarme qué es lo que hace que venga
una chica estadounidense a Nueva Zelanda, como por arte de magia, y con información sobre mi
hermano. No deja de darme vueltas la idea de que alguien la ha puesto en mi vida por una razón y
necesito averiguar cuál es.
Abro la puerta y entramos. Me doy cuenta de que todo está desordenado, pero tampoco
esperaba visita. Hace mucho que no viene nadie a mi apartamento, desde antes de que Stephen
muriera.
—Lo siento, esto está hecho un desastre. —Agarro algunas cosas y las pongo en montones,
pero me rindo cuando me doy cuenta de que tampoco importa mucho—. No pensé que vendría
nadie.
—No importa —responde un poco cortada—. Yo tampoco esperaba conocerte.
—No. Supongo que no —Indico con un gesto que tome asiento en el sofá. Ella obedece y se
queda en un extremo, mientras saco una cerveza ligeramente caliente y la abro para dársela.
Después, me siento a su lado y la miro fijamente—. ¿Te importaría contarme más sobre lo que
pasó?
Ella asiente con la cabeza y palidece mientras toma un sorbo de la cerveza.
—Bueno, conocí a Stephen en el crucero, como te dije. Empezó a hablarme una mañana y me
invitó a verlo actuar esa noche. —Sonrío al recordarlo como era siempre. Cuando éramos
jóvenes, a Stephen se le daban mejor las mujeres que a mí y eso me molestaba mucho.
Especialmente, porque las que son guapas como Tia, también son las de mi estilo—. Fui a verle
actuar y... más tarde, salimos.
—No necesitas explicarlo. Conozco a mi hermano. —No puedo evitar una risita incómoda y
rectifico—: Lo conocía muy bien. Tengo que hacer un esfuerzo para recordar que ya es pasado.
—Sí. —Sus mejillas se ponen rojas y yo me siento fatal. Igual no debería haber dicho eso—.
Así que, salimos, y luego dijo que iba a fumar un cigarrillo. —Mete la mano en su bolso y saca
algo—. Me dio su púa y dijo que así me demostraba que volvería, que era como una promesa.
Miro el instrumento entre sus dedos y mi corazón da un vuelco. Esa es la púa que ha tenido mi
hermano durante toda su vida musical. Era muy importante para él, más que cualquier otra cosa,
probablemente, incluso más que su familia. El hecho de que se la diera a Tia significa algo.
Me inclino hacia adelante y se la quito. La ruedo entre mis dedos mientras intento aquietar mi
corazón.
—Si Stephen te dio esto, no hay duda de que iba a volver —digo con nerviosismo—. Sé que
nunca perdería su púa en ningún sitio, era una especie de talismán para él. —La miro a los ojos,
necesito ser sincero con ella, no puedo preocuparme por lo que piense de él—. Sé a ciencia cierta
que se acostó con muchas mujeres, solo una vez, eso era parte de su trabajo, pero el hecho de que
te diera esto significa que quería volver. Quería verte más. —Me muerdo el labio inferior al
darme cuenta de lo que eso significa—. Creo que le gustabas mucho.
—Oh. —No sabe qué decir, lo veo en sus ojos.
Me pongo de pie y comienzo a dar paseos sin sentido.
—Te dio la púa, quería volver —repito—, pero no lo hizo. Entonces, si analizamos el
mensaje… —Mi cerebro trabaja a marchas forzadas, intentando procesar la poca información que
tengo. La miro y agrego—: Algo pasó esa noche, por eso no regresó. Vio algo, algo que lo asustó y
lo obligó a enviarme un mensaje de texto. —Intento seguir hilando los recuerdos, encontrar la
conexión de las pistas que tengo, pero no sé cómo encajarlas—. ¿Cómo era el crucero? ¿Había
gente peligrosa a bordo? —La miro fijamente, tal vez ella es la clave—. ¿Tienes algún ex celoso
que quisiera mantener alejado a un hombre nuevo en tu vida?
Parece abrumada por mi acusación.
—No, yo... el crucero fue agradable, con mucha gente elegante. ¿Piensas que vio algo a bordo
que hizo que lo mataran después?
—Es posible, ¿no? —Ella niega con la cabeza, dando a entender que no lo sabe—. No puedo
imaginar a Stephen inmerso en un mundo peligroso, pero podría haber ocurrido por accidente.
—No sé qué decir —susurra Tia—. Supongo que es posible.
Sin pensarlo, cruzo la habitación y agarro mi guitarra. La rasgueo con la púa de Stephen,
tratando de elevar su espíritu una vez más. No me he sentido cerca de él desde que murió y lo
echo de menos como un loco.
—Eres muy bueno. —La voz de Tia me indica que sigue en la habitación—. La forma en que
tocas me recuerda un poco a él.
—Él es mucho más rockero que yo. —Sacudo la cabeza y corrijo—. Era mucho más rockero
que yo.
—Solo lo escuché cantar baladas románticas, pero supongo que es porque no era un lugar para
tocar rock and roll. —Sonríe como si lo estuviera viendo—. Era muy bueno.
Me quedo mirando a Tia, fijándome en su cara, en su cuerpo, en la mujer preciosa que tengo
delante. Había algo en ella que llamó la atención de mi hermano gemelo; tanto le gustó que le
entregó su querida púa. Solo por eso, tengo que conocerla mejor, quiero que esa conexión con
Stephen continúe.
—Entonces, ¿estás de vacaciones en Wellington? —Pregunto, tratando de sonar causal. Me
siento incómodo y raro, como si estuviera buscando un plan.
—No. Ahora vivo aquí —responde con calma—. Vine para escapar de todo. Y supongo que
también para sentirme cerca de Stephen.
«Él tuvo un impacto en ella, como ella lo tuvo con él», me digo, sin dejar de mirarla.
«Necesito saber más».
—¿Quieres seguir desahogándote, un poco más?
—Sí, creo que sí. Eso no será raro, ¿verdad? —Parece indecisa.
—No, no lo creo —la tranquilizo—. Será bueno para los dos.
—Claro. Está bien. —Ambos estamos inseguros, pero es cierto que creo que es buena idea que
hablemos. Me quita el teléfono de nuevo y me da su número—. Llámame alguna vez.
Capítulo 14
TIA

¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Estoy completamente loca?


Me siento muy rara, mientras miro el mensaje de Kian en el teléfono. Cada vez que nos
separamos, pienso que ya no deberíamos vernos más. Sé que estamos sobrepasando algún límite
invisible, pero aún así no puedo dejar de sentirme atraída por él. Tampoco puedo ignorar lo que
siente mi corazón cada vez que estamos juntos, creo que su cercanía me convierte en alguien mejor
y que las posibilidades de algo bonito son infinitas.
—¿Es ese tu amante secreto? —Ashley se burla de mí cuando me ve mirando mi teléfono—.
¿Vas a decirme alguna vez quién es? ¡Estoy harta de intentar adivinarlo!
He querido decírselo desde el principio, pero no lo he hecho. En parte porque es un delicioso
secreto, un pequeño vínculo con mi antigua vida, en mi nueva vida, pero también porque me siento
culpable. No sé cuánto tiempo podré mantenerlo callado; en realidad, necesito el consejo de una
persona imparcial, y solo hay una en el país en quien confío lo suficiente para contárselo.
Me inclino hacia adelante y miro a ambos lados, para comprobar que nadie me escucha.
Cuando parece que estamos solas en la oficina, lo que es extraño, empiezo a susurrar mi secreto.
—No es un amante, es algo más complicado. —Sus ojos se iluminan y ella también se inclina.
Está lo suficientemente intrigada y creo que se merece una explicación. Me muerdo el labio
inferior y miro hacia abajo—. ¿Recuerdas la historia de Stephen?
—La noche alucinante que te trajo a Nueva Zelanda, sí, claro que lo recuerdo. —Sonríe
tímidamente—. Sé que es una tragedia, pero me alegro de que haya pasado porque te trajo a mi
vida.
Sus palabras me conmueven, le devuelvo la sonrisa y eso hace que mi historia fluya con más
facilidad.
—Bueno, la noche del cumpleaños de Julia, cuando desaparecí, no fue porque me sintiera mal.
En realidad fue porque pensé que lo había visto en el club nocturno y lo perseguí. —Por la cara
que pone, continúo antes de que diga algo—. Resultó que era su hermano gemelo, Kian.
—¿Sabías que tenía un gemelo? —Ella no puede evitar la sorpresa en su cara—. Quiero decir,
es una locura, ¿no?
—No lo sabía y sí, es una locura.
Ashley mira el teléfono móvil en mi mano y sus ojos se abren de par en par.
—Oh, Dios mío. ¿Estás saliendo con él? —Afirmo en silencio, dándome cuenta de lo tonto que
suena en voz alta—. ¿Y cómo estáis saliendo?
—Solo como amigos —explico de forma precipitada—. No hay nada más.
Mientras sigo callada, Ashley parece adivinar más de lo que hay en realidad. Se pone en
cuclillas, apoya los codos en las piernas y me mira.
—¿Te gusta?
—No, no es eso. —No quiero admitirlo en voz alta pero mi corazón se salta un latido cada vez
que lo veo—. Solo somos… amigos.
Me recuerda a Stephen, pero cuanto más lo conozco, menos recuerdo a Stephen y más me
importa la persona que es en realidad. Kian es el hombre que destaca ahora en mis pensamientos.
Ashley regresa a su silla, pero no abandona la conversación.
—Sabes que estaría bien si fuerais algo más, ¿verdad? —Trato de entender lo que quiere decir
—. Me refiero a que nadie te juzgaría —aclara moviendo las manos.
—¿Tú...no lo harías? —Quiero oír su opinión al respecto.
—Por supuesto que yo no te juzgaría. Pasaste una noche con Stephen, solo una noche—-.
Sostiene un dedo en alto para resaltar sus palabras.
—Sí, pasamos una noche increíble y luego desapareció. No quiero parecer insensible si digo
que ya no está aquí, pero ocurrió algo y ahora está muerto.
Ella toma mi mano en la suya en un gesto tranquilizador.
—Todavía estás viva, Tia, y también lo está Kian. Si te gusta, no debería haber nada que te
detenga.
Sus palabras sinceras desbloquean algo dentro de mí, pero necesito asegurarme de que no me
equivoco.
—¿Pero no es raro? Tuve algo con su hermano gemelo. ¿No es una falta de respeto a su
memoria? ¿No es... extraño? No lo sé. Ni siquiera sé lo que siento por Kian, es solo que... no sé.
Miro al suelo y me siento impotente. Los ojos se me llenan de lágrimas, pero me niego a
dejarlas escapar. Hasta ahora he sido fuerte y no me ha ido mal, así es que no pienso arruinarlo.
—Tia, escucha. —Ashely reclama mi atención con un tono dulce y amable que me conmueve.
La miro y la comprensión que encuentro en sus ojos me ayuda a sentirme mejor—. La vida es
demasiado corta para pasártela llorando por la muerte de Stephen. El pasado debes enterrarlo,
vive el presente porque todo lo que tienes hoy podría desaparecer mañana. Te mereces ser feliz, y
también Kian. Ambos habéis sufrido mucho y, si encontráis consuelo en uno en el otro, no es tan
malo. —Todavía no asimilo sus palabras, continúo ofuscada con la idea de que soy una persona
horrible—. Piensa en lo que me aconsejarías si estuviera en tu situación —añade para terminar de
convencerme.
La estancia se llena de nuevo de gente y ya no puedo responderle, pero sé que tiene razón. Si
estuviera en su lugar, me gustaría que fuera feliz y sus argumentos son acertados. Kian y yo
compartimos algo, y si solo puede ser amistad, eso es mejor que nada.
Vuelvo a leer el mensaje del teléfono.
«Si quieres venir a verme más tarde, tocaré en la noche de micrófono abierto en la cafetería de
Serena».
Mi corazón palpita, no puedo detenerlo. Sé que hay algo más que amistad entre Kian y yo. Se
parece físicamente a Stephen, pero tiene cualidades muy evidentes que lo diferencian, es un
hombre más tranquilo, más modesto y menos exigente. Y eso me atrae mucho de él, me gusta la
forma en que hace que me sienta tranquila a su lado. Si deseo besarlo, no pienso automáticamente
en Stephen, hace tiempo que ya solo pienso en Kian.
«Me encantará verte. Nos vemos allí», contesto a su mensaje.
Por fin parece que estoy decidiendo por mí misma, y eso hace que me sienta emocionada. Ya
está bien de dejarme llevar por las opiniones de los demás. Voy a concentrarme en lo que quiero
en la vida, y en lo que deseo hacer, sin dejarme influenciar por nadie. Si quiero a Kian, seguiré
adelante, es mi decisión, y a nadie le importa lo que hago con mi vida.
Sonrío tan liberada del lastre de mis indecisiones que creo que me voy a hacer daño en los
labios. Ashley me llama la atención y levanta un pulgar, para indicarme que tengo su apoyo, haga
lo que haga.
«Mirando hacia adelante. Besos», contesta Kian en otro mensaje.
Tengo la sensación de que él siente lo mismo por mí, que si mi historia con Stephen no
estuviera tan presente, ya habría pasado algo entre nosotros. Eso es lo único que nos frena, lo que
ocurrió entre su hermano y yo. Tal vez esta noche cambien las cosas. El corazón me late más
rápido con solo pensar en él, y creo que intuye lo que nos puede pasar.
Acerco el teléfono al pecho y lo aprieto entre las manos, mientras me dejo llevar por la
imaginación. No he escrito nada en mucho tiempo. Durante todo el día me dedico a mi trabajo
pero siento que la inspiración vuelve a fluir con facilidad. Si estuviera en casa con un bolígrafo y
papel me pondría a escribir ahora mismo, pero soy consciente de que tengo mucho trabajo
pendiente, y no puedo perder el tiempo.
«Yo también. Un beso», respondo a su mensaje con otro sin sentido, pero con un beso. Así él
verá que esta noche puede haber algo más. Tal vez. Ya veremos...

Me muevo a los lados para tratar de ver todo mi vestido en el espejo. Tengo un apartamento de
un dormitorio tan pequeño que ni siquiera puedo poner un espejo completo. Todo lo contrario a
los que había en mi antigua casa, de pared a pared, pero no lo cambio por nada del mundo aunque
haya ido al otro extremo de la escala. No necesito el espacio ni los espejos, tengo todo lo que
necesito aquí, en el que es y siempre será mi hogar.
El vestido de licra negro y rojo a cuadros me queda muy bien, ya que he ganado un poco de
peso desde que vivo en Nueva Zelanda. Me gusta cómo mis pechos y mis curvas se ven más
prominentes, eso hace que la ropa ajustada me quede como un guante. Sin embargo, no sé qué
hacer con mi pelo. Debería cambiar de peinado y no llevarlo siempre suelto, aunque es como más
me favorece. Me miro otra vez y sé que le voy a gustar a Kian. Me he maquillado un poco, no
mucho, lo justo para resaltar mis ojos, que creo que es lo que más destaca en mi cara.
«Oh, Dios, ¿De verdad estoy evaluándome en el espejo para gustarle?».
Esta cita no es diferente a las otras veces en las que hemos quedado; no obstante, después de
hablar con Ashley he aceptado que Kian me gusta mucho, y no solo porque es el hermano gemelo
de Stephen. Me gusta porque tiene buen fondo, y aunque mis sentimientos puedan parecer
prohibidos, solo voy a vivir una vez.
Cuando lo vea esta noche sabré a qué atenerme, pienso mientras termino de peinarme. Le
confesaré cómo me siento, aunque sea lo último que haga.
Sé que soy un desastre, pero al menos la imagen que me devuelve el espejo no resulta nada
mal. Por primera vez, siento que tengo todo bajo control.
Agarro el bolso con decisión y, con los nervios a flor de piel, camino hacia la puerta. Tengo el
corazón acelerado por la incertidumbre, lo único que tengo claro es que soy feliz y que me siento
emocionada, como hacía mucho tiempo que no me sentía. Las posibilidades de lo que pueda
ocurrir son infinitas y me desespero por saber hacia dónde se dirige mi vida.  
Capítulo 15
KIAN

Me siento tan nervioso antes de salir al escenario que no me reconozco. Si me enfrentara a un


público más numeroso podría comprenderlo, pero estoy en el bar de Serena, un local acogedor
con un puñado de espectadores, que es como me gusta tocar en realidad. Un día, en el pasado, tuve
el sueño de ser una superestrella, pero cuando Stephen tomó ese camino, ya no quise hacerlo.
Cambié y comencé a sentirme feliz en Nueva Zelanda; contento de ser un músico más modesto,
con mis pequeños conciertos y dando clases a unos cuantos alumnos. No me haré millonario, pero
soy feliz. Y no me hace falta nada más.
No, los nervios no los provocan los asistentes al espectáculo, sino una persona a la que quiero
impresionar mientras me observa y, sobre todo, me aterra hacer el ridículo delante de ella.
Sacudo la cabeza y sé que no está bien pensar en Tia de esa forma. Ni de esa ni de ninguna,
pero no puedo evitar sentir por ella algo más que amistad.
Cuanto más tiempo pasamos juntos, más se cuela en mis sueños y, cuanto más sueño con ella,
más me atrae. He considerado la posibilidad de que todo podría deberse a la competitividad que
siempre manteníamos Stephen y yo, antes de su muerte, pero sé que no es por eso. Lo que siento
por Tia es genuino, mucho más autentico que nada de lo que haya pasado antes.
Por supuesto, hay una forma de compensar esta situación. Debería dejar de salir con ella para
controlar mis sentimientos, pero cada vez que intento hacerlo, algo me lo impide. Reconozco que
soy adicto a Tía. Ella es como una droga a la que no puedo renunciar. Sé que me consume, que me
conduce hacia la perdición de mi alma; ella es todo para mí y no puedo dejarla ir.
Si la hubiera conocido en otras circunstancias todo sería diferente. Stephen podría haberla
traído a casa, como su novia, para presentarla a la familia. Yo no me habría sentido atraído por
ella porque eso hubiera sido una catástrofe descomunal. Las cosas son como son, así es que no
tiene sentido seguir pensando en lo que pudo, o no pudo ser.
Agito la cabeza e intento centrarme en el concierto que voy a dar esta noche, en lugar de
preocuparme por lo que pasa entre Tia y yo. No busco fama y fortuna pero quiero hacer un buen
espectáculo. No debo olvidar que he conseguido muchos trabajos de profesor en las noches de
micrófono abierto y eso siempre viene bien.
—¿Estás listo, Kian? —Hayley, una de las jóvenes camareras me llama con una sonrisa y un
guiño.
—Sí —respiro profundamente—. Creo que sí. ¿Hay mucho público?
Solo hay una persona que me importa, pero no sé qué lleva puesto, así que no puedo
describirla.
—No está mal —sonríe—. Tienes un pequeño club de fans ahí fuera y se están impacientando.
No los hagas esperar demasiado.
«Esto es una tontería», me digo a mí mismo.
Tia me ha visto actuar y sabe que mi música no se parece en nada a la de Stephen. Aún así,
sigo nervioso y la única solución es salir al escenario, sin demorarlo más.
Echo la cortina hacia atrás y miro al suelo mientras camino. Sé que hay una silla en el centro
del escenario, podría encontrarla con los ojos cerrados, y eso es lo que hago en este momento. Me
acerco a ella mientras recibo el aplauso que se desata en la cafetería, y luego me siento.
Al alzar los ojos, procuro ver quién está cerca y, casi como si existiera una poderosa fuerza
magnética, nuestras miradas se encuentran y quedan ancladas. Ella sonríe un poco y cruza las
manos en su regazo, lo que hace que mi corazón se acelere. La observo allí, sentada, con la
melena cayéndole sobre los hombros, y todas mis dudas se desvanecen. Quiero adorar a Tía el
resto de mi maldita vida.
—Tengo un nuevo repertorio para interpretar esta noche —digo por el micrófono después de
saludar—. Pero no os preocupéis, también disfrutaremos de algunas viejas canciones que compuse
hace tiempo—. No puedo evitar hacer mención a las que han sido inspiradas por Tia. ¿Cómo no
hacerlo, con ella ahí sentada? Quiero que sepa lo que siento por ella, y la idea de decir esas
palabras en voz alta me aterroriza—. Así que aquí vamos, uno, dos, tres...
Cuando me pongo a cantar, sé que lo estoy arriesgando todo. Estoy en medio de una
encrucijada, un camino peligroso que podría arruinar nuestra amistad, pero mi instinto me dice
que ella siente lo mismo por mí.
Mientras los acordes de mi guitarra resuenan por todo el local, sé que esta noche va a cambiar
todo. Alzo la voz con la última estrofa y me digo que solo espero que cambie como deseo.

—Has estado brillante —me felicita Hayley, cuarenta y cinco minutos después, mientras
desciendo del escenario por la parte de atrás—. Sinceramente, creo que es la mejor actuación que
has hecho.
La miro y agradezco sus palabras, aunque sigo pendiente de lo que me traigo entre manos.
Durante el tiempo que he estado cantando, he ido creciendo y bloqueando mis nervios, pero ahora,
una vez en la tierra de nuevo, vuelvo a sentirme vulnerable. Nuevas dudas se apoderan de mí hasta
hacerme sentir como un chiquillo inexperto. Otra vez las mismas preguntas. ¿Estoy listo para dar
ese paso con Tia? ¿Y si me ignora y no quiere saber nada más de mí?
Si sigo así terminaré por salir corriendo.
—Será mejor que me vaya —digo a Hayley.
—¿No te quedas a tomar algo? —Me da un capuchino y sonríe—. Lo hice especialmente para
ti, como siempre.
Me lo tomo en dos tragos rápidos sin querer ser grosero.
—Gracias, te lo agradezco mucho y te veré la semana que viene, pero ahora tengo que irme.
Meto la guitarra en su funda y me dirijo hacia la puerta con rapidez. Sé que Hayley tiene un
millón de preguntas para mí, somos amigos desde hace tiempo, pero esta noche no puedo
entretenerme. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para considerar una conversación
normal.
Lo primero que quiero hacer es ver a Tia y hablarle claro. Hasta que eso no pase, no sabré a
qué atenerme y la anticipación me está matando.
Llego a la cafetería y por mi forma de avanzar todos deben pensar que soy un salvaje. Me estoy
volviendo loco. La veo al lado del mostrador, se nota que lleva un rato esperándome y, al ver
cómo se muerde el pulgar, sé que es necesario que hablemos. Cierro los ojos y rezo por un
segundo para que todo salga como quiero.
—Oye, Kian —dice Tia en voz baja—. Has estado genial.
«¿Estuve genial, de verdad?»
Hace un tiempo, mi bestia interna hubiera saltado en mi interior y habría exigido saber si era
mejor que Stephen, especialmente desde que Tía se acostó con él y me siento atraído por ella,
pero ese pensamiento ni siquiera aparece. Acepto el cumplido por lo que es, un bonito comentario
sobre mi actuación, y sonrío.
—Gracias. Has sido muy amable al venir.
Ella asiente y se muerde el labio inferior. Quiero preguntarle qué piensa, pero al mismo tiempo
no sé si es bueno que me lo diga.
—¿Nos vamos de aquí? —Hace un gesto impaciente hacia la puerta que hay tras ella—.
Podemos tomar algo un poco más fuerte que el café por ahí.
Esa idea es tan atractiva que podría explotar.
—Sí. Vámonos. —Me parece una idea estupenda.
Entonces sucede algo inesperado que me pilla por sorpresa. Tia roza mi mano con la suya, al
comenzar a caminar a mi lado, y enlaza sus dedos con los míos. Es un gesto muy dulce y sencillo,
pero que también significa mucho. Nunca habíamos estado tan unidos como ahora, sé que algo está
a punto de suceder. No quiero soñar por si luego no se cumple, aunque mi voto de confianza
podría dar sus frutos.
—Tus canciones son preciosas —me dice con afecto al salir—. Esas letras son increíbles.
«Todas hablan sobre ti», quiero decirle, orgulloso, pero no lo hago. Ya he agotado mi cuota de
valentía para este mes.
—Gracias, Tia, eres muy amable.
Ella se detiene en la acera y hace que yo también frene mis pasos. Al mirarme, tengo la
impresión de que quiere decirme algo importante, y quiero saber qué es. Noto que trata de
comunicarse conmigo y mi corazón palpita, se me reseca la boca y cientos de mariposas bailan en
mi estómago. Solo espero saber interpretar bien su mensaje.
Se pone de puntillas, cierra los ojos y ya no puedo confundir su significado. Se acerca a mí,
que cedo a la tentación como en mis mejores sueños, y nuestros labios se encuentran.
Ahora es cuando sé que nada volverá a ser lo mismo.
Capítulo 16
TIA

Dios mío, estoy besando a Kian. Es real.


A medida que sus labios se mueven contra los míos, sé que lo que siento por él es diferente a
cualquier otro sentimiento que haya experimentado antes. Nunca antes me habían besado de esta
manera, y me encanta, es maravilloso.
Abro la boca y su lengua se desliza en mi interior. Me enmarca la cara con las manos y las
lleva hasta mi melena; después, sigue besándome mientras enreda un mechón entre sus dedos.
Todo lo que hemos estado ocultando pugna por salir al exterior. Es la mejor sensación del mundo.
Cuando nos separamos, me doy cuenta de que nos encontramos en la calle. No me gusta que
pueda vernos todo el mundo, y prefiero que vayamos a un sitio más privado.
—¿Deberíamos ir a algún lado? —Me rio un poco avergonzada—. Y no me refiero a un bar. —
Tomar una bebida alcohólica es lo último en lo que pienso. Mi intención es relajar la
conversación y parece que lo he conseguido—. Mi casa está a la vuelta de la esquina...
Él ya lo sabe, solo quiero que comprenda el mensaje.
—Pues vamos a tu casa. —Suena tan decidido que mi sangre se enciende.
Nos tomamos de la mano y caminamos casi a la carrera en dirección a mi apartamento. En
cierto modo, vamos muy deprisa en todo, pues acabamos de compartir nuestro primer beso.
Hemos retenido nuestros sentimientos durante mucho tiempo y ha llegado la hora de liberarlos y
crear nuestra propia historia.
Reconozco que le di un pequeño empujón al añadir un beso extra a mi mensaje, y él le dio
forma al cantar canciones dulces que parecían hechas para mí. Asumo que soy esa chica
misteriosa que él no puede tener.
Llegamos a mi casa y busco las llaves. No llevo un bolso muy grande, pero con la excitación
del momento no puedo encontrarlas. Entre los nervios que llevo y mis dedos temblorosos no doy
pie con bola, pero tendría que estar loca para no sentirme anhelante por lo que nos está pasando.
Nada más encontrarlas me muestro triunfante y ambos sentimos que no es como siempre, ni la
misma atmósfera, ni la situación, ni nada. Kian ha estado en mi apartamento muchas veces, pero
siempre ha sido en calidad de amigo y hoy sabemos que se trata de mucho más.
—Pasa, siéntete como en tu casa —le digo nada más entrar.
Enseguida me arrepiento de haber dicho algo tan incómodo. No sé cómo actuar para que no se
note que estoy nerviosa, sonrío para disimular y me temo que no ha servido para nada porque él
está igual de asustado que yo.
El deseo domina mi cerebro, lo que impide que piense en otra cosa que no sea arrancarle la
ropa. La lujuria controla mi mente y me encanta reconocer que Kian se ha convertido en lo más
importante de mi vida.
—Ven aquí —me llama, tendiendo una mano hacia mí—. Eres preciosa.
Doy un paso adelante y permito que me arrastre hacia él. Dejo que me abrace y casi puedo
sentir los latidos de su corazón contra mi pecho. Late igual de acelerado que el mío y saber que
sufrimos las mismas emociones me ayuda a sentirme más tranquila.
Apoya su frente contra la mía y al mirarlo aprecio que tiene unas manchitas grises en el verdor
de sus ojos. No me había fijado nunca, pero eso convierte su mirada en única y excepcional, como
ninguna otra que haya visto en mi vida.
Antes de que pueda decir nada sobre mi hallazgo, nos besamos de nuevo. Esta vez es mucho
menos considerado que en la calle. Es frenético, apasionado, desesperado. Toda la necesidad que
siento por él viaja a través de su boca y puedo sentir lo mismo viniendo de él. Una descarga
eléctrica que me atraviesa el cuerpo hasta incendiarme entre las piernas.
Vamos quitándonos la ropa de camino hacia mi dormitorio. Lo quiero allí, entre las sábanas
donde he tenido sueños prohibidos con él desde hace tiempo; donde quiero que se hagan realidad.
Ya que mi apartamento no es muy grande, no tardo en golpearme las pantorrillas con la cama.
Me empuja suavemente hasta que me acuesta sobre las sábanas. Para entonces, he perdido el
vestido por el camino, llevo el sujetador desabrochado y no tengo ni idea de dónde han quedado
mis zapatos; lo único que todavía conservo es la ropa interior de encaje. Kian mira mis bragas
como si quisiera ver a través de ellas, se lame los labios y eso me hace temblar de anticipación.
Patea sus vaqueros hasta que los deja en el suelo y se quita los calzoncillos, mostrándome una
maravillosa visión de su cuerpo desnudo. Retuerzo las sábanas en mis manos formando dos puños
al comprobar que es un hombre único y especial en demasiados aspectos que hasta ahora había
pasado por alto. La cicatriz en el ombligo, el pequeño tatuaje en la parte superior de la pierna, el
rosa oscuro en los pezones.... es un cuerpo nuevo para mí y me emociona la idea de descubrirlo.
No puedo esperar a ponerle las manos encima.
Y luego está su polla. Vaya. Sé que ha pasado tiempo, pero por el amor de Dios... Él es
inmenso. Gruesa, palpitante, tan deseable que me doy cuenta de que estoy relamiéndome al
mirarla.
Kian es tentador y quiero conocer cada centímetro de su cuerpo, quiero sentirlo en todas
partes, saborearlo.
Rodea su miembro con la mano y tira de él mientras me mira. Ha desaparecido la versión
tímida y silenciosa de Kian, en su lugar hay un animal primitivo listo para devorarme.
Un deseo oscuro relampaguea en su mirada, es más de lo que yo puedo soportar. No puedo
controlarme.
—Tan apetitoso… —murmura, mientras se pone de rodillas.
Me incorporo para ver lo que está haciendo, pero no tengo oportunidad porque me atrapa por
los muslos y tira de mí hacia la orilla de la cama. Mis pies golpean el suelo y él me separa las
piernas con la cara. Todo sucede tan rápido que apenas puedo entender lo que está pasando. Antes
de que me dé cuenta, atrapa mi clítoris con la boca y comienza a mover la lengua, de un lado a
otro, por todas partes, proporcionándome la sensación más maravillosa que jamás he
experimentado.
—Oh, joder —murmuro, mientras alterna entre hundir su lengua profundamente en mí,
saborearme por todas partes, y dar vueltas sobre mi clítoris. Resulta demasiado, sentir todo a la
vez. Mi cuerpo se arquea cuando una llamarada de excitación vuela a través de mí, desde las
puntas de mis pies hasta el centro de mi sexo. Mi murmullo asciende de volumen, al mismo ritmo
que sus ardientes lametazos, hasta convertirse en un grito.
—¡Oh, joder, oh, joder, oh, joder!
—Pero qué boca tan sucia. —Kian suena divertido, mientras habla en mi hendidura,
permitiendo que su aliento me haga cosquillas por todas partes—. No conocía esa faceta tuya y
admito que me gusta.
Me muero de impaciencia y no estoy para bromas. Llevo demasiado tiempo esperando que
ocurra esto y necesito mi liberación ahora. Muevo las caderas y presiono contra su boca;
enseguida siento su lengua revoloteando sobre mí, otra vez, y regreso a mi lugar feliz.
Cierro los ojos y recorro mi cuerpo con las manos para acrecentar el inmenso placer que me
invade. Esto debe ser lo que se siente al volverse loca, una sensación inexplicable que me rodea
por todas partes, que sé que me va a inundar y que no puedo parar. No quiero parar, lo necesito
dentro de mí; anhelo esa conexión con Kian, esa sensación de que todo está bien. Es un
sentimiento que solo él puede darme, y joder, lo necesito.
—Oh, Kian —lo llamo entre jadeos—. Te necesito. Necesito tenerte.
—¿En serio? —Retrocede y enseguida me arrepiento de haberlo dicho. Mis jadeos se
convierten en protestas porque tarda demasiado en volver a mí, y entonces me doy cuenta de que
se está poniendo un condón—. Lo que tú quieras, Tia.
—Te quiero a ti. —El sudor cubre su increíble cuerpo y entorno los ojos mientras le advierto
—: Te necesito.
Se sube sobre mí en la cama, me empuja hacia arriba hasta que quedamos tumbados. Tal vez no
estemos haciendo lo correcto, y Kian y yo tengamos mucho por lo que sentirnos culpables, pero
ahora mismo, en el calor del momento, soy feliz a su lado. No me gustaría estar en ningún otro
lugar del mundo.
Kian se coloca entre mis piernas y tantea mi sexo sin querer entrar. Yo protesto, quiero tenerlo
dentro ya, estoy desesperada por sentirlo en mi interior, pero me detengo por un momento para
mirarlo. Kian es maravilloso, es guapo, es dulce. Es amable, es sexy; todo lo contrario a los
hombres que he conocido en mi vida… es todo lo que necesito.
Kian empuja un poco y yo gimoteo de júbilo. Lo siento moverse despacio, me penetra
lentamente, y siento que el placer me lleva a cotas insospechadas, donde ya no puedo controlarme.
Toda su extensión frotando mi clítoris mientras me hace suya con cada acometida.
No aguantaré mucho más en ese lugar en el que sientes que caes, pero que él con un nuevo
empellón te envía de nuevo a lo más alto para dejarte caer otra vez. Es peligroso, pero
maravilloso al mismo tiempo.
Decido cambiar las cosas y empujo hacia arriba, pongo a Kian de espaldas para poder
montarlo y me siento a horcajadas sobre él. Miro sus preciosos ojos verdes y grises y tomo el
control. Él también me mira, al parecer está tan cerca de llegar a lo más alto como yo, y ambos
comprendemos que este viaje lo estamos haciendo juntos
Una oleada de placer me sacude sin esperarlo, en cuanto resbalo sobre su extensión ardiente.
He estado tan ocupada, concentrándome en mirar a Kian y averiguar cómo se siente, que me he
olvidado de mis propias sensaciones. Él me abraza al percibir que me golpea un orgasmo
descomunal, y jadea mientras me muevo sobre su cuerpo. Sé que esa ola de placer intenso también
lo está arrasando a él cuando se incorpora para llenarme más. Nos estremecemos juntos,
compartiendo otra parte de nuestro viaje en común.
No sé hacia dónde iremos a partir de ahora, pero hemos llegado hasta aquí, juntos, y es
maravilloso. Parece que la soledad que he sufrido toda mi vida se ha ido para siempre.
Capítulo 17
KIAN

No puedo relajarme, no puedo quedarme quieto y he estado así durante días, para ser más
exactos, desde que Tia y yo nos acostamos. Me siento extraño y no sé por qué. Quiero decir, me
gusta mucho, sé que es buena para mí y, para ser sincero, creo que es la mujer ideal, pero no me
siento bien, y no sé por qué... Tengo que pensar en ello.
Necesito cerrar el círculo. En realidad, a los dos nos hace falta porque todo gira en torno a
Stephen. Quedan preguntas sin respuesta y eso impide que podamos seguir adelante. Tengo la
impresión de que su espíritu está vagando entre nosotros, como si tuviéramos pendiente resolver
el misterio de su muerte para poder seguir adelante con nuestras vidas. O tal vez estoy
volviéndome loco, y solo busco excusas para comportarme como tal.
Sea lo que sea, tengo que solucionarlo.
He tomado notas sobre lo que Tia y yo sabemos del caso, pero no es mucho. Sé que trabajó en
el crucero, que estuvieron juntos una noche —aunque esa parte prefiero no recordarla, a pesar de
que sea clave en la historia—, que tenía intención de regresar al camarote y que algo lo detuvo.
Luego me envió ese mensaje:
«Kian, soy yo, tu hermano. Estoy actuando en el barco Princess Cruise y he visto algo. Estoy
asustado. No sé qué hacer».
Me odio por haber ignorado esa llamada de socorro. Es obvio que Stephen me estaba pidiendo
ayuda y yo no le hice caso. Sí, a menudo me enviaba mensajes raros cuando estaba borracho y este
parecía uno de ellos, pero no lo era y no me lo perdonaré nunca. Tal vez si hubiéramos pasado
más tiempo juntos, para intentar arreglar nuestra relación, esto no habría pasado. No quiero que
ese pensamiento me aleje de mi propósito, necesito mantenerme concentrado.
Vale, entonces Stephen vio algo. Lo vio en el crucero, pero el asesinato no ocurrió hasta
tiempo después. Vio algo tan malo que alguien necesitaba matarlo para que no se lo contara a la
policía. Eso indica que no fue a las autoridades enseguida, porque si no el caso se habría resuelto
mucho antes. Lo que vio aquella noche, lo asustó lo suficiente como para permanecer en silencio.
Y luego está esta chica llamada Katie, la camarera que lo encontró. Puede que sepa más de lo
que dice. También cabe la posibilidad de que esté equivocado, pero no hará daño preguntar. A
menos que sea algo relacionado con la mafia, supongo, porque si fuera así, estará muy asustada
para confesar nada. La idea de que sea algo relacionado con el crimen organizado me parece
acertada, aunque suene a locura, pero no quiero descartarla.
Por lo tanto, he reunido bastantes piezas del rompecabezas, aunque no encajan bien y eso
resulta frustrante. Me inquieta y angustia saber que quedan muchos cabos sueltos. Sé que estoy a
un paso de solucionar este enigma, y también sé lo que tengo que hacer. No me gusta, pero es la
única opción que tengo.
Miro la hora en la pantalla del móvil y compruebo que casi es la hora de que Tia salga de
trabajar, lo que significa que podemos vernos un rato. Incluso con todo lo que está pasando, me
hace feliz estar con ella. Me encanta su cara, su sonrisa, su dulzura... si soy sincero conmigo
mismo, sé que a la larga lo de Stephen y Tia no habría funcionado aunque se gustaran. Puede que
hayamos compartido mucho en el pasado, pero nunca lo hicimos en nuestro gusto por las mujeres.
Con toda seguridad, él se habría alejado enseguida de ella, habría terminado rompiéndole el
corazón.
A menos que ella hubiera conseguido cambiarlo. Eso es algo que nunca sabremos.
Intento liberarme de esos pensamientos y recojo mis cosas para ir a su encuentro. Sé que no le
gustará lo que voy a decirle, aunque espero que entienda mi plan y no le afecte demasiado. Si se lo
explico bien, y le hago comprender que es la única manera de que podamos seguir adelante,
seguro que lo aceptará.
Solo necesito ser valiente.

Estoy tan impaciente que no puedo evitar dar golpecitos con el pie en el suelo mientras la
espero fuera del trabajo. No quiero sorprenderla con mi plan, no deseo que sea lo primero que le
diga nada más verla, ni que llevo días dándole forma en mi cabeza.
La veo salir del brazo de otra chica, supongo que es Ashely, su mejor amiga. Todavía no me la
ha presentado, pero por la descripción que me hizo creo que es ella. Es lógico que no la conozca,
Tia y yo nos hemos dedicado a nosotros mismos estos días, no hemos dejado espacio para nadie
más en nuestra relación porque es muy frágil. Bueno, frágil no es la palabra adecuada porque
somos muy fuertes; lo que ocurre es que ambos tenemos miedo a lo que piensen los demás. En
cuanto dejemos entrar a otras personas, estaremos expuestos a la crítica y creo que aún no estamos
listos.
Eso sin contar cómo afectará a mis padres, que es lo que más me asusta. Tia y yo podríamos
fingir que nos hemos conocido al azar, que no ocurrió nada entre Stephen y ella, pero no quiero
borrarlo de su historia de esa manera. Necesito mantener viva su memoria, pero mis padres siguen
llorando la muerte de su hijo, igual que yo sufro la pérdida de mi hermano, y todos tenemos que
superarlo.
Solo espero que esto nos ayude.
—¡Kian! —Tia no puede disimular la sorpresa de verme esperándola. Se aleja de su amiga y
viene hacia mí. Veo miedo en sus ojos, sé que está asustada al verme aquí, y ya es tarde para
pensar que debería haberle mandado un mensaje—. ¿Estás bien? ¿Ocurre algo?
Me centro en ella y me olvido de todo lo que pasa alrededor, lo que tengo que decirle es muy
serio y no sé por dónde empezar.
—¿Podemos ir a algún sitio privado? —le digo con rapidez—. Tengo que hablar contigo.
—Por supuesto. —Me mira a los ojos como si quisiera adivinar de qué se trata—. Vamos a mi
casa.
Se agarra de mi brazo y se despide de su amiga.
Me molesta que por mi culpa tenga que marcharse así, pero espero que merezca la pena cuando
se lo explique todo. Camino a su lado cabizbajo mientras ella me conduce en silencio. No puedo
volver a mirarla a los ojos hasta que no estemos lejos de la gente.
Cuando llegamos a su casa, suspiro profundamente. Por fin estamos solos y puedo relajarme un
poco.
—Perdona por la intriga, sé que no es necesaria. He estado pensando mucho y...
—Dios mío, quieres acabar con lo nuestro. —Se cubre la boca con una mano y me mira con
espanto—.Quiero decir… sabía que podría ocurrir porque es difícil, pero… Dios mío… —Me
mira con lágrimas en los ojos y aunque resulta doloroso verla así, puedo comprobar cuánto le
importo—. Lo siento, no quiero parecer una histérica. —Se lleva una mano al pecho, dándome la
oportunidad de intervenir antes de que le dé un ataque al corazón.
—No, no tiene nada que ver con esto. —Hago todo lo posible para tranquilizarla, pero está
muy nerviosa—. No es eso, de verdad. En realidad, tiene que ver con... bueno, con Stephen. —Al
nombrar a mi hermano, vuelve a ponerse pálida—. He estado pensando en él y en el misterio que
rodea su muerte. Quiero saber más, necesito saber qué le pasó y por qué. —Ella asiente con la
cabeza, dando a entender que me comprende—. No podré seguir adelante si no descubro qué le
pasó. Especialmente, no podré seguir… —Suspiro y me odio por lo que voy a decir—. No podré
seguir con lo nuestro.
—Lo entiendo —reconoce con voz ronca—. Yo también quiero saber qué pasó. Todo es muy
extraño y hay algo que no encaja. Alguien sabe lo que ocurrió y tenemos que averiguar quién es.
Sus palabras me dan a entender que ha estado pensando en la muerte de Stephen, igual que yo.
—Opino lo mismo. El artículo hablaba de una camarera. Tal vez ella sepa algo. Pero si su
muerte está relacionada con el crimen organizado, puede que no hable. Tal vez, si les gusta
deshacerse de los testigos, ella también se ha ido.
No me gusta esa opción, pero no puedo negar que es posible.
—Oh sí, por supuesto. No había pensado en esa posibilidad. —Me mira a través de las
pestañas, lo que hace que me parezca adorable—. Eso significa que hay que ir a Estados Unidos,
¿verdad? ¿Ese es tu plan?
—Sí. —Ella ha adivinado mis próximos pasos—. He pensado mucho en lo que voy a hacer.
—Está bien, dispara. —Se pone más cómoda y me mira fijamente, esperando que le explique
—. ¿Qué vamos a hacer?
—¿Nosotros? —Creo que no me he explicado bien—. Mi plan es solo para mí.
—Kian. —Toma mis manos entre las suyas—. No vas a hacer esto solo. Sabes, tan bien como
yo, que en este viaje vamos juntos. Este asunto nos afecta a los dos, y ambos queremos resolver
este misterio.
—Pero es peligroso. —Intento que comprenda por qué no la incluyo.
—Sé que lo es. —Entorna los ojos—. Sé lo que está en juego, pero no voy a dejar que te metas
en algo peligroso sin mí. —Me abraza con desesperación—. No puedo perderte. Lo entiendes,
¿verdad?
—Lo entiendo —intento calmarla—. Pero antes de nada quiero que escuches mi plan y después
decides qué hacer.
—Escucharé —me advierte—. Pero ya te digo que voy contigo.

Capítulo 18
TIA

Esto es una locura, pienso mientras subo y bajo entre bastidores. No sé por qué demonios estoy
haciendo esto. Quiero decir, sé las razones que me he dado a mí misma, pero me gustaría poder
volver atrás y cambiar de opinión.
—¿Estás bien, cariño? —Kian me da un beso en el hombro—. Pareces nerviosa. ¿Qué puedo
hacer por ti?
Trato de tranquilizarme, me giro para mirarlo y sus ojos serenos lo consiguen al anclarse en los
míos. Él es el que se está arriesgando y, sin embargo, se muestra sosegado. ¿Cómo es posible que
yo esté de los nervios? Lo sujeto por los brazos para empaparme de su quietud.
—Debería ser yo la que te calme —replico sin querer separarme de él. Miro hacia las
cortinas, donde se escucha el rugido del público al otro lado—. Hay mucha gente. ¿Estás bien?
Respira profundamente y asiente con la cabeza.
—Sí, creo que sí. Es decir, este es el público más grande para el que he actuado, pero no soy
yo, ¿verdad? Además, pensar en la razón por la que lo hago, me impulsa hacia adelante y me quita
la ansiedad.
Cuando Kian me contó su plan pensé que estaba loco, pero ahora veo que podría funcionar.
Fingir ser Stephen, hacer creer a la prensa que no murió en el ataque y que la policía se equivocó,
ciertamente despertó expectación.
No hay duda de que todo el mundo ha oído hablar del concierto. Este es el tipo de fama que
Stephen soñaba y, si ha llamado la atención de todos, debe haber llamado también la de los
asesinos. Si Stephen vio algo que ellos temían que averiguara la policía, este espectáculo los
atraerá. Y si lo hace, las autoridades estarán esperando, pondrán fin a un misterio que necesita
resolverse.
Solo espero que funcione. Hay mucho en juego, incluido nosotros.
—Me alegro de que estés bien. —Me pongo de puntillas para besarlo en los labios—. No seas
imprudente. Por favor, ten cuidado.
Tal vez tengo un problema afectivo cuando se trata de Kian. Después de todo lo que ha pasado,
me aferro a él como si no hubiera un mañana. Él es la fuente de mi felicidad, lo es todo, y no estoy
preparada para perderlo.
—Lo tendré —me susurra, poniendo su mano en la parte baja de mi espalda—. Te lo prometo.
De todos modos, solo voy a salir a cantar unas cuantas canciones. Será la policía la que haga el
trabajo duro.
Me pego a él, permitiendo que su abrazo me consuele. Es la única forma que encuentro de
sentirme más segura que antes, aunque no creo que sea suficiente.
Es mío, quiero guardarlo en una burbuja y protegerlo. Encontré ese lugar maravilloso en Nueva
Zelanda y ahora es nuestro refugio. Aquí en Estados Unidos me siento más expuesta. No sé si es
porque mi familia está aquí, así como todos los problemas que dejé atrás; pero desde que regresé
no he tenido relación con ninguno de ellos ni pienso tenerla. No quiero volver a ver a mi padre y
estoy muy contenta de mantener llamadas esporádicas con mi madre. Así todo es más fácil.
—¿Has oído el gentío de ahí afuera? Es una locura, ¿verdad? —Se ríe y, de repente, su
expresión se vuelve más grave—. Todos quieren ver a mi hermano muerto. —Enseguida se
recupera y vuelve a sonreír—. Supongo que tendré que darles el mejor espectáculo de su vida.
Doy un paso atrás cuando escuchamos al presentador gritar el nombre de Stephen. Suena raro y
siento cómo me invade la tristeza. Él no merecía morir de esa forma, aunque hubiera visto algo.
Era un buen hombre, al menos a mí me lo parecía, y tenía mucho que ofrecer al mundo.
Espero que Kian y yo podamos averiguar qué pasó y si todo sale como hemos planeado, el
mundo podrá seguir adelante. Pero Kian necesita respuestas, su familia las necesita, y yo también.
—¡Buena suerte! —le susurro dulcemente—. Estaré viéndote entre la multitud.
Quiero decirle que lo amo, pero ahora no es el momento. Parecería una despedida y, además,
no quiero asustarlo. Sé que le gusto y no debo presionarlo, ni obligarlo a decir que también me
quiere, si no lo siente así. Las cosas ya están bastante tensas, no entre nosotros, están difíciles con
los factores externos que nos rodean.
Tendré que conformarme con lanzarle besos al aire, desde la distancia, mientras le digo muy
flojito cuanto lo quiero.
Te quiero, Kian Jones. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. No puedo esperar hasta que
pueda decírtelo en voz alta.
Me aparto mientras agarra su guitarra. Me saluda con la cabeza y hace un gesto tonto que me
hace reír, pero lo hago con lágrimas en los ojos. Todo ha ido tan rápido, el plan se ha elaborado
de forma apresurada y siento que nos ha faltado tiempo para perfeccionarlo. Aún así le doy un
beso y, con todo el dolor de mi corazón, lo dejo ir.
Una vez que lo escucho en el escenario, me abro paso a través de la zona de bastidores hacia
la multitud. Veo policías encubierto por todas partes mientras camino, lo que me recuerda que es
un asunto muy serio.
No fue fácil conseguir que la policía aceptara un plan tan descabellado, pero una vez que les
convencimos de que el asesinato de Stephen formaba parte de algo mucho más grande, lo cual
ambos creemos, entonces empezaron a cambiar de opinión.
Espero que esta noche también de resultados para ellos porque no creo que quieran ayudarnos
de nuevo. Esta operación ha costado mucho dinero, se necesita mucha colaboración y no quiero
que sea en vano.
—Disculpa —murmuro mientras paso entre la gente—. Disculpa. Gracias. Disculpa, disculpa.
Llego hasta la parte delantera del escenario y tengo que darle la razón a Kian, parece que todo
el mundo quiere un pedazo del hombre que ha resucitado de entre los muertos. Me pone enferma
todo esto porque si no hubiera conocido a Stephen, yo misma me encontraría entre los
espectadores, con el teléfono con cámara en alto para tomar fotos del hombre que, según un
pequeño periódico, había sido asesinado.
Mientras miro a Kian, pienso en el momento en que fuimos al bar donde Stephen fue asesinado
para intentar encontrar a Katie. No me apetecía ver a la mujer que descubrió su cadáver, pero era
una vía que teníamos que intentar, aunque no sirvió para nada. El bar ya no existe, se dañó con un
incendio y nadie parecía conocer a una chica llamada Katie. Kian piensa que su desaparición es
parte de la forma de proceder de la mafia, pero yo no estoy muy segura. Prefiero pensar que se ha
ido a otro sitio para empezar una nueva vida.
Me centro en Kian y decido disfrutar sin más. Entonces, recuerdo el momento mágico en que vi
a Stephen tocar por primera y única vez en el crucero. Me sentí feliz, al ver cómo abría su corazón
a personas que eran demasiado mayores para apreciar su talento, y eso despertó algo en mí que
llevaba dormido mucho tiempo.
Stephen Jones me impactó de tal manera que me marché a Nueva Zelanda para estar cerca de
su memoria. Ahora estoy en deuda con él y debo seguir manteniéndola viva; además, de no ser por
él, todavía seguiría sintiéndome miserable por mi vida sin rumbo, en casa de mis padres.
«Espero que estés viendo esto, Stephen», le digo mirando al cielo. «Espero que veas cuánto te
quiere tu hermano, y que no te importe que nos hayamos enamorado. Ha sido inevitable y nos
amamos», añado.
En ese momento me invade un calor extraño y quiero pensar que es una señal, porque necesito
que sea así, que bendiga nuestra unión.
La multitud se vuelve loca mientras Kian la anima, algunas de las chicas incluso corean el
nombre de Stephen. A pesar de lo poco que lo conocí, sé que le habría encantado. Para Stephen,
esto habría sido un sueño hecho realidad y me entristece pensar que haya tenido que morir para
que ocurra. No sé si de permanecer vivo habría llegado hasta aquí. nunca lo sabremos.
Su sueño murió con él.
Me animo y comienzo a mover los brazos, las caderas, y bailo como los demás. Al menos así,
olvido el verdadero objetivo del concierto, aunque no pierdo detalle de lo que ocurre alrededor;
trato de localizar a alguien que parezca fuera de lugar, que parezca sospechoso, pero no veo a
nadie. Todo el mundo parece divertirse y eso es bueno y es malo.
Si va a pasar algo tiene que ocurrir ya, antes de que pierda la cabeza.
Capítulo 19
KIAN

«Hasta ahora, todo bien», pienso mientras la multitud se vuelve loca.


Todo parece ir según lo planeado, aunque no puedo olvidar que el plan no es dar un buen
espectáculo, es atraer al asesino de Stephen. O asesinos porque según la policía tuvieron que ser
varios. Por supuesto, es emocionante sentirse adorado. Hace mucho tiempo que tiré por la borda
mi sueño de ser famoso, pero siento que la chispa sigue ahí. Igual cuando todo esto termine, me
planteo intentarlo otra vez.
Un movimiento extraño atrae mi atención, lo que resulta bastante incómodo al tratarse de una
sala de conciertos llena de gente que grita como loca. Unos saltan, otros bailan, todos hacen algo
llamativo e intento no alarmarme y seguir tocando.
Busco a Tia entre el público y en cuanto la localizo, el efecto es instantáneo. Siento que me
tranquilizo y sé que es gracias al efecto que ella causa en mí. La miro amorosamente a los ojos y
recuerdo aquella noche en la cafetería de Serena, la misma noche que fue a verme actuar y nuestra
relación pasó a ser muy especial.
Sé que la amo. Estoy enamorado de ella y lo que siento por ella me ha golpeado tan fuerte que
apenas he podido pensar en ello. Amo a Tia y quiero que sea mía para siempre.
Sé que fue por una noche la chica de mi hermano gemelo, pero ahora solo quiero que sea mía.
En cuanto regresemos a Nueva Zelanda, necesito llevarla a conocer a mi familia, no quiero que
escondamos más nuestro amor, solo que estemos juntos y que todo el mundo lo sepa. Y que
Stephen lo apruebe.
Sé que él estaría orgulloso de ver su sueño hecho realidad.
Actúo para él, por nuestro vínculo, por nuestras peleas. Toco porque ignoré el único mensaje
de texto que me envió y que realmente significaba algo, por mi gemelo, y espero atrapar al
bastardo que lo asesinó.
También espero que no esté muy enfadado por lo mío con Tia. Si no la hubiera amado, me
habría mantenido alejado.
Una extraña electricidad chisporrotea alrededor y toco más fuerte, alzo mi voz en el estribillo
y el público se vuelve loco. Veo a Tia bailando y eso me anima, es una señal de que las cosas van
bien.
Nunca la había visto tan nerviosa. Apenas habló en el vuelo hasta Estados Unidos, ni tampoco
cuando vimos los restos del incendio donde mi hermano perdió la vida, y lleva todo día muy
apagada. Por eso es agradable que se libere de su apatía, y si es gracias a mí mucho mejor.
Me siento abrumado al pensar cómo será nuestra vida cuando regresemos a Nueva Zelanda.
Puedo vernos conociendo a amigos y familiares, viviendo juntos, casándonos, tal vez formando
una familia... Me hace tanta ilusión la idea que creo que voy a llorar de alegría. Puede que yo no
haya sido nunca el playboy que era Stephen, y tampoco tenía pensado enamorarme, aunque
supongo que eso era porque nunca había conocido a la chica adecuada. Ahora sí, ella está aquí y
estoy listo para darle todo lo que soy.
¡Bang!
El ruido es tan fuerte que no sé qué es. Retumba en mis tímpanos y busco a los lados para saber
qué es lo que está pasando. Todo ocurre como a cámara lenta. Es como si el tiempo se hubiera
detenido por completo.
La guitarra se estrella contra el suelo con un ruido sordo, y el sonido vuelve a golpear mis
oídos al regresar el movimiento de todo cuanto me rodea.
Casi caigo al suelo y un grito desgarrador me obliga a buscar entre la multitud.
No sé qué ocurre, todo el mundo sale corriendo en todas direcciones como si supieran algo que
yo no sé. No soy capaz de procesar lo que está sucediendo, nada tiene sentido.
Al estar en el escenario, me siento en la obligación de tranquilizarlos y trato de agarrar mi
guitarra. Me inclino hacia adelante y, enseguida, me doy cuenta de que es un error. Un dolor
lacerante me arde en el costado izquierdo y, al mirarme, veo una mancha roja que se extiende con
rapidez. Procuro taponar la herida para no desangrarme, pero no sirve de nada.
«Me han disparado», pienso, mientras me tambaleo de un lado a otro. Ahora que he visto la
herida, me duele más y empiezo a marearme. Creo que voy a vomitar pero estoy demasiado
impresionado incluso para hacerlo. ¿Dónde está la policía? ¿No se supone que tenían la situación
controlada?
Nunca hubiera imaginado que al venir a Estados Unidos, y subir al escenario, pudiera ser
tiroteado. Tal vez Tia si lo pensó, pero yo no.
No quiero morir, he venido aquí para hacer justicia. Solo buscaba cerrar el círculo, por eso
fingí ser Stephen. Mi hermano no merece ser un misterio sin resolver, un asesinato sin un culpable
entre rejas, era una persona demasiado buena para eso.
«Sálvame, Stephen», grita mi mente muy confusa por el dolor. «Nuestros padres no merecen
perder dos hijos, ni Tía no merece perder dos hombres».
Tengo problemas para enfocar la vista, apenas veo nada. Todo se está oscureciendo, debo de
estar perdiendo mucha sangre porque me siento muy débil. De repente, caigo hacia atrás y sé que
esto es el fin.
«Tia, lo siento mucho».
Tal vez, todo hubiera sido diferente si hubiera buscado un arma para enfrentarme a esos
asesinos, en lugar de concentrarme en montar un espectáculo tan increíble.
Toda mi vida se reduce a un montón de preguntas sin respuesta. Nunca pensé que moriría tan
joven. Y todo se vuelve negro.

—Kian. —Oigo una voz entre la multitud que trata de colarse en mi cerebro. Quiero contestar,
encontrarla, pero no sé cómo. Todo está demasiado negro—. Kian, soy yo, soy Tia.
Tia. Ese es un nombre que quiero oír. Trato de abrir los ojos pero no puedo. Es como si
estuvieran pegados con pegamento.
«Sigue hablándome, Tia».
—Kian, no sé si puedes oírme pero estoy aquí. Estoy sosteniendo tu mano. —No siento su
mano—. No sé si lo sabes, pero te han disparado. La policía tiene al tipo, aunque eso no me
preocupa ahora. Ya viene en camino una ambulancia. Aguanta hasta entonces.
Al menos la policía ha atrapado al hombre que me ha disparado.
Ella sigue hablando como si supiera que su voz es lo único que me mantiene anclado a la
realidad. Y la verdad es que es así, si no fuera por ella, me desmoronaría; de modo que me
concentro en sus palabras y trato de saborearlas como si fueran mi néctar.
—Hiciste un buen concierto, ya viste cómo estaba el público. Tu hermano estaría orgulloso de
ti. Creo que si quisieras, podrías tener mucho éxito. —Oigo un sollozo y eso me parte el alma.
Ojalá no estuviera ahí, llorando, odio que esté triste—. Solo... sigue vivo, ¿de acuerdo? Es todo lo
que puedo pedirte. Gracias a Dios, la ambulancia está aquí, Kian, ya han llegado los paramédicos
para ayudarte. Pronto estarás bien. Lo prometo.
Su voz se desvanece al mismo tiempo que la realidad en la que ella me mantiene. Sin Tia a mi
lado es difícil seguir adelante, pero tengo que hacerlo porque me necesita. Eso es lo único que me
importa.

Capítulo 20
TIA

Quiero acompañar a Kian en la ambulancia, sentarme junto a su cama y no moverme hasta que
sepa que está bien, pero la policía me necesita para hacer una declaración y no puedo negarme.
Además, los paramédicos me acaban de decir que Kian será intervenido quirúrgicamente en
cuanto llegue al hospital. De modo que es mejor que me mantenga ocupada en lugar de estar dando
paseos en la sala de espera.
Aparto las lágrimas de mi cara cuando la ambulancia se aleja y me llevo una mano al
estómago. Me duele desde que escuché el disparo en pleno concierto. Di un grito espeluznante que
todavía resuena en mi cabeza. Solo podía pensar que iba a perder a Kian y me sentí morir. Aún
siento que me muero si le pasa algo. Una bala perdida que nadie vio venir lo ha cambiado todo.
Me giro para ver la ambulancia en la distancia, como si así estuviera cerca de él. Sé que está
bien con los paramédicos, con la gente que le ha salvado la vida, y eso me deja más tranquila.
Rezo para que lo cuiden, mientras un nudo de emoción hace que rompa a llorar otra vez.
—Señorita —me llama un oficial de policía que llega a mi lado. Su voz suena firme, aunque
me mira como si quisiera disculparse—. Tiene que acompañarnos a comisaría. Hemos esperado a
que se marchara la ambulancia, pero no podemos posponerlo más.
—De acuerdo. —Me seco las mejillas con la mano y él me ofrece un pañuelo—. Gracias.
Lo sigo entre la gente hasta su coche y, aunque sé que han atrapado al hombre y que el plan ha
funcionado, me siento impotente. Ahora que comenzaba a tener control sobre mi vida, todo se ha
desmoronado.
Probablemente mi madre se enterará de lo ocurrido y moverá la cabeza con censura, como
hace siempre. Mi padre también sabrá lo que ha pasado, vendrán a buscarme y mi sueño terminará
para siempre. Me veré obligada a regresar a la vida de mierda de la que intenté escapar
desesperadamente.
Al sentarme en el coche de la policía, me siento como una criminal. Miro por la ventana para
ver pasar la ciudad, pero no me fijo en nada. Sigo perdida en mis pensamientos que siempre giran
en torno a Kian, en su herida, en su intervención quirúrgica, en la sangre que ha perdido.
—Lamento no tener más información que darle —comenta el oficial como si pensara que
necesito una explicación en este momento. ¿No puede ver la confusión interior que estoy
sufriendo?—. Cuando lleguemos a comisaría, podrán responder a cualquier pregunta que tenga.
—Gracias —susurro como si estuviera prestando atención a lo que dice.
Sigo mirando por la ventana y, aunque continúa hablándome, no sé qué dice. Puede que me esté
comportando como una grosera, pero no me importa. Si alguna situación pide a gritos que se
ignoren las buenas maneras es esta. Mi novio ha recibido un disparo en el escenario mientras
imitaba a su hermano gemelo que ya está muerto. Si no es la historia más ridícula que he oído en
mi vida, no sé lo que es. Es una locura, sí, pero es mi vida.
Qué puto desastre.
Comienzo a llorar de nuevo y no me molesto en limpiarme las lágrimas. Necesito serenarme
para cuando llegue a comisaría, dejar de lamentarme, recuperar la entereza que había reunido
cuando decidí cambiar mi vida. Es hora de que sea más fuerte de lo que he sido nunca.

El vaso de cartón con café me calienta las manos mientras observo alrededor. A pesar de mi
historia familiar, nunca he estado dentro de una comisaría y me produce curiosidad. Las paredes
blancas, el escritorio de caoba, la ventana grande que obviamente es un espejo de dos
direcciones... Todo está preparado para amedrentar y realmente me siento bastante intimidada.
Debería haber ido al hospital con Kian, cada vez estoy más convencida de que tenía que
haberme negado a venir aquí. Quién sabe qué le estará pasando ahora.
Arrastro mi silla para marcharme en el mismo instante en que se abre la puerta. Entra un oficial
malcarado, me saluda con un gesto y, ante su presencia amenazante, prefiero guardar silencio.
—Quiero hablar con usted —dice en tono grave mientras se sienta enfrente, al otro lado de la
mesa. Apoya los codos y se retuerce las manos, lo que me inquieta mucho más. Frunce el ceño y
no puedo evitar moverme en mi silla—. Sé que ya ha hecho su declaración y que desea marcharse,
pero antes voy a ponerla al día de lo que hemos descubierto. Quiero que sepa que estamos ante
una situación inusual, sin precedentes.
—Bi... bien —tartamudeo—. Dígame.
Tengo el corazón en la boca, lo siento latiendo debajo de la lengua. La sangre se me ha helado
y soy un manojo de nervios. No sé qué va a explicarme el hombre pero me da la sensación de que
no va a ser bueno.
Por supuesto que no, es sobre el hombre que disparó a Kian, el hombre que mató a Stephen.
—Tenemos el nombre del tirador, y supongo que te interesa saberlo—. Me tutea y yo asiento,
lentamente—. Reconozco que vosotros teníais razón al pensar que la muerte de Stephen estaba
relacionada con algo más grande. Kian y tú estabais en lo cierto. Hay una organización criminal
involucrada y gracias a la información que nos habéis dado, podemos cerrarla.
—De acuerdo. —Apenas puedo hablar. ¿Esto está pasando de verdad? ¿Kian y yo hemos
descubierto una organización criminal? ¿Cómo diablos se supone que debo sentirme al respecto?
¿Bien? ¿Nerviosa? ¿Feliz? No lo sé, estoy tan impresionada que creo que no reaccionaré nunca—.
Continúe.
—El nombre del tirador es Adrian Walker.
Sus palabras producen en mi cerebro el efecto de un tsunami. Abro la boca para hablar pero no
formulo ninguna palabra. Soy incapaz de decir nada y el miedo me atenaza la garganta.
Adrian Walker le disparó a Kian y es probable que también matara a Stephen. El socio de mi
padre, el hombre con el que le oí hablar de asesinato.
¿Acaso conspiraban en ese momento para matarlo? ¿Fue eso lo que escuché? Ocurrió después
del crucero, cuando acababa de llegar a casa y estaban hablando de alguien que había visto algo.
Un testigo que tenía que ser eliminado. Quiero gritar, quiero llorar, quiero retroceder en el tiempo
para poder cambiar el pasado.
Si hubiera hecho algo en ese momento, Stephen podría estar vivo. Tal vez murió por mi culpa.
—Por tu reacción me atrevo a decir que conoces a ese hombre.
—Lo conozco —digo con aspereza. No tiene sentido negarlo—. Trabaja con mi padre.
—Sí, lo sé —asevera, lentamente—. Así que supongo que no es una sorpresa si te digo que tu
padre, Billy Daniels, es el hombre que está a cargo de la operación que tenemos que desmantelar.
¿Tienes algo que decirme sobre este tema?
—Sí. Quiero decir, no. —Sacudo la cabeza confundida—. No sé nada al respecto, aunque
siempre sospeché que había algo raro, pero no tenía la seguridad.
Podría mencionar la conversación que escuché entre mi padre y Adrian, pero eso no me va a
devolver a Stephen. No necesitan esa declaración como evidencia; además, si hablo me implicaré
y no me conviene.
—Adrian Walker ha confesado todo y nos ha dado pruebas, así que en este momento tu padre
está siendo arrestado—. Asiento con la cabeza, dando a entender que sé que es lo correcto—. No
necesitamos nada más de ti. Solo quería que lo supieras.
—¿Eso significa que puedo irme ya? —Me pongo de pie con rapidez—. Necesito ir al
hospital, saber cómo está Kian.
—Claro, puedes marcharte. —Él también se pone en pie—. Pero solo si crees que estás bien
para irte. Si necesitas hablar de esto con alguien…
—No, no hay nadie —interrumpo sus palabras.
Necesito salir de aquí, es lo único que me importa ahora.
Quiero estar con Kian... y tal vez también tenga que hablar con mi madre. Puede que yo asuma
lo ocurrido, pero ella no lo hará. Se morirá al saber que papá irá a la cárcel.
Tengo que explicarle que yo quise averiguar quién mató a Stephen pero que no sabía que mi
padre estaba involucrado. Tiene que escucharlo de mí. Será la conversación telefónica más difícil
de toda mi vida, pero tengo que hacerlo.
—Bueno… supongo…
No espero a que el hombre termine su frase y me voy hacia la puerta.
No quiero que nadie hable conmigo ahora que estoy tan cerca de salir de aquí. Mi objetivo es
Kian, es lo único en lo que pienso, en verlo.
En cuanto el aire fresco me roza las mejillas, alzo el brazo para llamar a un taxi que circula
por la calle y saco el móvil del bolsillo.
No quiero hablar por teléfono con mi madre sobre este asunto, lo mejor es hacerlo cara a cara
pero no tengo tiempo. El día que me dijo que no le importaba a lo que se dedicaba mi padre para
traer dinero a casa, perdió el derecho a ser mi prioridad. Ahora y siempre, Kian es mi prioridad.
Una vez sentada en el taxi, tecleo el nombre de mi madre y sé que ya no hay marcha atrás.
Capítulo 21
KIAN

Pienso en Tia constantemente. Me dijo que venía una ambulancia, que cuidarían de mí, y ya no
recuerdo más. No sé qué ha pasado desde entonces. Necesito abrir los ojos, no debería ser tan
difícil, pero por alguna razón no puedo. Todo sigue negro y mis párpados no responden. Ni mi
cuerpo tampoco. Sé que puedo hacerlo, pero mis músculos no responden.
Un grito ahogado en alguna parte me hace dar un respingo involuntario. Después una voz que
cada vez se hace más clara hasta que la identifico: Tia.
—Dios mío, ¿has visto? Kian se ha movido. —La voz parece que está muy cerca, casi
susurrándome en el oído—. Kian, ¿estás ahí? Kian, soy yo, Tia. Estoy aquí, siempre he estado
aquí.
Siento la calidez familiar de su mano tomando la mía, lo que me demuestra que no se trata de
un sueño. Tia está aquí y eso es todo lo que importa. Quiero ver su precioso rostro e intento abrir
los ojos de nuevo. Sus ojos, sus mejillas, su dulce y bonita sonrisa.
—¿Cree que debemos llamar a una enfermera? —Suena aterrorizada—. ¿Hay un botón o algo
así? ¿Cómo avisamos que vengan?
—Tia, cariño, cálmate. — La voz que sigue a la de Tía me hiela la sangre y el corazón se me
para. No es una voz cualquiera, es la de mi madre. ¿Estoy soñando? No tiene sentido que ella esté
aquí, con Tia, sin ni siquiera se conocen.
Escucho el chirriar de una puerta y al cerrarse de golpe, consigo abrir un poco los ojos. Una
luz blanca y brillante me ciega por unos segundos y tengo que cerrarlos. No puedo soportarlo.
¿Cuánto tiempo llevo con los ojos cerrados para que me ocurra esto?
—¿Kian? —El tono suave de Tia me calma y sosiega mis nervios—. Soy yo, Tia. —Suspira y
continúa—: No sé si acabas de abrir los ojos, pero espero que sí. Realmente quiero ver esos ojos
tuyos de nuevo. Chico, me he perdido esas manchas grises contra el verde. Ya sabes que me
encantan.
Estoy aturdido. Si pudiera hablar ahora mismo, me callaría. Tia ha notado las manchas grises
en mis ojos, ¡nadie se da cuenta de eso! Todos piensan que soy totalmente idéntico a Stephen y no
notan las pequeñas diferencias. El hecho de que Tia lo haga, hace que mi corazón se abra de par
en par y la ame.
Al final consigo levantar los parpados y mantener los ojos unos segundos abiertos. Es
doloroso, pero duele como el demonio y se me saltan las lágrimas, pero necesito verla y que ella
me vea. Enseguida el blanco brillante da paso a otros colores, aunque no hay mucha variación y
me doy cuenta de que estoy en un hospital. Recuerdo el sonido de una ambulancia, sí, eso tiene
sentido.
—¡Dios mío, estás despierto! —Tia jadea, agradecida. Casi puedo sentir el llanto en su voz—.
Oh, gracias a Dios. Estás bien. Estás bien. Estás bien. Es lo único que quiero.
Observo su bonita y angelical cara, me fijo en que tiene los ojos rojos, y sé que ha estado
llorando durante mucho tiempo, pero para mí es la cara más preciosa del mundo.
«Te amo. Te quiero, Tia». Mis palabras solo se escuchan en mi mente.
—¿Necesitas algo? —Se abraza a mi cuello mientras me hace la pregunta—. ¿Puedo traerte
algo? Dios mío, no sé qué hacer. Estoy tan feliz ahora mismo.
No puedo hablar, no sé cómo responderle, pero no importa. Tenerla aquí es lo mejor del mundo
para mí en este momento.

Cuando despierto por segunda vez todo está más claro. La niebla que rodea mi mente se ha
difuminado un poco y puedo procesar todo más fácilmente. Me dispararon, estoy en un hospital y
todavía siento la mano de Tia sujetando la mía. No sé cuánto tiempo lleva aquí, pero me alegro de
que no se haya separado ni un minuto. Ella ha sido mi roca, y eso me hace quererla aún más.
—¡Dios mío, Kian! —Esta vez, es mi madre la que habla. Ni siquiera le dije que me iba de
Nueva Zelanda, así que no sé cómo se las ha arreglado para terminar en Estados Unidos, conmigo
—. Tu padre y yo vinimos en cuanto nos enteramos. —Sé que está emocionada, percibo el llanto
en su voz—. No sabíamos que habías venido a estados Unidos en una estúpida misión. ¡Chico
tonto! —Me regaña como cuando era un adolescente y eso me hace reír—. Estoy tan contenta de
que estés bien. Dios, me alegro, no podía perderte a ti también.
Trato de girar la cabeza para mirar a mis padres y los encuentro junto a Tia. Los tres están en
la habitación, mirándome fijamente, y eso me parece maravilloso. Soy el hijo de puta más
afortunado del mundo. No sé cómo ha sucedido, pero me alegro de que haya pasado. Tenía
pensado introducir a Tia en mi familia lentamente, con cuidado, aunque ya no será necesario, ya
que ahora los tres parecen encantados de conocerse.
Mi madre comienza a organizarlo todo, lo que no me sorprende. Siempre ha sido así, supongo
que ha sido al tener que criar a dos chicos al mismo tiempo.
—No estoy orgullosa del riesgo que has corrido, pero ahora no es momento de tener esa
conversación contigo. Quiero hablar de esta maravillosa chica. —No puedo decir nada, mientras
abraza a Tia. Es lo mejor que puedo ver en el mundo—. Ella es increíble y no puedo creer que me
la hayas ocultado. Sé por qué lo hiciste, créeme, he oído toda la historia, y no puedo esperar a que
los dos estéis de regreso en casa para conocerla mucho mejor. Sois el uno para el otro, porque Tia
es la mujer perfecta para ti.
Mira a Tía y ambas sonríen.
Quiero decir algunas palabras pero no puedo. Explicarle que soy mejor de lo que era antes,
pero que no soy perfecto; pero ella sí lo es para mí. Todavía queda mucho andar, pero estoy aquí
con mi familia, eso es lo único que me importa.
—Ahora, Kian, estoy seguro de que Tia tiene mucho que decirte. — Mi madre se levanta y se
aleja de la cama. Veo que mira a mi padre, él se levanta de su asiento y la sigue. Siempre ha sido
así en su vida, probablemente es por lo que han tenido una convivencia sencilla—. Nos vamos y
podréis hablar. O lo que sea. Nos vemos en un rato —se despide agitando la mano.
Al quedarnos a solas, todavía estoy un poco mareado, y me parece imposible que estén aquí.
Debo haberme perdido muchas cosas y quiero conocerlas.
—Tengo mucho que contarte —me dice Tia en voz baja—. Pero primero, ¿cómo estás? ¿Estás
bien? —Asiento con la cabeza todo lo que puedo, la veo respirar profundamente y espero a que
continúe—. Me alegro. He estado muy preocupada por ti, ha sido una semana de infierno.
¿Una semana? No puedo creer que haya estado inconsciente tanto tiempo. Parece una locura, he
perdido toda una maldita semana de mi vida. Aunque podría haber sido peor y, viendo el lado
bueno, estoy vivo.
—Supongo que quieres saber qué pasó en el concierto —continúa. Se inclina hacia adelante y
advierto que lleva un gran peso sobre los hombros—. Atraparon al hombre que te disparó, el
mismo que mató a Stephen. —Jadea, como si estuviera luchando para tomar aire, y eso me
preocupa. Espero que este asunto esté terminado, no quiero que haya más—. Su nombre es Adrian
Walker.... y es el socio de mi padre.
¿Qué? ¿Su padre? Sé que no ha contado mucho de su familia, pero esto parece una locura. De
todas formas, intento comprender qué hay detrás de sus palabras, porque esto parece una locura.
—Lo que ha ocurrido no tiene nada que ver conmigo. Mi padre no sabía que había una
conexión entre Stephen y yo. O tú y yo. Por lo que me dijo la policía, tu hermano vio un asesinato
en el crucero justo después de estar conmigo, como sospechábamos, y bueno… al ser un testigo
querían eliminarlo.
La tristeza se trasluce en sus ojos y a mí también me afecta mucho su explicación. Queríamos
respuestas y ya las tenemos, saber lo que había detrás de la muerte de Stephen es parte del
proceso de curación, pero ahora me doy cuenta de que no es todo. El dolor sigue ahí, y también la
culpa. Supongo que eso pasará con el tiempo, aunque él ya puede descansar en paz.
—He estado con mi madre —continúa Tia—. No ha sido fácil, nuestra relación sigue rota,
pero nos necesitamos mutuamente en este momento. Ella está luchando sin mi padre, pero
comprende que tiene que pagar su deuda con la justicia e ir a la cárcel. ¿Sabes? Resulta que es el
cerebro de una organización criminal, y esto no podía continuar.
Quiero decirle que la amo, quiero decirle tantas cosas… pero mis cuerdas vocales no
funcionan, me he quedado mudo por el tiroteo. Con ese pensamiento trato de sentir la herida de
bala, pero no puedo. Deben de haberme dado unos analgésicos bastante fuertes, suficiente para
mantenerme mareado, aunque me haya despertado. No quiero que se me cierren los ojos, necesito
estar despierto para escuchar a Tía, pero la niebla ha vuelto a mi cerebro y tengo que luchar para
mantener los ojos abiertos. Sin poder remediarlo, me entrego de nuevo a la oscuridad, una vez
más…

Capítulo 22
TIA

—¿Está todo bien? —Me pregunta mi madre al entrar en la cocina—. Pareces muy cansada,
Tia.
Es raro volver a estar en casa de mis padres, pero ella nos abrió las puertas, mientras Kian
terminaba de curarse.
Estoy apoyada en la encimera esperando a que hierva la cafetera y la tranquilizo con una
sonrisa. Es cierto que estoy destrozada, pero es porque no puedo dormir. Tengo miedo de
descansar porque aunque el médico ya le dio el alta a Kian, temo que este desaparezca. No puedo
evitarlo.
—Estoy bien, mamá. Solo estoy un poco cansada porque vigilo a Kian. Necesito que esté bien.
Es un tema de conversación incómodo que mamá y yo tratamos de evitar. Es difícil porque ella
todavía está molesta por lo de mi padre y piensa que yo no lo estoy. Estoy molesta, claro, pero no
por él. Nunca me he sentido cerca de mi padre, no lo ha sido realmente para mí. Fuimos extraños
viviendo bajo el mismo techo, me di cuenta al irme a la universidad. Y es normal que ella lo eche
de menos, era su marido y el hombre que estuvo a su lado desde que se casaron. Comprendo su
punto de vista, pero él tiene que pagar por lo que ha hecho.
Solo estoy triste por Stephen. No necesitaba morir. Sus maravillosos padres y los de Kian,
Mary y Bob, no necesitaban perder un hijo. Hay tantas razones por las que todo esto no debería
haber pasado... Menos mal que el asesino está en la cárcel. Ambos van a estar encerrados mucho
tiempo.
—Tienes que descansar —me aconseja ella, mientras prepara las bebidas—. Entiendo que te
preocupes por Kian, y que te sientes culpable de lo que le pasó, pero él no querría que
enfermaras.
—No, no, ya lo sé. —Sofoco un bostezo, deseando poder ser un poco más fuerte. Entorno los
ojos, algo no va bien, casi puedo ver los pensamientos que circulan por el cerebro de mi madre.
Nunca le ha gustado la sutileza—. ¿Qué pasa, mamá? Tengo la sensación de que quieres decirme
algo.
De repente, sus ojos se llenan de lágrimas, creo que es la primera muestra de emoción que veo
en ella.
—Supongo que solo quiero saber cuáles son tus planes, una vez que Kian esté mejor. Sé que
has estado en Nueva Zelanda por un tiempo, pero siempre tendrás un lugar aquí para vivir. Los
dos.
Pienso en Mary y Bob en Nueva Zelanda; en Ashley y en todos mis otros amigos; en mi trabajo
y en mi jefe, que ha sido muy comprensivo reservándome mi puesto para cuando regrese… pero
ahora no quiero tomar una decisión, cuando mi madre está tan emocionada.
—No lo sé, mamá —digo con un suspiro, quitándole las tazas—. No quiero pensar en eso
ahora, es mejor ir paso a paso.
Veo que va a decir algo, pero parece que lo piensa mejor en el último minuto y asiente en
silencio. Sé que todavía me necesita y quiero estar ahí para ella; aunque ella nunca ha estado para
mí. Me abandonó cuando más falta me hacía. Le conté la conversación que escuche entre mi padre
y su socio y, simplemente, me insinuó que no le importaba. Por eso Stephen fue asesinado. No
quiero ser como ella, pero ha llegado el momento de pensar en mí.
—Bien, voy a ir a ver a Kian —le digo con una pequeña sonrisa—. Hoy tenía mucho dolor y se
ha quedado en la cama. Iré a ver si está bien.
—Sí. Por supuesto. —Se sienta a la mesa y me mira suplicante—. Eres una buena chica. Kian
tiene mucha suerte de tenerte. Espero que lo sepa.
Sonrío y me dirijo hacia el dormitorio pensando que sí, que Kian reconoce lo que he hecho,
pero también es agradable oírlo de alguien más.
Cada momento que paso con él, siento que estoy más enamorada, aunque no he tenido el valor
de decírselo. Kian está pasando por mucho, no quiero presionarlo si no siente lo mismo por mí. Es
mejor esperar.
Abro la puerta con el pie y veo el adorable rostro de Kian delante de mí. Está un poco pálido,
sonríe y eso hace que mi corazón lata más deprisa.
—¿Cómo estás, cariño? —murmuro al entrar.
—Estoy bien, pero necesito un café —refunfuña, mientras se incorpora en la cama.
Le entrego la taza y él toma un trago enorme, mientras echa la cabeza hacia atrás y gime de
puro placer. La cafeína parece ser lo único que lo mantiene en marcha, me encanta poder ayudarlo
con su dolor, aunque sea de una manera tan simple.
—He estado pensando en todo lo que ha sucedido —continúa hablando con gesto pensativo—.
Y es una locura, ¿verdad? Parece una novela, una película o algo así—. Asiento lentamente, sin
hacer mucho caso a lo que dice—. Y creo que debería plasmarse por escrito. ¿No solías escribir?
Me refiero a historias, no solo a artículos del periódico.
Vale, eso ha llamado mi atención. Lo miro y trato de entender lo que quiere decirme de forma
indirecta. Sabe que me gusta escribir ficción, y que empecé a hacerlo, pero nunca le conté los
detalles. Stephen fue mi inspiración aunque duró poco, y las cosas que escribí son demasiado
vergonzosas para compartirlas.
—Lo que intento decirte es que deberías escribir la historia de lo que nos ha pasado. ¿No
crees?
Sus palabras hacen que mi mente vuele y comience a trabajar. Lo que hemos vivido ha sido
como el argumento de una novela, o algo así. Si escribiera nuestra historia, sería la forma perfecta
de mantener viva la memoria de Stephen. Eso sería maravilloso, es lo que todos deseamos, que
Stephen nunca muera en nosotros.
—Yo... no lo sé. Sí, creo que tal vez podría. —La trama comienza a formarse, todos los
detalles que no he olvidado vuelven a ocupar el primer plano de mi cerebro. Tengo tanto sobre lo
que escribir, que podría ser una novela increíble.
Me toma de la mano y me mira a los ojos con amor.
—Lo harás muy bien. Creo que deberías volver a escribir, es algo que te encanta, te apasiona,
y nuestra historia merece una oportunidad. Quiero que seas feliz, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé —respondo con firmeza—. Significa mucho para mí y eso me hace querer más, pero…
—Me muerdo el labio inferior, preguntándome si ahora es el momento adecuado. Estoy tan llena
de amor en este momento que no puedo controlarlo más, tiene que salir—. Tú eres el que me hace
feliz. Te quiero, Kian, te quiero muchísimo.
Se queda callado durante un buen rato, y me pregunto si he cometido un error. He sido muy
directa después de tanto tiempo cuidando mis palabras, pero no he podido evitar que mis
sentimientos hablen por mí.
—Oh Dios, Tia. —Su voz suena rota y contengo la respiración—. No tienes idea de cuánto
tiempo he querido escuchar eso. —Al comprender que él siente lo mismo que yo, suelto el aire
aliviada y mi pulso vuelve a la normalidad. Bueno, casi normal, porque este momento cambia todo
en mi vida—. Yo también te amo. Te he amado durante mucho tiempo. Eres.... lo eres todo para
mí.
Lo beso en los labios, aunque no todo lo efusiva que quiero porque sigue estando muy débil,
pero lo suficientemente apasionada para consolidar la unión que compartimos. Ahora estoy segura
de que nuestro amor será eterno, a pesar de que nos conocimos un poco a lo loco, pero no importa,
ahora solo somos nosotros.
—Será mejor que duerma un rato más —gruñe Kian, recostándose y fingiendo un bostezo—. Y
tú podrías empezar a escribir. Sé que estás deseándolo, puedo ver las ideas revoloteando detrás
de tus ojos. Tu cerebro está muy ocupado.
Sonrío porque lleva razón. Me escuecen las puntas de los dedos y las ideas luchan por salir. Es
un fuerte impulso que no había sentido hasta hoy.
—Es cierto —le digo, mientras me inclino hacia adelante para darle un beso en la frente. —
Duerme un poco, cariño, y te veré cuando despiertes. Te quiero.
No creo que me canse nunca de decir esas palabras.
—Yo también te amo. Buenas noches, Tia.
Parece que tampoco me cansaré de oírlas. Me hacen sentir tan especial que me duele.
Lo dejo para que descanse y voy a mi escritorio. Cuando me mudé a Nueva Zelanda, a toda
prisa, dejé todos mis cuadernos y equipo de escritura, lo que significa que todavía están aquí. Lo
único bueno que hicieron mis padres fue dejar mi habitación exactamente como la dejé.
Me siento con un cuaderno rosa y un bolígrafo negro y comienzo a garabatear, ni siquiera
pienso en la calidad de lo que escribo en el papel; de momento, solo tengo que dar a conocer la
historia. Cuando ya esté sobre el papel, cambiaré los nombres y los lugares para proteger las
identidades reales si no quieren que les identifiquen. Puede parecer una obra de ficción, pero por
ahora, todo será lo que era:
«Se suponía que el crucero iba a cambiarlo todo. Esperaba encontrar algo a bordo de esa nave,
algo que me llevara en una nueva dirección y cambiara el curso de mi actual y aburrida existencia.
Mientras miraba el gran barco, tuve la sensación de que nada volvería a ser lo mismo».
Cambió todo, pero no de la manera que esperaba.

Capítulo 23
KIAN

No sé qué opinar de la madre de Tia, si soy sincero.


Ella siempre ha sido amable conmigo, pero sé por Tia que no siempre ha sido así. Tenemos una
relación inestable, un poco incómoda, pero por ahora está bien. Me ha dejado quedarme en su
casa mientras me recupero y soy educado con ella, pero no puedo perdonarle que conociera los
negocios de su marido y no hiciera nada al respecto. Stephen murió por eso.
Con suerte me marcharé pronto para reiniciar mi vida. Me muero por abandonar estas cuatro
paredes y volver a ser yo.
—¿Qué haces? —pregunto a Tia mientras le froto los hombros. Se nota que está tensa y le
vendría bien un masaje—. Llevas horas escribiendo.
Ella me mira un poco confundida y veo sus ojos llorosos.
—Oh, lo siento, ¿te tengo abandonado? —Sonríe y parpadea con rapidez—. Perdóname, estoy
cautivada por el argumento de la historia y he perdido la noción del tiempo.
—Eso es bueno. —Me siento orgulloso de que Tia, por fin, haga realidad su sueño—. Cuando
termines, editores y agentes tratarán de quitártela de las manos.
La veo feliz escribiendo y, aunque solo he podido leer algunos fragmentos, reconozco que es
fantástica. Tiene verdadero talento y sé que cuando el libro esté editado, los personajes figurarán
con nombres ficticios para proteger sus identidades. Esta publicación será la mejor manera de
recordar para siempre a Stephen.
—Oh, no tengo ni idea, no sé nada de eso. —Se sonroja tímidamente—. Pero me lo estoy
pasando muy bien escribiendo. Había olvidado lo mucho que me apasiona escribir ficción. Me
gusta mi trabajo en el periódico, pero esto es más personal.
—¿Me dejas leer un poco? —Me acerco y le quito un trozo de papel, pero ella me lo quita y
niega con la cabeza—. ¿Qué? ¿Por qué no?
—No quiero que lo leas hasta que esté terminado. Intentar complacerte y saber tu opinión al
mismo tiempo no me ayuda mucho, más bien me desanima.
No me ofendo. Sé lo que es tratar de hacer algo creativo cuando tienes a alguien pendiente en
todo momento. Yo soy el primero que no permite que nadie escuche mis canciones hasta que estén
completamente terminadas.
Levanto las manos en un gesto de rendición y procuro que sepa que no estoy enfadado.
—Está bien, pero estaré por aquí cerca, esperándote.
Me mira y se da golpecitos en la barbilla como si estuviera pensando. Creo que me va a
traspasar con su intensa mirada clavada en la mía, porque a veces parece que ve en mi interior,
incluso las cosas que quiero mantener ocultas. Normalmente me gusta que me conozca tan bien, me
hace sentir especial, pero ahora me muevo incómodo. Casi como si tuviera que ocultar algo,
aunque no sé lo que es.
—Te aburres, ¿verdad? —Ah, eso es todo. No quiero que sepa que estoy impaciente por seguir
adelante cuando ella se encuentra en un momento creativo tan bueno—. Quieres irte de aquí. —Es
una afirmación, más que una pregunta y yo no digo nada, pero supongo que al morderme mi labio
inferior le digo todo lo que necesita saber. Mueve la cabeza y me mira con curiosidad—.
Deberíamos decidir qué hacer. ¿Qué piensas?
Me dispongo a decirle algo, pero no tengo muy claro qué responder, y… ¡salvado por la
campana! O mejor dicho, por el timbre del teléfono.
—Oh, será mejor que conteste. —Me apresuro a salir de la habitación.
Una vez fuera, me apoyo en la puerta y cierro los ojos con alivio. Si soy sincero, hay otras
cosas que también he ocultado a Tia y son las ofertas de trabajo musicales en Estados Unidos y
Nueva Zelanda. A juzgar por el número que parpadea en la pantalla de mi teléfono, me llaman
para tratar esos asuntos precisamente.
Contesto en voz baja para que nadie pueda escucharme, excepto mi interlocutor.
—Hola, Kian —escucho una voz dulce y risueña—. Soy Bonnie, de la oficina del Señor
Beaumont. Quería preguntarle si ha tenido tiempo para pensar en nuestra oferta.
¡Dios!, la oferta que me han hecho es muy buena. Antes de realizar el concierto, ni siquiera
sabía que deseaba llegar al estrellato y es lo que podría ocurrir si acepto las condiciones que me
ofrecen.
Puedo cerrar los ojos mientras hablo con Bonnie y verme convertido en famoso, ganando
mucho dinero mientras actúo. Tia y yo llevaríamos una vida fácil, y probablemente sería muy
divertido. Sí, puede ser un poco raro que se trate de una oferta que proviene del controvertido
concierto en el que me dispararon, al fingir que era mi hermano, por eso hago lo posible para no
pensar demasiado en ello.
—Lo he hecho —le digo con tristeza—. Pero aún no he decidido nada.
—¿Tiene más ofertas? —Malinterpreta mis dudas—. Porque podemos ofrecerle más. El señor
Beaumont está dispuesto a pagarle lo que quiera.
Sus palabras me hacen dudar más todavía. Sé que podría tener un gran éxito en Estados Unidos
si firmara el contrato, pero la razón principal por la que me quieren ahora es porque mi hermano
fue asesinado y me dispararon. Soy famoso por esa noticia. Probablemente me he vuelto viral en
internet, ya que mi historia se encuentra en todas partes. Me utilizan como si fuera una mercancía y
no sé si eso es lo que quiero para mi futuro. La vida es demasiado corta para ser infeliz.
Además, no es solo a mí a quien afecta mi decisión.
Miro hacia la habitación de Tía y reflexiono sobre lo que ella quiere. Por mi parte, lo único
que deseo es estar en el mismo país que ella. No puedo vivir sin ella. Nuestras vidas se cruzaron y
solo quiero pasar el resto de mi vida haciéndola feliz.
—Lo siento, Bonnie —dije sonriendo—. Necesito más tiempo. Sé que eso probablemente no
encaje, pero... —Me aparto el teléfono de la oreja y cuelgo antes de terminar la frase. Quiero
seguir haciendo música, pero no quiero vender mi alma.
Miro la pantalla de mi teléfono y busco los mensajes de texto que he estado compartiendo con
un productor de música en Wellington. No es un gran contrato en Nueva Zelanda, no me hará ganar
tanto dinero, pero seré más feliz y más libre.
En realidad, yo nunca he querido ser muy famoso. Mis planes siempre han sido modestos, y
ahora tengo que pensar también en Kia. Ella es la mujer que amo, tiene una vida aquí y otra nueva
que ha comenzado en Nueva Zelanda.
«Mi futuro depende de ella», pienso con un suspiro.
Regreso al dormitorio y la veo enfrascada en su escritura. Camino en silencio, no quiero
interrumpirla, y me siento en la cama esperando a que haga una pausa. Tal y como está de
inspirada, no sería buena idea comenzar a hablarle o me convertiré en el blanco de su ira.
Apoyo los codos en las rodillas y sostengo mi cabeza con las manos mientras la miro. Ya me
encuentro más ágil, la herida ha curado muy rápido y aunque puedo moverme sin tanto dolor,
siempre tendré una gran cicatriz que me recordará aquella noche... Bueno, no creo que pueda
olvidarla fácilmente.
—Perfecto. —Tia gira en su silla para mirarme. Puedo ver una luz en su mirada que me hace
feliz. Se ve tan preciosa cuando brilla esa chispa dentro de ella. Eso me recuerda el motivo por el
que me enamoré, nada más verla. Es valiente, divertida, apasionada, ambiciosa, encantadora... Me
gusta todo de ella—. ¿Quién te ha llamado por teléfono?
Esa pregunta me da pie a contarle todo. Es ahora o nunca. No he querido ocultárselo, solo
evitar que sufra presión mientras escribe, pero sé cómo es Tia. Ella se comporta como un perro
con un hueso cuando sospecha algo, por eso es hora de soltarlo todo y ser sincero con ella.
—Era un sello discográfico. —Noto que me sonrojo levemente al confesarlo—. Uno muy
importante de Estados Unidos y me han dicho que están interesados en firmar conmigo algunos
álbumes y giras.
Lo primero que hace es abrir los ojos de par en par. La sorpresa y la felicidad se reflejan en su
rostro y sé que está feliz porque mis sueños se hagan realidad. Entonces, parece comprender las
implicaciones de lo que significa, y se da cuenta de que no es una decisión sencilla—. Oh, ya veo
—susurra—. ¿Y qué piensas hacer?
—He tenido otras ofertas —admito, para tranquilizarla—. Y algunas no son de América. Las
que mejor pagan están aquí, desde luego, pero también me han ofrecido oportunidades en Nueva
Zelanda. Creo que es hora de decidir lo que vamos a hacer.
Ella empuja su silla hacia atrás, se pone de pie y comienza a dar pequeños paseos por la
habitación, lo que indica que está bastante preocupada por lo que acabo de comunicarle.
—¿Y qué quieres hacer? Quiero decir, supongo que podría escribir en cualquier parte si
quieres que te acompañe.
—Por supuesto que te quiero conmigo —asevero con una risita—. Quiero hacer lo que tú
quieras.
Ella se gira y su mirada implorante hace que mi corazón se derrita.
—¿Qué crees que es lo mejor para ti? ¿Cuál es tu mejor opción?
—Seré sincero. —Tomo sus manos entre las mías—. Creo que seré más rico en Estados
Unidos, pero más feliz en Nueva Zelanda. ¿Dónde crees que podrías encontrar la mayor felicidad?
Tia se echa en mis brazos y la aprieto contra el pecho con fuerza. Debemos tomar una gran
decisión, sin precipitarnos.
—Quiero estar en Nueva Zelanda —admite, sin separase—. Solo tengo malos recuerdos de mi
vida en América. Estaba sola, sin ilusiones ni proyectos, y aunque mi padre esté en prisión sigue
en todas partes en esta casa. Además, Stephen murió aquí y en este lugar te dispararon. Prefiero
regresar a Wellington, con mis amigos y mi trabajo... y con tus padres. No merecen perder otro
hijo.
Me separo un poco y la miro preocupado.
—¿Pero qué hay de tu madre? ¿No te necesita?
Tia aprieta los labios, puedo ver la ira relampagueando en sus ojos. Tal vez no debí decir eso.
—Quiero a mi madre, pero sé que estará bien sin mí. Durante estos días hemos estado juntas,
pero es adulta y tiene que vivir con las decisiones que ha tomado. Además, no está sola, tiene
amigos. Y creo que lo mejor para mí es estar en Nueva Zelanda.
La estrecho de nuevo entre mis brazos y le doy un beso en el pelo.
—Si eso es lo que quieres, entonces eso es lo que yo también quiero. —Me siento feliz y
aliviado. Yo también deseaba regresar a Nueva Zelanda, pero necesitaba que Tia estuviera de
acuerdo conmigo antes de decidirme—. Vamos a ser muy felices tú y yo, lo sé.

Capítulo 24
TIA

Al saber que pronto nos iremos de Estados Unidos me siento liberada. Me pongo de puntillas y
lo beso en los labios, no puedo ser más feliz, porque él me quiere, por lo que yo siento por él y
porque no concibo ni un día más de mi vida sin él.
No quiero quedarme aquí, aunque las oportunidades sean mejores. Hay demasiados malos
recuerdos en los que no quiero pensar. Prefiero nuestro refugio a miles de kilómetros de distancia,
con mi grupo de amigos y mi vida feliz. Sin embargo, si Kian me hubiera dicho que quería
quedarse en Estados Unidos, yo lo haría por él. Lo amo demasiado, haría cualquier cosa por un
hombre tan maravilloso como él.
Deslizo los dedos por su costado, en busca de la cicatriz que dejó su herida. Lo acaricio con
delicadeza y me doy cuenta de que no gime de dolor. Ya está muy recuperado, y eso es motivo de
doble alegría.
—¿Cómo estás? ¿Estás bien? —murmuro contra sus labios.
—Lo suficientemente bien para esto. —Me rodea con las manos por la cintura y comienza a
deslizar hacia arriba mi camiseta para sacármela por la cabeza.
Es un gesto simple y apasionado que no he sentido en mucho tiempo. He procurado
contenerme, manteniendo dormido mi deseo por él, hasta que Kian estuviera mejor, y parece que
ese momento ha llegado. Al quedarme desnuda, mi corazón late tan rápido que creo que va a
salirse de mi pecho.
—¿Estás seguro? —le pregunto sin aliento al sentir que mi cuerpo se estremece de
anticipación, aunque todavía no esté claro que vayamos a hacer nada—. Te encuentras bien,
¿verdad? —No quiero hacerle daño aunque esté deseando que hagamos el amor.
—No estoy demasiado herido para ti —gruñe mientras me agarra el labio inferior con sus
dientes—. Ya me he contenido bastante, no creo que pueda hacerlo ni un segundo más.
Llega mi turno de quitarle la camisa y mientras lo hago dejo que mis dedos acaricien cada
milímetro de sus marcados músculos. He extrañado tanto este cuerpo que podría estar disfrutando
de él todo el día.
Durante el tiempo que he estado escribiendo, he conseguido distraerme del recuerdo de lo
maravilloso que es estar con Kian, así que me siento feliz de volver a estar entre sus brazos.
Una vez desnudo de cintura para arriba, lo empujo con suavidad hasta que su espalda golpea la
pared. Abre los ojos, sorprendido, y eso me arranca una sonrisa. Hace demasiado tiempo que no
estamos en esta situación y quiero aprovecharla al máximo. Me acerco a él, muevo las caderas a
medida que avanzo, y él se lame los labios como si estuviera dispuesto a saborearme.
Me gusta esa mirada en su cara, hace que mi corazón lata aún más fuerte.
Lo beso con dulzura en el cuello y lentamente arrastro mis dedos a lo largo de la cintura de sus
calzoncillos. Casi puedo sentir el calor intenso que emana de su miembro grueso y ardiente, la
enorme protuberancia pretende sobresalir de la prenda en busca de mi contacto, y yo jugueteo para
que él se desespere. Quiero volverlo loco.
Tensa los muslos y gruñe fuerte mientras me aferra con las manos por las caderas. Yo sé que ha
llegado el momento que tanto deseamos y le clavo los dientes en el cuello, lo marco como si fuera
mío, mientras sumerjo mi mano en su ropa interior y rodeo su enorme polla con los dedos.
Es tan gruesa. Tan caliente y palpitante.
—¡Oh, Dios! —jadeo, contra la piel de su garganta. Había olvidado lo grande que es y el
recuerdo me inunda violentamente—. ¡Oh, Kian! ¡Joder!
Kian respira apresurado, al contacto de mi mano, arriba y abajo, en toda la longitud de su
miembro erecto. Está muy excitado, y quiero dar un paso más. Se me hace la boca agua, deseosa
de probarlo como el resto de mi cuerpo.
Retiro la mano con una sonrisa y él protesta, hasta que caigo de rodillas con un ruido sordo
ante su cuerpo, silenciándolo por completo.
Con la mirada fija le bajo los pantalones y también los calzoncillos. Lo quiero desnudo y de
pie ante mí. Su polla queda liberada y me inclino hacia adelante mientras su masculino olor inunda
mis fosas nasales.
La tomo en una mano y comienzo a darle suaves besos por todas partes, arriba y abajo,
deslizando mis labios por su extensión. Sé que busca mis labios cerca de la cabeza de su erección,
porque Kian se mueve para encontrar el calor de mi boca; así que toco con la lengua su ardiente
punta y me quedo allí por unos segundos, lamiéndolo con glotonería como si fuera un rico helado.
—Oh, joder —gime mientras mueve la cabeza muy excitado. Me parece el hombre más sexy
del mundo—. Tia, tu boca... es increíble. No tienes ni puta idea.
Apoyo su miembro en mi lengua y lo dejo ahí, tentándolo. Noto que Kian está tenso, sus
músculos tiemblan y me siento poderosa, al ver lo que provoco en él. Me encanta tener el control
sobre un hombre tan grande. Esto me recuerda que después de todo lo que hemos pasado,
finalmente es mío.
Abro la boca más, y deslizo su polla en mi interior, hasta que me golpea en la parte posterior
de la garganta.
—Mierda, Tia. —Enreda sus dedos en mi pelo.
Me tira de la cabeza ligeramente hacia atrás y decido que es mejor dejarle controlar mis
movimientos, pero solo hasta que yo lo decida porque estoy al mando.
Muevo la lengua y la deslizo desde la punta hasta el final, Está delicioso, dulce y salado a la
vez, y cada vez estoy más excitada. Tengo las bragas empapadas y cada movimiento me humedece
más.
La anticipación corre a través de mi cuerpo al pensar que él también me toca, pero no estoy
lista para eso todavía, estoy demasiado ocupada disfrutando.
Esta vez, mientras empujo mis labios hacia su base, uso la otra mano para acunar sus
testículos. No lo he hecho antes, pero todo él me incita a tocarlo y al hacerlo sé que le gusta por
cómo reacciona. Hay algo en Kian y en la forma en que me mira como si fuera la mujer más
deseable del planeta que me hace ser osada. Desata un animal primitivo y desconocido dentro de
mí, me gusta ser malvada, resulta emocionante aprender cosas nuevas sobre mí misma.
Masajeo sus testículos y Kian empieza a perder el control. Sigo moviendo mi cabeza hacia
arriba y hacia abajo, más rápido y fuerte, lo que crea una excitante fricción contra mis labios. Me
encanta la sensación de ardor, es una prueba más de que, según Kian, soy muy sexy.
—Oh, joder, para… no lo soporto más. —Me aparta, alejando mi cabeza—. Me estás
volviendo loco. No puedo... vas a hacer que me corra demasiado pronto.
Se apoya en la pared mientras trata de recuperar el aliento y yo sonrío. Estoy decepcionada,
porque estaba disfrutando, pero también feliz. Yo tampoco puedo esperar más, necesito sentirlo
dentro de mí y, si hubiera continuado, él habría terminado demasiado pronto.
Mientras espero a que Kian se recupere, decido hacer un striptease con el resto de mi ropa.
Puede que no haya música, pero me balanceo y muevo las caderas, tiro de mis pantalones, me
quito el sujetador y también las bragas mojadas. Cuando las tengo en la mano, se las arrojo para
que pueda sentir lo excitada que estoy.
—Maldito infierno —gruñe mientras la ropa pasa junto a él—. ¿Tratas de sacar al salvaje que
hay en mí?
Sus ojos se oscurecen, se lanza sobre mí y me besa con fiereza. Nuestros dientes se estrellan
violentamente, pero a ninguno de los dos nos importa. Los dos estamos demasiado nerviosos para
preocuparnos por algo así. Todo esto es pura y desenfrenada pasión y no podemos frenarla.
—Date la vuelta —me ordena con impaciencia—. Y pon tus manos sobre la cama.
Sus palabras me invitan a ser descarada. Me inclino sobre la cama con el trasero en alto,
mostrándole una estupenda visión. Nunca hubiera imaginado que sería tan osada. Debería sentirme
tonta o vulnerable, pero con Kian no. Él me ama, y lo amo a él.
—Separa tus piernas —insiste—. Quiero verte.
—Sí, señor —me burlo mientras hago lo que me pide. Mi sexo mojado parece llorar como si
tuviera dolor físico, reclama lo que tanto desea—. ¿Hay algo más que quiera que haga por usted,
señor?
—Tócate —dice con aspereza—. Solo por un minuto. Quiero verte.
Este es un juego nuevo, un juego perverso que me gusta. Supongo que Kian y yo aún no hemos
tenido suficiente tiempo para conocernos y saber lo que nos gusta. Las cosas han estado tan
revueltas a nuestro alrededor, que ha sido difícil conseguir tiempo a solas. Yo también quiero
saberlo todo de Kian.
Mis dedos bajan por mis muslos y vuelven a subir. Luego los llevo a mis genitales y jadeo de
placer mientras acaricio mi clítoris y consigo un poco de alivio. Por supuesto que preferiría que
fuera Kian quien me tocara, pero que me observe también es divertido.
—Oh, joder —gimoteo, cayendo en las sábanas mientras el placer me atrapa—. Oh, Kian.
Al decir su nombre, sé que él está igual de excitado que yo porque en un segundo se ha pegado
a mi trasero. Su polla está dura como una roca y la frota contra mí, lo que me hace sollozar. Mi
cuerpo grita, muevo las caderas y ruego en silencio que me penetre ya.
—No te burles más de mí —jadeo con desesperación—. Ha pasado mucho tiempo. No puedo
soportarlo más. Me estás volviendo loca.
Miro por encima del hombro, a través de la melena, y veo cómo kian me agarra con fuerza, se
inclina y empuja, llenándome por completo. Sigo acariciándome el clítoris y sus acometidas
aumentan la intensidad de mis dedos. El placer se eleva por mi cuerpo a medida que los empujes
de Kian se vuelven más duros y desesperados. Mis rodillas golpean contra el travesaño de la
cama, me agarro a las sábanas con la mano que tengo libre para mantenerme erguida y pienso que
nunca he disfrutado tanto como ahora.
—¡Mierda! —grito mientras una llamarada de incontrolable calor líquido se extiende por mi
vientre—. ¡Dios mío, Kian!
—Sigue tocándote —me pide con voz temblorosa—. No pares, no pares.
Hago lo que me manda mientras lo siento estremecerse detrás de mí. Él ha estado al borde del
abismo mientras lo tomaba en mi boca, probablemente más deprisa de lo que deseaba, y ahora yo
estoy en ese mismo punto, pero no me importa porque tenemos toda la vida.
Cuando el placer me golpea como un tsunami, todo el tiempo del mundo entero se reduce a
Kian y a mí. No importa nadie más, solo él y yo. Se me doblan las rodillas, me retumba el corazón
en los oídos y todo mi cuerpo se sacude, pero Kian se aferra a mí, manteniéndome a salvo y
protegida todo el tiempo.
—Te amo, Kian. Te quiero, demasiado, maldita sea —murmuro, sin aliento. Soy consciente de
que estoy más satisfecha que nunca, en el mismo instante en el que se estremece con más fuerza y
me llena de una humedad ardiente que brota de él con cada empellón.
Hasta que no nos tumbamos en la cama, jadeando, uno en brazos del otro como si no existiera
nadie más en el mundo, no me doy cuenta de que con la excitación del momento no he usado
protección. Y kian tampoco.
Soy una imprudente, aunque supongo que no me quedaré embarazada después de una sola vez...
¿O no? 
Epílogo
TIA

Seis meses después.


Acaricio mi enorme barriga y muevo la cabeza con censura, diciéndome de nuevo que soy una
ingenua. No pensé que me quedaría embarazada tan pronto, no estaba en mis planes, y por eso
ignoré los primeros síntomas. Las náuseas matutinas pensé que eran debido al estrés de volar de
regreso a Nueva Zelanda, y mudarme a la casa de Kian. Asumí que el cansancio interminable era
porque quería recuperar el ritmo de las cosas, y que estaba ganando un poco de peso porque me
sentía muy feliz.
Ahora, lo sé con seguridad. No puedo negarlo al ver mi enorme barriga, dura como una roca, y
ya me he acostumbrado a la idea. Menos mal que lo he asumido porque dentro de tres meses, Kian
y yo tendremos en brazos a nuestra pequeña hija.
Es curioso cómo ha reaccionado Kian a la idea, incluso es más consciente que yo de que
vamos a ser padres, y eso que soy la que lleva al bebé en la barriga.
Está muy emocionado, y sus padres también. Durante un tiempo todos esperaban que fueran
gemelos, supongo que para reemplazar lo que se ha perdido, pero tengo que admitir que me alegro
de que no sea así. Un bebé va a ser suficiente para lidiar con él, no me importa si no son dos. No
sé si sabré ser una buena madre, espero que mis dudas se evaporen en cuanto llegue el momento.
Ring, ring.... Ring, ring.
Miro la pantalla del móvil y sonrío al reconocer el número de mi madre. Últimamente nos
llevamos mucho mejor. Tal vez sea porque he madurado y ella se encuentra en un momento de su
vida mucho más agradable. O tal vez sea porque vivimos en países diferentes y los kilómetros que
nos separan hacen que tengamos una buena relación.
—Hola, mamá, ¿estás bien? —la saludo, alegremente.
—Sí, estoy bien. A punto de salir con una amiga. Solo quería saber cómo estáis el bebé y tú.
Por «amiga» creo que se refiere a una cita, pero le da demasiada vergüenza reconocerlo. No
me importa, me alegro de que rehaga su vida, ahora que se ha divorciado de mi padre. Merece ser
feliz, y espero que esta vez haya escogido bien y no sea otro criminal idiota, cuya finalidad es
mantenerla callada con dinero.
Kian y yo vivimos cómodamente, pero no tenemos grandes lujos y eso es lo único que me
importa.
—Los dos estamos bien y todos los reconocimientos van estupendamente. —Me froto la
barriga y sonrío muy feliz.
—Tengo reservado un vuelo para ir a visitaros en cuanto des a luz.
Pongo los ojos en blanco mientras trato de no pensar en lo complicado que será, pero no puedo
mantenerla alejada de su nieta, no sería justo.
Oigo la puerta y me giro hacia la entrada para verlo aparecer por la puerta. Estoy muy
intrigada, Kian lleva todo el día fuera, en un trabajo muy misterioso, y no puedo esperar a saber
más sobre lo que ha estado haciendo. La conversación que mantengo con mi madre sobre su
«maravillosa» visita puedo aplazarla para otro momento.
—Oh, tengo que irme, mamá. Kian está en casa, pero te llamaré mañana, ¿de acuerdo?
—Sí, claro, no te preocupes. Ya hablamos mañana.
Me pongo en pie y corro para encontrarme con Kian. Todavía se me acelera el corazón cada
vez que lo veo. Tiene ese efecto en mí y creo que nunca podré superarlo.
—No puedo esperar a que me digas cómo te ha ido el… oh. —Me quedo con la palabra en la
boca al verlo, arrodillado, frente a la puerta, sosteniendo en sus manos un anillo en una caja—.
Oh, Dios mío. —Me cubro la boca con las manos—. ¿Qué es esto, Kian?
—Te quiero. —Se ríe entre dientes. Noto que tiene los ojos brillantes y sé que está
emocionado—. Te amo tanto que no puedo creer que haya tardado tanto tiempo en declararte mi
amor. —Respira un par de veces, como si estuviera tratando de calmarse—. Te quiero, Tia. Te
quiero desde el primer momento en que te vi… aunque me llamaras con otro nombre.
Una lágrima se desliza por mi mejilla al recordar cuando lo confundí con Stephen. Hemos
tenido una aventura emocionante y ahora está impresa en mi novela más vendida: Precioso
desastre.
—Quiero que seas mi esposa, especialmente ahora que estás embarazada. —Extiende una
mano y me frota la barriga—. Quiero pasar el resto de mi vida haciéndote feliz porque te lo
mereces. —Me enseña la caja otra vez—. Entonces, ¿qué dices? ¿Serás mi esposa?
—Sí. —Soy rotunda—. Por supuesto que sí.
Desliza el anillo de diamantes en mi dedo y luego me abraza amorosamente. Yo no puedo dejar
de llorar, pero soy muy feliz. Jamás en mi vida he sido tan dichosa.
—Tendremos que casarnos pronto —le advierto—. A menos que quieras que mi madre te visite
dos veces.
Gime y pone los ojos en blanco, antes de reírse.
—Sabes qué, igual podría aguantarla, pero solo porque te quiero.
Presiono mis labios contra los suyos y lo beso suavemente.
—Yo también te quiero, Kian. Por siempre y para siempre. Este es solo el comienzo de otro
viaje más y no puedo esperar para compartirlo contigo.
Si te ha gustado este libro también te gustará
UNA SUBASTA MULTIMILLONARIA DE CITAS.
Mis amigos me convencieron.
Era para la caridad.
Así que dije, ¿por qué no?
Entonces alguien hizo una oferta especial por mí...
La mujer más hermosa que jamás había visto.
Alice... descarada, s*xy, preciosa...
Ella es todo lo que un hombre podría soñar.
Las chispas entre nosotros fueron inmediatas.
Las cosas se intensificaron demasiado rápido.
Y al día siguiente cuando despertamos después de nuestra cita en Las Vegas...
¡Estábamos casados!
Por supuesto, nos íbamos a divorciar.
Pero sospeché que había algo que no me estaba diciendo.
Sin embargo, mi corazón se estaba enamorando de ella.
Es un riesgo que estaba dispuesto a correr...
Pero cuando descubriera su secreto, pondría todo mi mundo patas arriba..
Se supone que debo casarme con una princesa, pero la maldita Cenicienta romperá todas las
reglas.
Odio los compromisos, por eso mi madre, cansada de esperar, organiza un baile de máscaras
para encontrarme una novia de la alta sociedad.
Pero la chica que me hechiza no tiene invitación.
Una mirada a sus ojos azul océano y sé que estoy en problemas.
Quiero sentirla por todas partes, besar esos labios y tenerla en más de un sentido.
Pero a medianoche ella corre.
Agarro su mano, pero ella se aleja.
El anillo que deja caer es la única evidencia de que nuestra noche juntos existió.
Tengo que encontrar el dedo delgado que se ajusta al anillo.
Tengo que reclamar... mi Cenicienta.
Este sexy cuento de hadas te mantendrá caliente por la noche y te enamorará del Príncipe
Aiden, queriendo ir con él a su principesca cama.
¡Mi cita a ciegas es mi sexy vecino!
Solo iba a ser una noche más hasta que se convirtió en un sueño hecho realidad. Mi cita a
ciegas resultó ser mi vecino y padre soltero de mi alumno.
El único problema es que la escuela tiene una estricta política de "no tener citas con los
padres". Pero, ¿qué importa cuando tengo ante mí al hombre más sexy que he conocido?
En lo único que puedo pensar es en los placeres que conseguiré en la cama.
¡CADA NOCHE!
Me estoy enamorando tanto por sus abdominales cincelados como de sus ojos azules y de…
Aunque, ¿no era esto una relación de "sin compromiso"?
Un corazón destrozado y un espíritu dañado, ¿qué tienen ambos en común? Una química
explosiva, secretos, peligro…
Nunca pensé que acabaría enamorado de la chica de al lado, pero es tentadora, seductora,
emocionante y no puedo evitar que me atraiga su peligroso mundo.
Sé que cuanto más profundo me hunda, más difícil será salir, Sin embargo no puedo evitar
caerme, al estar completamente enamorado de ella.
Ellie creará una explosión en mi vida, pero el amor te hace hacer locuras. Sobre todo cuando
intente recuperarla…
¡Sin importar las consecuencias!
★ ¡UN NUEVO ÉXITO DE LA AUTORA DE BEST SELLER MARLISS MELTON! ★
El peligro les rodea, pero su amor es más fuerte que sus miedos.
El Navy SEAL Sam Sasseville está cansado de rescatar a Madison Scott, la hija de un magnate
petrolero, de los problemas que ella misma origina. Apenas unas semanas después de sacarla de
un ambiente plagado de drogas en México, Maddy desaparece en Paraguay.
Inspirada por su difunta madre ecologista, Maddy sigue sus pasos luchando contra los pozos
petrolíferos de su familia, aunque ese maldito Navy SEAL que tanto la desespera no esté de
acuerdo.
Pero cuando unos terroristas intentan atraparla y un asesino va tras ella, Maddy y Sam por fin
tendrán un objetivo común: mantenerla con vida.
Es entonces cuando Sam deberá enfrentarse a una elección difícil: amar a Maddy tal y como es
o alejarse de ella para siempre.
Lee los primeros capítulos de nuestros libros en la web de
Grupo Romance Editorial
https://www.gruporomanceeditorial.com/
Además podrás descubrir nuevas novedades, entrevistas y ofertas, o
formar parte de Grupo Romance y leer GRATIS nuestros libros a cambio
de una reseña en Amazon.
¡Te animas!

You might also like