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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE TAMAULIPAS FACULTAD DE MEDICINA DE TAMPICO

DR. ALBERTO ROMO CABALLERO

Título del trabajo: alimentación del lactante

Materia: Nutricion

Catedrática: Maldonado López María Angelica

Alumno: Mayorga Reyes Karem Otilla

Lugar y fecha de entrega: 3/10/2022 Tampico Tamaulipas


ALIMENTACION DEL LACTANTE

Durante los primeros 2 años de vida, que se caracterizan por un crecimiento y desarrollo físico
y social rápidos, se producen muchos cambios que afectan a la alimentación y a la ingestión de
nutrientes. Los lactantes sanos y bien nutridos tienen energía para responder y aprender ante
los estímulos de su entorno, y para interaccionar con sus padres y cuidadores. La duración de
la gestación, el peso de la madre antes del embarazo y el aumento de peso de la madre
durante la gestación determinan el peso del lactante al nacer. Después del parto, el
crecimiento de un lactante depende de la genética y de los alimentos.

Los lactantes más grandes al nacer que están determinados genéticamente para ser más
pequeños crecen en su etapa fetal por varias razones, y a menudo no alcanzan su patrón de
crecimiento hasta los 13 meses de edad. Este fenómeno, que tiene lugar durante el primer año
de vida, se conoce como detención del crecimiento. El crecimiento en la infancia se controla
con la recogida sistemáticay el seguimiento de datos antropométricos, como el peso, la talla, el
perímetro cefálico y la relación peso-talla para la edad. Los lactantes suelen doblar su peso al
nacer a los 4-6 meses de edad y lo triplican al año. La cantidad de peso que gana el lactante
durante el segundo año es aproximadamente su peso al nacer.

La grasa corporal total aumenta con rapidez durante los primeros 9 meses, después de lo cual
la velocidad de aumento del tejido graso va reduciéndose hasta desaparecer durante el resto
de la infancia. El agua corporal total disminuye a lo largo de la lactancia, desde el 70% al nacer
hasta el 60% al año. El descenso se debe casi exclusivamente al agua extracelular, que
disminuye desde el 42% al nacer al 32% al año de vida. La absorción de la grasa es variable en
el neonato. La grasa de la leche materna se absorbe bien, al contrario que la de la mantequilla,
cuya excreción fecal es del 20 al 48%. Las combinaciones de grasa de las fórmulas comerciales
para lactantes. Las actividades de las enzimas responsables de la digestión de los disacáridos,
maltasa, isomaltasa y sacarosa alcanzan las concentraciones adultas a las 28-32 semanas de
gestación.

Las necesidades de nutrientes de los lactantes reflejan las tasas de crecimiento, la energía
gastada con la actividad, las necesidades del metabolismo basal y la interacción entre los
nutrientes consumidos. Los lactantes nacidos a término que se alimentan al pecho hasta
saciarse o aquellos que se alimentan con una fórmula estándar para bebés ajustan su ingestión
para cubrir sus necesidades energéticas cuando los cuidadores son sensibles a sus impulsos de
hambre y saciedad. Un método eficaz para determinar si la ingesta calórica del lactante es
adecuada consiste en vigilar cuidadosamente su aumento de peso, su longitud y la relación de
peso/longitud según la edad, trazando esos datos en el diagrama de crecimientos de la OMS
que se muestra en las tablas de los apéndices 4, 5, 8 y 9. Las ecuaciones para calcular las
necesidades energéticas estimadas (NEE) para los lactantes de 0 a 12 meses de edad son
Las proteínas son necesarias para la reposición de tejidos, depósito de masa magra y
crecimiento. Las necesidades de proteínas durante el crecimiento rápido de la lactancia son
mayores por kilo de peso que en los adultos o niños mayores.

El lactante requiere un porcentaje mayor de aminoácidos totales que los adultos. La histidina
parece ser un aminoácido esencial para los lactantes, pero no para los adultos, y la tirosina, la
cistina y la taurina pueden ser esenciales para los lactantes prematuros.

La recomendación actual para los lactantes menores de 1 año de edad es consumir como
mínimo 30 g de grasa al día. Esta cantidad está presente en una ingesta normal de leche
materna y de las fórmulas infantiles. Una ingesta de grasa significativamente menor (p. ej.,
leche desnatada) puede hacer que la ingesta calórica total también sea inadecuada. El lactante
intentará corregir el déficit de calorías aumentando el volumen de leche ingerida, si bien
normalmente no puede suplir todo el déficit con este mecanismo. La leche materna contiene

los ácidos grasos esenciales ácido linoleico y ácido α-linolénico, así como de los derivados de
cadena larga ácido araquidónico (AA) (C20:4ω-6) y ácido docosahexaenoico (DHA) (C22:6ω-3).

Los hidratos de carbono deberían suponer entre el 30 y el 60% de la ingestión calórica durante
la lactancia. Aproximadamente el 40% de las calorías de la leche materna y el 40-50% de las
calorías de las fórmulas infantiles proceden de la lactosa o de otros hidratos de carbono.
Aunque raramente, algunos lactantes no pueden tolerar la lactosa y requieren una fórmula
modificada para su alimentación. El botulismo del lactante se ha relacionado con la ingesta de
hidratos de carbono de la miel. Los requisitos de agua de los lactantes dependen de la cantidad
que pierden desde la piel y los pulmones y en las heces y orina, además de la pequeña
cantidad necesaria para el crecimiento. La cantidad total recomendada de ingestión de agua
para los lactantes, según la IDR, es de 0,7 l/día para los lactantes hasta 6 meses y 0,8 l/día para
los lactantes de 6 a 12 meses de edad.

Los lactantes alimentados con leche materna retienen aproximadamente dos tercios de su
ingesta de calcio. El cinc se absorbe mejor desde la leche materna que de las fórmulas
infantiles. Ambas fuentes proporcionan una cantidad adecuada de cinc (0,3 a 0,5 mg/100 kcal)
durante el primer año de vida, y otros alimentos (p. ej., carnes o cereales) deberían
proporcionar la mayor parte del cinc necesario durante el segundo año. La importancia del
fluoruro como prevención de la caries dental es de sobra conocida, pero el fluoruro también
puede producir fluorosis dental, que varía de líneas blancas finas a un diente totalmente
calcáreo. Se considera que los lactantes nacidos a término tienen reservas adecuadas de hierro
para su crecimiento hasta que doblan su peso al nacer, lo que sucede aproximadamente a los 4
meses de edad en los lactantes nacidos a término y mucho antes en los lactantes prematuros.
La ingesta recomendada de hierro aumenta, dependiendo de la edad, de la velocidad de
crecimiento y de las reservas de hierro. La leche de las madres que siguen una dieta vegana
estricta puede ser deficiente en vitamina B12 , en especial si la madre sigue este régimen
durante mucho tiempo antes y durante el embarazo.
El contenido de vitamina D de la leche materna se correlaciona directamente con el nivel de
vitamina D de la madre. Los estudios en madres durante el período de lactancia que toman
suplementos diarios de entre 2.000 y 6.400 UI de vitamina D muestran que se alcanza
suficiente nivel de vitamina D en los lactantes alimentados exclusivamente con leche materna
sin suplemento directo del lactante. Los requisitos de vitamina K del neonato merecen una
atención especial. La deficiencia puede provocar hemorragias o una enfermedad hemorrágica
del recién nacido. Esta afección es más frecuente en los lactantes alimentados al pecho que en
otros lactantes, porque la leche materna contiene solo 2,5 µg/l de vitamina K, mientras que las
fórmulas elaboradas con leche de vaca contienen aproximadamente 20 veces esa cantidad.

La leche materna es, indudablemente, el alimento de elección para el lactante. Su composición


se ha diseñado de tal forma que aporte las calorías y nutrientes necesarios en las cantidades
apropiadas Contiene los factores inmunitarios específicos e inespecíficos que apoyan y
refuerzan el sistema inmunitario del recién nacido y, por tanto, le protegen frente a las
infecciones. La leche materna también ayuda a prevenir la diarrea y la otitis media. Las
reacciones alérgicas a las proteínas de la leche materna son raras, es más, la estrecha
proximidad de la madre y el lactante durante la lactancia natural facilita el establecimiento de
lazos entre ellos. Durante los primeros días de vida, un bebé alimentado con lactancia materna
toma calostro, un líquido transparente amarillento que satisface sus necesidades nutricionales
durante la primera semana. Contiene menos grasa e hidratos de carbono que la leche madura,
pero más proteínas y concentraciones superiores de sodio, potasio y cloruro.

La composición de la leche materna es diferente de la leche de vaca, por lo que no se


recomienda usar leche de vaca no modificada para los lactantes hasta que tengan al menos 1
año de edad. Ambas leches aportan aproximadamente 70 kcal/100 g, pero los nutrientes que
aportan las calorías son diferentes. Las proteínas suponen el 6% al 7% de las calorías en la
leche materna y el 20% de las calorías de la leche de vaca. La leche materna contiene un 60%
de proteínas del suero (principalmente, lactoalbúmina) y un 40% de caseína, mientras que la
leche de vaca contiene un 20% de proteínas de suero y un 80% de caseína. La caseína forma un
cuajo correoso y duro difícil de digerir en el estómago del lactante, mientras que la
lactoalbúmina de la leche materna forma cuajos blandos y floculados fáciles de digerir. La
leche materna y el calostro contienen anticuerpos y factores

antiinfecciosos que no están presentes en las fórmulas infantiles. La inmunoglobulina A


secretora (IgAs) es la inmunoglobulina predominante en la leche materna y participa en la
protección del intestino inmaduro del lactante frente a la infección. La lactancia natural debe
mantenerse hasta que el lactante tenga al menos 3 meses de edad para obtener todo su
efecto beneficioso. La proteína de unión al hierro lactoferrina de la leche materna priva de
hierro a las bacterias y, por tanto, frena su crecimiento.

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